Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

download Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

of 61

Transcript of Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    1/61

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    2/61

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    3/61

    Colección Equidad de género y democracia

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    4/61

    D.R. © 2011

      Suprema Corte de Justicia de la Nación

      Pino Suárez 2, colonia Centro,

    delegación Cuauhtémoc, 06065, México, D. F.

      www.equidad.scjn.gob.mx

    D.R. © 2011

      Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación

      Carlota Armero 5000, colonia CTM Culhuacán,

    delegación Coyoacán, 04480, México, D. F.

      www.genero.te.gob.mx

    D.R. © 2011

      Instituto Electoral del Distrito Federal

      Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica

      Huizaches 25, c olonia Rancho Los Colorines,

    delegación Tlalpan, 14386, México, D. F.

      www.iedf.org.mx

    Diseño: Ricardo Vázquez Ortega, analista diseñador

    Corrección de estilo: Susana Garaiz Flores, analista correctora de estilo

    Autoras: Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    Primera edición, diciembre de 2011

    ISBN: 978-607-7989-15-8 (Colección)

    ISBN: 978-607-7989-16-5

    Impreso y hecho en México

    Lo expresado en esta obra es responsabilidad exclusiva de las autoras.

    Ejemplar de distribución gratuita, prohibida su venta.

    México. Suprema Corte de Justicia de la Nación, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Fede-

    ración, Instituto Electoral del Distrito Federal.

    Sexo, género y feminismo / Estela Serret y Jessica Méndez Mercado / Colección Equidad de género

    y democracia, vol. 1; presentación de Carla Astrid Humphrey Jordan. – México: Suprema Corte de

     Justicia de la Nación, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Instituto Electoral del

    Distrito Federal, 2011.56 p.

    isbn de colección: 978-607-7989-15-8

    isbn: 978-607-7989-16-5

    1. Feminismo - Historia. 2. Género - Sexo. 3. Perspectiva de género - Historia. 4. Feminismo de la

    igualdad – Feminismo de la diferencia. I. Serret, Estela y Jessica Méndez Mercado. II. Serret, Estela

    y Jessica Méndez Mercado, pról.

    ISBN para versión electrónica: 978-607-7989-51-6

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    5/61

    Sexo, géneroy feminismo

    Estela Serret

     Jessica Méndez Mercado

    1

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    6/61

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    7/61

    Índice

    P r e s e n t a c i ó n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

    Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10

    Orígenes del feminismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12

    El feminismo académico y los orígenesdel concepto género  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23

    Distinción entre sexo y género  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .36

    La perspectiva de género . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40

    ¿Igualdad o equidad? Feminismo de la igualdad

    vs. feminismo de la diferencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47C o n c l u s i o n e s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 0

    Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .52

    Las autoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .55

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    8/61

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    9/61

    7

    Presentación

    Desde mi perspectiva, la historia contemporánea de la humani-dad podría leerse como una larga e inconclusa reflexión sobre lasdistintas concepciones de la igualdad. La comprensión más omenos acabada de las aristas que conlleva esa reflexión requeri-ría, sin duda, que ésta fuese acompañada, a manera de apostillas,

    de casos, revoluciones, constituciones, discusiones, sistemas, dog-máticas, ideologías… que pudieran ilustrar hasta qué punto hainfluido en nuestra vida cotidiana la manera en la que se com-prende y se practica la igualdad.

    Así, si soñáramos –como lo hicieron los ilustrados hace ya mu-chas décadas– que fuese posible condensar en una gran enciclope-dia el saber de la humanidad, el texto correspondiente a la entrada“igualdad” debería ser extenso, complejo, pero sobre todo, enrique-

    cedor. En esa descripción hipotética habría, sin lugar a dudas, lar-gas líneas destinadas a describir cómo ha sido tratada la relaciónentre hombres y mujeres desde la perspectiva histórica, teórica yvalorativa.

    La Colección que me enorgullece presentar no tiene ni puedetener los afanes enciclopédicos que he perfilado. Es, no obstante,expresión de un esfuerzo serio y comprometido en el que resuenaese lema de la Ilustración conocido por todos: sapere aude, atréve-

    te a saber. En el fondo de esta serie de pequeños libros destinadosa la divulgación está la confianza en el conocimiento como unarma fundamental de cualquier cambio, en este caso, en favor dela igualdad real entre hombres y mujeres en nuestro país. En cadavolumen subyace el reconocimiento al saber como instrumento

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    10/61

    8

    Carla A. Humphrey Jordan

    de poder y de transformación en favor defines nobles y comunes.

    La Colección es, además, fruto de lacolaboración interinstitucional, de la res-

    puesta afirmativa, franca y generosa que laSuprema Corte de Justicia de la Nacióny el Tribunal Electoral del Poder Judicialde la Federación dieron a una invitaciónque desde el seno del órgano electorallocal formulamos hace ya varios meses.En ese sentido, este primer volumen es elcomienzo de una relación que ofrece los

    primeros frutos de los que esperamos seanmuchos más.

    Espero que los destinatarios de estaspáginas encuentren en los distintos textosque forman la Colección un buen comien-zo para comprender los problemas quesubyacen bajo el rótulo equidad de género,así como las implicaciones que tiene este

    tema en la construcción de un Estado de-mocrático y constitucional de Derecho.

    La Colección Equidad de género y de-mocracia es ciertamente sólo un comien-zo, pero uno bueno, con buen augurio, ca-paz de ratificar el compromiso de laSuprema Corte de Justicia de la Nación,del Tribunal Electoral del Poder Judicial de

    la Federación y del Instituto Electoral delDistrito Federal en la defensa, proteccióny promoción de los derechos humanos demujeres y hombres en el Distrito Federal yen el país.

    Finalmente, queda claro que ningúnesfuerzo institucional resultará significati-vo si el destinatario último, en este caso ellector, no se adueña de las ideas y hace

    suyos los valores que surcan las líneas quecomponen cada texto. De este modo, elmejor fruto de esa colaboración interinsti-tucional deberá ser cosechado a través delos efectos que la Colección en su conjun-to, y este volumen en lo particular, provo-que en cada uno de los lectores a los queestá dirigido. Esta presentación, entonces,

    debe ya ceder el paso a los contenidos. Lohago no sin antes reiterarles a todos unainvitación a realizar una lectura concien-zuda y detenida de las ideas que a través deeste medio se difunden; invitándolos tam-bién a la praxis y al compromiso políticoque puede y debe derivarse de la asuncióndel valor de la igualdad.

    Carla A. Humphrey JordanConsejera Electoral presidenta de la Comisión

    de Capacitación Electoral y Educación Cívica

    del Instituto Electoral del Distrito Federal

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    11/61

    9

    Prólogo

    El texto que presentamos a continuación pretende ser un estu-dio introductorio al concepto género, entendido en lengua espa-ñola como el que traduce la voz inglesa gender. En nuestro idiomano había, hasta hace un par de décadas, una traducción exacta deesa idea, y encontrábamos que en el lenguaje común gender pasa-

    ba al español como sexo. Sin embargo, la gran importancia queesa idea ha alcanzado en las ciencias sociales y en el ámbito polí-tico hace obligatorio distinguir en nuestro idioma, como lo haceel inglés, sexo  de  género.  Esa distinción, cuyo sentido pretendeaclararse en el presente estudio, ha jugado un papel decisivo en lacomprensión de la sociedad y las personas, así como en la construc-ción de parámetros políticos más democráticos e incluyentes.Este pequeño libro quiere contar la historia de cómo se concibe

    esa idea y, por lo tanto, de la tradición al interior de la cual secrea. Esa tradición, cuyo nombre hemos oído muchas veces, perode la cual lo ignoramos casi todo, es el feminismo. Esperamos quela lectura de este breve trabajo sirva para corregir los prejuicios aúnexistentes en contra de una corriente filosófica y política, el femi-nismo, a la que tanto le deben las tradiciones democráticas.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    12/61

    10

    Introducción

    Desde sus inicios el femi-nismo se ha caracterizadopor ser una corriente depensamiento que posibili-ta la producción de cono-

    cimiento que permita en-tender y explicar lasrelaciones entre mujeres yhombres en todos los ám-bitos de la sociedad. A lolargo de sus tres siglos deexistencia el feminismo haatravesado por diferentes

    etapas, y ha adoptado dis-tintas formas, cada una de las cuales hatenido un impacto social y político especí-fico. Una de esas formas es la del feminis-mo académico, y es desde donde se produ-ce la distinción entre los conceptos de sexo y género.

    El pensamiento académico feminista

    comienza a utilizar el concepto de géneropara oponerlo al de sexo, pretendiendo conello desplazar el análisis de las relacionesde poder entre hombres y mujeres (que, entodas las sociedades conocidas, se tradu-

    cen en la subordinaciónde estas últimas) del te-rreno de la biología al dela cultura y el orden sim-bólico. Es decir, la noción

    de género en fatiza el he-cho de que lo que conoce-mos como hombres y mu-jeres no son realidadesnaturales, sino cultural-mente construidas, locual se pone claramentede manifiesto, por ejem-

    plo, en el hecho de quecada sociedad define de manera distintaesos mismos conceptos. Al mostrar cómoy a través de qué procesos cada culturaasigna identidades diferenciadas clasifi-cando a las personas según una ciertaapreciación de su apariencia biológica,sexual, y al explicar también por qué esas

    diferencias se interpretan culturalmentecomo desigualdades, la teoría feminista setorna también una teoría del género.

    De este modo, el concepto de género es,en primer lugar, un instrumento de análisis

    La noción de género

    enfatiza el hecho de

    que lo que conocemos

    como hombres

    y mujeres no son

    realidades naturales,

    sino culturalmente

    construidas.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    13/61

    11

    Sexo, género y feminismo

    para explicar y describir las relaciones depoder entre hombres y mujeres. Ciertamen-te. Pero como todo concepto científico –yalo mostró Max Weber– la idea de género ha

    sido construida desde una inquietud políti-ca clara y distinta: la preocupación feminis-ta por la condición subordinada de las mu-jeres y por las consecuencias sociales de esasubordinación. Además, el concepto de gé-nero tiene como punto de partida un cues-tionamiento ético acerca de lo injusta queresulta la aludida subordinación de un colec-

    tivo humano. Y este cuestionamientotambién ha sido realizado por el feminis-mo, desde sus primeros antecedentes, fe-chados hacia 1620, hasta nuestros días.

