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HISTORIAPARA QUE?

Carlos Pere,yraLuis VilleroLuis Gonzlez Jos Joaqun Blanco Enrique Florescano Arnaldo Crdova Hctor Aguilar (amn Carlos monsivis Adolfo G.ill,yGuillermo Bonfil Batalla

1NDICE ADVERTENCIA, por ALEJANDRA MORENO TOSCANO HISTORIA, PARA QU?, por CARLOS PEREYRA EL SENTIDO DE LA HISTORIA, por LUIS VILLORO DE LA MLTIPLE UTILIZACIN DE LA HISTORIA, por LUIS GONZLEZ EL PLACER DE LA HISTORIA, por JOS JOAQUN BLANCO DE LA MEMORIA DEL PODER A LA HISTORIA COMO EXPLICACIN, por ENRIQUE FLORESCANO LA HISTORIA, MAESTRA DE LA POLiTICA, por ARNALDO CRDOVA HISTORIA PARA HOY, por HCTOR AGUILI\R CAMN LA PASIN DE LA HISTORIA, por CARLOS MONSIVIS LA HISTORIA COMO CRTICA O COMO DISCURSO DEL PODER, por ADOLFO GILLY HISTORIAS QUE NO SON TODAVA HISTORIA, por GUILLERMO BONFIL BATALLA ADVERTENCIA

Enfrentados a la tarea de ordenar toneladas de documentos, organizarlos, clasificarlos y limpiarlos -literalmente- del polvo de los tiempos, quienes colaboraron entre 1977 y 1980 con el Archivo General de la Nacin, conocieron el entusiasmo, la rutina y algunas veces la franca desesperanza. En muchas ocasiones se plante la duda: y para qu va a servir todo esto? Esa y otras preguntas semejantes no slo cuestionaban la funcin y el papel de los archivos: planteaban tambin problemas acerca del sentido y la funcin de la historia.Aun cuando los historiadores no parecen poner en duda la utilidad o la legitimidad de la historia, lo cierto es que pocas veces responden expresamente a esas preguntas. Tampoco se dispone de textos razonados que a partir de distintas prcticas y usos de la historia den cuenta del porqu y el para qu se rescata, se ordena y se busca explicar el pasado. Para comenzar a llenar esas lagunas el Archivo General de la Nacin invit a un grupo de historiadores y escritores a dar res puesta a esas preguntas. Los ensayos que prepararon con ese fin forman el cuerpo de este libro, que ahora publica Siglo XXI.ALEJANDRA MORENO TOSCANO

ICuando se interroga por la finalidad de la investigacin histrica quedan planteadas cuestiones cuya conexin ntima no autoriza a confundirlas. La pregunta historia para qu? pone a debate de manera explcita el problema de la funcin o utilidad del saber histrico. Sin embargo, como lo vio acertadamente Marc Bloch, con tal pregunta tambin se abre el asunto de la legitimidad de ese saber. Se recordar el comienzo de la Apologie pour l'histoire: " 'Pap, explcame para qu sirve la historia', peda hace algunos aos a su padre, que era historiador, un muchachito allegado mo. . . algunos pensarn, sin duda, que es una frmula ingenua; a m, por el contrario, me parece del todo pertinente. El problema que plantea. . . es nada menos que el de la legitimidad de la historia."' Se trata de cuestiones vinculadas pero discernibles: unos son los criterios conforme a los cuales el saber histrico prueba su legitimidad terica y otros, de naturaleza diferente, son los rasgos en cuya virtud este saber desempea cierta funcin y resulta til ms all del plano cognoscitivo. Por ello aclara Bloch prrafos adelante que "el problema de la utilidad de la historia, en sentido estricto, en el sentido 'pragmtico' de la palabra til, no se confunde con el de su legitimidad, propiamente intelectual".No siempre se mantiene con rigor la distincin entre legitimidad y utilidad; nada hay de extrao en ello pues desde antiguo ambas aparecen entremezcladas. En las primeras pginas de la Guerra del Peloponeso, Tucdides escribe: "aquellos que quisieren saber la verdad de las cosas pasadas y por ellas juzgar y saber otras tales y semejantes que podrn suceder en adelante, hallarn til y provechosa mi historia; porque mi intencin no es componer farsa o comedia que d placer por un rato, sino una historia provechosa que dure para siempre". Este pasaje muestra hasta qu grado estaba convencido Tucdides de que su intencin (elaborar una historia provechosa) se realizara en la medida en que la investigacin permitiera "saber la verdad de las cosas pasadas". En este caso verdad y utilidad son mutuamente correspondientes porque se parte del supuesto de que el conocimiento de ciertos fenmenos constituye una gua para comportarse cuando ocurran de nuevo cosas semejantes. Una larga tradicin encuentra el sentido de la investigacin histrica en su capacidad para producir resultados que operen como gua para la accin.La eficacia del discurso histrico (como, en general, de las distintas formas del discurso cientfico) no se reduce a su funcin de conocimiento: posee tambin una funcin social cuyas modalidades no son exclusiva ni primordialmente de carcter terico. Sin ninguna duda, pues, el estudio del movimiento de la sociedad, ms all de la validez o legitimidad de los conocimientos que genera, acarrea consecuencias diversas para las confrontaciones y luchas del presente. No hay discurso histrico cuya eficacia sea puramente cognoscitiva; todo discurso histrico interviene (se inscribe) en una determinada realidad social donde es ms o menos til para las distintas fuerzas en pugna. Ello no conduce, sin embargo, a medir con el mismo rasero las cualidades tericas de un discurso histrico (su legitimidad) y su funcionamiento en el debate social: su utilidad ideolgico-poltica no es una magnitud directamente proporcional a su validez terica. Es preciso no incurrir, como lo advierte Hobsbawm, en la "confusin que se hace entre las motivaciones ideolgicas o polticas de la investigacin o de su utilizacin y su valor cientfico".'La tendencia a identificar utilidad y legitimidad del discurso histrico tiene con frecuencia su origen en la idea de que la historia sigue un curso ineluctable: los historiadores procuran entonces formular reglas de conducta -en los comienzos, por ejemplo de esta disciplina en Grecia y Roma- porque se presupone la repeticin del proceso conforme a ciertas pautas establecidas de una vez por todas. La confianza en que hay una vinculacin directa e inmediata entre conocimiento y accin se apoya en la creencia de que la comprensin del pasado otorga pleno manejo de la situacin actual: de ah el peculiar carcter pragmtico de la indagacin histrica tradicional. Esa identificacin tambin se origina a veces en el convencimiento de que unos u otros grupos sociales extraen provecho de la interpretacin histrica y de que, en este sentido, la captacin intelectual del pasado desempea cierto papel en la coyuntura social dada. Debiera ser claro, sin embargo, que el provecho extrado es independiente de la validez del relato en cuestin; utilidad y legitimidad no son, en consecuencia, magnitudes equivalentes.Se puede convenir, por tanto, con el modo en que Bloch plantea el asunto: "qu es justamente lo que legitima un esfuerzo intelectual? Me imagin que nadie se atrevetia hoy a decir, con los positivistas de estricta observancia, que el valor de una investigacin se mide, en todo y por todo, segn su aptitud para servir a la accin ... aunque la historia fuera eternamente indiferente al horno faber o al horno politicus, bastara para su defensa que se reconociera su necesidad para el pleno desarrollo del horno sapiens." Tal vez sea preferible decirlo en otros trminos: sin negar, por supuesto, el impacto de la historia que se escribe en la historia que se hace, la apropiacin cognoscitiva del pasado es un objetivo vlido por s mismo o, mejor todava, la utilizacin (siempre presente) ideolgico-poltica del saber histrico no anula la significacin de ste ni le confiere su nico sentido. La utilidad del discurso histrico no desvirta su legitimidad, es cierto, pero sta no se reduce a aqulla.No obstante, al parecer hay cierto apresuramiento en la opinin de Bloch segn la cual "nadie se atrevera hoy a decir que el valor de una investigacin se mide segn su aptitud para servir a la accin". Chesneaux, por ejemplo, se atreve y, ms an, encuentra en esa tesis le Bloch un ejemplo del intelectualisrno profundamente arraigado en los historiadores de oficio quienes distinguiran, segn este reproche, entre la historia-asunto de los polticos y la historia a cargo de los historia dores. El argumento de autoridad que ofrece Chesneaux a favor de su posicin es tan in consistente como son siempre los argumentos de esta ndole. "Marx no consider jams el estudio del pasado como una actividad intelectual en s, que tuviera su fin en s misma, enraizada en una zona autnoma del conocimiento ... lo que contaba para l era pensar histricamente, polticamente ... el estudio del pasado no era para Marx indispensable sino al servicio del presente. . . su opcin era poltica: el conocimiento profundo y sistemtico del pasado no constituye un fin en s mismo. Marx no era un 'historiador marxista', pero s ciertamente un intelectual revolucionario."' No hace falta colocarse en una endeble posicin intelectualista para advertir que la perspectiva del intelectual revolucionario no agota la razn de ser de la investigacin histrica.En efecto, frente a quienes suponen (con base en una confusa nocin de objetividad donde sta se vuelve sinnima de neutralidad ideolgica) que la nica posibilidad de cono cimientos objetivos en el mbito de la historia est dada por el confinamiento de la investigacin en un reducto ajeno a la confrontacin social, es imprescindible recordar el fracaso del proyecto terico encandilado con la tarea ilusoria de narrar lo sucedido wie es eigentlich gewesen ist. Ranke tuvo motivos suficientes para reaccionar a mediados del siglo pasado contra la tradicional historia moralista y pedaggica, apostando a favor de un programa ceido a contar lo que realmente aconteci. Es claro, sin embargo, que no hay descripcin (ni siquiera observacin) posible fuera de un campo problemtico y de un aparato terico, los cuales se estructuran en un espacio en cuya delimitacin intervienen tambin las perspectivas ideolgicas. La confianza ingenua en la lectura pura de los documentos y en el ordena miento asptico de los datos fue tan slo un estadio pasajero en la formacin de la ciencia histrica. Se vuelve cada vez ms insostenible la pretensin de desvincular la historia en la que se participa y se toma posicin de la historia que se investiga y se escribe. En definitiva, "la funcin del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de l, sino dominarlo y comprenderlo, como clave para la comprensin del presente".'Ahora bien, el nfasis requerido para salirle al paso a las actitudes farisaicas inclinadas a elaborar un discurso histrico pretendidamente aislado de la vida social en curso, no tiene por qu conducir al esquema reduccionista segn el cual todo el sentido del conocimiento histrico est supeditado a las urgencias ideolgico-polticas ms inmediatas. El academicismo cree encontrar en la doctrina de la neutralidad ideolgica un refugio para preservar el saber contra los conflictos y vicisitudes del momento y, en rigor, slo consigue mutilar la reflexin arrancndole sus vasos comunicantes ron la principal fuente de estmulo intelectual: termina, a fin de cuentas, por asumir de manera vergonzante las formas ideolgicas ms chatas y reblandecidas. Lucien Febvre se burla con razn de esta actitud: "demasiados historiadores, bien formados y conscientes (eso es lo peor) . . . hacen historia de la misma manera que tapizaban sus abuelas. Al puntillo. Son aplicados. Pero si se les pregunta el porqu de todo ese trabajo, lo mejor que saben responder, con una sonrisa infantil, es la cndida frase del viejo Ranke: 'para saber exactamente cmo pas'. Con todo de talle, naturalmente."' El rechazo de la historia como mero afn de curiosidades no autoriza, sin embargo, a diluir su funcin cognoscitiva en la vorgine de las luchas sociales.Ya se sabe dnde suele desembocar la re flexin presidida por la idea -segn la frmula empleada por Chesneaux- de que "el estudio del pasado no es indispensable sino al servicio del presente". Cuando se disuelve por completo la lgica propia del discurso histrico en los zigzagueas de la opcin poltica inmediata, entonces no pueden extraar ocultamientos, silencios v deformaciones: elementos triviales de informacin se vuelven tab (el papel de Trotski en la Revolucin rusa, por ejemplo), reas enteras del proceso social se convierten en zonas prohibidas a la investigacin, falsedades burdas pasan por verdades evidentes de suyo, etc. El hecho de que el saber histrico est siempre y en todo caso conformado tambin por la lucha de clases, ya que "la ciencia se hace en la vida misma y por gentes que trabajan en ese momento. . . est ligada a travs de mil sutilezas y complicados lazos a todas las actividades divergentes de los hombres" (Febvre), no basta para simplificar las cosas y abogar por una historia convertida en apologtica de una plataforma ideolgica circunstancial como ocurre sin remedio all donde la funcin cognoscitiva de la prctica terica es anulada en aras de su funcin social en una coyuntura dada.

