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1Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
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El Quinto
DragnPaulina Aguilar Gutirrez
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3Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
SinopsisCuando Abi conoce a la abuela, una vieja solitaria con fama de bruja, esta era
una nia salvaje y desgreada de slo 9 aos de edad. Abi no recordaba nada sobre su
pasado, ni siquiera su nombre, y la anciana decidi acogerla en su hogar, nombrndola
Abi en honor a Abigail, su desaparecida hija. Rechazada por todo el pueblo, debido a sus
ojos amarillos y su fama de bruja, Abi crece libre y salvaje en su pequeo hogar en Puerto
Esmeralda y junto a sus amigos Kichh, indios nativos de la isla, Abi se empapa de las
leyendas de dragones de la tribu. Leyendas que todos dan por solo fantasas, pero que ella
y su abuela tienen la certeza de que son ms que eso.
La vida de Abi cambia cuando un da descubre que tiene la habilidad de volver
realidad lo que escribe y de esa manera trae a su lado a Jan, un chico de 16 aos que, al
igual que Abi, no recuerda nada de su pasado y al parecer tambin viene de muy lejos.
Luego de la llegada de Jan, Abi comienza a sufrir una serie de cambios y una noche
desaparece misteriosamente. Y es aqu cuando la aventura de estos dos jvenes
comienza.
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4Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
IndicePrimera Parte
*
La Bruja
* Nuevo
* Cambio de Edad
* Leyendas del Dragn
* Desaparecida
*
Remordimiento
* Fuego
* Sin Adis
Segunda Parte (3 Anos Despus)
*
El Silencio* Fantasmas que ayudan
*
Desapariciones
* Lo que es
* Un Dragn
* Explicaciones
*
El Desierto
* La ultima historia de la abuela
* La ciudad amurallada
*
Una confesin y una hoja de papel* El quinto dragn
*
Rumbo a isla azul
* La Dama Eterna
* La Cancin de Jen
* Epilogo
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5Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
Primera Parte
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6Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
La bruja Abilos trece aos hu de casa y no regres. Nunca pude encontrar el camino
de vuelta y nadie me busc. Con el tiempo, olvid las caras de mis padres,
si tena hermanos o hermanas, donde viva y hasta cmo me llamaba. Algo
me atrap en las Islas y no pude salir. Tal vez era mi destino venir aqu y convertirme en lo
que soy; no necesito sentirme protegida ni esconderme detrs de murallas ni vivir encastillos ni poseer coronas ni rodearme de sirvientes ni que las leyes estn a mi favor. No
necesito ser reina. Yo puedo hacer que lluevan estrellas del cielo, puedo quemar ciudades
enteras con el fuego de mi garganta, puedo desatar tormentas y paralizar de miedo a
poblaciones enteras.
Convertirme en lo que soy fue inevitable, aunque no siempre fui as. Alguna vez fui
una chiquilla salvaje que viva junto al mar, sin futuro y sin magia, lo crean o no, hay
noches en que aoro esos das sin complicaciones, hay noches en las que me gustara
volver a casa y dejar de ser lo que soy.
Apenas s recuerdo esos tiempos; los das antes de Jan. Cmo era todo antes de
su llegada? Nuestras existencias estn tan ligadas la una con la otra, que todos mis
recuerdos antes de l aparecen y desaparecen a su antojo. Tena quince aos la legendaria
noche en que el cielo de la Isla del Sur se ilumin por completo al llover estrellas por todo
el firmamento. Jams hubiese sospechado que mi vida cambiara de manera tan radical e
incluso ahora me pregunto qu hubiera pasado s, la noche en que si imagen se clav en
mi pensamiento, yo no hubiera tomado el papel y escrito lo que vea en mi cabeza. Dos
aos atrs, recin llegada a las Islas, no hubiera tenido motivos para hacerlo.
Tena trece aos la primera vez que pis Puerto Esmeralda. Me senta muy
asustada porque mi mente estaba vaca. Angustiada, vagaba por las calles del pueblo
tratando intilmente de recordar cualquier cosa que me diera una pista de hacia dnde ir.
Entre tanta gente, me hubiese gustado hacer preguntas; sin embargo, no saba qu era lo
que poda preguntar. Tena miedo. Me reduje a la condicin de mendiga y, en ese
deplorable estado y con el estmago vaco de das, fue como llegu a los alrededores del
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7Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
campo kichh. As me encontraron Matilde y Sebastin, tirada cerca de la playa y muerta
de sed.
Eran hermanos, tenan ocho y nueve aos respectivamente y vivan y trabajaban
en el campo kichh porque pertenecan a esa tribu. Cuando vieron aquel bulto que era yo,
tal vez los movi la compasin o hasta la misma curiosidad para ayudarme. Fueron ellosquienes me llevaron agua y algo de comer y quienes adems me encontraron asilo.
Slo dile a la bruja que te llamas Abigail, eso bastar para que te deje quedar en
su casa me aconsej Matilde sonriendo muy traviesa.
A quien ellos llamaban bruja era una anciana que viva a las afueras del pueblo,
muy cerca de la playa y del campo kichh. Me dijeron que era una mujer inofensiva y que
a veces les regalaba fruta de su pequea huerta. En cuanto a su consejo, no supe qu
hacer. Todos en Puerto Esmeralda saban que Abigail era el nombre de la hija de aquella
anciana y que haca ms de diez aos se haba ido para no volver.
Cuando Matilde, Sebastin y yo tocamos a la desgastada puerta azul de la bruja,
me sent culpable por usurpar un nombre que no era mo y fui incapaz de decirlo. Fueron
los nios quienes hablaron por m y le contaron mi penosa situacin, mientras yo
permaneca callada y con la mirada en el suelo.
Cmo te llamas? fue lo primero que me pregunt con su voz sonora y
malhumorada, que delataba su carcter fuerte.
No pude decir lo que Matilde me aconsej y, a pesar de lo ridculo que sonaba, nome qued ms que contestar la verdad:
No lo s.
Entonces habr que ponerte un nombre advirti con las manos en su cintura
flaca. Te llamars Abi.
Desde ese da, Abi fue mi nombre. No sera la ltima persona a la que la abuela
bautizara; un par de aos ms tarde. Tambin lo hara con un chico que lleg a la casa en
condiciones muy parecidas a las mas.
Me acostumbr a la abuela y ella a mi presencia. Vivamos en una casita que
pareca tener siglos de antigedad, pero que nos bastaba para las dos solas.
La abuela era una mujer rara. En el pueblo todos la catalogaban de bruja debido a
sus tnicas viejas y coloridas, sus mltiples collares hechos de conchas de mar y su sonrisa
sin dientes, que era lo que ms asustaba, en especial a los nios. No obstante, yo estaba
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segura de que mi abuela era buena; me cuidaba y se aseguraba de que no me faltase
nada, sin importar que yo no fuera su nieta de verdad. Yo la quera, a pesar de mi
comportamiento de nia, porque era cierto que en ese entonces no haba nadie ms a
quien querer. No haba padres ni hermanos; yo no tena familia.
A mi abuela acudan los pescadores de piel tostada, quienes con frecuencia venanen busca de un amuleto que evitara que se los tragara el mar, y las mujeres de ojos
brillantes que buscaban una hechicera con la esperanza de obtener un conjuro que les
concediera el amor de algn hombre. Con manos temblorosas, las seoras sujetaban su
bolso o jugueteaban con sus collares de perlas, tan blancos como su piel. Los pescadores
se quitaban sus sombreros de paja gastada y, nerviosos, miraban alrededor de la casa.
Todos ellos apenas si se atrevan a mirarme; yo slo era un animalito polvoriento e
insignificante de piel rojiza y cabello enmaraado. Digna nieta de una vieja loca.
Mi falta de entusiasmo por la limpieza y el arreglo personal no los aprend de miabuela; por el contrario, la pobre se cansaba de perseguirme primero por los alrededores
de la casa, despus por toda la playa para que me lavara.
Mrate, nia cochina! Exclamaba llena de furia al verme llegar cubierta de
mugre de pies a cabeza despus de haber pasado toda la tarde con Matilde y Sebastin.
Pareces una chiva loca!
Yo sonrea satisfecha al escuchar sus palabras; haba logrado mi cometido. Sin
embargo, no siempre ganaba las batallas. Haba das en los que la astuta mujer me
agarraba desprevenida y me meta por la fuerza en la improvisada tina de madera que ellamisma utilizaba para baarse. Con sus manos poderosas y rugosas por el trabajo y la edad,
tallaba mi cabeza con jabn, hasta que me dola. No slo se conformaba con baarme; la
muy malvada me torturaba cepillando mi cabello y vistindome con las mejores ropas que
posea: un viejo vestido blanco de algodn que ella misma haba confeccionado, aunque
no para m.
Voy a hacerte uno nuevo propona cada vez que me lo vea puesto. Ests
creciendo muy rpido, Abigail.
se no era mi nombre ni mi vestido. Abigail era el nombre de la hija desaparecidade la anciana. La abuela deca que me pareca mucho a ella. Que tena el mismo cabello
oscuro y pesado; la piel blanca, aunque la ma se haba tornado rojiza; los brazos largos y
el rasgo ms caracterstico: los extraos ojos color dorado. Era a su hija a quien mi abuela
adverta cada vez que me baaba y me vesta con ese atuendo. Cuando me miraba en el
espejo en esas condiciones, incluso yo la vea y a veces me asustaba encontrar a su
fantasma en lugar de mi reflejo. Yo era una copia o un intento de fantasma y sa era la
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nica razn por la que mi abuela dejaba que me quedara en su casa. Eso no me
preocupaba. Mientras tuviera un lugar donde vivir y algo de comer, estaba bien.
No haba nadie ms que me diera asilo; la gente del pueblo me tena miedo. Desde
el da en que aparec en este lugar comenz el rumor de que yo era una bruja. Lo gracioso
fue que no era la reputacin de mi abuela lo que me gan el ttulo de hechicera, sino elcolor de mis ojos, un rasgo fsico poco comn. Al principio me molestaba, pero despus
dej de importarme. Yo no era una bruja, no tena poderes mgicos ni poda convertir a
nadie en sapo ni volar por las noches. De cualquier forma todos huan de m como si fuera
la peste. Ni siquiera me dejaban acercarme a trabajar a los sembrados como los peones
de la tribu kichh; decan que traa mala suerte. Slo por eso Matilde y Sebastin, mis
nicos amigos, deban escaparse para verme.
