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Madame Bovary Segunda Parte Por Gustave Flaubert

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MadameBovarySegundaParte

Por

GustaveFlaubert

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CAPITULOPRIMERO

Yonvillel’Abbaye(asílamadoporunaantiguaabadíadecapuchinosdelaquenisiquieraquedanruinas)esunpuebloaocholeguasdeRouen,entrelacarretera deAbbeville y la deBeauvais, al fondo de un valle regado por elRieule, pequeño río que desemboca en el Andelle, después de haber hechomovertresmolinoshacialadesembocadura,yenelquehayalgunastruchasqueloschicossediviertenenpescarconcañalosdomingos.

Sedeja la carreteraprincipal en laBoissièrey secontinúapor la llanurahastaloaltodelacuestadelosLeux,desdedondesedescubreelvalle.Elríoque loatraviesahacedeélcomodos regionesdedistinta fisonomía: todo loquequedaalaizquierdasonpastos,todoloquequedaaladerechasontierrasdecultivo.LospradosseextiendenalpiedeunacadenadepequeñascolinasparajuntarsepordetrásconlospastosdelPaísdeBray,mientrasque,delladoeste,lallanurasevaensanchandoensuavependienteymuestrahastaperdersede vista sus rubios campos de trigo. El agua que corre a orilla de la hierbaseparaconunarayablancaelcolordelospradosdeldelossurcos,yelcamposemeja de este modo a un gran manto desplegado que tiene un cuello deterciopeloverderibeteadodeuncéspeddeplata.

Enelextremodelhorizonte,cuandosellega,nosencontramosdelantelosrobles del bosque de Argueil, y las escarpadas cuestas de San Juan,atravesadas de arriba abajo por anchos regueros rojos, desiguales; son lashuellas de las lluvias, y esos tonos de ladrillo, que se destacan en hilitosdelgados sobre el color gris de la montaña, proceden de la cantidad demanantialesferruginososquecorrenmásalláenelpaíscercano.EstamosenlosconfinesdelaNormandía,delaPicardíaydelaIsladeFrancia,comarcabastardadondeelhablanotieneacento,comoelpaisajenotienecarácter.EsallídondesehacenlospeoresquesosdeNeufchâteldetodoeldistrito,y,porotra parte, el cultivo allí es costoso, porque hace faltamucho estiércol paraabonaraquellastierrasquesedesmenuzanllenasdearenaydeguijarros.

Hasta 1835nohabía ninguna carretera transitable para llegar aYonville;pero hacia esta época se abrió un camino vecinal que une la carretera deAbbevillealadeAmiens,ysirveavecesaloscarreterosquevandeRouenaFlandes.Sinembargo,Yonvillel'Abbayesequedóestacionariaapesardesus«nuevas salidas». En vez de mejorar los cultivos, siguen obstinados en lospastizales,pordepreciadosqueestén,yelpuebloperezoso,apartándosedelallanura,hacontinuadosuexpansiónnaturalhaciaelrío.Selevedesdelejos,extendidoalolargodelrío,comounpastordevacasqueechalasiestaaorilladelagua.

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Alpie de la cuesta, pasado el puente, comienza una calzada plantada dejóveneschopostemblones,quellevadirectamentehastalasprimerascasasdelpueblo. Éstas están rodeadas de setos, en medio de patios llenos deedificaciones dispersas, lagares, cabañas para los carros y destileríasdiseminadas bajo los árboles frondosos de cuyas ramas cuelgan escaleras,varasyhoces.Lostejadosdepaja,comogorrosdepielquecubrensusojos,bajan hasta el tercio más o menos de las ventanas bajas, cuyos gruesoscristalesabombadosestánprovistosdeunnudoenelmediocomoelfondodeunabotella.Sobrelapareddeyesoatravesadaendiagonalportravesañosdemaderanegros, se apoya a veces algún flacoperal, y las plantas bajas y laspuertastienenunabarreragiratoriaparaprotegerlasdelospollitos,quevienenapicotear enelumbral,migajasdepanmorenomojadoen sidra.Luego lospatiosseestrechan,lasedificacionesseaproximan,lossetosdesaparecen;unhaz de helechos se balancea bajo una ventana en la punta de unmango deescoba;haylaforjadeunherradoryluegouncarpinterodecarroscondosotresejemplaresnuevosfuerainvadiendolacarretera.Después,atravésdeunclaro,apareceunacasablancamásalládeuncírculodecéspedadornadoconunAmorconeldedocolocadosobrelaboca;encadaladodelaescalinatahaydos jarrones de hierro; en la puerta, unas placas brillantes: es la casa delnotarioylamásbonitadelpaís.Laiglesiaestáalotroladodelacalle,veintepasosmásallá,alaentradadelaplaza.Elpequeñocementerioquelarodea,cerradoporunmuroalaalturadelantepecho,estátanllenodesepulturasquelasviejaslápidasarasdelsueloformanunenlosadocontinuo,dondelahierbaha dibujado espontáneamente bancales verdes regulares. La iglesia fuereconstruida en los últimos años del reinado de Carlos X. La bóveda demaderacomienzaapudrirseporarriba,y,a trechos,resaltanagujerosnegrossobre un fondo azul. Por encima de la puerta, donde estaría el órgano, semantiene una galena para los hombres, con una escalera de caracol queresuenabajoloszuecos.

La luz solar, que llega por las vidrieras completamente lisas, iluminaoblicuamente los bancos, alineados perpendicularmente a la pared, tapizadaaquíyalláporalgunaesterillaclavada,enlaqueengrandescaracteresselee«Banco del Señor Fula no». Más allá, donde se estrecha la nave, elconfesonariohacejuegoconunapequeñaimagendelaVirgen,vestidaconuntrajederaso,tocadaconunvelodetulsembradodeestrellasdeplata,yconlos pómulos completamente llenos de púrpura como un ídolo de las islasSandwich;porúltimo,unacopiade la«SagradaFamilia, regalodelministrodel interior», presidiendo el altar mayor entre cuatro candeleros, remata alfondo la perspectiva.Las sillas del coro, enmadera, de abeto, quedaron sinpintar.

El mercado, es decir, un cobertizo de tejas soportado por unos veintepostes, ocupa por sí solo casi la mitad de la plaza mayor de Yonville. El

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ayuntamiento, construido según los pianos de un arquitecto deParis, es unaespeciedetemplogriegoquehaceesquinaconlacasadelfarmacéutico.Tieneen la planta baja tres columnas jónicas, y en el primer piso, una galería dearcos demedio punto,mientras que el tímpano que lo remata está ocupadototalmenteporungallogaloqueapoyaunapatasobrelaCartaysostieneconlaotralabalanzadelajusticia.

Pero lo que más llama la atención es, frente a la posada del «León de(Oro», la farmacia del señorHomais.De noche, especialmente, cuando estáencendido su quinqué y los tarros rojos y verdes que adornan su escaparateproyectanalolejos,enelsuelo,lasdoslucesdecolor,entonces,atravésdeellas, como en luces deBengala, se entrevé la sombra del farmaceútico, decodos sobre su mesa. Su casa, de arriba abajo, está llena de carteles coninscripciones en letra inglesa, en redondilla, en letra de molde: Aguas deVichy,deSeltzydeBarèges,jarabesdepurativos,medicinaRaspail,racahout,pastillas Darcet, pomada Regnault, vendajes, baños, chocolates de régimen,etc. Y el rótulo, que abarca todo lo ancho de la farmacia, lleva en letrasdoradas:«Homais,farmacéutico.»Después,alfondodelatienda,detrásdelasgrandes balanzas precintadas sobre el mostrador, se lee la palabra«laboratorio»porencimadeunapuertaacristaladaque,amediaaltura,repitetodavíaunavezmás«Homais»enletrasdoradassobrefondonegro.

Después,yanohaynadamásqueverenYonville.Lacalleúnica,deuntiro de escopeta de larga, y con algunas tiendas a uno y otro lado, terminabruscamenteenelrecododelacarretera.DejándolaaladerechaybajandolacuestadeSan Juan se llegaenseguidaal cementerio.Cuandoel cólera,paraensancharlo,tiraronunaparedycomprarontresacresdeterrenoallado;perotoda esta parte nueva está casi deshabitada, pues las tumbas, como antaño,continúanamontonándosehacialapuerta.Elguarda,queesalmismotiempoenterrador y sacristán en la iglesia, sacando así de los cadáveres de laparroquia un doble beneficio, aprovechó el terreno vacío para plantar en élpatatas.Deañoenaño,sinembargo,supequeñocamposereduce,ycuandosobreviene una epidemia no sabe si debe alegrarse de los fallecimientos olamentarsedelassepulturas.

-¡Ustedvivedelosmuertos.Lestiboudis!-ledijo,porfin,undíaelseñorcura.

Estas sombrías palabras le hicieron reflexionar; le contuvieron algúntiempo; pero todavía hoy sigue cultivando sus tubérculos, a incluso sostieneconaplomoquecrecendemaneraespontánea.

Desde los acontecimientos que vamos a contar, nada, en realidad hacambiadoenYonville.Labanderatricolordelatónsiguegirandoenloaltodelcampanario de la iglesia; la tienda del comerciante de novedades sigue

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agitando al viento sus dos banderolas de tela estampada; los fetos delfarmacéutico,comopaquetesdeyescablanca, sepudrencadadíamásensualcoholcenagoso,yencimadelapuertaprincipaldelaposadaelviejoleóndeoro,desteñidopor las lluvias,siguemostrandoa los transeúntessus rizosdeperritodeaguas.

La tarde en que los esposos Bovary debían llegar a Yonville, la señoraviudaLefrançois, ladueñadeestaposada,estaba tanatareadaquesudaba lagota gorda revolviendo sus cacerolas. Al día siguiente era mercado en elpueblo.Había que cortar de antemano las carnes, destripar los pollos, hacersopaycafé.Además,teníalacomidadesushuéspedes,ladelmédico,desumujerydesumuchacha;elbillarresonabadecarcajadas;tresmolinerosenlasalitallamabanparaquelestrajesenaguardiente;ardíalaleña,crepitabanlasbrasas,ysobrelalargamesadelacocina,entreloscuartosdecorderocrudo,se alzaban pilas de platos que temblaban a las sacudidas del tajo dondepicabanespinacas.Enelcorralseoíangritarlasavesquelacriadaperseguíaparacortarleselpescuezo.

Un hombre en pantuflas de piel verde, un poco marcado de viruela ytocado con un gorro de terciopelo con borla de oro, se calentaba la espaldacontralachimenea.Sucaranoexpresabamásquelasatisfaccióndesímismo,yparecíatancontentodelavidacomoeljilguerocolgadoencimadesucabezaenunajaulademimbre:eraelfarmacéutico.

-¡Artemisa! -gritaba lamesonera-, ¡parte leñamenuda, llena las botellas,trae aguardiente, dateprisa!Si almenosyo supieraquépostreofrecer a losseñoresqueustedesesperan. ¡Bondaddivina!Yaestánotravezahí losde lamudanza haciendo su estruendo en el billar. ¡Y han dejado su carro en elportón! « La Golondrina» es capaz de aplastarlo cuando llegue. ¡Llama aHipólito para que lo coloque en su sitio!... Pensar que, desde estamañana,señorHomais,puedequehayanjugadoquincepartidasybebidoochojarrasde sidra...Peromevana romperelpañode lamesadebillar -ycontinuabamirándolosdelejosconsuespumaderaenlamano.

-La pérdida no sería grande -respondió el señor Homais-, se compraríaotro.

-¡Otrobillar!-exclamólaviuda.

-Esqueésteyanoaguanta,señoraLefrançois;selorepito,¡seequivoca!,¡está completamente equivocada!, y además los aficionados ahora quierentroneras estrechas y tacos pesados. No se juega ya a carambolas; ¡todo hacambiado!¡Hayqueirconlostiempos!,sino,fíjeseenTellier...

Lamesonerasepusorojadedespecho.Elfarmacéuticoañadió:

-Subillar,pormuchoqueusteddiga,esmásbonitoqueeldeusted;ysi,

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por ejemplo, se les ocurre organizar un campeonato patriótico a favor dePoloniaodelasinundacionesdeLyon...

-¡No son los pordioseros como él los que nos asustan! -interrumpió lamesonera, alzando sus gruesos hombros-. ¡Vamos!, ¡vamos!, señor Homais,mientras viva el «León de Oro» la gente seguirá viniendo aquí. Nosotrostenemos el riñón bien cubierto. En cambio, cualquiermañana verá usted el«CaféFrancés»cerradoyconunhermosocartelsobrelamarquesina.Cambiarmibillar-proseguíahablandoconsigomisma-,conlocómodoquemeesparacolocarmi colada, ydonde, en la temporadade caza, hedado camahasta aseisviajeros...¡PeroeseremolóndeHivertquenoacabadellegar!

-¿Leesperaustedparalacenadeesosseñores?-preguntóelfarmacéutico.

-¿Esperarle?¡PuesyelseñorBinet!Aldarlasseisyaleveráustedentrar,pues nadie le iguala en elmundo en cuanto a puntualidad. Tiene que tenersiempresusitioenlasalita.

Anteslomataránquehacerlecenarenotrositio.¡Conlodelicadoquees!,¡ytanexigenteparalasidra!NoescomoelseñorLeón,quellegaavecesalassiete,inclusoalassieteymedia;nisiquieramiraloquecome.¡Quémuchachomásbueno!Jamásdiceunapalabramásaltaqueotra.

-Es que haymucha diferencia, ya se sabe, entre alguien que ha recibidoeducaciónyunantiguocarabineroqueahoraesrecaudadordeimpuestos.

Dieronlasseis.EntróBinet.

Vestíaunalevitaazulquelecaíarectaporsupropiopeso,alrededordesucuerpoflaco,ysugorradecuero,conorejerasatadasconcordonesenlapuntadelacabeza,dejabaver,bajolaviseralevantada,unafrentecalva,deprimidaporelusedelcasco.Llevabaunchalecodepañonegro,uncuellodecrin,unpantalón gris, y, en todo tiempo, unas botas bien lustradas que tenían dosabultamientos paralelos debidos a los juanetes. Ni un solo pelo rebasaba lalíneadesurubiasotabarbaque,contorneandolamandíbula,enmarcabacomoelbordedeunarriatesulargacara,descolorida,conunosojospequeñosyunanarizaguileña.Duchoentodoslos juegosdecartas,buencazadoryconunahermosa letra, tenía en su casa un torno con el que se entretenía en tornearservilleterosqueamontonabaensucasa,conelcelodeunartistayelegoísmodeunburgués.

Se dirigió hacia la salita; pero antes hubo que hacer salir a los tresmolineros;ydurantetodoeltiempoqueinvirtieronenponerlelamesa,Binetpermaneciósilenciosoensusitio,cercadelaestufa;despuéscerrólapuertaysequitólagorracomodecostumbre.

-Noson lascortesías lasque legastarían la lengua -dijoel farmacéutico,

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cuandosequedóasolasconlamesonera.

-Nunca habla más -respondió ella-; la semana pasada vinieron aquí dosviajantes de telas, unos chicos muy simpáticos, que contaban de noche unmontóndechistesquemehicieron llorarde risa;bueno,puesélpermanecíaallí,comounsábalo,sindecirnipalabra.

-Sí-dijoelfarmacéutico-,nipizcadeimaginaciónniocurrencias,¡nadadeloquedefinealhombredesociedad!

-Sinembargo,dicenquetieneposibles-objetólamesonera.

- ¿Posibles? -replicó el señorHomais-; ¡él! ¿posibles? - Entre los de suclaseesprobable-añadió,enuntonomástranquilo.

Yprosiguió:

-¡Ah!, que un comerciante que tiene relaciones considerables, que unjurisconsulto, un médico, un farmacéutico estén tan absorbidos, que sevuelvanrarosainclusohuraños,locomprendo;secitansusocurrenciasenlashistorias.¡Pero,almenos,esquepiensanenalgo!Amí,porejemplo,cuántasvecesmeha ocurridobuscarmi pluma encimade lamesa para escribir unaetiquetaycomprobar,porfin,quelateníasobrelaoreja.Entretanto,laseñoraLefrançoisfuealapuertaamirarsillegaba«LaGolondrina».Seestremeció.Unhombrevestidodenegroentródeprontoenlacocina.Sedistinguía,enlosúltimos resplandoresdel crepúsculo,que tenía la cara rubicundayel cuerpoatlético.

-¿Enquépuedoservirle,señorcura?-preguntólamesoneraaltiempoquealcanzabaenlachimeneaunodeloscandelerosdecobrequeseencontrabanalineadosconsusvelas-. ¿Quiere tomaralgo?,undedodecasis,unvasodevino?

El eclesiástico rehusómuycortésmente.Venía abuscar suparaguas, quehabía olvidado el otro día en el conventodeErnemont, y, después de haberrogadoalaseñoraLefrançoisqueseloenviasealacasarectoralporlanoche,salióparairalaiglesia,dondetocabanalAngelus.

Cuandoelfarmacéuticodejódeoírenlaplazaelruidodeloszapatosdelcura, encontró muy inconveniente su conducta de hacía un instante. Eserechazo a la invitación de un refresco le parecía una hipocresía de lasmásodiosas; los curas comían y bebían todos con exceso sin que los vieran, ytratabandevolveralostiemposdelosdiezmos.

Lahoteleratomóladefensadesucura:

-Además, doblegaría a cuatro como usted bajo su rodilla. El año pasadoayudóanuestragenteaguardarlapaja; llevabahastaseishacesalavez,defuertequees.

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-¡Bravo!-dijoelfarmacéutico-.Mandadhijasaconfesarseconmocetonesdesemejantetemperamento.Siyofueraelgobierno,querríaquesangrasenaloscurasunavezalmes.

Sí, señora Lefrançois, todos los meses una amplia sangría por elmantenimientodelordenydelasbuenascostumbres.

-¡Cálleseya,señorHomais!,¡esustedunimpío!,¡ustednotienereligión!

Elfarmacéuticorespondió:

-Tengo una religión, mi religión, y tengo más que todos ellos, con suscomediasysuscharlatanerías.Porelcontrario,yoadoroaDios.¡CreoenelSerSupremo, unCreador, cualquiera que sea,me importa poco, quenoshapuesto aquí abajo para cumplir aquí nuestros deberes de ciudadanos y depadresdefamilia;perononecesitoiraunaiglesiaabesarbandejasdeplatayaengordarconmibolsillounmontóndefarsantesquesealimentanmejorquenosotros!Porquesepuedehonrarlo lomismoenunbosque,enuncampo,oinclusocontemplandolabóvedacelestecomolosantiguos.MiDios,elmío,eselDiosdeSócrates,deFranklin,deVoltaireydeBéranger.Yoestoyafavorde la Profesión de fe del vicario saboyano y los inmortales principios delochentaynueve.

Portanto,noadmitountipodeDiosquesepaseaporsujardínbastónenmano,alojaasusamigosenelvientredelasballenas,muerelanzandoungritoyresucitaalcabodetresdías:cosasabsurdasensímismasycompletamenteopuestas,además,atodaslasleyesdelafísica;loquenosdemuestra,depaso,quelossacerdoteshanestadosiempresumidosenunaignoranciaignominiosa,enlaqueseesfuerzanporhundirconellosalospueblos.

Se calló, buscando con los ojos a unpúblico a su alrededor, pues, en suefervescencia, el farmacéutico se había creído por un momento en plenoconsejomunicipal.Perolaposaderayanoleescuchaba,prestabaatenciónaunruidqde ruedas lejano.Sedistinguió el rodar deun cochemezclado conuncrujidodehierrosflojosquedabanenelsuelo,yporfin«LaGolondrina»separódelantedelapuerta.

Eraunarcónamarillosobredosgrandesruedasque,subiendoalaalturadelabaca,impedíanalosviajerosverlacarreteraylesensuciabanloshombros.Los pequeños cristales de sus estrechas ventanillas temblaban en susbastidorescuandoelcocheestabacerrado,yconservabanmanchasdebarro,quenisiquieralaslluviasdetormentalavabanporcompleto.Eltiroeradetrescaballos,deloscualeseldelcentroibadelante,ycuandobajabanlascuestaselcocherozabaelsueloconeltraqueteo.

AlgunoshabitantesdeYonvillellegaronalaplaza;hablabantodosalavezpidiendonoticias,explicacionesycanastas;Hivertnosabíaacuálatender.Era

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él quien hacía en la ciudad los encargos del pueblo. Iba a las tiendas, traíarollosde cuero al zapatero, hierro al herrador, unbarril de arenquespara suama,gorrosdelasombrerería,tupésdelapeluquería,yalolargodeltrayecto,alavuelta,repartíasuspaquetes,quetirabaporencimadelastapias,depieenel pescante y gritando a pleno pulmón, mientras que sus caballos ibancompletamentesolos.

Un incidente le había retrasado: la perrita galga deMadame Bovary sehabía escapado por el campo. Le habían silbado durante un cuarto de horalargo;inclusoHiverthabíavueltounamedialeguaatrás,creyendoverlaacadaminuto;perohuboquecontinuarelcamino.Emma lloró, seenfadó;acusóaCarlos de aquella desgracia. El señor Lleureux, comerciante de telas queviajabaconellaenelcoche,intentóconsolarlaconmuchosejemplosdeperrosperdidosquereconocieronasuamoalcabodelargosaños.SehablabadeunoquehabíavueltodeConstantinoplaaParís.Otrohabíahechocincuentaleguasenlínearectaypasadocuatroríosanado;ysupropiopadrehabíatenidounperro de aguas que, después de doce años de ausencia, le había saltado deprontoenlaespalda,enlacalle,cuandoibaacenarfueradecasa.

CAPÍTULOII

Emmafuelaprimeraenbajar,despuésFelicidad,elseñorLheureux,unanodriza,yhuboquedespertaraCarlosensurincón,dondesehabíadormidocompletamentealllegarlanoche.

Homaissepresentó;ofreciósusrespetosalaseñora,suscortesíasalseñor,dijo que estaba encantado de haber podido serles útil, y añadió con un airecordial que se había permitido invitarse a símismo, puestoque, además, sumujerestabaausente.MadameBovary,yadentrodelacocina,seacercóalachimenea.Con la punta de sus dos dedos cogió su vestido a la altura de larodilla, y, habiéndolo subido hasta los tobillos, extendió sobre la llama, porencimadelapatadecordero,quedabavueltasenelasador,supiecalzadoconunabotinanegra.El fuego la iluminabaporcompletopenetrandoconsu luzcrudalatramadesuvestidoylosporosigualesdesublancapieleinclusolospárpadosdesusojosqueentornabadevezencuando.Ungranresplandorrojopasaba por encima de ella al soplo del viento que venía por la puertaentreabierta.

Al otro lado de la chimenea, un joven de cabellera rubia la mirabasilenciosamente.

ComoseaburríamuchoenYonville,dondeestabadepasantedelnotario

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Guillaumin,amenudoelseñorLeónDupuis(eraelsegundoclientehabitualdel«LeóndeOro»)retrasabalahoradecenaresperandoqueaparecieseenlaposada algún viajero con quien hablar por la noche. Los días en que habíaterminado su tarea, sin saber qué hacer, tenía que llegar a la hora exacta, ysoportar,desdelasopahastaelqueso,elcaraacaraconBinet.Asíqueaceptódebuenaganalainvitaciónquelehizolahosteleradecenarencompañíadelosreciénllegados,ypasaronalagransala,dondelaseñoraLefrançois,comoextraordinario, había dispuesto los cuatro cubiertos. Homais pidió permisoparaseguirconsugorrogriegopormiedoalascorizas.

Después,volviéndosehaciasuvecina:

-¿Laseñora,sinduda,estáunpococansada?¡Letraqueteanaunotantoennuestra«Golondrina»!

-Es verdad -respondió Emma-; pero lo desacostumbrado siempre medivierte;megustacambiardelugar.

-¡Estanaburrido-suspiróelpasante-vivirclavadoenlosmismossitios!

-Siustedestuvierancomoyo-dijoCarlos-queandarsiempreacaballo...

-Pero -replicó León dirigiéndose a Madame Bovary, nada hay másagradable,meparece;cuandosepuede-añadió.

-Además-decíaelboticario-,elejerciciodelamedicinanoesmuypenosoen nuestra tierra; porque el estado de nuestras carreteras permite usar elcabriolet, y, generalmente, se paga bastante bien, pues los campesinos songente acomodada. Según el informe médico, tenemos, aparte los casosordinariosdeenteritis,bronquitis,afeccionesbiliosas,etc.,devezencuandoalgunas fiebres intermitentes en la siega, pero, en resumen, pocas cosasgraves,nadaespecialquenotar,anosermuchasescrófulas,quesedeben,sinduda,alasdeplorablescondicioneshigiénicasdenuestraviviendacampesina.¡Ah!, tendrá que combatir muchos prejuicios, señor Bovary; muchasterquedadesdelarutina,conlasqueseestrellaráncadadíatodoslosesfuerzosdesuciencia;puestodavíaserecurreanovenas,alasreliquias,alcuraantesque ir naturalmente almédico o al farmacéutico. El clima, sin embargo, nopuede decirse que sea malo a incluso contamos en el municipio algunosnonagenarios. El termómetro, yo lo he observa do, baja en invierno hastacuatro grados, y en la estación fuerte llega a veinticinco, treinta gradoscentígradosa lo sumo, loquenosdaveinticuatroRéaumuralmáximo,odeotro modo cincuenta y cuatro Fahrenheit, medida inglesa, ¡no más!, y, enefecto, estamosabrigadosde losvientosdelNortepor elbosquedeArgueilporunaparte;delosvientosdelOesteporlacuestadeSanJuan,porlaotra;yestecalor,sinembargo,queacausadelvapordeaguadesprendidoporelríoyla presencia considerable de animales en las praderas, los cuales exhalan,

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comoustedsabe,muchoamoniaco,esdecir,nitrógeno,hidrógenoyoxígeno,no,nitrógenoahidrógenosolamente,yqueabsorbiendoelhumusdelatierra,confundiendotodasestasemanacionesdiferentes,reuniéndolasenunmanojo,porasídecirlo,ycombinándoseporsímismasconlaelectricidadextendidaenlaatmósfera,cuando lahay,podríaa la larga,comoen lospaíses tropicales,engendrar miasmas insalubres; este calor, digo, se encuentra precisamentetempladodelladodedondeviene,omásbien,dedondevendría,esdecir,nodelladosur,porlosvientosdelSudeste,loscuales,habiéndoserefrescadoporsímismosalpasarsobreelSena,noslleganavecesderepentecomobrisasdeRusia.

-¿Tienen ustedes al menos paseos interesantes por los alrededores? –continuabaMadameBovaryhablandoaljovenpasante.

-¡Oh!,muypocos-contestóél-.HayunsitioquesellamalaPâture,enloaltodelacuesta,enlalindedelbosque.Algunasveces,losdomingosvoyallíymequedoconunlibrocontemplandolapuestadelsol.

-Noencuentronada tan admirable -replicóella- como laspuestasde sol;pero,sobretodo,alaorilladelmar.

-¡Oh!,yosoyunenamoradodelmar.

-Y además, ¿no le parece -replicóMadameBovary- que el espíritu bogamás libremente sobre esa extensión ilimitada, cuya contemplación eleva elalmaysugiereideasdeinfinito,deideal?

-Pasa lo mismo con los paisajes de montañas -repuso León-. Tengo unprimo que viajó por Suiza el año pasado, y me decía que uno no puedefigurarse la poesía de los lagos, el encanto de las cascadas, el efectogigantescodelosglaciares.Sevenpinosdeuntamañoincreíbleatravesadosenlostorrentes,chozascolgadassobreprecipicios,y,amilpiespordebajodeuno,vallesenteroscuandoseentreabrenlasnubes.¡Estosespectáculosdebenentusiasmar,predisponeralaoración,aléxtasis!Poresoyanomeextrañadeaquelmúsicocélebreque,paraexcitarmejorsuimaginación,acostumbrabaairatocarelpianodelantedealgúnparajegrandioso.

-¿Tocaustedalgúninstrumento?-preguntóella.

-No,peromegustamucholamúsica-respondióél.

-¡Ah!, no le haga caso, Madame Bovary - interrumpió Homais,inclinándosesobresuplato-,espuramodestia.

Cómo,querido. ¡Eh!,elotrodía,ensuhabitación,ustedestabacantandoL'angegardien,demaravilla.Yoleescuchabadesdeellaboratorio;modulabaaquellocomounactor.

Enefecto,Leónvivíaencasadel farmacéutico,dondeteníaunapequeña

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habitaciónenelsegundopiso,sobrelaplaza.Seruborizóanteelelogiodesucasero,quienyasehabíavueltohaciaelmédicoyleestabaenumerandounodetrásdeotrolosprincipaleshabitantesdeYonville.Contabaanécdotas,dabainformación; no se conocía con exactitud la fortuna del notario y «estabatambiénlacasaTuvache»queeranmuypedantes.Emmareplicó:

-¿Yquémúsicaprefiereusted?

-¡Oh!,lamúsicaalemana,laqueinvitaasoñar.

-¿Conoceustedalositalianos?

-Todavíano;perolosveréelañopróximo,cuandovayaaviviraParísparaacabarmicarreradeDerecho.

-Esloqueteníaelhonor-dijoelfarmacéutico-deexplicarasumarido,apropósito de ese pobre Yanoda que se ha fugado; usted se encontrarádisfrutando, gracias a las locuras que él hizo, de una de las casas másconfortables deYonville. Lomás cómodo que tiene para unmédico es unapuerta que da a la «Avenida» y que permite entrar y salir sin ser visto.Además,estádotadadetodoloqueresultaagradableaunafamilia:lavadero,cocinacondespensa,salónfamiliar,cuartoparalafruta,etc.Eraunmozoquenoreparabaengastos.Mandóconstruir,alfondodeljardín,aorilladelagua,uncenadorexclusivamenteparabebercervezaenverano,y sia la señora legustalajardinería,podrá...

-Mimujerapenasseocupadeeso-dijoCarlos;aunquelerecomiendanelejercicio,prefierequedarseensuhabitaciónleyendo.

-Es como yo -replicóLeón-; quémejor cosa, en efecto, que estar por lanoche al lado del fuego con un libro,mientras el viento bate los cristales yardelalámpara.

-¿Verdad que sí? -dijo ella, fijando en él sus grandes ojos negros bienabiertos.

-No se piensa en nada -proseguía él-, las horas pasan. Uno se paseainmóvilporpaísesquecreever,ysupensamiento,enlazándosealaficción,serecrea en los detalles o sigue el hilo de las aventuras. Se identifica con lospersonajes; parece que somos nosotrosmismos los que palpitamos bajo sustrajes.

-¡Esverdad!-decíaella-;¡esverdad!

-¿Lehaocurridoalgunavez-replicóLeón-encontrarenunlibrounaideavagaquesehatenido,algunaimagenoscuraquevuelvedelejos,ycomolaexposicióncompletadesusentimientomássutil?

-¡Sí,mehasucedido-respondióella.

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-Por eso -dijo él- me gustan sobre todo los poetas. Encuentro que losversos son más tiernos que la prosa, y que consiguen mucho mejor hacerllorar.

-Sinembargo,cansanalalarga-replicóEmma;yahora,alcontrario,megustan lashistoriasquese siguendeun tirón,dondehaymiedo.Detesto loshéroesvulgaresylossentimientosmoderados,comolosqueseencuentranenlarealidad.

-En efecto -observó el pasante de notario-, esas obras que no llegan alcorazón, se apartan,me parece, del verdadero fin del arte. Es tan agradableentre losdesengañosde lavidapoder transportarseconelpensamientoaunmundodenoblescaracteres,afectospurosycuadrosdefelicidad.Paramí,quevivoaquí,lejosdelmundo,esmiúnicadistracción.¡Yonvilleofrecetanpocosalicientes!

-Como Tostes, sin duda -replicó Emma-; por eso estaba suscrita a uncírculodelectores.

-Silaseñoraquierehonrarmeusándola-dijoelfarmacéutico,queacababadeoírestasúltimaspalabras-,yomismotengoasudisposiciónunabibliotecacompuesta de losmejores autores:Voltaire,Rousseau,Delille,Walter Scott,L'Echo des Feuilletons, etc., y recibo, además, diferentes periódicos, entreellos el Fanal de Rouen, diariamente, con la ventaja de ser su corresponsalpara las circunscripciones de Buchy, Forges, Neufchátel, Yonville y losalrededores.

Hacíadoshorasymediaqueestabansentadosalamesa,pueslasirvientaArtemisa, que arrastraba indolentemente sus zapatillas depañopor el suelo,traíalosplatosunoauno,olvidabatodo,noentendíadenadaycontinuamentedejabaentreabiertalapuertadelbillar,quebatíacontralaparedconlapuntadesupestillo.

Sindarsecuenta,mientrashablaba,Leónhabíapuestoelpiesobreunodelos barrotes de la silla en que estaba sentadaMadameBovary.Llevaba éstaunacorbatitadesedaazul,quemanteníarectocomounagorguerauncuellodebatista encañonado; y según losmovimientos de cabeza que hacía, la parteinferiordesucarasehundíaenelvestidooemergíadeélsuavemente.Fueasícomo, uno cerca del otro,mientras queCarlos y el farmacéuticoplaticaban,entraronenunadeesasvagasconversacionesenqueelazardelasfrasesllevasiemprealcentrofijodeunasimpatíacomún.EspectáculosdeParís,títulosdenovelas,bailesnuevos,yelmundoquenoconocían,Tostes,dondeellahabíavivido,Yonville, dondeestaban, examinaron todo,hablaronde todohasta elfinaldelacena.

Una vez servido el café, Felicidad se fue a preparar la habitación en la

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nuevacasaylosinvitadossemarcharon.

LaseñoraLefrançoisdormíaalcalordelrescollo,mientrasqueelmozodecuadra,conuna linternaen lamano,esperabaal señorya la señoraBovaryparallevarlosasucasa.

SucabeIlerarojaestabaentremezcladadebriznasdepajaycojeabadelapierna izquierda. Cogió con su otra mano el paraguas del señor cura y sepusieron en marcha. El pueblo estaba dormido. Los pilares del mercadoproyectaban unas sombras largas. La tierra estaba toda gris, como en unanochedeverano.

Pero como la casa del médico se encontraba a cincuenta metros de laposada,tuvieronquedespedirsepronto,ylacompañíasedispersó.

Emma, ya desde el vestíbulo, sintió caer sobre sus hombros, como unlienzohúmedo, el fríodelyeso.Lasparedeserannuevasy los escalonesdemaderacrujieron.Enlahabitación,enelprimero,unaluzblanquecinapasabaa través de las ventanas sin cortinas. Se entreveían copas de árboles, ymáslejos,medioenvueltaenlabruma,lapradera,quehumeabaalaluzdelalunasiguiendoelcursodelrío.Enmediodelpiso,todorevuelto,habíacajonesdecómoda, botellas, barras de cortinas, varillas doradas, colchones encima desillas y palanganas en el suelo, pues los dos hombres que habían traído losmuebleshabíandejadotodoallídecualquiermanera.

EralacuartavezqueEmmadormíaenunlugardesconocido.Laprimerahabíasidoeldíadesuentradaenel internado, lasegundaladesullegadaaTostes, la tercera en la Vaubyessard, la cuarta era ésta; y cada una habíacoincididoconelcomienzodeunanuevaetapaensuvida.Nocreíaque lascosaspudiesenserigualesenlugaresdiferentes,y,yaquelapartevividahabíasidomala,sindudaloquequedabaporpasarseríamejor.

CAPÍTULOIII

Aldíasiguiente,aldespertarse,vioalpasanteenlaplaza.Emmaestabaenbatadecasa.

León levantó la cabeza y la saludó. Ella hizo una inclinación rápida yvolvióacerrarlaventana.

Leónesperódurantetodoeldíaaquellegasenlasseisdelatarde;pero,alentrarenlaposada,noencontróanadiemásquealseñorBinetsentadoalamesa.

Aquellacenadelavísperahabíasidoparaélunacontecimientorelevante;

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nunca hasta entonces había hablado durante dos horas seguidas con unaseñora. ¿Cómo, pues, había podido exponerle, y en semejante lenguaje,cantidad de cosas que no hubiera dicho antes tan bien?, era habitualmentetímidoyguardabaesareservaqueparticipaalavezdelpudorydeldisimulo.LagentedeYonvilleapreciabalacorreccióndesusmodales.

Escuchaba razonar a la gentemadura, y no parecía exaltado en política,cosararaenunjoven.Además,poseíatalento,pintabaalaacuarela,sabíaleerlaclavedesol,ylegustabadedicarsealaliteraturadespuésdelacena,cuandonojugabaa lascartas.ElseñorHomais leconsiderabaporsuinstrucción; laseñoraHomaisleteníaafectoporsuamabilidad,puesamenudoacompañabaenel jardína lospequeñosHomais,unoscríos,siempreembadurnados,muymal educados y un poco linfáticos, como su madre. Para cuidarlos tenían,ademásdelamuchacha,aJustino,elmancebodelabotica,unprimosegundodel señor Homais que habían tomado en casa por caridad, y que servía almismotiempodecriado.

El boticario se portó corno elmejor de los vecinos. Informó aMadameBovary sobre los proveedores, hizo venir expresamente a su proveedor desidra,probólabebidaélmismo,yvigilóenlabodegaparaquecolocasenbienlos toneles; indicó, además, la manera de arreglárselas para proveerse demantequilla barata, y concluyó un trato conLestiboudis, el sacristán, quien,además de sus funciones sacerdotales y funerarias, cuidaba los principalesjardinesdeYonvilleporhoraoalaño,agustodelosdueños.Noerasolamentela necesidad de ocuparse del prójimo lo quemovía al farmacéutico a tantacordialidadobsequiosa;debajodeaquellohabíaunplan.

Había infringido la ley del 19 ventoso del añoXI, artículo 1.°-, 48, queprohíbeatodoindividuoquenoposeadiplomaelejerciciodelamedicina;demodo que, por denuncias oscuras, Homais había sido llamado a Rouen acompareceranteel fiscaldel reyensudespachoparticular.Elmagistrado lohabíarecibidodepie,consutoga,armiñoalhombroytocadoconbirrete.Erapor lamañana,antesde laaudiencia.Seoíanenelpasillo laspisadasde lasfuertesbotasdelosgendarmesycomounruidolejanodegrandescerrojosquesecerraban.Alfarmacéuticolezumbaronlosoídoshastaelpuntoquellegóatemeruna congestión; entrevióprofundos calabozos, su fami lia llorando, lafarmaciavendida,todoslosbocalesesparcidos;ytuvoqueentrarenuncaféatomarunacopaderonconaguadeSeltzparareponerse.

Poco a poco, el recuerdo de aquella admonición se fue debilitando, ycontinuaba, como antes, dando consultas anodinas en su rebotica. Pero elalcaldeleteníaenfilado.Algunoscolegasestabancelosos,habíaquetemerlotodo;ganarsealseñorBovaryconcortesíaseraganarsugratitud,yevitarquehablasedespués,sisedabacuentadealgo.Poreso,todaslasmañanasHomaislellevaba«elperiódico»yfrecuentemente,porlatarde,dejabaunmomentola

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farmaciaparairaconversaracasadel«oficialdesalud».

Carlos estaba triste: la clientela no llegaba. Permanecía sentado durantelargashorassinhablar,ibaadormirasuconsultorioomirabacómocosíasumujer. Para distraerse hacía los trabajos pesados de la casa y hasta trató depintareldesvánconunrestodepinturaquehabíandejadolospintores.Perolos problemas económicos le preocupaban. Había gastado tanto en lasreparacionesdeTostes,enlostrajesdesumujeryenlamudanza,quetodaladote,más de tresmil escudos, se había ido en dos años. Además, ¡cuántascosasestropeadasoperdidaseneltransportedeTostesaYonville,sincontarelcura de yeso, que, al caer del carro, en un traqueteo muy fuerte, se habíadeshechoenmilpedazosenelpavimentodeQuincampoix!

Una preocupación mejor vino a distraerle, el embarazo de su mujer. Amedidaqueseacercabael finalél lamimabamás.Eraotro lazode lacarnequeseestablecíaycomoelsentimientocontinuodeunauniónmáscompleja.Cuando veía de lejos su aire perezoso y su talle cimbreándose suavementesobresuscaderassincorsé,cuandofrenteafrenteunodelotrolacontemplabatodocontento,yella,sentadaensusillón,dabamuestrasdefatiga,entoncessufelicidad se desbordaba; se levantaba, la besaba, le pasaba lasmanos por lacara,lellamabamamaíta,queríahacerlebailar,ydecía,medioderisa,mediollorando,todaclasedebromascariñosasqueseleocurrían.Laideadehaberengendradoledeleitaba.Nadalefaltabaahora.Conocíalaexistenciahumanacon todo detalle y se sentaba a lamesa apoyado en los dos codos, lleno deserenidad.

Emmaprimero sintió una gran extrañeza, después tuvo de seos de verseliberada, para saber lo que era ser madre. Pero no pudiendo gastar lo quequería, tener una cuna en forma de barquilla con cortinas de seda rosa ygorritos bordados, renunció a la canastilla en un acceso de amargura, y loencargó todo de una vez a una costurera del pueblo, sin escoger ni discutirnada.Así que no se entretuvo en esos preparativos en que la ternura de lasmadresseengolosina,ysucariñomaternalseviodesdeelprincipiountantoatenuado.

Sin embargo, como Carlos en todas las comidas hablaba del chiquillo,prontoellaacabóporpensarenéldeunamaneramásconstante.

Elladeseabaunhijo;seríafuerteymoreno, le llamaríaJorge;yestaideadetenerunhijovaróneracomolarevanchaesperadadetodassusimpotenciaspasadas. Un hombre, al menos, es libre; puede recorrer las pasiones y lospaíses, atravesar los obstáculos, gustar los placeresmás lejanos. Pero a unamujeresto leestácontinuamentevedado.Fuertey flexiblea lavez, tieneencontra de sí las molicies de la carne con las dependencias de la ley. Suvoluntad,comoelvelodesusombrerosujetoporuncordón,palpitaa todos

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los vientos; siemprehay algúndeseoque arrastra, pero alguna convenienciasocialqueretiene.

