A.a. Attanasio - El Lobo y La Corona

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  • A. A. ATTANASIO

    EL

    LOBO y la

    CORONA

    Traduccin: BEL ATREIDES

  • Ttulo original: The Wolf and the Crown

    Diseo de la cubierta: Kitxu Snchez (Mltiples 948-131972)

    Primera edicin: noviembre de 1998

    1998,byA.A.Attanasio

    1998. de la traduccin: Bel Atreides

    1998 de la presente edicin: Ediciones Apstrofe, S.L., C/ Llan, 41. 08015 Barcelona Tel. (93) 226 94 86

    ISBN: 84-455-0172-0

    Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del Copyright, bajo la sancin establecida en las leyes, la reproduccin

    parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico,

    y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblico.

    Impreso por Tesys

    Depsito legal B-44.637-1998

    Printed in Spain

  • Para mis hermosas guerreras, Alexis y Zo.

  • Abandonados por nuestros sueos, sin otro ropaje que nuestras historias,

    sin ms alimento que las estrellas, las cuatro direcciones por abrigo y proteccin,

    y el espritu de todo lo que amamos por nuestro nico compaero,

    vivimos como guerreros de una Orden peligrosa, campeones de ternura

    que por la virtud batallamos en la guerra implacable de la supervivencia.

  • VERANO:

    Un castillo espiral en el bosque doloroso

  • Arthor Saca la Espada La espada surgi tan fcilmente de la piedra que Arthor slo pudo quedarse

    all, de pie, asombrado, con la empuadura de oro en su mano temblorosa y la hoja argntea resplandeciendo a la luz del sol. Trat de devolverla de inmediato a la roca negra en cuya hendidura permaneciera tanto tiempo inmvil, imperturbada. Pero la roca no aceptara la hoja ya ms. La espada se le desliz del puo y habra repicado en aquella piedra como un yunque y cado al suelo, si no la hubiera agarrado con premura otra vez.

    La empuadura de oro pareca preternaturalmente destinada a su palma y sus dedos, y la hoja cortaba ligera el aire como una extensin natural de su brazo. Desde la distancia al pie de la colina, abajo en las faldas de Mons Caliburnus, una pequea congregacin de gente profera gritos y alaridos al ver la espada tan simplemente extrada de la piedra. Eran stos los espaderos y sus patrones, los mercaderes y guerreros que haban acudido a Camelot para el tercero de los festivales quinquenales que conmemorara el emplazamiento de la espada en la roca por el mago Merln.

    Slo momentos antes, Arthor haba intentado comprarles una espada para su hermano Cei, que haba estropeado su arma en el camino peligroso desde White Thorn, su morada en Cymru. Los espaderos se haban burlado de l, un andrajoso sirviente sin una moneda ni nada de valor que darles a cambio.

    l haba marchado monte arriba, desalentado, arrastrando los pies y pateando pequeos arbustos y dientes de len entre el trbol amarillo. Ni siquiera habra tratado de tocar la espada, si no hubiera recordado haber visto esta arma milagrosa en otra ocasin.

    Justo unos das atrs, en su viaje a Camelot, Arthor haba sido desviado hacia los montes huecos, el reino de la plida gente de la tradicin celta conocido como los Daoine Sd. Estos dioses clticos no eran slo tradicin eso lo saba ahora, por el contrario, eran muy reales y tal conocimiento turbaba dolorosamente su mente cristiana. En los montes huecos, haba visto maravillas que sacudan los mismsimos fundamentos de su fe: seres fericos que pretendan engaarlo y lamias vampricas que casi lo despedazan; Noche Brillante, prncipe de los elfos, haba conversado con l; y peor aun, haba confrontado al dios vehemente que las tribus del norte llaman Furor y observado con espanto su enloquecido ojo nico. El Furor lo habra destruido all mismo de no haber sido por Merln, que apareci en el ltimo momento para blandir esta espada milagrosa y detener a la rabiosa divinidad. Arthor escap, as, con su vida intacta... y su cordura casi destrozada.

    Esta era aquella espada, comprendi mientras la tajante verdad lo pasmaba y se vea obligado a apoyarse en la piedra negra. Era un sueo?, inquiri de su alma amedrentada. Es esto un sueo?

    Las voces clamorosas que gritaban desde abajo le confirmaban que estaba despierto. Y la luz del sol rebotaba en la hoja clara para herirle los ojos y grabarle al fuego en el cerebro la forma precisa que Arthor recordaba de su trnsito furtivo por el inframundo. Cmo puede ser?

    Los espaderos y guerreros llegaban corriendo desde abajo y gritndole: "Muchacho! Muchacho! Deja esa espada!"

    l quiso obedecerles de inmediato. Pero, de nuevo, la piedra se negaba a recibir la hoja. Se volvi y alz el arma, con un desventurado encogerse de hombros, para mostrar que haba tratado de hacerlo y haba fallado.

    Merln y Arthor

  • La airada multitud se aproxim amenazadora; despus sus gritos cesaron de

    golpe. Arthor pens por un momento que la belleza de la espada los haba silenciado. De pronto, una voz oscura surgi de detrs de l, hacindole saltar y casi perder la hoja.

    "La espada ha sido extrada!" Merln apareci por el precipicio de Mons Caliburnus, como sostenido por alas

    invisibles. Sus ropas azul medianoche tremolaban con la brisa del ro y su sombrero de alas anchas, con su cima cnica, le arrojaba una sombra oscura sobre el rostro.

    "La espada ha sido extrada! Doblad la rodilla ante vuestro rey!" "Pero si es un muchacho!", grit uno de los guerreros en el mismo momento

    en que la mayora de la gente cay reflejamente de hinojos ante la imponente presencia del mago.

    "ste no es cualquier muchacho." Merln se acerc a Arthor y le puso su largo brazo sobre los hombros. Vestido con un jubn de camo, el cabello corto y tieso como un erizo, y su plida faz de rosadas mejillas con la quijada flcida de puro so-brecogimiento, Arthor pareca en efecto un bisoo mochil. "Este joven es Aquila Regalis Thor, alto rey de toda Britania. Arrodillaos ante l o quedad desterrados!"

    El imperativo en la voz vibrante de Merln puso a todo el mundo de rodillas. Arthor, mudo de asombro, se volvi para mirar al mago. Tan de cerca, poda ver el hilado carmes de los smbolos astrolgicos y emblemas alqumicos en la urdimbre azul. Y bajo la sombra del chapelo, descubri un perfil fuerte y aoso, plido y cacaraado como si hubiera sido esculpido en piedra.

    "No digas nada", le susurr el mago. "Sostn la espada en alto y marcha monte abajo hasta tu palafrn. Con lentitud. Recuerda, t eres el rey. Condcete con porte regio."

    Arthor obedeci, aunque su corazn le farfullaba en el pecho y velaban su mente dudas y multitud de interrogantes. Todos los ojos dirigidos hacia l lo contemplaban atnitos y maravillados.

    Ninguno se atrevi a hablar, excepto un aprendiz de espadero, un muchacho no mayor que el mismo rey, que grit dcilmente: "Larga vida al Rey Arthor!"

    El sonido de su nombre maridado al ttulo de rey le oprimi el corazn aun ms fuerte en el pecho dejndolo casi sin aire y estupefacto. Y, si hubiera podido hacerlo, habra bendecido a aquel aprendiz de herrero por no burlarse de l.

    Merln abri camino monte abajo hacia el caballo de Arthor, de cuya silla colgaba an el escudo mellado del joven. La abollada imagen de la Virgen Bendita mir tristemente a Arthor mientras ste marchaba rgido hacia delante, la espada en alto. El ver a la Santa Madre le record al joven guerrero las muchas batallas en que haba luchado por su padre adoptivo Kyner, jefe de los celtas cristianos, y baj la deslumbradora hoja.

    "Qu estratagema es sta?", inquiri Arthor e hizo gesto de entregarle el arma al mago.

    "Estratagema ninguna, Arthor", replic Merln tomando por la brida el caballo gris y conducindolo alrededor de una erupcin de moreras y limeros. "Has extrado de la piedra la espada Exclibur. A partir de este momento, eres el rey legtimo de toda Britania."

    "Yo?" Arthor sacudi la cabeza. "Imposible. No soy sino el sirviente de lord Kyner. Soy un bastardo, vstago de una violacin, engendrado por un saqueador sajn en una annima campesina de Cymru."

    Merln dirigi sus argnteos ojos fros al muchacho tembloroso y dijo serenamente: "No, Arthor. No eres ningn bastardo, ni el resultado de un violento ultraje. Eres el hijo nico de Uther Pendragn e Ygrane, reina de los celtas."

    Camelot

  • Sobre la garganta verdeciente del ro Amnis, en una meseta elevada, la inacabada ciudad-fortaleza de Camelot se hallaba rodeada de campos cubiertos por los bloques de los picapedreros.

    Las incompletas cortinas de muralla, almenas, las torres an en esqueleto contemplaban en las laderas un carnaval de tiendas y de cromticos pabellones, mientras el tercero de los festivales quinquenales estallaba jolgorioso. Msicos y juglares divertan a las masas de britorromanos y celtas congregados en la amplia campia esmeralda para celebrar su unin contra las tribus de paganos invasores.

    Un rpido jinete carg a travs d los campos de juego, donde diversos competidores probaban su destreza con el arco, en el tiro de la jabalina y el arte de la espada. Gritos de protesta siguieron al jinete hasta que la multitud oy lo que aqul anunciaba: "La espada! Exclibur ha sido arrancada de la piedra!"

    Los flautistas, msicos y acrbatas, entonces, quedaron quietos y en silencio, y murmullos excitados recorrieron la festiva muchedumbre alrededor de las mesas de banquetes y de los coloristas pabellones de juego. Toda actividad carreras de cerdos, el tira y afloja de la cuerda, danzas, tiro al blanco y competiciones a caballo se detuvo al instante. Bajo los orgullosos chapiteles, los pisos del andamiaje contra los parapetos y los terraplenes a medio construir, las ondas de una excitacin callada se imponan a la turba festejante.

    "Es eso verdad?", pregunt Severus Syrax, cuando el jinete se desliz de su corcel y se inclin ante el pabelln de comandantes, cuyas lonas exhiban tanto smbolos cristianos como emblemas clticos ornadamente nudosos. El adusto magister militum de la gran ciudad de Londinium haba sido el primero en emerger abruptamente del pabelln a los gritos del heraldo. Sus rasgos persas, perfilados por las lneas precisas de su barba oscura y sus rizos negros elegantemente peinados, vibraron de sorpresa. "Quin ha sacado la espada?"

    "Un muchacho, mi seor magister", jade el jinete. "Un muchacho con un nombre muy largo... Aquila Regalis Thor..."

    "Arthor!", grit Kyner estupefacto. El corpudo jefe celta, que vesta una tnica blanca blasonada con la cruz escarlata, surgi del pabelln y se alz tras el viperino Severus Syrax. Los rticos ojos azules del celta se abrieron ms y ms al ver que el mensajero hablaba seriamente y la spera mano del guerrero ascendi hasta la boca y cubri su mostacho ponderoso como si quisiera contener un grito atnito. "Mi hijo...Arthor?"

    Severus Syrax apart al jadeante jinete y seal con un dedo anuloso los pastos estivales por los que la figura larga, vestioscura, de Merln se aproximaba portando de la brida a un palafrn. Y sobre el lomo del bruto... el joven Arthor, con la espada en alto.

    "Santa Madre de Dios!", grit Kyner como si lo hubiesen apualado. "Es Arthor!"

    Obediencia y Desafo

    Merln condujo al montado guerrero a travs de una ingente turba festiva que lo observaba silenciosa y por los herbosos campos de torneo, donde los combatientes quedaban pasmados al ver a aquel tosco muchacho sostener Exclibur en alto con ambas manos. Se movieron lentamente como en regia procesin y slo la severa presencia del mago impidi a la nutrida muchedumbre mofarse a gritos del joven en su jubn de camo.

