El Arte de Escribir de Miguel de Unamuno

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    El arte de escribir de Miguel de U na m un oParalipmenos estilsticosU na m un o y sus M aestrosBndicte Vauthier

    Ainsi done la perscution ne peut pos empkher la pense indpendante. Elle nepeut pas mhne empcher l'expression de la pense indpenda nte. Car il est aussi vraiaujourd'hui qu'ily a plus de dettx mille ans qu'on peut sans danger dir la vrit qu'onsait h despersonnes de connaissance bienveillantes et dignes de confiance, ou , pluspr-cisment, a des amis raisonnahles. La perscution ne peut pas mme empcher l'expres-sion publique de la vrit htrodoxe, car un hom me de pense indpendante peut ex-primer ses vues enpuhlic sans en soujfrir, pourvu qu'ils'yprenne avec circonspection. IIpeut mm e lesfaire imprimer, pourvu qu'il soit capable d'crire entre les lignes.L'expression crire entre les lignes indique quel est le sujet de cet article. Carl'influence de la perscution sur la littrature reside en ceci qu'elle oblige tous les cri-vains qui tiennent des xmes htrodoxes h dvelopper un e technique d'criture particu-liere, cette technique que nous avons dans l'esprit quand nousparlons d'crire entre leslignes. Leo Strauss

    Qui s i e r a a p r ove c ha r l a opo r tun ida d que m e ha b r inda do e l p r o f e so r P e d r oR iba s a l ha c e r m e pa r t c ipe de e s t e nm e r o e spe c ia l sob r e M igue l de Una m unopara reanudar una re f lex in sobre la irona que , a lo la rgo de los l t imos cua t roa o s , he ido poniendo a prueba en a lgunas de la s nove las de l e sc r i tor vasco .Ahora b ien , no se t r a ta de repe t i r aqu lo ya d icho , s ino de proyec ta r nuevaluz sobre e l lo con la e speranza de que un d a se pueda dota r a s a l conjunto de laobra unamuniana - tan to la l i te ra r ia y f i losf ica , como la pol t ica de mayor cohe r e nc ia . Qu ie r o de c i r c on e l lo qu e e n luga r de de f e nde r l a t es is de un U n a m u n oe s c i n d i d o e n t r e c o n t e m p l a c i n y a g o n a , e n t r e n a d i s m o y u t o p i s m o , e n t r e c o m promiso pol t ico y evas in meta f s ica y l i te ra r ia , e tc . -que (ya ) no convence a losl e c to r e s de l Una m uno po l t i c o y que nunc a l l e g a c onve nc e r m e - , qu iz va ld r ala pena ba ra ja r la h iptes is de que , por es ta r en t re te j idas de h i los i rnicos , la sob r a s na r r a t iva s de Una m uno no r e ve la r n r e a lm e n te sus s e c r e tos m ie n t r a s l a sleamos l i te ra l y l inea lmente . Idea que pe rmi t i r a adems que se reconc i l ia ran en

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    la figura de Migu el de U na m un o las dos vertientes de la voz intelectual presentesen el ttulo del libro ms citado de A. Bnichou, Le sacre de l'crivain. Essai surVavnem ent d'un pouvoir spirituel late dans la France moderne^.A la luz de la cita que encabeza el presente trabajo, y en la direccin que acabo de indicar, pretendo, pues, volver aqu sobre algunas de las conclusiones quehe ido sacando al hilo de mis primeros estudios estilsticos de la obra literaria deU na m un o estudios mon ogrficos ya publicados a los que, por fijerza, he de remitir para una presentacin detallada^. Ya que el presente artculo pretende servir de complemento, cuando no de primera sntesis a esos trabajos, para situar allector resumir lo que intent en cada uno de ellos (1, 3 y 4). Por estar directamente relacionado con el tema de la presente contribucin, har hincapi en alguna alusin que mis primeros apuntes estilsticos sobre Niebla acaso han suscitado en un o de los ms conspicuos conocedores de Un am un o (2). Es solo en laconclusin dnde aclarar por qu inscribo ahora este trabajo y por tanto aquellos primeros anlisis- bajo la cita de Leo Strauss, que no es sino un fi-agmentode su bellsimo y denso artculo La perscution et l'art d'crire^, cuyo ttulo resuena, como se puede ver, en el que he elegido para estos Paralipmenos estilsticos (5).

    1. N I E B L A : A FAVOR DE CERVANTES, EN CONTRA DE LOSCERVANTFILOSC ua nd o an arraigada en B lgica le a solas y por prim era vez algunas de lasobras literarias de un tal Miguel de Un am un o ignoraba todo de un autor q ue noiba a tardar en apasionarme aprisionndome en las redes de su estilo sibilino.Por tanto, no saba el lugar que Unamuno tena en la filosofa y las letras hispanas, ni el papel que haba tenido, como intelectual, en la historia reciente de Espaa; y, por supuesto, no poda imaginarme siquiera cmo se sola leer e interpretar su obra. En cambio, lo que s recuerdo muy bien es que, casi desde elprimer momento este don Miguel me result un autor sumamente crt ico eirnico. En la lnea de los trabajos abiertos por el crtico ruso Mijail Bajtn, notard en relacionar la irona qu e vea en la obra narrativa u na m un ian a cuentos yrelatos novelescos- con el humorismo que predomina en la obra cervantina. A

    mi parecer, tanto por su forma como por su contenido, se poda considerar que' Quienes han aludido recientemente al l ibro de Bnichou para hablar de los intelectuales espaoleskan puesto nfasis o bien en el t tu lo , o bien en el subt tulo del l ibro. Lo que ha l levado a considerar que laprimera generacin de intelectuales eran bien los hombres del 98, los hommes de lettres, bien aquellos del6 8 , los llamados santos laicos. En La novela de Espaa. L os intelectuales y el problema espaol (Madr id , Tau-rus , 1999, en part icular pgs. 20-22), ] . Vrela defiende la primera idea, mientras que la segunda se encuent ra en C. Set tano, El 'nacimiento de los intelectuales ' : algunos replanteamientos. Ayer, Dossier: El nacimiento de los intelectuales en Espaa (C. Ser rano , ed . ) , 2000 , 40 , pgs. 11- 23 .- B. Vauthier , ^Niebla de Miguel de Unamuno. A favor de Cervantes, en contra de los cervantfilos. Estudio de narratologia estilstica, Bern, Peter Lang, 1999; Huellas del ideario (religioso) krausista en San Ma

    nuel Bueno, mrtir d e M i g u e l d e U n a m u n o , Cuadernos Ctedra Miguel de Unamuno, 1 9 9 8 , v o l . 3 3 ,p g s . 1 4 5 - 1 8 9 y M. d e U n a mu n o , Amor y pedagoga, (Introduccin y notas a cargo de B. Vauthier) , Madrid,Bib l io teca Nueva , 2002 .' L. Strauss, La perscution et l 'art d'crire suivi de Un art d'crire oubli (traduction et presentacin de N. Ruwet) , Potique. avt i l 1979, 38, pgs. 229-253, pg. 234 para la ci ta epgrafe.2 0 6

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    la obra de U na m un o era a la de Cervantes lo que la obra de Dostoievski es a la deRabelais en los trabajos de Bajtn*. Qu entenda por ello? Es lo que intentardesvelar aqu.Si ese era mi punto de partida, se entender que grande fue mi sorpresa aldescubrir que, en Espaa, lejos de ser visto como un humorista -un ironista,Miguel de Unamuno, el escritor ms famoso de la llamada generacin del 98,gozaba ms bien de la fama de ser un escritor y unfilsofo rgico, obsesionado p or la inm ortalidad de su nom bre e imbu ido de su yo. Es ms, a raz de algunas de sus explcitas declaraciones impertinentes irreverencias sobre el otroM iguel de Cervantes, me di cue nta de qu e ni siquiera faltaban quienes c onsideraban que Unamuno era incapaz de comprender el sentido de la obra del genio de la letras hispanas.Lejos de desanimarme, estas desavenencias con los crticos me convencieronde la necesidad d e profun dizar tan to en el sentid o de la irona risa dim inu ta, lallam Ba tjn- com o en el estudio de la obra hteraria de U na m un o. As, valindome de los avances pioneros de una narratologa estilstica^ intent mostrar porqu se haba de relacionar el contenido y la forma de Niebla, as como las declaraciones de Miguel de Unamuno acerca de Cervantes, con el contexto histricode la sociedad espaola, m uy en particular con el m un do literario.Indudablemente, es el papel desempeado por Antoln Snchez Paparrig-pulos el indicio irnico qu e haba levantado m i m ayor sospecha respecto del objetivo perseguido por Unamuno al escribir Niebla.As, recordaremos que Vctor Goti se haba servido del respaldo de Paparri-gpulos para testificar su abolengo en el ficticio prlogo de 1914. Y no olvidaremos que Unamuno haba echado mano de la autoridad de este inolvidable yprofimdo investigador para explicar el tono y el tenor del prlogo aadido en1935.

    Sospecho que lo ms de este prlogo metlogo-, al que alguien le llamaraautocrtico, me lo haya sugerido, cuajando de su niebla, aquel don merece ya eldon Antoln Snchez Paparrigpulos, de quien se da cuenta en el captulo XXlll,aunque yo no haya acertado en l a aplicar la rigurosa tcnica del inolvidable yprofindo investigador. Ah, si yo acertara, siguiendo su propsito, a acometer lahistoria de los que habiendo pensado escribir no llegaron a hacerlo!''He aqu, pues, uno de los enigmas que nos haba dejado en legado Miguel deUnamuno, al hacer salir de la ficcin y por segunda vez en el marco prologal' ' No es mi intencin exponer aqu, en detalle , los f i ndamentos de una f i losofa de la l i teratura -unaesti l st ica de la creacin verbal o potica histr ico-social del hombre de habla- y del lenguaje -una metalin-gstica- diseminada en var ios l ibros. Con todo, he de dejar constancia de que sin la leccin bajt iniana losdistintos estudios unamunianos que he ido realizando, y muy en par ticular e l anlisis interpretativo de Amory pedagoga, no hubieran sido posibles.' Sin perd er de vista las aportac iones del narrat logo francs G . G enet te , reun bajo esta e tiqueta a un oscr t icos - l i teratos y l ingistas- que pr ivilegiaban la l nea discursiva ( la enunciacin, e l 'cmo se cuenta) so-bte la lnea diegtica (la historia, el qu se cuenta). En el caso de Niebla, ech mano de las aportaciones de

    Dehennin, Gnter t , Dallenbach, Charaudeau y Bajtn -cr t ico que, en realidad, no encaja del todo en esa l nea y a l que fui l levada a conceder cada vez ms importancia- y centr e l estudio en el anlisis del metadis-curso y las informacione s con tenid as en los sucesivos prlogos y el eplogo.' ' M . de U na m uno , Niebla, (edicin de A. F. Zubizarreta) , Madrid, Clsicos Castalia . 1995, pg. 316.207

