EL CORONAVIRUS Y SU IMPACTO · 2020. 5. 18. · Bruno Latour . 373 . Como la elite mundial tratara...
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EL CORONAVIRUS Y SU IMPACTO
EN LA SOCIEDAD ACTUAL
Y FUTURA
Arturo Manrique Guzmán
(Compilador)
Mayo, 2020
Colegio de Sociólogos del Perú. 3
Lima – Perú, 2020.
En memoria de César Abelardo Manrique Guzmán,
que peleo esta batalla por todos nosotros,
hasta el final.
Colegio de Sociólogos del Perú. 4
Lima – Perú, 2020.
“Toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber
permanecer en reposo en una habitación. Un hombre que tiene lo suficiente
para vivir, si supiese quedarse en casa con placer, no saldría de allí más que
para embarcarse o para vivir el asedio de una plaza. Si se compra un grado en
el ejército a buen precio es porque resulta insoportable no moverse de la
ciudad; y si se busca el rato de los demás y las diversiones de los juegos es
porque no sabe permanecer en su propia casa placenteramente”.
Blaise Pascal - Pensamientos
“Esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado, al igual que lo es la
amenaza de una catástrofe medioambiental. El gobierno y las multinacionales
farmacéuticas saben desde hace años que existe una gran probabilidad de
que se produzca una grave pandemia, pero como no es bueno para los
beneficios prepararse para ello, no se ha hecho nada”
Noam Chomsky
“Diferentes formas de organizar la sociedad promueven o refuerzan diferentes
partes de nosotros mismos. Si estás en un sistema que sabes que no cuida de la
gente y no distribuye los recursos de forma equitativa, entonces la parte que
acapara de ti se reforzará. Así que ten en cuenta eso y piensa en cómo, en
lugar de acaparar y pensar en cómo puedes cuidarte a ti mismo y a tu familia,
puedes hacer un cambio y pensar en cómo compartir con tus vecinos y
ayudar a las personas que son más vulnerables”.
Naomi Klein
“Es el fin de una civilización pensada por piratas y operada por asesinos y
saqueadores. Y no ha sido necesario un Cromwell o un Napoleón para que nos
enteráramos. Ha bastado un zombi microscópico para que las caretas se
cayeran y el carnaval desnudase sus miserias. Un virus ha revelado cuán
enfermos estábamos de podredumbre, de desigualdad, de inviabilidad
planetaria”.
César Hildebrandt
Colegio de Sociólogos del Perú. 5
Lima – Perú, 2020.
Índice
Pág.
Prólogo. 15
Presentación. 18
La “guerra viral” o la lucha contra el enemigo interno, que
opone a la vida la economía.
Arturo Manrique Guzmán
20
Epidemias y sociedad.
Benjamín Marticorena 81
La agonía de una época
Eduardo Arroyo Laguna 86
Caminantes, COVID – 19 y Organizaciones Sociales de Base
Pedro Pablo Ccopa 94
Apuntes personales en tiempos de coronavirus.
Julio Chávez Achong 96
Perú en el espejo de la pandemia coronavirus
Rodrigo Montoya 102
Aquí termina Lima
Rodrigo Montoya 115
“Quédese en casa”, mano dura y democracia.
Rodrigo Montoya 119
«Detrás del miedo al contagio está el miedo a la muerte, uno
de los principales temores del ser humano históricamente».
Entrevista a Claudia Rosas.
Oscar García Meza
126
Humanidad Viral.
César Hildebrandt 129
El lado bueno del Coronavirus.
César Hildebrandt 132
De la razón de Estado a la razón nacional
Alberto Vergara 135
Colegio de Sociólogos del Perú. 6
Lima – Perú, 2020.
Un síntoma llamado COVID - 19.
Nelson Manrique 139
Las 2 enfermedades.
Nelson Manrique 141
Coronavirus 2019 - NCOV y los tapujos para enfrentarlo.
¿Obedeceremos a la razón o al capricho personal?
Hugo Neira
143
Como parar el COVID – 19
Waldo Mendoza 147
¿Hacia otras reglas de juego? Reflexiones y comentarios a
propósito del artículo de Waldo Mendoza: “Urgente: Cómo
parar el COVID-19”
Guillermo Rochabrún
149
Agro y coronavirus
Fernando Eguren 152
El coronavirus y ¿el fin del capitalismo?
Efraín Gonzales de Olarte 161
La COVID y las epidemias del neoliberalismo.
Marcos Cueto 163
Los límites estructurales de los martillazos
Sinesio López 167
La salud no fue abandonada, fue tomada por la corrupción-
Jaime De Althaus 169
La política no ayudará a la recuperación
Jaime De Althaus 171
Mas Estado y más libertad económica
Jaime De Althaus 173
Datos del COVID – 19: entre la incorrección política y la
corrección científica.
Eduardo Cruz
177
COVID – 19, el virus de la era neoliberal.
Mario Espinoza Pino 181
Las enseñanzas filosóficas del Coronavirus
Francois Vallaeys 189
Coronavirus: La sociedad frente al espejo
Pablo Santoro 194
Sociología del coronavirus: cuando la cultura de los países
puede ser una ayuda o un obstáculo ante la pandemia.
Darío Mizrahí
198
Colegio de Sociólogos del Perú. 7
Lima – Perú, 2020.
Pandemia y filosofía
Nigel Manchini 206
La filosofía frente al CORONAVIRUS
Jorge Gonzales Arocha 210
La vida después del CORONAVIRUS
Marcelo Gioffré 215
Inmunidad y autoinmunidad: paradojas pandémicas.
Aldo Mascareño. 217
Pánico global y horizonte aleatorio.
Álvaro García Linera 221
Cuando la naturaleza jaquea a la orgullosa modernidad
Enrique Dussel 231
“Lo importante es entender que llegó el momento de mirarnos
y escucharnos”. Entrevista con Humberto Maturana y Ximena
Dávila
Andrés Gómez
235
Coronavirus: cinco lecciones y una más.
Michel Wieviorka 239
¿Democracia frente a autoritarismo?
Michel Wieviorka 242
“Después de esta crisis, muchas cosas cambiarán en el
mundo, con nuevos valores a nivel global. Entrevista a Michel
Wieviorka.
María Laura Avignolo
245
Un Alegato contra la desigualdad. Entrevista con Thomas
Piketty.
Nikolaos Gavalakis
253
“Estamos ante una amenaza de extinción y la gente ni
siquiera lo sabe”. Entrevista a Jeremy Rifkin
Juan M. Zafra
258
En la batalla contra el coronavirus, la humanidad carece de
liderazgo.
Yuval Noah Harari
264
El mundo después del coronavirus.
Yuval Noah Harari 270
“La mejor defensa contra los patógenos es la información”.
Entrevista a Yuval Noah Harari.
Guillermo Altares
278
Colegio de Sociólogos del Perú. 8
Lima – Perú, 2020.
“En el largo plazo, la peor de las crisis se sufrirá en los países
pobres”. Entrevista a Yuval Noah Harari.
Pablo Duer
282
La emergencia viral y el mundo de mañana
Byung-Chul Han 287
¿Vamos camino a una nueva sociedad disciplinaria?
Byung – Chul Han 295
Vamos hacia un feudalismo digital y el modelo chino podría
imponerse.
Byung – Chul Han
297
”El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que
anula el pensamiento”. Entrevista a Byung – Chul Han.
César Rendueles
302
.«El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos»
Entrevista a Byung – Chul Han-
Carmen Sigüenza y Esther Rebollo
307
Un claro elemento de histeria racista en el nuevo
CORONAVIRUS
Slavoj Žižek
312
Coronavirus: El golpe al capitalismo (a lo Kill Bill) que puede
conducir a la reinvención del comunismo
Slavoj Žižek
316
¡Cálmate y entra en pánica!
Slavoj Žižek 321
"El coronavirus nos obliga a reinventar el
comunismo basándonos en la confianza en las personas y la
ciencia” Respuesta a Byung – Chul Han
Slavoj Žižek
325
Noli Me Tangere
Slavoj Žižek 327
Comunismo o barbarie, ¡Así de simple!
Slavoj Žižek 329
Slavoj Žižek: Coronavirus y profecía filotirana
Wolfgang Gil Lugo 334
“Nunca ha habido tanto conocimiento sobre nuestra
ignorancia, ni la presión para actuar y vivir en medio de tanta
incertidumbre”.
Jürgen Habermas
338
Colegio de Sociólogos del Perú. 9
Lima – Perú, 2020.
Es el momento de enseñar a los niños a entender el mundo.
Noam Chomsky 341
“Si no paras de decir mentiras, el concepto de verdad
simplemente desaparece”. Entrevista a Noam Chomsky,
filósofo y lingüista.
Amy Goodman
343
“Estamos ante otro fallo masivo y colosal del capitalismo
neoliberal”. Entrevista a Noam Chomsky
Cristina Magdaleno 353
Política anticapitalista en tiempos del COVID – 19
David Harvey 358
Sobre la situación epidémica
Alain Badiou 367
La crisis de salud urge a prepararnos contra la mutación
climática
Bruno Latour
373
Como la elite mundial tratara de beneficiarse de la
pandemia. Entrevista a Naomi Klein.
Marie Solís
376
La gente habla sobre cuándo volverá a la normalidad, pero
la normalidad era la crisis. Entrevista a Naomi Klein.
Diana Moreno
380
Coronavirus y Poder: De Trump a la enfermedad de la
desigualdad
Judith Butler
383
"Es un equívoco pensar que la distancia física no es una
distancia social". Entrevista a Rita Segato
Astrid Pikielny
387
Tiempo de virus
Manuel Castells 394
“Enfrentamos desunidos la más grave amenaza que ha
tenido la humanidad”. Entrevista a Manuel Castells
Alex Rodríguez y Karina Farreras
397
«Nos salvarán las ciencias, no las armas».
Fernando Savater 403
«No estábamos dispuestos a creer lo que veíamos» Entrevista
a Fernando Savater
Pablo Blázquez
407
Colegio de Sociólogos del Perú. 10
Lima – Perú, 2020.
«En un país que valora el PIB y no la cultura, el producto interior
será cada vez más bruto». Entrevista a Fernando Savater
Jesús García Calero
412
Lo que el coronavirus nos está diciendo
Edgard Morin 415
“Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar
fraternidad entre los pueblos”. Entrevista con Edgard Morin.
Nuccio Ordine
417
La certeza es una ilusión. Entrevista a Edgard Morin.
Francis Lecompte 423
“Esta crisis va a empujar hacia arriba a los cuidadores”.
Entrevista con Alain Touraine.
Marc Bassets
427
La pandemia y el Sistema – Mundo.
Ignacio Ramonet 431
La invención de una epidemia
Giorgio Agamben 474
Excepción viral
Jean - Luc Namcy 476
Curado a ultranza
Roberto Esposito 477
Bienvenido a la reclusión
Sergio Benvenuto 479
La comunidad de los desamparados: una respuesta a
Agamben y Nancy
Divya Dwivedi y Shaj Mohan
483
Contagio
Giorgio Agamben 487
Aclaraciones
Giorgio Agamben 489
Acerca del COVID – 19: el monstruo finalmente está en la
puerta.
Mike Davis
491
Plagados por el trumpismo
Joseph Stiglitz 496
Aprendiendo del virus
Paúl B. Preciado 500
El Coronavirus es la llamada de atención de la naturaleza a
una civilización complaciente
George Monbiot
513
Colegio de Sociólogos del Perú. 11
Lima – Perú, 2020.
Contra las pandemias, la ecología.
Sonia Shah 517
Contagio social: Guerra de clases microbiológica en China
(Chuang)
Anónimo
523
Coronavirus y desmonte. Las nuevas pandemias del planeta
devastado
Marina Aizen
548
“Los países de la UE van cada uno por su lado defendiendo
una soberanía insensata”. Entrevista a Entrevista con Luiggi
Ferrajoli
Braulio García Jaén
553
“En sus orígenes, Europa huía del nacionalismo; hoy, ante
cada crisis, se repliega”. Entrevista al politólogo José Ignacio
Torreblanca.
Pablo Blázquez
557
Coronavirus: La militarización de la crisis
Raúl Zibechi 569
La tormenta perfecta de autoritarismo
César Rendueles 572
La próxima recesión: ¿La culpa es del coronavirus?
Michael Roberts 575
La pandemia y el fin de la era neoliberal
Atilio Borón 586
Coronavirus: ¿El fin del capitalismo?
Agustín Laje 591
Coronavirus y la nueva crisis del capitalismo
Iolanda Fresnillo 595
Keynes contra el Coronavirus
Daniel Castillo Hidalgo 600
El mundo de ayer (Obituario del neoliberalismo - 1)
Vanni Pettina 607
El mundo de ayer (Obituario del neoliberalismo - 2)
Leonardo Padura 611
El orden mundial previo al virus era letal.
Markus Gabriel 615
“El virus se quedará ahí hasta cuando encontremos una
manera sostenible de hacer negocios”. Entrevista al filósofo
Markus Gabriel.
Ana Carbajosa
619
Colegio de Sociólogos del Perú. 12
Lima – Perú, 2020.
«La pandemia terminará, pero estas formas policiales de
vinculación con el otro quedarán». Entrevista al filósofo Darío
Sztajnszrajber.
Yair Cybel
623
Francia: por la socialización del aparato de salud.
Alain Bihr 628
"Si el virus cambió todo, la escuela no puede seguir igual".
Entrevista a Francesco Tonucci
María Ayuso
633
Postmodernidad, pandemias y educación
Rosalina Romero Gonzaga. 637
¿El fin del postmodernismo? Reflexiones filosóficas en tiempos
de pandemia
Eric "Tano" Simonetti
641
Pandemia, ciencia y postmodernidad: una reflexión
epistemológica.
Daniel Loayza Herrera
647
Coronavirus o el retorno a la normalidad
Philippe Rahm 654
Epidemias y pandemias: la venganza sociotécnica de la
naturaleza.
Francisco Tirado y José A. Cañada
658
El modelo de Suecia para ganarle al coronavirus. El objetivo
es lograr la inmunidad colectiva.
Thomas L. Friedman
680
“El coronavirus se propaga como un incendio y no importa lo
que uno haga, todos se van a contagiar”. Entrevista a Johan
Giesecke, máximo epidemiólogo sueco.
Sofía Benavides
684
Coronavirus: Por qué el “confinamiento inteligente” de los
países bajos puede ser una estrategia de alto riesgo.
Anna Holligan
691
Una propuesta bien pensada para volver a trabajar y eliminar
el virus. Entrevista al Dr. Baruj Barzel, matemático de la
Universidad de Bar-Ilan.
Ana Jerozolimski
696
Por qué brotes como el del coronavirus crecen
exponencialmente y cómo ‘aplanar la curva’.
Harry Stevens
704
Colegio de Sociólogos del Perú. 13
Lima – Perú, 2020.
«La migración es el gran tema literario de nuestro tiempo».
Entrevista a Salman Rushdie
Andrés Seoane
713
La peste: Albert Camus en los tiempos del Coronavirus
Rafael Narbona 719
Lo que llamamos vida
Rosa Montero 723
COVID – 19: ¿Cómo recobrar el aliento?
Rolando Gonzales Padilla 725
Nuestra hora más gloriosa
Javier Solana 729
Guía para superar el impacto emocional del CORONAVIRUS
Pilar Jericó 732
Coronavirus: ¿reacción o represalia de Gaia?
Leonardo Boff 735
El coronavirus: el perfecto desastre para un capitalismo de
desastres.
Leonardo Boff
738
Coronavirus: autodefensa de la propia tierra.
Leonardo Boff 741
El coronavirus despierta en nosotros lo humano.
Leonardo Boff 744
Como cuidar de sí y de los demás en tiempos de coronavirus.
Leonardo Boff 747
La Tierra contraataca a la humanidad con el coronavirus.
Leonardo Boff 755
¿Qué puede venir después del coronavirus?
Leonardo Boff 758
Volver a la “normalidad” es autocondenarse.
Leonardo Boff 761
El post -COVID - 19: Qué cosmología y qué ética incorporar -
I.
Leonardo Boff
766
Post – Pandemia: ¿Lo nuevo o la radicalización de lo anterior?
- II.
Leonardo Boff
769
Consejos para el encierro y la cuarentena: Frei Betto y
Leonardo Boff
Frei Betto y Leonardo Boff
774
Colegio de Sociólogos del Perú. 14
Lima – Perú, 2020.
El fin del apretón de manos: el virus visto desde la
antropología.
Agustín Fuentes
777
Las 30 ‘normalidades’ que impondrá el coronavirus cuando
acabe la crisis
Antonio Lorenzo
780
No habrá retorno a la normalidad
200 artistas y científicos de todo el mundo. 789
Colegio de Sociólogos del Perú. 15
Lima – Perú, 2020.
PRÓLOGO
Las epidemias, cuando ocurren, siempre alteran la vida social de las
personas, generando miedo y, en algunos casos, pánico colectivo, dada
la gran mortandad que producen. La pandemia del COVID – 19 no es la
excepción. Hay millones de familias que ya han sido tocadas por el
contagio o la muerte de alguno de sus miembros en todo el mundo. Lo
novedoso de esta pandemia, sin embargo, es que ocurre en un mundo
que, más allá de los “conflictos de baja intensidad”, no había pasado por
la experiencia de una gran contienda bélica o una gran epidemia o
pandemia, que genere una gran mortandad, a nivel mundial o regional.
Vivimos, sin embargo, en medio de otra “pandemia social”, expresada
en la violencia de género, que genera muchas mujeres fallecidas y daños
a la salud física y mental, sobre todo entre las mujeres y los niños, que
tiende a ser invisibilizada por nuestra sociedad patriarcal moderna y que,
en medio del confinamiento que impone el COVID – 19, es muy probable
que incremente su mortandad. Ambas pandemias, en este caso, se
retroalimentan mutuamente. Sin embargo, solo visibilizamos al COVID -19
y destacamos que ataca o genera un mayor daño entre los hombres que
en las mujeres, ignorando completamente a la “otra” pandemia.
Hacemos este paralelo porque ilustra bien el problema de la desigualdad
social que afecta a nuestra sociedad, en base a la cual,
independientemente de lo novedoso que resulta el fenómeno del COVID
– 19, se tiende a visibilizar o invisibilizar los problemas que afectan a
nuestra sociedad y destruyen el tejido social y las bases humanas de la
convivencia.
Cuando el COVID – 19 se expandió por Europa, sobre todo en países
como Italia o España, lo primero que se destacó es que tenía entre sus
principales víctimas a la población de la tercera edad y enfermos
crónicos, lo que además era -y sigue siendo- respaldado por los registros
de hospitalización y muertes generadas por la pandemia. Siendo un
problema “en desarrollo”, en ningún momento se tomó en cuenta el
daño que el COVID – 19 podría generar en los países del Sur, signados por
las características de pobreza y desigualdad social, que no sólo
incrementan su incidencia en la sociedad, sino que además se agudizan
Colegio de Sociólogos del Perú. 16
Lima – Perú, 2020.
con la pandemia. En países como el nuestro, es claro que la pandemia
ataca principalmente a la población que vive en situación de pobreza y
exclusión social y es al interior de estos grupos familiares que los más
afectados son los ancianos y las personas que padecen alguna
enfermedad crónica. Prevalece, sin embargo, una visión del problema
centrada en la edad y en los problemas de salud y se dejan de lado los
problemas de pobreza y desigualdad social que interactúan
dinámicamente con la pandemia y explican, de manera más clara, su
expansión en la sociedad.
Y es que el COVID – 19 no es la causa, sino que es consecuencia de un
problema mayor, que tiene que ver con las enormes brechas sociales y
ambientales que se han acrecentado, hasta el límite permisible, con el
neoliberalismo y la sociedad de consumo que éste trae de la mano.
En el presente trabajo, los distintos autores demuestran el modo en que
estos problemas se han incrementado, sobre todo, a partir de la década
de los noventa. En los últimos treinta años no sólo se han agudizado las
desigualdades sociales, sino que también han crecido la frecuencia y
recurrencia de todo tipo de desastres naturales que han generado las
condiciones para la emergencia y expansión de una pandemia como el
COVID - 19, que estamos padeciendo en estos momentos. En lo que va
del presente año, no solo hemos sufrido de esta pandemia sino también
hemos padecido del problema de los incendios forestales, con gran
intensidad en Australia, Sudamérica y África, lo que ha generado grandes
pérdidas, no sólo económicas, sino también ambientales y humanas. A
ello podemos sumar la invasión de avispas gigantes asesinas y de polillas
en grandes bandadas. Vivimos, a decir de Naomi Klein, en un
“capitalismo de desastres”, que hace de este tipo de problemas una
oportunidad de negocio y de acumulación de capital.
Marca la coyuntura, también, la lucha entre potencias atizada por la
guerra comercial estimulada por los Estados Unidos de Norteamérica
contra la República Popular China así como la lucha digital, del 5G chino
contra el 4G estadounidense. Demás está decir, que quien controle la
información digital, tendrá el poder.
No es posible sobrevivir en una sociedad de este tipo, que degrada la
vida humana y la naturaleza al nivel de una mercancía, lo que no sólo
evidencia la alienación en que vivimos, sino también los problemas de
desigualdad, exclusión social y pobreza que tienden a incrementarse.
El COVID – 19 se ha expandido fuertemente en la Sociedad – Mundo
actual, en primer lugar, porque ha impactado a una población que, en
el mejor de los casos, veía este tipo de problemas como parte del
pasado, ajenos a la modernidad. Han sido varias generaciones de
humanos las que, de alguna manera, han nacido y vivido ajenas a este
Colegio de Sociólogos del Perú. 17
Lima – Perú, 2020.
tipo de problemas. En segundo lugar, el COVID – 19 no se reduce a un
problema de salud, sino que evidencia un problema mayor, una crisis
societal, crisis sistémica, crisis civilizatoria que cuestiona a fondo el modo
de vida en que vivimos, que, a la luz de lo que viene ocurriendo, no es
sostenible ni tiene viabilidad a futuro. En tercer lugar, la diversidad de
problemas que se desencadenan o agudizan con la crisis generada por
el COVID – 19 van más allá del control que, en el corto o mediano plazo,
podamos tener de la pandemia. En los siguientes años y décadas vamos
a vivir en un proceso de cambio e inestabilidad social que nos va a
conducir a un mundo distinto, no necesariamente mejor que el actual, lo
que en todo caso va a depender de lo que hagamos como ciudadanos
activos, a nivel individual y como colectivo.
En el Colegio de Sociólogos del Perú hemos asumido el reto de tomarle
el pulso a esta realidad que está emergiendo. El presente trabajo, que
recoge los aportes de científicos sociales e intelectuales de todo el
mundo, es una muestra de ello. Tenemos la obligación de explicar los
cambios que vienen ocurriendo en la Sociedad – Mundo actual. En este
proceso, son bienvenidos los diversos aportes que, desde distintos
enfoques, puntos de vista y experiencias, puedan realizar los científicos
sociales, tanto dentro como fuera de nuestro país. Una vez más,
reafirmamos nuestro compromiso con el país y con la sociedad en que
vivimos, dando respuestas a las preguntas que van surgiendo en medio
de la pandemia, los cambios y desconcierto social en que vive nuestra
población.
Eduardo Arroyo Laguna
Decano Nacional del Colegio de Sociólogos del Perú
Lima, 14 de mayo de 2020
Colegio de Sociólogos del Perú. 18
Lima – Perú, 2020.
PRESENTACIÓN
El presente documento ha sido elaborado en el marco de la crisis
desatada por la pandemia del COVID – 19 a nivel global, teniendo en
cuenta la repercusión que ha tenido en el ámbito nacional e
internacional, en el campo de las ciencias sociales y de las humanidades.
En este contexto, en coordinación con el Colegio de Sociólogos del Perú
– CSP, se decidió hacer un seguimiento a las publicaciones que en
distintas partes del mundo se venían dando al problema desde estos
ámbitos. A diferencia de otros eventos pandémicos y/o epidémicos, que
no han involucrado a los científicos sociales en su abordaje, la pandemia
del COVID – 19 si ha generado un interés casi inmediato en las ciencias
sociales y la comunidad intelectual. Este interés ha venido dado, por un
lado, por el carácter global de la crisis, que no se reduce a un problema
sectorial, de salud pública, y que además se ha extendido por todo el
planeta; y, por otro, por las características específicas y el contexto en
que se presenta el problema. El COVID – 19 no es el causante de la crisis
sistémica que estamos viviendo. Es solo el factor desencadenante de esta
crisis, cuyas causas hay que buscarlas en un sistema económico y social
basado en la sobreexplotación de la naturaleza y del ser humano, que
antepone la economía a la vida, que se ha tornado insostenible.
Los diversos artículos y ensayos reunidos en el presente volumen abordan
este problema desde diversas perspectivas y enfoques que, además,
tienen distintos alcances. Han sido tres los criterios de selección que se
han utilizado para la selección de los textos. El primero es que propongan
una mirada del problema desde el campo de las ciencias sociales y las
humanidades. El segundo criterio es que la lectura que se realiza no se
circunscriba a la coyuntura de lo que viene ocurriendo en la actualidad,
sino que se apuesten por una reflexión de fondo sobre el problema
desencadenado por el COVID – 19 y sus repercusiones para la
humanidad. El tercer criterio es el carácter abierto de la selección que se
ha realizado, evitando caer en el sesgo ideológico o en posiciones de
izquierda o de derecha que nos ofrezcan una mirada parcial del
problema y que no reflejen lo que realmente viene ocurriendo en el
campo de las ciencias sociales y las humanidades. La selección de
artículos y ensayos ha sido lo más abierta posible en relación a este último
criterio. Finalmente, está la delimitación temporal, que se circunscribe a
Colegio de Sociólogos del Perú. 19
Lima – Perú, 2020.
los meses de mayor auge de la pandemia. La mayoría de los textos
seleccionados han sido publicados en los meses de marzo y de abril, pero
también hay artículos y ensayos publicados en el mes de mayo o en
meses anteriores, pero que son relevantes por su abordaje del problema
desde el campo de las ciencias sociales.
En términos generales, podemos decir que se ha cumplido con el objetivo
que nos trazamos cuando nos propusimos elaborar el presente
documento. Es probable que algunos artículos y ensayos que se hayan
publicado en este periodo de tiempo, por diversas razones, hayan
quedado fuera de nuestro alcance, pero eso no invalida el trabajo
realizado. La selección que se ha realizado es de lo más plural y permite
una aproximación al problema desde diversas miradas. Es importante
señalar que, salvo el primer ensayo, que es de nuestra autoría, en el que
se propone una lectura sistemática de la información recabada, todos
los demás artículos y ensayos dan cuenta más bien de las reacciones de
los distintos autores o entrevistados frente al problema desencadenado
por el COVID – 19, atendiendo a la coyuntura actual. Sería interesante,
en ese sentido, conocer las opiniones que más adelante esgriman sobre
este tema, para ver en qué medida han cambiado o moderado su visión
que tienen del problema. Sin más que decir, invitamos a realizar la lectura
del documento.
Arturo Manrique Guzmán
Colegio de Sociólogos del Perú. 20
Lima – Perú, 2020.
LA “GUERRA VIRAL” O LA LUCHA CONTRA EL ENEMIGO
INTERNO, QUE OPONE A LA VIDA LA ECONOMÍA
Arturo Manrique Guzmán
En las líneas que siguen se realiza un análisis de las distintas reacciones
que ha tenido la crisis desatada por el COVID – 19 en la Sociedad –
Mundo actual. Estas reacciones principalmente se han dado desde
aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir nuestras naciones, en el
campo de la política, pero también incluye a los intelectuales y a las
ciencias sociales, en general, que tienen la responsabilidad de dar
respuestas a las preguntas que nos hacemos como sociedad sobre el
problema que estamos atravesando. En lo que va de la presente
centuria, la humanidad ha experimentado cinco pandemias en diversas
partes del mundo (gripe aviar, gripe A o H1N1, síndrome respiratorio de
Oriente Medio -MERS-, el virus del Zika y el COVID - 19), además del SIDA
y de otros brotes pandémicos de enfermedades que se arrastran del siglo
anterior (ébola, difteria, colera, malaria, etc.). Estos eventos pandémicos,
que en su mayor parte han tenido lugar en las regiones más pobres del
planeta, han provocado millones de muertes, lo que ha sido percibido
como algo “natural” que, en el mejor de los casos, solo requieren de una
respuesta sectorial desde los sistemas de salud y los organismos
internacionales especializados, como la OMS / OPS, que tienen
responsabilidad funcional en el sistema de las Naciones Unidas.
Cuando ocurrieron las pandemias de la gripe aviar (2005) y de la gripe A
o H1N1 (2009 - 2010), en la década anterior, ya se planteo la necesidad
de ampliar la mirada, incorporando los análisis y respuestas que, desde
las ciencias sociales, se daban a estos eventos pandémicos y el impacto
que tenían en la población. Estas recomendaciones, que son parte de los
informes globales que se hicieron de estas experiencias,
lamentablemente, no se tradujeron en estudios y propuestas de políticas
que permitan enfrentar con mayores probabilidades de éxito este tipo de
situaciones. En el campo de las ciencias sociales, tampoco hubo una
respuesta adecuada a estos problemas, que siempre han sido percibidos
como propios del campo de la salud. La peculiaridad del COVID – 19 es
que no sólo implica una amenaza contra la vida y la salud de las
personas, sino que afecta toda la vida social y económica que llevamos
Colegio de Sociólogos del Perú. 21
Lima – Perú, 2020.
a cabo como especie. La pandemia por la que estamos atravesando no
nos afecta como individuos, como personas, tampoco ataca a nuestras
familias de manera específica, o al país o región, en general, como
muchos imaginan. El COVID – 19 no distingue entre individuos, clases
sociales, grupos étnicos, razas o nacionalidad. Nos ataca
oportunistamente como especie, como humanidad, a través de
cualquier individuo o ser humano que se encuentre expuesto a su
contagio. Entender esto es clave para contrarrestar los efectos que tiene
la pandemia en nuestras vidas.
La experiencia nos está mostrando que la respuesta al problema la
seguimos dando como individuos, desde nuestros entornos familiares, sin
tener en cuenta que es más, mucho más que eso, lo que está en juego.
De un lado están los que, responsablemente, deciden llevar la
cuarentena con sus familias, permaneciendo en sus casas, que son la
mayoría de la población. Del otro, están los que hacen caso omiso a la
cuarentena y, de esta manera, se convierten en potenciales portadores
y trasmisores de la enfermedad. Son una minoría, pero, con su
comportamiento irresponsable, ponen en riesgo a sus familias y a la
sociedad, en su conjunto. La prevención frente al virus involucra a todos
los miembros de la sociedad, sin excepción. En este terreno no hay “libre
albedrío” que valga, porque eso equivale a mayor muerte y destrucción.
Si un sector minoritario de la población hace caso omiso de las medidas
preventivas, entonces no sólo se ponen en riesgo ellos y sus familias, sino
que ponen en riesgo a toda la población. Bajo estas condiciones,
cualquier medida que dé el gobierno para evitar la propagación de la
enfermedad, no va a obtener los resultados esperados y el problema
seguirá expandiéndose en la población.
El COVID – 19, para utilizar una metáfora cotidiana, nos tiene puestos
contra la pared en nuestra humanidad. La sociedad en la que la mayoría
de nosotros hemos crecido es una “sociedad de individuos”, reales o
imaginarios (“exitosos” o “deficitarios”), que ponen por delante su interés
personal, antes que el interés colectivo y, peor aún, son incapaces de
pensarse a sí mismos como especie, como humanidad. La individualidad,
además, ha devenido en individualismo y consumismo con la llegada del
neoliberalismo. Esta es la principal debilidad que, como especie, tenemos
frente al virus. El COVID – 19 nos ataca desde dentro, como especie, y
nosotros seguimos actuando como individuos y, aún cuando hacemos un
gran esfuerzo por protegernos y por cuidar a nuestras familias, no nos
pensamos ni actuamos como especie y seguimos a merced del virus, que
aprovecha esa debilidad que tenemos como humanos para seguir
avanzando, sembrando la muerte en nuestro alrededor.
Basta con recordar el comportamiento de algunos mandatarios, como
Trump o Bolsonaro, que, ya desencadenada la pandemia, seguían -y
siguen- haciendo uso de la “posverdad”, negando los hechos. La
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posverdad, según la RAE, es “la distorsión deliberada de una realidad que
manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública
y en actitudes sociales”. La posverdad es el juego de imágenes y
simulaciones con las que se pretenden ocultar, enmascarar los hechos.
Los hechos, sin embargo, están ahí, para recordarnos que, a pesar de
todos los esfuerzos que hagamos para negarlos, para distorsionarlos, la
verdad no desaparece, no puede ser negada ni “superada” y que,
cuando insistimos en ocultarla, nos pone su rostro más amargo y nos llega
como calentamiento global, como terremotos, con o sin tsunamis, como
contaminación de ríos y mares, como inundaciones, como incendios
forestales y, ahora, como pandemia.
La vida o la economía: el dilema de la hora actual.
Hace unas semanas, el 24 de marzo de 2020, en plena crisis desatada por
el COVID – 19, murió en los EE.UU., a causa de esta pandemia, el joven
economista pakistaní Rehman Shukr, que laboraba como especialista en
sistemas financieros en el Fondo Monetario Internacional. Días antes de
su deceso, el 20 de marzo, Shukr había publicado en su cuenta de
Facebook un artículo del New York Times que llevaba por título: Is Our
Fight Against Coronavirus Worse Than the Disease? (¿Nuestra lucha contra
el CORONAVIRUS es peor que la enfermedad?), al que le había
acompañado del siguiente comentario:
“Artículo muy importante. Es difícil decidir si el aspecto humano de la
enfermedad es más importante que sus implicaciones en la economía y
en otros ámbitos importantes. Muy fácil dejar que la emoción guíe la
política, y hemos visto una tras vez por qué es una mala idea”.
¿Una “mala idea”? La enfermedad, irónicamente, puso fin a la polémica
que había planteado. Es de lamentar, sin duda, la muerte de este joven
economista a causa de esta terrible pandemia. Su comentario, sin
embargo, plantea claramente la cuestión desde el punto de vista del
Fondo Monetario Internacional, organismo en el que laboraba: la
economía versus el “aspecto humano de la enfermedad”. Nótese que se
habla del “aspecto humano”; no del tema médico o epidemiológico,
que tiene un carácter especializado. Subyace en esta dicotomía una
“dialéctica” perversa que opone “lo humano” -que es “emocional”,
“irracional”, “reactivo”- a lo económico, que se identifica con lo
“racional”. La razón, la racionalidad, en general, tiene un origen humano
y una base emocional que es inobjetable, tal como lo han demostrado
Humberto Maturana y Francisco Varela en numerosos estudios1. En este
1Véase: Humberto Maturana y Francisco Varela. El árbol de conocimiento. Las bases
biológicas del entendimiento humano, Lumen - Editorial Universitaria. Buenos Aires, 2003.
Humberto Maturana. El sentido de lo humano. Dolmen Ediciones. Santiago de Chile,
1995. Humberto Maturana y Gerda Verden - Zöller. Amor y juego. Fundamentos
olvidados de lo humano. Desde el patriarcado a la democracia. Instituto de Terapia
Cognitiva. Santiago de Chile, 1994.
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caso, sin embargo, se invierte, se aliena, ese origen. La racionalidad,
además, se limita a su rol instrumental y se circunscribe a lo económico,
lo utilitario; mientras que lo humano se reduce a la emoción (como si la
emoción fuera lo puesto y estuviera desligado de la racionalidad). Lo
humano, de acuerdo con esta ideología, es emocional, subjetivo,
reactivo, enemigo de la razón.
Conviene aquí recordar las enseñanzas del joven Marx sobre el trabajo
alienado. En sus Manuscritos económicos y filosóficos, el filósofo de
Tréveris lo define como “enajenación”, “extrañamiento”, en el que “el
objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser
extraño, como un poder independiente del productor”2. En este marco,
la realización del trabajo es, por un lado, su “objetivación”, la cosificación
de su producto y, por otro, la “desrealización del trabajador, la
objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación
como extrañamiento, como enajenación”3. La disociación del
trabajador de su producto lo conduce a llevar una existencia alienada.
“La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente
que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino
que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un
poder independiente frente a él; que la vida que ha prestado al objeto
se le enfrenta como cosa extraña y hostil”4. Este “poder independiente”
lo domina, lo aliena, se apropia de su existencia. El ser humano, bajo estas
condiciones, tiene que optar entre acumular bienes y riquezas o llevar
una vida apegada al ser. “Cuanto menos eres, cuanto menos exteriorizas
tu vida, tanto más tienes, tanto mayor es tu vida enajenada y tanto más
almacenas de tu esencia ... Todo (XVI) lo que el economista te quita en
vida y en humanidad te lo restituyen en dinero y riqueza, y todo lo que no
puedes lo puede tu dinero”5. Eric Fromm resume este dilema moral como
“Tener o Ser”, que lleva por título uno de sus principales libros6, escrito a
mediados de los años setenta.
Este dilema opera a nivel individual y colectivo en el marco del sistema
capitalista. Fromm, como acabamos de ver, se basa en la obra temprana
de Marx; pero es en el mundo de la postguerra, que alcanza hasta
nuestros días, y sobre todo después de la entronización del neoliberalismo
como régimen económico, que el capitalismo se perfila claramente
como una sociedad de consumo, en la que las personas optan
2Karl Marx. Manuscritos: economía y filosofía. Alianza Editorial. Madrid – España, 1980, p.
105.
3Ibíd., pp. 105 y 106.
4Ibíd., p. 106.
5Ibíd., p. 160.
6Eric Fromm. Tener o Ser. Fondo de Cultura Económica. México, D. F., 1978.
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masivamente por el tener, esto es, por la acumulación de bienes y cosas,
como mecanismo de diferenciación social y como fundamento de su
existencia e identidad individual, lo que viene acompañado de un
incremento de la desigualdad económica y social. Es este modelo de
sociedad el que actualmente es cuestionado, en tanto que niega la vida
y apuesta por la acumulación y concentración del capital en un sector
minoritario de la sociedad. Enrique Dussel, en referencia a este tipo de
sociedad y a propósito del COVID - 19, señala lo siguiente:
"El primer principio de la ética es la afirmación de la vida (...) Nuestra
civilización está fundada en la racionalidad del aumento de la tasa de
ganancia. Y eso acumula capital en muy pocas manos y no invierte en
favor de la vida. Ese es el problema ecológico. Llenamos a los océanos
de plástico, permitimos que se quemen las selvas y no haya oxígeno y
vamos acorralando la vida, a que desaparezca en la tierra. Y también
una enfermedad como la que estamos sufriendo, este virus, es también
de alguna manera, indirectamente, un efecto de laboratorio, es decir,
de la modernidad. Cada vez aumentamos los antibióticos, los fármacos
y, entonces, las enfermedades o los virus se trasmutan, van cambiando y
son más resistentes y, de pronto, ahora, uno de ellos nos ataca, y no
tenemos defensa (...) Esto pone en cuestión los quinientos años del
progreso moderno y nos muestra que la humanidad o cambia de
objetivos o se va a hacer el harakiri, se va a suicidar, y esto ya se ha dicho
y lo hemos dicho explícitamente, pero el capital sigue avanzando"7.
El comentario del economista pakistaní Rehman Shukr no es un caso
aislado, sino que expresa una corriente de opinión, minoritaria si se quiere,
ligada a las elites económicas internacionales. Esta corriente de opinión,
además de la defensa cerrada del orden económico neoliberal, niega,
por un lado, la existencia del calentamiento global y, en general, del
problema del deterioro ambiental; y, por otro, centra su mirada en el
problema demográfico, sobre todo, en la población que vive en
situación de pobreza y, más recientemente, en la población de la tercera
edad y que padece alguna enfermedad crónica. El presidente de los EE.
UU., Donald Trump, por ejemplo, ha negado en reiteradas oportunidades
el problema del cambio climático. En junio de 2017, no solo anuncio la
salida de los EE.UU. del “Acuerdo de Paris”, sino que justificó su decisión
señalando que “el concepto de calentamiento global fue creado por y
para los chinos para hacer no competitiva a la manufactura de EE UU”8.
Ya para entonces era evidente la “amenaza” china, que justificaba
decisiones de este tipo en el presidente norteamericano, Un año después,
7Enrique Dussel. La humanidad cambia de objetivos o se hará el harakiri. Entrevista
televisiva concedida a Aristegui Noticias: 02 / 04 / 2020. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=ZjMaYo1cmDQ&feature=emb_l
ogo&fbclid=IwAR3lVNqdmDxyR6z7zBbBxdPf3iXlWxcrFAb1ySbgBg2RzzosSfR_pLAaIh0
8Joan Faus. ¿Qué opina Trump sobre el cambio climático? En: El País: 02 / 06 / 2017.
Disponible en:
https://elpais.com/internacional/2017/06/01/estados_unidos/1496343144_186083.html
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en noviembre de 2018, Trump restó importancia al informe sobre el
calentamiento global publicado por el Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)9 con un contundente “no me
lo creo”10, lo que le genero muchas críticas a nivel mundial, las mismas
que cayeron en “saco roto”. Es importante señalar que este
negacionismo del cambio climático ha sido respaldado en nuestra región
por mandatarios como Jair Bolsonaro, de Brasil, que en más de una
ocasión se ha referido a este problema como un “invento” de las ONG
ambientalistas. Para este mandatario, “es una falacia que la Amazonía
sea patrimonio de la humanidad o el pulmón del planeta”. Este tipo de
afirmaciones, según él, “tienen un espíritu colonialista”11, lo que conjuga
bien con el discurso nacionalista que predica.
Envejecer (y enfermarse) en el siglo XXI.
El problema del envejecimiento poblacional, por su parte, es una
realidad, sobre todo en occidente y, de manera específica, en los países
europeos, que en varios casos vienen decreciendo desde hace algunos
años. En setiembre de 2019, meses antes de que se desatara la pandemia
del COVID – 19, los multimillonarios Jack Ma y Elon Musk discutieron sobre
el rol que jugará la inteligencia artificial en los próximos 30 años, en una
población que probablemente pueda llegar a vivir hasta 120 años12. Su
punto de referencia, obviamente, eran los países europeos, en los que la
gente vive más años y la pirámide demográfica tiende a invertirse como
consecuencia del envejecimiento poblacional; pero también está el
estimado de que los “pulpines” de ahora probablemente pasen más
años en la tercera o cuarta edad que como los “eternos” jóvenes que se
autoperciben en la actualidad. En esta proyección, países habitados
mayoritariamente por una población joven, que registran una reducción
significativa de su tasa demográfica, como es el caso de la mayoría de
los países latinoamericanos, en tres o cuatro décadas -y, en algunos
casos, como Chile, por ejemplo, en menos tiempo- tendrán una
población mayoritariamente envejecida.
9IPCC. Global Warming of 1.5°C. Especial Report. Octubre, 2018.
10Yolanda Monge. Trump sobre el informe del cambio climático: “No me lo creo”. En: El
País: 27 / 11 / 2018. Disponible en:
https://elpais.com/internacional/2018/11/27/estados_unidos/1543283242_634443.html
11Noticias ONU. Bolsonaro afirma que es una falacia que la Amazonía sea patrimonio de
la humanidad o el pulmón del planeta. Disponible en:
https://news.un.org/es/story/2019/09/1462652
12BBC News Mundo. Los multimillonarios Jack Ma y Elon Musk discrepan sobre cuál es la
mayor amenaza para la humanidad. Disponible en:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-
49530776?fbclid=IwAR1KeFNrKKgLSo8K3E0SaeItYtVufZLP-
5NZZVeandz4bjzPHicbEvW1qmE
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En Italia, Alemania y otros países de Europa el envejecimiento
poblacional ya es un problema. En estos países se experimenta la
paradoja de que, por un lado, la gente vive más tiempo y, por otro, se
jubila a una edad más temprana, lo que genera una serie de problemas
para el sistema de protección social que van más allá del financiamiento
público y del pago de pensiones. Sarah Harper, especialista en este tema,
nos dice que “la gente tiende a pensar solamente en las pensiones y la
salud; pero no, hay que cambiarlo todo, los lugares de trabajo, la
educación, los entornos físicos. Muchos espacios públicos no son seguros
para los mayores porque pueden caerse y también la iluminación es
escasa, no se sienten seguros. Hemos de hacer que los espacios y el
transporte público sean buenos para todas las edades”13. Muchos adultos
mayores, además, quieren mantenerse activos laboralmente; pero
sienten que el sistema actual les impide ejercer ese derecho. El reto que
se tiene por delante es enorme, porque se trata de una verdadera
transformación social. En el Perú y otros países de América Latina, como
ya ha sido señalado, tendremos este problema masivamente en las
siguientes décadas. En Asia y los países árabes, que tienen sociedades
mucho más jóvenes, recién comenzarán a experimentar este problema
al finalizar el siglo.
Es en este marco que hay que ubicar la “preocupación” del Fondo
Monetario Internacional y de otros organismos internacionales
(¿Organización Mundial de la Salud?) por el problema del
envejecimiento poblacional. En abril de 2012, Christine Lagarde, que por
entonces se desempeñaba como directora gerente del Fondo Monetario
Internacional -ahora ocupa el cargo de presidenta del Banco Central
Europeo-, alertó sobre “el riesgo de que la gente viva más de los
esperado”. Obviamente, no se refería a un riesgo de salud o, en general,
a un riesgo social o demográfico. Tampoco aludía al agotamiento de los
recursos naturales, al cambio climático o al problema ecológico,
vinculado a la existencia de una superpoblación de seres humanos. El
problema tenía que ver con la economía, con las finanzas públicas, no
con los seres humanos ni con la naturaleza. El “riesgo de longevidad” -
que así fue como lo denominó- era una amenaza para la economía. Si
tenemos en cuenta que todos los seres humanos vamos a llegar a viejos
o, por lo menos, aspiramos a ello, entonces es toda la población -actual
y futura- la que, de una u otra manera, constituye un riesgo para la
economía. Tomando como base el PBI del 2010, Lagarde señalaba que
“si el promedio de vida aumenta tres años más de lo previsto para 2050, el
coste del envejecimiento -que ya es enorme para los Gobiernos, las
empresas, aseguradoras y particulares- aumentaría un 50%”. El
envejecimiento, entonces, de acuerdo con lo señalado por esta
13Ana Alfageme. Sarah Harper / Especialista en envejecimiento: “La vejez ya no llega a
los 70. Llega al convertirnos en dependientes”. Diario El País: 26 / 06/ 2019. Disponible en:
https://elpais.com/sociedad/2019/06/18/actualidad/1560876583_463246.html?fbclid=I
wAR2cVWmwjeoNRONAeFJkU2PKptiAGhgx39RJyO9_kC7LSiDawdd58EcMxLg
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funcionaria, es una amenaza para la sostenibilidad de las finanzas
públicas y privadas. El argumento de Lagarde no necesariamente iba en
contra de que la gente viva más años. Su punto era el costo que ello iba
a significar para la economía, lo que involucraba tanto al sector púbico
como al sector privado y a los propios ciudadanos.
“Vivir más es bueno, pero conlleva un riesgo financiero importante (…)
Nos va a costar más como individuos, a las corporaciones y a los
Gobiernos. Por eso debemos preocuparnos ahora por los riesgos de la
longevidad, para que los costes no nos atosiguen en el futuro (…) Las
empresas tendrían que multiplicar varias veces sus contribuciones para
poder afrontar esos pasivos adicionales (…) Reconocer y mitigar este
riesgo es un proceso que debe ponerse en marcha ahora (…) Prestar
atención al envejecimiento de la población y al riesgo de la longevidad
adicional forma parte del conjunto de reformas necesarias para restaurar
la confianza en la viabilidad de los balances del sector público y
privado”14.
Es importante señalar que la proyección llevada cabo por Lagarde solo
incluía el factor demográfico, bajo las condiciones del año 2010, en el
que es claro el envejecimiento poblacional, sobre todo en el caso de
Europa, debido al incremento de la esperanza de vida y la reducción de
la tasa de crecimiento, que en varios países se ha hecho negativa, es
decir, no crecen, sino decrecen. Existen otros factores, sin embargo, que
deben incluirse en este tipo de proyecciones y que no se tomaron en
cuenta. Paul Mason, por ejemplo, señala algunos de estos factores que
van a tener un rol importante en las próximos 20 o 30 años. El primero es
el incremento de la productividad como consecuencia de la
automatización de la actividad productiva, lo que vendrá acompañado
de una reducción de las horas de trabajo necesarias para reproducir la
fuerza de trabajo, sin que ello necesariamente implique una reducción
de los salarios. Este cambio vendrá ligado a la emergencia de un “sector
no mercantil” en la economía, vinculado al cooperativismo, la banca sin
fines de lucro, el proyecto de software de código abierto, el trabajo de
voluntariado -que ya existe y se expandirá-, el trabajo en el campo de la
cultura, que será subsidiado, entre otras formas de “economía solidaria”
que operan fuera de la lógica mercantil. Bajo estas condiciones, el salario
se desvinculará del trabajo y dependerá más de la productividad que
del tiempo laborado, lo que le permitirá mantener su capacidad
adquisitiva, independientemente de la tendencia a la disminución de las
horas de trabajo remuneradas. A ello hay que agregar el potenciamiento
del efecto red para generar valor público, lo que tiene como correlato a
14Sandro Pozzi. El FMI pide bajar pensiones por “el riesgo de que la gente viva más de lo
esperado”. En: El País: 11 / 04 / 2012. Disponible en:
https://elpais.com/economia/2012/04/11/actualidad/1334133453_457282.html?fbclid=I
wAR0yKMYjKhysesRiLJH3ykpYBtDJ2WJee6gSU575sdMGrmGw0gchSc-xh58
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la democratización de la información, que es de utilidad pública15. Todos
estos cambios que están en proceso o que se proyectan están, sin duda,
relacionados unos con otros, y tienen que impactar sobre la población
adulto mayor en el futuro. Ninguno de estos factores, sin embargo, fueron
tomados en cuenta por Lagarde y el FMI en sus proyecciones. En su visión
el mundo iba a seguir siendo el mismo el 2010 y el 2050, solo que con una
población más envejecida.
Cuando se ponen en juego todas estas variables -lo que ya viene
ocurriendo y se intensificará en el futuro-, el neoliberalismo deja de
funcionar como régimen económico y como ideología reinante y el
sistema capitalista, en general, llega a sus límites en su capacidad de
adaptación, lo que no necesariamente nos habla de su desaparición
inmediata. El factor clave que, de acuerdo con Mason, lleva este
proceso a sus límites, es la tecnología de la información, que altera por
completo la noción de trabajo y la capacidad que hasta hace poco
tenían los mercados para autorregularse16. Los mercados están basados
en la noción de escasez. La “economía de la información”, en cambio,
se basa en la abundancia. Bajo estas condiciones, emerge en el
horizonte una economía colaborativa, que opera con bienes,
organizaciones y servicios que no se subordinan a los dictados del
mercado, que se irá ampliando en el futuro. Para Mason, el capitalismo
actual, una vez más, está enfrentado a su propia contradicción, que esta
vez parece haber llegado a sus límites. La automatización no solo
demanda menos mano de obra en el proceso de producción, sino que
conduce a lo que Jeremy Rifkin denomina como “sociedad de coste
marginal cero”, en la que, contra la lógica del mercado, muchos bienes
y servicios –como el agua o la electricidad– serán gratuitos o tendrán un
bajo costo. Esto es lo que Mason denomina como “proyecto cero”, que
incluye el uso de energías renovables, de emisiones cero, y la reducción
de las jornadas laborales en un nivel cercano a cero. Este es el marco en
el que se expandirá el teletrabajo, el trabajo domiciliario, la
teleeducación, las compras electrónicas, entre otras innovaciones que
ya vienen ocurriendo, pero que se aceleraran luego de la crisis generara
por el COVID – 19.
El problema es que para los neoliberales no hay proyección que valga
que no sea aquella en la que se mantengan el régimen político y
económico actual -ese que Fukuyama pretendió eternizar como el “fin
de la historia”- y las condiciones actuales de sobrexplotación de los
recursos naturales, desigualdad económica y social y explotación de la
15Paul Mason. “Es tiempo para el poscapitalismo”. En: Nueva Sociedad. Disponible en:
https://nuso.org/articulo/es-tiempo-para-el-poscapitalismo/?fbclid=IwAR0CoGd-
Z7kma3e-CeksYXww_nok-rJjg_sHMwE1K1DjiPgqPcuUUiZ8jjo
16Paul Mason. Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro. Editorial Paidós. Barcelona –
Buenos Aires – México, 2016.
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mano de obra que, en su gran mayoría, sigue siendo joven, sobre todo
en países como el nuestro; población que, sin embargo, representa un
riesgo futuro, que Lagarde denomina como “riesgo de longevidad”. Este
riesgo es doble porque, por un lado, se trata de un amplio segmento de
la población que va a entrar en la tercera edad en las siguientes
décadas; y, por otro, es una población que, como ya ha sido señalado,
probablemente llegue a vivir más años que los que viven las
generaciones actuales.
Es en este marco en el que hay que situar las declaraciones públicas de
mandatarios, gobernadores y representantes de las grandes
corporaciones, como las que se citan a continuación, que evidencian el
desprecio que estas personas tienen hacia las personas de la tercera
edad y enfermos crónicos, que se hace extensivo a todo el género
humano y a la vida, en general:
“Perdemos miles y miles de personas cada año debido a la gripe. No
apagaremos el país. Perdemos más (personas) en accidentes
automovilísticos y por ello no les decimos a las compañías automovilísticas
que paren la producción de carros. Necesitamos regresar a trabajar”
(Donald Trump, Presidente de los EE.UU.: 24 / 03 / 2020)
“Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía
en bien de sus nietos y no paralizar el país (…) Hay que jugarse la vida
para mantener a Estados Unidos tal y como es para sus hijos y sus nietos.
Creo que hay muchos más abuelos que se sienten como yo (…) No
podemos perder el país. Estamos asistiendo a un colapso económico.
Volvamos a trabajar, a vivir, seamos inteligentes. Y los que tenemos más
de 70 años, ya nos cuidaremos, pero no sacrifiquéis el país, no lo hagáis,
no sacrifiquéis el gran sueño americano" (Dan Patrik, Vicegobernador de
Texas: 24 / 03 / 2020)
"¿Algunos van a morir? Van a morir, lo siento. Así es la vida. No se puede
detener una fábrica de automóviles porque hay muertes en accidentes
de tráfico (…) ¿Cuántos mueren de H1N1 [gripe A]? Unas 700 personas
por ahí. ¿Y todos tienen coronavirus? Esta es una señal de que el
estado [de Sao Paulo] está manipulando, queriendo hacer un uso político
de los números. En Río de Janeiro, hasta los datos de ayer [26 de marzo]
había 9 muertos, y 58 en Sao Paulo. Sé que hay una diferencia de
población, pero es una cifra demasiado grande para Sao Paulo (…) Lo
que están haciendo en Brasil, unos pocos gobernadores y algunos
alcaldes, es un crimen. Están despedazando Brasil, están destruyendo
empleos" (Jair Bolsonaro, Presidente de Brasil: 27 / 03 / 2020).
"Las medidas extremas para rebajar la curva del virus son adecuadas
durante un tiempo para reducir la carga sobre la infraestructura sanitaria.
Pero destruir la economía, los empleos y la moral es también un asunto
sanitario y afecta a muchas más cosas. Dejemos dentro de unas pocas
semanas que aquellos con bajo riesgo de contraer la enfermedad
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vuelvan a trabajar" (Lloyd Blankfein, ex presidente del Banco Goldman
Sachs: 25 / 03 / 2020).
Una vez más aparece en estas declaraciones la dicotomía entre la vida
y la economía, que es resuelta en favor de esta última. Se trata, es cierto,
de una opinión minoritaria, ligada a las altas esferas del poder político y
económico, cuyas decisiones, sin embargo, tienen consecuencia sobre
la vida de millones de personas. Existen, sin embargo, detractores al
interior de este bloque de poder. Scott Gottlieb, por ejemplo, que fue
comisionado de la FDA entre el 2017 y el 2019, durante la Administración
de Donald Trump, ha declarado que "mientras el covid-19 se extienda sin
control, los ancianos morirán en números que serán históricos, la gente de
mediana edad estará condenada a largas estancias en las UCI luchando
por sobrevivir, los hospitales se verán desbordados y la mayoría de los
americanos estarán demasiado aterrorizados para salir de casa, comer
en restaurantes, coger el metro o ir al parque". Esta, más que una
declaración, en realidad es una advertencia de lo que podría suceder y,
de hecho, ya viene sucediendo, por ejemplo, en la ciudad de Nueva
York, ante la insensibilidad del gobierno federal, en la que más de un
tercio de la población afectada por el COVID – 19 es latina.
Comentando esta situación, el fisco español José Ignacio Latorre,
especializado en cuántica, señala lo siguiente:
"El siglo XXI no va a ser de guerras entre izquierdas y derechas, sino entre
generaciones de jóvenes y viejos, y de la relación humano-máquina. Esta
crisis lo hace evidente. Creo que ciertos países no van a ser solidarios con
sus mayores. El bienestar de una mayoría se impondrá a la vida de una
costosa minoría. No deberíamos escandalizarnos, porque la humanidad
ya ha tomado este mismo tipo de decisiones en otros contextos (…)
Compramos bienes a países donde no se respetan los derechos
humanos, sencillamente porque son más baratos. La expectativa de vida
de un minero en Sudamérica, o la de una trabajadora en una fábrica de
una ciudad china supercontaminada no es de 80 años, como la de otros
trabajadores privilegiados. Conllevamos la doble moral sobre el valor de
una vida humana sin problemas, en tanto que esas vidas estén lejos de
nosotros. No tenemos problemas morales al fabricar armamento que no
sirve para defender a nuestro país, sino para alimentar guerras en África
o en cualquier otro lugar. Sin embargo, el coronavirus nos enfrenta a la
tesitura de decidir cuánto vale la vida de un conciudadano”17.
En efecto, ya no se trata de los “otros”, sino del “nosotros”, de nuestros
padres, abuelos, hermanos o hijos que padecen algún mal crónico, cuya
17José Ignacio Latorre. Coronavirus: "Estados Unidos tiene una tradición individualista... Es
posible que allí se tomen las primeras decisiones de profundo calado ético y que
dividirán a la humanidad". Entrevista con Carolina Robino y Ana País. Disponible en:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-
52091600?fbclid=IwAR1KzpJVYGEaExqz_rn_uJl5HlNPp-TZZw_7xC4-87un9zCezv2b1YefsTM
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vida es amenazada por la pandemia. No es que estemos asistiendo al
“final de los otros”, porque son esos “otros” -los pobres, los indígenas, las
mujeres, etc.- los que, a la larga, van a ser los más perjudicados, y no sólo
entre la población adulta - mayor -que vive menos y en condiciones
deplorables-, sino también entre los niños, jóvenes y adultos. Asistimos,
más bien, al desdoblamiento del “nosotros” en “otros” -los ancianos y
enfermos- que, siguiendo la lógica neoliberal, “no aportan” a la
economía y representan más bien una carga y un gasto para el Estado y
la sociedad, en su conjunto, y un riesgo para la sociedad que se proyecta
a futuro, en la medida en que “viven más” y “van a ser más”. La ruptura
de la solidaridad en el “nosotros”, además, prepara el terreno para una
mayor insensibilidad con los “otros” de siempre. Por eso, no es extraño leer
declaraciones como las de Bolsonaro, que no le reconoce status de
humano al indígena, aun cuando señale que “está evolucionando”: “el
indio ha cambiado -nos dice-, está evolucionando y convirtiéndose cada
vez más en un ser humano como nosotros”. Obviamente, el criterio de
“evolución” de este señor no necesariamente pasa por el biotipo o por el
color de piel -el indio, en su opinión, va a ser siempre un indio-, sino por el
hecho de que se aculture y trate la selva como una mercancía18. Esta
gente no solo degrada a la tierra, sino también al indígena, a los adultos
mayores y a los enfermos y muestra una total falta de solidaridad con las
generaciones del futuro, que aún no han nacido o están por nacer, y al
hacerlo, degrada a la especie humana, como tal, por más que se trate
de una opinión minoritaria, que no necesariamente es compartida por la
mayoría de los seres humanos:
“Miseria de la especie humana -nos dice Manuel Castells- que, si de
verdad fuera así, tal vez no mereceríamos sobrevivir. En algunos sectores
hay poca solidaridad con las generaciones venideras, como muestra la
indiferencia relativa al cambio climático. Y ahora hay indicios,
minoritarios, de que empieza a fallar la solidaridad hacia los viejos.
Afortunadamente, la mayoría de la gente muestra generosidad y
empatía. Aún aguantan las familias, pero protegiendo sobre todo a los
suyos. Nos encontramos como humanos en el aplauso de las ocho”19.
Con el “aplauso de las ocho”, Castells alude a la hora decisiva, la “cita
más importante del día”, en la que tenemos que confrontarnos con
nosotros mismos, tomar decisiones extraordinarias, para seguir avanzando
y evolucionar hacia un mundo mejor.
18Eliane Brun. Racismo para destruir la Amazonía. Artículo disponible en:
https://elpais.com/elpais/2020/02/04/opinion/1580816796_246746.html
19Manuel Castells. Enfrentamos desunidos la más grande amenaza que ha tenido ka
humanidad. Entrevista concedida a La Vanguardia: 06 / 04 / 2020. Disponible en:
https://www.lavanguardia.com/vida/20200406/48329582092/enfrentamos-desunidos-
la-mas-grave-amenaza-que-ha-tenido-la-humanidad-ningun-estudiante-va-a-perder-
el-curso-por-razon-de-la-
epidemia.html?fbclid=IwAR3khRFgs8mvjhweYPmocC2b3N2I4TVEaRhYcZbVz9TF6PQJ5C
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Colegio de Sociólogos del Perú. 32
Lima – Perú, 2020.
Desigualdad, riesgo y catástrofe en el siglo XXI
Aun cuando se ha dicho que “el virus no discrimina”, lo cierto es que sí lo
hace, en la medida en que penetra nuestro ADN, se mimetiza con el
humano y altera completamente nuestra vida social (no solo la
economía). Esta afirmación va más allá de la metáfora cuando se
constata que no afecta por igual a todos los grupos humanos y los que
ocupan posiciones privilegiadas de poder y de dominio se irrogan el
derecho de decidir entre quienes “merecen vivir” y quienes “no merecen
vivir”. Judith Butler, analizando el impacto que puede tener la actual
pandemia en nuestra sociedad, nos dice lo siguiente:
"La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El
virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos,
modelados como estamos por los poderes entrelazados del
nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo. Es probable que
en el próximo año seamos testigos de un escenario doloroso en el que
algunas criaturas humanas afirmarán su derecho a vivir a expensas de
otros, volviendo a inscribir la distinción espuria entre vidas dolorosas e
ingratas, es decir, aquellos quienes a toda costa serán protegidos de la
muerte y esas vidas que se considera que no vale la pena que sean
protegidas de la enfermedad y la muerte"20.
Ignacio Ramonet, con mayor precisión, nos dice lo siguiente:
“La COVID - 19 no distingue, es cierto, pero las sociedades desigualitarias
sí. Porque, cuando la salud es una mercancía, los grupos sociales pobres,
discriminados, marginados, explotados quedan mucho más expuestos a
la infección”21.
Lo peculiar del COVID – 19 es que, al confrontarse y mimetizarse con
nosotros, no sólo nos ataca desde dentro, como especie, sino que,
siguiendo nuestro “ADN social”, hace que nos agrupemos en bloques y
nos ataquemos entre nosotros. La tan mentada “guerra contra el
Coronavirus”, de la que tanto se habla, en realidad, termina siendo una
guerra entre “nosotros” y los “otros”. Se trata, como lo ha recordado Alain
Touraine, de una guerra de “lo humano contra lo no humano” que
termina siendo “entre humanos”. El problema es que, en la situación
actual, esta guerra se pelea “sin actores”, “sin combatientes” y, lo peor
de todo, sin liderazgos claros, aun cuando haya intereses definidos entre
20Judith Butler. CORONAVIRUS y Poder: De Trump a la enfermedad de la desigualdad.
Disponible en: https://www.lavaca.org/notas/el-capitalismo-tiene-sus-limites-la-mirada-
de-judith-butler-sobre-el-coronavirus/?fbclid=IwAR0-
PCDRssC9EiSuRc49CLNeddBkimjyHRP6ajO_ZFy5DtwbeQ3aWx_SkiU
21Ignacio Ramonet. La pandemia y el sistema – mundo, Le Monde dilplomatique: 25 /
04 / 2020. Disponible en: https://www.lemondediplomatique.cl/ante-lo-desconocido-la-
pandemia-y-el-sistema-mundo-por-ignacio-ramonet.html
Colegio de Sociólogos del Perú. 33
Lima – Perú, 2020.
las distintas potencias, naciones y grupos humanas que son los que, al
final, terminan enfrentados entre sí.
"Técnicamente la guerra enfrenta a un ejército A que invade el territorio
del país B. Hacen falta al menos dos y ocurre entre humanos. Aquí, en
cambio, lo que vemos es lo humano contra lo no humano. No critico el
empleo de la palabra guerra, pero sería una guerra sin combatientes. No
hay un estratega: el virus no es un jefe de Gobierno. Y, del lado de lo
humano, creo que vivimos en un mundo sin actores (...) Y no es
casualidad: Estados Unidos ha abandonado el papel de líder mundial.
Hoy ya no hay nada. Y en Europa, si se fija en los países más poderosos,
nadie responde. No hay nadie en lo alto de la tabla (...) Hoy no hay ni
actores sociales, ni políticos, ni mundiales ni nacionales ni de clase. Por
eso, lo que ocurre es todo lo contrario de una guerra, con una máquina
biológica de un lado y, del otro, personas y grupos sin ideas, sin dirección,
sin programa, sin estrategia, sin lenguaje. Es el silencio"22.
La falta de un liderazgo claro, sin embargo, no nos debe hacer perder de
vista el espíritu belicista que subyace a las principales potencias
implicadas, principalmente los EE.UU., que han hecho de la guerra, la
industria militar y los desastres sus principales negocios, lo que involucra
no solo al sector público, sino también al privado. Desde hace dos
décadas, como nos lo ha recordado Naomi Klein, vivimos en un
“capitalismo de desastre”, concepto que “…describe la forma en que las
industrias privadas surgen para beneficiarse directamente de las crisis a
gran escala. La especulación de los desastres y de la guerra no es un
concepto nuevo, pero realmente se profundizó bajo la administración
Bush, después del 11 de septiembre, cuando la administración declaró
este tipo de crisis de seguridad interminable, y simultáneamente la
privatizó y la externalizó”23. Los desastres, a decir de Ulrich Beck, son parte
de la "naturaleza socializada”, que tiene como contraparte a la
socialización de (y en) la destrucción de la naturaleza y su transformación
en amenazas sociales de diverso tipo.
“El reverso de la naturaleza socializada es la socialización de las
destrucciones de la naturaleza, su transformación en amenazas sociales,
económicas y políticas del sistema de la sociedad mundial
superindustrializada. En la globalidad de la contaminación y de las
cadenas mundiales de alimentos y productos, las amenazas de la vida
22Marc Bassets. Alain Touraine, sociólogo: “Esta crisis va a empujar hacia arriba a los
cuidadores”. El País: 23 / 03 / 2020. Entrevista disponible en:
https://elpais.com/ideas/2020-03-28/alain-touraine-esta-crisis-va-a-empujar-hacia-
arriba-a-los-
uidadores.html?fbclid=IwAR3L9o_OGhrUQJmiQckXxKnPnhYj5vSwMqfGfWtzYrBhn5D6Dl
CZtsWM324
23Marie Solís. El coronavirus y la doctrina del Shock. Entrevista a Naomi Klein. Disponible
en: https://rebelion.org/el-coronavirus-y-la-doctrina-del-shock/
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Lima – Perú, 2020.
en la cultura industrial recorren metamorfosis sociales del peligro: reglas
cotidianas de la vida son puestas del revés. Los mercados se hunden.
Domina la carencia en la sobreabundancia. Se desencadenan riadas de
pretensiones. Los sistemas jurídicos no captan los hechos. Las preguntas
más evidentes cosechan encogimientos de hombros. Los tratamientos
médicos fracasan. Los edificios científicos de racionalidad se vienen
abajo. Los gobiernos tiemblan. Los votantes indecisos huyen. Y todo esto
sin que las consecuencias que sufren los seres humanos tuvieran algo que
ver con sus acciones, sus daños con sus obras, y mientras que para
nuestros sentidos la realidad no cambia en absoluto”24.
En la “sociedad del riesgo global”, que en buena cuenta viene a ser una
sociedad que se reproduce bajo la amenaza de diversos tipos de
desastres, éstos no solo tienen centralidad, sino que además son fuentes
de diversos tipos de industrias y negocios que configuran un “capitalismo
de desastres”. En este marco, “bajo las condiciones de la naturaleza
socializada las ciencias de la naturaleza y de la técnica se han
convertido, pese a conservar exteriormente toda su objetividad, en una
sucursal de la política, la ética, la economía y la jurisprudencia con el
ropaje de números”25. La ciencia no es neutral, aun cuando se pretenda
objetiva, reclame objetividad y se niegue a ver el mundo que trajo de la
mano consigo.
Neoliberalismo y catástrofes
No es casualidad que la frecuencia de desastres naturales, de diverso
tipo, se haya incrementado en el siglo XXI. En lo que va de la presente
centuria, ya se han producido cinco epidemias o pandemias de diverso
tipo en todo el planeta, que incluyen a la gripe aviar (2005), la gripe A o
H1N1 (2009 - 2010), el síndrome respiratorio de Oriente Medio - MERS (2012
- 2015), el virus del Zika (2014) y el COVID – 19 (2019 - 2020), frente a las
diez pandemias que se registraron en el siglo XX. A ello hay que agregar
la persistencia del SIDA y de brotes epidémicos del ébola, difteria, colera,
malaria, entre otros, en diversas partes del mundo, incluyendo el oriente
peruano. La proliferación de estos eventos pandémicos son una muestra
más del “capitalismo de desastres” en el que vivimos y que, pese a la
abundante evidencia que hay, aún no queremos aceptar.
El neoliberalismo, que ha tenido un efecto directo en el incremento de
las desigualdades económicas y sociales y en la reducción y
precarización de los servicios de salud, ha venido acompañado de un
aumento de las epidemias y pandemias en todas las regiones del mundo.
Estos problemas, por un lado, surgen como consecuencia del recorte de
recursos en los sistemas de salud -que se reducen al mínimo en el caso de
24Ulrich Beck. La sociedad del riesgo. Editorial Paidós. Barcelona, Buenos Aires, México,
1998, pp. 13 y 14.
25Ibíd., p. 91.
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Lima – Perú, 2020.
la vigilancia epidemiológica- y de la privatización e inserción del afán de
lucro en la prestación de los servicios; y, por otro, se agravan con la
persistencia de la discriminación social, en sus distintas modalidades, el
cambio climático, la economía ilegal, que se beneficia principalmente
de la extracción de los recursos naturales, y la violación sistemática de los
derechos humanos, en una sociedad que se hace cada día más
desigual.
“Esta pandemia no es más que la última de una triste secuela que
empezó en los años ochenta del siglo pasado cuando la mayor parte de
los gobiernos del mundo abrazaron el neoliberalismo y su envenenada
doctrina que pregonaba una drástica reducción del gasto público y el
desmantelamiento de la intervención del Estado en los programas
sociales. De esta manera se creó una cultura adonde el lucro estaba por
encima de todo y de todos; adonde valía el recorte de los recursos
humanos de los sistemas de salud, tanto nacionales como
internacionales, y donde se banalizaron un rosario de desastres sanitarios
como el sida, dengue, SARS, H1N1, ébola, zika y ahora la epidemia que
nos abruma. Estas epidemias magnificaron la relación entre los sistemas
económicos injustos y las adversas condiciones de vida, y confirmaron la
persistencia del racismo (solo basta recordar las infelices frases del
presidente de los Estados Unidos sobre un virus foráneo y su deliberada
asociación con los chinos que ha alentado actos de violencia contra la
población de origen asiático)”26.
Estos eventos pandémicos, junto al “cambio climático”, el calentamiento
global, el incremente de lluvias e inundaciones y el aumento de la
actividad telúrica de la Tierra, con su secuela de muerte y destrucción,
forman parte de la “normalidad” que prolifera en el presente siglo,
signada por la inseguridad y la incertidumbre. No obstante, como lo
señala Naomi Klein, la gente vive evocando una “normalidad” signada
por la seguridad, que ya es parte del pasado.
“Cuando la gente habla sobre cuándo las cosas volverán a la
normalidad, debemos recordar que la normalidad era la crisis (…) ¿Es
normal que Australia ardiera hace un par de meses? ¿Es normal que el
Amazonas ardiera un par de meses antes? ¿Es normal que a millones de
personas en California se les haya cortado la electricidad
repentinamente porque su proveedor privado cree que esa sería una
buena manera de prevenir otro incendio forestal? Lo normal es mortal. La
‘normalidad’ es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una
transformación masiva hacia una economía basada en la protección de
la vida”27.
26Marcos Cueto. La COVID – 19 y las epidemias del neoliberalismo. El País: 27 / 03 / 2020.
Disponible en: https://elpais.com/ciencia/2020-03-27/la-covid-19-y-las-epidemias-del-
neoliberalismo.html
27Diana Moreno. La gente habla sobre cuándo se volverá a la normalidad, pero la
normalidad era la crisis. Entrevista a Naomi Klein. Disponible en:
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“Lo normal es mortal”. Esta es una sentencia que encaja con los diversos
eventos “naturales” que confluyen en nuestras vidas. En este marco, la
dicotomía entre “lo humano” y la “economía” deriva en un dilema moral
entre Eros o Tánatos, entre la Vida o la Muerte. El panorama, llegado a
este punto, se torna claro. Tenemos que “elegir evolucionar” (Naomi
Klein), es decir, optar por la Vida, frente a un sistema económico basado
en la Muerte y en la destrucción de la naturaleza, que no nos ofrece
ninguna alternativa viable. Como decía Castells, llegado el “aplauso de
las ocho”, tenemos que decidir y no hacerla más larga. Dentro del
sistema económica actual no hay evolución posible. Sus propios
ideólogos lo dicen, empezando por Francis Fukuyama, que a finales de
los años ochenta proclamó “el fin de la historia”. Esta sola afirmación es
contra natura, contraviene no solo la historia humana, sino la historia
natural. El problema es que no se detiene en el tiempo y avanza hacia la
destrucción del planeta y de la vida, en general. Ante esta situación, no
hay otra opción posible: tenemos que “elegir evolucionar”. Y esto quiere
decir que tenemos que optar por la solidaridad con la naturaleza, con las
demás personas y con las futuras generaciones.
La vida “sin nosotros” o el retorno a la normalidad
Estamos en una situación límite, en la que no es posible seguir avanzando
en medio de un sistema económico y social que destruye la naturaleza y
amenaza la vida humana y de las demás especies que habitan en este
planeta. Si algo nos enseña la pandemia del COVID – 19, es precisamente
eso: la vida sigue “sin nosotros”.
Los humanos no somos necesarios para preservar la vida en este planeta.
Por el contrario, somos la plaga, una amenaza permanente para las
demás especies. Como lo ha señalado César Hildebrandt, el virus somos
nosotros, la “humanidad viral”.
“La Tierra está harta del ser humano. Supura la tierra enferma de
antropocentrismo. El hombre es el coronavirus del planeta. Vive el
hombre como un parásito y, como todos los virus, aspira fanáticamente
a dar muerte a su huésped. Por eso seguimos perforando en busca de
petróleo y malogrando sucesivos paraísos y masacrando toros en plazas
inmundas. La naturaleza ya no nos reconoce como suyos. Somos sus
enemigos. Quienes nos creen sus hermanos son los incendios forestales,
las lluvias ácidas, las mareas rojas, los huracanes fuera de temporada. El
deshielo de la Antártida nos ama. El fracking nos guiña el ojo. Los plásticos
del océano corean nuestro nombre”28.
https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/entrevista-naomi-klein-gente-habla-volver-
normalidad-crisis-doctrina-shock
28César Hildebrandt. Humanidad Viral. Artículo disponible en:
https://piuravirtual.com/2020/03/cesar-hildebrandt-humanidad-viral/
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Cuando, como consecuencia de la pandemia, decidimos refugiarnos en
nuestros hogares en Cuarentena, muchos animalitos, principalmente
aves, decidieron -de manera casi “automática”- hacer su “tour en la
ciudad”, ocupando playas, calles y plazas en diversas ciudades del
mundo. En el Perú, la Costa Verde terminó “invadida” por aves llegadas
de diversas partes, en plena temporada de verano. Después de muchos
años, se han avistado pelicanos y otras aves de mar en el curso del río
Rímac. Los niveles de contaminación en el río “hablador” se han reducido
de 10 a 1, de acuerdo con lo reportado por las autoridades locales. Este
río ahora lleva aguas cristalinas, lo que es un indicador claro del
consumismo en que estamos inmersos y del daño que, sistemáticamente,
le hacemos a la naturaleza. Nosotros somos la plaga. somos el COVID de
las demás especies. Los animalitos, cuando estamos activos en las
ciudades, se mantienen alejados de nosotros; no por miedo al ser
humano, sino por elemental prevención. Ellos, al igual que nosotros frente
al COVID – 19, no quieren exponerse frente a la plaga, la pandemia. y la
pandemia somos los humanos.
En este marco es que debemos analizar lo que viene aconteciendo. Se
ha hablado mucho sobre el COVID – 19. Inicialmente, se dijo, a través de
la OMS, que podía causar hasta 80 millones de muertes, siguiendo el
antecedente de la “gripe española” que, entre 1917 y 1919, en plena
guerra mundial, mató entre 40 y 100 millones de personas. Esta gripe,
dicho sea de paso, no se originó en España, sino que tuvo su origen en el
condado de Haskell, ubicado en el Estado de Kansas, en los Estados
Unidos. La mal llamada “gripe española” terminó de hundir al
imperialismo británico y marcó el inicio de la hegemonía norteamericana
en el mundo, que se ha mantenido hasta nuestros días. Ahora, sin
embargo, se ha interpuesto una nueva pandemia, el COVID – 19, que
cuestiona la tesis del fallecido historiador Eric Hobsbawn que, luego de la
caída del muro de Berlin, en 1991, señaló que el siglo XX había sido un
“siglo corto”, que empezó en 1914 y terminó en 1991. El siglo XX, en
realidad, recién parece estar llegando a su fin, con el COVID – 19, que
viene acompañado de la caída del neoliberalismo como doctrina y
como sistema económico, político y social.
Philippe Rahm ha señalado que el COVID – 19 implica un “retorno a la
normalidad”. Los logros obtenidos por la humanidad en los “últimos
cincuenta años”, de acuerdo con este autor, no son sostenibles en el
tiempo y el COVID - 19 estaría evidenciando eso.
“Desde los albores de la humanidad, teníamos un 50% de posibilidades
de sobrevivir a una enfermedad viral o bacteriana. Cada invierno hacía
un frío de muerte y los períodos de escasez tenían lugar antes de la
llegada de cada primavera, cuando no se convertían en hambruna.
Para Umberto Eco, deberíamos celebrar la invención de antibióticos que
se extendieron después de la Segunda Guerra Mundial, la vacunación
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Lima – Perú, 2020.
obligatoria que comienza al mismo tiempo y el petróleo que impulsa la
producción agrícola, permitiéndonos alimentar a una humanidad que se
beneficia de eso para aumentar exponencialmente su número y duplicar
su esperanza de vida (…) La catástrofe que se aproxima no es nueva. Ha
sido la vida cotidiana de los seres humanos desde los albores del tiempo,
con la excepción de nuestros últimos cincuenta años”29.
Este “retorno a la normalidad” o “regreso a lo real”, en este caso, no
necesariamente implica un retorno al pasado, pero si un regreso de la
“carga natural” o de la vida, que había sido desplazada por la “carga
cultural” que acarrea la postmodernidad. La modernidad, en cambio,
“nos ha permitido vivir más tiempo durante cincuenta años, salvar a
nuestros hijos enfermos de la muerte, nos dieron de comer y nos
permitieron pasar el invierno”. Estos han sido logros importantes que, sin
embargo, no son suficientes como para impedir este regreso de la
naturaleza. El COVID – 19, al parecer, no va a generar la cantidad de
muertes que, en su momento, generó la “gripe española”. Con lo
dolorosa que pueda ser la experiencia para millones de familias, el
número de muertes va a ser mucho menor. El problema, sin embargo, es
la crisis sistémica que desencadena la pandemia y la secuela de
desempleo y pobreza que ello va a significar para cientos o miles de
millones de personas en todo el mundo.
Las “teorías conspirativas” y el origen del COVID - 19
Poco importa, partiendo de esta lectura, que el COVID – 19 tenga un
origen natural o que haya sido creado en un laboratorio. Esta última
hipótesis, además, ya ha sido descartada. Un estudio realizado por
Kristian G. Andersen, Andrew Rambaut, W. Ian Lipkin, Edward C. Holmes y
Robert F. Garry, del Scripps Research Institute, ha demostrado que el virus
tiene un origen natural y que, por tanto, no se trata de un producto
artificial, creado o modificado en laboratorio30. Luc Montagnier, biólogo
y virólogo francés y Premio Nobel de Medicina, en 2008, sin embargo, ha
insistido en esta hipótesis. Según este científico, el COVID – 19 pudo haber
sido fabricado o producido en un laboratorio chino de máxima
seguridad, ubicado en Wuhan, a 300 metros del mercado de animales
de Huanan, de donde salió. La hipótesis de que el virus no proviene de
laboratorio y que salió directamente de este mercado, en su opinión, “es
una bella leyenda”. Esta hipótesis, sin embargo, es de tipo especulativa y
no cuenta con base empírica. Luis Enjuanes, virólogo español y profesor
del Instituto Pasteur, de París, se ha encargado de refutarla. Para este
29Philippe Rahm. Coronavirus o el retorno a la normalidad. En: Arquine: 18 / 03 / 2020.
Disponible en: https://www.arquine.com/coronavirus-o-el-retorno-a-la-normalidad/
30Kristian G. Andersen, Andrew Rambaut, W. Ian Lipkin, Edward C. Holmes y Robert F.
Garry. “The proximal origin of SARS-CoV-2”. En: Nature Medicine. Vol. 26. Abril, 2020.
Disponible en: https://www.nature.com/articles/s41591-020-0820-9
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virólogo, lo señalado por Montagnier carece de credibilidad y “no tiene
ninguna base científica”. En su respuesta, Enjuanes señala lo siguiente:
1) “Los que trabajamos en ingeniería genética [cuando creamos un nuevo
virus] tenemos que hacer unos pequeños cambios para cortar y pegar las
moléculas, y estos cambios luego se pueden identificar, y esto no se ha visto
en absoluto en el nuevo virus”.
2) "El parecido de las secuencias de los virus con los que se trabajaban en
Wuhan se parece solo en de un 96% al que ha aparecido en el hombre y
este es el parecido genético que tendría el hombre con el cerdo, si lo
comparásemos, por tanto, es altamente improbable que el virus haya
saltado del laboratorio a las personas".
3) “Hay un tercer argumento, que es muy fuerte, y es que no hay ningún país
que esté trabajando en armas biológicas que trabaje un arma biológica
peligrosa sin haber preparado la vacuna primero, porque eso es
sencillamente un suicidio. Y ni los chinos, ni los americanos, ni los rusos tienen
la vacuna para este virus todavía”31.
Ya antes, a inicios del mes de marzo, Enjuanes, junto con otros 27
investigadores de diversas partes del mundo, firmó una declaración de
solidaridad con los científicos y profesionales de la salud pública de China
en la que, entre otras cosas, se decía lo siguiente:
“El intercambio rápido, abierto y transparente de datos sobre este brote
ahora se ve amenazado por rumores y desinformación sobre sus orígenes.
Nos unimos para condenar enérgicamente las teorías de conspiración que
sugieren que el COVID-19 no tiene un origen natural. Científicos de varios
países han analizado genomas del agente causal del coronavirus 2, del
síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2), y en sus publicaciones
concluyen abrumadoramente que este coronavirus se originó en la vida
silvestre, al igual que muchos otros patógenos emergentes. Esto está
respaldado por una carta de los presidentes de las Academias Nacionales
de Ciencia, Ingeniería y Medicina de EE. UU. y de las comunidades científicas
que representan. Las teorías de conspiración no hacen más que crear
miedo, rumores y prejuicios que ponen en peligro nuestra cooperación
global en la lucha contra este virus”32.
31Tanto las declaraciones de Montagnier como las de Enjuanes han sido tomadas del
portal de noticias de Antena 3. Disponible en la siguiente dirección electrónica:
https://www.antena3.com/noticias/sociedad/por-que-el-covid-19-no-es-un-virus-
creado-en-un-laboratorio-de-
china_202004215e9eb21e3ba5b40001d4ba16.html?fbclid=IwAR1WjLym5DWjVFW9b59Ly
zElUNb8nB2tJvh39mkxHel6U6HuF1iUr_KEZVQ
32“Statement in support of the scientists, public health professionals, and medical
professionals of China combatting COVID-19”. Disponible en:
https://www.thelancet.com/action/showPdf?pii=S0140-6736%2820%2930418-9
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Lima – Perú, 2020.
En otra declaración, Enjuanes nos dice que “un virus mata no porque viva
en un organismo y lo destruya; mata si lleva unos genes, llamados de
virulencia, que inhiben la respuesta de defensa del hospedador”33. De lo
que se trata entonces es de producir una vacuna que neutralice o elimine
esos “genes de virulencia”, tarea en la que actualmente vienen
trabajando virólogos de diversas partes del mundo. A la luz de esta
información, queda muy poco margen para las distintas “teorías de la
conspiración” que se han formulado en el transcurso de esta crisis.
En términos generales, estas “teorías”, que no nos vamos a detener en
analizar en detalle, han incidido en tres hipótesis. La primera, que señala
que el problema se originó en el mercado de animales de Huanan,
ubicado en la ciudad de Wuhan. Esta hipótesis, en realidad, es la que ha
sido aceptada, incluso por los chinos, por lo que, en rigor, no se trata de
una “teoría conspirativa”. Se convierte en una “teoría” de este tipo
cuando, desde occidente, se señala que el virus, en realidad, no salió de
ahí y no tiene un origen natural y que, más bien, se generó en el
laboratorio biológico de máxima seguridad que viene funcionando en
Wuhan desde el 2017, ubicado en las cercanías del mercado Huanan. La
segunda hipótesis, formulada por los chinos -a través del portavoz del
Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian-, en respuesta a la primera,
señala que el virus fue sembrado por los norteamericanos en el mercado
de Wuhan, poniendo como fecha probable la realización de los Juego
Mundiales Militares, que se celebraron entre el 18 y 27 de octubre de 2019,
en esta ciudad34. Una tercera hipótesis, formulada a partir de un informe
33Luis Enjuanes. La vacuna de los virus se logra eliminando sus genes de virulencia.
Disponible en: https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/luis-enjuanes-la-vacuna-de-
los-virus-se-logra-eliminando-sus-genes-de-virulencia
34Una variante de esta hipótesis, que también pone bajo sospecha a las potencias
occidentales, es aquella que vincula el origen del COVID – 19 con el "simulacro
pandémico de alto nivel", realizado el 18 de octubre pasado, en Nueva York, evento
que fue organizado por el Centro John Hopkins, el Foro Económico Mundial y la
Fundación de Bill y Melinda Gates. Este simulacro contó con la participación de
representantes de los principales bancos, a nivel mundial, representante de la ONU,
funcionarios de los centros de seguridad para la salud, entre otros organismos
nacionales e internacionales. En este evento, del que se tuvo noticia en su momento, a
través de los medios de comunicación, los participantes se enfrentaron a una pandemia
ficticia denominada CHICOVID - 19 CORONAVIRUS, que se expande sin control por el
mundo. El evento se llevó a cabo seis semanas antes de que (oficialmente) se reportara
el primer caso de COVID – 19 en Wuhan - China. Hay que señalar que, dos meses antes,
en agosto, la OMS ya había alertado sobre una pandemia de este tipo, que podría tener
consecuencias desastrosas para la humanidad, pero sin los detalles que se dieron en el
evento de New York. Las similitudes entre el CHICOVID - 19 CORONAVIRUS (simulado) y
el COVID – 19, que vino después, en el mundo real, como es de esperar, alimentaron la
sospecha de que este último fue sembrado en Wuhan. El gobierno chino, sin embargo,
no se ha pronunciado sobre este asunto y, en general, tampoco ha insistido en torno a
la segunda de las hipótesis señaladas, con lo que prácticamente ha quedado sin piso
esta “teoría”.
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Lima – Perú, 2020.
realizado por el canal de Televisión Italiana RAI, en el 2015, señala que los
científicos chinos habían logrado modificar el virus del SARS para que se
trasmita de murciélagos a humanos. Este informe se baso en una
publicación de la revista Nature, de noviembre de 2015, cuyos editores
se encargaron luego de desmentir la relación que supuestamente tenía
con el COVID – 19. En un comunicado escueto (Nota de los editores), la
revista señaló lo siguiente:
“Sabemos que esta historia se está utilizando como base de teorías no
verificadas de que el nuevo coronavirus que causa el COVID-19 fue
creado en laboratorio. No hay evidencia de que esto sea cierto. Los
científicos creen que un animal es la fuente más probable del
coronavirus”35.
Con este comunicado quedó sin piso la tercera de las hipótesis
señaladas. El COVID – 19 es un virus de origen natural y, por tanto, no ha
sido creado en laboratorio.
Las “teorías conspirativas” que se han formulado para explicar el origen y
naturaleza de este virus, a la luz de lo señalado, han quedado sin piso. La
versión que ha dado el gobierno chino sobre el origen del COVID – 19,
expresada en la primera de las hipótesis, es la que ha ganado consenso
en la comunidad científica internacional; lo que no necesariamente
avala la ola de persecuciones, encierros y desapariciones a las que ha
recurrido el régimen de Beijing en el intento de ocultar el problema, hasta
que ya no pudo hacerlo.
El hecho de que el COVID – 19 no haya sido producido en un laboratorio
y que, más bien, tenga un origen natural, no nos exime de
responsabilidad frente al problema. En el mundo actual, como ya ha sido
señalado, todo lo que ocurre en la naturaleza está vinculado, de manera
directa o indirecta, a la actividad humana. El COVID – 19 es producto de
la “naturaleza socializada” en la que vivimos. Michel Wieviorka lo expresa
en los siguientes términos:
“En la actual epidemia no es pequeña la parte humana, aunque dé la
impresión de que nos afecta sin tener ninguna responsabilidad. En
realidad, algo debe a cierto tipo de alimentación, a la falta de higiene,
a nuestra relación con la naturaleza, empezando por algunos animales.
Su rápida difusión planetaria tiene mucha relación con nuestros modelos
culturales que valoran la movilidad, como se ve en el turismo, pero
también en las grandes peregrinaciones religiosas. Los sistemas de
vigilancia y alerta y, en cuanto al fondo, las orientaciones y el
funcionamiento de la investigación científica y médica distan de estar a
35Nature Engineered bat virus stirs debate over risky research. Disponible en:
https://www.nature.com/news/engineered-bat-virus-stirs-debate-over-risky-research-
1.18787
Colegio de Sociólogos del Perú. 42
Lima – Perú, 2020.
la altura. En una palabra: las sociedades contemporáneas están
dominadas por el miedo a la inseguridad que en buena parte ellas
mismas provocan y que en verdad no saben cómo abordar”36.
Jeremy Rifkin, por su parte, señala que todo lo que está ocurriendo en el
mundo actual, incluyendo la pandemia del COVID – 19 y, antes, los
incendios forestales en Australia, América del Sur y África, “deriva del
cambio climático” y tienen como principal causante a la actividad
humana. En la sociedad contemporánea, animales y humanos transitan
por los mismos espacios y “sus virus viajan juntos”:
“La actividad humana ha generado estas pandemias porque hemos
alterado el ciclo del agua y el ecosistema que mantiene el equilibrio en
el planeta. Los desastres naturales -pandemias, incendios, huracanes,
inundaciones…- van a continuar porque la temperatura en la Tierra sigue
subiendo y porque hemos arruinado el suelo. Hay dos factores que no
podemos dejar de considerar: el cambio climático provoca movimientos
de población humana y de otras especies; el segundo es que la vida
animal y la humana se acercan cada día más como consecuencia de la
emergencia climática y, por ello, sus virus viajan juntos”37.
En el sistema – mundo actual, que todos hemos contribuido a desarrollar,
ya sea por el lado de la producción o hiper – producción, que incluye la
sobre explotación de la naturaleza, o por el lado del consumismo, se han
creado las condiciones para la gestación, mutación y rápida
propagación de diversos tipos de virus y patógenos, incluyendo el COVID
– 19, que amenazan directamente nuestra supervivencia como especie
humana. Esta es una lección a tener en cuenta y nos debe conducir,
como sociedad, a repensar el tipo de relación que debemos tener con
la naturaleza, en el marco de un “desarrollo sostenible e inclusivo”.
El eje oriente – occidente o la guerra comercial y
tecnológica entre China y los EE.UU.
El desarrollo de los acontecimientos, antes y después de desatarse la crisis
del COVID – 19, evidencian una disputa entre las potencias occidentales,
encabezadas por los EE.UU., y el bloque oriental, liderado por China, que
tiene por objeto erigirse como potencia hegemónica en el sistema –
mundo que está emergiendo. En los últimos dos años ha sido evidente
que los EE. UU. han estado intensificando el conflicto con China, en la
“guerra comercial” (y tecnológica) que ambos países libran de manera
36Michell Wieviorka. Coronavirus: cinco lecciones y una más. La Vanguardia: 14 / 03 /
2020. Disponible en:
https://www.lavanguardia.com/opinion/20200314/474114621793/coronavirus-cinco-
lecciones-y-una-mas.html
37Juan M Zafra. “Estamos ante la amenaza de una extinción y la gente ni siquiera lo
sabe”. Entrevista a Jeremy Rifkin. BBC: 29 / 04 / 2020. Disponible en:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52411543
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abierta. Esta situación se puso tensa a finales de 2018, cuando, a solicitud
del gobierno norteamericana, fue arrestada en Canadá Meng Wanzhou,
hija del fundador de Huawei, el gigante chino de las telecomunicaciones,
y directora financiera de la empresa, que fue acusada de espionaje a
favor del gobierno chino, lo que desató una tormenta política entre
Washington y Beijing. En el 2019, la situación se mantuvo tensa y el
conflicto tendió a agudizarse, y sigue aún sin resolverse, en medio de la
pandemia. Ambos bloques, como seguidamente veremos, en medio de
la crisis mundial que se ha desatado, tratan de sacar ventaja de la
situación, para favorecer sus intereses.
Lo primero que hay que destacar, en medio de esta disputa, es el
anuncio que hizo el gobierno de los EE.UU. del aumento de los aranceles
a los productos importados de China -principalmente prendas de vestir y
artículos deportivos-, a partir de junio de 2019, cuya tasa se elevó de 10%
a 25% en el mercado norteamericano. Washington justificó esta medida
aduciendo el robo de propiedad intelectual de muchos productos
norteamericanos por parte de las empresas chinas. Además, señaló que
el intercambio comercial con el gigante asiático termina favoreciendo a
las empresas estatales chinas, a través del sistema de subsidios
implementado por Beijing. En respuesta a esta medida, el gobierno chino
anuncio el aumento de los aranceles, entre 10% y 5%, a diversos
productos que el gigante asiático importa de los EE.UU. -espinacas, maíz,
café, mármol, baterías, neumáticos, equipos tecnológicos, etc.-, por un
monto de hasta US$ 110,000 millones, lo que generó una gran
incertidumbre en el mercado, que incluyó al mismo Walt Street. Estas
medidas, como ya ha sido señalado, se anunciaron para el mes de junio,
pero recién se implementaron y comenzaron a regir a partir del mes de
agosto de 2019, después de que las negociaciones entre ambos países
no llegaran a buen puerto.
Además del tema arancelario, que tiene que ver con la “guerra
comercial” entre ambas potencias, el gobierno de los EE.UU. anunció, en
mayo de 2019, la expulsión de la compañía de smartphones Huawei del
mercado norteamericano. El gigante asiático de las telecomunicaciones,
como ya ha sido señalado, venía siendo investigado por espionaje por
parte del gobierno norteamericana, desde diciembre de 2018, lo que
condujo a su expulsión de la SD Association en mayo de 2019, medida
que contó con el respaldo de Google, YouTube, Play Store, Panasonic,
Intel, Qualcomm, Jedec, entre otras empresas, que procedieron a
cancelar los contratos que tenían con la empresa china. Esta disputa, en
realidad, se inició a mediados de 2018, cuando se hizo evidente que
Huawei había tomado la delantera a sus competidores occidentales en
la obtención de la Tecnología 5G (o de quinta generación). A inicios de
ese año, cuando aún no era clara esta ventaja, el website de CNN
Money, en español, hablaba optimistamente de las ventajas de la
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Lima – Perú, 2020.
Tecnología 5G, que se iba a convertir en “el alma de la nueva
economía”.
“Los autos que se conducen solos, la realidad virtual, las ciudades
inteligentes y los robots que trabajen en red: todos funcionarán con
tecnología 5G muy pronto. El 5G promete abrir la puerta a nuevos
procedimientos quirúrgicos, medios de transporte más seguros y
comunicación instantánea para los servicios de emergencia y socorro.
Por eso, no resulta extraño que el gobierno del presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, esté considerando una empresa de servicio
público de 5G financiada por el Estado …
Ahora, no hay ninguna razón para creer que eso sucederá. Un proyecto
5G financiado públicamente costaría miles de millones de dólares. Sería
una nueva y gigante apuesta muy diferente a cualquier cosa que el
gobierno haya asumido desde que envió hombres a la Luna.
Sin embargo, el 5G ya está en camino, independientemente de que el
Gobierno lo respalde o no. Las principales compañías de Internet están
muy avanzadas en el desarrollo de sus redes 5G, y las primeras
empezarán a funcionar en los próximos años”38.
Este optimismo cambio cuando se hizo evidente que los chinos habían
tomado la delantera en la obtención de esta tecnología; lo que, como
era de esperar, constituía una amenaza directa al liderazgo que, hasta
entonces, tenían las empresas americanas y europeas en este campo. A
partir de ahí, se comenzó a hablar del “espionaje chino”, que todos los
potenciales usuarios de la Tecnología 5G iban a ser investigados en su
vida privada, en caso de acceder a esta tecnología. Se argumento que
todas las empresas en China estaban obligadas a reportar sus
operaciones al gobierno de su país y que, tratándose de una dictadura
comunista, ésta iba a obtener información de empresas y, en general, de
gente de todo el mundo que acceda a esta tecnología. En síntesis,
Huawei era un gigantesco espía del gobierno chino. Para hacer creíble
esta versión de los “hechos”, el gobierno de los EE.UU. procedió a
investigar a Huawei, detuvo a una de sus ejecutivas más altas, hija
además de uno de los fundadores de la empresa y, finalmente, procedió
a expulsarlos del mercado norteamericano, medida que fue imitada por
otros países, como Australia y Nueva Zelanda, que hicieron lo mismo,
Llama la atención que los países europeos -Inglaterra, Francia, España,
Italia, etc.- no actuaran de la misma manera y, por el contrario, optaran
por otorgar la licencia para la instalación de la nueva tecnología en sus
territorios. Alemania, junto a Canadá, Japón y Corea del Sur, cediendo a
la presión norteamericana, pusieron a la firma bajo evaluación, pero eso
38David Goldman. ¿Qué es la tecnología 5G? Todo lo que necesitas saber. CNN en
español: 31 / 01 / 2018. Disponible en: https://cnnespanol.cnn.com/2018/01/31/5g-que-
es-como-funciona-que-cambia/
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tampoco ha impedido que autoricen la instalación de la Tecnología 5G
en sus territorios. Esta reacción por parte de los países europeos, junto a
Canadá, Japón y Corea del Sur, como es de esperar, le resta credibilidad
a la versión norteamericana.
Así estaban las cosas, cuando, a finales de 2019, se inició la pandemia
del COVID – 19 en Wuhan - China. La pandemia, aparentemente, dio
lugar a una tregua en la “guerra comercial” que libran ambas naciones,
al comenzar el año. En este proceso, ambos países firmaron el 15 de
enero de 2020 un “acuerdo comercial” que ponía “pausa” al conflicto
que acarreaban del año anterior39. En este marco, tanto EE.UU. como
China anunciaron la reducción de la tasa de aranceles que habían
incrementado en el 2019. En el caso chino, estas tasas se redujeron a la
mitad. EE.UU., por su parte, anuncio una reducción “gradual” de los
gravámenes. Este acuerdo, sin embargo, aún no ha tenido el efecto
esperado en el incremento del intercambio comercial entre ambos
países, en parte, por la desconfianza mutua que hay entre los actores
económicos, pero también como consecuencia de la crisis del COVID –
19, que obligó a cerrar las fronteras en ambas naciones, lo que ha tenido
un efecto directo en el intercambio comercial. En la quincena de marzo,
diversos grupos industriales, legisladores y representantes del gobierno,
demandaron a Trump una mayor reducción de la tasa de aranceles
sobre los productos importados de China y de otros países40. Este
requerimiento, sin embargo, no fue atendido y, por el contrario, el
presidente norteamericano renovó su hostilidad hacia el gobierno chino,
acusándolo de ser el responsable de la difusión del COVID – 19 y
refiriéndose a esta pandemia como el “virus chino”, con lo que alentó
una ola de racismo hacia la población de origen oriental, no sólo en los
EE.UU., sino también en los países europeos.
La crisis generada por el COVID – 19 es el espacio en el que actualmente
se libra la “guerra tecnológica” entre China y los EE.UU. La estrategia
norteamericana, en este caso, ha consistido en difundir a través del
Internet una “teoría conspirativa” que vincula el origen del COVID - 19
con la Tecnología 5G. Según esta teoría, el COVID – 19 no surgió y se
propagó en Wuhan por casualidad. Esta ciudad, de acuerdo con esta
versión, fue la primera en instalar la Tecnología 5G en China y eso habría
provocado el deterioro masivo de la salud de sus habitantes. Las ondas
5G habrían tenido un impacto negativo en el sistema inmunológico de
39Ana Swanson y Alan Rappeport. Trump Signs China Trade Deal, Putting Economic
Conflict on Pause. The New York Times: 15 / 01 / 2020. Disponible en:
https://www.nytimes.com/2020/01/15/business/economy/china-trade-deal.html
40David Lawder y Andrea Shalal. Crece la presión para que Trump reduzca aranceles a
China en respuesta al coronavirus. Infobae: 13 / 03 / 2020. Disponible en:
https://www.infobae.com/america/agencias/2020/03/13/crece-la-presion-para-que-
trump-reduzca-aranceles-a-china-en-respuesta-al-coronavirus/
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los habitantes de Wuhan, lo que permitió el acceso rápido y letal del
COVID – 19 en sus cuerpos41. Esta “teoría” no explica cómo surge el
COVID – 19. Por el contrario, supone que siempre estuvo ahí y que,
además, está en todas partes. El problema no es el virus, sino la
Tecnología 5G, que reduce nuestras defensas y hace que nos
contagiemos. Si el problema pasa por el sistema inmunológico, entonces
no sólo estaríamos expuestos al COVID – 19, sino a una diversidad de
enfermedades oportunistas, lo que obviamente no ocurre. La población
con VIH, por otro lado, sería una de las grandes afectadas por el COVID
– 19, pero la evidencia existente no respalda esta hipótesis. Las
inconsistencias de esta “teoría”, por decir lo menos, son groseras. Sin
embargo, se ha difundido por diversas partes del mundo generando
pánico y desorden en un sector de la población.
En distintas ciudades de Europa y el Reino Unido se han registrado
protestas en los últimos meses en rechazo a la Tecnología 5G, indicando
que es potencialmente cancerígena. Estas protestas comenzaron antes
de que aflorara y se expandiera la pandemia del COVID – 19. No se trata,
por tanto, de fenómenos que, en su origen, hayan estado vinculados. El
“vinculo” se ha construido después, de manera interesada, como parte
de la “teoría conspirativa” que intencionalmente se ha difundido por
Internet. En lo que respecta a la inocuidad de la Tecnología 5G, se puede
afirmar los mismo que ya ha sido señalado para los casos de las
Tecnología 2G a 4G, que corresponden a la era digital, que se inició en
la década de los noventa, es decir, que no hay evidencia concluyente
que se pueda utilizar para decir que es cancerígena y que daña la salud
de las personas. En el 2006, a propósito de las radiofrecuencias RF que
emitían las Tecnologías 3G, la OMS señaló lo siguiente:
“Teniendo en cuenta los muy bajos niveles de exposición y los resultados
de investigaciones reunidos hasta el momento, no hay ninguna prueba
científica convincente de que las débiles señales de RF procedentes de
las estaciones de base y de las redes inalámbricas tengan efectos
adversos en la salud”42.
En el 2014, en relación a las Tecnologías 4G, la OMS se ratificó en los
términos siguientes:
“En los dos últimos decenios se ha realizado un gran número de estudios
para determinar si los teléfonos móviles pueden plantear riesgos para la
41Hay gente que cree que la tecnología 5G es la responsable de la crisis del coronavirus,
La Vanguardia: 05 / 04 / 2020. Disponible en:
https://www.lavanguardia.com/cribeo/estilo-de-vida/20200405/48282826463/hay-
gente-que-cree-tecnologia-5g-responsable-crisis-coronavirus-covid19.html
42OMS. Los campos electromagnéticos y la salud pública. Nota Descriptiva N° 304. Mayo,
2006. Disponible en: https://www.who.int/peh-emf/publications/facts/fs304/es/
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salud. Hasta la fecha no se ha confirmado que el uso del teléfono móvil
tenga efectos perjudiciales para la salud”43.
Las Tecnologías 5G ha comenzado a instalarse a finales de 2019 e inicios
de 2020. Aún no es posible evaluar su impacto en la salud de las personas.
Dados estos antecedentes, sin embargo, es muy probable que los
estudios de impacto que se realicen en los siguiente meses y años lleguen
a conclusiones similares a las obtenidas en relación a las Tecnologías 3G
y 4G.
Las Tecnologías 5G permitirán trasmitir datos por una cantidad mayor a
los 7 Gbps., por segundo, lo que es muy superior a los 301 Mbps., por
segundo, que permitían las Tecnología 4G. Los detractores occidentales
de las Tecnologías 5G señalan que aquí radica el problema. Se dice que
esta potencia de trasmisión de datos no solo es dañina para la salud, sino
que será utilizada por los chinos para controlar nuestras vidas. Este
“argumento”, sin el añadido racista, también se utilizó cuando la
Tecnología 4G irrumpió en el mercado. Los hechos, sin embargo, no
confirmaron los rumores que se difundieron en la población.
El presidente de los EE.UU., Donald Trump, no es ajeno a esta campaña,
que es parte de la “guerra tecnológica” que tiene con China. Como ya
ha sido señalado, desde mediados del mes de marzo, comenzó a referirse
despectivamente al COVID – 19, llamándolo como “Kung Flu”, “gripe
china”, “virus chino”, “el virus que viene de China” y “la guerra contra el
virus chino”, en declaraciones que han sido recogidas por diversos
medios de comunicación o en mensajes de texto emitidos a través del
Twitter. Estas expresiones racistas, además, se enmarcan dentro de un
discurso nacionalista, referido al COVID – 19, que hace evidente la
confrontación que tiene con el gigante asiático:
"Tengo un gran amor por toda la gente de nuestro país. China dijo en
algún momento que (el coronavirus) lo causaron soldados
estadounidenses y eso no vamos a permitirlo".
Nótese que Trump dice “China dijo”, con lo que no sólo se refiere al
gobierno chino, sino que alude a todo el país, que incluye a la etnia Han
-mayoritaria- y a las 55 nacionalidades minoritarias que lo conforman.
Estas afirmaciones, como era de esperar, han generado el rechazo del
gobierno chino y el llamado de la OMS, a través de su Director Ejecutivo,
Mike Ryan, a moderar el lenguaje.
“Este virus no tiene fronteras. Es importante ser cuidadosos con el lenguaje
y no relacionarlo con una etnia o nacionalidad. La pandemia de gripe
43OMS. Campos electromagnéticos y salud pública: teléfonos móviles. Nota Descriptiva:
08 / 10 / 2014. Disponible en: https://www.who.int/es/news-room/fact-
sheets/detail/electromagnetic-fields-and-public-health-mobile-phones
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de 2009 se originó en Norteamérica y no por eso la llamamos ‘gripe
norteamericana’”.
Estas declaraciones las dio Ryan a mediados del mes de marzo, sin que
ello necesariamente implique una toma de partido a favor del gobierno
chino. Como resultado de este pronunciamiento, que vino acompañado
del rechazo de la comunidad internacional a su lenguaje racista, Trump
decidió retirar de su discurso la expresión “virus chino”, aunque se ratificó
en que el patógeno “venía de China”44.
"Todo el mundo sabe que esto viene de China, pero he decidido que
tampoco tenemos que darle tanta importancia. Creo que yo le he dado
mucha importancia y que la gente lo entiende".
Al decir “la gente lo entiende”, en realidad, daba a entender que ya
había logrado su propósito. Su siguiente objetivo fue la OMS. El 13 de abril,
Trump anunció que EE.UU. “suspendía” el financiamiento que daba a este
organismo y condicionó su reposición a una investigación que “su
gobierno” iba a realizar:
"Instruyo a mi gobierno a detener la financiación mientras se realiza una
investigación sobre el papel de la OMS en la mala gestión y el
encubrimiento de la expansión del coronavirus. La OMS falló en su
principal deber y debe rendir cuentas. Muchos países dijeron que iban a
escuchar a la OMS y ahora tienen problemas que no pueden creer. El
mundo recibió todo tipo de información falsa (...). Si la OMS hubiera ido a
China a supervisar el brote se habrían salvado más vidas. Su confianza en
los datos de China quizás causó un incremento de 20 veces más en el
número de casos en el mundo. Sus errores han causado muchas muertes.
Si la OMS hubiera hecho su trabajo de enviar expertos médicos a China
para calibrar la situación de forma objetiva en el terreno y criticar la falta
de transparencia de China, el brote se podría haber contenido en el foco
con muy pocas muertes, Esto habría salvado miles de vidas y evitado el
daño económico en todo el mundo. En vez de eso, la OMS
voluntariamente aceptó las garantías de China y defendió las acciones
del gobierno chino"45.
En este discurso es evidente la lectura que tiene el gobierno de Trump de
la OMS, como un organismo que, en el marco de la “guerra tecnológica”
y “comercial” que EE.UU. sostiene con China, ha tomado partido por el
gigante asiático.
44Trump elimina de sus discursos la palabra "virus chino" para referirse al COVID-19. El
Periódico: 25 / 03 / 2020. Disponible en:
https://www.elperiodico.com/es/internacional/20200325/trump-elimina-palabra-virus-
chino-covid-19-7903832
45BBC News Mundo. Trump contra la OMS: el presidente suspende la financiación de
EE.UU. a la organización por la gestión de la pandemia. Disponible en:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52289020
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Lima – Perú, 2020.
El discurso racista de Trump ha servido para avivar aún más la ola de
violencia y rechazo contra los ciudadanos chinos que se ha desatado en
Europa y los EE.UU. Este racismo vincula el COVID – 19 con la Tecnología
5G como traídos por los chinos. En el Reino Unido, a inicios del mes de
abril, se desató una ola de violencia, liderada por los hooligans, en contra
de la instalación de las antenas de móvil 5G, que se extendió por las
ciudades de Birmingham, Belfast, Manchester y Liverpool. Un total de 20
antenas de empresas operadoras, como Vodafone o Telefónica O2 -que
no son asiáticas, pero que hacen uso de la Tecnología 5G-, fueron
destruidas o dañadas. Los responsables de esta violencia han hecho suya
la “teoría conspirativa” que asocia la Tecnología 5G con el COVID – 19.
Según esta “teoría”, las antenas 5G absorben el oxígeno de los pulmones
de las personas y, al hacerlo, facilitan el contagio del coronavirus46. El
COVID – 19 se ha expandido en distintas ciudades y localidades del Reino
Unido que, en su mayor parte, no está cubierta por la Tecnología 5G. Esta
sola evidencia debería bastar para refutar esta “teoría”, pero sus
defensores, en realidad, consideran que el problema de fondo no es la
Tecnología 5G -que ellos también pretenden liderar en el mercado-, sino
el “peligro amarillo”. Esta es una vieja metáfora racista, que se arrastra
desde el siglo XIX y que se ha resignificado en la coyuntura actual, para
aludir a la “competencia desleal” y “espionaje contra las personas y
empresas” que realiza China en su afán por controlar el mundo, lo que
justifica la hostilidad hacia los ciudadanos y productos que provienen de
ese país.
Es importante distinguir este tipo de reacciones racistas contra la
Tecnología 5G, que tienen una clara motivación política, en el marco de
la “guerra tecnológica” entre China y los EE.UU., del movimiento Stop 5G,
que tiene una preocupación legítima por el impacto que puede tener
esta tecnología en la vida de las personas y en la naturaleza, que incluye
tanto a la Tierra como la ionosfera y la atmosfera inferior, que forman el
circuito eléctrico global en el que vivimos47. Este movimiento es el que
impulsó el “Día Mundial de la protesta contra el 5G”, que se celebró el 25
de enero en distintas ciudades de Europa y los EE.UU., sin que haya una
46Santiago Millán. Locos atacan la red de 5G porque expande el COVID – 19. Diario El
País: 07 / 04 / 2020. Disponible en:
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2020/04/06/companias/1586205161_227945.ht
ml
47A diferencia del discurso de Trump y del gobierno de los EE.UU., que hablan de
“competencia desleal” y acusan al gobierno chino de “espionaje contra las personas y
empresas”, el movimiento Stop 5G pone énfasis en el impacto negativo que tendría el
uso de la Tecnología 5G en la salud de las personas y en la naturaleza, al margen de
que sea China o los EE.UU. el país que lidere su desarrollo. Su objetivo es lograr una
moratoria en la implementación a gran escala de las tecnologías %G, tanto en la Tierra
como en el espacio, con el fin de evitar su potencial impacto negativo en la salud de
las personas, la vida silvestre, el medio ambiente, el consumo de energía, los derechos
electrónicos, la privacidad y la ciberseguridad.
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Lima – Perú, 2020.
participación efectiva de los países de América Latina en este tipo de
iniciativas.
Es importante señalar, en relación a este punto, que en un escenario post
COVID – 19, el impulso del teletrabajo, la educación a distancia, las
compras electrónicas, los tramites en línea, el pago de servicios a través
del móvil, entre otras iniciativas que ya se vienen desarrollando, la
adopción y expansión de las Tecnologías 5G resulta inevitable en nuestros
países, situación que, en todo caso, tendrá que ser evaluada en su
momento por los organismos pertinentes, tanto públicos como privados,
atendiendo a su impacto en la población y en la naturaleza.
Mirando la pandemia desde el Sur
Hay una diferencia significativa entre los países del Norte y del Sur. En el
Norte, como ya ha sido señalado, el COVID – 19 genera una mayor
mortandad entre los adultos mayores y la población que padece alguna
enfermedad crónica. En el Sur, aun cuando siguen siendo los más
vulnerables los adultos mayores y los enfermos crónicos, la pobreza viene
a ser un factor determinante para el contagio y propagación de la
pandemia. En países como el nuestro, la población que vive en situación
de pobreza es la que está más expuesta y la que registra la mayor
mortandad por COVID - 19. Ciro Maguiña, médico infectólogo de la
Universidad Cayetano Heredia y vicedecano del Colegio Médico del
Perú, lo explica en los siguientes términos:
“El gran problema del Perú, y eso hay que decirlo, es la tremenda crisis
sanitaria y la pobreza. Hay muchos pobres y el tema es si ellos van a
aguantar [las consecuencias del estado de emergencia]. Hace unos días
aparecieron estos migrantes que son pobres y querían volver a su tierra
caminando. Son temas que a veces no se tiene en cuenta, pero pueden
hacer que el contagio se mantenga. Son focos que se forman por la
pobreza. No es como en Italia o España, donde la alta mortalidad
responde a la cantidad de viejos que vivían solos en casas. Acá son
pobres que quieren regresar a su tierra, y recién el Gobierno está
reaccionando tratando de llevarlos y haciendo las pruebas necesarias”48.
Las epidemias, como ya ha sido señalado, no atacan a todos por igual.
Su diseminación depende de la estructura de clases y siempre son las
clases bajas o pobres los que sufren las peores consecuencias.
“Las epidemias no son meros fenómenos naturales: emergen en una
sociedad específica con unos rasgos económicos y políticos bastante
definidos, exponiendo más a unos individuos que a otros a su mal. Los más
48Miguel Loayza. “Lo que está pasando no va a terminar en abril”. Entrevista al Dr. Ciro
Maguiña. IDL: 19 / 04 /2020. Disponible en: https://idl.org.pe/lo-que-esta-pasando-no-va-
a-terminar-en-abril/
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vulnerables a padecer la enfermedad y a sufrir las peores consecuencias
siempre son aquellos que cuentan con menos recursos. Por ello Justiniano
I, Emperador de Bizancio, superó la peste bubónica que azotó
Constantinopla en el 541. Mientras tanto, 10.000 personas morían
diariamente en las calles de aquella ciudad. Y por razones parecidas
fueron centenas de obreros y pobres londinenses quienes murieron de
cólera en 1854, después de beber de una fuente pública contaminada
en Broad Street. A la aristocracia y la alta burguesía del West End no le
sucedió nada. Sus barrios estaban limpios y sus tuberías y alcantarillado
saneadas. En definitiva, la clase social importa. Y mucho”49.
Existe una clara “distribución desigual de las enfermedades a escala
global”, que afectan de distintas maneras a los diversos países, ubicados
en el Norte y en el Sur, lo que, sin duda, está vinculado al nivel de
desarrollo alcanzado y a la distribución de la riqueza. Las influenzas, a
diferencias de otros brotes epidémicos, siempre han sido un “mal
transversal”, debido a que su propagación depende de las redes de
comunicación y las interacciones en una sociedad, que siempre es más
fluido en los países del Norte y en las grandes ciudades. A la larga, sin
embargo, se disemina por todo el mundo y su contención y efecto va
depender de la capacidad que tienen los sistemas sanitarios para
hacerles frente, situación que es más frágil en los países del Sur.
“La OMS elabora anualmente un listado de las amenazas a la salud
mundial, la mayoría de ellas alejadas de Europa, Estados Unidos y los
Estados centrales de la economía–mundo capitalista. En 2018, el cólera,
la difteria, el paludismo y la fiebre amarilla fueron calificados de amenaza
por parte del organismo mundial. En 2019 lo fueron el dengue y el ébola
junto con dos fenómenos más conocidos en el Norte global: la
contaminación y la gripe. Prácticamente todas las enfermedades que
suponían una amenaza sanitaria tenían lugar en África, América del Sur,
América Central y el Sudeste Asiático. La gripe, sobre cuyas posibles
pandemias no ha dejado de alertar la OMS, siempre ha constituido un
mal transversal: un mundo interconectado, con redes de comunicación
tan tupidas, facilita el contagio de cualquier virus. Aunque cualquier
brote epidémico siempre generará un impacto mucho mayor donde los
sistemas de salud y la vida son precarios –como señala también la
organización, la pobreza y los conflictos armados son focos de
enfermedad desde un punto de vista más integral de la salud–”50.
Es por eso que, en estos países, medidas como la cuarentena, el
distanciamiento social y la suspensión del transporte público resultan las
más adecuadas para luchar contra la pandemia.
49Mario Espinoza Pino. COVID – 19, el virus de la era neoliberal. Disponible en:
https://lavoragine.net/covid19-virus-era-neoliberal/
50Ibíd.
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“Al parecer, en países pobres y de ingresos medios los medios efectivos
más baratos son el distanciamiento social (por lo menos un metro y medio
entre las personas), las cuarentenas y —además de la cancelación de
eventos y reuniones— la suspensión del transporte público, que se está
convirtiendo en el gran vector urbano de la Covid-19”51.
El objetivo en estos casos es evitar la propagación de la pandemia,
reduciendo su incidencia en la población, de modo que no se rebase la
capacidad de atención que tienen los precarios sistemas de salud, lo que
además produciría un incremento exponencial de los contagios que, a
la larga, haría incontrolable el problema.
Lo “novedoso” del COVID – 19, en el actual contexto, es que su
incidencia ha terminado por rebasar la capacidad de atención de los
sistemas sanitario en los países del Norte; pero eso no es “merito” de la
pandemia, sino producto del neoliberalismo y la privatización de los
servicios de salud, tanto en el Norte como en el Sur. La afectación del
COVID - 19 en los países del Sur va a ser mucho mayor que la registrada
en el Norte si las medidas de contención -cuarentena, distanciamiento
social y restricción del transporte masivo- no cumplen con su cometido y
evitan la propagación de la pandemia.
Saskia Sassen, sin dejar de lado a la población adulta mayor y los
enfermos crónicos, que son los que más padecen la enfermedad, señala
que es la “gente humilde”, que vive en las grandes urbes, la que más “van
a morir y sufrir las consecuencias económicas” de la crisis desatada por
el COVID – 19. Este patrón, de acuerdo con esta autora, se reproduce
tanto en los países del Norte, como en el Sur, en el que viven la mayoría
de los pobres, cuya población, a la larga, será la más afectada, ya sea
por la enfermedad –“casi ningún rico es víctima”- o por la crisis
económica y la agudización de la pobreza que conlleva.
“La gente humilde que vive en las grandes ciudades será quien más va a
sufrir la crisis, esta es la parte más trágica de la pandemia de coronavirus.
Los más débiles, los que no tienen vivienda, son quienes, en mayor
medida, van a morir y sufrir las consecuencias económicas. Si todas las
clases sociales tuvieran el mismo nivel de riesgo, el coronavirus sería un
poco más aceptable que si la gran mayoría de los pobres terminan
siendo víctimas. Casi ningún rico es víctima… y eso me parece
profundamente triste e inaceptable. No sé, la gente pobre ya ha sufrido
demasiado”52.
51Marcos Cueto. La COVID – 19 y las epidemias del neoliberalismo. El País: 27 / 03 / 2020.
Disponible en: https://elpais.com/ciencia/2020-03-27/la-covid-19-y-las-epidemias-del-
neoliberalismo.html
52Saskia Sassen. Conversación con el Foro de la Cultura, de Burgos, reportada por
diversos medios de comunicación: 31 / 03 / 2020.
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Lo paradójico de la situación, que “iguala” al Norte con el Sur, es la
ansiedad por el consumo. A medida que el COVID – 19 se expande de
un país a otro, junto con el miedo al contagio, crece también la ansiedad
por el consumo, por el hecho de no poder hacerlo como antes, lo que se
expresa en las compras compulsivas y desmesuradas de papel higiénico
y de otros productos de primera necesidad; no obstante que los
gobiernos anuncian que no hay riesgo de desabastecimiento o escasez.
Este patrón se repite de manera patológica en todos los países, tanto en
el Norte como en el Sur, y más que expresar el miedo a ser contagiados,
expresa el temor que tienen las personas a dejar de consumir.
“Junto con el virus, el tsunami de ansiedad contagia a cada país, cada
familia, cada ciudadano. No hay circunferencia, estamos todos en el
epicentro del reality show informativo, temblando a cada restricción de
movimiento, a cada frustración de contacto, considerando cualquier
carraspeo como el gruñido del enemigo invisible dispuesto a devorarnos.
Unidos por el destino patológico, nos hemos vuelto al mismo tiempo un
peligro el uno para el otro. Lo que nos acerca, nos separa. Las redes
sociales exhortan al distanciamiento social. En un desenfrenado reflejo
anal, intentamos guardar el control de una situación que nos escapa,
comprando dementes cantidades de papel higiénico. Vaciamos los
supermercados de todo aquello que deberemos ingerir para poder
expulsarlo a proporción, pese a que se nos repita que no faltará
abastecimiento, preparándonos quizás no tanto para la falta de
alimento, sino para la reducción drástica de la principal actividad que se
nos ha inculcado: consumir”53.
El consumo, o mejor dicho nuestra capacidad de consumir, no nos iguala;
pero al menos no nos excluye. Hay ahí una diferencia importante que,
como lo explica Bauman, es la que distingue una “sociedad de
productores” de una “sociedad de consumidores”. No es lo mismo ser
pobre en una “sociedad de productores”, que equivale a estar o
quedarse sin trabajo, que ser pobre en una “sociedad de consumidores”,
que equivale ser excluidos del mercado.
“No es lo mismo ser pobre en una sociedad que empuja a cada adulto
al trabajo productivo, que serlo en una sociedad que gracias a la enorme
riqueza acumulada en siglos de trabajo- puede producir lo necesario sin
la participación de una amplia y creciente porción de sus miembros. Una
cosa es ser pobre en una comunidad de productores con trabajo para
todos; otra, totalmente diferente, es serlo en una sociedad de
consumidores cuyos proyectos de vida se construyen sobre las opciones
de consumo y no sobre el trabajo, la capacidad profesional o el empleo
disponible. Si en otra época ser pobre significaba estar sin trabajo, hoy
alude fundamentalmente a la condición de un consumidor expulsado
del mercado. La diferencia modifica radicalmente la situación, tanto en
53Brontis Jodorowsky. Visiones desde la cuarentena: Paris. Artículo disponible en:
https://www.letraslibres.com/mexico/cultura/visiones-desde-la-cuarentena-paris
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lo que se refiere a la experiencia de vivir en la pobreza como a las
oportunidades y perspectivas de escapar de ella”54.
El COVID – 19, de pronto, al menos por un instante, nos igualó a todos, en
nuestra condición de “consumidores”. Pobres y no pobres -en el Norte y
en el Sur- pugnaban por no ser “excluidos del mercado”. Nadie quería
quedar fuera. Tener la capacidad y la voluntad de consumir es la norma
que rige a la sociedad actual y la condición necesaria para sentirse y ser
considerado como parte de ella. El COVID – 19 nos deja como evidencia
eso, al igual que ríos limpios, con agua cristalina, que fluyen sin
desperdicios, que es precisamente lo que vuelca sobre ellos la sociedad
de consumo. La pobreza, sin embargo, sigue ahí, confinada por el
momento, pero in crescendo.
El COVID – 19 y la agenda de las Ciencias Sociales
para el siglo XXI.
La pandemia del COVID – 19, además de literalmente haber paralizado
al planeta -lo que, de por sí, ya es una novedad-, ha traído otras
“novedades” (o evidenciado una serie de problemas) que no se habían
observado antes en este tipo de eventos. Rita Segato, por ejemplo, ha
señalado que en la epidemia actual no vemos a los muertos. Sabemos
que están ahí, que hay gente muriendo, pero no vemos los cuerpos.
“En las pestes anteriores se veía morir a las personas. La muerte se veía y
hoy está oculta. Lo máximo que vemos son cantidades de ataúdes o
cómo una gran topadora está abriendo el surco para poner todos los
ataúdes que van a llegar, por ejemplo, en Guayaquil o en Manaos, pero
no estamos viendo a los cuerpos atravesar este tránsito, que es el pasaje
de la vida a la muerte. Los cuerpos están aislados, ocultos a los ojos de
los demás. Esa es una novedad de esta peste”55. Otro tema novedoso
que resalta esta autora es su “aspecto democrático” y la gran “lección
(que deja) para aquellos que creen que es posible controlar el destino.
Muestra la grandeza de la libertad en el sentido mayor de la libertad, que
es la incerteza”56. Seguramente hay muchos otros problemas que se
podrían destacar como novedosos en esta pandemia. Aquí, sin
embargo, queremos destacar los siguientes:
54Zygmunt Bauman. Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Editorial Gedisa. Barcelona –
España, 2000, p. 11 y 12.
55Astrid Pikielny. "Es un equívoco pensar que la distancia física no es una distancia social".
Entrevista a Rita Segato. La Nación: 02 / 05 / 2020. Disponible en;
https://www.lanacion.com.ar/opinion/biografiarita-segato-es-un-equivoco-pensar-
que-la-distancia-fisica-no-es-una-distancia-social-
nid2360208?fbclid=IwAR3o2tmRpXPTMd0mleg0MI6y2Lbrl6U8L39HWn6foNLe_hPsAUO73e
d2iRg
56Ibid.
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1) El carácter “sistémico” de la pandemia, que no se reduce a un
problema médico o de salud pública, sino que abarca todos los
aspectos de la vida social, incluyendo la economía, habiendo
paralizado literalmente al planeta. Los vínculos entre la pandemia y la
economía y los juegos de poder que hay entre las potencias, que
incluye la perdida de la hegemonía de los EE.UU. y el ascenso de
China, son evidentes.
2) El alcance “global” del COVID - 19. El concepto de pandemia ya se
había utilizado para aludir a otros eventos similares que han ocurrido
en el presente siglo -gripe aviar, gripe A o H1N1, MERS y Zika-, pero
ninguno ha tenido el alcance global del COVID – 19. Estamos ante la
primera pandemia “global” que se registra en la historia de la
humanidad, que ha conducido prácticamente a declarar en
cuarentena el planeta, lo que igualmente es inédito y no registra
precedentes.
3) La “selectividad” de la pandemia. La mortandad que registra el
COVID – 19 se da principalmente entre los adultos – mayores y entre
los enfermos crónicos. Este aspecto de la pandemia, sin embargo,
tiende a desdibujarse a medida que se expande en los países del sur,
en los que es la población más pobre, independientemente de la
edad o estado de salud, es la más afectada.
4) La rapidez con que se expandió el COVID – 19 en todo el mundo
confirma no sólo que estamos ante un problema “global”, sino que
evidencia la celeridad con que se “globalizan” los problemas en el
sistema – mundo actual, lo que no necesariamente ocurre con la
respuesta, que es atomizada y depende de cada país o gobierno,
que operan dentro de los marcos del Estado – Nación.
5) El COVID – 19 surge en medio de otra “pandemia mundial”, la
violencia de género, así denominada por las Naciones Unidas, que
cada año provoca más muertes que la malaria, la tuberculosis y todos
los tipos de cáncer juntos, pero que tiende a ser invisibilizada en la
sociedad. El confinamiento en los hogares al que obliga el COVID- 19
y el estrés que ello conlleva incrementa el riesgo de violencia en las
familias, sobre todo contra las mujeres y los niños, situación que ya
viene siendo reportada por varios países y por ONU Mujeres y OMS /
OPS.
6) El COVID – 19 surge y se expande en medio de una disputa por la
hegemonía mundial que tiene expresión en la “guerra comercial” y
“guerra tecnológica” entre China y los EE.UU., situación a la que ya
nos hemos referido in extenso en la sección anterior. Existe, sin
embargo, el riesgo de un escalamiento militar, que nadie desea, pero
que no es un tema a descartar.
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7) La crisis desatada por el COVID – 19, a la luz de los acontecimientos,
evidencia una falta de liderazgo a nivel mundial y regional, que tiene
lugar incluso entre los países de la eurozona, que han optado por darle
una respuesta “nacional” al problema, antes que responder como
bloque. Los EE. UU., igualmente, han evidenciado su total falta de
liderazgo para enfrentar el problema no sólo en el plano internacional,
sino también al interior de su territorio.
8) El COVID – 19 ha evidenciado el colapso de los Sistemas de Salud,
tanto en los países del Norte como en el Sur, y su incapacidad para
atender este tipo de emergencias, principalmente en los países que,
siguiendo el dogma neoliberal, tienen estos servicios privatizados o en
proceso de privatización. Los “seguros de salud” no solo han estado
desenfocados para atender la emergencia, sino que ha quedado en
evidencia su absoluta falta de previsión, lo que pone en cuestión la
permanencia de este tipo de “servicios”, que solo responden a un
afán de lucro y operan de manera especulativa.
9) El COVID – 19, desde un inicio, ha puesto en cuestión el dogma del
mercado, sobre todo en la provisión de los servicios sociales y de salud,
en los que los agentes privados no solo están ausentes, sino que
prácticamente están incapacitados para intervenir y responder a este
tipo de emergencias. Las empresas y bancos privados han mostrado
su total indolencia e insensibilidad frente al problema, optando por el
despido fácil o por el incremento de intereses, moras y cobros
coactivos de deudas contraídas en el sistema financiero, sin tener en
cuenta la situación que viven millones de familias.
10) A pesar del riesgo que conlleva y el peligro (real) de contagio, el
COVID – 19 ha desatado una ola de solidaridad en diversas partes del
mundo, expresado en miles de voluntarios que han salido a ayudar a
las personas que requieren apoyo, que se han desplegado en los
hospitales y redes de salud, pero también en los servicios de apoyo
(limpieza, alimentación, ornato, etc.) y otros espacios. La atención que
han recibido millones de personas infectadas en los hospitales públicos
y servicios de salud, también merece destacarse, más allá de las
limitaciones y deficiencias que se han hecho evidentes en diversas
partes del mundo, lo que resalta aún más el trabajo realizado por
médico(a)s, enfermera(o)s, laboratoristas, paramédicos, técnicos,
nutricionistas, personal de limpieza, etc., que están enfrentando el
problema en primera línea, junto a la policía y miembros de las Fuerzas
Armadas.
11) El acatamiento responsable de la cuarentena por parte de la mayoría
de las familias, que han hecho caso omiso a las sospechas de control
y de disciplinamiento de la población, formuladas por algunos
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intelectuales, también merece destacarse. En algunas familias,
incluso, se ha comenzado a habla del “acatamiento democrático de
la cuarentena” para destacar el hecho de que son las propias familias
las que, con el apoyo del gobierno y atendiendo a sus directivas,
deciden ponerse voluntariamente en esta situación, para evitar los
contagios entre sus miembros. Eso pasa por el control y autocontrol
que tienen cada uno de sus integrantes sobre los otros y sobre sí
mismos, más allá de los riesgos que se tienen que asumir cuando hay
que salir a comprar vivieres, medicinas, etc.
12) El desafío a la autoridad y desacato de la cuarentena por parte de un
sector minoritario de la población que, lamentablemente, no solo se
ponen en riesgo ellos y sus familias, sino que exponen al peligro de
contagio a toda la población. Los magros resultados de la cuarentena
que se registran en el caso peruano se deben principalmente a este
problema, que involucra a un grupo minoritario de familias, pero
repercute y pone en peligro a toda la población, lo que se ve reflejado
en el incremento del número de contagios y en el colapso del sistema
de salud para atender a las personas contagiadas. Este problema se
ha hecho evidente no solo en ciudades como Piura, Chiclayo o
Iquitos, sino también en varios distritos de Lima Metropolitana y el
Callao, que son los que registran las tasas más altas de contagio.
13) La experiencia del COVID – 19 ha puesto en evidencia el problema de
la migración temporal o estacional que, hasta este momento, había
pasado desapercibido. Mucha gente de provincias migra a Lima
desde distintos lugares del interior con el fin de estudiar o realizar
alguna actividad económica, en su mayor parte de tipo informal
(comercio ambulatorio, transporte informal, lustrabotas, etc.), por lo
que pasan más tiempo en esta ciudad, pero formalmente mantienen
su residencia en sus lugares de origen -la mayoría en la zona rural y un
sector minoritario en el área urbana-, en el que permanecen los
demás miembros de la familia. Pasado el primer mes de la cuarentana
decretada por el gobierno, muchas de estas personas han
emprendido el retorno a sus lugares de origen, ante el riesgo de
infección y, sobre todo, dada la imposibilidad económica de
permanecer en la ciudad. Esta “migración de retorno” no sólo es de
los “temporales” o “estacionales”, sino que a ella se está sumando y
se sumará mucha gente de origen provinciano que sienten que su
salud peligra en la metrópoli y tiene planes de retornar a sus lugares
de origen en un futuro próximo.
14) En los siguientes meses y años es probable que mucha gente de origen
provinciano que reside en el exterior, principalmente en Europa y los
Estados Unidos, regrese al país. Estas personas, sobre todo en los casos
de los migrantes de primera o segunda generación, no
necesariamente retornarán a Lima Metropolitana, que -a sus ojos-
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presenta el mismo riesgo de contagio que las ciudades en las que
residen, sino que muy probablemente retornen a sus lugares de origen,
en el interior del país. En este escenario, es posible proyectar una
desconcentración de Lima y un crecimiento de las “ciudades
intermedias”, en Costa, Sierra y Selva. La urbanización de las ciudades
intermedias, impulsada por la migración de retorno, puede ser una
excelente oportunidad de desarrollo, basada en el fortalecimiento de
las economías locales y regionales.
15) Existe un sector importante de la población que no ha dejado de
laborar y, de manera voluntaria o en acatamiento de lo dispuesto por
su centro de labores, han optado por el teletrabajo o trabajo a
distancia, lo que puede significar una solución, pero también acarrea
una serie de problemas de adaptación y de medios y espacios en el
departamento o la vivienda, que no siempre son los más adecuados
para la realización de un trabajo.
16) Para evitar que los estudiantes de inicial, primaria, secundaria y
superior pierdan el año escolar o sus estudios universitarios, se ha
propuesto como solución a la teleducación o educación a distancia.
Varios colegios y universidades ya vienen implementando esta
alternativa, que presenta, sin embargo, varias dificultades, como, por
ejemplo, que la totalidad de docentes y estudiantes tenga acceso a
Internet desde sus viviendas, cuenten con el equipo electrónico
adecuado, se cuente con acceso a la red de banda ancha, etc. A
ello hay que agregar el acceso a material educativo por parte de los
estudiantes, así como que dispongan de un ambiente adecuado en
sus viviendas o departamentos para desarrollar sus aprendizajes,
además de los problemas de inseguridad en la población que, bajo
estas condiciones, pueden generar un mayor daño en las familias,
ente otras dificultades.
17) El COVID – 19 pone en cuestión el Sistema – Mundo actual y los estilos
de vida vinculados al consumismo y el individualismo, que son los que,
en última instancia, destruyen el planeta y generan la respuesta de la
naturaleza a través de diversos “desastres”, que incluyen las
pandemias y brotes epidémicos. No es suficiente, entonces, con
cambiar la educación presencial por la teleducación. Se requiere de
una revolución educativa que, de cara al futuro y al tipo de sociedad
en el que vivirán las nuevas generaciones, de las respuestas
adecuadas a los problemas emergentes y que heredarán del mundo
actual. No es posible seguir socializando y educando a las nuevas
generaciones dentro de patrones consumistas y un individualismo
competitivo, utilitarista, que es disfuncional para la vida y para una
sana convivencia humana, lo que no quiere decir que no se deba
promover el desarrollo del individuo, vinculado al respeto a la
naturaleza y al ejercicio de la solidaridad y reconocimiento del otro.
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Desaprender todo lo aprendido, volver a empezar y educar para un
mundo nuevo es una tarea titánica, que no podemos seguir
postergando, de cara a lo que viene aconteciendo y los problemas
que las nuevas generaciones tendrán que afrentar en el mundo que
está emergiendo.
18) Las consecuencias humanas, sociales, económicas, políticas, de la
pandemia, aun cuando se logre controlar lo más pronto posible el
problema de salud, son imprevisibles para cada uno de los países y
para el mundo, en general, lo que tampoco quiere decir que sean
insondables. Hay mucho por investigar, conocer y debatir en el
proceso de construir una nueva sociedad que valore la vida y la
naturaleza y contribuya a que las nuevas generaciones y las
generaciones del futuro vivan en un mundo mejor.
Podemos seguir alargando la lista de problemas sociales, políticos,
económicos, ambientales, etc., que ha permitido abrir y plantear la crisis
desatada por el COVID – 19. Podemos hablar, por ejemplo, de las
compras domiciliarias o del pago de servicios por Internet, que ya se
viene haciendo a pequeña escala y también han sido anticipadas por
los futurólogos, actividades que se expandirán mas rápido de los previsto
en los siguientes meses y años. Otro tema a tener en cuenta también es
la transformación de las ciudades, cuya infraestructura tendrá que ser
adecuada a estos cambios, priorizando el flujo y traslado de la
información, antes que la movilidad de los cuerpos o personas a gran
escala. Este proceso, además, tiene que ir de la mano con el
envejecimiento poblacional, que demandará una infraestructura que
sea funcional a sus necesidades. El concepto de “ciudad inteligente”
(smart city), que no tiene una autoría conocida, resume este cambio,
siempre que se trate de ciudades sostenibles, que hagan uso de energía
limpia y sean amigables con el medio ambiente.
El COVID – 19 como hecho social total
en el Sistema – Mundo actual
Todos estos problemas, que trascienden los ámbitos de la salud pública y
la epidemiología, se han advertido casi de inmediato una vez desatada
la crisis del COVID -19, lo que también resulta novedoso, comparados con
otros eventos pandémicos que han ocurrido anteriormente. Como se
señaló al inicio, cuando ocurrieron las pandemias de la gripe aviar y la
gripe A o H1N1, en e 2005 y 2009 – 2010, ya se había planteado la
necesidad de incorporar los análisis de los científicos sociales en el
tratamiento de estos eventos pandémicos, sin que ello haya ocurrido
necesariamente. En esta oportunidad, sin embargo, los científicos
sociales e intelectuales se han apresurado en dar su opinión sobre el
COVID – 19 y sus posibles impactos en la sociedad presente y futura, sin
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esperar a que alguien se lo requiera. Esto también es una novedad,
comparado con eventos similares, ocurridos anteriormente.
En el ámbito nacional son muchos los científicos sociales e intelectuales,
como Guillermo Rochabrún, Benjamín Marticorena, César Hildebrandt,
Nelson Manrique, Alberto Vergara, Hugo Neira, Waldo Mendoza, Efraín
Gózales de Olarte, Marcos Cueto, François Vallaeys (de nacionalidad
francesa, pero radicado en Perú), entre otros, que han escrito diversos
artículos dando su opinión sobre este problema. A nivel internacional la
lista es mucho más larga. Humberto Maturana, Enrique Dussel, Rita
Segato, Álvaro García Linera, Marcelo Gioffré, Michel Wieviorka, Jeremy
Rifkin , Yuval Noah Harari, Byung-Chul Han, Slavoj Žižek, Jürgen Habermas,
Noam Chomsky, David Harvey, Alain Badiou, Bruno Latour, Naomi Klein,
Judith Butler, Manuel Castells, Fernando Savater, Edgard Morin, Alain
Touraine, Ignacio Ramonet, Thomas Piketty, Giorgio Agamben, Jean - Luc
Namcy, Roberto Esposito, Sergio Benvenuto, Mike Davis, Joseph Stiglitz,
Raúl Zibechi, César Rendueles, Michael Roberts, Atilio Borón, Salman
Rushdie, Rosa Montero, Javier Solana, Frei Betto, Leonardo Boff, entre
muchos otros, que han concedido entrevistas y escrito artículos y ensayos
para dar su opinión sobre el COVID – 19 y su impacto en la sociedad y en
nuestras vidas.
En todos los casos, se hace referencia a la pandemia como un problema
que trasciende el ámbito médico y de la salud y afecta la vida de las
personas, a nivel individual y colectivo, y su relación con la naturaleza. Se
trata de un problema global que, por primera vez, se encuentra
expandido por todo el mundo y prácticamente ha paralizado al planeta.
Ignacio Ramonet, utilizando un concepto que toma prestado de Marcel
Mauss, define el COVID – 19 como un “hecho social total”, dado el efecto
que tiene en el conjunto de la vida social.
“A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis
sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de "hecho social total",
en el sentido de que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales, y
conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los
valores”57.
Para describir la rapidez de su propagación y su escalamiento a nivel
global, Ramonet utiliza el concepto de “efecto mariposa”, propuesto por
Edward Norton Lorenz en la década de los setenta, en el marco de su
teoría del caos.
“Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso ‘efecto
mariposa’: alguien, al otro lado del planeta, se come un extraño animal
y tres meses después, media humanidad se encuentra en cuarentena…
57Ignacio Ramonet, Ob. Cit.
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Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo
compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y acaba
por influenciar el conjunto”58.
Es importante precisar que para Lorenz el orden es dinámico, nunca
estático, y ello supone momentos de estabilidad o de equilibrio interno,
en el que las soluciones que se proponen a los problemas que presenta
el sistema se mantienen cercanas y no generan desorden, y momentos
de inestabilidad, en el que las soluciones que se presentan divergen entre
sí y surge el desorden al interior del sistema. Es en este marco que se utiliza
la metáfora del “efecto mariposa” para dar cuenta del escalamiento
interno de los problemas que surgen en el sistema, que se tornan
entrópicos, introduciendo el desorden en su estructura interna,
amenazando con su desintegración. Aquí cobra importancia el
concepto de “estructuras disipativas”, propuesto por Ilya Prigogine, para
describir el proceso mediante el cual el desorden entrópico se disipa a
favor del surgimiento de un nuevo orden, lo que es coherente con el
principio de neguentropia, que conduce a un nuevo estado de equilibrio
interno que, en ningún caso, supone la restitución o el regreso al orden
anterior.
Immanuel Wallerstein utilizó esta teoría para realizar su lectura del Sistema
– Mundo actual, articulándola con la teoría de Marx sobre la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia. De acuerdo con este autor, en el
siglo XXI nos encontramos frente al agotamiento histórico del sistema
capitalista, que se explica por las limitaciones estructurales del proceso
de acumulación de capital, lo que genera una situación de caos,
desorden y desgobierno, que tiene expresión en las distintas patologías
sociales que proliferan en el mundo, esto es, la violencia delictiva, el
crimen organizado, la violencia de género, la corrupción, el
calentamiento global y los diferentes tipos de desastres naturales, entre
los que destacan las epidemias y pandemias, que, como ya ha sido
señalado, se han incrementado en el periodo del capitalismo neoliberal.
En su análisis, Wallerstein pronosticó un “periodo venidero de desorden y
desintegración” que sobrevendría al periodo de relativa estabilidad y
“funcionamiento normal” que vivió el Sistema - Mundo en la segunda
mitad del siglo XX.
“Opino que cuando los sistemas funcionan normalmente el determinismo
estructural pesa más que el libre albedrío individual y colectivo. Pero en
tiempos de crisis y transición el factor del libre albedrío se vuelve
fundamental. El mundo del 2050 será lo que hagamos de él. Esto nos deja
carta blanca para que nos comprometamos y ejerzamos nuestro juicio
moral. También significa que este periodo será una etapa de terrible
58Ob. Cit.
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lucha política porque hay más en juego que en la llamada etapa
normal”59.
De acuerdo con este análisis, estamos atravesando por una etapa de
“transición, larga y difícil” de final abierto, que no necesariamente nos
conducirá a la caída del capitalismo, aunque si es evidente el fin de la
etapa neoliberal y del consumismo que lo caracterizó.
“Sabemos que las situaciones caóticas producen por sí solas nuevos
sistemas ordenados. Esto quizá no sirva de gran consuelo si agregamos
que ese proceso podría tomar hasta cincuenta años. Lo segundo que-
debemos tener presente es que la ciencia de la complejidad nos enseña
que en situaciones caóticas derivadas de una bifurcación el resultado es
inherentemente impredecible. No sabemos, no podemos saber, cómo
terminará todo esto. Lo que sí sabemos es que el sistema presente no
puede sobrevivir como tal. Habrá un sistema que lo suceda, o varios.
Podrá ser mejor o peor, pero no será demasiado diferente en su calidad
moral”60.
En el marco de esta teoría, el COVID – 19 no es causante de ninguna crisis
en el sistema capitalista. Es éste el que, dada la sobreexplotación de la
naturaleza y de la actividad humana, genera la condiciones para la
aparición de este tipo de eventos pandémicos (y otros tipos de desastres
naturales) que conducen al agotamiento del sistema y activan o
“gatillan” la crisis en su interior, que se expande exponencialmente,
asumiendo la fenomenología del “efecto mariposa”.
Es en este marco que hay que evaluar afirmaciones como las de Slavoj
Žižek que con excesivo entusiasmo y haciendo uso de un lenguaje
enrevesado y cinematográfico nos dice que estamos asistiendo al fin del
capitalismo. “El coronavirus perturba cada vez más el buen
funcionamiento del mercado mundial y, como escuchamos, el
crecimiento puede caer en un dos o tres por ciento”61. El COVID – 19, en
consecuencia, le asesta un golpe mortal al capitalismo y obligaba a un
“cambio radical”:
“Mi modesta opinión es mucho más radical: la epidemia de coronavirus
es una especie de ataque de la «Técnica del corazón explosivo de la
palma de cinco puntos» contra el sistema capitalista global, una señal de
59Ibíd., p. 25.
60Immanuel Wallerstein. Utopística o las opciones históricas del Siglo XXI., p. 25. Disponible
en: https://periferiaactiva.files.wordpress.com/2016/04/wallerstein-e-utopstica.pdf
61Slavoj Žižek. Coronavirus: el golpe al capitalismo (a lo Kill Bill) que puede conducir a la
reinvención del comunismo. Red Digital: 18/ 03 / 2020.Disponible en:
https://reddigital.cl/2020/03/18/coronavirus-golpe-al-capitalismo-puede-conducir-la-
reinvencion-del-comunismo/
Colegio de Sociólogos del Perú. 63
Lima – Perú, 2020.
que no podemos seguir el camino hasta ahora, de que es necesario un
cambio radical”62.
El “sistema capitalista global”, en este caso, no sólo incluye a los Estados
Unidos y Europa, sino también al capitalismo chino y todo el bloque
oriental. El COVID – 19, de acuerdo con este autor, “nos obligará a
reinventar el comunismo basado en la confianza en las personas y en la
ciencia”63. El virus no opera de manera aislada, sino que es parte de un
conjunto de catástrofes que el sistema activa y que amenazan con
destruirlo:
“…no estamos lidiando solo con amenazas virales: otras catástrofes se
avecinan en el horizonte o ya están ocurriendo: sequías, olas de calor,
tormentas masivas, etc.”64
En este marco, y en respuesta al mensaje de la naturaleza, Žižek propone
politizar el virus. “Lo que vemos ahora es un retorno masivo al significado
literal original del término: las infecciones virales funcionan de la mano en
ambas dimensiones, real y virtual”65. Žižek es consciente de que ningún
virus “natural”, por muy mortal que sea, va subvertir por dentro y eliminar
el capitalismo.
“…quizás otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propagará y
con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa,
una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza
a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”66.
En Pandemic! Covid-19, el best seller que publicó a finales del mes de
marzo, Žižek insiste en este argumento en los siguientes términos:
“Desde un punto de vista cínico y vitalista, uno podría verse tentado a ver
el coronavirus como una infección beneficiosa que le permite a la
humanidad deshacerse de los viejos, débiles y enfermos, como sacar la
hierba medio podrida para que las plantas más jóvenes y saludables
puedan prosperar, y contribuye así a la salud global. El enfoque
comunista amplio que estoy defendiendo es la única forma en que
podemos dejar atrás un punto de vista tan primitivo. (…) Entonces,
62Ibid.
63Ibid.
64Ibíd.
65Ibíd.
66Ibíd.
Colegio de Sociólogos del Perú. 64
Lima – Perú, 2020.
nuevamente, la elección que enfrentamos es: barbarie o algún tipo de
comunismo reinventado”67.
Nótese que, en este caso, el eslogan de “socialismo o barbarie”, que en
su momento hizo suyo Rosa Luxemburgo, para denunciar el agotamiento
del capitalismo como fuente de civilización, Žižek lo transforma en
“comunismo o barbarie”, sin precisar a qué se refiere con la expresión de
“comunismo reinventado”, lo que suena a una frase vacía. Y cuando
intenta aterrizar el término habla de estatismo, de “comunismo de
desastre”, como “antídoto” del “capitalismo de desastre” (Naomi Klein),
para responder a la emergencia y a la perdida de empleos, pero sin ir
más allá del estatismo, sin siquiera esbozar qué entiende por
“comunismo” y, menos aún, qué distinguiría al “comunismo” que
propone de las experiencias nefastas del pasado.
“Ahí es donde aparece mí «comunismo», no como un sueño inconcreto,
sino simplemente como el nombre para lo que ya está sucediendo (o al
menos lo que muchos perciben como una necesidad): medidas que ya
se están contemplando, e incluso haciendo entrar en vigor parcialmente.
No es la visión de un futuro luminoso sino más bien de un «comunismo del
desastre» como antídoto del «capitalismo del desastre». El Estado no solo
debería asumir un papel mucho más activo, reorganizando la fabricación
de los productos más necesarios, como mascarillas, kits de pruebas y
respiradores, requisando hoteles y otros complejos de vacaciones,
garantizando el mínimo de supervivencia a todos los desempleados, etc.,
sino hacer todo esto abandonando los mecanismos del mercado. Solo
hay que pensar en los millones de personas, como los que trabajan en la
industria turística, cuyos trabajos, al menos en algunos casos, se perderán
y ya no tendrán sentido. Su destino no se puede dejar en manos de los
mecanismos del mercado o de estímulos puntuales”68.
Es curioso que Žižek se refiera a su propuesta como “mi «comunismo»”, lo
que denota una propuesta individual, que no responde a ningún
colectivo ni organización política. Y ese es precisamente el problema que
presenta este tipo de posturas, que se queda en la metáfora, no pasa del
simulacro, ni viene acompañada de una acción coherente que respalde
lo dicho. El “virus ideológico” que se anuncia es solo la sombra del
fantasma que recorrió Europa en el siglo XIX anunciando la revolución
proletaria, Agustín Laje, desde posiciones de derecha, se vale de esta
67Žižek, Slavoj. (2020). Pandemic! Covid-19 Shakes the World. OR Books. 120 páginas.
Fragmento disponible en la siguiente dirección electrónica:
https://dialektika.org/2020/03/25/pandemic-covid-shakes-world-nuevo-libro-slavoj-
zizek/
68Žižek, Slavoj. (2020). Pandemic! Covid-19 Shakes the World. OR Books. 120 páginas.
Fragmento disponible en la siguiente dirección electrónica:
https://elcultural.com/slavoj-zizek-no-habra-ningun-regreso-a-la-normalidad
Colegio de Sociólogos del Perú. 65
Lima – Perú, 2020.
falta de coherencia para desvirtuar este tipo de discurso que se queda
en la frase vacía:
“… la columna de Žižek causó sensación. La izquierda se entusiasma con
facilidad. En Argentina, por ejemplo, el hashtag #ElCapitalismoEsElVirus
rápidamente se convirtió en tendencia. Diversos intelectuales
continuaron la discusión: ¿es el coronavirus el proletariado del siglo XXI?
En estos mismos días también, Žižek aprovechó para lanzar su nuevo libro
de 120 páginas, escrito a toda velocidad, ¡titulado Pandemia! Covid-19
sacude el mundo, para cuya distribución masiva no llamó a “imaginar”
alguna alternativa, sino que se entregó a los brazos
del mercado capitalista. En efecto, el libro puede comprarse por internet
a la editorial OR Books en versión papel a 13 euros, y en versión digital, si
estás entre los primeros 10.000 clientes, te lo dan gratis; caso contrario,
toca pagar 10 euros. Los mercaderes de la revolución son todo, menos
estúpidos: ¿quién dijo que ser revolucionario no podía ser un buen
negocio?”69.
Atilio Borón, desde una posición más cercana, igualmente ha desvirtuado
este tipo de “argumento” en los siguientes términos:
“Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no
me alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia
le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual,
siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los
cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara
Lenin en más de una ocasión, ‘el capitalismo no caerá si no existen las
fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer’”70.
Y ese es precisamente el argumento que esgrime Byung – Chull Han en el
conato de polémica que sostiene con Žižek. Para Han, es evidente que
el virus “no puede reemplazar a la razón” y, menos aún, al sujeto
revolucionario.
“Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y
evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer
el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá
vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra
la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más
orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más
pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede
reemplazar a la razón. Es posible que incluso nos llegue además a
Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho
Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite
69Agustín Laje. Coronavirus: ¿Fin del capitalismo? Panam Post: 30 / 03 / 2020. Disponible
en: https://es.panampost.com/agustin-laje/2020/03/30/coronavirus-fin-capitalismo/
70Atilio Borón. La pandemia y el fin de la era neoliberal. CLACSO: 29 / 03 / 2020. Disponible
en: https://www.clacso.org/la-pandemia-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/
Colegio de Sociólogos del Perú. 66
Lima – Perú, 2020.
establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del
neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron
conmociones”71.
Hemos vivido por varios años “sin enemigos” y eso ha hecho que, cuando
irrumpe el virus en nuestras vidas, nuestra reacción sea el pánico. El
“paradigma inmunológico”, que rigió durante la guerra fría, requería de
un enemigo visible, al que podíamos identificar y hacer frente. El virus no
es ese tipo de enemigo, Ni siquiera estamos seguros de que sea un
“enemigo”. Acostumbrados, como estamos, a la positividad, no sabemos
cómo actuar ante un “enemigo invisible” que nos niega. Por eso,
reaccionamos con pánico ante su presencia.
“…en medio de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente a
causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de pánico,
volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar fronteras. El enemigo
ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino contra el
enemigo invisible que viene de fuera. El pánico desmedido en vista del
virus es una reacción inmunitaria social, e incluso global, al nuevo
enemigo. La reacción inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido
durante mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad
de la positividad, y ahora el virus se percibe como un terror
permanente”72.
Es el pánico y no la razón la que explica la reacción inmunitaria de Žižek
ante la presencia del virus. Éste ha respondido que “el comunismo que
debería prevalecer ahora no es un sueño oscuro sino lo que ya está
ocurriendo. El Estado debe asumir un papel mucho más activo”73. La sola
identificación de comunismo con el Estado, en una lógica protectora
que, además, debería ser mucho más activa, pone bajo sospecha este
tipo de argumentación. Byung – Chul Han no le ha seguido en ese
camino y, más bien, ha centrado su atención en la relación entre oriente
y occidente, en una Sociedad - Mundo emergente en la que es evidente
que China va a tener una posición de dominio. Esto planea una seria de
problemas referidos al rol que juegan las nuevas tecnologías en nuestros
países, teniendo en cuenta las diferencias culturales que hay entre
oriente y occidente.
“Ni en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong,
Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante la vigilancia
71Byung -Chul Han. La emergencia viral y el mundo del mañana. El País: 22 / 03 / 2020.
Disponible en: https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-
manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html 72Ibid.
73Luis Alemany. Žižek ya tiene su libro sobre el coronavirus: "El dilema es barbarie o un
comunismo reinventado". Disponible en:
https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2020/03/25/5e7b28fdfdddff5c328b4571.html
Colegio de Sociólogos del Perú. 67
Lima – Perú, 2020.
digital o el big data. La digitalización directamente los embriaga. Eso
obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo.
No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que
el egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia. Al
parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los
absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están
efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección de datos
no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al
asiático. Los proveedores chinos de telefonía móvil y de Internet
comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de
seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe por tanto dónde
estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso,
qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el
Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de
azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la
psicopolítica digital que controla activamente a las personas”74.
Este tipo de relación entre tecnología y control de los ciudadanos, como
lo señala el propio Han, es contraria a la individualización y al respeto a
la privacidad de las personas que rigen en la sociedad occidental. A
diferencia de lo que ocurre en Asia, en los países occidentales, que
incluye a Europa, los EE. UU. y América Latina, si “existe una conciencia
crítica ante la vigilancia digital o el big data”. Eso explica, por ejemplo, la
creciente oposición que hay en Europa y los EE.UU. a la implementación
de Tecnologías 5G en sus territorios, liderada por el movimiento Stop 5G,
a lo que hemos hecho referencia. Este tema resulta sensible para mucha
gente en occidente y, sin duda, plantea una serie de interrogantes sobre
el tipo de sociedad en la que vamos a vivir en un mundo que mira cada
día más hacia el oriente.
En otros artículos Han ha insistido en este tema, El debate de fondo, en su
opinión, no es entre “comunismo” y “barbarie”, tal como lo plantea Žižek,
sino entre el “régimen de vigilancia digital”, que rige en Asia, y el
liberalismo occidental. Este debate, además, se da en el seno de la
sociedad capitalista. Lo que esta en juego no es el tipo de sociedad en
el que vamos a vivir en el futuro, sino el tipo de régimen político que, al
amparo de la tecnología digital, regirá nuestras vidas.
“Como consecuencia de la pandemia, Europa ha perdido todo su
carisma. En estos momentos Europa mira a Asia con asombro y envidia.
Los países asiáticos han sabido controlar muy rápidamente la epidemia.
¿Qué hacen los asiáticos mejor que los europeos? A pesar del
neoliberalismo, los estados asiáticos siguen siendo, a diferencia de
Occidente, una sociedad disciplinaria. En Asia impera un colectivismo
con una fuerte tendencia a la disciplina. Ahí se pueden imponer, sin
mayor problema, medidas disciplinarias radicales que en los países
europeos toparían con un fuerte rechazo. Más que como restricciones de
74Byung – Chul Han. Ob. Cit.
Colegio de Sociólogos del Perú. 68
Lima – Perú, 2020.
los derechos individuales se perciben como el cumplimiento de deberes
colectivos. Las necesidades individuales son relegadas a favor de los
intereses colectivos. Países como China y Singapur tienen un régimen
autocrático. En Corea del Sur y Taiwán, hasta hace pocas décadas,
también lo había. Los regímenes autoritarios educan a las personas para
hacer de ellas obedientes sujetos disciplinarios. En Asia, por encima de
todo, se está implantando un régimen de vigilancia digital. Los asiáticos
se someten a él prácticamente sin protestar. Todas estas peculiaridades
han resultado ser ventajas que su sistema ofrece para contener la
pandemia. Por tanto, ¿se acabará imponiendo el modelo asiático a
escala global? Eso sería el final del liberalismo”75.
Han desliza la idea de que, ante la necesidad de controlar el virus, es
altamente probable que occidente termine cediendo ante la biopolítica,
permitiéndole un “acceso ilimitado al individuo”, bajo un ´régimen de
vigilancia digital. “Es probable -nos dice- que la pandemia haga caer ese
umbral de inhibición que venía impidiendo que la vigilancia se extendiera
biopolíticamente al individuo”76. Si los países occidentales ceden en este
terreno, eso significaría el fin del liberalismo y la instauración de un
“feudalismo digital” en esta parte del mundo.
“Pronto se impondrá la idea de que la lucha contra la pandemia indica
actuar a pequeña escala, es decir, poniendo el foco en la persona, el
individuo. Pero el liberalismo no permite fácilmente un procedimiento de
este tipo. Una sociedad liberal se compone de individuos con libertad de
acción que no autorizan la injerencia estatal. La sola protección de datos
impide la vigilancia a pequeña escala de las personas. La sociedad
liberal no contempla la posibilidad de hacer de las personas,
individualmente, el objeto de la vigilancia, por eso no le queda más
remedio que el shutdown, con consecuencias económicas
masivas. Occidente llegará pronto a una conclusión fatal: que lo único
capaz de evitar el cierre total es una biopolítica que permita tener
acceso ilimitado al individuo. Occidente concluirá que la protegida
esfera privada es justamente lo que ofrece refugio al virus. Pero
reconocer esto significa el fin del liberalismo”77.
El análisis de Han gira en torno al virus y el impacto que pueda tener en
nuestras vidas en caso de que no encontremos una vacuna y no
75Byung -Chul Han. ¿Vamos hacia una nueva sociedad disciplinaria? Clarín: 07 / 04 /
2020. Disponible en: https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/byung-chul-
coronavirus-lleva-nueva-sociedad-disciplinaria-
_0_KQsMIZCqa.html?fbclid=IwAR3RNPQ_j3KhjmM4fpfM_vxrvu-
x875zt3XneVF4zHHsh39PFd5SFoqaAhA.
76Byung -Chul Han. Vamos hacia un feudalismo digital y le modelo chino podría
imponerse Clarín: 17 / 04 / 2020. Disponible en: https://www.clarin.com/cultura/byung-
chul-vamos-feudalismo-digital-modelo-chino-podria-
imponerse_0_QqOkCraxD.html?fbclid=IwAR2tHWdPmoA-
LO62NkciVsYW5inZZ4wckNsztC20XoLZNr8Pf4vpIBSsoDE
77Ibid.
Colegio de Sociólogos del Perú. 69
Lima – Perú, 2020.
podamos impedir su propagación. Parte del supuesto de que la única
forma de evitar el contagio del COVID – 19 es conculcando las libertades
individuales, que son las que impiden su propagación y un control eficaz
de la pandemia. El contraejemplo es Asia, en que “el control de la
pandemia se está digitalizando. No sólo la combaten virólogos y
epidemiólogos sino también ingenieros informáticos y especialistas en big
data”78. Este modelo supone la existencia de una “sociedad
disciplinada”, que apueste por el bienestar colectivo antes que por la
libertad individual. Esa “sociedad disciplinada digital” ya existe en China,
lo que le ha permito controlar el problema. Este sistema de “vigilancia
biopolítica” es el que rige en Asia. La pregunta es: ¿debería regir también
en occidente?
Han nos dice que, aunque nos cueste aceptarlo, “ya estamos viviendo
en un panóptico digital global”. Y eso poco o nada tiene que ver con el
COVID - 19, “Las redes sociales … se parecen cada vez más a un
panóptico que vigila y explota sin piedad a los usuarios”79. Pretendemos
no saberlo y hasta hacemos uso de ellas para intimar, mantener
comunicación con los demás, expresar nuestra opinión y para
movilizarnos. No es que estemos obligados a participar en ellas, Nadie nos
coacciona para hacerlo. Actuamos voluntariamente, en ejercicio de
nuestra libertad individual, “no entregamos nuestros datos por la fuerza
sino por necesidad interior”. Vivimos, entonces, en un régimen de
“libertad vigilada” al que nos adherimos voluntariamente. Han denomina
a este régimen como “feudalismo digital”:
“Vivimos en un feudalismo digital. Los señores feudales digitales como
Facebook nos dan la tierra y dicen: ustedes la reciben gratis, ahora
árenla. ¡Y la aramos a lo loco! Al final, vienen los señores y se llevan la
cosecha. Así es como se explota y vigila la totalidad de la comunicación.
Es un sistema extremadamente eficiente. No existe la protesta porque
vivimos en un sistema que explota la libertad en sí misma”80.
Han ya se había referido antes a este problema con el concepto de
“libertad coactiva”. En la sociedad actual, de acuerdo con este autor, la
gente se somete libremente a “coacciones internas”, que se viven o
experimentan como exigencia de rendimiento y de optimización en
función del proyecto personal. “Hoy creemos que no somos un sujeto
sometido, sino un proyecto libre que constantemente se replantea y se
reinventa. Este tránsito del sujeto al proyecto va acompañado de la
sensación de libertad. Pues bien, el propio proyecto se muestra como una
figura de coacción, incluso como una forma eficiente de subjetivación y
78Ibid.
79Ibid.
80Ibid.
Colegio de Sociólogos del Perú. 70
Lima – Perú, 2020.
de sometimiento”81. En este contexto, la libertad se vive como coacción,
como autoexigencia para el logro del proyecto personal, lo que
conduce al aislamiento y a la negación de la libertad, en el pleno sentido
de la palabra. La libertad es un concepto relacional. “Ser libre no significa
otra cosa que realizarse mutuamente”82. La libertad no es algo que
podamos alcanzar mediante el aislamiento; pero eso es justo lo que
hacemos. Antes de la llegada del COVID – 19, ya vivíamos en una
“cuarentena” voluntaria que es adonde nos había conducido el régimen
neoliberal.
Bajo estas condiciones, antes de que China se hiciera con la hegemonía
del mundo, ya hemos vivido bajo un “capitalismo de vigilancia”, en el
que nos hemos sentido cómodos. Plataformas como Google, Facebook
o Amazon nos vigilan permanentemente y, sin embargo, no sentimos que
nuestra libertad esté amenazada. Han deja algunas preguntas abiertas
sobre las que vale la pena debatir en el futuro, porque de eso justamente
va a tratar el futuro.
“Tampoco descartemos que vayamos a sentirnos libres en ese régimen
de vigilancia biopolítica. De hecho, vamos a pensar que todas estas
medidas de vigilancia son en pos de nuestra propia salud. La dominación
se completa en el momento en que coincide con la libertad. En medio
de la conmoción causada por la pandemia, ¿se verá Occidente
obligado a abandonar sus principios liberales? ¿Corremos el riesgo de
volvernos una sociedad de cuarentena biopolítica que restrinja de
manera permanente nuestra libertad? ¿Es China el futuro de Europa?”83.
Otro autor que se ha referido a este tema es Yuval Noah Harari. El
historiador israelí, además de la falta de un liderazgo internacional para
gestionar la crisis del COVID - 19, ha criticado el proteccionismo o cierre
de fronteas y la falta de solidaridad y de cooperación entre los países
como las principales dificultades que tenemos para enfrentar esta crisis,
Mientras que el virus se expande por todo el planeta, distintas países y
laboratorios, en todo el mundo, compiten entre sí para encontrar la
vacuna y, como es de esperar, se niegan a compartir sus avances. Antes
que como una amenaza real a la vida de millones de personas, el COVID
– 19 es percibido como una oportunidad de negocio, por la que vale la
pena arriesgar. Esta apreciación, ciertamente, está referida a los
gobiernos y empresas que financian estos proyectos y operan bajo un
régimen de secretismo; no necesariamente incluye a los científicos y
personal médico, que hacen todo lo posible para encontrar la vacuna y
81Byung – Chul Han. Psicopolítica. Editorial Herder. Barcelona – España, 2014, p. 7.
82Ibid., p. 8.
83Byung -Chul Han. Vamos hacia un feudalismo digital y le modelo chino podría
imponerse. Ob. Cit.
Colegio de Sociólogos del Perú. 71
Lima – Perú, 2020.
merecen todo nuestro respeto. “En la lucha contra los virus -nos dice
Harari-, la humanidad necesita proteger de cerca las fronteras. Pero no
las fronteras entre países. Más bien, necesita proteger la frontera entre el
mundo humano y la esfera del virus”84. Y eso es precisamente lo que no
viene ocurriendo y lo que tenemos que cambiar.
“En este momento de crisis, la lucha crucial tiene lugar dentro de la
humanidad misma. Si esta epidemia resulta en una mayor desunión y
desconfianza entre los humanos, será la mayor victoria del virus. Cuando
los humanos se pelean, los virus se duplican. Por el contrario, si la epidemia
resulta en una cooperación global más estrecha, será una victoria no solo
contra el coronavirus, sino también contra todos los patógenos futuros”85.
Harari también se ha referido a la “vigilancia bajo la piel”, que opera
mediante la tecnología digital, que ya se viene utilizando en China y otros
países del Asia para controlar el COVID – 19. Por primera vez en la historia,
nos dice este autor, es posible monitorear todo el tiempo a todas las
personas que habitan en un territorio, haciendo uso de sensores ubicuos
y de algoritmos poderosos, que registran no solo nuestros movimientos,
sino también las temperaturas del cuerpo y nuestra condición médica,
identificando aquellas personas que son sospechosas de estar
contagiadas con el COVID – 19.
“En su batalla contra la epidemia de coronavirus, varios gobiernos ya han
implementado las nuevas herramientas de vigilancia. El caso más notable
es China. Al monitorear de cerca los teléfonos inteligentes de las
personas, hacer uso de cientos de millones de cámaras que reconocen
la cara y obligar a las personas a verificar e informar sobre su temperatura
corporal y condición médica, las autoridades chinas no solo pueden
identificar rápidamente portadores sospechosos de coronavirus, sino
también rastrear sus movimientos e Identificar a cualquiera con quienes
hayan entrado en contacto. Una variedad de aplicaciones móviles
advierte a los ciudadanos sobre su proximidad a los pacientes
infectados”86.
El uso de esta tecnología. de acuerdo con Harari, plantea una serie de
problemas, Por un lado, podría ayudar a detener el avance de la
epidemia en cuestión de días; pero, por otro lado, eso le daría legitimidad
a un “aterrador sistema de vigilancia” que puede ser utilizado con fines
perversos en el futuro. Harari pone un ejemplo aterrador de los que podría
84Yuval Noah Harari. En la lucha contra el coronavirus, la humanidad carece de
liderazgo. Time Ideas: 15 / 03 / 2020. Disponible en: https://time.com/5803225/yuval-
noah-harari-coronavirus-humanity-leadership/
85Ibid.
86Yuval Noah Harari. El mundo después del coronavirus. Fecha: 19 / 03 / 2020. Disponible
en: https://diariojudio.com/opinion/yuval-noah-harari-el-mundo-despues-del-
coronavirus/326282/
Colegio de Sociólogos del Perú. 72
Lima – Perú, 2020.
significar el uso de estas tecnologías en un escenario post COVID -19,
independientemente del régimen político en el que vivamos.
“Es crucial recordar que la ira, la alegría, el aburrimiento y el amor son
fenómenos biológicos al igual que la fiebre y la tos. La misma tecnología
que identifica la tos también podría identificar las risas. Si las
corporaciones y los gobiernos comienzan a recolectar nuestros datos
biométricos en masa, pueden llegar a conocer mucho mejor que
nosotros mismos, y no solo pueden predecir nuestros sentimientos sino
también manipularlos y vender lo que quieran, ya sea un producto o un
político El monitoreo biométrico haría que las tácticas de piratería de
datos de Cambridge Analytica parecieran algo de la Edad de Piedra.
Imagine una Corea del Norte en 2030, cuando cada ciudadano tiene
que usar un brazalete biométrico las 24 horas del día. Si escuchas un
discurso del Gran Líder y el brazalete recoge los signos reveladores de ira,
estás listo”87.
En el mundo en que vivimos, nos recuerda Harari, “las medidas
temporales tienen la desagradable costumbre de durar emergencias,
especialmente porque siempre hay una nueva emergencia al acecho
en el horizonte”88. Hay situaciones de emergencia que se prolongan
interminablemente y, en algunos casos, nunca se levantan. Transitamos
así, de un “capitalismo de desastres” (Naomi Klein), que es la etapa
neoliberal, que está llegando a su fin, a un “capitalismo de vigilancia”
(Byung – Chul Han) o “capitalismo de emergencias” (Yuval Noah Harari),
basado en el uso de la tecnología digital y el big data y la recurrencia de
desastres naturales -terremotos, inundaciones, lluvias, incendios forestales,
pandemias, etc.- que hacen que la población viva en permanente riesgo
e inseguridad.
Llegado a este punto, estamos de nuevo frente a una “teoría de
conspiración” que tiene base en los avances que registran las tecnologías
de la información y el big data y en la desconfianza y la falta de liderazgo
que hay a nivel internacional. Harari considera que el riesgo existe, pero
no es algo que no se pueda evitar si dejamos el “aislamiento nacionalista”
y aposamos por la “solidaridad global”. “Tanto la epidemia como la crisis
económica resultante son problemas mundiales. Solo se pueden resolver
de manera efectiva mediante la cooperación global”89. Harari propone
la formulación de un “Plan Global”, en el que los países involucrados
compartan información abiertamente y puedan confiar en los datos que
le sean compartidos. Eso pasa también por compartir experiencias
valiosas, apoyar con personal calificado a los países que requieran ese
tipo de ayuda, entre otras medidas. Tenemos entonces que tomar una
87Ibid.
88Ibid.
89Ibid.
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decisión, no sólo sobre el COVID – 19, sino sobre la Sociedad - Mundo en
la que vamos a vivir en los siguientes años y décadas.
“La humanidad necesita tomar una decisión. ¿Grabar el camino de la
desunión, o adoptar el camino de la solidaridad global? Si elegimos la
desunión, esto no solo prolongará la crisis, sino que probablemente
tendrán lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Si elegimos la
solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus, sino
contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar a la
humanidad en el siglo XXI”90.
Esta decisión, sin duda, es importante, pero no depende únicamente de
los Estados o gobiernos, cuyo diseño y función también tienen que ser
revisados en el marco del Sistema – Mundo que está emergiendo. El
problema no sólo es político, sino también formativo, educativo. Tiene
que ver con la forma como estamos educando a nuestros niños, a las
nuevas generaciones. ¿Es pertinente la educación que se viene
impartiendo actualmente en nuestras escuelas? ¿Lo que aprenden los
estudiantes en la actualidad es útil para que puedan desarrollarse en el
Sistema – Mundo en les va a tocar vivir? ¿Lo mismo que aprendían antes
los estudiantes lo van a aprender por vía virtual? ¿Solo se trata de cambiar
el medio (el aula por la computadora)? El educador Francesco Tonucci
responde a estas preguntas en los siguientes términos:
“La contradicción que yo encuentro es que la escuela quiere demostrar
que se puede seguir como antes y sigue siendo una institución de clases
y deberes, donde lo único que se modificó fue el medio: en lugar de ser
presencial, se hace de forma virtual. Ahí aparecen preguntas como si se
puede estar tantas horas seguidas frente a la pantalla, si todos los niños
son capaces de hacer los deberes de esa forma o si tienen la tecnología
adecuada para ello. Pero desde mi punto de vista, la pregunta más
importante es si es posible hacer lo mismo de siempre, cuando todas las
condiciones han cambiado. Albert Einstein solía decir: "Si tienes deseos de
cambio, no puede seguir haciendo lo mismo". También decía que las crisis
pueden ser una gran oportunidad para las personas y los países, porque
conllevan cambios. Si la escuela estaba contenta y satisfecha acerca de
cómo funcionaba, entiendo que buscará seguir igual. Pero, desde mi
mirada, ya no funcionaba antes, porque, muchas veces, es una
institución que se hace a pesar de los alumnos: todo se decide desde
afuera y sin tenerlos en cuenta”91.
90Ibid.
91María Ayuso. “Si el virus cambio todo, la escuela no puede seguir igual”. Entrevista a
Francesco Tonucci. La Nación: 21 / 04 / 2020. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/comunidad/francesco-tonucci-si-virus-cambio-todo-
escuela-
nid2356227?fbclid=IwAR3YXQ3PowG616MQNDfKLuESSK2UXFfs0RqWD69fO2Nozc17ju3N6
ZdLrt8
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Lima – Perú, 2020.
La escuela, tal como existe en la actualidad, ha terminado por invisibilizar
a los estudiantes, en sus inquietudes, demandas y problemas que afectan
su desarrollo. Los programas y textos educativos, en su mayor parte, nos
hablan de un mundo que ya no existe. Hay muchos problemas
emergentes que afectan la vida de los estudiantes, en su paso por la
escuela, que tampoco se desarrollan en clase. Conceptos como
“prevención”, “riesgo”, “gestión de riesgos”, “resiliencia”, etc., están
ausentes del discurso educativo. Los problemas que afectan a los
estudiantes, en el mejor de los casos, se abordan en la “hora de tutoría”;
pero la “tutoría” es percibida como una hora más de clase… ¿Y la
“orientación educativa”? No existe.
Hace varias décadas, Edgard Morin viene planteando la necesidad de
“civilizar la Tierra”, “civilizar la nueva conciencia planetaria”, en el marco
de una propuesta integral, que permita relacionarnos con el mundo de
manera distinta a como lo venimos haciendo en el mundo actual. Frente
al saber parcelado, especializado, que aísla el objeto de estudio de su
contexto o entorno, propio del “paradigma de la simplicidad” de la
ciencia clásica, Morin propone educar en la complejidad de la vida,
atendiendo a las múltiples relaciones que mantiene el objeto con su
entorno. El objeto es “polirrelacional”. Sus elementos se definen por sus
características originales y en las interrelaciones en las que participan,
teniendo en cuenta la organización interna de la que forman parte y la
perspectiva del todo en la que se integran. Con motivo de la crisis del
COVID – 19, Morin escribió un artículo, titulado Lo que el coronavirus nos
está diciendo, en el que nos dice lo siguiente:
“…el virus nos revela lo que estaba oculto en las mentes
compartimentadas que se formaron en nuestros sistemas educativos,
mentes que eran dominantes entre las elites tecno-económicas-
financieras: la complejidad de nuestro mundo humano en la
interdependencia e intersolidaridad de la salud, lo económico, lo social
y todo lo humano y planetario. Esta interdependencia se manifiesta en
innumerables interacciones y retroalimentaciones entre los diversos
componentes de las sociedades y los individuos. Así pues, la perturbación
económica causada por la epidemia fomenta su propagación”92.
Sin duda, el COVID – 19 es un problema global, no sólo porque está
extendido por todo el planeta, sino porque “engloba” distintas
dimensiones de la vida social, que incluyen la salud, la educación, la
economía, el medio ambiente, la esfera individual, etc., aspectos que no
pueden ser abordados por separado y que requieren de una mirada
integral, “ecológica”, que no puede ser dejada de lado por la escuela,
de cara la sociedad que está emergiendo.
92Edgar Morin. Lo que el coronavirus nos está diciendo. Liberation: 12 / 03 / 2020.
Disponible e.: https://www.climaterra.org/post/lo-que-el-coronavirus-nos-est%C3%A1-
diciendo-por-edgar-morin
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“Tenemos una conciencia dividida en compartimentos estancos,
incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e inadecuada para enfrentar
de manera concreta los problemas del presente. Nuestros estudiantes no
aprenden a medirse con los grandes desafíos existenciales, tampoco con
la complejidad y la incertidumbre de una realidad en constante
mutación. Me parece importante prepararse para entender las
interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede provocar una crisis
económica que, a su vez, produce una crisis social y, por último,
existencia”93.
A la luz de lo señalado, existe un desfase entre la formación y educación
que están recibiendo las nuevas generaciones y el rol que juegan en el
mundo actual la tecnología digital y el big data. Esta brecha, que en rigor
es una brecha educativa y cultural, tiene que ser cubierta a la brevedad
posible. Y eso pasa por una reforma integral de la educación, que no se
reduce a la sustitución de la escuela por la teleducación que, como lo
ha recordado Morin, se trata de una medida excepcional, que no puede
sustituir en forma permanente la educación presencial.
“Se debe distinguir la excepcionalidad impuesta por el virus de las
condiciones normales. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el
contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental.
Solo un profesor que enseña con pasión puede influir realmente en la vida
de sus estudiantes. El papel de la enseñanza es sobre todo el de
problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas
capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde
la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad,
cultivando la reflexión crítica. Enseñar es una misión, como la que están
cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse
de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos94”.
Este es un problema clave a resolver, si queremos evitar que las
proyecciones que realiza Byung – Chul Han se hagan realidad en
occidente.
El debate europeo en torno a este problema ha estado cargado de
suspicacia, antes que una valoración real de la situación. Giorgio
Agamben, por ejemplo, despotricó contra la cuarentena decretada por
el gobierno italiano, calificándola como “medidas de emergencia
frenéticas, irracionales y completamente infundadas para una supuesta
93Nuccio Ordine. “Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar
fraternidad entre los pueblos”. Entrevista a Edgard Morin. El País: 11 / 04 / 2020. Disponible
en: https://elpais.com/cultura/2020-04-11/edgar-morin-vivimos-en-un-mercado-
planetario-que-no-ha-sabido-suscitar-fraternidad-entre-los-pueblos.html
94Ibid.
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epidemia debida al virus corona”95. Para este autor, el COVID – 19 era
“una influenza normal” que se repite cada año. “Parecería que,
habiendo agotado el terrorismo como causa de las disposiciones de
excepción, la invención de una epidemia puede ofrecer el pretexto ideal
para extenderlas más allá de todos los límites”96. La respuesta no se hizo
esperar por parte de Jean – Luc Namcy97, Roberto Esposito98, Sergio
Benvenuto99, entre otros, que hicieron notar que no estábamos ante una
“influenza normal” y que las medidas de confinamiento, aunque duras,
eran necesarias. Agamben replicó enfilando contra la idea del
“distanciamiento social”, que implica una “limitación de las libertades”,
dentro y fuera del hogar, que conduce a una “degeneración de las
relaciones” entre los seres humanos. Esta medida, según este autor, va
más allá de lo sanitario y tiene un objetivo claramente político de
inmovilizar a la población.
“El otro hombre, quienquiera que sea, incluso un ser querido, no debe
acercarse o tocarse y debemos poner entre nosotros y él una distancia
que según algunos es de un metro, pero según las últimas sugerencias de
los llamados expertos debería ser de 4.5 metros (¡esos cincuenta
centímetros son interesantes!). Nuestro prójimo ha sido abolido. Es posible,
dada la inconsistencia ética de nuestros gobernantes, que estas
disposiciones se dicten en quienes las han tomado por el mismo temor
que pretenden provocar, pero es difícil no pensar que la situación que
crean es exactamente la que los que nos gobiernan han tratado de
realizar repetidamente: que las universidades y las escuelas se cierren de
una vez por todas y que las lecciones sólo se den en línea, que dejemos
de reunirnos y hablar por razones políticas o culturales y sólo
intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de lo posible las
máquinas sustituyan todo contacto —todo contagio— entre los seres
humanos”100.
95Giorgio Agamben. La invención de una epidemia (26 / 022 / 2020). Disponible en:
https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1327
96Ibid.
97Jean – Luc Nancy. Excepción viral. Antinome: 27 / 02 / 2020. Disponible en:
https://ficciondelarazon.org/2020/02/28/jean-luc-nancy-excepcion-viral/
98Roberto Esposito. Curado a ultranza. Diallektica: 28 / 02 / 2020. Disponible en:
https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-gobierno-la-
libertad-individual/#index5
99Sergio Benvenuto. Bienvenido a la reclusión. Diallektica: 02 / 03 / 2020. Disponible en:
https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-gobierno-la-
libertad-individual/#index6
100Giorgio Agamben. Contagio (11 / 03 / 2020). Disponible en:
https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1344
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En otro artículo, Agamben insistió en este tema, criticando el “estado de
emergencia perpetuo” y el “sacrificio de la libertad” por “razones de
seguridad”, que nos condenan a vivir en un permanente estado de
miedo y la inseguridad.
“Ha habido epidemias más graves en el pasado, pero a nadie se le había
ocurrido declarar por esto un estado de emergencia como el actual, que incluso
nos impide movernos. Los hombres se han acostumbrado tanto a vivir en
condiciones de crisis perpetua y de perpetua emergencia que no parecen darse
cuenta de que su vida se ha reducido a una condición puramente biológica y
ha perdido todas las dimensiones, no sólo sociales y políticas, sino también
humanas y afectivas. Una sociedad que vive en un estado de emergencia
perpetua no puede ser una sociedad libre. De hecho, vivimos en una sociedad
que ha sacrificado la libertad a las llamadas «razones de seguridad» y se ha
condenado por esto a vivir en un perpetuo estado de miedo e inseguridad”101.
