Simmel - Sobre La Aventura

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Georg Simmel SOBRE L VENTUR ENS YOS FILOSÓFICOS Traducción d e Gustau Muñoz Salvador Mas Epílogo d e Jürgen Habermas ediciones península®

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8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

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Georg Simmel

SOBRE L VENTUR

ENS YOS FILOSÓFICOS

Traducción

de

Gustau Muñoz

Salvador

Mas

Epílogo de Jürgen Habermas

ediciones

península®

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

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Título original: Philosophisc

he

Kultur

© Verlag Klaus Wagenbach

,

Berlín

West).

Los ensayos

«Para una

psicología

filo

sófica», «

Para una

filosofía

de los

sexos•, «Ensayos de

estética•,

«

Sobre person

a l idades

artí

s

ticas•

y el

«Epílogo•

de Jürgen Habe

rmas han

sido traducidos

por Gustau Muñoz, y los

titulados

«Sobre filosofía de la religión •

y «Sobre

la

filosofía de

la cultura»

lo han

sido

por Salvador Ma s .

No

se

permite

l reproducción

total

o parcial d e es t e

libro,

ni

su

inclu

si ón en un sis tema

inform

á

tico, ni

la

tr n

smi si ón en

cualqui

er

forma

o

por

c

ualquier medio,

ya

sea

e le

ct rónico,

me

cá nico, por

fotoco-

pi

,

por regis tro

o

por otros

medios ,

sin

e l

permiso previo

y

por escri to

de los

titular

es del copyright y de la casa

ed

i tora.

Cubierta de Loni Geest

y

Tone Hover stad.

Pr imera edición: diciembre

de

1988.

Derechos exclus

ivos

de

esta

edición incluyendo

la traducción

y el

diseño

de

la

cubierta): Edicions 62 s¡a. , n ~ a 278, 08008 - Bar-

celona.

Impreso

en

Hurope s a., Re ca red 2, 08005 -

Barcelon

a.

Depósito L

egal

:

B.

41.561-1988.

ISBN

: 84-297-2848-1.

ntroducción

Cuando

se

presentan colecciones de

ensayos que,

c omo los

aquí reunidos, carecen de cualquier unidad en cuanto

a

su

m te ria,

la jus t if icación

in t

e

rn de las mismas puede encon-

t r rse en un in t

e

ncionalidad de conjunto que engloba

tod

la diversid

a d

de su contenido. Una intencionalidad

de

este

género

se

deriva

aquí

del concepto

asumido de f ilosofía, a

s

ber:

que lo

esencial de ella no es,

o

no es únicamente ,

el con-

tenido

que se

sabe, se const ruye

o

se

comparte , s ino u n de -

te rminada act i tud intelectual hacia el mundo

y

l vida, u n

fo rma y modo

funcional

de bord r las

cosas

y de t r t r ín -

t imament

e

con ellas. Dado

que

las

afirIJ\aciones f ilosóficas

di-

verg

en g r nde me nt

e, h st l inconciliabilidad,

y

carecen

de

validez incontestada por ellas mismas,

y

dado, empero , que

se a t isba

en ellas un

fac tor co mún cuyo v a

lor resiste

a tod s

las impu

g

naciones individuale

s e impulsa sin

límites

el pro-

ceso

filosófico,

no cabe

dud

de

qu

e ese

algo

c omún

no

puede

ubic

arse

en

un c ontenido

cualquiera,

s ino sólo en

el

proceso

mismo. Quizá sea

és te

motivo

s

uficiente p r reservar

el

tér-

mi n o de

filosofía

a todas las opos iciones d e sus

dogmas.

Pero

no re

sult tan

obvio que

lo esencial y

relevante de

l

filosofía

deba

es

t r

ib r

en ese a specto funcional , en

es movilidad,

por

s

í d

ecir, formal

d e l

espír i tu

filo

só fico, al men o s al lado de los

contenidos

y

resul tados

expre

s dos

en fo rma

dogmática,

s in

los qu e

,

ciertam

e

nte, e l proceso filosófico c omo ta l

,

por sí

mismo,

no

puede d es a

rro l larse .

Esta

separación entre l

fun-

ción

y

el contenido,

entre

el proceso vivo

y

su

resul tado con-

ceptual,

tipifica un tende ncia muy

ge n

e r l

del

espír i tu mo-

derno

.

Cuando la teoría

d e l

conocimiento,

declarada con

frecuencia único

obje to permanente de

l filosofía,

separa e l

proceso

d e l

conocer de todos sus obje tos

y lo

analiza en est s

condiciones;

cuando la é

t ica

kantiana

conduce l esencia

de

to d

a

moral

a

l

forma

de la buena voluntad

o

voluntad pur

,

cuyo valor sería independiente y l ibre de toda determinación

por contenidos de

f ines;

cuando p r Nietzsche

y

Bergson l

vida

c omo tal encarna

l

autént ica real idad y

el

valor úl t imo,

y

es

l que crea

y

ordena los contenidos sustanciales en lug r

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obre filosofí

de

la cultur

EL

CONCEPTO L TR GEDI DE L CULTUR

Que

el hombre no se ubique incuestionablemente en

el

hecho natural, como

el animal, sino

que se separe de él,

se le

contraponga,

exigiendo,

luchando,

ejerciendo

y

sufriendo l

violencia;

con

este

primer gran

dualismo se

origina

el proceso

sin

fin entre el sujeto

y

el ob j

e

to

.

E n el interior del

mismo

espíri tu

encuentra su

segunda instancia.

El

espíri tu

produce

innumerables figuras que continúan

existiendo

en una pecu

liar autonomía con

independencia

del alma que las ha

creado,

así como de cualquier

otra

alma que las acepta

o

rechaza.

Así, el sujeto se ve tanto frente al arte como frente al dere

ch o

  tanto frente a la

religión como frente

a la

técnica,

tanto

frente

a la

ciencia

como frente a

las

costumbres,

no sólo

tan

pronto

atraído,

tan pronto expulsado

por su

contenido,

ahora

amalgamado con estas figuras como un

trozo del

Yo, tan

pronto en

lejanía

e

intangibilidad

frente

a

ellas; sino

que es

la

forma de la

fijeza,

del estar-coagulado, de la existencia pe

trificada

  con

la que el espíritu,

convertido de

este

modo en

objeto,

se

opone a la

vivacidad que

fluye, a la autorresponsa

bilidad interna, a las

tensiones

cambiantes

del

alma subjetiva;

y

ello

en

tanto que espíritu ligado íntimamente al espíritu '-,..

pero jus to por

ello experimentando

innumerables t ragedia js

en es ta

profunda oposición de forma:

entre

la vida subjetiva

que

es

incesante, pero

temporalmente finita, y sus

contenidos

que,

una vez

creados,

son

inamovibles,

pero

válidos

al marge

del tiempo.

En

medio de este dualismo habita la idea de cultura.

En

i su

raíz reside

un

hecho in terno que en

su

totalidad sólo puede

1

1

expresarse por comparación y

algo

vaporosamente:

como el

camino del alma hacia

sí misma;

pues nadie es nunca

sólo

aquello que es en este instante, sino que es un plus,

es

algo

más

elevado

y

más

acabado

de sí

mismo, algo

preformado

en

él,

irreal,

pero, sin

embargo,

existente de

algún

modo . Aquí no

nos referimos

a un

ideal nombrable, fijado en algún lugar del

mundo espiritual, sino al ser-libre de las energías potenciales

que descansan

en

ellas mismas, al desarrollo de

su

núcleo más

204

...

¡..;

propio, obediente a

un

impulso forma l interi;io. Así

como

la

vida y

en

el

punto

más

alto su acrecentamiento en la con

ciencia

contiene

en

sí de

forma

inmediata

su

pasado como

algún trozo

de lo inorgánico, así

como

lo pasado continúa vi

viendo

en la

conciencia según

su

contenido originario y no

sólo

como causa

mecánica

de transformaciones posteriores,

así también abarca su futuro

en una

forma respecto de la cual

lo

no

viviente no posee ninguna analogía. E n todo momento

de

la

existencia de

un

organismo que

puede crecer y procrear

se,

la

forma

más tardía habita

con una necesidad y una

pre

configurabilidad

tan interna que en

modo alguno

cabe

compa

rar ,

por

ejemplo,

a

aquélla con la que el resorte en

te?s.ión

contiene

su

puesta

en

libertad. Mientras que todo

lo no-vivien

te sólo posee

el

instante del

presente,

lo

viviente

se

extiende

de una manera incomparable sobre

el

pasado y

el

futuro. To -

-

dos

los movimientos

anímicos del tipo

del

querer,

del

deber, de

la vocación, del

tener

esperanzas, son las continuaciones espi

rituales de

la determinación

fundamental  

de la vida: conte

ner en su presente su futuro en una forma específiC:ª•

que

pre-_

cisamente no existe más que en el proceso de la vida.

Y

esto

no

sólo

atañe a

desarrollos

y

consumaciones

particulares,

sino

que la

personalidad en su totalidad y

como unidad

porta una

imagen

en sí como trazada

previamente

con lineas invisibles,

imagen con cuya realización la

personalidad,

por

decirlo de

l-

gún modo, en lugar de

su

posibilidad sería su

plena

realidad.

Así

pues,

por mucho

que la

madurez y

el acrisolamiento

.de

las

fuerzas anímicas pueda

consumarse en tareas e intereses

particulares y,

por

así decir, provinciales

  a

pesar de

esto,

se

encuentra de algún modo abajo

o

encima de

ello

la exigencia

de que con todo esto la totalidad anímica como tal

satisfaga

una

promesa dada con ella misma,

y, en esta

medida, todos

los perfeccionamientos

particulares

aparecen,

en efecto, tan

sólo como

una

multiplicidad

de

caminos

por

los cuales el alma

llega

a

sí misma.

:e.sta es,

si se desea,

una

presuposición me

tafísica

de

nuestro

ser práctico y

afectivo p o r

mucho que

también esta

expresión simbólica

se mantenga a amplia dis- ..

tancia

respecto de la conducta

real,

a

saber, que

la unidad del

alma

no

es simplemente un vínculo

formal

que abarca el de

sarrollo

de

sus

fuerzas

particulares siempre de

la

misma ma

nera,

sino que

por

medio de estas fuerzas particulares es por

tado un desarrollo suyo como

un

todo,

y

este desarrollo del

todo está antepuesto interiormente

a

la

meta de una

formación

para la que todas aquellas capacidades

y

perfecciones

valen

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} como

medio. Y

aquí

se muestra

la

primera

determinación del

concepto de cultura la cual

provisionalmente

sólo sigue al

sentimiento lingüístico.

Aún

no

estamos

cultivados

cuando

he - .  

mos formado en nosotros este o

aquel

saber o poder particu

lar sino sólo cuando todo lo que concierne al

desarrollo cier-

/

tamente

ligado

a

lo anterior

pero sin

coincidir con

ello

sirve

a aquella centralidad

anímica.

Nuestros esfuerzos conscientes

y

aducibles valen en verdad

para

los intereses

y

potencias

particulares

y por

ello el desarrollo

de

todo hombre visto

desde su posibilidad de ser denominado aparece como

un

haz

de

líneas

de

crecimiento

que

se extienden según direcciones

muy

distintas

y en longitudes muy diferentes.

Pero

no

con

és

tas

en sus

perfecciones

singulares

sino sólo

con su signifi

cación para o

como

el desarrollo

de

la

indefinible

unidad

personal

se cultiva el hombre. O expresado de otra

manera

,/

cultura es el camino desde la unidad cerrada a través de .

multiplicidad cerrada hasta la unidad desarrollada.

Pero

sea ·

como

fuere sólo

puede tratarse del desarrollo hacia

u

fenó

meno

que está instalado en las fuerzas nucleares de la perso

nalidad un fenómeno

por

así decirlo que está esbozado

en

ella

misma

como su

plan

ideal. También

aquí

el

uso

lingüís

tico

ofrece

una

guía

más segura. A una fruta

de

jardín que

el

trabajo

del

jardinero ha

extraído

a partir

de

un

árbol frutal

leñoso

e incomestible la denominamos cultivada; o también:

este árbol salvaje ha

sido

cultivado hasta conseguir un árbol

frutal. Si por

el

contrario a partir del mismo árbol se fabrica

u

mástil

y

en esta medida se

le

aplica

u

trabajo teleológico

no menor entonces no decimos de ninguna manera que el

tronco ha

sido cultivado hasta conseguir

un mástil. Este

mati.Z

lingüístico manifiesta claramente que el fruto

a pesar de que

no

se

verificara

sin

el

esfuerzo

humano surge finalmente

a

:

partir de

las

mismas fuerzas

del

árbol y

sólo

satisface la

po -

1

sibilidad

predibujada

en sus mismas

predisposiciones;

mienj-

1

tras

que la forma de mástil

es añadida al tronco a partir de

u

sistema de fines por completo ajeno a

él mismo

y que

carece de

toda

preformación

en

sus

propias tendencias

esen

ciales.

Precisamente en este sentido todos

los

posibles

conoci

mientos virtuosidades y refinamientos de un hombre no

pue

den

todavía determinarnos

a

adscribirle el

carácter de

culti

vado si éstos digámoslo así obran sólo como añadiduras que

llegan

a su

personalidad

a partir de

un ámbito de valor exter

no a

él

y

que

en

última

instancia

permanece

también

externo

a

él. E n

tal caso

el

hombre tiene

ciertamente aspectos cul-

206

·¡

,.

tivados

pero él no está

cultivado; esto último sólo se

presenta

cuando los

contenidos

recogidos

a

part i r de lo suprapersonal

parecen desarrollar

en

el

alma como por una

armonía

pre

determinada aquello que

existe

en

ella misma

como su im

pulso más

propio

y

como diseño previo interno

de su

perfec

ción subjetiva.

Y aquí se

pone

de relieve al fin la

condicionalidad

de la ·

cultura

a

través de la cual ofrece una solución

a

la ecuación

sujeto-ob eto. Nosotros recusamos el concepto de

cultura

allí

donde la perfección no se siente como desarrollo propio del

centro anímico; pero

tampoco es

aplicable

allí donde

sólo

se

presenta como un desarrollo

propio

semejante el

cual

no

re

quiere ni de ningún medio ni de ninguna estación objetivos y

externos a él.

Múltiples

movimientos conducen

realmente

al

alma

a

misma

tal

y como aquel

ideal

lo exige esto

es

la

conducen a la realización

del

ser pleno y más propio que se

le ofrece pero que en primer lugar no exiSte

más

que como

posibilidad. Pero en la medida en que

o en

tanto que el alma

alcanza

esto puramente

desde

el

interior en impulsos reli

giosos autoabnegación moral intelectualidad dominante ar

monía de

l

vida

global - en esta

medida puede incluso pres

cindir de la

posesión

específica

de lo

cultivado.

No

sólo

se

tra ta de que

en

ello

pueda faltarle aquello total o

relativa

mente externo

que el

uso lingüístico rebaja como mera

zación. Esto no importa

en

modo alguno. Pero lo cultivado en

su

sentido

más

puro

más

profundo no está dado

allí

donde el

alma

recorre exclusivamente con sus

fuerzas

subjetivas per

sonales aquel camino que conduce desde sí misma hasta sí

misma desde la

posibilidad

de nuestro Yo

más

verdadero has

ta su realidad

si bien

es cierto

quizá que desde

un

punto

de

vista

más elevado precisamente

estas perfecciones

son

las

más

elevadas;

con lo

cual

sólo se habría

demostrado que

la

cultura no

es el único

efinitivum

axiológico del alma. Con

todo

su

sentido específico sólo se

satisface

allí donde el hom

bre engloba en aquel desarrollo

algo que le

es externo allí

donde

el camino del

alma discurre sobre valores y

progresio

nes que no son anímicamente subjetivas ellas mismas. Aque

llas figuras espirituales objetivas de las que hablaba al

co

mienzo

arte

y

moral

ciencia

y

objetos conformados

con

vistas

a un fin

religión

y

derecho técnicas

y

normas sociales son es

ciones sobre las que debe marchar el

sujeto

para alcanzar el

específico valor propio que

se denomina su cultura.

