Libro Mariel.

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Nadie

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Un día como cualquiera, viendo libros con Camilo en una librería del centro, se me ocurrió la idea de utilizar sus talentos para realizar un libro que contuviera todas las fotos que me ha hecho desde que nos conocemos; una de sus más bonitas cualidades, es seguirme la corriente con mis ideas (a veces fáciles, a veces complejas; a veces chéveres a veces no tanto), por lo tanto a los dos días ya lo estaba esbozando, diseñando y diagramando. Así que este es un libro que contiene muchas de las fotos que me ha regalado Camilo en este tiempo. Pero además, estas se complementan con uno de sus más bonitos regalos hacia mí. Porque como si no bastara todo lo que me ha regalado, ha escrito un “diario” el cual da cuenta de muchas de las cosas que han pasado entre nosotros, unas bonitas de recordar, otras no tanto, pero que son en últimas lo que nos hace lo que somos hoy.

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P rologo

Un día como cualquiera, viendo libros con Camilo en una librería del centro, se me ocurrió la idea de utilizar sus talentos para realizar un libro que contuviera todas las fotos que me ha hecho desde que nos conocemos; una de sus más bonitas cualidades, es seguirme la corriente con mis ideas (a veces fáciles, a veces complejas; a veces chéveres a veces no tanto), por lo tanto a los dos días ya lo estaba esbozando, diseñando y diagramando. Así que este es un libro que contiene muchas de las fotos que me ha regalado Camilo en este tiempo. Pero además, estas se complementan con uno de sus más bonitos regalos hacia mí. Porque como si no bastara todo lo que me ha regalado, ha escrito un “diario de duraznos” el cual da cuenta de muchas de las cosas que han pasado entre nosotros, unas bonitas de recordar, otras no tanto, pero que son en últimas lo que nos hace lo que somos hoy. Dijo Piedad Bonnet en uno de sus libros: “la fotografía, qué paradoja, recupera y mata”, frase que una vez leída no salió de mi cabeza, pues sus últimas tres palabras las he sentido en mí por medio de la fotografía de Camilo. Paradoja porque entre más me miraba a mi misma en sus fotos, más me gustaba yo. Y no necesariamente por sentirme bella, sino porque siempre ha logrado con cada una de ellas, reflejarme de una manera ¡tan singular! Paradójica, además, porque en ninguna foto se reflejan momentos malos o duros, todas son la imagen de las cosas bonitas que han sucedido y eso, lo admiro. Matar (me atreveré a cambiar el orden, dejándolo en matar y recuperar), porque mientras he tenido que estar lejos de él, sus fotos han servido como la muestra tangible de lo mucho que lo extraño; pero también han servido para recuperar innumerables cosas que sirven como cura, alivio, muestra de un cariño y un talento increíble. Y hoy siento que este libro es eso: la recuperación de nosotros mismos.

Mariel Loaiza.

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Mariel 2013-2016

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Este extraño diario nació de una idea en el que la co-protagonista de este diario decidió que me regalaría de buenas a primeras 135 duraznos luego de haber publicado una imagen en su perfil de Facebook. Tiempo después en el recorrido de la universidad católica de Bogotá (Avenida Caracas No. 46 – 72) hacía ningún lado y mientras pasábamos justo enfrente del Parque Nacional. Hablamos de cómo sería conveniente vernos hasta el día en el que ella cumpliera su promesa de regalarme los 135 deliciosos frutos.

