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Jerónimo Molina Cano

LA tercera víaen wilhelm röpke

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abril 2001©

Instituto Empresa y Humanismo

Universidad de NavarraISSN: 1139 - 8698

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Índice

I. POLÍTICA SOCIAL Y ECONOMÍA POLÍTICA: DESENCUENTROS,EQUÍVOCOS, CONVERGENCIAS .......................................................................... 5

1.1. Giros epistemológicos del saber económico .......................................... 6a) Oeconomie politique .................................................................................. 6b) Socialpolitik .............................................................................................. 8

1.2. Del Methodenstreit a la Soziale Marktwirtschaft .................................. 11a) Teoría e historia ...................................................................................... 13b) Praxeología y economía humana .............................................................. 16

II. WILHELM RÖPKE, ECONOMISTA A CONTRACORRIENTE ........................ 202.1. Semblanza personal e intelectual .......................................................... 20

a) Configuración de su pensamiento (1919-1933) ........................................ 21b) La etapa turca (1933-1937) ................................................................... 27c) Plenitud intelectual (1938-1945) ............................................................. 30d) Reconocimiento internacional (1946-1966) .............................................. 33

2.2. Recepción de su pensamiento en España ............................................ 362.3. Crítica del «economicismo» ................................................................... 37

a) Planteamiento histórico del problema, o cómo se vino en expulsar al hombrede la economía ........................................................................................ 37

b) ¿Producir cosas o producir valor? ............................................................. 40

III. LA TERCERA VÍA COMO POLÍTICA SOCIAL ................................................ 433.1. Tercera vía e intervencionismo liberal ................................................... 46

a) Totaler Staat y Dritter Weg ..................................................................... 48b) La tercera vía como síntesis de libertad y orden .......................................... 50c) El intervencionismo liberal o la dignidad del orden político ........................... 53

c.1. Intervenciones conforme y no conforme ............................................... 56c.2. Política económica positiva y política social .......................................... 57

3.2. Metas e imperativos del humanismo económico ................................ 59a) Desproletarización ................................................................................... 60

a.1. Crítica del trabajismo ....................................................................... 61a.2. Restablecimiento de la propiedad ....................................................... 62

b) Desmasificación ...................................................................................... 64b.1. Homo insipiens gregarius ................................................................. 64b.2. Filosofía social de la descentralización ................................................. 65

IV. BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 674.1. Wilhelm Röpke ......................................................................................... 674.2. Bibliografía secundaria ........................................................................... 68

NOTAS .................................................................................................................. 73

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Nota Biográfica

Jerónimo Molina (1968) es Doctor en Derecho y Máster en Adminis-tración Pública por el IUOG y el INAP. Profesor de Política Social en laUniversidad de Murcia desde 1992. Ha realizado investigaciones en la Uni-versidad de Ciencias Humanas de Estrasburgo en 1994 y 1995.

Autor de los libros Julien Freund, lo político y la política (Sequitur, 1999)y La política social en la historia (DM, 2000). Ha publicado una decena deartículos y notas sobre el realismo y el liberalismo políticos en diversas revis-tas españolas e italianas.

Actualmente es Secretario de la Sociedad de Estudios Políticos de laRegión de Murcia, de cuya colección «Realismo Político Hispánico» estáencargado.

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I. POLÍTICA SOCIAL Y ECONOMÍA POLÍTICA: DESENCUENTROS, EQUÍVOCOS, CONVERGENCIAS

La historia de la política socialteórica resulta inseparable de losavatares metodológicos de la cien-cia económica. No siempre adver-tido, creemos que se trata de unhecho indiscutible. En países co-mo Alemania, la Nationalökonomie o,más tarde, la Volkswirtschaft y la So-cialpolitik constituyen la faz doble deun mismo fenómeno, a saber: laruptura epistemológica experi-mentada en el seno de uno de lossaberes más genuinamente moder-nos, la economía política (Staats-wirtschaft). Este fenómeno ha tenidolargas consecuencias históricas,pues no en vano representa una delas líneas de avance de la muta-ción del pensamiento moderno,desencadenada oficialmente alproclamarse en el año 1848 la Re-pública social francesa.

Dejando a un lado círculos inte-lectuales minoritarios (realismopolítico, ordoliberalismo), apenassi se repara hoy, al menos como elcaso merecería, en la íntima vincu-lación de los saberes político yeconómico. Paradójicamente,nuestra época ha conocido una ex-

traordinaria estatización de laeconomía1. Los efectos de aquellaincuria tal vez hubiesen sido me-nores de no haberse empleado conéxito tantos esfuerzos para separar,abusando de su realidad, la re-flexión sobre lo político y lo econó-mico. De ello ha resultado la insti-tucionalización por vía universita-ria de las tendencias cratológicasdel saber pol í t i co modernoteoría política positiva, PoliticalSystem y una desubstanciacióndel pensamiento económicoeconomía matemática, Econo-metric Methods . No podremosocuparnos aquí, pues no es nues-tro objeto, del balance teórico dela ciencia económica moderna,mas debemos aprovechar la oca-sión para recalcar algunas nocio-nes cuyo trasfondo filosófico in-coamos en otro lugar2 y que, segúncreemos, resultarán imprescindi-bles para una buena comprensiónde la tópica intelectual que nutrela llamada «tercera vía», que tantaimportancia tiene en el pensa-miento social del economista ale-mán Wilhelm Röpke.

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1.1. Giros epistemológicos del saber económico

a) Oeconomie politique

Lo primero que conviene desta-car es que el pensamiento econó-mico no ha descrito nunca algo pa-recido a una trayectoria recta haciasu constitución en una moral scienceo incluso, en algunos supuestosdisparatados no muy lejanos, enuna natural science3. La obsesióncientificista, propagada como unainfección sobre todo a finales delsiglo XIX, no le ahorró a la econo-mía política las penalidades porer ig i rse en lo que Joseph A.Schumpeter denominó, muy acer-tadamente, Economic Analysis4.

Descartada esa pretensión de«cientificidad», al menos como seentiende hoy, en épocas anterioresa mediados del siglo XIX, la visióndel desarrollo del pensamientoeconómico ofrece una sugestivatransformación de los propios mo-dos de pensar la economía comoactividad humana. El polemólogofrancés Julien Freund, en su libropóstumo sobre L’essence de l’économi-que, se refirió a un detalle que po-cos estudiosos de las teorías eco-nómicas han tenido en cuenta.Concretamente, Freund hacía alu-

sión a lo que podría denominarse,con no poco provecho para la cien-cia económica, «ruptura episte-mológica» marcada por la obra deAntoine de Montchrestien de 1615titulada Traicté de l’Oeconomie politi-que. Se trata de la primera ocasiónen que se utilizó la expresión eco-nomía política. Probablemente,Freund se excedía en la considera-ción de las virtudes de aquel trata-do económico5. Sin embargo acer-tó plenamente al conectar la ac-ción política y la acción económicadesde el punto de vista del girohistórico que supone la aparicióndel Estado moderno6. Naturalmen-te, la relación del Estado y el capi-talismo, las «grandes estructurasconcentracionarias de la Edad mo-derna»7, constituye un tema histo-riográfico clásico; el mérito del es-critor francés se refiere exclusiva-mente al señalamiento de que laterminología de Montchrestien hi-zo visible al fin la economicidad in-herente a la forma política moder-na. En la perspectiva de una filoso-fía política de la historia, la imbri-cación constitutiva de capitalismoy Estado explica en parte el desa-rrollo de la modernidad como un«proceso» de totalización de lopolítico8.

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El Estado, que a la larga trans-formó revolucionariamente, estoes, subvirtió las estructuras en lasque estaba basado el modo de vi-da europeo vigente, propició unnuevo contexto para los órdeneseconómicos tradicionales que des-de la Grecia clásica se conocen co-mo oikonomia o economía domésti-ca y crematística9. Hace más decien años se refería a esto mismoGustav Schmoller, en su artículo de1893 «economía nacional, econo-mía política y método»10. Dejandoa un lado sus apreciaciones de or-den filológico vinculación delοικοζ con la raíz alemana Wirt,Schmoller afirmó rotundamenteque la constitución del Estado na-cional moderno (Nationalstaat) de-terminó la aparición de la econo-mía política, lo mismo que la delas lenguas y las literaturas coetá-neas. La dimensión política deldespliegue moderno de las estruc-turas económicas fue considera-da, empero, como un aspecto se-cundario de la economía política.Hizo falta que los juristas llamaranla atención después de la I guerramundial sobre la «constitucióneconómica» de los Estados paraque, desde distintos ángulos, seapreciase el valor de lo político pa-

ra la economía11. Desgraciadamen-te, en un libro importante para elpensamiento económico modernocomo es The Economic Point of View,de Israel M. Kirzner, se echa en fal-ta la consideración de los enormescambios inducidos por la mentali-dad estatal en la configuración dela economía política. Para esteeconomista, el Estado, y por exten-sión lo político y su mundo de re-presentaciones constituyen, des-de la óptica de la praxeología mi-seana, equívocas analogías organi-cistas, incluso falsos conceptoscolectivos12.

La difusión de la nueva termi-nología de Montchrestien debióser lenta e irregular en las distintaslenguas europeas hasta generali-zarse desde principios del sigloXIX, o tal vez un poco antes, cuan-do probablemente la expresión fuerecuperada, mas entonces a partirde la voz inglesa Political Economy,refrendada por el enorme prestigiode los economistas clásicos13. EnAlemania tuvo circulación la termi-nología politischen Ökonomie14, sinembargo, dadas las condicionesparticulares del espíritu alemánuna cierta resistencia, al menosmás acentuada que en otras nacio-nes, a abandonar el modo de pen-

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sar ordinalista, tuvieron a la lar-ga mayor aceptación Volkswirtschafto Nationalökonomie, más en contac-to, por otro lado, con el espíritudel romanticismo15. Decía Schmo-ller que la originalidad de la len-gua alemana al anteponer Volk aWirtschaft había consistido en gene-rar un nombre individual y, al mis-mo tiempo, colectivo, pues repre-senta la unión de todas las «eco-nomías» de una nación. De modoque la Volkswirtschaft es distinta a laStaatswirtschaft, al mismo tiempoque conceptualmente la abarca16.

Teniendo en cuenta lo anteriorcreemos que se apreciará mejor elgiro epistemológico que supuso laaparición del concepto Socialpolitika mediados del siglo XIX, adelan-tándose varias décadas a lo que laterminología económico-científicaconsagró vagamente como econo-mía social. Si la economía políticaen su sentido prístino, a pesar delos matices introducidos tardía-mente por la Volkswirtschaft, signifi-caba el reconocimiento de un con-texto de la actividad económicahasta entonces inédito17, el desa-rrollo de la política social supusotambién el anuncio de un nuevoámbito económico o, si se prefiere,de un nuevo orden pragmático, se-

parado de los órdenes conocidos(familia, empresa, Estado).

b) Socialpolitik

La voz Socialpolitik, cuyo conteni-do fue durante algún tiempo muydisputado, no tiene un origen cla-ro, aunque cabría fecharlo haciamediados del siglo XIX18. Además,no ha sido infrecuente considerar-la como un sinónimo de «cuestiónsocial» (Johann K. Rodbertus) y«reforma social» (Gustav Schmo-ller). Hizo así su aparición un nue-vo concepto que, a falta de unaadecuada comprensión de lo quesupuso la irrupción de lo social ensus diversas formas (democraciasocial, sociedad industrial, movi-miento obrero), se vinculó a la crí-tica ética de la economía política.De modo que aun siendo econo-mista el especialista en política so-cial (Sozialpolitiker), su vocación hu-bo de orientarse a la lucha contralas injusticias históricas19. Comoera de esperar teniendo en cuentaeste punto de partida, el pensa-miento de muchos de ellos gravitósobre el problema de la distribu-ción de la renta. Consecuentemen-te, se operó una curiosa moraliza-ción del saber económico para jus-tificar la modificación de los resul-

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tados del mercado, todo ello mez-clado con la disputa académica so-bre las «leyes naturales de laeconomía»20. Schmoller, dandopor supuesto lo que había que ex-plicar si la «distribución» es unconcepto económico o más bien«sociológico»21, justificó el in-tervencionismo económico ape-lando a la existencia de una «co-munidad moral»22.

Debería aceptarse que, a pesarincluso del primado que la retóricacientífica y metodológica teníanpara la Escuela Histórica, las con-secuencias teóricas que creyerondeducir de sus investigacioneseconomistas como Schmoller te-nían muy poco de «económicas».De hecho, la constitución en 1873del Verein für Socialpolitik, como muybien supo ver Treitschke en los re-sultados del Congreso de Eisenach(1872), no dejaba de ser un estí-mulo para el socialismo. En cual-quier caso, la definición de la mi-sión de la Asociación para la Políti-ca Social era tan vaga como quesus miembros, según uno de susfundadores, «no están de acuerdosino acerca de la bancarrota cientí-fica de la antigua economía políti-ca de abstracciones dogmáticas,sobre ciertas cuestiones funda-

mentales de método, sobre cier-tos fines generales y sobre ciertonúmero de reformas sociales ur-gentes»23.

A pesar de los esfuerzos teóri-cos de la Asociación presidida porSchmoller, autodisuelta en diciem-bre de 1936 y reconstituida en194824, lo cierto es que la políticasocial todavía no ha podido des-prenderse de un cierto carácteranfibológico; así, se la ha visto ali-neada indistintamente en el con-texto de la sociología, la economíay también el derecho. Mas ahorainteresa tan sólo la dimensión eco-nómica de la política social, puesya hemos adelantado que su apari-ción denunció el segundo de losgrandes giros epistemológicos delpensamiento económico25.

En ocasiones se ha afirmadoque la política social alemana nofue sino una manifestación, siquie-ra la más notoria, de la joven Es-cuela Histórica. Según la opiniónde Schumpeter, tratábase de unarespuesta singular a las exigenciasdel nuevo espíritu económico, queél mismo llegó a definir expeditiva-mente como la «contracorrientedel liberalismo»26. El autor teníarazón, pero creemos que no «toda»la razón, pues al centrarse casi ex-

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clusivamente en el asunto del pro-greso de la economía científica27,terminó por dejar a un lado la grantransformación epocal de la que essolidaria, en Alemania como enpocos lugares, exceptuando tal vezFrancia, la Socialpolitik. Más allá delas polémicas científicas a las quedio lugar y a las que después aludi-remos, nos parece que la políticasocial ha respondido desde susorígenes a las determinaciones delo social, una nueva dimensión de laexistencia colectiva que adquiriócarta de naturaleza una vez que Lo-renz von Stein hubo puesto en cir-culación sus opiniones acerca delas leyes del movimiento histórico,fundadas en la dialéctica del Esta-do y la sociedad. De alguna mane-ra, la política social, que se insinúaen un libro tan sugestivo comoGeschichte der sozialen Bewegung inFrankreich von 1789 bis auf unsereTage28, bajo la especie de la monar-quía social, constituye entonces laúnica mediación posible entre lapolítica del Estado (reino de la li-bertad) y la unidad de la vida utili-taria o economía (reino de la nece-sidad)29.

El conflicto entre la sociedad yel Estado, según lo había plantea-do von Stein, había rebasado am-

pliamente las posibilidades de res-puesta de la economía política deMontchrestien o de la Staatswirts-chaft, cuyo contexto natural no eradesde luego el Estado surgido dela Revolución francesa30, sino elanticuado Estado de las dinastíasnacionales, orientado todavía albien común y sometido a una ra-zón peculiar (ratio status), así comola Economic Society anglosajona. Sefuerza, pues, la naturaleza de lascosas cuando se quiere presentarcomo algo evidente la continuidadentre la economía política y la po-lítica social. Instaladas en planosdistintos de la realidad, esa proxi-midad es de todo punto imposible,incluso si sus cultivadores no sehan apercibido de ello. Hubo in-cluso quienes creyeron, haciendopie en Sismondi, que la única dife-rencia entre ellas se refiere al matizde la crítica ética incorporada en lapolítica social. Como si aquella hu-biese estado ausente en el pensa-miento de Adam Smith, cuya me-moria se funde con La riqueza de lasnaciones, objeto de tantas críticasen la época, pero que fue autortambién de La teoría de los sentimien-tos morales.

Quizá ha contribuido a embro-llar las cosas el hecho de que se

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haya metido en el mismo saco lapolítica social y la joven EscuelaHistórica, para lo cual, por lo de-más, había sobrados motivos. Noes el menos importante la dobleadscripción a una y otra de los eco-nomistas de lengua alemana másrepresentativos del último cuartodel siglo XIX31. De esta manera segeneralizó la creencia, más tarderepetida acríticamente, de que lapolítica social no era, en últimoanálisis, sino uno de los escoliosdel debate metodológico del grupohistoricista. Incluso un subproduc-to de la politización y moralizaciónde la economía política.

Ahora bien, si no estamos equi-vocados, las condiciones ambien-tales del siglo XX, época que loshistoriadores del futuro caracteri-zarán como la del ascenso del Es-tado total antítesis espiritual,precisamente, de la Economic Societypropia de las sociedades sin Esta-do, resultan incompatibles conla esencia de la economía política,sobre cuya supervivencia científicae intelectual cabe hoy albergar se-rias dudas. Una forma de adaptar-se a las nuevas realidades fue el re-curso de los especialistas a una cu-riosa inversión de términos, segu-ramente inconsciente, de la que

procede la «política económica»,que finalmente, aunque otra cosaparezca, es hoy una rama de la po-lítica social32. Debemos insistir enque la Socialpolitik constituye la ex-presión concreta de una época his-tórica, que bien podría denominar-se, haciendo honor a la mentali-dad predominante y a su estructu-ra de realidad, la época de lo social o,incluso, la época de la política social33.Desde la óptica del espíritu de laépoca, la justificación de una sepa-ración como la propuesta más arri-ba entre la política social y la eco-nomía política parece justificada.Así, un fenómeno «legislativo» o,al menos, no estrictamente «jurídi-co», como el Derecho llamadopleonásticamente «social» no seentiende en el contexto de la eco-nomía política, sino en el de la po-lítica social.

1.2. Del Methodenstreit a la Soziale Marktwirtschaft

Como quiera que no se puedepasar por alto que la economía po-lítica y la política social han com-partido, todavía en los años poste-riores a la II guerra mundial, un tra-tamiento muy próximo, cuando noidéntico, de los asuntos referidos asus respectivos estatutos cientí-

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ficos, tiene interés examinar lo quepodríamos llamar la «lucha por elpunto de vista económico» y cuá-les han sido sus consecuencias.Desarrollada en gran medida porescritores de lengua alemana, lomás interesante de esta vasta«causa de los economistas» es queen ella se ha puesto de manifiesto,finalmente, lo que separa a la eco-nomía política de la política social,siquiera indirectamente, a causade la «deseconomización» y el«desmantelamiento teórico» deesta última34. Ahora bien, dichoesto habría que reconocer expresa-mente que los avatares de la políti-ca social han repercutido tambiénnegativamente sobre el cuerpocientífico de la economía política,transformada en ocasiones en una«doctrina social». Atendiendo asus consecuencias, el ejemplo másnotorio ha sido el «keynesianis-mo».

Una evaluación rápida de la si-tuación muestra las tres actitudesfundamentales adoptadas desdelos años 1940 ante la crisis generaldel pensamiento económico y po-lítico-social. (1) Por un lado, elamalgamamiento de lo económi-co-político y lo político social enlas distintas formas de la econo-

mía del bienestar, expresióncontemporánea del paradigmaneoclásico. (2) Por otro lado, la de-puración de los errores de la econo-mía política y su conversión en unapraxeología especial («cataláctica»),representada por las aportacionesde la Escuela Austriaca (AustrianEconomics). (3) Finalmente, la reela-boración de los materiales históri-cos y teoréticos acumulados en eltranscurso de las décadas anterio-res a la II guerra mundial; tarea es-ta sumamente delicada que, par-tiendo del pensamiento en órde-nes concretos, aspira a reunir denuevo al político social y al econo-mista político en un saber econó-mico refundado: la llamada econo-mía social de mercado. El contextointelectual de esta última tiene pa-ra nosotros un interés especial,pues en él se encuentra una de lasconcepciones de la política socialmejor fundadas, la economía a lamedida del hombre, la Humane Eco-nomy de Wilhelm Röpke.

Naturalmente, no pretendemosresumir en un párrafo los avataresde mas de cien años de disputascientíficas entre economistas,pues creemos que, a pesar de suaparente sencillez, la tricotomíaque postulamos merece un estu-

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dio mucho más amplio. Este ten-dría forzosamente que hacer ecode las polémicas más notables, asíel Werturteilstreit, cuyos protagonis-tas principales fueron Max Weber,Werner Sombart y Eugen Philippo-vich von Philippsberg, y cuyo clí-max tuvo lugar en la reunión delVerein für Socialpolitk de 190935. Enaquella ocasión, Weber y Sombartdirigieron duros ataques contrauna ponencia de von Philippsbergmuy alejada de la regla de la «neu-tralidad axiológica». La misma, sino mayor importancia tuvo el de-bate sobre el cálculo económicosocialista, aunque a veces no estu-vo del todo claro si el diferendo serefería a la imposibilidad absolutadel socialismo en el sentido «so-ciológico» de la expresión miseanaGemeinwirtschaft o, más bien, a lasdificultades teóricas que excluyenel cálculo económico socialista36.Un examen completo de estosasuntos debería también incluir lapolémica de Gustav Schmoller yHeinrich von Treitschke sobre el in-tervencionismo, oscurecida sin du-da por la iniciada cuarenta añosdespués por Mises y más centradaen cuest iones de economíateórica37. O la que, recordando encierto modo la dicotomía diltheya-

na entre ciencias del espíritu yciencias de la naturaleza, enfrentóa Vilfredo Pareto y Benedetto Cro-ce a propósito de la esencia de laciencia económica38.

Cada uno de estos debatesacentúa adecuadamente los térmi-nos del conflicto entre economis-tas y escritores políticos sociales,asunto académico no exento deconsecuencias prácticas cuando lacrisis finisecular del Estado socialreclama nuevamente, por utilizar laexpresión consagrada, una «eco-nomía social de mercado». Por ra-zones de oportunidad nos referire-mos aquí únicamente al Methodens-treit o disputa sobre el método.

a) Teoría e historia

La polémica sobre el método(Methodenstreit) enfrentó durante al-gún tiempo al líder de los econo-mistas alemanes, Schmoller, y alpromotor de la Escuela Austriaca,Carl Menger. En ella se ventilóesencialmente la orientación quedebía adoptar la ciencia económi-ca. Ante la disyuntiva teoría o his-toria, los rivales hicieron públicossus argumentos en cuatro episo-dios que se desarrollaron en pocomás de un año, entre 1883 y laabrupta conclusión del debate al

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año siguiente. Por eso resulta sor-prendente que todavía en los años1950, la polémica fulgurante entreM. N. Rothbard y Fritz Machlup y elantiguo discípulo de von Mises, T.W. Hutchinson, sonara a la disputaantigua, si bien el cruce de artícu-los en abril y mayo de 1956 traíacausa directa en la metodologíapraxeológica puesta en forma porLudwig von Mises39. Y aún en 1982hacía notar entre nosotros Huertade Soto, a propósito de su examende la crisis de la ciencia económi-ca, que «los fenómenos complejosde la vida social, por estar produci-dos por una multiplicidad de facto-res inaprehensibles para la mentehumana, no pueden verificar teoríaeconómica alguna. Tales fenóme-nos, por el contrario, sólo puedenser inteligibles y comprendidos sise posee la teoría lógica previa quenos proporciona la ciencia econó-mica, y que se obtiene por otrosprocedimientos metodológicos»40.

Carl Menger había publicado en1883 un libro titulado Investigacionessobre el método de las ciencias sociales y dela economía política en especial, en elque intentaba, como prolongaciónde su Principios de economía política de1871, asentar ciertos principiosmetodológicos, a partir de los cua-

les desarrollar la ciencia económi-ca. Por entonces se había generali-zado ya la opinión de que los eco-nomistas clásicos habían realizadoel canon científico sólo muy imper-fectamente. Lo cual, siendo cierto,no justificaba interpretacionesabusivas de sus errores. En esen-cia, Menger postuló en aquellaocasión lo que llamó «métodocompositivo» o «axiomático», se-gún el cual el corpus teórico de laeconomía política, concebida co-mo una ciencia del espíritu (Geis-teswissenschaft) o ciencia moral (Mo-ral Science), podía desarrollarse de-ductivamente a partir de ciertosaxiomas. Con esta premisa, a laque hay que añadir la proyeccióndel pensamiento del austriaco so-bre la teoría social (origen no in-tencionado de las instituciones so-ciales, estudio de estas últimas apartir del análisis de sus elemen-tos aislados), difícilmente se podíadisimular un ataque frontal a la es-cuela económica predominante enAlemania. Contra ella, en razón desu rechazo sistemático de lo quellamaban la economía «abstracta»de los clásicos, iba dirigido el libro.

Schmoller, a quien se mencionapoco en el texto, si bien desde1882 era el influyente catedrático

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de economía política de la Univer-sidad de Berlín, respondió con unavehemente defensa de los postula-dos de la Escuela Histórica; lacual, según Menger, se había apar-tado de la fecunda línea de los Sa-vigny, Niebuhr y en general la Es-cuela Histórica del Derecho. Aun-que el austriaco reconocía real-mente la necesidad de aunar lasinvestigaciones teóricas con laacumulación de material históri-co, Schmoller, aceptando por suparte idéntica equiparación, vióseimpulsado a reivindicar el estatu-to de la historia, llamada a colmarlagunas seculares del conocimien-to, condición ésta del salto verda-deramente teórico de la economíapolítica. De todo ello dio cuentaSchmoller en una reseña de la obrade Menger publicada en el mismoaño 188341. La rápida respuesta delinterpelado, que llegó en la formade un librito epistolar, así como elulterior abandono de la discusiónpor parte de Schmoller42 pusieronfin bruscamente a un debate quepareció más bien producto de unadesgraciada confusión, aumentadatal vez por el herido amor propiode los contendientes43. DecíaSchumpeter que aquello no fue si-no una cuestión de temperamen-

tos enfrentados, el teórico y elhistórico44.