    En otras palabras, el género, como con-cepto, tiene un carácter científico explica-tivo que parte, por un lado, de un claromotor ético político feminista y, por otro,

    de los resultados científicos arrojados porlas investigaciones en distintas ramas delconocimiento que se basan en la categoríade género, que nutren y complejizan laspropias posiciones éticas y políticas del fe-minismo. El resultado de esta retroalimen-tación es la creación de nuevos conceptos.

    Es por ello que para entender a cabalidad

    de qué estamos hablando cuando se trata decuestiones como la equidad de género, laperspectiva de género o la transversaliza-

    ción de la perspectiva de género −temasque han ido cobrando cada vez más prota-gonismo en el ámbito político y en la vidacotidiana−, es preciso dar un rodeo que

    nos permita conocer sus antecedentes filo-sóficos y políticos, y los preceptos teóricosque los sustentan, y que tienen sus oríge-nes en el feminismo. Es por ello que estetexto comienza con un recuento de la his-toria del feminismo desde sus inicios enel siglo xvii, con sus consecuencias episte-mológicas y políticas, pasando por su de-

    sarrollo como movimiento social con el su-fragismo del siglo xix  hasta su posteriorincursión en la academia y la investigaciónen el siglo xx. Todo ello dio como resulta-do la creación de conceptos como  género,equidad/igualdad entre géneros y perspectiva de

     género, entre otros.Es preciso advertir a lectoras y lectores

    que, como se trata de una historia bastan-te amplia y compleja, plantear una secuen-cia lineal resulta prácticamente imposible.Por ello, en algunos pasajes las referenciashistóricas realizan saltos cronológicos quepudieran parecer abruptos, pero que sonnecesarios para poder comprender la rela-ción de los hechos. Es así que más allá de

    una reconstrucción cronológica lo que sepresenta a continuación es una narraciónexplicativa.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    14/61

    12

    Orígenes del feminismo

    La influencia del feminismo en la con-formación de las sociedades modernas espoco conocida en el mundo y en nuestropaís es prácticamente invisible. Sin em-bargo, y en gran medida

    gracias al impulso que diola historiografía francesade la década de 1980 alredescubrimiento de estatradición, hoy sabemosque su impacto en laconstrucción de las de-mocracias modernas es

    poderoso e innegable. Te-mas que en la actualidad son clave para losdebates teóricos y políticos no podríanhaberse delineado si no fuera por los plan-teamientos del feminismo. Es el caso de laampliación de la ciudadanía, el sufragiouniversal o la igualdad de derechos econó-micos como base para una real consecu-

    ción de los derechos políticos. Es por elloque resulta imprescindible abordar en esteespacio, si bien brevemente, la historia delfeminismo; no sólo para comprender có-mo y por qué se elabora la categoría género,

    sino también para comenzar a entender elpapel que ha jugado en la construcciónmisma de lo mejor que tiene el mundopolítico contemporáneo.

    En contra de la noción

    vulgarizada que se sueleaceptar, el feminismo nosurge en la década de lossesenta del siglo xx, dentrodel marco de los llamadosnuevos movimientos socia-

    les. Los primeros aportesfeministas que se conocen

    datan del siglo xvii, den-tro de la corriente filosófica racionalistaque, un siglo más tarde, daría origen a laIlustración. Se trata de rescates filosóficosque se nutren, como los demás discursosde la época, de dos corrientes: el raciona-lismo cartesiano y el iusnaturalismo. Va-yamos por partes.

    Durante la Edad Media las sociedadeseuropeas se constituyen como socieda-des estamentales legitimadas mediante unprincipio de desigualdad natural. Esto es, apartir de ciertos atributos de nacimiento,

    Los primeros aportes

    feministas que

    se conocen datan

    del siglo v.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    15/61

    13

    Sexo, género y feminismo

    unas personas (el monarca, la nobleza) seconsideran destinadas a mandar y el resto,a obedecer. Para el siglo xvii la proliferaciónde las ciudades y el creciente poder econó-

    mico de la burguesía, contrastado con suincapacidad de acceder al poder político,ocasionan que en gran parte de Europaencontremos formas de pensamiento quecomienzan a cuestionar la legitimidad delrégimen. Justamente una de estas corrien-tes es el iusnaturalismo, o teoría del dere-cho natural, el cual se propone desmontar

    las bases que legitiman las sociedades esta-mentales y cambiar los fundamentos delpoder, partiendo de una premisa de igual-dad natural entre todas las personas. Estenuevo principio, en contraste con el dedesigualdad natural, implica que toda per-sona debe ser considerada capaz de gober-narse a sí misma por el solo hecho de ser

    persona. Esto sin distinción alguna en ra-zón de condición social, creencias, raza,sexo o cualquier otra característica par-ticular.

    Las bases filosóficas de esta corriente seencuentran en los postulados racionalis-tas. El racionalismo se basa en un criterioético-moral para el análisis de la política y

    el poder. El argumento racionalista postu-la que la igualdad natural entre las perso-nas debe ser entendida como la equivalen-cia entre los individuos, que se suponendotados de los mismos derechos, en virtud

    de su idéntica capacidad racional, es decir,su capacidad de discernimiento moral ycognitivo. El iusnaturalismo elabora esteplanteamiento aplicando un criterio de

    universalización a la idea de individuo ra-cional, haciéndola extensiva a todo serhumano como un atributo de todas laspersonas, de tal modo que el acceso al po-der político se pretende como propio de to-dos los seres humanos y no sólo de unoscuantos.

    Sin embargo, dentro del pensamiento

    ilustrado se dan serias contradicciones.En la medida en que sus representantes noconstituyen un sector homogéneo, sinoque conforman distintas corrientes, no to-dos se caracterizan por la congruencia desus principios universalistas. Así, al hablarde universalizar la idea de individuo, lacorriente iusnaturalista/ilustrada que gana

    más popularidad piensa hacer extensivoslos derechos sólo a una clase de indivi-duos, determinada a partir de una seriede características económicas, políticas,sociales, religiosas, raciales y, por supuesto,sexuales. En otras palabras, la reivindica-ción universalista que se impone resulta enrealidad excluyente.

    La primera y más llamativa exclusióndeja fuera a las mujeres, quienes confor-man al menos la mitad de la población, delproyecto liberador. Parece, sin embargo,que asumir la incapacidad de todas las

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    16/61

    14

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    mujeres para dirigir suspropias vidas no provocala menor inquietud entrelos teóricos más reconoci-

    dos del contractualismo(otro de los nombres conque se conoce a la filosofíapolítica iusnaturalista). Elpensamiento igualitarista(cuando menos el oficial)deja claro de una manerasistemática que el indivi-

    duo poseedor del derechonatural, traducido comosu capacidad (hipotética)para fundar el espacio pú-blico, es, por necesidad,un varón. Justamente lamirada crítica a estas con-tradicciones es lo que da pie a que autoras

    y autores señalen estas inconsecuencias,dando paso a lo que hoy se conoce como feminismo. No en vano Marie de Gournayse asombra en el siglo XVII  de que algunossupongan que, mientras todos los hombreshan nacido libres, todas las mujeres hayannacido esclavas.

    Para calibrar adecuadamente la rele-

    vancia de la incongruencia del igualitarismopredominante entonces, debemos compren-der cuál es la situación social de las muje-res en la Europa del siglo xvii. Hablamosde una sociedad preponderantemente ru-

    ral, en la cual las clasesmedias apenas son apre-ciables estadísticamente, loque contrasta con su cre-

    ciente importancia eco-nómica y cultural. Lasélites aristocráticas, porlo demás, están perdiendoinfluencia cultural tantocomo poder económico ycontrol político. En esemundo, las mujeres euro-

    peas, con pocas diferenciasentre un país y otro, care-cen de todo derecho. Noson consideradas sujetosjurídicos, de modo quepara las leyes deben sertuteladas por un varón a

    lo largo de toda su vida. Las mujeres de las

    clases superiores no tienen derecho a laherencia ni pueden administrar sus pro-pios bienes. No existe educación formalpara ellas, ni siquiera en el nivel primario,mucho menos les es posible aspirar a seradmitidas en la universidad. Desde luego,el analfabetismo es la regla para la inmen-sa mayoría de la población, tanto masculi-

    na como femenina; pero, en los sectoresmedios, la desigualdad entre hombres ymujeres se hace brutal en el aspecto edu-cativo y profesional pues, mientras lasmujeres campesinas, comerciantes, em-

    Si las mujeres

    no pueden heredar

    o poseer la tierra,

    tampoco pueden tener

    la tutela de sus hijos

    en el remoto caso de

    una separación

    (que puede ser

    solicitada por el varón

    en algunos países, pero

    nunca por una mujer).

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    17/61

    15

    Sexo, género y feminismo

    pleadas domésticas y obreras o artesanastrabajan jornadas superiores a las de suspares varones por un ingreso menor, entrelas clases medias, las nacientes profesiones

    llamadas liberales no pueden ser ejercidaspor mujeres. Entre otras razones, es impo-sible para ellas formarse profesionalmentesi no pueden estudiar. Como acotaciónvalga decir que, si esa es la situación de lasmujeres en Europa, podemos imaginar queen la Nueva España del siglo xvii  se dancondiciones aún más penosas, si cabe, para

    sus derechos. Simplemente no existen: nieconómicos ni jurídicos, políticos o socia-les. Si las mujeres no pueden heredar oposeer la tierra, tampoco pueden tener latutela de sus hijos en el remoto caso deuna separación (que puede ser solicitadapor el varón en algunos países, pero nuncapor una mujer).