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    este enigmtico personaje. Retomando el hilo de quienes haban identificado aM enn dez Pelayo en la figura de don An toln S. Paparrigpulos, profundic en laidea de una posible caricatura del erudito santanderino e intent mostrar por quUnamuno no poda acertar con la tcnica del maestro. En mi opinin, eso sedeba a que era ella la que estorbaba sus proyectos literarios. Por ello, iba a intentar ponerla en tela de juicio. Cmo lo iba a conseguir? Pues, sencillamente, siguie ndo el m odelo cervan tino. Es decir, el U na m un o novelista no solam ente iba aintegrar en el seno d e la obra la caricatura tem tica del personaje y sus obras polmicas de juventud, sino que iba a recuperar tambin formalmente uno de los gneros literarios en los que Menndez Pelayo haba destacado como escritor.De hecho, Porqueras Mayo, quien ha consagrado sus fuerzas a analizar losprlogos que adornaron y caracter izaron numerosas obras espaolas, recordque, a finales del siglo XIX y principios del XX, hubo prologuistas de moda enquienes el gnero prlogo se haba tornado gnero prdigo^. Entre estos, cit aMenndez Pelayo; y en otra contribucin, destac que Menndez Pelayo fijequiz el escritor espaol que por los aos que transcurren entre finales del sigloXIX y principios del actual escribi ms prlogo s, y un o de los ms prolficos, eneste sen tido , en tod a la historia d e n uestras letras^.Pues bien, a raz de esa informac in, pens tener u n m arco de anlisis ind ito para volver a orientar la lectura de Niebla y, quiz, para arrojar nueva luz noslo sobre la figura de Antoln S. Paparrigpulos alias Mnendez y Pelayo, sinotambin sobre el valor que podra tener el prlogo unamuniano, muy en particular en Niebla. Y m e pareci tan to m s interesante profijndizar en la idea cua nto que saba que , en 1902, Men ndez Pelayo haba declarado a U na m un o: H ablando en trminos generales, dir a Ud. que lo que ms me contenta o menosme descontenta, de lo mucho que he escrito, son los prlogos de la Antologa delricos castellanos>y> .De hecho, ms all de las polmicas sobre La ciencia espaola e Historia delos heterodoxos espaoles que formaban el teln de fondo del captulo XXIII deNiebla, centrado en el encuentro de Augusto Prez con el erudito (captido queen realidad no era sino una recuperacin con leves pero en absoluto anodinasmodificaciones de un artculo publicado por primera vez en 1899 bajo el ttuloJoaqun Rod rguez Janssen), en c uan to se atendan los prlogos de la novela sevea que Unamuno haba reflejado en ellos, con ms o menos disfraz, el pleitoentre viejos y jvenes, las polmicas que se abrieron en torno a su valoracintanto ideolgica c om o esttica de l Qu ijo te, la m od a de las novelas porn ogr ficas, un retrato de la ingenuidad pblica, etc. Tambin haba puesto en tela dejuicio el predominio de cierta concepcin de la literatura entendida como rastreode ftientes (la erudicin) o como comentario acerca de la creacin (la crtica literaria), ejercida en su lugar cuando no en su detrimento. Finalmente, se pona enentredicho el tradicional realismo literario, (el de las bambalinas en que suele

    " A. Porqueras Mayo , Et prlogo como gnero literario. Su estudio en el Siglo de Oro espaol, M a d r i d ,CSIC, 1957 , pg . 16 .s A. Porqueras Mayo. Los prlogos de Menndez Peiavo, en Temas y formas de la literatura espaola,Madrid , Credos , 1972 , pg . 157 .' ' M. Garca Blanco, Una carta indi ta de Menndez y Pelayo a Unamuno, BBMP, 1964 , p . 199 .208

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    faltar la verdadera, la eterna realidad, la realidad de la personalidad, como dirUnamuno en el prlogo-eplogo a la segunda edicin e Amor y pedagoga), auncuando se vea claramente que este supuesto rechazo del realismo no haba sidobice para que en Niebla se esbozara un brillante y polifnico retrato del mundillo literario en el que Unamuno vel las armas.Es la suma de todos estos elemen tos lo que m e inclin a pensar que los prlogos de Niebla y m uy en particu lar el tercero se po dan , d e hech o, interpre tarcomo una muy aquilatada y trabada mise en abyme del pequeo vicio literarioque afect a Menndez y Pelayo. Se poda hablar de hazaa cervantina, ya queUnamuno igual que Cervantes con las novelas de caballeras o pastoriles no sehaba contentado con poner en entredicho un gnero desgastado, sino que habaintentado inyectarle una savia nueva.Idea que tena su paralelo en Porqueras Mayo, quien, despus de comentarla continua desvalorizacin que sufri el prlogo como gnero literario en los siglos XD y XX, haba subrayado el papel de Unamuno para contrarrestar esa ten

    dencia. Segn el crtico, la tnica general, a causa del desgaste del gnero, es detotal indiferencia hacia el mismo, aunque siguen escribindose bellsimos prlogos. U na m un o siente la necesidad de incidir sobre esta indiferencia cuan do titula un libro Tres novelas ejemplares y un prlogo, es decir, destacando intencionadamente la presencia del prlogo*^.Mas poda haber incluso otra leccin o enseanza que sacar de Niebla...De hecho, sin medir an exactamente las consecuencias que iban a tener enmis siguientes anlisis, haba descubierto que era Clarn, el arbitro ms importante del gusto literario fin de sig lo" , el que h aba im ped ido que se publicase elsusodicho artculo Joaqun Rodrguez Janssen. Y al recordrselo en una carta aClarn, Unamuno proporcion detalles clave para entender mejor ciertas peculiaridades de su estilo. As, despus de reconocer que no sola citar, ya que no legustaban nad a los and am ies que estorban, Un am un o confes q ue no dejaba dealudir. Y, algunas lneas ms abajo, q uien se quejaba d e la falta de ecu anim idadque el crtico asturiano haba manifestado respecto de En torno al casticismo yTres ensayos, declaraba q ue si no se haba m etido a crtico, si no se atreva a criticar abiertamente a los consagrados, soltaba en indirectas lo que pensaba deellos. De tal manera, su estilo ms grfico que pintoresco implicara que el lector colaborase asiduamente en la elaboracin del sentido escondido.Qu de cosas, qu de cosas se me agolpan al espritu! Si le tuviese a ustedaqu, frente a m! Hablaramos de largo de usted mismo, de Unamuno, de nuestraliteratura, de nuestro pblico, de sus admiraciones y las mas, de las sinceras (deRenn, v. gr., de Bergson, de Tolstoy, de Zola mismo), y de Galds, y Pereda, yEchegaray, y Menndez Pelayo y tantos otros. Hablando de los Tres ensayos diceusted que los que en esta tierra son capaces de escribir algo de la misma fuerza,que son muy pocos, no suelen tener valor para escribirlo. Y por qu cree ustedque Unamuno no se ha metido a crtico? [...] Porque no tiene valor, porque le

    " A. Porqueras Mayo, El prlogo como gnero literario, pg. 16. ' ' R. Johnson, Las guerras personales de la generacin del 98, en J. P. Gabriele, ed., Divergencias ydad: perspectivas sobre la generacin del 98 y Amonio Machado , Madr id , Or genes , pg . 42 .

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    falta el mismo valor que a usted le falta para decir la verdad de nuestros consagrados; porque habiendo sido alumno de Don Marcelino y habiendo aprendido nopoco de l, no se atreve a decir lo que de l cree (lo suelta en indirectas, como enquel Joatjun Rodrguez Janssen, que usted mand no se publicase en La vida lite-rard); porque, siendo amigo de Galds, y ste uno de los que ms le animan yms aprecian (iba a escribir admiran) su labor, no quiere declarar lo que de rapsoda y superficial y folletinesco le encuentra; porque no estando a bien con Echega-ray, no q uiere qu e, si dice lo que de l cree, se lo achaq uen a falsos m oti vo s''.He aqu el testimonio que necesitbamos no tanto para mostrar que Una-muno escriba sus obras en perpetuo dilogo con los autores que haba ledo y,sobre todo, de que se haba apropiado hecho ms bien admitido entre los crticos de hoy, aun cuando suelan faltar los hombres de la generacin de 1868 y laRestauracin, como para hacer ver que es precisamente por ello por lo que unono se puede fiar solamente de las declaraciones explcitas del autor para saber lo

    que pensaba, entre otros, de los consagrados.He aqu, pues, una confesin que se ha de tener muy en cuenta a la hora deentender algunas de las supuestas paradojas, contradicciones -o incluso palinodias de Miguel de U na m un o. D e hecho, si nos fijamos bien en la nm ina, veremos que son los Menndez Pelayo, los Galds, los Echegaray a los que personalmente aadir los Campoamor y, por razones asaz dis t intas , las var iasgeneraciones de krausistas, es decir, aquellos nom bres que m uch os h an echad oen falta en la obra de Unamuno, los que parecen ser objeto de cierta autocensura unamuniana!Con esa declaracin, Unamuno desvelaba uno de los dos mayores escollosque debe salvar el investigador para no caer en los lazos que el ironista tiende conmucho ingenio y facilidad para burlarse de la ingenuidad pblica y despistar alos crticos clasificadores.El otro obstcido ntimamente vinculado a esa idea no es sino lo que, enla lnea de los estudios de Bajtn, he llamado estilo polifnico. Rigurosamentehablando es una idea que ha encontrado muy poco eco en la cr t ica unamuniana, salvo en un estudio pionero de Balseiro, al que sumar observaciones muyatinadas de la historiadora D. Gmez MoUeda, quien, en dos ocasiones al menos, ha llamado la atencin sobre esa peculiaridad formal del estilo de Unamuno . As, en 1928, Balseiro habla de Unamuno, por primera vez, en autnticostrminos bajt inianos:

    Pensador polidrico, hay en l resonancias de muchos pensadores. Por eso suscontradicciones tan frecuentes y terribles. Su voz no es meldica. Entra en ella msde un acento. Es voz bachiana, polifnica. El cerebro de Unamuno semeja parlamento en sesin permanente. Brotan de l los discursos ms encontrados y lasopiniones menos conciliables'^ [los subrayados son mos].

    '- Carta del 5 de mayo de 1900, en Menndez y Pelayo, Unamuno, Palacio Valds, Epistolario a Clarn, (Prlogo y notas deAdolfo Alas), Madrid, Ediciones Escorial, 1941, pgs. 94-95.I ^ J. A. Balseiro, El Viga I. Unamuno, Perz de Ayala, Hernndez-Cat, Madrid, Mundo Latino, 1928,pg. 48.2 1 0

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    Y en 1977 , G me z M oUeda destaca a su vez: U nam uno en la etapa de fin yprincipio de siglo es como una caja de resonancia de todos los proyectos e ideasde su entorno'"*. Y aos ms tarde, reitera: los escritos de Unamuno [...] responden al transcurrir concreto de la vida pblica espaola: tienen carcter derespuesta cotidiana a los acontecimientos' ' .Constatacin difcilmente superable en su tan atinada formulacin, perocuyo verdadero alcance e implicaciones, una vez tomadas al pie de la letra, quedan an sin explorar en el campo de la narrativa unamuniana.Para quien pudiera leer entre lneas y reconocer las voces, as como sus inflexiones acentuales lo que debi de hacer Clarn cuando prohibi se publicaseaquel artculo, probablemente debido a su ntima amistad y respeto hacia uno delos 'intocables', porque era l de los que creen en las jerarquas invisibles'' ',bien podra revelarse la obra literaria de Unamuno no un espejo de las angustiasntimas del autor, sino un retablo de las maravillas finiseculares.Retablo en el que el autor, en cuanto dram aturgo escondido e ntre bastidoresunas veces, en cuanto criado de Maese Pedro otras, ha hecho desfilar a las personas ms representativas de la poca, disfi-azadas de personajes portavoz de ideologas distintas y comp leme ntarias. D esn ud las almas de las personalidades y singulariz a cada una de ellas por las ideas que defendan sus personajes y por ellenguaje en el que sus ideas venan expresadas. As, a travs de Avito, F ulgencio,Menagut i , Marina, Vctor Got i , Antol n S. Paparr igpulos , Manuel Bueno,ngela, Lzaro, etc., y, por cierto, de Miguel de Unamuno, que no era sinouno ms de esta galera de retratos vivos- el autor ventil algunas de las ideasms polmicas que dividieron a la sociedad de la poca.Una de esas polmicas si no la mayor fije la llamada cuestin religiosaque tuvo repercusiones en todos los mbitos de la sociedad espaola y no solamente en el religioso. Naci en el siglo XVIII con el intento de definir a Espaa y a la nac in espao la, dividi a la sociedad espa ola a lo largo del siglo XIX yse prolong hasta bien entrado el siglo XX para desembocar en la guerra civilguerra incivil, dir Miguel de Unamuno, el episodio ms sangriento de unconflicto que hasta entonces haba desgarrado a la sociedad de manera larvada.Ya que desde el siglo XVIII se interpret el pasado histrico de Espaa desde larealidad de las dos Esp aas: la llama da ortodoxa, tradicionalista y catlica, y laheterodoxa, extranjerizante y antitradicionalista; de la patria se excluy a la

    otra mitad, la heterodoxa, en la que se inclua a europestas, antitradicionalis-tas, masones, socialistas, republicanos, liberales y rojos'^.El siglo XIX fiie un perodo de grandes e incesantes polmicas que abarcancasi todos los aspectos de la vida nacional. Su terminologa poltico-religiosa, yhasta esttica, estaba condicionada e ntimamente vinculada a los grandes debates