    "ste es vuestro rey!", anunci Merln potente cuando hubieron alcanzado el espacio ante la puerta principal de la ciudad. Se detuvieron frente al gran pabelln de lona amarilla y oriflamas prpura donde los seores de la guerra y los jefes permanecan en mudo estupor. "ste es el que ha arrancado a Exclibur de la piedra. De rodillas ante vuestro seor, el alto rey de Britania, el hijo nico de Uther Pendragn e Ygrane, reina de los celtas: Aquila Regalis Thor!"

  • La voz poderosa de Merln rod por la campia y estall en ecos en la vaca fortaleza detrs de l. Al instante, la multitud cay de hinojos. Slo los seores de la guerra y los jefes reunidos ante el gran pabelln permanecieron de pie hasta que Merln los mir; Kyner hinc dubitativo entonces una rodilla.

    "Levntate, loco!", le espet Severus Syrax. "No te das cuenta de que es un truco del mago? No es ms que tu chico, Arthor."

    Kyner no se movi. De repente, un millar de inocentes detalles ignorados durante los quince aos pasados encajaron en la prodigiosa comprensin de que este muchacho, que l tomara por un descastado, el burdo vstago de un pagano y una campesina, era de noble origen. Incluso el verdadero hijo de Kyner, Cei, el cariancho bravucn que reprendiera a su hermano adoptivo todos estos aos aconsejando al bastardo no abandonar su lugar entre los sirvientes, comprendi de golpe que Merln deca la verdad porque haba cado de rodillas antes que todos los dems.

    Urien, el celta de la Costa, de pecho desnudo y cabello blondo como la sal, habl con fuerza: "Si este muchacho es en verdad el hijo de nuestra antigua reina Ygrane, tendr para toda mi vida mi alianza. Pero he de or la verdad de boca de la mujer que fue mi reina... y no de un hechicero."

    El viejo Lot de las Islas Septentrionales, desnudos los hombros al uso celta y vibrante su gran mostacho con su spera respiracin, permaneci detrs de Urien y no dijo nada. Su pelirroja y brujesca esposa, Morgeu la Fey, no apareca por ningn lugar.

    "Y yo hablo por los seores de la guerra britnicos", salt Severus Syrax otra vez. "Har falta algo ms que un mago para elevar a este chico al trono. Y aunque sea el hijo de Pendragn y de Ygrane, no es ms que una criatura. Tan desesperados estamos como para ponernos en manos de un cro?"

    Slido y con una cabeza sin cuello como un bloque de piedra, Bors Bona se golpe con el puo la coraza de cuero y grit: "Un hombre probado queremos por rey!"

    Marcus Dumnoni, el rubio comandante del Oeste, no dijo nada pero, cuando los dems se tornaron para marcharse, l los sigui. Instantes despus de la presentacin del Rey Arthor por Merln, los campos haban empezado a vaciarse mientras los jefes y seores de la guerra reunan a sus gentes y tomaban el camino a casa en los diversos rincones del turbado reino isleo.

    Kyner y Cei

    Kyner y Cei se aproximaron al rey montado en su animal y se arrodillaron ante l con cabezas inclinadas. "Mi seor!", cruji dolorida la spera voz del jefe celta. "Podrs perdonarnos que te hayamos tratado como a un sirviente toda tu vida?"

    "Padre!" Arthor hizo gesto de desmontar y Merln trat de disuadirlo con mirada reprobadora. El muchacho ignor al mago y salt de su montura. "Levntate, padre. T nunca has de inclinarte ante m."

    Kyner se neg a moverse y sigui con el rostro abatido y la mirada en el suelo. "Inclino la rodilla ante mi rey. Me otorgars tu perdn?"

    "No hay nada que perdonar, padre." "Yo no soy tu padre..." Kyner habl con dbil voz. "Uther lo fue. Yo me he

    limitado a darte techo... un sirviente en mi morada. Estoy avergonzado de no haberte mostrado mayor caridad."

    "Avergonzado?" Arthor entreg Exclibur a Merln, que la acept reluctante y aferr el codo del chico con la mano libre. Arthor se zaf de l y se acerc al jefe arrodillado. "T me instruiste en las enseanzas de nuestro Seor. T me obligaste a leer y escribir en griego y latn. Me llevaste contigo en todas tus misiones diplomticas a Galia y me mostraste las cortes reales del ancho mundo. Y a pesar

  • de mi actitud hosca, a pesar de mi ingratitud, me ofreciste un honroso lugar a tu lado en el campo de batalla. Me has tratado tan bien como a Cei, tu propio primognito."

    Cei gimi. "Mi seor... ten misericordia de m!" "Cei, t eres mi hermano." El largo cuerpo de Cei se estremeci. "No te burles de m, seor." "Burlarme de ti?" Arthor se arrodill ante ellos. "Slo vosotros dos de entre

    todos los jefes y seores de la guerra me aceptis como rey. Con esto, me habis mostrado que sois realmente mi padre y mi hermano. Dure lo que dure mi reinado, nunca os considerar menos que eso."

    Merln tom del hombro a Arthor y lo puso fsicamente de pie. "Eres rey. T no te inclinas ante nadie ms que Dios."

    "Entonces levantaos... hermano, padre", dijo Arthor y se libr de Merln con una mirada de enojo. "Erguos, que pueda ver vuestros rostros otra vez."

    Kyner y Cei obedecieron. Lgrimas le velaban al jefe sus ojos de lobo rtico al mirarlo con orgullo bajo su frente prominente. El rostro ancho, macizo e imberbe de Cei se vea lvido y temeroso.

    "Tenis que ayudarme", les dijo Arthor mirando con urgencia de uno a otro. "Yo no esperaba esta... esta inmensa responsabilidad. Yo... no s qu hacer. Por favor, ayudadme. Vosotros me conocis mejor que nadie. Si en verdad soy rey, tal como dice Merln, entonces vosotros sois los mejores hombres del rey. No me abandonis a este destino. Ayudadme a cumplir la misin que Dios ha puesto ante m.

    El Consejo de Merln

    Merln tom a Arthor por el codo y lo apart del jefe celta y su hijo diciendo: "Debo hablar con el rey en privado."

    Arthor intent librar su brazo, pero la tenaza del mago era inquebrantable. "Lo que tengas que decir, Merln, dilo ante estos buenos hombres, mi padre y mi hermano."

    "En privado, mi seor." La severa mirada en los ojos hondos de Merln no admita protesta.

    Arthor se encogi apologticamente de hombros y permiti que Merln lo guiase junto a las torres inmensas y a travs de la puerta abierta al concurrido interior de Camelot. Dejaron atrs carretadas de bancos y taburetes, y el mago port al joven a la estancia central. La enorme cmara estaba llena de las entoldaduras y cobertizos de labor de los albailes.

    "Desde aqu, gobernars tu reino", dijo Merln sealando con un gesto grande de Exclibur la arquitectura en ascenso. "Si puedes unir Britania." Not de pronto la espada en su mano y se la pas al joven. "Ten, toma esto. Es tuya... y la ne-cesitars."

    Arthor acept el arma con ambas manos. En el espejeante azul del plano de la espada, vio su rubia faz demasiado joven para la barba y su cabello atejonado brotando en rebeldes pas. "Yo, rey?" Contempl a Merln con esta pregunta sinceramente impresa en sus ojos mbar. "Por qu?"

    "T eres el hijo, el hijo nico, de Uther Pendragn y de Ygrane, que fue reina de los celtas." Merln se quit el sombrero y revel un rostro hrrido, un largo crneo cetrino y ojos de cristal roto en rbitas profundas como cuencas de dragn. "Te ocult en White Thorn con Kyner para que estuvieras a salvo de tus enemigos... en especial de tu media hermana, Morgeu la Fey, que te habra asesinado."

    A Arthor se le encogi el estmago al or nombrar a la hechicera Morgeu. "Vino a m..." Su propia voz le suena lejana.

    "S, ya lo s." Merln tom al chico por los hombros con sus manos arailes y lo sent en un banco de carpintero. "Ella misma me lo ha dicho."

  • "Me sedujo, Merln." El rostro ya lvido del muchacho palideci an como el de un cadver. "Yo no lo saba... Cre que era otra persona... Yo... yo... me acost con ella en la noche... era oscuro..."

    "Escchame, mi seor." Merln se inclin hacia l y su rostro ajado colm la mirada de Arthor. "Lo que hiciste lo hiciste sin saberlo. Pero lo que est hecho hecho est. Morgeu la Fey porta tu hijo."

    "No!" La espada habra cado de la mano de Arthor, si Merln no la hubiese cogido y la hubiese apretado de nuevo contra la palma del muchacho.

    "S fuerte, mi rey. S fuerte!" Merln se sinti tentado a usar su magia en el joven, pero saba que sta no tendra un efecto duradero. "Este es el dolor que conlleva la verdad de tu destino como alto rey de Britania. La salvacin de nuestro pueblo tiene un precio."

    "Por qu?" Lgrimas rezumaron de los ojos de Arthor. "Por qu lo ha hecho? No comprende que nos ha condenado a los dos al infierno?"

    "Oh, lo comprende perfectamente, mi seor." Merln sostuvo la temblorosa mirada del muchacho con un mirar helado. "Y ahora eres t quien debe entender, joven monarca, que quien quiera servir al cielo ha de conquistar primero el infierno."

    EL Squito del Rey Arthor

    Procediendo con paso soberano, dos elefantes pintados con colores chillones y extravagantemente empenachados avanzaron por la senda empedrada dejando en su estela una abigarrada procesin de trompeteros, tamborileros, acrbatas, malabaristas, histriones, bufones, comefuegos y tragaespadas. El bullicioso desfile se aproxim a Camelot por la vieja va romana desde el Amnis, donde haba descendido de una barcaza dorada, decorada con cabezas de gorgonas y serpientes de escamas de oropel. Al cruzar el villorrio fluvial de Cold Kitchen haciendo volar sus cometas de alas aduendadas y sus mangas de viento, encontraron al cortejo de Severus Syrax en su partida hacia Londinium. La festiva cuadrilla arrastr a sus seguidores en su marcha jubilosa y los port a todos de nuevo a Camelot.

    Tal haba sido el plan de Merln cuando se le ocurri enviar mensaje a las cortes de las desgarradas Galias anunciando que Britania coronara un monarca aquel esto. Haba invitado a todos los artistas cortesanos que quisieran la proteccin del nuevo rey a acudir a Camelot y exhibir sus habilidades. El es-pectculo de los trompeteantes elefantes y de los artistas vestidos de sedas flagrantes y lentejuelas divirti incluso a las endurecidas tropas de Bors Bona y el seor de la guerra hizo seal a su ejrcito de retornar a los campos de Camelot.

    Severus Syrax mismo se qued atnito sobre su negro corcel rabe. Fabulosamente vulgar y grotesca la procesin al hacerse visible con osos que danzaban a la orilla del camino y malabaristas que arrojaban sus antorchas y destrales, el magister reconoci la gloria que flua hacia Camelot... y hacia el rey. Eran stos los habitantes de un eterno carnaval, la celebracin de poder que perteneciera en otro tiempo a Roma y que ahora se entregaba libremente al cro-rey. Syrax no os volverle la espalda a estas galas. La mayor esperanza de desa-creditar a Arthor estaba en estos bullangueros, cuya punta de insania podra muy bien hender la ilusin de nobleza que Merln se esforzaba por tejer alrededor del chaval que haba elegido por monarca.

    Molesto, Severus Syrax dio vuelta a su corcel e hizo seal a sus hombres de volver al campamento recin abandonado.