    Este breve esbozo de la radical situaciónde subordinación social que padecen lasmujeres en el siglo xvii europeo nos da lapauta para comprender por qué, cuandosurgen las reivindicaciones de igualdad enlibertad para todos los individuos, muchasy muchos se rebelan contra la incongruen-cia de quienes se niegan a considerar tales

    a las mujeres, la parte de la población másafectada por la desigualdad.Así nace el feminismo. Como protesta

    ilustrada contra las inconsecuencias de laIlustración. Se define, en esta primera eta-

    pa, como un movimiento intelectual, críti-co, ético-político y de corte ilustrado. Elpensamiento feminista muestra lo irracio-nal que es la exclusión de las mujeres enlas definiciones tradicionales de igualdad,libertad, ciudadanía e individuo. Entre lasprimeras manifestaciones feministas está

    la de la ya mencionada francesa Marie deGournay, quien publica en 1622 un trata-do titulado De la igualdad entre los hombresy las mujeres, en el que señala la inconse-cuencia de la posición de quienes se opo-nen al poder absoluto del monarca, finca-do en el principio de desigualdad natural, yal mismo tiempo consideran normal que

    este principio justifique el sometimientode las mujeres respecto de los varones.Otro feminista francés, François Poulainde la Barre, publica en 1673 un libro titu-lado De la igualdad de los sexos, donde uti-liza las mismas herramientas que otrosteóricos del derecho natural para mostrarque la situación de subordinación de las

    mujeres no se debe a su naturaleza corpo-ral, sino que su sometimiento se explicapor el propio dominio que se ejerce sobreellas. “El entendimiento no tiene sexo” esla frase más contundente de su libro, ha-

    El entendimiento

    no tiene sexo.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    18/61

    16

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    ciendo alusión a que ningún atributo na-tural puede servir de fundamento o justifi-cación para negar a las mujeres la calidad

    de individuos, y precisa que si las mujeresno tuvieran vedadas todas las actividadesque cultivan el espíritu y la razón tendríanlas mismas posibilidades que cualquier va-rón para desarrollar el carácter que se re-quiere para que un individuo pueda consi-derarse autónomo.

    Las reacciones que se dan a estos postu-

    lados son de dos tipos. Por un lado se ha-llan quienes reconocen lo justo de su con-tenido, tanto mujeres como hombres. Elejemplo más significativo es el de las salon-nières, mujeres aristócratas que fundan unextraordinario movimiento intelectual enla Francia de mediados del siglo xvii. Enefecto, los salones, que construyen el pri-

    mer espacio público de la modernidad, sonlos originales espacios arquitectónicos ysimbólicos, enteramente creados por mu-jeres, en los que florece el debate filosófico,científico, político y literario de los siglos

    xvii y xviii. Se organizan a través de tertu-lias en las que eruditas mujeres autodidac-tas (desde astrónomas hasta poetas) yhombres ilustres participan por igual de las

    discusiones dirigidas por la dueña del sa-lón. Es en este ambiente donde prospera elprimer feminismo; y también ahí se con-centran sus detractores, la mayor parte delos cuales, mientras lo combaten acudien-do a la ridiculización en las tertulias, enlas publicaciones periódicas y en la litera-tura (como hizo famosamente Molière),

    optan por hacerle el vacío filosófico duran-te sus primeros años de vida.

    Para fines del siglo xviii el contexto so-cial y político se caracteriza por una efer-vescencia tal que da como resultado laguerra de Independencia de las Trece Co-lonias, en lo que hoy es Estados Unidos, yla Revolución Francesa. A pesar de que ha

    sido borrado de la historia oficial, el femi-nismo se desarrolla a la par de estos movi-mientos políticos. Cuando se redacta eldocumento más significativo de la Revolu-ción Francesa, en 1789, la Declaración delos Derechos del Hombre y del Ciudadano,las mujeres, activas participantes del mo-vimiento armado, son explícitamente ex-

    cluidas de sus alcances. Entonces, comoha ocurrido tantas veces en la historia, elala triunfante de la Revolución hace saberque las palabras hombre y ciudadano quie-ren decir exactamente eso: varones. La

    Las características

    que se consideran

    femeninas por naturalezano son sino resultado

    de la sociedad.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    19/61

    17

    Sexo, género y feminismo

    Revolución triunfante niega a las mujeresel derecho a la ciudadanía por el que hanluchado a la par que ellos. El reclamo fe-minista aparece en la voz de Olympe de

    Gouges, dramaturga y periodista de clasemedia, quien muestra justamente las tram-pas que envuelve aducir que el términohombre da cuenta del género humano,cuando claramente sólo alude a su particu-laridad masculina. Para hacer visible estacuestión Olympe redacta en 1791 una ré-plica a aquel famoso documento, y la titula

    Declaración de los Derechos de la Mujer y laCiudadana. Esta osadía le cuesta a Olympeser condenada a la guillotina. Casi al mis-mo tiempo, en 1792, la filósofa inglesaMary Wollstonecraft publica su libro Vin-dicación de los derechos de la mujer, dondese esfuerza por mostrar que las caracterís-ticas que se consideran femeninas por na-

    turaleza no son sino resul-tado de la sociedad. Lasmujeres, nos dice Wolls-tonecraft (aludiendo aaquellas de las clases pri-vilegiadas), carentes de laeducación formal que se daa los varones, son educadas

    por institutrices con el úni-co propósito de que apren-dan a servir a un varón, y no para aprendera ser libres y responsables. ¿Cómo pode-mos exigirles, entonces, que tengan el ca-

    rácter que se demanda al ciudadano? Estereclamo de la filósofa inglesa recuerda elque, un siglo antes, hiciera la mexicana Sor

     Juana Inés de la Cruz cuando conmina a

    los hombres de su tiempo que se quejan delcarácter de las mujeres: “Pues, ¿para qué osespantáis de la culpa que tenéis? / Quered-las cual las hacéis o hacedlas cual las bus-cáis”. En este caso, Wollstonecraft entien-de que la hechura de las mujeres se debe ala formación frívola inconexa e irregularque reciben. Para cambiar el carácter de

    las mujeres y develar su verdadero ser ha-brá que reconocer su derecho a la educa-ción formal en todos los niveles y hacerlasresponsables de sus propias vidas. Reclamaademás igualdad para las mujeres en liber-tad y en autogobierno.

    Desde Poulain de la Barre hasta Wollsto-necraft el feminismo se va a desarrollar

    como un movimiento ilus-trado, filosófico, en el planode las ideas, que reclamapara las mujeres el recono-cimiento de individuo ra-cional y autónomo que hanadquirido los hombres. LaRevolución Francesa mar-

    ca el inicio de feminismocomo movimiento social,aunque lo hace asociado con las causasgenerales de libertad y ciudadanía. En esepaís, el triunfo revolucionario marca una

    La Revolución Francesa

    marca el inicio

    del feminismo como

    movimiento social.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    20/61

    18

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    represión generalizada delas y los feministas (entrequienes se cuentan nom-bres tan importantes como

    Condorcet y d’Alembert),y el posterior estableci-miento del Código Napo-leónico implica para lasmujeres francesas un re-troceso en el reconocimien-to de sus derechos, inclusorespecto a la situación que

    prevalecía para ellas en elAntiguo Régimen de la mo-narquía absolutista.

    Para el siglo xix el femi-nismo se transforma en unmovimiento de corte másclaramente político y se extiende por to-da Europa, Australia, Nueva Zelanda y los

    Estados Unidos. Para mediados del siglovemos aparecer una corriente del feminis-mo que se conoce como sufragismo, unmovimiento social integrado por mujeresobreras y de la clase media que lucha porlos derechos económicos de las mujeres ypor la obtención de derechos civiles, con-cretándose en la demanda por el derecho

    al sufragio o voto. El reconocimiento ple-no de los derechos públicos de las mujeresse refiere a aquellos que se ejercen en elterreno social, económico, político y jurí-dico. Así, el sufragismo es un movimiento

    amplio que en el fondocuestiona el significado yel papel que la sociedadotorga a la participación

    pública de las mujeres. Suexigencia final es el reco-nocimiento de las mujerescomo sujetos de derecho.En Estados Unidos, cunadel movimiento, el sufragis-mo se vincula fuertementecon el abolicionismo, pues

    ambos reivindican el reco-nocimiento de las mujeres,por un lado, y de los ne-gros, por otro, como indivi-duos racionales y por lotanto autónomos y sujetos

    de derechos. A partir de 1837 comienzan aaparecer organizaciones feministas que sir-

    ven para que las mujeres realicen mítines,repartan panfletos, recolecten firmas, entreotras labores. Algunas de estas organiza-ciones son la National Female Antisla-very Association, de 1837, y la FemaleLabor Reform Association, de 1845, diri-gida por Sarah Bagley, quien se encargade organizar en 1848 la Convención de

    Seneca Falls en Nueva York. Como resul-tado de aquella famosa convención surgela Equal Rights Association. La Declara-ción de Seneca Falls se centra en la de-manda del derecho a la propiedad para

    La Declaración de

    Seneca Falls (1848)

    se centra

    en la demanda

    del derecho a

    la propiedad para las

    mujeres casadas,

    la apertura

    de universidades para

    mujeres y, desde luego,

    el derecho al voto.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    21/61

    19

    Sexo, género y feminismo

    las mujeres casadas, la apertura de uni-versidades para mujeres y, desde luego, elderecho al voto.

    En este punto de la historia del feminis-

    mo podemos notar con claridad una esci-sión al interior del mismo, que resulta sig-nificativo tener presente para los temasque se abordarán más adelante. Entre lasorganizadoras de la Convención de Sene-ca Falls vemos una discrepancia en la pos-tura política y los argumentos para exigirel reconocimiento de los derechos de las

    mujeres, de tal suerte que podemos reco-nocer un ala identificada como radical yotra como moderada. El ala radical es re-presentada por Susan B. Anthony y Eliza-beth Cady Stanton. Para ellas la obtencióndel voto se entiende indispensable paratodas las demás reivindicaciones feminis-tas; recuperan la tradición individualista  y

    son radicalmente igualitaristas, exigiendopara las mujeres los mismos derechos deque gozan los hombres, argumentando quecada persona es merecedora de derechos ylibertades, y oponiéndose abiertamente acualquier esencialismo. Por su parte, el alamoderada es representada por Lucrecia Mott,quien considera necesario negociar el voto

    para no poner en riesgo otras demandas;además entiende que en esencia las muje-res son distintas a los hombres y se carac-terizan por cualidades morales superiores alas de ellos, y utiliza esta idea para justificar

    lo benéfico que resulta el ingreso de las mu-jeres al espacio público; así, pide derechospara las mujeres acordes con su carácter, esdecir, busca trasladar a las mujeres al espa-

    cio público “en cuanto mujeres” y no encuanto individuos, como sí lo hace el fe-minismo radical.

