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Universiteit Gent Faculteit Letteren en Wijsbegeerte Taal- en Letterkunde: Frans-Spaans Academiejaar 2007-2008 La presencia de Erasmo y el erasmismo en El ermitaño del rey de Julio Manuel de la Rosa Masterproef ingediend tot het behalen Promotor: van de graad van master in de Taal- en Prof. Dr. P. Collard Letterkunde: Frans-Spaans door Joke Goossens

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Universiteit Gent

Faculteit Letteren en Wijsbegeerte

Taal- en Letterkunde: Frans-Spaans

Academiejaar 2007-2008

La presencia de Erasmo y el erasmismo en El

ermitaño del rey de Julio Manuel de la Rosa

Masterproef ingediend tot het behalen Promotor:

van de graad van master in de Taal- en Prof. Dr. P. Collard

Letterkunde: Frans-Spaans

door Joke Goossens

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―Nadie es nadie para irrumpir en la vida secreta, en

el pensamiento privado de nadie y menos tratándose,

como en este caso, del pensamiento de Desiderii

Erasmi Roterodami‖ (de la Rosa 2007: 101-102).

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Agradecimiento

En primer lugar deseo agradecer a mi director, el profesor Patrick Collard, por haber

propuesto la novela de Julio Manuel de la Rosa El ermitaño del rey como tema de

investigación, por haber dirigido mi Trabajo de Investigación de Master y por su

predisposición permanente ante mis consultas. Quisiera expresar también mi mayor

agradecimiento a mis padres y a mi hermano por su cariño y apoyo durante toda mi carrera

universitaria y en especial a mi novio por haberme animado a perseverar en mis estudios.

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Tabla de Materias

0. Introducción ........................................................................................................................... 4

I. El ermitaño del rey y las tendencias literarias ........................................................................ 6

1. Biografía del autor .................................................................................................................. 6

2. Resumen de la novela ............................................................................................................. 7

3. Análisis narratológico ............................................................................................................ 8

3.1. Tiempo ............................................................................................................................ 9

3.2. Modo ............................................................................................................................. 14

3.3. Voz ................................................................................................................................ 17

4. La Nueva Novela Histórica .................................................................................................. 20

4.1. La Novela Histórica: surgimiento y desarrollo ............................................................. 20

4.2. De la novela histórica tradicional hacia la nueva novela histórica................................ 21

4.3. La Metaficción historiográfica ...................................................................................... 23

4.4. El autor frente a su obra y la obra frente a la nueva novela histórica ........................... 28

4.4.1. Julio Manuel de la Rosa y El ermitaño del rey ...................................................... 28

4.4.2. El ermitaño del rey frente a la nueva novela histórica o la metaficción

historiográfica ................................................................................................................... 30

II. Erasmo y el erasmismo en El ermitaño del rey ................................................................... 41

1. Introducción ......................................................................................................................... 41

2. Erasmo y el erasmismo ........................................................................................................ 42

2.1. Erasmo y España ........................................................................................................... 42

2.1.1. Erasmo y la Corte española .................................................................................... 42

2.1.2. Erasmo y Alcalá de Henares .................................................................................. 46

2.1.3. ―Non placet Hispania‖ ............................................................................................ 47

2.2. El erasmismo ................................................................................................................. 49

2.3. Las obras de Erasmo ..................................................................................................... 56

2.3.1. Los Adagios ............................................................................................................ 56

2.3.2. El Enchiridion ........................................................................................................ 57

2.3.3. El Panegírico .......................................................................................................... 58

2.3.4. El Elogio de la locura ............................................................................................. 59

2.3.5. Las Paráfrasis del Nuevo Testamento .................................................................... 60

2.3.6. El Antibarbarum liber ............................................................................................. 61

2.3.7. La Philosophia Christi ............................................................................................ 62

2.3.8. De libero arbitrio .................................................................................................... 62

2.3.9. Preparatio ad mortem ............................................................................................. 63

2.3.10. La conferencia de Valladolid ............................................................................... 66

2.3.11. La traducción de las obras de Erasmo .................................................................. 68

2.3.12. La problemática de la Biblia en castellana ........................................................... 70

2.4. ―Erasmo puso los huevos y Lutero los incubó‖ ............................................................ 70

2.5. La influencia de Erasmo en la literatura profana .......................................................... 76

2.6. La herencia de Erasmo .................................................................................................. 82

2.7. Erasmo y el Índice y la desaparición del erasmismo .................................................... 87

III. Conclusión .......................................................................................................................... 91

IV. Bibliografía ........................................................................................................................ 95

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0. Introducción

―Non placet Hispania‖, ―Erasmo puso los huevos y Lutero los incubó‖: estas dos

exclamaciones sacadas de la última novela de Julio Manuel de la Rosa ya anuncian y

delimitan el tema de nuestra investigación. El personaje histórico que se encontrará en el seno

del presente estudio será Desiderius Erasmus Roterodamus. Este gran humanista constituye

junto con otra gran persona histórica uno de los dos personajes principales de la novela corta

de Julio Manuel de la Rosa intitulada El ermitaño del rey. El título de la novela misma

designa a la segunda persona histórica que es Benito Arias Montano. Al lado de ser un gran

admirador de Erasmo, Arias Montano fue el Capellán Real del Rey Felipe II, editor de la

Biblia Regia, continuadora de la Biblia Políglota Complutense, bibliotecario del palacio-

monasterio El Escorial, etc. Todos estos elementos hacen que Arias Montano se encuentre

casi a la altura de Erasmo. Esta novela, con una temática claramente histórica, constituye el

punto de partida de nuestra investigación. Dentro de la novela un Arias Montano agonizante

pasa revista a su propia vida y la de Erasmo bajo forma de una especie de largo flujo de

conciencia. Por lo que se refiere al estudio mismo, éste se dividirá en dos grandes partes: la

primera es de índole teórica mientras que la segunda parte presenta más bien un enfoque

interpretativo orientado en el contenido histórico de la novela. En la primera parte nuestro

propósito será investigar ¿en qué corriente literaria debemos situar la última novela de Julio

Manuel de la Rosa?

Como introducción a su obra, La novela española de metaficción, Ana M. Dotras

escribe que

[e]n general, la novela de metaficción manifiesta una clara conciencia de no estar

inscrita dentro del sistema tradicional de novelar. Como tendencia novelística,

independientemente de la época o el modo en que se representa, la metaficción es,

ante todo, una forma de experimentación de nuevas vías en la creación narrativa, que

lleva implícita una concepción amplia, dinámica y en continua evolución del género

novelístico y que afirma indirectamente la inagotabilidad de la novela (Dotras 1994:

7).

Aunque no le gusta a Julio Manuel de la Rosa que etiqueten a su obra, intentaremos sin

embargo de situar su obra en el contexto literario contemporáneo dado que con su temática

histórica parece inscribirse en la tendencia vigente. La cita de Dotras ya traza la orientación

de la primera parte de nuestro estudio. En una primera instancia vamos a introducir

brevemente al autor y su obra para que el lector pudiera seguir mejor nuestro razonamiento a

lo largo del estudio. Luego pasaremos a la primera parte que, como venimos anunciando,

tiene como propósito un análisis más teórico de la novela. En cuanto al método que vamos a

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adoptar para buscar en qué marco de referencia debemos insertar la novela, vamos a

dedicarnos inicialmente a un análisis narratológico que se llevará a cabo basándonos en los

términos y el modo de trabajo propuestos por Gérard Genette, siendo el fundador de la

narratología moderna. Este análisis se realizará en torno a los tres campos principales de la

narratología que son el tiempo, el modo y la voz del relato en cuestión. A partir del análisis

pasaremos al verdadero propósito, es decir, la identificación de la novela de Julio Manuel de

la Rosa como una novela de metaficción historiográfica. Este último término, lo tenemos

prestado de Linda Hutcheon que constituye una gran autoridad en la materia de ficción

posmodernista. Otra designación posible es la nueva novela histórica, introducida por

Seymour Menton, otra gran autoridad en el campo de las novelas con tema histórico. Los

rasgos propios de esta nueva novela histórica, descritos por Menton en su obra clásica Latin

America’s New Historical Novel, concuerdan con las características alegadas por Linda

Hutcheon. En este apartado del estudio empezaremos en primer lugar con una sinopsis del

surgimiento y el desarrollo del género de las novelas históricas decimonónicas hasta llegar a

la nueva novela histórica contemporánea. Esta sinopsis será seguida por una pequeña

intervención del propio autor que hemos establecido a partir de varias entrevistas en que Julio

Manuel de la Rosa explica y defiende su última novela. Finalmente someteremos a prueba la

novela a las características de la metaficción historiográfica para buscar en qué medida se

reflejan en El ermitaño del rey.

Por lo que se refiere a la segunda parte, ésta se organizará básicamente alrededor de

dos libros, de los que el primero es evidentemente la novela misma. El segundo libro, lo

hemos encontrado en el último capítulo de la novela intitulado A modo de epílogo (notas de

lectura). En su epílogo Julio Manuel de la Rosa pasa revista a las obras más importantes

mediante las cuales ha construido El ermitaño del rey. Como venimos anunciando el

personaje central de nuestra investigación constituye Erasmo. Por eso no es una casualidad

que hemos optado por el Erasmo y España de Marcel Bataillon como punto de partida y base

de toda la segunda parte. Aquí nuestro propósito será investigar la selección de información

hecha por de la Rosa en el estudio de Bataillon: vamos a concentrarnos en la relación de

Erasmo con España, su pensamiento, es decir, el erasmismo, sus obras, las huellas de su

pensamiento en las otras disciplinas y su herencia. Nos permitimos por consiguiente de hacer

algunas observaciones críticas sobre cosas omitidas por de la Rosa y también sobre algunas

incongruencias con motivo de que vamos a invocar a veces una segunda fuente.

Finalmente recapitularemos todos los hechos establecidos en los dos grandes partes

para llegar a una conclusión fundada y respaldada de nuestra investigación.

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I. El ermitaño del rey y las tendencias literarias

1. Biografía del autor1 Julio Manuel de la Rosa nació en Sevilla en 1935. Comenzó a escribir en los años 50

del siglo XIX. Se trata de una época dominada por la llamada ―Generación del 50‖. Estos

escritores se califican también como los neorrealistas. Dentro de este grupo encontramos

entro otros a Ignacio Aldecoa. Según Julio Manuel de la Rosa estos autores le han aprendido a

―amar esa pieza de orfebrería cerrada y autosuficiente que llamamos cuento o relato. En cinco

o diez folios cabe el universo con su condición humana‖.2 Sin embargo fue la generación de la

narrativa norteamericana que inspiró al autor de manera decisiva. Sus grandes modelos fueron

Ernest Hemingway y William Faulkner. En 1957 con su primera obra, escrita a los diecinueve

años, el autor se vio galardonado con el premio Club La Rábida de Cuentos. Su carrera

literaria y profesional ha sido y continúa a ser muy densa. En su vida profesional fue profesor

de Literatura Española Contemporánea en la sección de Periodismo del CENP. En la

actualidad se dedica ahí a impartir clases de Redacción y de Crítica Literaria. Por lo que se

refiere a su carrera literaria, en ésta ha abordado diferentes géneros. Como autor de narrativa

se encuentran en su repertorio tanto relatos como novelas. Después de su primera obra ha

escrito varios libros de relatos como No estamos solos (1962) y De Campana a campana

(1964). Dos años más tarde en 1966 publicó su primera novela La Explosión. El segundo

premio que recibió fue el premio Sésame en 1971 por Fin de semana en Etruria, una novela

sobre las secuelas de la Guerra Civil. Esta novela apareció un año después de ser premiada a

causa de problemas con la censura. Al lado de estas obras ha escrito varios ensayos y no es un

desconocido en el mundo del periodismo. Ha colaborado en varios periódicos con

publicaciones sobre la literatura contemporánea en los diarios ABC, Correo de Andalucía pero

también en revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, Espiral, Revista de Occidente, La

Estafeta Literaria, etc. Entre sus ensayos encontramos uno sobre el escritor italiano Cesare

Pavese (1975) y Albanio en el Edén (1981). Su obra Luis Cernuda y Sevilla de 1980 contiene

un prólogo escrito por Juan Goytisolo. Sin embargo Julio Manuel de la Rosa es ante todo un

gran novelista que se ha dedicado a la literatura juvenil con la novela Memorias de Cortadillo

1 Para esbozar la biografía del autor he recorrido a varios sitios de la red consultados el 3 de febrero de 2008:

http://www.lukor.com/literatura/noticias/0510/11173604.htm

http://wikanda.sevillapedia.es/wiki/Julio_Manuel_de_la_Rosa

http://www.abc.es/hemeroteca/historico-11-11-2004/sevilla/Sevilla/julio-manuel-de-la-rosa-reivindica-la--

literatura-norteamericana-en-sus-relatos_963365504934.html 2 http://www.abc.es/hemeroteca/historico-11-11-2004/sevilla/Sevilla/julio-manuel-de-la-rosa-reivindica-la-

literatura-norteamericana-en-sus-relatos_963365504934.html.

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(1998) sobre el gran pícaro cervantino, y que se adscribe además al ‗nouveau roman‘ francés.

Algunas de sus obras que se destacan son Crónica de Espejos (1995), La columna y otros

relatos (1993) y Las guerras de Etruria (2001). Con su última novela que se intitula El

ermitaño del rey fue ganador del VII Premio de Novela Corta de la Diputación de Córdoba.

En la novela Julio Manuel de la Rosa ha intentado dar un retrato de la mentalidad del

personaje histórico Benito Arias Montano, capellán de Felipe II y editor de la Biblia Regia. Se

nota que la recreación de personajes históricos constituye un constante en las obras del autor.

2. Resumen de la novela La novela corta El ermitaño del rey de Julio Manuel de la Rosa engloba dos biografías

entremezcladas de dos personajes históricos que han jugado un papel importantísimo en la

historia de España. La primera biografía es la del narrador y protagonista de la novela Benito

Arias Montano. En las afueras de Sevilla, a punto de redactar su testamento, el gran

humanista del siglo dieciséis encuentra un papelito amarilleado y olvidado con un nombre

escrito: DESIDERII. Este nombre va a desencadenar toda una avalancha de recuerdos en la

mente de Arias Montano quien, siendo el narrador, nos presentará una mezcla de dos relatos,

que son por un lado él de su propia vida y por el otro lado una especie de biografía de Erasmo

que nunca llegó a escribir. Enfermo y ya en su lecho de muerte Benito Arias Montano va a

concebir en su mente durante las pausas de mejoría de su enfermedad la biografía de Erasmo

bajo la forma de una sinopsis de lo que pudiera haber constituido el contenido de cada

capítulo. Como trasfondo de estos dos grandes relatos, el autor nos pinta el cuadro histórico

denso de la España del siglo dieciséis. Benito Arias Montano que vivió entre 1527 y 1598

dominaba once lenguas, fue capellán real del rey Felipe II, estuve implicado en la

construcción del palacio-monasterio El Escorial, dirigió la impresión de la Biblia Regia,

continuadora de la Biblia Políglota Complutense del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros

y participó a los 28 años a la tercera sesión del Concilio de Trento. En la novela el

protagonista nos expone en un monólogo hermoso una descripción tanto de su refugio y

paraíso personal la Peña de Alájar, de su Rey Felipe II con la que entretuve una relación de

odio-amor, de la Inquisición que le amenazaba como la espada de Damocles, de la situación

en Flandes, como de la vida de su maestro Desiderius Erasmus Roterodamus. A través de su

protagonista el autor ha logrado a realizar una novela magistral en primera persona que

podemos interpretar como una larga agonía en que se ven entretejidos el pensamiento de la

Europa en este siglo, sus luchas ideológicas y la vida de dos grandes humanistas

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imprescindibles para comprender la situación política y religiosa de la España tridentina. Cabe

destacar, finalmente, que esta novela escrita ―con impecable minuciosidad y perfecta prosa3‖

ha sido galardonada con el VII Premio de la Novela Corta de la Diputación de Córdoba.

3. Análisis narratológico En este apartado nos concentraremos en un análisis detallado desde punto de vista

narratológico de la obra de Julio Manuel de la Rosa El ermitaño del rey. Antes de abarcar el

análisis, nos detenemos en una pequeña sinopsis del nacimiento y la utilidad de la

narratología.

El siglo diecinueve se caracteriza por un verdadero apogeo de la novela en Europa4 y

aun del relato en general. Un siglo después este desarrollo se manifiesta en un nivel ya no

europeo sino mundial5. Simultáneamente se observa un desarrollo similar por lo que se refiere

al estudio de los diferentes tipos de relatos. En el momento en que se decide de concentrarse

en la estructura subyacente de un relato ya comienzan a formarse los principales métodos para

aproximar un texto de manera más técnica6 (Gill 2007). Es además a partir de estos primeros

estudios que nace la disciplina se llama comúnmente la narratología. Ella consiste en una

teoría de textos literarios que implica un estudio de sus características y una descripción de un

sistema narrativo y la realización de este sistema focalizando aspectos como el tiempo, el

narrador, los niveles de una historia etc. (van Gorp 1998: 295-96). Como venimos explicando,

la narratología constituye una disciplina que tiene como propósito hacer resaltar las

estructuras internas de un texto de cualquier tipo, que sea un poema, una novela, un cuento,

etc. La narratología quiere procurar una descripción de los elementos pero también de los

mecanismos en la cual podemos basarnos para establecer una interpretación justificable del

texto. En este sentido constituye una base imprescindible para cimentar un análisis más

completo del relato en cuestión.

A través de los siglos, comenzando con el filósofo griego Aristóteles, varios autores se

han ocupado de la elaboración e investigación del campo de la narratología. Sin embargo lo

que nosotros llamamos la narratología básica se debe a un solo hombre que es Gérard

Genette. ―Les traveaux de Gérard Genette (1972 et 1983) s‘inscrivent dans la continuité des

3 http://www.agapea.com/El-ermitano-del-Rey-n679477i.htm

4 Unos de los autores más importantes de esta época son: Dickens, Dostoïevski, Flaubert, Balzac, Stendhal, Zola.

5 Se trata aquí de los autores Proust, Joyce, Borges, García Márquez, Faulkner etc.

6 En varios países encontramos autores que se han dedicado a estudiar y establecer nuevas teorías y técnicas para

analizar un relato. Así tenemos Propp en Rusia, Wayne Booth en los Estados Unidos y Todorov, Barthes y

Genette en Francia.

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recherches allemandes et anglo-saxonnes, et se veulent à la fois un aboutissement et un

renouvellement de ces critiques narratologiques‖ (Guillemette et Lévesque 2006). Genette ha

llegado a establecer una poética de la narratología universal a base de la cual podemos

exteriorizar la estructura interna del relato.

Según Genette, un miembro del grupo francés heterogéneo La Nouvelle Critique de

los años ‘60, un texto narrativo cuenta, relata algo. Cada relato tiene su propio objeto que

Genette designa como historia que refiere a los hechos narrados en el relato. Por lo tanto no

podemos confundirla con la Historia que refiere a los hechos acontecidos en la realidad. La

historia a su vez se transmite a través de un acto narrativo, que llamamos la narración. Estos

dos últimos términos constituyen los dos constituyentes básicos de cada relato. Por

consiguiente el análisis de un discurso narrativo siempre se lleva a cabo en torno a los tres

componentes que son: el relato, la historia y la narración así como las diferentes relaciones

que existen entre ellos.

Según Genette, por lo que se refiere a las relaciones entre narración e historia y entre

narración y relato, hace falta definir la voz narrativa, es decir la instancia narradora. Para el

análisis de la relación entre historia y relato, se necesita un estudio de su modalización.7 La

última relación constituye la entre ‗el tiempo de la historia‘ (la realidad narrada) y el ‗tiempo

del relato‘ (el discurso narrativo). A partir de estas tres relaciones diferentes podemos

establecer los tres grandes campos que se van a examinar en la novela de Julio Manuel de la

Rosa. Se trata de los campos del tiempo, del modo y de la voz.

3.1. Tiempo

En la novela El ermitaño del rey encontramos a Benito Arias Montano, protagonista y

además un personaje histórico, escribiendo su testamento y meditando sobre todo su pasado.

En general, lo que se observa en una novela es que el tiempo de la historia casi nunca

concuerda con el del relato, dado que la forma más o menos condensada de una novela, en

este caso ‗corta‘, impide de exponer todos los detalles de la vida de una persona. Dentro del

campo del tiempo hacemos algunas subdivisiones para ver cómo el autor maneja el tiempo en

el relato.

En primer lugar investigaremos el orden del relato. El orden refiere a la relación

temporal entre la historia y el relato. El relato en la novela de Julio Manuel de la Rosa nos

presenta los últimos días de la vida de Benito Arias Montano. Podemos fijar fácilmente la

fecha exacta en que comienza el relato. La novela empieza con una escena en la que Benito

7 http://pagesperso-orange.fr/adde.am/An%E1lisis%20textual/An%E1lisis_textual_relato.pdf

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Arias Montano se prepara para redactar su testamento que termina en la pagina 56. A través

de la firma de su testamento, Arias Montano nos revela el día en que lo ha realizado y nos

proporciona al mismo tiempo el día en que comienza el relato primero:

[...] así es mi voluntad y así lo declaro y quiero que sea firme, rato y válido todo lo

contenido en este mi testamento escrito de mi mano y firmado de mi nombre en el

convento de las Cuevas de Sevilla de la Orden de la Cartuja, hecho y acabado en

veinte y ocho de junio de mil y quinientos y noventa y ocho [...] año de setenta y uno

de mi edad. ARIAS MONTANO (de la Rosa 2007: 56).

Visto que la novela se termina con la muerte del protagonista y que se trata de un personaje

histórico ya sabemos que el último día del relato primero es el 6 de julio de 1598. Esta fecha

se ve además confirmada en el libro: ―6 de julio de 1598. tal vez sea el último día.‖ (de la

Rosa 2007: 223). A partir de estas fechas podemos pues concluir que el relato primero, es

decir el cuadro del relato incluye nueve días. Además podemos fácilmente seguir el transcurso

de los días: en el libro encontramos a un personaje, el lego Juan de Dios, que es asignado a

Benito Arias Montano como asistente durante su estancia en el convento de las Cuevas en la

Cartuja. Por lo que se refiere al nombre del personaje, podemos establecer un lazo con el

personaje histórico San Juan de Dios que vivió entre 1495 y 1550. Fue el fundador de la

Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Visto que el lego cuida al protagonista en el

convento la referencia al personaje histórico que lleva el mismo nombre resulta justificada. La

función del lego implica pues prioritariamente cuidar a Benito Arias Montano pero al mismo

tiempo dar informaciones en cuanto a la fecha. Así la primera fecha que él nos proporciona es

el 30 de junio de 1598:

[…] le pregunté al lego en qué día y mes estábamos. Juan de Dios me contestó

puntual diciéndome que a 30 de julio del año 1598, terminando con un Padre Maestro

Benedicto Arias Montano, dicho sin duda con la buena intención de recordarme quién

era yo, por si la niebla de la enfermedad me hubiera deteriorado la cabeza (de la Rosa

2007: 79).

Ya hemos señalado que la historia trata de un Benito Arias Montano enfermo que medita su

vida: por lo tanto la historia se cuenta en retrospectiva. Tenemos pues un relato primero ―el

ego, hic et nunc― que encuadra una larga retrospección. Dado que la retrospección

predomina, el relato primero en cuanto a su importancia queda reducido a una mera función

de marco. La novela de Julio Manuel de la Rosa se califica por lo que se refiere al orden por

una multitud de anacronías que son discordancias entre el orden del relato y el de la historia.

Dentro del campo de las anacronías distinguimos entre analepsis por un lado y prolepsis por

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el otro lado. Estas últimas casi no ocurren en el libro teniendo en cuenta la estructura del libro.

Sin embargo se puede que dentro de una larga analepsis el narrador refiere a un hecho futuro:

―Volveré más adentro sobre el tema del cuerpo en Desiderii‖ (2007: 23) y otra vez: ―Veremos

después que Blount era un frívolo poseído por el constante desordenado deseo carnal hacia las

mujeres e incluso los hombres‖ (2007: 77). Visto que de la Rosa ha escrito una novela corta

estas prolepsis en que promete volver a cierto tema no siempre se realizan. Así ya volverá a

hablar de William Blount, pero sí reaparecerá el tema del cuerpo. Las analepsis o

retrospecciones constituyen un caso muy particular en la novela de Julio Manuel de la Rosa.

Ya hemos establecido que las analepsis juegan un papel más importante que el relato primero.

Por lo tanto no se trata de frases simples sino de analepsis que abarcan varias páginas. Al lado

de eso, el contenido de las analepsis presenta una gran variedad: no se limitan a hechos

pasados en la vida del protagonista. Por un lado encontramos anacronías que refieren a la vida

de amigos o enemigos de Benito Arias Montano, es decir personas que vivían en la misma

época y que se relacionan directamente al protagonista. Por el otro lado la novela contiene

además hechos que no se ligan a la vida de Benito Arias Montano desde punto de vista

temporal, sino indirectamente, es decir, de manera política o ideológica. Estos hechos son

anteriores al relato primero e incluso a las anacronías relacionadas a la vida personal de Arias

Montano. Por lo tanto podemos considerarlos también como anacronías pero más remotas que

las otras. Sin embargo los hechos en cuestión, como la vida de Erasmo y al final de la obra la

de Lutero deberían interpretarse más bien como relatos individuales que se subordinan al

relato primero. Benito Arias Montano tenía como propósito escribir una obra sobre la vida de

Erasmo, pero visto que es ya demasiado tarde para hacerlo nos propone una breve sinopsis del

contenido posible de cada capítulo. En este sentido el relato sigue un orden cronológico. En

cuanto al contenido de los diferentes capítulos, como es el caso con los recuerdos a su propia

vida, no encontramos tantas anacronías para decir que se trata de un verdadero rompecabezas

a reconstruir: es más bien la mezcla de estos dos tipos de anacronías que produce una

impresión de desorden. La novela incluye por consiguiente al lado del relato primero

principalmente dos relatos diferentes, es decir el relato de la vida de Benito Arias Montano y

el relato de la vida (biografía) de Erasmo que se entremezclan a lo largo de todo la novela. Sin

embargo esta mezcla de relatos que a primera vista resulta un tanto desordenada se caracteriza

cuando examinamos su estructura profunda por un cierto paralelismo. Los capítulos (salvo el

primer capítulo, que es más bien un capítulo introductorio) se dividen formalmente en dos

grandes partes: la primera parte se dedica a los recuerdos de Benito Arias Montano a su

propia vida mientras que la segunda parte contiene un episodio de la vida de Erasmo. Estas

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dos partes se ven coordinadas por el relato primero. Una última cosa que queda por explicar

es el contenido divergente de las analepsis de Benito Arias Montano. A través de la novela el

narrador parece saltar de un asunto a otro, sin que por lo tanto eso confunda al lector. El

desorden ‗ordenado‘, es decir, este estilo asociativo que caracteriza a la novela se debe al

estado físico y mental del protagonista. Encontramos en el libro a un Benito Arias Montano

agonizante. Esta situación permite al autor de establecer todo un juego con los recuerdos su

protagonista, sin que el autor deba justificarse: ―La debilidad de la cabeza me hace ir de un

sitio a otro sin mayores razones que los caprichos de la fiebre‖ (de la Rosa 2007: 192).

Por lo que se refiere a la naturaleza de las anacronías distinguimos dos tipos. El primer

tipo se define a partir de su relación con el relato primero que puede ser interna o externa. Ya

hemos establecido que todas las anacronías son anteriores al punto de partida del relato básico

y por lo tanto las calificamos como externas. Al lado de eso las analepsis pueden ser

homodiegéticas o heterodiegéticas. En el caso de la novela de Julio Manuel de la Rosa los dos

están presentes. Una analepsis homodiegética se relaciona con los acontecimientos o los

personajes del relato primero mientras que una analepsis heterodiegética no refiere al relato

primero. De esa manera los dos relatos principales que venimos distinguiendo corresponden

cada uno con los dos tipos de analepsis: las analepsis relacionadas con la vida de Benito Arias

Montano son homodiegéticas y las que (entre otras) refieren a la vida de Erasmo son

heterodiegéticas.

Un segundo componente del tiempo que vamos a examinar es la duración. La

duración refiere a la relación entre el tiempo que duran los sucesos de la historia y la

extensión del texto en que relatan dichos sucesos (Rudin 2003). Eso implica que en una

novela pueden ocurrir cambios de tiempo que Genette designa con el término de

anisocronías. Dentro del campo de las anisocronías distinguimos dos formas contrarias: la

aceleración y la desaceleración.

La forma máxima de desaceleración constituye la pausa. Una pausa dentro del relato implica

que el relato avanza pero no la historia. Se trata de una especie de digresión de orden

descriptivo o reflexivo. Teniendo en cuenta el estado agonizante en que se encuentra el

protagonista, no es de sorprender que el relato contenga muchas pausas. A veces se trata de

descripciones de lugares como La Peña, el refugio del protagonista:

Es la Peña una meseta mediana de tamaño, a casi 800 metros de altitud, en el extremo

occidental de Sierra Morena. Cuando la descubrí era un zarzal selvático de enorme

espesura y gran abundancia de agua. […] Se entra allí por un camino de cuatrocientos

pasos poblado de árboles y paras, con tres manadores de agua. […] Por una amplia

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ventana veía la inmensidad del paisaje, transparente en verano, envuelto en nubes

bajas y en niebla por el otoño e invierno y las casas de Alájar como colgadas del aire.

(de la Rosa 2007: 18-19).

Al lado de pausas descriptivas de lugares observamos también que cada vez cuando Benito

Arias Montano refiere a un amigo o enemigo añade una pequeña descripción de la persona:

Qué extenso diálogo al modo de Erasmo y de Alfonso de Valdés se podría escribir,

de amistad y amor con una dolorosa espina clavada en su centro, sobre las cuitas mías

con Luis, que a veces un amigo duele más que un enemigo, desde que nos conocimos

de jóvenes en Alcalá, siendo el año feliz de 1548, nacido él justo el mismo que yo.

Alma sin mácula, corazón grande para la generosidad y también para el miedo, sobre

todo un cuerpo demasiado frágil para tanta altura de gloria (de la Rosa 2007: 34).

O bien se trata de un momento reflexivo, un flujo de conciencia. Estas reflexiones se

relacionan en la mayoría de los casos con la escritura nunca empezada de la biografía de

Erasmus:

Todos estos detalles, que no son esenciales, son dignos de la atención y del análisis

del biógrafo, que no debo despreciar nada de las muchas cosas que envuelven al

personaje. Nada debemos dejar atrás y de tantos documentos y referencias que fui

reuniendo y ocultando en la biblioteca de la Peña, tengo un verdadero tesoro que bien

me podía servir, pensaba entonces, para preparar a conciencia una obra que ni pude

siquiera empezar ( de la Rosa 2007: 23-24).

Frente a la pausa, la forma máxima de la aceleración constituye la elipsis. La elipsis ocurre

cuando un cierto periodo o hecho de la historia no se encuentra en el relato. Dado la multitud

de hechos que se encuentran en la obra –la vida de Benito Arias Montano, la de Erasmo,

referencias a la vida de sus amigos y enemigos– es normal que en la obra algunos períodos,

episodios o hechos se ven suprimidos. Un ejemplo puede ser cuando el protagonista medita su

vida no regresa hasta su nacimiento. Los primeros recuerdos de la vida de Benito Arias

Montano son de su juventud. Sabemos que nació en 1548 en Alcalá, pero de los primeros

años de su vida no sabemos nada. Aquí se trata de una elipsis indeterminada. Entre la pausa y

la elipsis distinguimos dos otras relaciones entre el tiempo del relato y el tiempo de la historia.

Cuando hay identidad entre los dos, hablamos de la escena. El ejemplo más clásico de la

escena es el diálogo. Sin embargo no encontramos ningún diálogo en toda la novela. Se trata

siempre de soliloquios o monólogos por parte del protagonista. En la mayoría de los casos,

estos monólogos ocurren en presencia del lego Juan de Dios que asume en estas situaciones la

función de simple testigo y oyente. Las pocas veces que habla el lego, son las en que

comunica la fecha y en los demás casos Arias Montanos reproduce las palabras del lego:

―Juan de Dios me ruega que deje de hablar, pues mucho me fatiga la respiración‖ (2007: 168).