Dioaluzundomingo,hacialasseis,alsalirelsol.

-¡Esunaniña!-dijoCarlos.

Emmavolviólacabezaysedesmayó.

Casi al instante, la señora Homais acudió a besarla, así como la señoraLefrançoisdel«Liond'Or».Elfarmacéutico,comohombrediscreto,selimitóadirigirlealgunasfelicitacionesprovisionalesporlapuertaentreabierta.Quisoveralaniña,ylaencontróbienconformada.

Durante su convalecencia Emma estuvo muy preocupada buscando unnombrepara suhija.Primeramente,pasó revistaa todosaquellosque teníanterminaciones italianas, tales comoClara,Luisa,Amanda,Atalía; legustabamuchoGalsuinda,másaúnYsoldaoLeocadia.Carlosqueríallamarlacomosumadre; Emma se oponía. Recorrieron el calendario de una punta a otra yconsultaronalosextraños.

-ElseñorLeón-decíaelfarmacéutico-,conquienhablabayoelotrodía,seextrañadequenoelijáisMagdalenaqueahoraestámuydemoda.

PerolamadredeCarlosrechazóenérgicamenteestenombredepecadora.El señor Humais, por su parte, sentía predilección por todos los querecordaban a un gran hombre, un hecho ilustre o una idea generosa, y deacuerdo con esto, había bautizado a sus cuatro hijos. Así, NapoleónrepresentabalagloriayFranklinlalibertad;Irma,quizás,eraunaconcesiónalromanticismo;peroAtalía,unhomenajealamásinmortalobramaestradelaescena francesa. Como sus convicciones filosóficas no impedían susadmiracionesartísticas,elpensadorquellevabadentronoahogabaalhombre,sensible; sabía establecer diferencias, distinguir entre imaginación yfanatismo.Detaltragedia,porejemplo,censurabalasideas,peroadmirabaelestilo; maldecía la concepción, pero aplaudía todos los detalles, y sedesesperabacontralospersonajes,entusiasmándoseconsusdiscursos.

Cuandoleía losgrandesparlamentos,sesentía transportado;perocuandopensabaqueloscurassacabanpartidodeaquello,sesentíacontrariado,yenesta confusión de sentimientos en que se debatía, hubiera querido a la vezpodercoronaraRacineconsusdosmanosydiscutirconélduranteunbuencuartodehora.

Porfin,EmmarecordóqueenelcastillodelaVaubyessardhabíaoídoalamarquesallamarBertaaunajoven;desdeentonceséstefueelnombreelegido,y como el tío Rouault no podía venir, pidieron al señor Homais que fuesepadrino. Los regalos fueron únicamente productos de su establecimiento, a

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saber:seisbotesdeazufaifas,unbocalenterodesémolaárabe, trescolodrasdemelcocha,y,además,seisbarrasdeazúcarcandequehabíaencontradoenuna alacena. La noche de la ceremonia hubo una gran cena; a11í estaba elcura;secalentaron.ElseñorHomais,enelmomentodeloslicores,entonóelDieudesbonnetgens.ElseñorLeóncantóunabarcarola,ylaabuela,queeralamadrina,unaromanzadeltiempodelImperio;porfinelabueloexigióquetrajesena laniña,y sepusoabautizarla conunacopadechampán sobre lacabeza.EstaburladelprimerodelossacramentosindignóalabateBournisien;elseñorBovarypadrecontestóconunacitadelaGuerradelosdioses,elcuraquisomarcharse;lasseñorassuplicaban;Homaisseinterpuso;yconsiguieronquesevolvieseasentareleclesiástico,quiensiguiótomandotranquilamente,ensuplatillo,sumediatazadecaféamediobeber.

El señorBovary padre se quedó unmes enYonville, a cuyos habitantesdeslumbróconunasoberbiagorradepolicía,congalonesdeplata,quellevabaporlamañana,parafumarsupipaenlaplaza.Comotambiénteníacostumbrede beber mucho aguardiente, frecuentemente mandaba a la criada al «Liónd'Or» a comprar una botella, que anotaban en la cuenta de su hijo; y, paraperfumarsuspañuelos,gastótodalaprovisióndeaguadeColoniaqueteníasunuera.

Estanoseencontrabaadisgustoensucompañía.Eraunhombrequehabíarecorridoelmundo;hablabadeBerlín,deViena,deEstrasburgo,desuépocadeoficial,delasamantesquehabíatenido,delasgrandescomidasquehabíahecho;además,semostrabaamable,a inclusoaveces,enlaescaleraoeneljardín,lacogíaporlacinturaexclamando:

-¡Carlos,tencuidado!

La señoraBovarymadre llegó a asustarse por la felicidad de su hijo, y,temiendo que su esposo, a la larga, tuviese una influencia moral sobre lasideas de la joven, se apresuró a preparar la marcha. Quizás teníapreocupaciones más serias. El señor Bovary era hombre que no respetabanada.

Undía,Emmasintiódeprontoeldeseodeverasuniñita,quehabíandadoacriaralamujerdelcarpintero;y,sinmirarenelalmanaquesihabíanpasadolas seis semanas de la Virgen, se encaminó hacia la casa de Rolet, que seencontraba al extremo del pueblo, bajando la cuesta, entre la carreteraprincipalylaspraderas.

Era mediodía; las casas tenían cerrados los postigos, y los tejados depizarras,querelucíanbajolaásperaluzdelcieloazul,parecíanecharchispasenlacrestadesushastiales.Soplabaunvientopesado,Emmasesentíadébilalcaminar;losguijarrosdelaaceralaherían;vacilóentrevolverseasucasaoentrarenalgúnsitioadescansar.Enaquelmomento,elseñorLeónsaliódeun

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portalcercanoconunlegajodepapelesbajoelbrazo.Seacercóasaludarleysepusoa lasombradelantede la tiendadeLheureux,bajoel toldogrisquesobresalía.MadameBovarydijoqueibaaverasuniña,peroqueyaempezabaaestarcansada.

-Si...-replicóelseñorLeón,sinatreverseaproseguir.

-¿Tienequehaceralgoenalgunaparte?-lepreguntóEmma.

Ya la respuestadelpasante, lepidióque laacompañara.AquellamismanochesesupoenYonville,ylaseñoraTuvache,lamujerdelalcalde,comentódelantedesucriadaque«MadameBovarysecomprometía».

Parallegaracasadelanodrizahabíaquegiraralaizquierda,despuésdelacalle,comoparairalcementerio,yseguirentrecasitasycorralesunpequeñosendero,bordeadodealheñas.Estabanen flor lomismoque lasverónicasylosagavanzos,lasortigasylaszarzasquesobresalíandelosmatorrales.Porelhueco de los setos se percibían en las casuchas algún cochino en unestercolero,algunasvacasatadasfrotandosuscuernoscontraeltroncodelosárboles. Los dos caminaban juntos, despacio, ella apoyándose en él yconteniéndoleelpasoqueélacompasabaaldeella;pordelante,unenjambredemoscasrevoloteabazumbandoenelairecálido.

Reconocieron la casa por un viejo nogal que le daba sombra. Baja ycubiertadetejasoscuras,teníafuera,bajoeltragaluzdeldesván,colgadaunaristradecebollas.Hacesdeleñamenuda,depie,contraelcercadodeespinos,rodeabanunbancaldelechugas,algunasmatasdeespliegoyguisantesenflorsostenidosporrodrigones.Corríaunaguasuciaqueseesparcíaporlahierba,yhabíatodoalrededorvariosharaposquenosedistinguían,mediasdepunto,unablusaestampadarojayunagransábanadegruesatelatendidaalolargodelseto.Alruidodelabarrera,apareciólanodriza,quellevabaenbrazosunniñoquemamaba.Conlaotramanotirabadeunpobrecríoenclenqueconlacaracubiertadeescrófula,hijodeun tenderodeRouenyalquesuspadres,demasiadoocupadosconsunegocio,dejabanenelcampo.

-Pasen-lesdijo-;suhijaestáalládurmiendo.

La habitación, en la planta baja, la única de la vivienda, tenía al fondocontralaparedunaanchacamasincortinas,mientrasquelaartesaocupabaelladode laventana,unodecuyoscristalesestabaremendadoconunaflordepapel azul. En la esquina, detrás de la puerta, unos borceguíes de clavosrelucientesestabancolocadossobrelapiedradellavadero,cercadeunabotellallena de aceite que llevaba una pluma en su gollete; había un MathieuLaensbergtiradoenlachimeneapolvorienta,entrepedernales,cabosdevelaypedazos de yesca. Por fin, el último lujo de aquella casa era una Famasoplando en unas trompetas, imagen recortada, sin duda a propósito,

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directamentedealgúnprospectodeperfumería,yclavadaenlaparedconseisclavosdezuecos.

LahijadeEmmadormíaenelsuelo,enunacunademimbre.Ellalacogióconlamantaquelaenvolvía,ysepusoacantarlesuavementemeciéndola.

León se paseabapor la habitación; le parecía extrañover a aquella belladama,convestidodenankín, enmediodeaquellamiseria.MadameBovaryenrojeció; él se apartó, creyendo que sus ojos quizás habían sido algoimpertinentes. Después Emma volvió a acostar a la niña, que acababa devomitar sobre su babero. La nodriza fue inmediatamente a limpiarlaasegurandoquenosenotaría.

-¡Melohacemuchaveces-decíalanodriza-,ynohagomásquelimpiarlacontinuamente!¡SituvieralaamabilidaddeencargaraCamus,eltendero,quemedejesacarunpocodejabóncuandolonecesito!,seríainclusomáscómodoparausted;asínolamolestaría.

-¡Bueno,bueno!-dijoEmma-.¡Hastaluego,tíaRolet!

Ysalió,limpiándoselospiesenelumbraldelapuerta.

La buena señora la acompañó hasta el fondo del corral,mientras que lehablabadeloquelecostabalevantarsedenoche.

A veces estoy tan rendida que me quedo dormida en la silla; por esto,debería usted almenos darmeuna librita de cafémolido quemeduraría unacesyquetomaríaporlamañanaconleche.

Despuésdehaberaguantadosusexpresionesdeagradecimiento,MadameBovarysefue;yyahabíacaminadounpocoporelsenderocuandounruidodezuecoslehizovolverlacabeza:¡eralanodriza!

-¿Quépasa?

Entonces la campesina, llevándola aparte, detrás de un olmo, empezó ahablarledesumarido,que,consuoficioyseisfrancosalañoqueelcapitán...

-Terminepronto-dijoEmma.

-Bueno -repuso la nodriza arrancando suspiros entre cada palabra-, temoquesepongatristeviéndometomarcafésola,yacomprende,loshombres...

-¡Pueslotendrá-repetíaEmma-,selodaré!...¡Meestácansando!

-¡Ay!, señora, a causa de sus heridas, tiene unos dolores terribles en elpecho.Inclusodicequelasidraledebilita.

-¡Peroacabedeunavez,tíaRolet!

-Puesmire-replicóhaciéndoleunareverencia-,cuandoquiera-yledirigía

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unamirada suplicante- un jarrito de aguardiente -dijo finalmente-, y le daréfriegasalospiesdesuniña,quelostienetiernecitoscomolalengua.

Ya libre de la nodriza, Emma volvió a tomar el brazo del señor León.Caminó deprisa durante algún tiempo; después acortó el paso, y sumirada,quedirigíahaciaadelante,encontróelhombrodeljovencuyalevitateníauncuello de terciopelo negro. Su pelo castaño le caía encima, lacio y bienpeinado. Observó sus uñas, que eran más largas de las que se llevaban enYonville.Unadelasgrandesocupacionesdelpasanteeracuidarlas;yparaestemenester tenía un cortaplumas muy especial en su escritorio. Regresaron aYonville siguiendo la orilla del río. En la estación cálida, la ribera, másensanchada, dejaba descubiertos hasta su base los muros de las huertas, dedonde,porunosescalones,sebajabahastaelrío.

El agua discurría mansamente, rápida y aparentemente fría; grandeshierbas delgadas se curvaban juntas encima, siguiendo la corriente que lasempujaba,ycomoverdescabellerasabandonadasseextendíanensulimpidez.Aveces,enlapuntadelosjuncososobrelahojadelosnenúfarescaminabaoseposabauninsectodepatasfinas.Elsolatravesabaconunrayolaspequeñaspompas azules de las olas que se sucedían rompiéndose; los viejos saucespodados reflejaban en el agua su corteza gris.Más a11á, todo alrededor, lapraderaparecíavacía.

Era lahorade lacomidaen lasgranjas,y la joveny suacompañantenooíanalcaminarmásquelacadenciadesuspasossobrelatierradelsendero,laspalabrasque sedecíany el rocedel vestidodeEmmaque sepropagabaalrededordeella.Las tapiasde lashuertas, rematadasensusalbardillascontrozosdebotellas,estabancalientescomoelacristaladodeuninvernadero.Enlos ladrillos habían crecido unos rabanillos, y con la punta de su sombrillaabierta,MadameBovary,alpasar,hacíadesgranarenpolvoamarillounpocode sus flores marchitas o alguna rama de madreselvas o de clemátide quecolgabanhaciaafueraysearrastrabanunmomentosobreelvestidodesedaenredándoseenlosflecos.

Hablaban de una compañía de bailarines españoles que iba a actuar enbreveenelteatrodeRouen.

-¿Iráusted?-lepreguntóella.

-Sipuedo--contestóél.

¿Noteníanotracosaquédecirse?Susojos,sinembargo,estabanllenosdeuna conversación más seria; y, mientras se esforzaban en encontrar frasesbanales,sesentíaninvadidosporunamismalanguidez;eracomounmurmullodelalma,profundo,continuo,quedominabaeldelasvoces.Sorprendidosporaquelladulzuranueva,nopensabanencontarseesasensaciónoendescubrir

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sucausa.Lasdichasfuturas,comolasplayasdelostrópicos,proyectansobrelainmensidadquelesprecedesussuavidadesnatales,unabrisaperfumada,yuno se adormece en aquella embriaguez sin ni siquiera preocuparse delhorizontequenosevislumbra.Enalgunossitioslatierraestabahundidaporelpaso de los animales; tuvieron que caminar sobre grandes piedras verdes,espaciadasenelbarro.

Frecuentementeellaseparabaunminutoparamirardóndeponersubotina,y, tambaleándose sobre la piedra que temblaba, con los codos en el aire, elbusto inclinado, la mirada indecisa, entonces reía, por miedo a caer en loscharcosdeagua.

Cuando llegaron ante su huerta, Madame Bovary empujó la pequeñabarrera,subiócorriendolasescalerasydesapareció.

León regresóa sudespacho.Elpatrónestabaausente;echóunaojeadaalos expedientes, se cortó una pluma, finalmente tomó su sombrero y semarchó.

Se fue a la Pâture, en lo alto de la cuesta de Argueil, a la entrada delbosque;seacostóenelsuelobajo losabetos,ymiróelcieloa travésdesusdedos.

-¡Quéaburrimiento!-sedecía-,¡quéaburrimiento!

SeconsiderabadignodelástimaviviendoenaquelpuebloconHomaisporamigo y el señor Guillaumin por patrón. Este último, absorbido por susnegocios, con anteojos demontura de oro y patillas pelirrojas sobre corbatablanca,noentendíanadadedelicadezasdelespíritu,aunquesedabauntonotiesoe inglésquehabíadeslumbradoalpasanteen losprimeros tiempos.Encuantoalamujerdelfarmacéutico,eralamejoresposadeNormandía,mansacomouncordero,tiernaamantedesushijos,desupadre,desumadre,desusprimos, compasivade las desgracias ajenas, despreocupadade sus labores yenemiga de los corsés; pero tan lenta en sus movimientos, tan aburrida deescuchar,deunaspectotanordinarioydeunaconversacióntanlimitada,queaLeón nunca se le había ocurrido, aunque ella tenía treinta años y él veinte,aunquedormíanpuertaconpuerta,ylehablabatodoslosdías,quepudieraserunamujerparaalguien,niqueposeyeradesusexomásqueelvestido.

Y después de esto, ¡qué había? Binet, algunos comerciantes, dos o trestaberneros, el cura y, finalmente, el señor Tuvache, el alcalde, con sus doshijos, gentes acomodadas, toscas, obtusas, que cultivaban ellos mismos sustierras, hacían comilonas en familia, devotos por otra parte, y de un tratototalmenteinsoportable.Perosobreelfondovulgardetodosaquellosrostroshumanos, lafiguradeEmmasedestacabaaisladaymás lejanasinembargo;puesLeónpresentíaentreellayélcomovagosabismos.

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Alprincipioélhabíaidoavisitarlavariasvecesasucasaacompañadodelfarmaceútico. Carlos no se había mostrado muy interesado por recibirle; yLeónnosabíacómocomportarseentreelmiedodeserindiscretoyeldeseodeunaintimidadquecreíacasiimposible.

CAPÍTULOIV

Desde los primeros fríos, Emma dejó su habitación para instalarse en lasala, largapiezade techobajodondehabía, sobre la chimenea, un frondosoárboldecoralqueseextendíacontraelespejo.Sentadaensusillón,cercadelaventana,veíaalagentedelpueblopasarporlaacera.

Dosvecesaldía,Leónibadesudespachoal«Liond'Or».Emma,delejos,le oía venir; se asomaba a escuchar; y el joven se deslizaba detrás de lacortina,vestidosiempredelamismamanera,ysinvolverlacabeza.Pero,alatardecer, cuando con la barbilla apoyada en su mano izquierda ella habíaabandonadosobresusrodillaslalaborcomenzada,avecesseestremecíaantela aparición de aquella sombra que desaparecía de pronto. Se levantaba ymandabaponerlamesa.

DurantelacenallegabaelseñorHomais.Conelgorrogriegoenlamano,entrabasinhacerruidoparanomolestaranadieysiemprerepitiendolamismafrase:«Buenasnochesa todos.»Después, instaladoensusitio,al ladode lamesa,entrelosdosesposos,preguntabaalmédicoporsusenfermos,yésteleconsultaba sobre la probabilidad de cobrar los honorarios. Luego secomentabanlasnoticiasdelperiódico.Homais,aaquellahora,selosabíacasidememoria;ylocontabaíntegro,conlasreflexionesdelperiodistaytodaslashistoriasdelascatástrofesindividualesocurridasenFranciayenelextranjero.

Pero, cuando se agotaba el tema, no tardaba en hacer algunasobservaciones sobre los platos que veía. A veces, incluso, levantándose unpoco,indicabadelicadamentealaseñoraeltrozomástierno,o,dirigiéndosealamuchacha,ledabaconsejosparalapreparacióndelosguisadosylahigienede los condimentos; hablaba de aroma, osmazomo, jugos y gelatina de unaformadeslumbrante.Conlacabeza,porotraparte,másllenaderecetasquesufarmacia lo estaba de tarros, Homais destacaba en la elaboración de grannúmerodeconfituras,vinagresy licoresdulces,yconocía también todas lasinvencionesnuevasdecalentadoreseconómicos,ademásdelartedeconservarlosquesosydecuidarlosvinosenfermos.

A las ocho, Justino venía a buscarle para cerrar la farmacia.Entonces elseñorHomaislomirabaconairesocarrón,sobretodosiestabaallíFelicidad,

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pues sehabíadado cuentadeque supupilo le cobraba afición a la casadelmédico.

-Mimancebo--decíaHomais-empiezaatenerideas,ycreo,quemelleveeldiablosimeequivoco,queestáenamoradodelacriadadelacasa.

Pero un defecto más grave, y que le reprochaba, era el de escucharcontinuamente las conversaciones. Los domingos, por ejemplo, no habíamaneradehacerlesalirdelsalón,adondelaseñoraHomaislehabíallamadoparaqueseencargarade losniños,quesedormíanen lossillones,estirandoconlaespaldalasfundasdecalicódemasiadoholgadas.

No venía mucha gente a estas veladas del farmacéutico, pues sumaledicenciaysusopinionespolíticashabíanidoapartandodeéladiferentespersonasrespetables.Elpasantenofaltabanuncaalareunión.

Tan pronto oía la campanilla, corría al encuentro deMadameBovary, letomaba el chal, y ponía aparte, debajo del mostrador de la farmacia, lasgruesaszapatillasdeorilloque llevabasobresucalzadocuandohabíanieve.Primero jugaban unas partidas de treinta y una; después el señor HomaisjugabaalécartéconEmma;León,detrásdeella,dabaconsejos.Depieyconlasmanosenelrespaldodelasilla,mirabalosdientesdesupeinetaclavadaenelmoño.Acadamovimientoqueellahacíaparaecharlascartas,suvestidoselesubíaporelladoderecho.Desuscabellosrecogidosbajabaporsuespaldauncolormorenoque,palideciendogradualmente,seperdíapocoapocoenlasombra.Luego,elvestidocaíaalosdosladosdelasientoahuecándose,llenode pliegues, y llegaba hasta el suelo. Cuando León a veces sentía posarseencimalasueladesubota,seapartaba,comosihubierapisadoaalguien.

Unavezterminadalapartidadecartas,elboticarioyelmédicojugabanaldominó,yEmma,cambiandodesitio,seponíadecodosenlamesa,ahojearL'Yllustration.Había llevado su revista demodas.León se ponía al lado deella; miraban juntos los grabados sin volver la hoja hasta que los dosterminaban.

Frecuentemente ella le rogaba que le leyese versos; León los declamabaconunavozcansina,queseibaalternandocuidadosamenteenlospasajesdeamor.Peroelruidodeldominólecontrariaba;elseñorHomaisestabafuerteenestejuegoyleganabaaCarlosahorcándoleelseisdoble.

Después,habiendollegadoyaalostrescientos,losdossesentabanjuntoalfuego y no tardaban en quedarse dormidos.El fuego se iba convirtiendo encenizas; la tetera estaba vacía; León seguía leyendo. Emma le escuchabahaciendo girar maquinalmente la pantalla de la lámpara, cuya gasa teníapintadosunospierrotsencocheyunasfunambulistasconsusbalancines.Leónse paraba, señalando con un gesto a su auditorio dormido; entonces se

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hablaban en voz baja, y la conversación que tenían les parecía más dulce,porquenadielesoía.

Así se estableció entre ellos una especie de asociación, un comerciocontinuodelibrosyderomanzas;elseñorBovary,pococeloso,noextrañabanadadeaquello.Carlosrecibióporsufiestaunahermosacabezafrenológica,totalmente salpicada de cifras hasta el tórax y pintada de azul. Era unaatencióndelpasante.Teníamuchasotras,hastahacerlesusrecadosenRouen;ycomoporentoncesunanovelahabíapuestodemodalamaníadelasplantascarnosas,Leónlascomprabaparalaseñoraylasllevabasobresusrodillas,en«La Golo ndrina», pinchándose los dedos con sus duras púas. Ella mandódisponer en su ventana una tablilla con barandilla para colocar tiestos. Elpasantetuvotambiénsujardíncolgante;seveíancuidandocadaunosusfloresensusrespectivasventanas.

Entre las ventanas del pueblo había una todavía más frecuentementeocupada,pueslosdomingos,desdelamañanaalanoche,ytodaslastardes,sieltiempoestabaclaro,seveíaenlaclaraboyadeundesvánelflacoperfildelseñorBinetinclinadosobresutorno,cuyozumbidomonótonollegabahastael«Liond'Or».

Unanochealvolveracasa,Leónencontróensuhabitaciónun tapetedeterciopeloy lanaconhojassobrefondopálido, llamóa laseñoraHomais,alseñorHomais, a Justino, a los niños, a la cocinera, se lo contó a su patrón;todo elmundoquiso conocer aquel tapete; ¿porqué lamujer delmédico semostraba tan «generosa» con el pasante? Aquello pareció raro, y se pensódefinitivamentequeelladebíaser«suamiga».

Eldabamotivosparacreerlo,pueshablabacontinuamentedesusencantosy de su talento, hasta el punto de que Binet le contestó una vez muybrutalmente:

-¿Amíquémeimporta,sinosoydesucírculodeamistades?

Él seatormentabaparadescubrir cómodeclarársele;y siemprevacilandoentreeltemordedesagradarleylavergüenzadesertanpusilánime,llorabadedesánimoydedeseos.

Despuéstomabadecisionesenérgicas;escribíacartasqueluegorompía.Seseñalaba fechas que iba retrasando. A menudo se ponía en camino, con elpropósito de atreverse a todo; pero esta resolución le abandonabainmediatamente en presencia de Emma. Y cuando Carlos, apareciendo deimproviso,leinvitabaasubirasucarricocheparaqueleacompañaseavisitara algún enfermo en los alrededores, aceptaba enseguida, se despedía de laseñorayseiba.¿Noerasumaridoalgodeella?

Emma por su parte nunca se preguntó si lo amaba. El amor, creía ella,

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debía llegardepronto,congrandesdestellosy túlguraciones,huracánde loscielosquecaesobrelavida,latrastorna,arrancalasvoluntadescomosifueranhojasyarrastrahaciaelabismoelcorazónentero.Nosabíaque,enlaterrazadelascasas,lalluviahacelagoscuandoloscanalesestánobstruidosyhubieseseguidotranquiladenohaberdescubiertoderepenteunagrietaenlapared.

CAPÍTULOV

Fueundomingodefebrero,unatardedenieve.

Habíansalidotodos,elmatrimonioBovary,HomaisyelseñorLeón,averaunamedia leguadeYonville, en el valle, unahilaturade linoque estabanmontando. El boticario había llevado consigo a Napoleón y a Atalía, paraobligarlesahacerejercicio,yJustinolesacompañaba,llevandolosparaguasalhombro.

Nada,sinembargo,menoscuriosoqueaquellacuriosidad.Ungranespaciode terrenovacío,dondeseencontrabanrevueltas,entremontonesdearenayde guijarros, algunas ruedas de engranaje ya oxidadas, rodeaba un largoedificiocuadrangularconmuchasventanitas.Noestabaterminadodeconstruiryseveíaelcieloatravésdelasvigasdelatechumbre.Atadoalaviguetadelhastialunramodepajaconalgunasespigashacíarestallaralvientosuscintastricolores.

Homaishablaba.Explicabaala«compañía»laimportanciafuturadeesteestablecimiento,calculabalaresistenciadelospisos,elespesordelasparedes,ysentíanotenerunbastónmétricocomoelqueteníaelseñorBinetparasuuse particular. Emma, que le daba el brazo, se apoyaba un poco sobre suhombro, ymiraba el disco del sol que irradiaba a lo lejos, en la bruma, supalidez deslumbrante; pero volvió la cabeza: Carlos estaba allí. Llevaba lagorra hundida hasta las cejas, y sus gruesos labios temblequeaban, lo cualañadía a su cara algo de estúpido; su espalda incluso, su espalda tranquilaresultaba irritante a la vista, y Emma veía aparecer sobre la levita toda lasimplezadelpersonaje.

Mientras que ella lo contemplaba, gozando así en su irritación de unaespeciedevoluptuosidaddepravada,Leónseadelantóunpaso.Elfríoquelepalidecíaparecíadepositarsobresucaraunalanguidezmássuave;elcuellodelacamisa,unpocoflojo,dejabaverlapiel;unpedazodeorejaasomabaentreunmechóndecabellosysusgrandesojosazules,levantadoshacialasnubes,le parecieron a Emma más límpidos y más bellos que esos lagos de lasmontañasenlosquesereflejaelcielo.

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-¡Desgraciado!-exclamódeprontoelboticario.

Ycorriódetrásdesuhijo,queacababadeprecipitarseenunmontóndecalpara pintar de blanco sus zapatos. A los reproches con que le abrumaba,Napoleóncomenzóadargritos,mientrasqueJustinolelimpiabaloszapatosconunpuñadodepaja.Perohizofaltaunanavaja;Carlosleofreciólasuya.

-¡Ah!-sedijoella-,llevaunanavajaensubolsillocomouncampesino.

Caíalaescarcha,ysevolvieronhaciaYonville.

AquellanocheMadameBovarynofueacasadesusvecinos,y,cuandosemarchóCarlosyellasesintiósola,surgiódenuevoelparaleloentrelanitidezde una sensación casi inmediata y esa prolongación de perspectiva que elrecuerdodaalosobjetos.

Mirandodesdelacamaelfuegoclaroqueardía,seguíaviendocomoallálejos,aLeóndepie,doblandoconunamanosujunquilloyllevandodelaotraa Atalía, que chupaba tranquilamente un trozo de hielo. Lo encontrabaencantador; nopodíadejardepensar en él; recordóactitudes suyas enotrosdías,frasesquelehabíadicho,eltonodesuvoz,todasupersona;yserepetía,adelantandosuslabioscomoparabesar:

-¡Sí, encantador!, ¡encantador!... ¿No estará enamorado? -se preguntó-.¿Dequién?...¡Puesdemí!

Aparecieron a la vez todas las pruebas, su corazón le dio un vuelco. Lallama de la chimenea hacía temblar en el techo una claridad alegre; ella sevolvió de espalda estirando los brazos. Entonces comenzó la eternalamentación: ¡Oh!, ¡si el cielo lo hubiese querido! ¿Por qué no puede ser?¿Quiénloimpedía,pues?...

CuandoCarlos volvió a casa amedianoche,Emma fingió despertarse, y,comoélhizoruidoaldesnudarse,ellasequejódejaqueca;despuéspreguntóconindiferenciacómohabíatranscurridolavelada.

-ElseñorLeón-dijoél-semarchótemprano.

Ella no pudo evitar una sonrisa y se durmió con el alma llena de unencantonuevo.

Aldíasiguiente,alcaerlatarde,recibiólavisitadeuntalLheureux,queteníauna tiendadenovedades.Eraunhombrehábileste tendero.Gascóndenacimiento, pero normando de adopción, unía su facundia meridional a lacautela de las gentes de Caux. Su cara gorda, blanda y sin barba, parecíateñidaporuncocimientoderegalizclaro,ysupeloblancoavivabaaúnmáselbrillo rudo de sus ojillos negros. No se sabía lo que había sido antes:buhonero,decíanunos,banqueroenRoutot,afirmabanotros.Lociertoesquehacía,mentalmente,unoscálculoscomplicados,queasustabanalpropioBinet.

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Amablehastalaobsequiosidad,permanecíasiempreconlaespaldainclinada,enlaactituddealguienquesaludaoqueinvita.

Después de haber dejado en la puerta su sombrero adornado con uncrespón,pusosobrelamesaunacajaverde,yempezóaquejarsealaseñora,conmuchacortesía,denohabermerecidohastaentonces suconfianza.Unapobre tienda como la suya no estaba hecha para atraer a una «elegante»;subrayólapalabra.Ellanotenía,sinembargo,másquepedir,yélseencargaríadeproporcionarleloquequisiera,tantoenmerceríacomoenropablanca,sombrerería o novedades, pues iba a la ciudad cuatro veces al mes,regularmente. Estaba en relación con las casas más fuertes. Podían darreferencias de él en los «TroisFrères», en «LaBarbe d'Or» o en el «GrandSauvage»;¡todosestosseñoresleconocíancomoasuspropiosbolsillos!Hoyveníaaenseñaralaseñora,depaso,variosartículosdequedisponíagraciasaunaocasiónexcepcional,ysacódelacajamediadocenadecuellosbordados.

MadameBovarylosexaminó.

-Nonecesitonada-ledijo.

Entonces el señor Lheureux le mostró delicadamente tres echarpesargelinos,variospaquetesdeagujas inglesas,unpardezapatillasdepaja,y,finalmente, cuatro hueveros de coco, cincelados a mano por presidiarios.Después, con las dos manos sobre la mesa, el cuello estirado, la cinturainclinada, seguía con la boca abierta la mirada de Emma que se paseabaindecisa entre aquellasmercancías.Devez en cuando, comopara limpiar elpolvo,dabaungolpeconlauñaalasedadelosecharpes,quedesplegadosentoda su longitud temblabanconun ruido ligero, haciendocentellear a la luzverdosa del crepúsculo, como pequeñas estrellas, las lentejuelas de oro deltejido.

-¿Cuántocuestan?

-Una miseria -respondió él-, una miseria; pero ya me pagará, sin prisa;cuandoustedquiera;¡nosomosjudíos!

EllareflexionóunosinstantesyacabódandolasgraciasalseñorLheureux,quienreplicósininmutarse:

-Bueno, nos entenderemosmás adelante; con las señoras siempreme heentendido,siempre,menosconlamía.

Emmasonrió.

-Quierodecir-continuóentonocampechanodespuésdesubroma-,quenoeseldineroloquemepreocupa.Yoledaríaaustedsilehicierafalta.

Ellahizoungestodesorpresa.

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-¡Ah! -dijo él vivamente y en voz baja-, no tendría que ir lejos paraencontrarlo;puedeestarsegura.YcomenzóapedirlenoticiasdeltíoTellier,eldueño del «Café Francés», a quién por aquel entonces cuidaba el señorBovary.

-¿QuéesloquetieneeltíoTellier?...¡Tosetantoquesacudetodalacasayme temo mucho que pronto necesite más bien un gabán de abeto que unacamisola de franela. ¡Corrió tantas juergas de joven! Esa gente, señora, notenía el menor orden, se ha quemado con el aguardiente. ¡Pero, a pesar detodo,estristevermarcharseaunconocido!

Y,mientrasquecerrabasucaja,hablabadeestemodosobrelaclienteladelmédico.

-Sin duda, es el tiempo -dijomirando los cristales con una cara demalhumor- la causa de estas enfermedades.Tampoco yome encuentro bien deltodo; tendréquevenirundíadeestos a consultar al señorporundolorquetengoenlaespalda.¡Bueno,hastalavista,MadameBovary;asudisposición;sumáshumildeservidor!

Yvolvióacerrarlapuertadespacio.

Emmamandóquelesirvieranlacenaensuhabitación,juntoalfuego,enunabandeja;comiódespacio;todoleparecióbueno.

-¡Quéprudentehesido!-sedecíapensandoenlosecharpes.Oyópasosenlaescalera;eraLeón.Selevantóytomódeencimadelacómoda,deentrelospaños de dobladillo, el primero de la pila. Parecía muy ocupada cuando élentró.

Laconversación fue lánguida;MadameBovary ladejaba a cadaminuto,mientrasqueélmismopermanecíacomototalmentecohibido.Sentadoenunasillabaja,al ladode lachimenea,dabavueltasentre losdedosalestuchedemarfil;Emmaclavabasuaguja,o,devezencuando,consuuña,fruncíalosplieguesde la tela.Ellanohablaba; él se callaba, cautivadopor su silencio,cornosilohubieseestadoporsuspalabras.

-¡Pobrechico!-pensabaella.

-¿Enquélahabrédisgustado?--sepreguntabaél.

León,sinembargo,acabópordecirqueunodeaquellosdíasteníaqueiraRouenparaunasuntodesudespacho.

-Sususcripcióndemúsicahaterminado,¿hederenovarla?

-No-lecontestóella.

-¿Porqué?

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-Porque...

Y,apretandoloslabios,tirólentamentedeunalargahebradehilogris.EstalaborirritabaaLeón.LosdedosdeEmmaparecíandesollarseporlapunta;seleocurrióunafrasegalante,peronosearriesgó.

-¿Esquelaabandona?-repusoél.

-¿Qué? -contestó ella vivamente-; ¿lamúsica? ¡Ah,Diosmío, sí!, tengounacasaquegobernar,maridoque atender, ymil cosasmás, ¡muchas otrasobligacionesqueestánantes!

Miróel reloj.Carlosseretrasaba.Entoncessehizo lapreocupada.Dosotresvecesinclusorepitió:

-¡Estanbueno!

El pasante le tenía afecto al señorBovary, pero aquella ternura por él lesorprendió de una forma desagradable; no obstante, continuó su elogio, unelogioqueoíahaceratodoelmundo,ysobretodoalfarmacéutico.

-¡Ah,esunabuenapersona!-repusoEmma.

-Ciertamente-dijoelpasante.

Y comenzó a hablar de la señora Homais, cuya indumentaria, muydescuidada,lesmovíaarisaordinariamente.

-¿Quéimportaeso?-interrumpióEmma-.Unabuenamadredefamilianosepreocupaporsuatavío.

Despuésvolvióaquedarseensilencio.

Ocurrió lo mismo los días siguientes; sus discursos, sus maneras, todocambió.Selaviocomotomarapechoelcuidadodesucasa,volveralaiglesiaregularmenteymostrarsemásseveraconsucriada.

Sacó a Berta de la nodriza. Felicidad se la traía cuando había visitas, yMadame Bovary la desnudaba para enseñarles sus miembros. Decía queadorabaalosniños;erasuconsuelo,sualegría,sulocura,yacompañabasuscariciasconexpansioneslíricas,quealosquenofuerandeYonvilleleshabríarecordadoalaSachettedeNuestraSeñoradeParís.

CuandoCarlosregresaba,encontrabasuszapatillascalentándosecercadelrescoldo.Nolesfaltabaelforroasuschalecosnilosbotonesasuscamisas,ainclusodabagustoverenelarmariotodossusgorrosdealgodóncolocadosenpilasiguales.Emmanorefunfuñaba,comoantes,porirapasearporeljardín;loqueélproponíaerasiempreaceptado,aunqueellanoadivinasesusdeseos,alosquesesometíasindecirpalabra;ycuandoLeónlevelaalladodelfuego,despuésde cenar, con lasdosmanos sobre elvientre, losdospies sobre los

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morillos de la chimenea, las mejillas rosadas por la digestión, los ojoshúmedos de felicidad, con la niña que se arrastraba sobre la alfombra, yaquellamujerde finacinturaqueporencimadel respaldodel sillónveníaabesarleenlafrente,sedecía:

-¡Quélocura!,y¿cómollegarhastaella?

Lepareció,pues,asítanvirtuosaainaccesible,queabandonóhastalamásremotaesperanza.

Peroconestarenuncialacolocabaencondicionesextraordinarias.Paraél,Emma se desprendió de sus atractivos carnales de los cuales él nada podíaconseguir;yensucorazónfuesubiendomásymásdespegándosealamaneramagníficadeuna apoteosisque alza suvuelo.Eraunode esos sentimientospurosquenoestorbanelejerciciodelavida,quesecultivanporquesonrarosycuyapérdidaafligiríamásdeloquealegraríasuposesión.

Emma adelgazó, sus mejillas palidecieron, su cara se alargó. Con susbandósnegros,susgrandesojos,sunarizrecta,suandardepájaro,ysiempresilenciosa ahora, ¿no parecía atravesar la existencia, apenas sin rozarla, yllevarenlafrentelaseñaldealgunapredestinaciónsublime?Estahatantristeytantranquila,tandulceyalaveztanreservada,queunosesentíaasuladoprendido por un encanto glacial, como se tiembla en las iglesias bajo elperfumede las floresmezcladoal fríode losmármoles.Tampoco losdemásescapabanaestaseducción.Elfarmacéuticodecía:

-Esunamujerdegrandesrecursosynodesentonaríaenunasubprefectura.

Lasseñorasdelpuebloadmirabansueconomía,losclientessucortesía,lospobressucaridad.Peroellaestaballenadeconcupiscencia,derabia,deodio.Aquel vestido de pliegues rectos escondía un corazón agitado, y aquelloslabios tan púdicos no contaban su tormenta. Estaba enamorada de León, ybuscaba la soledad, a fin de poder deleitarsemás a gusto en su imagen. Lapresencia de su persona turbaba la voluptuosidad de aquella meditación.Emmapalpitaba al ruido de sus pasos; después, en su presencia la emocióndecaía,yluegonolequedabamásqueuninmensoestuporqueterminabaentristeza.

León no sabía, cuando salía desesperado de casa de Emma, que ella selevantaba detrás de él para verle en la calle. Se preocupaba por sus idas yvenidas; espiaba su rostro; inventó toda una historia a fin de encontrar unpretextoparavisitarsuhabitación.Lamujerdelfarmacéuticoleparecíamuyfeliz por dormir bajo el mismo techo; y sus pensamientos iban a abatirsecontinuamenteenaquellacasa,comolaspalomasdel«LeóndeOro»queibana mojar allí, en los canalones, sus patas rosadas y sus alas blancas. PeroEmma,cuantomássedabacuentadesuamor,másloreprimía,paraquenose

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notara y para disminuirlo. Hubiera querido que León lo sospechara; aimaginaba casualidades catástrofes que lo hubiesen facilitado. Lo que laretenía,sinduda,eralaperezaoelmiedo,yelpudortambién.Pensabaquelohabía alejado demasiado, que ya no había tiempo, que todo estaba perdido.Despuéselorgullo,lasatisfaccióndedecirseasímisma:«Soyvirtuosa»ydemirarse al espejo adoptando posturas resignadas la consolaba un poco delsacrificioquecreíahacer.

Entonces,losapetitosdelacarne,lascodiciasdeldineroylasmelancolíasdelapasión,todoseconfundíaenunmismosufrimiento;y,envezdedesviarsupensamiento,lofijabamás,excitándosealdolorybuscandoparaellotodaslas ocasiones. Se irritaba por un plato mal servido o por una puertaentreabierta, se lamentabadel terciopeloqueno tenía, de la felicidadque lefaltaba,desussueñosdemasiadoelevados,desucasademasiadopequeña.

LoqueladesesperabaeraqueCarlosnoparecíanisospecharsusuplicio.Laconvicciónque teníaelmaridodeque lahacía feliz leparecíaun insultoimbécil, y su seguridad al respecto, ingratitud. Pues ¿para quién era ellaformal?

¿Noeraélelobstáculoatodafelicidad,lacausadetodamiseria,ycomoelhebijónpuntiagudodeaquelcomplejocinturónquelaatabaportodaspartes?

Así pues, cargó totalmente sobre él el enorme odio que resultaba de susaburrimientos, y cada esfuerzo para disminuirlo no servía más que paraaumentarlo, pues aquel empeño inútil se añadía a los otros motivos dedesesperaciónycontribuíamásalalejamiento.

