Reflexion de la virgen

2
MEDITANDO CON MARÍA Lunes —¿Cómo era la vida de la Virgen María? Ella, como cualquier madre, trabajaba en su hogar, pero de una manera es- pecial; sería imposible decir todas las VIRTUDES , o sea las cosas buenas que tenía la Virgen. Por mencionar algunas, María era una mujer HUMILDE, es decir sencilla; GENEROSA, que se olvidaba de si misma por los demás; CON UNA GRAN CARIDAD, amaba y ayudaba a todos por igual y una mujer que SERVÍA a José y a Jesús , su familia, con un gran AMOR y una gran ALEGRÍA. La Virgen era PACIENTE y quizá lo más hermoso que tenía era que ACEPTABA CONTENTA TODO LO QUE DIOS LE PEDÍA EN LA VIDA. - ¡ Cuánto podríamos aprender todos de la Virgen! Si María fue santa en el hogar, en el trabajo diario, podríamos todos tratar de imitar sus VIRTU- DES para santificarnos día tras día nosotros también. La Virgen María estuvo presente en la pasión y muerte de Jesús; estuvo junto a la cruz, llena de dolor pero serena. “María dijo: - Aquí está esclava del Señor, que me suceda como tú dices” Lc. 1,38. Martes - Madre nuestra Una ecuación clara: María es madre de Jesús. Jesús = Dios; confirmamos con claridad que María = Madre de Dios. María es madre. Es La Madre por excelencia. Y esto la conviene en la intercesora por excelencia, aquella a quien nos dirigi- mos deforma espontánea mientras se desgrana en nuestros labios una petición de ayuda, de consuelo, de luz para nues- tras vidas, sin tener que hacer el menor esfuerzo. Es lógico porque, en realidad, es como un reflejo espontáneo de nuestra estructura y vida familiar. Pero no se trata sólo de una experiencia que cuenta con una amplísima base humana. También contamos con una base bíblica muy consistente. Si echamos una ojeada a la historia de Israel, la figura del intercesor ha jugado un papel decisivo desde los orígenes de la fe israelita: Abraham, que intercede repetidas veces ante Yahvé en favor de Sodoma y Gomorra; o Moisés, que interviene en favor de su pueblo para eludir el castigo divino; los grandes profetas, que no sólo eran los portadores de la Palabra de Dios, sino aquellas figuras que, por su cercanía y dedica- ción a Dios, eran convocados y consultados para obtener la gracia de Dios. “Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo a quien tanto ama- ba, dijo a su madre: - Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: - Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento, el discípulo la llevo a su casa”. Jn. 19,26-27. Semana del 23 al 27 de mayo. Cada mañana 5 minutos de reflexión

description

http://lasalle.edu.pa/images/reflexiones_de_la_semana/2016/09/Reflexion_de_la_Virgen.pdf

Transcript of Reflexion de la virgen

MEDITANDO CON MARÍA Lunes —¿Cómo era la vida de la Virgen María? Ella, como cualquier madre, trabajaba en su hogar, pero de una manera es-pecial; sería imposible decir todas las VIRTUDES , o sea las cosas buenas que tenía la Virgen. Por mencionar algunas, María era una mujer HUMILDE, es decir sencilla; GENEROSA, que se olvidaba de si misma por los demás; CON UNA GRAN CARIDAD, amaba y ayudaba a todos por igual y una mujer que SERVÍA a José y a Jesús , su familia, con un gran AMOR y una gran ALEGRÍA. La Virgen era PACIENTE y quizá lo más hermoso que tenía era que ACEPTABA CONTENTA TODO LO QUE DIOS LE PEDÍA EN LA VIDA.

- ¡ Cuánto podríamos aprender todos de la Virgen! Si María fue santa en el hogar, en el trabajo diario, podríamos todos tratar de imitar sus VIRTU-DES para santificarnos día tras día nosotros también.

