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Las pinturas zoomorfas punteadas del Paleolítico Superior cantábrico: hacia una cronología dilatada de una tradición gráfica homogénea Les peintures animales cantabriques à tracé ponctué: vers une chronologie large d’une tradition graphique homogène Diego Gárate Maidagan(*) RESUMEN Las cuevas decoradas con animales punteados rojos son una de las principales expresiones pictóricas propias del Paleolítico Superior cantábrico. Los nuevos descubri- mientos así como la introducción de sistemas novedosos de datación han abierto la posibilidad de atribuirlas a una cronología más antigua y, a la vez, más amplia. Presentamos el corpus de datos cronológicos disponi- ble que nos permite fundamentar un desarrollo dilatado de las pinturas animales punteadas, así como plantear una tendencia interna hacia una expresión gráfica progresiva- mente más hermética que gira en torno a la representa- ción de la cierva, con unos patrones recurrentes perfecta- mente definidos. RÉSUMÉ Les figures animales rouges ponctuées, présentes dans de nombreuses grottes, sont une des principales ex- pressions graphiques du Paléolithique supérieur cantabrique. Les nouvelles découvertes et l’introduction de nouveaux systèmes de datation donnent la possibilité de les attribuer à une chronologie plus ancienne et à la fois plus vaste. Nous présentons le corpus de données chronologi- ques disponibles permettant de démontrer la présence prolongée dans le temps des peintures animales ponc- tuées, ainsi qu’une tendance interne vers une expression graphique progressivement hermétique tournant autour de la représentation de la biche avec des modèles graphiques récurrents parfaitement définis. Palabras clave: Arte parietal; Región cantábrica; Paleo- lítico Superior; Pintura punteada; Cronología. Mots-clès: Art pariétal; Région Cantabrique; Paléolithi- que Supérieur; Peinture ponctué; Chronologie. 1. INTRODUCCIÓN La existencia de una serie de cavidades deco- radas, en las que se recurrió de manera reiterada a un procedimiento técnico poco usual para trazar las representaciones animales –el trazo punteado– y a unas características estilísticas concretas –re- llenos interiores–, fue considerada desde comien- zos del siglo XX, en Les cavernes de la région cantabrique (Alcalde del Río et al. 1911: 52). Desde entonces los hallazgos se han sucedido de manera esporádica hasta finales de dicha cen- turia, momento en el que han aumentado de ma- nera considerable, reafirmando su estrecha vincu- lación geográfica con la región cantábrica aunque modificando ligeramente su distribución e intro- duciendo algunas novedades en el patrón gráfico (González Sainz y San Miguel Llamosas 2001). Actualmente son cerca de una veintena las ca- vidades cantábricas en las que se recurre, en ma- yor o menor medida, a la técnica del punteado para trazar grafías animales: • En la cuenca del río Sopuerta se ubica la cueva de Arenaza (Galdames, Bizkaia), única cueva vasca con este tipo de representaciones. • En Cantabria se localiza el núcleo principal. Las cuevas se distribuyen de manera regular sin concentraciones específicas, a excepción de las situadas en la cuenca alta del río Asón, donde TRABAJOS DE PREHISTORIA 65, N.º 2, Julio-Diciembre 2008, pp. 29-47, ISSN: 0082-5638 doi: 10.3989/tp.2008.08002 (*) Becario PPI Gobierno Vasco. CREAP Cartailhac- TRACES-UMR 5806. Maison de la Recherche Université de Toulouse-Le Mirail. 5, allées Antonio Machado. 31058 TOULOUSE CEDEX 9. [email protected] Recibido: 29-I-2008; aceptado 20-V-2008.

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Las pinturas zoomorfas punteadas del Paleolítico Superiorcantábrico: hacia una cronología dilatada de una tradicióngráfica homogénea

Les peintures animales cantabriques à tracé ponctué: vers une chronologie large d’unetradition graphique homogène

Diego Gárate Maidagan(*)

RESUMEN

Las cuevas decoradas con animales punteados rojosson una de las principales expresiones pictóricas propiasdel Paleolítico Superior cantábrico. Los nuevos descubri-mientos así como la introducción de sistemas novedososde datación han abierto la posibilidad de atribuirlas a unacronología más antigua y, a la vez, más amplia.

Presentamos el corpus de datos cronológicos disponi-ble que nos permite fundamentar un desarrollo dilatadode las pinturas animales punteadas, así como plantear unatendencia interna hacia una expresión gráfica progresiva-mente más hermética que gira en torno a la representa-ción de la cierva, con unos patrones recurrentes perfecta-mente definidos.

RÉSUMÉ

Les figures animales rouges ponctuées, présentesdans de nombreuses grottes, sont une des principales ex-pressions graphiques du Paléolithique supérieurcantabrique. Les nouvelles découvertes et l’introductionde nouveaux systèmes de datation donnent la possibilitéde les attribuer à une chronologie plus ancienne et à lafois plus vaste.

Nous présentons le corpus de données chronologi-ques disponibles permettant de démontrer la présenceprolongée dans le temps des peintures animales ponc-tuées, ainsi qu’une tendance interne vers une expressiongraphique progressivement hermétique tournant autourde la représentation de la biche avec des modèlesgraphiques récurrents parfaitement définis.

Palabras clave: Arte parietal; Región cantábrica; Paleo-lítico Superior; Pintura punteada; Cronología.

Mots-clès: Art pariétal; Région Cantabrique; Paléolithi-que Supérieur; Peinture ponctué; Chronologie.

1. INTRODUCCIÓN

La existencia de una serie de cavidades deco-radas, en las que se recurrió de manera reiterada aun procedimiento técnico poco usual para trazarlas representaciones animales –el trazo punteado–y a unas características estilísticas concretas –re-llenos interiores–, fue considerada desde comien-zos del siglo XX, en Les cavernes de la régioncantabrique (Alcalde del Río et al. 1911: 52).

