Lucila Inés Mena - La huelga de la compañia bananera como expresión de lo 'real maravilloso'...

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Lucila Inés Mena La huelga de la compañía bananera como expresión de lo « Real Maravilloso » americano en Cien años de soledad In: Bulletin Hispanique. Tome 74, N°3-4, 1972. pp. 379-405. Résumé L'épisode de la grève des employés de la compagnie bananière raconté par García Márquez dans Cien años de soledad a toutes les apparences d'un événement dans lequel se mêlent certains éléments de la réalité et des éléments fictifs. Cet article confronte la réalité historique de la Colombie à l'époque de la grève de la United Fruit Company avec les événements qui ont eu lieu à Macondo pendant la même époque. De cette façon on montre comment les événements principaux qui produisent la sensation d'irréalité ne sont pas dus à la libre imagination de l'auteur, mais sont empruntés à la réalité légèrement réélaborée et incorporée à son monde narratif. Resumen El episodio de la huelga de los empleados de la compañía bananera relatado por García Marquez en Cien años de soledad tiene todos los visos de un hecho en que ciertos elementos de la realidad se mezclan con elementos irreales. Este artículo confronta la realidad histórica de Colombia en la época de la huelga de la United Fruit Company, con los sucesos acaecidos en Macondo durante la misma época. En esta forma se muestra cómo los principales hechos que crean la sensación de irrealidad no surgen de la libre imaginación del autor, sino que están tomados por éste de la realidad levemente reelaborada e incorporada a su mundo narrativo. Citer ce document / Cite this document : Mena Lucila Inés. La huelga de la compañía bananera como expresión de lo « Real Maravilloso » americano en Cien años de soledad. In: Bulletin Hispanique. Tome 74, N°3-4, 1972. pp. 379-405. http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-4640_1972_num_74_3_4082

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Lucila Inés Mena

La huelga de la compañía bananera como expresión de lo «Real Maravilloso » americano en Cien años de soledadIn: Bulletin Hispanique. Tome 74, N°3-4, 1972. pp. 379-405.

RésuméL'épisode de la grève des employés de la compagnie bananière raconté par García Márquez dans Cien años de soledad atoutes les apparences d'un événement dans lequel se mêlent certains éléments de la réalité et des éléments fictifs. Cet articleconfronte la réalité historique de la Colombie à l'époque de la grève de la United Fruit Company avec les événements qui ont eulieu à Macondo pendant la même époque. De cette façon on montre comment les événements principaux qui produisent lasensation d'irréalité ne sont pas dus à la libre imagination de l'auteur, mais sont empruntés à la réalité légèrement réélaborée etincorporée à son monde narratif.

ResumenEl episodio de la huelga de los empleados de la compañía bananera relatado por García Marquez en Cien años de soledad tienetodos los visos de un hecho en que ciertos elementos de la realidad se mezclan con elementos irreales. Este artículo confrontala realidad histórica de Colombia en la época de la huelga de la United Fruit Company, con los sucesos acaecidos en Macondodurante la misma época. En esta forma se muestra cómo los principales hechos que crean la sensación de irrealidad no surgende la libre imaginación del autor, sino que están tomados por éste de la realidad levemente reelaborada e incorporada a sumundo narrativo.

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Mena Lucila Inés. La huelga de la compañía bananera como expresión de lo « Real Maravilloso » americano en Cien años desoledad. In: Bulletin Hispanique. Tome 74, N°3-4, 1972. pp. 379-405.

http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-4640_1972_num_74_3_4082

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LA HUELGA DE LA COMPAÑÍA BANANERA

COMO EXPRESIÓN DE LO

« REAL MARAVILLOSO » AMERICANO

EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD

Lo real maravilloso americano ha sido captado con todos sus matices en la obra de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad1. Se ha dicho, y con razón, que el mundo de Ma- condo es un mundo fantástico y mítico creado sobre una realidad netamente americana. Sería conveniente aquí hacer algunas observaciones sobre esta realidad y ver hasta qué punto la fantasía de Cien años de soledad es proporcionada por la realidad y hasta qué punto es creada por el autor.

Creo que son muchos los ejemplos de que nos podríamos servir para ilustrar este particular, pero hay uno en especial, en que el autor se ciñe estrictamente a los hechos reales e inclusive trabaja directamente sobre documentos históricos. Nos referiremos a la huelga de los empleados de la compañía bananera, que reproduce fielmente los acontecimientos desarrollados en la zona bananera del departamento del Magdalena en Colombia durante los meses de noviembre y diciembre de 1928.

En el presente estudio confrontaremos los sucesos ocurridos en Colombia con los que, en el mundo narrativo creado por García Márquez, ocurren en Macón do por la época en que el pueblo se ve invadido de forasteros y extranjeros.

La United Fruit.

La historia de la United Fruit Company en Colombia se

1. Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (Buenos Aires, Sudamericana, 1967). En el resto de este trabajo, los números de páginas entre paréntesis corresponden a esta edición.

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remonta a 1899, año en que se fundó dicha compañía en el estado de Nueva Jersey, Estados Unidos de América. La explotación de la banana por empresas extranjeras es anterior a esa fecha. A fines del siglo la banana era explotada por la « Colombia Land Company », la que enfrentada a una posible quiebra económica se vio obligada a asociarse con la « Boston Fruit Company », constituyéndose así una sola compañía a la que se le dio el nombre de « United Fruit Company ». Con la fundación de esta nueva empresa comenzó la era de la gran industria bananera, que convirtió esta fruta un tanto exótica en un producto de consumo diario en los hogares norteamericanos.

El ferrocarril del Magdalena estuvo íntimamente ligado a la historia de la United Fruit. Este ferrocarril, proyectado y aprobado en 1881, tenía por objeto unir la ciudad de Santa Marta con el río Magdalena. La compañía encargada de su construcción no cumplió su objetivo en la fecha indicada, razón por la cual tuvo varios litigios con el gobierno nacional. Con el propósito de servir los intereses de la compañía bananera la vía férrea se prolongó al sur, hacia el distrito de Ara- cataca, llegando a esta población por primera vez en el año de 1906.

La región bananera, familiarmente conocida por « la zona », estaba dividida en cuatro distritos principales : Riofrío, Sevilla, Aracataca y Fundación. La producción de la fruta no solamente estaba en manos de la United Fruit, sino también en manos de cultivadores colombianos a quienes la United compraba el producto de sus fincas. La fruta era trasportada por tren hasta el puerto marítimo de Santa Marta y de ahí era llevada por los barcos de la compañía a los puertos de New Orléans y Mobile.

En Cien años de soledad, la llegada de los norteamericanos a Macondo, la instalación de la compañía bananera, y todos los cambios y conflictos que suscitó en el pueblo, reproducen paso a paso la historia de algunos acontecimientos relacionados con la United Fruit en Colombia2.

2. La documentación de dichos acontecimientos se debe principalmente a una

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Dividiremos este relato en dos partes : la primera va desde la llegada de los americanos a Macondo hasta el comienzo de la huelga, y la segunda cubre todo el desarrollo de la huelga hasta después del diluvio.

1. Cambios producidos en Macondo con la llegada de la compañía bananera.

La primera noticia de la aparición de los norteamericanos la tenemos a través de Mr. Herbert, misterioso personaje que aparece sin propósito definido y con características de comerciante, filántropo y hombre de farándula. Un buen día y por casualidad se le ocurre probar un banano, lo saborea con distracción de sabio, pide que le lleven otro y lo examina detenidamente.

Este momento y este personaje son cruciales para Macondo, pues a partir de este instante su historia da un vuelco total, y en un abrir y cerrar de ojos el pueblo se ve inundado de forasteros, construcciones nuevas, americanas lánguidas y prostitutas inverosímiles. El cambio llegó a adquirir proporciones tales, que « los antiguos habitantes de Macondo se levantaban temprano a conocer su propio pueblo » (198).