Es interesante contrastar esta lectura de la pandemia con la que tienen
Byung – Chul Han y Yuval Noah Harari. Para estos autores, el riesgo contra
las libertades viene de fuera, desde el oriente, facilitado por la tecnología
digital y el big data y la eficacia que han tenido China y otros países de
la zona para controlar el COVID – 19. Para Agamben, por el contrario, el
riesgo es interno, tiene sus raíces en las viejas tradiciones autoritarias, y se
trata principalmente de un problema político que tiene por objetivo
inmovilizar y controlar a la población. Para Byung – Chul Han y Yuval Noah
Harari la cuarentena, el confinamiento, es totalmente innecesario,
porque la tecnología actual puede detectar a los contagiados en
cualquier punto en el que se encuentren. La gente puede moverse
“libremente”, aun cuando sabe que está siendo vigilada, “por su propio
bien”, para evitar ser contagiada. Agamben, por el contrario, enfila su
crítica contra la cuarentena y el “estado de emergencia perpetuo”, que
amenazan las libertades humanas.
Frente a estas posturas, Michel Wieviorka ha puesto paños fríos
destacando la “aceptación democrática” de la cuarentena, como
medida de excepción, para hacer frente a una situación de emergencia
sanitaria, que no cabe analizar dentro de la oposición democracia /
autoritarismo u oriente / occidente.
“Al forzar a la unidad nacional y a medidas que afectan a los derechos
humanos y la separación de poderes, la epidemia fomenta el
autoritarismo. Ahora bien, al contrario de lo que ocurre en las dictaduras,
esa situación suele ser democráticamente aceptada, por más que
algunas voces protesten, con razón, contra los abusos que pueden surgir
(…) La oposición entre democracia y autoritarismo no es suficiente para
explicar lo que distingue a países como China, Irán, Egipto, España,
101Giorgio Agamben. Aclaraciones. Dialektica: 17 / 03 / 2020. Disponible en:
https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-gobierno-la-
libertad-individual/#index10
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Francia, Italia o Corea del Sur en relación con su capacidad para
garantizar la seguridad y la salud. Por ello, merecen movilizarse otros
métodos explicativos”102.
Jürgen Habermas, en breves declaraciones sobre este tema, también se
ha referido a este problema. “Los expertos en ciencias sociales y
económicas deberían de ser muy cuidadosos en sus juicios y evitar dar
pronósticos imprudentes”103, ha señalado. En opinión de este autor, El
COVID – 19 es un fenómeno único, sin precedentes en la historia, cuyas
consecuencias son “completamente impredecibles”.
“Nuestras sociedades complejas permanentemente se enfrentan a
grandes inseguridades, pero éstas ocurren en forma local y no simultánea
y son procesadas, de manera discreta, en uno u otro subsistema de la
sociedad por los expertos responsables. Ahora, en cambio, la inseguridad
existencial es global y simultánea y opera incluso en la cabeza de los
propios individuos conectados en red. Cada individuo está siendo
informado sobre los riesgos porque el autoaislamiento del individuo es la
variable más importante para combatir la pandemia, teniendo en
cuenta que los sistemas de salud están saturados. La incertidumbre se
refiere no sólo a la lucha contra la pandemia, sino también a las
consecuencias económicas y sociales que son completamente
impredecibles”104.
Para Habermas, en estos momentos no hay ningún experto que pueda
conocer las consecuencias que el COVID – 19 va a tener en el futuro.
Cualquier opinión que se formule en ese sentido opera en el terreno de
la especulación. Es mejor concentrarse en resolver la emergencia,
controlar el avance del COVID – 19 y luego evaluar las consecuencias y
extraer las lecciones que nos deja para la humanidad.
Independientemente de cuál sea el curso que tomen los
acontecimientos, se abre una nueva etapa en la historia de la
humanidad. En este punto, a modo de cierre, conviene volver a
Wallerstein, que, en su último artículo, publicado el 1 de setiembre de
2019, días antes de fallecer, nos dice que hay una “probabilidad 50 - 50”
102Michel Wieviorka. ¿Democracia frente a autoritarismo? La Vanguardia: 24 / 03 / 2020.
Disponible en:
https://www.lavanguardia.com/internacional/20200324/4874162282/democracia-
frente-a-autoritarismo.html
103Jurgen Habermas. “Nunca ha habido tanto conocimiento sobre nuestra ignorancia,
ni la presión para actuar y vivir en medio de tanta incertidumbre”. Disponible en:
https://habermas-rawls.blogspot.com/2020/04/interview-with-habermas-in-kolner-
stadt.html?fbclid=IwAR1-35DH8J1fNSL3jJiiF-
k25Kkvn_4XSv9ojBAyCYqE6WK7N7C0tqGMZIc [Traducción: AMG. Solo se han traducido
los párrafos que tienen relevancia para la presente publicación]
104Ibid.
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de que ocurra un “cambio transformador” y que, como siempre ocurre
en la historia, eso dependerá de lo que hagamos, a nivel individual y
colectivo, para lograrlo.
“He indicado en el pasado que pienso que hay una lucha crucial, que es
la lucha de clases, entendiendo clase en su sentido más amplio. Lo que
puedan hacer quienes vivan en el futuro es luchar consigo mismos para
que este cambio sí sea uno real. Sigo pensando, por tanto, que hay una
probabilidad de 50-50 de que ocurra un cambio transformador, pero sólo
50-50”105.
No hay nada que esté garantizado de por sí. El virus no hará las cosas por
nosotros. A la luz de lo ocurrido, se necesita de un “cambio
transformador”, a nivel global, pero es iluso pensar que ese cambio se
producirá de la noche a la mañana. Wallerstein nos decía que cuando
los sistemas funcionan normalmente el “determinismo estructural”
prevalece sobre el libre albedrío y la acción individual y colectiva.
Actualmente, sin embargo, se abre un periodo de cambio y de
transformación, periodo que tomará algunas décadas hasta que se
estabilice, en el que el factor libre albedrío cumplirá un rol fundamental.
En este marco, la acción individual y colectiva definirá el tipo de
sociedad que regirá en el Sistema – Mundo que está emergiendo. El
mundo del 2050 será lo que hagamos de él.
Epilogo
Para finalizar, es importante tener en cuenta que estamos ante una
situación inédita, distinta a las vividas anteriormente. El COVID – 19 ha
desencadenado una crisis mundial, no sólo por su alcance global, sino
por haber paralizado prácticamente a todo el planeta, confinando a
cientos de millones de familias en sus hogares, para evitar el contagio y
la propagación de la pandemia. El COVID – 19, sin embargo, es solo el
factor desencadenante, no el causante de la crisis. La crisis global que
estamos viviendo, en realidad, es consecuencia de una serie de factores
-violencia delictiva, crimen organizado, narcotráfico, minería ilegal,
lavado de activos, violencia de género, etc.- y de eventos catastróficos
-terremotos, calentamiento global, deforestación, contaminación de ríos
y mares, lluvias, inundaciones, incendios forestales, pandemias, etc.- que
se han ido acumulando en las últimas décadas, en todo el mundo,
configurando un “capitalismo de desastres” que han desembocado en
la crisis que estamos viviendo.
105Immanuel Wallerstein. Este es el fin, este es el comienzo. Disponible en:
https://billieparkernoticias.com/immanuel-wallerstein-este-es-el-fin-este-es-el-comienzo-
ultima-columna-en-la-jornada/
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Estamos frente a una crisis sistémica, que no se reduce a un problema
médico o de salud pública, sino que abarca todos los aspectos de la vida
social, que incluyen la política, la economía, la educación, el
medioambiente, etc., a nivel nacional y comunitario, y que tiene un
correlato individual diverso, que se manifiesta de diversas maneras. La
crisis, además de las pugnas por la hegemonía mundial entre los EE.UU. y
China, ha evidenciado una completa falta de liderazgo a nivel mundial
que, entre otras cosas, ha hecho que los países den una respuesta
fragmentada al problema, lo que tampoco ha impedido su rápida
propagación en los espacios nacionales. Los efectos de la pandemia, sin
embargo, van a pasar, con suerte, antes de fin de año o a principios del
año siguiente, dependiendo de qué tan rápido se obtenga la vacuna del
COVID - 19. La crisis, sin embargo, va a continuar y sus efectos en la
economía y en las condiciones de vida de la gente, sobre todo entre los
más pobres, son aún impredecibles.
Es evidente, a la luz de lo señalado, que estamos ante un cambio
sistémico, una transformación global, que nos conducirá a un Sistema –
Mundo distinto al actual, que es el que está emergiendo. Este cambio, sin
embargo, además de un liderazgo fuerte, requiere de nuevos actores,
actores globales y locales, que estén en capacidad de movilizar a la
mayoría de la población en torno a objetivos comunes, que den solución
-a nivel global y local- a los problemas que nos han conducido a la crisis
actual. Las condiciones estructurales están dadas, pero aún no se
visualizan los actores que hagan posible una transformación global. Estos
actores globales no existen aún. Sin embargo, está in crescendo la
capacidad de indignación en los diversos países y regiones del mundo.
La crisis desatada por el COVID – 19, entre otras cosas, está
contribuyendo a eso. El movimiento Stop 5G, activo en Europa y los
EE.UU., es un buen ejemplo de lo que se necesita hacer. Se trata, sin
embargo, de un caso puntual, que opera en torno a una demanda
específica. Los problemas globales requieren de soluciones globales que
provengan de actores glocales, que actúen a la vez global y localmente
y se legitimen en sus lugares de origen. En ese camino estamos.
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EPIDEMIAS Y SOCIEDAD*
Benjamín Marticorena
Lima: 23 / 03 / 2020
En el mundo antiguo
Las epidemias se han presentado con frecuencia en la historia de las
sociedades desde que el número de personas excedió un umbral
dependiente de factores tan diversos y complejos como el entorno
ambiental, la organización social (institucionalidad, normas,
conocimiento empírico y científico), los hábitos de higiene y la eficacia
del liderazgo de las élites. Debido a que estos factores están sometidos a
condiciones límite durante las guerras y los fenómenos naturales extremos
(terremotos, inundaciones, actividad volcánica, cambio climático), las
epidemias más graves han sucedido cuando estos otros hechos tenían
lugar. Calificadas de severas o de leves, según su letalidad y el grado de
desagregación social que engendran, numerosas epidemias están
reportadas en la literatura y en las publicaciones científicas.
Hace 24 siglos, durante la catastrófica guerra civil entre los griegos, se
presentó en Atenas una epidemia de peste bubónica, descrita por
Tucídides. El historiador refiere la destrucción material (cosechas
abandonadas, recesión del comercio, imposibilidad de defenderse a
plena capacidad frente a la ofensiva militar de los contrarios), pero
también y sobre todo a la reversión del orden moral en las personas y a
los severos desarreglos institucionales y sociales que iban con ella; en
particular, a la emergencia de la demagogia como una práctica
equívoca de liberación de tensiones, encarnada en líderes ocasionales,
a los que la población estuvo predispuesta a prestar atención.
La peste se había originado en Etiopía y seguido por Egipto, Libia y el
imperio persa, llegando a El Pireo, el puerto de Atenas, con las ratas en
las bodegas de los barcos mercantes. Además de describir los síntomas
de la enfermedad en los infectados, Tucídides ofrece este relato sobre el
*Agradecemos al autor el haber autorizado la publicación de este artículo en el
presente dossier.
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Lima – Perú, 2020.
deterioro social sobreviniente: “… la epidemia fue para la ciudad el
comienzo del mayor desprecio por las leyes. … (Nadie) tenía decisión
para pasar trabajos por lo que se consideraba una empresa noble,
pensando que no se sabía si perecería antes de lograrlo; sino que se tuvo
por noble y útil … lo que se consideraba provechoso para su consecución
de cualquier modo que fuera. Ningún respeto a los dioses ni ley humana
les detenía... Esta era la catástrofe que sobrevino a los atenienses que
estaban por ella en situación apurada, pues la población perecía dentro
de la ciudad y afuera la campiña era devastada (por la guerra).”
Con la perspectiva de la distancia de los hechos, los historiadores
posteriores han reconocido que esa guerra y la epidemia con la que se
inició fueron los momentos culminantes de la espléndida civilización
helénica; el inicio de su inexorable declinación.
En 1348, una epidemia de peste asoló Italia y toda Europa. En la
introducción a El Decamerón, escrita poco después de esa desgracia,
Giovanni Boccaccio escribe sobre... “Aquella pestífera mortandad
funesta y digna de llanto…. Y no valiendo contra ella ningún saber ni
providencia humana -como la limpieza de la ciudad de muchas
inmundicias, la prohibición de entrar en ella a los enfermos y los muchos
consejos dados para conservar la salubridad- al principio de la primavera
empezó horriblemente y de asombrosa manera a mostrar sus dolorosos
efectos… Y (semejante a cómo Tucídides describe el impacto
psicológico y moral de la epidemia en Atenas, 17 siglos antes) en tal
aflicción estaba deshecha y caída la autoridad de las leyes...
(considerando) lícito todo el mundo hacer lo que quisiere... Y no digamos
ya que un ciudadano esquivase al otro y que los parientes raras veces se
visitasen. Con tanto espanto había entrado esta tribulación en el pecho
de los hombres y de las mujeres que un hermano abandonaba al otro, y
muchas veces la mujer a su marido y, lo que era mayor cosa, que los
padres y las madres a sus hijos evitaban visitar y atender… Eran muchos
los que de esta vida pasaban a la otra sin testigos”. Con esta obra y las
de Dante y Petrarca nacieron el humanismo y el Renacimiento florentino,
un impetuoso movimiento de liberación de los espíritus para dejar atrás la
noche de la edad media.
Cerca de la mitad del s. XVII la peste regreso a Europa con los barcos
mercantes turcos, expandiéndose a todo el continente y matando a un
tercio del total de su población. A Londres – que por entonces tenía 400
mil habitantes - llegó en enero de 1665. El escritor Daniel Defoe
limitándose “a referir lo que presenció”, relata en su Diario del Año de la
Peste, el día a día de esa tragedia que en unos meses hizo perecer a
100,000 personas, mayoritariamente población de los distritos populares
de la ciudad, mientras que el rey y su corte se trasladaron a Oxford y se
salvaron. “Esto provocó rencillas y discordias, difamaciones y reproches”
y, en general, aprovechamiento vil de unos por otros y completa
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Lima – Perú, 2020.
desconsideración del semejante y, como en todos los desastres de estas
magnitudes, una exposición desnuda de la verdadera naturaleza de las
personas no sujetas al control (y a la represión) de las leyes y las
instituciones. El historiador inglés H. Turnbull refiere que Isaac Newton, que
entonces tenía 23 años y que, como muchas familias pudientes de
Londres, tenía un predio cómodo en el campo, se trasladó allí cuando la
peste amenazaba. Desde junio de 1665 hasta avanzado 1666: “…en su
quieta casa de campo trabajó en los principios de la gravitación y en los
procedimientos matemáticos para la manipulación adecuada de las
intensas dificultades matemáticas que esos principios involucraban;
trabajó también en el cálculo fluxional que (con breves diferencias de
nomenclatura) contenía todos los conceptos fundamentales del cálculo
infinitesimal que hoy empleamos universalmente.”106.
En referencia a esta peste, es más que sugerente que su ocurrencia
coincida con el despegue acelerado de la ciencia moderna, luego de
los sustantivos avances de los fundadores italianos y franceses del método
científico. La experiencia de la epidemia expandió el camino de la
ciencia y, de la mano con ella, la emergencia de la revolución industrial
en Inglaterra.
Las epidemias en el Perú
Siguiendo las crónicas de la Conquista y de otros historiadores del Perú,
Carlos Bustíos107 (a quien seguimos en la mayor parte de esta sección) ha
escrito que en el siglo XVI la población indígena reaccionó con horror
ante las desconocidas plagas que trajeron los españoles, cometiendo
suicidios, infanticidios y negativa a tener más hijos. Cieza de León y Juan
de Betanzos refieren que la epidemia de viruela que provocó la muerte
de Huayna Cápac108 mató a más de 200 mil personas. En ese siglo hubo,
entre muchas otras, 17 grandes epidemias de viruela, sarampión,
influenza, tifus exantemático y paperas, que diezmaron a la población
indígena. La mayor parte de la población andina pereció a causa de
ellas. Más tarde, en 1614, hubo una de difteria en el Cuzco y Potosí y en
1719 una de tifus en Arequipa y el Cusco, con 200,000 muertes. El año
siguiente (1720) apareció la Fiebre Amarilla con la llegada de barcos
guardacostas a los puertos del Pacífico sudamericano.
106Herbert Western Turnbull, The Great Mathematicians, p.136; en The World of
Mathematics, Volumen 1. Editorial James Newman, 1988.
107Cuatrocientos años de la Salud Pública en el Perú (1533 a 1933). Mariano Carlos Bustíos
Romaní. CONCYTEC – UNMSM (Fondo editorial), 2004.
108Que ocurrió hacia 1524, durante una campaña que el Inca hizo en territorios de la
actual Colombia, en una región cercana a la que poco antes habían visitado los
españoles.
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Durante la colonización de la selva, entre 1709 y 1737, se sucedieron
epidemias de viruela y sarampión que, llevadas por los evangelizadores
a esas regiones, dieron lugar a numerosas rebeliones de ashánincas y
otros pueblos nativos. Y poco después, en 1742, una larga rebelión
liderada por Juan Santos Atahualpa, un cuzqueño afincado esas
comunidades de la selva alta del centro del Perú.
Entre 1802 y 1805 tuvo lugar la última epidemia grave de viruela de los
tiempos coloniales, comparable en malignidad a las más graves de los
siglos anteriores. Los que morían eran principalmente indígenas
(Mendiburu. Diccionario Histórico Biográfico del Perú, 1931). La epidemia
llegó con los barcos de tráfico de esclavos africanos. En esa ocasión el
influyente Hipólito Unanue propuso la vacunación contra la viruela,
tratamiento recién descubierto, pero con mediana eficacia en sus
primeras aplicaciones. Se trataba de una inyección de fluido vacuno
infectado con una cepa de la viruela letal para las vacas, pero no para
las personas, procedimiento descubierto en Inglaterra por el inglés
Edward Jenner. Su aplicación en el Perú de esos años, atenuó el
desarrollo del germen, pero no lo suprimió. Una expedición de
vacunación jenneriana enviada a las colonias en América por España
tuvo más éxito. Cuando en enero del 1807 la misión dejó el país, había
vacunado a 200,000 personas.
Ciencia microbiológica y respuesta social en el Perú
En las últimas dos décadas del siglo XIX, el francés Louis Pasteur, con
métodos desarrollados por el alemán Robert Koch descubrió los microbios
responsables de diversas enfermedades y sus principales mecanismos de
transmisión. Siguiendo las evidencias de la vacunación jenneriana
concibió la idea de prevenir las enfermedades infeccionas mediante
vacunas preparadas con cepas atenuadas de los gérmenes de esas
enfermedades, estudiando las condiciones requeridas para disminuir su
virulencia. Esas investigaciones, especialmente la de rabia humana,
abrieron el camino para el desarrollo de las vacunas, impulsando el
progreso de la inmunología y de los medios de prevención de las
enfermedades.
En 1889, Ricardo Flores, un joven médico peruano formado en París
donde tenía lugar ese momento estelar de la historia de la medicina,
dictó en la Escuela de Medicina de la Universidad de San Marcos un curso
sobre microbiología y microscopía óptica109. Los más destacados
109Flores fue también el investigador que realizó los estudios hematológicos de Daniel
Carrión luego que éste se infectara con la bacteria de la verruga peruana, bacteria que
unos años más tarde sería identificada plenamente por Alberto Barton, entonces un
joven estudiante sanmarquino.
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Lima – Perú, 2020.
microbiólogos peruanos formados en el movimiento generado en esos
años y hasta 1930 fueron110 Alberto Barton, Oscar Hercelles y Manuel
Tamayo, habiéndose destacado también en esas investigaciones y en
otras, Julio Gastiaburú, Edmundo Escomel, Carlos Monge Medrano, Raúl
Rebagliati, Telémaco Battistini, Pedro Weiss y Alberto Hurtado. Marcos
Cueto publicó en 1997 el libro El Regreso de las Epidemias: Salud y
Sociedad en el Perú del siglo XX (IEP 1997), con un recuento crítico de las
epidemias de peste bubónica, fiebre amarilla, tifus, viruela, malaria y
cólera en el siglo XX peruano.
Una esperada oportunidad de cambio
No obstante, los trabajos pioneros de estos microbiólogos, inaugurando
una magnífica tradición científica para el país entre 1890 y 1930, el Perú
no logró consolidarla, por causas políticas y sociales que describen
minuciosamente los historiadores Marcos Cueto y Carlos Bustíos en sus
libros ya mencionados. Ningún gobierno peruano, comenzando por el de
Leguía, ha tenido la visión estratégica que tuvieron los de Brasil, Argentina
o Chile en su momento, para dar continuidad al importante avance
logrado por esos investigadores. En la década de 1920, la reorganización
de la política sanitaria, poniendo énfasis en el trabajo rutinario en el
campo de la salud pública, atrofió la investigación básica y quebró el
indispensable lazo entre esta y sus aplicaciones en la sociedad. Ningún
gobierno en los últimos cien años ha enmendado ese grave error, ni
facilitado deliberadamente el relanzamiento de la ciencia médica
peruana. Lo mejor de la que se produce en las últimas décadas es por el
apoyo de instituciones de otros países.
Las pestes permiten una renovación en los espíritus. Puede que estemos
ante la oportunidad de desembarazarnos de nuestra propia edad media
y construir una sociedad mejor que ésta. Marcos Cueto escribe que “Las
epidemias son crisis dramáticas que crean pavor y desolación, pero
también brindan oportunidades de cambio y de superación en los
individuos y en las sociedades”111.
110Marcos Cueto. Excelencia Científica en la Periferia Cap. IV; Pp 119 y sgts. GRADE-
CONCYTEC, 1989.
111Marcos Cueto. El regreso de las epidemias, Salud y sociedad en el Perú del siglo XX.
IEP, 1997.
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LA AGONÍA DE UNA ÉPOCA
Eduardo Arroyo Laguna*
CSP: 26 / 03 / 2020
La pandemia del coronavirus ha paralizado a la globalización neoliberal
hegemónica, que pasa de ser un modelo de puertas abiertas a terminar
acuartelada en las casas de la población mundial.
Su carácter imponente y olímpico es mellado por las limitaciones del libre
mercado, cuyas corporaciones transnacionales y empresas privadas
están más interesadas en hacer valer la ley de la ganancia y su bienestar
particulares. Retorna el Estado protector, el que frente a las pandemias y
miedos globales recupera su rol de asistencia al bien público. Es, por
tanto, el fin de las viejas seguridades y la conciencia de las
vulnerabilidades del modelo global, de su individualismo, egoísmo y
consumismo asfixiantes, permitiendo reflexionar sobre la importancia de
la fraternidad en esta hora que golpea al conjunto de la humanidad.
“Remar juntos” ha dicho el Papa Francisco en estos tiempos en que
debería primar la solidaridad.
La incertidumbre se generaliza, es decir, la imposibilidad de saber qué
pasará en el porvenir a partir del parteaguas que ha sido esta pandemia.
No sabemos si regresaremos al trabajo, si este se irá a la quiebra ante un
público quebrado que está gastando sus últimos ahorros en la
cuarentena familiar, clases medias que viven en la pobreza y un mundo
pobre que debe vivir de los subsidios estatales. Prefiguramos que las viejas
formas de vivir en sociedad cambiarán. Es la agonía de los viejos tiempos
y la inseguridad del presente y el futuro.
Nuestra época sigue en el cuadro recesivo abierto en el año 2008, en el
que las grandes empresas bancarias quebraron. No hemos vuelto a la
anterior productividad ni en EEUU ni en Europa manteniéndose una China
ralentizada y el sudeste asiático con los tigres y dragones a la vanguardia.
Es de suponer que la paralización planetaria actual acentuará la
recesión.
*Sociólogo y docente universitario. Decano Nacional del Colegio de Sociólogos del Perú.
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La civilización global de hiperconsumo entra en crisis con esta súbita
frenada así como sus manifestaciones (turismo, espectáculos artísticos,
farándula; campeonatos deportivos a escala planetaria, olimpiadas;
restaurantes, bares, cines, gimnasios, hoteles; escuelas, universidades,
etc).
Los viejos mitos de libertad, igualdad y fraternidad no han sido aplicados
en el mundo, de lo contrario no tendríamos los dantescos cuadros de
desigualdad social en los casos de salud, educación; pobreza crónica y
extrema; brechas de género, raciales, étnicas, etc. Toda una
modernidad basada en el mito del progreso, la utopía y fe en la razón
ilustrada se viene al suelo.
La especie humana ha demostrado ser sumamente irracional cayéndose
el viejo pensamiento aristotélico y el pensamiento helenístico en su
conjunto. Los miedos globales, el pánico reflejan el descontrol de la
población mientras la codicia sin freno movida por la sempiterna ley de
la ganancia de los consorcios internacionales está a la base de los
enfrentamientos de clases, desigualdades y destrucción del medio
ambiente.
Es tan fuerte el cataclismo que regresan los actores y axiomas repudiados
por este modelo: vuelve el Estado, retorna la inversión en la gente pobre
lo que no se acusa de populismo, trascienden las soluciones colectivas
ya no calificadas de socialistas.
LA CRISIS ESTRATÉGICA DE LA MODERNIDAD CAPITALISTA
La modernidad ha generado un alto desarrollo tecnológico basado en
la explotación de una clase sobre otra, ante la que Karl Marx y Federico
Engels plantearon cambiar las cosas desde las miras del proletariado (1).
Previo a ellos, maestros de la economía clásica como Adam Smith y
David Ricardo habían considerado que el motor de la sociedad humana
era la lucha de clases, solo que ellos defendían las miras burguesas.
La modernidad nace en una atmósfera preñada de agitación,
turbulencia, “…transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo
tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que
sabemos, todo lo que somos…En el siglo XX, los procesos sociales que dan
origen a esta vorágine, manteniéndola en un estado de perpetuo
devenir, han recibido el nombre de ‘modernización’…estos valores y
visiones llegaron a ser agrupados bajo el nombre de ‘modernismo’…” (2).
Sin embargo, pese a todos los adelantos tecnológicos de la era presente,
no se ha construido una civilización superior sino una destructiva del
cosmos, hiperconsumista, individualista, narcisista, presentista, cayendo
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los valores que irradiara la revolución francesa (libertad, igualdad,
fraternidad).
En estos tiempos de coronavirus, en las ciudades más prósperas según la
OCDE, sea París, Hong Kong, Santiago de Chile o New York, la
desigualdad social está a flor de piel generando grandes
manifestaciones en las que son los jóvenes y las mujeres los manifestantes
protagónicos. La historia mundial recuerda manifestaciones de dos
millones de mujeres y feministas en Santiago de Chile, la multitudinaria
este año en Madrid, así como la gran marcha ¡NI UNA MENOS! en el Perú
y la movilización del año pasado por el orgullo gay.
¿Qué fue de la libertad, igualdad y fraternidad? La globalización ha
acentuado las desigualdades privilegiando el asunto de la libertad y
dentro de las libertades la del mercado, no la libertad de expresión, de
movilización, de migración. El libre mercado solo favorece la libertad de
las corporaciones transnacionales y empresas privadas, no la de los de
abajo que sienten la discriminación y no son iguales ante la ley aunque
la Declaración de Derechos Universales de Naciones Unidas diga lo
contrario. Hay conciencia a nivel mundial de las desigualdades y de las
imposibilidades de este modelo para acercar a los seres humanos.
¿Hay entonces algo en la naturaleza humana que impide
el vivir en común?
Ya Thomas Hobbes, más bien monárquico, en 1651 anunciaba en su
Leviatán los horrores e irracionalidad de la especie humana. Dirá que
donde haya humanos habrá rencillas, envidia, competencia, guerras. No
sólo refuta ese axioma que procede de la antigüedad helena y es
repetido por todos de que el ser humano es un animal nacido con
disposiciones naturales para vivir en sociedad sino que plantea que “…los
hombres no derivan placer alguno (sino antes bien, considerable pesar)
de estar juntos allí donde no hay poder de imponer respeto a todos
ellos…Así pues, encontramos tres causas principales de riña en la
naturaleza del hombre. Primero, competición; segundo, inseguridad;
tercero, gloria…El único modo de erigir un poder común capaz de
defenderlos de la invasión extranjera y las injurias de unos a otros…es
conferir todo su poder y fuerza a un hombre, o a una asamblea de
hombres, que pueda reducir todas sus voluntades, por pluralidad de
voces, a una voluntad… Esta es la generación de ese gran LEVIATÁN o
más bien (por hablar con mayor reverencia) de ese Dios Mortal a quien
debemos, bajo el Dios Inmortal, nuestra paz y defensa. Pues mediante
esta autoridad concedida por cada individuo particular en la
república…resulta capacitado para formar las voluntades de todos…a
los fines de que pueda usar la fuerza y los medios de todos ellos, según
considere oportuno, para su paz y defensa común…” (3).
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Según Hobbes, la naturaleza humana estaba destinada al conflicto
mientras Rousseau sostenía que el mal procede de la acción que el ser
humano ejerce sobre la naturaleza humana. Para el primero, se requerirá
de un Estado fuerte que modere las ambiciones de los seres humanos
mientras el segundo acentuará la fuerza del hábito, las costumbres, la
pedagogía, que llegue a establecer un contrato social que haga viable
la vida en sociedad.
La propia revolución francesa y la modernidad que anuncia instaura
grandes avances ideológicos, es un parteaguas con el feudalismo
monárquico y augura el advenimiento del capitalismo de gran
envergadura pero no considera la situación de los esclavos y las mujeres.
De ahí que muera guillotinada Olimpe de Gouges, quien se atreviera a
redactar una constitución alternativa en la que sí se consideraban los
derechos de las mujeres y en que una mujer como Mary Wollstonecraft
se enfrentara ideológicamente con Rousseau porque este intelectual
relegara a éstas últimas a la escena doméstica. Así y todo, nos deja
interesantes notas sobre lo que consideraba los orígenes y fundamentos
de la desigualdad entre los hombres. No habla de seres humanos sino de
hombres asumiendo la caracterización de Aristóteles que asignaba al
hombre la categoría de Uno, lo absoluto y a la mujer la categoría de lo
Otro, el complemento.
Rousseau nos dice al tratar de entender si las desigualdades entre los
seres humanos se acreditaban por la ley natural que “…Si seguimos el
progreso de la desigualdad a través de las distintas revoluciones,
encontramos que el establecimiento de la ley y del derecho de
propiedad constituyó su primer término; la institución de la magistratura,
el segundo; y el tercero y último fue el cambio del poder legítimo en
poder arbitrario… apenas están reunidos en una misma sociedad, porque
están obligados a compararse entre sí y a tomar en cuenta las diferencias
que observan en el trato continuo. Estas diferencias son de varias clases,
pero puesto que, en general, la riqueza, la nobleza o el rango, el poder y
el mérito personal son las principales distinciones por las que se mide la
sociedad, demostraría que el acuerdo o el conflicto entre semejantes
fuerzas es la señal más confiable de un Estado bien o mal constituido.
Mostraría que estas cuatro clases de desigualdad, dado que las
cualidades personales son el origen de todas las demás, la riqueza es la
última a la cual finalmente se reducen porque, al ser la más
inmediatamente útil al bienestar y la más fácil de comunicar, suele
utilizarse para comprar todo lo demás…Se colige de esta exposición que
la desigualdad es casi inexistente en el estado de naturaleza, que saca
su fuerza y su crecimiento del desarrollo de nuestras facultades y de los
progresos del espíritu humano, y que finalmente se vuelve estable y
legítima con el establecimiento de la propiedad y de las leyes…..la ley de
la naturaleza se opone a que un niño mande a un anciano, a que un
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imbécil guíe a un hombre sabio y a que un puñado de gente nade en lo
superfluo mientras la mayoría hambrienta carece de lo necesario” (4).
Rousseau llegará a percibir que los seres humanos pasarán a ser
dependientes de la tecnología de la modernidad capitalista y que la
industrialización depredaría a la naturaleza y, al hacerlo, corrompería y
degeneraría a la especie humana.
La modernidad abierta por la revolución inglesa (1760), la guerra
independentista norteamericana (1776), la revolución francesa (1789)
que anunciaban una civilización diferente y superior no fueron tanto y
asistimos al declive de esta civilización que bajo la égida del modelo
global, la ha llevado al clímax de su avance y destrucción a la vez.
Hoy el imperio estadounidense naufraga con Trump a la cabeza,
Bolsonaro en Brasil y el primer ministro italiano Salvino ha desaparecido de
la escena pública en una Italia que agoniza ante la actual pandemia
mientras China, Rusia y países del sudeste asiático (Singapur, Corea del
Sur) vienen superando esta epidemia. Asombra que en plena pandemia
y con una Europa muy infectada, lleguen sin mayores explicaciones
30,000 soldados estadounidenses a hacer maniobras con las tropas de la
OTAN. Rusia está advertida y sus fronteras cerradas con el ejército en
situación de alerta máxima. América, por su parte, participa dividida ante
la actual pandemia con países que entran en cuarentena y otros que se
niegan a hacerlo.
LA HERENCIA PASADA NOS DA BASES PARA UNA NUEVA CIVILIZACIÓN
Este modelo global data de la década del 90 del siglo XX y por tanto
cumple treinta años de ejecutoria. Es heredero de la gran época de
cambios que fueron los turbulentos años 60 del siglo XX de los que
proceden las redes informáticas, las primeras computadoras, una
sociedad virtual; una economía en red y una crítica al patriarcalismo y a
toda la cultura que conlleva esta concepción de la vida sometida a
fuego por las concepciones feministas, las ecologistas, las pacifistas, los
movimientos por la defensa de los derechos humanos; los movimientos
juveniles; las guerrillas; el movimiento negro, chicano, piel roja; la iglesia
católica y el Concilio Vaticano renovador con Juan XXIII y Paulo VI con
su encíclicas “De la vita humanae” y la “Populorum progressio”; el rock,
el amor libre, la psicodelia.
La globalización a partir del Consenso de Washington (1990) unió todo el
planeta, su espacio y su tiempo en uno solo, el espacio como un solo
mercado y el tiempo como único, no la hora que varía según las latitudes.
Nunca como ahora todos estamos en el mismo espacio y tiempo a la vez
y conectados en el tiempo real. Disfrutamos de los adelantos de la
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informática, cibernética, robótica, biogenética, nanotecnología, lo que
hace que la nuestra sea la especie humana más universal de todas.
Asentándose el proceso global, la sensación de bienestar que se abría
con la caída del modelo soviético de construcción del socialismo y la paz
que advenía (1985-1990) fueron rápidamente cortadas con la voladura
de las Torres Gemelas y la Guerra del Golfo (1991) y con desajustes
económicos en diferentes países, fuera en Japón, México, Argentina,
Brasil hasta la quiebra de la gran banca desregulada en el año 2008.
A treinta años de hegemonía del modelo global del sistema capitalista
crecen diversas crisis como la climática, hídrica, energética, alimenticia,
recesiva, financiera, de valores morales.
Las potencias imperiales luchan por el control del planeta declinando la
hegemonía de occidente (Atlántico norte) mientras insurge la fuerza del
Asia y la presencia cada vez más protagónica del Océano Pacífico. El
eurocentrismo declina ante nuevos enfoques para entender las cosas.
La guerra para controlar territorios y recursos (Irak, Afganistán, Libia, Siria)
de parte de las potencias ha generado un descomunal movimiento
migratorio. Hoy ante el belicismo, la exacción de recursos naturales, las
sequías, desertificación de suelos, millones de ciudadanos se desplazan
de sus lugares de origen y deambulan por Europa y Medio Oriente en
busca de un lugar en que radicar.
Ello genera miedos globales, la fobia a lo diverso culturalmente, lo
diferente racialmente, los sexos diversos, los géneros, la homofobia. Pese
a la xenofobia, el mestizaje se extiende por todo el planeta.
La guerra avanza al terreno digital. De ahí el 5G chino que supera el 4G
norteamericano y el 6G japonés, superior a todos. La guerra es digital,
quien controle la información mundial controlará al poder.
El incendio de bosques en Australia, el Amazonas, África nos retraen a la
crisis climática y el calentamiento global amenazador sobre el planeta.
Finalmente, la guerra epidemiológica del coronavirus, superior a las dos
guerras mundiales del siglo XX, llevan a toda la población mundial al
encierro en sus cubiles para no contaminarse. Estamos en la etapa de
pandemias, es decir que las epidemias se tornan planetarias y afectan a
todos por igual, de cualquier país, clase social, género, siendo los adultos
con enfermedades el sector social en mayor riesgo. Es un fiel reflejo del
nivel de contaminación de nuestro ambiente y se convierte en un
problema estratégico.
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Guerras militares por territorios y recursos, inmigrantes por todo el orbe y
xenofobia, guerras digitales y hoy pandemias globales nos permiten
concluir planteando que el mundo nuestro en su dinámica va quemando
etapas y, por tanto, no volverá a ser lo que era antes. El capitalismo que
se imponga será más democrático o más sanguinario dependiendo de
las correlaciones de fuerzas planetarias que se vertebren. Así lo ha
planteado el sociólogo Wallerstein: “Lo excepcional es la transición que
desde hace 30 años venimos viviendo, desde el sistema-mundo
capitalista hacia otra formación sociohistórica. A mi juicio podemos estar
seguros de que en 30 años no viviremos en el sistema-mundo capitalista.
En ese sentido, con la crisis coyuntural del capitalismo, converge una crisis
estructural, un declive histórico del sistema-mundo. En eso se distingue
esta fase de recesión económica mundial de otras anteriores: el nuevo
sistema social que salga de esta crisis será sustancialmente diferente. Si
evolucionará en un sentido democrático e igualitario o reaccionario y
violento es una cuestión política y por tanto abierta: depende del
resultado del conflicto entre lo que llamo “el espíritu de Davos” y el
“espíritu de Porto Alegre”. En otras palabras, de la inteligencia y el éxito
político de los movimientos antisistémicos” (5).
PROBABLEMENTE NO VOLVAMOS A LOS VIEJOS TIEMPOS
Los tiempos no volverán a ser los mismos, sobretodo porque las
pandemias serán incontrolables. Superaremos una pandemia y
caeremos en otra. Volveremos a nuestros trabajos y al cabo de algunos
meses se declarará una nueva cuarentena. Nada está dicho.
La globalización ha sido extravertida y nos ha acostumbrado a grandes
shows, farándula y consumismo. El tránsito abrupto al acuartelamiento sin
anestesia presenta una especie humana no preparada para una larga
cuarentena y la sana costumbre de la meditación. Hay muchas vidas
vacías y sin sentido. La globalización ha achatado la existencia, la
chabacaniza. Esta cuarentena ha demostrado a muchos la incapacidad
de estar a solas, de soportarse a sí mismos.
Hay una posibilidad de que la población busque más bien a sus gobiernos
nacionales más que un sistema hiperglobalizado. Es el tiempo de los
Estados nación actuales, los que saben convivir con lo global ya que lo
han hecho en estos últimos treinta años.
Asistimos al declinar de la globalización neoliberal y crisis estructural del
sistema capitalista. Difícil y arriesgado predecir el futuro cuando las aguas
están tan movidas. Los pobres, sin embargo, son los sectores más
afectados y las clases medias no las tienen seguras. Son tiempos en que
los Estados nacionales deben usar su ahorro para soportar la crisis. Por ser
un asunto global, salir de esta pandemia requiere de soluciones globales
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Lima – Perú, 2020.
en donde América Latina tiene mucho que decir dadas sus
potencialidades en recursos, población y modo conductual de ser.
Si bien habrá una contracción mundial recesiva, el mundo sabrá salir
adelante. La humanidad debe evaluar el papel de las corporaciones
transnacionales que han industrializado en base al fósil petróleo y han
destruido el medio ambiente. Ante la paralización de la industrialización,
el planeta se ha descontaminado. La especie humana aparece como la
más predadora en la historia del planeta. No se recordará otra especie
más sanguinaria y tanática.
De otro lado, otro sector de la humanidad rinde culto a la vida, a eros.
Allí la encíclica “LAUDATO SI”, del Papa Francisco, un excelente texto con
explicaciones sociológicas, geográficas, ecológicas, verdadero himno
llamando a cuidar nuestra casa a punto de ser liquidada por las fuerzas
tanáticas. En el culto a la creación, la juventud y las mujeres cumplen una
función central como lo han venido mostrando en sus movilizaciones.
Greta Thunberg es el emblema juvenil de lucha contra el cambio
climática, épica de nuestros tiempos.
Finalmente, hay que considerar que son tiempos en que Asia se perfila a
la vanguardia y aguarda su hora. Baste ver que es la región que mejor
controla la pandemia virológica mientras Europa está a la zaga, así como
EEUU y Latinoamérica reacciona dividida.
Agoniza una época y llegan tiempos diferentes.
Notas:
1) Marx Karl y Engels Federico, “Manifiesto del Partido Comunista”. 1848.
2) Berman Marshall, “Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de
la modernidad”. Siglo XXI de España Editores, S.A., Madrid, 1988, páginas 1-
5.
3) Hobbes Thomas, “LEVIATÁN 1”. Editorial La Página S.A., Editorial Losada S.A.,
Buenos Aires, 2003, páginas 126 a 164.
4) Rousseau Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la
desigualdad entre los hombres”. Traducción: Fabienne Bradu con prólogo
de Jesús Silva-Herzog Márquez. Gobierno Federal de México, Dirección
General de Publicaciones con el apoyo de Pro Helvetia, primera edición en
Cien del Mundo, 2012, páginas 93 a 95.
5) Wallerstein Immanuel, “El sistema que salga de la crisis será muy diferente”.
Entrevista de Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, Revista Diagonal. Reproducida en
“SOCIOLÓGICA” Nª 1, Revista del Colegio de Sociólogos del Perú, agosto de
2009, páginas 44-45.
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CAMINANTES, COVID - 19 Y ORGANIZACIONES SOCIALES DE
BASE
Pedro Pablo Ccopa*
CSP: 29 / 04 / 2020
Una amiga que trabaja en Tumbes, en una organización civil socorriendo
a hermanos venezolanos que salen en éxodo huyendo del hambre en su
país, me escribió alarmada y sorprendida al ver en nuestro país a los
caminantes provincianos que desesperadamente buscan dejar la
ciudad de Lima para retornar a sus pueblos de origen. Ellos también
huyen del hambre, pues la inamovilidad social los ha sorprendido.
privándolos de los trabajos temporales que tenían. “Así fue .. Así pasaban
caminando, con sus hijos y equipajes. Y muchos peruanos los veían pasar
como bichos raros. Ahora pasando lo mismo, sin comida y viviendo de la
solidaridad de la gente…”
Me cuenta que nunca pensó ver esta triste escena nuevamente y menos
en nuestro territorio, con protagonistas que son nuestros paisanos
provincianos. Caminando por las carreteras y rieles de tren. Unos hacia el
centro, otros hacia el norte y el sur: durmiendo en la intemperie por varios
días; viviendo de la solidaridad de algunas personas que venciendo el
miedo a posibles contagios los apoya. Y últimamente del humanitarismo
de algunos gobiernos locales.
Como a ella, este fenómeno nos sorprendió a todos. La Academia no
había registrado ese movimiento poblacional de las provincias hacia la
capital que se realiza temporalmente, en los meses de enero a marzo
cada año. Periodo de descanso del campo y de vacaciones estudiantil.
Por lo que jóvenes y niños migran a la ciudad a “recursearse” para
posteriormente retornar a sus pueblos. Los menos vienen a la capital a
vacacionar y por atención médica. Las instituciones del Estado y los
gobiernos regionales tampoco tienen registro de esos flujos migratorio
temporales, que de poco a poco hacen miles, como hemos podido
ahora comprobar.
*Sociólogo y docente universitario. Pas-Decano Nacional del Colegio de Sociólogos del
Perú
Colegio de Sociólogos del Perú. 95
Lima – Perú, 2020.
¿Se hubiera evitado este éxodo masivo? Probablemente sí. De existir para
el mundo oficial, es probable que hubieran sido considerados para recibir
el bono familiar (760 soles), que pudiera mantenerlos en la ciudad,
cumpliendo el aislamiento físico establecido por el gobierno en la lucha
contra la propagación del coronavirus. Resistieron un mes con el ahorro
logrado en la ciudad mediante los trabajos temporales; pero no pudieron
más. El hambre azuza, el extrañamiento también, sienten ser extranjeros
en estas tierras. Entre morir de hambre o morir de coronavirus, rompen el
confinamiento y masivamente marchan en un éxodo de hambre hacia
sus pueblos.
Los que sí sabían de estos migrantes internos temporales son los vecinos
de los barrios, las organizaciones sociales de base, las juntas de vecinos.
Ellos están informados de su población más que los censos oficiales. De
ahí se colige que esta guerra contra una pandemia tan peligrosa no
podemos dejarla solo en manos de los policías, fuerzas armadas y los
profesionales de la salud, sino que es tarea de todos.
Hay que recurrir a las organizaciones de base. En el Perú, son de larga
tradición organizativa. En algunos casos hay que reactivarlas, en otras
fortalecerlas, pues fueron mermadas durante la guerra interna y luego por
el neoliberalismo individualizante. Su eficacia está probada. Ahora
mismo, espontáneamente, la población se va organizado para conservar
la distancia física en algunos mercaditos de barrio donde existe tradición
comunitaria. En algunas provincias se van reactivando rondas que
castigan severamente a los que desacatan el aislamiento físico y el toque
de queda. En la selva, las poblaciones organizadas hacen guardia con
arcos y flechas evitando el paso de personas extrañas que puedan
trasladar el virus a su población. La Comunidad andina de Apurímac
organiza colectas de productos agrícolas de su zona para enviar a sus
paisanos confinados en la capital. Y evitar caminantes apurimeños.
En estas circunstancias hay que estudiar la manera de reabrir los
comedores populares, con ciertos protocolos sanitarios y supervisión
estatal para evitar las filtraciones. Sus efectos sociales en la lucha contra
el hambre y la desesperación en los sectores pobres serán
indudablemente efectivos. Por consiguiente, las organizaciones sociales
de base también deben ser tomados en cuenta para derrotar el terrible
Covid-19. Que nos acompañará durante mucho tiempo.
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Lima – Perú, 2020.
APUNTES PERSONALES EN TIEMPO DE CORONAVIRUS
Julio Chávez Achong112
CSP: 07 / 04 / 2020
1) Todo indica que el virus del SARS-CoV-2 (síndrome respiratorio agudo
severo coronavirus) que origina la enfermedad denominada COVID-
19, proviene de una transmisión de animales a los seres humanos. Una
vez más esta experiencia nos recuerda que el homo sapiens, con no
más de 150 mil años sobre la tierra, es parte de una larga evolución de
la vida en la que los microorganismos que nos preceden superan más
de 3 mil millones de años de evolución y adaptación. Algunos de ellos
son parte constitutiva de nuestros cuerpos y cumplen funciones
metabólicas, otros son amenazas que intentamos contrarrestar. Pero
la pandemia nos muestra también que el tipo de conexión de la
sociedad humana con la biosfera -de la que es parte- está
profundamente desequilibrado, no es una relación que abraza la vida
sino la muerte. Muchos virus nuevos que afectan a los humanos
provienen de la destrucción de la biodiversidad debido a la profunda
alteración de los hábitats naturales, ante la urbanización acelerada,
el desarrollo de actividades extractivas y productivas no sustentables
y el comercio de animales silvestres.
2) La actual pandemia mundial confirma que la globalización de los
problemas ha ido mucho más allá que la globalización de las
soluciones. ¿Por qué un virus potencialmente letal, pero previsible
desde hace tiempo, se difunde tan extendidamente? Porque las
grandes potencias que dominan el mundo, especialmente Estados
Unidos, Rusia y China, se encuentran en una carrera de armamentismo
nuclear, en una guerra tecnológica y comercial, haciendo alianzas
unilaterales y compitiendo entre sí por la supremacía e influencia en
112Profesor del departamento de Sociología Rural de la Universidad Nacional Agraria La
Molina. Miembro del Consejo Directivo del Colegio de Sociólogos del Perú. Investigador
socioambiental.
Nota: Estos apuntes fueron elaborados en la primera semana de abril, como
contribución a la redacción de un pronunciamiento del Consejo Directivo del CSP ante
la crisis del Coronavirus. Agradezco a Carmela Chávez Irigoyen por sus comentarios y
sugerencias al primer borrador.
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las regiones del mundo. No son poderes dirigidos al bienestar humano
y de la vida natural sino al control y aprovechamiento de ellos para
fortalecerse en su pugna. En algunos casos dicho poder está asociado
directamente al beneficio de grupos económicos capitalistas privados
y su acumulación y en otros, principalmente a los intereses del grupo
que controla omnímodamente el Estado. Las doctrinas políticas y
económicas pueden ser distintas entre las potencias, pero el
hegemonismo y el armamentismo los iguala. Ojalá que la nueva
conciencia mundial sobre la sustentabilidad ecológica y la vida sana,
reforzada por las reflexiones de estos días sobre el sentido de la vida
humana, contribuyan a poner de relieve la cooperación científica y
social por encima de los intereses económicos y de poder y a
aprovechar lo mejor de cada cultura para una verdadera comunidad
internacional solidaria.
3) El miedo a la autoridad en sociedades no democráticas, o la soberbia
imperial más preocupada en la pérdida económica de las empresas
que en la salud pública, en América Latina la conducta populista o la
personalidad sicópata de algunas gobernantes, han favorecido, por
inacción temprana, la difusión del virus. A la rápida propagación
mundial ha abonado una cultura moderna de consumismo de masas
y la dependencia psicológica al espectáculo.
4) Perú, a pesar de tener en estos momentos como activos un liderazgo
democrático y práctico desde el gobierno y una relativa solidez fiscal,
que han garantizado medidas ordenadas e inclusivas que buscan la
contención del virus, se encuentra en una mala posición para hacer
frente a la pandemia. Nuestro país arrastra la desigualdad
socioeconómica estructural, el empleo informal generalizado, la
pobreza y pobreza extrema en niveles inaceptables, la desconfianza
en la autoridad, la cultura de transgresión, la despreocupación
histórica por la salud pública que se observa en su precariedad y mala
distribución de los recursos físicos y tecnológicos (un problema
acentuado por las políticas neoliberales privatistas); por tener una
comunidad científica poco articulada y con escasos recursos, por la
ausencia de élites nacional y regionales comprometidas con una
moral de bien común, por la escasa empatía entre los ciudadanos y
ciudadanas, la violencia familiar y de género. A ello se agrega que
Perú ya tiene, por su mala condición sanitaria, sus propias epidemias
que no ha podido derrotar y que, por afectar a grupos sociales más
pobres o alejados del país, no han merecido la atención requerida de
los gobernantes. No es posible una solución médica que se sostenga
en el tiempo sin una transformación de las condiciones sociales
precarias.
El gobierno actual ha actuado con rapidez y compromiso real con la
salud de la población, pero se han revelado ausencias en su
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Lima – Perú, 2020.
estrategia y poca prolijidad de los ejecutores para aplicar sus medidas
prácticas urgentes que hubieran podido contener mejor el inicio de la
difusión del virus.
5) Existen iniciativas científicas y tecnológicas peruanas ante la
pandemia que son de mucho valor, pero no se observa una
institucionalidad académica nacional con capacidad de respuesta
común, quizá porque durante muchos años se estimuló más la
competencia por los créditos individuales y los símbolos de estatus que
la cooperación interdisciplinaria de cara a un mundo que exige un
tipo de desarrollo distinto.
6) A pesar de un breve momento caótico de “sálvese quien pueda” en
las ciudades, esto se ha contenido y se visibilizan reservas de
solidaridad entre los familiares y entre las personas. Hay más
disposición a aceptar un período de disciplina social y los grupos de
amistades enlazan a sus integrantes ayudando a sostener el ánimo e
intercambiar mensajes para la autoayuda. Las nuevas formas de
comunicación en redes permiten que la culinaria peruana, la música,
las expresiones de afecto, así como los ejercicios y la meditación
orientales, pueden acudir a la vida cotidiana para reforzar la salud
mental y, de alguna manera, restaurar el estado de ánimo expresado
en la conocida frase “sí se puede”. Esa solidaridad se expresa también
en aquellos sectores que siguen funcionando para que los otros
podamos sobrevivir: productores de alimentos (sobre todo de la
pequeña agricultura familiar), de limpieza, gestores de conectividad
y tecnología y, por supuesto, personal sanitario. Pero la ansiedad por
el mañana seguirá creciendo.
7) El desafío que se viene luego de este período de incierta temporalidad
es, precisamente, no volver a la normalidad anterior. En Perú,
transcurrida la etapa dolorosa que experimentamos, se trata de
canalizar los aprendizajes, reflexiones y revelaciones actuales, para
alcanzar una forma mejor de ordenar la vida social, haciendo todo lo
posible para reducir las desigualdades sociales extremas, dotarnos de
una salud (y educación) pública de excelencia, fomentar el valor de
la empatía y la actitud favorable al asociacionismo cívico, criticar la
idea de que el máximo valor personal es acumular dinero mediante
una competencia que gane a los demás, recolocar el mercado como
un ámbito social libre para las transacciones pero restringiendo su
poder de gobernar la vida en sociedad y la naturaleza. Estos desafíos
y la urgente y necesaria protección a las personas más vulnerables,
exige de todos nosotros y nosotras una mayor reflexividad.
8) Para legitimar la idea de un Estado con capacidad de hacer las
transformaciones que se requiere en democracia, es fundamental
vencer la corrupción. Pero la corrupción no es solo un problema de la
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política, de la administración pública, o de malas prácticas
empresariales; es también un asunto de la moral ciudadana tantos
años rebasada y tolerante ante la llamada “viveza criolla”, uno de
nuestros mayores males culturales.
9) Pensando en perspectiva, pero también por sus implicancias para el
presente, es errónea y peligrosa la norma que exime de
responsabilidad penal al personal de las Fuerzas Armadas y de la
Policía Nacional del Perú que, en el cumplimiento de sus funciones,
pudiera causar lesiones o muertes durante el estado de emergencia
ante el Coronavirus. Nadie debiera de eximirse de una investigación y
eventual denuncia por originar la muerte de otra persona. Para eso
existe el estado de derecho y en caso del uso legítimo de la violencia
estatal, deben ser las instancias jurisdiccionales (los jueces) quienes
determinen la responsabilidad penal de los actores, si la hubiera. Si
precisamente se quiere defender la vida ante la pandemia, mal se
hace en favorecer situaciones que faciliten que esta se pierda. En la
situación de tensión en que vivimos, ninguna situación de desorden
social originada en la desesperación o la indisciplina puede justificar
la muerte a manos del Estado y menos una educación cívica que
normalice el uso de la fuerza con inmunidad.
10) La sociología, en su lucha contra el biologismo y el evolucionismo fue
dejando de lado la construcción de una perspectiva sociológica que
pudiera entender las interacciones naturaleza-sociedad-cultura. Miró
de lejos la antropología de los pueblos originarios. De la misma manera
que otras disciplinas conceptualizaron los problemas ambientales del
capitalismo como externalidades de sus modelos de análisis, muchas
tradiciones sociológicas se adhirieron al antropocentrismo moderno.
En el siglo XXI, los visibles problemas derivados de la aceleración del
cambio climático por el calentamiento global de origen
antropocénico y la aparición de las nuevas enfermedades, exigen
reconsiderar radicalmente estas concepciones.
11) La sociología, como en general las ciencias sociales y la psicología,
deben ser consideradas como fuente de conocimiento y de acción
ante el problema que vivimos, por ello sus profesionales y especialistas
debieran ser convocadas por las autoridades en la lucha contra el
coronavirus. Que no haya contacto directo con la población para no
ser vectores de la epidemia no conlleva dejar de lado el conocimiento
acumulado acerca de la sociedad peruana, más aún si se trata de
considerar la multiplicidad de situaciones sociales y culturales que
exigen adaptar las directrices políticas a la heterogeneidad.
Se hace necesario que, junto al espacio operativo de la acción contra
el COVID-19, surjan espacios de diálogo de las autoridades con los
científicos sociales a fin de conocer y canalizar sus sugerencias. El
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Lima – Perú, 2020.
espacio social ahora restringido a la relación gobierno-familias debe
enriquecerse con la ayuda de plataformas virtuales de diálogo
multiactor y especializado.
12) La sociedad peruana ha resistido históricamente diversos problemas
que amenazaron su disolución. En muchos lugares del país, junto a las
respuestas familiares han existido y existen respuestas comunales ante
los riesgos y amenazas, especialmente en las zonas rurales y en la
Amazonía donde el Estado está ausente o su presencia es mínima. Esto
quiere decir que hay un saber individual y colectivo acumulado que
no debe estar pasivo. Las autoridades deben reconocer que se debe
crear mecanismos no solo para informarse y proteger a las personas a
través de indicadores prestablecidos de salud, sino para escuchar
sugerencias y experiencias de los pueblos ante las epidemias. Sería
muy importante que los medios de comunicación las difundan pues
provienen de la rica fuente de nuestra pluralidad cultural.
13) Las familias, los núcleos sociales basados en el parentesco y la
afectividad, añaden hoy a sus funciones ser el sostén de las medidas
primarias que garanticen la salud pública y la propia existencia. La
familia, unidad social invisible para las grandes variables
macroeconómicas del mercado, excepto para medir su capacidad
y tendencia de consumo, es la que resiste ante la amenaza; hasta
cierto punto se puede decir que las familias son hoy el país. Y, sin
embargo, al interior de las familias se reproduce muchas veces la
violencia social y de género dejando una huella psicológica profunda
en los hijos.
Junto con generar medidas de protección contra estas formas de
violencia y garantizar el abastecimiento de alimentos y medicinas, es
necesario que se reconozca el valor público de la familia y dentro de
ella debe hacerse visible a las mujeres como principales agentes del
cuidado de las personas, gestoras de alimentación y, en muchas
ocasiones, en situaciones de exclusión social. Esto implica también
que en el futuro se parta de la persona y de la familia para definir qué
se llama bienestar y qué debe entenderse por desarrollo. Para la
sociología esta opción implica interesarse con más determinación por
el estudio de lo cotidiano, de la persona y las relaciones de género.
14) El registro y sistematización de los acontecimientos actuales, del
comportamiento de los actores y de sus discursos, de la dinámica del
gobierno y del Estado y de la vida ordinaria, entre otros campos,
constituye una competencia acrecentada entre los sociólogos; si se
pone en práctica tendremos un gran fondo de saber para formular
propuestas de desarrollo, de investigación y de reforma política. Será
también un punto de apoyo para la educación escolar y superior,
además del fortalecimiento de otras áreas del quehacer sociológico.
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Lima – Perú, 2020.
15) Las sociólogas y los sociólogos podemos seguir cumpliendo una
función crítica y al mismo tiempo incorporar nuestras competencias
para hacer frente, en cada lugar en que nos encontremos, a la
pandemia del coronavirus, participando en los espacios de
deliberación y en la ejecución de políticas públicas. Asimismo,
podemos compartir los registros y sistematizaciones. El Colegio de
Sociólogos del Perú podría abrir en su plataforma virtual un espacio
para difundir los testimonios de los acontecimientos que, con una
perspectiva sociológica, procesan tanto los colegas asociados como
no asociados.
16) La crisis que vivimos es también una situación fértil para la discusión de
lo que esperamos sea una civilización humana de mayor calidad en
conexión con la naturaleza. Al mismo tiempo que nos asombramos al
ver que “todo se desvanece en el aire” (M. Berman) experimentamos
una sensación de que podemos construir algo nuevo y mejor.
Sabiendo que, como decía la filósofa moral Adela Cortina, la discusión
sobre los máximos morales orientados hacia una concepción de vida
buena permiten ampliar los mínimos de justicia que requiere una real
convivencia social que respete la humanidad de “los otros”, es
importante reflexionar sociológicamente sobre proyectos de vida
alternativos a estos que nos hicieron vulnerables a las pandemias, la
crisis ambiental, la desigualdad social y la violencia. Para ello el CSP
podría potenciar el espacio de las contribuciones personales y el
intercambio de opiniones en sus plataformas virtuales.
17) Bienvenida la solidaridad internacional y las políticas de colaboración
entre gobiernos, países y pueblos para hacer frente a la pandemia y
para apoyar a los ciudadanos que, encontrándose fuera de sus
lugares de residencia, necesitan todo el apoyo necesario que los
proteja del riesgo. Es de muy alto valor la labor y el sacrificio de los
profesionales y personal de salud que están en la primera fila de esta
batalla por la vida y la de las fuerzas del orden que garantizan la
disciplina social. Aceptemos y promovamos el reto del
distanciamiento social y la cuarentena, pero estemos atentos y
propositivos para que exista un plan más integral que incluya la
inteligencia social en el quehacer gubernamental y científico y, en el
futuro, para fortalecer las capacidades de nuestra institucionalidad
de ciencia y tecnología.
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PERÚ EN EL ESPEJO DE LA PANDEMIA CORONAVIRUS*
Rodrigo Montoya
Lamula.pe: 14/ 04 / 20202
Este 13 de abril 2020, en el segundo día de la cuarta semana de
cuarentena para tratar de impedir que el coronavirus se expanda y se
vuelva incontrolable, el número de infectados en el país es de 9,784, 2,200
más que ayer, con una tasa de 11.2 % del total de muestras hechas; el
número de fallecidos es de 216 número que va aumentando y representa
el 2.2 % del total de infectados, por debajo del estándar internacional;
hoy, tenemos 901 hospitalizados, que representan el 9.22% de los
infectados, de ellos 143 están en Unidades de Cuidados Intensivos con
respiradores mecánicos, que representan solo el 1.5 % del total de
infectados, menos de un tercio del estándar internacional. Por el
momento, el país solo cuenta con 505 camas de cuidados intensivos. El
presidente Vizcarra ha dicho que el equipo de gobierno que dirige el
combate contra el virus está relativamente optimista porque tal vez
estemos cerca del punto de inflexión que inicie un descenso en la
propagación del virus. Si esta tendencia se confirmase sería un alivio muy
grande.
Por otra parte, la realidad es muy preocupante: probablemente un 40 %
de la población ha quedado sin ingresos, los despidos están a la orden
del día, la ayuda económica del gobierno a parte de los pobres del país
tarda en llegar, cuatrocientas mil personas no han podido cobrar el bono
de 380 soles ofrecidos por el gobierno para los primeros quince días que
vencieron el 6 de abril. Millones de personas que trabajan en el día a día
tienen graves dificultades para alimentar a sus familias. Quince días más
de cuarentena, sin trabajar y ganar un sol no hará más que agravar este
gravísimo problema.
Antes de seguir adelante, quiero señalar que todas y todos tenemos el
deber de apoyar al gobierno para detener la flecha de afectados y
fallecidos, llegar al tope de la curva y ver si es posible -con algo de
*Fuente: https://rodrigomontoya.lamula.pe/2020/04/14/peru-en-el-espejo-de-la-
pandemia-coronavirus/rodrigomontoyar/
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Lima – Perú, 2020.
alegría, en medio de tanto dolor- que esa flecha cambie de rumbo y
comience a descender. Apoyar quiere decir, hacer el mayor esfuerzo
para no propagar el virus, no contagiar ni contagiarnos; ser solidarios
hasta donde podamos; seguir las normas que nos dan, aunque nos
remuerda que nos las den con inútiles tanques en la calle como si de una
guerra contra los malos se tratase, como si en los últimos cuarenta años
no hubiésemos aprendido algo sobre el ejercicio y defensa de nuestros
derechos, no solo del nosotros restringido para gente como uno -a
quienes nos parecemos- sino sobre todo para los diferentes, ellas y ellos
que tienen el color de la tierra, preciosa definición de los chiapanecos
zapatistas mexicanos en contraste con el malvado uso de las palabras
marrón y modesto, que siguen usando los millones de racistas que aún
viven en esta patria, suelo donde hemos nacido. Este apoyo significa
también borrar y no reenviar los mensajes racistas y estúpidos que brotan
de las alcantarillas donde se expresan y nutren las llamadas redes
sociales. Por su puesto, hay también mensajes y memes inteligentes y
críticos, pero representan una proporción muy pequeña. Finalmente, el
apoyo va acompañado del derecho de tener siempre presente nuestra
memoria para no olvidar los graves problemas pendientes y señalarlos
con firmeza y respeto. Tenemos también el deber de sugerir medidas que
podrían ser útiles. Con solo críticas, insultos y descalificaciones no iremos
a ninguna parte.
En el último mes, hay una producción extraordinaria en el mundo entero
para tratar de entender la pandemia y sus consecuencias. Una de las
tendencias más frecuentes es centrarse en la cuestión mundial con el
grado de generalidad que una perspectiva como esa supone y la
disponibilidad de datos de múltiples equipos de investigación y reflexión,
como el caso preciso de los informes diarios que produce un grupo de
investigación en la universidad John Hopkins de Estados Unidos. Ya son
muchos los libros que reúnen colecciones de artículos diversos y de
importancia desigual, como en Chile, Brasil o México. Son muchísimos los
grupos en cada país para reunir información de lo que ocurre en el día a
día con una mirada complementaria puesta en lo que está pasando en
el mundo. En mi caso, señalo mi deuda de gratitud con mi amigo el
economista y músico Roberto Wangeman, que poco a poco ha reunido
una selección muy grande de textos, acopiada colectivamente a través
del intercambio con un grupo de personas de distintos países. Además
de leer algunos de los textos ofrecidos en este intercambio, una
conversación de cuarenta minutos con él todas las noches ha sido de
extraordinaria utilidad para comentar los últimos datos ofrecidos en las
conferencias de prensa del presidente de la república de lo que pasa en
Perú y compartir nuestros temores, dudas, pequeñas convicciones y
esperanzas.
Este texto es fruto de mi reflexión personal sobre el Perú que aparece
transparente luego de la presencia del coronavirus el 6 de marzo y su
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rápida y peligrosísima expansión. Aunque no nos guste, el virus es como
un espejo aparecido de pronto, no buscado, en el que nos vemos como
somos, a pesar de muchos cambios. Presento en el texto, muy
brevemente, el carácter planetario del problema, la memoria peruana
que tenemos de epidemias y plagas, el drama de la desigualdad
profunda en el país, particularmente en los sectores de salud y
educación; los modos indígena y occidental criollos de mirar la relación
entre la vida y la muerte; la diferencia profunda entre el combate contra
el virus y la lucha por conseguir la clasificación de Perú al mundial de
fútbol y, finalmente, una propuesta con dos sugerencias para que el
gobierno modifique su deficiente e incompleto plan de ayuda a los
pobres del país.
Uno. El drama es planetario, con grave peligro para toda la especie
humana, sin embargo, se busca resolverlo solo a través de los Estados-
naciones. El virus salió de china en avión, fue luego a casi todos los
rincones del planeta, en buses, automóviles, caballos y también a pie,
arropado en las gargantas de los viajeros, amenazando a más de 200
países; sin embargo, la lucha en contra esa molécula es solo nacional sin
que hasta hoy haya sido tomada una decisión colectiva internacional
para sumar esfuerzos. El único indicio positivo y alentador ha sido hasta
ahora la generosidad del gobierno alemán para recibir pacientes
franceses graves en las unidades de cuidados intensivos de sus hospitales,
en contraste con la lucha entre Estados naciones para comprar con
precios al mejor postor muestras de análisis, respiradores mecánicos,
mascarillas especiales y otros equipos para proteger al personal médico.
Cada Estado nación trata de resolver su problema. Si se enfrentase el
peligro en bloque con todos los recursos que los países disponen no
tendríamos la tragedia que ya vivimos y no sabemos cómo ni cuándo
terminará.
Luego de su aparición en China y su paso por Corea, Singapur y
Shanghái, el coronavirus comenzó a golpear duramente a los países
europeos, luego a Estados Unidos, América latina, África, Australia y
Nueva Zelanda; hoy está en más de 200 países en los cuales se registran
dos millones de personas infectadas. Las cifras siguientes no podrían ser
más expresivas del gravísimo problema para la especie humana: el
número de muertos hoy, 13 de abril, es el siguiente: 23,000 en Estados
Unidos; 20,500 en Italia; 17,500 en España; 15,000 en Francia; 11,500 en
Inglaterra; Brasil ya pasó de 1,300. La detención brutal de las economías
de los Estados naciones lleva a numerosos economistas e intelectuales a
decir que la situación es gravísima y que una crisis como esta es la más
grave desde la gran depresión de 1930.
Dos. Memoria peruana sobre pestes, epidemias y pandemias
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La primera y más importante epidemia de toda nuestra historia, hasta
ahora, ha sido la de la viruela, que vino al territorio inca en 1526, seis años
antes de la llegada de Pizarro a Tumbes y Cajamarca. Los virus llegaron
probablemente con los comerciantes del reino de Chincha de regreso
de lo que es hoy la región de Guayaquil, en Ecuador, a donde habían
llegado desde Panamá en las primeras expediciones exploratorias de
Pizarro y Almagro. Hay dos grandes libros de historia sobre las epidemias
llegadas de España a los Andes y México: La catástrofe demográfica
andina, Perú 1520-1620 y La conquista biológica: las enfermedades en el
nuevo mundo 1492-1650, ambos del historiador Noble David Cook,
(Pontificia Universidad Católica del Perú, 2005, el primero y Siglo XXI
España, México y Argentina, 2010, el segundo). El colapso demográfico -
título en inglés del primer libro, 1981, tesis doctoral de historia, producido
entre 1520-1620- fue muy simple: la población inca, calculada para 1520
habría sido de diez a doce millones de habitantes según Cook; un siglo
después, quedaban solo 600 mil personas. El 94 % de la población
desapareció en ese siglo de horror por epidemias de viruela, y
posiblemente de gripe e influenza neumónica. Huayna Capac, el
histórico y mítico inca conquistador por excelencia, cayó en Quito,
víctima de la viruela junto con su hijo Nina Kuyuchi, el que hace mover al
fuego. Huáscar fue ungido en Cusco como el nuevo inca; Atahualpa no
aceptó y declaró la guerra a su hermano Huáscar, cuando los dos
hermanos -rompiendo la unidad del ejército- se enfrentaron a muerte,
llegaron Pizarro y Almagro. Por el traductor Felipillo que ellos prepararon
desde 1526, se enteraron de esa guerra civil y actuaron con astucia para
servirse de esa confrontación y destruir al ejército inca que luego de 1536
se refugió en las selvas de Vilcabamba, hasta la captura y asesinato
oficial de Tupac Amaru I, el último inca, en 1572. Probablemente no
sabremos nunca cuántas de las víctimas de ese colapso demográfico
murieron por las epidemias y cuántos por las espadas y arcabuces de los
españoles contra los soldados incas, por las lanzas y hondas de los propios
soldados incas entre ellos, y por la colaboración de los soldados incas en
favor de Pizarro o de Almagro.
Como la seriedad del historiador Cook y sus fuentes están fuera de toda
duda, las cifras que acabo de citar merecen una atención especial. Les
sugiero lectoras y lectores que hagamos juntos un esfuerzo de
imaginación: supongamos que un colapso demográfico parecido
ocurriese con la población peruana de hoy. ¿Cuáles serían la magnitud
y las huellas del dolor? Me cuesta encontrar las palabras para imaginar el
dolor de los pueblos indígenas peruanos en ese espantoso siglo de
epidemias y matanzas. Hoy, la realidad nos golpea y produce un dolor
extraordinario. La limeñísima tradición de preguntarse por el dolor andino,
sin buscar una respuesta, podría tener en ese colapso demográfico del
siglo XVI un buen punto de partida. Hay muchos otros, por supuesto; del
mismo modo que es también muy grande la alegría de nuestros pueblos
que conservan aún el viejo principio del trabajo-fiesta.
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La segunda es el recuerdo vivo de las huellas dejada por la última peste
del tifus en Puquio-Lucanas-sur de Ayacucho, alrededor de 1930 o 1935.
En 1975, en una jarana de música, en algún momento cantamos el
wayno Kuka kintucha-hojita redonda. Al final del primer verso (“Dicen,
hojita redonda de coca/ que tú sabes de mi suerte/ de cuánto lloré en
casa ajena/ de cuánto sufrí en tierra ajena”), escuchamos el llanto
incontenible de un puquiano residente en Lima que volvía a su tierra
después de mucho tiempo. No había bebido, detuvimos la música, lo
acompañamos en su dolor durante unos 30 minutos. Cuando se calmó
con el agüita de azar y los cuidados de la dueña de casa, nos pidió
perdón por haber interrumpido la fiesta con su imparable ataque de
nervios y llanto. Más tarde, me contó que en su infancia sufrió con la peste
del tifus. Su madre había sido contagiada pero él no; lo apartaron de ella
y la dejaron morir sin que le diese su bendición y sin que él pudiese darle
un beso de despedida. Su dolor tenía ya 45 años y no había aprendido a
contenerlo. Imaginen ustedes, amigas lectoras y lectores, cómo esta
historia es vivida y repetida en decenas y centenas de años.
Tenemos, además de las epidemias de viruela, malaria, fiebre amarilla,
tifus, otras como el dengue, la chikunguña, además de la hepatitis, en la
costa y principalmente en la Amazonía. La hepatitis, el dengue se pierden
y vuelven, dejando secuelas de dolor y tragedia.
Tres. Unas cifras sobre la desigualdad y un listado de personas reales que
están dentro de las cifras de C, D y E -que sirven para no hablar de las
clases sociales- que hoy, sufren por el virus que es una especie de inmenso
espejo que muestra descarnadamente la realidad en el que tendremos
que vernos, aunque no nos guste.
Desde hace casi cinco siglos, la desigualdad es en Perú nuestra divisa.
Tomás Piketty, el economista francés autor del libro El capital en el siglo
XXI, luego de un estudio histórico en los últimos dos siglos en más de una
veintena de importantes países capitalistas del mundo, sostiene que la
desigualdad es mayor porque crece más la renta del capital que los
ingresos y que la tendencia clara -hasta antes de la pandemia- era que
ese 1% acumularía más riqueza de la que ya tiene. Desde antes que
Piketty escribiese su libro ya sabíamos que el 1% de la población dispone
del 50 % de la riqueza en el mundo. Este hecho es decisivo para entender
la realidad social y política de América Latina y del mundo.
Al examinar la pandemia peruana en un video, el economista Pedro
Francke acaba de ofrecer tres cifras sobre la política del gobierno para
ayudar a las víctimas de la pandemia y sobre lo que recibe de
Presupuesto nacional peruano el ministerio de salud: los pobres recibirán
el 0.4 % de los doce puntos del Producto nacional bruto (cuarenta
centavos de cada 100 soles), a las medianas y pequeñas empresas les
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ofrecerá 300 millones de soles y a los bancos y grandes empresas treinta
mil millones de soles, (No es un error, treinta mil millones de soles, así de
simple); finalmente, el ministerio de salud recibe solo el 2.3 % del
presupuesto nacional (en Italia y España, más del 6%, y a pesar de eso,
han recibido un golpe muy duro. Dejo consignados estos datos, brutos y
duros, para volver después, en la última sección de este texto.
La enorme desigualdad entre peruanas y peruanos se gestó en los casi
200 años de república con un estado realmente existente; una nación
confundida con la patria-territorio, sin que se parezca a una comunidad
de intereses de todos los peruanos; de varias naciones pueblos-culturas-
etnias-lenguas-patrias, de veras existentes; y de una democracia,
igualmente ya existente pero incipiente. Como las peruanas y peruanos
no somos iguales, salvo en el sueño de la nación y la ilusión de las 13
constituciones, tenemos suertes distintas si somos parte de esos 8 de 32
millones de peruanos que vive el día a día, y si ese día no trabajan no
comen; de aquellos que viven arriba, muy arriba en los cerros escondidos
de los contrafuerte limeños, sin agua ni luz y para quienes el consejo de
lavarse las manos todo el tiempo es mucho más una ofensa que un
consejo, en brutal contraste con la abundancia en los cerros de las
casuarinas y zonas residenciales parecidas donde vive una pequeña
parte del 1 y 10 % del país que tiene parte de la economía y el poder real
en sus manos; de los quechuas y aymaras que viven en las tierras altas de
los Andes, peleando por la vida sin ahorros suficientes para soportar uno,
dos o tres meses de cuarentena militarizada; como los indígenas
amazónicos que salen de una vida autónoma y pasan a una pobreza
que no conocían ni quieren; de los pueblos costeños formados por
descendientes de moches, chimúes, tallanes, paracas, que hoy miran el
techo y el cielo para ver si encuentran una estrella de esperanza; de los
obreros de construcción y en pequeñas empresas que se quedaron sin
salarios o con un adelanto de vacaciones que sabe a despido, ya
formalmente planteado por la CONFIEP; de los artistas de la música, del
canto, del teatro, de la danza de tijeras y todas las danzas, que llevan tres
semanas con las voces apagadas y los corazones apretados; de las
madres solteras, casi un tercio de los hogares en Lima metropolitana,
fuera del cercado, que no saben ya qué milagros hacer para dar de
comer a sus hijos; de las trabajadoras del hogar; de cocineras y cocineros
de medianos y pequeños restaurantes sin reservas para soportar el cierre
de sus negocios; señoras costureras y sastres, de señoras y madres solteras,
que venden en las esquinas desayunos, lonches y mazamorras,
carretilleros de comidas, cebiches, anticuchos y dulces; de los taxistas y
choferes de buses y microbuses; de los pintores mal llamados de brocha
gorda, albañiles y peones, gasfiteros, llaveros, jardineros, wachimanes; de
los peluqueros y peluqueras, de los venezolanos que suman otro dolor al
que ya sufren, desaparecidos o convertidos en invisibles; y de otros,
hermanos desgraciadamente no de todos, a quienes no nombré en este
largo listado, les ruego me disculpen por el olvido.
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Cuatro. Salud y educación
El gobierno de Martín Vizcarra ha dado hasta su firme decisión para dirigir
y acompañar en el día a día al equipo médico que lucha contra el
tiempo para tratar que el virus nos haga el menor daño posible, pero le
tocó en suerte un poderoso enemigo que nadie imaginó que apareciese.
Obviamente, el ministerio de salud no estaba preparado para
combatirlo. Queda el camino de la improvisación, de las manos juntas,
de tratar de actuar corrigiendo errores y con un evidente voluntarismo.
Los sectores de salud y educación han seguido en los últimos 30 años un
mismo proceso de privatización y desdén por lo público. El número de
clínicas y universidades privadas voló por impensables alturas. Tenemos
ahora universidades-haciendas-chacras privadas, de gamonales que
actúan como dueños de haciendas y fincas. Tan grave fue la situación
que hasta la SUNEDU ha tenido que intervenir para cerrar una treintena.
Muchas clínicas privadas son igualmente lamentables, pero no hay
autoridad alguna que las cierre. Por la inversión privada multinacional y
nacional, las clínicas se reagrupan en corporaciones de dueños de
compañías de seguros y de inversores extranjeros múltiples, con la
contribución de las grandes empresas productoras de medicamentos y
farmacias. Los pacientes debemos aceptar que lo ideal es ir a una clínica
privada. La salud pública en hospitales tiene que atender a centenares
de miles de pacientes en condiciones cada vez más precarias porque las
partidas del ministerio son muy exiguas. El ideal de los médicos formados
en universidades públicas es llegar algún día a ser parte del staff de una
clínica grande, naturalmente también para los de universidades privadas.
Para tratar de lograrlo, entran a los hospitales considerados como buenos
y luego de una decena o veintena de años, los llaman de las clínicas y
¡bingo! Las clínicas no gastaron un sol en la formación de sus médicos.
Siguiendo el ejemplo del fútbol europeo, las universidades y hospitales
que son la cantera de formación, debieran exigir un pago equivalente a
lo que gastaron en formarlos. ¡Imaginar, como soñar, no cuesta nada!
En educación, por este proceso de privatización generalizada, la política
educativa promueve que los puestos de ministros y de encargados de
altas direcciones debiera estar en manos de economistas u otros
profesionales como sociólogos, luego de pasantías por muchos años en
la banca internacional y los organismos de cooperación internacional,
uno que otro doctorado también. Carece ya de importancia que los
ministros hayan sido alguna vez profesores de aula. Por eso, hemos
podido asistir al tristísimo espectáculo de constatar una vez más que hay
un número indeterminado de escuelas en las que no hay agua. Una
estadística como esta no aparece en el mercado. Con qué “lavarse las
manos todo el tiempo posible, 20 segundos cada vez”. También fue
tristísimo ver el esfuerzo de inventar en unos días cómo ocuparse de la
educación de los niños a distancia, allí donde está la realidad
descarnada de alumnas y alumnos sin luz en sus casas, tampoco
Colegio de Sociólogos del Perú. 109
Lima – Perú, 2020.
computadoras ni laptops. Solo algunas universidades privadas de lujo
están en condiciones de formar profesores y alumnos “on line”. La
experiencia guardada en la memoria de lo ganado en las escuelas de
Educación Bilingüe Intercultural, EBI, no sirve cuando se trata de privatizar
la educación no solo en la propiedad de las escuelas sino también dentro
de las escuelas públicas, a través de los contenidos, curriculums y
opciones pedagógicas.
Cinco. Mundos indígenas y occidental criollo y sus modos diferentes de
mirar la salud y la muerte
Como en los viejos tiempos, volvió a aparecer el centralismo de Lima, la
capital de reino y de ese modo de mirar el Perú confundido con Lima.
Viene a mi memoria una frase atribuida a Manuel Scorza: “Miraflores es
una isla rodeada por el Perú” que hasta ahora parece vigente. Bastó que
el coronavirus llegase al viejo departamento de Loreto, convertido por un
simple cambio de palabras en región, para que se veamos que allí los
servicios de salud pública siguen con las carencias de siempre y que el
virus ha llegado también a los pueblos indígenas. Si pues, Lima no es todo
el Perú. En las tierras altas de los Andes y en la Amazonía alta y baja, así
como en los desiertos y cerros poblados de las ciudades costeñas se
encuentran los indígenas y sus migrantes de tres generaciones, como
parte de los estratos más pobres y vulnerables del país. No son pocos,
estamos hablando de varios millones de personas de carne y hueso y no
simples cifras de cuadros estadísticos en los textos escritos por expertos
internacionales y nacionales en pobreza. En Lima, a unas cuadras del
palacio de gobierno, mal viven los migrantes shipibos. ¿Llega la ayuda
del gobierno a esos hermanos nuestros?
En 1975, fui a visitar en Puquio, a un migrante quechua de la comunidad
de Cabana (sur) que volvía del valle caliente de Nasca, gravemente
enfermo con el paludismo, trasmitido por un zancudo. Él esperaba seguir
su viaje para morir en su pueblo. Un paisano suyo, le preguntó en
quechua: “¿Cuándo crees que morirás?” “Tal vez en unos tres o días más,
pero antes quiero llegar a Cabana”, respondió. La pregunta y la
respuesta me dejaron una huella muy honda. A nadie en el mundo
occidental cristiano se le ocurriría hace esa pregunta, porque desde niños
nos enseñaron que no se habla de muerte con los enfermos. Por el relato
de ficción contado en el catecismo supimos que como consecuencia
del pecado original de Adán y Eva, dios los castigó, reservando el cielo-
paraíso como privilegio para los no pecadores o para los pecadores
arrepentidos, con una puerta de salvación: luego del juicio final, unos
podrían ir al cielo, otros a quemarse eternamente en los infiernos, del que
ni los versos cantados de San Gregorio podrían salvarlos.
Ha sido muy importante la contribución de la iglesia católica en ese gran
temor a la muerte por una supuesta culpa atribuida a Eva y Adán, dos
Colegio de Sociólogos del Perú. 110
Lima – Perú, 2020.
formidables personajes de ficción. Es cierto también que una buena parte
de los Homo sapiens, al margen de la iglesia católica, tienen miedo de la
muerte y que otros, como los quechuas herederos de la sociedad inca
creen que la muerte es el simple final de la vida. Como la vida viene de
los apus, nevados o cerros padres, quien muere, hace un largo camino
para volver a esas alturas y descansar en paz.
Seis. El combate contra el coronavirus tiene poco o nada que ver con la
clasificación de la selección peruana para el mundial de fútbol
Banderas flameando en algunos balcones de edificios en barrios medios
de Lima, principalmente, y algunas voces cantando el valse “Contigo
Perú” sin los gritos de gol, anunciaban en las dos semanas de la
cuarentena una especie de repetición de la euforia en tiempos de la
clasificación. No estamos jugando una serie de clasificación; todo el Perú
no espera corear un gol que nos haga llorar de alegría. La lamentable
participación del equipo en el mundial de Rusia, nos sacó de las nubes y
nos devolvió a parte de la realidad; hoy, el coronavirus encuentra a todos
los que nacimos en esta patria, tal como somos, profundamente
divididos, no solo por la desigualdad clásica entre pobres y ricos que
viene desde 1532, sino porque la oposición entre el nosotros de unos
pocos contra los otros de la mayoría del color de la tierra, descalificados
por tener el color marrón o modesto, vuelve a aparecer a pesar de ese
Perú aparentemente tan unido por los goles de Guerrero, y por los éxitos
de la gastronomía. Nos ninguneamos y choleamos como siempre, sin
medida ni clemencia. Guardé de las redes esta perla el 8 de abril: “al
peruano hay que agarrarlo a patadas para que entienda”. Se me ocurre
que esta es una de las posibles lecturas del absurdo show de sacar los
tanques a las calles, como en 1992 cuando Fujimori y el Comandante
general del ejército dieron un autogolpe para volver a una dictadura
más. Vimos las imágenes de un oficial del ejército cacheteando a un
adolescente, debidamente apoyado, luego, por su comandante
general. Otras perlas en las redes nos dividen en mitades: de un lado,
ciudadanos conscientes porque obedecemos las ordenes y, de otro, los
animales que no aprenden. Cuando el pueblo tiene hambre, en plena
cuarentena, Movistar repone en su canal seis un programa que nos
enseña cómo preparar un asado argentino con una picaña brasileña y
una cerveza de x marca que patrocina el programa. Esta ahí la histórica
esquizofrenia: un discurso sobre la unidad de los peruanos para vencer
en la batalla contra el coronavirus, al lado de una receta preciosa para
el 20 % de la población peruana y para que el resto mire, simplemente,
mire. La buena comida encerrada en una pantalla o en una vitrina. En
los cerros de los contrafuertes de Lima, un platito de arroz con papas,
gracias.
Como dice un viejo valse “Toda repetición es una ofensa…”. La alegría
por los goles del futbol cuenta poco o nada. ¿Dónde está la nación
Colegio de Sociólogos del Perú. 111
Lima – Perú, 2020.
peruana que muchos suponen que existe? Será más difícil encontrarla
cuando una pandemia nos muestra tan divididos como estábamos en
1821. Inventar una nación fue una tarea laboriosa en Francia, Inglaterra
y Alemania. Tratar de copiar el modelo en Perú fue un error que seguimos
pagando.
Siete. Una propuesta de dos puntos precisos.
Vuelvo sobre las dramáticas cifras recogidas y contextualizadas líneas
arriba en el punto tres. Se trata ahora de hacer una propuesta porque no
es suficiente criticar y ver pasar al virus y contar las víctimas como si la
muerte, el desempleo y el hambre no estuvieran ya aquí, a la vuelta de
la esquina. Escribí antes y lo repito ahora, estoy convencido que debemos
dar al gobierno todo el apoyo para enfrentar al virus, y que el número de
Unidades de Cuidados Intensivos, ventiladores mecánicos, médicos,
enfermeras, camas y medicamentos sean suficientes para que ninguno
de nuestros hermanos muera en casa o en la calle por no encontrar una
UCI disponible, y sea enterrado como un N.N sin el adiós de sus amores,
familiares y amigos. Agrego mi gratitud y admiración por todo el personal
médico de los hospitales: médicos, enfermeras, técnicos, auxiliares,
empleados de lavandería, cocina, empleados de administración,
guardianes, etc. Su sacrificio, incluida la muerte misma para ellas y ellos,
es simplemente extraordinario.
Intuyo que por lo menos 40% de la población ha perdido sus ingresos y,
tal vez un 50% de los asalariados en medianas y pequeñas empresas (que
ofrecen más empleo que las agrandes) habría perdido ya sus empleos.
Ya aparecerán las cifras más aproximadas para mostrar este problema.
La consecuencia de este golpe brutal en las últimas tres semanas es que
la necesidad de comer pasa a ser la prioridad uno. Si no se tiene dinero
y la ayuda oficial llega tarde, cuando llega, es insuficiente, y centenares
de millones de pobres no reciben nada. El paso siguiente es dramático y
ya está en el escenario: morir por el virus o por hambre. La frase está en
boca de miles de personas.
Los 760 soles en dos bonos previstos por el gobierno para tres semanas,
sirviéndose de listados incompletos que no están al día, que no incluyen
a miles de personas que necesitan ese apoyo, son simplemente
insuficientes, apenas un paliativo. Pasadas las tres semanas el gobierno
reconoce que por lo menos 400 mil beneficiarios de los bonos no los han
cobrado aún. Cobrar a través de los celulares se funda en una realidad
limeña parcial, existente apenas en provincias y nula allí donde no hay
bancos, peor aún si para cobrar un cheque es necesario ir a la capital de
la provincia y por la orden oficial todos debemos quedarnos en casa. Los
funcionarios del estado y los millenials debieran enterarse que en términos
de modernidad virtual Perú no es Estados Unidos ni Holanda.
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Lima – Perú, 2020.
¿Cómo serán las tres semanas siguientes para los que tienen poco o casi
nada? Agreguemos fríamente, ¿Cómo será el resto del año?, corriendo
el riesgo de señalar un plazo corto. Preocupado por ayudar a todos los
peruanos, el presidente Vizcarra anunció con gran generosidad una
ayuda de treinta mil millones de soles para las grandes empresas y bancos
del país, ofrecida por el Banco Central de Reserva con el aval del Estado.
Nada menos que el 12 % del PBI. Para los empresarios mucho, y para los
de abajo, poco o nada. La desigualdad no puede ser mayor. Muy poco
después del anuncio de este maravilloso regalo de Pascua, la CONFIEP,
el gremio de los grandes y medianos empresarios del país acaba de
informar que las empresas despedirán trabajadores sin esperar la
autorización del gobierno. Sin rubor alguno se habla ya de una
“suspensión perfecta”, otro nombre de un despido seguro por tres meses
y la promesa de un eventual regreso al trabajo “cuando todo vuelva a la
normalidad”. Forman parte de la CONFIEP los empresarios con las más
grandes fortunas del país (hasta tres mil millones de dólares), los dueños
de bancos, de clínicas, laboratorios, todos ellos y ellas clientes de
privilegio, directores de empresas. El dinero que reciban será distribuido
entre ellos y ellas, sin que el gobierno haya tenido la doble precaución
de exigir que la CONFIEP ponga de sus arcas el 50 % de ese monto, por
ejemplo, y que por ley se establezca explícitamente que ese dinero debe
ser devuelto en plazos consensuados con los intereses debidos, como
recomienda uno de los principios capitalistas, cuando ellos los
empresarios de la banca prestan, además, que de ninguna manera
puedan los empresarios pedir al gobierno condonar la deuda, y cerrarle
las puertas de entrada o regreso al viejo hábito de los empresarios para
no devolver los préstamos y de los gobernantes de perdonar las deudas
a sus amigos, clientes y / o benefactores en lo posible anónimos de sus
campañas electorales. Los banqueros Wiese, Picasso, Rupp y muchos
otros, se quedaron con centenas de millones de dólares de los rescates
recibidos y nunca los devolvieron.
Precisamente cuando el país comienza a vivir los primeros pasos de una
grave crisis, y luego de saber que los empresarios tendrán una ayuda de
treinta mil millones de soles, la CONFIEP decide anunciar despidos de
parte de sus trabajadores. Por esa doble, vía los empresarios esperan
convertir la crisis en una oportunidad para hacer buenos negocios y
ganar más dinero, siguiendo otro de los viejos principios del capitalismo.
Podríamos suponer que si todo les resulta bien, no devolver el préstamo
sería una tercera vía de un negocio redondo. Hay en este punto precio
un problema ético y una tragedia nacional. Más allá de sus discursos
sobre la necesidad de salvar al Perú y con el pleno olvido de su condición
de católicos apostólicos y romanos, estos grandes empresarios no ponen
un sol de su parte para salir de la crisis. Con las grandes ganancias en
estos últimos 30 años maravillosos para el capitalismo peruano, podrían
pagar tranquilamente salarios de sus trabajadores durante tres o cuatro
meses y asegurar la continuidad de la producción y la reproducción de
Colegio de Sociólogos del Perú. 113
Lima – Perú, 2020.
sus propios privilegios, pero nunca hicieron algo parecido y no veo por el
momento indicio alguno que lo hagan ahora. Tal vez estén salvando ya
su dinero fuera del país por los oscuros caminos de los bancos que
canalizaron los fondos de la corrupción brasileña, en vez de traerlo. Si
admitieran la posibilidad de que la tragedia que ahora sufre el pueblo,
podría acabar con la propia existencia de sus empresas, este sería el
momento de traer su dinero guardado fuera.
Debo extender esta reflexión que acabo de hacer sobre el papel de la
CONFIEP al conjunto de los peruanos porque todas y todos, unos más que
otros, actuamos defensivamente y hacemos lo posible para que las crisis
afecten a los otros y no a nosotros. En graves momentos como estos
deberíamos aprender que siendo solidarios con los otros nos protegemos
nosotros mismos, que además de lo que nos toca perder ayudemos a los
otros para que pierdan menos.
Mi primera propuesta es muy sencilla: que el gobierno ofrezca al pueblo
que queda sin trabajo y sin ingresos una ayuda económica mucho más
importante para estos quince días que vienen y los siguientes quince días
más; que sea directa y llegue a los que están al borde del hambre lo más
rápidamente posible. Lo importantes es tomar esa decisión política.
Implementarla lo más rápidamente posible, ya, ahora, y no esperar que
la gente no tenga para comer y se encuentre ante el drama de morir de
hambre o por el coronavirus. ¿Cómo llegar a ellos?
La segunda sugerencia es: así como el gobierno confía plenamente en
su equipo de combate médico contra el virus, sería fundamental que
para hacer llegar su apoyo más fuerte, rápido y directo al pueblo vuelva
los ojos sobre la realidad, no confíe tanto en los bonos bancarios porque
estamos lejos aún de esa ruta virtual, y admita que dar dinero a los
alcaldes para que ellos compren y repartan las canastas de víveres
municipales podría haber sido un error. Los alcaldes representan y
responden a sus propios intereses personales, a las pequeñas coaliciones
de intereses que apoyaron sus candidaturas, nada más. Creer que por
haber sido elegidos representan a sus pueblos es un grave error derivado
de la ficción de representación atribuido al voto. Los que sí representan
a sus pueblos son los dirigentes de las comunidades campesinas y nativas,
los dirigentes de las asociaciones de residente en Lima y otras ciudades
del país, las compañeras de los comedores populares y el vaso de leche.
Ellas y ellos saben muy bien quién necesita ayuda y quién no. Estas
organizaciones populares reales están en cada uno de los pueblos
jóvenes de las pampas y de los cerros de todas partes; así siguen
llamándolos hoy sus propios habitantes porque eso de conos o Lima de
aquí o de allá, son categorías ajenas; cuando aparecieron por primera
vez se les llamaba barriadas, luego cambiaron porque eso de pueblos
jóvenes “es más bonito” y “suena mejor”. Por supuesto que tienen razón.
Personas claves para llegar a esas organizaciones populares son los
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Lima – Perú, 2020.
artistas: danzantes de tijeras, arpistas, guitarristas, cantantes, bailarines de
todas las danzas del Perú, teniendo en cuenta que los artistas conocidos
nacionalmente forman parte de un grupo reducido: son muchos más los
artistas locales que están en las fiestas de todos los domingos de los
pueblos jóvenes y barrios populares. Se trata de un enorme desafío.
Para que el presidente Vizcarra tome las dos decisiones políticas que
acabo de sugerir, a pesar de lo sencillas que parecen, habrá
seguramente un conjunto de objeciones tanto dentro del gobierno, entre
los empresarios y la banca mundial que vigila día a día el fiel
cumplimiento de la ortodoxia de la economía capitalista mundial, como
entre los jefes acostumbrados a mandar que no confían en los pueblos
organizados, que temen a quienes no conocen porque no son parte de
sus clientelas y coaliciones de intereses particulares. Si el presidente
Vizcarra y su ministra de economía María Antonieta Alva tomasen estas
decisiones políticas tendrían un lugar fantástico en la historia del Perú.
Finalmente, como el coronavirus está en pleno proceso, es muy temprano
para sacar conclusiones, pero una aparece en el horizonte con mucha
fuerza: el capitalismo podría estar entrando en una crisis final. No porque
se le atribuya haber creado el virus, que es una tontería, sino por su
responsabilidad para no enfrentar el virus como debiera al privilegiar la
ayuda a las empresas y no a los pobres, y porque está destruyendo el
planeta.
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Lima – Perú, 2020.
AQUÍ TERMINA LIMA*
Rodrigo Montoya
Lamula.pe: 19/ 04 / 20202
Cerca de 200 personas, adultos, hombres y mujeres, jóvenes y niños
salieron de Lima caminando rumbo a Chosica en la tarde del lunes 13 de
abril. En un momento tan grave como el que vive Perú, esta marcha fue
un abierto desafío a la autoridad del gobierno que dio la orden a todos
los habitantes del país a quedarnos en casa, a que no salgan a las calles
dos personas juntas, y a pagar multas si lo hacemos o desobedecemos.
Se trataba de una clara provocación. Al ver las imágenes por televisión,
temí que el paso siguiente sería una represión dura de la policía y las
fuerzas armadas, de esas a las que estamos acostumbrados en los últimos
199 años de la República y su estado-nación. Felizmente, no hubo
represión. ¿Por qué?
No se trataba de manifestantes camino a una plaza pública para
protestar. Quienes iban a Chosica, tenían en común su deseo de irse de
Lima. No aguantaban más. Los 200 se multiplicaron y llegaron a más de
1,000 huancavelicanos; luego, centenares de pucallpinos, huanuqueños,
arequipeños, etc. optaron también por regresar a sus tierras caminando.
Es posible que el número se multiplique. Paralelamente, surgieron
numerosos grupos de personas que no pudieron volver a sus lugares de
origen en otras regiones del país porque el toque de queda decretado
por el gobierno el 16 de marzo los encontró en Lima, antes de volver.
Antes, cerca de 20,000 peruanos y peruanas quedaron en distintas
ciudades del mundo sin poder tomar sus vuelos de regreso. El gobierno
ya trajo a Lima a 10,000, recibiéndolos en hoteles, algunos de 5 estrellas,
por la cuarentena obligada para evitar nuevos contagios. Otros 10,000
están en listas de espera. Dentro de este contexto es posible entender
que los huancavelicanos que se iban de Lima por otras razones,
recibieron el apoyo del gobierno para que en coordinación con los
gobiernos regionales vuelvan en buses escoltados por policías y soldados,
*Fuente: https://rodrigomontoya.lamula.pe/2020/04/20/solo-queremos-volver-a-
casa/rodrigomontoyar/
Colegio de Sociólogos del Perú. 116
Lima – Perú, 2020.
con el compromiso de llegar a sus ciudades y comunidades de origen y
quedar en cuarentena hasta descartar si eran o no portadores del virus.
Las imágenes y fotos muestran que la mayoría de caminantes era joven
y tenía rostro andino. Ellas y ellos querían volver a Huancavelica. Uno de
ellos dijo que había venido a trabajar en Lima. En tiempos de lluvia –
noviembre-abril– hay más tiempo libre y es habitual ir a la costa a buscar
un trabajo por unas semanas un par de meses. Otros dijeron que se iban
porque no tenían qué comer. Huían del hambre de Lima y también del
virus de la muerte. Para ellos y ellas ser o no portadores del virus es lo
menos importante. ¿Quieren irse para siempre o solo por un tiempo hasta
que pase la pesadilla que viven? Es demasiado temprano para tener una
respuesta. Unas entrevistas en quechua y castellano hechas por un
antropólogo que se parece ellos y los tratan de igual a igual, habrían sido
muy útiles. En mi condición de persona mayor vulnerable, estoy
confinado y refugiado en casa, solo, con un horizonte incierto, pero
dispuesto a seguir tratando de entender nuestro dolido país y buscando
soluciones para cambiarlo.
Las razones para esa huida son probablemente muchas y contradictorias;
no las conoceremos hasta dentro de algún tiempo. Lo que cuenta es
señalar que estamos probablemente frente a un hecho, tal vez,
demasiado importante. Están pendientes varias tareas: observar
atentamente el proceso de este éxodo de nuevo tipo, sus distintas
acogidas, sus posibilidades de regreso a Lima; viajar a Huancavelica
grabadora y libreta de campo en mano; examinar los problemas con los
migrantes en sus asociaciones en Lima y con sus artistas que tienen el
olfato de sentir lo que viene con más rapidez que la razón occidental de
los estudios de las ciencias sociales; y seguir de cerca la improvisación
constante del gobierno, dentro de los límites de su buena voluntad.
Detengámonos en el título de este artículo: Aquí termina Lima. Lo tomé
de una caricatura que recibí a través del whatsapp.
Desafortunadamente, no sé quién la hizo y no puedo por eso citar su
nombre y agradecerle; se nota que no uno de los viajeros. La línea de
separación entre Lima y el resto del país anuncia la posibilidad de un
cambio importante, de una Lima que se va y de otra que viene.
Conocemos la Lima que se va, pero aún no sabemos nada de la Lima
que viene. Ha habido desde 1535 hasta ahora muchos grandes
momentos de cambio de la ciudad. No ofreceré el listado de todos, solo
de algunos. El primero es la transformación de un valle precioso con una
agricultura de riego, plenamente poblado, y con un millar de Huacas-
lugares sagrados en el que los cristianos españoles decidieron formar su
ciudad capital con ellos en un lado-encima y los esclavos-indios-debajo,
de otro; luego, la Lima enmurallada para defenderse de los cusqueños y
de los corsarios, bucaneros y piratas que amenazaban el puerto de
Callao; le siguió una Lima moderna sin murallas y grandes avenidas con
Colegio de Sociólogos del Perú. 117
Lima – Perú, 2020.
sus años de gloria en tiempos de Augusto B. Leguía. Vino después una
Lima con algunos distritos parecidos a los del primer mundo, llena de
barriadas y millones de migrantes mil oficios poblando todos los cerros y
arenales posibles. Si la pandemia fuera tan grave como parece, la
ciudad cambiaría para ser otra.
El verso del valse Lima de antaño, de Chabuca Granda: “Esta Lima que
se aleja/ y se pierde en el recuerdo/ es una señora bella de añejas
historias y misterios”, expresaba la pena y el dolor por la ciudad colonial
perdida, aquella del virrey Amat y Juniet, su Perricholi, y su escritor e
intelectual Ricardo Palma. No sé si alguien cantó el dolor de haber
perdido la Lima moderna de Leguía. ¿Sería posible que la Lima de señores
y falsos wiracochas descrita por Arguedas en su hermoso poema A
nuestro padre Túpac Amaru, himno-canción, inmediatamente anterior a
la Lima enrejada con cámaras de televisión y wachimanes para no dejar
entrar a indios, cholos, negros, o gentes de color marrón o modesto, esté
en el comienzo de su primer adiós?
Aquí termina Lima, podría significar el fin de aquel sueño cantado en el
valse El provinciano, de Laureano Martínez Smart: “Las locas ilusiones me
sacaron de mi pueblo/ abandoné mi casa para ver la capital/, como
recuerdo el día feliz, de mi partida…”. Si así fuera, la Lima del ska -ritmo
jamaiquino previo al reggae- Chicles, cigarrillos, caramelos, de Miki
González, contando la historia de los niños de barriadas trabajadores y
vendedores, y la canción chicha Casuarinas y esterinas, mostrando el
contraste entre cerros de unos y los arenales de otros, de Edilberto
Cuestas, pasarían a ser parte del pasado. Si fuera así, sería tal vez posible
un reencuentro, preanunciado en el wayno en quechua Cuando camino
por las calles de Lima: “Cuando camino por las calles de Lima/ y veo el
Cerro San Cristóbal/ recordando los cerros de mi pueblo/ recuerdo a mi
querida madre” /. ¿En qué me veré/ amando a una mujer de un pueblo
extraño? / me veré como la trucha del río/ que cuando el agua se seca/
solo le queda la muerte”.
Si se tratase del fin de un sueño, lo que aparece por el momento ausente
es el sueño que reemplace al anterior. En otras palabras, la desilusión
producida por un sueño incumplido podría no ser suficiente para suponer
que haya otro sueño alternativo. Sólo cuando el desmontaje de esta Lima
que conocemos esté terminando será posible ver o entrever las bases de
otro sueño posible.
Abandonar Lima, podría significar también admitir que la solidaridad
andina en los pueblos jóvenes y en los barrios populares de Lima no fue
suficiente para soportar el golpe de la pobreza extrema que la pandemia
no hizo sino develar. A los viajeros de regreso les queda la reciprocidad
del ayni -un día de trabajo por un día de trabajo, una carga de leña por
una carga de leña- y la minga -un día de trabajo por una comida, con
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Lima – Perú, 2020.
música, bebida y baila- entre familiares de un mismo ayllu o comunidad,
como el último recurso en las tierras altas, allí donde los retornantes sin
virus esperan llegar y ser bien recibidos. Ojalá que así sea.
En los días de dolor extremo, cuando la muerte aparece más cerca que
nunca, crujen y tambalean las estructuras sociales que soportan nuestras
vidas; podrían derrumbarse, pero los encargados de su cuidado tienen
muchos recursos para evitar que eso suceda.
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Lima – Perú, 2020.
“QUÉDESE EN CASA”, MANO DURA Y DEMOCRACIA *
Rodrigo Montoya
Lamula.pe: 14 / 05 / 20202
Al final del segundo mes de cuarentena, la evidencia morir de hambre o
por el virus, es transparente e indiscutible. No hay modo alguno de
esconderla. No pueden quedarse en sus casas quienes no tienen qué
comer. Salir y buscar qué ofrecer a sus hijos es fruto de una decisión
inevitable, sin que importe lo que crean y piensen los funcionarios del
gobierno y los dueños y agentes de los medios de comunicación que
critican la aparente falta de conciencia cívica de los malos peruanos. Si
solo se tratase de eso estaríamos en el mejor de los mundos, pero ocurre
que la pandemia nos mostró tal como somos con unas desigualdades
profundas. Son millones las personas que solo pueden comer el día en
que trabajan en uno más de los mil oficios.
En este artículo, invito a ustedes lectoras y lectores a una reflexión en
cuatro puntos: uno, sobre los mensajes-órdenes impuestos por el gobierno
y defendidos con extraordinaria voluntad y complicidad por los
empresarios en general y los dueños y funcionarios de los medios de
comunicación. Dos, las respuestas del pueblo en Lima y en el país y,
también, las contra respuestas. Tres. Las imágenes y visiones que se tienen
sobre el Perú: ¿hay un Perú o más Perúes?, ¿una Lima o varias Limas?
Finalmente, Cuatro: ¿en qué rincón de la realidad peruana golpeada por
la pandemia se encuentra la democracia?
Al borde de cumplir dos meses de emergencia-cuarentena y toque de
queda, el gobierno hace un esfuerzo evidente en hospitales de las zonas
más afectadas para evitar que el corona-virus se multiplique y siga
matando más a nuestros hermanos; pasar de 200 a 1,000 camas de
cuidados intensivos en uno o dos meses, es un ejemplo. Las grandes,
medianas y pequeñas empresas recibirán una nueva ayuda de 30 mil
millones de soles más, que sumados a los 30 mil millones de abril dan un
total de 60 mil millones. Se trata de una cifra extraordinaria. Nuevos bonos
*Fuente: https://rodrigomontoya.lamula.pe/2020/05/14/quedese-en-casa-mano-dura-y-
democracia/rodrigomontoyar/
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Lima – Perú, 2020.
de 760 soles para trabajadores independientes, para el sector agrario, y
otro llamado universal por la misma cantidad a 6,800 millones de familias,
consideradas pobres del país, cobrables a partir de la próxima semana,
serán una pequeña ayuda, a todas luces insuficiente para que quienes
la reciban puedan resistir el hecho brutal de haber quedado sin el trabajo
y el pan de cada día, de la noche a la mañana. Por las cifras, se trata de
un apoyo a manos llenas para los empresarios y a cuenta gotas, tarde y
mal, para la mayoría del pueblo peruano, el más golpeado por la
pandemia. Se repite el viejo orden de nuestra historia: la ayuda llega
primero a quienes menos necesitan y tarde (o nunca) a quiénes más la
requieren.
Uno. Consignas Quédese en casa, lávese las manos, compre una vez por
semana, cobre su bono en el banco, los alumnos no tendrán clases
presenciales, solo “on line”.
Quédese en casa, fue la primera consigna-orden que el gobierno trató
de imponer. Hoy, 14 de mayo, al final de la octava semana de
cuarentena, sigue siendo la consigna mayor, a pesar de las evidencias
que los medios de comunicación mostraron. Cuando uno abre un celular
Movistar como el mío, lo primero que aparece en pantalla es quédese en
casa. En páginas enteras en los diarios las empresas de todo tipo hacen
lo propio. Lo mismo ocurre con RPP que repite la consigna 24 horas al día.
Parecen preciosas las imágenes de familias unidas y amorosas en
departamentos modelos de Lima: papá, mamá e hijitos, todos juntos,
cada uno con su laptop, cocinando juntos una receta, jugando, y hasta
tocando el piano a cuatro manos. Los obedientes, se quedan en casa.
Pareciera que el mensaje fuese ¿por qué ustedes -los otros, los que tienen
el color de la tierra y no se parecen a ellos- no son obedientes? No podría
ser más fuerte el contraste con lo que ocurre en una choza de un cerro
de Lima en la que una joven madre soltera se queja de no haber recibido
alguno de los bonos anunciados o la canasta de alimentos
“Lávese las manos con agua y jabón durante 20 segundos”, y si no con
alcohol en gel, es un consejo que sabe a burla allí donde no hay agua,
menos tipo alguno de alcohol. “Compre una vez por semana” para no
repletar los mercados. Sería lo más fácil del mundo si se tuviera dinero
previsto para gastar en la semana, pero cuando se trabaja y vive en el
día a día, el consejo sabe a otra burla más. “Cobre su bono en el banco”,
así, a secas, como si todos los distritos del país tuviesen oficinas o cajeros
de bancos. Ahora, por las decenas de miles de personas urgidas para
recibir los 760 soles, los bancos se han convertidos en lugares de
contaminación después de los mercados y los buses de transporte
público.
“Los alumnos no tendrán clases presenciales en lo que queda del año,
serán todas on line”. Hay miles de profesores que no tienen laptops, y que
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Lima – Perú, 2020.
aun teniéndolas no disponen del entrenamiento necesario para dar
clases on line, hay centenares de escuelas que no tienen luz, millones de
alumnos que no tienen laptops. Este breve y descarnado listado de
carencias debiera ser suficiente para darnos cuenta que Perú, Holanda y
Estados Unidos, por ejemplo, no están en las mismas condiciones. Por un
acto de buena voluntad y desconocimiento de la realidad en que
vivimos, peruanas y peruanos seríamos iguales. Me decía, el Dr. Esteban
Zárate, un médico amigo de varias lunas¬: “la política de salud está
pensada como si el Perú fuera un país de talla única”. ¿Es Perú un país de
talla única?
Dos. Respuestas y contra respuestas
Podría bordear un 50% La proporción de peruanos y peruanas que no
están en condiciones de quedarse en casa, cuidarse y esperar que pase
la pandemia por la sencilla razón de que trabajan y viven el día a día
como los mil oficios que acompañaron al fantástico crecimiento de la
economía peruana de los últimos 30 años. Salir a buscar algo para dar de
comer a sus hijos es inevitable, peor aún si se trata de una madre de
familia soltera que forma parte del tercio de los hogares en los distritos
populares del norte, centro, sur y sur este de Lima.
En un brevísimo video que llegó a mi whatsap con la simple indicación
“reenviado”, un vecino de alguna ciudad que podría ser Lima, con su
mascarilla, saca de su casa una bolsa negra de basura y la deposita en
la vereda para que sea recogida después por el servicio municipal. Un
tanque lo sigue, apuntándole con su cañón para que vuelva
inmediatamente a casa y no se quede fuera un minuto más. El mensaje
es muy sencillo: nos vigilan, hay que obedecer, por las buenas o por las
malas. Que se cumpla el clamor de mano dura con los malos peruanos
que no cumplen los protocolos de la cuarentena. Unas semanas atrás, el
periodista Tola pidió en su columna del diario La República: “que salgan
los tanques”. Expresaba, el clamor de una buena parte de la opinión
pública que en tiempos de crisis apela a más mano dura. Ese mismo
espíritu viaja entre las redes con consejos-órdenes como “al peruano hay
que agarrarlo a patadas para que entienda”. La música de fondo es del
valse Contigo Perú, con el patriotismo exclusivo del fútbol que espera el
gol de Paolo Guerrero que nos haga saltar de alegría.
En el inconsciente colectivo de nosotros los peruanos aparece con
frecuencia un patrón de hacienda y un caudillo militar que mandan y
carajean, En la tradición consciente, se multiplican los coros de voces
que exigen mano dura, olvidando que toda nuestra historia está llena de
muchísimas y ¡cuán duras! si se toma en cuenta las decenas de miles de
muertos que produjeron desde tiempos de Huáscar-Atahualpa y Pizarro-
Almagro. Si tuviéramos una mayor conciencia democrática deberíamos
pedir que las manos duran se ablanden o, mejor, que desaparezcan.
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Lima – Perú, 2020.
Como broche de oro de este cíclico regreso al grito “que salgan los
tanques”, el almirante en retiro Jorge Montoya, en una visita-paseo de
dos días por los medios de comunicación, criticó la mano blanda del
gobierno en “la batalla contra el virus” y reclamó la mano dura y la
organización de las fuerzas armadas como recurso indispensable. De
paso, nos recordó que los militares serían “los salvadores” cuando la
patria está en peligro. Aparentemente, fue oído su clamor porque,
algunos días después, el ministro de defensa informó que el número de
policías y soldados se incrementará a 150 mil para controlar las calles del
país.
Como los peruanos nos dividimos por múltiples razones, frente a la
pandemia los “buenos” acatan y respetan las órdenes y los “malos”, no.
Obedientes, los buenos, con gran “cultura cívica”; desobedientes, los
malos, carentes de esa cultura cívica. Una imaginaria cultura cívica
presente y ausente entre peruanos esconde la profunda desigualdad
económica y cultural que nos separa.
Tres. Imágenes y visiones que se tienen sobre el Perú
Vuelvo sobre el proverbio maya “Todos los hombres estamos hechos del
mismo barro, pero no con el mismo molde”, que escogí como epígrafe
de este artículo. Los 32 millones de peruanas y peruanos, somos parte de
la especie humana -homo sapiens- y por eso compartimos el mismo barro
que los 7,400 millones que poblamos el planeta tierra. A pesar del color
de la piel, de la forma y color de los ojos, del cabello encrespado o lacio,
y la estatura, que nos diferencia a unos y a otros, todos compartimos
cuerpos con órganos potencialmente intercambiables. Provenimos de
pueblos, naciones, patrias, y culturas diferentes, con un mestizaje
biológico extraordinario, lleno de decenas de colores, matices y formas,
resumido en un verso de una vieja polca limeña que habla de una
guapísima “samba-china-chola”. Por los pueblos de los que venimos
tenemos culturas distintas, hablamos lenguas diversas, tenemos nuestra
propia música, canto y danzas. La diversidad cultural es reconocida hoy
por el Perú oficial y sus funcionarios como una característica del país.
¿Qué sería de PromPerú y del Ministerio de Cultura sin esta diversidad?
Setenta años atrás, la opinión oficial estaba convencida de que el Perú
era criollo y que los otros los llamados indios de los Andes, de la Amazonía
y de la Costa, eran ciudadanos de segunda categoría con la obligación
de cambiar y volverse criollos modernos, como el “nosotros” de los
limeños. No nos llame la atención que en este momento PromPerú esté
paralizada y que el Ministerio de Cultura brille por su ausencia en el
esfuerzo del gobierno por controlar la pandemia, a pesar de que los
pueblos indígenas de la Amazonía comienzan a ser infectados y están en
las peores condiciones para evitar el enorme daño que la pandemia
produce.
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Lima – Perú, 2020.
Si el Perú es reconocido hoy por las clases dominantes y los funcionarios
de los gobiernos como un país “diverso e intercultural”, la pregunta
inevitable es ¿por qué su política frente a la pandemia no toma en
cuenta esa diversidad? Hay una distancia muy grande entre el
reconocimiento formal de la heterogeneidad del país y las consignas-
consejos para superar la pandemia. El supuesto equivocado -no pensado
ni discutido, seguramente- es que todos los peruanos estamos en
igualdad de condiciones para responder al desafío del coronavirus. No
es así. A la hora de la verdad, volvemos al viejo molde: todos los peruanos
seríamos iguales; no habrían distancias ni diferencias.
No hay un Perú como molde de todos sus habitantes. Lo vivimos, sentimos
y conocemos desde donde nos tocó nacer y hacer nuestras vidas.
Hagamos un esfuerzo de imaginación y veremos cuán diferentes somos
los peruanos de las tierras altas andinas, de la Amazonía y de los pueblos
costeños del norte y el centro ligados con el resto del país a través de las
migraciones que son fundamentales en nuestra historia. Lo mismo ocurre
dentro de Lima. Lima no un molde para todos los que habitamos en su
suelo. San Isidro y Miraflores en un extremo; una asociación de pobladores
en Ticlio Chico, de migrantes en los cerros y contrafuertes de los ríos Lurín,
Rimas y Chillón o en San Juan de Miraflores o Villa María del Triunfo, en el
otro. Las respuestas a la pregunta quiénes son o se sienten limeños traerían
desagradables sorpresas porque los cauces de la diversidad cultural
llevan no a una Lima sino a varias, distantes, contradictorias y llenas de
conflictos entre sí.
Cuatro. ¿En qué rincón de la realidad peruana golpeada por la pandemia
se encuentra nuestra incipiente democracia?
Fernando Tuesta, un sociólogo especialista en elecciones políticas,
escribió hace una semana: “El COVID-19 no respeta ni aquello que
parecía escrito sobre piedra inamovible en las sociedades democráticas:
la fecha de las elecciones”. (El Comercio, 7 de mayo 2020, p. 15). Toda
su atención está centrada en las elecciones porque sin ellas no habría
democracia y porque en Perú la democracia se reduce, en última
instancia, a las elecciones. Su metáfora de la piedra inamovible, es
conmovedora.
En estos dos meses de cuarentena, emergencia y toque de queda, varios
de los derechos que formalmente reconoce la Constitución de una
república democrática a los ciudadanos, han quedado suspendidos y
parece que la democracia estuviese olvidada y refugiada en el
Congreso, con 130 flamantes representantes del pueblo que juraron sus
cargos incumpliendo las normas, impuestas por el gobierno, de no
reunirse y de guardar la distancia mínima de un metro. Por su
desobediencia, 9 o 10 de ellos informaron al mundo que habían
contraído el virus, haciendo esfuerzos para contener su evidente felicidad
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Lima – Perú, 2020.
por aparecer unos pocos segundos o minutos en las pantallas de la
televisión, la radio, y en las páginas de los diarios.
Ahora que se habla de la cultura cívica como un rasgo de la democracia
peruana que tanta falta hace, debiéramos preguntarnos: ¿Quiénes nos
enseñaron a ser ciudadanos respetuosos de los derechos de los otros y de
nuestros deberes? ¿Los militares y grandes caudillos civiles que han
gobernado una buena parte de la república gracias a sus golpes de
estado y las constituciones hechas a su medida?; ¿la iglesia, con sus
jefes?; ¿la familia patriarcal desde tiempos griegos y católicos?; ¿los
partidos políticos de jefes y caudillos?; ¿las autoridades escolares y
universitarias?; ¿los medios de comunicación de grandes jefes y
funcionarios?
Eso que se llama conciencia cívica en serio es fruto de aventuras
individuales de núcleos pequeños de personas, con un mínimo de espíritu
crítico frente a la realidad que vivimos y lejos del temor y el miedo a la
mano dura de siempre. Si el 20% de la población peruana tuviera esta
conciencia cívica, la realidad nuestra sería distinta.
Si admitimos la necesidad de poner en práctica el ideal de respetar a los
otros y tener en cuenta sus puntos de vista, habría que renunciar a
dividirnos entre buenos y malos peruanos, obedientes o desobedientes.
Tenemos la obligación de preguntarnos qué razones tienen los miles de
personas para desobedecer las órdenes. ¿A quiénes entrevistan los
medios de comunicación radial, televisiva y escrita?; ¿les preguntaron a
los “desobedientes y rebeldes” por qué no cumplían las órdenes del
gobierno de quedarse en casa?, ¿les preguntaron a los llamados
“caminantes” por qué huían de Lima?
A los de abajo no los entrevista nadie, salvo algunas excepciones, claro
está; los micrófonos de las radios, las pantallas de televisión y las páginas
de los periódicos se reservan para los funcionarios del estado y el
gobierno; para los congresistas porque se cree que representan al
pueblo, los comentaristas o analistas expertos en cualquier cosa mal y
vulgarmente llamados opinólogos a condición que se limiten a comentar
lo que pasó o lo que se dijo esta mañana o esta tarde. Si a uno de ellos o
ellas se le ocurriese, por ejemplo, poner en duda el capítulo económico
de la constitución que sería la condición para asegurar el crecimiento de
la economía, sencillamente no lo volverían a invitar y lo cambiarían por
alguien de la larga lista de espera para disfrutar de la fama que dan los
minutos en las pantallas, en las radios y en los periódicos.
¿Alguna vez, han visto o leído ustedes, lectoras y lectores una entrevista
a dirigentes de los mercados en Lima?, ¿a los dirigentes de las
asociaciones de vivienda en los pueblos jóvenes, allí donde viven los que
no pueden quedarse en casa porque no tienen para comer?, ¿a los
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Lima – Perú, 2020.
dirigentes del vaso de leche, de los comedores populares, de las
comunidades campesinas y nativas de la Amazonía de las
organizaciones agrarias y amazónicas?, ¿A los dirigentes de las
asociaciones de residentes en Lima de cada uno de las provincias,
distritos, anexos, poblados y pagos de eso que se llama Perú profundo?;
a los dirigentes de las rondas campesinas? ¿A los dirigentes de los
trabajadores y de los maestros CGTP, a los del Sutep? No. Para los
responsables del Perú oficial esos peruanos y peruanas de abajo no tiene
voz, menos ideas o propuestas.
En cuanto a la pandemia, hagamos votos para que los cálculos sobre el
rumbo peruano muestren que estamos ya en la meseta, que si así fuera
no sea tan larga, y que cuando la línea tienda a bajar, lo haga de modo
seguro para no tener una segunda ola. Que el dolor se detenga y no se
multiplique.
Gracias al trabajo de mi amigo Roberto Wangeman, ofrezco un resumen
de la información disponible sobre la pandemia al 14 de mayo 2020. Para
situar la ubicación de Perú en un contexto más amplio, en el siguiente
cuadro se le compara con los datos del mundo.
En Perú el porcentaje de casos confirmados bajó a 13.7%. El número de
pruebas tomadas se ha elevado en casi 34,000 en relación a las de ayer.
El número de casos contagiados (80,604), dio hoy un salto de casi 4,300
por encima de ayer.
El porcentaje de hospitalizados bajó a 8.6%, por debajo del rango inferior
del estándar (10 al 15%).
El porcentaje de los internados en UCI bajó a 1.0%, la quinta parte del
estándar (5%). Las 842 camas UCI ocupadas dejan 189 camas libres en
relación a las 1,031 disponibles.
El porcentaje de fallecidos bajó a 2,81%, por encima del estándar (2.5%)
pero mucho menos del promedio mundial (6.8%).
La tendencia al día es a la baja en todos los indicadores.
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Lima – Perú, 2020.
«DETRÁS DEL MIEDO AL CONTAGIO ESTÁ EL MIEDO A LA
MUERTE, UNO DE LOS PRINCIPALES TEMORES DEL SER HUMANO
HISTÓRICAMENTE»*
Entrevista a Claudia Rosas, editora y autora del libro
El miedo en el Perú. Siglos XVI al XX.
Oscar García Meza
PUCP: 01 / 04 / 2020
En el libro El miedo en el Perú. Siglos XVI al XX se reflexiona sobre
diferentes miedos de la historia de nuestro país. En ese sentido, ¿considera
que la sociedad peruana tiene patrones que se repiten en su forma de
actuar frente a una situación que le atemoriza?
Es difícil determinar patrones típicos para la sociedad peruana, porque
las épocas y los contextos de crisis cambian, pero podemos establecer
una tipología de los comportamientos colectivos en tiempos de
epidemias. Frente al temor que estas significan, hay varias formas de
reaccionar, como hemos visto ahora: primero, negar o minimizar su
gravedad, para luego tomar medidas frente a ella, como la cuarentena,
la higiene, las restricciones, etc. Existe el acatamiento de las medidas
sanitarias y gubernamentales, pero también la evasión de las mismas, así
como las compras exageradas motivadas por el temor a la escasez, la
exacerbación del sentimiento religioso, el distanciamiento social por el
miedo al contagio, la búsqueda de chivos expiatorios sobre la base de
actitudes discriminatorias y racistas, entre otras. Al mismo tiempo, se
manifiestan comportamientos como el acaparamiento de productos, la
circulación de noticias falsas, los robos, etc. Podemos advertir elementos
comunes, pero también grandes diferencias.
En su artículo académico “El miedo a la revolución”, reflexiona sobre el
estrecho vínculo entre información o desinformación y miedo. Si bien en
su texto se refería a la Revolución Francesa, ¿cuál es el rol de la
información y el rumor en la propagación del miedo ante la epidemia
*Fuente: https://puntoedu.pucp.edu.pe/entrevistas/claudia-rosas-sobre-el-miedo/
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Lima – Perú, 2020.
actual, considerando los múltiples medios con los que ahora contamos y
la velocidad con que se propaga la información?
La circulación de la información es un punto crucial para comprender
contextos de crisis y, en general, a las sociedades. En esta dinámica,
surgen los rumores y las fake news. En una época caracterizada por la
posverdad y en donde en las redes sociales no discriminan lo verdadero
de lo falso ni ficticio, como diría el historiador italiano Carlo Ginzburg, el
papel del rumor sigue siendo relevante. Este muchas veces se mezcla con
la información escrita, fluye al compás de las conversaciones en los
espacios de sociabilidad y empieza a formar parte de la opinión pública.
En la actualidad, existen otros soportes para difundir la información y los
rumores, como la televisión o las redes sociales, donde podemos saber
qué pasa en el mundo en tiempo real. Por ello, hay una estrecha relación
entre medios de comunicación, rumor y temor. Desde el punto de vista
histórico, habría que considerar los aspectos técnicos y materiales, así
como las estructuras sociales, políticas y económicas, en donde actúa el
rumor.
“La memoria y las experiencias que posee un grupo humano son los
mejores instrumentos que le permiten descomponer el temor”, señala
Fernando Rosas Moscoso en el primer capítulo del libro. En ese sentido,
¿qué lecciones podemos obtener de cómo actuamos frente a las
epidemias anteriores –como el cólera, la gripe H1N1 y muchas más– que
nos puedan servir para afrontar la situación actual?
Actualmente, estamos frente a una pandemia de carácter global, lo que
nos pone frente a una situación inédita en los últimos tiempos. El miedo al
contagio de la enfermedad siempre se ha dado durante las epidemias,
pero en este caso se agrava por las características especiales del
virus. Detrás del miedo al contagio está el miedo a la muerte, uno de los
principales temores del ser humano históricamente. El miedo nunca
aparece solo, va acompañado de otros y se manifiesta de múltiples
formas. Advertimos la presencia del temor al hambre y la escasez; a la
desestructuración del orden económico y social, que va asociado a la
escasez y la inflación, así como a la pérdida de estatus y/o poder
socioeconómico e incluso a la quiebra del sistema económico mundial.
O, como señala, Fernando Rosas, el temor a la subversión ante la
autoridad a través de rebeliones, motines o revoluciones; pero, al mismo
tiempo, el miedo a la autoridad como agente subversivo (el Estado, el
Ejército o la Policía) que debe implantar medidas drásticas en tiempos de
epidemia.
Si revisamos las políticas sanitarias que han adoptado los Estados y las
instituciones ante las epidemias, vemos que antiguamente, además de
imponer cuarentenas o aislamiento a los infectados, se recurría a sacar
en procesión a los santos ‘antipeste’ o masacrar a los animales asociados
Colegio de Sociólogos del Perú. 128
Lima – Perú, 2020.
a la enfermedad. Con el avance de la ciencia y tecnología, la sociedad
contemporánea tiene otros mecanismos para lograr seguridad, como
medidas de higiene efectivas, vacunas, medicamentos, estructuras
sanitarias avanzadas y personal sanitario especializado.
Ante lo desconocido aparecen sentimientos de ansiedad y miedo. Los
recientes casos de personas que han comprado grandes y
desproporcionadas cantidades de papel higiénico o alcohol en gel,
¿pueden interpretarse como una forma de buscar obtener algo de
seguridad?
A partir del siglo XVIII se ve un retroceso de la inseguridad, que se vincula
con el hecho de que el sentimiento de seguridad se fue secularizando,
en la medida que las seguridades se multiplicaban a todo nivel en el
Occidente moderno. El miedo a la subversión del orden social y
económico, incluso el temor a perder la vida de confort a la que estamos
acostumbrados, si se trata de sectores sociales altos y medios, se ha
manifestado, por ejemplo, en la compra exagerada de papel higiénico.
Es significativo que este producto de higiene, símbolo del confort burgués
y de lo privado, haya sido preferido frente a otros. Algunos dicen que esa
forma de higiene personal nos diferencia de los animales, del mundo
salvaje frente al civilizado. Incluso, podría estar asociado al capitalismo y
al modo de vida que este comporta. Diferente es el caso del alcohol en
gel, cuya adquisición expresa el miedo al contagio. La incertidumbre
alimenta el temor y, a la larga, produce angustia, que es un sentimiento
global de inseguridad. Por eso, en esta coyuntura crítica, lo más
importante es mantener la calma, seguir las medidas preventivas
dictadas por los especialistas y cumplir con las restricciones
momentáneas de los gobiernos.
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HUMANIDAD VIRAL*
César Hildebrandt
El Coronavirus funciona como un desenmascarador: allí están los que
compran por toneladas para encerrarse en sus casas y aguardar la
muerte del vecino. ¿Solidaridad? ¡Pamplinas! En Lima o en Madrid las
mascarillas se acaparan, el miedo cunde, los anaqueles se vacían: el
viejo mono se trepa al árbol más alto mientras el tigre de la muerte mira
con codicia.
Los que matan en mancha, los que dicen que el calentamiento global es
un invento liberal, los que permiten que los palestinos sean cazados como
moscas y encerrados en jaulas, ahora parecen preocupados por el
destino de la humanidad. ¡Farsantes!
La señora Merkel súbdita de los Estados Unidos, miembro del club de los
que cortan el jamón, anuncia que el 70% de la población mundial puede
infectarse. ¿Infectarse de qué? ¿No hablamos acaso de una especie
hace rato infectada por el consumismo, la irresponsabilidad social, la
quiebra ética, el corporativismo con antifaz y porra, el asesinato con
método, el encubrimiento como filosofía, el abuso como norma, la
desigualdad como mandato y diosito como alucinógeno?
La Tierra está harta del ser humano. Supura la tierra enferma de
antropocentrismo. El hombre es el coronavirus del planeta. Vive el
hombre como un parásito y, como todos los virus, aspira fanáticamente
a dar muerte a su huésped. Por eso seguimos perforando en busca de
petróleo y malogrando sucesivos paraísos y masacrando toros en plazas
inmundas. La naturaleza ya no nos reconoce como suyos. Somos sus
enemigos. Quienes nos creen sus hermanos son los incendios forestales,
las lluvias ácidas, las mareas rojas, los huracanes fuera de temporada. El
deshielo de la Antártida nos ama. El fracking nos guiña el ojo. Los plásticos
del océano corean nuestro nombre.
*Fuente: https://piuravirtual.com/2020/03/cesar-hildebrandt-humanidad-viral/
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Lima – Perú, 2020.
Un país donde se come todo lo que camina, vuele o arrastre hizo que el
virus de estos momentos pasase del reino animal al de los humanos.
Según cifras oficiales, en las que no creo, han muerto 3, 158 chinos por
esta causa. Menuda ofrenda a la parca. Mao mató de hambre y purgas
a unos quince millones y pocos dijeron algo. Las guerras del opio que
Occidente perpetró en China mataron a cientos de Miles y nadie
protestó demasiado. Así somos de virales.
Hay menos de 5,000 muertos por la pandemia, según la OMS. Pero sólo
en Sudan del Sur han muerto 385,000 personas en una guerra civil
interminable. ¿Y los 131,000 muertos en Afganistán, contados desde el
2001, el año cero de la peste imperialista desatada por Bush hijo, el de las
habilidades diferentes? ¿Y los 380,000 muertos en Siria? Esos no contagian,
¿verdad? Por eso no suelen nombrarse. Por eso no se leen. Por eso no se
temen.
¿O hablamos de Yemen, dónde el 80% de la población “necesita ayuda
humanitaria para sobrevivir” según la ONU y donde, según Acnur, ”
puede producirse la peor hambruna de los últimos cien años”? ¿ No le
gusta, amable lector, que le hable de Yemen? ¿Qué la parece Somalia,
que vive un conflicto interno que dura ya 30 años? ¿ Y qué opina Irak,
dónde la intervención estadounidense produjo, del 2003 al 2006, más de
600,000 muertes?
Qué distantes se ven esos cadáveres. Qué lejos suenan esos fusiles, esas
bombas inteligentes, esos cohetes disparados desde submarinos. Qué
extranjeros son esos gemidos y qué remotos son los niños que mueren en
alguna orilla hostil. Mucho más cercanos nos parecen los miedos actuales
de los italianos – tatarabuelos de los D’Onofrio-, esos que se negaron a
aceptar a los refugiados de piel oscura y los echaron a la mar de una
aduanera patada.
Aterricemos en nuestro proto-país, conato de nación, borrador de
proyecto. Aquí sale el señor Vizcarra a decir que estamos listos para
enfrentar el desafío. No es cierto. Es mentira. Es analgésico decir eso. Es
ridículo repetirlo.
Si nos ocurre lo de Italia, tendremos un problema colosal. Y nadie puede
negar que puede ocurrirnos lo de Italia.
¿Tendríamos que escandalizarnos si eso sucede?
Seríamos cínicos si lo hiciéramos. ¿Cuántos años hemos perdido mientras
nuestros servicios de salud colapsaban, los médicos eran los apestados
del salario, los baños de las pistas se atoraban, los aparatos clamaban
por repuestos? ¿Cuántos años de presupuestos canallas, carencia de
propósitos de mediano plazo y déficit en superestructura sanitaria?
Colegio de Sociólogos del Perú. 131
Lima – Perú, 2020.
¿Cuántos años de compras ladronas, de no-compras, de negocios sucios
en el sector salud? ¿Cuántas veces nuestros ministros sectoriales dijeron
que las cosa iban a cambiar sabiendo que no tenían dinero para ningún
cambio importante?
¿Escandalizarnos? Si el Covid-19 se ensaña con nosotros, pagaremos
todas las culpas de cuartomundistas que hemos contraído.
La humanidad está asustada. Un virus la ha puesto a pensar que la vida
es frágil y quizá valiosa. Trump cancela los vuelos que salen de Europa. En
algún laboratorio gigantesco algunos deben estar calculando a cuánto
deberían vender la vacuna contra el Covid-19 y quiénes podrán pagarla.
Eso somos.
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EL LADO BUENO DEL CORONAVIRUS
César Hildebrant
Hildebrant en sus trece: 24 / 04 / 2020
Es el fin de una civilización pensada por piratas y operada por asesinos y
saqueadores. Y no ha sido necesario un Cromwell o un Napoleón para
que nos enteráramos. Ha bastado un zombi microscópico para que las
caretas se cayeran y el carnaval desnudase sus miserias. Un virus ha
revelado cuán enfermos estábamos de podredumbre, de desigualdad,
de planetaria inviabilidad.
La Europa-modelo yace ahora en una UCI, los Estados Unidos
confederados y trumpistas descansan en una fosa común en un islote
neoyorquino. Y los países de esta América Latina, que se independizaron
para imitar voluntariamente a quienes los colonizaron, ven en el espejo
sus rostros verdaderos: los de una periferia decadente y casi irrelevante.
Qué miedo tiene la derecha de que el pueblo se entere de dónde son
los cantantes. El terror vuelve furiosos a sus perros, histéricas a sus
damiselas, incontinentes a sus propagandistas.
Y sí, pues. El mundo que se ha venido abajo es de derechas. Cómo que
no.
De derecha es el crimen de fomentar el aumento de la desigualdad, el
saqueo sonámbulo de los recursos, el calentamiento global (negado
después por sus escribas). De derecha es el creacionismo, la economía
de las corporaciones mandatorias, el soborno con que las petroleras
pagan fundaciones que luego aceitan a los opinólogos de la Fox y afines.
De derecha es el mundo después de la implosión del comunismo
estalinista. De derecha es la China que compra empresas mineras y
maltrata a sus trabajadores, como bien sabemos por aquí.
La derecha quería un Estado ínfimo. Allí lo tienen. Quería que el mercado
se ajustase por sí mismo y que la mano invisible decidiera. Pues allí está la
batalla por la compra de mascarillas y respiradores mecánicos, batalla
perdida para los chicos y donde solo los matones de gran tamaño -
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Lima – Perú, 2020.
Estados Unidos, Alemania, China- entran a tallar con alguna posibilidad
de éxito.
¿Querían un mundo donde lo privado prevaleciese y lo público fuese una
maldición de algún pasado reformista? Aquí está: el presupuesto para el
sector salud condena a los más pobres a morir de desatención y
negligencia. Si eres pobre y no pagas, muérete. Es la eutanasia pensada
por Milton Friedman.
¿Quién desalentó la educación pública e instigó la proliferación de las
universidades mafiosas y los colegios privados de segunda y tercera? Fue
la derecha, encarnada en Fujimori, Toledo, García o Humala (rehecho a
punta de CONFIEP y Odebrecht). La derecha nos ha gobernado cuando
ganó las elecciones y nos ha gobernado cuando las perdió convirtiendo
a los inquilinos de Palacio en servidores siempre intimidados.
La derecha mundial -con sus poco creativas franquicias
latinoamericanas haciendo de parlante- es la que nos ha llevado al
callejón sin salida de suponer que el capitalismo es el contrato social
insuperable. Lo cierto es que el capitalismo es la hechura del instinto, el
saldo de la caverna, el modelo perfecto de la autoextinción. No habrá
futuro sin un cierto grado de socialismo en la redistribución. No habrá
sostenibilidad posible sin considerar al planeta como un anfitrión que
exige respeto. No habrá humanidad sobreviviente sin empatía por los
marginados. No habrá paz sin compasión. Y el capitalismo odia la
compasión. La derecha aspira a que el mercado decida qué viejo debe
vivir y cuál debe morir ante la escasez programada de recursos clínicos.
Es hora de entender que debemos agradecerle al coVID-19 haber hecho
la obra que muchos no querían enfrentar. Gracias a él, los vestuarios se
han caído y al maquillaje se lo ha llevado la lluvia de muertos y de
lágrimas. Este mundo imposible de egoísmos monstruosos, de trillonarios
que inventan formas de comunicación para gente que tiene cada vez
menos cosas que decirse, de agenda monocorde y resignación, tiene
que cambiar. Ha empezado el último capítulo de una civilización
irresponsable y arrogante que produjo un mundo sin valores. Es el final de
una era en la que la felicidad consistía en comprar lo que no
requeríamos, pensar lo que nos sugerían, odiar lo que nos indicaban y
aceptar que toda esa mierda era la vida veloz que nos prestaban. Si
Roma cayó, ¿por qué no habría de caer el imperio mundial de las Merkel,
los Trump, los Conte?
La derecha tiene miedo de que la gente, en mancha, se dé cuenta de
todo eso. No quiere que le recuerden cómo fue que Fujimori decidió
"constitucionalmente" la subsidiaridad del Estado y cómo fue que el
sinvergüenza de su ministro de Economía creó las AFP para hacerse,
después, director de una de ellas. No quiere la derecha que recordemos
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Lima – Perú, 2020.
cómo es que ella está detrás de la concentración empresarial, las leyes
antilaborales, la baratura del cholo. Los sin casa, los sin agua, los sin futuro
no son creación milagrosa: son parte de una visión del mundo que
comparten los grandes empresarios y sus medios de comunicación.
Un bicho llamado COVID-19 se esparce mundialmente, se apodera de
nuestros cuerpos, narcotiza nuestro mecanismo de defensa y nos mata.
Muchos empiezan a darse cuenta de que esa entidad maligna actúa
como el sistema económico y social que la derecha quiere preservar a
cualquier costo.
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Lima – Perú, 2020.
DE LA RAZÓN DE ESTADO A LA RAZÓN NACIONAL*
Alberto Vergara
El Comercio: 26 / 04 / 2020
En el siglo XVII, el cardenal Richelieu viralizó una expresión surgida el siglo
anterior: “raison d’état”. La “razón de Estado” renueva la política al
plantear que la acción estatal se justifica cuando está destinada a
suprimir peligros que amenacen al Estado. Si el Estado es una
organización burocrática que monopoliza la violencia en un territorio
determinado, sus acciones son legítimas si buscan resguardar o ampliar
tal condición frente a poderes al interior de sus fronteras o fuera. En la
temprana modernidad, entonces, los Estados controlan poblaciones y
territorios con el fin de autopreservarse, sin que justificaciones de otro tipo
(democráticas, morales o económicas) opaquen la razón de Estado.
Esto se tambalea en el siglo XVIII cuando cuaja la idea de legitimidad
popular. Las acciones estatales se justifican si cuentan con anuencia
popular. La nación se convierte en el componente indispensable de un
orden público legítimo. La nación es una comunidad que, hermanada
desde algún centro de gravedad sentimental, comparte pasado y futuro.
Y a esta dimensión sentimental se agrega su carácter activo: la república,
sentenciará Lincoln, es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo. En resumen, la población inorgánica y pasiva que habitaba el
Estado a inicios de la modernidad deviene nación, es decir, una
colectividad simultáneamente fraterna y activa.
Lo que quiero proponer aquí, confinado lector, es que desde el inicio de
la crisis del COVID-19 hemos visto una reacción valiosa del gobierno en
clave “razón de Estado”, pero que los peruanos necesitamos también
actuar con y desde la razón nacional.
La actuación del gobierno ha sido encomiable. Impuso una temprana
cuarentena que ha salvado miles de vidas y lanzó un paquete
económico macizo. Ahora bien, en buena parte de su actuación ha
*Fuente: https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/de-la-razon-de-estado-a-la-
razon-nacional-por-alberto-vergara-noticia/?ref=ecr
Colegio de Sociólogos del Perú. 136
Lima – Perú, 2020.
primado una autosuficiente razón de Estado. No salgas; te detengo; no
marches a tu pueblo; te multo; te pago para que no salgas; no velarás
tus muertos; no preguntes mucho. El Estado ejerciendo un
elemental control de su población y territorio.
Pero es hora de recordar que no somos una población y un territorio por
controlar. Somos una patria que saldrá de este trance –como sea que
acabe– según cómo actuemos todos. Estado y nación. Y escarapela oír
al economista que nos serena diciendo que el PBI caerá seis puntos, pero
rebotará otros seis el 2021. Ay, taumaturgo del guarismo, usted está,
¿cómo decirlo?, razonando fuera del recipiente (in memóriam Marcos
Mundstock). Esta no es una mala coyuntura económica. Es una crisis
estatal-nacional. Es un contexto dramático que disparará preguntas por
la viabilidad misma del proyecto republicano común. Lo que realicemos
–y lo que no hagamos– pesará por décadas en la memoria colectiva, en
la autoestima nacional y, por tanto, en la confianza o desconfianza que
nos tengamos como país. Para salir de esta debacle con la cabeza arriba
requerimos de un espacio significativo para la razón nacional, y no solo
para el control estatal. Después de todo, para enfrentar a la desgracia
recuerden al maestro Rubén Blades: mucho control y mucho amor.
La idea nacional, entonces, invoca acción y un sentido de fraternidad.
Comencemos por lo primero. Es penoso que el 80% de peruanos
respalde al presidente Vizcarra y un porcentaje semejante repruebe la
conducta de la población. Fotos con aglomeraciones han opacado el
sacrificio enorme de gran parte de la ciudadanía acatando el
confinamiento. Es cierto que hemos sido menos responsables de lo
esperado, pero también que la data sugiere que no nos hemos
pitorreado generalizadamente en el confinamiento. Tanto hemos oído
que segurito la vamos a cagar, que ahora los contagios deben ser
nuestra culpa. El ímpetu acusador recuerda las reacciones limeñas tras la
guerra con Chile (Ricardo Palma a Nicolás de Piérola: “La gran causa del
desastre está en que la mayoría del Perú la forma una raza abyecta y
degradada”).
Además, debemos moderar la confianza en la razón de Estado por algo
obvio: hay más razón que Estado. Nadie es Ayrton Senna en una combi.
Habrá que confirmar la hipótesis: éramos un pobre con plata. Tener
jueces y fiscales supremos bien pagados produjo hermanitos forrados. El
Niño costero demostró cómo nos habían robado en puentes y carreteras
de cartón. Y esta desgracia prueba que nos atracaron con hospitales de
papel. Y ahora estamos rompiendo el chanchito mimado de las reservas,
pero no podemos comprar eficazmente mascarillas o pruebas. La policía
se nos contagia por centenas. Con 40 días de cuarentena los contagios
no decaen. El Ejecutivo deberá voltear hacia la sociedad para encarar
las próximas semanas con nuevas ideas que involucren a empresas y
sociedad civil.
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Lima – Perú, 2020.
Y subrayemos que mucha gente ya está sacándose el ancho. Las
universidades con iniciativas de distinto tipo. Hemos visto alcaldes y
ciudadanos convertir escuelas clausuradas en enfermerías para aislar
contagiados. Muchas empresas han hecho donaciones o puesto a
disposición su infraestructura. Quince mil voluntarios se enrolaron en el
MIDIS en cuestión de días. Comerciantes por sí mismos han pintado
círculos y flechas para intentar ordenar las compras. Y no olvidemos a
muchos investigadores peruanos procesando y divulgando información
valiosísima para todos. Finalmente, ¿cómo no reparar el gesto leal de
miles de compatriotas arruinados que, en lugar de saquear Lima,
emprenden marchas hacia sus regiones? Desborde popular. Nueva
temporada, nuevos significados.
Por el lado del discurso, recordemos que uno de los productos de
comunicación más útiles fue un video realizado por un ciudadano
anónimo quien editó una alocución del presidente en clave de razón de
Estado y la transformó en un discurso nacional. Voló. Nos resignificó:
éramos una familia y no un indómito conglomerado. En síntesis, tanto el
discurso como las políticas tendrán pronto que encontrarse con la
sociedad.
Segundo elemento nacional: cierta fraternidad. Sería terrible que cuando
esta crisis pase, los peruanos constatemos que cada quien bailó con su
pañuelo y murieron y quebraron quienes no tenían pañuelo. La nación
implora solidaridad económica. El país mira a quienes se han hinchado
de plata en estos años y, como Héctor, se pregunta: ¿de qué tamaño es
tu amor? Porque, además, nuestros millonarios celebraron y alentaron
este modelo de desarrollo apolillado.
Es una gran noticia que el presidente haya notado la necesidad de
solidaridad económica y vaya a legislar sobre esto. Es esencial para el
futuro de la legitimidad nacional que percibamos que el fardo se carga
con alguna equidad. Nuestro país ya sufre las fisuras y amarguras que
segrega la ausencia de igualdad de oportunidades. Que estos meses no
las hagan insolubles. Reconozcamos que algunos se protegen del
tsunami con sus manos y otros en un edificio inexpugnable. La diferencia
no está en nuestros salarios, nos divide el patrimonio. ¿Toma mucho más
tiempo idear un impuesto a lo segundo? No hay apuro, “estamos al inicio
de la crisis” (Angela Merkel). Y de paso aceptemos que nuestras
desigualdades no surgen, en lo esencial, del talento individual. Una
miradita a los directorios de las grandes empresas basta para constatar
nuestro capitalismo de patas. Y ‘el club de la construcción’ revela nuestro
capitalismo sin competencia.
Ojalá nuestros millonarios no pongan en escena una revuelta con guion
de Maki Miró Quesada. Demostremos que los más de 100 años
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Lima – Perú, 2020.
transcurridos desde que nuestras élites se resistieron a pagar impuestos
durante la Guerra del Pacífico han construido una comunidad nacional
más sólida. La ministra de Economía ha declarado que es antipatriótico
lucrar en esta tragedia. Bravo. Pero la sensación hoy es que esas
prácticas antipatrióticas abundan. Hay que atajarlas o el proyecto
común queda herido.
Ninguno de nosotros estaba aquí cuando el presidente Prado, durante la
guerra con Chile, abandonó el país con el cuento de ir a comprar armas.
Pero hasta hoy nos avergüenza. Es la humillación de la derrota indigna.
Del coronavirus también vamos a salir derrotados. Con millones cayendo
en la pobreza y tal vez miles de muertos. Pero que sea una derrota digna
para poder alzar un Perú mejor. Digámoslo desde el fútbol, ojalá
podamos recordar esta derrota como aquella que sufrimos con Francia
el 2018 y no como aquella otra con Argentina en 1978. En fin, ojalá
nuestros hijos hoy encerrados y angustiados cuando miren atrás no
adviertan un país de vivos e indolentes sino uno que inspira respeto.
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Lima – Perú, 2020.
UN SINTOMA LLAMADO COVID – 19*
Nelson Manrique
La República: 17 / 03 / 2020
Hay alguna relación entre la pandemia de coronavirus que ahora aflige
al planeta, la destrucción del medio ambiente y la extinción masiva de
especies que ha propiciado la acción depredadora del hombre? La
historia de la humanidad está jalonada de grandes pandemias. La peste
negra, que asoló Europa entre los años 1348 y 1353, acabó con la tercera
parte de la población. La gripe española de 1918 se estima que mató
entre 50 y 100 millones.
Aparentemente los avances científico tecnológicos debieran permitirnos
dejar atrás a las plagas. Pero la presente pandemia nos recuerda que las
pestes seguirán acompañándonos y es importante tratar de entender por
qué.
La existencia de la humanidad ocupa apenas 150 mil de los 3,000 millones
de años que tiene la vida en la Tierra. El planeta es un gran sistema
cibernético que se autorregula por retroalimentación y en él la vida está
organizada como una pirámide trófica, en que los pequeños roedores
que ocupan la base se alimentan de las hierbas y sirven de alimento a
pequeños predadores, que a su vez son comidos por otros más grandes,
hasta la cúspide de la pirámide, ocupada por los grandes predadores:
aquellos que se alimentan de los demás animales sin ser a su vez presa de
ninguno: leones, tigres, osos, tiburones y, por encima de todos, la especie
depredadora más exitosa, los seres humanos.
Hace 10,000 años los humanos que habitaban el planeta no pasaban de
algunos centenares de miles y los grandes predadores regulaban su
número. Pero con el descubrimiento de la agricultura la humanidad dejó
de depender de lo que la Naturaleza le brindaba. Los humanos
gradualmente empezaron a producir más de lo que consumían y el
excedente que así se produjo permitió con el tiempo la aparición de la
civilización, las ciudades, las clases sociales y todo ese proceso imparable
*Fuente: https://larepublica.pe/sociedad/2020/03/17/coronavirus-en-peru-un-sintoma-
llamado-covid-19-por-nelson-manrique/
Colegio de Sociólogos del Perú. 140
Lima – Perú, 2020.
que nos ha llevado hasta el desarrollo presente. En el camino crecimos
desde unos cientos de miles hace 10,000 años hasta los 7,800 millones de
habitantes de hoy. Y fuimos destruyendo todos y cada uno de los
equilibrios que aseguraban la viabilidad del sistema de la vida.
La Naturaleza trata de restablecer el equilibrio perdido controlando el
crecimiento de la población humana. Ya no hay grandes predadores
que nos amenacen, más bien los hemos llevado al borde de la extinción.
Ahí entran los virus: cada pandemia es un intento de la Naturaleza de
recuperar el equilibrio perdido. La especie humana se ha mostrado como
la más nociva para la supervivencia de la vida en la Tierra, y la lógica
neoliberal de las últimas décadas ha llevado la depredación destructiva
del planeta hasta sus últimos límites. La estupidez, la codicia y la
inconsciencia siguen imperando. Esta semana cazadores furtivos
asesinaron a la última jirafa blanca y su cría.
Seguramente derrotaremos al Covid-19. Parece imponerse algo de
sensatez y es de esperar que las medidas que se están tomando permitan
reducir los daños. Pero la destrucción del equilibrio de la tierra por los
humanos prosigue y para la Naturaleza esto tiene que detenerse de
alguna manera.
Es útil recordar que nosotros no somos imprescindibles para la Naturaleza:
si desapareciera la especie humana en apenas unos cientos de años
toda la huella suya desaparecería y aquella proseguiría su proceso sin
grandes perturbaciones. O reorientamos nuestra forma de vivir o seremos
una simple anécdota olvidada por quienes hereden el planeta,
esperemos que con más sabiduría.
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Lima – Perú, 2020.
LAS 2 ENFERMEDADES*
Nelson Manrique
La República: 24 / 03 / 2020
El avance de la pandemia de coronavirus continúa. Lo que esta
pandemia va dejando en claro es que el mundo afronta una
enfermedad mayor llamada capitalismo. Es de preguntarse por qué no
llama la atención que 950 millones de seres humanos vivan en
condiciones de subnutrición, condenados a morir por cualquier
enfermedad evitable, y esto no provoca el escándalo que ha desatado
el COVID-19. La explicación parece obvia: la subnutrición afecta a gente
que nos es lejana, que vive en el África o en las punas andinas, mientras
el coronavirus está entre nosotros y ha afectado nuestro estilo de vida en
lo más profundo. Veamos de qué hablo cuando digo que el capitalismo
es una grave enfermedad.
Entre 1970 y el año 2018 el 1% más rico de la población mundial recibió
en ganancias más del doble de lo que recibió más del 50% de la
humanidad más pobre. Contribuyó decisivamente a este resultado el
volumen de la propiedad privada, que creció a costa de la propiedad
pública, gracias a las privatizaciones. Mientras que la riqueza nacional
(pública + privada) creció de manera notable, la riqueza pública se hizo
negativa o cercana a cero, en los países ricos en que las deudas superan
a los activos. En otras palabras, las fortunas privadas engordaron
esquilmando al estado.
Esto dejó a la mayoría de estos estados sin recursos para combatir la
pandemia de coronavirus: ni para dotarse de los aparatos de respiración
ni para construir la infraestructura necesaria para atender a las oleadas
de pacientes. Entonces en Italia y España sólo quedó desconectar a los
integrantes de la población vulnerable, darles un sedante y dejarlos morir
por asfixia, para dar una oportunidad a los jóvenes. Podemos voltear y
mirar para otro lado, pero está sucediendo en este mismo momento.
*Fuente: https://larepublica.pe/sociedad/2020/03/17/coronavirus-en-peru-un-sintoma-
llamado-covid-19-por-nelson-manrique/
Colegio de Sociólogos del Perú. 142
Lima – Perú, 2020.
La riqueza privada neta ha crecido, en la mayoría de los países ricos, de
200-350 % del ingreso nacional en 1970, a 400-700 % en la actualidad. Para
quienes siguen creyendo que esto es socialismo, también en China y
Rusia, la riqueza pública disminuyó desde un 60-70 % a un 20-30 % de la
riqueza nacional. A pesar de todo, esos recursos permitieron construir dos
hospitales en Wuhan en 10 días para prestar asistencia a los
contaminados y detener de esa manera el avance de la pandemia.
De acuerdo al Índice Bloomberg, los cinco multimillonarios más ricos del
mundo son Jeff Bezos (USD 142.000M / Estados Unidos / Tecnología), Bill
Gates (USD 95.800M / Estados Unidos / Tecnología), Warren Buffett (USD
84.900M / Estados Unidos / Diversificado), Bernard Arnault (USD 76.600M /
Francia / Consumo) y Mark Zuckerberg (USD 65.600M / Estados Unidos /
Tecnología). Aunque vivieran cientos de vidas no tendrían cómo gastar
sus fortunas.
¿Con qué argumento ético puede defenderse un orden económico y
social que por una parte condena a millones a una muerte atroz por
hambre y enfermedades a seres de nuestra misma especie y concentra
riqueza ociosa en una magnitud obscena por la otra?
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Lima – Perú, 2020.
CORONAVIRUS 2019 - NCOV Y LOS TAPUJOS PARA
ENFRENTARLO*
¿Obedeceremos a la razón o al capricho personal?
Hugo Neira
08 / 03 / 2020
Es evidente que este tema es el que más ocupa al planeta entero y, por
cierto, a nosotros los peruanos. Ya ha llegado. Este artículo comienza por
lo que dicen los científicos y las medidas inmediatas que se toman no solo
en China. En segundo lugar, nos detendremos en las medidas que se
están proponiendo en el Perú: lavados de manos, toser con el brazo al
frente y otras paparruchadas. El tercero es cómo afecta a la economía
mundial. Desde ahora, hacemos saber lo que dice el diario chino Huaqiu
Wang, de Pekín: que habiendo paralizado por completo la provincia en
donde se inicia la plaga, «ya desestabiliza la China». Y en general, la
economía.
El problema es mundial y, en consecuencia, acudimos a la prensa
mundial. Ocurre que en el 2002 hubo un virus responsable del SRAS, que
apareció en China. Dejaron de fabricar, salvo productos baratos, ropa,
zapatillas, vendidas al mundo entero. Unos 17 años más tarde, otro
coronavirus mortal ataca a China, hoy una de las ruedas más importantes
de la economía mundial. Las multinacionales más importantes dependen
de las fábricas chinas y sus trabajadores. Por el momento, según The New
York Times, la General Motors y también Toyota, (y Ford y Renault) sufren
del retardo de esa producción. Las autoridades de China, en las zonas
críticas, retienen a sus obreros en sus casas, hasta que se controle la peste
del 2019-nCoV, su nombre técnico. Desde ya, el crecimiento del PBI en
China que estaba calculado en 6.1% (por encima de los Estados Unidos
de Trump), ahora va hacia abajo, 5.6%. Es obvio que la América de Trump
se frota las manos.
*Fuente: https://elmontonero.pe/columnas/coronavirus-2019-ncov-y-los-tapujos-para-
enfrentarlo
Colegio de Sociólogos del Perú. 144
Lima – Perú, 2020.
Esta vez, ante las repercusiones del virus 2019-nCoV, el 29 de enero
pasado, por la mañana, desembarcaron 6,000 médicos para reforzar
Hubei, la provincia afectada, donde está Wuhan y sus laboratorios.
Exámenes médicos pueden ser tomados a todos los habitantes en toda
la provincia en cuarentenas impuestas. Ya sabemos que el tiempo en que
el virus delata sus efectos es corto, unos 14 días. Aunque hay casos en
que parece que retorna. En realidad, la humanidad está aprendiendo
qué es ese virus. Y para completar el negro panorama, resulta que muta
incesantemente.
Entre tanto, ¿qué pasa en los países vecinos? En Argentina,
sensatamente, a los viajeros que llegan del extranjero se les pide que
permanezcan 14 días en sus casas. Estuvieron algunos en Italia, cuyo
cuadro de contagiados es grande. La dicha cuarentena no es muy larga,
repito, a lo más 15 días. Si algún viajero está contaminado se puede
curarlo y, además, evitar la contaminación con parientes y conocidos.
Estar enfermo no es una sentencia fatal. Estos virus tienen una mortalidad
variable. El Ébola, cuando aparece en África, tiene una tasa de
mortalidad de 43.9%. Y el 2019-nCoV es de 2,1%. Aunque esto cambia
según la edad. En suma, hay diagnóstico, atención y modos de frenarlo.
Lo que no hay, todavía, es una vacuna. Entre tanto...
En cuanto al Perú, me sorprende que el ministro de Educación avance
que no habrá ninguna suspensión de clases. Mientras que en China las
clases se están haciendo desde computadoras, lo que se llama no
presenciales. Y en Francia, no van a mantener el festival de Cannes, así
evitan la imprudencia. Alguien puede estar contaminado, pero no lo
sabe. Luego vendrá la tos, la fiebre, y ya es tarde. Acaso no para el
enfermo sino para aquel que por azar ha sido contagiado.
Además de lavarnos las manos (¡donde haya agua!), ¿adiós por un rato
a esos apasionados apretones de mano? ¿Nada de besuqueos a las
damas? ¿Es eso suficiente? Me sorprende que no se hable de las famosas
mascarillas. En la TV peruana se ve a chinos como cancha caminando
con sus mascarillas. ¿Y no es cierto, acaso, que, en otros países, la gente
las ha comprado? ¿Por qué el Perú no las importa o las fabrica? Corre
una tendencia muy peruana, el tapujo de llevar eso en la boca. En un
artículo de Federico Salazar, a quien conocí mejor en un viaje, invitados
a España, y que me parece una persona seria y razonable. Pero me
sorprende, Federico, que digas que «ese uso es absurdo». ¡Pero no es solo
para enfermos o enfermeras! ¡Es para que los que están sanos puedan
seguir estando sanos!
No soy el último que se alarma. He leído en las redes a un español Dani
Sánchez-Crespo, a quien no conozco personalmente, decir algo
temiblemente real. Está preocupado. «Podemos trabajar en serio o esto
puede salir mal». Nos dice que trabaja mucho con China. Y ha visto el
Colegio de Sociólogos del Perú. 145
Lima – Perú, 2020.
enorme esfuerzo para detener el coronavirus. Pero señala que la
Organización Mundial de la Salud «avisa que hay países que no están
tomando este tema en serio». Y señala a Italia y España. ¿Sería ese nuestro
caso?
Y si eso pasa en países europeos, me dirán qué puede pasar en estas
semanas en este país, que queremos tanto, pero sin cerrar los ojos. El Perú
y las costumbres peruanas tienen varias virtudes, pero también enormes
defectos de comportamiento. Es el país en que los coches no respetan la
luz roja, los peatones no suben a los puentes colocados sobre las
carreteras para que no crucen la pista. Donde unos pocos pagan
impuestos. Donde no nos gustan ni normas ni reglas. Esa plaga, me temo,
no es solo eso, sino una prueba, una suerte de plomada, para saber
cuánto una colectividad de millones de almas obedece a la razón o al
capricho personal.
En el caso del Perú, no se admite medidas fuertes por tres razones. La
primera es el culto a la virilidad. Al macho, el hacerse el hombretón como
dicen los mexicanos. Ya veo los machazos que se dan la mano, tosen con
el brazo, etc. La segunda razón, nuestro sistema laboral puede guardar
en casa su personal de empleados y obreros, aquellos que trabajan en el
lado formal de la economía. Pero, eso no puede ocurrir con el 75% que
son informales. La informalidad ha sido un bien para el país y las clases
populares puesto que tienen chamba. Mis respetos. Pero esta vez, ante
un accidente natural, se prueba su precariedad. Una oficina, una usina
puede cerrarse y pagar salario. Un mercadillo no.
Hay una tercera causa, la no decisión. En otra república, las decisiones
que afectan la vida corriente podrían ser comprendidas. Pero aquí,
solamente la población con oficios y actividades formales, no los
informales. La gran mayoría lo tomaría como una ingerencia, una
intromisión. Claro está, para evitar el matadero que se nos viene encima
y del cual nadie tiene la culpa, me temo que nadie con poder va a tener
la entereza, la presencia de ánimo, para establecer las reglas de la
emergencia actual. Si eso no se hace, entonces, vivimos el crepúsculo
del deber. Se gobierna mirando las encuestas. Además, el no gobierno
nos haría un mal enorme. Lo malsano, lo latente, es que la gente peruana
como en otros lugares, está comenzando a decirse, «los sistemas
democráticos no son los mejores para responder la crisis». En las redes, a
Dani Sánchez-Crespo: «En China, el partido comunista dice 'todos a
casa’, y la gente obedece». En Perú, hoy, no se gobierna. Se domina. No
es lo mismo. Espero equivocarme. Es una crisis y se necesita aplomo. Es
difícil decir a la gente que hay actos y gestos que no son los adecuados,
por ahora. Pero Palacio debe hacerlo.
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Lima – Perú, 2020.
CÓMO PARAR EL COVID - 19*
Waldo Mendoza
Gestión: 21 / 03 / 2020
1. El Perú está enfrentando dos choques. El choque externo, derivado de
los efectos del COVID-19 en la economía mundial, y el choque directo
del COVID-19. El choque externo es más grande que el de 2008-2009.
Aun si no tuviésemos el COVID, estaríamos en problemas. El choque
interno es el más grande desde a la guerra con Chile. Voy a ocuparme
solo del choque interno.
2. Según los epidemiólogos, que son las personas a las que hay que
escuchar en estas coyunturas, en países como el Perú, está probado
que la cuarentena es el método para combatir el COVID-19. La
cuarentena tiene que ser radical, no “chicha”. La exceptuación de la
minería de la cuarentena es el primer gran error gubernamental por el
que podemos pagar caro.
3. Para la parte médica, hay que darle todo lo que pida el Ministerio de
Salud para ayudarle a detectar y tratar a los infectados, y para que el
número de camas de UCI sea suficiente. Estamos en una guerra. En la
guerra, hay que gastar.
4. La cuarentena, o, en general las políticas de aislamiento social,
rompen el circuito de producción, ventas e ingresos.
5. Si las empresas están en cuarentena, no producen. Si no hay
producción, no hay ventas. Y si no hay ventas, no hay ingresos. Y si las
personas y los hogares no reciben ingresos, estamos en grandes
problemas: ¿cómo pedirles que soporten una cuarentena sin ingresos?
Ese es un absurdo que nos puede estar poniendo al borde del estallido
social.
*Fuente: https://gestion.pe/opinion/waldo-mendoza-como-parar-el-covid-19-
noticia/?ref=gesr
Colegio de Sociólogos del Perú. 147
Lima – Perú, 2020.
6. Hablemos de las empresas y las familias. Luego hablaremos de los
bancos
7. De lejos, la tarea más urgente, es hacer llegar ingresos a los hogares,
por todos los medios que sean posibles, para que hagan la
cuarentena. Además de las transferencias, hay que pensar en el pago
de la luz, el agua, algunos servicios que deben suspenderse. También
deben suspenderse los pagos a los municipios. Todo aquello que
signifique más ingresos o menos gastos para los hogares, ayuda.
8. Para la población trabajadora formal hay una solución nítida: licencia
con goce de haber para los trabajadores. No necesitan
transferencias.
9. Para la población trabajadora informal estamos en problemas. Por
algún medio, tienen que llegarle ingresos a través de las transferencias
del Estado.
10. Si las empresas formales no están vendiendo y además tienen que
pagar salarios y otras obligaciones y cargas sociales, no hay duda de
que van a quebrar. La solución de corto plazo es que el Estado deje
de cobrar todas las obligaciones a las empresas por uno o dos
trimestres. Es el precio que hay que pagar para que cumplan con sus
trabajadores. Quizá podría hacerse alguna discriminación por tamaño
de empresas, pero tiene sus riesgos.
11. Las empresas informales tampoco están vendiendo. En este caso el
apoyo es más complicado. Pero no hay problema, todo el apoyo lo
recibirán a través de los hogares.
12. Respecto a los bancos, que me parece es lo más sólido que tenemos
y que tienen espaldas para resistir por un buen tiempo la crisis, la SBS
tendrá que ofrecer todas las garantías para que las empresas no
quiebren por un problema de liquidez. Ojo con lo que pasó con la
ruptura de la cadena de pagos en 1998. El BCRP, además de lo que
está haciendo, debería pensar en medidas no convencionales, del
tipo préstamos a largo plazo para los bancos para contribuir en esta
guerra.
13. Como los ingresos fiscales se van a caer como nunca antes en la
historia (por la gran caída del PBI y de los precios internacionales, y por
las medidas tributarias de alivio a las empresas y las personas) y como
el gasto público va a tener que subir, como nunca antes también
(todo lo que pida el Ministerio de Salud, transferencia a hogares), el
déficit fiscal va a alcanzar niveles de los ochenta. El déficit fiscal de los
gobiernos locales también va a subir. Es el costo de la guerra. No es un
Colegio de Sociólogos del Perú. 148
Lima – Perú, 2020.
problema en este momento, pero quizá hay que ir pensando que
vamos a tener dificultades para financiar dicho déficit.
14. Tenemos un activo que muchos países no lo tienen en la región:
tenemos, cómo financiar la lucha contra el COVID-19, porque
podemos financiar la cuarentena, porque tenemos una posición fiscal
sólida, que nos ha costado construir. ¿Qué pasará en los países que
no cuentan con la espada fiscal que nosotros tenemos? Da terror de
solo imaginarlo.
15. De las calificadoras no hay que preocuparse. Hay que explicarles que
el déficit fiscal es, en este momento, el instrumento privilegiado para
ganar la guerra al COVID-19. Además, a pesar de que el déficit va a
saltar, seguro que estará entre los más bajos de la región. Y las
calificaciones se hacen en términos relativos.
16. Si todo va bien, en adelante, el Perú no solo será el país con la inflación
más baja y las finanzas públicas más sólidas de América Latina. Puede
ser también el primer país en la región en ganarle la guerra al COVID-
19.
17. Como resultado, el 2021 puede ser espectacular: la economía
creciendo por encima del 6 por ciento y el déficit fiscal cayendo al 1
por ciento del PBI.
18. En la década del 20, como lo fue en la década pasada, el Perú puede
seguir siendo el país con la menor inflación y el mayor crecimiento en
América Latina.
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Lima – Perú, 2020.
¿HACIA OTRAS REGLAS DE JUEGO?*
Reflexiones y comentarios a propósito del artículo de Waldo
Mendoza: “Urgente: Cómo parar el COVID-19”
Guillermo Rochabrún
Calderón 094: 22 / 03 / 2020
Para mí lo “más importante” de la economía peruana es todo el mundo
de los productores individuales, tanto urbanos como rurales. Es lo más
importante porque de ella depende directamente la mayor parte de la
población: de eso vive. Aunque las actividades urbanas y rurales son
economías muy distintas la una de la otra, ambas están entretejidas con
la producción y comercio de tipo empresarial. La producción urbana
está totalmente entretejida con esta última, en insumos, salida de su
producción, y en su consumo personal. La producción rural puede ser
algo más autónoma. Lo digo pensando en los dislocamientos
intersectoriales que van a sobrevenir.
Esta economía, en su faceta urbana, se ha expandido desde los años 60
con la urbanización sin industrialización, y sobre todo con las crisis de la
industria sustitutiva de importaciones, tanto a fines de los años 70 como
con las políticas de los años 90. Como tal, ha funcionado como un
“colchón” contra las fluctuaciones internacionales, que repercuten tanto
para el auge como para la recesión de la economía capitalista
empresarial. Inclusive logró expandirse en plena crisis al abastecer a un
mercado de consumidores en descenso: las capas medias, que ya no
podían acceder a los productos industriales, fuesen nacionales o
importados. Y se mantuvo con la recuperación, de las antiguas capas
medias, y la emergencia de otras, en parte constituidas por este mismo
sector. Su crisis ha venido más bien ante la competencia china de la
última década. Pero estamos generalizando en demasía: entre las
actividades individuales no están solamente micro establecimientos
establecidos o precarios, sino ambulantes, recicladores callejeros,
migrantes venezolanos, y un interminable etcétera.
*Fuente: https://calderon094.wordpress.com/2020/03/23/hacia-otras-reglas-de-juego-
reflexiones-y-comentarios-a-proposito-del-articulo-de-waldo-mendoza-urgente-como-
parar-el-covid-19-por-guillermo-rochabrun/
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Lima – Perú, 2020.
Que nadie se mueva
El problema actual es que, si bien muchos de ellos podían operar en
medio de una crisis económica, es totalmente distinto a una cuarentena,
que impide lo más básico: trabajar. Waldo Mendoza se dirige a ello en su
punto 9.
En cuanto a las empresas capitalistas registradas, el problema puede ser
más grave de lo que generalmente se piensa, por la extrema
inestabilidad, precariedad, y ausencia de derechos laborales de
muchísimos trabajadores permanentes. El punto 8 de Mendoza: “licencia
con goce de haber” podría no funcionar para muchos. Y para las
empresas que accediesen a hacerlo, van a quedar en una precariedad
financiera extrema.
Este incalculable episodio va a revelar las dinámicas e interrelaciones
entre todos los sectores, como quiera que los definamos. En otros países,
en crisis muy grandes, las poblaciones urbanas empezaban a crear
circuitos propios, donde lo fundamental era tener algo que ofrecerse
mutuamente, llegando a crear inclusive sus propias monedas. Ahí “se
juega” bajo la forma de la mercancía, aunque lo que está directamente
regulando todo es una forma de trabajo directamente social: se produce
a pedido, entre gente que se conoce (normalmente, vecindarios). No sé
si algo así haya ocurrido en Perú, por ejemplo, a fines de los años 80. Esto
está bastante estudiado y documentado, por ejemplo, para España,
aunque no forma parte de ninguna problemática reconocida en las
ciencias sociales, ni formales ni contestatarias. Pero como decíamos, el
problema ahora es la prohibición de moverse. Lo cual tiene límites tan
imprecisos como fatalmente ciertos. La “cuarentena” es forzosamente
limitada en el tiempo. Ahí todo depende de qué tanto se controle la
situación sanitaria para cuando tenga que ser levantada, sea por la
autoridad o de facto.
¿Nuevas reglas de juego?
Por otra parte, el texto de Waldo Mendoza está situado en la
problemática macroeconómica convencional: las tasas de inversión y
crecimiento, el equilibrio presupuestal. Sus puntos finales están pensados
en términos monetarios, los cuales rigen mientras se mantengan ciertos
marcos institucionales; los cuales dependen de un mínimo de
“normalidad” en el funcionamiento de la economía. Pero pueden ser
sobrepasados, y en ese caso vamos a tener que inventar formas de
trabajar e intercambiar. En una economía de guerra unos encarecen los
precios, y otros intercambian lo que hacen en forma aparentemente
(socialmente) gratuita.
Colegio de Sociólogos del Perú. 151
Lima – Perú, 2020.
Sin embargo, este “salirse de la norma” durante una crisis no ocurre
solamente en los márgenes de la economía. Si no, pensemos en una crisis
que sigue estando en la experiencia y en la mente de todos: ¿cómo
pudieron hacerse los “rescates” de los bancos el 2008-2009? ¿De dónde
salió el dinero que fue dedicado a ello? ¿Qué actividades dejaron de
recibir esos montos para ser entregados al sector financiero? ¿Quedaron
esos bancos endeudados por ello? ¿Qué pasó con esa deuda? ¿O fue
“plata regalada”? ¿Y qué pasó con el déficit norteamericano? ¿Por qué
esa economía no sufrió una conmoción devastadora, que se agregaba
a la desindustrialización que ya venían experimentando?
Creo que a partir de ahí cobró cierta relevancia la teoría del “fiat
money”: la proposición según la cual el dinero que circula lo crean los
bancos con sus operaciones. Lo cual, por lo visto, no solamente lo harían
los bancos privados. Esto muestra hasta dónde todos estos agregados
dependen de condiciones y decisiones políticas.
En las condiciones que se vienen dando, pensar en las calificadoras de
riesgo-país no parece ser muy pertinente (punto 15). ¿Cuál va a ser el país
que va a poder ofrecer sus cuentas claras bajo los patrones “normales”?
Además, la primera parte de ese punto atisba que las reglas cambiarían,
mientras que la segunda parte asume que continuarían.
No me parece nada realista pensar en que pasado el virus el Perú puede
restablecerse rápidamente, en medio de un mundo desolado, y cuando
el “colchón” de la producción independiente –al cual algunos atribuyen
(con bastante razón) la estabilidad social en el país- se habrá
adelgazado sustancialmente.
Ahí habrá que ver también qué ocurre con lado que explícitamente
Waldo Mendoza no está tratando: la economía mundial. Ese panorama
era muy parecido al que da sobre la economía capitalista empresarial
en el Perú: venía funcionando “a media máquina”. ¿Qué debería ocurrir,
para que después del coronavirus, pudiese funcionar con mayor
intensidad?
Pensar en comparaciones del Perú con el resto de la región (puntos 16 y
18), tampoco me parece pertinente. Lo que dice Mendoza puede ser
“cierto”, pero ¿qué tan relevante va a ser? ¿En qué situación socio-
política va a estar el país? ¿Hemos visto los “retrasos” en las tareas de
reconstrucción, cuando los sectores “de alta productividad” no fueron
afectados? Ahora en cambio sí lo van a estar. A menos que…
establezcamos otras reglas de juego.
Hay mucho más que debiera decirse sobre lo que esta crisis revela de
niveles normalmente ocultos de la interdependencia social global, pero
ahora se trataba solamente de comentar el artículo en mención.
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Lima – Perú, 2020.
AGRO Y CORONAVIRUS*
Fernando Eguren113
La Revista Agraria: Año 21, No. 189, mayo de 2020
En los primeros días de la declaración de emergencia que se inició el 16
de marzo, las declaraciones del presidente Vizcarra se centraron en dos
objetivos: lograr el confinamiento de la población para limitar la
expansión de la pandemia, y asegurar que el abastecimiento de bienes
de primera necesidad, sobre todo de alimentos, fuera normal, dentro de
las circunstancias. Para ello se facilitaría el transporte de mercancías, el
funcionamiento de los mercados y se mantendrían abiertos
supermercados y bodegas. Un tercer objetivo que rápidamente adquirió
justa relevancia fue la transferencia de dinero a más de tres millones de
familias con escasos recursos. Fue una respuesta rápida y acertada una
situación inédita en la que estamos luchando por comprender el nuevo
mundo en el que nos encontramos.
Estas medidas del Ejecutivo fueron aprobadas por un amplio consenso de
la ciudadanía, y el presidente Vizcarra asumió el liderazgo en la
conducción de la lucha contra la pandemia. En una crisis tan grave
como la actual, el liderazgo es esencial para reducir los sentimientos de
inseguridad y de temor de la población. Ello le ha dado una legitimidad
y autoridad que ha sorprendido a muchos escépticos y ha neutralizado
a los críticos crónicos. Las encuestas de opinión reflejan este sentimiento
de la ciudadanía: según Ipsos, el 83 % de la población urbana
encuestada aprueba la gestión del presidente, y el 79 % el desempeño
del gobierno frente al Covid-19114.
*Fuente: https://larevistagraria.files.wordpress.com/2020/05/lra-189-web-
compressed.pdf
113Presidente del Cepes. Director de La Revista Agraria.
114IPSOS. Informe de resultados de la encuesta nacional urbana, realizada del 15 al 16
de abril del 2020.
Colegio de Sociólogos del Perú. 153
Lima – Perú, 2020.
Pero debió pasar una semana para que el presidente se refiriese
directamente, el 23 de marzo, al sector económico y de productores
sobre los cuales descansa la seguridad alimentaria del país: el agro y los
productores agrarios. Introdujo así un importante matiz al sesgo urbano
de sus anteriores presentaciones. En efecto, los esfuerzos por mantener
abastecidos los mercados urbanos dependen enteramente de si hay
producción alimenticia disponible, es decir, si los agricultores están en
condiciones de seguir produciendo tanto para ellos mismos como para
las ciudades.
Como es bien sabido, alrededor de las tres cuartas partes de la
producción de alimentos depende de la agricultura familiar, lo que es el
caso también, puntos más puntos menos, de muchos otros países de la
región. Las grandes agroexportadoras, asentadas en la costa, no aportan
a la seguridad alimentaria del país.
Lamentablemente, los sucesivos gobiernos han ignorado a los
agricultores familiares, y los recursos públicos destinados a ellos no son
solamente insuficientes, sino que existen graves problemas de gestión. A
fines del año pasado el nivel de ejecución del gasto público agrario
apenas si superaba la mitad (51.2 %) del presupuesto institucional
modificado (PIM)115. La distribución territorial de la asignación de gastos
muestra que el Estado no tiene una visión de conjunto del sector ni una
priorización. Aproximadamente un tercio de distritos rurales del país
recibió cero soles para gastos en capital en la función agropecuaria116.
En contraste, desde los años noventa el Estado peruano ha promovido y
destinado ingentes recursos para la instalación y expansión de la
agroexportación basada en grandes empresas que, hoy por hoy, poseen
alrededor de un tercio de las tierras de cultivo bajo riego de la costa. El
28 de diciembre pasado se dio el Decreto de Urgencia N° 043-2019, que
prolonga los beneficios de la ley 27360, de Promoción del Sector Agrario,
que esconde varios tipos de subsidios en favor de la agroindustria.
Originalmente aprobada durante el gobierno de Alberto Fujimori el
año2000, con una vigencia de diez años, hoy la norma se ha convertido
prácticamente en permanente.
115Eduardo Zegarra, “Presupuesto agrario 2020. ¿Hacia un nuevo ministerio de
Agricultura?”. 26.11.2019. <https://eduardo-sinfronteras.blogspot.com/>
116Eduardo Zegarra, “El gasto público agrario a nivel distrital: inequitativo, sesgado y
desarticulado”. 23.02.2020. https://eduardo-sinfronteras.blogspot.com/
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Lima – Perú, 2020.
Los números del coronavirus
Día tras día los peruanos estamos pendientes de los números: número de nuevos
contagios por el coronavirus, número de fallecidos, número de recuperados; número
de ventiladores, de unidades de cuidados intensivos, de camas libres; número de
pruebas rápidas y de pruebas moleculares, número de resultados positivos y
negativos; número de contagiados del personal de salud, de policías y miembros de
las fuerzas armadas, de bomberos; número de bonos distribuidos entre la población
rural y urbana; números de personas que pugnan por retornar a sus ciudades y
pueblos de origen; monto de fondos públicos destinados a aliviar la situación de
empresas y pymes; monto de los fondos privados CTS y aportes a AFP que pueden ser
recuperados por sus atribulados dueños.
La mayor parte de estos números son estimados que se basan en cálculos y recuentos
imprecisos, no solamente porque los registros sobre los que se basan probablemente
son incompletos, parciales y asistemáticos, sino porque la información sobre cómo
evolucionan los números tiene impactos políticos, sociales, económicos y
psicológicos. Es inevitable —aunque no justificable— que los números destinados a ser
difundidos a la ciudadanía sean minimizados o exagerados según los impactos que
puedan tener sobre la opinión pública. La poca claridad de la información oficial
sobre cuántas camas y ventiladores mecánicos disponibles hay en el país para
contagiados por el coronavirus es una expresión de ello. Por otro lado, es también
inevitable —aunque tampoco justificable— que grupos de interés económico y
político minimicen o exageren otros números y su significado, como el expresado en
el debate sobre el monto que puede ser retirado de los fondos de las AFP sin poner
en grave riesgo la estrategia económica del gobierno para afrontar la gravísima
situación económica.
Exagerar o minimizar los números puede ser el resultado de la mala fe o de intereses
subalternos, o del intento de ocultar ineficacia para lograr objetivos anunciados
públicamente; pero también puede serlo el resultado de un deseo de evitar
situaciones de pánico o desesperanza entre la población. En cualquier caso, las
decisiones políticas para enfrentar la pandemia y sus impactos sociales y económicos
requieren de la información más precisa y objetiva posible, por dura que esta sea.
Esta reflexión viene a propósito de la información sobre la oferta y acceso a los
alimentos. Según el instituto Apoyo, la proyección de la producción agropecuaria es
alarmante; estima que el valor bruto de la producción agropecuaria decrecerá este
año en un 2.1 por ciento, y prevé que, dado que la reactivación económica no
ocurrirá prontamente, la campaña 2020-2021 será problemática (1). En
contraposición, el ministro de Agricultura afirma que el crecimiento del PBI
agropecuario este año será positivo, similar al del año anterior, es decir, alrededor del
3.7 % (2). Es obvio que, según se adopte una u otra estimación, el diseño de políticas
resultante diferirá de manera radical y, tratándose de alimentos, las consecuencias
podrían ser dramáticas para la población.
Jugar con números es una cosa muy seria.
Notas
1. Referencia incluida en los Considerandos del Decreto de Urgencia 041-2020.
2. Entrevista al ministro Jorge Montenegro. Diario El Peruano, 21 de abril 2020.
<https://bit.ly/2VYue9J>
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Lima – Perú, 2020.
Las medidas del gobierno hacia el mundo rural
Durante el mes de abril el gobierno ha aprobado finalmente varias
medidas orientadas al sector agrario y la población rural. En lo que se
refiere a la protección de la salud, estableció un protocolo para contener
la transmisión del Covid-19 dirigido a las empresas agrarias y
agroindustriales y a los productores agrarios en general117. Ordenó
reestructurar el Fondo Agroperú, que es administrado por Agrobanco, “a
fin de promover el acceso a garantías para la cobertura de riesgos
crediticios (en adelante, garantías) y financiamiento directo a los/las
pequeños/as productores/ as agrarios/as organizados/as, bajo cualquier
forma asociativa contemplada en la normatividad vigente”118. Dictó
medidas para promover la reactivación de la economía del sector
agrario mediante la intervención de núcleos ejecutores, para lo cual
autorizó la transferencia de 150 millones de soles con cargo a los recursos
de la Reserva de Contingencia, a favor del Minagri119, principalmente
para hacer limpieza de canales y el mantenimiento de drenajes y
bocatomas que permitan mejorar el acceso al agua. Otorgó un subsidio
monetario de 760 soles a favor de los hogares en condición de pobreza
extrema en el ámbito rural120. Este subsidio, focalizado en familias
consideradas vulnerables, se amplió al universo total de familias del país,
urbanas y rurales (6.8 millones de hogares, el 75 % del total del país), con
exclusión de las que tienen sueldo (2.2 millones de hogares, el 25 % del
total), lo que significa un desembolso de 5 168 millones de soles, según
informó el presidente Vizcarra121.