IlDurante largo tiempo la historia fue concebida como si su tarea consistiera apenas en mantener vivo el recuerdo de acontecimientos memorables segn criterios que variaron 'en las distintas formaciones culturales. La funcin de esta disciplina se limit primeramente a conservar en la memoria social un conocimiento perdurable de sucesos decisivos para la cohesin de la sociedad, la legitimacin de sus gobernantes, el funcionamiento de las instituciones polticas y eclesisticas as como de los valores y smbolos populares: el saber histrico giraba alrededor de ciertas imgenes con capacidad de garantizar una (in) formacin compartida. Casi desde el principio la historia fue vista tambin como una coleccin de hechos ejemplares y de situaciones paradigmticas cuya comprensin prepara a los individuos para la vida colectiva. De ah la antigua tendencia, ya mencionada, a solicitar de la historia que gue nuestra accin. A finales del siglo pasado, sin embargo, ya apareca como "ilusin pasada de moda creer que la historia proporciona enseanzas prcticas para guiarse en la vida (historia magistra vitae), lecciones de inmediato provecho para individuos y sociedades. Las condiciones en que se producen los actos humanos son raras veces suficienteinente semejantes de un modo a otro para que las 'lecciones de la historia' puedan ser aplicadas directamente." 'Si bien, para indicar algunos nombres, Po libio y Plutarco escribieron a fin de ensear, con el nimo de ofrecer soluciones a las necesidades prcticas de las generaciones posteriores, esa idea pedaggica de la historia dio paso a otra concepcin centrada en el supuesto bsico de que la historia posibilita la comprensin del presente "en tanto -como lo formulan Langlois y Seignobos- explica los orgenes del actual estado de cosas". En efecto, puesto que toda situacin social es resultado de un proceso, ningn conocimiento de tal situacin puede producirse al margen del estudio de sus fases de formacin: el conocimiento de las circunstancias a partir de las cuales se gesta una coyuntura histrica es indispensable para captar las peculiaridades de sta. Las entidades y fenmenos que se pueden discernir en el movimiento de la sociedad constituyen una realidad caracterizable en trminos de proceso y sistema. En tal sentido parece incuestionable una respuesta que se incline a favor de la primera opcin en la alternativa presentada por Bloch: "habr que considerar el conocimiento del perodo ms antiguo como necesario o superfluo para el conocimiento del ms reciente?"Se estara tentado a creer que superflua es la pregunta misma por cuanto es impensable la inteligibilidad de un momento histrico fuera de los lazos que lo vinculan con los momentos precedentes. Sin embargo, los excesos del evolucionismo obligan a matizar la cuestin. Por ello afirma Marx que la estructura anatmica del hombre es la clave de la disposicin orgnica del mono y no al revs como sera ms fcil suponer. Dos planteamientos aparecen implicados en esta indicacin: uno refiere al hecho de que en un nivel de complejidad no se encuentran los elementos suficientes para explicar un plano de mayor complejidad y otro subraya que la gnesis de una realidad no basta para explicar su funcionamiento. Se entiende, en con secuencia, por qu formula Bloch ese interrogante as como su reaccin contra el mito de los orgenes. "La explicacin de lo ms prximo por lo ms lejano ha dominado a menudo nuestros estudios. . . este dolo de la tribu de los historiadores tiene un nombre: la obsesin de los orgenes. . . en el vocabulario corriente los orgenes son un comienzo que explica. Peor an: que basta para explicar. Ah radica la ambigedad, ah est el peligro." Si bien para todo fenmeno social el conocimiento de sus orgenes es un momento imprescindible del anlisis y un componente irrenunciable de la explicacin, sta no se agota aqu: saber cmo algo lleg a ser lo que es no supone todava reunir los elementos suficientes para explicar su organizacin actual.Ninguna respuesta a las preguntas que hoy pueden formularse respecto a la situacin presente es posible en ausencia del saber histrico. Mientras ms confusa y catica aparece una coyuntura dada, como es el caso de sta que se vive a comienzos de los aos ochenta, ms contundente es el peso de la investigacin histrica en el esfuerzo por despejar tales caos y confusin. Guardar distancia conveniente para no extraviarse en la obsesin de los orgenes, no impide admitir que slo es posible orientarse en las complicaciones del perodo contemporneo a partir del ms amplio conocimiento del proceso que condujo al mundo tal y como hoy es. Quienes participan en la historia que hoy se hace estn colocados en mejor perspectiva para intervenir en su poca cuanto mayor es la comprensin de su origen. Planteada as la funcin central de la historia, resulta claro que el estudio de los ltimos cien aos tiene ms repercusiones que el de los siglos y milenios anteriores. Sin embargo, con ms frecuencia de lo que pudiera creerse en primera instancia, aspectos fundamentales de la forma actual de la sociedad se entienden con base en factores de un pasado ms o menos lejano. Tal vez por ello no tiene ningn empacho Febvre en escribir: "yo defino gustosamente la historia como una necesidad de la humanidad -la necesidad que experimenta cada grupo huma no, en cada momento de su evolucin, de bus car y dar valor en el pasado a los hechos, los acontecimientos, las tendencias que preparan el tiempo presente, que permiten comprenderlo y que ayudan a vivirlo".El impacto de la historia no se localiza so lamente, por supuesto, en el plano discursivo de la comprensin del proceso social en curso. Antes que nada impregna la prctica misma de los agentes, quienes actan en uno u otro sentido segn el esquema que la historia les ha conformado del movimiento de la sociedad. La actuacin de esos agentes est decidida. entre otras cosas, por su visin del pasado de la comunidad a la que pertenecen y de la humanidad en su conjunto. Los grupos sociales procuran las soluciones que su idea de la historia les sugiere para las dificultades y conflictos que enfrentan en cada caso. Por ello el saber histrico no ocupa en la vida social un espacio determinado slo por consideraciones culturales abstractas sino tambin por el juego concreto de enfrentamientos y antagonismos entre clases y naciones. Pocas modalidades del saber desempean un papel tan definitivo en la reproduccin o transformacin del sistema establecido de relaciones sociales. Las formas que adopta la enseanza de la historia en los niveles de escolaridad bsica y media, la difusin de cierto saber histrico a travs de los medios de comunicacin masiva, la inculcacin exaltada de unas cuantas recetas generales, el aprovechamiento mediante actos conmemorativos oficiales de los pasados triunfos y conquistas populares, etc., son pruebas de la utilizacin ideo lgico-poltica de la historia. "Nuestro cono cimiento del pasado es un factor activo del movimiento de la sociedad, es lo que se ven tila en las luchas polticas e ideolgicas, una zona violentamente disputada. El pasado, el conocimiento histrico pueden funcionar al servicio del conservatismo social o al servicio de las luchas populares. La historia penetra en la lucha de clases; jams es neutral, jams permanece al margen de la contienda" (Ches neaux).No es frecuente encontrar entre los historiadores una sensibilidad perceptiva de las implicaciones que tiene su actividad profesional en la vida social y poltica. Todo ocurre como si la evidencia emprica respecto a la omnipresencia del saber histrico en la vida cotidiana representara para la mayora de los historiadores un motivo adicional que empuja a buscar el deslinde entre las preocupaciones acadmicas v las vicisitudes del con texto social. Sin embargo, tanto las clases dominantes en las diversas sociedades como los grupos polticos responsables del poder estatal, suelen invocar el pasado como fuente de sus privilegios. De ah que, como sucede con muy pocas modalidades del discurso terico, la historia es sometida a una intensa explotacin ideolgica. Si entre las cuestiones bsicas a plantear, Pierre Vilar incluye "1?cul fue, cul es el papel histrico de la historia como ideologa? 2? cul es ya, cul podra ser el papel de la historia como ciencia?",' ello se debe a que, en efecto, la historia se emplea de manera sistemtica como uno de los instrumentos de mayor eficacia para crear las condiciones ideolgico-culturales que facilitan el mantenimiento de las relaciones de dominacin.El papel de la historia como ideologa se eleva como obstculo formidable para la realizacin del papel de la historia como ciencia. Aunque todas las formas del saber se desarrollan ligadas a resortes ideolgicos que intervienen con vigor en la 5eleccin de te mas y enfoques como en la utilizacin posterior de los conocimientos, en el caso de la historia la intervencin de esos resortes ha sido decisiva. No se trata, claro est, de afirmar que la mera presencia de mecanismos ideolgicos invalida por s misma la produccin de conocimientos y anula la posibilidad de explicar el proceso social, pero s de admitir que la elaboracin de una imagen del pasado est demasiado configurada por los intereses dominantes en la sociedad. El Esta do, por ejemplo, dispone de numerosos canales mediante los cuales impone una versin del movimiento social idnea para la preservacin del poder poltico. "El control del pasado --escribe Chesneaux- y de la memoria colectiva por el aparato de Estado acta sobre las 'fuentes'. Muy a menudo, tiene el carcter de una retencin en la fuente ... secreto de los archivos, cuando no destruccin de los materiales embarazosos. Este control estatal da por resultado que lienzos enteros de la historia del mundo no subsistan sino por lo que de ellos han dicho o permitido decir los opresores. . . la ocultacin es uno de los procedimientos ms corrientes en este dispositivo de control del pasado por el poder. El pasado es un importuno del que hay que desembarazarse." As pues, es tarea de la investigacin histrica recuperar el movimiento global de la sociedad, producir cono cimientos que pongan en crisis las versiones ritualizadas del pasado y enriquecer el campo temtico incorporando las cuestiones suscita das desde la perspectiva ideolgica del bloque social dominado.La progresiva madurez de las ciencias socia les y la integracin de la historia en stas acompaan el abandono de cierta tradicin para la cual contaba la historia como un gnero literario. La investigacin histrica tambin se ha despojado cada vez ms del lastre que supona la idea de que su tarea central consiste en dar preceptos prcticos para guiarse en la vida. Las formas del discurso histrico se apartan crecientemente de esas pretensiones didcticas y literarias. Resulta an ms complicado, sin embargo, liberar el saber histrico de las tendencias apologticas. Las dificultades para eliminar esta carga provienen en buena parte del hecho de que el conocimiento del pasado tiene su punto de partida en el presente. La distincin misma pasado/presente es hasta cierto punto arbitraria: "la historia es una dialctica de la duracin; por ella, gracias a ella, es el estudio de lo social, de todo lo social, y por tanto del pasado; y tambin, por tanto, del presente, ambos inseparables".'Son en buena medida los acontecimientos contemporneos los que permiten profundizar en el conocimiento del pasado. El estudio del movimiento anterior de la sociedad se realiza a travs del proceso en el cual estn inscritos quienes investigan. No se trata de sostener la tesis del presentismo en el sentido de que toda la historia es "historia contempornea" por cuanto cada generacin construye su verdad acerca del pasado. La historia no sera entonces sino un conjunto de interpretaciones de validez relativa, adecuada cada una de ellas a la visin que en los sucesivos presentes se tiene del pasado. Las tendencias apologticas se cubren, en definitiva, con el pretexto de que la historia necesariamente interroga por las cosas que sucedieron en tiempos anteriores a fin de ofrecer respuestas a los problemas de hoy. En la pendiente del pragmatismo inmediatista el saber acaba teniendo validez segn su conformidad con alguna finalidad circunstancial. Sin asumir compromiso alguno con las tesis relativistas, en cualquier caso es cierto que no slo el conocimiento del pasado permite la mejor comprensin del presente sino tambin, de manera recproca, se sabe mejor qu investigar en el pasado si se posee un punto de vista preciso respecto a la situacin que se vive. "El pasado nos resulta inteligible a la luz del presente y slo podemos compren der plenamente el presente a la luz del pasa do. Hacer que el hombre pueda comprender la sociedad del pasado, e incrementar su do minio de la sociedad del presente, tal es la doble funcin de la historia" (Carr).El relativismo confunde el problema de los criterios de verdad del conocimiento histrico con la cuestin de los mviles que impulsan la investigacin, el desplazamiento de las preocupaciones hacia unas u otras reas de la totalidad social, la preferencia por tales o cuales temas, etc. La reflexin histrica aparece como una tarea urgida precisamente por las luchas y contradicciones que caracterizan a una poca. La historia no se desenvuelve exclusivamente en virtud de sus vacos de conocimiento y de la progresiva afinacin de sus hiptesis explicativas, sino tambin empujada por factores extratericos salidos de la lucha social misma. El estatuto cientfico del discurso no est dado por su funcin en las pugnas contemporneas, pero no se puede hacer abstraccin de que la historia desempea un papel destacado en la confrontacin ideolgica: las fuerzas polticas se de finen tambin por su comprensin desigual y contradictoria del desarrollo de la sociedad. Los acadmicos que entienden su labor como algo aislado de toda responsabilidad poltica, no pueden evitar que el resultado de sus investigaciones tienda a desdibujarse: esto es consecuencia natural de la separacin forzada entre el saber histrico y el horizonte poltico en que ese saber se produce. Como lo recuerda Chesneaux, "la reflexin histrica es regresiva, funciona normalmente a partir del presente, en sentido inverso del fluir del tiempo. y sta es su razn de ser fundamental".Es sintomtico que en una sociedad coexistan de modo conflictivo definiciones contra puestas de su pasado. Ello no tiene que ver slo ni primordialmente con la inmadurez de la historia (como proyecto analtico con pretensiones explicativas y no de mero relato descriptivo) o con la pluralidad de modelos tericos enfrentados: es tambin resultado de la divisin social y del consiguiente carcter fragmentario de lo que interesa a las diferentes corrientes recuperar en el pasado. La existencia de un sistema de dominacin socia1 implica en s misma formas diversas de abordar el examen de la realidad, incluido el movimiento anterior de sta. Si, como seala Febvre, "organizar el pasado en funcin del presente: eso es lo que podra denominarse funcin social de la historia", entonces no puede sorprender que compitan distintos modos de organizar el pasado.