Los kichh eran el ltimo grupo nativo de la Isla del Sur; en algn momento,
muchos siglos antes de que otros grupos llegaran, ellos gobernaron las Islas. Ahora sloeran peones mal pagados, casi esclavos, considerados animales por su piel oscura y sus
dialectos desconocidos. Lo poco o mucho que pude averiguar de ellos me lo contaron
Matilde y Sebastin, quienes eran kichh puros, y la abuela, que era mitad kichh y jams
me habl directamente de ellos, sino por medio de las leyendas que me contaba.
Parecan tan reales! A pesar de que haba dragones, dioses, magia, fuego y dems seres y
situaciones fantsticas, para m esas historias eran reales. Sus leyendas eran, adems, mi
nico medio de educacin; de ninguna manera iban a dejar que una bruja se juntara con
los otros chicos. Jams me permitiran ir a la escuela.
Matilde y Sebastin iban casi a diario a jugar conmigo. Tena nueve aos otra vez y
no me preocupaba correr como loca por la playa o ensuciarme de pies a cabeza; con ellos
y con mi abuela era feliz. As transcurrieron mis primeros dos aos en las Islas.
A los quince, no tena ms deseos y aspiraciones que ver el interminable ir y venir
de las olas; sentir la humedad, el calor de las tardes y el aroma de la sal. Era una chica
poco educada, con mala reputacin, medio sucia, que pasaba los das ayudando a su
abuela en la pequea huerta detrs de la casa y jugando como nia con sus dos nicos
amigos. De haber seguido as, de seguro hubiese vivido el resto de mis das en un pueblo
congelado en el tiempo. Mucho de eso cambi precisamente a consecuencia de la nocheen que yo conjur una imagen en papel y mi abuela me habl acerca de la marea.
El mar se escucha alborotado me advirti, mantente alejada de l.
Los das tranquilos de nia que viv en Puerto Esmeralda estaban por terminar. Me
aguardaba una sorpresa, un don fantstico y oculto, que se encontraba dentro de m,
ansioso por salir a la superficie. Todo comenz cuando me entere de que Matilde y
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Sebastin no saban leer. Por ser kichh se les tena prohibido aprender. Con seguridad
alguien tuvo la fabulosa idea de que, entre ms ignorante fueran, menos protestaran y
ms ventaja se sacara de ellos.
A mis dos amigos poco les importaba; sus padres, sus abuelos y bisabuelos haban
sido analfabetos toda la vida. Saban cul era su destino y lugar en el mundo: al lado de lagente de su tribu, trabajando todo el da en el campo. Eso es lo que su gente haba hecho
durante siglos y quines eran ellos para desafiar ese orden?
Por eso cuando les propuse ensearlos a escribir, ambos hermanos se miraron el
uno al otro preocupados, como si estuvieran a punto de traicionar a su gente. A m me
entristeca pensar en el futuro que les esperaba a ambos, y, aunque aprender a leer y
escribir no era la solucin a su destino, s era el primer paso para querer escapar de l.
Matilde usaba dos largas trenzas oscuras que se movan de un lado a otro, tan
contentas como su duea; tena una sonrisa de dientes chuecos y una risa contagiosa; sus
manos y sus pies eran chiquitos como ella, y su abuelo la llamaba "pulga" porque saltaba
de un lado a otro sin parar.
Su hermano Sebastin era ms bien callado. Prefera ver a sus pies o a sus manos
en lugar de ver a la gente a los ojos y, por ser un ao mayor que Matilde, sus padres le
haban encomendado la tarea de cuidar a su hermana. A l le tocaba tomar la decisin de
aprender a leer o no y Matilde seguira sus instrucciones, aunque antes intentara
convencerlo de lo que quera.
Cuando ambos aceptaron, tenan la expresin de un ladrn primerizo, como si ellos
le fuesen a robar letras y palabras a alguien ms. Por eso decid que sentarse horas y horas
a repetir letras sobre un papel no era la mejor forma de comenzar. En lugar de eso,
empezamos trazando las vocales y consonantes sobre la arena. Con una rama cada
dibujamos primero una "A" gigantesca, que nos caus risa a los tres, y luego las dems
vocales durante das, para luego escribir todo el abecedario completo en un largo camino
de arena, justo al lado de tres pares de huellas.
Para escribir palabras comenzamos a utilizar papel, aunque nuestras clases
siguieron siendo al aire libre. Ambos chicos progresaban rpidamente y fue eso lo que meacerc a descubrir ese misterioso poder que jams haba sospechado tener. Al principio
no lo not porque apenas si escriba unas cuantas lneas al da, lo suficiente para que
Matilde y Sebastin leyeran y las repitieran; sin embargo, pronto me di cuenta de que
ellos necesitaban algo ms.
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No haban libros en casa de la abuela y a los kichh se los tenan prohibidos. Fue as
como empec a escribir pequeas historias para ellos. No recordaba ningn cuento; en mi
mente slo estaban las leyendas kichh que ellos mismos y la abuela me haban contado.
Pens que yo tambin poda darles historias fabulosas y nuevas, aunque en realidad no
era muy buena en ello; en lugar de dragones, espritus y dioses antiguos; mis cuentos eran
pequeos y sencillos. A los nios no les parecan tan malos; pensaban que era divertido
encontrarse a s mismos plasmados en papel y dibujados con palabras. Mis cuentos
siempre eran acerca de ellos dos, jugando, trabajando y viviendo como lo hacan.
La noche en que mi abuela me advirti acerca del mar, algo extrao me impuls a
escribir una historia diferente. Para empezar, yo ya estaba en la cama y escuchaba el
sonido de la marea intranquila. Por lo general, me dorma en cuanto tocaba la almohada,
pero esa vez di vueltas durante lo que me parecieron horas, enredada en las sbanas, con
un calor asfixiante y una imagen fija en mi mente: la sombra de un chico que sala de las
aguas. Por ms que intentaba concentrarme en otra cosa, volva siempre a la mismaimagen que cada vez se haca ms y ms clara. Cuando ya no pude ms y me empezaron a
temblar las manos, decid poner en papel lo que vea; no tena sentido, pero, tal vez si
estaba escrito, desaparecera de mi cabeza. En el papel, llovan estrellas fugaces una tras
otra como si fueran gotas de agua y un misterioso chico emerga del mar: no saba su
nombre ni cmo haba llegado a las Islas. Era apenas un cuento sin forma ni sentido, sin
motivos ni un conflicto que resolver; tampoco tena un final, nicamente exista porque
me haba atacado y no lograba librarme de l: no obstante, ah estaba.
Fue as como Jan lleg a Puerto Esmeralda. Cada una de las palabras que yo habaescrito sucedieron la noche en que lo conoc; lo vi salir del mar, como si de all hubiese
nacido. Me escond detrs de unas plantas y corr a l cuando lo vi caer muerto.
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12Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
NuevoJan
uria. Ira. Era todo lo que senta. Estaba empapado de pies a cabeza, con mis
pesadas botas atascadas de arena por dentro y por fuera y mi adorada
chamarra de cuero negra arruinada por la sal y el agua de mar. No tena idea
de dnde estaba; mucho menos entenda cmo haba llegado all. Slo tena mi enojo y lo
nico que quedaba era la emocin, la razn haba desaparecido y no hay nada ms
estpido que estar furioso por algo que no se recuerda.
Quera ir a un sitio donde pudiese olvidar. Quera ir a una isla para m solo, en
donde cualquier cosa pudiera pasar y yo pudiera ser algo ms que el hijo de un ebrio o el
aprendiz de un cocinero. No quera recordar los largos inviernos de mi pas y las
habladuras de mi aldea. Quera vivir en un lugar donde los das fueran largos y el sol
brillante, donde pudiese tocar mi saxofn a cualquier hora. Quera ver el mar azul y dejar
de ser una basura humana. Lo dese con tanta fuerza que algo hizo que viniera a las Islas.
Me quit la chamarra y gru. Haca demasiado calor para traerla puesta. Luego metir sobre la arena mojada. Estaba agotado, como si hubiera nadado kilmetros y
kilmetros sin parar. Tal vez as haba sido, pero no poda recordarlo. Acostado en la arena
y todava con los puos apretados y mis nudillos blancos, cerr los ojos. Pareci como si lo
hubiera hecho durante horas, o tal vez fueron unos cuantos minutos, el caso es que
cuando los abr haba alguien observndome.
Ests muerto? pregunt una chica que con curiosidad se inclinaba para ver mi
cara.
Qu buena pregunta! Me sent y la mir. Segua muy enojado y no pude evitar ser
grosero con aquella extraa.
Si estuviera muerto, no podra moverme, mucho menos hablarte.
Se sent frente a m sin preguntar ms y me observ como un animalito curioso. Eso
pareca con su cabello alborotado y la cara mugrosa; sin embargo, haba algo atpico en
ella, algo perturbador y al mismo tiempo extraordinario: sus ojos.
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13Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
Va a llover anunci de manera repentina.
Ella tena razn; despus de una gran tormenta de estrellas, grandes nubarrones se
haban formado de la nada y en lo nico que poda pensar era en que no tena idea de en
dnde estaba o adnde ir.
Puedes quedarte en mi casa sugiri ella.
Con el tiempo comprendera que Abi tena la extraa habilidad de adivinar lo que
la gente estaba pensando o a punto de decir.
Esa noche pude haberme quedado tirado a la orilla del mar, dndole vuelta a mi
rabia, pero, en lugar de eso, eleg seguirla sin protestar o decir una sola palabra en todo el
camino. Ms tarde vendra el problema de mi memoria, que se desvaneca a cada
instante, miles de preguntas acerca del lugar donde de repente aparec y una vida que
jams imagin. Pero, por el momento, todo eso no importaba; estaba sano, salvo y seco
junto a ella. Misteriosamente, toda la furia que senta desapareci.
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14Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
Cambio de edad Abio llamamos Jan. Al igual que yo, no recordaba su nombre, as que tuvimos
que darle uno. Mi abuela decidi nombrarlo como uno de sus amigos de la
infancia, porque segn ella se pareca un poco a l.
Despus de que intentramos sin xito averiguar quin era o de dnde vena,decidimos dejar de cuestionarlo. Para mi abuela era claro que, si no poda recordar su
propio nombre, mucho menos podra responder a otras preguntas; sin embrago, no todos
los recuerdos de Jan se haban esfumado. Era capaz de describir imgenes de su hogar, de
su aldea blanca durante los inviernos, a su padre con quien no se llevaba muy bien, las
montaas nevadas, a su madre que se haba marchado sin l haca muchos aos, el campo
y el olor a alcohol y cigarrillo permanente en su casa. Recordaba su vida entera, omitiendo
todos los nombres, incluso el suyo.
