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    MARGUERITE DURAS

    EMILY L

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    LA AUTORA

    MARGUERITE DURASHija d e franc eses, nac i en Indo c hina en 1914. Su p adre,

    profesor, muri c uand o ella tena c uatro a os, dejand o asu familia en la estrechez. En 1932 se traslad a Pars,do nde estudi d erecho , mate m tic as y c ienc ias po ltic as.En 1943 public la primera de sus veinte novelas y, desdeentonce s, no ha a ba ndona do ninguna d e los med ios deexpresin en los que ha dejado obras imperecederas: laescritura, el cine, el teatro. De su inagotable produccinnarra tiva, Tusquets Ed itores ha pub lic ado, a dem s deEmily L, Moderato ca ntabile, El vic ec nsul, El arrebato deLol V. Stein, Los ojos azules pelo negro , Los caballitos deTarquinia , El amor, Destruir, dice y El amante d e la Chinadel Norte (Andanzas 19, 26, 43, 45, 67, 95, 118, 147 y 153).Tras una profunda crisis psquica, marcada por elalcoholismo, escribi tres obras maestras: El hombresentado en el pasillo, El mal de la muerte (La sonrisa ver-tical 34 y 40) y El amante (Andanzas 15), su novela msc onoc ida , sob re la q ue el c lebre cineasta franc s Jea n-Jacques Annaud se bas para realizar la pelcula delmismo ttulo. A e llas se ha sum ado un ensayo ltimo sob rela expe rienc ia de la e sc ritura, Escribir (Ma rginales 135).

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    CONTRAPORTADA

    En el principio, ah, mirando, en la terraza de un caf alcaer de la tarde, hay una mujer que querra escribir un

    libro pero que no sabe ni cundo ni cmo podrescribirlo, y que ve cmo se desarrolla la historia de otramujer, Emily L., quien a su vez escribe poemas de los quenunca habla. La mujer que quiere escribir un libro quedaa trap ada a l vuelo en la historia d e Emily L., que evoc a e nella aquel baile con los oficiales de a bordo y el jovenguardin d e la isla de Wight , con quien p ud o, ta l vez, vivirun g ran a mo r. La mujer que quiere e sc rib ir quiz no sep aque la histo ria de Emily L. es inventada . A vec es oc urre,dice la Duras, que, de pronto, pase por ti una historia, sinescritor para escribirla, tan slo visible. Ntida. (...) Es raro.Pero puede ocurrir. Es maravilloso cuando ocurre.

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    Ttulo original: Emily L.

    1.a ed icin en C olec c in Anda nzas: marzo 19881.a ed icin en Fb ula: mayo 1995

    1987 by Les Editions de MinuitTrad ucido de l franc s po r Clara Jane s

    Diseo de la c olec c in: Pierluigi Ce rri

    Ilustracin de la cubierta: detalles de Autorretrato (1923), deRomaine Brooks, leo sobre tela, National Museum of AmericanArt, Washington, D.C.

    Reservad os tod os los derec hos de esta ed icin p araTusque ts Ed ito res, S.A. - Irad ier, 24, ba jos - 08017 Barcelo na

    ISBN: 84-7223-878-4Depsito legal: B. 12.003-1995

    Impresin: G RAFOS, S.A. Arte sob re p apelSec tor C, Ca lle D, n." 36, Zona Franc a - 08040 Ba rce lonaImpreso e n Espaa

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    Para Jea n Ma sc lo

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    Emp ez c on el miedo .Habam os ido a Quilleb euf, c omo a menud o

    aq uel verano .Llegamos a la hora de costumbre, al caer la

    ta rde. Co mo siem pre, nos rezaga mo s a lo la rgode la barand illa que rodea los mue lles desde laiglesia, a la entrada del puerto, hasta su salida,

    el camino abandonado que se supone lleva albosque d e Broto nne.

    Miramos la otra orilla, el puerto petrolero, y alo lejos, los a ltos acantilados del Havre y e l c ielo.Luego miramos la barcaza roja que cruza, lagente que pasa , las aguas del ro. Y siemp re e sabarandilla que protege su acceso, frgil yblanca.

    Vamos a sentarnos luego a la terraza delhotel de la Marine, en el centro de la plaza,c ara a la ram pa de la ba rc aza.

    Las mesas estn a la sombra de los edificios

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    del hotel. El aire e st inmv il, no ha y viento .

    Yo te miro. T miras el lugar. El calor. Las

    aguas lisas del ro. El verano. Y luego miras msa ll . Con las ma nos juntas ba jo el mentn, muyblancas, muy bellas, miras sin ver. Sin moverteen absoluto, me preguntas qu pasa. Yo digo,como de costumbre, que no pasa nada. Quete m iro.

    Primero no te mue ves en absoluto, y despus,desde dond e e stoy, veo una sonrisa en tus ojos.Dices:

    Te gusta este lugar, algn d a figurar e n

    un lib ro, la p laza , el ca lor, el ro.Yo no c ontesto a lo que d ices. No lo s. Te

    digo que no lo s por anticipado, que al con-trario, raramente lo s.

    La plaza est vaca. La barcaza transportamuchos turistas. Es el final del valle del Sena, laltima barcaza despus de la de Jumiges. Encuanto la barcaza parte de nuevo, la plaza

    vuelve a quedar vaca. Fue entre dos llegadasde la barcaza, en este vaco de la plaza,cuando lleg el miedo. Miro en torno nuestro yhe aqu que hay hombres, all, en el fondo de

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    esta p laza, a la salida d el c am ino ab and ona do ,en un luga r donde no tend ra q ue hab er nad ie.Estn parados y miran hacia nosotros. Sonquince, todos vestidos de blanco. Se trata de

    una misma persona indefinidamentemultip lic ada . Dejo d e m ira r.

    Miro d e nuevo. Veo que m e he eq uivoc ad o.Tod ava est n ah, pero ha n a vanzado. Algunoshablan. An no se oye nada pero yo lo s:existen. Veo detalles. Para m son claramenteasesinos, pero es este un miedo que reconozco,mientras que del primero no s nada. Estas

    personas parecen no tener ms que un nico ymismo rostro, por este motivo son aterradoras.Llevan e l pe lo a c ep illo, tienen los ojos ob licuos,el mismo aspec to risueo , la m isma c orpulenc ia,la misma talla. Pero slo se trata de esto, algoinhab itual, desde luego , pero c ata log ad o. Digo :

    Por qu hay corea nos en Quilleb euf ?Te vuelves b rusc amente ha c ia m, ya slo p or

    la alteracin de mi voz, de pronto, sin duda hasdeb ido p resentir el mied o.

    Dnd e ves c orea nos?Les das la espalda, mira detrs de ti, en el

    extrem o d el muelle.Te vo lviste , te d etuviste el tiemp o d e

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    comprender lo que eso significaba para m.Tamb in t tenas mied o d e q ue vo lvieran aaparecrseme aquellas cosas de la noche.Buscabas cmo contestarme, y tambin

    entend eso de t i.Dijiste: Son asiticos, en efecto, pero por qu

    tend ran que ser co rea nos?No lo s. Nunc a he visto c orea nos.De p ronto te res. Yo me ro c ont igo. Dic es: Como no los has visto nunca, tienes

    tendencia a creer que los asiticos que norec onoc es son c orea nos, no es as?

    As es.

    Miraste hacia los coreanos. Luego te volvistehacia m y me miraste con una atencinprofunda y tan intensa que te impeda verme.De pronto la idea de mi existencia se apoderde tu esp ritu. Me miraste c om o si me a ma ras. Avec es te suc ed a .

    Digo que nada puedo contra este miedo,que no puedo evitarlo, que no puedoconocerlo.

    T no esc uc has lo que d igo. Sigues

    mirndome con aquella mirada que nunca hevisto m s que en ti.

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    Los c orea nos se han a c ercado a nosot ros, sehan sentado en otras mesas. Nos miran comonosotros los hemos mirado un momento antes.Sonren con una sonrisa cruel, que de pronto

    deja paso a una tristeza de la que parece nopodrn recobrarse. Pero de nuevo la sonrisac ruel vue lve a su rostro. Y se qued a a ll, clavadaen sus ojos, en la boc a ent rea b ierta . Era aquellasonrisa lo que daba miedo, era ella la queanunciaba las masacres que yo me esperaba.Yo, la mujer de este relato, la que est enQuillebeuf esta tarde concreta contigo, estehomb re que m e mira.

    Yo segua sintiendo miedo, incluso aunqueno dijera nada de ello. T lo sabas y eso tediverta. Me habas dicho: Especie de racista detres al cuarto. Dije que era verdad. Dije lo quec reo . No p od a evita r rer, por otra p arte . Dije:

    La muerte ser japonesa. La muerte delmund o. Vendr de Corea . As lo c reo . A ti quizste da r tiempo a verla en ac c in.

    Dijiste que pod a ser.

    Como los coreanos permanecan en las me-sas de la terraza, me dijiste que sera mejor que

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    entrramo s en el ca f. Te d abas perfec tacuenta de que yo observaba los gestos de loscoreanos, de que el miedo segua; sabastambin que ninguna lgica hubiera podido

    dar razn de ello, y que yo segua siendo, lodira ms tarde en un libro, lamentable ydesesperante por tonteras. Te segu al caf. Teseg ua siem pre, p or dond eq uiera que fueras.

    No hab a c asi nad ie a que lla tarde e n el c afde la Ma rine. Esta ban los hab ituales, los c lientesde la regin de Quillebeuf, y algunos jvenesque haban llegado con la barcaza. Conoca-

    mos de vista a la mayora. Estaban en la salagrand e de la Ma rine rod ea ndo a la e nca rga day a una mujer joven, sin duda alguna su hija.Muchos de aquellos jvenes eran empleadosdel puerto petrolero de la otra orilla, deban depararse en la Marine antes de llegar a lospueblos de la marisma donde vivan. Habatambin turistas, de Ceylan dijiste, y tambinotros de nacionalidades diversas. Algunos en-tendan vagamente el francs y se rean

    educadamente de las bromas de los jvenes.Otros, estaba claro, no conocan una solapa labra y miraban los me ns del hote l, el luga r ylas personas del mismo modo, con la misma

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    sonrisa perdida. Era una pena aquel ruido deconversacin obscena, dada la circunstanciade aquellas gentes de paso, tandesamparadas. Pero aparte de esto, el bar del

    hote l de la M arine e ra un luga r tranquilo.

    A ellos los habamos visto en el bar de laMarine del mismo modo que habamos visto alos c lientes de la sa la , a la enc arga da y aq uellamujer joven que estaba junto a ella, durante unrato largo; estaban ya all cuando entramos enel caf, sin motivo, y bruscamente debimos deverlos. Sin duda los miramos sin verlos para

    luego verlos bruscamente. Para despus ya nopo de r hac er otra c osa.

    Primero uno a uno. Despus juntos. Fundidosjuntos en un solo color, una sola forma. Una solaedad.

    Haban ido por s solos a la parte del barreservada a los clientes de paso. Los clienteshabituales quedaban al otro lado, cerca de lasala. Estaban solos. Perdidos. Solos en el verano.En el desierto. Perdidos en medio de la luz que

    enviaba el ro hacia la plaza, los muros, losacantilados de creta, la doble puerta del barab ierta d e p ar en p ar hac ia e l exterior. No veannada, a nadie. Ni aquella luz de verano. Ni

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    aquel ro.Delante de ellos hay lo que toman los

    bebedores anglosajones: la Pilsen negra para ly pa ra ella el bourbo n do ble.