IVLa funcin terica de la historia (explicar el movimiento anterior de la sociedad) y su funcin social (organizar el pasado en funcin de los requerimientos del presente) son complementarias: el saber intelectual recibe sus estmulos ms profundos de la matriz social en permanente ebullicin y, a la vez, los conocimientos producidos en la investigacin histrica estn en la base de las soluciones que se procuran en cada coyuntura. Esta complementariedad, sin embargo, no elimina las tensiones y desajustes entre ambas funciones. As, por ejemplo, la prolongada discusin en tomo al carcter nocivo o benfico de los juicios de valor en el discurso histrico puede ser vista como ndice de que tal complementariedad no carece de fricciones. Parece obvio que las interpretaciones histricas incluyen siempre juicios de valor y que ningn apego a la pretendida objetividad del dato anula el peso de los esquemas ideolgicos en la narracin explicativa. La tendencia a rehuir los juicios de valor para preservar una supuesta pureza cientfica y evitar la contaminacin de los ingredientes ideolgicos, exhibe incomprensin seria de cules son los modos en que interviene la ideologa en la produccin de conocimientos.Ahora bien, se justifica sin ms la antigua tradicin segn la cual junto con su tarea informativo-analtica, la historia est obligada a juzgar los acontecimientos y sus protagonistas, o sea, acompaar la descripcin v explicacin del proceso de sentencias laudatorias o reprobatorias elaboradas desde criterios morales, nacionales o partidarios? Cierta orientacin positivista insisti tanto en la neutralidad e imparcialidad propias de la ciencia que, como reaccin justificada ante esa actitud pueril, se da con frecuencia una respuesta plenamente afirmativa a la cuestin anterior_ Sin embargo, no slo las pretensiones de neutralidad son un obstculo para el desarrollo de la ciencia histrica. Tambin entorpece este desarrollo la mana de enjuiciar all donde lo que hace falta es explicar. "Por desgracia a fuerza de juzgar, se acaba casi fatalmente por perder hasta el gusto de explicar. Las pasiones del pasado, mezclando sus reflejos a las banderas del presente, convierten la realidad humana en un cuadro cuyos colores son nicamente el blanco y el negro" (Bioch).Algunos se muestran inclinados a creer que centrar el esfuerzo terico en sus propsitos explicativos (incluyendo, si es preciso, la pre ocupacin por el matiz) es un prurito intelectual del que ha de prescindirse para todo fin prctico. Esa creencia se apoya en la idea de que la funcin social de la historia exige una dosis de maniquesmo y obliga, por ende, a identificar responsables (tanto culpables como hroes) de la marcha de las cosas. El problema no radica, pues, en la permisible combinacin en un mismo discurso de argumentos explicativos y juicios de valor, sino en el desplazamiento del discurso histrico de un campo problemtico presidido por la pregunta por qu? a otro donde el interrogante clave es quin es el culpable? o, en su caso, quin es el Mesas? Es mucho ms fcil centrar el examen del proceso social en un ncleo apologtico o denigrativo que bus car en serio las causas inmediatas y profundas de los fenmenos histricos. Se puede localizar en el acervo de la historia, sin ninguna dificultad, una abrumadora cantidad de ejemplos de textos en los que el anlisis es sustituido por la glorificacin o satanizacin de algn personaje. Esta actitud no puede menos que empobrecer la funcin terica de la historia. Por ello se pronuncia Febvre contra el historiador-fiscal y seala que "ya es hora de acabar con esas interpretaciones retrospectivas, esa elocuencia de abogados y esos efectos de toga. . . no, el historiador no es un juez. Ni siquiera un juez de instruccin. La historia no es juzgar; es comprender -y hacer comprender."Si la mana de enjuiciar deriva con facilidad en un obstculo adicional para la explicacin histrica, ello se debe a que tiende a ocultar la constitucin del mundo social: un proceso formado por numerosos subprocesos articulados entre s. Los juicios de valor inhiben la recuperacin de las luchas, sacrificios, forcejeos. y contradicciones que integran el movimiento de la sociedad y borran todo con la tajante distincin entre los principios del bien y el mal. El achatamiento del esfuerzo explicativo generado por la propensin a juzgar limita la capacidad de pensar histricamente. Si, como le gusta recordar a Vilar, no se puede "comprender los hechos" ms que por la va de "pensarlo todo histricamente", entonces es preciso ir ms all de la simple localizacin de aciertos y fracasos en la actividad de los hombres, para encontrar en los componentes econmico-polticos e ideolgico-culturales de la totalidad social la explicacin, incluso, de esos aciertos y fracasos. Los juicios de valor so!'l inherentes a la funcin social de la historia pero ajenos a su funcin terica. Un aspecto decisivo del oficio de la historia consiste, precisa mente, en vigilar que la preocupacin por la utilidad (poltico-ideolgica) del discurso histrico no resulte en detrimento de su legitimidad (terica).