Tiene

que

englobar

éstas en

sí pero ·tiene también

que

englobarlas en sí

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no

puede sencillamente

dejarlas

existir

como

valores

objeti

vos. Es la paradoja de

la cultura

de que la vida subjetiva,

que

sentimos en su corriente continua

y que

apremia

desde

a

su consumación interna, en

modo

alguno

puede

alcanzar (vis

to desde

la

idea

de la cultura)

a part ir

de

sí esta

consuma

ción,

sino

sólo

discurriendo

sobre

aquellas

figuras

que ahora

se le

han

tornado completamente ajenas,

que han

cristalizado

en

una

cerrazón

autosuficiente.

La cul tura

surge y esto

es

lo absolutamente

esencial

para

su

comprensión-

en tanto que

se reúnen los dos elementos, ninguno de los cuales

la

contiene

por sí: el

alma subjetiva

y el producto

espiritual objetivo

.

Aquí

radica la

significación metafísica de esta

figura

histó

rica. Un gran número de las

acciones

esenciales humanas de..

cisivas construyen puentes inacabables,

y si

acabados, destrui

dos siempre de nuevo,

entre el sujeto y el

objeto

en

general:

el

conocer, sobre todo

el trabajo,

en

algunas

de sus significa

ciones también

el

arte y la religión. El espíritu se ve frente a

un ser hacia el

que

le impele tanto la coerción como la espon

taneidad de su naturaleza;

pero

permanece eternamente rete

nido

en el movimiento en

mismo, en un círculo que el ser

sólo roza,

y

en cualquier instante en

el

que, desviándose

por

la tangente

de

su vía, desea penetrar en

el

ser, en ese instante,

la

inmanencia

de

su

ley

le

arrastra

de

nuevo

a

su

rotación

en

cerrada en

sí misma.

En

la

formación

de

los conceptos s u j e t o : : ~

ob eto

como

correlatos, cada

uno

de los cuales

sólo

encuentra .

su sentido en el otro, ya reside

el

anhelo

y

la anticipación de

una superación

de

este

dualismo rígido,

último. Ahora

bien

,

aquellas

acciones

mencionadas lo

transponen

a atmósferas es

pecíficas en las que se reduce la

extranjería

radical de sus

partes y

se admite

un

cierto

amalgamiento.

Pero

ya que estas

acciones sólo

pueden tener lugar bajo las modificaciones

que,

por

así

decirlo

, han

sido

creadas

por

las

condiciones

atmos

féricas de provincias específicas,

no pueden

superar la extran

jer ía

de las

partes

en

su

fondo

más

profundo

y

siguen siendq

intentos finitos

de

solucionar

una

tarea infinita.

Pero

nuestra

relación con

aquellos

objetos en

los cuales,

o que englobán

dolos en nosotros

,

nos

cultivamos,

es una relación

diferente,

,

puesto que

estos

mismos

son, en efecto,

espíri tu que

se

ha tor-

i

nado objetual

en

aquellas

formas éticas

e

intelectuales, socia-

les y

estéticas,

religiosas y

técnicas;

el

dualismo

con

el

que

el

sujeto

consignado

a

sus propias

fronteras

se opone a l objeto

que es

por sí experimenta

una modelación incomparable

cuan

do ambas partes son

espíritu. De

este

modo,

el

espíritu

sub-

208

j e t i ~ o

tiene que aba?donar su

subjetividad,

mas

no

su espir i

:

tuahdad, para

expenmentar la relación con

el

objeto

a

través

de la cual se consuma

su cultivo.

-esta

es

l única

manera

por

la

que

la forma

de

existencia

dualista, puesta

inmediatamente

con la

existencia

del sujeto, se organiza hacia una referenciali

dad i n ~ e r n m e n t e

unitaria. Aquí

acontece un

tornarse-objetivo

de_l

sujeto

y

un

tornarse-subjetivo

de

algo objetivo, aconteci

miento que constituye

lo

específico del proceso cultural

y

en

:

el que,

por

encima de sus contenidos particulares, se muestra

su. forma

met_af .ísica.

~ o r ello, su comprensión

más

profunda

e:cige

u n anáhsis

ultenor

de

aquella

objetualización

del

espí-

n tu /

Estas hojas

part ían de

la

profunda

extranjería o

enemis-

,

tad que existe

entre proceso vital

y creador

del alma, por

un

lado,

y sus contenidos o productos, por

otro.

A

la vida

vi

brante , incesante,

que no conoce fronteras del alma alma en

algún

s e n ~ i d o

creadora, se le opone su producto

fijo,

Ídealmen

d e ~ i t i v o

y

esto c; on

_el

inquietante

e ~ e c t o

retroactivo

de

inmovihzar aquella

Vivacidad,

más aún, de

petrificarla;

a

me..

nudo es como si la

movilidad

productora del alma muriera en )

su propio producto. Aquí reside una forma fundamental deJ

nuestro

padecer en

el propio pasado, en

el

propio dogma,

a

las fantasías propias.

Esta

discrepancia que,

por

así

decir, exis-

-

te entre

el

estado físico de

la

vida interna

y el

de sus conte

nidos

es

racionalizada en cierta medida

y

cabe sentirla

con

menor i n t e n s i d a ~ por el

hecho de

que el

hombre,

por

medio

de su crear teónco o práctico, se

enfrenta

y

divisa

aquellos

prc;id : ctos o contenidos

anímicos

como un cosmos del espír i tu_

objetivado,

cosmos

en un

sentido

determinado

autónomo.

La

o ~ r a externa º inmaterial,

en la

que se

precipita la

vida

aní

mica,

es.

sentida como un

valor

de tipo peculiar;

a

pesar de

qu7 la vida, fluyendo allí dentro, se extravíe en un callejón sin

salida,

o a

pesar de

que

continúe

su

oleaje

que deja

quietas

en

su sitio a

estas

figuras arrojadas a pesar

de ello

ésta es

precisamente l riqueza específicamefite humana, a saber:

que

los productos de la vida objetiva pertenecen al mismo tiempo

a

un orden de v a l o ~ e ~ objetivo, no

fluye, a

un

orden

lógico

o

moral,

a uno rehgioso o

artístico

, a uno

técnico

o

jurídico.

E n la medida en que se

manifiestan

como portadores de tales

valores, col lo

miembros

de

tales

series,

no

sólo

quedan

exone..

rados, en

virtud

de

su

entretejimiento

y

sistematización recí

proca,

del rígido

aislamiento con el que se distancian

del

ca

rácter rítmico del proceso vital, sino que este mismo proceso

2 9

14

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

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alcanza

con esto

una

significatividad que

no

cabe

alcanzar

a

partir

del carácter incontenible de su mero

t r a n s ~ u r s ~

Sobre

la

objetualización del espíritu recae un

~ c e n ~ o a x 1 ~ l ó ~ 1 c o

que,

ciertamente, tiene su origen

en la

conciencia

_subjetiva, pero

con

el

que esta conciencia

menta

algo que reside más

allá

de

ella

. A

este

respecto,

el valor no

necesita

en

modo

alguno

ser

siempre un

valor positivo en el sentido

de

lo bueno; antes

bien

el hecho

meramente

formal

de que

el

sujeto ha colocado

algo' objetivo,

de

que su

vida

se ha

corporeizado

fue:ra de sí,

es sentido como algo

significativo,

puesto que precisamente

sólo

la

autonomía del objeto, conformado

de

este modo

por

el

espíritu, puede

solventar la

tensión

fundamental .entre pro

ceso

y

contenido

de la conciencia. P u e ~

así

c o ~ o

las

r ~ ~ r e -

sentaciones espacialmente naturales

aquietan

lo m t r n q w l ~ -

dor

de

persistir

en

el marco

del fluyente proceso de c o n s c 1 ~ ~ -

cia

como

algo

plenamente

fijado, por

el hecho de

que legiti

man esta estabilidad en

su

referencia

a

un mundo externo

objetivo, así también la objetividad ?el mundo e s p ~ r i t u : U pres-

.

t el

servicio

correspondiente.

Sentimos

toda

la vivacidad de 1

nuestro pensar en la firmeza de

las

normas lógicas, toda la ¡

espontaneidad de nuestro

actuar

ligada

a

normas morales, Y

1

todo nuestro

transcurso

de

la

consciencia está lleno de

cono- l

cimientos, cosas

que

nos

han sido

transmitidas,

i m p r e ~ i o n e s :

de un entorno conformado de algún modo por el espíritu; la

/

fijeza y

por decirlo de algún modo, insolubilidad química de 1

todo esto muestran un problemático dualismo frente

al

ritmo

¡

sin descanso del

proceso anímico subjetivo,

en el

que,

sin em -

1

bargo,

se

genera como

r e p r e ~ e n t a c i ó n

como contenido

a n í m i

co subjetivo. Pero en

la

medida

en que

p e r t e n e c e ~ ; Il mundo

.:

ideal

por encima de la conciencia

ideal

,

esta o p o s i c 1 ó ~

queda¡ /

justificada

y

fundamentada.

Ciertamente, para e l s e n ~ i d o

cul-

.

tural del objeto, que en definitiva es lo que aquí ~ o s u : i t e r e ~ a

lo decisivo es

que en él están

reunidos voluntad e m t e l i ~ e n c i a

individualidad

e índole

anímica

,

fuerzas

y estado de ámmo

de

las

almas

particulares

(y

también

de su colectividad).

Pero

en 1

l medida en que sucede esto, aquellas

significacic;mes.

anfmi- ,

cas

alcanzan

también un

punto

final de su determmac1ón.

En

la felicidad

del

creador por su obra, ya sea ésta

grande

o

pe

queña

,

junto

a

la

descarga

de

las t ~ n s i < ? n e

i n t e r n a s ~

junt?

a :

l

patentización

de la fuerza s u ? j ~ t i v a : J ~ n t o a la satisfacción

¡

or la exigencia satisfech8:•

cont nua

ex.ist endo

probablemente,

por así decirlo una satisfacción objetiva por el

hecho

de

que

el cosmos

'de

las cosas de algún modo valiosas

es

más

210

rico gracias

a este trozo. Más aú n , quizá no

haya ningún

disfrute personal más sublime de la propia obra que cuando

la

sentimos en

su

impersonalidad

y

separación

de todo

lo

nuestro

subjetivo.

Y

así como las

objetivaciones

del

e s p f r i t ~

son valiosas más

allá

de los procesos vitales

subjetivos

que

¡

han pasado

a

formar parte de éstas

como

sus

causas, así tam-

¡

bién lo son más allá de lo

s

otros procesos que dependen de

J.

ellas como

sus consecuencias. Por

mucho

que

estimemos las

organizaciones

de

la sociedad y

las

conformaciones técnicas

de los fenómenos naturales, las obras de arte

y

el conocimien

to científico de la

verdad, las costumbres

y la

moralidad, aun

que lo veamos tan influyente en su

irradiación

sobre la vida

y

el

desarrollo

de las almas,

a

pesar de todo ello,

a

menudo

, y

quizá siempre,

hay

implicado allí dentro

un

reconocimiento

de

aquello

que

en general so

n estas figuras

ah í

, de

que el mun

do también

abarca esta configuración de l

espíritu;

se

trata

de

una directriz

en nuestros procesos de ·valoración que se

detiene

en

la persistencia

propia

de lo objetivo-espiritual sin

preguntar, más

allá de lo

definitivo

de

estas

mismas cosas

por sus consecuencias anímicas/ Junto a todo

disfrute

subje-  

tivo con el que,

por

ejemplo

,

la obra de arte, digámoslo así,

pasa

a

formar parte de

nosotros, reconocemos

como

un

de

tipo específico el

hecho

de que, en general, está ahí, el he

cho

de que el espíritu se ha creado este recipiente.

  Así

com

por lo

menos

una

línea

en

el

interior del querer

artístico

de

se mboca en

la

persistencia

propia de

la obra de

arte e

implica

una valoración absolutamente objetiva

en

el

autodisfrute de

la fuerza creadora que despliega sus energías vitales, así tam

bién

discurre

una línea

orientada

en

la

misma dirección en

el

interior de la actitud del

receptor.

Y, en

verdad,

claramente

diferenciada

frente a

los valore

s que

visten lo

dado de una

forma puramente objetiva,

lo

objetivo de la naturaleza Pues \

precisamente tales cosas, el

mar y

las flores, los Alpes

y

el

\

cielo cuajado de

estrellas, p recisamente esto posee lo

que pue- \

de

denominarse

su valor

sólo

en su reflejo en las almas sub-

J

jetivas

.

Pues t n pronto

como

prescindimos de humanizaciones

místicas

y

fantásticas de la

natura leza, és ta es un todo

que

se

halla unido

de forma

continua

y cuya

indiferente legalidad

,

no permite

a

ninguna

parte un

acento fundamentado

en su

.

existencia objetiva, más aún,

ni

siquiera

una existencia objeti

vamente delimitada

frente a

otras

existencias.

Sólo nuestras ·¡

categorías humanas recortan de ella

los

trozos

particulares a

los

que

enlazamos

reacciones

estéticas,

solemnes, simbólica-  

2

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

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mente significativas: que

lo

bello de la naturaleza

csea

dicho

so en sí mismo,. existe

con derecho sólo

como ficción poética;

para la conciencia que se esfuerza por

la

objetividad,

no

existe

rpás

dicha

en

la

naturaleza que

la que provoca

en nosotros.

Así pues, mientras

que

el producto de las fuerzas

por

com

pleto

objetivas sólo

puede

ser

valioso subjetivamente, el pro-

  dueto de

las

fuerzas subjetivas,

por

el contrario,

es

valioso

objetivamente para

nosotros. Las figuras

materiales e

inma

teriales

en

las

que está

investido el

querer y el poder,

el saber

y el

sentir

humanos ,

son aquello

que está ahí

objetivamente,

aquello

que sentimos como significatividad

y

enriquecimiento

de

la existencia incluso cuando abstraemos completamente de

su

ser-contempladas, ser-utilizadas

o

ser-disfrutadas. Aunque

el

valor y la significación,

el

sentido y la

importancia,

se

pro

duzcan

exclusivamente en

el

alma humana, a pesar de ello,

esto se acredita de

continuo

frente a la naturaleza dada, pero

no

estorba el

valor

objetivo de aquellas figuras

en

las que

aquellas

fuerzas

y

valores anímicos

--creadores y

conforma

do res ya

están investidos.

Una puesta

de

sol

que no contem

pla ningún hombre no hace al mundo de ninguna manera más

valioso

o

excelso, puesto que su facticidad objetiva

no

posee

lugar

alguno

para

estas categorías;

pero tan pronto como un

pintor

introduce en

un

cuadro de

esta

puesta de sol

su

sen

timiento,

su

sentido formal y

cromático,

su

capacidad

expre

siva, tenemos a esta obra (desde qué

categorías

metafísicas,

\

quede aquí sin elucidar)

por un

enriquecimiento, por una

ele-

1 vación

de valor

de

la

existencia

en

general; el mundo se nos

aparece,

por

así

decir, más digno de su existencia, más

pró-

1

ximo

a su

sentido,

cuando la fuente de todo

valor, el alma

hu

,

mana, se

vierte

en un hecho sem

e

jante,

asimismo

pertenecien·

¡

te al

mundo objetivo

(en esta

peculiar

significación

indepen-

l

ientemente de

si

un alma

posterior redimirá

de

nuevo

este

valor producido

por

encanto

y lo disolverá

en

el flujo

de su

· sentir subjetivo). La puesta de

sol

natural y la pintura están

ambas ahí como realidades, pero aquélla encuentra su valor

·

sólo

en la

supervivencia

en

sujetos psíquicos,

en

ésta, empero,

que

ya ha em p

_ pado

tal vida

en

y la

ha configurado

en

un

\ objeto,

nuestra sensación

axiológica se

detiene como

en

un

\

definitivum que

no

requiere de ninguna

subjetivización.