Todas estas medidas, sin duda importantes, ¿son suficientes?122 Depende
mucho de la prolongación de la pandemia. Si se prolonga medio año o
más, los recursos fiscales no alcanzarán para seguir este ritmo de
transferencias. Además, no es solo un asunto de recursos financieros. El
flujo de recursos necesarios para la producción agrícola, los sistemas de
información y de transporte, el grado de afectación del Covid-19 en la
117Resolución Ministerial 0094-2020-MINAGRI, 3 de abril 2020.
118Decreto Supremo N° 004-2020-MINAGRI, 11 de abril 2020.
119Decreto de Urgencia N° 041-2020, 17 de abril 2020.
120Decreto de Urgencia N° 042-2020, 18 de abril 2020.
121Conferencia de prensa del presidente Vizcarra el 22 de abril 2020.
122La FAO ha sintetizado los problemas que pueden presentarse en los países del mundo
en la producción de alimentos en el contexto de la pandemia. Ver FAO (marzo 2020).
Coronavirus Food SupplyChain Under Strain What to do? <https://bit.ly/2xbqole>.
También, FAO Un plan de choque para garantizar el suministro global de alimentos.
<https://bit.ly/2yHMk80>
Colegio de Sociólogos del Perú. 156
Lima – Perú, 2020.
población rural, son factores de los que depende la continuidad de la
actividad agraria y los ingresos de los productores.
El futuro en disputa
La pandemia, que no sabemos cuánto tiempo durará pero que los
especialistas estiman que por lo menos marcará los meses siguientes, se
es que no varios años, pone sobre el tapete la modificación del orden de
prioridades que han estado vigentes hasta ahora en varias materias. Entre
ellas, y en primer lugar, la salud, pero también la educación, la
producción y los servicios. Las desigualdades se han manifestado en toda
su desnudez; una de sus expresiones es que centenares de miles de
familias no pueden, aunque lo quisieran, respetar la cuarentena, pues
dependen de ingresos diarios para sobrevivir. Mientras que la
introducción del virus ocurrió en barrios limeños de la clase media, ya en
el mes de abril los más afectados son los distritos populares en los que,
precisamente, las condiciones para mantener la cuarentena son muy
difíciles: las familias sobreviven día a día y dependen de la “economía de
la calle”, y muchas viviendas son tugurizadas y poco adecuadas para un
confinamiento prolongado.
La discusión sobre las nuevas prioridades, que ya comenzó, revela que los
voceros de los grupos de poder económico están proponiendo más
neoliberalismo para recuperar, no el bienestar de la sociedad, sino el
bienestar de los poderes económicos. Jaime de Althaus, uno de estos
voceros, enfatiza que “la recuperación de la economía luego de que
quede devastada por la reclusión generalizada, exigirá restablecer
mayores grados de libertad económica de los que teníamos hasta la
declaratoria de inmovilidad”, y describe la cuarentena establecida por
el Ejecutivo en los siguientes términos: “la cuarentena no es otra cosa que
la supresión temporal absoluta de la libertad económica,” a la que habría
que regresar una vez superada123.
El Instituto Peruano de Economía (IPE), que goza de gran prestigio y
credibilidad en el medio empresarial, dedica un reciente informe al
“Impacto del coronavirus en la economía peruana”, con la esperanza de
contribuir “a la comprensión del impacto del coronavirus en la economía
nacional”124. En sendas secciones recorre todos los diferentes sectores de
la economía nacional, comenzando por el sector agrario. Su análisis, sin
embargo, prácticamente se limita la agroexportación. Resulta, sin
embargo, que con toda su relevancia, la agroexportación no es la parte
esencial del sector, ni en términos de producción (sobre todo de
123Jaime de Althaus, “Para salir de la pandemia, Más Estado y más libertad económica”.
Lampadia, 23.03.2020. <https://bit.ly/39qsDxT>
124Informe IPE. “Impacto del coronavirus en la economía peruana.” Marzo 2020.
<https://bit.ly/2wHy9yV>
Colegio de Sociólogos del Perú. 157
Lima – Perú, 2020.
alimentos), ni de puestos de trabajo ni de población involucrada.
Definitivamente no lo es en una perspectiva estratégica, como sí lo es la
producción para la seguridad alimentaria, que está en manos de la
pequeña agricultura. Para el IPE, el sector agrario es la gran inversión y las
corporaciones involucradas en la agroexportación. El resto es marginal.
Las visiones económicas convencionales, aunque con matices, ya tienen
su libro —el primero de varios que seguramente vendrán—, que incluye
contribuciones de tres exministros de Economía: Alfredo Thorne, Ismael
Benavides y Luis Carranza, y un exministro de Trabajo, Jorge González
Izquierdo, para analizar “cómo volveremos a la normalidad”125.
La voz de los agricultores
Para enfrentar la crisis generada por la pandemia, importantes
organizaciones de agricultores han hecho una propuesta a nombre de
los agricultores familiares, que son alrededor del 98 % de todos los
productores agrarios del país. Son dos las razones por las que se debe
prestar máxima atención a esta propuesta: porque expresan las
necesidades de la abrumadora de productores, porque son los
responsables de la seguridad alimentaria del país y porque en la
pequeña agricultura la incidencia de la pobreza es alta. Se estima, en
efecto, que entre dos tercios y cuatro quintas partes de los alimentos son
generados por este sector. Todos los esfuerzos que el gobierno está
asumiendo para que los pobladores urbanos estén abastecidos de
alimentos no tiene sentido si no se garantiza el funcionamiento de los
eslabones de la cadena productiva de esos alimentos y de su distribución
a los centros de consumo.
Conveagro ha emitido dos pronunciamientos. El primero, presentado con
la Junta Nacional de Usuarios126, contiene nueve puntos, en los que se
prioriza que se asegure la provisión y distribución de alimentos a los
mercados locales, si es necesario con el apoyo de las fuerzas armadas.
Se exige que se ponga en marcha un bono para fortalecer la capacidad
productiva de los agricultores y ganaderos, así como otras medidas de
alivio impositivo y financiero, como la reprogramación de deudas
agrarias por seis meses. Insiste —es una demanda reiterada— que el
Estado, en sus tres niveles, compre alimentos producidos por la agricultura
familiar.
En su segundo pronunciamiento Conveagro demanda medidas para
prevenir la difusión del coronavirus a las áreas rurales, garantizar la
continuidad de la producción y comercialización de alimentos, y a
125Varios (2020). Economía Peruana. Contención y reactivación en tiempos de Covid-
19. Fondo Editorial, Universidad San Ignacio de Loyola. 126Conveagro y Junta Nacional de Usuarios, 24 de marzo 2020. <https://bit.ly/2UGZE3S>
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Lima – Perú, 2020.
enfrentar el problema económico de las familias en el corto plazo. En
cuanto a lo primero, exige que se implemente, equipe y trabaje un
protocolo sanitario que permita que la cadena de comercialización
continúe, pero que no se convierta en una vía de diseminación del virus.
En lo que atañe a la continuidad de la producción, solicita el
otorgamiento de un bono productivo agrario no reembolsable para
costear el sostenimiento de los cultivos y las crianzas127. Otras
organizaciones, como la Federación Departamental de Campesinos de
Puno, también exigen apoyos similares.
La mayor demanda de Conveagro, sin embargo, es la creación de un
Fondo de Salvataje y Reactivación de la Agricultura Familiar, con una
asignación de 5 000 millones de soles que, entre otras cosas, permita
financiar hasta cinco hectáreas cultivables por productor y su
equivalente para la explotación de cría y saca de ganado. Pero esta
demanda no ha tenido acogida por el Ejecutivo hasta el momento.
No deja de sorprender que los planteamientos en ambos
pronunciamientos ignoren la responsabilidad que tienen los gobiernos
regionales y los municipios, reduciendo a estos a la función de
compradores de productos agrícolas.
Comunidades y control territorial en tiempos de pandemia
Conveagro plantea que los distritos rurales y las comunidades
campesinas y nativas deben convertirse en espacios de control territorial
durante la situación de emergencia. Es una propuesta frente a una
situación inédita. Ya la Federación Departamental Campesina de Puno
(IDCP) había planteado como medida urgente “acercar el sistema de
defensa al Covid-19 a las áreas rurales, para fortalecer las medidas de
control territorial que (ya) están implementando exitosamente las
comunidades y gobiernos locales. Conservar territorios libres de virus,
extendiendo los sistemas de control y vigilancia en todas las provincias y
distritos, y establecer un protocolo rígido de ingreso y salida a esas
áreas”128. Zegarra anota con acierto que “ante la grave ausencia estatal
y pública en los ámbitos rurales del país, este tipo de propuestas son
cruciales para responder mejor a la amenaza de la pandemia”129.
La población rural es vulnerable al contagio, por la extendida pobreza
(más del 40 % lo es), por la avanzada edad promedio de los agricultores
(más del 45 % supera los 50 años de edad), y por la deficiente
127Pronunciamiento de Conveagro y gremios afiliados, 12 de abril.
128Citado por Eduardo Zegarra en su artículo “Lo que piden y necesitan nuestros
agricultores ante la emergencia nacional”. Noticias SER. <https://bit.ly/3dy6XTY>
129Ibíd.
Colegio de Sociólogos del Perú. 159
Lima – Perú, 2020.
infraestructura y servicios de salud y de sanidad. Laureano del Castillo
muestra, en este mismo número de LRA, las grandes brechas en el acceso
a agua potable por red pública con niveles adecuados de cloro entre
las áreas urbanas y las rurales. La experiencia muestra que las epidemias
comienzan en las ciudades y luego se extienden a las áreas rurales130. Las
carencias anotadas son el resultado del abandono secular de las áreas
rurales, particularmente las de gran densidad de población campesina e
indígena. Las “responsabilidades del productor agropecuario” para
cumplir con el protocolo establecido por el Ministerio de Salud para
evitarla contaminación, son imposibles de cumplir para gran parte de
esta población.
La iniciativa de la FDCP e información de otras zonas del país sugiere que
hay un alto nivel de información sobre la pandemia en muchas zonas
rurales; que se toman en cuenta las recomendaciones del presidente
Vizcarra sobre el aislamiento social; que las comunidades demuestran,
una vez más, tener agencia, al tomar iniciativas ante situaciones de
emergencia; que tienen conciencia de los derechos territoriales. En las
condiciones actuales, las comunidades deberían ser convocadas por el
Estado, cuya presencia en el área rural suele ser escasa y poco efectiva,
como aliadas para afrontar la crisis generada por el coronavirus. Para
ello, sin embargo, el Estado debe superar enquistados y antiguos
prejuicios que ponen en duda las capacidades de las organizaciones
comunales.
Los retornantes
Además de los inmensos desafíos a los que tienen que enfrentarse los
agricultores, se suma el planteado por el retorno de un número impreciso,
pero en todo caso apreciable, de familias que en las ciudades no
pueden subsistir y buscan mejores condiciones en sus lugares de origen.
Es un tema humanitario de primera importancia. Pero pueden representar
un riesgo de diseminación del coronavirus en zonas rurales —en algunos
lugares hay rechazo a los retornantes precisamente por este temor— y,
en cualquier caso, plantea a comunidades, poblaciones rurales y a sus
respectivos municipios el reto de absorber a esta población necesitada.
La cautela para minimizar las posibilidades de contagio debe ir de la
mano de la solidaridad para acogerlos. Una manera de facilitar la
incorporación de retornantes es que los gobiernos en sus diferentes
niveles, regional, provincial y distrital, realicen inversiones en
infraestructura —construcción y mantenimiento vial y pequeñas obras de
riego, por ejemplo— que permiten una ampliación del mercado laboral.
130Vinayak Kumar, “Surpris111111111111111ing Covid-19 hot spots: Why coronavirus still
threatens rural areas”. ABC News. Abril 4, 2020. https://abcn.ws/2xl8igI
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Lima – Perú, 2020.
Y la agroindustria ¿qué?
Pero hay más. El futuro es muy incierto, incluso en el corto plazo. No es
improbable que en algunas zonas del país haya un descalabro del
proceso productivo de alimentos con impactos no solo regionales, sino
también nacionales, a pesar de los esfuerzos gubernamentales y las
iniciativas de los productores. Puede llegar el momento en que el
gobierno se vea en la obligación de involucrar directamente a la
agroindustria exportadora, a la que le está yendo bastante bien, según
afirma el ministro de Agricultura131, a dedicar parte de sus tierras y demás
recursos a la producción de alimentos para el país, no solo para la
exportación. Una decisión en este sentido tendría que tomarse más
pronto que tarde. El Minagri y demás organismos, incluidos los comandos
ad hoc que han venido formándose en estos días para combatir la
pandemia de manera planificada, no pueden esperar que la producción
de alimentos se desplome. Debe actuar y tomar decisiones lo más pronto
posible.
El gobierno debería recoger la iniciativa.
131Entrevista al ministro Jorge Montenegro. Diario El Peruano, 21 de abril 2020.
<https://bit.ly/2VYue9J>
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Lima – Perú, 2020.
EL CORONAVIRUS Y ¿EL FIN DEL CAPITALISMO?*
Efraín Gonzales de Olarte
Economía Peruana: 19 / 03 / 2020
La pandemia desatada por el Covid19 es un fenómeno bio-
socioeconómico que está poniendo a prueba no sólo a los países sino
también al sistema capitalista. Más allá del número de infectados y
muertos –que estadísticamente es bastante menor que la gripe corriente-
ha generado una paranoia que depende de la incertidumbre de su
evolución y de la capacidad de los países para afrontarlo. Además, pone
a prueba la eficacia de la democracia, la capacidad de los gobiernos y
la calidad de los estados.
China fue el primer país en afrontar el problema y, según información
oficial, al parecer ha controlado su propagación. Cuál fue la fórmula:
cuarentena absoluta, toque de queda y bloqueo de cualquier tipo de
movilidad de las personas, que los chinos cumplieron sin chistar, por dos
razones, China tiene un estado fuerte, un gobierno autocrático y una
población cuya cultura cívica está forjada de manera vertical.
En las antípodas, Italia que tiene ya el mayor número de muertos, no tomó
en serio los primeros casos, las medidas fueron tomadas de manera
progresiva hasta el momento en que ya era un problema mayor de salud
pública, entonces reaccionaron e hicieron algo parecido a China, pero
muy tarde, porque probablemente hubo deliberación democrática
antes de tomar las medidas. Además, a diferencia de China, Italia tiene
una población vieja, es decir más vulnerable.
Los Estados Unidos de Trump, casi de manera parecida a Italia, han
reaccionado tarde, con cierta arrogancia y autosuficiencia, pero de
pronto se han dado cuenta que el Covi19 es una amenaza a “América
primero” y al comenzar a tomar medidas el impacto económico ha
comenzado a percibir. La reducción de la actividad económica en los
ámbitos públicos se comienza a sentir, incluso Amazon que vende por
correo, está teniendo que despedir a 100mil trabajadores. La bolsa de
valores de Nueva York ha tenido varios desplomes sin precedentes en los
últimos días, es decir las expectativas económicas –que son en parte
*Fuente: http://blog.pucp.edu.pe/blog/economiaperuana/2020/03/19/el-coronavirus-
fin-del-capitalismo/
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Lima – Perú, 2020.
reales y en parte psicológicas- han comenzado a interiorizar la posibilidad
de afrontar una recesión económica, justo antes de las elecciones de fin
de año.
Obviamente, a los países medianos y pequeños solo nos queda imitar a
China hasta donde se pueda, hasta dónde nuestros estados sean
capaces y, sobre todo, hasta donde nuestra cultura y necesidades lo
permitan. El mundo está paralizado y el Covi19 –fenómeno exógeno e
inesperado- ha puesto a prueba el sistema capitalista, aún en China que
se precia de ser socialista.
Es interesante observar varios efectos colaterales del Covi19. Por un lado,
la contaminación ambiental disminuyó sensiblemente en China y,
probablemente, en el mundo, dando la razón a quienes sostienen –entre
ellos el Papa Francisco- que el sistema capitalista está poniendo en
peligro la sostenibilidad ecológica del planeta. Mejor prueba para
quienes como, el presidente Trump, niegan la relación entre el sistema
económico y el cambio climático. De otro lado, está apareciendo claro
que la solución a la pandemia no viene del mercado ni del sector privado
sino de la cooperación y del altruismo, sino veamos como China está
cooperando con Italia y otros países, cómo empleados de empresas
importantes están dispuestos a reducir sus salarios, pero también las
empresas están dispuestas a ganar menos para que sus trabajadores no
pierdan el empleo, se ha comenzado a valorar la calidad de los sistemas
de salud y sobre todo su acceso universal. También, nos damos cuenta
que podríamos vivir bien sin tanto consumismo, que al final del día nos
obligan los “estados de emergencia”, “las cuarentenas”, “los estados de
catástrofe”. En otras palabras, el Covi19 nos interroga sobre nuestros
modos de vida, nuestros estándares de consumo, pero sobre todo sobre
nuestros valores éticos, dentro de los cuales el individualismo y el egoísmo
resultan siendo disfuncionales.
Finalmente, lo que si queda claro es que el impacto económico y
financiero ha de ser enorme, habrá muchas quiebras de empresas de
todo tamaño, masas desempleadas, las personas habrán gastado sus
ahorros, el turismo y todas aquellas actividades que funcionan en base al
contacto de personas tendrán que replantear sus estrategias de negocio,
es altamente probable también que aumente la pobreza en todos los
países. El propio comercio internacional se verá restringido. Es decir, el
Covi19 es un importante factor de desglobalización, que favorecerá a
aquellos gobiernos que dicen “primero mi país”. El mundo no será el
mismo y me pregunto si este no es el comienzo del fin del capitalismo
neoliberal como lo conocemos y que tendrá que reinventarse o cambiar.
Un virus más pequeño que la milésima parte de una bacteria podría
cambiar el mundo que conocemos y ser mucho más efectivo que varias
revoluciones. Pero, lo más preocupante: este no será el último virus. Hay
que cambiar para estar preparados.
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LA COVID – 19 Y LAS EPIDEMIAS DEL NEOLIBERALISMO*
Marcos Cueto
El País: 27 / 03 / 2020
Las epidemias regresan cada cierto tiempo para recordarnos nuestra
vulnerabilidad. Vulnerabilidad ante la enfermedad y ante el poder. En
pocos meses, algo que parecía una catástrofe distante se ha convertido
en una tragedia cotidiana. Esta enfermedad producida por un insidioso
agente infeccioso —popularmente conocida como coronavirus— se ha
extendido a casi todos los rincones del planeta; revelando la torpeza de
los gobiernos autoritarios populistas de derecha que atacaron a la
ciencia y la salud pública —seguramente para que sus seguidores no
piensen racionalmente— y crearon las condiciones para la
desinformación, el estigma y el caos que ahora sufrimos.
Esta pandemia no es más que la última de una triste secuela que empezó
en los años ochenta del siglo pasado cuando la mayor parte de los
gobiernos del mundo abrazaron el neoliberalismo y su envenenada
doctrina que pregonaba una drástica reducción del gasto público y el
desmantelamiento de la intervención del Estado en los programas
sociales. De esta manera se creó una cultura adonde el lucro estaba por
encima de todo y de todos; adonde valía el recorte de los recursos
humanos de los sistemas de salud, tanto nacionales como
internacionales, y donde se banalizaron un rosario de desastres sanitarios
como el sida, dengue, SARS, H1N1, ébola, zika y ahora la epidemia que
nos abruma. Estas epidemias magnificaron la relación entre los sistemas
económicos injustos y las adversas condiciones de vida, y confirmaron la
persistencia del racismo (solo basta recordar las infelices frases del
presidente de los Estados Unidos sobre un virus foráneo y su deliberada
asociación con los chinos que ha alentado actos de violencia contra la
población de origen asiático). Una doctrina que idealiza el estilo de vida
y que guarda silencio sobre la vulnerabilidad estructural en que viven la
mayoría de las personas. No es que no sea importante la higiene personal
y el autoaislamiento; pero estas medidas no reflejan la realidad de una
gran mayoría de familias pobres de comunidades periurbanas que
*Fuente: https://elpais.com/ciencia/2020-03-27/la-covid-19-y-las-epidemias-del-
neoliberalismo.html
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Lima – Perú, 2020.
sobreviven apiñadas en espacios diminutos con acceso limitado al agua,
distantes de centros de salud y con personas mayores ya víctimas de los
principales determinantes sociales de las enfermedades respiratorias: la
pobreza, la falta de abrigo y descanso adecuados y la mala
alimentación.
“Es importante recordar la recurrente falta de financiamiento
internacional que tuvo ese Reglamento y la persistente deslegitimación
de la OMS”.
Las pandemias antes mencionadas surgieron o se agravaron por la
discriminación, el deterioro del cambio climático, la violencia contra la
naturaleza ejercida por fuerzas extractivas sin regulación y la negación
de los derechos humanos, como el derecho a la salud de cualquier
persona, que abierta o subrepticiamente glorificó el neoliberalismo. Estos
llegaron con una trivialización de muertes y enfermedades evitables y la
reproducción de estereotipos criminales contra las víctimas de las
epidemias como las minorías sexuales, los pobres, los indígenas y las
mujeres. La terrible epidemia que estamos viviendo es el testimonio no
solo de las fuerzas económicas, sociales y ambientales que desató el
neoliberalismo sino de su incapacidad de construir un futuro inclusivo.
También marca la erosión, casi irreparable, de una de las leyes
supranacionales más valiosas y que ahora casi nadie recuerda: el
Reglamento Sanitario Internacional del 2005.
Según este Reglamento, que todos los países del mundo firmaron, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) iba a coordinar las repuestas a
las pandemias. Fue hecha después de numerosas discusiones de
acuerdos fundamentales que se remontan a comienzos del siglo XX.
Como es evidente casi desde el inicio de covid-19, cada país, estado o
municipio ha hecho lo que ha querido, citando cuando le conviene a la
OMS. Es importante recordar la recurrente falta de financiamiento
internacional que tuvo ese Reglamento y la persistente deslegitimación
de esta agencia multilateral de Naciones Unidas —que provocó que las
respuestas al ébola en África de hace pocos años fuesen tardías—.
Asimismo, es importante mencionar la diferencia entre la crisis económica
del 2008 y la crisis de salud del 2020. En el 2008 el Gobierno
norteamericano consiguió en pocos días más de 700 mil millones de
dólares para salvar a los bancos privados. En contraste, en la epidemia
de covid-19, el Gobierno norteamericano inicialmente pidió al congreso
norteamericano solamente poco más de dos mil millones de dólares
(felizmente el congreso aumentó en algunos miles de millones más esta
cifra, pero los recursos son todavía claramente insuficientes). A eso se
suma el hecho que en los últimos años la Casa Blanca cortó cerca de 700
millones de dólares para uno de los mejores centros epidemiológicos del
mundo, el Centers for Disease Control, y acabó con el equipo encargado
de vigilar los brotes epidémicos internacionales que funcionaba al interior
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Lima – Perú, 2020.
de la Presidencia de los Estados Unidos. La recurrencia a usar fondos
públicos para los ricos en esta emergencia está escondida en una
medida de algunos gobiernos para “estabilizar la economía.” El Gobierno
de los Estados Unidos va a inyectar poco más de un billón de dólares, de
los cuales solo un pequeño porcentaje irá directamente a las familias más
necesitadas y las pequeñas empresas, mientras que el grueso será usado
para rescatar a empresas privadas tangenciales a los pobres, como las
cadenas de hoteles de cinco estrellas, los conglomerados de aerolíneas,
las empresas de cruceros y los restaurantes de lujo.
“Las pandemias surgieron o se agravaron por la discriminación, el
deterioro del cambio climático, la violencia contra la naturaleza
ejercida por fuerzas extractivas sin regulación y la negación de los
derechos humanos”
A pesar de ello, a veces las calamidades nos presentan oportunidades
únicas para reflexionar y ser mejores. En un mundo donde diferentes
escándalos compiten para acaparar los medios de comunicación, las
enfermedades epidémicas son una ocasión para que la salud pública,
los científicos y los historiadores de la salud revindiquemos en voz alta la
importancia de nuestros trabajos. Para recordar la relevancia de
enfermedades endémicas prevenibles que siguen azotando a la
sociedad y con cuya existencia nos hemos vuelto transigentes. Para
cuestionar las prioridades del mundo adonde la mayoría de los gastos de
los Estados se van en armas y adonde celebramos el dispendio de sumas
millonarias en el opio del pueblo: las élites del futbol y del cine. También,
para desenmascarar la letalidad del negacionismo científico, para
reivindicar la importancia crucial de la prevención y la solidaridad y para
redirigir los fondos y los funcionarios públicos que no pueden ser sirvientes
de los intereses económicos privados.
Algunos historiadores nos hemos dedicado alguna vez a pensar las
epidemias y hemos concluido que la ausencia de liderazgo de
gobernantes ciegos, así como la xenofobia y la desesperación agravan
la calamidad. En el caso de covid-19, existen temas urgentes que
requieren del concurso de profesionales de las ciencias socio-médicas
como la adhesión de la población a los consejos médicos, la
organización de los recursos humanos para hacer frente a las limitaciones
de hacer los exámenes y los centros médicos desbordados y para
responder con justicia social al grave impacto económico que se
proyecta. Como en las valerosas respuestas a otras epidemias de parte
de la comunidad, sanitaristas y científicos es importante responder al
presente y al mismo tiempo mirar al futuro. Al parecer, en países pobres y
de ingresos medios los medios efectivos más baratos son el
distanciamiento social (por lo menos un metro y medio entre las
personas), las cuarentenas y —además de la cancelación de eventos y
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Lima – Perú, 2020.
reuniones— la suspensión del transporte público, que se está convirtiendo
en el gran vector urbano de la Covid-19.
“Esta pandemia no es más que la última de una triste secuela que
empezó en los años ochenta cuando la mayor parte de los gobiernos
del mundo abrazaron el neoliberalismo y su doctrina que pregonaba
una drástica reducción del gasto público y el desmantelamiento de la
intervención del Estado en los programas sociales”.
Según el historiador de la medicina Charles Rosenberg, las epidemias
tienen un ciclo que empieza por la negación, pasa por la resignación y
acaba en el olvido. Como en otras epidemias uno de los principales
peligros que enfrentamos no es solamente que se intensifique la
globalización de la Covid-19 sino que cuando pase la tragedia volvamos
a ignorar a la ciencia y la salud pública; que se pierda una oportunidad
para acabar con la retroalimentación entre respuestas fragmentadas e
insuficientes y la recurrencia de las epidemias. La esperanza de quien
escribe es que ahora la historia sea diferente: que podamos no solo
controlar, mitigar y planificar las medidas de salud pública sino acabar
de convencernos de que la salud pública es intrínsicamente global y que
debemos dedicar ingentes recursos a la gobernanza sanitaria mundial y
a la investigación; incluyendo la investigación histórica, que nos puede
decir mucho más de los desafíos de la salud del pasado para
comprender y actuar en el presente y planificar con esperanza el futuro.
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Lima – Perú, 2020.
LOS LÍMITES ESTRUCTURALES DE LOS MARTILLAZOS*
Sinesio López
La República: 30 / 04 / 2020
Algunos tecnócratas neoliberales critican la supuesta ineficacia de los
martillazos de Vizcarra comparándola con la eficacia de las políticas de
Suiza, Austria, Australia y Nueva Zelanda (La República, 19/4/20). Olvidan
señalar los límites estructurales de los martillazos que ellos, en su momento,
ayudaron a construir. Por ahora solo me voy a referir a las incapacidades
del Estado.
El gobierno aconseja lavarse las manos con jabón para prevenir el
contagio, pero amplios sectores de la población carecen de agua y
desagüe. Ordena quedarse en casa, pero mucha gente sigue saliendo a
la calle porque la policía y los militares no tienen la fuerza suficiente para
hacer cumplir la ley. Busca medir el contagio probable de la gente, pero
los hospitales carecen de las pruebas indispensables para hacerlo.
Trata de atender a todos los contagiados, pero el Estado carece de
número necesario de hospitales para atenderlos. Se esfuerza por salvar la
vida de los contagiados más graves, pero los hospitales no tienen las
camas UCI ni los necesarios respiradores artificiales para lograrlo.
Tenemos médicos excelentes y un esforzado personal de salud, pero no
se abastecen. Son desbordados por la masiva demanda. Ellos buscan
protegerse, pero sus centros de trabajo no les ofrecen los medios
necesarios para evitar el contagio. El colmo de la crítica ahora es acusar
al gobierno de no saber contar los muertos por coronavirus.
Todas las incapacidades del Estado tienen, por supuesto, una
explicación. Las élites gobernantes, todas de derecha (salvo Velasco) y
en connivencia con las élites económicas, han construido un estado sin
dientes, sin garras, sin fuerza, enclenque en los doscientos años de
República. No lo diseñaron bien, no lo dotaron de una organización
eficiente, no entrenaron bien a su burocracia ni le dieron recursos
*Fuente: https://larepublica.pe/opinion/2020/04/30/martin-vizcarra-los-limites-
estructurales-de-los-martillazos-por-sinesio-lopez/
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Lima – Perú, 2020.
necesarios para que desarrolle sus capacidades y desempeñe bien las
funciones que tiene.
El caso de construcción del Estado mínimo y subsidiario (neoliberal) en los
tiempos del boom exportador tiene ribetes de escándalo. Los
tecnócratas y sus socios empresariales construyeron un Estado en el que
sus aparatos económicos (MEF, BCR, SBS, etc), al servicio del capital,
recibieron todo el apoyo, mientras los aparatos sociales
(educación, salud, justicia, seguridad, vivienda, transporte) al servicio de
los ciudadanos, fueron abandonados a su suerte. Pero el escándalo
mayor es la bajísima presión tributaria (14%), un poco más de la media de
AL. Se hizo perversamente que la salud pública y educación pública
fueran un desastre para convertirlas en un negocio privado. Hoy los
bancos y sus aseguradoras tienen redes de clínicas privadas y el
monopolio de las farmacias.
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Lima – Perú, 2020.
LA SALUD NO FUE ABANDONADA, FUE TOMADA POR LA
CORRUPCIÓN *
Jaime De Althaus
El Comercio: 01 / 05 / 2020
No pasó mucho tiempo para que la pandemia se convirtiera en apetitoso
botín ideológico para algunos, que ya empezaron a repartir culpas para
cosechar seguramente en las elecciones. Sinesio López (“La República”)
acusa a la “derecha neoliberal” de haber “construido un Estado en el
que sus aparatos económicos (MEF, BCR, SBS, etc), al servicio del capital,
recibieron todo el apoyo, mientras los aparatos sociales… fueron
abandonados a su suerte… Se hizo perversamente que la salud pública
y educación pública fueran un desastre para convertirlas en un negocio
privado”.
Pero quien llevó al Estado social a su mínima expresión fue el socialismo
intervencionista y estatista de los años 70 y 80, al punto que hacia la
segunda mitad de los 80 los hospitales públicos carecían hasta de jeringas
y los médicos cobraban por atender en clínicas privadas al interior de los
hospitales: una verdadera privatización “fáctica”.
Más bien fue la relativa liberalización y privatización a partir de los 90 la
que permitió reconstruir paulatinamente el Estado, y de una manera
notable considerando los escombros en los que quedó luego del
experimento socialista.
En los últimos 20 años el presupuesto del sector Salud ¡se ha multiplicado
por 7 en soles constantes!, es decir, en términos reales (IPE). Y se ha
multiplicado por 3 como porcentaje del PBI, y por 2 como porcentaje del
presupuesto. Lo que significa que no solo ha tenido muchos más recursos,
sino que ha recibido un tratamiento prioritario en el presupuesto nacional,
a costa de otros sectores.
*Fuente: https://larepublica.pe/opinion/2020/04/30/martin-vizcarra-los-limites-
estructurales-de-los-martillazos-por-sinesio-lopez/
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Lima – Perú, 2020.
Entonces es un mito, una mentira escandalosa, lo de que la salud pública
fue abandonada. La pregunta es qué se hizo en el sector con esos mucho
mayores recursos que los tecnócratas “neoliberales” aprobaron y que los
impuestos pagados por las empresas posibilitaron. La respuesta hay que
pedírsela a un sistema de gestión patrimonialista dominado por la
corrupción y los intereses particulares de sus distintos estamentos, donde
los recursos se desvían a toda clase de beneficiarios menos a los
pacientes.
No es falta de presupuesto, es exceso de corrupción, que sifonea
medicamentos a farmacias privadas, malogra deliberadamente equipos
para derivar pacientes a consultorios privados, e impide una gestión
racional, meritocrática y por resultados.
Evidentemente no son los “neoliberales” quienes operan ese sistema
patrimonialista. Entonces sería bueno que las fuerzas políticas y no
políticas honestas –si cabe el término–, en lugar de enrostrarse culpas, se
sentaran a discutir qué cambios introducir para alcanzar un sistema de
salud eficiente. Pero eso requiere despojarse de intereses políticos y
económicos y atenerse a los números. Sería condenable una “solidaridad
de clase” en la corrupción.
Por eso, la iniciativa de Transparencia de convocar a un nuevo “Acuerdo
Nacional”, no puede consistir, como el anterior, en ponerse de acuerdo
en lo que todos estamos de acuerdo. Sino en plantear los problemas que
tenemos que resolver y buscar acuerdos sobre qué hacer. Uno de ellos es
la reforma del sistema de salud. En general, el gran tema es la
incorporación de todos a la República, que tiene dos dimensiones: a la
ley (formalización), y a servicios públicos de calidad (universalización).
¿Qué hacer para lograrlo? Esa debe ser la agenda.
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LA POLÍTICA NO AYUDARÁ A LA RECUPERACIÓN*
Jaime De Althaus
El Comercio: 15 / 05 / 2020
La política está tomando un rumbo que puede resultar muy negativo
para la recuperación pos-COVID-19. Su primera manifestación es el
Congreso actual. El Parlamento anterior era belicoso, encubridor y se
oponía a la reforma política, pero no aprobaba leyes que rompen
contratos, afectan el Estado de derecho, desinflan el ahorro nacional y
desalientan la inversión futura. Este es mucho más peligroso. ¿A qué se
debe?
Una razón es estructural: el exceso de bancadas, todas relativamente
pequeñas. En un sistema bipartidista, por ejemplo, el partido que está en
la oposición sabe que tiene altas probabilidades de ser gobierno en el
próximo período, entonces no aprueba leyes que socaven el futuro. En
cambio, a mayor número de bancadas o partidos, menos
responsabilidad. Los grupos, para sobresalir de alguna manera, solo se
interesan en lo que puede darles rédito inmediato, a costa del país. Y se
vuelven altamente permeables a grupos de interés (sindicatos, gremios,
etc.) que ofrecen la promesa de votos futuros o pagos corruptos a
cambio de beneficios rentistas. De allí la decisión poco pudorosa de
eximirse del marco actual sobre declaración de intereses.
El problema es que, tal como van las cosas, este esquema se repetirá en
el próximo gobierno, afectando seriamente su capacidad de reconstruir
y reformar la economía nacional. Pues el Congreso actual, que tampoco
cree en ninguna reforma política, probablemente no aprobará normas
para reducir el número de partidos que puedan postular en las
elecciones del 2021, de modo que tendremos decenas de candidaturas
presidenciales, lo que potenciará aún más la competencia populista,
que se plasmará luego en el siguiente Congreso, también muy
fragmentado.
*Fuente: https://larepublica.pe/opinion/2020/04/30/martin-vizcarra-los-limites-
estructurales-de-los-martillazos-por-sinesio-lopez/
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Lima – Perú, 2020.
El problema es que para que la recuperación de la economía sea lo más
acelerada e inclusiva posible, necesitamos restablecer niveles de libertad
económica que hace tiempo hemos perdido y reducir los costos de la
formalidad al mínimo. Los emprendimientos necesitarán campo libre
para crecer. Todo lo contrario de lo que se viene con el populismo
intervencionista instintivo que verá en el crecimiento de la pobreza y la
desigualdad el terreno ideal para ofrecer remedios ilusorios y dañinos.
Un nuevo Acuerdo Nacional, como ha sido planteado, sería útil en este
escenario si es que, en lugar de entrar por temas, se aboca a resolver un
solo gran problema, que es el problema secular del Perú: cómo
incorporamos a todos, tanto en la ley, en el Estado legal (formalización),
como en servicios sociales de calidad (universalización). Si nos ponemos
de acuerdo en eso, sería fantástico.
Pero se necesitarían voces institucionales con propuestas. Y allí la pobreza
es enorme. Ya vemos las que tienen los partidos. El gran empresariado
debería plantear una, pero dado que puede absorber los altos costos de
la formalidad (como dice José Ignacio Beteta), no es sensible al
problema, no se identifica con los pequeños y no asume su rol dirigente;
y cuando hay dificultades prefiere manejarlas en relación directa con el
poder. Pero eso ya no funciona. Una presa fácil de la ola populista serán
los grandes grupos económicos, como ya se insinúa claramente.
Solo quedaría invocar al Parlamento a que apruebe elegir el Congreso
junto con la segunda vuelta presidencial, para que el Ejecutivo tenga
más posibilidades de tener mayoría y haya menos bancadas. Aunque
sea solo esa reforma.
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Lima – Perú, 2020.
MÁS ESTADO Y MÁS LIBERTAD ECONÓMICA*
Jaime De Althaus
Lampadia: 23 / 03 / 2020
Hugo Neira ha hecho notar que la lucha contra el coronavirus ha
restablecido el Estado, la autoridad. Los gobiernos -algunos- han vuelto a
gobernar, con toda la dificultad que ello entraña en país de alta
informalidad como el nuestro. Las medidas que se adoptan para paliar la
crisis suponen mayor intervención estatal.
Pero a esa lúcida observación hay que agregar otra: que la recuperación
de la economía luego de que quede devastada por la reclusión
generalizada, exigirá restablecer mayores grados de libertad económica
de los que teníamos hasta la declaratoria de inmovilidad.
Más Estado y más libertad económica a la vez.
No son contradictorios. El Estado ha reaparecido precisamente para
defender la vida de los ciudadanos frente a un enemigo común. El Estado
existe para garantizar la vida, la seguridad y la libertad de los ciudadanos.
Un acuerdo de mutua protección. Si suprime temporalmente algunas
libertades, es para asegurar la vida. El problema ocurre cuando suprime
o interfiere ciertas libertades -la económica entre ellas- de manera
permanente. Allí contradice su razón de ser. Se vuelve enemigo.
Desde el punto económico, la cuarentena no es otra cosa que la
supresión temporal absoluta de la libertad económica. Simplemente se
ordena la parálisis de la actividad, salvo en sectores esenciales. Se
detiene la producción, se interrumpe el intercambio. Lo mismo ocurre a
nivel internacional.
Terminada la cuarentena, o los periodos de cuarentena que haya, se
restablece el normal funcionamiento de la actividad económica. Los
bienes y servicios vuelven a producirse y circular. Pero si queremos que la
*Fuente: https://www.lampadia.com/analisis/economia/mas-estado-y-mas-libertad-
economica/
Colegio de Sociólogos del Perú. 174
Lima – Perú, 2020.
economía se recupere más rápidamente y se mantenga creciendo
luego a tasas altas, se tendría que restablecer no el status anterior, sino
un grado de libertad económica mucho más avanzado.
Fibrosis económica
Porque, sin necesidad de virus, gobiernos y congresos sucesivos han ido
recortando la libertad económica en nuestro país. Nuestra economía ha
estado infestada por otra clase de virus, el de la sobreregulación, que
terminó produciendo algo muy cercano a la fibrosis económica, en
algunos sectores más que en otros. Y la altísima informalidad no ha sido
sino la reacción inmunológica ante ese virus: los anticuerpos que nuestra
sociedad desarrolla ante la inundación asfixiante de normas y
regulaciones.
Restablecer la libertad económica permitirá crecer y permitirá reducir la
informalidad.
La sobreregulación es la razón por la que tenemos una miríada de micro
y pequeñas empresas mayormente informales, impotentes frente a las
exigencias de la formalidad, aplastadas por regulaciones que no las
dejan crecer, y por eso es que tenemos relativamente muy pocas
empresas medianas. Tenemos casi tres veces mas trabajadores en las
empresas grandes que en las medianas. Lo que debería ser una pirámide,
como en cualquier país del mundo, es un reloj de arena. Y eso se debe a
que las empresas pequeñas mueren cuando llegan a un tamaño
mediano, porque no pueden cargar con el peso de las regulaciones
laborales, de salud y seguridad, ambientales, sectoriales, municipales y
tributarias que las asfixian. Necesitan dedicar una proporción muy grande
de empleados a lidiar con su cumplimiento, algo que no pueden
pagar. Nadie puede cumplir con 1,400 páginas de normas laborales, por
ejemplo.
Se nota en este momento, cuando se requiere precisamente celeridad
en las adquisiciones esenciales para combatir la epidemia. El IPE reporta
que la producción de alcohol y las importaciones de algunos productos
relacionados están trabadas en el registro sanitario que emite Digemid,
prototipo de sobre regulación (INFORME IPE, Impacto del coronavirus en
la economía peruana MARZO 2020).
Es un milagro como las empresas industriales pueden competir con los
pies amarrados contra importaciones de productos asiáticos. En algunos
casos no pueden y deben cerrar. La producción industrial está en crisis
desde hace algunos años, y no por la apertura económica que, al
contrario, la reestructuró y la relanzó, la hizo crecer a tasas altas durante
muchos años, y la volvió parcialmente exportadora, sino por la maraña
regulatoria que le consume crecientemente demasiados recursos.
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Lima – Perú, 2020.
Si queremos desarrollar y devolverle dinamismo a nuestra industria,
debemos comenzar por liberarla de ataduras y permitirle operar con
niveles de libertad económica mucho mayores, para bien del país, de la
generación de empleo formal y bien remunerado para los peruanos, y
para incrementar los ingresos fiscales.
El caso de la minería es pasmoso. En los últimos 15 años ha visto aumentar
el número de normas en nada menos que 22 veces según información
del BCRP, y debe tramitar permisos y licencias ya no solo ante el ministerio
de Energía y Minas como era antes, sino en el MINAM, el MINAGRI,
PRODUCE, MINCUL, ANA, SERFOR, SERNAMP y otras dependencias.
Cualquier proyecto debe pasar cuatro consultas previas, la primera de
ellas para explorar, antes de saber siquiera si hay mineral y por algo que
no causa impacto alguno. El resultado es la caída en las exploraciones y
en la inversión futura y una pérdida de 10 puestos en el ranking del
Instituto Fraser.
La minería puede ser la gran palanca del desarrollo nacional y regional e
incluso de la diversificación productiva, sobre todo si se impulsara el
cluster minero-industrial apoyado por la CAF en el sur del país. Sería clave
para la una recuperación acelerada luego de la emergencia. Pero eso
requiere aliviar la carga regulatoria en ese sector, más aún cuando los
precios de los minerales vienen cayendo como consecuencia de la
pandemia y de la crisis china. El precio del cobre se ha desplomado un
21% en apenas dos meses y medio, desde comienzos de año.
Para no hablar de los hidrocarburos, un sector con mucho potencial,
frenado por contribuciones y regulaciones absurdas.
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Lima – Perú, 2020.
No es casualidad el exitoso crecimiento acelerado y sostenido del sector
agroexportador. Goza de regulaciones laborales y tributarias mucho mas
flexibles y menos onerosas, sin dejar de reconocer derechos laborales a
los trabajadores. Es el único sector donde la economía nacional ha
logrado formalizar a un contingente muy numeroso de trabajadores. Ese
es un ejemplo para el resto de la economía.
La recuperación nacional luego del pozo económico en el que vamos a
caer luego de las cuarentenas que tengamos que sufrir, requerirá tomar
decisiones que permitan salir de la pobreza en la que habremos recaído
lo más rápidamente posible, para inaugurar una nueva era de
crecimiento. Pero para ello la palabra mágica es libertad económica.
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Lima – Perú, 2020.
DATOS DEL COVID-19: ENTRE LA INCORRECCIÓN POLÍTICA Y LA
CORRECCIÓN CIENTÍFICA*
Eduardo Cruz
Medium.com: 16 / 05 / 2020
Durante estos meses muchos de nosotros hemos sido consumidores
habituales (voluntaria o involuntariamente) de datos sobre el COVID-19.
Desde las cifras “oficiales” de la OMS, las académicas de John Hopkins o
el Imperial College London, hasta la data de algunos independientes
procesadores de datos lanzados a la pista de baile local para hacer
estimaciones, modelos matemáticos, mapas de calor y predicciones de
todo tipo, muchas veces contradichas en los medios o convertidas en
extensas novelas tuiteras, escenificadas gracias a que las fuentes de
información incompletas ofrecen un margen de maniobra a las
contrapuestas interpretaciones.
Dos pilares sostienen el escenario de fuentes de información en nuestro
país. En primer lugar, no hemos adoptado una plena cultura del registro
de datos, sumado a que casi siempre es valorado como innecesario y
tedioso. En segundo lugar, nuestros actuales sistemas de información, no
son suficientemente, funcionales, estandarizados o integrados y tienen
una incompleta cobertura. En cuanto a la data COVID-19, no solamente
tenemos problemas para conseguir buenos datos, sino que además, los
que logramos conseguir tienen serios problemas de confiabilidad y
validez. Además, partamos del reconocimiento de lo complejo del
fenómeno, el desconocimiento de los factores específicos de
propagación y la rapidez en que vienen sucediendo los eventos. En estas
condiciones, no resulta para nada raro que permanentemente se
cuestionen los resultados con el consiguiente desasosiego y la
incertidumbre en la población.
La generación de información valida científicamente tiene en los
“sesgos” uno de sus principales enemigos. Un sesgo es esa fracción de
*Fuente: https://medium.com/@jecd.cruz/datos-del-covid-19-entre-la-
correcci%C3%B3n-pol%C3%ADtica-y-la-correcci%C3%B3n-cient%C3%ADfica-
9efe06500939
Colegio de Sociólogos del Perú. 178
Lima – Perú, 2020.
error que desvía nuestros dardos del blanco de la verdad y nos genera
estimaciones incorrectas. Se ha hablado poco de los sesgos evidentes
que hay en la investigación epidemiológica del COVID-19, y cuando se
ha hablado, se ha sido “cauto”, por decir lo menos, para no invalidar las
interpretaciones que convienen de un lado o del otro del tablero.
¿Qué Sesgos tiene la data COVID-19?
El sesgo en los instrumentos de medición ha sido ya bastante expuesto a
los cuestionamientos, este dilema de pruebas serológicas versus pruebas
moleculares se resume así: Las pruebas serológicas al detectar
anticuerpos (no el virus) que el cuerpo humano produce después de al
menos 5 días luego del contagio, no identifica a contagiados en ese
periodo ventana (falsos negativos) y en el otro extremo detecta
anticuerpos hasta después de varias semanas, es decir, en personas que
ya han pasado por el contagio, lo han superado y ya no tienen potencial
de contagio (falsos positivos). Varios ejemplos nos ayudan a visualizar el
problema de las pruebas serológicas como las evaluaciones en la propia
Escuela de la Policía o en los mercados de Lima, en donde se
encontraron hasta 86% de positivos a pruebas serológicas entre los
comerciantes. La interpretación que se suele dar es que 86% tenían el
virus y el 14 % no lo tenían. Sin embargo, la interpretación correcta es que
el 86% se contagiaron al menos hace 5 días, algunos ya no tienen el virus
sino solamente los anticuerpos con que combatieron al virus. Por el otro
lado, tenemos al 14% que dieron negativo, pero que ante tal magnitud
de contagio, lo más probable no es que estén libres del virus, sino que
todavía no han desarrollado los anticuerpos.
Las pruebas moleculares tienen un mayor nivel de sensibilidad y
especificidad, están diseñadas para identificar directamente al virus y son
muy eficaces, siempre que se sigan los procedimientos adecuados. Su
margen de error (5%) se debe más a un procedimiento inadecuado en
la toma de muestra (error humano) que a una falla intrínseca de la
prueba. Lo que sabemos en nuestro caso, es que el problema ha sido la
demora en el procesamiento de los resultados, un resultado de prueba
molecular entregado a los 10 días es tan útil como el resultado de una
prueba serológica, porque en la práctica no sirve para medir la
velocidad de propagación del virus, por el contrario, genera una
clasificación tardía e incorrecta de las personas.
Otro sesgo observado es el sesgo de detección de Feinstein y Sosin, este
sesgo se produce cuando utilizamos datos que contienen metodologías
diagnosticas diferentes. A partir del mes de abril se comenzó el reporte
combinado de pruebas serológicas y moleculares. Si bien es cierto, el
reporte oficial de resultados señala el número y tipo de prueba utilizada,
los análisis realizados se hacen utilizando el total, siendo en este momento
donde se consuma el sesgo.
Colegio de Sociólogos del Perú. 179
Lima – Perú, 2020.
Normalmente los estudios epidemiológicos que versan sobre una
enfermedad tienen foco en toda la población, dado que un censo a
toda la población es muchas veces inviable, una investigación ideal
tendría que tomar una muestra al azar de la población para garantizar la
representatividad de los resultados. Para los fines de la lucha contra el
COVID-19 eso es inviable. No tenemos ahora una real necesidad de
hacer un estudio representativo sino una emergencia de identificar los
casos para eliminar el contagio, en ese contexto el criterio de selección
para la toma de pruebas ha sido los antecedentes de riesgo de contagio
en un determinado individuo. Queda claro entonces, que la información
que estamos recogiendo no tiene una finalidad de investigación
epidemiológica de la real cobertura del virus, sino la finalidad de eliminar
el contagio, por lo que mal haríamos en utilizar los datos recogidos con
otro propósito, para darle un uso que no corresponde, a este sesgo se le
conoce con el nombre de sesgo de selección de Berkson.
El sesgo de publicación, como su nombre lo señala, se produce en la
etapa de difusión de la información y suele emplearse dando mayor
visibilidad a un dato que a otro, por ejemplo utilizando números absolutos
en lugar de proporciones o tasas, de esta forma el Perú puede estar entre
los países con mayor tasa de contagio en el mundo o puede ser un país
que se ha posicionado en la ansiada “meseta”. Un ejemplo de este tipo
de sesgo es que diariamente se comunica el número de pruebas
tomadas como equivalente al de número de personas evaluadas, sin
embargo, eso tampoco es correcto. El protocolo del MINSA establece
procedimientos para aplicación de pruebas se puede hacer hasta 4
pruebas a una misma persona contando las pruebas del seguimiento, es
decir, que los datos reportados pueden incluir la combinación de 4
resultados de prueba, pero que en realidad se trata de una misma
persona. No sabemos por ahora el real número de personas muestreadas,
pero sabemos que el número de personas es menor al número de
pruebas.
Es fundamental entender que, si bien la pandemia es un fenómeno
mundial, esta se compone de epidemias que son en esencia fenómenos
locales. Si nos guiamos por los datos oficiales, luego de más de 60 días de
confinamiento obligatorio, nos encontramos con más de la mitad de
regiones del país que tienen entre 100 y 600 contagios, mientras que Lima
ya superó los 57 mil y con una letalidad fluctuando entre el 0.0 y el 10%
entre regiones. Ante realidades tan disímiles, no resulta apropiado hacer
proyecciones de país, sino más bien corresponde utilizar los resultados
locales para la gestión de la crisis ofreciendo a su vez soluciones locales.
En suma podemos señalar que solo conocemos la punta del iceberg en
la información del COVID-19, que lo que reflejan los datos no es la
situación actual, sino la de por lo menos hace una semana, que no
estamos en condiciones de establecer conclusiones, mucho menos de
Colegio de Sociólogos del Perú. 180
Lima – Perú, 2020.
ser categóricos y a partir de los datos extrapolar resultados a todo el país,
cuando sabemos que lo que tenemos en un país como Perú, no es una
epidemia de COVID-19, sino muchas epidemias locales de COVID-19.
Finalmente, confiamos en que es posible aproximarnos a la verdad
científica en algún momento, pero para ello se necesita mayor
transparencia en los datos.
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Lima – Perú, 2020.
COVID – 19, EL VIRUS DE LA ERA NEOLIBERAL*
Mario Espinoza Pino
La Vorágine: s/f
Toda época es víctima de sus propias pandemias. Enfermedades que
irrumpen de manera masiva, reventando los diques de lo previsible y las
costuras de la normalidad. Su virulencia es tal, que cuando aparecen nos
impiden escondernos, no nos dejan mirar para otro lado ni ponernos del
todo a salvo. Como un seísmo que remueve las hechuras de la tierra, lo
alteran todo a su paso. Ni siquiera dejan en pie nuestros razonamientos
más acostumbrados, aquellos que solían brindarnos cierta estabilidad y
familiaridad antes de los primeros contagios. Imaginemos fenómenos
epidemiológicos como la peste, la viruela, el cólera, el sida o la gripe a lo
largo de la historia. Pensemos ahora en el COVID-19. A pesar de parecer
mucho menos agresivo y letal en comparación con otras epidemias,
el shock que ha provocado es comparable –y lo que está por venir–.
Las pandemias siempre albergan una dimensión recurrente y otra
novedosa. Esta última se halla asociada a la incertidumbre que
provocan: microorganismos desconocidos, diferentes escalas de
contagio y una coyuntura imprevisible que debe ser controlada. Las
narrativas epidémicas se parecen más de lo que creemos. Desde la
Plaga de Justiniano y la Peste Negra a la Gripe Española, muchas
imágenes se repiten: calles vacías, tráfico interrumpido, comercio
paralizado y el confinamiento forzado de la población. De la peste
proviene esa visión –que sigue haciendo fortuna en los discursos oficiales–
de una muerte que amenaza por igual a ricos y pobres, a mansiones y
hogares humildes. Sin distinción de cuna o clase. Su imagen ejemplar la
tendríamos en el ‘Triunfo de la muerte’ de Pieter Brueghel, donde la
guadaña de la parca iguala a todos los estratos sociales.
Lo cierto es que esa imagen absoluta de la plaga, aunque espectacular,
no deja de ser especiosa. Las epidemias no son meros fenómenos
naturales: emergen en una sociedad específica con unos rasgos
económicos y políticos bastante definidos, exponiendo más a unos
*Fuente: https://lavoragine.net/covid19-virus-era-neoliberal/
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Lima – Perú, 2020.
individuos que a otros a su mal. Los más vulnerables a padecer la
enfermedad y a sufrir las peores consecuencias siempre son aquellos que
cuentan con menos recursos. Por ello Justiniano I, Emperador de Bizancio,
superó la peste bubónica que azotó Constantinopla en el 541. Mientras
tanto, 10.000 personas morían diariamente en las calles de aquella
ciudad. Y por razones parecidas fueron centenas de obreros y pobres
londinenses quienes murieron de cólera en 1854, después de beber de
una fuente pública contaminada en Broad Street. A la aristocracia y la
alta burguesía del West End no le sucedió nada. Sus barrios estaban
limpios y sus tuberías y alcantarillado saneadas. En definitiva, la clase
social importa. Y mucho.
Los ejemplos aludidos, que nos hablan de desigualdad, pueden
multiplicarse históricamente. Y hoy elevarse a escala global. La OMS
elabora anualmente un listado de las amenazas a la salud mundial, la
mayoría de ellas alejadas de Europa, Estados Unidos y los Estados
centrales de la economía–mundo capitalista. En 2018, el cólera, la
difteria, el paludismo y la fiebre amarilla fueron calificados de amenaza
por parte del organismo mundial. En 2019 lo fueron el dengue y el ébola
junto con dos fenómenos más conocidos en el Norte global: la
contaminación y la gripe. Prácticamente todas las enfermedades que
suponían una amenaza sanitaria tenían lugar en África, América del Sur,
América Central y el Sudeste Asiático. La gripe, sobre cuyas posibles
pandemias no ha dejado de alertar la OMS, siempre ha constituido un
mal transversal: un mundo interconectado, con redes de comunicación
tan tupidas, facilita el contagio de cualquier virus. Aunque cualquier
brote epidémico siempre generará un impacto mucho mayor donde los
sistemas de salud y la vida son precarios –como señala también la
organización, la pobreza y los conflictos armados son focos de
enfermedad desde un punto de vista más integral de la salud–.
Como podemos ver, existe una clara distribución desigual de las
enfermedades a escala global, correlativa –como no puede ser de otra
manera– a la distribución de la riqueza. Esa distribución, reforzada por una
aguda polarización social tras cuatro décadas de políticas neoliberales,
también configura nuestra percepción: además de ser clasista, la opinión
pública mainstream del “primer mundo” desdeña lo que sucede más allá
de sus fronteras nacionales –sobre todo cuando se trata del “patio
trasero” del planeta–. Hasta ahora las mesocracias de los países ricos,
con sus sistemas de salud, equipamientos sanitarios y métodos de
profilaxis social habían estado a salvo de cualquier pandemia que no
fuese una gripe estacional –incluso el término pandemia resultaba
bastante ajeno para la mayoría–. El coronavirus lo ha cambiado todo.
Con su foco inicial en China y una enorme velocidad de contagio, ha
hecho saltar por los aires las previsiones de los Estados europeos. Lo que
del día a la mañana ha replanteado las relaciones entre la ciudadanía,
el mercado y el Estado desde parámetros excepcionales. Conviene
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Lima – Perú, 2020.
explorar las dimensiones gubernamentales, subjetivas y económico–
políticas de esta nueva fase de crisis.
Gobernanza neoliberal: soberanía y excepcionalidad
Los Estados afectados por la pandemia se han enfrentado a ella desde
distintos enfoques y presupuestos. Estos han cambiado según se han ido
desarrollando los acontecimientos. Como ha señalado Sandro Mezzadra,
Boris Johnson –primer ministro de Reino Unido– apeló inicialmente a la
estrategia de la “herd immunity” (inmunidad de rebaño) con un enfoque
“malthusiano”. Un contagio controlado que ponía el acento en priorizar
el funcionamiento de la economía y trabajar sólo sobre grupos de riesgo.
Trump se colocó también en esa ala. No obstante, cuando la tasa de
infectados se convirtió en una amenaza global, estas posiciones se
abandonaron, aproximándose a las de otros Estados europeos. Siguiendo
el ejemplo de China, países como Italia, España o Francia han utilizado
sus poderes soberanos para intervenir directamente sobre la población y
paralizar la vida cotidiana. En Alemania ha sido diferente: su política
preventiva de testeo parece haber dado resultados, y las medidas
aplicadas aún no son tan restrictivas como las de sus Estados vecinos.
Pero por regla general, la tasa de contagios, el desborde de los sistemas
sanitarios –especialmente en Italia y España– y el aumento del número de
fallecidos marcan una agenda excepcional con medidas inéditas en
pleno siglo XXI.
El COVID-19 ha puesto patas arriba el mundo conocido por la mayoría
de ciudadanos europeos de golpe. Tras el aumento exponencial de las
tasas de contagio, las medidas de los Estados han sido cada vez más
expeditivas frente al virus. Y también más problemáticas desde el punto
de vista de los derechos y libertades civiles. Italia, España y Francia han
declarado el Estado de alarma para frenar el ritmo galopante de
afectados por el coronavirus. La libertad de movimiento ha quedado
suspendida y el confinamiento colectivo sustituye hoy, como imagen
distópica, al bullicio de las metrópolis neoliberales. El objetivo prioritario es
“frenar la curva” de afectados por el virus, terminar con la expansión de
la pandemia evitando el contacto. Algo que está exigiendo un esfuerzo
social sobrehumano debido a la ralentización de la economía. Aunque,
cómo no, este esfuerzo esté repartiéndose de manera desigual: el
confinamiento es infinitamente más problemático para quien tiene pocos
ingresos o se encuentra en situación de pobreza. No debe olvidársenos
que las metrópolis neoliberales –New York, Londres, París o Madrid– ya
eran en sí un espacio bastante distópico antes del brote del Covid-19.
Enclaves poblados por la precariedad y atravesados por fracturas de
clase que no han hecho más que profundizarse tras la crisis de 2008. Una
crisis cerrada en falso.
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Lima – Perú, 2020.
Siguiendo una metáfora de Robert Castel, podríamos decir que antes del
COVID-19, el neoliberalismo ya tenía su propia epidemia en el virus de la
precariedad. Un mal social que admitía, mucho antes de la declaración
de Estado de alarma, su propio régimen de excepción para ciertos
grupos considerados como socialmente excedentarios o marginalizables.
Colectivos desprotegidos integrados por trabajadores pobres,
desempleados, migrantes, trabajadoras domésticas, hogares
monomarentales, refugiados, personas sin papeles, dependientes, etc. –
las opresiones de género, clase y raza son aquí fundamentales–. El
neoliberalismo, como señala Isabell Lorey, ha generado un “Estado de
Inseguridad” donde las viejas coberturas del Welfare State han dejado
paso a una forma de gubernamentalidad que reproduce y normaliza lo
precario como condición social. Las clases medias, pilar orgánico de las
democracias liberales europeas, no sólo no están inmunizadas contra
dicha condición, sino que su desgaste tras décadas de “flexibilización
laboral” y mercantilización de los servicios públicos se traduce hoy en un
acusado proceso de desclasamiento.
El Estado de alarma actual, la figura jurídica que regula hoy la
excepcionalidad de la emergencia sanitaria, explicita todos los
problemas del neoliberalismo como paradigma económico–político. El
confinamiento agrava la desigualdad y las dificultades de los hogares
para afrontar una situación sobrevenida: sometidos a despidos, alquileres
abusivos e hipotecas que no pueden pagar, o peor, dependientes de
servicios sociales o sin hogar, este momento de excepción deja en el aire
a buena parte de la población. Si algo pone en claro esta pandemia en
el caso de España, y sobre todo en el de Madrid, epicentro del contagio
en el país, es que la destrucción de la Sanidad Pública y su privatización
en clave neoliberal merma las capacidades para contener cualquier
brote vírico: el recorte de camas, plantas y profesionales obliga a la
sobreexposición del personal sanitario y a la saturación de los centros
hospitalarios. Las dinámicas de “acumulación por desposesión” –por
decirlo por David Harvey–, tan típicas de la era neoliberal, culminan
siempre en la desprotección de las mayorías y en un aumento de la
vulnerabilidad social. Los beneficios de las élites se traducen en más
malestar para la población.
Por otro lado, y continuando con el caso español,
la soberanía biopolítica del Estado no deja de manifestar su paradójica
arbitrariedad. Mientras se decreta el confinamiento de la población para
cortar la pandemia y se militariza la sociedad para mantener la estricta
observancia del Estado de alarma, la producción ha tardado en
paralizarse –los contagios se han incrementado– y tampoco se han
asumido aún medidas verdaderamente estructurales para paliar el
desastre social que provocará el coronavirus. Se tomen mejores medidas
o no, está claro que las contradicciones entre capital y vida son cada vez
más patentes en este nuevo escenario, y obligarán a cualquier Estado y
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Lima – Perú, 2020.
sociedad –lo veremos más adelante– a enfrentarse a todas las tensiones
de esta dicotomía en una coyuntura de resolución incierta: asediada
tanto por el desastre como por el anhelo de una redistribución radical de
la riqueza que garantice la vida.
Una intimidad cautiva
En un lapso sumamente rápido de tiempo, millones de personas se han
visto confinadas en sus hogares debido a la crisis del COVID-19. Los
teléfonos móviles, el correo electrónico, las redes sociales y diversos
foros on line han asumido un rol más prominente de lo habitual como
canales de expresión individual y colectiva. También son uno de los
principales focos de desinformación social y difusión de fake news –una
mina de oro para la extrema derecha–. El pánico social provocado por
la pandemia se ha alimentado de noticias racistas, exageradas,
fraudulentas y todo tipo de teorías de la conspiración respecto del virus,
incrementándose una tensión que –debido al Estado de alarma– sólo
puede escenificarse de puertas para adentro o, a lo sumo, en el balcón.
Todo el mundo se ha convertido en un epidemiólogo amateur,
aceptando los relatos más próximos a sus convicciones sin excesivo
contraste. Así funciona la inmediatez emocional de las redes: una esfera
pública populista y vertiginosa que también difunde sus mensajes por
contagio. Y que en coyunturas de pandemia se vuelve altamente volátil.
Las reacciones a los primeros días de encierro y confinamiento han sido
tan diversas como la propia ciudadanía. Más allá de la ronda de
culpabilizaciones y la rabia por la incapacidad de previsión de la
epidemia, se han difundido todo tipo de mensajes: algunos con ese
espíritu de coaching que nos hablan de “aprovechar la oportunidad” o
que nos piden inundar la red de “mensajes positivos”, a otros que hablan
de “arrimar el hombro” de manera bastante apolítica. Incluso hay
quienes entienden el coronavirus como “cura de humildad” o como
“desastre natural” del que hay que aprender algún tipo de verdad
espiritual -todo ello junto a discursos y vídeos que que abogan por la
resiliencia en clave personal–. Todo esto no deja de señalar las
debilidades de una subjetividad neoliberal atomizada, narcisista e hiper–
individualizada, cuya libertad ha quedado reducida a la multiplicación
de formas de consumo en el mercado y a la invención de prótesis para
el ego o pseudo–relatos de redención.
Por suerte, también hay quienes intentan poner en el centro demandas
sociales, el cuidado colectivo, la solidaridad y el apoyo mutuo –redes que
cuidan y ofrecen apoyo, que confeccionan mascarillas o realizan
campañas para luchar por los derechos de todos–. En cualquier caso, es
habitual que las dimensiones individuales, colectivas, los placebos, el
auto engaño y las muletas para la autoestima se mezclen en mayor o
menor medida: afrontar un confinamiento no es fácil, sobre todo cuando
el miedo al contagio acecha fuera y nuestros seres queridos no están con
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Lima – Perú, 2020.
nosotros (o están a nuestro cargo). En estas circunstancias, una profunda
ambivalencia atraviesa la sociedad y saca lo mejor y lo peor de las
personas durante el confinamiento. Lo mejor: los aplausos colectivos en
los balcones en apoyo a la Sanidad Pública y en busca de calor
colectivo, una forma distanciada de protesta o un rito de colectivización
de la incertidumbre de la situación. En los balcones se da una cierta
“economía moral de la multitud” –al decir de E. P. Thompson- harto
ambigua. A veces muestra su rostro más emancipador, cuando lucha por
los servicios públicos, otras un espíritu difuso de unidad nacional –
instrumentalizable por las derechas–, pero que en cualquier caso busca
reconectar con los demás.
Quizá lo peor venga de parte de la ideología militar que acompaña al
Estado de alarma, y que no deja de escenificarse como una “guerra
contra el coronavirus” en los discursos oficiales. Esa mirada belicista
bloquea cualquier cuestionamiento de la autoridad e inhibe cualquier
tentativa crítica. Expresa una obediencia proporcional al miedo al
contagio y a todo lo que este conlleva. Pero además permite la
exaltación de las pulsiones autoritarias de la gente, que identificándose
con la ley o el deseo del soberano, convierten sus balcones en
el Panóptico de Jeremy Bentham del que hablara Foucault: un lugar de
delación, de observación punitiva o de insultos y amenazas ante quienes
podrían infringir la ley –aunque quien mira no sea consciente de las
necesidades del que camina por las calles–. Así, hemos podido ver vítores
en los balcones aplaudiendo intervenciones desproporcionadas de la
policía o insultos a personas que tenían necesidad de atravesar las calles
o pasear por zonas poco transitadas –desde quien viene de hacer la
compra a personas psíquicamente diversas–. También hemos podido ver
en las redes varios casos de arbitrariedad y violencia policial injustificada.
Y es que el Estado de alerta, sin una ciudadanía que haga de
contrapeso, puede convertirse en la peor distopía represiva.
¿Un punto de no retorno?
Las consecuencias económico–políticas de la crisis del COVID-19 serán
terribles. No habrá un retorno a la normalidad tal y como la conocimos.
En cierto sentido, aquella normalidad formaba parte del problema, un
problema que la pandemia no ha hecho más que acelerar. Nuestro
escenario económico global no había salido de la Gran Recesión. La
contracción económica de 2008 y las drásticas medidas de austeridad
en Europa no han hecho más que abonar un terreno propicio para una
nueva crisis aún mayor –y con menos protecciones sociales–. El problema
actual no deriva de las finanzas, sino de la economía real: la ralentización
de China, taller del mundo, y la posterior parálisis de las economías
afectadas por la pandemia, auguran una serie de caídas del PIB que
empequeñecerán lo padecido tras la crisis de las subprime. Sin una
intervención pública decidida, sufriremos en cascada
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Lima – Perú, 2020.
varios shocks económicos: del lado de la oferta, por el freno a la
producción y la distribución, del lado de la demanda, por la contracción
al gasto y el consumo, y finalmente un colapso financiero de enorme
magnitud.
El economista Pierre Olivier Gourinchas ha llegado a afirmar que si la
economía se frena en un 50% el primer mes, y el 25% los dos meses
posteriores, la caída del PIB anual podría ser 8,35% . Si no más. Así las
cosas, parece difícil que con medidas monetaristas de expansión
cuantitativa vaya a poder hacerse algo contra la crisis en la que nos
sumimos, una crisis que, como han recordado recientemente Isidro López
y Emmanuel Rodríguez, vienen anunciándose desde hace tiempo por las
debilidades del proceso de acumulación, inversión y un dopaje
monetario que no ha reactivado ningún ciclo productivo fuerte ni a
escala europea ni global. El coronavirus, como decíamos, sólo ha
acelerado inercias sistémicas del capitalismo global. En un lugar como
España, la tímida reactivación del flujo económico de los últimos años
sólo ha servido para reestructurar el clásico triángulo productivo
financiero, inmobiliario y turístico, generando una burbuja del alquiler. Si
no se desarrolla un plan integral para salvar a la población, un plan de
choque social a escala europea, difícilmente podrá salirse de una
situación de estancamiento total y de un empobrecimiento masivo.
En medio de la parálisis económica, el confinamiento colectivo y la
situación precaria de múltiples hogares, el futuro próximo cae bajo la
sombra de una gran incertidumbre. Una repetición en la UE de las falsas
soluciones de la Gran Recesión, generando un nuevo contexto de
endeudamiento en condiciones lesivas y posterior austeridad, sólo
empeorará las cosas. Ensanchará aún más las diferencias entre norte
(Alemania, Holanda, Austria) y sur (Italia, España, Grecia, Portugal) y
dejará en la estacada a millones de familias, poniendo en riesgo la
existencia misma de la UE. Como mínimo las salidas deberían partir de un
plan que suspenda el pago de alquileres, hipotecas, impida los despidos
y asegure una Renta Básica de cuarentena a todos los hogares –renta
que dure de manera indefinida, como poco, hasta la salida de la crisis–.
Pase lo que pase, habrá que reinventar formas de lucha social y huelga
en este difícil período.
Mirando hacia el pasado, podríamos pensar en el coronavirus como la
gran pandemia del neoliberalismo, una enfermedad que marca un
punto de no retorno –como la peste negra marcó el final del feudalismo–
. Pues no hace más que poner en el centro y de manera aguda las
contradicciones existentes entre el capital y la propia vida. Immanuel
Wallerstein señaló, no mucho antes de dejarnos, que estábamos
cruzando el Rubicón del capitalismo histórico. El punto de bifurcación se
resolvería à la Marx, con redistribución de la riqueza, igualdad y un
sistema mundo más democrático, o à la Hobbes, en un interregno
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Lima – Perú, 2020.
autoritario que daría lugar a un sistema anti–democrático, tiránico y más
desigual. Está claro que el Estado de alarma impuesto por la cuarentena
no ofrece un panorama halagüeño –tampoco la extrema derecha y los
soberanismos reaccionarios–. Pero la gente que protesta en sus balcones,
que construye redes de apoyo mutuo y busca crear comunidad más allá
de las dificultades, insiste en la esperanza. Esperanza y deseo no de volver
a la normalidad –esa normalidad destructiva con el planeta y la sociedad
que nos ha traído hasta aquí–, sino de romper con el estado de sitio al
que nos ha conducido el capitalismo, haciendo valer el derecho a una
vida digna por encima de cualquier variable económica.
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LAS ENSEÑANZAS FILOSÓFICAS DEL CORONAVIRUS*
Nuestro sistema global está tan entretejido que no tenemos otra opción
que la inter-solidaridad, pero el espectro del autoritarismo asecha
detrás de los riesgos sistémicos.
Francois Vallaeys
RPP: 03 / 03 / 2020
El muy pequeño virus que afecta recientemente a la humanidad tiene
efectos económicos, sociales y políticos gigantescos, que demuestran
una vez más la fragilidad del Goliat planetario ante las menudas acciones
de un David microscópico. La epidemia ha dejado ya de ser solo un
problema de salud para miles de personas y representa una severa gripe
de la economía mundial: falta de componentes para los celulares,
plantas de construcción automóvil cerradas, tráfico aéreo limitado,
caídas de las bolsas, las ventas de metales y del precio del petróleo, PIB
a la baja para muchos países latinoamericanos dependientes de las
exportaciones hacia China... La gente común y corriente se entera de
una verdad conocida antes solo por epistemólogos y sabios
campesinos: todo es interdependiente, el más mínimo evento tiene
impactos globales. Unos chinos comiendo animales silvestres en un
mercado hacen cerrar los vuelos internacionales hacia su país y afectar
el PIB de Perú y Chile por caída de la venta de cobre.
La primera lección que debemos aprender de la epidemia de
coronavirus es filosófica: Si un virus en China afecta el PIB peruano, no
podemos mantener las separaciones disciplinarias como conjuntos
estancos, entre ciencias de la salud y economía, por ejemplo, entre lo
natural y lo social, y ni siquiera podemos satisfacernos con la oposición
entre sujetos y objetos. Los no-humanos han dejado de ser “objetos” bien
tranquilos en manos de la soberana voluntad del sujeto humano, objetos-
usados por sujetos-usuarios. Esta visión del mundo edificada en el tiempo
del martillo y las flechas se ha vuelto obsoleta en el tiempo de internet, las
centrales nucleares, los satélites y la bioquímica industrial.
*Fuente: https://rpp.pe/columnistas/francoisvallaeys/las-ensenanzas-filosoficas-del-
coronavirus-noticia-1249047
Colegio de Sociólogos del Perú. 190
Lima – Perú, 2020.
El filósofo Michel Serres proponía para hacer entender esta evolución el
concepto de “objetos-mundo”, es decir ya no objetos que están tirados
delante de nosotros (es la etimología de ob-jeto) y que podemos desde
luego dominar por el pensamiento, la mirada y la mano, sino objetos que
crean y son nuestro mundo, objetos en los cuales vivimos y de los cuales
dependemos en cada instante, como del aire. De este modo, somos
nosotros los usuarios usados por los objetos-mundo, obligados a plegarse
a su lógica, sus exigencias, sus riesgos no calculados. ¿Yo uso mi celular o
me someto al mundo creado por el complejo satélites-big data-internet-
computadoras-redes? Nos damos cuenta de que no se sabe muy bien
quién es el sujeto y quién el objeto, porque la distinción se volvió bastante
borrosa. Por una parte, el usuario se vuelve usado por el sistema que el
objeto instaura, por otra parte el objeto se vuelve global, el entorno
mundial obligado del usuario.
Obsoleta también es la ingenuidad de pensar que la técnica es neutral y
que su buen o mal uso depende de la buena o mala voluntad del usuario.
Frente a objetos-mundo que alcanzan una dimensión íntima de la
naturaleza (satélites, transgénicos, internet, energía nuclear…) cada
avance científico abre posibilidades, pero también incertidumbres, cierra
caminos posibles de desarrollo para siempre, y crea nuevos riesgos
sistémicos que nos obligan a costosas vigilancias, investigaciones y
adaptaciones éticas, sociales, jurídicas, médicas, etc.
Por eso, el sociólogo Bruno Latour propone remplazar la palabra “objetos”
por la de “ataduras riesgosas”. Mi celular no es un objeto, es a la vez
explotación infantil en minas africanas, basuras electrónicas peligrosas,
contaminación y cambio climático, irrespeto de las normas de la OIT,
vigilancia global de la vida íntima, daños cerebrales de los infantes
expuestos a las pantallas, trastornos en la comunicación intrafamiliar,
adicción a la dopamina provocada por los juegos en línea y las redes
sociales, monopolio de las empresas de Big data, etc. Su uso me ata a un
sin número de riesgos y problemas bio-geo-socio-económico-políticos
con los que tengo que convivir, cual sea mi buena o mala voluntad en su
uso diario. La “celularización” de la vida es pues todo menos neutral.
Una segunda lección del coronavirus es que la depredación natural y el
retroceso de los espacios vírgenes de humanidad son un peligro para la
humanidad. Los virus confinados en selvas y en ciertas especies animales,
al tumbarse sus hábitats comunes, migran hacia otras especies para
alojarse en sus cuerpos, los humanos, por ejemplo. Las nuevas costumbres
culinarias chic de la burguesía china comiendo animales salvajes
exóticos, en este caso, provocaron el problema. Las sabidurías indígenas
nos recuerdan siempre que hay límites que no han de ser superados, que
están ahí por una razón, y que el afán moderno-urbano de hacer que
Colegio de Sociólogos del Perú. 191
Lima – Perú, 2020.
todo sea posible es un deseo patológico (de hecho es la definición
arendtiana del totalitarismo).
La tercera lección de la epidemia es que nos hemos vuelto una sola
humanidad sincrónicamente conectada en un sistema planetario, lo que
Kant llamaba un “cuerpo ético”. Esta interdependencia de vecindario
mundial constante es corporal tanto como mental. Constituye una inter-
fragilidad que obliga a lo que Edgar Morin designa como “inter-
solidaridad”, es decir una solidaridad obligatoria, porque el lejano
problema del otro se vuelve inmediatamente mi problema cercano. La
solidaridad con mi lejano se vuelve reflejo de supervivencia para mí. Pero
carecemos de las instancias vinculantes de coordinación mundial, una
verdadera alianza mundial de las naciones unidas, que todavía la ONU
no satisface del todo. Ni siquiera somos capaces de controlar desde los
Estados “sedentarios” en los cuales vivimos las actuaciones planetarias de
las grandes empresas “nómadas” que juegan en una cancha global sin
árbitro. Véase por ejemplo la dificultad que hay para hacerles pagar los
más mínimos impuestos a los gigantes del internet (GAFA).
La cuarta lección es que el nivel de riesgos que acompaña el creciente
poder de la humanidad sobre sí misma y el planeta pone en grave crisis
el afán democrático de los dos últimos siglos. Frente a las catástrofes
económicas, sociales y ecológicas en cadena, el autoritarismo de un
poder central dictatorial, como es el caso de China, aparece como la
mejor organización política posible para reacciones rápidas y efectivas.
La ecuación política se torna así: incremento de poder tecno-científico =
incremento de inter-fragilidad global = incremento de control social total
= pérdida de libertad e ineficiencia de la democracia. Este fracaso de la
democracia es también el fracaso del liberalismo y del progresismo: La
ecuación Naturaleza destruida, pero Humanidad feliz es una ilusión, así
como la ecuación Progreso tecno-científico = Menos problemas
humanos.
Así, pasamos a una quinta lección sobre la relación tortuosa entre ciencia
y política. Los riesgos globales actuales nos obligan a erradicar de
nuestras mentes otra ingenuidad, la de creer que la Ciencia es siempre
buena o por lo menos neutral, y no tiene en sí nada que ver con la
política. La ciencia es directamente política en cada uno de sus pasos.
La información científica es clave para destapar o esconder los
problemas, la financiación de ciertas investigaciones en lugar de otras es
clave para el devenir y bienestar humano, la actitud de precaución o
atrevimiento ciego en ciencias es crucial para la supervivencia humana.
Y, otra vez, las grandes decisiones orientadoras de la tecno-ciencia se
toman lejos del control democrático, so pretexto que son asuntos de
especialistas. Mercado y Ciencia son las dos fuerzas de desarrollo que hay
que estimular, ciertamente, pero poniéndolas bajo el control político
ciudadano, porque los errantes caminos de su auto-despliegue ciego
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Lima – Perú, 2020.
incrementan la propia alienación de la humanidad en sus creaciones
sociales.
Anticipo las críticas: Control democrático no significa estatismo por si
acaso, pero no lograremos recobrar dominio político autónomo de la
humanidad sobre su destino si no hacemos entrar a las ciencias y el
mercado en el ágora de la discusión pública argumentada. Al no
hacerlo, nos condenamos a seguir eligiendo por voto popular a un
personal político que no tiene casi ningún control sobre los destinos de la
sociedad, a pesar de sus pretensiones electorales, y solo puede
“gerenciar” las crisis a repetición del mercado y las ciencias, que
“imponen” lo que ocurre sin alternativa alguna. Mercado y Ciencias son
“objetos-mundo”. Sus líderes tienen, sin ser elegidos, más poder político
que los políticos electos. A nuestro modelo democrático le falta todavía
muchos cuerpos intermediarios de diálogo y acción conjunta para la
inteligencia colectiva, porque resulta que electores atomizados +
personal político elegido + sistemas expertos autónomos no elegidos, no
constituye una ecuación suficiente para enfrentar los riesgos globales de
autodestrucción. Por eso, es peligrosa la seducción del autoritarismo:
todos bajo la orden del gran jefe sabelotodo. Suena sencillo, suena
seguro, siempre fue letal.
¿Piensan exagerada la alerta sobre el peligro de autoritarismo? Tomemos
el ejemplo de la decisión política sobre la electricidad nuclear: después
de la segunda guerra mundial, al momento de decidir cuál técnica
íbamos a desarrollar para producir centrales eléctricas nucleares, muchos
expertos aconsejaban focalizar en la tecnología del torio, porque en
caso de problemas las centrales se pararían y la radioactividad
disminuiría automáticamente, imposibilitando un accidente catastrófico.
¿Adivinen quiénes impusieron la tecnología más peligrosa del uranio? ¡Los
militares por supuesto! que querían motores nucleares de tamaño
pequeño para poder fabricar submarinos con esta tecnología. Hicieron
botar al gran físico estadunidense Alvin Weinberg de la dirección del
laboratorio de Oak Ridge e invertir masivamente los EE.UU. en el uranio y
abandonar la filial torio que no permitía tal propósito belicoso. Los demás
Estados siguieron. Sin duda, una consulta ciudadana hubiera inclinado la
balanza hacia el torio, pero hoy, por la dependencia del camino trazado
en décadas, volver a esta tecnología resulta muy difícil y son pocas las
inversiones en este sentido. Nos queda soportar Chernóbil y Fukushima, y
rezar por un futuro sin accidentes graves. El control ciudadano ex post
resulta ser una parodia de democracia, sobre todo cuando nadie se
entera del verdadero problema, porque las universidades y los medios de
comunicación no han jugado su rol educativo ciudadano y de alerta
temprana.
Al focalizar la atención en los actos y dichos histriónicos de los políticos, a
grandes golpes de escándalos y análisis de pequeñas frases, pero
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Lima – Perú, 2020.
manteniendo en casi silencio las grandes decisiones económicas y
científicas tomadas por personas no elegidas por el pueblo, los medios
de comunicación tienen la ilusión de ayudar al control democrático. Se
ocupan de la espuma de la ola en lugar de las grandes corrientes del
mar. “Ciudadanizar” la ciencia y la economía son dos retos urgentes si
queremos todavía salvar la democracia del autoritarismo de una
sociedad totalmente vigilada y piloteada por tecnócratas súper-
poderosos, sacrificando la libertad en nombre de la seguridad. Y en esto,
las universidades y los medios de comunicación pueden facilitar muchos
avances. Foros científico-ciudadanos en las universidades, dispositivos de
evaluación tecnológica con participación ciudadana, canales de
televisión inteligentes y presencia de la sociedad civil en los directorios de
las grandes empresas ayudarían a educarnos a la auto-vigilancia de
nuestra sociedad, en lugar de solo proponernos pasar por las urnas cada
cierto tiempo, a solas, cada quien con “su” pequeña opinión. Ser
ciudadano, decía Aristóteles, es saber gobernar y ser gobernado.
Estamos todavía lejos de este ideal, y a falta de ciudadanía, peligra la
democracia.
Mientras tanto, con esta epidemia y los demás riesgos globales que
tenemos hoy, el autoritarismo seguirá ganando terreno. No cabe duda
de que China saldrá de esta crisis del coronavirus todavía más autoritaria
y que el mundo será admirativo de ver cómo un país sin derechos
sindicales ni legalidad de la oposición sabe más que otros construir
hospitales en unos días, confinar millones de personas en su casa,
expandir el reconocimiento facial policiaco, imponer el culto a la
personalidad de su líder y erigirse en segunda potencia mundial
capitalista mediante un gobierno que se dice comunista. Está claro que
la libertad, la discusión, la discrepancia y la democracia, nunca serán tan
exitosas.
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CORONAVIRUS: LA SOCIEDAD FRENTE AL ESPEJO*
Pablo Santoro
13 / 03 / 2020
En 2011, un grupo de expertos redactó un informe, a petición de la
Comisión Europea, para evaluar el abordaje de la emergencia por el virus
H1N1. Conocido como gripe A en España, fue una de las pandemias
gripales predecesoras del actual coronavirus y su gestión por parte de los
poderes públicos había sido objeto de críticas –entre ellas, se dijo
entonces, un exceso de celo que generó un innecesario estado de
pánico social–.
Una de las conclusiones del informe era que había faltado una asesoría
específica en ciencias sociales: mientras que se recurrió inmediatamente
a epidemiólogos, virólogos y expertos en enfermedades infecciosas, no
pasó lo mismo con otras disciplinas –comunicación, sociología,
economía, filosofía política, ética– cuyo asesoramiento habría ayudado
a enfocar mejor la respuesta a esa crisis.
Quiero pensar que en el momento actual, en el cual la pandemia del
coronavirus supone una emergencia global de un grado
incomparablemente superior al de aquel entonces, las autoridades
internacionales están teniendo en cuenta la ayuda que pueden aportar
otras formas de conocimiento más allá del estricto saber biomédico. Pero
quizá también puedan ofrecernos al resto algunas enseñanzas que nos
permitan afrontar mejor lo que nos espera, cuanto menos, la teoría
sociológica y las otras ciencias sociales y humanas con las que dialoga,
que son lo que a mí me ocupa.
La sociología del coronavirus
Lo primero que puede hacer la sociología es ayudar a visibilizar algunos
aspectos de la vida social que a veces pasan inadvertidos pero que el
coronavirus está haciendo dolorosamente patentes:
*Fuente: https://theconversation.com/coronavirus-la-sociedad-frente-al-espejo-133506
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Lima – Perú, 2020.
• La centralidad social del trabajo invisible de cuidados y cómo este se
encuentra desigualmente distribuido por género, edad, etnicidad y
otras categorías sociales.
• El efecto de la desigualdad social y las diferencias de clase y de
capital (económico, pero también social, educativo, etc.), que van a
generar consecuencias extremadamente dispares, no solo en tanto
que son determinantes sociales de la salud, sino en las formas de
enfrentarse a medidas como el cierre de escuelas o el fomento del
teletrabajo y el e-learning.
Otras perspectivas sociológicas permiten enfocarse en cuestiones más
concretas:
• La microsociología de los saludos y otras interacciones cotidianas que
normalmente damos por sentado (y que, aunque en algunos casos
están generando propuestas ingeniosas, para la mayoría de nosotros
se están convirtiendo en un asunto inquietante: ¿doy la mano, un
beso, me quedo a un metro de distancia?).
• Las nuevas formas de colaboración científica en abierto, que tan
relevantes están siendo en la investigación sobre el virus y que, según
nos dice la sociología de la ciencia, modifican profundamente la
manera en la que se han organizado las comunidades científicas.
• las descripciones que la sociología nos ofrece de las nuevas formas
familiares en las sociedades avanzadas, en las que cada vez más
abuelas y abuelos asumen el rol de cuidadores cotidianos de sus
nietos (y que a tantos nos generan hoy angustia por la posibilidad de
contagiarlos inadvertidamente).
El hecho social total
Algunas teorías sociológicas más complejas nos dan ideas para
comprender la especificidad histórica del momento que vivimos y que el
coronavirus hace, si cabe, más urgente:
• Conceptos como el de “sociedad del riesgo” de Ulrich Beck, que
señala lo ambivalente de nuestras sociedades tecnocientíficas,
donde la innovación tecnológica es a la vez fuente de amenazas (por
ejemplo en la rápida difusión de rumores y fake news sobre el virus a
través de las redes sociales) y herramienta para su solución (pues las
redes digitales son también el principal medio para que las
autoridades informen a la población);
• El papel que Anthony Giddens atribuye a los sistemas
expertos (estadísticas, cálculos, fuentes científicas, datos…) en
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Lima – Perú, 2020.
la modernidad reflexiva, sin los cuales ni siquiera seríamos conscientes
de la magnitud de la pandemia, pero que también suscitan
numerosos dilemas éticos y políticos;
• Los planteamientos de la teoría del actor-red, que considera a los
actantes no-humanos como el COVID-19 agentes de pleno derecho
en el cambio social;
• O, en una reflexión que se encabalga con la emergencia climática
(la otra cuestión planetaria que ahora parecería pasar injustamente a
un segundo plano), los planteamientos
ecofeministas, posthumanistas y multiespecie, que nos ofrecen una
visión del mundo como una totalidad imbricada en la que todas las
entidades del planeta nos co-producimos y para la que los dualismos
clásicos, como naturaleza/sociedad, han cesado de ser operativos, si
es que alguna vez lo fueron.
Podría seguir apuntando muchísimas otras cuestiones sociológicas que el
coronavirus moviliza, desde las transformaciones digitales del tejido
productivo hasta las muestras de racismo experimentadas por
ciudadanos de origen chino, desde la sociología de la
tecnología (con nuevos usos de drones y nuevas técnicas diagnósticas
como el control de temperatura, pero también nuevas formas de control
y vigilancia) hasta el papel de los imaginarios culturales (¿cómo obviar
que llevamos quince años con una avalancha de películas sobre
epidemias y zombies?).
Y es que el coronavirus está demostrando ser un “hecho social total”, un
concepto acuñado por el sociólogo y antropólogo francés Marcel
Mauss para referirse a aquellos fenómenos que ponen en juego la
totalidad de las dimensiones de lo social.
(Sobre)vivir juntos
Pero antes de acabar quería apuntar otra utilidad, en este caso cívica, o
política si se quiere, de la mirada sociológica.
Si algo nos enseña la historia social de las epidemias, y también todos los
estudios culturales sobre epidemiología, inmunología y enfermedades
infecciosas, es que aquí se juega un problema fundamental de la
sociología: cómo (sobre)vivir juntos. Qué es lo que nos une y qué lo que
nos separa.
Uno de los efectos más inmediatos en cualquier brote epidémico es la
exacerbación –material y simbólica– de la diferenciación social, la
multiplicación de las líneas divisorias entre “nosotros” y “los otros” (entre
sanos y enfermos, entre quienes están bien y quienes tienen “patologías
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previas” o pertenecen a “grupos de riesgo”, entre quienes tienen recursos
y apoyos y quienes no los tienen, entre “los de aquí” y “los de fuera”, etc.).
Estas diferencias se deslizan muy fácilmente en el discurso social hacia
una distinción entre “inocentes” y “culpables”, tal como muestran todos
los ejemplos históricos, de la peste bubónica al VIH/sida.
Comprendiendo las llamadas a la responsabilidad individual y a la
importancia del “distanciamiento social” como forma de lucha contra la
expansión del virus, también me generan una extrema inquietud en su
potencialidad para cuestionar los vínculos que nos unen.
Quizá temporalmente, si así lo recomiendan los expertos médicos, haya
que generar nuevas fronteras, nuevas distancias, pero –y esta es, a mi
juicio, la lección más importante a recordar de una sociología del
coronavirus– debemos estar también muy atentos a los peligros tan
abismales que pueden esconderse entre ellas.
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SOCIOLOGÍA DEL CORONAVIRUS: CUANDO LA CULTURA DE
LOS PAÍSES PUEDE SER UNA AYUDA O UN OBSTÁCULO ANTE LA
PANDEMIA*
Darío Mizrahi
INFOBAE: 22 / 03 / 2020
La velocidad de propagación y la tasa de mortalidad del COVID-19
muestra diferencias notables entre las naciones más afectadas. Si bien
las distancias económicas y en la infraestructura sanitaria explican
buena parte de la variación, las costumbres y la idiosincrasia también
parecen tener un papel importante
“Hay que detener todas las actividades económicas. Hay que detener
las interacciones sociales que normalmente nos gustan. Toda la gente
debería quedarse en cuarentena en sus casas”, dijo este jueves Sun
Shuopeng, vicepresidente de la Cruz Roja china y actor clave en la
coordinación de las brutales —pero altamente efectivas— medidas de
aislamientos impuestas en Wuhan, el corazón de la pandemia de
coronavirus.
Shuopeng acababa de llegar a Milán, en Lombardía, la región más
afectada de Italia. Una breve recorrida le alcanzó para darse cuenta de
que muchas cosas se estaban haciendo mal. “El transporte público sigue
funcionando, hay muchas personas en las calles y todavía hay cenas o
fiestas en los hoteles”, cuestionó. “No sé qué están pensando”.
Italia llegó este sábado a 53.578 casos positivos de coronavirus y 4.825
muertos, superando claramente a China, donde murieron 3.259 de las
81.304 personas infectadas. La tasa de letalidad del virus en la península
asciende a 9%, mucho más que en cualquier otro país.
Hay diferencias en la infraestructura sanitaria y en los recursos humanos y
económicos con los que cuenta cada nación, que pueden explicar una
*Fuente: https://www.infobae.com/america/mundo/2020/03/22/sociologia-del-
coronavirus-cuando-la-cultura-de-los-paises-puede-ser-una-ayuda-o-un-obstaculo-
ante-la-pandemia/
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parte de esos resultados. Pero es evidente que eso solo no es suficiente
para entender el fenómeno. Todo indica que hay también factores
sociopolíticos por los que la cuarentena china está teniendo un éxito
incomparable con la italiana.
“Los países divergen en los tipos de recursos disponibles, en su salud
pública y en la capacidad de los gobiernos para imponer medidas
estrictas de control social. Por ejemplo, las normas que adoptó China
nunca podrían adoptarse en el Canadá, donde existe una cultura y una
actitud distinta en relación con el control gubernamental, los derechos
humanos y las libertades. En Canadá el discurso que circula es que
estamos tratando de cuidarnos unos a otros, así como a nuestros
semejantes en todo el planeta”, dijo a Infobae la socióloga Maya
Gislason, profesora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la
Universidad Simon Fraser.
En China no hay democracia, las libertades individuales son casi una
ficción y solo se acepta una interpretación de la realidad: la del
Estado. La ausencia de alternativas políticas y de una verdadera justicia
de garantías hace que los ciudadanos se expongan a los castigos más
severos si no obedecen.
Ese sistema favoreció el florecimiento del virus y su rápida propagación
inicial. El reflejo automático es reprimir los problemas, porque siempre hay
que darle buenas noticias a la población. Pero también facilitó la
respuesta una vez que la crisis había llegado a un nivel tal que todo el
aparato estatal se abocó a contenerla.
Italia es la contracara. Tiene una sociedad civil vibrante, con una
ciudadanía que disfruta de sus libertades, y uno de los sistemas políticos
más plurales del mundo, así que nadie le teme al gobierno. Eso mejora la
calidad de vida en tiempos de paz. Pero puede ser problemático en una
cuarentena, cuando no respetar a rajatabla las indicaciones de las
autoridades implica más contagios y más muertes.
“En el caso de China, nos encontramos ante una dictadura política, lo
que facilita el control de los movimientos de la población y la exigencia
de disciplina. Sin embargo, sería sesgado pensar que el éxito en China ha
sido solo por el factor político, porque entonces no habría explicación
para lo que ha sucedido en Japón o en Corea del Sur. El factor cultural,
en este caso, es crucial. Hay una tradición en la cual el sacrificio, el honor
y el sentido colectivo es mucho más acentuado que en los países
europeos, al menos en los mediterráneos. Eso, sin duda, ha ayudado al
control de una epidemia como ésta”, explicó Jesús Rivera Navarro,
profesor del Departamento de Sociología y Comunicación de la
Universidad de Salamanca, consultado por Infobae.
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Lima – Perú, 2020.
Japón está al lado de China y tiene apenas 1.007 casos y 35 muertes, sin
haber aplicado medidas tan drásticas como las de Italia. Corea del Sur,
que iba camino a una espiral como la china, logró contener el brote en
torno a los 8.000 casos, sin necesidad de un Estado autoritario. Hay
elementos socioculturales que parecen incidir en la manera en la que las
naciones transitan episodios tan dramáticos y excepcionales como los
que está viviendo la humanidad con esta pandemia.
Interacciones sociales
“Hay que detener las interacciones sociales que normalmente nos
gustan”, insistía Shuopeng en su declaración a los medios italianos. El
pedido no era caprichoso: es el contacto entre las personas lo que
permite la propagación del virus.
Lo que tal vez le cuesta comprender al vicepresidente de la Cruz Roja
china es que las formas de sociabilidad varían notablemente entre una
cultura y otra. No es casual que Italia y España sean los países europeos
con más casos de coronavirus. Son países con sociedades abiertas,
donde la vida colectiva es muy intensa.
Las personas se mueven en múltiples círculos sociales, no les cuesta
desarrollar nuevos vínculos y pasan buena parte de su semana afuera,
compartiendo con otros. Las amistades son uno de los pilares de la vida,
tanto como la familia y el trabajo.
En otras culturas, las reglas de sociabilidad son muy diferentes. La
distancia social de la que tanto se habla en estos días forma parte de su
repertorio habitual porque son más individualistas. Los círculos sociales son
más reducidos, las amistades ocupan un lugar menos importante y, para
muchos, no hay demasiado por fuera del trabajo.
Históricamente, los países anglosajones se han diferenciado de los latinos
en ese sentido. Y el contraste es incluso mayor con algunas naciones
asiáticas, como Japón o Corea. Basta comparar las formas de saludarse.
Los besos y abrazos que son tan habituales en algunas culturas son
excepcionales hasta en el seno familiar en otras. Es una de las muchas
razones por las que algunos especialistas creen que hay tan pocas
personas infectadas en Japón, donde hasta los apretones de mano son
extraños.
“Cuanto más estrechas sean las interacciones entre los individuos, más se
propagará el virus. Sin embargo, para el COVID-19 las interacciones no
necesitan ser muy intensas. Por lo tanto, me centraría más en la idea de
la capacidad de una persona para acceder a diferentes entornos
sociales. Una comunidad cerrada puede tener un brote alto y rápido,
pero fuera de ella los demás no se infectarán. Los sistemas sociales
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Lima – Perú, 2020.
aislados pueden contener el contagio. El problema se presenta cuando
los individuos participan en diferentes esferas sociales, como ocurre en las
grandes ciudades y en sociedades muy abiertas. Pueden entrar en
diferentes grupos y cualquiera de ellos se verá afectado. Irónicamente,
esta característica es el sello distintivo de la innovación social, pero
también de una epidemia”, dijo a Infobae Antonio Maturo, profesor de
sociología de la salud en la Universidad de Bolonia.
Es lógico que las medidas de aislamiento sean más difíciles de cumplir en
países con vínculos comunitarios más estrechos. El impacto sobre la vida
cotidiana es mucho más disruptivo y el costo es sin dudas mayor. Los
encuentros a través de los balcones en algunas ciudades italianas son un
testimonio claro de la necesidad de romper de alguna manera la
separación social que impone la cuarentena.
Lo interesante es que la abundancia de interacciones sociales
significativas suele ser el mejor antídoto contra otra pandemia
contemporánea: la depresión. Pocas cosas son más destructivas para la
psiquis que la soledad y la ausencia de otros que se preocupen por uno.
La tasa de suicidios en Italia es de 5,5 cada 100.000 habitantes, según la
Organización Mundial de la Salud. Es la tercera más baja de Europa,
después de Grecia y de Chipre. La de España es 6,1, la quinta más baja,
detrás de Albania. La tasa de Japón es de 14,3 suicidios cada 100.000
habitantes, más del doble. En Corea es más del triple: 20,2, la décima más
alta del mundo.
Sin embargo, esa idiosincrasia que en tiempos normales ayuda a
sobrellevar un mundo que es cada vez más incierto en términos
económicos y sociales, puede volverse un obstáculo para lidiar con una
pandemia. Sobre todo, cuando la dificultad para aceptar la distancia
social se combina con la anomia.
Las culturas más gregarias suelen ser más endebles en términos de
responsabilidad individual. Las personas tienden a esperar las respuestas
de afuera, de otros, y les cuesta más restringir sus deseos en función de
un beneficio superior que es intangible.
“En países como Italia y España, donde lo colectivo es percibido como
eje de socialización y de transmisión de afectos, en los primeros pasos de
los estados de alarma se hizo más complicado cumplir reglas que nos
impiden salir a la calle y estar en contacto con la gente —dijo Rivera
Navarro—. Exige un sacrificio al que nos cuesta encontrar sentido. El
hecho de que las sociedades italiana y española, pero también la
portuguesa, la griega, la francesa, basen parte de su identidad colectiva
en la interacción en grupo, en la vida en la calle, hace que las
restricciones sean más difíciles de asumir. Es esperable que en Alemania
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o en el Reino Unido la interiorización de esas normas sea algo más fácil,
porque son sociedades más individualistas”.
No es extraño que Italia y España hayan decretado cuarentenas
generales y obligatorias con muchos menos casos de los que hoy tienen
Alemania o el Reino Unido, que se rehúsan a dar el paso. Los primeros
asumen que, si no se los obliga, a sus ciudadanos les resulta más difícil
adaptar su conducta a las recomendaciones de los epidemiólogos. Los
otros, en cambio, confían en que los suyos van a actuar
responsablemente sin necesidad de amenazarlos con el código penal,
aunque por la gravedad de esta crisis es probable que terminen
haciéndolo.
“España siguió a Italia en la política de bloqueo, que es la medida más
poderosa y eficaz que puede adoptarse. Otros países están actuando de
manera algo diferente. Alemania seguirá pronto a Italia y España en la
política de cierre, pero le llevó más tiempo adherirse a este punto de vista
por razones políticas y porque se encontraba en una etapa más
temprana del brote. Corea del Sur hizo muy bien las cosas porque,
después del brote de MERS en 2015 desarrolló un sistema de pruebas muy
rápido y actualizado. Además, adoptó una aplicación que permite
rastrear a cualquier persona infectada. Este tipo de vigilancia digital tiene
varios aspectos controvertidos en términos de privacidad, pero es eficaz”,
dijo Maturo.
Lo cierto es que las actitudes de algunos italianos les dieron la razón a los
defensores de las medidas más duras. El domingo 8 de marzo, cuando
trascendió que el primer ministro Giuseppe Conte iba a ordenar la
reclusión total en Lombardía y en 14 provincias de otras regiones del
norte, una multitud se agolpó en la terminal ferroviaria de Milán para huir
hacia el sur.
“Leí hace dos horas que pueden firmar un decreto urgente que ponga a
Padua en la zona roja. Como me gustaría ir al sur con mis parientes, decidí
volver antes”, le dijo entonces el estudiante Roberto Pagliara a la
agencia AP.
Es posible que él y los miles que hicieron lo mismo no comprendieran que
podían estar llevando el virus a regiones a las que aún no había llegado,
poniendo en peligro a sus propias familias. También es posible que lo
entendieran, pero que no estuvieran dispuestos a hacer el sacrificio
personal de evitarlo. Entre los casos positivos en Apulia, en el extremo sur
de la península, muchos son familiares de los que escaparon del norte.
Pero está claro que con la responsabilidad individual sola no alcanza.
También es decisivo el rol del estado para afrontar algo como lo que está
sucediendo.
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“En Estados Unidos tenemos un fuerte impulso cultural hacia el optimismo
y el individualismo, y ambas tendencias tienen sus puntos fuertes, pero
también obstaculizan nuestra capacidad para prepararnos para los
peores escenarios o desastres naturales. Además, nos impiden dar
prioridad al uso de fondos federales para prevenir o para responder a los
hechos cuando se producen. Estamos aprendiendo ahora que las
reservas estatales de insumos médicos son inadecuadas y, en muchos
casos, caducaron o son inútiles. Otras naciones han centralizado la
respuesta a los desastres de manera más estricta y tienen una red de
seguridad más amplia para sus ciudadanos. En Corea del Sur y en
Alemania vemos los buenos efectos de esos sistemas preexistentes”,
sostuvo Ananya Mukherjea, profesora del Departamento de Sociología y
Antropología de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, en diálogo
con Infobae.
Por eso es tan rico el ejemplo de Corea, que muestra una articulación
entre la responsabilidad individual y un estado muy presente. Eso permitió
que, a pesar de la fenomenal escalada de contagios en febrero, no fuera
necesario imponer restricciones obligatorias. Una buena coordinación
gubernamental y el alto acatamiento de las indicaciones por parte de la
ciudadanía fue suficiente.
Algo parecido está pasando en Japón, donde se cerraron las escuelas y
se cancelaron eventos masivos, pero la gente puede seguir circulando
por la calle con normalidad. Lo que pasa es que la normalidad japonesa
es el orden, como se ve en su sistema de transporte, donde a pesar de la
superpoblación no suele haber desbordes.
De hecho, el Centro Metropolitano de Monitoreo de Enfermedades
Infecciosas de Tokio reveló que los casos de gripe común están
disminuyendo semana a semana. Las autoridades creen que se debe a
que, ante el avance del coronavirus en el mundo, rápidamente las
personas empezaron a extremar las precauciones para evitar el
contagio.
Desarrollo y mortalidad
El perfil sociocultural de los países puede ser un insumo menos útil para
comprender las notables diferencias en la tasa de letalidad del
coronavirus entre los países más afectados. Es cierto que aún es
demasiado pronto para saber con cuánta frecuencia mata el COVID-19,
porque la pandemia está en pleno avance y en la mayor parte del
planeta hay un enorme déficit en la detección de los infectados, lo cual
lleva a subestimar los casos y a sobreestimar la mortalidad.
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Lima – Perú, 2020.
No ayuda a hacer una buena radiografía de la realidad que el grueso de
los países con más casos esté, por ahora, entre los más desarrollados. Pero
el hecho de que tengan más recursos es una de las razones por las que
pueden hacer más tests y, por ende, llevar un registro más preciso de la
cantidad de afectados.
Por otro lado, la disponibilidad de una amplia infraestructura capaz de
hacer muchas pruebas es uno de los factores que contribuye a disminuir
la letalidad del virus y es una de las muestras de que el nivel de desarrollo
de los países es un predictor importante. El mejor ejemplo es Corea, que
gracias a hacer 15.000 tests por día y a tener un sistema de salud universal
y de mucha calidad, registra 8.799 infectados, pero una tasa mortalidad
entre ellos de 1,2%, frente al 9% de Italia, el 5,2% de España y el 4% de
China.
“La forma en que un país entiende la relación entre la salud, el medio
ambiente, la política y la economía determinará cómo responderá a una
crisis, cuáles serán las cuestiones clave y qué aprenderá de una
pandemia como el coronavirus —dijo Gislason—. Cuanto más éxito haya
tenido invirtiendo en mantener la salud de base de la población, en
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Lima – Perú, 2020.
atender a los sectores vulnerables, en programas de promoción de la
salud y en infraestructura sanitaria, tanto más preparado estará para
hacer frente a un desafío importante”.
Si se compara el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de los países con la
letalidad del coronavirus en su territorio —considerando solo los 21 que
tienen al menos 1.000 casos confirmados—, se aprecia cierta
correlación. La gran mayoría de los que tienen un IDH superior a 0,900
tienen tasas de letalidad inferiores al 2 por ciento. El modelo es Alemania,
el cuarto con mayor desarrollo (0,939), donde a pesar de tener 20.705
contagiados, registra solo 72 muertes, un 0,3 por ciento.
Los que rompen la regla son Reino Unido (0,920 y 4,4%), Holanda (0,934 y
3,6%), Japón (0,915 y 3,5%) y Bélgica (0,919 y 2,4%). En cierta medida,
también Malasia, que tiene un IDH de 0,804 y una tasa de 0,3%; y Portugal,
con 0,850 y 0,9 por ciento.
Más desarrollo significa, entre otras cosas, mejores instalaciones sanitarias.
Por ejemplo, con más respiradores, que son esenciales para mantener
con vida a los pacientes críticos, que enfrentan serias dificultades
respiratorias. Y significa también ciertos umbrales de igualdad, porque si
el acceso a una salud de calidad está restringido a una minoría
privilegiada, los efectos de una pandemia de este tipo van a ser mucho
más devastadores.
“Los grupos sociales con más poder económico y mayor nivel de
educación van a poder enfrentarse muchísimo mejor a la crisis sanitaria.
Las desigualdades sociales en salud están ahí y los que menos tienen son
los más vulnerables. Esas desigualdades tienen que ver, en un grado alto,
con el tipo de políticas sociales y económicas que se aplican en un país.
En España las políticas neoliberales ejecutadas por los últimos gobiernos
conservadores han tenido como consecuencia cierto desmantelamiento
de los servicios sanitarios, que ahora se ha hecho más visible”, dijo
a Infobae Jose Maria Bleda Garcia, profesor de sociología de la
Universidad de Castilla-La Mancha.
La cantidad de camas hospitalarias por habitante es un indicador que
revela que incluso entre los países más ricos hay diferencias radicales. En
Corea, hay 11,5 cada 1.000 personas, y en Alemania hay 8,3. En España
e Italia hay menos de la mitad: apenas 3 y 3,4, respectivamente.
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Lima – Perú, 2020.
PANDEMIA Y FILOSOFÍA*
Nigel Manchini
El Mundo: 23 / 03/ 2920
Este es un momento excepcional. La dinámica social causada por el
Covid-19 afecta de manera consistente a todos los sectores de la
población. Pero no sólo se trata de lo que sucede hoy: las consecuencias
negativas a futuro, aunque no son claras, son certeras.
Actuar de manera inteligente exige tener una visión lo más clara posible.
Pero analizar fríamente lo que sucede se vuelve dificultoso, tanto por la
profusión de datos dudosos como por el pánico colectivo. Recuérdese
que la palabra paranoia alude a aquello que está al margen (para) de
la inteligencia (nous). Estos dos factores, pánico y desinformación, se
retroalimentan: la falta de información genera miedo y acciones
irracionales, y el caos subsecuente es fértil para la mala información.
Sintetizar los debates filosóficos sobre el coronavirus no va a crear nuevos
medicamentos o vacunas, pero puede aportar una perspectiva más
global y ayudar a prevenir errores ya cometidos.
El error de Agamben
Un foco de debate ha sido el artículo “La invención de una epidemia”,
de Giorgio Agamben. El filósofo italiano se pregunta por qué los medios
de comunicación y las autoridades políticas difunden el pánico y
reaccionan en forma “desproporcionada” al peligro que presenta la
“supuesta epidemia del coronavirus”. En febrero, cuando Agamben
escribió el artículo, no parecía lógico paralizar un país por algo apenas
diferente de una gripe común.
Este razonamiento fue refutado por Jean-Luc Nancy. Sin considerar el
nivel de contagio y el colapso de los sistemas de salud, el filósofo francés
hacía notar que la existencia de vacunas para la gripe común y la mayor
*Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2020/3/pandemia-y-filosofia/ (Nigel Manchini
es profesor de Filosofía y magíster en Neuropsicología y Educación).
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Lima – Perú, 2020.
tasa de mortalidad del coronavirus no son diferencias pequeñas. Pasados
los días, la comprobación del error de Agamben parece ser empírica.
Podemos incluso cuestionar –con el diario del lunes– si es ético que una
persona tan influyente haga afirmaciones que pueden desacreditar las
recomendaciones de los profesionales de la salud.
Estado de excepción y gobiernos nacionales
Según Sergio Benvenuto, Agamben sugiere una “interpretación
paranoica de la historia”: las “razones de salud y seguridad pública”
permiten a los gobiernos operar en estados de excepción, aumentando
la militarización y limitando libertades.
En ese sentido, el filósofo noruego Henrik Syse analiza en qué medida la
situación puede compararse con la guerra. Al igual que en la guerra, el
evento afecta a toda la comunidad, produce limitaciones,
incertidumbre; los dilemas éticos proliferan. Sin embargo, Syse enfatiza
categóricamente la diferencia: este fenómeno es natural y “no nos ha
sido impuesto por ideólogos y líderes fanáticos o hambrientos de poder”.
En ese contexto, llama a los miembros de las naciones más privilegiadas
a colaborar con quienes deben enfrentar esta crisis sin “los beneficios y
las fortalezas de la paz”.
Nancy no niega que hay un estado de “excepción viral”, pero opina que
es una distracción culpar a los gobiernos: la pandemia “pone en duda
toda una civilización”, pero “los gobiernos no son más que tristes
ejecutores”. La crisis sólo se entiende analizando el avance de la técnica
humana y su interconexión global. Similarmente, para Slavoj Žižek “el
catastrófico impacto socioeconómico” del virus “se debe a nuestro
desarrollo tecnológico”.
Más allá de los estados nacionales
Para el sociólogo Edgar Morin, la crisis del coronavirus muestra la total
interdependencia compleja de la que somos parte, la “intersolidaridad
de la salud, lo económico, lo social y todo lo humano y planetario”. Para
él, que cada nación se cierre sobre sí misma conducirá a “pagar, con
víctimas adicionales, por el sonambulismo que separa lo que está
conectado”. Se debe ir más allá de los estados nacionales y apelar a la
solidaridad humana. En una versión más extrema de esta tesis, Žižek cree
que la solución a esta crisis globalizada es “una solidaridad incondicional
y una respuesta coordinada globalmente, una nueva forma de lo que
una vez se llamó comunismo”.
Según la chilena Aïcha Messina, la pandemia muestra que la
globalización no es un mero intercambio económico. La calidad de
nuestra vida y también la de nuestra muerte parecen depender de
Colegio de Sociólogos del Perú. 208
Lima – Perú, 2020.
dinámicas globales: muchos ancianos de poblaciones vulnerables no
sólo mueren, sino que lo hacen aislados y en condiciones inhumanas. El
pánico, afirma Messina, surge de la ausencia de un marco político para
estas dinámicas a nivel planetario.
“La comunidad de los abandonados”
La filósofa india Divya Dwivedi y su colega Shaj Mohan muestran que no
hay un único paradigma de excepción, como parece asumir Agamben.
La excepción puede ser negativa: nuestra reacción ante los virus es
excepcional, peligrosa, como es peligrosa la excepción social de la
cuarentena. Pero la excepción puede ser positiva: por ejemplo, cuando
el médico húngaro Ignaz Semmelweis decidió lavarse las manos por
primera vez en el siglo XIX, fue una excepción a la regla.
¿Nuestro Estado no cometerá excesos represivos ni abandonará a nadie?
¿Descubriremos otros mecanismos de solidaridad y protesta? Cuando
todo esto pase, ¿vamos a seguir permitiendo que todo sea como antes?
Dwivedi y Mohan señalan que se debe escuchar “el llamado de la vida
individual abandonada” que se escucha en las “comunidades de los
abandonados”. En nuestra situación no sólo se abandona a la población
de riesgo, sino también a quienes no tienen la posibilidad de hacer una
cuarentena: quienes dependen del trabajo del día, no tienen vivienda o
ahorros, son víctimas de violencia, tienen una condición psiquiátrica, y
tantos más. No son abandonados recientes: esta es solamente otra
presentación de la vulneración habitual. Como señala Morin, esta nueva
crisis sólo agudiza y hace visible una exclusión y opresión ya existente.
Más allá de la excepción
¿Qué pasará luego de estos días excepcionales? Nadie parece
cuestionar la crisis económica. Pero ¿cómo se experimentará esa crisis?
Las referencias literarias a Un mundo feliz y 1984 en redes sociales dan
cuenta del pesimismo de algunas personas. Benvenuto plantea una
distopía más realista: esto sólo fortalecerá una tendencia que “habría
prevalecido de todos modos”. El trabajo será mayormente teletrabajo,
compraremos online, la educación será virtual y, cada vez más,
estaremos recluidos voluntariamente.
Pero también hay quienes ven en esta crisis la posibilidad de construir.
Como señala Rocco Ronchi, muchas veces los eventos traumáticos
hacen visibles nuevas posibilidades. El Covid-19 explicita nuestra
fragilidad e interdependencia, pero revela nuestra capacidad de actuar
sistemáticamente en pos del bienestar de la comunidad local y global.
Desde la periferia sudamericana del mundo globalizado, la situación no
parece ameritar más optimismo que el necesario para no entregarse a la
pasividad. Distintos tipos de violencia se muestran a la vuelta de la
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Lima – Perú, 2020.
esquina y muchos aparecen desprotegidos. Y mientras tanto, la situación
sanitaria imposibilita los medios habituales de manifestación popular.
¿Seremos capaces de controlar el crecimiento del virus? ¿Nuestro Estado
no cometerá excesos represivos ni abandonará a nadie? ¿Descubriremos
otros mecanismos de solidaridad y protesta? Cuando todo esto pase,
¿vamos a seguir permitiendo que todo sea como antes?
Referencias
– Agamben, G. (26 de febrero de 2020). La invención de una
epidemia. Quodlibet.
– Benvenuto, S. (5 de marzo de 2020). Benvenuto in clausura. Antinomie.
– Dwivedi, D. y Mohan, S. (8 de marzo de 2020). The community of the forsaken:
a response to - Agamben and Nancy. Antinomie.
– Messina, A. (5 de marzo de 2020). Política y pandemia. Theclinic.cl.
– Morin, E. (12 de marzo de 2020). ¿Qué nos dice el coronavirus? Liberation.
– Nancy, J. L. (27 de febrero de 2020). Excepción viral. Antinomie.
– Ronchi, R. (8 de marzo de 2020). The virtues of virus. Doppiozero.
– Syse, H. (16 de marzo de 2020). Philosophy and ethics in the age of
coronavirus. PRIO.
– Žižek, S. (3 de febrero). Un claro elemento de histeria racista en el nuevo
coronavirus. Russia Today.
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LA FILOSOFIA FRENTE AL CORONAVIRUS*
Jorge Gonzales Arocha
Dialektica: 19 / 03 / 2020
Las recientes imágenes del convoy de la muerte en Italia junto al alza en
la cifra de muertos en toda Europa, Latinoamérica y África han tenido un
impacto agudo. Han sido días en los que las reflexiones de médicos,
politólogos, filósofos, sociólogos, historiadores, y diversos especialistas,
han acompañado las increíbles imágenes de Wuhan, y luego las nada
halagüeñas de Europa.
En este mismo instante hay 254,653 casos confirmados, 10,415 muertos y
87,351 casos se han recuperado. En la lista de países y regiones más
afectados encontramos por orden a China, Italia, España, Irán, Alemania,
Estados Unidos y Francia, para un total de 163.
Sin lugar a duda es una situación alarmante que necesita el concurso de
profesionales, líderes mundiales y ciudadanos para su resolución. Eso no
lleva discusión alguna, y no debe ser puesto en juego por nada ni por
nadie.
Las Enseñanzas del Coronavirus
Como profesionales del pensamiento y la palabra, desde la filosofía,
debiéramos poder decir algo. Ya sea brindando perspectivas más
generales a los análisis establecidos por especialistas en cada ramo, o
iluminando nuevos caminos que nos permitan comprender hacia dónde
vamos y qué estamos poniendo en juego en esta crisis.
Hay, pues, algo que salta inmediatamente a la vista. Esta, es una crisis
que atañe principalmente a la vida, pero también es una crisis de la
forma en que morimos y qué está diciendo ello sobre los hombres y
mujeres que habitan hoy el planeta.
*Fuente: https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-
gobierno-la-libertad-individual/#index0
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Lima – Perú, 2020.
Las lecciones que nos va dejando el virus no son, por el momento, muy
positivas. Lo primero que nos ha enseñado Corona ha sido el alto grado
de escepticismo que hay en nuestras vidas. Pareciera que no confiamos
en nada ni en nadie. Ello no es nuevo ni tampoco infundado, pero el virus
ha puesto de relieve lo hondo que ha calado la desconfianza que le
tenemos a los políticos, a los profesionales y a prácticamente todo. Una
desconfianza que se alimenta de cadenas de WhatsApp, comentarios
de Facebook, y miles de tweets diarios. Quizás la primera desconfianza se
refirió al contexto. Por qué ahora y no antes. Al mismo tiempo en que se
acentúa el contexto actual y se comienzan a dar explicaciones médicas
y biológicas, se erigen algunas explicaciones desde el marco de la
biopolítica:
“Ha habido epidemias más graves en el pasado, pero a nadie se le había
ocurrido declarar por esto un estado de emergencia como el actual, que
incluso nos impide movernos. Los hombres se han acostumbrado tanto a
vivir en condiciones de crisis perpetua y de perpetua emergencia que no
parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición
puramente biológica y ha perdido todas las dimensiones, no sólo sociales
y políticas, sino también humanas y afectivas. Una sociedad que vive en
un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre. De
hecho, vivimos en una sociedad que ha sacrificado la libertad a las
llamadas «razones de seguridad» y se ha condenado por esto a vivir en
un perpetuo estado de miedo e inseguridad.” (1)
De esta forma cuando hablamos del cuerpo, su enfermedad o su posible
muerte estamos desplazando la cuestión también hacia la relación
gobierno-individuo. La cuestión es más compleja de lo que parece. Por
un lado, el avance del virus es inminente y debe ser combatido, no
obstante, hasta ahora las medidas más efectivas han ido en la dirección
de restringir la libertad ¿Es que solo podemos resolver la crisis desde el
escenario de la restricción de las libertades?
No menos importante son los análisis que han ido emergiendo sobre las
formas sociales de la histeria, el pánico, y el miedo como catalizadores.
Ahí se hallan las imágenes de consumidores en batallas campales
luchando por rollos de papel sanitario, las largas colas frente a los
supermercados provocadas por el miedo a la escasez, y otros tantos
ejemplos.
Junto a la amplia cobertura que ha recibido el tema, hallamos también
espacio para verdades superfluas y vacías que celebrities nos venden en
tiempos de crisis. Imágenes como las de Arnold Schwarzenegger
cómodamente en su hot tube fumándose un puro y pidiéndonos que no
salgamos de casa, celebrities cantando imagine, y todo un conjunto
de powerfull and pure moments de “solidaridad” made in Hollywood.
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La Otra Realidad
Lo que aquí se olvida es que, para muchos, incluida Latinoamérica, la
reclusión y el asilamiento no es una opción. Solo en Latinoamérica 140
millones de personas dependen del sector informal, según datos de la
OIT. Y según esa misma organización el brote de Covid-19 pudiera
provocar la destrucción de 25 millones de puestos de trabajo en todo el
mundo, generando pérdidas de 3,4 billones de dólares de ingresos de los
trabajadores este año.
Conclusión: esta ha sido la crisis del neoliberalismo global y los más
afectados no pueden darse el lujo de salir a cantar en los balcones.
Sin dudar de la positiva voluntad de los protagonistas de esos videos, no
podemos perder de vista que el virus resalta también las diferencias
sociales. Diferencias que se expresan fundamentalmente entre aquellos
que pueden refugiarse por largos periodos de tiempo o incluso construirse
sus propios bunkers, y aquellos que no pueden darse ese lujo y que se
exponen más rápido a la muerte real; un ejército de fantasmas y zombies
prescindibles. A esto último es a lo que nos referimos algunos cuando
hablamos desde la fenomenología crítica de la muerte social.
La proyección ideológica -videos desde balcones, celebrities, etc…-
minimiza un estado de excepción que es más bien de normalidad en las
clases trabajadoras y empobrecidas de las grandes urbes por donde está
pasando el virus.
Así pues, al escepticismo, la banalidad y el abandono, se suma una
percepción más desnuda de las brechas sociales que persisten y se
agudizan hoy en el mundo. En esa misma línea Manuel Franco en su
artículo en Ethic apunta:
“Seguimos ciegos ante la realidad extremadamente desigual de nuestras
sociedades. Hoy en día la desigualdad social se traduce en 15 o 7 años
de diferencia de esperanza de vida si pertenezco a una clase social u
otra, si vivo en un barrio o en otro. Y todos entendemos que se pueden
hacer muchas y buenas cosas en 7 años. Estas desigualdades son injustas
y evitables”.
Junto a estas crisis que competen a nuestra identidad, también han
aflorado los nacionalismos junto a increíbles muestras de incapacidad en
la conducción política, y la resolución de conflictos. En un siglo donde
estamos más interconectados, donde no solo consumimos más, sino
donde generamos más noticias, y más datos, es también palpable la
ausencia de normas y valores éticos. Así pues: ¿A quién creer? ¿Qué
valores nos guían? ¿Qué líderes elegir y cómo elegirlos para que nos
representen y enfrenten este tipo de crisis? ¿Por qué algunos culpan a los
inmigrantes para reavivar los nacionalismos?
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Lima – Perú, 2020.
Toni Timoner habla desde la economía política de la caída de un “telón
de acero económico sobre el mundo” debido al fuerte impacto que está
teniendo el virus en lo inmediato y el inmenso efecto que tendrá a largo
plazo en las economías globalizadas: cuestionamiento al espacio
Schengen, afectaciones al turismo internacional, caída de la OPEC,
empantanamiento de las democracias liberales como las conocemos
hoy y cuestionamiento a sus líderes. En conclusión: “La doctrina Trump de
individualismo geopolítico, sin quererlo, sale reforzada. La “mano invisible”
en el mercado global de las naciones es la que establecerá los nuevos
equilibrios, frágiles y precarios, a partir de ahora.”
El texto de Timoner adolece de un excesivo pesimismo. Es posible que
haya sido, como tantas cosas hoy, pedagógico y aleccionador para la
gran cantidad de ciudadanos inconscientes que salen a las calles sin
tomar las precauciones necesarias. Las cosas, es cierto, se ven feas. Pero
como dicen en algunos lugares, el libro no se acaba hasta la última
página, quizás todo esto sea necesario para cambiar muchas de las
formas en que nos relacionamos con nosotros mismos, nuestros gobiernos,
y no por ser la última es la menos importante, la naturaleza.
Posibles escenarios
Quizás en el trasfondo esté de nuevo una terrible combinación: la unión
entre el miedo social y nuestra ignorancia a la hora de enfrentar los
problemas sociales. El miedo a la pandemia es obviamente el miedo a
morir, a perder la vida; pero el estado en que nos encontramos hoy revela
la debilidad de los mecanismos que hemos construido para ocultar la
muerte real. Hemos sustituido la muerte real por un ficticia en la que nos
hemos convencido de que el sistema (del capital) funciona, los políticos
nos protegen, la economía no es desigual y va marcha arriba, somos
saludables, estimamos al Otro, ayudamos a los ancianos y a los
pobres. Pero en las últimas dos semanas el velo se ha descorrido, y hemos
caído en nuestra triste y descolorida realidad. Baudrillard lo ponía en
términos más terribles “welcome to the desert of the real”. Hemos crecido
rodeados de políticos ineptos y corruptos, políticas débiles de protección
al medio ambiente, cuerpos débiles atorados de comida chatarra e
imágenes que alimentan nuestro Ego liberal cada vez más consumista y
cerrado sobre sí.
Científicos han hablado ya honestamente sobre la salida real a este
problema: la vacunación; que un número suficiente de personas
desarrollen inmunidad tras contraer la infección; o cambiar
permanentemente nuestro comportamiento como sociedad. Todas ellas
tomarán tiempo y un esfuerzo ingente de científicos que debemos
apoyar. Irónicamente de la última opción casi nadie habla, confirmando
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Lima – Perú, 2020.
la vieja broma de que es más fácil imaginar la destrucción del mundo
que el fin del capitalismo.
Creo que frente a nosotros se alzan en definitiva dos escenarios. El
escenario menos promisorio es el de la salida virtual, o sea, hallar otro gran
tema que nos saque de la triste y miserable realidad que hemos
construido. Así, ante la crisis y el shock que implica la invención de una
vacuna o la inmunización de grandes grupos sociales, también se
inventará una contraparte virtual que nos devuelva al mundo anterior.
Según los índices de audiencia, de entre todo el grupo de temas clasifica
algún nuevo escenario conflictivo en el medio oriente o las elecciones
en Estados Unidos.
El escenario más promisorio, pero más complejo, es el que Kant ha
planteado hace ya dos siglos en un pequeño pero contundente
texto, ¿Qué es la Ilustración? Allí el filósofo sentenciaba “atrévete a
pensar” como salida a la minoría de edad. Hoy nos encontramos todavía
en esa minoría de edad, en la que aún el pensamiento va siempre
retrasado respecto a la ignorancia. Es un camino difícil, pero en medio
de la crisis hemos vuelto a ver cómo muchos han recordado que son los
médicos y no los políticos lo que salvan vidas. Es la Ciencia, el diálogo, la
información objetiva y precisa, el pensamiento crítico, lo que nos ofrece
la verdadera libertad y una cura duradera. Se han visto muestras, a pesar
del aislamiento social, de soluciones comunitarias, y de colaboración
entre vecinos.
Seguir por esa línea es el imperativo de hoy, reactivar alternativas
democráticas, usar la tecnología y no que ella nos use, que el
distanciamiento sirva para sumirnos en un necesario momento de
introspección y cuestionamiento de qué hemos hecho y qué debemos
hacer. Al mismo tiempo, permitir que la ciencia y la racionalidad hablen
más sin la intromisión de los sacerdotes del pensamiento. Es esta la hora
en la que debemos luchar con conciencia crítica no solo para curar a los
enfermos, víctimas de la propagación del virus, sino a un planeta entero
aquejado de una enfermedad mucho más larga y grave: la ignorancia.
Esa es la tarea de nosotros, los filósofos.
Notas
– Agamben, Giorgio. (2020). Aclaraciones. En Quodlibet. Trd.: Artillería
Inmanente. Recuperado de: https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-
chiarimenti.
– Franco, Manuel. Salud urbana. La desigualdad se magnifica. En: Ethic.
Recuperado de: https://ethic.es/2020/03/salud-urbana-y-crisis-del-
coronavirus-en-confinamiento-la-desigualdad-se-magnifica/
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LA VIDA DESPUÉS DEL CORONAVIRUS*
Marcelo Gioffré
25 / 03/ 2020
El último 28 de febrero, el filósofo italiano Giorgio Agamben escribió su
artículo “La invención de una epidemia”, en el que minimizaba la
enfermedad diciendo que era apenas diferente de una simple gripe, y
añadía que, habiéndose agotado el tema del terrorismo para infundir
miedo en la sociedad, el virus era el nuevo pretexto para coartar
libertades porque los seres humanos están dispuestos a entregar todo con
tal de conservar la salud. Sostenía que los gobiernos, con la complicidad
de los medios, inventaban estados de excepción para aplicar políticas
fascistas y militarizadas. Jean-Luc Nancy descartó esa teoría conspirativa
y, no sin malicia, recordó que hace treinta años él debía ser sometido a
un trasplante de corazón y que fue justamente su amigo Agamben el
único que le recomendó no escuchar a los médicos y no hacerse la
operación, con lo cual da a entender que Agamben es un espíritu
refinado y bondadoso al que conviene no tener mucho en cuenta
cuando se habla de medicina.
Por su parte, Slavoj Zizek también refutó a Agamben y, desde otra
perspectiva, sostuvo que en las crisis todos somos socialistas, incluyendo
a Trump que anuncia el reparto de cheques de mil dólares para todos los
ciudadanos adultos, con lo cual cree que la salida de esta epidemia
probablemente sea en dirección de alguna forma modesta de
comunismo.
Frente a las salidas simplistas del fascismo light de Agamben o del
comunismo light de Zizek, aparecieron las opiniones mucho más
sofisticadas del filósofo coreano, radicado en Berlín, Byung-Chul
Han (en El País de Madrid) y del historiador israelí Yuval Harari (en
el Financial Times). Ambos se preguntan por qué los países asiáticos, a
pesar de haber sido los primeros afectados, han sido más exitosos que los
países occidentales en el combate del virus y ambos coinciden en un
*Fuente: https://www.infobae.com/america/opinion/2020/03/25/la-vida-despues-del-
coronavirus/
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Lima – Perú, 2020.
punto inquietante: han sido exitosos no por una virtud sino por un defecto,
su cultura autoritaria.
Es esa cultura autoritaria la que los llevó a tener un gigantesco sistema de
control digital sobre los ciudadanos, una suerte de STASI
informática. Cuando un pasajero sale de la estación de Pekín, recuerda
Han, es captado automáticamente por una cámara que mide su
temperatura corporal. Y si la temperatura es preocupante todas las
personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación
inmediata en sus teléfonos móviles, no en vano el sistema sabe dónde va
sentado cada uno. Compárese la diferencia abismal entre ese dispositivo
y una mínima anécdota doméstica de esta semana: un profesor de
historia de Puan dio positivo en su examen de coronavirus, razón por la
cual todos los alumnos que van a esa universidad, incluso los de otras
carreras, recibieron un mail preguntando quién había rendido
últimamente examen con ese profesor: delicias del desorden. En China la
cuarentena es controlada con drones y si alguien la rompe un drone se
dirige volando hasta el transgresor ordenándole regresar a su vivienda.
Harari recuerda que sensores ubicuos y poderosos algoritmos son
infinitamente más eficientes que la KGB de Stalin. Basta tocar el teléfono
celular con el dedo para que el Estado pueda saber la temperatura de
los individuos. Sin embargo, en Europa y en Latinoamérica la protección
de datos hace completamente inviable el combate digital del virus. Y
Han añade otro punto: las mascarillas, que según él son útiles y se han
usado en los países asiáticos, en occidente no se emplean no por
inservibles sino por una cuestión cultural: la cara tapada está asociada al
oscurantismo.
La gran pregunta que nos hacemos, teniendo en cuenta que en las
emergencias los procesos históricos se aceleran, es si la epidemia abre el
camino para que China “exporte” a Occidente su Estado policial digital,
como un modelo de éxito, y entonces –como cree Agamben– esta es
una revolución viral en dirección de un estado de excepción perpetuo,
un terrorífico sistema de control tipo “Gran Hermano”, que monitoree y
manipule la angustia y los gustos de cada ciudadano, o si, por el
contrario, abrirá paso –como sospecha Harari– a un reforzamiento de los
derechos individuales, a partir de un buen sistema de información que
lleve a cada uno a actuar racionalmente, combinado con una
solidaridad global que permita, en casos muy precisos y excepcionales,
usar esa tecnología para salvar no ya a los asiáticos sino a todos. Esta
última es una sintaxis dificultosa, pero las utopías son el cemento de
nuestra esperanza.
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Lima – Perú, 2020.
INMUNIDAD Y AUTOINMUNIDAD: PARADOJAS PANDÉMICAS*
Aldo Mascareño
Centro de Estudios Públicos – Chile: 01 / 04 / 2020
Desde los descubrimientos bacteriológicos del siglo XIX, una de las
obsesiones de la modernidad ha sido la inmunización frente a lo que
cada unidad considera ajeno a lo propio (Sloterdijk 2006). Esto no aplica
solo a las pandemias, sino también a las pretensiones por mantener la
diferencia ante los intentos de homogenización que surgen desde
distintos rincones del planeta y de sus propias estructuras sociales. La
primera guerra mundial fue una inmunización de cada Estado frente a las
pretensiones imperialistas de otros; la segunda consistió en una
inmunización ante el totalitarismo. Los derechos humanos que ahí nacen
buscaron la inmunización de lo humano ante su degradación; y las
pretensiones de autonomía de los movimientos sociopolíticos del siglo XXI
son una reacción inmunitaria a la homogenización étnica impulsada por
Estados nacionales o a la homogenización social impulsada por sistemas
sociales globales. El Covid-19 puede haber tomado por sorpresa al
mundo porque no se espera que la mayor amenaza provenga desde la
naturaleza –el cambio climático sigue siendo menos relevante que la
guerra comercial entre EEUU y China, o que el reposicionamiento
internacional ruso. No obstante, el Covid-19 cayó en un mundo que ya
conoce de reacciones inmunitarias generalizadas. Frente a las plagas las
conoce desde la Antigüedad (Davis 2020). Más aún, las últimas dos
décadas se han empeñado en preparar el escenario pandémico: SARS
en 2002, gripe aviar en 2004 a 2006, gripe porcina en 2009, ébola en 2014
(Ashton 2020; McCloskey y Heymann 2020). ¿Qué es lo extraordinario de
esta situación entonces?
Lo extraordinario es la sintonía socionatural de la crisis: su propagación
física como virus y su propagación social como comunicación
simultáneamente. La inmunización frente al virus no se ha hecho por vía
biológica. No hay vacuna descubierta ni infraestructura que dé abasto
*Fuente:
https://www.researchgate.net/publication/340822581_Inmunidad_y_autoinmunidad_p
aradojas_pandemicas?fbclid=IwAR1GEUnwolk-biDYh4ZJTPxNfFac7nl9-
d44oMkCJgeVMoP41M4U9399oF8
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Lima – Perú, 2020.
para diagnosticar a todos los susceptibles, tratar a todos los contagiados
y procesar a todos los muertos. La inmunización viene entonces por
medios comunicacionales, a través de un extenso repertorio de
instrucciones que crece cada día que pasa, desde la enumeración
interminable de posibles síntomas, hasta la comunicación de medidas de
prevención, suspensión y reclusión (Singhal 2020; Sohrabi et al. 2020).
Por todo ello, el enfrentamiento de la pandemia no se reduce al sistema
de salud, a los colapsados hospitales y personal médico que atiende a
los cuerpos enfermos a lo largo del mundo, sino que se extiende a todo
tipo de sistema social. La estrategia de distanciamiento físico afecta la
continuidad de cualquier sistema de interacción mundial, cada uno de
ellos vital para la reproducción de distintas organizaciones. Las
estrategias de aislamiento sobrecargan la base tecnológica de diversas
redes sociales electrónicas, a las que ahora se les exige además suplir la
ausencia de interacción. Las organizaciones, por su parte, se ven
enfrentadas a una incertidumbre inmanejable que les impide tomar
decisiones que reproduzcan su propio funcionamiento; sin otra opción, lo
ponen en pausa hasta nuevo aviso, transfiriendo la incertidumbre a sus
miembros y stakeholders. Mientras esto sucede, el sistema político cierra
sus fronteras simultáneamente, subordina derechos fundamentales al
poder estatal y decreta el cierre de actividades productivas no
esenciales. Con ello, la economía es intervenida en sus operaciones y
expectativas fundamentales. La recesión que se incuba sería mayor que
la de 2008, anuncian expertos (Tooze 2020). El sistema jurídico comienza
a sobrecargarse con exigencias de todo tipo, desde la resolución de
contratos domésticos e internacionales por fuerza mayor, hasta
demandas laborales de distinto alcance. Y puesto que las crisis complejas
son crisis sin solución, ningún gobierno o sistema político puede ‘hacerlo
bien’, con lo que la confianza en instituciones públicas se pone en
entredicho nuevamente. El personal médico, la religión y el esoterismo
pueden ser los ganadores en medio de este trance: los primeros por su
universalismo moral, la segunda por la esperanza trascendente frente a
una realidad inmanejable, y el tercero por efecto del virus de la
ignorancia.
La simultaneidad entre propagación física del virus y la comunicación
social acerca de él es, sin duda, mayor que nunca. No podía ser de otro
modo con la exponencial expansión tecnológica de la última década.
Pero cuando esto acontece, hay que contar con que la reacción social
a la inmunidad de los cuerpos individuales genera una autoinmunidad
de la sociedad en general (Derrida 2003; Cohen 2004; Mutsaers 2015; Ferri
2018). En su esfuerzo sanitario, político y moral por preservar su base
psicofísica de existencia (los individuos), la sociedad pierde su
coordinación como un todo y cada sistema social, preocupado en
primera instancia de su propia subsistencia, produce comportamientos
que obstruyen el funcionamiento del resto. La sociedad se transforma en
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Lima – Perú, 2020.
una paradoja, en un virus de sí misma. Se observa a sí misma como un
‘otro extraño’, adopta conductas inmunitarias frente a ese ‘otro interno’,
y provoca actos de autodestrucción mediante autoagresión. La política
motiva (obliga) a la clausura de actividades económicas que dejan sin
empleo a miles de trabajadores y llevan a la quiebra a cientos de
empresas; la economía motiva a continuar el intercambio de bienes y
servicios, con lo que deflaciona el valor de órdenes imperativas y normas
de derecho; el derecho suspende sus propios derechos fundamentales
por instrucción política, con lo que se pone en riesgo a sí mismo; o no los
suspende por la acción de tribunales, con lo que debilita el poder político.
La religión invita a abandonarse a la trascendencia, con lo que la
inmanencia de la conducta pierde relevancia; mientras que la ciencia,
acostumbrada desde Popper a sus verdades provisionales, cambia sus
recomendaciones cada día de acuerdo a los resultados de sus
conjeturas y refutaciones.
Si la sincronía entre propagación física global del virus y propagación
social mundial en la comunicación es mayor que nunca, entonces
contamos con un nuevo tipo de crisis pandémica socionatural en la que
la reacción inmunitaria que protege a los cuerpos del virus es simultánea
a la reacción autoinmunitaria de la sociedad en la que ella adopta un
comportamiento errático autodestructivo. Dicho de otro modo, los
cuerpos que sobrevivan no solo contarán con el peso de la muerte
cercana o de sus propias heridas, sino también con el peso de reconstruir
la forma de la sociedad en que viven. En órdenes sociales complejos, las
crisis verdaderas son el único momento histórico en que esto se puede
intentar con relativa probabilidad de éxito, aunque se debe tener claro
que esa reconstrucción puede ser tanto para mejor como para peor.
Referencias
− Ashton, J. 2020. The pandemic of coronavirus: tackling the last plague.
Journal of the Royal Society of Medicine 113(3): 123-124.
− Cohen, E. 2004. My self as an other: on autoimmunity and “other” paradoxes.
Medical Humanities 30: 7-11.
− Davis, V. 2020. Plagues and panics, ancient and modern. National Review
72(5): 16-18.
− Derrida, J. 2003. Autoimmunity: real and symbolic suicides (85-136). En
Borradori, G., Philosophy in a time of terror. Dialogues with Jürgen Habermas
and Jacques Derrida. Chicago and London: The University of Chicago Press.
− Ferri, B. 2018. Metaphors of contagion and the autoimmune body. Feminist
Formations 30(1): 1-20.
− McCloskey, B. y Heymann, D. 2020. SARS to novel coronavirus – old lessons
and new lessons. Epidemiology and Infection 148(e22): 1-4.
Colegio de Sociólogos del Perú. 220
Lima – Perú, 2020.
− Mutsaers, I. 2020. One-health approach as counter-measure against
“autoimmune” responses in biosecurity. Social Science & Medicine 129: 123-
130.
− Singhal, T. 2020. A review of the coronavirus disease-2019 (COVID-19). The
Indian Journal of Pediatrics 87(4): 281-286.
− Sloterdijk, P. 2006. Esferas III. Madrid: Siruela.
− Sohrabi, C.; Alsafi, Z.; O’Neill, N.; Khan, M.; Kerwan, A.; Al-Jabir, A.; Iosifidis, C.;
Agha, R. 2020. World Health Organization declares global emergency: A
review of the 2019 novel coronavirus (COVID-19). International Journal of
Surgery 76: 71-76.
− Tooze, A. 2020. Is the coronavirus crash worse than the 2008 financial crisis?
Foreign Policy March 18. Disponible en:
https://foreignpolicy.com/2020/03/18/coronaviruseconomic-crash-2008-
financial-crisis-worse/ [acceso 7 de abril 2020].
Colegio de Sociólogos del Perú. 221
Lima – Perú, 2020.
PÁNICO GLOBAL Y HORIZONTE ALEATORIO*
Álvaro García Linera
Universidad Nacional de San Martín: 30 / 03 / 2020
Hemos entrado en tiempos paradójicos propios de una sociedad mundial
en transición. Tiempos de inestabilidad generalizada en la que los
horizontes compartidos se diluyen y nadie sabe si lo que viene mañana
es la repetición de lo de ahora, o un nuevo orden social más preocupado
por el bienestar de las personas… o el abismo. La angustiosa
contingencia del porvenir es la única certidumbre.
Y es que ahora no estamos ante los azares regulares de la cotidianidad,
como por ejemplo, cuando tomábamos un metro para dirigirnos al
trabajo y no podíamos prever con quiénes nos encontraríamos en el
vagón o si llegaríamos a tiempo. La incertidumbre actual es más
profunda, es de destino, porque uno no sabe en realidad cuándo volverá
a tomar el metro, si tendrá trabajo al cual dirigirse o, llegado el extremo,
si estaremos vivos para entonces. Lo de hoy es pues un derrumbe
absoluto del horizonte de las sociedades en la que la aleatoriedad del
porvenir es de tal naturaleza que todo lo imaginable, incluida la nada,
pudiera suceder.
Un diminuto virus de entre los cientos de miles que existen está llevando a
que más de 2.600 millones de personas suspendan sus actividades
regulares, que una gran parte de los trabajos con los que la gente
reproduce sus condiciones de existencia esté paralizada, y que los
gobiernos implementen estados de excepción sobre la posibilidad de
desplazarse y agruparse. Un pánico global se ha apoderado de los
medios de comunicación y una niebla de sospecha sobre el otro
cercano, portador de la enfermedad, quiere encumbrarse en el espíritu
de la época.
*Conferencia inaugural del ciclo académico de las carreras de Sociología y
Antropología del Instituto de Altos Estudios Sociales, de la Universidad Nacional de San
Martín, Argentina, 30 de marzo de 2020.
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Lima – Perú, 2020.
Las imposturas de la globalización
Y lo paradójico resulta del hecho que en momentos de exaltación de la
globalización de los mercados financieros, de las cadenas de suministros,
de la cultura de masas y de las redes, el principal cuidado que se
despliegue ante una enfermedad globalizada sea el aislamiento
individual. Es como una confesión de derrota de esos mercados globales
y sus sacerdotes ante la necesaria persistencia de los Estados, la sanidad
pública y las familias como núcleos imprescindibles de socialidad y
protección. De ahí que resulte hasta grotesco ver a los profetas del libre
comercio y del "Estado mínimo" que ayer exigían derribar las fronteras
nacionales y deshacerse de los "costosos" sistemas de derechos sociales
(salud, educación, jubilación y otros), salir ahora a aplaudir el cierre
profiláctico de las fronteras y exigirle al Estado medidas más drásticas
para atender a los ciudadanos y reactivar las economías nacionales.
Que la euforia globalizadora como destino final de la humanidad solo se
aferre al encierro individual y que la única organización política
prevaleciente ante la emergencia de una enfermedad global, resultante
del propio curso de la globalización, solo sea el Estado, habla de una
farsa sin atenuantes. Algo anda mal en esa paradoja: o bien la
globalización como proyecto político-económico fue y es una estafa
colectiva para el rédito de pocos o bien las sociedades aún no
comprenden las "virtudes" del mundo global, lo que equivale a decir a si
la realidad no se acomoda a la retórica, la que está fallando es la
realidad y no la retórica sobre esa realidad. La verdad es que no hay
respuesta globalizada a un drama global y ahí ya existe una sentencia
histórica sobre una época aciaga.
Se trata en definitiva de un descomunal fracaso de la globalización tal
como hasta ahora se la ha construido y, sobre todo, del discurso político
que la acompañó y de las ideologías normativas que la secundaron.
Claro, si se globalizan los mercados de acciones, pero no la protección
social; si se globalizan las cadenas de suministros, pero no el libre
desplazamiento de las personas; si se globalizan las redes sociales, pero
no los salarios ni las oportunidades, entonces la globalización es más una
coartada de unos cuantos países, de unas cuantas personas para
imponer su dominio, su poder y su cultura, que una verdadera integración
universal de los logros humanos en beneficio de todos.
Se trata de una manera mutilada de globalizar la sociedad que, al
tiempo de generar más desigualdades e injusticias, debilita los
mecanismos de protección y cuidado creados a lo largo de décadas por
los diferentes Estados nacionales.
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Lima – Perú, 2020.
Hoy vemos que los mercados financieros no curan enfermedades
globales, solo intensifican sus efectos en los más débiles; hoy vemos que
el libre comercio ha llevado a un retroceso en las condiciones de
igualdad similares a las de inicios del siglo XX. Según Piketty, el 1 % de los
más ricos de Estados Unidos, quienes el año 1975 llegaron a concentrar el
20 % de la propiedad del total de los activos inmobiliarios, profesionales y
financieros, al año 2018 han aumentado su participación hasta en un 40
%, similar al año 1920; hoy sabemos que ninguna institución global tiene
la más mínima posibilidad de cohesionar las voluntades sociales para
enfrentar las adversidades globales, en cambio el Estado sí lo viene
logrando. Es como si la "mano invisible" de Smith no solo fuese inservible
para los cuidados de la humanidad, sino más peligrosa que la propia
pandemia. Y es que la globalización hasta ahora funciona como un
modo de acrecentar ganancias privadas de las empresas grandes del
mundo, en contraparte es inútil para promover la protección de las
personas.
La actual epidemia no es la primera de carácter global. Ya se han
presentado otras desde el inicio del mercado mundial a principios del
siglo XVI, durante la colonización de América cuando la viruela redujo
entre el 70 y 80 % de la población originaria; luego, en distintos lugares del
planeta las infecciones del cólera, de la gripe rusa en el siglo XIX, la gripe
española, la gripe aviar, el VIH, recientemente el SARS 1, H1N1 y demás.
Las enfermedades globales emergen de los modos de subsunción formal
y real de la naturaleza viva a la racionalidad de la producción mercantil
que fracturan los procesos, regulados en la transmisión de enfermedades
entre distintas especies animales. Subsunción formal, cuando se presiona
a la pequeña economía agraria a internarse cada vez más en bosques y
áreas ecológicamente autosostenibles para mercantilizar la flora y la
fauna; subsunción real, cuando la producción plenamente capitalista
impone ilimitadamente en los bosques modos de trabajo agrícolas
extensivos articulados a los mercados de los commodities. En ambos
casos la interface entre la vida silvestre y los seres humanos que se
regulaba gradualmente durante décadas y siglos a través de la difusión
en pequeñas comunidades, ahora se comprime en días o semanas en
gigantescos conglomerados humanos, estallando en contagios
fulminantes, masivos y devastadores.
Detrás de cada pandemia está una manera de definir la riqueza social
como ilimitada acumulación privada de dinero y bienes materiales y que,
por tanto, convierte a la naturaleza, con sus componentes de seres vivos
e inanimados, en una simple masa de materia prima susceptible de ser
procesada, depredada y financiarizada. Es un modo enceguecido de
producir cada vez más dinero, pero impotente para producir un modo
global para proteger a las personas y mucho menos a la naturaleza. El
resultado es un orden dominante de sociedad que no comprende que
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Lima – Perú, 2020.
su compulsiva manera de devorar la naturaleza en el altar de la
ganancia es una manera de devorarse a sí misma.
Que los mercados y las instituciones globales ahora se escuden detrás de
las legitimidades estatales para intentar contener los demonios
destructivos que esta forma de globalización ha desatado es la
constatación de un doble fracaso: de las instituciones globales para
proponer factibles respuestas globales para proteger la salud de las
personas de todos los países; y de los mercados globales para impedir el
descalabro económico mundial acelerado por la pandemia.
Al estancamiento económico de los últimos años ahora le sigue la
recesión global, es decir, un decrecimiento de las economías locales que
va a llevar a un cierre viral de empresas, al despido de millones de
trabajadores, a la destrucción del ahorro familiar, al aumento de la
pobreza y el sufrimiento social. Y nuevamente los sacerdotes de la
globalización, insuflados en su mezquindad, se cruzan de brazos a la
espera de que los Estados nacionales gasten sus últimas reservas,
hipotequen el futuro de al menos dos generaciones para contener el
enojo popular y atemperar el desastre que los arquitectos de la
globalización han ocasionado.
Cuando la pujanza global era evidente, ella tenía muchos padres, cada
cual más enardecido respecto a la fingida superioridad histórica del libre
mercado. Y ahora que la recesión mundial asoma las orejas, ella se
presenta como huérfana y sin responsables. Y tendrá que ser el
vapuleado Estado el que intente salir al frente para atenuar los terribles
costos sociales de una orgía económica de pocos.
Regreso del Estado
Ciertamente asistimos y asistiremos a una revalorización general del
Estado, tanto en su función social-protectiva, como económica
financiera. Ante las nuevas enfermedades globales, pánicos sociales y
recesiones económicas, solo el Estado tiene capacidad organizativa y la
legitimidad social como para poder defender a los ciudadanos.
Estamos ante un momento de regresión colectiva a los miedos sociales
que, a decir de Elías, son los fundamentos de las construcciones estatales.
Pero por ahora solo el Estado, bajo su forma integral gramsciana de
aparato administrativo y sociedad civil politizada y organizada, puede
orientar voluntades sociales hacia acciones comunes y sacrificios
compartidos que van a requerir las políticas públicas de cuidado ante la
pandemia y la recesión económica.
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Lima – Perú, 2020.
Bajo estas circunstancias, el Estado aparece como una comunidad de
protección ante los riesgos de muerte y crisis económica. Y si bien es
cierto que el destino de muchos ha de depender de la decisión de pocos
que monopolizan las decisiones estatales, y por eso Marx hablaba de una
"comunidad ilusoria", estas decisiones habrán de ser efectivas para crear
un cuerpo colectivo unificado en su determinación de sobreponerse a la
adversidad siempre y cuando logre dialogar con las esperanzas
profundas de las clases subalternas.
Incluso la recesión global halla en el Estado nacional a la única realidad
social capaz de reorganizar la flecha temporal del flujo de la riqueza de
las naciones para adelantar hoy a todos lo que se producirá mañana, a
fin de dar un empujón a los ingresos laborales, al consumo interno, a la
generación estatal de empleo y al crédito productivo.
Cuánto durará este retorno al Estado, es difícil saberlo. Lo que sí está claro
es que por un largo tiempo ni las plataformas globales, ni los medios de
comunicación, ni los mercados financieros ni los dueños de las grandes
corporaciones tienen la capacidad de articular asociatividad y
compromiso moral similar a los Estados. Que esto signifique un regreso a
idénticas formas de Estado de bienestar o desarrollista de décadas atrás
no es posible porque existe unas interdependencias técnico económicas
que ya no pueden dar marcha atrás para erigir sociedades
autocentradas en el mercado interno y el asalariamiento regular. Pero,
sin Estado social preocupado por el cuidado de las condiciones de vida
de las poblaciones seguiremos condenados a repetir estos descalabros
globales que agrietan brutalmente a las sociedades y las dejan al borde
del precipicio histórico.
Las formas emergentes de Estado tendrán que combinar una
revalorización del mercado interno, la protección social ampliada a
asalariados, no asalariados y formas híbridas de trabajo autónomo,
profundas políticas de democratización de la propiedad y las decisiones
sobre el futuro, con la articulación controlada de las distintas cadenas de
suministros mundiales, la fiscalización radical de los flujos financieros e
inmediatas acciones de protección del medioambiente planetario.
Ahora, otra de las paradojas del tiempo de bifurcación aleatoria como
el actual es el riesgo de un regreso pervertido del Estado bajo la forma de
keynesianismos invertidos y de un totalitarismo del big data como
novísima tecnología de contención de las clases peligrosas. Si el regreso
del Estado es para utilizar dinero público, es decir, de todos, para sostener
las tasas de rentabilidad de unos pocos propietarios de grandes
corporaciones no estamos ante un Estado social protector, sino
patrimonializado por una aristocracia de los negocios, como ya sucedió
durante todo el periodo neoliberal que nos ha llevado a este momento
de descalabro societal.
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Lima – Perú, 2020.
Y si el uso del big data es irradiado desde el cuidado médico de la
sociedad a la contrainsurgencia social, estaremos ante una nueva fase
de la biopolítica devenida ahora en data-política, que de la gestión
disciplinaria de la vida en fábricas, centros de reclusión y sistemas de
salud pública pasa al control algorítmico de la totalidad de los actos de
vida, comenzando por la historia de sus desplazamientos, de sus
relaciones, de sus elecciones personales, de sus gustos, de sus
pensamientos y hasta de sus probables acciones futuras, convertido
ahora en datos de algún algoritmo que "mide" la "peligrosidad" de las
personas; hoy peligrosidad médica; mañana peligrosidad cultural;
pasado mañana peligrosidad política.
La irreductibilidad del cuerpo
La realidad es que el cuerpo, los trazos del cuerpo en el espacio-tiempo
social siempre han sido el obsesivo destino de todas las relaciones de
poder y hoy lo es de manera absoluta. Decía Valery, en uno de sus
diálogos, que lo más profundo de las personas es la piel y no se
equivocaba. En la piel del cuerpo están grabados los códigos de la
sociedad y por eso lo que más se extraña en el encierro es el encuentro
de cuerpos, la acción de los cuerpos cercanos, el lenguaje de los cuerpos
que nos hablan y nos educan sin tomar conciencia de ello.
Así pues, pareciera que también estamos enterrando en la angustia del
encierro la cara tecnicista de la utopía liberal del individualismo
autosuficiente que pretendía sustituir la realidad social por la realidad
virtual. Es que los cuerpos, sus interacciones son y seguirán siendo
imprescindibles para la creación de sociedad y de humanidad. Ahora
sabemos que los empleos virtuales, el "teletrabajo", importantes y en
aumento, no son el modo predominante de la generación de riqueza de
las naciones; que la fuerza de trabajo es siempre una composición de
esfuerzo físico y mental; que las sociedades nacionales se paralizan si no
hay actividad humana corporal interactuando con otras corporeidades.
Es como si la piel y el cuerpo fueran fuerzas productivas de la sociedad
en general y de las formas de comunidad en particular, comenzando por
la familiar, nacional y mundial.
Un like en el Facebook es una convergencia cerrada de inclinaciones
que no produce algo nuevo más que el incremento contable de
adherencias anónimas. Una asamblea en cambio es una permanente
construcción social-corporal de conocimientos prácticos y experiencias
comunes.
El desasosiego y sensación de mutilación con las que la gente reacciona
ante el necesario y temporal encierro revela que el cuerpo no es
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Lima – Perú, 2020.
meramente un estorboso receptáculo de un cerebro capaz de dar el
salto a la virtualidad absoluta. No, el cuerpo no es un cajón de neuronas
organizadas; el cuerpo es la prolongación del cerebro en la misma
medida que el cerebro es la prolongación del cuerpo y, por tanto, los
mecanismos de conocimiento, de invención, de afectos y de acción
social son actividades integrales de todo el cuerpo en su vinculación con
otros cuerpos, con la humanidad entera y la naturaleza entera.
El cuerpo es, pues, un lugar privilegiado de conocimiento social y de
producción de la sociedad.
Que los límites de la virtualidad global forzada saquen a la luz el valor de
las experiencias del cuerpo es también otra de las paradojas del tiempo
ambiguo. Y si bien es probable que de aquí a unos años esta experiencia
angustiante sea olvidada, muchos saldrán a las calles con el cuello
doblado hacia el celular, pero podrán hacerlo porque la gente está ahí,
a la mano, interactuando con uno mismo, a través de las miradas y los
gestos del cuerpo, aunque nuestra conciencia esté en el diálogo del
wasap. Pero también es probable que la desesperación por el encuentro
con los otros vuelva a manifestarse recurrentemente si es que no sabemos
sacar ahora las lecciones de este tipo de globalización mezquina que no
se preocupa ni por la gente común ni por la naturaleza en común; y quizá
el pavor se convierta en un estado permanente de la convivencia social.
Los seres humanos somos seres globales por naturaleza y nos merecemos
un tipo de globalización que vaya más allá de los mercados y los flujos
financieros. Necesitamos una globalización de los conocimientos, del
cuidado médico, del tránsito de las personas, de los salarios de los
trabajadores, del cuidado de la naturaleza, de la igualdad entre mujeres
y hombres, de los derechos de los pueblos indígenas, es decir, una
globalización de la igualdad social en todos los terrenos de la vida, que
es lo único que enriquece humanamente a todos. Mientras no acontezca
eso, como tránsito a una globalización de los derechos sociales, es
imprescindible un Estado social plebeyo que no solo proteja a la
población más débil, que amplíe la sanidad pública, los derechos
laborales y reconstruya metabolismos mutuamente vivificantes con la
naturaleza; sino que además democratice crecientemente la riqueza
material y el poder sobre ella, por tanto, también la política, el modo de
tomar decisiones que deberán ir cada vez más de abajo hacia arriba y
cada vez menos de arriba hacia abajo, en un tipo de Estado integral que
permita ir irradiando la democrática asociatividad molecular de la
sociedad sobre el propio Estado.
Universidad en tiempos de caos planetario
Finalmente, la universidad pública es parte del Estado; de hecho, es una
de sus instituciones más importantes en la formación de las múltiples
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Lima – Perú, 2020.
legitimidades estatales y no estatales: universaliza la educación regular,
distribuye los bienes educativos en la sociedad, construye capilaridades
para el surgimiento de nuevos oficios y, por sobre todo, produce
conocimiento social y modos de integración intelectual, lógica y moral
de la sociedad con el Estado.
En tiempos neoliberales, a la par con el desmoronamiento del Estado
social, las élites abrazaron vías de legitimación externas, las tecnocracias
de universidades del norte, los consultores de organismos internacionales
que se dedicaron a crear una liturgia en torno a las bondades de la
expropiación de recursos públicos y la externalización del excedente
económico nacional. Ello trajo una cadena de desprecios coloniales
hacia el conocimiento local y las universidades públicas.
Ninguna sociedad es capaz de autodeterminarse, esto es de definir por
sí misma su destino, sin producción de conocimiento de sí y del mundo.
Por ello las universidades tienen hoy un doble reto: ampliar su capacidad
de generación de conocimiento propio, esto es no solo repetir y difundir
lo que otros han hecho en otras partes del mundo. Ciertamente el acceso
a otros conocimientos locales es imprescindible para producir cosas
nuevas; pero lo que sucede en cada patria ni es la validación empírica
de lo que otros han teorizado en otros lugares ni mucho menos la
"desviación" temporal de un destino al que hay que apegarse tarde o
temprano.
Hay que tener la osadía de producir nuevos conocimientos, nuevas
estructuras conceptuales que vuelvan inteligible esta huracanada de
acontecimientos anteriormente inexistentes que sean capaces de
dialogar con esquemas conceptuales producidos en otras partes del
mundo y, también, de explicar de mejor manera, con categorías más
lógicas, lo que sucede acá y lo que acontece también en esas otras
zonas del planeta. Hoy es un momento excepcional para las ciencias
sociales por la propia excepcionalidad de todo lo que viene
aconteciendo en todos lados y en todos los terrenos de la experiencia
social.
La sociedad latinoamericana a lo largo de su historia pasada y presente
ha dado ejemplos de una inigualable audacia política y social para
impugnar las múltiples relaciones de poder, para producir combinaciones
institucionales novedosas, para levantar formas de acción colectiva
vanguardistas muchas de las cuales sirven como ejemplo o referente de
otras sociedades del mundo; y lo mismo debería suceder con la
producción de conocimiento y teoría social. De hecho, eso ya viene
sucediendo, solo que nos falta ver con mayor atención a lo que pasa en
nuestro horizonte interior como fuente también de conocimiento
universal.
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Encima, contamos con una forma de proceder más plural y de cierta
manera cosmopolita intelectualmente. A diferencia de las academias de
los países centrales en la que cada universidad prestigiosa y cada
intelectual reconocido, fruto del previsible efecto de competencia de las
posiciones intelectualmente dominantes, practican un silencioso
desprecio por lo que se produce en otras naciones, en una suerte de
vergonzoso nacionalismo intelectual; en nuestros países, en cambio,
existe una avidez, a veces sobredimensionada, por conocer la
producción académica de otros países, especialmente si son
dominantes. Esto que en principio es un lastre, fácilmente es y puede ser
una gran ventaja si sumamos una irrefrenable pasión por lo propio,
incluido lo propio continental. A eso es lo que finalmente podríamos
llamar como producción de conocimiento universal mucho más potente
que muchos conocimientos regionalistas y localistas dominantes que hoy
simulan ser universales por el solo hecho del efecto, en la teoría, de la
posición económicamente dominante en el planeta de los lugares
donde se producen esos conocimientos.
Y, en segundo lugar, está el compromiso del estudiante, el profesor e
investigador con la sociedad. Frente a una lectura distorsionada de la
recurrida "neutralidad valorativa" que ilusiona hallar personas despojadas
del conjunto de valores, inclinaciones políticas y apegos morales que
atraviesan sus estructuras mentales, cosa que es ya en sí misma una
valoración mágica del mundo; es por demás evidente que el
investigador no puede desprenderse de su ser social ni de la trama de
relaciones de poder que lo rodean. En estricto sentido, por lo general, la
fuerza interior de cada buena investigación radica precisamente en la
correcta administración de esa trama constitutiva del ser social del
investigador. Una consciencia de esas determinaciones para
inicialmente plantear el problema de investigación es el mejor punto de
partida. Pero esta consciencia implacable de los criterios valóricos que
ayudan a formular el hecho social a estudiar no puede ni servir para
someter a las mismas razones el proceso ni el resultado de la
investigación, porque entonces ya no se investiga, sino que se convalida
algo que ya era sabido antes de la investigación, y el hecho social no
emerge de una articulación de causalidades sino de deseos, anulando
así el proceso de conocer.
La pertinencia de los compromisos sociales del investigador han de estar
al momento de visibilizar los hechos a estudiar, al momento de formular
las preguntas sobre los hechos que habrá que resolver, porque cada
manera de ubicarse en el mundo habilita con mayor o menor evidencia
un espacio de infinitas preguntas enmarcadas en las expectativas y
juicios que se tienen sobre el curso del mundo.
La lealtad a los compromisos, si estos son críticos sobre la realidad del
mundo, debe ponerse a prueba en la multidisciplinariedad y heterodoxia
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Lima – Perú, 2020.
de las herramientas conceptuales para adoptar, retorcer, fusionar e
inventar aquellas que mejor capten la dinámica de los acontecimientos.
La propia investigación necesariamente va a hacer brotar en su
desarrollo conceptos y esquemas lógicos que expresen de mejor manera
las regularidades detectadas, y no hay que rehuir a estas. Los modos de
obtener y medir los datos de los procesos sociales igualmente deberán
adecuarse a cubrir la mayor parte de la cualidad del hecho escudriñado,
en tanto que la articulación lógica de los resultados deberá estar guiada
por la intensión de volver evidente, casi apodíctico, el flujo de las
causalidades, tanto lógicas como prácticas de las personas involucradas
en el hecho social. Así el compromiso social será tanto más válido por la
fuerza argumentativa de los hechos, que por la retórica
Conocimiento social, el resurgimiento del Estado y los tiempos de
incertidumbre estratégica de las sociedades abren un espacio infinito de
posibilidades de creatividad social, de compromisos políticos y
despliegue de herramientas académicas capaces de contribuir la
autorreflexión de la sociedad e impactar en políticas públicas.
El mundo se encuentra atrapado en un vórtice de múltiples crisis
ambientales, económicas, médicas y políticas que están licuando todas
las previsiones sobre el porvenir; y lo peor es que ello viene con un
inminente riesgo de que se impongan "soluciones" en las que las clases
subalternas sean sometidas a mayores penurias que las que ya se tolera
hoy. Pero la condición de subalternidad social o nacional tiene en ese
torbellino planetario también un momento de suspensión excepcional de
las adhesiones activas hacia las decisiones y caminos propuestos por las
élites dominantes. El desasosiego planetario por la fragilidad de horizontes
a los cuales aferrarse es también de las creencias dominantes, con lo que
el sentido común se vuelve poroso, apetente de nuevas certidumbres. Y
si ahí, el pensamiento crítico, en general, y la academia pública, en
particular, ayudan a formular las preguntas del quiebre moral entre
dominantes y dominados, y coadyuvan a visibilizar las herramientas de
autoconocimiento social, entonces es probable que, en medio de la
contingencia del porvenir, se refuerce aquel curso sostenido en las
actividades de la comunidad, la solidaridad y la igualdad, que es el único
lugar donde los subalternos pueden emanciparse de su condición
subalterna.
Solo así el horizonte que emerja, sea el que sea o el nombre que quiera
dársele, será propio; el que la sociedad es capaz de darse a sí mismo; y
por el que vale la pena arriesgar todo lo que hasta hoy somos.
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Lima – Perú, 2020.
CUANDO LA NATURALEZA JAQUEA LA ORGULLOSA
MODERNIDAD*
Enrique Dussel
COHA: 03 / 04 / 2020
Estamos experimentando un evento de significación histórico-mundial del
que posiblemente no midamos su abismal sentido como signo del final de
una época de larga duración, y comienzo de otra nueva Edad que
hemos denominado la “Transmodernidad”. El virus que ataca hoy a la
humanidad por primera vez en su milenario desarrollo, en un momento en
el que puede tenerse conciencia plena de la simultaneidad (en tiempo
real) verificada por los nuevos medios electrónicos, nos da qué pensar en
el silencio y aislamiento auto impuesto de cada ser humano. Esto, ante
un peligro que muestra la vulnerabilidad de un castillo de naipes que
vivimos cotidianamente como si tuviera la consistencia de una estructura
invulnerable. El hecho ha producido un sinnúmero de reacciones de
colegas filósofos y científicos porque llama profundamente la atención.
Queremos agregar un grano de arena a la reflexión sobre el
sobrecogedor acontecimiento.
La Humanidad, al menos el homo sapiens desde hace unos 300 mil años,
ha logrado desarrollarse históricamente venciendo innumerables
obstáculos para lograr su sobrevivencia. Se inserta en un proceso
iniciado, si vamos al origen, al llamado Big Bang (acontecido hace unos
14 mil millones de años, al momento de la solidificación de la Tierra (hace
unos 4.5 mil millones de años), del inicio de la vida (hace más de 4 mil
millones de años en que comenzó a transformarse en Gaya). Es decir,
modificando la vida en la corteza terrestre, creando la atmósfera y
protegiendo a la biosfera para que los rayos ultravioletas no pudieran
destruirla. Hace unos 55 millones de años aparecieron los primates, y por
último, el mismo homo sapiens (la noosfera de T. de Chardin u hoy
denominada el Antropoceno o Edad del ser humano sobre la Tierra).
*Fuente: http://www.coha.org/cuando-la-naturaleza-jaquea-a-la-orgullosa-
modernidad/
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Lima – Perú, 2020.
Con el Neolítico (hace unos 15 mil años) la humanidad comenzó a
transformarse de nómada en urbana, creando las primeras aldeas o
ciudades, posibles gracias a la organización de un doble parasitismo: del
vegetal (con la agricultura) y del animal (con el pastoreo). Como
vivientes los humanos debemos alimentarnos de vegetales para lograr
proteínas y otras sustancias que solo ellos producían. Comenzó así una
inevitable entropía (el pasaje de un bien de uso a una cosa inútil, sin
posible nuevo uso) que significó el destruir los bosques, que producían
oxígeno, para transformarlos en campos de cultivo agrícola. Como
omnívoros los humanos matamos y nos alimentamos de animales no
humanos (fue un primer tabú negar la antropofagia). Así nacieron y
crecieron las grandes civilizaciones urbanas del Neolítico en Eurasia,
África y América.
Allá por el 1492, Cristóbal Colón, un miembro de la Europa latino-
germánica, descubre el Atlántico, conquista Amerindia y nace así la
última Edad del Antropoceno: la Modernidad, produciendo además una
revolución científica y tecnológica, que dejó atrás a todas las
civilizaciones del pasado, catalogadas como atrasadas,
subdesarrolladas, artesanales. Lo denominaremos el Sur global; y esto
hace solo quinientos años.
Esa espléndida Edad del Mundo inaugurada se relacionará a la
Naturaleza metodológicamente gracias a Francis Bacon (1562-1626) por
su obra Novum organum (1620), y desde el manifiesto filosófico de René
Descartes (1596-1650) en El discurso del método (1637). Constituyó a la
indicada Naturaleza como una cosa observable o explotable, casi
infinita por sus recursos, y como objeto manejable por un demiurgo
humano constituido como un sujeto sin límites de conocimiento o
manipulación de ese objeto: la Naturaleza. Para Descartes el ser humano
es “un alma a la que le es indiferente tener un cuerpo”, afirmando así un
dualismo radical. El cuerpo, como la Naturaleza, es una “cosa extensa”
(res extensa); es decir, una realidad cuantitativa, no teniendo
importancia la cualidad y la vida. Se la interpretaba como una
maquinaria conocida privilegiadamente por la matemática. Esta
Naturaleza es así un objeto cognoscible, manejable, explotable. La física
se transforma en la ciencia fundamental. El ser humano funda su privilegio
en el “yo pienso”, que conoce, que se sitúa en un nivel teórico ante
objetos naturales cuantificables a nuestra entera disposición.
Con estos supuestos transcurrieron los siguientes siglos. El “yo europeo”
produjo una revolución científica en el siglo XVII, una revolución
tecnológica en el XVIII, habiendo desde el siglo XVI inaugurado un
sistema capitalista (cuya racionalidad última es el
aumento cuantitativo de la tasa de ganancia en cualquier inversión en
el mercado que se efectúa gracias a la obtención de un plusvalor por
parte del obrero) con una ideología moderna eurocéntrica (como
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Lima – Perú, 2020.
superioridad cultural, estética, moral, política, etc.), colonial (porque esa
Europa era el centro del sistema-mundo gracias a la violencia
conquistadora de sus ejército que justificaban su derecho de dominio
sobre otros pueblos), patriarcal (porque el macho blanco dominaba a la
mujer en Europa y a las mujeres coloniales de color como en México), y,
como culminación, el europeo se situó como explotador sin límite de la
Naturaleza.
En efecto, los valores positivos inigualables de la indicada Modernidad,
que nadie puede negar, se encuentran corrompidos y negados por una
sistemática ceguera de los efectos negativos de sus descubrimientos y
sus continuas intervenciones en la Naturaleza. Esto es debido en parte por
el desprecio por el valor cualitativo de la Naturaleza, en especial por su
nota constitutiva suprema: el ser una “cosa viva”, orgánica no
meramente maquínica; no es solo una “cosa extensa”, cuantificable. La
ciencia de referencia ahora deja de ser la física y pasa a ocupar su lugar
la biología, y como momento central cósmico la neurobiología: el
cerebro humano. El cerebro humano es el organismo viviente más
complejo del universo conocido. Pero, además, la Naturaleza no es un
mero objeto de conocimiento, sino que es el Todo (la Totalidad) dentro
del cual existimos como seres humanos: somos fruto de la evolución de la
vida de la Naturaleza que se sitúa como nuestro origen y nos porta como
su gloria, posibilitándonos como un efecto interno (“sus hijas e hijos”). Por
ello, no metafóricamente, la ética se funda en el primer principio absoluto
y universal: ¡el de afirmar la Vida en general, y la vida humana como sus
glorias!, porque es condición de posibilidad absoluta y universal de todo
el resto; de la civilización, de la existencia cotidiana, de la felicidad, de la
ciencia, de la tecnología y hasta de la religión. Mal podría operar alguna
acción o institución si la Humanidad hubiera muerto.
Hoy, la Madre naturaleza (ahora como metáfora adecuada y cierta) se
ha rebelado; ha jaqueado (como cuando se da un “jaque mate al rey”
en el ajedrez) a su hija, la Humanidad, por medio de un insignificante
componente de la Naturaleza (Naturaleza de la cual es parte también el
ser humano, y comparte la realidad con el virus). Pone en cuestión a la
Modernidad, y lo hace a través de un organismo (el virus) inmensamente
más pequeño que una bacteria o una célula, e infinitamente más simple
que el ser humano que tiene miles de millones de células con
complejísimas y diferenciadas funciones (que llegan a millones). Es la
Naturaleza la que hoy nos interpela: ¡O me respetas o te aniquilo! Se
manifiesta como un signo del final de la Modernidad y como anuncio de
una nueva Edad del Mundo, posterior a esta civilización soberbia
moderna que se ha tornado suicida. Como clamaba Walter Benjamín,
había que aplicar el freno y no el acelerador necrofílico en dirección al
abismo.
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Lima – Perú, 2020.
Se trata entonces de interpretar la presente epidemia como si fuera un
bumerán que la Modernidad lanzó contra la Naturaleza (ya que es el
efecto no intencional de mutaciones de gérmenes patógenos que la
misma ciencia médica e industrial farmacológica ha originado), y que
regresa contra ella en la forma de un virus de los laboratorios o de la
tecnología terapéutica. La interpretación intentada indica que el hecho
mundial, nunca experimentado antes y de manera tan globalizada que
estamos viviendo, es algo más que la generalización política del estado
de excepción (como lo propone G. Agamben), la necesaria superación
del capitalismo (en la posición de S. Zizek), la exigencia de mostrar el
fracaso del neoliberalismo (del “Estado mínimo”, que deja en manos del
mercado y el capital privado la salud del pueblo), o de tantas otras muy
interesantes propuestas.
Creemos que estamos viviendo por primera vez en la historia del cosmos,
de la Humanidad, los signos del agotamiento de la Modernidad como
última etapa del Antropoceno, y que permite vislumbrar una nueva Edad
de Mundo, la Transmodernidad (de la que hemos expuesto algunos
aspectos en otros artículos y libros). En esta, la Humanidad deberá
aprender, a partir de los errores de la Modernidad, a entrar en una Nueva
Edad del Mundo donde, partiendo de la experiencia de la necro-cultura
de los últimos cinco siglos, debamos ante todo afirmar la Vida por sobre
el capital, por sobre el colonialismo, por sobre el patriarcalismo y por
sobre muchas otras limitaciones que destruyen las condiciones
universales de la reproducción de esa Vida en la Tierra. Esto debiera ser
logrado pacientemente en el largo plazo del Siglo XXI que solo estamos
comenzando. En el silencio de nuestro retiro exigido por los gobiernos
para no contagiarnos de ese signo apocalíptico… Tomemos un tiempo
en pensar sobre el destino de la Humanidad en el futuro.
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“LO IMPORTANTE ES ENTENDER QUE LLEGÓ EL MOMENTO DE
MIRARNOS Y ESCUCHARNOS”*
Entrevista con Humberto Maturana y Ximena Dávila
Andrés Gómez
La Tercera: 09 / 04 / 2020
A los 91 años, el autor de El sentido de lo humano se mantiene
plenamente activo. Con Ximena Dávila, docente en Biología Cultural y
cofundadora de Matríztica, ofrecen conferencias y seminarios vía web y
se comunican con sus alumnos y con el mundo. Además de la rapidez y
el carácter global de la enfermedad, el factor tecnológico distingue esta
epidemia de otras, como aquella de tuberculosis que sufrió a los 12 años.
“Estamos no solo en un presente histórico particular, sino que además
estamos humanizados por la referencia a la tecnología, que nos permite
estar conversando a grandes distancias. Ahora va depender qué
queremos hacer con las tecnologías en las circunstancias que estamos
viviendo: podemos conversar para ponernos de acuerdo o podemos
conversar para pelearnos”, dice Maturana. “Esto nos lleva a darnos
cuenta que somos humanidad, no somos seres aislados, por lo tanto, tal
vez nos pueda inspirar a un vivir de conversaciones para colaborar y en
el deseo de convivir en forma honesta”.
Doctor en Biología de Harvard y profesor de la Facultad de Ciencias de
la Universidad de Chile, Maturana publicó el año pasado Historia de
nuestro vivir cotidiano (Paidós), en coautoría con Ximena Dávila. Ahora
ambos responden esta entrevista.
¿El combate con el virus podría calificarse como una guerra? ¿El virus es
un enemigo?
HM: ¿Qué es un enemigo? Es un agresor que nos ataca directamente a
nosotros, intencionalmente, es un suceder diferente que aparece allí y
*Fuente: https://www.latercera.com/la-tercera-pm/noticia/humberto-maturana-
premio-nacional-de-ciencias-lo-importante-es-entender-que-llego-el-momento-de-
mirarnos-y-escucharnos/OBEWZDUMPVGNHCSJQJZGDI4HC4/
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Lima – Perú, 2020.
que no es coherente con la forma en que queremos vivir. Yo creo que no
podemos tratar a la pandemia como un enemigo. Es un proceso en el
que tenemos que entender que la única forma de deshacernos de ella
no es destruyéndola sino generando la distancia que la evita.
¿El virus tiene inteligencia o se le podría considerar inteligente?
HM: No, el virus no es inteligente, no tiene inteligencia, no tiene propósito.
El virus encuentra una célula, se mete adentro y la célula produce más
virus. La inteligencia consciente implica intencionalidad, y el virus no tiene
intencionalidad. Si tomas una bolita y la echas a correr, ¿qué inteligente
la bolita como corre por el suelo? No, corre gracias a la relación física
cómo se encuentra con el suelo, pero no tiene una intencionalidad.
Somos nosotros los que tenemos que ser inteligentes para entender cómo
opera la presencia del virus, no desde la intención, sino desde sus
características. Y para entender qué nos pasa y cómo resolvemos eso
entre nosotros tenemos que ponernos de acuerdo para que el virus deje
de estar presente generando desarmonizaciones en la vida.
XD: Yo entiendo que se lo distingue como inteligente porque es silencioso,
se reproduce, es plástico. Pero es el observador el que le achaca
inteligencia.
¿Qué piensa de las medidas adoptadas por el gobierno?
HM: Están bien, todas están destinadas a suprimir el flujo de contagios. Es
la única acción que puede llevarnos a que esto desaparezca. No
tenemos un remedio, no tenemos un anticuerpo, no tenemos nada para
sacar al virus. Lo único que podemos hacer es generar una distancia
entre el virus y nosotros, de tal manera que no nos toque nunca más, y así
desaparezca. Y eso es lo que está haciendo el gobierno con la
cuarentena, creando una situación en la cual el virus deja de contagiar.
Y si deja de contagiar, desaparece. Toda epidemia se combate de esa
manera. A veces tienes un anticuerpo cuando se trata de una
enfermedad; si ese anticuerpo no está, lo único que puedes hacer es
evitar el contagio.
Hay quienes plantearon aislar todo Santiago...
HM: No se trata de paralizarlo todo, tiene que haber flujo de alimentos,
tiene que haber flujo laboral. El país tiene que seguir funcionando. La
cuarentena no significa que el país se detiene. Pero como hay cosas que
se detienen porque las personas no pueden salir, tenemos que
organizarnos de otra manera para que no se detenga la dinámica de
organización de la vida cotidiana. Si no, nos morimos todos: nos morimos
de hambre o de otra manera.
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Lima – Perú, 2020.
XD: Esas personas tienen poca mirada sistémica. Yo puedo ir y comprar
200 mil pesos en mercadería para dos meses, ¿pero lo puede hacer todas
las personas?
¿Cuál es la responsabilidad que nos cabe en esta crisis?
XD: La responsabilidad que tenemos se relaciona con nuestra forma de
vida y cómo seguimos, cómo nuestro modo de vivir nos desarmoniza y
desarmoniza el entorno en el que vivimos. Todo eso va no solo para el
covid-19 sino también para otros virus.
HM: Esta situación tiene que llevarnos a entendernos nosotros y a generar
espacios de colaboración para que esto desaparezca. El virus no está
orientado hacia nosotros de manera negativa. El hace lo suyo: entra en
la célula y la célula produce más virus, eso es todo. Y en ese proceso el
organismo se desarmoniza. Entonces somos nosotros los que tenemos que
escoger qué hacer según lo que queremos. Si tratamos al virus como
enemigo vamos a funcionar con esa lógica y no vamos a tratar de
entenderlo como funciona. Hay de evitar que el virus siga dando vueltas
para poder recuperar la armonía.
Algunos intelectuales sostienen que en esta situación volvemos a ser
comunidad y que la epidemia ha favorecido la solidaridad, ¿comparten
esa impresión?
XD: Para mí esta pandemia nos lleva al corazón del dolor humano.
Cuando algo te toca a ti en tu vivir, la experiencia te toca en el sentido
de que puedes perder la vida tú o tus seres queridos, uno despierta.
Cuando está cerca de uno, hace un cambio brutal. Lo que ha hecho
este dolor que viene empaquetado en pandemia, es que nos miremos al
espejo.
HM: Lo importante es que seamos capaces de mirarnos. El virus no nos
obliga a mirarnos, incluso puede pasar que nos rechacemos. Lo
interesante es que tengamos la sensibilidad de mirarnos y darnos cuenta
de que llegó el momento de escucharnos, que las quejas sobre la
convivencia que teníamos son verdaderas. Que en el fondo no estamos
haciendo lo que quisiéramos hacer, porque no estamos generando
bienestar en la convivencia.
Ustedes plantean una convivencia basada en la colaboración en lugar
de la competencia, ¿esta crisis podría brindar la oportunidad de hacer
un cambio en esa dirección?
HM: Hay teorías económicas y filosóficas que se fundan justamente en la
competencia, por ejemplo, la idea de progreso competitivo, prosperar
haciendo las cosas mejor que el otro. Si compites, tienes que anular al
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Lima – Perú, 2020.
otro para hacer lo tuyo. El neoliberalismo mete el concepto de la
competencia y es contrario al respeto y la colaboración. Competir es
negar al otro, y lo niego desde mí, no desde la naturaleza o de la calidad
del hacer.
XD: Los empresarios dicen cómo no voy a competir con la otra empresa,
pero cuando yo compito pongo la mirada más en el otro que en lo que
yo hago. ¿Cómo elimino la competencia? Haciendo bien lo que haces
de manera impecable y responsable, cumpliendo con tus clientes,
teniendo trabajadores y colaboradores contentos con lo que hacen. Si
pones la mirada en el otro, descuidas lo que haces bien en pos del
competir.
¿Cómo ha vivido este período? ¿Ha sentido temor ante la epidemia?