    Incluso los habitantes de Cold Kitchen, que se haban acostumbrado al ir y venir de nobles personajes a Camelot durante los quince aos de su construccin ininterrumpida, permanecan fascinados a la orilla del camino mirando a los encantadores de serpientes, cada uno de cuyos miembros era un pulular de vboras, o a aquellos volatineros que marchaban diestros sobre zancos. La aldea se

  • vaci enseguida y sus residentes siguieron el circense desfile hacia los campos festivos de Camelot.

    Merln se hallaba con Arthor en la cima de un andamio de madera contra el colosal muro de piedra que dominaba la vasta campia; all, los dos elefantes se haban detenido y se arrodillaban ante l. El muchacho estaba boquiabierto ante la turba multicolor de artistas que se inclinaban en silente respeto ante su nuevo seor.

    "Qu clase de juego es ste, Merln?", pregunt Arthor con una mirada de creciente alucinacin, fijndose en la muchedumbre arlequn de mimos, bufones, contorsionistas, funmbulos y juglares entre la masa bulliciosa de perros amaestrados, osos y aves de plumaje fastuoso.

    Merln fingi sorpresa ante la pregunta del muchacho: "Pues qu, mi seor, ste es tu squito... una pompa digna de un rey."

    Histriones, Pcaros, Vagabundos

    El rey Arthor, con Merln a su costado, se sent en un macizo trono de cedro instalado sobre una plataforma bajo un palio prpura. Protegido as del sol del medioda que baaba el espacio ante la puerta principal de la ciudadela, pas revista a aquellos animadores que haban viajado desde la Galia para servir en su corte. Vesta un manto carmes orlado de armio que Merln le haba proporcionado y, sobre su hirsuto cabello castao, una corona como de hojas de laurel hecha en oro. Sostenida laxamente por una mano y reposando en su pecho, la espada Exclibur reforzaba su apariencia regia, aunque, a todos los que lo observaban, a pesar de su indumentaria, el rey les pareca simplemente lo que era: un burdo muchacho de quince estos.

    Tras pasar por delante del rey, los pintados y emplumados elefantes, los osos danzarines, la tropa de perros sabios y los numerosos artistas duchos marcharon hacia los campos de juego, donde se mezclaron en arremolinada muchedumbre con el resto de los celebrantes y los soldados celtas y britnicos. Ya se haban encendido las antorchas y se haba reunido la lea para las grandes hogueras que iluminaran el nocturno festival. Los fuegos de los cocineros humeaban bajo la cortina de muralla y en las mesas del banquete, que reposaban sobre barriles de hidromiel, se apilaban altos montones de carnes asadas, cestos de pan, bandejas de verduras y nforas de vino frutal.

    Merln se enorgulleca al ver que cada uno de los jefes y seores de la guerra que amenazara con marcharse se haba quedado al final. Sus banderas y oriflamas ondeaban en la brisa balsmica sobre sus campamentos, y msica y risas bullan bajo nubes como castillos estivales.

    Los ltimos del squito en presentarse ante el rey fueron los histriones y pcaros y, escondidos entre ellos, los vagabundos sin oficio ni habilidad. Merln fue rpido en identificar a los capigorristas e hizo seal a los hombres de Kyner, que servan como guardia del rey, de que los interceptasen. A cada uno se le dio una hogaza de pan y una bota de vino, y el grupo fue subido a un carro que lo llev de vuelta a la barcaza en las orillas del Amnis.

    Ninguno de los vagabundos protest excepto un enano, un diablillo de rizos rojizos que portaba un mono de piel negra y rostro plateado en sus hombros gibosos. Correte entre las piernas de los soldados que intentaban atraparlo y salt a la plataforma en la que se hallaba Arthor. Merln tom su bordn, dispuesto a alejar del rey al pequeo hombre y su bestia... aunque fuera a golpes.

    "No me pegez", advirti el enano con extraa cacofona y meneando un nudoso dedo, "o had lo que nueztdo Ceod aconcejua y pondd la otda mejiyua!" Gir en redondo y present su pandero al mago.

    Con una carcajada, Arthor detuvo la mano de Merln. "Cul es tu nombre, enano?"

  • "Seor!", objet speramente Merln. "ste es un chiflado, indigno de tu real presencia. Ordena que se lo lleven."

    El enano salt alrededor y replic al instante: "Zoy Dagonet. zte ez Ceod Mono. Y t edez obgiamente un dey que podda ced un muchuacho. Qu gduaciozo! Tienez zuedte de que eztemoz aqu pada endedezadte."

    Bedevere

    Al rey Arthor le gustaba la apariencia de Dagonet. El enano tena un rostro largo e imberbe salpicado de pecas, la faz de un muchacho. Su pronta sonrisa y sus cndidos ojos zarcos no admitan malicia alguna y el rey lo llam a su lado. "Dime, Dagonet, cmo te encontraste con Lord Mono?"

    "Nececitaba un amo dignuo..." Merln no quiso or ms. Dirigi al enano una mirada ceuda, tom su bordn

    y abandon la plataforma. A Arthor le complaci quedarse a solas con alguien cuya conversacin le gustaba y no puso objecin a la partida del mago.

    Entre los recin llegados de Galia, Merln haba descubierto a un hombre manco, impecablemente vestido con pantalones de pana marrones, botas de montar de cuero rojo, un crys azafrn y una tnica de mangas cortas con una de ellas sujeta a la costura del hombro por un broche con forma de garra de guila, hecho en plata negra. Al costado, portaba un gladius, la espada corta y filosa usada por los antiguos romanos. Su porte y las mataduras en su cabeza calveciente, debidas al uso del yelmo, le decan al mago que este hombre no haba perdido su brazo derecho por accidente, sino en combate.

    Merln observ al extrao el tiempo suficiente para ver que coma y beba con moderacin, que responda apreciativamente a los msicos talentosos, que evitaba a los escandalosos y que observaba con cuidada atencin todo lo que ocurra alrededor de l.

    Tan pronto como el hombre percibi que lo seguan, Merln se le aproxim. Siempre cauto, el soldado manco se volvi de tal modo que su espalda quedaba protegida por un piln de bloques de piedra sin labrar y se inclin con seca deferencia. "Mi seor Merln."

    "Se me antoja que eres un hombre de armas independiente." El mago se apoy en su bordn e inclin la cabeza de modo que el extrao pudiera ver los rasgos demnicos de su semblante. Si el soldado sinti miedo de su aspecto, no lo mostr. "Por qu has venido a Camelot?"

    "Para servir al nuevo rey", respondi al instante con seca voz y lcido latn. "Soy Bedevere, del reino cado de Odovacar. En mi alforja tengo cartas de presentacin de mis antiguos seores: nuestro santo padre, el papa Gelasius; su sirviente Teodorico, rey de los Ostrogodos; y Clovis, el cuado de Teodorico y rey merovingio."

    "Has servido a tres grandes lderes, Bedevere", dijo Merln permitiendo que cierta suspicacia le tese la voz. "No fuiste capaz de fidelidad hacia ninguno de ellos?"

    Ni un indicio de ofensa turb el plcido semblante de Bedevere. "Soy fiel a la necesidad de aquellos a quienes sirvo. Di mi brazo derecho defendiendo a nuestro santo padre contra los hunos y le serv hasta que la muerte nos separ y mi reino ancestral de Odovacar cay ante los vndalos. Asum luego la causa de los francos salios, cuya hueste formaban nicamente campesinos libres, sin nobleza ni caballera. Serv a sus bravos jefes, a Teodorico y a Clovis, hasta que se hubieron vengado de todo lo que yo haba perdido por causa de los paganos. Ahora estn seguros en su alianza con los burgundios de Aquitania y mis servicios se haban vuelto ms diplomticos que marciales. He venido aqu, a la frontera de la cristiandad, para ofrecer mi espada al rey que enfrenta un hado fatal, pues mi destino ante Dios es luchar por los desesperados."

  • La Fiesta del Rey

    Toda la noche, las festividades de Camelot continuaron sin merma. Canciones, danzas y risas colmaron las laderas prendidas de alegres fuegos y los campos de la meseta en que se alzaba el baluarte, y las altas torres dentadas de la inacabada ciudadela resplandecan de antorchas y linternas. El mismo rey Arthor descendi de la plataforma ante la insistencia de su nuevo amigo, el enano Dagonet, y danz de un campamento a otro, mezclndose libremente con celtas y britones y mostrando favor a todos.

    "Miradlo", refunfu Severus Syrax bajo su pabelln, donde sorba vino con Marcus Dumnoni y Bors Bona, los seores de la guerra britnicos. "Qu atolondrado. Es un cro atolondrado. Es se nuestro rey? Bah!"

    "Est bien que un rey pueda rer tanto como luchar", sugiri Marcus Dumnoni. "Arthor ha probado su vala en el campo contra los invasores. Kyner acostumbraba a llamarlo su martillo de hierro."

    "Golpea acaso ms fuerte que t o que Bors Bona?" Severus Syrax se mes infelizmente los cabellos de su barba negra. "Yo digo que no. Es rey slo porque es el ttere de Merln. Y todos sabemos que el mago es un demonio impo."

    "Cierto, Syrax, soy un demonio", la voz de Merln restall como el viento y los tres seores de la guerra se pusieron en pie de un salto con un repicar de sus copas, derramando el vino. Los guardias alrededor del pabelln de comandantes se volvieron sorprendidos, incapaces de comprender cmo el mago, un hombre por lo dems bien alto, los haba burlado.

    "Merln!", grito airado Syrax, limpindose el vino de su blusa de seda. "Me llamas demonio, Syrax, y yo estoy aqu para responder a ello." Los ojos

    plateados de Merln brillaban como aicos de luna. "Es verdad. Fui otrora un demonio de pies a cabeza, un ncubo que penetr en mi madre querida, santa ptima. Pero ella no me despreci por la odiosa criatura que yo era. No. Me am como nuestro Seor nos ense a amar todo lo creado por Dios... incluso a nuestros enemigos. Y as fui redimido por su amor y recib esta forma humana para servir al Prncipe de la Paz y proteger al manso del poderoso. Tal es la misin de Arthor tambin y la razn de que yo le sirva."

    Mientras hablaba, recuerdos humearon y ardieron en su mente despacio, quemndose con el tiempo... de forma que el tiempo mismo pulsaba como rescoldos, oscuro por el ardor de las pasiones que lo poseyeran cuando fuera Lailokn, un demonio inflamado por el odio a la vida. Como todos los demonios arrojados a la fra vacuidad con los ngeles, cuando los cielos desparramaron su luz por las tinieblas en el instante de la creacin, haba rabiado. Haba destruido mundos, frustrado todo intento de los ngeles de crear un santuario para la vida en este oscuro universo. Haba odiado a los ngeles, que se llamaban a s mismos Seores del Fuego. Haba credo entonces, tal como el resto de los demonios crea, que los Seores del Fuego estaban locos al sancionar la vida en un cosmos de vaco, donde la luz de los orgenes disminua hasta fundirse. Y habra seguido rabiando contra toda vida, si no hubiera aprendido el amor de la mujer que tratara de violar, ptima, la santa cuya matriz recibiera su energa demnica y que, con la ayuda de los ngeles, le tejiera este cuerpo mortal de edad incierta...

    El tiempo traquete retornando de nuevo a su ritmo natural y Syrax sise: "Por qu te ocultas como un asesino?"

    "Ocultarme?" La sonrisa de Merln revel irregulares dientes naranja como brasas y seal con su bastn a los bullangueros acrbatas y bailarines que volaban a travs de la noche del esto. "He caminado directamente hacia aqu para hablar por nuestro rey."

    "Tu rey, mago", restall Severus Syrax. "No el nuestro." "Entiendo que tienes una alianza con los foederatus, Syrax", dijo Merln con

  • voz glida refirindose a la confederacin de jutos, pictos, anglos y sajones que controlaban las tierras bajas al este y sur de Londinium. "As que quizs Arthor no es tu rey. Acaso prefieras rendir pleitesa al rey Wesc, comandante de los foederatus!"