Si se

extienden

estos momentos basta una polaridad par

tidista, entonces, por

un

lado,

está la

evaluación privativa

de

la vida subjetivamente

movida, por

la

que todo sentido, valor,

significación, no sólo es

producido, sino

en la que también

2 2

habita

todo ello. P

ero,

por otro

lado,

no es

menos

compren

sible la

acentuación

radical

del

valor que se ha tornado obje

tivo.

Por

supuesto, ésta no está ligada a la

producción

origi- -¡

nal de obras

de arte y

religiones, de técnicas

y

conocimientos;

(

pero aquello que

un

hombre haga tiene

que

contribuir

al cos-

¡

mos

ideal, histórico, materializado,

d el

espíritu

para

que

sea

1

considerado

como valioso

.

Esto no incumbe

a

la

inmediatez

-.

subjetiva

de nuestro

.ser y

actuar, sino

a su contenido

objeti

vamente normado

, objetivamente

ordenado,

de

modo

que tan

sólo

estas

normaciones

y

ordenaciones contienen

la sustancia

axiológica y la

comunican

al

acontecer

personal que

fluye

. In

cluso

la autonomía de la voluntad moral

en

Kant

no

involucra

ningún valor de

ésta en

su

facticidad

psicológica,

sino que

la

enlaza

a la

realización

de una forma

que existe

en

idealidad

objetiva.

Incluso

el sentimiento

y la

personalidad poseen

una

significación, en

lo

bueno como en lo malo, en el

hecho

de

que

forman

parte

de

un reino

de lo

suprapersonal. En

tanto

1

que

estas

valoraciones

del espíritu subj<ytivo y

del objetivo

están respectivamente la una enfrente de la otra, la cultura

lleva adelante

su

unidad

a

través de ambas

:

pues

la

cultura

significa

aquel tipo de perfecció

n

individual que sólo puede

consumarse

por medio

de la

incorporación

o

utilización

de

una

figura suprapersonal,

en

algún

sentido ubicada más allá

del sujéto.

El valor específico

del

estar-cultivado resulta inae

cesible para el sujeto si

no

lo alcanza por el camino que dis

curre

sobre realidades espirituales objetivas; éstas,

por su

par

te,

son

valores

cultur les

sólo

en la medida en

que

conducen

a

través

de sí aquel camino del

alma desde

sí misma hasta

sí misma, de sde aquello que podría

denominarse

su

estado

natural

hasta su

estado

cultural.

...

Así

pues

, la estructura

del concepto de cultura también

puede expresarse de

este modo:

no hay ningún valor

cultural

que sólo sea valor cultural; más bien , cada

uno,

para alcanzar

esta significación,

tiene

que ser también valor en una

serie

ob

jetiva

.

Pero tambi

én

allí donde un valor presenta este sentido

y

algún interés

o una

capacidad de nuestro ser

experimenta

a través de

él

un

estímulo,

significa un valor cultural

sólo

,

cuando

este desarrollo

parcial

eleva

al mismo tiempo

nuestro

Yo-global

a un

escalón

más

próximo

a su

unidad

y

perfección.

,

Sólo así

se tornan

comprensibles dos fenómenos de

la

historia

del espíritu negativos

y que

se

corresponden entre sí. Por una ·

parte, que hombres que poseen

el

interés más profundo por

la cultura muestren a menudo

una

no table

indiferencia

, más

213

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 8/24

aún

rechazo ante los contenidos objetivos particulares de

la

cultura

en la me

dida

en

que no tienen éxito

en descubrir su

superespecializado

rendimiento

para el fo mento

de

las perso-

. nalidades globales; y no

hay

ningún producto humano que

teng que mostrar necesariamente un rendimiento semejante

\

aunque sin duda

tampoco

hay ninguno que

no

pued

mostrar

Jo. Por otra

parte cabe encontrar fenómenos que sólo parecen

/

se r valor

e s culturales

ciertas formalidades

y refinamientos de

/ la vida tal y como son

propios

de épocas excesivamente ma

.

duras

y

cansadas. Pues allí donde

la vida

se

ha

tornado

en

estéril

y absurda

todo desarrollo

hacia

su plenitud desarro

llo volitivamente

posible

y que puede ser es tan

sólo

un desa

rrollo

esquemático

y

ya

no está en condiciones de extraer a

part i r del contenido objetivo de cosas e ideas sustento y es

tímulo al igual que el cuerpo enfermo ya

no

puede asimilar

por medio

de

los alimentos las

materias a part i r de

las cuales

el cuerpo sano

se desarrolla

y gana fuerzas. El

desarrollo

indi

vidual

puede extraer aquí de las normas sociales tan sólo la

conducta socialmente buena de las artes

tan

sólo el disfrute

improductivo

de los

progresos técnicos

tan

sólo lo

negativo

de la facilidad y la lisura

de

transcurso

cotidiano;

surge

una

especie de cultura subjetivo-formal sin aquel ntretejimiento

interno con el elemento obj

e

tivo en virtud del cual se

satis

face

por vez primera

el concepto

de

una

cultura

concreta

. Así

pues

por

una parte

hay

una acentuación

de la cultura tan

apasionadamente

centralizada que el contenido objetivo de sus

factores objetivos le resulta excesivo y excesivamente

desvian

te

puesto que

éste como

tal no cabe

exactamente ni

puede

caber  en su función

cultural;

y  por otra parte

una debilidad

y vacío de la cultura tal que ésta no se encuentra en modo

alguno en condiciones de englobar

en

sí los factores objetivos

según

su

contenido objetivo . Ambos fenó meno s que a primera

vis

ta

se presentan

como in

s

tancias contrapu

estas frente a la

ligazón de la cultura

personal

a

hechos imp ersonales

confir

man más bien la

consider

a ción más

exacta

de esta ligazón.

Que en la cultura se unifiquen de este

modo

los factores

vi

tales últimos

y decisivos 

se manifiesta precisamente en el

hecho de

que el desarrollo

de cada uno de éstos puede

acon

-

tecer

con

una

autonomía

que no

sólo

puede

pr e

s

cindir de

la

motivación

mediante el

ideal c

ultural

sino que

lo rechaza

di

rectamente . Pues la mirada en una o en

otra

dirección se

siente desviada de la unidad de

su

intención cuando tiene que

determinarse

en

virtud de

una

s

íntes

is

entre ambas.

Precisa-

214

mente los espíritus que crean los contenidos que

permanecen

y

que por lo tanto crean el elemento objetivo

de.

la

u l ~ u r a

es

tos espíritus se

negarían

a

tomar prestados motivos

e

ideas

de

su

realización justo a part i r de la idea de cultura. Aquí se da

más bien

la

siguiente situación interna.

En el fundador

religiones

y

en

el artista en el hombre de Estado

y

en

el

m

ventor

en

el sabio

y en

el legislador actúan

dos

cosas:

la des

carga

de sus fuerzas esenciales la elevación de su

naturaleza

a la altura

en

la que

hace

salir de sí los c o n t e n i d ~ s

de

la

vida cultural y la

pasión

por la

cosa

.en cuya perf.::cci?n per

fección según sus propias

leyes

el suJe.to se torna

mdifc:rente

ante

si mismo

y se extingue. En

el

gemo estas dos o m e n t ~ s

son una

sola

:

el desarrollo del

espíritu

subjetivo

hacia si mis

mo por mor de sus apremiantes fuerza s   es

para

el genio una

unidad que

no

cabe diferenciar de la entrega absolutamente

autoolvidada

a la

tarea objetiva.

a

cultura objetiva

como se

mostraba

es siempre síntesis. Pero la

síntesis

no es ni la única

ni la más

inmediata

forma

unitaria

p u ~ s t o que

siempre

pre

supone la

separación

de los elementos como

lo

que le

precede

0

como

su

correlato. Sólo una época

tan

analíticamente

sin

tonizada como

la moderna puede encontrar en la

síntesis

lo

más

profundo el

uno y

el

todo

de

la

relación

f o r ~ l

del

e s p ~ -

ritu con el mundo mientras que en efecto existe una U l-

dad

original prediferencial;

en la

medida

en que

ésta

hace

salir de sí los

elementos

analíticos de

igual

modo como el

núcleo

orgánico

se ramifica en la

multiplicidad

de miembros

separados

está más allá de análisis y

síntesis-

a : º ser que

estas

dos

se

desarrollen

a partir

de ella en interacción presu

poniendo

la

una

a la otra a cada nivel a no que la

síntesis

lleve con posterioridad

los elemento

s n l í t i c m ~ n t e

separa

do s a una unidad que es empero

algo

del todo diferente a

la

unidad puesta antes de toda separación. El genio

c r e d ~ r

-

see

aquella

unidad originaria de

lo

s u b j ~ t i v o

y de

lo

o b J e ~ 1 v o

que

debe

primero

separarse para en cie rto

modo resucitar

de nuevo en el

proceso

de cultivo

de

los individuos de una

forma

completamente

diferente una forma s i n t é t i ~ . Así pues

por ello el interés en la cultura

se

encuentra relacionado con

es tas

dos

cosas: con el puro autodesarrollo del espíritu obje

tivo

y

con el

puro

emerger

en la

cosa

 

no

en

.un

nivel

si

tuado

m á

s allá

del impulso

axiológico interiormente inmediato

la cosa sino que en ocasiones en tanto que emeger secundano

y conforme a la

reflexión

busca protección en e s

te

emerger

como un emerger abstracto general. La cultura s igue en juego

215

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 9/24

en

tanto que el alma tome

su

camino

por así decirlo sólo a

través del ámbito propio y

se

consume

en

el puro autodesa

rollo del propio

ser

t an to

da

cómo se encuentre éste deter

minado

desde un

punto

de vista

objetivo.

Veamos

el otro factor de la cultura: aquella

producción

del espíritu que

ha

madurado

hasta

llegar

a una

existencia

aislada

ideal independiente por lo tanto

de

toda movilidad

psíquica;

contemplada en su

aislamiento

autosuficiente

tam

poco su sentido y valor más propios

coinciden

en modo alguno

con

su

valor

cultural

más aún aquél desde sí deja comple

tamente

atrás su significación cultural. La obra

de

arte

tiene

que ser perfecta según

las

normas

del

arte

que

no preguntan

por otra cosa que no sea

ellas mismas

y que darían o dene

garían a la obra

su

valor aun cuando  por así decirlo no hu

biera

sobre el mundo

otra

cosa más

que

esta obra; el resul

tado

de

la investigación com o

tal

debe

ser

verdadero y

nada

más

en

absoluto la religión concluye

su sentido en s í con la

salvación que lleva al alma el producto económico

desea

ser

perfecto

en

tanto que económico

y

en

esta

medida no reco

noce

para s í ningún

otro patrón

de

valor

que

no sea

el

eco

nómico.

Todas

estas

series transcurren

en la cerrazón de una

legislación puramente interior  y si y con qué valor se dejan

·insertar en

aquella evolución

de las almas

subjetivas

esto

no

es en modo

alguno

de la

incumbencia

de su significación me

dida según normas me ramente objetivas y

válidas

por sí

solas

.

A part i r

de

esta situación objetiva se torna

comprensible

el he

cho de que tanto en los hombres que sólo están

orientados

ha

cia

el sujeto cuanto en

aquellos que sólo están orientados

hacia

el objeto encontremos a

menudo una aparentemente no

table indiferencia

más

aún

una aversión frente a la cultura.

Aquél que sólo pregunta por la salvación

del alma

por el

ideal de

la fuerza personal o por el desarrollo

individual-in

terno en

el que no

puede

interponerse ningún momento exter

no a él es

el

tipo de hombre

cuyas valoraciones

recusan pr e-

cisamente uno de

los factores

integrantes de la cultura; mien

t ras que el otro factor falta a aquel otro tipo

que

sólo pre

gunta

por la pura perfección objetiva

de

nuestras obras de

tal modo que

éstas

y

nadie

ligado

de algún

modo con ellas

satisfacen

su

idea.

El

extremo

del

primer

tipo

viene represen

tado por e l estilista

del

otro por el

especialista

encerrado en

el fanatismo de su especialidad. A primera vista hay algo de

chocante en que los

portadores

de

tales «Valores culturales»

indudables

como

la

religiosidad la

formación

de la

persona-

216

lidad técnicas

de

todo tipo  tengan que menospreciar o com·

batir

el

concepto

de

cultura.

Pero esto

se

aclara

de inmediato

por la

comprensión de

que

la

cultura

significa siempre

sólo

la sínt sis de un

desarrollo subjetivo

y un valor espiritual ob

jetivo y

de

que la

sustentación

de uno de estos elementos al

extremo de

su

exclusividad

ha

de impugnar el entretejimiento

de ambos.

Tal

dependencia del

valor cultural

respecto

de la coopera

ción de un

segundo

factor que está más allá de la serie valo

rativa-propia del objeto hace comprensible que precisamente

éste alcance a menudo

en

la escala de los valores

culturales

una

graduación

por

entero

diferente

a

la

que alcanza

en la de

las meras significaciones objetivas.

Una multiplicidad

de obras

que en tanto que

artísticas

técnicas intelectuales permane

cen por debajo

de la

altura de lo

ya

alcanzado

en otras

oca

siones

tienen

en efecto la

capacidad

de ensamblarse de la

forma

más

eficaz

en el

camino

evolutivo de ·muchos hombres  

como fomentadoras de sus esfuerzos latentes como puentes

hacia su próximo

estadio más

elevado. Así como entre las im

-

presiones

de la naturaleza en modo

alguno existen

sólo las

dinámicamente más poderosas o las

estéticamente

más

per

fectas de

las

que nos llega

una

dicha totalmente profunda y el

sentimiento

de

que

los elementos

sordos

e

irredentos que

exis

ten

en nosotros se han tornado de

pronto luminosos

y

armó

nicos así

como

más

bien

a menudo

tenemos que

agradecer

esto a un paisaje de lo más sencillo o al juego de sombras

de

un

mediodía de verano así tampoco cabe

aún

contemplar

la significación de la obra

del espíritu ya

sea

alta

o baja en

su propia

serie

en

aquello

que

esta obra pueda

ofrecernos

para el camino de la cultura . Pues aquí todo depende de

que

aquella

significación

especial de

la

obra tenga por así decirlo

el

rendimiento

colateral

de servir

al desarrollo central o ge

neral de las

personalidades.

Y que este rendimiento pueda

ser

inversamente

proporcional respecto del

valor propio· o interior

de la obra tiene diversas

causas

más

profundas.

Hay

obras

humanas de

una

perfección inalcanzable a

las

cuales precisa

mente

a

causa de esta

redondez

sin

lagunas

no

tenemos nin

gún acceso

o

que

por ello no tienen

ningún acceso

a noso

tros. Una

obra

semejante

permanece digámoslo así

en

su

lugar desde el cual

no cabe

transportarla a nuestros domi

nios; es una

perfección solitaria

hacia la que quizá podemos

dirigirnos pero que no

podemos llevar con

nosotros para al

zarnos

en ella a la perfección de

nosotros

mismos. Para el

217

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

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sentimiento vital moderno, la Antigüedad posee con frecuencia

esta cerrazón

autosuficientemente

consumada que se

niega

ingresar en

las pulsaciones el desasosiego de nuestro

tempo

evolutivo; y esto, hoy en

dí a

,

puede

determinar a muchos

a

buscar otro factor fundamental

para

nuestra cultura. o

mismo sucede con ciertos ideales éticos. Las figuras del espí

ritu objetivo así caracterizadas están quizá

más

determinadas

que otras

a

portar

la evolución

desde la mera posibilidad

has

ta la más elevada realidad, a

darle

la dirección.