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Al lado de eso podríamos identificar el relato primero casi como escena visto que cubre un

período relativamente breve y que la novela abunda en indicaciones del tiempo que nos

permiten seguir el transcurso de cada día que Benito Arias Montano pasa en el convento. Un

ejemplo de estos indicaciones del tiempo es cuando el protagonista indica el progreso del día

por las horas que tocan las campanas: en la página 71 señala que ―Todavía no han tocado a

Prima‖ y en la página siguiente encontramos: ―Pasado la hora Tercia‖. Finalmente

encontramos en la novela también unos resúmenes. En el resumen que se sitúa entre la pausa

y la elipsis el tiempo del relato es más breve que el tiempo de la historia y eso produce un

efecto de aceleración. ―Tantas y tantas horas, días enteros y noches en blanco inclinado sobre

el escritorio, escuchando pasar los ruidos de la vida bajo mi ventana. Jornadas enteras

saturadas de trabajo‖ (2007: 15).

El último componente del tiempo que vamos a analizar es la frecuencia. Junto con la

duración, la frecuencia permite descubrir los episodios o acontecimientos a los que el narrador

atribuye especial atención y que por lo tanto podrían jugar un papel importante en el relato.

En la novela la mayoría de los hechos se narran una sola vez, es decir de manera singulativa.

Sin embargo a través de la novela salta a la vista que algunos hechos se repiten. Así es muy

notable la repetición del fragmento del Cantar de los cantares traducido al romance por Luis

de León a instigación de Benito Arias Montano en las páginas 38, 228 y 238. También

encontramos dos veces una alusión a la novela picaresca el Lazarillo de Tormes de la que

Arias Montano pretende haber descubierto el autor. Benito Arias Montano evoca además

varias veces su despedida de la Peña de Alajar porque el Rey Felipe II le había nombrado

Capellán Real, algo que le provocó mucho dolor y desgana. Finalmente el episodio a que

Benito Arias Montano refiere la más de las veces es su estancia en Flandes donde imprimó en

la oficina de Cristoforo Plantino la Biblia Regia y donde conocí a Anne, su primer y único

amor. La diferencia entre estas cuatro repeticiones es que únicamente las dos últimas

constituyen repeticiones desde punto de vista temporal que, por consiguiente, podemos

clasificar como unos hechos narrados de manera repetitiva.

3.2. Modo

El modo refiere a las técnicas utilizadas por el autor para hacer reflejar los diferentes

discursos o flujos de conciencia en la versión escrita. Se trata pues de las maneras mediante

las cuales el relato puro se reproduce de manera verbal. Uno de los recursos al que recurren

los autores es la distancia. Se define generalmente el concepto de distancia basándose en la

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oposición entre los términos de diégesis y mimesis: la diégesis constituye el relato puro,

mientras que el término de mimesis se relaciona con la imitación. ―Los textos narrativos ―y

más si de novelas y de literatura moderna se trata― no suelen pertenecer a uno de los dos

polos, sino que usan con frecuencia ambos modos y además el espacio intermedio‖ (Rudin

2003). En efecto, lo que ocurre dentro de la narración es que se crea una ilusión de mimesis

por medio de la diégesis.

Por lo que se refiere al discurso mismo distinguimos entre un discurso exterior y un

discurso interior. Éste se aplica a los pensamientos de un personaje, aquello a los actos de

habla de un personaje. La novela El ermitaño del rey, aparte de los breves monólogos de

Benito Arias Montano y su lego Juan de Dios que ya hemos comentado, se caracteriza ante

todo por un discurso interior. De nuevo este discurso interior se explica por el estado mental

del protagonista que se encuentra en su lecho de muerte. Al lado de esta oposición Gérard

Genette distingue además entre los diferentes modos en que se transpone el acto de habla de

un personaje. En la novela encontramos a un narrador en primera persona, Benito Arias

Montano que escribe su testamento, narra su vida y concibe en su mente lo que pudiera haber

sido la biografía de Erasmo. Por lo tanto, la novela se caracteriza mayoritariamente por un

discurso narrativizado también llamado discurso contado o discurso relatado. Ya a partir de

las primeras líneas de la novela aparece este tipo de discurso de lo que no sabemos nada más

que su contenido semántico: ―Ha llegado la hora y debo proceder con diligencia. Lo primero

limpiar la mesa, apartar legajos y papeles que no cuadran para la ocasión e incluso estorbarían

a mi propósito, pues debo escribir lo más claro y conciso que pueda alcanzar mi turbado

pensamiento‖ (2007: 11). A veces encontramos el estilo directo donde el narrador, Benito

Arias Montano cita a Juan de Dios cuando éste le informa sobre la fecha, al doctor que le

examina: ―«El corazón está a punto de pararse», dice‖ (2007: 159) o bien a su amigo fray José

Sigüenza: ―Y sobre todo cuando afirmó y aquí se perdió del todo, «que me dejen la Biblia y a

Benito Arias Montano; no se me da nada que me quiten los demás libros»‖ (2007: 121).

El concepto de distancia nos permite además examinar los diferentes papeles que

puede desempeñar el narrador. Gérard Genette ha distinguido cinco papeles que reflejan el

grado de implicación del narrador dentro del relato.

La primera es la función narrativa considerada como la función básica. En cada relato hay

una instancia que asume esta función y en el caso de la novela de Julio Manuel de la Rosa es

el protagonista que la ocupa.

La segunda función se llama la de control. Cuando el narrador interviene en su relato,

comentando la organización o algún aspecto del relato, lo hace mediante indicadores de

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control. Esta función puede relacionarse por ejemplo con el orden del relato: en la novela El

ermitaño del rey el orden no cronológico del relato puede considerarse como un indicio de

control. Otro indicio puede ser el hecho de interrumpir el relato. Así por ejemplo en la pagina

15 leemos: ―Pero debo mover la pluma con prontitud sin distraerme en recreaciones del

pasado, ni con el canto de los pájaros que revolotean en el huerto y decir que […]‖ (2007: 15).

El narrador puede también desempeñar una función comunicativa, es decir que va a dirigirse

directamente al lector con el propósito de establecer un contacto directo con él: ―Esbozo aquí

una muestra abreviada; son como preguntas dirigidas a ese lector amigo, que nunca podrá

contestarme.

―¿Por qué gustaba a Erasmus mofarse de los clérigos?‖ (2007: 183).

La cuarta función constituye la función testimonial.

La orientación del narrador hacia sí mismo se da en las siguientes situaciones

comunicativas: cuando indica la fuente de dónde procede su información; cuando

indica el grado de precisión de sus propios recuerdos o cuando indica los

sentimientos que despiertan en él determinados episodios (Mateos Montero 1994).

En El ermitaño del rey todos estos indicios están presentes dentro del relato, aunque el

protagonista Benito Arias Montano no siempre revela qué o quién es exactamente su fuente:

―Nada debemos dejar atrás y de tantos documentos y referencias que fui reuniendo y

ocultando en la biblioteca de la Peña, tengo un verdadero tesoro que bien me podía servir,

pensaba entonces, para preparar a conciencia una obra que ni pude siquiera empezar‖ (2007:

23-24). Al lado de eso podemos también referir a la última parte de la novela que se intitula A

modo de Epílogo (notas de lectura). Sin embargo no trataremos de este fenómeno aquí sino

en el apartado siguiente. Una expresión de emociones la encontramos en la página 141 donde

Arias Montano nos revela que su estancia en Amberes fue la época más feliz de su vida: ―Por

mi parte comenzaba el primero de aquellos ocho años en Amberes, el tiempo más feliz de mi

vida, cuando disfruté de la compañía de mis mejores hermanos y amigos‖ (2007: 141). Se

opone aquí al proverbio consabido de su época: España mi natura, Italia mi ventura, Flandes

mi sepultura.

La última función distinguida por Gérard Genette es de índole ideológica. De la misma

manera que la función comunicativa, el narrador interrumpe el relato, pero esta vez lo hace

para insertar una información más didáctica o una clave del relato mismo: ―[...] así lo hubiese

escrito en el último capítulo de la biografía, debo desmentir los muchos infundios que

propagaron frailes y curas sobre la muerte de Lutero, y lo hago por deber de la verdad y la

justicia‖ (de la Rosa 2007: 217).

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Al lado de la distancia, que acabamos de tratar, el modo incluye un segundo

componente que es el de la perspectiva o focalización. Este término refiere al ángulo de

visión adoptado por el narrador. Como acabamos de ver, la novela de Julio Manuel de la Rosa

contiene un solo narrador que se presenta en primera persona. Este tipo de relato se relaciona

generalmente con una focalización interna. A través de la focalización interna ―el narrador

« filtra » su relato por uno de los personajes, cuya óptica se convierte en punto de vista de

referencia‖ (Rudin 2003). De esta manera, el narrador no expone nada más que la opinión y el

punto de vista de un(os) personaje(s) y delega la palabra en él/ellos de modo que el autor se

esconde completamente tras del personaje-narrador del relato. La consecuencia de este tipo de

focalización es que recibimos una versión de la historia que nos da la impresión de que no

está controlada por una instancia superior, que suele ser el autor. Sin embargo las desventajas

que podría traer consiga la focalización interna pueden disolverse mediante varios trucos. Así

hemos visto que el narrador del relato desempeña una función testimonial: gracias a esta

función, el narrador logra eliminar casi todas las dudas y el escepticismo del lector. De la

misma manera una ventaja de esta perspectiva podría justamente ser que el lector se ve

confrontado con una visión personal no manipulada por una instancia superior. Para terminar

quisiéramos presentar una última conjetura en cuanto a la situación narrativa del protagonista:

opinamos que el autor está más presente de lo que pensamos. En realidad, a partir de la lectura

del último capítulo, podemos establecer un paralelismo entre el autor y su protagonista: en el

último capítulo Julio Manuel de la Rosa nos explica que ya durante mucho tiempo ha querido

escribir una novela sobre Benito Arias Montano pero que nunca tuvo el tiempo y que ha

debido esperar el día de su jubilación para comenzar su obra, reuniendo ya la información

necesaria. Esta situación concuerda en parte con la situación de Benito Arias Montano salvo

que este último nunca gozó de la prospección de una posible jubilación y que por lo tanto

había olvidado su proyecto. Según nosotros, esta larga espera probablemente llena de

impaciencia y que quizá al mismo tiempo desanimaba a Julio Manuel de la Rosa debería

haberle ayudado mucho al autor a intuir la situación narrativa de su protagonista.

3.3. Voz

La voz constituye el último componente de nuestro análisis narratológico. Dentro de

este componente distinguimos de nuevo entre dos modos de análisis: los tipos de narración

según el tiempo y los diferentes niveles de la narración.

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El tiempo refiere a la posición adoptada por la instancia narradora respecto a la

historia. Podemos calificar el tiempo mediante cuatro adjetivos diferentes, es decir que

distinguimos entre una narración ulterior, anterior, simultánea e intercalada (Rudin 2003).

Al principio de nuestro análisis narratológico hemos tratado el orden de la historia. Ahí hemos

identificado dos niveles dentro de la narración, es decir el relato primero: el ego, hic et nunc y

la retrospección. Estos dos conceptos se reflejan también en los tipos de narración según el

tiempo: el protagonista cuenta su vida e imagina la biografía de Erasmo desde un punto de

vista ulterior, es decir que cuenta hechos pasados, anteriores al momento en que estos hechos

se narran. Simultáneamente, el tiempo avanza en el ego, hic et nunc. Como hemos establecido

por intermedio del testamento de Benito Arias Montano y el lego Juan de Dios, el relato

primero nos presenta los últimos nueve días de la vida de Arias Montano. Desde punto de

vista del tiempo este relato representa una narración simultánea. Uno de los indicios de los

diferentes tipos de narración según el tiempo, constituye el tiempo verbal. Por lo que se

refiere a la narración ulterior, ésta suele caracterizarse por una narración marcada por los

tiempos verbales del pasado, visto que se trata de hechos ya vividos o pasados. Sin embargo a

veces el autor recurre al presente histórico como es el caso en el ejemplo siguiente:

En 1506 Erasmus obtiene por fin su doctorado en Teología por la Universidad de

Turín, un título burocráticamente útil, pero logrado sin brillantez. Pasa por Bolonia,

huye de Venecia y de sus muchos recuerdos dulces y adversos, recala en Padua, visita

Roma y parte con alivio para Inglaterra en el año 1509 (de la Rosa 2007: 153).

Aunque en el fragmento encontramos un tiempo del presente, la indicación del año nos

permite identificar la narración como una narración ulterior. Al lado de los tiempos

gramaticales, la presencia de fechas constituye por consiguiente otro indicio importante del

tiempo de la narración.

Una narración simultánea implica que la narración ocurre en el mismo momento de la acción

y se caracteriza por el tiempo verbal del presente. Como venimos diciendo, la indicación del

tiempo mediante fechas nos ayuda a determinar el tipo de narración. Cuando falta este tipo de

indicio, la presencia de embragadores ―palabras que nos embragan con el ego, hic et nunc―

permiten identificar el tipo de narración : ―Descanso a la sombra de los naranjos, en la huerta

del convento de las Cuevas, en La Cartuja, donde he llegado en la mañana de hoy, poco antes

del Ángelus‖. (de la Rosa 2007: 43). Dentro de esta frase, la palabra ‗hoy‘ tiene una función

deíctica y nos fuerza a pensar que estamos en el presente cuando leemos esta frase. A veces

una frase puede contener tanto una fecha como un embargador, como lo demuestra el ejemplo

siguiente: ―Hoy debe ser 3 de julio de 1598, pero ya no recuerdo qué día llegué al Monasterio,

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quién me trajo y cuándo caí enfermo‖ (de la Rosa 2007: 163). La novela de Julio Manuel de la

Rosa presenta pues una mezcla de dos tipos de narraciones diferentes, es decir, una narración

simultánea combinada con una narración ulterior. Este fenómeno lo llamamos una narración

intercalada: una narración fragmentada que ―se inserta en distintos momentos de la acción‖

(Rudin 2003).

Finalmente vamos a examinar los niveles de la narración. Los diferentes efectos de

lectura que venimos analizando en el párrafo anterior son el resultado de la presencia de

varios niveles en la narración. Estos niveles dependen del estatuto del narrador respecto a la

diégesis. Ya hemos establecido que el autor ha delegado la palabra en un personaje, el

protagonista de la historia, Benito Arias Montano y que éste último relata sus últimos días de

su vida en un relato primero. Esta narración constituye el nivel (intra)diegético. Además

hemos visto que al relato primero se añaden otros elementos como el propósito del

protagonista de escribir la biografía de Erasmo que debemos situar a un nivel inferior al nivel

diegético y que por lo tanto calificamos como el nivel metadiegético. También observamos a

veces una transgresión entre los dos niveles. Este fenómeno se llama metalepsis: ―Erasmus

murió la noche del 11 al 12 de julio de 1536. Martín Lutero el 18 de febrero de 1546, en

Eisleben. Yo estoy ya en el mismo umbral‖ (de la Rosa 2007: 217). De la misma manera los

diferentes elementos del nivel metadiegético, es decir los dos tipos de anacronías, pueden

confluir, lo que produce a veces un efecto cómico: ―Lutero en Roma. Erasmus en Roma. Un

humilde servidor en Roma. Los tres esgrimiendo el Evangelio como espada fulgurante [...] El

pequeño David Lutero Erasmo Beneditto enfrentándose al gigante Goliat con una honda y

cinco guijarros‖ (de la Rosa 2007: 187). En la novela nos vemos confrontado con un nivel

metadiegético bastante denso, en que el narrador nos proporciona no solo una retrospección

de su vida y un esbozo de lo que hubiera podido ser una biografía de Erasmo, sino todo un

cuadro de la España del siglo 16 desde un punto de vista ideológico, político y religioso. Por

lo tanto el nivel metadiegético predomina el nivel diegética.

Finalmente nos queda un pequeño análisis de la instancia narradora. En la novela el

protagonista Benito Arias Montano desempeña el papel del narrador hasta tal punto que el

autor se esconde completamente tras él. Su estatuto de personaje le califica como narrador

homodiegético y su papel de protagonista y al mismo tiempo de héroe de la historia hace que

debemos considerar a Benito Arias Montano como un narrador autodiegético. Este estatuto de

narrador autodiegético conlleva algunas indicaciones del tipo de relato que representa la

novela de Julio Manuel de la Rosa que vamos a tratar en otra parte de nuestro estudio.

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4. La Nueva Novela Histórica

4.1. La Novela Histórica: surgimiento y desarrollo

Podemos situar el florecimiento de la novela histórica en los primeros años de la

década del ochenta del siglo XIX. Este florecimiento se debe a ―la recuperación de la

narratividad y el nuevo crédito concedido al «romance»‖ (de Asís Garrote 1992: 276).

La novela histórica constituye un subgénero de la narrativa cuyo origen encontramos a

comienzos del siglo XVI. En el espíritu del humanismo ya se opinaba que ―la historia es

testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida y mensajera de

la antigüedad8‖ (de Asís Garrote 1992: 277). Este pensamiento se reflejará luego en el

romanticismo que por su nostalgia de lo divino va a redescubrir la historia, refiriendo a la

función de la historia como ‗maestra de la vida‘. Sin embargo esa novela histórica romántica

ya no corresponde con lo que nosotros consideramos como novela histórica. En España, el

surgimiento de la novela histórica inició en la tercera década del siglo XIX. La autora de la

obra Última hora de la novela en España, Dolores de Asís Garrote refiere aquí a Guillermo

Zellers que había fijado cuatro razones principales del renacimiento del género:

en primer lugar, el deseo de los escritores españoles por restablecer la supremacía del

talento nacional, que había sufrido los efectos del neoclasicismo francés; por otra

parte, la Guerra de la Independencia fue un incentivo a los sentimientos patrióticos;

como tercera causa fija Zellers la influencia del estado psicológico de los desterrados,

quienes vuelven su pensamiento a las glorias de su patria; y, por último, el auge

enorme de las traducciones de las novelas de Walter Scott (1992: 178).

La nueva ideología se caracteriza por una ruptura fuerte con la estética romántica. Otro

elemento renovador es la presencia de un contenido sociológico y psicológico de índole

científica que podemos encontrar en las novelas de Flaubert y Dostoievski. En la novela

histórica, el héroe romántico desaparece y surge una nueva concepción de la realidad y de la

historia. Ya no se trata de la época dominada por el idealismo romántico sino la época del

positivismo.

A mediados del siglo XIX surge pues la novela histórico en una época en la que se

consideró a la historia como una ciencia. Esta visión dio lugar a la creación de una

metodología de trabajo ‗científica‘ correspondiente a las normas del positivismo que

garantizaba el acceso al conocimiento histórico por medio de la objetividad. Esta objetividad

se debe a una gran preparación documental y erudita por parte del autor. De eso se concluye

que la novela histórica se inscribe en el discurso realista del siglo XIX. En este sentido un

8 Esta frase sale de la obra de Cicerón De Oratore II,IX

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rasgo importante de la novela histórica constituye el anhelo de los autores de crear la ilusión

de autenticidad y de veracidad de lo narrado, es decir la ilusión de la coincidencia de historia

y ficción. Esta actitud se observa en autores como Balzac, Galdós y Dickens. La novela

histórica tradicional se caracteriza además por su afán totalizador. Eso explica por qué el

narrador, es preferentemente omnisciente, es decir extradiegético, visto que este tipo de

narrador se caracteriza por una narración objetiva. Los personajes de la historia, ellos suelen

ser figuras históricas que se presentan lo más verídico posible.

4.2. De la novela histórica tradicional hacia la nueva novela histórica

De la novela histórica tradicional pasamos a la nueva novela histórica, un término

acuñado por Seymour Menton. Dolores de Asís Garrote introduce a la nueva novela histórica

diciendo que ―[e]n la etapa existencial, ya en el siglo XX, la novela histórica iba a dar un

nuevo giro. […] La objetividad histórica en la etapa existencial se plantea desde su

interpretación, desde la interioridad.‖ (de Asís Garrote 1992: 280).

Como la novela histórica tradicional se insertó en el realismo, la nueva novela

histórica se inscribe en la tradición novelística de su época, rechazando este realismo y

cuestionando la legitimidad de la historia como ciencia es decir que manifiesta ―la

insuficiencia de la historia para reconstruir el pasado‖ y denuncia ―la crisis de la historia como

ciencia, como manifestación de un problema mucho más global que es la crisis de la

totalidad‖ (Pulgarín 2003: 16).

Dicha novela se distingue notablemente de su antecesora tanto por su contenido como

por su forma. De los diversos géneros literarios que existen, dentro del campo de la narrativa,

se observa un auge de las memorias, es decir narraciones en primera persona o novelas

autobiográficas. Sin embargo esto no quiere decir que la nueva novela histórica se limite

exclusivamente a este género. En realidad la nueva novela histórica abarca un abanico de

funciones diferentes y para ilustrarlo María Dolores recurre a las funciones atribuidas a la

historia por Cicerón. Así la historia puede funcionar como Testigo del tiempo, Luz de la

verdad, Vida de memoria, Maestra de la vida y finalmente como Conocimiento de la

antigüedad9.

Numerosos estudios consagrados a la nueva novela histórica se han concentrado en los

cambios que presenta este género y han llegado a unas conclusiones bastante conformistas en

9 Como ejemplos, la autora menciona respectivamente: las obras Ingenioso hidalgo y poeta Federico García

Lorca de Carlos Rojas, Cabrera, Las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, Urraca de Lourdes Ortiz y

Yo Claudio de Robert Graves (de Asís Garrote 1992: 281).

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cuanto a las técnicas utilizadas por los autores y los rasgos narrativos de sus obras.

Basándonos en Seymour Menton, podemos atribuir a la nueva novela histórica las

características siguientes:

1. La subordinación, en distintos grados, de la reproducción mimética de cierto

periodo histórico a la representación de algunas ideas filosóficas difundidas por

Borges como la imposibilidad de conocer la realidad o el carácter cíclico de la

Historia. 2. La distorsión consciente de la historia mediante omisiones, exageraciones y

anacronismos: la novela como ‗pastiche‘. 3. La ficcionalización de personajes históricos en vez de protagonistas ficticios. 4. La metaficción o comentarios del narrador sobre el proceso de creación. 5. La intertextualidad, especialmente la re-escritura de otro texto, el palimpsesto. 6. Los conceptos bajtinianos de dialogismo, carnaval, la parodia y la heteroglosía.

(Menton 2003: 22-25).

Por lo que se refiere a la forma Amalia Pulgarín señala que estas nuevas novelas se rebelan

además contra ―la linealidad narrativa y el fin cerrado y unívoco‖ con un ―discurso

discontinuo‖ para desarticular el orden convencional (Pulgarín 2003: 203).

Cuando comparamos los dos tipos de novelas históricas se puede concluir que respecto

al narrador, la nueva novela histórica, contrariamente a su antecesora, prefiere a un narrador

intradiegético, es decir un participante, protagonista o ambos para mostrar ‗la otra cara‘ de la

historia. Los personajes históricos, ellos se ven ficcionalizados: se trasladan de la

historiografía al mundo novelesco. Por lo que se refiere a las técnicas narrativas, ellas se

vuelven más experimentales e innovadoras. Se puede decir que la nueva novela histórica se

caracteriza por un renacimiento del interés por ficcionalizar el discurso histórico.

La nueva novela histórica debe considerarse en relación con el concepto de

posmodernismo10

. En cuanto al mundo hispánico, distinguimos dos grandes ámbitos: el

mundo hispanoamericano y el mundo peninsular. En ambos mundos el posmodernismo se

manifiesta de manera diferente. Visto que la novela El ermitaño del rey tiene un autor

hispalense y que su protagonista es un personaje que sale de la historia de España vamos a

limitarnos a explicar la situación posmodernista en la península. Es sobre todo a partir de

10

Amalia Pulgarín refiere aquí a una definición del concepto por Lyotard: ―Cette étude a pour objet la condition

de savoir dans des sociétés les plus développées. On a décidé de la nommer ‗posmoderne‘. Le mot est en usage

sur le continent américain sous la plume de sociologues et de critiques. Il désigne l‘etat [sic] de la culture après

les transformations qui ont affecté les règles des jeux de la science, de la littérature et des arts à partir de la fin de

XIXe siècle‖ (Pulgarín 2003: 12). Sin embargo esta definición debería elaborarse para aplicarse también al

mundo occidental.

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23

1975 que el posmodernismo se desarrolla en la España posfranquista. La influencia y la

manipulación del discurso político y por consiguiente también la historiografía por el dictador

Franco había tenido como consecuencia que la historia de España se vio reducido a la de los

Reyes Católicos Fernando e Isabel designados como los héroes de la Historia y las claves para

la construcción de la identidad española. Después de la muerte de Franco ―la sociedad

española y por extensión los escritores españoles, cansados de posturas combativas durante la

época franquista […] tienden a posiciones cada vez más comprometidas y desideologizadas‖

(Pulgarín 2003: 13). La instauración de la democracia había liberado a los autores españoles

de las restricciones franquistas. La ideología manipulada y artificiosa construida por Franco se

derrumbó, lo que incitó a los autores a revisitar su pasado de manera no condicionada. No es

de sorprender que esta época se califique pues por un auge de la novela histórica. Los autores

que entran en este modo de escribir ―vivieron su infancia en la inmediata posguerra, su

juventud en los años más duros del franquismo y su formación universitaria en la

concienciación ideológica comprometida en la lucha contra el régimen‖ (de Moor 2001-2002:

32). Nuestro autor Julio Manuel de la Rosa nacido en 1935 parece excluirse de este grupo. Sin

embargo observamos que la mayoría de sus publicaciones literarias se sitúan en la época

posfranquista. Además ha sido confrontado con la censura vigente en la época franquista,

visto que la publicación de su obra Fin de semana en Etruria (1972), una obra premiada,

tardó un año a causa de problemas con la censura.

4.3. La Metaficción historiográfica11

En este apartado vamos a dedicar especial atención al concepto de metaficción

historiográfica en el contexto español. Acabamos de ver que la época posfranquista iba

marcada por una gran sensibilidad de los autores por lo que se refiere a la historia nacional.

Los últimos decenios del siglo XX se caracterizaban por una especie de conciencia

metahistórica creciente como consecuencia de la emergencia del posmodernismo y las nuevas

visiones de la historiografía. Todo ello dio lugar al surgimiento de un nuevo tipo de novela

que trata de la historia. Linda Hutcheon la autora de A poetics of postmodernism decidió en

este momento acuñar el término metaficción historiográfica para designar la nueva novela

histórica.

11

Amalia Pulgarín utiliza en su obra Metaficción historiográfica : La Novela Histórica en la Narrativa

Hispánica Posmodernista los términos ‗metaficción historiográfica‘ y ‗nueva novela histórica (posmodernista)‘

como sinónimos, visto que las características enumeradas por Linda Hutcheon –autora en que Amalia Pulgarín

ha basado su cuadro teórico– coinciden con las de Seymour Menton.

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24

Para bien captar el significado y la función de esta nueva novela, nos concentraremos

en primer lugar en qué consiste el concepto de metaficción. Ana M. Dotras en su obra La

novela española de metaficción cita a tres autores que han escrito obras de teoría de la

metaficción. Se trata de Robert Alter, Linda Hutcheon y Patricia Waugh. De estos tres,

expondremos las teorías de Waugh y Hutcheon para luego ahondar el concepto de metaficción

historiográfica acuñado por Linda Hutcheon.

Waugh aborda la metaficción desde un punto de vista social y la define como ―a term

given to fictional writing which self-consciously and systematically draws attention to its

status as an artefact in order to pose questions about the relationship between fiction and

reality‖ (Dotras 1994: 2312

). Ella opina además que la principal característica de la

metaficción constituye su autoconciencia. La autoconciencia de una obra puede manifestarse

de diferentes maneras: la conciencia puede presentarse en el autor que está consciente de su

creación de una obra de ficción, o bien encontramos a un personaje consciente de formar parte

de una ficción y exigiendo su independencia, incluso se puede tratar de la conciencia del

lector de su papel de lector.

El concepto de autoconciencia lo encontramos también en la obra de Linda Hutcheon

pero ella lo describe como el carácter narcisista de la metaficción:

«Metafiction», as it now has been named, is fiction about fiction –that is, fiction that

includes within itself a commentary on its own narrative and/or linguistic identity.

«Narcissistic» –the figurative adjective chosen here to designate this textual self-

awareness– is not intended as derogatory but rather as descriptive and suggestive

(Hutcheon 1984: 1).

Dentro de la metaficción la autora ―distingue dos modos esenciales de metaficción: diegético,

centrado en la conciencia del proceso narrativo, y lingüístico, enfocado en el poder y los

límites del lenguaje‖ (Dotras 1994: 21). Hutcheon señala además que la metaficción

historiográfica se distingue de la novela de ilusión porque contrariamente a ésta, la

metaficción está consciente de su estatuto ontológico y lo refleja dentro de su obra. De esa

manera el carácter autorreflexivo de la metaficción historiográfica busca problematizar la

relación entre ficción y la realidad, es decir la noción de ‗conocimiento‘ y busca incluso

inculcar al lector que no existe una representación inocente y objetiva de la realidad. La

autora Ana M. Dotras describe por eso la metaficción como ―antirrealista‖ (Dotras 1994: 28),

refiriendo a la crítica y el rechazo de las convenciones de la novela realista decimonónica.

12

Waugh, Patricia. Metaficción. p. 2

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25

En cuanto a las diferentes características de la metaficción, Linda Hutcheon en su obra

A Poetics of postmodernism. History, Theory, Fiction destaca cuatro grandes aspectos: ―issues

surrounding the nature of identity and subjectivity; the question of reference and

representation; the intertextual nature of the past; and the ideological implications of writing

about history‖ (Hutcheon 1999: 117). En el apartado siguiente vamos a proceder a una

precisión de estos cuatro problemas relacionados con la metaficción historiográfica.

Primero tenemos el problema de la subjetividad. Una de las características principales

que opone la metaficción historiográfica a la novela histórica decimonónica es su carácter

subjetivo. De esa manera la metaficción historiográfica busca contrarrestar y minar el anhelo

de autenticidad y veracidad de lo narrado mediante una narración supuestamente objetiva,

instaurada por los autores del siglo diecinueve. Para alcanzar este objetivo la metaficción

historiográfica puede adoptar dos modos de narración: o bien el autor pone en escena a un

narrador que controla y manipula abiertamente toda la narración o bien el lector se ve

confrontado con una narración polifónica, es decir, con todo un abanico de puntos de vista de

diferentes narradores que deliberadamente van a astillar la verdad de la historia y que van a

presentar cada uno su propia versión de los hechos, derrumbando así el mito de la verdad

unívoca (Hutcheon 1999: 117, 160). En ambos casos los narradores recurren a su memoria

para reconstruir lo pasado pero al mismo tiempo se caracterizan por una actitud de

desconfianza frente a la posibilidad de conocer el pasado con certitud. Eso se refleja además

en la discontinuidad y la fragmentación de sus relatos. Por lo que se refiere a la identidad de la

instancia narradora, no es de extrañar que ella ―contrariamente a la novela decimonónica con

sus historiógrafos nacionales― constituye en muchos casos un personaje marginal, cuya voz

ha sido escamoteada durante tantos años. En este sentido no importa el ¿qué? sino el ¿quién?.

Un segundo aspecto de la metaficción historiográfica es el problema de

referencialidad, es decir la referencia a la realidad extralingüística. La metaficción

historiográfica busca problematizar la relación entre lengua y realidad: sabemos que la

historia existe únicamente a través de documentos o manuscritos transmitidos. La metaficción

historiográfico problematiza esto por no revelar sus fuentes. Se opone de esa manera de nueva

a la novela histórica decimonónica en la que la referencia a la Historia como realidad

extralingüística no constituye ningún problema. La novela histórica tradicional que se

caracterizaba por crear la ilusión de la coincidencia de la historia y la ficción se ve

cuestionada y atacada por su sucesor. Este cuestionamiento viene por un lado de la conciencia

nacida dentro del lector de que el conocimiento de la realidad ya no es posible de manera

objetiva. La metaficción se caracteriza fundamentalmente por una paradoja visto que ―[t]he

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26

novel is both a referential inscription and an imaginative invention of a world‖ (Hutcheon

1999: 144). Finalmente respecto a la referencialidad, Amalia Pulgarín señala en su obra que

―[l]as novelas de metaficción historiográfica nos demuestran que la única recreación posible

de la historia es la imaginativa, por eso nos ofrecen sólo representaciones imaginarias y no

intentan enmascararlas con confusos rasgos de verismo‖ (Pulgarín 1995: 212).

Del problema de la referencialidad, pasamos al carácter intertextual de la nueva novela

histórica. La intertextualidad se relaciona de nuevo con el hecho de que el conocimiento de la

historia ocurre exclusivamente a través de transmisiones textuales. La historiografía

constituye el producto de un conjunto de otros textos. La metaficción va utilizar y abusar los

ecos intertextuales, inscribiendo sus fuertes alusiones, trastornando luego esta fuerza mediante

la ironía (Hutcheon 1999: 118). Uno de los efectos de la ironía puede construir la

desmitificación e incluso la desmitologización de ciertos elementos o aspectos de la historia.