El debate perdió muy pronto in-terés y no consiguió mover un ápi-ce la opinión de los partidarios deuno y otro. Merece la pena no obs-tante destacar la glosa que Eugenvon Böhm-Bawerk hizo de una re-copilación de textos antiguos deSchmoller publicada en 1896. Enellos, particularmente en la reseñade la discordia, halló la ocasiónpara zanjar definitivamente la po-lémica aportando un poco de sen-tido común. Así se presentó el sta-tus controversiae: «el objeto de la po-lémica no estriba en si el métodoadecuado es el histórico o el exac-to, sino sencillamente en si junto almétodo fundamental de la investi-gación económica, el histórico, so-bre cuya legitimidad no cabe dudaalguna, se puede reconocer tambiéncomo otro método igualmente fun-damental el ‘aislante’ o ‘abstrac-to’»45.

Según Böhm-Bawerk, los eco-nomistas históricos erraron alidentificar el método deductivo odogmático con el desarrollado porla economía clásica46. Así, al recha-zar aquél frontalmente, creyendoque se oponía a esta última, vinie-ron a incurrir en los defectos que,

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en algún caso con razón, atribuye-ron a los clásicos47. En último aná-lisis, el método postulado por losaustriacos, conectado con el realis-mo aristotélico, no es «aempírico»sino todo lo contrario. ¿Acaso noson evidentes, se pregunta el au-tor, las leyes de la utilidad margi-nal y la preferencia temporal?¿Acaso no han sido denunciadaspor la experiencia cotidiana, lomismo que el resto de axiomasfundamentales de la Escuela Aus-triaca?48 Böhm-Bawerk todavía vol-vió a ocuparse del asunto, pocoantes de su muerte, para un revistade sociología francesa, pero en ri-gor la última palabra estaba dicha.Nada menos que Werner Sombartdejó sentenciado en 1929 que «to-do historiador que aspire a ser al-go más que un mero anticuario de-be poseer una adecuada prepara-ción teórica en los campos de in-vestigación implicados por su tra-bajo», pues la «teoría es el prerre-quisito del desenvolvimientocientífico de la historia»49.

b) Praxeología y economía humana

La configuración del punto devista económico según la praxeo-logía alteró profundamente laesencia del debate sobre la meto-

dología económica. Así pues, laidea, patrocinada por von Mises,de que la ciencia económica perte-necía a la matriz de las ciencias dela acción humana presuponía unacrítica radical no ya a las premisasde la Escuela Histórica, sino a todoel paradigma neoclásico50. Loscánones del nuevo programa parael saber económico quedaron ex-puestos en La acción humana (1949)51,pero desde ese momento los estre-chos límites del viejo debate fue-ron ampliamente superados, inclu-so si Mises quería aludir directa-mente a ellos en el título de su li-bro de 1957 Teoría e historia52. Esteúltimo, como se observa desde laintroducción, constituye una causageneral contra todas las formas delpositivismo cientificista y sus con-secuencias en el campo de lasciencias humanas.

El ambicioso plan miseano, fun-dado en lo que Schumpeter deno-minó el «individualismo metodo-lógico», constituye un intento derefundación global del saber eco-nómico, en el que lo social (das So-zial), mas no lo societario necesa-riamente (das Gesellschaftlich), dejóuna profunda oquedad. Mises y suescuela trazaron una clara línea dedemarcación entre la economía

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política y la política social, de ahíel enorme interés científico quehan suscitado los economistas queintentaron después administrar lareconciliación entre una y otra. Nopara volver a esquemas sincréticosdesusados53, sino para renovar unacierta forma de pensar la econo-mía, poniéndola a la altura deltiempo. Uno de los ejemplos másnotables lo encontramos en WalterEucken, cuya gran obra de 1940,Cuestiones fundamentales de la economíapolítica54, constituye su reconstruc-ción personal del saber económi-co.

Eucken siempre se había senti-do atraído por la disyuntiva entrelas economías teórica e histórica,si bien su opinión sobre los escri-tores que la protagonizaron no eraprecisamente optimista. Escribió:«En la nefasta disputa entre Men-ger y Schmoller, ninguno de losdos tenía razón, y la verdad tampo-co está en el término medio. Nocorresponden a la realidad econó-mica, ni el dualismo de Menger,cuyo peligro percibió Schmoller, niel empirismo de Schmoller, cuyofracaso previó Menger»55. La reno-vación del saber económico debíaapoyarse en una verdadera supera-ción de la deformante visión

dicotómica de la economía. Paraello el autor urgía a una revisión dela economía clásica; pero tambiéna la evaluación de los deméritos dela «economía conceptual», a laque hacía responsable, en la figurade Menger, de un dualismo que re-mite a la existencia de dos cienciaseconómicas56. El «empirismo» dela Escuela Histórica, aunque inte-lectualmente se justificaba comola reacción de Schmoller y sus dis-cípulos a los excesos de la econo-mía conceptualista, tampoco po-día salir bien librado, pues el re-chazo sistemático de la teoríaconstituye una insensatez, siendoaquella imprescindible para com-prender la realidad.

Eucken vindicó entonces un«pensamiento en órdenes (concre-tos)» para el saber económico. Deesta manera, aunque no siemprese le ha reconocido, el catedráticode Friburgo pudo escribir una delas páginas más importantes de laeconomía política contemporánea.Pues el pensamiento en órdenes li-bera a la inteligencia económicade las servidumbres de la «abstrac-ción individualizadora» propia delos «tipos ideales»57 y muestra alas claras que la economía se cons-tituye primariamente bajo especie

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de orden. No se trata, según Euc-ken, del orden natural postuladopor los clásicos. Aquello, tal vez,podría representar metafóricamen-te (la «mano invisible» de Smith, la«colmena rumorosa» de Mandevi-lle) la concepción más modernadel mercado como un proceso deinformación fluyente, pero en mo-do alguno había que tomarlo co-mo realidad. El orden económicoes siempre un orden que se hallaen estrecha dependencia de otrosórdenes (jurídico, político, etcéte-ra). «Tales órdenes positivos po-drán ser malos, pero sin un ordenes completamente imposible quetenga lugar lo económico»58.

La específica aportación del es-critor alemán al estudio de los sis-temas económicos es su «morfolo-gía económica»59. Partiendo deque «todo el obrar económico sebasa en planes»60, que no es sinootra forma muy sugestiva de expo-ner el axioma austriaco, pero sobretodo miseano, de la acción huma-na, Eucken describió las dos gran-des formas del orden económico:la economía con dirección centraly la economía de tráfico61. Muy li-gada a la obra euckeniana y, portanto, al pensamiento en órdenes,se encuentra la de su colega de Fri-

burgo, el jurista Franz Böhm, autorde un libro definitivo sobre la di-mensión «creada» o «jurídicamen-te determinada» del mercado62;también muy próxima a Eucken es-tá la obra del sociólogo AlexanderRüstow, del que cabe mencionarahora su breve pero clarificador es-tudio sobre las determinacionespolítico-estatales del liberalismoeconómico, original de 1933 y re-impreso en 1981 como «LiberalerInterventionismus»63. ¿Qué decirde Alfred Müller-Armack, quien es-poleado también por la dialécticahistoria-teoría desarrolló la cate-goría de «estilo», para ser aplicadaal es tudio de la rea l idadeconómica64? Todos ellos, con al-gunas diferencias que no afectan alo esencial, constituyeron la eliteintelectual del grupo nucleado enla Universidad de Friburgo y quemanifestó una sobresaliente activi-dad intelectual y social en defensade lo que llamaron economía so-cial de mercado (Soziale Marktwirts-chaft).

El común denominador de su fi-losofía económica consiste en lainterrelación de todos los órdeneshumanos, sin excluir el político. Esel orden político, justamente,aquel que debe responder del

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mantenimiento de los demás. Notiene sentido, por tanto, la abusivaprevención intelectual contra todaacción estatal por el mero hechode ser «política» su naturaleza.Hay determinaciones político-es-tatales de las que depende de jure y,más aún, de facto la continuidad delmercado como institución artifi-ciosa. En última instancia, la orde-nación económica constituyesiempre un «problema político»65;tal resulta ser el sentido del inter-vencionismo liberal rüstowiano.En una visión de conjunto, la eco-nomía social de mercado represen-ta un sólido intento de llevar laeconomía política hasta un planosuperior, en el cual se pueda «enla-zar otra vez con aquella política so-cial incipiente, cuyo camino no fuedebidamente proseguido y cuyaeficacia histórica se perpetúa, sinembargo, hasta hoy»66.

Cualquiera de los escritores ci-tados merecería un estudio en pro-fundidad de su obra, bastante des-atendida sobre todo fuera de Ale-mania. Según la opinión común,su pensamiento se integra en elacervo del neoliberalismo de la se-gunda mitad del siglo XX, toman-do parte decisiva en su reconstruc-ción y novación junto a los discí-

pulos directos de Ludwig von Mi-ses, desde Hayek a Kirzner. Existenempero profundas discrepanciasentre unos y otros; no siendo lamenor de ellas una concepción di-vergente del papel que debe des-empeñar lo político en la ordena-ción general de la economía.

Al grupo de Eucken, Müller-Ar-mack, Rüstow y demás tambiénperteneció Wilhelm Röpke, quientuvo un papel destacado en la re-construcción de la teoría económi-ca aportando, como premisa de lamisma, una incursión humanistahacia la filosofía y la sociología. Dehecho, su concepto de la «econo-mía humana» presentóse como elresultado de la reprobación del pa-leoliberalismo y el colectivismo, enla óptica de la crítica de la cultura,más allá de la mera evaluacióneconómica teórica. En su idea deun orden económico a la medidadel hombre debía basarse la civitashumana.

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II. WILHELM RÖPKE, ECONOMISTA A CONTRACORRIENTE

El economista Wilhelm Röpkenac ió f r i sando e l s ig lo XX(10.10.1899) en una aldea al sur deLüneburger Heide (Schwarmstedt),en las proximidades de Hannover.Sus primeros años estuvieron mar-cados, sin duda, por la vida en elentorno rural propio del norte deAlemania. Los años de mocedadde quien fue hijo y nieto de médi-cos rurales dejaron en él una pro-funda impronta, puesta de mani-fiesto en el elogio de la vida senci-lla en las pequeñas comunidadesque de cuando en cuando aflora ensus escritos filosóficos, sociológi-cos e, incluso, económicos. Estosúltimos constituyen, precisamen-te por ello, una excepción en elgremio intelectual de los econo-mistas, mucho más preocupadosdesde finales de la I guerra mun-dial, según resulta notorio, por lasabstracciones economicistas y losconceptos generales que por la di-mensión humana de la actividadeconómica. A continuación nosocupamos de la personalidad cien-tífica de Röpke, desplegada encuatro grandes etapas, desde susocialismo internacionalista inge-

nuo de excombatiente hasta el re-conocimiento internacional de lasdécadas de 1950 y 1960.

2.1. Semblanza personal e intelectual

Todavía no contamos con unbuen estudio bio-bibliográfico dequien, en nuestra opinión, debierafigurar entre los economistas euro-peos más importantes del segun-do tercio del siglo XX67. Ahorabien, esto tiene su explicación,pues tampoco ha sido mucha laatención que los especialistas lehan dispensado después de sumuerte, acaecida en Coligny, cercade Ginebra, el 12 de febrero de1966. Enciérrase una ardua para-doja en el hecho de que quien fue-se uno de los economistas más leí-dos durante las dos décadas quesiguieron a la II guerra mundial sehaya visto eclipsado desde enton-ces por un silencio denso, sobretodo fuera de los círculos ordolibe-rales de lengua alemana. Apenas sise le cita en los trabajos sobre laevolución del pensamiento econó-mico contemporáneo, lo que táci-

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tamente le relega al desempeño deun papel secundario en las corrien-tes actuales de la ciencia económi-ca. Por regla general, su nombreresulta desconocido para las jóve-nes promociones de economistas,cuyo paso por las facultades euro-peas, con muy pocas excepciones,se limita al adiestramiento mate-mático y estadístico. He aquí, unavez más, la enorme potencia desfi-guradora de la realidad que tieneel «bibliografismo»68. El olvido,que aun siendo grave tendría expli-cación en el caso de los economis-tas de profesión neokeynesiana,resulta imperdonable en el caso dequienes se alinean en el «NuevoLiberalismo»69.

a) Configuración de su pensamiento (1919-1933)

Wilhelm Röpke, como millaresde jóvenes coetáneos suyos, formóparte de una de las generacioneseuropeas de más triste destino,pues en la I guerra mundial hubode enfrentarse a un enemigo sinrostro humano transfigurado enuna verdadera «máquina de gue-rra», animada por el élan de la mo-vilización total70 y de cuyo gravísi-mo alcance tardaron muchos me-ses en hacerse conscientes los

pueblos europeos. Aquellas gene-raciones, como escribió Erich Ma-ria Remarque en su libro inolvida-ble Sin novedad en el frente, «fue(ron)destruida(s) por la guerra, aunqueescapar(an) a las granadas»71. Masla gran guerra, la contienda que secreyó la última de las últimas, la«der des der», vino sobre todo aponer fin a una forma de vida, a to-do un mundo de representacionespolíticas, económicas, técnicas ydemás. Se ha repetido infinitas ve-ces: la declaración de guerra deAustria a Serbia marcó, en efecto,la clausura formal del siglo XIX,que conoció muy pocas guerrasdespués de la caída de Napoleón,siendo estas, en todo caso, limita-das. El militarismo se convirtió en-tonces en la expresión más clarade la nueva dimensión del Estado,forma política profundamente re-volucionaria que se enseñoreó decasi toda Europa a medida que seiba resolviendo la contienda en losfrentes ruso y francoalemán y que,finalmente, sancionó universal-mente la liquidación de la monar-quía de los Hohenzollern, con laparticipación necesaria del ilumi-nado pres idente WoodrowWilson72.

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La guerra y la peculiar organiza-ción económica a la que obligó alos Estados, la famosa «economíaplanificada» del «preußischerEuropäer» Walther Rathenau(1867-1922)73, puso al descubiertolas amenazas que para las liberta-des personales suponía aquelloque Joseph A. Schumpeter deno-minó, precursoramente, el Estadofiscal («Steursstaat»)74. Sin embar-go, la guerra no fue la causa últimade la gran mutación. Acaso, comotantas veces se ha sugerido,limitóse a oficiar de «partera de lahistoria»75. Los problemas de la ci-vilización europea venían de atrás,gestándose ya en las largas conse-cuencias de la Revolución de 1848,la primera revolución socialista76.

Era lógico empero, al menos enun primer momento, que la guerrase viese como el origen de todoslos males. Mas muy pronto se mirómás allá de las atroces experien-cias de los campos de batalla. Antetodo, era preciso no acomodarseen la añoranza securitaria de untiempo consumado. Así, lo másgranado de la inteligencia europease determinó a perseverar en el es-tudio de las causas de aquella te-rrible crisis de dimensiones inter-nacionales. Los resultados fueron

desiguales, y su espectro registra-ba todas las gradaciones posiblesentre el atroz optimismo de algu-nos y el pesimismo irresponsablede otros.

En el caso de Röpke, los cam-pos de batalla de la Picardía enque se batió le determinaron, se-gún escribió años después, a que«si algún día llegaba a salir deaquel infierno, se dedicaría de porvida para que esta no careciesede sentido a prestar su ayudapara impedir que se repitiese la ca-tástrofe, y, por encima de las redu-cidas fronteras de su propio país,tendería la mano a cuantos coope-rasen al mismo fin»77. Volvió en-tonces a la vida civil determinado aconvertirse en «economista y so-ciólogo, para poder así compren-der las causas de esta crisis y con-tribuir a evitarla»78. Tiene no pocointerés recordar aquí la evoluciónintelectual del autor, que le llevaríadesde el socialismo pacifista ini-cial al liberalismo renovado quemuy lentamente se va configuran-do en Europa gracias al magisteriode Ludwig von Mises, uno de lospocos economistas en activo queno sucumbió ni sentimental ni teó-ricamente a los intentos de institu-cionalizar la Kriegswirtschaft79.

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En un primer momento, Röpkeestaba convencido de que la raízdel mal se cifraba en una sociedady unas elites corrompidas. Ahorabien, la sociedad susceptible de ta-les degeneraciones (la guerra cri-minal cuya figura representa el sol-dado provisto de la granada demano y la máscara antigás80; la or-ganización industrial asentada enel salario de máquina; la miseriacíclica masiva; etc.) se asimilabaconvencionalmente con el «capita-lismo», con lo que la salida lógicapara él y para miles de universita-rios sólo podía ser el «socialismo».«Si se quería dar una forma radicala la protesta contra tal sistema,protesta a la que nosotros, ennuestro juvenil ardor, nos sentía-mos alentados, era casi lógico ha-cerse socialista»81.

Mas quiso ser Röpke, antes quesocialista, un economista serio yrealista, esforzándose por descu-brir en el voluntarismo (meramen-te reactivo) de la afirmación gene-ral del socialismo la verdadera jus-tificación ético-científica de esteúltimo82. Así pues, a poco que setuviese intención de profundizaren la reflexión sobre estos asun-tos, descubríanse los lugares co-munes sobre el socialismo que no

se compadecían ni con sus deter-minaciones empíricas ni con susrealizaciones concretas. Una bue-na muestra de esta suerte de in-coherencia intelectual, en la queha sido pródigo desde entonces elsiglo XX, era la equívoca actitud dequienes siendo, por socialistas,antimilitaristas y pacifistas con-vencidos, no se decantaban, comopor otro lado parecería lógico, a fa-vor del librecambismo como me-dio cooperativo y no violento deordenación de las relaciones inter-nacionales. El socialismo, que ter-mina configurándose siempre, ne-cesariamente, como un socialis-mo nacional, presupone que las«fronteras nacionales tomarían unnuevo y preeminente sentido eco-nómico»83... Sin embargo, la opi-nión común tendía a identificarcon el capitalismo y, asímismo,con el liberalismo toda forma denacionalismo económico belígeno.Naturalmente, las contradiccionesde su generación se extendíantambién a la concepción de la polí-tica interior, pues partiendo delprecepto de imponer cuantas másrestricciones mejor al poder delEstado, a pocas lecturas que se tu-viesen, fácilmente se imponía co-mo una evidencia la genealogía li-

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beral del principio de la limitaciónde todo poder humano, particular-mente del estatal. Sin embargo, al-gunos socialistas, según Röpke, sehabían habituado a apelar a eseprincipio mientras se hallaban ex-pulsados del poder, dilatando elradio de acción del mando cuandoeran capaces de usufructuarlo. Co-mo decía un polemólogo francés,se conoce que el poder es malocuando lo detenta el enemigo ybueno cuando son los conmilito-nes o uno mismo sus beneficia-rios.

A medida que el socialismo in-ternacionalista iba haciendo cami-no, propiciándose en el trayectoepisodios tan increíbles como lasfamosas visitas a la Rusia soviéticade los intelectuales socialistas eu-ropeos, particularmente de losfranceses84, las dudas sobre la rec-titud de las utopías colectivistasafloraban públicamente. Ni siquie-ra el sentimentalismo pudo repri-mir que obrara sus efectos la expe-riencia de la libertad personal re-cobrada por los excombatientes alreincorporarse a la vida civil. Anteso después, la libertad y la indepen-dencia de espíritu habían de volverpor sus fueros. En cuanto a Röpke,su rigor científico y su honestidad

de temperamento le condujeronen muy poco tiempo a culminarsus estudios de Derecho, CienciasPolíticas y Economía. En este pun-to, puede afirmarse que uno de losgrandes acontecimientos de su vi-da intelectual fue la lectura del li-bro de von Mises traducido al es-pañol como Socialismo y que proba-blemente constituye uno de lostratados más importantes sobre laeconomía socialista: Die Gemeinwir-tschaft: Untersuchen über den Sozialis-mus, originalmente publicado en192285. En esta obra se examinaronen profundidad las condiciones yconsecuencias del orden político,económico y moral postulado porla ideología socialista, uno de cu-yos corolarios sería lo que el eco-nomista austríaco denominó «des-tructionism»86. Mises ampliaba asísu incursión, hoy clásica, en lacontroversia sobre la posibilidaddel cálculo económico socialista87,elevándola a la categoría de unateoría general de lo que denominó«Valuation without Calculation»88.

Una vez conseguida la habilita-ción como «Privatdozent» en laUniversidad de Marburgo con suHabilitationsschrift sobre la coyunturacomo concepto c ient ífico-económico89, Röpke impartió en el

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año 1922 su primer curso de eco-nomía política, dedicación que in-terrumpió al año siguiente para in-corporarse como experto a la Co-misión del Ministerio de AsuntosExteriores alemán, encargada deestudiar al problema de las repara-ciones de guerra. Esta experienciaresultó determinante para él, puesestá en el origen de su monografíade 1923 Die internationale Handelspoli-tik nach dem Krieg. El conocimientoprofundo de la realidad económicainternacional que alcanzó enton-ces fue lo que hizo de Röpke unode los grandes defensores contem-poráneos de un comercio interna-cional sin trabas. Su concepción deun orden económico internacionalbasado en la libertad y cuyo refe-rente inmediato se halla en la or-denación del comercio mundialanterior a la I guerra mundial so-lidez del patrón oro, desarme aran-celario, etc., unido a otras consi-deraciones de índole política le hi-cieron romper definitivamente consu ingenua profesión filosocialista.En este sentido, el mencionadotexto sobre la política comercialinternacional de la I postguerrapuede considerarse la divisoria desus años juveniles.

Reincorporado a la carrera uni-versitaria, profesó en Jena hasta1928, fecha en la que su horizontepersonal e intelectual se vio am-pliado por un importante viaje alos Estados Unidos, invitado por laFundación Rockefeller para impar-tir unas lecciones sobre la cuestiónagraria. Hasta ese momento,Röpke ya se había hecho notar enlas reuniones bianuales del Vereinfür Sozialpolitik, institución que to-davía era considerada como elpunto de referencia de la cienciaeconómica para los escritores decultura germánica90. De vuelta aAlemania y tras una breve estanciaen Graz, fue llamado finalmente adesempeñar la cátedra de econo-mía política de Marburgo, en don-de ejerció hasta su exilio turco«por convicción propia» en 1933.En cualquier caso, la salida de Ale-mania clausuró la época en la quesu pensamiento fue poco a pococobrando forma, evolucionandodesde el vago socialismo bienin-tencionado, pero ayuno de teoría,de no pocos colegas suyos, a la de-fensa teleológica de la libertadeconómica.

Ahora bien, la especulación teó-rica röpkeana, en parte asentadaen la tradición de la economía de

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mercado renovada por von Mises,no siguió la derrota trazada por eldiscípulo de este último, FriedrichA. von Hayek, quien en última ins-tancia prescindiría de la considera-ción de las determinaciones de lopolítico sobre lo económico91. En-cuéntrase aquí un aspecto suma-mente interesante del pensamien-to röpkeano, pues su actitud antela política nos descubre las clavesde su esfuerzo por trascender laeconomía política, que el autor ur-gía a transformar en un verdaderohumanismo económico. En efec-to, según Röpke, constituía un gra-ve error ignorar la estrecha rela-ción existente entre los diversosórdenes humanos, particularmen-te la propia del orden político y eleconómico. Aquí debe radicarse, atodos los efectos, aquello que dife-rencia al liberalismo alemán de laII postguerra del neoliberalismo delos profesores austriacos de eco-nomía y sus seguidores, particular-mente los economistas nortea-mericanos92.

A sus variadísimas lecturas93 y asus trabajos científicos habría aho-ra que añadir, como factores quetambién determinaron su biogra-fía, dos acontecimientos muy con-cretos. El primero de ellos fue la

experiencia de su fugaz participa-ción en la l lamada comisiónBraun, constituida en 1930 para lu-char contra la crisis económica.Esos trabajos le dejaron como im-pronta una prevención intelectualpermanente contra toda forma deinflación, en su opinión uno de losgrandes males de la economía delsiglo XX y también una seria ame-naza para la libertad. El segundoacontecimiento pertenece, sin du-da, al orden menor de los escritosde circunstancias, pero no carecióen absoluto de trascendencia. Nosreferimos a sus manifestacionespúblicas en contra del nacionalso-cialismo de Hitler y sus adeptos.

En una alocución pública de1930 que, bajo el título «Ein Sohnniedersachsens an das Landvolk»,dirigió a su paisanos de Baja Sajo-nia, advertía que quienes pensaranvotar al Partido Nacionalsocialistadebían ser conscientes de las con-secuencias de sus actos, pues setrataba de un voto al caos contra elorden94. Más tarde, ya con los na-zis en el poder, pronunció un dis-curso en Frankfurt (8.2.1933) en elque se atacaba duramente a lospartidarios del gobierno, ridiculi-zando su pretensión de regresar alas «forestas vírgenes de Germa-

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nia» cuando lo que realmente senecesita, dada la complejidad delentramado social, es una mayordosis de inteligencia y disciplina95.

Todo ello le costó la separaciónde la cátedra y, finalmente, la jubi-lación forzosa anticipada por «mo-tivos políticos»96. Röpke, suma-mente elegante e irónico en el esti-lo, resumía el caso para sus oyen-tes de una conferencia pronuncia-da en la Escuela Superior de Gue-rra de Buenos Aires en el otoñoaustral de 1960: «Combatí a Hitler.Era yo profesor en Alemania en1933, y entonces encontré que unode los dos tenía que irse. Como élno se quiso marchar, yo tuve queirme»97.

b) La etapa turca (1933-1937)

Respondiendo a una llamada dela Universidad de Estambul, dondeel reformador Kemal Ataturk tuvogran interés, según es sabido, enreunir a lo mejor del primer exilioacadémico alemán, se trasladó consu familia a Turquía98. En Estam-bul recibió concretamente el en-cargo de fundar y dirigir un Institu-to de Ciencias Sociales, que cons-tituyó su contribución científica ala modernización de la sociedadturca. Ahora bien, al margen de la

actividad institucional ¿qué repre-sentó para su pensamiento lo quepodríamos denominar el «periodoturco» de su biografía? La lejaníageográfica no supuso en ningúncaso un apartamiento de las cues-tiones de máximo interés que sediscutían en Europa; en este senti-do, Röpke seguía en contacto conlas corrientes más vivas del pensa-miento. Prueba de ello es su pro-fundización en la teoría del cicloeconómico, asunto en el que ya in-cursionó en la década anterior.