    " D. Gmez Mol leda , Unamun o agitador de espritus y Giner. Correspondencia indita, iMadrid, Nar-cea, 1977, pg. 15.'^ D. Gmez Mol leda , Aproximac iones a l l t imo Unamuno. El proceso ideolgico de Don Migue l ,Cincuentenario de la muerte de Unamuno , Barcelona, Fundaci Caixa de Pensions, 1988, pg. 30.I" Clar n, Folleto literario IV, Mis plagios. . ., p. 131 (Madrid, 1888) c itado por J . M. Martnez Cachero, ed. , L. Alas, Palique, Barcelona, Labor , 1973, p. 39.'" Cf . M. M. Campomar Fornieles, El texto en su contexto histr ico, Incipit, 1985. V, pg. 54.

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    en cons tan te evoluc in ideo lg ica y d ia lc t ica . La na tura leza po lmica (y por lotan to pasa je ra y acc iden ta l ) de una gran par te de l mate r ia l h i s t r ico- l i t e ra r io de ls ig lo XDC es un a spec to q ue no se ha to m ad o suf ic ien tem ente en cue nta a la ho rade eva luar un tex to o de ap l ica r una e t ique ta a un au tor . Muchas de las l l amadas c o n t r a d i c c i o n e s d e l p e n s a m i e n t o e s p a o l d e c i m o n n i c o t i e n e n u n a e x p l i c a c i ndent ro de es te contex to po lmico . La l i t e ra tura de toda una generac in de esc r i to res y pensadores es t marcada por los deba tes nac iona les o in te rnac iona les , en losque tomaron par t ido d i rec ta o ind i rec tamente , a veces con la pa labra , con la queja persona l , o con e l s i l enc io que tambin puede se r t an s ign i f ica t ivo como la palabra escrita"*.Observac iones de M. M. Campomar Forn ie les (g ran conocedora de lacuestin religiosa y especialista en la obras polmicas del joven Menndez Pela-yo") acerca de la naturaleza polmica de gran parte del material histrico-literario que, por mi parte, no dudo en aplicar a la obra literaria de Unamuno a la

    que seguramente, cuando estemos mejor familiarizados con el estilo de su autory el de sus interlocutores, habra que sumar los ensayos o, al menos parte deellos; pienso en particular en En torno al casticismo y Vida de Don Quijote y Sancho.En mi opinin, buena parte de las sigilosas alusiones del escritor vasco -asimismo buena parte de sus clamorosos silencios no se pueden entender una vezse pierde el hilo de la relacin dialgica que, a lo largo de su obra, m antu vo -m simplcita que explcitamente, es verdad con los autores de 1868 y la Restauracin o, mejor dicho, con las obras y los escritos de todos aquellos. En el mbitoliterario se tratara de los Clarn, los Menndez Pelayo, los Campoamor, losGalds, etc., sin olvidar las tres generaciones de pensadores kxausistas; en el mbito socio-poltico, se tratara de los catlicos tradicionales y moderados- poruna parte, de los librepensadores o krausistas -liberales por otra.Quiz el lector se sorprenda ante la nmina de nombres citados. Quiz sesorprenda ms an si sugiero que de Paz en la guerra a San Manuel Bueno, mrtiry tres historias ms Unamuno no hizo ms que novelar e historiar de forma sumamente irnica el nico mal del que padeci a lo largo de su vida: el mal deEspaa. Por decirlo en palabras de Max Aub:D o n M i g u e l , n i c o , s i e m p r e c r e y s e r E s p a a , E s p a a m i s m a , s i n m s . L edolan las cordi l leras espaolas , como si f i iese su espina dorsal , la his tor ia contemp o r n e a c o m o u n d i v i e s o . N o s e c r e y p a r t e , s i n o t o d o . N u n c a f u e t r a n q u i l a l ahis to r ia de Esp aa , pero ta l vez nu nc a tan t rgica com o la qu e le toc vivir . [ . .. ]Las cor r ien tes qu e han des t roza do E spaa d ura n te e l s ig lo X IX y el XX , has ta hoy ,l i b r a r o n c o m b a t e e n e l i n t e r i o r d e M i g u e l d e U n a m u n o m a r c a n d o c o n h i e r r o a lrojo vivo lo ms que nos di jo. Lo proclam e intent esclarecerlo en la creencia dequ e gr i tan do - M e d ue le Espaa iba a salvarse y, quiz con el lo , a su p atr ia- ' ' .

    I Ihid.''^ Cf. M. M. Campomar Fornieles, La cuestin religiosa en la Restauracin. Historia de los heterodoxos espaoles, Santander, Sociedad Menndez Pelayo, 1984.-" M. Aub, Retrato de Unamuno (A los 25 aos de su fallecimiento). De Max Aub a Unamuno (Doshomenajes), Segorbe, Fundacin Max Aub, 1998, pgs. 9-10.2 12

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    Q u e U n a m u n o n o c i te n u n c a e x p l c i t a m e n t e a s u s i n t e r l o c u t o r e s , n i m e n c i o n e s i n o a l u s i v a m e n t e s u s o b r a s , n o i n v a l i d a n i m u c h o m e n o s l a h i p t e s i s .C ua ndo uno se a de n t r e e n e l t a l l e r a r t s t i c o - ide o lg ic o de l a c r e a c in una m un ia -na y logre fami l ia r iza r se con un es t i lo impersona l que de la ta empero la ve rdaderap e r s o n a l i d a d d e U n a m u n o , s e a c l a r a r e l p o r q u d e e s a n m i n a .M i e n t r a s t a n t o , a p o s t e m o s a q u e U n a m u n o p o d r a h a b e r b u s c a d o y e l e g i d oel recurso discursivo la irona y el gnero la novela que le iban a permitir serc r t i c o a l t i e m po que l e e v i t a r a n c a e r e n l a s a ng r i e n ta po l m ic a . Una m uno noa ta c a nunc a d i r e c t a m e n te , pe r o no se c a nsa de c r i t i c a r im p l c i t a m e n te . S on p r e c i sa m e n te sus e l e c c ione s ge n r i c a s y e s t i l s t i c a s l a s que m e ha c e n pe nsa r queU n a m u n o e s un e sc r i to r su m a m e n te i r n ic o no un a u to r s at ri c o n i m e no s a nun polemis ta. Y lo es an te todo grac ias a un es t i lo inconfundib le . Un estilo in c on f und ib le ?

    Ante todo, lo que casi todos creen saber: la etimologa! El estilo o estilete-era aquel punzn con que los antiguos escriban, en la escuela de primeras letras,sobre tablillas enceradas, como nuestros nios con un pizarrn sobre una pizarra.Y ese estilo poda ser un arm a, y hasta mortfera. Hay canonizado un santo maestro de escuela, a qu ien se dice que sus discpulos, qu e eran paganos, p or ser l cristiano, le mataron, martirizndole -es decir, atestigundole con sus estilos. O sea,que le estilizaron. Y cuntos maestros n o han sido as estilizados por sus discpulos! Q ue esta es la discipulina o sea disciplina de ciertos discpulos. Y vea el lector cmo cuando hay quien bien las pastoree son las palabras, las palabras vivas,las que procrean y nos dan conceptos vivos.S rvannos de t r ans ic in esas l neas sacadas de uno de los ms boni tos l ibrosde e s t i l o^ ' que c onoz c o pa r a a de n t r a r nos un poc o m s e n e l t a l l e r a r t s t i c o - ide o lgico de l au tor , a s como en e l e s tudio es t i l s t ico de la s re lac iones de Unamunocon los maes t ros . Y qu duda cabe de que , en t rminos r igurosos , e l p r imer yn ic o de e l lo s e s M a r c e l ino M e n nde z P e la yo .

    2 . U N A M U N O Y S U M A E S T R O , D O N M A R C E L I N OM E N N D E Z P E L A Y OEn los p r e l im ina r e s , he a de la n ta do que m i e s tud io e s t i l s t i c o de Niebla acasoh a y a s u s c i t a d o a l g u n a e n m i e n d a p o r p a r t e d e q u i e n p u e d e p r e s u m i r d e u n a m p l io y p r o f u n d o c o n o c i m i e n t o t a n t o d e la o b r a d e M i g u e l d e U n a m u n o , c o m ode la de sus maes t ros . Puedo prec isa r ahora que me es taba re f i r iendo a l pape l msimplcito q u e explcito q u e , e n m i o p i n i n , l a o b r a d e M e n n d e z P e l a y o p o d r aha be r t e n id o e n la c on f igu r a c in de la ob r a l i te r a ri a de U n a m u n o . Y a l he c ho deque e l p r o f e so r M or n Ar r oyo tuvo a b i e n c ons ide r a r e s t a i de a - a n e n c i e r ne s -en uno de sus rec ien tes t r aba jos .As , a l c onc lu i r un m uy suge r e n te a r t c u lo sob r e En torno al casticismo (ar--I M. de Unamuno, Esdlo y pluma, Alrededor del estilo, O. C. XI, Barcelona, Vengara, 1958,pgs. 792-793.

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    tculo en el que se expon en adems los funda me ntos de un anlisis semitico deltexto literario que pudiera yo compartir de no haberlos visto puestos en tela dejuicio por el estilo alusivo y polifnico de Unamuno), el profesor Morn Arroyovolvi a recordar que la relacin de Unamuno con Menndez Pelayo no estbien estudiada^^.Y no volvera sobre este punto, ni insistira en ello, si, despus de mencionarlas tres pginas explcitamente dedicadas a D. Antoln S. Paparrigpulos aliasMnendez (pginas que se pueden resumir diciendo que se suelen citar las expresiones contra la erudicin, y recordar que el Antoln Snchez Paparrigpulosde la novela Niebla puede ser una caricatura del sabio cntabro^^), el profesorMorn Arroyo no hubiera aadido un pero, que, de verificarse, pudiera invalidar la pertinencia de una hiptesis de lectura mucho ms amplia. (Hiptesis quetiene mucho que ver con la cita de Strauss sobre el arte de escribir entre lneas,por una parte, y con el juicio de M. M. Campomar Fornieles sobre la naturalezapolm ica de b uen a p arte del material histrico-literario del siglo XIX, po r otra.)