Pero

algunos

imperativos éticos contienen un

ideal

de una perfección

. tan

rígida que a

part i r

de

ellos, por así decir,

no

cabe actualizar

ninguna

energía

que

pu d

iéra

mos

recoger en

nuestra evolu

ción. Con toda

su

altura

en

la serie

de las

ideas éticas,

en

tanto que elemento cultural quedarán fácilmente por

detrás

de otros

que

desde su

lugar

más bajo en aquella serie asimilan

y

ensamblan

reforzando desde sí el r i tmo

de

nuestra evolu

ción. Otro motivo de tal desproporcionalidad entre el valor

objetivo

el valor cultura l de

un objeto

reside en la

unilate

ralidad del

estímulo que experimentamos por medio

de

aquél.

Muchos contenidos del espíritu objetivo nos hacen más listos

o

mejores

,

más

felices o

más

h á

biles, pero con ello no nos

desarrollan realmente, sino

qu e

, por decirlo

de

algún modo, de

sarrollan

un

aspecto

o

cualidad,

el

mismo objetivo

,

que

está

adherido

a nosotros; aquí,

se trata, por supuesto, de

diferen

cias resbaladizas e infinitamente

tenues, en modo

alguno apre

hensibles externamente, diferencias que enlazan con la miste

riosa relación entre

nuestra

totalidad unitaria

nuestras ener

gías y perfecciones

part icular

es. Es claro

que la

realidad

plena

y

cerrada

que denominamos nuestro sujeto sólo podemos ca

racterizarla con

la suma

de tales particularidades

,

s in que

fuera,

sin

embargo, componible a

part i r de

éstas;

la única

categoría que está a disposición, a saber, la

de

las partes el

todo

, en

modo

alguno

agota esta relación única

. Pues

todo lo

singular, considerado

por

sí, posee un

carácter

objetivo, po

dría existir en su aislamiento en cualesquiera sujetos

distin

tos

y

alcanza

el carácter

de

nuestra

subjetividad por

vez pri

mera

en su

lado interior, con el que

hace crecer

precisamente

aquella unidad de nuestro ser. Pero con el

pr imero

tiende en

cierto modo e l puente hac ia

el

valor de las

objetividades, re

side

en nuestra

periferia

con la que

nos enlazamos a l mundo

objetivo, tanto externo como espiritual. Pero tan pronto como

esta

función dirigida

hacia

el

exterior, alimentada desde

el

exterior, se

desgaja

de su

significación

que va hac ia

el inte-

2 8

rior,

_que desemboca

en nuestro

centro,

surge

aquella discre

pancia; nos tornamos instruidos, nos

tornamos

finalistas más

ricos en el placer en las capacidades, quizá también m á s

formados», pero

nuestro

cultivo

no guarda el

paso

con

ello,

pues

vamos

desde

un tener y poder

más bajo

hasta otro más

elevado

pero

no desde nosotros mismos

-en

tanto que lo más

bajo hasta

nosotros mismos

en tanto

que lo más

elevado.

He puesto de

relieve esta posibilidad

de discrepancia entre

significación

objetiva y significación cultural de uno el

mis

m o objeto sólo para hacer

visible

con m ayor c la r idad la

fun

d a m ~ n t a l d u p l i ~ i d a d de

elementos

en

cuyo

entre juntamiento

consiste exclusivamente l cultura. Este

entrejuntamiento

es

absolutamente único

,

en tanto que el desarrollo culturalmente

significativo del ser personal

es

un estado

que existe

pura

m e

nte en el sujeto, pero

es

un estado ta l

que no puede

ser

alcanzado de absolutamente ninguna

otra

forma que no sea

la incorporación

y

el

aprovechamiento

de

contenidos objeti

vos. Pc;ir

el o

el cultivo es, por una

parte,

una tarea que reside

en lo

infinito p u e s

nunca cabe considerar como cerrada la

utilización

de momentos

objetivos para

la

perfección del

ser

personal ;

por otra parte, el matiz del uso l ingüístico sigue

muy exactamente este estado de cosas en la medida en que

la

cultura

l igada

a

un

único objeto (cultura religiosa,

cultura

a r t ~ s t i c a etc.)

no

es utilizada por lo general para la caracteri

z ~ c 1 ~ del

es tado de

_ os individuos, s ino sólo

de

los

espíritus

pubhcos; en el sentido de que en una época se encuentran

muchos

contenidos espirituales, o especialmente relevantes

de

un tipo determinado, a través de

los

cuales se consuma el

t ivo de los i n ~ i v i d u o s

.e.stos,

visto con mayor exactitud, pue

d en estar cultivados sólo

más

o menos,

pero

no

especializada

mente

de

esta o aquella manera; una cultura del individuo

v a m ~ n t e singularizada sólo puede

significar, o

bien que

J?erfecc1ón

cultural

y,

como

tal ,

su

perespecial izada del in

d1v1duo se ha consumado por m edio

de este

único contenido

unilateral

, o bien

que junto

a

su auténtico

cultivo

se

ha con

figurado

además

un considerable

pod

er o saber

respecto

de

un contenido objetivo. Por ejemplo, la cultura artística de

u n

individuo - si

es que debe ser

algo

además de las perfecciones

artísticas que pueden tambi

én

representarse en

el «carác

ter

incultivado» de

un

hom br e

sólo puede indicar

que en

este

caso son

precisamente

est s perfecciones

objetivas las

que

han

obrado

la consumación del

se

r global personal.

Ahora bi en , en el interior de

esta

estructura de la cultura

219

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 11/24

surge

una grieta que ciertamente ya está puesta

en su

fun

damento y que a part i r de la

síntesis-sujeto-objeto

a part i r de

la significación metafísica de

su

concepto

hace surgir una pa

radoja más aún una tragedia.

El

dualismo de sujeto

y

objeto

 

el cual presupone

su

síntesis

no es

sólo por

así

decirlo

un

dualismo

substancial que concierne

al

ser

de ambos sino que

la

lógica interna

según la

cual se

desarrolla

cada uno ellos

no

coincide

de ninguna

manera

de una forma autoev1dente

con la del otro.

Cuando

han sido creados ciertos primeros

motivos del derecho del arte

de la moral -qu iz á

según nues

tra espontaneidad

más

propia

y

más

ínti

ma -

entonces

ya no

tenemos a la mano hacia qué figuras particulares se

desarro

l larán

tales motivos. Produciendo o recibiendo estas figuras

vamos más bien

a

lo largo

d e un

hilo conductor de una nece

sidad ideal que

es

completamente objetivo

y que

ya

no se

preocupa

más de

las exigencias

de nuestra

individualidad

por

muy centrales

que sean

que de

lo que

sean los poderes físicos

y sus leyes. Sin duda en

general

es correcto que el

lenguaje

imagina

y

piensa por nosotros esto es

que

recoge los impul

sos

fragmentarios

o

ligados de nuestro propio

ser y

conduce

a una

perfección

a la que éstos

incluso puramente

para no

sotros

mismos

no habrían

llegado

en

·caso contrario. Pero

este

paralelismo de

los

desarrollos

objetivos

y

de

los subje

tivos no tiene sin

embargo

ninguna necesidad

fundamental.

Incluso en ocasiones

sentimos e l lenguaje como un

poder na

tural extraño que

falsea

y

mutila

no

sólo

nuestras

manifesta

ciones

sino

también

nuestras orientaciones

más íntimas. Y la

religión

 

que ciertamente ha surgido de la búsqueda del alma

de

misma que es como

las

alas que

las propias fuerzas del

alma producen para llevarla

a su

propia

altura

incluso la

reli

gión una vez

surgida

posee ciertas

leye

s conformadoras que

desarrollan

su

necesidad pero

no

siempre la nuestra. Aquello

que a

menudo

se .

ha reprochado

a la

religión

como su

espíritu

anticultural no son sólo sus ocasionales

enemistades

con

valo

res in te

lectuales estéticos

morales

sino también

esto

más

profundo: que ella recorre

su

propio camino

determinado por

su lógica inmanente camino en el qu e

 

ciertamente en

globa

a

la vida; pero encuentre el

alma

los bienes transcen

dentales que encuentre

por

este

camino dicho

camino con

frecuencia

no la conduce a la consumación de su

totalidad

a la cual le remiten sus propias

posibilidades

y

que

reco

giendo

en

sí la significatividad de las figuras objetivas

se

de

nomina precisamente cultura.

220

En la medida en que la

l

ógica

de

las

figuras

y

conexiones

impersonales está

cargada con

una

dinámica

  en

esta medida

surgen

entre éstas

y los

impulsos

y

normas internas

de la

per

sonalidad duras

fricciones

que en la forma de la

cultura

como

tal experimentan

una concentración

única. Desde que el hom

bre

se dice

Yo

a

mismo desde

que se

ha

convertido

sobre

y

ante sí mismo en obj

e to des

de que

en

virtud

de

ta l forma

de nuestra alma sus

contenidos

pertenecen a un centro desde

e

ntonces

tenía que

crecerle

a part i r de es ta forma el

siguiente

ideal:

que

esto

así

ligado con el punto central sea también

una unidad cerrada

en

sí y

por

ello

un todo autosuficien.te.

Pero

los

contenidos

en los

que el Yo

tiene

que consumar

es ta

organización

hacia un mundo propio y unitario no

sólo

le

pertenecen

a

él; le

están

d dos

desde alguna exterioridad es

pacial temporal ideal

;

son al mismo tiempo los contenidos

de cualesquiera otros

mundos sociales

y

metafísicos concep

tuales y

éticos

  y

en

estos otros mundos poseen formas co

nexiones entre sí que no desean coincidh; con

aquellas

de

Yo

.

En

estos

contenidos

que el Yo configura de forma específica

los mundos

externos

capturan al

Yo

para recogerlo

en

sí; y

en

la medida

en

que estos mundos conforman

los contenidos

según

sus

exigencias no permiten qu e

aquellos

contenidos

lleguen

a

centrarse

en

torno al

Yo. Puede

que esta

situación

encuentre

su

manifestación

más amplia

y

más profunda en

el conflicto religioso

entre

la autosuficiencia

o

l ibertad

del

hombre

y su

inclusión

en

los

órdenes

divinos

;

pero

esta

ma

nifestación

al

igual

que

el

conflicto

social

entre

el

hombre

como

individualidad

redondeada y el mero miembro del orga

nismo social es tan sólo un caso de aquel dualismo puramen

te

formal en

el

que nos

enreda

de

manera inevitable

la perte

nencia de nuestros

contenidos vitales

a

otros círculos

al mar-

gen del de nuestro Yo. El hombre no

sólo

se encuentra

innu

merables veces

en

el punto de intersección

de

dos círculos

de

fuerzas valores objetivos cada uno de los cuales querría

arrastrarlo

consigo sino que él

se

siente

a

sí mismo como

centro

que

ordena

en

torno

a

armónicamente

y

conforme

a la lógica de la personalidad la totalidad de sus contenidos

vitales y

se siente al mismo

tiempo solidario

con cada uno

de

estos

contenidos periféricos

qu

e

sin embargo también per

tenecen a otro círculo y

que aquí

son reclamados por

otra ley

del movimiento--

; de

modo

que

nuestro

ser por así

decir con

forma

el

punto de intersección entre sí mismo

un

círculo de

exigencias extraño. Ahora bien el hecho cultural aprieta una

221

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

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contra otra y de la forma más estrecha las partes de esta

coli

·

sión,

en la medida en que

liga

el desarrollo de cada una de

ellas

esto

es, sólo así la deja que se torne cultivada) al hecho

de

que englobe a la

otra

en sí y,

por

lo tanto, presupone

un

paralelismo o una adaptación recíproca de ambas

partes

.

El

dualismo

metafísico

de sujeto

y

objeto, que

esta estructura

de la

cultura

tendría

que

superar, resucita

de nuevo

como dis·

cordancia entre los contenidos

particulares

empíricos y los de

sarrollos objetivos.

Pero quizás el desgarramiento siga aún abierto cuando en

sus

partes

no hay en modo alguno contenidos orientados

en

dirección contraria, sino cuando lo objetivo se sustrae de

su

significación para el sujeto

por

medio

de

sus

determinaciones

formales:

la autonomía y la inmensidad.

La fórmula

de

la

cultura

era,

en

efecto,

la

siguiente:

que

las

energías

anímico·

subjetivas

alcanzan

una

forma

objetiva,

en

lo sucesivo

inde

p e ~ i e n t e del

proceso vital

creador  y ésta,

por su

parte, es in-

cluida

de

nuevo en el proceso vital subjetivo

de

una manera

que

lleva

a

sus portadores

a

la

perfección

redondeada de su

ser

central. Pero esta corriente

de

sujetos a sujetos a través

de

objetos, en la

que

una

relación

metafísica entre

sujeto

y

objeto adquiere realidad histórica 

puede

perder su

continui·

dad;

el

objeto,

en una

forma

más

fundamental que

la

hasta

el

momento

aludida,

puede salirse de su significación media

dora

y,

en

esta medida, romper los puentes sobre los que

dis

curre

su

camino cultivado.

En

primer lugar, el objeto adopta

tal aislamiento y enajenación frente a los sujetos creadores

s?bre la

b ~ e

de la

~ i v i s i ó n

del trabajo. Los objetos que

han

sido producidos

mediante

la

cooperación de

muchas

personas

forman una

escala

según la

medida

en la

que

su

unidad

se

apoye en la

intención unitaria

  reflexiva, de un

individuo,

o se

haya producido sin tal origen consciente de sí misma a

partir

de las aportaciones p ~ r c i a l e s de los cooperantes.

En

el polo

caractenzado por lo ultimo

se

encuentra

  por

ejemplo,

una

ciudad,

que

no ha sido

construida según

los planes existentes

con anterioridad,

sino según las necesidades e

inclinaciones

accidentales de los

individuos particulares

y que, sin embargo,

es

una

figura plena de sentido

en

tanto que

todo,

cerrada

vi

sualmente,

ligada

orgánicamente.

El otro

polo

lo

ejemplifica

quizás el producto de una fábrica en el que han actuado con

juntamente

veinte trabajadores, cada

uno

de ellos sin conocer

ni

los otros trabajos parciales ni

su

ensamblaje

  y

sin interés

por

ello

mient ras que,

sin lugar

a dudas,

el todo

es

dirigido

222

por una voluntad

e

intelecto central

personal - ; o

la dirección

de

una orquesta en

la que el oboísta

o

el timbalero no tienen

ni idea de la

afinación del

violín o

del

cello y que,

sin

embar

go, son

llevados

juntos con éstos por la batuta del

director

a

una

unidad

de

acción

perfecta. Entre

estos dos fenómenos

puede estar, por

ejemplo,

el periódico,

cuya

unidad

por

lo que

hace

al

aspecto

a la si

gnificación

se apoya

de

algún modo,

por

lo menos externamente,

en una

personalidad conductora,

pero

que, sin

embargo,

se

origina en una

medida

considerable

a partir de

las

contribuciones más diferentes y

recíprocamen

te

accidentales

de las personalidades más diferentes y comple

tamente extrañas entre sí . El tipo de estos

fenómenos

es,

ex

presado absolutamente, el siguiente: por medio de la acti

vidad de diferentes personas surge un objeto cultural

que,

.en

tanto

que

todo, en tanto

que

unidad

que

está ahí y que actúa

específicamente

  no

t iene ningún productor

no

ha surgido

a partir de una correspondiente

unidad

de

-un sujeto anímico.