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Durazno 1: Creo que de este primer durazno nació la idea. Decidí pedirle que nos viéramos en el centro de memoria ubicado en la carrera 19b N° 24-82 para asistir a la presentación de un proyecto de un artista que realiza su obra a partir de lo social. Caminábamos por la calle luego de terminado el evento, con la única intención (claro está de mi parte) de poder conseguir un bus vacío y hacer que se sentará a mi lado. Cuando de un momento a otro ella se ofreció a compartir algo que le había empacado su mamá: “La Señora Cosito”; como ya se supondrá lo que sacó fue un abullonado, jugoso y consistente durazno. Luego del primer mordisco dado por ella, me ofreció un poco. Como no he tenido una buena experiencia recibiendo bocados, dí una pequeña mordida con la sensación de haber querido un poco más, pero sabiendo que no debía pelar el cobre. Al parecer ella escuchó lo que pensaba o intuyó que si me lo volvía a pasar no sería tan decente, porque luego de ese pequeño mordisco, muy ensimismada lo devoro todo. Yo mientras tanto hablaba de mis defectos: que soy un idiota y cosas por el estilo, haciendo énfasis en temas del egoísmo, de la gente que no comparte, pero ella ni se inmutaba de lo que decía, se tomaba su tiempo en disfrutarlo, en saborearlo, en ponerlo frente su nariz y disfrutar el aroma que se hacía mayor luego de cada mordida. Cuando vi que terminaba y como el que ya no quiere la cosa, le pregunte (solo por hacer que hablara un poco) cuál era su mayor defecto. Me miró de reojo mientras se chupaba el dedo anular aun untado de sumo del ya desaparecido fruto y como hablando de cualquier cosa dijo: -Soy muy caprichosa-.

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Carmen de

Apicala ´

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Había decidido que Mariel me acompañara a averiguar un computador, pues acababan de meterse a mi casa a robarme y necesitaba uno. Decidimos vernos en la estación de Transmilenio del Restrepo e irnos juntos a “Piscilago”: un estanque artificial destinado al baño y la natación, o sea a la inmersión a las espesas aguas del mundo de la tecnología, lleno de -siga-, -a la orden- y -¿mi amor qué busca?-. El tema de la tarde fue como siempre las desgracias, que tratándose de mí, ha habido de todo tipo: económicas: que estaba plagado de anécdotas sobre robos; emocionales: que mi gato le había dado por dejarse matar; y cómo no; las amorosas: que me tenia jodido lo que me había acabado de pasar. En general que conocerla era lo único no malo que había pasado en el año hasta el momento. Comimos un gran paquete de papas (ella más que yo) y nos tomamos un par de cervezas (yo más que ella). Yo quitaba el seguro superior de las cervezas en lata cada vez acabábamos de tomarla y escuchaba lo que decía con un poco de escalofríos: dolor de panza de niña, peritonitis, tubos,

hospitales, entre otras cosas horribles de las enfermedades. Le miraba un ojo, luego el otro, no miraba a ninguna parte, movía su boca pequeñita y no decía palabras de más, terminó la historia diciendo que debíamos irnos y se me ocurrió ponerle una lata de cerveza en su zapato y otra en el mio pues, merecíamos tener un recuerdo del día, antes de irnos. Descubrí su cualidad para dar órdenes mientras me decía que la acompañara a la casa, ya había nombrado el durazno, pero parecía no tener intenciones de dármelo. No importaba mucho, tenerla cerca era realmente especial. Para acomodarse en el articulado colocaba su pierna sobre la mía, recostaba en mi hombro su cabeza, yo le mostraba mis cucos a través de un roto del pantalón, me dejaba manejar por sus caprichos e inventaba cualquier cosa para hacerla reír. Pero mi durazno un no aprecia, cuando llegó la hora de despedirnos me pidió un abrazo y me dejo el durazno en uno de los bolsillo de mi chaqueta.

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Durazno 3: De un tiempo para acá he tenido la incomodidad de utilizar mi nombre en cosas cotidianas, es por eso que todo mi trabajo gráfico está enmarcado en el pseudónimo “Nadie”. En las cosas del amor la cosa cambia un poco pues identificarse como "Nadie" puede parecer enfermizo para la mujeres. Había adquirido la extraña costumbre de enviarle mensajes de texto que la mayoría de veces firmaba con diversos nombres: -La he pensado mucho, atentamente Enrique-, -No me la puedo sacar de la mente. Atentamente Rodrigo-, y otras tantas bobadas que ocultaban mi identidad pero no mis ganas caerle, y de paso, me permitían no sentirme comprometido con el nombre que me tocó.