    Sin embargo matizaba Morn Arroyo-, Unamuno afirm que se trataba dela escuela menendezpelayesca, no del maestro. En esa escuela se engloban NavarroLedesma, Cotarelo, Bonilla y San Martn, Rodrguez Marn, Serrano y Sanz, e incluso algn extranjero como Farinelli. Todos ellos eran para Unamuno acarreadores de datos, n o verdaderos historiadores. De M enndez Pelayo en cambio, no dijo nunca eso. Por de pronto, Unamuno confes que Menndez Pelayo era elespaol de quien ms haba aprendido; record siempre con gratitud el que le votara a favor en la ctedra de griego de Salamanca, que tanto condicion su vida;admir siempre el inmenso saber, pero disinti de l en intereses intelectuales, en estilo intelectual y sobre todo enfilosofla. Para Unamuno la inmersin de MenndezPelayo en la erudicin fie una manera de esquivar el enfrentarse con el problemade la fe (mirar a la Esfinge cara a cara) [los subrayados son mos].

    Despus de sacar del olvido las escasas alusiones a Unamuno que se puedenencontrar en el epistolario de y a M enndez Pelayo, y de citar las tres cartas querestan de un cruce de misivas posiblemente algo ms amplio entre ambos autores, el profesor M or n A rroyo conclua su larga nota al pie con trapo nien do la labor d e los dos espa oles.M ennde z Pelayo intent construir la general y grande historia de la culturaespaola. Es hombre de pasmosa erudicin de detalle, portentosa capacidad desntesis, y busc una expresin artstica digna de la grandeza de su tema . D espre-

    -- C. Morn Arroyo, En torno al cast icismo y el ideario del primer Unamuno, La crisis espaola de finde siglo y la generacin del 98, Actas del s imposio internacional , Barcelona, noviembre de 1998, (Eds. A. Vi ia-nova y A. Sotelo Vzquez), Barcelona, PPU, 1999, pgs. 118-119, n . 27.- ' En realidad, estas tres pginas (pgs. 80-83) no son sino un fragmento de uno de los dos captulos(pgs. 7 7 - 1 0 0 y I 7 1 - l 8 6 ) e n l os q u e i n t e n ta b a p r o fu n d iz a r e n el sentido de una relacin que, a mi parecer, seinscriba como una filigrana en toda la novela, l legando a determinar tanto su contenido como su es t ructura.Por ello, por escribirse y leerse so lamente entre lneas la relacin Unamuno/Menndez Pelayo se desentraa notanto a part i r de un ras t reo de declaraciones explcitas de Unamuno sobre el ant iguo profesor, s ino ms bien apartir de los indicios estilsticos d e Niebla que remit i r an implcitamente a la figura y la obra de Marcelino Menndez Pelayo.2 1 4

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    c i e l pe r iod i smo y e l ensay i smo , lo s gne ros l i t e ra r ios con los que Unamuno sep ropuso remeje r a sus compa t r io ta s . So lo e l Unamuno un ive r s i t a r io a sp i ran te af i l logo pudo pensar en a lgn momento seguir los pasos del maestro^ ' ' .Ms all de las distintas valoraciones que la obra de Menndez Pelayo pueda

    merecerse incluso revsada^5_^ no creo equivocarme si sugiero que este balancesacado d e las declaraciones explcitas de U nam un o respecto de la obra de M enndez Pelayo, as como de las pocas referencias a Unamuno que se pueden rastrearen el susodicho epistolario a Menndez Pelayo, puede leerse como una respuestaindirecta a mi propio anlisis.Desafortunadamente, mucho me temo que el pero nazca de un malentendido respecto del objetivo que yo haba perseguido al poner en entredicho laadmiracin que Unamuno hubiera podido expresar explcitamente hacia Menndez Pelayo, y ms an respecto de su obra.Por ello, y antes de seguir adelante, he de insistir en que he sacado esta conclusin sin afn polmico y sin sospechar siquiera un breve momento que podraser un da objeto de suspicacias. Y urge que haga estas precisiones, ya que, lejosde invalidar esa hiptesis, el anlisis estilstico de San Manuel Bueno, mrtir primero , At Am or y pedagoga, luego, han corroborado la idea expresada por prim era vez en Niebla.Aunque ha pasado desapercibido, creo que uno de los primeros interlocutores del Un am un o novelista fue M enn dez Pelayo, o mejor dicho , el conte nido delas obras polmicas del joven historiador novel. En ese sentido, creo que no es dedescartar la idea de que parte de la obra literaria de Un am un o pued a leerse com ouna respuesta implcita a la obra de Menndez Pelayo, corifeo de mayor renombre de una historia ortodoxa de Espaa y los espaoles.Si bien saca una conclusin que luego se opondra a la ma, ntese que laidea de un posible dilogo Unamuno/Menndez Pelayo puede encontrar fundamento en el profesor Morn Arroyo, quien haca la siguiente observacin acercade En tomo al casticismo:

    En e l p lano de los ax iomas se puede d i sc repa r de un au to r , y en cambioconcorda r con l en t emas menos un ive r sa le s . Un e jemplo son l a s r e l ac iones deU na m un o con M enn dez Pe layo . Algunos t e s t imon ios pe rm i ten pensa r que e l p ro yecto exis tencia l e in te lec tual de U na m un o se def in i e n conscien te oposic in a l sabio cntabro . Pero lo que dice sobre Caldern en En tomo al casticismo se finda enlo d icho por Menndez Pelayo en 1881, a l que c i ta profusamente en e l l ibro [ . . . ] - ' ' .

    Y aun cuando resalta luego que el estudio del contexto intelectual del Unamuno joven no se puede realizar dignamente en un artculo ^", vindose, pues.-' C. Morn Arroyo, op . cit., pgs. 118-119, n. 27.-' No pretendo ignorar la labor de revisin crtica de la obra de Menndez Pelayo -ni menos an lasmanipulaciones a las que pudo dar lugar-. Vase, en particular, Menndez Pelayo. Hacia una nueva imagen,Santander, Sociedad Menndez Pelayo, 1983 o los Estudios sobre Menndez Pelayo recogidos en el Nmero ex traordinario en Homenaje a Don Manuel Revuelta Saudo, BBMP, 1994.-' C. Morn Arroyo, op . cit., pgs. 113-114.- Ibid

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    en la obligacin de contentarse con una presentacin esquemtica, el profesorMorn Arroyo vuelve sobre este punto al final de su artculo y reitera que pasando ahora de los presupuestos filosficos y del ambiente europeo a la imagende la historia de Espaa en el primer Unamuno, la principal fiente es MenndezPelayo.La visin de Caldern como el casticista frente a Shakespeaere como el aus-cultador de hombres, y la preferencia por Fr. Luis de Len sobre los msticos sondos ideas clave de Menndez Pelayo. De hecho, con respecto a los msticos la valoracin de Unamuno ser muy distinta en los aos posteriores, y cuando Mennd ez Pelayo vio el uso que se haba hech o de las conferencias qu e dio sobre C aldern en 1881, public otro estudio declarando que no quera que su visinjuvenil fiera mal empleada en contextos que le disgustaban^*.

    Matices y precisiones del crtico que motivaron la ya citada y larga nota alpie en la cual se esbozaba entonces un balance de la relacin Unamuno/Menn-dez Pelayo. No es aqu el lugar para examinar, con ms detalles, cul sera, de hecho, la posicin exacta de ambos autores respecto, por ejemplo, a Caldern. Encam bio, s es necesario recordar q ue ni C alder n, ni luego Cervantes ni tam po co otros muchos autores espaoles quedaron al margen de los proyectos a m enudo excluyentes de construcciones nacionalistas^^. Lo que puede hacer pensarque al hablar de Caldern no nos situaramos tanto en el plano de temas menosuniversales como en el plano de los axiomas.Por ello, por compartir con el profesor Morn Arroyo la idea de que Unamuno disinti de Menndez Pelayo en intereses intelectuales, en estilo intelectual y sobre todo en filosofa, me resulta difcil deducir una admiracin sin reserva de Unamuno hacia Menndez Pelayo de unas posibles congruencias en lascitas calderonianas. Y sin decir nada de la dea de acercar a los dos autores entorno a posibles paralelos entre sus respectivas ideologas, me resulta ms difcilan admitir una posible adscripcin de Unamuno a la visin de Espaa defendida por Menndez Pelayo.De hecho, en otro trabajo dedicado a En tomo al casticismo, el profesor Morn Arroyo escribe que la postura de Unamuno frente a Menndez Pelayo tienem uch os matices, pero pred om inan el respeto y la adm iracin a pesar de las objeciones. Y si bien se subraya que Unamuno reflej ah la guerra ideolgica quereinaba entre dos posturas extremas (entindase, las dos Espaas de CampomarFornieles) en nota al pie se lee tambin que

    -* C. M or n Arroyo , op. cit., pg. 118.-" Vase el reciente libro de J. Aivarez Junco, Mater doiorosa. La idea de Espaa en el siglo XIX, Ma d r i d ,Taur us , 2 00 1, en part icular pgs. 453- 45 7. En es tas pginas , el auto r vuelve sobre el valor del brindis a Caldern . S iguen s i endo t ambin de impresc ind ib le consu l t a numerosos es tud ios de J . -C. Maine t , en t re loscuales, son de destacar De historiografa li teraria espaola: el fundamento liberal, en Estudios de historia deEspaa. Homenaje a Manu el Tuon de tara, Madrid , Univers idad In ternac ional Menndez Pe layo , 1981 ,pgs . 435-472, as como La invencin de la l i teratura espaola y Tres lecruras de los cls icos espaoles(Unamuno , Azor n , y Anton io Machado) , en Historia, literatura, sociedad (y una coda espaola), Madrid , Bi bl ioteca nueva, 2000, pgs. 153-190 y pgs 193-227.2 1 6

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    Menndez Pelayo representa para Unamuno a la vez el casticismo y la abertura a Europa, si bien Unamuno seala en l una evolucin desde el dogmatismojuvenil a una postura abierta en la madurez. Menndez Pelayo... que surgi a lavida literaria defendiendo con bro en La ciencia espaola la causa del casticismo,dedica lo mejor de su Historia de las ideas estticas en Espaa, su parte ms sentida,a presentarnos la cultura europea contempornea, sazonndola con una exposicin aperitiva (III, 172). La postura de Unamuno frente a Menndez Pelayo tiene m uchos m atices, pero p redom inan el respeto y la admiracin a pesar de las objeciones. De hecho, Menndez Pelayo no cuadra en ninguno de los dos polos de lapolmica. Como despus Unamuno, trat de trascenderla llegando a las raices. Pero, adiferencia de U namuno, Menndez Pelayo despreciaba el periodismo y el ensayismo, ypensaba que para hablar de historia hay que subyugar la intuicin y la ideologa altestimonio de los documentos. Por eso se hizo cada vez ms positivista y escudriado r de archivos-'".