Yo estaba segura de que deba venir de un lugar muy lejano, ya que cualquier
persona de por all hubiese salido corriendo al ver nuestra casa; a nadie le gustaba la idea
de quedarse con brujas como nosotras.
A Jan no le importaba eso, tampoco que le quedara chica la casa. Se mova de la
cocina a los cuartos con dos pasos y lo haca medio agachado, como si temiera topar con
el techo; adems se tropezaba fcilmente con todo lo que haba dentro. La abuela
concluy que, a pesar de su gran altura, deba tener unos quince o diecisis aos; deca
que se le notaba en los ojos. Sus ojos eran enormes y de un azul brillante. Se notaba que
no era kichh puesto que su piel era entre blanca y rosada. Sus enormes manos tenan
dificultad para hacer tareas sencillas y la abuela lo regaaba por ello, pero yo me sentacontenta de que Jan estuviese all, incluso cuando silbaba una sola cancin una y otra vez,
hasta marearnos a la abuela y a m. Jan haba llegado con un saxofn e intentaba tocar la
fastidiosa cancin que tarareaba de manera constante, a pesar de que el instrumento se
haba arruinado por el agua salada.
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15Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
Lo que ms le cost trabajo fue acostumbrarse al calor; por eso mi abuela y yo
pensamos que deba venir del norte. Una vez que lo logr, fue fcil llevarlo de paseo por
todo Puerto Esmeralda, a travs de las calles empedradas llenas de casas de todos los
colores, al ruidoso mercado de pescadores del pueblo, luego al campo kichh lleno de
nios que lo miraban con curiosidad por su tamao, despus a la enorme mansin blanca
que slo pudimos ver de lejos y por ltimo al acantilado, que el pueblo tema.
Matilde y Sebastin lo recibieron felices, y en pocas semanas el asunto de su origen
se haba olvidado: era como si Jan hubiese vivido con nosotras siempre, como si
perteneciera al mismo lugar que yo. El enojo que mostr a su llegada desapareci desde el
primer da. Me gustaba pensar que ya no estaba molesto porque era feliz en las Islas.
A veces lo miraba y me sorprenda que l estuviera all. Una duda siempre rondaba
en mi mente: haba sido mi historia lo que lo haba trado? Desde el da en que lleg no
me haba atrevido a escribir nada ms. Un enorme temor acechaba como una sombra quese puede ver de reojo: tema que Jan desapareciera de repente. Se convirti en mi mejor
amigo y dej de tener nueve aos para convertirme en una chica de quince.
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16Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
Leyendas de dragn Janl corazn de un dragn no era como el de los humanos. Se deca que, en
lugar de tejidos, venas y arterias, tena una piedra preciosa, una joya que
lata. Esta gema era tan poderosa que, aun cuando se le hiriese de muerte a
un dragn, su corazn seguira latiendo por un tiempo, incluso fuera de su cuerpo, y
podra volver a la vida, siempre y cuando se le llevase a la Dama Eterna antes de que
dejara de latir. Nadie saba cunto tiempo poda sobrevivir el corazn de un dragn fuera
de su cuerpo; se deca que dependa de su fuerza, de su espritu.
Los dragones eran importantes en las leyendas kichh. Abi deca que la gente crea
que los dragones eran malvados y que slo los de la tribu saban que eran seres
protectores y sagrados. Nadie conoca a ciencia cierta si los dragones existan; no
obstante, haba historias acerca de ellos en cada pueblo, en cada isla y hasta se deca que
el actual soberano de la Isla del Sur haba derrotado al ltimo de los dragones haca poco
ms de diez aos.
La Dama Eterna era un espritu que daba la vida y que haba creado todo en el
mundo. No era considerada una diosa; ni Abi ni los kichh la veneraban; simplemente
saban de su existencia y crean que habitaba en un lugar mstico llamado Isla Azul.
Para m, todas esas leyendas eran cuentos para nios. Pero, eso s, disfrutaba ver
cmo Abi narraba cada historia; le brillaban los ojos al hablar, mova sus manos de forma
especial con cada frase, le atinaba al tono perfecto y creaba imgenes con sus palabras.
Tena un don para contar historias. Por eso no me sorprend tanto cuando me dijo que les
enseaba a Matilde y a Sebastin a leer y escribir. Claro, era perfecta para ello. Fui testigo
de cmo llovan letras en abundancia de parte de ambos chicos.
Me pidi que escribiera los cuentos que recordara, y yo recordaba muchos.
Detalles importantes de mi pasado se me escapaban de la memoria a una velocidad
impresionante; sin embargo, haba cosas que no se borraban; los cuentos que algn da
alguien me cont permanecan intactos. Nos acabbamos el papel en nios que se perdan
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en el bosque y encontraban una casa hecha de dulces, en brujas que envenenaban
manzanas, en princesas que dorman cien aos y en zapatillas de cristal olvidadas a las
escaleras de un palacio. El papel volaba y los meses se terminaban de la misma manera. El
tiempo en Puerto Esmeralda ni se senta.
A veces me preguntaba si era tan feliz en donde viva antes. "No lo creo", pensaba
al caminar descalzo por la arena tibia al lado de Abi.
El clima en la Isla no cambiaba mucho ni con el paso de los meses; siempre era
hmedo y caluroso y daba igual que fuera julio a que fuera octubre. Lo nico que
cambiaba era la frecuencia de las lluvias; en verano llova ms que en cualquier otra
estacin.
Era verano cuando Abi comenz a caminar dormida. La abuela no se alarm
mucho, dijo que a veces pasaba. A m s me preocupaba que fuera sonmbula, as quecuando Abi sala a dar sus paseos nocturnos, yo la segua. Nunca se alejaba mucho de la
casa, caminaba un rato por la playa y luego volva y segua durmiendo, como si nada
hubiese pasado. Cada vez que le preguntaba acerca de su sonambulismo, me deca que no
recordaba nada.
Faltaban unas cuantas semanas para su cumpleaos cuando fuimos al pueblo a
surtirnos de papel y de otras cosas que la abuela nos haba encargado. Esa maana el cielo
estaba muy nublado y Abi muy callada.
Qu tienes? le pregunt cuando bamos de regreso a casa.
Nada respondi desanimada . Por qu me preguntas?
Porque no has dicho nada desde que salimos. Es por lo de anoche?
Durante las ltimas semanas sus caminatas nocturnas se haban hecho an ms
frecuentes. Primero, un par de veces por mes; luego, una vez por semana, y ahora, casi
todos los das.
Despus de unos minutos se detuvo de repente y mirando al suelo comenz ahablar:
He estado pensando que tal vez haya una forma de que recuperes todos tus
recuerdos y regreses a casa.
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18Foro Dark StoriesPaulina Aguilar Gutirrez
Qu? pregunt muy desconcertado y frunciendo el ceo. Para qu quieres
que recupere la memoria?
Pens que querras saber de dnde vienes, quin eres me dijo cabizbaja. Tal
vez tienes alguien que te espera, padres, amigos, familia.
Padres, amigos y familia: todo lo que se supona que Abi y yo no tenamos. Lo
extrao era que a m no me importaba nada de eso. No me imaginaba mi vida sin la playa
y el mar, sin nuestros paseos diarios, sin contar historias o escuchar leyendas, sin jugar
con Matilde y Sebastin, sin los regaos de la abuela. Y, para ser honesto, no me
imaginaba un solo da sin mi mejor amiga. Puerto Esmeralda era mi hogar, y mi lugar, al
lado de ella.
Pues yo as estoy bien repliqu.
Algn da vas a hacerte un montn de preguntas y vas a querer saber
argument mirando al suelo. Deberas hacer el intento y salir a buscar las respuestas.
Quieres que me vaya?
Hasta el da de hoy no s de dnde sali esa pregunta ni cmo me atrev a hacerla.
Ella respondi negando de forma violenta con la cabeza, an sin mirarme.
No s por qu lo hice, tal vez porque me desesperaba que no me viera a los ojos,
pero puse mi mano debajo de su barbilla y suavemente la levant para que me mirara. Si
no lo hubiera hecho, esta historia tal vez hubiera sido muy diferente, porque al ver la
intensidad de esa mirada me estremec y, en ese instante, Abi y yo dejamos de ser nios.
No, no quiero que te vayas. Quiero que te quedes conmigo.
Al escuchar sus palabras supe que yo deseaba lo mismo. Cerr los ojos y acerqu
mis labios hacia ella.
Nos robaron ese momento. No pude besarla ese da en esa calle porque
escuchamos un grito agudo que provena de algn lugar muy cercano. Nos miramos
alarmados y, al escuchar el grito por segunda vez, corrimos a ver qu pasaba.
Auxilio! Sulteme!
Era una nia pidiendo ayuda en una de las calles aledaas. Un hombre flacucho y
bien vestido la jalaba del brazo, tratando de llevrsela. Sin pensarlo dos veces, Abi sali a
su defensa y yo detrs de ella.
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Sultela! le orden al hombre.
Lrguense, soy su padre y voy a llevrmela a donde se me antoje.
Ese hombre no era su padre; la diferencia de clases se notaba de inmediato.
Abi se inclin y le habl a la chiquilla, quien muy probable era de la misma edad queMatilde.
l es tu pap?
Asustada, la nia neg con la cabeza.
Acaso quieres venir t tambin? pregunt el hombre con una sonrisa
repugnante.
Ni lo intente intervine, tomando a Abi del brazo.
Dudo mucho que quiera llevarme argument ella. Soy una bruja y usted
debera tenerme miedo.
Abr la boca sorprendido de lo que acababa de decir. Por supuesto que ella no era
una bruja, no haba una gota de magia en ella. Se haba vuelto loca? Quise tomarla de la
mano y salir corriendo antes de que ese maldito se la llevara tambin, pero Abi no se
movi.
Soy una bruja, pregunte a cualquiera.
Para esos momentos una multitud se haba formado alrededor de nosotros y
observaba curiosa lo que suceda.
Si no suelta a esa nia, le juro que lo convertir en lo que en realidad es: un sapo
asqueroso.
Dudo mucho que el viejo soltara a la chiquilla porque tuviera miedo de las
amenazas de Abi; ms bien fue el hecho de que una multitud lo observase, y no quera
que lo atacaran. El hombre dej a la nia, mont en su caballo y se alej como si nada.
Por una fraccin de minuto, el silencio rein en aquel lugar, a pesar de la cantidad
de gente. Todos nos miraban, debatindose entre la importancia del acto heroico de Abi y
su indeleble reputacin de bruja.