Varios fueron los cambios que experimentó Macondo con la llegada de los extranjeros. Físicamente, el pueblo se transforma « en un campamento de casas de madera con techos de zinc » (196), pero no solamente se transforma lo que puede ser cambiado por el hombre, sino que hasta la misma naturaleza sufre las consecuencias de la invasión, pues los extranjeros

dotados de recursos que en otra época estuvieron reservados a la Divina Providencia, modificaron el régimen de las lluvias, apresuraron el ciclo de las cosechas, y quitaron el río de donde estuvo siempre y lo pusieron con sus piedras blancas y sus corrientes heladas en el otro extremo de la población, detrás del cementerio (197).

investigación privada adelantada por Jorge Eliecer Gaitán en el lugar de los acontecimientos. Dicha investigación llevó a Gaitán a denunciar los hechos ante el Congreso de la República. Esta intervención está hoy publicada dentro de un volumen que contiene los mejores discursos de Gaitán. Jorge Eliecer Gaitán, Los mejores discursos 1919-1948, ed. por Jorge Vülaveces (2a ed. ; Bogotá : Editorial Jorvi, 1968), p. 30-59.

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El cambio político fue también notable, pues si bien en el período que siguió a las guerras el pueblo había quedado sumido en la indolencia y el desabrimiento, sus gobernantes, así fueran conservadores cansados y pacíficos, nunca habían dejado de ser jefes locales. Con la llegada de la compañía bananera, el pueblo se ve gobernado por forasteros autoritarios que mantienen magníficas relaciones con los miembros de la compañía. La policía es reemplazada por « sicarios de machete » y se vuelve a repetir la misma historia de violencia que precedió a las guerras, sólo que ahora el terror no va dirigido contra un determinado partido político, sino contra el pueblo en general. Los varios actos de violencia cometidos hacen exclamar al envejecido coronel « un día de estos ... voy a armar a mis muchachos para que acaben con estos gringos de mierda » (207).

Junto con el cambio político viene el cambio económico, pues millares de personas son atraídas a Macondo por la fiebre del banano. Esta epidemia, que todo lo contagia, llega a invadir la casa de los Buendía. Es así como José Arcadio Segundo vende sus gallos de pelea para enrolarse como capataz en las bananeras. Macondo se convierte, pues, en un pueblo de costumbres revenidas, « convulsionado por la vulgaridad con que los forasteros despilfarraban sus fáciles fortunas » (217).

De esta época datan las extravagancias de Aureliano Segundo, que gracias a los poderes fantásticos de su concubina, Petra Cotes, se ve de la noche a la mañana sumido en una abundancia de delirio. Esto lo lleva a cometer locuras tales como la de empapelar la casa de arriba a abajo con billetes de a peso, invitar a sus amigos a parrandas colosales donde « se sacrificaban tantas reses, tantos cerdos y gallinas..., que la tierra del patio se volvió negra y lodosa de tanta sangre » (219). Era por esa época también que Aureliano Segundo recibía en el tren de las once « cajas y más cajas de champaña y brandy. Al regreso de la estación arrastraba a la cumbiamba improvisada a cuanto ser humano encontraba a su paso » (219).

Símbolos de la abundancia exagerada de esa época son las

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figuras de Camila Sagasmute, llamada La Elefanta, hembra de proporciones gigantescas que reta a Aureliano Segundo a un duelo de comida, y Petra Cotes, quien tiene la virtud de provocar la reproducción ilimitada de sus animales.

Veamos ahora qué ocurre en la zona bananera de Colombia a raíz de la llegada de la compañía. Al igual que en Macondo, la zona se ve inundada de forasteros y extranjeros. En la misma forma en que en Macondo estos últimos cambian el curso de los ríos, en Colombia también controlan el curso de las aguas. Acerca de este punto Jorge Eliecer Gaitán dijo ante el Congreso : « Las aguas también están controladas por la empresa ... Así, la compañía usa ilegalmente las aguas del río Fundación, y se construyó un dique hasta Santa Ana con el fin de inundar todas las fincas bananeras de los colombianos3 ». Así que hasta cierto punto la United Fruit también cambia el curso de los ríos y provoca inundaciones, fenómeno antes atribuido solamente a la naturaleza.

La vida política se ve también alterada, pues la autoridad emana ahora de un pequeño régimen militar proveniente del interior del país. Y si en Macondo el Sr. Brown llevó a su gallinero electrificado a los forasteros autoritarios « para que gozaran, según explicó, de la dignidad que correspondía a su investidura, y no padecieran el calor, y los mosquitos y las incontables incomodidades y privaciones del pueblo » (206), en Colombia « los militares se pasaron a vivir del todo en las habitaciones de la United Fruit, ... y recibían allí sus alimentos4 ». Vemos aquí la misma situación en Macondo y en « la zona », pues en ambos casos son los « forasteros autoritarios » los que disfrutan de las comodidades proporcionadas por la compañía extranjera.

Símbolo vivo de la abundancia traída por la compañía, como se ha indicado, es Aureliano Segundo, quien de la noche a la mañana se ve nadando en la riqueza, gracias a los inexplicables poderes de Petra Cotes, símbolo también de la abun-

3. Jorge Eliecer Gaitán, Los mejores discursos 1919-1948, ed. por Jorge Villa- veces (2a éd.; Bogotá, Editorial Jorvi, 1968), p. 56.

4. Ibid., p. 46.

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dancia. En la zona bananera del Magdalena, algunos personajes relacionados con la United Fruit se ven también súbitamente nadando en la abundancia, pues tenemos noticias que « militares que ganaban apenas un sueldo de $ 120.00 se mantenían provistos de billetes de $ 500, desconocidos en la región5 ». La tropa gozaba de grandes cantidades de cerveza, cigarrillos y otros artículos proporcionados generosamente por la compañía, y un alto empleado de la frutera pagaba a la policía « mas de $ 500 si obligada a los trabajadores a cortar el guineo 6 ». Gaitán acusó también al régimen militar de usar los dineros provenientes del pago de impuestos de los trabajadores y los dineros destinados a la manutención de los prisioneros. A este respecto dijo que el régimen militar « no sólo gastaba el dinero de la gente que no se encontraba en la cárcel, sino que también el dinero de los prisioneros servía para pagar bacanales, para comprar champaña a la United Fruit, para celebrar orgías nauseabundas, para los paseos nocturnos en automóvil 1 ! 7 ».

Las semejanzas entre Aureliano Segundo y el ejército de « la zona » son innegables, pues tanto éste como aquél gozan de una prosperidad inexplicable al pueblo por medios lógicos y racionales. La riqueza de Aureliano viene de Petra Cotes : la de los militares, de la United Fruit. Nos parece clara la relación entre Petra Cotes y la compañía americana, ya que Petra simboliza la abundancia exagerada que trajo dicha compañía, no a Macondo en general, sino a un grupo limitado de gente. En este caso podemos concluir que en este punto particular Aureliano encarna la riqueza fácil y la corrupción, producto de esa riqueza, de las fuerzas armadas.

No queremos decir aquí que Petra Cotes representa completamente la United Fruit ni que Aureliano Segundo represente completamente las fuerzas armadas. En Aureliano hay otras muchas características de su personalidad que tienen relación directa con la familia Buendía. Este personaje, lo mismo que

5. Ibid., p. 46. 6. Ibid., p. 48. 7. Ibid., p. 41.

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el coronel Aureliano Buendía, encarna un mundo de circunstancias históricas, pero a diferencia de él no se aparta de las características míticas de su familia.