Hastasupropiadulzuradecarácterlerebelaba.Lamediocridaddomésticala impulsaba a fantasías lujosas, la ternuramatrimonial, a deseos adúlteros.Hubiera queridoqueCarlos le pegase, para poder detestarlo conmás razón,vengarsedeél.Avecesseextrañabadelasconjeturasatrocesqueleveníanalpensamiento; y tenía que seguir sonriendo, oír cómo repetían que era feliz,fingirserlo,dejarlocreer.

Sinembargo,estabaasqueadadeestahipocresía.LedabantentacionesdeescaparconLeónaalgunaparte,muylejos,paraprobarunanuevavida;peroinmediatamenteseabríaensualmaunabismovagollenodeoscuridad.

-Además,nomequiere -pensabaella-;¿quévaaserdemí?,¿quéayudaesperar,quéconsuelo,quéalivio?

Sequedabadestrozada, jadeante, inerte,sollozandoenvozbajaybañadaenlágrimas.

-¿Por qué no se lo dice al señor? -le preguntó la muchacha, cuando laencontrabaenestacrisis.

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-Sonlosnervios-respondíaEmma-;noledigasnada,lealarmarías.

-¡Ah!, sí -replicaba Felicidad-, usted es igual que laGuérine, la hija delseñorGuérin, el pescadordelPollet, que conocí enDieppe antesdevenir acasadelosseñores.Estabatantriste,tantriste,queviéndoladepiealapuertadesucasa,hacíaelefectodeunpañofúnebreextendidodelantedelapuerta.Suenfermedad,segúnparece,eraunaespeciedebrumaqueteníaenlacabeza,ylosmédicosnopodíanhacernada,nielcuratampoco.

Cuandoledabamuyfuerte,seibacompletamentesolaalaorilladelmar,de manera que el oficial de la aduana, al hacer la ronda, la encontraba amenudo tendidabocaabajoy llorandosobre laspiedras.Dicenque,despuésdecasarse,selepasó.

-Pero a mí -replicaba Emma- es después del casamiento cuando me havenido.

CAPÍTULOV

Una tarde en que sentada junto a la ventana abierta acababa de ver aLestiboudis, el sacristán, que estaba podando el boj, oyó de pronto tocar alÁngelus.

Era a principios de abril, cuando abren las primaveras; un aire tibiocirculabasobrelosbancaleslabrados,ylosjardines,comomujeres,parecíancomponerseparalasfiestasdeverano.Porlosbarrotesdelcenadorymásallátodo alrededor se veía el río en la pradera dibujando sobre la hierbasinuosidades vagabundas. El vapor de la tarde pasaba entre los álamos sinhojas, difuminando sus contornos con un tueste violeta, más pálido y mástransparentequeunagasasutil,prendidadesusramas.Alolejos,caminabanunasreses,noseoíannisuspasos,nisusmugidos;ylacampana,queseguíasonando,propagabaporlosairessulamentopacífico.

Ante aquel tañido repetido, el pensamiento de la joven se perdía en susviejosrecuerdosdejuventudydeinternado.Recordólosgrandescandelabrosquesedestacabanenelaltarsobrelosjarronesllenosdeflores,yelsagrariodecolumnitas.Hubieraquerido,comoantaño,confundirseenlalargafiladevelos blancos, que marcaban de negro acá y allá las tocas rígidas de lashermanitas inclinadasensus reclinatorios; losdomingos,en lamisa,cuandolevantabalacabeza,percibíaeldulcerostrodelaVirgenentre losremolinosazulados del incienso que subía. Entonces la sobrecogió un sentimiento deternura;sesintiólanguidecerycompletamenteabandonada,comounaplumadeavequegiraenlatormenta;ainstintivamenteseencaminóhacialaiglesia,

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dispuestaacualquierdevoción,contaldeentregarseaellacontodaelalmaydeolvidarseporcompletodesuexistencia.

EncontróenlaplazaaLestiboudisquevolvíadelaiglesia,pues,paranoperderel tiempo,prefería interrumpirsutarea,despuéscontinuarla,demodoque tocaba al Ángelus cuando le convenía. Además, adelantando el toque,recordabaaloschiquilloslahoradelcatecismo.

Algunos que ya habían llegado jugaban a las bolas sobre las losas delcementerio.

Otros,acaballosobrelatapia,movíansuspiernas,segandoconsuszuecoslasgrandesortigasquecrecíanentreelpequeñorecintoylasúltimastumbas.Era el único lugar verde; todo lo demás no era más que piedras, y estabasiemprecubiertodeunpolvofino,apesardelaescobadelasacristía.

Losniñosenzapatillascorríanallícomosobreunentarimadohechoparaellos, y se oían sus gritos a través del resonar de las campanas. Su ecodisminuíaconlasoscilacionesdelagruesacuerdaque,cayendodelasalturasdel campanario, arrastraba su punta por el suelo. Pasaban unas golondrinasdandopequeñosgritos,cortandoelaireconsuvuelo,yvolvíanraudasasusnidos amarillos bajo las tejas del alero. En el fondo de la iglesia ardía unalámpara,esdecir,unamechademariposaenunvasocolgado.Suluz,delejos,parecíaunamanchablanquecinaquetemblabaenelaceite.Unlargorayodesolatravesabatodalanaveyoscurecíamáslasnaveslateralesylosrincones.

-¿Dónde está el cura? -preguntóMadame Bovary a un chiquillo que seentretenía en sacudir el torniquete de la puerta en su agujero demasiadoholgado.

-Vendráenseguida-respondió.

En efecto, la puerta de la casa rectoral rechinó, apareció el padreBournisien,losniñosescaparonenpelotónalaiglesia.

-¡Esosgranujas!-murmuróeleclesiástico-,siempreigual.

Yrecogiendouncatecismotodohechotrizasqueacababadepisar:

-¡Ésosnorespetannada!

Pero,tanprontovioaMadameBovary,dijo.

-Perdón,nolareconocía.

Metióelcatecismoenelbolsilloyseparómientrasseguíamoviendoentredosdedoslapesadallavedelasacristía.

Elresplandordelsolponientequeledabadellenoenlacarapalidecíalateladesusotana,brillanteenloscodos,deshilachadaporabajo.Manchasde

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grasa y de tabaco seguían sobre su ancho pecho la línea de los pequeñosbotones,yaumentabanalalejarsedesualzacuello,enelquedescansabanlosplieguesabundantesdesupielroja;estabasalpicadademanchasamarillasquedesaparecíanentrelosnudosdelabarbaentrecana.

Acababadecenaryrespirabaruidosamente.

-¿Cómoestáusted?-lepreguntóél.

-Mal-contestoEmma;nomeencuentrobien.

-Bueno, yo tampoco -replicó el eclesiástico-. Estos primeros calores,¿verdad?,ledejanaunoaplanadodeunamaneraextraña.¿Enfin,quéquiereusted?Hemosnacidoparasufrir,comodiceSanPablo.Pero,¿quépiensadeestoelseñorBovary?

-¡El!-exclamóEmmaconungestodedesdén.

-¡Cómo!-replicóelbuenhombremuyextrañado-,¿nolerecetaalgo?

-¡Ah!,nosonlasmedicinasdelatierraloquenecesitaría.

Peroelcura,devezencuando,echabaunaojeadaalaiglesiadondetodosloschiquillosarrodilladosseempujabanconelhombroycaíancomocastillosdenaipes.

-Quisierasaber...-continuóEmma.

-¡Aguarda, aguarda,Riboudet -gritó el eclesiástico convoz enfadada-, tevoyacalentarlasorejas,tunante!

Después,volviéndoseaEmma:

-Es el hijo de Boudet, el encofrador; sus padres son acomodados y leconsienten hacer sus caprichos. Sin embargo, aprendería pronto si quisiera,porqueesmuyinteligente.Yyoaveces,debroma,lellamoRiboudet,comolacuestaquesetomaparairaMaromme,ainclusoledigo:montRiboudet.¡Ah!¡Ah!¡MontRiboudet!Elotrodíalecontéestoamonseñor,yserió...sedignóreírse.YelseñorBovary,¿cómoestá?

Ellaparecíanooír.Elcuracontinuó:

-Siguemuyocupado,sinduda.Porqueélyyosomosciertamentelasdospersonasdelaparroquiaquemástrabajotenemos.Peroéleselmédicodeloscuerpos,añadióconunarisotada,yyolosoydelasalmas.

-Sí...-dijo-,ustedaliviatodaslaspenas.

-¡Ah, nome hable,MadameBovary!Estamismamañana, tuve que ir aBas-Dauville para una vaca que tenía la hinchazón; creían que era unmaleficio. Todas sus vacas, no sé cómo... Pero, ¡perdón! ¡Longuemarre y

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Bondet!,¡demonios!Hacedelfavordeterminar.

¿Queréis estaros quietos de una vez? Y, de un salto, se presentó en laiglesia.

Loschiquillos,entonces,seapretabanalrededordelgranatril,sesubíanalentarimadodelchantre,abríanelmisal;yotros,depuntillasibanameterseenelconfesonario.Peroelcura,depronto,repartióentretodosunagranizadadebofetadas.Agarrándolosporelcuellodelachaqueta,loslevantabadelsueloylosvolvíaaponerderodillassobreelpavimentodelcoro,confuerza,comosihubieraqueridoplantarlosa11í.

-Mireusted-dijovolviendojuntoaEmma,ydesdoblandosugranpañuelodealgodón,unadecuyaspuntasmetióentresusdientes-,¡loslabradoressondignosdelástima!

-Hayotros-replicóella.

-Sinduda,losdelasciudades,porejemplo.

-Nosonellos...

-¡Perdóneme!, he conocido allí a pobres madres de familia, mujeresvirtuosas,seloaseguro,verdaderassantas,quenisiquierateníanparapan.

-Pero,señorcura-replicóEmma,retorciendolascomisurasdeloslabiosalhablar-,delasquetienenpan,ynotienen...

-Paracalentarseeninvierno-dijoelcura.

-¡Bah!,¿quéimportaeso?

-¿Cómoqué importa?Amíme parece que cuando se está bien caliente,bienalimentado,puesenfin...

-¡Diosmío!¡Diosmío!-suspirabaEmma.

-¿Seencuentramal¿-dijoelcura,adelantándoseconairepreocupado-;¿ladigestión,talvez?Tienequevolveracasa,MadameBovary,tomarunpocodeté;esolapondrábien,ounvasodeaguafrescaconazúcarterciado.

-¿Porqué?

YEmmaparecíaquesedespertabadeunsueño.

-Comosepasabalamanoporlafrente,creíqueledabaunmareo.

Luegocambiandodetema:

-Pero¿mepreguntabaustedalgo?¿Quéera?Yanomeacuerdo.

-¿Yo?Nada...,nada...-repetíaEmma.

Y su mirada, que dirigía a todo su alrededor, se paró lentamente en el

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ancianodesotana.Losdossemiraban,frenteafrente,sinhablar.

-Entonces,MadameBovary -dijo por fin el cura-, discúlpeme, pero antetodo, el deber, ya sabe usted; tengo que atender a mis granujillas. Ya seacercan las primeras comuniones. ¡Nos cogerán otra vez de sorpresa,me loestoy temiendo! ¡Por eso, a partir de laAscensión, los tengo aquí puntualesunahoramás!¡Pobresniños!,nuncaseríademasiadoprontoparallevarlosporelcaminodelSeñor,comoademásnoslorecomendóElmismoporbocadesudivinoHijo...Ustedlopasebien,señora;¡saludosasumarido!

Yentróenlaiglesia,haciendounagenuflexióndesdelapuerta.

Emmaloviodesaparecerentreladoblefiladebancos,conpesadoandar,la cabeza un poco torcida, y con las dos grandesmanos entreabiertas haciaafuera.

Después, giró rápidamente sobre sus talones, rígido como una estatuasobresusoporte,yseencaminóhaciasucasa.Perolellegabantodavíaaloídoyleseguíanlagruesavozdelcuraylasclarasvocesdeloschiquillos.

-¿Soiscristianos?

-Sí,soycristiano.

-¿Quéesuncristiano?

-Esaquelque,estandobautizado...,bautizado...,bautizado.

Emmasubiólospeldañosdelaescalera,ycuandollegóasuhabitación,sedejócaerenunsillón.

La luz blanquecina de los cristales bajaba suavemente conondulaciones.Losmueblesensusitioparecíanhabersevueltomásinmóvilesyperdidosenla sombra como en un océano tenebroso. La chimenea estaba , pagada, elpénduloseguíaoscilando,yEmmasequedabapasmadaante lacalmadelascosas,mientrasquedentrodeellaseproducíantantasconmociones.Peroentrelaventanay lamesade labor estaba lapequeñaBerta, tambaleándose sobresusbotinesdepuntoytratandodeacercarseasumadreparacogerlelascintasdesudelantal.

-¡Déjame!-ledijoapartándolaconlamano.

La niña se acercó todavía más a sus rodillas y apoyando en ellas susbrazos, lamirabaconsusgrandesojosazulesmientrasqueunhilodesalivapuracaíadesulabiosobreeldelantaldeseda.

-¡Déjame!-repitióEmmamuyenfadada.

Sucaraasustóalaniña,queempezóagritar.

-Bueno,¡déjameya!-ledijo,empujándolaconelcodo.

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Bertafueacaeralpiedelacómodacontralaperchadecobre;sehizouncorteen lamejilla,yempezóasangrar.MadameBovarycorrióa levantarla,rompióelcordóndelacampana,llamóalacriadacontodassusfuerzas,aibaa empezar a maldecirse cuando apareció Carlos. Era la hora de la cena, élregresaba.

-Mira,querido-ledijoEmmaconvoztranquila-:ahítienesalaniñaque,jugando,acabadelastimarseenelsuelo.

Carloslatranquilizó,lacosanoeragrave,yfueabuscardiaquilón.

MadameBovary no bajó al comedor; quiso quedarse sola cuidando a suhija. Entonces, mirando cómo dormía, la preocupación que le quedaba fuepocoapocodesapareciendo,yleparecióqueeramuytontaymuybuenaporhabersealteradohacíapoco,portanpocacosa.Enefecto,Bertayanosollozaba.Surespiraciónahoralevantabainsensiblementelacolchadealgodón.

Unos lagrimones quedaban en los bordes de sus párpados entreabiertos,que dejaban ver entre las pestañas dos pupilas pálidas, hundidas; elesparadrapo,pegadoensumejilla,estirabaoblicuamentesupieltensa.

-¡Esunacosaextraña!-pensabaEmma-,¡quéfeaesestaniña!

CuandoCarlos,alasoncedelanoche,volviódelafarmaciaadondehabíaidodespuésdelacena,paradevolverloquesobrabadeldiaquilón,encontróasumujerdepiealladodelacuna.

-Te digo que esto no es nada -le dijo besándola en la frente-; ¡no tepreocupes,querida,tepondrásenferma!

Se había quedado mucho tiempo en la botica. Aunque no se hubiesemostradomuyafectado,elseñorHomais,sinembargo,sehabíaesforzadoendarle ánimos y subirle lamoral.Hablaron entonces de los peligros diversosqueamenazabanalainfanciaydeldescuidodelascriadas.LaseñoraHomaissabía algo de eso, pues aún conservaba sobre el pecho las huellas de unaescudilladebrasasqueunacocinerahacíatiempolehabíadejadocaersobrelablusa. Por eso, estos buenos padres tomaban tantas precauciones. Loscuchillosnuncaestabanafiladosnilospisosencerados.Enlasventanashabíarejasdehierroyenlosmarcos,fuertesbarras.LospequeñosHomais,apesarde su independencia, no podíanmoverse sin un vigilante detrás de ellos; almenorcatarro, supadre lesatiborrabade jarabes,yhastaque teníanmásdecuatroañosllevabantodosinexorablementeunaschichonerasacolchadas.Era,es cierto, una manía de la- señora Homais; su esposo estaba interiormentepreocupadoporesto,temiendolosefectosquesemejanteopresiónpodríatenersobrelosórganosdelintelecto,yllegóadecirle:

-¿PretendeshacerdeellosunosCaribesounosBocotudos?

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Carlos, por su parte, había intentado varias veces interrumpir laconversación.

-Tengo que hablar con usted -le dijo al oído al pasante, que empezó acaminardelantedeélporlaescalera.

-¿Se sospechará algo? -se preguntaba León. El corazón le latíaapresuradamenteyseperdíaenconjeturas.

Por fin, Carlos, habiendo cerrado la puerta, le rogó que se enterase enRouen de lo que podía costar un buen daguerrotipo; era una sorpresasentimental que reservaba a sumujer, una atención fina, su retrato en trajenegro. Pero antes quería saber a qué atenerse; estas gestiones no debían demolestaraLeón,puestoqueibaalaciudadcasitodaslassemanas.

¿Aquéiba?Homaissospechabaaestepropósitoalgunaaventuradejoven,unaintriga.Peroseequivocaba;Leónnobuscabaningúnamorío.Estabamástriste que nunca, y la señora Lefrancois se daba bien cuenta de ello por lacantidad de comida que ahora dejaba en el plato. Para saber algo más,preguntó al recaudador; Binet contestó en tono altanero, que él no estabapagadoporlapolicía.

Sucompañero,sinembargo,leparecíamuyraro,puesamenudoLeónsetumbaba en su silla abriendo los brazos, y se quejaba vagamente de laexistencia.

-Esqueustednosedistraesuficientemente-decíaelrecaudador.

-¿Ycómo?

-Yo,ensulugar,tendríauntorno.

-Peroyonosétornear-respondíaelpasante.

-¡Oh!, ¡es cierto! -decía el otro acariciando lamandíbula, conun aire dedesdénmezcladodesatisfacción.

Leónestabacansadodeamarsinresultado;despuéscomenzabaasentireseagobio que causa la repetición de la misma vida, cuando ningún interés ladirigenilasostieneningunaesperanza.EstabatanhartodeYonvilleydesushabitantes,queveraciertagente,ciertascasas,leirritabahastamásnopoder;y el farmacéutico, con lo buena persona que era, se le hacía totalmenteinsoportable.Sinembargo, laperspectivadeunasituaciónnueva leasustabatantocomoleseducía.

Estaaprensiónseconvirtióprontoen impaciencia,yParísentoncesagitóparaél,enlalejanía,lafanfarriadesusbailesdemáscarasconlarisadesusmodistillas.PuestoquedebíaterminarsusestudiosdeDerecho,¿porquénoseiba?, ¿quién se lo impedía? Empezó a hacer mentalmente los preparativos:

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dispusodeantemanosusocupaciones.Seamuebló,ensucabeza,unpiso.Allíllevaríaunavidadeartista.¡Tomaríaleccionesdeguitarra!¡Tendríaunabatadecasa,unaboinavasca,zapatillasdeterciopeloazul!Einclusocontemplabaensuchimeneadosfloretesenformadeaspa,concalaveray laguitarraporencima.

Lo difícil era el consentimiento de sumadre; sin embargo, nada parecíamásrazonable.

Su mismo patrón le aconsejaba visitar otro estudio de notario dondepudiese completar su formación. Tomando, pues, una decisión intermedia,LeónbuscóunempleodeoficialsegundoenRouen,peronoloencontró,yporfin escribió a su madre una larga carta detallada, en la que le exponía lasrazonesdeiraviviraParísinmediatamente.Elladiosuconsentimiento.

Leónnosedioprisa.Cadadía,durantetodounmes,Hivertletransportóde Yonville a Rouen, de Rouen a Yonville, baúles, maletas, paquetes; y,cuando León hubo repuesto su guardarropa, rellenado sus tres butacas,comprado una provisión de pañuelos de cuello, en una palabra, hecho máspreparativosqueparaunviajealrededordelmundo, fueaplazándolodeunasemanaparaotra,hastaquerecibióunasegundacartadesumadreenlaqueledabaprisaparamarchar,puestoqueéldeseabapasarsuexamenantesdelasvacaciones.

Cuando llegó el momento de las despedidas, la señora Homais lloró;Justinosollozaba;Homais,comohombrefuerte,disimulósuemoción,quisoélmismollevarelabrigodesuamigohastalaverjadelnotario,quienllevabaaLeónaRouenensucoche.

ÉsteúltimoteníaeltiempojustodedeciradiósalseñorBovary.

Cuandollegóaloaltodelaescalera,separóporquelefaltabaelaliento.Alverleentrar,MadameBovaryselevantóconpresteza.

-¡Soyyootravez!-dijoLeón.

-¡Estabasegura!

Emmasemordióloslabios,yunaoleadadesangrelecorrióbajolapiel,quesevolviócompletamentesonrosada,desdelaraízdeloscabelloshastaelbordede su cuellode encaje.Permanecíadepie, apoyandoelhombroen elzócalodemadera.

-¿Noestáelseñor?-dijoél.

-Estáausente.

-Estáausente-repitió.

Entonceshuboun silencio.Semiraron;y suspensamientos, confundidos

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en la misma angustia, se apretaban estrechamente, como dos pechospalpitantes.

-MegustaríabesaraBerta-dijoLeón.

EmmabajóalgunosescalonesyllamóaFelicidad.

Élechórápidamenteunaampliaojeadaasualrededor,queseextendióalas paredes, a las estanterías, a la chimenea, como para penetrarlo todo,llevarlotodo.

Pero ella volvió, y la criada trajo a Berta, que agitaba un molinillo devientoatadoaunhilo,conlacabezaabajo.

Leónlabesóenelcuellovariasveces.

-¡Adiós!,¡pobreniña!,¡adiós,queridapequeña,adiós!

Yseladevolvióasumadre.

-Llévesela-dijoésta.

Sequedaronsolos,MadameBovary,deespaldas,conlacarapegadaauncristaldelaventana;Leónteníasugorraenlamanoylagolpeabasuavementealolargodesumuslo.

-Vaallover-dijoEmma.

-¡Ah!,tengounabrigo-dijoél.

Ellasevolvió,barbillabajaylafrentehaciaadelante.Laluzleresbalabacomosobreunmármol,hastalacurvadelascejas,sinquesepudiesesaberloquemiraba.Emmamirabaenelhorizontesinsaberloquepensabaenelfondodesímisma.

-¡Adiós!-suspiróél.

Emmalevantólacabezaconunmovimientobrusco:

-Sí,adiós...,¡márchese!

Seadelantaronelunohaciaelotro;éltendiólamano,ellavaciló.

-A la inglesa,pues -dijoEmmaabandonando lasuya,yesforzándoseporreír.

León la sintió entre sus dedos, y la sustancia misma de todo su ser leparecíaconcentrarseenaquellapalmadelamanohúmeda.

Después abrió la mano; sus miradas volvieron a encontrarse, ydesapareció.

Cuandollegóalaplazadelmercado,sedetuvo,yseescondiódetrásdeunpilar, a finde contemplar por últimavez aquella casablanca con sus cuatro

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celosíasverdes.Creyóverunasombradetrásdelaventana,enlahabitación;pero la cortina, separándose del alzapaño como si nadie la tocara, moviólentamentesus largosplieguesoblicuos,quedeunsolosalto,seextendierontodosyquedórecta,másinmóvilqueunapareddeyeso.

Leónechóacorrer.

Percibióde lejos,en lacarretera,elcabriolédesupatróny,al lado,aunhombre con delantal que sostenía el caballo.Homais y el señorGuillaumincharlabanentresí.

-Abráceme-dijoelboticarioconlágrimasenlosojos-.Tomesuabrigo,mibuenamigo;tengacuidadoconelfrío.¡Cuídese,mireporsusalud!

-¡Vamos,León,alcoche!-dijoelnotario.

Homaisseinclinósobreelguardabarrosyconunavozentrecortadaporlossollozos,dejócaerestasdospalabrastristes:

-¡Buenviaje!

-Buenastardes,respondióelseñorGuillaumin.¡Aflojelasriendas!

ArrancaronyHomaissevolvió.

MadameBovaryhabíaabiertolaventanaquedabaaljardín,ymirabalasnubes.

Se amontonaban al poniente del lado de Rouen, y rodaban rápidas susvolutasnegras,de lasquesedestacabanpordetrás lasgrandeslíneasdelsolcomo las flechas de oro de un trofeo suspendido,mientras que el resto delcielovacíoteníalablancuradeunaporcelana.Perounaráfagadevientohizodoblegarse a los álamos, y de pronto empezó a llover; las gotas crepitabansobre las hojas verdes.Después, reapareció el sol, cantaron las gallinas, losgorriones batían sus alas en los matorrales húmedos y los charcos de aguasobrelaarenaarrastrabanensucursolasfloresrosadeunaacacia.

-¡Ah!,¡quélejosdebeestarya!-pensóella.

ElseñorHomais,comodecostumbre,vinoa lasseisymedia,durante lacena.

-Bueno -dijo sentándose--, ¿así es que acabamos de embarcar a nuestrojoven?

-¡Esoparece!-respondióelmédico.

Después,volviéndoseensusilla:

-¿Yquéhaydenuevoporsucasa?

-Poca cosa. Unicamente que mi mujer esta tarde ha estado un poco

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emocionada.Yasabe,alasmujerescualquiercosalesimpresiona,¡yalamíasobre todo!, y no deberíamos ir en contra de ello, ya que su organizaciónnerviosaesmuchomásmaleablequelanuestra.

-¡Ese pobre León! -decía Carlos-. ¿Cómo va a vivir a París? ¿Seacostumbraráa11í?

MadameBovarysuspiró.

-Yalocreo-dijoelfarmacéutico,chasqueandolalengua-,losplatosfinosenlosrestaurantes,losbailesdemáscaras,elchampán,todoesovaarodar,seloaseguro.

-Nocreoqueseecheaperder-objetóBovary.

-¡Niyo!-replicóvivamenteelseñorHomais-,aunquetendrá,noobstante,quealternarconlosdemás,sinoquierepasarporunjesuita;ynosabeustedlavidaquellevanaquellosjuerguistasenelbarriolatinoconlasactrices.Porlodemás,losestudiantesestánmuybienvistosenParís.Porpocosimpáticosquesean, los reciben en los círculos a incluso hay señoras del Faubourg SaintGermainqueseenamorandeellos,locuallesproporcionaluegoocasionesdehacermuybuenasbodas.

-Pero-dijoelmédico-,temoqueél...allá...

-Tieneustedrazón-interrumpióelboticario-;eselreversodelamedallayes preciso tener continuamente la mano puesta sobre la cartera. Así, porejemplo, está usted en un jardín público, supongamos que se le presenta unindividuo, bien puesto, incluso condecorado, a quien podría tomar por undiplomático;leaborda;empiezanahablar;seleinsinúa,leinvitaaunatomaderapéolerecogesusombrero.Luegointimanmás,lellevaalcafé,leinvitaasucasadecampo,entredoscopaslepresentaatodaclasedeconocidos,ylastrescuartaspartesdelasvecesnoesmásquepararobarlesubolsaoparallevarlepormalospasos.

-Es cierto -respondió Carlos-; pero yo pensaba sobre todo en lasenfermedades,enlafiebretifoidea,porejemplo,queatacaalosestudiantesdeprovincias.

Emmaseestremeció.

-Acausadelcambioderégimendevida-continuóelfarmacéutico-,ydeltrastorno resultante en la economía general. Y además, el agua de París,¿comprende usted?, las comidas de los restaurantes, todos esos alimentoscondimentadosacabanporcalentar lasangreynovalen,diganloquedigan,unbuenpuchero.Pormiparte,siemprehepreferidolacocinacasera:¡esmássana! Por eso, cuando estudiaba farmacia en Rouen, vivía en una pensión;comíaconlosprofesores.

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Ycontinuóexponiendosusopinionesgeneralesysussimpatíaspersonales,hastaelmomentoenqueJustinovinoabuscarloparaunayemamejidaquehabíaquepreparar.

-¡Ni un instante de descanso! -exclamó-, siempre en el tajo. ¡No puedosalirunminuto!¡Comouncaballodetiro,hayquesudartinta!¡Quécalvario!

Después,yaenelumbral,dijo:

-Apropósito,¿sabenlanoticia?

-¿Quénoticia?

-Queesmuyprobable -replicóHomais levantandosuscejasyadoptandountonomuyserio-,quelaexposiciónagrícoladelSenaInferiorsecelebreesteaño en Yonville l'Abbaye. Al menos circula el rumor. Esta mañana elperiódico insinuabaalgodeesto.Seríamuy importanteparanuestrodistrito.Peroyahablaremosdeesto.Muchasgracias,yaveo;Justinotieneelfarol.

CAPÍTULOVII

Eldíasiguiente fueparaEmmaundía fúnebre.Todo leparecióenvueltoen una atmósfera negra que flotaba confusamente sobre el exterior de lascosas,ylapenasehundíaensualmaconaullidossuaves,comohaceelvientoenloscastillosabandonados.

Eraeseensueñoquenoshacemossobreloqueyanovolverá,elcansancioque nos invade después de cada tarea realizada, ese dolor, en fin, que noscausa la interrupción de todo movimiento habitual, el cese brusco de unavibraciónprolongada.

Como al regreso de la Vaubyessard, cuando las contradanzas le dabanvueltas en la cabeza, tenía una melancolía taciturna, una desesperaciónadormecida.Leónselevolvíaaaparecermásalto,másguapo,mássuave,másdifuso; aunque estuviese separado de ella, no la había abandonado, estabaa11í,ylasparedesdelacasaparecíansusombra.

Emmanopodíaapartarsuvistadeaquellaalfombraqueélhabíapisado,deaquellosmueblesvacíosdondesehabíasentado.Elríoseguíacorriendoyhacíaavanzarlentamentesuspequeñasolasalolargodelariberaresbaladiza.Por ella se habían paseado muchas veces, con aquel mismo murmullo delagua, sobre las piedras cubiertas de musgo. ¡Qué buenas jornadas de solhabíantenido!,¡quétardesmásbuenas,solos,alasombra,alfondodeljardín!El leía en voz alta, descubierto, sentado en un taburete de palos secos; elvientofrescodelapraderahacíatemblarlaspáginasdellibroylascapuchinas

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del cenador... ¡Ah!, ¡se había ido el único encanto de su vida, la únicaesperanzaposibledeunafelicidad!¿Cómonosehabíaapoderadodeaquellaventura cuando se le presentó? ¿Por qué no lo había retenido con las dosmanos, con las dos rodillas, cuando quería escaparse? Y semaldijo por nohaber amado a León; tuvo sed de sus labios. Le entraron ganas de correr aunirseconél,deecharseensusbrazos,dedecirle:«¡Soyyo,soytuya!»Perolasdificultadesde laempresa lacontenían,y susdeseos,aumentadosconeldisgusto,nohacíansinoavivarsemás.

Desdeentoncesaquel recuerdodeLeón fuecomoelcentrodesuhastío;chisporroteabaenélconmásfuerzaque,enunaestepadeRusia,unfuegodeviajeros abandonado sobre la nieve. Se precipitaba sobre él, se acurrucabacontra él, removía delicadamente aquel fuego próximo a extinguirse, ibabuscandoentornoaellaloquepodíaavivarlomás;ylasreminiscenciasmáslejanascomolasmásinmediatasocasiones,loqueellaexperimentabaconloque se imaginaba, sus deseos de voluptuosidad que se dispersaban, susproyectos de felicidad que estallaban al viento como ramas secas, su virtudestéril, sus esperanzasmuertas, ella lo recogía todo y lo utilizaba todo paraaumentarsutristeza.

Sin embargo, las llamas se apaciguaron, bien porque la provisión seagotaseporsímisma,oporquesuacumulaciónfueseexcesiva.Elamor,pocoapoco,sefueapagandoporlaausencia,lapenaseahogóporlacostumbre;yaquelbrillodeincendioqueteñíadepúrpurasucielopálidofuellenándosedesombra y se borró gradualmente. En su conciencia adormecida, llegó aconfundirlasrepugnanciashaciasumaridoconaspiracioneshaciaelamante,losardoresdelodioconloscaloresdelaternura;pero,comoelhuracánseguíasoplando, y la pasión se consumió hasta las cenizas, y no acudió ningúnsocorro, no apareció ningún sol, se hizo noche oscura por todas partes, yEmmapermanecióperdidaenunfríohorriblequelatraspasaba.

Entonces volvieron losmalos días deTostes. Se creía ahoramuchomásdesgraciada,puesteníalaexperienciadelsufrimiento,conlacertezadequenoacabaríanunca.Unamujerquesehabíaimpuestotangrandessacrificios,bienpodíaprescindirdecaprichos.Secompróunreclinatoriogótico,ysegastóenunmescatorcefrancosen limonespara limpiarse lasuñas;escribióaRouenpara encargar un vestido de cachemir azul; escogió en casa de Lheureux elmásbonitodesusecharpes;seloatabaalacinturaporencimadesubatadecasa;y,conlospostigoscerrados,conunlibroenlamano,permanecíatendidasobreunsofáconestavestimenta.

Amenudo variaba su peinado; se ponía a la china, en bucles flojos, entrenzas; se hizo una raya al lado y recogió el pelo por debajo, como unhombre.

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Quiso aprender italiano: compró diccionarios, una gramática, unaprovisión de papel blanco. Ensayó lecturas serias, historia y filosofía. Denoche, alguna vez, Carlos despertaba sobresaltado, creyendo que venían abuscarleparaunenfermo:

-Yavoy-balbuceaba.

YeraelruidodeunacerillaqueEmmafrotabaparaencenderdenuevolalámpara.

Peroocurrióconsuslecturaslomismoqueconsuslabores,que,unavezcomenzadas todas, iban a parar al armario; las tomaba, las dejaba, pasaba aotras.

Tenía arrebatos que la hubiesen llevado fácilmente a extravagancias.Undíasostuvocontrasumaridoqueeracapazdebeberlamitaddeungranvasodeaguardiente,y,como

Carlos cometió la torpezade retarla, ella se tragó el aguardientehasta laúltimagota.

A pesar de sus aires evaporados (ésta era la palabra de las señoras deYonville), Emma, sin embargo, no parecía contenta, y habitualmenteconservabaenlascomisurasdesuslabiosesainmóvilcontracciónquearrugala carade las solteronasy la de las ambiciosasvenidas amenos.Se la veíatodapálida,blancacomounasábana;lapieldelanarizseleestirabahacialasaletas,susojosmirabandeunamaneravaga.

Porhabersedescubiertotrescabellosgrisessobrelassieneshablómuchodesuvejez.

Frecuentemente le daban desmayos. Un día incluso escupió sangre, y,comoCarlossealarmaradejandoversupreocupación:

-¡Bah!-respondióella-,¿quéimportaeso?

Carlosfuearefugiarseasudespacho;ya11ílloró,decodossobrelamesa,sentadoensusillón,debajodelacabezafrenológica.

Entonces escribió a su madre para rogarle que viniese, y mantuvieronjuntoslargasconversacionesapropósitodeEmma.

¿Quédecidir?,¿quéhacer,puestoqueellarechazabatodotratamiento?

-¿Sabes lo que necesitaría tumujer? -decíamamáBovary-. ¡Serían unasobligacionesqueatender,trabajosmanuales!Situviera,comotantasotras,queganarselavida,notendríaesostrastornos,queleprocedendeunmontóndeideasquesemeteenlacabezaydelaociosidadenquevive.

-Sinembargo,trabaja-decíaCarlos.

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-¡Ah!, ¡trabaja! ¿Qué hace? Lee muchas novelas, libros, obras que vancontra la religión, en las que se hace burla de los sacerdotes con discursossacadosdeVoltaire.

Perotodoestotraesusconsecuencias,¡pobrehijomío!,yelquenotienereligiónacabasiempremal.

Asípues,setomólaresolucióndeimpediraEmmalalecturadenovelas.Elempeñonoparecíanadafácil.Labuenaseñoraseencargódeello:alpasarpor Rouen, iría personalmente a ver al que alquilaba libros y le diría queEmmasedabadebajaensussuscripciones.Notendríaderechoadenunciaralapolicíasiellibreropersistíaapesardetodoensuoficiodeenvenenador.

La despedida de suegra y nuera fue seca. Durante las tres semanas quehabían estado juntas no habían intercambiado cuatro palabras, aparte de lasnovedades y de los cumplidos cuando se encontraban en la mesa, y por lanocheantesdeirsealacama.

LaseñoraBovarymadremarchóunmiércoles,queeradíademercadoenYonville.Laplaza,desde lamañana,estabaocupadaporunafiladecarretasque, todas aculadas y con los varales al aire, se alineaban a lo largo de lascasas desde la iglesia hasta la fonda. Al otro lado, había barracas de lonadonde se vendían telas de algodón, mantas y medias de lana, además deronzalesparaloscaballosypaquetesdecintasazulescuyaspuntasseagitabanalviento.

Porelsueloseextendíatoscachatarraentrelaspirámidesdehuevosylascanastillas de quesos, de donde salían unas pajas pegajosas; cerca de lastrilladorasdel trigo,unasgallinasquecloqueabanenjaulasplanasasomabansus cuellos por los barrotes.La gente, apelotonándose en elmismo sitio sinquerer moverse de allí, amenazaba a veces con romper el escaparate de lafarmacia.Losmiércolesestabasiempreabarrotadadegenteyseapretabanenella,más para consultar quepor comprarmedicamentos, tanta fama tenía elseñorHomaisenlospueblosdelcontorno.Susólidoaplomoteníafascinadosaloscampesinos.Lemirabancomoaunmédicomejorquetodoslosmédicos.

Emmaestabaasomadaalaventana(seasomabaamenudo:laventana,enprovincias, sustituye a los teatros y al paseo) y se entretenía en observar elbarullode lospatanes,cuandovioaunseñorvestidode levitade terciopeloverde.Llevabaguantesamarillos,aunqueibacalzadoconfuertespolainas,yse dirigía a la casa del médico, seguido de un campesino que caminabacabizbajoypensativo.

-¿Puedo ver al señor? -preguntó a Justino, que hablaba en la puerta conFelicidad.

Ytomándoleporelcriadodelacasa:

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-DígalequeeselseñorRodolfoBoulangerdelaHuchette.

No era por vanidad de terrateniente por lo que el recién llegado habíaañadido a su apellido la partícula, sino para darse mejor a conocer. LaHuchette, en efecto, era una propiedad cerca de Yonville, cuyo castilloacababa de adquirir, con dos fincas que él mismo cultivaba personalmente,aunquesinesforzarsemucho.Erasoltero,ypasabaporteneralmenosquincemillibrasderenta.

Carlos entró en la sala. El señor Boulanger le presentó a su criado, quequeríaquelosangrasenporquesentíahormigasentodoelcuerpo.

-Estomelimpiará-objetabaatodoslosrazonamientos.

Bovarypidió,pues,que le trajeranunavendayunapalangana,y rogóaJustinoquelasostuviese.Después,dirigiéndosealaldeano,yalívido:

-¡Notengamiedo,amigo!

-No,no-respondióelotro-,¡sigaadelante!

Yconunairefanfarrón,tendiósugruesobrazo.Alpinchazodelalanceta,lasangrebrotóyfueasalpicarelespejo.

-¡Acercaelrecipiente!--exclamóCarlos.

-¡Recontra! -decía el paisano-, ¡parece una fuentecica que corre! ¡Quésangrerojatengo!,debedeserbuenaseñal,¿verdad?

-A veces -replicó el practicante-, no se siente nada al principio, despuésviene el desvanecimiento, y más particularmente en las personas bienconstituidas, comoéste.El campesino, a estaspalabras, soltó el estuchequehacía girar entre sus dedos. Una sacudida de sus hombros hizo estallar elrespaldodelasilla.Selecayóelsombrero.

-Melosospechaba-dijoBovary,aplicandosudedosobrelavena.

La palangana empezaba a temblar en las manos de Justino; sus rodillasvacilaron,sevolviópálido.

-¡Mimujer!,¡mimujer!-llamóCarlos.

DeunsaltoEmmabajólaescalera.

-¡Vinagre!-gritóél-.¡Ah!¡Diosmío,dosalavez!

Y,conelsusto,noacertabaaponerlacompresa.

-No es nada -decía muy tranquilamente el señor Boulanger, mientrassosteníaaJustinoenbrazos.

Ylosentóenlamesa,apoyándolelaespaldaenlapared.

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Madame Bovary empezó a quitarle la corbata. Había un nudo en loscordonesdelacamisa;tardóalgunosminutosenmoversusligerosdedosenelcuellodeljoven;despuésechóvinagreensupañuelodebatista;lemojabaconéllassienesagolpecitosysoplabaencima,delicadamente.

El carretero se despertó; pero Justino seguía desmayado y sus pupilasdesaparecíanensuescleróticapálida,comofloresazulesenleche.

-Habríaqueocultarleesto-dijoCarlos.

Madame Bovary tomó la palangana. En el movimiento que hizo alinclinarseparaponerlabajolamesa,suvestido(eraunvestidodeveranodecuatrovolantes,decoloramarillo,detallebajoyanchodefalda)seextendióalrededordeella sobre losbaldosasde la sala;ycomoEmma,agachada, setambaleabaunpocoabriendolosbrazos,losbullonesdelatelasequebrabandetrechoentrecho,segúnlasinflexionesdesucorpiño.

Despuéssefueacogerunabotelladeagua,yestabadisolviendotrozosdeazúcarcuandollegóelfarmaceútico.Lacriadahabíaidoabuscarlodurantelaalgarada; al ver a su alumno con los ojos abiertos, respiró.Después, dandovueltasalrededordeél,lomirabadearribaabajo:

-¡Tonto!-decía-;¡pedazodetontoencincoletras!Unagrancosa,despuésde todo una flebotomía!, ¡y un mocetón que no tiene miedo a nada!, unaespecie de ardilla, tal como lo ve, que sube a sacudir nueces a alturas devértigo.¡Ah!,¡sí,habla,presume!iVayaunadisposiciónparaejercerluegolafarmacia;puespuedeocurrirquelollamenencircunstanciasgraves,antelostribunales, para ilustrar la conciencia de los magistrados; y tendrás queconservar lasangrefría, razonar,portartecomounhombre,obienpasarporunimbécil!

Justinonorespondía.Elboticariocontinuaba:

-¿Quién te mandó venir?, ¡siempre estás importunando al señor y a laseñora!Además, losmiércoles tu presenciame es indispensable.Hay ahoraveinte personas en casa.He dejado todo por el interés queme tomo por ti.¡Vamos!,¡vete!,¡corre!,¡espérame,yvigilalosbotes!