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Veníamos de una noche cargada de cervezas, papas de paquete y un recorrido extenso; haga y haga ecuaciones imposibles sobre cómo comprar un nuevo computador, pues acababa de comprar uno y también estaba estrenando el robo del mismo. Cansado, la deje como casi siempre, en la estación de Transmilenio más cercana a su casa (pero la más lejana a la mía). Me pidió un abrazo y se dio la vuelta como si nada, alcance a recordarle del durazno que me venía prometiendo desde 4 horas antes en que nos habíamos encontrado para ir de nuevo a "Unilago". Lo sacó de su maleta y lo metió en uno de los bolsillos de mi chaqueta y se fue. Yo tocaba el durazno mientras la veía rígida caminar hacia el alimentador que la dejaría a dos cuadras de su casa y pensaba en cómo cambiar esa indiferencia que adquiere cada vez que se iba. Mire mi celular y tenía 8 llamadas perdidas de la que llamaremos

“la maldita crespa” (eso no ayudaba mucho para inspirarme), pero solo podía pensar en la que en estos momentos estaba de espaldas a mí, separada por unos 10 metros, vidrios polarizados y tres avenidas. Ella hacía fila para tomar un alimentador, digite rápidamente un mensaje que me permitiera identificar un algo en esa espalda indiferente: -¡Qué durazno! Att: Freddy" y se lo envíe mientras veía como se subía en un vehículo al que no le cabía un alma, pero en el que se perdía sin identificar ningún gesto. Tome el mío pensado en lo horrible que es acompañarla a ver cómo se va. Agotado por el trayecto de vuelta, sentí cómo el celular vibraba en mi pierna y pensé: -la novena es la vencida, tendré que contestarle-, lo puse frente a mis ojos esperando encontrar otra cosa, y leí en voz alta: -Ese durazno era pa Enrique-.

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Llevábamos casi dos meses viéndonos, y sólo hasta hace un par de días le di un beso (¿o me lo dio ella a mi?). Me habría gustado dar más detalles del acontecimiento pero no hubo durazno y eso sería ir en contra de las reglas del diario. Me encontraba marcándole para pedirle que nos viéramos (pero nunca contestó), y cuando ya había renunciado a la idea de verla y le daba vueltas a la misma calle, me envió un mensaje del celular de un alguien que decía: -No te puedo contestar porque estoy atascada entre mucha gente en plena exposición. Me vas a esperar? O que vas a hacer?-. (¡Raro que no se notara cierto tono retador en lo que decía!). No tuve más salida que responderle al alguien diciendo: -Hola, porfa le dices a la niña de al lado que ya voy para allá-. El “allá” era la universidad de la Salle en la calle 63 con 5. Al llegar y luego de esperarla más de media hora me eche a dormir en un pequeño parque que hay enfrente del lugar; me despertó tapándome la nariz y con un -Hola-, que respondí entre ahogado y sonriente.

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Caminamos durante horas por la carrera séptima buscando el centro de la ciudad, y a la altura del parque nacional, realizó su acostumbrado ritual del durazno: se quitó una de las tirantas de su maleta, la giro hacia el frente de su pecho, deslizó una de las cremalleras, metió la mano mientras miraba hacia arriba, como si su mano proyectará el contenido de la maleta en el cielo, lo sacó y me lo entregó sin decir nada. Yo inventaba historias sobre el futuro, mientras me inspiraba mi delicioso durazno. Y ahí fue cuando empezó esto, pues le dije que estaría bien vernos hasta que me pagara los 135 duraznos que me había prometido, y que como testimonio de lo que pasará mientras me los daba debería escribir algo cada vez que me diera uno y que me entregara lo escrito cuando me diera el último. Trate de persuadirla referenciando a la artista Marina Abramovic y las obras que había realizado en los años 80 junto con su pareja, como una forma de hacer esto distinto, pero no logré convencerla. Entre risas me dijo que por qué no más bien lo hacia yo. Claro está, le dije que no, que lo mío no era escribir, pero como raro cada vez que se le ocurría algún capricho, estoy acá escribiendo un diario de duraznos.