Una vez pasada la novelería de la compañía bananera, Macondo retorna a una engañosa tranquilidad, y sus antiguos habitantes quedan arrinconados por el tremendo impacto producido por los advenedizos. Durante esta época, Aureliano Segundo fortalece sus vínculos con el Sr. Brdwn, que se convierte en uno de los más asiduos participantes en sus parrandas. « Varias veces se emborrachó a muerte en casa de Petra Cotes y hasta hizo que los feroces perros alemanes que lo acompañaban a todas partes bailaran canciones tejanas que él mismo masticaba de cualquier modo al compás del acordeón » (219). Por su parte el señor Brdwn abrió las puertas de su casa a Même, la hija de Aureliano Segundo, y la « invitó a los bailes de los sábados, que eran los únicos en que los gringos alternaban con los nativos » (234).

Llevamos visto hasta el momento los puntos de contacto entre la situación que se suscitó en Macondo como consecuencia de la presencia de la compañía bananera, y la situación similar que se suscitó en la zona bananera del Magdalena, exactamente por las mismas razones. Hemos encontrado puntos de contacto en cuanto a los cambios políticos sociales y económicos que se produjeron en ambas regiones y hemos podido ver que el autor se ciñe con bastante fidelidad a los hechos históricos. Si en el tratamiento de las guerras del coronel había una cierta dislocación de los sucesos históricos en lo que a fechas se refiere, el problema de las bananeras parece seguir punto por punto los sucesos que se desarrollaron en Colombia a raíz de la presencia de la United Fruit.

2. La huelga.

Finalmente llega el día en que la engañosa paz de que disfruta Macondo toca a su fin, pues los obreros reclaman justicia y es José Arcadio Segundo quien los acaudilla. Renuncia a su cargo de capataz, toma el partido de los trabajadores, los

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organiza y estalla la huelga causada por la inconformidad de los trabajadores con las condiciones ofrecidas por la compañía. « Los obreros aspiraban a que no se les obligara a cortar y embarcar banano los domingos » (252). También se quejaban de la

insalubridad de las viviendas, el engaño de los servicios médicos y la iniquidad de las condiciones de trabajo. Afirmaban, además, que no se les pagaba con dinero efectivo, sino con vales que sólo servían para comprar jamón de Virginia en los comisariatos de la compañía (255).

En efecto, en noviembre de 1928 estalló una huelga en la zona bananera del Magdalena. Los trabajadores de la United Fruit presentaron a la compañía un pliego de peticiones cuyos puntos principales eran los siguientes :

Io. El establecimiento del seguro colectivo obligatorio para todos los obreros y empleados de la empresa, de acuerdo con las leyes 37 de 1921 y 32 de 1922;

2o. Cumplimiento riguroso de la ley 57 de 1915 sobre accidentes de trabajo por la empresa y por los agricultores que de ella dependan;

3o. Cumplimiento de la ley 46 de 1918 (habitaciones para obreros), de la ley 15 de 1925 (reglamento de trabajo), y de la ley 57 de 1926 (descanso dominical);

4o. Cesación de los comisariatos o establecimientos comerciales de artículos de primera necesidad de la United Fruit Company, y establecimiento del libre comercio en la zona bananera ;

5o. Cesación de los contratos individuales y establecimiento de la contratación colectiva, y

6o. Establecimiento de hospitales en número suficiente para que pueda atenderse debidamente al gran número de trabajadores que dependen de esta industria, e higienización de los campamentos8.

Este pliego de peticiones no difiere notablemente de las peticiones de los obreros de Macondo. Básicamente los reclamos son los mismos : descanso dominical, servicios médicos adecuados, habitaciones decentes, y pago en efectivo por sus jor-

8. Adán Amaga Andrade, La obra social del partido liberal, tomo II (Bogotá, Editorial Minerva, 1946), p. 251-252.

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nales de trabajo, pues, como se colige del pliego de peticiones, a los obreros no se les pagaba con dinero efectivo sino mediante un sistema de crédito en los comisariatos de la compañía: Acerca de estos comisariatos dice Osorio Lizarazo en su libro sobre Gaitán :

Los comisariatos son expendios de víveres y artículos de primera necesidad, fundados y sostenidos por las compañías estadounidenses que explotan la riqueza de casi todos los países latinoamericanos. Gomo las compañías son omnipotentes no sólo hasta I03 linderos de sus concesiones sino algunas veces también fuera de estos límites, los comisariatos adquieren el carácter de monopolios. Los obreros tienen forzosamente que comprar en ellos. Las compañías les venden a crédito y descuentan las deudas de los jornales. Pero como los jornales son ínfimos y los precios excesivos, el obrero está siempre en déficit y no puede adquirir sino lo más indispensable para una vida elemental. Si el obrero se ausenta y queda debiendo, la Compañía lo persigue por conducto de jueces y policías complacientes, bajo la inculpación de ladrón9.

También pedían los obreros del Magdalena la bigienización de los campamentos. Recordemos que en Macondo los obreros de la compañía « estaban hacinados en tambos miserables. Los ingenieros, en vez de construir letrinas, llevaban a los campamentos, por Navidad, un excusado portátil para cada cincuenta personas, y hacían demostraciones públicas sobre cómo utilizarlos para que duraran más » (255).

Otra petición básica es la relacionada con los servicios médicos. Los obreros de la United Fruit pedían el establecimiento de hospitales adecuados para el servicio de los trabajadores ; los de Macondo, mejor servicio médico, pues los « médicos de la compañía no examinaban a los enfermos, sino que los hacían pararse en fila india frente a los dispensarios, y una enfermera les ponía en la lengua una pildora del color del piedralipe, así tuvieran paludismo, blenorragia o estreñimiento » (255).

Todos estos cargos fueron desvirtuados gracias a las artes casi mágicas de que se valían los abogados de la compañía

9. J. A. Osorio Lizarazo, Gaitán : vida, muerte y permanente presencia, Colección Meridiano de América, vol. II (Buenos Aires, Artes Gráficas de Vinne, 1952), p. 112.

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para enredar y desenredar las evidencias presentadas por los trabajadores. En vista de este fracaso, los obreros decidieron presentar sus peticiones ante los tribunales supremos :

fue allí donde los ilusionistas de derecho demostraron que las reclamaciones carecían de validez, simplemente porque la compañía bananera no tenía, ni había tenido nunca ni tendría jamás trabajadores a su servicio, sino que los reclutaba ocasionalmente y con carácter temporal... y se proclamó en bandos solemnes la inexistencia de los trabajadores (256).

El pliego de peticiones de los obreros colombianos corre la misma suerte, pues « el gerente de la United Fruit Company se abstuvo de considerarlo, alegando que muchos de los integrantes del sindicato en cuyo nombre se presentaba no eran empleados de la empresa10 ».

A este punto particular se refiere también Gaitán y en su memorable intervención ante el congreso dijo :

aquella compañía, que ha acabado con la soberanía del país en el Magdalena; que usufructúa al país como ninguna otra lo hace, no paga a sus obreros lo que todas las compañías, por pobres que ellas sean, están obligadas a pagar conforme a la Ley, valiéndose del tinterillaje de que los obreros que trabajan para ella no son sus obreros11.

Al igual que en Macondo, en el Magdalena, las autoridades a través de sus abogados proclaman lo que García Márquez llama « la inexistencia de los trabajadores » : es decir, recurre al expediente de considerarlos trabajadores temporarios a fin de evitar el pago de los beneficios sociales a que tendrían derecho los obreros contratados con carácter permanente. Por esta razón, el pliego de peticiones es rechazado.

En vista del desarrollo de los acontecimientos y de que día a día se agravaba la situación, el gobierno tomó la decisión de enviar fuerzas del Ejército Nacional al mando del general Carlos Cortés Vargas, con el fin de establecer el orden y obligar a los trabajadores a regresar al trabajo.