HM: El tema es delicado, pero si uno sabe lo que tiene que hacer, no
tengo nada que temer. Tengo que moverme en la tangente relacional
en la cual evito los contagios. Es simple, pero si yo digo ¡ah, tengo que
estar en cuarentena, está limitando mi libertad!, entonces me la limita. Si
entendemos la legitimidad de la cuarentena, no tenemos problemas con
ella. A mí no me limita mi libertad, porque mi libertad no depende de las
restricciones de seguridad, porque yo entiendo perfectamente el valor
de la cuarentena.
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CORONAVIRUS: CINCO LECCIONES Y UNA MÁS*
Michel Wieviorka
La Vanguardia: 14 / 03 / 2020
El terrorismo, la catástrofe nuclear, el tsunami y hoy la epidemia del
coronavirus pertenecen al registro de los grandes riesgos. Esos riesgos
pueden tener inmensos efectos formidables, humanos ante todo, pero
también económicos, políticos, culturales y sociales, por más que la
probabilidad de que ocurran sea reducida.
Sólo sabremos a posteriori si la gestión de la epidemia ha sido buena en
todos los niveles implicados: local, nacional, internacional. Si los
responsables de la acción pública, los dirigentes empresariales e
institucionales, los organizadores de eventos, etcétera, han tomado las
decisiones más eficaces en momento y forma oportunos. No sabemos
cuándo terminará la epidemia, ni si será temporal o permanente. Nuestra
ignorancia es considerable, a pesar de que en los últimos años se han
realizado avances importantes en ciencia y medicina, y especialmente
en epidemiología y virología.
De todos modos, ya podemos extraer de la situación actual algunas
lecciones para nuestra existencia individual y colectiva. Aquí van cinco,
y una más que quizá sorprenda.
Primera lección: en la actual epidemia no es pequeña la parte humana,
aunque dé la impresión de que nos afecta sin tener ninguna
responsabilidad. En realidad, algo debe a cierto tipo de alimentación, a
la falta de higiene, a nuestra relación con la naturaleza, empezando por
algunos animales. Su rápida difusión planetaria tiene mucha relación con
nuestros modelos culturales que valoran la movilidad, como se ve en el
turismo, pero también en las grandes peregrinaciones religiosas. Los
sistemas de vigilancia y alerta y, en cuanto al fondo, las orientaciones y
el funcionamiento de la investigación científica y médica distan de estar
a la altura. En una palabra: las sociedades contemporáneas están
*Fuente: https://www.lavanguardia.com/opinion/20200314/474114621793/coronavirus-
cinco-lecciones-y-una-mas.html
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Lima – Perú, 2020.
dominadas por el miedo a la inseguridad que en buena parte ellas
mismas provocan y que en verdad no saben cómo abordar.
Segunda lección: la epidemia nos lleva a pensar en nuestra existencia a
una escala espacio-temporal global, a lo largo del tiempo y en toda su
complejidad. Así, el consumo local de un pequeño mamífero muy
apreciado, el pangolín, comprado en un mercado de Wuhan (la hipótesis
más probable) es el punto de partida de una preocupación mundial muy
importante y que paraliza China. De ahí las renovadas reflexiones sobre
la globalización (en particular, la económica), la revitalización de los
debates sobre la desglobalización y nuestras ideas de la producción
agrícola e industrial.
Tercera lección: la epidemia tiene efectos políticos de gran alcance, que
varían de un país a otro. En China, el régimen trata de reforzar su control
centralizado sobre la sociedad, según un modelo hiperautoritario y con
algunos resultados; en Irán o Egipto, lo que se hace evidente más bien
son las carencias de las dictaduras: el autoritarismo quizá funcione en
China, pero no en otras partes. En Occidente, la epidemia suscita
llamamientos a la unidad nacional, algo que coloca en segundo plano
las cuestiones que dividen al cuerpo social, pero que también refuerza el
poder ejecutivo en detrimento del legislativo y el judicial y, en última
instancia, que debilita la democracia.
Cuarta lección: la epidemia podría tener un fuerte impacto geopolítico.
Occidente mide aquí, más allá del poder económico de China, el
dominio de ese país en muchos ámbitos, incluidos los altamente
tecnológicos. La mezcla de maniobras económicas y financieras, como
vemos con la caída de los precios del petróleo, y la crisis epidémica
revela la formidable dependencia del mundo de China, un fenómeno
que no puede dejar de afectar las relaciones de ese país con los demás.
Quinta lección: en tiempos de epidemia, no es sorprendente que
aparezcan todo tipo de rumores y que prospere el racismo (en relación,
por ejemplo, con el peligro amarillo). El pánico moral puede apoderarse
de la población: algunas personas hacen acopio de alimentos, como en
tiempos de guerra; otras, al ver caer los mercados de valores, transforman
sus ahorros y acciones comprando oro o divisas, con lo que contribuyen
a la crisis financiera que tanto temen.
Sin embargo, también, sexta lección: la epidemia también puede
resultar, como decía el sociólogo Ulrich Beck, padre de la idea de la
sociedad del riesgo, en una “catástrofe emancipadora”. Suscitar, al
principio, para prevenir el riesgo, y después, si se ha materializado, formas
nuevas, renovadas o reforzadas, de ciudadanía. Fomentar, fuera del
Parlamento, modalidades de acción, foros, debates, una vida asociativa
nueva, un cambio cultural. Así pues, con la actual epidemia, la higiene
mejora de repente (¡nunca nos habíamos lavado tanto las manos!) y el
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Lima – Perú, 2020.
principio de vacunación, la respuesta óptima al coronavirus, recupera
una legitimidad erosionada por los asaltos de la irracionalidad. Los
agentes con competencias médicas, científicas, epidemiológicas y
farmacéuticas son escuchados con gran interés, lo que pone de
manifiesto una confianza real en la ciencia, el progreso y la investigación.
El populismo y las noticias falsas no desaparecen, es cierto, pero su
espacio se reduce.
La epidemia nos anima a pensar de modo solidario, a reflexionar sobre
nuestros modelos económicos y nuestras expectativas en relación con el
Estado, muy lejos de la lógica neoliberal, pero también de la
irracionalidad. Combatirla no debe impedirnos preparar el futuro.
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Lima – Perú, 2020.
¿DEMOCRACIA FRENTE A AUTORITARISMO?*
Michel Wieviorka
La Vanguardia: 24 / 03 / 2020
¿No es el autoritarismo superior a la democracia cuando se trata del
bienestar de la población, su seguridad o su salud? China, ante la
epidemia incipiente, ha ofrecido dos imágenes. La de la eficacia de un
sistema centralizado llevando las riendas del país y aplicando sin dilación
las medidas necesarias, construyendo un hospital en ocho días y
frenando la pandemia en tres meses. Y la de un poder mentiroso, cínico
y brutal, acusando de rumores y persiguiendo a los primeros médicos que,
como Li Wenliang el 30 de diciembre del 2019, empezaron a dar la
alarma.
Sin embargo, otras dictaduras también se enfrentan a la pandemia y
demuestran ser ineficaces, como Irán, por ejemplo (que atribuye sus
dificultades a las sanciones impuestas por Donald Trump) o Egipto.
Algunas democracias estaban bien preparadas. Es el caso de Corea del
Sur, por ejemplo, un país muy afectado, pero que se había anticipado,
disponía de máscaras y pruebas, y que utiliza tecnología digital para
seguir a los afectados. En otros lugares, observamos diferentes grados de
falta preparación, incomprensión, vacilaciones, lo cual puede deberse al
temor al colapso económico, como si fuera posible exigir un
confinamiento máximo y pedir a los empleados que sigan trabajando. Se
constatan también lentitudes institucionales, la necesidad por parte del
Gobierno de respetar las reglas o aprobar leyes para poder actuar.
Ocurre con la epidemia como con el terrorismo: fomenta las acometidas
contra el Estado de derecho; fortaleciendo, por ejemplo, al Ejecutivo con
leyes de excepción.
Al forzar a la unidad nacional y a medidas que afectan a los derechos
humanos y la separación de poderes, la epidemia fomenta el
*Fuente:
https://www.lavanguardia.com/internacional/20200324/4874162282/democracia-
frente-a-autoritarismo.html
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Lima – Perú, 2020.
autoritarismo. Ahora bien, al contrario de lo que ocurre en las dictaduras,
esa situación suele ser democráticamente aceptada, por más que
algunas voces protesten, con razón, contra los abusos que pueden surgir.
No todas las democracias mantienen la misma relación con el Estado de
derecho. Allí donde el poder judicial y la policía son sus garantes
irreprochables, existe entre pueblo y autoridades un consenso mayor que
allí donde su legitimidad es puesta en entredicho a causa de los abusos,
la corrupción o las mentiras. La democracia es fuerte cuando reinan la
transparencia, el libre flujo de información, la independencia de la justicia
y el uso limitado de la violencia por parte de las fuerzas del orden.
Debemos comparar las democracias entre sí, antes de confrontarlas con
el modelo chino.
La oposición entre democracia y autoritarismo no es suficiente para
explicar lo que distingue a países como China, Irán, Egipto, España,
Francia, Italia o Corea del Sur en relación con su capacidad para
garantizar la seguridad y la salud. Por ello, merecen movilizarse otros
métodos explicativos.
Al forzar a la unidad nacional y a medidas que afectan a los derechos
humanos, la epidemia fomenta el autoritarismo
Una idea podría ser aquí atractiva: ¿no tiene cada Estado nación una
historia y una cultura propias que explican las variaciones observables?
Semejante razonamiento remite al pasado, a las tradiciones y, en última
instancia, al tema de la identidad. ¿No son China o Corea del Sur
herederas de un pasado que valora lo colectivo por encima de lo
individual? ¿No son los países latinos algo indisciplinados?
Sin embargo, consideremos más bien la relación con el futuro (y no con
el pasado) de ciertos países asiáticos: China, Corea del Sur, Japón,
Singapur. Esos países, es cierto que con inmensas diferencias entre sí, han
adoptado modos de desarrollo hipermodernos recurriendo a la ciencia y
la tecnología de nivel superior y al servicio de una idea de progreso que
se ha debilitado en Europa. No se han desindustrializado y, aunque han
descubierto los encantos del consumismo, e incluso del lujo para los
sectores más adinerados, están impulsados por el proyecto de un futuro
mejor. La confianza en la ciencia es considerable y el deseo de
democracia es intenso, como vemos de modo explícito en Hong Kong y
Taiwán.
Situados en el centro de la globalización económica, y no en sus
márgenes, esos países asiáticos han jugado menos que otros, en otras
partes, la carta de la disociación entre economía y política, y su desarrollo
ha hecho que la hipermodernidad penetre en sectores masivos de la
población.
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Lima – Perú, 2020.
¿Cuál es la participación de la población en los procesos políticos que
están en juego? Tenemos que aceptar aquí que nos enfrentamos a una
paradoja. Por un lado, en democracia, la fractura entre gobernantes y
pueblo ha generado una crisis de representación política, populismos y
extremismos. Y, por otro lado, en dictadura, de modo simétrico,
el autoritarismo depende para su acción de un apoyo popular mínimo, el
terror por sí sólo no basta.
Si el régimen comunista de China logra resultados en materia de
seguridad y salud pública es también porque, más allá de su brutalidad y
del control totalitario que ejerce sobre todos los individuos, ofrece
oportunidades de progreso social y éxito personal, e incluso ciertos
grados de libertad que evitan una ruptura total con la población.
Por lo tanto, la idea de tener que elegir sin más entre democracia y
autoritarismo es un poco simplista; hay que considerar también la relación
de cada sociedad con su futuro, su capacidad de pensarse en términos
históricos, de inventar un futuro posible.
La crisis sanitaria nos invita, en Occidente, a una removilización en torno
al rechazo de la decadencia y a una nueva historicidad por definir. En
términos democráticos, por supuesto.
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“DESPUÉS DE ESTA CRISIS, MUCHAS COSAS CAMBIARÁN EN EL
MUNDO, CON NUEVOS VALORES A NIVEL GLOBAL”*
Entrevista a Michel Wieviorka
María Laura Avignolo
Clarín: 04 / 04 / 2020
Un nuevo mundo al ritmo de la peor pandemia de los últimos 100 años.
Nuevos valores, nuevo orden con una globalización en crisis, la amenaza
del autoritarismo como consecuencia, la declinación de los partidos, la
nueva economía y los riesgos en una sociedad post coronavirus. El nuevo
racismo antichino y contra los turistas apestados, la solidaridad como
único camino para frenar a un nuevo despotismo.
El doctor Michel Wieviorka es uno de los sociólogos más prestigiosos y
quien puede contribuir a rediseñar el marco de este nuevo mundo, que
va a crecer como consecuencia del coronavirus y su devastador efecto
social y económico. Un pensador de un mañana tan incierto como
inquietante. Director de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales
en París durante muchos años y titular actual de la Fundación de la
Maison des Sciences de l’homme, es una referencia indispensable en días
de absoluta convulsión social. Su último libro “Por una democracia de
combate” es como una anticipación a esta crisis.
“Lo que me hace muy pesimista, para hablar de manera directa, es el
hecho de que yo no veo nuevas fuerzas políticas. No puedo ver actores
que sean capaces de pensar, de estructurar y organizar políticamente un
nuevo mundo. Lo que yo puedo ver mucho más son las fuerzas populistas,
nacionalistas, extremistas, que son más fuertes hoy en día. El futuro será lo
que estemos preparando hoy, lo que actores políticos van a ser capaces
de decir, con el apoyo, tal vez, de intelectuales”, diagnosticó desde su
casa en París en un diálogo telefónico con Clarín.
*Fuente: https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-despues-crisis-muchas-cosas-
cambiaran-mundo-nuevos-valores-nivel-global-_0_PUlf0V0kP.html
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Lima – Perú, 2020.
-Con esta pandemia global, ¿estamos frente a un nuevo mundo? ¿Cómo
será este nuevo paradigma, cómo va a renacer esta sociedad post virus?
-No se sabe. Hay gente que dice: “Después de la crisis se van a olvidar y
la vida va a ser como antes”. Hay otros que dicen: “La vida va a ser
totalmente distinta y no lo podemos imaginar porque las cosas van a ser
muy diferentes”. Entre los dos extremismos, hay gente que dice: “Muchas
cosas van a cambiar, pero hay cosas que no van a cambiar”.
Personalmente pienso que después de esta crisis, muchas cosas van a
cambiar, incluyendo diferentes niveles: el nivel geopolítico o
internacional. Todos los días se ve cómo los Estados cierran las fronteras.
Todos los días se puede ver el egoísmo de los Estados, las mentiras de
ciertos Estados. La imagen de China es una cosa muy interesante y muy
importante. Antes de la crisis, China era muy fuerte. Hoy ya se dice mucho
más. Se dice: “Los otros países son dependientes de China”, por su
industria farmacéutica, automotriz. Eso de cierta manera va a introducir
cambios en nuestros conceptos de la globalización. No pienso que la
globalización se va a acabar. Creo que se va a modificar, pero qué se
va modificar: el tema de la industrialización de ciertos países.
-¿Hay temas tabúes?
-Hay otras cosas que no se hablan: lo que pasa en Oriente Medio.
Hoy ISIS está más fuerte que nunca en esta parte del mundo porque los
estados que ayudan a Irak o Siria a combatir al ISIS no quieren participar.
Hay dimensiones geopolíticas y sociales dentro de cada país. Hay dos
temas muy importantes en un país como el mío. Por un lado, estamos
totalmente ahora en la era digital, en la que Manuel Castells ha llamado
“la sociedad de la comunicación, la sociedad de las redes”. Estamos
confinados, no podemos salir de casa. Pero podemos comunicarnos con
el mundo entero de manera permanente con Skype, Whatsapp, Zoom,
el móvil, Internet. Estamos comunicados y aislados al mismo tiempo. Los
niños que no pueden ir a la escuela hoy día tienen muchos programas a
distancia. Las empresas donde no se puede ir a trabajar aplican el
teletrabajo, que hace que yo pueda trabajar en mi casa y estar
conectado con otros que trabajan conmigo. Por miles de razones vivimos
mucho más fuertes que antes en una era numérica, digital.
-El sociólogo Ulrich Beck habla de “una catástrofe emancipadora”. ¿A su
criterio lo será o habrá perdedores y ganadores de esta crisis?
-Fui muy amigo de Ulrich Beck y comparto muchas de sus ideas. Ulrich era
un optimista. Su idea de “catástrofe emancipadora” es que, cuando hay
una crisis como la de hoy, no hay únicamente cosas negativas, también
positivas. Tal vez estamos viviendo en un mundo donde hay más
solidaridad. En Francia es muy claro que hoy la gente dice: “No queremos
más el egoísmo del neoliberalismo”. La brutalidad, las desigualdades, el
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Lima – Perú, 2020.
hecho de que hay gente riquísima, que son muy pocos, y hay mucha
gente que no tiene para comer. Más y más gente dice: “Queremos un
Estado fuerte para introducir políticas públicas de educación, de salud,
de seguridad, de redistribución”. La idea del regreso del Estado
providencial. Es importante. Hay cosas positivas. Pero no se puede ser
demasiado optimista, hay muchas cosas negativas. Hay otro aspecto
muy importante en esta crisis. Es el hecho de que, si por un lado entramos
en la era digital, al mismo tiempo entramos en una era donde hay
personas que trabajan de manera muy concreta. En Francia se habla
mucho de las mujeres que trabajan en los supermercados, porque si tú
quieres comer, necesitas gente que trabaje en los supermercados. De
esta gente nunca se habló antes de la crisis. Hoy ya se habla mucho de
ellos. Necesitamos gente para limpiar las calles. Hoy ya sabemos que, si
esta gente no trabaja, la epidemia no va a ser únicamente con el virus.
Descubrimos la importancia del trabajo concreto en el mismo tiempo que
entendemos más que estamos en la era digital. Los dos existen al mismo
tiempo. Eso debe generar influencia sobre la vida política, que es un
tema tan importante. Estamos en un mundo de populismo, de “fake
news” y de crisis de los sistemas políticos. Con esta crisis, pienso que estas
cosas van a cambiar. La gente va a decir: “Queremos otras cosas” de
esta crisis de los sistemas políticos.
-¿Hay una posibilidad de utopía, de refundación, con nuevos valores, con
una nueva economía, o de nuevo van a ganar los peores?
-En 1931, 1932 en el mundo había una crisis económica terrible. De un
lado del Atlántico teníamos a Adolf Hitler y del otro lado, a Roosevelt y el
New Deal. De la crisis pueden salir fórmulas políticas terribles. Hitler o
fórmulas políticas muy interesantes y positivas, como Roosevelt. Las cosas
van a ser lo que estemos preparando hoy en día. Y lo que me hace muy
pesimista, para hablar de manera directa, es el hecho de que yo no veo
nuevas fuerzas políticas. No puedo ver actores que sean capaces de
pensar, de estructurar y organizar políticamente un nuevo mundo. Lo que
yo puedo ver mucho más son las fuerzas populistas, nacionalistas,
extremistas, que son más fuertes hoy en día. El futuro será lo que estemos
preparando hoy, lo que actores políticos van a ser capaces de decir, con
el apoyo, tal vez, de intelectuales.
-¿En este momento estamos frente a un capítulo darwiniano de la vida?
¿Qué rol va a tener la salud, la protección social, en esa sociedad que
viene?
-Quiero decir que lo que usted dice es la verdad, pero existe también el
contrario. Formas muy admirables de solidaridad, de humanidad, gente
que ayuda a otros. Hay cosas maravillosas en todo el mundo. Es verdad
que hay una dimensión un poco darwiniana, un poco egoísta, un poco
sucia a veces. El tema de la salud hoy aparece como central porque la
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Lima – Perú, 2020.
salud es la vida. El resultado de estas crisis va a ser distinto si tenemos o no
tenemos en un país un sistema de salud que funcione bien. Mi país tiene
un sistema de salud que funciona no tan mal, no perfectamente pero no
tan mal, con mucha gente que trabaja con técnicas muy modernas. La
salud hoy día es un tema nacional existente dentro de cada país, que
podemos ver si somos capaces de actuar. Pero el conocimiento médico,
el conocimiento científico es global. Hoy día necesitamos cambiar el
sistema internacional para producir vacunas, para producir los medios de
afrontar una epidemia como ésta. Y el conocimiento científico con
“open access”, con la capacidad de comunicar al nivel del mundo, de
todos los que trabajan en este campo, hacen también parte de la
capacidad de salvar vidas humanas. Los sistemas de salud pública van a
ser centrales, van a ser muy importantes y la ciencia en su capacidad de
actuar globalmente va a ser también muy importante. Por eso, las
organizaciones internacionales son muy importantes.
-¿Y la moral? Porque hablamos de la solidaridad, ¿se va a poder construir
equidad o vamos a terminar en una concentración económica en manos
de pocos, como hasta ahora, que de alguna manera han generado esta
crisis?
-Yo no voy a decir que la crisis es antes de todo económica. La crisis es
antes de todo natural, es un virus que viene de animales. Entonces, la crisis
no es humana cuando empieza. Pero usted tiene razón. Después de que
empieza la crisis, sus efectos son económicos, financieros, sociales, son
humanos. Es importante discutir en qué tipo de sociedad y en qué tipo
de mundo queremos vivir. Pienso que si no estamos en democracia, es
decir con la capacidad de discutir, de negociar, de llegar a compromisos
y de saber lo que queremos en la mayor parte de un país como políticas
de salud, poderes autoritarios van a decidir. Del otro lado, las fuerzas
económicas van a ser por siempre más brutales. Por eso necesitamos
mucha más democracia para hacer que la crisis natural no sea también
una crisis económica y social, claramente.
-¿Alguien está pensando cómo va a ser la ideología, cuál va a ser el rol
del populismo?¿ Trump y Boris Johnson saldrán fortalecidos o debilitados?
¿Cuál va ser el rol de la ultra derecha y de la ultra izquierda? ¿Esas son
las preguntas que van a construir el futuro?
-En todo el mundo, pero no sabemos exactamente lo que va a pasar.
Porque no sabemos si la crisis va a acabar dentro de un mes o dentro de
seis meses. No sabemos si las cosas después de la crisis van a tener una
cierta continuidad con lógicas que han aparecido antes o si nuevas
lógicas totalmente distintas van a aparecer. Hay muchas cosas que no
conocemos. Lo que sabemos bastante claro es que las fuerzas populistas
o nacional populistas, derechista extremista -yo no critico la derecha
clásica, yo critico las fuerzas extremistas- son más y más fuertes. Porque
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Lima – Perú, 2020.
estos actores son capaces de hablar en nombre de la nación, que es un
tema muy fuerte cuando se cierran las fronteras. Pero son capaces
también de hablar en nombre del apoyo social a los más pobres. Si hay
mucha gente, por ejemplo en Polonia, que está con el gobierno populista
nacionalista antisemita de este país, estos gobiernos saben tomar
medidas sociales. Esta mezcla de medidas sociales, de distribución y
nacionalismo es muy fuerte y es por eso que funciona. Si no hay otras
respuestas a la crisis, vamos a ser como Hungría o Polonia, claramente.
-Después de la salida del confinamiento, ¿cómo cree usted que va a ser
la xenofobia, el racismo, la contra-inmigración en esta nueva sociedad
que va a nacer?
-Esos son temas que existen hoy día de manera nueva. Hoy en muchos
países hay más antisemitismo que nunca, en partes muy distintas de la
población. No únicamente en sectores musulmanes. Hay mucho
antisemitismo. Hay mucho racismo antichinos. Gente que no quiere
comprar cosas que vienen de China, que dice cosas muy sucias sobre los
chinos. El racismo, el antisemitismo y la xenofobia se desarrollan en todo
el mundo. En China hay problemas para la gente que viene de esta parte
de China, donde ha aparecido el virus. Hay un racismo antigente de
Wuhan y en Hong-Kong hay racismo antichinos del continente. Hay
muchas formas de racismo que se desarrollan. Si después de la crisis
entramos en una era de nacionalismo, de populismo, entramos también
en una era de racismo, de xenofobia y de antisemitismo. Es el mismo
problema con formas distintas.
-Hay otro movimiento también que es el anti-turistas. En todos estos países
que se quieren defender del virus, nadie acepta a los extranjeros, que
antes recibían con los brazos abiertos. Todos son considerados como si
trajeran la peste.
-Eso es la verdad a nivel global, como a nivel local. En Francia, hay gente
que vive en el campo, lejos de la ciudad y en lugares donde hay gente
de la ciudad que tiene su casa para las vacaciones. Esta gente para el
confinamiento va a esos pueblos. La gente de los pueblos a veces dice:
“No queremos esta gente. Esta gente es peligrosa”. Llega una forma de
xenofobia. Eso va a nivel global, como al nivel más local que sea.
-Otro fenómeno de esta crisis es el control social. China controló a toda
su población, incluidos con los drones. ¿Va a ser una sociedad más
vigilada por los Estados? ¿Los ciudadanos van a estar más controlados
por sus Estados?
-Hoy día es útil controlar para lucha y afrontar la crisis. Pero hay países
como Taiwán o como Corea del Sur, que utilizan también el teléfono
móvil y cosas muy digitales para controlar el país. Pero el control es para
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Lima – Perú, 2020.
un momento preciso. No es un control para siempre. Es posible desarrollar
un control que tal vez no va a ser demasiado politizado, si lo puedo decir
así. El problema es que es un peligro para el mundo entero de transformar
momentos donde es necesario saber quién está enfermo, y dónde vive y
con quiénes habla. Tal vez es necesario para luchar y afrontar el virus.
Otra cosa es utilizar estas posibilidades de control para hacer que haya
menos libertades en general. Que haya grupos -los pobres o las personas
viejas, o los migrantes- mucho más controlados que otros. Que la libertad
de salir, de ver a quien quieres, de opinar sea cada vez más difícil.
Entonces, el problema no es tanto hoy día sino mañana. Qué pasa
cuando la crisis se acaba y aparece la posibilidad de controlar mucho
más a la población. Ese es el tema. Yo me siento del lado de todas las
organizaciones, redes, grupos que están movilizados para decir que hay
que cuidarse y no aceptar medidas de excepción demasiado duras.
-¿China va a ser un modelo después de esta crisis sanitaria o la gente la
va a abandonar y replegarse hacia cada país, en términos industriales,
en términos de producción, en suministros?
-Hoy día, para el mundo entero, China está seduciendo y hay muchas
críticas. Dicen que China es muy eficaz y hay otros que dicen sí, pero
China es muy liberticida, mata a las libertades. La imagen de la China es
muy ambivalente hoy. Si nosotros miramos a la historia de la crisis, en
China empieza con “el mentiroso”. Empieza, si ustedes recuerdan, con
este doctor que en diciembre, antes de todos los otros, dijo: “Hay un
problema, tal vez hay una epidemia que está llegando”. Y el gobierno
dice: “Este tipo es muy peligroso, hay que poner a este tipo en la cárcel”.
Y el tipo murió de esta epidemia. Entonces empieza el gobierno chino
con mentiras, con prácticas que no son aceptables en una democracia
, pero después aparece como más eficaz. Hoy día, se dice que tal vez no
es tan eficaz, que tal vez hay muchas más personas que mueren que lo
que dice el gobierno de China. La imagen de la China no es estable y
hay otros temas que son temas económicos. Hay países que dicen: “Yo
no quiero ser más dependiente de la China, no quiero más saber que
cuando necesito ciertas cosas, debo comprarlo a China”. Tenemos hoy
ya mismo un problema con un avión, que estaba ya listo para Francia,
con máscaras y a último momento vienen norteamericanos que dicen:
“Compramos estas máscaras. Pagamos dos veces más. Y las máscaras se
fueron para Estados Unidos. Esas cosas de parte de países que son
civilizados no son aceptables. ¿Entonces qué es exactamente la
diplomacia de China? ¿Es un país útil a sus habitantes, pero también al
mundo entero? Todo eso va a ser discutido mucho más en el futuro.
-Tenemos otro fenómeno, que es el del negacionismo. Boris Johnson tardó
semanas en implantar la cuarentena porque privilegió la
economía. Donald Trump negó durante muchas semanas el virus. ¿Qué
rol va a tener ese tipo de actitudes y además esa decisión de ellos de
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Lima – Perú, 2020.
privilegiar la economía por sobre la vida, levantar la cuarentena en favor
del mantenimiento de su economía y de las finanzas?
-Ese es el problema de todos los gobiernos en el mundo. Hay que saber
cómo articular si es posible, cómo hacer con la contradicción entre la
economía y las vidas humanas de hoy. Es un tema muy difícil. Todos los
gobiernos están mirando cómo hacer para salvar la economía sin que las
vidas humanas estén demasiado en riesgo. Es una contradicción, es muy
difícil. Lo que ha pasado desde mi punto de vista con Donald Trump es
que él ha dicho cosas totalmente falsas cuando empezó. Después él dice
otras cosas, pero todo el mundo sabe que Donald Trump es así. Y que el
problema con líderes de tipo populista es que ellos no pierden apoyo
popular cuando dicen cosas totalmente contradictorias. Usted o yo
estamos con la gente de razón: no podemos decir una cosa y su
contrario. Pero cuando tú eres un líder populista, puedes decir una cosa
y su contrario y no vas a perder voces en la opinión. En los sondeos en
Norteamérica hoy no se dice que Trump está perdiendo las elecciones.
Se dice que él tiene su apoyo popular. Por eso él puede decir un día que
“no es tan grave” y el día después dice que “va a ser muy grave” y dice
“hay que salvar las vidas o salvar la economía”. Él puede decir cosas muy
contradictorias. Esto no es nunca un problema para este tipo de líder.
-Al mismo tiempo han vuelto las fronteras, cada país impone su frontera.
¿La Unión Europea está en peligro con esta respuesta que ha dado a la
crisis, no como unión sino como los 27 países actuando individualmente
en la crisis sanitaria?
-La Unión Europea no fue capaz de proponer cualquier manera de
afrontar colectivamente el problema, es muy clave cuando empieza. La
primera decisión fue de cerrar fronteras dentro de la Unión Europea, que
es un poco el contrario de Europa. Pero después la Unión está actuando
mucho en términos económicos. Está apoyando o tomando medidas
para que mucho dinero pueda ser inyectado en el sistema financiero.
Entonces hoy día hay una acción económica de la Unión Europea. Pero
no basta y el tema italiano es muy importante. Hay que apoyar, hay que
salvar la economía italiana, que es una situación terrible. Mañana va a
ser lo mismo con España yo pienso, que son dos países donde hay muchos
más muertos que en otros. Pero eso necesita que los Estados están de
acuerdo, y hoy día todos los Estados no están realmente de acuerdo. Esta
crisis va a ser un momento decisivo para saber si la Unión Europea es
capaz realmente de ser una Unión o si es únicamente un sistema
tecnocrático con un cierto poder económico y poco más.
-La reacción de Emmanuel Macron ha sido una reacción gaullista casi
marcial. ¿Usted cree que está ejerciendo el liderazgo o no?
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Lima – Perú, 2020.
-Pienso que hoy día no es el momento de criticar un dirigente como
Emmanuel Macron. Mañana, después de la crisis, vamos a ver lo que
debemos criticar. Pero hoy día su gobierno va a hacer lo que puede y él
es uno de estos líderes que es capaz de hablar en nombre de su país,
pero también en nombre de valores a nivel de Europa. Yo no lo puede y
hay pocas voces de este tipo a nivel de Europa. Entonces, hoy día no lo
voy a criticar, mañana tal vez después de la crisis, porque hay problemas
en su gobierno. Pero eso es para mañana, no es para hoy.
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UN ALEGATO CONTRA LA DESIGUALDAD*
Entrevista a Thomas Piketty
Nikolaos Gavalakis
Nueva Sociedad: abril, 2020
Propone un pago estatal para todos los ciudadanos, la modificación de
la estructura de la riqueza para cambiar la el poder de negociación de
los actores, discute las consecuencias políticas de la desigualdad. En
esta entrevista, Thomas Piketty expone los puntos más salientes de un
posible programa de izquierdas para salir del actual atolladero histórico.
Uno de los principales argumentos de su libro Capital e ideología es
que «la desigualdad es una ideología». La desigualdad no es un proceso
natural, sino que se funda en decisiones políticas. ¿Cómo llegó a esa
conclusión?
En mi libro, el término «ideología» no tiene una connotación negativa.
Todas las sociedades necesitan la ideología para justificar su nivel de
desigualdad o una determinada visión de lo que es bueno para ellas. No
existe ninguna sociedad en la historia donde los ricos digan «somos ricos,
ustedes son pobres, fin del asunto». No funcionaría. La sociedad se
derrumbaría inmediatamente.
Los grupos dominantes siempre necesitan inventar narrativas más
sofisticadas que dicen «somos más ricos que ustedes, pero en realidad
eso es bueno para la organización de la sociedad en su conjunto, porque
les traemos orden y estabilidad», «les brindamos una guía espiritual», en el
caso del clero o del Antiguo Régimen, o «aportamos más innovación,
productividad y crecimiento». Por supuesto, estos argumentos no siempre
resultan del todo convincentes. A veces son claramente interesados.
Guardan algo de hipocresía, pero al menos este tipo de discurso tiene
algo de verosimilitud. Si fueran completamente falsos, no funcionarían.
*Fuente: https://nuso.org/articulo/un-programa-contra-la-
desigualdad/?fbclid=IwAR3Jav5lWoXa_n9QD2k5SAdGLmpO8I33DTplV8_FgpJ436lQEvk0
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Lima – Perú, 2020.
En el libro, investigo la historia de lo que llamo regímenes de desigualdad,
que son sistemas de justificación de distintos niveles de desigualdad. Lo
que demuestro es que en realidad hay un aprendizaje de la justicia. Hay
una cierta reducción de la desigualdad a largo plazo. Hemos aprendido
a organizar la igualdad a través del acceso más igualitario a la
educación y de un sistema impositivo más progresivo, por dar algunos
ejemplos.
Pero este progreso y el conflicto ideológico continuarán. En la práctica,
el cambio histórico proviene de las ideas e ideologías en pugna y no solo
del conflicto de clases. Existe esta vieja concepción marxista de que la
posición de clase determina por completo nuestra visión del mundo,
nuestra ideología y el sistema económico que deseamos, aunque en
verdad es mucho más complejo que eso, porque para una posición de
clase dada existen distintas formas de organizar el sistema de las
relaciones de propiedad, el sistema educativo y el régimen impositivo.
Existe cierta autonomía en la evolución de la ideología y de las ideas.
Aun así, en las democracias el pueblo decide colectivamente a través
del voto vivir en ese tipo de sociedades desiguales. ¿Por qué?
En primer lugar, es difícil determinar el nivel exacto de igualdad o
desigualdad. La desigualdad no siempre es mala. La gente puede tener
objetivos muy diferentes en su vida. Algunos valoran mucho el éxito
material, mientras que otros tienen otro tipo de metas. Alcanzar el nivel
adecuado de igualdad no es algo sencillo.
Cuando digo que los factores determinantes de la desigualdad son
ideológicos y políticos no quiero decir que deban desaparecer y que
mañana tengamos una igualdad completa. Me parece que encontrar el
equilibrio adecuado entre las instituciones es una tarea muy complicada
para las sociedades pese a que, insisto, en el largo plazo la desigualdad
se ha reducido un poco. Creo que deberíamos tener un acceso más
igualitario a la propiedad y a la educación y que deberíamos continuar
en esa dirección.
Hemos aprendido que la historia es un proceso no lineal. Con el tiempo
avanzamos hacia una mayor igualdad y esto es lo que también ha
creado una mayor prosperidad económica en el siglo XX. Sin embargo,
también ha habido reveses. Por ejemplo, el colapso del comunismo
produjo una desilusión sobre la posibilidad de establecer un sistema
económico alternativo al capitalismo, y esto explica en gran medida el
aumento de la desigualdad desde finales de la década de 1980.
Pero hoy día, 30 años más tarde, comenzamos a darnos cuenta de que
tal vez hemos ido demasiado lejos en aquella dirección. Entonces,
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Lima – Perú, 2020.
comenzamos a repensar cómo cambiar el sistema económico. El nuevo
desafío introducido por el cambio climático y la crisis medioambiental
también ha puesto el foco en la necesidad de cambiar el sistema
económico. Se trata de un complejo proceso en el que las sociedades
intentan aprender de sus experiencias.
A veces se olvidan del pasado lejano, reaccionan de manera exagerada
y avanzan demasiado lejos en una dirección. Pero me parece que si
ponemos la experiencia histórica sobre la mesa –y ese es el objetivo del
libro– podemos entender mejor las lecciones y experiencias positivas del
pasado.
Usted dice que la desigualdad deriva en nacionalismos y populismos. En
Alemania y en otros países, los partidos de derecha están en alza. ¿Por
qué la derecha suele tener más éxito que la izquierda?
La izquierda no se ha esforzado por proponer alternativas. Después de la
caída del comunismo, la izquierda ha atravesado un largo periodo de
desilusión y desánimo que no le ha permitido presentar alternativas para
modificar el sistema económico. El Partido Socialista en Francia o el
Partido Socialdemócrata en Alemania no han intentado realmente
cambiar las reglas del juego en Europa tanto como debieran haberlo
hecho.
En algún momento aceptaron la idea de que el libre flujo de capital, la
libre circulación de bienes y servicios y la competencia por los mercados
entre países eran suficientes para lograr la prosperidad y que todos nos
beneficiemos de ella. Pero, en cambio, lo que hemos visto es que esto ha
beneficiado principalmente a los sectores con un elevado capital
humano y financiero y a los grupos económicos con mayor movilidad. Los
sectores bajos y medios se sintieron abandonados.
También hubo partidos nacionalistas y xenófobos que propusieron un
mensaje muy simple: vamos a protegerlos con las fronteras del Estado-
nación, vamos a expulsar a los migrantes, vamos a proteger su identidad
como europeos blancos, etc. Por supuesto, al final esto no va a funcionar.
No se reducirá la desigualdad ni se resolverá el problema del
calentamiento global. Pero dado que no existe un discurso alternativo,
una gran parte del electorado se desplazó hacia estos partidos.
Aun así, una gran parte incluso más grande del electorado decidió
quedarse en casa. Simplemente no votan, no debemos olvidar eso. Si los
grupos socioeconómicos más bajos demostraran entusiasmo por Marine
Le Pen o por Alternativa por Alemania, la tasa de participación
ascendería a 90%. Eso no es lo que está ocurriendo. Tenemos un nivel muy
reducido de participación, especialmente entre los grupos
socioeconómicos más bajos, los cuales están a la espera de una
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Lima – Perú, 2020.
plataforma política o una propuesta concreta que realmente pueda
cambiar sus vidas.
Usted propone un pago estatal único («herencia para todos») de 120.000
euros para todos los ciudadanos cuando alcancen la edad de 25 años.
¿Qué se conseguiría con eso?
En primer lugar, este sistema de «herencia para todos» sería un paso más
de un sistema de acceso universal a bienes y servicios públicos
fundamentales, incluidos la educación, la salud, las pensiones y un
ingreso ciudadano. El objetivo no es reemplazar estos beneficios, sino
sumar esta herramienta a las ya existentes. ¿Para qué serviría?
Si uno tiene una buena educación, una buena salud, un buen empleo y
un buen salario, pero necesita destinar la mitad de su salario a pagar un
alquiler a los hijos de propietarios que reciben ingresos por alquileres
durante toda su vida, creo que hay un problema. La desigualdad de la
propiedad crea una enorme desigualdad de oportunidades en la vida.
Algunos tienen que alquilar toda su vida. Otros reciben rentas durante
toda su vida. Algunos pueden crear empresas o recibir una herencia de
la empresa familiar. Otros nunca llegan a tener empresas porque no
tienen siquiera un mínimo de capital inicial para empezar. Más que nada,
es importante darse cuenta de que la distribución de la riqueza se ha
mantenido muy concentrada en pocas manos en nuestra sociedad.
La mitad de los alemanes tiene menos de 3% de la riqueza total del país
y, de hecho, la distribución empeoró desde la reunificación de Alemania.
¿Es esto lo mejor que podemos hacer? ¿Qué proponemos para
cambiarlo? Esperar que llegue el crecimiento económico y el acceso a
la educación sin hacer nada no es una opción. Eso es lo que hemos
estado haciendo durante un siglo y la mitad inferior de la escala de
distribución de los ingresos todavía no posee nada.
Cambiar la estructura de la riqueza en la sociedad implica cambiar la
estructura del poder de negociación. Quienes no tienen riqueza están en
una posición de negociación muy débil. Se necesita encontrar un
empleo para pagar el alquiler y las cuentas cada mes, y se debe aceptar
lo que se ofrece. Es muy distinto tener 100.000 o 200.000 euros en lugar de
0 o 10.000. La gente que tiene millones tal vez no se da cuenta, pero para
aquellos que no tienen nada o que a veces solo tienen deudas, significa
una gran diferencia.
En su país natal, Francia, el impuesto al carbono derivó en la protesta de
los «chalecos amarillos». ¿Cuál fue en este caso el error de cálculo
político?
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Lima – Perú, 2020.
Para que los impuestos sobre el carbono sean aceptables, deben ir
acompañados de la justicia tributaria y fiscal. En Francia, el impuesto al
carbono solía ser bien aceptado y se aumentaba año tras año. El
problema es que el gobierno de Emmanuel Macron utilizó los ingresos
fiscales del impuesto sobre el carbono para hacer un enorme recorte de
impuestos para el 1% más rico de Francia, suprimiendo el impuesto sobre
la riqueza y la tributación progresiva sobre las rentas del capital, los
intereses y los dividendos.
Esto enervó a la gente porque se le dijo que la medida era para la lucha
contra el cambio climático, pero, de hecho, fue solo para hacer un
recorte impositivo a aquellos que financiaron su campaña política. Así es
como se destruye la idea de los impuestos sobre el carbono. Uno debe
ser muy cuidadoso en Alemania porque también puede haber muchos
sentimientos negativos, especialmente en los grupos socioeconómicos
más bajos. Para que un impuesto al carbono funcione, tiene que incluir
los costos sociales y debe ser aceptado por el conjunto de la sociedad.
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"ESTAMOS ANTE LA AMENAZA DE UNA EXTINCIÓN Y LA GENTE
NI SIQUIERA LO SABE"*
Entrevista a Jeremy Rifkin
Juan M. Zafra
BBC: 29 /04 / 2020
El sociólogo Jeremy Rifkin (Denver, EE.UU., 1945), que se define como
activista en favor de una transformación radical del sistema basado en el
petróleo y en otros combustibles fósiles, lleva décadas reclamando un
cambio de la sociedad industrial hacia modelos más sostenibles. Rifkin es
asesor de gobiernos y corporaciones de todo el mundo. Ha escrito más
de veinte libros dedicados a proponer fórmulas que garanticen nuestra
pervivencia en el planeta, en equilibrio con el medio ambiente y también
con nuestra propia especie.
¿Cuál cree que será el impacto de la pandemia de la COVID-19 en el
camino hacia la tercera revolución industrial?
No podemos decir que esto nos haya cogido por sorpresa. Todo lo que
nos está ocurriendo se deriva del cambio climático, del que han venido
advirtiendo los investigadores y yo mismo desde hace tiempo. Hemos
tenido otras pandemias en los últimos años y se han lanzado advertencias
de que algo muy grave podría ocurrir.
La actividad humana ha generado estas pandemias porque hemos
alterado el ciclo del agua y el ecosistema que mantiene el equilibrio en
el planeta. Los desastres naturales -pandemias, incendios, huracanes,
inundaciones…- van a continuar porque la temperatura en la Tierra sigue
subiendo y porque hemos arruinado el suelo.
Hay dos factores que no podemos dejar de considerar: el cambio
climático provoca movimientos de población humana y de otras
especies; el segundo es que la vida animal y la humana se acercan cada
día más como consecuencia de la emergencia climática y, por ello, sus
virus viajan juntos.
*Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52411543
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Lima – Perú, 2020.
Es esta una buena oportunidad para extraer lecciones y actuar en
consecuencia, ¿no cree?
Ya nada volverá a ser normal. Esta es una llamada de alarma en todo el
planeta. Lo que toca ahora es construir las infraestructuras que nos
permitan vivir de una manera distinta. Debemos asumir que estamos en
una nueva era. Si no lo hacemos, habrá más pandemias y desastres
naturales. Estamos ante la amenaza de una extinción.
Usted trabaja, estará trabajando estos días, con gobiernos e instituciones
de todo el mundo. No parece que impere el consenso respecto al futuro
inmediato.
Lo primero que debemos hacer es tener una relación distinta con el
planeta. Cada comunidad debe responsabilizarse de cómo establecer
esa relación en su ámbito más cercano. Y sí, tenemos que emprender la
revolución hacia el Green New Deal global, un modelo digital de cero
emisiones; tenemos que desarrollar nuevas actividades, crear nuevos
empleos, para reducir el riesgo de nuevos desastres.
La globalización se ha terminado, debemos pensar en términos
de glocalización. Esta es la crisis de nuestra civilización, pero no podemos
seguir pensando en la globalización como hasta ahora, se necesitan
soluciones glocales para desarrollar las infraestructuras de energía,
comunicaciones, transportes, logísticas…
¿Cree que durante esta crisis, o incluso cuando se rebaje la tensión, los
gobiernos y las empresas tomarán medidas en esa dirección?
No. Corea del Sur está combatiendo la pandemia con tecnología. Otros
países lo están haciendo. Pero no estamos cambiando nuestro modo de
vida. Necesitamos una nueva visión, una visión distinta del futuro, y los
líderes en los principales países no tienen esa visión. Son las nuevas
generaciones las que pueden realmente actuar.
Usted plantea un cambio radical en la forma de ser y de estar en el
mundo. ¿Por dónde empezamos?
Tenemos que empezar con la manera en la que organizamos nuestra
economía, nuestra sociedad, nuestros gobiernos; por cambiar la forma
de ser en este planeta. La nuestra es la civilización de los combustibles
fósiles. Se ha cimentado durante los últimos 200 años en la explotación de
la Tierra. El suelo se había mantenido intacto hasta que empezamos a
excavar los cimientos de la tierra para transformarlo en gas, petróleo y
carbón. Y pensábamos que la Tierra permanecería allí siempre, intacta.
Hemos creado una civilización entera basada en el uso de los fósiles.
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Lima – Perú, 2020.
Hemos utilizado tantos recursos que ahora estamos recurriendo al capital
de la tierra en vez de obtener beneficios de ella. Estamos usando una
tierra y media cuando solo tenemos una. Hemos perdido el 60% de la
superficie del suelo del planeta; ha desaparecido y se tardará miles de
años en recuperarlo.
¿Qué les diría a quienes creen que es mejor vivir el momento, el aquí y el
ahora, y esperan que en el futuro vengan otros para arreglarlo?
Estamos realmente ante un cambio climático, pero también a tiempo de
cambiarlo. El cambio climático provocado por el calentamiento global y
las emisiones de CO₂ altera el ciclo del agua de la tierra.
Somos el planeta del agua, nuestro ecosistema ha emergido y
evolucionado a lo largo de millones de años gracias al agua. El ciclo del
agua permite vivir y desarrollarse. Y aquí está el problema: por cada
grado de temperatura que aumenta como consecuencia de las
emisiones de gases de efecto invernadero, la atmósfera absorbe un 7%
más de precipitaciones del suelo y este calentamiento las fuerza a caer
más rápido, más concentradas y provocando más catástrofes naturales
relacionadas con el agua.
Por ejemplo, grandes nevadas en invierno, inundaciones en primavera
por todas las partes del mundo, sequías e incendios en toda la
temporada de verano y huracanes y tifones en otoño barriendo nuestras
costas.
Las consecuencias se irán agravando con el tiempo.
Nos enfrentamos a la sexta extinción y la gente ni siquiera lo sabe. Dicen
los científicos que van a desaparecer la mitad de todos los hábitats y
animales de la tierra en ocho décadas. Ese es el marco en el que
estamos, nos encontramos cara a cara con una extinción en potencia
de la naturaleza para la que no estamos preparados.
¿Cuán grave es esa emergencia global? ¿Cuánto tiempo nos queda?
No lo sé. He sido parte de este movimiento en favor del cambio desde los
años 70 y creo que se nos ha pasado el tiempo que necesitábamos.
Nunca volveremos dónde estábamos, a la buena temperatura, a un
clima adecuado…
El cambio climático va a estar con nosotros por miles y miles de años; la
pregunta es: ¿podemos nosotros, como especie, ser resilientes y
adaptarnos a ambientes totalmente distintos y que nuestros compañeros
en la tierra puedan tener también la oportunidad de adaptarse?
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Lima – Perú, 2020.
Si me pregunta cuánto tiempo nos llevará cambiar a una economía no
contaminante, nuestros científicos en la cumbre europea del cambio
climático en 2018 dijeron que nos quedaban 12 años; ya es menos lo que
nos queda para transformar completamente la civilización y empezar
este cambio.
La Segunda Revolución Industrial, que provocó el cambio climático, está
muriendo. Y es gracias al bajo coste de la energía solar, que es más
rentable que el carbón, el petróleo, el gas y la energía nuclear. Nos
estamos moviendo hacia una Tercera Revolución Industrial.
¿Es posible un cambio de tendencia global sin EE.UU. de nuestro lado?
La Unión Europea y China se han unido para trabajar conjuntamente y
Estados Unidos está avanzando porque los estados desarrollan las
infraestructuras necesarias para lograrlo. No olviden que somos una
república federal. El gobierno federal solo crea los códigos, las
regulaciones, los estándares, los incentivos; en Europa sucede lo mismo:
sus estados miembros han creado las infraestructuras.
Lo que ocurre en Estados Unidos es que prestamos mucha atención al
señor Trump, pero, de los 50 estados, 29 han desarrollado planes para el
desarrollo de energías renovables y están integrando la energía solar. El
año pasado en la conferencia europea por la emergencia climática, las
ciudades estadounidenses declararon una emergencia climática y
ahora están lanzando su Green New Deal.
Están sucediendo bastantes cambios en Estados Unidos. Si tuviéramos
una Casa Blanca diferente sería genial, pero, aun así, esta Tercera
Revolución Industrial está emergiendo en la UE y en China y ha
comenzado en California, en el estado de Nueva York y en parte de
Texas.
¿Cuáles son los componentes básicos de esos cambios tan relevantes en
diferentes regiones del mundo?
La nueva Revolución Industrial trae consigo nuevos medios de
comunicación, energía, medios de transporte y logística.
La revolución comunicativa es Internet, como lo fueron la imprenta y el
telégrafo en la Primera Revolución Industrial en el siglo XIX en Reino Unido
o el teléfono, la radio y la televisión en la segunda revolución en el siglo
XX en Estados Unidos. Hoy tenemos más de 4.000 millones de personas
conectadas y pronto tendremos a todos los seres humanos comunicados
a través de Internet; todo el mundo ahora está conectado.
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Lima – Perú, 2020.
En un periodo como el que vivimos, las tecnologías nos permiten integrar
a un gran número de personas en un nuevo marco de relaciones
económicas. El internet del conocimiento se combina con el internet de
la energía y con el internet de la movilidad. Estos tres internet crean la
infraestructura de la Tercera Revolución Industrial. Estos tres internet
convergerán y se desarrollarán sobre una infraestructura de internet de
las cosas que reconfigurará la forma en que se gestiona toda la actividad
en el siglo XXI.
¿Qué papel van a jugar los nuevos agentes económicos en la formación
de ese nuevo modelo económico y social?
Estamos creando una nueva era llamada glocalización. La tecnología
cero emisiones de esta tercera revolución será tan barata que nos
permitirá crear nuestras propias cooperativas y nuestros propios negocios
tanto física como virtualmente. Las grandes compañías desaparecerán.
Algunas de ellas continuarán, pero tendrán que trabajar con pequeñas
y medianas empresas con las que estarán conectadas por todo el
mundo. Estas grandes empresas serán proveedoras de las redes y
trabajarán juntas en lugar de competir entre ellas. En la primera y en la
segunda revolución, las infraestructuras se hicieron para ser centralizadas,
privadas. Sin embargo, la tercera revolución tiene infraestructuras
inteligentes para unir el mundo de una manera glocal, distribuida, con
redes abiertas.
¿De qué forma afecta la superpoblación a la sostenibilidad del planeta
en el modelo industrial?
Somos 7.000 millones de personas y llegaremos muy pronto a 9.000
millones. Esa progresión, sin embargo, se va a terminar. Las razones para
ello tienen que ver con el papel de las mujeres y su relación con la
energía. En la antigüedad las mujeres eran esclavas, eran las proveedoras
de energía, tenían que mantener el agua y el fuego. La llegada de la
electricidad está íntimamente relacionada con los movimientos
sufragistas en América; liberó a las mujeres jóvenes, que iban a la escuela
y podían continuar su formación hasta la universidad. Cuando las mujeres
se volvieron más autónomas, libres, más independientes, hubo menos
nacimientos.
No parece usted optimista y, sin embargo, sus libros son una guía para un
futuro sostenible. ¿Tenemos o no un futuro mejor a la vista?
Todas mis esperanzas están depositadas en la generación millenial. Los
millenials han salido de sus clases para expresar su inquietud. Millones y
millones de ellos reclaman la declaración de una emergencia climática
y piden un Green New Deal.
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Lima – Perú, 2020.
Lo interesante es que esta no es como ninguna otra protesta en la historia,
y ha habido muchas, pero esta es diferente: mueve esperanza, es la
primera revuelta planetaria del ser humano en toda la historia en la que
dos generaciones se han visto como especies, especies en peligro.
Proponen eliminar todos los límites y fronteras, los prejuicios, todo aquello
que nos separa; empiezan a verse como una especie en peligro e
intentan preservar a las demás criaturas del planeta. Esta es
probablemente la transformación más trascendente de la conciencia
humana en la historia.
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Lima – Perú, 2020.
EN LA BATALLA CONTRA EL CORONAVIRUS, LA HUMANIDAD
CARECE DE LIDERAZGO*
Yuval Noah Harari
Time Ideas
15 de marzo de 2020
Muchas personas atribuyen la epidemia de coronavirus a la globalización
y dicen que la única forma de prevenir más brotes de este tipo es
desglobalizar el mundo. Construir muros, restringir los viajes, reducir el
comercio. Sin embargo, si bien la cuarentena a corto plazo es esencial
para detener las epidemias, el aislacionismo a largo plazo conducirá al
colapso económico sin ofrecer una protección real contra las
enfermedades infecciosas. Justo lo contrario. El verdadero antídoto
contra la epidemia no es la segregación, sino la cooperación.
Las epidemias mataron a millones de personas mucho antes de la era
actual de la globalización. En el siglo XIV no había aviones ni cruceros, y,
sin embargo, La Peste Negra se extendió desde el este de Asia hasta
Europa occidental en poco más de una década. Mató a entre 75 y 200
millones de personas, más de una cuarta parte de la población de
Eurasia. En Inglaterra, cuatro de cada diez personas murieron. La ciudad
de Florencia perdió 50,000 de sus 100,000 habitantes.
En marzo de 1520, un solo transportista de viruela, Francisco de Eguía,
aterrizó en México. En ese momento, América Central no tenía trenes,
autobuses o incluso burros. Sin embargo, en diciembre, una epidemia de
viruela devastó toda América Central, matando según algunas víctimas
hasta un tercio de su población.
En 1918, una cepa de gripe especialmente virulenta se extendió en pocos
meses a los rincones más remotos del mundo. Infectó a medio billón de
personas, más de una cuarta parte de la especie humana. Se estima que
la gripe mató al 5% de la población de la India. En la isla de Tahití, el 14%
*Fuente: https://time.com/5803225/yuval-noah-harari-coronavirus-humanity-leadership/
Agradecemos a Benjamín Marticorena y Fernando Eguren el haber compartido la
traducción de este artículo publicado originalmente en inglés.
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Lima – Perú, 2020.
murió. En Samoa 20%. En total, la pandemia mató a decenas de millones
de personas, y tal vez hasta 100 millones, en menos de un año. Más de la
Primera Guerra Mundial asesinada en cuatro años de lucha brutal.
En el siglo que pasó desde 1918, la humanidad se volvió cada vez más
vulnerable a las epidemias, debido a una combinación de poblaciones
en crecimiento y un mejor transporte. Una metrópolis moderna como
Tokio o la Ciudad de México ofrece patógenos de zonas de caza mucho
más ricas que la Florencia medieval, y la red de transporte global es hoy
mucho más rápido que en 1918. Un virus puede llegar de París a Tokio y
Ciudad de México en menos de 24 horas. Por lo tanto, deberíamos haber
esperado vivir en un infierno infeccioso, con una plaga mortal tras otra.
Sin embargo, tanto la incidencia como el impacto de las epidemias han
disminuido drásticamente. A pesar de los brotes horrendos como el SIDA
y el Ébola, en las epidemias del siglo XXI matan una cantidad mucho
menor de humanos que en cualquier otro momento anterior desde la
Edad de Piedra. Esto se debe a la mejor defensa que los humanos tienen
contra los patógenos no es el aislamiento, sino la información. La
humanidad ha ganado la guerra contra las epidemias porque en la
carrera armamentista entre patógenos y médicos, los patógenos
dependen de mutaciones ciegas, mientras que los médicos confían en
el análisis científico de la información.
Ganar la guerra contra los patógenos
Cuando la Peste Negra golpeó en el siglo XIV, la gente no tenía idea de
qué causa y qué se podía hacer al respecto. Hasta la era moderna, los
humanos generalmente culpaban a los dioses enojados, los demonios
maliciosos o al mal aire por las enfermedades, y ni sospechaban la
existencia de bacterias y virus. La gente creía en los ángeles y las hadas,
pero no teníamos que imaginar una sola gota de agua podría contener
una armada completa de depredadores mortales. Por lo tanto, cuando
la Peste Negra o la viruela vinieron a visitar, lo mejor que las autoridades
ubicadas pensaron para organizar oraciones en masa a varios dioses y
santos. No sirvió de nada. De hecho, cuando las personas se reúnen para
oraciones en masa, a menudo causaba infecciones en masa.
Durante el siglo pasado, científicos, médicos y enfermeras de todo el
mundo reunieron información y juntos lograron comprender tanto el
mecanismo detrás de las epidemias como los medios para
contrarrestarlas. La teoría de la evolución explica por qué y cómo surgen
nuevas enfermedades y las viejas enfermedades se vuelven más
virulentas. La genética indicada a los científicos espía el propio manual
de instrucciones de los patógenos. Si bien la gente medieval nunca
descubrió qué causó la Peste Negra, a los científicos les identificó solo dos
semanas identificar el nuevo coronavirus, secuenciar su genoma y
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Lima – Perú, 2020.
desarrollar una prueba confiable para identificar a las personas
infectadas.
Una vez que los científicos entendieron qué causa las epidemias, se volvió
mucho más fácil luchar contra ellas. Las vacunas, los antibióticos, la
mejora de la higiene y una infraestructura médica mucho mejor han
permitido a la humanidad tomar ventaja sobre sus depredadores
invisibles. En 1967, la viruela aún infectaba a 15 millones de personas y
mataba a 2 millones de ellas. Pero en la década siguiente, una campaña
mundial de vacunación contra la viruela fue tan exitosa en 1979, la
Organización Mundial de la Salud declaró que la humanidad había
ganado y la viruela había sido erradicada por completo. En 2019, ni una
sola persona fue infectada o asesinada por la viruela.
Guarda nuestra frontera
¿Qué nos enseña esta historia para la actual epidemia de coronavirus?
Primero, implica que no puede protegerse cerrando permanentemente
sus fronteras. Recuerde que las epidemias se propagan rápidamente
incluso en la Edad Media, mucho antes de la era de la globalización.
Entonces, incluso si reduce sus conexiones globales al nivel de Inglaterra
en 1348, eso aún no sería suficiente. Para protegerse realmente a través
del aislamiento, ir a la Edad Media no servirá. Tendrías que ir a la Edad de
Piedra. ¿Puedes hacer eso?
En segundo lugar, la historia indica que la protección real identificada del
intercambio de información científica confiable y de la solidaridad
global. Cuando un país sufre una epidemia, debería estar dispuesto a
compartir información honestamente sobre el brote sin temor a una
catástrofe económica, mientras que otros países que tienen poder
pueden confiar en esa información y estar incluidos en un extensor una
mano amiga en lugar de excluir al ostracismo. víctima. Hoy, China puede
enseñar a los países de todo el mundo muchas lecciones importantes
sobre el coronavirus, pero esto exige un alto nivel de confianza y
cooperación internacional.
La cooperación internacional es necesaria también para medidas de
cuarentena efectivas. La cuarentena y el bloqueo son esenciales para
detener la propagación de epidemias. Pero cuando los países
desconfían de otros y cada país siente que está solo, los gobiernos dudan
en tomar medidas tan drásticas. Si descubre 100 casos de coronavirus en
su país, ¿bloquearía inmediatamente ciudades y regiones enteras? En
gran medida, eso depende de lo que espere de otros países. Bloquear
sus propias ciudades podría conducir al colapso económico. Si cree que
otros países acudirán en su ayuda, será más probable que adopte esta
Colegio de Sociólogos del Perú. 267
Lima – Perú, 2020.
medida drástica. Pero si crees que otros países te dejarán,
probablemente dudarías hasta que sea demasiado tarde.
Quizás lo más importante sea la gente podría darse cuenta de cuentos
epidemias es que la propagación de la epidemia en cualquier país pone
en peligro a la especie humana entera. Esto se debe a los virus
evolucionan. Los virus como la corona se originan en animales, como los
murciélagos. Cuando saltan a los humanos, reciben los virus están mal
adaptados a sus huéspedes humanos. Mientras se replica dentro de los
humanos, los virus ocasionalmente sufren mutaciones. La mayoría de las
mutaciones son inofensivas. Pero de vez en cuando una mutación hace
que el virus sea más infeccioso o más resistente al sistema inmunitario
humano, y esta cepa mutante del virus se propaga rápidamente en la
población humana. Dado que una sola persona podría albergar miles de
millones de partículas de virus que experimentan una replicación
constante, cada persona infectada brinda al billón de virus nuevas
oportunidades para tener mejores resultados en los humanos.
Esto no es mera especulación. Esto no es mera especulación. La crisis en
la zona roja de Richard Preston, describe exactamente una cadena de
eventos en el brote de ébola de 2014. El brote comenzó cuando algunos
virus Ébola saltaron de un murciélago a un humano. Estos virus enferman
mucho a las personas, pero todavía están adaptados para vivir dentro
de los murciélagos más que al cuerpo humano. Lo que resultó al Ébola
de una enfermedad relativamente rara en una epidemia furiosa fue una
sola mutación en un solo gen en un virus de Ébola que infectó a un solo
humano, en algún lugar del área de Makona en África Occidental. La
mutación detectada que la cepa mutante del Ébola, llamada cepa
Makona, se unió a los transportadores de colesterol de las células
humanas. Ahora, en lugar de colesterol, los transportadores estaban
empujando el Ébola hacia las células. Esta nueva cepa Makona fue
cuatro veces más infecciosa para los humanos.
Al leer estas líneas, tal vez estemos produciendo una mutación similar en
un solo gen en el coronavirus que infectó a alguna persona en Teherán,
Milán o Wuhan. Si esto realmente está sucediendo, esta es una amenaza
directa no solo para los iraníes, italianos o chinos, sino también para su
vida. Las personas de todo el mundo comparten un interés de vida o
muerte por no darle al coronavirus esa oportunidad. Y eso significa que
debemos proteger a todas las personas en todos los países.
En la década de 1970, la humanidad derrotó al virus de la viruela porque
todas las personas en todos los países fueron vacunadas contra la viruela.
Si incluso un país no podría vacunar a su población, podría haber puesto
en peligro a toda la humanidad, porque mientras el virus de la viruela
existe y evoluciona en algún lugar, siempre podría propagarse de nuevo
a todas las partes.
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Lima – Perú, 2020.
En la lucha contra los virus, la humanidad necesita proteger de cerca las
fronteras. Pero no las fronteras entre países. Más bien, necesita proteger
la frontera entre el mundo humano y la esfera del virus. El planeta Tierra
está asociado con innumerables virus, y los nuevos virus evolucionaron
constantemente debido a mutaciones genéticas. El límite que separa
esta esfera de virus del mundo humano pasa dentro del cuerpo de todos
y cada uno de los seres humanos. Si un virus peligroso logra penetrar esta
frontera en cualquier lugar de la tierra, pone en peligro a toda la especie
humana.
Durante el siglo pasado, la humanidad ha fortalecido esta frontera como
nunca antes. Se han construido modernos sistemas de salud para servir
como un muro en esa frontera, y las enfermeras, los médicos y los
científicos son los guardianes que patrullan y repelen a los intrusos. Sin
embargo, largas secciones de esta frontera han sido lamentablemente
expuestas. Hay cientos de millones de personas en todo el mundo que
carecen incluso de servicios básicos de salud. Esto nos pone en peligro a
todos. Estamos acostumbrados a pensar en la salud en términos
nacionales, pero brindar una mejor atención médica a los iraníes y chinos
también ayuda a proteger a los israelíes y estadounidenses de las
epidemias. Esta simple verdad debería ser obvia para todos, pero
desafortunadamente se escapa incluso a algunas de las personas más
importantes del mundo.
Un mundo sin líderes
Hoy la humanidad enfrenta una crisis aguda no solo por el coronavirus,
sino también por la falta de confianza entre los humanos. Para vencer
una epidemia, las personas deben confiar en expertos científicos, los
ciudadanos deben confiar en las autoridades públicas y los países deben
confiar entre sí. En los últimos años, los políticos irresponsables han
socavado deliberadamente la confianza en la ciencia, en las
autoridades públicas y en la cooperación internacional. Como resultado,
ahora nos enfrentamos a esta crisis desprovista de líderes mundiales que
pueden inspirar, organizar y financiar una respuesta global coordinada.
Durante la epidemia de ébola de 2014, Estados Unidos sirvió como ese
tipo de líder. Estados Unidos cumplió un papel similar también durante la
crisis financiera de 2008, cuando se recuperó de suficientes países para
evitar el colapso económico mundial. Pero en los últimos años, Estados
Unidos ha renunciado a su papel de líder mundial. La actual
administración de los EE. UU. Ha recortado el apoyo a organizaciones
internacionales como la Organización Mundial de la Salud y ha dejado
muy claro al mundo que EE. UU. Ya no tiene amigos reales, solo tiene
intereses. Cuando estalló la crisis del coronavirus, los EE. UU. Se
mantuvieron al margen y hasta ahora se han abstenido de asumir un
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Lima – Perú, 2020.
papel de liderazgo. Incluso si finalmente trata de asumir el liderazgo, la
confianza en la administración actual de los EE. UU. Se ha erosionado
hasta tal punto que pocos países estarían dispuestos a seguirla.
El vacío dejado por los Estados Unidos no ha sido llenado por nadie más.
Justo lo contrario. La xenofobia, el aislacionismo y la desconfianza ahora
caracterizan a la mayoría del sistema internacional. Sin la confianza y la
solidaridad mundial, no podremos detener la epidemia de coronavirus, y
es probable que veamos más epidemias en el futuro. Pero cada crisis es
también una oportunidad. Esperemos que la epidemia actual ayude a la
humanidad a darse cuenta del grave peligro que representa la desunión
global.
Por poner un ejemplo destacado, la epidemia podría ser una
oportunidad de oro para que la UE recupere el apoyo popular que ha
perdido en los últimos años. Si los miembros más afortunados de la UE
envían dinero, equipo y personal médico de manera rápida y generosa
para ayudar a sus colegas más afectados, esto demostraría el valor del
ideal europeo mejor que cualquier número de discursos. Si, por otro lado,
cada país tiene que valerse por sí mismo, entonces la epidemia puede
sonar a muerte de la unión.
En este momento de crisis, la lucha crucial tiene lugar dentro de la
humanidad misma. Si esta epidemia resulta en una mayor desunión y
desconfianza entre los humanos, será la mayor victoria del virus. Cuando
los humanos se pelean, los virus se duplican. Por el contrario, si la epidemia
resulta en una cooperación global más estrecha, será una victoria no solo
contra el coronavirus, sino también contra todos los patógenos futuros.
Derechos de autor © Yuval Noah Harari 2020
Colegio de Sociólogos del Perú. 270
Lima – Perú, 2020.
EL MUNDO DESPUÉS DEL CORONAVIRUS*
Esta tormenta pasará. Pero las elecciones que hacemos
ahora cambiarán nuestras vidas en los años venideros.
Yuval Noah Harari
19 / 03 / 2020
La humanidad ahora se enfrenta a una crisis global. Quizás la mayor crisis
de nuestra generación. Las decisiones que tomen las personas y los
gobiernos en las próximas semanas probablemente darán forma al
mundo en los próximos años. Darán forma no solo a nuestros sistemas
de salud, sino también a nuestra economía, política y cultura. Debemos
actuar rápidamente y decisivamente. También debemos tener en
cuenta las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones. Al elegir
entre alternativas, debemos preguntarnos no solo cómo superar la
amenaza inmediata, sino también qué tipo de mundo habitaremos una
vez que pase la tormenta. Sí, la tormenta pasará, la humanidad
sobrevivirá, la mayoría de nosotros aún viviremos, pero habitaremos en un
mundo diferente.
Muchas medidas de emergencia a corto plazo se convertirán en un
elemento vital. Esa es la naturaleza de las emergencias. Avanzan
rápidamente los procesos históricos. Las decisiones que en tiempos
normales pueden llevar a cabo años de deliberación se aprueban en
cuestión de horas. Se ponen en servicio tecnologías inmaduras e incluso
peligrosas, porque los riesgos de no hacer nada son mayores. Países
enteros sirven como conejillos de indias en experimentos sociales a gran
escala. ¿Qué sucede cuando todos trabajan desde casa y se comunican
solo a distancia? ¿Qué sucede cuando las escuelas y universidades se
conectan? En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y las juntas
educativas nunca aceptarían realizar cuentos experimentos. Pero estos
no son tiempos normales.
*Yuval Noah Harari es autor de ‘Sapiens’, ‘Homo Deus’ y ’21 Lecciones para el siglo XXI
‘Derechos de autor © Yuval Noah Harari 2020. El artículo se encuentra disponible en la
siguiente dirección electrónica: https://diariojudio.com/opinion/yuval-noah-harari-el-
mundo-despues-del-coronavirus/326282/
Colegio de Sociólogos del Perú. 271
Lima – Perú, 2020.
En este momento de crisis, enfrentamos dos opciones específicas
importantes. El primero es entre la vigilancia totalitaria y el
empoderamiento ciudadano. El segundo es entre el aislamiento
nacionalista y la solidaridad global.
Vigilancia bajo la piel
Para detener la epidemia, las poblaciones enteras deben cumplir con
ciertas pautas. Hay dos formas principales de lograr esto. Un método es
que el gobierno monitoree a las personas y castigue a quienes infringen
las reglas. Hoy, por primera vez en la historia humana, la tecnología hace
posible monitorear a todos todo el tiempo. Hace cincuenta años, el KGB
no podía seguir a 240 millones de ciudadanos soviéticos las 24 horas del
día, ni podía esperar efectivamente toda la información reunida. La KGB
depende de agentes y analistas humanos, y simplemente no puede
ubicar a un agente humano para seguir a todos los ciudadanos. Pero
ahora los gobiernos pueden confiar en sensores ubicuos y algoritmos
poderosos en lugar de fantasmas de carne y hueso.
En su batalla contra la epidemia de coronavirus, varios gobiernos ya han
implementado las nuevas herramientas de vigilancia. El caso más notable
es China. Al monitorear de cerca los teléfonos inteligentes de las
personas, hacer uso de cientos de millones de cámaras que reconocen
la cara y obligar a las personas a verificar e informar sobre su temperatura
corporal y condición médica, las autoridades chinas no solo pueden
identificar rápidamente portadores sospechosos de coronavirus, sino
también rastrear sus movimientos e Identificar a cualquiera con quienes
hayan entrado en contacto Una variedad de aplicaciones móviles
advierten a los ciudadanos sobre su proximidad a los pacientes
infectados.
Este tipo de tecnología no se limita al este de Asia. El primer ministro israelí,
Benjamin Netanyahu, recientemente autorizó a la Agencia de Seguridad
de Israel a desplegar tecnología de vigilancia normalmente reservada
para combatir terroristas para rastrear a pacientes con coronavirus.
Cuando el subcomité parlamentario pertinente se negó a autorizar la
medida, Netanyahu la aplicó con un “decreto de emergencia”.
Podría argumentar que no hay nada nuevo en todo esto. En los últimos
años, tanto los gobiernos como las corporaciones han estado utilizando
tecnologías cada vez más sofisticadas para rastrear, monitorear y
manipular a las personas. Sin embargo, si no tenemos cuidado, la
epidemia podría marcar un hito importante en la historia de la vigilancia.
No solo porque podría normalizar el despliegue de herramientas de
vigilancia masiva en países que hasta ahora las han rechazado, sino aún
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Lima – Perú, 2020.
más porque significa una transición dramática de la vigilancia “sobre la
piel” a “bajo la piel”.
Hasta ahora, cuando su dedo toca la pantalla de su teléfono inteligente
y hizo clic en un enlace, el gobierno quería saber exactamente en qué
estaba haciendo clic. Pero con el coronavirus, el foco de interés cambia.
Ahora el gobierno quiere saber la temperatura de su dedo y la presión
arterial debajo de su piel.
El pudin de emergencia
Uno de los problemas que enfrentamos al determinar dónde estamos
parados en la vigilancia es que ninguno de nosotros sabe exactamente
cómo estamos vigilando y lo que pueden traer los próximos años. La
tecnología de vigilancia se encuentra a una velocidad vertiginosa, y lo
que consideró la ciencia ficción hace 10 años son hoy viejas noticias.
Como experimento mental, considere un gobierno hipotético que exige
que cada ciudadano use un brazalete biométrico que monitorea la
temperatura corporal y la frecuencia cardíaca las 24 horas del día. Los
datos resultantes son atesorados y analizados por algoritmos
gubernamentales. Los algoritmos sabrán que estás enfermo incluso antes
de que lo separe, y también sabrán dónde tiene estado y quién tiene
conocido. Las cadenas de infección también pueden acortarse
drásticamente e incluso cortarse por completo. Tal sistema podría
detener la epidemia en cuestión de días. Suena maravilloso, ¿verdad?
La desventaja es, por supuesto, que esto le daría legitimidad a un nuevo
y aterrador sistema de vigilancia. Si sabe, por ejemplo, qué hice clic en
un enlace de Fox News en lugar de un enlace de CNN, eso puede
enseñar algo sobre mis puntos de vista políticos y tal vez incluso mi
personalidad. Pero si puede controlar lo que sucede con la temperatura
de mi cuerpo, la presión arterial y la frecuencia cardíaca mientras veo el
video clip, puedo aprender qué me hace reír, qué me hace llorar y qué
me enoja mucho.
Es crucial recordar que la ira, la alegría, el aburrimiento y el amor son
fenómenos biológicos al igual que la fiebre y la tos. La misma tecnología
que identifica la tos también podría identificar las risas. Si las
corporaciones y los gobiernos comienzan a recolectar nuestros datos
biométricos en masa, pueden llegar a conocer mucho mejor que
nosotros mismos, y no solo pueden predecir nuestros sentimientos sino
también manipularlos y vender lo que quieran, ya sea un producto o un
político El monitoreo biométrico haría que las tácticas de piratería de
datos de Cambridge Analytica parecieran algo de la Edad de Piedra.
Imagine una Corea del Norte en 2030, cuando cada ciudadano tiene
que usar un brazalete biométrico las 24 horas del día. Si escuchas un
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Lima – Perú, 2020.
discurso del Gran Líder y el brazalete recoge los signos reveladores de ira,
estás listo.
Podría, por supuesto, defender la vigilancia biométrica como una
medida temporal tomada durante un estado de emergencia. Se iría una
vez que termine la emergencia. Pero las medidas temporales tienen la
desagradable costumbre de durar emergencias, especialmente porque
siempre hay una nueva emergencia al acecho en el horizonte. Mi país de
origen, Israel, por ejemplo, declaró un estado de emergencia durante su
Guerra de Independencia de 1948, lo que justificó una serie de medidas
temporales, desde la censura de la prensa y la confiscación de tierras
hasta las regulaciones especiales para hacer budines ( no es broma). La
Guerra de la Independencia ganó mucho tiempo, pero Israel nunca
declaró que la emergencia había terminado y no había abolido muchas
de las medidas “temporales”
Incluso cuando las infecciones por coronavirus se reducen a cero,
algunos gobiernos hanmbrientos de datos pueden argumentar que
necesitan mantener los sistemas de vigilancia biométrica en su lugar
porque hay una nueva ola de coronavirus, o porque hay una nueva
cepa de Ébola en África central, o porque. . . entiendes la idea. Se ha
librado una gran batalla en los últimos años por nuestra privacidad. La
crisis del coronavirus podría ser el punto de inflexión de la batalla. Para
cuando las personas tengan la opción de elegir entre privacidad y salud,
normalmente elegirán la salud.
La policía de jabón
Pedirle a la gente que elija entre privacidad y salud es, de hecho, la raíz
del problema. Porque esta es una elección falsa. Podemos y debemos
disfrutar tanto de la privacidad como de la salud. Podemos elegir
proteger nuestra salud y detener la epidemia de coronavirus no
instituyendo regímenes de vigilancia totalitaria, sino empoderando a los
ciudadanos. En las últimas semanas, Corea del Sur, Taiwán y Singapur
organizan algunos de los esfuerzos más exitosos para contener la
epidemia de coronavirus. Si bien estos países han utilizado algunas
aplicaciones de seguimiento, se han basado mucho más en pruebas
exhaustivas, en informes honestos y en la cooperación voluntaria de un
público bien informado.
El monitoreo centralizado y los castigos severos no son la única forma de
hacer que las personas cumplan con pautas beneficiosas. Cuando las
personas se les informan los hechos científicos, y cuando las personas
confían en las autoridades públicas para contar estos hechos, los
ciudadanos pueden hacer lo correcto incluso sin un Gran Hermano que
vigile sobre sus hombros. Una población motivada y bien informada suele
Colegio de Sociólogos del Perú. 274
Lima – Perú, 2020.
ser mucho más poderosa y efectiva que una población ignorante y
vigilada.
Considere, por ejemplo, lavar las manos con jabón. Este ha sido uno de
los mayores avances en la higiene humana. Esta simple acción salva
millones de vidas cada año. Si bien lo damos por sentado, recién en el
siglo XIX, los científicos descubrieron la importancia de lavar las manos
con jabón. Anteriormente, incluso los médicos y enfermeras procesan de
una operación quirúrgica a la siguiente sin lavar las manos. Hoy, miles de
millones de personas se lavan las manos todos los días, no porque tengan
miedo de la policía de jabón, sino porque entienden los hechos. Me lavo
las manos con jabón porque he oído hablar de virus y bacterias, entiendo
que estos pequeños organismos causan enfermedades y sé que el jabón
puede eliminarlos.
Pero para lograr ese nivel de cumplimiento y cooperación, necesita
confianza. La gente necesita confiar en la ciencia, confiar en las
autoridades públicas y confiar en los medios de comunicación. En los
últimos años, los políticos irresponsables han socavado deliberadamente
la confianza en la ciencia, en las autoridades públicas y en los medios de
comunicación. Ahora, estos mismos políticos irresponsables podrían
versos tentados a tomar el camino al autoritarismo, argumentando que
simplemente no se puede confiar en que el público haga lo correcto.
Normalmente, la confianza que se ha erosionado durante años no se
puede reconstruir de la noche a la mañana. Pero estos no son tiempos
normales. En un momento de crisis, las mentes también pueden cambiar
rápidamente. Puede tener problemas amargas con sus hermanos
durante años, pero cuando ocurre alguna emergencia, de repente
descubre un depósito oculto de confianza y amistad, y se apresura a
ayudar mutuamente. En lugar de construir un régimen de vigilancia, no
es demasiado tarde para reconstruir la confianza de la gente en la
ciencia, las autoridades públicas y los medios de comunicación.
Definitivamente deberíamos hacer uso de las nuevas tecnologías
también, pero estas tecnologías empoderar a los ciudadanos. Estoy
totalmente a favor de controlar la temperatura de mi cuerpo y mi presión
arterial, pero esos datos no necesarios para crear un gobierno
todopoderoso. Más bien, esos datos pueden permitirme tomar decisiones
personales más informadas,
Si podría rastrear mi propia condición médica las 24 horas del día,
aprendería no solo si me he convertido en un peligro para la salud de
otras personas, sino también qué síntomas afectados a mi salud. Y si
pudiera acceder y analizar estadísticas confiables sobre la propagación
del coronavirus, podría juzgar si el gobierno me está diciendo la verdad y
si está adoptando las políticas adecuadas para combatir la epidemia.
Siempre que la gente hable de vigilancia, recuerde que la misma
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Lima – Perú, 2020.
tecnología de vigilancia puede ser utilizado no solo por los gobiernos para
monitorear a las personas, sino también por las personas para monitorear
a los gobiernos.
La epidemia de coronavirus es, por lo tanto, una prueba importante de
ciudadanía. En los próximos días, cada uno de nosotros deberíamos optar
por confiar en los datos científicos y los expertos en atención médica en
el lugar de teorías de conspiración infundadas y políticos egoístas. Si no
tomamos la decisión correcta, podríamos encontrarnos renunciando a
nuestras libertades más preciadas, pensando en esta es la única forma
de salvaguardar nuestra salud.
Necesitamos un plan global
La segunda opción importante que enfrentamos es entre el aislamiento
nacionalista y la solidaridad global. Tanto la epidemia como la crisis
económica resultante son problemas mundiales. Solo se pueden resolver
de manera efectiva mediante la cooperación global.
En primer lugar, para vencer al virus, necesitamos compartir información
a nivel mundial. Esa es la gran ventaja de los humanos sobre los virus. Un
coronavirus en China y un coronavirus en los Estados Unidos no pueden
intercambiar consejos sobre cómo infectar a los humanos. Pero China
puede enseñar a los Estados Unidos muchas lecciones valiosas sobre el
coronavirus y cómo tratarlo. Lo que un médico italiano descubre en Milán
a primera hora de la mañana bien podría salvar vidas en Teherán al
anochecer. Cuando el gobierno del Reino Unido duda entre varias
políticas, puede recibir consejos de los coreanos que ya se han
enfrentado a un dilema similar hace un mes. Pero para que esto suceda,
necesitamos un espíritu de cooperación y confianza global.
En los próximos días, cada uno de nosotros deberíamos optar por confiar
en los datos científicos y los expertos en atención médica en el lugar de
teorías de conspiración infundadas y políticos egoístas.
Los países que estén ubicados compartirán información abiertamente y
buscarán consejo humildemente, y tendrán el poder de confiar en los
datos y las percepciones que recibirán. También necesitamos un esfuerzo
global para producir y distribuir equipos médicos, especialmente kits de
prueba y máquinas respiratorias. En lugar de cada país intente hacerlo
localmente y atesore cualquier equipo que pueda obtener, un esfuerzo
global coordinado podría acelerar en gran medida la producción y
acelerar el equipo que salva vidas se distribuya de manera más justa. Así
como los países nacionalizan industrias clave durante una guerra, la
guerra humana contra el coronavirus puede requerir que
“humanicemos” las líneas de producción cruciales.
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Lima – Perú, 2020.
Podríamos considerar un esfuerzo global similar para agrupar al personal
médico. Los países menos afectados actualmente pueden enviar
personal médico a las regiones más afectadas del mundo, tanto para
ayudarlos en su momento de necesidad como para adquirir una
experiencia valiosa. Si más tarde en el foco de los cambios epidémicos,
la ayuda podría comenzar a fluir en la dirección opuesta.
La cooperación global también es vital en el frente económico. Dada la
naturaleza global de la economía y de las cadenas de suministro, si cada
gobierno hace lo suyo sin tener en cuenta a los demás, el resultado será
un caos y una crisis cada vez más profunda. Necesitamos un plan de
acción global, y lo necesitamos rápido.
Otro requisito es llegar a un acuerdo global sobre viajes. Suspender todos
los viajes internacionales durante meses causando grandes dificultades y
obstaculizará la guerra contra el coronavirus. Los países deben cooperar
para permitir que al menos un goteo de viajeros esenciales continúen
cruzando fronteras: científicos, médicos, periodistas, políticos,
empresarios. Esto puede llegar a alcanzar un acuerdo global sobre la
preselección de los viajeros por su país de origen. Si sabe que solo los
viajeros elegidos fueron permitidos en un avión, estaban más dispuestos
a aceptarlos en su país.
Desafortunadamente, en la actualidad, los países apenas hacen ninguna
de estas cosas. Una parálisis colectiva se ha apoderado de la comunidad
internacional. Parece que no hay adultos en la habitación. Uno esperaría
ver hace unas semanas una reunión de emergencia de líderes mundiales
para elaborar un plan de acción común. Los líderes del G7 logran
organizar una videoconferencia solo esta semana, y no resultó en ningún
plan de este tipo.
En crisis mundiales anteriores, como la crisis financiera de 2008 y la
epidemia de ébola de 2014, Estados Unidos asumió el papel de líder
mundial. Pero la administración estadounidense actual ha abdicado el
trabajo de líder. Ha dejado muy claro que le importa mucho más la
grandeza de Estados Unidos que el futuro de la humanidad.
Esta administración ha abandonado incluso a sus aliados más cercanos.
Cuando prohibió todos los viajes desde la UE, no se molestó en darle la
bienvenida a la UE un aviso previo, y mucho menos consultar con la UE
sobre esa medida dramática. Escandalizó a Alemania al ofrecer
supuestamente millones de dólares a una compañía farmacéutica
alemana para comprar los derechos de monopolio de una nueva
vacuna Covid-19. Incluso si la administración actual eventualmente
cambia de táctica y elabora un plan de acción global, pocos seguirían
a un líder que nunca se responsabiliza, que nunca admite errores y que
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Lima – Perú, 2020.
habitualmente toma todo el crédito para sí mismo mientras deja toda la
culpa a los demás.
Si el vacío dejado por los EE. UU. no lo llenan otros países, no solo será
mucho más difícil detener la epidemia actual, sino que su legado
continuará envenenando las relaciones internacionales en los próximos
años. Sin embargo, cada crisis es también una oportunidad. Esperamos
que la epidemia actual ayude a la humanidad a darse cuenta del grave
peligro que representa la desunión global.
La humanidad necesita tomar una decisión. ¿Grabar el camino de la
desunión, o adoptar el camino de la solidaridad global? Si elegimos la
desunión, esto no solo prolongará la crisis, sino que probablemente
tendrán lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Si elegimos la
solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus, sino
contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar a la
humanidad en el siglo XXI.
Derechos de autor © Yuval Noah Harari 2020
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“LA MEJOR DEFENSA CONTRA LOS PATÓGENOS ES LA
INFORMACIÓN”*
Entrevista a Yuval Noah Harari
Guillermo Altares
El País: 22 / 03 / 2020
El escritor israelí Yuval Noah Harari, de 44 años, se ha convertido en una
de las voces más escuchadas en un planeta ahora golpeado por una de
las peores epidemias que ha conocido la humanidad en el último siglo.
De su primer libro, Sapiens. De animales a dioses (Debate, 2011), una
heterodoxa historia de la humanidad, traducida a 45 idiomas, ha vendido
15 millones de ejemplares. Su siguiente libro, Homo Deus (Debate, 2015)
anticipa un futuro dominado por las máquinas, mientras que su último
ensayo, 21 lecciones para el siglo XXI (Debate, 2018) reflexiona sobre el
presente. Consultado por líderes de todo tipo, desde Emmanuel
Macron a Bill Gates o Angela Merkel, Harari ofrece una visión universal de
los problemas de la humanidad. El ensayista accedió el jueves a
responder varias preguntas por correo electrónico sobre la epidemia de
la Covid-19.
Pregunta. Usted sostiene que la única forma de detener una pandemia
es a través de la cooperación internacional y de la ciencia. ¿Está
ocurriendo esto o, todo lo contrario, más egoísmo que nunca?
Respuesta. Hay muy poca cooperación mundial y no existe un liderazgo.
En los últimos años, políticos irresponsables han socavado
deliberadamente la confianza en la ciencia y en la cooperación
internacional. Ahora estamos pagando el precio. No hay ningún adulto
en la habitación. Uno habría esperado ver hace semanas una reunión de
emergencia de los líderes mundiales para elaborar un plan de acción
común y combatir la epidemia y la crisis económica. Pero los líderes del
G-7 se las arreglaron para no organizar una videoconferencia hasta esta
semana, y ni siquiera salió de ahí un plan de este tipo.
*Fuente: https://elpais.com/cultura/2020-03-21/yuval-noah-harari-la-mejor-defensa-
contra-los-patogenos-es-la-informacion.html
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Lima – Perú, 2020.
P. ¿Cómo debería ser ese plan?
R. Uno, compartir información fiable: los países que están pasando por la
epidemia deberían enseñar a los que todavía no la están atravesando.
Dos, coordinar la producción mundial y la distribución equitativa de
equipo médico esencial, como material de protección y máquinas
respiratorias. Tres, los países menos afectados deberían enviar médicos,
enfermeras y expertos a los países más afectados, tanto para ayudarles
como para adquirir experiencia. Cuatro, crear una red de seguridad
económica mundial para salvar a países y sectores más afectados.
Cinco, formular un acuerdo mundial sobre la preselección de viajeros,
que permita que un pequeño número de personas esenciales sigan
cruzando las fronteras.
P. Escribió esta semana en Twitter que en la lucha contra el coronavirus
es más importante la información que el aislamiento.
R. La gran ventaja de los humanos sobre los virus es la capacidad de
intercambiar información. Un coronavirus en Corea y un coronavirus en
España no pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los
humanos. Pero Corea puede enseñar a España lecciones valiosas. Incluso
el aislamiento requiere información. El aislamiento contra el sida es muy
diferente del aislamiento contra la Covid-19. Para aislarse contra el sida
es necesario usar un condón mientras se tienen relaciones sexuales, pero
no hay problema en darle la mano a una persona con VIH. Covid-19 es
una historia diferente. Para saber cómo aislarte de una epidemia en
particular, primero necesitas información fiable sobre sus causas. ¿La
producen virus o bacterias? ¿Se transmite por los fluidos corporales o del
aliento? ¿Pone en peligro a los niños o a los ancianos? ¿Hay una cepa o
varias que han mutado?
P. ¿La globalización ha hecho que el siglo XXI sea más peligroso para las
pandemias? ¿Cree que vamos a vivir más situaciones así?
R. Es poco probable que tengamos muchas más pandemias de este tipo
en nuestra vida. Es cierto que en el siglo XXI la humanidad está
técnicamente más expuesta a las epidemias que en la Edad Media
debido a una combinación de transportes más rápidos y poblaciones en
crecimiento. En la Edad Media, los virus viajaban a la velocidad de un
caballo de carga y en la mayoría de los lugares solo podían infectar
pequeñas ciudades y pueblos. Hoy un virus puede viajar en clase
ejecutiva a través del mundo en 24 horas, e infectar megalópolis con
millones de habitantes. Así que, teóricamente, las cosas deberían haber
sido mucho peores hoy que en la Edad Media. Pero en la práctica, en los
últimos 100 años, tanto la incidencia como el impacto de las epidemias
han disminuido drásticamente. A pesar del sida y el ébola, en las últimas
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Lima – Perú, 2020.
décadas las epidemias han matado a una proporción mucho menor de
humanos que en cualquier otro momento desde la Edad de Piedra. Esto
se debe a que la mejor defensa que tienen los humanos contra los
patógenos no es el aislamiento, sino la información. Mientras que los
habitantes de la Edad Media nunca descubrieron lo que causó la peste
negra, los científicos actuales solo tardaron dos semanas en identificar el
nuevo coronavirus, secuenciar su genoma y desarrollar una prueba para
identificar a los infectados. La humanidad ha estado ganando la guerra
contra las epidemias porque en la carrera armamentista entre patógenos
y médicos, los patógenos se basan en mutaciones ciegas y los médicos
en el análisis científico de la información.
P. ¿Cuál es el mejor ejemplo en nuestra historia de cooperación científica
en beneficio de la humanidad?
R. Un buen ejemplo es la erradicación de la viruela. En 1967, esta
enfermedad infectaba a 15 millones de personas y mataba a unos dos
millones. En la década siguiente una campaña mundial de vacunación
tuvo tanto éxito que en 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró
que la humanidad había ganado y que la viruela había sido erradicada.
En 2019, ni una sola persona resultó infectada o murió por esta causa. La
victoria sobre la viruela dependía de una cooperación mundial eficaz.
Para lograrlo era necesario vacunar a todas las personas de todos los
países. Si un solo país no vacunaba a su población podría haber puesto
en peligro a la humanidad, porque mientras el virus de la viruela existiera
y evolucionara en algún lugar, podía volver a propagarse.
P. ¿Cree que las lecciones que vamos a aprender en la lucha contra el
coronavirus pueden usarse contra el cambio climático?
R. Sí. Una lección clave de la lucha contra el coronavirus es que debemos
pensar en la atención sanitaria en términos globales en lugar de
nacionales. Proporcionar una mejor atención sanitaria a iraníes y chinos
ayuda a proteger a israelíes y estadounidenses. El mismo tipo de lógica
se aplica al cambio climático. Otra lección es que ahorrar dinero a corto
plazo puede costarnos mucho más cuando una crisis golpea. Los países
que han ahorrado dinero en los últimos años recortando los servicios de
salud ahora pagarán mucho más como resultado de la epidemia. Del
mismo modo, si intentamos ahorrar no haciendo nada sobre el cambio
climático, también causará un enorme daño a largo plazo. Algunas
personas creen que para detener el cambio climático tendremos que
detener el crecimiento económico y volver a vivir en cuevas y comer
raíces. Eso es una tontería. ¿Se puede adivinar cuánto costará prevenir
un cambio climático catastrófico? El número mágico es el 2%. Eso es
todo. Si invertimos el 2% del PIB mundial en el desarrollo de tecnologías e
infraestructuras, es suficiente para prevenir un cambio climático
catastrófico. Por supuesto, el 2% del PIB mundial sigue siendo mucho
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Lima – Perú, 2020.
dinero. Pero, ciertamente, hacerlo está dentro de nuestra capacidad. Si
mañana estalla una nueva guerra mundial, los Gobiernos gastarán
mucho más del 2% del PIB en luchar y ganar esa guerra. Así que gastar el
2% en salvar al mundo del catastrófico cambio climático suena muy
razonable.
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“EN EL LARGO PLAZO, LA PEOR DE LAS CRISIS SE SUFRIRÁ EN LOS
PAÍSES POBRES”*
Entrevista a Yuval Noah Harari
Pablo Duer
EFE: 06 / 04 / 2020
Yuval Noah Harari no es solo un historiador israelí de 44 años. Tampoco es
solo un filósofo, un profesor o un reconocido escritor. Es uno de los
pensadores más destacados del siglo XXI y sus opiniones han influido a
algunos de los líderes mundiales más importantes. Barack Obama, Bill
Gates, Emmanuel Macron, Mark Zuckerberg o Angela Merkel están en la
lista de quienes le han consultado o expresado su admiración por su
análisis de la sociedad.
Sus opiniones, difundidas en su exitosa trilogía “Sapiens: De animales a
dioses”; “Homo Deus: Breve historia del mañana” y “21 lecciones para el
siglo XXI”, abarcan desde los temas más globales, como por qué los
humanos dominamos el mundo, hasta los más específicos, como el
impacto de algoritmos computacionales en nuestro futuro.
Tras repasar, literalmente, toda la historia de la humanidad en Sapiens,
publicado en 2014 y que vendió más de 13 millones de copias, en la
actualidad se dedica al análisis del presente y, sobre todo, del futuro. Los
peligros de la injerencia de estados y corporaciones en la esfera privada
a través de la tecnología, el futuro del empleo, un sistema de renta básica
universal y las posibles consecuencias de la ingeniería genética en la
desigualdad son algunos de los temas sobre los que conversó con Efe
desde su residencia en el moshav Mesilat Zion (entre Tel Aviv y Jerusalén),
donde asegura estar trabajando “más que nunca antes” a causa de la
pandemia.
Pregunta: ¿Cuáles serán los efectos más importantes de la crisis del
coronavirus?
*Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/04/06/planeta_futuro/1586170713_492779.html
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Respuesta: Creo que es importante entender que estamos reescribiendo
las reglas del juego. Del juego económico y político, todo está en juego.
Estamos presenciando muchos experimentos en millones de personas,
como en Estados Unidos, que va a implementar la renta básica universal
dando dinero a todos sus ciudadanos durante la crisis. Ya se pensó en eso
antes, pero nadie lo hizo a esta escala y no sabemos cuáles serán las
consecuencias. Subrayaría dos elementos principales: primero, que no
hay nada predeterminado en la manera de lidiar con esta crisis y que hay
muchas opciones, no una sola y, segundo, que las decisiones que
tomemos tendrán un impacto durante años y décadas y reconfigurarán
el planeta. Mi principal preocupación es que, debido a consideraciones
cortoplacistas, la gente tome decisiones equivocadas como, por
ejemplo, lidiar con la crisis implantando regímenes autoritarios o incluso
totalitarios, en lugar de empoderar a los ciudadanos. O que países opten
por el aislacionismo y persigan intereses nacionalistas, algo que tendría
consecuencias terribles para el mundo al terminar la crisis. Lo que elijamos
en el próximo mes o dos cambiará el mundo durante años o incluso
décadas.
P: ¿Qué cambios geopolíticos pueden surgir?
R: Creo que hay algo importante y es ver si logramos lidiar con esto unidos
como humanidad. Por ejemplo, estableciendo un sistema global de
producción y distribución de equipamiento médico, donde países
empleen recursos para producir respiradores y medicamentos y luego los
distribuyan de manera justa, en lugar de que los países ricos monopolicen
los recursos y no quede nada para los pobres. Si logramos hacer esto,
podría dejar un legado de solidaridad, confianza y cooperación que nos
ayudaría a lidiar con muchas otras crisis en el futuro. Pero si termina
predominando una competición egoísta y nacionalista entre países para
conseguir todo lo posible para sí mismos sin importar los demás, dañando
la eficiencia en la producción y resultando en una distribución no
equitativa de los equipamientos, esto dejaría un legado tóxico, algo que
podría afectar a las relaciones internacionales muchos años.
P: ¿Y cómo quedará la distribución de poder entre países?
R: Algo muy llamativo es cómo Estados Unidos, desde que comenzó el
Gobierno de Donald Trump, ha abandonado completamente su rol de
liderazgo en el mundo respeto a crisis previas, como la epidemia de
ébola o la crisis financiera del 2008, donde lideró un esfuerzo junto a otros
países y evitaron un desenlace peor. Pero en esta crisis, cuando empezó,
Estados Unidos se desentendió completamente y no hizo nada. Cuando
se expandió del este de Asia a más y más áreas, al principio negó que
hubiera un problema e incluso ahora, cuando finalmente lo reconoce,
sigue sin tomar un rol de liderazgo y continúa con su política de “América
primero”. Solo que ahora es América primero en infecciones. Estados
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Lima – Perú, 2020.
Unidos básicamente ha abandonado su papel de líder global y ha
dejado un vacío que otros países están tratando de llenar, como
Alemania, que está haciendo un trabajo impresionante. Después de
mostrar dudas en su reacción inicial, ahora está tratando de adoptar una
posición de liderazgo responsable, no solo económicamente, sino
también enviando ayuda y recibiendo pacientes de otros países para
ayudarlos con la crisis, y esto es algo muy alentador. También vemos que
China envía ayuda, equipos de expertos y equipamientos médicos a
países en todo el mundo. Mucha gente los acusa de explotar esta
situación, pero creo que es injusto, porque esto es lo que realmente
necesitamos en este momento, que los países se ayuden entre sí. Y si hay
una motivación política, ¿qué importa?
P: ¿Son instituciones como la Unión Europea o Naciones Unidas lo
suficientemente fuertes para liderar la lucha contra la pandemia?
R: En los últimos años el poder de estas organizaciones ha sido debilitado
por el crecimiento de de políticas aislacionistas y populistas, y muchos
países que antes eran los principales pilares del multilateralismo y el orden
internacional, especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña, han
renunciado a ese papel. Ahora nosotros estamos pagando el precio, en
un momento de crisis, cuando necesitamos cooperación global más que
nunca, las organizaciones internacionales son relativamente débiles. No
sé qué va a pasar, pero espero que la gente se dé cuenta con la crisis
del error que hemos cometido al debilitar la solidaridad y cooperación
internacional, y que al final de esta crisis salgamos con organizaciones
internacionales más fuertes y con una profundización de la solidaridad
global que nos ayudará a lidiar no solo con esta crisis, sino con otras en el
futuro.
P: ¿Qué cree que pasará con el mercado laboral una vez que esto
termine?
R: Creo que hay dos posibles impactos principales. Primero, el mercado
laboral se va a reestructurar, porque estamos teniendo un experimento
masivo de trabajar desde casa y el resultado de esto va a modificar la
economía del futuro. Muchas cosas en que la gente pensó pero que
nunca se intentaron, como por ejemplo la enseñanza universitaria por
internet, que se están experimentando ahora. Si las universidades se dan
cuenta de que pueden enseñar por internet, una vez que termine la crisis,
aunque muchos cursos vuelvan a la normalidad, otros se seguirán
impartiendo online, lo que significa que pueden contratar personas en
otros países para dar clases, algo que podría cambiar el mercado laboral
académico, por ejemplo, con universidades europeas contratando
profesores de India, que les serían mucho más baratos y podrían enseñar
de forma virtual. Es solo un ejemplo de lo que podría pasar en muchas
más industrias. Otro posible impacto es la aceleración de la
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Lima – Perú, 2020.
automatización y la implementación de robots, inteligencia artificial y
aprendizaje automático en trabajos que hasta ahora eran hechos por
humanos. Lo que está pasando ahora en la crisis es que hay mucha
presión en muchas industrias para reemplazar a los humanos. Sí un trabajo
puede ser hecho por un robot, aunque el robot no sea tan bueno como
el humano, en este momento es mucho más conveniente porque no se
pueden contagiar. Entonces, si hay una fábrica que tiene solo robots y
una fábrica que tiene solo humanos, la fábrica humana, aunque sea un
poco mejor en producción, ahora está cerrada por la cuarentena y el
miedo al contagio, algo que podría significar un estímulo inmenso para
que muchas compañías experimenten con un sistema de producción
automatizado. El tema es que cuando la crisis se termine, difícilmente
volveremos a donde estábamos antes. Hay muchas industrias que
podrían atravesar un proceso de rápida automatización, sobre el que se
viene hablando mucho en los últimos años y que, mientras que en
condiciones normales podría haber tomado 10 o 20 años, por esta
epidemia ahora tomará solo dos o tres meses.
P: Si sucede así de rápido, podría tener consecuencias devastadoras
para los trabajadores.
R: Sí, y actualmente la pandemia está centrada en los países más ricos
del mundo, como en Europa, Estados Unidos, antes en China, Corea del
Sur o Japón. Pero en el largo plazo, la peor de las crisis se sufrirá en los
países pobres. Ahora no hablamos mucho sobre lo que pasa en América
del Sur, en África o en el Sudeste Asiático, pero tanto la epidemia en sí
como la crisis económica probablemente golpearán a los países pobres
y en desarrollo mucho más que los países ricos. Y si el sistema de salud de
un país como España tiene dificultades lidiando con esta crisis, piensa lo
que puede pasar cuando la epidemia se extienda a países como Perú,
Bangladesh o Sudáfrica. El mayor número de muertos, probablemente,
será en estos países, no en Europa o Estados Unidos. Lo mismo con la crisis
económica, ahora la vemos en Europa, el este de Asia o América del
Norte, pero en última instancia estas áreas podrán sobrevivir mediante
salvamentos económicos como el que está implementando EE.UU. e,
incluso, podrían beneficiarse a largo plazo mediante procesos como la
automatización. Pero si pensamos en los países pobres o en vías de
desarrollo, que no tienen estas capacidades económicas y que
probablemente también experimentarán estos procesos de
automatización, muchos podrían colapsar totalmente económica y
políticamente. Por eso creo que es necesario una red de contención
global para ayudarlos a enfrentar las consecuencias económicas de la
epidemia.
P: ¿Qué elementos positivos se pueden extraer de la situación actual?
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Lima – Perú, 2020.
R: Más allá del entendimiento de la necesidad de mayor solidaridad
global, creo que esta crisis podría enseñarnos a enfrentar de manera más
efectiva otros problemas globales, como el cambio climático. En los
últimos años se habló mucho sobre el peligro de una epidemia y
gobiernos y ciudadanos no invirtieron esfuerzos suficientes para
prepararse, porque siempre es más fácil enfocarse en las preocupaciones
inmediatas que en peligros futuros. Pero ahora nos damos cuenta de que
fue un error enorme no prepararnos para esta eventualidad, y espero que
aprendamos la lección en relación al cambio climático: que es mejor
invertir dinero ahora para evitar el peor escenario, que esperar a que la
crisis nos golpee y sea demasiado tarde. Otra lección positiva es la
importancia de la educación científica y la confianza en la ciencia y en
sus expertos. En los últimos años vimos un crecimiento de los populismos,
con políticos socavando la confianza de la gente en la ciencia, pintando
a los expertos como una élite desconectada de la gente a la que no
debemos escuchar. Ahora entendemos la inmensa importancia de
escuchar a estos expertos, que nos digan qué está pasando y qué
debemos hacer.
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Lima – Perú, 2020.
LA EMERGENCIA VIRAL Y EL MUNDO DE MAÑANA*.
Byung-Chul Han
El País: 22 / 03 / 2020
Los países asiáticos están gestionando mejor esta crisis que Occidente.
Mientras allí se trabaja con datos y mascarillas, aquí se llega tarde y se
levantan fronteras
El coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema. Al parecer Asia
tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong, Taiwán
y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiwán se registran 108 casos y
en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un período de
tiempo mucho más breve hay ya 15.320 casos confirmados, y en España
19.980 (datos del 20 de marzo). También Corea del Sur ha superado ya la
peor fase, lo mismo que Japón. Incluso China, el país de origen de la
pandemia, la tiene ya bastante controlada. Pero ni en Taiwán ni en Corea
se ha decretado la prohibición de salir de casa ni se han cerrado las
tiendas y los restaurantes. Entre tanto ha comenzado un éxodo de
asiáticos que salen de Europa. Chinos y coreanos quieren regresar a sus
países, porque ahí se sienten más seguros. Los precios de los vuelos se han
multiplicado. Ya apenas se pueden conseguir billetes de vuelo para
China o Corea.
Europa está fracasando. Las cifras de infectados aumentan
exponencialmente. Parece que Europa no puede controlar la
pandemia. En Italia mueren a diario cientos de personas. Quitan los
respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los jóvenes. Pero
también cabe observar sobreactuaciones inútiles. Los cierres de fronteras
son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Nos
sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien
decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras.
Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada.
Serviría de mucha más ayuda cooperar intensamente dentro de la
Eurozona que cerrar fronteras a lo loco. Entre tanto también Europa ha
*Fuente: https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-
manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html
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Lima – Perú, 2020.
decretado la prohibición de entrada a extranjeros: un acto totalmente
absurdo en vista del hecho de que Europa es precisamente adonde
nadie quiere venir. Como mucho, sería más sensato decretar la
prohibición de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa.
Después de todo, Europa es en estos momentos el epicentro de la
pandemia.
Las ventajas de Asia
En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que
resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como
Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una
mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural
(confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes
que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China,
sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada
mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse
al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital.
Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme
para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las
epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre
todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un
cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los
apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva
vidas humanas.
La conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente
inexistente. Apenas se habla ya de protección de datos, incluso en
Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se enoja por el frenesí de
las autoridades para recopilar datos. Entre tanto China ha introducido un
sistema de crédito social inimaginable para los europeos, que permite
una valoración o una evaluación exhaustiva de los ciudadanos. Cada
ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta
social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté
sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada
contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el
semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien
pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan puntos. Entonces
la vida puede llegar a ser muy peligrosa. Por el contrario, a quien compra
por Internet alimentos sanos o lee periódicos afines al régimen le dan
puntos. Quien tiene suficientes puntos obtiene un visado de viaje o
créditos baratos. Por el contrario, quien cae por debajo de un
determinado número de puntos podría perder su trabajo. En China es
posible esta vigilancia social porque se produce un irrestricto intercambio
de datos entre los proveedores de Internet y de telefonía móvil y las
autoridades. Prácticamente no existe la protección de datos. En el
vocabulario de los chinos no aparece el término “esfera privada”.
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Lima – Perú, 2020.
En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas
provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan
incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar de la cámara de
vigilancia. Estas cámaras dotadas de inteligencia artificial pueden
observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios públicos, en las
tiendas, en las calles, en las estaciones y en los aeropuertos.
Toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora
sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de
la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que
mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas
las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una
notificación en sus teléfonos móviles. No en vano el sistema sabe quién
iba sentado dónde en el tren. Las redes sociales cuentan que incluso se
están usando drones para controlar las cuarentenas. Si uno rompe
clandestinamente la cuarentena un dron se dirige volando a él y le
ordena regresar a su vivienda. Quizá incluso le imprima una multa y se la
deje caer volando, quién sabe. Una situación que para los europeos sería
distópica, pero a la que, por lo visto, no se ofrece resistencia en China.
Los Estados asiáticos tienen una mentalidad autoritaria. Y los
ciudadanos son más obedientes
Ni en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong,
Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante la vigilancia
digital o el big data. La digitalización directamente los embriaga. Eso
obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo.
No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que
el egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia.
Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los
absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están
efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección de datos
no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al
asiático. Los proveedores chinos de telefonía móvil y de Internet
comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de
seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe por tanto dónde
estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso,
qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el
Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de
azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la
psicopolítica digital que controla activamente a las personas.
En Wuhan se han formado miles de equipos de investigación digitales que
buscan posibles infectados basándose solo en datos técnicos. Basándose
únicamente en análisis de macrodatos averiguan quiénes son
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Lima – Perú, 2020.
potenciales infectados, quiénes tienen que seguir siendo observados y
eventualmente ser aislados en cuarentena. También por cuanto respecta
a la pandemia el futuro está en la digitalización. A la vista de la epidemia
quizá deberíamos redefinir incluso la soberanía. Es soberano quien
dispone de datos. Cuando Europa proclama el estado de alarma o cierra
fronteras sigue aferrada a viejos modelos de soberanía.
La lección de la epidemia debería devolver la fabricación de
ciertos productos médicos y farmacéuticos a Europa
No solo en China, sino también en otros países asiáticos la vigilancia
digital se emplea a fondo para contener la epidemia. En Taiwán el Estado
envía simultáneamente a todos los ciudadanos un SMS para localizar a
las personas que han tenido contacto con infectados o para informar
acerca de los lugares y edificios donde ha habido personas contagiadas.
Ya en una fase muy temprana, Taiwán empleó una conexión de diversos
datos para localizar a posibles infectados en función de los viajes que
hubieran hecho. Quien se aproxima en Corea a un edificio en el que ha
estado un infectado recibe a través de la “Corona-app” una señal de
alarma. Todos los lugares donde ha habido infectados están registrados
en la aplicación. No se tiene muy en cuenta la protección de datos ni la
esfera privada. En todos los edificios de Corea hay instaladas cámaras de
vigilancia en cada piso, en cada oficina o en cada tienda. Es
prácticamente imposible moverse en espacios públicos sin ser filmado
por una cámara de vídeo. Con los datos del teléfono móvil y del material
filmado por vídeo se puede crear el perfil de movimiento completo de un
infectado. Se publican los movimientos de todos los infectados. Puede
suceder que se destapen amoríos secretos. En las oficinas del ministerio
de salud coreano hay unas personas llamadas “tracker” que día y noche
no hacen otra cosa que mirar el material filmado por vídeo para
completar el perfil del movimiento de los infectados y localizar a las
personas que han tenido contacto con ellos.
Ha comenzado un éxodo de asiáticos en Europa. Quieren
regresar a sus países porque ahí se sienten más seguros
Una diferencia llamativa entre Asia y Europa son sobre todo las
mascarillas protectoras. En Corea no hay prácticamente nadie que vaya
por ahí sin mascarillas respiratorias especiales capaces de filtrar el aire de
virus. No son las habituales mascarillas quirúrgicas, sino unas mascarillas
protectoras especiales con filtros, que también llevan los médicos que
tratan a los infectados. Durante las últimas semanas, el tema prioritario en
Corea era el suministro de mascarillas para la población. Delante de las
farmacias se formaban colas enormes. Los políticos eran valorados en
función de la rapidez con la que las suministraban a toda la población.
Se construyeron a toda prisa nuevas máquinas para su fabricación. De
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momento parece que el suministro funciona bien. Hay incluso una
aplicación que informa de en qué farmacia cercana se pueden
conseguir aún mascarillas. Creo que las mascarillas protectoras, de las
que se ha suministrado en Asia a toda la población, han contribuido de
forma decisiva a contener la epidemia.
Los coreanos llevan mascarillas protectoras antivirus incluso en los puestos
de trabajo. Hasta los políticos hacen sus apariciones públicas solo con
mascarillas protectoras. También el presidente coreano la lleva para dar
ejemplo, incluso en las conferencias de prensa. En Corea lo ponen verde
a uno si no lleva mascarilla. Por el contrario, en Europa se dice a menudo
que no sirven de mucho, lo cual es un disparate. ¿Por qué llevan entonces
los médicos las mascarillas protectoras? Pero hay que cambiarse de
mascarilla con suficiente frecuencia, porque cuando se humedecen
pierden su función filtrante. No obstante, los coreanos ya han
desarrollado una “mascarilla para el coronavirus” hecha de nano-filtros
que incluso se puede lavar. Se dice que puede proteger a las personas
del virus durante un mes. En realidad es muy buena solución mientras no
haya vacunas ni medicamentos. En Europa, por el contrario, incluso los
médicos tienen que viajar a Rusia para conseguirlas. Macron ha
mandado confiscar mascarillas para distribuirlas entre el personal
sanitario. Pero lo que recibieron luego fueron mascarillas normales sin filtro
con la indicación de que bastarían para proteger del coronavirus, lo cual
es una mentira. Europa está fracasando. ¿De qué sirve cerrar tiendas y
restaurantes si las personas se siguen aglomerando en el metro o en el
autobús durante las horas punta? ¿Cómo guardar ahí la distancia
necesaria? Hasta en los supermercados resulta casi imposible. En una
situación así, las mascarillas protectoras salvarían realmente vidas
humanas. Está surgiendo una sociedad de dos clases. Quien tiene coche
propio se expone a menos riesgo. Incluso las mascarillas normales servirían
de mucho si las llevaran los infectados, porque entonces no lanzarían los
virus afuera.
En la época de las ‘fake news’, surge una apatía hacia la
realidad. Aquí, un virus real, no informático, causa conmoción
En los países europeos casi nadie lleva mascarilla. Hay algunos que las
llevan, pero son asiáticos. Mis paisanos residentes en Europa se quejan de
que los miran con extrañeza cuando las llevan. Tras esto hay una
diferencia cultural. En Europa impera un individualismo que trae
aparejada la costumbre de llevar la cara descubierta. Los únicos que van
enmascarados son los criminales. Pero ahora, viendo imágenes de
Corea, me he acostumbrado tanto a ver personas enmascaradas que la
faz descubierta de mis conciudadanos europeos me resulta casi
obscena. También a mí me gustaría llevar mascarilla protectora, pero
aquí ya no se encuentran.
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Lima – Perú, 2020.
En el pasado, la fabricación de mascarillas, igual que la de tantos otros
productos, se externalizó a China. Por eso ahora en Europa no se
consiguen mascarillas. Los Estados asiáticos están tratando de proveer a
toda la población de mascarillas protectoras. En China, cuando también
ahí empezaron a ser escasas, incluso reequiparon fábricas para producir
mascarillas. En Europa ni siquiera el personal sanitario las consigue.
Mientras las personas se sigan aglomerando en los autobuses o en los
metros para ir al trabajo sin mascarillas protectoras, la prohibición de salir
de casa lógicamente no servirá de mucho. ¿Cómo se puede guardar la
distancia necesaria en los autobuses o en el metro en las horas punta? Y
una enseñanza que deberíamos sacar de la pandemia debería ser la
conveniencia de volver a traer a Europa la producción de determinados
productos, como mascarillas protectoras o productos medicinales y
farmacéuticos.
A pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el pánico que ha
desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera
la “gripe española”, que fue mucho más letal, tuvo efectos tan
devastadores sobre la economía. ¿A qué se debe en realidad esto? ¿Por
qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un virus?
Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo invisible que
tenemos que derrotar. ¿Nos hallamos ante un regreso del enemigo? La
“gripe española” se desencadenó en plena Primera Guerra Mundial. En
aquel momento todo el mundo estaba rodeado de enemigos. Nadie
habría asociado la epidemia con una guerra o con un enemigo. Pero hoy
vivimos en una sociedad totalmente distinta.
En realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos.
La guerra fría terminó hace mucho. Últimamente incluso el terrorismo
islámico parecía haberse desplazado a zonas lejanas. Hace
exactamente diez años sostuve en mi ensayo La sociedad del
cansancio la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido su
vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad del
enemigo. Como en los tiempos de la guerra fría, la sociedad organizada
inmunológicamente se caracteriza por vivir rodeada de fronteras y de
vallas, que impiden la circulación acelerada de mercancías y de capital.
La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía
libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas,
que hoy se propagan por todos los ámbitos vitales, eliminan la
negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan
hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de
positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de
producción y exceso de comunicación. La negatividad del enemigo no
tiene cabida en nuestra sociedad ilimitadamente permisiva. La represión
a cargo de otros deja paso a la depresión, la explotación por otros deja
paso a la autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. En la
sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo.
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Lima – Perú, 2020.
Umbrales inmunológicos y cierre de fronteras.
Pues bien, en medio de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente
a causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de
pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar fronteras. El
enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino
contra el enemigo invisible que viene de fuera. El pánico desmedido en
vista del virus es una reacción inmunitaria social, e incluso global, al nuevo
enemigo. La reacción inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido
durante mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad
de la positividad, y ahora el virus se percibe como un terror permanente.
Pero hay otro motivo para el tremendo pánico. De nuevo tiene que ver
con la digitalización. La digitalización elimina la realidad. La realidad se
experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también puede
resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura del “me gusta”, suprime
la negatividad de la resistencia. Y en la época posfáctica de las fake
news y los deepfakes surge una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí
es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción.
La realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus
enemigo. La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica
en función de esta conmoción por la realidad.
La reacción pánica de los mercados financieros a la epidemia es
además la expresión de aquel pánico que ya es inherente a ellos. Las
convulsiones extremas en la economía mundial hacen que esta sea muy
vulnerable. A pesar de la curva constantemente creciente del índice
bursátil, la arriesgada política monetaria de los bancos emisores ha
generado en los últimos años un pánico reprimido que estaba
aguardando al estallido. Probablemente el virus no sea más que la
pequeña gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el pánico
del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto el miedo a sí
mismo. El crash se podría haber producido también sin el virus. Quizá el
virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor.
Zizek afirma que el virus asesta un golpe mortal al
capitalismo, y evoca un oscuro comunismo. Se equivoca
Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y
evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer
el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá
vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra
la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más
orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más
pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede
reemplazar a la razón. Es posible que incluso nos llegue además a
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Lima – Perú, 2020.
Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho
Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite
establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del
neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron
conmociones. Es lo que sucedió en Corea o en Grecia. Ojalá que tras la
conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen
policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio
Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal.
Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico
consiguió del todo.
El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a
producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla
e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún
modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La
solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una
solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica,
más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos
en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS,
PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir
radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y
destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y
nuestro bello planeta.
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¿VAMOS CAMINO A UNA NUEVA SOCIEDAD DISCIPLINARIA?*
Byung – Chul Han
Clarín: 07 / 04 / 2020
La pandemia está poniendo en peligro el liberalismo occidental. Estamos
viendo que es difícil compatibilizar el liberalismo con la pandemia. ¿Está
Occidente ante una amenaza de un regreso a la sociedad disciplinaria?
En los aeropuertos, por el peligro del terrorismo nos sometemos ya sin
chistar a unas medidas de seguridad que parecen absurdas y que no
pocas veces resultan humillantes. Cada uno de nosotros es un potencial
terrorista. El virus representa otro tipo de terrorismo incomparablemente
más peligroso que viene del aire y que se ha propagado por el mundo
entero. Es invisible y omnipresente y mata a mucha más gente que el
terrorismo. ¿Será capaz el virus de transformar permanentemente la
sociedad liberal occidental en una sociedad disciplinaria, en la que todos
sin excepción somos tratados como potenciales portadores del virus?
Ya en el siglo XVII a raíz de la epidemia de peste se adoptaron en Europa
unas medidas disciplinarias que hoy parecerían inconcebibles y que
desde entonces han caído en un olvido absoluto. Michel Foucault hace
una impactante descripción de ellas en su análisis de la sociedad
disciplinaria. Las casas se cierran con llave desde fuera. Las llaves tienen
que entregarse a las autoridades. Las personas que rompen
clandestinamente la cuarentena son condenadas a muerte. Se mata a
los animales que corren sueltos. La vigilancia es total. Se exige una
obediencia incondicional. Se vigila cada casa. Durante los controles
todos los habitantes de la casa tienen que asomarse a las ventanas. A
quienes viven en patios traseros se les asigna una ventana que dé a la
calle. Llaman a cada uno por su nombre personal y le preguntan cómo
se encuentra. Quien miente se expone a la pena de muerte. Se establece
un sistema de registro exhaustivo. El espacio se anquilosa en una red de
células impermeables. Cada uno está encadenado a su sitio. Quien se
mueve arriesga la vida. El poder penetra hasta en los detalles más nimios
*Fuente: https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/byung-chul-coronavirus-lleva-
nueva-sociedad-disciplinaria-
_0_KQsMIZCqa.html?fbclid=IwAR3RNPQ_j3KhjmM4fpfM_vxrvu-
x875zt3XneVF4zHHsh39PFd5SFoqaAhA.
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Lima – Perú, 2020.
de la existencia. Toda la sociedad se transforma en un panóptico y es
penetrada por completo por la mirada panóptica.
Como consecuencia de la pandemia, Europa ha perdido todo su
carisma. En estos momentos Europa mira a Asia con asombro y envidia.
Los países asiáticos han sabido controlar muy rápidamente la epidemia.
¿Qué hacen los asiáticos mejor que los europeos? A pesar del
neoliberalismo, los estados asiáticos siguen siendo, a diferencia de
Occidente, una sociedad disciplinaria. En Asia impera un colectivismo
con una fuerte tendencia a la disciplina. Ahí se pueden imponer, sin
mayor problema, medidas disciplinarias radicales que en los países
europeos toparían con un fuerte rechazo. Más que como restricciones de
los derechos individuales se perciben como el cumplimiento de deberes
colectivos. Las necesidades individuales son relegadas a favor de los
intereses colectivos. Países como China y Singapur tienen un régimen
autocrático. En Corea del Sur y Taiwán, hasta hace pocas décadas,
también lo había. Los regímenes autoritarios educan a las personas para
hacer de ellas obedientes sujetos disciplinarios. En Asia, por encima de
todo, se está implantando un régimen de vigilancia digital. Los asiáticos
se someten a él prácticamente sin protestar. Todas estas peculiaridades
han resultado ser ventajas que su sistema ofrece para contener la
pandemia. Por tanto, ¿se acabará imponiendo el modelo asiático a
escala global? Eso sería el final del liberalismo.
Con un rigor y una disciplina que para los europeos serían inconcebibles,
los asiáticos están venciendo al virus. Sus rigurosas medidas evocan
aquella sociedad disciplinaria que durante la época de la epidemia de
peste se instauró en Europa y que desde entonces ha caído en un olvido
absoluto. Según Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que
permite establecer un nuevo sistema de gobierno. Viktor Orbán mira con
envidia a los estados autocráticos en Asia. Ya no confía en Europa. A
causa de la pandemia se decreta por ley el estado de alarma por tiempo
indefinido. Por tanto, ¿hemos de temer que a raíz de la pandemia
también Occidente acabe regresando al estado policial y a la sociedad
disciplinaria que ya habíamos superado? Por culpa del virus ¿el
liberalismo y el individualismo occidentales serán ya pronto cosa del
pasado?
O ¿la epidemia descontrolada y sus incontables muertos son el precio
que tenemos que pagar por la libertad?
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Lima – Perú, 2020.
VAMOS HACIA UN FEUDALISMO DIGITAL Y EL MODELO CHINO
PODRÍA IMPONERSE*
Byung – Chul Han
Clarín: 17 / 04 / 2020
La amenaza del terrorismo ya bastante nos lleva a someternos a medidas
denigrantes de seguridad en los aeropuertos sin oponer la menor
resistencia. Con los brazos en alto dejamos que nos escaneen el cuerpo.
Permitimos que nos palpen en busca de armas ocultas. Cada uno de
nosotros es un terrorista en potencia. El virus es terrorismo que viene del
aire, representa una amenaza considerablemente mayor que la del
terrorismo islámico. Resulta intrínseco a la lógica de todo esto pensar
que la pandemia tendrá consecuencias que transformarán al conjunto
de la sociedad en una zona de seguridad, en una cuarentena
permanente en la que cada uno será tratado como un potencial
portador del virus.
Europa y Estados Unidos están perdiendo todo su esplendor en medio de
la pandemia. Van a los tumbos. Parece que son incapaces de controlar
la epidemia. En Asia, lugares como Taiwán, Hong Kong, Singapur, Corea
del Sur o Japón supieron controlarla con relativa rapidez. ¿A qué se debe
esto? ¿Qué ventajas sistémicas evidencian los países asiáticos? En Europa
y en Estados Unidos el virus se encuentra con una sociedad liberal en la
que se propaga sin esfuerzo. ¿Acaso el liberalismo tiene la culpa del
fracaso europeo? ¿Será que el virus se siente a gusto en el sistema liberal?
Pronto se impondrá la idea de que la lucha contra la pandemia indica
actuar a pequeña escala, es decir, poniendo el foco en la persona, el
individuo. Pero el liberalismo no permite fácilmente un procedimiento de
este tipo. Una sociedad liberal se compone de individuos con libertad de
acción que no autorizan la injerencia estatal. La sola protección de datos
impide la vigilancia a pequeña escala de las personas. La sociedad
liberal no contempla la posibilidad de hacer de las personas,
*Fuente: https://www.clarin.com/cultura/byung-chul-vamos-feudalismo-digital-modelo-
chino-podria-imponerse_0_QqOkCraxD.html?fbclid=IwAR2tHWdPmoA-
LO62NkciVsYW5inZZ4wckNsztC20XoLZNr8Pf4vpIBSsoDE
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Lima – Perú, 2020.
individualmente, el objeto de la vigilancia, por eso no le queda más
remedio que el shutdown, con consecuencias económicas
masivas. Occidente llegará pronto a una conclusión fatal: que lo único
capaz de evitar el cierre total es una biopolítica que permita tener
acceso ilimitado al individuo. Occidente concluirá que la protegida
esfera privada es justamente lo que ofrece refugio al virus. Pero
reconocer esto significa el fin del liberalismo.
Los asiáticos están combatiendo el virus con un rigor y una disciplina que
para los europeos resulta inconcebible. La vigilancia se centra en cada
persona en forma individual, y esto constituye la principal diferencia con
la estrategia europea. Los rigurosos procedimientos asiáticos recuerdan a
aquellas medidas disciplinarias adoptadas en la Europa del siglo XVII para
combatir la epidemia de la peste. Michel Foucault las describió de
manera impactante en su análisis de la sociedad disciplinaria. Las casas
se cierran por fuera y las llaves se entregan a las autoridades. Se condena
a muerte a quienes violan la cuarentena. Se mata a los animales que
andan sueltos. La vigilancia es total. Se exige obediencia incondicional.
Se vigila cada casa en forma individual. Durante los controles, todos los
habitantes de una casa deben asomarse por las ventanas. A quienes
viven en casas que dan a patios traseros se les asigna una ventana al
frente por la cual asomarse. Llaman a cada persona por su nombre y le
preguntan por su estado de salud. Quién miente se expone a la pena de
muerte. Se establece un sistema de registro total. El espacio se vuelve una
red anquilosada de células impermeables. Cada quien está atado a su
lugar. Cualquiera que se mueva pone en riesgo su vida.
En el siglo XVII Europa devino en una sociedad disciplinaria. El poder
biopolítico penetra hasta en los más mínimos detalles de la vida. Toda la
sociedad se transforma en un panóptico, es atravesada por la mirada
panóptica. El recuerdo de esas medidas disciplinarias se ha desvanecido
por completo en Europa. En realidad, eran medidas mucho más rigurosas
que las que toma China ante esta pandemia. Pero se podría decir que la
Europa de los siglos XVII y XVIII es la China actual. Entretanto, China ha
creado una sociedad disciplinaria digital con un sistema de crédito social
que permite una vigilancia biopolítica y un control sin fisuras de la
población. Ni un solo momento de la vida cotidiana escapa a la
observación. Se monitorea cada clic, cada compra, cada contacto,
cada actividad en las redes sociales. Se utilizan 200 millones de cámaras
de vigilancia con reconocimiento facial. Quien cruza un semáforo en
rojo, tiene contacto con personas opositoras al régimen o publica
comentarios críticos en las redes sociales vive en peligro. Quienes, en
cambio, compran comida sana o leen los periódicos oficialistas,
son recompensados con créditos baratos, seguros de salud o visas de
viaje. En China esta vigilancia total es posible porque no existe restricción
alguna al intercambio de datos entre los proveedores de internet y de
telefonía móvil y las autoridades. Así que el Estado sabe dónde estoy, con
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Lima – Perú, 2020.
quién me encuentro, qué estoy haciendo en este momento, qué ando
buscando, en qué pienso, qué compro, qué como. Es muy probable que
en el futuro el Estado también controle la temperatura corporal, el peso,
los niveles de azúcar en sangre, etc.
La vigilancia digital total de la población está demostrando ser por
demás eficaz contra el virus. Cualquiera que salga de la estación de
trenes de Beijing es capturado por una cámara que mide su temperatura
corporal. Si tiene temperatura alta, se informa por teléfono móvil a todas
las personas que iban en el mismo vagón. El sistema sabe quién, cuándo
y dónde iba sentado en el tren. Y las personas potencialmente infectadas
se detectan usando solo datos tecnológicos. Las redes sociales informan
sobre el uso de drones para vigilar la cuarentena. Si una persona
abandona clandestinamente su cuarentena, el dron vuela hacia ella y la
insta a volver a casa. Incluso puede que el dron imprima una multa en el
momento y la deje caer sobre su cabeza. Parece que se está
produciendo un cambio de paradigma en el control de la pandemia y
Occidente no termina de darse por enterado. El control de la pandemia
se está digitalizando. No sólo la combaten virólogos y epidemiólogos sino
también ingenieros informáticos y especialistas en big data.
En la lucha contra el virus, el individuo es vigilado individualmente. Una
aplicación le asigna a cada persona un código QR que indica con
colores su estado de salud. El color rojo indica una cuarentena de dos
semanas. Solo pueden moverse libremente quienes puedan mostrar un
código verde. No es solo China, otros países asiáticos también
implementan la vigilancia individual. Para detectar personas
potencialmente infectadas se cruzan los más diversos datos. El gobierno
de Corea del Sur está considerando incluso la posibilidad de obligar a las
personas que entran en cuarentena a llevar un brazalete digital que
permita controlarlas las 24 horas del día. Hasta ahora ese método de
vigilancia estaba reservado para quienes habían cometido delitos
sexuales. De modo que, frente a la pandemia, cada individuo es tratado
como un criminal en potencia.
El feudalismo digital
El modelo asiático para combatir el virus no es compatible con el
liberalismo occidental. La pandemia pone en evidencia la diferencia
cultural entre Asia y Europa. En Asia sigue imperando una sociedad
disciplinaria, un colectivismo con fuerte tendencia al disciplinamiento. Se
aplican sin más medidas disciplinarias radicales que encontrarían fuerte
rechazo por parte de los europeos. No se las percibe como restricción de
los derechos individuales sino como cumplimiento de deberes
colectivos. Países como China y Singapur tienen un régimen autocrático.
Hasta hace pocas décadas también en Corea del Sur y Taiwán
prevalecían condiciones autocráticas. Los regímenes autoritarios hacen
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de las personas sujetos disciplinarios, las educan para la obediencia. Y
Asia está marcada por el confucianismo, que dicta la obediencia
incondicional a la autoridad. Todas estas peculiaridades asiáticas
resultan ventajas sistémicas para contener la epidemia. ¿Será que la
sociedad disciplinaria asiática terminará imponiéndose a escala global a
la luz de la pandemia?
Ni siquiera es necesario remitirse a Asia para señalar el peligro que la
pandemia representa para el liberalismo occidental. La vigilancia
panóptica no es un fenómeno exclusivamente asiático. Ya estamos
viviendo en un panóptico digital global. Las redes sociales también se
parecen cada vez más a un panóptico que vigila y explota sin piedad a
los usuarios. Nos exponemos voluntariamente. No entregamos nuestros
datos por la fuerza sino por necesidad interior. Constantemente se nos
incita a compartir nuestras opiniones, preferencias y necesidades, a
comunicarnos y a contar nuestras vidas. Después, los datos son
analizados por plataformas digitales dedicadas al pronóstico y a la
manipulación de comportamientos, y explotados comercialmente sin
tregua ni cuartel.
Vivimos en un feudalismo digital. Los señores feudales digitales como
Facebook nos dan la tierra y dicen: ustedes la reciben gratis, ahora
árenla. ¡Y la aramos a lo loco! Al final, vienen los señores y se llevan la
cosecha. Así es como se explota y vigila la totalidad de la comunicación.
Es un sistema extremadamente eficiente. No existe la protesta porque
vivimos en un sistema que explota la libertad en sí misma.
El capitalismo en su conjunto se está transformando en un capitalismo de
vigilancia. Plataformas como Google, Facebook o Amazon nos vigilan y
manipulan, con el propósito de maximizar sus ganancias. Se registra y
analiza cada clic. Somos dirigidos como marionetas por hilos algorítmicos.
Pero nos sentimos libres. Asistimos a una dialéctica de la libertad, que la
vuelve servidumbre. ¿Esto todavía es liberalismo?
La pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿por qué toda esta vigilancia
digital, que está teniendo lugar de todas formas, debería detenerse ante
el virus? Es probable que la pandemia haga caer ese umbral de
inhibición que venía impidiendo que la vigilancia se extendiera
biopolíticamente al individuo. La pandemia nos lleva hacia un régimen
de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, también
nuestro cuerpo, nuestro estado de salud, se está convirtiendo en objeto
de vigilancia digital. La sociedad de la vigilancia digital está
experimentando una expansión biopolítica.
Según Naomi Klein, autora de No Logo, el shock es un momento oportuno
para instalar un nuevo sistema de dominación. El shock pandémico hará
que se imponga a nivel global una biopolítica digital que se apodere de
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Lima – Perú, 2020.
nuestro cuerpo con su sistema de control y vigilancia, una sociedad
disciplinaria biopolítica que vigile permanentemente hasta nuestro
estado de salud. Tampoco descartemos que vayamos a sentirnos libres
en ese régimen de vigilancia biopolítica. De hecho, vamos a pensar que
todas estas medidas de vigilancia son en pos de nuestra propia salud. La
dominación se completa en el momento en que coincide con la libertad.
En medio de la conmoción causada por la pandemia, ¿se verá
Occidente obligado a abandonar sus principios liberales? ¿Corremos el
riesgo de volvernos una sociedad de cuarentena biopolítica que restrinja
de manera permanente nuestra libertad? ¿Es China el futuro de Europa?
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“EL DATAÍSMO ES UNA FORMA PORNOGRÁFICA DE
CONOCIMIENTO QUE ANULA EL PENSAMIENTO”*
Entrevista a Byung – Chul Han
César Rendueles
El País: 16 / 05 / 2020
El filósofo alemán vivo más leído en todo el mundo es coreano. Byung-
Chul Han (Seúl, 1959), profesor en la Universidad de las Artes de Berlín, se
dio a conocer en todo el mundo hace 10 años con La sociedad del
cansancio. Desde entonces ha publicado más de una decena de
ensayos formalmente similares —muy breves y con una escritura clara y
directa— en los que desarrolla una peculiar crítica comunitarista de
distintos aspectos del capitalismo contemporáneo. Su último trabajo
es La desaparición de los rituales (Herder, 2020). Esta entrevista se hizo por
correo electrónico.
PREGUNTA. En su libro define los rituales como acciones simbólicas que
generan una comunidad sin necesidad de comunicación. En cambio,
según plantea, en las sociedades actuales abundaría más bien la
comunicación sin comunidad. ¿Cómo imagina esa “comunidad-sin-
comunicación” perdida? Los ejemplos que usted pone pertenecen al
pasado o a pequeños pueblos campesinos e insiste en que el causante
de esa destrucción comunitaria es el neoliberalismo. ¿Ha habido otras
épocas del capitalismo más abiertas a los rituales? ¿Es incompatible la
modernidad y la comunidad o la incompatibilidad se da exclusivamente
entre capitalismo y comunidad?
RESPUESTA. La desaparición de los rituales señala sobre todo que, en la
actualidad, la comunidad está desapareciendo. La hipercomunicación
consecuencia de la digitalización nos permite estar cada vez más
interconectados, pero la interconexión no trae consigo más vinculación
ni más cercanía. Las redes sociales también acaban con la dimensión
social al poner el ego en el centro. A pesar de la hipercomunicación
digital, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan. Hoy
*Fuente: https://elpais.com/cultura/2020/05/15/babelia/1589532672_574169.html
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en día se nos invita continuamente a comunicar nuestras opiniones,
necesidades, deseos o preferencias, incluso a que contemos nuestra
vida. Cada uno se produce y se representa a sí mismo. Todo el mundo
practica el culto, la adoración del yo. Por eso digo que los rituales
producen una comunidad sin comunicación. En cambio, hoy en día
prevalece la comunicación sin comunidad. Cada vez celebramos menos
fiestas comunitarias. Cada uno se celebra solo a sí mismo. Deberíamos
liberarnos de la idea de que el origen de todo placer es un deseo
satisfecho. Solo la sociedad de consumo se orienta a la satisfacción de
deseos. Las fiestas no tienen que ver con el deseo individual. En el juego
colectivo uno no procura satisfacer su propio deseo. Antes bien, se
entrega a la pasión por las reglas. No estoy diciendo que tengamos que
volver al pasado. Al contrario. Sostengo que tenemos que inventar
nuevas formas de acción y juego colectivo que se realicen más allá del
ego, el deseo y el consumo, y creen comunidad. Mi libro va encaminado
a la sociedad que viene. Hemos olvidado que la comunidad es fuente
de felicidad. La libertad también la definimos desde un punto de vista
individual. Freiheit, la palabra alemana para “libertad”, significa en origen
“estar con amigos”. “Libertad” y “amigo” tienen una etimología común.
La libertad es la manifestación de una relación plena. Por tanto, también
deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad.
P. Su descripción de nuestro mundo como crecientemente alejado de los
rituales se opone a quienes ven el capitalismo como una sociedad
hiperritualizada. Desde ese punto de vista, que usted critica, el consumo
tendría una fuerte dimensión ritual e incluso religiosa: los supermercados
o los estadios serían nuestros templos. ¿Por qué le parece incorrecto
interpretar las prácticas capitalistas o burocráticas como formas
secularizadas de rituales religiosos?
R. Rechazo la tesis de que el capitalismo es una religión. Los centros
comerciales son todo lo contrario de un templo. En los centros
comerciales, y en el capitalismo en general, domina una atención
particular. Todo gira en torno al ego. Según Malebranche, la atención es
la oración natural del alma. En los templos encontramos una forma
totalmente diferente de atención. Se presta atención a cosas que no se
pueden alcanzar con el ego. Los rituales me alejan de mi ego. El consumo
refuerza la obsesión con él. No soy creyente, pero me gusta asistir a las
celebraciones religiosas, católicas por supuesto. Cuando me dejo
embriagar por los cánticos, la música del órgano y el aroma del incienso
me olvido de mí mismo, de mi ego, y experimento una hermosa sensación
de comunidad. En mi libro cito un apunte de Peter Handke: “Con ayuda
de la misa, los curas aprenden a tratar bien las cosas: la manera delicada
de sostener el cáliz y las hostias, la limpieza sosegada de los vasos, la
manera como pasan las páginas del libro; y el resultado de ese hermoso
modo de tratar las cosas: una alegría que da alas al corazón”. Hoy en día
damos un uso muy diferente a las cosas. Las agotamos, las consumimos y
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las destruimos. En los rituales las tratamos de una manera totalmente
distinta, con cuidado, como si fuesen amigas. Las cosas ritualizadas
también pueden crear comunidad.
Los rituales poseen un factor de repetición, pero es una repetición
animada y vivificadora. No tiene nada que ver con la repetición
burocrática-automática. Hoy en día vamos constantemente a la caza de
nuevos estímulos, emociones y experiencias, y olvidamos el arte de la
repetición. Lo nuevo se trivializa rápidamente y se convierte en rutina. Es
una mercancía que se consume y vuelve a inflamar el deseo de algo
nuevo. Para escapar de la rutina, del vacío, consumimos aún más
estímulos nuevos, nuevas emociones y experiencias. La sensación de
vacío es precisamente la que activa la comunicación y el consumo. La
“vida intensa” que actúa como reclamo del neoliberalismo no es sino
consumo intenso. Existen formas de repetición que crean auténtica
intensidad. Me encanta Bach. He tocado más de 10.000 veces las arias
de las Variaciones Goldberg, y cada vez experimento una felicidad.
Personalmente, no necesito nada nuevo. Me encantan las repeticiones,
los rituales de la repetición.
P. Una tesis muy sugerente de su libro es que los rituales permiten que los
valores de una comunidad se asimilen corporalmente. Me parece una
idea cercana a aquello que decía Pascal: “Si no crees, arrodíllate, actúa
como si creyeras y la creencia llegará por sí sola”. Usted plantea que, en
cambio, vivimos en una sociedad de las pasiones marcada por el culto
narcisista a la autenticidad, donde lo único que cuenta es la sinceridad
de nuestras emociones.
R. Los rituales anclan la comunidad en el cuerpo. Sentimos físicamente la
comunidad. Precisamente en la crisis del coronavirus, en la que todo se
desarrolla por medios digitales, echamos mucho de menos la cercanía
física. Todos estamos más o menos conectados digitalmente, pero falta
la cercanía física, la comunidad palpable físicamente. El cuerpo que
entrenamos solos en el gimnasio no tiene esa dimensión de comunidad.
También en la sexualidad, en la que lo único que importa es el
rendimiento, el cuerpo es, en cierto modo, algo solitario. En los rituales, el
cuerpo es un escenario en el que se inscriben los secretos, las divinidades
y los sueños. El neoliberalismo produce una cultura de la autenticidad que
pone el ego en el centro. La cultura de la autenticidad va de la mano
con la desconfianza hacia las formas de interacción ritualizadas. Solo las
emociones espontáneas, es decir, los estados subjetivos, son auténticas.
El comportamiento formalizado se rechaza como falto de autenticidad o
como externo. Un ejemplo es la cortesía. En mi libro hago un alegato en
contra de la cultura de la autenticidad, que conduce al
embrutecimiento de la sociedad, y a favor de las formas bellas.
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P. ¿Cree que los partidarios de la nueva derecha radical podrían sentirse
identificados con su reivindicación de los rituales y la comunidad? ¿Qué
diferencia su propio comunitarismo del de la ultraderecha emergente?
R. La comunidad no se define necesariamente por la exclusión del otro.
También puede ser muy hospitalaria. La comunidad a la que se acoplan
las derechas está vacía de contenido. Por eso encuentra su sentido en la
negación del otro, del extranjero. Está dominada por el miedo y el
resentimiento.
P. En el prefacio dice muy explícitamente que este no es un libro
nostálgico, pero a menudo hace comparaciones con el pasado muy
desfavorables para nuestro presente. En el capítulo dedicado a la guerra,
por ejemplo, defiende los antiguos valores guerreros frente a la guerra
automatizada moderna, que sería una matanza sin reglas. ¿No está
idealizando la guerra antigua? Al fin y al cabo, a lo largo de la historia
encontramos una amplia serie de genocidios. La matanza indiscriminada
no es exactamente un invento capitalista.
R. Solo quería señalar que la cultura humana se está desritualizando cada
vez más, que la conversión de la producción y el rendimiento en valores
absolutos está acabando con los rituales. Por ejemplo, la pornografía
aniquila los rituales de seducción. En las órdenes de caballería europeas
el objetivo principal no era matar al adversario. El honor y el valor también
eran importantes. En la guerra con drones, en cambio, lo fundamental es
matar al enemigo, que es tratado como un criminal. Después de la misión,
a los pilotos de los drones se les hace entrega solemne de una “tarjeta de
puntuación” que certifica cuántas personas han matado. También
cuando se trata de matar, lo que más cuenta es el rendimiento. En mi
opinión, esto es perverso y obsceno. No pretendía decir que las guerras
del pasado fuesen mejores que las actuales. Por el contrario, lo que
quería señalar es que hoy en día todo se ha convertido en una cuestión
de rendimiento y producción. No solo en la guerra, sino también en el
amor y la sexualidad.
P. En su ensayo relaciona el auge del big data con un giro en nuestra
concepción del conocimiento, que cada vez más entendemos como
algo producido maquinalmente. Llega a hablar de un “giro dataísta”
análogo al “giro antropológico” de la Ilustración. ¿Es el dataísmo la
conclusión de un camino irreversible que ya estaba anticipado en los
orígenes de la modernidad?
R. El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el
pensamiento. No existe un pensamiento basado en los datos. Lo único
que se basa en los datos es el cálculo. El pensamiento es erótico.
Heidegger lo compara con el eros. El batir de alas del dios Eros lo
acariciaba cada vez que daba un paso significativo en el pensamiento
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y se atrevía a aventurarse en un terreno inexplorado. La transparencia
también es pornográfica. Peter Handke dice en una de sus anotaciones:
“¿Quién dice que el mundo ya está descubierto?”. El mundo es más
profundo de lo que pensamos.
P. La pandemia de la covid-19 está teniendo un impacto enorme no sólo
en términos sanitarios o económicos, sino también en nuestra subjetividad
compartida. En apenas unos días, la noción de “biopolítica” se ha vuelto
muy intuitiva. ¿En qué medida cree que la comunicación-sin-comunidad
que usted diagnostica en nuestras sociedades está afectando a la
manera en que estamos viviendo la epidemia?
R. La crisis del coronavirus ha acabado totalmente con los rituales. Ni
siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye
cualquier proximidad física. La pandemia ha dado lugar a una sociedad
de la cuarentena en la que se pierde toda experiencia comunitaria.
Como estamos interconectados digitalmente, seguimos
comunicándonos, pero sin ninguna experiencia comunitaria que nos
haga felices. El virus aísla a las personas. Agrava la soledad y el
aislamiento que, de todos modos, dominan nuestra sociedad. Los
coreanos llaman corona blues a la depresión consecuencia de la
pandemia. El virus consuma la desaparición de los rituales. No me cuesta
imaginar que, después de la pandemia, los redescubramos.
P. ¿Cree que la pandemia constituye un hito histórico similar a la crisis de
2008, que se traducirá en transformaciones políticas de calado? ¿Qué
tipo de cambios sociales cree que vamos a experimentar a raíz del
coronavirus?
R. A consecuencia de la pandemia nos dirigimos a un régimen de
vigilancia biopolítica. El virus ha dejado al descubierto un punto muy
vulnerable del capitalismo. A lo mejor se impone la idea de que la
biopolítica digital, que convierte al individuo y a su cuerpo en objeto de
vigilancia, basta para hacer al capitalismo invulnerable al virus. Sin
embargo, el régimen de vigilancia biopolítico significa el fin del
liberalismo. En ese caso, el liberalismo no habrá sido más que un breve
episodio. Pero yo no creo que la vigilancia biopolítica vaya a derrotar al
virus. El patógeno será más fuerte. Según el paleontólogo Andrew Knoll,
el ser humano es solamente la guinda de la evolución. El verdadero pastel
se compone de bacterias y virus que amenazan con atravesar cualquier
superficie frágil, e incluso reconquistarla, en cualquier momento. La
pandemia es la consecuencia de la intervención brutal del ser humano
en un delicado ecosistema. Los efectos del cambio climático serán más
devastadores que la pandemia. La violencia que el ser humano ejerce
contra la naturaleza se está volviendo contra él con más fuerza. En eso
consiste la dialéctica del Antropoceno: en la llamada Era del Ser
Humano, el ser humano está más amenazado que nunca.
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«EL VIRUS ES UN ESPEJO, MUESTRA EN QUE SOCIEDAD
VIVIMOS»*
Entrevista a Byung – Chul Han
Carmen Sigüenza y Esther Rebollo
EFE: 16 / 05 / 2020
“La histeria por la supervivencia hará que la sociedad sea más inhumana”
(…), “sobrevivir se convertirá en algo absoluto”, vaticina el filósofo
coreano Byung-Chul Han.
Nacido en Seúl en 1959, Han estudió Filosofía, Literatura y Teología en
Alemania, donde reside, y ahora es una de las mentes más innovadoras
en la crítica de la sociedad actual.
Según describe en esta entrevista con Efe, nuestra vida está impregnada
de hipertransparencia e hiperconsumismo, de un exceso de información
y de una positividad que conduce de forma inevitable a la sociedad del
cansancio. El pensador coreano, global y viral en su fondo y forma,
expresa su preocupación por que el coronavirus imponga regímenes de
vigilancia y cuarentenas biopolíticas, pérdida de libertad, fin del buen
vivir o una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo
colectivo.
“La muerte no es democrática”, advierte este pensador. La covid-19 ha
dejado latentes las diferencias sociales, así como que “el principio de la
globalización es maximizar las ganancias” y que “el capital es enemigo
del ser humano”. A su juicio, “eso ha costado muchas vidas en Europa y
en Estados Unidos” en plena pandemia.
Byung-Chul Han, que publicará en las próximas semanas en español su
último libro, La desaparición de los rituales (Herder), está convencido de
que la pandemia “hará que el poder mundial se desplace hacia Asia”
*Fuente: http://elgritodelsur.com.ar/2020/04/dario-sztajnszrajber-coronavirus-pandemia-
otro.html?fbclid=IwAR0IRjYlPHz9HWIe0EwNa_mukpywrMcY3FMfoOHC44e-
8wTNJa_hamdoeGc
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frente a lo que se ha llamado históricamente el Occidente. Para él,
comienza una nueva era.
¿La covid-19 ha democratizado la vulnerabilidad humana? ¿Ahora
somos más frágiles?
Está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son
democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es
democrática. La covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte
nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve
los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad.
Piense, por ejemplo, en Estados Unidos. Por la covid-19 están muriendo
sobre todo afroamericanos. La situación es similar en Francia. Como
consecuencia del confinamiento, los trenes suburbanos que conectan
París con los suburbios están abarrotados. Con la covid-19 enferman y
mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas
periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no
se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los
que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su
parte, se mudan a sus casas en el campo. La pandemia no es solo un
problema médico, sino social. Una razón por la que no han muerto tantas
personas en Alemania es porque no hay problemas sociales tan graves
como en otros países europeos y en Estados Unidos. Además, el sistema
sanitario es mucho mejor en Alemania que en Estados Unidos, Francia,
Inglaterra o Italia. Aun así, en Alemania, la covid-19 resalta las diferencias
sociales. También mueren antes aquellos socialmente débiles. En los
autobuses y metros abarrotados viajan las personas con menos recursos
que no se pueden permitir un vehículo propio. La covid-19 muestra que
vivimos en una sociedad de dos clases.
¿Vamos a caer más fácilmente en manos de autoritarismos y populismos,
somos más manipulables?
El segundo problema es que la covid-19 no sustenta la democracia.
Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis,
las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se
beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo
convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia.
Libertad versus seguridad. ¿Cuál va a ser el precio que vamos a pagar
por el control de la pandemia?
Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia
biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo,
nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. De
acuerdo con Naomi Klein, el shock es un momento favorable para la
instalación de un nuevo sistema de reglas. El choque pandémico hará
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que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control
y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo; dará lugar a una
sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará
constantemente nuestro estado de salud. Occidente se verá obligado a
abandonar sus principios liberales; y luego está la amenaza de una
sociedad en cuarentena biopolítica en Occidente en la que quedaría
limitada permanentemente nuestra libertad.
¿Qué consecuencias van a tener el miedo y la incertidumbre en la vida
de las personas?
El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una
sociedad de supervivencia que se basa, en última instancia, en el miedo
a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si
estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas
vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la
supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también
se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud. El rigor de la
prohibición de fumar es un ejemplo de la histeria de la supervivencia.
Cuanto la vida sea más una supervivencia, más miedo se tendrá a la
muerte. La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos
suprimido y subcontratado cuidadosamente. Y la presencia de la muerte
en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La
histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea más inhumana. A
quien tenemos al lado es un potencial portador del virus, y hay que
mantenerse a distancia. Los mayores mueren solos en los asilos porque
nadie puede visitarlos debido al riesgo de infección. Por sobrevivir,
sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir,
la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la
pandemia, además, se acepta sin cuestionamiento la limitación de los
derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos. La
virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, y
ante el virus la creencia se convierte en una farsa. Ahora, el pánico ante
el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania
por covid-19 es de 80 u 81 años, y la esperanza media de vida es de 80,5
años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que
algo anda mal en nuestra sociedad.
¿En la era poscoronavirus, nuestra sociedad será más respetuosa con la
naturaleza, más justa; o nos hará más egoístas e individualistas?
En el cuento Simbad el marino, durante un viaje Simbad y su compañero
llegan a una pequeña isla que parece un jardín paradisíaco, se dan un
festín y disfrutan caminando. Encienden un fuego y celebran. Y de
repente la isla se tambalea, los árboles se caen. La isla era en realidad el
lomo de un pez gigante que había estado inmóvil durante tanto tiempo
que se había acumulado arena encima y habían crecido árboles sobre
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él. El calor del fuego en su lomo es lo que saca al pez gigante de su sueño.
Se zambulle en las profundidades, y Simbad es arrojado al mar. Este
cuento es una parábola, enseña que el hombre tiene una ceguera
fundamental, ni siquiera es capaz de reconocer sobre qué está de pie,
así contribuye a su propia caída. A la luz de su impulso destructivo, el
escritor alemán Arthur Schnitzler compara a la humanidad con una
enfermedad. Nos comportamos con la Tierra como bacterias o virus que
se multiplican sin piedad y finalmente destruyen a quien los hospeda.
Crecimiento y destrucción se unen. Schnitz-ler cree que los humanos son
solo capaces de reconocer rangos inferiores. Frente a rangos superiores
somos tan ciegos como las bacterias. La historia de la humanidad es una
lucha eterna contra lo divino, que resulta destruido necesariamente por
lo humano.
La pandemia es el resultado de la crueldad humana. Intervenimos sin
piedad en el ecosistema sensible. El paleontólogo Andrew Knoll nos
enseña que el hombre es solo la guinda del pastel de la evolución. El
pastel real está formado por bacterias y virus, que siempre están
amenazando con romper esa superficie frágil y amenazan así con
reconquistarlo. Simbad el marino es la metáfora de la ignorancia
humana. El hombre cree que está a salvo, mientras que en cuestión de
tiempo sucumbe al abismo por acción de las fuerzas elementales. La
violencia que el hombre practica contra la naturaleza se la devuelve esta
con mayor fuerza. Esta es la dialéctica del Antropoceno. En esta era, el
hombre está más amenazado que nunca.
¿La covid-19 es una herida a la globalización?
El principio de la globalización es maximizar las ganancias. Por eso, la
producción de dispositivos médicos como máscaras protectoras o
medicamentos se ha trasladado a Asia, y eso ha costado muchas vidas
en Europa y en Estados Unidos. El capital es enemigo del ser humano, no
podemos dejar todo al capital. Ya no producimos para las personas, sino
para el capital. Ya dijo Marx que el capital reduce al hombre a su órgano
sexual. Así mismo, la libertad individual, que hoy adquiere una
importancia excesiva, no es más, en último término, que un exceso del
mismo capital. Nos explotamos a nosotros mismos en la creencia de que
así nos realizamos, pero en realidad somos unos siervos. Kafka ya apuntó
la lógica de la autoexplotación: el animal arranca el látigo al Señor y se
azota a sí mismo para convertirse en el amo. En esta situación tan
absurda están las personas en el régimen neoliberal. El ser humano tiene
que recuperar su libertad.
¿El coronavirus va a cambiar el orden mundial? ¿Quién va a ganar la
batalla por el control y la hegemonía del poder global?
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La covid-19 probablemente no sea un buen presagio para Europa y
Estados Unidos. El virus es una prueba para el sistema. Los países asiáticos,
que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el
control de la pandemia, especialmente en el aspecto de la vigilancia
digital y biopolítica, inimaginables para Occidente. Europa y Estados
Unidos están tropezando. Ante la pandemia, están perdiendo su brillo.
Zizek ha afirmado que el virus derribará el régimen de China. Zizek está
equivocado. Eso no va a pasar. El virus no detiene el avance de China.
China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de
éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo
la superioridad de su sistema. La covid-19 hará que el poder mundial se
desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de
era.
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UN CLARO ELEMENTO DE HISTERIA RACISTA EN EL NUEVO
CORONAVIRUS*
Slavoj Žižek
Rusia Today: 03 / 02 / 2020
A algunos de nosotros, incluyéndome a mí, nos encantaría estar en
secreto en el Wuhan de China en este momento, experimentando un set
de película postapocalíptico de la vida real. Las calles vacías de la
ciudad proporcionan la imagen de un mundo no consumista a gusto
consigo mismo.
El coronavirus está en todas las noticias, y no pretendo ser un médico
especialista, pero hay una pregunta que me gustaría plantear: ¿dónde
terminan los hechos y dónde comienza la ideología?
El primer enigma obvio: hay epidemias mucho peores, así que ¿por qué
hay tanta obsesión con esta cuando miles mueren diariamente por otras
enfermedades infecciosas?
Por supuesto, un caso extremo fue la pandemia de gripe de 1918-1920,
conocida como gripe española, cuando se estima que el número de
muertos fue de al menos 50 millones. Alrededor de este tiempo, la
influenza ha infectado a 15 millones de estadounidenses: al menos
140,000 personas han sido hospitalizadas y más de 8,200 personas fueron
asesinadas solo esta temporada.
Parece que la paranoia racista está obvia aquí, recuerda todas las
fantasías sobre las mujeres chinas en Wuhan desollando serpientes vivas
y sorbiendo sopa de murciélago. Mientras que, en realidad, una gran
ciudad china es probablemente uno de los lugares más seguros del
mundo.
Pero hay una paradoja más profunda en el trabajo: cuanto más
conectado esté nuestro mundo, más desastre local puede
desencadenar el miedo global y eventualmente una catástrofe.
*Fuente: https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-
gobierno-la-libertad-individual/#zizek2
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Lima – Perú, 2020.
En la primavera de 2010, una nube de una erupción volcánica menor en
Islandia detuvo el tráfico aéreo en la mayor parte de Europa, un
recordatorio de cómo, independientemente de su capacidad para
transformar la naturaleza, la humanidad sigue siendo solo otra especie
viva en el planeta Tierra.
El catastrófico impacto socioeconómico de un evento tan pequeño se
debe a nuestro desarrollo tecnológico (viajes aéreos). Hace un siglo, tal
erupción habría pasado desapercibida.
El desarrollo tecnológico nos hace más independientes de la naturaleza
y, al mismo tiempo, a un nivel diferente, más dependientes de los
caprichos de la naturaleza. Y lo mismo ocurre con la propagación del
coronavirus: si sucediera antes de las reformas de Deng Xiaoping,
probablemente ni siquiera habríamos escuchado al respecto.
Entonces, ¿cómo vamos a combatir el virus cuando simplemente se
multiplica como una extraña forma invisible de vida parasitaria y su
mecanismo preciso sigue siendo básicamente desconocido? Es esta falta
de conocimiento la que causa el pánico. ¿Qué pasa si el virus muta de
forma impredecible y desencadena una verdadera catástrofe global?
Esta es mi paranoia privada: ¿es la razón por la cual las autoridades
muestran pánico porque saben (o sospechan, al menos) algo sobre
posibles mutaciones que no quieren hacer públicas para evitar la
confusión y los disturbios públicos? Porque los efectos reales, hasta ahora,
han sido relativamente modestos. Una cosa es segura: el aislamiento y
otras cuarentenas no harán el trabajo.
Se necesita una solidaridad incondicional total y una respuesta
coordinada globalmente, una nueva forma de lo que una vez se llamó
comunismo. Si no orientamos nuestros esfuerzos en esta dirección,
entonces Wuhan hoy es quizás la imagen de la ciudad de nuestro futuro.
Muchas distopías ya imaginaban un destino similar. Principalmente nos
quedamos en casa, trabajamos en nuestras computadoras, nos
comunicamos a través de videoconferencias, hacemos ejercicio en una
máquina en la esquina de nuestra oficina en casa, ocasionalmente nos
masturbamos frente a una pantalla que muestra sexo duro y obtenemos
comida en el parto.
Vacaciones en Wuhan
Sin embargo, hay una perspectiva emancipadora inesperada oculta en
esta visión de pesadilla. Debo admitir que, durante los últimos días, me he
encontrado soñando con visitar a Wuhan.
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Haga calles medio abandonadas en una megalópolis: ¿los centros
urbanos generalmente bulliciosos que parecen un pueblo fantasma,
tiendas con puertas abiertas y sin clientes, solo un caminante solitario o
un automóvil aquí y allá, personas con máscaras blancas, no
proporcionan la imagen de un no -consumo del mundo a gusto consigo
mismo?
La belleza melancólica de las avenidas vacías de Shanghái o Hong Kong
me recuerdan algunas viejas películas postapocalípticas como ‘On the
Beach’, que muestran una ciudad con la mayoría de la población
aniquilada, sin una gran destrucción espectacular, solo el mundo allá
afuera. Ya no está listo, a la espera de nosotros, mirándonos y por
nosotros.
Incluso las máscaras blancas que usan las pocas personas que caminan
proporcionan un anonimato y una liberación de la presión social para el
reconocimiento.
Muchos de nosotros recordamos la famosa conclusión del manifiesto
situacionista de los estudiantes de 1966: “Vivre sans temps mort, jouir sans
entraves”: vivir sin tiempo muerto, disfrutar sin obstáculos.
Si Freud y Lacan nos enseñaron algo, es que esta fórmula, el caso
supremo de una orden judicial de superego, ya que, como Lacan
demostró acertadamente, el superyó es, en su forma más básica, una
orden positiva para disfrutar, no un acto negativo de prohibir algo, es una
receta para el desastre. La necesidad de llenar cada momento del
tiempo asignado a nosotros con un compromiso intenso inevitablemente
termina en una monotonía sofocante.
El tiempo muerto (momentos de retirada, de lo que los antiguos místicos
llamaron Gelassenheit, liberación) son cruciales para la revitalización de
nuestra experiencia de vida. Y, tal vez, uno puede esperar que una
consecuencia no intencional de las cuarentenas de coronavirus en las
ciudades chinas sea que al menos algunas personas usen su tiempo
muerto para liberarse de la actividad agitada y piensen en el sentido (no)
de su situación.
Soy plenamente consciente del peligro que estoy cortejando al hacer
públicos estos pensamientos míos: ¿no estoy participando en una nueva
versión de atribuir al sufrimiento de las víctimas una visión auténtica más
profunda de mi posición externa segura y así legitimar cínicamente su
sufrimiento?
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Matices racistas
Cuando un ciudadano enmascarado de Wuhan camina en busca de
medicamentos o alimentos, definitivamente no hay pensamientos anti-
consumistas en su mente, solo pánico, ira y miedo. Mi súplica es solo que
incluso los eventos horribles pueden tener consecuencias positivas
impredecibles.
Carlo Ginzburg propuso la idea de que estar avergonzado del país de
uno, no amarlo, puede ser la verdadera marca de pertenecer a él.
Tal vez algunos israelíes reunirán el coraje para sentir vergüenza a
propósito de la política de Netanyahu y Trump hecha en su nombre, no,
por supuesto, en el sentido de vergüenza de ser judío. Por el contrario,
sentir vergüenza por lo que las acciones en Cisjordania le están haciendo
al legado más precioso del judaísmo.
Quizás algunos británicos también deberían ser lo suficientemente
honestos como para sentir vergüenza por el sueño ideológico que les
trajo el Brexit. Pero para la gente de Wuhan, no es el momento de sentirse
avergonzado y estigmatizado, sino el momento de reunir coraje y persistir
pacientemente en su lucha.
Si hubo personas en China que intentaron minimizar las epidemias,
deberían estar avergonzados al igual que aquellos funcionarios soviéticos
alrededor de Chernobyl que afirmaron públicamente que no había
peligro al evacuar inmediatamente a sus propias familias. O como
deberían hacerlo aquellos altos gerentes que niegan públicamente el
calentamiento global pero que ya están comprando casas en Nueva
Zelanda o construyendo búnkeres de supervivencia en las Montañas
Rocosas.
Tal vez la indignación pública contra este supuesto doble
comportamiento (que ya está obligando a las autoridades a prometer
transparencia) dará lugar a otro desarrollo político positivo no deseado
en China.
Pero aquellos que deberían estar realmente avergonzados, todos
nosotros en todo el mundo estamos pensando en cómo poner en
cuarentena a los chinos.
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Lima – Perú, 2020.
CORONAVIRUS: EL GOLPE AL CAPITALISMO (A LO KILL BILL) QUE
PUEDE CONDUCIR A LA REINVENCIÓN DEL COMUNISMO*
Slavoj Žižek
Red Digital: 18 / 03 / 2020
La propagación de la epidemia de coronavirus también ha
desencadenado grandes epidemias de virus ideológicos que estaban
latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías de conspiración
paranoicas, explosiones de racismo.
La necesidad médica fundamentada de cuarentenas encontró un eco
en la presión ideológica para establecer fronteras claras y poner en
cuarentena a los enemigos que representan una amenaza para nuestra
identidad.
Pero quizás otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propagará
y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa,
una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza
a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global.
A menudo se escucha la especulación de que el coronavirus puede
conducir a la caída del gobierno comunista en China, de la misma
manera que, como el mismo Gorbachov admitió, la catástrofe de
Chernobyl fue el evento que desencadenó el fin del comunismo
soviético.
Pero aquí hay una paradoja: el coronavirus también nos obligará a
reinventar el comunismo basado en la confianza en las personas y en la
ciencia.
*Fuente: Traducción de Red Digital, disponible en:
https://reddigital.cl/2020/03/18/coronavirus-golpe-al-capitalismo-puede-conducir-la-
reinvencion-del-comunismo/ (Se ha modificado ligeramente el título del artículo,
incluyendo entre paréntesis la expresión “a lo Kill Bill”, atendiendo a otras traducciones
que se han hecho del texto).
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Lima – Perú, 2020.
En la escena final de «Kill Bill 2» de Quentin Tarantino, Beatrix derrota al
malvado Bill con la «Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco
puntos», el golpe más mortal en todas las artes marciales. El movimiento
consiste en una combinación de cinco golpes con la punta de los dedos
a cinco puntos de presión diferentes en el cuerpo del objetivo. Después
de que el objetivo se aleja y ha dado cinco pasos, su corazón explota, y
cae al suelo.
Este ataque es parte de la mitología de las artes marciales y no es posible
en un combate cuerpo a cuerpo real. Pero, volviendo a la película,
después de que Beatrix lo hace, Bill tranquilamente hace las paces con
ella, da cinco pasos y muere …
Lo que hace que este ataque sea tan fascinante es el tiempo que media
entre el golpe y el momento de la muerte: puedo tener una conversación
agradable mientras me siento tranquilo, pero soy consciente de todo este
tiempo que en el momento en que empiece a caminar, mi corazón
explotará. y caeré muerto
¿La idea de quienes especulan sobre cómo la epidemia de coronavirus
podría conducir a la caída del gobierno comunista en China no es
similar?
Al igual que una especie de «Técnica del Corazón Explotante de la Palma
de Cinco Puntos» en el régimen comunista del país, las autoridades
pueden sentarse, observar y pasar por los movimientos de cuarentena,
pero cualquier cambio real en el orden social, como confiar en la gente,
resultará en su caída
Mi modesta opinión es mucho más radical: la epidemia de coronavirus es
una especie de ataque de la «Técnica del corazón explosivo de la palma
de cinco puntos» contra el sistema capitalista global, una señal de que
no podemos seguir el camino hasta ahora, de que es necesario un
cambio radical.
Triste hecho: necesitamos una catástrofe
Hace años, Fredric Jameson llamó la atención sobre el potencial utópico
en las películas sobre una catástrofe cósmica, como un asteroide que
amenaza la vida en la Tierra o un virus que mata a la humanidad.
Tal amenaza global da lugar a la solidaridad global, nuestras pequeñas
diferencias se vuelven insignificantes, todos trabajamos juntos para
encontrar una solución, y aquí estamos hoy, en la vida real.
El punto no es disfrutar sádicamente el sufrimiento generalizado en la
medida en que ayuda a nuestra causa; por el contrario, debemos
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reflexionar sobre el triste hecho de que necesitamos una catástrofe para
poder repensar las características básicas de la sociedad en que vivimos.
El primer modelo vago de una coordinación global de este tipo es la
Organización Mundial de la Salud, de la cual no obtenemos el galimatías
burocrático habitual, sino advertencias precisas proclamadas sin pánico.
Dichas organizaciones deberían tener más poder ejecutivo.
Los escépticos se burlan de Bernie Sanders por su defensa de la atención
médica universal en los EE. UU. ¿No es la lección de la epidemia de
coronavirus de que se necesita aún más, y que debemos comenzar a
crear algún tipo de red global de atención médica?
Un día después de que el Viceministro de Salud de Irán, Iraj Harirchi,
apareciera en una conferencia de prensa para minimizar la propagación
del coronavirus y afirmar que las cuarentenas masivas no son necesarias,
hizo una breve declaración admitiendo que ha contraído el coronavirus
y se aisló.
Ya durante su primera aparición en televisión, había mostrado signos de
fiebre y debilidad. Harirchi agregó:
«Este virus es democrático, y no distingue entre pobres y ricos o entre
estadista y ciudadano común».
En esto, tenía razón: todos estamos en el mismo bote. Es difícil pasar por
alto la suprema ironía del hecho de que lo que nos une y nos empuja a
la solidaridad global se expresa a nivel de la vida cotidiana en órdenes
estrictas para evitar contactos cercanos con los demás, incluso para
aislarse.
Y no estamos lidiando solo con amenazas virales: otras catástrofes se
avecinan en el horizonte o ya están ocurriendo: sequías, olas de calor,
tormentas masivas, etc.
En todos estos eventos, la respuesta no es el pánico, sino un trabajo duro
y urgente para establecer algún tipo de eficiente coordinación global.
¿Solo estamreos seguros en la realidad virtual?
La primera ilusión a disipar es la formulada por el presidente de los Estados
Unidos, Donald Trump, durante su reciente visita a la India, donde dijo que
la epidemia se reduciría rápidamente y que solo tenemos que esperar el
pico y luego la vida volverá a la normalidad.
Contra estas esperanzas demasiado fáciles, lo primero que hay que
aceptar es que la amenaza llegó para quedarse. Incluso si esta ola
retrocede, reaparecerá en nuevas formas, quizás incluso más peligrosas.
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Por esta razón, podemos esperar que las epidemias virales afecten
nuestras interacciones más elementales con otras personas y objetos que
nos rodean, incluidos nuestros propios cuerpos: evitar tocar cosas que
puedan estar invisiblemente sucias, no tocar los ganchos, no sentarse en
asientos de inodoros o bancos públicos, evitar abrazar a las personas o
estrechar sus manos. Incluso podríamos ser más cuidadosos con los gestos
espontáneos: no te toques la nariz ni te frotes los ojos.
Por lo tanto, no solo el Estado y otras agencias nos controlarán, también
debemos aprender a controlarnos y disciplinarnos. Tal vez solo la realidad
virtual se considere segura, y moverse libremente en un espacio abierto
estará restringido a las islas propiedad de los ultra ricos.
Pero incluso aquí, a nivel de realidad virtual e internet, debemos recordar
que, en las últimas décadas, los términos «virus» y «viral» se utilizaron
principalmente para designar virus digitales que estaban infectando
nuestro espacio web y de los cuales no nos dimos cuenta, al menos hasta
que se desató su poder destructivo; por ejemplo, de destruir nuestros
datos o nuestro disco duro.
Lo que vemos ahora es un retorno masivo al significado literal original del
término: las infecciones virales funcionan de la mano en ambas
dimensiones, real y virtual.
Regreso del animismo capitalista
Otro fenómeno extraño que podemos observar es el retorno triunfal del
animismo capitalista, de tratar a los fenómenos sociales como los
mercados o el capital financiero, como entidades vivientes. Si uno lee
nuestros grandes medios, la impresión es que lo que realmente debería
preocuparnos no son las miles de personas que ya murieron, y las miles
más que morirán, sino del hecho que «los mercados se están poniendo
nerviosos».
El coronavirus perturba cada vez más el buen funcionamiento del
mercado mundial y, como escuchamos, el crecimiento puede caer en
un dos o tres por ciento.
¿Todo esto no indica claramente la necesidad urgente de una
reorganización de la economía global que ya no estará a merced de los
mecanismos del mercado?
No estamos hablando aquí sobre el comunismo a la antigua usanza, por
supuesto, sino sobre algún tipo de organización global que pueda
controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los
estados nacionales cuando sea necesario.
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Lima – Perú, 2020.
Los países pudieron hacerlo en el contexto de la guerra en el pasado, y
nos estamos acercando efectivamente a un estado de guerra médica.
Además, tampoco debemos tener miedo de notar algunos efectos
secundarios potencialmente beneficiosos de la epidemia. Uno de los
símbolos de la epidemia son los pasajeros atrapados -en cuarentena- en
grandes cruceros; adiós a la obscenidad de dichos viajes, me siento
tentado a decir. s. (Solo tenemos que tener cuidado de que viajar a islas
solitarias u otros centros turísticos exclusivos no se convierta nuevamente
en el privilegio de unos pocos ricos, como lo fue hace décadas con el
vuelo.
La producción de automóviles también se ve seriamente afectada por el
coronavirus, lo que no es demasiado malo, ya que esto puede obligarnos
a pensar en alternativas a nuestra obsesión con los vehículos individuales.
La lista continua.
En un discurso reciente, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, dijo:
“No hay tal cosa como un liberal. Un liberal no es más que un comunista
con un diploma”.
¿Qué pasa si lo contrario es cierto? ¿Si designamos como «liberales» a
todos aquellos que se preocupan por nuestras libertades, y como
«comunistas» a aquellos que son conscientes de que solo podemos salvar
estas libertades con cambios radicales ya que el capitalismo global se
acerca a una crisis?
Entonces deberíamos decir que, hoy, aquellos que aún se reconocen a sí
mismos como comunistas son liberales con un diploma, liberales que
estudiaron seriamente por qué nuestros valores liberales están bajo
amenaza y se dieron cuenta de que solo un cambio radical puede
salvarnos.
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Lima – Perú, 2020.
¡CÁLMATE Y ENTRA EN PÁNICO!*
Slavoj Žižek
Dialektica: 25 / 03 / 2020
Nuestros medios repiten sin cesar la fórmula “¡No entre en pánico!” (¡No
panic!) y luego obtenemos toda la información que no puede sino
desencadenarlo. La situación se parece a una que recuerdo de mi
juventud en un país comunista cuando los funcionarios del gobierno
regularmente aseguraban al público que no había razón para entrar en
pánico. Todos tomamos tales garantías como una clara señal de que
ellos mismos estaban en pánico.
El pánico tiene una lógica propia. El hecho de que, en el Reino Unido,
debido al pánico provocado por el coronavirus, incluso los rollos de papel
higiénico desaparecieron de las tiendas, me recuerda un extraño
incidente de mi juventud con papel higiénico en la Yugoslavia socialista.
De repente, comenzó a circular el rumor de que no había suficiente
papel higiénico disponible. Las autoridades inmediatamente aseguraron
que había suficiente papel higiénico para el consumo normal y,
sorprendentemente, esto no solo era cierto, sino que la mayoría de las
personas incluso creían que era cierto. Sin embargo, un consumidor
promedio razonó de la siguiente manera: “Sé que hay suficiente papel
higiénico y el rumor es falso, pero ¿qué pasa si algunas personas toman
en serio este rumor y, en estado de pánico, comienzan a comprar
reservas excesivas de papel higiénico causando una escasez real?
Entonces lo mejor es que compre mis reservas”. Ni siquiera es necesario
creer que otros toman en serio el rumor, es suficiente presuponer que otros
creen que hay personas que toman en serio el rumor, el efecto es el
mismo, esto es, la verdadera falta de papel higiénico en las tiendas. ¿Algo
similar no está sucediendo en el Reino Unido y California hoy?
La extraña contraparte de este tipo de miedo excesivo es la ausencia de
pánico cuando hubiera estado justificado por completo. En los últimos
*Fuente: Žižek, Slavoj. (2020). Pandemic! Covid-19 Shakes the World. OR Books. 120
páginas. Fragmento disponible en la siguiente dirección electrónica:
https://dialektika.org/2020/03/25/pandemic-covid-shakes-world-nuevo-libro-slavoj-
zizek/
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años, después de las epidemias de SARS y Ébola, nos dijeron una y otra
vez que una nueva epidemia mucho más fuerte era solo cuestión de
tiempo, que la pregunta no era SI sino CUANDO. Aunque estábamos
convencidos de la verdad de estas terribles predicciones, de alguna
manera no las tomamos en serio y nos resistimos a actuar y participar en
preparativos serios. El único lugar donde tratamos con ellas fue en
películas apocalípticas como Contagio.
Lo que este contraste nos dice es que el pánico no es una forma
adecuada de enfrentar una amenaza real. Cuando reaccionamos con
pánico, no tomamos la amenaza en serio, por el contrario, la
trivializamos. Solo piense cuán ridícula es la idea de que tener suficiente
papel higiénico sería importante en medio de una epidemia
mortal. Entonces, ¿cuál sería una reacción apropiada a la epidemia de
coronavirus? ¿Qué debemos aprender y qué debemos hacer para
enfrentarla seriamente?
Cuando sugerí que las epidemias de coronavirus podrían dar un nuevo
impulso de vida al comunismo, mi reclamo fue, como era de esperar,
ridiculizado. Aunque parece que el enfoque enérgico de la crisis por
parte del estado chino ha funcionado, o al menos funcionó mucho mejor
de lo que está ocurriendo ahora en Italia, la vieja lógica autoritaria de los
comunistas en el poder también demostró claramente sus limitaciones.
Un ejemplo fue el temor de llevar malas noticias a los que estaban en el
poder (y al público). Esta fue la razón por la cual los que informaron por
primera vez sobre el nuevo virus fueron arrestados, y hay informes de que
está ocurriendo un fenómeno similar ahora que la epidemia está
disminuyendo.
“La presión para que China vuelva a trabajar después de la interrupción
del coronavirus está resucitando una vieja tentación: adulterar datos
para mostrar a los altos funcionarios lo que quieren ver. Este fenómeno se
está dando en la provincia de Zhejiang, un centro industrial en la costa
este, con el uso de la electricidad. Al menos tres ciudades han dado
objetivos a las fábricas locales de alcanzar el consumo de energía
porque están utilizando los datos para mostrar que se está dando un
resurgimiento en la producción, según personas familiarizadas con el
asunto. Eso ha llevado a algunas empresas a operar la maquinaria incluso
cuando sus plantas permanecen vacías, dijeron algunos”. (1)
También podemos adivinar lo que seguirá cuando quienes estén en el
poder se den cuenta de esta trampa: los gerentes locales serán acusados
de sabotaje y severamente castigados, reproduciendo así el círculo
vicioso de desconfianza. Se necesita un Julian Assange chino para
exponer al público todo lo que ha ocultado la respuesta China a la
epidemia. Pero si este no es el comunismo que tengo en mente, ¿qué
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quiero decir con comunismo? Para entenderlo, uno solo tiene que leer las
declaraciones públicas de la OMS. Aquí hay una reciente:
“El jefe de la OMS, Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo el jueves que,
aunque las autoridades de salud pública de todo el mundo tienen la
capacidad de combatir con éxito la propagación del virus, a la
organización le preocupa que en algunos países el nivel de compromiso
político no coincida con el nivel de amenaza. ‘Esto no es un ejercicio. Este
no es el momento de rendirse. Este no es momento para excusas. Este es
el momento para sacar lo mejor de nosotros. Los países han estado
planeando escenarios como este durante décadas. Ahora es el
momento de actuar de acuerdo con esos planes’, dijo Tedros. Esta
epidemia se puede retrasar, pero solo con un enfoque colectivo,
coordinado e integral que involucre a toda la maquinaria del
gobierno” (2).
Se podría agregar que un enfoque tan integral debería ir mucho más allá
de la maquinaria de los gobiernos individuales. Debería abarcar la
movilización local de personas fuera del control estatal, así como una
coordinación y colaboración internacional fuerte y eficiente. Si miles de
personas son hospitalizadas por problemas respiratorios, se necesitará un
número enormemente mayor de máquinas respiratorias y para
obtenerlas, el estado debe intervenir directamente de la misma manera
que interviene en condiciones de guerra cuando se necesitan miles de
armas. También debe buscar la cooperación con otros estados. Al igual
que en una campaña militar, la información debe compartirse y los
planes deben coordinarse por completo. Esto es todo lo que quiero decir
con el “comunismo” que se necesita hoy, o como lo expresó Will Hutton:
“Ahora ciertamente está muriendo una forma de globalización no
regulada y de libre mercado con propensión a las crisis y
pandemias. Pero está naciendo otra forma que reconoce la
interdependencia y la primacía de la acción colectiva basada en la
evidencia”. Lo que ahora todavía predomina es la postura de “cada país
para sí mismo”: “existen prohibiciones nacionales a las exportaciones de
productos claves como los suministros médicos, con países que
retroceden en sus propios análisis de la crisis en medio de la escasez
localizada y enfoques primitivos y desordenados para la contención.”(3)
Las epidemias de coronavirus no solo señalan el límite de la globalización
del mercado, sino que también señalan el límite aún más fatal del
populismo nacionalista que insiste en la soberanía estatal completa: ¡Se
acabó “América (o quien sea) primero”! ya que Estados Unidos solo se
puede salvar a través de la coordinación y colaboración global. Aquí no
soy utópico, no apelo a una solidaridad idealizada entre las personas. Por
el contrario, la crisis actual demuestra claramente cómo la solidaridad y
la cooperación globales están en el interés de supervivencia de todos y
cada uno de nosotros, cómo es la única cosa egoísta racional que se
puede hacer. Y no se trata solo de coronavirus: la propia China sufrió una
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Lima – Perú, 2020.
gigantesca gripe porcina hace meses, y ahora está amenazada por la
posibilidad de una invasión de langostas. Y, como Owen Jones
ha señalado, la crisis climática está matando a muchas más personas en
todo el mundo que el coronavirus, pero no hay pánico al respecto.
Desde un punto de vista cínico y vitalista, uno podría verse tentado a ver
el coronavirus como una infección beneficiosa que le permite a la
humanidad deshacerse de los viejos, débiles y enfermos, como sacar la
hierba medio podrida para que las plantas más jóvenes y saludables
puedan prosperar, y contribuye así a la salud global. El enfoque
comunista amplio que estoy defendiendo es la única forma en que
podemos dejar atrás un punto de vista tan primitivo. Los signos de reducir
la solidaridad incondicional ya son perceptibles en los debates en curso,
como en la siguiente nota sobre el papel del protocolo los “tres reyes
magos” si la epidemia toma un giro más catastrófico en el Reino Unido:
“A los pacientes del Servicio Nacional de Salud (NHS) se les podría negar
la atención vital, durante un brote de coronavirus grave en Gran Bretaña,
si las unidades de cuidados intensivos estuvieran luchando para hacerle
frente, advirtieron médicos de alto rango. Bajo el llamado protocolo de
los ‘tres reyes magos’, tres consultores de alto nivel en cada hospital se
verían obligados a tomar decisiones sobre el racionamiento de la
atención, como ventiladores y camas, en caso de que los hospitales
estuvieran saturados con pacientes”. (4) ¿Sobre qué criterios se basarán
los “tres reyes magos”? ¿Sacrificio de los más débiles y mayores? ¿Y esta
situación no abrirá el espacio para una inmensa corrupción? ¿Tales
procedimientos no indican que nos estamos preparando para promulgar
la lógica más brutal de la supervivencia del más apto? Entonces,
nuevamente, la elección que enfrentamos es: barbarie o algún tipo de
comunismo reinventado.
Notas:
1. Bloomberg News. (March 1, 2020). China’s Push to Restart Economy Revives
Data Worries. Retrieved
from: https://www.bloomberg.com/news/articles/2020-03-01/china-s-push-
to-jump-start-economy-revives-worries-of-fake-data
2. Berlinger, Joshua. (March 6, 2020). WHO warns governments ‘this is not a drill’
as coronavirus infections near 100,000 worldwide. CNN. Retrieved
from: https://edition.cnn.com/2020/03/06/asia/coronavirus-covid-19-
update-who-intl-hnk/index.html
3. Hutton, Will (March 8, 2020). Coronavirus won’t end globalisation, but
change it hugely for the better. The Guardian. Retrieved
from: https://www.theguardian.com/commentisfree/2020/mar/08/the-
coronavirus-outbreak-shows-us-that-no-one-can-take-on-this-enemy-alone
4. Lintern, Shaun. (2020). Coronavirus: Weakest patients could be denied
lifesaving care due to lack of funding for NHS, doctors admit. Independent.