Tanto textos históricos como textos literarios se ven parodiados. Por consiguiente la

metaficción constituye el arma por excelencia para llevar a cabo esta actividad, dado que ella

se aplica a exponer el lado artificioso del texto, burlándose de las nociones de autoridad y

legitimidad de los textos historiográficos (de Moor 2001-2002: 29).

El último problema que nos queda refiere a las implicaciones ideológicas que trae

consiga la historiografía. ―Historiographic metafiction foregrounds the problematic and

complex relationship that has always existed between the formal concept of the text and the

socio-political one of ideology‖ (Hutcheon 1999: 179). Eso implica como ya hemos visto de

manera efímera que la reproducción mimética de cierto periodo en las novelas decimonónicas

se ve aplastada por los valores ideológicos que quiere transmitir el texto. El posmodernismo

busca poner en entredicho el idealismo de las novelas históricas y la metaficción busca

incorporar activamente el lector confrontándolo con la manera en qué la formación del

significado está subordinada a la ideología vigente, invitándole al mismo tiempo a hacerse

preguntas sobre su propia interpretación (de Moor 2001-2002: 29). Amalia Pulgarín concluye

su obra sobre la metaficción historiográfica con las palabras:

Descubrimos cómo la historia y la novela se nutren recíprocamente: la historia se vale

de la dramatización lingüística y la novela utiliza el hecho histórico. La nueva novela

histórica representa el triunfo de la ficción frente a la historia, que queda deformada o

completada por medio del acto poético transgresor de la realización novelesca‖

(Pulgarín 1995: 212).

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27

Hasta aquí la exposición de las características esenciales de la metaficción

historiográfica en la obra A Poetics of postmodernism. History, Theory, Fiction de Linda

Hutcheon de la que se desprende claramente que la metaficción historiográfica está

diametralmente opuesta a su antecesor, la novela histórica tradicional.

Para terminar vamos a destacar un aspecto más de la metaficción recuperado en la

obras de Hutcheon y Dotras que es la particular concepción de la metaficción del papel

desempeñado por el lector. Ya hemos mencionado brevemente al lector en relación con la

autoconciencia de la obra de metaficción. La autoconciencia de una novela obliga en cierta

medida al lector de no olvidar que está leyendo una obra de ficción. Linda Hutcheon señala

que por lo tanto la novela exige un mayor grado de participación y convierte al lector en una

especie de co-creador del relato. Hutcheon refiere aquí a la idea de que un texto no existe sin

el lector: un texto necesita a un lector para poder funcionar como texto. En el caso de la

metaficción la función del lector se vuelve aun más importante en el sentido de que el lector

se revela como un cómplice, un colaborador. ―The reader has always been a collaborator, an

accomplice. Metafiction explicitly adds the dimension of reading as an imaginative creative

act. The result is that the reader‘s degree of participation appears to increase‖ (Hutcheon

1984: 151). Al lado de eso el lector desempeña otro papel, es decir que la obra de metaficción

confiere al lector cierta libertad en cuanto al ‗significado‘ del texto. El lector está libre y en

cierta medida se ve forzado de formar su propia opinión del texto visto que éste último

incorpora al lector en el acto de creación. Aunque la novela de metaficción rompe la ilusión

de autenticidad y realidad, no implica que el lector ―se distancie sino que, por el contrario […]

se mantiene inmerso en la novela‖ (Dotras 1994: 188).

A modo de conclusión recordamos las características de la nueva novela histórica o la

metaficción historiográfica. Se trata pues de un género que se opone radicalmente a la novela

histórica decimonónica, de la manera siguiente: busca minar la visión idealista y la verdad

unívoca propuesta por su antecesora poniendo en entredicho y cuestionando la posibilidad de

un conocimiento objetivo de la historia y de la verdad. Para obtener este efecto pone en

escena una reconstrucción parodiada, irónica y/o desmitificadora de un episodio del pasado a

través de una visión pluralista o visión individual interna. Problematiza además la relación

entre la expresión textual y la referencia a la verdad extralingüística optando por focalizar el

proceso de la creación, el aspecto artístico y las implicaciones ideológicas de la historiografía.

Nuestro propósito será luego tratar en recuperar estas características en la novela de Julio

Manuel de la Rosa El ermitaño del rey.

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28

4.4. El autor frente a su obra y la obra frente a la nueva novela histórica

4.4.1. Julio Manuel de la Rosa y El ermitaño del rey

Antes de pasar al análisis de la obra misma y su lugar en la tradición literaria,

observaremos algunas opiniones y afirmaciones del propio autor en torno a su obra y la

creación literaria en general.

Ya en el libro mismo encontramos al final un capítulo intitulado A modo de Epílogo

(notas de lecturas) en que Julio Manuel de la Rosa expone la gestación larga de la novela,

junto con sus propósitos y sus documentaciones. Sin embargo en este apartado queremos

destacar algunas respuestas del autor encontradas en varias entrevistas.

Por lo que se refiere al libro mismo y su protagonista en el sitio de

Cordobainformación podemos leer que Julio Manuel de la Rosa describe él mismo a Benito

Arias Montano como ―un personaje del que mucho se habla pero del que se sabe muy poco‖.

Sin embargo durante el periodo de documentación el autor constató que ―era inútil escribir‖

sobre este personaje histórico porque ―todo estaba escrito‖. A este punto de la Rosa ―decidió

dar giro al planteamiento inicial de la obra‖ y escribir una novela corta que según él junto al

cuento son ―dos de los género [sic] más difíciles de cultiva‖13

. En otra entrevista que tuvo con

el ABC el autor se vio confrontado con la pregunta: ―¿Tiene miedo de que etiqueten esta

novela como novela histórica a la luz de la moda que inunda ahora mismo las librerías?‖ a la

que contestó diciendo:

Es que yo creo, y se ha dicho, que no he tratado de escribir una novela histórica. Yo

he tratado es de describir una mentalidad, pero esa mentalidad está inserta y

tremendamente condicionada por una época histórica, a la que le he tenido que ser

fiel. Arias Montano no escribía con ordenador, nació en Fregenal de la Sierra, estudió

en la Universidad de Alcalá de Henares. Si hubiera estudiado en Salamanca a lo

mejor otro gallo le hubiese cantado.14

Entrar en el contexto histórico fue por consiguiente imprescindible para el autor. De la Rosa

añade además, como podemos leer ya en su epílogo que:

He tenido que ser muy fiel a su contexto, pero fundamentalmente he tratado de

describir una mentalidad como Marguerite Yourcenar –por supuesto, salvando las

distancias– trató de penetrar en el fondo de la mentalidad de su Adriano por encima y

por debajo de lo que podemos llamar la parafernalia histórica que hoy está de moda y

que es algo enormemente rentable.15

13

Fuente: <http://www.cordobainformacion.com/info.php?codigo=11404>. 14 Entrevista con Luis Miranda del ABC en línea: <http://www.abc.es/hemeroteca/historico-15-06-

2007/sevilla/Cordoba/no-he-tratado-de-hacer-una-novela-historica-sino-de-describir-una-

mentalidad_1633707816337.html> 15

Ibid.

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La entrevista se termina con la pregunta: ―En la actualidad se prefieren la trama y los

personajes, pero esta novela tiene mucho de forma, una escritura cuidada.‖

Yo ceo que el primer compromiso del novelista y del escritor en general es escribir

bien. […] y si algo me puede agradar no es que una señora, con los ojos en blanco,

diga «hay que ver lo mucho que estoy aprendiendo de su novela», sino que me diga,

«qué bien está» o «me ha gustado mucho el lenguaje». […] Es una labor difícil por

no caer en el otro extremo, en el preciosismo, en la retórica más o menos de adorno.

El trabajo de la escritura es un trabajo circular. […] Y siempre escribir en función de

lo que quieras decir. Arias Montano no puede hablar como un alabardero, ni un

alabardero hablar como Menéndez Pidal. La escritura es un problema antes que nada

de adecuación lingüística.16

A partir de la última cita podríamos decir que Julio Manuel de la Rosa se inscribe en la línea

de pensar característica de José Ortega y Gasset. Como este gran escritor y filósofo, de la

Rosa estima que la forma, es decir, la realización estilística del texto predomina sobre el

contenido: el ¿cómo? es más importante que el ¿qué? Otro lazo con José Ortega y Gasset ya

hemos señalado en la biografía del autor. Hemos visto ahí que de la Rosa ha colaborado en

varias revistas con publicaciones sobre la literatura contemporánea. Entre las revistas figura la

importantísima Revista de Occidente fundada por José Ortega y Gasset en 1923 con el motivo

de modernizar la vida intelectual de España. Sin embargo, no podemos olvidar que los dos

pertenecen en realidad a dos tendencias literarias diferentes, de modo que aunque sus

pensamientos parecen concordarse, se sitúan en dos contextos muy diferentes. Además el

hecho de publicar en la revista fundada por Ortega y Gasset no significa que lo hace porque

sus opiniones corresponden con los criterios de Ortega y Gasset cuando este último hablaba

de la Vanguardia. Sin embargo vale la pena señalar la valorización de la escritura de Julio

Manuel de la Rosa visto que la razón de la atribución del VII Premio de Novela Corta de la

Diputación de Córdoba no era otra que la gran calidad lingüística y estilística de la obra. El

escritor Alejandro López Andrada, uno de los miembros del jurado dijo que ―nos quedamos

deslumbrados por la novela, por la exactitud y precisión del lenguaje‖. Además añade que en

su opinión la obra ―rompe con toda la estética de la novela histórica tradicional‖.

16

Ibid.

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30

4.4.2. El ermitaño del rey frente a la nueva novela histórica o la metaficción historiográfica

En este apartado de nuestro estudio vamos a investigar en qué medida las

características establecidas y distinguidas tanto por Seymour Menton, hablando de la nueva

novela histórica, como por Linda Hutcheon, en el cuadro de la metaficción historiográfica se

reflejan dentro de la obra.

El miembro de la Diputación de Córdoba acaba de decir en el párrafo anterior que la

obra El ermitaño del rey ―rompe con toda la estética de la novela histórica tradicional‖. En

este sentido deberíamos encontrar por lo menos algunos de las características dentro de la

obra que la distinguen de la novela histórica decimonónica. Para respetar la voluntad del

autor, no vamos a ‗etiquetar‘ la obra sino utilizar el término de metaficción historiográfica

como cuadro referencial.

En primer lugar cabe destacar el tema de la obra que según lo describe el autor es ―un

retrato de la mentalidad de Benito Arias Montano‖. En este sentido la novela busca dar la voz

a un personaje histórico y sacarlo del olvido. En el caso de Arias Montano se trata realmente

de sacarlo del olvido sino que explicar la importancia que tuvo en el siglo XVI. La novela

incorpora pues a Benito Arias Montano como protagonista: una actividad que implica la

ficcionalización de un personaje histórico. Además como hemos establecido en nuestro

análisis narratológico, este personaje no solo constituye el protagonista sino también el

narrador de la historia. En este sentido la novela rompe con la tradición de la novela histórica

tradicional que prefería a un narrador omnisciente en tercera persona que suele producir un

relato objetivo. Aquí tropezamos con la primera característica destacada por Linda Hutcheon:

la narración por un narrador en primera persona que nos presenta un relato más bien

subjetivo, es decir que aprendemos la versión y la visión personal e íntima de la historia de la

protagonista Benito Arias Montano. En este tipo de narración el narrador suele recurrir a la

memoria para reconstruir el pasado, algo que se refleja en el carácter discontinuo y

fragmentado de su relato. En la novela de Julio Manuel de la Rosa el efecto de fragmentación

y discontinuidad se ve aun reforzado por el estado mental del protagonista, dado que en

realidad podríamos calificar el relato de Arias Montano como una larga agonía. Respecto a la

distorsión consciente de la historia, Amalia Pulgarín distingue dos mecanismos para conseguir

una desarticulación de la historia: la fragmentación y repeticiones. La fragmentación puede

realizarse mediante anacronismos o mediante digresiones o exageraciones en el relato mismo.

Por lo que se refiere a los anacronismos, hemos encontrado dos ejemplos en la novela: uno en

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31

relación con la obra cervantina El Quijote17

y otro en cuanto a la autoría del Lazarillo de

Tormes18

. Al lado de eso ya hemos establecido en el análisis narratológico de la obra que

figuran varias anacronías en la historia y que la novela se caracteriza por diferentes niveles

entremezclados. Juntos provocan grandes interrupciones de la linealidad de la historia. El

relato se caracteriza además por varias digresiones que se producen cada vez cuando Benito

Arias Montano introduce un nuevo personaje y cuando reflexiona sobre o comenta lo que

pudiera haber sido el contenido de cada capítulo la biografía de Erasmo que nunca llegó a

escribir. También hemos visto que el relato se caracteriza por numerosas repeticiones: así los

pensamientos del protagonista se desvían varias veces hacia su despedida de la Peña, su

estancia en Amberes en la oficina de Plantino, su contacto con la «Famille de la Charité» y

Anne.

De la subjetividad pasamos al problema de referencialidad de la metaficción

historiográfica. En el caso de la novela El ermitaño del rey, el narrador del relato difiere en

actitud al autor, es decir que la actitud de Benito Arias Montano difiere del de Julio Manuel

de la Rosa. En nuestro análisis narratológico habíamos apuntado que el autor se esconde tras

su protagonista. Dentro del relato, Arias Montano se muestra muy reticente en revelar las

fuentes de las que ha sacado su información. No sabemos si lo hace de manera consciente o

de manera inconsciente. Aquí podemos referir a la función testimonial en relación con la

distancia narratológica:

Nada debemos dejar atrás y de tantos documentos y referencias que fui reuniendo y

ocultando en la biblioteca de la Peña, tengo un verdadero tesoro que bien me podía

servir, pensaba entonces, para preparar a conciencia una obra que ni pude siquiera

empezar (de la Rosa 2007: 23-24).

Además por lo que se refiere a la muerte de Lutero dice: ―debo desmentir los muchos

infundios que propagaron frailes y curas sobre la muerte de Lutero, y lo hago por deber de la

verdad y la justicia‖ (de la Rosa 2007: 217). En ambos casos habla de fuentes de las que ha

sacado su información sin precisar de qué o de quién se trata, incluso en cuanto a las

afirmaciones sobre su propia persona: ―aunque cierto ingenio cuyas señas omite dejó escrito

que nunca en mi vida había comido carne, sino hierbas y esto a la tarde‖ (de la Rosa 2007: 20)

no desvela el origen de la información. En este sentido, el narrador se opone al autor de la

historia que en la última parte de la novela intitulada A modo de Epílogo (notas de lecturas)

en que, como lo indica el subtítulo, sí expone las obras consultadas para realizar la novela. Sin

17

Cfr. p. 31-32. 18

Cfr. p. 76-80.

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32

embargo tanto como su protagonista decide no mencionar todas sus fuentes: ―Sería aburrido

para el lector y enojoso para mí —que incluso podría ser tachado de pedante— consignar aquí

todos los libros que tuvo que leer, anotar o consultar [...] Dejo pues en el tintero y con alivio,

una larga lista de títulos y artículos especializados‖ (de la Rosa 2007: 247-248). El hecho de

que el narrador y el autor parecen caracterizarse ambos por una actitud dudoso y reticente

(aunque no sabemos si esta afirmación está justificada) frente a las fuentes históricas podría

ser un indicio de la problematización de la referencialidad, es decir la problematización de la

relación entre realidad y la lengua. Además podemos aplicar en parte la afirmación de Amalia

Pulgarín a propósito de este problema de referencialidad a nuestro protagonista Benito Arias

Montano que para relatar su pasado recurre únicamente a sus propios recuerdos: ―[l]as

novelas de metaficción historiográfica nos demuestran que la única recreación posible de la

historia es la imaginativa‖ (1995: 212).

La intertextualidad o la referencia explícita o implícita a y la presencia de otros autores

o textos dentro de la novela constituye otra característica de la metaficción historiográfica que

podemos encontrar en la obra de Julio Manuel de la Rosa. En realidad, el término de

intertextualidad constituye un término bastante amplio con límites vagos: puede presentar

cierta dificultad para el lector porque cada lector lee un texto a partir de su propia biblioteca.

Otra dificultad constituye las referencias intertextuales implícitas cuyo descubrimiento

depende de nuevo del lector mismo y su conocimiento literario. En este sentido cada lector

puede identificar ecos intertextuales explícitos o implícitos diferentes de los que debe

enseguida determinar los motivos del autor. Encontramos en la novela varias referencias a

otras novelas y obras pero no se trata siempre de una parodia o una utilización irónica. Así

encontramos cierto tono de ironía cuando Arias Montano comenta el Diálogo de las cosas

acaecidas en Roma de Alfonso Valdés: ―Valdés con mucho ingenio y mejor pluma, defiendo

lo que jamás tuvo ni tendrá defensa alguna: la inocencia de Carlos V en el Saco de Roma.‖

(de la Rosa 2007: 29). De la misma manera no podemos pasar por alto la frase: ―Alguien de

mucho mérito, cuyo nombre no quiero recordar, dominado por el pánico a la hoguera, llegó a

escribir que la Inquisición era baluarte de la Iglesia, pilar de la verdad y guardián de la fe‖ (de

la Rosa 2007: 228) sin reconocer una fuerte alusión a la primera frase ‗En un lugar de la

Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme‘ de la obra famosísima de Miguel de

Cervantes El Quijote. Al mismo tiempo, relacionando esta frase de Julio Manuel de la Rosa

con el concepto de referencialidad que venimos de tratar, esta alusión a Cervantes constituye

una manera lúdica para eludir la revelación de su fuente. Podemos estar seguros de que no se

trata de un caso de casualidad visto que ya se desprende de su obra literaria que de la Rosa es

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un gran aficionado de la obra cervantina: entre sus novelas destacamos Las campanas de

Antoñita cincodedos (1987) en que encontramos una recreación de la figura de Cervantes y

Memorias de Cortadillo (1998) , una obra sobre el pícaro cervantino. Sin embargo, si se trata

aquí de un ejemplo de intertextualidad, debemos identificar la referencia como un

anacronismo dado que Arias Montano murió en 1598 y que el Quijote se publica siete años

después en 1605. Otro elemento lúdico en la novela es la presencia de un fragmento del

Cantar de los cantares de Salomón traducido al romance. Benito Arias Montano revela en la

novela que fue él que instigó a su amigo fray Luis de León a traducirlo. En la página 38

aparece por primera vez el fragmento:

Tus pechos dos cabritos saltadores

Que entre las flores pacen la mañana.

Tus dos pechos como dos cabritos mellizos

Que están paciendo entre azucenas (de la Rosa 2007: 38).

Luego vuelven a aparecer partes del fragmento en momentos inesperados lo que crea un

efecto curioso y divertido. Así el mismo capítulo termina con la repetición de los dos

primeros versos: ―Tus pechos, dos cabritos saltadores/ que entre las flores pacen la mañana‖

(de la Rosa 2007: 40). En la página 144 evoca de nuevo el primer verso utilizándolo para

describir a Anne Herents, su primer y único amor pero al mismo tiempo su primer y único

pecado: ―los pechos como dos cabritos saltadores‖ (de la Rosa 2007: 144). Al final de la

novela cuando está a punto de morir repite una vez más los dos últimos versos: ―A ti Señor

encomiendo mi alma pecadora. «Tus dos pechos como dos cabritos mellizos/ que están

paciendo entre las azucenas»‖ (de la Rosa 2007: 238). Sin embargo no podemos hablar aquí

de un verdadero abuso de estos ecos intertextuales para burlarse de la historiografía.

La última característica distinguida por Linda Hutcheon constituye las implicaciones

ideológicas de la metaficción historiográfica. Este aspecto ya hemos tratado en el análisis

narratológico discutiendo de las diferentes funciones que puede desempeñar el narrador. Entre

estas funciones hemos elaborado la función ideológica del narrador.

Al lado de estas características vamos a concentrarnos también en algunos otros

aspectos propios a la metaficción y la metaficción historiográfica. Ya hemos señalado que la

metaficción revisita el pasado con el propósito de desmitificar o desmitologizarlo. El

cuestionamiento de la verdad y del conocimiento de la historia se realiza a través de un punto

de vista que difiere del de la historiografía tradicional y que en la mayoría de las veces recurre

a la ironía. En la novela el protagonista Benito Arias Montano nos va a presentar en este

sentido una visión más humana y completamente renovadora. Nos esboza su relación de odio-

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amor que tuvo con el Rey Felipe II durante su vida. Arias Montano y el Rey murieron en el

mismo año. En este momento el Rey Felipe II tenía 71 años y por lo tanto la imagen que nos

presenta Benito Arias de su rey es poca favorecedora. Nos pinta la imagen de un rey muy

debilitado cuyas fuerzas se le acaban:

Temblando por la pena he visto en la bruma del sueño al poderoso Don Felipe

consumiéndose en las brasas de una fiebre que le afligía, quitándole las carnes hasta

dejarlo en los puros huesos. El más poderoso y grande Señor del universo

retorciéndose de espasmos sin encontrar alivio, pues la avanzada hidropesía, con el

vientre, los muslos y las piernas muy hinchados, con el tormento de una sed en las

entrañas imposible de saciar. […] envuelto en muy malos olores, sin poder mudarlo

de ropa, ni limpiarle los excrementos, y como era mucha la materia que le salía de las

postremas y llagas del cuerpo, la cámara real era como un lodazal donde se consumía

el más grande Rey de España y de su imperio, convertido en un dolorido Job (de la

Rosa 2007: 32-33).

Además encontramos en la novela a un Felipe II alquimista y muy interesado en la

ciencias ocultas que ha protegido varias veces a su capellán, Benito Arias Montano, del

acecho de la Inquisición. Sin embargo, al lado de estos hechos generales y conocidos, el

protagonista Benito Arias Montano por su relación bastante firme con el Rey nos proporciona

algunas otras informaciones más intimas del Rey Felipe II: ―Mucho podría decir de cuestiones

secretas entre el Rey y yo‖ (de la Rosa 2007: 32). Esta actitud cuadra completamente con el

propósito de la nueva novela histórica que busca dar una visión subjetiva, ya no objetiva. Así

Benito Arias Montano nos revela algunos episodios escondidos y oscuros de la historia,

escamoteados por la historiografía tradicional. Por ejemplo nos revela la verdadera razón por

la que el Rey siempre viste de negro: ―Pocos saben que el Rey viste de negro no por guardarle

luto a sus muertos, sino para atraer los beneficios de Saturno‖ (de la Rosa 2007: 170), pero

nos habla además la personalidad ‗doble‘ que tuvo su Rey, revelando algunos secretos

siniestros: ―El mismo Rey que estuvo presente como piedra espiritual en la mítica

construcción de El Escorial. El mismo Rey que generosamente patrocinó la Biblia Regia,

cometió un vil y oscuro crimen y convirtió la Corte en un nido de víboras19

‖ (de la Rosa 2007:

167).

Este aspecto de la metaficción historiográfica nos permite pasar a un cuadro más

general y muy a la moda que es la presencia de los Reyes españoles en las novelas históricas

en general. Ambas novelas históricas, tradicional y nueva, se focalizan en el pasado y no es

otra la novela de Julio Manuel de la Rosa que ha elegido como protagonista a Benito Arias

19

Benito Arias Montano está refiriendo aquí a la muerte del secretario del Rey, Escobedo, matado a puñaladas

por unos desconocidos. Arias Montano está seguro de que Escobedo fue muerto por voluntad y orden del Rey,

ayudado por la intriga de Antonio Pérez.

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Montano y por consiguiente como cuadro histórico el siglo XVI, con su ―densa carga histórica

[…] inseparable de su personaje‖ (de la Rosa 2007: 243). De esa manera encontramos en la

obra referencias al Rey Carlos V y el episodio del Saco de Roma, a la construcción de El

Escorial, el monasterio-palacio del Rey Felipe II y su famosa biblioteca bajo la

responsabilidad de Benito Arias Montano, a la impresión de la Biblia Regia en Amberes en la

oficina de Plantino bajo la dirección de Arias Montano, al constante miedo que tuvo el

protagonista a la Inquisición, a la presencia del duque de Alba en Flandes seguida por la

ejecución de los condes Egmond y Hoorne, a la relación de España con Portugal como

consecuencia de la coronación de Felipe II como Rey de Portugal en 1580, a la situación

religiosa con Lutero que fija en 1517 sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittemberg y

luego el surgimiento del erasmismo y la relación difícil que existió entre Martín Lutero y

Desiderius Erasmus, etc.

Sin embargo, a pesar de esta multitud de informaciones y hechos históricos no

debemos olvidar que este trasfondo histórico presente en El ermitaño del rey de Julio Manuel

de la Rosa está integrado y aun subordinado a una situación narrativa, como suele ser el caso

en la metaficción histórica o la nueva novela histórica (de Moor 2001-2002: 139). Toda la

historia de España, es decir los hechos que se relacionan directamente al protagonista de la

historia, nos están presentados a partir del punto de vista de Benito Arias Montano. Se trata

pues de una visión subjetiva, personal. Además vemos que el protagonista nos proporciona

cada vez únicamente las nociones estrictamente necesarias ―la parafernalia histórica20

― y

que no siempre va a extenderse sobre un cierto acontecimiento. En este sentido el autor Julio

Manuel de la Rosa tiene razón cuando afirma que no ha querido escribir una novela histórica,

sino un retrato de la mentalidad del personaje histórico Benito Arias Montano: ―Es que yo

creo, y se ha dicho, que no he tratado de escribir una novela histórica. Yo he tratado es de

describir una mentalidad, pero esa mentalidad está inserta y tremendamente condicionada por

una época histórica, a la que le he tenido que ser fiel21

‖. El contexto histórico en que se inserta

el protagonista se ve pues proyectada y comentada por Arias Montano a partir de una

reconstrucción interna personal. De esa manera Arias Montano toma a veces la libertad de

expresar sus verdaderos sentimientos para con la España de su tiempo: ―la política de mi

20

Entrevista con Luis Miranda del ABC online: <http://www.abc.es/hemeroteca/historico-15-06-

2007/sevilla/Cordoba/no-he-tratado-de-hacer-una-novela-historica-sino-de-describir-una-

mentalidad_1633707816337.html> 21

ibid.

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tiempo, nido de serpientes venenosas‖ (de la Rosa 2007: 198) y no se arredra ante escupir sus

críticas contra la actitud de la gente española y la de los Reyes de España:

Cuando la libertad no existe se predica que es peligrosa en extremo y entonces surge

como sierpe venenosa el segundo gran pecado de los españoles —el primero es la

envidia— que se llama intolerancia. Comenzó ésta con la expulsión de los judíos,

amargo capítulo de los Reyes Católicos (de la Rosa 2007: 226-27).

Incluso contra la temible Inquisición: ―Lo que la Inquisición destruye no es sólo la libertad

externa de la persona, que es mucho, sino lo que es más importante e infinitamente peor, la

conciencia y la mente de los hombres que piensan‖ (de la Rosa 2007: 122).

Aunque el libro abunde en indicaciones temporales y fechas, a veces encontramos

descripciones en que domina el ambiente en vez de datos históricos precisos, como es el caso

de la descripción de Sevilla:

Sevilla era una ciudad sacada de los más siniestros alambiques de la alquimia, el

lugar adverso para la virtud y el estudio, aunque en ella viviesen varones ilustres muy

sabios. Como una mujer carnal y descarada, la ciudad se ofrecía al recién llegado

como una constante tentación (de la Rosa 2007: 28).

La descripción continúa en la página 33:

A pesar de algunas querellas con esta ciudad por su carácter femenino que tiene de

altivez y por la aferrada idea de su soberbia cuando se cree el ombligo del mundo, no

siendo a veces más que aldea festiva, he amado mucho a Sevilla. El cuerno de la

abundancia se cerrará un mal día y dejarán de llegar los navíos cargados de oro y

plata y la ciudad de Sevilla llorará entonces sobre su ruina como una dama

despechada (de la Rosa 2007: 33)

Benito Arias Montano parece tener una predilección por la comparación de ciudades con

mujeres:

Una ciudad es una criatura viva, con su piel y su respiración, con sus propios olores.

Algunas son como mujeres, principalmente Sevilla, Lisboa y Roma. Amberes era

entonces una matrona de carnes exuberantes y prietas, blanquísimas; una matrona de

muslos marmóreos, recién bañada en zumo de limón (de la Rosa 2007: 135).

Podemos calificar la escritura o mejor dicho la lengua utilizada por Benito Arias Montano en

este pasaje como bastante poética, por la comparación de la ciudad de Sevilla con una ―mujer

carnal y descarada‖ y ―una dama despechada‖ y la ciudad de Amberes con ―una matrona

recién bañada‖. Sin embargo no se trata aquí de un descuido por parte de Julio Manuel de la

Rosa y no debemos inculpar al autor de caer en el preciosismo y de utilizar una retórica más o

menos de adorno. Esa manera de narrar se relaciona en primer lugar con una narración en

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primera persona, que trae consigo una visión personal y a veces emocional pero también con

una característica escondida del protagonista, que es el lado poético de Benito Arias Montano:

―Emprendí pues una labor gigantesca para un hombre débil, cuya secreta vocación fue

siempre la de poeta‖ (de la Rosa 2007: 198). Además revela en el libro que: ―El día más feliz

de mi vida fue cuando me coronaron poeta en la Universidad de Alcalá, el año 1553. Después

asfixiaron la poesía que llevaba dentro‖ (de la Rosa 2007: 235).

A partir de la escritura utilizada en la novela podemos destacar además otras dos

características importantes propias a la metaficción: el carácter autorreflexivo y la

autoconciencia de la novela. Esta última característica tiene como propósito problematizar la

relación entre la ficción y la realidad y cuestionar la noción de conocimiento de la historia. A

pesar de que Benito Arias Montano parece presentarnos su versión de la historia y que afirma

varias veces su apego a la verdad: ―Tuvo siempre este escribir mío un secreto afán de verdad‖

(de la Rosa 2007: 15) nos confunde con algunas otras afirmaciones hasta tal punto que

comenzamos a dudar sobre la verosimilitud y la verdad de sus palabras. Así leemos en la

página 11 la frase: ―debo escribir lo más claro y conciso que pueda alcanzar mi turbado

pensamiento‖ (de la Rosa 2007: 11) y en la página 13: ―No estoy sano de mi cuerpo ni nunca

lo estuve. Tampoco estoy seguro de mi buen juicio‖ (de la Rosa 2007: 13). Hasta aquí ya

comprendemos por qué el narrador se comporta de esta manera. Atribuimos estas

afirmaciones a la salud y el estado mental de Benito Arias Montano que van deteriorándose a

lo largo del libro. Sin embargo en la página 23 se encuentra una frase sorprendente que parece

anular todas las afirmaciones anteriores del protagonista: ―Digo esto como licencia poética,

pues sólo ocho años contaba yo cuando el 12 de julio de 1536, murió el hermano Erasmus en

Basilea. Mejor así. De esta forma su persona nunca vista permitió mutaciones o excéntricas

invenciones por mi parte‖ (de la Rosa 2007: 23). Al final de la obra vuelve a afirmar que:

―debo desmentir los muchos infundios que propagaron frailes y curas sobre la muerte de

Lutero, y lo hago por deber de la verdad y la justicia‖ (de la Rosa 2007: 217). El conjunto de

estas pronunciaciones por parte de Benito Arias Montano presentan todo un juego por parte

del autor y refleja perfectamente la actitud interrogativa y escéptica de la metaficción

historiográfica frente al concepto de ‗conocimiento de la verdad de la historia‘ y la escritura

de una verdad unívoca.