IHistoria, para qu? La primera respuesta en acudir a la mente sera: la historia obedece a un inters general en el conocimiento. Al historiador le interesa, como a cualquier cientfico, conocer un sector de la realidad; la historia tendra como objetivo el esclarecimiento racional de ese sector. En este sentido el inters del historiador no diferira del que pudiera tener un entomlogo al estudiar una poblacin de insectos o un botnico al clasificar las diferentes especies de plantas que crecen en una regin. Igual que al entomlogo o al botnico, al historiador le basta esa aficin por el conocimiento para justificar su empeo. Sin duda as sucede con cualquier ciencia: se justifica en el inters general por conocer, el cual cumple una necesidad de la especie. Porque la especie humana re quiere del conocimiento para lograr aquello que en otras obtiene el instinto: una orientacin permanente y segura de sus acciones en el mundo.Con todo, quien diera esta respuesta correra el riesgo de disgustar a ms de un historiador. Cualquier historiador pensara que, despus de todo, su disciplina tiene una relevancia para los hombres mayor que la de un entomlogo, y que sus investigaciones, aunque presididas por un inters en conocer, estn motivadas tambin por otros afanes ms vitales, ligados a su objeto. Una colonia de abejas no puede despertar en nosotros, dira, el mismo tipo de inters que una colectividad humana. Si logramos determinar el objeto al que se dirige la atencin del historiador, frente al que retiene la de otros cientficos, daramos quiz con una diferencia especfica del conocimiento histrico.Un acercamiento podra ser: la historia responde al inters en conocer nuestra situacin presente. Porque, aunque no se lo pro ponga, la historia cumple una funcin: la de comprender el presente. Desde las pocas en que el hombre empez a vivir en comunidad y a utilizar un lenguaje, tuvo que crear interpretaciones conceptuales que pudieran explicarle su situacin en el mundo en un momento dado. En los pueblos primitivos el pensamiento mtico tiene a menudo un sentido gentico. Muchos mitos son etiolgicos: intentan trazar el origen de una comunidad, con el objeto de explicar por qu se encuentra en determinado lugar y en tales o cuales circunstancias. Algunos pueblos invocan leyendas para dar razn de la presencia de la tribu en un paraje y de su veneracin por algn lugar sagrado, por ejemplo: los prime ros ancestros surgieron del fondo de la tierra por una cueva situada en el centro del territorio de la tribu. Otros pueblos atribuyen su origen a un antepasado divino, ms o menos semejante al hombre, cuyas actividades, fundadoras de costumbres o instituciones, narran los mitos. El totemismo tiene, entre otros aspectos, el de remitir a la gnesis de una colectividad humana: hay clanes que nacieron de un determinado animal, otros, de otro; esto explica la peculiaridad de sus caracteres y hbitos. El origen de diferentes instituciones, regulaciones y creencias suele tambin sealarse en acontecimientos que sucedieron en un tiempo remoto. As, hay mitos para explicar las relaciones de parentesco, que las refieren a un momento en que se establecieron, leyendas que justifican el poder de ciertas personas por alguna hazaa de sus antecesores semihumanos, mitos que dan razn, por sucesos del pasado remoto, de una emigracin, de la ereccin de un poblado, de la preferencia por una especie de caza, de un hbito alimenticio. Parecera que, de no remitirnos a un pasado con el cual conectar nuestro presente, ste resultara incomprensible, gratuito, sin sentido. Remitirnos a un pasado dota al presente de una razn de existir, explica el presente.Esta funcin que cumpla el mito en las sociedades primitivas la cumple la historia en las sociedades desarrolladas. Un hecho deja de ser gratuito al conectarse con sus antecedentes. A menudo la conexin es interpretada como una explicacin y el antecedente en el tiempo, como causa. En historia se suelen confundir las dos acepciones de la palabra 11principio". "Principio" quiere decir "primer antecedente temporal de una secuencia", "inicio". pero tambin tiene el sentido de "fundamento", de base en que descansa la validez o la existencia de algo, como cuando hablamos de "los principios del derecho", o "del Estado". La historia quiz nazca, como lo hizo notar Marc Bloch, de lo que l llam "dolo de los orgenes" o "dolo de los principios", es decir, de la tendencia a pensar que al hallar los antecedentes temporales de un proceso, descubrimos tambin los fundamentos que lo explican.La historia naceria, pues, de un intento por comprender y explicar el presente acudiendo a los antecedentes que se presentan como sus condiciones necesarias. En este sentido, la historia admite que el pasado da razn del presente; pero, lt la vez, supone que el pasado slo se descubre a partir de aquello que ex plica: el presente. Cualquier explicacin emprica debe partir de un conjunto de hechos dados, para inferir de ellos otros hechos que no estn presentes, pero que debemos suponer para dar razn de los primeros. As tambin en la historia. El historiador pensar, por ejemplo, que el Estado actual puede explicarse por sus orgenes, pero si se propone esa tarea es justamente porque ese Estado existe, en el presente, con ciertas caractersticas que plantean preguntas;. y son esas preguntas las que incitan a buscar sus antecedentes. El historiador tiene que partir de una realidad actual, nunca de una situacin imaginaria; esto es lo que separa su indagacin de la del novelista, quien tambin, a menudo, escudria en el pasado. Quiere esto decir que, a la vez que el pasado permite comprender el presente, el presente plantea los interrogantes que incitan a buscar el pasado. De all que la historia pueda verse en dos formas: como un intento de explicar el presente a partir de sus antecedentes pasados, o como una empresa de comprender el pasado desde el presente. Puede verse como "retrodiccin", es decir, como un lenguaje que infiere lo que pas a partir de lo que actualmente sucede. Esta observacin podra ponernos en la pista de una motivacin importante de la historia.El historiador, al examinar su presente, suele plantearle preguntas concretas. Trata de explicar tal o cual caracterstica de su situacin que le importa especialmente, porque su comprensin permitir orientar la vida en la realizacin de un propsito concreto. Entonces, al inters general por conocer se aade un inters particular que depende de la situacin concreta del historiador. Es cierto que ese inters particular puede quedar inexpresado, oculto detrs de la obra; es cierto tambin que a menudo puede permanecer inconsciente para el historiador, asunto de psicologa, al margen de los mtodos histricos empleados; pero aunque no est dicho, se muestra en las preguntas -explcitas o tcitas- que presiden la obra histrica. As, el intento por explicar nuestro presente no puede menos de estar motivado por un querer relacionado con ese presente. Benedetto Croce describa as la historia: "el acto de comprender y entender inducido por los requerimientos de la vida prctica". En efecto, la historia nace de necesidades de la situacin actual, que incitan a comprender el pasado por motivos prcticos.Si nos fijamos en esta relacin presente pasado veremos cmo son intereses particulares del historiador, que se originan en su coyuntura histrica concreta, los que suelen moverlo a buscar ciertos antecedentes, de preferencia a otros. A modo de ejemplos podramos recordar algunos momentos de la historiografa. La historia poltica con base documental tiene sus inicios en historiadores renacentistas italianos: ellos necesitaban indagar los antecedentes en que se basaban los pequeos estados de la pennsula, con el objeto de recomendar a los prncipes las medidas eficaces para consolidarse. El comienzo de una metodologa crtica se encuentra en historiadores y telogos de la Reforma protestante. Por qu en ellos? Porque queran hacer de lado lo que consideraban aberraciones del catolicismo; haba que explicar por qu la Iglesia se haba corrompido y redescubrir el mensaje autntico del Evangelio, para normar sobre l sus vidas. Para ello tuvieron que establecer mtodos ms confiables, que permitieran discriminar entre los documentos verdaderos y los falsos, someter a crtica la veracidad de los testigos, antiguos padres, legisladores e historiadores de la Iglesia, de terminar los autores y las fechas de elaboracin de los textos. Para poder demostrar la justeza de sus pretensiones tuvieron que intentar un nuevo tipo de historia. Por ms tiles que hayan sido al inters general de la ciencia, los inicios de la crtica documental estuvieron motivados por un inters particular de la vida presente.Pensemos en ejemplos ms cercanos a nosotros. La historia de Mxico nace a partir de la conquista. Los primeros escritos responden a un hecho contemporneo: el encuentro de dos civilizaciones; intentan manejarlo racionalmente para poder orientar la vida ante una situacin tan desusada. De all los diferentes tipos de historia con que nos encontramos. Los cronistas escriben con ciertos objetivos precisos: justificar la conquista o a determinados hombres de esa empresa, fundar las pretensiones de dominio de la cristiandad o de la Corona, dar fuerza a las peticiones de mercedes de los conquistadores o aun de nobles indgenas. Otras obras tienen fines distintos: las historias de los misioneros estn dirigidas principalmente a explicar y legitimar la evangelizacin, esto es, la colonizacin cultural. Un examen superficial de las historias escritas por misioneros basta para percatarnos de que responden a una pregunta planteada por el presente: cmo es posible "salvar" a ese nuevo pueblo, es decir, asimilarlo a los valores espirituales de la cristiandad? En el siglo XIX el condicionamiento de la historia por los requerimientos presentes es an ms claro. Las historias que es criben Bustamante, Zavala, Alamn estn regidas por la misma idea: urge rastrear en el pasado inmediato las condiciones que expliquen por qu la nacin ha llegado a la situacin postrada en que se encuentra; al mismo tiempo que contestan preguntas planteadas por su situacin, justifican programas que orientan la accin futura.La historia intenta dar razn de nuestro presente concreto; ante l no podemos menos que tener ciertas actitudes y albergar ciertos propsitos; por ello la historia responde a requerimientos de la vida presente. Debajo de ella se muestra un doble inters: inters en la realidad, para adecuar a ella nuestra accin, inters en justificar nuestra situacin y nuestros proyectos; el primero es un inters general, propio de la especie, el segundo es particular a nuestro grupo, nuestra clase, nuestra comunidad. Por ello es tan difcil separar en la historia lo que tiene de ciencia de lo que tiene de ideologa. Sin duda, ambos intereses pueden coexistir sin distorsionar el razonamiento;. pero es frecuente que los intereses particulares del historiador, ligados a su situacin, dirijan intencionada mente la seleccin de los datos, la argumentacin y la interpretacin, a modo de demostrar la existencia de una situacin pasada que satisfaga esos intereses. Esta observacin nos conduce a una segunda respuesta.