Desde entonces los hallazgos se han sucedidode manera esporádica hasta finales de dicha cen-turia, momento en el que han aumentado de ma-nera considerable, reafirmando su estrecha vincu-lación geográfica con la región cantábrica aunquemodificando ligeramente su distribución e intro-duciendo algunas novedades en el patrón gráfico(González Sainz y San Miguel Llamosas 2001).

Actualmente son cerca de una veintena las ca-vidades cantábricas en las que se recurre, en ma-yor o menor medida, a la técnica del punteadopara trazar grafías animales:

• En la cuenca del río Sopuerta se ubica lacueva de Arenaza (Galdames, Bizkaia), únicacueva vasca con este tipo de representaciones.

• En Cantabria se localiza el núcleo principal.Las cuevas se distribuyen de manera regular sinconcentraciones específicas, a excepción de lassituadas en la cuenca alta del río Asón, donde

TRABAJOS DE PREHISTORIA65, N.º 2, Julio-Diciembre 2008, pp. 29-47, ISSN: 0082-5638

doi: 10.3989/tp.2008.08002

(*) Becario PPI Gobierno Vasco. CREAP Cartailhac-TRACES-UMR 5806. Maison de la Recherche Université deToulouse-Le Mirail. 5, allées Antonio Machado. 31058TOULOUSE CEDEX 9. [email protected]

Recibido: 29-I-2008; aceptado 20-V-2008.

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destaca la cueva de Covalanas por la utilizaciónrecurrente del punteado, técnica que también sereconoce en algunas grafías de La Haza, Pondra yArco B-C (Ramales de la Victoria, Cantabria). Enla cuenca del Miera se encuentran la cueva de LaGarma (Ribamontán al Monte, Cantabria) cercade la línea actual de costa, y la de Salitre (Miera,Cantabria) en el interior, con pequeños conjuntospunteados. En la costa próxima al río Pas se recu-rrió a dicha técnica de manera reiterada en ElPendo (Camargo, Cantabria), y en la cuenca altaprincipalmente en la galería A de La Pasiega don-de se concentra la mayor parte de estas figuras, yen Castillo (Puente Viesgo, Cantabria). En elSaja-Besaya se dan en las cuevas de Altamira(Santillana del Mar, Cantabria) y Cualventi(Alfoz de Lloredo, Cantabria), aunque con escasaintensidad.

• En Asturias se conocen algunas figuras rea-lizadas mediante punteado en la cueva de Llonín(Peñamellera Alta, Asturias), sobre la cuenca delrío Deva, a las que debemos añadir las reciente-mente descubiertas en la de Tito Bustillo (Riba-desella, Asturias), en el Sella.

Por otro lado, existe un número inferior de ca-vidades con pinturas animales rojas de caracterís-ticas estilísticas muy parecidas a las anteriores,aunque sin que se reconozca en ellas la utiliza-ción del trazo punteado –en algunos casos proble-mas tafonómicos dificultan la asignación–. Setrata de Peña Candamo, La Lloseta y Trescalabresen Asturias, y de La Llosa y Arco A en Cantabria.

Más allá del Cantábrico existen algunas gra-fías animales punteadas aisladas, pero que pue-den responder a un medio de aplicación distinto–soplado o palma de la mano– y/o una estructuragráfica diferente –sin línea de contorno–. Son,entre otras, las cuevas de Marsoulas (Marsoulas,Haute-Garonne), Le Portel (Loubens, Ariège),Niaux (Niaux, Ariège) y Chauvet (Vallon-Pontd’Arc, Ardèche) con punteado digital, y Lascaux(Montignac, Dordogne) y quizás Marcenac (Ca-brerets, Lot) con punteado soplado. En la Penín-sula Ibérica extracantábrica, la técnica del pun-teado aplicada a grafías zoomorfas, solamentepodría estar presente –a falta de un estudio deta-llado– en las cuevas de Jorge (Cieza, Murcia),Ambrosio (Vélez-Blanco, Almería) o Fuente delTrucho (Aspe-Colungo, Huesca).

2. ATRIBUCIÓN CRONOLÓGICATRADICIONAL

Como ha sucedido en el conjunto del arte ru-pestre paleolítico, la asignación cronológica desus evidencias ha sufrido diversas variacionesdesde el comienzo de las investigaciones a princi-pios del siglo XX hasta la actualidad. Las figurasde trazo punteado no se han mantenido ajenas adicho trasiego de propuestas como exponemosseguidamente.

Si nos remontamos a los primeros descubri-mientos, es H. Alcalde del Río quien diferenciaCovalanas con respecto a Altamira por conside-rarla estéticamente de peor calidad, atribuyendolas figuras a una fase de decadencia del final delPaleolítico o incluso con posterioridad al Magda-leniense. El encuadre cronológico se basa en tresaspectos que son “la ausencia total de grabados,la no representación del bisonte y la despropor-cionalidad y amaneramiento que en general senotan en el trazado de estas figuras, (que) hacesuponer que Covalanas se halla alejada de Alta-mira por el tiempo, marcando un gran decaimien-to en este arte que tal vez pudiera ser señal de

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Fig. 1. Distribución de las cuevas con pinturas animalesde trazo punteado en la cornisa cantábrica (1 Arenaza; 2Arco B-C; 3 Pondra; 4 Covalanas; 5 La Haza; 6 La Gar-ma; 7 Salitre; 8 El Pendo; 9 La Pasiega; 10 Castillo; 11Altamira; 12 Cualventi; 13 Llonín; 14 Tito Bustillo).