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“La señora Cosito” es profesora de un colegio en el sur Oriente de Bogotá. Casi todos los días esta señora inicia su día levantando a tres de sus cuatro hijos (la mayor vive con su esposo y sus hijas en otro lugar). Al primero en ir a despertar es a Caín que con el solo crujir de la puerta se pone de pie alrededor de la 4:30 de la mañana, hora en el que “La Señora Cosito” ya ha adelantado lo que se comerán en el almuerzo sus adorables hijos. Por ser el primero nunca tiene problemas con el baño, aunque su cabello liso y su cara de “don Juan” siempre le quiten minutos de más a la hora de arreglarse. A la siguiente en llamar es a su hija menor: Laura que gracias a que es la más complicada en levantarse, le permite matar dos pájaros de un tiro, pues su labor contribuye a levantar a la última y no por eso la menos importante: Mariel. Désde una de las esquinas (comparten el mismo cuarto) Mariel observa la actitud de su desgraciada hermana que hace imposible el ya conocido 5 minutitos más. Gime cada vez que su

mamá entra, desactiva la alarma de su celular y por último la clásica tirada de las puertas cuando ya no hay más alternativa que levantarse. Todo lo realiza con una tranquilidad desesperante (o bueno eso me imagino que pasa) se pone frente a la puerta del baño a esperar que pasen los aproximados 15 minutos que se demora su hermana menor en la ducha. “La Señora Cosito” la observa y piensa en todo lo que ha tenido que pasar con este problema que tiene por hija. Como todas las mañanas le recuerda que almuerce todo lo que le empaca y que por nada del mundo coma cosas que contengan mucha grasa. Con el mayor amor del mundo “La Señora Cosito” empaca en cada una de las maletas de sus hijos un durazno y una ciruela. Sin tener la menor idea de lo que sucederá en el transcurso del día con cada uno de sus hijos, “La Señora Cosito” sale de su casa no sin antes darle a cada uno de sus hijos un beso como despedida a las 5:15 de la mañana.

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Bogota ́

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Ya han pasado alrededor de dos semanas (13 días para ser exactos) desde la última vez que escribí algo. Al parecer a ella ya no le importaba mucho el asunto de los duraznos; ningún asunto le importa en verdad para ser más específico. En este tiempo han pasado varias cosas, entre ellas, que tuvimos la primera pseudo pelea, que para no extenderme diré que todo empezó al decirle que la odiaba por como empezaba a comportarse. La pelea no terminó en nada, 3 llamadas y un par de mensajes de texto y ya estaba de nuevo a sus pies. Prometió duraznos a diestra y siniestra, en uno de sus mensajes decía: -”Quisiera que no me odiarás tanto para convertir tus días en días repletos de duraznos”-. De esos sólo puedo decir que llegaron dos. Habíamos pasado la tarde en casa de un amigo viendo fútbol y ella había decidido quedarse a dormir en mi casa. Como se imaginaran despues de tantos días fue la primera vez que tuvimos sexo. El durazno lo espere durante toda la noche pero no apareció sino hasta el siguiente día. Nos despertamos alrededor de las 7 de la mañana, nos bañamos, desayunamos, arreglamos la habitación y nos dispusimos para salir a las 8:30 a tomar el bus. En algún momento de esa hora y media ella había metido un durazno en la maleta que yo llevaba para mi trabajo, el cual descubrí alrededor de las 12 del medio día mientras buscaba el almuerzo que había empacado con mucho cariño mi madre.