Por lo que se refiere al carácter autorreflexivo, que corresponde con la función de

control del narrador del análisis narratológico, se destaca un elemento particular de la novela

que es la supuesta biografía que quería escribir Benito Arias Montano en su vida. El

protagonista está consciente de que ya está demasiado tarde para realizar la biografía y

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entonces va a concebir una especie de sinopsis de la información que hubiera querido

incorporar en la obra y va a comentar este proceso:

Seguro estoy ahora que hubiese sido una difícil y hermosa tarea: escribir sobre la vida

y obra de Desiderii, es decir, acerca del pensamiento, la lucha y los quebrantos de

Desiderii Erasmi Roterodami, 1469-1536. Pero otras veces, cuando abandona la paz

de la Peña, llamado por los ruidos de la política y los azares del mundo, pensaba

entonces muy cierto que nunca hubiese podido describir cabalmente la vida de

Erasmus por una razón fácil de decir pero difícil de explicar. Erasmus nunca tuvo

vida para ser contada en una biografía usual. Vivió sesenta y nueve años sumergido

en su propio pensamiento. Los hombres tocados por la luz del espíritu, inclinados

siempre sobre las papeles y libros, se olvidan del vivir externo y se vuelven casi

invisibles como personas. Todo su afán consiste en ahondar y exponer unas ideas

determinadas. La verdadera vida de Erasmus está en sus obras. […] Rica y compleja

criatura estudiada por dentro y por fuera. Quiero decir y mejor lo diría si hubiese

aceptado escribir al completo sobre él, que nadie en su tiempo fue más libre ni más

independiente, pareciendo justamente lo contrario. El peligroso doble juego de la

hipocresía aparente, Erasmus lo convertía en ganancia interior. Capaz de halagar al

obispo de Utrech [sic] y a dos Papas juntos, obteniendo como preciosa ganancia el

poder investigar y escribir en sus obras la verdad. Rara habilidad que jamás pudo

conseguir mi humilde persona y cuya historia al detalle hubiese compuesto

seguramente el capítulo III o IV de mi obra (de la Rosa 2007: 21-23).

Arias Montano no solo comenta el proceso de escribir sino que explica también la función del

biógrafo: ―Todos estos detalles, que no son esenciales, son dignos de la atención y del análisis del

biógrafo, que no debo despreciar nada de las muchas cosas que envuelven al personaje. Nada

debemos dejar atrás‖ (de la Rosa 2007: 23-24). Al final de la obra explica una vez más el

proceso de ‗escritura‘ y la verdadera naturaleza de la información en torno a Erasmus que

nosotros hemos leído. Nos enteramos en este momento de que la biografía se ha concebido en

la mente del protagonista como un conjunto de flujos de conciencia:

Dicho esto que llevo escrito y pensado, ínfima parte de lo mucho que hubiese podido

explicar sobre Erasmus si en otro tiempo me hubiera esforzado en hacerlo

debidamente, es ya momento de ir rematando estos breves apuntes que he ido

haciendo en mi cabeza durante las pausas de mejoría de mi enfermedad (de la Rosa

2007: 221).

El último aspecto de la metaficción que vamos a examinar es el papel del lector. Ya

hemos tratado de este aspecto en el análisis narratológico por lo que se refiere a la función

comunicativa del narrador. La metaficción busca incorporar activamente al lector dentro del

proceso de la creación literaria. En la novela de Julio Manuel de la Rosa ya hemos visto que la

lectura pide del lector un esfuerzo más grande por la confusión que provocan las afirmaciones

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de Benito Arias Montano en cuanto a la verdad de su relato. Además el lector se ve una vez

en la novela abordado por el protagonista:

preguntas dirigidas a ese lector amigo, que nunca podrá contestarme.

—¿ Por qué gustaba a Erasmo mofarse de los clérigos?

—¿ Por qué se empeñó tanto en decir los fracasos de la Iglesia medieval, sin

referirse nunca a sus logros?

—¿ Por qué fustiga el culto a los santos, especialmente a los ficticios? (de la

Rosa 2007: 183).

La palabra ‗amigo‘ hace que el lector se siente inmediatamente familiarizado con el personaje

Benito Arias Montano. Sin embargo la calificación de las preguntas como preguntas ―que

nunca podrá contestarme‖ conlleva un sentimiento de distancia. Así nace dentro del lector un

doble sentimiento de proximidad y distanciación. Al mismo tiempo el hecho de dirigir

preguntas al lector que quedan sin respuesta refiere de nuevo al problema del conocimiento de

la verdad que la metaficción historiográfica busca poner de relieve.

Finalmente nos queda la forma particular bajo la cuál la novela se presenta a nosotros.

Ya hemos establecido por lo que se refiere a Benito Arias Montano que se comporta como un

narrador autodiegético, es decir el narrador, el protagonista y el héroe del relato. Cuando

examinamos ahora la tipología de los diferentes relatos que existen, un narrador autodiegético

suele ser característico para el discurso autobiográfico o memorialístico. En este cuadro

hacemos referencia a la tesina doctoral en línea de Aurora Mateos Montero sobre las

Características del discurso en las memorias españoles del siglo XIX:

Las memorias constituyen un tipo de enunciado que no se deja descifrar sin tener en

cuenta quién lo enuncia y la situación en que lo enuncia. « Yo nací […] en tal sitio » ;

ese yo es identificable por referencia al autor; y el pasado ya transcurrido de la

« acción » contada lo es por relación al momento en que lo cuenta (Mateos Montero

1994).

En cierta medida la novela El ermitaño del rey podría efectivamente considerarse como ‗las

memorias‘ del protagonista por la situación en que la narración ocurre visto que Benito Arias

Montano constituye un personaje histórico en su lecho de muerte que nos presenta toda una

retrospección de su vida:

Los autores de memorias cuentan los acontecimientos de su vida pasada, anteriores al

momento de la narración o enunciación. De ahí el continuo contraste del uso de los

tiempos pretéritos en los segmentos narrativos que corresponden a la historia de los

acontecimientos vividos por el yo narrado con el presente del acto de enunciación del

yo narrante (Mateos Montero 1994).

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Esta alternancia entre tiempos pretéritos y tiempos presentes ya hemos abordado en nuestro

análisis narratológico. Además la novela de Julio Manuel de la Rosa abunda en fechas e

indicaciones del tiempo lo que de nuevo podemos considerar como un fuerte indicio de un

discurso memorialístico:

El tiempo de la narración -del acto de enunciación-, en la mayoría de los relatos

literarios, no suele aparecer fechado, salvo en raras excepciones. En cambio, a los

autores de memorias les gusta datar la instancia narrativa, que coincide, en este caso,

con la instancia de escritura o de dictado. Se puede afirmar que el tiempo de la

narración aparece frecuentemente marcado en los libros de memorias (Mateos

Montero 1994).

Al lado de estas características formales podemos referir también a la última parte de la

novela ―A modo de Epílogo‖ que revela en parte por qué la novela se acerca tanto del

discurso autobiográfico. En el epílogo Julio Manuel explica que ha adoptado el modo de

escribir de la escritora francesa Marguerite Yourcenar en sus Memorias de Adriano para

desarrollar el retrato de la mentalidad de Benito Arias Montano. De nuevo el autor se inscribe

completamente en la moda de escritura de su época visto que como lo pone María Dolores de

Asís Garrote ―La objetividad histórica en la etapa existencial se plantea desde su

interpretación, desde la interioridad. Ello se descubre desde las formas que reviste: auge del

género de las memorias o narraciones en primera persona, novelas autobiográficas‖ (1992:

280). Aunque ni el narrador, ni el autor califican su obra como tal, no podemos negar las

características que presenta la novela ni la época en la que se escribió.

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II. Erasmo y el erasmismo en El ermitaño del rey

1. Introducción Después de nuestro análisis narratológico y la situación de la obra dentro de la

tradición literaria, ya es tiempo de pasar a un enfoque más interpretativo de la obra de Julio

Manuel de la Rosa. En este segundo apartado, nuestro propósito será abordar e investigar de

manera crítica El ermitaño del rey enfocándonos en el contenido ‗verídico‘ e histórico de la

novela. En realidad es el autor mismo que ha desencadenado esta investigación de su obra

cuando ha puesto en la boca de su protagonista las palabras siguientes: ―Digo esto como

licencia poética, pues sólo ocho años contaba yo cuando el 12 de julio de 1536, murió el

hermano Erasmus en Basilea. Mejor así. De esta forma su persona nunca vista permitió

mutaciones o excéntricas invenciones por mi parte‖ (de la Rosa 2007: 23). Es ésta, la

enunciación que nos ha conducido a examinar de manera más detallada lo que revela Benito

Arias Montano sobre este personaje histórico en la novela. Una vez establecido el propósito

de nuestro estudio hemos consultado el último capítulo que el autor califica como A modo de

epílogo en que nos informa sobre la fase de documentación. En este capítulo figuran, lo que

Julio Manuel de la Rosa llama ‗dos textos fundamentales‘ que son el Arias Montano (1993)

de Bernard Bekers y el Erasmo y España (1979) de Marcel Bataillon. Visto nuestro propósito,

es exactamente esta última obra que nos servirá como punto de partida. El Erasmo y España

funcionará por consiguiente como el base histórico de todo la segunda parte de nuestra

investigación que consistirá precisamente en una nítida comparación entre ambas obras, es

decir la novela de Julio Manuel de la Rosa y el Erasmo y España de Marcel Bataillon,

dedicando especial atención a la selección de información hecha por Julio Manuel de la Rosa

para realizar su novela. De ahí además, el título del trabajo ‗La presencia de Erasmo y el

erasmismo en El ermitaño del rey‘, que ya indica que no vamos a limitarnos al personaje de

Erasmo sino que vamos a investigar además la influencia de su doctrina tal como de la Rosa y

Bataillon lo presentan. El contenido de Erasmo y España ―tanto el que podemos recuperar

en la novela como el que no se ha utilizado― será a su vez el tema de una investigación

crítica, visto que en algunos casos vamos a invocar una segunda fuente.

Antes de empezar la investigación que acabamos de exponer hace falta una pequeña

introducción a la obra monumental de Marcel Bataillon. El autor ha publicado la primera

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versión y de la obra bajo el título Erasme et l’Espagne en 1937. La primera edición en

español, corregida y aumentada sale en 1950. En el prólogo de esta versión22

se lee:

Este libro es fundamentalmente el mismo que salió en francés en 1937. He

procurado, nada más, ponerlo al día, completando las notas con referencias a

trabajos recientes; y he dedicado un apéndice a la huella de Erasmo entre

conquistadores y misioneros de América, tal como la veo a la luz de publicaciones

nuevas (Bataillon 1966: XIII).

La versión que servirá como base de nuestra investigación es la de 1966, en la traducción de

Antonio Alatorre. En su obra maestra, no solo encontramos un esbozo de la influencia de la

figura en España, sino que nos vemos confrontado con una obra que abarca el concepto de

erasmismo como una fuerza que ha desempeñado un papel primordial en la historia intelectual

de toda Europa a partir del núcleo que es la España del siglo dieciséis (Carrington 1999:

1126). Al lado de un estudio de la doctrina erasmiana, Marcel Bataillon busca describir este

movimiento en su contexto religioso y político. La obra se abre en el personaje histórico del

famoso Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros para luego pasar a los primeros contactos de

Erasmo con España, la relación entre el iluminismo y el erasmismo, la difusión de este último

en España, las consecuencias del Concilio de Trento, la influencia del erasmismo en el mundo

literario, su condenación, y para terminar con las huellas del pensamiento de Erasmo en las

obras cervantinas.

2. Erasmo y el erasmismo

2.1. Erasmo y España

2.1.1. Erasmo y la Corte española

En primer lugar hace falta definir el marco histórico dentro del que se encierra el

personaje de Erasmo para que podamos mejor comprender en segundo lugar el desarrollo de

su pensamiento y la difusión del erasmismo en el mundo hispánico e incluso más allá de sus

fronteras. Ya habíamos establecido en la primera parte de nuestra investigación que la novela

contiene una densa carga histórica pero también que esta multitud de hechos históricos, que

forman el trasfondo histórico de El ermitaño del rey, están integrados y aun subordinados a

una situación narrativa, como suele ser el caso en la metaficción histórica o la nueva novela

histórica. Por consiguiente, en su obra el narrador suele señalarnos cierto acontecimiento

histórico sin tratarlo profundamente. Por el otro lado ocurre que el personaje principal nos

22

El prólogo de la primera versión española de 1950 está reproducida en la segunda versión de 1965.

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cuenta un hecho y vuelve a hablar varias veces sobre él. Uno de estos hechos es el famosísimo

saco de Roma de 1527. El protagonista Benito Arias Montano refiere en varias ocasiones al

saco y lo hace más específicamente a través de una obra muy conocida que es el Diálogo de

las cosas acaecidas en Roma de Alfonso de Valdés que se considera como la primera forma

de propaganda política bajo Carlos V. A propósito de esta obra Benito Arias Montano dice:

―Mucho bien me causó su lectura, que además equilibró el mal efecto que me causó su célebre

Diálogo de las cosas acaecidas en Roma. Valdés con mucho ingenio y mejor pluma, defiende

lo que jamás tuvo ni tendrá defensa alguna: la inocencia de Carlos V en el saco de Roma‖ (de

la Rosa 2007: 29). A partir de esta cita, se desprende que Arias Montano no está de acuerdo

con el contenido de este diálogo y vuelve a repetirlo más lejos en la novela:

Alabarderos enlutados escoltan al Papa Clemente VII, lo he reconocido al instante.

Las tropas de Carlos V, Emperador Invictísimo de Europa, han saqueado Roma, la

Ciudad Eterna, il saco de Roma. Alguien me toca en el hombro con prematura y me

encuentro cara a cara con Alfonso Valdés o quizás sea su hermano Juan, tan iguales

los dos. Con ceño grave, me dice «buen Montano ilustre, que muchas apariencias

nefastas debéis de vencer para seguir creyendo que toda la ruina de Roma es para

manifestar la justicia de nuestro Emperador Carlos V y cómo el Emperador ninguna

culpa en ello tiene y lo hizo por la iniquidad de aquellos que lo desafiaron; de manera

que aún reparando en los soldados y cómo llevaban por las calles a las pobres monjas

sacadas de casa de sus padres, hubiérades la mayor compasión del mundo, pero que

no manchan ni salpican la honra y reputación del Emperador». Alfonso de Valdés se

esfuma. Muy claro de cabeza era Alfonso, pero se equivoca y disimula en su

descripción de las cosas acaecidas en Roma, que fueron de mucha sangre e injusticia

(de la Rosa 2007: 111-12).

Consta pues que Alfonso de Valdés ha defendido la inocencia de Carlos V, pero no sabemos

nada más del contenido de su diálogo. Ahora vamos a pasar a la obra de Marcel Bataillon23

para ahondar el diálogo y enterarnos de las principales técnicas utilizadas por Alfonso de

Valdés que le han permitido de inculpar al Papa y salvar la reputación del Emperador. Por lo

que se refiere al saco de Roma leemos en Erasmo y España que:

El canciller Gattinara, no bien recibe, en Mónaco, la noticia del saco de Roma,

escribe una carta al Emperador instándole a adoptar una actitud clara frente a Europa:

tiene que escoger entre dos cosas: o dar la razón a sus generales y afirmar a grandes

voces que se ha visto obligado a tomar las armas contra un ―pseudopontífice‖ funesto

para la paz cristiana, sistemáticamente reacio al Concilio reclamado por la opinión, o

bien declinar toda la responsabilidad, lamentar oficialmente lo que ha sucedido y

expresar sus mejores deseos por el restablecimiento de la paz universal, sometiéndose

de antemano al juicio del Concilio general, único que puede acabar con tantos

conflictos temporales y religiosos. El gobierno se decide por la segunda solución.

23

Para una explicación más extensa véase Erasmo y España p 364-82.

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Alfonso de Valdés es quien, en los últimos días de julio, redacta el mensaje de Carlos

V a los príncipes cristianos (Bataillon 1966: 365-66).

Aprendemos además que el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma es en realidad un

diálogo entre Lactancio y el arcediano del Viso que toma como punto de partida el significado

del papado. Dentro de su diálogo Valdés busca rememorar al Papa que su función está de

continuar el trabajo de Cristo en el sentido del espíritu evangélico. Inculpa al Papa que ―de

ninguna manera se le podía comparar con un jefe de estado, y por ello más le valdría dejarse

despojar de todas sus posesiones, que no defenderlas con las armas en la mano‖ (Bataillon

1966: 371). De esa manera Alfonso ha visto la oportunidad de abordar y de desviar el saco de

Roma hacia el gran problema de los abusos y las inmundicias de la Iglesia. Al lado de eso, el

autor se revela en su diálogo un gran partidario de la reforma de la Iglesia, afirmando que este

castigo de Roma no ha sido en vano, que el saco debe interpretarse como una especie de

justicia divina. ―En opinión de Valdés, Dios ha querido, por medio de los acontecimientos en

Roma, abrir los ojos de la cristiandad engañada por el culto de las imágenes y reliquias‖

(Bataillon 1966: 379). Es imposible no recuperar en este diálogo las grandes líneas de la

doctrina de paz de Erasmo que se explicará más abajo, una idea que encontramos además en

la novela de Julio Manuel de la Rosa cuando su protagonista refiere a Valdés diciendo: ―[e]l

ilustre Alfonso de Valdés, hermano espiritual más erasmista que el propio Erasmo‖ (de la

Rosa 2007: 29). Ya veremos como este acontecimiento histórico se relaciona e interfiere con

el erasmismo cuando vamos a abordar el caso la conferencia de Valladolid.

Erasmo nació en 1469 y murió en 1536. A partir de estas fechas podemos concluir que

el saco de Roma ocurrió ya en su madurez. El acontecimiento nos permite destacar otro

elemento importante que es la relación entre Erasmo y la Corte de España. Muy poco se dice

sobre este aspecto en la novela. Sin embargo nos parece imprescindible esbozar la situación

de la Corte española frente a Erasmo y su pensamiento. Aquí debemos sobre todo poner de

relieve el papel primordial del canciller de Carlos V, Mercurino Arborio di Gattinara. En su

obra Marcel Bataillon nos informa que ―en cuanto al canciller Gattinara, su simpatía por

Erasmo no es un secreto para nadie: hasta el personal subalterno de la Corte la conoce‖ (1966:

140). Erasmo hubiera escrito durante su vida varias cartas al canciller en que le pedía a veces

ayuda. Consta que Gattinara ha sido para Erasmo ―un apoyo tan eficaz, y cuyas oficinas se

convertían en uno de los hogares del erasmismo español‖ (1966: 104). La protección que

busca Erasmo se realiza mediante un compromiso en que el Emperador se compromete a

proteger a Erasmo en particular contra los ortodoxos lovanienses e imponer el silencio a los

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demás enemigos de Erasmo. Este último va a apreciar de manera casi exagerada la ayuda de

Gattinara. ―La razón de ello es que Erasmo no tiene, entre las personas que rodean al

Emperador, apoyo más sólido que el Gran Canciller Gattinara, y su secretario Valdés24

, es

decir, los servidores más convencidos de la política antifrancesa y antirromana‖ (1966: 229).

En cuanto a esta protección de Erasmo por la Corte española, cabe destacar una

paradoja evidente que es el florecimiento del erasmismo y de las traducciones de las obras de

Erasmo en ―el país de la Inquisición, en esa España donde la censura de los libros sería, unas

cuantas décadas después, más severa que en ningún otro lugar‖ (Bataillon 1966: 314). En

efecto, gracias a la tendencia erasmista que caracterizaba al Canciller Gattinara que era al

mismo tiempo el Inquisidor General, las obras de Erasmo han sido preservadas hasta 1535 de

la severidad de la Inquisición y el Índice.

Acabamos de ver que Erasmo había pedido ayuda al Canciller Gattinara contra los

ortodoxos en Lovaina que le atacaban. Ahora bien, la relación que tenía Erasmo con los

lovanienses no ha sido siempre tan violenta. En la novela leemos en la página 101 que Erasmo

―se establece en Lovaina‖ y más lejos que ―[e]n Lovaina se prohíben sus libros a los

estudiantes‖ (de la Rosa 2007: 218). Estos dos hechos no ocurrieron en el mismo momento.

Bataillon nos explica que

[…] prefiere instalarse en Lovaina, donde los teólogos le hacen buena cara. […]

Erasmo disfruta de ese momento privilegiado en que la Universidad de Lovaina se

abre de par en par al humanismo cristiano, cuando éste no se ha comprometido aún en

el asunto de Lutero; bajo su inspiración se organiza el Colegio trilingüe, fecundo

semillo de humanistas (Bataillon 1966: 82).

En efecto, el momento bisagra que dio un vuelco a la relativa amistad que Erasmo entretuvo

con la ciudad de Lovaina ha sido la publicación del Exurge Domine contra Lutero y la

subsiguiente confusión entre los erasmistas y los luteranos: ―[l]a posición de Erasmo se hacía

cada día más desesperada en Lovaina. La universidad se adhirió el 7 de octubre a la condena

decretada por la bula. El día 8 se llevó a efecto un auto de fe con los libros peligrosos. Una

invectiva contra Erasmo para denunciar al cómplice de Lutero‖ (Bataillon 2007: 99). Vamos a

volver a hablar sobre este asunto cuando abordaremos la relación entre Erasmo y Lutero. Más

tarde, en el año 1531, los ortodoxos, es decir, los dominicos van a lograr a poner en práctica la

prohibición de ―la lectura de las obras de Erasmo bajo la pena de excomunicación, aunque se

trate de personas que disfruten de dispensas pontificias‖ (Bataillon 1966: 415).

24

Se trata aquí de Alfonso de Valdés.

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2.1.2. Erasmo y Alcalá de Henares

Otro aspecto que debemos destacar en la relación de Erasmo con España es la

importancia de la Universidad de Alcalá de Henares. En la novela de Julio Manuel de la Rosa,

Benito Arias Montano, que ha estudiado también en esta universidad, nos esboza sobre todo

la situación en la universidad después de la muerte de Erasmo. Nuestro propósito aquí será

aclarar el papel que ha desempeñado esta universidad, fundada por el Cardenal Francisco

Jiménez de Cisneros, en la difusión del erasmismo en la España del siglo dieciséis. Marcel

Bataillon estima que para ―comprender la actitud de España frente a la revolución protestante‖

(1966: 1) debemos necesariamente remontar al Cardenal. Este último se caracteriza por una

actitud reformadora que se manifiesta sobre todo en el seno de los franciscanos mismos. Por

lo que se refiere a la creación de la Universidad de Alcalá, ésta consiste en ―la instalación de

un organismo completo de enseñanza eclesiástica: elemental, media y superior‖ (Bataillon

1966: 10). El carácter innovador de la Universidad en España se debe sobre todo a su Facultad

de Teología, una nueva disciplina dentro de la escuela teológica que se dedica ―[a]l estudio

directo de la Biblia con ayuda de las lenguas originales de los dos Testamentos‖ (Bataillon

1966: 18), con que la Universidad reacciona contra la tendencia escolástica vigente en esta

época. Se instalan al mismo tiempo diversas cátedras de lenguas como el griego, el hebreo, el

árabe y el siríaco. Todo esto contribuye al gran proyecto de Cisneros que es la impresión de la

Biblia Políglota (1517), terminada cinco meses después de la muerte del Cardenal. A la

Políglota de Cisneros se añade en Alcalá rápidamente el Nuevo Testamento (1516) de Erasmo

y enseguida se va a considerar a su autor como ―portavoz de la escuela de Alcalá y como una

especie de vengador de la ciencia escriturística ultrajada por la precipitación del Novum

Instumentum en Basilea‖ (Bataillon 1966: 92). Mientras que en Alcalá el humanismo está en

pleno desarrollo, Erasmo se ve al mismo tiempo amenazado por una cierta hostilidad por parte

de los defensores de la antigua doctrina de la escolástica en Lovaina. Bataillon señala que

todo eso se debe al hecho de que ―en Lovaina el humanismo no tiene la buena fortuna de

disfrutar de situación privilegiada, de protección oficial, como ocurre en la Universidad de

Alcalá‖ (1966: 116). Esta protección oficial se explica por esta popularidad del erasmismo en

la Corte española entre personas como el canciller Gattinara y su secretario Alfonso de

Valdés. Se nota pues que a partir de este momento los humanistas de la Universidad de Alcalá

van a reconocer a Erasmo como su maestro y que por consiguiente el humanismo se va a

considerar casi como sinónimo del erasmismo y al revés. Es además en 1525 que encontramos

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una larga serie de reimpresiones25

de obras de Erasmo en Alcalá de Henares que se considera

como ―la primera manifestación en masa del erasmismo español‖ (Bataillon 1966: 164).

Por lo que se refiere a la población española, es mayoritariamente en los círculos de la

alta burguesía que vive en las grandes ciudades que el pensamiento erasmista conoce cierto

éxito:

Pero si el erasmismo encuentra terreno favorable entre la burguesía urbana cuyos

portavoces son los procuradores a Cortes, es en otras partes donde tiene sus núcleos,

en la porción más selecta de los clérigos mismos, en particular en las Universidades.

Donde el erasmismo cosecha sus mejores triunfos es sobre todo en Alcalá (Bataillon

1966: 157).

Se puede pues concluir que Erasmo y su pensamiento se han colocado en el alma de los

humanistas de Alcalá y que constituyen ambos la esencia de una revolución religiosa

española. Benito Arias Montano afirma en la novela que durante su estancia en Alcalá

―[a]cusar a Erasmus era para nosotros ofender a Dios‖ (de la Rosa 2007: 220). Dentro de este

espíritu lleno de fervor y entusiasmo se crea el Colegio Trilingüe de Alcalá. ―Es lícito suponer

que el Colegio Trilingüe vino a reforzar el atractivo que ejercía Alcalá sobre los jóvenes que

se destinaban a la Iglesia, y que su espíritu deja mayor o menor huella en los que por entonces

hacían en la Universidad sus estudios de Artes y de Teología‖ (Bataillon 1966: 345). Es

también en el mismo Colegio Trilingüe que el protagonista de la novela de joven se ha

matriculado.

2.1.3. “Non placet Hispania”

Sin embargo, a pesar del papel primordial que desempeña Erasmo y su pensamiento en

la Universidad de Alcalá de Henares, sus buenos contactos que entretiene con la Corte

española y la protección que el Emperador le ofrece frente a sus enemigos ortodoxos en

Lovaina, Erasmo se muestra muy recalcitrante en visitar el país al que debe tanto.

Cuando en 1517 recibe una carta de Cisneros que le invita a ir a España, Erasmo

declina. Bataillon nos informa que después de que la invitación fue renovada al cabo de unos

pocos meses, Erasmo escribe a Tomás Moro que ―Todavía no he tomado decisión alguna en

cuanto a la elección de mi residencia. España no me seduce; pues has de saber que el cardenal

de Toledo me llama allá de nuevo‖ (1966: 77). Esta explicación de Bataillon en torno a la

invitación de Erasmo a España, no se encuentra en la novela de Julio Manuel de la Rosa. En

realidad nadie sabe exactamente como debemos interpretar y explicar este non placet

Hispania de Erasmo. Lo único que podemos hacer en este caso, como lo formula Bataillon, es

25

Se trata de las obras Enchiridion, Paraclesis y el Christiani hominis institutum.

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―hacer conjeturas, interpretar según el humor de Erasmo tal como su correspondencia le deja

aparecer‖ (1966: 77). Por lo que se refiere a esta expresión consabida, de la Rosa ha sacado su

inspiración de la obra de Bataillon. Que el lector compare las dos siguientes citas de las cuales

la primera sale de Erasmo y España y la segunda de la novela:

España es, a sus ojos de occidental, uno de esos países extraños en que la cristiandad

entra en contacto con los semitas rebeldes al cristianismo y se mezcla con ellos.

Parece aquí como si hubiera, en este ciudadano del mundo, un secreto antisemitismo.

Ahora bien, sea que se haya contagiado de esta prevención en Italia, sea que haya

tenido que tratar con mercaderes marranos de Amberes y de Brujas, sea que juzgue a

priori la situación étnica de España de acuerdo con su historia, la Península ibérica se

le muestra como profundamente semitizada. [...] Como se ve, lejos de atraerle esa

España a la que desconoce profundamente, más bien le repugna (Bataillon 1966: 77-

78).

Erasmo era un típico occidental que desconfiaba del Sur y aunque magistral en su

pensamiento, le asustaba la idea de que en España conviviesen semitas y cristianos,

sentimiento que no deja de ser raro en un ciudadano del mundo. Tal vez estuviese

desalentado por su trato con los marranos de Amberes y Brujas. Pensaba que en

España apenas sí había algunos cristianos (de la Rosa 2007: 237).

Se nota aquí ya la aparente paradoja en la calificación de Erasmo como un ciudadano del

mundo y la conjetura de la presencia de un antisemitismo latente. Sin embargo, los dos

autores no utilizan estas dos calificaciones de Erasmo en el mismo contexto. Mientras que

Bataillon utiliza esta aparente contradicción para explicar la repugnancia que provoca España

en Erasmo, el narrador en la novela hace sus propias conjeturas: ―Respetuosamente seguimos

pensando que su famoso non placet Hispania fue consecuencia quizás de su corto ánimo y de

su excesivo espíritu conservador, de esa tendencia suya de distanciarse de lo que intuía

peligroso‖ (de la Rosa 2007: 220). No ha utilizado la información que ha sacado de la obra

Erasmo y España para explicar el non placet Hispania. Otra conjetura propuesta por Benito

Arias Montano, que no se encuentra en la obra de Bataillon, refiere a los dos grandes pecados

que caracteriza la España inquisitorial del siglo dieciséis que son la intolerancia y el fanatismo

religioso:

Acontecimientos muy crueles y tristes de nuestra intolerancia y fanatismo, que de

ambas cosas parecía bien enterado Erasmus por sus muchas lecturas, por su

correspondencia y por las largas conversaciones que mantuvo en Lovaina con Juan

Luis Vives, cuando éste le contó sus pesares y su huida de España debida a su

ascendencia judía, que le costó a su padre ser quemado vivo. Los restos de su madre

fueron desenterrados y quemados. Se explica algo el non placet Hispania de

Desiderii (de la Rosa 2007: 221).

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Tanto como los demás historiógrafos, el Benito Arias Montano de Julio Manuel de la Rosa no

ha encontrado una explicación concluyente para la actitud negativa de Erasmo frente al país

en el que se ve glorificado hasta las nubes. Por un lado vemos que el autor ha incorporado la

posible explicación propuesta en Erasmo y España de Bataillon pero que recurre a otras

conjeturas como la amistad entre Erasmo y Juan Luis Vives, que perdió a sus padres de

manera horrible por su ascendencia judía. Por el otro lado podemos interpretar esta actitud de

Arias Montano en la novela como una manifestación de su gran admiración para Erasmo, es

decir que busca disculpas a Erasmo que perjudican menos a la reputación ‗antisemita‘ de

Erasmo propuesta por Bataillon pero que al mismo tiempo son menos tajantes. Así Julio

Manuel de la Rosa intenta a crear una imagen aun más íntima y verídica de Arias Montano

meditando la vida de Erasmo.

2.2. El erasmismo

Acabamos de esbozar la relación extraña que Erasmo mantenía con España y en

particular con la Corte y la Universidad de Alcalá de Henares, siendo ambas focos

importantes para el desarrollo del erasmismo. Pero ¿qué significa exactamente este

erasmismo?, ¿cuáles son sus características que han permitido a este pensamiento transformar

el paisaje religioso? Como en el apartado anterior, vamos en una primera instancia recurrir a

la novela de Julio Manuel de la Rosa, para luego profundizar la información a partir de la obra

de Marcel Bataillon.

Dentro de la novela, Benito Arias Montano ya nos procura lo esencial del erasmismo

cuando se compara con su maestro. Tanto como Erasmo, Arias Montano siempre ha sido un

adepto de un cristianismo interiorizado: ―[...] lo único que he pretendido siempre, como mi

hermano Erasmo, ha sido un cristianismo profundo e interior, sin mayores y estridentes

aparatos de culto e incienso, además de la pureza en las costumbres para evitar la vergonzosa

relajación de los clérigos‖ (2007: 46). Aunque acabamos de ver que la Corte española se

había casi integralmente erasmizado, el ideal de Erasmo no era completamente compatible

con este país. El sueño de Erasmo (y de Benito Arias Montano) choca con los dos pecados de

la España inquisitorial que son la intolerancia y el fanatismo. Aquí se ve de nuevo surgir una

de las causas que podrían haber originado el non placet Hispania de Erasmo. Benito Arias

Montano explica que

Los dos soñamos en reunir mediante el espíritu a todos los hombres de buen corazón,

convencido él y yo de que sólo la alianza establecida por los vínculos de la cultura

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será, hoy y siempre, la salvación del mundo, sin tener en cuenta países o razas. Un

sueño abatido y derrotado por las tormentas de la intolerancia y el fanatismo (de la

Rosa 2007: 25).

Esta idea de ―la salvación del mundo, sin tener en cuenta países o razas‖ deseada por Erasmo,

corresponde a la de San Pablo26

. Marcel Bataillon en su obra explica que el cristianismo de

Erasmo se apoya en la imagen de San Pablo según la cual

«Todos [...] entre nosotros somos miembros unos de otros, y como miembros

ayuntados hacemos un cuerpo. De este cuerpo la cabeza es Jesucristo, y la cabeza

de Jesucristo es Dios». Así, pues, el verdadero cristianismo es en primer lugar

negación de todas las discordancias que enfrentan a los individuos, al las

categorías, a los órdenes, a las clases, a las naciones (Bataillon 1966: 203).