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Poco después, se asume ya una cronologíapremagdaleniense, que se mantendrá hasta nues-tros días, a partir de Les cavernes de la regiónCantabrique. En ella, H. Alcalde del Río, H.Breuil y P. Sierra ubicaron Covalanas y La Hazadentro de la segunda de las cuatro fases que dife-renciaban en la evolución del arte parietal de laregión cantábrica, basándose en las superposicio-nes de las grafías, la similitud con piezas de artemueble y la comparación morfológica de figurasanálogas (Alcalde del Río et al. 1911: 205).

Tras el descubrimiento de La Pasiega se ela-bora la primera evaluación de conjunto para lasfiguras animales punteadas. Así sucede en la obramonográfica de dicha cavidad realizada por H.Breuil, H. Obermaier y H. Alcalde del Río, en laque reconocen la técnica comentada en la galeríaA de La Pasiega, en el bisonte número 65 de lagalería C, en el elefante de El Castillo y en casitodas las pinturas de Covalanas –por el contrariono se menciona La Haza–. El sistema cronológicoelaborado se apoya en una sucesión estricta de lastécnicas pictóricas, dando a entender una apari-ción progresiva de las mismas que da lugar a sietefases, pero no se precisa una cronología concreta(Breuil et al. 1913: 43).

Con la publicación de 400 siècles d’art parié-tal de H. Breuil, comienzan a desarrollarse, demanera definitiva, los sistemas crono-estilísticosde ordenación del arte parietal paleolítico euro-peo, distribuyendo las cuevas en diferentes fasesevolutivas unilineales, sucesivas y, posteriormen-te, restringidas temporalmente a períodos brevesy asociadas a las culturas materiales del Paleolíti-co Superior.

Para dicho el autor, todavía dentro de unos ci-clos cronológicamente dilatados, las cavidades deCovalanas, La Pasiega y La Haza formarían partede su ciclo auriñaco-perigordiense debido princi-palmente a los trazos rojos anchos, babosos y conpuntuaciones de las figuras de La Pasiega asocia-das a signos tectiformes (Breuil 1952: 39) e infra-puestas a otras negras.

Las propuestas de F. Jordá siguen la misma lí-nea pero, en esta ocasión, diferenciando el trazopunteado del trazo ancho y desigual, y situándoloen una época posterior dentro de una serie de fa-ses sucesivas, basadas esencialmente en la técni-ca y que conforman horizontes estilísticos breves.El autor entiende que mediante esta técnica “los

contornos de la figuras se resuelven transforman-do la línea continua en una sucesión de puntos omanchas” (Jordá 1964: 13) y las incluye en lafase Solutrense de su propio sistema (idem: 23).En un trabajo posterior, F. Jordá (1978: 79-130)reorienta la cronología de dicha técnica al situarladentro del Magdaleniense antiguo, período parael que diferencia tres estilos: el de las figuras gra-badas, el de las figuras negras y el de las figurasrojas. Este último estaría compuesto por Covala-nas, Arenaza, La Haza, La Pasiega y algunas fi-guras de Altamira, y comprendería las representa-ciones de trazo ligeramente modelado, de trazodiscontinuo o tamponado y la tinta plana.

Para A. Leroi-Gourhan, La Pasiega A, Cova-lanas y La Haza se sitúan dentro de un momentoavanzado del denominado estilo III, basándose enlos paralelos estilísticos como el modelado inte-rior, en las superposiciones apuntadas anterior-mente por H. Breuil y, sobre todo, en la asocia-ción de un determinado tipo de signos acoladospresentes mayoritariamente en La Pasiega que es-tarían a camino entre los cuadrangulares y losclaviformes (1971: 278). A partir de entonces, semantendrá dicha adscripción estilística práctica-mente hasta la actualidad, que cronológicamentese corresponde con el Magdaleniense antiguo ySolutrense Superior.

Como paradigma de la idea de horizontes esti-lísticos con una cronología breve, J.M. Apellánizplantea la llamada “Escuela de Ramales”, según

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Lám. I. Ciervas rojas en cavidades con pinturas zoomor-fas punteadas. Cuevas de Arenaza, Covalanas, La Garma,Salitre, Pendo, Castillo, La Pasiega A, La Pasiega D yLlonín (lateralización modificada).

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la cual los pintores de Covalanas, La Haza, Are-naza y La Pasiega formarían parte de una mismageneración, que sitúa en el Magdaleniense anti-guo por comparación con el modelado interior delos omóplatos de Altamira y de El Castillo (1982:118).

Posteriormente y de manera paulatina, por unlado se comienzan a retrasar las fechas atribuidasa las grafías punteadas, y por otro, se sustituye laidea de un horizonte cronológicamente muy cor-to, a favor de un período más dilatado.

En la obra general La prehistoria en Canta-bria de C. González Sainz y M. González Mora-les se matiza la cronología de Covalanas y LaHaza en función del tipo de signos cuadriláteros,sin compartimentaciones ni apéndices, que asig-nan a un momento medio o antiguo del estilo IIIen el Solutrense (1986: 227). Por otro lado, en LaPasiega A la presencia de unos signos cuadriláte-ros subdivididos internamente y con arcos cono-piales implicaría, según ellos, una cronología másavanzada que las otras dos.

Continuando con la misma idea, en el estudiode las cuevas de Ramales (Covalanas y La Haza)encabezado por A. Moure Romanillo, C. Gonzá-lez Sainz y M. González Morales, se apunta haciauna cronología Solutrense para Covalanas, LaHaza y también para Arenaza y Salitre, con argu-mentos de tipo estilístico –signos rectangularesno conopiales–, industrial –punta Solutrense deLa Haza y yacimiento de Mirón– y paleoambien-tal –presencia del reno en la iconografía–. Seríanalgo anteriores a La Pasiega A con animales deestilo más depurado y signos cuadrangulares dearco conopial (Moure Romanillo et al. 1991: 82).