Los

elementos se han

aunado

como si

sigµieran

una

lógica

e

intención conformadora que habita en

el interior

de

ellos

mis

mos, en tanto que realidades

objetivas,

con la que no han

cargado a su creador. a objetividad

del

contenido espiritual,

que

lo

hace independiente de todo ser-admitido o no-ser-admi

tido,

cae aquí

ya

del

lado

de

su

producción

:

tanto da

lo

que

los

individuos particulares

hayan

deseado

o

dejado

de

de

sear; la producción

posee

sin embargo la

figura

acabada,

rea

lizada

de

una

forma

puramente

corporal, no alimentada

por

ningún espíritu con

su

significación ahora efectiva, y puede

seguir dándole curso

en

el

proceso cultural de

una

forma

sólo gradualmente diferente a cuando

un

niño pequeño orde

na por azar

las letras

con las

que

juega en un sentido

correc

to;

este sentido está

ahí

en

ellas

con objetividad y

concreción

espiritual, a pesar de haber sido

producido sin

tener la más

remota

idea.

Pero visto exactamente se trata, en

efecto, sólo

un caso sumamente radical de

un

destino

espiritual-humano

muy general,

que se

extiende también

a aquellos

casos

de di·

visión del trabajo.

a

mayor parte de los productos

de nuestro

crear espiritual contienen en

el interior de

su significación

una cierta

cuota

que nosotros no hemos

creado.

No me refie

ro

con esto

a

la falta

de

originalidad,

a

valores

heredados,

a

la dependencia respecto de

modelos previos,

pues

con todo

ello la obra podría haber nacido según

su

contenido a

partir

de nuestra conciencia, si

bien

con ello

esta

conciencia sólo

daría curso a

aquello

que

ha

recibido tale quale

  Más

bien,

en

223

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

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casi

todas nuestras realizaciones hay contenido algo de sig

nificación que puede ser extraído por otros

sujetos,

pero q u ~

nosotros mismos no hemos introducido. Naturalmente, lo

si

guiente no es válido en

.sentido

absoluto en ninguna parte ,

pero s í en

todas en sentido relativo

:

lo que teje,

no

lo

sabe

ningún tejedor.

a

realización

lcabada_ o n t i ~ n e c e ~ t o s

? e l ~ -

ciones, valores, puramente

segun su existencia

objetiva e indi

ferentemente frente a sí e l creador ha sabido que

éste

será el

resultado de su crear. Es

un

f c tum

tan

misterioso

como

in

dudable el que un

sentido

espiritual, objetivo y reproduci?le

por

toda

conciencia pueda estar ligado

a

una figura

matenal ,

sentido

que no

ha introducido

ninguna conciencia, sino que

está

adherido

a la

fact icidad

pura y

más propia de

esta

forma

.

Frente

a la

naturaleza, el

caso

análogo

no

ofrece

problema:

ninguna voluntad artística

ha

prestado a las montañas

del

Sur

la

pureza estilística de su contorno o al mar t e m p e _ s ~ u o s < ? su

s imbolismo es tremecedor .

Pero en las obras

del

esp1ntu tiene

parte ,

o

puede tenerla, en

primer

lugar, lo puramente natural ,

en tanto

está provis to de tales posibilidades

significativas,

pero,

acto seguido

  también la tiene o puede_ tenerla

el

conte

nido espiri tual de sus

elementos

y su conexión resultante de

misma. La

posibilidad de alcanzar a par t i r de esto

un

con·

tenido espiritual

subjet ivo

está investida

en

ellos

como

una

conformación

objetiva no

describible

con posterioridad,

que

ha dejado completamente t ras de sí su origen. P?z: poner un

ejemplo extremo: un poeta ha compuesto una adivinanza : ºn

una

solución determinada;

si

se

le

encuentra o t ra solución

que sea exactamente t an

ajustada,

tan

plena de

sentido,

tan

sorprendente, como aquella otra  entonces

es tam?ién

exacta

mente igual de «correcta» y, a pesar de que estuviera muy le-

jos de su proceso creativo, reside

en

la ~ d i v i n a n z a creada

como objetividad ideal

exactamente

del mismo

modo como

aquella primera solución sobre

la

cual fue creada

tal adivi

nanza.

Tan

pronto

como

nuestra

obra

está ahí, no sólo posee

una existencia

objetiva y

una

vida

propia

que

se han separa

do

de nosotros, sino

·

que en este ser-sí-misma

- - como

por gra

cia

del

espíri tu ob je t i vo -

contiene fuerzas

y debilidades, par

tes

constitutivas

y significatividades, de las que somos total

mente

inocentes

y por

las que

a

menudo somos sorprendidos

nosotros mismos .

Estas posibilidades

y medidas de autonomía

del espíri tu

objetivo

sólo

deben poner

en

claro que, también

allí

donde

éste

es producido a

part i r

de

la conciencia de

un

espíri tu sub-

  4

jetivo  

posee tras

la

objetivación

que

ha

tenido lugar una va

lidez al margen de

ésta

y una posibilidad

independiente

de re -

subjetivización; es claro que esta posibilidad no

neces i ta

en

modo

alguno

realizarse - pues t o que,

en

efecto, en el ejemplo

de

más arriba,

la

segunda solución

de la

adivinanza existe

con

pleno derecho

en

su

espiritualidad objetiva,

también antes de

que fuera encontrada e

incluso

si esto

no

sucediera nunca.

Esta p eculiar

condición

de los

contenidos

culturales - q u e

hasta el momento rige para los contenidos particulares, por

así decirlo, a i s l ados - es el

fundamento

metafísico de la fu

nesta

autonomía con la

que el reino

de

los productos

cultura

le

s crece y

crece,

como

si una necesidad lógica in terna

ex

t ra jera

un

miembro t ras

el

otro   a menudo casi

sin relación

con

la voluntad y la personalidad de

los

productores, y como

si no estuviera afectado por la pregunta por cuántos sujetos

y en qué grado

de

profundidad y extensió:r;i

es recogido

y con

ducido

a

su

significación

cultural.

El «carácter de fetiche»

que

Marx

adscribe a

los

objetos económicos en la época de la

producción de

mercancías

es

sólo un

caso peculiarmente

mo

dificado de

este

destino

general

de nuestros

contenidos cultu

rales. Estos

contenidos

es

tán

bajo la paradoja -y con una

«cultura» creciente, cada vez má s - de que,

cier tamente, han

sido creados

por

sujetos y están determinados para sujetos,

pero

en la forma intermedia de la

objet ividad

que adoptan

más allá y más acá de estas instancias siguen

una

lógica

evo

lu tiva inmanente

y   en

esta medida, se alejan

tanto

de su ori

gen como de

su fin. No

son necesidades físicas las que ent r an

en

cuestión a este

respecto, sino

realmente

sólo necesidades

culturales

que,

sin duda,

no

pueden

saltar

por encima

de las

condicionalidades fí s icas. Pero lo que el producto, como ta l

producto

del

espíritu, extrae

(aparentemente

uno a part i r del

otro)

es

la

lógica cultural del

objeto  

no

la científico-natural.

Aquí

reside el

funesto impulso coercitivo in terno de toda

«tée

nica

» tan

pronto como su perfeccionamiento

la empuja

fuera

del alcance del

uso inmediato . Así, por ejemplo 

la

fabrica

ción industrial

de algunas

manufacturas puede recomendar

la

de

productos

colaterales

para

los

que

en

realidad no

se en

cuentra ninguna necesidad; pero la pres ión a utilizar comple

tamente

aquellos utillajes,

una

vez creados

 

urge

a

ello.

a

se

-

r ie

técnica exige

desde sí completarse

mediante

miembros

que

la serie

anímica, que es la

auténticamente definitiva, no

r equiere

y así

surgen ofertas de

mercancías que

despiertan

neces idades

artificiales y, vi s to

desde

la cultura

de

los

suje-

225

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 14/24

tos, absurdas.

En

algunas ramas de

la

ciencia no sucede otra

cosa. a

técnica

filológica, por

ejemplo,

se ha

desarrollado,

por

una

parte, hasta

alcanzar

una l ibertad i n c o m p a r a ~ l e Y

una perfección metodológica; pero, por

otra

parte, los .objetos

que

merecen ser trabajados así desde el punto de vista d ~ l

interés

real

de la

cultura

espiritual no

crecen con

tanta rapi

dez, y,

de este modo,

el

esfuerzo

filológico

se

convierte

con

frecuencia

en

una

micrología, en

una

pedantería y en un cu l-

tivo

de lo

inesencial

p o r así

decirlo,

un

paso en el vacío

del método, un avanzar de la norma objetiva cuyo autónomo

camino ya no coincide con el de la cultura en tanto que per

fección vital. En

muchos ámbitos

científicos se

origina de este

modo

aquello

que pu ede

denominarse

el saber superíluo: una

suma de conocimientos

metodológicamente irreprochables, no

impugnables desde el concepto abstracto de cienci. .1, y q u ~

sin embargo, están enajenados respecto del auténtico senti

do

final

de toda

investigación;

con lo cual, evident

e

mente, no

m e

refiero a

ningún

fin externo, sino a los fines ideales y cul

turales.

La increíble oferta de fuerzas

también

favorecida por

obra

y

gracia

de la economía)

que

están d i s p u e

s t a ~

Y a me

nudo también aprovechadas para la producción espintual, ha

conducido

a

una valoración de todo trabajo

científico por

mismo, cuyo valor es

con

frecuencia

s ó l ~ una

convención,

~ s i

una conspiración de la casta

de los.

sabios

en pro de u n ~

quietantemente fructífera procreación

endógena del espu:tu

científico cuyos productos, sin embargo, son tanto en

sentido

interno, como en el de la actuación ulterior, infructuosos. Aquí

se

fundamenta el

servicio fetichista

que

desde

hace mucho

tiempo se

pone de

relieve con el «método»: como si una

reali

zación

fuera ya valiosa

sólo

por

el carácter correcto

de su mé

todo;

éste es

el

muy astuto

medio

para la legitimación y . a

sación de múltiples

trabajos,

que están ligados por el sentido

y la

conexión del desarrollo

cognoscitivo, sentido y

conexión

aprehendidos de una

forma

excesivamente generosa.

Por su

puesto ,

surge

la

objeción

.de

que

también

mediante las

im  

es

tigaciones

aparentemente

1nesenciales

aquel

desarrollo ha

sido

favorecido en ocasiones de la forma más sorprendente. ~ s t a s

son posibilidades imprevistas, tal

y

como suceden en todo

ámbito,

pero que no

nos

pueden impedir

asignar

o

denegar

a un

hacer su derecho

su

valor de acuerdo con

nuestra ra

cionalidad existente

en

esta época

si bien tal

racionalidad

no es, en verdad, omnisciente

.

Nadie

consideraría razonable

perforar al azar en

algún

lugar

del

mundo en busca de carbón

226

o

petróleo, por

muy

innegable que

sea

la posibilidad

de que

allí se

encuentre realmente algo.

Existe

un cierto

umbral de

probabilidad

para la

utilidad

de los trabajos

científicos, que

en un

caso

entre mil puede ciertamente mostrarse

como

si

tuado erróneamente

,

pero que

en

vista de ello no justifica

su

empleo

en

los

999

esfuerzos

que

caen

en

el

vacío. Esto, consi

d e

rado

histórico-culturalmente,

no

es

también más que

un

fe

nómeno particular de

aquel crecimiento

de

los

contenido-;

culturales

en un suelo en

el

que otras fuerzas y fines

distintos

a

los culturalmente plenos de sentido los aguijonean

y

reco

gen

y en

el que producen inevitablemente

flores

que no

dan

fruto. Se

trata

del

m

ismo motivo

conformador último

que

cuando

en la

evolución

del arte el poder técnico

se

torna

lo

bastante

poderoso como

para

emanciparse

de la servidumbre

respecto del

fin

cultural global del arte. Ahora

,

obediente sólo

a

la lógica interna

,

la técnica desarrolla

.

refinamiento detrás

de refinamiento que, sin embargo, no

son

sino us perfeccio

nes,

pero

ya no

perfecciones del sentido

cultural

del

arte.

Toda

la excesiva especialización que hoy en día es deplorada

en

todos

los

ámbitos

de trabajo y

cuya

prosecución apremia,

sin embargo, bajo la ley

como con

implacabilidad demoníaca,

es sólo una configuración particular de

aquel

destino fatal

de los elementos culturales:

que

los objetos poseen

una

lógi

ca propia

de

su

desarrollo no

una lógica

conceptual, no una

lógica

natural

,

sino sólo

la de su

desarrollo en

tanto

que

obras

culturales humanas

y en

cuya

consecuencia se des

vían de la dirección con la que podrían insertarse en el desa

rrollo personal de las almas humanas.

Por

ello esta discrepan

cia no es en modo alguno idéntica

a

aquella

otra puesta de

re lieve a

menudo: con

la elevación

de los medios

al valor

de

fines ·finales,

tal como las

culturas

avanzadas lo muestran

a

cada

paso. Pues

esto es algo puramente psicológico, es

una

acentuación a part i r de casualidades o necesidades

anímicas

y

sin

ningún

tipo de relación firme con el contexto objetivo de

las cosas.

Pero

aquí se t ra ta

precisamente

de éste, se

trata

de la lógica inmanente de las conformaciones culturales de

las

cosas

;

el hombre

se

convierte

ahora en

mero

portador

de

la

coerción con

la que

esta

lógica domina los

desarrollos

y

los

continúa

como

en la

t ngente de la vía

por

la

que

r

eg

resarían de nuevo al

desarrollo

cultural

del

hombre vi

viente.

:e.sta

es la auténtica tragedia de la cultura. Pero

por destino

trágico a diferencia del tr iste

o

del pertur

bado desde el exter ior entendemos, en efecto, lo

siguien-

227

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 15/24

te: que las fuerzas

negativas

or

ientadas

contra

un ser

sur

gen precisamente

a

partir de los

estratos

más profundos

de

este mismo ser;

que

con su

destrucción

se

consuma

un

des

tino que está ubicado en él mismo

y

que

por

así

decirlo

el

desarrollo

lógico

es

justamente

la estructura con la

que

el ser

ha

construido

su

propia

positividad.

Es

el

concepto de

toda

cultura el que el espíritu cree un objeto objetivo autónomo

a

través del cual el desarrollo del sujeto tome

su

camino de s

de

mismo hasta sí mismo;

pero

precisamente con

ello

aquel

e

lemento

integrador que condiciona la

cultura queda

predeterminado hacia

un

desarrollo propio que consume cada

vez

más fuerzas de los sujetos que

arrastra cada

vez más

su

jetos

a

su

vía

sin llevar

con ello a

estos últimos

a la

cima de

sí mismos: el desarrollo de los sujetos ya no

puede

recorrer

el camino que toma el de los objetos; siguiendo sin embargo

este último se extravía

en

un callejón sin salida

o

en el vacia

miento

de la

vida más

íntima y más

propia.

Pero

e l

desarrollo

cultural

pone

a l

os

sujetos fuera

de sí

mismos de forma

aún

más positiva mediante la

ya

aludida

ausencia

de

forma

y de

fronteras

que llega al

espíritu objetivo

en virtud del carácter

numérico ilimitado

de

sus

productores.