CuandoJustino,queestabavistiéndose,semarchóhablaronunpocodelosdesvanecimientos.Madamenuncahabíatenido.

-¡Es extraordinario para una señora! -dijo el señor Boulanger-. Por lodemás, hay gentemuy delicada.Así, yo he visto, en un duelo, a un testigoperder el conocimiento, nada más que al ruido de las pistolas que estabancargando.

-Amí-dijoelboticario-verlasangredelosdemásnomeimpresionanada;perosóloelimaginarmequelamíacorrebastaríaparacausarmedesmayos,si

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pensarademasiadoenello.

Entretanto el señorBoulanger despidió a su criado aconsejándole que setranquilizase,puestoquesucaprichohabíasidosatisfecho.

-Mehadadoocasióndeconocerlesaustedes-añadió.

YmirabaaEmmaalpronunciarestafrase.

Después depositó tres francos en la esquina de la mesa, se despidiófríamenteysefue.Prontollegóalotroladodelrío(erasucaminoparavolvera la Huchette); y Emma lo vio en la pradera, caminando bajo los álamos,moderandolamarcha,comoalguienquereflexiona.

-¡Es muy guapa! -se decía - es muy guapa esa mujer del médico.¡Hermosos dientes, ojos negros, lindo pie, y el porte de una parisina! ¿Dedóndediabloshabrásalido?¿Dóndelahabráencontradoesepatán?

El señor Rodolfo Boulanger tenía treinta y cuatro años; era detemperamentoimpetuosoydeinteligenciaperspicaz;habiendotratadomuchoalasmujeres,conocíabienelpaño.

Aquéllalehabíaparecidobonita;poresopensabaenellayensumarido.

-Meparecemuy tonto.Ellaestácansadadeélsinduda.Llevaunasuñasmuysuciasyunabarbadetresdías.Mientrasélvaavisitarasusenfermos,ella se queda zurciendo calcetines.Y se aburre, ¡quisiera vivir en la ciudad,bailarlapolkatodaslasnoches!

¡Pobremujercita!Sueñaconelamor,comounacarpaconelaguaenunamesadecocina.

Con tres palabritas galantes, se conquistaría, estoy seguro, ¡sería tierna,encantadora!...

Sí,pero¿cómodeshacersedeelladespués?

Entonces las contrapartidas del placer, entrevistas en perspectiva, lehicieron,porcontraste,pensarensuamante.EraunaactrizdeRouenalaqueélsostenía;ycuandosedetuvoenestaimagen,delaquehastaenelrecuerdoestabahastiado,pensó:

-¡Ahl,MadameBovary esmuchomás bonita que ella,más fresca sobretodo. Virginia, decididamente, empieza a engordar demasiado. Se pone tanpesadaconsusdiversiones.

Y,además,¡quémaníaconloscamarones!

Elcampoestabadesierto,yRodolfonooíaasualrededormásqueellevetemblordelashierbasquerozabansucalzadojuntoconelcantodelosgrillosagazapadosbajolasavenas;volvíaaveraEmmaenlasala,vestidacomola

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habíavisto,yladesnudaba.

-¡Oh!-exclamó,aplastandodeunbastonazounterrónquehabíadelantedeél.

Yenseguidaexaminólapartepolíticadelaempresa.Sepreguntaba:

-¿Dóndeencontrarse?¿Porquémedio?Tendremoscontinuamenteal críosobreloshombros,yalacriada,losvecinos,elmarido,todaclasedeestorbosconsiderables.¡Ah,bah!-dijo-,¡sepierdedemasiadotiempo!

Despuésvolvióaempezar:

-«¡Esque tieneunosojosquepenetranenel corazóncomobarrenas! ¡Yesecutispálido!...¡Yo,queadorolasmujerespálidas!»

EnloaltodelacuestadeArgueil,suresoluciónestabatomada

-Nohaymásquebuscarlasocasiones.Bueno,pasaréporallíalgunavez,lesmandarécaza,aves;meharésangrarsiespreciso;nosharemosamigos,losinvitaréamicasa...¡Ah!

CAPÍTULOVIII

Porfinllegaronlosfamososcomicios.Desdelamañanadelasolemnidad,todos los habitantes, en sus puertas, hablaban de preparativos; habíanadornadoconguirnaldasdehiedrael frontóndel ayuntamiento; enunpradohabíanlevantadounatiendaparaelbanquete,y,enmediodelaplaza,delantede la iglesia, una especie de trompeta debía señalar la llegada del señorprefectoyelnombredelosagricultoresgalardonados.

La guardia nacional de Buchy (en Yonville no existía) había venido aunirsealcuerpodebomberos,delqueBineteraelcapitán.Aqueldíallevabauncuellotodavíamásaltoquedecostumbre;y,ceñidoensuuniforme,teníaelbustotanestiradoainmóvil,quetodalapartevitaldesupersonaparecíahaberbajado a sus dos piernas, que se levantaban cadenciosamente, a pasosmarcados,conunsolomovimiento.Comohabíaunaespeciederivalidadentreelrecaudadoryelcoronel,elunoyelotro,paramostrarsustalentos,hacíanmaniobrar a sus hombres por separado. Se veían alternativamente pasar yvolver a pasar las hombreras rojas y las pecheras negras. Aquello aún noterminabayyavolvíaaempezar.Nuncahabíahabidosemejantedesplieguedepomposidad. Desde la víspera varios vecinos habían limpiado sus casas;banderas tricolorescolgabande lasventanasentreabiertas; todas las tabernasestabanllenas;y,comohacíabuentiempo,losgorrosalmidonados,lascrucesdoradasylaspañoletasdecoloresrefulgíanmásquelanieve,relucíanalsol

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claro,yrealzabanconsuabigarramientodispersolaoscuramonotoníadelaslevitasyde lasblusasazules.Lascampesinasde losalrededoresretirabanalbajardelcaballoelgranalfilerquesujetabasuvestidoalrededordelcuerpo,remangado pormiedo amancharlo; y losmaridos, al contrario, a fin de noestropear sus sombreros, los cubrían por encima con pañuelos de bolsillo,cuyaspuntassosteníanentrelosdientes.

De los dos extremos del pueblo llegaba la muchedumbre a la calleprincipal,lomismoquedelascallejuelas,delasavenidasydelascasas,yseoíadevezencuandoabatirseelmartillodelaspuertas,detrásdelasburguesasconguantesdehilo,quesalíanaverlafiesta.Loqueseadmirabasobretodoerandoslargostejoscubiertosdefarolillos,queflanqueabanunestradodondeibanasituarse lasautoridades;yhabía,además, juntoa lascuatrocolumnasdelayuntamiento,cuatroespeciesdepostes,cadaunodeloscualessosteníaunpequeño estandarte de tela verdosa, con inscripciones en letras doradas. Enunose leía:«Alcomercio»; enotro:«A laagricultura»; enel tercero:«A laIndustria»; y en el cuarto: «A las Bellas Artes». Pero el regocijo que semanifestaba en todas las caras parecía entristecer a la señora Lefrançois, lahotelera. De pie sobre los escalones de su cocina, murmuraba para susadentros:

-¡Quéestupidez!,¡quéestupidezconesabarraca!Secreenqueelprefectoestarámuyagustocenandoallí,bajounatienda,comounsaltimbanqui.Yaesoshacinamientosllamanprocurarelbiendelpaís,¡paraesonovalíalapenairabuscaruncocineroaNeufchâtel!¿Yparaquién?¿Paraunosvaquerosyunosdescamisados?...

Pasóelboticario.Llevabaun trajenegro,unpantalóndenankin,zapatosdecastor,y,casoextraordinario,unsombrerodecopabaja.

-¡Servidor!-dijo-,dispénseme,llevoprisa.

Ycomolagordaviudalepreguntaraadóndeiba:

-Le parece raro, ¿verdad?, y yo que permanezco más encerrado en milaboratorioqueelratóndecampoensuqueso.

-¿Quéqueso?-dijolamesonera.

-No, ¡nada!, ¡no es nada! -replicó Homais-. Sólo quería decirle, señoraLefrançois, que habitualmente permanezco totalmente recluido en mi casa.Hoy,sinembargo,envistadelacircunstancia,notengomásremedioque...

-¡Ah!,¿vaustedallá?-ledijoellaconairededesdén.

-Sí,voyallá-replicóelboticarioasombrado-;¿acasonoformopartedelacomisiónconsultiva?

La señora Lefrançois le miró fijamente algunos minutos, y acabó por

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contestarsonriente:

-¡Esoesotracosa!¿Peroquéleimportaaustedlaagricultura?,¿entiendeusteddeeso?

-Ciertamente, entiendo de eso, puesto que soy farmacéutico, es decir,químico, y como la química, señora Lefrançois, tiene por objeto elconocimiento de la acción recíproca ymolecular de todos los cuerpos de lanaturaleza,sededucedeaquíquelaagriculturaseencuentracomprendidaensu campo. Y, en efecto, composición de los abonos, fermentación de loslíquidos, análisis de losgases a influenciade losmismos, ¿qué es todo eso,dígame,sinoquímicapuraysimple?

Lamesoneranocontestónada.Homaiscontinuó:

-¿Creeustedqueparaseragrónomoesnecesariohabercultivadolatierrapor sí mismo o engordado aves? Lo que hay que conocer, más bien, es laconstitucióndelassustanciasdequesetrata,losyacimientosgeológicos,lasacciones atmosféricas, la calidad de los terrenos, de los minerales, de lasaguas, ladensidadde losdiferentescuerposysucapilaridad,¿quéséyo?Yhayqueconocer a fondo losprincipiosde lahigiene,paradirigir, criticar laconstruccióndelasobras,elrégimendelosanimales, laalimentacióndeloscriados,¡esnecesario,señoraLefrancois,dominarlabotánica,poderdistinguirlasplantas!,¿meentiende?,cuálesson lassaludablesy lasdeletéreas,cuáleslasimproductivasycuáleslasnutritivas,siesbuenoarrancaraquíyvolveraplantar allá, proteger unas y destruir otras; en resumen, hay que estar alcorrientedelacienciaporfolletosypublicaciones,estarsiempreatentosparaindicarlasmejoras.

Lamesonera no apartaba la vista de la puerta del «Café Français», y elfarmacéuticocontinuó:

-¡Ojalá nuestros agricultores fuesen químicos, o al menos hiciesen máscasode losconsejosde laciencia!Porejemplo,heescrito recientementeunimportanteopúsculo,unamemoriademásdesetentaydospáginas,titulado:De la sidra, su fabricación, y sus efectos; seguido de algunas reflexionesnuevassobreeltema,queheenviadoalaSociedadAgronómicadeRouen,loque me ha valido el honor de ser recibido entre sus miembros, sección deagricultura, clase de pomología; pues bien, si mi trabajo hubiese sidopublicado...

Peroelboticarioseparó,tanpreocupadaparecíalaseñoraLefrançois.

-¡Ahílostiene!-decíaella-,¡nosecomprende!,¡unatareasemejante!

Y con unos movimientos de hombros que estiraban sobre su pecho lasmallasdesuchaquetadepunto,señalabaconlasdosmanoslatabernadesu

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rival,dedondesalíanenaquelmomentocanciones.

-Porlodemás,novaadurarmucho-añadióella-;antesdeochodías,todohabráterminado.

-Homais se echó atrás estupefacto. Ella bajó sus tres escalones, yhablándolealoído:

-¡Cómo!, ¿no sabe usted? Le van a embargar esta semana. Es Lheureuxquienloponeenventa.Lehaacribilladodepagarés.

-¡Qué espantosa catástrofe! -exclamó el boticario, que siempre teníapalabrasadecuadasparatodaslascircunstanciasimaginables.

Lamesonera sepuso,pues, a contarle estahistoriaquehabía sabidoporTeodoro, el criado del señor Guillaumin, y, aunque detestaba a Tellier,censurabaaLheureux.Eraunembaucador,unrastrero.

-¡Ah,fíjese!-dijoella-,allíestáenelmercado;saludaaMadameBovary,quellevaunsombreroverde.YvadelbrazodelseñorBoulanger.

-¡MadameBovary!-dijoHomais-.Voyenseguidaaofrecerlemisrespetos.Quizáslegustarátenerunsitioenelrecinto,bajoelperistilo.

Y sin escuchar a la señora Lefranrçois, que le llamaba de nuevo paracontarlemáscosas,elfarmacéuticosealejóconpasorápido,lasonrisaenloslabios y aire decidido, repartiendo a derecha a izquierdamuchos saludos yocupando mucho espacio con los grandes faldónes de su frac negro, queflotabanalvientodetrásdeél.

Rodolfo,quelohabíavistodelejos,aceleróelpaso;peroMadameBovarysequedósinaliento;élentoncesacortó lamarcha,y ledijosonriendoenuntonobrutal:

-Esparanotropezarconelgordoése.Yacomprende,elboticario.

Ellalediouncodazo.

«¿Quésignificaesto?,sepreguntóél.»

Ylacontemplóconelrabillodelojo,sindejardecaminar.

Laexpresiónserenadesurostronodejabaadivinarnada.Sedestacabaenplenaluz,enelóvalodesucapote,queteníaunascintaspálidassemejantesahojas de caña. Sus ojos de largas pestañas curvasmiraban hacia delante, y,aunquebienabiertos,parecíanunpocoestiradoshacialospómulos,acausadelasangreque latíasuavementebajosufinapiel.Uncolor rosaatravesabaeltabiquede sunariz. Inclinaba la cabeza sobreelhombroy seveíaentre suslabioslapuntanacaradadesusdientesblancos.

«¿Seburlademí?,pensabaRodolfo.»

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Aquel gesto de Emma, sin embargo, no había sido más que unaadvertencia;pueselseñorLheureuxlesacompañabayleshablabadevezencuando,comoparaentrarenconversación:

-¡Haceundíaespléndido!,¡todoelmundoestáenlacalle!,soplaLevante.

YMadameBovary, igualqueRodolfo,apenas lerespondía,mientrasqueal menor movimiento que hacían, él se acercaba diciendo: «¿Qué decíausted?»,yllevabalamanoasusombrero.

Cuandollegaronacasadelherrador,envezdeseguirlacarreterahastalabarrera, Rodolfo, bruscamente, tomó un sendero, llevándose a Madame; yexclamó:

-¡Buenastardes,señorLheureux!¡Hastalavista!

-¡Quémaneradedespedirle!-dijoellariendo.

-Porqué-repusoél-dejarsemanejarporlosdemás,yyaquehoytengolasuertedeestarconusted...

Emma se sonrojó.Rodolfo no terminó la frase.Entonces habló del buentiempo y del placer de caminar sobre la hierba. Algunas margaritas habíanretoñado.

-¡Quéhermosasmargaritas-dijoél-paraproporcionarmuchosoráculosatodaslasenamoradasdelpaís!

Yañadió:

-¿Siyocogieraalgunas?¿Quépiensausted?

-¿Estáustedenamorado?-dijoellatosiendounpoco.

-¡Eh!,¡eh!,¿quiénsabe?-contestóRodolfo.

El prado empezaba a llenarse, y las amas de casa tropezaban con susgrandesparaguas,suscestosysuschiquillos.Amenudohabíaqueapartarsedelantedeuna larga fila de campesinas, criadas, conmedias azules, zapatosbajos,sortijasdeplata,yqueolíanalechecuandosepasabaalladodeellas.Caminabancogidasdelamano,yseextendíanatodololargodelapradera,desdelalíneadelosálamostembloneshastalatiendadelbanquete.Peroeraelmomento del concurso, y los agricultores, unos detrás de otros, entraban enuna especiedehipódromo formadoporuna larga cuerda sostenidaporunospalos.

Allíestabanlosanimales,conlacabezavueltahacialacuerda,yalineandoconfusamente sus grupas desiguales.Había cerdos adormilados que hundíanen la tierra sushocicos; ternerosquemugían;ovejasquebalaban; lasvacas,con una pata doblada, descansaban su panza sobre la hierba, y rumiando

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lentamenteabríanycerrabansuspesadospárpadosacausadelasmoscasquezumbabanasualrededor.Unoscarreterosremangadossosteníanporelronzalcaballossementalesencabritadosquerelinchabancontodassusfuerzashaciadondeestabanlasyeguas.Éstaspermanecíansosegadas,alargandolacabezaycon lascrinescolgando,mientrasquesuspotrosdescansabana susombraoibanamamar;ydevezencuando,ysobrelalargaondulacióndetodosestoscuerpos amontonados, se veía alzarse el viento, como una ola, alguna crinblanca, o sobresalir unos cuernos puntiagudos, y cabezas de hombres quecorrían.Enlugaraparte,fueradelvallado,cienpasosmáslejos,habíaungrantoronegroconbozalquellevabaunanillodehierroenelmorro,taninmóvilcomo un animal de bronce. Un niño andrajoso lo sostenía por una cuerda.Entretanto, entre las dos hileras, unos señores se acercaban con paso graveexaminandocadaanimalydespuésseconsultabanenvozbaja.Unodeellos,que parecía más importante, tomaba, al paso, notas en un cuaderno. Era elpresidente del jurado: el señorDerozerays de la Panville. Tan pronto comoreconocióaRodolfoseadelantórápidamenteyledijosonriendoconunaireamable:

-¿Cómo,señorBoulanger,nosabandonausted?

Rodolfoaseguróquevolvería.Perocuandoelpresidentedesapareciódijo:

-Porsupuestoquenoiré;voymejoracompañadoconustedqueconél.

Y sin dejar de burlarse de la feria, Rodolfo, para circular más a gusto,mostraba su tarjeta azul al gendarme, y hasta se paraba a veces ante algúnhermosoejemplarqueMadameBovaryapenasapreciaba.Elsediocuentadeesto, y entonces se puso a hacer bromas sobre las señoras de Yonville, apropósitodesuindumentaria;despuéssedisculpóasímismoporeldescuidodelasuya,lacualteníaesaincoherenciadecosascomunesyrebuscadas,enlasqueelvulgohabitualmentecreeentrever larevelacióndeunaexistenciaexcéntrica, losdesórdenesdelsentimiento, las tiraníasdelarte,ysiempreunciertodespreciodelasconvencionessociales,locualleseduceoledesespera.Porejemplo,sucamisadebatistaconpuñosplisadosseahuecabaalsoplodelviento,enelescotedesuchaleco,queeradedrilgris,ysupantalóndeanchasrayasdejabaaldescubiertoenlostobillossusbotinesdenankín,conpalasdecharol. Estaba tan reluciente que la hierba se reflejaba en él. Pisaba lasdeyeccionesdecaballounamanoenelbolsillodesulevitaysusombrerodepajaladeado.

-Además-añadió-,cuandoseviveenelcampo...

-Esperdereltiempo-dijoEmma.

-¡Esverdad!-replicóRodolfo-.Pensarquenadieentreesasbuenasgentesescapazdeapreciarsiquieraelcortedeunalevita.

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Entonces hablaron de la mediocridad provinciana, de las vidas que seahogaban,delasilusionesqueseperdíanenella.

-Poreso-decíaRodolfo-yomesumoenunatristeza...

-¡Usted!-dijoellaconasombro-.¡Perosiyolecreíamuyalegre!

-¡Ah!, sí, en apariencia. Porque enmedio delmundo sé poner sobremicara una máscara burlona; y sin embargo, cuántas veces a la vista de uncementerio,deunclarodeluna,mehepreguntadosinoharíamejoryendoareunirmeconaquellosqueestándurmiendo...

-¡Oh!¿Ysusamigos?-dijoella-.Ustednopiensaeneso.

-¿Misamigos?¿Cuáles?¿Acasotengoyoamigos?¿Quiénsepreocupademi?

Y acompañó estas últimas palabras con una especie de silbido entre suslabios.

Perotuvieronquesepararseunodelotroacausadeunapiladesillasqueunhombrellevabadetrásdeellos.Ibatancargadoquesóloseleveíalapuntade los zapatos y el extremo de sus dos brazos abiertos. Era Lestiboudis, elenterrador,quetransportabaentrelamuchedumbrelassillasdelaiglesia.

Con gran imaginación para todo lo relativo a sus intereses habíadescubiertoaquelmediodesacarpartidodelos«comicios»;ysuideaestabadando resultado,puesnosabíayaaquiénescuchar.Enefecto, losaldeanos,que teníancalor, sedisputabanaquellassillascuyapajaolíaa incienso,yseapoyabancontrasusgruesosrespaldos,suciosdelaceradelasvelas,conunaciertaveneración.

Madame Bovary volvió a tomar el brazo de Rodolfo; él continuó comohablándoseasímismo:

-¡Sí!,¡tantascosasmehanfaltado!,¡siempresolo!¡Ah!,sihubiesetenidouna meta en la vida, si hubiese encontrado un afecto, si hubiese hallado aalguien... ¡Oh!, ¡cómohabríaempleado toda laenergíadeque soycapaz, lohabríasuperadotodo,rototodoslosobstáculos!

-Meparece,sinembargo-dijoEmma-,quenotienedequéquejarse.

-¡Ah!,¿creeusted?-dijoRodolfo.

-Puesalfinyalcabo-replicóella-,esustedlibre.

Emmavaciló:

-Rico.

-Noseburledemí-contestóél.

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Y ella le estaba jurando que no se burlaba, cuando sonó un cañonazo;inmediatamentelagenteechóacorrerentropelhaciaelpueblo.Eraunafalsaalarma. El señor no acababa de llegar y los miembros del jurado seencontrabanmuyapurados sin saber si habíaque comenzar la sesiónobienseguiresperando.

Porfin,alfondodelaplaza,aparecióungranlandódealquiler,tiradopordoscaballosflacos,alosquedabalatigazoscontodassusfuerzasuncocheroconsombreroblanco.

Binet sólo tuvo tiempo para gritar: «A formar», y el coronel lo imitó.Corrieronhacialospabellones.Seprecipitaron.Algunosinclusoolvidaronelcuello.Peroelséquitodelprefectopareciódarsecuentadeaquelapuro,ylosdos rocines emparejados, contoneándose sobre la cadeneta del bocado,llegaronatrotecortoanteelperistilodelayuntamientojustoenelmomentoenquelaguardianacionalylosbomberossedesplegabanalredobledeltambor,ymarcandoelpaso.

-¡Paso!--gritóBinet.

-¡Alto!-gritóelcoronel-,¡alineaciónizquierda!

Y después de un «presenten armas» en que se oyó el ruido de lasabrazaderas,semejantealdeuncalderodecobrequeruedaporlasescaleras,todoslosfusilesvolvieronasuposición.

Entonces se vio bajar de la carroza a un señor vestido de chaqué conbordadodeplata,calvopordelante,contupéeneloccipucio,detezpálidayaspecto bonachón. Sus dos ojos, muy abultados y cubiertos de gruesospárpados, se entornaban para contemplar la multitud, al mismo tiempo quelevantabasunarizpuntiagudayhacíasonreírsubocahundida.Reconocióalalcalde por la banda, y le comunicó que el señor prefecto no había podidovenir. El era consejero de la prefectura, luego añadió algunas excusas.Tuvachecontestóconcortesías,elotrosemostróconfusoyasípermanecieronfrenteafrente,consuscabezascasitocándose,rodeadosporlosmiembrosdeljurado enpleno, el consejomunicipal, los notables, la guardia nacional y elpúblico.El señor consejero, apoyando contra su pecho su pequeño tricornionegro, reiterabasussaludos,mientrasqueTuvache, inclinadocomounarco,sonreíatambién,tartamudeaba,rebuscabasusfrases,proclamabasufidelidadalamonarquía,yelhonorqueselehacíaaYonville.

Hipólito,elmozodelmesón, fuea tomarpor las riendas loscaballosdelcochero,ycojeandoconsupiezopo,losllevóbajoelporchedel«Liond'Or»,donde muchos campesinos se amontonaron para ver el coche. Redobló eltambor,tronóelcañón,ylosseñoresenfilasubieronasentarseenelestrado,enlossillonesdeterciopelorojoquehabíaprestadolaseñoraTuvache.

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Todasaquellasgentesseparecían.Susfofascarasrubias,unpocotostadasporelsol,teníanelcolordelasidradulce,ysuspatillasahuecadassalíandegrandes cuellos duros sujetos por corbatas blancas con el nudo bien hecho.Todosloschalecoserandeterciopeloydesolapas;todoslosrelojesllevabanenelextremodeunalargacintauncolganteovaladodecornalina;yapoyabansus dosmanos sobre sus dosmuslos, separando cuidadosamente la cruz delpantalón,cuyopañonoajadobrillabamásquelapieldelasfuertesbotas.

Lasdamasde lasociedadestabansituadasdetrás,bajoelvestíbulo,entrelas columnas,mientrasque el público estaba en frente, depie, o sentado ensillas.Enefecto,Lestiboudishabíallevadoallítodaslasquehabíatrasladadode la pradera, e incluso corría cada minuto a buscar más a la iglesia, yocasionabatalatascoconsucomercioqueeradifícilllegarhastalaescalerilladel estrado. -Creo -dijo el señorLheureux, dirigiéndose al farmacéuticoquepasaba para ocupar su puesto- que deberían haber puesto allí dos mástilesvenecianos: con alguna cosa un poco severa y rica como novedad, hubiesesidodeunefectomuybonito.

-Ciertamente -respondióHomais-, pero, ¡qué quiere usted!, es el alcaldequiensehaencargadode todo.No tienemuchogustoestepobreTuvache,ainclusocarecedeloquesellamatalentoartístico.

Entretanto, Rodolfo, con Madame Bovary, subió al primer piso delayuntamiento,alsalóndesesiones,ycomoestabavacío,dijoqueallíestaríanbienparagozardelespectáculoasusanchas.

Tomó tres taburetes de alrededor de la mesa oval, bajo el busto delmonarca,y,acercándolosaunadelasventanas,sesentaronelunoalladodelotro.

Hubounhormigueoenelestrado, largosmurmullos,conversaciones.Porfin se levantóel señorconsejero.Se sabíaahoraque se llamabaLieuvain,ycorríasunombredebocaenbocaentreelpúblico.Despuésdehaberordenadovariashojasymiradoporencimaparavermejor,comenzó.

«Señores:

Permítanmeenprimerlugar,antesdehablarlesdelmotivodeestareunióndehoy,yestoysegurodequeeste sentir serácompartidopor todosustedes,permítanme,digo,hacer justicia a la administración superior, algobierno, almonarca,señores,anuestrosoberano,aesereybienamadoaquienningunaramadelaprosperidadpúblicaoprivadaleesindiferente,yquedirigealavezconmanotanfirmeytanprudenteelcarrodelestadoenmediodelospeligrosincesantes de un mar tempestuoso, sabiendo, además, hacer respetar la pazcomolaguerra,laindustria,elcomercio,laagriculturaylasbellasartes.»

-Debería-dijoRodolfo-,echarmeunpocohaciaatrás.

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-¿Porqué?-dijoEmma.

Peroenestemomentolavozdelconsejero,elevandoeltonodeunmodoextraordinario,declaraba:

«Ya no es el tiempo, señores, en que la discordia civil ensangrentabanuestrasplazaspúblicas,enqueelpropietario,elnegociante,elmismoobrero,quesedormíadenocheconunsueñoapacible, temblabanalversedespertardeprontoal ruidodel toquede rebato, enque lasmáximasmás subversivasminabanaudazmentelasbases...»

-Esquepodrían--dijoRodolfo-vermedesdeabajo;luegotendríadurantequincedíasquedarexplicaciones,yconmimalafama...

-¡Oh!,ustedsecalumnia-dijoEmma.

-No,no,esexecrable,selojuro.

«Pero, señores, continuaba el consejero, si, alejando de mi recuerdoaquellos sombríos cuadros, vuelvomis ojos a la situación actual de nuestrahermosapatria:¿quéveoenella?Portodaspartesflorecenelcomercioylasartes;portodaspartesnuevasvíasdecomunicación,comootrastantasarteriasnuevas en el cuerpo delEstado establecen en él nuevas relaciones; nuestrosgrandescentrosmanufactureroshanreanudadosuactividad;lareligión,másafianzada, sonríe a todos los corazones; nuestros puertos están llenos, laconfianzarenace,y,porfin,Franciarespira.»

-Porlodemás-añadióRodolfo-,quizás,desdeelpuntodevistadelagente,¿tienenrazón?

-¿Cómoeseso?-dijoella.

-¿Ycómohadeser?-dijoél-,¿nosabeustedquehayalmascontinuamenteatormentadas?Necesitanalternativamenteelsueñoy laacción, laspasionesmás puras, los goces más furiosos, y se precipitan así en toda clase defantasías,delocuras.

Entoncesella lomirócomoquiencontemplaaunviajeroquehapasadoporpaísesextraordinarios,yreplicó:

-Nosotras,laspobresmujeres,nisiquieratenemosesadistracción.

-Tristedistracción,puesahínoseencuentralafelicidad.

-¿Peroacasolafelicidadseencuentraalgunavez?-preguntóella.

-Sí,undíaseencuentra-respondióél.

«Y esto lo han comprendido ustedes, decía el consejero; ¡ustedes,agricultores, trabajadoresdelcampo;ustedes,pionerospacíficosde todaunaobradecivilización!,¡ustedes,hombresdeprogresoydemoralidad!,ustedes

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hancomprendido,digo,quelastormentaspolíticassontodavíamástemiblesciertamentequelasperturbacionesatmosféricas...»

-Sí,llegaundía-repitióRodolfo-,undía,depronto,ycuandoyasehabíaperdidolaesperanza.Entoncesseentreabrenhorizontes,escomounavozquegrita:«¡Aquíestá!»

Unosientelanecesidaddehaceraesapersonalaconfidenciadesuvida,dedarle todo,de sacrificarle todo.Nonosexplicamos,nosadivinamos.Noshemosvislumbradoensueños(yéllamiraba).Porfin,estáahí,esetesoroquetantosehabuscado,ahí,delantedenosotros;brilla,resplandece.Sinembargo,seguimos dudando, no nos atrevemos a creer en él; nos quedamosdeslumbrados,comosisaliéramosdelastinieblasalaluz.

YalterminarestaspalabrasRodolfoañadiólapantomimaasufrase.Pasólamanoporlacaracomounhombreaquienledaunmareo;despuésladejócaersobreladeEmma.

Ellaretirólasuya.Peroelconsejeroseguíaleyendo:

«¿Yquienseextrañaríadeello,señores?Sóloaquélquefuesetanciegoytan esclavo (no temo decirlo), de los prejuicios de otra época para seguirdesconociendo el espíritu de los pueblos agrícolas. ¿Dónde encontrar, enefecto,máspatriotismoqueenelcampo,másentregaalacausapública,másinteligencia, en una palabra? Y no hablo, señores, de esa inteligenciasuperficial, vano ornamento de las mentes ociosas, sino de esa inteligenciaprofundaymoderadaqueseaplicaporencimadetodoaperseguirfinesútiles,contribuyendo así al bien de cada uno, fruto del respeto a las leyes y laprácticadelosdeberes...»

-¡Ydale!-dijoRodolfo-,siemprelosdeberes.Estoyhartodeesaspalabras.Sonunmontónde zopencos con chaleco de franela y de beatas de estufa yrosario que continuamente nos cantan a los oídos: «¡El deber!, ¡el deber!»¡Quédiablos!,eldeber,essentirloqueesgrande,amarloqueesbello,ynoaceptar todos los convencionalismos de la sociedad, con las ignominias queellanosimpone.

-Sinembargo...,sinembargo-objetabaMadameBovary.

-¡Pues no! ¿Por qué predicar contra las pasiones? ¿No son la única cosahermosaquehaysobrelatierra,lafuentedelheroísmo,delentusiasmo,delapoesía,delamúsica,delasartes,enfin,detodo?

-Pero es preciso --dijo Emma- seguir un poco la opinión del mundo yobedecersumoral.

-¡Ah!,esquehaydos-replicóél-.Lapequeña, laconvencional, ladeloshombres,laquevaríasincesaryquechillatanfuerte,seagitaabajoarasde

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tierra, comoesehatode imbécilesqueustedve.Pero laotra, la eterna, estáalrededoryporencima,comoelpaisajequenosrodeayelcieloazulquenosalumbra.

ElseñorLieuvainacababadelimpiarselabocaconsupañuelodebolsillo.Ycontinuó:

«¿Y para qué hablarles aquí a ustedes de la utilidad de la agricultura?¿Quién subviene a nuestras necesidades?, ¿quién provee a nuestrasubsistencia? ¿No es el agricultor? El agricultor, señores, quien sembrandocon mano laboriosa los surcos fecundos de nuestros campos hace nacer eltrigo, el cual, triturado, es transformado en polvo por medio de ingeniososaparatos,dedondesaleconelnombredeharina,ytransportadodea11íalasciudadesllegaamanosdelpanaderoquehaceconellaunalimentotantoparaelpobrecomoparaelrico.¿Noestambiénelagricultorquién,paravestirnos,engordasusnumerososrebañosenlospastos?¿Ycómonosvestiríamos,cómonos alimentaríamos sin el agricultor? Pero, señores, ¿hay necesidad de ir abuscar ejemplos tan lejos? ¿Quién no ha pensadomuchas veces en todo elprovechoqueseobtienedeesemodestoanimal,adornodenuestroscorrales,queproporcionaalavezunaalmohadablandaparanuestrascamas,sucarnesuculenta para nuestrasmesas, y huevos? Pero no terminaría, si tuviera queenumerar unos detrás de otros los diferentes productos que la tierra biencultivada,comounamadregenerosa,prodigaasushijos.Aquí,eslaviña;enotrolugar,sonlasmanzanasdesidra;a11á,lacolza;máslejos,losquesos;yellino;¡señores,noolvidemosellino!,quehaalcanzadoestosúltimosañosuncrecimiento considerable y sobre el cual llamaré particularmente la atencióndeustedes.»

No era necesario llamar la atención, pues todas las bocas de lamuchedumbresemanteníanabiertas,comoparabebersuspalabras.Tuvache,asulado,loescuchabaconlosojosabiertosdeparenpar;elseñorDerozeraysde vez en cuando cerraba suavemente los párpados; y más lejos, elfarmacéutico,consuhijoNapoleónentresusrodillas,sellevabalamanoalaorejaparanoperderunasolasílaba.Losotrosmiembrosdeljuradolentamentemovían lacabezaenseñaldeaprobación.Losbomberos,debajodelestrado,estaban «en su lugar descanso» sobre sus bayonetas; y Binet, inmóvil,permanecíaconelcodoatrás,conlapuntadelsablealaire.Quizásoía,peronodebíadevernada,acausadelaviseradesucascoquelebajabahastalanariz. Su lugarteniente, el hijo menor del tío Tuvache, había agrandado elsuyo;puesllevabaunoenormequeselemovíaenlacabeza,dejandoasomarunapuntadesupañueloestampado.Sonreíadebajodeélconunadulzuramuyinfantil,ysucaritapálida,porlaqueresbalabanunasgotasdesudor,teníaunaexpresióndesatisfacción,decansancioydesueño.

La plaza, hasta las casas, estaba llena de gente. Se veían personas

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asomadas a las ventanas, otras de pie en las puertas, y Justino, delante delescaparatedelafarmacia,parecíacompletamenteabsortoenlacontemplacióndeloquemiraba.Apesardelsilencio,lavozdelseñorLieuvainseperdíaenelaire.Llegabaportrozosdefrases,interrumpidasaquíyallíporelruidodelas sillas entre la muchedumbre; luego se oía de pronto, por detrás, elprolongado mugido de un buey, o bien los balidos de los corderos que secontestabanenlaesquinadelascalles.Enefecto,losvaquerosylospastoreshabían llevado allí sus animales que berreaban de vez en cuando, mientrasarrancabanconsulenguauntrocitodefollajequelescolgabadelmorro.

RodolfosehabíaacercadoaEmma,ydecíaenvozbajaydeprisa:

-¿Es que no le subleva a usted esta conspiración de la sociedad? ¿Hayalgún sentimiento que no condene? Los instintos más nobles, las simpatíasmás puras son perseguidas, calumniadas, y si, por fin, dos pobres almas seencuentran, todo está organizado para que no puedan unirse. Sin embargo,ellas lo intentarán,moverán las alas, se llamarán. ¡Oh!, no importa, tarde otemprano,dentrodeseismeses,diezaños,se reunirán,seamarán,porqueeldestinoloexigeyporquehannacidolaunaparalaotra.

Estaba con los brazos cruzados sobre las rodillas y, levantando la carahaciaEmma, lamirabade cerca, fijamente.Elladistinguía en susojosunosrayitosdeoroqueseirradiabantodoalrededordesuspupilasnegrasainclusopercibíaelperfumedelapomadaqueleabrillantabaelcabello.

Entoncesentróenunestadodelanguidez,recordóalvizcondequelahabíainvitadoavalsearenlaVaubyessard,ycuyabarbaexhalaba,comoloscabellosde Rodolfo, aquel olor a vainilla y a limón; y, maquinalmente, entornó lospárpadospararespirarlomejor.Peroenelmovimientoquehizo,retrepándoseen su silla, vio a lo lejos, al fondo del horizonte, la vieja diligencia, «LaGolondrina»,quebajabalentamentelacuestadelosLeux,dejandodetrásdeellaunlargopenachodepolvo.EraenaquelcocheamarillodondeLeóntantasveceshabíavenidohaciaella;yporaquellacarreterapordondesehabíaidoparasiempre.Creyóverlodefrente,ensuventana;despuéstodoseconfundió,pasaron unas nubes; le pareció estar aún bailando un vals, a la luz de laslámparas,enbrazosdelvizconde,yqueLeónnoestabalejos,queibaavenir...yentretantoseguíasintiendolacabezadeRodolfoalladodeella.Ladulzuradeesasensaciónpenetrabaasísusdeseosdeantaño,ycomogranosdearenabajoráfagadeviento,searremolinabanenlabocanadasutildelperfumequese derramaba sobre su alma. Abrió las aletas de la nariz varias veces,fuertemente,paraaspirarlafrescuradelashiedrasalrededordeloscapiteles.Sequitólosguantes,sesecólasmanos,después,consupañuelo,seabanicabala cara, mientras que a través del latido de sus sienes oía el rumor de lamuchedumbreylavozdelconsejero,quesalmodiabasusfrases.

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Decía:

«¡Continuad!,¡perseverad!,¡noescuchéisnilassugerenciasdelarutinanilos consejos demasiado apresurados de un empirismo temerario! ¡Aplicaossobretodoalamejoradelsuelo,alosbuenosabonos,aldesarrollodelasrazascaballar, bovina, ovina y porcina! ¡Que estos comicios sean para vosotroscomolidespacíficasendondeelvencedor,alsalirdeaquí,tenderálamanoalvencido y fraternizará con él, en la esperanza de una victoria mejor! ¡Yvosotros, venerables servidores!, humildes criados, cuyos penosos trabajosningúngobiernohabíareconocidohastahoy,venidarecibirlarecompensadevuestras virtudes silenciosas, y tened la convicción de que el Estado, en losucesivo,tienelosojospuestosenvosotros,queosalienta,queosprotege,queharájusticiaavuestrasjustasreclamacionesyaliviaráencuantodeéldependalacargadevuestrospenosossacrificios.»

El señor Lieuvain se volvió a sentar; el señor Derozerays se levantó ycomenzó otro discurso. El suyo quizás no fue tan florido como el delconsejero; pero se destacaba por su estilo más positivo, es decir, porconocimientos más especializados y consideraciones más elevadas. Así, elelogioalgobiernoeramuchomáscorto;porelcontrario,hablabamásde lareligión y de la agricultura. Se ponía de relieve la relación de una y otra, ycómo habían colaborado siempre a la civilización. Rodolfo hablaba conMadame Bovary de sueños, de presentimientos, de magnetismo.Remontándose al origen de las sociedades, el orador describía aquellostiemposdurosenqueloshombresalimentábansedebellotasenelfondodelosbosques,despuésabandonaronlaspielesdeanimales,secubrieroncontelas,labraron la tierra, plantaron la viña. ¿Era esto un bien, y no habría en estedescubrimiento más inconvenientes que ventajas? El señor Derozerays seplanteaba este problema.Delmagnetismo, poco a poco,Rodolfo pasó a lasafinidades,ymientrasqueelseñorpresidentecitabaaCincinatoconsuarado,aDioclecianoplantandocoles,yalosemperadoresdelaChinainaugurandoelaño con siembras, el joven explicaba a Emma que estas atraccionesirresistiblesteníansuorigenenalgunaexistenciaanterior.

-Por ejemplo, nosotros -decía él-, ¿por ,qué nos hemos conocido?, ¿quéazar lohaquerido?Esquea travésdelalejamiento,sinduda,comodosríosque corren para reunirse, nuestras inclinaciones particulares nos habíanempujadoelunohaciaelotro.

Ylecogiólamano.Ellanolaretiró.

«¡Conjuntodebuenoscultivos!»-exclamóelpresidente.

-Hace poco, por ejemplo, cuando fui a su casa... «Al señor Bizet, deQuincampoix.»

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-¿Sabíaqueosacompañaría?

«iSetentafrancos!»

-Cienvecesquisemarcharmeylaseguí,mequedé.

«Estiércoles.»

-¡Cómomequedaríaestatarde,mañana,losdemásdías,todamivida!

«AlseñorCarón,deArgueilmedalladeoro.»

-Porque nunca he encontrado en el trato con la gente una persona tanencantadoracomousted.

«lAlseñorBain,deGivry-SaintMartin!»

-Poresoyoguardarésurecuerdo.

«Poruncarneromerino...»

-Peroustedmeolvidará,habrépasadocomounasombra.

«¡AlseñorBelot,deNotreDame!...»

-¡Oh!,no,verdad,¿seréalguienensupensamiento,ensuvida?

«¡Razaporcina,premioexaeguo:alosseñoresLehérisséyCullembourg,sesentafrancos!»