    En Europa el sufragismo se desarrolla demanera paralela al estadounidense, aun-que enfrenta un combate más frontal, sobretodo en Inglaterra, donde las sufragistassufren la represión directa del gobierno. Al

    igual que en Estados Unidos, las sufragis-tas inglesas comienzan a organizarse apartir de 1830. Así, en 1847 se crea la Aso-ciación Política Feminista para reclamar elderecho al voto; entre 1850 y 1860 se for-man diversos grupos que para 1865 seorganizan en la Sociedad Nacional deLondres por el Sufragio Femenino. En el

    sufragismo inglés destacan las figuras deHarriet Taylor Mill y el filósofo John StuartMill, y en el terreno del activismo, Emme-line, Christabel y Sylvia Pankhurst, ma-dre e hijas.

    En el caso de Francia el feminismo to-ma un camino diferente. El filósofo Char-les Fourier será la piedra angular de lo que

    hoy se conoce como  feminismo socialista,que apuesta por la liberación de las muje-res, fincada sobre todo en la libre apropia-ción de sus cuerpos, su sexualidad y suplacer. Fourier es de hecho quien acuña el

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    22/61

    20

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    término  feminismo  para referirse a las lu-chas que reivindican la igualdad de lasmujeres. Así, el feminismo socialista se vaa distinguir por exigir el amor libre para

    ambos sexos, proclamar la libertad sexualde las mujeres, criticar la doble moral quepermite en la conducta de los hombresactitudes que reprocha en la de las mujeresy criticar el matrimonio burgués comoinstitución que esclaviza a las mujeres,entre otras cosas. Es importante señalar queeste planteamiento es el primero que liga

    de manera concreta la autonomía de lasmujeres a su propia persona y, sobre todo,a su propio cuerpo.

    Así, a lo largo del siglo xix y durante lasprimeras décadas del xx el feminismo se de-sarrolla como un movimiento político cen-trado en la obtención de derechos para lasmujeres, en concreto la obtención del voto

    por parte del movimiento sufragista, y enuna reconsideración de las relaciones perso-nales entre los sexos en el caso del feminismoimpulsado por el socialismo clásico.

    Después de la Primera Guerra Mundialen la mayoría de los países occidentales lasmujeres ya han obtenido el derecho al voto.Entonces el feminismo se encuentra con la

    dificultad de replantearse a sí mismo y susdemandas. Se diversifica de maneras quecorren paralelamente. A partir del periodode entre guerras, comienza una nueva etapadel feminismo, ahora de corte más acadé-

    mico-intelectual, que les permite a las fe-ministas explicar por qué, a pesar de haberalcanzado un nivel de educación parejo alde los hombres y un avance en la igualdad

    formal, que se caracteriza por el reconoci-miento de muchos derechos en las diversasleyes (aunque este reconocimiento formalaún no es tan general como se cree), sigueexistiendo el sometimiento social de lasmujeres. Desde las primeras décadas delsiglo xx aparecen investigadoras de diver-sas disciplinas que tratan de comprender

    por qué, si todas las sociedades tienengrandes diferencias entre sí, en todas ellasestá presente la subordinación social de lasmujeres. Una de estas investigadoras es laantropóloga estadounidense MargaretMead, quien publica en 1935 un libro titu-lado Sexo y temperamento en tres sociedades

     primitivas, en el que, comparando tres tri-

    bus distintas, descubre que las característi-cas que se atribuyen “por naturaleza” amujeres y hombres varían considerable-mente de una a otra. Observa, por ejem-plo, que en un pueblo tanto hombres comomujeres asumen características que en Es-tados Unidos se considerarían femeninas, como la suavidad, la dulzura y el cuidado

    de las criaturas. En el siguiente pueblo, encambio, mujeres y hombres se comportancon rudeza, agresividad y frialdad, las quepara la sociedad occidental actual seríancaracterísticas masculinas. En un tercer

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    23/61

    21

    Sexo, género y feminismo

    sitio, finalmente, los hombres adoptan ac-titudes que para Maragaret Mead y sucultura resultan femeninas y las mujeres secomportaban de modo masculino. Todas

    estas observaciones la llevan a concluirque lo que consideramos naturalmente pro-ducido en hombres y mujeres en realidades creación de la cultura y la sociedad. Loúnico que no cambia es la relación de man-do. Es decir, más allá de cuál sea el carácterque se atribuye a mujeres y hombres, son es-tos últimos los que detentan el poder social.

    Revelaciones como las implicadas en eltrabajo de Mead contribu-yen a crear una inquietudintelectual por explicar porqué, en todas las socieda-des conocidas, las mujerescomo grupo se encuentransubordinadas a los hom-

    bres. Siguiendo esta inquie-tud, en 1949 se publica Elsegundo sexo de la filósofafrancesa Simone de Beau-voir, el cual marca un hitoen el pensamiento femi-nista. El argumento del libro gira en tornoa dos preguntas: cuáles son los argumentos

    que justifican la subordinación social delas mujeres y cuáles son las verdaderas ra-zones que han generado la opresión feme-nina. La respuesta que da la autora a am-bas preguntas es que la forma en que las

    sociedades interpretan la biología, en concre-to la capacidad reproductora de las mujeres (y no las diferencias biológicas mismas), eslo que hace que las mujeres se consideren

    más cercanas a la naturaleza que los hom-bres y por lo tanto deban ser dominadas porellos, igual que la cultura domina la natu-raleza. De Beauvoir concluye que es estaasimilación imaginaria de las mujeres consu biología lo que crea una imagen univer-sal de la mujer como un ser inferior. Esdecir, para la autora son los patrones cul-

    turales los que producen y reproducen lasrelaciones entre mujeres yhombres, constituyéndolascomo relaciones de poder.El segundo sexo trasciendeno sólo por el impacto desu contenido sino tam-bién porque da a la lucha

    feminista la convicciónde que es posible cons-truir un cambio de men-talidades que modifiquela situación social de lasmujeres. El feminismo

    académico de la segunda mitad del siglo xx comienza a plantearse que los avances en el

    reconocimiento formal de derechos nobastan para terminar con la desigualdadentre los hombres y las mujeres, y que, si sequiere cambiar la situación subordinada enque viven las mujeres, debe transformarse

    Lo que consideramos

    naturalmente

    producido en

    hombres y mujeres

    en realidad es creación

    de la cultura

    y la sociedad.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    24/61

    22

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    la forma en la que pensamos socialmente loque somos las mujeres y los hombres.

    En paralelo al desarrollo del feminismoacadémico, la militancia política feministase desenvuelve, ya para las décadas de 1960y 1970, en lo que se conoce como Movi-miento por la Liberación de la Mujer (mlm),

    que protesta contra los valores tradiciona-les que asignan roles opresivos a las mujeresy retoma de cierta manera el cuestiona-miento a las ideas aceptadas de sexualidadfemenina que hiciera el feminismo socialis-ta. El mlm se extiende muy pronto a diver-sos países del mundo, trascendiendo susorígenes en Estados Unidos y Europa occi-

    dental. Su alcance llega desde luego aAmérica Latina, México incluido. El mlm permite redimensionar la relación entre losespacios público y privado-doméstico, almismo tiempo que logra posicionar la ideade que lo personal y lo doméstico se cons-truyen socialmente y, por lo tanto, los po-deres que ahí se ejercen tienen un carácter

    político. Entre los temas que visibiliza elmlm  se encuentran el de la violenciasexual y la despenalización del aborto. Sulema, “Lo personal es político”, sirve paraver de otra manera el ámbito público tanto

    teórica como socialmente, en tres niveles:a) cuestiona la relación entre lo público ylo privado; b) posibilita el análisis de lainfluencia mutua de lo público y lo domés-

    tico; c) visibiliza las relaciones de poderpresentes en la casa y reclama la atencióndel Estado.

    La dinámica al interior de los gruposque conforman el mlm pone en eviden-cia que problemas que se consideran de ca-rácter personal, como la violencia en casa,son resultado de relaciones sociales de

    poder encarnadas en la pareja y las rela-ciones parentales. El impacto del mlm  estrasladar a las agendas nacionales e inter-nacionales este tipo de problemáticas delas mujeres y lograr la visibilización, porprimera vez, de las mujeres en los distintosámbitos donde se desenvuelven; pero so-bre todo permitie develar la relación entre

    lo público y lo privado-doméstico, y reco-nocer claramente las implicaciones de estarelación, diferenciadas por género. Mien-tras que lo privado para los hombres signi-fica el espacio propio, de desarrollo indivi-dual, donde no interviene el Estado, paralas mujeres el espacio privado toma laacepción de privación. Ellas no tienen de-

    recho a la privacidad, a la intimidad ni ala autonomía, y son relegadas imaginaria-mente al espacio doméstico donde, por de-finición, están sometidas a un varón, casisiempre el padre o el esposo.

    Lo personal

    es político.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    25/61

    23

    El feminismo académico y los orígenesdel concepto género

    Recordemos: entre su nacimiento en elsiglo xvii  y el siglo xix,  el feminismo secaracteriza por la demanda de derechospara las mujeres, pensando que al obtener-los se lograría la igualdad con los hombres;

    sin embargo esto no parece ser así, pues lasubordinación femenina sigue existiendo.El ingreso del feminismo a la academiauniversitaria y a los institutos de investiga-ción en el siglo xx, y en particular a partirde la publicación de El segundo sexo en1949, se deja sentir con fuerza. Esa obra deSimone de Beauvoir trata de explicar por

    qué, en todas las sociedades conocidas, lasmujeres tienen un lugar social subordina-do al de los hombres. A partir de ahí, esaes una preocupación central para la inves-tigación feminista, y la forma de respondera ella es a través de la distinción concep-tual entre las ideas de sexo y género. Esadistinción sirve para objetar el supuesto de

    que la subordinación social de las mujerestiene sus bases en la biología diferenciadade hembras y machos humanos. Pero, ¿có-mo se llega a esa conclusión? Vayamos másdespacio.