IILos requerimientos de la vida presente que nos llevan a investigar los antecedentes histricos no son individuales. Si lo que trato de explicar es una situacin conflictiva personal, ello me llevar a indagar en mi biografa; podr ser un estmulo para hurgar en mi pasado. Ese estmulo estara en la base de un anlisis psicolgico, pero no me conducira a la historia. Las situaciones que nos llevan a hacer historia rebasan al individuo, plantean necesidades sociales, colectivas, en las que participa un grupo, una clase, una nacin, una colectividad cualquiera. Las situaciones presentes que tratamos de explicar con la historia nos remiten a un contexto que nos trasciende como individuos. Si escribo estas pginas tengo en mente a las personas que podran leerlas; detrs de ellas estn las ideas de otros muchos hombres; al publicarse, estas lneas formarn parte de un complejo colectivo de relaciones econmicas, sociales, culturales. Lo que escribo puede ser objeto de historia en la medida en que se pone en relacin con esos contextos sociales que lo abarcan y le prestan sentido. En cualquier situacin concreta podemos descubrir conexiones semejantes. Todos nuestros actos estn determinados por correlaciones que rebasan nuestra individualidad y que nos conectan con grupos e instituciones sociales. Desde el momento en que vamos a comer a nuestra casa, estamos ya inmersos en una institucin, la familia, la que a su vez no puede explicarse ms que en el seno de otras instituciones; nos refiere, por ejemplo, a regulaciones jurdicas y con ellas a un Estado. No hay accin humana que no est conectada con un todo. Pues bien, los requerimientos de que, segn decamos, parta el historiador, suponen esos lazos comunitarios. Slo se hacen presentes en la medida en que tenemos cierta conciencia de estar realizando propsitos en comn y de estar sujetos a reglas que nos ligan. Propsitos y reglas. No podra estar realizan do ahora este acto de escribir si no aceptara implcitamente ciertas reglas de relacin. Pueden no ser normas escritas, como las reglas ms elementales de comunicacin entre los hombres, el respeto a las ideas ajenas, la necesidad de claridad, la consideracin del lector posible, etc.; pueden ser ms explcitas, como las que regularn todo el proceso de discusin, impresin y distribucin de estas pginas. Esas reglas responden a propsitos compartidos, en este caso los del desarrollo y crtica de una disciplina cientfica. Reglas y propsitos, al ligar a los miembros de una comunidad, permiten su convivencia. No habra ningn comportamiento social si no se diera esa especie de lazo entre los individuos. Una colectividad, un grupo, una nacin, mantienen su cohesin mediante las reglas compartidas y los propsitos comunes que ligan entre s a todos sus miembros. La historia, al explicar su origen, permite al individuo comprender los lazos que lo unen a su comunidad. Esta comprensin puede dar lugar a actitudes diferentes.Por una parte, al comprenderlas, las reglas y propsitos comunitarios dejan de ser gratuitos; en la medida en que los insertamos en un proceso colectivo que rebasa a los individuos, cobran significado. Por eso, dar razn de ellos los afianza y justifica ante los individuos. Al hacer comprensibles los lazos que unen a una colectividad, la historia pro mueve actitudes positivas hacia ella y ayuda a consolidarlas. La historia ha sido, de hecho, despus del mito, una de las formas cultura les que ms se han utilizado para justificar instituciones, creencias y propsitos comunitarios que prestan cohesin a grupos, clases, nacionalidades, imperios. En Israel primero, en Grecia y Roma despus, la historia actu como factor cultural de unidad de un puehlo e instrumento de justificacin de sus proyec tos frente a otros. Desde entonces, la historia ha sido un elemento indispensable en la con solidacin de las nacionalidades; ha estado presente tanto en la formacin de los estados nacionales como en la lucha por la sobrevi vencia de las nacionalidades oprimidas. En otros casos, la historia que trata de regiones, grupos o instituciones, ha servido para cobrar conciencia de la pertenencia de los individuos a una etnia, a una comunidad cultural, a una comarca; al hacerlo, ha propiciado la inte gracin y perduracin del grupo como colec tividad. Ninguna actividad intelectual ha lo grado mejor que la historia dar conciencia de la propia identidad a una comunidad. La historia nacional, regional o de grupos cum ple, aun sin proponrselo, con una doble fun cin social: por un lado favorece la cohesin en el interior del grupo, por el otro, refuerza actitudes de defensa y de lucha frente a los grupos externos. En el primer sentido puede EL SENTIDO DE LA HISTORIA 45

ser producto de un pensamiento que propi cia el dominio de los poderes del grupo sobre los individuos; en el segundo, puede expresar un pensamiento de liberacin colectiva fren te a otros poderes externos. Las historias nacionales "oficiales" suelen colaborar a man tener el sistema de poder establecido y mane jarse como instrumentos ideolgicos que jus tifican la estructura de dominacin imperan te. Con todo, muchas historias de minorias oprimidas han servido tambin para alentar su conciencia de identidad frente a los otros y mantener vivos sus anhelos libertarios.Pero el acto de comprender los origenes de los vnculos que prestan cohesin a una co munidad puede conducir a un resultado dife rente al anterior: en lugar de justificarlos, ponerlos en cuestin. Revelar el origen "hu mano, demasiado humano" de creencias e instituciones puede ser el primer paso para dejar de acatarlas. Al mostrar que, en ltimo trmino, todas nuestras reglas de convivencia se basan en la voluntad de hombres concre tos, la historia vuelve consciente la posibili dad de que otras voluntades les nieguen obe diencia. Las historias de la Iglesia, desde la Reforma hasta el moderno liberalismo, con tribuyeron tanto como la crtica filosfica a la desacralizacin del catolicismo. La "histoi re des moeurs" del siglo XVIII fue un factor importante en la desmistificacin del abso lutismo. Desde Herodoto, la historia, al mos trar la relatividad de las costumbres y creen cias de los distintos pueblos, ha sido un estmulo constante de critica a la inmovilidad de las convenciones imperantes.En otros casos, los estudios "antioficiales",al poner en cuestin las versiones histricas 46 LUIS VILLORO

en uso y develar los hechos e intereses reales que dieron origen a las ideologas vigentes, han servido tambin para desacreditarlas. Comprender que las reglas y propsitos que el Estado nos inculca fueron producto de in tereses particulares puede arrojar sobre ellos el descrdito. La historia obtiene tambin este segundo resultado cuando se propone mos trar los procesos de cambio de instituciones y normas de convivencia. Entonces revela cmo, detrs de estructuras que se pretenden inmutables, est la voluntad de hombres con cretos y cmo otras voluntades pueden cam biarlas. Tal sucede en la historia de los pro cesos revolucionarios o liberadores. Desde Michelet hasta Trotski, la historia de las re voluciones ha servido de inspiracin a mu chos movimientos libertarios.Para qu la historia? Intentemos una se gunda respuesta: para comprender, por sus orgenes, los vnculos que prestan cohesin a una comunidad humana y permitirle al indi viduo asumir una actitud consciente ante ellos. Esa actitud puede ser positiva: la his toria sirve, entonces, a la cohesin de la comunidad; es un pensamiento integrador; pero puede tambin ser crtica: la historia se convierte en pensamiento disruptivo. Por que, al igual que la filosofa, la historia puede expresar un pensamiento de reiteracin y con solidacin de los lazos sociales o, a la inversa, un pensamiento de ruptura y de cambio.