Rodolfo le apretaba la mano, y la sentía completamente caliente ytemblorosa comouna tórtola cautiva que quiere reemprender su vuelo; perofuera que ella tratase de liberarla, soltarla, o bien que respondiese a aquellapresión,hizounmovimientoconlosdedos;élexclamó:

-¡Oh, gracias!, ¡no me rechaza!, ¡es usted buena!, ¡comprende que soysuyo!¡Déjemequelavea,quelacontemple!

Unaráfagadevientoquellegóporlasventanasarrugóelpañodelamesa,yenlaplaza,abajo,todoslosgrandesgorrosdelascampesinasselevantaroncomoalasdemariposasblancasqueseagitan.

«Aprovechamiento de piensos de semillas oleaginosas», continuó elpresidente.

Ysedabaprisa.

«Abono flamenco, cultivodel lino,drenaje, arrendamientoa largoplazo,serviciosdecriados.»

Rodolfo no hablaba. Se miraban. Un deseo supremo hacía temblar suslabiossecos;yblandamente,sinesfuerzo,susdedosseentrelazaron.

«¡CatalinaNicasiaIsabelLeroux,deSassetotlaGuerrière,porcincuentay

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cuatro años de servicio en la misma granja, medalla de plata - premio deveinticincofrancos!»

-¿Dóndeestá,CatalinaLeroux?-repitióelconsejero.

Nosepresentaba,yseoíanvocesquemurmuraban.

-Vetea11í.

-No.

-¡Alaizquierda!

-¡Notengasmiedo!

-¡Ah,,¡quétontaes!

-¿Porfinestá?-gritóTuvache.

-iSí...ahíva!

-¡Queseacerque,pues!

Entonces vieron adelantarse al estrado a unamujer viejecita, de aspectotímido,yqueparecíaencogerseensuspobresvestidos.Ibacalzadaconunosgrandes zuecos de madera, y llevaba ceñido a las caderas un gran delantalazul. Su cara delgada, rodeada de una toca sin ribete, estaba más llena dearrugas que unamanzana reineta pasada, y de las mangas de su blusa rojasalíandoslargasmanosdearticulacionesnudosas.Elpolvodelosgraneros,lapotasadelascoladasylagrasadelaslanaslashabíanpuestotancostrosas,tanrozadasyendurecidasqueparecíansuciasaunqueestuviesenlavadasconaguaclara;y,afuerzadehaberservido,seguíanentreabiertascomoparaofrecerporsímismaselhumildehomenajede tantos sufrimientospasados.Unaespeciede rigidez monacal realzaba la expresión de su cara. Ni el menor gesto detristeza o de ternura suavizaba aquella mirada pálida. En el trato con losanimales,habíatomadosumutismoysuplacidez.Eralaprimeravezqueseveíaenmediode tantagente;yasustada interiormentepor lasbanderas,porlos tambores, por los señores de traje negro y por la cruz de honor delconsejero, permanecía completamente inmóvil, sin saber si adelantarse oescapar,niporquéelpúblicolaempujabayporquélosmiembrosdeljuradole sonreían.Así semantenía, delante de aquellos burgueses eufóricos, aquelmediosiglodeservidumbre.

-¡Acérquese, venerable Catalina Nicasia Isabel Leroux! -dijo el señorconsejero, que había tomado de las manos del presidente la lista de losgalardonados.

Ymirandoalternativamenteelpapelya laviejaseñora, repetíacon tonopaternal:

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-¡Acérquese,acérquese!

-¿Esustedsorda?-dijoTuvache,saltandoensusillón.

Yempezóagritarlealoído:

-¡Cincuentaycuatroañosdeservicio!¡Unamedalladeplata!¡Veinticincofrancos!Esparausted.

Después,cuando tuvosumedalla, lacontempló.Entoncesunasonrisadefelicidadseextendióporsucara,yseleoyómascullaralmarcharse:

-Seladaréalcuradelpuebloparaquemedigamisas.

-¡Quéfanatismo!-exclamóelfarmacéutico,inclinándosehaciaelnotario.

La sesión había terminado; la gente se dispersó; y ahora que se habíanleídolosdiscursos,cadacualvolvíaasupuestoytodovolvíaalarutina;losamosmaltratabanaloscriados,yéstosgolpeabanalosanimales,triunfadoresindolentesquesevolvíanalestablo,conunacoronaverdeentreloscuernos.

Entretanto, los guardias nacionales habían subido al primer piso delayuntamiento,conbollosensartadosensusbayonetas,yeltambordelbatallónconunacestadebotellas.

MadameBovarycogiódelbrazoaRodolfo;éllaacompañóasucasa;sesepararon ante la puerta; después Rodolfo se paseó solo por la pradera,esperando la hora del banquete. El festín fue largo, ruidoso, mal servido;estabantanamontonadosqueapenaspodíanmoverloscodos,ylasestrechastablasqueservíandebancosestuvieronapuntoderomperbajoelpesodeloscomensales. Comían con abundancia. Cada cual se tomaba por lo largo suración. El sudor corría por todas las frentes; y un vapor blanco, como laneblina de un río en unamañana de otoño, flotaba por encima de lamesa,entrelosquinquéscolgados.Rodolfo,conlaespaldaapoyadaenelcalicódelatienda,pensabatantoenEmmaquenooíanada.Detrásdeél,sobreelcésped,unos criados apilaban platos sucios; los vecinos le hablaban; él no lescontestaba; le llenaban suvaso, y en supensamiento sehacíaun silencio, apesardequeelrumoraumentaba.Pensabaenloqueellahabíadichoyenlaformadesuslabios;sucara,comoenunespejomágico,brillabasobrelaplacadeloschacós;losplieguesdesuvestidobajabanalolargodelasparedes,enlasperspectivasdelporvenirsesucedíanhastaelinfinitojornadasdeamor.

Volvióaverladenoche,durantelosfuegosartificiales;peroestabaconsumarido,laseñoraHomaisyelfarmacéutico,elcualsepreocupabamuchoporel peligro de los cohetes perdidos; y a cada momento dejaba a susacompañantesparairahacerrecomendacionesaBinet.

Laspiezaspirotécnicasenviadasa ladireccióndel señorTuvachehabíansido encerradas en su bodega por exceso de precaución; por eso la pólvora

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húmeda apenas se inflamaba, y el número principal, que debía figurar undragónmordiéndoselacola,fallócompletamente.Devezencuandosalíaunapobrecandelaromana;entonceslamuchedumbreconlabocaabierta,lanzabaun clamor en el que se mezclaba el grito de las mujeres, a las que hacíancosquillas en la cintura aprovechando la oscuridad. Emma, silenciosa, seinclinabasuavementesobreelhombrodeCarlos; luego, levantando lacara,seguía en el cielo oscuro la estela luminosa de los cohetes. Rodolfo lacontemplabaalaluzdelosfarolesencendidos.

Pocoapocosefueronapagando.Lasestrellasseencendieron.Empezaronacaerunasgotasdelluvia.Ellaatólapañoletasobresucabezadescubierta.

Enaquelmomentoelcochedelconsejerosaliódelmesón.Sucochero,queestababorracho,seadormeciódepronto;ydelejosseveíaporencimadelacapota, entre las dos linternas, la masa de su cuerpo que se balanceaba dederechaaizquierdasegúnlosvaivenesdelcoche.

-¡En verdad -dijo el boticario-, deberíamos ser severos contra laembriaguez! Yo quisiera que se anotasen semanalmente en la puerta delayuntamiento, en una pizarra ad hoc, los nombres de todos aquellos quedurante la semana se hubieran intoxicado de alcohol. Además, para lasestadísticas,tendríamosallícomounosanalespatentesalosqueseacudiríasifuerapreciso...Peroperdonen.

Ycorriódenuevohaciaelcapitán.

Ésteregresabaasucasa.Ibaarevisarsutorno.

-Quizásnoseríamalo-ledijoHomais-queenviaseaunodesushombresoquefueseustedmismo...

-¡Déjemeyatranquilo!-contestóelrecaudador`,¡sinopasanada!

-Tranquilícense -dijo el boticario, cuando volvió junto a sus amigos.-Elseñor Binet me ha asegurado que se habían tomado las medidas. No caeráningunapavesa.Lasbombasestánllenas.Vámonosadormir.

-En verdad, me hace falta -dijo la señora Homais, que bostezabanotablemente-;peronoimporta,hemostenidounbuendíaparanuestrafiesta.

Rodolforepitióenvozbajayconmiradatierna:

-¡Oh,sí,muybueno!

Ydespuésdedespedirse,sedieronlaespalda.

Dosdíasdespués, enLeFanaldeRouensalióungranartículo sobre loscomicios.

Homaislohabíacompuesto,inspirado,aldíasiguiente:

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«¿Por qué esos arcos, esas flores, esas guirnaldas? Adónde corría aquelgentío, como las olas de un mar embravecido, bajo los torrentes de un soltropicalqueextendíasucalorsobrenuestrosbarbechos.»

Después hablaba de la condición de los campesinos. Ciertamente, elgobierno hacía mucho, pero no bastante. «¡Ánimo!, le decía; sonindispensables mil reformas, llevémoslas a cabo.» Después, hablando de lallegada del consejero, no olvidaba «el aire marcial de nuestra milicia», ni«nuestras más vivarachas aldeanas», ni «los ancianos calvos, especie depatriarcas que estaba n a11í, y algunos de los cuales, restos de nuestrasinmortales fuerzas, sentían todavía latir sus corazones al varonil redoble deltambor». Él se nombraba de los primeros entre los miembros del jurado, aincluso recordaba en una nota que el señor Homais, farmacéutico, habíaenviado unamemoria sobre la sidra a la Sociedad deAgricultores. Cuandollegabaaladistribucióndelasrecompensas,describíaentonoditirámbicolaalegría de los galardonados: «El padre abrazaba a su hijo, el hermano alhermano,elesposoalaesposa.Másdeunomostrabaconorgullosuhumildemedallay,sinduda,yaensucasajuntoaunabuenaesposa,lahabrácolgado,llorando,delamodestapareddesuchoza.

Hacialasseis,enelpradodelseñorLiégeard,sereunieronenunbanquetelos principales asistentes a la fiesta. En él no dejó de reinar la mayorcordialidad.Sehicierondiversosbrindis: el señorLieuvain, ¡almonarca!; elseñorTuvache,¡alprefecto!;elseñorDerozerays, ¡a laagricultura!;elseñorHomais, ¡a la industria y a las Bellas artes, esas dos hermanas; el señorLeplichey,¡alasmejoras!Porlanoche,unbrillantefuegodeartificioiluminódeprontolosaires.Sediríaunverdaderocalidoscopio,unverdaderodecoradode ópera, y por un momento nuestra pequeña localidad pudo sentirsetransportadaenmediodeunsueñodelasMilyunanoches.

Hagamos constar que ningún incidente enojoso vino a alterar aquellareunióndefamilia.»

Yañadía:

«Sólo se notó la ausencia del clero. Sin duda la sacristía entiende elprogresodeotramanera.¡Alláustedes,señoresdeLoyola!.

CAPÍTULOIX

Pasaronseis semanas.Rodolfonovolvió.Por fin,una tardeapareció.Sehabíadicho,aldíasiguientedeloscomicios:

«Novolvamostanpronto,seríaunerror.»

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Yalfinaldelasemanasefuedecaza.Despuésdelacacería,pensóqueerademasiadotarde,luegosehizoesterazonamiento:

«Perosidesdeelprimerdíamehaamado,porlaimpacienciadevolveraverme,tienequequerermemás.Sigamos,pues.»

Y comprendió que había calculado bien cuando, al entrar en la sala, vioqueEmmapalidecía.

Estabasola.Anochecía.Losvisillosdemuselina,alolargodeloscristales,oscurecíanlaluzdelcrepúsculo,yeldoradodelbarómetro,sobreelquedabaunrayodesol,proyectabalucesenelespejo,entrelosfestonesdelpolípero.

Rodolfopermaneciódepie,yEmmaapenascontestóasusprimerasfrasesdecortesía.

-Yo--dijo-hetenidoocupaciones.Heestadoenfermo.

-¿Grave?-exclamóella.

-¡Bueno-dijoRodolfosentándoseasu ladosobreun taburete-,no! ...Esquenohequeridovolver.

-¿Porqué?

-¿Noadivinausted?

Lavolvió amirar, perodeunmodo tanviolentoque ellabajó la cabezasonrojándose.

Rodolfocontinuó.

-¡Emma!

-¡Señor!--dijoella,separándoseunpoco.

-¡Ah!,yaveusted-replicóélconvozmelancólica-queyoteníarazóndenoquerervolver;puesestenombreestenombrequellenamialmayquesemehaescapado,ustedmeloprohíbe,¡MadameBovary!...¡Eh!,¡todoelmundolallamaasí!...Esenoessunombre,además;¡eselnombredeotro!

Yrepitió:

-¡Deotro!

Yseocultólacaraentrelasmanos.

-¡Sí, pienso en usted continuamente!... Su recuerdo me desespera ¡Ah!,¡perdón!...Ladejo...¡Adiós!...¡Meirélejos,tanlejosqueustedyanovolveráaoírhablardemí!Ysinembargo...,hoy...,¡noséquéfuerzamehaempujadode nuevo hacia usted! ¡Pues no se lucha contra el cielo, no se resiste a lasonrisadelosángeles!,¡unosedejaarrastrarporloqueesbello,encantador,

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adorable!

Era la primera vez que Emma oía decir estas cosas; y su orgullo, comoalguien que se solaza en un baño caliente, se satisfacía suavemente y porcompletoalcalordeaquellenguaje.

-Perosinohevenido-continuó-,sinohepodidoverla,¡ah!,porlomenoshe contemplado detenidamente lo que le rodea.De noche, todas las noches,melevantaba,llegabahastaaquí,mirabasucasa,eltejadoquebrillababajolaluna,losárbolesdeljardínquesecolumpiabanensuventana,yunalamparita,unresplandor,quebrillabaatravésdeloscristales,enlasombra.¡Ah!,ustednopodíaimaginarsequea11íestaba,tancercaytanlejos,unpobreinfeliz...

Emma,sollozando,sevolvióhaciaél.

-¡Oh!,¡québuenoesusted!-dijoella.

-¡No,laquiero,esoestodo!,¡ustednoloduda!Dígamelo;¡unapalabra!;¡unasolapalabra!

YRodolfo,insensiblemente,sedejóresbalardeltaburetealsuelo;peroseoyóunruidodezuecosenlacocina,yélsediocuentadequelapuertadelasalanoestabacerrada.

-Qué caritativa sería -prosiguió levantándose- satisfaciendo un caprichomío.

Quería que le enseñase su casa; deseaba conocerla, y como MadameBovary no vio ningún inconveniente, se estaban levantando los dos cuandoentróCarlos.

-Buenastardes,doctor-ledijoRodolfo.

El médico, halagado por ese título inesperado, se deshizo enobsequiosidades,yelotroaprovechóparareponerseunpoco.

-Laseñoramehablaba-dijoélentonces-desusalud...

Carlos le interrumpió, teníamilpreocupaciones,enefecto; lasopresionesquesufríasumujervolvíanapresentarse.EntoncesRodolfopreguntósinoleseríabuenomontaracaballo.

-¡Desdeluego!,¡excelente,perfecto!...¡Esunagranidea!Deberíaponerlaenpráctica.

Ycomoellaobjetabaquenoteníacaballo,elseñorRodolfoleofrecióuno;ella rehusó su ofrecimiento; él no insistió; después, para justificar su visita,contóquesucarretero,elhombredelasangría,seguíateniendomareos.

-Pasarépora11í-dijoBovary.

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-No,no,selomandaré;vendremosaquí,serámáscómodoparausted.

-¡Ah!Muybien,seloagradezco.

Ycuandosequedaronsolos:

-¿Por qué no aceptas las propuestas del señor Boulanger, que son tanamables?

Ella puso mala cara, buscó mil excusas, y acabó diciendo que «aquellopareceríaunpocoraro.

-¡Ah!,¡amímetraesincuidado!-dijoCarlos,haciendounapirueta-.¡Lasaludantetodo!¡Hacesmal!

-¿Ycómoquieresquemonteacaballosinotengotrajedeamazona?

-¡Hayqueencargarteuno!-contestóél.

Lodeltrajeladecidió.

Cuandotuvoeltraje,CarlosescribióalseñorBoulangerdiciéndolequesumujerestabadispuesta,yquecontabanconsucomplacencia.

Aldía siguiente amediodíaRodolfo llegó a la puerta deCarlos condoscaballossoberbios.Unodeellosllevababorlasrojasenlasorejasyunasillademujerdepieldeante.

Rodolfocalzababotasaltas,flexibles,pensandoquesindudaellanuncalashabíavistosemejantes;enefecto,Emmaquedóencantadadesuporte,cuandoélapareciósobreelrellanoconsugranlevitadeterciopeloysupantalóndepuntoblanco.Ellaestabapreparada,leesperaba.

Justino se escapóde la farmacia para verla, y el boticario también salió.HizounasrecomendacionesalseñorBoulanger:

-¡Pronto llega una desgracia! ¡Tenga cuidado! ¡Sus caballos quizás sonfogosos!

Ellaoyóruidoporencimadelacabeza:eraFelicidadquerepiqueteabaenloscristalesparaentretenera lapequeñaBerta.Laniña leenvióde lejosunbeso;sumadrelerespondióconungestodelaempuñaduradesufusta.

-¡Buenpaseo!-dijoelseñorHomais-.¡Prudencia,sobretodoprudencia!

Yagitósuperiódicoviéndolesalejarse.

Encuantosintiótierra,elcaballodeEmmaemprendióelgalope.Rodolfogalopaba a su lado. A intervalos cambiaban una palabra. La cara un pocoinclinada,lamanoenaltoyelbrazoderechodesplegado,seabandonabaalacadenciadelmovimientoquelamecíaensusilla.

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Alpiede la cuestaRodolfo soltó las riendas; salieron juntos, deun solosalto;después,enloalto,deprontoloscaballossepararonyelgranveloazuldeEmmasecayó.

Eraaprimerosdeoctubre.Habíanieblaenelcampo.Porelhorizonteseextendían unos vapores entre el contorno de las colinas; y otros, deshilachándose,subían,seperdían.Aveces,enunarasgaduradelasnubes,bajounrayodesol,seveíanalolejoslostejadosdeYonville,conlascuestasalaorilladelagua,loscorrales,lasparedesyelcampanariodelaiglesia.Emmaentornabalospárpadosparareconocersucasa,ynuncaaquelpobrepueblolehabía parecido tan pequeño. Desde la altura en que estaban, todo el valleparecíaun inmenso lagopálidoqueseevaporabaenelaire.Losmacizosdeárboles,detrechoentrecho,sobresalíancomorocasnegras;ylasaltaslíneasdelosálamos,quesobresalíanentrelabruma,parecíanarenalesmovidosporelviento.

Allado,sobreelcésped,entrelosabetos,unatenueluziluminabalatibiaatmósfera.Latierra,rojizacomopolvodetabaco,amortiguabaelruidodelospasos,ycon lapuntade susherraduras, al caminar, loscaballos se llevabanpordelantelaspiñascaídas.

RodolfoyEmmasiguieronasíellinderodelbosque.Ellasevolvíadevezencuandoafindeevitarsumirada,yentoncesnoveíamásquelostroncosdelos abetos alineados, cuya sucesión continuada le aturdía un poco. Loscaballosresoplaban.Elcuerodelassillascrujía.

Enelmomentoenqueentraronenelbosquesalióelsol.

-¡Diosnosprotege!-dijoRodolfo.

-¿Ustedcree?-dijoella.

-¡Avancemos!,¡avancemos!-replicóél.

Chasqueólalengua.Losdosanimalescorrían.LargoshelechosaorilladelcaminoprendíanenelestribodeEmma.Rodolfo,sinpararse,se inclinabaylosretirabaalmismotiempo.Otrasveces,paraapartarlasramas,pasabacercade ella, yEmma sentía su rodilla rozarle la pierna. El cielo se había vueltoazul. No se movía una hoja. Había grandes espacios llenos de brezoscompletamentefloridos,ymantosdevioletasalternabanconelrevoltijodelosárboles, que eran grises, leona dos o dorados, según la diversidad de losfollajes.Amenudoseoíabajolosmatorralesdeslizarseunlevebatirdealas,obienelgraznidoroncoysuavedeloscuervos,quelevantabanelvueloentrelos robles. Se apearon. Rodolfo ató los caballos. Ella iba delante, sobre elmusgo,entrelasrodadas.

Perosuvestidodemasiadolargolaestorbabaaunquelollevabalevantado

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por la cola, yRodolfo, caminando detrás de ella, contemplaba entre aquellatelanegraylabotinanegra,ladelicadezadesumediablanca,queleparecíaalgodesudesnudez.Emmaseparó.

-Estoycansada-dijo.

-¡Vamos,sigaintentando!-repusoél-.¡Ánimo!

Después,cienpasosmásadelante,separódenuevo;yatravésdesuvelo,quedesdesusombrerodehombrebajabaoblicuamentesobresuscaderas,sedistinguíasucaraenuna transparenciaazulada,comosinadarabajoolasdeazul.

-¿Peroadóndevamos?

Él no contestó nada. Ella respiraba de una forma entrecortada. Rodolfomirabaalrededordeélysemordíaelbigote.

Llegaronaunsitiomásdespejadodondehabíanhechocortasdeárboles.Sesentaronsobreuntronco,yRodolfoempezóahablarledesuamor.

No la asustó nada al principio con cumplidos. Estuvo tranquilo, serio,melancólico.

Emmaleescuchabaconlacabezabaja,mientrasqueconlapuntadesupieremovíaunasvirutasenelsuelo.

Peroenestafrase:

-¿Acasonuestrosdestinosnosonyacomunes?

-¡Puesno!-respondióella-.Ustedlosabebien.Esimposible.

Emma se levantó paramarchar.Él la cogió por lamuñeca.Ella se paró.Después, habiéndole contemplado unos minutos con ojos enamorados ycompletamentehúmedos,ledijovivamente:

-¡Vaya!, no hablemos más de esto... ¿dónde están los caballos?¡Volvámonos!

Éltuvoungestodecóleraydefastidio.Ellarepitió:

-¿Dóndeestánloscaballos?,¿dóndeestánloscaballos?

EntoncesRodolfo,conunaextrañasonrisayconlamiradafija,losdientesapretados, se adelantó abriendo los brazos. Ella retrocedió temblando.Balbuceaba:

-¡Oh!¡Ustedmedamiedo!¡Mehacedaño!Vámonos.

Yélsevolvióenseguidarespetuoso,acariciador,tímido.

-Yaquenohaymásremedio-replicóél,cambiandodetalante.

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Emmaleofreciósubrazo.Dieronvuelta.Éldecía:

-¿Qué le pasaba? ¿Por qué? No la he entendido. Usted se equivocaconmigosinduda.Ustedestáenmialmacomounamadonasobreunpedestal,en un lugar elevado, sólido a inmaculado. Pero la necesito para vivir.¡Necesito susojos, suvoz, supensamiento! ¡Seamiamiga,mihermana,miángel!

Yalargabaelbrazoy leestrechaba lacintura.Ella tratabadébilmentededesprenderse.

Éllareteníaasí,caminando.

Perooyeronlosdoscaballosqueramoneabanelfollaje.

-¡Oh!,unpocomás-dijoRodolfo-.¡Nonosvayamos!,¡quédese!

La llevómás lejos,alrededordeunpequeñoestanque,donde las lentejasdeaguaformabanunacapaverdesobrelasondas.Unosnenúfaresmarchitossemantenían inmóvilesentre los juncos.Al ruidodesuspasosen lahierba,unasranassaltabanparaesconderse.

-Hagomal,hagomal-decíaella-.Soyunalocahaciéndolecaso.

-¿Porqué?...¡Emma!¡Emma!

-¡Oh, Rodolfo!... -dijo lentamente la joven mujer apoyándose en suhombro.

La telade suvestido seprendíaenel terciopelode la levitadeRodolfo;inclinó hacia atrás su blanco cuello, que dilataba con un suspiro; ydesfallecida,deshechaenllanto,conunlargoestremecimientoytapándoselacara,seentregó.

Caíanlassombrasdelatarde,elsolhorizontalquepasabaentrelasramasledeslumbrabalosojos.Porunladoyporotro,entornoaella,enlashojasoen el suelo, temblaban unas manchas luminosas, como si unos colibríes alvolarhubiesenesparcidosusplumas.Elsilencioeratotal;algosuaveparecíasalirdelosárboles;Emmasesentíaelcorazón,cuyoslatidosrecomenzaban,yla sangre que corría por su carne como un río de leche. Entonces oyó a lolejos,mása11ádelbosque,sobrelasotrascolinas,ungritovagoyprolongado,unavozqueseperdíayellalaescuchabaensilencio,mezclándosecomounamúsica a las últimas vibraciones de sus nervios alterados. Rodolfo, con elcigarroentrelosdientes,recomponíaconsunavajaunadelasriendasquesehabíaroto.

RegresaronaYonvilleporelmismocamino,volvieronaversobreelbarrolashuellasdesuscaballos,unasalladodelasotras,ylosmismosmatorrales,lasmismaspiedrasenlahierba.Nadahabíacambiadoentornoaellos;ysin

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embargo,paraellahabíaocurridoalgomásimportantequesilasmontañassehubiesendesplazado.Rodolfodevez en cuando se inclinabay le tomaba lamanoparabesársela.

¡Estabaencantadoraacaballo!Erguida,consutallefino,larodilladobladasobre lascrinesdelanimaly ligeramentecoloreadaporelaire libresobreelfondorojizodelatarde.

AlentrarenYonvillecaracoleósobreelpavimento.

Desdelasventanaslamiraban.

Sumaridoenlacenaleencontróbuenaspecto;peroellapareciónooírlocuandolepreguntósobresupaseo;ysiguióconelcodoalbordedesuplato,entrelasdosvelasencendidas.

-¡Emma!-dijoél.

-¿Qué?

-Bueno,hepasadoestatardeporcasadelseñorAlexandre;tieneunaviejapotrancatodavíamuybuena,conunapequeñaheridaenlarodillasolamente,yquenosdejarían,estoyseguro,porunoscienescudos...

Yañadió:

-Incluso pensando que te gustaría, la he apalabrado..., la he comprado...¿Hehechobien?¡Dímelo!

Ellamovió la cabeza en señal de asentimiento; luego, un cuarto de horadespués:

Salesestanoche?-preguntóella.

-Sí,¿porqué?

-¡Oh!,nada,nada,querido.

Y cuando quedó libre de Carlos, Emma subió a encerrarse en suhabitación.Alprincipiosintiócomounmareo;veíalosárboles,loscaminos,las cunetas, a Rodolfo, y se sentía todavía estrechada entre sus brazos,mientrasqueseestremecíaelfollajeysilbabanlosjuncos.

Peroalverseenelespejoseasustódesucara.Nuncahabíatenidolosojostangrandes,tannegrosnitanprofundos.Algosutilesparcidosobresupersonalatransfiguraba.

Se repetía: «¡Tengounamante!, ¡un amante!», deleitándose en esta idea,comosisintieserenacerenellaotrapubertad.Iba,pues,aposeerporfinesosgocesdelamor,esafiebredefelicidadquetantohabíaansiado.

Penetrabaenalgomaravillosodondetodoseríapasión,éxtasis,delirio;una

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azul inmensidad la envolvía, las cumbresdel sentimiento resplandecíanbajosu imaginación, y la existencia ordinaria no aparecía sino a lo lejos, muyabajo,enlasombra,entrelosintervalosdeaquellasalturas.

Entonces recordóa lasheroínasde los librosquehabía leídoy la legiónlíricadeesasmujeresadúlterasempezóacantarensumemoriaconvocesdehermanas que la fascinaban. Ella venía a ser como una parte verdadera deaquellas imaginaciones y realizaba el largo sueño de su juventud,contemplándoseenesetipodeenamoradaquetantohabíadeseado.Además,Emmaexperimentabaunasatisfaccióndevenganza.

¡Bastante había sufrido! Pero ahora triunfaba, y el amor, tanto tiempocontenido, brotaba todo entero a gozosos borbotones. Lo saboreaba sinremordimiento,sinpreocupación,sinturbaciónalguna.

Eldíasiguientepasóenunacalmanueva.Sehicieronjuramentos.Ellalecontó sus tristezas. Rodolfo le interrumpía con sus besos; y ella lecontemplaba con los párpados entornados, le pedía que siguiera llamándolaporsunombreyque repitieraque laamaba.Estoeraenelbosque,como lavíspera,enunacabañadealmadreñeros.Susparedeserandepajayeltejadoeratanbajoquehabíaqueagacharse.Estabansentados,unojuntoalotro,enunlechodehojassecas.

Apartirdeaqueldía seescribieron regularmente todas las tardes.Emmallevabasucartaalfondodelahuerta,cercadelrío,enunagrietadelaterraza.Rodolfoibaabuscarlaa11íycolocabaotra,queellatildabasiempredemuycorta.

UnamañanaenqueCarloshabíasalidoantesdelamanecer,aEmmaseleantojó ver a Rodolfo al instante. Se podía llegar pronto a la Huchette,permanecera11íunahorayestardevueltaenYonvillecuandotodoelmundoestuviese aún durmiendo. Esta idea la hizo jadear de ansia, y pronto seencontró enmediode la pradera, donde caminaba a pasos rápidos sinmirarhaciaatrás.

Empezaba a apuntar el día. Emma, de lejos, reconoció la casa de suamante,cuyasdosveletasencolademilanoserecortabanennegrosobreelpálido crepúsculo. Pasado el corral de la granja había un cuerpode edificioquedebíadeserelpalacio.Ellaentrócomosilasparedes,alacercarseella,sehubieranseparadoporsísolas.Unagranescalerarectasubíahaciaelcorredor.Emmagiróelpestillodeunapuerta,ydepronto,enelfondodelahabitación,vioaunhombrequedormía.EraRodolfo.Ellalanzóungrito.

-¡Túaquí!¡Túaquí!-repetíaél-.¿Cómohashechoparavenir?...¡Ah!,¡tuvestidoestámojado!

-¡Tequiero!-respondióellapasándolelosbrazosalrededordelcuello.

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Comoestaprimeraaudacialehabíasalidobien,ahoracadavezqueCarlossalía temprano,Emmasevestíadeprisaybajabadepuntillas laescaleraquellevabahastalaorilladelagua.

Perocuandolapasareladelasvacasestabalevantada,habíaqueseguirlasparedesqueseextendíanalolargodelrío;laorillaeraresbaladiza;ella,paranocaer,seagarrabaconlamanoalosmatojosdealhelíesmarchitos.Despuésatravesaba los terrenos labrados donde se hundía, se tambaleaba y se leenredabansusfinasbotas.Supañoleta,atadaalacabeza,seagitabaalvientoenlospastizales;teníamiedoalosbueyes,echabaacorrer;llegabasinaliento,conlasmejillasrosadasyexhalandounfrescoperfumedesavia,deverdoryde aire libre. Rodolfo a aquella hora aún estaba durmiendo. Era como unamañanadeprimaveraqueentrabaensuhabitación.

Lascortinasamarillasalolargodelasventanasdejabanpasarsuavementeuna pesada luz dorada. Emma caminaba a tientas, abriendo y cerrando losojos,mientras que las gotasde rocíoprendidas en supelohacían comounaaureoladetopaciosalrededordesucara.Rodolfo,riendo,laatraíahaciaélylaestrechabacontrasupecho.

Después, ella examinaba el piso, abría los cajones de los muebles, sepeinabaconelpeinedeRodolfoysemirabaenelespejodeafeitarse.Aveces,incluso,metíaentresusdientesel tubodeunagranpipaqueestabasobre lamesadenoche,entre limonesy terronesdeazúcar,al ladodeunabotelladeagua.

Necesitaban un buen cuarto de hora para despedirse. Entonces Emmalloraba;hubieraqueridonoabandonarnuncaaRodolfo.Algomásfuertequeella la empujaba hacia él, de tal modo que un día, viéndola aparecer deimproviso,élfruncióelceñocomoalguienqueestácontrariado.

-¿Quétienes?-dijoella-.¿Estásmalo?¡Háblame!

Porfin,éldeclaró,entonoserio,quesusvisitasibansiendoimprudentesyqueellasecomprometía.

CAPÍTULOX

Pocoapoco,estostemoresdeRodolfoseapoderarontambiéndeella.Alprincipioelamorlahabíaembriagadoynuncahabíapensadomásallá.Peroahoraque leera indispensableensuvida, temíaperderalgodeesteamor,oincluso que se viese perturbado. Cuando volvía de casa de Rodolfo echabamiradasinquietasalrededor,espiandocadaformaquepasabaporelhorizonteycadabuhardilladelpueblodesdedondepudieranverla.Escuchabalospasos,

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losgritos,elruidodelosarados;yseparabamáspálidaymástrémulaquelashojasdelosálamosquesebalanceabansobresucabeza.

Unamañanaque regresabade estamanera, creyódistinguir depronto ellargocañóndeunacarabinaqueparecíaapuntarle.Sobresalíaoblicuamentedeunpequeñotonel,mediohundidoentrelahierbaaorilladeunacuneta.Emma,apuntodedesfallecerdeterror,siguióadelanteapesardetodo,yunhombresaliódeltonelcomoesosdiablosquesalendelfondodelascajitasdisparadospor un muelle. Llevaba unas polainas sujetas hasta las rodillas, la gorrahundidahastalosojos,suslabiostiritabandefríoyteníalanarizroja.

EraelcapitánBinetalacechodelospatossalvajes.

-¡Teníaustedquehaberhabladodelejos!-exclamóél-.Cuandoseveunaescopetasiemprehayqueavisar.

Elrecaudadorconestotratabadedisimularelmiedoqueacababadepasar;puescomounaordengubernativaprohibíacazarpatossinoeraenbarca,elseñorBinet,apesardesurespetoalasleyes,seencontrabaeninfracción.Poreso a cada instante le parecía oír los pasos del guarda rural. Pero estapreocupación excitaba su placer, y, completamente solo en su tonel, secongratulabadesufelicidadydesumalicia.

Al ver a Emma, pareció aliviado de un gran peso, y enseguida entablóconversación:

-Nohacecalorquedigamos,¡pica!

Emmanocontestónada.Binetcontinuó:

-¿Hasalidoustedmuytemprano?

-Sí-dijoellabalbuceando-;vengodecasadelanodrizaquecríaamihija.

-¡Ah!, ¡muy bien!, ¡muy bien! Yo, tal como me ve, desde el amanecerestoyaquí;peroeltiempoestátansucioqueamenosdetenerlacazajustoenlamismapuntadelanariz...

-Buenasnoches,señorBinet-interrumpióelladandomediavuelta.

-Servidor,señora-respondióélentonoseco.

-Yvolvióasutonel.

Emma se arrepintió de haber dejado tan bruscamente al recaudador. Sinduda, él iba ahacer conjeturasdesfavorables.El cuentode lanodriza era lapeor excusa, pues todo el mundo sabía bien en Yonville que la pequeñaBovarydesdehacíaunañohabíavueltoacasadesuspadres.Además,nadievivíaenlosalrededores;aquelcaminosólollevabaalaHuchette;Binethabíaadivinado, pues, de dónde venía, y no callaría, hablaría, estaba segura. Ella

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permanecióhasta lanoche torturándose lamentecon todos losproyectosdementirasimaginables,yteniendosincesardelantedesusojosaaquelimbécilconmorral.

Carlos, después de la cena, viéndola preocupada, quiso, para distraerla,llevarlaacasadelfarmacéutico;ylaprimerapersonaquevioenlafarmaciafue precisamente al recaudador. Es taba de pie delante del mostrador,alumbradoporlaluzdelbocalrojo,ydecía:

-Déme,porfavor,mediaonzadevitriolo.

Justino-dijoelboticario-,tráenoselácidosulfúrico.

Después,aEmma,quequeríasubiralpisodelaseñoraHomais:

-No, quédese, no vale la pena, ella va a bajar. Caliéntese en la estufaentretanto...

-Dispénseme...Buenas tardes, doctor -pues el farmacéutico se complacíaen pronunciar esta palabra «doctor», como si, dirigiéndose a otro, hubiesehechorecaersobresímismoalgodelapompaqueencontrabaenello-...Pero¡cuidadoconvolcarlosmorteros!,esmejorquevayasabuscarlassillasdelasalita;yasabesquehayquemoverlossillonesdelsalón.

Yparavolveraponer labutacaensusitio,Homaisseprecipitaba fueradelmostrador,cuandoBinetlepidiómediaonzadeácidodeazúcar.

-¿Ácidodeazúcar? -dijoel farmacéuticodesdeñosamente-. ¡Noconozco,nosé!

-¿Ustedquierequizáácidooxálico?¿Esoxálico,noescierto?

Binetexplicóquenecesitabauncáusticoparaprepararélmismounaguadecobreconquedesoxidardiversosutensiliosdecaza.Emmaseestremeció.

Elfarmacéuticoempezóadecir.

-Enefecto,eltiemponoestápropicioacausadelahumedad.

-Sinembargo-replicóel recaudadorconairemalicioso-,hayquiennoseasusta.

Emmaestabasofocada.

-Démetambién.

«¿Nosemarcharádeunavez?,pensabaella.»

-Mediaonzadecolofoniaydetrementinaocuatroonzasdeceraamarilla,y tres medias onzas de negro animal, por favor, para limpiar los cueroscharoladosdemiequipo.

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Elboticarioempezabaacortarcera,cuandolaseñoraHomaisaparecióconIrmaenbrazos,NapoleónasuladoyAtalíadetrás.Fueasentarseenelbancodeterciopelo,alladodelaventana,yelchicoseacurrucósobreuntaburete,mientras que su hermana mayor rondaba la caja de azufaifas cerca de supapaíto. Éste llenaba embudos y tapaba frascos, pegaba etiquetas, hacíapaquetes.Todoscallabanasualrededor;yseoíasolamentedevezencuandosonar los pesos en las balanzas, con algunas palabras en voz baja delfarmacéuticodandoconsejosasudiscípulo.

-¿Cómoestásupequeña?-preguntódeprontolaseñoraHomais.

-¡Silencio! -exclamó su marido, que estaba anotando unas cifras en elcuadernoborrador.

-¿Porquénolahatraído?-replicóamediavoz.

-¡Chut!,¡chut!-dijoEmmaseñalandoconeldedoalboticario.

PeroBinet,absortoporcompletoen la lecturade lasuma,nohabíaoídonada probablemente. Por fin, salió. Entonces Emma, ya liberada, suspiróhondamente.

-¡Quéfuerterespira!-dijolaseñoraHomais.

-¡Ah!,esquehaceunpocodecalor-respondióella.

Aldíasiguientepensaronenorganizarsuscitas;Emmaqueríasobornarasucriadaconunregalo;perohabríasidomejordescubrirenYonvillealgunacasadiscreta.Rodolfoprometióbuscaruna.

Durantetodoelinvierno,tresocuatrovecesporsemana,denochecerrada,élllegabaalahuerta.Emma,contodaintención,habíaretiradolallavedelabarreraqueCarloscreyóperdida.

Para avisarla, Rodolfo tiraba a la persiana un puñado de arena. Ella selevantaba sobresaltada; pero a veces tenía que esperar, pues Carlos tenía lamaníadecharlaral ladodel fuegoynoacababanunca.Ellaseconsumíadeimpaciencia; si sus ojos hubieran podido le habría hecho saltar por lasventanas. Por fin, comenzaba su aseo nocturno; después, tomaba un libro yseguía leyendomuy tranquilamente, como si la lectura la entretuviese. PeroCarlos,queestabaenlacama,lallamabaparaacostarse.

-Emma,ven-ledecía-,eshora.

-¡Sí,yavoy!-respondíaella.

Entretantocomolasvelasledeslumbraban,élsevolvíahacialaparedysequedaba dormido. Ella se escapaba conteniendo la respiración, sonriente,palpitante,sinvestirse.

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Rodolfollevabaungranabrigo;laenvolvíaporcompleto,y,pasándoleelbrazoporlacintura,lallevabasinhablarhastaelfondodeljardín.

Era bajo el cenador, en elmismobancode palos podridos donde antañoLeónlamirabatanenamoradoenlasnochesdeverano.Emmaahoraapenaspensabaenél.

Lasestrellasbrillabanatravésdelasramasdeljazmínsinhojas.Detrásdeellosoíancorrerel río,y,devezencuando,en laorilla,elchasquidode lascañassecas.Masasdesombra,aquíya11í,seensanchabanenlaoscuridad,ya veces, movidas todas al unísono, se levantaban y se inclinaban comoinmensasolasnegrasque sehubiesenadelantadoparavolver a cubrirlos.Elfríodelanocheleshacíajuntarsemás;lossuspirosdesuslabioslesparecíanmásfuertes;susojos,queapenasentreveían, lesparecíanmásgrandes,y,enmediodel silencio, habíapalabraspronunciadas tanbajoque caían sobre sualma con una sonoridad cristalina y que se reproducían, en vibracionesmultiplicadas.

Cuando lanocheestaba lluviosa ibana refugiarsealconsultorio,entre lacocheraylacaballeriza.Ellaencendíaunodeloscandelabrosdelacocinaquehabía escondido detrás de los libros. Rodolfo se instalaba a11í como en sucasa. La vista de la biblioteca y del despacho, de todo el departamentofinalmente,excitabasualegría;ynopodíacontenersesinbromearacostadeCarlos, lo cualmolestaba a Emma. Ella hubiese deseado verlemás serio, ainclusomásdramático,llegadoelcaso,comoaquellavezenquecreyóoírenelpaseodelahuertaunruidodepasosqueseacercaban.

-Alguienviene-dijoella.

Rodolfoapagólaluz.

-¿Tienestuspistolas?

-¿Paraqué?

-Pues...paradefenderte-replicóEmma.

-¿Detumarido?¡Ah!,¡pobrechico!

YRodolforematólafraseconungestoquesignificaba:«Loaplastaríadeunpapirotazo.»

Emmasequedópasmadadesuvalentía,aunquenotaraunaespeciedefaltadedelicadezaydegroseríaingenuaqueleescandalizó.