    "Tengo un tratado comercial con los foederatus", replic Syrax altanero. "Pero soy cristiano. Ante un pagano, no hincara nunca la rodilla."

    "Bien. Tendrs la oportunidad de doblar la rodilla ante tu rey cristiano, entonces." Merln recorri con espaciosa mirada a los tres seores de la guerra. "Comprendo vuestra reluctancia a aceptar a Arthor como rey, pues es joven al fin y al cabo. Y, aunque ha sido probado en batalla, su capacidad de mando est todava por verificar. De modo que esto os digo a los tres seores britnicos, como se lo dir a vuestra contraparte celta: el mando de Arthor ser puesto a prueba y no se le hallar falta."

    "T lo dices, Merln." Severus Syrax dirigi una rpida mirada a los dems en busca de apoyo y vio que aqullos contemplaban al mago con sobrecogida solemnidad; contuvo su lengua.

    "En los prximos das", prosigui Merln, "nuestro rey partir al norte para asegurar la frontera ms vulnerable de nuestro reino, el territorio entre los muros Antonino y Adriano. Tras establecer all su autoridad, recorrer todos sus dominios y pedir vasallaje a cada seor de la guerra y cada jefe del pas. Aquellos que le prometan alianza tendrn un lugar en su corte. Y aquellos que no" los ojos de Merln se achicaron"sern destruidos."

    La Resaca del Rey Arthor

    La msica y risas continuaron hasta entrada la maana, pero la fulgurante luz del sol que alanceaba las hileras de tejos irlandeses en las laderas orientales hera los ojos del rey Arthor infligindole una palpitante migraa. Se retir a la ciudadela, buscando una alcoba oscura entre los caballetes de los obreros y los bucles colgantes de sus cables de camo. La espada en la mano, se acurruc en un rincn hmedo y se presion la dolorida frente con la hoja fra.

    La nusea lo recorra en olas intermitentes y morda el armio que orlaba su manto con fsica angustia. "Demasiado vino", gema para s mismo. "Nunca, nunca ms..."

    Vertiginosas imgenes del rostro ceudo de Merln danzaron frente a l, reprendindole en silencio por sus alocados excesos y advirtindole luego sonoramente que deba probar su dignidad como rey. "No puedes gobernar a menos que sirvas primero! Busca la alianza de tus seores de la guerra y tus jefes sirviendo a sus necesidades. Recorre tu reino... pero no como un borracho! Usa este primer ao sabiamente o hazte a un lado."

    El desafo del mago era como un remolino en su interior, con ecos ms y ms bajos que tornaban de pronto a crecer y crecer. De este vrtice surga la figura de una mujer alta, con hombros musculosos, cabello llameante y pequeos, tensos ojos negros en un rostro lunar. ".Morgeu la Fey!", exhal y sacudi la cabeza hasta que la visin de la maciza hechicera se deshizo en sombras.

    "Oh! Zide! Dagonet el enano lo llam desde la multitud de bancos de trabajo apilados. "Dnde haz ido? Edez doz vecez mi tayua y debez bebed doz vecez uo que yo he bebido!"

    Lord Mono surgi de la oscuridad columpindose en una cuerda y salt chillando al hombro de Arthor. Con una encolmillada sonrisa, la bestia puso una corteza de queso bajo las narices del joven rey.

    Arthor lo apart y el mono salt a la oscuridad con un grito airado. "Dejadme solo", gru el rey.

    "Ah, pedo tengo una bota de viejo vino ibedio con un ddeguzto picante que te pinzad uaz nadicez." El enano surgi de debajo de un andamio con una infirme

  • vejiga de cerdo en la mano. "Vengwa, bebe! Hoy t edez dey! Maana... Dioz noz ayude, maana ezt ya sobde nozotdoz! Y t edez dey an! Bebe!"

    Arthor lo despidi con un gesto. "Djame, Dagonet. Estoy enfermo." "Enfedmo? Ni en bdoma!" El enano se aproxim anadeando. "Edez dey!"

    Destap la vejiga y la agit bajo el rostro lvido del rey. "Bebe, zide, y da au Ceod Baco ejempuo de cmo fezteja un dey."

    El rostro lascivo del enano y el acre hedor del vino amargo disgustaron a Arthor, que cimbre la espada amenazadoramente. "Vete, enano, o te juro..."

    "Juda pod ua ua deu pie de nueztdo Zauvadod, ci debez!" Derramando vino, Dagonet retrocedi. "Veo cuadamente ahoda, zide... Eu deino deu Ceod Baco ezt a sauvo de uoz bizooz como voz. Duego pod todoz nozotdoz que aguantez eu cetdo con mz fidmeza que eu vino. Uodd Mono y yo padtimoz. Detodnademoz duego, cuando a tu cabeza ue quepa ua codona."

    Arthor gru. Nunca haba bebido tanto vino ni bailado tan agotadoramente. Haba sido vehemente en su jarana, como si vino y alegra bastantes pudieran contrarrestar la permanente vergenza y las dudas opresivas que acechaban en su corazn. Incesto! La palabra le haca dao, demasiado espantosa para darle voz y ms dolorosa que su enconada jaqueca. He engendrado un cro de incesto! Y me he atrevido a pensar que puedo ser rey? El enano tiene razn. No es a mi cabeza a la que le corresponde la corona.

    Tante alrededor en busca de su corona de oro, no la encontr y gimi hallndolo justo. Una ola de nusea creci en l y le rechinaron los dientes tratando de suprimir el cuajo que le suba por la garganta. Con un grito estrangulado, vo-mit.

    El Mayordomo del Rey

    Retorcido de nusea, el rey Arthor yaca en su vmito. La cabeza le pulsaba de dolor y el corazn le renqueaba desganado en el pecho, agobiado de desesperacin.

    "Levantaos." Una voz seca lo golpe como un bofetn. "Mejor cosa merecemos para nuestro rey."

    Arthor sinti una mano fuerte, ruda, bajo el hombro, que lo alz del hedor de su vomitona. Al volverse, descubri una faz refinada, un rostro con una alta frente calveciente, una nariz larga y delgada con fosas combadas en arcos desdeosos, y una boca estrecha, dura, casi sin labios, sobre un desdibujado y lampio mentn. "Quin... quin eres?"

    "Soy el mayordomo del rey, Bedevere." Sac un pedazo de corteza desecada. "Mascad esto. Es Hierba de San Martn. Os sentar el estmago y aclarar la cabeza."

    Antes de que Arthor pudiera protestar, Bedevere meti la medicina en la boca del muchacho; fue entonces cuando Arthor percibi que al hombre le faltaba un brazo.

    "S, un huno se lo llev." Bedevere sent a Arthor derecho y, con un pao hmedo, empez a limpiarle el rostro. "Ahora tengo que trabajar el doble para cada cosa que hago. Y mis esfuerzos me reportan el doble de satisfaccin."

    "Djame, Bedevere." "Callad y mascad. Mascad vigorosamente. La medicina exige que se la muela

    bien. Es vieja. La he llevado conmigo muchos aos desde mi estancia en Tierra Santa y estoy satisfecho de decir que no he tenido nunca necesidad de ella... hasta ahora."

    "Has visto t el lugar donde naci nuestro Seor?", mascull Arthor sobreponindose al amargo sabor de la corteza.

    "Y aquellos en que nacieron Zoroastro, en Nnive, y Gautama Siddharta, al que llaman el Iluminado, al pie de las montaas ms altas del mundo." Bedevere

  • tom la espada de las manos del rey. "Serv a nuestro santo padre el papa Gelasius como enviado a las cortes de Persia, Jerusaln, Alejandra y los principados del Indo."

    La medicina haba empezado a actuar y Arthor se senta lo bastante bien como para sentarse con la espalda derecha contra la calmfera frescura del muro de piedra. Vio que Bedevere haba trado un cubo de agua en el que flotaban tajos de lima. Un fardo de vestiduras frescas reposaba junto a l con la corona de ureas hojas de laurel encima. "Por qu ests aqu?", pregunt mientras el manco empezaba a desvestirlo. "Por qu ests en esta perdida Britania, t que has visto las maravillas del mundo? Por qu ests aqu conmigo, en este remoto pas?"

    "Me necesitis." Con un experto giro y chasquido de su nico brazo, Bedevere dobl con cuidado el sucio manto del rey.

    "Cmo podas saber t eso?" "En realidad, no lo saba... hasta que os vi haciendo el loco entre vuestros

    sbditos. Un rey sin dignidad no es en absoluto un monarca." Con una sola y recia frotadura de un pao hmedo, el mayordomo le limpi a Arthor boca y barbilla. "Mis antiguos seores aseguraron sus dominios no slo por la fuerza, sino con nobleza tambin. Yo ayud hasta que los reinos fueron estables. Pero he hecho voto de servir a nuestro Seor y Salvador, e ir all donde nuestra fe est ms amenazada." Escurri el pao, lo hundi en el agua de lima y lav el pecho lampio del rey. "A esta frontera pertenezco ahora. Y, por lo que he visto de vos esta noche pasada, estoy convencido de que me necesitis. Me equivoco?"

    "Djame, Bedevere." Arthor escupi la mascada corteza con un rictus de disgusto. "No soy rey digno de ninguna atencin, sino de la ira de Dios."

    Bedevere sonri tenuemente. "Os atormentis a vos mismo por una indiscrecin que cometisteis antes de saber que erais rey."

    Arthor detuvo la mano de Bedevere. "Sabes lo de Morgeu?" "No. Pero algo s de las hambres del corazn." Bedevere se libr la mano y

    sigui baando al rey. "Dejad el pasado decididamente atrs, joven rey. La esperanza de nuestro pueblo depende de lo que hagis ahora."

    "No sabes de lo que hablas." Arthor le arroj una mirada iracunda. "He engendrado una criatura incestuosamente!"

    Bedevere se encogi de hombros y se sirvi de un hirsuto cepillo para peinar el cabello rebelde de Arthor. "Eso es algo terrible. Pero no lo hicisteis con conocimiento de causa."

    "Cmo lo sabes?" "Conozco a los hombres." Bedevere desdobl una fresca camisa blanca

    ribeteada de prpura. "Sois joven, y sois as apasionado. Pero vuestras manos son fuertes y estn encallecidas por las marcas del que ha blandido la espada. Sin embargo, no tenis cicatrices. No sois un luchador torpe y desesperado, sino resuelto. Un hombre as no arriesga su vida por el Seor para despus desafiar a Dios cometiendo incesto."

    Arthor impidi a Bedevere pasarle la camisa por la cabeza. "Qu es esta blusa delicada? Vestir una tnica."

    "Parecis ya bastante bruto." Bedevere tir de los erizados cabellos de Arthor. "Tenis demasiado corto el pelo. Un rey debe mandar brutos, pero no parecer un bruto tambin."

    "Yo no soy rey en mi corazn." "Lo s." Bedevere lo mir bizqueante. "Erais el Martillo de Hierro de lord

    Kyner. Os entren para matar por l... y para morir por l. Pero ahora sois su rey. Ya no sois un martillo, Arthor, sino el que blande martillos. Debis vestiros de forma que los dems os vean como el seor que Dios ha hecho de vos."

    Arthor permiti a Bedevere ponerle la camisa. "Crees que soy digno de ser rey, un hombre que ha engendrado un nio en su media hermana?"