Continuando la línea trazadapor la teoría del capital de Eugenvon Böhm-Bawerk y su discípuloMises, el economista alemán re-elaboró y amplió su trabajo Krisisund Konjuntur (1932), para publicar-lo en inglés como Crises and Cycles99.En esencia, la teoría röpkeana delciclo económico, anclada en susestudios sobre la formación delcapital100, refiere el origen de lascrisis económicas a la expansiónde crédito del banco central, res-ponsable del exceso de inversio-nes en bienes de capital. Tal vez lomás original de este estudio es laafirmación de que también es po-sible, si no más probable, que seproduzca la sobreinversión en laseconomías socialistas, con lo que

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tampoco estas últimas estaríanexentas de los efectos del ciclo.Röpke se ufanaba en el detalle deque en este trabajo suyo y en otrossimilares ya se habían lanzado lasprimeras advertencias contra losefectos distorsionadores de lo queluego constituyó la cómoda políti-ca keynesiana del ciclo económico,polarizada por un terror generaliza-do e irracional a la deflaciónpostbélica.

En cualquier caso, su obra eco-nómica más importante de este pe-riodo es probablemente su singularmanual de economía política, re-dactado en 1936 a requerimientode una editorial vienesa y publica-do en la primavera de 1937, titula-do originalmente Die Lehre von derWirtschaft101. En ella pretendía el au-tor fijar el status quaestionis del sabereconómico, poniendo «unos quin-ce años de experiencia pedagógicauniversitaria al servicio de una obraque justificadamente se considera-ba necesidad imperiosa»102. Deuna manera clara y elegante, aleja-da por tanto de la pedantería aca-démica, Röpke desarrolló en aque-llas páginas su concepción de laeconomía, apoyando sus investiga-ciones en lo que consideraba pie-dra angular de la ciencia económi-

ca: la consideración del problemaesencial de la economía como acti-vidad humana, es decir, el proble-ma del orden o la «anarquía orde-nada»103. Para el autor, según su-giere en los dos primeros capítulosde la obra, el orden económico ten-dría al menos cuatro premisasesenciales: una fenomenológica, elproceso de la formación de los pre-cios; otra epistemológica, la utili-dad marginal. Sobre esta últimadecía que se había levantado «todoel edificio de la moderna teoríaeconómica»104. Cabría ademásatender a una premisa sociológica,según la cual existen tres mediospara combatir socialmente la esca-sez, a saber: una forma éticamentepositiva (altruismo), una forma éti-camente negativa (violencia) y, porúltimo, una forma éticamente neu-tral (intercambio económico). Fi-nalmente, puede considerarse tam-bién en su obra una premisapraxeológica, según la cual existendiversas formas de armonizar lasnecesidades con las preferencias:desde el sistema de economía co-lectiva hasta el sistema de preciosde mercado, pasando por las colas,los racionamientos o los sistemasmixtos de precios máximos, pre-cios públicos y demás.

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Cuando un economista se inte-rroga con seriedad sobre el proble-ma del orden económico, difícil-mente puede esquivar la depen-dencia que este último manifiestaen relación al orden general de laconvivencia humana y, particular-mente, al orden político. Röpke,que ya conocía las implicacioneseconómicas de unos órdenes tanpolitizados como el soviético y elnacionalsocialista, no podía sosla-yar las determinaciones recíprocasde lo político y lo económico. El yamencionado Socialismo de Miseshabía examinado certeramente lasconsecuencias de una economíasin mercado. Su rigor y exhaustivi-dad admitían pocos apéndices105.Tal vez por eso, adoptando un mé-todo de análisis similar, Röpkeabordó el estudio de la economíafascista en un artículo muy impor-tante de 1935: «Fascist Econo-mics»106. En aquellas páginas, es-critas como acostumbraba, a con-tracorriente, el autor hacía aflorarlas falacias de una supuesta «nue-va economía» que, según su pare-cer, nada nuevo tenía que aportar alo ya experimentado. El artículotiene el interés añadido de queayuda a perfilar su actitud ante elintervencionismo económico y el

«Estado fuerte», pues no cabe es-perar de Röpke una justificacióngeneral de la politización de laeconomía. En Lehre von der Wirtschaftse había expresado con suficienteclaridad al respecto: «Se necesitaun Estado fuerte que, de un modoimparcial y firme, esté por encimade la lucha de los intereses econó-micos» y defienda al capitalismode las prácticas restrictivas de loscapitalistas107. Mas la «economíafascista» representó realmente locontrario a sus tesis. Ni siquiera lainteresada utilización de la deno-minación “corporativismo”, idea-rio que Röpke tenía en buenconcepto108, podía ocultar la reali-dad del así llamado «Stato Corpo-rativo»; este último, decía, no eraotra cosa que la institucionaliza-ción del «privilegio para poderarruinar la economía nacional quese han reservado unos cuantos di-letantes»109.

Los años de la Universidad deEstambul no quedarían completosen esta sumaria exposición si no tu-viésemos en cuenta que en ellos sefraguó su «Trilogie», especialmentesu primer volumen, Die Gesellschafts-krisis der Gegenwart, publicada ya enSuiza en el invierno de 1942.

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c) Plenitud intelectual (1938-1945)

Precedido por la fama de su li-bro sobre la teoría de la economíapolítica, que le hizo despuntar de-finitivamente como uno de los crí-ticos más relevantes del interven-cionismo económico en todas susformas y, asímismo, como un teóri-co liberal de primer orden, Röpkedio por terminada su misión en laUniversidad de Estambul al recibiren 1937 un llamamiento del Insti-tuto de Altos Estudios Internacio-nales de Ginebra. Allí, en dondepudo tratar fugazmente con vonMises, impartió clases de econo-mía internacional el resto de su vi-da. A pesar de haber tenido algu-nos ofrecimientos para trasladarsea los Estados Unidos, prefirió esta-blecerse definitivamente en Suiza,nación que devino muy pronto susegunda patria.

La neutralidad suiza le mantuvorelativamente aislado de los terri-bles acontecimientos europeos,desencadenados inexorablementepor la invasión de Polonia el pri-mero de septiembre de 1939. Enmedio de la catástrofe vinieron areforzarse sus profundas conviccio-nes europeístas, acentuándose almismo tiempo su preocupaciónpor el destino de un continente

que por segunda vez veíase aboca-do a una guerra de aniquilación.Su contribución a la causa de la ci-vilización europea no podía limi-tarse en esas circunstancias a laapología de una concepción más omenos ingenua de las relacioneseconómicas internacionales, adap-tada al patrón del viejo liberalis-mo. Tampoco cabía una recons-trucción social utilizando materia-les provenientes del colectivismo,mentalidad en buena medida res-ponsable de la transformación delas naciones europeas en agresivoscolosos bélicos. En su opinión, lasguerras europeas imponían unpunto de vista hasta cierto puntoinédito, pues los cambios que ha-bían provocado en las estructuraspolíticas, económicas y sociales,obligaban al pensamiento a buscarcon radicalidad el origen del mal.Ello excluía, pues, el recurso a losmás que agotados remediosideológicos del siglo XIX. Ni el vie-jo liberalismo, lastrado por su «ce-guera sociológica», ni el pugnaz«colectivismo», responsable de lamasificación de la vida, eran la so-lución, antes bien constituían elproblema. Con este bagaje abordóRöpke la elaboración de sus gran-

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des libros sobre la situación histó-rica de la civilización europea.

En el decisivo invierno de 1942,mientras se combatía durísima-mente en Stalingrado, apareció ensuiza La crisis social de nuestro tiempo,un libro que es el «resultado de lasideas que se ha ido formando uneconomista acerca de la enferme-dad de nuestra civilización y delprocedimiento para llegar a ven-cerla»110. En sus páginas ofrecíaRöpke un lúcido análisis de la si-tuación del espíritu europeo, pro-poniendo como remedio lo que al-gunos otros antes que él ya habíanllamado «Dritten Weg». El autor serefería, en efecto, a la tercera vía otercer camino como a una suertede mediación intelectual y empíri-ca que debía operarse entre el libe-ralismo individualista y el socialis-mo colectivista, corolario de lacual sería lo que enseguida llamóhumanismo económico, es decir,una nueva concepción de la econo-mía sometida a imperativos éticosy jurídicos e integrada en una vastaacción política configuradora deuna ordenación social sana111. Dealguna manera, lo que Röpke esta-ba proponiendo en el fondo erauna concepción renovada de la So-zialpolitik que varias generaciones

de economistas y juristas alema-nes habían cultivado desde el Con-greso de Eisenach (1872). En estesentido, el caso de Röpke es único,pues al contrario que a Mises y a lamayor parte de sus discípulos nole parecía que la política social pu-diese despacharse tan expeditiva-mente como estos últimos acos-tumbraban, viendo en ella única-mente una interferencia de lasoperaciones de mercado112. La es-casa comprensión de los neolibe-rales austriacos no ya únicamentede la política social, sino de la vi-sión humanista del ordoliberalis-mo se puso de manifiesto, antesincluso del cisma de la SociedadMont Pèlerin, en la condena mi-seana de las «Middle-of-the-RoadPolicies», en las que no se ve sinouna variedad suavizada de socialis-mo («intervencionism») que, a me-dio plazo, conduce igualmente auna sociedad estatizada113.

Ciertamente, la Sozialpolitik cons-tituye un repertorio de medidasque directa o indirectamente pue-den ser susceptibles de alterar lascondiciones de partida, los proce-sos o los resultados del mercado;no tiene sentido, por tanto, negarsu carácter intervencionista. Ahorabien, para Röpke, la política social

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clásica podía tener una explicaciónsatisfactoria si se la abordaba rea-listamente desde el punto de vistadel orden de la convivencia huma-na. La conocida preocupaciónröpkeana por las relaciones entrelos distintos órdenes (político,económico, moral, artístico, cientí-fico, etc.) alineó su pensamientocon el de los escritores más realis-tas. En este sentido no puedenperderse de vista las diferenciasentre La crisis social de nuestro tiempo yel famoso pamphlet de 1944 Caminode servidumbre, de F. A. Hayek114. Encierto modo, la obra del escritoraustriaco parecía ya entonces an-terior a su tiempo115.

Como buen lector de Ortega yGasset, Röpke se esforzó por man-tenerse en el nivel del tiempo, demodo que nuevamente en 1944entregó a las prensas otro libro, elsegundo volumen de la trilogía,que tituló Civitas humana. Cuestionesfundamentales en la reforma de la socie-dad y de la economía. En él, de unamanera mucho más sistemática,retomaba los grandes asuntos delinvierno del 42, depurando su pen-samiento y dando forma a lo quepoco después se conocería en Ale-mania como la Gesellschaftspolitik, o

política configuradora de una so-ciedad bien ordenada116.

El último volumen de la trilogía,publicado en 1945 (InternationaleOrdnung - heute) y sometido, comolos otros dos, a una importante re-visión en ediciones posteriores,constituye la culminación de susreflexiones desde el punto de vistadel orden internacional, que le pa-recía el verdaderamente decisivo;no obstante había quedado para elfinal pues, por otro lado, Röpke en-tendía que los males que arrasaronel orden internacional se habíanoriginado en el interior de los esta-dos, cuyo insensato nacionalismopropaló graves deformaciones dela realidad. «Este orden de apari-ción de los libros, contradictorioen apariencia, refleja una determi-nada interpretación de la verdade-ra naturaleza de la crisis interna-cional. Contiene en sí una teoríadeterminada acerca de los oríge-nes y de las rutas que conducen aun nuevo orden internacional»117.Se equivocaban, por tanto, quie-nes se obstinaban en eliminarunas supuestas causas internacio-nales de los conflictos recurriendoa lo que irónicamente denominabaRöpke el «conferencismo» interna-cional, que no es sino la manifes-

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tación burocrática del normativis-mo internacionalista118. La obra encuestión retomaba en última ins-tancia una de las constantes de supensamiento: la decadencia de laeconomía mundial y sus efectossobre el orden social, tratada ya ensu libro International Economic Disinte-gration, de 1942119.

d) Reconocimiento internacional (1946-1966)

La publicación de su trilogíaconsagró a Wilhelm Röpke comouno de los más importantes críti-cos de la cultura; lo cual vino a su-marse a una competencia econó-mica fuera ya de toda discusión.Pocos como él habían logrado unaexposición tan realista y equilibra-da de los desórdenes políticos,económicos y espirituales, así co-mo de su alternativa, una econo-mía humanizada al servicio de unacivitas humana.

Llegó entonces el momento delreconocimiento internacional,pues un escritor como Röpke re-presentaba a la perfección el idealde la resistencia intelectual frentea la ideología y la propaganda, endefinitiva frente a la falsificaciónde la vida humana, sometida a du-ras pruebas por los totalitarismos

rojo y negro120. Así, refiriéndoseHayek a la aportación röpkeana ala causa contemporánea de la li-bertad, pudo resaltar «un don es-pecial suyo por el que nosotros,sus colegas, le admiramos espe-cialmente, quizá por ser tan pocofrecuente entre intelectuales: suvalor, su valor moral. Pienso notanto en su consciente exposiciónal peligro, aunque tampoco se es-condía de él, sino en su valor paraoponerse a los prejuicios popula-res compartidos en un momentodado por personas bien intencio-nadas, progresistas, patrióticas oidealistas. Hay pocas tareas másdesagradables —continuaba elaustriaco— que tomar partidocontra movimientos que son se-guidos de forma entusiasta, y apa-recer como un alarmista señalandopeligros donde los entusiastas noven más que buenas perspecti-vas»121.

Pero Röpke constituye tambiénun ejemplo de la renovación delpensamiento liberal, pues contri-buyó a que este último abandona-se los tópicos del siglo XIX (paleo-liberalismo), poniéndolo en condi-ciones de afrontar los nuevosdesafíos históricos, caracterizadospor la necesidad imperiosa de ha-

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llar un nuevo principio ordenadorde la realidad. En un trabajo de es-tas características al menos debe-ría mencionarse su participaciónen la edición de revistas como Ordoy Kyklos; la fundación de la Socie-dad Mont Pèlerin en 1947 y, por su-puesto, el liderazgo intelectual delgrupo de la economía social demercado («AktionsgemeinschaftSoziale Marktwirtschaft»), compar-tido con economistas como WalterEucken o Alfred Müller-Armack122.Con respecto a esto último, es no-toria la influencia del consejo deRöpke y sus colegas123 sobre la in-teligente política económica deLudwig Erhard, responsable direc-to de lo que se llamó en los años1950 el «milagro alemán»124. Paraun escritor económico una de susmáximas aspiraciones bien pue-de ser contarse entre los moder-nos «consejeros áulicos». Röpke,de una u otra forma, siempre es-tuvo instalado en los aledaños delpoder político, al servicio de unacausa.

Mas en este periodo tiene un in-terés singular su contribución a lafundación de la mentada MontPèlerin Society, que muy pronto seconvirtió en la sede por excelenciade los mejores impulsos del pen-

samiento liberal. Aunque algunosdetalles de la constitución de lasociedad todavía no se han hechopúblicos, es conocida la polémicaentre Hayek y Röpke, acompañadoeste último por el mecenas AlbertHunold, a propósito de la filiacióninicial y dirección del instituto consede en Suiza125. Por diversas razo-nes, uno y otro consideraban la so-ciedad como algo propio126. Másallá de un cierto prurito persona-lista, la cuestión de fondo afectabasin duda a una divergente concep-ción del liberalismo y el papel queestaba llamado a desempeñar enlas sociedades de la postguerra.Para la mayoría de los miembros,abanderados por von Mises, no ca-bía concesión alguna al interven-cionismo, ni siquiera bajo la su-gestiva formulación liberal acuña-da por Rüstow («Liberaler Inter-ventionismus»), y así lo hicieronver ya desde la reunión anual de1949, propiciándose una agria po-lémica entre el autor de La acciónhumana y Walter Eucken127. Dos lí-neas aparecieron pues claramentedelimitadas en el interior de laque, al menos durante algún tiem-po, pudo considerarse vicariamen-te una Internacional Liberal. Losordoliberales, para quienes los

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neol ibera les de inspi rac iónaustríaca no representaban sinouna reedición del denostado pa-leoliberalismo, viéronse prontodesplazados e incapacitados paratrazar una orientación distinta. To-do lo cual condujo a la ruptura en-tre unos y otros en la Asamblea deTurín de 1961128.

Los años 1950 y 1960 fueron,según es notorio, los de la genera-lización de las políticas keynesia-nas; tuvo lugar empero el éxito edi-torial de los libros de Röpke. Nosencontramos pues ante un escritorllano y capaz de hacerse entenderpor un público amplio y no versa-do en economía. Este detalle leabrió probablemente las puertasde muchas naciones en las que sumagisterio solía ser reclamado.Viajero incansable, protagonizóuna importante gira de conferen-cias en 1957, que le llevó a Méxicoy Venezuela, y otra en 1960, invita-do por distintas instituciones aca-démicas y empresariales de Argen-tina, Venezuela y Perú. Curiosa-mente, los años en que el despe-gue económico de aquellas nacio-nes hispánicas parecía nuevamen-te posible, después de versefrustradas las expectativas de losaños veinte, coincidieron con el in-

terés de las elites por la economíasocial de mercado. Sin embargo, lacolonización de las ideologías eco-nomicistas del «estructuralismolatinoamericano»129 de Raúl Pré-bisch, apóstol del keynesianismo130,y sus patrocinadores de la Comi-sión Económica para América Lati-na y el Caribe (CEPAL) alteró de-masiado pronto las perspectivasiniciales de un proceso que, agrandes rasgos, fue analizado porRöpke en un texto muy sugestivode 1953: Unentwickelte Länder. Preci-samente, coincidiendo con su viajea Argentina, se imprimió en Bue-nos Aires en traducción española.En un breve prólogo para la oca-sión se interrogaba el autor sobrela situación económica del paísque le acogía en estos términos:«¿Se trata realmente de un paíssubdesarrollado, o estamos anteuna nación que contó con un nivelrelativamente alto de desarrollo yque fue arrojada por una políticaeconómica errónea hasta el nivelde un país subdesarrollado?»131.

La obra de Röpke ha sido tradu-cida a diversos idiomas y tratadoscomo su Die Lehre von der Wirtschaft amás de catorce. El relativamentedébil interés editorial y científicoque se registra actualmente por su

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obra contrasta vivamente, segúnse indicó más arriba, con la situa-ción de los años del desarrolloeconómico. No quiere decirse quesu obra haya dejado de editarse132,pero, ciertamente, fuera de loscírculos suizos y alemanes en losque tanto se le respeta, su pensa-miento parece despertar más entu-siasmo allende el Atlántico133.

2.2. Recepción de su pensamiento en España

En nuestro país, probablemen-te, Röpke no fue conocido entrelos especialistas hasta poco des-pués de la guerra civil. En contra-partida, puede afirmarse que unode los primeros ensayos publica-dos en Europa sobre la crítica de lacultura de Röpke apareció en Es-paña. En efecto, en 1945 se publicóen el Suplemento de política social de laRevista de Estudios Políticos un elegan-te texto de Luis Díez del Corral ti-tulado «El hombre y lo colosal».En él se recogía una primeraaproximación al pensamiento deleconomista alemán, según apare-ce en La crisis social de nuestro tiempo,acusándose también recibo de susotros dos grandes libros hasta esemomento: el clásico Die Lehre vonder Wirtschaft de 1937, que se cita

por la segunda edición suiza, y elaún reciente en ese momento Civi-tas humana134. El autor de aquelartículo135 formaba parte de dosinstituciones decisivas para el fu-turo de la inteligencia hispánicadespués de la guerra, a saber: laFacultad de Ciencias Políticas yEconómicas y el cronológicamenteanterior Instituto de Estudios Polí-ticos. Precisamente fueron tam-bién economistas adscritos a lasmismas quienes posibilitaron lapublicación de las traducciones es-pañolas de algunas de las obras deRöpke. Concretamente, la edito-rial Revista de Occidente, a travésde su benemérita colección «Bi-blioteca de la Ciencia Económi-ca»136, llegó a ofrecer hasta tres desus grandes títulos: La crisis social denuestro tiempo, en 1947137; Introduc-ción a la economía política, en 1955138;y Civitas humana, en 1956139.

La empresa del importante gru-po de profesores y economistas deMadrid, sobre la que ha aportadoluz Velarde Fuertes140, vióse com-plementada casi simultáneamentepor la labor meritoria de la Funda-ción Ignacio Villalonga, con sedeen Valencia. Esta fundación cultu-ral, que se distinguió por el estu-dio y la difusión de la economía de

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mercado, puso a disposición delpúblico español las obras Organiza-ción e integración económica internacio-nal (1959) y Más allá de la oferta y lademanda (1960)141. En cierto modo,el testigo de aquella Fundación lorecogieron en los años 1970 la ma-drileña Unión Editorial y, asímis-mo, los seminarios privados sobreeconomía austriaca de los herma-nos Joaquín y Luis Reig Albiol, enel domicilio de este último142. Ahíse encuentra el germen de la lla-mada Escuela Austriaca de Ma-drid.

En cuanto a los estudios sobreel pensamiento del economistaalemán afincado en Suiza, consti-tuye una referencia obligada enlengua española, el importante tra-bajo de Andreas A. Böhmler sobrela filosofía política y social del or-doliberalismo, en el que se haceparticular hincapié en la obra deRöpke143. Sin embargo, no deja derepresentar un caso aislado144.

2.3. Crítica del «economicismo»

El pensamiento de Röpke tienecomo referente ineludible el cues-tionamiento de una cierta formade entender la economía que se haimpuesto a lo largo del siglo XX,sobre todo como consecuencia de

su matematización. Por debajo dela manía econométrica, estimula-da por la sustitución de la econo-mía como actividad humana por elEconomic Analysis, el autor creyódescubrir males profundamentearraigados. Uno de ellos es lo quese conoce como «economicismo»o «economismo».

a) Planteamiento histórico del problema, o cómo se vino en expulsar al hombre de la economía

La crítica de Röpke al economi-cismo tiene una doble raíz, teórico-económica y filosófico-cultural. Noresulta admisible, según él veía lascosas, la reducción de la economíaa una disciplina reguladora de lamera productividad técnica. Bienes cierto que durante la época mo-derna ha fluctuado continuamentela opinión común acerca de loconstitutivamente económico dela economía. Un estudio someroharía aflorar una sucesión de crite-rios que, arrancando de la «rique-za» imputada a las monarquías,al Estado, a la nación, a las claseso a los individuos arribarían, endécadas recientes, hasta la genera-lización de las ideas sobre el«bienestar» como meta última dela economía. El espíritu europeo

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ha conocido entretanto la equipa-ración de la actividad económicacon el lado oscuro, bajo o inclusofúnebre del ser humano. Sobre to-do cuando, de un lado ThomasCarlyle y de otro John Ruskin, ha-ciendo de precursores de los «inte-lectuales anticapitalistas»145, pre-gonaron que la economía política,identificada erróneamente con losvicios del sistema industrial, era,entre todas las ciencias, la DismalScience, y el economista un ser dealma desquiciada. En suma, almismo tiempo que se hacía evi-dente en otros contextos intelec-tuales la dimensión humana de laeconomía, pues, a fin de cuentas,quién negaría que también la ri-queza promueve el bien económi-co del hombre146, la mentalidadimperante tendía a exagerar lasconsecuencias de ciertas pasioneshumanas en el campo de la econo-mía. Werner Sombart, en su libroEl burgués, describió con muchaelegancia el viejo lucri rabies147, peropor doquiera la opinión se expre-saba en la terminología darwinistadel «egoísmo», de la «lucha por laexistencia». A su manera, tambiénestas ideas contribuyeron a la difu-sión y general aceptación de unavisión distorsionada de la activi-

dad económica, concentrada ex-clusivamente en la vida utilitaria.

Liberales y antiliberales, me-diado el siglo XIX, mostrábanse deacuerdo en las premisas de la ac-ción económica, aunque discrepa-sen de las consecuencias éticasimputables a las mismas. Paraunos el egoísmo individualista ge-neraba felices consecuencias des-de el punto de vista del bien co-mún, cuyo medro bien valía la pe-na de unos cuantos individuos ex-pulsados del mercado por su inefi-ciencia o la mala suerte. Paraotros, en cambio, el solipsismo delos capitanes de empresa única-mente podría generar una socie-dad desestructurada, gravementeamenazada por la ruptura de loslazos de solidaridad... En cualquiercaso, aunque suene a paradoja,también los antiliberales razona-ron en sus críticas al liberalismocomo una especie de individualis-tas à rebours, cuya obsesión por laemancipación de cada hombreconcreto les abocó, empero, a uncolectivismo tutelar de la humani-dad.

Pero aún se dio un paso más enesa dirección, engendrando el pen-samiento económico una figura es-pectral, el homo oeconomicus, colec-

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ción psicologista de lugares comu-nes sobre el comportamiento hu-mano. Ahora bien, el homo oeconomi-cus, que únicamente resulta inteli-gible como noción epistemológica,fue aceptado por muchos como elelemento constitutivo de la reali-dad económica. Sus detractores,en vez de reprobar racionalmentela abusiva generalización de lospatrones de conducta atribuidos aesa entelequia, se arrogaron la res-ponsabilidad de redimir al homún-culo a través de la solidaridad (fin)y la redistribución (medio), inclusocoactivamente si ello fuese nece-sario. En el contexto de la revolu-ción positivista y socialracionalis-ta, puede decirse que aquellasoperaciones mentales fueron a lavez causa y efecto del agranda-miento de la brecha existente en-tre el objetivismo y el subjetivismoeconómicos, tendencias inmanen-tes al pensamiento «en valores»148.

Para el objetivismo económico,el valor constituye una magnitudteóricamente determinable y, con-secuentemente, predecible en fun-ción del precio de las horas de tra-bajo o de los costes de producción(pain cost). Según esta perspectiva ysimplificando mucho, la economíapolítica aspiró a perfeccionar su

status científico recurriendo, a me-dida que se desarrollaba la esta-dística y la matemática, a la mode-lización de la actividad económica,verdadero azote de las ciencias hu-manas. Los modelos, adecuados auna concepción mecanicista delmundo, arrojan su red sobre la rea-lidad traducida a ecuaciones mate-máticas. Ahora bien, su resoluciónúnicamente es posible en los fa-mosos modelos de equilibrioneoclásicos Walras, Pareto y tan-tos otros hasta llegar a la ma-croeconomía keynesiana, cuyoparecido con la realidad suele serfortuito, pues no hay lugar para laacción humana sino para el deter-minismo. Venía a decir RaymondBoudon en su crítica al sociologis-mo que, no pocas veces, acéptaseun determinismo epistemológicode partida pero se termina consi-derando imbéci les a losindividuos149. Mas tampoco lossubjetivistas, a quienes se debe eldescubrimiento del axioma de lautilidad marginal (Gossen) y la re-consideración de la actividad eco-nómica desde los imperativos dic-tados por la necesidad150 y los an-helos personales, se libraron even-tualmente de caer en la tentaciónde matematizar las escalas de la

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utilidad, como si los movimientosde la voluntad, orientada provisio-nalmente por los precios, fuesensusceptibles sin más de medida.La elección en economía no es unproblema de leyes estadísticas, si-no de ponderación individual.