Basándose principalmente en la asociación delarte con el hábitat de ocupación, M.ªS. Corchóndata las pinturas rojas de las cuevas de Covala-nas, La Haza, La Pasiega A, Castillo, Llonín, Sa-litre y Arenaza, en el Solutrense superior. Princi-palmente menciona los casos de las ciervas deLlonín, una de ellas tamponada de “estilo Covala-nas”, donde se reconoce un nivel Solutrense su-perior (1994: 66), la serie roja del vestíbulo deAltamira con niveles en torno al 18.000 BP, losindicios solutrenses en el extremo de la galería Bde La Pasiega (1994: 68) o los casos de Covala-nas y La Haza por su temática fría (renos) tam-bién Solutrense, al igual que Salitre con indiciosde dicha cronología en el yacimiento (1994: 73).

Actualmente, la introducción de los nuevosmétodos de datación absoluta ha facilitado defini-

tivamente un profundo cambio en las propuestascronológicas sobre las pinturas de trazo punteado.Así, C. González Sainz plantea el inicio en épocaGravetiense –o incluso Auriñaciense– y la pro-longación hasta el Solutrense para un arte figura-tivo caracterizado por la aplicación de pigmentosrojos y amarillos o marrones, mediante trazo pun-teado en ocasiones recurriendo a la tinta planaparcial, donde “la mayor parte de las representa-ciones de los nuevos conjuntos del desfiladero(Pondra, Arco B-C, Arco A) corresponderían aeste grupo de conjuntos, probablemente de mo-mentos avanzados del Gravetiense y del Solu-trense, al igual que un amplio número de cavida-des cantábricas, especialmente las agrupadas enocasiones dentro de la “Escuela de Ramales”(Covalanas, Haza, Arenaza, y también El Pendo,buena parte de la galería A y algunos subconjun-tos de las galerías C y D de La Pasiega, etc.)”(González Sainz 1999: 140). Además, la tenden-cia de dicho autor a otorgar una mayor antigüe-dad a este grupo de cavidades tiene su base mássólida en los yacimientos del desfiladero de Ca-rranza con pinturas rojas junto a grabados de esti-lo arcaico y dataciones por termoluminiscenciaen el caso de la cueva de Pondra. En ella, comoveremos más adelante, se han podido datar tresunidades gráficas: un caballo grabado entre circa30.700 y 19.000 BP (años de radiocarbono), un

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Fig. 2. Evolución de la atribución cronológica para losanimales pintados en trazo punteado de la cornisa cantá-brica.

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trazo rojo infrapuesto a la figura anterior realiza-do con anterioridad al 30.700 BP y, por último, lacabeza de un ciervo realizada en trazo punteadoque se pintó entre unos 28.500 y 23.000 BP(González Sainz 1999: 128). Asimismo, para elpanel del uro y cabras de la zona IV en la cuevade La Garma, las dataciones TL y Ur/Th “indi-can, con razonable probabilidad, que la forma-ción superpuesta al lomo de esa cabra superiortiene, como mínimo, algo más de 26.000 años.Dicho de otra forma, los resultados de TL yU/Th, especialmente de la costra superpuesta a lafigura de cabra más alta, no son coherentes entresí, pero en todos los casos se trata de resultadosmuy antiguos, y reiterados en torno a unos 26.000años, que podría considerarse una fecha antequem para las pinturas subyacentes” (GonzálezSainz 2003: 214).

3. MÉTODOS ACTUALES DE DATACIÓN

Los métodos disponibles en la actualidad parala datación del arte parietal paleolítico se puedenagrupar en dos sistemas:

• El sistema de datación arqueológico, directo(contacto estratigráfico parietal o sedimentario) oindirecto (grafías y/o actividades asociadas).

• El sistema de datación radiométrico, directo(C14-AMS de los componentes pictóricos) o indi-recto (TL y Ur/Th sobre espeleotemas).

Ambos métodos aportan en la actualidad unimportante repertorio de datos en lo que se refierea la región cantábrica (Moure Romanillo y Gon-zález Sainz 2000: 461).

Para el período premagdaleniense cantábricola posibilidad de aplicar los métodos de dataciónindicados se ve reducida por varias razones comola aparente ausencia de motivos trazados en pin-tura negra –carbón vegetal– y, por tanto, suscepti-bles de ser datados por C14-AMS, la necesidad dedepurar los sistemas de datación por TL y porUr/Th –todavía en fase experimental– o la excep-cionalidad que supone poder relacionar el arte pa-rietal con la estratigrafía de los depósitos sedi-mentarios.

No nos cabe duda que cualquier propuesta deorden cronológico para el arte parietal paleolítico,incluida la presente, parte de una base escueta ytremendamente insegura que impide aceptar con-clusiones cerradas y de carácter definitivo.

3.1. Los criterios arqueológicos de datación

Uno de los principios sobre los que se sustentala metodología arqueológica es el de la estratifi-cación de los depósitos en orden cronológico. Esemismo principio es también aplicable al estudiodel arte parietal a través de dos vías:

• Por un lado, cuando existe una relación es-pacial de superposición o infraposición entre lasgrafías representadas y los sedimentos de ocupa-ción o actividad humana. Además, la posibilidadde datar los niveles implicados permite una apro-ximación más precisa a la cronología parietal.

• Por otro lado, cuando existe una relación es-pacial de superposición o infraposición entre lasgrafías representadas. No permite precisar el mo-mento concreto, ni la diferencia en el tiempo decreación de las grafías implicadas, si no son sus-ceptibles de ser datadas radiométricamente.