    Encaramados en los taburetes, casi sinmoverse, con la cabeza inclinada haciaadelante, oscilando, resultaban un pocoridculos. Se hubiera dicho que eran plantas oalgo as, una cosa intermedia, una especie devegetales, de plantas humanas, apenasnacidas o ya algo agonizantes, apenas vivas yya muertas. S, cosas inocentes y castigadas.rboles. rboles privados de agua y de tierra,castigados. Condenados a retraerse como

    seres humanos, all, ba jo nuestra m irada .Al principio haba credo que aquella mujer

    del bar dorma. Ahora ya no lo creo. Creo quecerraba los ojos pero a la vez levantaba lacabeza para or mejor las voces de sualrededor, sobre todo las que llegaban de lasala, entre ellas las de Inglaterra. Escuchaba elsonido de aquellas voces y tambin lo quedec an en a quel ingls.

    Tambin ellos eran ingleses de Inglaterra.Cuando los silencios se abran paso, en la salase oa el ingls que hablaban entre s y se

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    reconoca. No poda entenderse todo lo quedecan. No hablaban de un modo continuado,sino de tarde en tarde y tan bajo que bastabac ualquier cosa , el ruido d e una voz lejana , pa ra

    tapar la suya. Pero por lo poco que se oapareca que estaban contrariados debido aque algo les impeda marcharse del lugar, unaavera en e l mo tor de un vehc ulo no definido. Amenos que se hubiera tratado de un viajeproyec tad o q ue aq uella a vera ha c a c ad uca r.Su conversacin estaba a veces llena depalabras tcnicas, en las que ellos mismos sepe rd an un poco. Y, pronto, ab and onaba n.

    Sin embargo, en un determinado momento,hab an hab lad o de un ba rco .

    Y, en otro momento, haban hablado delmar.

    Una rfaga de viento cruz el puerto, unosinsta ntes apena s, y se d iluy. El hab a d icho queera la marea que cambiaba. The turn o f thetide ... y que el mar deba de estar maravilloso,como ciertos das de verano. The sea must b e

    marvellously calm. As it is sometimes in summer.Ella escuchaba. Sonrea, contenta de

    aq uello, de que hubiera b uena mar, en ca lma .

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    De dnde vena la fascinacin, la gracia,

    aquella palabra del instante, del verano, deaquellas personas? Imposible saberlo. No lo s.

    Sin duda, de aquella humildad ante la muerte,seguro. Pero tambin de aquella indecencia.De aquel acontecimiento. Del conjunto decosas y de cada una de ellas por s misma. Sinque se p ueda de c ir po r qu ni cmo . De a quelro tambin, de aquella luz en la que todo sebaaba, de aquella blancura por todas partesesparcida desde los acantilados blancos. De lablanc ura de la c reta . De la d e los ac antilad os yla de la espuma. De aquella del azul desledo,

    de las aves del mar. Y tamb in de la del viento .No se p ued e saber su ed ad. Lo q ue se ve es

    que ella es sensiblemente mayor que l. Peroque l se ha hecho con su lentitud. Que seniega a avanzar ms de lo que ella puede,desde hace aos. Que para ella se acab, y,sin embargo, todava est all, en los parajes deaquel hombre, que su cuerpo est an alalcance del suyo, de sus manos, en todaspa rtes, de noc he, de d a.

    Se vea que se ha ba acaba do y a la vez queella estaba todava all. Se vea. Y tambin quesi l la hubiera dejado, ella se hubiera muertoen el mismo sitio en que l la hubiera

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    abandonado.

    As haba empezado, para nosotros, las

    persona s del ba r, con aquella inmo vilidad en laque se mantenan. El, que miraba hacia ella, oa veces hacia el espejo de detrs de laestantera del bar cuando la barcaza rojalleg aba y los pasa jeros pasaban po r delante d elhotel. Ella que slo miraba a l suelo.

    En el bar, delante de ellos, est la botellava c a de Pilsen ne gra fuerte y e l va so d e w hisky,en el cual ahora el hielo se deshace. Sin dudahaban bebido ya bastante antes de nuestra

    llega da al ca f de la Marine.

    Yo te hab l. Te d ije q ue haba d ec id idoescribir nuestra historia. No te inmutaste.Continuaste mirando a aquella mujer como sino hubieras comprendido que era a ti a quienhablaba.

    Repet lo que te haba dicho, que iba a

    escribir la historia que habamos vivido juntos,aqulla, aquella que an estaba ah y noac ab ab a d e morir.

    Miraste hacia afuera, hacia el ro, sin ver

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    nad a , mucho rato , rec eloso.Esta histo ria , an... No es posible... Yo no he decidido nada... No es eso. No

    puedo impedirme escribir. No puedo. Y esta

    historia, cuando la escribo, es como si terecuperara... como si recuperara los momentosen que an no s lo que sucede, ni lo quesuceder... ni quin eres, ni qu ser denosotros...

    Por lo ojos pasa la astucia, el miedo y, a lolejos, el goc e loc o d e v ivir. Dices:

    Estoy seguro de que es esto lo que estsesc rib iend o e n este mo mento, no lo niegues.No, no lo creo... Pero hace tanto tiempo que

    pienso en ello, dos aos por lo menos... Ya nos. A decir verdad, no s, esto es... Pero no creoque sea nuestra histo ria lo q ue esc riba .

    Cuatro aos despus, no puede ser lamisma... No es ya la misma ahora. Y msadelante seguir siendo distinta. No... lo queesc ribo en este m om ento es otra c osa e n la quepuede estar inc luida , pe rdida , algo m ucho m samplio quiz... Pero la historia, directamente,no, se a cab... yo ya no p od ra ...

    No m e miraste. Forzaste el tono. La violenc ia d etu mirada se ahog en una especie dedesdicha. Dices:No hay nada que contar. Nada. Nunca hubo

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    nada.Te c ontesto c on retraso: Algunas veces, cuando hablamos juntos,

    es tan d ifc il c om o m orir.

    Es verda d. Me parece que cuando est en un libro

    ser c uando ya no ha ga sufrir... cua ndo no seaya nada. Quedar borrado. Descubro esto conesta historia que tengo contigo: escribir esta mb in e so, sin duda , es borrar. Sustituir.

    Es cierto que la muerte no borra nada.Cuando mueras, la historia se har fabulosa,evidente...

    De nuevo te miro. Has pa lidec ido levemente ,

    ah, en torno a la boca. Muy poco. Pero hasucedido.

    Te d ejo . En el mismo insta nte dejo d ehablarte para siempre y te hablo por primeravez.

    Debera existir un medio de decir, derec uperar lo q ue d ices... esta certeza ... el que teguste tanto pensar que nunca hubo nada,nada. Una vez sentada como base estacerteza, se podra ver aparecer lo que la

    envuelve, aco ger lo q ue no hubieran c ap tad olos dos amantes a la vez. Por ejemplo, que notenas deseo a lguno de m pero que a la vez... ala ve z.

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    En ese momento es cuando deberamossaber si se puede hacer algo o no con lo quehubo sonres o c on lo q ue no hubo.

    Te miro. Te d igo :

    Es curioso que no comprendieras. En estemomento, que lo que queda proceda de loque hubo o de lo que se cree que hubo, esequivalente... No hay nada que nos puedadiferenciar me ro a mi vez, estamos en elmismo punto.

    Quieres decir... Hablas de lo que quedaahora... en este perodo... este verano... de loque pudimos inventar una vez, ahora haceaos.

    Te miro. T no lo sabes, digo, te lo digo, te lohag o sab er:

    Hubo a lgo e l p rimer da .Dudas. Y despus lo d ices:No, nad a. Nunca . Nunca hubo nad a.T no lo sup iste .Callamos.Miramos el ro.La barcaza est casi vaca. El calor se

    c om prime d e p ronto , se a pelmaza. La ausenc ia

    de viento se ha c e d ifc il de sop ortar. Dic es: T inventaste por m. Yo no tengo nada

    que ve r con la historia que viviste c onm igo .Dijiste lo contrario, una vez, al principio.

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    Digo cualquier cosa, y despus olvido. T losabes sonres, pero yo sigo a tu lado en ladesesperac in que te p roc uro. Lo s. S tambin que, para m, aunque lo

    hayas dicho sin pensarlo, para complacerme,es igual que si lo hubieras dicho para siempre.Ah est. Que alguien dijera aquello aquel dahar que este libro se escriba. El libro sersincero. Que lo hubiramos dicho nosotros, oque lo hubiramos odo decir a travs de unmuro, a otro distinto que t dirigindose a otraque no soy yo, sera equivalente en cuanto allibro, puesto que t lo habras odo al mismotiempo que yo, en el mismo lugar. En un mismo

    espanto.Ca llamos. Te p ones a mira r el ro, y luego d enuevo la sala y aquella mujer del bar que miraal suelo. Dices:

    No hay que hacerme caso. No escribasms.

    Hago caso de todo lo que dices, las cosasms fa lsas, tus ment iras. Creo en la to ta lidad delo que expresas, en todas las palabras, en tusd istrac c iones, en tus imbec ilida des. Inc luso c reo

    en tu sinceridad t rasc end enta l en med io d e esefrrago.

    No escribas ms.Cua ndo esc ribo, ya no te quiero.

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    Nos miramo s. Dejamos de ha c erlo. Digo:Son p a labras que d an mied o.S.Es increble lo cerca que est la desespe-

    rac in... Cua ndo hablam os, quiero dec ir.S.Sonres. Has pa lidec ido de nuevo, levem ente,

    de nuevo ah, encima de los labios, pero haoc urrido . Te d igo:

    No te quiero ya. Eres t quien me quiere.No lo sabes.

    Vamo s hasta la ba rand illa . Miramo s el ro.Es c om plica do.S.

    Volvemos a l ba r. La duea de la Ma rine estsirviendo una Pilsen ne gra y un bo urbon d ob le alos viajeros ingleses. Nos quedamos a laentrad a , lejos de ellos, de p ronto , lejos de tod o.Durante aquel verano, tres o cuatro veces porsemana bamos a Quillebeuf. Cada dasalamos. El amor estaba demasiado cerca odemasiado lejos, ya no lo sabamos, tena que

    ocurrir un da el no saber ya. bamos aQuillebeuf tambin por esto, para no estarencerrados juntos en una casa con ladesesperacin.

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    Al princ ipio te namo s va rios c aminos para ir aQuILleb euf, c ua tro o c inco . Despus, al fina l, noshabamos quedado con uno solo, el quepasaba por Pont-Audemer. Atravesbamos las

    plazas de esta ciudad y, a la salida, en vez desubir derecho por la carretera que cruza laplanicie, tombamos hacia la izquierda, haciael oeste. Era una carretera pequea querodeaba la planicie y bordeaba el Risle. Encuanto salamos de Pont-Audemer, el veranoempezaba para nosotros, con agua por todaspartes, el ro, los canales, los pradosempapados, los pescadores de anguilas, loscobertizos para las barcas y, a lo lejos, delante

    de nosotros, color de luna, el estuario del Risle.Despus del agua,alcanzbamos la colina porun camino oscuro, casi aterrador debido albosque muy denso.

    A ve c es enc end amos los faros.