Rodolfo pensó mucho en aquella historia de pistolas. Si Emma habíahabladoenserio,resultaríamuyridículo,pensabaél,inclusoodioso,puesnoteníaningunarazónparaodiaralbuenazodeCarlos,noestandoloquesediceconsumido por los celos; y, a este propósito,Emma le había hecho un gran

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juramentoqueélnoencontrabatampocodelmejorgusto.

Por otra parte, se estaba poniendo muy sentimental. Habían tenido queintercambiarseretratos,sehabíancortadomechonesdecabello,yEmmapedíaahoraunanillo,unverdaderoanillodematrimonioenseñaldealianzaeterna.A menudo le hablaba de las campanas del atardecer o de las «voces de lanaturaleza»;después,desumadreydeladeél.Rodolfolahabíaperdidohacíaveinteaños.Emma,sinembargo,leconsolabaconremilgosdelenguaje,comosehubierahechoconunniñoabandonado,ainclusoledecíaaveces,mirandolaluna:

-Estoyseguraquedesdea11áarriba,lasdosjuntasapruebannuestroamor.

¡Pero era tan bonita!, ¡había poseído tan pocas mujeres con semejantecandor!Esteamorsindesenfrenoeraparaélalgonuevo,ysacándoledesuscostumbres fáciles, halagaba a la vez su orgullo y su sensualidad. LaexaltacióndeEmma,quesubuensentidoburguésdesdeñaba,leparecíaenelfondodelcorazónencantadora,puestoquesedirigíaasupersona.Entonces,seguro de ser amado, no se molestó, a insensiblemente sus manerascambiaron.

Ya no empleaba como antes aquellas palabras tan dulces que la hacíanllorar, ni aquellas vehementes caricias que la enloquecían; demodo que sugranamorenelquevivía inmersa leparecióque ibadescendiendobajo suspies,comoelaguadeunríoqueseabsorbieraensucauce,ypercibióelfango.Noqueríacreerlo; redoblósu ternura;yRodolfo,cadavezmenos,ocultósuindiferencia.

Emma no sabía si le pesaba haber cedido o, por el contrario, si deseabaamarle más. La humillación de sentirse débil se tornaba en rencor que losplaceres atemperaban. No era cariño, era como una seducción permanente.Rodolfolasubyugaba.Ellacasileteníamiedo.

Lasapariencias,sinembargo,eranmástranquilasquenunca,puesRodolfohabíaacertadoallevareladulteriosegúnsucapricho;yalcabodeseismeses,cuando llegó la primavera, se encontraban, el uno frente al otro, como doscasadosquemantienentranquilamenteunallamadoméstica.

Era la época en que el tío Rouaultmandaba su pavo en recuerdo de supierna recompuesta.El regalo llegabasiempreconunacarta.Emmacortó lacuerdaquelaatabaalcesto,yleyólassiguienteslíneas:

«Misqueridoshijos:

Esperoquelapresenteosencuentreconbuenasaludyqueésteresultetanbuenocomolosotros;pareceunpocomástiernecito,ymeatrevoadecirquemás lleno.Pero lapróximavez,paracambiar,osmandaréungallo,anoser

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que prefiráis pavos; y devolvedme la cesta, por favor, con las otras dosanteriores.Hetenidounadesgraciaenlacarretería,cuyacubierta,unanochedefuerteviento,seechóavolarentrelosárboles.Lacosechatampocohasidomuybuenaquedigamos.Enfin,nosécuándoiréaveros.¡Meestandifícilahoradejarlacasa,desdequeestoysolo,mipobreEmma!»

Y aquí había un intervalo entre líneas, como si el buen hombre hubiesedejadocaersuplumaparapensarunrato.

«Yoestoybien,salvouncatarroqueatrapéelotrodíaenlaferiadeYvetot,adondehabíaidoparaapalabraraunpastor,puesdespedíalmíoporqueeradebocamuyfina.

¡Cuántonoshacensufrirtodosestosbandidos!Además,noerahonrado.

He sabido por un vendedor ambulante que, viajando este invierno porvuestra tierra, tuvo que sacarse una muela, que Bovary seguía trabajandomucho. No me extrañó, y me enseñó su muela; tomamos café juntos. Lepregunté si te había visto, me dijo que no, pero que había visto en lacaballerizadosanimales,dedondededuzcoquelacosamarchabien.Mejor,queridoshijos,yqueDiososconcedatodalafelicidadimaginable.

SientomuchonoconocertodavíaamiqueridanietecitaBertaBovary.Heplantadoparaella,enlahuerta,debajodetucuarto,unciruelodeciruelasdecascabelillo,ynoquieroquelotoquensinoesparahacerledespuéscompotas,queguardaréenelarmarioparacuandoellavenga.

Adiós,queridoshijos.Unbesoparati,hijamía;otroparausted,miyerno,yparalaniñaenlasdosmejillas:

Conmuchosrecuerdos,vuestroamantepadre.

TeodoroRouault.»

Emmasequedóunosminutosconaquelgruesopapelentresusdedos.Lasfaltasdeortografíaenlazabanunasconotras,yEmmaestabaabsorbidaporeldulce pensamiento que cacareaba por todas partes como una gallina medioescondidaenunsetodeespinos.

Habíansecadolatintaconlascenizasdeellas,puesunpocodepolvogrisresbalóde lacartaasuvestidoyellacasicreyóverasupadre inclinándosehaciaelfogónparacogerlastenazas.¡Cuántotiempohacíaqueellanoestabaasulado,eneltaburete,enlachimenea,quemandolapuntadeunpaloenlagranllamadelosjuncosmarinosquechisporroteaban!...Recordólastardesdeverano todas llenasde sol.Lospotros relinchabancuando sepasaba junto aellos,ygalopaban,galopaban...Bajosuventanahabíaunacolmena,yaveceslas abejas, revoloteando alrededor de la luz, golpeaban contra los cristalescomobalasdeoroque rebotaban. ¡Qué felicidad en aquellos tiempos!, ¡qué

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libertad!,¡quéesperanza!,¡cuántasilusiones!¡Yanoquedabanadadeaquelloahora! Lo había gastado en todas las aventuras de su alma, en todas lassituaciones sucesivas, en la virginidad, en el matrimonio y en el amor,habiéndolasperdidocontinuamentealolargodesuvida,comounviajeroquedejaalgodesuriquezaentodaslasposadasdelcamino.

¿Pero quién la hacía tan desgraciada?, ¿dónde estaba la catástrofeextraordinaria que la había trastornado? Y levantó la cabeza, mirando a sualrededor,comoparabuscarlacausadeloquelehacíasufrir.

Unrayodeabriltornasolabalasporcelanasdelaestantería;elfuegoardía;ellasentíabajosuszapatillaslasuavidaddelaalfombra;eldíaestabaclaro,laatmósferatibia,yoyóasuhijaquesereíaacarcajadas.

Enefecto,laniñaseestabarevolcandoenelprado,enmediodelahierbaquesegaban.

Estabaechadabocaabajo,enloaltodeunalmiar.Sumuchachalasosteníaporlafalda.

Lestiboudis rastrillaba al lado, y cada vez que se acercaba, la niña seinclinabahaciendoesfuerzosinútilesconsusbracitos.

-¡Tráigamela! -dijo su madre, precipitándose para besarla-. ¡Cuánto tequiero,pobrehijamía!¡Cuántotequiero!

Después,dándosecuentadequeteníalapuntadelasorejasunpocosucias,llamóenseguidaparaquele trajesenaguacaliente,yla limpió, lecambióderopa interior, medias, zapatos, hizo mil preguntas sobre su salud, como siregresara de viaje, y, por fin, volviendo a besarla y lloriqueando, la dejó enbrazosdelacriada,quepermanecíaboquiabiertaanteestosexcesosdeternura.

Porlanoche,Rodolfolaencontrómásseriaquedecostumbre.

-Yalepasará-pensóél-,esuncapricho.

Yfaltóconsecutivamenteatrescitas.

Cuandovolvió,ellasemostrófríaycasidesdeñosa.

-¡Ah!,¡pierdeseltiempo,rica!

Yfingiónonotarsussuspirosmelancólicos,nielpañueloquesacaba.

FueentoncescuandoEmmasearrepintió.

InclusosepreguntóporquédetestabaaCarlos,ysinohubierasidomejorpoderamarle.Peroélnodabamuchopieaestos renuevossentimentales,demodo que ella no acababa de decidirse por hacer un sacrificio, cuando elboticariovinomuyapuntoaproporcionarleunaocasión.

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CAPÍTULOXI

Homaishabíaleídorecientementeelelogiodeunnuevométodoparacurara los patizambos; y, como era partidario del progreso, concibió esta ideapatrióticadequeYonville,para«ponerseanivel»,debíahaceroperacionesdeestrefopodia.

-Porque-ledecíaaEmma-¿quésearriesga?Fíjesebien-yenumerabaconlos dedos las ventajas de la tentativa-; éxito casi seguro, alivio yembellecimientodelenfermo, inmediato renombreparaeloperador.Porquésu marido, por ejemplo, no intenta aliviar a ese pobre Hipólito del «Liond'Or». Tenga en cuenta que él contaría su curación a todos los viajeros, yademás(Homaisbajabalavozymirabaasualrededor),¿quiénmeimpediríaenviaralperiódicounanotitaal respecto?¡Diosmío! ¡Comosepropague lanoticia!,sehabledelcaso...,¡acabaporhacerboladenieve!¿Yquiénsabe?

Enefecto,Bovarypodíatriunfar;nadieledecíaaEmmaquesumaridonofuese hábil, y qué satisfacción para ella ha berlo comprometido en unaempresade laque su famay su fortuna saldríanacrecentadas.Ellanopedíaotracosaqueapoyarseenalgomássólidoqueelamor.

Carlos, solicitado por el boticario y por ella, se dejó convencer. Pidió aRouenelvolumendeldoctorDuval,ytodaslasnoches,conlacabezaentrelasmanos,sesumíaenaquellalectura.

Mientras que estudiaba los equinos, los varus, los valgus, es decir laestrefocatopodia,laestrefendopodia,laestrefexopodiaylaestrefanopodia(o,parahablarclaro,lasdiferentesdesviacionesdelpie,yapordebajo,pordentroo por fuera) con la estrefipopodia y la estrefanopodia (dicho de otromodo,torsiónporencimayenderezamientohaciaarriba),elseñorHomais,contodaclasederazonamientos,animabaalmozodelaposadaaoperarse.

-Apenas sentirás, si acaso, un ligero dolor; es un simple pinchazo comounapequeñasangría,menosquelaextirpacióndealgunoscallos.

Hipólito,reflexionando,hacíaungestodeestupidez.

-Porlodemás,continuabaelfarmacéutico,¿amíquémeimporta?,¡esporti!, ¡porpurahumanidad!Quisieraverte, amigomío, liberadode tuhorriblecojera,conesebalanceodelaregiónlumbar,que,pormuchoquedigas,tienequeperjudicarteconsiderablementeenelejerciciodeloficio.

Entonces,Homaislehacíavercómoseencontraríadespuésmejormozo,ymás ligero de piernas, a incluso llegó a darle a entender que se encontraríamejor para gustar a las mujeres, y el mozo de cuadra empezaba a reír

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torpemente.Despuésleatacabaporelladodelavanidad:

-Noeresunhombre,¡pardiez!¿Quépasaríasihubierastenidoquehacerelservicio,combatirporlapatria...?¡Ah,Hipólito!

YHomais se alejaba, diciendo que no entendía aquella tozudez, aquellacegueraenrechazarlosbeneficiosdelaciencia.

Elinfelizcedió,puesaquellofuecomounaconjuración;Binet,quejamássemezclabaenlosasuntosajenos,laseñoraLefrançois,Artemisa,losvecinos,yhastaelalcalde,señorTuvache,todoelmundoleaconsejó,lesermoneó,leavergonzó;peroloqueacabópordecidirle,«esqueesonolecostaríanada».Bovary se encargaba incluso de proporcionar lamáquina para la operación.Emmahabíatenidoestaideagenerosa;yCarlosaccedióaello,diciéndoseenel fondo del corazón que su mujer era un ángel. Con los consejos delfarmacéutico, y volviendo a empezar tres veces,mandó hacer al carpintero,ayudadoporelcerrajero,unaespeciedecajaquepesabacercadeocholibras,yenlacualelhierro,lamadera,lachapa,elcuero,lostornillosylastuercasnosehabíanescatimado.

Sinembargo,para saberqué tendóncortar aHipólito,habíaqueconocerprimeramentequéclasedepiezamboeraelsuyo.

Teníaunpiequeformabaconlapiernaunalíneacasirecta,locualnoleimpedíaestarvueltohaciadentro,desuerteque¿eraunequinoconmezcladeunpocodevarusobienunligerovarusfuertementemarcadodeequino?Pero,conesteequino,ancho,enefecto,comounpiedecaballo,depielrugosa,detendonessecos,gruesosdedos,yenelquelasuñasnegrasfigurabanlosclavosdeunaherradura,elestrefópodogalopabacomounciervodesdelamañanaala noche. Se le veía continuamente en la plaza, brincando alrededor de lascarretas,echandoadelantesusoportedesigual. Inclusoparecíamásfuertedeaquellapiernaquedelaotra.Afuerzadehaberservido,habíaadquiridocomounascualidadesmoralesdepacienciaydeenergía,ycuando ledabanalgúntrabajopesado,seapoyabapreferentementeenella.

Ahora bien, puesto que era un equino, había que cortar el tendón deAquiles,aunqueluegohubieraquemeterseconelmúsculotibialanteriorafindedeshacersedelvarus,pueselmédiconoseatrevíadeunasolavezalasdosoperaciones, e incluso ya estaba temblando, con el miedo de atacar algunaregiónimportantequenoconocía.

Ni Ambrosio Paré aplicando por primera vez desde Celso, con quincesiglosdeintervalo,laligadurainmediatadeunaarteria;niDupuytrencuandohizolaprimeraablacióndemaxilarsuperiortenían,deseguro,elcorazóntanpalpitante,lamanotantemblorosa,nilamenteentantatensióncomoelseñorBovarycuandoseacercóaHipólito,consutenótomoentrelosdedos,Y,como

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enloshospitales,seveíanallado,sobreunamesa,unmontóndehilas,hilosencerados, muchas vendas, una pirámide de vendas, todas las vendas quehabía en la botica. Era el señor Homais quien había organizado desde lamañana todos estos preparativos, tanto para deslumbrar a la muchedumbrecomo para ilusionarse a símismo. Carlos pinchó la piel; se oyó un crujidoseco. El tendón estaba cortado, la operación había terminado. Hipólito novolvíadesuasombro;seinclinabasobrelasmanosdeBovaryparacubrirlasdebesos.

-¡Vamos, cálmate -decía el boticario-, ya demostrarás después tureconocimientoatubienhechor!

Ybajóacontarelresultadoacincooseiscuriososqueestabanenelpatio,y que se imaginaban que Hipólito iba a reaparecer caminando normal.DespuésCarlos,unavezencajadalapiernadelenfermoenelmotormecánico,sevolvióasucasa,dondeEmma,todaansiosa,leesperabaalapuerta.Seleechóalcuello;sesentaronalamesa;élcomiómucho,ainclusoquiso,alospostres, tomar una taza de café, exceso que únicamente se permitía losdomingoscuandohabíainvitados.

Pasaron una velada encantadora, en animada conversación, haciendoproyectoscomunes.Hablarondesufortunafutura,demejorasqueintroduciren su casa; él veía extender su reputación, aumentar su bienestar, teniendosiempreelcariñodesumujer;yenellaseencontrabafelizderenovarseconun sentimientonuevo,más sano,mejor, en fin, de sentir, alguna ternuraporaquelpobrechicoquelaqueríaconlocura.LaideadeRodolfoselepasóunmomento por la cabeza; pero sus ojos se pusieron sobre Carlos; ella notóinclusoconsorpresaquenoteníalosdientesfeos.

EstabanenlacamacuandoelseñorHomais,sinhacercasodelacocinera,entródeprontodecididoenlahabitación,llevandoenlamanounpapelreciénescrito. Era la noticia que destinaba al Fanal de Rouen. Se la traía paraleérsela.

-Leaustedmismo,señorBovary.

Élleyó:

«ApesardelosprejuiciosquecubrentodavíaunapartedelafazdeEuropacomouna red, la luz comienza, noobstante, a penetrar ennuestros campos.Así el martes, nuestra pequeña ciudad de Yonville fue escenario de unaexperienciaquirúrgica,queesalmismotiempounactodealtafilantropía.ElseñorBovary,unodenuestrosmásdistinguidoscirujanos...»

-¡Ah!,iesoesdemasiado!-decíaCarlos,sofocadoporlaemoción.

-¡En absoluto! ¡Pues cómo!... Operó un pie zambo... No he puesto el

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término científico, porque, ¿comprende?, en un periódico..., todo el mundoquizásnoentendería,esprecisoquelasmasas...

-Enefecto-dijoBovary-.Siga.

-Continúo -dijo el farmacéutico-: «El señor Bovary, uno de nuestrosfacultativosmásdistinguidos,haoperadodeunpiezamboalllamadoHipólitoTautin,mozodecuadradesdehaceveinticincoañosenelhotel«Liond'Or»,regidopor laseñoraviudadeLefrançois,en laplazadeArmas.Lanovedaddelintentoyelinterésquedespertabaatrajerontalconcurrenciadegente,quellegaba hasta la puerta del establecimiento. Por lo demás, la operación sepracticócomoporencanto,yapenasunasgotasdesangresederramaronsobrelapiel,comoparadecirqueeltendónrebeldeacababaporfindecederalosesfuerzosdelarte.Elenfermo,cosaextraña(loafirmamosporhaberlovisto),noacusóningúndolor.Suestado,hastaelmomento,nodejanadaquedesear.Todohacecreerquelaconvalecenciaserácorta;¿yquiénsabeinclusosi,enlaprimerafiestadelpueblo,noveremosanuestrobuenhombreparticiparenlasdanzas báquicas, enmedio de un coro de graciosos, demostrando así, a losojos de todos, por su locuacidad y sus cabriolas, su completa curación?¡Honor,pues, a los sabiosgenerosos!, ¡honoraesasmentes infatigablesquededican susvigilias almejoramientoo al aliviode sus semejantes! ¡Honor!,¡tres veces honor! ¡No es ocasión de proclamar que los ciegos verán, lossordosoirányloscojosandarán!¡Peroloqueelfanatismodeantañoprometíaa sus elegidos, la ciencia lo lleva a cabo ahora para todos los hombres!Tendremosanuestros lectores al corrientede las fases sucesivasde esta tannotable curación.» Lo cual no impidió que, cinco días después, la tíaLefrançoisllegasetodaasustadagritando:

-¡Socorro!¡Semuere!¡Mevoyavolverloca!

Carlosseprecipitóal«Liond'On>,yelfarmacéuticoqueleviopasarporla plaza, sin sombrero, abandonó la farmacia. Él mismo se presentó a11í,jadeante,rojo,preocupadoypreguntandoatodoslosquesubíanlaescalera:

-¿Quélepasaanuestrointeresanteestrefópodo?

El estrefópodo se retorcía con atroces convulsiones, de tal modo que elmotormecánico en que estaba encerrada su pierna golpeaba contra la paredhastahundirla.

Conmuchasprecauciones, paranoperturbar laposicióndelmiembro, leretiraron la caja y apareció un espectáculo horroroso. Las formas del piedesaparecíanenunahinchazóntalquetodalapielparecíaqueibaareventaryestabacubiertadeequimosisocasionadasporlafamosamáquina.Hipólitoyasehabíaquejadodelosdolores;nolehabíanhechocaso;huboquereconocerque no estaba equivocado del todo; y le dejaron libre algunas horas. Pero

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apenas desapareció un poco el edema, los dos sabios juzgaron convenientevolverameterelmiembroenelaparato,yapretándolomásparaacelerarlascosas.Porfin,alcabodetresdías,comoHipólitoyanopodíaaguantarmás,lequitarondenuevoel aparatoy seasombrarondel resultadoquevieron.Unatumefacciónlívidaseextendíaportodalapierna,conflictenas,acáya11á,delasquesalíaunlíquidonegro.

Aquellotomabauncarizserio.Hipólitocomenzabaapreocuparse,ylatíaLefrançois le instaló en una salita, cerca de la cocina, para que al menostuviese alguna distracción. Pero el recaudador, que cenaba a11í todas lasnoches,sequejóamargamentedesemejantevecindad.EntoncestrasladaronaHipólitoalasaladebillar.Ya11íestaba,gimiendobajosusgruesasmantas,pálido, la barba crecida, los ojos hundidos, volviendo de vez en cuando sucabeza sudorosa sobre la sucia almohada donde se posaban lasmoscas. Laseñora Bovary venía a verle. Le traía lienzos para sus cataplasmas, y leconsolaba, leanimaba.Porlodemás,nolefaltabacompañía,sobretodo,losdíasdemercado,cuandoloscampesinosalrededordeélempujabanlasbolasdebillar,esgrimíanlostacos,fumaban,bebían,cantaban,bailaban.

-¿Cómoestás?-ledecíangolpeándolelaespalda-.iAh!;parecequenolastienes todas contigo, pero tú tienes la culpa. Había que hacer esto, haceraquello.

Ylecontabancasosdepersonasquesehabíancuradototalmenteconotrosremediosdistintosdelossuyos;después,paraconsolarle,añadían:

-Esqueloescuchasdemasiado,¡levántateya!

-Te cuidas comoun rey. iAh!, eso no tiene importancia, ¡viejo farsante!,¡peronohuelesbien!

La gangrena, en efecto, avanzaba deprisa. A Bovary aquello le poníaenfermo.Veníaatodashoras,acadainstante.Hipólitolomirabaconlosojosllenosdeespantoybalbuceabasollozando:

-¿Cuándo estaré curado? ¡Ah!, ¡sálveme!..., ¡qué desgraciado soy!, ¡quédesgraciadosoy!

Yelmédicoseiba,recomendándolesiempreladieta.

-No le hagas caso, hijo mío -replicaba la señora Lefrançois-; ya lo hanmartirizadobastante.¿Vasaseguirdebilitándote?¡Toma,come!

Y leofrecía algúnbuen caldo, alguna tajadadepiernade cordero, algúntrozodetocino,yavecesunascopitasdeaguardiente,queHipólitonoteníavalorparallevarasuslabios.

El abate Bournisien, al saber que empeoraba, pidió verlo. Empezó porcompadecerle de su enfermedad, al tiempo que declaraba que había que

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alegrarsepuestoqueeralavoluntaddelSeñor,yaprovecharprontolaocasiónparareconciliarseconelcielo.

-Pues--decíaeleclesiásticoenun tonopaterno-descuidabasunpoco tusdeberes;raramenteseteveíaeneloficiodivino;¿cuántosañoshacequenoloacercasalasagradamesa?Comprendoquetusocupaciones,queeltorbellinodelmundo hayan podido apartarte de la preocupación de tu salvación. Peroahoraeselmomentodepensarenella.

No desesperes a pesar de todo; he conocido grandes pecadores que,próximos a comparecer ante Dios, tú no lo estás todavía, estoy seguro,imploraban sus misericordias y que ciertamente murieron en las mejoresdisposiciones. Esperemos que, igual que ellos, tú nos des buenos ejemplos.Así,porprecaución,quiénloimpedirárezarmañanaynocheun«AveMaría»yun«Padrenuestro».¡Sí,hazlopormí,porcomplacerme!¿Quétecuesta?...¿Meloprometes?

Elpobrediablo loprometió.El curavolvió losdías siguientes.Charlabaconlaposaderaainclusocontabaanécdotasentremezcladasconbromas,conjuegos de palabras que Hipólito no comprendía. Después, cuando lacircunstancia lo permitía, volvía a insistir sobre los temas de religión,poniendo una cara de circunstancias. Su celo pareció dar resultado, porquepronto el estrefópodo manifestó propósito de ir en peregrinación al BuenSocorro, si se curaba: a lo cual el señor Bournisien respondió que no veíainconveniente:dosprecaucionesvalíanmásqueuna.«Nosearriesgabanada.»

El boticario se indignó contra lo que él llamaba «maniobras del cura»;perjudicaban, según él, la convalecencia de Hipólito y repetía a la señoraLefrançois:

-¡Déjele!,¡déjele!¡Ustedleestáperturbandolamoralconsumisticismo!

Perolabuenaseñorayanoqueríaseguirescuchándole.Elera«lacausadetodo». Por espíritu de contradicción, incluso colgó una pila llena de aguabendita,conunaramitadeboj.

Sin embargo, ni la religión ni tampoco la cirugía parecían aliviarle, y lainvenciblegangrenaseguíasubiendodesdelasextremidadeshastaelvientre.Por más que variaban las pociones y se cambiaban las cataplasmas, losmúsculosseibandespegandocadadíamás,yporfinCarloscontestóconunaseñal de cabeza afirmativa cuando la señora Lefrançois le preguntó si nopodría,comoúltimorecurso,hacervenirdeNeufchâtelalseñorCanivet,queeraunacelebridad.

Doctorenmedicina,decincuentaaños,enbuenaposiciónysegurodesímismo, el colega no se recató para reírse desdeñosamente cuando destapóaquella pierna gangrenada hasta la rodilla. Después, habiendo dictaminado

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claramentequehabíaqueamputar,sefuealafarmaciaadespotricarcontralosanimalesquehabíanreducidoatalestadoaaquelpobrehombre.SacudiendoalseñorHomaisporelbotóndelalevita,vociferabaenlafarmacia.

-¡Esos son inventos de París! ¡Ahí están las ideas de esos señores de lacapital!, ¡es como el estrabismo, el cloroformoy la litotricia, unmontón demonstruosidadesqueelgobiernodeberíaprohibir!Quierendárselasdelistos,y les atiborran de medicamentos sin preocuparse de sus consecuencias.Nosotrosnoestamos tan capacitados como todoeso;no somosunos sabios,unos pisaverdes, unos currutacos; somos facultativos prácticos, nosotroscuramos, y no se nos pasaría por la imaginación operar a alguien que seencuentraperfectamentebien.¡Enderezarpieszambos!,¿sepuedenenderezarpies zambos?, ¡es como si se quisiera, por ejemplo, poner derecho a unjorobado!

Homaissufríaescuchandoestediscurso,ydisimulabasudesasosiegobajouna sonrisa de cortesano, poniendo cuidado en tratar bien al señorCanivet,cuyasrecetasllegabanaveceshastaYonville;.poresonosalióendefensadeBovary, ni siquiera hizo observación alguna, y, dejando a un lado susprincipios,sacrificósudignidadalosinteresesmásseriosdesunegocio.

Fue un acontecimiento importante en el pueblo aquella amputación depierna por el doctor Canivet. Todos los habitantes, aquel día, se habíanlevantadomás tempranoy laCalleMayor,aunque llenadegente, teníaalgolúgubrecomosisetrataradeunaejecucióncapital.SediscutíaenlatiendadecomestiblessobrelaenfermedaddeHipólito;loscomerciosnovendíannada,y laseñoraTuvache, lamujerdelalcalde,nosemovíade laventana,por loimpacientequeestabadeverllegaraloperador.

Llegóensucabriolet,conducidoporélmismo.Perocomolaballestadellado derecho había cedido a todo lo largo, bajo el peso de su corpulencia,resultó que el coche se inclinabaunpoco al correr, y sobre el otro cojín, alladodeldoctor,seveíaunagrancajaforradadebadanaroja,cuyostrescierresdecobreresplandecíandebrillo.Cuandoentrócomountorbellinoenelportaldel «Lion d'Or», el doctor, gritando muy fuerte, mandó desenganchar sucaballo,despuésfuealacaballerizaaversicomíabienlaavena;pues,cuandollegabaacasadesusenfermos,sepreocupabaantetododesuyeguaydesucabriolet. Se decía incluso a este propósito: «¡Ah!, ¡el señor Canivet es unextravagante!»Yserámásestimadoporesteinquebrantableaplomo.

Yapodíahundirseelmundo,queélnoalteraríaelmenordesushábitos.

Homaissepresentó.

-Cuentoconusted-dijoeldoctor---.¿Estamospreparados?¡Adelante!

Pero el boticario, sonrojándose, confesó que él era muy sensible para

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asistirasemejanteoperación.

-Cuando se es simple espectador -decía-, la imaginación, comprende, seimpresiona.Yademástengoelsistemanerviosotan...

-¡Bah!-interrumpióCanivet-,ustedmeparece,porelcontrario,propensoalaapoplejía.

Y,además,nomeextraña,porqueustedes,losseñoresfarmacéuticos,estáncontinuamentemetidosensuscocinas, locualdebede terminaralterandosutemperamento. Míreme a mí, por ejemplo: todos los días me levanto a lascuatro,meafeitoconaguafría,nuncatengofrío,ynollevoropadefranela,nopesconingúncatarro,lacajaesresistente.Vivoavecesdeunamanera,otrasdeotra,comofilósofo,aloquesalga.Poresonosoytandelicadocomousted,ymedaexactamente lomismodescuartizarauncristianoque laprimeravequesepresente.Aeso,diráusted,¡lacostumbre!...,¡lacostumbre!....

Entonces, sin ningún miramiento para Hipólito, que sudaba entre lassábanas, aquellos señores emprendieron una conversación en la que elboticario comparó la sangre fría de un cirujano a la de un general; y estacomparaciónagradóaCanivet,queseextendióenconsideracionessobre lasexigencias de su arte. Lo consideraba como un sacerdocio, aunque losoficialesdeSanidadlodeshonrasen.Porfin,volviendoalenfermo,examinólas vendas que había traído Homais, lasmismas que habían utilizado en laoperación del pie zambo, y pidió a alguien que le sostuviese la pierna.Mandaron a buscar a Lestiboudis, y el señor Canivet, después de haberseremangado,pasóalasaladebillar,mientrasqueelboticariosequedabaconArtemisayconlamesonera,lasdosmáspálidasqueundelantal,yconeloídopegadoalapuerta.Bovary,duranteaquelmomento,noseatrevióamoversedesucasa.Permanecíaabajo,enlasala,sentadojuntoalachimeneaapagada,conlacabezabaja,lasmanosjuntas,losojosfijos.¡Quédesgracia!,pensaba,¡qué contrariedad! Sin embargo, él había tomado todas las precaucionesimaginables.Eracosadelafatalidad.¡Noimporta!,siHipólitollegaraamorir,seríaélquien lohabríaasesinado.Yademás,¿qué razóndaríaen lasvisitascuando le preguntaran? Quizás, a pesar de todo, ¿se ha bía equivocado enalgo? ÉI reflexionaba, no encontraba nada. Pero también los más famososcirujanosseequivocan.

Estoera toquenunca sequerría reconocer, al contrario, se ibana reír, achillar. Los comentarios llegarían hasta Forges, ¡hasta Neufchätel!, ¡hastaRouen!,¡atodaspartes!¡Quiénsabesiloscolegasnoescribiríancontraél!Seoriginaría una polémica, habría que contestar en los periódicos. El propioHipólito podía procesarle. ¡Se veía deshonrado, arruinado, perdido! Y suimaginación, asaltada por unamultitud de hipótesis, se agitaba enmedio deellascomountonelvacíoarrastradoalmaryqueflotasobrelasolas.Emma,

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frenteaél,lemiraba;nocompartíasuhumillación,ellasentíaotra:eraladehaberse imaginado que un hombre semejante pudiese valer algo, como siveintevecesnosehubieseyadadocuentadesumediocridad.

Carlos se paseaba de un lado a otro de la habitación. Sus botas crujíansobreelpiso.

-¡Siéntate!-dijoella-,meponesnerviosa.

Élsevolvióasentar.

¿Cómoeraposiblequeella,taninteligente,sehubieraequivocadounavezmás?Porlodemás,¿porquédeplorablemaníahabíadestrozadosuexistenciaen continuos sacrificios? Recordó todos sus instintos de lujo, todas lasprivacionesde sualma, lasbajezasdelmatrimonio,delgobiernode lacasa,sus sueños caídos en el barro, como golondrinas heridas, todo lo que habíadeseado, todas las privaciones pasadas, todo lo que hubiera podido tener, y¿porqué?,¿porqué?

Enmediodelsilencioquellenabaelpueblo,ungritodesgarradoratravesóelaire.Bovarypalideciócomosifueraadesmayarse.Emmafruncióelceñoconungestonervioso,despuéscontinuó.Eraporél, sinembargo,poraquelser,poraquelhombrequenoentendíanada,quenosentíanada,puesestabaa11í, muy tranquilamente, y sin siquiera sospechar que el ridículo de sunombreibaenlosucesivoahumillarlacomoaél.Habíahechoesfuerzosporamarle, y se había arrepentido llorando por haberse entregado a otro. -Peropuedequefueraunvalgus-exclamóderepenteBovaryqueestabameditando.

Al choque imprevisto de esta frase que caía sobre su pensamiento comouna bala de plomo en una bandeja de plata,Emma, sobresaltada, levantó lacabezaparaadivinartoqueélqueríadecir;ysemiraronsilenciosamente,casipasmados de verse, tan alejados estaban en su conciencia el uno del otro.Carloslacontemplabaconlamiradaturbiadeunhombreborracho,altiempoqueescuchaba, inmóvil, losúltimosgritosdelamputadoqueseprolongabanen modulaciones lánguidas entrecortadas por gritos agudos, como alaridolejanodealgúnanimalqueestándegollando.Emmamordíasuslabiospálidos,y dando vueltas entre sus dedos a una ramita del polípero que había roto,clavaba sobre Carlos la punta ardiente de sus pupilas, como dos flechas defuegodispuestasparadisparar.Todo-enélleirritabaahora,sucara,sutraje,loquenodecía,supersonaentera,enfin,suexistencia.Searrepentíacomodeuncrimen,desuvirtudpasada,y loqueaúnlequedabasederrumbababajolosgolpes furiososde suorgullo.Sedeleitabaen todas lasperversas ironíasdel adulterio triunfante. El recuerdo de su amante se renovaba en ella conatraccionesdevértigo;arrojabaallí sualma,arrastradahaciaaquella imagenporun entusiasmonuevo; yCarlos le parecía tandespegadode suvida, tanausente para siempre, tan imposible y aniquilado, como si fuera a morir y

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hubieraagonizadoantesusojos.Seoyóunruidodepasosenlaacera.Carlosmiró,y,atravésdelapersianabajada,viojuntoalmercado,enplenosol,aldoctorCanivetquesesecabalafrenteconsupañuelo.

Homais,detrásdeél, llevabaen lamanounagrancajaroja,y losdossedirigíanalafarmacia.

Entonces Carlos, presa de una súbita ternura y de desaliento, se volvióhaciasumujerdiciéndole:

-¡Abrázame,cariño!

-¡Déjame!-dijoella,todarojadecólera.

-¿Quétienes?¿Quétienes?-repetíaélestupefacto-.¡Cálmate!¡Biensabesqueloquiero!...,¡ven!

-¡Basta!-exclamóellaconaireterrible.

Y escapando de la sala, Emma cerró la puerta con tanta fuerza, que elbarómetrosaltódelaparedyseaplastóenelsuelo.

Carlos se derrumbó en su sillón, descompuesto, preguntándose lo que lepasabaasumujer,imaginandounaenfermedadnerviosa,llorandoysintiendovagamentecircularalrededordeélalgofunestoaincomprensible.

Cuando de noche Rodolfo llegó al jardín, encontró a su amante que leesperaba al pie de la escalera, en el primer escalón.Se abrazarony todo surencorsederritiócomolanievebajoelcalordeaquelbeso.

CAPÍTULOXII

Comenzaron de nuevo a amarse. Incluso, a menudo, en medio del día,Emmaleescribíadepronto;luego,atravésdeloscristales,hacíaunaseñalaJustino,quien,desatandorápidosudelantal,volabahacialaHuchette.Rodolfovenía; era para decirle que ella se aburría, que su marido era odioso y suexistenciaespantosa.

-¿Qué puedo hacer yo? -exclamó él un día impacientado. -¡Ah!, ¡si túquisieras!...

Estabasentadaenelsuelo,entresusrodillas,conelpelosueltoylamiradaperdida.

-¿Yqué?-dijoRodolfo.

Ellasuspiró.

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-Iríamosaviviraotrolugar...,aalgunaparte...

-¡Estásloca,laverdad!-dijoélriéndose-.¿Esposible?

Emma insistió; Rodolfo pareció no entender nada y cambió deconversación.

Lo que él no comprendía era toda aquella complicación en una cosa tansencillacomoelamor.Emmateníaunmotivo,unarazón,ycomounaespeciedeapoyoparaamarle.Enefecto,aquellaternuracrecíadedíaendía,amedidaqueaumentabaelrechazodesumarido.Cuantomásseentregabaauno,másdetestabaalotro; jamásCarlos lehabíaparecido tandesagradable, conunasmanos tan toscas, una mente tan torpe, unos modales tan vulgares comodespuésdesuscitasconRodolfo,cuandoseencontrabanjuntos.

Entonces,haciéndoselaesposaylavirtuosa,seinflamabaanteelrecuerdode aquella cabeza cuyo pelo negro se enroscaba en un rizo hacia la frentebronceada,deaqueltallealavezrobustoyelegante,deaquelhombre,enfin,queposeíatantaexperienciaenlarazón,tantoarrebatoeneldeseo.Paraélselimpiabaellalasuñas,conunesmerodecincelador,ysemaquillabacontantocuidadoyseponíapachuliensuspañuelos.Secargabadepulseras,desortijas,decollares.Cuandoélibaavenir,llenabaderosassusdosgrandesjarronesdecristalazul,yarreglabasucasaysupersonacomounacortesanaqueesperaaunpríncipe.Lacriadateníaqueestarcontinuamentelavandoropa;y,entodala jornada, Felicidad no semovía de la cocina, donde el pequeño Justino amenudolehacíacompañía,lamirabatrabajar.

Conelcodosobre la largamesadondeplanchaba,observabaávidamentetodas aquellas prendas femeninas extendidas a su alrededor: las enaguas debombasí, las pañoletas, los cuellos, y los pantalones abiertos, anchos en lascaderasyestrechosporabajo.

-¿Para qué sirve eso? -preguntaba el joven pasando la mano por elmiriñaqueoloscorchetes.

--¿Peronuncahasvistonadadeesto?-respondíariendoFelicidad-,comosilopatrona,laseñoraHomais,nolosllevaraiguales.

-¡Ahsí!,¡laseñoraHomais!

Yañadíaconuntonomeditabundo:

Perfumeobtenidodelaplantadelmismonombre.

-¿Peroesunaseñoracomolatuya?

Felicidad se impacientaba viéndole dar vueltas a su alrededor. Ella teníaseisañosmásqueél,yTeodoro,elcriadodelseñorGuillaumin,empezabaahacerlelacorte.

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-¡Déjame en paz! - le decía apartando el tarro de almidón-. Vete amachacaralmendras;siempreestáshusmeandoalrededordelasmujeres;parameterteeneso,aguardaaquetesalgalabarba,traviesochaval.

-Vamos,noseenfade,voyalimpiarlesusbotines.

E inmediatamente alcanzaba sobre la chambrana los zapatos de Emma,todosllenosdebarro,elbarrodelascitasquesedeshacíaenpolvoentresusdedosyqueveíasubirsuavementeenunrayodesol.

-¡Quémiedotienesdeestropearlos!-decíalacocinera,quenoseesmerabatantocuandoloslimpiabaellamisma,porquelaseñora,cuandolatelayanoestabanueva,selosdejaba.

Emmateníamuchosensuarmarioylosibagastandopocoapoco,sinquenuncaCarlossepermitiesehacerlelamenorobservación.

AsíesqueélpagótrescientosfrancosporunapiernademaderaqueEmmacreyóoportunoregalaraHipólito.Lapatadepaloestabarellenadecorcho,ytenía articulaciones de muelle, una mecánica complicada cubierta de unpantalón negro, y terminaba en una bota brillante. Pero Hipólito, noatreviéndose a usar todos los días unapierna tan bonita, supliçó a la señoraBovaryque leprocuraseotramáscómoda.Elmédico,desde luego,volvióapagarlosgastosdeestaadquisición.

Así pues, elmozo de cuadra poco a poco volvió a su oficio. Se le veíacomo antes recorrer el pueblo, y cuando Carlos oía de lejos, sobre losadoquines,elruidosecodesupalo,tomabarápidamenteotrocamino.

FueelseñorLheureux,elcomerciante,quienseencargódelpedido;estoledioocasióndetrataraEmma.HablabaconelladelasnuevasmercancíasdeParís,demilcuriosidadesfemeninas,semostrabamuycomplaciente,ynuncareclamabadinero.

Emmaseentregabaaesafacilidaddesatisfacer todossuscaprichos.Así,quisoadquirir,pararegalárselaaRodolfo,unafustamuybonitaquehabíaenRouenenunatiendadeparaguas.

ElseñorLheureux,alasemanasiguiente,selapusosobrelamesa.

Peroaldíasiguientesepresentóensucasaconunafacturadedoscientossetentafrancossincontarloscéntimos.Emmaseviomuyapurada:todosloscajones del escritorio estaban vacíos, se debían más de quince días aLestiboudis, dos trimestres a la criada, muchas otras cosas más, y BovaryesperabaconimpacienciaelenvíodelseñorDerozerays,queteníacostumbre,cadaaño,depagarleporSanPedro.

AlprincipioEmmaconsiguióliberarsedeLheureux;porfinésteperdiólapaciencia:leperseguían,todoelmundoledebía,y,sinorecuperabaalgo,se

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veríaobligadoaretirarletodaslasmercancíasquelaseñoratenía.

-¡Bueno,lléveselas!-dijoEmma.

-¡Oh!,¡esdebroma!-replicóél-.Sólolafusta.

-Perobueno,lediréalseñorquemeladevuelva.

-¡No!,¡no!-dijoella.

-iAh!,¡tehecogido!-pensóLheureux.

Y, seguro de su descubrimiento, salió repitiendo a media voz, y con supequeñosilbidohabitual:

-¡Estábien!,¡yaveremos!,¡yaveremos!