Cada

uno de

los contribuyentes puede

contribuir

a

la

provisión

de

l

os contenidos culturales objetivados sin ningún

tipo

de

consideración

a

los

otros

contribuyentes. Esta

provisión

tiene

en

las distintas

épocas

culturales

una coloración determi

nada esto

es

una

frontera

cualitativa trazada desde el

inte

rior; pero no tiene de igual modo

una

frontera

cuantitativa

no

tiene

absoluta

mente

ningún motivo para no

propagarse

bas

t lo

infinito

para no ensartar libro

a

libro obra de arte

a

obra de arte invención

a invención: la

forma de

la objetivi

dad

como

tal posee una

capacidad

ilimitada.

Pero con

esta

capacidad de

acumulación por

así

decir inorgánica convier

te

a

la forma de la vida personal

en

inconmensurable

en

lo

más profundo. Pues

su

capacidad de

ser

recogida no se

en

cuentra sólo limitada

según la

fuerza

y la

duración de

la vida

sino mediante

una cierta unidad

y

relativa cerrazón de su

forma y por

ello realiza

una

elección

con un

ámbito

de jue

go

determinado entre los contenidos

que se le

ofrecen como

medios

de

su

desarrollo individual. Ahora bien

en

apariencia

esta inconmensurabilidad no necesita convertirse

para

el

in

dividuo en una inconmensurabilidad práctica en la medida

en

que éste deja

de

lado aquello que su desarrollo

propio no

puede asimilar.

Pero

la cosa no

tiene

éxito de manera tan sen-

228

cilla. a

provisión

del espíritu objetivado

provisión

que

crece

hast_a lo in descriptible plantea exigencias al

sujeto

despierta

e ~ d a d e s

en lo

golpea

con sentimientos acerca de

la

pro

pia msufic1enc1a

y

desamparo lo enreda

en

las

relaciones glo

bales de cuyo carácter total no puede sustraerse sin poder

subyugar

sus

contenidos particulares. De

este modo

surge

la

típica

situación problemática

del hombre moderno: el senti

miento de estar cercado

por

un sinnúmero de elementos

cul

turales

que no

carecen de

significado

para

él pero

que en

el

fondo más profundo

tampoco

son

plenamente

significativos;

que

en

tanto

que masa

tienen

algo sofocante

puesto

que no

puede

asimilar internamente todo lo particular pero que tam

poco puede rechazar sencillamente

dado

que por así decirlo

pertenece en potencia

a

la esfera de

su

desarrollo cultural.

Podría caracterizarse esto con la exacta inversión

de la frase

que designaba a los

primeros

franciscanos en su

pobreza de

alma en su

absoluta

liberación de

todas las

cosas que aún

atravesaban de algún modo el camino del alma

a

través de sí

Y

al que querían convertir en un camino indirecto:

NihiÍ

habentes omnia

possidentes

en lugar de

ello

los hombres

son muy ricos

y

las culturas sobrecargadas omnia

habentes

nihil posidentes.

Estas

experiencias

pueden

expresarse

de

múltiples

fo r

mas; lo

que aquí importa

es

su

profundo enraizamiento en

el centro del concepto de cultura.

Toda

la riqueza que este

concepto realiza descansa en que

l

as

figuras

objetivas sin per

der

su

objetividad

son englobadas

en el proceso

de perfeccio

namiento

de

sujetos como

su

camino

o su medio. Quede al

margen si visto desde el sujeto se alcanza de este modo l

forma

suprema

de

su perfección; pero

para la intención me

t a f í s i c ~ que busca l l e v ~ r

a

la unidad el principio del sujeto y

del objeto

como

tal existe aquí

una

de las

máximas garantías

frente a

lo

siguiente: no tener que reconocerse a sí misma

como

ilusión. La pregunta

metafísica

encuentra

con ello una

respuesta histórica. El

espíritu ha

alcanzado en las

figuras

culturales

-una objetividad que lo

hace independiente

de todo

azar

de la

reproducción subj

etiva y que al

mismo tiempo

aprovecha para el f in

central

de

la

perfección subjetiva.

Mien

tras que

las respuestas metafísicas

a

aquella

pregunta aco

·

s

tumbran amputarla

realmente

en tanto que muestran

corno

En

mi

Philosophie des

Geldes las he

expuesto

para

un número

mayo:c

de

ámbitos históricamente concretos .

229

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 16/24

nula

la

oposición s u j e t ~ b j e t o la cultura

se

atiene al enfren

tamiento

pleno de

las

partes, a la lógica

suprasubjetiva

de

las

cosas conformadas espiritualmente,

a

lo largo

de la cual el su

jeto se yergue sobre sí mismo

hacia

si mismo

.

La

capacidad

fundamental del espíritu

 

po d

er

separarse de sí mismo

 

salirse

al

encuentro como

un

tercero configurando, conociendo,

valo

rando

  y

alcanzar por vez primera

en

esta forma la conciencia

de sí mismo, esta capacidad, ha alcanzado con el hecho de l

cultura,

digámoslo

así,

su

radio

más amplio,

ha puesto en

tensión

de

la forma

más

enérgica

al objeto frente al sujeto

para volverlo a traer de nuevo a éste. Pero

precisamente

en

esta

lógica propia del objeto, por la

que

el sujeto se

recon

quista

como un

sujeto en sí mi

s

mo conforme

a

si mismo

más perfecto

  rompe

el entrelazamiento

de

las partes.

Aquello

que estas hojas ya han puesto de relieve: que el creador no

acostumbra pensar en el

valor cultural, sino

sólo en la signifi

cación

objetiva

de la obra,

significación

que se halla circuns

-

crita

por su

propia

idea,

esto se

desliza

con las impercepti

bles modulaciones

de

una

lógica evolutiva puramente

objetiva

hasta lo caricaturesco: hasta una especialización separada de

la vida,

hasta

la autocomplacencia de una técnica que y

no

encuentra

el camino

de

regreso

a los

sujetos. Precisamente

esta

objetividad posibilita la división del

trabajo

 

que reúne

en los productos particulares

las

energías de todo

un

complejo

de

personalidades sin

preocuparse de

si un

sujeto puede vol

ver a

de

sa rrollar para su

propio fomento el

qu ntum de

espí

r i tu y de vida invertido

en

ello, o si con esto sólo se satisface

una necesidad externamente periférica. Aquí reside el motivo

profundo

del

ideal

ruskiniano

de

sustituir

todo

el trabajo

fa

bril

por el trabajo

artesano de los individuos. La división del

trabajo independiza el p ro ducto como tal de cada uno de los

contribuyentes;

 

el producto está ahí

en

una objetividad autó

noma que,

sin

duda, lo hace

apropiado

para acomodarse

a u

orden de las cosas

o para servir a un

f in

particular

objetiva

mente

determinado;

pero con

ello

se le escapa aquel

estado

interno dotado de alma que sólo el hombre en su totalidad

puede

dar a

la obra en su totalidad y que

porta su

inclusión

en

la

centralidad anímica de otros sujetos. Por ello

la obra de

arte es un valor cultural tan inconmensurable, porque

es

inac

cesible

a

toda

división del

trabajo

 

esto

es,

porque aquí por lo

m e

nos

en

el sentido ahora esencial

y

al margen de interpre

taciones metaestéticas)

lo creado conserva

al creauor

de

Ja

for

ma

más íntima.

Aquello que en

Ruskin

podía aparecer como

230

odio

a la

cultura es

en

realidad

pa

sión

por

la

cultura: se

dirige a la

anulación

de la división del trabajo que

desprovee

de sujeto al contenido

cultural,

le da una objetividad sin alma

c

on la que se lo arranca del auténtico proceso cultural.

Y

en

tonces se manifiesta el trágico

de

sarrollo

que la

cultura

e

nlaza

a la

objetividad de lo

s contenidos; los contenidos, em

pero, precisamente

por su

objetividad,

están

por

último entre

gados

a

una lógica propia

y

se

sustraen a

la asimilación

cul

tural

mediante sujetos. Es t

e

trágico desarrollo se manifiesta al

f in en la posibilidad de acrecentar arbitrariamente los conteni

dos del espíritu objetivo.

Puesto

que la cultura no

posee

para

sus contenidos

ninguna

unidad de

forma

concreta, sino

que,

más bien, cada creador coloca

su producto

junto al del

otro

como

en un

espacio

sin

fronteras,

por ello

crece aquella masi

ficación de cosas  cada

un

a

de las cuales tiene con

un cierto

derecho la pretensión de ser considerada

valor

cultural y que

también hace resonar

en

nosotros un deseo de ser valorada

de este modo.

La

ausencia de forma del

c;spíritu

objetivado le

permite un t mpo de

de s

arrollo a

cuya zaga debe

quedar el

del espíritu subjetivo a

una distancia

rápidamente creciente.

Pero el espíritu subjetivo no sabe conservar por completo la

cerrazón

de su forma

frente

a los

contactos, tentaciones,

de -

formaciones,

por

medio de

todas

aquellas «cosas»;

la

prepon

-

derancia del objeto sobre el sujeto, realizada en general por

el

transcurso del mundo, superada

en

la cultura en feliz equi

-

librio, se

torna

de

nuevo apreciable

en

el

marco de

ésta

en

virtud de la

ausencia de fronteras

del espíritu objetivo.

Aque

llo

que se deplora como el recubrimiento

y

sobrecarga de

nuestra vida con miles de

superficialidades de

las qu e

 

sin

embargo,

no

nos podemos

liberar  que se

deplora como el

con

tinuo «estar-estimulado» d

el

hombre de

cultura,

al

que

todo

esto

no

incita, sin embargo, a la creación propia, que se de

plora

como el mero conocer

o

disfrutar de miles de cosas que

nuestro

desarrollo

no puede

englobar en sí que

permanecen

en

él como lastre, todos

estos s

ufrimientos culturales espe

cíficos

a menudo

formulados

no

so

n otra

cosa

que

las

mani

festaciones de aquella emancipación del espíritu objetivado

.

Que exista

esta

emancipación significa,

en

efecto,

que

los

con

tenidos culturales

siguen por

últ imo una

lógica

independiente

de

su f in

cultur l

que

los conduce

cada

vez

más

lejos

de

ésta, sin que el camino del sujeto sea eximido de todos estos

contenidos

que se han

torn

a

do inadecuados cualitativa

y

cuan

titativamente

. Antes bien   pu esto

que este

camino,

en tanto

231

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 17/24

que cultural,

se

encuentra condicionado por el tornarse autó

nomos objetivos de los contenidos anímicos, surge la

trági

ca

situación de que la cultura ya esconde realmente en

sí,

en

su primer momento

existencial, aquella

forma de sus

conte

nidos

que está determinada

a hacer

sin

guía y de

manera

dis

crepante, a

desviar,

a gravar, su ser interno a saber, el

ca

mino

del

alma desde sí misma, en tanto que imperfecta, hasta

sf misma, en tanto que

perfecta)

como

en virtud de

una

inevi

tabilidad inmanente.

La

gran empresa

del espíritu,

vencer al objeto

como

tal

por

el hecho de que se crea a sí

mismo

como objeto, para regresar

a sí mismo con el enriquecimiento conseguido mediante esta

creación,

tiene

éxito

innumerables

veces;

pero el espíritu debe

pagar esta autoconsumación

con

la

trágica

posibilidad

de ver

producirse en la legalidad

propia

del

mundo

creado por él

mismo, legalidad que

tal

autoconsumación condiciona, una

lógica

y una

dinámica

que aleja a los contenidos de la cultu

ra del

fin

de la cultura, con una

aceleración

cada

vez

más

elev.ada y a una distancia

cada

vez

mayor.

CULTUR

FEMENIN

Cabe considerar la cultura como el perfeccionamiento de

individuos que se

alcanza

gracias al espíritu objetivado en el

trabajo

histórico

de

la

especie.

Por el hecho de

que la

unidad

y la totalidad del ser subjetivo se consumen mediante la apro

piación de estos valores objetivos: la

moral

el

conocimien

to,

el arte la

religión,

las

configuraciones sociales

las

formas

de

expresión

de

lo interior, por esto aparece como

cultivado. De

este

modo,

la

cultura

es una síntesis única

del

es

píritu subjetivo y del objetivo, cuyo sentido último, ciertamen

te, sólo puede residir en el perfeccionamiento de los indivi

duos. Pero puesto

que

este proceso de perfeccionamiento ha

de

afrontar

primero

los

contenidos del espíritu objetivo como

autónomos, separados tanto de quien los crea

cuanto de

quien

los recibe, para entonces englobarse en este último como

sus

medios

o

estaciones,

por

esto

cabe caracterizar

a

estos conte

nidos

todo lo expresado

y

conformado, lo

que

existe realmen

te y

lo

que-es efectivo realmente, cuyo complejo

integra

la

posesión cultural de una época) como su «cultura

objetiva».

De su constatación distinguimos el siguiente problema como

232

el problema de la «cultura subjetiva»: en qué medida, según

extensión e intensidad, participan

los

individuos en aquellos

contenidos. Tanto desde el

punto

de vista de la realidad como

desde el del valor  ambos conceptos son sumamente

indepen

dientes entre

sí.

De

una

cultura objetiva

altamente

desarrolla

da está quizás excluida la gran

masa

de las personalidades

que

hacen al

caso;

mientras

que,

por el contrario,

precisa

mente

esta

masa puede participar en

una cultura

más o

me

nos primitiva, de tal modo que

la

cultura subjetiva alcanza

una altura

relativamente

extraordinaria. Y

el

juicio de

valor

varía correspondientemente: el que

está

inclinado de una

for

ma puramente individualista

y,

sobre todo, el

que

está incli

nado

de una forma puramente

social, enlazará

toda

significa

ción

de la

cultura al hecho de cuántos

hombres

y en qué ex

tensión participan de ella, cuánta formación y felicidad  cuán

ta belleza moralidad extrae de ella la vida realizada en el

individuo.

Pero

aquellos otros

a

los

que interesa no sólo la

utilidad de

la cosa,

sino la

cosa misma,

no

sólo el

intranquilo

torrente

del

hacer

disfrutar y padecer, sino el sentido atem

poral de formas acuñadas espiritualmente, éstos

sólo

pregun

tarán

por

la formación de la cultura objetiva se remitirán

al hecho

de que el valor objetivo de una obra de arte,

de un

conocimiento, de

una

idea religiosa, más aún, incluso

el

valor

de una proposición jurídica o de una norma moral, no es en

modo alguno afectado por lo

siguiente:

lo a menudo o

lo

poco que los

azarosos

caminos de la realidad vital

recojan

todo

esto en

sí.

En la encrucijada de

estas

dos l íneas se

separan también

las dos preguntas

axiológicas

que suscita el moderno

movi

miento

de

las mujeres.

Su surgimiento

parece desterrarlo

por

completo en la dirección de

la

cultura subjetiva.

En

la

medida

en que

las mujeres

desearan pasar a las formas de vida de

realización de

los

hombres, se trataría para ellas de la par

ticipación

personal en bienes culturales ya

existentes,

que

has

ta la fecha

únicamente les han

sido negados y a

tengan

éstos

que

concederles una nueva

felicidad,

nuevos deberes o una

nueva formación de la personalidad-; tan sólo para perso

nas particulares, y

ya

sean tantos

millones

del presente como

del futuro,

no se

lucha aquí

por

algo que

en

va

más allá

de

todo

lo particular

y personal. Está en cuestión una

cantidad

de valores  no la creación de valores objetivamente nuevos.

En esta dirección descansan,

quizá,

todos

los

acentos

eudemo

nistas, éticos, sociales del movimiento de

las mujeres. Pero,

233

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 18/24

 '

;

Epílogo:

Simmel

como intérprete de

la época

por

Jürgen Habermas

Georg

Simmel publicó por

vez

primera

ultura

f i losófica

en 1911; la

tercera

y última edición apareció en 1923.

La cir

cunstancia de que esta colección de ensayos

haya

permane

cido olvidada durante

sesenta

años y sólo en la actualidad

vuelva

a ser presentada bien podría considerarse s íntoma

ine

quívoco de una realidad: el Simmel crítico de la cultura está

al mismo t iempo extrañamente

lejos

y cerca

de

nosotros.