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Se agotaran aqu nuestras respuestas? Quiz no. Tenemos la sensacin de que, en las EL SENTIDO DE LA HISTORIA 47

dos respuestas anteriores, algo hemos dejado de lado. No siempre expresa la historia un inters concreto en nuestro presente y en la comunidad a que pertenecemos. Acaso no nos interesa, apasjonadamente a veces, cono cer la vida de pueblos desaparecidos, aleja dos para siempre de nosotros, remotos en el tiempo y en el espacio? No tendramos un inters especial, incluso, en la historia de los seres racionales ms distintos a nosotros, los que pertenecieran a una civilizacin extraa o incluso a un planeta lejano? Estas pregun tas podran abrirnos a un inters ms pro fundo que los anteriores, quizs el ms entraable de los que mueven a hacer his toria. Sera el inters por la condicin y el destino de la especie humana, en el pedazo del cosmos que le ha tocado vivir. Este in ters se maniHesta en dos preguntas, nunca expresadas, presupuestas siempre en cual quier historia: la pregunta por la condicin humana, la pregunta por el sentido.La historia examina. con curiosidad, cmo se han realizado las distintas sociedades, en las formas ms dismbolas; la multiplicidad de las culturas, de los quehaceres del hombre, de sus actitudes y pasiones, el abanico en tero, en suma, de las posibilidades de vida humana se despliega ante sus ojos. La suce sin de los distintos rostros del hombre es un espejo de las posibilidades de su condi cin; al travs de ellos puede escucharse lo que hay de comn, de permanente en ser hombre. Historia magistra vitae: no porque dicte normas o consejos edificantes, menos an porque d recetas de comportamiento prctico, "maestra de la vida" porque ensea, 48LUIS VILLORO

al travs de ejemplos concretos, lo que puede ser el hombre.Pero la historia no dice todo eso en frmu las expresas. Su fin no es enunciar principios generales, leyes, regularidades sobre la vida humana, ni acuar en tesis doctrinarias una "idea del hombre". La historia muestra todo eso al tratar de revivir, en su complejidad y riqueza, pedazos de vida humana. En este procedimiento est ms cerca de las obras literarias que de las ciencias explicativas. Tambin la literatura intenta revelar la con dicin humana mostrando posibilidades par ticulares de hombres concretos. Sin duda, la literatura abre posibilidades verosmiles pero ficticias y la historia, en cambio, slo revive situaciones reales; sin duda, la literatura se interesa, ante todo, en personajes individua les y la historia, por lo contrario, centra su atencin en amplios grupos humanos; sin duda, en fin, la literatura se niega a explicar lo que describe y la historia no quiere slo mostrar sino tambin dar razn de lo que muestra. Pero, por amplias que sean sus di ferencias, literatura e historia coinciden en un punto: ambas son intentos por compren der la condicin del hombre, al travs de sus posibilidades concretas de vida.La pregunta por la condicin humana se enlaza con la pregunta por su sentido. Ne cesitamos encontrar un sentido a la aventura de la especie. Para responder a esa inquietud el pensamiento humano ha intentado varias vas: la religin, la filosofa, el arte; la his toria es otra de ellas. La bsqueda del sen tido no da lugar a un "para qu" del que hacer histrico diferente a los dos que expu simos antes; est supuesta en ellos. El inters EL SENTIDO DE LA HISTORIA 49

en explicar nuestro presente expresa justa mente una voluntad de encontrar a la vida actual un sentido. Por otra parte, la historia nos lleva a comprender, dijimos, lo que agru pa, lo que relaciona, lo que pone en contacto entre s a los hombres, haciendo que tras ciendan su aislamiento. Con ello, estara res pondiendo a la necesidad que tenemos de prestar significado a nuestra vida personal al ponerla en relacin con la comunidad de los otros hombres. El historiador permite que cada uno de nosotros se reconozca en una colec tividad que lo abarca; cada quien puede tras cender entonces su vida personal hacia la comunidad de otros hombres y, en ese tras cender, su vida adquiere un nuevo sentido.La existencia de un objeto, de un aconte cimiento, cobra sentido al comprenderse co mo un elemento que desempea una funcin en un todo que lo abarca. Veo una extraa barra de hierro.. Qu hace all ese objeto? "Ah! es la palanca de una mquina", me digo; el objeto ha dejado de ser absurdo. La m quina ha dado un sentido a la existencia de la palanca, el proceso de produccin a la mquina, la sociedad de mercado al proceso de produccin, y as sucesivamente. La inte gracin en una totalidad conjura el carcter gratuito, en apariencia sin sentido, de la pura existencia. De parecida manera, en los actos humanos. La carrera desbocada de un hom bre en los llanos de Marathn cobra sentido como parte de una batalla, pero sera absurda si no hubiera salvado a un pueblo, el cual adquiere significado al revivir dos milenios despus en otras culturas, las cuales cobran sentido ... , hasta llegar a un tmtino: la inte gracin en la totalidad de la especie humana. 50LUIS VILLORO

La historia ofrece a cada individuo la po sibilidad de trascender su vida personal en la vida de un grupo. Al hacerlo, le otorga un sentido y, a la vez, le ofrece una forma de perdurar en la comunidad que lo trasciende: la historia es tambin una lucha contra el ol vido, forma extrema de la muerte. Y cul seria el grupo ms amplio, el ltimo, hacia el cual podra trascender nuestra individuali dad? La respuesta ha variado. En las prime ras civilizaciones, el mito primero, la historia despus, otorgan sentido al individuo al in tegrarlo en una tribu o en un pueblo, pero ese pueblo slo cobra sentido ante la mirada del dios. La historia juda no rebasa, en este aspecto particular, la perspectiva reducida de Jos anales egipcios o asirios. En Grecia el horizonte empieza a ser ms amplio: ms all de la integracin de los pueblos hel nicos se apunta a una colectividad en la que los actos tanto de los griegos como de los brbaros cobraran sentido. Herodoto abre su historia con estas palabras: "Herodoto de Halicarnaso expone aqu sus investigaciones ["historia" en griego, puede traducirse por "investigacin"] para impedir que lo que han hecho los hombres se desvanezca con el tiem po y que grandes y maravillosas hazaas, recogidas tanto por los griegos como por los brbaros, dejen de nombrarse." Herodoto quiere impedir que un momento de vida se borre de la mente de otros hombres y, en este punto, no hace diferencia entre griegos y br baros; lo que lo mueve es, en ltimo trmino, permitir que esa vida subsista en la concien cia general de la especie.Sin embargo, ni griegos ni romanos tuvieron una idea clara del papel que podran EL SENTIDO DE LA HISTORIA 51

desempear sus pueblos en el seno de una colectividad ms amplia. Esto slo acontece con la historia cristiana. Para ella todos los pueblos cumplen una funcin en un designio universal que compete a la humanidad en tera; con todo, ese designio no es inmanente a la propia humanidad sino producto de la economa divina. Ms tarde, a partir de Vico, las leyes que gobiernan a la historia huma na se conciben inherentes a sta. Los grandes ciclos de la vida de la humanidad o bien su progreso hacia una meta final es lo que puede otorgar sentido a cualquier historia particu lar. Por eso la mayor trascendencia que pue de alcanzar la historia est ligada a la histo ria universal. En la historia universal cada individuo quedara incorporado a la especie, en una comunidad de entes racionales. En ese empeo llegara a su final el afn de integrar toda vida individual en un todo que la trascienda. Llegara a su fin en verdad?Si los actos humanos cobran un nuevo sen tido al integrarse a una comunidad y, al tra vs de ella, a la humanidad, no podramos.preguntar tambin: y qu sentido tiene laespecie humana, en la inmensidad del cos mos? La historia actual no puede dar una respuesta, como no puede darla ninguna cien cia, slo la religin puede atreverse a balbucir alguna. Pero cul sera la comunidad ltima en que pudiera integrarse la historia de la especie? Slo la comunidad de todo ente ra cional y libre posible. Tal vez, en un futuro incierto y lejano, en su persecucin nunca satisfecha de una trascendencia, el hombre busque el sentido de su especie en el papel que desempee en el desarrollo de la razn en el cosmos, tal vez entonces la historia uni- 52 LUIS VILLORO

versal de la especie se ligue a una historia csmica.Bastar una observacin para mostrar que ese ideal est ya presente en nosotros. Sin duda se nos ha ocurrido la posibilidad de que, en una catstrofe futura, causada por los mismos hombres o por un acontecimien to csmico, la humanidad dejara de existir.No sera para nosotros una necesidad dejar un testimonio de lo que fuimos? Ante una amenaza semejante, pensaramos en dejar alguna seal, lo ms completa posible, de lo que fue la especie humana, para que, si en pocas futuras, comunidades racionales de otros planetas vinieran al nuestro, rescataran nuestra humanidad del olvido.Este sera, en suma, el ltimo mvil de la historia, su "para qu" ms profundo: dar un sentido a la vida del hombre al com prenderla en funcin de una totalidad que la abarca y de la cual forma parte: la co munidad restringida de otros hombres pri mero, la especie humana despus y, tal vez, en su lmite, la comunidad posible de los entes racionales y libres del universo.