Retrieved from: https://www.independent.co.uk/news/health/coronavirus-
uk-deaths-nhs-intensive-care-flu-wise-men-protocol-a9361916.html
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Lima – Perú, 2020.
"EL CORONAVIRUS NOS OBLIGA A REINVENTAR EL
COMUNISMO BASÁNDONOS EN LA CONFIANZA EN LAS
PERSONAS Y LA CIENCIA”*
Respuesta a Byung – Chul Han
Slavoj Žižek
El Mundo: 25 y 27 / 03 / 2020
“Obedezca, pero piense, mantenga la libertad de pensamiento".
"El dilema al que nos enfrentamos es: barbarie o alguna forma de
comunismo reinventado".
"Comunismo o barbarie, ¡tan sencillo como eso¡"
"Estamos creando una nueva humanidad unificada”
"En algunas partes del mundo puede suceder que el poder del Estado se
desintegre, o que los señores de la guerra locales controlen sus territorios
al estilo de Mad Max, especialmente si surgen nuevas amenazas, como
el hambre tras la invasión de las langostas. Puede suceder también que
los grupos extremistas adopten estrategias nazis, es más, una versión
capitalista más refinada de tal recaída en la barbarie ya se debate
abiertamente en los Estados Unidos".
"No soy utópico, no apelo a la solidaridad entre los pueblos. Al contrario,
creo que la actual crisis demuestra que la solidaridad y la cooperación
responden al instinto de supervivencia de cada uno de nosotros, y que es
la única respuesta racional y egoísta que existe. No sólo para el
*Fuentes: Textos tomados de las siguientes notas: 1) Luis Alemany. Zizek ya tiene su libro
sobre el coronavirus: "El dilema es barbarie o un comunismo reinventado". Disponible en:
https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2020/03/25/5e7b28fdfdddff5c328b4571.html
; y 2) Rebeca Yanke. Slavoj Zizek: "Todos somos hoy Julian Assange, encerrados y sin
visitas". Disponible en:
https://www.elmundo.es/papel/lideres/2020/03/27/5e7cd6f8fc6c83bd168b45bd.html
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Lima – Perú, 2020.
coronavirus [...] Como ha dicho Owen Jones, la crisis del clima mata a
más gente que el coronavirus, sin que sintamos pánico por ello".
“El comunismo que debería prevalecer ahora no es un sueño oscuro sino
lo que ya está ocurriendo. El Estado debe asumir un papel mucho más
activo”.
"No se trata de un sueño oscuro sino de ponerle un nombre a lo que ya
está sucediendo. El Estado debe asumir un papel mucho más activo,
organizando la producción de lo que se necesite con urgencia, como
mascarillas, kits de prueba y respiradores, usando hoteles y otros centros
turísticos, garantizando el mínimo de supervivencia de todos los nuevos
desempleados. Piensa en los millones de personas cuyos trabajos se
perderán, como los de la industria del turismo: sus vidas no deberían
dejarse en ningún caso a merced de meros mecanismos de mercado o
estímulos únicos".
"Han dice que los países occidentales están reaccionando de forma
exagerada porque se estaban acostumbrando a vivir sin enemigos
abiertos y tolerantes, sin mecanismos de inmunidad, por lo que cuando
surgió una amenaza real entraron en pánico. ¿De verdad? ¿No está todo
nuestro espectro político y social impregnado de visiones apocalípticas,
amenazas de catástrofe ecológica, miedo a los refugiados musulmanes,
defensa del pánico de nuestra cultura tradicional contra el universo LGBT
y la teoría de género? Intenta hacer una broma y sentirás
inmediatamente la fuerza de la censura de lo políticamente correcto.
Nuestra permisividad hace años que se convirtió en lo opuesto".
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Lima – Perú, 2020.
NOLI ME TANGERE*
Slavoj Zizek
El Cultural: 06 / 05 / 2020
“No me toques”, según Juan 20:17, es lo que Jesús le dijo a María
Magdalena cuando ella lo reconoció después de su resurrección. ¿Cómo
he de entender yo, un ateo cristiano confeso, entender estas palabras?
En primer lugar, quiero asociarlas con la respuesta de Cristo cuando sus
discípulos le preguntan cómo sabrán que ha vuelto, que ha resucitado.
Cristo les dice que estará allí donde haya amor entre sus creyentes. Estará
allí no como una persona a la que se puede tocar, sino como el vínculo
de amor y solidaridad entre la gente. De manera que, “no me toques,
toca y relaciónate con los demás en el espíritu del amor”.
Hoy en día, sin embargo, en mitad de la pandemia de coronavirus, a
todos se nos bombardea precisamente con llamamientos a no tocar a
los demás, sino a aislarnos, a mantener una distancia corporal adecuada.
¿Cuál es el significado de esta prohibición de “no me toques”? Las manos
no pueden acercarse a la otra persona; sólo desde el interior podemos
acercarnos unos a otros, y la ventana hacia el «interior» son nuestros ojos.
Durante estos días, cuando te encuentras con una persona cercana a ti
(o incluso con un desconocido) y mantienes la distancia adecuada, una
profunda mirada a los ojos del otro puede revelar algo más que un
contacto íntimo. En uno de sus fragmentos de juventud, Hegel escribió:
El ser amado no se opone a nosotros, es uno con nuestro propio ser; nos
vemos a nosotros solo en él, aunque ya no es un nosotros: es un acertijo,
un milagro [ein Wunder], algo que no podemos comprender.
Resulta fundamental no leer estas dos afirmaciones como algo opuesto,
como si el ser amado fuera en parte un «nosotros», parte de mí, y en parte
un acertijo. ¿Acaso el milagro del amor no es que formes parte de mi
identidad precisamente en la medida en que sigues siendo un milagro
que no puedo comprender, un acertijo no solo para mí, sino para ti? Por
citar otro conocido pasaje del joven Hegel:
*Fuente: https://elcultural.com/slavoj-zizek-no-habra-ningun-regreso-a-la-normalidad
Colegio de Sociólogos del Perú. 328
Lima – Perú, 2020.
El ser humano es esta noche, esta nada vacía, que lo contiene todo en
su simplicidad: una riqueza interminable de muchas representaciones,
imágenes, de las cuales ninguna le pertenece, o que no están presentes.
Se puede ver esta noche cuando uno mira a los seres humanos a los ojos.
Ningún coronavirus nos lo puede arrebatar. De manera que existe la
esperanza de que esta distancia corporal incluso refuerce la intensidad
de nuestro vínculo con los demás. Es solo ahora, en este momento en que
tengo que evitar a muchos de los que me son próximos, cuando
experimento plenamente su presencia, la importancia que tienen para
mí.
Llegados a este punto, ya puedo escuchar una cínica carcajada: muy
bien, a lo mejor experimentaremos esos momentos de proximidad
espiritual, pero ¿cómo nos ayudará eso a enfrentarnos con la catástrofe
en curso? ¿Aprenderemos algo de ello?
Hegel escribió que lo único que podemos aprender de la historia es que
no aprendemos nada de la historia, así que dudo que la epidemia nos
haga más sabios. Lo único que está claro es que el virus destruirá los
mismísimos cimientos de nuestras vidas, provocando no solo una enorme
cantidad de sufrimiento sino también un desastre económico
posiblemente peor que la Gran Recesión. No habrá ningún regreso a la
normalidad, la nueva «normalidad» tendrá que construirse sobre las ruinas
de nuestras antiguas vidas, o nos encontraremos en una nueva barbarie
cuyos signos ya se pueden distinguir. No será suficiente considerar la
epidemia un accidente desafortunado, librarnos de sus consecuencias y
regresar al modo en que hacíamos las cosas antes, realizando quizá
algunos ajustes a nuestros sistemas de salud pública. Tendremos que
plantear la siguiente pregunta: ¿qué ha fallado en nuestro sistema para
que la catástrofe nos haya cogido completamente desprevenidos a
pesar de las advertencias de los científicos?
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Lima – Perú, 2020.
COMUNISMO O BARBARIE, ¡ASI DE SIMPLE!*
Slavoj Zizek
El Cultural: 06 / 05 / 2020
Mucha gente de la derecha y la izquierda, desde Alain Badiou hasta
Byung-Chul Han, pasando por muchos otros, me han criticado, e incluso
se han burlado de mí, por haber sugerido de manera repetida la llegada
de una forma de comunismo como resultado de la pandemia de
coronavirus. Las ideas recurrentes de la cacofonía de voces eran
fácilmente predecibles: el capitalismo regresará todavía más fuerte,
utilizando la pandemia para tomar impulso; todos aceptaremos en
silencio el control total de nuestras vidas por los aparatos del Estado al
estilo chino y como una necesidad médica; el pánico supervivencialista
es eminentemente político y nos lleva a percibir a los demás como
amenazas mortales, no como camaradas en una lucha. Han añadido
algunas precepciones específicas de las diferencias culturales entre
Oriente y Occidente: los países desarrollados de Occidente reaccionan
de manera exagerada porque están acostumbrados a vivir sin auténticos
enemigos. Al ser abiertos y tolerantes, y carecer de mecanismos de
inmunidad cuando surge una amenaza real, se dejan llevar por el pánico.
Pero ¿es el Occidente desarrollado realmente tan permisivo como
afirma? ¿Acaso todo nuestro espacio político social no está permeado
de visiones apocalípticas: amenazas de catástrofe ecológica, miedo de
los refugiados islámicos, defensa histérica de nuestra cultura tradicional
contra los LGBT+ y la teoría del género? No hay más que contar un chiste
verde e inmediatamente sentirás la fuerza de la censura políticamente
correcta. Nuestra permisividad hace años que se ha convertido en su
opuesto.
Además, ¿no implica este aislamiento forzado un apoliticismo
supervivencialista? Estoy mucho más de acuerdo con Catherine
Malabou, que escribió que «una epojé, una suspensión, un paréntesis en
la sociabilidad, es a veces el único acceso a la alteridad, una manera de
sentirse cerca de toda la gente aislada de la Tierra. Por esta razón intento
ser lo más solitaria posible en mi soledad». Se trata de una idea
*Fuente: https://elcultural.com/slavoj-zizek-no-habra-ningun-regreso-a-la-normalidad
Colegio de Sociólogos del Perú. 330
Lima – Perú, 2020.
profundamente cristiana: cuando me siento solo, abandonado por Dios,
soy como Cristo en la cruz, absolutamente solidario con él. Y hoy en día,
lo mismo se puede decir de Julian Assange, aislado en la celda de una
cárcel, sin poder recibir visitas. Ahora todos somos como Assange y más
que nunca necesitamos figuras como él para evitar peligrosos abusos de
poder justificados por la amenaza médica. Estando aislados, el teléfono
e internet son nuestro vínculo principal con los demás, y ambos están
controlados por el Estado, que puede desconectarnos a su voluntad.
¿Qué sucederá, pues? Lo que anteriormente parecía imposible ya está
teniendo lugar. Por ejemplo: el 24 de marzo de 2020 Boris Johnson anunció
la nacionalización temporal de los ferrocarriles británicos. Tal como
Assange le dijo a Yanis Varoufakis en una breve conversación telefónica:
«esta nueva fase de la crisis está dejando claro, como mínimo, que todo
vale, que todo es ahora posible». Naturalmente, todo fluye en todas las
direcciones, de lo mejor a lo peor. Nuestra situación actual es, por lo
tanto, profundamente política: nos enfrentamos a opciones radicales.
Es posible que, en algunas partes del mundo, el poder estatal se medio
desintegre, que los señores de la guerra locales controlen sus territorios en
una lucha por la supervivencia estilo Mad Max, sobre todo si se aceleran
amenazas como el hambre o la degradación medioambiental. Es posible
que los grupos extremistas adopten la estrategia nazi de «dejar morir a los
viejos y los débiles para reforzar y rejuvenecer nuestra nación» (algunos
grupos ya están alentando a aquellos de sus miembros que han contraído
el coronavirus a propagar el contagio a los policías y a los judíos, según
informaciones recabadas por el FBI). Una versión capitalista más refinada
de dicho regreso a la barbarie ya se está debatiendo abiertamente en
los Estados Unidos. El domingo 22 de marzo, el presidente de ese país
escribió un tuit en mayúsculas: «NO PODEMOS PERMITIR QUE EL REMEDIO
SEA PEOR QUE EL PROBLEMA. AL FINAL DEL PERÍODO DE 15 DÍAS
TOMAREMOS UNA DECISIÓN ACERCA DE EN QUÉ DIRECCIÓN QUEREMOS
IR». El vicepresidente Mike Pence, que encabeza el grupo de trabajo de
la Casa Blanca contra el coronavirus, había dicho ese mismo día que el
lunes siguiente los Centros para el Control y la Prevención de
Enfermedades federales publicarían unas directrices para permitir que la
gente ya expuesta al coronavirus pudiera regresar al trabajo cuanto
antes. Y el consejo de redacción del Wall Street Journal advirtió que «las
autoridades federales y estatales tienen que comenzar a ajustar ya su
estrategia antivirus para evitar una recesión económica que hará
palidecer la que tuvo lugar en 2008-2009». Bret Stephens, columnista
conservador del New York Times, al que Trump sigue atentamente,
escribió que tratar el virus como una amenaza comparable a la Segunda
Guerra Mundial «es algo que hay que poner en entredicho de manera
agresiva antes de que se impongan soluciones posiblemente más
destructivas que el propio virus». Dan Patrick, vicegobernador de Texas,
apareció en la Fox News para argumentar que prefería morir antes que
Colegio de Sociólogos del Perú. 331
Lima – Perú, 2020.
ver cómo las medidas de salud pública perjudicaban la economía
estadounidense, y que creía que «muchos abuelos» de todo el país
estarían de acuerdo con él. «Mi mensaje: volvamos al trabajo, sigamos
viviendo, seamos inteligentes, y aquellos que tenemos más de 70 años
sabremos cuidaremos».
La única ocasión, en los últimos años, en que tuvo lugar algo parecido
fue, que yo sepa, en los últimos años del gobierno de Ceausescu en
Rumania, cuando los hospitales simplemente no aceptaban el ingreso de
jubilados, fuera cual fuera su estado, porque no eran considerados de
ninguna utilidad para la sociedad. El mensaje de dichos
pronunciamientos es evidente: la elección es entre un número sustancial,
aunque incalculable, de vidas humanas y el «modo de vida» americano
(es decir, capitalista). En esta elección, las vidas humanas pierden. Pero
¿es esta la única elección? ¿No estamos ya haciendo algo diferente,
incluso en Estados Unidos? Naturalmente que es imposible mantener
indefinidamente cerrado todo un país, ni por supuesto el mundo entero…,
pero se puede transformar, reiniciarse de una nueva manera. No tengo
ningún prejuicio sentimental: quién sabe lo que tendremos que hacer,
desde movilizar a aquellos que se han recuperado y son inmunes, para
que mantengan los servicios sociales necesarios hasta conseguir que
haya píldoras para permitir una muerte indolora en aquellos casos
perdidos cuya vida no es más que un absurdo y prolongado sufrimiento.
Pero no tenemos una sola alternativa, sino que ya estamos planteando
opciones.
Por eso es un error la postura de aquellos que ven la crisis como un
momento apolítico en el que el poder estatal debería cumplir con su
deber y nosotros seguir sus instrucciones, con la esperanza de que en un
futuro no muy lejano se restaure algún tipo de normalidad. Deberíamos
seguir aquí a Immanuel Kant, que escribió en relación con las leyes
estatales: «¡Obedeced, pero pensad, mantened la libertad de
pensamiento!». Hoy en día necesitamos más que nunca lo que Kant
denominaba el «uso público de la razón». Está claro que las epidemias
regresarán, combinadas con otras amenazas ecológicas, desde sequías
hasta plagas de langostas, de manera que es ahora cuando hay que
tomar decisiones difíciles. Esto es lo que no comprenden los que afirman
que se trata simplemente de otra epidemia con un número relativamente
pequeño de muertos: sí, no es más que una epidemia, pero ahora vemos
que las advertencias anteriores acerca de estas epidemias estaban
plenamente justificadas, y que no van a tener fin. Naturalmente,
podemos adoptar una «prudente» actitud resignada actitud de «han
ocurrido cosas peores, no hay más que pensar en las plagas
medievales…». Pero la mismísima necesidad de esta comparación ya
dice mucho. El pánico que estamos experimentando da fe de que está
ocurriendo algún tipo de progreso ético, aun cuando a veces sea
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Lima – Perú, 2020.
hipócrita: ya no estamos dispuestos a aceptar las plagas como nuestro
destino.
Ahí es donde aparece mí «comunismo», no como un sueño inconcreto,
sino simplemente como el nombre para lo que ya está sucediendo (o al
menos lo que muchos perciben como una necesidad): medidas que ya
se están contemplando, e incluso haciendo entrar en vigor parcialmente.
No es la visión de un futuro luminoso sino más bien de un «comunismo del
desastre» como antídoto del «capitalismo del desastre». El Estado no solo
debería asumir un papel mucho más activo, reorganizando la fabricación
de los productos más necesarios, como mascarillas, kits de pruebas y
respiradores, requisando hoteles y otros complejos de vacaciones,
garantizando el mínimo de supervivencia a todos los desempleados, etc.,
sino hacer todo esto abandonando los mecanismos del mercado. Solo
hay que pensar en los millones de personas, como los que trabajan en la
industria turística, cuyos trabajos, al menos en algunos casos, se perderán
y ya no tendrán sentido. Su destino no se puede dejar en manos de los
mecanismos del mercado o de estímulos puntuales. Y no nos olvidemos
de los refugiados que todavía intentan entrar en Europa. ¿De verdad
cuesta comprender su desesperación cuando un territorio bajo
confinamiento por una epidemia sigue siendo un destino atractivo para
ellos?
Hay dos cosas más que están claras. El sistema sanitario institucional
tendrá que contar con la ayuda de comunidades locales para que
cuiden a los débiles y a los ancianos. Y, en el lado opuesto de la escala,
habrá que organizar algún tipo de cooperación internacional eficaz para
producir y compartir recursos. Si los Estados simplemente se aíslan,
comenzarán las guerras. A todo esto me refiero cuando hablo de
«comunismo», y no veo ninguna alternativa que no sea una nueva
barbarie. ¿Hasta dónde llegará? No sabría decirlo: lo único que sé es que
es urgente se dé cuenta, y, como ya hemos visto, lo están llevando a la
práctica políticos como Boris Johnson, que desde luego no es ningún
comunista.
Las líneas que nos separan de la barbarie son cada vez más claras. Uno
de los signos de la civilización actual es que cada vez más gente
comprende que la prolongación de las diversas guerras que recorren el
planeta es algo totalmente demencial y absurdo. Y también que la
intolerancia hacia las demás razas y cultura, y hacia las minorías sexuales,
resulta insignificante en comparación con la escala de la crisis a la que
nos enfrentamos. Por eso, aunque hacen falta medidas de guerra, me
parece problemático el uso de la palabra «guerra» para nuestra lucha
contra el virus: el virus no es un enemigo con planes y estrategias para
destruirnos, es sólo un estúpido mecanismo que se autorreplica.
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Lima – Perú, 2020.
Esto es lo que no comprenden aquellos que deploran nuestra obsesión
con la supervivencia. Hace poco Alenka Zupančič releyó un texto de
Maurice Blanchot de la época de la Guerra Fría acerca del miedo a la
autodestrucción nuclear de la humanidad. Blanchot muestra que nuestro
desesperado deseo de supervivencia no implica la postura de
«olvidémonos de los cambios, procuremos mantener el estado actual de
las cosas, salvemos nuestras vidas desnudas». De hecho, es más bien lo
contrario: solo mediante nuestro esfuerzo para salvar a la humanidad de
la autodestrucción crearemos una nueva humanidad. Sólo a través de
esta amenaza mortal podemos vislumbrar una humanidad unificada.
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SLAVOJ ŽIŽEK: CORONAVIRUS Y PROFECÍA FILOTIRANA*
Wolfgang Gil Lugo
PRODAVINCI: 02 / 04 / 2020
“Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos,
sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”
Albert Camus.
Ante la actual pandemia de dimensiones planetarias, ha tomado mayor
sentido la implacable sentencia de Umberto Eco: “El primer deber de los
intelectuales: permanecer callados cuando no sirven para
nada” (L’Espresso, 24 de abril de 1997). A pesar de tan sabia admonición,
los intelectuales mesiánicos aprovechan la oportunidad para sacar sus
desvencijados arcabuces ideológicos y disparar los mismos proyectiles de
siempre.
Su comportamiento recuerda un viejo chiste sobre las reacciones
estereotipadas de tres diferentes políticos respecto al adulterio de la
esposa. Al enterarse que la mujer le ponía los cuernos, el fascista golpea
a la señora. El demócrata cristiano reza para que se arrepienta. El
comunista va a quemar cauchos frente a la embajada americana.
En esta situación de pandemia, uno de los casos más destacados,
aunque no el único, ha sido el del filósofo esloveno Slavoj Žižek, (n. 1949),
quien se ha convertido en una celebridad mediática por sus delirantes
opiniones. En un artículo publicado en la cadena de propaganda rusa
RT, ha señalado que la actual epidemia de coronavirus, que se ha
propagado por el mundo, representa «una especie de ataque de la
técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos —utilizada
por Beatrix, la protagonista de la película ‘Kill Bill 2′, para matar a su
mentor—, pero que apunta contra el sistema capitalista global.”
Žižek utiliza una metáfora cinematográfica —lo cual acostumbra— para
hacer más mediáticas sus afirmaciones tremendistas. En la mencionada
película de Tarantino, la protagonista, una asesina entrenada tanto en
*Fuente: https://prodavinci.com/slavoj-zizek-coronavirus-y-profecia-filotirana/
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Lima – Perú, 2020.
armas modernas como en técnicas orientales de combate a mano
limpia, posee un puñetazo capaz de producir un infarto inmediato. Según
nuestro filósofo, ese mismo golpe es el que la nueva pandemia le dará al
liberalismo.
Žižek hace uso de la falacia comunista de confundir democracia con
capitalismo, especialmente con el capitalismo más despiadado. Una
cosa es el liberalismo político, la fe en las leyes y las elecciones libres, y
otra el liberalismo económico, que promueve las libertades económicas.
Ambos componentes son indispensables para las sociedades abiertas.
Para estas mismas sociedades el neoliberalismo, el capitalismo radical, es
un problema, pues pone las libertades económicas por encima de las
necesidades sociales. El encono de Žižek no solo es contra el
neoliberalismo sino contra la democracia en general.
Profeta del desastre
Agrega el pensador esloveno que la epidemia del coronavirus es «una
señal» de que la humanidad no puede vivir más como de costumbre y
«es necesario un cambio radical». Žižek no se podía perder la oportunidad
para lucirse con un discurso que no muestra ninguna compasión con las
personas que sufren por culpa de la enfermedad, sino que aprovecha
para lanzar una profecía sobre la recuperación del paraíso terrenal
después del apocalipsis pandémico. Como no se hizo realidad histórica
la revolución mundial por medio de la violencia, ahora se endosa la
responsabilidad redentora a una catástrofe natural.
Hay que aclarar que lo que hace Žižek es profetizar. Y hay que distinguir
entre la profecía —visión de inspiración divina propia de las religiones—,
del pronóstico, ejercicio de proyección racional característico de la
ciencia. El pronóstico lanza una hipótesis que debe ser comprobada en
el tiempo y el espacio. Si no sucede, entonces es inválido el pronóstico.
La profecía, a diferencia, no tiene fecha de caducidad. La profecía tiene
su fundamento en la mitología, tal como nos explica John Gray (Misa
negra, p. 79). La mentalidad utópica se alimenta de mitos imposibles de
refutar. Para el leninismo, el terror es la forma de crear al hombre nuevo.
La utopía exige sacrificar millones de vidas humanas.
Žižek no se está jugando su prestigio de científico social al hacer su
“pronóstico”. Lo más seguro es que, cuando todo esto pase y la realidad
haya echado por tierra sus apuestas, no pedirá perdón por el desacierto.
Podemos imaginar ya estará haciendo nuevas profecías tremendistas.
Como puede apreciarse, desde el punto de vista epistemológico, no son
muy diferentes las afirmaciones de Žižek de las de los predicadores
evangélicos que gritan en la calle que nos arrepintamos porque el fin de
los tiempos está por llegar. La diferencia radica en que la buena nueva
revolucionaria posee un instinto genocida.
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Lima – Perú, 2020.
El virus ideológico
La profecía de Žižek tiene otro elemento: «Quizás otro virus, ideológico y
mucho más beneficioso, se propague y con suerte nos infectará: el virus
de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del
estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas
de solidaridad y cooperación global».
El horizonte utópico de Žižek consiste en la caída del liberalismo y el
ascenso del comunismo. La pandemia debe destruir a la forma de vida
de las democracias occidentales, para darle nueva vida los
totalitarismos. Zizek ha señalado que «a menudo se escucha la
especulación de que el coronavirus puede conducir a la caída del
gobierno comunista en China», pero eso no será así, todo lo contrario: «el
coronavirus también nos obligará a reinventar el comunismo basado en
la confianza en las personas y en la ciencia».
Esta última declaración, merece dos comentarios. Primero, defiende al
modelo comunista chino, con descaro, a pesar de que sus mecanismos
represivos y de censura se convirtieron en un obstáculo para tomar
conciencia de la gravedad de la situación. En segundo lugar, nos hace
preguntarnos: ¿Cómo será ese comunismo renovado? No nos dice
mucho en el artículo, pero lo podemos inferir por sus obsesiones confesas.
Hemos visto a Žižek sostener la propuesta del rescate de la intolerancia,
con el propósito de suscitar la pasión política que alimenta la discordia.
(En defensa de la intolerancia). Sin ambages, ha propuesto rescatar el
terror virtuoso de la revolución francesa como herramienta indispensable
de imponer cierta concepción del bien común (Robespierre, virtud y
terror). Además, sostiene fervientemente que el comunismo debe ser la
idea central de la filosofía (La idea de comunismo). Por este camino, Žižek
llega al extremo de justificar los crímenes del estalinismo:
“Si queremos nombrar un acto que fue verdaderamente valiente, uno en
el cual alguien verdaderamente ‘tuvo agallas’ de intentar lo imposible,
pero que a la vez fue un acto horrible, fue la colectivización forzosa de
Stalin en la Unión Soviética a finales de los veinte” (Visión de paralaje).
Por lo que podemos inferir de su imaginario, su comunismo renovado
realmente es una versión mejorada del régimen estalinista. Ese lugar
donde el lenguaje del Estado es omnipotente. Allí la realidad se amolda
con plasticidad al arbitrio del gobernante. Donde dos más dos son cinco,
como la distopía que George Orwell describe en 1984.
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Los ideólogos contaminantes
Ante una situación de suma gravedad como la actual, con miles de
personas infectándose y un porcentaje de estas muriendo, Žižek reitera su
viejo sueño de ver el mundo en manos del comunismo. Su prioridad es el
establecimiento del totalitarismo por encima de una salida que garantice
la libertad, así como el bienestar de los semejantes.
Por el contrario, esta es una ocasión que debe preocuparnos y
conducirnos a tomar las decisiones oportunas para sobrevivir como
especie, para reflexionar sobre el sentido de la vida y para prever el
futuro. Respecto a esto último, los intelectuales pueden ayudar en
establecer la verdad de los hechos y la validez de los razonamientos, así
como clarificar los principios éticos.
Hay una frase atribuida a Gandhi que, aunque tal vez sea apócrifa,
expresa mucha sabiduría: “Sé el cambio que deseas ver en el mundo”.
Eso nos da un criterio para distinguir entre filósofos y filotiranos; es decir,
aquellos intelectuales que ponen su pensamiento al servicio de los
totalitarismos genocidas. Los mismos que creen a Bakunin cuando
sentencia: “La pasión por la destrucción es también una pasión
creadora”.
Según esta mentalidad simplista y peligrosa, basta con destruir lo existente
para que surja la sociedad ideal. No hay que hacer el esfuerzo de
construir. Tal vez este sea el virus contra el que debe estar más alerta
nuestro sistema inmunológico ético.
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“NUNCA HA HABIDO TANTO CONOCIMIENTO SOBRE NUESTRA
IGNORANCIA, NI LA PRESIÓN PARA ACTUAR Y VIVIR EN MEDIO
DE TANTA INCERTIDUMBRE”*
Jürgen Habermas
Declaraciones al Diario Kölner Stadt-Anzeig: 03 / 04 / 2020
Aunque cortas y puntuales, no dejan de ser importantes las
declaraciones de Jürgen Habermas sobre el COVID - 19 y sus efectos en
el sistema social y en el mundo de la vida. El CORONAVIRUS, de
acuerdo con este autor, ha desatado una crisis global en el sistema
capitalista, una crisis sistémica, que opera de manera simultánea en los
distintos subsistemas sociales (salud, educación, economía, trabajo,
etc.) y no puede ser resuelta de manera parcial, en cada uno de ellos,
por los expertos. Se trata de una crisis que, por otro lado, amenaza la
existencia física de los individuos y sus familias en el "mundo de la vida".
La estrategia de “aislamiento social” es importante para evitar
contagios y combatir la epidemia, pero implica también la existencia
de un “individuo mínimo”, que viene definido más por la in – acción,
antes que por su capacidad para actuar en forma individual y como
parte de un colectivo. En este marco, se requiere de un ejercicio claro
de la autoridad, por parte del Estado, y de auto – control, por parte de
los individuos. Salvar vidas es la prioridad. Por eso, los economistas y los
sociólogos tenemos que ser muy cuidadosos al momento de hacer
nuestros diagnósticos. La pandemia del COVID – 19 no sólo reta al
sistema social como tal, sino que también cuestiona el conocimiento
que tenemos sobre él desde las ciencias sociales, por lo que no
debemos apresurarnos en establecer juicios en base a supuestos que
tienen que ser revisados y, de ser el caso, validados en la actual
circunstancia, tomando como base los problemas de fondo y el tipo de
sociedad que tenemos que diseñar y construir en el futuro. Los párrafos
que se citan a continuación han sido tomados, de manera parcial, de
una reciente entrevista que Habermas concediera al diario alemán
Kölner Stadt-Anzeig (AMG).
*Fuente: https://habermas-rawls.blogspot.com/2020/04/interview-with-habermas-in-
kolner-stadt.html?fbclid=IwAR1-35DH8J1fNSL3jJiiF-
k25Kkvn_4XSv9ojBAyCYqE6WK7N7C0tqGMZIc [Traducción: AMG. Solo se han traducido
los párrafos que tienen relevancia para la presente publicación]
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Lima – Perú, 2020.
Aquí las declaraciones de Habermas:
“Desde el principio, la filosofía se ha entrelazado con la autoimagen de
su respectiva sociedad. Por ejemplo, en nuestras sociedades modernas,
la necesidad de legitimar el poder estatal secularizado, es decir, la forma
constitucional del orden político, debe discutirse con razones
filosóficamente obvias, en última instancia con la justificación de los
derechos humanos. En la medida en que la filosofía también cumple, de
esta manera, funciones de integración social, su desarrollo no puede
verse independientemente de las crisis sociales. Esto concierne
principalmente a la filosofía práctica, mientras que la filosofía teórica
depende del estado y el tipo de conocimiento empírico disponible sobre
la naturaleza y la sociedad. Esta acumulación de conocimiento mundial
se ha procesado durante mucho tiempo dentro del marco conceptual
de la filosofía misma. Pero como la ciencia moderna se ha emancipado
de ella, la filosofía ha tenido que reaccionar a los avances científicos en
los que ya no está involucrada, como los avances en física y astronomía,
en evolución y genética, y finalmente en ciencia cognitiva y cibernética.
En estos dos flancos que se han abierto, el desarrollo del pensamiento
filosófico es desafiado permanentemente. La filosofía, a veces, tiene que
reaccionar ante tales desafíos transformando su marco conceptual
básico”.
“Nuestras sociedades complejas permanentemente se enfrentan a
grandes inseguridades, pero éstas ocurren en forma local y no simultánea
y son procesadas, de manera discreta, en uno u otro subsistema de la
sociedad por los expertos responsables. Ahora, en cambio, la inseguridad
existencial es global y simultánea y opera incluso en la cabeza los propios
individuos conectados en red. Cada individuo está siendo informado
sobre los riesgos porque el autoaislamiento del individuo es la variable
más importante para combatir la pandemia, teniendo en cuenta que los
sistemas de salud están saturados. La incertidumbre se refiere no sólo a la
lucha contra la pandemia, sino también a las consecuencias
económicas y sociales que son completamente impredecibles. En estos
momentos, no hay ningún experto que pueda saber las consecuencias
que esto va a tener en el futuro. Los expertos en ciencias sociales y
económicas deberían de ser muy cuidadosos en sus juicios y evitar dar
pronósticos imprudentes. Una cosa se puede decir: nunca ha habido
tanto conocimiento sobre nuestra ignorancia, ni la presión para actuar y
vivir en medio de tanta incertidumbre”.
“Cada individuo tiene que ser tratado de manera justa, teniendo en
cuenta su individualidad. La igualdad de las personas no es un tema
trivial, como lo vemos hoy, con la crisis del CORONAVIRUS. En el curso de
la crisis se ha visto algunos políticos que dudan en basar su estrategia en
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el principio de que el esfuerzo del Estado para salvar las vidas de sus
ciudadanos debe tener prioridad absoluta sobre el cálculo utilitarista de
las consecuencias económicas que puede tener esa estrategia. Si el
Estado deja pasar a la epidemia para lograr rápidamente una inmunidad
suficiente en toda la población, se corre el riesgo evitable del colapso
previsible del sistema de salud y, por tanto, se produciría un número
mayor de muertes, situación que no es aceptable".
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Lima – Perú, 2020.
ES EL MOMENTO DE ENSEÑAR A LOS NIÑOS A ENTENDER EL
MUNDO*
Noam Chomsky
BBVA – El País: 01 / 04 / 2020
La situación actual es muy seria, no hace falta que se lo explique a
alguien de España. El virus… deberíamos entender, es el resultado de un
fallo colosal en el mercado. Es importante entender el contexto si
queremos evitar futuras reapariciones de catástrofes como esta. En algún
momento se acabará, pero el coste puede ser muy elevado. Se sabía
que era muy probable que hubiera una pandemia, incluyendo una por
coronavirus.
Era algo bastante obvio para los científicos tras la epidemia por SARS en
2003. Se secuenció el genoma y se creó una vacuna, y todo acabó, pero
el coste fue muy alto. Y se predijo enseguida que otros coronavirus
aparecerían y que deberíamos prepararnos para ello. Se establecieron
las bases, pero tiene que haber alguien que recoja el testigo y siga
adelante, ¿quién lo hizo? Nadie. Nos recuperaremos de todo esto, nos
hemos recuperado de plagas peores, el coste será terrible, pero nos
recuperaremos en parte. Quizás incluso nos recuperemos del todo tras un
buen tiempo.
La valentía y el heroísmo de los que luchan en primera línea contra la
pandemia, los doctores, enfermeros, trabajadores de la salud, son
admirables. Las comunidades locales se han organizado y se ayudan
entre sí. Las escuelas están cerradas, los niños están en casa, los padres
no pueden trabajar. Pero en este tipo de situación, en la que uno vive en
un sistema muy frágil, que puede ir tirando si nada va mal pero en el que
todo colapsa cuando hay una catástrofe, la educación colapsará
también. Y tenemos problemas mucho más profundos sobre el tipo de
sistema educativo que queremos. ¿Queremos una sociedad en la que
tratamos a los niños como recipientes en los que echamos agua y sale
algo? ¿O queremos un sistema educativo que fomente la creatividad, la
*Fuente: https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/es-el-momento-de-ensenar-a-
los-ninos-a-entender-el-mundo-noam-chomsky/
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Lima – Perú, 2020.
participación, la cooperación y te anime a cumplir tus metas y
aprovechar las posibilidades que se abren ante ti para perseguir tus
intereses?
No creo que sea cuestión de decírselo, sino de proporcionarles los
estímulos y oportunidades para que sigan su propio instinto creativo, para
que exploren el mundo todo lo que puedan, en Internet si es lo único que
tienen, que hagan actividades creativas, como puedan ser
escribir, dibujar, o construir cosas que les ayuden a entender el mundo.
Esto se puede hacer a cualquier nivel. Por ejemplo, hay un proyecto
interesante que se ha hecho con estudiantes más mayores en el que se
les formula la siguiente pregunta: ¿cómo vuela un mosquito bajo la lluvia?
Si calculamos la presión que ejerce una gota de lluvia sobre un
mosquito, que se puede calcular, es tan grande que aplastaría a un ser
humano. Así que, ¿cómo vuela un mosquito bajo la lluvia? Mientras lo
estudian aprenden un poco de física, un poco de biología, de nuestros
organismos, etcétera.
Se pueden hacer infinitos proyectos similares, que dan la oportunidad a
los niños para que satisfagan su curiosidad natural de manera que les
puedan hacer entender cosas sobre el mundo. Y se puede hacer en
todos los ámbitos. Literatura, historia, lo que sea. Eso debería ser la
educación, y se puede conseguir. Por supuesto que en casa, donde no
hay interacción entre los niños, es más difícil pero no es imposible.
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Lima – Perú, 2020.
“SI NO PARAS DE DECIR MENTIRAS, EL CONCEPTO DE VERDAD
SIMPLEMENTE DESAPARECE”*
Entrevista a Noam Chomsky, filósofo y lingüista
Amy Goodman
Democracy Now: 10 / 04 / 2020
Amy Goodman: Noam Chomsky nos atendió el miércoles 8 de abril desde
su casa de Tucson (Arizona), donde se refugia con su esposa Valeria.
Mantuvimos esta entrevista justo antes de que el senador Bernie Sanders
anuncie la suspensión de su campaña para la candidatura del Partido
Demócrata, lo que convertía al antiguo vicepresidente Joe Biden en el
candidato al que se habrá de enfrentar Donald Trump en las elecciones
de noviembre. Empecé preguntándole al profesor Chomsky acerca de
lo que está ocurriendo ahora mismo en el contexto de las elecciones de
2020 y de lo que cree que va a ocurrir en noviembre.
Noam Chomsky: Si Trump resulta reelegido, el desastre es indescriptible.
Significa que las políticas de estos últimos cuatro años, que han sido
sumamente destructivas para la población estadounidense, para el
mundo, se seguirán aplicando y probablemente se acelerarán. Lo que
esto supondrá sólo para la salud es tremendamente grave. Ya mencioné
los datos publicados por The Lancet. Irá a peor. Lo que supone para el
medioambiente o la amenaza de una guerra nuclear, algo de lo que
nadie habla, pero que es sumamente grave, es indescriptible.
Supongamos que Biden sale elegido. Diría que básicamente sería una
continuación de Obama: nada espectacular, pero al menos no
totalmente destructivo, y ofrecería oportunidades para que una
sociedad organizada cambie lo que se está haciendo, ejerza presión.
*Fuente:
https://www.democracynow.org/2020/4/10/noam_chomsky_trump_us_coronavirus_res
ponse?fbclid=IwAR2M8YmiiEm6LHrOLbp012t2eImOnewQpKXk8uC31ulmrKuOvhGv8y3v
KfA (Traducción: Colegio de Sociólogos del Perú).
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Lima – Perú, 2020.
Actualmente, con frecuencia se afirma que la campaña de Sanders ha
sido un fracaso. Creo que es un error. Creo que ha sido un éxito
extraordinario porque ha modificado por completo el escenario de
debate y discusión. Cuestiones que eran inconcebibles hace un par de
años ahora están en el foco de atención.
El peor delito que ha cometido, a ojos de las clases dirigentes, no es la
política que propone, sino el hecho de que ha sido capaz de estimular
movimientos populares que ya habían empezado a desarrollarse –
Occupy, Black Lives Matter y muchos otros– y convertirlos en una corriente
activista que no solo aparece cada dos años para presionar a un
dirigente y se da media vuelta, sino que ejerce una presión constante, un
activismo constante. Esto podría afectar a un gobierno de Biden.
También significa, aunque solo se trate de una acción defensiva
preventiva, que ha llegado el momento de lidiar con una crisis de gran
magnitud.
Analicemos Medicare for All o la otra pieza principal del programa de
Sanders, la educación universitaria gratuita. En todo el espectro de las
corrientes ideológicas principales, incluso lo que llaman la izquierda
dentro de dichas corrientes, las desaprueban porque las consideran
demasiado radical para los estadounidenses. Pensemos en lo que esto
significa. Es un ataque a la cultura y la sociedad estadounidenses, algo
que se esperaría de un enemigo hostil. Esto significa que afirmar que
deberíamos estar a la altura de países similares resulta demasiado radical.
Todos tienen algún tipo de sistema nacional de salud, en la mayoría la
educación superior es gratuita: los países con mejores resultados, como
Finlandia, gratuita; Alemania, gratuita; nuestro vecino del sur, México, un
país pobre, posee una educación superior de gran calidad, gratuita. Así
que, para los estadounidenses, decir que deberíamos estar a la altura del
resto del mundo se considera demasiado radical. Es un comentario
asombroso. Como he dicho, es una crítica a Estados Unidos que se
esperaría de un enemigo muy hostil.
Esta es la izquierda del espectro político. Lo cual indica que tenemos
problemas sumamente graves. No es solo Trump. Él lo ha agravado todo
aún más, pero los problemas son mucho más graves, como, por ejemplo,
la catástrofe de los respiradores, que describí en su momento, basada en
la lógica capitalista y con el mazazo extra de un gobierno ineficaz a la
hora de lidiar con cualquier asunto. Esto va mucho más allá de Trump. Y
tenemos que enfrentarnos a los hechos. Algunas personas lo hacen.
Seguro que informaste –no lo recuerdo–, probablemente informaste de
que había que poner en marcha el Reloj del Apocalipsis en enero. ¿No?
Amy Goodman: Sí.
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Noam Chomsky: Fíjate en lo que ocurrió. Durante todo el mandato de
Trump, el minutero del Reloj del Apocalipsis, el mejor indicador general de
la situación del mundo, se acercó a la medianoche –el final–, alcanzó el
punto más alto de su historia. El pasado mes de enero, lo sobrepasó. Los
analistas pasaron de los minutos a los segundos: cien segundos para
alcanzar la medianoche, gracias a Donald Trump.
Y el Partido Republicano, que es monstruoso, ya no se puede calificar de
partido político. Se limita a repetir, con vergüenza, todo lo que dice el
amo. Carece absolutamente de integridad. Observarlo es increíble. Se
ha rodeado de una colección de psicópatas que se limita a repetir con
sumisión todo lo que dice. Un verdadero ataque a la democracia, junto
con el ataque a la supervivencia de la humanidad… La guerra nuclear,
aumentar la amenaza de una guerra nuclear, desmantelar el sistema de
control de armas que, en cierto modo, nos ha protegido del desastre
total… Observarlo es asombroso.
El mismo memorando que cité sobre el modo en que las políticas que
estamos adoptando están arriesgando la supervivencia de la humanidad
concluía argumentando que los bancos debían reducir su apoyo a los
combustibles fósiles, en parte por las consecuencias para su reputación.
La reputación de los bancos se está viendo perjudicada. ¿Y eso qué
significa? Significa que los activistas los están presionando y tienen que
conservar cierta reputación. Esa es una buena lección.
Y funciona. Hemos visto varios ejemplos muy llamativos. Por ejemplo, el
Green New Deal. Hace un par de años era objeto de burla, si es que se
llegaba a mencionar. Algún tipo de Green New Deal es esencial para la
supervivencia de la humanidad. Ahora forma parte de todas las
agendas. ¿A qué se debe? Al compromiso del activismo. Especialmente
del Sunrise Movement, un grupo de jóvenes que llevaron a cabo
acciones relevantes hasta el punto de llegar a los despachos del
congreso. Recibieron el apoyo de Alexandria Ocasio-Cortez y otros
jóvenes legisladores que llegaron a su cargo como parte de la oleada
popular que se inspiró en Sanders: otro gran éxito. Ed Markey, senador por
Massachusetts, se sumó a la causa. Ahora forma parte de la agenda
legislativa. El siguiente paso es hacerlo viable para forzar su aprobación.
Hay muy buenas ideas para lograrlo. Y esa es la forma de cambiar las
cosas.
Si Biden alcanzara la presidencia, no sé si habría un gobierno
absolutamente comprensivo, pero al menos sería abordable, se podría
ejercer cierta presión. Y eso es muy importante. Si echamos un vistazo al
estupendo historiador especializado en asuntos laborales –seguro que
conoce a Erik Loomis, que ha estudiado los esfuerzos de la clase
trabajadora para introducir cambios en la sociedad, en ocasiones en
beneficio de los trabajadores, en ocasiones en beneficio de la sociedad
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Lima – Perú, 2020.
en general–, presentó una idea muy interesante. Esos esfuerzos tenían
éxito cuando había un gobierno tolerante o comprensivo, no cuando no
lo había. Hay una gran diferencia –una de las muchas diferencias
enormes entre Trump, el sociópata, y Biden, que es un poco vacuo– en
poder presionar de un modo u otro. Es la elección más crucial de la
historia de la humanidad, literalmente. Cuatro años más de Trump nos
expondría a un grave problema.
Amy Goodman: ¿Cómo es posible que Estados Unidos, el país más rico
del mundo, se haya convertido en el epicentro de la pandemia?
Noam Chomsky: Los países han reaccionado de formas muy diversas,
algunos con notable éxito, otros con más o menos éxito. Hay uno que ha
tocado fondo. Nosotros. Estados Unidos es el único país importante que
ni siquiera puede proporcionar datos a la Organización Mundial de la
Salud porque es sumamente disfuncional.
Esto tiene un origen. Parte de dicho origen es un sistema sanitario
vergonzoso, que sencillamente no está preparado para nada que se
salga de lo normal. Simplemente no funciona. Esto se ha visto agravado
por la presencia de una extraña colección de gánsteres de Washington
que pareciera como si, de forma sistemática, hubieran adoptado todas
las medidas posibles para hacerlo lo peor posible. Durante el mandato
de Trump, estos últimos cuatro años, se han recortado sistemáticamente
en todos los aspectos relacionados con la salud. El Pentágono progresa.
La construcción de su muro progresa. Pero cualquier otra cosa –de
hecho, cualquier cosa que pudiera beneficiar a la población en general–
empeora, y en particular la sanidad.
Algunos casos son casi surrealistas. Por ejemplo, en octubre, en un
momento tremendamente oportuno, [Trump] canceló por completo un
proyecto de la agencia para el Desarrollo de EE. UU. –se llamaba Predict–
que trabajaba con países del Tercer Mundo y también en China, para
tratar de detectar virus nuevos que podían convertirse en la pandemia
prevista. Y de hecho desde entonces se preveía –al menos a partir de la
epidemia del SARS en 2003–. De modo que tenemos una combinación
de factores, algunos de ellos específicos de Estados Unidos.
Si queremos asegurarnos, o al menos tener la esperanza, de poder evitar
nuevas pandemias –que es muy probable que lleguen y más graves que
esta, en parte debido a la enorme y creciente amenaza del
calentamiento global– tenemos que estudiar el origen de esta. Y es muy
importante analizarlo detenidamente. De modo que, si echamos la vista
atrás, los científicos llevan años prediciendo pandemias. La epidemia del
SARS fue bastante grave. Se logró contener, fue el comienzo del
desarrollo de las vacunas, pero nunca llegaron a la fase de prueba.
Entonces ya se sabía que iba a ocurrir algo más y hubo otras epidemias.
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Lima – Perú, 2020.
Pero no basta con saberlo. Alguien tiene que coger el testigo y entregarse
a ello. ¿Y quién puede hacerlo? Lo lógico sería que fueran las empresas
farmacéuticas, pero no están interesadas. Siguen la buena lógica
capitalista: las señales del mercado indican que prepararse para una
catástrofe anticipada y prevista no genera beneficios. De modo que no
les interesaba.
En ese momento, otra posibilidad es que el gobierno tome cartas en el
asunto. Tengo edad suficiente para recordar que se puso fin al horror de
la polio gracias a un proyecto que puso en marcha y financió el gobierno
y que derivó en la vacuna de Salk, que era gratis, carecía de derechos
de propiedad intelectual. Jonas Salk dijo que debía ser libre como el
viento. Muy bien, se logró acabar con el horror de la polio, el horror del
sarampión y otros. Pero el gobierno no ha podido tomar cartas en este
asunto a causa de otro aspecto particular de la época moderna: la
plaga neoliberal. Recordemos la alegre sonrisa de Ronald Reagan y su
frasecilla que afirmaba que el gobierno es el problema, no la solución. De
modo que el gobierno no puede intervenir.
Se han hecho esfuerzos, no obstante, para intentar prepararse para esto.
Ahora mismo en Nueva York y otros lugares, médicos y enfermeras se ven
obligados a tomar decisiones angustiosas sobre a quién matar –una
decisión nada agradable– simplemente porque no tienen suficiente
equipamiento. Y el obstáculo principal es la falta de respiradores, una
enorme escasez de respiradores. Ahora bien, el gobierno de Obama se
esforzó en intentar prepararse para esto. Y esto revela, de forma radical,
el tipo de factores que nos conducen a la catástrofe. Contrataron a una
pequeña empresa que estaba fabricando respiradores de gran calidad
a bajo coste. La empresa fue adquirida por una más grande, Covidien,
que fabrica respiradores sofisticados y caros. Y dejaron de lado el
proyecto. Presumiblemente no querían que compitieran con los suyos,
más costosos. Poco después, comunicaron al gobierno que querían
rescindir el contrato. La razón era que no era suficientemente rentable,
por lo que no se hicieron más respiradores.
Lo mismo ocurre con los hospitales. Los hospitales, según los programas
neoliberales, se supone que tienen que ser rentables, es decir, no pueden
tener capacidad de más, solo el suficiente número de camas para
arreglárselas. Y de hecho, mucha gente, yo incluido, puede testificar que
incluso los mejores hospitales han causado gran dolor y sufrimiento a los
pacientes, ya antes de que estallara esta pandemia, debido a este
concepto de eficiencia bajo mínimos que maneja nuestro sistema
sanitario privatizado con ánimo de lucro. Cuando algo se sale de lo
normal, mala suerte. Y así funciona todo el sistema.
De modo que tenemos una combinación de la lógica capitalista, que es
letal pero controlable, pero que es incontrolable siguiendo los programas
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Lima – Perú, 2020.
neoliberales, que además dictan que el gobierno no puede intervenir y
coger el testigo cuando el sector privado no lo hace.
Para más inri –y esto atañe específicamente a Estados Unidos– tenemos
un espectáculo circense en Washington, un gobierno totalmente
disfuncional, que está causando graves problemas. Y no es que no se
supiera nada. Durante todo el mandato de Trump, incluso antes, se sabía
que se avecinaba una pandemia. Su reacción fue reducir su prevención.
Sorprendentemente, esta actitud continuó incluso después de que se
manifestara la pandemia.
De modo que, el 10 de febrero, cuando ya era grave, Trump publicó sus
presupuestos para el próximo año. Échenle un vistazo. El presupuesto
mantiene el recorte de fondos del Centro para el Control de
Enfermedades y demás instituciones gubernamentales responsables de
la salud, sigue recortándolas. Aumenta la financiación de algunas cosas,
como la producción de combustibles fósiles, concede nuevas
subvenciones a las industrias de combustibles fósiles. Es decir, es como si
el país sencillamente estuviera… Mejor dicho, el país sencillamente está
gobernado por sociópatas.
Y la consecuencia, por tanto, es que reducimos los esfuerzos para lidiar
con la pandemia que está tomando forma y aumentamos los esfuerzos
por destruir el medioambiente –los esfuerzos en los que Estados Unidos,
bajo el mandato de Trump, va a la cabeza en la carrera hacia el abismo.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que eso –obviamente– es
muchísimo más grave que la amenaza del coronavirus. Y es nocivo y
grave, en particular en Estados Unidos, pero de algún modo nos
recuperaremos, a un precio muy alto. No nos recuperaremos del
derretimiento de las placas de hielo polar, que está derivando en un
efecto retroactivo, bien conocido, que va en aumento: a medida que se
derriten, disminuye la superficie reflectante y aumenta la absorción en los
mares oscuros. El calentamiento que provoca el derretimiento aumenta.
Y solo es uno de los factores que nos lleva a la destrucción, a menos que
hagamos algo al respecto.
Y no es ningún secreto. Recientemente, por ejemplo, hace un par de
semanas, se filtró algo muy interesante, un memorando de JPMorgan
Chase, el banco más importante de Estados Unidos, que advertía de que,
según sus propias palabras, “la supervivencia de la humanidad está en
peligro si continuamos nuestro camino actual”, que incluía la financiación
de las industrias de combustibles fósiles por parte del propio banco; es
decir, estamos poniendo en peligro la supervivencia de la humanidad.
Cualquiera que tenga los ojos abiertos en el gobierno de Trump es
perfectamente consciente de ello. Es difícil encontrar palabras para
calificarlo.
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(…) Trump está desesperado por encontrar un chivo expiatorio al que
culpar por sus espeluznantes errores e incompetencia. El más reciente es
la Organización Mundial de la Salud, el ataque a China. El responsable
siempre es otro.
Sin embargo, es sencillo, los hechos son muy claros. El pasado mes de
diciembre China informó rápidamente a la Organización Mundial de la
Salud de que se encontraban con pacientes con síntomas similares a la
neumonía de etiología desconocida. No sabían qué era.
Aproximadamente una semana después, el 7 de enero, comunicaron a
la Organización Mundial de la Salud, la comunidad científica
internacional, que los científicos chinos habían descubierto el origen: un
coronavirus parecido al virus del SARS. Habían identificado la secuencia,
el genoma. Estaban proporcionando la información al mundo.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos eran perfectamente
conscientes de ello. Durante los meses de enero y febrero intentaron que
alguien en la Casa Blanca prestara atención a la llegada de una grave
pandemia. Sencillamente, nadie les escuchaba. Trump estaba fuera
jugando al golf o tal vez escuchando o comprobando sus índices de
audiencia en televisión. Ayer supimos que a finales de enero, un
funcionario de alto nivel, muy cercano al gobierno, Peter Navarro, había
enviado un mensaje muy contundente a la Casa Blanca afirmando que
se trataba de un peligro real. Pero ni siquiera él tuvo éxito.
Amy Goodman: Noam, usted menciona a Peter Navarro, delegado de
comercio, que envió un memorando –acaba de publicarse en The New
York Times– a finales de enero advirtiendo de que con el coronavirus
podían morir aproximadamente un millón de personas. Y la reacción de
Trump en ese contexto fue prohibir los viajes desde China, no actuar en
consecuencia, que era asegurarse de que Estados Unidos tenía los test
adecuados y los EPIs, el equipo de protección individual, que los médicos,
enfermeras, el personal de limpieza de los hospitales necesitaban para
sobrevivir, tratar a los pacientes y ayudarles a ellos a sobrevivir. Y ha salido
a la luz que las agencias de inteligencia, en ese momento, incluso antes
que Navarro, estaban advirtiendo a Trump. Si pudiéramos retroceder a
hace dos años, cuando disolvió la unidad para pandemias dentro del
Consejo Nacional de Seguridad, pongamos cuando estaba en China
departiendo acerca de gastar dinero en bombas o un muro, que le
dijeran: “Señor, también tiene que fijarse en lo que está ocurriendo aquí”.
Y esa unidad, la unidad para pandemias, no solo se ocupa de cómo
procedemos en Estados Unidos, sino que también se asegura –tal y como
hace el Centro de Control de Enfermedades (CDC) y otros organismos
del gobierno de Estados Unidos– de enviar científicos a otros países, como
China, para investigar y ayudar a otros países, porque cuando se trata de
una pandemia tenemos que ir todos a una. De modo que, ¿podría
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Lima – Perú, 2020.
hablarnos de estas advertencias y por qué los test y los equipos de
protección individual son tan importantes?
Noam Chomsky: Hay que recordar que esa actitud continuó incluso
después de que la pandemia estuviera presente. Ahora bien, la
propuesta presupuestaria es asombrosa. Se hace el 10 de febrero, con la
pandemia muy avanzada. Trump recorta aún más los materiales
gubernamentales relativos a la salud para seguir atacando. Estaban en
el patíbulo, al igual que durante todo su mandato.
De hecho, las imágenes que has mostrado antes son parte de una
estrategia muy inteligente. Independientemente de que sea algo
planeado a conciencia o simplemente intuitivo, eso no lo sé. Pero seguir
la pauta de hacer una afirmación, contradecirla mañana y salir con algo
nuevo al día siguiente es realmente brillante. Significa que lo van a
justificar. Pase lo que pase, lo habrá dicho. Si disparas flechas al azar,
alguna dará en el blanco. Y la técnica que emplea con el altavoz de Fox
y una base de admiradores que solo sintonizan la Fox, Limbaugh, etc.,
simplemente van a escoger lo que resultó ser cierto y dirán: “Miren a
nuestro maravilloso presidente, el mejor presidente de la historia, nuestro
salvador, lo supo desde el principio como muestran sus declaraciones”.
No falla.
Se asemeja mucho a la técnica de fabricar mentiras constantemente. Ya
sabemos cómo funcionan, no hace falta insistir en el tema. Los diligentes
verificadores de informaciones llevan la cuenta. Creo que hasta ahora
hay detectadas unas 20.000. Y mientras Trump se muere de la risa. Es
perfecto. No paras de decir mentiras y lo que ocurre es que el concepto
de verdad simplemente desaparece.
Amy Goodman: En un fragmento del The Daily Show, de Trevor Noah,
que se llama “Homenaje a los estúpidos heroescépticos de la pandemia
del coronavirus”, aparecen varios miembros de los medios de
comunicación de derechas, como Sean Hannity, Rush Limbaugh, Tomi
Lahren y otros, así como congresistas republicanos y miembros del
gobierno de Trump, minimizando o burlándose de la pandemia del
coronavirus. Empieza el 24 de febrero y termina con Donald Trump el 17
de marzo y Hannity el 18 de marzo diciendo que ellos siempre se habían
tomado la pandemia en serio. De modo que, cuando usted escucha las
noticias de Fox News –que no es un canal cualquiera, es la gente con la
que se comunica el presidente Trump. Tal vez sean sus consejeros, porque
continuamente le quitaron hierro a la situación–, ¿considera que el
presidente Trump es responsable? ¿Diría que tiene las manos manchadas
de sangre?
Noam Chomsky: No hay duda. Trump hace una declaración
disparatada. Después es amplificada por el altavoz de Fox News. Al día
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siguiente dice lo contrario. Se hacen eco; el altavoz lo amplifica. Hay que
fijarse en el tono, el tono del reportaje es interesante. Es de una confianza
absoluta, no lo que cualquier persona sensata y en su sano juicio diría:
“No lo sabemos con certeza. Hay mucha incertidumbre. Hoy las cosas
están así”. Nada por el estilo. Confianza absoluta. Independientemente
de lo que nuestro querido líder diga, lo amplificamos. Y es un diálogo
interesante. Amplifican lo que dice. Sean Hannity dice: “Es la mejor
maniobra que se ha hecho en la historia universal”. Y a la mañana
siguiente, Trump sintoniza Fox & Friends y escucha lo que se ha dicho. Se
convierte en su reflexión del día. Es una interacción, Murdoch y Trump se
preparan literalmente para intentar destrozar el país y destrozar el mundo,
porque en el fondo, no debemos olvidarlo, hay una amenaza muchísimo
mayor, que cada vez está más cerca, mientras Trump se abre camino
hacia la destrucción.
Recibe ayuda. Así, en el hemisferio sur, bien abajo, hay otro loco, Jair
Bolsonaro, que rivaliza con Trump para ver quién puede ser el peor
criminal del planeta. Le está diciendo a los brasileños: “Esto no es nada.
Solo es un resfriado. Los brasileños no contraemos virus. Somos inmunes”.
Su ministro de Sanidad y otros funcionarios están intentando intervenir y
decir: “Esto es muy serio”. Muchos gobernadores, afortunadamente,
están ignorando lo que dice. Pero Brasil se enfrenta a una terrible crisis.
De hecho ha llegado hasta el punto de que en las favelas, los barrios
pobres de Río, donde el gobierno no hace nada por la gente, otros han
intervenido para, en la medida de lo posible, imponer restricciones
sensatas bajo esas miserables condiciones. ¿Quién? Las bandas
criminales. Las bandas criminales que torturan a la población han
intervenido para intentar imponer normas sanitarias. La población
indígena se enfrenta prácticamente a un genocidio, lo cual no le
importaría a Bolsonaro porque, en cualquier caso, cree que no deberían
estar allí. Entretanto, mientras todo esto ocurre, se publican artículos
científicos advirtiendo de que en 15 años el Amazonas pasará de ser un
sumidero neto de carbono a un emisor neto de CO2. Algo devastador
para Brasil –de hecho, para el mundo entero.
De modo que tenemos al llamado Coloso del Norte en manos de unos
sociópatas, que están haciendo todo lo que pueden para perjudicar al
país y al mundo. Y al llamado Coloso del Sur que, a su manera, está
haciendo lo mismo. Sigo la situación de cerca porque mi esposa Valeria
es brasileña y me mantiene al día con las noticias que están apareciendo
en Brasil. Y, sencillamente, es asombroso.
Sin embargo, mientras tanto, hay países que están reaccionando con
sensatez. De modo que, en cuanto empezaron a llegar las noticias de
China –y hubo muchas enseguida, al contrario de lo que se está
diciendo– los países de la periferia de China empezaron a reaccionar –
Taiwán, Corea del Sur, Singapur– de una manera bastante efectiva.
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Lima – Perú, 2020.
Algunos de ellos lo tienen básicamente bajo control. Nueva Zelanda
aparentemente ha contenido el coronavirus, tal vez casi por completo,
con un confinamiento inmediato durante un par de semanas, y parece
que está a punto de eliminarlo. En Europa, la mayor parte de los países
vacilaron, pero algunos, los mejor organizados, actuaron enseguida. Es
muy llamativo. Sería muy útil para los estadounidenses que compararan
los desvaríos de Trump con las informaciones y declaraciones sobrias y
objetivas de la canciller alemana Angela Merkel dirigidas a la población
alemana, describiendo exactamente lo que está ocurriendo y lo que hay
que hacer.
Amy Goodman: Quería preguntarte, mientras conversas con nosotros
desde tu casa de Tucson, Arizona, donde estás confinado porque
estamos en medio de esta pandemia para evitar la propagación y para
protegerte a ti mismo y a tu familia: ¿Qué te da esperanza?
Noam Chomsky: He de decir que sigo un régimen estricto porque mi
esposa Valeria está al mando y yo sigo sus órdenes. De modo que Valeria
y yo estamos aislados.
Pero lo que me da esperanza son las iniciativas que están adoptando
sectores populares por todo el mundo, muchos de ellos. Algunas cosas
que están pasando son verdaderamente motivadoras. Por ejemplo, los
médicos y enfermeros que están trabajando sin descanso bajo unas
condiciones sumamente peligrosas, carentes –especialmente en Estados
Unidos– del mínimo apoyo, viéndose obligados a tomar unas decisiones
angustiosas sobre a quién matar mañana. Pero lo están haciendo. Se
trata de un tributo ejemplar a los recursos del espíritu humano, un modelo
de lo que se puede hacer, junto con los movimientos populares, los pasos
para crear una Internacional Progresista. Son señales muy positivas.
Sin embargo, si nos remontamos a la historia reciente, ha habido épocas
en que la situación parecía verdaderamente imposible y desesperada.
Pienso en mi infancia, a finales de la década de 1930 y comienzo de la
de 1940. Parecía que el ascenso del azote nazi era inexorable, victoria
tras victoria. Parecía que era imparable. Fue la invención más
espeluznante de la historia de la humanidad. Resulta que –entonces yo
lo desconocía– los estrategas de EE. UU. esperaban que durante la
posguerra el mundo se dividiera entre un mundo controlado por EE. UU. y
otro controlado por Alemania, incluida toda Eurasia: una idea
horripilante. Y se superó. Ha habido otros movimientos en defensa de los
derechos civiles: el joven movimiento Freedom Riders que se manifestó en
Alabama para animar a los granjeros negros a que fueran a votar, a pesar
de la grave amenaza de muerte que se cernía sobre ellos y sobre los
propios manifestantes. Son algunos ejemplos de lo que los humanos son
capaces de hacer y han hecho. Y hoy en día vemos muchas señales: esa
es la base de la esperanza.
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“ESTAMOS ANTE OTRO FALLO MASIVO Y COLOSAL DEL
CAPITALISMO NEOLIBERAL”*
Entrevista a Noam Chomsky
Cristina Magdaleno
EFE: 21 / 04 / 2020
Para el filósofo y lingüista Noam Chomsky, la primera gran lección de la
actual pandemia es que estamos ante “otro fallo masivo y colosal de la
versión neoliberal del capitalismo”, que en el caso de Estados Unidos está
agravado por la naturaleza de los “bufones sociópatas que manejan el
Gobierno” liderado por Donald Trump.
Desde su casa de Tucson (Arizona) y lejos de su despacho en el Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT), desde el que cambió para siempre
el campo de la lingüística, Chomsky repasa en una entrevista con Efe las
consecuencias de un virus que deja claro que los gobiernos están
siendo “el problema y no la solución”.
—¿Qué lecciones positivas podemos extraer de la pandemia?
—La primera lección es que estamos ante otro fallo masivo y colosal de
la versión neoliberal del capitalismo. Si no aprendemos eso, la próxima
vez que pase algo parecido va a ser peor. Es obvio después de lo que
ocurrió tras la epidemia del SARS en 2003. Los científicos sabían que
vendrían otras pandemias, probablemente de la variedad del
coronavirus. Hubiese sido posible prepararse en aquel punto y abordarlo
como se hace con la gripe. Pero no se ha hecho.
Las farmacéuticas tenían recursos y son superricas, pero no lo hacen
porque los mercados dicen que no hay beneficios en prepararse para
una catástrofe a la vuelta de la esquina. Y luego viene el martillo
neoliberal. Los Gobiernos no pueden hacer nada. Están siendo el
problema y no la solución.
*Fuente: https://www.efe.com/efe/espana/cultura/chomsky-estamos-ante-otro-fallo-
masivo-y-colosal-del-capitalismo-neoliberal/10005-4226729
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Lima – Perú, 2020.
Estados Unidos es una catástrofe por el juego que se traen en Washington.
Saben cómo culpar a todo el mundo excepto a ellos mismos, a pesar de
que son los responsables. Somos ahora el epicentro, en un país que es tan
disfuncional que ni siquiera puede proveer de información sobre la
infección a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
—¿Qué opina de la gestión de la administración Trump?
—La manera en la que esto se ha desarrollado es surrealista. En febrero la
pandemia estaba ya haciendo estragos, todo el mundo en Estados
Unidos lo reconocía. Justo en febrero, Trump presenta unos presupuestos
que merece la pena mirar. Recortes en el Centro de Prevención y Control
de Enfermedades y en otras partes relacionadas con la salud. Hizo
recortes en medio de una pandemia e incrementó la financiación de las
industrias de energía fósil, el gasto militar, el famoso muro…
Todo eso te dice algo de la naturaleza de los bufones sociópatas que
manejan el Gobierno y que el país está sufriendo. Ahora buscan
desesperadamente culpar a alguien. Culpan a China, a la OMS… y lo
que han hecho con la OMS es realmente criminal. ¿Dejar de financiarla?
¿Qué significa eso? La OMS trabaja en todo el mundo, principalmente en
países pobres, con temas relacionados con la diarrea, la maternidad…
¿Entonces qué están diciendo? “Vale, matemos a un montón de gente
en el sur porque quizás eso nos ayude con nuestras perspectivas
electorales”. Eso es un mundo de sociópatas.
—Trump empezó negando la crisis, dijo incluso que era un bulo
demócrata… ¿Puede ser esta la primera vez que a Trump le han vencido
los hechos?
—A Trump hay que concederle un mérito… Es probablemente el hombre
más seguro de sí mismo que ha existido nunca. Es capaz de sostener un
cartel que dice “os amo, soy vuestro salvador, confiad en mí porque
trabajo día y noche para vosotros” y con la otra mano apuñalarte en la
espalda. Es así cómo se relaciona con sus votantes, que lo adoran
independientemente de lo que haga. Y recibe ayuda por un fenómeno
mediático conformado por Fox News, Rush Limbaugh, Breitbart… que son
los únicos medios que miran los republicanos.
Si Trump dice un día “es solo una gripe, olvidaos de ella”, ellos dirán que
sí, que es una gripe y que hay que olvidarse. Si al día siguiente dice que
es una pandemia terrible y que él fue el primero en darse cuenta, lo
gritarán al unísono y dirán que es la mejor persona de la historia.
A la vez, él mismo mira Fox News por las mañanas y decide qué se supone
que tiene que decir. Es un fenómeno asombroso. Rupert Murdoch,
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Lima – Perú, 2020.
Limbaugh y los sociópatas de la Casa Blanca están llevando el país a la
destrucción.
—¿Puede esta pandemia cambiar la manera en la que nos relacionamos
con la naturaleza?
—Eso depende de la gente joven. Depende de cómo la población
mundial reaccione. Esto nos podría llevar a estados altamente autoritarios
y represivos que expandan el manual neoliberal incluso más que ahora.
Recuerde: la clase capitalista no cede. Piden más financiación para los
combustibles fósiles, destruyen las regulaciones que ofrecen algo de
protección… En medio de la pandemia en EE.UU. se han eliminado
normas que restringían la emisión de mercurio y otros contaminantes…
Eso significa matar a más niños estadounidenses, destruir el medio
ambiente. No paran. Y si no hay contrafuerzas, es el mundo que nos
quedará.
—¿Cómo queda el mapa de poder en términos geopolíticos despúes de
la pandemia?
—Lo que está pasando a nivel internacional es bastante chocante. Está
eso que llaman la Unión Europea. Escuchamos la palabra “unión”. Vale,
mira Alemania, que está gestionando la crisis muy bien… En Italia la crisis
es aguda… ¿Están recibiendo ayuda de Alemania? Afortunadamente
están recibiendo ayuda, pero de una “superpotencia” como Cuba, que
está mandando médicos. O China, que envía material y ayuda. Pero no
reciben asistencia de los países ricos de la Unión Europea. Eso dice algo…
El único país que ha demostrado un internacionalismo genuino ha sido
Cuba, que ha estado siempre bajo estrangulación económica por parte
de EE.UU. y por algún milagro han sobrevivido para seguir mostrándole al
mundo lo que es el internacionalismo. Pero esto no lo puedes decir en
EE.UU. porque lo que has de hacer es culparles de violaciones de los
derechos humanos. De hecho, las peores violaciones de derechos
humanos tienen lugar al sudeste de Cuba, en un lugar llamado
Guantánamo que Estados Unidos tomó a punta de pistola y se niega a
devolver.
Una persona educada y obediente se supone que tiene que culpar a
China, invocar el “peligro amarillo” y decir que los chinos vienen a
destruirnos, nosotros somos maravillosos.
Hay una llamada al internacionalismo progresista con la coalición que
empezó Bernie Sanders en Estados Unidos o Varoufakis en Europa. Traen
elementos progresistas para contrarrestar el movimiento reaccionario
que se ha forjado desde la Casa Blanca (…) de la mano de Estados
brutales de Oriente Medio, Israel (…) o con gente como Orban o Salvini,
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cuyo disfrute en la vida es asegurarse de que la gente que huye
desesperadamente de África se ahoga en el Mediterráneo.
Pones todo ese “reaccionarismo” internacional en un lado y la pregunta
es… ¿serán contrarrestados? Y solo veo esperanza en lo que ha
construido Bernie Sanders.
—Que ha perdido…
—Se dice comúnmente que la campaña de Sanders fue un fracaso. Pero
eso es un error total. Ha sido un enorme éxito. Sanders ha conseguido
cambiar el ámbito de la discusión y la política y cosas muy importantes
que no se podían mencionar hace un par de años ahora están en el
centro de discusión, como el Green New Deal, esencial para la
supervivencia.
No le han financiado los ricos, no ha tenido apoyo de los medios… El
aparato del partido ha tenido que manipular para evitar que ganase la
nominación. De la misma manera que en Reino Unido el ala derecha del
Partido Laborista ha destruido a Corbyn, que estaba democratizando el
partido en una manera que no podían soportar.
Estaban dispuestos hasta a perder las elecciones. Hemos visto mucho de
eso en EE.UU., pero el movimiento permanece. Es popular. Está
creciendo, son nuevos… Hay movimientos comparables en Europa,
pueden marcar la diferencia.
—¿Qué cree que pasará con la globalización tal y como la conocemos?
—No hay nada malo con la globalización. Está bien ir de viaje a España,
por ejemplo. La pregunta es qué forma de globalización. La que se ha
desarrollado ha sido bajo el neoliberalismo. Es la que han diseñado. Ha
enriquecido a los más ricos y existe un enorme poder en manos de
corporaciones y monopolios. También ha llevado a una forma muy frágil
de economía, basada en un modelo de negocio de la eficiencia,
haciendo las cosas al menor costo posible. Ese razonamiento te lleva a
que los hospitales no tengan ciertas cosas porque no son eficientes, por
ejemplo.
Ahora el frágil sistema construido está colapsando porque no puede lidiar
con algo que ha salido mal. Cuando diseñas un sistema frágil y centralizas
la manufacturación y la producción solo en un lugar como China… Mira
Apple. Hace enormes beneficios, de los que pocos se quedan en China
o en Taiwán. La mayor parte de su negocio va a parar a donde
probablemente han puesto una oficina del tamaño de mi estudio, en
Irlanda, para pagar pocos impuestos en un paraíso fiscal.
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Lima – Perú, 2020.
¿Cómo es que pueden esconder dinero en paraísos fiscales? ¿Es eso
parte de la ley natural? No. De hecho en Estados Unidos, hasta Reagan,
era algo ilegal. Igual que las compraventas de acciones. (…) ¿Eran
necesarias? Lo legalizó Reagan.
Todo ha sido diseñado, son decisiones… que tienen consecuencias que
hemos visto a lo largo de los años y una de las razones por las que
encuentras lo que se ha mal llamado “populismo”. Mucha gente estaba
enfadada, resentida y odiaba al gobierno de forma justificada. Eso ha
sido un terreno fértil para demagogos que podían decir: soy tu salvador
y los inmigrantes esto y lo otro.
—¿Cree que, tras la pandemia, Estados Unidos estará más cerca de una
sanidad universal y gratuita?
—Es muy interesante ver esa discusión. Los programas de Sanders, por
ejemplo, sanidad universal, tasas universitarias gratuitas… Lo critican en
todo el espectro -ideológico-. Las críticas más interesantes vienen de la
izquierda. Los columnistas más liberales del New York Times, CNN y todos
ellos… Dicen que son buenas ideas, pero no para los estadounidenses.
La sanidad universal está en todas partes. En toda Europa de una forma
u otra. En países pobres como Brasil, México… ¿Y la educación
universitaria gratuita? En todas partes… Finlandia, Alemania, México… en
todos lados. Así que lo que dicen los críticos en la izquierda es que Estados
Unidos es una sociedad tan atrasada que no se puede poner a la altura
del resto del mundo. Y te dice bastante de la naturaleza, la cultura y de
la sociedad.
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Lima – Perú, 2020.
POLÍTICA ANTICPAITALSTA EN TIEMPOS DEL COVID -19*
David Harvey
Jacobin: 20 / 03 / 2020
Cuando trato de interpretar, comprender y analizar el diario flujo de
noticias, tiendo a ubicar lo que está pasando con el trasfondo de dos
modelos de cómo funciona el capitalismo que son distintivos, pero se
entrecruzan. El primer plano estriba en la cartografía de las
contradicciones internas de la circulación y acumulación del capital
como flujos del valor del dinero en busca de beneficio a través de los
diferentes “momentos” (como los denomina Marx) de la producción,
realización (consumo), distribución y reinversión. Se trata de un modelo
de la economía capitalista como una espiral de infinita expansión y
crecimiento. Se vuelve bastante complicado a medida que se va
elaborando a través, por ejemplo, de las lentes de rivalidades
geopolíticas, desiguales desarrollos geográficos, instituciones financieras,
políticas de Estado y reconfiguraciones tecnológicas, y de la madeja
siempre cambiante de las divisiones del trabajo y de las relaciones
sociales.
Concibo este modelo, no obstante, como algo encastrado en un
contexto más amplio de reproducción social (en hogares y
comunidades), en una relación metabólica en curso y siempre en
evolución con la naturaleza (incluida la “segunda naturaleza” de la
urbanización y el medio construido) y toda suerte de formaciones
culturales, científicas (basadas en el conocimiento), religiosas y sociales
contingentes que crean las poblaciones humanas de manera
característica a lo largo del espacio y el tiempo. Estos “momentos”
incorporan la expresión activa de aspiraciones, necesidades y deseos, el
ansia de conocimiento y sentido y la búsqueda en evolución de
satisfacción contra un trasfondo de cambiantes disposiciones
institucionales, contestaciones políticas, enfrentamientos ideológicos,
pérdidas, muertes, derrotas, frustraciones y alienaciones, todo resuelto en
un mundo de una marcada diversidad geográfica, cultural, social y
*Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/politica-anticapitalista-en-tiempos-de-covid-
19 (Traducción: Lucas Antón)
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Lima – Perú, 2020.
política. Este segundo modelo constituye, como si dijéramos, mi
comprensión operativa del capitalismo global como información social
distintiva, mientras que la primera se refiere a las contradicciones dentro
del motor económico que mueve a esta formación social por ciertas
sendas de su evolución histórica y geográfica.
En espiral
Cuando el 26 de enero de 2020 leí por vez primera acerca de un
coronavirus que estaba ganando terreno en China, pensé
inmediatamente en las repercusiones que tendría en la dinámica global
de la acumulación de capital. Sabía por mis estudios del modelo
económico que los bloqueos y alteraciones en la continuidad del flujo de
capital tendrían devaluaciones como resultado, y que, si se extendían y
ahondaban las devaluaciones, eso significaría el arranque de la crisis.
También era bien consciente de que China es la segunda mayor
economía del mundo y que había rescatado de manera eficaz al
capitalismo global en el periodo de las secuelas de 2007–8, de manera
que cualquier golpe a la economía china estaba destinado a tener
consecuencias graves para una economía global que ya se encontraba,
en cualquier caso, en una situación arriesgada. El modelo existente de
acumulación de capital ya estaba, me parecía a mí, en dificultades. Se
estaban sucediendo movimientos de protesta en casi todas partes (de
Santiago a Beirut), muchos de los cuales se centraban en el hecho de
que el modelo económico dominante no estaba funcionando bien para
la mayoría de la población. El modelo neoliberal descansa de manera
creciente en capital ficticio y en una ingente expansión de la oferta de
dinero y creación de deuda. Se está enfrentando ya al problema de una
insuficiente demanda efectiva para realizar los valores que el capital es
capaz de producir. De modo que ¿cómo podría el modelo económico
dominante, con su decaída legitimidad y delicada salud, absorber y
sobrevivir a los inevitables impactos de lo que podría convertirse en una
pandemia? La respuesta dependía onerosamente de cuánto pudiera
durar y propagarse la alteración, pues, como señalaba Marx, la
devaluación no se produce porque no se puedan vender las mercancías
sino porque no se pueden vender a tiempo.
Durante mucho tiempo había rechazado yo la idea de “naturaleza”
como algo exterior y separado de la cultura, la economía y la vida diaria.
Adopto una visión más dialéctica y relacional de la relación metabólica
con la naturaleza. El capital modifica las condiciones medioambientales
de su propia reproducción, pero lo hace en un contexto de
consecuencias involuntarias (como el cambio climático) y con el
trasfondo de fuerzas evolutivas autónomas e independientes que andan
perpetuamente reconfigurando las condiciones ambientales. Desde este
punto de vista, no hay nada que sea un desastre verdaderamente
natural. Los virus van mutando todo el tiempo, a buen seguro. Pero las
Colegio de Sociólogos del Perú. 360
Lima – Perú, 2020.
circunstancias en las que una mutación se convierte en una amenaza
para la vida dependen de acciones humanas.
Hay dos aspectos relevantes en ello. En primer lugar, las condiciones
ambientales incrementan la probabilidad de vigorosas mutaciones.
Resulta plausible esperar, por ejemplo, que los sistemas de
abastecimiento de alimentos intensivos o azarosos en las zonas
subtropicales húmedas puede contribuir a esto. Existen esos sistemas en
muchos lugares, incluida China, al sur del Yangtsé y en el Sudeste asiático.
En segundo lugar, varían enormemente las condiciones que favorecen la
rápida transmisión mediante los cuerpos receptores. Parecería que las
poblaciones humanas de elevada densidad son un blanco receptor fácil.
Es bien sabido que las epidemias de sarampión, por ejemplo, solo
florecen en grandes centros de población urbana, pero se desvanecen
rápidamente en regiones escasamente pobladas. El modo en que los
seres humanos interactúan unos con otros, se mueven, se disciplinan u
olvidan lavarse las manos afecta al modo en que se transmiten las
enfermedades. En épocas recientes, el SRAS, la gripe aviar y porcina
parecen haber salido de China o del Sudeste asiático. China ha sufrido
también enormemente a causa de la peste porcina, lo que ha
conllevado el sacrificio de cerdos en masa y el aumento de los precios
de la carne porcina. No digo todo esto para acusar a China. Hay muchos
lugares más en los que son elevados los riesgos medioambientales de
mutación y propagación. Puede que la “gripe española” de 1918
proviniera de Kansas y puede que África incubara el HIV/AIDS, y desde
luego inició el virus del Nilo Occidental y el Ébola, mientras que el dengue
parece florecer en América Latina. Pero las repercusiones económicas y
demográficas de la difusión del virus dependen de grietas y
vulnerabilidades en el modelo económico hegemónico.
No me sorprendió excesivamente que el COVID-19 se descubriera
inicialmente en Wuhan (aunque no se sabe si se originó allí). Era evidente
que los efectos locales serían substanciales y que, considerando que se
trataba de un centro de producción de importancia, habría
repercusiones económicas globales (aunque no tenía ni idea de la
magnitud). La gran pregunta era cómo podrían producirse el contagio y
la propagación, y cuánto duraría (hasta que se encontrara una vacuna).
La experiencia previa había mostrado que uno de los inconvenientes de
una globalización creciente estriba en lo imposible que resulta detener la
rápida difusión internacional se nuevas enfermedades. Vivimos en un
mundo enormemente conectado en el que casi todo el mundo viaja. Las
redes humanas de potencial difusión son inmensas y está abiertas. El
peligro (económico y demográfico) sería que la alteración durase un año
o más.
Aunque se produjo una caída inmediata en los mercados bursátiles
cuando se conocieron las primeras noticias, esto se vio seguido de un mes
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Lima – Perú, 2020.
o más en que los mercados alcanzaron nuevas alzas. Las noticias
parecían indicar que todo seguía como de costumbre, salvo en China.
Parecía creerse que íbamos a experimentar una repetición del SRAS, el
cual terminó por contenerse con bastante rapidez y por tener una
repercusión global bastante reducida, aunque tuviera una elevada tasa
de mortandad y creara un pánico innecesario (visto a toro pasado) en
los mercados financieros. Cuando apareció el COVID-19, la reacción
dominante consistió en presentarlo como una reedición del SRAS,
volviendo superfluo el pánico. El hecho de que la epidemia arrasara
China, que se movilizó rápida y despiadadamente para contener sus
repercusiones llevó asimismo al resto del mundo a tratar erróneamente el
problema como algo que sucedía “por allá” y, por tanto, lejos de la vista
y del pensamiento, acompañado de algunas inquietantes señales de
xenofobia anti china. El clavo que con el virus pinchaba la historia, por lo
demás triunfante, del crecimiento de China se recibió hasta con regocijo
en ciertos círculos de la administración de Trump.
Sin embargo, comenzaron a circular historias de interrupciones de las
cadenas de producción global que pasaban por Wuhan. En buena
medida se ignoraron o se trataron como problema de determinadas
líneas de producto o de empresas (como Apple). Las devaluaciones
fueron locales y particulares y no sistémicas. Se minimizaron también las
señales de caída de la demanda del consumo, aunque esas grandes
empresas, como McDonald’s y Starbucks, que tenían grandes
operaciones en el mercado interior chino, tuvieran que cerrar sus puertas
durante un tiempo. El solapamiento del Año Nuevo chino con el brote del
virus enmascaró su impacto a lo largo de enero. La autocomplacencia
de esta respuesta estuvo gravemente fuera de lugar.
Las noticias iniciales de la propagación internacional del virus fueron
ocasionales y episódicas con un brote grave en Corea del Sur y unos
cuantos focos más como Irán. Fue el brote italiano el que desató la
primera reacción violenta. El derrumbe del mercado bursátil, que
empezó a mediados de febrero, fue oscilando en cierto modo, pero para
mediados de marzo había llevado a una devaluación neta de casi el 30%
en los mercados bursátiles de todo el mundo.
El recrudecimiento exponencial de los contagios provocó una panoplia
de respuestas a menudo incoherentes y con frecuencia llenas de pánico.
El presidente Trump llevó a cabo una representación del intento de
detener el mar frente a una marea potencial en aumento de
enfermedades y muertes. Algunas de las respuestas han sido
verdaderamente extrañas. Hacer que la Reserva Federal rebaje los tipos
de interés a la vista de un virus parecía raro, aun cuando se reconociera
que la medida estaba destinada a aliviar las repercusiones en los
mercados, más que a detener el avance del virus.
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Lima – Perú, 2020.
En casi todas partes a las autoridades públicas y los sistemas de atención
sanitaria los sorprendieron escasos de personal. Cuarenta años de
neoliberalismo a lo largo de América del Norte y del Sur, y de Europa,
habían dejado a la opinión pública totalmente al descubierto y mal
preparada para enfrentarse a una crisis sanitaria de este género, aunque
los anteriores sustos del SRAS y el Ébola proporcionaron bastantes
advertencias, además de lecciones convincentes respecto a lo que
habría que hacer. En muchas partes del supuesto mundo “civilizado”, los
gobiernos locales y regionales, que invariablemente forman la primera
línea de defensa de la salud pública y las emergencias sanitarias de este
género, se habían visto privados de financiación gracias a una política
de austeridad destinada a financiar recortes de impuestos y subsidios a
las grandes empresas y a los ricos.
Las grandes farmacéuticas [Big Pharma] corporativistas tienen poco o
ningún interés en investigaciones sin ánimo de lucro en enfermedades
infecciosas (como es el caso de todos los coronavirus que llevan siendo
bien conocidos desde los años 60). Las grandes farmacéuticas rara vez
invierten en prevención. Tienen poco interés en invertir a fin de estar
preparados para una crisis de salud pública. Le encanta proyectar curas.
Cuanto más enfermos estemos, más dinero ganan. La prevención no
contribuye al valor para los accionistas. El modelo de negocio aplicado
a la provisión de salud pública eliminaba el superávit que se ocupaba de
las capacidades que harían falta en una emergencia. La prevención ni
siquiera era un área de trabajo lo bastante tentadora para justificar
formas de asociación público-privado. El presidente Trump había
recortado el presupuesto del Centro de Control de Enfermedades
[Center for Disease Control – CDC] y disuelto el grupo de trabajo sobre
pandemias del Consejo de Seguridad Nacional [National Security
Council] con el mismo ánimo, mientras recortaba la financiación de toda
la investigación, incluida la del cambio climático. Si quisiera ponerme
antropomórfico y metafórico en esto, yo concluiría que el COVID-19
constituye una venganza de la naturaleza por más de cuarenta años de
grosero y abusivo maltrato a manos de un violento y desregulado
extractivismo neoliberal.
Acaso sea sintomático que los países menos neoliberales, China y Corea
del Sur, Taiwán y Singapur, han pasado por la pandemia hasta ahora en
mejor situación que Italia, aunque Irán desmienta este argumento como
principio universal. Si bien ha habido muchas pruebas de que China
gestionó el SRAS bastante mal, en esta ocasión el presidente Xi se movió
con rapidez para ordenar transparencia tanto en la información como
en la realización de pruebas, tal como hizo Corea del Sur. Con todo, se
perdió en China algo de tiempo valioso (solo unos cuantos días pueden
marcar la diferencia). Lo que resultó, sin embargo, notable en China, fue
el confinamiento de la epidemia a la provincia de Hubei, en cuyo centro
se encuentra Wuhan. La epidemia no se desplazó a Beiying o al oeste, ni
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Lima – Perú, 2020.
siquiera más al sur. Las medidas tomadas para confinar geográficamente
el virus fueron draconianas. Serían casi imposibles de reproducir en
cualquier otro lugar por razones políticas, económicas y culturales. Las
informaciones procedentes de China sugieren que los tratamientos y las
medidas fueron todo menos delicadas. Por ende, China y Singapur
desplegaron su poder de vigilancia personal hasta niveles que eran
invasivos y autoritarios. Pero parecen haber sido extremadamente
eficaces en total, aunque si las medidas para contrarrestarlo se hubieran
puesto en práctica unos pocos días antes, los modelos sugieren que se
podrían haber evitado muchas muertes. Se trata de una información
importante: en cualquier proceso de crecimiento exponencial existe un
punto de inflexión más allá del cual la masa en ascenso queda
totalmente fuera de control (nótese aquí, una vez más, la significación de
la masa en relación al ritmo). El hecho de que Trump perdiera el tiempo
durante tantas semanas puede todavía demostrarse costoso en vidas
humanas.
Los efectos económicos se disparan ahora sin control, tanto dentro de
China como más allá. Las alteraciones que operan en las cadenas de
valor de las empresas y en ciertos sectores resultaron más sistémicas y
substantives de lo que se pensó en un principio. El efecto a largo plazo
puede consistir en abreviar o diversificar las cadenas de suministro
mientras nos movemos hacia formas de producción menos intensivas en
trabajo (con enormes implicaciones para el empleo) y una mayor
dependencia de los sistemas de producción con inteligencia artificial. La
alteración de las cadenas de producción entraña prescindir o despedir
trabajadores, lo que hace decrecer la demanda final, mientras la
demanda de materias primas hace disminuir el consumo productivo.
Estos impactos por el lado de la demanda han producido como mínimo
una suave recesión.
Pero las mayores vulnerabilidades estaban en otra parte. Los modos de
consumismo que explotaron después de 2007–8 se han estrellado con
demoledores consecuencias. Estos modos se basaban en reducir el
tiempo de facturación del consumo hasta acercarlo lo más posible a
cero. El diluvio de inversiones en esas formas de consumismo guarda
absoluta relación con la absorción máxima de volúmenes
exponencialmente crecientes de capital en forma de consumismo que
tuvieran el tiempo más breve posible de facturación. El turismo
internacional ha sido emblemático. Las visitas internacionales se han
incrementado de 800 a 1.400 millones entre 2010 y 2018. Esta forma de
consumismo instantáneo requería masivas inversiones de infraestructuras
en aeropuertos y aerolíneas, hoteles y restaurantes, parques temáticos y
actos culturales, etc. Este lugar de acumulación capitalista está hoy
encallado: las líneas aéreas están cerca de la bancarrota, los hoteles
están vacíos, y es inminente el desempleo masivo en los sectores de
alojamiento. No es buena idea comer fuera y han cerrado en muchos
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Lima – Perú, 2020.
lugares restaurantes y bares. Hasta la comida para llevar parece entrañar
riesgos. Al vasto ejército de trabajadores de la economía “de pequeños
encargos” [“gig economy”] o de otras formas de trabajo precario lo
están poniendo en la calle sin medios visibles de sustento. Se cancelan
actos tales como festivales culturales, campeonatos de fútbol y
baloncesto, conciertos, congresos de negocios y profesionales, y hasta
reuniones políticas con fines electorales. Se han clausurado esas formas
de consumismo de “actividades”. Los ingresos de los gobiernos locales se
han ido por el agujero. Y están cerrando universidades y colegios.
Buena parte del modelo innovador de consumismo capitalista resulta
inservible en las actuales condiciones. Ha quedado mellado el impulso
hacia lo que André Gorz describe como “consumismo compensatorio”
(en el que se supone que los trabajadores alienados recobran su ánimo
gracias a un paquete de vacaciones en una playa tropical).
Pero las economías capitalistas están movidas por el consumismo en un
70 o incluso un 80 %. La confianza y el sentir de los consumidores se han
convertido en los últimos cuarenta años en la clave para la movilización
de la demanda efectiva y el capital se ha visto cada vez más impulsado
por la demanda y las necesidades del consumidor. Esta fuente de
energía económica no se ha visto sometida a desenfrenadas
fluctuaciones (con unas pocas excepciones, como la erupción del
volcán islandés que bloqueó los vuelos transatlánticos durante un par de
semanas). Pero el COVID-19 no está respaldando una desenfrenada
fluctuación sino un todopoderoso derrumbe en el corazón de la forma de
consumismo que domina en los países más opulentos. La forma en espiral
de infinita acumulación de capital está desmoronándose hacia dentro
de una parte del mundo a cualquier otra. La única cosa que puede
salvarlo es un consumismo masivo financiado e inducido por los gobiernos
conjurado de la nada. Esto exigirá la socialización del conjunto de la
economía de los Estados Unidos, por ejemplo, pero sin llamarlo socialismo.
Líneas del frente
Hay un mito conveniente según el cual las enfermedades contagiosas no
reconocen clases ni otras barreras o límites sociales. Como muchos de
esos dichos, hay una cierta verdad en esto. En las epidemias de cólera
del siglo XIX, que transcendieran las barreras de clase fue lo bastante
dramático como para generar el nacimiento de un movimiento de salud
e higiene públicas (que se profesionalizó) que ha perdurado hasta hoy.
Que este movimiento estuviera destinado a proteger a todo el mundo o
solo a las clases altas no siempre estuvo claro. Pero hoy los efectos y
repercusiones diferenciales sociales y de clase cuentan otra historia. Las
repercusiones económicas y sociales se filtran a través de las
discriminaciones “de costumbre” que en todos pates quedan en
evidencia. Para empezar, la fuerza de trabajo que se espera se ocupe
Colegio de Sociólogos del Perú. 365
Lima – Perú, 2020.
de cuidar a la creciente cifra de enfermos resulta de modo característico
definida en términos de género, raza y etnia en la mayoría del mundo. Es
reflejo de la fuerza laboral de clase que se encuentra, por ejemplo, en
aeropuertos y otros sectores logísticos.
Esta “nueva clase trabajadora” está en primera fila y lleva la peor parte
tanto de ser la fuerza laboral que soporta mayor riesgo del virus en su
trabajo o de ser despedida sin recursos, debido al repliegue económico
impuesto por el virus. Está, por ejemplo, la cuestión de quién puede
trabajar en casa y quién no. Con ello se agudiza la división lo mismo que
la cuestión de quién puede permitirse aislarse o ponerse en cuarentena
(con o sin salario) en caso de contacto o contagio. Exactamente del
mismo modo en que aprendí a denominar los terremotos de Nicaragua
(1973) y Ciudad de México (1995) “temblores de clase”, el avance del
COVID-19 exhibe todas las características de una pandemia de clase,
género y raza. Si bien los esfuerzos de mitigación se encubren con la
retórica de que “estamos todos juntos en esto”, la práctica, sobre todo
de los gobiernos nacionales, sugiere motivaciones más siniestras. La clase
trabajadora contemporánea en los Estados Unidos (que comprende de
modo predominante a afroamericanos, hispanos y mujeres con salario),
se enfrenta al desagradable dilema de contaminarse en nombre de los
cuidados y mantener los puntos claves de abastecimiento (como tiendas
de comestibles) abiertos o el desempleo sin prestaciones (como una
adecuada atención sanitaria). El personal asalariado (como yo mismo)
trabaja desde casa y recibe su nómina igual que antes, mientras los altos
ejecutivos vuelan por ahí en aviones y helicópteros privados.
La fuerza laboral ha sido socializada en casi cualquier parte del mundo
desde hace mucho para que se comporte como buenos sujetos
neoliberales (lo que significa culparse a sí mismos, o a Dios, si algo va mal,
pero no atreverse nunca a sugerir que el capitalismo pudiera ser el
problema). Pero hasta los buenos sujetos neoliberales pueden ver que
hay algo erróneo en la forma en la que se ha respondido a esta
pandemia.
La gran pregunta es: ¿cuánto durará esto? Podría durar más de un año,
y cuanto más dure, mayor será la devaluación, incluida la de la fuerza de
trabajo. Los niveles de desempleo se elevarán, casi con seguridad, a
niveles comparables a los de los años 30, en ausencia de intervenciones
masivas del Estado que tendrán que ir contra la tendencia liberal. Son
múltiples las ramificaciones inmediatas de la economía, así como de la
diaria vida social. Pero no todas son malas. En la medida en que el
consumismo contemporáneo se estaba volviendo excesivo, estaba
bordeando lo que describía Marx como “sobreconsumo y consumo
demencial, lo que significa a su vez, [bordear] lo monstruoso y lo
estrambótico, la ruina” de todo el sistema. Lo temerario de este
sobreconsumo ha desempeñado un papel de primera importancia en la
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Lima – Perú, 2020.
degradación ambiental. La cancelación de vuelos de líneas aéreas y las
radicales restricciones al transporte y el movimiento han tenido
consecuencias positivas en relación a las emisiones de gases de
invernadero. La calidad del aire ha mejorado mucho en Wuhan, igual
que lo ha hecho en muchas ciudades norteamericanas. Los lugares de
ecoturismo tendrán tiempo de recobrarse de tantas pisadas. Los cisnes
han vuelto a los canales de Venecia. En la medida en que se frene ese
gusto por esos excesos consumistas temerarios e insensatos, podría haber
algunos beneficios a largo plazo. Tener menos muertes en el monte
Everest podría ser una buena cosa. Y aunque nadie lo está diciendo en
voz alta, el sesgo demográfico del virus puede acabar afectando a
pirámides de edad con efectos a largo plazo sobre las cargas de la
Seguridad Social y al futuro del “sector de los cuidados”. Se ralentizará la
vida diaria y eso será, para algunos, una bendición. Las reglas de
distanciamiento social sugeridas podrían llevar, si la emergencia continúa
el tiempo suficiente, a cambios culturales. La única forma de consumismo
que casi con toda seguridad se beneficiará será lo que yo llamo la
economía de “Netflix”, que da servicio, de todos modos, a los
“espectadores de atracón”.
En el frente económico, las respuestas se han visto condicionadas por la
forma de éxodo del derrumbe de 2007–8. Esto entrañaba una política
monetaria de extraordinaria soltura emparejada con el rescate de los
bancos, complementada con un aumento espectacular en el consumo
productivo por una expansión masiva de inversión infraestructural en
China. Esto último no se puede repetir en la escala requerida. El paquete
de rescate establecido en 2008 se centró en los bancos, pero también
implicó la nacionalización de facto de General Motors. Tal vez resulta
significativo que frente al descontento de los trabajadores y una
demanda de mercado que se hunde, las tres grandes compañías
automovilísticas de Detroit están cerrando, al menos temporalmente.
Si China no puede repetir su papel de 2007–8, entonces la carga de salir
de la actual crisis económica se desplaza ahora a los Estados Unidos, y
aquí se encuentra la ironía última: las únicas medidas políticas que van a
funcionar, tanto económica como políticamente, son bastante más
socialistas que cualquier cosa que pudiera proponer Bernie Sanders, y
esos programas de rescate tendrán que iniciarse bajo la égida de Donald
Trump, presumiblemente bajo la máscara del Hacer Grande De Nuevo a
Norteamérica.
Todos esos republicanos que se opusieron tan visceralmente al rescate de
2008 tendrán que tragarse sus palabras o desafiar a Donald Trump. Este
último, si es sabio, cancelará las elecciones sobre la base de una
emergencia y declarará el principio de una presidencia imperial para
salvar al capital y al mundo de la “revuelta y la revolución”.
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Lima – Perú, 2020.
SOBRE LA SITUACIÓN EPIDÉMICA*
Alain Badiou
21 / 03 / 2020
Siempre he considerado que la situación actual, marcada por una
pandemia viral, no era muy excepcional. Desde la pandemia (también
viral) del SIDA, que pasa por la gripe aviar, el virus del Ébola, el virus Sars
1, sin mencionar la gripe, incluso el regreso del sarampión o la tuberculosis
que los antibióticos ya no curan, sabemos que el mercado mundial,
combinado con la existencia de vastas zonas submédicas y la
insuficiencia de la disciplina mundial en las vacunas necesarias,
inevitablemente produce epidemias graves y devastadoras (en el caso
del SIDA, varios millones de muertes). Además del hecho que la situación
de la pandemia actual es sorprendente esta vez a gran escala, el
llamado mundo occidental, bastante cómodo, hecho en sí mismo sin
importancia innovadora.
Además, el verdadero nombre de la epidemia en curso debería indicar
que es en un sentido de “nada nuevo bajo el cielo contemporáneo”. Este
nombre real es SARS 2, que es “Síndrome Respiratorio Agudo Severo 2”,
una designación que hace una identificación “en segundo lugar”,
después de la epidemia de SARS 1, que se había extendido por todo el
mundo en la primavera de 2003. La enfermedad se llamó “la primera
enfermedad desconocida del siglo XXI” en ese momento. Por lo tanto,
está claro que la epidemia actual no es en modo alguno la aparición de
algo radicalmente nuevo o inaudito. Es el segundo del siglo en su tipo, y
se sitúa en su origen. Tanto es así que la única crítica seria dirigida hoy, en
materia predictiva, a las autoridades, es que no apoyaron seriamente,
después de Sars
Así que no veo nada más que hacer que intentar, como todos los demás,
secuestrarme en casa, y nada más que decir que instar a todos a hacer
lo mismo. Respetar la estricta disciplina en este punto es tanto más
necesario, ya que es un apoyo y protección fundamental para todos los
*Fuente: http://lobosuelto.com/sobre-la-situacion-epidemica-alain-badiou/
(Traducción: Eugenia Prado Bassi. Puede consultarse otra traducción del mismo artículo
en la siguiente dirección electrónica: https://lavoragine.net/sobre-la-situacion-
epidemica/)
Colegio de Sociólogos del Perú. 368
Lima – Perú, 2020.
que están más expuestos: por supuesto, todos los cuidadores, que están
directamente al frente y que deben ser capaces de confiar en una
disciplina firme, incluidas las personas infectadas; pero también los más
débiles, como los ancianos, especialmente en EPAD; y nuevamente
todos aquellos que van a trabajar y corren el riesgo de contagio. Esta
disciplina de aquellos que pueden obedecer el imperativo de “quedarse
en casa” también debe encontrar y proponer los medios para que
aquellos que tienen poco o nada de “en casa” puedan encontrar un
refugio seguro. Aquí podemos pensar en una solicitud general de hoteles.
Estas obligaciones son, es cierto, cada vez más imperativas, pero no
implican, al menos en un primer examen, grandes esfuerzos de análisis o
constitución de un nuevo pensamiento.
Pero ahora, realmente, leo demasiadas cosas, escucho demasiadas
cosas, incluidas las que me rodean, que me desconciertan por la
perturbación que manifiestan y por su total inadecuación a la situación,
francamente simple, en que estamos.
Estas declaraciones perentorias, estas llamadas patéticas, estas
acusaciones enfáticas, son de diferentes especies, pero todas tienen en
común un curioso desprecio por la formidable simplicidad y la ausencia
de novedad de la situación epidémica actual. O son innecesariamente
serviles con respecto a los poderes, que de hecho solo hacen lo que
están restringidos por la naturaleza del fenómeno. O sacan a relucir el
planeta y su misticismo, que no hace nada para avanzarnos. O ponen
todo en la espalda del pobre Macron, que lo hace, y no peor que
cualquier otro, que su trabajo como jefe de estado en tiempos de guerra
o epidemia. O gritan ante el evento fundador de una revolución
increíble, que no vemos qué conexión mantendría con el exterminio de
un virus, de los cuales, además, nuestros “revolucionarios” no tienen los
más nuevos medios. O de lo contrario se hunden en un pesimismo del fin
del mundo. O están exasperados en el punto de que el “yo primero”, la
regla de oro de la ideología contemporánea, no tiene ningún interés, no
ayuda e incluso puede aparecer como cómplice de ‘una continuación
indefinida del mal.
Parece que la prueba epidémica disuelve en todas partes la actividad
intrínseca de la Razón, y obliga a los sujetos a volver a los tristes efectos
(misticismo, fabulaciones, oraciones, profecías y maldiciones) que la
Edad Media era costumbre cuando la peste barrió los territorios.
De repente, me siento algo obligado a recopilar algunas ideas simples.
Con mucho gusto diría: cartesiano.
Aceptemos comenzar definiendo el problema, que de otra manera está
tan mal definido y, por lo tanto, tan maltratado.
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Una epidemia es compleja porque siempre es un punto de articulación
entre las determinaciones naturales y sociales. Su análisis completo es
transversal: debemos captar los puntos donde se cruzan las dos
determinaciones y dibujar las consecuencias.
Por ejemplo, el punto de partida para la epidemia actual es más
probable que se encuentre en los mercados de la provincia de Wuhan.
Los mercados chinos todavía son conocidos hoy por su peligrosa
suciedad y por su incontenible gusto por la venta al aire libre de todo tipo
de animales vivos amontonados. Por lo tanto, el virus estaba presente en
un momento dado, en una forma animal heredada de los murciélagos,
en un ambiente popular muy denso y con una higiene rudimentaria.
El empuje natural del virus de una especie a otra luego transita hacia la
especie humana. Como exactamente Todavía no lo sabemos, y solo los
procedimientos científicos nos lo dirán. Estigmaticemos al pasar a todos
aquellos que lanzan, en redes de Internet, típicamente fábulas racistas,
respaldadas por imágenes falsas, según las cuales todo proviene de lo
que los chinos comen murciélagos casi vivos …
Este tránsito local entre especies animales a humanos es el punto de
origen de todo el asunto. Después de lo cual solo opera un dato
fundamental del mundo contemporáneo: el acceso del capitalismo de
estado chino a un rango imperial, es decir, una presencia intensa y
universal en el mercado mundial. Por lo tanto, innumerables redes de
transmisión, antes de que obviamente el gobierno chino pueda limitar
completamente el punto de origen, de hecho, una provincia entera,
cuarenta millones de personas, lo que sin embargo terminará siendo
exitoso, pero demasiado tarde para evitar que la epidemia se vaya por
los caminos – y aviones y barcos – de la existencia mundial.
Un detalle revelador de lo que yo llamo la doble articulación de una
epidemia: hoy, Sars 2 está suprimido en Wuhan, pero hay muchos casos
en Shanghai, principalmente debido a personas, chinos en general, que
vienen del extranjero, por lo tanto, China es un lugar donde observamos
los nudos, por una razón arcaica y luego moderna, entre un cruce entre
la naturaleza y la sociedad en mercados mal mantenidos, de forma
antigua, causa de la aparición de la infección y la difusión planetaria de
este punto de origen, lo llevó el mercado capitalista mundial y sus
desplazamientos tan rápidos como incesantes.
Después de lo cual, entramos en la etapa donde los Estados intentan,
localmente, frenar esta difusión. Tenga en cuenta de paso que esta
determinación sigue siendo fundamentalmente local, a pesar de que la
epidemia es transversal. A pesar de la existencia de algunas autoridades
transnacionales, está claro que son los estados burgueses locales quienes
están en la brecha.
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Lima – Perú, 2020.
Aquí estamos tocando una gran contradicción en el mundo
contemporáneo: la economía, incluido el proceso de producción en
masa de objetos manufacturados, es parte del mercado mundial.
Sabemos que la simple fabricación de un teléfono móvil moviliza el
trabajo y los recursos, incluida la minería, en al menos siete estados
diferentes. Pero, por otro lado, los poderes políticos siguen siendo
esencialmente nacionales. Y la rivalidad de los imperialismos, antiguos
(Europa y EE. UU.) Y nuevos (China, Japón …) prohíbe cualquier proceso
de un estado capitalista mundial. La epidemia también es un momento
en que esta contradicción entre economía y política es obvia. Incluso los
países europeos no pueden ajustar sus políticas contra el virus a tiempo.
Bajo el control de esta contradicción, los estados nacionales tratan de
enfrentar la situación epidémica respetando al máximo los mecanismos
del Capital, aunque la naturaleza del riesgo los obliga a modificar el estilo
y los actos de poder.
Hemos sabido durante mucho tiempo que, en caso de guerra entre
países, el Estado debe imponer, no solo a las masas del pueblo, sino
también a la burguesía, restricciones considerables, y esto para salvar el
capitalismo local. Las industrias están casi nacionalizadas a favor de una
producción desenfrenada de armamentos, pero que no produce
ninguna ganancia monetaria en ese momento. Muchos burgueses son
movilizados como oficiales y expuestos a la muerte. Los científicos están
buscando día y noche para inventar nuevas armas. Se requiere que
muchos intelectuales y artistas alimenten la propaganda nacional, etc.
Ante una epidemia, este tipo de reflejo de estado es inevitable. Esta es la
razón por la cual, al contrario de lo que se dice, las declaraciones de
Macron o Philippe sobre el Estado que de repente se ha convertido en
“asistencia social”, un gasto de apoyo para las personas sin trabajo, o los
trabajadores por cuenta propia cuya tienda está cerrada,
comprometiendo cien o doscientos mil millones de dinero del estado, el
mismo anuncio de “nacionalizaciones”: todo esto no es sorprendente ni
paradójico. Y se deduce que la metáfora de Macron, “estamos en
guerra”, es correcta: guerra o epidemia, el estado se ve obligado, a
veces yendo más allá del juego normal de su naturaleza de clase, a
implementar prácticas a veces más autoritario y más global, para evitar
un desastre estratégico.
Esta es una consecuencia perfectamente lógica de la situación, cuyo
objetivo es frenar la epidemia, ganar la guerra, usar la metáfora de
Macron, lo más seguro posible, mientras se mantiene en orden social
establecido. Esto no es en absoluto una comedia, es una necesidad
impuesta por la difusión de un proceso mortal que se cruza con la
naturaleza (de ahí el papel eminente de los científicos en este asunto) y
el orden social (de ahí la intervención autoritaria, y no puede ser otra
cosa, del Estado).
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Lima – Perú, 2020.
La aparición de grandes deficiencias en este esfuerzo es inevitable. Por lo
tanto, la falta de máscaras protectoras, o la falta de preparación sobre
el alcance del internamiento hospitalario. ¿Pero quién puede realmente
jactarse de haber “planeado” este tipo de cosas? En algunos aspectos,
el Estado no había previsto la situación actual, es cierto. Incluso se puede
decir que, al debilitar, durante décadas, el aparato nacional de salud y,
en verdad, todos los sectores del Estado que estaban al servicio del
interés general, han actuado como si nada. Una pandemia devastadora
no podría afectar a nuestro país. En lo que es muy defectuoso, no solo en
su forma Macron, sino en la de todos aquellos que lo han precedido
durante al menos treinta años.
Pero todavía es correcto decir aquí que nadie más había previsto, incluso
imaginado, el desarrollo en Francia de una pandemia de este tipo,
excepto quizás unos pocos eruditos aislados. Muchos probablemente
pensaron que este tipo de historia era buena para África oscura o China
totalitaria, pero no para la Europa democrática. Y seguramente no son
los izquierdistas, o los chalecos amarillos, o incluso los sindicalistas, quienes
pueden tener un derecho particular a pasar por alto este punto y
continuar haciendo ruido en Macron, su ridículo objetivo desde siempre.
Ellos tampoco han considerado absolutamente nada de eso. Todo lo
contrario: la epidemia que ya está en marcha en China, ha multiplicado,
hasta hace muy poco, reagrupamientos incontrolados y manifestaciones
ruidosas, que deberían prohibirlas hoy, sean quienes sean, para desfilar
ante las demoras causadas por las autoridades para hacer un balance
de lo que estaba sucediendo. Ninguna fuerza política, en realidad, en
Francia, realmente ha tomado esta medida ante el Estado Macron.
Del lado de este estado, la situación es aquella en la que el estado
burgués debe, explícita y públicamente, hacer que los intereses
prevalezcan de alguna manera más generales que los de la burguesía
sola, mientras que preserva estratégicamente, en el futuro, la primacía
intereses de clase de los cuales este Estado representa la forma general.
O, en otras palabras, la coyuntura obliga al Estado a poder manejar la
situación solo integrando los intereses de la clase, de la cual es el
representante autorizado, en intereses más generales, y esto debido a la
existencia interna de un “enemigo” general, que puede ser, en tiempo
de guerra, el invasor extranjero, y que es, en la situación actual, el virus
Sars
Este tipo de situación (guerra mundial o epidemia mundial) es
particularmente “neutral” políticamente. Las guerras del pasado solo
provocaron una revolución en dos casos, si se puede decir excéntrico en
comparación con lo que fueron las potencias imperiales: Rusia y China.
En el caso ruso, fue porque el poder zarista fue, en todos los aspectos, y
durante mucho tiempo, atrasado, incluso como un poder posiblemente
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Lima – Perú, 2020.
ajustado al nacimiento del verdadero capitalismo en este inmenso país.
Y, por otro lado, existía, con los bolcheviques, una vanguardia política
moderna, fuertemente estructurada por líderes notables. En el caso
chino, la guerra revolucionaria interna precedió a la guerra mundial, y el
Partido Comunista ya estaba, en 1940, a la cabeza de un ejército popular
probado. Por otro lado, en ninguna de las potencias occidentales la
guerra provocó una revolución victoriosa. Incluso en el país derrotado en
1918, Alemania, la insurgencia de Spartak fue rápidamente aplastada.
La lección de todo esto es clara: la epidemia actual no tendrá, como tal,
una epidemia, ninguna consecuencia política significativa en un país
como Francia. Incluso suponiendo que nuestra burguesía piense, dado el
aumento de gruñidos sin forma y consignas inconsistentes pero
generalizadas, que ha llegado el momento de deshacerse de Macron,
esto no representará absolutamente ningún cambio significativo. Los
candidatos “políticamente correctos” ya están detrás de escena, al igual
que los defensores de las formas más mohosas de nacionalismo “obsesivo
y repugnante”.
En cuanto a nosotros, que queremos un cambio real en los datos políticos
en este país, debemos aprovechar el interludio epidémico e incluso el
confinamiento, bastante necesario, para trabajar en nuevas figuras
políticas, en el proyecto de lugares, nuevas políticas y el progreso
transnacional de una tercera etapa del comunismo, después de eso,
brillante, en su invención, y eso, es interesante, pero, finalmente
derrotado, de su experimentación estatal.
También requerirá una crítica cercana de cualquier idea de que
fenómenos como una epidemia se abran por sí mismos a cualquier cosa
políticamente innovadora. Además de la transmisión general de datos
científicos sobre la epidemia, solo quedará la fuerza política de nuevas
afirmaciones y condenas sobre hospitales y salud pública, escuelas y
educación igualitaria, el cuidado de los ancianos y otras preguntas
similares, son los únicos que podrían articularse con un balance de las
peligrosas debilidades resaltadas por la situación actual.
Por cierto, mostraremos con valentía, públicamente, que las llamadas
“redes sociales” muestran una vez más que son las primeras, además del
hecho de que engordan a los multimillonarios más grandes del momento,
un lugar de propagación de la parálisis. Bravuconería mental, rumores
incontrolados, el descubrimiento de “novedades” antediluvianas,
cuando no es fascinante oscurantismo.
Démosle crédito, incluso y sobre todo confinado, solo a las verdades
verificables de la ciencia y a las perspectivas fundadas de una nueva
política, de sus experiencias localizadas como de su objetivo estratégico.
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Lima – Perú, 2020.
LA CRISIS DE SALUD URGE A PREPARARNOS CONTRA LA
MUTACIÓN CLIMÁTICA*
Bruno Latour
Le Monde: 25 / 03 / 2020
La inesperada coincidencia entre un encierro general y el período de
Cuaresma sigue siendo muy bienvenida para aquellos a quienes se les ha
pedido, por solidaridad, que no hagan nada y que estén detrás de las
líneas del frente. Este ayuno forzado, este Ramadán secular y
republicano, puede ser una gran oportunidad para reflexionar sobre lo
que es importante y lo insignificante… Es como si la intervención del virus
pudiera servir como un ensayo general para la próxima crisis, una donde
la reorientación de las condiciones de vida surgirá para todo el mundo, y
para todos los detalles de la vida diaria que tendremos que aprender a
resolver cuidadosamente. Hipotetizo, como muchos, que la crisis del
sistema de salud prepara, induce y urge a prepararse a las personas para
la mutación climática. Tal hipótesis necesita todavía probarse.
Lo que autoriza la secuencia de las dos crisis es la comprensión repentina
y dolorosa de que la definición clásica de sociedad -los humanos entre
ellos- no tiene sentido. El estado de lo social depende en todo momento
de las asociaciones entre muchos actores, la mayoría de los cuales no
son humanos. Esto es cierto para los microbios, como hemos sabido
desde Pasteur, pero también para Internet, la ley, la organización de
hospitales, las capacidades estatales y el clima. Y, por supuesto, a pesar
de la confusión en torno a un “estado de guerra” contra el virus, es solo
uno de los eslabones de una cadena donde el manejo de las máscaras
o las existencias de prueba, la regulación de derechos de propiedad,
hábitos cívicos, gestos de solidaridad, cuentan exactamente lo mismo
para definir el grado de virulencia del agente infeccioso.
Una vez que se tiene en cuenta toda la red, de la cual es solo un eslabón,
el mismo virus no actúa de la misma manera en Taiwán, Singapur, Nueva
*Fuente: https://calderon094.wordpress.com/2020/03/26/traduccion-la-crisis-de-salud-
nos-urge-a-prepararnos-contra-la-mutacion-climatica-bruno-latour-2020/ (Traducción:
Matheus Calderón)
Colegio de Sociólogos del Perú. 374
Lima – Perú, 2020.
York o París. La pandemia no es más un fenómeno “natural” que las
hambrunas de antaño o la actual crisis climática. Hace mucho que la
sociedad no se mantiene dentro de los estrechos límites de lo social.
Dicho esto, no está claro para mí que el paralelo vaya mucho más allá.
Porque finalmente, las crisis de salud no son nuevas, y la intervención
rápida y radical del Estado no parece innovar tanto. Es suficiente ver el
entusiasmo del presidente Macron para respaldar la figura del jefe de
Estado que tan patéticamente se ha perdido. Mucho mejor que los
ataques terroristas, que después de todo son solo asunto de la policía, las
pandemias despiertan, entre los líderes y entre los liderados, una especie
de evidencia: “debemos protegerte”, “debes protegernos”, que recarga
la autoridad del Estado y le permite exigir lo que, en cualquier otra
circunstancia, sería recibido por disturbios.
Pero este Estado no es el del siglo XXI y las mutaciones ecológicas, es el
del siglo XIX y lo que comúnmente se llama “biopoder”. Para hablar como
el difunto estadístico Alain Desrosières, este es el Estado de lo que bien se
denomina estadística: la gestión de poblaciones en una cuadrícula
territorial vista desde arriba y dirigida por un poder de expertos.
Exactamente lo que vemos resucitado hoy, con la única diferencia de
que se replica cada vez más hasta el punto de convertirse en planetario.
La originalidad de la situación actual, me parece, es que, al permanecer
encerrados en casa mientras que afuera solo existe la extensión de los
poderes de la policía y las sirenas de las ambulancias, colectivamente
jugamos una forma de caricatura de la figura de biopoder que parece
haber salido directamente de un curso del filósofo Michel Foucault. Ni
siquiera existe la destrucción de la gran cantidad de trabajadores
invisibles obligados a trabajar de todos modos para que otros puedan
continuar escondiéndose en sus hogares, sin mencionar a los inmigrantes
que son imposibles de fijar. Pero precisamente, esta caricatura es la de
una era que ya no es la nuestra.
Es que hay un inmenso abismo entre el Estado capaz de decir “Te protejo
de la vida y la muerte”, es decir, de la infección por un virus cuyo rastro
no es conocido sino solo por los científicos y cuyos efectos son entendibles
solo por la recopilación de estadísticas, y el Estado que se atrevería a
decir “Te protejo de la vida y la muerte, porque mantengo las
condiciones de habitabilidad de todos los vivos de quienes dependes “.
Hágase el experimento mental: imagine que el presidente Macron vino a
anunciarle, en el mismo tono de Churchill, una serie de medidas para
dejar las reservas de gas y petróleo en el suelo, para detener la
comercialización de pesticidas, para suprimir la labranza intensiva y,
audazmente, prohibir calentar a los fumadores en la terraza de los bares
… Si el impuesto a la gasolina provocó el movimiento de “chalecos
amarillos”, ay, nos estremecemos ante la idea de disturbios que
incendiarían el país. Y, sin embargo, el requisito de proteger a los
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Lima – Perú, 2020.
franceses por su propio bien contra la muerte está infinitamente más
justificado en el caso de la crisis ecológica que en el caso de la crisis de
salud, porque se trata literalmente de todo el mundo, y no unos pocos
miles de humanos, y no por un tiempo, sino para siempre.
Ahora podemos sentir que este Estado no existe. Y lo que es más
preocupante es que no está claro cómo se prepararía para pasar de una
crisis a la siguiente. En la crisis de salud, la administración tiene un papel
educativo bastante clásico, y su autoridad coincide perfectamente con
las viejas fronteras nacionales: el arcaísmo del retorno a las fronteras
europeas es una prueba dolorosa.
Para la mutación ecológica, la relación se invierte: es la administración la
que debe aprender de un pueblo multiforme, en múltiples escalas, cómo
podría ser la vida en territorios completamente redefinidos por el requisito
de salir de la producción globalizada actual. Esta sería completamente
incapaz de dictar medidas desde arriba. En la crisis de salud, es el bravo
pueblo el que debe volver a aprender, como en la escuela primaria, a
lavarse las manos y a toser en el codo. Para la mutación ecológica, es el
Estado el que se encuentra en una situación de aprendizaje.
Pero hay otra razón por la cual la figura de “la guerra contra el virus” se
hace incomprensible: en la crisis de salud, tal vez sea cierto que los
humanos en su conjunto “luchan contra” los virus, incluso si estos no tienen
interés alguno por nosotros y avanzan de la garganta a la nariz
matándonos sin culpa alguna.
La situación se invierte trágicamente en la mutación ecológica: esta vez,
el agente patógeno cuya terrible virulencia ha modificado las
condiciones de existencia de todos los habitantes del planeta, no es en
absoluto el virus, ¡son los humanos! Y no todos los humanos, sino algunos,
que nos hacen la guerra sin declarárnosla. Para esta guerra, el Estado
nacional está tan mal preparado, tan mal calibrado, tan mal diseñado
como sea posible, porque los frentes son múltiples y nos atraviesan. Es en
este sentido que la “movilización general” contra el virus no prueba de
ninguna manera que estaremos listos para el próximo. No son solo los
militares los que siempre llegan tarde a la guerra.
Pero, aun así, nunca se sabe, un tiempo de Cuaresma, incluso uno secular
y republicano, puede conducir a conversiones espectaculares. Por
primera vez en años, millones de personas, varadas en casa, encuentran
este lujo olvidado: tiempo para reflexionar y discernir lo que
generalmente los hace inquietarse innecesariamente en todas las
direcciones. Respetemos este largo e inesperado ayuno.
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Lima – Perú, 2020.
COMO LA ELITE MUNDIAL TRATARÁ DE BENEFICIARSE DE LA
PANDEMIA*
Entrevista a Naomi Klein
Marie Solís
Sin permiso: 21 / 03 / 2020
El coronavirus es oficialmente una pandemia mundial que hasta ahora
ha infectado diez veces más personas que el SARS de 2003. En EE.UU.,
escuelas, universidades, museos y teatros, cierran sus puertas; y pronto,
ciudades enteras, harán lo mismo. Los expertos advierten de que algunas
personas, sospechosas de estar infectadas por el virus en EE. UU:
prosiguen su rutina cotidiana. Porque su empleo no les permite bajas
pagadas dadas las deficiencias del sistema privatizado de salud
norteamericano.
La mayoría de entre nosotros (NT.: para los ciudadanos norteamericanos)
no saben qué hacer ni a quién escuchar. El presidente Donald Trump ha
rechazado las recomendaciones de los centros de control y de
prevención de enfermedades; y estos mensajes contradictorios han
reducido nuestro margen de maniobra para atenuar los daños causados
por este virus tremendamente contagioso.
Son las condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite mundial
desplieguen programas políticos, que, de otra forma, encontrarían gran
oposición si no estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de
acontecimientos no es exclusiva de la crisis creada por el coronavirus; es
el proyecto que los políticos y los gobiernos persiguen desde hace
décadas, conocido con el nombre de “doctrina del shock”, término
inventado por la activista y autora Naomi Klein en un libro del mismo
nombre de 2007.
*Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/como-la-elite-mundial-tratara-de-
beneficiarse-de-la-pandemia-entrevista-a-naomi-klein (Traducción: Ramón Sánchez
Tabares. Puede consultarse otra versión de la misma entrevista en la siguiente dirección
electrónica: https://rebelion.org/el-coronavirus-y-la-doctrina-del-shock/)
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Lima – Perú, 2020.
La historia es una crónica de “shocks”: los de las guerras, las catástrofes
naturales y las crisis económicas, y de sus consecuencias. Estas
consecuencias se caracterizan por el “capitalismo catástrofe”; mediante
“soluciones” calculadas y de libre mercado para las crisis que estallan y
exacerban las desigualdades existentes.
Según Klein, asistimos ya a un capitalismo catastrófico en el terreno
nacional; para responder al coronavirus, Trump ha propuesto un plan de
estímulo de 700 millardos de dólares que incluye reducción de cargas
sociales (que devastarán la seguridad social) y proporcionará una ayuda
a las industrias faltas de oportunidades de negocio causadas por la
pandemia: “No lo hacen porque crean que es el medio más eficaz para
paliar el sufrimiento causado por la pandemia; formulan tales ideas
porque ven una oportunidad para desplegarlas”, ha declarado Klein.
VICE ha preguntado a Klein sobre la forma como el “shock” del
coronavirus cede su lugar en la cadena de acontecimientos que
describió hace ya más de diez años en La doctrina del shock.
VICE: Empecemos por lo esencial. ¿Qué es el capitalismo de catástrofe?
¿Cuál es su relación con la “doctrina del shock”?
La forma como defino el “capitalismo catástrofe” es muy simple: describe
la manera como las industrias privadas emergen para beneficiarse
directamente de las crisis a gran escala. La especulación sobre las
catástrofes y la guerra no es un concepto nuevo, pero se ha profundizado
claramente con la administración Bush a partir del 11 de setiembre,
cuando el gobierno declaró este tipo de crisis de seguridad sin plazo, y
simultáneamente la privatizó y externalizó; esto incluyó el Estado de
seguridad nacional en la privatización, así como la invasión y ocupación
(privatizada) de Irak y Afganistán.
La “doctrina del shock” es la estrategia política que consiste en emplear
las crisis a gran escala para hacer avanzar políticas que profundicen
sistemáticamente las desigualdades, enriqueciendo a las élites y
debilitando a los demás. En tiempos de crisis, la gente tiende a
concentrarse en las urgencias cotidianas para sobrevivir como sea y
tiende a contar sobre todo con los que están el poder. En épocas de
crisis, desviamos un poco la mirada, lejos del juego real.
VICE: ¿De dónde viene esta estrategia política? ¿Cómo trazar su historia
en la política norteamericana?
La estrategia de la doctrina del shock fue una respuesta de Milton
Friedman al programa del New Deal. Este economista neoliberal creía
que todo estaba equivocado con el New Deal en Estado Unidos: para
responder a la Gran Depresión y al Dust Bowl (NdeT: Tormenta de polvo)
Colegio de Sociólogos del Perú. 378
Lima – Perú, 2020.
un gobierno mucho más activo surgió en el país, que se propuso resolver
directamente la crisis económica en la época creando empleos públicos
y ofreciendo ayudas directas.
Si Vd. es un economista del libre mercado, comprenderá que cuando los
mercados quiebran, hay preparado un cambio progresivo que es mucho
más orgánico que el tipo de políticas de desregulación que favorecen a
las grandes empresas. La doctrina del shock se desarrolló como un medio
de evitar que las crisis cedan el lugar a momentos orgánicos en los que
surjan políticas progresistas. Las élites políticas y económicas entienden
que los momentos de crisis son la ocasión para hacer avanzar su lista de
deseos de políticas impopulares que polarizan aún más la riqueza en este
país y en todo el mundo.
VICE: Actualmente estamos confrontados con múltiples crisis: una
pandemia, falta de infraestructuras para resolverla y hundimiento de la
bolsa. ¿Podría explicarnos como cada uno de estos elementos se inscribe
en el esquema que Vd. ha descrito en la Doctrina del shock?
El shock en realidad es el mismo virus. Se le ha tratado de manera que
maximice la confusión y minimice la protección. No creo que sea una
conspiración; es justo la forma como el gobierno norteamericano y Trump
han gestionado, completamente mal, esta crisis. Hasta ahora Trump ha
tratado esta situación, no como una crisis de salud pública, sino como
una crisis de percepción y un problema potencial para su reelección.
Es el peor de los escenarios, máxime si se tiene en cuenta el hecho de
que Estados Unidos no dispone de un programa nacional de salud y que
la protección de la que se benefician los trabajadores es muy mala: por
ejemplo, la ley no establece prestaciones por enfermedad. Esta
combinación de fuerzas ha provocado un choque máximo. Va a
explotarse para salvar industrias que están en el núcleo de las crisis más
extremas a las que hemos de enfrentarnos, como la crisis climática: la
industria aérea, la petrolera y gasística, la de los cruceros, y quieren
consolidar todo esto.
VICE: ¿Cómo hemos visto esto antes?
En La doctrina del shock hablo de lo que pasó después del huracán
Katrina. Grupos de expertos de Washington como la Heritage
Foundation se reunieron creando una lista de soluciones “pro libre
mercado” para el Katrina. Podemos estar seguros de que ahora se hará
el mismo tipo de reuniones. De hecho, la persona que presidió el grupo
Katrina fue Mike Pence (NT: la persona que preside ahora el dossier
Coronavirus). En 2008, ese movimiento se tradujo en el salvamento de los
bancos, cuando los países les entregaron cheques en blanco, que
finalmente se elevaron a varios millardos de dólares; pero el coste real de
esta situación tomó la forma de amplios programas de austeridad
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Lima – Perú, 2020.
económica (reducciones ulteriores de servicios sociales). Así que no se
trata tan solo de lo que pase ahora, sino también de la forma como lo
pagarán en el futuro, cuando se presente la factura de todo lo que se
debe.
VICE: Si nuestros gobernantes y la élite mundial van a beneficiarse de esta
crisis para sus propios fines, ¿qué puede hacer la gente para apoyarse
mutuamente?
“Voy a cuidar de mí y de los míos, podemos adquirir la mejor póliza de
seguro privado de enfermedad, y si Vd. no la tiene, probablemente es su
error, no es mi problema”: he aquí lo que una economía de vencedor
mete en nuestros cerebros. Lo que revela en un momento de crisis como
ahora, es nuestra interrelación de unos con otros. Comprobamos en
tiempo real, que estamos mucho más interconectados de lo que nuestro
brutal sistema económico nos permite creer.
Podemos pensar que estaremos seguros si obtenemos buenos cuidados
médicos, pero si la persona que prepara o suministra nuestros alimentos,
o que envuelve las cajas, no tiene acceso a cuidados médicos y no
puede permitirse los análisis, y aún menos quedarse en casa porque no
tiene prestación por enfermedad, no estaremos seguros. Si no nos
cuidamos unos a otros, ninguno estará seguro. Estamos atrapados.
Las diferentes formas de organizar la sociedad favorecen o refuerzan
diferentes partes de nosotros mismos. Si está en un sistema que, como
sabe, no cuida de la gente, y no distribuye los recursos de manera justa,
entonces nuestro impulso por la acumulación estará en alerta. Piense esto
y reflexione en cómo. En vez de empecinarse en pensar en cómo pueden
cuidarse a sí mismos y a su familia; Vd. puede cambiar y reflexionar sobre
la forma de compartir con sus vecinos y ayudar a las personas más
vulnerables.
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Lima – Perú, 2020.
LA GENTE HABLA SOBRE CUÁNDO SE VOLVERÁ A LA
NORMALIDAD, PERO LA NORMALIDAD ERA LA CRISIS*
Entrevista a Naomi Klein
Diana Moreno
El Salto: 01 / 04 / 2020
En situaciones de crisis como desastres o pandemias, la ciudadanía
puede perder mucho: las élites aprovechan esos momentos para
aprobar reformas impopulares que agravan las divisiones económicas y
sociales. Pero también suponen una oportunidad de cambio. Es lo que la
periodista Naomi Klein denomina la “doctrina del shock” o “capitalismo
de la catástrofe”. La canadiense ofreció un encuentro virtual el pasado
26 de marzo desde su casa en New Jersey, en el que compartió su visión
de la crisis del coronavirus y la situación de aislamiento que vive gran
parte del planeta: “Esta es una crisis global que no respeta fronteras. Por
desgracia, los líderes en todo el mundo están buscando la forma de
explotarla. Así que nosotros también debemos intercambiar estrategias”,
señaló.
“Creo en el distanciamiento social, necesitamos quedarnos en casa. Y
una de las razones es que nuestros líderes no prestaron atención a las
señales de advertencia e impusieron una brutal austeridad económica
en el sistema público de salud, dejándolo en los huesos y sin la capacidad
de lidiar con este tipo de situación que estaban viendo”, opina Klein.
Recuerda que el sur de Europa fue la “zona cero de las políticas de
austeridad más sádicas” después de la crisis financiera de 2008.
“¿Sorprende que sus hospitales, a pesar de tener atención médica
pública, se encuentren tan mal equipados para enfrentar esta crisis?”, se
pregunta.
Para recordar en qué malas manos está la gestión de esta crisis
sociosanitaria, Klein pone el ejemplo estadounidense: el vicepresidente
Mike Pence, al que Klein considera artífice del saqueo de Nueva Orleans
*Fuente: https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/entrevista-naomi-klein-gente-
habla-volver-normalidad-crisis-doctrina-shock
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Lima – Perú, 2020.
tras el Huracán Katrina, es ahora la persona designada por Trump para
dar respuesta a la crisis del coronavirus. Y el banquero y actual secretario
del Tesoro, Steven Mnuchin, encargado del plan de rescate para hacer
frente a la pandemia, estuvo entre quienes más se enriquecieron durante
la crisis de 2008. “Hay una tendencia a poner el foco solo en Donald
Trump, pero es importante comprender que está rodeado de este
gabinete de ex directores ejecutivos y políticos con un largo historial de
servicio a los intereses de las corporaciones”, señala Klein.
Un modelo económico sangriento
El sistema capitalista “siempre ha estado dispuesto a sacrificar la vida a
gran escala en aras de la ganancia”, señala. Le dan la razón algunos
millonarios estadounidenses que recientemente han pedido que los
trabajadores vuelvan a los puestos de trabajo para salvar la economía
aunque la pandemia se cobre vidas. “Esa es la historia del colonialismo,
de la trata transatlántica de esclavos, de las intervenciones
estadounidenses por el mundo... Es un modelo económico empapado
en sangre”, denuncia la autora. Y ahora la gente empieza a darse
cuenta: “Las personas que antes no lo veían están encendiendo la
televisión y viendo a los comentaristas y políticos de Fox News decir que
tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que podamos subir los
precios de las acciones. Y se pregunta, ¿qué tipo de sistema es este?”.
No es algo nuevo, señala Klein, pero lo más radical es la escala del
sacrificio: “Ahora, debido a nuestra profunda crisis ecológica, debido al
cambio climático, es la habitabilidad del planeta lo que se está
sacrificando. Es por eso que debemos pensar qué tipo de respuesta
vamos a exigir, y esta tiene que estar basada en los principios de una
economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la
reparación”, subraya.
La ‘distopía de Silicon Valley’
La periodista asegura que hay momentos en que cree vivir lo que llama
la distopía de Silicon Valley. “El hecho de que estemos distanciados
significa que ahora muchos de nosotros estamos pasando nuestras vidas
pegados a las pantallas. Nuestras relaciones sociales están mediadas por
plataformas corporativas como YouTube [plataforma a través de la que
ofreció el encuentro online], Twitter, Facebook, etc. Nuestra ingesta
calórica diaria nos la entrega Amazon Prime. Y las personas que están
haciendo ese trabajo son increíblemente vulnerables”. Klein supone que
para aquellos que más se benefician con esto, como Jeff Bezos, la única
debilidad de este sistema es que sean los humanos los que tienen que
entregarnos la comida y los paquetes: “Preferirían que fueran drones o
robots que no pudieran enfermar”.
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Lima – Perú, 2020.
Así que estamos viendo el mundo que querría Silicon Valley, señala Klein.
Y es una visión muy sombría: “Esta no es la forma en que queremos vivir.
Deberíamos ver una oportunidad en el rechazo a ese futuro, en la forma
en que salimos de esta crisis”.
“Cuando la gente habla sobre cuándo las cosas volverán a la
normalidad, debemos recordar que la normalidad era la crisis”, advierte.
“¿Es normal que Australia ardiera hace un par de meses? ¿Es normal que
el Amazonas ardiera un par de meses antes? ¿Es normal que a millones
de personas en California se les haya cortado la electricidad
repentinamente porque su proveedor privado cree que esa sería una
buena manera de prevenir otro incendio forestal? Lo normal es mortal. La
‘normalidad’ es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una
transformación masiva hacia una economía basada en la protección de
la vida”.
La necesidad de estar indignados
Para Klein, por lo tanto, se cumple el dicho de que los momentos de crisis
lo son también de oportunidad para avanzar hacia la sociedad que
queremos, hacia esa transformación. “La buena noticia es que estamos
en una mejor posición que en 2008 y 2009. Hemos trabajado mucho en
los movimientos sociales durante estos años para crear plataformas de
personas”, señala.
“Ha habido estrategias asombrosas que las personas han ideado para
usar la tecnología para ayuda mutua”, dice. Alaba las protestas de
enfermeras que se han dado desde que comenzó la crisis sociosanitaria,
las reivindicaciones de trabajadores por sus derechos, las huelgas de
alquiler o las caceroladas en Brasil contra Bolsonaro.
“Necesitamos desarrollar nuevas herramientas de desobediencia civil
que nos permitan actuar a distancia”, dice. “Estoy muy esperanzada por
las formas que tienen las personas para colaborar en estos momentos, y
eso conlleva una ironía, porque es cierto que nunca hemos estado tan
distanciados físicamente, pero tal vez es debido a la distancia física que
estamos tan decididos a llegar uno hacia el otro”.
Klein opina que los gobiernos deberían caer por lo que está pasando.
“Necesitamos estar indignados, muy indignados. Necesitamos inspirarnos
por el tipo de movimientos de masas que han derrocado a los gobiernos
en momentos de crisis anteriores”, sugiere, y se muestra convencida de
que no vamos a alcanzar la seguridad a menos que peleemos por ello.
“No es un lugar al que podamos volver: es un lugar que tenemos que
construir juntos y un lugar por el que tenemos que luchar”, concluye.
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Lima – Perú, 2020.
CORONAVIRUS Y PODER: DE TRUMP A LA ENFERMEDAD DE LA
DESIGUALDAD*
Judith Butler
Lavaca.org: 19 / 03 / 2020
El aislamiento obligatorio coincide con un nuevo reconocimiento de
nuestra interdependencia global durante el nuevo tiempo y espacio que
impone la pandemia. Por un lado, se nos pide secuestrarnos en unidades
familiares, espacios de vivienda compartidos o domicilios individuales,
privados de contacto social y relegados a esferas de relativo aislamiento;
por otro lado, nos enfrentamos a un virus que cruza rápidamente las
fronteras, ajeno a la idea misma del territorio nacional.
¿Cuáles son las consecuencias de esta pandemia al pensar en la
igualdad, la interdependencia global y nuestras obligaciones mutuas?
El virus no discrimina. Podríamos decir que nos trata por igual, nos pone
igualmente en riesgo de enfermar, perder a alguien cercano y vivir en un
mundo de inminente amenaza. Por cierto, se mueve y ataca, el virus
demuestra que la comunidad humana es igualmente frágil. Al mismo
tiempo, sin embargo, la incapacidad de algunos estados o regiones para
prepararse con anticipación (Estados Unidos es quizás el miembro más
notorio de ese club), el refuerzo de las políticas nacionales y el cierre de
las fronteras (a menudo acompañado de racismo temeroso) y la llegada
de empresarios ansiosos por capitalizar el sufrimiento global, todos dan
testimonio de la rapidez con la que la desigualdad radical, que incluye el
nacionalismo, la supremacía blanca, la violencia contra las mujeres, las
personas queer y trans, y la explotación capitalista encuentran formas de
reproducir y fortalecer su poderes dentro de las zonas pandémicas. Esto
no debería sorprendernos.
La política de atención médica en los Estados Unidos pone esto en relieve
de una manera singular. Un escenario que ya podemos imaginar es la
producción y comercialización de una vacuna efectiva contra el COVID-
*Fuente: https://www.lavaca.org/notas/el-capitalismo-tiene-sus-limites-la-mirada-de-
judith-butler-sobre-el-coronavirus/ (Traducción: Anabel Pomar)
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Lima – Perú, 2020.
19. Claramente desesperado por anotarse los puntos políticos que
aseguren su reelección, Trump ya ha tratado de comprar (con efectivo)
los derechos exclusivos de los Estados Unidos sobre una vacuna de la
compañía alemana, CureVac, financiada por el gobierno alemán. El
Ministro de Salud alemán, con desagrado, confirmó a la prensa alemana
que la oferta existió. Un político alemán, Karl Lauterbach, comentó: «La
venta exclusiva de una posible vacuna a los Estados Unidos debe evitarse
por todos los medios. El capitalismo tiene límites». Supongo que se opuso
a la disposición de «uso exclusivo» y que este rechazo se aplicará también
para los alemanes. Esperemos que sí, porque podemos imaginar un
mundo en el que las vidas europeas son valoradas por encima de todas
las demás: vemos esa valoración desarrollarse violentamente en las
fronteras de la UE.
No tiene sentido preguntar de nuevo, ¿En qué estaba pensando Trump?
La pregunta se ha planteado tantas veces en un estado de exasperación
absoluta que no podemos sorprendernos. Eso no significa que nuestra
indignación disminuya con cada nueva instancia de
autoengrandecimiento inmoral o criminal. Pero de tener éxito en su
empresa y lograr comprar la potencial vacuna restringiendo su uso solo a
ciudadanos estadounidenses, ¿cree que esos ciudadanos
estadounidenses aplaudirán sus esfuerzos, felices de ser liberados de una
amenaza mortal cuando otros pueblos no lo estarán? ¿Realmente
amarán este tipo de desigualdad social radical, el excepcionalismo
estadounidense, y valorarían, como él mismo definió, un acuerdo
brillante? ¿Imagina que la mayoría de la gente piensa que es el mercado
quién debería decidir cómo se desarrolla y distribuye la vacuna? ¿Es
incluso posible dentro de su mundo insistir en un problema de salud
mundial que debería trascender en este momento la racionalidad del
mercado? ¿Tiene razón al suponer que también vivimos dentro de los
parámetros de esa manera de ver al mundo?
Incluso si tales restricciones sobre la base de la ciudadanía nacional no
llegaran a aplicarse, seguramente veremos a los ricos y a los que poseen
seguros de cobertura de salud apresurarse para garantizarse el acceso a
dicha vacuna cuando esté disponible, aun cuando esto implique que
solo algunos tendrán acceso y otros queden condenados a una mayor
precariedad.
La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El
virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos,
modelados como estamos por los poderes entrelazados del
nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo. Es probable que
en el próximo año seamos testigos de un escenario doloroso en el que
algunas criaturas humanas afirmarán su derecho a vivir a expensas de
otros, volviendo a inscribir la distinción espuria entre vidas dolorosas e
ingratas, es decir, aquellos quienes a toda costa serán protegidos de la
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Lima – Perú, 2020.
muerte y esas vidas que se considera que no vale la pena que sean
protegidas de la enfermedad y la muerte.
Todo esto acontece contra la carrera presidencial en los Estados Unidos
dónde las posibilidades de Bernie Sanders de asegurarse la nominación
demócrata parecieran ahora ser muy remotas, aunque no
estadísticamente imposibles. Las nuevas proyecciones que establecen a
Biden como el claro favorito son devastadoras durante estos tiempos
precisamente porque Sanders y Warren defendieron el “Medicare para
Todos”, un programa integral de atención médica pública que
garantizaría la atención médica básica para todos en el país. Tal
programa pondría fin a las compañías de seguros privadas impulsadas
por el mercado que regularmente abandonan a los enfermos, exigen
gastos de bolsillo que son literalmente impagables y perpetúan una brutal
jerarquía entre los asegurados, los no asegurados y los no asegurables. El
enfoque socialista de Sanders sobre la atención médica podría
describirse más adecuadamente como una perspectiva
socialdemócrata que no es sustancialmente diferente de lo que Elizabeth
Warren presentó en las primeras etapas de su campaña. En su opinión, la
cobertura médica es un «derecho humano» por lo que quiere decir que
todo ser humano tiene derecho al tipo de atención médica que requiere.
Pero, ¿por qué no entenderlo como una obligación social, una que se
deriva de vivir en sociedad los unos con los otros? Para lograr el consenso
popular sobre tal noción, tanto Sanders como Warren tendrían que
convencer al pueblo estadounidense de que queremos vivir en un
mundo en el que ninguno de nosotros niegue la atención médica al resto
de nosotros. En otras palabras, tendríamos que aceptar un mundo social
y económico en el que es radicalmente inaceptable que algunos tengan
acceso a una vacuna que pueda salvarles la vida cuando a otros se les
debe negar el acceso porque no pueden pagar o no pueden contar con
un seguro médico que lo haga.
Una de las razones por las que voté por Sanders en las primarias de
California junto con la mayoría de los demócratas registrados es porque
él, junto con Warren, abrió una manera de reimaginar nuestro mundo
como si fuera ordenado por un deseo colectivo de igualdad radical, un
mundo en el que nos unimos para insistir en que los materiales necesarios
para la vida, incluida la atención médica, estarían igualmente
disponibles sin importar quiénes somos o si tenemos medios financieros.
Esa política habría establecido la solidaridad con otros países
comprometidos con la atención médica universal y, por lo tanto, habría
establecido una política transnacional de atención médica
comprometida con la realización de los ideales de igualdad. Surgen
nuevas encuestas que reducen la elección nacional a Trump y Biden
precisamente cuando la pandemia acecha la vida cotidiana,
intensificando la vulnerabilidad de las personas sin hogar, los que no
poseen cobertura médica y los pobres.
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Lima – Perú, 2020.
La idea de que podríamos convertirnos en personas que desean ver un
mundo en el que la política de salud esté igualmente comprometida con
todas las vidas, para desmantelar el control del mercado sobre la
atención médica que distingue entre los dignos y aquellos que pueden
ser fácilmente abandonados a la enfermedad y la muerte, estuvo
brevemente vivo. Llegamos a entendernos de manera diferente cuando
Sanders y Warren ofrecieron esta otra posibilidad. Entendimos que
podríamos comenzar a pensar y valorar fuera de los términos que el
capitalismo nos impone. Aunque Warren ya no es un candidato y es
improbable que Sanders recupere su impulso, debemos preguntarnos,
especialmente ahora, ¿por qué seguimos oponiéndonos a tratar a todas
las vidas como si tuvieran el mismo valor? ¿Por qué algunos todavía se
entusiasman con la idea de que Trump asegure una vacuna que
salvaguarde la vida de los estadounidenses (como él los define) antes
que a todos los demás?
La propuesta de salud universal y pública revitalizó un imaginario
socialista en los Estados Unidos, uno que ahora debe esperar para
hacerse realidad como política social y compromiso público en este país.
Desafortunadamente, en el momento de la pandemia, ninguno de
nosotros puede esperar. El ideal ahora debe mantenerse vivo en los
movimientos sociales que están menos interesados en la campaña
presidencial que en la lucha a largo plazo que nos espera. Estas visiones
compasivas y valientes que reciben las burlas y el rechazo del realismo
capitalista tenían suficiente recorrido, llamaban la atención, provocando
que un número cada vez mayor, algunos por primera vez, desearan un
cambio en el mundo.
Ojalá podamos mantener vivo ese deseo.
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Lima – Perú, 2020.
"ES UN EQUÍVOCO PENSAR QUE LA DISTANCIA FÍSICA NO ES
UNA DISTANCIA SOCIAL"*
Entrevista a Rita Segato
Astrid Pikielny
La Nación: 02 / 05 / 2020
Rita Segato enhebra las palabras con la delicadeza de un orfebre y la
belleza de la poeta que alguna vez pudo ser. Atravesadas por los ecos
de una vida itinerante como investigadora, docente y antropóloga, esas
palabras podrían haber llegado desde Tilcara, la geografía que abrazó
hace 50 años y a la que volvió definitivamente en 2019, como se vuelve
a los brazos de un amor inevitable. También podrían haber llegado desde
Brasilia, la ciudad en la que vivió y enseñó durante décadas, y en donde
todavía mantiene un hogar. Pero, esta vez, lo hacen desde San Telmo, en
donde transita la cuarentena impuesta por la emergencia sanitaria que
confinó al planeta, y que obligó a repensar y reinventar prácticas
personales y sociales.
El 2 de marzo tenía previsto viajar a Bruselas para dar una conferencia
sobre el Día de la Mujer en el Parlamento Europeo, pero tuvo una
iluminación, dice, y canceló su participación cuatro días antes de que el
Parlamento suspendiera todas las actividades por el Covid-19.
Antropóloga con doctorado en la Universidad de Queen's (Belfast,
Irlanda), teórica y militante del feminismo y una de las intelectuales más
influyentes de América latina, actualmente responsable de la Cátedra
Rita Segato de Pensamiento Incómodo de la UNSAM, Segato (Buenos
Aires, 1951) es autora de Las estructuras elementales de la violencia , La
guerra contra las mujeres y Contra-pedagogías de la
crueldad (Prometeo), textos fundantes que iluminan el camino de todos
aquellos dispuestos a aventurarse a un pensamiento audaz. Por eso, esta
*Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/biografiarita-segato-es-un-equivoco-
pensar-que-la-distancia-fisica-no-es-una-distancia-social-
nid2360208?fbclid=IwAR3o2tmRpXPTMd0mleg0MI6y2Lbrl6U8L39HWn6foNLe_hPsAUO73e
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Lima – Perú, 2020.
intelectual feminista puede decir que "cuando el feminismo se plantea y
se define como un movimiento contra los hombres, puede ser una forma
de fascismo; que para ella "el feminismo es una política de la amistad" y
que anhela "un mundo en donde diferentes formas de felicidad,
realización y bienestar puedan existir sin agredirse mutuamente".
La quietud impuesta por estos tiempos le ha servido para "rumiar" incluso
algunos temas personales, como el hecho de que su abuela, a quien no
conoció, haya muerto con la peste del tifus, en Chivilcoy, en 1920. "Toda
mi familia, todo un linaje entero de primos y primas es resultante de una
experiencia dramática, de una orfandad que resultó de una peste. Esto
se me hizo muy presente en estos días y lo comprendí mucho mejor
ahora", sostiene.
Esta pandemia, dice Segato, nos ha venido a recordar la necesidad de
"la copresencia y la cocorporalidad", la importancia de la comunicación
física no verbal, la del cuerpo del otro. "Es un equívoco pensar que la
distancia física no es una distancia social".
¿Cómo está transitando este momento de encierro y confinamiento?
Para ser muy sincera, no cambia demasiado la manera en que vivo
porque mi vida es muy en la palabra y la palabra puede circular de forma
virtual. Nos piden que no confundamos la distancia física con la distancia
social, nos dicen que la distancia física es una cosa y que la distancia
social es otra. Bueno, ahí hay un gran equívoco: pensar que la distancia
física no es una distancia social. ¿Qué pasa con los pueblos, con la gente
cuya conexión con los otros no es verbal? Me refiero a los pueblos
indígenas, por ejemplo, para los cuales la copresencia, a veces en total
silencio, es comunicación. Creo que es una dimensión que nos falta a
nosotros y a nosotras. Algo interesantísimo que está ocurriendo con la
cuarentena es que comenzamos a sentir la necesidad de la materialidad
del cuerpo del otro, que no lo percibíamos como comunicación
necesariamente. Algunas y algunos de nosotros somos verbales, pero hay
muchísima gente para quienes la comunicación no verbal es esencial; y
quizás para nosotras también la comunicación no verbal sea esencial,
solo que la hemos velado, obstruido. Hemos eliminado la importancia del
cuerpo.
La historia de la humanidad está atravesada por pestes, plagas y
pandemias. ¿En qué se diferencia de las anteriores?
Creo que esto llega en un momento en que ciertos grupos de interés
económico habían pensado que tenían la historia bajo control y que el
control era posible. En uno de mis textos, que tiene varios años, he escrito
que la única utopía vigente es la utopía de la libertad de la historia, de la
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Lima – Perú, 2020.
absoluta imprevisibilidad y del carácter incontrolable del viento de la
historia.
El carácter indomable de la historia y la naturaleza.
Sí, la naturaleza es indomable y la historia también lo es. La humanidad
entera, periodistas, sociólogos, científicos políticos, todo el mundo miró
por muchos años al Muro de Berlín pero nunca jamás nadie fue capaz de
predecir qué día y a qué hora iba a desmoronarse. Y esto es
impresionante. Los poderosos han pensado siempre que podían controlar
la historia, pero ella da sus coletazos. Y este virus nos llega en un momento
de pretensión extrema de las estrategias de control. Siempre el poder ha
jugado ese naipe: hacernos pensar que habitamos una cápsula cerrada
y apropiada. Pero decir que la cápsula se ha rajado y es abierta es lo más
revolucionario que puede existir y es muy importante para todos aquellos
que glorifican la tecnología de control intentando mantener a las
personas dentro de la cápsula. Todo eso lo rompe una criatura ínfima. E
inevitablemente vendrán otras. Pero hay una segunda cuestión que es
diferente.
¿Cuál?
En las pestes anteriores se veía morir a las personas. La muerte se veía y
hoy está oculta. Lo máximo que vemos son cantidades de ataúdes o
cómo una gran topadora está abriendo el surco para poner todos los
ataúdes que van a llegar, por ejemplo, en Guayaquil o en Manaos, pero
no estamos viendo a los cuerpos atravesar este tránsito, que es el pasaje
de la vida a la muerte. Los cuerpos están aislados, ocultos a los ojos de
los demás. Esa es una novedad de esta peste.
Esta pandemia atraviesa los rituales y los momentos más importantes de
la vida: madres que paren solas, personas que mueren aislados, en
absoluta soledad; familiares que no pueden acompañar ese tránsito. Hay
una dimensión indeciblemente trágica en esa despedida solitaria.
Totalmente, y tiene que ver con lo que te decía antes sobre el error de
pensar que lo social es la palabra y la bidimensionalidad de la imagen sin
darnos cuenta de que la proximidad corporal es una parte fundamental
de lo social, en la vida y en la muerte, en la enfermedad y en la salud. Los
rituales no son verbales, son rituales físicos, dotados de materialidad. Toda
la fisicalidad de la existencia se está mostrando ahora por su falta, su
ausencia. Sentimos una gran carencia de esa materialidad que
permanece sin inscripción, sin registro.
¿Cree que cambió la idea que tenemos de la muerte, que hay una
conciencia de finitud, que hay una idea "más democrática" de la
muerte?
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Lima – Perú, 2020.
Por un lado es democrática, sí, porque todos los cuerpos se han mostrado
igualmente vulnerables, pero ahí aparece en letras de molde gigantes la
otra vulnerabilidad, que es la vulnerabilidad al hambre. Se cerraron los
mundos de quienes tienen algún dinero en el banco o una entrada
periódica del Estado o de una renta. Pero hay un mundo de separación
del que tiene garantizado el ingreso para comer y quien no lo tiene. Esta
pandemia nos obliga al otro gran tema que estaba en el punto ciego de
la visibilidad: la importancia de algún grado de cerramiento de las
economías locales y de la economía nacional. Tiene que existir una
parcela de la economía preservada del circuito global y es necesario
empezar a pensar en cómo garantizar un refugio, un retén de soberanía
económica y soberanía alimentaria resguardado de las vicisitudes de la
escala global. En ese sentido pienso que la economía debe ser anfibia,
con una mirada hacia fuera y una mirada hacia adentro, con un pie en
el mercado global y un ojo protector de las economías y mercados
locales y regionales. El gran aspecto democrático de la pandemia es su
gran lección para aquellos que creen que es posible controlar el destino.
Muestra la grandeza de la libertad en el sentido mayor de la libertad, que
es la incerteza. El otro gran tema que emerge es la ternura.
¿La ternura?
Sí, Olga Tokarczuk, premio Nobel de Literatura en 2018, habla mucho de
la importancia de la ternura. El mundo va a cambiar cuando tengamos
acceso a otras formas de felicidad y realización; en otras palabras,
cuando deseemos otras cosas. El placer de dar y recibir ternura es uno
de los grandes placeres. Pero depende del tiempo que se libere del "rigor
productivista" que nos asola y se convierte en virtud, en valor moral con
su contraparte indispensable a partir del proceso de industrialización: el
ocio como mercancía, comprable y vendible. Esto ha desplazado otros
placeres como la ternura y la amistad, propios de un orden basado en la
reciprocidad. Creo que hubo un momento, en los años 60, en que se
intentó instalar algo de esa experiencia, pero la mercantilización de la
vida misma, que no es otra cosa que la cosificación de la vida misma,
acabó imponiéndose. Ahora, personas, vecinos en los que uno podría no
haber reparado nunca, se hacen presentes y se destacan por la forma
en que nos ayudan. Han entrado en nuestra vida y sentimos que los
queremos.
Es una forma de proximidad a pesar de la distancia física.
Sí, sentimos la inmediatez del cuerpo del otro de una manera distinta. O
sea, hay una afectividad que surge y es por ahí que cambia el mundo. Es
muy difícil cambiar el mundo desde una ley, desde una acción del
Estado: el mundo cambia en la transformación de las tramas, del tejido,
como si fuéramos babosas o arañitas que vamos tejiendo la red de
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Lima – Perú, 2020.
relaciones a nuestro alrededor. Y esta pandemia está transformando las
maneras en que tejemos nuestro alrededor inmediato. La clave de la
transformación posible, aunque todavía no probable, a partir de la
pandemia y su cuarentena es que se asomen en el horizonte otros
deseos, que anhelemos otras cosas. Si cambia lo que deseamos, cambia
el mundo.
Algunos creen que esta situación extraordinaria profundiza cuestiones
que estaban presentes y otros creen que saldremos mejores y
transformados. Parecería que usted se ubica más en el segundo grupo.
Estoy pensando en eso yo también. Ahí hay una idea clave que es la
noción de felicidad, de placer. Y va a depender mucho de donde
estemos colocando nuestro gozo, nuestra satisfacción y nuestro placer,
nuestra realización, nuestras formas de alegría. Estoy hablando de dónde
conseguimos encontrar el humor, la risa y el buen momento en una
situación como ésta. Habrá que ver si en las actitudes de individualismo
egoísta las personas podrán alcanzar la experiencia de la alegría, de
ternura. El trayecto que va a vencer es el trayecto donde encontremos
la ternura y el placer de la convivencia que nos conforta. Ese será el
mundo vencedor. Será donde encontremos la sonrisa cómplice en la
pequeña felicidad.
Usted ha escrito sobre el modo en que esta pandemia deja expuesto al
mundo desarrollado en la imposibilidad del cuidado masivo de sus
habitantes, pero también nos desenmascara en términos personales:
caen los velos, muestra quiénes somos, para qué estamos, cuál es el
sentido de nuestra existencia.
Totalmente. La noción de pequeña felicidad me acompaña desde que
yo soy muy chica. En un momento de mi vida me pregunto: ¿Qué busco
yo? ¿La gran felicidad o la pequeña felicidad? Y entendí que buscaba
la pequeña felicidad, y esa pequeña felicidad que es lo que yo busco
para mí misma, es lo que se presenta ahora como la única salida.
Entonces, los grandes proyectos de poder, de influencia, de prestigio,
pierden la oportunidad de eso que, creo, la pandemia nos permite, que
es la pequeña felicidad. Nos habíamos olvidado de ese proyecto de la
pequeña felicidad. Yo podría haber sido, por ejemplo, narradora o
poeta, porque escribía poesía. Y me di cuenta que quería la pequeña
felicidad. Es otra poesía, es una poesía de la vida, no de los grandes
textos.
En estos tiempos de encierro y de restricciones extremas han crecido las
denuncias de violencia de género. ¿Qué puede decir de esta situación
tan aterrorizante?
Yo podría decir todo eso que sale de mis textos anteriores, que en la base
de la violencia masculina se encuentra la frustración y el sujeto masculino
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Lima – Perú, 2020.
reacciona violentamente cuando sus deseos e intenciones son frustrados.
La frustración de no poder salir, el encierro bajo miradas vigilantes dentro
de casa, el no poder tener ciertas libertades, el rumiar durante horas
alguna traición, alguna infidelidad o algún abandono, puede detonar
violencia. Por otro lado, las situaciones de necesidad y carencia
potencian la violencia. Todo eso ahora se magnifica. Pero lo más
importante que puedo decir es que estamos frente a una situación no
vivida anteriormente. Todas las formas de violencia y crimen han
disminuido y la de género ha aumentado. Podríamos pensar que
entendemos pero necesitamos ser humildes y ejercitar una enorme
curiosidad porque estamos frente a una situación desconocida y eso nos
obliga a investigar qué está pasando, en primer lugar, con la
masculinidad en esta situación de encierro, y qué ha pasado también
con la feminidad. ¿Cómo se ha comportado la relación de género en
esta nueva escena? Es un momento que necesita de estudio y de
observación. Solo de esa forma habrá eficacia en la acción.
Algunos agresores sexuales fueron excarcelados con prisión domiciliaria.
Uno de ellos vive cerca de su víctima. Es imposible no preguntarle sobre
esta situación.
Encuentro nuestra mirada sobre la cuestión carcelaria muy estrecha; muy
especialmente la mirada de los operadores del derecho, la mirada de lo
que, por falta de un vocabulario más preciso, llamamos "justicia". He
escrito críticamente sobre el sistema carcelario, sobre la "fe carcelaria"
que advocamos. Siendo adepta del garantismo jurídico cuando se trata
de presos vulnerables, los pobres, los "negros", y adhiriendo al
antipunitivismo por haber trabajado en cárceles con estudiantes por
mucho tiempo. Pero soy también vehementemente crítica del
garantismo cuando se trata de crímenes contra las mujeres y
la población Lgbtttiq+ . Porque en ese caso el agresor encarna la
posición de poder y la víctima es la que necesita de garantías, que no
tiene ni en el sentido común de los que tienen la llave del derecho ni en
la opinión pública en general. En esos casos no puede haber indulgencia.
El más importante papel de una sentencia es ser pedagógica, y le
estamos todavía enseñando a la sociedad que violar, pegar o matar una
mujer es crimen. Y la sociedad, infelizmente, todavía lo está teniendo que
aprender, según parece.
Para usted, "el feminismo no puede y no debe construir a los hombres
como sus enemigos naturales". El feminismo es un movimiento diverso,
con muchos posicionamientos y no hay una sola manera de ser feminista.
¿Cómo describiría la suya?
Tengo una definición de fascismo propia, mía, personal, operativa. Y mi
definición de fascismo es que más que una política, es una estrategia y
siempre es una estrategia del enemigo: hay que diseñar un enemigo
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Lima – Perú, 2020.
común para producir una alianza de los que, de otra forma, no estarían
del mismo lado de los intereses. El enemigo común es lo que distingue las
estrategias fascistas. Entonces, cuando el feminismo se plantea y se
define como un movimiento contra los hombres como enemigo, corre el
riesgo de transformarse en un movimiento que tiende al fascismo. El
enemigo del feminismo es el patriarcado, donde se manifieste, no los
hombres. El feminismo, los feminismos en plural, es algo mucho más
grande y luminoso que una política de la enemistad. Como últimamente
he tenido un poco más de tiempo para rumiar mis cosas, he pensado en
qué consiste mi militancia.
¿Y cómo la definiría?
Mi militancia dentro del feminismo es una política de la amistad, de una
trama íntima con las personas, de una construcción de la proximidad.
Tengo una relación muy hermosa con muchas mujeres. La mayoría de
ellas son más jóvenes que yo. Es una amistad dotada de politicidad. La
politicidad en clave femenina, la politicidad de un espacio doméstico
ampliado. Eso es política también. Mi feminismo es un feminismo de la
amistad, un feminismo de los vínculos que vamos trabando a lo largo de
la vida; es un feminismo del día a día, del cotidiano. El mundo que
imagino como un mundo agradable es un mundo sin hegemonía, sin que
ninguno de los mundos y de las propuestas dominen sobre las otras, es un
mundo suelto, radicalmente plural, sin los imperativos de las vanguardias,
un lugar donde diferentes formas de felicidad, realización, satisfacción y
bienestar puedan existir sin agredirse mutuamente.
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Lima – Perú, 2020.
TIEMPO DE VIRUS*
Manuel Castells
La Vanguardia: 21 / 03 / 2020
Y de repente, todo cambió. Nuestra salud, nuestros hábitos, nuestra
economía, nuestra política, nuestra psicología, nuestro horizonte
temporal y existencial. Aún no hemos absorbido enteramente el choque
brutal que esto representa para nuestras vidas, en particular el miedo a
la enfermedad o la pérdida de nuestros seres queridos.
No estábamos preparados para una pandemia de estas proporciones y
con tal velocidad de propagación. La subestimamos cuando apareció,
incluido yo mismo. Hay esperanza de que podamos superarlo, al menos
en su dimensión sanitaria, como demuestra el hecho de que China y
Corea ya parece que han conseguido doblegar el contagio. Aunque
China tardó más de un mes en tomar en serio la epidemia por ignorancia
burocrática de los avisos que dieron los médicos de Wuhan, con el
sacrificio de la vida de uno de ellos.
Ahora sabemos que lo único que funciona para detener la propagación
es el aislamiento social. Así hicieron China y Corea con métodos
diferentes. Además de hacer pruebas a todo el mundo al menor síntoma,
que fue esencial en Corea. Invirtiendo masivamente desde el principio en
material sanitario. En España no pudimos hacer pruebas a todos
simplemente porque no había instrumental suficiente. Esto ha cambiado,
en parte mediante donación y compra de material, obtenido sobre todo
de China, que está mostrando una solidaridad internacional que contras-
ta con otros países.
Claro que sólo nos veremos libres de esta plaga cuando tengamos
fármacos de ralentización del contagio y, después, una vacuna eficaz.
Vacuna que probablemente tendrá que aplicarse a la mayoría de la
población del planeta para poder consolidar las defensas que se vayan
*Fuente: https://www.lavanguardia.com/opinion/20200321/474278473999/tiempo-de-
virus.html
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Lima – Perú, 2020.
generando en nuestro sistema inmune. Si bien la capacidad de mutación
del virus aún se desconoce.
Ahora nos damos cuenta de la importancia de la ciencia y la tecnología
para protegernos como especie de los desastres que nosotros mismos
hemos generado. Porque la difusión masiva de un virus originado en un
mercado de una ciudad china no puede entenderse sin la globalización
incontrolada en la que se basa nuestro sistema económico y nuestra
forma de vida. La globalización, que ha dinamizado la economía
mundial y ha contribuido a la mejora de las condiciones de vida de una
cuarta parte de la población, también ha creado una interconexión para
cualquier proceso, sea el terrorismo, el cambio climático o epidemias
antes localizadas.
Vivimos en una red global de redes globales que estructuran cada
ámbito de la actividad humana. De modo que todo lo que pasa
funciona de acuerdo con una lógica de red, en que cada nodo se
comunica a múltiples nodos que a su vez amplifican las conexiones a
otros tantos nodos, lo que se llama small world phenomenon , en que un
solo nodo puede generar una gigantesca estructura dependiendo de su
velocidad de conexión. Así funcionan las telecomunicaciones y así
funcionan los nuevos virus que se expanden sin control hasta que
encontremos el antídoto. Lo cual no previene los futuros virus que pueda
haber, en particular por transmisión de otras especies a los humanos (por
eso no deberíamos comer animales). Y como la globalización implica
continuos movimientos de personas viajando de un continente a otro en
pocas horas, en un trasiego constante de actividades comerciales,
burocráticas y turísticas, la apertura de fronteras y relajación de controles
que implica la globalización hacen inoperantes los sistemas de
protección del pasado. De ahí la tentación de resucitar las fronteras y los
controles de todo tipo, desmintiendo la utopía liberal de “ciudadanos del
mundo”. Tal vez el orden liberal sea la primera víctima de esta pandemia.
Más profundo aún es el cambio en lo personal. Nos vamos dando cuenta,
sin acabar de creerlo, como en una pesadilla, de la fragilidad de nuestras
vivencias. Rutinas instaladas en nuestro cotidiano y que ahora añoramos
con la desesperación de no haberlas valorado en su simplicidad. La
maravilla de vivir y de relacionarse libremente que en estos momentos se
convierte en una amenaza constante, que vacía de sentido lo que
hacemos, aunque consigamos mantener nuestra sociabilidad por
internet, cuya utilidad ahora apreciamos en su justo valor.
Los problemas que se nos antojaban insoportables ahora cobran su
verdadera dimensión de pequeñeces ante la amenaza de perder el
trabajo, la enseñanza, la cultura, el respirar en un parque o mecerse en
las olas. So pena de perder la salud o ser sancionados por incívicos.
Porque sólo aceptando esas limitaciones podremos salir de esta crisis
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Lima – Perú, 2020.
multidimensional, en que el virus corroe nuestros cuerpos, nuestra
economía, nuestras aficiones y nuestras fantasías.
Saldremos, sí, pero no saldremos igual que entramos en este tiempo de
virus. Puede ser que tengamos que atravesar un largo periodo de cambio
de modelo de consumo. Pero también podría ser que salgamos
regenerados, recuperando el simple placer de vivir, anclados en nuestras
familias, nuestras amistades y nuestros amores. Porque más allá de la
irritación normal de un largo periodo de encierro, son estos sentimientos y
nuestro apoyo mutuo lo que nos habrá sostenido. Tal vez reaprendamos
el valor de la vida y ello nos permita prevenir las otras catástrofes que nos
esperan si seguimos en nuestra carrera destructiva y pretenciosa hacia
no se sabe dónde ni por qué.
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“ENFRENTAMOS DESUNIDOS LA MÁS GRAVE AMENAZA QUE HA
TENIDO LA HUMANIDAD”*
Entrevista a Manuel Castells
Alex Rodríguez y Karina Farreras
La Vanguardia: 06 / 04 / 2020
Su vida es un laboratorio. Analiza y concluye. Sociólogo, honoris causa
por un sinfín de universidades, premio Holberg, considerado el Nobel de
las Ciencias Sociales, Manuel Castells (Hellín, Albacete, 1942), ahora
ministro de Universidades, aboga por una gobernanza global y lamenta
que afrontemos divididos la pandemia de la Covid-19 en esta entrevista
realizada por correo electrónico.
Un virus ha puesto en jaque al mundo. ¿Por qué cree que no estábamos
preparados para hacerle frente? ¿Qué lección puede extraerse de ello
de cara al futuro?
Subjetivamente, por arrogancia, por creer que nuestra tecnología lo
puede todo. Objetivamente, por los recortes sustanciales en los sistemas
sanitarios durante las políticas suicidas de austeridad tras la crisis
financiera. La principal lección es que la sanidad es nuestra
infraestructura de vida y requiere cooperación global.
Y ha pillado a Occidente y al mundo sin un claro liderazgo, dado que los
Estados Unidos de Trump han renunciado a ejercerlo…
Trump es un nacionalista norteamericano. Pretende liderar el mundo pero
en el interés exclusivo de Estados Unidos, de modo que no puede se un
líder mundial.
*Fuente: https://www.lavanguardia.com/vida/20200406/48329582092/enfrentamos-
desunidos-la-mas-grave-amenaza-que-ha-tenido-la-humanidad-ningun-estudiante-va-
a-perder-el-curso-por-razon-de-la-
epidemia.html?fbclid=IwAR3khRFgs8mvjhweYPmocC2b3N2I4TVEaRhYcZbVz9TF6PQJ5C
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Lima – Perú, 2020.
China, donde nació el nuevo coronavirus y donde no hay prácticamente
ni un momento de la vida cotidiana que escape a la vigilancia digital,
parece tener bajo control la situación y saca ahora pecho. ¿Se convertirá
en la nueva superpotencia?
China ha sido capaz de controlar, no de superar, la pandemia y, aun así,
puede crecer al 2% este año. Y tiene capacidad para producir, exportar
y hasta donar material sanitario al resto del mundo. Hay que reconocerlo.
Ya es una superpotencia, pero no la superpotencia porque no puede
compararse militarmente con Estados Unidos.
Los ciudadanos de Corea del Sur y Taiwán, que, a diferencia del régimen
chino, son países democráticos, han aceptado ser monitorizados, a
través del uso de la tecnología y la inteligencia artificial, para combatir la
pandemia. Han perdido libertades y privacidad. ¿Acabará ocurriendo
también en Occidente? ¿Acabarán perpetuándose este tipo de
cesiones? ¿Hay que perder libertades para estar seguros?
Históricamente, en todas las situaciones de emergencia, los estados
restringen los derechos de la gente, por necesidad o, en algunos casos,
aprovechando la situación. Y los ciudadanos lo aceptan por convicción
o por miedo. Pero hasta un cierto límite que es peligroso sobrepasar.
Nadie en Occidente pareció intuir el peligro que representaba la Covid-
19 hasta que entró en el salón de sus casas… ¿por qué?
Porque el cierre de la economía y la vida social es algo muy duro y no se
pensaba necesario hasta que una buena parte de la población estuvo
infectada. Se decía “no somos China”. Pero eso el virus no lo sabe.
Italia afronta la situación de una manera, Alemania de otra, Francia, de
otra, y España, también, por no hablar del Reino Unido, Estados Unidos o
Brasil… el virus es el mismo pero las políticas contra él difieren en cada
país. ¿Hubiera sido necesaria una gobernanza global?
En esto, como en todo. Un sistema global interdependiente requiere
gobernanza global, no necesariamente un gobierno global. Pero los
estados nación se resisten a perder su poder y cada uno utiliza los
mecanismos de gobernanza supuestamente global para defender sus
intereses nacionales.
En Europa resucita la brecha norte-sur. ¿Qué le parece la manera en que
está abordando esta crisis la UE? ¿No cree que alimenta el desencanto
entre los ciudadanos que ven como se diluye el principio de solidaridad,
uno de los principios fundadores del proyecto europeo?
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Lima – Perú, 2020.
Estamos otra vez en el mismo debate que se planteó en la crisis financiera
del 2008, demostrando la ausencia de identidad europea, excepto en
algunos sectores sociales, más educados y jóvenes. Algo que llevo
mucho tiempo estudiando y publicando. Esta vez, al menos, el Banco
Central Europeo, y la Comisión Europea están en una postura mucho más
solidaria, pero el Reino Unido está fuera y Alemania y sus aliados más
estrechos requieren permiso de intervención en las políticas económicas
de cada país que rescaten. Obviamente, la Europa del sur y Francia no
lo aceptan, y, por tanto, enfrentamos desunidos la más grave amenaza
que ha tenido la humanidad desde la II Guerra Mundial.
¿Cree que habría que hacer algo para que situaciones como la que
estamos atravesando no vuelvan a ocurrir o, al menos, estemos mejor
preparados para hacerles frente?
Tomar en serio los aplausos a los sanitarios y traducirlos en políticas de
financiación, de formación, de equipamiento, de investigación y de
salud preventiva. Es nuestro salvavidas en el mundo en que entramos.
Cualquiera que sea el coste es más barato que la muerte y el colapso
económico.
La Covid–19 se ha extendido como una pandemia en un momento de
auge de los populismos y las democracias iliberales. ¿Cree que irá a más,
que uno de los grandes perdedores de esta crisis será la democracia
liberal?
He publicado un libro reciente sobre la crisis de la democracia liberal, que
ha ido perdiendo legitimidad en la ciudadanía por razones profundas
comunes a todas las sociedades. La extensión de la pandemia en
intensidad y en el tiempo puede poner en cuestión todavía más un
sistema político que había traído una relativa civilidad a nuestra vida
institucional.
No hubo revueltas en la crisis del 2008 porque nuestros mayores y la
familia sirvieron para aguantar situaciones desesperadas. Ahora se
recomienda que no se pongan respiradores a pacientes de más de 80
años. ¿Qué reflexión le suscita?
Miseria de la especie humana que, si de verdad fuera así, tal vez no
mereceríamos sobrevivir. En algunos sectores hay poca solidaridad con
las generaciones venideras, como muestra la indiferencia relativa al
cambio climático. Y ahora hay indicios, minoritarios, de que empieza a
fallar la solidaridad hacia los viejos. Afortunadamente, la mayoría de la
gente muestra generosidad y empatía. Aún aguantan las familias, pero
protegiendo sobre todo a los suyos. Nos encontramos como humanos en
el aplauso de las ocho.
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Lima – Perú, 2020.
¿Cómo cree que cambiará el mundo?
Ya ha cambiado y nunca volverá a ser como el que vivíamos. Lo que no
sabemos es cómo será. Tal vez lo mejor sería que lo decidiéramos y lo
hiciéramos en lugar de resignarnos al destino.
La universidad online ha ido creciendo durante los últimos años. De hecho
usted ha sido profesor en una de ellas, la UOC. ¿Cree que la Covid-19
potenciará los estudios universitarios online, y que irán remplazando
paulatinamente a los estudios presenciales?
La pandemia ha demostrado la extraordinaria utilidad de internet en
todos los ámbitos. Y, particularmente, en las universidades, que
completarán el curso, mayoritariamente, mediante la enseñanza online
de calidad. Ha habido un curso acelerado de formación práctica de
estudiantes y profesorado en este sentido en el espacio de semanas,
sobre el que podemos construir hacia el futuro. No sólo para
emergencias, sino para un sistema en que ambas modalidades se
complementen en todas las universidades. La enseñanza presencial
nunca desaparecerá porque su ancho de banda es mucho mayor que
el de la mejor red de fibra óptica. Esta articulación debe ser un proyecto
de futuro inmediato cuando acabe la guerra.
Muchas universidades han tenido que adaptarse de la noche a la
mañana para dar clases no presenciales, con dificultades tecnológicas y
no todo el profesorado preparado para ello... ¿Está garantizado el mínimo
de calidad de las titulaciones en este curso?
Lo van a controlar y garantizar, coordinadamente, las agencias de
calidad de cada comunidad autónoma y la Aneca, la agencia del
Estado español. No tengo la menor inquietud en este tema, que sigo de
cerca.
¿Cómo van a evaluar los profesores con garantías?
Con flexibilidad de procedimientos propios a las condiciones de cada
universidad. Hay sistemas de evaluación continua, que practican las
mejores universidades online como la Uned y la UOC, hay herramientas
informáticas para exámenes online y tal vez pueda haber también
exámenes presenciales en la medida en que se vaya restableciendo la
posibilidad de contacto social.
¿Cree que en esta situación todos los universitarios gozan de igualdad de
oportunidades? ¿O hay algunos que lo afrontan con carencias
tecnológicas?
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Lima – Perú, 2020.
Hay desigualdad tecnológica como hay desigualdad social en todos los
ámbitos. Y por tanto las universidades tendrán que tener en cuenta esas
situaciones particulares y ayudar a los estudiantes desfavorecidos. Ahora
bien, la difusión de internet es muy amplia, también lo es el uso de
ordenadores. Y, algo que no se piensa, la inmensa mayoría de
estudiantes tienen un ordenador en el bolsillo, que llamamos teléfono
móvil. La cuestión es desarrollar protocolos de enseñanza que pueden ser
adaptados al uso de los móviles como terminales. Lo que llamamos m-
learning. En eso están varias universidades, por ejemplo, según mi
información, la Universitat de Barcelona.
Los universitarios abordan con incertidumbre su futuro, tanto aquellos que
están en la universidad, como aquellos que preparan su acceso...
Estamos acabando el curso y va a empezar el 2020-2021. La Covid-19
marcará el último trimestre del primero y, cuando menos, el primero del
segundo... ¿Cómo cree que serán? ¿Se retrasará el próximo curso
universitario?
Hay incertidumbre en esto y en todo, porque ese es el tiempo de virus
que nos ha tocado vivir, sería paternalista y engañoso decir lo contrario.
Pero sí puedo decir algo cierto en el ámbito universitario: ningún
estudiante va a perder el curso por razón de la epidemia. Las
universidades, las comunidades autónomas y el Ministerio de
Universidades estamos trabajando coordinadamente en ese sentido, en
colaboración con estudiantes, enseñantes y personal administrativo, y
vamos a asegurar que se complete el curso en los plazos habituales o con
algunas semanas más si la pandemia se prolonga. Y el curso que viene se
iniciará como siempre, esperando que no tengamos que crear un sistema
online para ese momento. Pero si hace falta lo haremos y lo haremos bien.
La calidad de la UOC no es inferior a la de otras universidades catalanas.
Pase lo que pase, tenemos que asegurar que la vida sigue. Y la
universidad también. Palabra de ministro.
Alcanzado el pico de contagios, el Gobierno está planteándose ya
escenarios de desescalamiento del confinamiento... ¿Cuándo cree que
se reanudarán las clases presenciales? ¿Serán los jóvenes los últimos en
salir?
Es aventurado predecir nada a corto plazo. Varias comunidades y
universidades ya han decidido que no habrá más clases presenciales este
curso. Así lo ha anunciado, por ejemplo, Andalucía. Por eso, lo más
importante es la flexibilidad y el desarrollo inmediato de una variedad de
fórmulas y tecnologías para cubrir todas las eventualidades. Creo
personalmente que hay más posibilidades de contacto para los jóvenes
en un plazo no muy lejano que para la liga de fútbol y otros eventos
congregantes de grandes muchedumbres.
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Lima – Perú, 2020.
Usted no es el ministro de Educación, pero ¿sabe si se alargará el curso
escolar a julio?
Depende de cada comunidad en consonancia con las medidas de
confinamiento total o parcial que dicte el Gobierno. Es posible que se
alargue a julio, pero no es probable. Se prevé que la EvAU esté
completada en todo el Estado hacia el 10 de julio, por tanto, el curso
tendría que haber terminado antes.
¿Qué huella va a dejar la Covid-19 en la universidad?
La capacidad de liberar el potencial de la enseñanza virtual que estaba
injustamente menospreciada y la exigencia de una digitalización más
avanzada del conjunto del sistema universitario. Una gran frontera de
innovación pedagógica y de inversión económica.
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Lima – Perú, 2020.
«NOS SALVARÁN LAS CIENCIAS, NO LAS ARMAS»*
Fernando Savater
El Tiempo: 16 / 05 / 2020
Cuando era joven estudié en un colegio de curas —aunque no se me
note demasiado—, y nos llevaban ejercicios espirituales. Íbamos a un
lugar durante cuatro o cinco días y nos daban charlas y meditaciones. La
idea era que eso nos ayudara a cambiar de vida. Esta situación se
parece un poco.
Estamos oyendo a muchos predicadores laicos que quieren salvarnos y
nos quieren hacer mejores. Yo no pienso cambiar de vida. De hecho,
añoro la que tenía. Creo que deberíamos aprender a disfrutarla como
era. Mi único propósito es ese: disfrutar más y quejarme menos.
Si hay que hacer una enmienda, podría ser en el orden de las prioridades
que teníamos. Dábamos mucha importancia a cosas que se la merecen
menos de lo que parece, a pesar de que en el mundo son muy
reputadas: el dinero, el prestigio. Esas cosas dependen únicamente de la
mirada de los otros: como vemos que los demás les dan importancia,
nosotros nos empeñamos en dársela.
Nos une la vulnerabilidad
En cambio, hay cosas sencillas, elementales, como la ternura de una
caricia, una palabra amable, un chiste contado a tiempo, la
conversación. Todas esas cosas ahora las vamos a valorar más. Y, por
supuesto, los paseos. Sean al campo, al borde del mar o con amigos en
la ciudad.
Vamos a aprender hasta qué punto es importante nuestra semejanza con
los otros, sobre todo en la vulnerabilidad. Somos propensos a sufrir. Somos
*Fuente: Adaptación, editada, de la charla que dio Fernando Savater para el Hay
Festival y BBC Mundo. Disponible en: http://elgritodelsur.com.ar/2020/04/dario-
sztajnszrajber-coronavirus-pandemia-
otro.html?fbclid=IwAR0IRjYlPHz9HWIe0EwNa_mukpywrMcY3FMfoOHC44e-
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Lima – Perú, 2020.
frágiles. Somos mecanismos ingeniosos, inteligentes, con grandes
posibilidades, pero frágiles. Nos estropeamos con facilidad. Y, como
sabemos, tarde o temprano nos estropeamos del todo.
Esa vulnerabilidad nos tiene que dar simpatía, proximidad con los otros.
La sociedad es el mejor instrumento que tenemos para luchar contra
nuestra vulnerabilidad. Juntos nos defendemos mejor. Fíjense que somos
sociables hasta el punto de que nuestras enfermedades lo son: las
epidemias son enfermedades sociales y por eso para cortarlas hay que
aislarnos, hay que separarnos.
Por eso es importante la solidaridad. Hay que intentar aliviar la
vulnerabilidad de los demás en espera de que ellos alivien la nuestra. La
solidaridad es una forma de egoísmo inteligente. Ser solidario con los
demás es lo mejor para nosotros mismos. Eso es más seguro y cómodo
que vivir en un escenario en el que cada cual esté pendiente solo de sí
mismo.
Primero, el conocimiento
La solidaridad permite que una muchedumbre se convierta en una
auténtica sociedad. Las muchedumbres son peligrosas. Van en
bandada, cada cual ve por sí mismo. Se dejan asustar y por eso
atropellan y patean.
No podemos vivir sin solidaridad de la misma forma que no podemos vivir
sin conocimiento. Los políticos dicen que esta es una guerra y debemos
aplicar métodos de guerra. Ellos siempre están pensando en eso para ver
si se engrandecen y se convierten en grandes generales o campeones.