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Gracias! Gracias por salvar a mi hija! exclam lloriqueando una mujer
regordeta con delantal de cocinera que acababa de llegar al lugar.
De nada respondi Abi, aferrndose a mi brazo.
Temblaba de pies a cabeza y no dej de hacerlo hasta que llegamos a casa.
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Desaparecida Abio que averige en los das siguientes me dejo helada. Al parecer, que
hombres ricos se llevarn a las nias del pueblo era algo muy comn en
Puerto Esmeralda. Por eso el hombre se alej como si nada; saba que nadie
la reclamara. La nia a la que estuvo a punto de llevarse se llamaba Patricia y tena once
aos. Fue ella quien me cont que, desde que ese viejo sucio haba llegado a la reginhace poco ms de un ao, haban desaparecido veinte chicas, todas de entre diez y quince
aos. Cmo es que nunca supe de esto? Pero lo ms sorprendente era el silencio de la
gente de Puerto Esmeralda. Por qu nadie deca nada? Esas veinte chicas desaparecidas
eran sus hijas, sus hermanas y sus amigas. Acaso no haba nadie que quisiera buscarlas?
Acaso nadie las quera de regreso en casa?
Tal vez yo pueda ayudarlasle dije a Jan un da que pasebamos por la playa.
Y cmo? Pregunt desconfiadoVas a ayudarlas con tus poderes de bruja?
Ni siquiera sabes donde las tiene ese hombre.
Para Jan cualquier indicio de magia era algo imposible, y eso no me molestaba. Lo
que me dola en realidad era que no me creyera. Me miraba con desconfianza, incluso por
el rabillo de su ojo, como si estuviera medio loca y fuera a salir gritando por las calles
como desquiciada.
En un arranque de desconfianza le cont acerca de la historia que lo haba trado
hacia las Islas. Por supuesto que no me crey. Hasta preferira pensar que haba tenido
una visin del futuro antes de reconocer que yo era capaz de hacer que pasaran las cosas.
Fue por su incredulidad que no le cont que haba vuelto a escribir. Eran historias
sencillas en donde no suceda nada interesante; sin embargo, fue gracias a ellas que supe
con seguridad que ese poder era real. Si yo escriba que llova en el puerto; por supuesto
que llova; si escriba que la abuela reciba la visita de una seora de cabellos rojo, as
L
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pasaba; si en el papel Matilde y Sebastin decidan traer una cuerda para saltar, saba que
as lo haran. Todo lo que yo escriba se haca realidad.
Basta! Deja de estarme cuidando! exclam dando un golpe con el puo en la
vieja mesa de madera.
Te conozco, vas a tratar de hacer algo estpidome dijo entrecerrando los ojos
y con un tono diferente.
Probablemente tena razn; mis planes para ese momento no eran muy brillantes.
No obstante, saba que deba hacer al respecto y que l no tena ningn derecho de
juzgarme, en especial si no pensaba ayudarme.
Por lo menos yo intento hacer algo y eso es mucho ms de lo que tu o todo el
Puerto ha hechoargumente con la respiracin agitada. Aunque me creas estpida o
loca, yo voy a rescatar a esas nias.
Desde cundo te crees la herona de la Isla del Sur? Vives inmersa en una
fantasa! Grit furioso; casi pude ver fuego en sus ojos. Todo lo que dicen tus
leyendas no existe. No eres una bruja, no tienes poderes mgicos ni existen los dragones
ni una Dama Eterna ni nada que pueda protegerte contra esa gente.
Hubo un silencio largo entre los dos. Durante esta larga pausa nos miramos
fijamente. Ya no era la mirada enamorada de aquel da en que regresbamos cargados de
papeles, era una mirada desafiante que haca brillar nuestros ojos por mera necedad. Elcasi beso de ese da se haba suspendido de modo abrupto y permanente. Mentira si
dijera que no pensaba en ello; en realidad pensaba en ello da y noche. Deseaba tanto
regresar a ese momento! Pero no saba cmo.
Ya desde haca u tiempo me haba notado diferente. Me daba pena estar sucia y,
para sorpresa de mi abuela, comenc a baarme todos los das, sin que ella tuviera que
perseguirme. Cada vez que Jan y yo estbamos juntos trataba de ocultar mis manos
descuidadas y medio rasposas, y por primera vez me avergonc de mi cabello alborotado
y terriblemente enredado. Quera ser tan bonita como la hija de mi abuela y hacer que Jan
se fijara en m por mi belleza; sin embargo, en ese aspecto yo senta que no tena mucho
que ofrecer y eso me entristeca. No me quedaba otro remedio que salir as y mostrarme
ante l y ante todos tal y como era.
Tom una hoja de papel que estaba sobre la mesa y me aproxim a la puerta.
Poda sentir su mirada furiosa en m, a pesar de que estaba de espaldas a l. Antes de
irme, volte y le dije:
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No se van a llevar a nadie ms.
Me fui corriendo hacia las orillas del puerto, al mercado de los pescadores,
atardeca y estaba por cerrar. All me sent y, con toda la fe que tena, escrib una historia
ms. En ella una chica llamada Abi descubra dnde estaban las chicas secuestradas.
Cerr los ojos y esper a que el conocimiento del paradero de las nias llegara a mi
mente por arte de magia, pero no fue nada as. Nada. Segua sin tener la menor idea del
lugar donde las tenan secuestradas. Despus de un rato me di cuenta que no haba
funcionado. Empec a desesperarme y, en un ataque de furia, arrugu la hoja de papel y
la lanc lo ms lejos que pude. De camino a casa pate con mi zapato cuanta piedra cruz
frente a m y met al bolsillo de la falda un pedazo de carbn que encontr all. Cabizbaja
pens que tal vez Jan tena razn; tal vez lo que pasaba cada vez que escriba era mera
coincidencia. Lo peor era que si no saba en donde estaban esas veinte chicas, tampoco
podra ayudarlas.
Iba tan concentrada en mis pensamientos que no vi lo peligrosamente cerca que
vena un jinete desconocido. En un instante mis pies dejaron el suelo para volar por el aire
mientras aquel misterioso agresor me sostena con fuerza por la cintura y escuchaba mis
explosivos gritos de ayuda. Me acababa de pasar lo que estuvieron a punto de hacerle a
Patricia y me mora de miedo.
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Resentimiento Janena un mal presentimiento. Era tarde y ella no llegaba. Al principio pens
que sera mero capricho, un enojo pasajero, pero ahora empezaba a temer.
Conocindola, la crea capaz de ir a buscar a esas nias ella sola. Llova a
cntaros y por un momento quise pensar que tal vez estaba en algn lugar refugindose
de la lluvia, pero yo saba que Abi no tena miedo al agua.
En dnde estar? pregunt ansioso a la abuela que se mova nerviosa de un
lado a otro en su mecedora junto a la ventana. Creo que se encontraba igual de
preocupada que yo.
Jan, ve por ella.
No me lo tuvo que decir dos veces. Sal corriendo y dos metros despus de haber
dejado la casa estaba empapado. Y lo peor, no saba por dnde empezar a buscar. Recorr
las calles del pueblo, casi no se vea nada y las calles estaban inundadas.
Abi!, Abi! grit una y otra vez, esperando escuchar su voz desde cualquier
lugar.
Lo nico peor que el remordimiento era la desesperacin de no encontrarla. Me
senta tan culpable de haberle gritado; no tena ningn derecho. Quera protegerla y las
cosas haban salido terriblemente mal. El recuerdo de sus ojos decepcionados porque yo
no confi en ella me perseguira por aos. Deb haberle credo desde la primera palabra
que me dijo. Qu razones tena ella para mentirme? Haba sido un tonto obsesionado entener la razn.
El agua estaba helada y despus de recorrer todo el pueblo an no la haba
encontrado. Slo faltaban el acantilado y el mercado de pescadores. Iba rumbo al
mercado gritando su nombre cuando escuch el mo en respuesta:
T
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Jan! -grit una voz infantil poco conocida.
Era Patricia, que se encontraba igual de empapada que yo.
Fui a buscarte a tu casa -dijo con la respiracin entrecortada. Se llevaron a Abi.
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FuegoAbi
ena mucho fro. Arda una chimenea, pero an as senta fro. El stano no
tena ventanas y era gris. Haba un enorme colchn sucio en medio del
cuarto, pero yo prefera sentarme en el suelo, en una esquina, lo ms lejos
posible de ese colchn, porque cada vez que lo vea me daban nuseas y muchas ganas de
llorar. No llorar era mi nico propsito en el mundo en esos momentos. Deba tener la
mente clara y aprovechar cualquier oportunidad para escapar, por eso no poda
desperdiciar mi energa llorando.
Intentaba no recordar lo que me haba contado Patricia; sin embargo, me era
imposible. Sus palabras resonaban en mi mente una y otra vez, advirtindome que quizs
se era mi futuro. Patricia deca que ninguna de las veinte chicas haba regresado porque
todas estaban muertas; deca que despus de que las violaban eran asesinadas y que de
ellas slo quedaban pedazos que nadie haba podido encontrar. Veinte chicas muertas y
yo sera la nmero veintiuno.
Me senta como una tonta por haber hecho un berrinche unas horas atrs. Claro
que Jan tena razn! Yo no poda encontrar a esas chicas y mis historias tampoco iban a
protegerme de esos hombres. Las lgrimas se asomaban amenazantes, no iba a poder
resistir por mucho tiempo.
Cuando pens que las cosas no se podan poner peor, dos hombres con aspecto de
gorilas me arrastraron fuera del stano, a pesar de mis gritos y resistencia. Saba lo que
segua, pero jams imagine a quin me encontrara en esa lujosa recmara llena de
espejos y flores.
Matilde!
Estaba tirada en el suelo, inconsciente y con un ojo hinchado. Me arrodill y la
sacud para despertarla. Abri los ojos lentamente y en cuanto me vio me abraz y
T
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comenz a llorar. Matilde no poda hablar; me imaginaba lo asustada que debi haber
estado cuando esos hombres la raptaron.
Y encima los malditos te golpearon- dije observando con cuidado su ojo
lastimado.
Mi sangre hirvi e hizo que el miedo disminuyera. Tena que sacar a Matilde de all,
no iba a dejar que nadie le pusiera las manos encima. Estudi las posibilidades: la puerta
estaba custodiada por gorilas y las ventanas eran demasiado altas para saltar; aun as
consider que las ventanas podan ser nuestra mejor apuesta. Busqu en la recmara
algn tipo de soga larga y lo nico que encontr fue un montn de macabras muecas de
porcelana, perfectamente vestidas y ojos de cristal. El miedo me atac desprevenida al
verlas; el hombre que robaba a las chicas estaba enfermo.