Emma estaba pensando cómo salir del apuro, cuando la cocinera queentraba dejó sobre la chimenea un rollito de papel azul, de parte del señorDerozerays. Emma saltó encima, lo abrió. Había quince napoleones. Era elimportedelacuenta.OyóaCarlosporlaescalera;echóeloroenelfondodesucajónycogiólallave.

Tresdíasdespués,Lheureuxsepresentódenuevo.

-Voyaproponerleunarreglo-dijoél-;sienvezdelacantidadconvenida,ustedquisieratomar...

-¡Aquílatiene!-dijoellaponiéndoleenlamanocatorcenapoleones.

El tenderoquedóestupefacto.Entonces,paradisimular sudesencanto, seextendió en excusas y en ofrecimientos de servicios que Emma rechazótotalmente;despuésellasequedóunosminutospalpandoenelbolsillodesudelantal las dos monedas de cien sueldos que le había devuelto. Prometíaeconomizar,paradevolverdespués...

«¡Ah,bah!-pensóella-,yanoseacordarámásdeesto.»

Ademásdelafustaconempuñaduraroja,Rodolfohabíarecibidounselloconestadivisa:Amornelcorademás,unecharpeparahacerseunabufanday,finalmente, una petaca muy parecida a la del vizconde, que Carlos habíarecogidohacíatiempoenlacarreterayqueEmmaconservaba.Sinembargo,estos regalos le humillaban. Rechazó varios; ella insistió, y Rodolfo acabóobedeciendo,encontrándolatiránicaymuydominante.

Además,Emmateníaideasextravagantes.

-Cuandodenlasdocedelanoche-decíaella-,pensarásenmí.

Ysiélconfesabaquenohabíapensado,habíaunaseriedereproches,queterminabasiempreporlaeternapregunta.

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-¿Mequieres?

-¡Claroquesí,tequiero!-lerespondíaél.

-¿Mucho?

-¡Desdeluego!

-¿Nohastenidootrosamores,eh?

--¿Creesquemehascogidovirgen?-exclamabaélriendo.

Emmalloraba,yélseesforzabaporconsolarlaadornandoconretruécanossusprotestasamorosas.

-¡Oh!, ¡es que te quiero! -replicaba ella-, te quiero tanto que no puedopasarsinti,¿losabesbien?Avecestengoganasdevolveraverteytodaslascóleras del amor me desgarran. Me pregunto: ¿Dónde está? ¿Acaso estáhablandoconotrasmujeres?Ellas lesonríen,élseacerca.¡Oh,no!,¿verdadqueningunategusta?Lashaymásbonitas;¡peroyoséamarmejor!¡Soytuesclavaytuconcubina!¡Túeresmirey,miídolo!¡Eresbueno!¡Eresguapo!¡Eresinteligente!¡Eresfuerte!

Tantas veces le había oído decir estas cosas, que no tenían ningunanovedadparaél.

Emmaseparecíaatodaslasamantes;yelencantodelanovedad,cayendopoco a poco como un vestido, dejaba al desnudo la eternamonotonía de lapasión que tiene siempre las mismas formas y el mismo lenguaje. Aquelhombrecontantaprácticanodistinguíaladiferenciadelossentimientosbajola igualdad de las expresiones. Porque labios libertinos o venales le habíanmurmurado frases semejantes, no creía sino débilmente en el candor de lasmismas;habíaque rebajar, pensaba él, losdiscursos exageradosqueocultanafectosmediocres;comosilaplenituddelalmanosedesbordaraavecesporlasmetáforasmásvacías,puestoquenadiepuedejamásdarlaexactamedidadesusnecesidades,nidesusconceptos,nidesusdolores,ylapalabrahumanaescomouncalderocascadoenelquetocamosmelodíasparahacerbailaralososos,cuandoquisiéramosconmoveralasestrellas.

Pero, con esta superioridad de crítica propia del que en cualquiercompromiso se mantiene en reserva, Rodolfo percibió en este amor otrosgozos que explotar. Juzgó incómodo todo pudor. La trató sin miramientos.Hizodeellaalgoflexibleycorrompido.

Era una especie de sumisión idiota llena de admiración para él, devoluptuosidadesparaella.,unaplacidezquelaembotaba,ysualmasehundíaenaquellaembriaguezyseahogabaenella,empequeñecidacomoelduquedeClarenceensutoneldemalvasía.

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Sólo por el efecto de sus hábitos amorosos,MadameBovary cambió deconducta. Sus miradas se hicieron más atrevidas, sus conversaciones, máslibres; tuvo incluso la inconveniencia de pasearse con Rodolfo, con uncigarrilloenlaboca,comopara«burlarsedelmundo»;enfin,losquetodavíadudabanyanodudaroncuandolavieronundíabajarde«LaGolondrina»,eltalle ceñido por un chaleco, como si fuera un hombre; y la señora Bovarymadre, que después de una espantosa escena con sumarido había venido arefugiarseacasadesuhijo,nofuelaburguesamenosescandalizada.Muchasotrascosasleescandalizaron;enprimerlugar,Carlosnohabíaescuchadosusconsejossobrelaprohibicióndelasnovelas;después,«elestilodelacasa»ledesagradaba;sepermitióhacerlealgunasobservaciones,yseenfadaron,sobretodounavezapropósitodeFelicidad.

La señora Bovary madre, la noche anterior, atravesando el corredor, lahabíasorprendidoencompañíadeunhombre,unhombredebarbaoscura,deunos cuarenta años, y que, al ruido de sus pasos, se había escapadorápidamentedelacocina.EntoncesEmmaseechóareír;perolabuenaseñoramontóencólera,declarandoque,anoserqueseburlasendelascostumbres,debíanvigilarlasdeloscriados.

-¿Dequémundoesusted?-dijolanuera,conunamiradatanimpertinentequelaseñoraBovarylepreguntósinodefendíasupropiacausa.

-¡Salgadeaquí!-dijolajovenlevantándosedeunsalto.

-¡Emma!...¡Mamá!...-exclamabaCarlosparareconciliarlas.

Perolasdoshabíanhuidoexasperadas.Emmapataleabarepitiendo:

-¡Ah!,¡quémodales!,¡quéaldeana!

Carloscorrióhaciasumadre;estabafueradesuscasillas,ybalbuceaba:

-¡Esunainsolente!,¡unaalocada!,¡quizáspeorqueeso!

Y quería marcharse inmediatamente, si su nuera no venía a presentarleexcusas.Carlossevolvióentonceshaciasumujerylaconjuróaquecediera;sepusoderodillas;ellaacabórespondiendo.

-¡Ea!,yavoy.

En efecto, tendió la mano a su suegra con una dignidad de marquesa,diciéndole:

-¡Dispénseme,señora!

Después,vueltaasuhabitación,seechóencamabocaabajo,yllorócomounaniña,conlacabezahundidaenlaalmohada.

Habían convenido ella y Rodolfo, que en caso de que aconteciese algo

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extraordinario,ellaataríaalapersianaunpapelitoblancomojado,paraque,siporcasualidadélseencontrabaenYonville,acudieraalacallejuela,detrásdelacasa.Emmahizolaseñal;llevabaesperandotrescuartosdehora,cuandodepronto vio aRodolfo en la esquina delmercado. Estuvo tentada de abrir laventanaparallamarle;peroélyahabíadesaparecido.

Emmavolvióasumirseenladesesperación.

Sin embargo, pronto le pareció que caminaban por la acera. Era él, sinduda;bajólaescalera,atravesóelpatio.Allí,fuera,estabaRodolfo.Emmaseechóensusbrazos.

-¡Tencuidado!-dijoél.

-¡Ah!,¡sisupieras!-replicóella.

Y empezó a contarle todo, deprisa, sin orden, exagerando los hechos,inventandovariosyprodigandotantolosparéntesisqueélnoentendíanada.

-¡Vamos!,¡pobreángelmío,ánimo,consuélate,paciencia!

-Perohacecuatroañosqueaguantoyquesufro...Unamorcomoelnuestrotendráqueconfesarsealafazdelcielo:¡todossonatorturarme!¡Noaguantomás!¡Sálvame!

YseapretabacontraRodolfo;susojos, llenosde lágrimas, resplandecíancomo luces bajo el agua; su garganta jadeaba con sollozos entrecortados;jamáséllahabíaqueridotanto;detalmodoqueperdiólacabezayledijo:

-¿Quéhayquehacer?,¿quéquieres?

-¡Llévame!-exclamóella-.¡Ráptame!...¡Oh!,¡telosuplico!

Y se precipitó sobre su boca, como para arrancarle el consentimientoinesperadoquedeellaseexhalabaenunbeso.

-Pero...-replicóRodolfo.

--¿Qué?

-¿Ytuhija?

Emmareflexionóunosminutos,despuéscontestó:

-Noslallevaremos,¡quéremedio!

-¡Quémujer!-dijoélviéndolaalejarse,puesacababadeirseporeljardín.Lallamaban.

La señora Bovary, los días siguientes, se extrañó mucho de lametamorfosis de su nuera.En efecto,Emma semostrómás dócil, a inclusollegó su deferencia hasta pedirle una receta para poner pepinillos en

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escabeche.

¿Era para engañarlosmejor al unoy a la otra?, ¿o bienque ría, por unaespecie de estoicismovoluptuoso, sentirmás profundamente la amargura delas cosas que iba a abandonar? Pero no reparaba en ello, al contrario; vivíacomo perdida en la degustación anticipada de su felicidad cercana. Era untema inagotable de charlas con Rodolfo. Se apoyaba en su hombro,murmuraba:

-¡Eh!,¡cuandoestemosenladiligencia!¿Piensasenello?¿Esposible?Meparece que en el momento en que sienta arrancar el coche será como sisubiéramosenglobo,comosinosfuéramosalasnubes.¿Sabesquecuentolosdías?...¿Ytú?...

NuncaMadame Bovary estuvo tan bella como en esta época: tenía esaindefiniblebellezaqueresultadelaalegría,delentusiasmo,deléxito,yquenoesmás que la armonía del temperamento con las circunstancias. Sus ansias,suspenas,laexperienciadelplacerysusilusionestodavíajóvenes,igualquelesocurrealasflores,conelabono,lalluvia,losvientosyelsol,lahabíanidodesarrollandogradualmente y ella semostraba, por fin, en la plenitud de sunaturaleza. Sus párpados parecían recortados expresamente para sus largasmiradasamorosasenlasqueseperdíalapupila,mientrasqueunalientofuerteseparaba las finas aletas de su nariz y elevaba la carnosa comisura de suslabios, sombreados a la luz por un leve bozo negro.Dijérase que un artistahábilencorrupcioneshabíadispuestosobresunuca la trenzadamatadesuscabellos: se enroscaban en una masa espesa, descuidadamente, y según losazaresdeladulterio,quelossoltabatodoslosdías.Suvozahoratomabaunasinflexionesmássuaves,sutalletambién;algosutilypenetrantesedesprendíaincluso de sus vestidos y del arco de su pie. Carlos, como en los primerostiemposdesumatrimonio,laencontrabadeliciosayabsolutamenteirresistible.

Cuandoregresabaamedianochenoseatrevíaadespertarla.Lalamparillade porcelana proyectaba en el techo un círculo de claridad trémula, y lascortinasdelacunitaformabancomounachozablancaqueseabombabaenlasombraalladodelacama.Carloslasmiraba.Creíaoírlarespiraciónligeradesuhija.Ibaacrecerahora;cadaestación,rápidamente,traeríaunprogreso.Yalaveíavolverdelaescuelaalacaídadelatarde,todacontenta,consublusitamanchadadetinta,ysucestitacolgadadelbrazo;despuéshabríaqueponerlainterna,estocostaríamucho;¿cómohacer?Entoncesreflexionaba.

Pensaba alquilar una pequeña granja en los alrededores y que élmismovigilaría todaslasmañanasal iravisitarasusenfermos.Ahorraríaloqueleprodujera, lo colocaría en la caja de ahorros; luego compraría acciones, enalgúnsitio,encualquiera;porotraparte,laclientelaaumentaría;contabaconeso, pues quería que Berta fuese bien educada, que tuviese talentos, que

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aprendieseelpiano.¡Ah!,¡québonitasería,másadelante,alosquinceaños,cuando, pareciéndose a su madre, llevase como ella, en verano, grandessombrerosdepaja!,lastomaríandelejospordoshermanas.Yalaimaginabatrabajandodenochealladodeellos,bajolaluzdelalámpara;lebordaríaunaspantuflas;seocuparíadelacasa;lallenaríatodaconsugraciaysualegría.Porfin,pensaríanencasarla:lebuscaríanunbuenchicoquetuvieseunasituaciónsólida;laharíafeliz;estoduraríasiempre.

Emmanodormía,parecíaestardormida;ymientrasqueélseamodorrabaasulado,ellasedespertabaconotrossueños.A1galopedecuatrocaballos,era transportada desde hacía ocho días hacia un país nuevo, de donde novolveríanmás.Caminaban,caminaban,conlosbrazosentrelazados,sinhablar.A menudo, desde lo alto de una montaña, divisaba de pronto una ciudadespléndidaconcúpulas,puentes,barcos,bosquesdelimonerosycatedralesdemármol blanco, cuyos campanarios agudos albergaban nidos de cigüeñas.Caminabanalpaso,acausadelasgrandeslosas,yhabíaenelsueloramosdeflores que les ofrecían mujeres vestidas con corpiño rojo. El tañido de lascampanasylosrelinchosdelosmulosseconfundíanconelmurmullodelasguitarrasyelruidodelasfuentes,cuyovaporascendenterefrescabapilasdefrutas,dispuestasenpirámidealpiedelasestatuaspálidas,quesonreíanbajolos surtidores de agua. Y después, una tarde, llegaban a un pueblo depescadores, donde se secaban al aire redes oscuras tendidas a lo largo delacantiladoydelaschabolas.Allíesdondesequedaríanavivir;habitaríanunacasa baja, de tejado plano, a la sombra de una palmera, en el fondo de ungolfo,aorilladelmar.Sepasearíanengóndola,secolumpiaríanenhamaca;ysu existencia sería fácil y holgada como sus vestidos de seda, toda cálida yestrellada como las noches suaves que contemplarían.En este tiempo, en lainmensidaddeesteporvenirqueella sehacía representar,nadadeparticularsurgía; los días, todos magníficos, se parecían como olas; y aquello secolumpiabaenelhorizonte,infinito,armonioso,azuladoeinundadodesol.

Pero la niña empezaba a toser en la cuna, o bien Bovary roncaba másfuerte, y Emma no conciliaba el sueño hasta la madrugada, cuando el albablanqueabalasbaldosasyyaelpequeñoJustino,enlaplaza,abríalospostigosdelafarmacia.

EmmahabíallamadoalseñorLheureuxylehabíadicho:

-Necesitaríaunabrigo,ungranabrigo,decuellolargo,forrado.

-¿Sevadeviaje?-lepreguntóél.

-¡No!,pero...noimporta,¿cuentoconusted,verdad?,¡yrápidamente!

Elasintió.

-Necesitaría, además -replicó ella-, un arca..., no demasiado pesada,

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cómoda.

-Sí, sí, ya entiendo, de noventa y dos centímetros aproximadamente porcincuenta,comolashacenahora.

-Yunbolsodeviaje.

«Decididamente-pensóLheureux-,aquíhaygatoencerrado».

-Y tenga esto -dijo la señoraBovary sacando su reloj del cinturón-,tomeesto:secobrarádeahí.

Peroelcomercianteexclamóquedeningunamanera;seconocían;¿acasopodía dudar de ella? ¡Qué chiquillada! Ella insistió para que al menos sequedase con la cadena, y ya Lheureux la había metido en su bolsillo y semarchaba,cuandoEmmavolvióallamarle.

-Déjelotodoensucasa.Encuantoalabrigo-ellaparecióreflexionar-nolotraigatampoco;solamentemedaráladireccióndelsastreylediráquemelotengapreparado.

Eraelmessiguientecuandoibanafugarse.EllasaldríadeYonvitllecomoparairahacercomprasaRouen.Rodolfohabríareservadolasplazas,tomadolos pasaportes a incluso escrito a París, a fin de contar con la diligenciacompletahastaMarsella,dondecompraríanunacalesa,y,deallí,continuaríansinpararcaminodeGénova.EllasepreocuparíadeenviaracasadeLheureuxelequipaje,queseríallevadodirectamentea«LaGolondrina»,demaneraqueasínosospecharanadie;y,atodoesto,nuncasehablabadelaniña.Rodolfoevitabahablardeella;quizásellamismayanopensabaenesto.

Rodolfo quiso tener dos semanasmás por delante para terminar algunospreparativos;después,alcabodeochodías,pidióotrosquince;despuésdijoqueestabaenfermo;luegohizounviaje;pasóelmesdeagosto,ydespuésdetodosestosaplazamientosdecidieronqueseríairrevocablementeelcuatrodeseptiembre,unlunes.

Porfinllegóelsábado,laantevíspera.

AquellanocheRodolfovinomástempranoquedecostumbre.

-¿Todoestápreparado?-lepreguntóella.

-Sí.

Entonces dieron la vuelta a un arriate y fueron a sentarse cerca delterraplén,enlatapia.

-Estástriste-dijoEmma.

-No,¿porqué?

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Yentretantoéllamirabadeunmodoespecial,conternura.

--¿Espormarcharte?-replicóella-,¿pordejartusamistades,tuvida?¡Ah!,yacomprendo...¡Peroyonotengoanadieenelmundo!,túloerestodoparamí.Poresoyoserétodaparati,seréparatitufamilia,tupatria;tecuidaré,teamaré.

-¡Eresunencanto!-ledijoélestrechándolaentresusbrazos.

-¿Verdad?-dijoellaconunarisavoluptuosa-.¿Mequieres?¡júralo!

-¡Quesitequiero!,¡quesitequiero!.¡Siesqueteadoro,amormío!

Laluna,todaredondaycolordepúrpura,asomabaarasdelsuelo,alfondodelapradera.Subíarápidaentrelasramasdelosálamos,quelaocultabandevez en cuando, como una cortina negra, agujereada. Después apareció,resplandeciente de blancura, en el cielo limpio que alumbraba; y entonces,reduciendosumarcha,dejócaer sobreel ríounagranmancha,que formabainfinidaddeestrellas;yestebrilloplateadoparecíaretorcersehastaelfondo,alamaneradeunaserpientesincabezacubiertadeescamasluminosas.

Aquelloseparecíatambiénaalgúnmonstruosocandelabro,alolargodelcualchorreabangotasdediamanteenfusión.En tornoaellosseextendía lanochesuave;unascapasdesombrallenabanlosfollajes.Emma,conlosojosmedio cerrados, aspiraba con grandes suspiros el viento fresco que soplaba.Nosehablaban,deabsortosqueestabanporelensueñoquelesdominaba.Laternuradeotrostiemposlesvolvíaalamemoria,abundanteysilenciosacomoelríoquecorría,contantasuavidadcomolaquetraíadeljardínelperfumedelas celindas, y proyectaba en su recuerdo sombras más desmesuradas ymelancólicasquelasdelossaucesinmóvilesqueseinclinabansobrelahierba.A menudo algún bicho nocturno, erizo o comadreja, dispuesto para cazar,movíalashojas,oseoíapormomentosunmelocotónmaduroquecaía,solo,delespaldar.

-¡Ah!,¡quéhermosanoche!-dijoRodolfo.

-¡Tendremosotras!-replicóErnma.

Ycomohablándoseasímisma:

-Sí,serábuenoviajar...¿Porquétengoelcorazóntriste,sinembargo?¿Esel miedo a lo desconocido..., el efecto de los hábitos abandonados o másbien...?No,eselexcesodefelicidad.¡Quédébilsoy,verdad!¡Perdóname!

-Todavía estás a tiempo -exclamó Rodolfo-. Reflexiona, quizás tearrepentirásdespués.

-¡Jamás!--dijoellaimpetuosamente.

Yacercándoseaél:

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-¿Puesquédesgraciapuedesobrevenirme?Nohaydesierto,precipicioniocéanoquenoatravesaracontigo.Amedidaquevivamosjuntos,serácomounabrazo cada día más apretado, más completo. No tendremos nada que nosturbe,ningunapreocupación,ningúnobstáculo.Viviremossóloparanosotros,elunoparaelotro,eternamente...¡Habla,contéstame!

Rodolfocontestabaaintervalosregulares.«Sí...Sí...»

Ellalehabíapasadolasmanosporloscabellosyrepetíaconvozinfantil,apesardelasgruesaslágrimasquelecaían:

-¡Rodolfo! ¡Rodolfo! ¡Ah, Rodolfo, querido Rodolfito mío! Sonaron lascampanadasdemedianoche.

-¡Lasdoce!exclamóEmma-.¡Vámonos,yaesmañana!¡Undíamás!

Rodolfoselevantóparamarcharse;ycomosiaquelgestofueselaseñaldesufuga,Emmaexclamó,depronto,conairejovial:

-¿Tieneslospasaportes?

-Sí.

-¿Noolvidasnada?

-No.

-¿Estásseguro?

-Segurísimo.

-EsenelHoteldeProvence,dondemeesperarás,¿verdad?...amediodía...

Rodolfohizoungestodeafirmaciónconlacabeza.

-¡Hastamañana!-dijoEmmaenunaúltimacaricia.

Ylemiróalejarse.

Rodolfonomirabahaciaatrás,Emmacorriódetrásdeélinclinándosealaorilladelaguaentremalezas:

-¡Hastamañana!-exclamó.

Rodolfoestabayaalotroladodelríoycaminabadeprisaporlapradera.

Alcabodeunosminutossedetuvo;ycuandolavioconsuvestidoblancoevaporarse poco a poco en la sombra, como un fantasma, sintió latirle elcorazóncontantafuerzaquetuvoqueapoyarseenunárbolparanocaer.

-¡Qué imbécil soy! -dijo lanzando un espantoso juramento-.No importa,¡eraunahermosaamante!

YsúbitamenteselereapareciólabellezadeEmma,contodoslosplaceres

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deaquelamor.Primeramenteseenterneció,despuésserebelócontraella.

-Porque, al fin y al cabo -exclamaba gesticulando-, yo no puedoexpatriarmeycargarconunaniña.

Ysedecíaestascosasparareafirmarseensudecisión.

-Y,encima,lasmolestias, losgastos...¡Ah!,¡no,no,milvecesno!¡Seríademasiadoestúpido!

CAPÍTULOXIII

Apenasllegóacasa,Rodolfosesentóbruscamenteasumesadedespacho,bajolacabezadeciervoque,comotrofeo,colgabadelapared.Pero,yaconlaplumaentrelosdedos,noseleocurriónada,demodoque,apoyándoseenlosdos codos, se puso a reflexionar. Emma le parecía alejada en un pasadoremoto,comosilaresoluciónqueélhabíatomadoacabasedeponerentrelosdos,depronto,unainmensadistancia.

Afindevolveratenerensusmanosalgodeella,fueabuscaralarmario,en la cabecera de su cama, una vieja caja de galletas deReims donde solíaguardarsuscartasdemujeres,ysaliódeellaunolorapolvohúmedoyarosasmarchitas.Primeroviounpañuelodebolsillo,cubiertodegotitaspálidas.Eraun pañuelo de ella, de una vez que había sangrado por la nariz, yendo depaseo;élyanoseacordaba.Cerca,tropezandoentodaslasesquinas,estabalaminiatura que le había dado Emma; su atavío le pareció pretencioso y sumiradadesoslayo,delmáslastimosoefecto;después,afuerzadecontemplaraquella imagenyde evocar el recuerdodelmodelo, los rasgosdeEmma seconfundieronpocoapocoensumemoria,comosiel rostrovivoyel rostropintado,frotándoseelunocontraelotro,sehubieranborradorecíprocamente.Porfinleyócartassuyas;estabanllenasdeexplicacionesrelativasasuviaje,cortas, técnicasy apremiantes comocartasdenegocios.Quisoverdenuevolas largas, las de antes; para encontrarlas en el fondo de la caja, Rodolforevolviótodaslasdemás;ymaquinalmentesepusoabuscarenaquelmontóndepapelesyde cosas, y encontrómezclados ramilletes, una liga, un antifaznegro, alfileres y mechones de pelo, castaños, rubios; algunos, incluso,enredándoseenelherrajedelacaja,serompíancuandoseabría.

Vagandoentre sus recuerdos, examinaba la letray el estilode las cartas,tan variadas como sus ortografías. Eran tiernas o joviales, chistosas,melancólicas; las había que pedían amor y otras que pedían dinero. Apropósito de una palabra, recordaba caras, ciertos gestos, un tono de voz;algunasveces,sinembargo,norecordabanada.

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En efecto, aquellas mujeres, que acudían a la vez a su pensamiento, seestorbabanlasunasalasotrasyseempequeñecían,comobajounmismoniveldeamorquelasigualaba.

Cogiendo,pues, apuñados las cartasmezcladas, sedivirtióduranteunosminutosdejándolascaerencascadas,delamanoderechaalamanoizquierda.Finalmente, aburrido, cansado,Rodolfo fuea colocardenuevo la caja enelarmariodiciéndose:

-¡Quécantidaddecuentos!

Locualresumíasuopinión;porquelosplacerescomoescolaresenelpatiodeuncolegio,habíanpisoteadode talmodosucorazón,queenélnocrecíanadatierno,yloquepasabapora11í,másdistraídoquelosniños,nisiquieradejaba,comoellos,sunombregrabadoenlapared.

-¡Bueno--sedijo-,empecemos!

Escribió:

«¡Ánimo, Emma!, ¡ánimo! Yo no quiero causar la desgracia de suexistencia...»

«Después de todo, es cierto, pensó Rodolfo; actúo por su bien; soyhonrado.»

«¿Hasopesadodetenidamentesudeterminación?¿Sabeelabismoalquelaarrastraba, ángel mío? No, ¿verdad? Iba confiada y loca, creyendo en lafelicidad,enelporvenir...¡ah!,¡quédesgraciadossomos!,¡quéinsensatos!»

Rodolfoseparóaquíbuscandounabuenadisculpa.

«¿Siledijeraquetodamifortunaestáperdida?...¡Ah!,no,yademás,estonoimpediríanada.Estoserviríaparavolveraempezar.¡Esquesepuedehacerentrarenrazónatalesmujeres!»

Reflexionó,luegoañadió:

«No la olvidaré, puede estar segura, y siempre le profesaré un profundoafecto;peroundía,tardeotemprano,esteardor,taleseldestinodelascosashumanas,habríadisminuido,sinduda.Noshabríamoshastiado,yquiénsabeincluso si yo no hubiera tenido el tremendo dolor de asistir a susremordimientos y de participar yo mismo en ellos, pues habría sido elresponsable.Sólopensarensussufrimientosmetortura.¡Emma!¡Olvídeme!¿Por qué tuve que conocerla? ¿Es culpa mía? ¡Oh, Dios mío!, ¡no, no, noculpedeellomásquealafatalidad!»

«Heaquíunapalabraquesiemprehaceefecto-sedijo.»

«¡Ah!,sihubierasidounadeesasmujeresdecorazónfrívolocomotantas

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seven,yohabríapodido,poregoísmo, intentarunaexperienciaentoncessinpeligroparausted.Peroestaexaltacióndeliciosa,queesalavezsuencantoysu tormento, le ha impedido comprender, adorable mujer, la falsedad denuestra posición futura. Yo tampoco había reflexionado al principio, ydescansabaa lasombradeesa felicidad ideal,comoa ladelmanzanillo, sinpreverlasconsecuencias.»

Vaquizáasospechar-sedijo-queesmiavaricialoquemehacerenunciar...¡Ah!,¡noimporta!,¡losiento,hayqueterminar!:

«El mundo es cruel, Emma. Donde quiera que estuviésemos nos habríaperseguido. Tendría que soportar las preguntas indiscretas, la calumnia, eldesdén,elultrajetalvez.¡Ustedultrajada!,¡oh!...¡Yyoquelaqueríasentarenuntrono!,¡yoquellevosuimagencomountalismán!Porqueyomecastigoconeldestierroportodoelmalquelehehecho.Memarcho.¿Adónde?Nolosé, ¡estoy loco! ¡Adiós! ¡Sea siempre buena! Guarde el recuerdo deldesgraciado que la ha perdido. Enseñe mi nombre a su hija para que loinvoqueensusoraciones.»

Elpábilodelasdosvelastemblaba.Rodolfoselevantóparairacerrarlaventana,ycuandovolvióasentarse:

-Meparecequeestátodo.¡Ah!Añadiré,paraquenovengaareanimarme:«Estarélejoscuandoleaestastristeslíneas;pueshequeridoescaparmelomásprontoposibleafindeevitarlatentacióndevolveraverla.¡Noesdebilidad!Volveré,ypuedequemásadelantehablemosjuntosmuyfríamentedenuestrosantiguosamores.¡Adiós!»

Y había un último adiós, separado en dos palabras: «¡ADios!», lo cualjuzgabademuybuengusto.

-¿Cómovoya firmar, ahora? -sedijo-. ¿Susiempre fíel?¿Suamigo?Sí,esoes:«Suamigo.»

Rodolfo releyó la carta. la encontró bien. «¡Pobrecilla chica! -pensóenternecido-.Va a creersemás insensible que una roca; habrían hecho faltaaquíunaslágrimas;peronopuedollorar;noesmíalaculpa.»Yechandoaguaenunvaso,Rodolfomojóenellasudedoydejócaerdesdearribaunagruesagota,quehizounamanchapálidasobrelatinta;después,tratandodecerrarlacarta,encontróelselloAmornelcor.

-Estonopegaenestemomento...¡Bah!,¡noimporta!

Despuésdelocual,fumótrespipasyfueaacostarse.

Aldíasiguiente,cuandoselevantó,alrededordelasdos(sehabíaquedadodormidomuytarde),Rodolfofuearecogerunacestilladealbaricoques,pusolacartaenelfondodebajodehojasdeparra,yordenóenseguidaaGirard,su

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gañán, que la llevase delicadamente. Se servía de este medio paracorresponderconella,enviándole,segúnlatemporada,frutaocaza.

-Silepidenoticiasmías-ledijo-,contestarásquehesalidodeviaje.Hayque entregarle el cestillo a ella misma, en sus propias manos... ¡Vete concuidado!

Girard se puso su blusa nueva, ató su pañuelo alrededor de losalbaricoques,ycaminandoagrandespasosconsusgrandeszuecosherrados,tomótranquilamenteelcaminodeYonville.

MadameBovary,cuandoélllegóacasa,estabapreparandoconFelicidad,enlamesadelacocina,unpaquetederopa.

-Aquítiene-dijoelgañán-loquelemandanuestroamo.

Ellafuepresadeunacorazonada,y,altiempoquebuscabaunamonedaensubolsillo,mirabaalcampesinoconojoshuraños,mientrasqueélmismolamiraba con estupefacción, no comprendiendo que semejante regalo pudieseconmocionar tanto a alguien. Por fin se marchó. Felicidad quedaba a11í.Emma no aguantaba más, corrió a la sala como para dejar a11í losalbaricoques,vacióelcestillo,arrancólashojas,encontrólacarta,laabrióy,como si hubierahabidodetrásde ellaun terrible incendio,Emmaempezóaescaparhaciasuhabitación,todaasustada.

Carlos estaba allí, ella se dio cuenta; él le habló, Emma no oía nada, ysiguió deprisa subiendo las escaleras, jadeante, loca, ymanteniendo aquellahorriblehojadepapel,quelecrujíaentrelosdedoscomosifuesedehojalata.Enelsegundopisoseparóantelapuertadeldesvánqueestabacerrada.

Entoncesquisocalmarse;seacordódelacarta,habíaqueterminarla,noseatrevió.

Además,¿dónde?,¿cómo?,laverían.

«¡Ah!,no,aquí-pensóella-estarébien.»

Emmaempujólapuertayentró.

Las pizarras del tejado dejaban caer a plomo un calor pesado, que leapretabalassienesylaahogaba;searrastróhastalabuhardillacerrada,corrióelcerrojoydegolpebrotóunaluzdeslumbrante.

Enfrente, por encima de los tejados, se extendía el campo libre hastaperdersedevista,laspiedrasdelaacerabrillaban,lasveletasdelascasassemantenían inmóviles; en la esquina de la calle salía de un piso inferior unaespecie de ronquido con modulaciones estridentes. Era Binet que trabajabaconel torno.Emma,apoyadaenelvanode labuhardilla, releía lacartaconrisasdecólera.Perocuantamayoratenciónponíaenello,másseconfundían

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susideas.Levolvíaaver,leescuchaba,leestrechabaconlosdosbrazos;yloslatidosdelcorazón,que lagolpeabanbajoelpechocomograndesgolpesdeariete,seacelerabansinparar,a intervalosdesiguales.Mirabaasualrededorconeldeseodequeseabrieselatierra.¿Porquénoacabardeunavez?¿Quiénseloimpedía?Eralibre.Yseadelantó,miróalpavimentodiciéndose:

-¡Vamos!,¡vamos!

Elrayodeluzquesubíadirectamentearrastrabahaciaelabismoelpesodesucuerpo.

Leparecíaqueelsuelodelaplaza,oscilante,seelevabaalolargodelasparedes,yqueeltechodelabuhardillaseinclinabaporlapunta,alamanerade un barco que cabecea. Ella se mantenía justo a la orilla, casi colgada,rodeadadeungranespacio.Elazuldelcielolainvadía,elairecirculabaensucabezahueca,sólolefaltabaceder,dejarsellevar,yelronquidodeltornonocesaba,comounavozfuriosaquelallamaba.

-¡Mujer!,¡mujer!-gritóCarlos.

Emmaseparó.

-Pero¿dóndeestás?¡Vente!

Laideadequeacababadeescapara lamuerteestuvoapuntodehacerledesvanecerse de terror; cerró los ojos; después se estremeció al contacto deunamanoensumanga;eraFelicidad.

-Elseñorlaespera,señora;lasopaestáservida.

¡Yhuboquebajar!,¡yhuboquesentarsealamesa!

Intentócomer.Losbocados le ahogaban.Entoncesdesplegó su servilletacomopara examinar los zurcidos, y quiso realmente aplicarse a ese trabajo,contar los hilos de la tela.De pronto, le asaltó el recuerdo de la carta. ¿Lahabíaperdido?¿Dóndeencontrarla?

Peroellasentíatalcansancioensuespírituquenofuecapazdeinventarunpretexto para levantarse de lamesa.Además se había vuelto cobarde; teníamiedo a Carlos; él lo sabía todo, seguramente. En efecto, pronunció estaspalabras,deunmodoespecial:

-Segúnparece,tardaremosenvolveraveralseñorRodolfo.

--¿Quiéntelohadicho?-dijoellasobresaltada.

--¿Quiénme lo ha dicho? -replicó él, un poco sorprendido por este tonobrusco-;

Girard, a quien he encontrado hace un momento a la puerta del «CaféFrancés».Hasalidodeviajeovaasalir.Elladejóescaparunsollozo.

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-¿Quéesloqueteextraña?Seausentaasídevezencuandoparadistraerse,y,¡afemía!,yoloapruebo.¡Cuandosetienefortunayseestásoltero!...Porlodemás, nuestro amigo se divierte a sus anchas, es un bromista. El señorLangloismehacontado...

Élsecallópordiscreción,puesentrabalacriada.

Felicidad volvió a poner en el cesto los albaricoques esparcidos por elaparador;Carlos,sinnotarelcolorrojodelacaradesumujer,pidióqueselostrajeran,tomóunoylomordió.

-¡Oh!,¡perfecto!-exclamó-.Toma,prueba.

Yletendiólacanastilla,queellarechazósuavemente.

-Huele:¡quéolor!-dijoélpasándoseladelantedelanarizvariasveces.

-¡Meahogo!--exclamóellalevantándosedeunsalto.

Pero,porunesfuerzodevoluntad,aquelespasmodesapareció;ydespués.

-¡Noesnada!-dijoella-,¡noesnada!,¡sonlosnervios!¡Siéntate,come!

Porqueellatemíaquefuesenainterrogarla,acuidarla,anodejarlaenpaz.

Carlos, por obedecer, se había vuelto a sentar, y echaba en sumano loshuesosdelosalbaricoquesquedepositabainmediatamenteensuplato.

Depronto,untilburiazulpasóatroteligeroporlaplaza.Emmalanzóungritoycayórígidaalsuelo,deespalda.

En efecto, Rodolfo, después demuchas reflexiones, se había decidido amarcharseparaRouen.Ahorabien,comonohay,desdelaMuchetteaBuchy,otrocaminoqueeldeYonville,habíatenidoqueatravesarelpueblo,yEmmalohabíareconocidoalaluzdelosfaroles,quecortabanelcrepúsculocomounrelámpago.

Elfarmacéutico,aloírelbarulloquehabíaencasa,saliócorriendohaciaella. La mesa, con todos los platos, se había volcado; salsa, carne, loscuchillos,elsaleroylaaceiterallenabanlasala;Carlospedíasocorro;Berta,asustada, gritaba; y Felicidad cuyas manos temblaban, desabrochaba a laseñora,queteníaconvulsionesportodoelcuerpo.

-Voy corriendo -dijo el boticario- a buscar a mi laboratorio un poco devinagrearomático.

Después,viendoqueEmmavolvíaaabrirlosojosalrespirarelfrasco,dijoelboticario:

-Estabaseguro;estoresucitaríaaunmuerto.

-¡Háblanos! -decía Carlos-, ¡háblanos! ¡Vuelve en ti! ¡Soy yo, tu Carlos

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quetequiere!¿Mereconoces?Mira,aquítienesatuhijita:¡bésala!

Laniña tendía losbrazoshaciasumadreparacolgarseasucuello.Pero,volviendolacabeza,Emmadijoconunavozentrecortada:

-No,no...¡nadie!

Yvolvióadesvanecerse.Lallevaronasucama.

Allíseguíatendida,conlabocaabierta,lospárpadoscerrados,laspalmasdelasmanosextendidas,inmóvil,yblancacomounaestatuadecera.Desusojossalíandosamagosdelágrimasquecorríanlentamentehacialaalmohada.

Carlospermanecíaenelfondodelaalcoba,yelfarmacéutico,asu lado,guardabaesesilenciomeditativoqueconvienetenerenlasocasionesseriasdelavida.

-Tranquilícese -le dijo dándole con el codo-, creo que el paroxismo hapasado.

-Sí,ahoradescansaunpoco-respondióCarlos,quemirabacómodormía-.¡Pobremujer!...¡Pobremujer!,harecaído.

EntoncesHomaispreguntócómohabíasobrevenidoesteaccidente.Carlosrespondióquelehabíadadoderepente,mientrascomíaunosalbaricoques.

-¡Quéraro!.-replicóelfarmacéutico-.Peroesposiblequelosalbaricoquesfuesenlacausadeestesíncope¡Haynaturalezastansensiblesfrenteaciertosolores!,ainclusoseríaunbuentemadeestudio,tantoenelplanopatológicocomo en el fisiológico. Los sacerdotes conocían su importancia, ellos quesiempre han mezclado aromas a sus ceremonias. Es para entorpecer elentendimiento y provocar éxtasis, cosa por otro lado fácil de obtener en laspersonas del sexo débil, que son más delicadas. Se habla de quienes sedesmayan al olor del cuero quemado, del pan tierno... -¡Cuidado, que no sedespierte!-dijoenvozbajaBovary.

-Y no sólo -continuó el boticario- los humanos están expuestos a estasanomalías, sino también los animales. Así, usted no ignora el efectosingularmenteafrodisiacoqueproducelanepetacataria,vulgarmentellamadahierba de gato, en los felinos; y por otra parte, para citar un ejemplo cuyaautenticidad garantizo, Bridoux (uno de mis antiguos compañeros,actualmente establecido en la calle Malpalu) posee un perro al que le danconvulsionescuando lepresentanuna tabaquera. Inclusohace laexperienciadelantedesusamigos,ensupabellóndelbosqueGuillaume.¿Sepodríacreerqueunsimpleestornutariopudieseejercertalesefectosenelorganismodeuncuadrúpedo?Essumamentecurioso,¿noescierto?

-Sí-dijoCarlos,quenoescuchaba.

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-Estonosprueba-replicóelotro,sonriendoconunairedesuficiencia-lasinnumerables irregularidades del sistema nervioso. En cuanto a la señora,siempremehaparecido,loconfieso,unaverdaderasensitiva.Portanto,noleaconsejaré,mibuenamigo,ningunodeesospretendidos remediosque,bajopretexto de curar los síntomas, atacan el temperamento. No, ¡nada demedicaciónociosa!, ¡régimennadamás!, sedantes, emolientes,dulcificantes.Además,¿nopiensaustedquequizáshabríaqueimpresionarlaimaginación?

-¿Enqué?,¿cómo?-dijoBovary.

-¡Ah!, ¡esta es la cuestión!Efectivamente, esa es la cuestión:That it thequestion,comoleíayohacepocoenelperiódico.

PeroEmma,despertándose,exclamó.

---¿Ylacarta?,¿ylacarta?

Creyeronquedeliraba;deliróapartirdemedianoche:selehabíadeclaradounafiebrecerebral.

Durantecuarentay tresdíasCarlosnoseapartódesu lado.Abandonóatodos sus enfermos; ya no se acostaba, estaba continuamente tomándole elpulso,poniéndolesinapismos,compresasdeaguafría.EnviabaaJustinohastaNeufchátelabuscarhielo;elhielosederretíaenelcamino;volvíaaenviarlo.LlamóalseñorCanivetparaconsulta;hizovenirdeRouenaldoctorLarivière,su antiguo maestro; estaba desesperado. Lo que más le asustaba era elabatimiento deEmmá; porque no hablaba, no oía nada a incluso parecía nosufrir,comosisucuerpoysualmahubiesendescansadojuntosde todassusagitaciones.

Haciamediadosdeoctubrepudosentarseenlacamaconunasalmohadasdetrás. Carlos lloró cuando le vio comer su primera rebanada de pan conmermelada.Lasfuerzas levolvieron;se levantabaunashoraspor la tarde,y,un día que se sentía mejor, él trató de hacerle dar un paseo por el jardín,apoyadaensubrazo.Laarenadelospaseosdesaparecíabajolashojascaídas;caminabapasoapaso,arrastrandosuszapatillas,y,apoyándoseenelhombrodeCarlos,continuabasonriendo.