10. Abel Cruz Santos, Economía y Hacienda Pública, en : Academia Colombiana de Historia, Historia extensa de Colombia, vol. XV, tomo 2 (Bogotá, Editorial El Gráfico, Ediciones Lerner, 1966), p. 219.

11. Gaitán, Discursos, p. 53.

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A Macondo también llega un ejército formado por forasteros, gente que venía del interior de la República. Llegaron « tres regimientos... Su resuello de dragón multicéfalo impregnó de un vapor pestilente la claridad del medio día. Eran pequeños, macizos, brutos... tenían un olor de carnaza..., y la impavidez taciturna e impenetrable de los hombres del páramo » (257).

La llegada del ejército a la zona del Magdalena provoca la reacción de los trabajadores, quienes se preparan a resistir negándose a regresar al trabajo e impidiendo en toda forma posible la reanudación de las faenas en los campos de la compañía. Fue así como

los huelguistas empezaron por asaltar los ferrocarriles que conducían los cargamentos de banano, para impedir que los condujeran hacia los puertos de embarque ; luego destruyeron extensas sementeras, se apoderaron de las oficinas de la empresa y de los campamentos de los trabajadores, y por medios violentos impidieron que éstos fueran al trabajo. Enseguida se dieron a allanar hogares, asaltar propiedades, incendiar caseríos y a sembrar el terror en toda la comarcal2.

No reaccionan en forma diferente los trabajadores de Macondo, pues con la llegada del ejército los trabajos se reanudan, y son los soldados mismos quienes asumen la responsabilidad de cortar el banano y embarcarlo. Los trabajadores, entonces,

se echaron al monte sin más armas que sus machetes de labor, y empezaron a sabotear el sabotaje. Incendiaron fincas y comisariatos, destruyeron los rieles para impedir el tránsito de los trenes que empezaban a abrirse paso con fuego de ametralladoras, y cortaron los alambres del telégrafo y el teléfono (257).

La situación era cada vez más apremiante, pues ni los trabajadores ni la compañía cedían en su empeño. Entonces « las autoridades hicieron un llamado a los trabajadores para que se concentraran en Macondo. El llamado anunciaba que el Jefe Civil y Militar de la provincia llegaría el viernes siguiente, dispuesto a interceder en el conflicto » (257).

12. José María Nieto Rojas, La batalla contra el comunismo en Colombia (Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1956), p. 76.

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Si buscamos algo similar en los sucesos en Colombia, encontramos que en la realidad histórica las autoridades locales tomaron las mismas medidas. « Se hizo concentrar a los obreros en la ciudad de Ciénaga en la tarde del 5 de diciembre, diciéndoles que era para recibir al Gobernador, pues en esta ciudad se iba a firmar el pacto con la United, que había aceptado algunos puntos13 ». Los obreros se reunieron en el sitio indicado, tomando una actitud pacífica y allí esperaron por varias horas la llegada del tren. A la una y media de la mañana del día 6 de diciembre, mientras los obreros descansaban o dormían, llegó el general Cortés Vargas e hizo leer un Decreto del Jefe Civil y Militar de la Provincia.

El Jefe Civil y Militar de la Provincia de Santa Marta14

Considerando :

Que los huelguistas amotinados están cometiendo toda clase de tropelías ; que han incendiado varios edificios nacionales y extranjeros ; que han saqueado, cortado las comunicaciones telegráficas y telefónicas ; que han destruido las líneas férreas ; que han atacado a mano armada a ciudadanos pacíficos; que han cometido asesinatos que por sus caracteres demuestran un pavoroso estado de ánimo, muy conforme con las doctrinas anarquistas y comunistas ; que tanto de palabra, como de arengas, conferencias y discursos, para la prensa, en el Diario de Córdoba y en hojas volantes han propalado los dirigentes de este movimiento consignas terroristas; que es un deber ineludible de la autoridad legítimamente constituida dar garantías efectivas a los ciudadanos, tanto nacionales como extranjeros, y establecer el imperio del orden adoptando todas las medidas que el derecho de gentes y la Ley Nacional contemplan,

Decreta :

Artículo Io. Declárese cuadrilla de malhechores a los revolto-

13. Gaitán, Discursos, p. 54. 14. El Decreto leído antes del abaleo de los trabajadores es el Decreto Número 1

del Jefe Civil y Militar de la Provincia de Santa Marta. Este Decreto prohibía las reuniones en sitios públicos. El Decreto al que García Márquez se refiere, y que es el que citamos aquí, pues coincide con los datos del Decreto leído en Macondo es el Decreto Número 4 dado después de consumada la tragedia.

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sos, incendiarios y asesinos que pululan en la actualidad en la Zona Bananera.

Artículo 2o. Los dirigentes, azuzadores, cómplices, auxiliadores y encubridores deben ser perseguidos y reducidos a prisión para seguirles la responsabilidad del caso.

Artículo 3o. Los miembros de las fuerzas públicas quedan facultados para castigar con las armas a aquellos que se sorprendan en infraganti delito de incendio, saqueo y ataque a mano armada, y, en una palabra, son los encargados de cumplir este Decreto.

Publíquese y cúmplase. Dado en Ciénaga, a 6 de diciembre de 1928

(Fdo) El Jefe Civil y Militar de la Provincia de Santa Marta, General Carlos Cortés Vargas. — El Secretario, Enrique García Isaza15.

Una vez leído el decreto a la insomne multitud que a la una de la mañana todavía esperaba la llegada del tren, se dio la orden de disolver la manifestación a lo cual la multitud respondió con gritos de « j Viva Colombia ! », pero sin mostrar intención de moverse de sus sitios. Pasados unos minutos y como la multitud no reaccionara se dio la orden de fuego.

Todo esto aparece confirmado en un telegrama que el propio general Cortés Vargas envió al presidente de la República, dándole cuenta del desarrollo de los acontecimientos. El telegrama en cuestión dice lo siguiente :

Vía Santa Marta Ciénaga, 7 de diciembre de 1928. Excelentísimo Presidente República, Ministerio de Guerra. — Bogotá.

Después tomar posesión, dictar Decreto orden público, trasládeme con tropa a órdenes Coronel Díaz a estación ferrocarril, donde un enorme número de amotinados armados de machete y con bandera roja, que impedían todo movimiento de trenes, vociferando. Formada la tropa, leyóse en bando el Decreto, intimóseles acuerdo prescripciones legales, pero amotinados completamente seguros de que Ejército no dispararía sobre ellos, permanecieron perfectamente tranquilos en sus puestos ; diose la voz de fuego, y cayeron a tierra ; mas una vez terminado esto, levantáronse y huyeron, dejando en el campo ocho muertos y algunos heridos. Al juzgar por los rastros de sangre que pudieron observarse, este doloroso acto ha sido indispensable ; con él estoy seguro renacerá respeto autoridad militar, y consiguiente paz de la República. He ordenado detener a

15. Nieto Rojas, La batalla contra el comunismo en Colombia, p. 79.

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redactores Diario de Córdoba, como principales culpables sangre derramada por sus escritos sediciosos. Todas las líneas telegráficas han- sido interrumpidas por los amotinados. Tropa sin novedad.

Atento Servidor, Garlos Cortés Vargas, General Jefe Civil y Militar de la Provincia de Santa Marta16.

Hemos llegado al punto en que los sucesos de Macondo y Colombia que hasta este momento llevaban un desarrollo paralelo, se identifican hasta el punto que ya nos es difícil saber dónde terminan los límites de Macondo y empiezan los de Colombia, es decir, dónde termina la ficción y empieza la historia.