Al lado de este cristianismo interiorizado que constituye el núcleo del erasmismo nos

es imprescindible ligar todo este pensamiento a una tendencia de la que se percibe los

primeros brotes en la época de Erasmo que es el humanismo. Es consabido que el humanismo

desde punto de vista de la tradición textual implica, como lo explica Benito Arias Montano en

la novela, ―el regressus ad fontes [...], el estudio de las Sagradas Escrituras desde su origen y

raíz de sus lenguas‖ (2007: 16). Encontramos también este retorno a las fuentes en el

comportamiento de Erasmo que se caracteriza por consiguiente claramente por un

pensamiento humanista. Sin embargo, Erasmo no se contenta con un simple estudio de las

Sagradas Escrituras sino que va a ir más lejos exponiendo el deseo de pasar a una traducción

de la Biblia a todas las lenguas. Aquí se observa ya la idea de una vulgarización de la Biblia a

la que contribuyó Lutero con su traducción del Nuevo Testamento al alemán que implicaba

simultáneamente la uniformización de esta lengua:

Erasmo puso toda su esperanza en un mejor conocimiento de las Sagradas Escrituras.

No sólo era necesario estudiar los textos originales, sino traducir la Biblia a todas las

lenguas. La escritura contiene la verdadera sabiduría, la filosofía de Cristo accesible a

todos los hombres. Erasmo luchó por una Reforma pacífica de la Iglesia (de la Rosa

2007: 87-88).

Acabamos de vincular superficialmente erasmismo y humanismo. Ahora nos queda explicar

la correlación que existe entre los dos en un nivel más profundo a partir del estudio de Marcel

Bataillon. En su Erasmo y España Bataillon explica que ambas tendencias no sólo se

caracterizan por un mismo propósito, sino que para realizar su intención casi van a fusionar.

Estamos hablando aquí de un humanismo que asimismo gracias al gran éxito del erasmismo

iba a conocer un florecimiento gigantesco:

26

San Pablo de Tarso fue uno de los discípulos más activos de Jesucristo.

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Con él, el humanismo se propone como tarea restituir el mensaje cristiano en su

auténtica pureza, y lograr la unidad de los mejores pensamientos humanos en torno a

una filosofía de Cristo en que el hombre moderno pueda encontrar la alegría y la paz.

Erasmo no es el profeta de un Renacimiento que venga a divinizar al hombre y

prometer inhumanos triunfos a su intelecto y a su energía. Le basta con que el

hombre, por mediación de Cristo, participe de lo divino y penetre así en un reino de

amor y de libertad (Bataillon 1966: 802).

Más lejos, en el apartado que vamos a dedicar a las obras de Erasmo, todos estos diferentes

aspectos del erasmismo y su relación con las tendencias de la época volverán a ser abordados

pero de manera más profunda visto que es primariamente a través de sus obras que se dará a

conocer el erasmismo por todas partes.

Una vez establecido el contenido del pensamiento erasmista vamos a dedicar nuestra

atención a la formación de Erasmo y su pensamiento, es decir, cómo se ha desarrollado su

doctrina ―si es legítimo utilizar este término para referir al erasmismo― tan estimada en

España. Nuestro propósito será aquí concentrarnos esencialmente en dos personas que son el

inglés John Colet y el sevillano Francisco de Osuna. Ambos han influido en Erasmo y han

contribuido a la formación de su pensamiento. Nos vamos a limitar a estas dos figuras porque

por un lado es imposible comentar todas las personas y obras que han jugado un papel más o

menos importante en la vida de Erasmo y por el otro lado porque en el caso de Francisco de

Osuna podemos demostrar que Julio Manuel de la Rosa se ha servido de la obra de Marcel

Bataillon para crear su novela y porque hemos detectado unas interesantes discrepancias entre

las dos obras por lo que se refiere a John Colet.

Primero vamos a yuxtaponer la información que nos proporciona tanto El ermitaño del

rey como el Erasmo y España en torno a la figura de Colet. Algo que salta inmediatamente a

la vista cuando examinamos la obra de Julio Manuel de la Rosa es que en la novela no figura

el nombre de John Colet sino el de Henry Colet con quien Erasmo entró en contacto durante

su estancia en Inglaterra hacia 1499: ―Entonces fue cuando conoce a Henry Colet, un

comerciante textil de incalculable fortuna, dos veces lord alcalde de Londres‖ (de la Rosa

2007: 77). Aquí ya encontramos una primera discrepancia entre las dos obras visto que ni

siquiera aparece el nombre de Henry Colet en la obra de Bataillon, pero sí el de John Colet. A

propósito de Erasmo y John Colet, Bataillon nos informa que ―[a] unos cuantos años de

distancia, se convierten en servidores de un humanismo cristiano cuyo hechizo deslumbró a

Erasmo en París, y del cual impregna Colet los estatutos que da a la escuela de San Pablo de

Londres‖ (1966: 27). Para resolver este misterio en torno al nombre de Colet hemos

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52

consultado el sitio en línea27

del St. Paul‘s School o la escuela de San Pablo en Londres en

que hemos encontrado la información siguiente:

John Colet was born in London in 1467, the eldest son of wealthy merchant Sir

Henry Colet, twice Mayor of London, and was the only one of 10 brothers and 11

sisters to survive much beyond childhood. […] Colet's great friendship with Erasmus

is also meant to have begun at Oxford, when the two met in 1498. […] Colet was, in

his time, a greatly influential figure, and remains so, even today. His life has created

much interest and conflict in both academic and religious communities.

Resulta pues que Henry Colet era el padre de John y que como lo describe Julio Manuel de la

Rosa era dos veces lord alcalde de Londres y un hombre con una fortuna considerable. Parece

que de la Rosa, y no el narrador, ha confundido los dos nombres en su obra, visto que leemos

en su obra que Erasmo conoció a Henry hacia 1499 y que el sitio del St. Paul‘s School

confirma que los dos se conocieron en 1498. No sabemos qué razón tenía de la Rosa para

cambiar los nombres del padre y del hijo. A lo mejor se trata de un simple descuido por parte

del autor, dado que sí escribe en su novela que ―ambos eran de la misma edad‖ y que sabemos

por la novela que Erasmus nació en 1469 y que según el sitio del St. Paul‘s School, John y no

Henry Colet nació en 1467.

Una segunda discrepancia se sitúa al nivel de la influencia que tuvo John Colet en

Erasmo. En su obra Marcel Bataillon no habla tanto de John Colet pero en las pocas ocasiones

que sí menciona su nombre, constatamos que la información no concuerda con la en la novela

de Julio Manuel de la Rosa. Este último a través de su personaje principal Benito Arias

Montano estima que la influencia de Colet en Erasmo no ha traspasado el umbral de una mera

amistad y admiración de Erasmo para Colet:

Es delicado por exageración de diversos autores, el tema de la enorme influencia que

Colet ejerció sobre Erasmus. Ambos eran de la misma edad. Colet dictó en Oxford un

celebrado ciclo de conferencias sobre las cartas paulinas, que entusiasmaron a

Erasmus, allí presente. Oponiéndome a la mayoría, encuentro que no hubo otras

influencias que este pasajero encuentro y la humana simpatía que ambos se

profesaban, sin olvidar la fortuna de Colet, de la cual Erasmo pensaba sacar

provecho. No se explica bien la devoción de Erasmus por Colet desde el punto de

vista de las relaciones intelectuales. Me parece, después de alguna meditación sobre

el tema, que Erasmus admiraba en Colet algo que a él mucho le faltaba, que era el

valor. [...] El célebre sermón de Colet en la Asamblea denunciando los defectos del

clero inglés, significaba para el tímido Desiderii el colmo de la valentía intelectual, la

expresión más alta de la integridad (de la Rosa 2007: 77-78).

Marcel Bataillon por su lado a través de la poca información que nos proporciona por lo que

se refiere a John Colet, sí destaca una influencia considerable de este último en algunas de las

27

www.stpaulsschool.org.uk/page.aspx?id=8362

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obras erasmianas. Así señala por lo que se refiere a sus varios Coloquios que entre éstos ―hay

una que se intitula la Piadosa conversación de dos niños que ―define un ideal de piedad

interior que se remite al ejemplo de John Colet‖ (1966: 144). También hace una fuerte

afirmación en el apartado que trata del Enchiridion de Erasmo que va en contra de la opinión

de Julio Manuel de la Rosa cuando escribe que ―[t]odo el mundo está de acuerdo en

considerar que este Manual28

se escribió en el entusiasmo de un descubrimiento aún fresco de

San Pablo bajo la dirección de John Colet‖ (Bataillon 1966: 206). Una última cita de la obra

de Bataillon con la que se opone a la novela en cuanto a la influencia de Colet en Erasmo

figura en la página 290: ―[v]emos también al gran Erasmo proponer una imagen de la

verdadera piedad, y esta imagen es tan cara para él, que la coloca bajo el patrocinio del

venerado John Colet‖. Estos tres elementos sacados del Erasmo y España abogan pues por

una influencia del humanista inglés que traspasa la noción de amistad y que se destaca aun en

las obras mismas de Erasmo. Aquí Julio Manuel de la Rosa, a través de su protagonista,

parece haber querido poner en escena una pequeña polémica intertextual. Sin embargo la

presunción hecha por de la Rosa de que la influencia de Colet se reduce a una simple amistad

no parece concordar con algunos elementos que figuran en su novela. De esa manera dice en

la página 77 que ―Colet dictó en Oxford un celebrado ciclo de conferencias sobre las cartas

paulinas, que entusiasmaron a Erasmus, allí presente‖. Paralelamente habíamos ya establecido

que el erasmismo se caracterizaba por una fuerte presencia de la imagen de San Pablo. Se lee

además en la novela que Erasmo ―[g]uardaba en su biblioteca los apuntes impresos de Lutero

sobre los Salmos y sus lecciones sobre las cartas de San Pablo, que leía en Griego. Un día

trabajando en las Cartas a los Romanos, llegó un gran descubrimiento.‖ (2007: 213). Este gran

entusiasmo de Erasmo para las conferencias sobre las cartas paulinas, la influencia de San

Pablo en el erasmismo y el gran interés de Erasmo en las lecciones sobre las Cartas a los

Romanos de Lutero nos conduce a poner en entredicho hasta rechazar la afirmación de Julio

Manuel de la Rosa y adoptar la de Marcel Bataillon. Sin embargo no tenemos prueba

suficiente para demostrar que estos tres elementos tienen como denominador común a John

Colet, aun porque nuestro intento se limita a comparar las obras entre sí y señalar las

incongruencias, pues dejamos por parte del lector decidir cuál de las dos teorías recibe su

preferencia.

La segunda persona que ha dejado sus huellas en el erasmismo es el sevillano

Francisco de Osuna y lo ha hecho a través de su obra el Tercer Abecedario espiritual.

28

Se trata del Manual del caballero cristiano o el Enquiridion Militiis Christiani.

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Contrariamente al caso de John Colet no se trata de la persona, sino de la obra que ha tenido

una influencia en Erasmo. Al lado de eso podemos claramente demostrar que esta vez, Julio

Manuel de la Rosa ha sacado su información casi literalmente de la obra de Marcel Bataillon.

En el Tercer Abecedario espiritual, Francisco de Osuna busca proporcionar una especie de

manual para realizar una limpieza, una purificación espiritual con la que el religioso podría

alcanzar la comunicación y la amistad de Dios. Esta influencia de la obra de Francisco de

Osuna ya se ve confirmada además por Bataillon: ―[v]erdaderamente, la reforma interior que

predica Erasmo es mucho menos una reforma de las costumbres que una reforma mental‖

(1966: 202). Julio Manuel de la Rosa utiliza la información de Bataillon para explicar el lado

misógino en el carácter de Erasmo. Que se compare las dos siguientes citas de las que la

primera proviene de la novela y la segunda de la obra de Bataillon:

En la misoginia de Erasmus no se debe descartar la lectura del Tercer Abecedario

espiritual, de Francisco de Osuna, que leyó precisamente en Italia. Muy identificado

con la idea por la cual el alma busca a Dios en su propio seno, Erasmus inicia una

limpieza de fondo, una poda externa, que significaba a su vez un intento de

desprendimiento total de las cosas del mundo. Los que deseen llegar a la alta y pura

contemplación de Dios, deben abandonar las criaturas de la Humanidad para subir así

más alto y recibir sin obstáculo la amistad de Dios. Purificación total de pasiones y

deseos (de la Rosa 2007: 134).

[E]l Tercer abecedario espiritual de Fr. Francisco de Osuna. Es un método por el

cual el alma busca a Dios en su propio seno, en un desprendimiento tan total del

mundo, que deja a un lado el pensamiento de toda cosa creada, y hasta el

pensamiento discursivo [...] « conviene a los que se quieren allegar a la alta e pura

contemplación, dejar las criaturas e la sacra Humanidad para subir más alto y recibir

más por entero la comunicación de las cosas puramente espirituales ». Esta

espiritualidad se apoya en las enseñanzas de San Bernardo y de Gersón; es una

disciplina del alma que tiende a prepararla para « la amistad e comunicación de

Dios ». Es preciso desembarazar el corazón, « y en tal manera se debe desembarazar,

que dél se vacie y eche fuera todo lo criado, para que el señor dello sólo more dentro

de él ». Todo el tratado de Osuna es una guía minuciosa que conduce a ese resultado

final a través de una purificación de las pasiones y de los deseos (Bataillon 1966:

167-168).

La yuxtaposición de estas dos partes nos permite demostrar que Erasmo y España ha servido

como fuente para crear una dimensión de veracidad histórica dentro de la novela. Sin embargo

para comprender mejor el surgimiento del erasmismo español hace falta ahondar la influencia

del Tercer Abecedario espiritual. La parte que sigue servirá pues como una explicación

complementaria a base de la obra de Marcel Bataillon.

En su obra Bataillon señala que el erasmismo español se ve en realidad incluido en un

movimiento de carácter espiritual mucho más vasto pero también más conocido que es el

movimiento de los llamados alumbrados, es decir, el iluminismo. Este iluminismo español

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debe interpretarse como no relacionado con el dicho protestantismo al que da luz Lutero con

sus noventa y cinco tesis clavadas en la puerta de la Iglesia de Wittemberg. ―El iluminismo

español es, en sentido amplio, un cristianismo interiorizado, un sentimiento vivo de la gracia‖

(Bataillon 1966: 167). Dentro de esta doctrina distinguimos dos tendencias diferentes que son

la del recogimiento y la del dejamiento. Por lo que se refiere a esta primera tendencia

Bataillon precisa que ―[e]l recogimiento es la espiritualidad que florece entonces entre los

franciscanos reformados de Castilla la Nueva. Es un florecimiento del misticismo alentado

por Cisneros, que encontrará su expresión más rica y matizada en el Tercer abecedario

espiritual de Fr. Francisco de Osuna‖ (1966: 167). Ya acabamos de ver lo que implica

precisamente la obra de Francisco de Osuna. En cuanto a la segunda tendencia que es la de los

dejados, ésta se caracteriza por ―una gran desconfianza hacia toda manifestación llamativa de

amor divino. Las gracias sobrenaturales que una espiritualidad ambiciosa se complace en

publicar, las tienen ellos por engaños del demonio, y aun sospechan que son pura comedia‖

(1966: 171). El mismo Francisco de Osuna dice a propósito del dejamiento que

«Aunque en nuestros tiempos [...] haya muchas personas visitadas de Dios con

abundancia de gracia, también hay muchos tan ajenos della, que viendo en otros por

algunas señales exteriores lo que no ven en sí, tiénenlos por locos y engañados o

endemoniados, y el menor mal que otros les atribuyen es la hipocresía...» (Bataillon

1966: 170).

Otra diferencia entre el recogimiento y el dejamiento es que aquéllos ya no han entrado en

contacto con la temible Inquisición y su censura, mientras que los que predican el dejamiento

se caracterizan por un mayor descuido. Su propósito común es que ambos buscan dar

―unánimemente la espalda a la devoción triste, inquieta, que evoca con todo detenimiento los

sufrimientos del Crucificado para llorar por ellos‖ (1966: 176).

Al lado de estas dos tendencias se distingue particularmente otro grupo de mujeres que

aparecen también en la novela. Estas mujeres al que refieren con la denominación de beatas

―tienen fama de estar alumbradas por el Espíritu Santo; [...] todos admiran la profundidad con

que comentan la Escritura sin saber latín ni teología; estas « siervas de Dios » llevan a cabo

verdaderas curaciones espirituales, cuya secreta parece residir en la sencillez familiar con que

enseñan el amor de Dios‖ (Bataillon 1966: 177). Gracias a esta explicación sobre las beatas ya

estamos capaces de comprender el pequeño y único comentario de Benito Arias Montano

cuando refiere a estas mujeres que se encuentran en su cuarto: ―Rezan, rezan y rezan, raza de

rezadores, muy propia de esta ciudad; beatas, hombres y mujeres que rezan sin entender del

todo lo que están diciendo‖ (2007: 207).

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2.3. Las obras de Erasmo

En el apartado anterior hemos intentado esbozar un poco el contenido y el desarrollo

del pensamiento de Erasmo. Ahora nuestro propósito será examinar las obras de Erasmo.

Visto que Erasmo era más bien un hombre tímido a quien no le gustaba perorar o predicar su

‗doctrina‘ nos es en realidad imprescindible recurrir a sus obras para profundizar los

diferentes aspectos de su pensamiento. Por lo que se refiere a la novela de Julio Manuel de la

Rosa, la presencia de las obras de Erasmo se limita en la mayoría de los casos a una simple

mención sin que el autor lo estime necesario referir a su contenido. Además sólo encontramos

las obras más conocidas. Por eso vamos utilizar de nuevo la obra de Marcel Bataillon como

fuente para ofrecer una pequeña sinopsis del contenido de cada obra. Al lado de eso vamos a

limitarnos a las obras erasmistas en la novela de de la Rosa. Finalmente añadiremos unas

observaciones en cuanto a la selección de obras que ha hecho de la Rosa y también sobre

algunos problemas en la España de la Inquisición por lo que se refiere a la traducción de

Erasmo y la conferencia de Valladolid.

2.3.1. Los Adagios

La obra intitulada Adagios se publicó en 1500 y a lo largo del tiempo ha sido aumentado

varias veces por el autor. En la novela el narrador dedica una sola frase a este obra: ―[p]ublica

sus inefables Adagios en 1500, sobre los que me hubiese detenido con mucho gusto‖ (de la

Rosa 2007: 101). Según Bataillon, podemos encontrar ya en el comentario de Erasmo en

torno a los adagios antiguos algunas consideraciones cristianas: ―[é]l , más que ningún otro,

descubrió en los proverbios, como en los sabios de la Antigüedad, una especie de cristianismo

eterno‖ (1966: 51). Los Adagios son en efecto una gran manifestación del lado humanista de

Erasmo: no solo tienen su importancia desde punto de vista lingüístico por la recuperación de

una antigua tradición de proverbios, sino que van a influenciar la evolución de la lengua

misma por la reacción típica humanista de Erasmo contra un latín de uso cotidiano bastardo:

El erasmismo aportó un refuerzo [...] a la tradición española de los proverbios,

también expresiones definitivas del hombre, también condensaciones de experiencia,

pero caídas en un riguroso anonimato, seleccionadas, moldeadas para los siglos por el

uso popular. [...] Con los Adagios, en efecto, nos hallamos en el meollo mismo de la

literatura humanística, y rozamos ese género mal definido que se llama el ensayo

(Bataillon 1966: 626-27).

Con su precisión lingüística, Erasmo llegará a dar la luz a toda una nueva manera de abordar

la lengua con reflexiones sobre varios aspectos como su dignidad, su genio propio y

contribuirá finalmente al ―nacimiento de de las literaturas modernas‖ (Bataillon 1966: 692). A

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título ilustrativo vamos a añadir algunos de estos proverbios que nos han llegado gracias a la

obra de Erasmo y que hoy en día se siguen utilizando:

―Más fácil decirlo que hacerlo‖

―El pasto siempre es más verde en el campo ajeno‖

―Una golondrina no hace verano‖

―Más vale prevenir que curar‖

2.3.2. El Enchiridion

La segunda obra publicada en 1503 es una de las más conocidas de Erasmo. Se trata

del Enchiridion Militiis Cristiani o bien el Manual del caballero cristiano. Aquí de nuevo el

autor evita tratar el contenido de la obra. Algo que Benito Arias Montano sí nos revela es que

el ―Enquiridion Militis Christiam tiene por debajo una historia desconocida, casi secreta y

sobre todo contradictoria para el autor del Manual del caballero cristiano. Una historia procaz

[...] Aquí no desvelo nada más que la superficie del asunto‖ (2007: 156-57). A partir de este

anuncio el protagonista comienza a contar una historia anecdótica sobre un militar, al que

conoció Erasmo en los Países Bajos, con un profundo desprecio para los teólogos. A petición

de la mujer del militar, maltratada en su matrimonio, Erasmo va a conseguir que el militar

―dejó la lujuria y el vino y retornó feliz al hogar‖ (2007: 158). Benito Arias Montano repite en

la página 179 que ―[...] Erasmus escribe en Enquiridion que el primer pecado de todos es la

lujuria. Ningún otro, ni siquiera la envidia o la avaricia, ata al pecador más pronto ni con

mayor fuerza, ni más largamente, ni lleva más gente a la ruina‖. Por lo que se refiere a la obra

de Marcel Bataillon no figura nada de lo que acabamos de citar de la novela, aunque dentro de

su obra Bataillon dedica todo un capítulo al Enchiridion. Aquí vamos a reproducir lo esencial

de esta obra erasmista29

. El Enchiridion es la obra que refleja lo mejor la esencia del

pensamiento y la filosofía erasmista. La obra consta de unas 22 reglas con las que Erasmo

busca orientar al lector a ser un buen cristiano y con el propósito de transformar al lector en lo

que Erasmo llama un ‗caballero cristiano‘. Por lo que se refiere a este último Bataillon nos

explica que ―[e]l caballero cristiano cuya imagen ideal traza dispone de dos armas fortísimas:

la oración y el conocimiento de la ley divina‖ (1966: 193-94). Con su Manual Erasmo se

encierra en y va a servir un movimiento espiritual más amplio. Este movimiento que hemos

visto ya en el apartado sobre el erasmismo es el iluminismo. Cuando se lleva a cabo el

Enchiridion, la obra va a jugar un papel de primordial dentro del iluminismo español:

29

Remitimos al capítulo IV pp. 166-226 de Erasmo y España.

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Ningún libro mejor que el Enquiridion podía satisfacer esta necesidad de renovación

religiosa y moral que se iba abriendo paso en el iluminismo. Por su moderación

matizada, parecía adelantarse a las recriminaciones ortodoxas con que chocaba, desde

el asunto Lutero, cualquier reivindicación del cristianismo en espíritu. [...]

Profusamente difundido por la imprenta, su poder se ejerce mucho más allá de los

círculos reducidos a quienes llega la palabra. Resiste a las deformaciones. Reflexión

solitaria sobre el libro, pero comunidad de pensamiento creada entre los lectores de

un mismo libro. [...] El iluminismo español, al adoptarlo como libro de cabecera, deja

de ser un movimiento puramente local, alimentado, es cierto, en la Biblia y en los

místicos, pero suspendido de las fórmulas y de las personas de ciertos autodidactos

inspirados (Bataillon 1966: 209).

El tema que va a servir como eje giratorio del Enchiridion y en torno al cual Erasmo va a

organizar lo esencial del cristianismo, como lo revela Bataillon, consiste en la separación de

la carne y el alma. Es ésta la regla quinta en que se ve escondida una condena sutil de la

ignorancia y además el materialismo de los religiosos. Erasmo recurre aquí de nuevo a San

Pablo y ―muestra a los cristianos una vía más alta. Levantarse de la carne al espíritu, de lo

visible a lo inteligible [...] Todos los libros sagrados deben leerse según este método que

busca el espíritu bajo la letra‖ (Bataillon 1966: 198). Todo esto refiere a una espiritualidad

interiorizada que Erasmo vuelve a poner de relieve con la expresión famosísima Monachatus

non est pietas. En la novela se encuentra una referencia indirecta a esta enunciación, es decir

que Benito Arias Montano revela que Erasmo mismo nunca llevo el hábito de monje:

―Erasmo fraile sin vestirse de fraile. Con sutiles pretextos que sólo él podía barajar, consiguió

de dos Papas la dispensa de vestir la sotana. Por el achaque de la salud nunca respetó el deber

del ayuno y siempre fue monje sin la disciplina monacal‖ (2007: 48). Sin embargo aunque

Arias Montano hace esta observación no refiere por ningún lado de manera directa al

Monachatus non est pietas de Erasmo. Finalmente Bataillon resume que con su obra Erasmo

quería fomentar una revisión profunda de las reglas y los valores religiosos predicando pues

―un cristianismo interior que prescinde de los dogmas, de las ceremonias y de las reglas‖

(Bataillon 1966: 98). Esta obra iba a lo largo alimentar una verdadera revolución espiritual.

2.3.3. El Panegírico

Otra obra de Erasmo cuyo nombre aparece dos veces en la novela de Julio Manuel de la

Rosa es el Panegírico de Felipe el Hermoso. De nuevo el narrador no da más información

salvo el hecho de que Erasmo ha dedicado este Panegírico al archiduque Felipe. Sin embargo,

el Erasmo y España resulta también muy parco con sus reseñas. Marcel Bataillon nos explica

que Erasmo había escrito y ofrecido la obra con ocasión del regreso del archiduque Felipe a

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Brabante y que en retorno Erasmo había recibido cierta recompensa financiera para ayudarle a

completar sus estudios en Lovaina:

Como leal súbdito había compuesto un panegírico para felicitar a Felipe el Hermoso

por su feliz retorno a Brabante después de su ―triunfal viaje a España‖ ; se lo había

leído al Príncipe, en presencia del Gran Canciller de Borgoña, el día de Reyes de

1504. Este rasgo de elocuencia latina había atraído sobre él las munificencias de

Felipe: no contento con agradecer mediante un regalo de cincuenta libras el

ofrecimiento del Panegírico había concedido ese mismo año un importante subsidio

―al hermano Erasmo Roterdamense‖ para que pudiese proseguir su vida estudiosa en

Lovaina (Bataillon 1966: 79).

2.3.4. El Elogio de la locura

El Elogio de la locura, quizá la obra más conocida de Erasmo, no puede faltar dentro

de una biografía de Erasmo. Por consiguiente, no habíamos esperado nada más que la

referencia en varias ocasiones a esta obra por Benito Arias Montano. Se nota además que

contrariamente a las demás obras Arias Montano no se limita a una simple mención de la obra

sino que nos explica como ha nacido la obra e incluso encontramos una cita sacada del Elogio

de la locura. A través de esta cita precedida por una afirmación propia, Arias Montano se

compara con el gran humanista español, hasta llamarse ―hermanos des espíritu‖.

Una lejana mañana en otoño, apenas amanecido en el silencio de la Peña, escribí así:

« Hombres cercanos existen que se pierden por mujeres livianas que sólo ofrecen

desdén y soledad para el espíritu ». Meses después, leí, en su Elogio de la locura:

« Un hombre se puede perder por una mujer que sólo le ofrezca desdén y ruina ».

Erasmo escribió tal pensamiento en 1509 y entonces yo no había nacido (de la Rosa

2007: 24).

Más lejos en la novela Arias Montano vuelve a hablar sobre el Elogio de la Locura. Esta vez

nos explica dónde, cómo y cuándo se creó la obra.

[...] me consta que el Elogio fue escrito por ocio, en casa de su amigo Tomás Moro,

en Londres, durante la primavera de 1509. Erasmo lo escribió en el increíble tiempo

de una semana, en un grato ambiente de amigos y buen humor, con influencias de

Luciano y de S. Brant, el autor alemán de la Nave de los locos (de la Rosa 2007: 130-

31).

Tanto como fue el caso de las demás obras, Julio Manuel de la Rosa no se ha basado en la

obra de Marcel Bataillon. En efecto, la información que recibimos en Erasmo y España se

limita más bien al aspecto lingüístico, el valor literario y también lo que Bataillon indica

como las ―intenciones utilitarias‖. Por lo que se refiere al conjunto de las obras de Erasmo

Bataillon cita a un otro autor, Allen, que dice que

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una parte reducidísima de lo que escribió puede clasificarse en la pura literatura.

Existen algunos poemas sin importancia. Pero, exceptuados éstos, hay siempre un

designio bien definido ―moral, social o político― que atraviesa todo cuanto

escribió, y a este designio están siempre subordinadas las consideraciones de

arte (Bataillon 1966: 614).

Tanto en sus Coloquios, de los que el narrador sólo menciona uno que se intitula Una dieta de

pescado, como en el Elogio de la locura podríamos pues encontrar estas intenciones utilitarias

de valor moral, social o político. Por lo que se refiere a los Coloquios, de los que Erasmo ha

escrito un número considerable, no vamos a elaborar sobre ellos en esta investigación primero

porque sería imposible abordarlos todos y en segundo lugar porque juegan un papel

minoritario en la novela de Julio Manuel de la Rosa. El único Coloquio al que refiere Benito

Arias Montano es Una dieta de pescado en que Erasmo arremete contra el rector de Montaigu

―el espeso Jean Standouck, austero hasta el histerismo y temido especialista en restaurar la

disciplina en monasterios relajados y viciosos. Erasmus lo tacha de mezquino sin caridad

cristiana, capaz de rebajar la dieta, de suyo parca y endeble, a los estudiantes pobres del

Collège‖ (2007: 74-75). De todos modos, Arias Montano califica el coloquio como muy

divertido y admirable.

2.3.5. Las Paráfrasis del Nuevo Testamento

La obra intitulada Paráfrasis del Nuevo Testamento ya refiere con su título al lado

humanista de Erasmo. Con sus paráfrasis Erasmo intenta vulgarizar la Biblia explicándola de

manera exhaustiva en un latín depurado según la tradición humanista. En sus Paráfrasis

Erasmo publicó en el margen de cada página el texto original del Nuevo Testamento de modo

que la gente pudiera controlar sus paráfrasis. A pesar de que la obra se consideró como una

blasfemia, aun con la incorporación del texto original del Nuevo Testamento, tuvo un gran

éxito con la gente que no había tenido una formación en teología (Vermeir 2006-2007: 110)

Esta obra no mereció más que una sola frase en la novela de Julio Manuel de la Rosa. Sin

embargo lo que sí se ve elaborado dentro de la novela es la posición de Erasmo frente al

Antiguo Testamento. Acabamos de ver que Erasmo tuvo una predilección por el Nuevo

Testamento del que no hizo solamente una Paráfrasis, sino que escribió también una serie de

Anotaciones al Nuevo Testamento. Por lo que se refiere al Antiguo Testamento, Erasmo tuvo

algunos problemas y objeciones en cuanto al contenido, sobre todo en cuanto a la imagen que

divulga de Dios. Se trata en particular de la imagen de un Dios vindicativo y guerrero que

molesta tanto a Erasmo como a Benito Arias Montano. Aquí podemos otra vez demostrar que

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61

Julio Manuel de la Rosa se ha inspirado de la obra de Marcel Bataillon Erasmo y España

hasta tal punto que va a copiar una frase del Evangelio de Juan. Que el lector compare los dos

fragmentos siguientes de los que el primero sale de la novela y el segundo ―a partir del cual

se construyó claramente el primero― de la obra de Bataillon:

El Antiguo Testamento incomodaba al maestro. Nunca entendió a un Dios de la

venganza. Erasmo pensaba, y yo ciegamente con él, que el Testamento de Cristo está

resumido en la súplica que hace Él al Padre: «Que todos sean uno, como Tú eres en

sí, Padre y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros» (de la Rosa 2007: 237).

Se siente que a Erasmo le estorban un poco los pasajes del Antiguo Testamento en

que se habla de un ―Dios de ejércitos‖, de un ―Dios de la venganza‖. ―Muchas

diferencias hay entre el Dios de los judíos y el de los cristianos ―observa―,

comoquier que, de su misma natura, libros de la ley antigua ―y se adivina que

Erasmo los abandonaría de muy buena gana―, fuerza es interpretarlos

espiritualmente: el ejército que Dios encabeza no puede ser sino una coalición de las

virtudes contra todos los vicios; la única venganza digna de Dios es el castigo de los

vicios.

Porque el Testamento de Cristo sí que no es ambiguo. Podría resumirse en

esta súplica que Él hizo a su Padre, en el umbral de la muerte: ―Que todos sean uno:

como tú eres en mí, Padre, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros‖ (Juan,

XVII, 21). Que sean uno. Cristo no dice ―unánimes‖. Se trata de la más perfecta, de la

más inefable unidad. La ley de Cristo se resume en dos mandamientos muy

semejantes el uno al otro: amor de Dios y amor mutuo (Bataillon 1966: 87-88).