LUIS GONZLEZ

DE LA MLTIPLE UTILIZACiN DE LA HISTORIA

Cuando iniciaba la carrera de historia en El Colegio de Mxico parientes y amigos me preguntaban para qu sirve lo que estudias? Como yo no saba contestar para qu serva una de las profesiones ms viejas y hermosas del mundo, pues la haba escogido por mera aficin al cuento o discurso histrico, sondea ba a mis ilustres profesores sobre la utilidad de estudiar "lo que fue" para la vida comu nitaria de hoy. El maestro Ramn Iglesias deca: "No creo que el historiador pueda jugar un papel decisivo en la vida social, pero s un papel importante. La historia no es puramente un objeto de lujo." Recuerdo va gamente que al doctor Silvio Zavala no le caa bien la pregunta aunque siempre la con testaba con la frmula de Dilthey: "slo la historia puede decir lo que el hombre sea". Historia=Antropologa. El maestro Jos Mi randa sentenci en uno de sus arranques de escepticismo: "El conocimiento histrico no sirve para resolver los problemas del presen te; no nos inmuniza contra las atrocidades del pasado; no ensea nada; no evita nada; desde el punto de vista prctico vale un co mino." Para l la historia era un conocimiento legtimo e intil igual que para don Silvio.Vino enseguida la lectura de tratados sobre el conocimiento histrico y el encuentro con las proposiciones siguientes: "La historia es maestra de la vida" (Cicern). "El saber his trico prepara para el gobierno de los esta dos" (Polibio). "Las historias nos muestran

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cmo los hombres viciosos acaban mal y a los buenos les va bien" (Eneas Silvio). "Los histo riadores refieren con detalle ciertos aconteci mientos para que la posteridad pueda apro vecharlos como ejemplos en idnticas circuns tancias" (Maquiavelo). "Desde los primeros tiempos se le ha visto una utilidad al saber del pasado: la de predecir e incluso manipu lar el futuro" (Lewis). "Escribir historia es un modo de deshacerse del pasado" (Goethe). "Si los hombres conocen la historia, la his toria no se repetir" (Brunschvigg). "Quienes no recuerdan su pasado estn condenados a repetirlo" (Ortega). "La recordacin de al gunos acaeceres histricos puede ser fermen to revolucionario" (Chesneaux). "El estudio de la historia permitir al ciudadano sensato deducir el probable desarrollo social en el futuro prximo" (Childe).Una praxis profesional pobre, pero larga y cambiante me ha metido en la cabeza algunas nociones de Pero Grullo: hay tantos modos de hacer historia como requerimientos de la vida prctica. Sin menoscabo de la verdad, pero con miras a la utilidad, hay varias ma neras de enfrentarse al vastsimo ayer. Segn la seleccin que hagamos de los hechos con seguimos utilidades distintas. Con la historia anticuara se consiguen gozos que est muy lejos de deparar la historia crtica. Con sta se promueven acciones destructivas muy dis tantes a las que fomenta la historia reve rencial o didctica. Mientras las historias que se imparten en las escuelas proponen mo delos de vida a seguir, la historia que se autonombra cientfica asume el papel de ex plicar el presente y predecir las posibilidades del suceder real. Cada especie del gnero his- DE LA MLTIPLE UTILIZACIN DE LA HISTORIA 57

trico es til a su manera. Segn la porcwn de la realidad que se exhume ser el prove cho que se obtenga. Un mismo historiador, segn el servicio que desee proporcionar en cada caso, puede ejercer las distintas moda lidades utilitarias del conocimiento histrico. Tambin es posible y deseable hacer historias de accin mltiple que sirvan simultnea mente para un barrido y para un regado, para la emocin y la accin, para volver a vivir el pasado y para resolver problemas del presente y del futuro. Lo difcil es conce bir un libro de historia que sea slo saber y no acicate para la accin y alimento para la emocin. Quiz no exista la historia intil puramente cognoscitiva que no afecte al co razn o a los rganos motores.

Acaso es inservible la historia anticuaria?

En la actualidad la especie cenicienta del gnero histrico es la historia que admite muchos adjetivos: anecdtica, arqueolgica, anticuarla, placera, precientfica, menuda, na rrativa y romntica. Es una especie del gne ro histrico que se entretiene en acumular sucedidos de la mudable vida humana, desde los tiempos ms remotos. Por regla general escoge los hechos que afectan al corazn, que caen en la categora de emotivos o poticos. No le importan las relaciones casuales ni ningn tipo de generalizacin. Por lo comn, se contenta con un orden espacio-temporal de los acontecimientos; reparte las ancdotas en series temporales (aos, decenios, siglos y diversas formas de periodos) y en series geo grficas (aldeas, ciudades, provincias, pases o 58 LUIS GONZLEZ

continentes). Aunque hay demasiadas excep ciones, puede afirmarse que historia narrativa es igual a relato con pretensin artstica, a expresiones llenas de color, a vecindad de la literatura. Los historiadores acadmicos de hoy da niegan el apelativo de historiadores a los practicantes de la anticuara, y por aadidura, los desprecian llamndolos almas pueriles, coleccionadores de nimiedades, es pritus ingenuos, gente chismosa, cerebros pasivos, hormigas acarreadoras de basura y cuenteros. Con todo, este proletariado inte lectual, ahora tan mal visto en las altas esfe ras, es al que con mayor justicia se puede anteponer el tratamiento de historiador, por que sigue las pisadas del universalmente re conocido como padre de la historia y como bautizador del gnero. Herodoto, el que puso la etiqueta de historia al oficio, fue, por lo que parece, un simple narrador de los "he chos pblicos de los hombres". Despus de Herodoto, en las numerosas pocas romn ticas, la especie ms cotizada del gnero his trico es la narrativa.Aunque en las cumbres de la intelectuali dad contempornea no rifa lo romntico, emotivo, nocturno, flotante, suelto y yang, que s lo clsico, yin, diurno y racional, en el subsuelo y los bajos fondos de la cultura cuenta el romanticismo, y por ende, la histo ria anticuara. Muchos proletarios y pequeos burgueses de hoy suscribiran lo dicho por Cicern hace dos mil aos: "Nada hay ms agradable y ms deleitoso para un lector que las diferencias de los tiempos y las vicisitudes de la fortuna." Podramos culpar a villanos o mercachifles u opresores de la abundancia de historia narrativa en la presente poca, DE LA MLTIPLE UTILIZACIN DE LA HISTORIA 59

pues no se puede negar que los escaparates de las libreras, los puestos de peridicos, las series televisivas, los cines y dems tretas de comercio y comunicacin venden historia an ticuarla a pasto, en cantidades industriales. Sin lugar a dudas la vieja historia de hechos se mantiene muy vivaz, especialmente en el cine y en la televisin. Estamos frente a un producto de aceptacin masiva, a una droga muy gustada, a una manera de dormirse al prjimo sin molestias.Seguramente es una especie de historia que no sirve para usos revolucionarios. Es fcil aceptar lo dicho por Nietzsche: "La historia anticuarla impide la decisin en favor de lo que es nuevo, paraliza al hombre de accin, que siendo hombre de accin, se rebelara siempre contra cualquier clase de piedad." Hoy, en los frentes de izquierda, se afirma frecuentemente que la erudicin histrica que deparan los anticuarios "es una defensa de todo un orden de cosas existentes", es un baluarte del capitalismo, es un arma de la reaccin. En los frentes de derecha tampoco faltan los enemigos del cateo de saberes de leitosos del pasado. E:stos se preguntan: Para qu nos sirve el simple saber de los hechos en s? Atiborrar la mente con montones de historias dulces o picantes es disminuir el ritmo de trabajo. Izquierdas y derechas, y en definitiva todos los encopetados y pudientes, lo mismo revolucionarios que reaccionarios, coinciden en ver en los anecdotarios his tricos un freno para la accin fecunda y creadora, un adormecedor, una especie de opio_Si se cree que no todo es destruir o construir, si se acepta el derecho al placer, si se 60LUIS GONZLEZ

estima que no hay nada negativo en la toma de vacaciones, se pueden encontrar virtudes, un para qu positivo en la escritura y el consumo de textos de historia anticuarla. Para el primer historiador la historia fue una especie de viaje por el tiempo que se haca, al revs de los viajes por el espacio, con ojos y pies ajenos, pero que procuraba pare cido deleite al de viajar. Los que escriben a la manera de Herodoto nos ponen en trance turstico. En palabras de Macauly, "el gusto de la historia se parece grandemente al que recibimos de viajar por el extranjero". El que viaja hacia el pasado por libros o pelcu las de historia anticuarla, se complace con las maravillas de algunos tiempos idos, se embe lesa con la visin de costumbres exticas, se introduce en mundos maravillosos. La mera bsqueda y narracin de hechos no est des provista de esta funcin social. Este papel desempean los contadores de historias para un pblico que se acuclilla alrededor del fuego as como los trovadores y cantantes de corridos para los concurrentes a la feria.Ojal que la gente importante le perdone la vida al cuento de acaeceres pasados, que no les aplique la ltima pena a los historia dores que slo proporcionan solaz a su lecto rio o auditorio. Por qu no permitir la hechura de libros tan gratos como Ancla en el tiempo de Alfredo Maillefert? Que no se diga que no estn los tiempos para diver tirse sino nicamente para hacer penitencia. En toda poca es indispensable soar y dor mir. Sin una mente cochambrosa o demasiado desconfiada es posible apreciar el para qu positivo de las historias que distraen de las angustias del tiempo presente, que equivalen DE LA MLTIPLE UTILIZACIN DE LA HISTORIA 61

a salirse de s, a una fuga a tiempos mejores o slo distintos, a un alivio contra el cual pro testa airadamente Prieto Arciniega, ese ami go de la historia crtica.