La Virgen María estuvo presente en la pasión y muerte de Jesús; estuvo

junto a la cruz, llena de dolor pero serena.

“María dijo: - Aquí está esclava del Señor, que me suceda como tú dices” Lc. 1,38.

Martes - Madre nuestra

Una ecuación clara:

María es madre de Jesús. Jesús = Dios; confirmamos con claridad que María = Madre de Dios.

María es madre. Es La Madre por excelencia. Y esto la conviene en la intercesora por excelencia, aquella a quien nos dirigi-

mos deforma espontánea mientras se desgrana en nuestros labios una petición de ayuda, de consuelo, de luz para nues-

tras vidas, sin tener que hacer el menor esfuerzo. Es lógico porque, en realidad, es como un reflejo espontáneo de nuestra

estructura y vida familiar.

Pero no se trata sólo de una experiencia que cuenta con una amplísima base humana. También contamos con una base

bíblica muy consistente. Si echamos una ojeada a la historia de Israel, la

figura del intercesor ha jugado un papel decisivo desde los orígenes de la fe

israelita: Abraham, que intercede repetidas veces ante Yahvé en favor de

Sodoma y Gomorra; o Moisés, que interviene en favor de su pueblo para

eludir el castigo divino; los grandes profetas, que no sólo eran los portadores

de la Palabra de Dios, sino aquellas figuras que, por su cercanía y dedica-

ción a Dios, eran convocados y consultados para obtener la gracia de Dios.

“Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo a quien tanto ama-

ba, dijo a su madre:

- Mujer, ahí tienes a tu hijo.

Después dijo al discípulo:

- Ahí tienes a tu madre.

Y desde aquel momento, el discípulo la llevo a su casa”. Jn. 19,26-27.

S e m a n a d e l 2 3 a l

2 7 d e m a y o .

C a d a m a ñ a n a 5

m i n u t o s d e

r e f l e x i ó n

Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia.

Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo re-

volucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humil-

dad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesi-

tan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la mis-

ma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió

vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra bús-

queda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas

meditándolas en su corazón» (Lc2,19). María sabe reconocer las huellas del Espí-

ritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen

imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y

en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en

Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo pa-

ra auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura,

de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo ecle-

sial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude

para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los

pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo. (EXHORTACIÓN APOSTÓLICA

EVANGELII GAUDIUM #288, Papa Francisco).

Miércoles— María, madre de la evangelización.

Jueves—Santa María de la obe-diencia de la fe.

¡María! Mujer valiente y audaz. Valiente

y audaz en el creer, en el dar el SÍ.

Zacarías se achicó ante la palabra de

Dios. No la captó y la rechazó un poco:

“por aquello que no creíste a mis pala-

bras...” (Lc 1, 20).

María valiente y audaz ante la palabra de

Dios dio un salto totalmente de sí, se pu-

so toda entera en el corazón de Dios:

“Bienaventurada tú la que creíste porque

serán llevadas a la perfección en ti las

palabras-obras que te han sido dichas de

parte del Señor” (Lc 1, 45).

Como premio a esta audacia-

disponibilidad absoluta de Ma-ría, en la

que pone la fe, recae sobre María la pri-

mera bien-aventuranza que se lee en el

evangelio.

Viernes — María nos ayuda... Virgen y Madre María,

tú que, movida por el Espíritu,

acogiste al Verbo de la vida

en la profundidad de tu humilde fe,

totalmente entregada al Eterno,

ayúdanos a decir nuestro «sí»

ante la urgencia, más imperiosa que nunca,

de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Estrella de la nueva evangelización,

ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,

del servicio, de la fe ardiente y generosa,

de la justicia y el amor a los pobres,

para que la alegría del Evangelio

llegue hasta los confines de la tierra

y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,

manantial de alegría para los pequeños,

ruega por nosotros. Amén.

(EXHORTACIÓN APOSTÓLICA

EVANGELII GAUDIUM #288, Papa Francisco).