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www.youtube.com/watch?v=jx06zyBRuKw

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Fusa

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Tocaima

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www.youtube.com/watch?v=NA06WzouTFM

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No nos veíamos desde el día en el que le había dicho que la odiaba y no sabía cómo estaría ella después de eso. No tenía nada planeado para que la situación no se tornara molesta. Era día de fútbol y ya había recibido la llamada (mientras la esperaba) de un amigo para ver el partido de la selección Colombia en la casa de él. Como tenía moto no tendría problema en recogerme en cualquier lugar de la ciudad, así que le pedí que me recogiera en el mismo lugar donde había quedado de reunirme con ella para poder improvisar algo. Como él llego primero planee que se la llevara para su casa y desde allí mirar qué haríamos en la tarde. Apenas llegó la salude con un beso poco comprometedor, le pedí que cerrara los ojos, la monte en la moto y vi como se la llevaban. Dicen que el fútbol es el opio del pueblo y esta vez no fue la excepción, entre gol y gol vi que la tensión que sentíamos ya había desaparecido, y era el momento de superar el problema. En la pausa de los primeros 45 minutos y con una selección Colombia que emocionaba al pueblo colombiano, le pedí que me acompañara a comprar un par de cervezas para el grupo de amigos con el que veíamos las eliminatorias mundialistas. Bajando unas escaleras y con el efecto de las primeras rondas, la bese por largo rato y di por terminada la pelea. El marcador terminó 2 por 1, Colombia vencía a la selección de Paraguay y yo mientras tanto anotaba mi propio gol mostrándole este diario.

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De todo se podría decir de ellos pero lo importante es inventarme, justificarme, o enunciar como ellos la habían enamorado; no se sí uno, dos, tres o los que fueran (ni siquiera eso sabía). La primera vez que sintió algo especial se encontraba en una pequeña camilla de hospital con tres amores más en su vida pero, con un pedazo menos de intestino en el estómago. Los había visto entrar uno por uno a visitarla en este lugar apartado de la mano de Dios. No está de más decir que se encontraba destrozada y que las compañías en este lugar nunca le sentaron mal. Al entrar en la habitación cada uno le

había besado la frente, y con palabras dulces le decían que todo estaría mejor. Ella con mal semblante pero buena actitud, intentaba pasar saliva espesa por su garganta, una saliva hija del reflujo intestinal de la noche anterior que no le permitía pronunciar palabra, pero que le permitió hacer un gesto con el cual intentar demostrar que todo estaba bien aunque desde hace años estar bien no era más que una mentira. Los viajes junto a ellos (él) eran hermosos; le hacían sentir toda su independencia y fortalecían su confianza: ¡qué más podría pedir una mujer cortejada!.

Durazno 8: Buscando el origen del caos: no había más que decir, el problema de esta extraña relación era yo.

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Muchos de estos viajes habían sido acampando bajo cielos despejados y llenos de infinidad de estrellas brillantes. Senderos extensos de una oscuridad tan espesa en las que ella siempre tendría la sensación de hallarse perdida buscando una mano que la guiara hacia la nada, pero le dieran esa extraña sensación de seguridad que siempre pide el amor. Antes de dormir otras manos eran las que buscaban el camino por dónde transitarla, dónde poder alojarse y poder compartir la complicidad que les daba una carpa para dos personas. ¿Qué más ingredientes podría tener un amor perfecto? aventura, complicidad y arte, porque para

completar el panorama sentimental, la mayoría (si no todos) eran fotógrafos. ¡En verdad eran celestiales! la encarnación de la Santísima Trinidad: padre, hijo y Espíritu Santo: el padre un cabrón, el hijo como todos un verdadero hijo de puta y el Espíritu Santo una mentira, o ¿qué espíritu no lo es? Y aunque superficialmente lo que me evocaba él (ellos, o como sea que es) era un odio enfermizo, no puedo negar que en el fondo lo que sentía era una envidia nostálgica por nunca conseguir con cursilerías lo que ella les regalaba a manotadas.