2.3.6. El Antibarbarum liber

Otra obra de Erasmo al que el narrador hace referencia en su novela es el

Antibarbarum liber. Sin embargo la información se restringe a la simple mención de que

Erasmo comienza a escribir esta obra una vez ordenado ―sacerdote por el obispo de Utrech

[sic] en 1492‖ (de la Rosa 2007: 48). Tampoco merece mucha atención en la obra de Marcel

Bataillon. Aquí nos enteramos de que, cuando se acabó la impresión de la obra en la casa de

su amigo Froben, Erasmo ofreció un ejemplar al hijo de Cristóbal Colon, Fernando, y que le

mencionó en su dedicatorio, cuando este último vino a visitarle:

a visitante tan notable, Erasmo ofreció como recuerdo un ejemplar del Antibárbaro

que se había acabado de imprimir en el mes de mayo en la caso de Froben, y en él

puso esta dedicatoria: « Don Fernando Colon, Erasmus Roterodamus dono dedit. » El

bibliófilo añadió piadosamente: « Lovanii die Dominica Octobris septima die anni

1520: qui quidem Erasmus duas primas lineas su propia manu sic scripsit. »

(Bataillon 1966: 100).

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En cuanto al contenido de la obra tanto la novela como el estudio de Bataillon eviten

abordarlo. Todo lo que sabemos es que el Antibarbarum liber se publicó en 1520 y que

representa todo un elogio de la filología y poética clásica.

2.3.7. La Philosophia Christi

La Philosophia Christi de Erasmo refleja la concepción de la filosofía de Cristo que

exponía en 1615. Se trata de una obra que ha dado lugar a muchas reacciones de autores de su

época e incluso más tarde, después de la muerte del humanista holandés. En la novela Arias

Montano refiere dos veces a la Philosophia Christi: la primera vez habla de la ―[p]iedad

recogida y secular, muy unida a los aspectos sencillos de la vida ordinaria, que ya aparece en

la Philosophia Christi, de Erasmo‖ (2007: 161) y la segunda vez ya no se acompaña con más

información en cuanto a su significado. Contrariamente a la novela, Marcel Bataillon refiere

en varias ocasiones a la Philosophia Christi. Sin embargo, no hemos encontrado la

información que nos procura Arias Montano a propósito de la obra. Lo que sí hemos sacado

de Erasmo y España es que Erasmo, a quien se considera como heraldo de la Philosophia

Christi, va a recurrir a la historia dicha pagana con que se designa las épocas anteriores a la

presencia de Jesucristo para encontrar allí una sabiduría divina y verdades filosóficas que

demuestran al mismo tiempo que ellas no provienen únicamente del campo de las letras

sagradas (1966: 305). Pensamos por ejemplo a la filosofía de Sócrates y Cicerón. Se nota pues

que la Philosophia Christi está impregnada de una fuerte tendencia humanista y que esta

concepción de Erasmo va a tener su impacto en los erasmistas cristianos pendientes del

humanismo:

El humanismo cristiano de los erasmistas había estado estrechamente ligado con la

philosophia Christi. Se había inclinado de preferencia a la crítica de los textos, al

examen de las tradiciones de la Iglesia, y había hecho de la filosofía pagana una

especie de introducción al más profundo cristianismo (Bataillon 1966: 771).

2.3.8. De libero arbitrio

La primera verdadera manifestación y participación de Erasmo en el debate religioso

que dominaba el siglo dieciséis pasó a través de su famosísima obra De libero arbitrio. No

vamos a abordar esta obra aquí sino que convendrá mejor abordarla en la parte que vamos a

dedicar a la relación tensa que existió entre su autor y su rival Martín Lutero que escribió

como reacción a De libero arbitrio su De siervo arbitrio.

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2.3.9. Preparatio ad mortem

Ahora dedicaremos nuestra atención a una obra que no figura del todo en la novela de

Julio Manuel de la Rosa. La razón se sitúa simplemente en el hecho de que nos extraña que el

narrador ni siquiera haya consagrado una sola frase a esta obra que hubiera venido tanto al

caso en la novela que tiene como tema los últimos días de Benito Arias Montano. Ya a partir

del título el lector de este estudio comprende ya por qué lamentamos la omisión de la obra.

Tanto más porque Marcel Bataillon dedica todo un apartado específico a este Preparatio ad

mortem de Erasmo. Bataillon nos proporciona información sobre el contenido, su recepción e

incluso añade un comentario del propio Erasmo sobre su obra:

«Erasmo, en la víspera de Navidad de 1533, lo anunciaba a sus lejanos amigos

sevillanos con estas simples palabras: « Mi ocupación presente es seria: podéis ver de

qué se trata según el librito que recibiréis junto con esta carta. Es una cosa que se

llama La preparación para la muerte » (Bataillon 1966: 558).

Por lo que se refiere a la composición de la obra, Bataillon nos explica que el Preparatio ad

mortem se había creado a petición de Thomas Boleyn quien fue el Conde de Rochford. Es

además a este último que Erasmo ―una vez terminada su obra en 1534― la dedicó.

Ya sabemos que la novela se abre en un Benito Arias Montano que se prepara para

redactar su testamento y que luego a lo largo de la novela podemos seguir el progreso que

hace Arias Montano hasta que lo termina. En este sentido salta inmediatamente a la vista una

frase en particular con la que comienza Bataillon su explicación sobre la obra de Erasmo. El

caso es que Bataillon revela que el Preparatio ad mortem es en realidad un ―[l]ibro que con

todo derecho se puede considerar como su testamento espiritual, y que ha sido injustamente

descuidado por los historiadores de su pensamiento religioso‖ (Bataillon 1966: 558). Al lado

del título, esta afirmación de Bataillon que dice que podemos interpretar la obra como el

testamento espiritual del propio Erasmo no hace nada más que aumentar nuestro asombro.

Dentro de la novela Benito Arias Montano a pesar de que dice que ―nadie es digno de

compararse con Erasmus de Rotterdam y menos yo‖ (2007: 24) sí tiene el hábito de trazar

semblanzas entre él y su maestro. Así acabamos de ver que a propósito del Elogio de la

locura considera a sí mismo y Erasmo como ―hermanos del espíritu‖. Resulta tanto más

extraño que Benito Arias Montano no se compara con Erasmo en el momento de redactar su

testamento.

Ya es tiempo de examinar un poco el contenido de la Preparación para la muerte de

Erasmo a propósito del que hace falta hacer otras observaciones que alimentan nuestra

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pregunta ¿por qué Julio Manuel de la Rosa ha omitido la obra en su novela que tiene como

tema un Benito Arias Montano que se prepara para morir?

Primero vamos a comenzar con la definición de los temas centrales del Preparatio ad

mortem. Según el Erasmo y España de Bataillon ―[l]a meditación platónica de la muerte se

mezcla con la impaciencia de San Pablo que llama a la muerte liberadora‖ (1966: 559).

Cuando observamos ahora la actitud de Arias Montano en la novela podemos hallar tanto la

idea de una meditación platónica de la muerte como una cierta actitud impaciente. Esta última

sensación de impaciencia se deja vislumbrar en algunos flujos de conciencia de Arias

Montano. Así leemos en la página 206: ―Esto es ya el inicio del viaje que tanto tiempo llevo

esperando‖ (2007: 206). La impaciencia se revela también cuando dice: ―Lamento mucho

morirme despacio‖ (2007: 235). En la misma página encontramos además otra reflexión del

agonizante sobre la muerte que ilustra tanto una actitud de meditación como una actitud

impaciente:

La muerte es la única maestra que jamás se equivoca, pues ella con su presencia pone

punto final al gozo y al dolor. Pero lo peor de la muerte es que estando tan cerca,

mucho se demora en llegar. Golpea sin pasión ni odio: te mira con ojos de mujer,

levanta el brazo para descargar el mandoble y de pronto se detiene, caprichosa, ajena

al sufrimiento que causa tanta espera. Por eso pocos son los que hombres que saben

esperar con dignidad, sin ceder a la desesperación (de la Rosa 2007: 235).

Erasmo refiere en su obra también a lo que él considera como la palabra suprema del que está

a punto de morir: ―[...] la palabra suprema del moribundo es la palabra de Cristo agonizante:

In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum‖ (Bataillon 1966: 563). A propósito de

esta frase latina pronunciada por Cristo podemos encontrar en la novela una frase similar en

los flujos de conciencia de Benito Arias Montano: ―Después de una espera interminable, la

señora ha llegado. Caiga en la cuenta, ya está aquí y aunque mi cuerpo tiembla a causa de la

fiebre, no tengo miedo. A ti Señor encomienda mi alma pecadora‖ (2007: 238). Sin embargo

es muy probable que se trata aquí de una frase común pronunciada por cada ser que cree en

Dios cuando está a punto de morir. Por lo que se refiere al hecho de morir, Erasmo comenta

que en realidad vivimos una doble muerte es decir una muerte espiritual y otra corporal: ―El

solo pensamiento de la muerte corporal nos hace temblar, porque vivimos sumergidos en una

doble muerte, privados del Espíritu de Dios, y ya hijos del infierno. La esperanza es la única

fuerza capaz de apartar del infierno a los pecadores‖ (1966: 559). Esta muerte corporal la

encontramos también en la novela, particularmente en la última frase cuando finalmente el

protagonista se despide de la vida: ―Todavía tengo tiempo de contemplar desde arriba mi

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propio cuerpo inmóvil con los brazos cruzados sobre el pecho y cómo mi sobrino Diego cierra

mis ojos‖ (2007: 239). Erasmo ha escrito su Preparatio ad mortem para ayudar a la gente en

su preparación para la muerte pero el hombre a quien preparaba para morir era, como nos

informa Bataillon, en primer lugar sobre todo él mismo. Se desprende además de la novela de

Julio Manuel de la Rosa que Erasmo ya desde niño e incluso a lo largo de su vida temía a la

muerte pero que cuando finalmente llegaba ―la espera tranquilo y curioso‖ (de la Rosa 2007:

222). Encontramos también en el Preparatio ad mortem una referencia al soldado cristiano

del Enchiridion. En la cita siguiente Erasmo habla del temor del que puede padecer un

cristiano:

La muerte no toma desprevenido al soldado de Cristo. Éste está sometido a su capitán

con un temor que nada tiene de servil, un temor que engendra esperanza y buenas

obras: ―El temor que anda en compañía de la justicia hace que desconfiemos de

nuestras propias fuerzas y que con mucha alegría nos ejercitemos en bien hacer,

mediante el favor del Espíritu Santo, y que con mucho cuidado conservemos sus

dones (Bataillon 1966: 560).

Finalmente nos queda señalar una frase de suma importancia que pudiéramos considerar

como la indicación más segura de que Arias Montano hubiera leído el Preparatio ad mortem.

Esta frase, la encontramos en la página 207 cuando el protagonista invoca a Erasmo:

―Hermano Desiderii, ayúdame‖ (2007: 207). Acabamos ahora de trazar los elementos

principales y relevantes para nuestra investigación de la obra erasmiana30

y constatamos que

la novela está salpicada de huellas del Preparatio ad mortem tanto por lo que se refiere a los

comentarios de Benito Arias Montano sobre Erasmo como en sus propias meditaciones. A

partir de todas estas observaciones, es decir la presencia del tema de la meditación platónica y

la impaciencia de Arias Montano frente a la muerte, la mención del miedo de Erasmo de

morir junto con la información de Bataillon sobre el hecho de que el Preparatio ad mortem

constituye en realidad el testamento espiritual de Erasmo, deberíamos cambiar nuestro punto

de vista y plantear que Julio Manuel de la Rosa no ha omitido la obra en su novela sino que lo

ha utilizado para construir la agonía de su protagonista y que por lo tanto la obra está muy

presente en la novela pero ya no de manera explícita como las demás sino de manera

implícita. En este sentido, la exclamación de Benito Arias Montano cuando invoca a Erasmo

para ayudarle sería una referencia directa a su Preparatio ad mortem y un buen ejemplo de

una referencia intertextual implícita a la obra erasmiana. Sin embargo continuamos

lamentando el hecho de que Benito Arias Montano, mejor dicho el autor Julio Manuel de la

30

Para ellos que quieren leer una explicación más extensa del Preparatio ad mortem remitimos a las páginas 558

hasta 566 de Erasmo y España de Marcel Bataillon.

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Rosa no haya permitido a su protagonista evocar esta obra que refleja perfectamente la agonía

de Arias Montano. De todos modos queda muy difícil respaldar nuestra hipótesis teniendo en

cuenta la forma bajo la cual Julio Manuel de la Rosa ha escrito su obra, que es una novela

corta y parca en información, un argumento que mutatis mutandis podría favorecer nuestra

idea.

2.3.10. La conferencia de Valladolid

En las partes anteriores hemos abordado y pasado a revista las obras más conocidas de

Erasmo. En este apartado vamos a concentrarnos en una cierta asamblea que tuvo lugar en

Valladolid y que fue interrumpida por el Saco de Roma. De nuevo nuestro propósito será

esbozar la razón de esta asamblea y su contenido a partir de la obra de Marcel Bataillon, dado

que dentro de la novela, como suele ser el caso, la evocación de esta reunión se limita a una

simple frase: ―Fechas que parecen coincidir para alegría y la buena fortuna, pero oscurecidas

ese mismo año por el gran luto del Saco de Roma, justo por los días que en Valladolid se

celebra la primera disputa sobre Erasmo de Rotterdam‖ (2007: 12). La cuestión central de la

asamblea concierne, como lo dice Benito Arias Montano, la persona de Erasmo y más en

particular la lectura de sus obras en España. Bataillon escribe que ―la cuestión que se plantea

de manera tan urgente es la de si sus libros pueden leerse o no en España‖ (1966: 239). El

impulso de convocar la asamblea vino del Inquisidor General Alfonso Manrique a causa de

una agitación antierasmiana creciente. Con la asamblea, a la que participan los superiores de

las órdenes monásticas, que se encontraban ya en Valladolid con motivo de las Cortes, el

Inquisidor General busca poner fin a esta tendencia antierasmiana y sus invectivas contra

Erasmo.

Hacia el primero de marzo, los convoca ante la Suprema para reiterarles las

prohibiciones ya promulgadas de atacar a Erasmo en público [...] Si hay en las obras

de Erasmo errores o afirmaciones peligrosas, no les corresponde a ellos juzgarlo;

señálenlas y sométenlas al Consejo de la Inquisición, el cual tomará las medidas

convenientes‖ (Bataillon 1966: 236).

En Erasmo y España leemos además que el Consejo de la Inquisición, como ya habíamos

mencionado en la parte sobre la relación de Erasmo con España, respalda al humanista y

rechaza la idea de que Erasmo debería considerarse como un herético. La Inquisición ha dado

por ejemplo ya la autorización para que se promulgue el Enchiridion, considerado por algunos

como impío. Entre tanto en los diferentes monasterios los enemigos se precipitan sobre las

obras del humanista para descubrir cualquier elemento herético que pudiera ocasionar la

quema de los libros. El 28 de marzo serán de nuevo invitados para ―leer los textos

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incriminados‖ (Bataillon 1966: 237), acto que durará quince días. Gracias al archivo

inquisitorial, que ha conservado las veintiuna sesiones de la asamblea que tuvo lugar en el

palacio del Don Alfonso Manrique, somos capaces de reconstruir todo el transcurso de la

asamblea. Sin embargo vamos a limitarnos a los principales hechos31

. Fue Alfonso de Valdés,

el secretario de Carlos V, que ha apuntado todos los detalles del debate, es decir, el

transcurso, los participantes, las divisiones entre los erasmistas y antierasmistas, así como el

resultado. Escribe que

Dominicos y franciscanos forman un bloque antierasmiano bastante homogéneo [...]

Entre los teólogos que profesan en las universidades, el grupo de los Complutenses se

destaca por sus simpatías erasmianas. [...] Defienden a Erasmo, o mejor dicho, la

verdad cristiana [...] todos los teólogos de Alcalá menos uno. Valdés, como se ve,

cuenta con toda precisión catorce voces abiertamente favorables a Erasmo, o sea la

mitad de la asamblea, cuyo número de votantes osciló entre veintisiete y treinta

(Bataillon 1966: 247).

Aquí notamos de nuevo el respaldo que ofrecen los teólogos de Alcalá de Henares que

gozaban, como hemos visto ya, de una protección oficial de la Corte que tanto como ellos se

caracterizaba por una tendencia erasmista. No vamos a entrar en los detalles de las diferentes

acusaciones de Erasmo y las supuestas anomalías en sus obras, sino que nos contentamos con

mencionar un ejemplo para ilustrar las exageraciones e inhumanidades de sus enemigos:

Erasmo ha sido culpable de suprimir un versículo de una epístola canónica [...] Pero

en el campo de los novadores, todo el mundo estima que Erasmo no atenta de ningún

modo contra el sagrado canon al consignar que un versículo falta en el texto griego.

De ese modo cumple con su oficio de filólogo [...] En todo caso sería locura querer

juzgar la ortodoxia de Erasmo por un problema de crítica textual, cuando se sabe [...]

que más de una vez ha afirmado su fe en la Trinidad (Bataillon 1966: 251).

Bataillon pasa entonces a la interrupción de la conferencia: cuando se anuncia durante la

asamblea la noticia del Saco de Roma se crea toda ―una atmósfera tempestuosa y

revolucionaria. Es preciso tener muy en cuenta estas circunstancias críticas si se quiere medir

el alcance de los debates que surgieron en España en torno al pensamiento religioso de

Erasmo‖ (1966: 240). El Saco de Roma tenía una especie de efecto paralizador sobre la

reunión en Valladolid. Sin embargo la noticia parece reforzar aun más el erasmismo española

visto que Valdés nos informa que en este momento ―sus discípulos españoles se vuelven hacia

él [Erasmo] en busca de un oráculo que orienta a la cristiandad en la encrucijada‖ (1966: 241).

Al fin y al cabo la reunión en Valladolid desemboca en statu quo que, si no podemos

31

Para una sinopsis más detallada, consúltense todo el capítulo V de Erasmo y España.

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calificarlo como victoria para los partidarios de Erasmo, es ciertamente una derrota para sus

detractores que han fallado en su misión de poner en práctica la prohibición de leer las obras

de Erasmo como una primera etapa en el derrumbamiento del erasmismo. En Erasmo y

España se lee: ―Así, pues, España vivirá en un statu quo. Victoria, en un sentido, para los

partidarios de Erasmo, puesto que lo que se tenía por sedicioso es la propaganda

antierasmiana. Pero victoria que ellos sienten frágil, de la cual, por supuesto, no quieren

abusar‖ (1966: 265). Al mismo tiempo esta conferencia en Valladolid había originado dentro

del humanismo cristiano, que como habíamos visto ya consideraba a Erasmo como su

maestro, una fuerte espíritu optimista que aspiraba aun más a la reforma.

2.3.11. La traducción de las obras de Erasmo

Muy ligada a la problemática en torno a la lectura de las obras de Erasmo en España

está una operación aun más delicada que es la de la traducción de sus obras en las diferentes

lenguas vulgares. Por su ideal humanista, Erasmo las había redactado todas en latín. Ahí

podemos detectar cierta paradoja por lo que se refiere a la aspiración de Erasmo a la

vulgarización de la Biblia por un lado y el hecho de que él mismo únicamente escribió en latín

por el otro lado. Sin embargo Erasmo no protestaba el anhelo de sus discípulos para traducir

sus obras.

En cuanto a los diferentes traductores de Erasmo, dentro de la novela de Julio Manuel

de la Rosa sólo encontramos al Arcediano de Alcor que ha traducido al español el

Enchiridion: ―Cuando salió el Enchiridion de las prensas de Alcalá en la traducción de

Arcediano de Alcor, hubo en España un verdadero acontecimiento y un gran decir de su autor.

Nuestro hermano Desiderii se convirtió en la nueva luz del mundo‖ (2007: 220-21). De nuevo

se pone de relieve la importancia de la escuela de Alcalá de Henares que sigue siendo un foco

del erasmismo y del humanismo y que se empeñaba a propagar el pensamiento erasmista por

toda parte. El Enchiridion es en realidad unos de los primeros trabajos de Erasmo que tuvo el

honor de verse traducido. Bataillon nos revela además que el Arcediano de Alcor era Alonso

Fernández de Madrid, uno de los canónigos de Palencia, una región de tendencia erasmista.

Como buen humanista supe realizar una traducción lograda y adaptada a las necesidades de la

época, teniendo en cuenta además la situación precaria y la tensión entre las erasmistas y

antierasmistas. En cuanto a la traducción Marcel Bataillon nos informa que el Arcediano

[h]abía traducido el Enchiridion en una agradable prosa, fácil y familiar, prosa de

predicador empeñado ante todo en ser comprendido y en persuadir; colaborando a su

modo con el autor, sin traicionarlo jamás, había sabido atenuar el efecto de las

fórmulas atrevidas, y glosar el contenido de las frases cuya brevedad podía originar

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un enigma para los espíritus simples [...] Los españoles de gusto delicado saborearán

esta traducción como una de las obras maestras de su literatura, y hay que reconocer

que pocos libros huelen menos a traducción (Bataillon 1966: 191).

La importancia de esta traducción no es menor visto que, como ya hemos explicado, el

Enchiridion contiene y refleja lo esencial del pensamiento erasmiano y dado que los teólogos

siempre recurren al Enchiridion para predicar el erasmismo. Sin embargo, a pesar de que la

traducción tenía un impacto directo positivo y importantísimo en la población española, la

reacción de Erasmo frente a la traducción todavía deja vislumbrar cierto desprecio para con la

España expresado ya en su non placet Hispania. Leemos en Erasmo y España que ―Erasmo

no rechaza la gloria que le llega desde la remota España, aunque venga escoltada de odio; no

regatea al Arcediano su agradecimiento, ya que el triunfo del Enquiridion representa una

victoria de la piedad‖ (1966: 281). Cabe destacar además que ningún otro libro religioso ha

conocido un éxito similar después de la introducción de la imprenta en España.

El Arcediano de Alcor es el único traductor al que hace alusión Benito Arias Montano

en la novela. Por consiguiente vamos a recurrir de nuevo al estudio de Bataillon y presentar

otra obra que se ha difundido en la España erasmizante y de la que conocemos dos

traducciones diferentes que es el Preparatio ad mortem. Tanto como el Enchiridion esta obra

ha contribuido a la divulgación de la piedad erasmiana. El prestigio de tener dos traductores

se debe a la recepción calurosa que tuvo en España en 1535. La primera traducción que lleva

el título Libro del aparejo que se deue hazer para bien morir apareció en Burgos de manera

anónima. Contrariamente a la primera traducción, sí conocemos el segundo traductor. Se trata

del Maestro Bernardo Pérez que se dedicó además a traducir varias otras obras de Erasmo. Su

traducción del Preparatio ad mortem apareció también en 1535 bajo el título Preparación y

aparejo para bien morir pero esta vez en Valencia. Por lo que se refiere a la calidad de la

traducción Bataillon añade que

[s]u traducción, en efecto, es flexible, fácil, viva, y, en conjunto, muy fiel al original.

[...] Una sola vez lo sorprendemos añadiendo una glosa (¡y qué significativa!) para

subrayar que la fe viva es don de Dios. Por sí sola, la fortuna de semejante libro dice

mucho acerca del sentimiento religioso que florece por entonces en España (Bataillon

1966: 564-65).

Sin embargo no todos los libros de Erasmo gozaban de una traducción. Así, una obra muy

controvertida que es su Paráfrasis del Nuevo Testamento, nunca vio la luz bajo una

traducción. En el apartado siguiente vamos a tratar un caso particular que sí fue traducido

pero inmediatamente prohibido.

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2.3.12. La problemática de la Biblia en castellana

Para terminar este apartado sobra las obras de Erasmo, quisiéramos abordar una última

cuestión que es la de la problemática en torno a la Biblia y su traducción al castellano. De

nuevo nos sorprende que esta problemática no haya sido evocada dentro de la novela por el

protagonista Benito Arias Montano que se caracteriza por una grande devoción a la Sagrada

Escritura y que considera a Erasmo como su maestro. Además, el hecho de que fue

precisamente él que ha dirigido en Amberes la publicación de la Biblia Regia, continuadora

de la Biblia Políglota Complutense del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, a petición de

Felipe II es lo que aumenta aun más nuestro asombro. Según Bataillon la situación era la

siguiente: hacia mediados del siglo dieciséis, parece que podemos detectar en la Iglesia

española una cierta aspiración de inspiración erasmiana a traducir la Biblia en castellano,

sobre todo por lo que se refiere al Nuevo Testamento. Ya hemos tratado la aversión de

Erasmo frente al Antiguo Testamento más arriba. Como fuente de esta Biblia castellana, los

traductores podían recurrir al Novum Instrumentum de Erasmo, editado ya en 1516 que

representa una versión del Nuevo Testamento original en griego aumentada por algunas

anotaciones y una traducción latina. En torno a la traducción al castellano Bataillon revela que

―[a] decir verdad, hubo en efecto una traducción, el Nuevo Testamento de Francisco de

Enzinas, impreso en Amberes en 1543, y prohibido inmediatamente en condiciones que nos

dan muchas luces‖ (1966: 550). Con su traducción el autor quería

salvar el honor de la nación española, única que sigue privada de los libros sagrados,

cuando ya Italia, Alemania e Inglaterra están inundadas de versiones nuevas, e

invoca, no la ausencia de ley a ese respecto, sino la ausencia de toda decisión del

Emperador o del Papa a partir de la revolución protestante (Bataillon 1966: 551).

De nuevo como era el caso de las obras de Erasmo, son unas anotaciones marginales que han

conducido a la sospecha de la obra y finalmente a su prohibición tanto en España como en los

Países Bajos. Se ilustra pues una vez más la tendencia conservadora por lo que se refiere a la

Biblia y la autoría de la Vulgata. ―Pero no se ve que se haya promulgado por entonces

ninguna prohibición general, ni que la pragmática de los Reyes Católicos se haya vuelto a

poner estrictamente en vigor‖ (1966: 551).

2.4. “Erasmo puso los huevos y Lutero los incubó”

La cuestión central en este apartado será la relación entre Erasmo y Martín Lutero.

Vamos a ver que Julio Manuel de la Rosa ha sacado algunos elementos del estudio de

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Bataillon y que al mismo tiempo esta relación entre Erasmo y Lutero ha sido desarrollada en

la novela de manera extensa en comparación con las demás reseñas sobre Erasmo que ya

hemos comentado. Un primer aspecto que salta a la vista en la novela son las numerosas

comparaciones entre Erasmo y Lutero con el propósito de destacar la oposición fundamental

de sus caracteres y de sus puntos de vista. No vamos a entrar en los detalles de estas

comparaciones, solo mencionamos que Benito Arias Montano designa en varias ocasiones a

Lutero como ―un potro desbocado‖ ( 2007: 189, 215) mientras que Erasmo ―callaba y

escribía, pero ambos estaban disconformes a su manera; ambos convencidos de que el perdón

de Dios era algo absolutamente gratuito‖ (2007: 216). Esta última opinión compartida se ha

formado como reacción contra el tráfico de indulgencias de la Iglesia. Lo interesante de la

novela de Julio Manuel de la Rosa es que explica además como Lutero llegó a arremeter

contra la Iglesia en las páginas 213 y 214: Lutero siempre había odiado a un Dios que castiga

a los pecadores, pero una noche trabajando en las cartas de San Pablo —trabajos que Erasmo

guardaba en su biblioteca— se iluminó. Un verso en particular: «el justo vive en la fe»

(Romanos, capítulo 1, versículo 17) ha cambiado la opinión de Lutero sobre Dios. A partir de

este momento Lutero va a ser convencido de que ―si el hombre tenía de verdad fe en Dios, Él

lo consideraría bueno a pesar de sus pecados. Sólo Dios podía otorgar la fe, que no se puede

ganar ni ayudando, ni dando dinero a los pobres, ni rezando. El que creyere en Dios a través

de Jesucristo, nada tenía que temer‖ (2007: 214). Ya hemos visto en la parte sobre las obras

de Erasmo que éste basaba su pensamiento también en la imagen de San Pablo: a

continuación Benito Arias Montano nos cuenta que

Lutero comenzó a mirar con ojos críticos algunas prácticas de la Iglesia —al igual

que hizo Erasmus, pero en silencio—, y muy en particular el vergonzoso abuso de las

bulas. Entendía Lutero que la bula no era más que un certificado concedido por el

Papa a cambio del pago de una tarifa. A partir de dicho pago, se acortaría la estancia

en el Purgatorio del alma del interesado, titular del documento; en algunos casos

incluso se cancelaba esa estancia. Algo increíble. Lutero, como un potro desbocado,

arremetió contra el Purgatorio y presentó su tesis sobre el tiempo y la eternidad, que

tanto impresionaría a Erasmus [...] Erasmus y Lutero, cada uno con su propio

discernimiento, rechazaron la idea de la Iglesia, extendida entre los creyentes por dos

principales motivos, el causar miedo entre los hombres y propiciar el comercio

desmesurado de las bulas (de la Rosa 2007: 214-15).

La nueva concepción de Dios se encuentra por consiguiente a la raíz de la ira de Lutero contra

la Iglesia y va a desencadenar una larga guerra religiosa, si podemos creer a Julio Manuel de

la Rosa, visto que esta información no se encuentra en Erasmo y España para respaldar

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eventualmente la veracidad histórica. Es consabido que Lutero reaccionó contra este abuso de

bulas con sus 95 tesis:

Las 95 tesis clavadas en la puerta de la Iglesia de Wittemberg se convierten en

flechas y recorren todo el Imperio alemán. El pueblo clama el nombre de Lutero y

saca sus propias conclusiones. Era una vergüenza pagarle tributos a la Iglesia en

forma de bulas; convertir en moneda la salvación del alma era una indignidad, una

blasfemia (de la Rosa 2007: 189).

Dentro de este comercio de indulgencias hay una persona clave a la que refieren tanto en la

obra de Marcel Bataillon como en la novela de Julio Manuel de la Rosa. Se trata de Juan de

Tetzal, un dominico al servicio del arzobispo de Maguncia. A propósito de un cierto Vergara

Bataillon escribe que este hombre ―suele decir unas palabras que parecen eco de la campaña

de Lutero contra las indulgencias predicadas por Tetzal; «¡Que me hagan a mí entender,

exclamaba haciendo ademán de contar dinero, que en dando el sonido del real salga el ánima

de purgatorio!» (1966: 438). Algo similar se encuentra en la novela de Julio Manuel de la

Rosa, de modo que el fragmento de Bataillon le puede haber servido de modelo: en la página

187 leemos que ―Johannes Tetzal vendiendo indulgencias de León X y musitando entre

dientes «cuando oigas cómo cae la moneda en el cofre, adivinarás que sale un ánima del

Purgatorio» Tetzal era un experto comerciante que ganaba en comisiones enormes cantidades

de dinero‖ (2007: 187).

Todo el episodio de las 95 tesis en 1517 de Lutero dio pues lugar no solo a una especie

de revolución por parte de la populación creyente pero también, como podemos leer en la

novela, a una fuerte condenación de Lutero por el arzobispo de Maguncia al que Lutero había

escrito una carta personal para inculparle de dirigir el tráfico de bulas:

Le escribe una carta al arzobispo Alberto diciéndole que la gente sencilla creía que

comprar una bula significaba la salvación del alma. Cristo nunca había dicho que se

predicaran bulas, sino sólo el Evangelio. Al poco tiempo las tesis de Lutero cobraron

enorme fama. Fue la chispa que encendió la gran revolución. Todo el mundo le daba

la razón a Lutero. La gente humilde del pueblo parecía harta de pagar dinero a Roma

para construir la iglesia del Papa (de la Rosa 2007: 216-17).

Esta carta dio a su vez lugar a la condenación de la doctrina de Lutero: primero por la bula

Exurge Domine y en seguida por la Dieta de Worms. Sin embargo ni la bula y ni la Dieta

lograron a impedir la difusión de las ideas de Lutero (Vermeir 2006-2007: 23).