Al llegar a este punto, García Márquez deja por un momento de elaborar los acontecimientos históricos y presenta escuetamente, con datos exactos, concretos, los hechos que precedieron a la matanza de los obreros. Es así como en la plaza de Macondo reproduce la imagen de un teniente

leyendo con una bocina de gramófono el Decreto Número 4 del Jefe Civil y Militar de la Provincia. Estaba firmado por el general Carlos Cortés Vargas y por su secretario, el mayor Enrique García Isaza, y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejército para matarlos a bala (258).

Este decreto leído en Macondo y el decreto leído en Ciénaga coinciden casi hasta en el número de palabras. García Márquez dice « ochenta palabras » : el decreto en cuestión tiene setenta y nueve. También coinciden los acontecimientos que siguen a la lectura del decreto y de los cuales tenemos noticia a través de Jorge E. Gaitán, quien viajó al lugar de los acontecimientos con el fin de conducir una investigación personal. Durante quince días recorrió la región y logró recoger documentación escrita y oral, pues también fue a las cabanas de los campesinos en busca de información. Esta es quizás la fuente de información más veraz que tenemos acerca de la matanza de las bananeras, pues durante esa época « los periodistas no

16. Exposición motivada que presenta el gobierno a las cámaras legislativas, acerca de la turbación del orden público en una provincia del departamento del Magdalena a fines del año pasado (Bogotá, Imprenta Nacional, 1929), p. 41.

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pudieron penetrar en la zona, y el comando- enviaba algunas informaciones embusteras, en las cuales calificaba de bandidos a los obreros y ocultaba el número de muertos caídos bajo las ametralladoras oficiales37 ».

Los becbos que siguieron a la lectura del decreto son relatados por Gaitán en la siguiente forma : Cortés Vargas

llega esa noche con el ejército; lee a los huelguistas dormidos el decreto; los pocos que están despiertos lanzan su grito de jViva Colombia! y este hombre inmisericorde y cruel, sólo tiene para aquel grito una respuesta : la de « I Fuego ! ». Empiezan a disparar las ametralladoras, después los fusiles y en cinco minutos la tragedia queda consumada. Muchas vidas, cientos de vidas caen bajo la metralla asesina. La orden la había dado un hombre ebrio. Pero no bastaba eso. No se conforma con haber asesinado a tantos inocentes y ordena la persecución. Carga la tropa a bayoneta calada sobre la multitud vencida, sobre los seres que en el suelo lanzan ayes y allí se suceden cuadros de horror increíble. Los heridos son rematados con bayoneta. Ni el llanto, ni las imploraciones, ni el correr de la sangre conmueven a estas hienas humanas. Bayoneta para los moribundos. I Despiadado horror ! i I No sé por qué la Divina Providencia no abrió la tierra bajo las plantas de estos monstruos para tragárselos vivos! !18.

Escena dantesca es ésta que describe Gaitán, escena dantesca es también la que describe García Márquez.

Leído el decreto, en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyó al teniente en el techo de la estación, y con la bocina de gramófono hizo señas de que quería hablar. La muchedumbre volvió a guardar silencio.

— Señoras y señores — dijo el capitán con una voz baja, lenta, un poco cansada — , tienen cinco minutos para retirarse.

La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el toque de clarín que anunció el principio del plazo. Nadie se movió.

— Han pasado cinco minutos — dijo el capitán en el mismo tono — . Un minuto más y se hará fuego.

José Arcadio Segundo, sudando hielo, se bajó al niño de los hombros y se lo entregó a la mujer. « Estos cabrones son capaces de disparar », murmuró ella. José Arcadio Segundo no tuvo tiempo de hablar, por que al instante reconoció la voz ronca del coronel Gavi-

17. Osorio Lizarazo, Gaitán, p. 116. 18. Gaitán, Discurso, p. 55-56.

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lán19 haciéndole eco con un grito a las palabras de la mujer. Embriagado por la tensión, por la maravillosa profundidad del silencio y, además, convencido de que nada haría mover a aquella muchedumbre pasmada por la fascinación de la muerte, José Arcadio Segundo se empinó por encima de las cabezas que tenía enfrente, y por primera vez en su vida levantó la voz.

— i Cabrones 1 — gritó — . Les regalamos el minuto que falta. Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino

una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto. Pero todo parecía una farsa. Era como si las ametralladoras hubieran estado cargadas con engañifas de pirotecnia, porque se escuchaba su anhelante tableteo, y se veían sus escupitajos incandescentes, pero no se percibía la mas leve reacción, ni una voz, ni siquiera un suspiro, entre la muchedumbre compacta que parecía petrificada por una invulnerabilidad instantánea. De pronto, a un lado de la estación, un grito de muerte desgarró el encantamiento : « Aaaay, mi madre ». Una fuerza sísmica, un aliento volcánico, un rugido de cataclismo, estallaron en el centro de la muchedumbre con una descomunal potencia expansiva. José Arcadio Segundo apenas tuvo tiempo de levantar al niño, mientras la madre con el otro era absorbida por la muchedumbre centrifugada por el pánico.

Muchos años después, el niño había de contar todavía, a pesar de que los vecinos seguían creyéndolo un viejo chiflado, que José Arcadio Segundo lo levantó por encima de su cabeza, y se dejó arrastrar, casi en el aire, como flotando en el terror de la muchedumbre, hacia una calle adyacente. La posición privilegiada del niño le permitió ver que en ese momento la masa desbocada empezaba a llegar a la esquina y la fila de ametralladoras abrió fuego. Varias voces gritaron al mismo tiempo :

— | Tírense al suelo 1 | Tírense al suelo 1 Ya los de las primeras líneas lo habían hecho, barridos por las

ráfagas de metralla. Los sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo, trataron de volver a la plazoleta, y el pánico dio entonces un coletazo de dragón, y los mandó en una oleada compacta contra la otra oleada compacta que se movía en sentido contrario, despedida por el otro coletazo de dragón de la calle opuesta, donde también

19. García Márquez en : La novela en América Latina : Diálogo (Lima, Perú, Coedicion.es Universidad Nacional de Ingeniería y Carlos Milla Batres /ediciones, 1967), p. 38, identifica este personaje con el coronel Lorenzo Gavilán, uno de los protagonistas de la novela de Carlos Fuentes La muerte de Artemio Cruz. Es interesante anotar aquí que, en la huelga de las bananeras, intervino también un dirigente sindical mexicano identificado con el nombre de Alvaro Girón. Esta información es dada por José María Nieto, La batalla contra el comunismo en Colombia, p. 76.

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las ametralladoras disparaban sin tregua. Estaban acorralados, girando en un torbellino gigantesco que poco a poco se reducía a su epicentro porque sus bordes iban siendo sistemáticamente recortados en redondo, como pelando una cebolla, por las tijeras insaciables y metódicas de la metralla (258-260).

La descripción de los becbos relatados en los párrafos anteriores tienen algunas coincidencias con los hechos relatados por Gaitán. Básicamente ambos relatos dan la descripción de la orden de fuego y los bechos de borror que siguieron a dicha orden.

Mas notable todavía son las coincidencias que encontramos entre los párrafos arriba anotados y el relato del mismo acontecimiento que da Efraín Tovar Mozo en su novela Zig Zag en las bananeras20. Esta obra, publicada en 1964, tiene por tema central la buelga en cuestión. Los datos históricos proporcionados en dicha novela son más o menos los mismos utilizados por García Márquez : causas de la huelga, presentación del pliego de peticiones, proclamación de la inexistencia de los trabajadores, y la llegada de la misión militar pacificadora.