1

Es

verdad

que

los dos pequeños volúmenes introductorios

editados inicialmente

por Goschen,

Hauptprobleme

der Phi-

lo

sophie

aparecido en 1910

como

volumen

conmemorativo a l

llegar con

él

la colección al número 500) y Grundfragen der

Soziologie

 

h ace ya

t iempo

que están disponibles. Dos de

los

l ibros más importantes de Simmel,

Philosophie

des Geldes

(1900) y Soziologie 1908),

han

sido asimismo reeditados.

Ade

más, en 1958

Michael

Landmann

se esforzó

sobremanera por

despertar de nuevo e l

interés

en Simmel publicando un libro

hom enaje con motivo d el centenario del nacimiento de nues

t ro

autor

1

y

editando

dos compilaciones de

ensayos.

2

Todavía

hace pocos años

que

Simmel

fue

incluido

en una

excelente

colección

de clásicos de la teoría social.3 Y en Estados Unidos

Kurt

Wolff su

scitó realmente

en

los años cincuenta

una ver-

l.

K .

Gassen,

M.

Landm

ann

eds.), Buch des Dankes an

Georg

Sim-

mel Berlín,

1958.

2.

G. S1MMEL

Brücke und Tür tu t tg rt  1957; id., Das individuelte

Gesetz Frankfurt am Main,

1968.

3. P. E. ScHNABEL cGeorg Simmel•,

en:

D.

KAsLER

Klassiker des

so-

ziologis

 hen e

nk es

vol.

1

Municb,

1976, pp. 267 y

ss.

273

11

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 19/24

dadera discusión a raíz de la

public

ación de una selección de

escritos

sociológicos de SimmeI.•

Pero el filósofo

y sociólogo

Simmel no

ha

alcanzado

des-

r

pués de la Segunda Gu erra Mundial, ni en la

Re

pública Federal

de Alemania ni en

Norteamérica

,

una presencia intelectual

que

permita

siquiera vislumbrar

lo que fue la influencia que ejer

ció en su época. Esto

es

así

no

sólo si lo

comparamos

con

Dilthey

y

Bergson, quienes fueron los iniciadores de la

«filo-

sofía de la

vida»,

sino también

y sobre

todo

en

relación

con

los padres

fundadores de la

sociología

coetáneos: Simmel

na -

\

ció en

1858,

el

mismo

año que

Durkheim,

y era sólo unos po

cos años mayor

que

George Herbert Mead

(1863)

y Max Weber

(1864).

En los primeros años cincuenta, G. Lukács podía t ra tar

la filosofía

de la vida de Simmel como

un

capítulo cerrado,

igual que

hacía R. Aron

con

la «Sociología formal»

5

simme

liana

con la

que todavía

en

1930

Han

s Freyer había

contendido

dándole

el estatuto de un enfoque teórico vivo.6 Simmel no

ha llegado

a ser

un «clásico»:

tampoco

le predestinaba

a

ello

su hechura intelectual.

Simmel representa

un

tipo

diferente. A

pesar de su influen

cia en el clima

filosófico

de

Ja

época anterior

a

la

Primera Gue

rra

Mundial,

a pesar

de su relevancia

para la sociología ale-

 \

mana

y

ca s i

más

a ú n

para

la norteamericana durante sus

períodos

formativos, Simmel fue más un incitador que un sis

temático, más

un

intérprete de la

época

que filosofaba en clave

de ciencia

social

que un

filósofo y

un

sociólogo

sólidamente

arraigado

en

el

establecimiento científico.

Simmel, que

alcanzó

un

gran prestigio en

el extranjero

debido

a

sus imponentes

1

merecimientos

científicos, nunca pudo mantener una

relación

, estable con

el

mundo de las universidades

alemanas

. Y esto

no

fue

un hecho casual. Zeller

y

Helmholtz

le

rechazaron

un

trabajo

de

psicología

de la

música

presentado como tesis

doc

toral;

en cambio, hubo

acuerdo

en aceptar

otro trabajo sobre

la filosofía

de

la

naturaleza

de Kant presentado con el mismo

propósito.

La

memoria

de cátedra fue

asimismo

rechazada

alegando

que

el tema elegido

era

desacertado. Superado

no

4. K . H. Wolff ed .), The Sociology o

Geo r Simmel

Glencoe, 111,

acerca

de

la

recepción

en Estados

Unido

s ,

véase

ScHNABEL

op. cit.

 

pp. 276

y

SS.

5. G. LUKÁCS

Die

Zerstorung der Vernunft Berlín

,

1955, pp. 350

y

ss.; R. ARON, Die deutsche Soziologie der

Gegenwart Stuttgart,

1953.

6. H .

FREYER Soziologie

als Wirklichkeitswis senschaft

Darmstadt,

1964, pp.

46 y

SS.

74

: 1

obstante ese escollo,

Simmel fracasó en la lección magistral.

Su nombramiento como

catedrático extraordinario

fue retra

sado durante

un

período inusual

de

tiempo

por la

facultad.

Simmel

se vio una y otra vez relegado en su

contratación.

En

1908, Max Weber propuso

a

Simmel

para una

cátedra de

filo

sofía

en

Heidelberg; sin embargo,

el

ministerio no le

otorgó

el nombramiento. Por último,

en 1914, cuando ya tenía cin

cuenta y

seis años, obtuvo

una cátedra en

Estrasburgo.

La

separación

del medio urbano de su

ciudad

natal, Berlín, no

fue nada fácil para Simmel. En

1915,

Rickert intentó de nuevo

llevarle a

Heidelberg, pero

una vez más

fue en

vano.

Como

siempre,

este tipo de

reservas obedecían

a

oscuros

intereses.

Se reprochaba a

Simmel

una actitud

relativista

con 1

respecto

al cristianismo; su manera de pensar y de exponer \

su

pensamiento

escasamente ortodoxa resultaba provocativa;

su

éxito entre los estudiantes, su influencia. sobre el gran pú

blico,

suscitaban

envidia;

el antisemitismo se mezclaba

con el

resentimiento

contra

el intelectual que

triunfaba

como

escri

tor.

Sin duda,

lo que mayor distancia

generaba

con

respecto

.

al mundo académico

era una

mentalidad, la suya, caracteri-

 

zada por

disponer de una

fina

sensibilidad

para detectar

los

es - ¡

tímulos típicos de

la época,

las

innovaciones

estéticas, los cam-

/

bios

de

tendencia espiritual

y

las

inflexiones

en

la

percepción

\

de la vida propia de la gran ciudad, las alteraciones

de

posi- í

dones subpolíticas y los fenómenos cotidianos difícilmente

perceptibles, difusos,

pero

reveladores.

En una

palabra: las

}

membranas para

la detección

del espíritu

de la época

estaban, t

en su caso, muy abiertas. La

casa de Simmel

era más frecuen- l

tada por literatos y artistas que por sus colegas berlineses.

Simmel

mantuvo vinculaciones con Rilke, Stefan George, Paul

Emst y

Gundolf,

así

como

con Max

Weber, Troeltsch

y

Hein

r ich

Rickert,

y también con Bergson, que influyó

profunda

mente en él a partir de

1908.

Jóvenes

como

Emst

Bloch

y

Georg Lukács participaban en sus coloquios privados

.

De

sus

conferencias, pronunciadas ante auditorios indiferenciados,

aparecían

reseñas incluso

en la prensa diaria. A

todo

ello res

ponde la

orientación

ensayística del

pensamiento

de

Simmel

y

el hecho

de

que el ensayo

fuera su forma preferida

d e _ ~

sición.

- - - ·--

 

- ·

  ·

-

Aaomo ha deplorado la «enojosa obviedad• del título

bajo

el

que

Simmel publicó los

ensayos aquí

reunidos;

pero

tam

bién ha

confesado

lo

que

tenía

que agradecer

a la

temprana

lectura

de los escritos

simmelianos: «A pesar

de

todo su idea-

  75

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 20/24

lismo

psicológico... Georg

Simmel

fue

el

primero que operó

ese

giro

de la

filosofía

hacia el

tratamiento

de objetos

con

cretos

que luego ha sido canónico para aquellos

a

quienes no

satisfacía el sonsonete de la crítica del conocimiento y

de

la

historia

del

pensamiento.»

7

Las Spuren, de Bloch,

publicadas

entre

1910 y 1929,

revelan las huellas del

hombre

que

ya

había

recorrido con

anterioridad

ese

camino. Bloch

aprendió

la

me

ditación sobre

«la

lámpara

y

el armario»

o

sobre

«la

primera

f

locomotora» de

un

Simmel que igual filosofaba sobre los acto

res que

sobre

la aventura,

y

que había

reflexionado

sobre

.

«puente

y

puerta» para

hallar

rasgos básicos del espíritu

hu

i mano

encarnados

en esas imágenes

ejemplares. Simmel

no

sólo animó

a

los estudiantes, una generación antes que

Hei

/

degger

y

Jaspers,

a

salirse de los moldes de la filosofía

aca-

/

.

démica

y a pensar «de

manera concreta», sino

que

promovió

con sus

trabajos como

puede verse

tanto en

Lukács como

¡ en Adorno la rehabilitación del ensayo científico como for

t ma de expresión.

Adorno,

hasta el momento el

último

de aquellos

filósofos

que hicieron del ensayo

instrumento afilado al

máximo de sus

pronunciamientos, ve en

esta

forma literaria, sobre todo,

el

momento

de una

liberación: «El ensayo no se

deja

prescribir

una ubicación

inapelable.

En lugar de producir algo en el te

rreno

científico o

de

la

creación artística,

su

empeño refleja

aún algo

de

la despreocupación

de

lo infantil, que se

enardece

sin reparo ante

lo

que ya han hecho

otros.

Reflexiona

acerca

de lo que ha sido

objeto

de odio y de

amor,

en

lugar

de pre

sentar al espíritu como una creación

a

part i r de

la

nada según

el modelo

de la

ilimitada

moral

de trabajo» ibíd.,

p. 10).

Por

supuesto, Adorno menciona

también

el

precio

al que hay

que

someterse

a consecuencia de esta desvinculación

de

la coerción

ejercida por el método: «Por su afinidad con la experiencia

espiritual abierta, el espíritu debe pagar con la falta de

segu

ridad, que

la norma del

pensamiento establecido teme como

a la

muerte»

(p. 21). Tal vez es también

un

poco este temor,

y no sólo las peculiaridades del lenguaje del siglo XIX, lo que

l

onfiere

una cierta prolijidad al estilo simmeliano, como si

Simmel hubiera dudado

de

entregarse al

ritmo y a la selecti

vidad

sin

contemplaciones que exige

la

forma del ensayo.

Los textos de Simm el oscilan entre el ensayo y la diserta-

7. Th. W. AooRNO «Henkel Krug und fri ihe Erfahrung•, en id., Ge-

sammelte Schriften, vol. 11,

Frankfurt am Main,

1974, p.

558

276

: '

ción

científica;

divagan en

torno a

las ideas que

cristaliz;an.

Nada

indica

que

el

autor se

planteara

alguna vez la

cuestión

de si una sola frase de tipo aforístico como «la e s c u l t u r ~ an

tigua buscaba, por decirlo así, la

lógica

del c u e ~ o

o ~ m

su

psicología• podía competir seriamente con

.una

d i s ~ r t : 1 c i ó n de

veinte páginas sobre Rodin como

«personalidad artistica». 1:-ºs

breves fragmentos estéticos son,

por

lo demás, los

que

meJor

desvelan algo de las correspondencias existentes

en_tre un en

sayo concentrado y el aforismo

rompe.dor: Perc:i

aun aqui

impone una distancia

que

provee

JUs.tificación a

lo anti

cuado

del

título

del libro:

Cultura filosófica 

Lo que señala aquello que

nos separa de

Simmel. el co?

cepto de cultura del neokantismo. Simmel es un

hiJO

del fin

de

siecle; pertenece

a la

época para

cuyo e l e ~ e n t o

formativo

Kant y

Hegel,

Schiller y Goethe, eran t o ~ a v i a

unos

contem

poráneos,

aun

cuando Schopenhauer

y

Nietzsche e m p ~ z a s e n

ya a proyectar

sombras sobre.

ellos.

De ~ ~ a

manera,

S i m ~ e l

explica la superación por Rodm d e ~

clasii¡:ismo y

c ;l naturalis

mo recurriendo

a

los

conceptos

básicos de la estética de Kant

y Schiller:

libertad

y necesidad, espírit.u y naturaleza, f ~ ~ a

y

materia. Con visiones románticas descifra el n c a n ~ o estetico

de

la ruina

desmoronada como la

venganza de

la piedra bru

ta

sometida

una

vez

a

regañadientes

al

acto

de

violencia

de

la configuración arquitectónica. b ~ t r a c c i ó n

e

i n t u ~ c ó n ,

de

Wo

rringer, le

suministra las

c ~ t e g o i : : i a s para la .estetic:a natural

del paisaje marítimo

y

alpmo, sm que perciba ahi la s a g a ~

anticipación de la

pintura

expresionista en

trance

de

surgi-

miento.

.

Simmel de este modo, se sitúa del lado de acá del abismo

que se va

a abrir entre Rodin

y

Barlach,

entre

Segantini

y

Kandinsky, entre Lask

y Lukács,

Cassirer ) .

He.idegge7. E s c r i b e

sobre la moda

de

manera

diferente

a BenJamm. Y

sm

emba:i;-

go es él

quien

establece la conexión entre

moda

Y. moderm-  

dad, quien impacta al joven

u ~ á c s

hasta <?n la

elección

de sus

.

títulos, quien inspira

a

Benjamm

observ3:c:ione.s

acerca del ám

- ·

bito

de

experiencias

rebosante

de sugestion, neo en

c o n t a c ~ o s

y

de acelerado movimiento que es la gran ciudad, es él quien

altera los modos de percepción, los temas, el estilo de e s ~ r i -

tura de toda

una

generación

de intelectuales

.

¿Cómo se

ex:phca

el potencial de incitación

mostrado en la

época

de

Weimar

por parte de un hombre tan p r o f u n d ~ m e n t e arr3;igado en el

históricamente ilustrado

siglo

x1x? Pienso que Simmel debe

su

sorprendente, aunque muchas

veces

anónima,

influencia

al

277

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 21/24

diagnóstico

de base filosófico-cultural de la época,

que

desa-

/

n:olló por vez primera en el

capítulo

final de

la Filosofía del

dinero

1900). En el ensayo sobre «Concepto y

tragedia

de la

cultura» prosiguió la elaboración de esta teoría de la época

contemporánea

y en su tardía exposición

acerca

del «Conflic-

to

de la cultura moderna»

8

la

subordinó

a una cuestionable

metafísica

de la vida.

El texto dedicado a la

tragedia

de la cultura constituye el

núcleo de los ensayos reunidos en el presente volumen. Sim

mel desarrolla aquí un concepto dinámico de la cultura.

En

tiende por

ésta

el proceso pendiente entre el «alma» y sus

«formas».

La cultura

es

las dos cosas

:

tanto las objetivaciones

en las que

se plasma

una

vida

que deriva de la subjetividad,

esto

es, el espíritu objetivo,

como también,

a la inversa,

la

for

mación

de

un

alma que asciende de la

naturaleza

a la cultura

_

es decir, la configuración del espíritu subjetivo. Simmel s i u ~

el ideal form ativo clásicamente expresivista que,

procedente

de

Herder,

se prolonga a través de Humboldt hasta

Hegel.