    "Slo Dios puede juzgarlo." Ayud a Arthor a ponerse en pie y puso la corona de oro sobre la cabeza del muchacho. "Dios sin duda os considera digno, pues vos sois rey. El que a partir de ahora sigis siendo digno a Sus ojos depende

  • enteramente de vos." Mara Madre, siempre he pedido poder ser para ti el Hijo que perdiste. Te he

    rogado que me des la fuerza para defenderlo ahora que l nos ha dejado solos en este mundo del demonio. El poder te he implorado para luchar por l hasta que l retorne. Pero nunca imagin... oh, Mara Madre, nunca imagin que sera rey. Es esto bendicin de Dios... o Su maldicin? No tengo espritu de jefe y mucho menos de alto rey. Reza por m, Mara Madre. Reza para que Dios me otorgue la gracia de estar a la altura del poder que ha puesto en mis manos.

    Arthor y Morgeu

    En la sangunea oscuridad de un bosquecillo de cedros, una mujer alta, de anchos hombros, vestida de regio escarlata, se abrazaba el vientre. Su ondulada cabellera roja llameaba alrededor de una faz redonda, plido-luna, cuyos pequeos ojos negros miraban con soadora malevolencia. "Ven ahora, hermano mo. He de hablar contigo."

    El rey Arthor despidi a Bedevere, sintiendo que deba estar solo con sus pensamientos. Con la espada en la mano, sali de Camelot por un pasillo de criados y emergi a la brillante luz del sol bajo una cortina de muralla que dominaba la hoz del ro Amnis. La ciudadela lo separaba de las colinas esmeralda donde los festejantes an cantaban y bailaban y nadie lo vio trepar por la senda herida de rodadas que los madereros usaban para traer troncos al terreno de construccin. Ni siquiera Merln, absorto en mantener la paz entre los rivales celtas y britones, se dio cuenta de que su pupilo haba desaparecido de pronto del festival.

    Morgeu hall al rey mientras ste caminaba con la cabeza dolorida y el corazn abrumado entre los cedros gigantes que los romanos plantaran en estos montes tres siglos atrs. "Hermano... por fin volvemos a encontrarnos."

    Arthor, asustado primero y alerta despus, alz la espada hacia la figura escarlata que se le aproximaba desde la inmensa foresta.

    "Baja esa espada, criatura." Morgeu hablaba con una voz imperiosa que los msculos de Arthor obedecieron antes incluso de que su mente pudiera responder. "O piensas lavar tu pecado de incesto con el pecado aun mayor de asesinato?"

    "Morgeu!" Arthor baj a Exclibur y dio un paso hacia atrs, tambalendose. "Cierra la boca antes de que un pjaro se te meta en ella." Una desdeosa

    sonrisa le torca las comisuras de su larga boca. "Te he llamado para que hagamos las paces."

    "Llamado?" Con los ojos entrecerrados, la mano de Arthor se tens en la empuadura de su espada. "Paz? T... t me engaaste! Me hiciste creer que eras otra cuando despertaste mis afectos."

    "Despert algo ms que tus afectos, Arthor. Qu cro eres todava! Y t eres el rey." Morgeu ri glidamente. "S. Te he llamado aqu. Por qu te sorprendes tanto? No sabes que tu hermana es una hechicera? Podra hacer surgir de este bosque un oso fiero que te arrancase las entraas del vientre, si quisiera. Pero no quiero, porque te he trado aqu para hacer la paz. S, paz." Se puso las manos sobre el abdomen. "Al fin y al cabo, eres el padre de este nio en mis entraas."

    Lneas profundas arrugaron la frente tersa. "En el nombre de todo lo que es santo, por qu has hecho cosa tan monstruosa?"

    Otra carcajada destell en ella. "No lo hice sola, hermano. Tu semilla lo ha hecho posible."

    "Involuntariamente dada." "Oh, pues parecas actuar con mucha voluntad aquella noche en la hierba bajo

    las estrellas." Alz su redonda faz como en feliz remembranza. "Fue todo tan delicioso... y apasionado."

  • "Cre que eras otra mujer." La sonrisa le resbal del rostro. "Las apariencias no siempre son lo que

    semejan. Una valiosa primera leccin para un rey." Se acerc ms a l, con las motas oscuras de sus ojos fijadas firmemente en Arthor. "Entrate de esto, hermano mo: har todo lo que est en mi poder para sostenerte como monarca... hasta que nuestro hijo alcance la madurez. Entonces, t te apartars y ser l quien reine. sta es la paz que te ofrezco."

    "Arthor!" La voz de Merln retumb entre los grandes rboles. Arthor mir alrededor en busca del mago; cuando torn la vista hacia su

    hermana de nuevo, Morgeu la Fey haba desaparecido.

    Merln Roba un Alma

    Con el manteo de sus ropajes azul medianoche y su largo bordn castigando la tierra, Merln lleg a grandes pasos a travs de las sombras doradas de los cedros gigantes. "Arthor! Vuelve a Camelot... ahora!"

    "Merln..." Arthor se acerc apresuradamente al mago. "Morgeu me hizo venir. Ella..."

    "Silencio!" La mirada airada de Merln pareca resplandecer bajo la sombra de las alas de su chapelo. "He percibido a la hechicera. Por eso estoy aqu. Ahora vuelve. Vuelve a Camelot enseguida y... por tu vida, no mires atrs."

    Arthor obedeci y corri monte abajo; dej atrs los rboles inmensos, tom el camino de los madereros y retorn a la fortaleza. No slo no mir atrs, sino que rez pidiendo perdn por su vergonzoso pecado con la esperanza de que Dios llamase al alma que su desencaminada pasin haba sembrado en Morgeu.

    Ese era tambin el propsito de Merln. Pero el mago no rez. Alz en lugar de ello su bordn, una astilla del rbol Csmico que le diera la plida gente de los montes huecos tiempo atrs y, entonando un canto demnico, llam al alma del hijo de Arthor.

    Un chillido desde ms all del muro de cedros seal a Morgeu en su huida desvalida del mago. Instantes despus, volando entre los rboles y los pilares de luz, lleg el alma, un minsculo sol, ms diminuta que una lucirnaga y arrastrando una estela de abejas como titilante cola de cometa. La lengua de fuego prendi en el extremo del bordn de Merln y las abejas zumbaron en halo vibrante alrededor de l.

    "Lailokn!" Morgeu grit el nombre demnico de Merln... pero no le sirvi de nada. El mago no la tema y haba estado aguardando slo esta oportunidad para abortar la abominacin que ella portaba. Una sombra, tensa sonrisa torne sus labios, pero ni rastro de humor asom en sus largos ojos plateados cuando march por la ladera de los cedros gigantes abajo en compaa de las abejas.

    Morgeu trastabill al emerger de su escondite en un receso entre grandes races y se apret el vientre. No se atrevi a correr. No se atrevi a usar sus sortilegios. Necesitaba toda su fuerza para retener lo que quedaba de su hijo en su interior, la pequea espira de arcilla mortal, casi sin vida ahora en sus entraas. Se tumb en el suelo esponjoso del bosque retorcida de dolor, con los dientes rechinndole y gotas de sudor titilando en el rostro contrado.

    Merln aminor el paso. No quera que Morgeu abortase de inmediato. Si lo haca, l perdera una oportunidad magnfica para controlarla. No ahogara esta alma ni la lanzara libre a los cielos hasta que hubiese logrado de Morgeu toda la cooperacin que pudiera arrancarle mediante esta chispa de vida.

    Vio a Arthor trotar al pie del monte con la espada en mano. El enano Dagonet y su mono aparecieron como aduendadas figuras bajo la muralla de la masiva fortaleza, haciendo seas al rey para que se les uniese y retornase a las festividades. Merln movi su bastn en vasto arco y apunt con l al pcaro y a su bestia.

  • El alma sali disparada del bosque por la ladera herbosa abajo, seguida por la vibrante estela de abejas. Al instante siguiente, en cuanto la mota de fuego anmico le golpe el rostro plateado entre sus largos ojos lquidos y desapareci en su crneo, el mono salt del hombro de Dagonet con un chillido ultrajado. Las abejas zumbaron airadas, hambrientas de la dulzura del alma que ya no podan hallar, y el enano agarr al mono en sus brazos y huy aullando con l hacia los pastos de los celebrantes.

    Mara Madre, estoy avergonzado al arrodillarme aqu ante ti, yo, que he

    cometido incesto con mi hermana. No saba yo que la concupiscencia me pondra en manos de Morgeu... pero conoca la lascivia. Me entregu a mi hambre carnal. Me entregu y quien me tom fue una hechicera que sirve al diablo. Sin embargo, yo s... s que tu Hijo quiere que la perdone. Muri para ensernoslo. Pero cmo puedo perdonarme a m mismo?

    Fin del Festival

    Los elefantes devoraron los montones de vegetales por cocinar en las tiendas de aprovisionamiento; luego, en busca de ms alimentos, pisotearon los huertos de los que se aprovechaban los obreros. Los cocineros y panaderos, que Merln reclutara en Cold Kitchen para el festival, retornaron al villorrio en protesta. Puesto que todos los barriles de hidromiel estaban secos y slo quedaban unas pocas nforas de vino, Merln decidi detener las celebraciones varios das antes de lo previsto. Adems, los seores de la guerra y jefes estaban ansiosos de retornar a sus reinos y anunciar la pretensin de Arthor al trono de alto rey.

    Arthor mismo haba desaparecido entre las numerosas cmaras inacabadas de Camelot. Aturdido desde su confrontacin con Morgeu, tena poca fe en s mismo como rey. Toda su vida se haba considerado despreciable, una criatura nacida de la violencia y el dolor. Ahora, saba, toda su existencia anterior era una mentira. Haba nacido, en efecto, de noble linaje. Y sin embargo...

    El ojo de una tempestad lo observaba fijamente desde sus propias honduras. Con serena certeza, saba que la venganza de Dios hara llover infortunio sobre l por su falta horrenda. El hecho de ser padre de una criatura poluta le entumeca la mente y el cuerpo de desesperacin. Una tormenta espantosa se avecina, auguraba aterrorizado. Una tormenta espantosa... a menos... a menos que esta calma que siento no sea el ojo vigilante de Dios, sino Su ausencia.

    Desde la ventana de una buhardilla, donde paleta y escoplo aguardaban el retorno del artesano, contemplaba Arthor las grandes expansiones de azul entre las montaas romas. Haba realmente un Dios paternal en los cielos, tal como aprendiera en las rodillas de Kyner? O era el universo el campo de batalla de los dioses, tal como presenciara en los huecos montes? Qu de su amada Mara, Madre de Dios? ;Qu del Salvador que prometiera redencin para este mundo cado? Era todo esto tan falaz como su propio pasado? Y la verdad era tan horrible como el hecho de su primognito aposentado en el vientre de su hermana enloquecida?

    "Ah eztiz, zide!" Dagonet irrumpi anadeando airadamente en la buhardilla cubierta de serrn. "El condegnuado mago me ha dobado au Uodd Mono! No uo aguanto! Tomad a mi ceod enceguida y dejad vueztdo cedvicio de inmediato!"

    "Enano, vete!" Arthor golpe con el puo la piedra del alfizar de la ventana. "Necesito estar solo."

    "Y yo nececito a mi amo!", protest Dagonet. "Nececito a Uodd Mono! Oddenad a Medun que me uo detodne de inmediato!"

    Arthor se volvi de la ventana y dirigi una ceuda mirada al pequeo hombre.

  • "Hay uagdimaz en vueztdoz ojoz?" Con un mirar sesgado, Dagonet lade la cabeza. "Eztiz yuodando, zide! Pod qu?! En ezte vueztdo pdimed guodiozo da como dey, cmo podiz lluodad?"

    "No lloro." "Ah! Pod zupezdto que no, un dey no yuoda." Dagonet salt hacia atrs y

    cay haciendo la vertical. Camin alrededor sobre sus manos hasta que qued mirando al rey cabeza abajo. "Eztaba midando eu mundo audevz. Ahoda veo cuado! Eztiz diendo. Ugdimaz de diza! Wah-ha-ha-ha- Zoiz dey! A vueztdaz oddenez, ugdimaz ze vueuven diza, vida ze todna muedte! Zoiz ua uey!"