Erasmo, por su lado, se oponía también fuertemente al tráfico de bulas. De nuevo Julio

Manuel de la Rosa nos proporciona con información interesante que no hemos encontrado en

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la obra de Marcel Bataillon. En la novela Benito Arias Montano califica a Erasmo como un

excelente conocedor de la historia de la Iglesia y refiere a Erasmo para explicar el nacimiento

de este tráfico de indulgencias. Al inicio las bulas sirvieron aparentemente para atraer a la

gente necesaria para formar un ejército al servicio de la política de la Cruzadas en el siglo

once:

Buen conocedor de la Historia de la Iglesia, Erasmus afirmaba que el origen de las

bulas fue un engaño, un señuelo urdido en el siglo XI, cuando los cristianos luchaban

contra los musulmanes en las Cruzadas. Las tropas infieles, además de muy

numerosas, peleaban con particular denuedo. Sus soldados estaban convencidos de

que los muertos en la batalla subían directamente al Cielo. Por el contrario, las almas

de los cristianos iban primero al Purgatorio, de manera que muy pronto los cruzados

se encontraban sin soldados. Los Papas comenzaron entonces a otorgar bulas para

todos los que murieran en la lucha (de la Rosa 2007: 216).

Sin embargo, como ya hemos visto más arriba, Erasmo prefiere a no perfilarse de manera

prominente como Lutero y defiende un cristianismo pacífico. Además, Erasmo no predica su

pensamiento, de modo que debemos recurrir a sus obras para enterarnos de su posición frente

a cualquier asunto. Así hemos encontrado el estudio de Marcel Bataillon una cita que sale de

la Preparación para la muerte en la que Erasmo aborda la cuestión de las bulas. Según

Erasmo no sirve para las bulas: es Jesucristo que nos salva de nuestros pecados encargándolos

con el en la cruz:

en lugar de pretender tranquilizar a los hombres contra el fuego del Purgatorio con

bulas que se compran, es ya preferible decirles que los sufrimientos de ese lugar se

atenúan gracias a misas, oraciones o limosnas. Pero

el más eficaz de todos los remedios es que el enfermo mismo ponga toda su fe, su

confianza, su amor, su corazón en Dios y en el prójimo, y que de muy buena voluntad

perdone a todos los que le han ofendido, y que sufra la enfermedad, los dolores, los

trabajos, la muerte por amor de Cristo, sometiéndolo todo a la voluntad divina, confiando

que Dios no castiga dos veces un delicto, y que Jesucristo pagó por nuestros pecados en

el madero de la cruz (Bataillon 1966: 562-63).

Otra característica de Erasmo es que evitó de tomar posición en el gran debate sobre la herejía

del luteranismo. Erasmo, siendo un partidario de la paz, no podía conformarse con el punto de

vista de Lutero pero tampoco daba la razón a la Iglesia. Esta neutralidad y actitud reticente de

Erasmo frustraron a Lutero que, como se dice en la novela, ya le había escrito una carta para

atraerle a su campo y que lanzó una fuerte acusación contra Erasmo y con él a todos sus

enemigos:

Lutero acusa a Erasmus de tibieza e indecisión, dos blasfemias en tiempos de guerra.

«Un cristiano —escribe— tiene que ser un buen guerrero». Erasmus, bien lo

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sabemos, jamás concibió a un Cristo belicoso, ni agresivo, ni mucho menos guerrero.

Como un potro desbocado, Lutero va a mandar al Infierno a todos sus adversarios con

palabras envenenadas por el odio. Al llegar a Erasmus, vacila. No lo maldice según

su costumbre; sólo tiene hacia Desiderii palabras de compasión (de la Rosa 2007:

189).

Esta compasión de Lutero para Erasmo se encuentra además en el estudio de Marcel Bataillon

que por lo tanto de nuevo puede constituir la fuente de la novela. Bataillon incluso añade en

su obra el contenido de esta compasión un tanto despectiva en que evoca, como se dice en la

novela, la tibieza y la indecisión de Erasmo:

Éste dirige a Erasmo una solemne advertencia llena de una compasión un poco

despectiva por el pobre anciano que fue, con su fervor de humanista, el pionero de

la causa evangélica, pero al cual ha negado Dios la inteligencia verdadera del

Evangelio y el valor de defenderlo: si no puede ni osa sostener las verdades por

las cuales se combate, absténgase mejor de tocarlas, ocúpese de las que están a su

alcance (Bataillon 1966: 149).

Es en este momento que Erasmo va a salir de su concha y por primera vez perfilarse en el

gran debate religioso con su De libero Arbitrio. Esta obra le servía también como intermedio

para cortar con ciertos rumores injuriosos. Bataillon señala aquí que Erasmo ―[e]n Worms

había prestado oído a los rumores que hacían de Lutero y de Erasmo dos cabezas bajo un

mismo bonete‖ (Bataillon 1966: 107). A su vez el De libero Arbitrio va a desencadenar una

nueva reacción de Lutero bajo forma de una obra intitulada De siervo Arbitrio. Con estas dos

obras, Erasmo y Lutero se ponían cara a cara por lo se refiere al albedrío y la influencia del

hombre en su propio destino. Erasmo por un lado pretende que a pesar del pecado original, el

hombre actuando como un buen cristiano y con la ayuda de la gracia de Dios puede salvarse

del Purgatorio. Lutero por el otro lado descarta esta intervención del cristiano y pone que este

último está completamente dependiente de la gracia de Dios al que nada puede cambiar

(Vermeir 2006-2007: 131). Esta diatriba se encuentra también en Erasmo y España pero

descrita de manera más amplia. Por lo que se refiere a la intención de el De libero Arbitrio

Bataillon explica que

Erasmo había pasado su vida criticando la devoción sin alma, exaltando el culto del

espíritu, llamando a nuevas generaciones de cristianos que, incorporados a Cristo,

estuvieran movidos desde dentro por su ley. Cuando había tomado posición contra

Lutero a propósito del libre albedrío, no lo había hecho, según se cree demasiado a

menudo, como ―humanista‖ afanado en preservar la autonomía del hombre: si bien

protestaba contra la ―paradoja‖ luterana y reivindicaba para la libertad una parte, por

muy débil que fuese, se había mostrado singularmente penetrado de la omnipotencia

de la gracia (Bataillon 1966: 496).

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Lo extraño a este propósito es que no se menciona ninguna vez en la novela el De siervo

Arbitrio de Lutero. Ese hecho ya es más sorprendente visto que Benito Arias Montano se

empeña en la novela en distinguir los dos hombres tanto de manera física como mentalmente.

Sin embargo, lo que sí viene al caso en la novela es que, a pesar de estas dos obras en que

Erasmo y Lutero se oponen radicalmente, ocurre lo que Erasmo ya temía es decir la confusión

entre luteranos y erasmistas: ―Malas noticias le llegan desde España; le comunicaban de cierto

que los españoles confundían a los erasmistas con los luteranos. En Lovaina se prohíben sus

libros a los estudiantes‖ (de la Rosa 2007: 218). A este propósito Benito Arias Montano evoca

que ―[f]also era aquel decir de que «Erasmus puso los huevos y Lutero los incubó»‖ (2007:

219). De nuevo como suele ser el caso en la novela Julio Manuel de la Rosa el narrador se

limita a estos dos elementos para evocar la situación de confusión. A continuación vamos a

ahondar el contexto a partir del estudio de Marcel Bataillon. La situación en Lovaina ya ha

sido abordada más alto en nuestro estudio, pero ahora se añade una nueva dimensión que es el

hecho de que esta confusión entre el erasmismo y el luteranismo jugaba también un papel en

la prohibición de las obras de Erasmo. Bataillon precisa que fueron ―los franciscanos de

Colonia [que] han lanzado una de esas imágenes que hacen fortuna: «Erasmo ha puesto el

huevo: Lutero lo ha empollado.»‖ (1966: 151). Incluso más lejos en el estudio leemos una

segunda vez esta frase, pero ya más extensa y utilizada en el contexto de la conferencia de

Valladolid como argumento contra Erasmo: ―« Erasmo ha puesto los huevos y Lutero se ha

empollado. Alega a Dios que se ahoguen los pollitos y se quiebren los huevos.»‖(1966: 252).

Erasmo por su parte considera a los luteranos como enemigos pero se resigna a luchar contra

ellos, visto no son los únicos que se oponen a él. Según el Erasmo y España al lado de los

luteranos se oponían a Erasmo los teólogos y los frailes que lo atacaban en el Concilio de

Trento que ―no renunciarán a meter a Lutero y Erasmo dentro de un mismo saco‖ (Bataillon

1966: 151) y también los humanistas puros en Italia que ponen en entredicho su gloria de

sabio a los que Erasmo mismo considera como ―más paganos que las letras paganas‖

(Bataillon 1966: 152). Finalmente va a ser el abad de Valladolid, don Alfonso Enríquez que

concibe la idea de defender a Erasmo con una Apología de Erasmo. Este Defensio que llega a

imprimirse en Nápoles en 1532 tenía como propósito probar que ―la doctrina de Erasmo no

tiene nada de común con las herejías de Martín Lutero‖ (Bataillon 1966: 419) y está

compuesta de entre otras cosas de revisiones de los textos en los que los detractores de

Erasmo pretendían haber descubierto huellas de un luteranismo. Bataillon nos informa

además que en realidad el problema que se planteaba era que el luteranismo se interpretaba en

esta época de manera más amplia. Es decir que corresponde con un cierto evangelismo

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iluminado ―que tomaba nuevo auge valido de la libre propagación de los libros de Erasmo‖

(1966: 437). De esta manera el erasmismo podría en efecto considerarse como una forma de

luteranismo y se comprende la confusión entre las dos tendencias de modo que ―toda la vida

espiritual de España va a quedar destrozado‖ (1966: 606).

2.5. La influencia de Erasmo en la literatura profana

En este apartado vamos a investigar un caso particular en la literatura española escrito

en la época de Erasmo que es el Lazarillo de Tormes. A primera vista, el lazo entre el presente

estudio y el Lazarillo no parece ser tan evidente, pero en realidad tanto la novela de Julio

Manuel de la Rosa como el Erasmo y España de Marcel Bataillon han dedicado especial

atención a la obra. Consta que Erasmo ha influenciado mucho la literatura espiritual de su

época, pero la pregunta que se plantea en la obra de Bataillon es de saber hasta que punto

Erasmo ha contribuido a la literatura profana. Es consabido que el autor de Lazarillo queda

anónimo aunque circulan varias conjeturas que sugieren la candidatura varias autores. Es

exactamente en torno a esta obra enigmática que ambas obras van a hacer sus propias

conjeturas y más específico en cuanto a la tendencia erasmista del autor de Lazarillo y las

características erasmistas del libro.

Primero vamos a examinar los resultados del estudio de Marcel Bataillon en cuanto al

autor anónimo del Lazarillo para luego compararlos con la hipótesis de Benito Arias Montano

sobre el autor. En el Erasmo y España se lee que

Era tentador suponer que el erasmismo ni había agotado sus consecuencias literarias

con obras como las de Valdés, condenadas por su atrevimiento mismo a una rápida

desaparición, y que había prestado su caudal a la gran corriente satírica que nace

hacia 1550 en España: con el Lazarillo, toda la novela picaresca y su numerosa

descendencia vendrían así a ser herederas de Erasmo (Bataillon 1966: 609).

Bataillon refiere además a Morel-Fatio que comenzó una investigación en torno a los

hermanos Valdés y sus amigos como posibles autores del Lazarillo. Ya hemos tratado de

manera bastante extensa la importancia de Alfonso de Valdés y su tendencia erasmista en la

época de Carlos V con su Diálogo de las cosas acaecidas en Roma y su papel en la

conservación del transcurso de la asamblea en Valladolid. El punto de partida de Morel-Fatio

fue el carácter anticlerical que según él caracterizaba los diferentes episodios en el Lazarillo

en que veía un lazo con el erasmismo. Por lo tanto Morel-Fatio creía que el autor debería ser

un adepto del erasmismo. Sin embargo, Bataillon descarta su teoría porque ―no resiste a un

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examen a fondo‖ y añade ―¿Quiere decir esto que el erasmismo no contribuyó en nada a crear

la atmósfera en que surge el Lazarillo, a preparar su enorme éxito? Lo cierto es que la

autobiografía de Lázaro, fundador del linaje de los pícaros, no fue concebida por una cabeza

erasmista‖ (1966: 610­11). No vamos a entrar en los detalles de su investigación que se

encuentran expuestos en la página 611 de Erasmo y España.

Tanto como Morel-Fatio en el estudio de Bataillon, Julio Manuel de la Rosa o mejor

dicho su protagonista Benito Arias Montano avanza varias veces ―tanto de manera

disimulada como directa― el nombre de Alfonso de Valdés y defiende la candidatura de

Valdés como autor del Lazarillo, contrariamente a Bataillon. La primera vez que evoca su

nombre es en la página 27 en que leemos: ―de la peste murió en Viena el simpar Alfonso de

Valdés, del que yo podría haber escrito todo un tratado refiriéndome a cierta famosa novela

que equivocadamente se dice de anónimo autor, creyendo yo con pruebas quién la escribió en

secreta sin firma‖ (de la Rosa 2007: 27). Unas diez páginas después vuelve a hablar del

Lazarillo recordándose un pasaje de la historia32

para luego repetir su deseo de escribir un

comentario del Lazarillo y su autor Alfonso de Valdés, que evoca de manera indirecta:

Entre las muchas cosas y empeños que he dejado de hacer en mi vida hipotecada

tanto tiempo en otros asuntos del mundo de la política, aparece, además de la

imposible biografía de Desiderii, mi deseo de haber escrito un comentario al

Lazarillo, como he dejado dicho más arriba. Tengo para mí, aunque con pocas

pruebas de documentos, saber el nombre y las circunstancias del autor de este libro

singularísimo, mal tenido por anónimo [...] Por lo que digo, sin mencionar el nombre

del ingenio, que el autor verdadero de la inmortal novela no fue otro que un caballero

choquense nacido hacia 1490, humanista completo y secretario de cartas latinas del

Emperador. Con lo cual lo he dicho todo dando la farsa impresión de ser enigmático

(de la Rosa 2007: 37-38).

En la tercera y última referencia Benito Arias Montano hace alusión al Lazarillo y su autor

bajo forma de una larga paráfrasis ya casi al final de la novela:

Además de Desiderii, el tema de El Lazarillo de Tormes, esa estupenda obra singular

que tantas veces me deleitó y en cuya secreto pocos han entrado. Pues yo digo, sin

poder exponer ahora los fundamentos con el rigor que la cuestión demanda, que creo

saber quién fue el autor de la novela, que por razones poderosas guardó su nombre en

32

―[...]que me recuerda un memorable pasaje del no menos memorable Lazarillo de Tormes, que siempre he

leído y releído con particular deleite, y es cuando al principio del Tratado primero, a la salida de Salamanca y en

llegando a un puente, el malicioso ciego le dice a Lázaro que pegara el oído al toro de granito que allí había

puesto y el muchacho, como inocente que era, lo hizo esperando oír un gran ruido dentro de él como el ciego

había dicho, dándole entonces el ciego un gran golpe de la cabeza contra el verraco de piedra, diciéndose

dolorido después Lázaro una consideración aguda que explica la tragedia del pícaro: «Parecióme que en aquel

instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba»‖ (de la Rosa 2007: 36-37).

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anonimato. Lo digo así porque aunque no conocí en persona al dicho autor, puedo

decir que fue hombre de mucha ilustración; que vivió y trabajó como experto de

cartas en latín en la corte de Carlos V. Sin haber tratado, pues falleció fuera de

España siendo yo todavía niño, sí conocí a su hermano y decían que conocer a uno

era como conocer a los dos, de lo mucho que se parecían por dentro y por fuera, que

me deleitó contándome cosas del autor, sobre todo de su máxima sabiduría en el

pensamiento de Erasmo. (de la Rosa 2007: 223­24).

A partir de todos estos datos ya estamos seguros de que Benito Arias Montano designa a

Alfonso de Valdés como el autor del Lazarillo de Tormes. Pero no se complace en indicar el

autor sino que nos proporciona además algunos indicios que le han permitido a descubrir el

verdadero autor del Lazarillo. Así Arias Montano tendría prueba de que hay ediciones

anteriores a la versión de 1554, de que faltarían algunas páginas en las que supuestamente

figura el nombre del autor y finalmente de que el erasmismo sí sería presente en la obra:

No es el presente momento oportuno para tan delicadas investigaciones, pero diré

algunos apuntes por si alguien en mejor situación que yo quisiera seguir el hilo. En

primer lugar digo lo que me parece más notorio: que aunque publicada en 1554, hubo

ediciones anteriores a esa fecha. Digo también que entre el Prólogo y el Tratado

primero, hay una desunión o vacío de la historia, que nos hizo pensar que al texto

original le habían quitado por lo menos una docena de líneas, desparecidas por

razones desconocidas. Y después que en todo el libro, sutilísima y casi invisible,

aparece una atmósfera de descripción de los amos, señores y personajes poderosos

que recuerda el pensamiento erasmista, cosa que nos hizo pensar que por fuerza el

autor del Lazarillo conocía el espíritu más profundo de Desiderii (de la Rosa 2007:

37).

En la última referencia que hace al Lazarillo vuelve a repetir lo que constituye el indicio más

importante para descubrir el autor del Lazarillo.

Una página perdida o arrancada intencionadamente del original de El Lazarillo,

explica el misterio. Algún día lejano que no conoceré todo esto que ahora esbozo,

será investigado y descubierto y la oscura palabra «anónimo» dará paso a la

rotundidad de un nombre con su correspondiente apellido (de la Rosa 2007: 224).

Ahora bien, cuando consultamos el último capítulo de la novela de Julio Manuel de la Rosa,

que se intitula A modo de Epílogo (notas de lecturas) encontramos el agradecimiento de

―Rosa Navarro Durán, por sus ediciones de Alfonso de Valdés‖ (2007: 247). Ya se deduce del

título que la autora defiende, tanto como lo hace Benito Arias Montano en la novela, a

Alfonso de Valdés. Por consiguiente hemos consultado la obra de Navarro Durán y hemos

constatado que la simple lectura de la introducción de la obra de Navarro Durán nos ha

permitido de recuperar inmediatamente los tres indicios aducidos por Benito Arias Montano

en la novela para identificar al autor. Así Rosa Navarro Durán escribe a propósito de las

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supuestas ediciones anteriores del Lazarillo que ―La vida de Lazarillo de Tormes nos ha

llegado a través de cuatro impresiones hechas en 1554, que, por sus variantes, prueban la

existencia de ediciones anteriores‖ (2003: 11). En cuanto al segundo argumento de Benito

Arias Montano sobre la ausencia de algunas páginas en el Lazarillo, éste figura también en la

introducción del estudio de Navarro Durán:

Entre el prólogo a los lectores del escritor y la dedicatoria de Lázaro a Vuestra

Merced, falta algo. Es evidente que se ha perdido por lo menos un folio donde estaba

la clave de lectura de esa espléndida obra, que nos hubiera permitido ahondar en ella

y encontrar― algunos―algo nos agradara, como dice el autor (Navarro Dúran 2003:

12).

El tercer argumento que defiende la presencia del erasmismo en el Lazarillo que se reflejaría

entre otros en los diferentes amos de Lázaro constituye un caso particular. En su estudio, la

autora ha constituido este tercer argumento a partir del Erasmo y España de Marcel Bataillon.

Rosa Navarro Durán va a descartar la teoría de Bataillon que afirma, como venimos de ver,

que [l]o cierto es que la autobiografía de Lázaro, fundador del linaje de los pícaros, no fue

concebida por una cabeza erasmista‖ (1966: 611) con los argumentos siguientes:

el gran hispanista, el mejor conocedor del erasmismo, afirmaba en su obra magna,

Erasmo y España, que «la autobiografía de Lázaro, fundador del linaje de los pícaros,

no fue concebida por una cabeza erasmista». Aunque, en sus palabras nos

encontramos ya con una primera paradoja: que Lázaro, el fundador del linaje de los

pícaros, no es un pícaro, porque no aparece tal palabra en su relato, sino un mozo de

muchos amos; ni el Lazarillo, por lo tanto, es una novela ―término que tampoco

conviene a la obra― picaresca; sería el primer marbete que habría que modificar. Por

otra parte, el erasmismo está tan presente en el Lazarillo que no se puede pensar sin

él un desfile de personajes eclesiásticos como el de los amos a los que sirve Lázaro ni

menos la sátira feroz del episodio del buldero, inconcebible después del comienzo del

Concilio de Trento (Navarro Durán 2003: 11).

Julio Manuel de la Rosa está por consiguiente de acuerdo con las pruebas aducidas por

Navarro Durán de modo que hasta cierto punto su protagonista Benito Arias Montano se junta

a ella para esgrimir juntos contra la hipótesis de Marcel Bataillon. Otro fenómeno particular

de la novela es que, visto que Benito Arias Montano vivió en el siglo dieciséis, parece ya

anunciar la obra de Navarro Durán. De esa manera deberíamos interpretar las frases siguientes

pronunciadas por Arias Montano ―No es el presente momento oportuno para tan delicadas

investigaciones, pero diré algunos apuntes por si alguien en mejor situación que yo quisiera

seguir el hilo‖ (2007: 37) y ―Algún día lejano que no conoceré todo esto que ahora esbozo,

será investigado y descubierto y la oscura palabra «anónimo» dará paso a la rotundidad de un

nombre con su correspondiente apellido‖ (2007: 224) como dos referencias directas al estudio

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de la autora Rosa Navarra Durán efectuada en 2003. Sin embargo podemos interpretar la

situación también de otra manera que es mucho más realista. Así sería Julio Manuel de la

Rosa que ha sacado los diferentes argumentos de una teoría cotidiana y los ha atribuido a un

personaje histórico del siglo dieciséis, lo que significa que nos vemos aquí confrontado con un

anacronismo.

Acabamos de ver que Julio Manuel de la Rosa y Rosa Navarro Durán, contrariamente

a Marcel Bataillon sugieren a Alfonso de Valdés como autor del famosísimo Lazarillo de

Tormes. Sin embargo el autor del Diálogo de las cosas acaecidas en Roma, no es el único al

que han atribuido la autoría del Lazarillo. En el apartado siguiente vamos a esbozar una

pequeña sinopsis ―de modo que no nos desviamos demasiado del propósito inicial de nuestra

investigación― de los otros candidatos que han sido indicados como autores posibles.

Para realizar la sinopsis hemos recurrido a dos revistas que contienen varios artículos

por lo que se refiere a la autoría del Lazarillo. Se trata de la revista de letras y de ciencias

humanas Ínsula por un lado y la revista de estudios literarios Espéculo por el otro.

En la primera revista José Luis Madrigal y Alfredo Baras Escolá se han dedicado a

elucidar el enigma que plantea la autoría del Lazarillo. En su artículo, José Luis Madrigal

resume su tesis sobre la atribución de la autoría a Francisco Cervantes de Salazar, un

humanista de Toledo que nació entre 1514 y 1522 y que murió en 1575. En cuanto al modo de

operar para buscar el autor de una obra anónima, Madrigal escribe que

Los datos internos en cualquier estudio de atribución consisten en las

correspondencias temáticas, lingüísticas y estilísticas que se pueden establecer entre

el texto anónimo y el corpus del presunto autor. A mayor número de

correspondencias, mayores serán las posibilidades de una misma autoría, aunque hay

que operar siempre con mucha cautela (Madrigal 2003: 10).

Con este último aviso, José Luis Madrigal refiere al hecho de que algunas coincidencias

pueden ser el resultado de una imitación consciente o inconciente o de una intervención del

azar. Los principales motivos que le han permitido atribuir la autoría a Francisco Cervantes de

Salazar son el origen del autor, las fechas en que pudo haber escrito la obra, el motivo del

autor para escribir su obra y por supuesto las concordancias estilísticas y lingüísticas entre las

obras de Salazar como su Crónica de Nueva España y el Lazarillo, dicho de otro modo la

identificación del idiolecto del autor. Nos propone además que ―Lázaro es el anagrama

burlesco de Salazar y Salazarus‖.

El segundo autor, Alfredo Baras Escolá, va a su vez exponer su tesis sobre la autoría

del Lazarillo en la revista Ínsula. Según Baras Escolá, el verdadero autor es Lope de Rueda,

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autor de comedias que nació en la primera década del siglo dieciséis y que murió en 1565. En

su artículo critica de manera bastante severa la teoría de Rosa Navarro Durán postulando que

la autora ha seguido una pista completamente errónea. Como base de la atribución de la

autoría a Lope de Rueda, Alfredo Baras Escolá alega

once motivos o situaciones a que suele recurrir Lope de Rueda dramaturgo y que se

cumplen con exactitud en la novela incluso en forma de secuencias [...] Todos los

motivos del Lazarillo se observan como constantes en Lope de Rueda, desde los

orígenes del simple hasta su matrimonio engañoso, ambos narrados

autobiográficamente en escena: la infamia de los padres se repite siempre en los hijos.

Sería inútil buscar estas situaciones en otros géneros narrativos o teatrales, porque

resultan ser exclusivas de la farsa de Rueda (Baras Escolá 2003: 13).

En la revista Espéculo, podemos leer la tesis de Francisco Calero que indica a Juan

Luis Vives, humanista valenciana, como autor del Lazarillo. El punto de partida de Calero ha

sido la opinión del profesor Joseph V. Ricapito. En 1976 este último había dicho que ―Si el

autor del Lazarillo no fuera este conquense ilustre, Alfonso de Valdés, tendría que ser alguien

muy semejante a él que perteneciera a los mismos círculos intelectuales‖ (Caldero 2006).

Tanto como Alfredo Baras Escolá, Calero va a criticar la tesis de Rosa de Navarro Durán

focalizándose en su metodología que

consiste en descubrir lecturas del autor del Lazarillo, sin hacer ninguna comparación

con obras de A. de Valdés. Para que las lecturas descubiertas en el Lazarillo pudieran

convertirse en argumentos a favor de Valdés, tendría que presentar Navarro pasajes

de la obra de Valdés en los que se reflejase dicha lectura o que, al menos,

testimoniasen que había leído la obra en cuestión (Calero 2006).

Aquí vemos surgir una de las reglas básicas de un estudio atribución ya señaladas por José

Luis Madrigal. Tanto como este último, Francisco Calera se ha dedicado a buscar diversas

correspondencias entre el Lazarillo y obras de Vives. Así desde un punto de vista temático

refiere a la recurrencia de los temas de la pobreza y sus soluciones, el hambre, el

anticlericalismo hasta la humildad del autor y la presencia de refranes. Al lado del tema

dedica además su atención a la sintaxis, el léxico, el estilo, la concordancia de pensamiento y

de frases, la forma literaria etc.

Ya anterior a estas tres tesis varios otros nombres han sido barajados en cuanto a la

autoría del Lazarillo. En los tres artículos que acabamos de resumir sus autores señalan que, al

lado de sus tres candidatos, Juan de Valdés, hermano gemelo de Alfonso de Valdés, ha sido

indicado como autor de Lazarillo. Nos informan además que a principios del siglo diecisiete

circulaban los nombres de Fray Juan de Ortega, General de la orden de San Jerónimo entre

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1552 y 1555, y don Diego Hurtado de Mendoza, poeta e historiador originario de Granada que

vivió entre 1503 y 1575. Estas atribuciones han sido descartadas por el ya señalado Morel-

Fatio, defensor de la candidatura de Alfonso de Valdés como autor del Lazarillo. Finalmente

queda la defensa poca exitosa por Marquez Villanueva de Sebastián de Horozca, autor de

cuatro dramas de tema religioso que nació en la primera década del siglo dieciséis en Toledo

y que murió hacia 1578.

Se desprende de esta pequeña sinopsis que la autoría del Lazarillo sigue siendo un

tema muy debatido en la actualidad.

2.6. La herencia de Erasmo

En el apartado anterior nos hemos concentrado en la influencia de Erasmo en la

literatura profana de la misma época. Ahora vamos a fijar nuestra atención en la herencia de

Erasmo, es decir la pervivencia de su pensamiento en la época de Felipe II. Bataillon nos

informa que no solo debemos pensar en los grandes humanistas de la época, sino también en

―los grandes hombres de la «Contrarreforma» [...] Y uno de esos grandes hombres que

transmiten a la época siguiente una parte de la herencia de Erasmo es Arias Montano‖ (1966:

738). Bataillon refiere aquí al biblismo de Arias Montano. Mediante esta pequeña

introducción ya hemos indicado el principal lazo entre Erasmo y Arias Montano y hemos

quizás descubierto por qué este último había querido escribir durante su vida una biografía de

Erasmo. Por lo que se refiere a la información que ha sacado Julio Manuel de la Rosa del

estudio de Marcel Bataillon a propósito de Benito Arias Montano podemos afirmar que ha

integrado casi todo en su novela. Es la primera vez que podemos recuperar varias páginas

subsiguientes resumidas y adaptadas para utilizarlas en la novela. Vamos a demostrar ahora

que las cinco páginas que tratan de Arias Montano en Erasmo y España han servido realmente

como fuente para la construcción de ciertas partes de la novela de Julio Manuel de la Rosa.

De los dos fragmentos siguientes, el primero representa las páginas 202 y 203 de la novela y

en el segundo hemos reconstruido estas dos páginas a partir del estudio de Marcel Bataillon

sin cambiar el orden de las frases. Los dos contienen varias informaciones sobre la vida y el

Opus Magnum de Benito Arias Montano:

[...] una extraña persona capaz de vivir solitario en la Peña y de permanecer meses

enclaustrado en la biblioteca de El Escorial y, a la vez, de intervenir con decoro en

Trento y de viajar largamente por el extranjero. Quise saltar por encima de la

escolástica y de inmediato me emparentaron con Erasmo. Olvidan que he pasado la

vida tratando de definir el concepto de piedad. He entendido por piedad el

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sentimiento de amor y comprensión que el hombre incorpora a sus obras en este

mundo y al trato con todos sus semejantes. La piedad llega siempre acompañada por

la penitencia, que es su verdadera acepción, pues significa la lucha interior que el

hombre practica contra sus propias pasiones, sobre todo las engendradas por la

política y la tiranía hacia los más y débiles y menesterosos. Con certeza me acusarán

de no haber respetado la autoridad de la Vulgata. Mil veces afirmó León de Castro

que la Biblia Regia era un atentado contra la Vulgata y un sonado triunfo de los

rabinos. Juan de Mariana tuvo el denuedo de decir «que el Rey no había ganado

mucha honra en haberse puesto su real nombre en esta obra». Por estas cosas y

algunas más de suma gravedad, los hebraístas fueron perseguidos en su libertad y

honra. Yo fui amenazado pero no derribado. Siempre me decía fray José que yo me

libraba de la quema final debido a la seducción de mi natural modestia y al desinterés

por las cosas materiales del mundo. Exageraba mi buen hermano. Mi amistad con

Francisco Cano, capellán de la Reina Madre de Portugal, me trajo muchos favores y

beneficios. Quise expresar en mi Opus Magnum, debida en buena parte a las

enseñanzas de Francisco de Arce, mi concepto completo del hombre, sin separar el

alma del cuerpo; el alma con la historia de su caída y redención; el cuerpo con toda su

historia natural y biológica (de la Rosa 2007: 202-03).

Ahora viene la reconstrucción de esta cita hecha a partir de la obra de Marcel Bataillon:

Misteriosa figura que pasa, extrañamente semejante a sí misma, de la solitaria Peña

de Aracena al Concilio de Trento, de la oficina de Cristóbal Plantino a la biblioteca

del Escorial. [...] Su firme propósito de prescindir de la escolástica lo emparienta con

el erasmismo. [...] Dejando a un lado los dogmas de fe definidos por el Concilio, él se

ocupa de preferencia en definir la piedad: ésta consiste principalmente en el temor, la

penitencia y un amor que va acompañando de las obras. Y por penitencia entiende

Arias Montano, de manera generalísima, la guerra que hace el hombre contra sus

pasiones [...] Es él quien asumió el colosal trabajo de dirigir la edición de la Biblia

Regia, la cual distaba mucho de ser simple reproducción de la de Alcalá. [...] La

empresa no había de verse coronada hasta quince años después. En efecto, ya en el

seno de la comisión encargada de la revisión, el espíritu científico de los hebraístas

había chocado contra la hostilidad conservadora de León de Castro [...] Era fácil,

sobre todo, oponerles el espíritu del Concilio Tridentino, la obligación de dejar

intacta la autoridad de la Vulgata y de la tradición católica. [...] sólo notamos aquí

que León de Castro trató de hacer caer a Arias Montano bajo acusaciones semejantes,

denunciando en el Apparatus de la Biblia Regia un atentado a la majestad de la

Vulgata y un triunfo de los rabinos. La Inquisición comisionó al Padre Juan de

Mariana para que examinara la Biblia de Amberes, y si el célebre historiador jesuita

se atrevió a decir que « el Rey no había ganado mucha honra en haberse puesto su

real nombre en esta obra » [...] Los hebraístas de Salamanca fueron cruelmente

afligados en su libertad y en su honra. Las persecuciones emprendidas contra Arias

Montano permanecieron en el estado de amenazo: tanto él como su Biblia salieron

ilesos. Arias Montano estaba dotada de una rara seducción, que consistía

principalmente en una grandísima ciencia sumada a una extraordinaria modestia y a

un desinterés de asceta. La admiración que inspiró a Francisco Cano, capellán de la

Reina Madre de Portugal, sólo puede compararse con la que despertó en Plantino. [...]