Asimismo, de manera indirecta, es posible ob-tener una datación aproximada a partir de las acti-vidades y grafías asociadas. Es decir, yacimientosa pie de panel que contengan la misma materiacolorante que las representaciones o figuras adya-centes datadas por otros métodos. El principalproblema reside en la dificultad de precisar elgrado de asociación existente entre ambos proce-sos, en la mayoría de los casos poco preciso, porlo que se trata de un sistema que debe ser contras-tado mediante distintas técnicas como el análisisde los pigmentos utilizados.

3.1.1. El análisis de la estratigrafíasedimentaria y parietal

Como hemos mencionado, la estratigrafía se-dimentaria requiere una relación espacial de su-perposición o infraposición entre las grafías re-presentadas y los sedimentos de ocupación oactividad humana. En el caso que nos ocupa, di-cha vinculación no se ha detectado en ninguno delos casos. De todas maneras, cabe citar el caso dela cueva de Cualventi que contiene un grupo degrabados y de pinturas rojas punteadas que, entodo caso, serían anteriores a la colmatación de lacovacha por el nivel correspondiente al Magdale-niense inferior, momento de ocupación que marcaun ante quem para la decoración parietal (Lashe-ras et al. 2005/2006).

Asimismo, la estratigrafía parietal aplicada alarte paleolítico requiere una vinculación espacialentre las grafías. En el caso del arte premagdale-

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niense se trata, en su mayoría, de conjuntos deco-rados por primera vez e incluso buena parte deellos no al vuelto a ser objeto de actividad grafi-ca. En algunos casos, es probable que las super-posiciones formen parte del mismo proceso gráfi-co sincrónico. Por lo tanto, solamente un gruporeducido de cavidades han sido objeto de unaproducción gráfica dilatada que permita estable-cer fases sucesivas de decoración. Resulta de es-pecial interés la posibilidad que ofrecen algunascavidades de contrastar la información aportadapor la estratigrafía parietal con otros sistemas dedatación:

• En Peña Candamo, se han datado cuatromuestras de las hileras de puntos negros que se su-perponen a los uros amarillos del extremo derechodel panel de los grabados. Los resultados ofreci-dos por dos laboratorios independientes son con-tradictorios ya que, por un lado son de32.310+/–690 BP y 33.910+/–840 BP, y por el otrode 15.160+/–90 BP y 15.870+/–90 BP. La diferenciase ha explicado como un repintado de cronologíamuy posterior a la original, sin descartar otras hi-pótesis que ponen en duda la validez arqueológicade los datos (Fortea 2000/01: 196-198). Si acepta-mos los primeros, las dos parejas de uros amarillosy otros adyacentes serían de cronología Auriña-ciense, mientras que las grafías animales rojas su-perpuestas se trazarían en un momento intermedioentre los uros amarillos y el bisonte negro datado acamino entre el Gravetiense y el Solutrense(22.590+/–280 BP), y superpuesto a la cierva rojan.º 8. Por lo tanto, incluso evitando las primeras

dataciones, el bisonte negro permite atribuir la faseroja a un momento pre-Solutrense indeterminadopero, en todo caso, posterior a la fase amarillo porestratigrafía parietal.

• En Tito Bustillo las pinturas rojas se sitúanen la capa basal del panel principal y han sidoparcialmente borradas durante la ejecución de lassucesivas fases. Entre ellas se reconocen algunosanimales –bisontes y felinos– y vulvas semejan-tes a las del camarín de las vulvas, además de doscaballos punteados en rojo (Balbín Behrmann etal. 2000: 403-404). Todo ello se pone también enrelación con la galería de los antropomorfos(Balbín Behrmann et al. 2003: 99) cuya cronolo-gía se valora más adelante.

• En Llonín las pinturas rojas también se en-cuentran en la capa basal de panel principal. Porencima se localizan las pinturas negras de la faseII que serían anteriores al Magdaleniense inferiorsi consideramos que sobre ellas se trazaron gra-bados estriados adscritos genéricamente a dichacronología. Además, una plaqueta procedente delnivel Gravetiense de la galería superior presentarestos de ocre del mismo tono que las pinturas dela fase Ib (Fortea et al. 2004: 22). Asimismo, unacierva en trazo lineal rojo del panel del cono pos-terior, ha sido repasada con un grabado de trazomúltiple estriado, el mismo que se ha utilizadopara trazar otra cierva superpuesta y enfrentada ala anterior. La lectura estratigráfica del panelprincipal de la cueva nos indica que el grabadoestriado es de una fase de ejecución posterior–fase III– a la de las grafías rojas –fase Ib– (For-tea et al. 2004: 25). Es decir, todos los indicado-res apuntan hacia una cronología premagdale-niense de la fase roja, que podría asociarse a laocupación Gravetiense de la galería.

• En Castillo los datos fundamentales en esteaspecto, como se consideró desde un primer mo-mento (Alcalde del Río et al. 1911; Leroi-Gour-han 1971), provienen de la lectura de superposi-ciones en dos paneles de concentración gráfica.La lectura de superposiciones para el panel de lasmanos ha ofrecido una seriación compuesta poruna primera fase para los discos y las manos ne-gativas rojas, una segunda para la media docenade bisontes amarillos, dos caballos y varios sig-nos rectangulares también en amarillo, y una ter-cera para las pinturas rojas, al menos, una cierva,varios signos rectangulares y puntos digitales. Enel panel de los polícromos, la lectura es de unaprimera fase para las manos rojas en negativo –y

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Lám. II. Uros amarillos infrapuestos a hileras de puntosnegros en la cueva de Peña Candamo (Gárate Maidagan2006).

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quizás el signo vulvar rojo–, una segunda fase oserie con dos ciervas rojas y una tercera con losbisontes negros.