Es liberadora la historia crtica?

Otra especie del gnero histrico "trata de darse cuenta de cun injusta es la existencia de una cosa, por ejemplo de un privilegio, de una casta, de una dinasta; y entonces se con sidera, segn Nietzsche, el pretrito de esta cosa bajo el ngulo crtico, se atacan sus ra ces con el cuchillo, se atropellan despiada damente todos los respetos". Si la historia anticuarla se asemeja a romances y corridos, la historia crtica parece medio hermana de la novela policial; descubre cadveres y persigue delincuentes. Quiz su mayor abogado haya sido Voltaire, autor de la tesis: nunca se nos recordarn bastante los crmenes y las des gracias de otras pocas. Diderot le escriba a Voltaire: "Usted refiere los hechos para sus citar en nuestros corazones un odio intenso a la mentira, a la ignorancia, a la hipocre sa, a la supersticin, a la tirana, y la clera permanece incluso despus de haberse des vanecido la memoria de los hechos." Se trata pues de una historia, que como la anticuara, si bien no adicta a sucesos muy remotos, se dirige al corazn aunque nicamente sea para inyectarle rencor o ponerlo en ascuas. No es una historia mer mcnte narrativa de sucesos terribles ni una simple galera de villanos. Este saber histrico para que surta su efecto descubre el origen humano, puramente hu mano de instituciones y creencias que con- 62 LUIS GONZ.(LEZ

viene proscribir pero que se oponen al des tierro por crerseles de origen divino o de ley natural.Si la historia anticuara suele ser la lectura preferida en perodos posrevolucionarios, la de denuncia florece en etapas prerrevolucio narias, o por obra de los revolucionarios. Esto se ha visto con gran claridad en la historio grafa mexicana. Los misioneros del siglo XVI recordaron preferentemente los hechos infa mes del estilo de vida prehispnica para faci litar su ruptura. Los criollos de la insurgencia de principios del siglo XIX le sacaron todos sus trapitos al sol a la poca colonial, la desacralizaron, le exhibieron sus orgenes co diciosos. Los historiadores de la reforma li beral, al grito de borrn y cuenta nueva, pu sieron como lazo 'de cochino la trayectoria vital de su patria. Los discursos histricos del pasado inmediato se complacan en la exhibicin de los aspectos corruptos del por firiato. Hoy no slo en Mxico, sino en todo el mundo occidental, entre investigadores pro fesionales cunde el gusto por la historia cr tica, por descubrir la villana que se agazapa detrs de las grandes instituciones de la so ciedad capitalista.A este tipo de sabidura histrica que secomplace en lo feo del pasado inmediato sele atribuye una funcin corrosiva. Se creecon Voltaire que "las grandes faltas que enel tiempo pasado se cometieron" van a servir para despertar el odio y poner la piqueta enmanos de quienes se enteren de ellas. Cuando se llega a sentir que el pasado pesa, se pro cura romper con l. se trata de evitar que sobreviva o que regrese. La recordacin delos sucesos de infeliz memoria contribuye a lo DE LA MLTIPLE UTILIZACIN DE LA HISTORIA. 63

dicho por Goethe ("Escribir historia es un modo de deshacerse del pasado") y por Brunschvigg ("Si los hombres conocen la historia, la historia no se repetir") . As como hay una historia que nos ata al pasado hay otra que nos desata de l. Este es el saber histrico disruptivo, revolucionario, liberador, rencoroso. Muchas supervivencias estorbosas, muchos lastres del pasado son susceptibles de expulsin del presente haciendo concien cia de su cara sombra. La detraccin hist rica que hicieron Wistano Luis Orozco y Andrs Malina Enrquez de la hacienda o la tifundio dcese que sirvi para difundir el conocimiento de lo anacrnico, perjudicial e injusto de la caduca institucin, para formu lar leyes condenatorias de la hacienda, y para la conducta agrarista de los regmenes revo lucionarios. Detrs de la enrgica redistribu cin de ranchos ejecutada por el presidente Crdenas estuvo, quiz, la labor silenciosa de algunos historiadores crticos que minaron la fama de la gran hacienda.La historia crtica podra llamarse con toda justicia conocimiento activo del pasado, saber que se traduce muy fcilmente en accin des tructora. "Si desde los primeros tiempos--escribe Diderot-, la historiografa hubiese tomado por los cabellos y arrastrado a los tiranos civiles y religiosos, no creo que stos hubiesen aprendido a ser mejores, pero ha bran sido ms detestados y sus desdichados sbditos habran aprendido tal vez a ser me nos pacientes." La historia aguafiestas es un saber de liberacin, no de dominio como la de bronce. Denuncia los recursos de opresin de opulentos y gobernantes; en vez de legi timar la autoridad la socava; dibuja tiranos; 64 LUIS GONZLEZ

pinta patronos crueles de empresas capitalis tas; refiere movimientos obreros reprimidos por la fuerza pblica; estudia intervenciones nefastas de los pases imperialistas en nacio nes frgiles, o destaca Jos perjuicios de la so brevivencia de edades cumplidas. Para sacar adelante ideas jvenes se bebe la historia eri gida en tribunal que condena, la crtica que corroe las ideas vetustas. Todos los revolu cionarios del siglo xx han echado mano de ella en distintas formas, con diferentes len guajes, en especial el cinematogrfico. Los primeros filmes de Eisenstein, como La huel ga y El acorazada Patemkin, fueron historia crtica para beneficio de la Revolucin rusa. Filmes posteriores de Eisenstein pertenecen a otra especie histrica, de una historia de signo opuesto que sin embargo no es anti cuaria.

La historia de bronce

es an ms pragmtica que la historia cr tica, es la historia pragmtica por excelencia. Es la especie histrica a la que Cicern apod "maestra de la vida", a la que Nietzsche lla ma reverencial, otros didctica, conservadora, moralizante, pragmtico-poltica, pragmtico tica, monumental o de bronce. Sus padres son famosos: Plutarco y Polibio. Sus carac tersticas son bien conocidas: recoge los acon tecimientos que suelen celebrarse en fiestas patrias, en el culto religioso, y en el seno de instituciones; se ocupa de hombres de estatura extraordinaria (gobernantes, santos, sabios y caudillos); presenta los hechos desligados de causas, como simples monumentos dignos DE LA MLTIPLE UTILIZACIN DE LA HISTORIA 65

de imitacin. "Durante muchos siglos la cos tumbre fue sta: aleccionar al hombre con historias." En la Antigedad clsica compar ti la supremaca con la historia anticuara, a lo Herodoto. En la Edad Media fue soberana indiscutida. Eneas Silvio le llam "gran an ciana consejera y orientadora". la moral cris tiana la tuvo como su principal vehculo de expresin. Entonces produjo copiosas vidas ejemplares de santos y de seores. En el Re nacimiento fue declarada materia fundamen tal de la educacin poltica. En su modalidad pragmtico-poltica, tuvo un autor de primer orden: Nicols de Maquiavelo. En el otro lado del mundo, en la Amrica recin conquistada por los espaoles, fue una especie histdca practicada por capitanes y sacerdotes. En el siglo XIX, con una burguesa dada al magis terio, se impuso en la educacin pblica como elemento fundamental en la consolida cin de las nacionalidades. En las escuelas fue la fiel y segura acompaante del civismo. Se us como una especie de prdicacin mo ral, y para promover el espritu patritico de los mexicanos. Guillermo Prieto asegura que sus Lecciones de historia patria fueron es critas para "exaltar el sentimiento de amor a Mxico". Recordar heroicidades pasadas servira para fortalecer las defensas del cuer po nacional.Nadie puso en duda en el siglo XIX lo pro vechoso de la historia de bronce. El acuerdo sobre su eficacia para promover la imitacin de las buenas obras fue unnime. Una gran dosis de estatuaria poda hacer del peor de los nios un nio hroe como los que mu rieron en Chapultepec "bajo las balas del invasor". Quizs el nico aguafiestas fue 66 LUIS GONZLEZ

Nietzsche con su afirmacin: "La historia monumental engaa por analogas. Por se ductoras asimilaciones, lanza al hombre vale roso a empresas temerarias" y lo vuelve te mible. Un continuador de Nietzsche, ya de nuestro siglo, Paul Valry lanz la siguiente seal de alarma: la historia que recoge las bondades del pasado propio y las villanas de los vecinos, "hace soar, embriaga a los pueblos, engendra en ellos falsa memoria, exagera sus reflejos, mantiene viejas llagas, los atormenta en el reposo, los conduce al delirio de grandeza o al de persecucin, y vuelve a las naciones amargas, soberbias, in soportables y vanas".Pese al grito de Valry que declar a la historia que se enseaba en las escuelas "el producto ms peligroso producido por la qu mica del intelecto humano"; no obstante la tesis de Fuste! de Coulanges que le neg a la historia la capacidad de ser luz, ejemplo, norte o gua de conductas pblicas o priva das, sigue sosteniendo la historia de bronce su prestigio como fortalecedora de la moral, maestra de pundonor y faro del buen gobier no. Todos nuestros pedagogos creen a pie juntillas que los hombres de otras pocas de jaron gloriosos ejemplos que emular, que la recordacin de su buena conducta es el me dio ms poderoso para la reforma de las costumbres, que como ciudadanos debemos nutrimos de la sangre ms noble de todos los tiempos, que las hazaas de Quiroga, de Hidalgo, de Jurez, de los hroes de la Re volucin, bien contadas por los historiadores, harn de cada criatura un apstol, un nio hroe o un ciudadano merecedor de la me dalla Belisario Domnguez. Gracias a la his- DE lA MLTIPLE CTILIZ.\CIN