En 1559 es huésped, en Llerna, de su amigo Francisco de Arce, médico, y cuatro

meses le bastan para asimilarse todo lo esencial de la ciencia médica. El Opus

magnum, que es la obra predilecta de sus últimos años, encierre en sí no sólo un

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Alma, es decir, la historia del alma humana, de su caída y de su redención, sino

también un Cuerpo, es decir, una historia natural (Bataillon 1966: 739-43).

El lector puede constatar que no se puede negar de ninguna manera la similitud entre las dos

citas. A decir verdad, esta parte sobre Erasmo es la única parte tan extensa que hemos podido

reconstruir. Ya consta que Julio Manuel de la Rosa se ha servido de otras afirmaciones de

Marcel Bataillon y que al lado de éstas ha recurrido además a otras fuentes para recrear el

personaje histórico que es Benito Arias Montano. De esa manera no hemos encontrado

ninguna referencia a la Famille de la Charité que conoció a través de Cristóbal Plantino y a la

que Arias Montano se había reunido durante su estancia en Flandes. Recibimos además poca

información sobre la formación y la juventud de Arias Montano en Erasmo y España, algo

que es normal visto que se trata de una obra que ha investigado únicamente la influencia de

Erasmo en España. Otro hecho que sí hemos encontrado en ambas obras es la invitación por

parte del obispo de Segovia de Arias Montano para que participara a Concilio de Trento, algo

que significaba que debía dejar su querida Peña:

Llevaba en la Peña retirada casi año y medio [...] entregado en paz a mis escritos,

cuando recibí urgente recado del obispo de Segovia, Don Martín Pérez de Ayala,

también fraile de la Orden de Santiago, diciéndome que me había escogido como

consejero para que le acompañara a la tercera sesión del Concilio de Trento (de la

Rosa 2007: 80).

A propósito de este hecho Marcel Bataillon escribe que Benito Arias Montano

[e]spera con impaciencia la conclusión de sus estudios de teología escolástica para

retirarse a su rincón de la Peña de Aracena y consagrarse al estudio exclusivo de la

Sagrada Escritura. Cuando en el año de 1562, Martín Pérez de Ayala lo arranca de

esta soledad para llevarlo al Concilio de Trento, nuestro ermitaño es ya el biblista que

seguirá siendo durante toda su vida, el hombre que expone la fe ortodoxa en un latín

de impecable elegancia y que quiere apoyar esta fe únicamente en la Biblia, en

nombre de la cual la combaten los herejes (Bataillon 1966: 739).

Una observación que podemos hacer acerca de esta cita es que aquí encontramos por primera

vez la designación de Benito Arias Montano como ―ermitaño‖ en la obra de Bataillon. Por

consiguiente se puede que esta referencia a su protagonista ha inspirado a Julio Manuel de la

Rosa en la selección del título para su novela. Al lado de esta cita que trata de la participación

de Benito Arias Montano al Concilio de Trento, la novela y el estudio de Bataillon coinciden

en algunos otros elementos como la problemática de la aprobación del Papa para la Biblia

Regia y, como se lee en la última cita, la devoción de Arias Montano a la Sagrada Escritura.

Sin embargo queremos ahora pasar a dos otras personas muy amigas de Benito Arias

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Montano que desempeñan un papel en la novela de Julio Manuel de la Rosa y a las que

Bataillon hace también referencia en su obra.

El primer de los dos es el fray José de Sigüenza, continuador del biblismo de Benito

Arias Montano. Fue nombrado bibliotecario de El Escorial probablemente con la ayuda de

Arias Montano, pero desde punto de vista filosófico y religioso se comportaba muy

imprudente. Bataillon nos informa que tuvo el atrevimiento de ―criticar la predicación de sus

hermanos de hábito, sin perdonar al prior de San Lorenzo‖ (1966: 743), acto que causará su

inculpación por la Inquisición:

[...] Arias Montano le revela un nuevo método de exposición del cristianismo: «Dejó

―dice su piadoso biógrafo― el modo de predicar flores y gallardías que hasta allí

había usado, con que se ceba el vulgo.» [...] Enviado, según parece, a causa del nuevo

favor que sus sermones le valían ante Felipe II, lo mismo que por su nombramiento

de bibliotecario que probablemente debió también a Arias Montano, Sigüenza tenía la

imprudencia de criticar la predicación de sus hermanos de hábito, sin perdonar al

prior de San Lorenzo. A su retórica demasiado ingeniosa, que saca temas del Antiguo

Testamento o de la mitología pagana como de un doble tesoro de fábulas, él opone

una predicación puramente cristiana, inspirada del Evangelio, animada del afán de

edificar las almas. [...] Una averiguación, hecha del 13 al 17 de 1592 por los

visitadores de la Orden, provoca gran número de declaraciones hostiles a Sigüenza.

Se le presenta como enemigo de la teología escolástica y partidario del estudio del

hebreo; se dice que critica las interpretaciones alegóricas de los santos y que

demuestra admiración sin límites por la exégesis literal del editor de la Biblia

Regia. «Ninguno ―dice― ha entendido a San Pablo como Arias Montano.» «Como

me dejen a Arias Montano y la Biblia ―dice también―, no se me da nada que me

quiten los demás libros.» [...] Sigüenza, a quien se informó al punto de las

acusaciones que pesaban sobre él, se había anticipado solicitando personalmente el

juicio de la Inquisición. [...] Se le asignó como cárcel el monasterio de la Sisla. Pero

se le trató con miramientos especiales, explicables [...] por el favor personal de Felipe

II. El alegato del fiscal, implacable como siempre, no impidió que el proceso

terminase el 22 de octubre con un perdón unánime que la Suprema confirmó el 25 de

julio de 1593. (Bataillon 1966: 743­44).

Este mismo episodio será retomado por Julio Manuel de la Rosa que va a repetir dos veces la

cita de José de Sigüenza que grita ―como me dejan a Arias Montano y la Biblia, no se me da

nada que me quieten los demás libros‖, una vez en el pasaje que corresponde al de Bataillon,

pero también ya antes en la novela en la página 121 en un contexto similar. En el fragmento

de la novela que sigue se reconoce claramente la de Bataillon:

«Hermano ―le dije un día― deje el modo de escribir flores y gallardías con que se

ceba el vulgo». [...] Sus nuevos sermones llamaron la atención al Rey. Enviado por su

cargo de bibliotecario de El Escorial―algo tuve que ver en el asunto―, fray José,

que tenía sangre caliente, cometió la grave imprudencia de criticar las predicaciones

del prior, diciendo con demostradas razones, que tales retóricas, con temas de la

mitología o del tesoro de las fábulas, eran vacuos e ingeniosos ejercicios de cátedra.

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La predicación de fray José era puramente cristiana, inspirada en el Evangelio y sólo

pensada para edificar y mejorar el alma del creyente. [...] Alertados, los visitadores de

la Orden recogieron numerosas declaraciones contrarias muy hostiles a fray José. La

trampa se cerró sobre su cabeza: declarado enemigo de la teología escolástica,

partidario del estudio del hebreo, contrario a las interpretaciones alegóricas de los

santos, admirador incondicional de la Biblia Regia y sobre todo acusado de expresar

el peligroso dicho de «como me dejen a Arias Montano y la Biblia, no se me de [sic]

nada que me quiten los demás libros» [...] Fray José [...] conociendo las acusaciones

que sobre él pesaban, se anticipó solicitando en persona el juicio de la Inquisición. Le

fijaron como cárcel el monasterio de La Sisla. Por favor del rey, se le trató con

especiales miramientos y el proceso concluyó con el perdón unánime en 1593 (de la

Rosa 2007: 204-05).

A partir de estos dos fragmentos ya podemos detectar un poco la estrategia utilizada por Julio

Manuel de la Rosa para reconstruir la mente de Arias Montano: en el fragmento de Bataillon

leemos que el biógrafo de José de Sigüenza había escrito que después de que Arias Montano

había ampliado su horizonte, ―Dejó el modo de predicar etc.‖. Observamos pues que Julio

Manuel de la Rosa ha retomado la citación y la atribuye a Benito Arias Montano. Tanto como

en el caso de Benito Arias Montano hemos logrado a reconstruir todo el pasaje a partir del

estudio de Marcel Bataillon. Se nota además en las referencias a las dos obras que los dos

fragmentos siguen inmediatamente a los fragmentos sobre Benito Arias Montano.

La segunda persona muy ligada a Benito Arias Montano es Luis de León. Ya hemos

referido a esta persona en la primera parte de nuestra investigación a propósito de su

traducción de El cantar de los cantares a instigación de Arias Montano, y es exactamente esta

información que Julio Manuel de la Rosa ha sacado de la obra de Marcel Bataillon. Que el

lector compare los dos fragmentos siguientes, respectivamente de la novela y de Erasmo y

España:

Cuando Luis de León por mediación mía terminó de traducir al castellano El cantar

de los cantares, poseído por el ardor carnal y la vanidad del poeta, le ofreció el canto

de amor a una monja llamada Isabel de Osorio, cosa en extremo prohibida y

perseguida por la Inquisición, ya que ella era religiosa profesa entregada a la oración.

(de la Rosa 2007: 228).

Uno de los capítulos de acusación de su primer proceso era que había traducido al

castellano el Cantar de los cantares y que había comentado ―a lo divino‖ este canto de

amor para la monja Isabel Osorio. Al transgredir la prohibición inquisitorial en favor

de una religiosa entregada a la oración, había dado pruebas de la misma amplitud de

miras [...] En sus comentarios parte de la interpretación literal, predilecta de los

erasmistas y los biblistas, pero es para levantarse más seguramente hacia un sentido

espiritual, y desarrollará este contenido místico con amplitud incomparable en su

comentario latino del Cantar de los cantares (Bataillon 1966: 761).

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Tanto Bataillon como Julio Manuel de la Rosa nos informan que Luis de León y Arias

Montano ―fueron discípulos de Fr. Cipriano de Huerga‖ (Bataillon 1966: 761)33

y que ―Fray

Luis ha practicado asiduamente el estudio de la Biblia en los originales‖ (Bataillon 1966:

761).34

Ya podemos concluir que la obra de Marcel Bataillon le ha sido imprescindible a Julio

Manuel de la Rosa por lo que se refiere a la materia religiosa y política tanto de Benito Arias

Montano como de Fray José de Sigüenza y Luis de León.

2.7. Erasmo y el Índice y la desaparición del erasmismo

En el presente y último apartado vamos a investigar la relación entre las diferentes

obras de Erasmo y los diferentes índices que circulaban en el siglo dieciséis. Se trata aquí de

un aspecto que no ha sido abordado por Julio Manuel de la Rosa pero sí por Marcel Bataillon.

Nos permitimos presentar al lector una pequeña sinopsis de la situación de modo que

lleguemos a una visión total del surgimiento del erasmismo hasta su desaparición. Ya hemos

visto que la reunión en Valladolid, en que se planteaba la cuestión de la admisión o no de leer

los libros de Erasmo en España, no había perjudicado la reputación de Erasmo. Una vez más

la tendencia erasmiana de la Corte había salvado a Erasmo. Sin embargo esta situación

favorable no puede continuar.

En primera instancia debemos oponer España a Francia e Italia. Bataillon nos informa

que mientras que la reunión de Valladolid no había logrado la instauración de una

prohibición, la Sorbona en Francia sí había elaborado algunas líneas fijas35

en que se

censuraba algunas de las obras de Erasmo. Italia por su parte a partir de 1551 ―el año en que

aparecieron los Índices españoles― mostró una severidad sin precedentes en su nuevo Índice

que calificaba a Erasmo como uno de los principales heréticos:

[...] la Universidad de Lovaina, donde el erasmismo había hecho grandes progresos

desde la muerte de Erasmo, parecía muy poco dispuesto a seguir ese ejemplo [...] Sin

embargo, Roma, con Paulo IV, no se contentaba ya con cosas a medias. Aun antes de

que se promulgase el Índice establecido por su orden, se había notificado a los

libreros la decisión que condenaba los libros de Erasmo al fuego. Es verdad que al fin

33

―Tanto más que yo gozaba de aquel tesoro mi amigo Luis de León ; no sabíamos entonces ninguno de los dos

que la formación hebraística que recibíamos de Cipriano de la Huerga [...]‖ (de la Rosa 2007: 53). 34

―Nadie como mi hermano Luis de León estudió mejor la Biblia en sus textos originales‖ (de la Rosa 2007:

227). 35

―Esta censura era muchísima más grave que la que ya había caído sobre los coloquios, pues que se enderezaba,

no ya contra diálogos llenos de elocuencia satírica, sino contra las Anotaciones y las Paráfrasis del Nuevo

Testamento, es decir, contra textos del pensamiento de Erasmo debía expresarse sin ambigüedades‖ (Bataillon

1966: 417).

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se decidió no promulgar formalmente la lista, a pesar de estar ya impresa; pero el

Índice de 1558; que atenuó un poco sus rigores, mantuvo a Erasmo entre los autores

heréticos primae classis [...] Con este Índice llegó a su culminación la severidad

ortodoxa (Bataillon 1966: 715-16).

Este Índice romano de 1558 nunca se puso en práctica en España, donde la Inquisición

reinaba y juzgaba de manera independiente. Sin embargo en el Índice español promulgado a

fines del verano de 1559 la prohibición de los libros de Erasmo sí se realizó. Entre las obras

prohibidas se encuentra incluso la obra que refleja lo mejor la esencia del pensamiento y la

filosofía erasmista y que había ya jugado un papel primordial en el iluminismo español, es

decir, el Enchiridion. A pesar de esta prohibición, el pensamiento de Erasmo quedaba

fácilmente accesible a través de sus otras obras como su De libero arbitrio, sus Paráfrasis del

Nuevo Testamento etc. De todos modos, el Índice de Alfonso de Valdés había influido

profundamente la vida espiritual en España. Por lo que se refiere a la impresión y el comercio

de los libros, ellos se veían controlados por orden del Rey:

Importar obras en lengua española sin permiso de Rey es un crimen que puede

castigarse con la muerte y la confiscación de los bienes. Los libros destinados a la

impresión deben tener una ―licencia‖, y los ejemplares impresos no pueden ponerse a

la venta sino después de una rigurosa confrontación con el manuscrito revisado y

apostillado en cada página. Los arzobispos, obispos y prelados quedan encargados de

organizar, con ayuda del brazo secular, la inspección de las librerías y bibliotecas,

públicas o privadas, eclesiásticas o seglares (Bataillon 1966: 720).

Sin embargo, se van a suavizar todas estas prohibiciones promulgadas por el Concilio de

Trento, que bajo Pio V perdieron mucho de su vigor36

, de modo que el ―régimen de terror

instituido por Paulo IV en Roma y por Valdés en España‖ (Bataillon 1966: 721) se derribó en

parte. En este contexto interviene de nuevo el personaje de Benito Arias Montano, que al lado

de haber participado a la tercera sesión del Concilio de Trento, se ocupaba además de la

elaboración de un nuevo Índice en España. Éste apareció en 1569 en las prensas de Amberes

donde Arias Montano con la ayuda de Plantino iba a publicar también entre 1569 y 1573 la

Biblia Regia en nombre de Felipe II. Ya sabemos que Arias Montano, por su biblismo

buscaba mantener vivo el espíritu erasmista, un esfuerzo que se refleja una vez más en el

Índice:

Montano estaba no poco orgulloso de esta obra, que se anticipaba a las listas

expurgatorias que entonces se preparaban en Roma, y que podía influir

favorablemente en ellas [...] Arias Montano se esforzaba en ―salvar de Erasmo lo que

fuere posible‖. En este esfuerzo había tenido en cuenta los cánones del Concilio,

36

Ya no figura en el Índice el Enchiridion.

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aprovechando toda la amplitud que el Índice de Trento dejaba para la expurgación de

los libros peligrosos. Se adivina que esta gran inteligencia, formada en el medio

erasmista de Alcalá, conservaba una secreta afición por muchos de los libros que

censuraba (Bataillon 1966: 721-22).

Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos tanto por el Papa Pio V en el Concilio de Trento

como por Benito Arias Montano en España, Bataillon nos informa que en realidad el Índice

de 1559 pone en marcha el desvanecimiento del nombre de Erasmo y que en el medio siglo

que sigue se percibe ―una desaparición gradual de su pensamiento‖ (Bataillon 1966: 723). A

partir de este momento asistimos a una persecución de ellos que quieren sacar de la sombra a

la herencia del erasmismo.

En Erasmo y España leemos además que en el siglo dieciséis el mundo literario toma

un giro imprevisible aun por el propio Erasmo. Tanto la literatura española como la literatura

italiana y francesa deciden ir por otro camino y dejar por un lado al humanismo dicho

erasmiano que antes aspiraba a la restitución de las fuentes de la antigüedad greca y latina.

Esta nueva tendencia que comienza su emergencia en la segunda mitad del siglo dieciséis es

el clasicismo. Las literaturas modernas del clasicismo se oponían al humanismo por su

aspiración a ―racionalizarse, a normalizarse, a rivalizar con las obras de la antigüedad

grecolatina imitando no sólo su contenido, sino también su estructura‖ (1966: 770). Todo eso

no significa que el humanismo desapareció: el humanismo cristiano de la época erasmiana

que se caracterizaba por su apego a la philosophia Christi evolucionó de manera que su visión

ya no concuerda con el erasmismo sino que va a favorecer el clasicismo. Este nuevo

humanismo es sobre todo el humanismo de los jesuitas: un humanismo más reposado y que se

concentraba en el estudio de los poetas y oradores latines. Se ve pues que ambos humanismos

recurren a las mismas fuentes pero que los jesuitas lo practicaban de manera no sospechosa y

que ya no consideran a la filosofía pagana como fuente de un cristianismo más profundo. Por

lo que se refiere a su enseñanza, Bataillon nos explica que ―[s]u enseñanza tendía sobre todo a

adornar el ingenio, a iniciarlo en el bien decir; no se trataba ya de formar espíritus capaces de

confrontar la fe con sus fuentes‖ (1966: 771). Se nota que el clasicismo de la segunda mitad

del siglo dieciséis por un lado parece contribuir a borrar el erasmismo pero que por el otro

lado se comporta también como un movimiento que prolonga hasta cierta medida su herencia.

Finalmente Bataillon escribe que para llegar a comprender la desaparición del

erasmismo, tenemos que fijar nuestra atención en otro movimiento del siglo dieciséis e

incluso del siglo siguiente que es el neoestoicismo. En España, el neoestoicismo conoció en

realidad un florecimiento bastante tardío en comparación con el extranjero. Este movimiento

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encarnaba una especie de renacimiento del humanismo filosófico. Bataillon señala además

que ―por su afán de conciliar su fe moral con el cristianismo, fue un nuevo género de

philosophia Christi‖ (1966: 772). Dos personas claves de este movimiento son Francisco

Sánchez de las Brozas, el Brocense, por un lado y Justo Lipsio por el otro. Aquello, que fue

un alumno de Erasmo, había preparado en cierta medida la aparición de Justo Lipsio. Se

considera a Justo Lipsio como el maestro de este nuevo humanismo filosófico y en específico

de este nuevo género de philosophia Christi y eso ―a partir del momento en que, vuelto al

redil del catolicismo, vino a enseñar en Lovaina‖ (1966: 772). Tanto como se habían

admirado a Erasmo hacia tres siglos, los grandes humanistas —entre ellos un ya anciano

Benito Arias Montano y un joven Quevedo— se tornaban hacia Justo Lipsio. No vamos a

insistir en la importancia de Quevedo en este estudio, sino que nos limitamos a decir que la

muerte del Brocense, y la de los otros grandes humanistas de su época, significa al mismo

tiempo la muerte del erasmismo. Como prueba, Bataillon añade una pequeña anécdota que

cuenta que cuando la Inquisición en 1660 examina unas estampas entre las cuales se

encontraba una con el retrato de Erasmo, la Inquisición ya no ve ninguna inconveniencia en

que la lámina de Erasmo circula, y que por consiguiente Erasmo como persona se ha vuelto

inofensivo.

Para terminar nuestra pequeña sinopsis sobre la decadencia del erasmismo nos queda

la cuestión de las huellas del erasmismo en las letras españolas. Según Bataillon, esta huella

en las letras españolas se perdería de modo bastante miserable entre las

recopilaciones de apotegmas o las misceláneas cuyo éxito persiste a comienzos del

siglo XVII si esta época no hubiera visto surgir las grandes obras de Cervantes, que

señorean la brillante producción de los ingenios de la época de Felipe III, que fundan

verdaderamente la novela moderna y que, al mismo tiempo, están bañadas por el

espíritu del Renacimiento como por los rayos de un sol poniente (Bataillon 1966:

777).

Se puede considerar las obras cervantinas como salvadores del espíritu erasmiano. Sin

embargo hasta el día de hoy, se continúa el debate sobre la tendencia erasmista que

posiblemente caracterizaba al propio Cervantes. Uno de los grandes defensores de esta

opinión es el famosísimo Américo Castro que atribuye el erasmismo de Cervantes a su

amistad que tuvo con el impresor Miguel de Hoyos. En su Erasmo y España Bataillon dedica

las páginas 777 hasta 801 a elucidar la verdad sobre el lado erasmista de Cervantes sin por lo

tanto llegar a unas conclusiones definitivas. Consta que dentro de sus obras sí podemos

recuperar algunos indicios de un erasmismo latente pero la verdad todavía queda por

descubrirse.

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III. Conclusión

En este estudio nuestro propósito ha sido investigar la última novela del escritor

hispalense Julio Manuel de la Rosa El ermitaño del rey. La investigación se ha compuesto

esencialmente de dos grandes partes: la primera era de índole teórica mientras que la segunda

parte se caracterizaba por un enfoque más bien interpretativo del contenido histórico de la

novela. Tradicionalmente cada novela tiene un mensaje, es decir que debemos preguntarnos

¿qué es lo que quiere decir la novela? El autor ya ha contestado él mismo esta pregunta: ha

querido pintar una descripción narrativa de la mentalidad de Benito Arias Montano porque le

frustraba que cada vez cuando visitaba la Peña, el refugio de Arias Montano, la gente conocía

el nombre del gran humanista pero desconocía a Arias Montano como personaje histórico.

Ahora bien, eligiendo como tema a la figura histórica de Benito Arias Montano, el autor se

vio confrontado con la inmensa carga histórica que traía consigo su protagonista. Es este

contenido histórico que nos ha conducido a investigar unos aspectos de la novela con el

propósito de determinar el cuadro de referencia en que se inserta la novela en la primera parte.

Según nosotros no es una casualidad que Julio Manuel de la Rosa haya elegido como

protagonista un personaje histórico, siendo un tema tan significativo en la presente época

caracterizada por un florecimiento de las novelas con temas históricas. Por eso hemos querido

en una primera instancia fijar nuestra atención en las propiedades narrativas de la novela,

basándonos en un análisis narratológico para luego aplicar las características de la tendencia

literaria contemporánea llamada la metaficción historiográfica o bien la nueva novela

histórica. Recapitulamos una última vez sus características: la metaficción historiográfica

busca minar la visión idealista y la verdad unívoca propuesta por su antecesora poniendo en

entredicho y cuestionando la posibilidad de un conocimiento objetivo de la historia y de la

verdad mediante una reconstrucción parodiada, irónica y/o desmitificadora de un episodio del

pasado a través de una visión pluralista o visión individual interna. Problematiza además la

relación entre la expresión textual y la referencia a la verdad extralingüística optando por

focalizar el proceso de la creación, el aspecto artístico y las implicaciones ideológicas de la

historiografía. A partir de nuestro análisis narratológico ya habíamos hecho una primera

observación importante que es que el narrador cumple todas las funciones que se distinguen

en la narratología. Ocupa a la vez una función narrativa, comunicativa, testimonial, ideológica

y una función de control. Varias de estas funciones corresponden con los criterios

establecidos por Linda Hutcheon y Seymour Menton. Una característica primordial es el

hecho de que Julio Manuel de la Rosa ha optado por un narrador en primera persona,

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autodiegético. Con esta decisión no solo ha podido realizar su deseo de pintar la mentalidad

de Benito Arias Montano sino que, visto la complicidad de su protagonista en un montón de

eventos sumamente importantes en el siglo dieciséis, al mismo tiempo nos ha pintado todo un

cuadro histórico a partir de este enfoque íntimo de Arias Montano. Hasta cierto punto

podríamos afirmar que con esta reconstrucción interna y personal el protagonista busca

contrarrestar las versiones oficiales de la historia —otra característica de la nueva novela

histórica— con por ejemplo la descripción de su rey Felipe II por un lado como un hombre

muy debilitado y tanto como él en el umbral de la muerte, pero también como un conspirador

que ha matado a su propio secretario y además la descripción de la Corte española como un

nido de víboras. La gran presencia del rey Felipe II, aunque no constituye el protagonista,

hace que Julio Manuel de la Rosa se junta al grupo de escritores e investigadores que se

caracterizan por un gran interés en el siglo dieciséis. En este grupo se encuentran unos de los

más destacados autores de nuestro tiempo como Carlos Fuentes, Abel Posse, Lourdes Ortiz

que se han dedicado a la escritura de este metagénero que son las novelas con tema histórica,

una tendencia demostrada en la obra Reflejos del Imperio (2001). Sin embargo no debemos

olvidar que en el caso de Julio Manuel de la Rosa, todas estas circunstancias históricas están

subordinadas a una situación narrativa en que el narrador recurre también a una reflexión

metadiscursiva comentando su proceso de creación. Es decir que el aspecto subjetivo de la

visión del protagonista prevalece al contenido histórico. En este sentido el discurso de Arias

Montano parece insertarse en otra tradición narrativa descrita por Aurora Mateos Montero en

su tesina doctoral que es el discurso memorialístico. Así la narración en retrospectiva, la

precisión temporal, es decir, la abundancia de fechas y por supuesto el yo narrante y

agonizante favorecen la presencia de un discurso autobiográfico o memorialístico, a pesar de

que el narrador nunca refiere a su discurso con esta denominación.

En la segunda parte de la novela nos hemos dedicado a una investigación de la

veracidad histórica del contenido a base de una comparación intertextual entre la novela y la

obra monumental de Marcel Bataillon, el Erasmo y España. A la raíz de esta investigación se

sitúa una característica ya mencionada de la metaficción historiográfica que es el hecho de

problematizar el conocimiento objetivo de la historia. Julio Manuel de la Rosa demuestra esta

característica, primero con una situación narrativa en que el lector se ve confrontado con un

hombre intelectual pero al mismo tiempo agonizante, que significa que su memoria le puede

fallar de vez en cuando. Mediante una investigación del contenido hemos visto que la

información no siempre concuerda con la que leemos en Erasmo y España. Así el narrador ha

cambiado los nombres de John y Henry Collet. Algo que resulta ser más tajante y propio a la

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nueva novela histórica es la presencia de un anacronismo por lo que se refiere a la autoría del

Lazarillo de Tormes. Sin embargo podemos afirmar que la mayor parte del trasfondo histórico

presenta una veracidad histórica y que el autor ha recurrido en muchas ocasiones a la obra de

Marcel Bataillon.

Por lo que se refiere a la presencia de Erasmo y el erasmismo en la novela de Julio

Manuel de la Rosa debemos por un lado observar que el autor pide del lector a veces un

conocimiento ya preestablecido de la Historia para que este último pueda captar y entender

todas las referencias y episodios evocados por Benito Arias Montano. Sin embargo, podemos

afirmar que los elementos sacados y tratados de la novela en torno a Erasmo como sus obras,

su pensamiento, la relación con Martín Lutero, permiten al lector reconstruir casi por

completo la situación religiosa y política en que se situaba Erasmo. Por el otro lado, estas

evocaciones a veces efímeras de ciertos acontecimientos históricos, como la asamblea en

Valladolid, son propios a Benito Arias Montano que en la novela ya había investigado la vida

de Erasmo y que ahora reproduce lo estrictamente esencial. A cada paso Arias Montano

justifica además sus breves alusiones a la vida de Erasmo mediante un metalenguaje,

enfocando así el proceso de creación. La consulta de la obra de Marcel Bataillon ha permitido

finalmente de reconstruir y ahondar la mayoría de los hechos mencionados por el narrador. En

cuanto a esta obra famosísima de Bataillon y la selección de información hecha por Julio

Manuel de la Rosa nos falta hacer algunas observaciones.

En primer lugar tenemos que destacar que nos ha asombrado mucho la selección y al

mismo tiempo la omisión de ciertos hechos e informaciones ya que comprendemos que es

imposible incorporarlo todo en una novela corta. Sin embargo, lamentamos en particular la

omisión de dos elementos muy elaborados en el estudio de Bataillon que son la problemática

en torno a la traducción de la Biblia en castellano y la falta de referencia al Preparatio ad

mortem de Erasmo, aunque en éste último caso opinamos haber encontrado varias alusiones a

la obra a través de la novela, demostrando así su presencia indirecta.

En segundo lugar salta a la vista que contrariamente a lo que esperábamos, la mayor

parte del contenido de la novela sacado del estudio de Bataillon concierne el protagonista,

Benito Arias Montano: casi toda la información procurada por Bataillon se encuentra en la

novela, mientras que la información que concierne la persona de Erasmo, que constituye el

‗protagonista‘ del estudio de Bataillon, dado el título Erasmo y España, se reduce a veces al

mínimo, es decir, a una sola frase. De nuevo, la situación narrativa de la novela explica el

fenómeno: en la novela no encontramos una biografía de Erasmo sino varios flujos de

conciencia en que el narrador reflexiona sobre la biografía de Erasmo que nunca pudiera

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escribir. Con toda la información que el narrador nos procura por lo que se refiere a los

diferentes capítulos, anunciando cada vez el título y contenido eventual, incluso en cuanto al

oficio del biógrafo, Arias Montano focaliza el proceso de creación y parece dar consejos al

lector en la esperanza de que alguien entre ellos, algún día escribiera la biografía que él nunca

llegó a redactar. En este sentido podemos establecer una comparación entre la biografía y otro

proyecto que no ha podido realizar, que es un tratado sobre la autoría del Lazarillo de Tormes

del que opina haber descubierto el autor. Aquí el protagonista limita también su información a

unas directivas en cuanto al posible autor y los indicios que le han permitido descubrirlo.

Todo esto significa que Benito Arias Montano en la novela parece ofrecer al lector interesado

dos proyectos futuros. Por lo que se refiere al segundo proyecto sobre la autoría del Lazarillo,

éste ya se realizó en 2003 por Rosa Navarro Durán, lo que provoca la impresión de que la

novela de Julio Manuel de la Rosa es anterior al estudio de Navarro Durán y podría pues datar

de la época de Benito Arias Montano aunque sabemos muy bien que se trata aquí de un

anacronismo como ya habíamos establecido.

En conclusión podemos decir que la novela El ermitaño del rey cabe simultáneamente

dentro de diferentes cuadros de referencia. Es en primer lugar innegablemente una novela de

metaficción37

, dentro de la que hemos encontrado tanto las características de la nueva novela

histórica o la metaficción historiográfica como algunos elementos que pertenecen al género

memorialístico. Se distingue además una dimensión que permite interpretar la obra como

siendo una doble biografía de dos personajes históricos en dos niveles diferentes en los que el

protagonista desempeña cada vez la función de biógrafo. De esta manera leemos en un primer

nivel un discurso autobiográfico y en un segundo nivel una especie de metabiografía,

refiriendo al deseo de Benito Arias Montano de haber escrito una biografía de Erasmo. A

propósito de este personaje en la novela hemos querido demostrar que una novela histórica,

que sea decimonónica o nueva, necesita una base histórica, en este caso ha sido en gran

medida el estudio de Marcel Bataillon. Esta investigación nos ha permitido además descubrir

el modo de obrar del autor para crear su última obra con que ha demostrado con gran técnica

y mejor estilo la riqueza y la inagotabilidad del género de la novela, en este caso, corta.

37

Recapitulamos brevemente la definición propuesta por Ana M. Dotras: ―En general, la novela de metaficción

manifiesta una clara conciencia de no estar inscrita dentro del sistema tradicional de novelar. Como tendencia

novelística, independientemente de la época o el modo en que se representa, la metaficción es, ante todo, una

forma de experimentación de nuevas vías en la creación narrativa, que lleva implícita una concepción amplia,

dinámica y en continua evolución del género novelístico‖ (Dotras 1994: 7).

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