A la derecha del segundo panel, se documentaotro pequeño conjunto gráfico con una cierva roja–n.º 17d– reducida a las orejas y línea cérvi-co-dorsal, que se infrapone a un bisonte verticalanaranjado –n.º 17a– de grandes dimensiones.Éste último se asemeja estilísticamente al n.º 83de la galería C de La Pasiega y al n.º 29 de PeñaCandamo –indicación de la nariz, barbilla, oreja ytrazos cortos en el moño ofreciendo una imagenantropomorfizada– datado el úl t imo en22.590+/–280 BP (Fortea 2000/01: 204). Además,el bisonte comparte espacio con dos caballos delmismo tono anaranjado: uno –n.º 17c– reducidoal prótomo con un trazo vertical en el hocico yotro –n.º 16a– completo de grandes dimensionesque presenta una pata de doble contorno por par,el vientre inclinado, una cola larga y curvada queprácticamente contacta con el extremo de la patatrasera y, al menos, tres “V” invertidas en el vien-tre a modo de proyectiles. Las características in-dicadas para ambos caballos –hocico indicado,pata de doble contorno por par, vientre arqueado,cola larga y curva hasta el extremo de la pata tra-sera, líneas convergentes a modo de proyectiles,etc.– están presentes en otro rojizo aflechado –n.º16a– que se sitúa al fondo del panel de las manosy que aparentemente aprovecha una representa-ción amarilla preexistente. Además, la indicaciónde una pata de doble contorno por par, el vientrearqueado y el morro ondulado de dichos caballosson convenciones que forman parte de las esta-blecidas para un amplio número de dispositivosiconográficos de Europa occidental para épocaGravetiense y Solutrense (Guy 2000; 2002). Porsu lado, la cierva roja –n.º 17d– presenta una to-nalidad similar a la de un prótomo de ciervo pun-teado adyacente –figura 16b– y a la pareja deciervas –n.º 18d y 18e– del panel de los polícro-mos, al ciervo completo de la entrada –n.º 5–, y alos prótomos de cierva –n.º 38– y de uro –n.º 70–punteados en el tramo medio de la galería princi-pal. Aunque con una tonalidad más pálida, se po-dría añadir el mamut rojo –n.º 76– del fondo de lacavidad que también presenta líneas punteadas.

Recopilando la información expuesta plantea-mos que el inicio de la actividad gráfica, com-puesto por las manos negativas y los discos so-plados, tiene su atribución más probable en elGravetiense antiguo –sino algo anterior–, a partir

de los datos indirectos procedentes de otras cavi-dades. Para la fase final la atribución es mássegura en función de las dataciones radiocarbóni-cas de los bisontes negros del panel de los polí-cromos, en el Magdaleniense medio-superior(Moure Romanillo et al. 1996: 308-311). Es de-cir, en términos generales, se mantiene una cro-nología dilatada para el período de decoración dela cavidad, tal y como se había propuesto tradi-cionalmente (Alcalde del Río et al. 1911). Consi-derando los dos extremos temporales y las valo-raciones morfotécnicas comentadas conanterioridad, se puede apuntar una ordenacióncronológica más abierta, para los períodos inter-medios de decoración de la cavidad. Así, asigna-mos al Solutrense, o final del Gravetiense, la se-rie anaranjada del bisonte y caballos, sobre todopor la similitud del primero con respecto al data-do por radiocarbono en Peña Candamo y por lasconvenciones de los segundos repetidas durantedicha época en buena parte de Europa occidental.Situada bajo ésta, la serie de animales rojos conpunteado sería inmediatamente anterior, es decir,Gravetiense. Por último, la serie amarilla de bi-sontes, caballos y signos se localizaría entre lasmanos negativas y la serie roja, por lo que su cro-nología más probable es el Gravetiense antiguo,lo que implica una cronología ligeramente ante-rior para las manos en negativo, tal y como podríasuceder en la cueva de La Garma (GonzálezSainz 2005).

• En Altamira la serie roja de caballos, manopositiva, trazos pareados e hileras de puntos rojosestán infrapuestos –uno de los caballos en con-

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Fig. 3. Grafías contiguas al panel de los polícromos de lacueva del Castillo (Garate Maidagan 2006).

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creto– a dos manos negativas negras –además dea la serie de polícromos, otras figuras negras ygrabados estriados– que no han sido datadas peropara las que se puede aceptar una cronologíaanterior al Magdaleniense –Gravetiense princi-palmente con prolongaciones inmediatamente an-teriores y posteriores–, a tenor de los datos apor-tados por otras cuevas (González Sainz 1999).Además, siguiendo el orden estratigráfico parietalestablecido por F. Jordá Cerdá (1972; 1981), losclaviformes clásicos del panel de los polícromosse localizarían en la misma posición que las gra-fías animales rojas. El recurso a la pintura roja, suvinculación también a hileras de puntos y su pro-ximidad permite poner en relación ambas agrupa-ciones –claviformes clásicos y animales rojos–.La misma asociación se aprecia en La Pasiega B,donde las figuras se sitúan también en un espaciopróximo a la entrada pero angosto y de escasa vi-sibilidad. Se trata también de caballos rojos conutilización marginal del trazo punteado, rellenosinteriores parciales, contornos repasados median-te grabado y en posición de galope, poco usual. Aellos se añaden hileras de puntos, una posiblemano en positivo entre dos bóvidos dándose laespalda (Breuil et al. 1913) y un cérvido muy ma-sivo interpretado como megaceros (GonzálezSainz 2000) cuya abrumadora cornamenta se ase-meja a la del cérvido n.º 9 de Altamira. Los clavi-formes clásicos, idénticos a los mencionados paraAltamira, se situan en una pequeña concavidadlateral y en oquedades apartadas, cercanas al te-cho. Aunque dichos claviformes se atribuyen alMagdaleniense inferior en base al esquema cro-noestilístico de A. Leroi-Gourhan, se plantea denuevo una cronología anterior (Fortea Pérez2005; Garate Maidagan 2006) tal y como lo hi-cieron H. Breuil o F. Jordá mediante el estudio delas superposiciones. Por otro lado, una interven-ción reciente de limpieza de los cortes de la exca-vación arqueológica de 1981 (Lasheras et al.2005/2006), ha puesto en evidencia una secuen-cia estratigráfica algo más amplia de la estimadatradicionalmente, remontándose hasta el Grave-tiense superior con dos fechas circa 21.900 BP,por encima del caos de bloques inferior. Paralela-mente se podría estimar una secuencia gráficamás dilatada en la que las pinturas rojas basalesse corresponderían a esas primeras ocupaciones,mientras que las manos negativas negras super-puestas serían inmediatamente posteriores. En laFuente del Salín las manos negativas también se