Pens que tal vez las sbanas nos serviran y calculaba cuntas sbanas amarradasse necesitaran para bajar a tierra firma cuando el dueo de la casa se present en la
recmara.
Adnde van, pequeas? pregunt de modo malicioso, justo cuando Matilde y
yo jalbamos las sbanas de la camas.
Ambas nos congelamos. El hombre vena acompaado de sus dos gorilas estpidos
que rean ante nuestro asombro. l se acerco a nosotras y nos jal del cabello. A m me
avent al suelo y a Matilde a la cama.
Espera quieta, que ya te tocar tu turno.
Los gorilas soltaron carcajadas al unsono y Matilde comenz a gritar y chillar.
Era una pesadilla. Saba lo que pasara; saba lo que ese hombre iba a hacerle a mi
amiga. Lo vea manosendola y jalando su ropa, mientras ella lloraba y trataba de aprtalo
intilmente con sus manos. Yo estaba paralizada del terror, escuchando gritos y
carcajadas al mismo tiempo, desde un lugar muy lejano en mi mente. Los ojos de Matilde
me despertaron, sus ojos llorosos rogaban mi ayuda y yo dese con todas mis fuerzas
poder hacer algo. Me arroj sobre ellos y jal la cara y el pelo del perverso.
Djala! No la toques!
Ustedes dos, qutenmela de encima!
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Un solo par de manos de gorila fue suficiente para levantarme en el aire. Segundos
ms tarde estaba de nuevo en el suelo, despus de haberme estrellado contra la pared.
Sent un dolor punzante en mi brazo y mi cara, no obstante lo que ms arda era mi enojo.
Los gritos de Matilde continuaron, cada vez se hacan ms fuertes. La ira me envolva
como el fuego, sent ganas de matar a esos tres criminales con mis propias manos.
Entonces vi algo que cay de mi bolsillo cuando el gorila me avent a la pared: un pedazo
de carbn. Lo tom sin pensar; solo haba una palabra en mi mente y cuando la escrib
sobre el suelo de la habitacin supe que ese hombre jams tocara a Matilde ni a ninguna
otra chica, lo supe porque ese hombre iba a morir.
Fuego y l arde
Eso fue lo que escrib. De repente hubo silencio. El hombre ces de tocar a mi
amiga y se alej de ella rpidamente. Los gorilas se miraron confundidos sin saber que
hacer o que esperar. En los ojos del malhechor haba pnico. Matilde dej de gritar ytemblando se acerc a m. Ahora era el turno del hombre para gritar. Empez como una
llama pequea y su pecho fue lo primero que ardi; el fuego se extendi convirtindose
en una fogata alimentada por la carne humana y los gritos del hombre. Su piel se derreta
como la cera de una vela, mientras el cuerpo en llamas daba tumbos por toda la recmara
quemando las cortinas, la cama, las flores y todas las muecas.
Los dos gorilas huyeron como si ellos tambin fueran a sufrir una combustin
espontnea en cualquier momento. Y yo estaba completamente inmvil despus de mi
proeza. Matilde ley lo que yo haba escrito y me llam; sin embargo, ya no pudeescucharla. Mi mente se deslizaba por un tnel largo y negro.
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Sin adisJan
ue Matilde quien salv a Abi del incendio. Cuando llegu a la mansin, ya
arda hasta el ltimo de sus rincones y las llamas iluminaban la noche,
mientras Matilde ayudaba a caminar a Abi por el sendero que conduca al
pueblo. Al verla, la llev a casa en brazos e inconsciente.
Cundo cesaron las llamas, los pobladores se asomaron para ver qu quedaba de la
que alguna vez haba sido la propiedad ms rica de la zona y se encontraron con una
aterradora sorpresa: veinte esqueletos. Eran las nias que se haba robado desde que
aquel hombre lleg. Y un cuerpo ms. Un cadver completamente calcinado por las
llamas. Nadie lo dijo; pero todos pensaron que era un castigo justo.
Abi no haba pronunciado palabra alguna en casi dos semanas. La abuela y yo
prcticamente tenamos que obligarla a comer y a beber agua. Tena la mirada perdida, no
se mova y apenas respiraba. Era una mueca de trapo Qu poda hacer? Me ganaba la
desesperacin; le haba hablado, gritado y poco me falt para abofetearla. Cada da lesuplicaba que reaccionara, pero ella no me escuchaba; segua perdida en algn lugar de su
mente llena de leyendas.
"Qu habr pasado?", me preguntaba una y otra vez. "Le habr hecho dao ese
hombre?" Ni siquiera poda pensar en ello. Aunque hubiera querido, ya no poda
vengarme. l estaba muerto. Y de qu manera! De l slo haban encontrado trozos de
huesos, un pedazo de pierna y otro de brazo, lo dems eran cenizas. Matilde dijo que el
incendio comenz antes de que l pudiera hacerles dao; sin embargo, senta que
ocultaba algo; tampoco me quiso decir cmo empez el incendio. Desde entonces, Abi nohablaba. "Por lo menos est viva" me repeta aliviado cada vez que acariciaba su mejilla.
Deseaba tanto que volviera en s, que por las noches, antes de dormir, le contaba
su leyenda favorita: El Canto de Arhn.
Dos figuras vuelan perdindose entre el mar y el cielo...
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As no comenzaba la historia, pero a m me pareca que no haba frase que
encajara mejor. Era un poema kichh que trataba de un clan de dragones muy estricto a
quien no le agradaba el trato con los humanos y, para evitar cualquier contacto con ellos,
viva en las montaas del norte.
Ellos permanecan como dragones todo el tiempo y slo salan de su territorio y
tomaban forma humana con un propsito: traer ms dragones para que se integraran al
clan. Tenan un sexto sentido que les deca cuando un dragn estaba por aparecer y magia
muy antigua que les indicaba el lugar exacto donde sucedera.
Aunque podan pasar meses antes de que un nuevo dragn se manifestara,
siempre mandaban a uno de los suyos a proteger y convencer al nuevo dragn de que se
les uniera.
En cierta ocasin mandaron al ms joven del grupo, un dragn que tena fama deser insubordinado, llamado Arhn, cuyo nombre significaba "oscuro". Le dieron la
oportunidad, convencidos de que el deber le ayudara a enmendar su comportamiento
rebelde; sin embargo, l se tom la encomienda como una aventura que le permitira
jugar a ser humano un rato. Tena mucho tiempo sin ser hombre y, en cuanto volvi a
probar la deliciosa comida de la posada donde se hospedaba, se cuestion si no se haba
apresurado a unirse al clan.
Pronto descubri que el pueblo donde se haba instalado estaba lleno de cazadores
de dragones. Fue en el tiempo en que los hombres dejaron de tenerles miedo, porque
saban cmo matarlos, y se dedicaron a cazarlos como si fueran cualquier animal. Desde
que descubrieron que el mismo corazn de un dragn serva de arma contra ellos,
empezaron una gran cacera que casi resultara en la extincin de los dragones. Arhn no
slo tendra que ser muy discreto en su labor, sino que tal vez tendra que defender al
dragn novato. No sera una tarea fcil rodeado de cazadores expertos, aunque tal vez
todo hubiera salido bien de no ser por Victoria, la hija de la posadera.
Al principio Arhn ni la not. Ella lo saludaba y le serva a diario su comida y l
jams la miraba, para evitar levantar sospechas ante preguntas que no poda contestar.
Esas barreras no le duraran. El da que por accidente la vio sonriendo dej de ser elmismo y cambio la historia de ambos. Victoria era linda, aunque no la ms bonita del
pueblo; sin embargo, haba algo especial en ella: la extraa cualidad de iluminarlo todo. En
el pueblo era muy estimada por su caracterstica alegra e inagotable brillo.
Tampoco Arhn logr escapar de su magia. Despus de ese da no logr quitarle los
ojos de encima; le impresionaba que un humano pudiese irradiar tanta energa y por un
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momento fugaz pens que tal vez ella era el dragn que buscaba. Algo fuera de su control
lo oblig a hablarle. Sin decirle lo que era, le habl acerca de las montaas blancas y
eternamente heladas del norte y de todas las tierras que haba visto camino al pueblo
aquel. A pesar de que Victoria haba cumplido la mayora de edad haca unos meses,
jams haba salido del pueblo; su vida era atender la posada junto con sus padres y, hasta
la llegada de Arhn, pens que eso hara toda la vida. Nunca dese estar fuera de casa
mucho tiempo; sin embargo, un efecto desconocido surgi en ella al escuchar a su nuevo
amigo acerca de hombres y mujeres de piel oscura y dialectos incomprensibles o acerca
de las olas del mar o del desierto que pareca no tener fin. Comenz a soar.
Un par de meses ms tarde ambos se encontraban locos el uno por el otro, aunque
ninguno de los dos se atreva a comentar algo. Arhn saba que el nuevo dragn estaba
por aparecer y que en poco tiempo tendra que dejar la posada y a Victoria para regresar
al norte con un nuevo integrante para el clan. Deseaba con todas sus fuerzas que ese
dragn jams apareciera, para que l pudiera quedarse all para siempre. Sin embargo, no
fue as. El dragn novato por fin apareci e hizo tal escndalo que los cazadores fueron
enseguida por l. Arhn llego justo a tiempo y pudo rescatar a su nuevo compaero antes
de que le hicieran dao, aunque no sin revelar su identidad a los presentes.
A pesar de que las instrucciones del jefe del clan haban sido muy claras al indicarle
que regresara en cuanto tuviera al nuevo miembro, Arhn no pudo irse as como as. De
seguro, ya para esas horas, Victoria sabra lo que era l y no poda imaginarse todo lo que
ella pensaba. Necesitaba verla. Dej a su amigo bien escondido en un bosque cercano y al
caer la tarde se lanz en busca de Victoria para darle una explicacin.
Trep por su ventana y en cuanto la tuvo en frente le dijo:
Perdname por no habrtelo dicho; no poda, tena miedo de que me odiaras.
Por favor, no me odies, t no.
Por supuesto que Victoria no lo odiaba ni por la mentira y mucho menos por ser lo
que era. Al contrario, ella lo hubiese querido as le hubiera confesado que era un caracol o
un elefante. Estaba dispuesta a huir y dejar todo atrs con tal de estar a su lado y l senta
lo mismo. Arhn tom la decisin de dejar el clan e irse a vivir a una tierra neutral paradragones y humanos con Victoria. Le jur que regresara como un hombre libre despus
de conducir al dragn novato a las montaas del norte.