    Se e mp ieza a esta r en Q uilleb euf a partir delascenso a la planicie gredosa. A cada revueltase sa le del bosque oscuro y se a traviesan zona s

    de estallido solar. Espacios que han quedadosin rboles, parcelados, en mitad del bosque,para el ganado en los aos malos. Luego seabandona la luz para volver de nuevo a la

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    noc he. Se g rita de felic idad po rque tam bin esall donde empieza el verano. En las alternan-cias de la noche y la luz. En el fluir de las aguas.En las marismas baadas por las fuente s. Frtiles

    como jardines. Es aqu, en el lugar en que seenc uent ran los c ampos, los olmo s g rises, dond ese produce la inundacin cotidiana. Estosucede en la desembocadura turbulenta. Eljoven ro ya esta ba a ll. El mar se a pod erab a deltotal de las aguas saladas y de las aguasdulces. Pula los muros. El recorrido de las olas alviento , quin lo d ira?

    Las aguas eran entonces semejantes.Niveladas y visibles. Pero con frecuenciatambin subterrneas. Su fresco hocico vueltoen direccin al sol cuando progresaban ena ltura a travs de la t ierra neg ra .

    A la salida del bosque se llegaba a unaregin rida, una gran planicie a pleno viento,desnuda, una pradera seca, pelada, que se

    extenda hasta perderse de vista. Amrica,decan. El bosque recubre el flanco sur de laplanicie, pero en la planicie misma hay muypoc os rboles. Los pueb los son peq ueo s, est n

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    vacos, un caf de cada tres cerrado, unalechera comunal y la iglesia, alta y robustacomo una fortaleza. Alrededor, el cementerio,tres siglos de m uertos, oc upa l solo la mita d del

    pueblo. No hay rboles, excepto peralesraquticos por las esquinas de los campos. Noc rec en, de bido a la c reta . La p rad era e s po bre,como los campos. Es la creta. No retiene elagua.

    Quiz deb ido a l viento d el ma r, por el este lac reta de la p lanic ie est desnuda . Se lleg a a unvaco, se baja hacia las marismas divididas por

    los canales de riego, los terraplenes de arcilla,los rectos corredores de las aguas desecadas,las rectas hileras de rboles de hojarasca gris. Elviento los prende y los levanta cada vez quepasa. Al final de las marismas, junto al Sena,entre los acantilados, al pie de estosacantilados, all est el puerto petrolero deQuillebeuf-sur-Seine.

    De pronto miramos a estas personas quetenemos delante. Vienen de tan lejos. Esincalculable. Llegadas all, al final del ltimoviaje, al final de la vida. Est claro, manifiesto.

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    All, con aquella humildad de antes de lamuerte, esos viajeros entregados a nosotros.

    No sabemos c m o d ejar de m ira rlos ni c m ocomponer con esto, con este cansancio, esta

    lentitud ahogada que constantemente evitadeshacerse, el milagro de cada instante. Nosabem os por q u queremos seg uir vind olos as,ni cm o rete nerlos en nosot ros. Tampoc osabemos decir qu es. Ni cmo denominar loque ha y en e llos y at raviesa a l tiemp o.

    Lo que p od amo s hac er era volvernos a estelado de la sala sin sealar nada con la mirada,como si all no hubiera nada que ver y noshubiramos retirado a nuestros propios pensa-

    mientos.

    La encargada de la Marine se hab a a c erc a-do a l, el viajero ingls. Le haba hablado eningls. Le ha ba preguntad o c mo ha b a ido elviaje. Le llam Captain. Glad to see you, Cap-tain. El Captain haba dicho que el viaje habaido bien. Yes, we had quite a good trip. ElCaptain haba sonredo a la encargada de la

    Ma rine. Se c onoc an b ien. Glad to see you too,Madame...

    Fue en este punto cuando vimos que elCaptain llevaba un traje blanco de patrn de

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    yate. El chaquetn y la gorra estabanc oloca dos en un tab urete, a su lad o.

    Ella, la mujer del Captain. Mira al suelo. Suc uerpo oc ulto se ha hec ho visible. Es visible q ue

    es mo rta l. Este c uerpo viste c om o una jovenc ita ,ropa usada de su juventud, y, en los dedos, losdiamantes y el oro de los parientes de Devon.La muerte est desnuda bajo los vestidos, lapiel, tambin bajo los ojos, bajo su miradasa lva je y pura. De vez en c uando la risa c ubre lamirada y ella se recobra de aquella risaasustada de haberla cometido. Entonces es alCaptain a quien mira para saber. Y es en estepunto cuando una desorientacin cruza su

    rostro y da que p ensar.La encargada no se va a la sala. Se queda

    a ll, peg ada a l servic io de l bar, desc ansando, sedira, dejando vagar la mirada en direccin alro, a la fosa profunda de las aguas azules ynegras.

    Tod ava e s bella la enc arga da d e la Marine,con los ojos oscuros y una piel de porcelanablanca, sonrosada en la parte de las mejillas ylos labios. De vez en cuando mira al Captain,

    pero evita m ira r a aquella mujer que es la mujerde l Cap tain. Duda , quisiera hab lar de nuevo a lCa pta in, lueg o se c a lla . Se d ira que e l Cap ta inno quiere que ella le hable, pero al final ella lo

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    haba hecho. Con una especie de osadatmida, haba dicho: I want to tell you... el aoque viene no nos veremos. Me voy de aqupasado el verano, en septiembre... Quera

    decrselo.El Ca pta in emite un gemido de dolor. Como

    un grito sordo, trgico. Dice: Oh... It's too sad...too much... Se vuelve a su mujer y exclamabajito: She's leaving in Sep tember... Ella halevantado la cabeza, tambin ella ha gemido,moviendo la c ab eza. Oh, no... no...

    Hay lgrimas en los ojos de la encargada.

    Dice: Tamb in yo... uno se a pe ga a la gente sinsaberlo... no es a los que se ve con msfrecuencia... El Captain dice: Ya ve usted,seora, esto es lo malo de esta vida quellevamos en el mar, esas personas de los cafs ylos restaurantes que conocemos tan bien, queson nuestros amigos y que nos dejan,abandonan el lugar o mueren, yes... es cierto...se lo juro... mueren... that happens too... no essoportable... Perdneme.

    Y luego le volvi a pedir excusas. Y luego sequedaron ah los tres sin hablarse ni un instante.Y luego el Captain pregunt a la encargadaqu iba a hac er c uando hubiera d ejad o el c af

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    de la Marine. Se iba al frica negra con suma rido. Se ha c an c argo d e un g ran d anc ingcon restaurante cerca de Abidjan. Pareca unasunto interesante. Iban de prueba durante un

    ao. En espera de su decisin definitiva, su hijala sustituira. Llam a sta. Era la que habamosvisto con ella en la sala. La joven encargadalleg, era ms bella que su madre, pero delmismo tipo, con la misma extraordinaria dulzuraen la m irad a.

    La enc argada present a su hija al Ca pta iny a su mujer. El Capta in le e logi la belleza de su

    hija. Ella alz la cabeza y dijo sonriendo que enefec to era muy gua pa . El Ca pta in dijo ta mb in:

    Querem os muc ho a su seo ra ma dre.

    La enc arga da volvi a la sa la . Fue c uand o lac hica se q ued sola c erca de nosotros c uand onos pareci, durante un breve instante que, detod os mo dos, ella era d istinta d e su madre. Queera menos sutil que ella, que estaba menos

    capacitada para leer en el alma de laspersonas, que, desde luego, le faltaba poco,pero que, a pesar de todo, aquellas cosas quehacan su presencia deliciosa se haban ido

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    para siempre con ella, la madre. Esto es lo quehaba sucedido. No slo la joven duea hablenseg uida al Ca pta in, com o si fuera fc il hab laral Captain, sino que le dijo que ella lo conoca

    desde siempre, como si le hubiera interesado alCaptain que ella lo conociera o no. Habadicho:

    Ca da verano le vea c uand o vo lva a venirde viaje. When I was little... Every year, everysummer... I used to see you...

    El Captain sonri educadamente a la jovenenc argada de la Ma rine. Pareca estar un poc osorprendido, y ella, por su parte, se cercior desu derecho a molestarle con su propia

    existencia. Era visible que quera saber ms delCaptain y su mujer que su misma madre. Y heaqu que lo que su madre nunca habapreguntad o, ella lo p regunta:

    As que ustedes via jan sin parar.

    Haba sido un momento muy desagradablepara todos nosot ros.

    Se hace un silencio entre el Captain y la

    muchacha. El Captain est sorprendido peroconserva una sonrisa amalle para la hija de suamiga la encargada. Y ella, ella no puedesaber a qu se d eb e su sorpresa . Pero q uizs, en

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    aquel momento ella se da cuenta de quehubiera debido presentir que los viajes quehacan aquellas personas no tenan nada quever con lo que haba imaginado siempre y que

    no hubiera d eb ido hac er preguntas. Al lad o d elCaptain, aquella mujer que miraba al suelolevant la c ab eza y mir a la joven enc arga da .Y entonces, de pronto, la joven encargadac om prend i a lgo y se ruboriz de c onfusin.

    Excuse me.

    El Cap ta in sonri a la joven encargada. Tod oel mundo hab a temido q ue ella pud iera hac erotra pregunta. Pero no tuvo tiempo. Y elmomento d ifc il hab a pa sad o.

    El Captain dijo que, en efecto, viajabanmuc ho, que vivan m ucho en el ma r.

    La joven encargada, sin dejar de sonrojarse,y como excusndose, dijo que los viajes leinteresab an muc ho. Que e lla tod ava no ha bahec ho ninguno.

    Pero no se va; espera. De pronto la vimosmejor: era alguien que no poda renunciar a loque hab a de c idido. Pregunt a dem s ad ondeiba n. A qu luga r de l mundo, por qu oc a nos.

    Pero lo hizo como una nia, una pequeaobstinada, una pequea metepatas tambin.Tod o c om o si le c orrespond iera saberlo . Lueg ose par, asustada de haberse atrevido. El

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    Captain vio esto y comprendi tambin queella estaba en su papel, y em pez a gusta rle la joven encargada como le haba gustado sumadre. El Captain ri. Dijo: God... How can Ipossibly tell you... La que mira al suelo halevantado la cabeza y re con su marido.Tambin nosotros remos.

    El Captain habl de sus viajes recientes, delos ltimos. Hab l d e Ma lasia , de Ma lac a , de lasislas de la Sonda. Sond a Island s. Haba odohablar de ellas? Ella dijo que conoca losnombres, Java, Sumatra, Singapur, pero quedesde luego no las ubicaba, o muy mal.Excepto Malaca tal vez, debido al estrecho,

    que ha ba visto en e l mapa. Prec isame nte, noera Malasia aquel lugar del mundo dondehaba tantas islas que en el mapa pareca uncontinente... cmo decirlo? hecho trizas poruna explosin? El Captain dijo: As es. Esa es lapalabra. Tha t's it. Son los volcanes de dentro delmar los que lo han hecho... Te has fijado en laspequeas islas lanzadas a puados en thePacific... Eso es, the Pac ific , un oc ano lleno d evolcanes y de tiburones... He aqu lo que es el

    Pacfico...La joven encargada dijo tambin que todo

    el mundo conoca el barco en Quillebeuf, porhaberlo visto pasar una y otra vez; que era un

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    gran ya te. El Ca pta in d ijo q ue se nec esitaba unbarco grande y muy slido para los viajeslargos, las grandes travesas sin escala, for ins-tance the sea of Ornan, o bien the bay ofBengal, o si se quera por ejemplo subir denuevo hacia Manila, o al contrario, bajar aAustralia ... Lueg o e l Ca pta in dijo:

    Ya ves... sta es la histo ria ...Y no ha b l m s.