localizan junto al vestíbulo de la cavidad y espa-cialmente asociadas a otro tipo de actividades. Eneste caso, las manos rojas podrían vincularse a loshogares a pie de las pinturas que contienen frag-mentos de los mismos colorantes y que han sidodatados en 22.340+/–510/489 BP (Moure Romani-llo y González Morales 2000). Por el contrario,una mano negra ha sido datada por radiocarbonoen 18.200+/–70 BP (García Díez 2002), lo que im-plica dos fases sucesivas de decoración de la ca-vidad. Con todas las reservas y aceptando las dosfases de decoración basadas en los análisis de ra-diocarbono, se podría plantear que la dataciónmás antigua de Fuente del Salín se ajusta a lanueva fase de ocupación definida en Altamira y ala que podría corresponder, por tanto, la mano po-sitiva y caballos rojos. La más reciente tampocose aleja de los niveles solutrenses inmediatamen-te posteriores de Altamira, a los que se podríaasociar las dos manos negativas negras.

• En la galería A de La Pasiega se dan secuen-cias cruzadas para las grafías rojas en las que, porun lado, las representaciones animales que com-binan el trazo punteado y el lineal se superponena los exclusivamente lineales y, por el otro, sonlos lineales los que se superponen a los primeros.Es decir, no existe una sucesión cronológica delas técnicas como mantenían los postulados clási-cos (Breuil et al. 1913). Por otro lado, una seriede figuras negras se superponen a las rojas en elsector VI de la galería A de La Pasiega. En la ga-lería C la cabra 67 y el bisonte 88, ambos en pin-tura negra, han sido datados en 13730+/–130 BP yen 11990 +/–170 BP y 12460+/– 160 BP respecti-vamente (Moure Romanillo y González Sainz2000).

En la galería C de La Pasiega se suceden va-rias fases decorativas aunque con escasas super-posiciones de animales. Aún así, una de ellas re-sulta de especial interés puesto que se trata de lasuperposición de dos ciervas estriadas sobre elprótomo de caballo rojo y el ciervo violeta delsector II, donde también se localizan signos rec-tangulares conopiales con división interior comolos del fondo de la galería A, hileras de puntos ysignos triangulares. Como es conocido, la presen-cia de ciervas estriadas está restringida, en el artemueble, al Magdaleniense inferior cantábrico.Son varias las dataciones que convergen en dichosentido como una pieza de Altamira en14.480+/–250 BP o las piezas en posición estrati-gráfica del nivel 17 de Mirón con dataciones en

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15.470+/–240 BP, 15.450+/–160 BP y 15.700+/–190BP, en el nivel 8 del Juyo con fechas para el 67 en14.440+/–180 BP y para el 11 en 15.300+/–300 BP,en el nivel 8 del Castillo, en el nivel 3c de LaGüelga o en el nivel “Magdaleniense inferior” delCierro. Para el arte parietal podría plantearse unaprolongación hasta el Magdaleniense medio siconsideramos los datos disponibles. En Altamirauna cierva estriada se superpone a un trazo negrodatado en 14.650+/–200 BP. En Covaciella, unacabra y un ciervo presentan los mismos conven-cionalismos que el estriado aunque recurriendo algrabado digital (además cabe valorar una consi-derable cercanía formal del ciervo al grabado es-triado en Alkerdi y al grabado estriado y comple-tado en negro del panel VII de Altxerri), y formanparte de un panel con bisontes negros clásicos delMagdaleniense medio datados en 14.060+/140 BPy 14.260+/–130 BP. En Candamo el ciervo heridoestriado y repasado en negro se data en13.870+/–120 BP. Por lo tanto, la superposición dela “fase estriado” sobre las pinturas rojas de LaPasiega C, similar a la reconocida en Llonín,Peña Candamo, Tito Bustillo y Altamira, sella sucronología en un momento anterior al Magdale-niense inferior cantábrico, es decir, pre-Magdale-niense. Es más, en el caso de Peña Candamo la“fase estriada” y la “fase punteada” están separa-das por, al menos, un bisonte negro datado circa22.500 BP. La misma secuencia estratigráfica seidentifica en Llonín.