Esto no es una guerra. Es un peligro que no tiene nada de bélico. Los
desastres naturales no pertenecen a ese campo.
Las guerras dependen de la maldad de unos enemigos. Aquí no hay
adversarios. Nos enfrentamos a algo que no tiene ningún tipo de aprecio
o de desprecio por nosotros. Simplemente sigue un proceso de la
naturaleza, que es un mecanismo admirable en muchas cosas, pero a la
vez implacable. No tiene piedad: destruye y tortura a los seres como
ninguna otra cosa. Si tenemos que esperar algo de piedad, es de nuestros
semejantes, no de la naturaleza.
Los peligros naturales no se combaten con armas, sino con ciencia. La
vida se hace humana cuando aplicamos la ciencia. Me refiero no solo a
las ciencias físicas y la tecnología, sino al conocimiento en general. La
literatura y el arte son una forma de ciencia.
Tenemos que vivir a propósito, no simplemente de forma automática,
rutinaria, instintiva, como un mecanismo natural que funciona sin más,
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Lima – Perú, 2020.
como los demás animales. Debemos hacerlo deliberadamente,
eligiendo nuestras opciones. Y esa vida tiene que basarse en el
conocimiento.
Por supuesto, también en sentimientos y en movimientos del corazón, que
aportan intensidad y encanto. Pero lo que realmente orienta la
preservación de la vida humana, cuando está amenazada por una
epidemia, por ejemplo, es el saber. De modo que no debemos escuchar
a los militares, sino a los científicos, que son los que realmente conocen.
Sobre el confinamiento
Hoy estamos obligados a vivir en el interior, y eso no siempre es malo.
Podemos vivirlo a nuestro favor. Hay que sacar provecho.
Tenemos libros que nunca hemos tenido tiempo para revisar, porque
estamos tan ocupados cobrando dinero que se nos olvida leer. Tenemos
tiempo para ver esas viejas películas que nos gustaron en su momento.
Tenemos esas series de televisión actuales que hay gente a la que tanto
le gustan.
También hay que rescatar la conversación. Si tenemos la suerte de tener
a personas con nosotros en nuestro encierro, podemos conversar con
ellas. Muchas veces convivimos con personas a las que apenas
saludamos. En nuestras charlas podemos reflexionar sobre lo que es vivir,
sobre lo que significa estar juntos, sobre nuestros miedos y alegrías.
Cuando uno ha perdido a alguien amado, alguien con quien ha vivido
momentos de intimidad, nada se echa tanto de menos como las
conversaciones. Aquellos momentos en los que se descubrían pequeños
secretos del otro o se hacían bromas. Y es que el humor es la gran
complicidad entre los seres humanos.
Podemos desarrollar el arte de vivir y no pasarnos el tiempo lamentando
lo que no podemos hacer.
La virtud del agradecimiento
Sobre todo, hay que desarrollar la virtud de la gratitud hacia las personas
que son como nosotros y nos ayudan: los médicos, los sanitarios. También
hay que dar las gracias a las personas que nos cuidan de otras formas,
como los que amasan el pan, los que están en una tienda vendiendo las
cosas imprescindibles, los que fabrican todo aquello sin lo cual viviríamos
mucho peor o no podríamos vivir. Podemos ser encerrados, pero
agradecidos.
El propósito tiene que ser quejarse menos y disfrutar más. Sobre todo, en
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Lima – Perú, 2020.
compañía de los demás. Deseo implementar esa conclusión en mi vida y
también se las deseo a todos ustedes.
Por otra parte, cuidémonos y sigamos las instrucciones científicas que nos
dan para evitar los males mayores de la pandemia, que pronto
pasará. Dentro de poco nos veremos delante del mar.
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«NO ESTÁBAMOS DISPUESTOS A CREER LO QUE VEÍAMOS»*
Entrevista a Fernando Savater
Pablo Blázquez
Ethic: 03 / 04 / 2020
Conversamos con filósofo y escritor Fernando Savater dentro del
ciclo Reflexiones en mitad de la crisis, en el que conectamos en directo
con miembros del Consejo Editorial de Ethic y otros expertos.
Comentabas el otro día que empezaba a molestarle el tono de algunos
«predicadores» que parecía que hablasen como si estuviéramos ante las
10 plagas de Israel.
Sobre todo, lo que me molesta es esa manía de sacar conclusiones
moralizantes. Frases como «hemos vivido equivocados», «hemos de
cambiar nuestra manera de existir», «la culpa la tienen los abusos del
egoísmo o la falta del respeto a la ecología». No, es una plaga y se
acabó. Ha habido plagas desde que los seres humanos tienen memoria
y habrá muchas más. Esta en concreto tiene una virulencia brutal, pero
también tenemos mucho más medios para enfrentarnos a ella y
contrarrestarla. Pero no entiendo eso de en seguida empezar a sacar
conclusiones como en la Edad Media, de que es un castigo divino. No
puede ser que ahora los castigos divinos se les llame castigos de la
naturaleza. Me parece insoportable que los moralistas vayan repitiendo
cosas como que ahora nos enteramos de lo importante que son los otros.
Es como si hubiera habido que esperar 21 siglos y una plaga para darnos
cuenta de que los otros son importantes.
Coincidirás en que tras esta crisis se van a producir cambios sociales
importantes.
Todo lo que ocurre, desde las crisis hasta los embotellamientos de los
findes de semana, siempre marca un antes y un después. En estos últimos
días, con 15 o 20 días de diferencia, han muerto el padre y la madre de
*Fuente: https://ethic.es/2020/04/crisis-coronavirus-fernando-savater/
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Lima – Perú, 2020.
Miguel Ángel Blanco, el concejal asesinado por ETA. En aquel momento
fue una conmoción nacional y todo el mundo dijo que habrá un antes o
un después. Ahora, la mayoría de gente de menos de 30 años –40 me
atrevería a decir–, no saben quién fue Miguel Ángel Blanco, qué pasó o
quiénes fueron sus padres. No confío mucho en esto de los grandes
cambios de la humanidad. La humanidad cambió cuando hubo la peste
en Europa que sirvió a Boccaccio para escribir El Decameron y lo que
quedó es solo eso. Después se ha vivido más o menos igual.
Decía Aristóteles en la Ética a Nicómaco que el fin del ser humano es la
felicidad. ¿Alguna pista para estos días duros y los que vienen?
El otro día leía algo muy interesante: que no se sabe si alguien ha sido o
no feliz hasta el último momento. Es decir, la felicidad es siempre
reversible. Tú puedes creer que eres feliz o que alguien es feliz pero nunca
puedes estar seguro de la felicidad, ni de la tuya ni de la de otro mientras
esté en el mundo de la vulnerabilidad que es en el que vivimos todos.
Decía también Aristóteles que, por ejemplo, Príamo, el rey de Troya,
parecía absolutamente feliz y era un hombre de avanzada edad. Pero
todavía le quedaba la guerra, perder a su familia y perder su reino. Así
que, hasta el final, hasta el último momento. Como dice el refranero
español, «hasta el final nadie es dichoso». Eres dichoso a partir de la
muerte porque ahí te vuelves invulnerable. Los muertos son ya
invulnerables porque todo lo tienen en el pasado. La felicidad nunca es
una cosa compatible con el presente; o es el pasado, o es alguna cosa
que esperamos que nos llegue en el futuro. Yo por eso prefiero hablar de
alegría y no de felicidad, que me parece una palabra demasiado
exagerada.
En estos días se han producido dos reacciones en la sociedad: por un
lado, ha habido un impulso de la solidaridad y, por el otro, un sentimiento
de división, odio y confrontación constante. ¿Cómo valoras estas
reacciones?
Los seres humanos somos lo que somos y, como bien se dice, las plagas
sacan lo peor y lo mejor de los seres humanos. Todos estos elogios de
«¡Qué maravilloso país es España, ¡qué solidario» no tienen sentido! Si
todos fuéramos muy solidarios no haría falta que la policía estuviera en la
calle para que la gente se quedase en casa. Los países que
precisamente confían en sus ciudadanos y no los tratan como niños
pequeños son aquellos que dicen a la gente: conviene que se quede
usted en casa, no se relacione con otros, sobre todo si tiene patologías
previas. En los que tienes que poner multas, policía y seguridad significa
que no funcionan tan bien. Hay gente que está demostrando ser muy
buena persona y luego hay canallas como los separatistas… pero eso ya
lo sabíamos de antes.
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Lima – Perú, 2020.
«Es como si hubiera habido que esperar 21 siglos y una plaga para
darnos cuenta de que los otros son importantes»
¿Crees que esta crisis va a reforzar este sentimiento nacionalista, la
construcción de esos muros y fronteras que ya se estaban viendo en los
últimos años?
Uno de los tópicos que se repiten, el más cierto quizá, es que los virus no
respetan las fronteras. Hemos visto que todos vivimos en una nave
conjunta, que el planeta es algo que puede ocurrir ahí en Wuhan: que se
desate una infección en un mercado de Wuhan, en China, y que
inmediatamente nos llegue a todos. Realmente el principio del
cosmopolitismo es la infección, la infección generalizada es lo que
demuestra hasta qué punto los seres humanos somos semejantes los unos
a los otros y nos matan las mismas cosas. A veces se dan muestras de
egoísmo de países que no quieren compartir y lo estamos viendo en
Europa. A mí, lo que más me preocupa es que Europa está dando una
impresión poco solidaria. Los países están teniendo muy poco apoyo. En
el caso de Holanda, por ejemplo, la solidaridad europea no funciona
mucho. Eso sí es preocupante. Pero también es lógico: no va a
desaparecer el egoísmo de los humanos y nos vamos a convertir en
émulos de San Francisco de Asís porque haya habido un virus.
¿El sentirnos vulnerables e inseguros puede poner en entredicho la
democracia liberal y entregar la libertad a un estado autoritario que se
presente como solución al problema?
Hobbes basó su doctrina del Estado absoluto en el miedo. Dijo que el
primer sentimiento que hace que respetemos al Estado es el miedo,
porque creemos que si no viviéramos amparados por esas instituciones
del Estado nuestra vida sería más breve, brutal y estremecedora. El miedo
es un argumento a favor de decir: «métase debajo de mi ala que yo lo
protejo». Ahora se ha impuesto entre nosotros una metáfora de que esto
es como la guerra. No, no estamos en guerra. Lo que pasa es que la
apelación a la metáfora de la guerra justifica todos los maximalismos,
justifica todos los atropellos a las libertades individuales, justifica que no se
conceda ningún valor a la decisión personal, sino que todo venga
impuesto desde arriba. Que el estado sea cada vez más intrusista en
nuestra vida para protegernos sería muy peligroso.
El virus nos hace estar separados, divididos, aislados, todo lo contrario, a
lo que es la solidaridad. Es una forma extraña de ejercer la solidaridad.
Ser solidario es hacer aquello que beneficia al otro. Si en un momento
determinado lo que beneficia al otro es que te apartes para no
contaminarle y mantener esa distancia social, puedes ser solidario,
aunque físicamente te apartes del otro. La solidaridad no es echarte
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Lima – Perú, 2020.
encima del otro; la solidaridad es una actitud hacia los otros, es hacer las
cosas que los otros necesitan. Si apartarte de los otros es la mejor manera
de combatir al virus, no está mal. La solidaridad no es algo externo o
folclórico, sino entender lo que necesitan los otros y dárselo.
¿Cómo podemos conciliar la respuesta de la solidaridad para con quien
más sufre con la exigencia de racionalidad y transparencia en la
administración pública?
Aplicar la razón siempre en las relaciones humanas y no moverse
únicamente por pensar que el sentimentalismo siempre va a ser bueno.
Sin embargo, estamos viendo los políticos no son los que van a acabar
con la pandemia. Quienes lo va a hacer van a ser los científicos y los
investigadores que encuentren remedios contra ella. Y es precisamente
eso lo que hay que apoyar: hay que exigir que los políticos no se
dediquen a hacer grandes declamaciones, sino que doten a los sanitarios
de material para que puedan cumplir con su misión, que
verdaderamente hagan pruebas a la población para identificar quienes
están contaminados y quienes no. En definitiva, esas son las cosas
racionales que hay que hacer. Todo lo que sea agitar banderas o salir a
los balcones a dar aplausos al universo es entretenido, pero sirve para
poco.
Vivimos un tiempo de paradojas endiabladas. En los últimos años se ha
hablado mucho de cómo se ha infantilizado nuestra sociedad y del gran
del gran apego que hay por la positividad y, ahora, es esta misma
sociedad la que se enfrenta a la enfermedad, a la muerte y al duelo
colectivo.
La humanidad siempre ha tenido problemas serios. Ahora tenemos este
relacionado con la sanidad, pero hemos tenido relacionados con
problemas económicos, con los enfrentamientos bélicos, con la
destrucción de las libertades civiles. Esto son problemas reales. El
infantilismo es uno de los grandes males que está arraigado en los
hombres. Recuerdo un viejo psicoanalista que conocí en su tiempo de
retirada que un día llegó a la conclusión de que el gran secreto de los
humanos es que no hay adultos. Verdaderamente nos hacen falta
personas que puedan afrontar la seriedad de la vida desde un punto de
vista adulto. Eso lo echamos de menos en las epidemias y cuando no las
hay.
«Necesitamos personas que puedan afrontar la seriedad de la vida
desde un punto de vista adult »
¿Crees, como ha dicho Yuval Noah Harari, que cuando se desató la crisis
«no había ningún adulto en la habitación»?
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No estábamos dispuestos a creer lo que veíamos. Ya unos años antes de
la crisis había habido un grupo de sabios epidemiólogos que habían
advertido que los animales salvajes eran una fuente posible de
infecciones y contagios y que, si eso continuaba, podíamos encontrarnos
con un problema serio. Todos los virus han aparecido de animales
salvajes. De hecho, las grandes plagas de la humanidad surgieron
cuando los seres humanos estaban domesticando a los animales –que
fueron creaciones nuestras: cerdos, las vacas, los perros–. A lo largo del
tiempo, se ha visto que en China han surgido otras plagas de lo mismo,
del contacto directo con animales. Podemos decir que no hay adultos
en la habitación porque no nos acabamos de creer eso. Pero también
preguntémonos: si el Gobierno o cualquier otro Gobierno hubiera
impuesto las medidas draconianas de aislamiento antes de que hubiera
habido muchos casos, ¿se lo habría tolerado la gente? ¿De verdad no
hubiese salido la gente a la calle diciendo que era un autoritarismo
inaguantable, un abuso de poder? Las autoridades han actuado tarde y
mal. Pero si hubiésemos actuado pronto y hubiesen impuesto las medidas
más severas, ¿lo hubiéramos aceptado o lo hubiésemos considerado un
abuso de autoridad?
¿Cómo analizas la actuación que se está haciendo desde el Gobierno de
España?
Con bastante torpeza. Desde el principio han estado dando información
contradictoria: primer diciendo que aquí no iba a llegar y luego diciendo
que iba a ser poca cosa. Poco a poco se ocultó lo que estaba ocurriendo
para celebrar partidos de fútbol, manifestaciones feministas, etc. Todo
eso son errores evidentes. Ahora mismo, que se haya paralizado todo el
país y que se haya cortado la producción me parece una cosa muy
indiscriminada y peligrosa. Un país arruinado no es mejor para la salud
que una epidemia. No estoy nada convencido de estas medidas. Todos
los maximalismos aplicados a la sociedad son malos y la metáfora de la
guerra no es muy certera.
Decía José Antonio Zarzalejos en una entrevista reciente a Ethic, que
esta pandemia iba a ser un golpe letal para el separatismo. ¿Compartes
esta opinión?
El independentismo es más duro de exterminar que el virus. Ya quisiera yo
que el independentismo tuviera una vacuna, llevamos buscándola
desde el siglo XIX y seguimos sin encontrarla. El problema del separatismo
es que es un cáncer, una posición radical establecida institucionalmente
que ahora se despierta, sobre todo en Cataluña. Hay más vileza de la
que creíamos.
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Lima – Perú, 2020.
«EN UN PAÍS QUE VALORA EL PIB Y NO LA CULTURA, EL
PRODUCTO INTERIOR SERÁ CADA VEZ MÁS BRUTO»*
Entrevista a Fernando Savater
Jesús García Calero
ABC Cultura: 07 / 04 / 2020
Hablar con Fernando Savater (San Sebastián, 1947) siempre es un lujo.
En estos días de pandemia y confinamiento, todos valoramos mucho el
contacto con lo que nos hace más llevadero el encierro. La cultura, los
libros, el cine, todo nos ayuda, como la tecnología, a no caer en el
hastío.
—¿Qué papel tiene la cultura, esa trama de referencias y relaciones, en
nuestra actual situación de aislamiento?
—Yo siempre he dicho que lo que diferencia a una persona culta de una
persona inculta es que las personas cultas necesitan mucho menos dinero
para pasar los fines de semana o las vacaciones. El inculto es como esos
países que tienen que importarlo todo. Alguien culto disfruta con cosas
económicas, como son los libros, o la música, etcétera, que no son ni
mucho menos las cosas más caras que hay. Pero además de eso es que
la persona culta es capaz de crear cosas.
—¿Crear?
—Claro, en un paseo va creando el paisaje, va sacando cosas de lo que
lee, reflexiones sobre lo que vive. La palabra poeta significa creador. Uno
no puede hacerse más grande más que por dentro. Uno no puede
ocupar más espacio físico, pero uno por dentro sí puede ampliarse. Hay
personas que dentro de sí mismas viven en habitaciones suntuosas,
magníficamente amuebladas. Y eso es lo más importante, que el
alojamiento interior esté bien amueblado, bien ventilado, que sea
*Fuente: https://www.abc.es/cultura/abci-fernando-savater-pais-valora-y-no-cultura-
producto-interior-sera-cada-mas-bruto-202004050103_noticia.html
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Lima – Perú, 2020.
amplio, para poder dar grandes vueltas por ahí. La cultura es eso lo que
nos da.
—La tecnología se ha demostrado como un elemento muy positivo.
—Por supuesto. La gente que acusa a la tecnología es boba. La cursilería
o el esnobismo de todos esos que dicen «yo no me compro un iPhone»,
«yo veo nunca la televisión» ... son tonterías. Todo se puede utilizar mal,
también los libros se pueden utilizar mal. Las tecnologías nos abren una
capacidad asombrosa de datos, de recuerdos, de la posibilidad de
buscar… Es tan rico que no se puede resumir.
«La cultura que el Estado tiene que defender y proteger es la
cultura de la democracia»
—¿Qué le parece que músicos y escritores ofrezcan sus obras por redes?
—Han abierto un ágora extraordinaria, todos vivimos ahí, comunicados
gracias a estos mecanismos. Imagínate tú todo esto del encierro si no
tuviéramos la posibilidad de comunicarnos con los demás. En fin, si
tuviéramos que mandar cartas, ahora que hasta han suspendido el
servicio de correos. No quiero ni imaginarlo. La tecnología actual es una
aliada extraordinaria de la cultura.
—¿Está bajo amenaza la globalización?
—La amenaza existe porque los aspectos positivos de esa globalización
están hechos por personas, y si esas personas están confinadas, enfermas,
eso empeora. La globalización no tiene piloto automático, salvo en sus
aspectos menos interesantes, menos positivos. En los aspectos positivos
somos las personas las que estamos aportando los contenidos, las
creaciones nuevas, las vinculaciones más originales…
—Dicen que las dictaduras manejan mejor esta crisis. ¿Está en cuestión el
estándar de libertades europeo?
—Siempre hemos sabido que hay una vinculación negativa, que cuando
sube una baja otra, entre la libertad y la seguridad. Todos aceptamos una
serie de restricciones a la libertad porque la seguridad es una parte
importante que funda la libertad. En el fondo creemos que somos libres si
estamos en una situación de perfecta seguridad. Lo que hacen los
autoritarios es decir «no le va a pasar a usted nada, salvo lo que le haga
yo». La persona que vive en un mundo libre tiene cientos de amenazas
posibles, pequeñas pero posibles, a su alrededor. El que vive en una
dictadura, en cambio, no tiene más que una, pero muy grande, que es
el propio dictador. Hay países asiáticos en los que se está llevando el
control hasta el punto de que la persona está cada vez más atrapada y
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Lima – Perú, 2020.
sobre todo tiene menos margen de invención personal, porque todo está
determinado desde el exterior.
—¿Esto va a cambiar la forma de relacionarnos físicamente?
—Seguro. Pero a lo largo de la historia ha habido muchas pestes y muchas
epidemias y no han acabado con el hecho de que los seres humanos
sigan asistiendo a actos públicos. Tampoco exageremos. Si no acabaron
con el teatro griego tampoco deberían acabar con el actual… Y en la
Edad Media hubo una peste terrible y la gente siguió reuniéndose en las
iglesias.
—Alemania, que en 2008 no hizo recortes culturales, proclama que la
cultura es estratégica. En España todavía no hemos hecho nada así.
—Yo creo que, primero, en un estado democrático e ilustrado, como
queremos ser los estados europeos, la cultura evidentemente tiene que
ser un sector prioritario, de los fundamentales. Francia siempre ha tenido
una especie de interés fundamental por la cultura, y protege a los
escritores, protege a los creadores. Eso es una señal de civilización. Que
en un país solo se valore la fabricación de máquinas o solo se valore el
PIB y no la cultura... Pues bueno, en efecto el producto interior será cada
vez más bruto.
—¿Y en España hay esa mentalidad de protección de la cultura?
—Pues no, yo creo que no lo hay. Y además no lo hay con un agravante:
se ha creado un uso folclórico-nacionalista de la cultura. La cultura se
utiliza fundamentalmente en cada una de las autonomías como
mecanismo de refuerzo político de identidades más o menos supuestas.
En fin, para reforzar un poco la diferencia con los demás, cuando la
cultura, precisamente, tiene la función de acercarnos a los otros y darnos
cuenta hasta qué punto todos los humanos compartimos cosas. La
humanidad es una tarea común. En cambio, aquí, en España, hay un uso
diacrítico de la cultura: para separarla de las demás y decir «la cultura
mía es así».
—Nadie se ha preocupado por construir en España una cultura común.
—La cultura que el Estado tiene que defender y proteger es la cultura de
la democracia. Igual que la identidad que es importante en estos países
es la democrática, no la territorial. El problema es que no se ha creado
una idea de qué es ser un ciudadano demócrata en nuestro país. La idea
de ciudadanía no se entiende, y eso es quizás el fallo mayor de la cultura
democrática.
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Lima – Perú, 2020.
LO QUE EL CORONAVIRUS NOS ESTÁ DICIENDO*
El virus está trayendo una nueva crisis planetaria a la crisis planetaria de
la humanidad en la era de la globalización. Y revela, una vez más,
nuestra interdependencia. La respuesta sólo puede ser de solidaridad y
una respuesta planetaria.
Edgard Morin
Liberation: 12 / 03/ 2020
Apareció muy lejos en una ciudad desconocida en China.
Inmediatamente, las mentes compartimentadas, incluyendo la de
nuestro entonces Ministro de Salud, nos tranquilizaron: este virus no llegará
a nuestro país. Pero el virus viaja de mano en mano, de aliento en aliento,
toma el camino, el barco, el avión, va de tierra a tierra, de la tos a la
saliva. Penetra con sigilo, aquí y allá, en Lombardía, en el Oise, y se
extiende por toda Europa. La contaminación gana. Se declara la alerta
de pandemia.
El problema principal es obviamente la salud. Los hospitales, víctimas de
ahorros sin sentido, ya están abrumados, y el virus amplificará la crisis
hospitalaria. La cura es todavía desconocida, la vacuna no existe. Las
declaraciones de los médicos son contradictorias, algunas advierten de
un gran peligro, otras tranquilizan sobre la baja tasa de mortalidad.
Las autoridades públicas están adoptando medidas de protección que
sólo pueden aislar parcialmente a los enfermos o a los sanos en peligro.
Las medidas preventivas adoptadas en todo el mundo están afectando
a las escuelas, las reuniones, frenando el comercio, inmovilizando los
buques de carga y de pasajeros, limitando los viajes internacionales,
bloqueando los productos de exportación de China, especialmente los
medicamentos, reduciendo el consumo de combustible,
desencadenando una crisis entre los países productores de petróleo,
*Fuente: https://www.climaterra.org/post/lo-que-el-coronavirus-nos-est%C3%A1-
diciendo-por-edgar-morin
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Lima – Perú, 2020.
provocando caídas en el mercado de valores y empezando a provocar
una crisis económica en una economía mundial ya desregulada.
De hecho, el virus está trayendo una nueva crisis planetaria a la crisis
planetaria de la humanidad en la era de la globalización. Sin embargo,
esta complejidad sigue siendo considerada y tratada en cuestiones y
sectores separados en todas partes. Cada estado cierra su nación sobre
sí misma; la ONU no propone una gran alianza planetaria de todos los
estados. ¿Debemos pagar, en víctimas adicionales, por el sonambulismo
generalizado y la falta de espíritu que separa lo que está conectado? Y,
sin embargo, el virus nos revela lo que estaba oculto en las mentes
compartimentadas que se formaron en nuestros sistemas educativos,
mentes que eran dominantes entre las elites tecno-económicas-
financieras: la complejidad de nuestro mundo humano en la
interdependencia e intersolidaridad de la salud, lo económico, lo social
y todo lo humano y planetario. Esta interdependencia se manifiesta en
innumerables interacciones y retroalimentaciones entre los diversos
componentes de las sociedades y los individuos. Así pues, la perturbación
económica causada por la epidemia fomenta su propagación.
El virus nos dice entonces que esta interdependencia debe dar lugar a la
solidaridad humana en la conciencia de nuestro destino común. El virus
también nos revela lo que he llamado la "ecología de la acción": la
acción no obedece necesariamente a la intención, puede ser desviada,
desviada de su intención e incluso volver como un bumerán para golpear
al que la ha desencadenado. Esto es lo que el profesor Eric Caumes de
la Pitié-Salpêtrière predice: "Al final, son las reacciones políticas a este virus
emergente las que conducirán a una crisis económica mundial... con un
beneficio ecológico". La última paradoja de la complejidad: el mal
económico podría generar una mejora ecológica. ¿A qué costo? En
cualquier caso, mientras nos hace mucho daño, el coronavirus nos dice
verdades esenciales.
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Lima – Perú, 2020.
“VIVIMOS EN UN MERCADO PLANETARIO QUE NO HA SABIDO
SUSCITAR FRATERNIDAD ENTRE LOS PUEBLOS”*
Entrevista con Edgard Morin.
Nuccio Ordine
El País: 11 / 04 / 2020
"La unificación técnico-económica del mundo que trajo el capitalismo
agresivo en los años noventa ha generado una enorme paradoja que
la emergencia del coronavirus ha hecho ahora visible para todos: esta
interdependencia entre los países, en lugar de favorecer un real progreso
en la conciencia y en la comprensión de los pueblos, ha desatado formas
de egoísmo y de ultranacionalismo. El virus ha desenmascarado esta
ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad”.
Edgar Morin habla con su habitual pasión por Skype. Él, como millones de
europeos, se encuentra confinado en su casa del sur de Francia, en
Montpellier, con su esposa.
Está considerado como uno de los filósofos contemporáneos más
brillantes; a los 98 años (el 8 de julio cumplirá 99) Morin lee, escribe,
escucha música y mantiene contacto con amigos y parientes. Sus ganas
de vivir demuestran con fuerza el drama de un azote que está
aniquilando a miles de ancianos y de enfermos con patologías previas.
“Sé bien —dice con tono irónico— que podría ser la víctima por
excelencia del coronavirus. A mi edad, sin embargo, la muerte está
siempre al acecho. Por lo tanto, es mejor pensar en la vida y reflexionar
sobre lo que pasa”.
Pregunta. La mundialización de la que habla ha creado un gran
mercado global que, a través de la tecnología más avanzada, ha
reducido considerablemente las distancias entre continentes. Pero esta
reducción de las distancias no ha favorecido un diálogo entre los
pueblos. Al contrario, ha fomentado el relanzamiento del cierre identitario
en sí mismo, alimentando un peligroso soberanismo.
*Fuente: https://elpais.com/cultura/2020-04-11/edgar-morin-vivimos-en-un-mercado-
planetario-que-no-ha-sabido-suscitar-fraternidad-entre-los-pueblos.html
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Lima – Perú, 2020.
Respuesta. Vivimos en un gran mercado planetario que no ha sabido
suscitar sentimientos de fraternidad entre los países. Ha creado, de
hecho, un miedo generalizado al futuro. Y la pandemia del coronavirus
ha iluminado esta contradicción haciéndola aún más evidente. Me hace
pensar en la gran crisis económica de los años treinta, en la que varios
países europeos, Alemania e Italia, sobre todo, abrazaron el
ultranacionalismo. Y, pese a que falte la voluntad hegemónica de los
nazis, hoy me parece indiscutible este cierre en sí mismos. El desarrollo
económico-capitalístico, entonces, ha desatado los grandes problemas
que afectan nuestro planeta: el deterioro de la biosfera, la crisis general
de la democracia, el aumento de las desigualdades y de las injusticias, la
proliferación de los armamentos, los nuevos autoritarismos demagógicos
(con Estados Unidos y Brasil a la cabeza). Por eso, hoy es necesario
favorecer la construcción de una conciencia planetaria bajo su base
humanitaria: incentivar la cooperación entre los países con el objetivo
principal de hacer crecer los sentimientos de solidaridad y fraternidad
entre los pueblos.
P. Intentemos analizar esta contradicción en una escala reducida,
tomando en consideración el microcosmos de las relaciones personales.
La incursión del virus ha puesto en crisis la ideología de fondo que ha
dominado las campañas electorales en estos últimos años: eslóganes
como “America First”, “La France d’abord”, “Prima gli italiani”, “Brasil
acima du tudo” han ofrecido una imagen insular de la humanidad, en la
que cada invididuo parecer ser una isla separada de las otras (utilizando
la bonita metáfora de una meditación de John Donne). En cambio, la
pandemia ha mostrado que la humanidad es un único continente y que
los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros.
Nunca como en este momento de aislamiento (lejos de los afectos, de
los amigos, de la vida comunitaria) estamos tomando conciencia de la
necesidad del otro. “Yo me quedo en casa” significa no solo protegernos
a nosotros mismos sino también a los otros individuos con los que
formamos nuestra comunidad.
R. Así es. La emergencia del virus y las medidas que nos obligan a
quedarnos en casa han terminado por estimular nuestro sentimiento de
fraternidad. En Francia, por ejemplo, cada noche tenemos una cita en
nuestras ventanas para aplaudir a nuestros médicos y al personal
hospitalario que, en primera línea, asiste a los enfermos. Me he
emocionado, la semana pasada, cuando he visto en televisión, en
Nápoles y en otras ciudades italianas, a las personas asomarse a los
balcones para cantar juntas el himno nacional o para bailar al ritmo de
las canciones populares. Pero está también la otra cara de la moneda.
La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar
fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la de necesidad
un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el
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Lima – Perú, 2020.
migrante. Las crisis pueden favorecer la imaginación creativa (como
ocurrió con el New Deal) o provocar regresión.
P. ¿Alude también a la Europa que frente a la emergencia sanitaria ha
revelado, una vez más, su incapacidad de programar estrategias
comunes y solidarias?
R. Por supuesto. La pseudo Europa de los banqueros y de los tecnócratas
ha masacrado en estas décadas los auténticos ideales europeos,
cancelando cada impulso hacia la construcción de una conciencia
unitaria. Cada país está gestionando la pandemia de manera
independiente, sin una verdadera coordinación. Esperemos que de esta
crisis pueda resurgir un espíritu comunitario capaz de superar los errores
del pasado: desde la gestión de la emergencia de los migrantes hasta el
predominio de las razones financieras sobre las humanas, desde la
ausencia de una política internacional europea a la incapacidad de
legislar en la materia fiscal.
P. ¿Cuál ha sido su reacción frente al primer discurso de Boris Johnson, al
despiadado cinismo con el que ha invitado a los ciudadanos británicos a
prepararse a los miles de muertos que el coronavirus provocaría y a
aceptar los principios del darwinismo social (la supresión de los más
débiles)?
R. Un ejemplo claro de cómo la razón económica es más importante y
más fuerte que la humanitaria: la ganancia vale mucho más que las
ingentes pérdidas de seres humanos que la epidemia puede infligir. Al fin
y al cabo, el sacrificio de los más frágiles (de las personas ancianas y de
los enfermos) es funcional a una lógica de la selección natural. Como
ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es
destinado a sucumbir. Crear una sociedad auténticamente humana
significa oponerse a toda costa a este darwinismo social.
P. El presidente Macron ha utilizado la metáfora de la guerra para hablar
de la pandemia. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre un
verdadero conflicto armado y lo que estamos viviendo?
R. Yo, que he vivido la guerra, conozco bien los mecanismos. Primero, me
parece evidente una diversidad: en guerra, las medidas de
confinamiento y toque de queda son impuestas por el enemigo; ahora
en cambio es el Estado el que lo impone contra el enemigo. La segunda
reflexión tiene que ver con la naturaleza del adversario: en una guerra es
visible, ahora es invisible. También para aquellos como yo, que han
participado en la resistencia, la analogía podría funcionar igualmente:
para los partisanos la Gestapo era como un virus, porque se metia en
cualquier lado, porque todo lo que estaba alrededor de nosotros habría
podido tener oído para informar y denunciar. Ahora no sé si este periodo
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Lima – Perú, 2020.
de confinamiento durará el tiempo suficiente para provocar restricciones
que podrían recordar el racionamiento de la comida y los comercios
ocultos del mercado negro. Pienso, y espero, que no. De todos modos,
no creo que utilizar la metáfora de la guerra pueda ser más útil para
comprender esta resistencia a la epidemia.
P. A propósito de la solidaridad humana: ¿no le parece que los científicos
en este momento están promocionando una colaboración internacional
para buscar la derrota del virus? ¿La llegada de médicos chinos y
cubanos en el norte de Italia no es una señal de esperanza?
R. Esto es indiscutiblemente positivo. La red planetaria de investigadores
testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras
nacionales, los idiomas, el color de la piel. Pero no se deben infravalorar
los fenómenos de cohesión nacional: estar, lo recordaba antes, alrededor
de los operadores sanitarios que trabajan en los hospitales. Muchos, sin
embargo, son dejados fuera de estas nuevas formas de agregación
solidaria: personas solas, ancianos y familias pobres no conectadas a la
Red, sin contar a los que viven en la calle porque no tienen una casa. Si
este régimen durara por un periodo largo, ¿cómo seguiríamos cultivando
las relaciones humanas y cómo conseguiríamos tolerar las privaciones?
P. Me gustaría que abordáramos otra vez el tema de la ciencia. Después
del desastre de la Segunda Guerra Mundial, las primeras relaciones entre
Israel y Alemania se produjeron a través de los científicos. El año pasado,
mientras visitaba el Cern de Ginebra con Fabiola Gianotti, vi alrededor
de una mesa investigadores que procedían de países en conflicto entre
ellos. ¿No piensa que la investigación científica de base, la que no espera
ganar nada, pueda contribuir a promocionar en esta emergencia de la
pandemia un espíritu de fraternidad universal?
R. Claro que sí. La ciencia puede desempeñar un papel importante, pero
no decisivo. Puede activar un diálogo entre los trabajadores de diferentes
países que en este momento trabajan para crear una vacuna y producir
fármacos eficaces. Pero no se debe olvidar que la ciencia es siempre
ambivalente. En el pasado, muchos investigadores han trabajado al
servicio del poder y de la guerra. Dicho esto, yo confío mucho en esos
científicos creativos y llenos de imaginación que ciertamente sabrán
promocionar y defender una investigación científica sólida y al servicio
de la humanidad.
P. Entra las emergencias que la epidemia ha evidenciado está sobre todo
la sanitaria. En algunos países europeos, los Gobiernos han debilitado
progresivamente los hospitales con sustanciales recortes de recursos. La
escasez de médicos, enfermeros, camas y equipamientos han mostrado
una sanidad pública enferma.
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R. No hay duda de que la sanidad tenga que ser pública y universal. En
Europa, en las últimas décadas, hemos sido víctimas de las directivas
neoliberales que han insistido en una reducción de los servicios públicos
en general. Programar la gestión de los hospitales como si fueran
empresas significa concebir los pacientes como mercancía incluida en
un ciclo productivo. Esto es otro ejemplo de cómo una visión puramente
financiera pueda producir desastres bajo el punto de vista humano y
sanitario.
P. La sanidad y la educación constituyen los dos pilares de la dignidad
humana (el derecho a la vida y el derecho al conocimiento) y las bases
del desarrollo económico de un país. El sistema educativo también ha
sufrido recortes terribles en estas décadas.
R. La sanidad y la educación, bajo este punto estoy de acuerdo con lo
que ha escrito en sus libros, no pueden ser gestionados por una lógica
empresarial. Los hospitales o las escuelas y las universidades no pueden
generar ganancia económica (¡no deberían vender productos a los
clientes que los compran!), pero deben pensar en el bienestar de los
ciudadanos y en formar, como decía Montaigne, “teste ben fatte”. Se
debe reencontrar el espíritu del servicio público que en estas décadas ha
sido fuertemente reducido.
P. Ahora, con las escuelas y las universidades cerradas, se hace necesario
recurrir a la enseñanza a distancia para mantener vivas las relaciones
entre profesores y estudiantes.
R. Gracias a la tecnología se puede conseguir no romper el hilo de la
comunicación. También la televisión en Francia se está organizando para
ofrecer programas a los estudiantes de los institutos. Pero la cuestión,
como bien sabe, es de fondo: en diferentes libros míos he puesto en
evidencia los límites de nuestro sistema de enseñanza. Pienso que no se
adaptó a la complejidad que vivimos desde el punto de vista personal,
económico y social. Tenemos una conciencia dividida en
compartimentos estancos, incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e
inadecuada para enfrentar de manera concreta los problemas del
presente. Nuestros estudiantes no aprenden a medirse con los grandes
desafíos existenciales, tampoco con la complejidad y la incertidumbre de
una realidad en constante mutación. Me parece importante prepararse
para entender las interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede
provocar una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y,
por último, existencial.
P. Algunos decanos y algunos profesores han considerado la experiencia
de la pandemia como una ocasión para relanzar la enseñanza
telemática. Pienso que es necesario recordar que ninguna plataforma
digital puede cambiar la vida de un alumno. ¿Así no se corre el riesgo de
Colegio de Sociólogos del Perú. 422
Lima – Perú, 2020.
denigrar la importancia esencial de las clases en las aulas y del encuentro
humano entre profesor y estudiante?
R. Se debe distinguir la excepcionalidad impuesta por el virus de las
condiciones normales. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el
contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental.
Solo un profesor que enseña con pasión puede influir realmente en la vida
de sus estudiantes. El papel de la enseñanza es sobre todo el de
problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas
capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde
la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad,
cultivando la reflexión crítica. Enseñar es una misión, como la que están
cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse
de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos.
P. El virus ha conseguido hacer explotar también los límites de la rapidez.
El confinamiento en nuestras casas nos ha ayudado a redescubrir la
importancia de la lentitud para reflexionar, para entender, para cultivar
los afectos.
R. Me parece indiscutible. La epidemia, con las restricciones que ha
generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración. Yo
mismo he notado un fuerte cambio en mi ritmo cotidiano: ya no es
cronometrado y jalonado como lo era antes. Cuando dejé París para vivir
en Montpellier ya noté un notable cambio en el desarrollo de mis
jornadas. Ahora, con mayor conciencia, me estoy (nos estamos)
reapropiando del tiempo. Bergson había entendido bien la diferencia
entre el tiempo vivido (el interior) y el tiempo cronometrado (el exterior).
Reconquistar el tiempo interior es un desafío político, pero también ético
y existencial.
P. Precisamente ahora nos damos cuenta de que leer libros, escuchar
música, admirar obras de arte es la manera mejor de cultivar nuestra
humanidad.
R. Sin duda. El confinamiento está haciendo que nos demos cuenta de la
importancia de la cultura. Una ocasión —a través de estos saberes que
nuestra sociedad ha llamado injustamente “inútiles” porque no producen
ganancias— para comprender los límites del consumismo y de la carrera
sin pausa hacia el dinero y el poder. Habremos aprendido algo en estos
tiempos de pandemia si sabemos redescubrir y cultivar los auténticos
valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad.
Valores esenciales que conocemos desde siempre y que, desde siempre,
desafortunadamente, terminamos por olvidar.
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LA CERTEZA ES UNA ILUSIÓN*
Entrevista a Edgar Morin
Francis Lecompte
Le Journal: 09 / 04 / 2020
La ciencia es una realidad humana que, como la democracia, se basa
en debates de ideas, aunque sus métodos de verificación son más
rigurosos. A pesar de esto, las principales teorías aceptadas tienden a
dogmatizarse, y los grandes innovadores siempre han luchado para que
se reconozcan sus descubrimientos.
El episodio que estamos viviendo en la actualidad puede ser el momento
adecuado para que los ciudadanos y los investigadores sean conscientes
de la necesidad de comprender que las teorías científicas no son
absolutas, como los dogmas de las religiones, sino biodegradables.
La catástrofe sanitaria o la situación de encierro sin precedentes que
enfrentamos hoy, ¿cuál cree Ud. que es lo más impresionante?
Edgar Morin: No es necesario establecer una jerarquía entre estas dos
situaciones, ya que su secuencia fue cronológica y conduce a una crisis
civilizatoria, porque nos obliga a cambiar nuestro comportamiento y
nuestras vidas, a nivel local y globalmente.
Todo esto es un todo complejo. Si deseamos verlo desde un punto de
vista filosófico, se tiene que establecer la conexión entre todas estas crisis
y pensar primero en la incertidumbre, que es la característica principal.
Lo que es interesante en la crisis del coronavirus es que todavía no
estamos seguros sobre el origen de este virus, ni sobre sus diferentes
formas, las poblaciones a las que ataca, sus grados de nocividad. Pero
también estamos experimentando una gran incertidumbre sobre las
consecuencias de la epidemia en el ámbito social, económico, etc.
*Fuente: https://www.fronteiras.com/entrevistas/edgar-morin-as-certezas-sao-uma-
ilusao (Traducción: AOMG).
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Lima – Perú, 2020.
Pero, ¿cómo es que estas incertidumbres están vinculadas a todas estas
crisis?
Edgar Morin: Tenemos que aprender a aceptarlas y vivir con ellas, Nuestra
civilización, sin embargo, ha instalado en nosotros la necesidad de
mayores certezas sobre el futuro, a menudo ilusorias, a veces frívolas.
La llegada del coronavirus nos recuerda que la incertidumbre sigue
siendo un elemento inexpugnable de la condición humana. Ningún
seguro social que podamos adquirir nos puede garantizar que no
estaremos enfermos o que seamos felices en nuestros hogares.
Intentamos rodearnos de la mayor certeza posible; pero vivir es navegar
en un mar de incertidumbres, a través de islotes y archipiélagos de
certezas en las que reposamos.
¿Es su regla de vida?
Edgar Morin: Por el contrario, es el resultado de mi experiencia. He sido
testigo de tantos eventos imprevistos en mi vida, desde la resistencia
soviética, en la década de 1930, hasta la caída de la URSS, por
mencionar solo dos hechos históricos poco probables antes de que
ocurrieran. Eso es parte de mi experiencia.
No vivo en ansiedad permanente, pero espero que ocurran eventos más
o menos catastróficos. No digo que haya previsto la epidemia actual,
pero si digo que, durante varios años, con la degradación de nuestra
biosfera, debemos prepararnos para los desastres. Sí, eso es parte de mi
filosofía: "Esperar lo inesperado".
Además, me preocupa el destino del mundo después de que entendí,
cuando leí a Heidegger, en 1960, que vivimos en la era planetaria. La
globalización que vivimos a partir del 2000 es un proceso que pude
producir daños y beneficios.
También observo que el desarrollo tecno – económico descontrolado,
inducido por una sed ilimitada de ganancias y promovido por una
política neoliberal generalizada, se ha vuelto perjudicial y ha provocado
una crisis generalizada. A partir de este momento, estoy intelectualmente
preparado para enfrentar lo inesperado, para enfrentar convulsiones.
¿Cómo evalúa el manejo de la epidemia por parte de las autoridades
públicas francesas?
Edgar Morin: Lamento que se hayan negado ciertas necesidades, como
usar una máscara, solo para ... ocultar el hecho de que no había ninguna.
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Lima – Perú, 2020.
También dijeron que las pruebas son inútiles, solo para camuflar el hecho
de que tampoco teníamos pruebas. Es humano reconocer que hemos
cometido errores y que los corregiremos. Eso es lo responsable, reconocer
nuestros errores.
Dicho esto, me doy cuenta de que, desde su primer discurso sobre la crisis,
el presidente Macron no solo se ha dirigido a las empresas, sino también
a los empleados y trabajadores. Es un primer cambio. Espero que se libere
del mundo financiero, incluso habló de la posibilidad de cambiar el
modelo de desarrollo ...
¿Estamos, entonces, camino a un cambio económico?
Edgar Morin: Nuestro sistema basado en la competitividad y la
rentabilidad generalizada tiene graves consecuencias para las
condiciones de trabajo. La práctica masiva del teletrabajo, causada por
el encierro, puede ayudar a cambiar el funcionamiento de las empresas,
que aún son demasiado jerárquicas o demasiado autoritarias.
La crisis actual también puede acelerar el retorno a la producción local
y el abandono de la industria existente, generando nuevas
oportunidades de empleo en la artesanía y en las empresas locales. En
esta época en que los sindicatos son muy débiles, estos fenómenos
colectivos pueden tener un impacto en la mejora de las condiciones de
trabajo.
¿Estamos pasando por un cambio político, en el que las relaciones entre
lo individual y lo colectivo están cambiando?
Edgar Morin: El interés individual ha dominado todo y, ahora, la
solidaridad está despertando. Mire el mundo hospitalario: este sector
estaba en un profundo estado de disensión y descontento, pero, dada la
afluencia de pacientes, está mostrando una solidaridad extraordinaria.
Aunque limitada, la población entendió esto bien y respondió
aplaudiendo, de noche, a todas las personas que se dedican y trabajan
para ellos. Este es, sin duda, un progreso, al menos a nivel nacional.
No digo que la sabiduría permanezca en su habitación toda su vida;
pero, en relación a nuestra forma de consumo, este encierro puede ser
la oportunidad de deshacernos de esta cultura industrial cuyos vicios son
conocidos.
Lamentablemente, no podemos hablar de un despertar de la solidaridad
humana a nivel planetario. Sin embargo, ya somos seres humanos de
todos los países, enfrentando los mismos problemas, ante la degradación
ambiental o el cinismo económico.
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Lima – Perú, 2020.
Si bien hoy, desde Nigeria hasta Nueva Zelanda, todos estamos
confinados, debemos darnos cuenta de que nuestros destinos están
vinculados, nos guste o no. Este es un buen momento para renovar
nuestro humanismo, porque hasta que no veamos a la humanidad como
una comunidad de destino, no podemos presionar a los gobiernos para
que actúen de manera innovadora.
¿Qué podemos aprender de la filosofía mientras que atravesamos estos
largos períodos de confinamiento?
Edgar Morin: Es cierto que para muchos de nosotros que vivimos la mayor
parte de nuestras vidas fuera de casa, este repentino encierro puede ser
una experiencia terrible. Pero también es una oportunidad para
reflexionar y darnos cuenta de lo que es frívolo e inútil en nuestras vidas.
También es una oportunidad para que tomemos conciencia de estas
verdades humanas que todos conocemos, pero que están reprimidas en
nuestro subconsciente: que el amor, la amistad, la comunión, la
solidaridad son las que hacen la calidad de vida.
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“ESTA CRISIS VA A EMPUJAR HACIA ARRIBA A LOS
CUIDADORES”*
Entrevista con Alain Touraine
Marc Bassets
El País: 28 / 03 / 2020
Alain Touraine (Hermanville-sur-Mer, 1925) es uno de los últimos
supervivientes de una generación brillante que marcó las ciencias
sociales y el pensamiento occidental desde mediados del siglo XX hasta
el inicio del XXI. Como sociólogo, su campo de estudio ha abarcado
desde las fábricas que en la posguerra levantaron el país a la sociedad
postindustrial, y desde los movimientos sociales a la crisis de la
modernidad. Con sus intervenciones en el debate público —en Francia,
pero también en otros países europeos como España y en América
Latina—, Touraine se convirtió en un referente de lo que en su país llaman
la segunda izquierda —de carácter socialdemócrata y netamente
antitotalitaria—. El sociólogo, premio Príncipe de Asturias de
Comunicación y Humanidades en 2010, conversó con Ideas por teléfono
desde su confinamiento en París.
PREGUNTA. Estamos en guerra, dicen Emmanuel Macron, Pedro Sánchez,
Donald Trump. ¿Es correcto?
RESPUESTA. Técnicamente la guerra enfrenta a un ejército A que invade
el territorio del país B. Hacen falta al menos dos y ocurre entre humanos.
Aquí, en cambio, lo que vemos es lo humano contra lo no humano. No
critico el empleo de la palabra guerra, pero sería una guerra sin
combatientes. No hay un estratega: el virus no es un jefe de Gobierno. Y,
del lado de lo humano, creo que vivimos en un mundo sin actores.
P. ¿Sin actores?
R. Nunca había visto un presidente de Estados Unidos tan raro como
Donald Trump, tan poco presidencial, un personaje tan fuera de las
*Fuente: https://elpais.com/ideas/2020-03-28/alain-touraine-esta-crisis-va-a-empujar-
hacia-arriba-a-los-cuidadores.html
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Lima – Perú, 2020.
normas y fuera de su papel. Y no es casualidad: Estados Unidos ha
abandonado el papel de líder mundial. Hoy ya no hay nada. Y en Europa,
si se fija en los países más poderosos, nadie responde. No hay nadie en lo
alto de la tabla.
P. ¿Y abajo?
R. No existe un movimiento populista, lo que hay es un derrumbe de lo
que, en la sociedad industrial, creaba un sentido: el movimiento obrero.
Es decir, hoy no hay ni actores sociales, ni políticos, ni mundiales ni
nacionales ni de clase. Por eso, lo que ocurre es todo lo contrario de una
guerra, con una máquina biológica de un lado y, del otro, personas y
grupos sin ideas, sin dirección, sin programa, sin estrategia, sin lenguaje.
Es el silencio.
P. ¿Recuerda un momento similar en su vida?
R. Quizá existió la misma sensación durante la crisis del 29, yo había
nacido un poco antes: todo desaparecía y no había nadie, ni en la
izquierda ni en los Gobiernos. Pero es verdad que el vacío fue
rápidamente llenado por el señor Hitler. Lo que más me impresiona ahora,
en tanto que sociólogo o historiador del presente, es que hacía mucho
tiempo que no sentía un tal vacío. Hay una ausencia de actores, de
sentido, de ideas, de interés incluso: la única preferencia del virus es hacia
los viejos. Tampoco hay remedio ni vacuna. No tenemos armas, vamos
con las manos desnudas, estamos encerrados solos y aislados,
abandonados. No hay que estar en contacto y hay que encerrarse en
casa. ¡Esto no es la guerra!
P. Usted tenía 14 años en 1940, al inicio de la verdadera guerra, la
Segunda Guerra Mundial. ¿Le recuerda a aquel momento?
R. No. En aquel momento, para un chico francés de mi edad en aquella
época, no había nada más banal que una guerra franco-alemana.
Aquello ya se había jugado varias veces. La ocupación, después, sí
marcó toda mi juventud. Ahora es otra cosa: estamos en el vacío,
reducidos a la nada. No hablamos, no debemos movernos, ni
comprender.
P. ¿Cómo hemos llegado aquí?
R. Hemos vivido dos buenos siglos en la sociedad industrial, en un mundo
dominado por Occidente durante unos 500 años. Hoy hemos creído, y
fue el caso en los últimos 50 años, que vivíamos en un mundo americano.
Ahora quizá viviremos en un mundo chino, pero tampoco estoy en
absoluto seguro. América se hunde y China está en una situación
contradictoria, que no puede durar eternamente: quiere practicar el
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Lima – Perú, 2020.
totalitarismo maoísta para gestionar el sistema mundial capitalista. Nos
encontramos en ningún lugar, en una transición brutal que no ha sido
preparada ni pensada.
P. ¿Habla de hoy mismo, en pleno confinamiento, o de nuestra época en
general?
R. De ambos. Pero me gustaría dar el punto de vista de alguien
encerrado. Yo mismo me encuentro en ningún lugar, puesto que no
tengo derecho a salir a la calle.
P. ¿Le angustia esta situación?
R. No, porque mi vida consiste en estar en casa trabajando. Me siento, de
alguna manera, protegido en las mismas condiciones que todos los días.
“Hay posibilidades de que un choque económico produzca reacciones
de tipo fascista”
P. ¿Dónde está Europa?
R. ¿Usted ha escuchado muchos mensajes europeos estos días? Yo no.
Soy muy europeísta, probablemente demasiado. La marcha de Reino
Unido no es poca cosa. El ascenso de los iliberales como Matteo Salvini
en Italia tampoco. Esta epidemia tiene lugar en un periodo en el que no
sabemos ni cómo ni por qué. Es demasiado pronto para saber qué hacer
económicamente, y políticamente no se nos pide otra cosa que
quedarnos encerrados en casa. Estamos en el no-sentido, y creo que
mucha gente se volverá loca por la ausencia de sentido.
P. ¿Habrá un regreso del nacionalismo y el populismo?
R. Pero esto ya estaba aquí. Ahora hay dos decisiones fundamentales
para Europa. Primero, la liberación por medio de las mujeres. Es decir, el
derrumbamiento de la razón en el centro de la personalidad y la
recomposición de los afectos en torno a la razón y la comunicación, una
sociedad del care [en inglés, cuidados]. Y segundo, la acogida de los
migrantes, que considero un problema de peso. Nuestros países europeos
se definen hoy por su actitud ante los migrantes.
P. ¿El virus no lo cambia todo? Las consecuencias económicas, nuevas
costumbres sociales con más distancia, otras prioridades…
R. No lo creo. Habrá otras catástrofes. Me extrañaría mucho que en los
diez años que vienen no hubiese catástrofes ecológicas importantes, y los
diez últimos años se han perdido. Atención, las epidemias no lo son todo.
Y creo que entramos en un nuevo tipo sociedad: una sociedad de
servicios, como decían los economistas, pero de servicios entre humanos.
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Lima – Perú, 2020.
Esta crisis empujará hacia arriba la categoría de los cuidadores: no
pueden seguir estando mal pagados. Al mismo tiempo, con estas crisis
hay posibilidades de que un choque económico produzca reacciones
que llamo de tipo fascista. Pero no me gustaría hablar demasiado del
futuro, prefiero centrarme en el presente.
P. Hoy nos gobierna el virus.
R. No el virus, sino nuestra impotencia para combatirlo, pero se acabará
encontrando una vacuna.
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LA PANDEMIA Y EL SISTEMA - MUNDO*
Ignacio Ramonet
Le Monde dilplomatique: 25 / 04 / 2020
UN HECHO SOCIAL TOTAL
Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan
fulminante y de tal magnitud. Surgido hace apenas cien días en una
lejana ciudad desconocida, un virus ha recorrido ya todo el planeta, y ha
obligado a encerrarse en sus hogares a miles de millones de personas.
Algo sólo imaginable en las ficciones post-apocalípticas…
A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis
sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de "hecho social total",
en el sentido de que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales, y
conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los
valores.
La humanidad está viviendo -con miedo, sufrimiento y perplejidad- una
experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del
«fin de la historia» es una falacia… Descubriendo que la historia, en
realidad, es impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática.
Sin precedentes [1]. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño
momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen
temblando sobre sus bases como sacudidas por un cataclismo cósmico.
Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se
derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual.
Hace apenas unas semanas, decenas de protestas populares se habían
generalizado a escala planetaria, de Hong Kong a Santiago de Chile,
pasando por Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, París, Barcelona y Bogotá. El
nuevo coronavirus las ha ido apagando una a una a medida que se
extendía, rápido y furioso, por el mundo… A las escenas de masas festivas
ocupando calles y plazas, suceden las insólitas imágenes de avenidas
*Fuente: https://www.lemondediplomatique.cl/ante-lo-desconocido-la-pandemia-y-el-
sistema-mundo-por-ignacio-ramonet.html
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Lima – Perú, 2020.
vacías, mudas, espectrales. Emblemas silenciosos que marcarán para
siempre el recuerdo de este extraño momento.
Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso ‘efecto
mariposa’: alguien, al otro lado del planeta, se come un extraño animal
y tres meses después, media humanidad se encuentra en cuarentena…
Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo
compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y acaba
por influenciar el conjunto.
Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los
científicos -como antaño hacia la religión- implorando el descubrimiento
de una vacuna salvadora cuyo proceso requerirá largos meses. Porque
el sistema inmunitario humano necesita tiempo para producir
anticuerpos, y algunos efectos secundarios peligrosos pueden tardar en
manifestarse…
La gente busca también refugio y protección en el Estado que, tras la
pandemia, podría regresar con fuerza en detrimento del Mercado. En
general, el miedo colectivo cuanto más traumático más aviva el deseo
de Estado, de Autoridad, de Orientación. En cambio, las organizaciones
internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja
Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, Banco Mundial, OEA, OMC, etc.) no
han estado a la altura de la tragedia, por su silencio o por su
incongruencia. El planeta descubre, estupefacto, que no hay
comandante a bordo… Desacreditada por su complicidad estructural
con las multinacionales farmacéuticas [2], la propia Organización
Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de suficiente autoridad para
asumir, como le correspondía, la conducción de la lucha global contra
la nueva plaga.
Mientras tanto, los Gobiernos asisten impotentes a la irrefrenable
diseminación por todos los continentes [3] de esta peste nueva. Contra la
cual no hay ni vacuna, ni medicamento, ni cura, ni tratamiento que
elimine el virus del organismo [4]… Y eso va a durar [ 5]… Mientras el
germen siga presente en algún país, las re-infecciones serán inevitables y
cíclicas. Lo más probable es que esta epidemia no logre pararse antes
de que el microbio haya contagiado en torno al 60% de la humanidad.
Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha
vuelto ‘normal’. Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las
piernas, o por pasear su perro. Aceptamos que nuestro móvil nos vigile y
nos denuncie a las autoridades. Y se está proponiendo que quien salga
a la calle sin su teléfono sea sancionado y castigado con prisión.
El largo autismo neoliberal es ampliamente criticado, en particular a
causa de sus políticas devastadoras de privatización a ultranza de los
sistemas públicos de salud que han resultado criminales, y se revelan
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Lima – Perú, 2020.
absurdas. Como ha dicho Yuval Noah Harari: «Los Gobiernos que
ahorraron gastos en los últimos años recortando los servicios de salud,
ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia» [6]. Los gritos de
agonía de los miles de enfermos muertos por no disponer de camas en
las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) condenan para largo tiempo
a los fanáticos de las privatizaciones, de los recortes y de las políticas
austeritarias.
Se habla ahora abiertamente de nacionalizar, de relocalizar, de
reindustrializar, de soberanía farmacéutica y sanitaria. Se vuelve a usar
una palabra que los neoliberales estigmatizaron, acorralaron y
desterraron: solidaridad. La economía mundial se encuentra paralizada
por la primera cuarentena global de la historia. En el mundo entero hay
crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Unos ciento setenta países
(de los ciento noventa y cinco que existen) tendrán un crecimiento
negativo en 2020. O sea, una tragedia económica peor que la Gran
Recesión de 1929. Millones de empresarios y de trabajadores se
preguntan si morirán del virus o de la quiebra y del paro.
David Beasley, director ejecutivo del Programa Alimentario Mundial
(PAM), ha alertado sobre la situación catastrófica que se
avecina: «Estamos al borde de una ‘pandemia de desnutrición’. El
número de personas que sufren de hambre severa podría duplicarse de
aquí a final de año, superando la cifra de 250 millones de personas…»
[7] Nadie sabe quién se ocupará del campo, si se perderán las cosechas,
si faltarán los alimentos, si regresaremos al racionamiento… El apocalipsis
está golpeando a nuestra puerta.
La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa,
el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la
vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la
contaminación atmosférica que cada año mata a millones de
personas. De pronto, lavada de la mugre de la polución, la naturaleza
ha vuelto a lucir tan hermosa… Como si el ultimátum a la Tierra que nos
lanza el coronavirus fuese también una desesperada alerta final en
nuestra suicida ruta hacia el cambio climático: «¡Ojo! Próxima parada:
colapso».
En la escena geopolítica, la espectacular irrupción de un actor
desconocido -el nuevo coronavirus- ha desbaratado por completo el
tablero de ajedrez del sistema-mundo. En todos los frentes de guerra -
Libia, Siria, Yemen, Afganistán, Sahel, Gaza, etc.-, los combates se han
suspendido… La peste ha impuesto de facto, con más autoridad que el
propio Consejo de Seguridad, una efectiva Pax Coronavírica…
En política internacional, la pavorosa gestión de esta crisis por el
presidente Donald Trump asesta un golpe muy duro al liderazgo mundial
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Lima – Perú, 2020.
de los Estados Unidos que no han sabido ayudarse ellos ni ayudar a nadie.
China en cambio, después de un comienzo errático en el combate
contra la nueva plaga, ha conseguido recobrarse, enviar ayuda a un
centenar de países, y parece sobreponerse al mayor trauma sufrido por
la humanidad desde hace siglos. El devenir del nuevo orden mundial
podría estar jugándose en estos momentos…
De todos modos, la impactante realidad es que las potencias más
poderosas y las tecnologías más sofisticadas han resultado incapaces de
frenar la expansión mundial de la covid-19[8], enfermedad causada por
el coronavirus SARS-CoV-2[9], el nuevo gran asesino planetario.
EL CORONAVIRUS
La cifra de víctimas no cesa de crecer… A la hora en que redactamos
estas líneas, el número de fallecidos supera los ciento cincuenta mil… El
de los contaminados sobrepasa los dos millones y medio… Y los
confinados en sus viviendas son más de cuatro mil millones… Esto último
tampoco había ocurrido jamás… Las palabras ‘confinamiento’ y
‘cuarentena’ que parecían pertenecer a tiempos olvidados y al léxico
medieval se han convertido en vocablos usuales. Los que mejor ilustran
finalmente nuestra actual anormal normalidad.
Hay controversia, al más alto nivel [10], sobre el origen de este virus
aparecido en Wuhan (Hubei, China). Como no se ha identificado todavía
al ‘paciente cero’ [11], o sea el primer contagio de animal a humano,
varias especulaciones circulan. Por una parte, autoridades de Pekín
acusaron al ejército estadounidense de haber fabricado el germen en un
laboratorio militar de Fort Detrick (Frederick, Maryland) como arma
bacteriológica para frenar el ascenso chino en el mundo, y de haberlo
dispersado en China con ocasión de los Juegos Militares Mundiales, una
competición disputada en octubre de 2019, precisamente… en Wuhan
[12]. Por otra parte, en Estados Unidos, el propio presidente Trump
incriminó repetidas veces a Pekín [13], después de que el influyente
senador republicano de Arkansas, Tom Cotton, presentado a veces
como el próximo director de la Central Intelligence Agency (CIA), culpara
a científicos militares chinos [14] de haber producido el nuevo germen en
un laboratorio «de virología y bioseguridad» localizado también… en
Wuhan [15].
Ampliamente difundidas por los adeptos conspiracionistas de las ‘teorías
del complot’ de ambos bandos, estas versiones contradictorias (hay otras
[16]) han circulado mucho por las redes sociales [17]. Tienen escaso
fundamento. Estudios científicos solventes descartan que el nuevo
coronavirus sea un arma biológica de diseño liberada
intencionadamente o por accidente [18]: "Nuestros análisis demuestran
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Lima – Perú, 2020.
claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio ni
un virus deliberadamente manipulado [19]", afirmó tajantemente el
profesor de la Universidad de Sydney (Australia) Edward C. Holmes, el
mejor experto mundial del nuevo patógeno.
Ignoramos aún muchas cosas de este agente infeccioso: no sabemos,
por ejemplo, si ya ha mutado o si va a mutar… Ni por qué infecta más a
los hombres que a las mujeres. Ni cuáles son los determinantes que hacen
que dos personas de características semejantes -jóvenes, sanas, sin
patologías asociadas- desarrollan formas opuestas de la enfermedad,
leve una, grave o mortal la otra. Ni por qué los niños casi nunca tienen
formas graves de la infección. Ni si los enfermos curados siguen
transmitiendo la plaga, ni si quedan realmente inmunizados…
Pero existe un amplio acuerdo entre los investigadores internacionales
[20] para reconocer que este nuevo germen ha surgido del mismo modo
que otros anteriormente: saltando de un animal a los seres humanos…
Murciélagos, pájaros y varios mamíferos (en particular los cerdos)
albergan naturalmente múltiples coronavirus. En los humanos, hay siete
tipos de coronavirus conocidos que pueden infectarnos. Cuatro de ellos
causan diversas variedades del resfriado común. Y otros tres, de aparición
reciente, producen trastornos mucho más letales como el síndrome
respiratorio agudo y grave (SARS), emergido en 2002; el síndrome
respiratorio de Oriente Medio (MERS), surgido en 2012; y por último esta
nueva enfermedad, la Covid-19, causada por el SARS-CoV-2, cuyo primer
brote se detectó, como ya dijimos, en el mercado de mariscos de Wuhan
en diciembre de 2019. Este nuevo germen tendría al murciélago como
‘huésped original’ y a otro animal aún no formalmente identificado -¿el
pangolín[21] ?-, como ‘huésped intermedio’ desde el cual, después de
volverse particularmente peligroso, habría saltado a los humanos.
Lo que no se acaba de entender es ¿por qué, si ya convivimos con otros
seis coronavirus y los tenemos globalmente controlados, este nuevo
patógeno ha provocado tal colosal pandemia? ¿Qué tiene de particular
este germen? ¿Por qué su rapidez de infectación ha desbordado las
previsiones de las mejores autoridades sanitarias del mundo?
Sin duda, como se ha repetido mucho, condiciones ajenas al virus como
la velocidad actual de las comunicaciones, la hipermovilidad y la
intensidad de los intercambios en la era de la globalización han
favorecido su propagación. Obvio. Pero entonces ¿por qué el SARS en
2002 o el MERS en 2012, también causados por nuevos coronavirus, no se
‘globalizaron’ de igual manera en todo el planeta?
Para responder a estas preguntas, lo primero que hay que recordar es
que «los virus son inquietantes porque no están vivos ni muertos. No están
vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. No están muertos
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Lima – Perú, 2020.
porque pueden entrar en nuestras células, secuestrar su maquinaria y
replicarse. Y en eso son eficaces y sofisticados porque llevan millones de
años desarrollando nuevas maneras de burlar nuestro sistema inmune»
[22]. Pero lo que distingue específicamente al SARS-CoV-2 de otros virus
asesinos es precisamente su estrategia de irradiación silenciosa. O sea, su
capacidad de propagarse sin levantar sospechas, ni siquiera en su propia
víctima. Por lo menos durante los primeros días del contagio en los que la
persona infectada no presenta ningún síntoma de la enfermedad.
Ignoramos con certeza por qué el virus viaja tan rápidamente, pero lo
que sabemos es que, desde el momento en que penetra -por los ojos, la
nariz o la boca- en el cuerpo de su víctima ya comienza a replicarse de
modo exponencial… Según la investigadora Isabel Sola, del Centro
Nacional de Biotecnología de España: "Una vez dentro de la primera
célula humana, cada coronavirus genera hasta 100.000 copias de sí
mismo en menos de 24 horas… [23]". Pero, además, otro rasgo singular y
astuto de este patógeno es que, al invadir un cuerpo humano, concentra
su primer ataque, cuando aún es indetectable, en el tracto respiratorio
superior de la persona infectada, desde la nariz a la garganta, donde se
replica con frenética intensidad. Desde ese momento, ya esa persona –
que no siente nada– se convierte en una potente bomba bacteriológica
y empieza a diseminar masivamente en su entorno -simplemente al
hablar o al respirar- el virus letal…
Esta es la característica principal, la fatal singularidad de este nuevo
coronavirus. En China, hasta el 86% de los contagios se debieron a
personas asintomáticas, sin signos detectables de la infección. En la
Universidad de Oxford, un grupo de investigadores demostró que hasta la
mitad de los contagios por el SARS-CoV-2 se debe a individuos no
diagnosticados y sin síntomas aparentes.
Sólo una minoría de contagiados padece el segundo ataque del
germen, concentrado esta vez en los pulmones, de manera similar al SARS
de 2002 (aunque la carga viral del nuevo coronavirus es mil veces superior
a la del SARS), provocando neumonías que pueden llegar a ser letales,
sobre todo en personas mayores de 65 años con enfermedades crónicas.
Como el número de contagiados es masivo y simultáneo, esta minoría -
que representa un 15% de todos los infectados -y que es la que acudirá
a los hospitales-, puede alcanzar con celeridad cifras muy elevadas
según el volumen de población… Como lo hemos visto en China, Irán,
Italia, España, Francia, Reino Unido o Estados Unidos, basta con que varios
miles de personas acudan al mismo tiempo a las urgencias de los
hospitales para colapsar todo el sistema sanitario de cualquier país por
muy desarrollado que sea [24]…
En Wuhan, Teherán, Milán, Madrid, París, Londres o Nueva York, médicos
y enfermeros se vieron pronto totalmente sobrepasados. Faltaron
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Lima – Perú, 2020.
mascarillas, gel desinfectante, material de protección para el personal
sanitario, camas en las UCI, respiradores, etc. En varias ciudades (Wuhan,
Madrid, Nueva York), las autoridades, desbordadas, tuvieron que echar
mano de las Fuerzas Armadas o de voluntarios civiles para construir a toda
velocidad hospitales improvisados de miles de camas. En casi todas
partes, las autoridades confesaron que no habían previsto semejante
avalancha de enfermos, "un continuo tsunami de pacientes en estado
grave…” [25].
UNA PANDEMIA MUY ANUNCIADA
Ante el alud de críticas por lo que la opinión pública percibió como una
‘mala gestión’ de la pandemia, algunos gobernantes argumentaron
también que la celeridad del ataque pandémico les había pillado por
sorpresa… Donald Trump, por ejemplo, no dudó en afirmar repetidas
veces -cuando se produjeron en su país las primeras muertes por
coronavirus, meses después de China o de Europa-, que "nadie sabía que
habría una pandemia o una epidemia de esta proporción", y que se
trataba de un "problema imprevisible", "algo que nadie esperaba",
"surgido de ninguna parte… [26]",
Se pueden decir muchas cosas para explicar la escasa preparación de
las autoridades ante este brutal azote, pero el argumento de la sorpresa
no es de recibo. Primero, porque hay un proverbio famoso en salud
pública: "Los brotes son inevitables, las epidemias no". Segundo, porque
decenas de autores de ficción y de ciencia ficción -desde James
Graham Ballard a Stephen King pasando por Cormac McCarthy o el
cineasta Steven Soderbergh en su película Contagio (2011)- describieron
en detalle la pesadilla sanitaria apocalíptica que amenazaba al mundo.
Tercero, porque personalidades visionarias – Rosa Luxemburgo, Gandhi,
Fidel Castro, Hans Jonas, Ivan Illich, Jürgen Habermas- avisaron, desde
hace tiempo, que el saqueo y el pillaje del medio ambiente podrían tener
consecuencias sanitarias nefastas. Cuarto, porque epidemias recientes
como el SARS de 2002, la gripe aviar de 2005[27], la gripe porcina de
2009[28] y el MERS de 2012 ya habían alcanzado niveles de pandemia
incontenible en algunos casos y habían causado miles de muertos en
todo el planeta. Quinto, porque cuando se produjo la primera muerte por
el nuevo coronavirus en Estados Unidos, el 10 de marzo de 2020 en Nueva
Jersey -como ya hemos dicho-, hacía casi tres meses que la epidemia
había estallado en Wuhan y había desbordado rápidamente todo el
sistema sanitario tanto en China como en varias naciones europeas; o
sea, hubo tiempo para prepararse. Y sexto, porque decenas de
prospectivistas y varios informes recientes habían lanzado advertencias
muy serias sobre la inminencia del surgimiento de algún tipo de nuevo
virus que podría causar algo así como la madre de todas las epidemias.
El más importante quizás de estos análisis fue presentado, en noviembre
de 2008, por el National Intelligence Council (NIC), la oficina de
Colegio de Sociólogos del Perú. 438
Lima – Perú, 2020.
anticipación geopolítica de la CIA, que publicó para la Casa Blanca un
informe titulado «Global Trends 2025: A Transformed World» [29]. Este
documento resultaba de la puesta en común -revisada por las agencias
de inteligencia de Estados Unidos- de estudios elaborados por unos dos
mil quinientos expertos independientes de universidades de unos treinta y
cinco países de Europa, China, la India, África, América Latina, mundo
árabe-musulmán, etc.
Con insólito sentido de anticipación, el documento confidencial
anunciaba, para antes de 2025, "la aparición de una enfermedad
respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la
cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en
una pandemia global". El informe avisaba que “la aparición de una
enfermedad pandémica depende de la mutación o del reordenamiento
genético de cepas de enfermedades que circulan actualmente, o de la
aparición de un nuevo patógeno en el ser humano que podría ser una
cepa de influenza aviar altamente patógena como el H5N1, u otros
patógenos, como el SARS coronavirus, que también tienen este
potencial".
El informe advertía, con impresionante antelación, que "si surgiera una
enfermedad pandémica, probablemente ocurriría en un área marcada
por una alta densidad de población y una estrecha asociación entre
humanos y animales, como muchas áreas del sur de China y del sudeste
de Asia, donde no están reguladas las prácticas de cría de animales
silvestres lo cual podría permitir que un virus mute y provoque una
enfermedad zoonótica potencialmente pandémica…".
Los autores también preveían el riesgo de una respuesta demasiado lenta
de las autoridades: “Podrían pasar semanas antes de obtener resultados
de laboratorio definitivos que confirmen la existencia de una enfermedad
nueva con potencial pandémico. Mientras tanto, los enfermos
empezarían a aparecer en las ciudades del sureste asiático. A pesar de
los límites impuestos a los viajes internacionales, los viajeros con leves
síntomas o personas asintomáticas podrían transmitir la enfermedad a
otros continentes". De tal modo que “olas de nuevos casos ocurrirían en
pocos meses. La ausencia de una vacuna efectiva y la falta universal de
inmunidad convertiría a las poblaciones en vulnerables a la infección. En
el peor de los casos, de decenas a cientos de miles de estadounidenses,
dentro de los Estados Unidos, enfermarían, y las muertes, a escala
mundial, se calcularían en millones".
Como si ese documento no fuera suficiente, otro informe más reciente,
de enero de 2017, elaborado esta vez por el Pentágono y también
destinado al presidente de Estados Unidos (que ya era Donald Trump),
alertó de nuevo claramente que “la amenaza más probable y
significativa para los ciudadanos estadounidenses es una nueva
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enfermedad respiratoria” y que, en ese escenario, "todos los países
industrializados, incluido Estados Unidos, carecerían de respiradores,
medicamentos, camas hospitalarias, equipos de protección y mascarillas
para afrontar una posible pandemia [30]".
A pesar de tan explícitas y repetidas advertencias, Donald Trump no
dudó en deshacerse, unos meses después de este último informe (!), del
Comité encargado -en el seno del Consejo de Seguridad Nacional- de la
Protección de la Salud Global y la Biodefensa, presidido por el almirante
Timothy Ziemer, un reconocido experto en epidemiología[31]. Ese Comité
de técnicos era precisamente el que debía liderar la toma de decisiones
en caso de una nueva pandemia… "Pero –explica el periodista Lawrence
Wright, que entrevistó a Ziemer y a todos los miembros de ese
Comité- Trump eliminó a quienes más sabían sobre este asunto… Uno de
tantos errores colosales del presidente de Estados Unidos. Los anales
mostrarán que ha sido responsable de uno de los fallos de salud pública
más catastróficos de la historia de este país. Si hubiera escuchado, hace
meses, las advertencias de los servicios de inteligencia y de los expertos
en salud pública sobre la grave amenaza que suponía el brote de
coronavirus en China, la actual explosión de casos de covid-19 podía
haberse evitado.[32]".
Hubiese bastado también que Trump y otros dirigentes mundiales
escucharan los repetidos avisos de alerta difundidos por la propia OMS.
En particular el grito de alarma que esta organización lanzó
en septiembre de 2019, o sea la víspera del primer ataque del nuevo
coronavirus en Wuhan. La OMS no dudaba en prevenir que la próxima
plaga podía ser apocalíptica: "Nos enfrentamos a la amenaza muy real
de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un
patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas
y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de
esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e
inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado. [33]".
Con mayor precisión aún si cabe, otro informe anterior ya había avisado
sobre el peligro específico de los nuevos coronavirus: "La presencia de un
gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de
herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de
China, es una bomba de relojería… La posibilidad del surgimiento de otro
SARS causado por nuevos coronavirus de animales, no debe ser
descartada. Por lo tanto, es una necesidad estar preparados.[34]”.
Entre 2011 y 2019, numerosos científicos no cesaron de hacer sonar la
alarma a propósito de varios brotes infecciosos que, según ellos,
anunciaban una mayor frecuencia de aparición de plagas de
propagación potencialmente rápida, cada vez más difíciles de atajar…
[35] El propio ex-presidente Barack Obama, en diciembre de 2014, señaló
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Lima – Perú, 2020.
que se debía invertir en infraestructuras sanitarias para poder enfrentar la
posible llegada de una epidemia de nuevo tipo. Incluso recordó que
siempre se puede presentar un azote similar a la "gripe de Kansas" (mal
llamada "española") de 1918: "Probablemente puede que llegue un
momento en el que tengamos que enfrentar una enfermedad mortal, y
para poder lidiar con ella, necesitamos infraestructuras, no sólo aquí en
Estados Unidos sino también en todo el mundo para conseguir detectarla
y aislarla rápidamente.[36]".
Es bien conocido también que, en 2015, Bill Gates, fundador de Microsoft,
avisó que estaban reunidas todas las condiciones para la aparición de
un nuevo azote infeccioso que podría fácilmente ser desperdigado por
el mundo por los enfermos asintomáticos: «Puede que surja un virus -
explicó- con el que las personas se sientan lo suficientemente bien,
mientras estén infectadas, para subirse a un avión o ir al supermercado…
Y eso haría que el virus pudiera extenderse por todo el mundo de manera
muy rápida… El Banco Mundial calcula que una epidemia planetaria de
ese tipo costaría no menos de tres billones de dólares, con millones y
millones de muertes…» [37].
O sea, mal que le pese a Donald Trump y a aquellos dirigentes que
hablaron de «sorpresa» o de «estupor», la realidad es que se conocía,
desde hacía años, el peligro inminente de la irrupción de un nuevo
coronavirus que podía saltar de animales a humanos, y provocar una
terrorífica pandemia… «La ciencia sabía que iba a ocurrir. Los Gobiernos
sabían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse. – explica
el veterano reportero y divulgador científico David Quammen quien,
para escribir su libro Contagio [38] (Spillover. Animal infections and the
next human pandemic), recorrió los cuatro rincones del planeta
persiguiendo a los virus zoonóticos, es decir los que saltan de los animales
a los humanos – Los avisos decían: podría ocurrir el año próximo, en tres
años, o en ocho. Los políticos se decían: no gastaré el dinero por algo
que quizá no ocurra bajo mi mandato. Este es el motivo por el que no se
gastó dinero en más camas de hospital, en unidades de cuidados
intensivos, en respiradores, en máscaras, en guantes… La ciencia y la
tecnología adecuada para afrontar el virus existen. Pero no había
voluntad política. Tampoco hay voluntad para combatir el cambio
climático. La diferencia entre esto y el cambio climático es que esto está
matando más rápido» [39].
En otras palabras, esta pandemia es la catástrofe más previsible en la
historia de Estados Unidos. Obviamente mucho más que Pearl Harbor, el
asesinato de Kennedy o el 11 de septiembre. Las advertencias sobre el
ataque inminente de un nuevo coronavirus eran sobradas y notorias. No
se necesitaban investigaciones de ningún servicio ultrasecreto de
inteligencia para saber lo que se avecinaba. Se sabía… Lo sabían… El
desastre pudo ser evitado…
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CAMBIO CLIMÁTICO
Aunque el origen de todo, como dice David Quammen, reside en los
comportamientos ecodepredadores que nos condenan, si no lo
impedimos, a la fatalidad del cambio climático. Lo que está realmente
en causa es el modelo de producción que lleva decenios saqueando la
naturaleza y modificando el clima. Desde hace lustros, los militantes
ecologistas vienen advirtiendo que la destrucción humana de la
biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos
virus y nuevas enfermedades aparezcan: « La deforestación, la apertura
de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades implicadas en
el desencadenamiento de diferentes epidemias -explica, por ejemplo,
Alex Richter-Boix, doctor en biología y especialista en cambio
climático- Diversos virus y otros patógenos se encuentran en los animales
salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la
fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales domésticos
y de ahí saltar de nuevo a los humanos; o directamente de un animal
salvaje a los humanos… Murciélagos, primates e incluso caracoles
pueden tener enfermedades que, en un momento dado, cuando
alteramos sus hábitats naturales, pueden saltar a los humanos. [40]»
Desde hace millones de años, los animales poseen en su organismo una
gran diversidad de virus contra los cuales, durante esa larga convivencia,
han sabido desarrollar inmunidad. Pero cuando el hombre retira a un
animal de su entorno natural, ese equilibrio se rompe, y un virus puede
entonces transmitirse a otra especie con la que el animal no convivió
nunca… La destrucción de los hábitats de las especies salvajes y la
invasión de esos ecosistemas silvestres por proyectos urbanos o
industriales crean situaciones propias para la mutación acelerada de los
virus… Es probablemente lo que ocurrió en Wuhan. Desde hace años,
muchas organizaciones animalistas chinas reclamaban la prohibición
permanente del comercio y consumo de animales salvajes con el fin de
conservar las especies y, sobre todo, evitar previsibles epidemias [41].
Europa y Estados Unidos ignoraron todas estas advertencias. Y cuando
llegó ‘la pandemia de las pandemias’, sus Gobiernos no habían tomado
ninguna precaución, no tenían preparada ninguna estrategia a seguir, ni
medidas de actuación a corto, medio y largo plazo… En cambio, en Asia
del Este, los modelos de gestión de la epidemia fueron más exitosos. Sobre
todo en Corea del Sur. En uno de los artículos más comentados sobre esta
crisis [42], el intelectual surcoreano residente en Berlín Byung-Chul Han,
adepto del dataísmo, elogió la «biopolítica digital» implementada por el
Gobierno surcoreano y afirmó que los países asiáticos estaban
enfrentando esta pandemia mejor que Occidente porque se apoyaban
en las nuevas tecnologías, el big data y los algoritmos. Minimizando el
riesgo de intrusión en la privacidad: «La conciencia crítica ante la
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vigilancia digital -admitió Byung-Chul Han- es, en Asia, prácticamente
inexistente».[43]
CIBERVIGILANCIA SANITARIA
El nuevo coronavirus se extiende tan rápido y hay tantas personas
infectadas asintomáticas que resulta, en efecto, imposible trazar su
expansión a mano. La mejor manera de perseguir a un microorganismo
tan indetectable es usando un sistema computarizado, gracias a los
dispositivos de los teléfonos móviles, que calcule cuánta gente estuvo
cerca del infectado [44]. Corea del Sur, Singapur y China citados a
menudo como naciones que han tenido éxito frente al coronavirus, han
aplicado en particular estrategias de macrodatos y vigilancia digital para
mantener las cifras de infección bajo control. Este «solucionismo
tecnológico» [45], supone el sacrificio de una parte de la privacidad
individual. Y eso, evidentemente, plantea problemas.
En Corea del Sur, las autoridades crearon una aplicación
para smartphones pensada para tener un mayor control sobre la
expansión del coronavirus mediante el seguimiento digital de los
ciudadanos presentes en zonas de contagio o que padecen la
enfermedad… Esa app se llama “Self-Quarantine Safety Protection”, y ha
sido desarrollada por el Ministerio del Interior y Seguridad.
La app descubre si un ciudadano ha estado en zonas de riesgo. Sabe si
su test es o no positivo. Si es positivo le ordena confinarse en cuarentena.
También rastrea los movimientos de todos los infectados y localiza los
contactos de cada uno de ellos. Los lugares por los que anduvieron los
contagiados se dan a conocer a los teléfonos móviles de aquellas
personas que se encontraban cerca. Y todas ellas son enviadas en
cuarentena. Cuando los ciudadanos reciben la orden de confinamiento
de su centro médico local, se les prohíbe legalmente abandonar su zona
de cuarentena -generalmente sus hogares- y se les obliga a mantener
una separación estricta de las demás personas, familiares incluidos.
La app también permite realizar un seguimiento por dispositivo vía satélite
GPS (Global Positioning System) de cada persona sospechosa. Si ésta sale
de su área de confinamiento asignada, la app lo sabe inmediatamente
y envía una alerta tanto al sospechoso como al oficial que controla su
zona. La multa por desobediencia puede alcanzar hasta 8 000 dólares.
La app también envía avisos de nuevos casos de coronavirus al
vecindario o a zonas cercanas. El objetivo es garantizar un mayor control
del virus al saber, en todo momento, dónde se encuentran tanto los
ciudadanos infectados como los que se hallan en cuarentena [46].
En Singapur, una nación altamente vigilada, la Agencia Tecnológica
estatal y el Ministerio de Salud lanzaron en marzo pasado una app muy
parecida: TraceTogether, para teléfono móvil que puede identificar,
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Lima – Perú, 2020.
retrospectivamente, a todos los contactos cercanos de cada persona y
avisarles si un familiar, un amigo o conocido contrajo el virus. Los
ciudadanos pueden ser rastreados mediante una combinación
sofisticada de imágenes de cámaras de seguridad, geolocalización
telefónica e investigación policial realizada por auténticos « detectives
de enfermedades » con la asistencia eventual del departamento de
investigación criminal, la oficina antinarcóticos y los servicios de
inteligencia de la policía … El ‘Acta de Enfermedades Infecciosas de
Singapur’ hace obligatoria, por ley, la cooperación de los ciudadanos
con la policía. Un caso único en el mundo. El castigo por indisciplina
puede ser una multa de hasta 7 000 dólares, o cárcel por seis meses, o
ambas.
También China ha puesto a punto una aplicación
parecida, HealthCheck, que se instala en los móviles a través de sistemas
de mensajería como WeChat o Alipay, y genera un « código de salud »
graduado en verde, naranja o rojo, según la libertad de movimiento
permitida a cada ciudadano (desplazamiento libre, cuarentena de una
semana o de catorce días). En unas doscientas ciudades chinas, la gente
está usando Health Check para poder moverse con mayor libertad, a
cambio de entregar información sobre su vida privada. Esta app se ha
mostrado tan eficaz que la propia OMS está inspirándose en ella con el
fin de desarrollar un software semejante llamado MyHealth.
Este «modelo surcoreano», adoptado por estos países y también por Hong
Kong y Taiwán [47], está basado en el uso masivo de datos y asociado a
diversos sistemas de «video protección». Hasta hace poco nos hubiera
parecido distópico y futurista, pero ya está siendo imitado igualmente en
Alemania, Reino Unido, Francia, España y otras democracias
occidentales.
Hay que decir que, desde hace unos años, algunos Estados y las grandes
operadoras privadas de telefonía móvil han atesorado billones de datos
y saben exactamente dónde se encuentra cada uno de sus numerosos
usuarios. Google y Facebook también han conservado montañas de
datos que podrían ser utilizados, con el pretexto de la pandemia, para
una vigilancia intrusiva masiva. Y además, aplicaciones de citas con
coordenadas urbanas, como Happn o Tinder, podrían servir ahora para
detectar infectados… Sin olvidar que Google maps, Uber, Grab, Cabify o
Waze también conocen las rutas y el historial de sus millones de clientes…
En todas partes, el control digital se ha acelerado. En España, por
ejemplo, la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial
puso en marcha, el pasado 1 de abril, un programa ‘Datacovid’ para
rastrear 40 millones de móviles y controlar los contagios. Por su parte, la
empresa ferroviaria RENFE obligará a los pasajeros a dar su nombre y su
número de móvil para comprar un billete de transporte.
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En Italia, los principales proveedores de telefonía móvil y de Internet han
decidido compartir los datos sensibles, pero anónimos, de sus clientes con
el Grupo de trabajo para la prevención de la epidemia formado en el
Ministerio de Ciencia e Innovación. En la región de Lombardía se usa la
geolocalización por GPS en cooperación también con los teleoperadores
de telefonía móvil. Se rastrea de forma anónima los movimientos de las
personas. Así se pudo constatar que, a pesar de las medidas de
confinamiento, los desplazamientos sólo se habían reducido en un 60%…
Mucho menos de lo esperado.
En Israel, el Gobierno decidió igualmente hacer uso de las ‘tecnologías
antiterroristas de vigilancia digital’ para rastrear a los pacientes
diagnosticados con el coronavirus. El Ministerio de Justicia dio luz verde
para usar ‘herramientas de rastreo de inteligencia’ y monitorear
digitalmente a los pacientes infectados, mediante el uso de Internet y de
la telefonía móvil, sin la autorización de los usuarios. Aunque
admitieron «cierta invasión de la privacidad», las autoridades explicaron
que el objetivo es «aislar el coronavirus y no a todo el país» verificando
con quién entraron en contacto los infectados, qué sucedió antes y
qué pasó después… [48]
En esa misma perspectiva, a escala global, los dos gigantes digitales
planetarios Google y Apple decidieron asociarse para rastrear los
contactos de los afectados por la pandemia. Recientemente,
anunciaron que trabajarán juntos en el desarrollo de una tecnología que
permitirá a los dispositivos móviles intercambiar información a través de
conexiones Bluetooth para alertar a las personas cuando hayan estado
cerca de alguien que dio positivo por el nuevo coronavirus [49].
La covid-19 se ha convertido, de ese modo, en la primera enfermedad
global contra la que se lucha digitalmente. Y claro, eso da lugar a un
debate, como decíamos, sobre los riesgos para la privacidad individual.
Hasta algunos defensores del sistema de cibervigilancia lo reconocen: «El
hecho de que la app geolocalice a la persona y que, según
determinados datos, establezca una especie de semáforo que sirva
como certificado para salir a la calle puede chocar con la
privacidad». [50]
No cabe duda de que el rastreo de los teléfonos móviles, aunque sea
para una buena causa, abre la puerta a la posibilidad de una vigilancia
masiva digital. Tanto más cuanto que las aplicaciones que identifican a
cada instante dónde estás pueden contárselo todo al Estado… Y eso,
cuando pase la pandemia, podría generalizarse y convertirse en la nueva
normalidad… El Estado va a querer acceder también a los expedientes
médicos de los ciudadanos y a otras informaciones hasta ahora
protegidas por la privacidad. Y cuando se haya acabado con este
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azote, las autoridades, en el mundo entero, podrían desear utilizar la
vigilancia para sencillamente mejor controlar la sociedad. Como ocurrió
con las legislaciones antiterroristas (pensemos en el USA Patriot Act[51])
después de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Paraísos de la cibervigilancia, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y China
podrían erigirse en los modelos del porvenir. Sociedades en las que
impera una suerte de coronóptikon[52], en donde la intrusión en la vida
privada y la hipervigilancia tecnológica se convierten en algo habitual.
De hecho, una reciente encuesta de opinión en Europa sobre la
aceptación o no de una aplicación en el teléfono móvil que permita
rastrear a los infectados por el coronavirus mostró que el 75% de los
encuestados estaría de acuerdo [53]. De ese modo, los Gobiernos -
incluso los más democráticos -, podrían erigirse en los Big Brother de hoy,
no dudando en transgredir sus propias leyes para vigilar mejor a los
ciudadanos [54]. Las medidas ‘excepcionales’ que están adoptando los
poderes públicos ante la alarma pandémica, podrían permanecer en el
futuro, sobre todo las relativas a la cibervigilancia y el biocontrol. Tanto los
Gobiernos, como Google, Facebook o Apple podrían aprovechar
nuestra actual angustia para hacernos renunciar a una parte importante
de nuestros secretos íntimos. Después de todo, pueden decirnos, durante
la pandemia, para salvar vidas, habéis aceptado sin protestar que otras
libertades hayan sido absolutamente restringidas…
EL JABÓN Y LA MÁQUINA DE COSER
No cabe duda de que la geolocalización y el rastreo de la telefonía móvil
sumados al uso de los algoritmos de predicción, las aplicaciones digitales
sofisticadas y el estudio computarizado de modelos estadísticos muy
fiables han ayudado a cierto control de los contagios. Pero también es
cierto que, no obstante, lo que afirma Byung-Chul Han, este derroche de
tecnologías futuristas no ha resultado suficiente y definitivo para combatir
la expansión de la covid-19. Ni siquiera en Corea del Sur, China, Taiwán,
Hong Kong, Vietnam o Singapur…
El relativo éxito de estos países contra la covid-19 se explica sobre todo
por la experiencia adquirida en su larga lucha, entre 2003 y 2018, contra
el SARS y el MERS, las dos epidemias precedentes causadas también por
coronavirus… El SARS -que fue el primer virus letal impulsado por la
hiperglobalización- saltó a los humanos desde las civetas, otro mamífero
vendido en mercados de China. Transportado por los vuelos comerciales
globalizados, ese microorganismo se expandió por el mundo llegando a
una treintena de países. Durante el tiempo que duró la epidemia -contra
la cual tampoco había vacuna ni tratamiento terapéutico- se
confirmaron cerca de 10 000 infectados y casi 800 muertes [55]… En 2012,
cuando apenas esas naciones terminaban de controlar la epidemia de
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SARS, surgió el MERS, causado por otro coronavirus que saltó esta vez de
camellos a humanos en Oriente Medio.
Ninguna de estas dos plagas llegó a Europa ni a Estados Unidos. Lo cual
explica también, en parte, por qué los Gobiernos europeos y
estadounidense reaccionaron tarde y mal ante la pandemia. Carecían
de experiencia… Mientras que China, Taiwán, Hong Kong, Singapur y
Vietnam padecieron el cruel embate del SARS… Y Corea del Sur tuvo que
enfrentar, además, en 2015, un brote particularmente dañino de la
epidemia del MERS [56]…
Contra esos dos nuevos coronavirus, en situación de urgencia absoluta, y
sin que ninguna potencia occidental acudiese en su ayuda, todas estas
naciones asiáticas no perdieron tiempo experimentando tecnologías
digitales para frenar los contagios. Echaron mano de disposiciones de
salud pública del pasado que los epidemiólogos conocían bien porque,
frente a numerosas epidemias, como ya hemos dicho, desde la Edad
Media, se habían empleado con eficacia… Perfeccionadas y afinadas
desde el siglo XIV, medidas como la cuarentena, el aislamiento social, las
zonas restringidas, el cierre de fronteras, el corte de carreteras, la
distancia de seguridad y el seguimiento de los contactos de cada
infectado, se aplicaron de inmediato… Sin recurrir a tecnologías digitales,
las autoridades se basaron en una convicción bien sencilla: si por arte de
magia todos los habitantes permaneciesen inmóviles en donde están
durante catorce días, a metro y medio de distancia entre sí, toda la
pandemia se detendría al instante.
A partir de entonces, el uso de mascarillas se generalizó en toda Asia. Y
se crearon decenas de fábricas especializadas en la producción masiva
de tapabocas de protección… Las revisiones de fiebre con termómetros
infrarrojos digitales en forma de pistola se volvieron rutinarias. En las
ciudades de los países asiáticos afectados, se hizo habitual, desde 2003,
la toma de la temperatura de la gente antes de entrar a un autobús, un
tren, una estación del metro, un edificio de oficinas, una fábrica, una
discoteca, un teatro, un cine o incluso un restaurante… También se hizo
obligatorio lavarse las manos con agua clorada [57] o jabón. En los
hospitales -como se hacía en el siglo XIX- las áreas se dividieron en zonas
“limpias” y “sucias”, y los equipos médicos no cruzaban de una a otra. Se
construyeron tabiques para separar alas completas; el personal sanitario
entraba por un extremo de la sala enfundado en escafandras
protectoras y salía por el extremo opuesto desinfectado bajo la
inspección de enfermeros…
Toda esa zona de Asia del Este vivió entonces, por vez primera, lo que
estamos viviendo nosotros a escala planetaria. Ahí, en Corea del Sur
particularmente, se realizaron entonces -y no fue por casualidad- algunas
de las mejores películas post-apocalípitcas sobre el tema del contagio
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fulminante: Virus (2013), de Kim Sung-soo y Tren a Busán (2016), de Yeon
Sang-ho.
Con el SARS y el MERS, los Gobiernos de estos países aprendieron a
almacenar, por precaución, ingentes cantidades de equipos de
protección (mascarillas, escudos faciales, guantes, escafandras, gel
desinfectante, batas, etc.). Sabían que, en caso de nuevo brote
epidémico, había que actuar de prisa y agresivamente [58]. Es lo que
hicieron en enero pasado, cuando empezó a extenderse la covid-19.
China no tardó en imponer la cuarentena estricta. Aisló en zonas
herméticas a los infectados y también a sus contactos. No lo hicieron
Corea del Sur, ni Japón, pero todos exigieron la distancia de seguridad y
llevar mascarillas higiénicas. Y multiplicaron masivamente los tests de
despistaje.
El caso más paradigmático, en el sureste asiático, es el de Vietnam. Había
sido uno de los países que más velozmente y más decididamente actuó
contra el SARS en 2003. Y aprendió la lección. Cuando el nuevo
coronavirus SARS-CoV-2 empezó a extenderse por la región, las
autoridades de Hanoi aplicaron inmediatamente -con sólo seis personas
contagiadas- las medidas más estrictas de confinamiento y aislamiento.
Y en febrero de 2020, anunciaron haber contenido la pandemia [59]. Fue
el primer país del mundo en vencer al nuevo coronavirus [60]. Todos los
infectados se curaron. No murió ni un solo paciente.
Todo esto demuestra que, a pesar de su importancia, las tecnologías
digitales de localización e identificación no son suficientes para contener
al coronavirus. Además, el empleo generalizado de mascarillas higiénicas
impide una utilización eficaz de los sistemas biométricos de
reconocimiento facial. Desde las primeras semanas, China, Corea del Sur,
Hong Kong, Taiwán y Singapur comprobaron que, a causa del uso masivo
de mascarillas y de protectores oculares, su sistema de biocontrol
mediante cámaras de videoprotección no era efectivo.
O sea, que la espectacular supremacía tecnológica de la que tanto nos
ufanábamos, con nuestros teléfonos inteligentes de última generación,
los drones futuristas, los robots de ciencia ficción y las biotecnologías
innovadoras han servido de poco, como ya lo hemos dicho, a la hora de
contener el primer impacto de la marea pandémica. Para tres objetivos
urgentísimos -desinfectarnos las manos, confeccionar mascarillas y frenar
el avance del virus-, la humanidad ha tenido que recurrir a productos y a
técnicas viejos de varios siglos atrás. Respectivamente: el jabón,
descubierto por los romanos antes de nuestra era; la máquina de coser,
inventada por Thomas Saint en Londres hacia 1790; y, sobre todo, la
ciencia del confinamiento y del aislamiento social, afinada en Europa
contra decenas de oleadas de pestes sucesivas desde el siglo V…
[61] Qué lección de humildad!
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SACRIFICANDO A LOS «DEMASIADO VIEJOS»
Son tiempos también de insolidaridad. Los egoísmos nacionales se han
manifestado con sorprendente y brutal rapidez. Estados vecinos y amigos
no han dudado en lanzarse a una «guerra de las mascarillas [62]» o en
apoderarse, cual piratas, de material sanitario destinado a sus socios.
Hemos visto a Gobiernos pagar el doble o el triple del precio de material
sanitario para conseguir los productos e impedir que sean vendidos a
otras naciones. Los medios han mostrado como, en las pistas de los
aeropuertos, contenedores de tapabocas eran arrancados a aviones de
carga para desviarlos hacia otras destinaciones. Italia acusó a la
República checa de robarle los lotes de mascarillas comprados en China
y que hacían escala en Praga. Francia denunció a Estados Unidos por lo
mismo. España culpó a Francia… Fabricantes asiáticos informaron a
Gobiernos africanos y latinoamericanos que no podían venderles por el
momento material sanitario porque Estados Unidos y la Unión Europea
pagaban precios superiores [63].
En la vida cotidiana, la suspición y la desconfianza han crecido. Muchos
extranjeros o forasteros, o simplemente ancianos enfermos [64],
sospechosos de introducir el virus, han sido discriminados, perseguidos,
apedreados [65], expulsados… Es cierto que las personas mayores
constituyen el grupo con mayor índice de mortalidad [66]. Ignoramos por
qué. Algunos fanáticos ultraliberales no han tardado en reclamar sin
tapujos la eliminación maltusiana de los más débiles. Un vicegobernador,
en Estados Unidos, declaró: «Los abuelos deberían sacrificarse y dejarse
morir para salvar la economía».[67] En esa misma vena aniquiladora, el
analista neoliberal del canal estadounidense CNBC, Rick Santelli reclamó
un ‘darwinismo sanitario’ y pidió «inocular el virus a toda la población. Eso
sólo aceleraría el curso inevitable… Pero los mercados se estabilizarían»
[68]. En Holanda, donde el primer ministro ultraliberal Mark Rutte apuesta
también por la “inmunidad de rebaño” [69], el jefe de epidemiología del
Centro Médico de la Universidad de Leiden, Frits Rosendaal, declaró que
«no se deben admitir en las UCI a personas demasiado viejas o
demasiado débiles» [70]. Amenazas dignas de demonios
exterminadores de novelas gráficas… Y además absurdas porque, como
explica una enfermera: «La covid-19 es mortal. Y puedo decir que no
distingue límite de edad. Ni color. Ni talla. Ni origen. Ni clase social. Ni
nada. Atacará a cualquiera» [71].
La covid-19 no distingue, es cierto, pero las sociedades desigualitarias sí.
Porque, cuando la salud es una mercancía, los grupos sociales pobres,
discriminados, marginados, explotados quedan mucho más expuestos a
la infección. Es el caso de lo que pasa, por ejemplo, en Singapur donde -
como vimos- las autoridades consiguieron en un primer tiempo controlar
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la epidemia. Sin embargo, en esa opulenta ciudad-Estado existe una
minoría de cientos de miles de migrantes venidos de países pobres,
empleados en la construcción, el transporte, las tareas domésticas y los
servicios. El país depende de esos trabajadores para el funcionamiento
de su economía. Pero el aislamiento físico es casi imposible en esos
empleos. Por su condición social, muchos de esos inmigrantes tuvieron
que continuar en sus tareas a pesar del peligro de infectarse… Por otra
parte, una ley exige que los trabajadores extranjeros residan en
‘dormitorios’, unas habitaciones que albergan hasta una docena de
hombres, con baño, cocina y ducha colectivos. Inevitablemente esos
locales se convirtieron en focos de infección…
A partir de esos núcleos, el virus se volvió a dispersar… Está documentado
que cerca de 500 nuevos contagios surgieron de ahí. Un sólo ‘dormitorio’
causó el 15% de todos los nuevos casos del país [72]. Hasta tal punto que
Singapur, “ejemplo” de país vencedor de la pandemia, enfrenta ahora
un peligroso repunte de la covid-19. El coronavirus reveló las
desigualdades ocultas de la sociedad…
Lo que ocurrió en esos ‘dormitorios’ de Singapur da una idea de lo que
podría suceder en el sureste de Asia, en la India, en África, en América
Latina, y en naciones de escasos recursos, con sistemas sanitarios
embrionarios. Si en Estados ricos –Italia, Francia, España-, el virus ha hecho
los terribles estragos que conocemos, ¿qué ocurrirá en algunas zonas
depauperadas de África? ¿Cómo hablar de ‘confinamiento’, o de
‘aislamiento’, o de ‘gel desinfectante’, o de ‘distancia de protección’, o
hasta de ‘lavarse las manos’ a millones de personas que viven, sin agua
corriente, hacinadas en favelas, chabolas o barrios de latas, o duermen
en las calles, o viven en campamentos improvisados de refugiados, o en
las ruinas de edificios destruidos por las guerras? Sólo en América Latina,
el 56% de los activos viven en la economía informal…
Por su parte, la principal superpotencia del planeta, Estados Unidos, ha
renunciado, por primera vez en su historia, a encabezar la lucha sanitaria
y a ayudar a los enfermos del mundo. En una nación de semejante
riqueza, el virus ha venido a desvelar las excesivas desigualdades en
materia sanitaria. Los habitantes descubren una falta de insumos básicos
así como las deficiencias de su sistema de salud pública. Hace tiempo
que el senador Bernie Sanders viene reclamando que se considere « el
sistema de salud como un derecho fundamental del ser humano ». Y
muchas otras personalidades reclaman ese cambio: «Necesitamos una
nueva economía de los cuidados – expresó, por ejemplo, Robert J. Shiller,
premio Nobel de Economía- que integre los sistemas nacionales de salud
públicos y privados». [73].
Entre tanto, la covid-19 está causando, en ese país, decenas de miles de
muertos. Y la situación se puede agravar porque unos veintisiete millones
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de personas (8,5% de la población) no poseen seguro médico y otros
once millones son trabajadores ilegales, sin documentos, que no se
atreven a acudir a los hospitales…
En lo que es hoy el epicentro mundial de la pandemia, los analistas
observan una “exacerbación de la disparidad de salud”. Algunas
minorías étnicas -afro estadounidenses, hispanos- están teniendo, en
efecto, un índice de letalidad frente al coronavirus muy superior a su
representatividad social. En Nueva York, por ejemplo, afroamericanos y
latinos suman el 51% de la población, pero acumulan un 62% de los
fallecimientos por covid-19. En el estado de Michigan, los afros
estadounidenses constituyen el 14% de la población, pero concentran el
33% de los infectados y el 41% de las muertes. En Chicago, los
afrodescendientes son el 30% de la población, pero representan el 72%
de los fallecimientos… «Unas cifras que dejan sin aliento…» dijo Lori
Lightfoot, la alcaldesa de Chicago [74].
En un país donde el test para saber si alguien es positivo al nuevo
coronavirus cuesta 35 000 dólares [75], la salud es a menudo un reflejo de
la inequidad social. Al capitalismo salvaje le tiene sin cuidado el dolor de
los pobres. Si latinos y afroamericanos son, en Estados Unidos, más
vulnerables frente el coronavirus, es porque son víctimas de una serie de
desventajas sociales. También son las minorías que, por haber tenido,
históricamente, menos acceso a los servicios de salud, padecen con
frecuencia una serie de patologías graves: «Siempre hemos sabido –
explica el Dr Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y
Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos- que enfermedades como
la diabetes, la hipertensión, la obesidad y el asma afectan, de manera
desproporcionada, a las poblaciones minoritarias, particularmente a los
afroamericanos».[76]
A pesar del azote de la covid-19, algunos empresarios han seguido
exigiendo que los trabajadores regresen a sus puestos para salvar la
economía. Latinos y afroamericanos tienen pues que seguir trabajando
en las calles, realizando algunos de los trabajos más duros, limpiando
edificios, conduciendo autobuses, desinfectando hospitales, atendiendo
supermercados, manejando taxis, repartiendo paquetes, etc. Al riesgo de
infección que enfrentan en sus barrios marginados, se suman los peligros
que encaran en los transportes públicos y en sus empleos… En cuanto a
los inmigrantes ilegales e indocumentados, acosados por las autoridades,
no van a los servicios de salud, como ya dijimos, por miedo a que los
detengan…
Cada día de esta plaga, la gente se convence más que es el Estado, y
no el mercado, el que salva. «Esta crisis –explica Noam Chomsky- es el
enésimo ejemplo del fracaso del mercado. Y un ejemplo también de la
realidad de la amenaza de una catástrofe medioambiental. El asalto
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neoliberal ha dejado a los hospitales desprovistos de recursos. Las camas
de los hospitales fueron suprimidas en nombre de la ‘eficiencia
económica’… El Gobierno estadounidense y las multinacionales
farmacéuticas sabían, desde hace años, que existía una gran
probabilidad de que se produjese una pandemia. Pero, como prepararse
para ello no era bueno para los negocios, no se hizo nada.[77]» Por su
parte, el filósofo francés Edgar Morin constata: «Al fin y al cabo, el
sacrificio de los más frágiles –ancianos, enfermos- es funcional a una
lógica de la selección natural. Como ocurre en el mundo del mercado,
el que no aguanta la competencia es destinado a perecer. Crear una
sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a ese
darwinismo social».
HÉROES DE NUESTRO TIEMPO
La pandemia también tiene sus héroes y sus mártires. Y en esta pelea, los
guerreros que han subido a primera línea, a los puestos de avanzada a
afrontar el letal SARS-CoV-2 han sido los médicos, las enfermeras, el
personal auxiliar y otros trabajadores de la salud convertidos en
protagonistas involuntarios, conquistando elogios y aplausos desde los
balcones, las plazas y las calles de ciudades de todo el mundo. Casi todos
ellos funcionarios públicos, para quienes la salud de la población no es
una mercancía sino una necesidad básica, un derecho humano.
Pasarán a la historia, extenuados, agotados, por su dedicación en la
labor diaria de combatir la infección y salvar vidas. A menudo, han
enfrentado al contagioso virus sin mascarillas, ni batas, ni equipos de
protección… «¡Marchamos a la guerra sin armas!» denunció una
veterana enfermera de Guayaquil, en Ecuador, furiosa por el contagio
de ochenta colegas y la muerte de otros cinco… [78]
El personal sanitario está arriesgando, en efecto, su propia vida. Según el
Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos, entre el 10%
y el 20% de todos los infectados con coronavirus son trabajadores de la
salud. Muchos están muriendo. Algún día, cuando esta pesadilla se
desvanezca, tendremos que erigir monumentos en honor de esos mártires
con bata blanca. Para recordar por siempre su coraje, su abnegación, su
humanidad. Seguramente cuando Albert Camus decía que «la peste nos
enseña que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de
desprecio» [79], pensaba en ellos.
Al respecto, un pequeño país, también digno de admiración, se ha
distinguido por su altruismo y generosidad. Se trata de Cuba. Sitiada y
bloqueada desde hace sesenta años por Estados Unidos y sometida
además por Washington a brutales medidas coercitivas unilaterales, la isla
fue la primera en acudir en ayuda de China cuando estalló esta
pandemia. Desde entonces las autoridades cubanas no han cesado de
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enviar brigadas de médicos y personal sanitario a combatir la covid-19 a
una veintena de países [80], respondiendo a las solicitaciones
angustiadas de sus Gobiernos. Entre ellos tres de la rica Europa: Italia,
Francia y Andorra [81]. Estas Brigadas Internacionales de Médicos
Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias existen
desde los años 1960. En 2005, tomaron el nombre de “Henry Reeve” -un
brigadier estadounidense que luchó y murió por la independencia
cubana-, con ocasión del paso del Huracán Katrina por el sur de Estados
Unidos [82].
El mundo está descubriendo lo que los principales medios dominantes
internacionales han tratado de ocultar hasta ahora, que Cuba es una
superpotencia médica [83] con más de 30 000 médicos y enfermeros
desplegados en 66 naciones [84]. Todo ello obedeciendo a una consigna
humanista y visionaria de Fidel Castro formulada con estas palabras: «Un
día dije que nosotros no podíamos ni realizaríamos nunca ataques
preventivos y sorpresivos contra ningún oscuro rincón del mundo; pero
que, en cambio, nuestro país era capaz de enviar los médicos que se
necesiten a los más oscuros rincones del mundo. Médicos y no bombas,
médicos y no armas inteligentes. [85]» La Habana también está
proporcionando su medicamento antiviral Interferón Alfa-2B
Recombinante puesto a punto por sus científicos en sus laboratorios de
biotecnología, y cuyo uso prevendría el agravamiento y las
complicaciones en pacientes infectados por el nuevo coronavirus.
APOTEOSIS DE LA DESINFORMACIÓN
Los grandes medios silencian la solidaridad médica de Cuba mientras
realizan una cobertura universal y permanente de la pandemia como
nunca se había visto. Durante meses, sin respiro, los principales medios de
todo el planeta nos han hablado de un único tema: el coronavirus.
Sobreinformación a la potencia mil. Un fenómeno coral, hipermediático
[86], de semejante envergadura global no había ocurrido jamás. Ni
cuando cayó el Muro de Berlín, ni con los atentados de las torres gemelas
de Nueva York…
Al mismo tiempo estamos asistiendo a una guerra feroz entre diversas
facciones para imponer un relato dominante sobre esta crisis [87]. Lo que
provoca una auténtica epidemia de fake news y de posverdades. La
OMS ha definido este fenómeno como infodemia, pandemia de info -
falsedades. El miedo a la covid-19 así como el deseo de sobreinformarse
y el ansia de entender todo lo relacionado con la plaga han creado las
condiciones para una tormenta perfecta de noticias tóxicas. Éstas se han
propagado con igual o mayor velocidad que el nuevo virus. Montañas
de embustes han circulado por las redes sociales. Los sistemas de
mensajería móvil se han convertido en verdaderas fábricas continuas de
infundios, bulos y engaños. En algunos países, se calcula que el 88% de
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las personas que acudieron a las redes sociales para informarse sobre el
SARS-CoV-2 fueron infectadas por fake news [88].
Es conocido que las noticias falsas se difunden diez veces más rápido que
las verdaderas; y que, incluso desmentidas, sobreviven en las redes
porque se siguen compartiendo sin ningún control. Muchas de ellas están
elaboradas con impresionante profesionalidad: textos impecables,
redacción perfecta inspirada en los medios de referencia más
respetados, imágenes muy cuidadas, sonido de alta calidad, voz grave y
moderada del comentario en off, montaje y edición nerviosos y adictivos,
música subyugante… Todo debe dar una impresión de seriedad, de
respetabilidad, de solvencia… Es la garantía de credibilidad,
indispensable para apuntalar el engaño. Y para que los usuarios lo
viralicen…
Tampoco hay que olvidar que, durante esta interminable cuarentena, en
un contexto de incertidumbre y emoción, y ante la necesidad real de
todos por comprender la plaga y entenderla con argumentos, dos
ingredientes combinados entre sí han favorecido la poderosa irradiación
de las mentiras. Por una parte, la familiaridad, la confianza entre personas
que comparten información en una misma red. Por otra parte, la
repetición, la reiteración de mensajes de idéntica matriz. Si alguien que
conozco me envía una información y si, por diversas otras vías, recibo esa
misma información o versiones muy cercanas de esa información,
pensaré que tiene credibilidad y que es cierta. Porque me fío de la fuente,
y porque otras fuentes coinciden y la confirman. Instintivamente hasta
deduciré que, mediante esos dos mecanismos (cercanía y repetición), la
autenticidad de la información está verificada. Sin embargo, puede ser
falsa. En otras palabras, toda fake news tratará de respetar ambos
requisitos para mejor ocultar o disimular su falsedad. Es una ley de la
intoxicación mediática: toda manipulación de la opinión pública
mediante falsas noticias debe obedecer a esos protocolos.
No es posible hacer una lista exhaustiva de las fake news que inundan
nuestras redes desde que se inició el azote, pero recordemos que casi
inmediatamente empezaron a proliferar diversas teorías
conspirativas. Las más diseminadas afirmaban, como ya lo hemos dicho,
que el nuevo coronavirus se elaboró en un biolaboratorio secreto de
China (o de Estados Unidos), y que es un arma bacteriológica para la
guerra entre ambas superpotencias… Otras falsas noticias igual de
disparatadas certificaban que el SARS-CoV-2 fue creado por Bill Gates…
O que fue fabricado por China para exterminar a sus minorías étnicas…
O que la epidemia se propagó tan rápidamente porque el virus viajaba
en las mercancías exportadas por China… O que la covid-19 es una
enfermedad difundida por los grandes laboratorios farmacéuticos para
vender vacunas… O que las antenas de telefonía 5G amplifican y
vuelven más letal al coronavirus [89]… O que la plaga estaba destinada
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a arruinar la economía exportadora, rival de China, del norte de Italia…
O que ya existe una vacuna… O que el virus ya mutó [90]…
Muchas de estas noticias falsas aún siguen circulando, replicadas al
infinito por granjas de bots, perfiles de miles de cuentas monitorizadas por
un sólo usuario. El objetivo es mostrar un « gran volumen » de mensajes,
aparentando que mucha gente está compartiendo o comentando un
tema, para manipular la percepción que se tiene de ese
tema. Algunas fake news parecen inofensivas, pero otras -en particular,
cuando propagan la existencia de un tratamiento milagroso o de una
medicación mágica contra el virus[91]– pueden tener letales
consecuencias. En Irán, por ejemplo, las redes difundieron
una fake según la cual el metanol prevenía y curaba la covid-19.
Desenlace: 44 personas fallecieron y cientos de víctimas fueron
hospitalizadas por ingerir ese alcohol metílico [92]…
Con el pánico general creado por la pandemia y millones de personas
buscando desesperadamente en sus pantallas datos sobre el
desconocido coronavirus, las “burbujas de desinformación” encontraron
un ecosistema perfecto para multiplicarse al infinito. Todo fue facilitado
también cuando -en 2016- las principales empresas de redes sociales
modificaron los algoritmos de jerarquización de los mensajes. Desde
entonces anteponen las comunicaciones procedentes de amigos y
conocidos en detrimento de los mensajes emitidos por organizaciones o
medios de comunicación.
En todo caso, ya no podemos ser ingenuos. Y creer inocentemente todo
cuanto llega a nuestras pantallas vía las redes sociales. En relación con
esto, el momentum coronavirus constituye también un parteaguas. A
partir de ahora, ante la abrumadora cantidad de noticias falsas, cada
ciudadano debe conocer las diversas plataformas de verificación que
están a nuestra disposición gratuitamente: por
ejemplo : Maldita.es y Newtral.es, en
España ; FactCheck.org, NewsGuard y PolitiFact.com, en Estados
Unidos ; o la alianza #CoronavirusFacts, impulsada por International
Fact-Checking Network (IFCN) del Poynter Institute[93], que reúne a más
de cien plataformas de verificación en setenta países y en cuarenta
idiomas[94] ; o ; LatamChequea que reúne a una veintena de medios de
comunicación de quince países de América Latina
Además, existen múltiples herramientas gratuitas en Internet para verificar
la veracidad de cualquier fotografía difundida por las redes sociales: por
ejemplo, TinEye, Google Reverse Image Search, FotoForensics que
permiten importantes verificaciones como saber cuál es la fuente original
de la imagen, si ya se publicó anteriormente, qué otros medios ya la
difundieron, si se manipuló y si se retocó el original.
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Para detectar los falsos vídeos que tanto abundan igualmente, podemos
recurrir a InVid, disponible para los navegadores Google Chrome y
Mozilla Firefox, que permite descifrar vídeos manipulados [95]. También
en el sitio Reverso -un proyecto colaborativo en el que participan
Chequeado [96], AFP Factual [97], First Draft [98] y Pop-Up
Newsroom[99] – podemos detectar los falsos vídeos virales de la
web[100]. Ya no hay excusa para dejarse engañar. Al menos esta
pandemia nos habrá servido para eso.
¿HACIA UN CAPITALISMO DIGITAL?
Otra consecuencia comunicacional: con más de la mitad de la
humanidad encerrada durante semanas en sus casas, la apoteosis digital
ha alcanzado su insuperable cenit… Jamás la galaxia Internet y sus
múltiples ofertas en pantalla (comunicativas, distractivas, comerciales)
resultaron más oportunas y más invasivas. En este contexto, las redes
sociales, la mensajería móvil y los servicios de microblogueo -Twitter,
Mastodon [101], Facebook, WhatsApp, Messenger, Instagram [102],
Youtube, LinkedIn, Reddit, Snapchat, Amino, Signal, Telegram, Wechat,
WT:Social[103], etc.- se han impuesto definitivamente como el medio de
información (y de desinformación) dominante. También se han
convertido en fuentes virales de distracción pues, a pesar del horror de la
crisis sanitaria, el humor y la risa, como a menudo ocurre en estos casos,
han sido protagonistas absolutos en las redes sociales, nexo privilegiado
con el mundo exterior y con familiares y amigos.
Estamos pasando más horas que nunca frente a las pantallas de nuestros
dispositivos digitales: teléfonos móviles, ordenadores, tablets o televisores
inteligentes… [104] Consumiendo de todo: informaciones, series,
películas, memes, canciones, fotos, teletrabajo, consultas y trámites
administrativos, clases online, videollamadas, videoconferencias,
chateo, juegos de consola, mensajes… El tiempo diario dedicado a
Internet se ha disparado [105]. En España, por ejemplo, desde el pasado
14 de marzo cuando se declaró el estado de alarma y el aislamiento
social, el tráfico en Internet creció un 80% [106]. Tan fuerte aumento
obedece en particular al excepcional consumo de streaming de vídeo,
no sólo de servicios de vídeo bajo demanda, sino sobre todo al fenómeno
comunicacional más característico de este tiempo: las videollamadas via
Skype, WhatsApp, Webex, Houseparty[107] y Zoom.
Poco conocida hasta ahora, la aplicación de videollamadas Zoom ha
experimentado, en los últimos dos meses, un crecimiento jamás conocido
en la historia de Internet… Desde que empezó la pandemia, es
la app más descargada para iPhone. En marzo pasado, su aumento de
tráfico diario fue del 535%… La han adoptado los líderes mundiales para
sus videoconferencias; las empresas para organizar el teletrabajo; las
universidades para ofrecer cursos online; los músicos y cantantes para
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crear, en grupo, sus coronaclips; los amigos y las familias para seguir
virtualmente reunidos durante el confinamiento…
Las cifras son abrumadoras. Zoom ha pasado de tener -a finales de 2019-
10 millones de usuarios activos a superar los 200 millones a finales de
marzo… Para hacerse una idea de lo que ello significa recordemos que
Instagram tardó más de tres años en conseguir ese número de seguidores.
Antes de la expansión del coronavirus, las acciones de Zoom costaban
70 dólares. El pasado 23 de marzo valían 160 dólares, o sea una
capitalización total superior a los 44 mil millones de dólares. El virus es
global pero sus efectos no son exactamente iguales para todo el
mundo… En particular para el principal accionista de Zoom, Eric Yuan,
que figura ahora en la lista de las «personas más ricas del mundo» con
una fortuna estimada en 5 500 millones de dólares… [108]
Otro «ganador» de esta crisis es la aplicación muy popular entre los
adolescentes TikTok que registra también un incremento fenomenal de
usuarios. Creada por la firma china de tecnología ByteDance, TikTok es
una app de social media parecida a Likee o MadLipz, que permite
grabar, editar y compartir videos cortos -de 15 a 60 segundos- en loop (o
sea repetidos en bucle como los GIF [109]) con la posibilidad de añadir
fondos musicales, efectos de sonido y filtros o efectos visuales.
La cuarentena global está amenazando, a lo largo y ancho del planeta,
la supervivencia económica de innumerables empresas de
entretenimiento, cultura y ocio (teatros, museos, librerías, cines, estadios,
salas de conciertos, etc.). En cambio, mastodontes digitales como
Google, Amazon, Facebook o Netflix, que ya dominaban el mercado,
están viviendo un grandioso momento de triunfo comercial [110]. La
descomunal inyección de dinero y sobre todo de macrodatos que están
recibiendo les van a permitir desarrollar de modo exponencial su control
de la inteligencia algorítmica [111]. Para dominar todavía más, a escala
mundial, la esfera comunicacional digital. Estas gigantescas plataformas
tecnológicas son las triunfadoras absolutas, en términos económicos, de
este momento trágico de la historia. Esto confirma que, en el capitalismo,
después de la era del carbón y del acero, la del ferrocarril y la
electricidad, y la del petróleo, llega la hora de los datos, la nueva materia
prima dominante en la era postpandémica. Bienvenidos al capitalismo
digital…
ECONOMÍA: UN BAÑO DE SANGRE
Por lo demás, el capitalismo va mal… Porque se cierne la perspectiva de
un desastre económico sin parangón [112]. Nunca se había visto la
economía de todo el planeta frenar en seco. Los territorios más afectados
-por ahora- por la covid-19 son China y Asia del este, Europa y Estados
Unidos, o sea el triángulo central del desarrollo mundial. Millones de
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empresas, grandes y pequeñas, se hallan en crisis, cerradas, al borde de
la quiebra [113]. Varios centenares de millones de trabajadores han
perdido su empleo, total o parcialmente [114]… Como en tantas
ocasiones anteriores, los asalariados peor remunerados y las pequeñas
empresas pagarán el precio más alto. Quinientos millones de personas
podrían ser arrastradas de nuevo a la pobreza [115]. Esta crisis
económica, de alcance planetario, no tiene precedentes y superará en
profundidad y duración a la de 1929. También excede en gravedad a la
crisis financiera de 2008. La pandemia produce un rechazo general del
hipercapitalismo anárquico, el que ha permitido obscenas
desigualdades como que el 1% de los ricos del mundo posean más que
el 99% restante [116]. También se cuestionan los excesos de la
globalización económica.
Las Bolsas, con altibajos, se han hundido [117] : « ¡Es un auténtico baño de
sangre ! », gritó el broker de una empresa de gestión de
patrimonio[118] ante las pérdidas históricas de sus inversores. Los precios
del petróleo han caído a abismos desconocidos [119]. El 20 de abril
pasado, en el mercado de materias primas de Chicago, el barril de
referencia, West Texas Intermediate (WTI), llegó a costar -37 dólares
[120]… Sí, menos 37 dólares, o sea, que el vendedor le pagaba al
comprador 37 dólares para que éste se llevara un barril de petróleo… Un
hundimiento jamás visto en la historia… Lo cual es excelente para los
países importadores: China, Japón, Alemania, Francia, Corea del Sur…
Pero nefasto para los Estados exportadores muy poblados: Rusia, Nigeria,
México, Venezuela… Otra consecuencia negativa: un petróleo tan
barato puede retrasar la necesaria transición ecológica pues ello
encarece automáticamente el precio de las energías alternativas (solar,
eólica, biomasa, etc.) … La economía mundial se adentra en territorio
ignoto [121]. Nadie tiene una idea precisa de las dimensiones del
cataclismo. Como ha dicho Kissinger: «La actual crisis económica es de
una complejidad inédita. La contracción desatada por el coronavirus,
por su alta velocidad y su amplitud global, es diferente a todo lo que
hemos conocido en la historia».[122]
La Unión Europea (UE), por ejemplo, propuso, en un primer momento, un
plan de 25 mil millones de euros para ayudar a los países miembros.
Luego, el Banco Central Europeo habló de 750 mil millones… ! Tan
gigantesca amplitud da una idea de la dimensión del desconcierto… Se
estima que el PIB de los países desarrollados podría derrumbarse en un
10%… Mucho más que en la crisis del 29… Un choque brutal. Febriles,
presos de pánico, los Gobiernos practican una suerte de “keynesianismo
de guerra”. Deben ayudar a los asalariados, a los campesinos, a las
familias, a las empresas. Y desbloquean urgentemente sumas
astronómicas para inyectarlas en los circuitos financieros con el fin de
evitar la implosión del sistema económico [123]. Para impedir también, en
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la medida de lo posible, que el coronavirus cause finalmente más pobres
que muertos…
Pero el coste será inimaginable. Con la agravante para el Estado de que
se reducirán drásticamente sus ingresos fiscales. El deficit será galáctico.
A escala de la zona euro, por ejemplo, según el economista francés
Jacques Sapir, el déficit alcanzará, a final de este año, un billón y medio
de euros (o sea, 1 500 mil millones) [124]. Lo nunca visto. En el caso del
Reino Unido -que ya no está en la UE, ni en la zona euro- el Banco de
Inglaterra resolverá el problema sencillamente fabricando moneda… Lo
que no pueden hacer ni Italia, ni España, ni Francia que son los Estados
que mayor liquidez van a necesitar. Y que se encuentran ya super-
endeudados… En estas tres naciones, la salida de la Unión o de la zona
euro se va a plantear con fuerza. Porque Alemania, Austria, Finlandia y
Países Bajos se negaron, durante semanas, a permitirles obtener créditos
sin ninguna condición (los célebres «coronabonos»)… Cuando, en parte,
los problemas de los sistemas de salud de Italia, España y Francia son la
consecuencia directa de las políticas de austeridad y de los recortes en
los presupuestos de los servicios públicos exigidos por esos cuatros socios
«austericidas» del norte. Recuérdese que el sur de Europa, antes de ser el
epicentro de la actual pandemia, fue el epicentro de las políticas más
sádicas [125] de austeridad después de la crisis financiera de 2008. Lo uno
llevó a lo otro.
Europa, como unión protectora, ha fallado. El club comunitario ha sido
incapaz de responder de manera conjunta y multilateral al drama
humano y social que se abate sobre el Viejo Continente. La gente -en
particular los familiares y amigos de los miles y miles de fallecidos- no lo va
a olvidar. «Es un modelo económico empapado en sangre -denuncia
Naomi Klein-. Y ahora la gente empieza a darse cuenta. Porque
encienden la televisión y ven a los comentaristas y políticos diciéndoles
que tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que los precios de las
acciones puedan subir… Y la gente se pregunta: ¿qué tipo de sistema es
este?» [126]
En un momento tan trágico y delicado -con la primera secesión de la
Unión Europea (el Brexit del Reino Unido) recién estrenada el pasado 31
de enero- y ante un desafío sanitario tan crucial, el sueño europeo no ha
funcionado. Y era probablemente la última oportunidad… ¿Qué destino
le espera, después de la pandemia, a esa Unión Europea insolidaria con
sus socios más frágiles, y carcomida por dentro por los populistas y
extremistas de derecha?
El comercio internacional se ha reducido a su nivel de hace un siglo[127].
Los precios de las materias primas se han desfondado. No sólo los del
petróleo, también el cobre, el níquel, el algodón, el cacao, el aceite de
palma, etc. Para las economías de los países exportadores del Sur -donde
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viven los dos tercios de los habitantes del planeta- es una coyuntura
devastadora. Porque, al derrumbe de las exportaciones, hay que añadir,
además: el cese de los aportes del turismo, y la drástica disminución de
las remesas de los emigrantes afectados por la pérdida generalizada de
empleo en los países ricos paralizados por la plaga. O sea, los tres
principales recursos de los países del Sur se desploman… Millones de
personas que, en los últimos decenios, habían conseguido integrar una
incipiente ‘clase media’ planetaria corren ahora el peligro de recaer en
la pobreza…
Pero, además, en este contexto tan poco alentador, los capitales
también han empezado a desertar en masa de los países en desarrollo.
Se estima que, desde el 21 de febrero de 2020, fecha de la primera
muerte en Italia por la covid-19, hasta finales de marzo, unos 59 mil
millones de dólares huyeron de esas naciones [128]. Resultado, muchas
monedas se han hundido: el peso mexicano perdió un 25% de su valor
frente al dólar; el real brasileño y el rand sudafricano un 20%. Y todas las
importaciones, en esos países, serán ahora más caras…
En tan tenebroso contexto, lo más previsible es que, cuando pase la
pandemia, varios de estos Estados, debilitados, arruinados, endeudados,
conozcan fuertes sacudidas sociales… Ahí también podría haber baños
de sangre… También es probable que asistamos, en ciertas regiones, a
una desesperada estampida de emigración salvaje hacia el Norte…
Cuyos países estarán, en ese preciso momento, lidiando ellos mismos con
las dolorosas consecuencias de la peor crisis de su historia. Inútil decir que
los nuevos emigrantes, convertidos en chivos expiatorios, no serán bien
recibidos… Alimentarán la xenofobia y los odios de los grupos de extrema
derecha en ascenso tanto en Europa como en Estados Unidos… La
historia advierte que los desastres incentivan los chauvinismos y los
racismos…
Para evitar semejantes escenarios de pesadilla, se están alzando muchas
voces que reclaman la adopción de varias disposiciones urgentes. Entre
ellas, la condonación de la deuda de los países en desarrollo que, antes
de la crisis, ya tenían una deuda externa altísima. Y debían pagar, de aquí
a final de 2021, según la ONU, unos 2,7 mil millones de dólares de intereses
de su deuda [129]… Muchas personalidades e instituciones están
exigiendo una moratoria del pago de la deuda en favor de las naciones
más afectadas. El propio Papa Francisco ha reclamado que,
«considerando las circunstancias, se afronten, por parte de todos los
países, las grandes necesidades del momento, reduciendo o incluso
condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más
pobres» [130]. También, en este contexto crítico, se está reclamando el
levantamiento, por parte de Estados Unidos, de las injustas ‘medidas
unilaterales coercitivas’ contra Cuba, Venezuela, Irán, Nicaragua, Siria,
etc.
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¿DESGLOBALIZAR?
La pandemia nos obliga también a interrogarnos sobre el modelo
económico-comercial dominante. Desde hace cuarenta años, la
globalización neoliberal ha espoleado los intercambios, y desarrollado
cadenas de suministro transnacionales. La crisis sanitaria ha demostrado
que las líneas logísticas de aprovisionamiento son demasiado largas y
frágiles. Y que, en caso de emergencia como ahora, los proveedores
remotos son incapaces de responder a la urgencia. Todo ello ha
demostrado que, en muchos casos, la soberanía de los Estados es muy
relativa.
Por extremismo ideológico neoliberal, el mundo ha ido sin duda
demasiado lejos en la deslocalización de la producción, en la
desindustrialización y en la doctrina del «cero stocks». Ahora, en una
situación de vida o muerte, muchas sociedades han descubierto,
atónitas, que para algunos suministros indispensables -antibióticos, test,
mascarillas, guantes, respiradores, etc.- dependemos de fabricantes
localizados en las antípodas… Que en nuestros propios países se fabrica
muy poco… La «guerra de las mascarillas» ha dejado una muy penosa
impresión de impotencia.
Desde la crisis financiera de 2008, grupos nacionalistas y populistas de
derecha -a los que pertenecen, por ejemplo, los electores de Donald
Trump, Boris Johnson, Viktor Orbán y Jair Bolsonaro- ya venían
manifestando su rechazo de la mundialización económica. Por otra
parte, desde finales de los años 1990, los militantes altermundistas, desde
puntos de vista de izquierda y humanistas, también venían criticando con
fuerza la ecodepredadora globalización financiera, y reclamando ‘otro
mundo posible’.
A estas dos fuerzas, ya considerables, se van a unir ahora, las masas de
personas descontentas por la dependencia de sus países a la hora de
enfrentar el cataclismo de la covid-19. Hay como el sentimiento de que,
con la mundialización, muchos Gobiernos renunciaron a dimensiones
fundamentales de su soberanía, de su independencia y de su seguridad.
Las presiones antiglobalizadoras van a ser muy fuertes después de la
pandemia. En muchas capitales se cuestiona el principio de una
economía basada en las importaciones. Diversos sectores industriales
serán sin duda repatriados, relocalizados. Regresa también la idea de
planificar. Ya no escandaliza el recurso a cierta dosis de proteccionismo.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, un ex-banquero, ha
acabado por admitir que «nuestro mundo sin duda se fragmentará», pero
que es indispensable «reconstruir una independencia agrícola, sanitaria,
industrial y tecnológica francesa. Tendremos que elaborar una estrategia
sobre la base del largo plazo y la posibilidad de planificar» [131].
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Lima – Perú, 2020.
En lugar de unificar a los pueblos y alentar su entendimiento mutuo, la
globalización ha favorecido los egoísmos, las fracturas y el
ultranacionalismo. El cierre generalizado de fronteras y el repliegue
nacional, en nombre de la protección contra la covid-19, están
reforzando las tendencias unilaterales y nacionalistas alimentadas desde
la Casa Blanca por Donald Trump y secundadas, por diferentes motivos,
desde otras capitales como Londres, Budapest, Brasilia, Manila, etc.
Desde las reformas impulsadas por Deng-Tsiao Ping en 1979, la potencia
que más se ha beneficiado de la globalización económica es sin duda
China. Convertida en la «fábrica del mundo», este país es hoy la única
superpotencia capaz de hacer contrapeso, en el tablero mundial, a
Estados Unidos. Junto con la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, Pekín
sigue siendo uno de los mayores defensores de la globalización. Sobre
todo, desde su adhesión, en 2001, a la Organización Mundial de
Comercio (OMC). Las autoridades chinas estiman que la
antimundialización no resolverá nada y que el proteccionismo es un
callejón sin salida porque, en definitiva, nadie puede exportar y todos
quedan bloqueados. Lo que el presidente Xi-Jin Ping ha expresado con
las siguientes palabras: «Querer repartir el océano de la economía
mundial en una serie de pequeños lagos bien separados unos de otros,
no sólo es imposible, sino que, además, va a contracorriente de la
historia. [132]»
En todo caso la hiperglobalización neoliberal parece herida de gravedad
y no es descabellado vaticinar su debilitamiento [133]. Incluso se
cuestiona la continuidad, bajo su forma ultraliberal, del propio
capitalismo [134]… También se evoca la necesidad de una suerte de
colosal Plan Marshall mundial… En todo caso, esta tragedia de la covid-
19 empujará sin duda a las naciones hacia un nuevo orden económico
mundial.
LIDERAZGOS
La mayoría de los Gobiernos han defraudado. Zarandeados como nunca
en tiempos de paz no han sabido estar a la altura del descomunal
desafío. Ni asumir una de sus principales competencias constitucionales:
la responsabilidad de proteger a su población. Abundan los ejemplos de
dirigentes como Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido, que, en un
primer tiempo, antes de infectarse y ser hospitalizado en una UCI,
minimizaron la amenaza… Johnson apostó al principio por la teoría de la
« inmunidad de rebaño », dejando que la población británica se
infectase… Partiendo de la idea de que, si el 60% o el 70% de la población
se contagia, eso funcionaría como cortafuegos y detendría la expansión
del virus. Hasta que comprendió que si ‘sólo’ falleciera el 3% de la
población significaría, para el Reino Unido, unos dos millones de
muertos… Otros dirigentes, como Jair Bolsonaro, presidente de Brasil,
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Lima – Perú, 2020.
siguen exhibiendo una actitud negacionista y califican con risitas la
pandemia asesina de «gripecita sin importancia »… Quizás, cuando se
derrote al coronavirus, algunos responsables tendrán que rendir cuentas
ante una justicia semejante al Tribunal de Nuremberg…
Muchos líderes se han centrado en dar respuestas locales, nacionales,
gestionando la pandemia de manera independiente, sin verdadera
coordinación internacional. Cuando es obvio que ningún país, por
poderoso que sea, puede vencer la pandemia en un empeño
exclusivamente local. Las grandes potencias se han mostrado incapaces
de coordinarse a nivel global (¡qué desastre el Consejo de Seguridad de
la ONU!) para constituir un frente común planetario y colaborar en la
búsqueda de soluciones y salidas colectivas a la crisis. Ninguna voz –ni
siquiera la del Secretario General de Naciones Unidas, el Dalai Lama, los
Premios Nobel o el propio Papa- ha conseguido hacerse audible por
encima del estruendo general del miedo y del furor de este inaudito
sacudón.
Si es cierto que en los malos tiempos es cuando surgen los grandes líderes
históricos, este momento pandémico de estrés, confusión y descontrol se
ha caracterizado, al contrario, por la ausencia de grandes liderazgos a la
cabeza de las principales potencias occidentales. El zafarrancho ha
puesto particularmente a prueba el temple de algunos de ellos [135] . En
particular, ya lo hemos subrayado, Donald Trump que se ha ganado, por
su pésima gestión, la distinción de «peor presidente estadounidense de
todos los tiempos [136]». Para él y para unos cuantos más, el nuevo
coronavirus ha actuado como una suerte de Principio de Peter,
despojándolos de sus máscaras, dejando al desnudo su impostura [137] y
su estrepitoso nivel de incompetencia…
En este escenario volátil, otros líderes en cambio han mostrado visión a
largo plazo, anticipación a los hechos y decisión para actuar rápido. Dos
son mujeres, y ambas progresistas: la primera ministra de Islandia, Katrin
Jakobsdottir, feminista y ambientalista del Partido Verde; y la primera
ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, líder del Partido Laborista.
Islandia ha seguido una estrategia única en el mundo ofreciendo test de
covid-19 masivos y gratuitos a toda la población. Cuando se detectó el
primer caso de coronavirus en febrero pasado, ya el país llevaba
semanas haciendo pruebas para detectar el germen en turistas o viajeros
que regresaban a su hogar. Katrin Jakobsdottir y su Gobierno pidieron a
los que entraban a Islandia que se presentaran en los centros de salud a
hacerse test, aunque no tuvieran síntomas. Ese método proactivo de
intentar identificar el SARS-CoV-2, incluso antes de que apareciera, fue
determinante [138].
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Lima – Perú, 2020.
En Nueva Zelanda, Jacinta Ardern también tomó muy pronto decisiones
más agresivas que en otros países desarrollados, como el confinamiento
para toda su población durante un mes, y el cierre total de las fronteras
del archipiélago. Su objetivo fue buscar la “eliminación” de la
enfermedad, en lugar de la “mitigación” que se aplicó en muchos otros
países. La idea era destruir la curva, no sólo aplanarla [139].
Muchos expertos consideran que Islandia y Nueva Zelanda, junto con
Corea del Sur, son las naciones que mejor han enfrentado la pandemia.
Pero hay que añadir el caso de Venezuela. Aunque los medios
dominantes internacionales se nieguen a admitirlo, el presidente Nicolás
Maduro ha sido, en Suramérica, el líder que más pronto entendió cómo
actuar drásticamente frente al patógeno [140]. Gracias a la batería de
medidas (confinamiento, cierre de fronteras, pesquisaje voluntarista casa
por casa, hospitalización de todos los positivos) decididas por su Gobierno
-y a pesar del ilegal bloqueo económico, financiero y comercial impuesto
por Estados Unidos, y de las amenazas militares [141]-, Venezuela ha
podido evitar los errores cometidos en Italia, en España o en Estados
Unidos y salvar cientos de vidas [142]. El «método Venezuela» ha resultado
ser uno de los más eficaces del mundo. La OMS reconoció que la cifra de
infectados en Venezuela es inferior, en América Latina, a la de Brasil,
Chile, Ecuador, Perú, México, Panamá, República Dominicana,
Colombia, Argentina, Costa Rica, Uruguay, Honduras y Bolivia.
A propósito de liderazgos, ha surgido una controversia sobre qué tipo de
dirigencia ha enfrentado mejor la pandemia, si los gobiernos
democráticos o los gobiernos ‘autoritarios’[143]. Es un falso debate. En
plena contienda contra el virus, con masas de enfermos asaltando los
hospitales, y los sistemas funerarios colapsados por el exceso de muertes,
todos los gobernantes, por torpes que hayan sido en la anticipación del
ataque viral, han estado a diario en las pantallas de los medios dirigiendo
la ofensiva contra el letal enemigo. Como un general de estado mayor
capitaneando la batalla final. En ninguna parte ha sido un ‘momento
democrático’. Sino la hora de la firmeza y de la determinación. Y eso ha
gustado a las opiniones públicas. ¿Se puede deducir de ello que la era
post pandémica verá necesariamente el triunfo del autoritarismo en el
mundo? No es seguro. Muchos líderes autoritarios han sido lentos y torpes
frente al coronavirus, decepcionaron, disimularon informaciones o
mintieron: por ejemplo, Donald Trump en Estados Unidos, Viktor Orbán en
Hungría, Jair Bolsonaro en Brasil, Rodrigo Duterte en Filipinas, Narendra
Modi en la India, Jeanine Áñez en Bolivia, etc.
En todo caso, a escala planetaria, el nuevo patógeno no pudo ser
inmediatamente contenido y enclaustrado en la zona donde apareció.
Y esos primeros días de indecisión y desconcierto resultaron decisivos. El
germen pudo así escapar de su zona de nacimiento y, con insólita
celeridad, conquistar el mundo. Ni siquiera los adeptos más convencidos
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de las teorías de la colapsología imaginaban que toda la humanidad
sería golpeada con semejante contundencia en tan breve tiempo.
Apenas han pasado cuatro meses desde el instante (diciembre de 2019)
en que los primeros casos de esta nueva neumonía infecciosa fueron
identificados en Wuhan. Y en tan corto intervalo, la plaga ha provocado
una auténtica crisis sistémica y una interrogación sobre el sentido mismo
de la civilización humana.
La pesadilla que estamos viviendo ya ha cambiado nuestras
sociedades. Perturbaciones de todo tipo -inconcebibles hace sólo unas
semanas- se están produciendo en múltiples aspectos de la vida social,
en las relaciones interpersonales, en la política, la economía, los sistemas
de salud, el rol del Estado, las tecnologías, las comunicaciones, las
relaciones internacionales… Decenas de Estados -incluso en el seno de la
Unión Europea- han cerrado sine die sus fronteras o las han militarizado.
Muchos países y centenares de ciudades han instaurado el toque de
queda por vez primera en tiempos de paz. Millones de personas han
renunciado a la libertad de movimientos. La vida democrática se ha visto
completamente perturbada. Decenas de procesos electorales han sido
pospuestos o suspendidos. Las Fuerzas Armadas más poderosas no
escapan al contagio. Están replegando combatientes [144], retirando
navíos y confesándose inoperantes en esta extraña guerra contra un
enemigo invisible [145]. Las principales líneas aéreas han cerrado sus
vuelos, dejando varados en las cuatro esquinas del planeta a centenares
de miles de viajeros [146]. Las competiciones deportivas más importantes
– incluidos los Juegos Olímpicos, la Liga UEFA de campeones, el Tour de
Francia- han sido suspendidas y aplazadas. Media humanidad anda
ahora con mascarilla de protección mientras que la otra mitad desea
también ponérsela… pero no las encuentra.
¿Cómo será el planeta cuando termine la pandemia? El mundo va a
necesitar voces autorizadas, con carisma y fuerza simbólica, que
muestren el buen camino colectivo para iniciar una etapa nueva, como
se hizo después de la Segunda Guerra mundial. La ONU deberá
reformarse y dar entrada, como miembros permanentes del Consejo de
Seguridad, a nuevas naciones como la India, Nigeria, Egipto, Brasil y
México, más representativas de la realidad del mundo contemporáneo.
Con el fracaso del liderazgo de Estados Unidos se abre un peligroso vacío
de potencia. El juego de tronos se relanza peligrosamente. La Unión
Europea, como hemos visto, también ha salido mal parada por su
decepcionante falta de cohesión durante la pandemia. China y Rusia en
cambio han consolidado su rol internacional prestando asistencia a
muchos países desbordados por el colapso de su sistema sanitario. ¡Han
ayudado incluso a Estados Unidos! Hemos visto imágenes insólitas:
aviones militares rusos aterrizando en Italia, ofreciendo médicos y
distribuyendo material de salud. China ha donado a un centenar de
países millones de kits de detección, mascarillas, ventiladores
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pulmonares, escafandras protectoras y toda clase de logística sanitaria.
«Somos olas de un mismo mar, hojas de un mismo árbol, flores de un
mismo jardín.» decían hermosamente los contenedores que China ha
ofrecido a buena parte del mundo. La influencia internacional de Pekín
ha crecido.
FUTUROS
Todos los países del planeta siguen enfrentando –al mismo tiempo y por
primera vez– la embestida de una suerte de alienígena… La pandemia
va para largo. Y es posible que el virus, después de mutar, regrese. Tal vez
el próximo invierno… Dada la enormidad de lo que está ocurriendo, se
avecinan cambios. Aunque nadie sabe cuáles serán los posibles
escenarios que se impondrán. Las incertidumbres son numerosas. Pero
está claro que puede ser un momento de rotunda transformación.
Las cosas no podrán continuar como estaban. Una gran parte de la
humanidad no puede seguir viviendo en un mundo tan injusto, tan
desigual y tan ecocida. Como dice uno de los memes que más han
circulado durante la cuarentena: «No queremos volver a la normalidad,
porque la normalidad es el problema». La ‘normalidad’ nos trajo la
pandemia…
Esta traumática experiencia debe ser utilizada para reformular el contrato
social y avanzar hacia más altos niveles de solidaridad comunitaria y
mayor integración social. En todo el planeta, muchas voces reclaman
ahora unas instituciones económicas y políticas más redistributivas, más
feministas y una mayor preocupación por los marginados sociales, las
minorías discriminadas, los pobres y los ancianos. Cualquier respuesta post
- pandémica debería apoyarse, como sugiere Edgar Morin, en «los
principios de una economía verdaderamente regenerativa, basada en
el cuidado y la reparación».
El concepto de ‘seguridad nacional’ debería incluir, a partir de ahora, la
redistribución de la riqueza, una fiscalidad más justa para disminuir las
obscenas desigualdades, y la consolidación del Estado de bienestar. Se
desea avanzar hacia alguna forma de socialismo. Es urgente, a nivel
global, la creación de una renta básica que ofrezca protección a todos
los ciudadanos en tiempos de crisis… y en tiempos ordinarios.
Los sistemas de salud deberán ser públicos y universales. Haber
gestionado los hospitales como empresas ha conducido a tratar a los
pacientes como mercancía. Resultado: un desastre tanto humano como
sanitario. En todo caso, hay unanimidad para pedir que la vacuna contra
la covid-19, cuando se descubra, sea considerada un ‘bien público
mundial’, y sea gratuita y accesible para toda la humanidad. El nuevo
coronavirus nos ha demostrado que, a la hora de la verdad, médicos,
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Lima – Perú, 2020.
enfermeras y personal sanitario son infinitamente más valiosos que
los brokers o los especuladores financieros.
Sería inteligente anticipar también la próxima crisis climática, que podría
sorprendernos pronto igual que lo hizo el SARS-CoV-2… Detener el
consumismo furioso y acabar con la idea del crecimiento infinito. Nuestro
planeta no puede más. Agoniza. Se nos está muriendo en los brazos… Es
imperativo acelerar la transición energética no contaminante y
apresurarse en implementar lo que los ecologistas reclaman desde hace
tiempo, un «Green New Deal», un ambicioso Acuerdo Verde que
constituya la nueva alternativa económica mundial al capitalismo
depredador.
Pero de inmediato hay que evitar, como previene Naomi Klein, que bajo
los efectos del ‘capitalismo del shock’, los defensores del sistema -
Gobiernos ultraliberales, fondos especulativos, empresas transnacionales,
mastodontes digitales- consoliden su dominación y manipulen la crisis
para crear más desigualdades, mayor explotación y más injusticias… Es
preciso impedir que la pandemia sea utilizada para instaurar una Gran
Regresión Mundial que reduzca los espacios de la democracia, destroce
aún más nuestro ecosistema, disminuya los derechos humanos,
neocolonice el Sur, banalice el racismo, expulse a los migrantes y
normalice la cibervigilancia de masas.
Por el momento, sociedades enteras siguen confinadas en sus viviendas.
Dóciles, asustadas, controladas, silenciosas. ¿Qué ocurrirá cuando se
levanten los confinamientos? ¿Qué habrán estado rumiando los pueblos
durante su inédito ‘aislamiento social’? ¿Cuántos reproches han estado
acumulando contra algunos gobernantes ? No es improbable que
asistamos, aquí o allá, a una suerte de estampida revoltosa de
ciudadanos indignados -muy indignados- contra diversos centros de
poder acusados de mala gestión de la pandemia…
Algunos dirigentes ya sienten subir la furia popular… Y después de haber
adoptado y defendido durante muchos años el modelo neoliberal, están
tomando conciencia de los errores garrafales del neoliberalismo [147],
tanto políticos y sociales como económicos, científicos, administrativos…
Ahora esos políticos están prometiendo a sus ciudadanos que, una vez
vencida la pandemia, todo se va a enmendar para construir una suerte
de ‘sociedad justa’. Proponen un nuevo modelo definitivamente más
justo, más ecológico, más feminista, más democrático, más social, menos
desigual… Seguramente, acuciados por la situación, lo piensan
sinceramente.
Es muy poco probable que, una vez vencido el azote, mantengan
semejantes propósitos. Sería una auténtica revolución… Y un virus, por
perturbador que sea, no sustituye a una revolución… No podemos pecar
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Lima – Perú, 2020.
de inocentes. Las luchas sociales seguirán siendo indispensables. Como
dice el historiador británico Neal Ascherson: «Después de la pandemia, el
nuevo mundo no surgirá por arte de magia. Habrá que pelear por
él. [148]» Porque, pasado el susto, los poderes dominantes, por mucho
que se hayan tambaleado, se esforzarán por retomar el control [149]. Con
mayor violencia, si cabe. Tratarán de hacernos regresar a la vieja
‘normalidad’. O sea, al Estado de las desigualdades permanentes.
Pensemos en lo que ocurrió con la pandemia de la «gripe de Kansas» (mal
llamada «española) que se extendió a todo el planeta entre enero de
1918 y diciembre de 1920. ¿Quién la recordaba antes de la plaga actual,
aparte algunos historiadores? Todos la habíamos olvidado… A pesar de
que infectó a unos quinientos millones de personas -la tercera parte de la
humanidad de la época- y mató a más de cincuenta millones de
enfermos…
¿Y qué pasó después? ¿Europa y Estados Unidos construyeron acaso la
‘sociedad justa’?… La respuesta es: no. Las promesas se desvanecieron.
La mayoría de los supervivientes de la mortal gripe se apresuraron en
olvidar. Un manto de amnesia recubrió el recuerdo. La gente prefirió
lanzarse a vivir la vida con un apetito desenfrenado en lo que se llamó los
«felices años veinte» (the roaring twenties). Fue la época del jazz, del
tango, del charlestón, del triunfo de Hollywood y de la cultura de masas.
Una euforia artificial y alienante que acabaría estrellándose, diez años
después, contra el crack bursátil de 1929 y la Gran Depresión…
En aquel mismo momento, en Italia, una doctrina nueva llegaba al poder.
Estaba destinada a tener mucho éxito. Su nombre: el fascismo… ¿Se
repetirá la historia?
IGNACIO RAMONET (La Habana, Cuba, 22 de abril de 2020.)
Agradecimientos
Mi reconocimiento más efusivo a las amigas y amigos -Bernard Cassen, Lydia
Castro, Camilo Pérez Casal, Miguel Mejía, Ferran Montesa, Marisa Ros y Sandra
Sarmiento- que tuvieron la enorme gentileza de releer mi texto -en tan poco
tiempo y en medio de las turbulencias de esta cuarentena global-, de corregirlo,
enmendarlo y de hacerme toda una serie de originales sugerencias que me
permitieron enriquecer el manuscrito y, en mi opinión, mejorarlo
considerablemente. Gracias.
[1] José Natanson, «Lo imposible», Le Monde dilplomatique Edición Cono Sur,
Buenos Aires, abril 2020.
[2] Entrevista a Germán Velásquez: «Han privatizado la OMS, la financiación
privada condiciona sus decisiones», Cadena SER, Madrid, 25 agosto 2016.
https://cadenaser.com/ser/2016/06/16/sociedad/1466079742_072124.html
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Lima – Perú, 2020.
[3] A principios de abril de 2020, únicamente 9 países (en su mayoría
archipiélagos) no tenían casos de covid-19 según las autoridades locales. El País,
Madrid, 8 de abril 2020.
[4] No existe (el 22 de abril de 2020) una terapia específica que ‘mate’ al virus o
que lo vuelva inofensivo como lo consigue la triterapia contra el retrovirus VIH
del Sida. Los tratamientos actuales contra el nuevo coronavirus buscan
esencialmente reforzar el sistema inmune del paciente para ayudarlo a reducir
al patógeno.
[5] Hugo Sigman, «La vacuna contra el coronavirus puede demorar de 6 meses
a un año y medio», Perfil, Buenos Aires, 26 marzo
2020. https://www.perfil.com/noticias/salud/coronavirus-hugo-sihman-vacuna-
puede-demorar-6-meses-1-ano.phtml
[6] Yuval Noah Harari, «La mejor defensa contra los patógenos es la
información», El País, Madrid, 22 marzo 2020.
[7] https://news.un.org/fr/story/2020/04/1067092
[8] Nombre oficial de la enfermedad, atribuido el 11 de febrero de 2020 por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y que significa: coronavirus disease
2019 (‘enfermedad por coronavirus 2019’, en español).
[9] Significa: Coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2).
[10] Manuel Ansede, «¿Salió el coronavirus de un laboratorio?», El País, Madrid,
17 abril 2020.
[11] Se ha identificado en cambio al paciente 1 en China: un hombre de 55 años
residente en la provincia de Hubei fue el primer caso confirmado de covid-19 y
se remonta al 17 de noviembre de 2019, semanas antes de que China alertase
oficialmente al mundo.
[12] «China acusa al ejército de EE.UU. de instalar el coronavirus», El País, Madrid,
14 marzo 2020.
[13] Clarín, Buenos Aires, 18 abril 2020.
[14] Las redes sociales en Estados Unidos han tratado de acreditar también la
tesis (falsa) de que el científico estadounidense Charles Lieber -un genio de las
nanotecnologías, profesor en la Universidad de Harvard-, fabricó y vendió a las
autoridades chinas el nuevo coronavirus. La detención del profesor Lieber por
orden del fiscal general del gobierno de Estados Unidos para el Tribunal de
Distrito en Massachusetts, Andrew Lelling, el 28 de enero de 2020, acusado de
haber recibido fondos de la Universidad de Tecnología de Wuhan (WUT) por su
pretendida participación en el “Plan Mil Talentos” creado por China para
reclutar científicos expatriados y extranjeros para sus universidades (lo cual
obviamente no tiene nada que ver con el coronavirus) sirvió de pretexto a
la fake news que ha circulado mucho…
https://observers.france24.com/fr/20200403-non-scientifique-americain-charles-
lieber-covid-19-chine-etats-unis
[15] « Republican senator: It’s time to hold China ‘accountable’ for the
coronavirus », Business Insider, 12 marzo 2020.
[16] « Un periodista de la TV argentina acusa a los judíos de crear el
Coronavirus », Aurora, Israel, 3 abril 2020 ; y « Coronavirus : fuerte reacción ante
la teoría conspirativa que difundió C5N », La Nación, Buenos Aires, 2 abril 2020.
[17] Consúltese: « El coronavirus y sus bulos: 378 mentiras, alertas falsas y
desinformaciones sobre COVID-19 », Maldita.es, 7 abril
2020. https://maldita.es/malditobulo/2020/04/07/coronavirus-bulos-pandemia-
prevenir-virus/
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Lima – Perú, 2020.
[18] Amparo Tolosa, « Acotando el origen del coronavirus SARS-CoV-
2 », Genética Médica News, Valencia (España), 1 abril 2020.
[19] Kristian G. Andersen, Andrew Rambaut, W. Ian Lipkin, Edward C. Holmes,
«The proximal origin of SARS-CoV-2 », Nature Medicine, 17 marzo 2020.
[20] Roujian Lu, Xiang Zhao, Juan Li, Peihua Niu, Bo Yang, Honglong Wu et
al., «Genómica characterisation and epidemiology of 2019 novel coronavirus:
implications for virus origins and receptor binding », The Lancet, Londres, 30 enero
2020.
[21] Helen Briggs, «Coronavirus: cómo se estrecha el cerco sobre el pangolín
como probable transmisor del patógeno que causa la covid-19», BBC News, 27
marzo 2020.
[22] Léase el excelente estudio de Artur Galocha y Nuño Domínguez, «Así infecta
el coronavirus», El País, Madrid, 11 marzo 2020.
[23] El País, Madrid, 14 marzo 2020.
[24] Léase los dos artículos fundamentales de Tomás Pueyo, «Coronavirus: Por
qué tenemos que actuar ahora» y «Coronavirus: el martillo y el baile», Página 12,
Buenos Aires, respectivamente 16 y 21 marzo 2020.
[25] El Periódico, Barcelona, 26 marzo 2020.
[26] CNN en español, Atlanta, 3 abril
2020. https://cnnespanol.cnn.com/2020/04/03/altos-funcionarios-del-gobierno-
trump-dijeron-el-ano-pasado-que-la-amenaza-de-una-pandemia-los-
preocupaba/
[27] Causada por el virus H5N1 que también causó la gripe de Hong Kong de
1997 y la gripe de Kansas o «española» de 1918 y sus 50 o 100 millones de muertos.
[28] Léase Ignacio Ramonet, «Los culpables de la gripe porcina», Le Monde
diplomatique en español, Valencia (España), julio 2009.
[29] Léase el texto completo del informe (en inglés) :
https://www.files.ethz.ch/isn/94769/2008_11_Global_Trends_2025.pdf
[30] Ken Klippenstein, « Military Knew Years Ago That a Coronavirus Was
Coming », The Nation, New York, 1 abril 2020.
[31] The Washington Post, Washington, 10 mayo 2018.
[32] El País, Madrid, 31 marzo 2020.
[33] En el prólogo del documento titulado «Un Mundo en peligro: informe anual
sobre la preparación mundial para las emergencias sanitarias», elaborado por
epidemiólogos y científicos de máximo nivel de todo el mundo, y firmado por
Gro Harlem-Brundtland, exdirectora general de la OMS, y Elhadj As Sy, Secretario
general de la Cruz Roja Internacional.
https://apps.who.int/gpmb/assets/annual_report/GPMB_Annual_Report_Spanis
h.pdf
[34] Vincent C. C. Cheng, Susanna K. P. Lau, Patrick C. Y. Woo y Kwok Yung Yuen,
de la Universidad de Hong Kong, « Severe Acute Respiratory Syndrome
Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection », Clinical
Microbiology Reviews, Washington, octubre 2007.
[35]https://www.investigacionyciencia.es/blogs/medicina-y-
biologia/27/posts/en-2007-la-ciencia-predijo-esta-pandemia-nadie-hizo-caso-
18485
[36] Declaración del 2 de diciembre de 2014, durante su visita al National
Institute of Health (NIH) en Bethesda, Maryland.
[37] BBC News Mundo, Londres, 23 marzo 2020.
[38] Debate, Barcelona, 2020.
[39] El País, Madrid, 20 abril 2020.
Colegio de Sociólogos del Perú. 470
Lima – Perú, 2020.
[40] Darío Aranda, «La dimensión ecológica de las pandemias », Página 12,
Buenos Aires, 30 marzo 2020.
[41] El Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional (APN), el máximo
órgano legislativo de China, tomó el 24 de febrero pasado la decisión de prohibir
totalmente el comercio ilegal y el consumo de animales salvajes, como medida
para proteger la vida y la salud de la población. Cable de la agencia Xinhua,
Pekín, 24 febrero 2020.
[42] Byung-Chul Han, « La emergencia viral y el mundo de mañana », El País,
Madrid, 22 marzo 2020.
[43] Ibidem.
[44] Science Magazine, 22 marzo 2020.
https://www.sciencemag.org/news/2020/03/cellphone-tracking-could-help-
stem-spread-coronavirus-privacy-price
[45] Evgeny Morozov, La locura del solucionismo tecnológico, Clave intelectual,
Madrid, 2014.
[46] Max S. Kim, « La app que vigila a las personas en cuarentena por
coronavirus », MIT Technology Review, 11 marzo 2020.
[47] « El modelo de Taiwán contra el coronavirus : reacción rápida, tecnología y
mascarillas para todos », El País, Madrid, 23 abril 2020.
[48] Russia Today, Moscú, 15 marzo 2020.
[49] La Nación, Buenos Aires, 10 abril 2020.
[50] La Vanguardia, Barcelona, 2 abril 2020
[51] El País, Madrid, 29 junio 2003.
[52] The Economist, Londres, 26 marzo 2020.
[53] https://www.lemonde.fr/pixels/article/2020/04/01/coronavirus-les-francais-
favorables-a-une-application-mobile-pour-combattre-la-pandemie-selon-un-
sondage_6035233_4408996.html
[54] Léase Ignacio Ramonet, El Imperio de la Vigilancia, Clave intelectual,
Madrid, 2016.
[55] La Vanguardia, Barcelona, 11 febrero 2020.
[56] El País, Madrid, 4 junio 2015.
[57] Una medida de higiene propuesta por primera vez en 1847 por el médico
húngaro Ignacio Semmelweis.
[58] South China Morning Post, Hong Kong, 22 marzo 2020.
[59] Pero esa victoria presagia lo que les puede pasar a otros países a partir de
ahora. Porque, el 13 de abril 2020, las autoridades anunciaron la existencia de
265 nuevos casos importados por avión…
[60] https://chaohanoi.com/2020/03/04/why-vietnam-has-been-the-number-
one-country-in-the-world-on-coronavirus/
[61] Vicente G. Olaya, « Escenas de una pandemia de hace 1 500 años que se
repiten hoy », El País, Madrid, 11 abril 2020.
[62] El País, Madrid, 2 abril 2020.
[63] Clarín, Buenos Aires, 10 abril 2020.
[64] Léase, « Unos 50 vecinos de La Línea de la Concepción apedrean un
convoy de ancianos enfermos por coronavirus », La Vanguardia, Barcelona, 25
marzo 2020.
[65] Léase, por ejemplo, La Vanguardia, Barcelona, 19 marzo 2020 ;
cable Europapress, 19 marzo 2020 ; y El País, Madrid, 30 marzo 2020.
[66] En España, el 86% de los fallecidos tiene más de 70 años de edad. RTVE,
Madrid, 14 abril 2020.
[67] Dan Patrick, vicegobernador de Texas. El Mundo, Madrid, 24 marzo 2020.
Colegio de Sociólogos del Perú. 471
Lima – Perú, 2020.
[68] Maurizio Lazzarato, « ¡Es el capitalismo, estúpido ! », El Salto, Madrid, 11 abril
2020.
[69] https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-holanda-ancianos-debiles-
hospitalizados_0_BV-kOz__z.html
[70] https://okdiario.com/salud/coronavirus-holanda-no-hospitaliza-ancianos-
ni-debiles-5372513
[71] CNN en español, Atlanta, 3 abril, 2020.
https://cnnespanol.cnn.com/2020/04/03/opinion-los-verdaderos-heroes-en-la-
lucha-contra-el-coronavirus/
[72] BBC News Mundo, Londres, 11 abril 2020.
[73] El País, Madrid, 12 abril 2020.
[74] The New York Times, 6 abril 2020.
[75] La Vanguardia, Barcelona, 26 marzo 2020.
[76] Cubadebate, La Habana, 8 abril 2020.
[77] Il Manifesto, Roma, 18 marzo 2020.
[78] France 24, Paris, 15 abril 2020. https://www.france24.com/es/20200415-el-
personal-sanitario-encarna-el-hero%C3%ADsmo-contra-el-coronavirus
[79] Albert Camus, La Peste (1947), traducción al castellano de Rosa Chacel,
prólogo de José Manuel Caballero Bonald, Unidad Editorial, Madrid, 1999.
[80] Entre los cuales : Andorra, Italia (dos brigadas : en Lombardía y Piemonte),
Francia (en Guadeloupe, Martinica y Guyane), Catar, Angola, Cabo Verde,
Togo, Antigua y Barbuda, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití,
Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San
Vicente y las Granadinas, Surinam y Venezuela,
[81] Tom O’Connor, «Cuba Uses ‘Wonder Drug’ to Fight Coronavirus Around
World Despite U.S. Sanciones», Newsweek, 24 marzo 2020.
[82] Hernando Calvo Ospina, «Une Internationale… de la santa», Le Monde
diplomatique, Paris, août 2006.
[83] Cuba cuenta con unos cien mil médicos activos, lo que representa 9
médicos por cada mil habitantes, la cifra más alta del mundo (por ejemplo
Alemania, España y Suiza tienen 4/1000 ; Estados Unidos, Israel y Francia 3/1000).
[84] El País, Madrid, 22 marzo 2020.
[85] «Fragmentos del discurso pronunciado por Fidel Castro, en Buenos Aires, en
mayo de 2003.», Granma, La Habana, 17 abril 2020.
[86] José Natanson, «Coronavirus e hipertelevisión », Página 12, Buenos Aires, 28
marzo 2020.
[87] Fernando Buen Abad, «Semiótica de la pandemia », Granma, La Habana,
26 marzo 2020.
[88] https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2020_318.html
[89] https://www.elmundo.es/tecnologia/2020/04/06/5e8b67bafc6c83372d8b4
649.html
[90] El virus no está mutando: la Organización Mundial de la Salud asegura que
el virus mantiene una estructura estable. Las variaciones en los síntomas entre
personas afectadas están asociadas a patologías previas y la interacción del
coronavirus con éstas. Léase Juventud Rebelde, La Habana, 18 marzo 2020.
[91] «Bulos y falsos remedios para ‘prevenir y curar’ el coronavirus», El Periódico,
Barcelona, 17 marzo 2020.
[92] Existe un riesgo de muerte entre las 12-36 horas después de la ingestión de
metanol.
[93] https://es.qwe.wiki/wiki/Poynter_Institute
Colegio de Sociólogos del Perú. 472
Lima – Perú, 2020.
[94] https://semanariouniversidad.com/pais/infodemia-la-pandemia-de-
noticias-falsas-sobre-covid-19-tambien-cobra-vidas/
[95]83 https://compromiso.atresmedia.com/levanta-la-cabeza/buenas-
practicas/herramientas-detectar-fake-
news_202001245e2a8b020cf20ef4411cffec.html
[96] https://chequeado.com/tag/falso-en-las-redes/
[97] https://factual.afp.com/
[98] https://firstdraftnews.org/
[99] https://popup.news/
[100] https://www.infobae.com/politica/2019/07/13/fake-news-como-saber-si-
una-noticia-es-verdadera-o-falsa/
[101] Rubén Velasco, «¿Cansado de Twitter? Prueba estas redes sociales
alternativas», Redes Zone, 7 enero
2018. https://www.redeszone.net/2018/01/07/alternativas-twitter/
[102] Facebook, Messenger, Whatsapp e Instagram, «las cuatro applicaciones
más descargadas en el mundo en los últimos diez años», pertenecen al grupo
Facebook de Mark Zuckerberg, según «App Annie».
https://www.xatakamovil.com/aplicaciones/facebook-dueno-cuatro-apps-
moviles-descargadas-decada-app-annie
[103] «Así es WT:Social, la red social ‘antiFacebook ‘ sin anuncios ni fake
news creada por el fundador de Wikipedia », BBC News Mundo, Londres, 20
noviembre 2019.
[104] La Vanguardia, Barcelona, 6 abril 2020.
[105] El Periódico, Barcelona, 19 marzo 2020.
[106] Cable Europapress, Madrid, 21 marzo 2020.
[107] Las descargas de Houseparty crecieron 735 veces durante la última
semana de marzo 2020.
[108] La Vanguardia, Barcelona, 11 abril 2020.
[109] Graphics Interchange Format (GIF).
[110] Durante la pandemia, Netflix sumó casi 16 millones de nuevos usuarios.
Ahora tiene un total de 183 millones. El País, Madrid, 21 abril 2020.
[111] Dominique Strauss-Kahn, « L’être, l’avoir et le pouvoir dans la
crise », Politique internationale, Paris, 5 abril 2020.
[112] El País, Madrid, 12 abril 2020.
[113] « Coronavirus: “Estamos frente a una crisis generalizada del capitalismo
democrático mundial y del no democrático, como el de China” », BBC News
Mundo, Londres, 30 marzo 2020.
[114] Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) 2,4 mil millones de
trabajadores se han visto afectados por el cese de actividad de sus centros de
trabajo y unos 195 millones han perdido su empleo, Le Figaro, París, 7 abril 2020.
[115] Léase « Oxfam: el Covid-19 podría llevar a 500 millones de personas a la
pobreza », France 24, París, 9 abril 2020.
[116] La Vanguardia, Barcelona, 20 enero 2020.
[117] L’Express, París, 16 mars 2020.
[118] The Wall Street Journal, Nueva York, 27 febrero 2020.
[119] Les Echos, París, 6 abril 2020.
[120]El País, Madrid, 21 abril 2020.
[121] El País, Madrid, 15 marzo 2020.
[122] Henry A. Kissinger: «The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter the World
Order», The Wall Street Journal, Nueva York, 3 de abril
Colegio de Sociólogos del Perú. 473
Lima – Perú, 2020.
[123] «EE UU y Europa movilizan 6 billones de euros para combatir el impacto
económico del virus», Cinco Días, Madrid, 26 marzo 2020.
[124] https://www.causeur.fr/jacques-sapir-coronavirus-crise-economique-euro-
175682
[125] Ignacio Ramonet, «Sadismo económico», Le Monde diplomatique en
español, Valencia (España), julio 2012.
[126] https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/entrevista-naomi-klein-gente-
habla-volver-normalidad-crisis-doctrina-shock
[127] Le Monde, París, 8 abril 2020.
[128] https://www.lopinion.fr/edition/international/coronavirus-monnaies-
matieres-premieres-pays-en-developpement-pris-215333
[129] El País, Madrid, 11 abril 2020.
[130] https://www.farodiroma.it/francisco-que-el-senor-permita-alcanzar-
soluciones-practicas-e-inmediatas-en-venezuela-orientadas-a-facilitar-la-
ayuda-internacional-a-la-poblacion-que-sufre-a-causa-de-la-grave-coyuntura-
politica/
[131] Le Monde, Paris, 13 abril 2020.
[132] http://www.amb-chine.fr/fra/zfzj/t1693080.htm
[133] Léase Marcelo Colussi, «Coronavirus, ¿fin de la globalización
neoliberal? », Rebelión, Madrid, 8 febrero 2020 ; y John Gray, « Adiós
globalización, empieza un mundo nuevo. O por qué esta crisis es un punto de
inflexión en la historia», El País, Madrid, 12 abril 2020.
[134] Léase Slavoj Zizek, «El coronavirus es un golpe a lo Kill Bill al sistema
capitalista», [esferapública], 18 marzo 2020.
SLAVOJ ŽIŽEK “EL CORONAVIRUS ES UN GOLPE A LO KILL BILL AL SISTEMA
CAPITALISTA”
[135] En América Latina, podríamos citar, entre otros, a Jair Bolsonaro (Brasil),
Lenín Moreno (Ecuador), Iván Duque (Colombia), Sebastián Piñera (Chile)…
[136] Max Boot, «The worst President. Ever», The Washington Post, 9 abril 2020.
[137] Abel Prieto, El rey desnudo, Granma, La Habana, 10 de abril 2020.
[138] BBC News Mundo, Londres, 10 abril 2020.
[139] BBC News Mundo, Londres, 9 abril 2020.
[140] https://www.telesurtv.net/news/venezuela-coronavirus-balance-segundo-
dia-cuarentena-20200317-0026.html
[141] Léase «Estados Unidos despliega buques frente a Venezuela », Deutsche
Welle, Berlín, 2 abril 2020.
[142] Léase «Venezuela pionera en combatir el coronavirus en
Suramérica», TeleSur, Caracas, 22 de marzo 2020.
[143] BBC News Mundo, Londres, 9 abril 2020.
[144] «Francia retira a sus soldados de Irak por el coronavirus », cable EFE, 26
marzo 2020
[145] William Serafino, «Coronavirus y tormenta política en el Pentágono: Las
claves de una crisis inédita», Cubadebate, La Habana, 14 abril 2020.
[146] BBC News Mundo, Londres, 6 marzo 2020.
[147] Atilio Borón, «La pandemia y el fin de la era neoliberal», CLACSO, 3 abril
2020.
LA PANDEMIA Y EL FIN DE LA ERA NEOLIBERAL
[148] Neal Ascherson, «After the crisis, a new world won’t emerge as if by magic.
We will have to fight for it», The Guardian, Londres, 19 abril 2020.
[149] Serge Halimi, “¡Ahora mismo!”, Le Monde diplomatique en español,
Valencia (España), abril 2020.
Colegio de Sociólogos del Perú. 474
Lima – Perú, 2020.
LA INVENCIÓN DE UNA EPIDEMIA*
Giorgio Agamben
26 / 02 / 2020
En una columna del 26 de febrero de 2020 en la rúbrica Una voce,
Giorgio Agamben analiza así la situación impuesta por la respuesta
gubernamental italiana al coronavirus en cuanto «emergencia
internacional», una situación definida por medidas excepcionales que
habrían de justificarse en el miedo y el pánico de la población.
Ante las medidas de emergencia frenéticas, irracionales y
completamente infundadas para una supuesta epidemia debida al virus
corona, es necesario partir de las declaraciones del Consiglio Nazionale
delle Ricerche, según las cuales «no hay ninguna epidemia de Sars-CoV2
en Italia». Y eso no es todo. En cualquier caso, «la infección, según los
datos epidemiológicos disponibles hoy en día sobre decenas de miles de
casos, causa síntomas leves/moderados (una especie de influenza) en el
80-90 % de los casos. En el 10-15 % de los casos, puede desarrollarse una
neumonía, pero su curso es benigno en la mayoría absoluta. Se estima
que sólo el 4 % de los pacientes requieren hospitalización en cuidados
intensivos».
Si ésta es la situación real, ¿por qué los medios de comunicación y las
autoridades se esfuerzan por difundir un clima de pánico, provocando un
estado de excepción propiamente dicho, con una grave limitación de
los movimientos y una suspensión del funcionamiento normal de las
condiciones de vida y de trabajo en regiones enteras?
Dos factores pueden ayudar a explicar este comportamiento
desproporcionado. En primer lugar, se manifiesta una vez más la
tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma
normal de gobierno. El decreto-ley aprobado inmediatamente por el
gobierno «por razones de higiene y seguridad pública» da lugar a una
militarización en sentido estricto «de los municipios y las zonas en que
resulta positiva al menos una persona cuya fuente de transmisión se
*Fuente https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1327
Colegio de Sociólogos del Perú. 475
Lima – Perú, 2020.
desconoce o en que hay un caso no atribuible a una persona de una
zona ya infectada por el virus». Una fórmula tan vaga e indeterminada
permitirá extender rápidamente el estado de excepción en todas las
regiones, ya que es casi imposible que otros casos no se verifiquen en
otras partes. Considérense las graves restricciones a la libertad previstas
en el decreto: a) prohibición de traslado del municipio o la zona en
cuestión por parte de todos los individuos de todas formas presentes en
el municipio o zona; b) prohibición de acceso al municipio o la zona en
cuestión; c) suspensión de manifestaciones o iniciativas de cualquier tipo,
de eventos y de cualquier forma de reunión en un lugar público o
privado, incluidos los de carácter cultural, recreativo, deportivo y
religioso, aunque se celebren en lugares cerrados y abiertos al público;
d) suspensión de los servicios educativos para niños y las escuelas de
todos los niveles, así como de las actividades escolares y de educación
superior, con la excepción de las actividades de educación a distancia;
e) suspensión de los servicios de apertura al público de museos y otras
instituciones y lugares culturales, de conformidad con el artículo 101 del
Código del Patrimonio Cultural y del Paisaje, según el Decreto Legislativo
núm. 42 de 22 de enero de 2004, así como la eficacia de las disposiciones
reglamentarias sobre el acceso libre y gratuito a esas instituciones y
lugares; f) suspensión de todos los viajes educativos, tanto nacionales
como al extranjero; g) suspensión de los procedimientos de insolvencia y
de las actividades de las oficinas públicas, sin perjuicio de la prestación
de los servicios esenciales y de utilidad pública; h) aplicación de la
medida de cuarentena con vigilancia activa entre los individuos que han
tenido un contacto estrecho con casos confirmados de enfermedad
infecciosa difusa.
La desproporción frente a lo que según el CNR es una influenza normal,
no muy diferente de las que se repiten cada año, salta a los ojos.
Parecería que, habiendo agotado el terrorismo como causa de las
disposiciones de excepción, la invención de una epidemia puede ofrecer
el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites.
El otro factor, no menos inquietante, es el estado de miedo que
evidentemente se ha extendido en los últimos años en las conciencias de
los individuos y que se traduce en una necesidad en sentido estricto de
estados de pánico colectivo, a los que la epidemia ofrece una vez más
el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la
libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo
de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora
intervienen para satisfacerlo.
Colegio de Sociólogos del Perú. 476
Lima – Perú, 2020.
EXCEPCIÓN VIRAL*
Jean - Luc Namcy
Antinome: 27 / 02 / 2020
Giorgio Agamben, un viejo amigo, afirma que el coronavirus es apenas
diferente de una simple gripe. Olvida que para la gripe “normal” tenemos
una vacuna de eficacia probada. Y esto también necesita ser adaptado
a las mutaciones virales cada año. A pesar de ello, la gripe “normal”
siempre mata a varias personas y el coronavirus para el que no hay
vacuna es claramente capaz de una mortalidad mucho mayor. La
diferencia (según fuentes del mismo tipo que las de Agamben) es de 1 a
30: no me parece una diferencia pequeña.
Giorgio dice que los gobiernos toman todo tipo de pretextos para
establecer estados continuos de excepción. Pero no se da cuenta de
que la excepción se convierte, en realidad, en la regla en un mundo en
el que las interconexiones técnicas de todas las especies (movimientos,
traslados de todo tipo, exposición o difusión de sustancias, etc.) alcanzan
una intensidad hasta ahora desconocida y que crece con la población.
La multiplicación de esta última también conduce en los países ricos a
una prolongación de la vida y a un aumento del número de personas de
avanzada edad y, en general, de personas en situación de riesgo.
No hay que equivocarse: se pone en duda toda una civilización, no hay
duda de ello. Hay una especie de excepción viral – biológica,
informática, cultural – que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que
tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una
maniobra de distracción que una reflexión política.
Recordé que Giorgio es un viejo amigo. Lamento traer a colación un
recuerdo personal, pero no me distancio, después de todo, de un registro
de reflexión general. Hace casi treinta años, los médicos me juzgaron
para hacer un transplante de corazón. Giorgio fue una de las pocas
personas que me aconsejó no escucharlos. Si hubiera seguido su consejo,
probablemente habría muerto tarde o temprano. Uno puede
equivocarse. Giorgio sigue siendo un espíritu de finura y bondad que
puede ser llamado – sin ironía – excepcional.
*Fuente: https://ficciondelarazon.org/2020/02/28/jean-luc-nancy-excepcion-viral/
Colegio de Sociólogos del Perú. 477
Lima – Perú, 2020.
CURADO A ULTRANZA*
Roberto Esposito
Diallektica: 28 / 02 / 2020
Al leer este texto de Nancy, encuentro los rasgos que siempre lo han
caracterizado, en particular una generosidad intelectual que yo mismo
he experimentado en el pasado inspirando ampliamente su
pensamiento, especialmente en mis trabajos sobre la comunidad. Lo que
interrumpió nuestro diálogo en un momento determinado fue la fuerte
oposición de Nancy al paradigma de la biopolítica, a la que siempre se
ha opuesto, como en este texto, a la relevancia del aparato tecnológico,
como si las dos cosas estuvieran necesariamente en contraste.
Si bien, de hecho, incluso el término “viral” en sí mismo apunta a una
contaminación biopolítica entre diferentes idiomas -político, social,
médico y tecnológico- unidos por el mismo síndrome inmune, que se
entiende como una polaridad semánticamente opuesta al léxico de
las communitas. Aunque el propio Derrida utilizó ampliamente la
categoría de inmunización, la negativa de Nancy a confrontar el
paradigma de la biopolítica probablemente estuvo influenciada por la
distonía con respecto a Foucault que heredó de Derrida. En cualquier
caso, estamos hablando de tres de los filósofos contemporáneos más
importantes.
Sigue siendo un hecho que cualquier persona con ojos para ver no puede
negar el despliegue constante de biopolítica. Desde la intervención de la
biotecnología en dominios que alguna vez se consideraron
exclusivamente naturales, como el nacimiento y la muerte, hasta el
bioterrorismo, la gestión de la inmigración y las epidemias más o menos
graves, todos los conflictos políticos actuales tienen en su núcleo la
relación entre la política y la vida biológica.
Pero esta referencia a Foucault en sí misma debería llevarnos a no perder
de vista el carácter históricamente diferenciado de los fenómenos
biopolíticos. Una cosa es afirmar, como lo hace Foucault, que en los
últimos dos siglos y medio la política y la biología han formado
progresivamente un nudo cada vez más apretado con resultados
*Fuente: https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-
gobierno-la-libertad-individual/#index5
Colegio de Sociólogos del Perú. 478
Lima – Perú, 2020.
problemáticos y a veces trágicos; otra es asimilar incidentes y
experiencias incomparables.
Yo personalmente evitaría hacer cualquier tipo de comparación entre las
cárceles de máxima seguridad y una cuarentena de dos semanas en
Bassa. Desde el punto de vista legal, por supuesto, el decreto de
emergencia, aplicado desde hace mucho tiempo incluso en casos como
este, en el que no es absolutamente necesario, empuja la política hacia
procedimientos de excepción que a la larga pueden socavar el equilibrio
de poder a favor del poder ejecutivo. Pero hablar de riesgos para la
democracia en este caso me parece una exageración por decir lo
menos.
Creo que deberíamos tratar de separar los niveles y distinguir entre
procesos de larga duración y eventos recientes. Con respecto a lo
primero, la política y la medicina han estado vinculadas en implicaciones
mutuas durante al menos tres siglos, algo que finalmente ha transformado
a ambos. Por un lado, esto ha llevado a un proceso de medicalización
de la política, que, aparentemente sin la carga de ninguna limitación
ideológica, se muestra cada vez más dedicada a “curar” a sus
ciudadanos de los riesgos que a menudo es ella misma la responsable por
enfatizar. Por otro lado, somos testigos de una politización de la medicina,
investida de tareas de control social que no le pertenecen, lo que explica
las evaluaciones extremadamente heterogéneas que los virólogos están
haciendo sobre la naturaleza y la gravedad del coronavirus. Ambas
tendencias deforman la política en comparación con su perfil clásico.
También porque sus objetivos ya no comprenden individuos individuales
o clases sociales, sino segmentos de población diferenciados según la
salud, la edad, el género o incluso el grupo étnico.
Pero una vez más, con respecto a las preocupaciones absolutamente
legítimas, es necesario no perder nuestro sentido de la proporción. Me
parece que lo que está sucediendo hoy en Italia, con la superposición
caótica y bastante grotesca de las prerrogativas nacionales y regionales,
tiene más el carácter de un colapso de las autoridades públicas que el
de un dramático control totalitario.
Colegio de Sociólogos del Perú. 479
Lima – Perú, 2020.