    La joven encargada fue a reunirse con laspersonas del lugar al otro extremo del bar. Ynosotros cambiamos de sitio y nos volvimos

    ha c ia el ro, las agua s lisas y azules.De pronto omos cantar al Captain una

    meloda triste que no reconocamos, probable-me nte una espec ie d e v iejo fox-trot ingls.

    Y ella volvi a m ira r a l suelo.

    Yo los miro. Te d igo :Vivir el amor co mo la desesperac in.Sonres y yo te sonro a mi vez.

    Huir de todas pa rtes c om o los c riminales.Me preguntas por la profundidad de los

    pequeos mares malasios. Te dije que eranbajos, que tenan de ciento cincuenta a

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    doscientos metros de profundidad, pero que enaquellas regiones era donde se hallaban fosasabisales de diez kilmetros de profundidad.Eran, sin duda, los crteres de los volcanes que

    haban hecho trizas el primer continente. Peroyo c rea que de aquellas fosas ab isa les, las msprofundas estaban por Corea, los archipilagosde islas en collar que se remontaban hasta laproximidad de los polos. Dije q ue a quellos la rgosviajes en barco que duraban semanas, meses,para quienes los haban vivido eran losmomentos ms extraordinarios de la vida. Queya haba dicho esto en los libros, que volva adecirlo, que se haba acabado, que nunca

    volvera. Como la edad de una cosa o de unser viviente, que dura un tiempo determinado yque nunca reg resa.

    Volvemos a mira rlos. Est n los dos c on los ojosbajos sumidos en un reposo que da vrtigo.Habitan el mundo en su viaje interminable, eldel mar. Est escrito en sus rostros quemadospor la reve rberac in de l sol, el viento.

    Haban llegado all aquella tarde, como alfinal de un ir y venir, a l final de l viaje p asado, en

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    los inic ios del que viene. Esta ban a ll, de lante denosotros, y a pesar de ello todava en losgiga ntesc os a fanes de un gran amo r.

    Dices que algo les ha sucedido. Una circuns-tancia exterior a su historia, un accidente talvez, un miedo que, de p ronto, ha hec ho q ue sepregunten qu tiempo era aqul durante elcual se supona que se viva el amor. No eraac aso un tiempo siem pre rem itido a m s ta rde?Un tiempo mutilado de esperanza. Aqueltiemp o q ue p asab an e n aq uel mismo mom entoen Quillebeuf, all, delante de nosotros, en el

    caf de la Marine, aquel tiempo inmenso, denada, de no hacer nada, era el que habanhallado para vivir su historia.

    El tiempo.S.Pero el Captain, estaba tal vez all para

    ocultarse en el mar? Tras un asesinato? Y ella,se ocultaba tal vez de una creencia, o de unmiedo que ahogaba en whisky cada da allleg ar la noc he?

    Lo que se presenta era que haban debidode vivir juntos una determinada adversidad y

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    que a travs de ella haban debido deconocerse hasta encontrar un ser comn en elb ien y en el ma l, en el crime n y en la inoc enc ia ,y que lo haban vivido hasta la consecuencia

    extrema de una muerte comn, siempreevitad a, po c o imp ortab a p or qu.

    Lo que no sabamos era hasta dnde haballegado el acontecimiento de semejante amor,qu profundidad haba alcanzado la mentiradivina antes de que fuera percibida ladiferencia de la primera traicin por parte deuno u o tro d e los ama ntes.

    Ella, la mujer del Captain. Mira al suelo, yaoc ulta en la m uerte. Te entra c om o una espec iede exaltacin, apetece coger las manos, elrostro, mirar en los ojos el color azul que se hadisuelto e n una espe c ie de bruma c la ra.

    Ha levantado la cabeza, ha mirado a laencargada de la Marine, la que se marcha aCosta de Marfil, le ha hecho un signo con la

    mano como un adis y le ha sonredo. Luego,de nuevo , ha m irado a l suelo.

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    La barcaza sigue avanzando hacia elpetrolero. El petrolero tambin sigue avanzandohac ia la ba rc aza.

    Es una especie de edificio blanco, un ser de

    ac ero de p ronto a terrad or.El petrolero avanza con un movimiento tan

    lento que no es posible percibirlo, sino enrelac in c on las lneas rec ta s de los surtidores depetrleo y los rboles de la orilla. Tiene lospuentes cargados de contenedores rojos yb lanc os. Quiz tambin am arillos.

    La barcaza ha pasado por delante y luegoha desaparec ido tras el pet rolero.

    El petrolero sigue a vanzando.

    La barcaza reaparece en la estela delpetrolero. Valiente como de costumbre, hagirado ya hacia el embarcadero de la orilladerecha del ro. El peligro ha pasado. En laplaza, las personas que se haban parado amirar han reemprendido su camino hacia lac alle c omerc ial del puerto.

    Los coreanos no haban contemplado el

    c ruce d e la barc aza y el pe trolero. Te d igo :Mira qu indiferentes son.Contestas que deben de estar acostumbra-

    dos a ver la barcaza del Sena jugar con los

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    ma stod ontes de l pe trleo, que de ba d e hac er,pues, mucho rato que estaban ah,acostumbrados ya a ver aquellos incidentes,que e n realida d no c ausab an m iedo m s que a

    las gentes de p aso.

    De p ronto no q uise o r nad a m s de ti.Volvimos al caf, al mismo lugar de la sala,

    detrs de los clientes habituales, para dejarsolas a las personas del bar, a aquellos viajerosingleses. Y fue ah donde no quise escucharnada m s de na d ie. Tamb in a m me suc ed aesto. Dije que no mereca la pena desviar la

    c onversac in. Te reste pero me d aba igua l. Dijeque conoca a los asiticos, que eran crueles,que en las carreteras se divertan atropellandocon sus coches a los perros moribundos de lallanura de Kampot. Habl del mar gris de lostrpicos, plano. Y despus de Siam, una vezms, detrs de la montaa. Como cada vezque venan a m estos recuerdos, me alejabande tod os vosotros, de ti, del mismo mo do que lohubiera hecho el rec uerdo d e una lectura de la

    que no hubiera podido consolarme, la de laparte de mis propios escritos referida a ciertoperodo de mi juventud, y pensaba que eranecesario que os abandonara para volver a

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    esc ribir sob re Siam y ot ras c osas que ninguno devosotros haba conocido, pero sobre todo quevolviera incansablemente sobre Siam, aquelcielo de encima de la montaa, y aquellas

    otras cosas que haba pensado entonces quehubiera debido pasar sobre ellas en silencio yde las que ahora crea todo lo contrario, quehubiera debido permanecer en ellas mi vidaentera.

    De pensar lo que haba sido mi vida, se mecreaba un entumecimiento en todo el cuerpo,una tristeza, y crea que me aburra a tu lado.Saba que estaba s inquieto c uand o m e c allabadem asiado rato y hac a un esfuerzo p ara volver

    a ti. T nunca hac as nad a para p rovo c ar esereg reso hac ia ti.

    No podamos mentir en ningn puntorespecto a aquel sentimiento que nos habaunido y nos una an sin duda, pero del que yanunca hablbamos. No sabamos de questaba formado ahora, de qu clase era. Noqueramo s saberlo.

    Me de jaste c allar muc ho rato , a p esar de tude seo d e sab er po r qu m e c allaba .

    Mirabas a los coreanos. Nadie pareca fijarseen su p resenc ia , tan evidente sin em bargo en laterraza del hotel de la Ma rine.

    Varios de ellos se haban puesto a correr, a

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    jugar a alcanzarse. Algunos ms haban llegadopor el camino abandonado de la orilla del ro,idnticos a los primeros. Eran hombres redondos,precozmente afectados de obesidad. Cuando

    corran, rebotaban en el suelo, ligeros comopelotas, grandes c om o beb s. Se me oc urri laidea de que nos iba n a enc errar en la sala d e laMa rine, poner cerco a la plaza. No te d ije na da .No era mied o, sino un tem or sop ortab le. Te p ed tu opinin: quines eran aquellas gentes? Uncolegio? Una cofrada religiosa? Soldados?Agentes de la p olic a? O a viadores? La ed adtambin era indistinta. Aquellas personasdeban de tener entre quince y cuarenta aos.

    Te d ije q ue tod o a que llo no tena na da que vercon lo que ya conocamos de la vida. As, porejemplo, lo habas observado?, no habaninguna mujer entre ellos, pero de tal maneraque era c om o si estuviera instituido el que no lashubiera.

    Te he d ic ho q ue se me ha ba oc urrido q ueera, tal vez, una sociedad de eunucos jvenes,aunq ue su a tuendo y su dep ortivida d pa rec anindica r que pe rtenec an a la naveg ac in. Te

    res muc ho, muc ho. Digo: O bien el personal de un petrolero. Pero

    po r qu e n traje de de porte?Me miras con insistencia.

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    Por qu eres la nica, en todo el puerto,que tiene miedo de esta gente?

    Te he sonredo. Te digo:Me han dicho que probablemente son las

    colonias, mi infancia all, y el alcohol. Que no esnad a, pero q ue nunca pa sar del todo.

    Nunca me hablaste de ello como de algoque po da volver.

    Me deca que era mejor ser la nica ensaberlo. Deja rte a buen recaudo de e ste ho rror.

    Te res c onmigo . Digo:Es de ti de q uien te ngo mied o.Ap ena s te a som bras, eso te d a ganas de rer.De qu d e m?

    De ti.

    Te sigo hab lando del miedo. Intento expli-carte. No lo consigo. Digo: Est en m.Seg reg ado p or m. Vive c on una vidaparadjica , genial y c elula r a la vez. Est ah. Sinleng ua je p ara expresarse. Como muc ho, es unacrueldad desnuda, muda, de m a m,albergada en mi cabeza, en el calabozo

    mental. Hermtica. Con boquetes abiertos a larazn, la verosimilitud, la c la rida d .

    Me miras y me dejas. Miras ms lejos. Dic es:Es el miedo. Lo que acabas de expresar es

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    el mied o. Es esto, no hay otra definicin.Una c osa m enta le.No contestas. Y luego dices que es el caso

    de todo tipo de mied os.

    Digo que el miedo es mi referencia capital.Causar miedo es el mal. As lo creo. Muchosjvenes tamb in lo c reen.

    Digo que el miedo a la noche y el miedo aDios y el miedo a los muertos son miedosenseados para asustar a los nios insumisos.Digo tambin que a veces veo las ciudadescomo objetos de espanto y, en torno a ellas,murallas llenas y vigiladas. Tambin de estemodo veo los gobiernos. El dinero. Las familias

    ricas. Estoy llena de resonancias de la guerra, ytambin de la ocupacin colonial. A veces,cuando oigo proclamar rdenes en lenguaalema na, siento nec esida d de ma tar.

    No escuchas lo que digo sobre el miedoporque eres alguien que tiene miedo y creeque nadie puede saber cul es su miedopropio. Eres alguien que no habla nunca de sumiedo.

    No escuchas, por otra parte, porque crees

    que en lo que digo hay algo que comprender.As que no escuchas. Las explicaciones teab urren po r encima d e tod o.

    Me p reguntas c mo me d an miedo a quellas

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    personas, aunque sean el personal de unpetrolero en traje de deporte. Digo que esporque ignoran q ue c ontienen en s la c ausa d eeste miedo. En la llanura de Kampot, cuando

    ma taban los perros a bastona zos, se q ued abansonriendo, como nios. Miraban morir a losperros con sonrisas espontneas, miraban,d ivirtind ose, las muec as y los gestos de agonade los perros esquelticos. Digo que yo nopod a ser igua l que los franc eses de Franc ia trasaquella niez.