Victoria espero durante das y semanas que pronto se convirtieron en meses. Al
principio esper ilusionada, pensando en el regreso, soando con una vida en tierras que
nunca haba visto, al lado de un dragn color azul medianoche. Con el pasar de los meses,
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la duda entr en su corazn. "Tal vez se ha olvidado de m", se deca en las noches,
escondida entre su almohada. "No soy ms que una aldeana". Arhn le haba contado que
al clan no le agradaban los humanos y, al recordar el desprecio que sus hermanos sentan
por alguien como ella, tuvo una idea: se convertira en dragn.
El ms memorable husped de la posada se haba quedado apenas una noche. Era
la nana kichh de una acaudalada familia a la que acompaaba en su viaje para hacerse
cargo de los nios, quienes tenan la misma edad de Victoria en ese entonces. La joven
recordaba bien en esa ocasin, a pesar de haber tenido apenas ocho aos, y lo haca por la
historia que la nana les haba contado a los pequeos. La leyenda de una mujer que viva
en un lugar llamado Isla Azul. Una mujer que conceda deseos y que haba sido capaz de
transformar hombres en dragones. Algo en los ojos de la nana le dijo que esa historia
tena que ser cierta.
Su deseo de estar con Arhn hizo que creyera en esa historia, lo que la llev, noslo a huir de casa, sino a recorrer sola tierras desrticas y peligrosas, a cruzar mares,
atravesar islas y finalmente a encontrar Isla Azul y a aquella mujer que conceda deseos a
diestra y siniestra.
Quiero ser un dragn le dijo a la Dama Eterna cuando la tuvo frente a ella.
Quiero ser un dragn para poder estar con quien amo.
La Dama Eterna, que conoca el destino de las personas, insisti en que se no era
el camino para estar con Arhn y le aconsej que regresara a casa.
No, ya he esperado demasiado le respondi Victoria, que por su necesidad
esperara an ms.
La Dama Eterna le concedi su deseo y la joven sali de Isla Azul convertida en un
hermoso dragn blanco y de ojos dorados.
Victoria vol presurosa hacia las montaas del norte, dispuesta a integrarse al clan
inmediatamente y a hacer todo lo que ellos le pidieran con tal de estar al lado de Arhn.
Lo que encontr al llegar le cambiara la vida y adelantara su muerte. Las cuevas que
servan de refugio para el clan estaban vacas. La joven dragn no saba qu hacer o
adonde se haban ido. Revolote por los alrededores y fue as como encontr un campo
de batalla, lleno de cadveres de hombres y dragones. La batalla deba de haber sido
tiempo atrs. Casi se vuelve loca buscando entre ellos algo que pudiera identificar a
Arhn, pero no encontr ninguna pista.
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Lo que Victoria no supo y jams sabra era que, despus de su desaparicin, todos
en el pueblo culparon a Arhn y un gran nmero de cazadores unieron fuerzas y
marcharon hacia el norte para rescatarla. La batalla entre humanos y dragones haba sido
intil, puesto que los dragones no tenan idea de quin era Victoria y los humanos
tampoco pudieron encontrar a Arhn y vengarse de l. El dragn acababa de renunciar al
clan e iba de camino a buscar a Victoria, sin saber que ella estaba en Isla Azul en esos
momentos. As que al final de cuentas la Dama Eterna tena razn en decirle que regresara
a casa; si lo hubiera hecho, Arhen la hubiera encontrado y tal vez no hubieran muerto
tantos.
Victoria muri como humana, de fro y desesperanza, sin saber todo eso y sin
percatarse de que a lo lejos se vislumbraba un dragn azul, el mismo que dedic todos los
das de su vida a buscarla.
Desde entonces dos dragones fantasmales recorren el firmamento, buscndose eluno al otro, sin encontrarse jams y sin poder descansar en paz. Se dice que en noches
cuando la luna brilla de forma espectacular se escucha el canto de un dragn, cuyo
fantasma llama cansado a quien perdi hace mucho tiempo.
No entenda por qua Abi le gustaba tanto esa historia; el final era deprimente. Yo
prefera no creer en nada de eso; era suficientemente triste contemplar a mi mejor amiga
recostada en la hamaca con los ojos brillantes abiertos como platos. As premiaba el
destino a sus hroes. Cmo poda creer ella en todas esas historias? Cmo poda creer
en todo lo bueno? La gente de puerto Esmeralda la catalog de bruja desde el primer da;ni siquiera dejaban que se les acercara, qu rayos fue lo que la hizo querer ayudarlos? No
se lo merecan. Si la situacin hubiera sido la contraria, ellos no hubieran movido un dedo
por ella.
Los das pasaban lentos; no haba mucho que hacer A veces la llevaba de paseo por
la playa de la mano; ella se mova despacio y arrastrando los pies. Le contaba de nuestros
paseos por la costa y de cmo alguna vez ella y otros dos nios escribieron el abecedario
completo sobre la arena de ese lugar. Matilde y Sebastin venan todos los das, trayendo
consigo regalos para Abi; en la casa se acumularon centenares de conchas de mar y granos
de arena. Los nios miraban con rostro triste a su amiga; aquella quien jugando les haba
enseado todas las letras y miles de palabras se haban transformado en un fantasma
viviente.
Por favor, Abi, tienes que despertar, tienes que vivir susurraba Matilde a
punto de llorar, cada da que el sol estaba a punto de ocultarse y cuando su visita
terminaba.
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Un da ms perdida en la oscuridad.
Dorma junto a ella y la abrazaba, no porque creyese que ella tuviera miedo; en
realidad, el que tena miedo era yo. Todas las noches dorma dndome la espalda y yo me
aferraba a ella porque no quera dejarla ir. Durante nuestros ltimos paseos lo nico que
haba llamado su atencin era el acantilado. Se quedaba plantada en el mismo lugar,
observando aquel risco, como si calculara un riesgo o estuviese hipnotizada por l. Me dio
miedo la forma en que lo vea; desde entonces dorm junto a ella. Su aroma me
intoxicaba; s que nunca olvidar el perfume de su piel. Poda adivinar cada uno de sus
huesos. Sus manos se entrelazaban con las mas. Hund mi cara en su pelo y entonces
comprend que la amaba. Abi, mi mejor amiga, la nica, a la que seguira hasta el fin del
mundo, con o sin recuerdos, con la que pasara el resto de mis das en ese pueblo y no me
importaba. Todo con tal de estar junto a ella, todo con tal de verla feliz.
Jan...
Estaba casi dormido o tal vez soando cuando ella me llam. Incluso entre sueos
poda reconocer su voz.
Jan...
En mi sueo ya no me da la espalda, me llama otra vez y me mira con sus
prodigiosos ojos dorados.
Tengo que irme me dijo mientras acariciaba mi cara.
Yo aferro mis manos a su espalda y la estrecho contra m. Quiero pedirle que no se
vaya y no puedo porque estoy dormido. Ella me acaricia el rostro y el pelo. Est tan cerca
que su nariz roza la ma, puedo sentir su aliento, su rtmico respirar que jala aire de mi
propia boca. Ese bezo que nos robaron aquel da en la callejuela est aqu; puedo sentir
sus labios tocando los mos, su boca es hmeda e impaciente, se mueve como si
nicamente le quedaran unos momentos y no la vida entera. Y slo por ese instante, soy
por completo feliz.
Entonces abr los ojos y despert. Ella ya no estaba. Me bast un salto y dos pasospara salir de la casa. Afuera, volte para todos lados sin verla. Entonces me golpea el ms
terrible de los presentimientos. Ni siquiera me detuve a pensar si poda ser o no, sal
corriendo rumbo a la punta del acantilado, rogando que no estuviera all. De nada sirvi;
en cuanto pude ver el risco se dibuj en su punta una diminuta y oscura figura. "Tengo
que llegar a tiempo", me ordenaba y gritaba a m mismo, furioso de miedo, asfixiado en
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angustia, mientras la malvada arena se coma mis pasos y me haca ms lento. Mis piernas
se convirtieron en hilos en la subida. Cmo haba hecho ella para subir tan rpido?
Abi, no! le grit desesperado, sin importar la falta de aire en mis pulmones.
Ella se encontraba a unos pasos, me daba la espalda y yo estaba listo paralanzarme sobre ella si intentaba caminar hacia adelante.
Nunca olvidar ese momento. Abi se dio media vuelta y me mir. Sus ojos fijos en
los mos me decan que por fin haba despertado de su estado de catatonia y por un
momento sent un gran alivio, aunque no dur mucho tiempo. Sus ojos brillaban de forma
extraa, eran como dos soles, fuego incandescente puro. Me qued inmvil, sorprendido
e hipnotizado. Menos de un de un segundo ms tarde ella se tir por el acantilado.
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Segunda parte
(3 anos despus)
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El silencio Jano no tena diecinueve aos. No se puede vivir una guerra y seguir teniendo
diecinueve. Cmo describirlo? No lo s llega el momento en que todo es
tan callado. S, llega el momento en que la tierra se estremece y no es
posible ver otra cosa que no sean las balas que llueven de arriba abajo, vuelan y nos
persiguen; entonces uno se ve rodeado de los cadveres de los hombres con quienescomparti la mesa muchas veces; los vemos rer y hablar y saludarnos, los vemos llenos de
sangre, con la cabeza hecha pedazos y medio intestino de fuer, y sabemos que dentro de
poco estarn llenos de gusanos. Entonces ese silencio nos envuelve y nos salva de vomitar
y con suerte hasta dormir, es tan grande ese silencio, que evita que uno escuche sus
propios gritos de terror: uno grita tan fuerte porque ha visto demasiado y si no lo hace
corre el riesgo de volverse loco. Yo no tengo diecinueve aos, no soy un chico ni un
hombre. Soy un soldado.
Cmo fue que me convert en un soldado? Tantas cosas pueden pasar en tresaos
Me gustaba ser gil como una sombra, esconderme y volverme invisible como un
fantasma. Me gustaba ver como las flechas ardiendo con fuego salan disparadas y como
las llamas consuman su objetivo. El ruido ensordecedor de las balas provocaba una
turbacin deliciosa, como si me asomara a un precipicio sin saber si caera o no. Entrenar,
pelear, correr eran una bocanada de aire, un descanso que me permita no pensar ni
recordar. Sin ello me hubiese vuelto loco. Por esa cordura temporal pagara muy caro, por
ser un buen recluta ira al frente a defender una patria que no era ma y a un emperador
que no comprenda. Un ao atrs, la posibilidad de una guerra era impensable. Los
soldados imperiales solo entrenbamos por tener algo en que ocuparnos. Nadie se
levantara en contra de un soberano tan poderoso. Todos se equivocaban.