Una concepción de la economíadependiente del utilitarismo; unageneralización del modelo del homooeconomicus, al que se recurre enocasiones para dar por supuestosprincipios psicológicos, éticos opraxiológicos que merecerían algu-na explicación; o, por último, unamatematización de la economíateórica, han contribuido sin duda ala expulsión del hombre de la eco-nomía. En una visión de conjunto,este proceso constituye una radi-cal epistemologización del sabereconómico, que ha abandonado elcampo pragmático de la accióneconómica como objeto de conoci-miento, sustituyéndolo por un sa-ber acerca de las representacionesintelectuales y conceptos de lateoría económica. Quizá, como re-cordaba hace años Dermot Quinnen su introducción a la traducciónen lengua inglesa de Más allá de laoferta y la demanda, la economía hadevenido una ciencia triste en suafán de erigirse en ciencia151.

b) ¿Producir cosas o producir valor?

La oposición röpkeana al eco-nomicismo expresa su incomodi-dad ante lo que alguna vez llamódespectivamente la «física de laeconomía»152, una disciplina aleja-da de la realidad humana y obse-sionada por la cantidad. La actituddel alemán no era nueva, pues yaMises había hecho cabeza, añosantes, contra de la matematizaciónde la economía. Sin embargo,Röpke aportó a la cuestión de laeconomía matemática un interésespecial por la respuesta de la eco-nomía a las necesidades del hom-bre. Es evidente que su satisfac-ción no puede resultar ajena o in-diferente al éxito o fracaso de laproductividad técnica. Sin embar-go, hacer de la «producción de co-sas» el fin último de la economíadesmerece de la condición huma-na de lo económico. Para Röpke, elproblema de fondo ha sido el en-cumbramiento de una concepciónmaterialista o utilitaria de la vida,a lo que no fue ajeno el viejo libe-ralismo. El economicismo, precisa-mente, no es sino una ideologíaeconómica que «enjuicia todo des-de el punto de vista de la producti-vidad material y de lo económico,haciendo lo económico-material la

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base de todos sus cálculos, al deri-var de él todo lo demás y supedi-társelo como simple medio paraun fin»153.

El economicismo, empeñado enofrecer una falsa seguridad, ha lle-gado incluso a promover la susti-tución de la felicidad humana pornociones aparentemente menosproblemáticas y al alcance de lamano como el bienestar social o laprocura existencial, siquiera conotros nombres menos altisonan-tes. Así, no resulta extraño que ha-ya gentes, especialmente entre loseconomistas profesionales, quecrean que la finalidad de la activi-dad económica es cuadrar los ba-lances de la economía nacional olograr que se incrementen los índi-ces estadísticos, representadosuno y otros por una colección desiglas en las que se debe profesaruna fe ciega. Mas todo ello no essino una «economía terminológi-ca»154, lo cual hace pensar que laciencia económica moderna, almenos en parte, se ha convertidoen una jerga de especialistas. Be-neficiarios y responsables de suextensión son precisamente los«economistas matematizan-tes»155, a quienes se refería Röpkepara denunciar del racionalismo

social. En su opinión, el cálculoauspiciado por estos profesiona-les, vinculados normalmente al in-tervencionismo estatal156, del quehan sido, junto a los intelectualesprofesionales, sus máximos bene-ficiarios, excede por completo delas capacidades humanas.

El presuntuoso «cálculo sincontar con los hombres»157, frutodel reino de la cantidad, ha deshu-manizado la economía que, sinembargo, constituye una moralscience. Por ello, a pesar de los efec-tos perniciosos de la macroecono-mía keynesiana, el economista de-be esforzarse por contemplar alhombre como un ser moral y espi-ritual, atento especialmente a la«productividad de valor», lo quelos hombres verdaderamente valo-ran y desean158. En este punto tie-ne especial importancia la figuradel «empresario» y la destruccióncreadora que lleva a cabo. Esta esla terminología de Schumpeter159,pero a la misma idea han apunta-do Kirzner Entrepreneurship, des-cubrimiento de nuevos fines yaún antes el propio Röpke, al defi-nir la misión empresarial comouna lucha permanente contra la in-certidumbre social. Mas la socie-dad no sólo remunera con el bene-

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ficio el esfuerzo de cálculo del em-presario, comparado con un nave-gante; de ser así, la «empresariali-dad»160 se agotaría en la maximiza-ción del beneficio —en la «santaeconomicidad» puritana y en lamentalidad calculadora161—. Enrealidad, el empresario es creadory no acepta el papel de «simple au-tómata» que le reserva la teoríaeconómica, pretendiendo que «pa-ra el bien general, cumpla con lasfunciones que le correspondendentro de la competencia, calcu-lando severamente su beneficio ysin existir una finalidad moral máselevada»162.

El economicismo, desde el án-gulo de las utilidades creadas porla acción empresarial, reduce eltráfago económico a un asuntomacroeconómico, induciendo a«considerar el problema de la esta-bilidad económica sólo bajo el as-pecto del pleno empleo, asegura-do con auxilio de medidas crediti-cias y mecánico-fiscales, olvidandoque tan importante como puedaser el equilibrio de las magnitudestotales de la economía, es la esta-bilidad de la existencia del indivi-duo»163. El economicismo de losespecialistas tiene su extrapola-ción sociológica en el culto enfer-

mizo al nivel de vida y a la obse-sión por el desarrollo y el creci-miento, terminología que hace re-ferencia a conceptos colectivosideológicos y que, en rigor, muypoco tienen que ver con la econo-mía humana. La manía economi-cista, cuyas causas se relacionancon la hybris de la razón, alimenta asu vez otros males de la civiliza-ción occidental (masificación de lavida).

No parece posible restañar losdaños ocasionados por este viciodel pensamiento si no es desdepremisas extraeconómicas: políti-cas, pero sobre todo morales. Asílo entendió Röpke al redactar sutrilogía. Ahora bien, la moraliza-ción de la economía resulta incom-patible con el moralismo económi-co. Este último, bastante confundi-do acerca de la quididad de la mo-ral y la economía o sus relacionesrecíprocas, se caracteriza por unacrítica vulgar de la sociedad deconsumo, siguiendo a grandes ras-gos el patrón de La sociedad opulentade J. K. Galbraith164. Pero ¿por quéla superación del economicismotiene que acarrear el rechazo de losbeneficios materiales de la civiliza-ción? Es evidente que sólo puedepensar así un intelectual.

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La prosaica preocupación por elpan no tiene remedio, al menos enesta vida. En última instancia, co-mo decía Julien Freund, la condi-ción económica del ser humanoestá fundada sobre su misma me-nesterosidad orgánica. La econo-mía verdaderamente humana, laeconomía económica es precisamen-te la que va «más allá de la oferta yla demanda», pues el hombre nosólo vive de la ratio de electrodo-mésticos por familia; ni siquiera deque su nivel de vida se ajuste a de-terminada previsión numérica delgobierno. Claro es que las conse-cuencias de esta manera de razo-nar no se circunscriben al mundooccidental, pues también afectan a

los países «subdesarrollados», cu-yas formas de vida incontaminadasadmiran a las instruidas generacio-nes europeas de jóvenes cool. Delmismo modo, también afectaronen su día al imperio soviético, cu-yos gobernantes creyeron jugarcon ventaja la baza del dirigismopara aumentar la producción enlos sectores estratégicos. Descon-fiado, Röpke aseguraba que paracontrarrestar la propaganda deleconomicismo comunista no seríasuficiente la lucha por el nivel devida o por la producción de hierro,carreras inicuas desde un punto devista espiritual. Hacía falta algomás: una economía verdadera-mente humana.

III. LA TERCERA VÍA COMO POLÍTICA SOCIAL

El pensamiento röpkeano cons-tituye ciertamente una «denunciade la expulsión del hombre de laeconomía»165. Así pues, su críticadel economicismo no debe enten-derse únicamente como una diatri-ba teórica contra de la matemati-zación de la economía, sino comouna pieza más de la economía ge-neral de su pensamiento, depen-diente en último análisis de ciertos

supuestos filosóficos. Entre otros,un acentuado realismo y una apa-sionada defensa de la persona, contodas sus consecuencias166.

El realismo filosófico de Röpke,inspirado en la tradición aristotéli-ca, se ha forjado en la convicciónde que se vive en una época inse-gura, en la que parece haberse vo-latilizado cualquier criterio paradiscernir lo propio de la naturaleza

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humana. La secularización y susepifenómenos han trastornado larelación del hombre con la reali-dad ideologización, relativismoy agnosticismo científico, juvenilis-mo y sexualización de la vida. Eneste sentido, uno de sus tópicosmás queridos fue precisamente elde la medida de lo humano, pues-ta en peligro por un mundo domi-nado por el colosalismo. La «esca-la humana», tema recurrente en supensamiento y objeto específicode su libro Maß und Mitte167, repre-senta en el plano de la inteligenciaun «ánimo inclinado a lo sim-ple»168 y un modo de pensar radi-cal y libre de prejuicios169. Postúla-se su realismo como un métodosintético-integrador, superador delpensamiento dicotómico. Haysiempre, viene a decir el autor, untercer género, lo cual exige un aná-lisis más sutil que la cómoda alter-nativa entre dos términos (porejemplo, entre socialismo y capita-lismo)170.

Por otro lado, el realismo deRöpke se presenta también comouna actitud beligerante ante losacontecimientos. No se trata delengagement, sino de la constataciónde que no se puede estar «acari-ciando el arpa mientras Roma arde

por los cuatro costados». De estamanera entendió Röpke el papeldel clerc, distanciándose por tantodel abstencionismo preconizadopor un Benda171. Su ideal de inte-lectual está representado por la no-bilitas naturalis, en el sentido de laaristarquía de Ortega, cuya autori-dad constituye un elemento im-prescindible para una sociedadbien ordenada. El intelectual quesólo es «crítico» y que cultiva eldespego personal de todo lo que lerodea tiene sin duda algo demonstruoso. El pensamiento deRöpke, teñido de lo que él mismollamó «pesimismo constructivo»172

o «activo»173, no se dejó paralizarpor el fatalismo. Antes al contrario,la indignación, el respeto y el sen-tido común le sirvieron como re-sortes para la acción. Aún en el in-vierno de 1942 confiaba en ser losuficientemente pesimista comopara conocer el peligro y contribuira su conjura174. Cada siglo, escribíaentonces, sale a su abuelo, lo quehacía albergar alguna esperanzasobre el siglo XX: «El viento hacambiado y está empezando a for-marse un nuevo clima espiritualque presentimos no será muy dis-tinto del siglo XVIII»175.

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Puede decirse, finalmente, quesu actitud filosófica ante la reali-dad se ajustó a lo que se ha llama-do el pensamiento en órdenesconcretos, que él entendió comouna alternativa al seco racionalis-mo abstracto, que no conoce lími-tes y resulta extremadamente pro-penso a extraviarse. De su pensa-miento ordinalista arrancaba sucrítica a los abusos de la razón del«sempiterno saint-simonismo»,del que supo acuñar una definiciónque sintetiza toda una actitud antela vida: «La actitud espiritual cuan-titativa-mecánica, producto de lamixtura de la hybris científicona-tural y de la mentalidad ingenierilde aquellos que unen al culto de locolosal el afán, que satisface supropia necesidad de autoridad, deconstruir y organizar con el com-pás y la regla la economía, el Esta-do y la sociedad con arreglo a su-puestas leyes científicas, reserván-dose para ellos, además, mental-mente, la función directora»176.

Ante todo, Röpke veía en elhombre su ser espiritual y moral.No existe, pues, el homo oeconomicus,a cuyos supuestos motivos racio-nales pretende recurrir el economi-cismo para explicar el acontecersocial177. Tampoco tiene mayor

consistencia el hombre ideológicode ciertas doctrinas. Este tipo devisiones unidimensionales, en lasque tanta responsabilidad tiene elracionalismo, adolecen de unaconcepción sesgada del hombre.Son producto también de un falsohumanismo que, a veces sin pre-tenderlo, impulsa la crisis de lamodernidad. Por su parte, Röpkellamó la atención sobre los exce-sos del individualismo metodoló-gico, que se arriesga a no tomar enconsideración los distintos planosde la vida humana, que por estarvertida hacia el «otro» tiene unavertiente «colectiva». Lo que pue-de considerarse, hasta cierto pun-to, como una forma de personalis-mo filosófico tiene en el economis-ta alemán una impronta casi cató-lica. La convicciones religiosas deleconomista, que en el fondo res-pondían al cristianismo histórico osociológico que ha fraguado elmundo europeo178 más que a unadeterminada confesión, impregna-ban su pensamiento; sin embargo,sus interlocutores le tomaban fre-cuentemente por católico.

En todo caso, hay que insistirahora en la importancia que la di-mensión religiosa del ser humanotiene para Röpke. El vacío genera-

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do por la secularización, estrecha-mente relacionado con el endiosa-miento del hombre, le hacían la-mentarse de la degradación de laherencia cristiana que ve en elhombre la imagen de Dios. Elhombre moderno que ha perdidola fe se aferra después a las falsasreligiones, que constituyen expre-siones de lo que el autor denomi-nó sarcásticamente «animalis-mo»179.

Este breve examen de algunosde los supuestos filosóficos delpensamiento röpkeano debe bas-tar para introducir la exposición te-mática de la idea de la tercera vía,objeto específico de la última par-te de este estudio. Entendemosque la vía media que se postulaconstituye, en cierto modo, unaconsecuencia directa de la inter-pretación que hace Röpke del sigloXIX en clave de «decadencia de lacultura». Aquella época inauguróen su opinión el que llamó «inte-rregno espiritual» en Europa, cu-yas manifestaciones prototípicasson el paleoliberalismo y el colec-tivismo. La tercera vía röpkeana,en consonancia con las exigenciasde la situación histórica, proponeuna reconstrucción social y moraldel modo de vida europeo, lo cual

lleva implícito, al menos en el mo-mento de su desarrollo, una alter-nativa a la política social clásica,sobre todo a las variaciones intro-ducidas por la generalización delas políticas económicas keynesia-nas: provisión de seguridad esta-tal, socialismo fiscal, inflación re-primida y empleo total, lo que élllamaba la «mentalidad Maginot»social180. La desproletarización y ladesmasificación de la existenciahumana constituyen, según Röpke,las metas e imperativos del huma-nismo económico o tercera vía. Asu adecuada comprensión han deservir algunas precisiones sobre elEstado total y el llamado interven-cionismo liberal.

3.1. Tercera vía e intervencionismo liberal

Durante el siglo XX se ha reavi-vado cada cierto tiempo, sobre to-do en Europa, una singular discu-sión ideológica y científica sobre elcontenido de lo que se llamó «ter-cera vía». Lo curioso es que las su-cesivas reediciones de la polémicahan hecho tabla rasa con las apor-taciones precedentes. Puede aven-turarse no obstante una primeraperiodización ordenadora de esteepisodio de la historia de las ideas

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del siglo XX, que comprende endos fases el desenvolvimiento dela mentalidad ideológico-social181.

El primer momento intelectualde la tercera vía se correspondecon el ciclo de la última guerra civileuropea, si bien una de las prime-ras manifestaciones al respectopuede fecharse ya en 1912, año dela primera edición de The Servil Sta-te, del católico vagamente tradicio-nalista Hilaire Belloc182. Las últi-mas aportaciones de interés estánencabalgadas en el final de la IIguerra mundial, correspondiendoel mérito principal a WilhelmRöpke. El segundo momento gravi-ta en torno al colapso oficial delsocialismo real en 1989. Los librosmás representativos de este últimoperiodo abarcan un cuarto de sigloy en ellos se describen perfecta-mente los avatares de los dos so-cialismos, el real (comunismo) y eldemocrático (socialdemocracia).Una de las obras de referencia fueel hoy olvidado libro de Ota Sik,Argumentos para una tercera vía: ni co-munismo ni capitalismo (1972)183. Mu-cho más recientes son los pamphletsde Anthony Bla i r y AnthonyGiddens aparecidos en 1998 y1999184.

El balance de las dos fases re-sulta claramente desigual, tantopor la cantidad de bibliografía co-mo por la calidad intelectual deldebate. En nuestra opinión, la po-lémica de la tercería vía, según sedesenvolvió desde 1989, no haaportado nada realmente intere-sante al asunto, pues se impuso laóptica utilitaria de los partidos delconsenso europeos, los cuales,viendo amenazada su superviven-cia política, recurrieron a nuevasfórmulas electorales, apelando auna tercera política. Con apenasunas pocas excepciones en la so-cialdemocracia francesa másbien retóricas, en Europa se hangeneralizado las pautas del neola-borismo inglés. Salvando algunasincursiones hacia el problema delas ideologías derecha e izquierda,incluso al centrismo185, las discu-siones han constituido una pérdi-da de tiempo, pues no se ha roza-do lo esencial: ni el cambio históri-co que acontece en lo político, re-presentado por la clausura de larevolución social dirigida por elEstado, ni la emergencia de unnuevo modo de pensar político, elanti-ideológico.

En los años 1920 y 1930 la lite-ratura de la tercera vía no alcanzó

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las cotas cuantitativas contempo-ráneas, pero en cambio el arqueointelectual fue mucho más positi-vo, pues los dilemas de fondo fue-ron planteados correctamente. Ennuestra opinión, la tercera vía con-sistió entonces en algo así como larespuesta de la inteligencia econó-mica a la mutación del mundo derepresentaciones sociales hereda-do del siglo XIX. No fue, natural-mente, la única alternativa, puestambién la inteligencia política seesforzó, a su modo, por dejar atrásla época del pluralismo social des-tructivo a través de lo que se llamóEstado total (Totaler Staat). La con-fusión sobre este último concep-to, equiparado en la opinión vulgarcon el Estado totalitario y con elEstado autoritario, así como el evi-dente paralelismo existente entrelos teóricos alemanes de la terceravía y del Estado total, hacen acon-sejable un examen de las dos no-ciones para apreciar justamente elsignificado de la tercera vía enRöpke.

a) Totaler Staat y Dritter Weg

El Estado total y la tercera víafueron una de las más arriesgadasrespuestas del «liberalismo esen-cial» de la tradición europea, sobre

todo del alemán, a la situaciónpolítica generada por lo que vonStein alcanzó a definir como ladialéctica entre la Sociedad y elEstado. En un párrafo decisivoescribió aquel que «la paz abso-luta entre ambos queda excluidapor el concepto mismo de vida. Eigualmente es cierto que la plenadisolución de lo personal en loimpersonal, el hundimiento de laidea autónoma de Estado en lasociedad y su orden significan lamuerte de la comunidad. La tie-rra conoce la muerte. No haypueblos perfectos, pero hay, sí,pueblos muertos. Son aquellosen los que el poder supremo seencuentra absolutamente en ma-nos de la sociedad. Pero el carác-ter de la vida de un pueblo esprecisamente la lucha entre Esta-do y Sociedad»186. No podemosextendernos ahora en la articula-ción de la ley del movimientohistórico en el pensamiento devon Stein, pues nos apartaríamosde nuestro tema. Debemos insis-tir empero en su importancia pa-ra una representación cabal de laépoca de lo social, caracterizadaprecisamente por el triunfo de lasociedad autoorganizada en Es-tado.

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La sociedad autoorganizada enEstado, según la terminología deCarl Schmitt187, o la «sociedad ab-soluta», según von Stein188, repre-sentan la irrefrenable tendenciacontemporánea del pluralismo so-cial, puesta de manifiesto enfórmulas como la Democracia So-cial o el Estado corporativo y, mástarde, llevada al límite degenerati-vo por la expansión de los poderesindirectos económicos. Caracterís-ticamente, el Estado tiende enton-ces a despolitizarse, mereciendo laconsideración de un subsistemasocial más, para decirlo con la ter-minología sociologista de TalcottParsons. El pluralismo social, quellegó a extremos dramáticos en laRepública de Weimar, amenazó,vistas las cosas políticamente, conla disolución del Estado, incapazde ganarle la partida a los poderesindirectos, jugadores á deux mains.Precisamente para evitar una cri-sis política general de dimensio-nes incalculables, escritores comoSchmitt lanzaron la idea del Esta-do total, que consiste básicamenteen el reforzamiento de las prerro-gativas del Estado para evitar sudescomposición189. Tratábase, conotras palabras, de impedir o cuan-

do menos retrasar la despolitiza-ción de lo político.

También el pensamiento econó-mico buscó soluciones para una delas consecuencias más relevantesdel pluralismo social: la expresióncomo poder político indirecto delgran capitalismo y de las grandesconcentraciones de poder econó-mico, responsables a su vez delbloqueo del mercado. La planifica-ción económica, la idea de unaconstitución económica e, inclu-so, el desarrollo de la legislaciónsocial son hitos de ese proceso. Enperspectiva sociológica, la cues-tión se vio como un conflicto muyáspero entre el socialismo y el ca-pitalismo. En la amalgama de unoy otro advirtió Belloc un serio pro-blema, dominado por el avance delmundo totalitario del trabajo y eldesprecio por la idea de propie-dad, lo que poco después se cono-ció como proletarización. Mas elpunto de referencia obligado, so-bre todo por su influencia en loseconomistas liberales alemanes,es el pensamiento de Franz Op-penheimer, quien expresamente serefirió en 1933 a la tercera vía (Drit-ter Weg), retomando su tesis de1919 sobre la superación de losmodelos de sociedad capitalista y

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comunista190. Por las mismas fe-chas, el historiador de la economíasueco Eli F. Heckscher también sehabía referido a la posibilidad deuna tercera vía en su famoso estu-dio sobre el sistema mercantilista.A propósito del arraigo en Inglate-rra de lo que el autor llama políticaeconómica liberal escribió lo si-guiente: «La vieja política econó-mica (mercantilismo) no habríapodido rendir un gran servicio eneste sentido, pues no había sidocapaz de descubrir, esencialmen-te, otro modo de afrontar los cam-bios económicos producidos queel de negarles todo título de legiti-midad. A su vez, la nueva políticaeconómica (liberal) negaba todaidea de intervención del Estado. Elmétodo antiguo había intentadoponer un dique a las transforma-ciones que se operaban; el métodonuevo y victorioso les dejaba cursolibre. De este modo, pudieronabrirse paso con una fuerza que notiene paralelo en la historia econó-mica anterior de la humanidad.Habría cabido una tercera posibili-dad: no contener el curso de losacontecimientos ni dejarlo desa-rrollarse a su libre albedrío, sinoencauzarlo por derroteros determi-nados; pero esta posibilidad jamás

llegó a intentarse»191. Dejando aun lado algún artículo de Alexan-der Rüstow192, quien realmente sehallaba en la frontera entre los teó-ricos del Estado total y la terceravía, el pensamiento económicoofreció sus mejores frutos ya ini-ciada la II guerra mundial193. Entretodas las aportaciones merece unaatención especial el conceptoröpkeano de la tercera vía, desarro-llado entre 1942 y 1944.

b) La tercera vía como síntesis de libertad y orden

En alguna ocasión Röpke llegóa atribuirse la paternidad termino-lógica de la tercera vía, entendien-do que había sido el primer escri-tor en proponerla en la primeraedición de su Die Lehre von der Wirts-chaft en 1937. En realidad, hastadonde hemos podido saber, el mé-rito le correspondió al maestro dela sociología Franz Oppenheimer,que intituló así un libro suyo de1933 al que ya se ha hecho referen-cia. La pretensión de Röpke causasorpresa, pues precisamente él co-nocía bien el pensamiento de Op-penheimer. Röpke, en cualquier ca-so, prefirió por algún motivo filiarsu pensamiento con Proudhon, LePlay o Sismondi, en quienes creyó

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adivinar elementos aislados de suprograma194.

Esencialmente, el economistaalemán entendía por tercera vía unprograma capaz de implantar unanueva política económica1 9 5.Orientada hacia una «constitucióneconómica de hombres libres»,Röpke pretendía con ella apartarsede los esquemas habituales. No setrata, por tanto, ni de una simplenegación de liberalismo económi-co, ni del rechazo automático decualquier manifestación del colec-tivismo. La exigencia de supera-ción de la disyuntiva entre laissez-faire y socialismo no es utópica,pues en última instancia el pensa-miento siempre puede habilitar untercer género. Su propuesta se de-fine al mismo tiempo como con-servadora y radical: «Conservado-ra en tanto que cifra su máximo einconmovible objetivo en conser-var a todo trance la continuidad enla evolución cultural y económica,y en la defensa de los últimos valo-res y principios de una cultura ba-sada en al personalidad libre; radi-cal en el diagnóstico de la descom-posición de nuestro sistema socialy económico liberal, en la crítica delos falsos caminos de la filosofía yla práctica liberales»196. Sus máxi-

mos rivales se reclutaron en losdos campos sometidos a tan im-placable crítica. El riesgo de unpensamiento de estas característi-cas es que, finalmente, unos yotros arriben a él como a una can-tera en la que obtener materialesque debiliten la posición del rival.Además, «se produce una situa-ción bélica sumamente complica-da, en la que uno de los adversa-rios contempla con satisfacciónmás de un ataque cont ra e lotro»197.

A pesar de su advertencia preli-minar sobre el sentido económicodel programa, en realidad su finali-dad trasciende el horizonte de laeconomía, subordinando esta acti-vidad a imperativos superiores: po-líticos y jurídicos, pero sobre todoculturales y morales. Estamos, portanto, ante un verdadero proyectode reforma social que no es ni unanegación universal del socialismo,ni una variante del liberalismo his-tórico. Las opiniones vulgares, sinembargo, tropezaban aquí. Pero elautor era consciente de las dificul-tades para hacer inteligibles yaceptables sus ideas, pues por lasesferas implicadas resultan bas-tante difíciles de precisar. Así, eti-quetas como la de tercera vía, sien-

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do útiles, no tenían en último aná-lisis sino un valor instrumental oprovisional. Algo tan sutil como lagarantía de las libertades persona-les en un orden social sano, habíarecibido ya otras denominaciones:liberalismo revisionista, liberalis-mo constructivo, etc. El propioRöpke se refirió también a un hu-manismo económico, a la ciudadhumana o el eucosmos.198 Pero latercera vía, terminología que noera ni demasiado amplia ni dema-siado estrecha, le parecía superiora las demás199. Al menos antes delfinal de la II guerra mundial, pueses cierto que después su actitudante la tercera vía parece un tantoambigua, desapareciendo las refe-rencias a ella en su obra200. Estodio pie a que se propagase la espe-cie de que Röpke nunca había sidofavorable a ese programa. La con-fusión tiene quizá una doble raíz ya ella contribuyó el propio Röpke.