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La Vega

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Sibate ´

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Durazno 9: Señorita Mariel: No puedo empezar estas líneas sin antes decir "banano". Por otra parte quería notificarle que hoy hace 30 o 31 días, usted en las instalaciones del almacén de cadena "jumbo" ubicado en el 20 de julio de la localidad 4ta de Bogotá dijo, por giros del destino, que tanto usted como yo éramos novios (cosa que por lo demás me pareció muy linda) compromiso que como ya le he informado no había tenido la oportunidad de padecer en muchos pero muchos años. Pese a mi poca capacidad cerebral para recordar fechas -temo que no siempre voy a tener la fortuna de agradecerle por lo meses horas o días que conviva junto a usted-. Pues no sé en qué día la conocí, ni cuántos meses llevamos desde el día en que le zampe su primer pico. Es por eso que aprovechando que contaba los días para que llegara este día número 10, quiero pedirle de manera cordial que me acompañe en este día a algo, no sé qué será ese algo pero estoy seguro que es sólo una excusa para tenerla junto a mi. Debo informarle con el corazón en la mano que padezco de una enfermedad a la que llaman gripe y no podré estar en mis mejores condiciones para contar con su bella presencia, pero prometo que esto no será un impedimento para intentar demostrarle que tanto usted como esta fecha son muy importantes para mi. Quien la piensa en la lejanía: su querido Nadie.

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Girardot

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Durazno 10: Después de recibir un mensaje enviado por ella en la mañana me dispuse a llamarla, sólo quería en pocos minutos (6) decirle lo importante que era como se comportaba en los últimos días: me escribía seguido, me decía cosas bonitas y además accedía a muchos de mis caprichos. Al momento de marcarle y mientras timbraba sólo esperaba el momento de escuchar su voz, pero las cosas nunca sucedieron como me lo proponía: Minuto 1: que comenzó jugando el antiguo juego de siempre, donde ella preguntaba con quién hablaba y yo inventaba cualquier bobada que la hiciera reír (cosa que no sucedió). En el segundo 30 la cosa ya estaba perdida y además sentía que enserio no sabía siquiera con quien hablaba. Cada segundo que pasaba parecían meses y con ellos la idea de decirle que sólo me moría por escucharla.

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Minutos 2 y 3: solucionado el problema de identidad, el ya cotidiano -¿cómo estas?- y -¿cómo te fue?- llevaba la conversación por las ramas. Sentía que quería decirle muchas cosas que habían en mi cabeza pero que no sabía traducirlas en palabras. Mientras tanto mis preguntas y sus respuestas chocaban, nuestras palabras se pisaban unas con otras. Me sentía idiota, sabía que decíamos cosas insignificantes pero ya el mal estaba hecho y parecía que esta bola de nieve nadie podría detenerla. Minuto 4 y 5: me sentía vencido, ya la conversación por de más se notaba improvisaba. Lo que decía no tenía sentido, preguntaba cualquier cosa y por lo visto ella no me iba a ayudar a salir de este aprieto. Un -te quiero- que dije, sonó forzado y sin ánimos. Minuto 6: solo quedó tiempo para decirle bye Ahora que la llamada ya ha terminado lo único que me queda por decir es que no hay nada más triste que escuchar su voz y no encontrar palabras que me permitan poder sacarle una sonrisa y por consiguiente, hacerme un poquito más feliz de lo que ya me hace.

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“Sólo tengo una cola para demostrarle cuánto la amo Una voz que aullara a la noche, cuando me hagas falta

Y unas fauces que sólo sirven para defenderla de lo que pueda hacerle daño”.

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“Sólo tengo una cola para demostrarle cuánto la amo Una voz que aullara a la noche, cuando me hagas falta

Y unas fauces que sólo sirven para defenderla de lo que pueda hacerle daño”.

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Había pasado la noche en mi casa y mientras tomaba el bus que la llevaría a la universidad me entregó un libro y un durazno. En la tarde me llamó a invitarme a un evento que tenía junto a sus amigos. Como no fui se tomo la libertad de andar en bicicleta con uno de ellos en la noche y eso la tenía agripada y con dolor de oído. Yo mientras tanto andaba ocupado tratando de editar un par de videos para un trabajo que se me acaba de presentar. La cosa no había estado nada bien. Luego de su llamada había tenido el impulso vertiginoso de salir a entregar el trabajo sin importar que fueran las 10 de la noche. Como la cosa no había salido como pretendía, me dispuse a llamarla y contarle como me había ido pero lo importante del asunto es que mucho de lo que había hecho esa