La

vida

en

su conjunto es interpretada

según

el

modelo del pro

ceso productivo de

la

creación en el

que

el artista

genial crea

el entramado orgánico de su obra desplegando en

ello

la tota

lidad de

las

fuerzas

inherentes

a su propia condición, a su

naturaleza. El t elas de este proceso de formación es la eleva-

\

ción de la vida individual.

En

la versión simmeliana el espí

ritu subjetivo conserva decididamente la primacía sobre el ob

jetivo; el cultivo del sujeto

es

prioritario con respecto

a

la

cultura objetiva.

Pero en este proceso cultural está implícito el

riesgo

de

que

la cultura objetiva

se

independice con respecto

a

los

in-

/

dividuos, que

son sin embargo

quienes la han

producido

.

Pues

el

espíritu objetivo obedece a leyes

diferentes

a

las del subje

-

tivo.

Simmel subraya con Rickert la tenacidad de las esferas

,

de valor cultural.

Ciencia y

técnica, arte

y

moral, constituyen

1

ámbito

.s

objetivos dotados de una tenaz pretensión de prepon

derancia

a

los que debe someterse

tanto

el

sujeto

cognosciti

/ vo, productor y creador

como el

sujeto

que juzga

y actúa práe

 

ticamente. No obstante

, la

preeminencia

de la cultura

objetiva

8.

G.

SIMMEL, Das individuelle Gesetz op. cit.

pp. 148 y

ss.

278

se

hace

inevitable en la m e

dida

en que el espíritu

subjetivo

se atiene a la tendencia del racionalismo occidental y penetra

cada

vez

con mayor profundidad

en las legalidades forzosas

del espíritu objetivo

y, en

este proceso,

jerarquiza

las esferas

de valor cultural

y

profundiza en

e llas,

acelera el desarrollo

cultural y eleva el nivel de la cultura. En

esta

misma

medida

el espíritu se

vuelve

adversario del

alma:

«Para nosotros re

sulta

de valor

inigualable la form a

de

la

unidad

personal

a la ·

que conduce

a la consciencia el

sentido objetivo

espiritual

de

las cosas

.. Aquí es

donde

empiezan a

de

s

arrollarse

aque

llas cálidas radiaciones oscuras del

ánimo

para las que

carece

de

lugar

y de

comprensión

la perfección clara de

las

ideas

de-

_

terminadas de modo puramente objetivo. Pero lo mismo su

cede con el espíritu,

que a

través

de

la objetivación de nuestra

inteligencia se

contrapone al alma como si fuera

un

objeto.

Y,

además

, la

distancia entre ambos crece

en

la

misma medida ·

en

que el

objeto

va siendo producido

a

través

de la

colabora

-

ción de un número creciente de personalit;l.ades en un proceso

de división

del

trabajo;

puesto

que,

precisamente

en esta me

dida,

resulta posible insertar, incluir, en la obra la unidad de

la personalidad

a

la que se vincula precisamente para noso

tros el valor, la

calidez,

la peculiaridad del alma. El hecho de

que, debido

a

la

diferenciación

moderna

de sus condiciones

de producción, al

espíritu

objetivo le

falte

incluso

esta

forma

de espiritualidad

[ .. . ]

puede

ser la

causa

última de

la animad

versión

con

la que

los caracteres muy

individualistas y

pro

fundos se enfrentan en la actualidad con tanta frecuencia al

progreso de la cultura .» 9

Simmel describe

primero

cómo el incremento de comple

jidad de

la

cultura sitúa al alma, de la

que

pa

r te

este

movi

miento, ante

la

paradójica cuestión

d e si «

es

aún

el señor.en

sus dominios

o,

al menos, establ

e

ce una

armonía

en relación

a la altura,

el sentido

y el

ritmo,

entre su vida interior y aque

llo que

ha

de incorporar a la

misma

como su

contenido

im

personal» ibíd., p. 529). Luego trata de

descubrir el

mecanis

mo que explique

por

qué es inevitable esta progresión hacia

una cultura objetiva situada

a

distancias cada

vez

mayores;

y lo encuentra en

el medio representado por el dinero.

En su

Filosofía del dinero, Simmel transfiere el concepto de

cultura

del

plano

de

las

configuraciones espirituales al proceso social

y

material

de la vida en su

conjunto.

Al

igual que

en

Max

9.

lDBM, Philosophie de s Geldes Berlín,

1 177,

p.

528.

)º .   l·l

( ..,

.

j

·

· ,

f [

t

cP f 279

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 22/24

l

Weber, la economía, el

estado y

la

familia,

como

ór

denes de

\

. vida,

desarrollan una

legalidad propia semejante a

la de las

esferas culturales de valor como la

ciencia,

el

arte

y la moral;

: también

la

sociedad

se

enfrenta al alma como parte

integrante

de la cultura objetiva. Pero en las sociedades modernas

el

i mercado

juega manifiest amente

el papel de

un mecanismo ge

¡ nerador de

complejidad.

A

través del medio constituido

por

el

dinero, el mercado impulsa la

divi

sió

n social del

trabajo

y

con ella el incremento

de

la complejidad de la cultura en su

conjunto.

Pero

en última instancia está claro también que el

dinero

no es

sino una de

esas «formas» en las que se

objetiva

el espíritu subjetivo en la bús

queda

de

misma

del

alma.

Por

eso una «filosofía

del

dinero»

debe

abordar

el

programa

que

Simmel establece en la introducción. Tarea de aquélla es

«construir una planta inferior en el edificio del materialismo

histórico de forma

t al

que se mantenga el valor

explicativo

de

la implicación de la vida económica en la causación de la cul

tura

espiritual

y,

al mismo

tiempo, se reconozca a

las formas

económicas

como

re sultado

de

valoraciones y

corrientes más

profundas, de presupuestos

psicológicos y hasta metafísicos»

ibíd., p.

VIII)

. A esto Lukács contesta secamente que las le

yes

económico-sociales

perderían su co ntenido concreto y su

punta

revolucionaria

si se la

s

entendiera como expresión de

un

conjunto general «Cósmico».

1

º

En

su vehemente ajuste de cuentas con Simmel

,

al

que pro

cedió una

generación de

spués

de la muerte de

éste,

Lukács no

entró, desde

luego,

en la historia

de

la

influencia del diagnós

tico simmeliano

de

la época, influencia a la que

ciertamente

no era ajeno

él

mismo . Simmel

influ

yó no

sólo

a través de

fórmulas muy plásticas, como la que hace referencia al

rele

gamiento de la cultura

de

las per

so

na

s

con respecto

a

la

re

forzada cultura de las

cosas, s

ino

también

en virtud de su des-

.

cripción

fenomenológicamente

exacta del estilo

de

vida

mo

derno:

«El

proceso

d e objetivación

de los contenidos

cultura

les

que

[ .. . ]

cada

vez aumenta más la extrañeza entre el sujeto

y sus creaciones, desciende por último a las intimidades de

la vida cotidiana» ibíd., p. 519).

Simmel

descubre en las

for

mas

de interacción

propias

del movimiento

d e

la gran ciudad,

así

como

en

la

experiencia de la naturaleza,

en la

publicidad

o

en

las relaciones conyugales un os

desplazamientos estruc

turalmente similares. En

la misma medida en que

se

cosifican

10. G.

LUKÁCS,

Die Zerstorung

der Vernunft

, op. cit. p . 358.

280

,t

:

•  

las condiciones de la vida

social,

el subjetivismo libera ener

gías

espirituales no

vinculadas. Fr

en te

a

esta in terioridad frag-

1

mentada

e informe

de los sujetos,

los

objetos culturales

Y

sociales se transforman en

poderes enajenados y

al mismo

tiempo autónomos. E l dinero tiene un carácter

ejemplar:

re

presenta

la objetividad

de las actividades de cambio en su pura

1

abstracción

y

constituye al mismo tiempo, empero,

la

base

)

para

la conformación

de una subjetividad

que

se

entrega ~ j 

proceso de diferenciación tanto en la

s

fuerzas de

su

entendi

miento calculatorio como en

sus

impulso

a

la

divagación.

~ e.

-

 4

· · -

111

Las teorías de la sociedad orientadas a la formulación de

un

diagnósti

co

de la época y que

ar t

ie

ndo

de

Weber

por

un lado

llevan, a

travé

s de

Lukács,

a

Horklieimer y

a

Adorno,

y por

otro, a

través de

Fr

eyer

, a Gehlen

y

Schel

sk y

, beben en

su

totalidad

en las fuentes de la

filosofía

simmeliana de

la

cultura.

Max

Weber

desarrolla en su conocida Zwischenbe-

trachtung una paradoja de la racionalización que se

apoya

en

los

elem

entos neokantianos del diagnóstico simmeliano y, en

concreto,

en

el

potencial

de

conflicto inherente

a

esferas

de

valor

y

órdenes de vida ajenos

y

distanciados. Lukács sólo

puede concebir en

Historia

y consciencia

de

clase en

términos

materialistas como

fenómenos

de cosificación,

las

deforma

ciones de

la

cotidianidad burguesa y su cultura porque Sim

mel

había

recorrido con

anterioridad

el

camino inverso

y tra-

1

.

tado las

abstraccione

s del trabajo industrial alienado

como

un caso especial de la alienación de la subjetividad creadora

con respecto

a

sus ob j

e

to

s

culturales.

11

También Horkheimer

y Adorno, por

su

parte,

produjeron con su teoría de la

cul

tura de masas una variación de un tema simmeliano.

Y

en la

\

Dialéctica

de

la

Il u

st ración

en la que el proce

so

de la

cosí- .

ficación

se resuelve en la generalidad de un

proceso histórico

universal de

racionalización, asumen

la tesis de Simmel:

«A

la

1

1

objetividad

exterior y

penetración corresponde

un

dominio

creciente por parte del hombre;

pero

ello no supone de mane-

11. «  a co n

dición de

merca

ncía del trabajo es sólo

un

aspecto

del

proceso mucho más amplio

de

diferenciación

que

desprende

de

la per

sonalidad

sus

contenidos individuale

s y los contrapone a

ésta

como un

objeto

con determinación y dinámica independientes

 »

(Phil

osophie

des

Geldes

op .

cit.,

p . 515.)

281

8/17/2019 Simmel - Sobre La Aventura

http://slidepdf.com/reader/full/simmel-sobre-la-aventura 23/24

  ra

definitiva

que

el reflejo subjetivo, la

irradiación hacia

tro

de

este

hecho histórico, no

pueda orientarse

en la drrec-

1ción opuesta . . La frase según la cual dominamos a la natura-

leza en la medida en que nos ajustamos a ella tiene el terrible

reverso de que nos ajustamos

a

ella en la medida en que la

dominamos.• lbid.,

p. 549.)

Mientras los marxistas se atienen

a

un

ideal cultural

de

ín

dole expresivista pero

someten la

autonomización del

espíritu

objetivo a una

lectura

materialista, la

crítica burguesa de

la

cultura se aleja paso a paso de la exigencia de reconciliación

planteada por la filosofía de la vida y transforma la tesis de la

alienación

del

espíritu objetivo en

algo afirmativo.

En la

diná

m.i _ca

de la cosificación de la

cultura y

la

sociedad,

Hans

Fre

yer y

Joachim Ritter ven

sólo

la otra cara

de la

moneda del

proceso de

constitución de

un ámbito de libertad subjetiva

lido y deseable. Simmel

había

considerado aún

con

escepti

cismo

este

«ideal

de

penosa separación», por la cual la vida

«es

cada

vez

más objetiva

e

impersonal

a

fin

y efecto

de que

el resto de ella que no ha de

reificarse

sea tanto más personal,

que del yo

se

derive una

mismidad

inobjetable» ibid.,

p.

532).

En este

aspecto

la crítica

de Gehlen a

la

difusión

de

una sub

jetividad vacía, desprendida

de

todos los imperativos objeti

vos

está

más cerca de Simmel. Pero, de

otro

lado, la neocon

s e ~ d o r

glorificación

a que procede Gehlen de las

«cristaliza

ciones

culturales» una

expresión, por lo

demás, tomada

de

Simmel)

apunta

ya

en la

dirección

del

funcionalismo luhman

niano,

que

sólo retiene

de Simmel las

objetivaciones encas

tadas en sistemas, al

tiempo

que

hace de

los

propios sujetos

otros tantos sistemas. El funcionalismo sistémico bendice sin

llegar a decirlo aquel «final del individuo• que Adorno deli

mita en términos de la dialéctica negativa para denunciarlo

·

como destino autoimpuesto.

Cuando

se contemplan las grandes

líneas de la influencia

histórica

del diagnóstico

de

la época

elaborado

por Simmel

se

hace

evidente

que

resulta posible

aplicar

a éste lo

que

Gehlen

dijo una

vez

de la Ilustración:

sus

premisas están muertas,

pero sus

consecuencias

conservan

vigencia.

Todas las

corrien

tes parecen

estar

de acuerdo en las

consecuencias,

aunque

una

acuse de totalidad negativa lo

que otra

festeja como

cris

talización,

aunque

una denuncie

como

cosificación

lo que

otra

celebra tecnocráticamente como legalidad objetiva. Pero hay

coincidencia en

cifrar

la modernidad en el hecho «de que

los

objetos poseen su propia

lógica

de desarrollo n o

concep-

282

tual

o

naturalmente

determinada, sino sólo en

cuanto

a su

desarrollo como obras h umanas de cu l tu ra

y, en consecuen

cia,

se separan

de

la orientación q ue

podría llevarlo a inser

tarse

en la

evolución

personal de las almas humanas•. Pero

Lukács,

Horkheimer

y Adorno ven

en

ello

el funesto

precio de

la modernización

de

la sociedad; Freyer, Ritter y Schelsky, el

subproducto, necesitado

empero

de compensación, del proce

so de racionalización de la sociedad; Gehlen y Luhmann, por

último, el saludable

equivalente

de la naturalidad de las gran-

\

des

instituciones. Gehlen

es el primero en liquidar la premisa

a

la que se atienen todavía los demás

, a

saber, que

la

cultura

concreta

sólo

puede generarse

a través del

«entretejimiento•

de la subjetividad con

los

elementos objetivos, a través de la

incorporación de las objetivaciones

en el

proceso

de

formación

y en el contexto de vida de los sujetos, la reconciliación de

las almas con sus formas. Luhmann

podrá

luego

presuponer

como

trivial

que

los sistemas personales y ºsociales configuran

entornos recíprocos.

IV

De

esta

consecuencia se desprende que los dolorosos

fenó

menos que dieron pie

en su

momento

al discurso de la mo

dernidad

desaparecen

al cabo sin

dejar rastro a no

ser

que

sometamos a revisión

e n

vez de dejar caer todo en el ol

vido los conceptos fundamentales de la filosofía de la cons

ciencia, su

perspectiva de

reconciliación

y el ideal formativo

expresivista. Los fenómenos de

la reificación, en definitiva,

tie

nen que

sustraerse

a

una

visión

según la cual el

alma y

las

for

mas interactúan

sin mediación y

el sujeto creador se

relaciona

con

la plasmación

de

las fuerzas intrínsecas

de

su ser

como

meros objetos. Reclaman un lenguaje más preciso, una

for

mulación

más

convincente. a conformación sistemáticamen- )

te

inducida de los contextos

de vida

estructurados en términos

de

comunicación sólo se

presenta

a

nuestros ojos cuando

ana

lizamos

de manera

totalmente exenta

de

metafísica la palpa- i

ble

persistencia

de la

multiplicación

de

la

intersubjetividad

.•

inherente

a

nuestra

praxis cotidiana de relaciones

y

comuni

,

cación.

En su medio se encuentran ya siempre inmersos los :

objetos culturales

y sociales,

si es que en realidad cabe seguir

·

hablando de

«objetos»,

lo mismo que las

identidades,

extrema

damente

frágiles,

siempre sujetas

a

un

proceso

de formación

283

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