Por un lado, hay que mencionarla negativa actitud de Mises haciacualquier género de intervenciónen la economía, noción que equi-para tanto con planificación comocon socialismo. Como un simplecorolario de esta tesis general ve-nía dado, por tanto, el consabidorechazo de la «Middle-of-the-Road

Policy». No es posible, venía a de-cir, destronar al Moloch capitalistay no entronizar al Moloch del so-cialismo totalitario201. Mas ésta, enel fondo, no dejaba de ser una delas ideas recurrentes en los escri-tores de esa escuela. La interven-ción del propio Röpke en el equí-voco tiene que ver con su escritoanticolectivista de 1947, en dondevolvió a exponer sus tesis ya cono-cidas sobre el socialismo. En estaocasión insistió especialmente enla ambigua actitud del socialismodemocrático ante la marea totali-taria: «Que se intente justificar un50% de colectivismo como diquecontra un 100% de él es señal deque el colectivismo democrático seencuentra hoy en una situaciónque bien podemos calificar, que-dándonos cortos, de inusitada»202.Igual que ya había hecho Hayek en1944, Röpke pretendía forzar a los«colectivistas no totalitarios»203 aelegir entre la economía de merca-do libre y la «economía de man-do», pues, concluía, «no hay nin-guna tercera posibilidad para regu-lar el mecanismo de una economíamoderna»204. Pero en realidad, elobjeto de su diatriba era denunciarlas contradicciones de lo que lla-mó «Ersatzsozialismus» o su-

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cedáneo ideológico «en el que serefugian aquellos socialistas sufi-cientemente inteligentes para re-conocer adónde nos conduce elverdadero socialismo, pero caren-tes de la decisión y del valor nece-sario para extraer de ello las con-secuencias lógicas inevitables»205.

Lo que disgustaba a Röpke fue,acaso, el éxito que la terminologíade la tercera vía tuvo, por ejemplo,entre los teóricos del corporativis-mo, del sindicalismo, incluso de lanacionalización de algunas empre-sas. Le molestaban especialmente,por falaces, los intentos de sacarconclusiones ideológicamenteabusivas en favor de la planifica-ción del experimento de la Autori-dad del Valle del Tennessee (T. V.A.), pues lejos de constituir laavanzadilla de un nuevo ordeneconómico, no dejaba de ser unaparcela muy reducida del ordeneconómico global norteamericano,regulado en todo caso por un mer-cado con precios libres. Lo mismosucedía en el comercio internacio-nal con respecto a las economíasde tipo soviético. Sin la referenciade los precios internacionales, queintroducían un mínimo de raciona-lidad en el cálculo económico delorganismo planificador, la radical

inviabilidad de esos regímenes hu-biese sido palmaria aún para susprocuradores. «De esta suerte, es-cribía en el mismo lugar, el famosotercer camino del socialismo de-mocrático se revela como muy res-balosa senda que lanza al abis-mo»206.

c) El intervencionismo liberal o la dignidad del orden político

Tanto la tercera vía como el Es-tado total apuntan, para decirlo deuna vez, al problema del poder, so-bre todo al poder político. SiendoRöpke un pensador liberal, suaportación a la comprensión de lopolítico en sus relaciones con laeconomía tiene un interés supe-rior. Según es sabido, durante mu-cho tiempo, el liberalismo, reduci-do a liberalismo económico («libe-rismo»), se ha caracterizado por elabandono de lo político207. El prin-cipio de tolerancia aplicado a losenemigos del Estado, una de las«muertes» del Leviatán, suponeaceptar como principio configura-dor de la unidad política el agnos-ticismo con respecto a los finesque debe perseguir el gobierno.Este indiferentismo, criticado du-ramente por Röpke208, ha propicia-do históricamente la generaliza-

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ción del pluralismo. Ahora bien, nose trata de rechazar en bloque loque en realidad expresa la diversi-dad de opin iones sobre lopúblico209. Como el autor sugeríaen Más allá de la oferta y la demanda,debería aceptarse que hay un plu-ralismo sano lo mismo que un plu-ralismo enfermo. Este último esofensivo; presupone la utilizacióndel Estado por los grupos para ex-plotar al resto de la ciudadanía; re-sulta tanto más pernicioso cuantomayor es el Estado; profesionalizael asedio permanente del Estado(lobbying) en beneficio de una castaque, finalmente, limítase a justifi-car las transferencias de rentas obeneficios en general que recla-ma. Contrariamente, el pluralismosano es netamente defensivo y seinstitucionaliza precisamente paraimpedir que otros grupos repre-sentados por el Estado ataquensus derechos210.

Contra la degradación de la vidapública, en un pulso de influenciasque aplasta la idea misma dederecho211, Röpke defendió la exis-tencia de un «Estado fuerte»212.Pero no se trata de un Estado in-tervencionista y omnipresente, si-no de un «gobierno que tenga elvalor de gobernar». «Lo que carac-

teriza al Estado verdaderamentefuerte no es la actividad proteica,sino su independencia de los gru-pos de interés y hacer valer inflexi-blemente su autoridad y su digni-dad como representante de la co-munidad»213.

Röpke apelaba ciertamente a latradición europea de la política dela libertad. En ella, el Estado seconfigura históricamente como unpoder neutral (Constant), más no«agnóstico», una de cuyas misio-nes primordiales ha consistido engarantizar la separación entre im-perio y dominio214. Aflora así unadisyuntiva imperiosa que el libera-lismo no siempre resolvió adecua-damente: ¿es la política una activi-dad digna o innoble? ¿Tenía acasorazón Oppenheimer al definir los«medios políticos» como una ex-propiación del trabajo de los otrospara satisfacer las propias necesi-dades, y los «medios económi-cos» como el recurso, con el mis-mo fin, al intercambio de los frutosrespectivos del trabajo de cadauno?215. El autor no dudaba de lainsuperabilidad del orden político,pues dota a las comunidades hu-manas de un sentido de la conti-nuidad. Lo político, en efecto, de-cía Ortega, es la piel de todo lo de-

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más. Tanto es así, que la polémicasobre el maquiavelismo tiene enRöpke una solución digna de losescritores realistas.

Por un lado, el autor de Organi-zación e integración económica internacio-nal, guiado por su pesimismoconstructivo, rechazó la concep-ción de las relaciones internacio-nales como un torneo de amigos yenemigos216. El cinismo que atri-buye a sus adeptos se vuelve nece-dad, pues «no se reconoce qué fe-roz humorismo encierra el que estapolítica realista no revele su irrea-lismo por sus terribles resultados,sino por ignorar la decisiva reali-dad de las fuerzas morales»217. Es-tas palabras dejan entrever las re-quisitorias de Maritain contra elmaquiavelismo o «arte de procurarla desgracia de los hombres»218.Llevando hasta el final el antima-quiavelismo del filósofo francés, lapolítica deviene una moral de re-sistencia que fía ciegamente en lapromesa de que «el mal no triun-fa», porque «destruir no es triun-far»219. Sin embargo, Röpke distin-guía entre el maquiavelismo y unaactitud política templada Sur-tout, pas trop de zèle, solía decir evo-cando a Tayllerand. El autor,probablemente, paró mientes en

los estragos que el ilusionismomoralista a la Maritain había cau-sado en occidente, debilitando suposición frente al maquiavelismocomunista220. Puede decirse que«existe una clase moralizante deenjuiciamiento de la política de losEstados, que ni es moral ni es inte-ligente y que se agota en el sinies-tro efecto del consciente fomentodel maquiavelismo y de sus golpesamenazadores de la paz». Son pa-labras de Röpke, pero las podríahaber escrito también RaymondAron, defensor de un maquiavelis-mo moderado, visto que «no siem-pre se tiene la libre elección demedios»221.

Del Estado fuerte o sano predí-canse la «sobriedad, honradez,concisión, realismo», pero sobretodo «la comprensión por lo políti-co»222. Esta última liberó a Röpkede cualquier prejuicio antipolítico,lo que le facilitó una adecuada in-teligencia de los problemas de lademocracia moderna. En clavearistocrática, el economista ale-mán señaló, en la mejor tradiciónde Montesquieu, la necesidad delos contrapesos del poder, entrelos cuales se cuenta la recupera-ción de una ejemplarizante noble-za del espíritu (Nobilitas naturalis)223.

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La contemplación röpkeana delo pol í t i co como un datoimportantísimo de la realidad queno cabe desprec ia r, marcó ,contemporáneamente a Eucken yotros, la reconciliación plena entreel liberalismo político y la econo-mía política neoliberal. Aconteci-miento cuyo valor hay que doblart ra tándose de pensadoresalemanes224. En el terreno prácticose produjo la reivindicación de unliberalismo verdaderamente políti-co y sin complejos anti-interven-cionistas. Röpke esbozó inclusouna teoría de las relaciones entrelo político y lo económico, sinteti-zada en el «intervencionismo con-forme». Un examen de este con-cepto nos conduce al marco gene-ral de la acción gubernativa.

c.1. Intervenciones conforme y no conforme

En virtud de su propio examendel capitalismo histórico y del co-lectivismo, Röpke considerabaerróneo el análisis al uso de lossistemas económicos. General-mente se tiende a representar uncontinuo en el que el papel desem-peñado por lo político aparece gra-dualmente desde el polo del laissez-faire al de la planificación centrali-

zada. Semejante criterio cuantitati-vo necesita, en su opinión, verse almenos complementado por un cri-terio cualitativo, basado en la dis-tinción entre «intervención confor-me» e «intervención no confor-me». En último análisis, Röpke re-chaza el cómodo esquema cuanti-tativo pues padece un severo errorde perspectiva; en él se procedecomo si la existencia o no de unplan bastara para encuadrar teóri-ca y empíricamente los distintossistemas económicos. Se hace pa-tente su advertencia contra laequívoca terminología «economíaplanificada», pues en rigor todaeconomía lo es. De hecho, es el«modo de planear» lo que diferen-cia a la economía liberal de la queno lo es. Mientras que la economíade mercado consagra el principiode la libre elección de fines y me-dios (Entrepreneurship y demás con-ceptos afines), la economía buro-crát ica o autor i tar ia p laneacoactivamente225. El criterio postu-lado por Röpke se refiere más biena la esencia de la propia actividadeconómica. El punto de partidapodría ser este interrogante: ¿pue-den las decisiones políticas inter-venir legítimamente en la actividadeconómica, sin que ello destruya

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per se las específicas determinacio-nes de un orden económico sano?

Son intervenciones (políticas)conformes aquellas que respetanla configuración específicamente económi-ca del orden económico226. Existe tam-bién otro tipo de intervenciones,aquellas no conformes, que sub-vierten el proceso económico,identificado por comodidad se-mántica con el mercado. «El carác-ter disconforme de una interven-ción se manifiesta por el hecho deque al paralizar la mecánica de losprecios acarrea una situación queexige en el acto otra nueva y másprofunda intervención, que acabapor poner en manos de la autori-dad la función reguladora que ha-bía venido ejerciendo el merca-do»227. Según Röpke, la senda delintervencionismo disconforme«hace perder la estabilidad a todaslas cosas», propiciándose de estemodo la justificación para ulterio-res y más disconformes interven-ciones. Una cuestión de especialinterés es la utilización instrumen-tal de la denominada intervención«readaptadora», que sólo relativa-mente cabe equiparar con las in-tervenciones conformes, pues in-troduce un matiz singular: la res-tauración de un orden económico

enfermo. Trátase de reconducir lasituación antieconómica padecidaen una rama de la producción, pro-piciando su transformación al mo-delo de mercado libre. Nuevamen-te, la readaptación se postula co-mo «lo tercero». Ni pretende ac-tuar contra la tendencia espontá-nea hacia el equilibrio, típica de laintervención «conservadora», nidejar que aquella «se precipite tu-multuosa por el cauce del laissez-fai-re»228. Media en esto una distanciaenorme con respecto al abstencio-nismo preconizado por Hayek enCamino de servidumbre. En su presen-tación de la traducción españolade La crisis social de nuestro tiempo glo-só Valentín A. Álvarez estos pensa-mientos röpkeanos: «Hay una in-tervención que libera, la cual pue-de actuar tanto en pro como encontra de la competencia, es decir,que aun intervenciones disconfor-mes pueden ser liberadoras»229.

c.2. Política económica positiva y política social

A la vista de la crítica röpkeanadel paleoliberalismo, puede enten-derse sin gran dificultad que el au-tor definiera motu propio el progra-ma de la tercera vía como anticapi-talista y antimonopolista230. No

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obstante, la apología del mercadobajo la especie del intervencionis-mo llamado conforme puede resul-tar contradictoria con su tambiéndeclarada actitud «anti-laissez-faire».Cualquier duda al respecto se disi-pa inmediatamente atendiendo aquien escribe que «con la mismadecisión con que nos apartamosdel capitalismo de monopolio ydel capitalismo colosal, lo hace-mos del laissez-faire (...). Una econo-mía de mercado viable y satisfacto-ria no se produce precisamenteporque de una manera deliberadanos concretemos a no hacer nada.Tal economía es más bien un pro-ducto artificial y un artefacto de lacivilización, (...) particularmentedifícil de construir»231. El carácterartificioso del mercado reclama,según Röpke, el auxilio de los ór-denes jurídico, político y moral.Todos ellos iluminan la «políticaeconómica positiva», que debe ar-ticularse en cuatro niveles232.

En el primer escalón se sitúa la«política de encuadramiento» o re-gulación general de las institucio-nes económicas y de la competen-cia: desde las fórmulas societariasde las empresas al derecho de pa-tentes; desde la legislación dequiebra y concurso de acreedores a

las determinaciones legales de loscoeficientes de caja bancarios. Se-guidamente encontramos la «polí-tica de mercado», que opera segúndos principios ya conocidos: el delas intervenciones de readaptacióno acomodación y el de las injeren-cias conformes. En tercer lugaraparece la «política de estructura»,que no admite como datos incues-tionables hic et nunc los supuestossociológicos de los procesos delmercado. La cuestión deviene aho-ra verdaderamente política, puesse trata de elegir el tipo de empre-sa preferida grande o pequeña ymediana, las relaciones estruc-turales entre la economía y la in-dustria, el estatuto jurídico de lapropiedad y el trabajo o la distri-bución más adecuada de las cargasfiscales. En este sentido, si se con-cede a esta política un «puesto im-portante e incluso sobresalienteen nuestro programa, se debierareconocer que la expresión huma-nismo económico no sería un malnombre para nuestros afanes»233.A partir de aquí o, incluso antes, eleconomista típico rechaza conti-nuar con la definición de otro tipode intervenciones. Hic sunt leones.No basta empero con pensar comoeconomistas. Estima Röpke, en

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efecto, que «hasta ahora nos he-mos ocupado predominantemen-te de política económica; ahora setrata de ocuparnos de política so-cial. Este es un paso tan desacos-tumbrado y, al parecer, tan atrevi-do, que encuentro natural que pa-ra algunos de nuestros colegas re-sulte todavía algo difícil seguir-nos»234.

La apelación de Röpke a la polí-tica social merece una atención es-pecial, pues nada más llega a escri-bir que la «economía de mercadose sostiene únicamente con unapolítica social que le sirva de con-trafuerte»235. Objetivo último deaquélla debe ser la fijación de unmarco general a la medida delhombre, nuevamente equidistantede los liberales incurables de lavieja escuela y los colectivistasantiliberales236. La política social opolítica vital (Rustow dixit) sintetizalos objetivos últimos del humanis-mo económico.

3.2. Metas e imperativos del humanismo económico

Una de las notas característicasdel humanismo económico postu-lado por Röpke, en su vertienteespecíficamente económica, es laconcepción del mercado como una

institución artificiosa. Por desgra-cia, aun a pesar de su instrumenta-lidad, el mercado no puede utili-zarse según convenga a los efectosde hacer viable una economía cen-tralizada y militarizada. En sí mis-mo, repetía el escritor una y otravez, el mercado corre siempre elriesgo de caer en los abusos del ra-cionalismo social, como cualquiertécnica. No puede haber una eco-nomía socialista de mercado te-sis ad hoc de Oskar Lange, puesla dificultad de generalizar en to-das las sociedades el «maravillosomecanismo de la oferta y la de-manda», depende de algo que sedecide como «parte de una orde-nación general más elevada y másamplia, en donde se hallan la mo-ral, el derecho, las condiciones na-turales de la existencia y de la feli-cidad, el Estado, la política y el po-der»237. En última instancia, laeconomía de mercado simbolizauna singular concepción de la vidaque no puede improvisarse: la bur-guesa, basada en el esfuerzo per-sonal, la previsión, la responsabili-dad y demás virtudes propias del«espíritu burgués»238. Entre todasestas destacó Röpke la moral pro-fesional, en el sentido casi voca-cional del Beruf protestante. Pues

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es urgente «captar el sentido y ladignidad de la profesión y el pues-to del trabajo en la sociedad»239.

Pero el humanismo económicotrasciende la pura economicidadligada a los procesos de transfe-rencia de información del merca-do, al desempeño de una profe-sión, etcétera. He aquí la medidade la bondad del programa postu-lado por Röpke. Más allá del mer-cado como institucionalización dela competencia, la política socialdebe perfeccionar su misión. Po-demos pues apuntar en Röpke unaconcepción de la política socialque, resultando equiparable enciertos aspectos a la postulada porel catolicismo social, comprendedos grandes líneas de desenvolvi-miento, a saber: el imperativo de ladesproletarización y el de la des-masificación.

a) Desproletarización

Una de las más graves conse-cuencias que tuvo el giro europeodel siglo XIX (colosalismo) ha sidola proletarización de la existenciahumana, que Röpke definió como«situación sociológica y antropoló-gica caracterizada por la depen-dencia económico-social, la faltade arraigo, la vida al estilo del

cuartel, el alejamiento de la natu-raleza y la falta de atractivo del tra-bajo»240. La proletarización ha con-vertido al hombre en un receptorde sueldos, por cierto fácilmentegravables, poniendo en peligro,más que la propiedad en sí misma,considerada en términos jurídicoso de riqueza, la actitud psicológicao espiritual del hombre para serpropietario. El avance del Estadode servidumbre, antítesis segúnBelloc del Estado de propietarios,depende directamente de la enfer-medad moral de una gran masa deindividuos que han perdido todaaptitud para poseer. No es una ca-sualidad que Belloc, sugestionadopor una legislación que llamó ser-vil, pues tendía al «restablecimien-to del status en lugar del contrato ya la división universal de los ciuda-danos en dos categorías: emplea-dos y empleadores»241, fuese unode los primeros escritores contem-poráneos en oponerse a una víamedia entre el socialismo y el capi-talismo. Como se sabe, con eseorigen escribió Belloc The Servil Sta-te y años más tarde su opúsculo so-bre la restauración de la propie-dad, muy apreciado por Röpke242.

La proletarización del hombreha llegado a constituir uno de los

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grandes problemas actuales, puesse diría que todo conspira paraagravar su pronóstico. Hace déca-das, escribía el economista alemánen La crisis social de nuestro tiempo, quela proletarización ha dejado de serun asunto de salarios bajos y jor-nadas extenuantes. La solución,consecuentemente, no puede con-sistir en la salarización radical detodos los trabajadores, incluso, ca-be añadir, de quienes no lo son enabsoluto243. Según Röpke, la prole-tarización constituye una enferme-dad del espíritu en cuyo desenca-denamiento ha desempeñado unpapel determinante una divisióndel trabajo que ha llegado a extre-mos incompatibles con la moralhumana244.

a.1. Crítica del trabajismo

Aunque no resulta convenienteabusar de los neologismos, puescontribuyen a embrollar extraordi-nariamente el discurso científico,tal vez podría hacerse ahora unagracia y aceptar la terminología«trabajismo», aplicada a la mórbi-da irrupción del mundo de trabajo(y su mentalidad utilitarista proto-típica) en ámbitos de la vida hu-mana alejados del tráfago econó-mico. Como se sabe, fue Ernst Jün-

ger uno de los primeros en ofreceruna visión de la cultura europeabajo la óptica del trabajador, aquien «la posición decisiva le estáadjudicada» en los nuevos órdeneselementales245. Tanto es así, que eltrabajo representa un «nuevo mo-do de vivir, que tiene como objetola superficie entera de la tierra yque sólo en contacto con la multi-plicidad de ella cobra valor y ad-quiere diferencias»246. Uno de losaspectos más aterradores de esemodo de vida es, precisamente, la«desaparición (del) sentido de du-ración que se encarna en la propie-dad inmobiliaria»247. No podemosahora agotar la glosa del pensa-miento de Jünger, incluso si hay enél incitaciones tan importantes co-mo la de la movilización total o elEstado de trabajo. A todos losefectos basta con establecer su pa-pel de preceptor espiritual y estéti-co de un mundo nuevo, antagóni-co del mundo del liberal burgués.

Con independencia de la acti-tud personal del centenario escri-tor alemán ante las que él llamaba«construcciones orgánicas» y de lavaloración moral que la mismamerezca, resulta indudable queJünger se limitó a exponer con granestilo la trama de una realidad

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emergente. Con un talante muchomás conservador, también JohanHuizinga intervino, años más tar-de, en la angustiosa tarea de epito-mar la época. En su libro Homo lu-dens encontramos, en cierta mane-ra, una contrafigura posible del tra-bajador. El objeto de ese libro deli-cioso es mostrar la raíz lúdica de lacultura humana y la función crea-dora y humanizadora del juego248.Hay juego en el derecho, en laciencia, en la filosofía, en el arte;hay juego incluso en la guerra. Sinembargo, a partir de finales del si-glo XVIII la cultura se ha venido ha-ciendo cada más grave. Evidente-mente, el trabajador, siempre elidi-do en las páginas de Huizinga, nojuega, pues representa hasta susconsecuencias últimas la seriedadde la vida249.

Sobre la actitud ante el trabajo,que en otras épocas ha tenidotambién su ingrediente lúdico, pe-sa sin duda la sombría profesiónde fe puritana: el trabajo es un finen sí mismo. Como bien apuntaRöpke, precisamente «al final deesta extraña evolución se encuen-tra el trabajador de Ernst Jünger,así como la idea de que el descan-so ha de justificarse por servir parareponer las fuerzas para el traba-

jo»250. Una sociedad de trabajado-res constituye según Röpke unasociedad de hombres dependien-tes, probablemente sometidos alos ritmos vitales impuestos porlas grandes corporaciones. Recien-temente se ha llegado a señalar in-cluso la transformación del vínculolaboral en el cemento de la socie-dad. Las consecuencias de unmundo orientado al trabajo, queconsidera que únicamente tienerealidad su suprema objetividad,no se ocultan: gigantismo social,individualismo autista que aísla alindividuo, etcétera. Sin duda, unapremisa de la masificación de la vi-da es la proletarización. No obs-tante, antes de abordar aquélla,debemos señalar, siquiera esque-máticamente, la única alternativaque, según Röpke, cabe contrapo-ner al mundo totalitario del traba-jo: la propiedad. «Estamos con-vencidos, escribe Röpke, que el jar-dín tras la casa obrará mila-gros»251.

a.2. Restablecimiento de la propiedad

La coincidencia de Röpke con elpensamiento social católico esplena en el diagnóstico de la prole-tarización como una gravísima en-fermedad de la cultura252. La solu-

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ción preferida por Röpke es sin du-da el restablecimiento de la pro-piedad, cuya condición previa esque los hombres todavía quieranseguir poseyendo. En este puntose abre una primera línea de ac-ción pedagógica, pues grandesmasas de individuos se han habi-tuado a la seguridad meramentedeclarativa originada ex legem. Pro-motores de esta última serían losderechos sociales, culminación delsubjetivismo jurídico253. En estepunto merece la pena recordar laadvertencia de Röpke al exégeta delos derechos sociales, pues «siexiste en el mundo un derecho so-cial, este es el derecho a la propie-dad, y nada más típico de la confu-sión de nuestro tiempo que la cir-cunstancia de que, hasta ahora,ningún gobierno y ningún partidohayan inscrito este lema en subandera»254.

Mas la propiedad requiere tam-bién la prevención permanentecontra su concentración, pues es-ta posibilidad constituye en sí mis-ma la «negación de la propiedaden su sentido antropológico y so-ciológico»255. La propiedad reuni-da en grandes conglomerados deriqueza acaso no sea ya propiedad,sino otro tipo de institución pro-

piedad cartelizada, propiedad fis-cal—. Tenía razón Hayek al encare-cer la sustitución de la equívocaterminología «propiedad privada»por «propiedad plural»256. En elfondo, también las posesiones deun Estado omnipotente resultanprivativas. Ahora bien, una de lascondiciones de una sociedad cons-tituida por auténticos propietarioses la moderación de la imposiciónde la herencia, pues sobrepasadocierto límite se convierte en unaseria amenaza para el «patrimoniofamiliar», institución en crisis ac-tualmente a causa de la generaliza-ción de la fiscalidad progresiva257.No obstante, la actitud del econo-mista ante la política fiscal regula-dora de las transmisiones heredi-tarias resulta ambigua, pues acep-ta como principio general la pro-gresividad impositiva, si bien ad-vierte de un doble peligro: por unlado, el hostigamiento que suponeen sí misma; por el otro, el riesgode que bajo la presión de los des-poseídos se anule todo estímuloposesivo. ¿Qué criterio debe guiarla política fiscal? Según Röpke, és-ta debe siempre aspirar a transfor-mar la mala propiedad en buena,evitando, al mismo tiempo, que lapropiedad se convierta en renta258.