    Antes de que el feminismo académicodistinguiera los conceptos sexo y género,la tarea de separarlos analíticamente sedio en un ámbito enteramente distinto: elde la sexología. El caso de Christine Jor-

    gensen, un ex soldado que se realizó unacirugía de reasignación genital para con-vertirse en mujer, fue un fenómeno mediá-tico en 1953, que llamó fuertemente laatención de quienes se dedicaban a la in-vestigación en sexología. ¿Por qué unhombre querría realizarse una cirugía paracambiar sus genitales masculinos por unos

    femeninos? ¿Qué pasaba por su cabeza pa-ra querer hacer algo así? Quizás aún no esposible responder a cabalidad y sin erroresestas y otras preguntas relacionadas, perolo que este caso puso al descubierto es queno necesariamente existe una concor-dancia entre el cuerpo y la psique de unapersona. Esta idea fue el motor de la sepa-

    ración entre los conceptos sexo y género.Desde la década de 1950, un psicólogo na-turalizado estadounidense y fundador dela sexología, el Dr. John Money, quien tra-bajaba con personas hermafroditas cuyos

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    26/61

    24

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    casos particulares con fre-cuencia le resultaban in-trigantes, propuso la dis-tinción de ambos términos

    para clarificar un proble-ma científico. Por ejemplo,solía atender adolescentesquienes, habiendo sidocriadas normalmente co-mo niñas, experimenta-ban cambios fisiológicosen la pubertad que demos-

    traban que su sexo eramasculino. En efecto, escomún que un cierto tipode pseudohermafroditis-mo  implique la incapaci-dad del cuerpo de un niño varón para leerla testosterona antes de la pubertad. Estocausa que los genitales de la criatura no se

    masculinicen; los testículos no desciendeny el pene no crece, de modo que el sexoparece el de una niña normal. Cuando lacriatura es púber, el cuerpo finalmente re-gistra la testosterona y se da una tardíamaduración de los órganos masculinos.Esta persona, sin embargo, ha sido criadacomo mujer. Lo llamativo para Money era

    que, pese a tener un perfil cromosomáticomasculino normal, XY, tales personas eranmujeres: es decir, actuaban, pensaban yeran percibidas como mujeres, porque asíhabían sido apreciadas y tratadas desde el

    inicio de sus vidas. Estoscasos hicieron que Moneypensara en la necesidadde distinguir entre el sexo

    biológico y las caracterís-ticas de personalidad queasociamos con él. Paraello recurrió a la distin-ción de dos palabras que,hasta entonces, eranprácticamente sinónimosen la lengua inglesa: los

    términos sex y gender. Em-pleó el término sex, quetraduciríamos como sexo,para designar el conjuntode cualidades fisiológicas

    que desarrolla un organismo asociadascon su capacidad reproductiva y que lodeterminan como macho o hembra; mien-

    tras que propuso destinar el término  gen-der,  género  en español, para designar elconjunto de características de personali-dad, gustos, preferencias, actitudes, pape-les y valores que desarrolla una personacuando se identifica con un sexo. La diferen-ciación semántica propuesta por Moneytuvo tal éxito que hoy forma parte ya del

    uso común del idioma inglés. Mientras eltrabajo de Money con hermafroditas guiósus inquietudes analíticas, otro médico ypsicoanalista, el Dr. Robert Stoller, traba-jaba con transexuales y dirigió sus estudios

    Propuso destinar el

    término gender , género 

    en español, para desig-nar el conjunto de

    características de

    personalidad, gustos,

    preferencias, actitudes,

    papeles y valores que

    desarrolla una personacuando se identifca con

    un sexo

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    27/61

    25

    Sexo, género y feminismo

    por un camino similar. Concluyó que elsexo corresponde a las características bio-lógicas y el género a la conducta y la psi-que, con la diferencia de que para Stoller

    el género expresa además la proporción demasculinidad y feminidad en una persona,pues ambos polos se encuentran presentesen todas las personas, aunque con mayor omenor intensidad. Como resultado de susinvestigaciones ambos autores llegaron aun concepto de identidad de género. Laidentidad de género se refiere a la manera en

    que la persona se percibe y es percibida porlas demás personas a partir de la lecturaque se hace de sus genitales y, en consecuen-cia, se define como mujer u hombre y actúasegún “corresponda” culturalmente. Es esteconcepto de identidad de género el que nospermite separar y volver a unir las ideas desexo y género para su análisis teórico.

    Ahora bien, esta distinción terminoló-gica va a ser recuperada años después porel feminismo académico del modo que ve-remos a continuación. Una de las primerasdisciplinas en que las investigadoras femi-nistas comienzan a estudiar las relacionesde subordinación entre mujeres y hombres,para encontrar una explicación de su ca-

    rácter transhistórico, es la antropología.Como ya se mencionó, Margaret Mead esla primera de muchas antropólogas querealiza estudios comparados sobre la formaen que distintas sociedades entienden qué

    significa ser hombre o mujer. Los resulta-dos permiten desmontar las nociones na-turalizadas sobre lo que corresponde a loscaracteres, los gustos, los papeles sociales y

    las personalidades diferenciadas de muje-res y hombres.

    En la década de 1970 la antropologíafeminista gana terreno e influencia en unasociedad afectada por el éxito del ya men-cionado Movimiento por la Liberación dela Mujer. Estas antropólogas tienen unfuerte sustento teórico en el estructuralis-

    mo de Lévi-Strauss y la etnología, por loque realizan trabajos sistemáticos sobre lapermanencia o el cambio de las nocionessobre hombres y mujeres en distintas so-ciedades, lo que les permite compararlas.

    En 1974 la antropóloga estadounidenseSherry Ortner publica un artículo, en queexpone la síntesis de sus investigaciones,

    titulado ¿Es la mujer respecto al hombre loque la naturaleza respecto a la cultura? Laconclusión a la que llega con el trabajo decampo y el análisis teórico es que no im-porta cómo se manifieste la subordinaciónfemenina, pues en cada sociedad adquieresus propios rasgos, sino que es justamenteesta asociación simbólica  de la feminidad

    con la naturaleza lo que implica la inferio-ridad social de las mujeres.Un año después del texto de Ortner, la

    también antropóloga estadounidense GayleRubin publica su artículo El tráfico de muje-

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    28/61

    26

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    res: notas sobre la “economía política” del

    sexo. Este texto es decisivo en la construc-ción del concepto género como se conocehoy en día, pues en él Rubin postula por

    primera vez la idea del sistema sexo/género,al que define como el “conjunto de disposi-ciones por el que una sociedad transformala sexualidad biológica en productos de laactividad humana, y en el cual se satisfacenesas necesidades transformadas”.1 Como seve, la distinción entre esas dos categoríasimplica que el sexo es un fenómeno biológi-

    co sobre el que las sociedades construyen, apartir de interpretaciones de elementossimbólicos, los códigos mediante los queconcebimos a las personas, de manera dife-renciada, como hombres o mujeres. Estaoperación de la cultura sobre la naturalezada lugar a la diferencia de género. En otraspalabras, el sexo nos habla de la existencia

    de hembras y machos humanos mientrasque el género se refiere a las interpretacio-nes y valoraciones que se hacen socialmen-te sobre esos cuerpos. Lo relevante delaporte de Rubin, además de reconocer unadistinción previamente planteada en elcampo de la sexología, es que nos permitecomprender que la diferencia de género,

    socialmente conformada, no implica una1 Gayle Rubin, “El tráfico de mujeres: notas sobre la

    ‘economía política’ del sexo”, en Marta Lamas (comp.), El género: construcción cultural de la diferencia sexual, 1ª ed.,México, Programa Universitario de Estudios de Género-Universidad Nacional Autónoma de México, 1975, p. 37.

    simple distinción, sino, de hecho, da cuentade un sistema de dominación  estructural.Esto porque, en toda sociedad, quienes se

     piensan como mujeres ocupan un lugar subor-

    dinado a quienes son identificados como varo-nes. La diferencia de género opera siempre

    como desigualdad.Otros estudios, como el llevado a cabo

    por la antropóloga Michelle Zimbalist Ro-saldo, prematuramente desaparecida, en-cuentran que es insostenible pensar, comohicieron algunas personas, que las mujeres

    no tienen un papel subordinado en algu-nas culturas. Zimbalist Rosaldo, aplicandola etnopsicología y la etnografía compara-da, muestra que, pese a encontrar socieda-des donde las mujeres, o algunas mujeres,ejercen más poder en comparación con elque ejercen las de otras sociedades, enningún caso ejercen autoridad social. Este

    grupo de antropólogas explica, pues, quela subordinación social de las mujeres prue-ba formar parte de todas las sociedadesconocidas, presentes y pasadas, como unelemento clave de la estructura social en

    La diferencia de género

    opera siempre como

    desigualdad.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    29/61

    27

    Sexo, género y feminismo

    general. Para dotar esta idea de una claveexplicativa, utilizan la categoría antropo-lógica de sistema de prestigio, que permitedemostrar cómo, en toda sociedad conoci-

    da, las mujeres ocupan como grupo un lu-gar subordinado respecto del grupo de losvarones, que monopoliza los roles queotorgan prestigio social. Sus estudios con-tribuyen a desmitificar la idea de que en elpasado existieron socieda-des matriarcales. Esto esimportante porque supo-

    ner la existencia de ma-triarcados nos colocafrente a un falso problema:si algunas sociedades hansido matriarcales o si, co-mo sustentan muchas hi-pótesis, el matriarcado erala forma primaria de or-

    ganización social humanaque fue sustituida por elpatriarcado, nos enfrenta-mos a las preguntas de porqué ocurrió así y cómo po-dría revertirse la estructu-ra patriarcal para dar paso a una sociedadigualitaria, en sucesión lineal. La idea de

    los matriarcados primitivos también origi-nó muchas especulaciones sobre si el poderde las mujeres representa un estadio evolu-tivo inferior en las sociedades humanasrespecto al del poder de los hombres. Ve-

    mos, pues, que en ciertas sociedades lasmujeres pueden ejercer más poder o in-fluencia que en otras, pero ello no se tra-duce en prestigio ni autoridad. Con base

    en esto, otras brillantes antropólogas ex-plican a qué se debe que haya tantos mitossobre el matriarcado.