La noche en que esto comenz el emperador celebrara sus quince aos en el
trono y como soldado del imperio deba asistir al festejo. Danya me pidi que fuera con
Y
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ella al baile de celebracin y no me negu. Nunca me negu; le deba la vida, qu ms
daba complacerla yendo a todos los bailes que ella quisiera.
Vi mi imagen reflejada en el espejo y me re. Vesta mi traje militar de gala, saco
blanco con motivos azul celeste y pantalones azul marino. Pareca un payaso. Mi cabello
alguna vez indomable y greudo, estaba considerablemente ms corto y arreglado. Todo
mi aspecto era limpio, impecable y sin arruga. Abi se hubiera burlado de m, poda verla en
ese justo instante rindose. Pensar en ella me caus el acostumbrado dolor en el pecho.
Ni modo. Aunque el fantasma de Abi se burlara de mi apariencia, yo deba
encontrarme con Danya en el vestbulo y ya se me haba hecho tarde. Danya y su vestido
rosa ya me esperaban para entrar al gran saln. Qu diferente se vera unos meses
despus! Vestida con pantalones militares, su larga trenza y todas las preocupaciones del
imperio sobre ella, ya casi no poda distinguir sus rasgos de princesa. Sin embargo, esa
noche se vea impecable y sin ningn rastro blico encima. A pesar del entretenimiento yel esplendor que la fiesta prometa, yo, como siempre, no deseaba estar ah y me animaba
dicindome que slo seran unas cuantas horas. Adentro, se notaba que no se haba
escatimado en gastos, todo era transparente, todo era de cristal y diamantes, todo era
derroche. Miles de estrechas cristalinas colgaban de hilos tan finos que parecan estar
suspendidos en el aire con magia. Salud a varios oficiales y compaeros, escuch atento
la pltica de otros, com, felicit al emperador y bail con Danya. Todo esto en forma
mecnica. Un baile ms, en donde me comport como siempre. Todo era esplendido, la
cena extica y deliciosa, la msica animada, la noche perfecta; sin embargo, yo estaba
muy lejos de all.
Quireme a m! me susurr Danya mientras bailbamos. Ella ya no est. Ella
ya no existe.
Danya tena razn, Abi ya no exista y yo llevaba ms de dos aos esperando que
reviviera. Cmo superas la muerte de tu mejor amiga? Cmo dejas de pensar en la
persona que ms amas? Me persegua su mirada dorada, an ola el aroma de su piel. Me
torturaba ese ltimo beso, el nico; me mataba la rabia porque saba que no habra ms.
Abi se ahog en el mal la noche de mi descuido. A pesar de que salt de tras de ella, la
busqu y acab con mis fuerzas nadando, jams pareci.
A Danya le debo la vida. Fue ella quien me salv de ahogarme, y me llev a la playa
moribunda, deshidratada, con los labios resquebrajados, balbuceando entre mis delirios.
Ms que humano, pareca un animal marino que desfalleca. El da que los ojos verdes y la
cabellera de princesa de Danya me encontraron, yo no estaba consciente; si lo hubiera
estado hubiera rogado porque me dejaran morir en esa playa y me volvieran a arrojar al
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mar. No obstante, Danya tena otros planes. Hizo que sus poderosos guardianes
imperiales cargaran conmigo, un verdadero trapo humano, y me llevaron a su castillo azul.
Ah permanec semanas y semanas, navegando en la inconsciencia, ahogndome entre las
finsimas sbanas, viendo a Abi una y otra vez, persiguiendo su fantasma, an en la torre
ms alta del castillo, incluso a travesando la muralla indestructible de la ciudad. Hasta ah
llegaba su fantasma, hasta ah llegaba mi delirio.
La noche del gran baile haban pasado dos aos desde que ella se haba ahogado,
desde que Danya me rescato y me trajo a la ciudad Amurallada. No me quejaba, mi vida
all era cmoda. En cuanto me recuper de la insolacin, Danya me confi al comandante
de las fuerzas imperiales, y as comenc mi entrenamiento como soldado.
Me gustaba ser soldado, me gustaba sentir la fra empuadura de la espalda en mi
mano y la fuerza que esconda una simple pistola. Me gustaba moverme con anticipacin
y rapidez, como si adivinara los movimientos de mi enemigo. Me gustaba el ejrcitoporque ah nadie me juzgaba por mi rabia, al contrario, la furia era smbolo de respeto y
hombra. Senta tanta ira que pude haber matado a cien hombres sin que esta se calmara.
Sin importar lo que hiciera y cuanta furia sintiera an la extraaba. Me dola saber que
habamos sido completamente felices y que por unos meses no nos hizo falta nada. Si
hubiera sabido todo lo que pasara y que nuestros das juntos estaban contados, me la
hubiera llevado lejos de aquel maldito acantilado, mucho antes de que comenzara a
caminar dormida o que supiramos de las nias desaparecidas, mucho antes de que fuera
demasiado tarde.
Jan, quireme a m. repiti Danya, esta vez con menos energa.
No le contest, nunca contestaba a esa peticin. A lo lejos escuchaba a los violines,
el piano, y a la orquesta entera. No tena ni la menor idea de qu tocaban, tampoco me
interesaba; todas las piezas me parecan iguales. Haca mucho que haba dejado de
tararear canciones. Ya no me gustaba la msica.
Cundo vas a besarme?
No me sorprendi su pregunta, no era la primera vez que lo haca. La planteabacada vez que tena la oportunidad, muy especialmente en los bailes. Para esta pregunta s
tena una respuesta.
Ya te dije que cuando cumplas la mayora de edad.
Danya era la nica hija del emperador y tena catorce aos, as que an le faltaban
cuatro aos para que fuera mayor de edad; estaba a salvo. Qu hara cuando ella
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cumpliera los dieciocho? Sin nimos de ofenderla, tena pensado mudarme a las Islas del
Norte. Para m ella sera siempre una chiquilla.
No podramos adelantarlo? me pregunt esperanzada.
De ninguna manera.
Pues t te lo pierdes me amenaz bromeando como siempre.
Bajo mi propio riesgo. respond como lo haca en todas las ocasiones.
El emperador estaba enterado de la gran sorpresa que le tenan reservada para
celebrar su aniversario. Un emblema que simbolizaba toda su fuerza y el mayor logro
como gobernante: haber matado al ltimo de los dragones hacia ms de doce aos. Ese
emblema era un cetro que contena el ltimo corazn de dragn. Cuando lo tuvo en sus
manos contempl la enorme esmeralda en la punta y sus ojos satisfechos proclamaron atodo el mundo que el era invencible. Qu equivocado estaba!
Cuando viv en Puerto Esmeralda jams me pregunt acerca de la geografa de las
islas. Yo viva en m mundo, con mi mejor amiga y poco me importaba lo que haba fuera
de l. Estando en la Ciudad Amurallada aprend que esta era la capital de la Isla del Sur y
existan otras islas con otros gobernantes y otra gente que no era del todo pacfica. Esa
noche, mientras el emperador dorma abrazado a su cetro, uno de los entr de manera
violenta en su recmara real para comunicarle que los ejrcitos de las dems islas se
haban unido en su contra y ya haban invadido parte de su territorio. Las celebracionesterminaron, nosotros partimos al desierto para enfrentarnos con los invasores y la guerra
comenz.
Jams hubiera pensado que la Isla del Sur fuera tan grande y que, adems del
extenso mar y de la vegetacin hmeda, tambin tuviera un desierto interminable, con
fronteras tan vulnerables.
Dicen que nos invadieron porque nosotros tenamos planeado hacerlo primero
dijo Danya una noche en el campamento. Qu tontera!
Ella haba decidido venir con nosotros al desierto, a pesar de las noches heladas y
del infierno de los das. Ella tambin haba cambiado, a pesar de nunca haber estado en
batalla. Ver una pila de hombres destrozados es suficiente para cambiarle la vida a
cualquier chica. Despus de unos meses, en su cara comenzaba a dibujarse el rostro de la
desesperanza. Estbamos perdiendo la guerra.
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No entiendo como t padre dejo que vinierasle reproch sin consideracin.
Este no es lugar para ti, deberas ir a casa.
Y quedarme bordando pauelos con una madre que me odia? pregunt
riendo. De seguro esa es una digna tarea para la heredera del trono.
En esos mese de atender heridos, de ver brazos y piernas ausentes, y muertos
antes de su tiempo, Danya haba crecido lo que le tocaba crecer en diez aos.
Quireme a m antes de que vueles en pedazos. Me repiti en medio de un
campamento catico.
En esa ocasin sent la fuerte obligacin de besarla. Pens que sa deba ser su
recompensa por haber crecido tan rpido, por haber visto cosas que gente tan joven no
debera ver, por decir estar con su gente en lugar de quedarse a bordar pauelos, porque
tal vez al da siguiente sera nuestra ltima batalla antes de perderlo todo y porque
muerto ya no podra besar a nadie. Entonces la bes, sin sentir culpa, sin sentir amor.
Danya sonri con los ojos cerrados y sin mirarme a la cara se dio media vuelta para
alejarse de m.
La sigues queriendo a ella, verdad?
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Fantasmas que ayudanabalgu rumbo a la batalla como muchos otros, consciente de que tal vezno regresara. El amanecer del desierto era lento y limpio, no haba
momento ms espectacular y todos pensamos que era un presagio para
volverse mrtires y no hroes.
No le tena miedo a morir, para mi gusto haba vivido tres aos de ms y tena la
remota esperanza de que al morir me encontrara con ella. No le tena miedo a la muerte,
aunque s a ese silencio maligno de las batallas, al temblor que la muerte deja al pasar, altorbellino de partes revueltas y a la peste de la carne quemada. Dese morir rpido para
no presenciar eso.
La cabeza del emperador se haba vuelto gris en el ltimo ao su cara tambin se
llen de arrugas y sus ojos de fantasmas. Los hombres cercanos a l e incluso hasta la
misma Danya contaban que el gobernante no dejaba de murmurar:
Estoy pagando, se que lo estoy pagando.
Qu era lo que pagaba? No tena ni idea, pero el remordimiento se le notabahasta en la forma de cabalgar. Saba que ante la unin de las dems islas no tena
escapatoria y que su destino terminara en el funeral. A veces me preguntaba si ya estara
resignado a perder. Si as era, entonces sacrificara la vida de sus hombres en vano.