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Junto a la pedagogía de la pro-piedad, la imposición de la suce-sión y la lucha contra las fuerzasmonopolísticas que impelen laconcentración de propiedades co-losales, la rehabilitación de la pro-piedad ha de tener una plasmaciónconcreta jurídica, pero sobre todoespiritual. La fórmula preferida porRöpke es la propiedad de la tierra yde la vivienda, tanto por las ex-traordinarias posibilidades queofrece a la descentralización, comopor su carácter vital para las fami-lias. La generalización de la tierrapodría incluso suplir las deficien-cias en cuanto a la difusión de lapropiedad de los medios de pro-ducción, la cual, dado el gigantis-mo de las sociedades anónimas,se limitaría a la democratizaciónde sus títulos jurídicos o acciones.

b) Desmasificación

Röpke, admirador de Ortega,solía mentar encomiásticamentesu libro La rebelión de las masas. Seexplica así la centralidad que en elpensamiento social del primeroocupa el concepto de masificaciónde la vida. La masificación, en laque han concurrido numerosascausas259, constituye, como proce-so general, una suerte de «desnu-

trición social» del hombre, aboca-do a una convivencia anónima enel seno de grupos sin verdaderasubstancia comunitaria. La masifi-cación desplaza siempre el centrode gravedad del individuo hacia locolectivo; no obstante, puede dis-tinguirse con Röpke la «masa enestado agudo», o estado transito-rio causado por determinadas con-tingencias y la propia constituciónde la psicología de las muchedum-bres, de la «masa en estado cróni-co», la cual presupone una formacontinuada de existencia caracteri-zada por el aborregamiento y la fal-ta de independencia (masificaciónen sentido moral), así como la di-solución de la estructura social y ladesagregación de los lazos institu-cionales (masificación en sentidosociológico)260.

b.1. Homo insipiens gregarius

El hombre masificado es paraRöpke un engendro espiritual queen algún lugar denomina irónica-mente homo insipiens gregarius261. Pa-ra su disección el autor echó manode Ortega, pero también de la vas-ta literatura que después de la IIguerra mundial se desarrolló acer-ca de los males de la sociedad deconsumo. En esta última viene

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operándose la destrucción de la fa-milia tradicional, expropiadas porel Estado algunas de sus prerroga-tivas naturales, entre las que des-taca la educación262.

En las sociedades modernas,que «se disuelven en individuossin conexión y se coagulan en ma-sa» el verdadero problema no estáen el aumento del nivel de vida,pues de alguna manera, también elnivel de vida ha tenido que ver conla agregación informe de los hom-bres en un mundo desarraigado.Por eso decía Röpke que las políti-cas sociales tradicionales, obsesio-nadas sobre todo por la renta, sue-len acentuar el mal que pretendencombatir. «Esta concepción explicasimplemente la ceguera con quealgunos círculos toman lo materialcomo lo esencial y pasan por altoel problema más hondo de la natu-raleza humana universal»263.

Uno de los peligros de la masifi-cación está cifrado en la facilidadcon que el Estado puede erigirseen tutor de un rebaño de hombresque no saben apreciar las burkea-nas unbought graces of life, encareci-das una y otras vez por el econo-mista alemán como símbolo deuna vida verdaderamente huma-na. Por desgracia, todo lo que re-

cuerda a la naturaleza o a la belle-za tiende a ser proscrito en unmundo en el que la patente de rea-lidad la da la publicidad, y la espe-cie, por primera vez, se aburre264.

b.2. Filosofía social de la descentralización

Uno de los corolarios del pensa-miento social de Röpke se halla enlo que bien podríamos denominarla filosofía social de la descentrali-zación, negación muy meditadadel colosalismo social. Ante esteúltimo, Röpke mantuvo una acti-tud inflexible, pues veía en él unode los males de la civilización eu-ropea, en cuya labor de zapa labo-raron durante más de un siglo tan-to el individualismo desbocado delliberalismo como el colectivismoreactivo que le sucedió. Estética-mente, el autor siempre fue parti-dario de un regreso a lo pequeño,representado por la vindicación dela vida rural, de la agricultura in-tensiva, de la artesanía y demásmodos de vida alternativos a laconcepción artificialista propia delas sociedades industriales capita-listas. Ahora bien, Röpke no seajusta al patrón del escritor con-servador tradicionalista, espiritual-mente polarizado por un mundo

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que, promediado el siglo XIX, em-pezó a ser sustituido por las gran-des estructuras industriales; lasmismas que, finalmente, han da-do carácter a nuestra centuria. Superfil es más bien el del pensadoragónico, consciente de que la his-toria no regresa jamás.

Pero lo que realmente ha des-concertado a quienes le cataloga-ron erróneamente entre los parti-darios del individualismo, fue sucrítica a los vicios del monopolis-mo capi ta l i s ta o c o rpo ra t ecapitalism265, pues por un lado,Röpke es un escritor anticolectivis-ta, pero por el otro se manifiestacontrario a los excesos del indivi-dualismo decimonónico, paradóji-ca causa de un gigantismo socialradicalmente antiindividualista.¿Cómo es esto posible? ¿Cómo elexacerbado individualismo liberalpudo promover las condicionesque determinaron la aparición delas grandes posiciones de podereconómico? La solución a estos in-terrogantes nos aclara el sentidoúltimo del humanismo económicoröpkeano como una filosofía socialde la descentralización y la des-concentración.

Lo primero que debemos aten-der ahora es la idea del interregno

espiritual de Europa, época de su-ma indigencia espiritual «épocaterrible y acéfala»266 en la que seabandonaron las saneadasfórmulas filosóficas, políticas y de-más, incoadas en el siglo XVIII. Aello contribuyeron las dos grandesrevoluciones que han configuradoel mundo contemporáneo, la revo-lución política y la revolución eco-nómica. Tanto la Revolución Fran-cesa como la Revolución Industrialcontribuyeron, si bien por vías dis-tintas, a la constitución de unasestructuras con las que el hombreactual se ha familiarizado: los Es-tados omnipotentes (jacobinismopolítico) y las poderosas corpora-ciones económicas. Aquéllos y és-tas serán responsables, en últimainstancia, de la laminación de latradición y los valores europeos.

Primeramente conspiró en con-tra del espíritu europeo lo queRöpke llamó «ceguera sociológicadel capitalismo», o incapacidad ca-si general del pensamiento liberalpara comprender que el mercadono es un producto natural, sino,antes bien, un artificio de lacivilización267. El error dejó iner-mes a las fuerzas liberales ante losdefectos del capitalismo histórico.No se tuvo en cuenta que toda

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aglomeración de poder económi-co tiende también a configurarsecomo poder político, directa o in-directamente. Así, flagrantes abu-sos jurídicos se postularon comoconsecuencias de la libre compe-tencia en un mercado libre. Ahorabien, en rigor, aquel «capitalismohistórico» llegó a ser la antítesisdel mercado libre pues, so capa deindividualismo, negábase la auto-nomía personal. Con intenciónparadójica, Röpke acuñó una ex-presión que define muy bien laesencia de aquella filosofía: «co-lectivismo privado»268.

El viejo capitalismo, cada vezmás alejado del verdadero libera-

lismo, propició la crítica de escrito-res como Sismonde de Sismondi,un suizo afincado en el norte deItalia y, como Röpke, amante de laagricultura. Mas no imperó el sen-tido común y pasóse al extremoopuesto, es decir, a un colectivis-mo socializante. Resultado de to-do ello fueron la masificación de lavida y, asímismo, la proletariza-ción, males que hacen aconsejableuna sociedad en la que se refuer-cen los lazos de solidaridad entrelos pequeños grupos y se establez-ca como uno de los principios rec-tores de la vida política el principiode subsidiariedad.

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Notas

1 Tal vez convenga tener presente elabismo que después de la II guerra mun-dial se ha abierto entre el «pensamientoestatal» monopolizador de casi todoslos contextos universitarios y el «pen-

samiento político» cultivado casi pri-vadamente. Lo cual resulta tanto másinquietante, cuanto menos se oculta elhecho de que durante toda la época mo-derna ha sido plena la coincidencia entre

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uno y otro, desde Jean Bodin, ThomasHobbes o Diego Saavedra Fajardo a CarlSchmitt, último epónimo de la tradición«política» europea.

2 Véase Molina, Jerónimo (1997), La filoso-fía de la economía de Julien Freund ante la eco-nomía moderna, Fundación Cánovas delCastillo, Madrid, pp. 7-17.

3 Es el caso de ciertas corrientes que,dentro del paradigma neoclásico, han in-tentando hacer de la «economía» una«mecánica». Véase Kirzner, Israel M.(1976), The Economic Point of View. An Essayin the History of Economic Thought, Sheed &Ward, Kansas City, pp. 67-70.

4 La impresionante Historia del análisis eco-nómico de Schumpeter está construidasobre la premisa fundamental de la lu-cha por la constitución científica de laeconomía política. Téngase en cuentaque como consecuencia del prolongadoinflujo de las escuelas históricas en Ale-mania, la economía «teórica» apenas situvo una importancia testimonial enaquella nación hasta la I guerra mundial.Schumpeter, que se había formado enViena y no pudo ser catedrático en Ber-lín, entre otros motivos por el mencio-nado desinterés teórico de los profeso-res alemanes, acusaba una cierta ten-dencia a enfocar la economía como unproblema científico. En cierto modo,aquella «tendencia» ha llegado a formarparte actualmente de la propia funda-mentación de la economía. Por otrolado, aunque no es comparable, tienetambién enorme interés para este asuntoRothbard, Murray Newton (1999, 2000),Historia del pensamiento económico: El pensa-miento económico hasta Adam Smith, Unión

Editorial, Madrid, vol. I. La economía clá-sica, Unión Editorial, Madrid, vol. II. Am-bos volúmenes fueron concebidos comouna reconstrucción del saber económicoa partir de los conceptos aquilatados porla Escuela Austriaca, cuyas doctrinas co-locó el autor, a todos los efectos, en elfiel de la balanza. La obra manifiesta unaevidente pretensión polémica desde eltítulo, que, acaso para evitar equívocos,se hubiese debido respetar en la traduc-ción española: An Austrian Perspective on theHistory of Economic Thought.

5 Además, la expresión «oeconomie poli-tique» sólo figura en la patente real,pues el texto esta rotulado como Traictéoeconomique du profit. Véase Freund, Julien(1993), L’essence de l’économique, PressesUniversitaires de Strasbourg, Estras-burgo, pp. 23-5. Cfr. Schumpeter, JosephAlois (1982), Historia del análisis económico,Ariel, Barcelona, p. 209. Rothbard, M. N.,ob. cit., pp. 275-7.

6 Véase Schmitt, Carl (1988), “El Estadocomo concepto concreto vinculado a unaépoca histórica”, Veintiuno, n° 39.

7 La afortunada expresión es del juristapolítico Jesús Fueyo. Véase (1967), Lamentalidad moderna, I. E. P., Madrid, p. 271.

8 Sobre esto, Conde, Javier (1974), “Lasdos vías fundamentales del proceso demodernización política: constitucionali-zación, totalización», en Escritos y fragmen-tos políticos, I. E. P., Madrid, vol. II. AlfredMüller-Armack, en un capítulo de suvasta Religion und Wirtschaft (1959), tradu-cida al español en 1967 como Genealogíade los estilos económicos, estimaba impres-cindible mirar a los siglos XVI y XVII para

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lograr una comprensión profunda delpensamiento económico moderno, indi-solublemente ligado a la Estatalidad.

9 Véase Aristóteles (1989), Política, C. E.C., Madrid, libro I, caps. VIII y IX.

10 Así tradujo Lorenzo Benito “Die Volks-wirtschaft, die Volkswirtschaftlehre, und ihre Me-thode”, artículo incluido en Schmoller,Gustav (1905), Política social y economía polí-tica. Cuestiones fundamentales, Heinrich ycía, Barcelona, tomo II, pp. 83-179.

11 Uno de los ejemplos más notorios fuela crítica miseana del intervencionismo,elevado a categoría general y, por tanto,no tomado como un mero expediente se-cundario de una teoría de los fallos delmercado que cabe remontar a J. S. Mill o,incluso, al mismo A. Smith, quien aceptóen La riqueza de las naciones determinadasprestaciones del Estado, no necesaria-mente de carácter subsidiario.

12 Véase Kirzner, I. M. (1976), ob. cit., pp.85-6. En esta opinión se denuncia el «in-dividualismo metodológico» de la Es-cuela Austriaca. A veces se ha transgre-dido la lógica para hacer del individua-lismo como principio epistemológico unprincipio constitutivo de la sociedad.Para evitar este riesgo convendría tenermás a la vista la preferencia, no mera-mente formal, de E. von Böhm-Bawerkpor el «método aislante» y sus implica-ciones epistemológicas. Véase Böhm-Bawerk, Eugen von (1999), “Economíahistórica y economía teórica (1896)”, enEnsayos de Teoría económica, Unión Edito-rial, Madrid, vol. I, p. 163, nota 1.

13 Véase la corroboración de esa opinión enla crítica de Menger al concepto de Volks-

wirtschaft de los economistas alemanes y alos reparos que pone al poco interés deAdam Smith por mostrar la íntima rela-ción entre el «complejo fenómeno de laeconomía humana en general y, particu-larmente, su forma social, el Volkswirts-chaft», con la resultante de una pluralidadde esfuerzos individuales. Menger, Carl(1996), Investigations into the Method of the So-cial Sciences, Libertarian Press, Grove City,apéndice I, espec. p. 181.

14 La expresión Staatswirtschaft, en ciertomodo equivalente, ajustábase más a latradición político-económica germánicade las Staatswissenschaften. Por cierto quela realización más lograda de esta últi-mas la constituyó, con todos sus defec-tos y limitaciones, la Cameralística, quese encuentra en el origen de la primitivaciencia política alemana, pero tambiénde la teoría económica. Véase Müller-Ar-mack, A. (1967), ob. cit., p. 228. Significa-tivamente, el declive de las ciencias ca-merales, que únicamente brillaron acierta altura en los estudios hacendísti-cos, coincidió con la recepción en Ale-mania de la economía política de AdamSmith. Esto explica, en parte, la diferen-ciación en la matriz de las viejas cienciascamerales de una Oekonomische Wissen-schaft y una Polizeiwissenschaft. Detalles delo que aquí apenas si podemos comentaresquemáticamente en Miglio, Gianfranco(1988), “Le origini della scienza dell’am-ministrazione”, en Le regolarità della Politica.Scritti scelti, raccolti e pubblicati dagli allievi,Giuffrè, Milán, vol. I. Por supuesto, Mü-ller-Armack, A. (1967), ob. cit. Pp. 234 sq.

15 Sobre esta delicada cuestión termino-lógica se hace alguna luz en el artículo

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«Wirtschaft», recogido en el séptimo volu-men de la obra dirigida por Koselleck,Reinhart (1972-1997), Geschichtliche Grund-begriffe: historisches Lexikon zur politisch-sozialenSprache in Deutschland, Klett-Cotta, Stutt-gart, tomo VII, pp. 581-4.

16 Véase Schmoller, G. (1905), ob. cit.,tomo II, pp. 85-86. Tenía razón pues Kirz-ner cuando anunció la novedad del usoschmolleriano de la «terminología Politi-cal Economy como sinónimo de Volkswirts-chaft». Kirzner, I. M. (1976), ob. cit., p. 85.

17 La expresión prototípica de ese pen-samiento, si bien no la única, es el mer-cantilismo. Véase Heckscher, Eli F.(1983), La época del mercantilismo, F. C. E.,México.

18 Véase Rodríguez, Federico (1974), In-troducción en la política social, Cívitas, Ma-drid, vol. I, pp. 41-60. Actualmente, el in-terés teórico por la política social tieneuna representación académica mínima.La obra mencionada del profesor Rodrí-guez, a pesar de algunos planteamientosincorrectos, constituye uno de los másmeritorios ensayos historiográficos de laliteratura político-social del últimocuarto de siglo. En general, la actitudcientífica predominante ante este tipo decuestiones ha sido dejar en suspenso laopinión, volcándose el especialista, másbien, sobre análisis empíricos y ético-normativos que, sin embargo, presumenresuelto el problema central de la polí-tica social, a saber: su sentido histórico.Quizá esto no sea tan raro si se tiene encuenta que ni siquiera en el Lexikon deKoselleck se le dedica un estudio especí-fico a la voz Sozialpolitik.

19 Véase Schmoller, Gustav (1905),“Carta abierta a Heinrich von Treitschke”,en ob. cit., tomo I, pp. 119 sq.

20 No puede decirse que la polémica so-bre unas supuestas leyes inmanentes dela economía sea una cuestión científicamenor. No obstante, desde un punto devista económico poco puede añadirse alas puntualizaciones de Böhm-Bawerk en«Poder o ley económica», de 1914. Véaseen Böhm-Bawerk, Eugen von (1999), ob.cit., pp. 231-308. No es casualidad quelas sesiones científicas con que se cele-bró el centenario de la fundación del Ve-rein für Socialpolitik (Bonn, 1972) tuviesenidéntico lema: Macht oder ökonomisches Ge-setz? Desde la óptica del sistema social laúltima palabra al respecto fue la de losordoliberales, quienes se esforzaron pordemostrar la dependencia política y jurí-dica del orden económico.

21 La responsabilidad en este punto lecorresponde a Jean B. Say, quien puso encirculación la confusa tricotomía produc-ción-distribución-consumo.

22 Véase Schmoller, Gustav (1905), “Lajusticia en la economía”, en ob. cit.,tomo II.

23 Véase Schmoller, Gustav (1905),“Carta abierta a Heinrich von Treitschke”,en ob. cit., tomo I, p. 235.

24 Una resumida historia de la Asocia-ción para la política social en Hagemann,Harald y Trautwein, Hans-Michael (1999),“Verein für Socialpolitik. The Association ofGerman-speaking Economist”, en RoyalEconomic Society. Newsletter, nº 107. Para laprimera época de la Asociación: Böse,Franz (1939), Geschichte des Vereins für Social-

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politik. 1872-1932, Duncker & Humblot,Berlín. Para los debates posteriores a lareconstitución de 1948: Schefold, Ber-tram (1999), “Die Wirtschafts- und Sozial-ordung der Bundesrepublik Deutschlandim Spiegel der Jahrestagungen des Ve-reins für Socialpolitik 1948 bis 1989”, enZeitschrift für Wirtschafts- und Sozialwissens-chaften, vol. VIII.

25 Una genealogía del primer giroepistemológico (economía política) de-bería referirse como focos originarios alas zonas luteranas y católicas, por utili-zar la terminología de Müller-Armackel mismo Montchrestien fue un cató-lico simpatizante de los hugonotes.Sin embargo, el segundo giroepistemológico experimentado por lossaberes económicos ha sido genuina-mente alemán. Aunque «algunos de losfactores que explican el ascenso de laEscuela Histórica alemana se daban entodas partes», la mutación constituía un«fenómeno propiamente alemán, nacidode raíces específicamente alemanas ydotado de vigores y debilidades típica-mente alemanas». Son palabras deSchumpeter, J. A. (1982), ob. cit., p. 898.

26 Schumpeter, J. A. (1982), ob. cit., p.844.

27 Según el economista de origen aus-triaco, Schmoller y su nutrido grupo «sedesviaron del abrupto sendero que llevaa las conquistas científicas» (ob. cit., p.878), estando a punto aplastar el «com-ponente teórico de la economía general»(ob. cit., p. 922).

28 Existe una traducción parcial en len-gua española: Stein, Ludwig von (1981),

Movimientos sociales y monarquía, C. E. C.,Madrid.

29 Véase Stein, L. Von (1981), ob. cit., pp.193 sq.

30 El Estado verdaderamente «mo-derno» en el sentido que le da Jouvenel,Bertrand de (1976), Les débuts de l’État mo-derne. Une histoire des idées politiques au XIXsiècle, Fayard, París.

31 Creemos que esta tesis se ve abonadapor el hecho de que, ya en nuestro siglo,economistas «teóricos» como von Mises,Hayek, Eucken o el propio Röpke se hu-biesen movido en los ambientes del Ve-rein für Socialpolitik. En el capítulo 4º de laIV parte de Historia del análisis económico,desgraciadamente inacabado, tuvoSchumpeter el acierto de separar el estu-dio de la Socialpolitik y del Historicismo.Schumpeter, Joseph A. (1982), ob. cit.,pp. 877 sq.

32 La polémica, actualizada periódica-mente, entre política económica y polí-tica social no tiene verdadero interésteórico. Aunque puede resultar simpá-tica y de buen tono, siempre es estéril.Según las fuerzas de los partidarios deuna y otra, toca a veces consagrar el lema«la mejor política económica es unabuena política social»; la minoría quesostiene lo contrario, «la mejor políticasocial es una buena política económica»,aguardará entonces la ocasión para re-volver la fórmula oficial.

33 Sobre este concepto historiográfico,Molina, Jerónimo (2000), La política socialen la historia, Diego Marín-Librero Editor,Murcia, cap. I.

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34 La afirmación debe no obstante mati-zarse, pues al menos los juristas han se-guido cultivando minoritariamente la po-lítica social como política jurídica laboraly de seguridad social, manteniendo en-tonces un interés instrumental en lasmagnitudes de la economía pública. Lasrelaciones entre la política social y larama «social» del derecho merecen unestudio aparte en el contexto del movi-miento del socialismo jurídico o, en ter-minología científica, socialización delderecho, abanderado casualmente porun hermano de Carl Menger, Anton.

35 El problema de la neutralidad axioló-gica (Wertfreiheit) está muy bien delimi-tado en Weber, Max (1992), Essais sur lathéorie de la science, Pocket-Presse de lacité, París.

36 Una amplia exposición de todo elasunto desde sus principios en Huertade Soto, Jesús (1992), Socialismo, cálculoeconómico y función empresarial, Unión Edito-rial, Madrid.

37 Treitschke reprochó a Schmoller suapología de una especie de socialismode Estado a la prusiana, alarmado másque por la idea de la Sozialekönigtum, porla extraña mezcla de la dinastía de losHohenzollern con el principio democrá-tico. Schmoller replicó inmediatamentey, por elevación, aprovechó para infligirun duro golpe a los partidarios de la eco-nomía clásica del Congreso de los eco-nomistas alemanes (Kongreß des deutschenVolkwirte), autodisuelto en 1885. Una ex-posición del debate en Molina, Jerónimo(2000), ob. cit., pp. 64-7.

38 Véase al respecto Kirzner, Israel M.(1976), ob. cit., pp. 155-7.

39 Véase Rothbard, Murray N. (1991),“L’apriorisme extrême”, en Économistes etcharlatans, Les Belles Lettres, París, pp.85-96.

40 Véase Huerta de Soto, Jesús (1994),“Método y crisis en la ciencia econó-mica”, en Estudios de economía política,Unión Editorial, Madrid, p. 64.

41 Véase Schmoller, Gustav (1883), “ZurMethodologie der Staats- und Sozialwis-senschaften”, Jahrbuch für Gesetzgebung,Verwaltung und Volkswirtschaft im deutschenReich.

42 Véase Menger, Carl (1996), DieIrrthümer des Historismus in der deutschen Na-tionalökonomie, Scientia Verlag Alen, Dar-mstadt. Menger había enviado su libro aSchmoller con el fin de proseguir la dis-cusión. Sin embargo, hastiado y «para noincurrir en la descortesía de romper unlibro suyo tan bellamente presentado»,Schmoller le reintegró el ejemplar. Ade-más, hizo pública inmediatamente lacarta que acompañaba la devolución. Eltexto de la carta se recoge en Hayek, Frie-drich A. von (1996), “Carl Menger (1840-1921)”, en Las vicisitudes del liberalismo,Unión Editorial, Madrid, p. 58, nota 53.

43 El tono áspero de la reseña de Sch-moller fue suavizado en la reimpresióndel texto en Schmoller, Gustav (1896),Zur Literaturgeschichte der Staats- und So-zialwissenschaften.

44 Véase Schumpeter, Joseph A. (1982),ob. cit., p. 893.

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45 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von(1999), “Economía histórica y economíateórica”, ob. cit., vol. I, p. 165.

46 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von(1999), en ob. cit., vol. I, p. 166.

47 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von(1999), en ob. cit., vol. I, p. 178.

48 Véase Böhm-Bawerk, Eugen von(1999), en ob. cit., vol. I, p. 179-81.

49 Véase Sombart, Werner (1929), “Eco-nomic Theory and Economic History”,Economic History Review, vol. II, nº 1. El ob-jetivo de aquel estudio era poner enforma su noción de «sistema econó-mico» como medio comprehensivo delos materiales históricos y teóricos apor-tados por los investigadores. En esamisma línea se desenvolverán también,creemos que con mayor éxito, las investi-gaciones sobre el «estilo», el «plan» y el«orden» económicos de la Economía So-cial de Mercado.

50 Así lo da a entender en su interpreta-ción del Methodenstreit Huerta de Soto, Je-sús (1997), “La Methodenstreit, o el enfoqueaustriaco frente al enfoque neoclásico enla ciencia económica”, en Actas del 5º Con-greso de Economía Regional de Castilla y León,Servicio de Estudios de la Consejería deEconomía y Hacienda de Castilla y León,Ávila.

51 Véase Mises, Ludwig von (1986), La ac-ción humana, Unión Editorial, Madrid.

52 Véase Mises, Ludwig von (1975), Teoríae historia, Unión Editorial, Madrid.

53 El propio Schmoller pretendió oficiaren su tiempo de tercera escuela entre li-berales («economistas», «manchesteris-

tas») y socialistas. Véase Schmoller, Gus-tav (1905), “Teorías variables y verdadesestables en el domino de las ciencias so-ciales y de la economía política actual”,ob. cit., tomo II, p. 63. Pero es sabido queaquellos buenos oficios no le valieronsino el estigma de «socialista de cáte-dra» (H. Oppenheim) o «patrón del so-cialismo» (H. von Treitschke).

54 Véase Eucken, Walter (1967), Cuestionesfundamentales de la economía política, AlianzaEditorial, Madrid.

55 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit.,p. 71, nota 4.

56 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit.,p. 67, nota 3.

57 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit.,p. 77.

58 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit.,p. 87.

59 Sobre esto véase también su obrapóstuma e inacabada: Eucken, Walter(1956), Fundamentos de política económica,Rialp, Madrid.

60 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit.,p. 120.

61 Véase Eucken, Walter (1967), ob. cit.,respectivamente caps. VI y VII.

62 Véase Böhm, Franz (1937), Die Ordnungder Wirtschaft als geschichtliche Aufgabe undrechtsschöpferische Leistung, Kohlhammer,Stuttgart-Berlín.

63 Ludwig-Erhard-Stiftung (1981), Grund-texte zur Sozialen Marktwirtschaft, GustavFischer Verlag, Stuttgart-Nueva York,vol. I.