    En efecto, autoras como Joan Bamber-ger, Paula Webster y Esther Newton, acu-

    diendo también a la etno-grafía comparada, revelanque los mitos del matriar-

    cado están presentes enmuchas sociedades for-mando parte de los relatossobre el origen del mun-do. Es decir, muchos pue-blos elaboran la idea delcaos, previo a la creacióndel mundo ordenado en el

    que rigen los hombres,como propio de un reinofemenino. El mundo delpoder femenino es enten-dido en estos mitos comoun origen oscuro, desdi-

    chado y caótico que ha sido exterminadopor fuerzas masculinas o, directamente,

    por una sublevación de los hombres paraimponer por fin el orden y la claridad. Es-tos mitos recurrentes sobre orígenes ma-triarcales del mundo se ven coronados porla idea, transmitida de generación en ge-

    El mundo del poderfemenino es entendido

    en estos mitos como

    un origen oscuro,

    desdichado y caótico

    que ha sido

    exterminado porfuerzas masculinas.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    30/61

    28

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    neración, de lo importante que es mantenerel dominio y el control sobre las mujeres,so pena de volver al estado indeseable.

    Podría decirse que a partir de los estu-

    dios de la antropología feminista de esteperíodo, como los que brevemente hemosmencionado aquí, se fundamentan los cues-tionamientos a las tesis, claramente ideoló-gicas, que se habían propagado usando undiscurso cientificista sobre la subordinaciónsocial de las mujeres. En términos muy ge-nerales, a través de los descubrimientos de

    esta corriente se explica el problema de lasubordinación femenina contestando a losvagos argumentos del positivismo.

    Efectivamente, el cientificismo2  del si-glo xix y sus derivaciones en los siglos xx yxxi, tienen un incentivo importantísimoen el pujante movimiento feminista de laépoca que, como ya hemos visto, se ha

    convertido en un movimiento internacio-nal en sus variantes socialista clásica, so-cialista marxista y sufragista, pues para laprimera década del siglo xx el solo sufra-gismo contaba con millones de afiliadas entodo el mundo. Así, la influencia social delfeminismo en el siglo xix es considerable,

    2 El cientificismo es una corriente de pensamiento

    surgida en Francia en la segunda mitad del siglo xix queacepta sólo las ciencias comprobables empíricamentecomo fuente de explicación de todo lo existente. De estaforma, el término se ha aplicado para describir la visiónde que las ciencias formales y naturales tienen primacíasobre otros campos de la investigación, tales como lasciencias sociales o las humanidades.

    y la reacción misógina y antifeminista enesta época ha dejado de limitarse a la iro-nía y la obstrucción que le caracterizan enlos siglos xvii y xviii. Por el contrario; en el

    siglo xix el embate contra el feminismo sevuelve proporcional a su influencia (fe-nómeno sociológico magistralmente sin-tetizado por Cervantes con la célebrefrase: “Ladran, Sancho, señal de que ca-balgamos”). El feminismo no sólo se com-bate tenazmente desde el poder políticoy judicial, sino desde la opinión pública, la

    literatura, la iconografía y todas las expre-siones del imaginario social. Entre estasúltimas juega un papel preponderante lacorriente hegemónica del pensamiento cien-tífico (tanto de las ciencias naturales comode las sociales) encabezada por los positi-vismos y evolucionismos de todo cuño.Desde todos ellos, además de modelarse

    un discurso sobre la irrefutable diferenciaentre los sexos y la superioridad biológicadel masculino sobre el femenino, se tejetoda clase de argumentos para afirmar queel papel subordinado de las mujeres en lasociedad, expresado diáfanamente en sucarencia de derechos y su sometimientolegal a los varones, está biológicamente

    justificado e históricamente respaldado. Apartir de esto, se van hilvanando algunashipótesis que pretenden explicar (ya seacon afán de justificar o no) por qué lasmujeres aparecen siempre socialmente so-

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    31/61

    29

    Sexo, género y feminismo

    metidas a los hombres. Podemos sintetizarestas seudohipótesis en tres: una biologicista,

    una historicista y una culturalista. La pri-mera de ellas es muy conocida porque la

    esgrime casi espontáneamente el sentidocomún de nuestra época. Frente a las dosprimeras, la antropología feminista pro-porciona contrargumentos que desmontanlas seudoexplicaciones al uso sobre los orí-

     genes y las razones de la subordinación so-cial de las mujeres, como sigue:

    La hipótesis biologicista pretende explicar lasubordinación de las mujeres por su infe-rioridad biológica, “natural”, frente a loshombres. Esta afamada serie de especula-ciones parte casi siempre de afirmar que,desde tiempos prehistóricos, las mujeresfueron dominadas por los hombres porposeer ellos mayor fuerza física. Los desa-

    rrollos positivistas de esta hipótesis vanmás lejos; indican que, además de ser infe-riores físicamente a los hombres, las muje-res deben  ser dominadas por éstos parabeneficio de la especie. La lógica de talafirmación, fundada desde luego en el evo-lucionismo decimonónico, afirma que lasmujeres representan un estadio evolutivo

    inferior de la especie humana. Al parecer,sólo entre los humanos vemos que susejemplares encarnen dos etapas distintasde la evolución. Así, mientras el principiomasculino personificado en los hombres

    condensa lo característico de nuestra es-pecie, lo que nos hace diferentes de otrosanimales –esto es, la racionalidad, la capa-cidad de crear, de reelaborar y trascender

    la mera naturaleza–, las mujeres siguenencarnando un estadio animal, seudohu-mano, ligado a la naturaleza, la inmediatezy la animalidad. Las  pruebas se hallan enel propio físico de las féminas (menor fuer-za, menor tamaño del cerebro, pero, sobretodo, cuerpos esclavos de los ciclos natura-les de la reproducción, como cualquier

    hembra animal). Por lo demás, si habla-mos de dominio, para los hombres ha sidofácil someter siempre a las mujeres, pues lamera fuerza física los hace más poderosos.

    Para contestar esta hipótesis  (obtenidapor mera especulación) el feminismo acu-de a diversas fuentes, desde la arqueologíay la historia hasta la sociología y la antro-

    pología, pasando por la neurología, la bio-química, etcétera. Las respuestas son mu-chas y complejas. Podemos intentar unasíntesis de la mano de la historia y la etno-grafía comparada. En primer lugar, la ideade que las mujeres han sido subordinadassocialmente a los varones en virtud de sumenor fuerza física (definida en relación

    con la masa muscular) parte de una falsaconcepción naturalista del poder y la polí-tica en las sociedades humanas. En ésta,los criterios para legitimar la dominacióncambian histórica y contextualmente, y

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    32/61

    30

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    difícilmente podemos encontrar que lamayor fuerza física sea un criterio de domi-nio que opere fuera de situaciones de gue-rra. De hecho, la sociedad helénica o

    griega clásica, para tomar un ejemplo no-table, consideraba que la mayor fuerza físi-ca de algunos hombres era la prueba evi-dente de su alma de esclavos. En estasociedad, los hombres libres, que confor-maban la élite dominante, se preciaban desu cuerpo frágil y su mente poderosa, por-que Atenas o Esparta valoraban la razón

    muy por encima de lafuerza. Es decir, la historiacomparada, junto con laantropología y la sociolo-gía, nos enseñan que, pri-mero, todas las sociedadeshumanas establecen crite-rios de dominación que

    hacen legítimo el ejerciciodel poder, y que estos cri-terios no son establecidospor una supuesta natura-leza física sino por las vi-siones del mundo cons-truidas a través de la interpretación deelementos simbólicos. No hay, en este sen-

    tido, ni mucho menos, una aceptaciónuniversal de la fuerza como criterio de es-tablecimiento de las jerarquías sociales. Yes al seno de éstas que las mujeres se con-ciben como quienes no pueden acceder,

    como grupo, a posiciones de prestigio ypoder reservadas a los varones. De hecho,ya que hablamos de criterios, como de-muestran Mead, Ortner y otras, aunque

    prevalece a través de la historia y en lasdistintas sociedades –constituyendo loque Lévi-Strauss denomina un elementoestructural–, la subordinación social de lasmujeres a los hombres, la manera en que seencarna este sistema, es infinitamente va-riable. Cambia, en primer lugar, el conte-nido de lo que en cada sociedad significa

    ser hombre o mujer, asícomo las personalidades,los gustos, las apreciacio-nes del mundo, los rolessociales e incluso las ca-racterísticas físicas que seasocian con unos o conotras. Lo que no cambia,

    además del sentido jerár-quico que establece siemprela dominación masculina,es que toda sociedad con-sidera su definición de lasmujeres y los hombres co-

    mo una consecuencia del orden divino onatural. Apreciemos la paradoja: mientras

    que la enorme variación de las fórmulassocialmente construidas de ser hombres ymujeres nos indica que estas identidadesson forjadas culturalmente, cada puebloconserva una fuerte convicción de que

    Todas

    las sociedades

    humanas establecen

    criterios

    de dominación

    que hacen legítimo

    el ejercicio

    del poder.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    33/61

    31

    Sexo, género y feminismo

    tales convenciones son producto de la na-turaleza. Así, mientras algunas sociedadesconsideran que lo propio de las mujeres essu rudeza y parquedad, otras las conciben

    frágiles y parlanchinas; en algunos sitiosencontramos que el verdadero varón desa-rrolla un gusto innato por adornarse elcuerpo y la cara, mientras en otras latitu-des éste se considera una inclinación natu-ral de las mujeres. Más aún: cada sociedad(incluida la nuestra) considera natural  sudivisión sexual del trabajo, pero las dife-

    rencias culturales en este aspecto son tam-bién sorprendentes. Mientras hay algunasen que la actividad propia de las mujeres esla recolección, dejando a los varones lapesca, en otros sitios se considera naturalexactamente la distribución inversa. Denuevo, lo que no varía es que, ahí dondelas mujeres recolectan, será prestigioso

    pescar, y ahí donde ellas pesquen, seráhonroso recolectar. Lo que todas estas re-flexiones nos enseñan es que no hay nadade natural y sí todo de social y cultural enlo que asociamos con ser hombre o mujer.La pregunta que queda en pie, pues, es ¿porqué si todo lo relativo al ser de hombres ymujeres varía, no lo hace el sentido en que

    se ejerce la dominación social? ¿Por qué sitodo esto es tan relativo, las mujeres no ejer-cen el poder del grupo en ningún lado?