    Las curs ivas son mas y pre tenden l lamar la a tenc in sobre e l hecho de que- a n te s s iqu ie r a de que ha ya de c id ido a de n t r a r m e e n l a l e c tu r a de l a s ob r a s po l m ic a s de M e n nde z P e la yo - e sa c onc lus in e s , e n t r e o t r a s m uc ha s c osa s , l a quepone e n e n t r e d ic ho una l e c tu r a e s t i l s t i c a de l a ob r a l i t e r a r i a de Una m uno queno pasa por a l to la s informac iones contenidas en los suces ivos pr logos y ep logos como ha s ido cos tumbre hacer lo, n i se deshace de los e lementos que pa re cen a jenos a la co m pr en s i n de l r e la to , n i f inalmente, y po r ob vio que pa rezca ,no r e ba ja l a f i l o so f a de Una m uno a l m e nsa je e xp r e sa do po r uno so lo de susp r o ta gon i s t a s , e l e g ido de f o r m a a r b i t r a r i a po r l o s c r t i c os e n c ua n to dob le a u to b iogr f ico de l au tor .AI que r e r i n t e n ta r so luc iona r l o s m uc hos e n igm a s , c on t r a d ic c ione s o pa r a d o j a s q u e , e n m i o p i n i n , s e g u a n p l a n t e a n d o l a s o b r a s n a r r a t i v a s d e U n a m u n o ,m e v i a boc a da a p r e s t a r m s a t e nc in a l mensaje implcito y a lo que so l a m e n tep o d a o r q u i e n e s t u v i e r a d i s p u e s t o a leer entre lineas. Son esas pa radojas , e sasc on t r a d ic c ione s , c ua ndo no e sa s supue s t a s i nc ohe r e nc ia s p r e se n te s e n Niebla., e nSan Manuel Bueno, mrtir y e n Amor y pedagoga por c i tar slo las t res obrasque he e s tud ia do m uy de te n ida m e n te - l a s que m e l l e va r on a s a l i r de l a f i c c in ya a de n t r a r m e e n l a l e c tu r a de l a s po l m ic a s ob r a s de juve n tud de l c r t i c o sa n ta n -der ino , a s como en la s obras de los kraus is tas e spaoles .Y e l c onoc im ie n to ya de p r im e r a m a no de l a s ob r a s de uno y otros - q u e n oson los hunos y hotros una m un ia nos que s na c i e r on , s in e m ba r go , e n l a e s t e l a deaqul y stos m e ob l iga a d i sc r e pa r ho y no so l a m e n te de esa va lo r a c in l t im a d ela s o b r a s d e U n a m u n o y M e n n d e z P e l ay o , s i n o t a m b i n y a n t e t o d o d e la a d m i r a c in de Una m uno po r l a ob r a de M e n nde z P e la yo que , s e gn e l p r o f e so r M or n Ar r oy o , p r e do m ina r a a pe sa r de la s ob je c ione s nic o pu n to que , e n de f in i t i va , de be im por t a r nos a qu .S i b i e n U n a m u n o p a r e c e h a b e r r e c o n o c i d o implcita y explcitamente c ie r tomr i to a la Historia de las ideas estticas en Espaa, s i pudo se a la r explcitamenteuna e vo luc in de sde e l dogm a t i sm o juve n i l de M e n nde z P e la yo a una pos tu r a-'" C. Morn Arroyo, Alma nacional, El oven Unamuno en su poca, (coord. T. Berchcm y H . L aiten-berger). Junta de Castilla y Len, Consejera de Educacin y Cultura, 1998, pg. 12, n. 2.

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    - m s - abierta en la madu rez, y aun cuand o separa a Menn dez Pelayo de sus secuaces, que yo sepa, Unamuno jams lleg a considerar Historia de los heterodoxos espaoles como un libro de historia en el que el autor hubiera sido capaz desubyugar la intuicin y la ideologa al testimonio de los documentos y slo aduras penas debi de reconocerlo de Historia de las ideas estticas.As, cu an do en 193 2, a raz de la segunda edicin de Historia de los heterodoxos espaoles y muerto desde haca veinte aos e l autor , Unamuno, a l hablarpor primera vez? explcitamente de ella, no dijo otra cosa sino: Qu obra deperiodista! De periodista, s. Y no era chica la ojeriza que don Marcelino le haba cobrado al periodismo! [...] Y hojas volantes las pginas del libro, profundamente periodstico, de don Marcelino! Hojas volantes! Y das, y aos, y siglosvolantes y volanderos. Y mientras separ a Menndez Pelayo de sus secuaces,tambin afirm que en todo su juicio sobre el siglo XIX, el de la revolucin liberal, se ve que don Marcelino no logr penetrar en el fondo de l, no logr verla agona de una fe que se le antojaba sin heterodoxias apenas^!.Y no dir ms aqu de lo que pudo declarar explcitamente Unamuno acercade su maestro, acerca de los maestros. Por mi parte, pienso hoy que lo ms ntimo de sus pensamientos respecto de todos ellos sigue escondido en sus novelasy en sus ensayos. Son ellas las que deberan servirnos de gua para conocer entoda su complejidad a Unamuno y a su poca. Mas lo que nos faltara entoncessera una verdadera estilstica que permitiera leer entre lneas e interpretar conmayor seguridad la obra narrativa y ensaystica de un escritor heterodoxo.No creo equivocarme si digo que Amor y pedagoga, Niebla y San ManuelBueno, mrtir y tres historias m s y sus respectivos segundos prlogos aadidos

    en 19342, 1935^, y 1933 delatan que, hasta el final de su vida, y mucho msall de cierta incomprensin de Menndez Pelayo para con sus coetneos, loque ms debi de disgustar a Unamuno fue el tono polmico y satrico que el joven M en n de z Pelayo utiliz para atacar injustamente a varias generaciones dekrausistas, los heterodoxos de la Espaa decimonnica.Eso es lo que revela implcitamente el prlogo a San Manuel Bueno, mrtir ytres historias ms, escrito en 1933, en el que entre lneas se puede leer una condena de la intransigencia del joven polem ista.De la misma manera, no tengo la menor duda de que en el Apndice al Tratado de cocotologa t Amor y pedagoga, redactado en 1934, son las manipulaciones a las que estaban dando pie las obras de Menndez Pelayo en mano de la derecha espaola y muy en particular Historia de los heterodoxos espaoles las quedebi de temer, no sin razn, Unamuno.Si sigue siendo dem asiado tem pra no para que perfile la hiptesis que fundamentada en Strauss pretenda comprender por qu el Unamuno maduro no atacnunca explcita y abiertamente a Menndez Pelayo, ni a otros muchos de suscontemporneos de los que discrepaba hiptesis que deber ir ms all de la supuesta cobarda invocada por el joven Unamuno, es hora de que veamos cmo se las arregl para soltar en indirectas lo que pensaba realmente de las obrasdel santan derin o. Y quiz no solamente de las suyas, sino tam bin de las de quienes fueron blanco privilegiado de ellas.

    " Cf. M. de Unamuno, Don Marcelino y la Esfinge, O. C, V, pgs. 505-50 8.2 1 8

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    3 . H U E L L A S D E L I D E A R I O ( R E L I G I O S O ) K R A U S I S T AE N SAN MANUEL BUENO, MRTIRPor ms que mi intento de leer Niebla en clave irnica me hubiera convencido de que los hallazgos cervantinos de los que haba echado mano Unamuno pa

    ra tejer su obra ficticia no se reducan a unos inocentes juegos estticos, por msque las elucubraciones y declaraciones del autor acerca del estilo me hubieranconv encid o de la necesid ad de profu ndizar en el valor de la irona, he de confesarque difcilmente vea cmo podra justificar la pertinencia de un enfoque similaruna vez intentara proyectarlo, por ejemplo, en San Manuel Bueno, mrtir y treshistorias ms.Y la iniciativa pareca tanto ms difcil cuanto que tena muy presente cmose suele leer ojal pu die ra escribir se soli lee r!- esa novela. Para empezar, no esintil recordar que, por un lado, se ha solido esgrimir San Manuel Bueno, mrtircomo prueba del carcter resueltamente autobiogrfico de toda la obra narrativa de Unamuno. Por otro lado, de forma muy sistemtica, se ha ledo la novelaprescindiendo del prlogo y las tres historias ms que acompaaban la edicinde 1933, edicin definitiva del texto. De ah que, hasta ahora, me haya referido aSan Manuel Bueno, mrtir, separando luego, entre rayas, y tres historias ms.Sin embargo, qu duda cabe -deca yo, hace tiempo ya- de que los efectosde lectura e interpretacin que se desprenden de San Manuel Bueno, mrtir noson en absoluto iguales cuando se lee esta novela aisladamente y cuando se compagina esta lectura bien con la de Don Sandalio, jugador de ajedrez, bien con lade Un pobre hombre rico o El sentimiento cmico de la vida, por citar slo las dosnovelas contemporneas de San Manuel Bueno, mrtir. Efectos de lecturas que elprologuista no perdi de vista cuan do escribi, por ejemplo:

    Si a alguien le pareciere mal que junte en un tomo a San Manuel Bueno conUn pobre hombre rico, pngase a reflexionar y ver qu ntimas profundas relaciones unen al hombre que comprometi toda su vida a la salud eterna de sus prjimos, renunciando a reproducirse, y al que no quiso comprometerse, sino ahorrarse J- .Finalmente, tampoco es vano resaltar que en estudios de ndole filosfica,

    histrica, etc., se ha acostumbrado citar a Manuel Bueno para demostrar que,al final de su vida, U na m un o, quien hasta la fecha se haba dad o a conocer com oexcitator Hispaniae, haba defendido tesis francamente reaccionarias.Son numerosos los cr t icos que han defendido y defienden este planteamiento, pero quiz sea C. Blanco Aguinaga quien mejor supo reflejar los problemas que planteaba esa interpretacin. As, despus de bosquejar el argumento dela novela, el crtico escriba:Nada, pues, ms lejos del Unamuno agonista y despertador de concienciasque el creador de este prroco [...] y de este Lzaro al revs [...]. Con la creacin

    ' - M. de Unamuno. Prlogo a San M anuel Bueno, mrtir y tres historias ms, Madr id , Espasa -Ca lpe ,1 9 3 3 , p g . 21 .219

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    de estos dos personajes que, a fal ta de fe , buscaban la paz para s y para sus hi jos yh e r m a n o s t o d o s , Unamuno [...] parece renegar de su vida de luchador para volvera l seno ms nega t ivo de la par te con templa t iva de su se r [...J^^ [ los subrayadosso n m o s ] .Interpretacin que, una vez compaginada con las ideas y los problemascentra les que ocuparon a Unamuno en muchas otras obras suyas, l levaba aBlanco Aguinaga a sostener que

    nues t ro au tor rechaza aqu su v ie ja idea de la lucha (oponindose , de paso , a lconcepto soc ia l i s ta de la lucha de c lases ) ; que n iega la impor tanc ia de l p rogreso yd e t o d a p r e o c u p a c i n h i s t r ic a ; q u e d u d a d e l v a l o r t r a n s c e n d e n t e d e l m o d o d e v i da in t rah is t r ico , y que propone e l sac r i f ic io de la conc ienc ia persona l aun a sa biendas de que el sacr if ic io no t iene valor objet ivo alguno. Todas las soluciones aq u e U n a m u n o q u i s o a g a r r a r s e e n d i v e r s o s m o m e n t o s d e s u v i d a p a r a r e s o l v e r s u sproblemas aparecen , pues , rechazadas o pues tas en duda en San Manuel Bueno,mrtir^.