64 Puede verse Müller-Armack, A. (1967),ob. cit.

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65 Véase Eucken, Walter (1963), “El pro-blema político de la ordenación”, en VV.AA., La economía de mercado, Sociedad deEstudios y Publicaciones, Madrid, vol. I.Que la interrelación entre lo político y loeconómico existe pertenece, según Euc-ken, a la categoría de las evidencias, «elporqué y la forma de esta interdepen-dencia es precisamente el gran pro-blema». Ob. cit., vol. I, p. 51.

66 Véase Müller-Armack, A. (1963), “Lasordenaciones económicas desde elpunto de vista social”, en VV. AA., ob. cit.,vol. I, p. 118.

67 Puede verse Neumark, F. (1980), “Erin-nungen an Wilhelm Röpke”, en Ludwig-Erhard-Stiftung (ed.), Wilhelm Röpke.Beiträge zu seinen Leben und Werk, FischerVerlag, Stuttgart-Nueva York. Tambiénlas notas de Röpke, Eva y Böhm, Franz(1997), “Wilhelm Röpke”, en Schmack, I.(ed.), Marburger Gelehrte in der 1. Hälfte des20. Jahrhunderts, Marburgo. También sonde interés las informaciones recogidasen Dietze, Gottfried (1969), Prólogo aRöpke, W., Against the Tide, Henry RegneryCompany, Chicago. Asímismo: Baader,Roland (1999), “Denker der Civitas hu-mana”, Schweizerzeit, nº 20, 8 de octubre.Ritenour, Shawn (1999), “Wilhelm Röpke:A Humane Economist”, en Holcombe,Randall G. (ed.), 15 Great Austrian Econo-mists, Ludwig von Mises Institut, Auburn,pp. 205 sq. Aporta algunos datos muy in-teresantes Hahn, Roland (1997), WilhelmRöpke, Academia Verlag, Sankt Agustin,pp. 13-6.

68 El bibliografismo o manía de las citasde autoridad ha generado la curiosa me-todología de los «índices de impacto

científico», que recuerda más bien, a pe-sar de sus ínfulas futuristas, a los estu-dios de ciertos gramáticos hebreos delsiglo X sobre la Masorah, dedicados ex-clusivamente al recuento de ciertas pala-bras y al estudio de su posición en los Li-bros Sagrados.

69 La pluralidad de corrientes en quecabe descomponer intelectualmente elpensamiento liberal contemporáneohace aconsejable trazar una clara distin-ción entre el «Neoliberalismo» en sen-tido estricto, correspondiente a las gene-raciones tercera y cuarta de la EscuelaAustriaca de Economía (Hans Mayer yLudwig von Mises; Friedrich A. von Ha-yek) y un «Nuevo liberalismo», de ten-dencia anarquizante, encabezado por losdiscípulos norteamericanos de von Mi-ses, en particular Murray N. Rothbard eIsrael M. Kirzner, y abanderado en Eu-ropa por economistas y escritores políti-cos como Jesús Huerta de Soto, FrançoisGuillaumat o Raimondo Cubeddu. Paralos «nuevos liberales», lo mismo quepara los neoliberales en la II postguerra,los ordoliberales (Escuela de FriburgoWalter Eucken, Economía Social deMercado Alfred Müller-Armack, Wil-helm Röpke, Alexander Rüstow, etc.) hansido siempre liberales in partibus infideli-bus, debido a su «contaminación» inte-lectual por los problemas del orden polí-tico.

70 Véase Jünger, Ernst (1995), “La movili-zación total”, Sobre el dolor. La movilizacióntotal. Fuego y movimiento, Tusquets, Barce-lona.

71 Remarque, Erich Mª (1999), Sin novedaden el frente, Edhasa, Barcelona, p. 7.

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72 No vamos a insistir aquí en el desas-tre político que supuso para el orden po-lítico europeo la liquidación de la singu-lar Monarquía. Por su parte, Röpke,desde un punto de vista económico, serefirió en alguna ocasión al terrible «re-troceso en la racionalidad de la econo-mía mundial» que supuso la sustitucióndel imperio multinacional austro-húngaro por una cohorte de pequeñosEstados nacionalistas, políticamente in-viables. Véase Röpke, Wilhelm (1959),Organización e integración económica interna-cional, Fomento de Cultura, Valencia, p.236.

73 Tal vez no se le ha prestado la sufi-ciente atención a este industrial y polí-tico alemán, publicista visionario y teó-rico de las novedades históricas: Von kom-menden Dingen (1917), Die neue Wirtschaft(1918), Der neue Staat (1919), Die neue Gesell-schaft (1919). Véase el breve artículo deRöpke, Wilhelm (1922b), “Die Wirtschaft-sideen Walther Rathenaus”, Der Herold,año III, septiembre.

74 Schumpeter, Joseph A. (1970), “La cri-sis del Estado fiscal”, Hacienda Pública Es-pañola, nº 2.

75 Decía Röpke que «sin tener en cuentalas mutaciones de la estructura bélica,desde la época feudal hasta la actuali-dad, difícilmente puede entenderse lahistoria económica y social; tanto es asíque incluso habría argumentos suficien-tes para elaborar una filosofía de la his-toria desde el punto de vista militar».Véase Röpke, Wilhelm (1935), “FascistEconomics”, Economica, febrero, p. 92.

76 La «Desdichada», como llama Röpkea la Revolución de 1848, arruinó las fuer-zas liberales y democráticas en Alema-nia. El prusianismo dominó entonces lapolítica de aquella nación, bien en la ver-sión bismarckiana, bien, llegado el mo-mento, en la versión socialista. Las dosformas genéricas de prusianismo conta-ron, según es notorio, con el muy apre-ciable apoyo de los economistas neohis-toricistas alemanes. Sobre la divisoria de1848, a los efectos aquí reseñados, véaseMolina, Jerónimo (2000), ob. cit., pp. 9 sq.

77 Véase Röpke, Wilhelm (1959), Organi-zación e integración económica internacional,p. 12.

78 Ídem.

79 Véanse su estudio clásico de 1919 Na-tion, Staat und Wirtschaft (trad. inglesa:(1983) Nation, State and Economy, New YorkUniversity Press, Nueva York.)

80 Y una paz asímismo criminal, cabríaañadir, que inventó para justificarse elmito del «soldado desconocido».

81 Röpke, Wilhelm (1959), ob. cit., p. 13.

82 La misma opinión expresa Hayek: «Lageneración que empezó a estudiar laeconomía y la sociedad al final de la Iguerra mundial buscaba, antes que nada,conocimientos reales de economía».Véase Hayek, F. A. Von (1996), “El redes-cubrimiento de la libertad: recuerdospersonales”, en ob. cit., p. 210.

83 Röpke, Wilhelm (1959), ob. cit., p. 14.Véase también del mismo: (1963) “Sis-tema económico y orden internacional”,en VV. AA., La economía de mercado.

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84 Véase Jelen, Christian (1984), L’aveugle-ment. Les socialistes et la naissance du mythe so-viétique, Flammarion, París.

85 De este libro escribe Hayek que lesenseñó a jóvenes economistas comoRöpke, Lionel Robbins y él mismo que sehabían equivocado en sus planteamien-tos iniciales. Véase Hayek, Friedrich A.Von (1981), Introducción a la edición nor-teamericana de Mises, Ludwig von, Socia-lism. An Economic and Sociological Analysis,Liberty Fund, Indianapolis, p. xix. En otroorden de cosas, tal vez no haya que con-siderar afortunada la generalización de latraducción de «Gemeinwirtschaft» a to-dos los idiomas como «socialismo». Paraun escritor como von Mises que había vi-vido todavía de cerca los últimos coleta-zos del «Methodenstreit», no carece deimportancia la elección de «Gemeinwir-tschaft» para referirse a las consecuen-cias socioeconómicas del socialismo(doctrina social). En este sentido, Huertade Soto se ha referido al socialismo, enuna definición deudora en última instan-cia de la teoría de la superposición de F.Oppenheimer, como un «sistema deagresión institucional al libre ejerciciode la función empresarial». Véase Huertade Soto, Jesús (1992), ob. cit., p. 87. Ennuestra opinión, lo que von Mises pre-tendía realmente era trascender las con-secuencias de un problema teórico con-creto (imposibilidad del cálculo econó-mico) y elaborar un «tipo real», tal vez enla línea del más modesto estudio deGustav Schmoller sobre el «sistema mer-cantil» (1884) trad. ingl.: (1989) TheMercantil System and its Historical Signifi-cance, Augustus M. Kelley, Fairfield y de

la influyente Der moderner Kapitalismus(1902) de Werner Sombart, uno de los es-tudios cimeros del historicismo econó-mico trad. esp. del vol. III: (1984) Elapogeo del capitalismo, F. C. E., México.Mas la dimensión epistemológica e his-tórico-estructural del concepto miseanode «Gemeinwirtschaft» no siempre hasido atendida; al menos, no ha sido tra-tada temáticamente. Sí lo ha sido, encambio, el tipo real antagonista, el libe-ralismo, que es preciso referir a su libro,menos brillante en nuestra opinión, Libe-ralismus de 1927; significativamente, la 1ªedición inglesa de 1962 fue titulada TheFree and Prosperous Commonwealth trad.esp.: (1975) Liberalismo, Unión Editorial,Madrid.

86 Véase Mises, Ludwig von (1981), ob.cit., pp. 413 sq.

87 Véase Mises, Ludwig von (1920), “DieWirtschaftsrechnung im SozialistischenGemeinwesen”, Archiv für Sozialwissenschaftund Sozialpolitik, vol. XLVII.

88 Véase Mises, Ludwig von (1986), ob.cit., cap. XI.

89 Röpke, Wilhelm (1922a), Die Konjunk-tur: Ein systematischer Versuch als Beitrag zuMorphologie der Verkehrswirtschaft, Fischer,Jena.

90 Röpke y Hayek se conocieron en la re-unión de Viena de 1926. Desde entoncesse repitieron los intentos por parte delprimero de abrir el pensamiento del se-gundo al sentido de lo político, redescu-bierto por quienes, más tarde, integra-rían el grupo de los ordoliberales alema-nes. Como se verá después, aquí se en-

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cuentra la raíz de su ulterior rupturaintelectual.

91 Esta afirmación debe empero mati-zarse por dos motivos, uno intrínseco alpropio pensamiento hayekiano y el otroextrínseco. La primera razón es la belige-rante vocación «política» de algunas delas obras más conocidas del autor (entreotras: Camino de servidumbre; Los fundamen-tos de la libertad y los tres tomos de Derecho,legislación y libertad). El motivo que llama-mos extrínseco se refiere al contrasteque supone la comparación del pensa-miento «político» de von Hayek con el deMurray N. Rothbard, que este último seencargó de resaltar en (1995), La ética de lalibertad, Unión Editorial, Madrid, cap. XX-VII. Sobre el pensamiento político de vonHayek véase Nuez, Paloma de la (1994),La política de la libertad, Unión Editorial,Madrid. Acerca de Rothbard puede verseModugno, R. A. (1998), Murray N. Ro-thbard e l’anarco-capitalismo americano,Rubbettino, Roma. Consideraciones su-mamente interesantes en Iannello, Ni-cola (1996), “L’utopia dello stato minimo.Nozick e la sfida anarco-capitalista”, StudiPerugini, vol. 2, julio-diciembre, pp. 11-30.Por nuestra parte, hemos querido contri-buir al esclarecimiento de la filosofía po-lítica antiestatista del economista norte-americano en nuestra monografía inéditaPolítica y Estado en el pensamiento de MurrayN. Rothbard.

92 La ruptura con la concepción utilita-rista y hasta cierto punto irenista de lanueva economía política neoliberal, queempieza a hacer su camino en los años1920, se alinea en Röpke con el aban-dono de toda simpatía por el colecti-

vismo económico. Con esta delicada po-sición se corresponden sus esfuerzos porhallar una vía o camino del medio, equi-distante entre la economía apolítica y lapolitización de la economía. Puede seña-larse el artículo de 1923 “WirtschaftlicherLiberalismus und Staatsgedanke” comoaquel en el que aparece en su pensa-miento una constante preocupación porlo político y sus determinaciones. No envano, la Comisión para las reparacionesde guerra le acercó a los hombres políti-cos del momento, en particular a aque-llos que intentaban estabilizar la Repú-blica en todos los órdenes. Arranca deesta época la conexión intelectual entrelos economistas liberales alemanes de lageneración de Röpke y quienes DieterHaselbach calificó hace unos años, si-guiendo el consenso científico, como «li-berales autoritarios», entre los que cabedestacar al jurista político Carl Schmitt.Véase Haselbach, Dieter (1991), Autori-tärer Liberalismus und Soziale Marktwirtschaft.Gesellschaft und Politik im Ordoliberalismus,Nomos Verlag, Baden-Baden. Especialinterés tiene el contraste entre el densoartículo de Röpke para el Handwörterbuchder Staatswissenschaften (1929b), titulado“Staatsinterventionismus”, y el archici-tado Kritik des Interventionismus. Untersuchenzur Wirtschaftspolitik und Wirtschaftsideologieder Gegenwart (1929) de L. von Misestrad. ingl.: (1996) Critique of Interventio-nism: Inquiries into Present Day Economic Po-licy and Ideology, Foundation for EconomicEducation, Irvington-on-Hudson. Frentea la negativa miseana de aceptar cual-quier tipo de interferencia estatal sobrela economía, Röpke, haciendo no obs-

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tante profesión de fe en el libre mercado,sostenía la necesidad de un Estadofuerte, capaz de contener el pluralismodisolvente que, a la larga, hundió a la Re-pública de Weimar. Como se verá másadelante, este es uno de los asuntos re-currentes en su trilogía de los años 1940.

93 Lector incansable, Röpke frecuentólos libros de algunos de los grandes es-critores europeos lo mismo que los de fi-lósofos, historiadores o sociólogos de latalla de Guglielmo Ferrero, BenedettoCroce, Johan Huizinga, Paul Hazard, JoséOrtega y Gasset o Hans Freyer.

94 Se refiere al mismo Hanhn, Roland(1997), ob. cit. p. 14.

95 Véase Röpke, Wilhelm (1969), “End ofan Era?”, op. cit., pp. 80-1.

96 A mediados de los años 1950 sería re-habilitado en su cátedra de Marburgo,pero Röpke no quiso ya volver a tomarposesión de la misma.

97 Véase Röpke, Wilhelm (1960c), Econo-mía y libertad, Foro de la Libre Empresa,Buenos Aires, p. 80.

98 Röpke había contraído matrimonio en1923 con Eva Fincke y tuvo tres hijos, unvarón y dos gemelas. Lo que personal-mente le determinó a aceptar el ofreci-miento de la Universidad de Estambulfue la mediación de su amigo AlexanderRüstow, que había salido de Alemaniaunos meses antes para establecerse tam-bién en Turquía.

99 (1936), William Hodge, Londres.

100 Véase el opúsculo menor Röpke, Wil-helm (1929a), Die Theorie der Kapitalbildung,Mohr, Tubinga.

101 Después del Anschluß la circulacióndel libro fue prohibida en Austria. Noobstante, hasta 1939 el libro tuvo grandifusión en los círculos de la EscuelaAustriaca, constituyendo una referenciabásica. La primera de las sucesivas reim-presiones y reediciones es del año 1943(Rentsch, Zürich).

102 Röpke, Wilhelm (1966), Introducción ala economía política, Alianza Editorial, Ma-drid, p. 11.

103 Röpke, Wilhelm (1966), ob. cit., p. 15.

104 Röpke, Wilhelm (1966), ob. cit., p. 25.

105 Desde un punto de vista teórico-eco-nómico el famoso debate había quedadoliquidado. En este sentido, un conspicuosocialista como Oskar Lange se distin-guió por reconocer la categoría de las crí-ticas de von Mises, de quien decía queuna estatua suya debía ser erigida en losMinisterios de economía de los paísessocialistas, en agradecimiento por losservicios prestados indirectamente a lateoría de una economía planificada bienfundada. No obstante, desde una ópticapolítica la disputa estaba todavía lejosde cancelarse, como se puso de mani-fiesto al reactivarse la polémica despuésde la II guerra mundial. El problema defondo es insoluble y probablemente seha enquistado académicamente comoconsecuencia de la manía intelectualpreferentemente liberal que postulaque la economía no se pronuncia sobrelos fines. Ni siquiera M. N. Rothbard haconseguido despertar el interés del libe-ralismo por las determinaciones de lapolítica y la posibilidad «insuperable

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históricamente» de una evaluación polí-tica de la actividad económica.

106 En Economica, Febrero.

107 Röpke, Wilhelm (1966), ob. cit., p.223.

108 Röpke, Wilhelm (1935), “Fascist Eco-nomics”, loc. cit., pp. 96 y 98.

109 Röpke, Wilhelm (1935), “Fascist Eco-nomics”, loc. cit., p. 95.

110 Röpke, Wilhelm (1947a), La crisis socialde nuestro tiempo, Revista de Occidente,Madrid, p. 1.

111 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., pp. 287 sq. También Röpke, Wilhelm(1956), Civitas humana, Revista de Occi-dente, Madrid, pp. 28-41.

112 Véase Mises, Ludwig von (1986), ob.cit., p. 1205.

113 Véase Mises, Ludwig von (1996),“Middle-of-the-Road Policy leads to So-cialism”, en Planning for Freedom and Sixteenother Essays and Address, Libertarian Press,Grove City.

114 (1985), Alianza Editorial, Madrid. Laedición en lengua alemana de 1945, tra-ducida por la esposa de Röpke, fue edi-tada e introducida por el propio Röpke:Der Weg zur Knechtschaft, Rentsch, Er-lenbach-Zürich.

115 El tercio central del siglo XX ha mar-cado probablemente una divisoria en lamentalidad moderna, gracias a la emer-gencia del «pensamiento en órdenesconcretos». Este ha conferido una suertede clarividencia a las ideas de los gran-des escritores políticos (Carl Schmitt) yeconómicos (Walter Eucken, Alfred Mü-ller-Armack, el propio Röpke) de la

época. En nuestra opinión, la idea de or-den de la Escuela Austriaca (el ordenespontáneo hayekiano) parece en excesodeudora de paradigmas filosóficos supe-rados, no escapando a una cierta maneraideológica e ingenua de pensar. En estesentido, bien puede decirse que la pecu-liar forma de realismo del «konkretenOrdnungsdenken» ha acelerado la des-composición del modo de pensar ideoló-gico que, sin embargo, parece contenidaen los últimos años por el «consensua-lismo», grave vicio del entendimiento yla voluntad. Véanse Fernández de laMora, Gonzalo (1986), El crepúsculo de lasideologías, Espasa-Calpe, Madrid. NegroPavón, Dalmacio (1996), “Los modos delpensamiento político”, en Anales de la RealAcademia de Ciencias Morales y Políticas, añoXLVIII, nº 73. Además, de este último(1997), “El liberalismo, la izquierda el si-glo XXI”, en Sanabria, Francisco y Diego,Enrique de (ed.), El pensamiento liberal en elfin de siglo, Fundación Cánovas del Casti-llo, Madrid.

116 La idea de la «Gesellschaftspolitik»como una política social dirigida a la es-tabilización de la sociedad, trascen-diendo los fines clasistas de la «Sozial-politik», es probablemente anterior a la IIguerra mundial. No obstante adquiriócurso legal con un importante libro deljurista Achinger, Hans (1958), Sozialpolitikals Gesellschaftspolitik, Rowohlt, Hamburgo.

117 Röpke, Wilhelm (1959), ob. cit., p. 20.

118 Véase Röpke, Wilhelm (1959), ob.cit., pp. 20-23.

119 Nueva edición (1978), Porcupine, Fi-ladelfia.

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120 Imprescindible para comprender laépoca, Nolte, Ernst (1997), Nazionalsocia-lismo e bolscevismo. La Guerra civile europea(1917-1945), Biblioteca Universale Riz-zoli, Milán. También Furet, François(1996), Le passé d’une illusion. L’idée commu-niste au XXème siècle, L. G. F., París. Furet,François y Nolte, Ernst (2000), Fascisme etcommunisme, Hachette, París.

121 Véase Hayek, Friedrich A. von (1996),“Homenaje a Röpke”, en ob. cit., p. 211.

122 Véase Erhard, Ludwig et al. (1994),Economía social de mercado: su valor perma-nente, Rialp, Madrid. Existen, no obs-tante, importantes diferencias entre losordoliberales de la Escuela de Friburgo(Walter Eucken, Franz Böhm) y la líneamás heterogénea de Röpke, AlexanderRüstow o, incluso, Alfred Müller-Armack.Sobre la aportación de todos ellos a la fi-losofía política y social contemporánease estudiará con mucho provecho la do-cumentada obra de Böhmler, Andreas A.(1998), El ideal cultural del liberalismo. La filo-sofía política del ordoliberalismo, Unión Edito-rial, Madrid. Una exposición que a vecesse hace demasiado prolija no debe em-pañar el extraordinario mérito de este li-bro, en el cual, desgraciadamente, ape-nas si han reparado los politicólogos his-pánicos y otros estudiosos de la políticasocial.

123 Su ejemplo también cundió, aunquesin prender duraderamente, en la Italiade Luigi Einaudi y en Francia, concreta-mente en el ministerio económico deJacques Rueff.

124 Muy interesante Erhard, Ludwig(1989), Bienestar para todos, Unión Edito-rial, Madrid.

125 Hay alguna vaga alusión al asunto enHayek, Friedrich A. von (1996), “El redes-cubrimiento de la libertad: recuerdospersonales”, en ob. cit., pp. 205-6. Másinformación en Hartwell, Ronald Max(1995), A History of the Mont Pèlerin Society,Liberty Fund, Indianapolis, esp. cap. 5 y6.

126 Hayek, Friedrich A. von (1996), ibídem.Cfr. Böhmler, Andreas A. (1998), ob. cit.,p. 163.

127 Sobre los antecedentes de este en-frentamiento véase Böhmler, Andreas A.(1998), ob. cit., p. 164.

128 Röpke, que desempeñaba el cargo depresidente de la Mont Pèlerin, sufrió enel transcurso de las sesiones de 1961 suprimer infarto. Por lo demás, tendríacierto interés, en la perspectiva de la his-toria de las ideas, determinar hasta quépunto aquellos acontecimientos deter-minaron el aislamiento del pensamientoliberal alemán de la II postguerra, situa-ción agravada al no existir continuidaden los estudios y ediciones sobre estosescritores fuera del área germánica.

129 Inspiradas en la teoría leninista delimperialismo. Véase Prébisch, Raúl(1984), Capitalismo periférico. Crisis y transfor-mación, F. C. E., México.

130 Véase Prébisch, Raúl (1960), Introduc-ción a Keynes, F. C. E., México.

131 Röpke, Wilhelm (1960b), Los paísessubdesarrollados, Ediciones del Atlántico,Buenos Aires, p. 1. Merece la pena con-frontar el espíritu de este librito con el

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otrora famoso informe de Raúl Prébischpara la Conferencia de la ONU sobre co-mercio y desarrollo, celebrada en Gine-bra en marzo de 1964, y publicado elmismo año con el título Nueva política co-mercial para el desarrollo, F. C. E., México.

132 En 1979 se imprimieron en Berna losseis tomos de unos Ausgewählte Werke deW. Röpke, editados por Hayek, Hugo Sie-ber, Egon Tuchtfeld y Hans Willgerodt.

133 Una de las ediciones röpkeanas másrecientes es el texto inglés de su gran li-bro Jenseits von Angebot und Nachfrage, titu-lada (1998), A Humane Economy. The SocialFramework of the Free Market, IntercollegiateStudies Institute, Willmington. Merece lapena destacar la reedición de la clásicatraducción al idioma húngaro de (1996),Civitas humana, Kráter, Budapest. Unanueva edición en inglés de esta últimaestá fechada en el mismo año: The MoralFoundations of Civil Society, TransactionsPubl., Londres. Hace poco más de unaño, coincidiendo con el centenario desu nacimiento, se editó en suiza un pre-cioso breviario de su pensamiento:Röpke, Wilhelm (1999), Das Maß des Mens-chlichen. Ein Wilhelm-Röpke-Brevier, Ott Ver-lag, Thun. Los estudios sobre Röpke noson demasiado abundantes, si bien noson infrecuentes las referencias a su obraen un reducido número de economistasneoliberales. En la literatura germánicareciente destaca una sucinta introduc-ción a su pensamiento social y políticode Hahn, Roland (1997), ob.cit. Pero so-bre todo el más ambicioso trabajo deHelge Peukert (1992), Das sozialökonomischeWerk Wilhelm Röpkes, Lang, Frankfurt. Debecontarse también con el libro, basado en

una tesis doctoral, de Skwiercz, S. H.(1988), Der dritte Weg in Denken von WilhelmRöpke, Creator, Würzburg. En breve plazoestará disponible Zmirak, John (2001),Wilhelm Röpke, Intercollegiate Studies Ins-titute, Wilmington. Desde una perspec-tiva institucional, en Alemania se ocupandel pensamiento röpkeano, si bien no ex-clusivamente, la Sociedad para la Economíade Mercado, de Tubinga, la Fundación LudwigErhard y la Sociedad Friedrich August von Ha-yek, ambas con sede en Bonn. En Suiza,concretamente en Zürich, existe una Fun-dación para el pensamiento occidental que tam-bién patrocina los estudios sobre Röpke.Tan sólo en los Estados Unidos de Amé-rica existe un Instituto Wilhelm Röpke, enSteubenville (Ohio), editor de la RöpkeReview, de circulación muy restringida.

134 Véase Díez del Corral (1945), “Elhombre y lo colosal. En torno a un librode Guillermo Röpke”, Suplemento de Políticasocial. Revista de Estudios Políticos, nº 1.

135 Una bella semblanza de Díez del Corralen Negro Pavón, Dalmacio (1999), “Despe-dida universitaria”, Veintiuno, nº 42.

136 Al consejo de redacción de la mismapertenecían profesores del máximo nivelcomo Valentín Andrés Álvarez, que parti-cipó en la revisión de la traducción de Lacrisis social de nuestro tiempo, José Castañedao el mismo José Vergara, traductor parala Editorial de la Revista de Derecho Pri-vado del Camino de servidumbre de F. A. vonHayek.

137 Se trata del volumen III de la colec-ción. La segunda edición apareció en1956.

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138 Volumen XI. Alianza Editorial pu-blicó en 1966 la 2ª edición. Manteniendoel mismo título apareció la 3ª (1974) enUnión Editorial. Esta misma casa pre-sentó una 4ª edición con nuevo título en1988: La teoría de la economía.