    Frente a este problema, el que se ha enten-dido como de la subordinación social trans-

    histórica de las mujeres, se han planteadoalgunas otras especulaciones que preten-den resolverla. Las hemos agrupado, asi-mismo, para su mejor comprensión, en

    otras dos hipótesis.

    Hipótesis historicista. Friedrich Engels es elresponsable de construir este intento deexplicación de la subordinación socialde las mujeres. Se basa para hacerlo en lastesis de su contemporáneo, el antropólogoalemán Johann Jakob Bachofen, responsa-

    ble de la popularidad que tuvo en el sigloxix  la tesis del matriarcado primitivo.Dando por bueno el supuesto de la existen-cia de sociedades matriarcales que habríanantecedido a las patriarcalistas, Engels uti-liza la perspectiva del materialismo históri-co para describir a la dominación de lasmujeres como un efecto más de la propie-

    dad privada. El cofundador del marxismopiensa que las primitivas sociedades ma-triarcales estaban organizadas en un régi-men de comunismo primitivo. Cree que elfin de ambos modelos, poder femenino ypropiedad común, tuvo lugar con la divi-sión del trabajo entre doméstico y extrado-méstico.

    Con arreglo a la división del trabajo en lafamilia de entonces correspondía al hombre

    procurar la alimentación y los instrumentos

    de trabajo necesarios para ello; consiguien-

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    34/61

    32

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    temente, era, por derecho, el propietario de

    dichos instrumentos (…) Por tanto, según

    las costumbres de aquella sociedad, el hom-

    bre era igualmente propietario del nuevo

    manantial de alimentación, el ganado, ymás adelante, del nuevo instrumento de

    trabajo, el esclavo. (…) Así, pues, las rique-

    zas, a medida que iban en aumento, daban,

    por una parte, al hombre una posición más

    importante que a la mujer en la familia y,

    por otra parte, hacían que naciera en él la

    aspiración de valerse de esa ventaja para

    modificar en provecho de sus hijos el ordende herencia establecido.3

    Esta tesis tiene gran importancia por-que es adoptada por el propio pensamientofeminista anterior a los desarrollos de laantropología que hemos visto. El éxito deesta versión sigue siendo grande en la dé-cada de 1970, pese a que ya había sido cri-ticada desde 1949 por Simone de Beau-voir en El segundo sexo. Lo que De Beauvoirmuestra con toda claridad en su famosolibro es que Bachofen, en quien se apoyaEngels para relacionar el matriarcalismo,donde las mujeres tendrían el poder, conel comunismo primitivo, confunde dosrealidades distintas. Lo que ese antropólo-go había tomado por sociedades con poder

    3 Friedrich Engels, “El origen de la familia, la propiedadprivada y el Estado”, en K. Marx y F. Engels, Obras esco-

     gidas, t. II, Moscú, Editorial Progreso, 1955, pp. 213, 214.

    femenino corresponde realmente a socie-dades matrilineales, es decir, aquellas en lasque la estructura de parentesco se asociacon la madre y no con el padre, pero en las

    cuales siguen siendo los varones quienesocupan las posiciones de prestigio y poder.Al interior de la casa, si bien no mandanlos padres, sí lo hacen los tíos y, en ningúncaso, las mujeres de la familia. Ese poder,pues, tampoco se traduce en una distribu-ción ni más equitativa ni favorable paralas mujeres, en lo que toca a la sanción de

    los asuntos de la comunidad. Además, lateoría de Engels falla porque supone unasuerte de momento histórico en que lasmujeres como grupo perdieron su supuestopoder, sin tener evidencias de ello en nin-guna sociedad específica. Por lo tanto re-sulta aún más débil el intento de suponerque ese paso habría sido dado por igual en

    todas las sociedades que se conocen, locual es contradicho claramente por lasevidencias históricas, arqueológicas y an-tropológicas. Así, los análisis feministasdesmontan la hipótesis historicista queatribuye la subordinación social de las mu-jeres a una ocurrencia datable histórica-mente.

    Hipótesis culturalista.  Este tercer intentode explicación podríamos atribuirlo a lapropia Simone de Beauvoir. Para la granfeminista francesa, la subordinación social

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    35/61

    33

    Sexo, género y feminismo

    de las mujeres tiene un origen lógico másque histórico o natural. En un pormenori-zado análisis, De Beauvoir encuentra que, sibien las distintas sociedades no subordi-

    nan a sus mujeres por una necesidad bioló-gica, sino por una interpretación de ele-mentos simbólicos, el punto de partida deesta interpretación es el cuerpo femenino.En la medida en que son las mujeres quie-nes menstrúan, se embarazan, paren yamamantan, las sociedades realizan unalectura coincidente de esos signos exter-

    nos del cuerpo sexuado porque en todoslos casos se les da un valor de animalidad,de cercanía con la naturaleza. Ya que loscuerpos de los hombres están menos evi-dentemente ligados a (atrapados por) lanaturaleza, se les interpreta  como los queencarnan más apropiadamente a la huma-nidad, a la dominación humana, cultural,

    de la naturaleza. Así, el grupo de los hom-bres representaría socialmente lo humanoy lo cultural, mientras el grupo de las mu-jeres daría cuerpo –nunca mejor dicho– a

    las nociones de animalidad, salvajismo,naturaleza. Ideas todas que dan cuenta delo que la humanidad ha debido vencer yde lo que ha debido apropiarse para surgiry permanecer. Desde su mirada filosófica,Simone va aún más lejos en esta reflexiónsobre lo que la cultura interpretaría al leer los cuerpos femeninos: la capacidad de

    gestar y parir, de dar vida, se entiende so-cialmente más inmediata, y por ello menosapreciada que la capacidad de arriesgar lavida. Para oponer ambas nociones, las so-ciedades otorgan a los hombres esta últimacapacidad ya que las mujeres encarnannaturalmente la primera. Por ello, sostienenuestra autora, son ellos los designados

    para hacer la guerra y construir la civiliza-ción, es decir, para realizar las tareas quetrascienden la mera generación básica dela vida natural y la convierten en vidahumana.

    Para dejar atrás la desigual valoraciónde hombres y mujeres en las distintas so-ciedades, esta interpretación de las causas

    de la subordinación social de las mujerestendría que suponer que se requiere uncambio reflexivo de las mentalidades quele devuelva a las mujeres en el imaginariolo que no se puede negar en la práctica: su

    La capacidad de gestar y parir,

    de dar vida, se entiende

    socialmente más inmediata,

    y por ello menos apreciada

    que la capacidad de arriesgar

    la vida.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    36/61

    34

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    humanidad. Las mujeres han estado y es-tán tan disociadas de los significados quedefinen en plenitud a la especie, que cual-quier intento que realicen para reclamar

    su lugar al lado de los hombres se lee comouna transgresión imperdonable. Simonesintetiza esta dura verdad con una oraciónprecisa: “Cuando las mujeres piden que seles reconozca como seres humanos, se lesacusa de querer ser hombres”.

    El feminismo académico de la décadade 1970 muestra, pues, desde los estudios

    etnográficos comparados, que no puedeexplicarse la subordinación social de lasmujeres ni a partir de condiciones inhe-rentes a la biología de los sexos ni a partirde supuestos datos históricos. Como DeBeauvoir, se decanta por una explicacióndel fenómeno radicada en el análisis decómo se construye la cultura, entendida co-

    mo el mundo humano forjado por la atri-bución de significados que se ordenan através de símbolos. Aunque en cada socie-dad ese orden simbólico produce significa-

    dos concretos, hay algunos pocos que hanpermanecido casi intocados en la medidaen que estructuran categorías básicas paradar un orden al mundo; categorías que es-tablecen grandes distinciones jerarquiza-doras que, en las sociedades tradicionales,afianzan en las personas una sensación deseguridad existencial, de estabilidad del

    mundo, porque no dejan lugar a las dudaso las ambigüedades.

    Si las sociedades modernas han vistonacer la crítica a esa grandes categoríasque ordenan jerárquicamente el mundo,entre las cuales destaca la que lo divide enlo masculino, entendido como lo humano,y lo femenino, entendido como su nega-

    La teoría feminista reconoce

    la necesidad de diferenciar estos dos aspectos

    de la identidad de género de una persona, es decir,

    aquella identidad que indica la pertenencia

    de una persona al colectivo de las mujereso al de los hombres.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    37/61

    35

    Sexo, género y feminismo

    ción, es porque producen una dinámicacrítica y reflexiva inédita en la historia.La reflexividad racionalista propia de lamodernidad crea una sociedad crítica y

    autocrítica que, si bien produce reductosemancipatorios que permiten a las perso-nas plantearse como auténticas responsa-bles de su propio devenir, también admiteincertidumbre y angustia social. Es ese fe-nómeno al que el sociólogo Max Weber,recuperando a Nietzsche, llamó el desen-canto del mundo.

    A partir de estos planteamientos la teo-ría feminista reconoce la necesidad de dife-renciar estos dos aspectos de la identidad degénero de una persona, es decir, aquellaidentidad que indica la pertenencia de unapersona al colectivo de las mujeres o alde los hombres. Entonces, el feminismo deestos años termina por producir el concepto

     género para referirse al conjunto de actitu-des, roles, capacidades y caracteres propios de

    hombres y mujeres. La construcción culturalde la diferencia sexual es la frase que mejorexplicó durante mucho tiempo a qué nosreferimos cuando hablamos de género.