BIENVENIDO A LA RECLUSIÓN*
Sergio Benvenuto
Diallektica: 02 / 03 / 2020
No soy virólogo ni epidemiólogo, sin embargo, se me ha ocurrido la idea
de que, aunque tengo más de setenta y, por lo tanto, estoy entre los más
vulnerables, tengo poco que temer del coronavirus. “Para mí”, por meras
razones de probabilidad, como cuando vuelo en un avión: podría
estrellarse, pero es muy poco probable. De hecho, hasta ahora solo
alrededor de 3000 [1] personas en todo el mundo han muerto como
consecuencia del virus. Prácticamente nada comparado con los 80,000
muertos por la gripe común en 2019. Aquellos que han muerto en Italia a
causa de la epidemia (más de 50 al momento de escribir [2]) son
probablemente menos que los muertos en accidentes automovilísticos y
muertes de trabajadores. En resumen, no tengo tanto miedo al contagio,
pero estoy más preocupado por la reacción económica en un país como
el mío, en constante declive desde la década de 1990. Después de todo,
la pobreza también mata.
Pero también sé que mi desprecio relativo, aunque basado en la
racionalidad, es cívicamente censurable: si fuera un buen ciudadano,
debería comportarme como si estuviera aterrorizado. Debido a que todo
lo que se está haciendo en Italia (cerrar escuelas, estadios, museos,
teatros, etc.) tiene una función puramente preventiva, solo ralentiza la
propagación del virus. Juega en grandes cantidades, pero atrae a cada
ser en particular.
En algunos casos, difundir el terror puede ser más sabio que tomar las
cosas “filosóficamente”.
El pánico que ha afectado a Italia (pero no solo, en todo el mundo la
gente no habla de otra cosa) fue básicamente una elección política, o
biopolítica, como subraya Roberto Esposito, establecida en primer lugar
por la Organización Mundial de la Salud. Porque hoy, en una era en que
*Fuente: https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-
gobierno-la-libertad-individual/#index6
Colegio de Sociólogos del Perú. 480
Lima – Perú, 2020.
las grandes democracias están produciendo liderazgos grotescos, son las
grandes organizaciones supranacionales como la OMS – y la
Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Central Europeo, los otros bancos centrales, etc.- quienes
afortunadamente toman las decisiones reales, en parte reparando los
caprichos neofascistas de las democracias de hoy.
Tedros Adhanom, el etíope que es Director General de la OMS ha
declarado explícitamente la necesidad de prevención: sabe que por el
momento Covid-19 no está causando desastres y que, al final, podría
haber sido nada más que una gripe insidiosa. Pero también podría
convertirse en lo que se convirtió en la llamada gripe “española” en 1918:
esta última infectó a un tercio de la población del planeta causando
entre 20 y 50 millones de muertes, más víctimas que todas las bajas
militares durante la Primera Guerra Mundial. En otras palabras, lo que
realmente asusta no es lo que sabemos, sino lo que no sabemos sobre el
virus. Estamos llegando a conocerlo día a día, y ello genera la ansiedad -
de ninguna manera irracional-, ante lo desconocido.
Tenga en cuenta que, en el caso de la gripe “española”, el poder político
actuó exactamente de la manera opuesta a la actual: ocultó la
epidemia, porque en la mayoría de los casos los países involucrados
estaban en guerra. Fue nombrada la gripe “española” simplemente
porque en ese momento fue solo en España, que no estaba en guerra,
que los medios hablaron de ello (pero aparentemente la gripe se originó
en los Estados Unidos).
El poder político de hoy (que es, enfatizo una vez más, cada vez más
supranacional también en economía) ha elegido la estrategia del
pánico para alentar a las personas a aislar el virus. Y, de hecho, el
aislamiento de los infectados sigue siendo, después de siglos, la mejor
estrategia para suprimir epidemias incurables. La lepra se contuvo en
Europa -como también enfatiza Foucault- precisamente aislando a los
leprosos tanto como fue posible, a menudo relegándolos a islas lejanas
como Molokai en Hawai, donde se han filmado varias películas.
En agosto de 2011 estaba en Nueva York cuando el huracán Irene estaba
a punto de golpearnos, ya había devastado las Antillas. Me llamó la
atención la forma en que expertos y políticos en los medios de
comunicación dieron francamente mensajes bastante catastróficos a los
ciudadanos: “será un completo desastre porque a los neoyorquinos no
les importa, son snobs”. Pero resultó que siguieron las pautas
escrupulosamente (incluso yo también despejé mi jardín respetando lo
que se nos había ordenado) e Irene cruzó Nueva York sin causar daños.
Entonces, ¿se equivocaron esos expertos y políticos, o se divirtieron un
poco aterrorizando a la población de Nueva York? No, se evitó un
Colegio de Sociólogos del Perú. 481
Lima – Perú, 2020.
desastre. En algunos casos, difundir el terror puede ser más sabio que
tomar las cosas “filosóficamente”.
Imaginemos que Italia en su conjunto, desde los medios de comunicación
hasta los funcionarios del gobierno, hubiera optado por la estrategia
“española”, decidiendo no tomar precauciones y permitiendo que
Covid-19 se propague por todo el país como una gripe normal. Todos los
demás países, incluidos otros estados europeos, habrían aislado
inmediatamente a Italia, considerando a todo el país como un semillero:
algo que habría causado un daño económico mucho mayor que el que
estamos sufriendo ahora. Cuando otros tienen miedo – por ejemplo, los
israelíes y los qataríes, que han prohibido a los italianos ingresar a sus
países- es mejor que también nosotros tengamos miedo. A veces tener
miedo es un acto de coraje.
Imaginemos que, una vez propagado a voluntad, 20 millones de italianos
contraen el virus: si es cierto como indican los primeros cálculos que
COVID-19 es mortal para el 2% de los infectados, esto habría provocado
la muerte de alrededor de 400,000 italianos, principalmente ciudadanos
de la tercera edad. Una hipótesis que muchos no consideran
completamente negativa porque permitiría que nuestro sistema de
pensiones de vejez respire: ¿por qué no recortar algunos viejos en un país
que envejece por minutos? Es lo que piensan sin decirlo. Pero no creo que
la opinión pública hubiera aceptado 400,000 muertes. La oposición
habría aumentado, el gobierno habría sido derrocado por la aclamación
popular y el líder de extrema derecha Salvini habría ganado las
elecciones con al menos el 60% del voto popular. En resumen, las
medidas de precaución que se han tomado, por dolorosas que sean,
especialmente debido al daño económico, son el mal menor.
Las medidas tomadas en Italia no son, por lo tanto, como argumenta uno
de mis filósofos favoritos, Giorgio Agamben, el resultado del instinto
despótico de las clases dominantes, que son visceralmente apasionadas
por el “estado de excepción”. Pensar que las medidas adoptadas en
China, Corea del Sur, Italia, etc., son consecuencia de una conspiración
significa caer en lo que otros filósofos han llamado “teorías conspirativas
de la historia”. Yo los llamaría interpretaciones paranoicas de la historia,
como los millones que creen que el 11 de septiembre fue un complot de
la CIA. Mi trabajadora doméstica, una mujer muy amable, está
convencida de que la epidemia fue tramada por los “árabes”, por lo que
supongo que se refiere a los musulmanes. Ya sea que estemos
influenciados por nuestra pequeña parroquia o por Carl Schmitt, ya sean
ignorantes o extremadamente eruditos, muchos de nosotros necesitamos
inventar nuestros propios propagadores de plagas.
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Lima – Perú, 2020.
A menudo me sorprende la frecuencia con la que muchos filósofos
necesitan recordar algo que, parafraseando a Hamlet, suena así: hay
más política en el cielo y en la tierra de lo que se sueña en su filosofía.
Cuando digo que estoy convencido de que esta epidemia producirá
calamidades económicas mucho mayores (¿una crisis como en 2008?)
que las médicas, me coloco dentro de una perspectiva optimista, que
podría ser refutada en los próximos días.
Y a partir de mañana, yo también, aunque me reí entre dientes, intentaré
ser un buen ciudadano. Evitaré ciertos lugares públicos, no estrecharé la
mano de las personas que conozco. Vivo en Roma, no visitaré amigos en
el norte y los desanimaré de que vengan a verme [3].
Después de todo, los efectos de esta epidemia fortalecerán una
tendencia que habría prevalecido, en cualquier caso, y de la cual
“trabajar de forma remota” o “WFH”, trabajar desde casa y evitar la
oficina, es solo un aspecto. Será cada vez menos común que nos
despertemos por la mañana y abordemos vehículos públicos o privados
para llegar al lugar de trabajo; cada vez más trabajaremos en nuestras
computadoras, desde nuestros hogares, que también se convertirán en
nuestras oficinas. Y gracias a las revoluciones de Amazon y Netflix, ya no
tendremos que salir a hacer compras ni a los teatros para ver películas, ni
comprar libros en librerías: las tiendas y librerías (por desgracia)
desaparecerán y todo se hará desde casa. La vida se
volverá escuchada u hogareña (ya tenemos que empezar a pensar en
neologismos). Las escuelas también desaparecerán: con el uso de
dispositivos como Skype los estudiantes podrán asistir a las lecciones de
sus maestros desde casa. Esta reclusión generalizada causada por la
epidemia (o más bien, por intentos de prevenirla) se convertirá en nuestra
forma de vida habitual.
Notas:
[1] La cifra ha aumentado a 3652. Hasta ahora hay 107,000 casos comprobados
y 61,000 recuperaciones (8 de marzo de 2020) [actualización de los editores].
[2] El número de muertes en Italia ha aumentado a 250 (8 de marzo de 2020)
[actualización de los editores].
[3] Una resolución que quedó obsoleta por la ordenanza del gobierno sellando
efectivamente parte del norte de Italia (8 de marzo de 2020) [actualización de
los editores].
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Lima – Perú, 2020.
LA COMUNIDAD DE LOS DESAMPARADOS: UNA RESPUESTA A
AGAMBEN Y NANCY*
Divya Dwivedi y Shaj Mohan
Diallektica: 08 / 03 / 2020
Durante mucho tiempo, la India ha estado llena de pueblos
excepcionales, por lo que no tiene sentido la noción de “estado de
excepción” o de “extenderla”. Los Brahmanes son excepcionales porque
solo ellos pueden dirigir los rituales que rigen el orden social y no pueden
ser tocados por los pueblos de la casta inferior (y mucho menos
deseados) por temor a la contaminación ritual.
En los tiempos modernos, esto implica baños públicos separados para
ellos en algunos casos. Los dalits (parias, mlechas), los pueblos de las
castas más bajas tampoco pueden ser tocados por las castas superiores,
y mucho menos deseados, porque son considerados los más
“contaminantes”. Como podemos ver, la excepción de los brahmanes es
diferente a la exclusión de los dalit. Arendt convirtió una de las castas Dalit
llamada “Pariah” en un “paradigma”, lo que desafortunadamente
aligeró la realidad de su sufrimiento.
En 1896, cuando la peste bubónica entró en Bombay, la administración
colonial británica intentó combatir la propagación de la enfermedad
utilizando la Ley de Enfermedades Epidémicas de 1897. Sin embargo, las
barreras de castas, incluida la demanda de las castas superiores de tener
hospitales separados y su negativa a recibir asistencia médica de los
pueblos de la casta inferior entre el personal médico, se sumaron a las
causas de la muerte de más de diez millones de personas en la India.
La propagación del coronavirus [1], que ha infectado a más de 100,000
personas según las cifras oficiales, revela lo que nos preguntamos hoy
sobre nosotros mismos: ¿vale la pena salvarnos y a qué costo? Por un
lado, están las teorías de conspiración que incluyen “armas biológicas” y
un proyecto global para reducir la migración. Por otro lado, hay
*Fuente: https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-
gobierno-la-libertad-individual/#index8
Colegio de Sociólogos del Perú. 484
Lima – Perú, 2020.
malentendidos problemáticos, incluida la creencia de que COVID-19 es
algo propagado a través de la “cerveza de la corona”, y los comentarios
racistas sobre el pueblo chino. Pero una preocupación aún mayor es que,
en esta coyuntura de la muerte de Dios y el nacimiento del Dios
mecánico, hemos estado persistiendo en una crisis sobre el “valor” del
hombre. Se puede ver en las respuestas a las crisis climáticas, la
“exuberancia” tecnológica y el coronavirus.
Anteriormente, el hombre ganó su valía a través de varias teo-
tecnologias. Por ejemplo, uno podría imaginar que el creador y la criatura
fueron las determinaciones de algo anterior, digamos “el ser”, donde el
primero era infinito y el último finito. En tal división, uno podría pensar en
Dios como el hombre infinito y el hombre como el dios finito. En nombre
del hombre infinito, los dioses finitos se dieron los fines a sí mismos. Hoy,
confiamos a la máquina la determinación de los fines, para que su
dominio pueda llamarse tecno-teología.
Es en esta coyuntura peculiar que uno debe considerar el reciente
comentario de Giorgio Agamben de que las medidas de contención
contra COVID-19 se están utilizando como una “excepción” para permitir
una expansión extraordinaria de los poderes gubernamentales para
imponer restricciones extraordinarias a nuestras libertades. Es decir, las
medidas tomadas por la mayoría de los estados y con un retraso
considerable, para prevenir la propagación de un virus que
potencialmente puede matar al menos al uno por ciento de la población
humana, podrían implementar el siguiente nivel de “excepción”.
Agamben nos pide que elijamos entre “la excepción” y lo regular,
mientras que su preocupación es la regularización de la
excepción. [2] Desde entonces, Jean-Luc Nancy ha respondido a esta
objeción observando que hoy solo hay excepciones, es decir, todo lo que
una vez consideramos regular se ha roto [3]. Deleuze en su texto final se
referiría a lo que nos llama al final de todos los juegos de regularidades y
excepciones como “una vida”; [4] es decir, uno es tomado por la
responsabilidad cuando uno se enfrenta a una vida individual que ha sido
capturada por la muerte. La muerte y la responsabilidad van juntas.
Entonces, prestemos atención a la no excepcionalidad de las
excepciones. Hasta finales de 1800, las mujeres embarazadas ingresadas
en hospitales tendían a morir en grandes cantidades después de dar a
luz debido a la fiebre puerperal o infecciones posparto. En cierto
momento, un médico austriaco llamado Ignaz Semmelweis se dio cuenta
de que se debía a que las manos de los trabajadores médicos
transportaron patógenos de una autopsia al siguiente paciente, o del
útero de una mujer a la siguiente, causando infecciones y la muerte. La
solución propuesta por Semmelweis era lavarse las manos después de
cada contacto. Por esto fue tratado como una excepción y condenado
al ostracismo por la comunidad médica. Murió en un manicomio
Colegio de Sociólogos del Perú. 485
Lima – Perú, 2020.
sufriendo de septicemia, que posiblemente resultó de la golpiza de los
guardias. De hecho, hay sentidos interminables de excepciones. En el
caso de Semmelweis, la misma técnica para combatir la infección fue la
excepción. En su Política, Aristóteles discutió el caso del hombre
excepcional, como el que podía cantar mejor que el coro, que sería
condenado al ostracismo por ser un dios entre los hombres.
No hay un paradigma de excepción. La vía de una patología microbiana
es diferente de la de otra. Por ejemplo, los estafilococos viven dentro del
cuerpo humano sin causar ninguna dificultad, aunque desencadenan
infecciones cuando la respuesta de nuestro sistema inmunológico es
“excesiva”. En el extremo de las relaciones no patológicas, los
cloroplastos en las células de las plantas y las mitocondrias en las células
de nuestros cuerpos son antiguos y bien establecidos cohabitantes entre
diferentes especies. Sobre todo, los virus y las bacterias no “intentan”
matar a su huésped, ya que no siempre les interesa “destruir” [5] aquello
gracias a lo cual podrían sobrevivir. A largo plazo, millones de años del
tiempo de la naturaleza, “todo aprende a convivir”, o al menos obtener
equilibrios entre sí durante largos períodos. Este es el sentido biológico de
la temporalidad de la naturaleza.
En los últimos años, debido en parte a las prácticas agrícolas, los
microorganismos que solían vivir separados se unieron y comenzaron a
intercambiar material genético, a veces solo fragmentos de ADN y ARN.
Cuando estos organismos dan el “salto” a los seres humanos, a veces
originan desastres para nosotros. Nuestros sistemas inmunes encuentran
impactantes a estos nuevos entrantes y luego tienden a exagerar sus
recursos desarrollando inflamaciones y fiebres que a menudo nos matan
a nosotros y a los microorganismos.
Etimológicamente, “virus” [6] está relacionado con el veneno. Es veneno
en el sentido de que para cuando cierto virus nuevo encuentre un
acuerdo negociado con animales humanos, ya nos habremos ido. Es
decir, que todo se puede pensar bajo el modelo del “pharmakon” (tanto
veneno como cura) si tomamos como referencia el tiempo de la
naturaleza. Sin embargo, la distinción entre medicina y veneno en la
mayoría de los casos se refiere al tiempo de los humanos, el animal
extraño. Lo que se denomina “biopolítica” toma una posición desde la
asunción de la temporalidad de la naturaleza, y por lo tanto descuida lo
que es un desastre en vista de nuestro interés en – nuestra responsabilidad
por – “una vida”; es decir, la vida de todos los que están en peligro
muriendo por contraer el virus.
Aquí radica el quid del problema: hemos podido determinar los
“intereses” de nuestro sistema inmunológico al constituir excepciones en
la naturaleza, incluso a través del método Semmelweis de lavado de
manos y vacunas. Nuestro tipo de animal no tiene épocas biológicas a su
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Lima – Perú, 2020.
disposición para perfeccionar cada intervención. Por lo tanto, nosotros
también, como la naturaleza, cometemos errores de codificación y
mutaciones en la naturaleza, respondiendo a cada exigencia de la mejor
manera posible. Como señaló Nancy, el hombre como este creador-de-
excepciones-técnicas que es extraño para sí mismo, fue pensado desde
el principio por Sófocles en su oda al hombre. En consecuencia, a
diferencia del tiempo de la naturaleza, los humanos están preocupados
por este momento, que debe ser llevado al siguiente momento, con la
sensación de que somos los abandonados: aquellos que están malditos
por preguntar por “el por qué” de su ser, pero sin tener los medios para
pregúntalo. O, como Nancy lo calificó en una correspondencia personal,
“abandonado por nada”. El poder de este “abandono” es diferente a los
abandonos constituidos por la ausencia de cosas particulares entre sí.
Este abandono exige, como descubrimos con Deleuze, que prestemos
atención a cada vida como algo valioso, al mismo tiempo que sabemos
que en las comunidades de los abandonados podemos experimentar el
llamado de la vida individual abandonada a la que solo podemos
atender. En otra parte, hemos denominado a la experiencia de este
llamado de los abandonados, y la posible emergencia de su comunidad
de la metafísica y la hipofísica, “anastasis”. [7]
Notas:
[1] Coincidentemente, el nombre del virus “corona” es la metonimia de la
soberanía.
[2] Lo cual, por supuesto, ha sido percibido como una no elección por la
mayoría de los gobiernos desde 2001 para asegurar todas las relaciones sociales
en nombre del terrorismo. La tendencia notable en estos casos es que la
titulización del estado es proporcional a la corporatización de casi todas las
funciones estatales.
[3] Véase Jean-Luc Nancy, L’Intrus (París: Galilée, 2000).
[4] Ver Gilles Deleuze, “L’immanence: une vie”, en Philosophie 47 (1995).
[5] Es ridículo atribuir un interés a un microorganismo, y las aclaraciones podrían
tomar mucho más espacio del que permite esta intervención. Al mismo tiempo,
hoy es imposible determinar el “interés del hombre”.
[6] Debemos tener en cuenta que existen “virus” en la línea crítica entre vivos y
no vivos.
[7] En Shaj Mohan y Divya Dwivedi, Gandhi y Philosophy: On Theological Anti-
Politics, prólogo de Jean-Luc Nancy (Londres: Bloomsbury Academic, 2019).
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Lima – Perú, 2020.
CONTAGIO*
Giorgio Agamben
11 / 03 / 2020
El aislamiento gubernamental en Italia continúa y Giorgio Agamben
vuelve a publicar en su columna Una voce (11 de marzo de 2020) un
artículo sobre una vieja figura de la historia de Occidente y la
generalización de un modelo de relaciones humanas basadas en la
separación.
¡Al untador! ¡Ahí! ¡Ahí! ¡Ahí, al untador!
Alessandro Manzoni, Los novios
Una de las consecuencias más deshumanas del pánico que se busca por
todos los medios propagar en Italia durante la llamada epidemia del
coronavirus es la idea misma del contagio, que está a la base de las
medidas excepcionales de emergencia adoptadas por el gobierno. La
idea, que era ajena a la medicina hipocrática, tuvo su primer precursor
inconsciente durante las plagas que asolaron algunas ciudades italianas
entre 1500 y 1600. Se trata de la figura del untore, el untador,
inmortalizada por Manzoni tanto en su novela como en el ensayo sobre
la Historia de la columna infame. Una «grida» milanesa para la peste de
1576 los describe así, invitando a los ciudadanos a denunciarlos:
Habiendo llegado a la noticia del gobernador que algunas personas con
débil celo de caridad y para sembrar el terror y el espanto en el pueblo y
los habitantes de esta ciudad de Milán, y para excitarlos a algún tumulto,
van ungiendo con untos, que dicen pestíferos y contagiosos, las puertas
y las cerraduras de las casas y los cantones de los distritos de dicha
ciudad y otros lugares del Estado, con el pretexto de llevar la peste a lo
privado y a lo público, de lo que resultan muchos inconvenientes, y no
poca alteración entre la gente, más aún para aquellos que fácilmente se
persuaden a creer tales cosas, se entiende por su parte a cada persona
de cualquier calidad, estado, grado y condición, que en el plazo de
cuarenta días dejará claro a la persona o personas que han favorecido,
ayudado o sabido de tal insolencia, si le darán quinientos escudos…
*Fuente: https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1344
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Lima – Perú, 2020.
Dadas las debidas diferencias, las recientes disposiciones (adoptadas por
el gobierno con decretos que quisiéramos esperar —pero es una ilusión—
que no fueron ratificados por el parlamento en leyes en los términos
previstos) transforman de hecho a cada individuo en un potencial
untador, de la misma manera que las que se ocupan del terrorismo
consideran de hecho y de derecho a cada ciudadano como un terrorista
en potencia. La analogía es tan clara que el untador potencial que no
se atiene a las prescripciones es castigado con la cárcel. Particularmente
invisible es la figura del portador sano o precoz, que contagia a una
multiplicidad de individuos sin que uno se pueda defender de él, como
uno se podía defender del untador.
Aún más tristes que las limitaciones de las libertades implícitas en las
disposiciones es, en mi opinión, la degeneración de las relaciones entre
los hombres que ellas pueden producir. El otro hombre, quienquiera que
sea, incluso un ser querido, no debe acercarse o tocarse y debemos
poner entre nosotros y él una distancia que según algunos es de un metro,
pero según las últimas sugerencias de los llamados expertos debería ser
de 4.5 metros (¡esos cincuenta centímetros son interesantes!). Nuestro
prójimo ha sido abolido. Es posible, dada la inconsistencia ética de
nuestros gobernantes, que estas disposiciones se dicten en quienes las
han tomado por el mismo temor que pretenden provocar, pero es difícil
no pensar que la situación que crean es exactamente la que los que nos
gobiernan han tratado de realizar repetidamente: que las universidades
y las escuelas se cierren de una vez por todas y que las lecciones sólo se
den en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por razones políticas o
culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales, que en la medida de
lo posible las máquinas sustituyan todo contacto —todo contagio— entre
los seres humanos.
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Lima – Perú, 2020.
ACLARACIONES*
Giorgio Agamben
Dialektica: 17 / 03 / 2020
Un periodista italiano se ha propuesto, según el buen uso de su profesión,
distorsionar y falsificar mis consideraciones sobre la confusión ética en la
que la epidemia está arrojando al país, en el que ya no hay ni siquiera
consideración por los muertos. Así como no merece ser mencionado su
nombre, tampoco vale la pena rectificar las obvias manipulaciones.
Quien quiera leer mi texto Contagio puede leerlo en el sitio de la editorial
Quodlibet. Más bien público aquí algunas otras reflexiones, que, a pesar
de su claridad, presumiblemente también serán falsificadas.
El miedo es un mal consejero, pero hace que aparezcan muchas cosas
que uno pretende no ver. Lo primero que muestra claramente la ola de
pánico que ha paralizado al país es que nuestra sociedad ya no cree en
nada más que en la nuda vida. Es evidente que los italianos están
dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las condiciones normales de
vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos
y las convicciones religiosas y políticas ante el peligro de caer enfermos.
La nuda vida —y el miedo a perderla— no es algo que una a los hombres,
sino que los ciega y los separa. Los demás seres humanos, como en la
peste descrita por Manzoni, se ven ahora sólo como posibles untadores
que hay que evitar a toda costa y de los que hay que guardar una
distancia de al menos un metro. Los muertos —nuestros muertos— no
tienen derecho a un funeral y no está claro qué pasa con los cadáveres
de las personas que nos son queridas.
Nuestro prójimo ha sido cancelado y es curioso que las iglesias guarden
silencio al respecto. ¿Qué pasa con las relaciones humanas en un país
que se acostumbra a vivir de esta manera por quién sabe cuánto
tiempo? ¿Y qué es una sociedad que no tiene más valor que la
supervivencia?
*Fuente: https://dialektika.org/2020/03/17/filosofia-coronavirus-dossier-poderes-del-
gobierno-la-libertad-individual/#index10
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Lima – Perú, 2020.
Lo segundo, no menos preocupante que lo primero, que la epidemia
deja aparecer con claridad es que el estado de excepción, al que los
gobiernos nos han acostumbrado desde hace mucho tiempo, se ha
convertido realmente en la condición normal.
Ha habido epidemias más graves en el pasado, pero a nadie se le había
ocurrido declarar por esto un estado de emergencia como el actual, que
incluso nos impide movernos. Los hombres se han acostumbrado tanto a
vivir en condiciones de crisis perpetua y de perpetua emergencia que no
parecen darse cuenta de que su vida se ha reducido a una condición
puramente biológica y ha perdido todas las dimensiones, no sólo sociales
y políticas, sino también humanas y afectivas. Una sociedad que vive en
un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre. De
hecho, vivimos en una sociedad que ha sacrificado la libertad a las
llamadas «razones de seguridad» y se ha condenado por esto a vivir en
un perpetuo estado de miedo e inseguridad.
No es sorprendente que por el virus se hable de guerra. Las medidas de
emergencia en realidad nos obligan a vivir bajo condiciones de toque
de queda. Pero una guerra con un enemigo invisible que puede acechar
a cualquier otro hombre es la más absurda de las guerras. Es, en verdad,
una guerra civil. El enemigo no está fuera, está dentro de nosotros.
Lo que preocupa es no tanto o no sólo el presente, sino lo que sigue. Así
como las guerras han llegado a la paz una serie de tecnologías nefastas,
desde el alambre de púas hasta las centrales nucleares, de la misma
manera es muy probable que se buscará continuar, incluso después de
la emergencia sanitaria, los experimentos que los gobiernos no habían
conseguido realizar antes: que las universidades y las escuelas cierren y
sólo den lecciones en línea, que dejemos de reunirnos y hablar por
razones políticas o culturales y sólo intercambiemos mensajes digitales,
que en la medida de lo posible las máquinas sustituyan todo contacto —
todo contagio— entre los seres humanos.
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Lima – Perú, 2020.
ACERCA DEL COVID-19: EL MONSTRUO FINALMENTE ESTÁ EN LA
PUERTA*
Mike Davis
Marzo 12, 2020
COVID-19 es finalmente el monstruo en la puerta. Los investigadores
trabajan día y noche para caracterizar el brote, pero se enfrentan a tres
grandes desafíos.
Primero, la continua escasez o falta de disponibilidad de los kits de prueba
ha vencido toda esperanza de contención. Además, evita estimaciones
precisas de parámetros clave como la tasa de reproducción, el tamaño
de la población infectada y el número de infecciones benignas. El
resultado es un caos en los números.
Sin embargo, hay datos más confiables sobre el impacto del virus en
ciertos grupos en algunos países. Es sumamente aterrador. Italia y Gran
Bretaña, por ejemplo, informan una tasa de mortalidad mucho más alta
entre las personas mayores de 65 años. La "gripe corona" que Trump
provoca, es un peligro sin precedentes para las poblaciones geriátricas,
con un número potencial de muertes del orden de millones.
En segundo lugar, como las gripes anuales, este virus está mutando a
medida que atraviesa poblaciones con diferentes composiciones de
edad e inmunidades adquiridas. La variedad que los estadounidenses
tienen más probabilidades de obtener ya es ligeramente diferente de la
del brote original en Wuhan. Una mutación adicional podría ser trivial, o
podría alterar la distribución actual de la virulencia que aumenta con la
edad, con bebés y niños pequeños que muestran un escaso riesgo de
infección grave, mientras que los octogenarios enfrentan un peligro
mortal de neumonía viral.
*Fuente: http://links.org.au/mike-davis-covid-19-monster-finally-at-the-door Traducción:
Guillermo Rochabrún.
Colegio de Sociólogos del Perú. 492
Lima – Perú, 2020.
Tercero, incluso si el virus permaneciera estable y con poca mutación, su
impacto en las cohortes de menores de 65 años puede diferir
radicalmente en los países pobres y entre los grupos de alta pobreza.
Consideremos la experiencia global de la gripe española en 1918-19, que
se estima que mató del 1 al 2 por ciento de la humanidad. A diferencia
del virus corona, fue más mortal para los adultos jóvenes. Esto a menudo
se ha explicado como resultado de sus sistemas inmunes relativamente
más fuertes, que reaccionaron de forma exagerada a la infección al
desatar "tormentas de citoquinas" mortales contra las células pulmonares.
El H1N1 original encontró notoriamente un nicho favorable en los
campamentos del ejército y las trincheras del campo de batalla, donde
puso fuera de combate a decenas de miles de jóvenes soldados. El
colapso de la gran ofensiva alemana de primavera de 1918, y por lo tanto
el resultado de la guerra, se atribuyó al hecho de que los Aliados, en
contraste con su enemigo, pudieron reponer a sus maltrechos ejércitos
con tropas estadounidenses recién llegadas.
Sin embargo, rara vez se aprecia que el 60% de la mortalidad mundial se
produjo en el oeste de la India, donde las exportaciones de granos a
Gran Bretaña y las brutales prácticas de requisición, coincidieron con una
gran sequía. La escasez de alimentos resultante llevó a millones de pobres
al borde de la inanición. Se convirtieron en víctimas de una sinergia
siniestra entre la desnutrición, que suprimió su respuesta inmunológica a
la infección, y una neumonía bacteriana y viral desenfrenada. En otro
caso, el Irán ocupado por los británicos, varios años de sequía, cólera y
escasez de alimentos, seguido de un brote generalizado de malaria,
preparó la muerte de una quinta parte de la población.
Esta historia, especialmente las consecuencias desconocidas de las
interacciones con la desnutrición y las infecciones existentes, debería
advertirnos de que COVID-19 podría tomar un camino diferente y más
mortal en los barrios marginales de África y el sur de Asia. El peligro para
los pobres del mundo ha sido ignorado casi por completo por los
periodistas y los gobiernos occidentales. El único artículo publicado que
he visto afirma que debido a que la población urbana de África
Occidental es la más joven del mundo, la pandemia debería tener un
impacto leve. A la luz de la experiencia de 1918, esta es una
extrapolación tonta. Nadie sabe lo que sucederá en las próximas
semanas en Lagos, Nairobi, Karachi o Kolkata. La única certeza es que los
países ricos y las clases ricas se concentrarán en salvarse a sí mismos,
excluyendo la solidaridad internacional y la ayuda médica. Muros, no
vacunas: ¿podría haber una plantilla más malvada para el futuro?
Dentro de un año podremos mirar retrospectivamente con admiración el
éxito de China en contener la pandemia, pero ver con horror el fracaso
de los Estados Unidos. (Estoy suponiendo heroicamente que la
declaración china de una transmisión rápidamente declinante es más o
Colegio de Sociólogos del Perú. 493
Lima – Perú, 2020.
menos precisa). La incapacidad de nuestras instituciones para mantener
cerrada la caja de Pandora, por supuesto, no es una sorpresa. Desde el
año 2000 hemos visto repetidamente retrocesos en la atención médica
de primera línea.
Por ejemplo, la temporada de gripe 2018 sobrepasó a los hospitales de
todo el país, revelando la sorprendente escasez de camas de hospital
después de veinte años de reducciones de la capacidad de
hospitalización con fines de lucro (la versión industrial de la
“administración de inventario justo a tiempo”). Los cierres de hospitales
privados y de caridad y la escasez de enfermería, igualmente aplicada
por la lógica del mercado, han devastado los servicios de salud en las
comunidades más pobres y en las zonas rurales, transfiriendo la carga a
los hospitales públicos y las instalaciones de VA con fondos insuficientes.
Las condiciones de la sala de emergencias en tales instituciones ya no
pueden hacer frente a las infecciones estacionales, entonces, ¿cómo
enfrentarán una sobrecarga inminente de casos críticos?
Estamos en las primeras etapas de una Katrina médica. A pesar de años
de advertencias sobre la gripe aviar y otras pandemias, los inventarios de
equipos básicos de emergencia, como los respiradores, no son suficientes
para lidiar con la inundación esperada de casos críticos. Los sindicatos
de enfermeras militantes en California y otros estados se están
asegurando de que todos comprendamos los graves peligros creados
por las reservas inadecuadas de suministros de protección esenciales,
como las mascarillas N95. Aún más vulnerables, por ser invisibles, son los
cientos de miles de trabajadores de atención domiciliaria y personal de
hogares de ancianos, con bajos salarios y exceso de trabajo.
La rama de hogares de ancianos y atención asistida, que alberga a 2.5
millones de estadounidenses de edad avanzada, la mayoría de ellos con
Medicare, ha sido durante mucho tiempo un escándalo nacional. Según
el New York Times, un increíble número de 380,000 pacientes de hogares
de ancianos muere cada año por la negligencia de las instalaciones de
los procedimientos básicos de control de infecciones. Muchos albergues,
particularmente en los estados del sur, encuentran más barato pagar las
multas por violaciones sanitarias, que contratar personal adicional y
brindarles la capacitación adecuada. Ahora, como advierte el ejemplo
de Seattle, docenas, quizás cientos más de hogares de ancianos se
convertirán en focos de coronavirus, y sus trabajadores con salario
mínimo elegirán racionalmente proteger a sus propias familias al
quedarse en casa. En tal caso el sistema podría colapsar, y no
deberíamos esperar que la Guardia Nacional vacíe las sábanas.
El brote ha expuesto súbitamente la marcada división de clases en el
cuidado de la salud: aquellos con buenos planes de salud, que también
pueden trabajar o enseñar desde casa, están cómodamente aislados
Colegio de Sociólogos del Perú. 494
Lima – Perú, 2020.
siempre que cumplan con precauciones prudentes. Los empleados
públicos y otros grupos de trabajadores, sindicalizados, con cobertura
decente, deberán tomar decisiones difíciles entre recibir ingresos y
protegerse. Mientras tanto, millones de trabajadores de bajos salarios,
empleados agrícolas, trabajadores temporales sin cobertura,
desempleados y personas sin hogar, serán arrojados a los lobos. Incluso si
Washington finalmente resuelve el fiasco de las pruebas, y proporciona
un número adecuado de kits, los no asegurados aún tendrán que pagar
a los médicos u hospitales por la aplicación de éstas. En general, las
facturas médicas familiares se dispararán al mismo tiempo que millones
de trabajadores están perdiendo sus empleos y el seguro proporcionado
por su empleador. ¿Podría haber un caso más fuerte y más urgente a
favor de Medicare para Todos?
Pero la cobertura universal es solo un primer paso. Es decepcionante, por
decir lo menos, que en los debates primarios ni Sanders ni Warren hayan
destacado la abdicación de Big Pharma de la investigación y el
desarrollo de nuevos antibióticos y antivirales. De las 18 compañías
farmacéuticas más grandes, 15 han abandonado totalmente el campo.
Los medicamentos para el corazón, los tranquilizantes adictivos y los
tratamientos para la impotencia masculina son líderes en ganancias; no
las defensas contra las infecciones hospitalarias, las enfermedades
emergentes y los asesinos tropicales tradicionales. Una vacuna universal
contra la influenza -es decir, una vacuna que se dirige a las partes
inmutables de las proteínas de la superficie del virus-, ha sido una
posibilidad durante décadas, pero nunca una prioridad rentable.
A medida que la revolución antibiótica se revierta, reaparecerán viejas
enfermedades junto con nuevas infecciones, y los hospitales se
convertirán en osarios. Incluso Trump puede oponerse de manera
oportunista a costos de recetas absurdos, pero necesitamos una visión
más audaz que busque romper los monopolios farmacéuticos, y
proporcionar al público la producción de medicamentos vitales. (Este
solía ser el caso: durante la Segunda Guerra Mundial, el Ejército alistó a
Jonas Salk y otros investigadores para desarrollar la primera vacuna
contra la gripe). Como escribí hace quince años, en mi libro The Monster
at Our Door - The Global Threat of Avian Flu:
“El acceso a medicamentos vitales, incluidas vacunas, antibióticos y
antivirales, debe ser un derecho humano, disponible universalmente sin
costo alguno. Si los mercados no pueden proporcionar incentivos para
producir dichos medicamentos a bajo costo, los gobiernos y las
organizaciones sin fines de lucro deberían asumir la responsabilidad de su
fabricación y distribución. La supervivencia de los pobres debe
considerarse en todo momento una prioridad más alta que las ganancias
de Big Pharma”.
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Lima – Perú, 2020.
La pandemia actual amplía el argumento: la globalización capitalista
ahora parece ser biológicamente insostenible en ausencia de una
verdadera infraestructura de salud pública internacional. Pero tal
infraestructura nunca existirá hasta que los movimientos de las personas
rompan el poder de Big Pharma y la atención médica con fines de lucro.
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Lima – Perú, 2020.
PLAGADOS POR EL TRUMPISMO*
Joseph Stiglitz
Project Syndicate: 09 / 03 / 2020
Como educador, siempre estoy buscando “momentos enseñables” –
episodios actuales que ilustren y reafirmen los principios sobre los que he
venido enseñando-. Y no hay nada como una pandemia para centrar la
atención en lo que realmente importa.
La crisis del COVID-19 es rica en lecciones, especialmente para Estados
Unidos. Una moraleja es que los virus no andan con pasaportes; de
hecho, no respetan en absoluto las fronteras nacionales –o la retórica
nacionalista-. En nuestro mundo estrechamente integrado, una
enfermedad contagiosa que se origina en un país puede volverse global,
y lo hará.
La propagación de las enfermedades es un efecto colateral negativo de
la globalización. Cuando surgen crisis transfronterizas como ésta, exigen
una respuesta global y cooperativa, como en el caso del cambio
climático. Al igual que los virus, las emisiones de gases de efecto
invernadero están causando estragos e imponiendo enormes costos a los
países en todo el mundo a través del daño causado por el calentamiento
global y los episodios de clima extremo asociados.
Ninguna administración presidencial norteamericana ha hecho más para
minar la cooperación global y el papel del gobierno que la de Donald
Trump. Sin embargo, cuando enfrentamos una crisis como una epidemia
o un huracán, recurrimos al gobierno, porque sabemos que esos
acontecimientos exigen una acción colectiva. No podemos hacerles
frente por cuenta propia; tampoco podemos depender del sector
privado. Muy a menudo, las empresas que maximizan las ganancias
verán en las crisis oportunidades para hacer subir los precios, como ya se
evidencia en el alza de los precios de las mascarillas faciales.
*Fuente: https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-coronavirus-failure-of-
small-government-by-joseph-e-stiglitz-2020-03/spanish
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Lima – Perú, 2020.
Desafortunadamente, desde la administración del presidente
norteamericano Ronald Reagan, el mantra en Estados Unidos ha sido que
“el gobierno no es la solución a nuestros problemas, el gobierno es el
problema”. Tomarse ese mantra en serio es un callejón sin salida, pero
Trump ha avanzado por ese camino más que cualquier otro líder político
norteamericano que se recuerde.
En el centro de la respuesta estadounidense a la crisis del COVID-19 está
una de las instituciones científicas más venerables del país, los Centros
para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), donde
tradicionalmente han trabajado profesionales comprometidos,
experimentados y altamente entrenados. Para Trump, el político más
ignorante de todos, estos expertos plantean un serio problema, porque lo
contradirán cada vez que intente inventar hechos para satisfacer sus
propios intereses.
La fe puede ayudarnos a lidiar con las muertes causadas por una
epidemia, pero no es un sustituto del conocimiento médico y científico.
La fuerza de voluntad y las oraciones no sirvieron de nada para contener
la Peste Negra en la Edad Media. Afortunadamente, la humanidad ha
hecho enormes progresos científicos desde entonces. Cuando apareció
la cepa del COVID-19, los científicos rápidamente pudieron analizarla,
someterla a pruebas, rastrear sus mutaciones y empezar a trabajar en una
vacuna. Si bien todavía hay mucho que aprender sobre el nuevo
coronavirus y sus efectos en los seres humanos, sin la ciencia, estaríamos
completamente a su merced, y ya habría cundido el pánico.
La investigación científica exige recursos. Pero la mayoría de los mayores
progresos científicos en los últimos años han costado monedas en
comparación con la generosidad impartida por Trump a nuestras
corporaciones más ricas y los recortes impositivos de 2017 de los
congresistas republicanos. Por cierto, nuestras inversiones en ciencia
también languidecen en comparación con los posibles costos de la
última epidemia para la economía, para no mencionar las pérdidas de
las bolsas.
De todos modos, como señala Linda Bilmes de la Escuela Kennedy de
Harvard, la administración Trump ha propuesto recortes al financiamiento
de los CDC año tras año (10% en 2018, 19% en 2019). A comienzos de este
año, Trump, dando muestras del peor sentido de la oportunidad
imaginable, exigió un recorte del 20% del gasto en programas para
combatir enfermedades infecciosas y zoonóticas (es decir, patógenos
como los coronavirus, que se originan en animales y saltan a los seres
humanos). Y en 2018, eliminó la junta directiva de seguridad sanitaria y
biodefensa global del Consejo Nacional de Seguridad.
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Lima – Perú, 2020.
No sorprende que la administración haya demostrado estar mal
preparada para lidiar con el brote. Si bien el COVID-19 alcanzó
proporciones epidémicas hace unas semanas, Estados Unidos ha dado
muestras de una capacidad de diagnóstico insuficiente (inclusive
comparado con un país mucho más pobre como Corea del Sur) y de
procedimientos y protocolos inadecuados para tratar a los viajeros
potencialmente expuestos que regresaban del exterior.
Esta respuesta mediocre debería servir como otro recordatorio de que
más vale prevenir que curar. Pero la panacea universal de Trump para
cualquier amenaza económica consiste simplemente en exigir más
flexibilización de la política monetaria y recortes impositivos
(normalmente para los ricos), como si recortar las tasas de interés fuera
todo lo que se necesita para generar otro auge del mercado bursátil.
Hoy es mucho menos probable que este tratamiento de curandero
funcione como lo hizo en 2017, cuando los recortes impositivos crearon
un estímulo económico de corto plazo que ya se había desvanecido
cuando entramos en 2020. Con tantas empresas norteamericanas que
enfrentan alteraciones de las cadenas de suministro, es difícil imaginar
que de pronto decidieran hacer inversiones importantes sólo porque las
tasas de interés fueron recortadas 50 puntos básicos (suponiendo, por
empezar, que los bancos comerciales trasladaran los recortes).
Peor aún, los costos totales de la epidemia para Estados Unidos todavía
se desconocen, particularmente si no se contiene el virus. A falta de una
licencia paga por enfermedad, muchos trabajadores infectados a los
que ya les cuesta llegar a fin de mes van a presentarse a trabajar de
cualquier manera. Y a falta de un seguro de salud adecuado, se
mostrarán reacios a realizarse estudios y solicitar tratamiento, para que no
les lleguen facturas médicas gigantescas. No debería subestimarse la
cantidad de norteamericanos vulnerables. En la administración Trump, las
tasas de morbilidad y de mortalidad están en aumento, y unos 37 millones
de personas regularmente padecen hambre.
Todos estos riesgos aumentarán si cunde el pánico. Para impedir que esto
suceda hace falta confianza, particularmente en quienes tienen la tarea
de informar a la población y responder a la crisis. Pero Trump y el Partido
Republicano han venido sembrando desconfianza hacia el gobierno, la
ciencia y los medios durante años, mientras que les dieron rienda suelta
a gigantes de las redes sociales ávidos de ganancias como Facebook,
que a sabiendas permite que su plataforma sea utilizada para propagar
desinformación. La ironía perversa es que la respuesta torpe de la
administración Trump minará la confianza en el gobierno aún más.
Estados Unidos debería haber empezado a prepararse para los riesgos de
la pandemia y del cambio climático hace años. Solo una gobernanza
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Lima – Perú, 2020.
basada en ciencia sólida puede protegernos de estas crisis. Ahora que
ambas amenazas penden sobre nosotros, es de esperar que en el
gobierno todavía queden suficientes burócratas y científicos dedicados
que nos protejan de Trump y de sus secuaces incompetentes.
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APRENDIENDO DEL VIRUS*
Paúl B. Preciado
El País: 28 / 03 / 2020
La gestión política de las epidemias pone en escena la utopía de
comunidad y las fantasías inmunitarias de una sociedad, externalizando
sus sueños de omnipotencia de su soberanía política
Si Michel Foucault hubiera sobrevivido al azote del sida y hubiera resistido
hasta la invención de la triterapia tendría hoy 93 años: ¿habría aceptado
de buen grado haberse encerrado en su piso de la rue Vaugirard? El
primer filósofo de la historia en morir de las complicaciones generadas
por el virus de inmunodeficiencia adquirida, nos ha legado algunas de las
nociones más eficaces para pensar la gestión política de la epidemia
que, en medio del pánico y la desinformación, se vuelven tan útiles como
una buena mascarilla cognitiva.
Lo más importante que aprendimos de Foucault es que el cuerpo vivo (y
por tanto mortal) es el objeto central de toda política. Il n’y a pas de
politique qui ne soit pas une politique des corps (no hay política que no
sea una política de los cuerpos). Pero el cuerpo no es para Foucault un
organismo biológico dado sobre el que después actúa el poder. La tarea
misma de la acción política es fabricar un cuerpo, ponerlo a trabajar,
definir sus modos de reproducción, prefigurar las modalidades del
discurso a través de las que ese cuerpo se ficcionaliza hasta ser capaz de
decir “yo”. Todo el trabajo de Foucault podría entenderse como un
análisis histórico de las distintas técnicas a través de las que el poder
gestiona la vida y la muerte de las poblaciones. Entre 1975 y 1976, los años
en los que publicó Vigilar y castigar y el primer volumen de la Historia de
la sexualidad, Foucault utilizó la noción de “biopolítica” para hablar de
una relación que el poder establecía con el cuerpo social en la
modernidad. Describió la transición desde lo que él llamaba una
“sociedad soberana” hacia una “sociedad disciplinaria” como el paso
desde una sociedad que define la soberanía en términos de decisión y
ritualización de la muerte a una sociedad que gestiona y maximiza la vida
*Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html
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Lima – Perú, 2020.
de las poblaciones en términos de interés nacional. Para Foucault, las
técnicas gubernamentales biopolíticas se extendían como una red de
poder que desbordaba el ámbito legal o la esfera punitiva convirtiéndose
en una fuerza “somatopolítica”, una forma de poder espacializado que
se extendía en la totalidad del territorio hasta penetrar en el cuerpo
individual.
Durante y después de la crisis del sida, numerosos autores ampliaron y
radicalizaron las hipótesis de Foucault y sus relaciones con las políticas
inmunitarias. El filósofo italiano Roberto Espósito analizó las relaciones
entre la noción política de “comunidad” y la noción biomédica y
epidemiológica de “inmunidad”. Comunidad e inmunidad comparten
una misma raíz, munus, en latín el munus era el tributo que alguien debía
pagar por vivir o formar parte de la comunidad. La comunidad
es cum (con) munus (deber, ley, obligación, pero también ofrenda): un
grupo humano religado por una ley y una obligación común, pero
también por un regalo, por una ofrenda. El sustantivo inmunitas, es un
vocablo privativo que deriva de negar el munus. En el derecho romano,
la inmunitas era una dispensa o un privilegio que exoneraba a alguien de
los deberes societarios que son comunes a todos. Aquel que había sido
exonerado era inmune. Mientras que aquel que estaba desmunido era
aquel al que se le había retirado todos los privilegios de la vida en
comunidad.
Roberto Espósito nos enseña que toda biopolítica es inmunológica:
supone una definición de la comunidad y el establecimiento de una
jerarquía entre aquellos cuerpos que están exentos de tributos (los que
son considerados inmunes) y aquellos que la comunidad percibe como
potencialmente peligrosos (los demuni) y que serán excluidos en un acto
de protección inmunológica. Esa es la paradoja de la biopolítica: todo
acto de protección implica una definición inmunitaria de la comunidad
según la cual esta se dará a sí misma la autoridad de sacrificar otras vidas,
en beneficio de una idea de su propia soberanía. El estado de excepción
es la normalización de esta insoportable paradoja.
El virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que
replicar y extender a toda la población, las formas dominantes de
gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban trabajando
sobre el territorio nacional.
A partir del siglo XIX, con el descubrimiento de la primera vacuna
antivariólica y los experimentos de Pasteur y Koch, la noción de
inmunidad migra desde el ámbito del derecho y adquiere una
significación médica. Las democracias liberales y patriarco-coloniales
Europeas del siglo XIX construyen el ideal del individuo moderno no solo
como agente (masculino, blanco, heterosexual) económico libre, sino
también como un cuerpo inmune, radicalmente separado, que no debe
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Lima – Perú, 2020.
nada a la comunidad. Para Espósito, el modo en el que la Alemania nazi
caracterizó a una parte de su propia población (los judíos, pero también
los gitanos, los homosexuales, los personas con discapacidad) como
cuerpos que amenazaban la soberanía de la comunidad aria es un
ejemplo paradigmático de los peligros de la gestión inmunitaria. Esta
comprensión inmunológica de la sociedad no acabó con el nazismo, sino
que, al contrario, ha pervivido en Europa legitimando las políticas
neoliberales de gestión de sus minorías racializadas y de las poblaciones
migrantes. Es esta comprensión inmunológica la que ha forjado la
comunidad económica europea, el mito de Shengen y las técnicas de
Frontex en los últimos años.
En 1994, en Flexible Bodies, la antropóloga de la Universidad de Princeton
Emily Martin analizó la relación entre inmunidad y política en la cultura
americana durante las crisis de la polio y el sida. Martin llegó a algunas
conclusiones que resultan pertinentes para analizar la crisis actual. La
inmunidad corporal, argumenta Martin, no es solo un mero hecho
biológico independiente de variables culturales y políticas. Bien al
contrario, lo que entendemos por inmunidad se construye
colectivamente a través de criterios sociales y políticos que producen
alternativamente soberanía o exclusión, protección o estigma, vida o
muerte.
Si volvemos a pensar la historia de algunas de las epidemias mundiales
de los cinco últimos siglos bajo el prisma que nos ofrecen Michel Foucault,
Roberto Espósito y Emily Martin es posible elaborar una hipótesis que
podría tomar la forma de una ecuación: dime cómo tu comunidad
construye su soberanía política y te diré qué formas tomarán tus
epidemias y cómo las afrontarás.
Las distintas epidemias materializan en el ámbito del cuerpo individual las
obsesiones que dominan la gestión política de la vida y de la muerte de
las poblaciones en un periodo determinado. Por decirlo con términos de
Foucault, una epidemia radicaliza y desplaza las técnicas biopolíticas
que se aplican al territorio nacional hasta al nivel de la anatomía política,
inscribiéndolas en el cuerpo individual. Al mismo tiempo, una epidemia
permite extender a toda la población las medidas de “inmunización”
política que habían sido aplicadas hasta ahora de manera violenta
frente aquellos que habían sido considerados como “extranjeros” tanto
dentro como en los límites del territorio nacional.
La gestión política de las epidemias pone en escena la utopía de
comunidad y las fantasías inmunitarias de una sociedad, externalizando
sus sueños de omnipotencia (y los fallos estrepitosos) de su soberanía
política. La hipótesis de Michel Foucault, Roberto Espósito y de Emily
Martin nada tiene que ver con una teoría de complot. No se trata de la
idea ridícula de que el virus sea una invención de laboratorio o un plan
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Lima – Perú, 2020.
maquiavélico para extender políticas todavía más autoritarias. Al
contrario, el virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que
replicar, materializar, intensificar y extender a toda la población, las
formas dominantes de gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban
trabajando sobre el territorio nacional y sus límites. De ahí que cada
sociedad pueda definirse por la epidemia que la amenaza y por el modo
de organizarse frente a ella.
Pensemos, por ejemplo, en la sífilis. La epidemia golpeó por primera vez a
la ciudad de Nápoles en 1494. La empresa colonial europea acababa
de iniciarse. La sífilis fue como el pistoletazo de salida de la destrucción
colonial y de las políticas raciales que vendrían con ellas. Los ingleses la
llamaron “la enfermedad francesa”, los franceses dijeron que era “el mal
napolitano” y los napolitanos que había venido de América: se dijo que
había sido traída por los colonizadores que habían sido infectados por los
indígenas… El virus, como nos enseñó Derrida, es, por definición, el
extranjero, el otro, el extraño. Infección sexualmente transmisible, la sífilis
materializó en los cuerpos de los siglos XVI al XIX las formas de represión y
exclusión social que dominaban la modernidad patriarcocolonial: la
obsesión por la pureza racial, la prohibición de los así llamados
“matrimonios mixtos” entre personas de distinta clase y “raza” y las
múltiples restricciones que pesaban sobre las relaciones sexuales y
extramatrimoniales.
Lo que estará en el centro del debate durante y después de esta
crisis es cuáles serán las vidas que estaremos dispuestos a salvar y
cuáles serán sacrificadas
La utopía de comunidad y el modelo de inmunidad de la sífilis es el del
cuerpo blanco burgués sexualmente confinado en la vida matrimonial
como núcleo de la reproducción del cuerpo nacional. De ahí que la
prostituta se convirtiera en el cuerpo vivo que condensó todos los
significantes políticos abyectos durante la epidemia: mujer obrera y a
menudo racializada, cuerpo externo a las regulaciones domésticas y del
matrimonio, que hacía de su sexualidad su medio de producción, la
trabajadora sexual fue visibilizada, controlada y estigmatizada como
vector principal de la propagación del virus. Pero no fue la represión de
la prostitución ni la reclusión de las prostitutas en burdeles nacionales
(como imaginó Restif de la Bretonne) lo que curó la sífilis. Bien al contrario.
La reclusión de las prostitutas solo las hizo más vulnerables a la
enfermedad. Lo que curó la sífilis fue el descubrimiento de los antibióticos
y especialmente de la penicilina en 1928, precisamente un momento de
profundas transformaciones de la política sexual en Europa con los
primeros movimientos de descolonización, el acceso de las mujeres
blancas al voto, las primeras despenalizaciones de la homosexualidad y
una relativa liberalización de la ética matrimonial heterosexual.
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Lima – Perú, 2020.
Medio siglo después, el sida fue a la sociedad neoliberal heteronormativa
del siglo XX lo que la sífilis había sido a la sociedad industrial y colonial. Los
primeros casos aparecieron en 1981, precisamente en el momento en el
que la homosexualidad dejaba de ser considerada como una
enfermedad psiquiátrica, después de que hubiera sido objeto de
persecución y discriminación social durante décadas. La primera fase de
la epidemia afectó de manera prioritaria a lo que se nombró entonces
como las 4 H: homosexuales, hookers —trabajadoras o trabajadores
sexuales—, hemofílicos y heroin users —heroinómanos—. El sida
remasterizó y reactualizó la red de control sobre el cuerpo y la sexualidad
que había tejido la sífilis y que la penicilina y los movimientos de
descolonización, feministas y homosexuales habían desarticulado y
transformado en los años sesenta y setenta. Como en el caso de las
prostitutas en la crisis de la sífilis, la represión de la homosexualidad sólo
causó más muertes. Lo que está transformando progresivamente el sida
en una enfermedad crónica ha sido la despatologización de la
homosexualidad, la autonomización farmacológica del Sur, la
emancipación sexual de las mujeres, su derecho a decir no a las
prácticas sin condón, y el acceso de la población afectada,
independientemente de su clase social o su grado de racialización, a las
triterapias. El modelo de comunidad/inmunidad del sida tiene que ver
con la fantasía de la soberanía sexual masculina entendida como
derecho innegociable de penetración, mientras que todo cuerpo
penetrado sexualmente (homosexual, mujer, toda forma de analidad) es
percibido como carente de soberanía.
Volvamos ahora a nuestra situación actual. Mucho antes de que hubiera
aparecido la Covid-19 habíamos ya iniciado un proceso de mutación
planetaria. Estábamos atravesando ya, antes del virus, un cambio social
y político tan profundo como el que afectó a las sociedades que
desarrollaron la sífilis. En el siglo XV, con la invención de la imprenta y la
expansión del capitalismo colonial, se pasó de una sociedad oral a una
sociedad escrita, de una forma de producción feudal a una forma de
producción industrial-esclavista y de una sociedad teocrática a una
sociedad regida por acuerdos científicos en el que las nociones de sexo,
raza y sexualidad se convertirían en dispositivos de control necro-
biopolítico de la población.
Hoy estamos pasando de una sociedad escrita a una sociedad ciberoral,
de una sociedad orgánica a una sociedad digital, de una economía
industrial a una economía inmaterial, de una forma de control
disciplinario y arquitectónico, a formas de control microprostéticas y
mediático-cibernéticas. En otros textos he
denominado farmacopornográfica al tipo de gestión y producción del
cuerpo y de la subjetividad sexual dentro de esta nueva configuración
política. El cuerpo y la subjetividad contemporáneos ya no son regulados
únicamente a través de su paso por las instituciones disciplinarias
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Lima – Perú, 2020.
(escuela, fábrica, caserna, hospital, etcétera) sino y sobre todo a través
de un conjunto de tecnologías biomoleculares, microprostéticas, digitales
y de transmisión y de información. En el ámbito de la sexualidad, la
modificación farmacológica de la conciencia y del comportamiento, la
mundialización de la píldora anticonceptiva para todas las “mujeres”, así
como la producción de la triterapias, de las terapias preventivas del sida
o el viagra son algunos de los índices de la gestión biotecnológica. La
extensión planetaria de Internet, la generalización del uso de tecnologías
informáticas móviles, el uso de la inteligencia artificial y de algoritmos en
el análisis de big data, el intercambio de información a gran velocidad y
el desarrollo de dispositivos globales de vigilancia informática a través de
satélite son índices de esta nueva gestión semiotio-técnica digital. Si las
he denominado pornográficas es, en primer lugar, porque estas técnicas
de biovigilancia se introducen dentro del cuerpo, atraviesan la piel, nos
penetran; y en segundo lugar, porque los dispositivos de biocontrol ya no
funcionan a través de la represión de la sexualidad (masturbatoria o no),
sino a través de la incitación al consumo y a la producción constante de
un placer regulado y cuantificable. Cuanto más consumimos y más sanos
estamos mejor somos controlados.
La mutación que está teniendo lugar podría ser también el paso de un
régimen patriarco-colonial y extractivista, de una sociedad
antropocéntrica y de una política donde una parte muy pequeña de la
comunidad humana planetaría se autoriza a sí misma a llevar a cabo
prácticas de predación universal, a una sociedad capaz de redistribuir
energía y soberanía. Desde una sociedad de energías fósiles a otra de
energías renovables. Está también en cuestión el paso desde un modelo
binario de diferencia sexual a un paradigma más abierto en el que la
morfología de los órganos genitales y la capacidad reproductiva de un
cuerpo no definan su posición social desde el momento del nacimiento;
y desde un modelo heteropatriarcal a formas no jerárquicas de
reproducción de la vida. Lo que estará en el centro del debate durante
y después de esta crisis es cuáles serán las vidas que estaremos dispuestos
a salvar y cuáles serán sacrificadas. Es en el contexto de esta mutación,
de la transformación de los modos de entender la comunidad (una
comunidad que hoy es la totalidad del planeta) y la inmunidad donde el
virus opera y se convierte en estrategia política.
Inmunidad y política de la frontera
Lo que ha caracterizado las políticas gubernamentales de los últimos 20
años, desde al menos la caída de las torres gemelas, frente a las ideas
aparentes de libertad de circulación que dominaban el neoliberalismo
de la era Thatcher, ha sido la redefinición de los estados-nación en
términos neocoloniales e identitarios y la vuelta a la idea de frontera física
como condición del restablecimiento de la identidad nacional y la
soberanía política. Israel, Estados Unidos, Rusia, Turquía y la Comunidad
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Lima – Perú, 2020.
Económica Europea han liderado el diseño de nuevas fronteras que por
primera vez después de décadas, no han sido solo vigiladas o
custodiadas, sino reinscritas a través de la decisión de elevar muros y
construir diques, y defendidas con medidas no biopolíticas, sino
necropolíticas, con técnicas de muerte.
La Covid-19 ha legitimado y extendido esas prácticas estatales de
biovigilancia y control digital normalizándolas y haciéndolas
“necesarias” para mantener una cierta idea de la inmunidad
Como sociedad europea, decidimos construirnos colectivamente como
comunidad totalmente inmune, cerrada a Oriente y al Sur, mientras que
Oriente y el Sur, desde el punto de vista de los recursos energéticos y de
la producción de bienes de consumo, son nuestro almacén. Cerramos la
frontera en Grecia, construimos los mayores centros de detención a cielo
abierto de la historia en las islas que bordean Turquía y el Mediterráneo y
fantaseamos que así conseguiríamos una forma de inmunidad. La
destrucción de Europa comenzó paradójicamente con esta
construcción de una comunidad europea inmune, abierta en su interior
y totalmente cerrada a los extranjeros y migrantes.
Lo que está siendo ensayado a escala planetaria a través de la gestión
del virus es un nuevo modo de entender la soberanía en un contexto en
el que la identidad sexual y racial (ejes de la segmentación política del
mundo patriarco-colonial hasta ahora) están siendo desarticuladas. La
Covid-19 ha desplazado las políticas de la frontera que estaban teniendo
lugar en el territorio nacional o en el superterritorio europeo hasta el nivel
del cuerpo individual. El cuerpo, tu cuerpo individual, como espacio vivo
y como entramado de poder, como centro de producción y consumo
de energía, se ha convertido en el nuevo territorio en el que las agresivas
políticas de la frontera que llevamos diseñando y ensayando durante
años se expresan ahora en forma de barrera y guerra frente al virus. La
nueva frontera necropolítica se ha desplazado desde las costas de
Grecia hasta la puerta del domicilio privado. Lesbos empieza ahora en la
puerta de tu casa. Y la frontera no para de cercarte, empuja hasta
acercarse más y más a tu cuerpo. Calais te explota ahora en la cara. La
nueva frontera es la mascarilla. El aire que respiras debe ser solo tuyo. La
nueva frontera es tu epidermis. El nuevo Lampedusa es tu piel.
Se reproducen ahora sobre los cuerpos individuales las políticas de la
frontera y las medidas estrictas de confinamiento e inmovilización que
como comunidad hemos aplicado durante estos últimos años a
migrantes y refugiados —hasta dejarlos fuera de toda comunidad—.
Durante años los tuvimos en el limbo de los centros de retención. Ahora
somos nosotros los que vivimos en el limbo del centro de retención de
nuestras propias casas.
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La biopolítica en la era ‘farmacopornográfica’
Las epidemias, por su llamamiento al estado de excepción y por la
inflexible imposición de medidas extremas, son también grandes
laboratorios de innovación social, la ocasión de una reconfiguración a
gran escala de las técnicas del cuerpo y las tecnologías del poder.
Foucault analizó el paso de la gestión de la lepra a la gestión de la peste
como el proceso a través del que se desplegaron las técnicas
disciplinarias de espacialización del poder de la modernidad. Si la lepra
había sido confrontada a través de medidas estrictamente necropolíticas
que excluían al leproso condenándolo si no a la muerte al menos a la
vida fuera de la comunidad, la reacción frente a la epidemia de la peste
inventa la gestión disciplinaria y sus formas de inclusión excluyente:
segmentación estricta de la ciudad, confinamiento de cada cuerpo en
cada casa.
Nuestra salud no vendrá de la imposición de fronteras o de la
separación, sino de un nuevo equilibrio con otros seres vivos del
planeta
Las distintas estrategias que los distintos países han tomado frente a la
extensión de la Covid-19 muestran dos tipos de tecnologías biopolíticas
totalmente distintas. La primera, en funcionamiento sobre todo en Italia,
España y Francia, aplica medidas estrictamente disciplinarias que no son,
en muchos sentidos, muy distintas a las que se utilizaron contra la peste.
Se trata del confinamiento domiciliario de la totalidad de la población.
Vale la pena releer el capítulo sobre la gestión de la peste en Europa
de Vigilar y castigar para darse cuenta que las políticas francesas de
gestión de la Covid-19 no han cambiado mucho desde entonces. Aquí
funciona la lógica de la frontera arquitectónica y el tratamiento de los
casos de infección dentro de enclaves hospitalarios clásicos. Esta técnica
no ha mostrado aún pruebas de eficacia total.
La segunda estrategia, puesta en marcha por Corea del Sur, Taiwán,
Singapur, Hong-Kong, Japón e Israel supone el paso desde técnicas
disciplinarias y de control arquitectónico modernas a
técnicas farmacopornográficas de biovigilancia: aquí el énfasis está
puesto en la detección individual del virus a través de la multiplicación
de los tests y de la vigilancia digital constante y estricta de los enfermos a
través de sus dispositivos informáticos móviles. Los teléfonos móviles y las
tarjetas de crédito se convierten aquí en instrumentos de vigilancia que
permiten trazar los movimientos del cuerpo individual. No necesitamos
brazaletes biométricos: el móvil se ha convertido en el mejor brazalete,
nadie se separa de él ni para dormir. Una aplicación de GPS informa a la
policía de los movimientos de cualquier cuerpo sospechoso. La
temperatura y el movimiento de un cuerpo individual son monitorizados
a través de las tecnologías móviles y observados en tiempo real por el ojo
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Lima – Perú, 2020.
digital de un Estado ciberautoritario para el que la comunidad es una
comunidad de ciberusuarios y la soberanía es sobre todo transparencia
digital y gestión de big data.
Pero estas políticas de inmunización política no son nuevas y no han sido
sólo desplegadas antes para la búsqueda y captura de los así
denominados terroristas: desde principios de la década de 2010, por
ejemplo, Taiwán había legalizado el acceso a todos los contactos de los
teléfonos móviles en las aplicaciones de encuentro sexual con el objetivo
de “prevenir” la expansión del sida y la prostitución en Internet. La Covid-
19 ha legitimado y extendido esas prácticas estatales de biovigilancia y
control digital normalizándolas y haciéndolas “necesarias” para
mantener una cierta idea de la inmunidad. Sin embargo, los mismos
Estados que implementan medidas de vigilancia digital extrema no se
plantean todavía prohibir el tráfico y el consumo de animales salvajes ni
la producción industrial de aves y mamíferos ni la reducción de las
emisiones de CO2. Lo que ha aumentado no es la inmunidad del cuerpo
social, sino la tolerancia ciudadana frente al control cibernético estatal y
corporativo.
La gestión política de la Covid-19 como forma de administración de la
vida y de la muerte dibuja los contornos de una nueva subjetividad. Lo
que se habrá inventado después de la crisis es una nueva utopía de la
comunidad inmune y una nueva forma de control del cuerpo. El sujeto
del technopatriarcado neoliberal que la Covid-19 fabrica no tiene piel,
es intocable, no tiene manos. No intercambia bienes físicos, ni toca
monedas, paga con tarjeta de crédito. No tiene labios, no tiene lengua.
No habla en directo, deja un mensaje de voz. No se reúne ni se
colectiviza. Es radicalmente individuo. No tiene rostro, tiene máscara. Su
cuerpo orgánico se oculta para poder existir tras una serie indefinida de
mediaciones semio-técnicas, una serie de prótesis cibernéticas que le
sirven de máscara: la máscara de la dirección de correo electrónico, la
máscara de la cuenta Facebook, la máscara de Instagram. No es un
agente físico, sino un consumidor digital, un teleproductor, es un código,
un pixel, una cuenta bancaria, una puerta con un nombre, un domicilio
al que Amazon puede enviar sus pedidos.
La prisión blanda: bienvenido a la telerrepública de tu casa
Uno de los desplazamientos centrales de las técnicas
biopolíticas farmacopornográficas que caracterizan la crisis de la Covid-
19 es que el domicilio personal —y no las instituciones tradicionales de
encierro y normalización (hospital, fábrica, prisión, colegio)— aparece
ahora como el nuevo centro de producción, consumo y control
biopolítico. Ya no se trata solo de que la casa sea el lugar de encierro del
cuerpo, como era el caso en la gestión de la peste. El domicilio personal
se ha convertido ahora en el centro de la economía del teleconsumo y
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de la teleproducción. El espacio doméstico existe ahora como un punto
en un espacio cibervigilado, un lugar identificable en un mapa google,
una casilla reconocible por un dron.
Si yo me interesé en su momento por la Mansión Playboy es porque esta
funcionó en plena guerra fría como un laboratorio en el que se estaban
inventando los nuevos dispositivos de control farmacopornográfico del
cuerpo y de la sexualidad que habrían de extenderse a la a partir de
principios del siglo XXI y que ahora se amplían a la totalidad de la
población mundial con la crisis de la Covid-19. Cuando hice mi
investigación sobre Playboy me llamó la atención el hecho de que Hugh
Hefner, uno de los hombres más ricos del mundo, hubiera pasado casi 40
años sin salir de la Mansión, vestido únicamente con pijama, batín y
pantuflas, bebiendo coca-cola y comiendo Butterfingers y que hubiera
podido dirigir y producir que la revista más importante de Estados Unidos
sin moverse de su casa o incluso, de su cama. Suplementada con una
cámara de video, una línea directa de teléfono, radio e hilo musical, la
cama de Hefner era una auténtica plataforma de producción
multimedia de la vida de su habitante.
Su biógrafo Steven Watts denominó a Hefner “un recluso voluntario en su
propio paraíso.” Adepto de dispositivos de archivo audiovisual de todo
tipo, Hefner, mucho antes de que existiera el teléfono móvil, Facebook o
WhatsApp enviaba más de una veintena de cintas audio y vídeo con
consigas y mensajes, que iban desde entrevistas en directo a directrices
de publicación. Hefner había instalado en la mansión, en la que vivían
también una docena de Playmates, un circuito cerrado de cámaras y
podía desde su centro de control acceder a todas las habitaciones en
tiempo real. Cubierta de paneles de madera y con espesas cortinas, pero
penetrada por miles de cables y repleta de lo que en ese momento se
percibía como las más altas tecnologías de telecomunicación (y que hoy
nos parecerían tan arcaicas como un tam-tam), era al mismo tiempo
totalmente opaca, y totalmente transparente. Los materiales filmados por
las cámaras de vigilancia acababan también en las páginas de la revista.
La revolución biopolítica silenciosa que Playboy lideró suponía, más allá
la transformación de la pornografía heterosexual en cultura de masas, la
puesta en cuestión de la división que había fundado la sociedad industrial
del siglo XIX: la separación de las esferas de la producción y de la
reproducción, la diferencia entre la fábrica y el hogar y con ella la
distinción patriarcal entre masculinidad y feminidad. Playboy acató esta
diferencia proponiendo la creación de un nuevo enclave de vida: el
apartamento de soltero totalmente conectado a las nuevas tecnologías
de comunicación del que el nuevo productor semiótico no necesita salir
ni para trabajar ni para practicar sexo —actividades que, además, se
habían vuelto indistinguibles—. Su cama giratoria era al mismo tiempo su
mesa de trabajo, una oficina de dirección, un escenario fotográfico y un
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lugar de cita sexual, además de un plató de televisión desde donde se
rodaba el famoso programa Playboy after dark. Playboy anticipó los
discursos contemporáneos sobre el teletrabajo, y la producción
inmaterial que la gestión de la crisis de la Covid-19 ha transformado en
un deber ciudadano. Hefner llamó a este nuevo productor social el
“trabajador horizontal”. El vector de innovación social que Playboy puso
en marcha era la erosión (por no decir la destrucción) de la distancia
entre trabajo y ocio, entre producción y sexo. La vida del playboy,
constantemente filmada y difundida a través de los medios de
comunicación de la revista y de la televisión, era totalmente pública,
aunque el playboy no saliera de su casa o incluso de su cama. En ese
sentido, Playboy ponía también en cuestión la diferencia entre las esferas
masculinas y femeninas, haciendo que el nuevo operario multimedia
fuera, lo que parecía un oxímoron en la época, un hombre doméstico. El
biógrafo de Hefner nos recuerda que este aislamiento productivo
necesitaba un soporte químico: Hefner era un gran consumidor de
Dexedrina, una anfetamina que eliminaba el cansancio y el sueño. Así
que paradójicamente, el hombre que no salía de su cama, no dormía
nunca. La cama como nuevo centro de operaciones multimedia era una
celda farmacopornográfica: sólo podría funcionar con la píldora
anticonceptiva, drogas que mantuvieran el nivel productivo en alza y un
constante flujo de códigos semióticos que se habían convertido en el
único y verdadero alimento que nutría al playboy.
¿Les suena ahora familiar todo esto? ¿Se parece todo esto de manera
demasiado extraña a sus propias vidas confinadas? Recordemos ahora
las consignas del presidente francés Emmanuel Macron: estamos en
guerra, no salgan de casa y teletrabajen. Las medidas biopolíticas de
gestión del contagio impuestas frente al coronavirus han hecho que
cada uno de nosotros nos transformemos en un trabajador horizontal más
o menos playboyesco. El espacio doméstico de cualquiera de nosotros
está hoy diez mil veces más tecnificado que lo estaba la cama giratoria
de Hefner en 1968. Los dispositivos de teletrabajo y telecontrol están
ahora en la palma de nuestra mano.
En Vigilar y castigar, Michel Foucault analizó las celdas religiosas de
encierro unipersonal como auténticos vectores que sirvieron para
modelizar el paso desde las técnicas soberanas y sangrientas de control
del cuerpo y de la subjetivad anteriores al siglo XVIII hacia las
arquitecturas disciplinarias y los dispositivos de encierro como nuevas
técnicas de gestión de la totalidad de la población. Las arquitecturas
disciplinarias fueron versiones secularizada de las células monacales en
las que se gesta por primera vez el individuo moderno como alma
encerrada en un cuerpo, un espíritu lector capaz de leer las consignas
del Estado. Cuando el escritor Tom Wolfe visitó a Hefner dijo que este vivía
en una prisión tan blanda como el corazón de una alcachofa. Podríamos
decir que la mansión Playboy y la cama giratoria de Hefner, convertidos
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en objeto de consumo pop, funcionaron durante la guerra fría como
espacios de transición en el que se inventa el nuevo sujeto prostético,
ultraconectado y las nuevas formas consumo y
control farmacopornográficas y de biovigilancia que dominan la
sociedad contemporánea. Esta mutación se ha extendido y amplificado
más durante la gestión de la crisis de la Covid-19: nuestras máquinas
portátiles de telecomunicación son nuestros nuevos carceleros y nuestros
interiores domésticos se han convertido en la prisión blanda y
ultraconectada del futuro.
Mutación o sumisión
Pero todo esto puede ser una mala noticia o una gran oportunidad. Es
precisamente porque nuestros cuerpos son los nuevos enclaves del
biopoder y nuestros apartamentos las nuevas células de biovigilancia que
se vuelve más urgente que nunca inventar nuevas estrategias de
emancipación cognitiva y de resistencia y poner en marcha nuevos
procesos antagonistas.
Contrariamente a lo que se podría imaginar, nuestra salud no vendrá de
la imposición de fronteras o de la separación, sino de una nueva
comprensión de la comunidad con todos los seres vivos, de un nuevo
equilibrio con otros seres vivos del planeta. Necesitamos un parlamento
de los cuerpos planetario, un parlamento no definido en términos de
políticas de identidad ni de nacionalidades, un parlamento de cuerpos
vivos (vulnerables) que viven en el planeta Tierra. El evento Covid-19 y sus
consecuencias nos llaman a liberarnos de una vez por todas de la
violencia con la que hemos definido nuestra inmunidad social. La
curación y la recuperación no pueden ser un simple gesto inmunológico
negativo de retirada de lo social, de cierre de la comunidad. La curación
y el cuidado sólo pueden surgir de un proceso de transformación política.
Sanarnos a nosotros mismos como sociedad significaría inventar una
nueva comunidad más allá de las políticas de identidad y la frontera con
las que hasta ahora hemos producido la soberanía, pero también más
allá de la reducción de la vida a su biovigilancia cibernética. Seguir con
vida, mantenernos vivo como planeta, frente al virus, pero también frente
a lo que pueda suceder, significa poner en marcha formas estructurales
de cooperación planetaria. Como el virus muta, si queremos resistir a la
sumisión, nosotros también debemos mutar.
Es necesario pasar de una mutación forzada a una mutación deliberada.
Debemos reapropiarnos críticamente de las técnicas de biopolíticas y de
sus dispositivos farmacopornográficos. En primer lugar, es imperativo
cambiar la relación de nuestros cuerpos con las máquinas de
biovigilancia y biocontrol: estos no son simplemente dispositivos de
comunicación. Tenemos que aprender colectivamente a alterarlos. Pero
también es preciso desalinearnos. Los Gobiernos llaman al encierro y al
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teletrabajo. Nosotros sabemos que llaman a la descolectivización y al
telecontrol. Utilicemos el tiempo y la fuerza del encierro para estudiar las
tradiciones de lucha y resistencia minoritarias que nos han ayudado a
sobrevivir hasta aquí. Apaguemos los móviles, desconectemos Internet.
Hagamos el gran blackout frente a los satélites que nos vigilan e
imaginemos juntos en la revolución que viene.
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EL CORONAVIRUS ES LA LLAMADA DE ATENCIÓN DE LA
NATURALEZA A UNA CIVILIZACIÓN COMPLACIENTE*
La burbuja ha sido finalmente reventada - pero ¿atenderemos ahora las
otras amenazas que enfrenta la humanidad?
George Monbiot
The Guardian: 25 / 03 / 2020
Hemos estado viviendo en una burbuja, una burbuja de falso confort y
negación. En las naciones ricas, habíamos empezado a creer que
habíamos trascendido el mundo material. La riqueza que hemos
acumulado - a menudo a expensas de otros - nos ha protegido de la
realidad. Viviendo detrás de pantallas, pasando de cápsulas en cápsulas
- nuestras casas, coches, oficinas y centros comerciales - nos
convencimos de que la contingencia había retrocedido, que habíamos
llegado al punto que todas las civilizaciones buscan: el aislamiento de los
peligros naturales.
Ahora la membrana se ha roto, y nos encontramos desnudos e
indignados, ya que la biología que parecíamos haber desterrado
arremetió de lleno en nuestras vidas. La tentación, cuando esta
pandemia haya pasado, será encontrar otra burbuja. No podemos
permitirnos sucumbir a ella. De ahora en adelante, debemos exponer
nuestras mentes a las dolorosas realidades que hemos negado durante
demasiado tiempo.
El planeta tiene múltiples morbilidades, algunas de las cuales harán que
este coronavirus parezca, en comparación, fácil de tratar. Una sobre
todas las demás ha llegado a obsesionarme en los últimos años: ¿cómo
nos alimentaremos? Las peleas por el papel higiénico son bastante feas:
espero que nunca tengamos que presenciar peleas por la comida. Pero
se está volviendo difícil ver cómo las evitaremos.
*Fuente: https://www.climaterra.org/post/el-coronavirus-es-la-llamada-de-
atenci%C3%B3n-de-la-naturaleza-a-una-civilizaci%C3%B3n-complaciente
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Se está empezando a acumular un gran conjunto de pruebas que
muestran cómo el colapso climático puede afectar a nuestro suministro
de alimentos. Ya la agricultura en algunas partes del mundo está siendo
golpeada por sequías, inundaciones, incendios y langostas (cuyo
resurgimiento en las últimas semanas parece ser el resultado de ciclones
tropicales anómalos). Cuando llamamos "bíblicos" a esos peligros,
queremos decir que son el tipo de cosas que sucedieron hace mucho
tiempo, a personas cuyas vidas apenas podemos imaginar. Ahora, con
una frecuencia cada vez mayor, nos están sucediendo a nosotros.
En su próximo libro, Our Final Warning (Nuestra última advertencia), Mark
Lynas explica lo que es probable que ocurra con nuestro suministro de
alimentos con cada grado extra de calentamiento global. Descubre que
el peligro extremo se produce en algún lugar entre 3°C y 4°C por encima
de los niveles preindustriales. En este punto, una serie de impactos
entrelazados amenaza con enviar la producción de alimentos a una
espiral de muerte. Las temperaturas exteriores se vuelven demasiado
altas para que los humanos las toleren, haciendo imposible la agricultura
de subsistencia en toda África y el sur de Asia. El ganado muere de estrés
por calor. Las temperaturas empiezan a superar los umbrales letales para
las plantas de cultivo en gran parte del mundo, y las principales regiones
productoras de alimentos se convierten en cuencas de polvo. El fracaso
simultáneo de las cosechas a nivel mundial, algo que nunca ha sucedido
en el mundo moderno, se convierte en algo muy probable.
En combinación con el aumento de la población humana, y la pérdida
de agua de riego, suelo y polinizadores, esto podría empujar al mundo a
una hambruna estructural. Incluso hoy en día, cuando el mundo tiene un
excedente total de alimentos, cientos de millones de personas están
desnutridas como resultado de la distribución desigual de la riqueza y el
poder. Un déficit de alimentos podría provocar que miles de millones de
personas se mueran de hambre. El acaparamiento se producirá, como
siempre, a nivel mundial, ya que los poderosos arrebatan la comida de la
boca de los pobres. Sin embargo, incluso si todas las naciones cumplen
sus promesas en el marco del acuerdo de París, lo que actualmente
parece poco probable, el calentamiento global será de entre 3°C y 4°C.
Gracias a nuestra ilusión de seguridad, no estamos haciendo casi nada
para anticipar esta catástrofe, y mucho menos para prevenirla. Esta
cuestión existencial apenas parece afectar a nuestra conciencia. Cada
sector productor de alimentos afirma que sus propias prácticas actuales
son sostenibles y no necesitan cambiar. Cuando los desafío, me
encuentro con un aluvión de ira y abuso, y amenazas del tipo que no he
experimentado desde que me opuse a la guerra de Irak. Las vacas
sagradas y los corderos sagrados están en todas partes, y el pensamiento
necesario para desarrollar los nuevos sistemas de alimentos que
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Lima – Perú, 2020.
necesitamos, como los alimentos cultivados en laboratorio, apenas está
en ninguna parte.
Pero esta es sólo una de nuestras crisis inminentes. La resistencia a los
antibióticos es, potencialmente, tan mortal como cualquier nueva
enfermedad. Una de las causas es la forma asombrosamente
despilfarradora en que estos preciosos medicamentos se utilizan en
muchas explotaciones ganaderas. En los lugares donde hay un gran
número de animales de granja, los antibióticos se utilizan de forma
profiláctica para prevenir los inevitables brotes de enfermedades. En
algunas partes del mundo, se utilizan no sólo para prevenir
enfermedades, sino también como promotores del crecimiento. Se
añaden bajas dosis de forma rutinaria a las raciones: una estrategia que
difícilmente podría estar mejor diseñada para proporcionar resistencia
bacteriana.
En los Estados Unidos, donde 27 millones de personas no tienen cobertura
médica, algunas personas se tratan ahora con antibióticos veterinarios,
incluidos los que se venden, sin receta, para medicar peces. Las
compañías farmacéuticas no están invirtiendo lo suficiente en la
búsqueda de nuevos medicamentos. Si los antibióticos dejan de ser
efectivos, la cirugía se vuelve casi imposible. El parto se convierte en un
peligro mortal una vez más. La quimioterapia ya no se puede practicar
con seguridad. Las enfermedades infecciosas que hemos olvidado
cómodamente se convierten en amenazas mortales. Deberíamos discutir
este tema tan a menudo como hablamos de fútbol. Pero de nuevo,
apenas se registra.
Nuestras múltiples crisis, de las cuales éstas son sólo dos, tienen una raíz
común. El problema se ejemplifica con la respuesta de los organizadores
de la Media Maratón de Bath, un evento masivo que tuvo lugar el 15 de
marzo, a las muchas personas que les rogaron que lo cancelaran. "Ahora
es demasiado tarde para que cancelemos o pospongamos el evento. El
lugar está construido, la infraestructura está en su lugar, el sitio y nuestros
contratistas están listos." En otras palabras, se consideró que los costos
hundidos del evento superaban cualquier impacto futuro - la posible
transmisión de enfermedades y las posibles muertes - que pudiera causar.
La cantidad de tiempo que le tomó al Comité Olímpico Internacional
posponer los Juegos podría reflejar juicios similares - pero al menos lo
cancelaron. Los costos hundidos en la industria de los combustibles fósiles,
la agricultura, la banca, la salud privada y otros sectores impiden las
rápidas transformaciones que necesitamos. El dinero se vuelve más
importante que la vida.
Hay dos maneras en que esto podría darse. Podríamos, como algunas
personas han hecho, doblar la negación. Algunos de los que han
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Lima – Perú, 2020.
rechazado otras amenazas, como el colapso del clima, también buscan
restarle importancia a la amenaza del Covid-19. Testigo el presidente
brasileño, Jair Bolsonaro, que afirma que el coronavirus no es más que
"una pequeña gripe". Los medios de comunicación y los políticos de la
oposición que han pedido el cierre son, al parecer, parte de una
conspiración contra él.
O este podría ser el momento en que empezamos a vernos, una vez más,
como gobernados por la biología y la física, y dependientes de un
planeta habitable. Nunca más debemos escuchar a los mentirosos y a los
negadores. Nunca más debemos permitir que una reconfortante
falsedad se imponga a una dolorosa verdad. Ya no podemos permitirnos
ser dominados por aquellos que ponen el dinero por delante de la vida.
Este coronavirus nos recuerda que pertenecemos al mundo material.
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CONTRA LAS PANDEMIAS, LA ECOLOGÍA*
¿Por qué ha surgido el coronavirus Covid-19?
Sonia Shah
Marzo de 2020
Todavía en el siglo XXI, a las autoridades chinas los viejos remedios les
parecen la mejor manera de luchar contra la epidemia del coronavirus.
Centenares de millones de personas estarían sufriendo restricciones en
sus desplazamientos. ¿No es hora de preguntarse por qué las
pandemias se suceden a un ritmo cada vez mayor?
¿Será un pangolín? ¿Un murciélago? ¿O incluso una serpiente, como
oímos decir antes de que se desmintiera? Está por ver quién será el
primero en conseguir incriminar al animal salvaje que ha dado origen a
este coronavirus, oficialmente llamado Covid-19, que ha dejado a
cientos de millones de personas en cuarentena o atrincheradas tras
cordones sanitarios en China y en otros países. Si bien es primordial
dilucidar este misterio, este tipo de especulaciones nos impiden ver que
nuestra creciente vulnerabilidad frente a las pandemias tiene una causa
más profunda: la destrucción acelerada de los hábitats.
Desde 1940, han aparecido o reaparecido centenares de microbios
patógenos en regiones en las que, en algunos casos, nunca antes habían
sido advertidos. Es el caso del VIH, del ébola en el oeste de África o del
zika en el continente americano. La mayoría de ellos (60%) son de origen
animal. Algunos provienen de animales domésticos o de ganado, pero
principalmente (más de dos terceras partes) proceden de animales
salvajes.
Pero estos últimos no tienen la culpa. Mal que les pese a los artículos que
valiéndose de fotografías señalan a la fauna salvaje como punto de
partida de epidemias devastadoras (1), es falso que estos animales estén
especialmente plagados de agentes patógenos letales preparados para
contaminarnos. En realidad, la mayor parte de sus microbios conviven
*Fuente: https://mondiplo.com/contra-las-pandemias-la-ecologia
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con ellos sin hacerles ningún daño. El problema está en otra parte: en la
deforestación, la urbanización y la industrialización desenfrenadas con
las que hemos dotado a esos microbios de medios para llegar hasta el
cuerpo humano y adaptarse.
La destrucción de los hábitats supone una amenaza de extinción para
muchas especies (2), entre ellas plantas medicinales y animales en los que
nuestra farmacopea se ha basado tradicionalmente. Las que sobreviven
no tienen más elección que dirigirse a los reductos del hábitat que la
implantación humana les deja libres. Como resultado, crece la
probabilidad de contacto próximo y repetido con los humanos,
permitiendo así a los microbios huésped pasar a nuestros cuerpos, donde
pasan de ser benignos a convertirse en agentes patógenos letales.
El ébola es un buen ejemplo de esto. Un estudio llevado a cabo en 2017
desveló que era más frecuente que este virus, cuyo origen ha sido
localizado en varias especies de murciélago, apareciera en zonas de
África Central y Occidental que han sufrido deforestaciones
recientemente. Cuando talamos los bosques, obligamos a los
murciélagos a posarse en los árboles de nuestros jardines y nuestras
granjas. Es fácil imaginar qué es lo que ocurre a continuación: un humano
ingiere saliva de murciélago al morder una fruta cubierta de microbios; o
bien, al intentar cazar y matar a este visitante inoportuno se expone a los
microbios que han encontrado refugio en sus tejidos. Así es como multitud
de virus portados por los murciélagos, inofensivos para ellos, consiguen
penetrar en la población humana –podemos citar el ébola como
ejemplo, pero también es el caso del virus de nipah (presente
principalmente en Malasia y Bangladesh) o del marburgvirus (sobre todo
en África Oriental). Este fenómeno se denomina “salto de virus entre
especies”. Aunque sea infrecuente, puede hacer que virus procedentes
de animales se adapten a nuestros organismos y evolucionen hasta
convertirse en patógenos.
Ocurre lo mismo con las enfermedades transmitidas por mosquitos, ya
que se ha establecido que existe una relación entre el advenimiento de
epidemias y la deforestación (3) –aunque en este caso se deba no tanto
a la pérdida del hábitat como a su transformación–. Junto con los árboles,
desaparecen la capa de hojas muertas y las raíces. El agua y los
sedimentos fluyen más fácilmente sobre estos suelos despojados y ahora
bañados por el sol, formando así charcos que favorecen la reproducción
de los mosquitos portadores del paludismo. Según un estudio llevado a
cabo en doce países, las especies de mosquitos vectores de agentes
patógenos humanos son dos veces más numerosas en las zonas
deforestadas que en los bosques que han permanecido intactos.
Asimismo, la destrucción de los hábitats contribuye también a la
modificación del número de efectivos de diversas especies, lo que podría
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incrementar el riesgo de propagación de un agente patógeno. Por
ejemplo: el virus del Nilo Occidental, transportado por aves migratorias.
En América del Norte, las poblaciones de pájaros han caído más de un
25% en los últimos cincuenta años bajo los efectos de la pérdida de los
hábitats y de otros tipos de destrucción (4). Pero no todas las especies se
ven afectadas de la misma manera. Los pájaros llamados especialistas
(de un hábitat), como los carpinteros y los rálidos, se han visto mucho más
afectados que los generalistas como los petirrojos y los cuervos. Mientras
que los del primer grupo son pésimos vectores del virus del Nilo
Occidental, los del segundo son excelentes. De ahí la fuerte presencia del
virus entre los pájaros domésticos de la región, y la creciente probabilidad
de ser testigos de que un mosquito pique a un humano tras haber picado
a un pájaro infectado (5).
En el caso de enfermedades transmitidas por garrapatas, se trata del
mismo fenómeno. Al ir poco a poco mordisqueando los bosques del
Noreste americano, el desarrollo urbano expulsa a animales como las
zarigüeyas, que ayudan a mantener a raya la población de garrapatas,
mientras que deja que prosperen otras especies bastante menos eficaces
en ese aspecto, como el ratón de patas blancas o el ciervo. Resultado:
las enfermedades transmitidas por garrapatas se propagan con mayor
facilidad. Entre ellas, la enfermedad de Lyme, que apareció por primera
vez en Estados Unidos en 1975. En los últimos veinte años, se han
identificado siete nuevos agentes patógenos portados por
garrapatas (6).
El riesgo de que surjan enfermedades no se ve acentuado solo por la
pérdida de los hábitats sino también por cómo los remplazamos. Para
saciar su apetito carnívoro, el hombre ha arrasado una superficie
equivalente a la del continente africano (7) para alimentar y criar
ganado. Parte de este ganado se destina al comercio ilegal donde se
vende en mercados de animales vivos (wet markets). Aquí, especies que
en su entorno natural nunca se habrían cruzado aparecen enjauladas
unas al lado de otras y los microbios pueden circular con alegría. Este tipo
de desarrollo, que ya dio lugar en 2002-2003 al coronavirus responsable
de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas
en inglés) podría ser el origen del coronavirus desconocido que nos
asedia ahora.
Pero hay muchos más animales que crecen en nuestro sistema de
ganadería industrial. Cientos de miles de animales amontonados unos
encima de otros mientras esperan a ser llevados al matadero: estas son
las condiciones idóneas para que los microbios se conviertan en agentes
patógenos letales. Por ejemplo, los virus de la gripe aviar, portados por
aves acuáticas, asolan las granjas llenas de gallinas en cautiverio donde
mutan y se vuelven más virulentos –un proceso que es tan previsible que
se puede reproducir en laboratorio. Una de sus cepas, el H5N1, es
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transmisible a los humanos y mata a más de la mitad de los individuos
infectados. En 2014, en América del Norte decenas de millones de aves
tuvieron que ser sacrificadas para frenar la propagación de una cepa a
otra (8).
Las montañas de heces producidas por la ganadería ofrecen a los
microbios de origen animal otras oportunidades para infectar a la
población. Dado que hay infinitamente más desechos que los que las
tierras agrícolas pueden absorber en forma de abono, a menudo
acaban por almacenarse en fosas no estancas –un remanso de ensueño
para la bacteria Escherichia coli–. Aunque más de la mitad de los
animales encerrados en los corrales de engorde estadounidenses son
portadores, allí esta sigue siendo inofensiva (9). Sin embargo, en los
humanos, la E. coli provoca colitis hemorrágica, fiebre y puede llegar a
causar insuficiencia renal aguda. Y como es bastante común que los
excrementos de origen animal se viertan en nuestra agua potable y
nuestros alimentos, cada año se infectan 90.000 estadounidenses.
Aunque el fenómeno de mutación de microbios de origen animal en
agentes patógenos humanos se ha acelerado, no es nada nuevo. Se
remonta a la revolución neolítica, cuando el ser humano empezó a
arrasar hábitats naturales para ampliar las tierras de cultivo y a domesticar
animales para usarlos como bestias de carga. A cambio, los animales nos
han hecho algún que otro regalo envenenado: a las vacas les debemos
el sarampión y la tuberculosis, a los cerdos, la tosferina y a los patos, la
gripe.
El proceso siguió durante la expansión colonial europea. En el Congo, las
vías de tren y las ciudades que construyeron los colonos belgas
permitieron que un lentivirus portado por los macacos de la región
perfeccionara su adaptación al cuerpo humano. En Bengala, los
británicos se arrogaron el inmenso humedal de Sundarbans para usarlo
como arrozal, exponiendo así a los habitantes a bacterias acuáticas
presentes en las aguas salobres. Las pandemias provocadas por esas
intrusiones coloniales siguen de actualidad. El lentivirus del macaco se
convirtió en el VIH. La bacteria acuática de Sundarbans, conocida hoy
como cólera, ha provocado ya siete pandemias, la más reciente en Haití.
Afortunadamente, puesto que no hemos sido meras víctimas pasivas de
este proceso, podemos también hacer mucho por reducir el riesgo de
emergencia de estos microbios. Podemos proteger los hábitats naturales
para conseguir que los animales conserven sus microbios en vez de
transmitírnoslos, objetivo este del movimiento One Health (10).
Podemos poner en marcha una estrecha vigilancia de los medios en los
que los microbios animales son más susceptibles de convertirse en
agentes patógenos humanos, tratando de eliminar a los que muestren
una tendencia a adaptarse a nuestro organismo antes de que
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desencadenen epidemias. Precisamente en esto se centran, desde hace
diez años, los esfuerzos de los investigadores del programa Predict,
financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID). Ya han identificado más de novecientos nuevos
virus relacionados con la expansión de la huella del hombre sobre el
planeta, y entre ellos hay cepas desconocidas hasta ahora de
coronavirus similares a la del SARS (11).
Hoy en día, una nueva pandemia acecha, y no se debe exclusivamente
al Covid-19. En Estados Unidos, la Administración de Trump se ha
esforzado en desregular las industrias extractivas y el conjunto de
actividades industriales, favoreciendo así el salto de microbios de
animales a humanos. A su vez, el Gobierno estadounidense compromete
la posibilidad de localizar al próximo microbio antes de que se propague:
en octubre de 2019, decidió poner fin al programa Predict. Además, a
principios de febrero de 2020 anunció que tenía la intención de reducir
un 53% su aportación al presupuesto de la Organización Mundial de la
Salud.
Como declaró el epidemiólogo Larry Brilliant, “la emergencia de virus es
inevitable, pero no las epidemias”. En cualquier caso, no lograremos
evitarlas si no ponemos la misma determinación a la hora de cambiar de
políticas que la que pusimos en alterar la naturaleza y la vida animal.
Bibliografía:
(1) Kai Kupferschmidt, “This bat species may be the source of the Ebola epidemic
that killed more than 11.000 people in West Africa”, Science Magazine,
Washington, DC – Cambridge, 24 de enero de 2019.
(2) Jonathan Watts, “Habitat loss threatens all our futures, world leaders
warned”, The Guardian, Londres, 17 de noviembre de 2018.
(3) Katarina Zimmer, “Deforestation tied to changes in disease dynamics”, The
Scientist, Nueva York, 29 de enero de 2019.
(4) Carl Zimmer, “Birds are vanishing from North America”, The New York Times, 19
de septiembre de 2019.
(5) BirdLife International, “Diversity of birds buffer against West Nile virus”,
ScienceDaily, 6 de marzo de 2009.
(6) “Lyme and other tickborne diseases increasing”, Centers for Disease Control
and Prevention, 22 de abril de 2019.
(7) George Monbiot, “There’s a population crisis all right. But probably not the
one you think”, The Guardian, 19 de noviembre de 2015.
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(8) “What you get when you mix chickens, China and climate change”, The New
York Times, 5 de febrero de 2016. En Francia, la gripe aviar tuvo efectos en la
ganadería durante el invierno 2015-2016 y el ministerio de Agricultura francés
estima que este invierno existe un riesgo para las aves procedentes de Polonia.
(9) Cristina Venegas-Vargas et al., “Factors associated with Shiga toxin-
producing Escherichia coli shedding by dairy and beef cattle”, Applied and
Environmental Microbiology, vol. 82, n° 16, Washington, DC, Agosto de 2016.
(10) Predict Consortium, “One Health in action”, EcoHealth Alliance, Nueva York,
octubre de 2016.
(11) “What we’ve found”, One Health Institute.
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CONTAGIO SOCIAL: GUERRA DE CLASES MICROBIOLÓGICA EN
CHINA (CHUANG)*
ANÓNIMO: 03/03/2020
Compartimos la traducción de un artículo sobre las repercusiones del
sistema capitalista mundial en otra epidemia viral. En este caso, el
coronavirus en la población china. Fue publicado el 6 de febrero de
2020 en el sitio web de Chuang (que puede traducirse
aproximadamente como «libérate; ataca, carga; rompe las líneas
enemigas; actúa impetuosamente»), un grupo de comunistas chinos
que critican tanto el «capitalismo de Estado» del Partido Comunista
Chino como la versión neoliberal de los movimientos de «liberación» de
Hong Kong. En su sitio web publican, además de los artículos de su blog,
una revista temática que ya tiene una edición en inglés.
El horno
Wuhan es conocido coloquialmente como uno de los «cuatro hornos» (四
大火炉) de China por su verano húmedo y caluroso y opresivo,
compartido con Chongqing, Nankín y alternativamente con Nanchang
o Changsha, todas ciudades bulliciosas con largas historias a lo largo o
cerca del valle del río Yangtsé. Sin embargo, de las cuatro, Wuhan
también está salpicada de hornos en sentido estricto: el enorme
complejo urbano actúa como una especie de núcleo para el acero, el
concreto y otras industrias relacionadas con la construcción de China. Su
paisaje está salpicado de altos hornos de enfriamiento lento de las
restantes fundiciones de hierro y acero de propiedad estatal, ahora
plagado de sobreproducción y obligado a una nueva y polémica ronda
de reducción, privatización y reestructuración general, que ha dado
lugar a varias huelgas y protestas de gran envergadura en los últimos
cinco años. La ciudad es esencialmente la capital de la construcción de
China, lo que significa que ha desempeñado un papel especialmente
importante en el período posterior a la crisis económica mundial, ya que
*Fuente:
https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1334&fbclid=IwAR1gaK7QSyougjlSx3l5hXlEK
OcfoB9Akz2LPzjnpYAmH6zbWh9oV6GdqsE
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ésos fueron los años en que el crecimiento chino se vio impulsado por la
canalización de los fondos de inversión hacia proyectos estatales reales
de infraestructura e inmobiliarios. Wuhan no sólo alimentó esta burbuja
con su exceso de oferta de materiales de construcción e ingenieros
civiles, sino que también, al hacerlo, se convirtió en la ciudad del boom
inmobiliario por parte del Estado. Según nuestros propios cálculos, en
2018-2019 la superficie total dedicada a obras de construcción en Wuhan
equivalía al tamaño de la isla de Hong Kong en su conjunto.
Pero ahora este horno que impulsa la economía china después de la crisis
parece, al igual que los hornos que se encuentran en sus fundiciones de
hierro y acero, estar enfriándose. Aunque este proceso ya estaba en
marcha, la metáfora ya no es simplemente económica, ya que la ciudad,
antaño bulliciosa, ha estado sellada durante más de un mes y sus calles
han sido vaciadas por mandato del gobierno: «La mayor contribución
que pueden hacer es: no se reúnan, no causen caos», decía un titular del
diario Guangming, dirigido por el departamento de propaganda del
Partido Comunista Chino (PCCh). Hoy en día, las nuevas y amplias
avenidas de Wuhan y los relucientes edificios de acero y cristal que las
coronan están todos enfriados y huecos, ya que el invierno disminuye
durante el Año Nuevo Lunar y la ciudad se estanca bajo la constricción
de la amplia cuarentena. Aislarse es un buen consejo para cualquier
persona en China, donde el brote del nuevo coronavirus (recientemente
rebautizado como «SARS-CoV-2» y su enfermedad «COVID-19») ha
matado a más de dos mil personas; más que su predecesora, la epidemia
de SARS de 2003. El país entero está encerrado, como lo estuvo durante
el SARS. Las escuelas están cerradas y la gente está encerrada en sus
casas en todo el país. Casi toda la actividad económica se detuvo por el
feriado del Año Nuevo Lunar, el 25 de enero, pero la pausa se extendió
por un mes para frenar la propagación de la epidemia. Los hornos de
China parecen haber dejado de arder, o por lo menos se han reducido
a brasas de suave brillo. En cierto modo, sin embargo, la ciudad se ha
convertido en otro tipo de horno, ya que el coronavirus arde a través de
su población masiva como una fiebre enorme.
El brote ha sido culpado incorrectamente de todo, desde la conspiración
y/o la liberación accidental de una cepa de virus del Instituto de Virología
de Wuhan —una afirmación dudosa difundida por los medios sociales,
particularmente a través de publicaciones paranoicas en Facebook de
Hong Kong y Taiwán, pero ahora impulsada por medios de comunicación
conservadores e intereses militares en Occidente— hasta la propensión
de los chinos a consumir tipos de alimentos «sucios» o «extraños», ya que
el brote de virus está relacionado con murciélagos o serpientes vendidas
en un «mercado mojado» semilegal especializado en vida silvestre y otros
animales raros (aunque ésta no fue la fuente definitiva). Ambos temas
principales exhiben el evidente belicismo y orientalismo común en los
reportajes sobre China, y varios artículos han señalado este hecho básico.
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Lima – Perú, 2020.
Pero incluso estas respuestas tienden a centrarse sólo en cuestiones de
cómo se percibe el virus en la esfera cultural, dedicando mucho menos
tiempo a indagar en la dinámica mucho más brutal que se oculta bajo
el frenesí de los medios de comunicación.
Una variante un poco más compleja comprende al menos las
consecuencias económicas, aunque exagera las posibles repercusiones
políticas por efecto retórico. Aquí encontramos los sospechosos
habituales, que van desde los políticos estándar matadragones bélicos
hasta los que se aferran a la perla derramada del alto liberalismo: las
agencias de prensa, desde la National Review hasta el New York Times,
ya han insinuado que el brote puede provocar una «crisis de legitimidad»
en el PCCh, a pesar de que apenas se percibe el olor de un
levantamiento en el aire. Pero el núcleo de la verdad de estas
predicciones está en su comprensión de las dimensiones económicas de
la cuarentena, algo que difícilmente podría perderse en los periodistas
con carteras de acciones más gruesas que sus cráneos. Porque el hecho
es que, a pesar de la llamada del gobierno a aislarse, la gente puede
verse pronto obligada a «reunirse» para atender las necesidades de la
producción. Según las últimas estimaciones iniciales, la epidemia ya
provocará que el PIB de China se reduzca a un 5 % este año, por debajo
de su ya de por sí débil tasa de crecimiento del 6 % del año pasado, la
más baja en tres décadas. Algunos analistas han dicho que el
crecimiento en el primer trimestre podría disminuir en un 4 % o menos, y
que esto podría desencadenar algún tipo de recesión mundial. Se ha
planteado una pregunta impensable hasta ahora: ¿qué le sucede
realmente a la economía mundial cuando el horno chino comienza a
enfriarse?
Dentro de la propia China, la trayectoria final de este evento es difícil de
predecir, pero el momento ya ha dado lugar a un raro proceso colectivo
de cuestionamiento y aprendizaje de la sociedad. La epidemia ha
infectado directamente a casi 80 000 personas (según la estimación más
conservadora), pero ha supuesto una conmoción para la vida cotidiana
bajo el capitalismo de 1 400 millones de personas, atrapadas en un
momento de autorreflexión precaria. Este momento, aunque lleno de
miedo, ha hecho que todos se hagan simultáneamente algunas
preguntas profundas: ¿qué me sucederá a mí? ¿A mis hijos, a mi familia y
a mis amigos? ¿Tendremos suficiente comida? ¿Me pagarán? ¿Pagaré la
renta? ¿Quién es responsable de todo esto? De una manera extraña, la
experiencia subjetiva es algo así como la de una huelga de masas, pero
una que, en su carácter no-espontáneo, de arriba hacia abajo y,
especialmente en su involuntaria hiperatomización, ilustra los enigmas
básicos de nuestro propio presente político estrangulado de una manera
tan clara como las verdaderas huelgas de masas del siglo anterior
dilucidaron las contradicciones de su época. La cuarentena, entonces,
es como una huelga vaciada de sus características comunales pero que
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es, sin embargo, capaz de provocar un profundo choque tanto en la
psique como en la economía. Este hecho por sí solo la hace digna de
reflexión.
Por supuesto, la especulación sobre la inminente caída del PCCh es una
tontería predecible, uno de los pasatiempos favoritos de The New
Yorker y The Economist. Mientras tanto, los protocolos normales de
supresión de los medios de comunicación están en marcha, en los que
los artículos de opinión abiertamente racistas de los medios de
comunicación de masas publicados en los medios de comunicación
tradicionales son contrarrestados por un enjambre de artículos de opinión
en la web que polemizan contra el orientalismo y otras facetas de la
ideología. Pero casi toda esta discusión se queda en el nivel de
la representación —o, en el mejor de los casos, de la política de
contención y de las consecuencias económicas de la epidemia—, sin
profundizar en las cuestiones de cómo se producen esas enfermedades
en primer lugar, y mucho menos en su distribución. Sin embargo, ni
siquiera esto es suficiente. No es el momento de un simple ejercicio de
«Scooby-Doo marxista» que quite la máscara al villano para revelar que,
sí, de hecho, ¡fue el capitalismo el que causó el coronavirus todo el
tiempo! Eso no sería más sutil que los comentaristas extranjeros olfateando
el cambio de régimen. Por supuesto que el capitalismo es culpable, pero
¿cómo se interrelaciona exactamente la esfera socioeconómica con la
biológica, y qué tipo de lecciones más profundas se podrían sacar de
toda la experiencia?
En este sentido, el brote presenta dos oportunidades para la reflexión. En
primer lugar, se trata de una apertura instructiva en la que podríamos
examinar cuestiones sustanciales sobre la forma en que la producción
capitalista se relaciona con el mundo no-humano a un nivel más
fundamental: en resumen, el «mundo natural», incluidos sus sustratos
microbiológicos, no puede entenderse sin referencia a la forma en que la
sociedad organiza la producción (porque, de hecho, ambos no están
separados). Al mismo tiempo, esto es un recordatorio de que el único
comunismo que vale la pena nombrar es el que incluye el potencial de
un naturalismo plenamente politizado. En segundo lugar, también
podemos utilizar este momento de aislamiento para nuestro propio tipo
de reflexión sobre el estado actual de la sociedad china. Algunas cosas
sólo se aclaran cuando todo se detiene de forma inesperada, y una
desaceleración de este tipo no puede evitar hacer visibles tensiones
previamente ocultas. A continuación, pues, exploraremos estas dos
cuestiones, mostrando no sólo cómo la acumulación capitalista produce
tales plagas, sino también cómo el momento de la pandemia es en sí
mismo un caso contradictorio de crisis política, que hace visibles a las
personas los potenciales y las dependencias invisibles del mundo que les
rodea, al tiempo que ofrece otra excusa más para la extensión creciente
de los sistemas de control en la vida cotidiana.
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La producción de plagas
El virus que está detrás de la actual epidemia (SARS-CoV-2), al igual que
su predecesor, el SARS-CoV de 2003, así como la gripe aviar y la gripe
porcina que la precedieron, se gestaron en el nexo de economía y
epidemiología. No es casualidad que tantos de estos virus hayan tomado
el nombre de animales: la propagación de nuevas enfermedades a la
población humana es casi siempre producto de lo que se llama
transferencia zoonótica, que es una forma técnica de decir que tales
infecciones saltan de los animales a los humanos. Este salto de una
especie a otra está condicionado por cosas como la proximidad y la
regularidad del contacto, todo lo cual construye el entorno en el que la
enfermedad se ve obligada a evolucionar. Cuando esta interfaz entre
humanos y animales cambia, también cambia las condiciones dentro de
las cuales tales enfermedades evolucionan. Detrás de los cuatro hornos,
por lo tanto, se encuentra un horno más fundamental que sostiene los
centros industriales del mundo: la olla a presión evolutiva de la agricultura
y la urbanización capitalistas. Esto proporciona el medio ideal a través del
cual plagas cada vez más devastadoras nacen, se transforman, son
inducidas a saltos zoonóticos y luego son vectorizadas agresivamente a
través de la población humana. A esto se añaden procesos igualmente
intensos que tienen lugar en los márgenes de la economía, donde las
personas que se ven empujadas a incursiones agroeconómicas cada vez
más extensas en ecosistemas locales encuentran cepas «salvajes». El
coronavirus más reciente, en sus orígenes «salvajes» y su repentina
propagación a través de un núcleo fuertemente industrializado y
urbanizado de la economía mundial, representa ambas dimensiones de
nuestra nueva era de plagas político-económicas.
La idea básica en este caso es desarrollada más a fondo por biólogos de
izquierda como Robert G. Wallace, cuyo libro Big Farms Make Big Flu («Las
grandes granjas hacen la gran gripe»), publicado en 2016, expone
exhaustivamente la conexión entre la agroindustria capitalista y la
etiología de las recientes epidemias, que van desde el SRAS hasta el
Ébola.1 Al rastrear la propagación del H5N1, también conocido como
gripe aviar, resume varios factores geográficos clave para esas
epidemias que se originan en el núcleo productivo:
Los paisajes rurales de muchos de los países más pobres se caracterizan
ahora por una agroindustria no regulada que se ejerce presión sobre los
barrios de barrios periféricos. La transmisión no controlada en zonas
vulnerables aumenta la variación genética con la que el H5N1 puede
desarrollar características específicas para el ser humano. Al extenderse
por tres continentes, el H5N1 de rápida evolución también entra en
contacto con una variedad cada vez mayor de entornos
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socioecológicos, incluidas las combinaciones locales específicas de los
tipos de huéspedes predominantes, los modos de cría de aves de corral
y las medidas de sanidad animal.2
Esta propagación está, por supuesto, impulsada por los circuitos
mundiales de mercancías y las migraciones regulares de mano de obra
que definen la geografía económica capitalista. El resultado es «un tipo
de selección demoníaca en aumento» a través del cual el virus se
plantea un mayor número de vías evolutivas en un tiempo más corto,
permitiendo que las variantes más aptas superen a las demás.
Pero éste es un punto fácil de señalar, y uno ya común en la prensa
dominante: el hecho de que la «globalización» permite la propagación
de esas enfermedades más rápidamente; aunque aquí con una adición
importante, observando cómo este mismo proceso de circulación
también estimula al virus a mutar más rápidamente. La verdadera
cuestión, sin embargo, viene antes: antes de que la circulación aumente
la resiliencia de esas enfermedades, la lógica básica del capital ayuda a
tomar cepas virales previamente aisladas o inofensivas y a colocarlas en
entornos hipercompetitivos que favorecen los rasgos específicos que
causan las epidemias, como ciclos rápidos de vida del virus, la
capacidad de salto zoonótico entre especies portadoras y la capacidad
de desarrollar rápidamente nuevos vectores de transmisión. Estas cepas
tienden a destacar precisamente por su virulencia. En términos absolutos,
parece que el desarrollo de cepas más virulentas tendría el efecto
contrario, ya que matar antes al huésped da menos tiempo para que el
virus se propague. El resfriado común es un buen ejemplo de este
principio, ya que generalmente mantiene niveles bajos de intensidad que
facilitan su distribución generalizada en la población. Pero en
determinados entornos, la lógica opuesta tiene mucho más sentido:
cuando un virus tiene numerosos huéspedes de la misma especie en
estrecha proximidad, y especialmente cuando estos huéspedes pueden
tener ya ciclos de vida acortados, el aumento de la virulencia se
convierte en una ventaja evolutiva.
De nuevo, el ejemplo de la gripe aviar es un ejemplo destacado. Wallace
señala que los estudios han demostrado que «no hay cepas endémicas
altamente patógenas [de influenza] en las poblaciones de aves silvestres,
que son el reservorio-fuente último de casi todos los subtipos de gripe».3 En
cambio, las poblaciones domesticadas agrupadas en granjas industriales
parecen mostrar una clara relación con esos brotes, por razones obvias:
Los crecientes monocultivos genéticos de animales domésticos eliminan
cualquier cortafuegos inmunológico que pueda existir para frenar la
transmisión. Los tamaños y las densidades de población más grandes
facilitan mayores tasas de transmisión. Tales condiciones de
hacinamiento reducen la respuesta inmunológica. El alto rendimiento,
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que forma parte de cualquier producción industrial, proporciona un
suministro continuamente renovado de susceptibles, el combustible para
la evolución de la virulencia.4
Y, por supuesto, cada una de estas características es una consecuencia
de la lógica de la competencia industrial. En particular, la rápida tasa de
«rendimiento» en tales contextos tiene una dimensión biológica muy
marcada: «Tan pronto como los animales industriales alcanzan el
volumen adecuado, son sacrificados. Las infecciones de influenza
residentes deben alcanzar rápidamente su umbral de transmisión en
cualquier animal dado […]. Cuanto más rápido se produzcan los virus,
mayor será el daño al animal».5 Irónicamente, el intento de suprimir tales
brotes mediante la eliminación masiva —como en los recientes casos de
peste porcina africana, que provocaron la pérdida de casi una cuarta
parte del suministro mundial de carne de cerdos— puede tener el efecto
no deseado de aumentar aún más esta presión de selección, induciendo
así la evolución de cepas hipervirulentas. Aunque tales brotes se han
producido históricamente en especies domesticadas, a menudo después
de períodos de guerra o catástrofes ambientales que ejercen una mayor
presión sobre las poblaciones de ganado, es innegable que el aumento
de la intensidad y la virulencia de tales enfermedades ha seguido a la
expansión de la producción capitalista.
Historia y etiología
Las plagas son en gran medida la sombra de la industrialización
capitalista, mientras que también actúan como su precursor. Los casos
evidentes de viruela y otras pandemias introducidas en América del Norte
son un ejemplo demasiado simple, ya que su intensidad se vio
aumentada por la separación a largo plazo de las poblaciones a través
de la geografía física; y esas enfermedades, sin embargo, ya habían
adquirido su virulencia a través de las redes mercantiles precapitalistas y
la urbanización temprana en Asia y Europa. Si en cambio miramos a
Inglaterra, donde el capitalismo surgió primero en el campo a través de
la limpieza masiva de campesinos de la tierra para ser reemplazados por
monocultivos de ganado, vemos los primeros ejemplos de estas plagas
distintivas del capitalismo. Tres pandemias diferentes ocurrieron en la
Inglaterra del siglo XVIII, abarcando 1709-1720, 1742-1760 y 1768-1786. El
origen de cada una fue el ganado importado de Europa, infectado por
las pandemias precapitalistas normales que siguieron a los combates.
Pero en Inglaterra, el ganado había comenzado a concentrarse de
nuevas maneras, y la introducción del ganado infectado se propagaría
por la población de manera mucho más agresiva que en Europa. No es
casual, entonces, que los brotes se centraran en las grandes lecherías de
Londres, que ofrecían entornos ideales para la intensificación de los virus.
En última instancia, cada uno de los brotes fue contenido mediante una
eliminación selectiva y temprana en menor escala, combinada con la
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aplicación de prácticas médicas y científicas modernas; en esencia
similares a la forma en que se sofocan esas epidemias hoy en día. Éste es
el primer ejemplo de lo que se convertiría en una pauta clara, imitando
la de la propia crisis económica: colapsos cada vez más intensos que
parecen poner a todo el sistema en un precipicio, pero que en última
instancia se superan mediante una combinación de sacrificios masivos
que despejan el mercado/población y una intensificación de los avances
tecnológicos; en este caso prácticas médicas modernas más nuevas
vacunas, que a menudo llegan demasiado poco y demasiado tarde,
pero que sin embargo ayudan a limpiar las cosas tras la devastación.
Pero este ejemplo de la patria del capitalismo también debe ir
acompañado de una explicación de los efectos que las prácticas
agrícolas capitalistas tuvieron en su periferia. Mientras que las pandemias
de ganado de la Inglaterra capitalista temprana fueron contenidas, los
resultados en otros lugares fueron mucho más devastadores. El ejemplo
con mayor impacto histórico es probablemente el del brote de peste
bovina en África que tuvo lugar en la década de 1890. La fecha en sí no
es una coincidencia: la peste bovina había asolado Europa con una
intensidad que seguía de cerca el crecimiento de la agricultura en gran
escala, sólo frenada por el avance de la ciencia moderna. Pero a finales
del siglo XIX se produjo el apogeo del imperialismo europeo,
personificado en la colonización de África. La peste bovina fue traída de
Europa al África oriental con los italianos, que trataban de alcanzar a
otras potencias imperiales colonizando el Cuerno de África mediante una
serie de campañas militares. Estas campañas terminaron en su mayor
parte en fracaso, pero la enfermedad se propagó luego a través de la
población ganadera indígena y finalmente llegó a Sudáfrica, donde
devastó la primera economía agrícola capitalista de la colonia, llegando
incluso a matar al rebaño en la finca del infame y autoproclamado
supremacista blanco Cecil Rhodes. El efecto histórico más amplio fue
innegable: al matar hasta el 80-90 % de todo el ganado, la plaga provocó
una hambruna sin precedentes en las sociedades predominantemente
pastoriles del África subsahariana. A esta despoblación le siguió la
colonización invasiva de la sabana por el espino, que creó un hábitat
para la mosca tse-tsé, que es portadora de la enfermedad del sueño e
impide el pastoreo del ganado. Esto aseguró que la repoblación de la
región después de la hambruna fuera limitada, y permitió una mayor
expansión de las potencias coloniales europeas en todo el continente.
Además de inducir periódicamente crisis agrícolas y producir las
condiciones apocalípticas que ayudaron a que el capitalismo surgiera
más allá de sus primeras fronteras, esas plagas también han atormentado
al proletariado en el propio núcleo industrial. Antes de volver a los muchos
ejemplos más recientes, vale la pena señalar de nuevo que simplemente
no hay nada exclusivamente chino en el brote de coronavirus. Las
explicaciones de por qué tantas epidemias parecen surgir en China no
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son culturales: se trata de una cuestión de geografía económica. Esto
queda muy claro si comparamos China con Estados Unidos o Europa,
cuando estos últimos eran centros de producción mundial y de empleo
industrial masivo.6 Y el resultado es esencialmente idéntico, con todas las
mismas características. La muerte del ganado en el campo se produjo en
la ciudad debido a las malas prácticas sanitarias y a la contaminación
generalizada. Esto se convirtió en el centro de los primeros esfuerzos
liberales-progresistas de reforma en las zonas de clase trabajadora,
personificados en la recepción de la novela de Upton Sinclair La jungla,
escrita originalmente para documentar el sufrimiento de los trabajadores
inmigrantes en la industria de la carne, pero que fue retomada por los
liberales más ricos preocupados por las violaciones de la salud y las
condiciones generalmente insalubres en las que se preparaban sus
propios alimentos.
Esta indignación liberal por la «inmundicia», con todo su racismo implícito,
todavía define lo que podríamos pensar como la ideología automática
de la mayoría de las personas cuando se enfrentan a las dimensiones
políticas de algo como las epidemias de coronavirus o SARS. Pero los
trabajadores tienen poco control sobre las condiciones en las que
trabajan. Más importante aún, mientras que las condiciones insalubres se
filtran fuera de la fábrica a través de la contaminación de los suministros
de alimentos, esta contaminación es realmente sólo la punta del iceberg.
Tales condiciones son la norma ambiental para aquellos que trabajan en
ellas o viven en asentamientos proletarios cercanos, y estas condiciones
inducen descensos en el nivel de salud de la población que proporcionan
condiciones aún mejores para la propagación del vasto conjunto de
plagas del capitalismo. Tomemos, por ejemplo, el caso de la gripe
española, una de las epidemias más mortíferas de la historia. Fue uno de
los primeros brotes de influenza H1N1 (relacionada con brotes más
recientes de gripe porcina y aviar), y durante mucho tiempo se supuso
que de alguna manera era cualitativamente diferente de otras variantes
de la influenza, dado su elevado número de muertes. Si bien esto parece
ser cierto en parte (debido a la capacidad de la gripe de inducir una
reacción excesiva del sistema inmunológico), en exámenes posteriores
de la bibliografía y en investigaciones epidemiológicas históricas se
comprobó que tal vez no fuera mucho más virulenta que otras cepas. En
cambio, su elevada tasa de mortalidad probablemente se debió
principalmente a la malnutrición generalizada, el hacinamiento urbano y
las condiciones de vida generalmente insalubres en las zonas afectadas,
lo que fomentó no sólo la propagación de la propia gripe sino también el
cultivo de superinfecciones bacterianas sobre la viral subyacente.7
En otras palabras, el número de muertes de la gripe española, aunque se
presenta como una aberración imprevisible en el carácter del virus,
recibió un impulso equivalente por las condiciones sociales. Mientras
tanto, la rápida propagación de la gripe fue posible gracias al comercio
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y la guerra a escala mundial, que en ese momento se centró en los
imperialismos rápidamente cambiantes que sobrevivieron a la Primera
Guerra Mundial. Y volvemos a encontrar una historia ya conocida de
cómo se produjo una cepa tan mortal de influenza en primer lugar:
aunque el origen exacto sigue siendo algo turbio, se supone ahora que
se originó en cerdos o aves de corral domesticados, probablemente en
Kansas. El momento y el lugar son notables, ya que los años posteriores a
la guerra fueron una especie de punto de inflexión para la agricultura
estadounidense, que presenció la aplicación generalizada de métodos
de producción cada vez más mecanizados y de tipo industrial. Estas
tendencias sólo se intensificaron a lo largo de la década de 1920, y la
aplicación masiva de tecnologías como la cosechadora indujo tanto a
una monopolización gradual como a un desastre ecológico, cuya
combinación dio lugar a la crisis del Dust Bowl y a la migración masiva
que siguió. La concentración intensiva de ganado que marcaría más
tarde las granjas industriales no había surgido todavía, pero las formas
más básicas de concentración y rendimiento intensivo que ya habían
creado epidemias de ganado en toda Europa eran ahora la norma. Si las
epidemias de ganado inglesas del siglo XVIII fueron el primer caso de una
plaga de ganado claramente capitalista, y el brote de peste bovina de
la década de 1890 en África el mayor de los holocaustos epidemiológicos
del imperialismo, la gripe española puede entenderse entonces como la
primera de las plagas del capitalismo sobre el proletariado.
La Edad Dorada
Los paralelismos con el actual caso chino son sobresalientes. COVID-19
no puede entenderse sin tener en cuenta las formas en que el desarrollo
de China en las últimas décadas en y a través del sistema capitalista
mundial ha moldeado el sistema de salud del país y el estado de la salud
pública en general. Por consiguiente, la epidemia, por novedosa que
sea, es similar a otras crisis de salud pública anteriores a ella, que suelen
producirse casi con la misma regularidad que las crisis económicas y que
se consideran de manera similar en la prensa popular, como si se tratara
de acontecimientos aleatorios, «cisnes negros», totalmente impredecibles
y sin precedentes. La realidad, sin embargo, es que estas crisis sanitarias
siguen sus propios patrones caóticos y cíclicos de recurrencia, hechos
más probables por una serie de contradicciones estructurales
incorporadas en la naturaleza de la producción y la vida proletaria bajo
el capitalismo. Como en el caso de la gripe española, el coronavirus fue
originalmente capaz de arraigarse y propagarse rápidamente debido a
una degradación general de la atención sanitaria básica entre la
población en general. Pero precisamente porque esta degradación ha
tenido lugar en medio de un crecimiento económico espectacular, se ha
ocultado detrás del esplendor de las ciudades brillantes y las fábricas
masivas. La realidad, sin embargo, es que los gastos en bienes públicos
como la atención sanitaria y la educación en China siguen siendo
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extremadamente bajos, mientras que la mayor parte del gasto público
se ha dirigido a la infraestructura de ladrillos y mortero: puentes, carreteras
y electricidad barata para la producción.
Mientras tanto, la calidad de los productos del mercado interno suele ser
peligrosamente mala. Durante décadas, la industria china ha producido
exportaciones de alta calidad y alto valor, hechas con los más altos
estándares globales para el mercado mundial, como los iPhones y los
chips de computadora. Pero los productos que se dejan para el consumo
en el mercado interno tienen normas pésimas, lo que provoca
escándalos regulares y una profunda desconfianza del público. Los
muchos casos tienen un eco innegable de La jungla de Sinclair y otros
cuentos de los Estados Unidos de la «Edad Dorada». El caso más grande
que se recuerda, el escándalo de la leche de melamina de 2008, dejó
una docena de niños muertos y decenas de miles de personas
hospitalizadas (aunque tal vez cientos de miles de personas se vieron
afectadas). Desde entonces, varios escándalos han sacudido al público
con regularidad: en 2011, cuando se encontró «aceite de cañerías»
reciclado de trampas de grasa que se utilizaba en restaurantes de todo
el país, o en 2018, cuando las vacunas defectuosas mataron a varios
niños, y luego un año más tarde, cuando docenas de personas fueron
hospitalizadas al recibir vacunas falsas contra el VPH. Las historias más
suaves son aún más rampantes, componiendo un telón de fondo familiar
para cualquiera que viva en China: mezcla de sopa instantánea en polvo
con jabón para mantener los costos bajos, empresarios que venden
cerdos muertos por causas misteriosas a las aldeas vecinas, chismes
detallados sobre qué tiendas callejeras son más propensas a enfermar.
Antes de la incorporación pieza por pieza del país al sistema capitalista
mundial, servicios como la atención de la salud en China se prestaban
antes (principalmente en las ciudades) en el marco del
sistema danwei de prestaciones empresariales o (sobre todo, pero no
exclusivamente, en el campo) en clínicas locales de atención de la salud
atendidas por abundantes «médicos descalzos», todos ellos prestados de
forma gratuita. Los éxitos de la atención de la salud de la era socialista,
al igual que sus éxitos en la esfera de la educación básica y la
alfabetización, fueron lo suficientemente importantes como para que
incluso los críticos más duros del país tuvieran que reconocerlos. La fiebre
del caracol, que asoló al país durante siglos, fue esencialmente eliminada
en gran parte de su núcleo histórico, para volver a entrar en vigor una vez
que se empezó a desmantelar el sistema de atención sanitaria socialista.
La mortalidad infantil se desplomó y, a pesar de la hambruna que
acompañó al Gran Salto Adelante, la esperanza de vida pasó de 45 a 68
años entre 1950 y principios de la década de 1980. La inmunización y las
prácticas sanitarias generales se generalizaron, y la información básica
sobre nutrición y salud pública, así como el acceso a los medicamentos
rudimentarios, fueron gratuitos y accesibles a todos. Mientras tanto, el
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Lima – Perú, 2020.
sistema de médicos descalzos ayudó a distribuir conocimientos médicos
fundamentales, aunque limitados, a una gran parte de la población,
contribuyendo a construir un sistema de atención de la salud robusto y
ascendente en condiciones de grave pobreza material. Vale la pena
recordar que todo esto tuvo lugar en un momento en que China era más
pobre, per cápita, que el país medio del África subsahariana de hoy.
Desde entonces, una combinación de abandono y privatización ha
degradado sustancialmente este sistema al mismo tiempo que la rápida
urbanización y la producción industrial no regulada de artículos
domésticos y alimentos ha hecho aún más fuerte la necesidad de una
atención sanitaria generalizada, por no hablar de los reglamentos sobre
alimentos, medicamentos y seguridad. Hoy en día, el gasto público de
China en salud es de 323 dólares estadounidenses per cápita, según
las cifras de la Organización Mundial de la Salud. Esta cifra es baja incluso
entre otros países de «ingresos medios-altos», y es alrededor de la mitad
de lo que gastan Brasil, Bielorrusia y Bulgaria. La reglamentación es
mínima o inexistente, lo que da lugar a numerosos escándalos del tipo
mencionado anteriormente. Mientras tanto, los efectos de todo esto se
dejan sentir con mayor fuerza en los cientos de millones de trabajadores
migrantes, para los que todo derecho a prestaciones básicas de
atención de la salud se evapora por completo cuando abandonan sus
ciudades de origen rurales (donde, en virtud del sistema hukou, son
residentes permanentes independientemente de su ubicación real, lo
que significa que no se puede acceder a los recursos públicos restantes
en otro lugar).
Ostensiblemente, se suponía que la asistencia sanitaria pública había
sido sustituida a finales de la década de 1990 por un sistema más
privatizado (aunque gestionado por el Estado) en el que una
combinación de las contribuciones de los empleadores y los empleados
se encargaría de la atención médica, las pensiones y el seguro de
vivienda. Sin embargo, este sistema de seguridad social ha sufrido de una
mala remuneración sistemático, hasta el punto de que las contribuciones
supuestamente «requeridas» por parte de los empleadores son a menudo
simplemente ignoradas, dejando a la abrumadora mayoría de los
trabajadores pagar de su bolsillo. Según la última estimación nacional
disponible, sólo el 22 % de los trabajadores migrantes tenía un seguro
médico básico. Sin embargo, la falta de contribuciones al sistema de
seguridad social no es simplemente un acto de rencor por parte de jefes
individualmente corruptos, sino que se explica en gran medida por el
hecho de que los estrechos márgenes de beneficio no dejan espacio
para los beneficios sociales. En nuestro propio cálculo, encontramos que
pagar el seguro social en un centro industrial como Dongguan reduciría
los beneficios industriales a la mitad y llevaría a muchas empresas a la
bancarrota. Para colmar las enormes lagunas, China estableció un plan
médico complementario para cubrir a los jubilados y los trabajadores por
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Lima – Perú, 2020.
cuenta propia, que sólo paga unos pocos cientos de yuanes por persona
al año en promedio.
Este asediado sistema médico produce sus propias y aterradoras
tensiones sociales. Cada año mueren varios miembros del personal
médico y docenas de ellos resultan heridos en ataques de pacientes
enfadados o, más a menudo, de familiares de pacientes que mueren a
su cargo. El ataque más reciente ocurrió en la víspera de Navidad,
cuando un médico de Beijing fue apuñalado hasta la muerte por el hijo
de un paciente que creía que su madre había muerto por falta de
cuidados en el hospital. Una encuesta de médicos encontró que un
asombroso 85 % había experimentado violencia en el lugar de trabajo, y
otra, de 2015, dijo que el 13 % de los médicos en China habían sido
agredidos físicamente el año anterior. Los médicos chinos ven cuatro
veces más pacientes por año que los estadounidenses, mientras que se
les paga menos de 15 000 dólares estadounidenses por año; en
perspectiva, eso es menos que el ingreso per cápita (16 760 dólares),
mientras que en Estados Unidos el salario promedio de un médico
(alrededor de 300 000 dólares) es casi cinco veces más que el ingreso per
cápita (60 200 dólares). Antes de que se cerrara en 2016 y sus creadores
fueran arrestados, el ya desaparecido proyecto de blogs de seguimiento
de Lu Yuyu y Li Tingyu registró al menos unas cuantas huelgas y protestas
de trabajadores médicos cada mes.8 En 2015, el último año completo de
sus datos meticulosamente recopilados, se produjeron 43 eventos de este
tipo. También registraron docenas de «incidentes de [protesta] de
tratamiento médico» cada mes, encabezados por familiares de los
pacientes, con 368 registrados en 2015.
En estas condiciones de desinversión pública masiva del sistema de salud,
no es sorprendente que COVID-19 se haya establecido tan fácilmente.
Combinado con el hecho de que nuevas enfermedades transmisibles
surgen en China a un ritmo de una cada 1-2 años, las condiciones
parecen estar dadas para que tales epidemias continúen. Como en el
caso de la gripe española, las condiciones generalmente pobres de salud
pública entre la población proletaria han ayudado a que el virus gane
terreno y, a partir de ahí, a que se propague rápidamente. Pero, de
nuevo, no es sólo una cuestión de distribución. También tenemos que
entender cómo se produjo el virus en sí mismo.
No hay ninguna tierra salvaje
En el caso del brote más reciente, la historia es menos sencilla que la de
los casos de gripe porcina o aviar, que están tan claramente asociados
con el núcleo del sistema agroindustrial. Por una parte, los orígenes
exactos del virus no están todavía del todo claros. Es posible que se
originara en los cerdos, que son uno de los muchos animales domésticos
y salvajes que se trafican en el mercado mojado de Wuhan que parece
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Lima – Perú, 2020.
ser el epicentro del brote, en cuyo caso la causalidad podría ser más
similar a los casos anteriores de lo que podría parecer. La mayor
probabilidad, sin embargo, parece apuntar hacia el virus originado en
murciélagos o posiblemente en serpientes, ambos de los cuales suelen ser
recogidos en el medio silvestre. Sin embargo, incluso en este caso existe
una relación, ya que el declive de la disponibilidad e inocuidad de la
carne de cerdo debido al brote de peste porcina africana ha significado
que el aumento de la demanda de carne ha sido a menudo satisfecho
por estos mercados mojados que venden carne de caza «salvaje». Pero
sin la conexión directa de la ganadería industrial, ¿puede decirse que los
mismos procesos económicos tienen alguna complicidad en este brote
en particular?
La respuesta es sí, pero de una manera diferente. Una vez más, Wallace
señala no una sino dos rutas principales por las que el capitalismo ayuda
a gestar y desatar epidemias cada vez más mortales: la primera,
esbozada anteriormente, es el caso directamente industrial, en el que los
virus se gestan dentro de entornos industriales que han sido totalmente
subsumidos en la lógica capitalista. Pero el segundo es el caso indirecto,
que tiene lugar a través de la expansión y extracción capitalista en el
interior del país, donde virus hasta ahora desconocidos son
esencialmente recogidos de poblaciones salvajes y distribuidos a lo largo
de los circuitos mundiales de capital. Por supuesto, ambos no están
totalmente separados, pero parece ser el segundo caso el que mejor
describe la aparición de la epidemia actual.9 En este caso, el aumento
de la demanda de los cuerpos de animales salvajes para el consumo, el
uso médico o (como en el caso de los camellos y el MERS) una variedad
de funciones culturalmente significativas construye nuevas cadenas
mundiales de mercancías en bienes «salvajes». En otros, las cadenas de
valor agroecológicas preexistentes se extienden simplemente a esferas
anteriormente «salvajes», cambiando las ecologías locales y modificando
la interfaz entre lo humano y lo no-humano.
El propio Wallace es claro al respecto, explicando varias dinámicas que
crean enfermedades peores a pesar de que los propios virus ya existen
en entornos «naturales». La expansión de la producción industrial por sí
sola «puede empujar a los alimentos silvestres cada vez más capitalizados
hacia lo último del paisaje primario, desenterrando una mayor variedad
de patógenos potencialmente protopandémicos». En otras palabras, a
medida que la acumulación de capital subsume nuevos territorios, los
animales serán empujados a zonas menos accesibles donde entrarán en
contacto con cepas de enfermedades previamente aisladas, todo ello
mientras que estos mismos animales se están convirtiendo en objetivos de
la mercantilización ya que «incluso las especies de subsistencia más
salvajes están siendo enlazadas en las cadenas de valor de la
agricultura». De manera similar, esta expansión empuja a los humanos
más cerca de estos animales y estos ambientes, lo que «puede aumentar
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Lima – Perú, 2020.
la interfaz (y la propagación) entre las poblaciones silvestres no-humanas
y la ruralidad recientemente urbanizada». Esto le da al virus más
oportunidad y recursos para mutar de una manera que le permite
infectar a los humanos, aumentando la probabilidad de una
propagación biológica. La geografía de la industria en sí nunca ha sido
tan limpiamente urbana o rural de todos modos, así como la agricultura
industrial monopolizada hace uso tanto de las explotaciones agrícolas a
gran escala como de las pequeñas: «en la pequeña propiedad de un
contratista [una granja industrial] a lo largo de la orilla del bosque, un
animal de alimentación puede atrapar un patógeno antes de ser
enviado a una planta de procesamiento en el anillo exterior de una gran
ciudad».
El hecho es que la esfera «natural» ya está subsumida en un sistema
capitalista totalmente mundial que ha logrado cambiar las condiciones
climáticas de base y devastar tantos ecosistemas precapitalistas10 que el
resto ya no funciona como podría haberlo hecho en el pasado. Aquí
reside otro factor causal, ya que, según Wallace, todos estos procesos de
devastación ecológica reducen «el tipo de complejidad ambiental con
el que el bosque interrumpe las cadenas de transmisión». La realidad,
entonces, es que es un nombre equivocado pensar en tales áreas como
la «periferia» natural de un sistema capitalista. El capitalismo ya es global,
y también totalizante. Ya no tiene un borde o frontera con alguna esfera
natural no-capitalista más allá de él, y por lo tanto no hay una gran
cadena de desarrollo en la que los países «atrasados» sigan a los que
están delante de ellos en su camino hacia la cadena de valor, ni
tampoco ninguna verdadera zona salvaje capaz de ser preservada en
algún tipo de condición pura e intacta. En su lugar, el capital tiene
simplemente un interior subordinado, que a su vez está totalmente
subsumido en las cadenas de valor mundiales. Los sistemas sociales
resultantes —incluyendo todo, desde el supuesto «tribalismo» hasta la
renovación de las religiones fundamentalistas antimodernas— son
productos totalmente contemporáneos, y casi siempre están
conectados de facto a los mercados globales, a menudo de forma
bastante directa. Lo mismo puede decirse de los sistemas biológico-
ecológicos resultantes, ya que las zonas «salvajes» son en realidad
inmanentes a esta economía mundial tanto en el sentido abstracto de
dependencia del clima y los ecosistemas conexos como en el sentido
directo de estar conectados a esas mismas cadenas de valor mundiales.
Este hecho produce las condiciones necesarias para la transformación
de las cepas virales «salvajes» en pandemias globales. Pero COVID-19 no
es la peor de ellas. Una ilustración ideal del principio básico y del peligro
global puede encontrarse en el Ébola. El virus del Ébola11 es un caso claro
de un reservorio viral existente que se extiende a la población humana.
Las pruebas actuales sugieren que sus huéspedes de origen son varias
especies de murciélagos nativos de África occidental y central, que
actúan como portadores pero que no se ven afectados por el virus. No
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Lima – Perú, 2020.
ocurre lo mismo con los demás mamíferos salvajes, como los primates y
los duikers, que contraen periódicamente el virus y sufren brotes rápidos y
de gran mortandad. El Ébola tiene un ciclo de vida particularmente
agresivo más allá de sus especies reservorias. A través del contacto con
cualquiera de estos huéspedes silvestres, los humanos también pueden
infectarse, con resultados devastadores. Se han producido varias
epidemias importantes, y la tasa de mortalidad de la mayoría ha sido
extremadamente alta, casi siempre superior al 50 %. En el mayor brote
registrado, que continuó esporádicamente de 2013 a 2016 en varios
países de África occidental, se produjeron 11 000 muertes. La tasa de
mortalidad de los pacientes hospitalizados en este brote fue del 57 al 59
%, y mucho más alta para los que no tenían acceso a los hospitales. En
los últimos años, varias vacunas han sido desarrolladas por empresas
privadas, pero la lentitud de los mecanismos de aprobación y los estrictos
derechos de propiedad intelectual se han combinado con la falta
generalizada de una infraestructura sanitaria para producir una situación
en la que las vacunas han hecho poco por detener la epidemia más
reciente, centralizada en la República Democrática del Congo (RDC) y
que ahora es el brote más duradero.
La enfermedad se presenta a menudo como si fuera algo parecido a un
desastre natural; en el mejor de los casos al azar, en el peor se culpa a las
prácticas culturales «inmundas» de los pobres que viven en los bosques.
Pero el momento en que se produjeron estos dos grandes brotes (2013-
2016 en África occidental y 2018-presente en la República Democrática
del Congo) no es una coincidencia. Ambos han ocurrido precisamente
cuando la expansión de las industrias primarias ha desplazado aún más
a los habitantes de los bosques y ha perturbado los ecosistemas locales.
De hecho, esto parece ser cierto en más casos que en los más recientes,
ya que, como explica Wallace, «cada brote del Ébola parece
estar relacionado con cambios en el uso de la tierra impulsados por el
capital, incluso en el primer brote en Nzara (Sudán) en 1976, donde una
fábrica financiada por el Reino Unido hilaba y tejía el algodón local». Del
mismo modo, los brotes de 2013 en Guinea se produjeron justo después
de que un nuevo gobierno comenzara a abrir el país a los mercados
mundiales y a vender grandes extensiones de tierra a conglomerados
agroindustriales internacionales. La industria del aceite de palma, notoria
por su papel en la deforestación y la destrucción ecológica en todo el
mundo, parece haber sido particularmente culpable, ya que sus
monocultivos devastan las robustas redundancias ecológicas que
ayudan a interrumpir las cadenas de transmisión y al mismo tiempo
atraen literalmente a las especies de murciélagos que sirven de reservorio
natural para el virus.13
Mientras tanto, la venta de grandes extensiones de tierra a empresas
comerciales agroforestales supone tanto el despojo de los habitantes de
los bosques como la perturbación de sus formas locales de producción y
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Lima – Perú, 2020.
cosecha que dependen del ecosistema. Esto a menudo deja a los pobres
de las zonas rurales sin otra opción que internarse más en el bosque al
mismo tiempo que se trastorna su relación tradicional con ese
ecosistema. El resultado es que la supervivencia depende cada vez más
de la caza de animales salvajes o de la recolección de flora y madera
locales para su venta en los mercados mundiales. Esas poblaciones se
convierten entonces en los representantes de la ira de las organizaciones
ecologistas mundiales, que las denuncian como «cazadores furtivos» y
«madereros ilegales» responsables de la misma deforestación y
destrucción ecológica que las empujó a esos comercios en primer lugar.
A menudo, el proceso toma entonces un giro mucho más oscuro, como
en Guatemala, donde los paramilitares anticomunistas que quedaron
atrás en la guerra civil del país se transformaron en fuerzas de seguridad
«verdes», encargadas de «proteger» el bosque de la tala, la caza y el
narcotráfico ilegales que eran los únicos oficios disponibles para sus
residentes indígenas, que habían sido empujados a tales actividades
precisamente por la violenta represión que habían sufrido de esos mismos
paramilitares durante la guerra.13 Desde entonces, el patrón se ha
reproducido en todo el mundo, animado por los puestos de los medios
de comunicación social en los países de altos ingresos que celebran la
ejecución (a menudo literalmente capturada en cámara) de «cazadores
furtivos» por parte de las fuerzas de seguridad supuestamente «verdes».14
La contención como ejercicio en el arte del Estado
COVID-19 ha captado la atención mundial con una fuerza sin
precedentes. El Ébola, la gripe aviar y el SARS, por supuesto, todos
tuvieron su frenesí mediático asociado. Pero algo acerca de esta nueva
epidemia ha generado un tipo diferente de resistencia. En parte, esto se
debe casi con seguridad a la espectacular escala de la respuesta del
gobierno chino, que ha dado lugar a imágenes igualmente
espectaculares de megalópolis vaciadas que contrastan con la imagen
normal de los medios de comunicación de China como superpoblada y
contaminada. Esta respuesta también ha sido una fuente fructífera para
la especulación normal sobre el inminente colapso político o económico
del país, dado un impulso adicional por las continuas tensiones de la fase
inicial de la guerra comercial con Estados Unidos. Esto se combina con la
rápida propagación del virus para darle el carácter de una amenaza
mundial inmediata, a pesar de su baja tasa de mortalidad.15
Sin embargo, a un nivel más profundo, lo que parece más fascinante de
la respuesta del Estado es la forma en que se ha llevado a cabo, a través
de los medios de comunicación, como una especie de ensayo general
melodramático para la plena movilización de la contrainsurgencia
nacional. Esto nos da una idea real de la capacidad represiva del Estado
chino, pero también pone de relieve la incapacidad más profunda de
ese Estado, revelada por su necesidad de confiar tanto en una
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Lima – Perú, 2020.
combinación de medidas de propaganda total desplegadas a través de
todas las facetas de los medios de comunicación y las movilizaciones de
buena voluntad de la población local que, de otro modo, no tendría
ninguna obligación material de cumplir. Tanto la propaganda china
como la occidental han hecho hincapié en la capacidad represiva real
de la cuarentena: la primera de ellas como un caso de intervención
gubernamental eficaz en una emergencia y la segunda como otro caso
más de extralimitación totalitaria por parte del distópico Estado chino. La
verdad no dicha, sin embargo, es que la misma agresión de la represión
significa una incapacidad más profunda en el Estado chino, que en sí
mismo está todavía completamente en construcción.
Esto en sí mismo nos ofrece una ventana para contemplar la naturaleza
del Estado chino, mostrando cómo está desarrollando nuevas e
innovadoras técnicas de control social y respuesta a la crisis capaces de
ser desplegadas incluso en condiciones en las que la maquinaria básica
del Estado es escasa o inexistente. Esas condiciones, por su parte, ofrecen
un panorama aún más interesante (aunque más especulativo) de cómo
podría responder la clase dirigente de un país determinado cuando una
crisis generalizada y una insurrección activa causen averías similares
incluso en los Estados más robustos. El brote viral se vio favorecido en
todos los aspectos por las deficientes conexiones entre los niveles de
gobierno: la represión de los médicos «denunciantes» por parte de los
funcionarios locales en contra de los intereses del gobierno central, los
ineficaces mecanismos de notificación de los hospitales y la prestación
extremadamente deficiente de la atención sanitaria básica son sólo
algunos ejemplos. Mientras tanto, los diferentes gobiernos locales han
vuelto a la normalidad a ritmos diferentes, casi completamente fuera del
control del Estado central (excepto en Hubei, el epicentro). En el
momento de redactar este texto, parece casi totalmente aleatorio qué
puertos están en funcionamiento y qué locales han reanudado la
producción. Pero esta cuarentena de bricolaje ha hecho que las redes
logísticas de larga distancia entre ciudades sigan perturbadas, ya que
cualquier gobierno local parece ser capaz de impedir simplemente el
paso de trenes o camiones de carga a través de sus fronteras. Y esta
incapacidad a nivel de base del gobierno chino le ha obligado a tratar
con el virus como si fuera una insurgencia, jugando a la guerra civil contra
un enemigo invisible.
La maquinaria estatal nacional comenzó a funcionar realmente el 22 de
enero, cuando las autoridades mejoraron las medidas de respuesta de
emergencia en toda la provincia de Hubei, y dijeron al público que
tenían la autoridad legal para establecer instalaciones de cuarentena,
así como para «recoger» el personal, los vehículos y las instalaciones
necesarias para la contención de la enfermedad, o para establecer
bloqueos y controlar el tráfico (con lo que se sellaba un fenómeno que
sabía que ocurriría a pesar de todo). En otras palabras, el pleno
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Lima – Perú, 2020.
despliegue de los recursos estatales comenzó en realidad con un
llamamiento a los esfuerzos voluntarios en nombre de los habitantes de la
localidad. Por un lado, un desastre tan masivo pondrá a prueba la
capacidad de cualquier Estado (véase, por ejemplo, la respuesta a los
huracanes en Estados Unidos). Pero, por otra parte, esto repite una pauta
común en el arte de gobernar de China, según la cual el Estado central,
al carecer de estructuras de mando formales y eficaces que se extiendan
hasta el nivel local, debe basarse en una combinación de llamamientos
ampliamente difundidos para que los funcionarios y los ciudadanos
locales se movilicen y una serie de castigos a posteriori para los que peor
respondan (enmarcados en la lucha contra la corrupción). La única
respuesta verdaderamente eficaz se encuentra en zonas específicas en
las que el Estado central concentra el grueso de su poder y su atención,
en este caso, Hubei en general y Wuhan en particular. En la mañana del
24 de enero, la ciudad ya se encontraba en un cierre total efectivo, sin
trenes que entraran o salieran casi un mes después de que se detectara
la nueva cepa del coronavirus. Las autoridades sanitarias nacionales han
declarado que las autoridades sanitarias tienen la capacidad de
examinar y poner en cuarentena a cualquier persona a su discreción.
Además de las principales ciudades de Hubei, docenas de otras
ciudades de toda China, incluidas Beijing, Cantón, Nankín y Shanghái,
han puesto en marcha cierres de diversa gravedad para los flujos de
personas y mercancías que entran y salen de sus fronteras.
En respuesta al llamamiento del Estado central a movilizarse, algunas
localidades han tomado sus propias iniciativas extrañas y severas. Las más
espantosas de ellas se encuentran en cuatro ciudades de la provincia de
Zhejiang, en las que se han expedido pasaportes locales a 30 millones de
personas, lo que permite que sólo una persona por hogar salga de su
casa una vez cada dos días. Ciudades como Shenzhen y Chengdu
han ordenado que cada barrio sea cerrado, y han permitido que
edificios enteros de departamentos sean puestos en cuarentena durante
catorce días si se encuentra un solo caso confirmado del virus en su
interior. Mientras tanto, cientos de personas han sido detenidas o
multadas por «difundir rumores» sobre la enfermedad, y algunas que han
huido de la cuarentena han sido arrestadas y sentenciadas a un largo
tiempo de cárcel, y las propias cárceles están experimentando ahora un
grave brote, debido a la incapacidad de los funcionarios de aislar a los
individuos enfermos incluso en un entorno literalmente diseñado para un
fácil aislamiento. Este tipo de medidas desesperadas y agresivas reflejan
las de los casos extremos de contrainsurgencia, recordando muy
claramente las acciones de la ocupación militar-colonial en lugares
como Argelia o, más recientemente, Palestina. Nunca antes se habían
llevado a cabo a esta escala, ni en megalópolis de este tipo que
albergan a gran parte de la población mundial. La conducta de la
represión ofrece entonces una extraña lección para quienes tienen la
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Lima – Perú, 2020.
mente puesta en la revolución mundial, ya que es, esencialmente, un
simulacro de reacción liderada por el Estado.
Incapacidad
Esta particular represión se beneficia de su carácter aparentemente
humanitario, ya que el Estado chino puede movilizar un mayor número
de personas para ayudar en lo que es, esencialmente, la noble causa de
estrangular la propagación del virus. Pero, como es de esperar, estas
medidas de restricción siempre resultan contraproducentes. La
contrainsurgencia es, después de todo, una especie de guerra
desesperada que se lleva a cabo sólo cuando se han hecho imposibles
formas más sólidas de conquista, apaciguamiento e incorporación
económica. Es una acción costosa, ineficiente y de retaguardia, que
traiciona la incapacidad más profunda de cualquier poder encargado
de desplegarla, ya sean los intereses coloniales franceses, el menguante
imperio estadounidense u otros. El resultado de la represión es casi
siempre una segunda insurgencia, ensangrentada por el aplastamiento
de la primera y aún más desesperada. Aquí, la cuarentena difícilmente
reflejará la realidad de la guerra civil y la contrainsurgencia. Pero incluso
en este caso, la represión ha fracasado a su manera. Con tanto esfuerzo
del Estado enfocado en el control de la información y la constante
propaganda desplegada a través de todos los aparatos mediáticos
posibles, el malestar se ha expresado en gran medida dentro de las
mismas plataformas.
La muerte del Dr. Li Wenliang, uno de los primeros denunciantes de los
peligros del virus, el 7 de febrero sacudió a los ciudadanos encerrados en
sus casas en todo el país. Li fue uno de los ocho médicos detenidos por la
policía por difundir «información falsa» a principios de enero, antes de
contraer el virus él mismo. Su muerte provocó la ira de los ciudadanos y
una declaración de arrepentimiento del gobierno de Wuhan. La gente
está empezando a ver que el Estado está formado por funcionarios y
burócratas torpes que no tienen ni idea de qué hacer pero que, sin
embargo, ponen una cara fuerte.16 Este hecho se reveló esencialmente
cuando el alcalde de Wuhan, Zhou Xianwang, se vio obligado a admitir
en la televisión estatal que su gobierno había retrasado la publicación de
información crítica sobre el virus después de que se produjera un brote.
La propia tensión causada por el brote, combinada con la inducida por
la movilización total del Estado, ha empezado a revelar a la población
en general las profundas fisuras que se esconden detrás del retrato tan
fino como el papel que el gobierno se pinta a sí mismo. En otras palabras,
condiciones como éstas han expuesto las incapacidades fundamentales
del Estado chino a un número cada vez mayor de personas que
anteriormente habrían tomado la propaganda del gobierno al pie de la
letra.
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#China CCP’s «infection control» propaganda in #Wuhan, locals:
«They’re here everyday only to take group photos with the Party flag»
«They took off their PPE once they’ve taken the photo. He uses PPE to
wipe his car!»
«He just threw PPE into a rubbish
bin!»#WuhanCoronavirus pic.twitter.com/Gb1fxBXy12
— W. B. Yeats (@WBYeats1865) February 12, 2020
Si se pudiera encontrar un solo símbolo para expresar el carácter básico
de la respuesta del Estado, sería algo como el video de arriba, grabado
por un local en Wuhan y compartido con el Internet occidental a través
de Twitter en Hong Kong.17 Esencialmente, muestra a un número de
personas que parecen ser médicos o socorristas de algún tipo equipados
con un equipo de protección completo tomándose una foto con la
bandera china. La persona que filma el video explica que están fuera de
ese edificio todos los días para varias operaciones fotográficas. El video
sigue a los hombres mientras se quitan el equipo de protección y se
quedan parados platicando y fumando, incluso usando uno de los trajes
para limpiar su auto. Antes de irse, uno de los hombres arroja sin
ceremonias el traje protector en un cesto de basura cercano, sin
molestarse en tirarlo al fondo donde no se vea. Videos como éste se han
difundido rápidamente antes de ser censurados: pequeñas lágrimas en
el fino velo del espectáculo autorizado por el Estado.
En un nivel más fundamental, la cuarentena también ha comenzado a
ver la primera ola de reverberaciones económicas en la vida personal de
las personas. Se ha informado ampliamente sobre el aspecto
macroeconómico de esta situación, ya que una disminución masiva del
crecimiento chino podría provocar una nueva recesión mundial,
especialmente si se combina con un estancamiento continuo en
Europa y una reciente caída de uno de los principales índices de salud
económica en Estados Unidos, que muestra una repentina disminución
de la actividad comercial. En todo el mundo, las empresas chinas y las
que dependen fundamentalmente de las redes de producción chinas
están estudiando ahora sus cláusulas de «fuerza mayor», que permiten los
retrasos o la cancelación de las responsabilidades que entrañan ambas
partes en un contrato comercial cuando ese contrato se vuelve
«imposible» de cumplir. Aunque de momento es poco probable, la mera
perspectiva ha hecho que se restablezca una cascada de demandas de
producción en todo el país. La actividad económica, sin embargo, sólo
se ha reactivado en un patrón de retazos, todo funcionando ya sin
problemas en algunas áreas mientras que en otras todavía está en pausa
indefinida. Actualmente, el 1 de marzo se ha convertido en la fecha
provisional en la que las autoridades centrales han pedido que todas las
zonas fuera del epicentro del brote vuelvan a trabajar.
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Lima – Perú, 2020.
Pero otros efectos han sido menos visibles, aunque posiblemente mucho
más importantes. Muchos trabajadores migrantes, incluidos los que se
habían quedado en sus ciudades de trabajo para el Festival de Primavera
o que pudieron regresar antes de que se aplicaran varios cierres, están
ahora atrapados en un peligroso limbo. En Shenzhen, donde la gran
mayoría de la población es migrante, los lugareños informan de que el
número de personas sin hogar ha empezado a aumentar. Pero las nuevas
personas que aparecen en las calles no son personas sin hogar de larga
duración, sino que tienen la apariencia de ser literalmente abandonadas
allí sin ningún otro lugar a donde ir, todavía con ropa relativamente
bonita, sin saber dónde es mejor dormir a la intemperie o dónde obtener
comida. Varios edificios de la ciudad han visto un aumento en los
pequeños robos, sobre todo de comida entregada a la puerta de los
residentes que se quedan en casa para la cuarentena. En general, los
trabajadores están perdiendo salarios a medida que la producción se
estanca. Los mejores escenarios durante los paros laborales son las
cuarentenas de dormitorios como la impuesta en la planta de Shenzhen
Foxconn, donde los nuevos retornados son confinados a sus cuarteles
durante una o dos semanas, se les paga alrededor de un tercio de sus
salarios normales y luego se les permite regresar a la línea de producción.
Las empresas más pobres no tienen esa opción, y el intento del gobierno
de ofrecer nuevas líneas de crédito barato a las empresas más pequeñas
probablemente no sirva de mucho a largo plazo. En algunos casos,
parece que el virus simplemente acelerará las tendencias preexistentes
de reubicación de fábricas, ya que empresas como Foxconn amplían la
producción en Vietnam, India y México para compensar la
desaceleración.
La guerra surrealista
Mientras tanto, la torpe respuesta temprana al virus, la dependencia del
Estado de medidas particularmente punitivas y represivas para
controlarlo, y la incapacidad del gobierno central para coordinar
eficazmente entre las localidades para hacer malabarismos con la
producción y la cuarentena simultáneamente, todo indica que una
profunda incapacidad permanece en el corazón de la maquinaria del
Estado. Si, como nuestro amigo Lao Xie argumenta, el énfasis de la
administración Xi ha sido en la «construcción del Estado», parece que
queda mucho trabajo por hacer en ese sentido. Al mismo tiempo, si la
campaña contra el COVID-19 puede leerse también como un simulacro
de lucha contra la insurgencia, es notable que el gobierno central sólo
tenga la capacidad de proporcionar una coordinación eficaz en el
epicentro de Hubei y que sus respuestas en otras provincias —incluso en
lugares ricos y bien considerados como Hangzhou— sigan siendo en gran
medida descoordinadas y desesperadas. Podemos tomar esto de dos
maneras: primero, como una lección sobre la debilidad que subyace en
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los bordes duros del poder estatal, y segundo, como una advertencia
sobre la amenaza que aún representan las respuestas locales
descoordinadas e irracionales cuando la maquinaria del Estado central
está abrumada.
Estas son lecciones importantes para una época en que la destrucción
causada por la acumulación interminable se ha extendido tanto hacia
arriba en el sistema climático mundial como hacia abajo en los substratos
microbiológicos de la vida en la Tierra. Tales crisis sólo se harán más
comunes. A medida que la crisis secular del capitalismo adquiera un
carácter aparentemente no-económico, nuevas epidemias, hambrunas,
inundaciones y otros desastres «naturales» se utilizarán como justificación
de la ampliación del control estatal, y la respuesta a esas crisis funcionará
cada vez más como una oportunidad para ejercer nuevas herramientas
no probadas para la contrainsurgencia. Una política comunista
coherente debe comprender ambos hechos juntos. A nivel teórico, esto
significa comprender que la crítica al capitalismo se empobrece cuando
se separa de las ciencias duras. Pero en el plano práctico, también
implica que el único proyecto político posible hoy en día es el que es
capaz de orientarse en un terreno definido por un desastre ecológico y
microbiológico generalizado, y de operar en este estado perpetuo de
crisis y atomización.
En una China en cuarentena, empezamos a vislumbrar tal paisaje, al
menos en sus contornos: calles vacías del final del invierno
desempolvadas por la más mínima película de nieve intacta, rostros
iluminados por teléfono que se asoman por las ventanas, barricadas de
casualidad atendidas por unas cuantas enfermeras, policías, voluntarios
de repuesto o simplemente actores pagados encargados de izar
banderas y decirles que se pongan la máscara y vuelvan a casa. El
contagio es social. Por lo tanto, no debe sorprender que la única manera
de combatirlo en una etapa tan tardía es librar una especie de guerra
surrealista contra la sociedad misma. No se reúnan, no causen el caos.
Pero el caos también se puede construir en el aislamiento. Mientras los
hornos de todas las fundiciones se enfrían hasta convertirse en brasas que
crepitan suavemente y luego en cenizas heladas, las muchas
desesperaciones menores no pueden evitar salir de esa cuarentena para
caer juntos en un caos mayor que un día, como este contagio social,
podría ser difícil de contener.
1Mucho de lo que explicaremos en esta sección es simplemente un resumen
más conciso de los propios argumentos de Wallace, dirigido a un público más
general y sin la necesidad de «hacer el caso» a otros biólogos mediante la
exposición de una argumentación rigurosa y una amplia evidencia. Para
aquellos que cuestionen las pruebas básicas, nos referimos a la obra de Wallace
y sus compatriotas.
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2Robert G. Wallace, Big Farms Make Big Flu: Dispatches on Influenza,
Agribusiness, and the Nature of Science, Monthly Review Press, 2016, p. 52.
3Ibid., p. 56.
4Ibid., pp. 56-57.
5Ibid., p. 57.
6Esto no quiere decir que las comparaciones de Estados Unidos con China hoy
en día no sean también informativas. Como Estados Unidos tienen su propio
sector agroindustrial masivo, contribuyen enormemente a la producción de
nuevos virus peligrosos, por no mencionar las infecciones bacterianas resistentes
a los antibióticos.
7Cf. J. F. Brundage y G. D. Shanks, «What really happened during the 1918
influenza pandemic? The importance of bacterial secondary infections», en The
Journal of Infectious Diseases, vol. 196, núm. 11, diciembre de 2007, pp. 1717-
1718, respuesta del autor 1718-1719; D. M. Morens y A. S. Fauci, «The 1918
influenza pandemic: Insights for the 21st century», en The Journal of Infectious
Diseases, vol. 195, núm. 7, abril de 2007, pp. 1018-1028. 8Cf. «Picking Quarrels», en el segundo número de nuestra revista:
http://chuangcn.org/journal/two/picking-quarrels/
9A su manera, estos dos caminos de producción de la pandemia reflejan lo que
Marx llama subsunción «real» y «formal» en la esfera de la producción
propiamente dicha. En la subsunción real, el proceso de producción
propiamente dicho se modifica mediante la introducción de nuevas
tecnologías capaces de intensificar el ritmo y la magnitud de la producción, de
manera similar a como el entorno industrial ha modificado las condiciones
básicas de la evolución viral, de modo que se producen nuevas mutaciones a
un ritmo mayor y con mayor virilidad. En la subsunción formal, que precede a la
subsunción real, estas nuevas tecnologías aún no se aplican. En cambio, las
formas de producción anteriormente existentes se reúnen simplemente en
nuevos lugares que tienen alguna interfaz con el mercado mundial, como en el
caso de los trabajadores del telar manual que se colocan en un taller que vende
su producto con fines de lucro, y esto es similar a la forma en que los virus
producidos en entornos «naturales» se sacan de la población silvestre y se
introducen en las poblaciones domésticas a través del mercado mundial.
10Sin embargo, es un error equiparar estos ecosistemas con los «prehumanos».
China es un ejemplo perfecto, ya que muchos de sus paisajes naturales
aparentemente «primitivos» fueron, de hecho, el producto de períodos mucho
más antiguos de expansión humana que eliminaron especies que antes eran
comunes en el continente de Asia oriental, como los elefantes. 11Técnicamente, éste es un término general para unos cinco virus distintos, el más
mortal de los cuales se denomina simplemente virus del Ébola, antes virus del
Zaire.
12Para el caso específico de África occidental, cf. R. G. Wallace, R. Kock, L.
Bergmann, M. Gilbert, L. Hogerwerf, C. Pittiglio, R. Mattioli, «Did Neoliberalizing
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West African Forests Produce a New Niche for Ebola», en International Journal of
Health Services, vol. 46, núm. 1, 2016; y para una visión más amplia de la
conexión entre las condiciones económicas y el Ébola como tal, cf. Robert G.
Wallace y Rodrick Wallace (eds.), Neoliberal Ebola: Modelling Disease
Emergence from Finance to Forest and Farm, Springer, 2016; y para la
declaración más directa del caso, aunque menos erudita, véase el artículo de
Wallace, enlazado más arriba: «Neoliberal Ebola: the Agroeconomic Origins of
the Ebola Outbreak», en Counterpunch, 29 de julio de 2015.
https://www.counterpunch.org/2015/07/29/neoliberal-ebola-the-
agroeconomic-origins-of-the-ebola-outbreak/
13Cf. Megan Ybarra, Green Wars: Conservation and Decolonization in the Maya
Forest, University of California Press, 2017.
14Ciertamente es incorrecto dar a entender que toda la caza furtiva es llevada
a cabo por la población rural pobre local, o que todas las fuerzas de
guardabosques en los bosques nacionales de diferentes países operan de la
misma manera que los antiguos paramilitares anticomunistas, pero los
enfrentamientos más violentos y los casos más agresivos de militarización de los
bosques parecen seguir esencialmente este patrón. Para un amplio panorama
del fenómeno, véase el número especial de 2016 de Geoforum (69) dedicado
al tema. El prefacio puede encontrarse aquí: Alice B. Kelly y Megan Ybarra, «
Introduction to themed issue: “Green security in protected áreas”»,
en Geoforum, vol. 69, 2016, pp. 171-175.
http://gawsmith.ucdavis.edu/uploads/2/0/1/6/20161677/kelly_ybarra_2016_gre
en_security_and_pas.pdf
15Con mucho la más baja de todas las enfermedades mencionadas aquí, su alto
número de muertes ha sido en gran parte el resultado de su rápida propagación
a un gran número de huéspedes humanos, lo que ha dado lugar a un elevado
número de muertes absolutas a pesar de tener una tasa de mortalidad muy
baja.
16En una entrevista en podcast, Au Loong Yu, citando a amigos en el continente,
dice que el gobierno de Wuhan está efectivamente paralizado por la epidemia.
Au sugiere que la crisis no sólo está desgarrando el tejido social, sino también la
maquinaria burocrática del PCCh, que sólo se intensificará a medida que el virus
se extienda y se convierta en una crisis cada vez más intensa para otros
gobiernos locales en todo el país. La entrevista es de Daniel Denvir de The Dig,
publicada el 7 de febrero: https://www.thedigradio.com/podcast/hong-kong-
with-au-loong-yu/
17El vídeo es auténtico, pero cabe señalar que Hong Kong ha sido un semillero
de actitudes racistas y teorías de conspiración dirigidas a los habitantes del
continente y al PCCh, por lo que gran parte de lo que se comparte en los medios
sociales por los hongkoneses sobre el virus debe ser cuidadosamente
comprobado.
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CORONAVIRUS Y DESMONTE. LAS NUEVAS PANDEMIAS DEL
PLANETA DEVASTADO*
Marina Aizen
Los científicos “cazadores de virus” llevan más de diez años alertando
sobre nuevas enfermedades, consecuencia de la deforestación global.
El asedio a los ecosistemas naturales, como muestra el Coronavirus,
cuesta vidas y desata una recesión financiera internacional. Marina Aizen
documenta los brotes similares de distintas zonas, traza una raíz común y
piensa en las latencias de nuestra región.
La aparición de esos raros virus nuevos, como el coronavirus COVID-19,
no es otra cosa que el producto de la aniquilación de ecosistemas, en su
mayoría tropicales, arrasados para plantar monocultivos a escala
industrial. También son fruto de la manipulación y tráfico de la vida
silvestre, que en muchos casos está en peligro de extinción.
Hace más o menos una década, los científicos vienen estudiando la
relación entre la explosión de las enfermedades virales y la deforestación.
Esto no se puede apreciar mientras una topadora avanza contra un
monte cargado de vida, sino que se revela recién cuando empiezan a
aparecer síntomas extraños en las personas, malestares que antes no se
conocían.
Este fenómeno está documentado en muchos países, que van desde el
el Sudeste asiático hasta América latina, y cada uno tiene sus
características, complejidades y dinámicas. Sin embargo, en el fondo se
trata siempre de lo mismo: de cómo nuestra visión extractiva del mundo
vivo está llevando a la humanidad a una encrucijada en la que pone en
jaque a su propia existencia. Es algo que no se arregla con alcohol en
gel.
***
*Fuente: Revista Anfibia, Universidad Nacional de San Martín. Disponible en:
http://revistaanfibia.com/cronica/las-nuevas-pandemias-del-planeta-
devastado/?fbclid=IwAR33nVDTYoYVV_jpi4Y3nJ05UyZiH5cMjlCSWOcaxZyF6Dh6PKVhvp
hpzXI
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Carlos Zambrana-Torrelio es un científico boliviano, vicepresidente de
EcoHealth Alliance, una organización con sede en Nueva York que
monitorea la relación entre la vida silvestre y las enfermedades
emergentes. Él anda siempre recorriendo zonas calientes, uniendo los
puntos de las crisis epidémicas y el ambiente en el que se desarrollan. Y
cuenta que todo el tiempo en todo el mundo hay saltos zoonóticos (de
virus que van de los animales a los humanos), pero no siempre alcanzan
la fama internacional, ya sea porque la enfermedad ha sido contenida o
porque no se han dado las condiciones para que se propague.
En junio del año pasado, por ejemplo, se registró en Bolivia un foco de un
nuevo patógeno, llamado Chapare Virus. Se había identificado por
primera vez en 2003 en Cochabamba, en una zona desmontada para
plantar arroz, que suele ser cosechado a mano, lo que implica que la
gente que trabaja en su recolección vive cerca de la zona de cultivos.
Cultivos que, a su vez, atraen a ratones portadores del virus que causa
una fiebre hemorrágica. Y que es transmisible de humano a humano.
Sorpresivamente, unos 16 años después, apareció en una salita de
emergencias en las afueras de La Paz un señor con síntomas que los
médicos no conocían, por lo que no tomaron la precaución para
protegerse. Enseguida, el señor se murió, dos médicos que lo atendieron,
también. Tres muertos en dos semanas. Cómo viajó el virus del campo en
la región tropical a los Andes, es un misterio.
Zambrana-Torrelio trabaja en Africa, particularmente en Liberia y Sierra
Leona, donde el brote del ébola sorprendió a todo el mundo por su
ferocidad. Allí la emergencia de la enfermedad tuvo como causa
principal la fragmentación del bosque tropical. Eso hizo que se juntaran
muchas especies distintas de murciélagos en los pocos árboles que
quedaban en pie y empezaran a convivir hacinados en ellos. Esta mezcla
de especies, que no habían interactuado antes en el ambiente, fue el
caldo de cultivo de lo que pasó después.
Un día, un niño encontró un murciélago en el suelo y se lo llevó a su mamá
para que se lo cocinara. Se presume que la mujer pudo haber tenido
heridas en la mano. Y el contacto de los fluidos del animal con la sangre
humana fue suficiente como para que se desencadenara una epidemia
en una población altamente vulnerable. Entre 2014 y 2016 se registraron
28.600 casos de infección y 11.325 muertes por ébola, según cifras del
Center for Desease Control (CDC) de los Estados Unidos.
“Pero todo empezó por la deforestación”, señala Zambrana-Torrelio. “En
Borneo, la fragmentación del bosque está causando el incremento de la
malaria. Y la razón es porque en lugares abiertos, hay mayores huecos
donde se acumula agua. Los mosquitos se reproducen y aumentan los
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casos en la gente que está en ese lugar poniendo palma para hacer
aceite”, agrega el cazador de virus.
***
La aparición de enfermedades zoonóticas no es un fenómeno nuevo,
pero parecen ir en aumento. El autor David Quammen explora las
razones en su libro Spillover: Animal Infections And The Next Human
Pandemic (Derrame: Las infecciones animales y la próxima pandemia
humana). Sostiene que una enorme población humana, sumada a una
enorme población de ganado, a la destrucción de los hábitats naturales
y los ecosistemas alterados, resulta en un combo que podría convertirse
fácilmente en una diatriba sobre la venganza de la naturaleza contra la
humanidad.
En un reportaje a la National Public Radio de Estados Unidos, Quammen
señaló que las personas somos el vínculo común en todas las zoonosis:
“Nosotros somos tan abundantes y tan perturbadores en este planeta…
Estamos talando los bosques tropicales. Nos estamos comiendo la vida
silvestre. Cuando entras en un bosque y sacudes los árboles, literal y
figuradamente, los virus se caen de ellos”.
El desmantelamiento de sistemas boscosos ocurre a gran escala desde
hace dos o tres décadas, empujado por la globalización, el capitalismo
y la gran industria alimentaria. Por ejemplo, todos consumimos aceite de
palma porque está presente en productos que van desde los cosméticos
a las papas fritas sin grasas trans o el Nutella y el biodiésel. Lo que no
sabemos es que esos productos conllevan, además de la desaparición
de especies carismáticas como los orangutanes, virus que se contagian.
***
En la Argentina, la transformación de ambientes ha traído consecuencias
de enfermedad y muerte a lo largo de la historia, y no sólo por el asedio
a ecosistemas como el Gran Chaco, Las Yungas y la Selva Paranaense,
sino también de la llanura pampeana. Quien lo cuenta es Fidel Baschetto,
veterinario cordobés, docente de la Universidad Nacional en esa
provincia.
“Si hacemos historia de las modificaciones ambientales en la Argentina,
han ocurrido hechos que pasaron desapercibidos, pero se han
estructurado en un formato de normalidad. Por ejemplo, la conquista de
la llanura pampeana y esta modificación y domesticación a mansalva
que se hizo de ella, provocó una enfermedad que fue y es la fiebre
hemorrágica argentina”, indica. También recuerda que la epidemia de
fiebre amarilla, que se cobró la vida de hasta un 15% de la ciudad de
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Buenos Aires en el verano trágico de 1871, tuvo de base la interacción
del hombre con zonas prístinas de la selva misionera.
***
Los ecosistemas son marañas complejas de relaciones evolutivas que sólo
comprendemos de manera fragmentada, a través de pacientes
observaciones científicas. Su destrucción en nombre de la expansión del
progreso, o simplemente, de la codicia, tiene sus costados oscuros, que
luego de sufren en la carne. Nuestra carne.
Así que cuando, por ejemplo, Jair Bolsonaro se vanagloria de la soberanía
de Brasil sobre las cenizas de la Amazonía, sólo cabe a esperar que, en
algún momento, la enfermedad azote al territorio convertido de selva en
zona agrícola-ganadera. Una muestra de esto es un estudio publicado
en el Journal of Emerging Infectious Diseases en 2010: la destrucción del 4
por ciento de la selva resultó en un aumento del 50 por ciento de los casos
de paludismo.
Las especies silvestres no están enfermas de los virus que portan, ya que
han evolucionado por miles de años junto a ellos. “Cualquier animal
puede tener entre 50 virus únicos que están ahí. Es parte de la dinámica
del sistema. Si no hubiera humanos, no habría transmisión”, afirma
Zambrana-Torrelio.
“Lo que son nuevos virus para nosotros no lo son para la naturaleza.
Entonces, la disyuntiva es si hablamos de una enfermedad emergente o
de una enfermedad emergente para el hombre -explica Baschetto-. Hay
muchos virus que han co-evolucionado con ciertas especies y esas
especies no padecen la enfermedad. El agente patógeno va a entender
que cuando ingresa en un nuevo individuo lo que tiene que hacer es no
enfermarlo o por lo menos no ocasionarle la muerte. Porque la muerte del
huésped o lo que nosotros llamamos paciente, lleva la muerte del agente
patógeno también. Ningún micro organismo desea producirle la muerte
al huésped. Pero hasta que eso evoluciona, lo que puede tardar miles de
años, se produce la enfermedad”, agrega el científico cordobés.
***
No es la culpa de los murciélagos, mosquitos, ratones o pangolines sino
de lo que hacemos con el ecosistema en el que viven y cómo los
juntamos y manipulamos a todos en un nuevo ambiente artificial. Esta es
la verdadera receta del coronavirus, algo que probablemente cueste
una recesión global. O sea que mutilar los ecosistemas tiene un precio
muy caro para pagar.
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El salto del coronavirus a los humanos se produjo en un mercado de la
ciudad de Wuhan, en China, donde se comercializan especies silvestres,
producto del tráfico ilegal. El contrabando de estos animales transita por
las mismas rutas que el narcotráfico y la venta ilegal de armas, y mueve
miles de millones de dólares. Quienes consumen esta carne es gente que
migró del campo a la ciudad y que ahora, en vez de cazarla, la compra
en los mercados, buscando recrear en su memoria los sabores de su
infancia. En el caso del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), cuyo
salto zoonótico también se produjo en uno de estos llamados wet
markets, las heces de los murciélagos fueron clave para que el virus
comenzaran su camino hacia una epidemia que afectó a 8 mil personas
en 2003.
Sería un error pensar que esto sólo pasa en China, donde el gobierno
ahora impuso una restricción a la venta de esos productos, empujando -
seguramente- a su consumo en el mercado negro. En los Estados Unidos,
cuenta Zambrana-Torrelio, para la época de Halloween brota la
demanda por murciélagos disecados para la decoración. Hay gente
para todo.
En la Argentina, “muchas personas consumen carne de fauna silvestre
(peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos) desconociendo si eso puede
acarrear el contagio de parásitos u otras enfermedades porque la
sanidad en especies silvestre no está muy desarrollada”, sostiene Claudio
Bertonatti, asesor científico de la Fundación Félix de Azara. Así que aquí
también se puede abrir la puerta a nuevos brotes.
La preservación de los ecosistemas no es sólo un asunto de moralina
ambientalista, sino algo que tiene que ver con nuestra supervivencia. Si
la Tierra está enferma, nosotros también. Zambrana-Torrelio lo pone en
estas palabras: “Debemos dejar de pensar que los humanos somos algo
separado del sistema porque si no, nos da la idea completamente
errónea de que podemos cambiar, destrozar y modificar el ambiente a
lo que mejor nos parezca. Cualquier cambio que hagamos en el planeta
va a tener un impacto en nuestra salud”. Al final, estamos todos juntos en
el mismo barco. Y unidos por la misma suerte, con o sin barbijo.
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“LOS PAÍSES DE LA UE VAN CADA UNO POR SU LADO
DEFENDIENDO UNA SOBERANÍA INSENSATA”*
Entrevista con Luiggi Ferrajoli
Braulio García Jaén
El País: 27 / 03 / 2020
Confinado en su casa de Roma, el filósofo y jurista italiano Luigi Ferrajoli
piensa en la forma que tendrá el mundo cuando pase la pandemia. El
cambio climático, las armas nucleares, el hambre, la falta de
medicamentos, el drama de los migrantes y, ahora, la crisis del
coronavirus evidencia un desajuste entre la realidad del mundo y la
forma jurídica y política con la que tratamos de gobernarnos. Los
problemas globales no están en las agendas nacionales. Pero de su
solución “depende la supervivencia de la humanidad”, afirma Ferrajoli
(Florencia, 79 años), exmagistrado y uno de los referentes de la Filosofía
del Derecho del último medio siglo europeo.
El 21 de febrero, víspera del primer contagio local contabilizado en Italia,
el autor de Constitucionalismo más allá del estado (Trotta, 2018)
y Manifiesto por la igualdad (Trotta, 2019) defendió en la histórica
biblioteca Vallicelliana de la capital una Constitución de la Tierra ante
unas 200 personas. La pandemia –con su “terrible balance diario de
muertos”— hace aún más visible y urgente la carencia de instituciones
globales adecuadas, dice en esta entrevista por correo electrónico.
Respecto a la Unión Europea, su optimismo estratégico no excluye la
crítica frontal: “Si la UE se respetara a sí misma podría haber hecho mucho
más”, dice. Sus respuestas las ha traducido, como casi toda su obra en
español, el exmagistrado del Tribunal Supremo Perfecto Andrés Ibáñez.
PREGUNTA: Usted reclamó recientemente un “constitucionalismo
planetario”. ¿En qué consiste y cómo se articula?
RESPUESTA. Son problemas globales que no forman parte de la agenda
política de los Gobiernos nacionales y de cuya solución, solo posible a
escala global, depende la supervivencia de la humanidad: el
*Fuente: https://elpais.com/ideas/2020-03-27/luigi-ferrajoli-filosofo-los-paises-de-la-ue-
van-cada-uno-por-su-lado-defendiendo-una-soberania-insensata.html
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salvamento del planeta del cambio climático, los peligros de conflictos
nucleares, el crecimiento de la pobreza y la muerte de millones de
personas cada año por la falta de alimentación básica y de fármacos
esenciales, el drama de los centenares de miles de migrantes y, ahora, la
tragedia de esta pandemia. De esta banal constatación, nació hace un
año la idea de dar vida a un movimiento político —cuya primera
asamblea tuvo lugar en Roma el 21 de febrero— dirigida a promover una
Constitución de la Tierra, que instituya una esfera pública internacional a
la altura de los desafíos globales y, en particular, funciones e instituciones
supranacionales de garantía de los derechos humanos y de la paz.
P. ¿Y por qué es oportuno reclamar ese constitucionalismo planetario en
una situación de emergencia como la del coronavirus?
R. Porque espero que, precisamente, esta emergencia del coronavirus
provoque un despertar de la razón, generando la plena consciencia de
nuestra fragilidad y de nuestra interdependencia global. Esta
emergencia tiene un rasgo que la diferencia de las demás. A causa de
su terrible balance diario de muertos en todo el mundo, hace aún más
visible e intolerable que cualquier otra emergencia la falta de adecuadas
instituciones globales de garantía, que tendrían que haberse introducido
en actuación de esa embrionaria constitución mundial formada por las
diversas cartas internacionales de los derechos humanos. Por eso, hace
más urgente y más compartida que cualquier otra catástrofe la
necesidad de un constitucionalismo planetario que colme semejante
laguna, mediante la creación, no tanto de instituciones de gobierno, que
está bien que sigan confiadas sobre todo a los Estados, sino de funciones
e instituciones globales de garantía de los derechos humanos.
“Una Unión Europea que se respetase a sí misma podría hacer mucho
más”
P. ¿Qué papel puede jugar Europa, desde el punto de vista jurídico, en
esta crisis?
R. La Unión Europea debería haberse hecho cargo de la crisis desde el
principio. El propio Tratado sobre el Funcionamiento de la Unión lo prevé:
su artículo 168, tras afirmar que “la Unión garantizará un alto nivel de salud
humana”, establece que “los Estados miembros, en colaboración con la
Comisión, coordinarán entre sí sus políticas” y que “el Parlamento Europeo
y el Consejo podrán adoptar medidas de fomento destinadas a proteger
y mejorar la salud humana y, en particular, a luchar contra las pandemias
transfronterizas”. El artículo 222, titulado Cláusula de solidaridad,
establece que “la Unión y los Estados miembros actuarán conjuntamente
y con espíritu de solidaridad cuando un Estado miembro sea víctima de
una catástrofe natural”.
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P. Y, desde el punto de vista político, ¿estamos asistiendo a un retorno a
la soberanía nacional en Europa?
R. Francamente, espero que no. Como ya he dicho, emergencias
globales como la del coronavirus deben afrontarse en la medida de lo
posible a escala supranacional, no solo en garantía de la igualdad en
derechos de todos los ciudadanos europeos, sino también de su eficacia,
que depende en buena parte de la coherencia y homogeneidad de las
medidas. Pero sucede que los 27 países miembros van cada uno por su
lado, con diferentes estrategias, en la demagógica defensa de una
insensata soberanía nacional. El resultado es que bastará que uno de
ellos adopte en uso de su “soberanía” medidas inadecuadas, para
generar el riesgo de contagio en los demás.
P. ¿Qué consecuencias puede tener eso para el futuro de la Unión
Europea?