139 Volumen XII.

140 Véase Velarde Fuertes, Juan (1990),Economistas españoles contemporáneos. Prime-ros maestros, Espasa-Calpe, Madrid, pp.30-57.

141 Una nueva edición se publicó enUnión Editorial en 1979. La última edi-ción, también de Unión Editorial, es de1996.

142 Sobre la trascendencia de estos se-minarios hay alguna alusión en Huertade Soto, Jesús (1992), ob. cit., p. 11.

143 Véanse las reseñas de Martínez Ro-dríguez, Marina (1999), en Revista Empresay Humanismo, nº 1, y de Aranzadi del Ce-rro, Javier (1999), en Veintiuno, nº 40.

144 Al que habría que sumar la labor delInstituto Empresa y Humanismo de laUniversidad de Navarra, en el marco dela investigación sobre la ética empresa-rial y la economía social de mercadovéase por ejemplo Böhmler, AndreasA. (1990), “La filosofía política de la eco-nomía social de mercado”, en Seminariopermanente Empresa y Humanismo, nº 26, ju-nio, o el interés a título personal deprofesores de economía política como J.Huerta de Soto, de la Universidad ReyJuan Carlos, o S. García Echevarría.

145 Véase Mises, Ludwig von (1983), Lamentalidad anticapitalista, Unión Editorial,Madrid. Además, Jouvenel, Bertrand de(1997), “Los intelectuales europeos y el

capitalismo”, en Hayek, Friedrich A. vonet al., El capitalismo y los historiadores, UniónEditorial, Madrid.

146 Apreciaciones muy oportunas en Kirz-ner, Israel M. (1976), ob. cit., pp. 43-8.

147 Véase Sombart, Werner (1993), Elburgués, Alianza Editorial, Madrid, p. 38.

148 Los economistas, incluso quienes lofueron ante literam, pensaron siempre envalores. Es casi seguro que ello fue posi-ble gracias a la idea de «precio». La ge-neralización de esta manera de pensar apartir del siglo XVIII, llegando a consti-tuirse incluso en sistema filosófico aprincipios del XX (Estimativa), o a influirprofundamente en el modo de desenvol-verse el pensamiento jurídico (interpre-tación jurídica con arreglo a valores) opolítico (pluralismo de valores comoprincipio de configuración de la unidadpolítica de un pueblo), no apunta otracosa que el inmenso prestigio del que seha beneficiado la economía, a pesar delas críticas, desde el siglo XIX. El pensa-miento político no puede, clarísima-mente, pensar en valores, pues entre ladecisión y la no decisión no hay una es-cala de voluntades graduadas capaz deser articulada por el «compromiso» fa-lacia del consensualismo. En políticano existen «soluciones» porque, paradesgracia de los exégetas de la mecánicadel Political System, no hay nada parecidoa la intersección de la curva de la oferta yla demanda económicas. Incitador Sch-mitt, Carl (1992), “La época de las neu-tralizaciones y de las despolitizaciones”,El concepto de lo político, Alianza Editorial,Madrid, pp. 107-22. También, del mismo,(1961), «La tiranía de los valores», Revista

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de Estudios Políticos, nº 115. Sobre la di-mensión mítica de las soluciones políti-cas: Jouvenel, Bertrand de (1977), De lapolitique pure, Calmann-Lévy, París, pp.284-94.

149 Boudon, Raymond (1994), La logiquedu social, Hachette, París.

150 Muy interesante Freund, Julien(1987), “Besoin et économie”, en Politiqueet impolitique, Sirey, París. También Freund,Julien (1993), ob. cit., pp. 31-49.

151 Quinn, Dermot (1998), Introduccióna Röpke, Wilhelm, A Humane Economy. TheSocial Framework of the Free Market, p. xii.

152 Decía Röpke que «a la física de laeconomía hay que oponer su psicología,su moral, su espíritu; en una palabra, sucarácter humano». Röpke, Wilhelm(1960a), Más allá de la oferta y la demanda,Fomento de Cultura, Valencia, p. 340.

153 Röpke, Wilhelm (1947a), ob. cit., pp.67-8. En otro lugar se refiere al economi-cismo como una «incorregible manía deconvertir los medios en fines». VéaseRöpke, Wilhelm (1960a), ob. cit., p. 150.

154 Véase Röpke, Wilhelm (1935), “Fas-cist Economics”, ob. cit., p. 91.

155 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 20.

156 El papel desempeñado por los publi-cistas en la consolidación de la soberaníaestatal en el siglo XVI acaso resulte com-parable únicamente con el que se hanapropiado los economistas, con idénticafinalidad, desde 1914. No es casualidadque el economista prototípico del sigloXX haya pensado siempre en conceptosde la economía estatal.

157 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., p. 326

158 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 22.

159 Véase Schumpeter, Joseph A. (1984),Capitalismo, socialismo y democracia, Folio,Barcelona.

160 Véase Kirzner, Israel M. (1975), Com-petencia y función empresarial, Unión Edito-rial, Madrid.

161 Véase Sombart, Werner (1993), ob.cit., p. 117-32, 137-41.

162 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., p. 339.

163 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., p. 151.

164 Véase Galbraith, John K. (1969), Lasociedad opulenta, Ariel, Barcelona. Este li-bro, en el que lo mejor es una cierta vi-sión cínica de la economía a la ThorsteinVeblen, se entiende hoy mucho mejor enla perspectiva de una obra más reciente,Galbraith, John K. (1993), La cultura de lasatisfacción, Ariel, Barcelona.

165 Véase Quinn, Dermot (1998), ob. cit.,p. xii.

166 El personalismo filosófico de Röpkedeterminó su convicción en la indivisibi-lidad de la libertad, idea que animó suinteresante polémica con Croce, nadamás aparecer La crisis social de nuestrotiempo. Según el economista, una cosa esla separación de las esferas de la acción(política —imperio— y economía —do-minio—) y otra cosa bien distinta la des-composición de la libertad personal envarios planos que pueden coexistir autó-nomamente. Escribe Röpke: «La libertad

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económica es, sin duda, una forma esen-cial de la libertad personal y premisa in-dispensable de todo orden social diame-tralmente opuesto al colectivismo».Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob. cit., p.135. Croce sostuvo, en cambio, que lacoordinación entre libertad política yeconómica no era condición necesariadel sistema general de la libertad. Cabeen su opinión la combinación de libera-lismo en lo político y de colectivismo enlo económico; pues el principio de la li-bertad económica no es sino «libe-rismo». Véase Röpke, Wilhelm (1960a),ob. cit., pp. 147-9. No obstante, la opi-nión de Croce es más política de lo que aprimera vista parece.

167 Véase Röpke, Wilhelm (1979), Maßund Mitte, Velag Paul Haupt, Berna.

168 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 126.

169 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 148.

170 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 194.

171 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., pp. 147-58.

172 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 31.

173 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 2.

174 Actitud, por lo demás, profunda-mente política y que recuerda al famosolema de Raymond Aron: «Sin ilusionespero sin pesimismo». Véase Campi, Ales-sandro (1999), “Raymond Aron e la tradi-zione del realismo politico”, Studi Peru-gini, nº 8, p. 218.

175 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 88.

176 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 81.

177 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 61. El economicismo, como va-riante de la mentalidad sociologista, nodeja de dar vueltas incansablemente al«molino de las causas, leyes o influen-cias», ajeno a aquello en que realmenteconsiste lo económico. Véase Manent,Pierre (1994), La cité de l’homme, Fayard,París, p. 97.

178 Véase Dawson, Christopher (1995),La religión y el origen de la cultura occidental,Encuentro, Madrid.

179 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., p. 26.

180 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., pp. 179 y 242.

181 Sobre la mentalidad ideológico-so-cial, Negro Pavón, Dalmacio (1996), “Mo-dos del pensamiento político”, loc. cit.

182 Véase Belloc, Hilaire (1945), El Estadoservil, La espiga de oro, Buenos Aires.

183 (1975), Dopesa, Barcelona.

184 Véase Blair, Anthony (1998), La terceravía, El País, Madrid. Giddens, Anthony(1999), La tercera vía: la renovación de la so-cialdemocracia, Taurus, Madrid.

185 En la literatura foránea tiene interésCampi, Alessandro y Santambrogio, Am-brogio (1997), Destra / Sinistra. Storia e feno-menologia di una dicotomia politica, AntonioPellicani, Roma. Fernández de la Mora,Gonzalo (1999), “Derecha e izquierda hoy”,Razón Española, nº 96. Negro Pavón, Dal-macio (1999), “Ontología de la derecha y

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la izquierda. Un posible capítulo de teolo-gía política”, Anales de la Real Academia deCiencias Morales y Políticas, año LI, nº 76.

186 Véase Stein, Lorenz von (1981), ob.cit., p. 28.

187 Véase Schmitt, Carl (1931), “Hacia elEstado total”, Revista de Occidente, mayo.

188 Véase Stein, Lorenz von (1981), ob.cit., p. 61.

189 Una buena exposición de esteasunto, probablemente una de las últi-mas antes de que el problema de la tota-lización de lo político fuese sustituidopor el del totalitarismo, en Conde, Javier(1942), Introducción al derecho político actual,Escorial, Madrid, pp. 255-282. Constituyeun buen ejercicio intelectual confrontaresas páginas con las de escritores comoHannah Arendt y Jacob Leib Talmon, quetanto han influido en la interpretaciónpoliticológica de los regímenes totalita-rios; respectivamente: (1998), Los orígenesdel totalitarismo, Alianza Editorial, Madrid,vol. III, y (1956), Los orígenes de la democraciatotalitaria, Aguilar, México.

190 Nos referimos a Weder Kapitalismusnoch Kommunismus (1919) y a Weder so nochso: Der Dritte Weg (1933).

191 Apurando la cita, prosigue Hecks-cher: «Esto ha valido innumerables re-proches a los estadistas de Inglaterra decomienzos del siglo XIX. Y es innegableque su conducta, mejor dicho, su pasivi-dad, influyó en el modo y en el sentidocomo se desarrollaron las cosas». VéaseHeckscher, Eli F. (1983), ob. cit., p. 455.Aunque tardíamente, un libro de 1938 deH. MacMillan (The Middle Way) marcó la

ruptura de los estadistas ingleses con loshábitos mentales anteriores.

192 Véase Rüstow, Alexander (1933), “DieStaatspolitischen Voraussetzungen deswirtschaftlichen Liberalismus”, Schriftendes Vereins für Sozialpolitik, vol. CLXXXVII.Ese texto se reeditó más tarde como «Li-beraler Interventionismus».

193 También aportaron algo al debateLuigi Einaudi (1942), “Economia di con-correnza e capitalismo storico. La terzavia fra i secoli XVIII e XIX”, Rivista di StoriaEconomica, junio se trata de una ex-tensa recensión del libro de Röpke La cri-sis social de nuestro tiempo; Salin, Edgar(1942), “Ein Dritter Weg?”, Zeitschrift fürschweizerische Statistik und Volkswirtschaft; y,finalmente, Mötteli, Carlo (1943), “Gibtes einen dritten Weg?”, Neue SchweizerRundschau, marzo, y Mötteli, Carlo (1943),“Die Schweiz und der dritte Weg”, NeueSchweizer Rundschau, abril.

194 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 249, nota 1.

195 Véase Röpke Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 29.

196 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ídem.

197 Véase Röpke, W. (1956), ob. cit., p.xiv.

198 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 55.

199 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 31.

200 Su programa de reforma seguíasiendo, empero, el mismo.

201 Véase Mises, Ludwig von (1996),“The Middle-of-the-Road Policy leads toSocialism”, en ob. cit.

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202 Véase Röpke, Wilhelm (1949), La cri-sis del colectivismo, Emecé, Buenos Aires,p. 21.

203 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. xvi.

204 Véase Röpke, Wilhelm (1949), ob.cit., p. 27.

205 Véase Röpke, Wilhelm (1949), ídem.

206 Véase Röpke, Wilhelm (1949), ob.cit., p. 30.

207 Véase Molina, Jerónimo (2001),“¿Merecería el liberalismo económico te-ner futuro político?”, Veintiuno, n° 48.

208 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob. cit.p. 318, nota 13.

209 Para esto tiene interés Molina, Jeró-nimo (1999), Julien Freund, lo político y la po-lítica, Sequitur, Madrid, pp. 192-202.

210 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., pp. 192-3.

211 La generalización de las leyes-me-dida y la mitificación de la constitución-pacto constituye el fenómeno jurídico tí-pico de las sociedades pluralistas en lasque se ha agotado el ciclo político delmando. Véase Schmitt, Carl (1992), Teoríade la Constitución, Alianza Editorial, Ma-drid. Para la noción de ciclo político Mi-glio, Gianfranco (1988), “Pluralismo”, enop. cit., vol. II. También Miglio, Gian-franco (2000), “La monocracia”, Hespérides,nº 20.

212 El Estado fuerte de Röpke coincidecon la idea del Estado total de Carl Sch-mitt. Sin embargo, dada la tempranaconfusión que se impuso en torno a esteúltimo, el economista se manifestabacontrario al Estado total. La cuestión era

en realidad semántica, pues lo queRöpke no aprueba es el experimento delcolectivismo totalitario, sea bruno orojo. Sobre esta temática resultan clarifi-cadoras algunas páginas de Maschke,Günter, “Zum Leviathan von Carl Sch-mitt”, en Schmitt, Carl (1982), Der Le-viathan, Hohenheim, Colonia, pp. 227-242. También las de Julien Freund sobrela doble conceptualización del «totalenStaat» en el pensamiento schmittiano.Véase Freund, J. (1978), “Vue d’ensemblesur l’oeuvre de Carl Schmitt”, RevueEuropéenne des Sciences Sociales, tomo XVI,nº 44, pp. 30-31. Galli, Carlo (1996), Ge-nealogia della politica. Carl Schmitt e la crisi delpensiero politico moderno, Il Mulino, Bolonia,cap. XIII.

213 Véase Röpke, Wilhelm, La crisis socialde nuestro tiempo, p. 246. Cfr. Schmitt, Carl(1932), “Gesunde Wirtschaft im starkenStaat”, Mitteilungen des Vereins zur Wahrungder gemeinsamen wirtschaftlichen Interessen inRheinland und Westfalen, nº 1.

214 Esta distinción, expresión mayor delJus Publicum Europaeum, esencializa la«neutralización de la política» y, así-mismo, el principio liberal de separaciónde lo político y lo económico. A todo elloatribuía Röpke el éxito de la política y laeconomía liberales sobre el «cesaroeco-nomismo», reinventado en el colecti-vismo contemporáneo. Véase, por ejem-plo, Röpke, Wilhelm (1959), ob. cit., pp.133 sq.

215 Véase Oppenheimer, Franz (1997),The State, Fox & Wilkes, San Francisco. Enesto consiste la teoría oppenheimerianade la superposición de lo político y loeconómico, muy influyente sobre la tra-

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dición austriaca. En todo caso, es muyanterior la famosa definición del Estadode Bastiat: «Grande fiction à travers la-quelle tout le monde s’efforce de vivreaux dépens de tout le monde». VéaseBastiat, Frédéric (1873), Sophismes économi-ques, Guillaumin et cie, París, tomo I,p.332. Mucho más accesible es la antolo-gía Bastiat, Frédéric (1983), Ouvres écono-miques, P. U. F., París. En aquel pensa-miento de Bastiat, más que en la teoríade Oppenheimer, se inspira la acerba crí-tica de Röpke al Welfare State. Véase porejemplo: Röpke, Wilhelm (1969), “Rob-bing Peter to Pay Paul: On the Nature ofthe Welfare State”, en Against the Tide.Röpke sostiene que, en última instancia,la redistribución es una especie de so-fisma económico. Cfr. Rothbard, MurrayN. (1996), For a New Liberty. The LibertarianManifesto, Fox & Wilkes, San Francisco. Eleconomista norteamericano, quien porcierto lleva al límite la distinción entremedios económicos y políticos postu-lando el «nonaggression axiom» (ob. cit.,p. 23), entiende que la redistribución dela riqueza operada por Estado de Bienes-tar ni siquiera admite la comparación tó-pica con Robin Hood, el bandido bene-factor, pues estima que el efecto redistri-buidor opera preferentemente por tra-mos de renta («the redistribution iswithin income categories; some poor areforced to pay for other poor», ob. cit., p.162).

216 «¿De qué valen, en realidad, todoslos tratados internacionales y los llama-mientos a los pueblos para que renun-cien a una parte de su soberanía en arasdel superior interés del orden internacio-

nal, si prevalece la convicción (...) de quela política sólo ha de moverse en torno ala idea de que no hay más que amigos yenemigos?». Röpke, Wilhelm (1959), ob.cit., p. 51.

217 Röpke, Wilhelm (1959), ob. cit., p. 53.

218 Véase Maritain, Jacques (1945), Prin-cipios de una política humanista, José Mª Ca-jica, Puebla, p. 239.

219 Véase Maritain, Jacques (1945), ob.cit., p. 246. El propio Röpke escribió que«ser maquiavelista equivale a apostarcontra el tiempo». Véase Röpke, Wilhelm(1959), ob. cit., p. 54.

220 La misma denuncia en un clásico in-comprendido fechado en 1943: Burnham,James (1953), Los maquiavelistas. Defensoresde la libertad, Emecé, Buenos Aires.

221 Véase Aron, Raymond (1995), “Laquerelle du Machiavélisme”, en Machiavelet les tyrannies modernes, Fallois, París, p.393. También Molina, Jerónimo (1997),“La supuesta apoliticidad del libera-lismo”, en Sanabria, Francisco y Diego,Enrique de (ed.), ob. cit., pp. 118-9.

222 Véase Röpke, Wilhelm (1959), ob.cit., p. 58.

223 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., pp. 147-52. Especialmente Röpke,Wilhelm (1960a), ob. cit., p. 176 sq.

224 La tragedia del liberalismo alemán,aunque se perfila ya en 1815 y 1830, seinició oficialmente con el fracaso de laconstitución de un Estado nacional entremarzo de 1848 y marzo de 1849. La obse-sión por la fundación del Estado-naciónprovocó el abandono de los principiosmás genuinamente liberales. Vióse así

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desplazado de la arena política e intelec-tual por el prusianismo socialista (de Es-tado, socialdemócrata, nacionalsocia-lista), hundiéndose profundamente en elperiodo de entreguerras. Su rearme inte-lectual después de la II guerra mundial,si bien se vio truncado finalmente por elauge del keynesianismo, rozó lo extraor-dinario. En el ambiente propicio de laépoca influyó el desprestigio que sobresí había atraído el ideal nacional. Aun-que se abusó más tarde de la estigmati-zación del concepto, lo cierto es que fi-nalmente se dieron las condiciones paraque el liberalismo alemán se despren-diese de su lastre histórico. Los avataresdel liberalismo alemán hasta 1849 se ex-ponen con claridad y concisión en Abe-llán, Joaquín (1987), Estudio preliminar aRotteck, K. Von, Welcker, C. T., Pfizer, P. A.y Mohl, R. Von, Liberalismo alemán en el sigloXIX. 1815-1848, C. E. C., Madrid.

225 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., pp. 207-8. El problema del plan eco-nómico pone principio precisamente aRöpke, Wilhelm (1966), ob. cit., pp. 15-8.

226 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), p.204. Viene muy bien aquí la distinciónfreundeana entre lo económico (l’économi-que) y la economía (l’économie). Véase Fre-und, Julien (1993), ob. cit. TambiénHuarte, Juan (1980), La realidad primaria delo económico y el sentido de la economía, UniónEditorial, Madrid.

227 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 205.

228 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 240.

229 Así concluye el maestro de econo-mistas: «La legislación antitrust ameri-cana fue intervención conforme, pues in-tentaba anular fuertes poderes monopo-lísticos; la Ley de Arrendamientos Urba-nos es un ejemplo de intervencióndisconforme porque regula los preciosen el mercado libre de alquileres; perono se puede dudar de que esta ley es li-beradora en gran medida, pues cuandohay gran escasez de viviendas, limitar losderechos del propietario urbano es libe-rar a miles de individuos de una sumi-sión a veces muy tiránica». Álvarez, Va-lentín, A., Presentación de Röpke, Wil-helm (1947a), ob. cit., p. xi.

230 En Röpke encontramos la convic-ción, ya que no la teoría, de que el mo-nopolio tiene su causa en el intervencio-nismo estatal. Así, como parte de la polí-tica de mercado, señálase la necesidadde una política antimonopolios pasiva,caracterizada por el rescate de las conce-siones y prebendas en manos privadas;la política antimonopolios activa pre-tende luchar contra las causas favorece-doras del monopolio del lado de laoferta. Cabe también una política anti-monopolios activa del lado de la de-manda, consistente en la educación delconsumidor. Véase Röpke, Wilhelm(1947a), ob. cit., pp. 292-300. Ha sidoMurray N. Rothbard quien ha demos-trado que el llamado «monopolio natu-ral», concepto en el que siempre tropiezala economía neoclásica, constituye unsofisma económico. El monopolio, en suopinión, siempre es político. Véase Ro-thbard, Murray N. (1977), Power and Mar-ket. Government and Economy, Sheed An-

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drews & Mc Meel, Kansas City. Especial-mente Rothbard, Murray N. (1964), Man,Economy, State. A Treatise on Economic Princi-ples, Van Nostrand, Princeton, cap. X. Se-gún Rothbard, la manía antimonopolistaproviene de la confusión entre libertad yabundancia (ob. cit., p. 580). Según Mi-ses, el monopolio puede producirse pormotivos netamente económicos en elcaso de demandas inelásticas; Rothbard,sin embargo, expresaba su perplejidadante dicha teoría, pues no encuentra derecibo culpar al productor de la inelasti-cidad de una curva de demanda con-creta. En suma, el monopolio constituyeun simple problema de libertad econó-mica; donde ésta no existe o se violentaaparece aquél como una «concesión oprivilegio especial otorgado por el Es-tado, determinando el cierre de un áreade la producción en beneficio de un indi-viduo o un grupo». Véase Rothbard, Mu-rray N. (1964), ob. cit., p. 591.

231 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 33.

232 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., pp. 33-41.

233 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 36.

234 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 37.

235 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 40.

236 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ídem.

237 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., p. 132.

238 Véase Sombart, Werner (1993), ob.cit., pp. 115 sq. Röpke, por ejemplo, re-

chaza frontalmente la alegría con que elpúblico se lanza a las compras a plazos,expresión de una «forma antiburguesade entender la vida». Véase Röpke, Wil-helm (1960a), ob. cit., p. 142.

239 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., p. 158.

240 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 19.

241 Véase Belloc, Hilaire (1945), ob. cit.,p. 167.

242 Véase Belloc, Hilaire (1936), An Essayon the Restauration of Property, The Distribu-tist League, Londres. Mas en el prólogo ala tercera edición de The Servil State ya re-fiere que «de no restaurar la instituciónde la propiedad nos veremos abocados arestaurar la institución de la esclavitud;no hay tercera vía». Véase Belloc, Hilaire(1927), The Servil State, Constable, Lon-dres.

243 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 20. También Molina, Jerónimo(1999), “El Estado servil”, Razón Española,nº 96.

244 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 166.

245 Véase Jünger, Ernst (1993), El trabaja-dor. Dominio y figura, Tusquets, Barcelona,p. 61.

246 Véase Jünger, Ernst (1993), ob. cit., p.89.

247 Véase Jünger, Ernst (1993), ob. cit., p.172.

248 La cultura, afirma categórico el escri-tor holandés, «se desarrolla en el juego ycomo juego». Véase Huizinga, Johan

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(1972), Homo ludens, Alianza Editorial,Madrid, p. 205.

249 Tal vez por ello escribe Huizinga queen la «cultura moderna apenas si sejuega y, cuando parece que juega, sujuego es falso». Véase Huizinga, Johan(1972), ob. cit., p. 244.

250 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 95-6, nota 18.

251 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 167.

252 Por ejemplo: Messner, Johannes(1976), La cuestión social, Rialp, Madrid.También Pieper, Josef (1979), El ocio y lavida intelectual, Rialp, Madrid. Para Mess-ner, uno de los grandes problemascontemporáneos ha sido la transforma-ción operada en la mentalidad del traba-jador, quien ha sustituido la seguridadbasada en la propiedad por la seguridadsocial de provisión estatal. Véase Mess-ner, Johannes (1976), ob. cit., pp. 463-4.El profesor Pieper, con mayor sofistica-ción filosófica, se interrogaba sobre «siel mundo del hombre se agota con serun mundo de trabajo, si el hombre con-siste simplemente en ser funcionario,trabajador, si la existencia humana ad-quiere su plenitud siendo exclusiva-mente existencia que trabaja cotidiana-mente». Véase Pieper, Josef (1979), ob.cit., p. 37. Pieper tiene páginas especial-mente luminosas sobre la proletariza-ción, que define como una vinculacióngeneral al proceso productivo, hasta elpunto que «agota el espacio vital delhombre que trabaja». Véase Pieper, Josef(1979), ob. cit., p. 58.

253 Messner habla, en este sentido, de lageneralización de una «histeria pensio-nista», reivindicativa de ingresos sin con-trapartida. Messner, Johannes (1976), ob.cit., p. 146.

254 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 193.

255 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 191.

256 La propiedad plural o varia, que Ha-yek tomó de Henry Maine, implica unavaloración positiva de su difusión en lasociedad. Véase Hayek, Friedrich A. von(1991), Los fundamentos de la libertad, UniónEditorial, Madrid, p. 169, nota 8.

257 Según Röpke, la familia ha sido redu-cida poco a poco a una mera unidad deconsumo, expediente a la medida dequienes persisten en razonar como ma-croeconomistas.

258 Véase Röpke, Wilhelm, (1956), idem.

259 Espirituales y morales, pero tambiéndemográficas, tecnológicas y político so-ciales e institucionales. Véase Röpke,Wilhelm (1947a), ob. cit., p. 18.

260 Véase Röpke, Wilhelm (1960a), ob.cit., pp. 80-1.

261 Véase Röpke, Wilhelm (1959), ob.cit., p. 207.

262 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 165.

263 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 168.

264 Decía Röpke que el tedio constituyeuna enfermedad del espíritu típica-mente actual. Röpke, Wilhelm (1960a),ob. cit., pp. 102 sq.

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265 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 146.

266 Véase Röpke, Wilhelm (1947a), ob.cit., p. 9.

267 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 66.

268 Véase Röpke, Wilhelm (1956), ob.cit., p. 141.

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