Fueronasíhastaelfondo,cercadelaterraza.Ellaseenderezólentamente,sepusolamanodelantedelosojosparamirar;miróalolejos,muyalolejos;pero no había en el horizonte más que grandes hogueras de hierba quehumeabansobrelascolinas.

-Vasacansarte,amormío-dijoBovary.

Yempujándolasuavementeparahacerleentrarbajoelcenador:

-Siéntateenesebanco,ahíestarásbien.

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-¡Oh,no,ahíno!-dijoellaconunavozdesfallecida.Tuvounmareo,yapartir del anochecer volvió a enfermar, con unos síntomas más indefinidosciertamente, y con caracteres más complejos. Ya le dolía el corazón, ya elpecho, la cabeza, las extremidades; le sobrevinieron vómitos en que Carloscreyóverlosprimerossíntomasdeuncáncer.

Y,porsifuerapoco,Bovaryteníaapurosdedinero.

CAPÍTULOXIV

En primer lugar, no sabía cómo hacer para resarcir al señor Homais detodos los medicamentos que habían ve nido de su casa; y aunque hubierapodido,comomédico,nopagarlos,seavergonzabaunpocodeestefavor.Porotrolado,elgastodelacasa,ahoraquelollevabalacocinera,eraespantoso;las cuentas llovían; los proveedores murmuraban; el señor Lheureux, sobretodo,leacosaba.Enefecto,enlomásfuertedelaenfermedaddeEmma,éste,aprovechándose de la circunstancia para exagerar su factura, había llevadorápidamenteelabrigo,elbolsodeviaje,dosbaúlesenvezdeuno,ycantidaddecosasmás.PormásqueCarlosdijoquenolosnecesitaba,elcomercianterespondió con arrogancia que no los volvía a tomar; además, esto seríacontrariaralaseñoraensuconvalecencia;elseñorreflexionaría;enresumen,élestabaresueltoademandarleantesquecederdesusderechosyllevarselasmercancías.Carlosordenódespués,quelasdevolviesenasutienda;Felicidadse olvidó; él tenía otras preocupaciones; no pensó más en ello; el señorLheureux volvió a la carga, y, alternando amenazas con lamentaciones,maniobródetalmanera,queBovaryacabóporfirmarunpagaréaseismesesdevencimiento.Peroapenashubofirmadoaquélpagaré,seleocurrióunaideaaudaz: la de pedir prestados mil francos al señor Lheureux. Así pues,preguntó, en un tono un poco molesto, si no había medio de conseguirlos,añadiendoqueseríaporunañoyalinterésquelepidieran.Lheureuxcorrióasutienda,trajolosescudosydictóotropagaré,porelcualBovarydeclarabaquepagaríaasuorden,elprimerodeseptiembrepróximolacantidaddemilsetenta francos; lo cual, con los ciento ochenta ya estipulados, sumabanmildoscientoscincuenta.Deestamanera,prestandoalseisporciento,aloquesesumabauncuartodecomisiónmásuntercioporlomenosqueleproduciríanlasmercancías,aquellaoperacióndebía,endocemeses,dartreintafrancosdebeneficio;yélesperabaqueelnegocionoacabaríaahí,quenopodríansaldarlospagarés,quelosrenovarían,yquesupobredinero,alimentadoencasadelmédico como en unaCasa de Salud, volvería un día a la suya,muchomásrollizo,ygruesohastahacerreventarlabolsa.Porotraparte,todolesalíabien.

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EraadjudicatoriodeunsuministrodesidraparaelhospitaldeNeufchâtel;el señor Guillaumin le prometía acciones en las turberas de Grumesnil, ysoñabaconestablecerunnuevoserviciodediligenciasentreArgueilyRouen,quenotardaría,sinduda,enarruinarelcarricochedel«Liond'Or»,yque,alsermás rápida,más barata y llevandomás equipajes, pondría en susmanostodoelcomerciodeYonville.

Carlos se preguntó varias veces por qué medio, el año próximo, podríapagartantodinero;ybuscaba,imaginabaexpedientes,comoelderecurrirasupadreovenderalgo.

Perosuprogenitorharíaoídossordos,yél,porsuparte,noteníanadaquevender.

Cuando pensaba en tales problemas, alejaba enseguida de sí un tema demeditación tan desagradable. Se acusaba de olvidarse de Emma; como siperteneciendotodossuspensamientosasumujer,hubiesesidousurparlealgoelnopensarcontinuamenteenella.

El invierno fue rudo. La convalecencia de la señora fue larga. Cuandohacíabueno, la llevaban en su sillón al ladode laventana, la quedaba a laplaza,pues seguíamanteniendosu rechazoa lahuerta,y lapersianadeestelado estaba constantemente cerrada.Ella quería quevendiesen el caballo; loqueantesamabaahoraledesagradaba.

Todassusideasparecíanlimitarsealcuidadodesímisma.Permanecíaencamatomandopequeñascolaciones,llamabaasucriadaparapreguntarleporlastisanasoparacharlarconella.Entretantolanievecaídasobreeltejadodelmercado proyectaba en la habitación un reflejo blanco, inmóvil; luegovinieron las lluvias. Y Emma esperaba todos los días, con una especie deansiedad,lainfaliblerepeticióndeacontecimientosmínimosque,sinembargo,apenas le importaban.Elmásdestacadoera,por lanoche, la llegadade«LaGolondrina». Entonces la hostelera gritaba y otras voces le respondían,mientras que el farol de mano de Hipólito, que buscaba baúles en la baca,hacíadeestrellaenlaoscuridad.Amediodía,regresabaCarlos.Despuéssalía;luegoellatomabauncaldo,y,hacialascinco,alacaídadelatarde,losniñosquevolvíandeclase,arrastrandosuszuecosporlaacera,golpeabantodosconsusreglaslaaldabadelospostigos,unosdetrásdeotros.

Aesahoraibaavisitarlaelpárroco,señorBournisien.Lepreguntabaporsusalud, le traíanoticiasy lehacíaexhortaciones religiosasenunapequeñacharla mimosa no exenta de atractivo. La simple presencia de la sotanabastabaparareconfortarla.

Un día en que, en lo más agudo de su enfermedad, se había creídoagonizante,pidiólacomuniónyamedidaquesehacíanensuhabitaciónlos

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preparativosparaelsacramento,se transformabaenaltar lacómodallenadejarabes y Felicidad alfombraba el suelo con dalias, Emma sintió que algofuertepasabaporella,quele liberabadesusdolores,de todapercepción,detodo sentimiento. Su carne aliviada, ya no pesaba, empezaba una vidadiferente;leparecióquesuser,subiendohaciaDios,ibaaanonadarseenaquelamorcomoun inciensoencendidoquesedisipaenvapor.Rociarondeaguabendita las sábanas; el sacerdote sacó del copón la blanca hostia, ydesfalleciendodeungozocelestial,Emmaadelantósuslabiospararecibirelcuerpo del Salvador que se ofrecía. Las cortinas de su alcoba se ahuecabansuavementealrededordeella,enformadenubes,ylasllamasdelasdosvelasque ardían sobre la cómoda le parecieronglorias resplandecientes.Entoncesdejó caer la cabeza, creyendo oír en los espacios la música de las arpasseráficasypercibirenuncielodeazur,enuntronodorado,enmediodelossantos que sostenían palmas verdes, al Dios Padre todo resplandeciente demajestad,queconunaseñalhacíabajarhacialatierraángelesconlasalasdefuegoparallevárselaensusbrazos.

Estavisiónespléndidaquedóensumemoriacomolacosamásbellaquefuese posible soñar; de tal modo que ahora se esforzaba en evocar aquellasensación, que continuaba a pesar de todo, pero de una manera menosexclusiva y con una dulzura igualmente profunda. Su alma, cansada deorgullo,descansabaporfinenlahumildadcristiana,y,saboreandoelplacerdeserdébil,Emmacontemplabaensímismaladestruccióndesuvoluntad,queiba a dispensar una amplia acogida a la llamada de la gracia. Existían, portanto, en lugar de la dicha terrena, otras felicidadesmayores, otro amor porencima de todos los amores, sin intermitencia ni fin, y que creceríaeternamente.Ella entrevió, entre las ilusiones de su esperanza, un estadodepureza flotandopor encimade la tierra, confundiéndose con el cielo, al queaspiraba a llegar. Quiso ser una santa. Compró rosarios, se puso amuletos;suspiraba por tener en su habitación, a la cabecera de su cama, un relicarioengarzadodeesmeraldas,parabesarlotodaslasnoches.

Elcurasemaravillabadetodasestasdisposiciones,aunquelareligióndeEmma, creía él, pudiese, a fuerza de fervor, acabar por rozar la herejía ainclusolaextravagancia.Pero,noestandomuyversadoenestasmaterias,tanprontocomosobrepasaronciertamedida,escribióalseñorBoulard,librerodeMonseñor, para que le enviase algomuy selecto para una persona del sexofemenino, de mucho talento. El librero, con la misma indiferencia que sihubieraenviadoquincallaanegros,leembalóunbatiburrillodetodoloquedelibros piadosos circulaba en el mercado. Eran pequeños manuales conpreguntas y respuestas, panfletos de un tono arrogante en el estilo del deMaistre,especiedenovela:-,encuadernadasencartonérosa,ydeestilodulzón,escritasporseminaristastrovadoresoporpedantesarrepentidos.HabíaallíelPiensebienenesto;ElhombremundanoalospiesdeMaría,porelseñorde...,

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condecoradoporvariasOrdenes;ErroresdeVoltaire,parausodelosjóvenes,etc. Pero Madame Bovary no tenía todavía la mente bastante lúcida paradedicarse seriamente a cosa alguna; por otra parte, emprendió estas lecturascon demasiada precipitación. Se irritó contra las prescripciones del culto; laarrogancia de los escritos polémicos le desagradó por su obstinación enperseguir a gente que ella no conocía; y los cuentos profanos con mensajereligiosoleparecieronescritoscontalignoranciadelmundo,quelaapartaroninsensiblementedelasverdadescuyapruebaesperaba.Sinembargo,persistióy, cuando el libro le caía de las manos, se sentía presa de la más finamelancolía católica que un alma etérea pudiese concebir. En cuanto alrecuerdo de Rodolfo, lo había sepultado en el fondo de su corazón; y allípermanecía, más solemne y más inmóvil que una momia real en unsubterráneo. De aquel gran amor embalsamado se escapaba un aroma que,atravesándolo todo, perfumaba de ternura la atmósfera inmaculada en quequeríavivir.Cuandosearrodillabaensureclinatoriogótico,dirigíaalSeñorlas mismas palabras de dulzura que antaño murmuraba a su amante en losdesahogosdeladulterio.Eraparahacervenirlafe;pesoningúndeleitebajabade los cielos, y se levantaba con los miembros cansados, con el vagosentimientodeun inmensoengaño.Estabúsqueda,pensabaella,noerasinounméritomás; y en el orgullo de su devoción,Emma se comparaba a esasgrandes señoras de antaño, cuya gloria había soñado en un retrato de laVallière,yque,arrastrandocontantamajestadlarecargadacoladesuslargosvestidos,seretirabanalassoledadesparaderramaralospiesdeCristotodaslaslágrimasdesucorazónheridoporlaexistencia.

Entonces, se entregó a caridades excesivas.Cosía trajes para los pobres;enviabaleñaalasmujeresdeparto;yCarlos,undíaalvolveracasa,encontróen la cocinaa tresgolfillos sentadosa lamesa tomándoseuna sopa.Mandóquele trajeranacasaasuhijita,a laquesumarido,durantesuenfermedad,habíaenviadodenuevoacasadelanodriza.Quisoenseñarlealeer;pormásque Berta lloraba, ella no se irritaba. Había adoptado una actitud deresignación, una indulgencia universal. Su lenguaje, a propósito de todo,estaba llenodeexpresiones ideales.Ledecíaasuniña: -¿Se tehapasadoelcólico,ángelmío?

La señora Bovarymadre no encontraba nada que censurar, salvo quizásaquellamaníadecalcetarprendasparaloshuérfanosenvezderemendarsustrapos. Pero abrumada por las querellas domésticas, la buena mujer seencontraba a gusto en aquella casa tranquila, a incluso se quedó allí hastadespués de Pascua, a fin de evitar los sarcasmos de Bovary padre, que nodejabanuncadeencargarunembutidoeldíadeViernesSanto.

Además de la compañía de su suegra, que la fortalecía un poco por surectituddejuicioysusmanerasgraves,Emmateníacasitodoslosdíasotras

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compañías.Eran la señoraLanglois, la señoraCaron, la señoraDubreuil, laseñoraTuvachey,regularmente,dedosacinco,alaexcelenteseñoraHomais,quenuncahabíaqueridocreerenningunodeloschismesquecontabandesuvecina.

TambiénibanaverlalospequeñosHomais;losacompañabaJustino.Subíaconellosalahabitaciónypermanecíadepiecercadelapuerta,inmóvil,sinhablar.Amenudo,incluso,MadameBovary,sinpreocuparsedesupresencia,empezaba a arreglarse. Comenzaba por quitarse su peineta sacudiendo lacabezaconunmovimientobrusco;cuandoJustinovioporprimeravezaquellacabellerasuelta,quelellegabahastalascorvas,desplegandosusnegrosrizos,fue para él, pobre infeliz, como la entrada súbita en algo extraordinario ynuevocuyoesplendorleasustó.

Emma,sinduda,nosedabacuentadeaquellascomplacenciassilenciosasni de sus timideces. No sospechaba que el amor, desaparecido de su vida,palpitaba a11í, cerca de ella, bajo aquella camisa de tela burda, en aquelcorazóndeadolescenteabiertoalasemanacionesdesubelleza.Porlodemás,ahorarodeabatododetalindiferencia,teníapalabrastanafectuosasymiradastan altivas, modales tan diversos, que ya no se distinguía el egoísmo de lacaridad,nilacorrupcióndelavirtud.Unatarde,porejemplo,seirritóconsucriada,quedeseabasalirybalbuceababuscandounpretexto:

-¿Túlequieres?-ledijo.

YsinesperarlarespuestadeFelicidad,queseponíacolorada,añadióconuntonotriste:

-¡Vamos,corre!,¡diviértete!

Al comienzo de la primavera hizo cambiar totalmente la huerta de unextremo a otro, a pesar de las observaciones de Bovary; él se alegró, sinembargo, de verla, por fin, manifestar un deseo, cualquiera que fuese. Amedidaqueserestablecía,manifestóotros.

Primeramentebuscó lamaneradeexpulsara la tíaRolet, lanodriza,quehabíatomadolacostumbredurantesuconvalecenciadevenircondemasiadafrecuencia a la cocina con sus dos niños de pecho y su huésped con máshambre que un caníbal. Después se deshizo de la familia Homais, despidiósucesivamente a las demás visitas a incluso frecuentó la iglesia conmenosasiduidad,congranaplausodelboticarioqueledijoentoncesamistosamente:

-Seestabaustedhaciendounpocobeata.

El señor Bournisien, como antaño, aparecía todos los días al salir delcatecismo.

Prefería quedarse fuera a tomar el aire en medio de la enramada, así

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llamabaalaglorieta.

EralahoraenquevolvíaCarlos.Teníancalor,traíansidradulceybebíanjuntosporeltotalrestablecimientodelaseñora.

Allí estaba Binet, un poco más abajo, contra la tapia de la terraza,pescandocangrejos.

Bovaryle invitó tambiéna tomaralgo,pueseramuyhábilendescorcharbotellas.

-Es preciso -decía dirigiendo a su alrededor y hasta los extremos delpaisaje unamirada de satisfacción-mantener así la botella vertical sobre lamesa,y,unavezcortados loskilos,moverelcorchoavueltecitas,despacio,despacio,comosehace,porotraparte,conelaguadeSeltzenlosrestaurantes

Perodurantesudemostraciónlasidralesaltabaamenudoenplenacara,yentonceseleclesiástico,conunarisaopaca,hacíasiempreestechiste:

-¡Subondadsaltaalosojos!

En efecto, era un buen hombre, a incluso un día no se escandalizó delfarmacéutico,queaconsejabaaCarlos,paradistraeralaseñora,quelallevasealteatrodeRouenaveralilustretenorLagardy.Homais,extrañadodeaquelsilencio,quisoconocersuopinión,yelcuradeclaróqueveíalamúsicacomomenospeligrosaparalascostumbresquelaliteratura.

Pero el farmacéutico emprendió la defensa de las letras. El teatro,pretendía, servía para criticar los prejuicios, y, bajo la máscara del placer,enseñabalavirtud.

-¡Cartigatridendomores,señorBournisien!Porejemplo,fíjeseenlamayorpartede las tragedias de Voltaire; están sembradas hábilmente dereflexionesfilosóficasquehacendeellasunaverdaderaescuelademoralydediplomaciaparaelpueblo.

-Yo -dijoBinet-vi hace tiempounaobrade teatro tituladaLeGamindeParis,dondesetrazaelcarácterdeunviejogeneralqueestáverdaderamentechiflado. Echa una bronca a un hijo de familia que había seducido a unaobrera,quealfinal...

-¡Ciertamente! -continuaba Homais-, haymala literatura como haymalafarmacia; pero condenar en bloque lamás importante de las bellas artesmeparece una ligereza, una idea medieval, digna de aquellos abominablestiemposenlosqueseencarcelabaaGalileo.

-Yasé-objetóelcura-quehaybuenasobras,buenosautores;sinembargo,sóloelhechodequeesaspersonasdediferentesexoesténreunidasenunlugarencantador,adornadodepompasmundanas,yademásesosdisfracespaganos,

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esemaquillaje,esoscandelabros,esasvocesafeminadas, todoesto tienequeacabarporengendrarunciertolibertinajedeespírituyprovocarpensamientosdeshonestos, tentaciones impuras. Tal es al menos la opinión de todos losSantos Padres. En fin -añadió, adoptando repentinamente un tono de vozmístico,mientrasquedabavueltassobresupulgaraunatomaderapé-,silaIglesia ha condenado los espectáculos es porque tenía razón; debemossometernosasusdecretos.

-¿Por qué -preguntó el boticario- excomulga a los comediantes?, puesantaño participaban abiertamente en las ceremonias del culto. Sí,representabanenmediodelcorounaespeciedefarsasllamadasmisterios,enlascualeslasleyesdeladecenciaseveíanamenudovulneradas.

Eleclesiásticoselimitóadejarescaparunalamentaciónyelfarmacéuticoprosiguió:

-Es como en laBiblia; ¡hay..., sabe usted...,más de un detalle... picante,cosas...verdaderamente...atrevidas!

YaungestodeirritaciónquehacíaelseñorBournisien:

-¡Ah!, usted convendrá conmigo que no es un libro para poner entre lasmanosdeunjoven,ymedisgustaría,queAtalía...

-¡Pero son los protestantes y no nosotros -exclamó el otro desazonado-quienesrecomiendanlaBiblia!

-¡Noimporta!-dijoHomais-,meextrañaque,ennuestrosdías,enunsiglode luces, se obstinen todavía en proscribir un solaz intelectual que esinofensivo,moralizanteainclusohigiénicoaveces,¿verdad,doctor?

-Sinduda-respondióelmédicoentonoindolente,yaporque,pensandolomismo,noquisieraofenderanadie,obienporquenopensaranada.

La conversación parecía terminada cuando el farmacéutico juzgóconvenientelanzarunanuevapulla.

-Heconocidoasacerdotesquesevestíandepaisanoparairaverpatalearalasbailarinas.

-¡Vamos!-dijoelcura.

-¡Ah!,¡pueslosheconocido!

Yseparandolassílabasdesufrase,Homaisrepitió:

-Los-he-co-no-ci-do.

-¡Bueno!,ibanpormalcamino-dijoBournisienresignadoaoírlotodo.

-¡Caramba!,¡yaunhacenmuchosotrosdisparates!exclamóelboticario.

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-¡Señor!... -replicó el eclesiástico con una mirada tan hosca, que elfarmacéuticosesintióintimidado.

-Sólo quiero decir -replicó entonces en un tono menos brutal- que latoleranciaeselmediomássegurodeatraerlasalmasalareligión.

-¡Escierto!, ¡escierto!-concedióelbuenodelcura,sentándosedenuevoensusilla.

Peronopermaneciómásquedosminutos.Después,cuandosemarchó,elseñorHomaisledijoalmédico:

-¡Estoesloquesellamaunaagarrada!¡Lohearrollado,yahavistousted,dequémanera!...Enfin,créame,lleveasuseñoraalespectáculo,aunquesóloseaparahacerrabiarunavezenlavidaaunodeesoscuervos,¡caramba!Sihubiera quien me sustituyera, yo mismo les acompañaría. ¡Dése prisa!Lagardynoharámásqueunafunción,estácontratadoparaInglaterraconunasumaconsiderable.Segúndicen,esunpájarodecuenta,¡estábañadoenoro!;¡lleva consigo a tres que ridasy a un cocinero!Todos estosgrandes artistastiran la casa por la ventana; necesitan llevar una vida desvergonzada queexciteunpocolaimaginación.Peromuerenenelhospitalporquenotuvieronel sentido de ahorrar cuando eran jóvenes. Bueno, ¡que aproveche; hastamañana!

Esta idea del espectáculo germinó pronto en la cabeza de Bovary, puesinmediatamente se lo comunicó a su mujer, quien al principio la rechazóalegandoel cansancio, el trastorno, elgasto;pero, excepcionalmente,Carlosnocediópensandoenqueestadiversiónibaaserletanprovechosa.

No veía ningún impedimento; su madre le había enviado trescientosfrancosconloscualesnocontaba,lasdeudaspendientesnoerangrandes,yelvencimientodelospagarésalseñorLheureuxestabatodavíatanlejosquenohabíaquepensarenello.Porotraparte,imaginandoqueellateníaescrúpulos,Carlos insistió más; de manera que ella acabó, a fuerza de insistencia, pordecidirse.Yaldíasiguiente,alasocho,seembarcaronen«LaGolondrina».

Elboticario,aquiennadareteníaenYonville,peroquesecreíaobligadoanomoversedea11í,suspiróalverlesmarchar.

-Bueno,¡buenviaje!-lesdijo-,¡felicesmortales!

Después, dirigiéndose aEmma, que llevaba un vestido de seda azul concuatrofaralaes:

-¡Estáhermosacomounsol!VaadarelgolpeenRouen.

Ladiligenciabajabaalhoteldela«CroixRouge»enlaplazaBeauvoisine.Eraunadeesasposadasquehayen los arrabalesprovincianos, congrandescaballerizasypequeñoscuartosparadormir,dondesevenenmediodelpatio

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gallinaspicoteandolaavenabajoloscabriolésllenosdebarrodelosviajantesdecomercio;buenosviejosalbergues,conbalcóndemaderacarcomida,quecrujenalvientoenlasnochesdeinvierno,siemprellenosdegente,debarulloyde comida, conmesasnegras embadurnadasde té o café con aguardiente,con gruesos cristales amarillos para las moscas, y servilletas húmedasmanchadas de vino tinto, y que, oliendo siempre a pueblo, como gañanesvestidosdeburgueses,tienenuncaféalacalle,yporlapartedelcampo,unahuertadeverduras.Carlossepusoinmediatamenteenmovimiento.Confundióelproscenio con lasgalerías, el patiodebutacas con lospalcos; anduvodelacomodadoraldirector,regresóalaposada,volvióaldespacho,yvariasvecesasí,recorriólaciudadatodololargo,desdeelteatrohastaelbulevar.

Madame Bovary compró un sombrero, unos guantes, un ramillete deflores.Eldoctortemíamuchoperderelcomienzo;ysinhabertenidotiempodetomaruncaldo,sepresentaronalaspuertasdelteatro,quetodavíaestabancerradas.

CAPÍTULOXV

Elpúblicoesperabaalolargodelapared,colocadosimétricamenteentreunas barandillas. En la esquina de las calles vecinas, gigantescos cartelesanunciaban en caracteres barrocos: Lucía de Lammermoor.. Lagardy...Ópera...,etc.Hacíabuentiempo;teníancalor;elsudorcorríaentrelosrizos,todo elmundo sacaba los pañuelos para secarse las frentes enrojecidas; y avecesunvientotibio,quesoplabadelrío,agitabasuavementelosrebordesdelostoldosdecutíquecolgabanalapuertadeloscafetines.

Unpocomásabajo,sinembargo,senotabaelfrescordeunacorrientedeaireglacialqueolíaasebo,acueroyaaceite.EralaemanacióndelacalledelasCharrettes,llenadegrandesalmacenesnegrosdondehacenrodarbarricas.

Pormiedoaparecerridícula,Emmaquisoantesdeentrardarunpaseoporel puerto, y Bovary, por prudencia, guardó los billetes en su mano en elbolsillodelpantalón,apretándolacontrasuvientre.

Ya en el vestíbulo Emma sintió latir fuertemente su corazón. Sonrióinvoluntariamente,porvanidad,viendoalamuchedumbrequeseprecipitabaala derecha por otro corredor, mientras que ella subía a la escalera delentresuelo. Se divirtió como un niño empujando con su dedo las ampliaspuertastapizadas;aspirócontodosupechoelolorapolvodelospasillos,yunavezsentadaensupalcoechóelbustohaciaatrásconunadesenvolturadeduquesa.

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Lasalaempezabaallenarse,lagentesacabalosgemelosdelosestuches,ylosabonadossesaludabandelejos.Veníanadistraerseconlasbellasartesdelas preocupaciones del comercio; pero, sin olvidar los «negocios», seguíanhablandodealgodones,dealcoholdeochentaycincogradosodeañil.Allíseveían cabezas de viejos, inexpresivas y pacíficas, y que, blanquecinas decabellos y de cutis, parecíanmedallas de plata empañadas por un vapor deplomo.Losjóveneselegantessepavoneabanenelpatiodebutacas,luciendoen la abertura de su chaleco su corbata rosa o verde manzana; y MadameBovary los contemplaba desde arriba apoyando sobre junquillos deempuñadura dorada la palma tensa de sus guantes ama rillos.Entretanto, seencendieron las luces de la orquesta; la lárnpara bajó del techo derramandocon la irradiación de sus luces una alegría repentina en la sala; despuésentraronlosmúsicosunosdetrásdeotros,yhubounprolongadoguirigaydebajosqueroncaban,violinesquechirriaban,trompetasquesonaban,flautasyflautinesquepiaban.Peroseoyerontresgolpesenelescenario;comenzóunredobledetimbales,losinstrumentosdecobretocaronacordessimultáneos,yallevantarseeltelónaparecióunpaisaje.

Eralaencrucijadadeunbosque,conunafuentealaizquierda,alasombradeunroble.

Campesinosyseñores,conlamantaalhombro,cantabantodosjuntosunacanción de caza; luego apareció un capitán que invocaba al ángel del malelevando sus brazos al cielo; apareció otro; se fueron y los caza doresvolvieron a empezar. Emma volvía a encontrarse en las lecturas de sujuventud,enplenoWalterScott.Leparecíaoíratravésdelanieblaelsonidodelasgaitasescocesasqueseextendíaporlosbrezos.Porotraparte,comoelrecuerdo de la novela facilitaba la inteligencia del libreto, seguía la intrigafraseafrase,mientrasquelosvagospensamientosquevolvíanasumentesedispersaban inmediatamente bajo las ráfagas de lamúsica. Se dejabamecerporlasmelodíasysesentíaasímismavibrarcontodosusercomosilosarcosde los violines se pasearan por sus nervios, no tenía bastantes ojos paracontemplar los trajes, los decorados, los personajes los árboles pintadosquetemblabancuandolosactorescaminaban,ylastocasdeterciopelo,losabrigos,lasespadas,todaseranimaginacionesqueseagitabanenlaarmoníacomoenlaatmósferadeotromundo.Perounajovenseadelantóarrojandounabolsaaungallardoescudero.Sequedósola,yentoncesseoyóuna flautaquehacíacomounmurmullode fuenteocomogorjeodepájaro.Lucíaatacóconairedecidido su cavatina en sol mayor; se quejaba de amor, pedía alas. Emma,igualmente,hubieraqueridohuirdelavida,echándoseavolarenunabrazo.DeprontoaparecióEdgarLagardy.

Teníaunadeesaspalidecesespléndidasquedanalgodelamajestaddelosmármolesalasrazasardientesdelmediodía.Sureciobustoestabaceñidopor

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un jubón de color pardo; un pequeño puñal cincelado golpeaba el musloizquierdo, echaba unas miradas lánguidas a su alrededor descubriendo susblancos dientes. Se decía que una princesa polaca, escuchándole una nochecantaren laplayadeBiarritz,dondecarenabachalupas, sehabíaenamoradodeél.Searruinóporél.Lahabíadejadoplantadaa11íporotrasmujeres,yestaresonancia sentimental no hacía sino aumentar su fama artística. El finocomediante se preocupaba incluso de deslizar en los anuncios una frasepoéticasobre la fascinacióndesupersonay lasensibilidaddesualma.Unabellavoz,unimperturbableaplomo,mástemperamentoqueinteligenciaymásénfasis que lirismo acababan de realzar aquella admirable naturaleza decharlatán,enlaquehabíaalgodebarberoydetorero.

Desdelaprimeraescenaentusiasmó.EstrechabaaLucíaentresusbrazos,ladejaba,volvíaaestrecharla,parecíadesesperado:teníaarrebatosdecólera,despuésestertoreselegiacosdeunadulzurainfinita,ydesugargantadesnudaseescapabanlasnotasllenasdesollozosydebesos.Emmaseinclinabaparaverloarañandoconsusuñasel terciopelodesupalco.Se llenabaelcorazóncon aquellas lamentaciones melodiosas que se arrastraban en elacompañamientode loscontrabajos,comogritosdenaúfragosenel tumultodeunatempestad.Reconocíatodaslasembriaguecesytodaslasangustiasdelasquehabíaestadoapuntodemorir.Lavozdelacantantenoleparecíasinoelecodesuconciencia,yaquellailusiónquelaencantaba,algoinclusodesupropiavida.Peronadieenlatierralahabíaamadoconunamorsemejante.ÉlnollorabacomoEdgarlaúltimanoche,alaluzdelaluna,cuandosedecían:«Hastamañana;hastamañana...»Lasalareventabaconlosbravos;repitieronla strette entera. Los enamorados hablaban de las flores de su tumba, dejuramentos,deexilio,defatalidad,deesperanzas,ycuandosedijeroneladiósfinal, Emma lanzó un grito agudo que se confundió con la vibración de losúltimosacordes.

-¿Porqué-preguntóBovary-eseseñorestápersiguiéndola?

-Queno-respondióella-;essuamante.

-Sinembargo,él juravengarsedesufamilia,mientrasqueelotro,elquehavenido ahora, decía: «AmoaLucía yme creo amadopor ella.»Por otraparte,élmarchóconsupadre,cogidosdelbrazo.¿Porqueessupadre,verdad,esepequeñofeoquellevaunaplumadegalloensusombrero?

Apesarde lasexplicacionesdeEmma,desdeeldúo recitativoenelqueGilbertoexponeasuamoAshtonsusabominablesmaniobras,Carlos,alverelfalsoanillodeprometidaquehadeengañaraLucía,creyóqueeraunrecuerdode amor enviado por Edgardo. Confesaba, por lo demás, no comprender lahistoriaacausadelamúsicaquenodejabaoírbienlaspalabras.

-¿Quéimporta?-dijoEmma-;¡cállate!

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-Esqueamímegustaenterarme-replicóélinclinándosesobresuhombro-,yalosabes.

-¡Cállate!,¡cállate!-dijoellaimpacientada.

Lucíaseadelantaba,mediosostenidaporsuscompañeras,conunacoronade azahar en el pelo, ymás pálida que el raso blanco de su vestido.Emmapensabaeneldíadesuboda;ysevolvíaavera11á,enmediodelostrigos,enelpequeñosendero,cuandoibahacialaiglesia.¿Porquénohabíaresistidoysuplicado como ésta? Iba, por el contrario, contenta, sin darse cuenta delabismoenqueseprecipitaba...¡Ah,sí!,enlafrescuradesubelleza,antesdelas huellas del matrimonio y la desilusión del adulterio hubiera podidoconsagrarsuvidaaungrancorazónfuerte;entonces lavirtud la ternura, lasvoluptuosidadesyeldebersehabríanconfundidoy jamáshabríadescendidode una tan alta felicidad. Pero aquella felicidad, sin duda, era una mentiraimaginadaporladesesperacióndetododeseo.Ahoraconocíalapequeñezdelaspasionesqueelarteexageraba.Esforzándosepordesviarsupensamiento,Emmaqueríanoverenestareproduccióndesusdoloresmásqueunafantasíaplásticabuenaparadistraer lavista, a incluso sonreía interiormente conunacompasión desdeñosa cuando, en el fondo del teatro, bajo la puerta deterciopelo,aparecióunhombreconunacapanegra.

En un gesto que hizo cayó su gran chambergo español; y enseguida losinstrumentos y los cantores entonaron el sexteto. Edgardo, centelleante defuria,dominabaatodoslosdemásconsuvozclara.Ashtonlelanzabaennotasgravesprovocacioneshomicidas.

Lucía dejaba escapar su aguda queja. Arturo modulaba aparte sonidos,medios, y el bajo profundo del ministro zumbaba como un órgano,deliciosamente.Todoscoincidíanen losgestos;y la cólera, lavenganza, loscelos,elterror,lamisericordiaylaestupefacciónsalíanalavezdesusbocasentreabiertas.Elenamoradoultrajadoblandíasuespadadesnuda;sugorgueradeencaje se levantabapor sacudidas, según losmovimientosdesupecho,aibadederechaa izquierda,agrandespasos,haciendosonarcontra las tablaslasespuelasdoradasdesusbotas flexiblesqueseenganchabanenel tobillo.Tenía que haber, pensaba ella, un inagotable amor para derramarlo sobre lamuchedumbreentanampliosefluvios.Todassusveleidadesdedenigraciónsedesvanecían bajo la poesía del papel que la invadía, y arrastrada hacia elhombreporlailusióndelpersonajetratódeimaginarsesuvida,aquellavidaestrepitosa, extraordinaria, espléndida, que ella habría podido llevar, sinembargo,sielazarlohubieraquerido.Sehabríanconocido,sehabríanamado.ConélportodoslosreinosdeEuropa,ellahabríaviajadodecapitalencapital,compartiendosusfatigasysuorgullo,recogiendolasfloresquelearrojaban,bordandoellamismasustrajes;después,cadanoche,enelfondodeunpalco,detrás de la reja con barrotes de oro, habría recogido, boquiabierta, las

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expansiones de aquella alma que no habría cantadomás que para ella sola;desdelaescena,altiempoquerepresentaba,lahabríamirado.Perosevolvióloca;¡éllamiraba,estabaclaro!Leentraronganasdecorrerasusbrazospararefugiarseensufuerza,comoenlaencarnacióndelamormismo,ydedecirle,de gritarle: «Ráptame, llévame, marchemos! ¡Para ti, para ti!, todos misardoresytodosmissueños.»

Cayóeltelón.

Elolordelgassemezclabaconlosalientos;elairedelosabanicoshacíalaatmósferamássofocante.Emmaquisosalir;elpúblicollenabalospasillos,yse volvió a echar en su butaca con palpitaciones que la sofocaban. Carlos,temiendoquesedesmayara,corrióalacantinaabuscarunvasodehorchata.

Lecostótrabajovolverasusitio,puesportodaspartesledabancodazospor el vaso que llevaba entre sus manos, y hasta llegó a derramar las trescuartas partes sobre los hombros de una ruanesa de manga corta quien,sintiendo llegar el líquido frío a los riñones, gritó despavorida, como si lahubieran asesinado. Su marido, que era hilandero, se enfureció con aqueltorpe,ymientrasellaselimpiabaconsupañuelolasmanchasdesuhermosovestido de tafetán cereza, é1murmuraba con tono desabrido las palabras deindemnización, gastos, reembolso.Por fin,Carlos llegó al ladode sumujer,diciéndoletodosofocado:

-Creí,enverdad,quenovolvía.¡Haytantagente...tantagente!

Yañadió:

-¿Aquenoadivinasaquiénheencontradoa11áarriba?¡AlseñorLeón!

-¿ALeón?

-¡Elmismo!Vaavenirasaludarte.

Y al terminar estas palabras el antiguo pasante de Yonville entró en elpalco.

Letendiósumanoconunadesenvolturadehombredemundo:yMadameBovaryadelantómaquinalmentelasuya,sindudaobedeciendoalaatracciónde una voluntad más fuerte. No la había sentido, desde aquella tarde deprimaveraenlaquellovíasobrelashojasverdes,cuandosedijeronadiós,depie al borde de la ventana. Pero pronto, dándose cuenta de la situación,sacudióenunesfuerzoaquellaneblinadesusrecuerdosyempezóabalbucearfrasesrápidas:

-¡Ah!Hola...¡Cómo!¿Ustedporaquí?

-¡Silencio! - gritó una voz del patio de butacas, pues empezaba el terceracto.

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--¿AsíqueestáustedenRouen?

-Sí.

--¿Ydesdecuando?

-¡Fuera,fuera!

-Elpúblicosevolvíahaciaellos;secallaron.

Pero a partir de aquel momento ella no escuchó más; y el coro de losinvitados,laescenadeAshtonysucriado,elgrandúoenremayor,todopasópara ella en la lejanía, como si los instrumentos se hubieran vuelto menossonorosylospersonajesmásalejados;recordabalaspartidasdecartasencasadelfarmacéutico,yelpaseoacasadelanodriza,laslecturasbajolaglorietadel jardín, las charlas a solas al lado del fuego, todo aquel pobre amor tantranquiloy tan largo, tandiscreto, tan tierno, yque ella, sin embargo, habíaolvidado.¿Porquéentoncesvolvíaél?¿quécombinacióndeaventurasvolvíaaponerloensuvida?Elsemanteníadetrásdeella,apoyandosuhombroeneltabique;ydevezencuando,ellasesentíaestremecerbajoelsoplotibiodesurespiraciónquelebajabahastalacabellera.

-¿Legusta esto? -dijoél inclinándosehaciaella tantoque lapuntade subigotelerozólamejilla.

Emmacontestóindolentemente:

-¡Oh,Diosmío,no!,nomucho.

Entonceslepropusosalirdelteatroparairatomarunosheladosaalgúnsitio.

-¡Ah!,todavíano,quedémonos-dijoBovary-.Lucíasehasoltadoelpelo:estoprometeundesenlacetrágico.

Pero la escena de la locura no interesaba a Emma, y la actuación de lacantanteleparecióexagerada.

-Gritamucho-dijoEmmavolviéndosehaciaCarlos,queescuchaba:

-Sí...quizás...unpoco-replicóél,indecisoentrelafranquezadesuplaceryelrespetoqueteníaalasopinionesdesumujer.

DespuésLeóndijosuspirando:

-¡Haceuncalor!

-¡Insoportable!,escierto.

-¿Estásincómoda?-preguntóBovary.

-Sí;vámonos.

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El señorLeónpusodelicadamente sobre loshombrosdeEmma su largochaldeencaje,ysefueronlostresasentarsealpuerto,alairelibre,delantedelacristaleradeuncafé.PrimerohablarondelaenfermedaddeEmma,aunqueella interrumpía aCarlos de vez en cuando, por temor, decía, de aburrir a1señorLeón;yéste lescontóqueveníaaRouenapasardosañosenungrandespacho para adquirir práctica en los asuntos, que en Normandía erandiferentesdelosquesetratabanenParís.DespuéspreguntóporBerta,porlafamilia Homais, por la tía Lefrançois; y como en presencia del marido noteníannadamásquedecirse,prontosedetuvolaconversación.

Gentequesalíadelespectáculopasóporlaacera,tarareandoocantandoavozengrito:

Oh,ángelbello,Lucíamía.EntoncesLeón,paradárselasdeaficionado,sepusoahablardemúsica.HabíavistoaTamburini,aRubini,aPersiani,aGrisi;yalladodeellos,apesardesusgrandesmomentosdeesplendor,Lagardynovalíanada.

-Sin embargo - interrumpió Carlos, que daba pequeños mordiscos a susorbete de ron-, dicen que en el último acto está absolutamente admirable;sientohabersalidoantesdelfinal,puesempezabaadivertirme.

-Detodosmodos-replicóelpasante-,prontodaráotrarepresentación.

PeroCarlosrespondióqueseibanaldíasiguiente.

-Amenos -añadió, volviéndose a sumujer- que túquierasquedarte sola,cariño.

Y cambiando de maniobra ante aquella situación inesperada que se lepresentaba,el jovencomenzóahacerelelogiodeLagardyenel trozo final.Eraalgosoberbio,¡sublime!EntoncesCarlosinsistió:

-Volveráseldomingo.¡Vamos,decídete!Hacesmalennovenirsisientesquetehacebien,porpocoquesea.

Entretanto, las mesas a su alrededor se iban despoblando; vino uncamarero a apostarse discretamente cerca de ellos; Carlos, que comprendió,sacósucartera;elpasanteleretuvoelbrazo,ainclusonoseolvidódedejar,además,depropinadosmonedasdeplata,quehizosonarcontraelmármol.

-Verdaderamente-murmuróBovary-,nomegustaqueustedhayapagado.

El otro tuvo un gesto desdeñoso lleno de cordialidad, y tomando susombrero:

---Quedaconvenido,¿verdad?,¿mañana,alasseis?

Carlos dijo de nuevo que no podía ausentarse pormás tiempo; pero quenadaimpedíaqueEmma...

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-Esque...-balbuceóellaconunasonrisaespecial-,nosési...

-¿Bueno!,yalopensarás,yaveremos,consultaconlaalmohada.

Después,aLeón,quelesacompañaba:

-Ahora que está usted en nuestras tierras, espero que venga de vez encuandoacomerconnosotros.

Elpasantedijoqueiría,puestoqueademásnecesitabairaYonvilleparaunasuntodesudespacho.YsesepararondelantedelpasajeSaint-Herblandenelmomentoenquedabanlasonceymediaenlacatedral.

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