    D e ser sa la interpretacin correcta y ltima de la novela, estaramos abocados a declarar que San Manuel Bueno, mrtir testifica la negacin ms rotundaque se pueda dar de la trayectoria del intelectual comprometido, encarnado hasta entonces por Unamuno. Afortunadamente, las cosas no eran tan fciles. Y noes de extraar, por tanto, que esa conclusin interpretativa no fuera bice paraque Blanco Aguinaga afirmara y estamos aqu en la encrucijada de su crtica:...Y, sin embargo, ms de una vez la lectura de San Manuel Bueno, mrtir nosha sumido en dudas.Junto a los nimos que me han propiciado Pedro Ribas y Manuel Urrutiaambos grandes conocedores de la vertiente filosfica y poltica de la obra deUnamuno son esas dudas lo que me convenci de la necesidad de seguir lainiciativa del crtico. Quiz yo no errara del todo el cam ino cu and o pen saba queexista otra manera de leer San Manuel Bueno, mrtir^. Quiz la forma ms sencilla de reconciliar a Unamuno consigo mismo poda residir en una lectura de lanovela en clave irnica, o sea heterodoxa!?Con estos interrogantes, retom el rumbo de la conclusin que haba sacadode Niebla, es decir, de una conclusin que apuntaba un posible valor ideolgicoy no solamente esttico de los elementos ironizados y parodiados. Y con ello,una visin de la irona que se acomoda mejor a su origen socrtico y posteriortransformacin cervantina que a su acepcin en el romanticismo alemn, recogida luego en las lecturas posmodernas^5_

    -'^ C. Blanco Aguinaga, Sobre la complejidad de San Manuel Bueno, mrtir, novela, Nueva revista deFilologa Hispnica, ao XV, 196 1, 3-4, en Miguel de Unamu no. El escritor y la crtica, (A. Snchez Barbudo,ed.), Mad rid, Taurus, 1990^, pg. 275.'" Ihid, pg. 276 .5 Ms deudora de la tradicin retrica (de los tropos y otras figuras de pensamiento) y de la concepcin romntica de la literatura (en la cual la irona ha llegado a desempear un papel clave) que de la acepcin socrtica de la voz (que una recurso discursivo y visinfilosficadel mundo), la irona se ha convertidoen un com odn casi sinnim o de literariedad o metaliteratura. Si bien es innegable que los romnticos hicieron de la irona el pivote central de la nueva esttica, con Janklvitch podremo s m edir toda la distancia

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    Por lo que se refiere a Cervantes, cmo olvidar la leccin sacada de V. Gaosy encontrada luego en E. Asensio. Al comentar la doble ejemplaridad -esttica ymoral reivindicada por Cervantes para sus Novelas ejemplares, V. Gaos recordaba qu e en materia de m oral, ab un dab an los casuistas refinados y expertos, a losque ni Cervantes ni nadie podra haber engaado. Las novelas de Cervantes noeran abiertamente inmorales, y con esto bastaba para evitarle a su autor un tropiezo. Pero de no ser inmorales a ser moralmente ejemplares hay una gran distancia que no poda salvarse por ms prevenciones que Cervantes tomara^' ' .De la misma manera, al comentar el Retablo de las Maravillas, uno de losEntremeses ms famosos pero tambin ms audaces de Cervantes, E. Asensio pona de relieve que si el tema tena notables antecedentes y escenificaba una burlacon antiguas races folklricas, nadie haba satirizado las ridiculas pretensionesde un a clase social envanecida de su pureza de sangre con tan audaz irona com oCervantes en este entrem s, que toma partido en la contienda acerca de la limpiezade sangre que desgarraba la sociedad espaola^'^.Estas observaciones bastaran para realzar la relacin e ntre recurso discursivoy crtica ideolgica, a la que he aludido antes de citar a los crticos cervantinos.Mas, si nos fijamos e n la idea de Asensio q ue he destaca do en cursiva, es decir, enque al echar mano de la irona Cervantes toma partido en la contienda que desgarraba la sociedad espaola, veremos, po r a adidu ra, que , sin que se pierda suvalor esttico, se disipa la posibilidad de la gratuidad, o mejor dicho el supuesto carcter ldico del recurso. Es decir tambin, que despunta por fin la dimensin de compromiso del ironista, que no dudo en relacionar con lo que Jankl-vitch ha llam ado el circunlo quio de lo serio. Circ unlo quio que , a su vez, se deberelacionar con el origen socrtico del concepto y tambin, cmo no!, con eltrgico final del ironista por antonomasia. El juego existe para la risa y para elplacer -empieza por decir Janklvitch.

    Adem s, no tiene consecuencias ni repercusiones postum as: crea un a especiede oasis en medio de la vida seria, instala su jardn cerrado en el tiempo aparte delocio y la recreacin [...] . Ah ora bien, la irona, en cam bio, no es un parntesis niun enclave den tro del contexto general de lo vivido, o de lo Serio, que constituyeigualmente la totalidad a la que po r destino pertenecem os. [...] es probable que lairona slo sea una seriedad un poco complicada; la irona es un circunloquio dela seriedad. Porque todo lo hu m an o es serio [.. .]3*.

    Po rq u e t o d o l o h u man o e s s e r i o y , p o rq u e s i en d o i r n i co S c ra t e s e r a t amb in ser io , no es de so rprender que e l f i lsofo acabara pagando con su v ida e lque separa esa irona de la genuina irona de Scrates. La irona socrtica impugnaba solo la util idad y la cert idu m bre de un a ciencia de la naturaleza; la i rona rom nt ica im pugn ar a comienzos del s iglo XX, la exis tencia m ism a de la naturaleza . [. . .] En realidad, esa irona no es [. . .] sino una borrac hera de subjetividad trascendental . [ . . . ] As , mientras la sabidura socrt ica desconfia tanto del conocimiento de s mismo como delconocimiento del mundo, y l lega al saber de su propia ignorancia, la i rona romnt ica, en cambio, slo aniquila el mundo para tomarse ms en serio a s misma (V. Janklvitch, La irona, ( t rad. R. Pochtar) , Madrid,Taurus , 1982, pg. 17).^ V. Gao s, Cervantes. Novelista, dramaturgo, poeta, Barcelona, Planeta, 1979, pg. 89.-'" E . Asens io , In t rodu ccin a M. de Ce rvan tes , Entremeses, Madrid , Cls i cos Cas ta l i a , 1970 ,pgs. 2 9 - 3 0 .'* V. Janklvitc h, op. cit., pg . 53 .

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    precio de sus convicciones. De ah que, ai final de su estudio, Janklvitch nodude en declarar que el ironista se burla de los valores porque cree en ellos. Encierta medida, la irona podra ser an ms seria que la seriedades.Pues bien, hechas estas aclaraciones, puedo decir que es ese doble abolengo y el doble valor esttico por una parte, ideolgico por otra parte del recurso lo que sigo reivindicando para la obra del escritor vasco. Es el reconocimiento del valor ideolgico valor ntimamente relacionado con una visindel mundo que tena la irona en las obras de sus respectivos mentores loque, en lt ima instancia, me ha l levado a sospechar que no se podra entenderSan Manuel bueno, mrtir mientras no se relacionara la novela con el contextohistrico de la poca, y, esta vez, muy en particular con lo que llam el ideariokrausista.Prestando de nuevo ms atencin a la lnea discursiva (el prlogo, los comentarios narrativos), as como a algunas seales irnicas (unos adjetivos), es decir, a los indicios textuales que tendran por funcin despertar nuestra suspicaciarespecto del objetivo perseguido por el autor, me di cuenta de que las ideas defendidas p or M an ue l Bue no ideas he tero do xas - remitan a ese ideario krausista.Y eran conforme con ese ideario, tanto desde el punto de vista religioso (credo,sinceridad y discrecin con las mujeres y los nios, tolerancia, etc.), como desdeel p un to de vista socio-poltico (el polmico tema de los sindicatos).En cuanto se lea la novela entre lneas sin deshacerse de ningn elemento ysin emparentar a Unamuno con su personaje, resultaba difcil alegar que SanManuel era un cura renegado, cuando no un ateo, y ms an sostener queUnamuno se haba contradicho o haba renegado de sus ms intimas convicciones. Entonces, lejos de residtar una novela reaccionaria y sin tener que apiadarsede una supuesta involucin de Miguel de Unamuno, se poda empezar a considerar que con San Manuel Bueno, mrtir y tres historias ms Unamuno habapuesto un punto redondo a su trayectoria novelstica.Ahora bien, igual que en Niebla, debo aadir que haba ms, ya que Unamuno no se haba contentado con poner en escena a un krausista cualquiera. Alhacerlo en cuanto confesin postuma, haba vuelto a integrar formalmente en laobra un gnero literario muy parecido al que un krausista de carne y hueso (Gumersindo de Azcrate) haba utilizado para dar a conocer Minuta de un testamento, es decir, su autobio grafa ficticia. Es decir, pareca repetirse la haza a cerva ntina que he mencionado antes , a l hablar en Niebla de los prlogos de t intesmenendezpelayescos.Finalmente, y, a mi modo de ver, es lo ms importante, todo indicaba que,igual que en Niebla, la proeza un am un iana no se cea siquiera a esta doble recuperaci n de paralelos tem ticos y estructurales en tre las dos obras, ya que pod anser algunos de los juicios ms duros de Menndez Pelayo respecto de los krausis-tas lo q ue implcitamente se pona en entredicho en el marco introductorio. Ahora era precisamente en el eplogo donde un tal Miguel tomaba la palabra paraafirmar primero que la novela puede ser historia.

    '' V. Jan klvitch, op. cit., pgs. 146-147.222

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    Y ahora, antes de cerrar este eplogo, quiero recordarte, lector paciente, elversillo noveno de la Epstola del olvidado apstol San Judas -lo que hace unnombre!-, donde se nos dice cmo mi celestial patrono, San Miguel Arcngel-Miguel quiere decir Quin cmo Dios?, y arcngel, archi-mensajero-, disput con el Diablo -Diablo quiere decir acusador,fiscalpor el cuerpo de Moiss yno toler que se lo llevase en juicio de maldicin, sino que le dijo al Diablo: ElSeor te reprenda. Y el que quiera entender que entienda.

    Dado e l con tex to y l a poca de conf l i c tos y t ens iones re l ig iosas en l a que seescribi la obra, crea y s igo creyendo que el deseo y la advertencia expresadosah po dr an ser l e dos tal y com o nos inv i t aba a hacer lo e l na r ra do r co n l a l t i ma f r a s e d e l a c i t a aq u r ep ro d u c i d a , q u e d e o t ro mo d o r e s u l t ab a i n co mp ren s i b l e - co mo u n g u i o i r n i co , p e ro n ad a g ra t u i t o , a u n a d e l a s ms c ru e l e s s en t en c i a s d e Men n d ez Pe l ay o .D e h ec h o , h ab a p o ca s l n eas ms r ep re s en ta t i v a s d e l a f al ta d e co m ed i m i en t o q u e la s q u e el j o v en e ru d i t o cn t ab r o d ed i c , p o r e j emp l o , a Fe rn a n d o d e Cas t r o , d e q u i en n o v ac i l en d ec l a r a r q u e t r a t n d o s e d e u n cu ra r en eg ad o , p o coimpor ta que fuera ms o menos spero e l sendero que e l ig i para ba ja r a los in -fiernos"*".En cambio , l a mora le ja de l vers i l lo noveno de l a Ep s to la de San Judas pod a se r l e da como la a t inada cor roborac in por par t e de l ep i logu i s t a de l as conv icc iones y c reenc ias ms s inceras de a lgunos de los k raus i s t as . P ienso en par t i cul a r en G u m e rs i n d o d e A zc ra i e , cu y o t e s t ad o r fic tic io , d e s p u s d e l a l a rg aconfes in , in ten taba t ranqu i l i zar a su mujer acerca de su des t ino pos tumo ref i r i n d o s e a l mi s mo ep i s o d i o d e l E v an g e l i o .Y an tes de que se me acuse de parc ia l idad a l a hora de sacar una conclus in-ya def in i t iva? respec to de l a re l ac in de Unamuno con uno y o t ros maestros,an tes d e qu e p ue da ex po ne r con Strauss cules son los m vi le s y las conv icc iones f i losf icas que podr an haber l l evado a Unamuno a p refer i r u t i l i zar o t rav ez e s t r a t eg i a s a l u s i v as p a ra t r a t a r d e u n t ema t an can d en t e co mo e ra e l d e l acu es t i n r e l i g i o s a , me r e s t a p o r ex ami n a r ah o ra p o r q u s e p u ed e d ec i r q u e e sc o n Amor y pedagoga c o n la q u e U n a m u n o t o m , p o r p r i m e r a v e z, e l r u m b oce rv an t i n o ' " -d e fo rma i n s u p e rab l e ad ems .