R. Depende de las respuestas que sean capaces de dar las instituciones
europeas. La Comisión Europea —que tiene, entre sus componentes, un
comisario para la salud, otro para la cohesión y otro más para la gestión
de las crisis— todavía está a tiempo de coordinar las estrategias de los
distintos países de la Unión, en actuación de los artículos del Tratado a los
que me he referido. Si no lo hace, dará otra prueba de su ineptitud, como
institución capaz de imponer sacrificios solo en garantía de la estabilidad
presupuestaria, pero no de la salud y la vida de los ciudadanos.
P. Las diferentes versiones del estado de alarma, de emergencia o —más
densamente— estado de excepción, ¿en qué medida son compatibles
con la democracia?
R. La democracia no admite excepciones. Es por lo que considero un
mérito de la Constitución italiana que no prevea estados de alarma, de
emergencia o de excepción lo que, sin embargo, no le ha impedido
disponer igualmente las limitaciones a la libertad de circulación y de
reunión necesarias para frenar el contagio. En Europa tenemos disciplinas
heterogéneas, compatibles con la democracia si no se cometen abusos.
En España, el artículo 116 de la Constitución prevé «los estados de alarma,
de excepción y de sitio» bajo el control parlamentario y conforme a la Ley
Orgánica 4/1981.
P. ¿Y cómo debe o puede responder la UE, políticamente, ante este
desafío?
R. Desempeñando el papel de coordinación y adoptando las medidas
homogéneas de las que he hablado. Pero una Unión Europea que se
respetase a sí misma podría hacer mucho más. Podría tomar, a escala
global, la iniciativa de proponer la transformación de la actual
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Organización Mundial de la Salud en una efectiva institución global de
garantía de esta, dotada de los medios y poderes necesarios para tal fin.
No solo para gestionar de manera racional las pandemias, sino también
para llevar a los países pobres los 460 fármacos esenciales que, desde la
Conferencia de Alma Ata de 1978, ella misma estableció que deberían
ser accesibles a todos, y cuya falta provoca cada año ocho millones de
muertos. No solo. Junto a este fragmento de constitucionalismo
planetario, la Unión Europea, a partir de la terrible lección del coronavirus,
podría promover la creación de otras instituciones globales de garantía.
Por ejemplo, un demanio [dominio público] planetario para la tutela de
bienes comunes como el agua, el aire, los grandes glaciares y las grandes
forestas; la prohibición de las armas convencionales a cuya difusión se
deben, cada año, centenares de miles de homicidios y, más aún, de las
armas nucleares; el monopolio de la fuerza militar en manos de la ONU;
un fisco global capaz de financiar los derechos sociales a la educación,
la salud y la alimentación básica, proclamados en tantas cartas
internacionales. Parecen hipótesis utópicas. En cambio, son las únicas
respuestas racionales y realistas a los grandes desafíos de los que
depende el futuro de la humanidad.
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“EN SUS ORÍGENES, EUROPA HUÍA DEL NACIONALISMO; HOY,
ANTE CADA CRISIS, SE REPLIEGA”*
Entrevista al politólogo José Ignacio Torreblanca
Pablo Blázquez
Ethic.es: 10 / 04 / 20202
Estos días el papel y el futuro de Europa está de nuevo en entredicho.
¿Cómo valoras la respuesta que, hasta la fecha, está dando la Unión
Europea a esta crisis?
Hemos tenido un arranque un poco complicado. Todavía no estamos, ni
mucho menos, viendo la luz al final del túnel de cómo va a ser la
respuesta europea. Ha habido un primer momento feo, malo, sucio si se
quiere, en esa retención de envíos de material a Italia que ha generado
tantísima polémica y frustración. Creo que se ha corregido de manera
rápida. La Comisión Europea intervino y apareció con solidaridad o, por
lo menos, intentando no empeorar las cosas más aún y mostrándose
dispuesta a ayudar. El Banco Central Europeo, con Christine Lagarde a la
cabeza, en un primer momento pareció ponerse de perfil diciendo:
“Bueno, esto no necesariamente va con nosotros”. En el año 2008,
cuando estalló la crisis financiera, el BCE tardó cuatro años en pronunciar
el famoso ‘whatever it takes’ (“cueste lo que cueste”) de Mario Draghi;
ahora han sido casi cuatro días lo que ha tardado en reaccionar. Desde
ese punto de vista, no hemos asistido a un pánico en los mercados, a un
efecto contagio.
Un país como Italia, que es muy vulnerable –como nosotros– por su
deuda, no ha visto volver la famosa prima de riesgo, lo cual es muy
importante. Han sido capaces de levantar un dique, pero nos falta algo
más. La Unión todavía puede ayudar a los Estados con una provisión de
material sanitario, pero está haciendo muchísimas cosas para mantener
el mercado interior abierto. Hay una actividad que quizá no sea muy
visible, pero que está ahí. Sin embargo, donde se la está jugando
*Fuente: https://atalayar.com/content/%E2%80%9Cen-sus-or%C3%ADgenes-europa-
hu%C3%ADa-del-nacionalismo-hoy-ante-cada-crisis-se-repliega%E2%80%9D
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realmente la Unión Europea es en si va a ser capaz de ayudar a los
Estados a incurrir en todo ese gasto para recoger a los perdedores de la
crisis y a los más vulnerables, a los que pierdan sus empleos, a las
empresas que cierren. La pregunta ahora es qué tipo de respuesta va a
ser capaz de dar la Unión Europea y si va a aparecer con recursos que
vayan más allá de la solidaridad verbal. Se ha abierto un debate muy
emocional y duro en los primeros instantes entre el sur y el norte. El renacer
de los prejuicios y los estereotipos ha sido muy descorazonador.
Además de esa gran batalla contra la pandemia, Europa libra un pulso
contra ese repliegue nacionalista que se ha visto reforzado por el virus y,
como dice Felipe González, es algo que niega el sentido histórico de la
Unión Europea.
Tenemos un proyecto que ha sido político desde el principio, de huida y
de reconstrucción europea en el sentido más profundo y más moral del
término, de valores fundamentales, de democracia y de derechos
humanos… Precisamente en los orígenes del proyecto europeo
estábamos huyendo o alejándonos del nacionalismo y, sin embargo,
cada vez que nos encontramos con una crisis –sea de refugiados, sea
económica, sea como en este caso sanitaria–, aparece el instinto de
replegarse. Otra vez esa esa manía de olvidarnos de que somos
interdependientes, de que no podemos cerrar las fronteras porque no
tiene sentido y que la respuesta que tenemos que dar es la de redoblar
los esfuerzos hacia afuera. Pero ese primer momento –también, en parte,
porque las competencias sanitarias y la salud son una cuestión que se
administra en el ámbito estatal y la Unión Europea no tiene
competencias–, hace lógico que sean los estados los que sean los
encargados de proteger a sus ciudadanos. Desde hace tiempo venimos
hablando de la Europa que debe proteger, acoger, ser útil para sus
ciudadanos, y si no aparece por aquí, se van a preguntar para qué sirve.
Todavía tenemos esa sombra alargada de la crisis financiera de 2008 y la
gestión que las élites hicieron de esa crisis que derivó en una gran ola de
indignación. Vinieron luego los populismos, que se convirtieron en un
fenómeno global. ¿Qué errores se cometieron entonces que no
deberíamos cometer ahora?
Se cometieron bastantes, pero quizá el principal fue intentar actuar por
separado, pensar que cada Estado podía salir por su cuenta. Tardamos
tanto tiempo en actuar que provocamos un daño enorme en la
confianza de los ciudadanos en el sistema político de la Unión Europea.
Curiosamente, ese daño fue tan elevado en los acreedores como los
deudores, lo cual no tiene ningún sentido porque alguien debería
haberse quedado contento: el que se supone que ha ejercido el poder,
ha apretado las tuercas y ha atado en corto a los estados del sur; o los
del sur porque han recibido al final el apoyo del BCE y han conseguido
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salir de la crisis. El escenario fue terrible porque todo el mundo salió
descontento y, sobre todo, reavivamos los prejuicios nacionales, los
estereotipos quizá más viejos, improductivos y dañinos. Eso es, a pesar de
todas las diferencias con la crisis actual, lo que debemos evitar con todas
nuestras fuerzas que resurja.
Quizá la manera de hacerlo es, precisamente, dándonos cuenta de que
esta crisis de la COVID-19 afecta a todos por igual. Aunque haya tenido
la desgracia de empezar por el sur de Europa, configurándola de nuevo
como un shock asimétrico que ataca a países que ya son vulnerables
desde el punto de vista fiscal y económico porque están saliendo de una
crisis o tienen fama de incumplidores, provocando una falsa sensación
de seguridad en otros países que piensan que sus sistemas sanitarios son
más potentes porque no ha habido recortes, que han actuado a tiempo,
que van a ser capaz de librarse. En tanto en cuanto tengamos un nuevo
shock asimétrico en el cual unos sufran mucho y otros, más o menos,
pasen incólumes por la crisis, las divisiones se van a agudizar. Lo que sería
muy triste es tener de nuevo esta mentalidad de “esto no va conmigo, yo
he conseguido salir y sálvese quien pueda”.
Nos hace Luis Suárez Mariño una pregunta que conecta con lo que estás
compartiendo con nosotros: “¿Economías importantes como Francia,
Italia o la propia España tienen fuerza, junto con países como
Luxemburgo, Irlanda y Portugal, de imponer sus tesis en el Consejo
Europeo y dar un impulso a la Unión?”.
No creo que se trate tanto de imponer, y quizá ese ha sido el error de
partida en el Consejo Europeo de la semana pasada. Es muy difícil
imponer a alguien, a no ser que sea volviendo al viejo lenguaje de
Varoufakis en la crisis del euro, amenazando con hundir mi economía
como manera de arrastrar al resto –y no tendría ningún sentido–. Si la
economía italiana y la española se paralizan y entran en una profunda
crisis económica, va a ser malo para los holandeses, los alemanes y para
toda Europa, porque nuestras economías son interdependientes. No es
necesario, ni es sabio ni prudente, entrar en este tipo de confrontación.
Más que imponer, lo que hay que hacer es persuadir, convencer y hacer
ver que vamos a estar todos mejor, incluidos aquellos que, en principio,
podrían tener una reticencia moral a ayudarnos porque piensan que
somos unos manirrotos. Que nos ayuden porque es en su propio interés,
porque además de la solidaridad y los valores, será mucho más efectivo
en tanto en cuanto estemos salvando las empresas y los empleos de
todos los europeos. Eso es lo que está en juego. Hay que desnominalizar
la crisis.
A veces nos sale el lenguaje bélico o futbolístico, pero esto no es un Italia
contra Holanda ni un España contra Alemania, ni un «yo te voy a quitar
los eurobonos» o «no te voy a dejar que toques mi cartera». Ese es un
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marco nacional de suma cero, donde lo que tú ganas, lo pierdo yo y, por
lo tanto, me voy a resistir ferozmente. Vamos a pensar en construir una
respuesta donde minimicemos las pérdidas todos en un primer instante y
luego ya lo hagamos de otra manera. Huyamos de este lenguaje de la
imposición y busquemos una manera de dar un impulso a la unión que
haga que de aquí salgamos con lecciones aprendidas e instituciones más
fuertes. Nuestro mercado interior tiene cuatro libertades de circulación:
de personas, de capitales, de servicios y de bienes. Hemos descubierto
hay un quinto elemento que circula libremente: los virus. Esto hace que
no podamos luchar eficazmente si no lo hacemos de una manera unida.
Y el mercado interior, la fuente de bienestar donde nos nutrimos todos,
está en peligro y, por lo tanto, tenemos que actuar coordinadamente
para rescatarlo.
Otro debate político que ha resurgido es la tensión entre autoritarismo y
democracia. Estamos escuchando mucho esa idea de que el modelo
autoritario de China ha funcionado mejor frente a esta pandemia que el
sistema de libertades y de defensa del estado del bienestar de la Unión
Europea.
Rotundamente no. Ha habido –y hay todavía– una posición muy
interesada por parte del Gobierno chino en corregir su imagen, desde el
punto de vista de relaciones públicas, propaganda y, en algunos casos,
desinformación y manipulación. China está aplicando toda la gama de
instrumentos más amables, la diplomacia de las mascarillas, de las
donaciones, aunque también se ha hecho público un informe de la
Unidad de Desinformación de la Unión Europea, donde vemos que hay
muchos actores que están utilizando esta crisis para hacerse valer, para
ganar espacios de actuación geopolítica, para aumentar su reputación
o para dañar la reputación de otros. China, efectivamente, se siente muy
dañada porque sabe, primero, que el origen del virus está en su territorio,
en unos procesos de control bastante defectuosos desde el punto de
vista sanitario –y unas prácticas sobre las cuales la OMS ya les ha llamado
la atención y que ya generó un virus como el SARS–. Además, en un
primer momento, tapan la enfermedad sancionando a los médicos.
Por eso, ahora, tienen que hacer un enorme esfuerzo de contención y de
corrección de campaña de relaciones públicas, de volcarse en paliar los
daños a esta imagen ayudando a todos los demás. Es cierto que se ha
dicho que sus medidas de confinamiento brutal han sido muy efectivas y
que eso es un ejemplo para todo el mundo. Hay pueblos de Italia que
han aplicado medidas tan brutales de confinamiento con un éxito similar
a una escala más pequeña que Wuhan. Lo que quiero decir con esto es
que hay modelos suficientes en Asia de éxito en la lucha contra el
coronavirus en sociedades democráticas, como son Taiwán, Corea del
Sur o Japón. Lo que distingue la respuesta española e italiana de la
asiática no tiene tanto que ver con el régimen político como con la
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existencia de estructuras de prevención adaptadas a este tipo concreto
de virus, que ya venían desarrollando desde el SARS. Estaba en Singapur
el 4 de febrero cuando esto empezó: es un país que a veces es un poco
mixto, tiene características iliberales en términos de libertad de prensa y
políticas, pero no es ni una dictadura completa ni una democracia
completa. Ellos, con seis millones de habitantes, que es más que la
provincia de Madrid, han tenido tres muertos.
¿Por qué? Porque su administración pública es eficaz, y su administración
sanitaria y de emergencias sabía cómo actuar ante esta crisis. Las
democracias son perfectamente capaces de tratar con una pandemia
de forma eficaz si quieren y si han decidido hacerlo así, de la misma
manera que Trump o Boris Johnson decidieron lo contrario. Ellos con
muchísimo mayor gravedad, porque la “incompetencia” italiana y
española –España también tendría que haber aprendido algo de la
experiencia italiana– es distinta. Aquí lo que se ha producido es una
disonancia cognitiva informativa absoluta, con un reflejo muy humano
de “esto no me va a pasar a mí”, que es donde está el fallo de nuestra
administración. Como decía Ivan Krastev en una entrevista que le hice
hace dos semanas para El Mundo, hemos educado a nuestros
ciudadanos durante años para no dejarse llevar por el pánico, les hemos
convencido de que comportarse responsablemente es seguir con sus
vidas normales: en caso de un ataque terrorista, ellos quieren que te
quedes en casa confinado y que tengas miedo, que no salgas a
comprar, que no sigas con tu vida; en caso de una crisis financiera, les
pedimos que no saquen el dinero del banco, que no se encierren y que
no dejen de comprar, porque eso va a generar una crisis peor. Hemos
educado a nuestras poblaciones en democracia y libertad para no
dejarse llevar por el pánico y, de repente, los gobiernos han tenido que
infundir miedo en sus ciudadanos, han tenido que decir "oiga, tenga
miedo, quédese en casa". Esto es un giro de 180 grados en el liderazgo
político, donde se le ha dicho a la gente que el heroísmo es quedarse en
casa. Esto es muy contradictorio: ¿cómo voy a ser un héroe estando
encerrado en mi casa?
Esta crisis se produce en un contexto de guerra comercial entre Estados
Unidos y China. ¿Cómo crees que puede transformar esta tensa relación
la crisis que estamos afrontando?
Es una batalla más en la lucha entre Estados Unidos y China, en esta
rivalidad estratégica que algunos dicen que retrotrae, analíticamente, a
la rivalidad entre Atenas y Esparta. Estamos en lo que Graham Allison ha
llamado “la trampa de Tucídides”, es decir, el hecho de que los relevos
de poder de grandes potencias en las relaciones internacionales han sido
dieciséis, de los cuales doce fueron violentos y solo cuatro pacíficos. Por
lo tanto, hay dos países que están, a veces, destinados a enfrentarse;
otras, parece que tienen los dos tanto poder juntos que están
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condenados a entenderse, porque vivimos en un mundo globalizado y
no pueden aspirar a ese dominio por separado. Aquí hemos visto esas dos
vertientes simultáneamente. Por un lado, tenemos una reacción de
confrontación: Trump acusando a China de irresponsable, cargando la
mano y aprovechando también para acompañarlo todo con relaciones
públicas. China ha respondido también de forma muy dura, sembrando
dudas sobre si Estados Unidos estaba en el origen del foco del virus. Y qué
duda cabe de que China también está pensando en cómo tras toda esta
crisis va a reposicionarse en África y en países donde ya tiene una
presencia muy fuerte desde el punto de vista estratégico, incluso en el
corazón de Europa. En Serbia hemos visto carteles en las calles donde
pone “gracias Xi” en chino.
Estados Unidos ha cometido un error enorme desde el punto de vista de
su liderazgo: en lugar de ser capaz de ofrecer un modelo alternativo de
solidaridad, de apoyo –aunque fuera sobre la base de su propio interés
estratégico– al mundo libre, a las democracias, ha jugado a estar
ausente. Solo ahora se están dando cuenta de que, con todos sus
aliados, si no aparece ahora, no va a poder hacerlo después. A la Unión
Europea también le pasa: tenemos una estrategia hacia África que habla
de cambio climático y de digitalización, pero eso ahora mismo es
irrelevante; si tú no apareces en este momento para apoyar a los países
con quienes tienes asociaciones e intereses estratégicos, no puede
hacerlo dentro de seis meses y decir “cómo les fue, ya lo siento, por qué
no volvemos a hablar de cambio climático, que es lo que a mí me
interesa”. Todo el mundo se está dando cuenta de que, si no apareces
ahora, ese espacio lo va a llenar otro. Hemos visto médicos cubanos en
Italia, camiones rusos paseándose por las autopistas… Todo este tipo de
fenómenos ha hecho que, aunque fuera no por solidaridad sino ya por
un interés un poco más estratégico, Estados Unidos se esté dando cuenta
de que tiene que estar globalmente aquí. Por lo tanto, vamos a ver un
poco este tipo de competiciones. Para la Unión Europea es muy
importante que esto no quede solo como una nueva rivalidad entre
Estados Unidos y China, donde ella está en medio viendo pasar el balón
de un lado a otro.
¿Qué intereses geopolíticos se esconden tras esas campañas de
desinformación, ‘fake news’ y propaganda de las que hablas?
No se esconden, son muy evidentes. Todo el proyecto de conectividad
de la Ruta de la Seda y del ‘Belt and Road Iniciative’ chino consiste en
tener una profundidad estratégica para poder abastecer a su economía
de materias primas, pero también de relaciones políticas útiles tanto en
todo el continente africano como en, por supuesto, el sudeste asiático y
América Latina. No es nada distinto de lo que hace y de lo que ha venido
haciendo Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial: un
despliegue marítimo global donde se asegure que todas las líneas de
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suministro que son vitales para su economía puedan estar protegidas por
bases colocadas por todo el mundo. Las inversiones chinas en África en
conectividad, también. Lo estamos viendo incluso en la propia Europa,
en infraestructuras no solo físicas, sino también digitales, que suponen una
capacidad también de blindarse políticamente.
No es que China quiera imponer su modelo, no es una potencia que
quiera que su modelo basado en el Partido Comunista y una economía
privatizada pero estatal se imponga en el resto del mundo, pero sí que
quiere comprar espacio político para que nadie cuestione su modelo. Si
me apuras, esos intereses tan obvios no serían reprochables si tenemos en
cuenta que este es el gran juego que juegan los Estados en la esfera de
relaciones internacionales, pero es un juego que la Unión Europea tiene
que ser capaz de matizar, de intervenir. No podemos vivir en un mundo
que sea una jungla geopolítica, necesitamos un orden internacional
basado en normas, donde tu poder no determine todo lo que puedes
hacer y salir exonerado de todos los incumplimientos. Nosotros, los
europeos, vivimos en un orden multilateral basado en reglas y, por eso,
tenemos que ser capaces de jugar ese juego geopolítico. Por eso, el alto
representante de la Unión Europea, Josep Borrell, ha dicho que Europa
tiene que aprender a hablar el lenguaje del poder, pero tiene que
aprender a hablarlo para crear instituciones, para que no vivamos en un
mundo anárquico donde el poder puro y desnudo sea el que dicte qué
es lo que pasa y quién gana.
¿Esta crisis sanitaria puede derivar en una pérdida o restricción de
libertades individuales en algunos países?
Qué duda cabe que una emergencia nacional genera siempre una
situación de cierta anomalía democrática, en tanto que se produce un
efecto de apoyo y de unirse detrás del Gobierno para luchar contra esa
amenaza. En este caso no es militar, pero tienen muchos elementos de
desafío existencial desde el punto de vista de la seguridad física material
de los ciudadanos. Estoy de acuerdo con quienes han dicho que esto no
es una guerra y que no debemos pensar en esos términos, pero sí que en
algunas cosas vamos a actuar como si estuviéramos en guerra, porque
efectivamente hay una cuestión vital para el futuro de este país y de su
ciudadanía y el Estado tiene la responsabilidad de actuar. Hay un Estado
que tiene poderes de emergencia que le confieren una discrecionalidad
amplísima. Lo estamos viendo en un país como el nuestro, no nos hace
falta ir a los excesos de Orbán, que ha aprovechado para dotarse de
muchos más poderes de los necesarios para suspender el Parlamento y
otorgarse esos poderes de forma indefinida.
Por supuesto que tenemos ese problema. Al final, la línea entre la
democracia y la dictadura no es un corte tan nítido como nos gustaría
muchas veces. Estos años, hemos estado leyendo Cómo mueren las
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democracias y varios estudios que han hecho Schneider o Levitsky sobre
el hecho de que los populismos nos han recordado que las democracias
mueren poquito a poco, van perdiendo aspectos esenciales y, por lo
tanto, tienes que estar alerta cuando son aún plenas democracias. No
hay un margen por el cual te tengas que relajar hasta que llegas a una
dictadura, porque entonces es demasiado tarde. Ni siquiera puedes
bajar la guardia en una democracia normal. Hoy mismo tenemos en
España una polémica sobre las ruedas de prensa en el Consejo de
Ministros, los periodistas dicen que el Gobierno filtra las preguntas por un
grupo de WhatsApp.
Esto no es aceptable y los periodistas se han plantado. El Gobierno dice
que va a buscar una solución técnica para que se puedan formular las
preguntas en directo. Hay cientos de plataformas que estamos usando
todos los ciudadanos desde que ha empezado el confinamiento para
seguir con nuestras vidas digitalmente, para poder tener este tipo de
diálogos. No sé porque el presidente del Gobierno no puede recibir una
pregunta de un periodista como la estoy recibiendo yo ahora. Eso es
importante, porque si vas a pedir unidad –y esa es la cuestión
fundamental en una democracia– a cambio tienes que ser capaz de
ofrecer transparencia e información, y tienes que buscar la
corresponsabilidad de los parlamentos.
Sí hay una pendiente muy tentadora para todo gobierno en situaciones
de crisis por la cual te puedes deslizar y por eso digo que no hace falta
pensar en China o en Orbán: los padres fundadores de la Constitución
estadounidense diseñaron un sistema decidiendo si iba a ser para
ángeles o para demonios. Cuando diseñas un sistema institucional hay
que pensar en lo peor y hay que construir diques para prevenir esos
deslizamientos autoritarios. Ahora mismo el Gobierno tiene la capacidad
de intervenir la economía, el mercado laboral, de tomar muchísimas
decisiones que claramente traspasan los poderes normales. De hecho,
nuestros derechos fundamentales, como la libertad de circulación y de
reunión, están suspendidos de facto. Eso ocurre en las dictaduras. No
somos una dictadura, aunque tengamos suspendidos esos derechos,
porque lo hemos hecho de una forma responsable y ante el Parlamento,
pero con esto –espero que no se me malinterprete–quiero decir que los
que los grises y los deslizamientos están ahí, por eso hay que manejarlos
democráticamente.
Nos llega una pregunta de Patricia Abad que coincide con una de
nuestras preguntas. La Organización Mundial de la Salud advirtió a los
países de que se prepararan para una pandemia, pero es evidente que
no sucedió. ¿Debemos hacer una reflexión sobre el papel, el peso y la
influencia que realmente tienen los organismos internacionales con el
objeto de reforzarlo? Veo incluso un cierto paralelismo con esa inacción
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de los gobiernos ante las continuas advertencias de Naciones Unidas
sobre la emergencia climática.
Hay dos tipos de errores en este caso. El primero, quizá el más disculpable,
es que el error de imprevisión: no te has preparado adecuadamente
porque piensas que la probabilidad es muy baja de que te ocurra o
porque realmente no has pasado antes por una situación parecida. La
mayoría de los ciudadanos no lleva cadenas de nieve en sus coches,
porque la probabilidad de que las necesites es muy baja y cuando cada
cinco años nieva mucho, se produce un desastre porque es una
imprevisión. Pero es algo que se puede comprender en un marco de
excepcionalidad y de bajas probabilidades. El otro tipo de imprevisión es
más negligente, que es un fallo de funcionamiento del sistema: cuando
no eres capaz de situarte por delante de una crisis sabiendo qué es lo
que vas a necesitar hacer en una, dos, tres, cinco semanas.
Con las medidas y con los avisos de la Organización Mundial de la Salud,
en el futuro –una vez que hayamos diagnosticado los errores como tal,
podremos exculparlos, comprenderlos o hacer lo que queramos con
ellos–, tenemos que asegurarnos de que en la próxima ocasión vamos a
actuar de una forma distinta. Con lo que sabemos ahora, seguramente,
en el futuro tendremos un mecanismo de alerta, líneas de producción
estratégica y almacenes, igual que tenemos almacenes de sal en las
carreteras y maquinaria de invierno para despejar las carreteras de nieve,
por improbable o poco que ocurra. ¿Por qué los países asiáticos supieron
reaccionar a tiempo y por qué hacían controles de temperatura y
aislamientos? Porque sí que habían pasado por algo parecido. Y aquí
quizá la OMS no ha sido lo suficientemente contundente y los gobiernos
europeos se han confiado demasiado. Desde luego, en el futuro no van
a poder hacerlo. Espero ver en algún momento un informe de 1.000
páginas hecho de forma muy seria y profesional sobre qué falló y cómo
tendremos que evitar que ocurra otra vez algo parecido aquí.
¿Cómo crees que está respondiendo nuestro Gobierno ante esta
emergencia? Y ¿cómo valoras el funcionamiento del modelo
autonómico frente a esta crisis?
Hay estos dos planos, efectivamente, y casi un tercero porque, como
decíamos al principio, estamos descentralizados hacia abajo, hacia las
comunidades autónomas, pero también hacia arriba, hacia la Unión
Europea, y eso puede generar una cierta sensación de desamparo. Se
ha dicho que esta es una crisis que va a validar el papel de los expertos
y acabar con los populistas, y es cierto que la charlatanería irresponsable
de algunos políticos ha quedado muy expuesta. No podemos achacar a
un gobierno populista en Italia el que haya habido una reacción tardía.
En el caso concreto de España, las propias directrices de los expertos, de
Fernando Simón y del Centro de Prevención y de Control de Crisis y de
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Alertas, no han funcionado. Claramente se han equivocado y ahí han
sido los expertos que se dedican a estas cosas los que no han sido
capaces de avisar o de impulsar reacciones. No hemos tenido un
enfrentamiento entre unos expertos en las instituciones dedicadas a esta
cuestión que estuvieran diciendo al Gobierno que cerrasen y este se
negara a hacerlo. Realmente no es ese nuestro caso desde el punto de
vista de la casuística –sin disculpar los errores que haya podido cometer
el propio Gobierno–, pero está claro que no se han enfrentado a sus
expertos, sino que ha seguido su consejo y, por lo tanto, ha aumentado
o agravado la cadena de errores. Tendremos que mirarlo con mucho
cuidado.
Luego, nuestro sistema autonómico ha demostrado algo muy
preocupante y es que está descentralizado más allá de la posibilidad de
retomar el control en situaciones de emergencia sanitaria. Sin cuestionar
que, para el día a día, el sistema sanitario español sea magnífico –la
esperanza de vida en España, a pesar de la crisis, ha aumentado hasta
el punto de que estamos a punto de alcanzar a Japón como los países
más longevos del mundo, es decir, nuestro sistema sanitario uno de los
mejores del mundo, incluso con recortes–, pero lo que no puede ser
aceptable es que un Estado no tenga la capacidad de tomar el control
en una crisis de emergencia sobre el funcionamiento de este caso del
sistema sanitario. Se ha visto en la cuestión de las compras, donde el
músculo y la capacidad era nula e inexistente y hemos descubierto que,
como pasa en educación, desgraciadamente hemos descentralizado el
sistema sin habernos quedado con las capacidades de control de
calidad y de gestión de crisis que donde un Estado se hace federal de
verdad, cuando tiene suficiente autoridad reservada en un ámbito
central para garantizar un mínimo.
No es aceptable que el ministro de Sanidad tenga que apelar a la
solidaridad de nadie para distribuir enfermos o para traer profesionales
sanitarios de un lado a otro del territorio. Si hay una situación de alarma y
de emergencia sanitaria, esto no puede depender de la solidaridad de
unas comunidades autónomas. Estoy seguro de que van a ser solidarias y
lo van a hacer, pero igual que el Estado es capaz de paralizar unos altos
hornos en el País Vasco, tiene que ser capaz de utilizar los recursos
sanitarios de todo el país de una forma flexible y distribuirlos allá donde se
necesiten. Eso ha quedado muy en evidencia esta crisis. No es tanto que
nos tengamos que pensar si recentralizamos, sino que precisamente
sabemos desde hace tiempo que la coordinación horizontal es solo
coordinación, es solo voluntaria y no funciona y, por lo tanto, necesitamos
ser capaz de instaurarla.
Otro lector, Juan Pablo Gómez Garrido, comparte una reflexión, casi una
advertencia con nosotros y me gustaría saber qué opinas. Dice que
“China está tomando medidas para evitar una segunda oleada y que
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España, junto a la Unión Europea, debería tomar medidas también”.
Advierte, además, de que “el transporte aéreo funciona en este sentido
también como un perfecto transmisor del virus”.
Comparezco aquí en condición de politólogo, pero sí que constato algo
que creo que es muy evidente: no sabemos lo suficiente. No sabemos
nosotros y no saben todavía los epidemiólogos. Estamos teniendo una
discusión sobre un trabajo de una de las instituciones más prestigiosas que
es el Imperial College, donde nos dice que con un 95% de acierto puede
haber entre un millón y siete millones de personas infectadas en España.
Esto es como cuando en la crisis del euro había titulares en la prensa
europea que decían que España podía necesitar entre 10.000 y 200.000
millones de rescate. Es decir, no sabemos lo suficiente sobre esta
epidemia, sobre este virus, sobre su contagio, sobre su mortalidad. No
sabemos cuánta gente hay infectada y, de momento, no lo vamos a
saber porque, como es lógico, estamos centrados en salvar el máximo
número de vidas y evitar que el sistema sanitario se colapse.
¿Qué nos dicen los expertos? Que hasta que no sepamos cuánta gente
ha sido infectada realmente en esta primera ola no podremos saber
cómo retomar la normalidad, si vamos a salir por plazos, por oleadas, por
edades, por sectores, con distancias sociales reducidas, vamos a tener
que hacernos un poco suecos o finlandeses durante un tiempo largo.
Tampoco sabemos si la vacuna va a tardar lo que dicen los expertos que
normalmente tarda, de 12 a 18 meses, o si vamos a tenerla antes porque
se pueda adaptar o retomar vacunas que se estaban ensayando para
SARS y para virus parecidos. En este momento es muy arriesgado hacer
cualquier tipo de predicción sobre cómo, cuándo y con quién vamos a
salir de esto. Porque también es muy extraño que China haya conseguido
limitar la pandemia a la provincia de Wuhan, cuando el resto del planeta
está confinado. ¿Qué está pasando en el resto de China? ¿De verdad es
factible contener y que no se contamine el resto del país? No lo sabemos
realmente. Cualquier político ahora mismo se tiene que concentrar en lo
que tiene por delante, que es salvar el máximo número de vidas posibles.
Sin duda el nivel de incertidumbre es mayúsculo, desproporcionado.
¿Crees que la gestión de esta crisis, como ocurrió con la crisis financiera,
va a configurar un nuevo escenario, un nuevo mapa político en España?
La coalición que sostiene al Gobierno es una coalición que estaba
pensada para una política, a pesar de toda la polarización y de todo lo
que veníamos. Ahora nos parece que es normal aquella política, en
aquel momento nos parecía excepcional por un grado de
confrontación, porque estábamos saliendo de una crisis. Estamos casi
saliendo de una triple crisis populista. Hemos tenido un arranque populista
a partir del 2015-2016, con el surgimiento de ese primer Podemos, muy
impugnador, muy antisistema, que luego ha reculado y se ha dotado de
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elementos adicionales. Pero hemos tenido también el independentismo
catalán, que ha sido otro brote de populismo que quería acabar con el
sistema constitucional. Incluso hemos acabado con Vox, también con
otro tipo de cuestionamiento del propio sistema.
Todo eso que ha estado en flujo de repente más o menos parecía que se
había estabilizado con un Gobierno que, efectivamente, dejaba muchas
preguntas en el aire respecto a su estabilidad, pero que todos
confiábamos que pudiera pasar unos presupuestos y hacer políticas de
izquierdas. Creo que todo esto ha desaparecido. Esta legislatura ha
acabado con el decreto de emergencia porque no vamos a poder
retomar la política normal en el juego izquierda-derecha. Precisamente
creo que se puede y se debe hacer un reproche quizá legítimo sobre que
la unidad no solo hay que pedirla, sino construirla, y eso le corresponde
fundamentalmente al presidente del Gobierno. Esta semana pasada ha
sido bastante funesta desde el punto de vista de recabar esa unidad. Los
empresarios, la oposición, los periodistas, han sentido que ese
llamamiento a la unidad por parte del Gobierno no era correspondido
con gestos de inclusión, sino con gestos de exclusión y, en cierto sentido,
de autoridad, y con un reforzamiento de un discurso ideológico dentro
del Gobierno. He escrito sobre Podemos, he estudiado el fenómeno
Podemos y me preocupa que en esta crisis vuelvan a aflorar los instintos
poco transformadores profundos sobre el sistema o antisistema de
Podemos con algunos de los elementos que me parecen más
perjudiciales de su programa político, que es una visión muy estatalista
de la economía, muy paternalista de la sociedad, con una retórica muy
agresiva desde el punto de vista discursivo.
Me parece que todos esos elementos del populismo inicial de Podemos
que aparecen ahora no ayudan a construir este relato de unidad de
todos unidos, de una política de consenso focalizada solo en salir de la
crisis. A mí sí me parece que este Gobierno no va a poder salir de esta
crisis diciendo “bueno, la crisis ha acabado, vamos a seguir”. O se
endeuda con la oposición de una forma irreversible para sostener sus
políticas y, por lo tanto, luego no podrá simplemente cortar vínculos y ya
está; o ignora a la oposición, lo cual va a ser muy difícil porque vamos a
ir a una polarización muy aguda. Lo peor que nos puede pasar es
atravesar una crisis terrible del punto de vista de costes de vidas y
económico, mucho más polarizados y mucho más divididos de lo que
entramos. Creo que no es sostenible y nos debe preocupar a todos.
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CORONAVIRUS: LA MILITARIZACIÓN DE LA CRISIS *
Raúl Zibechi
La Jornada: 28 / 02 / 2020
Hay que remontarse a los periodos del nazismo y del estalinismo, casi un
siglo atrás, para encontrar ejemplos de control de población tan extenso
e intenso como los que suceden en estos días en China con la excusa del
coronavirus. Un gigantesco panóptico militar y sanitario, que confina a la
población a vivir encerrada y bajo permanente vigilancia.
Las imágenes que nos llegan sobre la vida cotidiana en amplias zonas de
China, no sólo en la ciudad de Wuhan y la provincia de Hubei, donde
viven 60 millones, dan la impresión de un enorme campo de
concentración a cielo abierto por la imposición de cuarentena a todos
sus habitantes.
Ciudades desiertas donde sólo transita el personal de seguridad y de
salud (https://bit.ly/2P2rlls). Se toma la temperatura a todas las personas
a la entrada a los supermercados, centros comerciales y conjuntos
residenciales. Si hay miembros de la familia en cuarentena, un sólo
miembro tiene derecho a salir cada dos días para comprar víveres
(https://bit.ly/2wCDnM7).
En algunas ciudades quienes no usen máscaras pueden terminar en la
cárcel. Se alienta la utilización de guantes desechables y lápices para
presionar los botones del ascensor. Las ciudades de China parecen
lugares fantasmas, al punto que en Wuhan casi no encuentras personas
en las calles (https://bbc.in/37KPKT3).
Es necesario insistir en que el miedo está circulando a mayor velocidad
que el coronavirus y que en contra de lo que se hace creer, el principal
asesino en la historia de la humanidad fue y es la desnutrición, como
destaca una imprescindible entrevista en el portal Comune-info
(https://bit.ly/2SNMnqq).
*Fuente: https://www.jornada.com.mx/2020/02/28/opinion/020a1pol
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Lima – Perú, 2020.
Lo habitual en la historia ha sido poner en cuarentena a personas
infectadas, pero nunca se ha aislado de este modo a millones de
personas sanas. El médico y académico del Instituto de Salud Global de
la University College London, Vageesh Jain, se pregunta: ¿Se justifica una
respuesta tan drástica? ¿Qué pasa con los derechos de las personas
sanas? (https://bit.ly/2wCDnM7).
Según la OMS, cada infectado de coronavirus puede contagiar a dos
más, mientras el enfermo de sarampión contagia de 12 a 18 personas. Por
eso Jain asegura que más de 99.9 por ciento de los habitantes de la
provincia de Hubei no están contagiados y que la gran mayoría de la
población atrapada en la región no se encuentra mal y es poco
probable que se infecte.
El boletín 142 del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP)
reflexiona: China desencadenó un plan de acción de emergencia de
magnitud sin precedentes después de sólo 40 muertes en una población
de 1.2 mil millones de personas, sabiendo que la gripe mata a 3 mil
personas en Francia cada año. En 2019 la gripe mató a 40 mil personas
en Estados Unidos (https://bit.ly/3bYb9eX). El sarampión mata 100 mil
personas cada año y la influenza (gripe) medio millón en el mundo.
El LEAP sostiene que estamos ante un nuevo modelo social de gestión de
crisis, que cuenta con el visto bueno de Occidente. Italia siguió ese
camino al aislar 10 pueblos con 50 mil habitantes, cuando había sólo 16
personas con coronavirus (https://bit.ly/32fmyCE).
China ejerce un sofisticado control de la población, desde la video-
vigilancia con 400 millones de cámaras en las calles hasta el sistema de
puntos de crédito social que regula el comportamiento de los
ciudadanos. Ahora el control se multiplica, incluyendo la vigilancia
territorial con brigadas de vecinos voluntarios en cada barrio.
Quisiera entrar en varias consideraciones, no desde el punto de vista
sanitario sino del que deja el manejo de esta epidemia a los movimientos
antisistémicos.
La primera, es que siendo China el futuro hegemón global, las prácticas
del Estado hacia la población revelan el tipo de sociedad que las élites
desean construir y proponen al mundo. Las formas de control que ejerce
China son sumamente útiles a las clases dominantes de todo el planeta
para mantener a raya a los debajo, en periodos como de hondas
convulsiones económicas, sociales y políticas, de crisis terminal del
capitalismo.
La segunda, es que las élites están usando la epidemia como laboratorio
de ingeniería social, con la finalidad de estrechar el cerco sobre la
Colegio de Sociólogos del Perú. 571
Lima – Perú, 2020.
población con una doble malla, a escala macro y micro, combinando
un control minucioso a escala local con otro general y extenso como la
censura en Internet y la video-vigilancia.
Considero que estamos ante un ensayo que se aplicará en situaciones
críticas, como desastres naturales, tsunamis y terremotos; pero sobre todo
ante las grandes convulsiones sociales capaces de provocar crisis
políticas devastadoras para los de arriba. En suma, ellos se preparan
frente a eventuales desafíos a su dominación.
La tercera, es que los pueblos aún no sabemos cómo vamos a enfrentar
estos potentes mecanismos de control de grandes poblaciones, que se
combinan con la militarización de las sociedades ante revueltas y
levantamientos, como está sucediendo en Ecuador
(https://bit.ly/2v56pmE).
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Lima – Perú, 2020.
LA TORMENTA PERFECTA DE AUTORITARISMO*
César Rendueles
El País: 29 / 03 / 2020
Marea roja es una película de 1995 cuyo argumento gira en torno al
conflicto que estalla en un submarino atómico norteamericano entre el
capitán de la nave y el segundo de a bordo, en el contexto de una crisis
internacional que amenaza con desencadenar una guerra nuclear. Al
poco de empezar la misión se produce un incendio en el submarino.
Mientras los equipos de emergencia tratan de sofocar el fuego, el
capitán pide al resto de la tripulación que realice unos ejercicios de
combate. Su ayudante se desespera hasta el límite de la insubordinación
ante lo que le parece una irresponsabilidad en una situación crítica.
Cuando todo acaba, el capitán le explica que ese era el momento
idóneo para hacer unas maniobras, lo más parecido que cabía imaginar
a las condiciones de estrés y caos que se dan en una batalla real.
La respuesta al incendio del coronavirus está siendo no solo una
movilización general de todos los recursos sanitarios públicos, sino
también de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado e incluso el
Ejército, con atribuciones sin precedentes en la historia de nuestra
democracia. Seguramente son medidas inevitables, pero plantean
desafíos evidentes por lo que toca a la salvaguarda de las libertades
ciudadanas y al mantenimiento de los límites legales del uso de la fuerza
por parte del Estado. Hay gente a la que la preocupación por un
problema como ese, mientras miles de muertos se amontonan en las
morgues, le resulta irresponsable y frívola. El deterioro de la democracia
puede parecer un fenómeno transitorio y, sobre todo, un precio a pagar
razonable en el contexto de una catástrofe sin parangón. En mi opinión,
las cosas son justo al contrario. La fortaleza del Estado de derecho se
demuestra en los momentos de crisis. Pensar que los derechos civiles son
para cuando nos los podemos permitir es sencillamente no creer en los
derechos civiles. Si en algún momento necesitamos que funcionen los
mecanismos de control de las fuerzas de seguridad es cuando les
*Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585301613_468266.html (El autor
es sociólogo y docente de la Universidad Complutense de Madrid).
Colegio de Sociólogos del Perú. 573
Lima – Perú, 2020.
otorgamos poderes extraordinarios. Y con frecuencia las pérdidas en
libertades no son transitorias, sino que dejan secuelas en las instituciones
y la cultura política de un país. De hecho, España sufre un déficit histórico,
heredado del franquismo, en lo que respecta a la supervisión ciudadana
del monopolio de la fuerza por parte del Estado. Se trata de un problema
que se acentuó en el contexto de la lucha antiterrorista, cuando
cualquier duda sobre las actuaciones judiciales o policiales era
interpretada como un signo de deslealtad o complicidad con la
violencia.
¿De verdad es razonable que la policía haya impuesto 150.000 sanciones
relacionadas con el coronavirus en 12 días (el triple que en Italia en un
mes)? Además, hay indicios razonables de que la vigilancia policial del
confinamiento está deparando, como mínimo, algunos abusos de poder
no meramente anecdóticos. En las redes sociales proliferan los vídeos y
testimonios que documentan los excesos policiales y, sobre todo, un
repertorio asombroso de arbitrariedades. Hace unos días, el
administrador de una cuenta de Facebook que reúne a una gran
cantidad de policías (tiene más de 130.000 seguidores), lanzaba un
mensaje de alarma que resume bastante bien el problema: “Os pido
calma y mano izquierda, compañeros. (…) Esto se ha convertido en una
cacería absurda, en un descontrol de macarrismo uniformado. Somos
policías”. Es comprensible que los agentes estén abrumados por una
tarea gigantesca y que en ocasiones la tensión o el cansancio les lleven
a cometer errores. Tampoco estoy sugiriendo de ningún modo que sea
una pauta generalizada. El problema es el clima de impunidad que
ampara esas conductas minoritarias.
Porque lo cierto es que muchas personas justifican e incluso jalean los
abusos de poder. Esta especie de masoquismo ciudadano, de
subordinación entusiasta, forma parte de un fenómeno más amplio de
normalización del linchamiento social. Las personas que vigilan desde la
ventana de su casa a sus vecinos y acosan a quienes salen a la calle por
un motivo que no les parece apropiado se han convertido en el paisaje
social de muchos barrios durante el confinamiento. Esta especie de
comunitarismo represivo era bastante previsible, en realidad. A menudo,
las catástrofes aumentan la cohesión, pero al precio de un incremento
de la coacción social. El resultado es que ahora tenemos una patrulla
ciudadana tras cada visillo. La España de los balcones era el país de los
chivatos de terraza. Los medios de comunicación han señalado que
muchas veces las víctimas del acoso balconero son, en realidad,
personas que disfrutan de alguna excepción legal al confinamiento:
niños con trastornos de la conducta, enfermos que necesitan caminar por
prescripción médica o personas que salen de su domicilio para ayudar a
familiares dependientes. Incluso ha llegado a surgir alguna iniciativa para
que quienes tienen derecho a salir a la calle durante el confinamiento
lleven una prenda distintiva que los vecinos al acecho puedan reconocer
Colegio de Sociólogos del Perú. 574
Lima – Perú, 2020.
desde sus ventanas. Como si el problema fuera la puntería de los
chivatos. Tal vez aún más estremecedora es su falta de empatía cuando
aciertan, su incapacidad para preguntarse qué puede haber llevado a
alguien a quebrantar el confinamiento arriesgándose a una multa y a los
reproches de sus vecinos. Hay mucha gente imprudente e insolidaria, sin
duda, pero hay también personas desesperadas, que viven muy solas y
están asustadas, hacinadas en pisos diminutos o en situaciones familiares
insostenibles, con problemas graves de ansiedad...
La resaca que dejará la ampliación del poder policial en nuestras
instituciones combinada con la normalización del acoso social puede
producir una tormenta perfecta de autoritarismo. En especial, porque se
solapa sobre una tendencia aún no generalizada, pero sí creciente hacia
la normalización de la democracia iliberal en nuestro país. Es un proceso
que tiene hitos legales, como la Ley de Partidos y la ley mordaza, pero en
el que también está desempeñando un papel destacado el Poder
Judicial. La Audiencia Nacional parece haberse especializado en la
persecución de supuestos delitos de opinión completamente triviales. Del
mismo modo, en el contexto de la crisis catalana hemos asistido a una
intensísima movilización judicial de dudosa compatibilidad con la
separación de poderes. ¿Qué ocurrirá cuando se levante el
confinamiento y la catástrofe económica que se avecina empiece a dar
lugar a movilizaciones laborales o sociales? ¿Jueces y policías se dejarán
arrastrar por la inercia represiva creada durante el estado de alarma?
¿Se seguirá apelando a la excepcionalidad de la situación y a la unidad
frente a la catástrofe? ¿Continuarán las metáforas bélicas para
exhortarnos a acatar las decisiones del Gobierno?
En muchos lugares del mundo la derecha radical se está imponiendo
como una alternativa al derrumbe de la globalización neoliberal,
ofreciendo una promesa de orden y retorno a los viejos buenos tiempos
anteriores a la Gran Recesión. Las inmensas conmociones económicas
que va a desencadenar la pandemia del coronavirus son un escenario
perfecto para una extrema derecha capaz de conjugar un programa
económico posneoliberal con una gestión inteligente del rencor social y
el miedo colectivo. En realidad, un país en cuarentena se parece mucho
a las distopías políticas de la nueva ultraderecha: el Ejército en la calle,
llamamientos a la unidad nacional, limitación del poder autonómico,
comunitarismo represivo y ruedas de prensa en prime time a cargo de un
general cuyos comunicados parecen un diálogo desechado de La
escopeta nacional.
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Lima – Perú, 2020.
LA PROXIMA RECESIÓN: ¿LA CULPA ES DEL CORONAVIRUS?*
Michael Roberts
Sin permiso: 20 / 03 / 2020
Estoy seguro de que cuando termine este desastre, la economía
dominante y las autoridades afirmarán que fue una crisis exógena que no
tiene nada que ver con defectos inherentes en el modo de producción
capitalista y la estructura social de la sociedad. La culpa fue del virus. Este
fue el argumento de la teoría económica convencional después de la
Gran Recesión de 2008-2009 y se repetirá en 2020.
Mientras escribo, la pandemia de coronavirus (como ahora se llama
oficialmente) todavía no ha alcanzado su pico. Aparentemente, tras
comenzar en China (aunque hay alguna evidencia de que también
pudo haber comenzado en otros lugares), se ha extendido ya por todo
el mundo. El número de infecciones es mayor fuera de China que
dentro. Los casos en China han ido disminuyendo hasta detenerse; en
otros lugares todavía hay un aumento exponencial.
*Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/la-proxima-recesion-la-culpa-es-del-
coronavirus (Traducción: G. Buster)
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Lima – Perú, 2020.
Esta crisis biológica ha creado pánico en los mercados financieros. Los
mercados bursátiles han caído hasta un 30% en el espacio de semanas. El
mundo de fantasía de que cada activo financiero podía crecer con
costes de endeudamiento cada vez más bajos ha terminado.
COVID-19 parece ser un 'desconocido', como el colapso financiero
global del tipo 'cisne negro' que desencadenó la Gran Recesión hace
más de diez años. Pero COVID-19, al igual que ese colapso financiero, no
es realmente un rayo que caiga de la nada: un 'shock' externo que
afecta a una economía capitalista en armonioso crecimiento. Incluso
antes de que ocurriera la pandemia, en la mayoría de las principales
economías capitalistas, tanto en el llamado mundo desarrollado como
en las economías 'en desarrollo' del 'Sur Global', la actividad económica
se estaba frenando, y algunas economías se contraía la producción
nacional y la inversión, y muchos otras estaban al borde.
COVID-19 fue el punto de inflexión. Una analogía es imaginar una pila de
arena que se acumula hasta un pico; entonces los granos de arena
comienzan a deslizarse; y luego llega un cierto punto que con una
partícula de arena más, toda la pila de arena se cae. Si eres
poskeynesiano, quizás prefieras llamar a esto un "momento Minsky", en
honor de Hyman Minsky, quien argumentó que el capitalismo parece ser
estable hasta que deja de serlo, porque la estabilidad genera
inestabilidad. Un marxista diría, sí, hay inestabilidad, pero esa
inestabilidad se convierte en una avalancha periódicamente debido a
las contradicciones subyacentes en el modo de producción capitalista
con fines de lucro.
Colegio de Sociólogos del Perú. 577
Lima – Perú, 2020.
Además, de otra manera, COVID-19 no era un "desconocido". A
principios de 2018, durante una reunión en la Organización Mundial de la
Salud en Ginebra, un grupo de expertos (del R&D Blueprint) acuñó el
término "Enfermedad X": predijeron que la próxima pandemia sería
causada por un nuevo patógeno desconocido que no había todavía
entrado en contacto con la población humana. La enfermedad X
probablemente resultaría de un virus originado en animales y surgiría en
algún lugar del planeta donde el desarrollo económico pone en
contacto a personas y vida silvestre.
La enfermedad X probablemente se confundiría con otras enfermedades
al comienzo del brote y se propagaría rápida y
silenciosamente; explotando redes de viajes y comercio humanas,
llegaría a múltiples países y frustraría la contención. La enfermedad X
tendría una tasa de mortalidad más alta que la gripe estacional, pero se
propagaría tan fácilmente como la gripe. Sacudiría los mercados
financieros incluso antes de alcanzar el estado de pandemia. En pocas
palabras, Covid-19 es la enfermedad X.
Como argumentó el biólogo socialista, Rob Wallace, las plagas no son
solo parte de nuestra cultura; son causadas por ella. La Peste Negra
se extendió a Europa a mediados del siglo XIV con el crecimiento del
comercio a lo largo de la Ruta de la Seda. Han surgido nuevas cepas de
gripe de la ganadería. El Ébola, SARS, MERS y ahora Covid-19 se han
relacionado con la vida silvestre. Las pandemias generalmente
comienzan como virus en animales que saltan a las personas cuando
entramos en contacto con ellos. Estos efectos secundarios están
aumentando exponencialmente a medida que nuestra huella ecológica
nos acerca a la vida silvestre en áreas remotas y el comercio de vida
silvestre lleva a estos animales a los centros urbanos. La construcción de
carreteras, la deforestación, el desbroce de tierras y el desarrollo agrícola
sin precedentes, así como los viajes y el comercio globalizados, nos
hacen extremadamente susceptibles a los patógenos como los
coronavirus.
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Lima – Perú, 2020.
Existe un debate tonto entre los economistas convencionales sobre si el
impacto económico de COVID-19 es un "shock de oferta" o un "shock de
demanda". La escuela neoclásica dice que es un shock de oferta porque
detiene la producción; los keynesianos quieren argumentar que es
realmente un shock de demanda porque las personas y las empresas no
gastarán en viajes, servicios, etc.
Pero primero, como se argumentó anteriormente, no es realmente un
"shock" en absoluto, sino el resultado inevitable del impulso del capital
para obtener ganancias en la agricultura y la explotación de la
naturaleza y del estado ya débil de la producción capitalista en 2020.
Y segundo, comienza con la oferta, no con la demanda como los
keynesianos dicen. Como escribió Marx: “Hasta los niños saben que una
nación que deja de funcionar, no ya un año, sino incluso unas semanas,
perecería". (K Marx a Kugelmann, Londres, 11 de julio de 1868). La
producción, el comercio y la inversión son lo primero que se detienen
cuando las tiendas, las escuelas y los negocios se cierran para contener
la pandemia. Por supuesto, si las personas no pueden trabajar y las
empresas no pueden vender, entonces los ingresos disminuyen y el gasto
se derrumba y eso produce un "shock de demanda". De hecho, es el
guión de todas las crisis capitalistas: comienzan con una contracción de
la oferta y terminan con una caída en el consumo, no al revés.
Aquí hay una visión general (y precisa) de la anatomía de las crisis.
Algunos optimistas en el mundo financiero argumentan que el shock de
COVID-19 en los mercados bursátiles terminará como el 19 de octubre de
1987. En ese lunes negro, el mercado bursátil se desplomó muy
rápidamente, incluso más que ahora, pero en cuestión de meses volvió a
subir y se fue arriba El actual secretario del Tesoro de los Estados Unidos,
Steven Mnuchin, está seguro de que el pánico financiero terminará como
Colegio de Sociólogos del Perú. 579
Lima – Perú, 2020.
en 1987 . "Sabes, recuerdo a las personas que compraron acciones
después del colapso en 1987, las personas que compraron acciones
después de la crisis financiera", continuó. "Para los inversores a largo
plazo, esta será una gran oportunidad de inversión". “Este es un problema
a corto plazo. Pueden pasar un par de meses, pero vamos a superar esto
y la economía será más fuerte que nunca”, dijo el secretario del Tesoro.
Los comentarios de Mnuchin fueron repetidos por el asesor económico
de la Casa Blanca, Larry Kudlow, quien instó a los inversores a capitalizar
el vacilante mercado bursátil por los temores del coronavirus. "Los
inversores a largo plazo deberían pensar seriamente en comprar estas
gangas”, describiendo el estado de la economía estadounidense
como "sólido". Kudlow realmente repitió lo mismo que dijo solo dos
semanas antes del colapso financiero global de septiembre de
2008: "para aquellos de nosotros que preferimos mirar hacia adelante, a
través del parabrisas, las perspectivas de los mercados de valores están
mejorando cada vez más".
El colapso de 1987 se atribuyó al aumento de las hostilidades en el Golfo
Pérsico que llevó a un aumento en los precios del petróleo, el temor a
tasas de interés más altas, un mercado alcista de cinco años sin una
corrección significativa y la introducción del comercio
computarizado. Pero aunque la economía era fundamentalmente
"sana", no duró. De hecho, la rentabilidad del capital en las principales
economías estaba aumentando y no alcanzó su punto máximo hasta
fines de la década de 1990 (aunque hubo una caída en 1991). Así que
1987 fue lo que Marx llamó un "colapso financiero" puro debido a la
inestabilidad inherente a los mercados de capital especulativos.
Pero ese no es el caso en 2020. Esta vez, el colapso en el mercado de
valores será seguido por una recesión económica como en 2008.
Porque, como he argumentado en artículos anteriores, ahora la
rentabilidad del capital es baja y las ganancias globales son estáticas en
el mejor de los casos, incluso antes de la erupción de COVID-19. El
comercio y la inversión mundiales han estado disminuyendo, no
aumentando. Los precios del petróleo han colapsado, no subido. Y el
impacto económico de COVID-19 afecta primero a la cadena de
suministros, no en los inestables mercados financieros.
¿Cuál será la magnitud de la recesión por venir? Hay un excelente
artículo de Pierre-Olivier Gourinchas que modela el impacto
probable. Muestra el diagrama de salud pandémico habitual haciendo
las curvas. Sin ninguna acción, la pandemia toma la forma de la curva
de la línea roja, lo que lleva a una gran cantidad de casos y muertes. Con
la aplicación de la cuarentena y el aislamiento social, el pico de la curva
(azul) puede retrasarse y moderarse, incluso si la pandemia se prolonga
Colegio de Sociólogos del Perú. 580
Lima – Perú, 2020.
más tiempo. Esto supuestamente reduce el ritmo de la infección y el
número de muertes.
La política de salud pública debe apuntar a "aplanar la curva"
imponiendo drásticas medidas de distanciamiento social y promoviendo
hábitos de salud para reducir la tasa de transmisión. Actualmente, Italia
está siguiendo el enfoque chino de bloqueo total, incluso si puede estar
cerrando las puertas cuando el virus ya se ha disparado. El Reino Unido
está intentando un enfoque muy arriesgado de autoaislamiento de las
personas vulnerables y permitiendo que los jóvenes y los sanos se infecten
para desarrollar la llamada 'inmunidad colectiva' y evitar que el sistema
de salud se vea abrumado. Este enfoque implica básicamente descartar
a los viejos y vulnerables porque van a morir de todos modos si se infectan
y evitar un bloqueo total que dañaría la economía (y las ganancias). El
enfoque de los Estados Unidos consiste básicamente en no hacer nada:
no realizar pruebas masivas, no autoaislarse, no cancelar eventos
públicos; solo esperar que la gente se enferme y luego lidiar con los casos
más graves.
Podríamos llamar a este último enfoque la respuesta malthusiana. El más
reaccionario de los economistas clásicos a principios del siglo XIX fue el
reverendo Thomas Malthus, quien argumentó que había demasiadas
personas pobres “improductivas” en el mundo, por lo que las plagas y
enfermedades regulares eran necesarias e inevitables para hacer que las
economías fueran más productivas.
El periodista conservador británico Jeremy Warner ha defendido lo mismo
para la pandemia de Covid-19 que "principalmente mata a los
ancianos". "Para simplificar, desde una perspectiva económica
completamente desinteresada, el COVID-19 podría incluso resultar
levemente beneficioso a largo plazo al eliminar desproporcionadamente
a los dependientes mayores". Y responde a las críticas "Obviamente, para
los afectados es una tragedia humana cualquiera sea la edad, pero esta
es un artículo sobre economía, no la suma de las miserias humanas". De
Colegio de Sociólogos del Perú. 581
Lima – Perú, 2020.
hecho, por eso Marx llamó “la filosofía de la miseria” a la economía de
principios del siglo XIX.
La razón por la cual los gobiernos de EE. UU. Y Gran Bretaña no impondrán
(todavía) medidas draconianas, como eventualmente en China y ahora
en Italia (tardíamente) y en otros lugares, es porque inevitablemente
aumentará la curva de recesión macroeconómica. Considere China o
Italia: aumentar las distancias sociales ha requerido cerrar escuelas,
universidades, la mayoría de las empresas no esenciales y pedir a la
mayoría de la población en edad laboral que se quede en casa. Si bien
algunas personas pueden trabajar desde casa, esto sigue siendo una
pequeña fracción de la fuerza laboral en general. Incluso si trabajar
desde casa es una opción, la interrupción a corto plazo del trabajo y las
rutinas familiares es importante y puede afectar a la productividad. En
resumen, la mejor política de salud pública hunde a la economía en una
parada repentina. Un shock de oferta.
El daño económico sería considerable. Gourinchas intenta modelar el
impacto. Supone que, en relación con una línea de base, las medidas de
contención reducen la actividad económica en un 50% durante un mes
y un 25% durante otro mes, después de lo cual la economía vuelve a la
línea de base. “Ese escenario aún daría un golpe masivo a las principales
cifras del PIB, con una disminución del crecimiento de la producción
anual del orden del 6,5% en relación con el año anterior. ¡Extienda el
cierre un 25% solo otro mes y la disminución en el crecimiento de la
producción anual (en relación con el año anterior) alcanzaría casi el 10%!
" Como punto de comparación, la disminución en el crecimiento de la
producción en los EEUU durante la 'Gran Recesión' de 2008-09 fue de
alrededor del 4.5%. Gourinchas concluye que "estamos a punto de
presenciar una recesión que podría superar a la Gran Recesión".
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Lima – Perú, 2020.
En el pico de la Gran Recesión, la economía de los Estados Unidos
destruía empleos a razón de 800,000 trabajadores por mes, pero la gran
mayoría de las personas todavía estaban empleadas y trabajando. La
tasa de desempleo alcanzó su punto máximo en 'solo' un 10%. Por el
contrario, el coronavirus está creando una situación en la que, durante
un breve período de tiempo, es posible que el 50% o más de las personas
no puedan trabajar. El impacto en la actividad económica es
comparativamente mucho mayor.
El resultado es que la economía, como el sistema de salud, enfrenta el
problema de cómo "aplanar la curva”. La curva roja traza la producción
perdida durante una recesión aguda e intensa, amplificada por las
decisiones económicas de millones de agentes económicos que intentan
protegerse reduciendo el gasto, posponiendo la inversión, recortando el
crédito y, en general, contrayéndose.
¿Qué hacer para aplanar la curva? Los bancos centrales pueden y están
proporcionando liquidez de emergencia al sector financiero. Los
gobiernos pueden implementar medidas fiscales específicas
discrecionales o programas más amplios para apoyar la actividad
económica. Estas medidas podrían ayudar a "aplanar la curva
económica", es decir, limitar las pérdidas económicas, como en la curva
azul, al mantener a los trabajadores remunerados y empleados para que
puedan pagar las facturas o retrasarlas o cancelarlas por un período. Las
pequeñas empresas podrían ser financiadas para resistir la tormenta y los
bancos rescatados, como en la Gran Recesión.
Pero sigue habiendo un alto riesgo de una crisis financiera. En los Estados
Unidos, la deuda corporativa ha aumentado y se concentra en bonos
emitidos por las compañías más débiles (BBB o inferior).
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Lima – Perú, 2020.
Y el sector energético está siendo golpeado por partida doble porque los
precios del petróleo se han desplomado. Las primas de riesgo de bonos
(el costo de los préstamos) se han disparado en los sectores de energía y
transporte.
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Lima – Perú, 2020.
La flexibilidad monetaria ciertamente no será suficiente para aplanar la
curva. Las tasas de interés del banco central ya están cerca, en o por
debajo de cero. Y las enormes inyecciones de crédito o dinero en el
sistema bancario tendrán un efecto a contrapelo muy limitado sobre la
producción y la inversión. El financiamiento barato no acelerará la
cadena de suministro ni hará que la gente quiera viajar de
nuevo. Tampoco ayudará a las ganancias corporativas si los clientes no
gastan.
La principal mitigación económica tendrá que venir de la política
fiscal. Las agencias internacionales como el FMI y el Banco Mundial han
ofrecido $ 50 mil millones. Los gobiernos nacionales están ya lanzando
varios programas de estímulo fiscal. El gobierno del Reino Unido anunció
Colegio de Sociólogos del Perú. 585
Lima – Perú, 2020.
un gran gasto en su último presupuesto y el Congreso de los Estados
Unidos acordó un paquete de gasto de emergencia.
Pero, ¿será suficiente para aplanar la curva si dos meses de cierres
recortan la mayoría de las economías en un asombroso 10%? Ninguno de
los paquetes fiscales actuales se acerca al 10% del PIB. De hecho, en la
Gran Recesión, solo China inyectó tal cantidad. Las propuestas del
gobierno del Reino Unido ascienden a solo el 1.5% del PIB como máximo,
mientras que las de Italia son del 1.4% y las de EE UU de menos del 1%.
Existe la posibilidad de que a fines de abril hayamos visto un pico en el
número total global de casos y empiece a disminuir. Eso es lo que los
gobiernos esperan y planean. Si ocurre ese escenario optimista, el
coronavirus no desaparecerá. Se convertirá en otro patógeno similar a la
gripe (del que sabemos poco) que nos afectará cada año como sus
predecesores. Pero incluso dos meses de cierres provocarán graves
daños económicos. Y los paquetes de estímulo monetario y fiscal
planeados no van a evitar una crisis profunda, incluso si reducen la 'curva'
en cierta medida. Lo peor está por venir.
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Lima – Perú, 2020.
LA PANDEMIA Y EL FIN DE LA ERA NEOLIBERAL*
Atilio Borón
CLACSO: 29 / 03 / 2020
El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen
como común denominador la intención de dibujar los (difusos) contornos
del tipo de sociedad y economía que resurgirán una vez que el flagelo
haya sido controlado. Sobran las razones para incursionar en esa clase
de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si
de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal
que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo. Y digo
la “versión” porque tengo serias dudas acerca de que el virus en cuestión
haya obrado el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino
también con la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de
producción y como sistema internacional. Pero la era neoliberal es un
cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el
capitalismo? Bien, de eso trata esta columna.
Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me
alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le
propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual,
siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los
cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara
Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las
fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a
la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas,
en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas
estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra
Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada. Los muy imprecisos
cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas,
por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para
desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por
muchas organizaciones, entre ellas el National Geographic Magazine. El
capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global producido
por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –ya advertida
*Fuente: https://www.clacso.org/la-pandemia-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/
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por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir
fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales
y políticas señaladas por el revolucionario ruso (que de momento no se
perciben ni en Estados Unidos ni en los países europeos) ahora se
producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y
predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una
expresión de deseos que producto de un análisis concreto. Zizek confía
en que, a consecuencia de esta crisis, para salvarse la humanidad tendrá
la posibilidad de recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es
posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social,
dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de
si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden
seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos.
Pero la bifurcación de la salida de esta coyuntura presenta otro posible
desenlace, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”. O sea, la
reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más
brutales de explotación económica, coerción político-estatal y
manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora
intacta dictadura mediática. “Barbarie” –István Mészarós solía decir con
una dosis de amarga ironía– “si tenemos suerte.”
Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida
“barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando
crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes), ni la igualmente
tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no
pensar que una transición hacia el postcapitalismo será inevitablemente
“desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos: la
desfinanciarización de la economía, la desmercantilización de la sanidad
y la seguridad social, por ejemplo, y otros más vacilantes, tropezando con
mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso
control del casino financiero mundial, la estatización de la industria
farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía
producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los
medios de comunicación, amén de la recuperación pública de los
llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad)? ¿Por qué
no pensar en “esos muchos socialismos” de los que premonitoriamente
hablaba el gran marxista inglés Raymond Williams a mediados de los años
ochenta del siglo pasado?
Ante la propuesta de un “comunismo reinventado”, el filósofo surcoreano
Byung-Chul Han salta al ruedo para refutar la tesis del esloveno y se
arriesga a decir que “tras la pandemia, el capitalismo continuará con
más pujanza.” Es una afirmación temeraria porque si algo se dibuja en el
horizonte es el generalizado reclamo de toda la sociedad a favor de una
mucho más activa intervención del Estado para controlar los efectos
desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos de
salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera, y para poner fin al
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Lima – Perú, 2020.
escándalo de la hiperconcentración de la mitad de toda la riqueza del
planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial. Ese
mundo post-pandémico tendrá mucho más Estado y mucho menos
mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo
a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias,
colectivas, inclusive “socialistas” en países como Estados Unidos, nos
recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista
exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo y que nos llevó a
la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde
el sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato
diferente ante la presencia de una nueva tríada dominante, si bien el
peso específico de cada uno de sus actores no es igual. Si Samir Amin
tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de la tríada
formada por Estados Unidos, Europa y Japón, hoy aquella la constituyen
Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar
precedente, en donde Europa y Japón eran juniors partners (por no decir
peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo, pero es la
caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que
vérselas con la formidable potencia económica china, sin duda la actual
locomotora de la economía mundial, relegando a Estados Unidos a un
segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en la tecnología
5G y en Inteligencia Artificial. A lo anterior se suma la no menos
amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos
de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un
inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y
un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar
de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana;
Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China
ostenta en el terreno de la economía. Difícil que, como dice Han, el
capitalismo adquiera renovada pujanza en este tan poco promisorio
escenario internacional. Si aquél tuvo la gravitación y penetración global
que supo tener fue porque, como decía Samuel P. Huntington, había un
“sheriff solitario” que sostenía el orden capitalista mundial con su
inapelable primacía económica, militar, política e ideológica. Hoy la
primera está en manos de China y el enorme gasto militar de EE.UU. no
puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una
guerra contra una de las naciones más pobres del planeta como
Afganistán. La ascendencia política de Washington se mantiene
prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el
Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio
internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar la
pandemia y Estados Unidos no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla
en Europa, y Cuba, ejemplo mundial de solidaridad, envía médicos y
medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les
ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados
para un ejercicio militar con la OTAN e intensificar las sanciones contra
Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de
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guerra. Su antigua hegemonía ya es cosa del pasado. Lo que hoy se
discute en los pasillos de las agencias del gobierno estadounidense no es
si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive.
Y la pandemia está acelerando este proceso por horas.
El surcoreano Han tiene razón, en cambio, cuando afirma que “ningún
virus es capaz de hacer la revolución”, pero cae en la redundancia
cuando escribe que “no podemos dejar la revolución en manos del virus.”
¡Claro que no! Miremos el registro histórico: la Revolución Rusa estalló
antes que la pandemia de la “gripe española”, y la victoria de los
procesos revolucionarios en China, Vietnam y Cuba no fueron precedidos
por ninguna pandemia. La revolución la hacen las clases subalternas
cuando toman conciencia de la explotación y opresión a las que son
sometidas; cuando vislumbran que lejos de ser una ilusión inalcanzable,
un mundo post-capitalista es posible y, finalmente, cuando logran darse
una organización a escala nacional e internacional eficaz para luchar
contra una “burguesía imperial” que antaño entrelazaba con fuerza los
intereses de los capitalistas en los países desarrollados. Hoy, gracias a
Donald Trump, esa férrea unidad en la cúspide del sistema imperialista se
ha resquebrajado irreparablemente y la lucha allá arriba es de todos
contra todos, mientras China y Rusia continúan pacientemente y sin
altisonancias construyendo las alianzas que sostendrán un nuevo orden
mundial.
Una última reflexión. Creo que hay que calibrar la extraordinaria
gravedad de los efectos económicos de esta pandemia que hará de
una vuelta al pasado una misión imposible. Los distintos gobiernos del
mundo se han visto obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la
población o el vigor de la economía. Las recientes declaraciones de
Donald Trump (y otros mandatarios como Angela Merkel y Boris Johnson)
en el sentido de que él no va a adoptar una estrategia de contención
del contagio mediante la puesta en cuarentena de grandes sectores de
la población porque tal cosa paralizaría la economía, pone de relieve la
contradicción basal del capitalismo. Porque, conviene recordarlo, si la
población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de valor y
entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía. El virus salta
de las personas a la economía, y esto provoca el pavor de los gobiernos
capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena
porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a
trabajar aún a sabiendas de que pone en riesgo su salud. Según Mike
Davis, en Estados Unidos un 45 por ciento de la fuerza de trabajo “no tiene
acceso a licencia paga por causa de una enfermedad y está
prácticamente obligada a ir a su trabajo y transmitir la infección o
quedarse con un plato vacío.” La situación es insostenible por el lado del
capital, que necesita explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta
intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores, que si
acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se
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quedan en casa no tienen dinero para subvenir sus más elementales
necesidades. Esta crítica encrucijada explica la creciente beligerancia
de Trump contra Cuba, Venezuela e Irán, y su insistencia en atribuir el
origen de la pandemia a los chinos. Tiene que crear una cortina de humo
para ocultar las nefastas consecuencias de largas décadas de
desfinanciamiento del sistema público de salud y de complicidad con las
estafas estructurales de la medicina privada y la industria farmacéutica
de su país. O para achacar la causa de la recesión económica a quienes
aconsejan a la gente quedarse en sus casas. En todo caso, y más allá de
si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado” como quiere Zizek
o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del
poscapitalismo, esta pandemia (como lo explican claramente Mike
Davis, David Harvey, Iñaki Gil de San Vicente, Juanlu González, Vicenç
Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco
Carbone, Ernesto López, Wim Dierckxsens y Walter Formento en diversos
artículos que circulan profusamente en la web) ha movido las placas
tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como
antes. Además, nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se
enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal,
que el mundo vuelva a ser como antes. Tremendo desafío para quienes
queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la
pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única,
inesperada, que sería imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la
consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del planeta es:
concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel
cuando en un memorable encuentro con intelectuales sostenido en el
marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero del
2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan
la seguridad de que se acaba el planeta y se acaba esta especie
pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar,
es lo que hemos hecho siempre.” ¡Manos a la obra!
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CORONAVIRUS: ¿FIN DEL CAPITALISMO?*
Agustín Laje
PANAM POST: 30 / 03 / 2020
Amplios sectores de la izquierda se regocijan actualmente profetizando
el inminente fin del capitalismo. La causa, desde luego, no es ninguna
clase social revolucionaria: las clases sociales ya no pueblan el
enmarañado discurso para iniciados a los que están hoy acostumbrados
los intelectuales izquierdistas. Hace rato que la fábrica fue sustituida por
los despachos universitarios. La causa tampoco habría que buscarla,
siquiera, en los efectos de la lucha feminista o en el accionar de este o
aquel colectivo LGBT: seamos sinceros, la teoría de género no puede
revolucionar más que hormonas e histeriqueos circunstanciales. ¿Dónde
encontrar, entonces, la causa del vaticinado “fin del capitalismo”? En el
coronavirus, entronizado como una suerte de nuevo agente de la
revolución anticapitalista.
No se trata de ninguna broma, sino más bien de una izquierda que toca
fondo, que encontrándose a sí misma totalmente incapacitada para
delimitar o construir un sujeto revolucionario, deposita todas sus
expectativas revolucionarias en el accionar de un virus. No hago con esto
un juicio moral, sino político. La voz cantante de esta expectativa
probablemente está representada por el filósofo Slavoj Žižek, quien
publicó hace algunos días una columna en Rusia Today en la que
redefinió al capitalismo como virus, para luego profetizar el fin del sistema
capitalista como resultado de la actual pandemia. Su llamado es a
“imaginar” un nuevo sistema, “and so on, and so on”, como acostumbra
decir el filósofo “rockstar” cuando en verdad no hay mucho más para
agregar, ni nada realmente concreto que valga la pena enunciar.
En fin, nada realmente nuevo bajo el sol y, a fuerza de sinceridad, un
recurso ya muy trillado para una izquierda que desde los ’60 viene
“imaginando” sin que nadie sepa muy bien qué se ha imaginado en las
últimas seis décadas, más allá de presuntas “revoluciones sexuales” a las
que las multinacionales capitalistas aportaron su marketing con total
*Fuente: https://es.panampost.com/agustin-laje/2020/03/30/coronavirus-fin-
capitalismo/
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Lima – Perú, 2020.
entusiasmo. Daniel Cohn-Bendit, líder del Mayo del ‘68, ya se escudaba
en el famoso “hay que imaginar otra cosa” cuando le preguntaban
desde la prensa cuál era el sistema que la estudiantina francesa
proponía. “La imaginación al poder”, era ya por entonces la consigna
célebre. E incluso más de diez años antes, en 1955, la mentada
“imaginación” impregnaba Eros y civilización de Herbert Marcuse, el
filósofo “rockstar” del sesentayochismo. En fin, como verán, nada nuevo
bajo el sol. El llamado a “imaginar alternativas” se ha convertido en el
síntoma de una izquierda sin alternativas que no ha podido imaginar
nada más que el imperativo de la imaginación: imaginación que llama a
imaginar; imaginar, a su vez, que no puede más que imaginar que hay
que convocar a la imaginación. Y cuando el imaginar concreto no ha
sido capaz a lo largo de seis décadas de imaginar algo distinto que su
propia necesidad, la cosa cansa.
Pero la columna de Žižek causó sensación. La izquierda se entusiasma con
facilidad. En Argentina, por ejemplo, el hashtag #ElCapitalismoEsElVirus
rápidamente se convirtió en tendencia. Diversos intelectuales
continuaron la discusión: ¿es el coronavirus el proletariado del siglo XXI?
En estos mismos días también, Žižek aprovechó para lanzar su nuevo libro
de 120 páginas, escrito a toda velocidad, ¡titulado Pandemia! Covid-19
sacude el mundo, para cuya distribución masiva no llamó a “imaginar”
alguna alternativa, sino que se entregó a los brazos
del mercado capitalista. En efecto, el libro puede comprarse por internet
a la editorial OR Books en versión papel a 13 euros, y en versión digital, si
estás entre los primeros 10.000 clientes, te lo dan gratis; caso contrario,
toca pagar 10 euros. Los mercaderes de la revolución son todo, menos
estúpidos: ¿quién dijo que ser revolucionario no podía ser un buen
negocio?
En fin, vamos a lo importante: el capitalismo. Definitivamente, no estamos
atravesando una situación revolucionaria en sentido estricto. Las
revoluciones se despliegan sobre circunstancias históricas bien
específicas (eso que el marxismo-leninismo llamaba “condiciones
objetivas”), pero también sobre la acción colectiva de agentes históricos
(lo que se denominaba “condiciones subjetivas”). Esto significa: la
revolución no es simplemente un contexto, sino un alguien que en un
cierto contexto deviene revolucionario. No hay revolución sin agencia; y
la agencia es una facultad humana. Dicho de otra manera: no hay
revolución al margen de la acción humana.
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Marx y Engels
empezaban así el Manifiesto comunista. Marx tenía estas genialidades; su
astucia para metáforas cargadas de fuerza política probablemente
resulte insuperable. Pero el fantasma, en realidad, no era simplemente el
comunismo, sino principalmente el agente histórico, determinado por
leyes históricas, a hacer del comunismo el punto de llegada de la
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evolución de nuestros sistemas económicos. Como se sabe, ese agente
histórico no era otro que el proletariado: era su acción colectiva
revolucionaria la que, en un contexto histórico bien específico de
contradicciones sistémicas, acabaría con el capitalismo.
El fantasma que hoy recorre el mundo, en cambio, no es ni una ideología
ni un agente revolucionario: es sencillamente un virus. En tal sentido, las
expectativas de los que prenden velas al “virus anticapitalista” no son
revolucionarias, sino meramente catastróficas. Esto es: avizoran una
catástrofe y se entusiasman, pero carecen de un sujeto revolucionario
para conducir políticamente cambio histórico alguno. Y lo que es peor:
ni siquiera les importa. Todas sus esperanzas recaen en condiciones
objetivas catastróficas, y estas son reductibles ni siquiera a
contradicciones netas de un sistema económico, sino al accionar de un
virus. En este sentido, Byung-Chul Han, si bien también se ha subido al
trillado tren de la “imaginación”, es mucho más sensato que Žižek al
señalar que el encierro no genera un “nosotros” y, por tanto, no configura
una situación revolucionaria en absoluto.
El virus, no obstante, estaría poniendo al descubierto las impotencias y
deficiencias del sistema de mercado, se alega rápidamente, lo que ha
de entregarnos a los brazos bien del poder nacional de los Estados, bien
del poder global de las Organizaciones Internacionales, como si estas
instancias de coordinación social no hubieran mostrado también sus
impotencias y deficiencias para gestionar una pandemia como la actual.
E incluso más: sus responsabilidades en la tragedia. Piénsese en la
responsabilidad internacional del Estado chino al ocultar durante
semanas el virus al mundo: si no hubieran reprimido a la prensa y a los
médicos que querían advertir lo sucedido, se calcula en un estudio de la
Universidad de Southampton que el virus hubiera sido reducido en un 86%.
O si se desea un ejemplo occidental, piénsese en el Estado español,
convocando a multitudes a participar de las manifestaciones feministas
del 8 de marzo, cuando ya se sabía que España tenía varios infectados,
que a partir de ese mismo día se multiplicaron exponencialmente.
Ahora bien, lo más importante que el Estado por sí mismo puede hacer,
como organización que monopoliza el uso de la fuerza, es precisamente
utilizar la fuerza para garantizar aislamientos masivos. Lo más importante
que las Organizaciones Internacionales pueden hacer es coordinar,
globalmente, el uso de la fuerza de esos Estados sobre sus ciudadanos.
Pero tanto el Estado-nación como las Organizaciones Internacionales
dependen estructuralmente del capitalismo: el financiamiento que pone
en marcha sus engranajes de poder está basado, con mayor o con
menor intervención estatal, en el poder del capital.
En este sentido, la fulminante crisis económica que necesariamente
llegará y que tendrá escala planetaria, no será una crisis producida por
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el sistema capitalista, sino precisamente por su momentánea ausencia.
Lo que el virus ha detenido abruptamente es, en efecto, la inversión, la
producción y el intercambio capitalistas. Y, quiérase o no, el Estado está
atado a esta suerte también. Sin capitalismo no hay “Estado de
bienestar”. Los estados europeos lo saben muy bien. ¿Y qué queda para
el Tercer Mundo? Estados fallidos que, sin poder evitar la “guerra de todos
contra todos” a la que tanto temía Hobbes, operarán con todo el
autoritarismo del que un Leviatán en apuros es capaz. Y este escenario,
dependiendo de la gravedad y la extensión de la crisis económica y
humanitaria, también es plausible en los que, por lo menos hasta ahora,
llamábamos “países avanzados”.
Si bien estamos probablemente frente a la primera crisis realmente
planetaria de la historia, las especificidades nacionales, que todavía
existen y que son política y económicamente relevantes, producirán
efectos heterogéneos. Creer en un “fin del capitalismo” a escala global,
como cree cierta izquierda con Žižek a la cabeza, es un total absurdo.
Dependiendo de los daños sanitarios y económicos que el virus genere,
lo que habrá será, fundamentalmente, Estados fallidos, por un lado, y
Estados fortalecidos burocrática y tecnológicamente en su capacidad
de intervención y vigilancia sobre sus ciudadanos, al buen estilo asiático,
por otro lado. No hay “fin del capitalismo” a la vista, más que en los
sueños húmedos de algunos trasnochados. Cuando mucho, todo lo que
podría haber, es extensión del capitalismo bajo la forma del Estado
autoritario y mayores efectos de poder de estructuras políticas globales.
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CORONAVIRUS Y LA NUEVA CRISIS DEL CAPITALISMO*
Iolanda Fresnillo
El Salto: 18 / 03 / 2020
Nadie puede negar hoy que la pandemia del coronavirus tendrá
importantes consecuencias económicas a nuestro entorno y en el ámbito
global. Y no lo podemos negar porque trabajadores y trabajadoras ya
están empezando a recibir los primeros impactos en forma de despidos,
expedientes temporales de ocupación o no contrataciones de
temporada. A las que mantienen el trabajo —trabajadoras de la salud,
de comercios de alimentación o farmacia, cuidadoras de personas
dependientes, entre otros—, además de la precariedad crónica, les
aumentan los riesgos de trabajar sin las medidas de seguridad
adecuadas. Las trabajadoras autónomas y pymes se preguntan cómo
podrán hacer frente a facturas o pagar las nóminas si no tienen actividad
económica a causa del confinamiento.
Pero nos haríamos un mal favor si identificáramos el coronavirus como la
causa de esta crisis económica. Es evidente que la pandemia tiene y
tendrá efectos directos sobre la economía, pero hace falta que lo
analicemos con una mirada más global y más amplia, para alcanzar la
dimensión de la crisis económica que se ha estado desarrollando más allá
del coronavirus. Porque la pandemia del virus Covid19 está, en realidad,
no solo causando una crisis por sí misma, sino desencadenando una crisis
preexistente. Una mirada más larga nos permitirá identificar causas
profundas de la también profunda crisis que afronta el capitalismo, para
buscar así también respuestas en profundidad.
COVID-19 como desencadenante de una crisis de deuda
Probablemente recordéis la caída de Lehman Brothers en el 2008. Resulta
obvio que la causa de aquella crisis financiera no fue la quiebra de una
sola empresa, sino que el acontecimiento generó una reacción en
*Fuente: https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/coronavirus-nueva-crisis-
capitalismo
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cadena que desencadenó y agravó una situación de crisis ya
preexistente. En inglés dicen trigger, desencadenante o disparadero.
El Covid19 puede ser precisamente esto, un acontecimiento con
enormes repercusiones en la economía productiva y reproductiva, pero
también el desencadenante de una crisis más profunda que hace ya
tiempo que se está cociendo. Un disparo en el corazón del capitalismo.
COVID-19 como agravante de una crisis global
El coronavirus tiene un fuerte impacto en la economía real. Nos
enfrontamos a una gran bajada del consumo a nivel global, en un
contexto ya de por sí de reducción de la demanda por el estancamiento
de los salarios. Obviamente, en situación de confinamiento
o semiconfinamiento, se deja de consumir más allá del imprescindible. El
turismo se para en seco, la gente deja de comprar coches y se posponen
decisiones económicas importantes. Las empresas, que ven como las
ventas se reducen, dejan de invertir, pagan con retraso a proveedores o
incluso posponen compras importantes de suministros o equipos. En
países donde hay confinamiento total, las industrias dejan de producir y
servir mercancías, provocando roturas en las cadenas de producción. El
impacto del coronavirus es simultáneo tanto en la demanda como en la
oferta.
Como hemos dicho, esto sucede en un contexto de elevado
endeudamiento corporativo. Por lo que, a medida que los ingresos se
reduzcan, las empresas tendrán más dificultades de pagar las deudas
acumuladas. El riesgo se multiplica si tenemos en cuenta que en muchos
casos estas deudas ya eran, antes del coronavirus, de dudosa calidad,
es decir, que el número de las llamadas empresas zombi es cada vez más
elevado.
Las empresas zombis son aquellas en las que los beneficios no son
capaces ni de cubrir los costes financieros, es decir, que no ganan ni para
cubrir los intereses de sus deudas, de forma que sobreviven gracias a las
continuas refinanciaciones de la deuda. En un contexto de incertidumbre
como el actual, serán pocos los inversores y entidades financieras que se
arriesguen a seguir manteniéndolas a flote.
En el ámbito público, los estados necesariamente tienen que aumentar
el gasto sanitario y de otros ámbitos (prestaciones del paro, ayudas
sociales, etcétera) para hacer frente a la situación del coronavirus. Los
ingresos se reducirán, puesto que empresas y familias comprarán menos
(inferior recaudación del IVA) y ganarán menos (inferior recaudación de
IRPF e impuesto sobre sociedades) y por tanto los déficits se
incrementarán, aumentando los —ya elevados— niveles de deuda
pública. Esto es especialmente preocupante en los países más
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empobrecidos, como algunos de África Subsahariana, o a otros países
de rentas medias como Argentina, Líbano o Egipto, en situación ya de
crisis de deuda.
Finalmente, la incertidumbre genera pánico y caídas masivas en las
bolsas y, la carencia de regulación, la proliferación de fondo buitres y
operaciones especulativas. La misma incertidumbre hace aumentar las
primas de riesgo y por tanto incrementan los costes para los estados y
empresas para refinanciar sus deudas. Todo ello en una economía
financiarizada, y por tanto, altamente vulnerable a las incertidumbres y
volatilidad de los mercados financieros. Y muy globalizada, donde el virus
no solo no conoce fronteras, sino donde además la recesión económica
se contagia rápidamente de un país al otro.
COVID-19 como síntoma
Hay que mencionar también la dimensión de la crisis
del coronavirus como síntoma del capitalismo neoliberal y las políticas de
austeridad que, durante décadas, han ido minando la capacidad del
sistema sanitario para abordar una crisis como la actual. Aquellos países
con mayores niveles de deuda han sido los que más han reducido sus
inversiones en sanidad, y en los que la crisis del coronavirus será más difícil
de afrontar. El delirio de la austeridad no solo ha afectado la capacidad
de los sistemas públicos sanitarios, sino también a los niveles de
protección social, incluyendo subsidios de paro, pensiones o ayudas por
la población más vulnerable, no solo a nuestro país sino, especialmente,
en los países más empobrecidos.
La reducción de la demanda a escala global, además, provocará un
mayor descenso en las exportaciones y precios de las materias primas,
especialmente grave para los países del Sur. Durante décadas, el Banco
Mundial y el FMI han recomendado a los países empobrecidos
aprovechar sus recursos naturales para fomentar un crecimiento
económico basado en exportaciones de combustibles fósiles, de
minerales, soja o aceite de palma, entre muchos otros.
Tal como informa Eurodad, el número de países dependientes de la
exportación de materias primas se ha incrementado de 92 al 2002 a 102
al 2017, y a causa del coronavirus habrá una reducción de más de 50.000
millones de dólares en exportaciones globales. Solo China importaba del
resto del mundo, antes de la crisis, por valor de 1,7 billones de dólares.
Desde el inicio de año, las importaciones en China se han reducido un 4%
y los precios de materias primas han caído un 30%. La reducción de la
demanda a escala global, sin lugar a dudas, reducirá los ingresos en estos
países, que afrontarán —todavía más— dificultades para pagar sus
deudas externas.
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La Xarxa d'Economia Social i Solidaria (XES) denunciaba que el Covid19
no cae del cielo, sino que es consecuencia de un sistema capitalista
patriarcal, productivista y devastador, que ha alterado el equilibrio de los
ecosistemas, incluyendo virus y bacterias. El urbanismo y la deforestación
asociada al desarrollo capitalista "está obligando a muchos de estos
animales a migrar e instalarse cerca de los humanos, lo que multiplica las
probabilidades de que microbios, que para estas especies son benignas,
pasen a las personas y muten en patógenos”, afirma el comunicado de
la XES.
¿COVID-19 como oportunidad?
La crisis del coronavirus pone en evidencia las limitaciones y riesgos, a
nivel humano y social, pero también económico, del sistema capitalista.
Nos pone frente al espejo de lo que puede ser el futuro en un marco de
emergencia climática. En un escenario de crecientes fenómenos
climáticos extremos, solo un estado del bienestar fuerte, sistemas de
protección social suficientes y un tejido comunitario y socioeconómico
resiliente nos permitirá hacer frente a la creciente vulnerabilidad.
La economía de mercado muestra, en momentos como el actual, el
sinsentido de un sistema financiero especulativo y volátil. Se hace
evidente que el capitalismo financiarizado y globalizado es uno de los
peores sistemas para hacer frente a situaciones de crisis humanitaria
como la que plantea la pandemia del Covid19 o la emergencia
climática. Los problemas se contagian rápidamente, la incertidumbre se
convierte en histeria en los mercados financieros, las dependencias de
importaciones y exportaciones se vuelven vulnerabilidades y la deuda
insostenible se convierte en un peso imposible de seguir cargando.
Ante estas evidencias, es el momento de poner en valor los beneficios de
una nueva economía de circuito corto, que produzca bienes y servicios
que respondan a las necesidades de las personas y no a las posibilidades
de rentabilidad de la inversión; una economía ecofeminista que respete
los límites materiales del planeta, eliminando la dependencia de los
combustibles fósiles y reduciendo las emisiones al mínimo, y que ponga
en valor y democratice las tareas de cuidado y reproducción. una
economía desfinanciarizada, en la que las instituciones financieras,
públicas y cooperativas, dejen de responder a la dinámica especulativa
y estén al servicio de la economía productiva y reproductiva.
Ahora es el momento de poner en marcha un plan de choque social que
rescate las personas en el corto plazo, pero también de un plan para
construir una nueva política económica transformadora, desde lo local,
el cooperativismo y la construcción de soberanías. Lo que nos permitirá
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Lima – Perú, 2020.
salir de esta nueva crisis sin incrementar la crisis climática no será fomentar
el consumo y crecimiento desmedido. Será un decrecimiento que
incorpore medidas e inversiones que faciliten la transición industrial,
energética, comercial y agrícola. Esta apuesta por un nuevo modelo
económico, compatible con la vida y el planeta, no puede ser tímida. En
tiempos de crisis, o somos osadas, o barbarie. ¿Nos ponemos a ello?
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KEYNES CONTRA EL CORONAVIRUS*
Daniel Castillo Hidalgo
THE CONVERSATION 23 / 03 / 2020
“Hasta que no se descubre que los altos ingresos individuales no bastan para
inmunizar al conjunto de la humanidad del cólera (…) la sociedad no
comienza (…) a tomar medidas colectivas para proveer aquellas necesidades
que ningún individuo común, aunque trabajase extraordinariamente durante
toda su vida, podría satisfacer por sí solo”-
R.H. Tawney, Equality, 1952.
El historiador británico Richard Henry Tawney lanzó esta idea al mundo en
pleno auge de la discusión política en torno a la constitución de las bases
del Estado del bienestar en las economías capitalistas. Ahora, la crisis
sanitaria a escala global, y sus consecuencias económicas, han vuelto a
poner sobre la mesa algunas de las cuestiones que parecían dormidas
tras la aparente recuperación económica iniciada en 2014.
Los parámetros esenciales que soportan el modelo económico neoliberal
sobrevivieron a la Gran Recesión de 2008, pese a que la mayor parte de
sus recetas económicas habían quedado desacreditadas por las
evidencias empíricas y por la propia experiencia histórica, en la que ha
quedado reflejado cómo las políticas económicas neoliberales unidas a
la globalización, han acelerado la desigualdad económica y el malestar
social.
En su último libro (Contra los Zombis, Crítica, 2020), el Premio Nobel de
Economía 2008, Paul Krugman, argumenta en contra de las políticas
económicas neoliberales. Sostiene que, superada la crisis, las principales
economías mundiales han ido retornando al dogma de la sacralización
del “infalible dios mercado”, rechazando la intervención pública y la
pertinente acción del gobierno en los desequilibrios estructurales a los
que tiende el mercado de forma natural. Y aunque la evidencia histórica
demuestra que la intervención estatal fue una palanca de estabilidad y
crecimiento económico tras la Segunda Guerra Mundial, todavía hoy
*Fuente: https://theconversation.com/keynes-contra-el-coronavirus-134303
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Lima – Perú, 2020.
sufre el ataque de los economistas ortodoxos que aborrecen el
keynesianismo “y sus cuentos de hadas”.
Krugman llama en su libro ‘ideas zombis’ a una serie de pensamientos y
teorías económicas que están muertas, que ya lo estaban en la década
de 1930, cuando la Gran Depresión estuvo a punto de destruir la
economía y la sociedad capitalista occidental, y las principales naciones
industriales se enfrascaron en una guerra devastadora en todos los
sentidos. Las ideas liberales sobre la bondad y eficiencia infalible de los
mercados que impulsaron el cataclismo de los años treinta, siguen
arrastrándose, como zombis, gracias a la generosa contribución de
poderosos donantes a laboratorios de ideas, publicaciones de prestigio y
medios de comunicación de masas que modulan la opinión pública.
Nace el Estado del bienestar
Recordemos ahora las palabras del presidente Roosevelt durante su
segundo discurso de investidura, en 1937:
“El interés propio, egoísta, suponía una mala moral; ahora sabemos que
también era una mala economía”.
El keynesianismo orientó el desarrollo institucional de la mayor parte de
los países capitalistas tras la Segunda Guerra Mundial. Como
compensación por el esfuerzo durante la guerra, así como una
prevención y vacuna política frente al comunismo presente en el
corazón de Europa y Extremo Oriente, se multiplicaron las estrategias
fiscales redistributivas, engordando las filas de una creciente clase media
patrimonial y, además, reforzando todo tipo de políticas públicas que
consolidaron el que quizá sea uno de los mayores éxitos sociales del siglo
XX: la creación y desarrollo del Estado del bienestar.
El Estado del bienestar se elevó sobre las bases de una fuerte fiscalidad
progresiva, con topes marginales para las rentas más altas, el 10% de la
población, cercanos al 90% en países como Reino Unido o Estados Unidos
durante cuatro décadas. A ellos se agregaron impuestos elevados sobre
las mayores herencias, donaciones y otras transmisiones patrimoniales.
La fiscalidad progresiva, el control sobre los mercados de capital, las
mayores transferencias de rentas sociales y un mayor equilibrio en las
relaciones laborales no genera ningún tipo de impacto negativo en la
generación de ritmos de crecimiento económico sostenidos. Con el
Estado de bienestar también crecía la productividad del trabajo,
mientras que las desigualdades sociales se reducían (los casos de Suecia
y Alemania son especialmente interesantes). Este modelo de sociedad se
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Lima – Perú, 2020.
fundamentó en las políticas keynesianas, en lo que se conoce como el
“contrato social de posguerra”.
A modo de recordatorio: John Maynard Keynes no era ningún socialista.
Todo lo contrario. Sin embargo, era consciente de los desmanes que
había provocado la ausencia de regulación y, de forma más específica,
la inconsistencia de las políticas públicas para contrarrestar las crisis
económicas y las recesiones.
Tampoco eran bolcheviques las élites económicas de la época, que
preferían una alta tributación a la expropiación absoluta que podía llegar
de la mano de una revolución comunista, como había sucedido en la
década de 1920. Además, la receta ortodoxa no ponía freno a
coyunturas críticas extraordinarias, como quedó demostrado durante la
Gran Depresión.
La teoría económica planteada por Keynes a raíz de la Gran Depresión
de los años treinta, hacía necesaria la intervención del Estado en la
economía. La clave estaba en las políticas de estímulo desde el lado de
la demanda, inyectando toda la liquidez que fuese necesaria para
revertir los ciclos depresivos. Esto podía hacerse, bien mediante el empleo
de la política fiscal, o mediante el recurso de la emisión estratégica de
deuda pública. El objetivo era la reactivación económica y el descenso
del galopante desempleo.
Keynes falleció en 1946 y no pudo ver la puesta en práctica de su teoría,
pero gracias a ella, durante casi cuatro décadas apenas se produjeron
recesiones de relevancia en la economía occidental. Sería la inflación lo
que enterrase al keynesianismo (o eso creían muchos hasta hace unas
semanas).
El crecimiento descontrolado de la inflación, tras los shocks petroleros de
la década de 1970, fue aprovechado por algunos intelectuales y
economistas para teorizar sobre la incapacidad del modelo
keynesiano para revertir la situación.
Al estancamiento económico y la inflación (estanflación), se añadió el
crecimiento exponencial del desempleo, conformando un cóctel
explosivo que, además, puso contra las cuerdas a los Estados desde el
punto de vista del déficit público.
Algunos observadores pensaban que, si el Estado seguía inyectando
dinero en la economía, la inflación provocaría una catástrofe similar a la
de Alemania en la década de 1920. Se aludía además al hecho de que
la inflación descontrolada destruía el valor de la riqueza monetaria,
¡especialmente la de aquellos que tenían mucha riqueza acumulada!
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Lima – Perú, 2020.
El déficit público era otra bestia negra a batir, dada su presumible
influencia en la elevación en el coste del endeudamiento privado,
generando en consecuencia unas mayores dificultades para la
financiación empresarial.
“Hay que liberar al toro”
La solución que encontraron algunos monetaristas como Milton
Friedman se centraba en el abandono progresivo de la teoría
keynesiana. Para contener la inflación, nada mejor que una buena dosis
de disciplina fiscal por parte de los Estados y, por supuesto, una subida
radical de los tipos de interés, reduciendo la oferta monetaria disponible
y el despilfarro irresponsable por parte de bancos y gobiernos. A ello se
añadía una rebaja generalizada de impuestos a las rentas más altas, para
que esos recursos se “invirtiesen” en la economía real, con la eficiencia
que el Estado era incapaz de ejercer. En palabras del presidente Ronald
Reagan, era necesario “liberar al toro”.
Efectivamente, en Estados Unidos se detuvo el proceso inflacionista a
comienzos de la década de 1980, generando así una recesión intensa
que luego se transformó en crecimiento económico. Pero el milagro anti-
inflacionista se había llevado por delante a buena parte de la industria
estadounidense, a sus trabajadores y, cómo no, a los sindicatos. La
competitividad se convirtió en el nuevo dogma de la ortodoxia,
impulsando la deslocalización industrial y la destrucción del sector
secundario, amparado en la progresiva liberalización de los mercados de
capitales.
Así dio comienzo un proceso que llevaría a un cambio en las estructuras
económicas a nivel internacional. Al keynesianismo se le enterró por
‘incapaz’, y volvieron a retomarse las políticas de reducción de la
intervención estatal en el ciclo económico. El “Consenso de
Washington” insistió en la necesidad de liberalizar la economía y avanzar
en la desregulación en todos los campos en los que fuese posible, para
optimizar los recursos disponibles. En ese momento, la economía socialista
estaba desmoronándose, y acabó por colapsar a comienzos de la
década de 1990. Algunos intelectuales anunciaron el fin de la historia, en
irónica referencia a la filosofía marxista.
2008, el regreso de la ‘mala economía’
Con la Gran Recesión de 2008, y tras varios avisos previos a comienzos de
la década de los 2000, el modelo económico liberal volvió a colapsar.
Aquella “mala economía” a la que aludía el presidente Roosevelt en 1937
había vuelto a hacer de las suyas. Los mercados financieros globalizados
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Lima – Perú, 2020.
provocaron una crisis de dimensiones extraordinarias, con efectos de
arrastre dramáticos en términos de destrucción de puestos de trabajo y
extensión de la desigualdad y la pobreza.
Durante esa coyuntura, pareció por un momento que el capitalismo
liberal iba a experimentar un proceso de transformación, merced a las
inyecciones milmillonarias de los Estados para salvaguardar a las
instituciones financieras y evitar el derrumbe total.
Pero, pese a todo lo vivido hace apenas una década, la disciplina de la
ortodoxia económica dominante ha seguido orientando las políticas
públicas, especialmente en lo relativo a la fiscalidad y la redistribución de
las rentas.
Cuando Barack Obama y Nicolas Sarkozy se reunieron para refundar el
capitalismo, a muchos, todo aquello nos pareció una buena idea. Al
menos se reconocían los errores cometidos en las últimas décadas, y se
pretendía volver a la senda de la consistencia racional. Nada que ver
con la realidad. Tras la recuperación, cuando volvió a subir la marea del
crecimiento económico, los botes no subieron a la misma vez, como
defendían los liberales más recalcitrantes. Las teorías de la filtración
económica se han demostrado equivocadas en cuanto a la distribución
progresiva del crecimiento económico sin intervención estatal.
Autores especializados en el estudio de la desigualdad como Thomas
Piketty y Emmanuel Sáez han demostrado de forma empírica cómo la
distribución del crecimiento acumulado desde 1980 ha beneficiado
especialmente a las élites económicas, es decir, al 1% (e incluso al 0,1%)
de las mayores rentas a nivel mundial. Élites que financian campañas
políticas y potencian la generación de estados de opinión –incluso
académicos– favorables a este tipo de políticas económicas,
generadoras de desigualdad.
Las evidencias científicas y los análisis de instituciones internacionales
(p.ej. OCDE) señalan que la desigualdad económica tras la Gran
Recesión se ha elevado sustancialmente a nivel internacional, mientras
que se siguen poniendo trabas a los incrementos en la presión fiscal sobre
las rentas más altas (incluyendo los siempre controvertidos impuestos
sobre donaciones y transmisiones patrimoniales que, en general, afectan
especialmente a los mayores patrimonios).
Resulta evidente además que la ausencia de coordinación internacional
y la competencia fiscal entre Estados –e incluso entre comunidades
autónomas o regiones– dificulta cualquier iniciativa particular a escala
estatal.
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Lima – Perú, 2020.
2020, ¿vuelve el keynesianismo?
Y entonces, a principios de este año, comenzaron a llegar de China, el
país más poblado del mundo, noticias preocupantes sobre la
propagación de un virus hasta entonces desconocido.
Desde ese momento, la infección se ha ido extendiendo de forma rápida
y sostenida, en la medida en que la globalización no solo ha integrado
los mercados financieros, sino que nos coloca en cuestión de horas en la
otra punta del mundo.
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud estableció
que el brote de COVID-19 había adquirido la condición de pandemia.
Las cifras de fallecidos en países como Italia o España alcanzan cotas
trágicamente altas, y los contagios se multiplican por todos los países del
mundo, amenazando con el colapso de los servicios sanitarios públicos.
El impacto social de la crisis en países con peores redes sanitarias públicas
puede ser catastrófico. El shock económico y social en los próximos
meses se antoja dantesco.
Frente a esta situación extraordinaria, la intervención de los gobiernos y
la inyección masiva de liquidez en la economía emergen como la única
receta posible.
En este caso, el consenso es generalizado entre todos los economistas y
representantes institucionales, por muy liberales ortodoxos que sean. Se
reconoce de forma indisimulada que las políticas de tipo keynesiano
serán necesarias para revertir la situación económica, pero no se atreven
a dar un paso más, a asumir que las teorías económicas zombis que se
han aplicado desde los años ochenta han generado inestabilidad,
desigualdad y una tendencia cada vez más frecuente a la aparición de
ciclos económicos contractivos, incluso si la crisis actual no se
corresponde con elementos tradicionales vinculados al ciclo económico.
Esta coyuntura es crítica y merece la aplicación de medidas
extraordinarias, adquiriendo incluso la categoría de “economía de
guerra”. Se plantean medidas como la reestatalización de industrias
estratégicas o la intervención de centros sanitarios privados, a los que,
por otra parte, en los últimos años se han derivado transferencias en
detrimento del sistema sanitario público. Muchos criterios que
sustentaban ideológicamente el funcionamiento infalible de los
mercados y la sociedad propietarista, vuelven a ponerse en duda a la
hora de atajar una crisis estructural de envergadura.
De nuevo, el neoliberalismo puede haberse quedado sin argumentos
teóricos para revertir la situación crítica que se aproxima. Así como la
inflación descontrolada y el déficit público de la década de 1970 golpeó
al keynesianismo, el COVID-19 puede golpear las teorías económicas
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Lima – Perú, 2020.
zombis, especialmente en lo que se refiere a reconocer que, para
asegurar el bienestar de las mayorías, es esencial la intervención del
sector público.
Si al keynesianismo lo suprimió intelectualmente la inflación, el
movimiento neoliberal podría sufrir la misma suerte a causa de este virus.
O no.
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Lima – Perú, 2020.
EL MUNDO DE AYER*
(Obituario del Neoliberalismo - 1)
Vanni Pettina
El País: 13 / 04 /2020
En 1942 salía a la prensa una de las miradas más intimas y penetrante
sobre el suicidio colectivo de Europa entre el comienzo del siglo XX y la
Segunda Guerra Mundial: El Mundo de Ayer, de Stefan Zweig. Escrito
durante el largo exilio del autor austro-húngaro, que lo habría llevado a
acabar sus días, suicidándose con su pareja Lotte Altmann, en Brasil, el
libro de Zweig ofrece una mirada melancólica sobre la desaparición de
aquella Europa boyante, corazón pulsante de la cultura occidental y
centro de la política mundial. Aquella Europa desaparecía sumergida en
la violencia y en el exterminio étnico, bajo los ojos incrédulos de uno de
los intelectuales más importantes del siglo.
En estas semanas, centurias de seudo-expertos y comentaristas de todas
clases se han lanzado hacia improbables intentos de predecir el futuro,
tras una crisis sin precedentes como la desencadenada por la pandemia
del coronavirus. En este contexto, el libro de Zweig se torna crucial, a mi
parecer, al ofrecer una reflexión sobre un presente que desaparece, algo
que ya no va a ser, iluminando, sin embargo, con ello, las posibilidades
de futuro para Occidente. El libro invita el historiador, no tanto a la
improbable acción de predicción del futuro, sino más bien a mirar a la
forma en que la crisis está borrando nuestro presente, anunciando
aquellas partes del mismo que ya pertenecen, eso es, al mundo de ayer.
Pertenece al mundo de ayer la idea de que nuestras comunidades
puedan sobrevivir sin un Estado fuerte, que disponga de acentuadas
capacidades de regulación e incluso provisión, aptas para defender
tanto a los más desprotegidos como a los más ricos, porque hay crisis,
como esta, que aun manteniendo en cierta forma una fuerte
*Fuente:
https://elpais.com/elpais/2020/04/13/opinion/1586787446_729224.html?ssm=TW_CC&fb
clid=IwAR3Kf55Is2QZ9skC_XfHTnns3yJtOI-p4SvS1z-30OH-
Q4MT7xYK6WBijAg?event_log=oklogin
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Lima – Perú, 2020.
discriminación de clase, pueden cancelar por igual las vidas “de los de
abajo” como “las de los de arriba”. La forma en que los Estados han
tenido que volver a intervenir con fuerza en la economía, en la sociedad
y en la reconstrucción de sistemas sanitarios arrasados por décadas de
recortes no tiene probablemente vuelta atrás. La crisis sin precedentes
que enfrentan nuestras sociedades está demostrando que se requiere de
un Estado cuanto más lejano del raquítico, propugnado por el modelo
neoliberal, con renovadas capacidades de regulación, intervención y de
recaudación fiscal. La forma en que los Estados occidentales vuelven a
robustecerse en estas semanas y meses cumple a rajatabla con el análisis
del sociólogo-histórico Charles Tilly, quien en los años 90 ya había
señalado con gran inteligencia la relación indisoluble entre guerra/crisis y
surgimiento del Estado nación moderno en Occidente.
Sin embargo, el retorno del Estado no se podrá dar como un simple
regreso al Estado interventor europeo de la segunda posguerra o al
Estado paternalista del populismo latinoamericano. La complejidad de
las sociedades occidentales y el protagonismo, evidente también en este
momento de crisis, que la sociedad civil y los movimientos sociales,
feministas y ambientalistas han adquirido en nuestras realidades implica
que el regreso del Estado tendrá que acontecer en una dinámica de
diálogo constante y orgánica con estos actores.
Al mismo tiempo, el regreso del Estado tendrá que contextualizarse en
una realidad caracterizada por marcadas formas de interdependencia
y de acentuados procesos de integración internacional. Como esta crisis
ha puesto de manifiesto de forma particularmente dramática, en nuestro
mundo, que las fronteras ya no tienen capacidad alguna de contención
ni de regulación. En otras palabras, también pertenece al mundo de ayer
el soberanismo propugnado por cierta derecha radical en Occidente,
porque el Estado del nuevo mundo tendrá que compaginar su
fortalecimiento con la existencia de instituciones supranacionales que
tendrán que atender la regulación de procesos y dinámicas que se
escapan a la dimensión de la soberanía nacional, como la crisis actual.
Se trata de encontrar un equilibrio, en la línea con cuanto, avanzado por
economistas como Dani Rodrik, entre un necesario fortalecimiento de las
funciones de los Estados y procesos de integración calibrados en pos del
beneficio colectivo y no solamente de algunos sectores económicos.
Aquí tanto la Unión Europea, como el integracionismo insuficientemente
desarrollado de la región latinoamericana se juegan una partida crucial.
Esta encrucijada tiene como trasfondo la capacidad de superviviencia
de estas instituciones, que necesitan transformarse en espacios efectivos
de gobernanza al servicio de la ciudadanía y no, como acontece, por
ejemplo, con los tratados de integración comercial, solamente del
mercado, pensando que lo segundo equivalga a lo primero.
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Lima – Perú, 2020.
Pertenece al mundo de ayer el sistema internacional pos-Guerra Fría,
marcado por la presencia de un actor hegemónico dominante, Estados
Unidos, capaz de regular casi en soledad el funcionamiento de las
dinámicas internacionales. Es ciertamente impactante ver la forma
aparatosa con la cual Washington está gestionando la emergencia
sanitaria en Estados Unidos y en el mundo, frente a la imagen de acción
decidida, más operación cosmética que otra cosa, ofrecida por China y
Rusia. Esto de ninguna forma equivale en afirmar, como se lee en muchas
partes, que la crisis actual esté efectivamente produciendo de forma
acelerada una transición hacia un nuevo sistema internacional bajo
hegemonía china. Algunos de los observadores más penetrantes de la
historia de Unión Europea y de las relaciones internacionales, como Mario
Del Pero, avisan desde hace tiempo de la necesidad de evitar caer en
una futurología simplista. Aunque fuertemente erosionados, los pilares de
la hegemonía estadounidense, tanto en el orden militar, cómo
económico-financiero y, crucialmente, cultural, siguen siendo
imponentes. Además, habría que recordar que la crisis sanitaria nació en
China y fue justamente la ineficiencia en gestionar las primeras fases del
contagio por parte del Estado chino que causó muy probablemente su
transformación en epidemia y, posteriormente, en pandemia mundial.
China ha sido particularmente habilidosa en aprovechar los innumerables
errores cometidos por la Administración Trump al gestionar la crisis a nivel
nacional y mundial para borrar rápidamente la imagen de sus propios
tropiezos. Pero, si volvemos a las bases efectivas del poder, Washington
sigue gozando todavía de importantes ventajas sobre sus competidores
geopolíticos.
Y, sin embargo, tanto por errores propios como por la habilidad y el
oportunismo de actores como China y Rusia, el mundo post-crisis nos
entregará un sistema internacional todavía más plural, con centros de
poder potencialmente capaces de desafiar la hegemonía
estadounidense.
Es aquí donde, nuevamente, el libro de Zweig ofrece insumos y
herramientas, no para predecir, pero sí para imaginar el mundo de
mañana y el papel que Europa y América Latina, como centros
neurálgicos de Occidente, tendrían que jugar. Estamos, es evidente,
frente a la posibilidad de que la falta de una acción decidida de
gobernar los efectos sociales y económicos producidos por la crisis pueda
empujar a nuestras sociedades hacia el abismo vívidamente descrito por
Zweig en el Mundo de Ayer. En los vacíos que está dejando el
acotamiento de la hegemonía estadounidense y en la coyuntura de crisis
generada por la pandemia se abren espacios abrumadores que podrían
ser rellenados por ideologías y actores pocos sensibles a las dinámicas
democráticas y a la idea de justicia social. Voces moderadas como la
del expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, han lanzado
ya dramáticos llamamientos para que Europa haga frente al reto
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Lima – Perú, 2020.
monumental planteado por la crisis o que, de no hacerlo, se prepare para
pagar unas consecuencias que podrían devolver la región hacia los
tiempos más obscuros de su pasado reciente. Y, sin embargo, tanto en
Europa, países como Alemania y Holanda, y en América Latina, gigantes
como Brasil, parecen o no entender la dimensión de la crisis o, es el caso
del Gobierno de Bolsonaro, preferir justamente un Estado de caos que
reforzaría las posibilidades de consolidación de su proyecto autoritario.
Ojalá Occidente tenga los recursos morales y políticos necesarios para
hacer frente de forma solidaria a los efectos de la crisis, haciendo que la
historia escrita por Zweig no vuelva a repetirse: esta tendría que ser la
batalla crucial de todo ciudadano europeo y latinoamericano en este
momento.
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EL MUNDO DE AYER*
(Obituario del Neoliberalismo - 2)
Leonardo Padura
El País: 25 / 04 /2020
Hay otras enfermedades, además de la que provoca el virus, como
nacionalismos y fundamentalismos, para los que no habrá vacuna y que
despiertan temor sobre cómo se organizarán las cosas
Stefan Zweig fue un romántico europeo que, poco antes de suicidarse,
lejos de una Europa que se desintegraba por la más desoladora de sus
muchas guerras, escribió un maravilloso y desgarrado testamento,
titulado El mundo de ayer (1942), en el que hablaba no de su propio
devenir, “sino el de toda una generación, la nuestra, la única que ha
cargado con el peso del destino, como, seguramente, ninguna otra en
la historia”.
La generación del judío austriaco Zweig es la que nace en la Europa de
finales del siglo XIX, vive en su juventud la I Guerra Mundial y el triunfo de
la Revolución de Octubre y, en su madurez, la perversión utópica
ejecutada por el estalinismo, el ascenso paralelo del nacionalsocialismo
y conflictos fratricidas como la contienda civil española. La hornada
europea que, ya en su vejez, asiste al inicio de la II Guerra Mundial, con
Holocausto incluido.
Stefan Zweig se suicidó en su exilio brasileño en 1942 y no supo que
caerían bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Mucho más recientemente, el muy reconocido y leído Noah Yuval Harari
(también judío, por cierto, también heterodoxo, por supuesto) nos
recuerda en sus 21 lecciones para el siglo XXI que el hombre de hoy,
nuestra afortunada generación, ha sido, a lo largo de toda la historia
del Homo sapiens, la que menos riesgos ha tenido de morir de hambre,
en una guerra o por una epidemia, los tres grandes azotes que siempre
*Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/04/24/opinion/1587716534_407727.html
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Lima – Perú, 2020.
han perseguido a la humanidad. Y ofrece cifras que sustentan su
afirmación.
Harari, sin embargo, no deja por ello de expresar sus temores sobre las
cualidades y calidades de este tiempo presente en el cual se ha perdido
buena parte de la fe de que gozó el pensamiento y el modelo liberal, con
globalización incluida, mientras los países se blindan con murallas de
nacionalismo y fundamentalismos religiosos excluyentes, cuando la
humanidad se encuentra más cerca de un tremebundo descalabro
ecológico. Y el historiador israelí anota, además, las incertidumbres que
genera un futuro presumiblemente diseñado por inteligencias artificiales
alimentadas por algoritmos o engendros por el estilo.
Creo con Harari y con muchos otros que pertenezco a la generación que
ha sufrido menos la violencia bélica, que ha nacido con más años de
expectativa vital, ha tenido más altura para asomarse al futuro, incluso
de vivirlo y de congratularse con él. Y también de horrorizarse con las
variantes posibles de ese porvenir que parece cada vez más cercano.
En las décadas que van de nuestra adolescencia a la adultez, hemos sido
testigos presenciales de un cambio de era histórica: el tránsito arrasador
de los tiempos de los recursos mecánicos y analógicos al periodo del
imperio de la digitalización, con todas las múltiples consecuencias
positivas y negativas que tales procesos revulsivos suelen entrañar. Hoy
somos beneficiarios de herramientas de comunicación, conocimiento,
de avances médicos, de movilidad que medio siglo atrás parecían
argumentos exclusivos de películas de ciencia ficción. Las revoluciones
de la tecnología de la información y de la biotecnología lo han
cambiado casi todo, y es seguro que lo cambiarán aun más en unos
años. ¿Somos mejores por eso? ¿Viviremos mejor en el futuro? ¿Tendrá
más sentido el sinsentido existencialista de la vida? Debo admitir que
tengo serias dudas al respecto. Y no solo porque me esté poniendo viejo
y, quizás, volviéndome un lamentable conservador y se me desborde mi
recipiente de pesimismo. La coyuntura universal que hoy vivimos,
calcada de fantasías como las de H. G. Wells en La guerra de los
mundos es una confirmación dolorosa.
Mi afortunada generación, junto a sus tremendos logros científicos, ha
sufrido también profundos traumas capaces de alterar muchas de
nuestras percepciones de la vida y la forma de asumirla. Cuando
disfrutábamos de la juventud apareció y nos traumatizó la aparición del
VIH/sida, una enfermedad entonces mortal que afectó de manera
bastante radical el ejercicio de la sexualidad. Unos veinte años después
fuimos víctimas, y todos, a la vez, telespectadores, del ataque del 11 de
septiembre de 2001 que transformó los cánones de la seguridad, introdujo
el miedo al terrorismo en la política de Estado y lo convirtió en un trauma
individual que logró degradar el disfrute del viaje, la aventura, el
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Lima – Perú, 2020.
descubrimiento (entre otros goces), para convertirlo en una faena llena
de escollos y traumas (no puedes viajar en avión con un vasito de yogur
en tu equipaje de mano). Y si pensábamos que ya teníamos suficiente,
justo cuando llegamos a los tiempos de mayor desencanto político de las
últimas décadas (o de desencanto con los políticos y sus actuaciones que
hemos estado sufriendo en las últimas décadas), pues nos ha llegado el
coronavirus o covid-19, que nos impide viajar y, nos recomienda no
acercarnos a otras personas —y ni soñar con tener sexo con un
desconocido. Que nos hablemos con un metro y medio de distancia
entre nosotros, que nos autoconfinemos…
El mundo que parecía ampliarse y hacerse menos ajeno (más
globalizado) es hoy un lugar hostil, del que debemos apartarnos si
queremos llegar a vivir los ochenta años de promedio que nos regalaron
los avances médicos, una mejor alimentación y la superación de grandes
guerras. Debemos encerrarnos y comunicarnos con cuidado, mejor si es
a través de Facebook o Instagram, sin saber hasta cuándo no podremos
asistir a un evento deportivo o a un concierto musical, porque debemos
cuidarnos de las grandes aglomeraciones de personas. Huir de los besos
y los abrazos.
La muy justificada histeria generada por este nuevo virus tiene y tendrá
proporciones y consecuencias realmente apocalípticas, con
independencia de su justificación real, avalada por las cifras de
contagiados y muertos. Lo cierto es que las economías se tambalean, las
sociedades se cierran, la maravillosa ciencia de la era digital patina y no
avanza. La misma ciencia que decodificó y sintetizó el genoma humano
pero aún no ha logrado un antídoto contra el cáncer, la epidemia más
indetenible de estos tiempos, que cada día mata a tantas personas
como el coronavirus…
¿Hasta dónde llegaremos en esta carrera de dolor y de miedo? Nadie lo
sabe. ¿Es el fin de los tiempos, de la sociedad? No, no es el fin de los
tiempos ni de la sociedad, pero puede ser el fin de una manera de vivir
en el tiempo y en sociedad. Presiento que aun con una (relativamente)
rápida solución de la crisis sanitaria que hoy vivimos y tanto nos aterroriza,
nuestro mundo no volverá a ser el mismo, y no para mejor. Y no soy de los
que creo que el mundo de ayer haya sido el más feliz y que debemos
recuperarlo, como pide Trump cuando clama por devolver a América la
grandeza perdida. ¿La grandeza de los tiempos de una feroz
discriminación racial legalizada (prohibida la entrada de perros, judíos y
negros)?, por ejemplo. O una grandeza como la que sueña un Putin que
se reelegirá presidente ad infinitum: la recuperación del orgullo ruso
gracias al cual los ciudadanos quizás podrían escoger entre zarismo y
estalinismo, si es que algo pueden elegir.
Colegio de Sociólogos del Perú. 614
Lima – Perú, 2020.
El mundo de ayer, el ayer de nuestra privilegiada generación, no era
mejor, aunque cada vez nos lo parezca más. “Resulta que estábamos
mejor cuando creíamos que estábamos peor”, me dijo alguien. Porque,
aun con las muestras de solidaridad y de altruismo que hemos aplaudido,
el mundo de hoy está enfermo, no solo de coronavirus, sino de otros males
para los cuales no habrá vacunas (nacionalismos, fundamentalismos) y
me hace temer a cómo se organizará el mundo de mañana, quizás
cuando los poderes políticos nos digan que otra vez podemos besarnos
y abrazarnos, hablarnos y tocarnos… y ya tengamos miedo de hacerlo o,
incluso, no sepamos cómo hacerlo.
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Lima – Perú, 2020.
EL ORDEN MUNDIAL PREVIO AL VIRUS ERA LETAL*
Markus Gabriel
El País: 25 / 03 / 2020
Para el filósofo Markus Gabriel, la cadena infecciosa del capitalismo
destruye la naturaleza y atonta a los ciudadanos para convertirlos en
meros consumidores y turistas. El pensador llama a impulsar "una nueva
Ilustración global" que deje atrás un modelo "suicida".
El orden mundial está trastocado. Por la escala del universo, invisible para
el ojo humano, se propaga un virus cuya verdadera magnitud
desconocemos. Nadie sabe cuántas personas están enfermas de
coronavirus, cuántas morirán aún, cuándo se habrá desarrollado una
vacuna, entre otras incertidumbres. Tampoco sabe nadie qué efectos
tendrán para la economía y la democracia las actuales medidas
radicales de un estado de excepción que afecta a toda Europa.
El coronavirus no es una enfermedad infecciosa cualquiera. Es una
pandemia vírica. La palabra pandemia viene del griego antiguo, y
significa "todo el pueblo". En efecto, todo el pueblo, todos los seres
humanos, estamos afectados por igual. Pero precisamente eso es lo que
no hemos entendido si creemos que tiene algún sentido encerrar a la
gente dentro de unas fronteras. ¿Por qué debería causar impresión al virus
que la frontera entre Alemania y Francia esté cerrada? ¿Qué hace
pensar que España sea una unidad que hay que separar de otros países
para contener el patógeno? La respuesta a estas preguntas será que los
sistemas de salud son nacionales y el Estado debe ocuparse de los
enfermos dentro de sus fronteras.
Cierto, pero precisamente ahí reside el problema. Y es que la pandemia
nos afecta a todos; es la demostración de que todos estamos unidos por
un cordón invisible, nuestra condición de seres humanos. Ante el virus
todos somos, efectivamente, iguales; ante el virus los seres humanos no
somos más que eso, seres humanos, es decir, animales de una
determinada especie que ofrece un huésped a una reproducción mortal
para muchos.
*Fuente: https://elpais.com/cultura/2020/03/21/babelia/1584809233_534841.html
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Lima – Perú, 2020.
"En griego, pandemia significa "todo el pueblo". Todos estamos unidos
por un cordón invisible"
Los virus en general plantean un problema metafísico no resuelto. Nadie
sabe si son seres vivos. La razón es que no hay una definición única de
vida. En realidad, nadie sabe dónde comienza. ¿Para tener vida basta
con el ADN o el ARN, o se requiere la existencia de células que se
multipliquen por sí mismas? No lo sabemos, igual que tampoco sabemos
si las plantas, los insectos o incluso nuestro hígado tienen consciencia. ¿Es
posible que el ecosistema de la Tierra sea un gigantesco ser vivo? ¿Es el
coronavirus una respuesta inmune del planeta a la insolencia del ser
humano, que destruye infinitos seres vivos por codicia?
El coronavirus pone de manifiesto las debilidades sistémicas de la
ideología dominante del siglo XXI. Una de ellas es la creencia errónea de
que el progreso científico y tecnológico por sí solo puede impulsar el
progreso humano y moral. Esta creencia nos incita a confiar en que los
expertos científicos pueden solucionar los problemas sociales comunes. El
coronavirus debería ser una demostración de ello a la vista de todos. Sin
embargo, lo que quedará de manifiesto es que semejante idea es un
peligroso error. Es verdad que tenemos que consultar a los virólogos; solo
ellos pueden ayudarnos a entender el virus y a contenerlo a fin de salvar
vidas humanas. Pero ¿quién los escucha cuando nos dicen que cada
año más de 200.000 niños mueren de diarrea viral porque no tienen agua
potable? ¿Por qué nadie se interesa por esos niños?
Por desgracia, la respuesta es clara: porque no están en Alemania,
España, Francia o Italia. Sin embargo, esto tampoco es verdad, ya que
se encuentran en campamentos para refugiados situados en territorio
europeo, a los que han llegado huyendo de la situación injusta
provocada por nosotros con nuestro sistema consumista. Sin progreso
moral no hay verdadero progreso. La pandemia nos lo enseña con los
prejuicios racistas que se expresan por doquier. Trump intenta por todos
los medios clasificar el virus como un problema chino; Boris Johnson
piensa que los británicos pueden solucionar la situación por la vía del
darwinismo social y provocar una inmunidad colectiva eugenésica.
Muchos alemanes creen que nuestro sistema sanitario es superior al
italiano y que, por lo tanto, podremos dar mejor respuesta. Estereotipos
peligrosos, prejuicios estúpidos.
Todos vamos en el mismo barco. Esto, no obstante, no es nada nuevo. El
mismo siglo XXI es una pandemia, el resultado de la globalización. Lo
único que hace el virus es poner de manifiesto algo que viene de lejos:
necesitamos concebir una Ilustración global totalmente nueva. Aquí
cabe emplear una expresión de Peter Sloterdijk dándole una nueva
interpretación, y afirmar que no necesitamos un comunismo, sino
Colegio de Sociólogos del Perú. 617
Lima – Perú, 2020.
un coinmunismo. Para ello tenemos que vacunarnos contra el veneno
mental que nos divide en culturas nacionales, razas, grupos de edad y
clases sociales en mutua competencia. En un acto de solidaridad antes
insospechado en Europa, estamos protegiendo a nuestros enfermos y
nuestros mayores. Por eso metemos a los niños en casa, cerramos los
centros de enseñanza y declaramos el estado de excepción sanitaria. Por
eso se invierten miles de millones de euros para volver a reactivar la
economía.
Pero si, una vez superado el virus, seguimos actuando como antes,
vendrán crisis mucho más graves: virus peores, cuya aparición no
podremos impedir; la continuación de la guerra económica con Estados
Unidos en la que ya está inmersa la Unión Europea; la proliferación del
racismo y el nacionalismo contra los emigrantes que huyen hacia nuestros
países porque nosotros hemos proporcionado a sus verdugos el
armamento y los conocimientos para fabricar armas químicas. Y, no lo
olvidemos, la crisis climática, mucho más dañina que cualquier virus
porque es el producto del lento autoexterminio del ser humano. El
coronavirus no hará más que frenarla brevemente.
"Si, superado el virus, seguimos actuando igual, vendrán crisis mucho
más graves: virus peores, racismo y nacionalismo"
El orden mundial previo a la pandemia no era normal, sino letal. ¿Por qué
no podemos invertir miles de millones en mejorar nuestra movilidad? ¿Por
qué no utilizar la digitalización para celebrar vía Internet las reuniones
absurdas a las que los jefes de la economía se desplazan en aviones
privados? ¿Cuándo entenderemos por fin que, comparado con nuestra
superstición de que los problemas contemporáneos se pueden resolver
con la ciencia y la tecnología, el peligrosísimo coronavirus es inofensivo?
Necesitamos una nueva Ilustración, todo el mundo debe recibir una
educación ética para que reconozcamos el enorme peligro que supone
seguir a ciegas a la ciencia y a la técnica. Por supuesto que estamos
haciendo lo correcto al combatir el virus con todos los medios. De
repente hay solidaridad y una oleada de moralidad. Está bien que sea
así, pero al mismo tiempo no debemos olvidar que en pocas semanas
hemos pasado del desdén populista hacia los expertos científicos a un
estado de excepción que un amigo de Nueva York ha calificado con
acierto de "Corea del Norte cientifista".
Tenemos que reconocer que la cadena infecciosa del capitalismo global
destruye nuestra naturaleza y atonta a los ciudadanos de los Estados
nacionales para que nos convirtamos en turistas profesionales y en
consumidores de bienes cuya producción causará a la larga más
muertes que todos los virus juntos. ¿Por qué la solidaridad se despierta con
el conocimiento médico y virológico, pero no con la conciencia filosófica
de que la única salida de la globalización suicida es un orden mundial
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Lima – Perú, 2020.
que supere la acumulación de estados nacionales enfrentados entre sí
obedeciendo a una estúpida lógica económica cuantitativa? Cuando
pase la pandemia viral necesitaremos una pandemia metafísica, una
unión de todos los pueblos bajo el techo común del cielo del que nunca
podremos evadirnos. Vivimos y seguiremos viviendo en la tierra; somos y
seguiremos siento mortales y frágiles. Convirtámonos, por tanto, en
ciudadanos del mundo, en cosmopolitas de una pandemia metafísica.
Cualquier otra actitud nos exterminará y ningún virólogo nos podrá salvar.
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Lima – Perú, 2020.
“EL VIRUS SE QUDARÁ AHÍ HASTA QUE ENCONTREMOS UNA
MANERA SOSTENIBLE DE HACER NEGOCIOS”*
Entrevista al filósofo Markus Gabriel
Ana Carbajosa
El País: 01 / 05 / 2020
El filósofo alemán Markus Gabriel es una catarata de ideas que se
atropellan unas a otras. Tiene 40 años y es director del Centro
Internacional de Filosofía de Bonn, pero es sobre todo un pensador que
palpita con la actualidad, con el presente sociopolítico y con los
equilibrios de poder, descalabrados estos días.
La del coronavirus es una crisis que pide a gritos filosofía para al menos
empezar a comprender y ordenar los descomunales cambios y el nuevo
mundo que se avecina. Gabriel cree que la covid-19 es solo un principio
de una cadena de crisis sucesivas con las que deberemos aprender a
convivir. Pero a la vez piensa que una nueva moralidad emergerá de la
transformación de un sistema insostenible, según este joven pensador,
provocador y que salta de un tema a otro con profundidad y
eclecticismo.
Pregunta. Hay quien cree que de esta pandemia emergerá una
sociedad mejor, más moral. Otros piensan que seguiremos siendo igual
de mediocres y egoístas.
Respuesta. Creo que vamos a ser una sociedad más moral. Veo esta crisis
como una preparación de la crisis ecológica. Esto no es nada
comparado con la crisis ecológica, nada. Los Gobiernos de todo el
mundo saben que la crisis ecológica va a matar a cientos de miles de
personas en los próximos 100 o 200 años y este es un peligro real. Lo
sabemos porque los modelos climáticos son mejores que los del
coronavirus. Tenemos más datos, llevamos estudiándolo 50 años.
Sabemos que habrá más virus y se pueden escuchar en la UE las voces a
*Fuente: https://elpais.com/cultura/2020-05-01/el-virus-se-quedara-alli-hasta-que-
encontremos-una-manera-sostenible-de-hacer-negocios.html
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Lima – Perú, 2020.
favor de un nuevo Green Deal. Veremos un nuevo modelo de economía
global y no se va a parecer a la globalización.
P. ¿A qué se parecerá?
R. No hay vuelta atrás, las cadenas de producción ya están destrozadas,
porque solo existen porque la gente, es decir, los dueños de las empresas,
las automovilísticas por ejemplo en Alemania, quieren que existan. Y ellos
están igual de amenazados por el virus que cualquier otro. Son gente con
mucho dinero, normalmente bastante paranoica sobre su propia salud.
Esta gente ahora es consciente de que esto no va a seguir así. No hay
más que mirar a China y darse cuenta de que no es un socio fiable. China
está vengándose de agresiones anteriores. Tenemos que encontrar una
manera de entablar una nueva amistad con China, pero no puede ser a
través de la globalización y el trato injusto. ¿Por qué las empresas
europeas tienen fábricas en China? Para pagar salarios bajos.
P. Usted defiende que hay que romper la cadena de infección del
capitalismo. ¿A qué se refiere?
R. En las transacciones de la vida diaria, como comprar un juguete para
tu hijo, un paracetamol o un coche, en muchos momentos, alguien tuvo
que sufrir por la mera existencia de esa cadena. Todos somos
responsables por el sufrimiento de otros. Estas cadenas interconectadas
han creado sistemas maléficos y al final de esas cadenas siempre hay
alguien que muere por falta de agua limpia, por no tener cosechas, por
las condiciones de explotación. Esa es la cadena de infección de una
enfermedad, que es el comportamiento inmoral. Si haces lo incorrecto
moralmente, haces que la realidad sea un lugar peor. El neoliberalismo
global se ha convertido en un modo de destrucción hiperrápido.
P. ¿Y eso cambiará?
R. Si pensamos en cómo era la vida hace un mes o dos, claramente era
demasiado agitada, tenía una velocidad que ya es inimaginable. Esa
dinámica es malvada por sus resultados y se ha parado. Ahora, llevamos
una vida más moral, simplemente por el hecho de hacer menos. Esto es
parte de la explicación de por qué paradójicamente nos sentimos de
alguna manera bien en la nueva situación. Hay un aspecto de
solidaridad, de estar protegiendo a los mayores, y eso genera un buen
sentimiento, pero también estamos dejando de hacer cosas que son
perjudiciales para otros y hay una conciencia subliminal de esto. Ahora
que todo ha parado, hay una cierta sensación de alivio, junto con la
sensación de amenaza. Si tratamos de volver a la normalidad de antes,
veremos nuevas olas de este virus, que se quedará allí hasta que
encontremos una manera sostenible de hacer negocios.
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Lima – Perú, 2020.
P. A la vez, cunde el miedo a que la recesión refuerce a las fuerzas
populistas, que se alimentan de la frustración popular.
R. Habrá más oleadas de coronavirus y habrá aperturas y luego más
confinamientos y nos acostumbraremos. Mi gran temor es que Trump
gane otra vez las elecciones. Si hay una recuperación de la economía
rápida, él se erigirá como el gran gestor y será la prueba de que los
populistas son capaces también de gobernar y un ejemplo para
Gobiernos autocráticos. Esa es una amenaza real.
P. Usted rechaza el lenguaje belicista. No cree que luchar contra la covid-
19 equivalga a librar una guerra.
R. Claramente no estamos en una guerra. No hay ejército, ni terroristas ni
nada parecido atacando a un Estado. El virus no es el enemigo. Desde
su perspectiva, somos un amigo, un restaurante, un burdel. El virus entra
en nuestros cuerpos y se replica. No hay ataque, ni intencionalidad. La
justificación para el estado de excepción basándose en un estado de
guerra es una mentira política.
P. Incluso en la guerra hay leyes, límites. ¿Dónde están los de la lucha
contra la pandemia?
R. Si vemos las medidas en Europa son parecidas. Crean un estado de
excepción y sabemos por la teoría política y la filosofía que es temporal;
es una pausa de lo que valoramos de la democracia. Es decir, valoramos
que la democracia prioriza la libertad incluso por encima de la vida. El
Estado de derecho se implantó a través de revoluciones, de héroes que
preferían morir antes que vivir en servidumbre. Lo que ahora vemos es que
los instrumentos del Estado de derecho democrático son utilizados para
tomar la decisión opuesta. La vida y la supervivencia se valoran más que
la libertad. Nunca hemos tenido tan poca libertad como ahora. Es
momentáneo, pero nadie nos dice cuánto va a durar.
P. ¿Qué otras opciones hay?
R. No tenemos la certeza de que habrá seguro una vacuna y no sabemos
la letalidad real del virus. La razón por la que los Gobiernos son tan
cautelosos es la incertidumbre. La justificación de las medidas depende
totalmente de hechos sobre el virus que desconocemos. Lo que hacen
los Gobiernos es apoyarse en una interpretación pesimista de la situación,
porque sería demasiado arriesgado asumir el escenario optimista. La
paradoja actual es que nuestra política se basa en una ficción, no en
hechos, porque no los conocemos; conocemos un espacio de
posibilidades, que se estrecha gracias a la virología y a las simulaciones
informáticas. Vivimos en una simulación.
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Lima – Perú, 2020.
P. Los virólogos han pasado a ser máximas autoridades estos días. En
Alemania, el Gobierno ha escuchado además a equipos
multidisciplinares. ¿Cómo deben tomar las decisiones los mandatarios
estos días?
R. Hace falta una investigación multidisciplinar para alumbrar un plan de
una nueva sociedad del día después. Eso nos garantizaría un futuro más
sostenible. ¿Dónde está la ciencia política investigando el papel de
China, de EE UU y de la UE? ¿Qué pasa con la socialdemocracia
europea? ¿Cómo es posible que Scholz [ministro de Finanzas alemán]
traicione a sus colegas en Italia y en España? Hacen falta sociólogos,
feministas y especialistas en diversidad, economistas, periodistas, filósofos,
historiadores y profesores de literatura que analicen la narrativa del
desastre. ¿Se parece al terremoto de Lisboa? ¿Es un tsunami? Soy
moderadamente optimista, pero las posibilidades son menores si no
empezamos a planear ese futuro incluyendo a los expertos en
humanidades.
P. Ha mencionado a los periodistas. Una de las consecuencias de esta
crisis es que la recesión económica hará inviable la supervivencia de
muchos medios. ¿Qué significa esto para la sociedad?
R. Es obvio que en esta crisis se trabaja más online, es decir dependemos
de EE UU más que antes. Los europeos están produciendo valor añadido
para los estadounidenses. Cada conferencia de Zoom, de Skype,
Facebook, Netflix es consumo pero no es europeo. Una medida
razonable sería cerrar las redes sociales estadounidenses en la UE para
relanzar nuestras redes basadas en periodismo de calidad. Por ejemplo
una red social de EL PAÍS, es decir con todas las ventajas de una red
social, pero gestionada por periodistas expertos.
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«LA PANDEMIA TERMINARÁ, PERO ESTAS FORMAS POLICIALES
DE VINCULACIÓN CON EL OTRO QUEDARÁN»*
Entrevista al filósofo Darío Sztajnszrajber
Yair Cybel
El Grito del Sur: 20 / 04 / 2020
El filósofo Darío Sztajnszrajber reflexiona sobre la relación entre el hombre
y la naturaleza, el otro como amenaza, los mecanismos de control social,
y las nuevas formas de vinculación que podrían nacer del aislamiento.
"Ya existía la representación de un otro como agente de contagio, la
diferencia es que ahora contagia de verdad", sentencia.
Filósofo, escritor, ensayista y divulgador, Darío Sztajnszrajber se toma un
tiempo para dialogar con El Grito del Sur sobre la situación política y
social que se desprende de la pandemia, los nuevos y silenciosos
mecanismos de control social, la segregación del otro y una eventual
salida a la crisis desatada por el COVID-19.
¿La irrupción de la pandemia pone en discusión la premisa fundante de
la modernidad que señala que el hombre es quien controla a la
naturaleza?
En algún punto, siempre que aparecen estas llamadas catástrofes
naturales, obviamente ponen en entredicho esa idea moderna de que
el ser humano lo puede todo en términos de naturaleza. Hay un primer
momento donde la sensación es de cierta perplejidad y de impotencia y
que nos devuelve a esa conciencia. De repente, volvemos sobre esa
omnipotencia que se nos juega cada vez más, en términos de «lo
podemos todo». Y lo otro de lo humano es la naturaleza, por lo cual, ese
poderlo todo siempre está claro sobre quién es, quién es el sujeto donde
acaece esa voluntad de poder que, claramente, es la naturaleza.
También es cierto que la pandemia pasará, se va a dominar el virus en
algún momento, aparecerán nuevos virus y volverá a darse este vaivén
*Fuente: http://elgritodelsur.com.ar/2020/04/dario-sztajnszrajber-coronavirus-pandemia-
otro.html?fbclid=IwAR0IRjYlPHz9HWIe0EwNa_mukpywrMcY3FMfoOHC44e-
8wTNJa_hamdoeGc
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entre «lo podemos todo» y «no podemos nada». Pero este primer
momento de hacernos cargo de la precariedad de lo humano ante la
naturaleza, lamentablemente (para la conciencia humana de finitud, no
para la resolución inmediata de un problema de salud acuciante) llegará
a su resolución a través del descubrimiento de una vacuna. Hoy, la
expectativa es cómo poder controlar al virus. Pero también es cierto que
cuando se habla de dominar la naturaleza se habla más de la pata
pandemia y no tanto de la pata cuarentena.
Tanto la pandemia como la cuarentena son categorías que hay que
aprender a deconstruirlas, a desligarlas, porque no hemos encontrado
otra forma de reacción que no fuera el aislamiento, que evidentemente
no es la única forma posible aunque hoy aparezca como la más
eficiente. Entonces, nos hace pensar sobre otros aspectos de la
naturaleza -jugando con el término- que es la naturaleza de lo social: ¿por
qué la reacción humana fue por este lado, por la necesidad del
confinamiento, que de algún modo ya estaba presente en la naturaleza
de lo social, donde de algún modo ya estábamos acuarentenados antes,
tal vez más simbólicamente que materialmente? La cuarentena se dio a
partir de estructuras sociales que ya estaban predispuestas para eso. Ya
estábamos confinados en nuestra relación con el otro, con la
mercantilización de la existencia. El aislamiento tiene que ver con una
prioridad de lo propio sobre lo otro que ya existía. Por eso el paso fue
hacia ese lugar y hay algo de la naturaleza de lo social que hace falta
deconstruir.
El estigma social que carga el contagiado convive con
un «policiamiento» social, donde el vecino comienza a denunciar y
cumplir el rol de policía. ¿Qué sucede cuando emerge el «miedo al otro»
y qué situación termina viviendo el contagiado que se convierte en
«amenaza»?
Todo lo que se deriva de lo que estamos viviendo lo vemos como
negativo. Pero el otro ya contagiaba en tanto otro, la diferencia es que
ahora contagia de verdad, pero ya estaba creada la representación de
un otro como agente de contagio. Por eso, históricamente, al otro se lo
suele negar, como mínimo, y exterminar, como máximo. El contagio hoy
es un contagio que se da de manera concreta y material pero siempre
fue una metáfora del otro, cómo el otro posee algún tipo de extrañeza
que lo hace sujeto de contaminación, de contagio, de suciedad. Es la
definición más radicalizada del otro en tanto otro y por eso de su
disolución y desotramiento. Del mismo modo, es cierto que uno visualiza
formas de la solidaridad, pero no creo que sean fruto de ningún tipo de
conversión. Me cuesta ver que aquel sector de la sociedad encerrado
sobre sí mismo se haya convertido a un altruismo solidario o al amor por
el prójimo. Yo no veo amor por el prójimo, veo amor por uno mismo,
miedo a lo que se puede generar en uno. Creo que los sectores que ya
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Lima – Perú, 2020.
eran solidarios siguen siendo solidarios, la gente que uno ve que sale con
compromiso social a trabajar por el otro es la gente que ya lo hacía antes.
No hay un cambio, una conversión, no es una situación límite que haya
cambiado la forma de pensar. El que era choto es más choto que nunca
y el que era copado tiene toda la posibilidad de traslucir su sensibilidad
social y hacer algo con eso. Esto no hace más que exacerbar formas del
disciplinamiento social que tienen que ver con ese estado de delación
del otro, como forma de vigilancia policíaca, en la cual termina
entramada la relación con ese otro. En algún momento la pandemia
terminará, pero esas formas de vinculación con el otro quedarán y eso es
lo que me preocupa. Una vez que se destapa la delación como forma
de conexión con el otro, agarrate Catalina. Metafóricamente hablando,
la pandemia nunca va a terminar porque va a haber posibilitado que
esta forma policíaca de vínculo con el otro se haya puesto en la
superficie.
La peste bubónica fue uno de los procesos que incidieron en el paso del
feudalismo al capitalismo. ¿Cómo será el mundo con el que salgamos de
esta pandemia? ¿Estás más cerca de lo que propone Zizek (una nueva
forma de comunismo) o de lo que plantea Byung (ningún virus hizo la
revolución)?
Son dos cosas distintas. Una cosa es pensar el fin del capitalismo y otra
cosa es pensar la implosión de cierto individualismo. Aunque yo soy
pesimista, puede pasar que algo del individualismo exacerbado se
resquebraje un poco. Depende mucho de la extensión de la cuarentena.
Hoy por hoy veo más movimiento de encerramiento en lo propio. Pero
estamos hablando hoy con la fotografía de un mes de cuarentena, hay
que ver cuánto se extiende esto y qué va generando. Por ahí, si la
cuarentena dura dos meses más, no sabemos si nos volveremos
individualistas o al revés. Es tal el cimbronazo que genera en términos
existenciales que uno no lo sabe. También es cierto, en una segunda
lectura, que no son las mismas formas aquellas con las que la sociedad
en su conjunto se confina, porque la sociedad no es un todo homogéneo.
Se provoca una paradoja que, pensada desde ciertos valores de la teoría
política, representa la típica falsa igualdad que se visualiza siempre en las
«igualdades políticas». De alguna manera parecería que hay una
igualdad jurídica y política en el hecho de que todos los ciudadanos
tenemos la misma obligación de aislarlos en nuestras casas por igual, pero
las casas no son todas iguales. Entonces, lo que por un lado podríamos
llamar un universal abstracto, que es la idea de que todos tenemos que
cumplir el mismo deber cívico y que ese deber nos iguala, soslaya que las
casas son muy distintas. Ahí hay una desigualdad de base que, Marx ya
lo decía, es una diferencia entre la igualdad política y la igualdad social
y cómo de alguna manera se nos termina distorsionando la idea de por
dónde pasa la igualdad. Marx cuestiona la idea de que todos tenemos
los mismos derechos políticos, eso en realidad tapona la asimetría que
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hay en términos de igualdad social. Además, hay una especie de
disciplinamiento en el que quien no cumple la cuarentena estaría
cultivando de algún modo un tipo de desigualdad: «¿Por qué el otro no
la cumple y yo sí?». Pero eso es suponer que hay una igualdad en el punto
de partida, que no la hay. No es lo mismo estar aislado si sos de clase
media a si vivís en situación de descompensación económica y social
rutilante y, sin embargo, hay una exigencia por igual que logra tapar el
problema fundamental de una sociedad, que es el problema de clase.
«Es una falacia que el encierro pueda ser un componente para el
bienestar subjetivo»
Emerge la discusión por el cyberpatrullaje, los nuevos mecanismos de
control social y su internalización. ¿Cómo se convive con la tensión entre
la restricción de ciertas libertades individuales y el hecho de que uno
cede en pos de un objetivo mayor?
Obviamente, la clave acá es sostener de una manera muy intensa la
defensa de la democracia y visualizar en ese sentido los límites de la
democracia, sin entenderla solamente en términos de institución jurídica
sino, como dice Derridá, como apertura infinita hacia el otro. Entonces,
creo que la democracia es la que le exige al Estado que el Estado tenga
que intervenir en pos de la descompensación que se produce en el otro.
Hay sectores desventajados que necesitan de un Estado fuerte para
garantizar que en esta cuarentena no se queden afuera. Sería una doble
exclusión. Pero también como ciudadanos democráticos tenemos que
exigir que, así como el Estado tiene que estar presente y fuerte ahí,
también tiene que estar presente y fuerte en el lugar más conflictivo para
la relación entre libertad e igualdad, que es la seguridad. Tal vez el gran
problema de la política ciudadana de los últimos tiempos sea la
seguridad. Esa exigencia de un Estado más bien gendarme, como
proponía el liberalismo, en una sociedad democrática, es un tipo de
vigilancia por parte del Estado que tiene que estar controlada en sí
misma. La única soberanía que vale en una sociedad democrática es la
soberanía popular y el Estado está al servicio de esa soberanía popular.
Entonces los controles tienen que ser muy efectivos porque esa
necesidad de fuerzas de seguridad sosteniendo la normativa y el orden
público tiene que estar claramente siendo subsidiaria de la voluntad
popular y de las necesidades de la sociedad en su conjunto, atravesadas
por la justicia social. La historia de nuestras sociedades nos enseña que,
cuando a las fuerzas de seguridad las empoderás un poco, se suelen ir
para el otro lado. Ese sobrepasamiento me parece el principal objetivo
de control por la fuerza política, que es la que de algún modo es
responsable de controlar a las fuerzas de seguridad. Éstas tienen que estar
siempre al servicio de un direccionamiento político, que es el que surge
de la soberanía popular. Dicho esto, me preocupa que esa situación de
control público se haya diseminado como forma identitaria propia de los
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vínculos de los otros y que este Estado políciaco se convierta ya no en un
atributo de las fuerzas de seguridad, sino en una forma de pensar en
prácticas y rituales de vida por parte de la sociedad civil. Ese es el peligro
más inminente, el rebrote de ciertos aspectos protofascistas que en las
formas de peligros siempre están latentes.
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FRANCIA: POR LA SOCIALIZACIÓN DEL APARATO DE SALUD*
Alain Bihr
Sin Permiso: 21 / 03 / 2020
La situación creada por la pandemia de Covid-19 es una demostración,
a escala natural e inapelable, del sinsentido de la tesis sostenida, desde
hace décadas, por los partidarios de la liberalización del sistema sanitario.
Su postulado básico, que es: cada uno posee un "capital salud" del que
es principal sino único responsable: le corresponde conservarlo o, mejor
aún, valorizarlo, mejorándolo, desde hace algunas semanas ha quedado
desmentido a escala, literalmente, planetaria (i).
Tanto la propagación del virus responsable de la pandemia como las
medidas, desigualmente eficaces, adoptada por los Estados para
proteger a sus poblaciones son la prueba, por si fuera preciso, que la
salud es ante todo un bien público: que el estado saludable o mórbido
del cuerpo de cada uno/a depende ante todo del estado saludable o
mórbido del cuerpo social, del cual el primero es apenas una
dependencia o simple apéndice, y de la capacidad o no de ese cuerpo
social para defenderse por si mismo o por intermedio de sus instituciones
políticas, frente a los factores patógenos, sobre todo elaborando un
eficiente sistema social de salud, una política de salud pública y
poniendo a disposición de esta los medios (humanos, materiales,
financieros) necesarios y suficientes.
Podría objetarse que la situación creada por la pandemia es
precisamente excepcional y que, en consecuencia, sería erróneo o al
menos aventurado tratar de sacar conclusiones generales. Pero el
argumento puede perfectamente invertirse. Debido precisamente a su
carácter extraordinario, porque está referido a un factor patógeno que
amenaza rápida y masivamente al conjunto de la población, la
excepción puede por el contrario confirmar la regla, en el sentido más
elemental del término: la destaca mientras que las condiciones normales
tienden en cambio a ocultarla. Lo que esta pandemia nos recuerda, no
nos enseña, es algo que otros muchos estudios epidemiológicos
*Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/francia-por-la-socializacion-del-aparato-de-
salud (Traducción: Aldo casas).
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Lima – Perú, 2020.
anteriores habían enseñado a lo largo de décadas anteriores pero fue
dejado de lado por aquellos y aquellas que antes que nadie debieron
tomarlo en consideración, los irresponsables que nos gobiernan: el tributo
que pagan anualmente los trabajadores y trabajadoras a causa de
condiciones de trabajo peligrosas, insalubres, desgastantes, que se
pagan con patologías crónicas y menos años de esperanza de vida (ii);
el que pagan no menos regularmente las poblaciones humanas, sobre
todo urbanas, debido a las múltiples poluciones (de la atmósfera, las
aguas, etc.) engendradas por el productivismo capitalista (iii); el balance
terrorífico de décadas de mala alimentación que es también
responsabilidad de la industria agro-alimentaria capitalista (iv); etc.
También nos recuerda -y tampoco esto tiene nada de nuevo- algo que
el personal de los hospitales de Francia, en lucha a lo largo de todo el
último año, no dejaron de repetir: que el hospital público es víctima de
políticas de asfixia financiera, que lo hacen cada vez menos capaz de
cumplir sus tareas de atención y cuidado a los pacientes; pero que es
también víctima de una medicina liberal de ciudad que ha dado la
espalda, en gran medida, a su misión, derivando hacia el hospital público
a pacientes de los que en principio debería hacerse cargo; mientras
prosperan clínicas privadas en las que el monto de los honorarios
selecciona una "clientela" selecta que evita la anterior selección. De tal
modo que cuando ocurre el choque de una pandemia, la totalidad de
este sistema cuidadosamente deteriorado revela ser incapaz de hacer
frente a la situación, obligando a que quienes debían cuidarlos tengan
que seleccionar a los pacientes en función de su esperanza de
supervivencia… y edad. ¡Como en tiempos de guerra hacen los cirujanos
en los hospitales de campaña en la retaguardia del frente!
El postulado antes mencionado sirvió como garante y justificación de
todas estas políticas. En tanto que se parte de la idea de que es ante
todo cada uno el que debe ocuparse de su "capital salud", haciéndose
responsable del mismo ("escogiendo" vigilar no una vida higiénica, por
ejemplo) y asegurándolo (contratando un seguro de salud-enfermedad
privada en función de sus "opciones": los riesgos que está dispuesto o no
a correr - en realidad, en función de sus recursos monetarios), es lógico
que se achique como piel de zapa el seguro de enfermedad público,
dejando el campo libre a las aseguradoras privadas o mutualistas, no sin
ocuparse de ponerlas en la debida situación de "competencia libre y no
falseada" y de privilegiar las clínicas privadas con respecto al hospital
público, abriendo doblemente nuevos campos a la valorización del
capital. Porque la liberalización de la oferta debe estar acompañada por
la de la demanda, como corresponde a una "economía de mercado".
A este postulado hoy deben dar brutalmente la espalda los gobiernos,
decretando medidas de confinamiento de la población más o menos
drásticas, para tratar de limitar la difusión de la pandemia y evitar el
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hundimiento de los servicios hospitalarios, cuyas capacidades operatorias
redujeron. ¡Se acabó la implícita exaltación de la libre opción por cada
uno de su estrategia de valorización del capital salud! Confinando a
cada uno en su casa, restringiendo en consecuencia su libertad de
circulación y, más ampliamente, el conjunto de libertades públicas, estas
autoridades reconocen implícitamente que la salud es en primer lugar un
bien público que requiere ser preservado en cuanto tal. A partir de ahora
para defenderlo ya no hay otro medio que amenazar nuestras libertades,
sin que puedan ponernos a resguardo del peligro, potencialmente
mortal, de la pandemia.
Pero la quiebra práctica de las políticas neoliberales en materia de salud
no nos da solamente la ocasión de denunciar la insensatez de sus
fundamentos ideológicos. Abre una brecha que nosotros (las fuerzas anti
capitalistas, asociativas, sindicales y políticas) debemos aprovechar,
denunciando la responsabilidad de los gobernantes, actuales y pasados,
que aplicaron las políticas que nos han conducido al actual desastre,
algo de lo cual las poblaciones que sufren las consecuencias tienen,
cada vez más, clara conciencia. Invirtiendo el postulado de dicha
política, defendiendo la idea de que la salud es en primer lugar un bien
público y que debe por lo tanto estar, prioritariamente, a cargo de los
poderes públicos, es posible también tratar de proponer, en el caso de
Francia:
• Inmediata derogación del pretendido ahorro de 800 millones de euro
en el presupuesto de los hospitales para el año 2020;
• Inmediata detención del cierre de establecimientos hospitalarios y sus
servicios internos, así como de la reducción del personales y camas de
los servicios programados por las agencias regionales de salud (RSS);
• Detención inmediata del financiamiento de establecimientos
mediante el arancelamiento de los servicios y restableciendo el
financiamiento en base a un presupuesto global que esté a la altura
de las necesidades que estime el personal de la salud (médicos,
enfermeros, auxiliares, etc.);
• Adopción de un plan de urgencia para enfrentar la pandemia, que
implica en primer lugar tomar personal de salud y la re evaluación de
sus salarios, junto con la adopción de un programa plurianual de re
equipamiento y modernización de establecimientos y reclutamiento
de personal (médicos, enfermeros y enfermeras, auxiliares de salud,
personal de ambulancias, camilleros, etc.), todo en base a la
reivindicaciones de este personal y sus organizaciones sindicales;
financiamiento del conjunto de estas medidas urgentes con un
impuesto excepcional solidario a las grandes fortunas; requisición del
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Lima – Perú, 2020.
conjunto de las clínicas privadas, de su personal y material, para hacer
frente a las urgencias de la lucha contra el Covid-19;
• Anulación de las anteriores medidas de "des-reembolso" de los
medicamentos y el resto a cargo (el tercio a ser pagado por los
pacientes);
• Reorganización de la medicina de las ciudades en torno a Casas de
salud locales, integrando especialistas, generalistas, dentistas, y
profesiones para médicas;
• Obligación de que todo el personal médico, al término de sus estudios,
ejerza durante cierto tiempo en estos centros de salud, como
contrapartida de que el ministerio de Salud se hizo cargo del costo
total o parcial de sus estudios;
• Re-valuación seria de los medios (financieros, materiales, de personal)
de todos los organismos públicos de investigación médica con un plan
plurianual; real autonomía de los investigadores para definir los
programas prioritarios de investigación;
• Nacionalización de los grandes grupos farmacéuticos, que ya han
demostrado ampliamente, en esta ocasión como en otras, la radical
insuficiencia de sus programas de investigación-desarrollo con
respecto a las prioridades de la salud pública; y la abolición del
sistema de patentes médicas, para poder poner los progresos de la
investigación lo más rápidamente posible al servicio de la mayoría.
Éstas son apenas algunas proposiciones que pueden plantearse en el
marco del debate que debe acompañar las movilizaciones en contra de
la continuidad de las políticas neoliberales de salud. Luego de los
sucesivos movimientos de los Chalecos amarillos y la lucha del personal
de los hospitales, durante los cuales fueron adelantadas ya algunas de
estas proposiciones, la actual situación ofrece una nueva oportunidad
para hacer entender e imponer reivindicaciones en favor de la mayoría
de la población. Debemos hacer escuchar nuestra voz para no dejar que
el gobierno aproveche la actual confusión para ocultar sus
responsabilidades y volver al camino anterior una vez que la crisis sanitaria
actual haya sido superada... ¿A qué precio?
Notas:
i) Este postulado es parte de una concepción individualista del mundo social
(cuya máxima podría ser: "la sociedad no es más que una suma de
individuos") y, más en general, es un principio de todas las políticas
neoliberales. Está por ejemplo en el corazón de la destrucción en curso de los
sistemas de jubilación que consiste, precisamente, en la institución de una
"cuenta individual con puntaje". En cuanto al concepto de capital salud, es
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una declinación del concepto más general de "capital humano" elaborado
por Gary Becker. Para su crítica remito al artículo que le dedico en La
novlangue néolibérale, Page 2 y Syllepse, 2017.
ii) Ver los resultados de la última encuesta sobre las condiciones de trabajo en
Europa: https://www.eurofound.europa.eu/fr/surveys/european-working-
conditionssurveys/
iii) La polución del aire podría ser dos veces más mortífera de lo que se suponía.
Un estudio publicado el martes 12 de marzo [2019] la considera responsable
de 8,8 millones de muertes prematuras anuales en el mundo, 6.000 de ellas en
Francia".
iv) Según el Inserm (Instituto nacional de la salud y la investigación médica), el
17 % o sea la sexta parte de los adultos que viven en Francia serían
obesos https://www.inserm.fr/information-en-sante/dossiers-
information/obesite
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"SI EL VIRUS CAMBIÓ TODO, LA ESCUELA NO PUEDE SEGUIR
IGUAL"*
Entrevista a Francesco Tonucci
María Ayuso
La Nación: 21 / 04 / 2020
El reconocido psicopedagogo italiano, Francesco Tonucci, no tiene
dudas: la cuarentena para prevenir la propagación del COVID-19 puede
ser una oportunidad única para la escuela, las familias y, principalmente,
los niños y las niñas. " Muchos no se han dado cuenta de que el colegio
no funcionaba desde antes, pero en esta situación se nota mucho ",
sostiene el investigador del Consejo Nacional de Investigación Italiano y
responsable del proyecto internacional "La ciudad de los niños y las
niñas", para quien la pregunta más importante para hacerse hoy es "si es
posible hacer lo mismo de siempre, cuando todas las condiciones han
cambiado".
¿Cómo sacarle el jugo al aislamiento obligatorio y convertirlo en una
experiencia pedagógica enriquecedora? La respuesta, para Tonucci, es
sencilla: convertir la casa en un "laboratorio" donde los padres sean los
asistentes de los maestros y en el que cada espacio, desde la cocina
hasta un cajón de fotos viejas, se convierta en la oportunidad de
aprender algo nuevo.
-¿Cuáles considera que son las falencias de la escuela que la cuarentena
deja al descubierto?
-No es difícil imaginar que cambió todo. Este es el punto de partida. Si
cambió todo, la escuela no puede seguir igual que antes. La
contradicción que yo encuentro es que la escuela quiere demostrar que
se puede seguir como antes y sigue siendo una institución de clases y
deberes, donde lo único que se modificó fue el medio: en lugar de ser
*Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/francesco-tonucci-si-virus-cambio-
todo-escuela-
nid2356227?fbclid=IwAR3YXQ3PowG616MQNDfKLuESSK2UXFfs0RqWD69fO2Nozc17ju3N6
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presencial, se hace de forma virtual. Ahí aparecen preguntas como si se
puede estar tantas horas seguidas frente a la pantalla, si todos los niños
son capaces de hacer los deberes de esa forma o si tienen la tecnología
adecuada para ello. Pero desde mi punto de vista, la pregunta más
importante es si es posible hacer lo mismo de siempre, cuando todas las
condiciones han cambiado.
-¿Cómo debería transformarse y adecuarse la educación en este
contexto?
-Albert Einstein solía decir: "Si tienes deseos de cambio, no puede seguir
haciendo lo mismo". También decía que las crisis pueden ser una gran
oportunidad para las personas y los países, porque conllevan cambios. Si
la escuela estaba contenta y satisfecha acerca de cómo funcionaba,
entiendo que buscará seguir igual. Pero, desde mi mirada, ya no
funcionaba antes, porque, muchas veces, es una institución que se hace
a pesar de los alumnos: todo se decide desde afuera y sin tenerlos en
cuenta. Los niños prácticamente no existen, no aparecen en sus
preocupaciones. Hay reglamentos, programas, libros de textos y ninguno
de estos instrumentos interroga los alumnos preguntándoles qué quieren
hacer, cuáles son sus deseos, aptitudes y capacidades. El artículo 29 de
la Convención de los Derechos del Niño, que en la Argentina tiene
jerarquía constitucional, dice que el objetivo de la educación debe ser el
desarrollo de las capacidades y aptitudes de los alumnos hasta el
máximo nivel posible.
“Desde mi mirada, la escuela ya no funcionaba desde antes y la
cuarentena no hace más que demostrarlo: es una institución que no
tiene en cuenta a los chicos y las chicas”
-¿De qué forma se aplica en tiempos de aislamiento obligatorio? ¿Cómo
aprovechar al máximo esta situación para que los chicos y las chicas
puedan seguir aprendiendo?
-Mi propuesta puede ser considerada casi banal: si la escuela la tenemos
que hacer en casa, aprovechamos la casa. Que el hogar se considere
un laboratorio y los padres, asistentes del laboratorio. Así, podemos
afrontar además un segundo tema: no solo la escuela no funcionaba
bien antes, sino que vivía en un conflicto constante con la familia, que
siempre está lista para denunciar al colegio. Ahora, la situación es nueva,
la escuela se hace en familia, en casa. Es necesario que le pida a los
padres que ayuden a los niños y las niñas a comprender y conocer cosas
que no conocen, por ejemplo, cómo usar las máquinas que hay en el
hogar para vivir experiencias nuevas: poner la ropa a lavar o secar,
planchar, coser botones, desmontar un enchufe. Todo de forma segura y
asistidos por los padres, por supuesto. En definitiva, conocer este mundo
que es el de la casa haciendo operaciones que muchas veces los niños
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no hacen y, cuando empiezan a hacerlas, solo las hacen las niñas porque
se consideran tareas femeninas.
“Poner la ropa a lavar o secar, planchar, coser botones, desmontar un
enchufe, son todas experiencias de las cuales se puede aprender
mucho”.
-¿Qué otros espacios del hogar puede ser útiles para aprender nuevas
habilidades?
-La cocina, por ejemplo, es un laboratorio de química: no hay duda de
eso. Allí se pesan los ingredientes, se mezclan, hay que cocinarlos usando
distintos métodos. Me gustaría que la escuela le propusiera a los chicos,
por ejemplo: "Para mañana, cada uno tiene que preparar una salsa,
según la costumbre de cada familia. Luego, hay que compartirla,
valorarla entre todos los miembros del hogar y escribir una receta". De esa
forma, se están tratando muchas disciplinas típicamente escolares, como
física, química y literatura, pero de una forma distinta. Otro ejemplo es la
historia: los cajones de la casa están llenos de historia, la de los niños, a
través de fotografías y desde su nacimiento. Con los padres, las pueden
recorrer juntos, ponerlas en orden, hacer líneas de tiempo y, con todo
eso, cuando vuelvan a clase pueden hacer un libro con la historia de
cada alumno.
-Sin dudas, esta es una experiencia inédita no solo para los adultos, sino
también para los chicos y las chicas. ¿Cómo podemos ayudarlos a "pasar
en limpio" sus emociones en un contexto tan particular?
-Una buena manera sería que la escuela le sugiera a cada niño o niña
hacer un diario. Estos niños están viviendo una experiencia que
esperamos sea única en su vida. Ellos no verán la hora de que termine
para olvidarla, pero yo creo que sería una lástima que lo olviden, porque
están viviendo experiencias y sentimientos raros en un mundo pequeño,
que es la casa. El otro día hablé con el Ministro de Educación de la
Argentina [Nicolás Trotta] y me decía que le envío cuadernos a los niños.
Sería bueno que uno de esos cuadernos sea para un diario personal y, si
los chicos quieren, que sea secreto, porque tienen derecho a una vida
íntima, reservada. Quizás la escuela pueda preguntarse: "Si es secreto,
¿cómo puedo evaluarlo?". Bueno, no lo evalúa: lo regala a los niños.
Cuando hablo con los chicos y las chicas siempre les digo que hacer un
diario vale la pena, porque dentro de muchos años lo van a poder leer
con sus hijos y será una gran emoción.
-Usted suele decir que la escuela no consigue promover el hábito de la
lectura en los niños, ¿por qué?
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-La escuela nunca alcanza a obtener un amor por la lectura y esto es un
fracaso que yo denuncio siempre, una gran falta, porque sería el regalo
más grande que podría hacer a sus alumnos y alumnas: darles el amor,
placer, gusto, la necesidad de la lectura. Pedirles que aprovechen este
tiempo para leer libros es fundamental: cualquiera, los que encuentren
en casa, no importa que sean para adultos siempre que los padres los
aprueben. Si en el hogar no hay libros, que la escuela encuentre la
manera de hacérselos llegar. Es importante que puedan leerlos no para
hacer resúmenes o fichas, sino como regalo, no como un deber. Si
quieren, pueden luego compartirlo con los maestros, hacer por ejemplo
un debate sobre qué les pareció lo que leyeron.
-Como padres, ¿qué puede hacerse para fomentar ese hábito?
-Un hábito especial puede ser la lectura en familia: que todos los días se
busque un horario, puede ser media hora, y un rincón de la casa donde
se lea un libro juntos, en voz alta, como si fuera un espectáculo teatral,
una telenovela. Un poco cada día hasta terminar un libro y luego
empezar otro. Estoy convencido de que estas son experiencias de gran
valor emocional y, por lo tanto, educativo, que puede aprovechar la
escuela, porque la buena escuela es la que se construye sobre el mundo
de los niños. En este momento, el mundo de los niños es pequeño: su casa.
Si se hace esta experiencia y se aprende a implementarla, cuando se
termine la cuarentena se puede seguir haciendo una escuela de este
tipo sobre el mundo grande: la calle, el barrio, la ciudad. En definitiva, el
mundo donde deberían vivir su vida los niños y las niñas, que no es
solamente su casa ni su escuela.
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POSTMODERNIDAD, PANDEMIAS Y EDUCACIÓN*
Rosalina Romero Gonzaga
Educación Futura: 29 / 03 / 2020
Un mundo desbocado
La edad posmoderna que comenzó en el siglo XX y se extiende hasta
nuestros días ha traído cambios inéditos de enorme amplitud, alterando
la dinámica de los gobiernos y las sociedades mundiales. Las
transformaciones han estructurado un nuevo orden mundial basado en
la expansión capitalista y la hegemonía internacional de los mercados. El
proceso de globalización capitalista se erige a través de mecanismos de
“destrucción creadora”[i] en la que conviven elementos de innovación
tecnológica (electrónica, informática, robótica, biotecnología) y
modificaciones en las transacciones industriales y económicas.
Con ello, las naciones del orbe entraron a la era de la unipolaridad o la
hegemonía de los Estados Unidos (1989-2001) y la era de orden
posmoderno (2002-2018) donde se está generando un proceso de
transición hegemónica estadounidense en el que emergen el poderío de
las potencias emergentes como China y Rusia. En el transcurso de las dos
etapas han ocurrido 11 epidemias y pandemias virales[ii] provocadas por
la sobrepoblación, la urbanización, los cambios climáticos, la movilidad y
el desplazamiento de personas. Un balance de las enfermedades
infecciosas realizado en 2016 nos alertaba desde entonces sobre varias
situaciones:
− Los virus que causan epidemias o pandemias en la actualidad no son
estrictamente virus nuevos, han existido por muchos años en animales
o incluso circulado de manera silenciosa en poblaciones humanas.
− Aunque las epidemias están bajo control, existen razones médicas
para pensar que regresarán.
*Fuente: http://www.educacionfutura.org/posmodernidad-pandemias-y-educacion/
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− Los virus de la influenza con capacidad de producir pandemias tienen
como reservorios aves, como son el caso de la influenza AH5N1 y
AH7N9, o mamíferos, especialmente el cerdo, como es el caso de la
influenza porcina AH1N1.
− No es fácil predecir cuáles serán las próximas epidemias o pandemias
de origen viral, por lo que se hace necesario que nos preparemos con
anticipación para cualquier eventualidad.
− Las respuestas a las más recientes epidemias y pandemias virales han
sido básicamente reactivas, hoy en día tenemos conocimientos y
medios científicos para adoptar estrategias proactivas que nos
permitan prevenir o contener los brotes epidémicos en sus inicios.[iii]
Lo anterior se escribió hace cuatro años. Hoy, enfrentamos un horizonte
de incertidumbre mundial, en el cual tiene lugar la guerra de precios del
petróleo que libran Arabia Saudita y Rusia; las tensiones entre Estados
Unidos y China sobre el origen del coronavirus; la carrera por ver quién
logra antes una vacuna;[iv] las pruebas de armas nucleares que realizan
Estados Unidos, China y Rusia;[v] el retiro de 83 mil millones de dólares de
los mercados emergentes.[vi]
La crisis del coronavirus está provocando escenarios absurdos y
mezquinos como el enfrentamiento entre las dos economías más grandes
del mundo en lugar de trabajar juntos para luchar contra la pandemia
mundial. Estados Unidos y China se han involucrado en un juego de
acusaciones sobre el origen del virus donde ambos compiten por la
imagen pública y el liderazgo. En cambio, es poco difundido o conocido
el plan diseñado por la UNESCO denominado Coalición Mundial para la
Educación COVID-19 para ayudar a los países a desplegar sistemas de
aprendizaje a distancia que ayuden a millones de niños, adolescentes y
jóvenes a enfrentar el cierre de escuelas y universidades.
Una educación disruptiva
Una educación como la enseñanza a distancia ha planteado a los países
del mundo nuevos retos y, particularmente, a México. En la primera
reunión en línea de ministros de educación organizada por la UNESCO el
pasado 10 de marzo, el secretario de educación, Esteban Moctezuma,
reconoció que “solo el 60% de los estudiantes tienen internet”, por lo que
se tuvo “que ofrecer una combinación de educación a distancia con
televisión abierta”. Sin embargo, el funcionario federal no se refirió a las
estrategias para llegar a los niños con necesidades especiales y a los
niños, adolescentes y jóvenes en contextos indígenas y rurales. Tampoco
planteó recursos adicionales para apoyar la enseñanza a distancia y
mejorar la conectividad en zonas aisladas, dos aspectos que resultan
relevantes en los momentos actuales.
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Sin duda, el cierre de escuelas a nivel global[vii] aumentará las
dificultades de las niñas, adolescentes y jóvenes al acentuarse las
desigualdades e inequidades sociales por algunas o varias de las
repercusiones adversas como: a) la interrupción del aprendizaje, sobre
todo, para los alumnos desfavorecidos, quienes con menos
oportunidades educativas fuera de la escuela se verán obligados a
renunciar a su educación, así sea de manera momentánea; b) el
aumento del abandono escolar, ya que el regreso y permanencia en la
escuela será particularmente difícil de conseguir; c) la falta de
preparación para la educación a distancia (online) y en el hogar
(homeschooling) de los padres de familia, con educación y recursos
limitados; d) la falta de preparación para la educación a distancia de los
docentes, con habilidades y destrezas orientadas al diseño de lecciones
en línea pertinentes; e) el acceso desigual a los portales de aprendizaje
digital se traduce en la falta de acceso a la tecnología o a una buena
conexión a internet, lo que representa un obstáculo para el aprendizaje
continuo, especialmente para lxs estudiantes de familias desfavorecidas;
f) el aislamiento social al que estarán expuestos muchos niños,
adolescentes y jóvenes al perder el contacto social, que es esencial para
el aprendizaje y el desarrollo, lo que puede desencadenar situaciones o
conductas de mayor riesgo; g) la falta de atención y cuidado de los
niños, adolescentes y jóvenes por parte de los padres que trabajan y
suelen dejarlos solos, profundizando los problemas de comunicación
abierta y afectiva; h) los altos costos económicos que representan para
los padres de familia faltar al trabajo cuando las escuelas cierran para
cuidar de sus hijos, lo que resulta en pérdida de salario, disminución de la
productividad y posibles despidos.
Así, la educación y la escuela pública en tiempo de pandemias se
enfrentan a enormes retos que implican derribar toda la estructura
organizativa curricular de tiempos, de asignaturas, de espacios, de
clases, de prácticas educativas para adaptarse a situaciones nuevas, a
situaciones, disruptivas, desbocas e imprevistas.
Notas:
[i] José Joaquín, Brünner (2004) Globalización cultural y posmodernidad,
Santiago de Chile, FCE.
[ii] Entre otras, el SRAG (síndrome respiratorio agudo grave); chikungunya;
influenza porcina AH1N1, sarampión; MERS (síndrome respiratorio de Oriente
Medio); Ébola; Zika; dengue; fiebre amarilla.
[iii] http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0535-
51332016000300001
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Lima – Perú, 2020.
[iv] https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/02/03/acusa-china-a-
eu-de-201ccrear-y-sembrar-el-panico201d-por-coronavirus-
9528.html; https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/03/22/eu-
elimino-cargo-de-experta-en-china-meses-antes-de-brote-de-covid-19-
2419.html
https://elpais.com/internacional/2020-03-18/las-tensiones-entre-ee-uu-y-china-
se-incrementan-en-medio-de-la-crisis-por-el-coronavirus.html
[v] https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/03/21/eu-prueba-con-
exito-misil-hipersonico-7714.html
[vi] https://www.jornada.com.mx/ultimas/economia/2020/03/23/viene-una-
recesion-como-la-de-2009-201co-peor201d-fmi-8373.html.
[vii] 861.7 millones de niños y jóvenes -aproximadamente la mitad de la
población estudiantil mundial- permanecen alejados de las escuelas y
universidades, con cierres nacionales efectivos en 119 países. Asimismo,
alrededor de 60,2 millones de maestros en el mundo tampoco pueden trabajar
en las aulas, en: https://es.unesco.org/news/mitad-poblacion-estudiantil-del-
mundo-no-asiste-escuela-unesco-lanza-coalicion-mundial-acelerar
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¿EL FIN DEL POSTMODERNISMO?*
Reflexiones filosóficas en tiempos de pandemia
Eric "Tano" Simonetti
IzqWeb: 25 / 03 / 2020
La posmodernidad viene llegando a su fin hace tiempo. El agotamiento
de su momento histórico lleva ya varios años. Hacía falta un
acontecimiento sísmico para que finalmente la hiera de muerte. Así, el
hecho que terminó de asestarle golpe mortal es la peste del coronavirus.
El trastocamiento que el COVID-19 está produciendo en la civilización
humana es impresionante. La pandemia sorprendió a todos como no lo
hacía otra cosa en décadas. Es del tipo de hechos que conmueven e
impactan de distintas maneras: quizá lo que tengamos más a mano para
compararla serían las grandes guerras, hechos traumáticos si los hay. Pero
también están los genocidios y campos de concentración, los desastres
socio-ambientales, como terremotos, las inundaciones y huracanas.
También hay hechos que estremecen a la sociedad, pero en sentido
progresivo: ahí están las grandes rebeliones de masas y claro, las
revoluciones. El ejemplo cercano de Chile da cuenta de la alegría que
estaba viviendo su población al vivir en experiencia propia, con su lucha,
la construcción de una sociedad anhelada. También en plena revolución
francesa el mismo Kant hablaba del “entusiasmo” como el sentimiento
clásico que anima al pueblo en épocas revolucionarias. La peste, en
cambio, despierta sentimientos de miedo, ansiedad y peligro.
Ahora el porvenir se tiñe de un alto grado de incertidumbre, colocando
de una manera pasmosa una verdad irrefutable: ya nada será como
antes. La realidad realizada es la antítesis de la idea posmoderna de la
“subjetividad” y “relatividad” de la misma. Nadie duda que la peste está
ahí arrojada en el mundo. Es una revolución de la realidad objetiva
contra la telaraña de la ideología posmoderna y su edificio de ilusiones
falsas. Es el mundo de la empiria dura que se lleva puesto años de
toneladas de papers endiosadores de escepticismo gnoseológico,
*Fuente: http://izquierdaweb.com/el-fin-del-posmodernismo/
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Lima – Perú, 2020.
cinismo moral, relativismo ontológico, subjetivismo idealista. En este
sentido, la peste contamina y da muerte al viejo mundo de las ideas
posmodernas.
Los rebotes del capitalismo
En primer lugar, se trata de un acontecimiento mundial. No todos los días
porciones significativas de la humanidad atraviesan un mismo hecho
social que los enfrente a situaciones semejantes. En ese sentido es una
nueva experiencia histórico-universal, resultado de una sociedad que ya
tiene esos rasgos globalizados, altamente homogeneizados que crearon
las condiciones para que dicha experiencia común tenga lugar. El grado
de globalización del capitalismo, inédito en la historia humana, más el
grado de sincronización y contemporanización de sus acontecimientos
hace que se experimente la peste como hecho totalizante, como cosa
que atraviesa a nuestra especie y la pone ante un desafío civilizatorio.
Como acontecimiento epocal, signa el tiempo específico que estamos
viviendo y el impacto que tiene y tendrá sobre los desarrollos de la
humanidad trazados décadas adelante. Como se señala en nuestro
Manifiesto de la “Corriente Internacional Socialismo o Barbarie”: “La
pandemia ya es un acontecimiento histórico de enorme magnitud. No
ha habido prácticamente evento en la historia mundial que atraviese de
la noche a la mañana 7000 millones de almas como lo está haciendo la
actual peste” (Una pandemia capitalista del Siglo XXI). Como sucede con
los grandes hechos de la historia: la 1º y la 2º guerras mundiales, la
revolución rusa, el fascismo, al maoísmo, etc., que son marcas de fuego
de un siglo que ya está definitivamente atrás.
Los últimos 30 años han sido el inicio preparatorio para que el capitalismo
en su fase ofensiva genere las condiciones para que su capacidad
productiva quede sobrepasada por su capacidad destructiva. Eso es
cosa común en los sistemas sociales donde el desarrollo de sus fuerzas
productivas se hace a expensas del conjunto social y de su base material
natural, y en determinado momento empiezan a gestar las condiciones
para su propia descomposición y superación. De ahí que no haya que
desligar la expoliación sistemática e irracional que el capitalismo ha
hecho sobre la naturaleza en las últimas décadas y la forma irresponsable
de relacionarse con un mundo natural que muchas veces se vuelve hostil.
Son como “rebotes” hacia el ser humano de los efectos desbocados de
la depredación capitalista sobre el ambiente. Rebote o boomerang que
regresa con catástrofes climáticos y/o enfermedades a las que nuestro
sistema-mundo no está preparado.
La larga agonía de la filosofía del desencanto
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El hecho de que el COVID-19 se vuelva tan real y palpable nos remite, en
el terreno filosófico, a la pregunta que durante todos estos años se ha
evitado y negado: ¿existe la realidad como cosa objetiva? Para
cualquier persona con sentido común la respuesta es absolutamente
obvia. Pero para el mundo de los filósofos criados en la escuela
nietzscheana el axioma siempre fue el opuesto: “no hay hechos, sólo
interpretaciones”.
El historiador Enzo Traverzo, en “¿Qué fue de los intelectuales?”, señala
que a diferencia del sentido común reinante, Nietzsche no sería un crítico
“progresista” de la modernidad, sino su opositor más decididamente
reaccionario. Un crítico que no busca apoyarse en los elementos más
progresivos de la cultura moderna para superarlos, sino para hacerlos
echar atrás. Así, Nietzsche ya no es el representante de una crítica radical
de la modernidad sino su enemigo más fuerte. Y por eso mismo es que le
da el “marco epistémico” para que sobre sus ideas se fundamente el
pensamiento posmoderno que viene rigiendo el mundo occidental
desde la década del 80 para esta parte.
Suponemos que ante la peste no va a haber ningún filósofo de estos que
se le ocurra interpretar que el virus es sólo una perspectiva o una
construcción subjetiva. Lamentablemente este tipo de axiomas de
Nietzsche son los que atravesaron el pensamiento filosófico de los últimos
30 años, a partir de la publicación del texto clásico de Lyotard “La
condición posmoderna” (1979), seguido en 1992 por Francis Fukuyama
con “El fin de la historia y del último hombre”.
Pero a pesar de la hegemonía que estas ideas habían forjado en el
pensamiento durante el trenteno posmoderno, durante las dos primeras
décadas del Siglo XXI se fueron erosionando. En particular, el axioma del
“fin de la historia” fue cuestionado por las oleadas de rebeliones
populares que se sucedieron en el mundo. Miles y millones levantando
banderas contra el orden social establecido fueron el argumento
histórico-real contra estas tesis quietistas del presente histórico. Y con su
acción de masas, las rebeliones fueron desechando al basurero de la
historia casi tres décadas de resignación hacia el capitalismo. Nadie más
que la propia humanidad en abierta rebelión al mundo existente podía
ser el encargado de girar la página de la historia para hacerla re-
comenzar de nuevo.
Los más conocidos dispositivos ideológicos que se divulgaron podemos
sintetizarlos en tres: que no es posible el progreso humano, que el
capitalismo es insuperable y que no es posible para la humanidad realizar
una transformación social radical. Pero esta santa trinidad posmoderna
podía, como el dogma religioso, condensarse en una idea-fuerte
presente en Nietzsche (teoría del último hombre) y actualizada por
Foucault : el borramiento del ser humano como centro de las cosas y por