    El concepto  género  ha sido construidodesde una inquietud política clara: la preo-cupación feminista por entender las posi-bles causas de la subordinación de las mu-jeres y las consecuencias concretas dedicha subordinación, y se elabora con elpropósito de sustentar la postura políticadel feminismo. Es, en primer lugar, un

    instrumento de análisis para explicar ydescribir las relaciones de poder entrehombres y mujeres. Al mostrar cómo y me-diante qué procesos la cultura asigna iden-tidades diferenciadas a sujetos a partir deuna apreciación de su apariencia biológica,sexual, y al explicar por qué esas diferen-cias se interpretan como desigualdades, la

    teoría feminista se torna en una teoría delgénero.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    38/61

    36

    En oposición al  concepto  género  se en-cuentra, como ya vimos, el concepto sexo,que se refiere a las características biológi-cas que diferencian a hembras y machos. Alhablar de la noción de sexo es importante

    recordar que, a pesar de que los positivis-mos modernos lo consideran un dato “duro”,anclado a los cuerpos de los seres humanos,la idea sobre el sexo ha cambiado a lo largode la historia. Puede resultar curioso paraquienes nos hemos socializado en esta épo-ca saber que la radical diferencia que atri-buimos a los sexos es una noción social

    bastante reciente. De hecho, la incontras-tabilidad entre lo masculino y lo femenino,y, en consecuencia, entre los hombres y lasmujeres, apenas data de finales del sigloxviii.

    Para los griegos y los romanos no exis-ten dos sexos, sino uno solo. Las diferen-cias sexuales entre mujeres y hombres ex-

    presan la distinta maduración de unmismo tipo de organismo. Mientras que elcalor adecuado durante la gestación pro-duce un cuerpo acabado, completo, mas-culino, una maduración insuficiente en el

    vientre de la madre, a causa de pobre su-ministro de calor, proporciona un cuerpo yuna mente inmaduros, femeninos. Comose ve, la distinción entre hombres y muje-res, tanto sexual como mental y espiritual

    (no hay una diferencia rotunda en el pen-samiento clásico), se entiende como unacuestión de grado; es expresión de distin-tos corolarios que la naturaleza da a unmismo principio. El resultado es que hom-bres y mujeres tienen los mismos órganossólo que invertidos. Mientras en las muje-res el pene y los testículos permanecen

    dentro del cuerpo (pues así se interpretanel útero y los ovarios) al no haber madura-do lo suficiente como para descender, enlos varones se encuentran en su estadoideal, acabado y perfecto. El alma de cadatipo de organismo responde a este mismoprincipio; madura y autosuficiente para elcaso de los hombres (libres) e inmadura e

    infantiloide para el caso de las mujeres.Esta idea sobre un único sexo es la hege-mónica hasta el siglo xvii.

    En la segunda mitad del siglo xviii, apartir de los descubrimientos científicos y

    Distinción entre sexo y género

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    39/61

    37

    Sexo, género y feminismo

    médicos, sí, pero sobre todo como conse-cuencia del impacto que está teniendo elreclamo feminista en esa época, cambia lanoción de diferencia entre los sexos, cons-

    tituyéndose justamente en una diferenciaesencial, que parece abarcar conjunta-mente cuerpo, mente y espíritu. Ya no esuna cuestión de grado, sino una diferenciade esencia, de contenido, y además incon-mensurable, al grado de contrastar a hom-bres y mujeres como si fueran especiesdistintas, eso sí, que se complementan.

    La idea generalizada que se tiene sobreel sexo y el género es que se trata de lamisma cosa, pues en el fondo se reduce ala identificación de una persona comomujer o como hombre. La interrelación deambos conceptos, género y sexo, es difícilde desmontar pues las ideas en torno al gé-nero derivan en un primer momento de la

    diferencia biológica, llamada sexual, aun-que el posterior estudio de las identidades,los roles y las conductas que se identifican encada sociedad como distintivas de loshombres y las mujeres permite reconocerclaramente que son el producto de percep-ciones construidas culturalmente a partirde una serie de referentes simbólicos y que

    no se trata de hechos dados por naturaleza.La asignación de género en las personasconcretas forma parte central de la identidadnuclear. Los seres humanos nos identifica-mos de manera primordial en referencia al

    binomio masculino/femenino y, como con-secuencia, nos pensamos, en la mayoríade los casos, hombres o mujeres. Y el he-cho de que el género se inscriba en la propia

    manera de entender quiénes somos es loque hace tan difícil cuestionarnos su carác-ter supuestamente natural. Es decir, para lapercepción subjetiva, la idea de que el géne-ro se construye socialmente equivale a pen-sar que lo que uno o una es como personapuede ser radicalmente artificial; y, desdeluego, una noción así es totalmente contra-

    ria a nuestras intuiciones. Esto se explicaporque la idea de que el género no es natu-ral sino culturalmente construido se leeequivocadamente como que puede ser mo-dificado a voluntad o por capricho. Y esaidea nos resulta claramente contradictoriacon la percepción de nuestro propio yo.

    Los significados de género no se constru-

    yen individual, sino socialmente. Y la socie-dad, la forma concreta en que un grupohumano construye la cultura, se impone alos individuos de manera coactiva. Igualque ciertas condiciones de la naturaleza.

    Las definiciones de lo femenino y lomasculino son eso: definiciones sociales,no individuales. En las sociedades con-

    temporáneas de occidente percibimos estadíada (femenino/masculino en lo simbó-lico o mujer/hombre en lo imaginario) deun modo muy particular: cada día la cien-cia y la cultura nos reafirman la certeza de

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    40/61

    38

    Estela Serret y Jessica Méndez Mercado

    que feminidad y masculinidad son dos ca-tegorías cerradas y absolutas, opuestas en-tre sí (hay quien dice complementarias),ancladas en la fisiología y cuya presencia

    en los organismos vivos es, por lo tanto,fácilmente verificable.

    En otras sociedades, como ya se comen-tó, también puede constatarse la idea deque el género, es decir el binomio femini-dad/masculinidad, posee contenidos fijos,es natural e inmodificable. Esto, sin em-bargo, no significa que, en cada caso, estos

    contenidos sean idénticos. Por el contra-rio; si bien en el horizonte simbólico másabstracto podemos observar que los referen-tes de género tienen funciones similares,en el plano imaginario de las tipificacio-nes sociales las cosas son bien distintas. Esdecir, aunque en toda sociedad podemosconstatar la presencia de hombres y muje-

    res como dos grupos que encarnan y actúanprioritariamente significados de masculi-nidad y feminidad, respectivamente, tam-bién es fácil verificar que en contextosdistintos varía dramáticamente la idea dequé significa ser un hombre o una mujer pornaturaleza. El caso es que los caracteres,preferencias, actitudes, apariencia, gustos

    y valores que nuestras sociedades conside-ran propios de mujeres o varones por natu-raleza, con límites tan claramente definidosque son empíricamente verificables por la ciencia, tienen en realidad una genealogía

    perfectamente rastreable. Las diversasconstrucciones culturales del siglo xix eu-ropeo son vitales para la configuración delimaginario sobre los géneros que ha here-

    dado el siglo xxi. Las visiones contempo-ráneas sobre lo que conforma verdadera-mente a hombres y mujeres fijan sus raícesen tradiciones como el romanticismo, lacientifización de la cultura y el positivis-mo. Cada una de estas expresiones deci-monónicas opone una feroz respuesta alavance sin precedentes del feminismo.

    Efectivamente, es en este contexto quevemos desarrollarse una peculiar misogi-nia que corre, bien en paralelo, bien encombinación, con un discurso sublimadorde las mujeres y la feminidad. Mientras la

    Las visiones

    contemporáneas sobre

    lo que conforma

    verdaderamente 

    a hombres y mujeres

    jan sus raíces en tradiciones

    como el romanticismo,

    la cientización de la cultura

    y el positivismo.

  • 8/17/2019 Serret Estela y Jessica Méndez Mercado2011Sexogénero y Feminismo (1)

    41/61

    39

    Sexo, género y feminismo

    misoginia más franca clama sin tapujospor continuar con la subordinación de lasmujeres aludiendo a su estatus de inferio-res y subhumanas, el discurso sublimacio-

    nista, aquel que enaltece a las mujeres,canta las bondades del lugar social que aellas ofrece el androcentrismo. Así, la mo-dernidad burguesa brinda a las mujeres laexcelencia a cambio de la costosa autono-mía demandada por las feministas. El re-sultado es un nuevo modelo de mujer, unnuevo esencialismo. En este sentido, tópi-

    cos de la medicina moderna, como la dife-rente utilización de los hemisferios cere-brales por hombres y mujeres o el carácterbiológico e instintivo de las estrategiasque sigue cada sexo para buscar pareja, sepresentan en diversos medios de divulga-ción científica como los últimos y sor-prendentes descubrimientos de investiga-

    ciones especializadísimas, cuando lossupuestos que los fundan y las hipótesisque defienden fueron ya planteados porinvestigadores alemanes, austriacos, fran-ceses e ingleses desde la segunda mitaddel siglo xix. Paradójicamente, ese discur-so cientificista que tan arduamente se es-fuerza en construir un esquema binario

    para las identidades sexuales (que en reali-dad conjugan sexo, género y deseo), tiene

    como efecto no deseado la multiplicaciónde referentes identitarios. Vemos así surgirel pensamiento y la práctica médico/psi-quiátrica/psicoanalítica que crea la ho-

    mosexualidad como un tercer sexo, juntocon el estudio prolijo de hermafroditas ytransexuales, ejemplificando el desborda-miento de los límites impuestos por el bi-narismo hombre/mujer.

    Esta conceptualización permite ver nosólo que el género de una persona esconstruido, sino también que esa cons-

    trucción expresa una estructura de poder.Las consecuencias políticas son obvias:si los hombres y las mujeres no d