El protagonista principal de esta novela es un militar que, aunque simpatiza con los trabajadores, se ve obligado a cumplir las órdenes de sus superiores. Quince años después de la tragedia regresa a la zona bananera, y la encuentra completamente arruinada. A su llegada a Ciénaga se encamina a la estación del ferrocarril y allí, frente a la plaza, recuerda vividamente el momento en que quince años antes esa misma plaza fue teatro de la tragedia que terminó con la huelga de los trabajadores. Pero este recuerdo le viene de un relato que él ha leído en alguna parte :

« Tienen cinco minutos para retirarse » ; — consta en un relato — nuevos gritos e insultos a los oficiales; pasados los cinco minutos se dio un toque corto ; « un minuto más y se romperá el fuego », gritó el capitán ; al minuto otro nuevo toque ; nadie se movió de su puesto, un nuevo toque, hacían mofa de las prevenciones ; en

20. Efrain. Tovar Mozo, Zig zag en las bananeras (Bogotá, Offset de Colombia, 1964).

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el transcurso de ese último minuto gritamos nosotros mismos : « Señores, retírense, se va a hacer fuego ! » « Le regalamos el minuto que falta », gritó una voz de entre el tumulto. Habíamos cumplido con el Código Penal. El último toque rasga los aires, la multitud parecía clavada en el suelo. Era menester cumplir la ley y se cumplió. 1 1 Fuego I !, gritamos. Una voz dentro de la multitud gritó al mismo tiempo : « J | Tenderse 1 ! »

Las ametralladoras sonaron estrepitosamente, cumpliendo su macabra misión destructora.

La gente asustada, impresionada por Ja embestida y por las detonaciones corría en búsqueda afanosa de un lugar en donde favorecerse de la sorpresiva tragedia.

Sobre la tierra salitrosa quedaron tendidos cadáveres de adultos y niños, muchos de los cuales no tuvieron cristiana sepultura, porque sobre el infortunio de estos desgraciados, era necesario arrojar un manto de impunidad y de silencio 1...

1 1 Silencio 1 1 I Silencio I Era eso lo que el mayor Ilrey Gómez Botero sentía

por doquier en aquella plaza acusadora. Y sobre el silencio, una soledad que aterraba21.

Las similaridades entre el relato dado por García Márquez y el que da Tovar Mozo saltan a la vista : un militar anuncia que en cinco minutos se dará la orden de fuego, la multitud grita insultos a los oficiales, el militar va reduciendo la orden de los plazos que son anunciados por toques de corneta. Cuando falta un minuto una voz grita, « Les regalamos el minuto que falta ». Este, es el mismo grito que en Macondo lanza José Arcadio Segundo. Finalmente, una vez dada la orden de fuego, una voz entre la multitud grita « j Tenderse ! ». En Macondo cuando las ametralladoras abrieron fuego se escuchó el grito :

— i Tírense al suelo 1 I Tírense al suelo ! (259).

La fuente histórica de ambos relatos la hemos encontrado en un libro publicado en Bogotá en 1929 titulado Los sucesos de las bananeras. Su autor, el propio Carlos Cortés Vargas que desempeñó en tales sucesos el papel ya explicado, relata el episodio y su propia participación en él de la siguiente forma :

La columna desembocó por la calle más cercana a la estación

21. Ibid., p. 256.

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del ferrocarril, era la una y media de la madrugada del día seis de diciembre, los amotinados al percibir la presencia de las tropas intensificaron sus gritos, la columna se formó en línea y se ordenó resguardar algunas bocacalles para tener nuestra espalda ; los tambores tocaron bando por mas de cinco minutos; luego, el señor capitán don Julio Garabito, con vibrante voz, leyó el Decreto Ejecutivo de declaratoria del estado de sitio y luego el decreto número 1 de la jefatura civil y militar; a renglón seguido, advirtió a los amotinados que debían retirarse a sus hogares antes que tener que proceder por la fuerza. Esas palabras fueron contestadas con grandes gritos en que llamaban a los soldados a confraternizar con ellos ; dimos orden de que se diera un toque de atención con la corneta ; el capitán les advirtió en alta voz : « Tienen cinco minutos para retirarse », nuevos gritos e insultos a los oficiales ; pasados los cinco minutos se dio un toque corto ; « un minuto más y se romperá el fuego », gritó el capitán ; al minuto otro nuevo toque, hacían mofa de las prevenciones; en el transcurso de ese último minuto gritamos nosotros mismos : « Señores, retírense, se va, a hacer fuego I » « Los regalamos el minuto que falta », gritó una voz de entre el tumulto. Habíamos cumplido con el Código Penal. El último toque rasga los aires, la multitud parecía clavada en el suelo. Era menester cumplir la ley y se cumplió, j | Fuego 1 1 gritamos. Una voz dentro de la multitud gritó al mismo tiempo : « | ¡ Tenderse 1 J »

La masa humana cayó como un sólo hombre, el fragor de la descarga ahogó el vocerío. 1 1 Alto al fuego 1 1 gritamos ; la tropa con admirable disciplina, no disparó un cartucho más. La multitud se levantó y huyó dejando el suelo literalmente cubierto de machetes, sombreros y algunas prendas de vestir. Si la tropa no hubiera obedecido con tanta prontitud, habría habido centenares de muertos. Gomo había entre los soldados mitad reclutas y mitad antiguos, no se dio la voz de : J Preparen Ar ! Se disparó de pie ; de consiguiente los tiros fueron altos, consecuencialmente fueron muy pocas las bajas que sufrió el pueblo. Para fortuna nuestra, a esa hora ya no había mujeres ni niños entre la turbamenta ; sólo hombres había. La gran mole de los amotinados que venía de la zona, en esos precisos momentos estaba ya llegando a la población ; diez minutos de demora y habría habido centenares de víctimas muchas de ellas inocentes. Un combate en las calles de Ciénaga habría sido algo espantoso, nuestros proyectiles habrían atravesado las delgadas paredes de bahareque o tabla y habrían ido a buscar las mujeres y los niños inermes. Los que huyeron arrollaron a los invasores.

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Nueve hombres quedaron muertos, de su levantamiento quedó la constancia del cago22.

Mientras en la novela de Tovar Mozo encontramos que el pasaje del abaleo a los trabajadores es una copia fiel del relato dado por Cortés Vargas en su libro, vemos sin embargo, que en Cien años de soledad esa misma realidad es recreada por García Márquez, sin deformarla, ya que se ciñe al mismo orden de acontecimientos y hasta reproduce frases y expresiones de este documento.

Este parece ser el único episodio de la novela que está basado directamente en el libro de Cortés Vargas. Por otra parte, hay algunos pasajes que guardan notable similitud con episodios de la huelga relatados por Tovar Mozo en su novela. Tomemos como ejemplo el pasaje en que García Márquez relata la forma en que José Arcadio Segundo escapa de un vagón donde lo habían tirado medio muerto, y el pasaje de Tovar Mozo en el que describe la muerte de un hombre llamado David Escalona, a quien se acusaba de ser uno de los dirigentes sindicales. Según la novela de Tovar Mozo, existen en el pueblo dos versiones sobre su muerte :

Cuando cinco soldados, comandados por un cabo, penetraron en la casa de David Escalona, a quien se le acusaba de haber convertido su sancochería en guarida de revoltosos, ya él, advertido de la búsqueda, había desaparecido, saltando las cercas y tapias de los patios vecinos, hacia las montañas.

Otros pudieron ocultarse por allá lejos, pero a David Escalona no lo acompañó la suerte. Un pelotón lo atajó en el camino, y al tratar de defenderse con pies, manos y dientes, de los culatazos, le dieron un tiro en la espina dorsal.