    De vez en cuand o m irb am os a la gente de l

    bar. El Captain, sin duda, deba de vernosmirarle en el espejo de la barra. Despusmirbamos el ro. Y despus, de nuevo, aaquellas personas. De pronto no habl ms. Med ijiste a n que era a terrador hasta qu p unto lagente queda ba marca da por la guerra.

    Como de c ostumb re, llor.

    Habamos hablado de ellos, de la gente delbar. Habamos dicho: ella est tan cerca de lamuerte. Y l se q ued ar solo. La enc arga da fue

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    hacia ellos. Les sirvi una Pilsen negra y unbourbon. Ellos se dijeron algo y sonrieron ymiraron hacia la sala donde se hallaba la hijade la enca rgad a.

    Dices que tambin en aquel caso, el deaquellas personas, algo haba debido desuceder en su juventud y haba decidido elcurso de su vida. La encargada dijo la hora.Eran las c inco.

    El Cap ta in dijo a su mujer: It's five o'clock. Elladijo muy bajo: Already. Y pregunt cundo sema rc haran. El Cap ta in no c ontest.

    Ella, la mujer del Captain, esperaba siempre,aqu como en cualquier parte. Dices que, sindud a, toda su vida deb i d e e sperar algo c omolo esperaba all, en aquel bar, la liberacin deuna insop ortab ilidad d esc onoc ida . Dic es:

    La solucin d el via je p or ma r deb e d e esta rrelacionada con algo parecido a aquellaimp ac ienc ia que t d ices, insostenible.

    Dic es tamb in: Al verla, incluso a travs de esta edad

    increble, se pueden captar los motivos que sehubiera p od ido tener pa ra a ma rla.

    El Capta in es otra cosa .Dic es que, en efec to, tiene m enos ed ad que

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    ella , menos ete rnidad .Sea l a los c orea nos.Mralos. Hace un momento he credo que

    iban a rodear el caf y proceder a nuestro

    exterminio. Como te he dicho, esta gente esmuy c ruel. La m s c ruel que ge nera la tierra .

    Los coreanos miraban los coches, las ruedas,los tableros de mando, las marcas, los nmerosde matrcula. T los seguas con los ojos pero yano te interesaban. Era a m a quien mirabas. Mepreguntas:

    Por qu escribir esta historia?De lo c ontrario no teng o na da que esc rib ir.

    Creo que nue stra histo ria me imp ide esc ribir ot ra

    cosa. Pero no es verdad. Nuestra historia noestar en ningn sitio, nunca estar realmenteescrita.

    Me preguntas si es ste el destino de ciertashistorias.

    No lo s. No entiendo bien lo que quieressaber de m. Digo lo que s, que determinadashisto rias son ina sibles, que est n c onstituidas porestados sucesivos sin nexo entre s. Que son lashistorias ms terribles, las que nunca se

    confiesan, las que se viven sin certeza ninguna,nunca.

    Bajamos los ojos. Tal vez lloraramos si nosmir ramo s. Tu a tenc in es siemp re eno rme

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    c uand o a bo rdam os este tem a de la esc ritura .

    Lo que me impide escribir eres t. Y t eres

    muy desgraciado debido a ello. Porque t noescribes. No escribes porque lo sabes todosob re esto , esta cosa trg ica , esc ribir, hac erlo, ono ha cerlo, no pod er esc rib ir, no p od er hac erlo,lo sabes todo. Es porque eres escritor por lo queno esc ribes. Eso puede oc urrir.

    Te res c on una risa un poco m olesta , est semoc ionad o. Sin duda he hab lad o a l bo rde delas lg rima s. No te m iro.

    T lo sabes. Lo que digo al decir esto, lo

    sabes.No, yo no s nada. Pero lo saba tambin,

    t sabes cmo es... te res, si te pones as,puede durar mucho... No, no s nada en reali-dad . Teng o ese a spec to, pe ro no s na da.

    Puede que adems lo de no escribir tesuced a siemp re, toda la vida .

    Crees que es el miedo?No lo s. Sera como una creencia en una

    prohibicin d e ha c erlo. Tam bin yo tengo el

    aspe c to p ero ta mp oc o s nada , no lo s.

    Volvemos a mirar ms all de las palabras,

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    del momento. Miramos el ro, la plaza, el veranoque due rme . Me p reg untas:

    A ti, qu te suc ed i? La imbecilidad, sin duda... Se necesita la

    imbecilidad para empezar a creer que esposible. Pero esto no es una contestacin.Cmo llega a ocurrir, no lo s tampoco, ni porqu. Sabes, nadie sabe por qu. Se empieza. Yluego sucede, se escribe, se contina. Y luegohete aqu, ya est .

    Eras muy jove n, eso d eb i de c onta r. S, seguro... Todava estaba en el colegio,

    debi de producirse a los doce aos. No mepreocup... hasta ahora. Pero no s nada...

    cmo sucede en la escuela o fuera de laescuela, c mo no suce de, no s na da.

    Es una c uestin d e o rgullo. Respecto al primer libro, sin duda, s. En

    ciertos escritores, hombres, slo existe eso. Perodespus del primer libro no es ya exactamenteel orgullo, es despus cuando resultaimpresionante, cuando se instala a lo largo detoda tu vida, pero es tambin una cuestin demiedo, seguro... puede que proteja de cierto

    miedo... en fin, quiero decir... podra ser. No los.

    Ser esc rito r no es saberlo.No, eso no es suficiente, pero se d ice ta nto

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    que debe haber algo de cierto. Escribir estambin no saber qu se hace, ser incapaz de juzgarlo, hay tambin un poco de eso en elescritor, un brillo cegador. Y adems est

    tambin el que es un trabajo que toma muchotiempo, que exige muchos esfuerzos, y tambinesto es un incentivo. Es una de las poqusimasocupaciones que siguen siendo interesantes.Pod ramo s parar aqu.

    Nos remos, y la cuestin queda ah, enefecto. Dijiste: Qu vida. Volviste a mirar haciaa fuera y volviste a empezar:

    Por qu decrmelo, eso de que ibas aescribir esta historia?

    Porque s. Te lo digo todo. Si no puedessoportarlo, puedes marcharte cuando quieras,esta noche, maana por la maana. Vuelve aPars y llvate tus cosas de tu habitacin.Mrchate.

    En el Sena se sucedan los petroleros, volvande Rouen, el mar estaba quieto. Estn vacos,son muy a ltos, frg iles de p ronto , lige ros.

    No sabes adonde ir, por eso no te quieresmarchar.

    No slo por eso. Me g usta muc ho el p iso, ymi hab itac in. No veo po r qu tend ra que irmede la habitac in que oc upo.

    Es verdad, no tienes ningn motivo para

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    hacerlo.

    No d ijiste nada m s durante un largo ra to . Te

    habas vuelto ha c ia e l ro. Al sol, tu p elo e ra muyrubio. Pens que eras un hombre rubio. Te lodigo: Eres un hombre que tiene el pelo rubio;eso es lo que destaca de ti en primer lugar, asse te percibe p rime ro, por este color rub io.

    Tardas rato en contestarme. Ests furioso.Luego te res.

    Me imp orta un p imiento lo que esc ribas, esalgo q ue te c oncierne a ti.

    S, me concierne a m, a m sola. De todos

    modo s har lo q ue q uiera. S, de todos modos. Slo haces lo que

    dec ides, tienes este d efec to. No tengo eleccin. No me dejas otra

    elec c in. Tam po c o yo te de jo m s.Menos. Me dejas me nos.Es c ierto.Seg uimos ha b land o as. Y luego d ijiste : Lo que preferimos es escribir libros el uno

    sob re el ot ro.

    Y nos remos.Yo te deca que crea que haba un medio

    de recuperar esta historia. Que en mi opininera eso lo que haba que hacer. Que sera a

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    partir de a h, de la resistenc ia q ue no s op ond ra ,como sabramos lo que haba que hacer conella.

    No mirbamo s nada. Ped iste un t. Dijo: A veces creo que todo est ah. A veces

    creo que est acabado. Ms acabado de loque p od emos imag inar. Slo la idea de lamuerte d esp ierta.

    Eso es. La muerte. No se puede soportar.Pero para ti no es nada. Ponte en m i luga r.

    Volvemos a rernos de la muerte. Miramos elpuente de Tanc arville, el rosa por enc ima del

    mar.

    Dijiste:Habremos venido muc ho a Quilleb euf este

    verano.Mucho. Sabes t por qu nos gusta hasta

    ese punto? Yo no lo s.Yo lo s un poco, pero saberlo del todo es

    imposible.

    Es c ierto, es imp osible. Algo que est ah enp leno rostro, que te c ieg a y que no se ve .

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    De p ronto mirabas la p laza , dijiste :Los c orea nos se ha n ma rc hado.La plaza estaba de nuevo vaca, excepto

    por dos nios en bici que llegaron tambin por

    el camino abandonado. La sombra habaalcanzado la otra orilla. Una parte de cielo seti de c olor plomizo p or el norte. Tod ava noera de noche. Era una tormenta. Cruzaba elc ielo po r enc ima de la b aha. Estab a muy a lta,era lenta . Estaba muy osc uro y la g ente d ijo queera por aquella tormenta que iba a estallar. Yentonces, por el c ontrario, ba jo el c ielo p lom izo,volvi el pleno sol. Todas las instalacionespetroleras, los aceros, los brillos, destellaron.

    Durante unos seg undos fue c om o un m isterio.Buscamos el sol.

    Estaba muy bajo en la parte despejada delcielo e iluminaba el campo y el puerto pordebajo de la tormenta. El estuario se iluminhasta el mar. Y aquel cielo de tormenta fueatrapado por la ola de luz. La tormentapermaneci all, sin extenderse ya por el cielo,sin estallar, inmutablemente oscura, una capade p ied ra neg ra . Seg uimo s mirando.

    Miramos la barandilla blanca a lo largo delas riberas del Sena, su tamao ridculo para sufuncin, la de impedir el acceso al ro. Dije quepara m el blanco de aquella barandilla a lo

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    largo del agua era un problema sin fin, sinfondo. Dijiste que el ro estaba dividido yretenido por la reja de aquella barandilla lasaguas negroazuladas y el blanco lcteo

    como el azul por el blanco en las ltimasp inturas de Nic ols de Sta l.

    Volvimos al bar, pedimos unos refrescos ymiramos a las personas del bar. Los bromistas,las gentes del lugar. La encargada. Y su terriblehija, tan encantadora. Y ellos, aquellos viajerosingleses. Volv a hablar de los asiticos. Dije queeran crueles y jugadores de cartas y ladrones ehipcritas, y locos: que recordaba bien losanimales de Indochina, todos esquelticos y

    llenos de sarna com o e n el sur de Espaa y en e lfrica negra. Dije que estos recuerdos deanimales eran los ms dolorosos de todos,porque los nios no soportan el sufrimiento delos anima les, prefieren que m ueran las persona sen su lugar, en lugar de los perros, los elefantes,las c ierva s, los tig res y los monos.

    Mientras te hablo, miro los dos vasosc oloc ados en el bar, junto a los nuestros. En unode ellos hab a c erveza fuerte, la Pilsen neg ra , en

    el otro un bourbon on the roc ksdob le com o unmomento antes, pero los vasos ahora estabanllenos. As que los haban vuelto a llenar mientrasnosotros mirbamos fuera.