noche se debía a ella. Fue lo primero que dije al escuchar su -hola Camilo: ¿cómo te fue?-, - pues por ahora es lo menos importante saber como me fue- conteste yo - creo que es más importante saber que estuviste todo el tiempo pendiente de mi y eso ayudó mucho a que me decidiera a agotar todas las posibilidades y entregar el trabajo sin importar nada más-. El discurso fue largo pero me hizo sentir feliz. Lo único que hacía falta para completar la noche y hacerme sentir mejor era que me enviara un beso antes de que se acabaran los minutos, se tomó su tiempo y sin tener en cuenta lo que había dicho en los anteriores 4 minuto me dijo -te lo mando sólo si me dices algo bonito- Y pensé -¿qué fue todo lo que dije?: ¿acaso fue algo feo?-.

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Hoy después de varios días vuelvo a tomar este diario. Pero esta vez no es porque haya recibido algún durazno, es más, ya hace mucho que no volvió a pasar nada de eso. Esta vez escribo por una cosa menos pretenciosa: describir por qué estoy de mal genio. Me lo pregunto miles de veces: ¿por qué estoy de mal genio? Por qué estoy de mal genio? ¿por qué estoy de mal genio?... La verdad es que no es mal genio, creería que el mal genio es el resultado de un algo que pasa y no puedes controlar, pero por lo visto en esta situación no ha pasado absolutamente nada. Todo en mi se debe a las infaltables suposiciones, injustificadas claro está. La situación era muy sencilla ella no pudo viajar de nuevo con sus entrañables amigos, ¿qué motivos podría tener yo para enojarme si no

había pasado? Era sencillo, no había viajado y eso en el fondo, no tendría más que darme tranquilidad. Pero no… para mi el tema nunca iba a ser tan fácil y mucho menos desapercibido. Cuando me contó todo, yo acababa de llegar de viajar. Llegaba, después de 8 horas, de las profundidades de Boyacá, en un lugar llamado Otanche que en años anteriores había sido un lugar muy importante para la minería en Colombia. Un lugar hermoso, pero yo ahora sólo pensaba en 4 cosas, por lo demás horribles: 1.Le había pedido que me acompañara, pero por cosas de dinero me dijo que no podía ir, además, apenas le había avisado una semana antes. El caso con ellos (sus malditos amigos) era bien distinto, como le habían acabado de avisar el domingo, había mas posibilidades de vi-

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ajar, el dinero de afán se consigue más rápido y más si su papá le había prohibido quedarse conmigo, por lo tanto cuando le dijera que se iba con ello, se iba a alegrar mucho y no iba a haber ningún problema en negarle una buena cantidad de dinero a la niña de sus ojos. 2. Varias meses antes había compartido carpa con alguien. Varias semanas antes alguien la había llevado a conocer la ciudad, la noche y sus estrellas en bicicleta. Varios días antes alguien le había regalado un par de gafas. Varias horas antes alguien se había enojado con ella sin decir por qué. ¿Qué había podido haber pasado en el corazón de alguien tan generoso? No es muy claro para mi, pero si podría intuir qué pasaría si no estaban juntos: no llegarían las interminables

noches durmiendo juntos, ni las horas eternas recorriendo y fotografiando el cielo estrellado. Y lo peor de todo, no lograría ver el reflejo en las mañanas del sol queriendo pasar incansablemente por sus hermosas gafas nuevas. 3.Sencillo y de pocas palabras, le había pedido que corrigiera la horrible ortografía de este diario. Pero sus excusas solo le dieron tiempo para corregir la tesis a uno de sus adorados amigos. 4.¿Era mal genio esto que tenía dentro? No. Definitivamente ya no lo era, Cuando algo se repite en la vida muchas veces, hace que le pierdas la sorpresa a las cosas. Y deja de ser mal genio.

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Ella: “Te ves churrisimo guiñando el ojo y entre abriendo la boquita”.

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Yo: “Últimamente andas diciendo mucho que soy churro o que estoy rico. Eso me intimida un poco, o ¿será que me preocupa tu salud ocular? Hasta que no vea un examen voy a creerte parcialmente”.

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Durazno 13:

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Durazno 14:

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