    "S." Arthor se enderez. "Soy la ley." Se llev una mano tentativa a la corona de oro en la cabeza. "Si alguien la ha infringido, puedo castigarlo. Puedo hacer que se conozca el crimen. Puedo confesar a todos el pecado y librarme de l." Una expresin sombra dio edad al rostro del muchacho. "Vamos, Dagonet. Recuperemos lo que es nuestro."

    La Autoridad del Rey

    "Treme a Arthor", pidi Merln a Bedevere. El hombre aoso dio una cereza al mono encaramado a su hombro bajo el ala ancha del sombrero, y bestia y mago miraron expectantes al mayordomo.

    Bedevere estaba sentado sobre un taburete de carpintero en el patio abierto de la fortaleza, tallando un caballo en un bloque de madera que haba fijado en un torno. Al aproximarse el mago, se levant. "Mi seor Merln, el rey no puede ser molestado. Necesita tiempo solo."

    Merln tom la esbelta figurilla del torno y la gir en sus giles dedos largos, moviendo la cabeza apreciativamente. "Tienes buen ojo, Bedevere. Sin duda has calibrado las necesidades de nuestro seor con exactitud, pero las razones de estado no son tan pacientes como este pedazo de madera. Llmalo de inmediato." El mono escupi el hueso de la cereza como para dar nfasis a la orden del mago.

    "Mi seor, no ha tenido tiempo de estar a solas consigo mismo desde que el destino ha puesto carga tan grande sobre sus hombros", protest Bedevere. "A pesar de toda su experiencia blica, no es ms que un muchacho. Dadle algn tiempo para..."

    "Gracias, Bedevere", anunci Arthor mientras descenda por una escalera de piedra en la muralla, con la espada en la mano y Dagonet trotando tras l. "He tenido tiempo suficiente para poner mis pensamientos en orden." Se agach bajo un bloque y una polea y march directamente hacia el mago. "Devuelve el mono a Dagonet."

    "Seor, tengo razones para no soltar esta bestia", empez a explicar Merln, pero el ceo del rey le hizo cesar.

    "Soy o no tu soberano?", interrog Arthor. "Obedceme, Merln, o acaba con esta farsa ridcula."

    "C!", enton imperiosamente el enano. "Obedece a tu dey y detdname a mi amo!"

    "No es ninguna farsa, mi seor." Con un movimiento de la cabeza, Merln envi con un salto al mono de su hombro al del enano. "Pero debes aprender a confiar en m. Oportunas razones informan todo lo que hago."

    "Bien que confo en ti, Merln." Arthor pos una amistosa mano en el antebrazo del mago y not su huesoso acero. "Me salvaste la vida en los montes huecos... y no dudo de que es tu mano la que me ha hecho rey. Y, sin embargo, si soy de verdad el rey legtimo, entonces mi palabra es ley. No es as?"

    "Para usarla juiciosamente, sire. Juiciosamente." Merln seal con un gesto el alto y abierto portal del patio. "Los festejos han terminado. Debes revistar a los seores y sus compaas mientras parten."

    "Uodd Mono no ezt bien!", grit Dagonet. ";Qu zodtiuegio haz addojado a

  • mi ceod, pedvedzo mago?" "La bestia est asustada an por el ataque de las abejas de esta maana",

    minti Merln. En realidad, el alma del hijo de Morgeu que l haba instalado en la bestia miraba desamparada desde los ojos oscuros del mono. "Silencia tus quejas, enano, y deja que atendamos las apremiantes necesidades de estado."

    Adis, Camelot

    Fro como el rostro esculpido en una ebrnea pieza de ajedrez, el rey Arthor ocupaba su trono de cedro. A cada lado del palio prpura que lo cubra, haba un elefante engalanado de plumas y cadenas de flores. El retablo impresionaba a las tropas reunidas, tanto celtas como britnicas, que formaron militarmente para desfilar por los campos ante la ciudadela.

    "Un ao!", grit Merln a la masiva congregacin. "Dentro de un ao a partir de este da, vuestro rey volver a sentarse aqu ante vosotros! Si para entonces no ha conseguido el vasallaje que se le niega hoy, descender del trono." El mago mir al rey y se hizo a un lado.

    Arthor habl sin levantarse, la voz grande de pura determinacin. "Soy un rey cristiano. Obedecer las enseanzas de nuestro Salvador y gobernar, as, sirviendo. En las estaciones del ao ante nosotros, recorrer los dominios de mi reino. Tratar de ganarme las promesas de lealtad que necesito para serviros como rey. Dentro de un ao a partir de hoy, me sentar aqu de nuevo, tal como Merln ha anunciado. Tenis mi palabra de que, a menos que reciba homenaje de cada jefe y seor de la guerra, me retirar."

    Arthor pretenda anunciar a la asamblea la mendaz seduccin de que le hiciera objeto Morgeu y su inmundo desenlace, y su lgubre propsito le confera un aspecto sombro que lo haca parecer mayor de sus aos. Merln ley su determinacin acertadamente y desde detrs del trono arroj un encantamiento calmfero. Tras ofrecer su promesa de servir el muchacho qued en silencio y casi inmvil.

    Desdeoso ante el voto del joven monarca, Severus Syrax desafi abiertamente al nuevo rey llevndose a sus soldados y cortejo del lugar de revista. Cabalg con su enturbantada cabeza apartada del trono, sin molestarse en hacer entonar a sus cornetas una fanfarria de despedida o en que sus portaestandartes inclinasen la bandera de Londinium al dejar el campo.

    El pequeo gigante, Bors Bona, condujo su enorme caballo de guerra directamente ante el trono, portando en la mano el yelmo con mscara de Medusa. Su rostro de jabal, con su barba hirsuta y gris de pocos das, su frente torva y su nariz achatada, se inclin secamente ante el rey, pero tampoco l hizo bajar la bandera ni entonar un saludo. Sus legiones blindadas pasaron solemnes sin mirar siquiera al joven rey, en una exhibicin de fuerza con la que el seor de la guerra buscaba no tanto honrar como intimidar.

    El siguiente fue Marcus Dumnoni, rubio y de hombros anchos como un sajn. Volvi su corcel blanco para encarar al rey y alz con un brazo el Chi-Ro emblemtico de las hordas cristianas, como demostracin ante los celtas paganos de que este rey comparta la fe de los britnicos. Sin embargo, no baj la bandera ni orden a sus caballeros e infantes en sus cotas de malla y yelmos de bronce que se tornaran a saludar.

    Urien, con su larga cabellera blonda como la sal atada en un moo como para entrar en batalla, pas ante el rey en un carro flanqueado de escudos que exhiban intrincados smbolos celtas. Desdeoso de los cristianos, se neg siquiera a mirar al rey, aunque sus guerreros de pechos desnudos con sus espadas y gidas sujetas a la espalda, observaron al muchacho en el trono con franca reverencia. Sus familias se levantaron en los traqueteantes carros para sealar y rerse del rey-muchacho, que les devolva una mirada desvalida.

  • Despus, Lot, el viejo jefe de las Islas Septentrionales, se aproxim a la regia tribuna con sus dos jvenes vstagos, Gawain y Gareth, vestidos con atavos clticos de batalla. Torces de oro lucan en el cuello y cinturones de cuero rojo de los que pendan las espadas y que aseguraban sus braccae, o pantalones de cuero curtido. "Rey Arthor, los seores de la guerra de tu propia fe no te han mostrado ningn respeto", declar el jefe aoso. "Mi hermano en armas, lord Urien, tampoco te aprueba porque adoras al dios crucificado. Pero yo depondr tal enemistad, si me recibes a m y a mis hijos en audiencia privada."

    La Advertencia de Lot El encantamiento de Merln mantuvo al rey Arthor casi inmvil en su trono

    hasta que el mago se inclin hacia l y le susurr al odo: "Lo que ahora respondas a este jefe del viejo orden determinar la suerte del nuevo. Hazme caso, Arthor. Yo te salv de la ira del Furor en los huecos montes. Confame tu destino ahora otra vez. Si has de sobrevivir como rey, si amas a nuestro Salvador y su esperanza para el reino de estas islas, no digas ni una sola palabra a este veterano guerrero de tu adulterio con su mujer."

    El mago retir su sortilegio y Arthor se levant del trono despacio, como liberado de cadenas ponderosas. "Lord Lot..." Parpade ante la arcaica figura frente a l, vestida con pantalones de gamuza y botas, y el pecho desnudo menos por la correa cruzada que le sujetaba el arma a la espada musculosa. Los muchachos de rubias y largas cabelleras ataviados de guerreros estaban alerta a su lado, con sus rostros infantiles ansiosos de ver cmo recibira a su padre este inslito monarca.

    Tras ellos, se apiaba el clan de Lot, guerreros, mujeres y nios que queran or cada palabra dicha a su seor por este rey muchachil de una fe extraa. Y ms all de ellos aun, Kyner y Cei y sus carros de celtas cristianos la nica familia que Arthor conociera jams esperaba pacientemente el turno de honrar a su hijo nativo.

    "Lord Lot...".repiti ahora Arthor con mayor firmeza, "marido de mi hermana, hablaremos como hermanos, no importan las diferencias."

    Merln respir audiblemente aliviado y recibi con ambas manos a Exclibur del rey. "Recuerda", le susurr al odo, "ni una palabra. Ni una palabra o todo estar perdido."

    Arthor asinti lgubremente con la cabeza y dej la tribuna para situarse al lado de Lot. El clan de Lot admir el gesto elegante del joven rey. Arthor le ofreci el brazo derecho y el jefe celta lo tom para acercarse al joven. "Apartmonos del demonio Lailokn y hablemos en privado."

    Caminaron con brazos entrelazados, a travs de la boquiabierta multitud de los celtas, hacia las torres elefantisicas de Camelot, con Gareth y Gawain tras sus pasos. Donde la asamblea no poda orlos, Lot dijo: "He odo que eras cruel desde nio, un hijo terrible, un oso fiero de cro. Estos tres aos pasados dirigiste esa crueldad hacia el campo de batalla, contra los sajones, donde fuiste el Martillo de Hierro de Kyner. No obstante, Morgeu me dice que has cambiado... que has cambiado del todo desde tu trnsito por los montes huecos."

    "He cambiado", reconoci Arthor. "Los montes huecos me han hecho humilde y ahora... esta revelacin de mi origen noble."

    "Has cambiado lo bastante como para admitir que tu dios crucificado no es un dios de estas islas?", pregunt Lot pausando en la enorme va de pizarra que penetraba en Camelot. "Porque te lo advierto, joven Arthor: a menos que abraces la fe de los dioses de nuestro pueblo jams gobernars este reino."

    Una Camisa de Fuego

  • El corazn le bata al rey Arthor el pecho, ofendido de que este pagano se

    atreviese a desafiar la fe que le haba preservado la cordura en los montes huecos. "Hermano...", empez tensamente, pero las palabras no le obedecan. Slo airados pensamientos cortejaban su voz.

    De los portales de Camelot, emergi un Seor del Fuego. Slo el ms joven, Gareth, vio a la radiante entidad, que le pareci un hombre increblemente alto con cabellera de humo solar y ojos gneos como estrellas. El muchacho seal al hom-bre luminoso y, llamando al ente por su nombre cltico, grit: "Mirad! Ha venido un seor de los Annwn!"

    El Seor del Fuego puso una mano en el pecho a Arthor, y lo invadi una sensacin de paz como el azul suave del jacinto.

    Lot y su hijo mayor, Gawain, vieron el brillante contacto como una repentina y frentica profusin de luz, como si Arthor vistiese una camisa de fuego. Luego, las llamas msticas se desvanecieron y la luz ordinaria del esto cintil en la corona del rey y la urdimbre de su camisa blanca.