    ^^ M. Menndez Peiayo, Historia de los heterodoxos espaoles, I, Madrid , CSIC, 1992 , p . 1315 .^' fil leer el muy sugestivo anlisis de Paz en la guerra de J. Juaristi , quien destaca la presencia de elementos de la novela fueris ta en la novela unamuniana, se puede incluso pensar que Unamuno no ha hechoms qu e tecoirer ese sendero cervan t ino. Segn Juaris t i , Paz en Ui guerra es la ms contundente refutacin dela l i teratura his trico-legendaria que comienza con el Voyage en Navarre y l lega a su culminacin en Amaya,pero la ruptura unamuniana se produce desde el interior mismo de aquel la t radicin l i teraria, mediante unamagis t ral ut i l izacin homeopt ica de sus mismos recursos narrat ivos (El linaje de Aitor La invencin de Utradicin vasca, Madrid , Taurus , 1987 , pg . 268) .

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    4 . AMOR Y PEDAGOGA: E N LA E S T E L A D E C E R V A N T E S ,A L A E S C U E L A C O N L O S M A E S T R O S K R A U S I S T A SSi en un primer momento haba credo que San Manuel Bueno, mrtir iba aser la novela de Unamuno que pondra en entredicho el intento de leer su obra

    en clave irnica, fue, en realidad, Amor y pedagoga, es decir, la nica novela delescritor que de forma casi un ni m e ha ba sido reconocida c om o irnica, la quems y mayores problemas me plante para llevar a buen puerto mis anlisis estilsticos.Ya superado el escollo, puedo confesar que si me result tan difcil cumplircon el propsito que me haba fijado, fie precisamente porque se haba calificado esa novela de irnica, sin que nunca nadie explicara luego lo que entendapor ello, ni sobre todo intentara explicar por qu Unamuno podra haber elegidoeste recurso discursivo (cuyas manifestaciones, como mucho, se haban ido catalogando) para contarnos las mal(andanzas) de Apolodoro, hijo de Avito y Marina, can dida to a genio y pupilo de don Fulgencio, el filsofo extravagante. O , pordecirlo de otra manera, a qu venan tantas paradojas y juegos de palabras,tantas c om binacio nes e incluso unas pajaritas de papel, si solamente se trataba dedar a conocer una novela ntimamente relacionada con el mundo de la educacin {^2. pedagoga) y quiz con la familia (el amori) como indicaba el ttulo?E ironas de la suerte, si el marco introductorio haba sido poco atendido enla valoracin de otras novelas de Unamuno, en Amor y pedagoga, en cambio, elprlogo de 1902, es decir, el de la primera edicin, iba a ser valorado... sobremanera!As, a la hora de explicar las aparentes incongruencias entre forma (amuchos parecer esta novela un ataque, no a las ridiculeces a que lleva la cienciamal entendida y la mana pedaggica sacada de su justo punto, sino un ataque ala ciencia y a la pedago ga mismas) y con ten ido (es la presente novela una mezcla de bufonadas, chocarreras y disparates, con alguna que otra delicadeza anegada en un flujo de conceptismo) de la novela, se soli -se suele dar por enten did o que no haba qu e buscar m s all de la primera frase del texto.No rezaba as el incipit del prlogo de 1902 que pareca haber sido escritoadrede para disculpar al crtico por no dar en el clavo?

    Hay quien cree, y pudiera ser con fijndamento, que esta obra es una lamentable, lamentabilsima equivocacin de su autor. El capricho o la impaciencia, tanmal consejero el uno como la otra, han debido de dictarle esta novela o lo quefuere, pues no nos atrevem os a clasificarla. No se sabe bien qu es lo qu e en ella seha propuesto el autor, y tal es la raz de los ms de sus defectos. Dirase que, perturb ado tal vez por malas lecturas y obsesionado por deseos poco me ditados, se hapropuesto ser extravagante a toda costa, decir cosas raras, y, lo que aun es peor,desahogar bilis y malos humores. Late en el fondo de esta obra, en efecto, cienoespritu agresivo y descontentadizo.Ya qu e he record ado el trgico final de Scrates y qu e m e faltan pocas pruebas para demostrar que Unamuno es un escritot i tnico, puedo adelantar

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    aqu qu e al invocar esa declaracin p ara explicar la novela vemos c m o un auto rpuede convertirse en la primera vctima del arma de doble filo que deja en manos de sus lectores y crticos al legarles una novela tan sumamente irnica -dem asiado irnica?, ta nt o que resulta realm ente difcil saber qu es lo que en ellase ha pro pue sto el autor.Ahora bien, despus de mis intentos de comprender la irona y su plasma-cin en la obra un am un iana , es verdad que, con el prologuista ficticio nos resistimos a creer que [el autor] no se propon ga ms qu e hacer rer a unos y escandalizar a otros.Despus de pasar revista a ms de veinte contribuciones que trataban deAmor y pedagoga, me di cuenta de que, con unas leves variantes, se repeta el escenario interpretativo de siempre. Es decir, mientras se pona excesivo nfasis crtico sobre algunos elemen tos (por ejem plo, en las susodichas enigmticas e irnicas l neas del prlogo de 1902, en el supuesto carcter autobiogrfico de lanovela), se pasaban por alto y no se tomaban en cuenta, y an menos en serio,

    otros muchos elementos (entre ellos, las informaciones del tardo prlogo-eplogo a la segunda edicin, y curiosam ente, el argu m ento de la novela).Por cierto, poda resultar lgico que los crticos prestaran poca atencin altringulo familiar, ya que en 1902 el prologuista haba dicho que los caracteresestn desdibujados, que son muecos que el autor pasea por el escenario mientras l habla, que el don Avito es un pobre imbcil, que de Marina ms valeno hablar; el autor no sabe hacer mujeres. E incluso se poda darles la razncuando decidan centrar sus anlisis en don Fulgencio, que era, no lo olvidemos,acaso la clave de la novela.Con todo, que ello haya significado -signifique equiparar sistemticamente a don Fulgencio, personaje de papel y t inta, con Unamuno, hombre de carney hueso, haciendo de l el portavoz del autor, basta para demostrar que los crticos atentos a la evolucin poltica de Unamuno se equivocan cuando, al unsono,culpan a la historiografa literaria -literaria? de haber determinado entindase, sesgado la interpretacin de las ideas polticas de Unamuno'*^.De hecho, las conclusiones a las que se llega a partir de un anlisis estilsticode la obra literaria solamente corroboran el compromiso poltico del autor. Porello, siento decir que no existe una historiografa literaria, si entendemos porello rigurosos anlisis literarios de la obra literaria llevados a cabo desde el texto li

    terario y el caso Unamuno no debe ser un caso aislado. En cambio, la situacin en la que nos encontramos ilustrara ms bien que Bajtn no erraba el camino cuando sostena quela estilstica tradicional no conoce esa manera de combinarse los lenguajes yestilos en una unidad superior, no tiene cmo abordar el dilogo social, especfico, de los lenguajes en la novela. Por eso, tampoco el anlisis estilstico se orientahacia el todo de la novela sino slo hacia una u otra de sus unidades estilsticas su-

    ' ' - Cfr . I . Fox, Los intelectuales espaoles y la pol t ica (1905-1914): el caso de Unamuno, VolumenHomenaje a Miguel de Unamuno, (D. Gmez Mol leda ed . ) . Sa lamanca , Univers idad de Sa lamanca , 1986,pgs. \^1'\1^ y M. Urru t i a , Evolucin del pensamiento poltico de Unamuno , Bilbao, Univers idad de Deusto,1997 , en part icular , pgs . 15-16.22 5

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    bord inadas . E l inves t igador p ie rde de v i s ta e l aspec to pr inc ipa l de l gnero novelesco, sust i tuye por otro el objeto de la invest igacin, y , en lugar del est i lo novelesco, ana liza de hech o , o t ra cosa to ta lm ente d i s t in ta . Transcr ibe para e l p ian o untema s infn ico (orques tado) ' ' ^ .Y me parece tanto ms p robable o verosmil que n o se equivoca el crtico ru so cuan to q ue es evidente que las aparentes coincidencias de raigambre autobiogrfica que, hasta la fecha, se han esgrimido para establecer una filiacin Una-muno/Don Fulgencio, no son de ninguna ayuda para desentraar por qu estepersonaje era acaso la clave de la novela.Tampoco permiten explicar el papel que pudieran desempear los ficticiosApuntes para un tratado de cocotologa que don Fulgencio entregaba a Unamunoal final de la novela. A menos, por cierto, que nos contentramos con alegar queconsagran a don Fulgencio en su papel de semi-autobigrafo del autor. Conclusin, por cierto, ineludible despus de que se ha hecho hincapi en la declarada

    aficin de Miguel de Unamuno por las pajaritas de papel a las que defacto sehan solido rebajar los Apuntes.Conclusin ineludible, deca, aun cuando no permite explicar por qu antes de rematar el prlogo-eplogo de 1934 Unamuno se sinti en la necesidadde llamar la atencin sobre el hecho de que los Apuntes para un tratado de cocotologa [...] nad a tienen que ver con un trata do de m ode lado en papel que m ecom prom et a escribir y enfrancsen Pars.Y a la hora de intentar encauzar la trayectoria del novelista, podr uno evitar interrogarse acerca del valor que se ha de dar a otra tarda declaracin del prlogo-eplogo a la segunda edicin de Amor y pedagoga? O sea, al hecho de que,en 1934, Unamuno haba escrito que en esta novela que ahora vuelvo a prologar est en germen y ms que en germen lo ms y lo mejor de lo que he revelado despus en mis otras novelas.Podra existir una relacin entre Amor y pedagoga y San Manuel Bueno,mrtir y tres historias ms?, o entre Amor y pedagoga y Niebla?Y, cmo conciliaresta tarda valoracin positiva de la novela por parte del autor con la recepcinms bien mitigada que los crticos han reservado a Amor y pedagoga, haciendode ella una novela de transicin, o como mucho un esbozo poco o mal acabadode Niebla?

    He aqu algunos de los mucho ms numerosos interrogantes, que, a mi parecer, quedaban sin solucionar a principios de este ao 2002, es decir, cien aosdespus de la publicacin de la primera nivola de Miguel de Unamuno. He aqualgunos de los indicios que podan delatar que estbamos delante de una novelairnica, o, mejor dicho, que parecan indicar que nos las habamos con un escrito r heterodoxo que, a lo largo de su trayectoria novelstica, y muy en particular enAmor y pedagoga, habra elegido adrede unos recursos muy llamativos la irona pa ra escribir entre lneas ;lo que no se atreva a escribir en cristiano? Y no po dra ser que no deseara! hacerlo?