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    Me volv hac ia ti y te d ije muy ba jo e l nombre

    de un escritor norteamericano. Muerto. Suicidio.Hic iste un gesto : S. Era eso.

    Aho ra , se d ira que los viajeros hab lan. Dic enfrases incompletas, muy espaciadas, y tambin,de vez en cuando, palabras inconexas. Peropo c o a po c o llega mos a sab er de qu hab lan.

    What a shame... I was longing to gohome...

    Don't think ab out it, dea r... plea se...Oh dea r, Im so t ired . Exha usted ... Suc h a

    p ity... Espec ially no w, just when...Yes, yes, my dear. Don't think about it.

    There's nothing to be d one .No... Im not... It's just that...All right, darling... You're so sweet... Do

    forgive me .El barco del viaje, era de esto de lo que

    hablaban. De aquel barco que deba de estaren el muelle, en un pequeo puerto del Senaesperndoles. Y tambin de pases, de permisos

    de desembarco, de permisos de estancia. Nopodan sin duda marcharse enseguida porqueno tenan todas las autorizaciones que se ne-cesitaban para dejar Francia y volver a Ingla-

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    terra. Poda ser que fuera eso. Aquellasautorizaciones eran para ellos o para el barco,no se saba. Deba de ser frecuente que loolvidaran todo de todo. Y pedir la autorizacin

    necesaria. Ella quera hacer caso omiso, decaque era posible volver a Inglaterra si lo queran,dado que eran ingleses. Y en esto era l quienno estaba de acuerdo. En ella, era como si sehubiera tra tado d e un ltimo d eseo, muy sb ito,muy brutal. Pareca que l no deba de sabernada an. Quera abandona r Franc ia , este p a s,y aq uella misma noc he.

    La inmensidad del amor surge con muchafuerza c uando e llos se a bandona n a l silenc io d euna ira contenida o al atontamiento de laembriaguez. Esta noche hay entre ellos unproblema evidente que no se puede saber,descifrar. Se miran, un poco enfadados, llenosde do lor.

    Luego desvan los ojos hacia el suelo, haciala nada, al paso de la gente por la plaza, lasllega das y las sa lida s de la b a rc aza , roja .

    Se m iran de nuevo en un a mor nac iente.

    Co ntemp las el ro. El sol del oc aso ha entrado

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    en la sala del caf. Est en tus ojos sonrientes.Dices:

    Son los viajeros de las mayores distanciasde la tierra. Su morada es el mundo en su viaje

    m s la rgo.Las pa labras te encantan.Te d igo que e n Venecia d eb en de tener una

    habitacin, deben de pasar por ah, comotodos los viajeros del mundo que vuelven a supas natal. Digo tambin que deben de pasarpor Quillebeuf antes de regresar a Inglaterra.Que sin duda no deben de poder hacer otrac osa . A q u p arte de Ingla terra? No se sabe.

    Este ao las fechas deban de coincidir con

    las que ha ban p revisto .Este ao era el tiempo el que se haba

    retrasado, pero ellos hab an lleg ado e n hora.Te sonro, te digo: Estamos en junio, el mes

    para vo lver.

    La e nca rga da de la Ma rine vuelve de nuevohac ia e l ba r y habla de nuevo con el Cap tain.Tamb in ella d ic e que junio es un b uen m es,

    para volver a Europa. Que este ao el veranoser bueno. Le pregunta si van a volverse ama rc har. Ella siem pre pued e preg untrselo to doal Captain. Podra hacerle hasta las preguntas

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    prohibida s, las de p rinc ip io, que mo lestan ta ntoal Captain. Pero no lo hace nunca. Are yougoing away again, Captain? El Captain diceque depende de ella, de su mujer. Explica a la

    encargada de la Marine: It depends on her.Som et imes she wants to go, sometime s she

    doesn't... It's a long way, you see, a very long

    way indeed... Dice que, sin duda, ahora sehallan en uno de los ltimos de aquellos largosviajes, que deben de quedar algunos an quequiz podran planearse y que seran msc ortos, pe ro no es seg uro.

    Lueg o e l Ca pta in se c a lla .Ella haba mirado de nuevo al suelo,

    avergonzada p or tene r que morir.

    El Captain cierra los ojos. Busca las palabrasfrancesas que sin duda supo en otro tiempo.Pero las ha olvidado. El Captain dice: She's justlike a child... Se p ara . Busc a a la e ncarga dapa ra que le esc uche . La enc argada ya no estall. Sigue el relato para nosotros y las demspersonas. A veces, s, ella quiere volver a

    Inglaterra. A veces no quiere or hablar de ello,de Inglaterra. Est muy cerca, est la isla deWight que puede tocarse con la mano. Unanoche de barco y hemos llegado. Ah est.

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    Yes... yes... El Captain cuenta con una vozentrecortada, baja. Es ah donde est la casade la fa milia, yes... No nos lo cuenta a nosotros,se lo cue nta a la p eq uea iguana . Tod ava e st

    el guarda. S. Uno se pregunta qu puedeguardar, pero de todos modos est ah. Elprimer guarda se haba quedado hasta unaedad inmensa, casi cien aos. Haba muertoah. Luego hubo uno muy joven que se fue alc ab o d e tres o c uatro aos. Ac tualmente habaun tercer guarda de una vejez normal. Apartede esto, todo el mundo ha ba muerto aho ra, losvecinos, los otros parientes. Slo estaban ellosdos ahora, con aquel guarda. Quedan algunos

    muebles slo, los que los camiones de trasladosno se han podido llevar o los que no han sidorobados. Queda la casa, y aquellos bosquesfamosos a la orilla del mar. La pequea iguanaha levantado los prpados. Escucha laenumerac in d e los hec hos. El pad re estaba enc ontra d e su b od a . Esperaron a su muerte paracelebrarla. La madre muri primero, luego elpad re. Tuvieron que esperar muc ho tiempo.Yes... Diez aos. El, el Captain, haba sido

    contratado para que se ocupara del barco.Tena veintids aos en e l mo mento d e a quelc ont ra to . Ella tena veintisis en a quel mome nto ,bella... my God... so amusing... so witty... my

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    God... my God... How far away it all seems...

    Cuando el pa dre haba muerto, l tena treintay dos y ella treinta y seis, nica heredera de losb ienes. En c uanto tuvo luga r la bod a , se fueron

    enseg uida . Fue ella quien q uiso. Yes... yes... Estoes. El calla. La mira. Ella ha vuelto un poquito lac ab eza hac ia l. El levanta un p oc o e l tono.

    Sabe que ella escucha aquella historia. Esnecesario, cada noche, por ella, en su lugar,hablar un poc o.

    Digo q ue el Cap tain no ha de bido nunc a d ecomprender del todo a aquella chica de la isla

    de Wight. Aquella mujer a la que am. Y queella de be de sab erlo.

    Que l de b a de esta r a l c orriente de las c risisque ella sufra de vez en cuando, contra elbarc o, el viaje, inc luso a unque no le hab la ra d eello. Pero l deca que era mal humor, queaq uello se p rod uca durante el reg reso d e c ad aviaje. Ca da vez m s, ella c rea haberlo o lvidadotodo de aquella casa durante el viaje, cmoera el saln y su habitacin y el camino para ir

    al mar y al jardn y aquel bosque a la orilla delmar, aquellos eucaliptos que haban plantadoel da que naciera. Y quera saber inclusoac erc a d e aq uel alojam iento de enc ima de los

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    cobertizos de los barcos. Este era el motivo porel que quera volver a verlo todo, acomprobarlo. El Captain no quera ni or hablarde aquellas cosas. La dejaba hablar sin

    escucharla. No quera saber ms que lasge neralidades. Se neg aba a entrar en losdeta lles de aquel ma l humor.

    A d ec ir verda d, en c ada uno d e sus reg resosa aquella regin, el Captain deba de temer lopeo r, que fuera la ltima vez, que fuera el fina l.

    Ahora lo sabemos. Lo que dicen gira entorno a los primeros aos de su amor.Generalmente se pa rab an una hora d elante dela casa de la isla de Wight. Ella miraba el

    pa rque y a lgunas hab itac iones, co n frec uenc iasin entrar, desde la puerta. Luego, al caer lata rde, ella quera pa rtir de nuevo: Escapar antesde la noche, deca. Haban adquirido aquellacostumbre de ir a un determinado hotel deNewp ort. La c iuda d . Siempre ha b a vuelto a ellacon la misma ilusin. Pero eso no quiere decirque una ma ana p rxima , en la hab itac in d elhotel de Newport, le diga que no volver almar, que se ha terminado, del todo, y para

    siempre.Aquella noche, el Captain tena miedo. Esta

    vez ella no dice por qu quiere ir a dormir a lacasa de la isla de Wight. El no quiere ceder a

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    aquel deseo, le parece exagerado, pocorazona b le. Es casi una inc orrec c in p ara c on linsistir de aquel modo, ella, por lo general taneducada, tan encantadora. She carries thingsto extremes... dice el Captain. She goes toofar... Cambia siempre de idea. She 's a lwa ysc hanging her mind...

    A e lla no le interesa lo q ue l d ice d e e lla .

    Es sin duda en el curso de esos diez aospasados en espera de la muerte de los padrescuando algo sucedi, algo que les decidi apa sar el tiemp o de l amor en un viaje p or el ma r

    pa ra no hac er nad a co n aq uel am or y, a la vez,a p esar de tod o, retenerlo.

    Para ella el Captain haba sido su primeramante. Haba sucedido muy pronto, una vezc ontrata do pa ra o c upa rse d el ba rco .

    Haban intenta do d espeg arse e l uno d el otropero no lo haban conseguido. Al ver que lesera imposible dejar de amarse, fue ella quienanunci a sus padres su deseo de casarse. Lospadres se negaron. No. Mientras estemos vivos,

    no. Haba vivido con ellos toda su juventud.Nunca hubiera podido imaginar que podanop onerse a la felic idad de su hija . Y a l contra rio,provocar su desgracia, construirla da a da,

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    piedra a piedra.Ellos, los padres, nunca cedieron. Nunca se

    arrep intieron. Ni en e l mo me nto d e la m uerte. Yellos, los chicos, tampoco, nunca cedieron,

    nunca se arrepintieron.Si nunca despidieron al Captain, fue porque

    ella le hubiera seguido, ella, su hija, por lejos quese hubiera ido. Conocan a su hija, saban quese hubiera dado muerte si le hubieran privadode su ama nte. El padre, sob re to do l, el padre,conoca a su hija tan profundamente como esposible conocer a un ser humano aqu abajo.Aquel c onoc imiento se remontaba al que tenade su mujer, la madre de su hija, y ella

    participaba de l, lo alcanzaba. Eran mujeresque no se separaban nunca del cuerpo de susama ntes, fuera de noc he o de d a , en esp ritu oen acto. Y aquella dependencia en la cual sehallaban respecto a stos haca que tampocostos pud ieran sep ararse d e ellas. El pa dre sab aque a qul era el ca so d e su hija y el Cap ta in. Ensu decisin de hacer que se quedaran junto aellos a lo largo de aquellos diez aos contabatam b in el pa d re e stab a seguro la preoc u-

    pacin por preservarlos de sus propios errores.Los padres no slo haban mantenido alCaptain en sus funciones sino que le habanconcedido una pensin suficiente para que

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    pudiera vivir all, en el alojamiento de serviciodel Captain, en el parque de la villa, cerca deellos. De m od o q ue a n pud ieran ver pasar a suhija de vez en cuando a lo largo de los muelles

    o p or la p laya, con e l rostro vue lto ha c ia el mar.