Esta era una de las versiones. — No fue así como murió — aseguraba un mulato que había

acompañado a David Escalona, cuando apresaron a éste — . Lo cogieron y lo tiraron al vagón medio muerto... Cuando se recuperó... David Escalona se bajó como pudo, y empezó a correr... I Alto!... le gritó un militar que estaba en el techo de otro vagón, y sin esperar, ahí mismo le propinó el balazo... I por la espalda 1... 23]

22. Carlos Cortés Vargas, Los sucesos de laz bananeras (Bogotá, Imprenta t La Luz », 1929), p. 65-66.

23. Ibid., p. 210.

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La segunda versión es la que nos recuerda la forma en que José Arcadio Segundo escapa herido del tren.

Cuando José Arcadio Segundo despertó estaba bocarriba en las tinieblas. Se dio cuenta de que iba en un tren interminable y silencioso, y de que tenía el cabello apelmazado por la sangre seca y le dolían todos los huesos... Guando llegó al primer vagón dio un salto en la oscuridad, y se quedó tendido en la zanja hasta que el tren acabó de pasar (260).

Por otra parte este mismo pasaje parece estar inspirado en el hecho de que en la huelga del Magdalena, los cuerpos de los trabajadores que quedaron tendidos en la plaza fueron recogidos y puestos en camiones ; y sin hacer ninguna discriminación entre muertos y heridos, fueron conducidos al mar para darles sepultura.

Gaitán dio testimonio de este hecho, teniendo como base la declaración juramentada del Sr. Benjamín Restrepo, testigo de la tragedia, quien declaró : « que en esa misma noche movieron numerosos cadáveres en camiones y los arrojaron al mar y a un zanjón previamente abierto, que en esa forma fueron enterrados también muchos heridos con vida 24 ». Parece que esta podría ser la base histórica del episodio de José Arcadio Segundo en el vagón de los muertos : estando solamente herido, era llevado al mar donde se le daría sepultura junto con los cadáveres transportados en el tren.

Al escapar del tren José Arcadio Segundo regresa a Macondo, donde toda la gente le asegura que allí no ha pasado nada, que Macondo es un pueblo tranquilo desde que finalizaron las guerras del coronel Aureliano Buendía. Efectivamente, en la zona bananera del Magdalena

la gente no se atrevía a hablar. Envolvía su terror en el silencio. El breve régimen militar estimuló un espíritu de delación y espionaje para establecer la sinceridad con que los obreros se reintegraban al trabajo y el entusiasmo con que se aceptaba seguir sumergidos bajo el despotismo de la Compañía. Era difícil encontrar una choza, una de esas miserables viviendas primitivas perdidas

24. Gaitán, Discursos, p. 56.

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bajo la feracidad de los platanales y por cuya» ocupación la United Fruit cobraba un arrendamiento, donde el asesinato o el secuestro no hubieran pasado su desgarradora sevicia. Pero el temor a las represalias y al regreso de las fuerzas armadas y el recuerdo del estado de sitio sellaban los labios y enmudecían las voces25.

El silencio total fue lo que siguió a la matanza de las bananeras tanto por parte de los trabajadores como por parte de las autoridades oficiales. En esta forma, los muertos de Ciénaga pasaron al olvido instantáneo que, en Macondo, aguarda también a sus muertos. Sólo José Arcadio Segundo y un niño de siete años26 conservan el recuerdo de los tres mil muertos arrojados al mar. Este recuerdo que tan rápidamente se borra de la mente popular no queda borrado de la mente de la familia Buendía ya que José Arcadio Segundo lo transmite a su sobrino Aureliano, el miembro de la familia destinado a concebir el ser mitológico que pondría fin a la estirpe.

Nunca se sabrá exactamente el número de muertes ocurridas en este trágico acontecimiento. García Márquez en su novela dice que fueron como tres mil. Este dato no parece muy desacertado si se considera que eran treinta y dos mil27 los obreros que trabajaban en las bananeras y que la huelga asumió proporciones generales. Tovar Mozo, en su novela, da exactamente la misma cifra. « Cosa de tres mil personas, sin contar las mujeres ni los niños que estaban allí por la natural curiosidad

25. Osorio Lizarazo, Gaitán, p. 116. 26. Germán Arciniegas en un artículo titulado « Los muertos tienen sed », publi

cado en Diario Las Américas (Miami), oct. 18, 1970, p. 4, relata la historia de un catalán llamado Javier Auqué Masdeu que vivía en la zona bananera por la época de la huelga. Su hijo Javier Auqué Lara, que por esa época tenía cinco años, se formó teniendo por fondo las bananeras y todos sus problemas. Cuando sobrevino la ruina de la zona, la familia emigró a Barranquilla, donde el padre se unió con Ramón Vinyes, « el sabio catalán », en el negocio de una librería que llamaron de Viñas y Auqué.

Javier pasó con su padre a Barranquilla y luego se estableció en Caracas, pero « le bailaba en la mente un sólo recuerdo : el de la matanza de las; bananeras... Y así, al cabo de muchos años, ha vaciado todos sus recuerdos en una novela que acaba de publicarse : Los muertos tienen sed... (Editorial Monte Avila)-(ALA) ». Es muy posible que el niño al que García Márquez se refiere en el episodio de la matanza sea este Javier Auqué, pues según testimonio de Arciniegas Javier llegó a ser con el tiempo amigo de García Márquez. Otro testigo de esta tragedia es Alvaro Cepeda Samudio, quien publicó la novela titulada La casa grande (Buenos Aires, Ed. Jorge Alvarez, 1967). En esta novela, el autor recrea en forma poética los episodios de la huelga de las bananeras.

27. Gaitán, Discursos, p. 52.

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que produce en todas partes una concentración. de gente, fueron abaleadas inmisericordemente28. »

Las cifras dadas por los informes oficiales y por los textos de historia de Colombia varían de cero a trece. El informe oficial presentado por el Presidente de la República menciona el desarrollo de los acontecimientos sin referirse siquiera a la tragedia de los muertos de Ciénaga y en la siguiente forma relata la debelión de la huelga y el apaciguamiento de la provincia.

Rota la marcha regular de la Administración Pública en aquella Provincia, la ley marcial, rápida en su acción, se aplicó sin pérdida de tiempo y logró debelar la asonada, la cual una vez vencida quiso asumir la actitud de víctima y pretendió mostrarse ante el país con el gesto del agredido inerme que tuvo que abandonar su actitud ante la fuerza29.

El telegrama enviado por Carlos Cortés Vargas al Presidente, como se ha dicho, da cuenta de ocbo muertos solamente. La historia de Colombia del Hermano Justo Ramón dice tan sólo : « las cosas llegaron al extremo de tener que ordenarse, becha la prevención del caso, una descarga contra los huelguistas, entre los cuales resultaron muertos y beridos30 ». La Historia extensa de Colombia, publicada por la Academia Colombiana de Historia, da los siguientes datos : « Decretado el estado de sitio el 5 de diciembre y nombrado el general Carlos Cortés Vargas jefe civil y militar sobrevino en Ciénaga, epicentro de la huelga, un choque entre los trabajadores y la fuerza pública, del cual resultaron muchos muertos y beridos 31 ». Rafael Granados en su texto de historia agrega : « después de seria y oportuna intimación, dispararon sobre los revoltosos, de los cuales sucumbieron trece individuos y resultaron 19 heridos32 ». Robert Alexander en su libro sobre el comunismo en Latinoamérica da una estimación de 86 muer-

28. Tovar Mozo, Zig zag en las bananeras, p. 254. 29. Exposición motivada que presenta el gobierno a las cámaras, p. vil. 30. Hermano Justo Ramón, Historia de Colombia, p. 366. 31. Cruz Santos, Historia extensa de Colombia : Economía y hacienda pública,

p. 219. 32. Granados, Historia de Colombia, p. 391.

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tos83, Osorio Lizarazo en su libro sobre Gaitán dice que los muertos fueron ochocientos84 y Gaitán se refiere a cientos de muertos y a mil hogares enlutados35.