    "El demonio ha puesto un encantamiento en l!", exclam Lot atemorizado. "No, padre! Yo vi a un seor de los Annwn venir a l desde la fortaleza",

    insisti Gareth. "El radiante seor le puso la mano en el pecho. No era un demonio."

    Arthor retrocedi, perplejo ante las miradas asustadas de los tres celtas. "Hermano... sobrinos... mi corazn no os esconde ningn mal. Ningn demonio me posee. Esto os lo juro por todo lo que es santo."

    "Ests tocado por el fuego sagrado de los Annwn", dijo Lot sombramente, observando a sus hijos, que miraban al rey con bocas y ojos abiertos de sobrecogimiento. "Como tu madre, pues, has sido bendecido por los invisibles. Pero mi advertencia es pertinente an, Arthor. Por ser el medio hermano de mi mujer y el hijo de mi antigua reina, estar a tu lado en esta lucha. Pero no puedo hablar por los clanes del norte. Aunque soy su jefe, son celtas y todos ellos hombres libres. Tendrs que conquistar su alianza por ti mismo... y no los hallars inclinados a honrar un rey tan joven que adora al dios del desierto de un pueblo extrao."

    "Yo respeto a vuestros dioses", dijo Arthor suavemente, sereno ahora el corazn como el interior de un capullo. "He visto a la plida gente y al furioso dios del norte. Y ello me ha humillado. Pero esas entidades son criaturas tangibles, seres creados. Dios es ms grande... porque es increado, porque no ha sido for-mado, el Santo de los Santos, que todo lo cre, las estrellas, el firmamento, las criaturas todas, todos los pueblos y todos los dioses. Este Dios nico y todopoderoso envi a Su Hijo a este mundo fiero para ensearnos que el amor es ms poderoso que la espada. Y por ese amor, yo gobernar estas islas y derrotar a nuestros enemigos."

    "Yo creo en l, padre", susurr Gareth. "Bah!" Lot torci el gesto. "Ahrrate tus prdicas, Arthor. He odo todo esto

    ya de los sacerdotes errantes del dios crucificado y no creo una sola palabra. Y, si pensaras por un momento, tampoco lo creeras t. Cundo ha derrotado el amor a la espada? Ninguna batalla se ha ganado por amor... y qu reino... en dnde... se mantiene sino por la espada? T, el Martillo de Hierro de Kyner... t sabes que es verdad."

    Arthor acept estas palabras con apesadumbrada expresin, despus inquiri: "Qu de Morgeu? Qu esperanza tiene ella de m como rey?"

    "Tu media hermana yace enferma mientras hablamos", dijo Lot con una voz que tensaba la preocupacin. "Le advert que no viniera al festival. Ella y el demonio Lailokn han sido enemigos mortales desde que ste maldijera a su padre Gorlois y le causase la muerte en el campo de batalla ante Londinium. Temo que el demonio acte contra ella."

    El Mago y la Hechicera

  • Mientras el rey conversaba con Lot, Merln dej la tribuna y march rpidamente a la caravana del seor de las Islas Septentrionales. El mago se abri camino entre los bloques de construccin, los montones de piedra de la cantera y las pilas de maderos, de forma que nadie observase su progreso inmediato. Cuando localiz la carreta entoldada que buscaba, durmi con un ensalmo a los guardias celtas que la protegan y abri la cortina posterior exponiendo a Morgeu la Fey en su lecho de enferma.

    "Lailokn...", gimi la hechicera, demasiado dbil para gritar. "Clmate, Morgeu." Merln habl con voz calmosa al entrar en la carreta y

    cerrar la cubierta tras l. "No he venido a daar, sino a curar." Con los ojos pequeos y oscuros abiertos de pavor, ella trat de echarlo con

    un gesto. "He tomado el alma de tu hijo", le record Merln con una voz casi amable.

    "Pero no quiero llevarme tu alma tambin. He venido a asegurarme de que vivas." La toc con el extremo de su bculo y fuerza vital nutri su cuerpo exhausto fluyendo dulcemente hacia l. "Tranquilzate y pronto volvers a estar sana."

    "Por qu?", jade ella.. "Por qu me haces vivir?" "Ya lo sabes, Morgeu." Apart el bordn y pos una mano fra en la frente

    ardiente de la mujer. "Ahora soy el servidor del rey como una vez lo fui de tu madre. Arthor necesita tu ayuda."

    "Mi nio", murmuje ella. "Devulveme el alma de mi hijo" "Eso no puede ser, Morgeu." Merln movi la cabeza severamente. "No ha de

    haber un hijo de incesto que sea la maldicin del reinado de nuestro monarca." Morgeu se esforz por incorporarse sobre los codos. "Has asesinado a mi

    hijo?" "Soy el hijo de santa ptima", replic Merln adusto. "No asesino criaturas

    nonatas. Pero tampoco permitir que este fruto de incesto entre en el mundo." "Qu vas a hacer?" "El alma volver al lugar de donde vino." El mago golpe con su bastn el

    suelo de la carreta. "A los montes huecos, a retozar en las Dichosas Forestas con el resto de las almas celtas."

    Morgeu se hundi hacia atrs y permaneci con la mirada fija y febril en el techo de lona pintado con galicas abstracciones. "Me condenas a parir un nio muerto. Lo mismo podras ahogar el alma y matar a esta criatura ahora mismo."

    "Ya te lo he dicho, no asesino nios, ni nacidos ni por nacer." Merln retrocedi. "Te he dado fuerza bastante para vivir. Lo que hagas con esa cosa sin alma que portas es asunto tuyo. Apto castigo para una adltera incestuosa."

    "Lailokn!", chill Morgeu desesperada. "Mtame ahora! Si no lo haces, sufre mi venganza."

    "No creo que lo haga." Merln descendi de la carreta. "Ninguna otra alma encajar en el ropaje de carne que ests urdiendo en tu matriz. Y en cuanto a atacarme a m o a los mos... recuerda, Morgeu, yo fui demonio una vez. No es fcil que subestime el mal."

    Los Montes Huecos Lord Mono salt del hombro de Dagonet, que se hallaba en la tribuna

    contemplando a los jefes celtas, Lot y Kyner, discutir el orden de marcha para sus caravanas combinadas, y corri precipitado por las vastas laderas de los campos de juego hacia los montes boscosos.

    "Amo!", lo llam alarmado Dagonet y brinc de la plataforma. Corri con todas sus fuerzas a travs de la campia, con su rojo cabello aborregado

  • desovillndose tras l. All delante percibi la adusta y oscura figura de Merln bajo el muro del bosque. El mago se inclin y el precipitado simio le salt a la espalda. "Ho! Audto! Devuuveme mi mono! Audto!"

    Para cuando el enano alcanz el linde del bosque, Merln y Lord Mono haban desaparecido. En el titilar de la luz entre las ramas, Dagonet no hall rastro de su camino y, pateando el suelo, exclam: "Amo, vueuve!"

    Pero Merln y el mono estaban lejos ya de los sonidos de este mundo. Haban huido por las avenidas del bosque que salan de la Tierra Media y descendan entre las races del rbol del Mundo, el rbol de la Tormenta, el rbol Csmico que las tribus del norte llaman Yggdrasil. En este reino, el mundo superior no pareca sino un lento crepsculo, una montaa de humo que creca del prpura a un apagado escarlata.

    Estrellas fugaces sealaban el camino a travs de las distancias nocturnas. faeres eran, diminutos cuerpos aluciernagados con camisones de niebla y hmedos halos, que revoloteaban como polillas luminosas guiando a Merln a profundidades cada vez mayores de la incandescente tiniebla.

    En la penumbra, el rostro de Lord Mono cambi y asumi el aspecto del alma que portaba. El mago reconoci de inmediato los ojos caprinos y los carrillos de bulldog del propio padre de Morgeu, el desaparecido duque de la Costa Sajona, Gorlois, al que Uther Pendragn condujera a la muerte.

    "Dnde me llevas, demonio?" El indignado duque mir a Merln desde debajo de hirsutas cejas simias. "Qu hago aqu contigo?"

    "Debera haberlo supuesto", dijo Merln con audible sorpresa. "Sin duda tenas que ser t el alma que Morgeu evocase del inframundo. Ja! Qu dulce venganza habra degustado ponindote a ti en el trono de Britania."

    "Qu desvaros son esos, viejo idiota?" El mono con el aspecto astral del duque contempl furioso las sombras crepusculares alrededor. "Dnde estamos?"

    "De camino al infierno, Gorlois." El mono trat de saltar de la espalda de Merln, pero el mago lo caz por el

    pescuezo. "No tienes ninguna necesidad de huir en este lugar salvaje, te lo aseguro."

    "Qu maldad es sta?", se quej Gorlois. "A qu sortilegio me has sometido? Dnde est mi caballo? Qu ha sido de mis hombres? Sultame, demonio! Estoy en medio de una batalla por Londinium."

    "Oh, esa batalla termin hace aos, Gorlois." Merln sujet el mono ante l y le sonri con la mitad de su boca. "No te acuerdas? Esa fue la batalla en que encontraste la muerte."

    Mara Madre, al norte debo ir para probarme digno del ttulo que Dios me ha

    concedido por derecho de nacimiento y la magia de Merln. Te rezo ahora pidindote comprensin, sabidura, para que pueda entender el consejo de este mago que has puesto junto a m. No me cabe duda de que es tu siervo, como yo lo soy, porque l, que fue en tiempos un demonio, se hizo Hombre por la intercesin del Espritu Santo y una buena mujer, Santa ptima. Aydame a confiar en l, Mara, pues lo temo. Resulta tan... terrible, con ese crneo largo, ese rostro de ngulos afilados y esos ojos como pozos de plata hondos. No parece cabal. Y sin embargo, s que sin l yo no sera rey.

    EL Furor

    Morgeu sali como pudo del carro y hall a sus guardias dormidos, con mariposas revoloteando alrededor de sus cabezas. La fuerza vital que Merln le infundiera bastaba para permitirle caminar. Sirvindose de esa fuerza, pas por encima de los soldados durmientes y se escabull entre las carretas de la caravana hasta el linde del campamento. El bosque empezaba all y, a sus gritos y cantos, surgieron sapos de los arbustos para sealar los pasos del mago en su huida a

  • travs de los rboles. La hechicera no tena fuerzas para perseguirlo y se arrodill en un espacio del

    bosque que encenagaba la oscuridad para llamar al dios que ms odiaba a Lailokn: "Furor!"

    El umbroso mundo de las cosas se entenebreci. El polvo solar que se filtraba a travs de las hojas del bosque vol empujado por un viento penumbroso y el paso del dios ciclpeo retumb por los cielos como el trueno.

    "Ven a m!", llam ella, aun sabiendo que el Furor no descendera a su capricho, no a este oscuro mundo tan lejos de la gloria de su morada entre las luces del norte. "Lailokn me ha robado del seno el alma de mi padre. Dame fuerza para maridar a la tuya mi voluntad. Dame fuerza para herir a aquellos que Lailokn ama..."

    Fras agujas de lluvia atravesaron el bosque. Vista a travs de las estrechas ventanas forestales, la pgina del horizonte tremol deslizndose a la noche, aunque el da estaba solo mediado. El relmpago recorri los cielos hollinosos.

    "Furor, hazme fuerte", continu entonando Morgeu, mientras se le oscureca el ondulado pelo rojo bajo la lluvia y a la frente se le pegaba como sangre coagulada. "same para fustigar al pueblo que guarda de ti estas islas occidentales. same para tu ceremonia de muerte!"

    La tamizada lluvia la empap de energa. Las hojas del bosque temblaron bajo el aguacero de fuerza que descenda del dios del norte hasta su cuerpo frgil. Pronto estuvo en pie y danzando de exultacin, colmada del poder del cielo.