    " M. Bajtn, La palabra en la novela, Teora y esttica de la novela, (trad. H. S. Krikova v V. Cazca-rra), Madrid, Taurus, 1989, pig. 81.2 2 6

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    Es evidente -escriba Caball que el autor dice menos de lo que quiere decir y sus llamadas de atencin sobre ello son continuas, aunque un tanto desalentadoras: dar con la lectura acertada de un texto irnico no es fcil, menos todavasi, como el presente, resiJta una invitacin abierta a sumar significados. Aventuremos, pese a todo, una hiptesis: es posible que la mordacidad satrica de donMiguel se ejercite a costa del krausismo y de su ideal del racionalismo armnico?Acaso la diatriba unamuninana est escrita pensando en la Institucin Libre deEnseanza, con la que discrepaba en ms de un aspecto? (Por ejemplo, el principio de la coeducacin o bien el rechazo de la religin como materia docente). Delo contrario, por qu tomar la psicologa y la pedagoga -las disciplinas que enmayor medida sacaron provecho de las aportaciones de los krausistas espaoles-como eje central de la burla?, y por qu partir de la extravagancia como rasgo ca-racterizador de don Fulgencio, y aun del propio autor de la novela, cuando sabemos que la extravagancia era conducta que don Francisco Giner inculcaba a susdiscpulos con el fin de combatir el conformismo reinante?**"^Pu es s . T i e n e r az n C ab a l l - a cu y a av e n t u ra d a h i p t e s i s in t e rp re t a t i v a m eh ab a ad h e r i d o h ace t i emp o y n o t a rd a r en v o l v e r s o b re e l l a - : d a r co n l a l e c t u ra acer t ada de un t ex to i rn ico no es fc i l . Pero no porque l a irona resu l t e unai n v i t ac i n ab i e r t a a s u mar s i g n i f i cad o s , co mo d i ce l a c r t i c a - t r a i c i o n an d o a s ,qu iz s in saber lo , una concepcin posmoderna de l a i ron a, s ino porque l a i ro n a es an te todo un ethos intencional del autor y valga el nfas is en cada uno delos tres trminos . E n su o r igin aria ac ep ci n et i m ol gic a es deci r socrtica lai ron a es una inv i t ac in a l d i logo , mas un d i logo de carc te r muy pecu l i a r , yaque e l au to r l anza l a inv i t ac in a l l ec to r -oyen te amigo como una invitacin cifrada, i n v i t n d o l e a q u e i n t en t e p en s a r p o r s u cu en t a l o q u e l h a p en s ad o an t e s .C o m o d i c e J a n k l v i t c h :

    La irona toma en consideracin al otro y al mismo tiempo apuesta por susagacidad adivinatoria; ms an: lo trata como el verdadero interlocutor de undilogo verdadero; el ironista se coloca en pie de igualdad con sus pares; respetndolos, rinde homenaje a la dignidad del espritu; les hace el honor de creer queson capaces de comprender... Hay algo ms deplorable que una irona que caeen el vaco, porque no encuentra odos lo bastante finos como para captarla? Portant o, la irona es gnstica. La irona (al meno s la que no es mera burla desdeosao mofa oscurantista) estimula la inteleccin; despierta en el otro un eco fraternal,comprensivo, inteligente. A juego gil, odo fino! La irona es una llamada quehay que [or]; una llamada que nos dice com pletaos, corregios, jzgaos a vosotrosmismos! [...] La irona nos invita a realizar el movimiento intelectual que nos permitir encontrar [...] la contracifra de las cifras, para adivinar las segundas intenciones, leer entre lineas, c omprendera m edias palabras. Esa voz demonaca nos dice:Buscad, y encontraris! Por eso establece entre las dos partes de la correlacinseudolgica una especie de complicidad o consentimiento clandestino basado en

    ' ^ A . Ca b a l l , I n t r o d u c c i n a Mi g u e l d e U n a mu n o , Amor y pedagoga, M a d r i d , E s p a s a - C a l p e , ,199618, pigs . 17-18.227

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    la estima mutua, un vnculo que tiene todas las caractersticas del Encanto^' [lossubrayados son mos].Si aceptamos que la irona es una llamada que hay que or, una voz que establece entre las dos partes una especie de complicidad, tenemos otro remedioque partir en busca de la contracifra de las cifras, en busca del ndice intencionaldel autor, para evitar la deplorable situacin de una irona que cae en el vaco? Y,no podemos aceptar que cuando los hay este ndice se suele encontrar en losprlogos? No es lo que U na m un o record en una carta dirigida al crtico po rtorriq ue o J. Balseiro? En esa carta, desp us de distin guir las figuras del lector y delcrtico, Unamuno aludi al papel interpretativo que recaa en los hombros de ste y subray la importancia del prlogo.

    Qu es, entonces, esta obra? As ha de preguntarse el lector. Pero no; ellector no se pregunta eso. Usted, que es el crtico clasificador, y que acaso lee el libro profesion almen te, para hablar o escribir de l, s, pero el lector no se preg untatal cosa. Se contenta con que le emocione, divierta, instruya, sugiera o acaso leirrite sin preguntarse ms [...]. Como tena razn Hugo al decir que los prefacios interesan muy poco al lector que va en busca del talento del autor -en estecaso se equivoca, el lector va en busca del goce de la obra no de los puntos devista de ste. Para quien, como usted, se proponga estudiar las ficciones de un novelista ser de gran provecho el ndice intencional del autor, pero para el sencillolector, para el consumidor directo el crtico es un intermediario no'*''.

    Que as conste. Mas despus de lo que he dicho ms arriba acerca de la recepcin c Amor y pedagoga, significaba que urga que nos decidiramos a partiren busca de este ndice intencional. Ms an si se quera utilizar las novelas deU na m un o co n otros fines que m eram ente estticos, o si se quiere defender co n lque la filosofa espaola, est lquida y difisa en nuestra literatura, en nuestravida, en nuestra accin, en nuestra mstica, sobre todo, y no en sistemas filosficos*''.En el caso de Amor y pedagoga urga, pues, que intentramos adivinar el secreto estilstico de don Fulgencio, clave de la novela, y quiz no slo de ella.D e hec ho, tan to desde el pu nt o de vista ideolgico, com o desde el pu nto de vista estilstico, existen serios indicios que permiten pensar que don Fulgencio esuna de las piezas clave de toda la trayectoria novelstica del autor igual que losera, de forma complementaria, la sombra de don Antoln Snchez Paparrig-pulos.Vista la complejidad del tema que me queda por tratar aqu y que slo difcilmente se deja resumir, me p erm ito rem itir al lector qu e quiera saber ms d eeste enigmtico personaje, verdadero personaje orquesta de la novela, al prefaciode mi edicin crtica c Amor y pedagoga. All se enc uen tran todos los elementos

    " V. Janklvitch, op . cu., pig. 59.* M. de U nam uno , Carta a Balseiro, O. C. X\', pgs. 827-82 8.' M. de Unam uno, Del sentimiento trgico de la vida, Madrid, Espasa Calpe, 1993'', pg. 304.228

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    que pe rm iten ente nde r lo que separa a don Fulgencio de don A vito, por qu se leha podido equiparar con el autor, por qu son tan im portantes para la com prensin del personaje sus obras ficticias, el Ars magna combinatoria y los Apuntes para un tratado de cocotologa, etc., etc.Aqu, centrndome en estas dos obras ficticias, me contentar con amplificar la dea de personaje orquesta guio apenas disfi-azado a la idea bajtiana detranscripcin para piano de un tem a sinfnico. Son m uch os los indicios estilsticos que permiten pensar que don Fulgencio sintetiza, al tiempo que simboliza, ladimensin terica del krausismo el ideal- en su triple dimensin poltica, religiosa y educativa. A mi parecer, las dos obras de don Fulgencio: el Ars magnacombinatoria por una parte y los Apuntes para un tratado de cocotologa por otra,son una sntesis (1) del Ideal de la Humanidad para la vida, as como d e \- Anal-tica de Krause, ambos traducidos del alemn al castellano, y luego divulgadospor Sanz del Ro; (2) de Las doctrinas del doctor iluminado de Francisco Paula deCanalejas; (3) del Curso de derecho de Ahrens; (4) de las Lecciones sumarias de psicologa de Francisco Giner de los Ros.H e aq u un pe que o catlogo de libros krausistas, cuyos ecos oigo en Amor ypedagoga. Al mencionar entre ellos el opsculo de Francisco Paula de Canalejas,Las doctrinas del doctor iluminado, preten do dos cosas: prim ero sacar del olvido elnombre del verdadero autor del Ars magna combinatoria, que no era sino el filsofo mallorqun Ramn LluU, el Doctor Iluminado, y segundo destapar el nombre del krausista que, por tanto, deba (de) esconderse detrs del Ars magna, osea. Canalejas.En cambio, al mencionar las Lecciones sumarias de psicologa de FranciscoGiner de los Ros no pretendo recordar el nombre de quien ha llegado a erigirsecomo nico representante del krausismo espaol -en particular, en los estudiosliterarios, sino q ue deseo llamar la aten cin sobre el hecho de q ue los krausistas-entre ellos Francisco Giner- destacaron en la redaccin de Manuales para la segunda enseanza. Y he dicho entre ellos, y manuales para la segunda enseanza,porque en lugar de citar a Francisco Giner podra haber citado a su hermanoHerm enegildo, autor de una Teora de la literatura y de las Artes, o al krausista extremeo Urbano Gonzlez Serrano, quien tom el relevo de Giner en el terrenode la psicologa y destac como autor de numerosos manuales de psicologa destinados a la segunda enseanza. Estas sustituciones no habrn de sorprender aquien conozca la visin del estilo traje de Unamuno .

    Traje y estilo son una cosa mism a en el fondo. Pero entendie ndo por traje algo m s ntim o, algo m s profindo, ms vivo, que los perifollos q ue cosen los sastres. Traje es el que u no se hace -d e ordinario por el mod o de llevarlo - y no el quele hace el sastre. Porque el sastre no pasa de ser un estilista. El verdadero traje, eltraje espiritual, se lo hace el que lo lleva. Y de a qu el valor y sentido de las rodilleras y las coderas, smbolos de personalidad, segn hemos establecido en nuestroAmor y pedagoga*'^.

    '* M. de Unamuno, Traje y es t i lo Alrededor del estilo, O. C, XI, pg . 802 .2 2 9

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    Esa visin del estilo traje intercambiable, adems tampoco sorprender aquien recuerde lo que dice el narrador de Amor y pedagoga cuando se nos presenta a don Fulgencio: El traje lo lleva de retazos hbilmente cosidos, intercambiables.Mas quiz se entienda mejor por dnde podan ir los tiros si aado que, segn Menndez Pelayo, sera cosa tan difcil como estril tejer un catlogo de todos los krausistas puros que ha n publicado algiin trabajo. Ledo un o, pue de jurarel lector que se sabe de memoria a todos los dems. La misma doctrina, los mism os barb arismos '". Asimism o, si hasta el da de hoy, han pasado desapercibidaslas afinidades ent re la lgica luliana y la krausiana, puestas de relieve por Francisco de Canalejas, he de recordar aqu lo que Menndez Pelayo opin de esa interpretacin. Prueba de que, en aquel entonces, s haba ms de un lector advert i d o . . .

    l^s posteriores vicisitudes del luiismo importan mucho en la historia de lafilosofa, y quiz alguna vez las escribamos; pero no hacen al caso en esta vindicacin . [...] El Sr. Canalejas ha m ostrad o deseos de renovarla, pero con cierto saborkrausista o teosofa hegeliana, que haba de agradar poco al doctor iluminado, silevantara la cabeza'**.

    Pues bien, si el Sr. Canalejas haba mostrado deseos de renovar la filosofamstica de Llull -que haba de agradar poco, no s si al doctor iluminado, peronada indudablemente al maestro santanderino-, inti l decir que, por su parte,don Miguel renov la filosofa de Cervantes. Y nos ofreci una pequea joya dehumorismo cervantino cuando estiliz la filosofa krauso-luliana para llevarla alterreno de la novela.A la luz de estas informaciones de carcter libresco, no me cabe la me