En Macondo, Aureliano Segundo, único sobreviviente de la tragedia36, al escaparse del tren regresa a su casa, y Santa Sofía de la Piedad lo esconde en el cuarto de Melquíades, donde pasa el resto de su vida. Allí se hace partícipe de ese trozo de eternidad que ha quedado aprisionado en el cuarto y de ese eterno presente donde « todo se sabe ». Es allí donde adquiere el conocimiento exacto del número de muertos trasportados al mar en un tren de doscientos vagones37. Fueron « tres mil cuatrocientos ocho » (285), esta cifra queda grabada en su mente y la repite constantemente hasta el momento de su muerte. Tiene buen cuidado de transmitir este dato a su sobrino Aureliano, al mismo tiempo que le da una interpretación exacta de lo que había significado la compañía bananera para Macondo. « Muchos años después, cuando Aureliano se incorporara al mundo, había de pensarse que contaba una versión alucinada, porque era radicalmente contraria a la falsa que los historiadores habían admitido, y consagrado en los textos escolares » (296).

El gobierno; por medio de bandos, comunica jubilosamente el fin de la huelga, lo que atribuye al elevado espíritu patriótico de los obreros y de los dirigentes sindicales. Se anuncia también que el señor Bro\m ha ofrecido

33. Robert Alexander, Communism in Latin America (New Brunswick, New Jersey, Rutgers University Press, 1957), p. 246.

34. Osorio Lizarazo, Gaitán, p. 114. 35. Gaitán, Discurso, p. 37. 36. García Márquez (en Miguel Fernández Brazo, pág. 81) afirma que después

de publicado el libro encontró cuarenta y dos contradicciones. Es posible que ésta sea una de ellas, pues por una parte afirma que José Arcadio Segundo fue el únioo sobreviviente de la tragedia, pero por otra parte dice que el niño de siete años que presenció la tragedia, años más tarde habría de contar los sucesos ocurridos en la plaza de Ciénaga, lo que nos da dos sobrevivientes y no uno.

37. Esta es quizás una de las últimas andanzas del inocente tren amarillo que t tantas incertidumbres y evidencias y tantos halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias había de llevar a Macondo » (193). Es posible que el sobrenombre dado al tren sea inspirado en una obra del dramaturgo guatemalteco Manuel Galich que lleva por título El tren amarillo. El argumento de dicha obra relata en forma casi periodística « la acción colonizadora que llevan a cabo las compañías bananeras en América Central », según afirma Carlos Solórzano, Teatro latinoamericano del siglo XX (Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1961), p. 55.

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pagar tres días de jolgorios públicos para celebrar el término del conflicto. Sólo que cuando los militares le preguntaron para qué fecha podía anunciarse la firma del acuerdo, él miró a través de la ventana del cielo rayado de relámpagos, e hizo un profundo gesto de incertidumbre.

— Será cuando escampe — dijo — . Mientras dure la lluvia suspendemos toda clase de actividades (262).

Es así como el señor Brown convoca el diluvio que dura « cuatro años, once meses y dos días » (267), al término del cual la compañía abandona Macondo y el pueblo queda reducido a ruinas. Este diluvio que sigue a la huelga representa la mitificación de los hechos históricos que siguieron a la de- belión de la huelga. Los obreros, asesinados unos, silenciados y aterrorizados los otros, quedaron económicamente esclavizados a la compañía, la que aprovechó la ocasión para redoblar la explotación humana bajo la mirada complaciente de las autoridades oficiales. Según testimonio de Gaitán, el gobierno firma en Ciénaga una escritura

en la que se fijan los salarios que los obreros devengarán, inferiores a los que ganaban antes de la huelga. En la misma escritura Cortés Vargas hace el elogio de la compañía por la manera correcta como cumple las leyes sobre seguro colectivo, indemnización por accidentes y descanso dominical, lo cual es una farsa. Todo este crimen y toda esta sangre no tenía otro fin que el de llegar a esta Escritura. En esta forma el gobierno de Colombia ha sometido a los obreros a la imposibilidad de reclamar sus derechos, porque en su nombre Cortés Vargas declara que sí se conceden el descanso dominical, el seguro y demás prestaciones y fija jornales inferiores a los existentes antes de la huelga, antes de la sangre. El propósito de la United Fruit estaba cumplido. Toda la farsa queda explicada. La compañía no quería elevar los salarios ni cumplir con sus obligaciones legales. Por eso no entró en arreglos. Se necesitaba la declaratoria de estado de sitio, matar a los colombianos, y lograda la turbación del orden, que el gobierno hiciera este contrato con la United para que los obreros no pudieran después demandar a la compañía americana38.

Años más tarde en Macondo, el último de los Aurelianos siendo niño todavía, pero poseyendo ya la sabiduría infinita

38. Gaitán, Discursos, p. 57. Bulletin hispanique. 26

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y la clarividencia de Melquíades, se refiere así al diluvio : « Ma- condo fue un lugar próspero y bien encaminado hasta que lo desordenó y lo corrompió y lo exprimió la compañía bananera, cuyos ingenieros provocaron el diluvio como un pretexto para eludir compromisos con los trabajadores » (295).

Al salir la United Fruit de Colombia hacia el año 1941 la zona queda en ruinas y hasta la tierra que en otra época poseía una fertilidad casi milagrosa ahora no produce sino fruta enfermiza plagada de enfermedades. Los guineos « son raquíticos y su forma de maduración es un verdadero desastre39 ». Muchas fincas quedan abandonadas. Al pasar por la región se tenía la sensación « de que la naturaleza estaba muerta o cansada de esperar un nuevo sol para su restablecimiento y prosperidad definitivos. Los pueblos no tenían aquel movimiento comercial de otras épocas. Signos de ruina y de miseria se veían, desconsoladores, en las personas y en las cosas40 ».

El episodio de la huelga relatado por García Márquez tiene todos los visos de un hecho en el que ciertos elementos de la realidad se mezclan con elementos irreales, produciendo en la mente del lector la impresión de un fenómeno fantasmagórico. Ahora bien, ¿Cómo se produce este efecto? Si confrontamos — como hemos tratado de hacerlo — episodios concretos de Cien años de soledad con hechos documentados de la historia de Colombia y de la zona bananera en 1928, advertimos que el efecto alcanzado no procede, como podría creerse, de una completa liberación imaginativa. Lo contrario está más cerca de la verdad : lo « fantástico » del episodio de la huelga descansa sobre un número bien determinado de elementos narrativos, muchos de los cuales tienen su contraparte en la realidad. En efecto, algunos hechos que crean principalmente una sensación de irrealidad son : los poderes punto menos que sobrenaturales atribuidos a los ingenieros de la compañía ; la proclama de esta última sobre la « inexistencia » de los trabajadores, el interminable cargamento de muertos conducidos al mar en medio de la noche, y la amnesia total

39. Tovar Mozo, Zig zag en las bananeras, p. 266. 40. Ibid., p. 258.

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LA HUELGA DE LA COMPAÑÍA BANANERA 405

que sufre el pueblo después de la matanza de los trabajadores. Gomo hemos mostrado documentalmente, todo esto no surge de la libre imaginación de García Márquez, sino que es tomado por éste de la realidad, en algunos casos levemente reelaborada e incorporada a su mundo narrativo. La realidad americana nutre de fantasía a su novela. Tal es precisamente, el sentido en que Alejo Carpentier41 desarrolla su concepto de lo « real maravilloso » americano ; de ahí que no sea arbitarrio relacionar su nombre con el del creador de Cien años de soledad.

Lucila Inés MENA. University of Virginia, Charlottesville.

41. Alejo Carpentier, Tientos y Diferencias (Montevideo, Ed. Arca, 1967), p. 113- 121.