    Sus guardias, despiertos por la lluvia repentina, la hallaron brincando y gritando insanamente. Hicieron falta tres de ellos para someterla, sacarla del bosque y llevarla de nuevo a la caravana. Temerosos de que Lot se enterase de su lapsus, llamaron a las doncellas de Morgeu para que le quitasen los hmedos ro-pajes mientras ellos encendan un fuego intenso.

    Cuando Lot lleg a visitarla, ella estaba seca ya y sentada en el carro, con una sonrisa extraa en los labios. "Marido, deja este lugar maldito. Gua a tu gente al norte, de vuelta a casa."

    "Eso es lo que voy a hacer", respondi Lot. "He venido a decirte que tu medio hermano y esos celtas cristianos del clan de Kyner a los que llama parientes viajarn con nosotros."

    Ella asinti vidamente. "Bien, bien!" "Bien?" Lot pareca sorprendido. "Cre que protestaras contra cualquier

    alianza con Arthor y su gente." La sonrisa extraa de Morgeu se hizo ms y ms honda. "Por qu re la

    corriente, marido?" No esper a orle dar voz a su perplejidad. "Porque conoce el camino a casa, sabe llegar al mar."

    Jinetes de Tormenta Morgeu no dijo ms. Saba que su plegaria, como el ro que encuentra su

    camino al mar, haba alcanzado el mundo superior y haba sido escuchada por el furente dios de un ojo. Poda sentir su poder en s misma. En el viaje al norte, se servira de esta fuerza mgica para hacer pagar caro a Lailokn el robo del alma de su padre.

    Las lluvias comenzaron gentiles y no impidieron la partida de la caravana de Camelot. Aunque Merln no apareca, Arthor saba lo que tena que hacer. No necesitaba al mago para instruirle en las necesidades de la guerra. Si tena que servir a Britania como rey, no le quedaba ms remedio que asegurar el norte, la nica direccin desde la que los enemigos podan atacar por tierra.

    Lot, jefe del norte, abri camino; Kyner y sus celtas cristianos siguieron, y el rey cabalg en medio con su elaborado cortejo de elefantes y carros carnavalescos. Las lluvias estivales eran refrescantes al principio. Pero ya al segundo da las vas

  • romanas, viejas y mal conservadas, empezaron a enfangarse y el avance se hizo lento.

    sta era la oportunidad que Morgeu haba esperado. Sin dejar su carreta invoc el golpe del Furor... y desde los bosques que la niebla impregnaba atacaron sus esbirros. Una horda juta descendi aullando y blandiendo hachas de combate, masacrando a los cristianos en la cola de la larga procesin.

    Los soldados a caballo de Kyner rechazaron el asalto con dificultad, pues los jutos avanzaban con el frente de la tormenta.

    Los relmpagos y la lluvia desorientaban a los brutos, y los atacantes los hachaban con sus armas. Los jinetes caan bajo las hojas destellantes y el trueno ahogaba sus gritos. Muchos brbaros de la horda fiera se escurrieron entre los defensores celtas para asaltar los carros y los gritos de las mujeres y los nios se unieron a los chillidos aterrorizados de los caballos.

    Arthor carg a travs de los velos de lluvia, con Exclibur arremolinada en la mano, dispuesto a proteger a las gentes de su clan. Pero, cuando logr alcanzar el lugar del ataque y ver a los brutos eviscerados, sus entraas satinadas bajo el aguacero, las carretas volcadas y los cuerpos esparcidos de los cristianos desarmados, los jutos se haban ido ya. Vislumbr sus sombras vanecientes en el humo pluvial del bosque y se precipit tras ellos.

    Kyner, Cei y Bedevere lo siguieron y hallaron a su rey avanzando penosamente a travs de una densa y empapada maleza, gritando maldiciones a los jutos. Ningn signo del enemigo quedaba en el bosque oscuro y Arthor retorn con los dems a enterrar a los muertos.

    "Mala suerte", concedi Kyner tras los servicios fnebres. Pero al da siguiente, mientras las lluvias continuaban, otro ataque sobrevino. De nuevo, guiados por el mgico vnculo de Morgeu con el Furor, cayeron los jutos aprovechando la breve oportunidad que les brindaba el reemplazo de los exploradores celtas a caballo. De esta forma, los jutos eludieron las patrullas de reconocimiento. Como por un azar, la lluvia se adens con su avance y ellos descendieron del bosque en lo ms compacto de la tormenta.

    En medio de un tumulto de truenos y relmpagos que descorazonaban a las monturas de los defensores, los jutos hacharon a los bridones y las mulas de tiro por igual. Los carros se tambalearon y volcaron, y los jinetes de la tormenta berserkers se lanzaron sobre las familias cadas, descabezando a nios y adultos y acuchillando cualquier cosa que se moviese en el fango.

    Alguien Conoce la Verdad

    Dagonet vagaba desvalido por el bosque del eterno crepsculo, gritando: "Ceod! Vouved!" Sus chillidos se desvanecan sin eco, huyendo de l a travs de los rboles hacia el fondo del cielo, por donde reptaba un ro de fuego.

    Merln oa la desesperacin de Dagonet, pero no haca ningn esfuerzo de volver por l. Su misin en el inframundo era ms importante que la cordura en peligro de un enano. El mago sujetaba a Lord Mono con firmeza en una mano, el bordn en la otra, y avanzaba obstinadamente hacia la noche incendiaria.

    El alma de Gorlois haba cado en silencio, abatida al hallarse en el alma de un simio entre las sombras ilusorias y las llamas onricas del submundo. Vagamente, empezaba a recordar su muerte y saba que lo que le esperaba ofreca pocas esperanzas de salvacin.

    Delante, el horizonte tejido de llamas se elev en un incandescente palacio de azules pilares bunsen y cpulas como esferas de fuego. Merln paus para despojarse de su sombrero cnico en deferencia hacia el dios cornado que moraba all, Alguien Conoce la Verdad. Murmuje una breve plegaria a su madre, santa ptima, y avanz con zancadas audaces.

    "Majestad!", llam y dobl una rodilla.

  • Ea figura gigantesca de un hombre con cabeza de alce emergi de un llamfero muro del palacio. "Qu haces aqu otra vez, Lailokn?", pregunt una voz de oleaje retumbante. "Ms he visto tu horrible cara cristiana que la de la mayor parte de mis devotos."

    "Majestad, he trado un alma para que dance al son del Flautista en la Dichosa Foresta." Merln alz el mono contorsionante.

    El rostro de alce se inclin hacia l, lo oli y se apart con un sonoro bufido de disgusto. "sta es un alma cristiana!"

    "No cualquier alma cristiana... sino Gorlois, el cruel romano que los druidas impusieron a tu sacerdotisa Ygrane..."

    "Ygrane ya no es mi sacerdotisa!" Alguien Sabe la Verdad dilat con rabia las narinas. "Ahora sirve al dios crucificado."

    "Cierto, pero un da te sirvi", dijo Merln con toda la deferencia que pudo mostrar. "Y su hijo Arthor..."

    "No digas nada de Arthor." La frente del rey alce se arrug airadamente. "Le di el alma de mi mejor guerrero, Cuchulin. No har nada ms por l... otro cristiano! Me enferman estos autoflagelantes hipcritas del amor que asesinan a todo aquel que rechaza su fe morbosa. Son los mismos que se burlan de mis cuernos y pezuas y me tildan de diablo!"

    "Seor! No pretendo ofenderte..." "Vete entonces!", grit el dios antiguo y el estallido de su voz hizo a Merln

    caer hacia atrs en una rfaga de cenizas, mientras el palacio tallado como el fuego se disolva en la tiniebla.

    Mara Madre, dnde est Merln? Es ahora cuando lo necesito para

    contrarrestar el mal de Morgeu. Estoy seguro de que es su magia la que gua al enemigo contra nosotros con tan letal precisin. Algo ms que el azar acta aqu y es la voluntad de esa prfida mujer. Sentimientos asesinos tengo ahora hacia ella. Cre que podra perdonarla por servirse de mi concupiscencia contra m. Pero ahora, aquellos que he jurado proteger mueren por causa de su magia. Devulveme a Merln para que su poder contenga la iniquidad de la hechicera. Devulveme a Merln o s que recurrir a la espada. Dios me perdone!

    Magia Rota

    Tras el tercer ataque de los jinetes de la tormenta, Kyner sospech qu magia actuaba contra ellos. "Dnde est ese condenado Merln cuando lo necesitamos?" El jefe alz la mscara broncnea de su casco de cuero, revelando su ceo enfurecido, y amenaz con su slido sable blgaro al cielo, empedrado y gris. "Ese demonio nos ha abandonado!"

    El rey Arthor desmont bajo la lluvia, entre los cuerpos esparcidos de los muertos. Conoca por su nombre a cada uno de los cados, pues haba crecido entre ellos en White Horn. "Los jutos saben exactamente cundo atacar", murmur levantndose la mscara aquilina de su yelmo y obligndose a contemplar los cuerpos rotos de los suyos, muertos bajo su proteccin. "Alguien entre nosotros se lo indica. Y slo hay una persona aqu que tiene la magia para sincronizar estos asaltos con los embates de la tormenta."

    Bedevere aferr el brazo del rey cuando ste hizo gesto de sacar a Exclibur de su vaina improvisada de piel de ciervo y crin de caballo. "Detened vuestra mano, sire. "Alz la visera de su emplumado yelmo para mejor contener al rey con su calma mirada azul. "Actuad juiciosamente."

    "Esa palabra otra vez!" El labio superior de Arthor se contrajo mostrando los incisivos. "Merln la us antes de silenciarme con un encantamiento en la reunin tras el festival. Si no hubiera sido por l, todos conoceran ahora la maldad de

  • Morgeu..." "Callad, seor!" Bedevere se arrim ms al rey. "Nuestra alianza con Lot es

    incierta, tal y como estn las cosas. Sed poltico. Sed un rey." "Nadie ms de mi familia ha de morir por sus hechizos!", jur Arthor airado. "Muchos ms moriran, si Lot nos abandona aqu. Mirad alrededor!" Bedevere

    mostr con un arco de su brazo nico un panorama mordaz de boscosos montes velados por la lluvia. "Estamos lejos de Camelot."

    "Qu he de hacer entonces, Bedevere?" "Sed un rey, mi seor." El mayordomo tom el brazo de Arthor y se lo llev

    para que Cei, que haba reunido un grupo de soldados y sacerdotes, pudiera atender a los muertos. "Emplead vuestra inteligencia y vuestra fe. Si sospechis de Morgeu, emplazad entonces su carro en medio de la columna de Kyner. Y rezad. Dios os ha escogido para que nos guiis. Pedid Su ayuda y, sin duda, El os asistir."

    El rey Arthor obr tal como su mayordomo le sugera haciendo caso omiso de las protestas de Lot y colocando a Morgeu en una carreta ordinaria entre las de Kyner. Ello no impidi el siguiente asalto, que de nuevo lleg bajo un rabiar de truenos y lstregos salvajes. Pero esta vez, en lugar de cargar para defender la columna, Arthor alz Exclibur con la empuadura hacia el cielo, un smbolo de su fe, e implor a Dios que le ayudase a romper la magia que guiaba a sus enemigos.

    Por primera vez en varios das, dagas de luz apualaron las nubes bajas. La horda de jutos, privada de su cobertura tempestuosa, se dispers en desorden y Kyner y Cei dirigieron su caballera contra el enemigo en fuga, sin perdonar una vida.

    La Flor Cantora Dagonet hall a Merln inconsciente en la horcadura de un rbol, con el

    sombrero torcido y el bordn hecho astillas. Lord Mono estaba despatarrado sobre l y el enano contuvo el aliento al ver a su amado animal desvado y como sin vida. "Ceod! Oh, mi ceod! Qu ha cido de ti?" Libre del simio por el estallido de rabia de Alguien Conoce la Verdad, el