    Esto dur diez aos.Fue, pues, en las dos hab itac iones de enc ima

    de los cobertizos de los barcos donde vivieronaquellos diez aos.

    Fue a ll dond e emp eza ron a beb er, a juga r alas cartas con los criados de la villas vecinas,con quienes hacan camping en verano. Poco

    a poco, ella dej de ir al templo, abandon elprotestantismo de Inglaterra en el cual lahaban educa do.

    Pero, aparte de esto, todos los demssent imientos perma nec ieron e n su lugar.

    Conserv un gran amor por su padre y por suma dre. Muy pronto, ella y el Cap tain de ja ron d eestar resentidos con ellos, del todo. Ni uno niotro hablaban ya de aquella historia. El crimende los padres era tan terrible que eran

    inoc entes de l, c om o si tam b in e llos hubieransido sus vctimas. El modo de entender el biende su hija les haba rebasado y haba queolvidarlo. La cosa se supo en la isla y la gente

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    haba hecho lo mismo, haba olvidado. Decanque los pa d res hab an p aga do su de uda c on susufrimiento . Ella, su hija , lo ac hacaba a l destino,a la mala organizacin de lo que haba credo

    el equilibrio divino de la vida. Y l, el Captain,no pe nsab a nunc a que fuera el c aso d e ec harnada en ca ra a nad ie, nunca.

    Un d a , hac a entonc es cua tro aos que vivacon el Captain en aquel alojamiento deencima de los cobertizos, ella haba escritopoesas. No era la primera vez. Siempre lashaba escrito antes, siempre, pero tras su

    encuentro con el Captain haba permanecidovarios aos sin hacerlo. Y luego he aqu quehab a vuelto a empe zar.

    Esto dur un ao.Ella haba escrito poesas. Quince. Quince

    poesas.Sucedi que una de ellas haba aparecido

    en una revista espec ia lizada de Newport.Ella deca al Captain que en sus poemas

    pona a la vez tod a su pa sin p or l, el Capta in,

    y tod a la de sespe rac in d e c ad a ser vivo.El Captain no crea que en sus poemas

    pusiera lo que ella deca poner en ellos. Lo quepona en realidad, el Captain lo ignoraba. He

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    aqu en qu situacin se hallaba el Captainc ara a los poe ma s que esc riba su mujer.

    El Captain haba sufrido. Una verdaderacondena. Como si ella le hubiera traicionado,

    c omo si ella hubiera tenido otra vida pa ralela aaquella que l haba credo suya, all, en elalojamiento de los cobertizos. Una vidaclandestina, oculta, incomprensible, vergonzosata l vez, ms dolorosa an para el Capta in que siella le hubiera sido infiel con el cuerpo, aquelcuerpo que antes de las poesas hubiera sido lonico en el mundo que le hubiera llevado sinduda a suprimirla si ella lo hubiera entreg ado aotro hom bre.

    Una vez, l le haba hablado de aquello, delsufrimiento al que le lanzaban aquellas poesasporque no los comprenda. Ella debi deequivocarse respecto al sentido de suconfesin. Le dijo, en efecto, que si aquellaspoesas le hacan sufrir, era que, sin duda, habaem pezado ya a leerlos, a c om prend erlos.

    Y despus, un da, al borde de la desespera-c in, el Ca pta in fue a ver al pad re. Nunca de jde tratarse con aquellas personas, los padres.

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    Iba de vez en cuando de visita a la suntuosavilla. El padre y el Captain siempre se habantenido en mutua y gran estima. El padre nuncapeda noticias de su hija, pero saba que el

    Captain iba para drselas, que lo hacaabundantemente cada vez. Durante aquellasvisitas hablaban tambin del parque, de lasrep arac iones de la c asa , de la sa lud, de la v idasocial.

    Aquella vez, el Captain haba comunicadoal padre su inquietud y sufrimiento a raz deaquellas poesas. Y al padre haba parecidohacerle feliz. Una sonrisa misteriosa se habasituado en su rostro y haba permanecido all

    durante toda la visita del Captain. El padre nohaba hablado en absoluto del sufrimiento delCaptain ni de su inquietud. Le haba pedidoque copiara aquellas poesas y que se laslleva ra . El Ca pta in lo ha b a p rom etido .

    Hizo aquello sin decselo a ella. Tom latotalidad de las poesas que haba en aquelmomento en la carpeta negra que estaba en-c ima de la c mod a d e la habitac in, las c opic uidadosame nte y se las llev a l padre.

    El padre ley las poesas en presencia delCaptain. Luego los ley de nuevo. Llor. No dijouna palabra, excepto que se excusaba dellorar. Dijo: de felicidad. De llorar de felicidad. Y

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    clnica de Newport. Haba querido morir. Habaquerido m archarse. Rob ar el ba rc o d e su pa drey marcharse. Por la noche haba emitido gritosininteligibles, haba pedido auxilio, pronunciado

    nom bres y nom bres desconoc idos. Y a sumadre y a su padre tambin les haba gritadosu amor y su odio. Y luego haba dejado degritar. Solamente llor, durante nochesseguidas, das. Pero tambin esto pas, comolos poemas. Pidi al Captain que mirara condetenimiento a la nia muerta para podercontar luego a sus padres cmo era, sireconocan algo de ella. El Captain lo hizo. Fuea ver a los padres y les describi los ojos

    descoloridos, inmensos y grises, y el pelo deIrlanda, tan neg ro.

    El verano lleg y la razn volvi a ella, lahab a rec upe rad o c asi po r entero, una ma anaal de spe rtar, y el Cap tain la hab a rec onoc ido.Y despus, he a qu lo q ue haba suced ido:

    Aunque ella no haba escrito ms poemasdurante todo el verano siguiente y durante elotoo , un da de enero ha ba vuelto a empe zar.Era un poema sobre la luz que hay algunas

    veces, algunas tardes durante los inviernos muyfros y muy oscuros. No se lo haba dicho alCaptain.

    Fue un da en que ella haba salido. El

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    Captain la esperaba. Vio el poema porcasualidad. Sin buscarlo. No estaba guardadoen la c arpeta negra d e encima de la cm odade la habitacin donde dorman. Una hoja

    blanca, sobresala de la carpeta negra. ElCaptain tir de la hoja hacia s y la hoja salientera. Y el poema estuvo all, delante de l,manifiesto como un crimen. Esto ocurrade spus de a quel largo pe rod o d urante el cua lella no haba escrito nada, el perodo quehaba sucedido a la muerte de su hija duranteaq uella terrible noc he e n Newp ort.

    Y l, el Captain, que haba pensado que sehaban terminado aquellos caprichos de

    juventud.El Ca pta in se ha b a sentido apualad o p or la

    verdad. Haba sentido que se equivocabarespecto a ella, que viva con unadesconocida. Nada se deca sobre la niamuerta ni sobre l. No apareca nada de suvida , de su amo r, de su felic idad .

    Aq uel da , el invierno estaba en su mom entoms fro. Era a finales de enero. S, haca seismeses que ella haba dejado aquello, esas

    porqueras.El poema no estaba terminado. Este era el

    mo tivo p or el c ual no lo hab a g uardad o d entrode la c arpeta negra. Era el centro de l po ema lo

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    que no estaba terminado. El principio, encambio, estaba acabado, era definitivo. All laescritura era ms firme que en el resto. El centrodel poe ma , con sus d istintas versiones, oc upaba

    la mitad de la p gina. Tod o estab a tac had o enaquella parte. Al principio se trataba,p rec isame nte, de la terrib le luz de c iertas ta rdesde invierno. Aquella luz era la misma de aquelda. Una luz de un amarillo yodo, sangrante.Destea en los parques de la isla de Wight, loshorizontes del invierno y los barcos clavados enel hielo de las drsenas nuticas. Era como siella acabara de escribirlo en aquel mismomomento.

    Aquel poema pareca haber sido escritopara hacer dao al Captain. Peor an: en elpoema se ignoraba al Captain. El Captain sedevanaba los sesos. Tambin aquel d a pensqu haba podido hacer para desmerecerhasta aquel punto a los ojos de su mujer, ytambin qu es lo que hubiera debido hacerpara q ue su existenc ia se indica ra e n el poema ,aunq ue fuera de un modo alusivo y m uy lejano.Y despus descubri la verdad, a sus ojos

    abominable, a saber: que en el universo deaquella mujer, l nunca haba existido ni existiranunca.

    El Captain ley el poema a travs de las

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    tachaduras y las zonas claras de la escritura.Estas le parecan ms ajenas que aquellas enlas que ella haba dudado. A travs de lastachaduras deca que determinadas tardes de

    invierno los rayos de sol que se infiltraban por lasnaves de las catedrales opriman de la mismaforma que las c adenc ias sono ras de los grand esrganos.

    En las zonas de escritura clara deca que lasheridas que nos causaban aquellas mismasespadas de sol era el c ielo quien nos las infliga .Que no d ejaban huella ni cica triz visible, ni en lacarne de nuestro cuerpo ni en nuestrospensamientos. Que no nos heran ni nos ali-

    viaban. Que era otra cosa. Que era en otraparte. En otra parte y lejos de dondehubiramos credo. Que aquellas heridas noanunciaban nada, no confirmaban nada quehubiera podido ser objeto de una enseanza,de una provocacin en el seno del reino deDios. No, se trataba de la percepcin de laltima d iferenc ia : aq ulla , interna, situada en e lc ent ro de los signific ados.

    Hacia el final del poema, las zonas de

    esc ritura se vo lvan o sc uras, inde c isas. Se dec a ,o casi se deca, que aquella diferencia internase alcanzaba mediante la desesperacinsoberana de la que era en cierto modo el sello.

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    El poema se p erda lueg o en un via je a reo, enlos ltimos valles ya prximos a las cimas, la franoc he de verano , la a pa ric in de la m uerte.

    El Captain tir el poema al fuego de la

    estufa. Lo hizo para no sufrir ms. Eso es lo quese dijo a s mismo. Luego esper, no saba qu,en aquella e stanc ia d ond e estab a la estufa po rla que ella tena que pasar para ir a lahabitacin. Sin sufrir ya, en efecto, esper,durante un largo rato, a que ella regresara defuera.

    Fue en aquella tregua que sucedi a la

    desaparicin del poema cuando otra imagende su mujer se ofreci a los ojos del Captain.Fue en aquel punto, una vez aniquilado elpoema, cuando el Captain tuvo conocimientode lo que aca ba ba de hac er, y cobr miedo.

    De este modo descubri la inocencia de sumujer, pasando p or la igno ranc ia que e lla tenade l, el Captain. En un instante volvi a serpara l la que no sabe, la que ignora la fuerzade su poder sobre l, el Captain. Aquella

    inocencia inclua la escritura de esos poemas,de los que ella ignoraba que su valor resida ensu propia oscuridad. Haba que proteger aaquella c ria tura c ontra s misma , co ntra aquella

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    oscuridad que, a sus ojos, era tan legible queella la c onfund a c on su prop ia na tura leza .

    Ella volva de d ar un paseo por las peq uea scarreteras de los alrededores de la villa. Habadicho que haca un fro espantoso, que dabamiedo . Luego hab an tom ad o una ta za d e t. Yella se fue a la habitacin. No haba cerrado lapue rta. Sin duda fue a l c ab o d e un mom entocuando se dio cuenta de la desaparicin delpoema . Busc y d espus p reg unt a l Ca pta in sihaba visto una pgina escrita que andaba porencima d e la c moda.