De la batalla recuerdo poco. Recuerdo hombres a mis costados cayendo y
quedndose atrs, las dunas salpicadas de sangre y cuerpos torcidos, recuerdo la soledad
de avanzar entre las tropas enemigas y el silencio. El campo de batalla era el lugar
perfecto para que yo desquitara mi enojo con gente que nunca haba visto, para matar,
para liberar la ira acumulada en esos aos. Sin embargo, algo me detena y nunca lolograba antes de que pudiera hacer algo llegaba el silencio que adormeca mis emociones.
Vea la plvora entre el humo negro y los soldados inertes que brotaban de la tierra,
amigos y enemigos se amontonaban uno contra otro en el suelo; nadie elega el lugar
donde se echara a morir. Cunto tiempo haba pasado? Perd la nocin del tiempo y mis
brazos dolan. Empec a desesperarme por no caer junto con los otros, consideraba que
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no era justo que siguiera en pie, vivo, mientras que a los que en verdad deseaban la vida
los haba arrancado de ella.
Entonces un elemento nuevo lleg al campo de batalla: el fuego. No solo en la
arena, entre los cuerpos, sino tambin en el aire y en todos lados. El desierto se convirti
en un infierno. Confundidos, todos paramos de pelear y miramos al cielo, el lugar de
donde provenan las llamas.
El emperador se haba equivocado en muchas cosas y las ms importante de ellas
era que no haba matado al ltimo dragn, puesto que cuatro de ellos revoloteaban el
cielo rojo justo en ese momento. Los cuatro dragones eran serpientes voladoras sin alas,
con plumas en lugar de escamas y poderosas garras en lugar de brazos. El ms grande de
ellos era rojo, o casi anaranjado, y terrorfico desde cualquier ngulo; tambin haba uno
azul y uno verde que parecan animales marinos que nadaban, en lugar de volar, y por
ltimo el ms pequeo de ellos, un dragn blanco de ojos dorados, el cual brillaba concada movimiento.
A pesar de que todos corran, me fue imposible no quedarme a contemplarlos
aunque fuera un minuto; hasta ese da nunca haba credo que existieran. Qu hacan
all? De qu lado estaban? Ninguno de los dos bandos lo saba; por eso, ambos nos
retiramos antes de ser acecinados por los dragones. El peligro me hizo despertar y correr
como los otros.
Esa noche los que regresaron al campamento se sentan felices de estar vivos y
secretamente aliviados de que aquellos seres hubiesen aparecido de la nada, sin importar
de cual parte estuvieran. El kiser era el nico que, ms que preocupado, pareca fuera de
s de la angustia. Caminaba de un lado a otro con pasos rpidos y la cara enrojecida casi al
borde de las lgrimas.
Qu pasa pap? Por qu ests as?Le pregunt Danya.
Han venido por m Respondi como loco. Han venido a castigarme por
matar a uno de los suyos.
El emperador se senta muy orgulloso de haber matado al ltimo dragn. Siempre
proclam que lo hizo porque el dragn haba atacado su ciudad y que, como gobernante
era su obligacin proteger a su gente. Me preguntaba si los dragones que habamos visto
entenderan sus razones o lo mataran de inmediato.
En realidad, no iban a matarlo, y el emperador lo averiguara esa misma noche,
cuando cuatro forasteros se abrieron paso entre las tropas para hablar con l. Eran tres
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hombres y una mujer y ninguno de ellos vesta uniforme militar. Yo los vi pasara y los mir
de reojo. Los hombres eran de diferentes razas y dos de ellos eran muy altos, el tercero
era bastante bajito. Los tres rodeaban a la mujer, una joven de piel plida y cabello largo y
oscuro, cuyos ojos dorados reconoc al instante. Era ella, era Abi.
Olvid respirar y mi corazn me lata en los odos. Acaso su fantasma haba
decidido perseguirme hasta all? Avanc entre las tropas, aventando cualquier obstculo;
ni si quiera me permit pestaear por miedo de que esa alucinacin desapareciera. Ella
sigui avanzando con sus pesadas botas negras y se detuvo cuando tuvo de frente al
emperador.
Buenas noches, su majestad Salud corts. Vengo a hablar con usted. Vengo
a ofrecerle un trato.
Los murmullos de los alrededor callaron para escuchar la oferta de aquellosdesconocidos.
Y t qu puedes ofrecerme, nia?
Abi sonri, como sonre alguien que sabe perfecto lo que tiene que hacer para
ganar.
Le sirvi la ayuda que le prestamos hoy? Creo que lo salvamos de la derrota.
Quines son ustedes? Pregunt el emperador delatando su nerviosismo en la
pregunta.
Nosotros somos quienes lo ayudaron hace unas horas Respondi
tranquilamente. Nosotros somos los amos de los dragones que vieron hoy.
La boca del kiser no fue la nica que se abri ante semejante revelacin. Un
murmullo generalizado termin convirtindose en gritos y habladuras; por unos minutos
el campamento se convirti en el mercado de pescadores de Puerto Esmeralda.
Brujos! Grit alguien de entre la multitud.
No acepte nada, emperador! Son brujos! Exclam alguien ms.
El descontento poda probarse a cada segundo que pasaba.
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No somos brujos! Exclam Abi con tal firmeza que call al campamento
entero. No cabe duda de que la gente nunca cambia Dijo algo fastidiada a sus
compaeros.
Entonces qu son? Pregunt un oficial de alto rango.
Abi suspir molestia.
Cuntas veces voy a tener que repetirlo? No somos brujos, simplemente
controlamos dragones Explic. Va a escuchar mi propuesta o prefiere que nos
vayamos?Pregunt al emperador.
Est bien, escucho.
Nosotros vamos a ayudarlos a sacar de la Isla del Sur a las tropas invasoras.
A cambio de qu? pregunt desconfiado el emperador.
A cambio de que nos dejen vivir en paz.
Necesito tener ms detalles, nia.
Y yo se los voy a dar no se preocupe dijo. Nosotros nos encargaremos de
asustar al ejrcito enemigo para que ellos crean que somos sus aliados. Si no me equivoco,
ellos no saben cmo combatir dragones ya que no han matado uno en siglos, as que no
pueden hacernos dao.
Por qu habra de creerles? Por qu hacen todo esto?
Digamos que deseamos evitar ms derramamiento de sangre y queremos dejar
de vivir escondidos respondi. sa es la nica parte que a usted le toca cumplir: no
hacerle dao a ninguno de los mos.
Pareca un trato sencillo e inofensivo, lo cual, por supuesto, hizo que el emperador
tuviera sus reservas y callara por varios minutos. Todas las miradas estaban sobre Abi y
sus acompaantes. Haba crecido en esos tres aos, su piel se haba tornado plida y sucabello enredado estaba acomodado en ondas largas y negras. La firmeza de su voz la
haca parecer otra, pero yo no dud un segundo de que fuera ella.
No tiene que contestarme ahora sugiri Abi. Pinselo y cuando tenga una
respuesta haga que uno de sus hombres cabalgue dos horas hacia el norte, ah estar.
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La conversacin termin. Los forasteros se dirigieron al final del campamento y
salieron de l. No fui el nico que intent seguirlos, tampoco el nico que se sorprendi al
ver lo rpido que desaparecieron.
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DecepcionesPor supuesto que son brujos! era lo nico que los soldados eran capacesde concluir. De qu otra forma se puede controlar a un dragn?
No me qued a escuchar las conclusiones de mis colegas; en cuanto los
desconocidos desaparecieron, fui por mi caballo y cabalgu dos horas hacia el norte, como
Abi lo haba indicado.
Cabalgu, imaginando su cara al verme y lo que dira. Durante esa cabalgata fuifeliz y tuve miedo de que todo fuera algn truco. Cmo resucitaban los muertos?
Al llegar vi un campamento pequeo y sencillo, con cuatro pequeas tiendas
alrededor de una fogata. Abi se encontraba sol, muy cerca del fuego calentndose las
manos y con los ojos somnolientos. Sonre. Tena que ser ella. Me acerqu temblando sin
tener que decir y me qued parado hasta que ella percibi mi presencia.
Qu haces t aqu? Tan rpido mandaron la respuesta? me pregunt sin
inmutarse.
No, no me mandaron conteste extraado de su pregunta y tono.
Ah.
Silencio. Ella pareca estar tan en control de s misma, o tal vez no senta nada y a
m me traicionaban los nervios. Frente a m estaba lo que tanto haba deseado, lo que ms
me dola y lo que ms quera. Tena tanto miedo de que se desvaneciera que tuve que
contenerme para no lanzarme sobre ella y dejarla ir. Mis ojos seguramente delataban mis
intenciones.
Entonces a qu has venido, Jan? Pregunt entrecerrando los ojos y
cruzndose de brazos. Te mandaron para espiarme?
Todas las palabras que haba acumulado para ella en los ltimos tres aos
desaparecieron. Cmo poda pensar en eso? La alegra y el agradecimiento que sent al
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verla viva se transform en centenares de preguntas acumuladas y, en segundos, la ira
que acumulaba para pelear se apoder de m.
Me debes una explicacin mi tono era como el fuego de un dragn.
Ja! solt ella. Ests jugando? No tengo porque explicarte nada.
Fue demasiado. Pude haber echado fuego a travs de los ojos en ese momento. Ni
si quiera me percat cuando comenc a hablar, o mejor dicho gritar:
Pens que estabas muerta! Pas tres aos pensando que te habas ahogado.
Tres aos! Te vi arrogndote de un acantilado y sabes lo que hice? Salt de tras de ti!
Te busqu hasta que casi me muero yo tambin.
No tenas por qu dijo altanera.
Claro que tena por qu! grit. Si hubiera sido un perfecto extrao, tal vez
me hubiera evitado la molestia senta que la lengua me quemaba y estaba a punto de
soltar algo que no quera. Pero yo era t amigo. Yo te a
Entonces la vi. Fue solo un segundo o tal vez menos, porque si hubiese
pestaeado, me la hubiera perdido. Una expresin de pnico y vulnerabilidad en su rostro.
Ella saba muy bien lo que iba a decir; no haba perdido la habilidad de saber lo que
pensaba. Su expresin me desconcert tanto que fui incapaz de terminar la frase.
Vete me orden con indiferencia. Agradezco mucho que te hayaspreocupado por m para ya ves que sigo viva y que ya no tienes por qu hacerlo.
El silencio se volvi insoportable y yo me sent como un estpido parado frente a la
hoguera.
Vete me repiti.
Di media vuelta y me alej de all.
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Lo que esAbi
Cmo puede? me recrimin. Cmo puede hacer eso? No hay peor
angustia que la que provoca la cu