    El Captain dijo que no haba visto nadasemejante.

    Busc durante parte de la tarde y de lanoche. Sac los cajones de lo alto de lac mod a y los vac i. El se q ued en el co med ory la dej buscar. De vez en cuando lepreguntaba si lo haba encontrado. Ella decaque no . Y a l final hab a p isoteado y roto los dosprimeros cajones de la cmoda para estarsegura de que el poema no se haba deslizado

    al interior del cuerpo del mueble. No habanada. Entonces entr en la habitacin dondeestaba el Captain, se sent delante de l, lomir y d ijo:

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    He buscado por todas partes. No loenc ontrar. Se a c ab . Era un poema de un tipodiferente aadi, me hubiera gustadoensearte ese poema, pero slo porque te doy

    a leer todo lo que escribo, no porque pensaraque te fuera a gustar. Creo, por el contrario,que te ha bra inspirad o m ied o p or m de bido ami cabeza an enferma a causa de la muertede nuestra hija. Al fin y al cabo, quiz es mejoras.

    El Captain mir a su mujer y le dijo que, enefecto, sin duda no habra comprendido mejoraquel poema que el resto d e sus poema s.

    Ella dijo que le hubiera gustado terminarlo,

    pero que no haba que pensar ms en ello. Sequedaron silenciosos los dos y luego fueron aacostarse. Haca fro, l la estrech contra spara calentarla, le dijo que la amaba ms quea nad a en el mundo y ella le d ijo q ue le c rea.

    Escuchaste la historia. Dijiste a tu vez queestaba bien lo que haba sucedido entre ellos.Que habas reconocido el poema y la luz de

    invierno que haca aquel da. E igualmenteaquella precipitacin del poema, de pronto,hac ia la ininteligibilidad de la verda d .

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    Permanec imo s la rgo ra to c a llados.Luego hablamos del tiempo que haba

    transcurrido desde aquel da de invierno hasta

    ese instante, aquella noche, en ese puertofrancs.

    Debi de ser despus de la p rdida de aq uelpoema cuando descubri el viaje por mar,cuando ella decidi perder su vida en el mar,no ha c er otra c osa de sus poema s y de su am orque p erderlos en e l mar.

    A continuacin, sin duda, entre ellos no se

    trat de nada ms, de ninguna otra coyuntura,ningn o tro mod o d e resolverla , nunca , exceptode aquella manera de puro pasar el tiempo.Todos los dems usos de su amor haban sidorechazados. La felicidad haba sido rechazada.La esc ritura , desterrada .

    Ya nos resultaba difcil volverlos a ver comolos habamos visto un momento antes por

    primera vez. Excesivamente prximos a ellos,nos asfixibamos. Haba que alejarse un pocopara verlos juntos, para hacernos con ellos.Habamos abandonado aquella parte del bar.

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    Te a c ercaste a m.

    Los coreanos no haban vuelto. La plaza

    segua vaca. La noche haba empezado acaer. Los acantilados ya no eran los mismos.Parec an d esnudo s, de un b lanco menos puro.

    Es desde lejos como los vemos para noolvidarlos nunca. Es difcil escucharlos, casiimposible. Se entiende el inicio de las frases yalgunas palabras. Eso es todo. Cuatro Pilsennegras, el Captain, y ella tres bourbons. No

    sabe n exac tam ente d e q u hab lan. Sin dud ade todo y a la vez. Empiezan a hablar entre s yluego olvida n que se ha blan. Muy pronto dejande hablarse. Se cuentan cosas a s mismos, selamentan. El, a veces, llora un poco. No vale lapena or lo que dicen. Sabemos que giratodava en torno al barco, a la noche queentierra el valle salvaje. A este ro de orillasdesiertas. A esta regin, de este pas francs sina lbergue orga nizado p a ra los barc os en p elig ro,

    los viajeros de las largas distancias de la tierra.Su ap eg o a aq uel ba rc o haba llegad o a sercomo una creencia que hubiera conducido aque, sin l para retenerlos en los mares, se

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    hubieran pe rd ido e l uno a l otro pa ra siem pre.

    Los miramos durante largo tiempo. Ellos no

    prestaban atencin a nada, a nadie. Hubira-mos podido mirarlos toda la noche sin que sed ieran c uenta , sin que lo no ta ran. Tan solosestaban en el mundo, que nada saban ya dela soledad .

    La presencia de sus cuerpos ha invadidoahora la gran sala del caf de la Marine. Unolos mira a pesar de ellos, a pesar de s mismo.

    Uno se pregunta cmo es posible semejanteinoc enc ia ; la que los lleva , los p rote ge c om o unvestido.

    Se callan. Olvidan, se duermen, se despier-ta n. Y despus vuelven a em pezar. Hab lan.

    Ella, era ella quien volva a empezar: lcontestaba en seguida y ella, acto seguido,tarda ba un tiempo inmenso en volver a hab lar,a decir otra frase, otra palabra, y l se desani-maba . As es.

    Respecto al barco y a aquello que dabatanto m ied o a l Ca pta in, sob re lo que no sab a siella hab a de c id ido o no, am bo s se ha llaba n enun estado de preocupacin que los separaba

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    de las personas ms an de lo que lo hubierahec ho una lengua extranjera.

    Ella estaba muy sola, con aquella idea delbarco en la cabeza. Ms sola que l. Bebamuy, muy lentamente el bourbon doble. Era lquien le impeda beber ms. El beba lacerveza, la Pilsen negra, como agua. Estabaatento a cuando ella tomaba el vaso debourbon. Despus de un trago, colocaba sumano sobre la de ella y ella paraba. Volva adeja r el vaso.

    La patrona haba dicho que al llegar la

    noche marineros de su barco acudan arecogerlos para llevrselos a bordo. Que nohaba por qu inquieta rse.

    Ella no p od a ac ep ta r qued arse a ll de nuevoaquella noche, no poda hacerlo. Pero ya noera ella, era l quien se ocupaba del barcoahora, y aquellos marineros que iban a venir,estaban a sus rdenes, era slo l quien los

    ma nda ba . Sin duda tam bin ella se ha baoc upad o d e vez en c uando de ello. Llevab a eltimn en las aguas tranquilas a lo largo de lascostas y aquello le gustaba mucho. Pero ahora

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    ya no tenan confianza en ella, ni l ni losmarineros. Nadie hablaba de esto, pero ellasaba que ahora le fallaba la fuerza. El dinero,eso haba sido otra cosa. Al principio l dijo que

    nunca se ocupara de ello, que era suyo, asque fue ella quien se o cup y esto d ur m uchotiempo, aos y aos. Ahora tena quecontrolarlo, pero solamente de tarde en tarde,pues se d orma hac ind olo.

    Lo q ue p refera ella era d ormitar en cub ierta.Haba algo que lamentar y era que l, el

    Captain, empleaba con ella una deferenciasiempre un poco excesiva, y esto debido a ladiferenc ia de su c una. Suce da c on d emasiad a

    frecuencia, y a ella esto le irritaba. Pero elCaptain estaba orgulloso de los orgenes de sumujer, tan puros, deca, tan remotos, e inclusoalgunos de sus ancestros, se deca, estabanente rrados en los c emente rios de las c a ted ra lesde Inglaterra .

    En el bar. El Ca pta in. Perma nec e c on los ojosbajos mucho rato, luego, de pronto, la mira

    largamente como se hara con un paisajeturbador e inalcanzable, el del vaco del mar oel del vac o d e un c ielo.

    El problema que debi de plantearse fue sin

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    duda el del tiempo q ue l tena por vivir. Esto sinquitar un solo da, una sola hora, un solo lugar,una sola frase.

    Dices: Uno se pregunta si la irrealidad de su

    presencia proced e de l vac o que a co mp aa elviaje, del nico defecto de esta perfeccin, elviaje.

    El Captain. Se ha moderado mucho por lapasin que siente por ella, an tan secreta

    como durante el primer verano. Se hamoderado tambin, el Captain, por elespesamiento de su sangre, la disminucin delcorrer de su sangre por el cuerpo a causa delalcohol.

    La enca rga da volvi d e nuevo a hablar c onel Captain. Le pregunt por un perro, en vozba ja, siemp re en ingls: Ca pta in, tell me... What

    happened your little black dog?El Captain dijoque haba muerto. Dead. An accident. Yes... amonth ago... yes... It's very sad for her. Seal ala mujer de los ojos cerrados. Miraba al suelo.

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    Hab a o do a la e nc arga da d el ca f. Se sentaazorad a, deb ido al pe rro m uerto.

    Yo miro a ella, la mujer del bar. Pienso quehubiera po dido c og er su bourbon y beb rme lo.

    Ella, o bien no habra visto nada, o bien habravisto y, como le hubiera parecido natural,hab ra pe rma necido c omo estab a, mirnd omebeber, medio dormida en el taburete del bar,con una sonrisa muy leve en los labios. El, elCaptain, tal vez se habra dado ms cuenta,por ella y por l. Ta l vez entonc es me habrasonredo primero y despus me habra dicho:Grac ias por beberlo e n su luga r, porque a ella lehace tanto dao, es espantoso, no puede

    usted imaginar... It's difficult to explain... Tal vezhabra llorad o.

    Son cosas en las que no pens hastadespus: en aquel momento fue enseguidademasiado tarde. No s bien por qu habrahecho aquello, que hubiera sido peligroso param. Tal vez el deseo de aquella piel de sal, delolor ma rino y agrio d e su bo ca en el vaso.

    No c og el vaso. No tuve en la bo c a el trag ode bourbon, el sabor del barniz de barco, ni en

    el pec ho e l estallido d e la violencia a lc ohlic a.Su c orriente solar a travs de m i cue rpo.

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    El, el Cap ta in, la mira en to do m om ento ; ellano, ella no lo hace con nadie. El, en realidad,no a parta los ojos de e lla , nunc a . La quiere ancon toda su fuerza sexual. Ella no; ella est

    vinculada ya a otras cosas, un poco con lamuerte, un po c o c on la risa tamb in y Dios sabecon qu ms. As que no tiene fuerza bastantepara elegir un hom bre por s misma . Pero c adanoche le deja hacer. Hurgar a su gusto en suvientre y gozar con las pin-up de las islas. Elc om pra las revista s en e l puerto d e Singa pur.

    Cuando l miraba a otra parte, era el suelo

    lo que miraba para volver enseguida a ella,para comprobar que segua slida en sutaburete, riendo muy dulcemente en silencio,no se sab a muy b ien p or qu, de qu ima ge n;o bien llamando a aquel perro muerto conaquellas pa labras c ariosas que le hac en sa lta rlas lgrimas. My litt le one... litt le Brownie...

    Una vez, no tardara ahora en ocurrir, cuan-

    do se volviera ha c ia ella , l lo sab a , el Cap ta in,ella se habra deslizado hasta el suelo. Darling...Darling...

    Que aquello se acercaba a l como una

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    tierra invisible en la noche de los ocanos,tambin lo saba el Captain. Darling... My poorlitt le g irl...

    La otra orilla es la que recibe el poniente. Elreflejo rojo ha entrado en la sala del caf de laMarine. Pasa por las paredes, por el espejo. Porlas personas, por sus formas inmviles, aquellasque no miran nada , ni a ti ni a l sol.

    El Captain. Por todo su cuerpo, de pronto ladesesperac in q ue p asa . Se ha end erezado, ha

    buscado aire y ha vuelto a caer. Es muy breve,muc ho, lo d eja reventa do . Mira a los frenchc