• La zona IV de la cueva de La Garma tam-bién ofrece una secuencia interesante de estrati-grafía parietal. Así, el uro rojo punteado al que sesuperpone un megaceros granate lineal, está pos-teriormente repasado por un grabado de trazoúnico, que corrige la perspectiva de la cornamen-ta. Asimismo, una de las dos cabras rojas, mantie-ne la misma secuencia con un animal indetermi-nado en pintura granate por encima, y después unrepasado con grabado de trazo único en el vien-tre. Si tenemos en cuenta que el megaceros no sedocumenta paleontológicamente en el cantábricotras el Solutrense y que los paralelos estilísticosdirectos en las cuevas francesas de Roucadour,Chauvet, La Grèze, Pair-non-Pair y Cougnac es-tán situados principalmente entre el Gravetiensey Solutrense antiguo (González Sainz 2000: 192),podríamos utilizar el Solutrense como momentoante quem para el uro y cabras punteados, infra-puestos a la serie granate. La datación por seriesde Uranio, como veremos más adelante, confirmauna cronología Gravetiense o anterior, para di-chas pinturas.

3.1.2. Las actividades asociadas

La posibilidad de asociar otro tipo de activida-des a la producción gráfica parietal debe ser valo-rada aunque, por lo general, no disponemos desuficiente información para establecer dicha rela-ción con bases sólidas:

• En Altxerri, una galería superior aislada delresto del conjunto decorado, cuenta con un bison-te rojo de grandes proporciones. Junto a él se lo-calizan huesos fijados en grietas –una vértebradorsal de bisonte, por ejemplo– y acumuladosbajo la representación –junto a carbones– que hansido datados en 34.195+/–1235 BP y 29.940+/–745BP (Altuna 1996: 12).

• En Cofresnedo los restos de pinturas rojasdel vestíbulo, entre las que se identifica un signorectangular, se localizan inmediatamente por en-cima de la ocupación Auriñaciense del yacimien-to, datada en 31.360+/–310 BP (Ruiz Cobo ySmith 2003: 95).

• En Llonín las pinturas rojas compuestas porhileras de puntos, un uro y una cierva se localizanen el cono posterior cuya excavación ofrece unnivel Musteriense y otro Solutrense superior, am-bos con un campo manual que permite abarcar elpanel. Pero además, en la galería se ha exhuman-

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Fig. 4. Grafías negras superpuestas a la serie roja del sec-tor VI de la cueva de La Pasiega (Garate Maidagan 2006).

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do un nivel Gravetiense final asociado a bloquesy manchas de ocre de la misma tonalidad que elutilizado para la serie roja del conjunto parietal–fase Ib– (Fortea Pérez et al. 2004: 23).

• En la galería de los antropomorfos de TitoBustillo se ha obtenido una datación de32.990+/–450 BP (Balbín Behrmann et al. 2003:98) para una fosa rellena de huesos machacados,caliza y ocre, que limita el único paso hacia losantropomorfos rojos.

3.2. Los criterios radiométricos de datación

La posibilidad de datar la materia coloranteorgánica (C14-AMS) y los espeleotemas estrati-gráficamente vinculados a las grafías (TL yUr/Th) ha dado lugar a la reapertura del debate entomo a la cronología del arte parietal paleolítico,evidenciándose las carencias de los sistemas an-teriores pero sin aportar una alternativa convin-cente.

Las dataciones radiométricas no han consegui-do resolver la problemática, es más, los resulta-dos –a veces contradictorios– deben tomarse conextrema cautela y se debe depurar el protocolo deactuación para obtener un verdadero valor ar-queológico (Moure Romanillo y González Sainz2000; González Sainz 1999a; 1999b; 2005; Gon-zález Sainz y San Miguel Llamosas 2001; Fortea2000/01; 2003; 2005; Pettitt y Bahn 2003; Valla-

das 2003; Balbín Behrmann et al. 2003; Valladaset al. 2001; Sauvet 2004).

En el caso que nos ocupa, el propio ámbito deestudio descarta la posibilidad de obtener data-ciones radiocarbónicas, solamente aplicables amateria orgánica –carbón y hueso principalmen-te– ausente en la composición de las grafías zoo-morfas rojas.

3.2.1. El análisis por termoluminiscencia

Las dataciones por TL son indirectas puestoque el elemento datado es la costra estalagmíticaen relación espacial con la grafía, ofreciendo asíuna fecha ante quem o post quem, es decir, relati-va. Obviamente aquellos casos en los que los es-peleotemas cubran y, a su vez, estén cubiertos porla grafía serán los que permitan una aproxima-ción mas ajustada, siempre dentro de unos pará-metros muy amplios.

• En la cueva de Pondra ha sido posible datarespeleotemas infrapuestos y superpuestos a laspinturas y grabados. Así, un trazo rojo se infrapo-ne a una costra datada en 35.740+/–4.730 años–circa 30.700 BP de radiocarbono– y sobre la quese grabó una representación de caballo. A su vez,el caballo se infrapone a otra costra datada en22.595+/–2.338 años –circa 19.000 BP de radiocar-bono–. Por otro lado, una grafía de ciervo en trazopunteado rojo se infrapone a una red de costras da-tada en 26.972+/–2.747 años –circa 23.000 BP deradiocarbono– y, a su vez, fue trazada sobre unlienzo con concreciones datadas en 32.946+/–3.440años –circa 28.500 BP de radiocarbono– (Gonzá-lez Sainz y San Miguel Llamosas 2001: 172). Espreciso considerar que los intervalos son sensible-mente más amplios que los obtenidos por dataciónradiocarbónica. Por lo tanto, la producción pictóri-ca de Pondra se inicia con el trazo rojo que se co-rresponde a un intervalo centrado en el Auriña-ciense tardío, mientras que el ciervo podría seralgo posterior, en todo caso Gravetiense.

• En la cueva de La Garma se están combi-nando tanto las dataciones por TL como las deUranio para fechar las grafías rojas y amarillaspremagdalenienses. Así sucede en el conjunto IVdonde las costras superpuestas a una de las cabrasse datan circa 29.000 BP de radiocarbono (Gon-zález Sainz 2003: 214; 2005: 49-50), fecha mati-zada por las series de Uranio como veremos acontinuación.

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Fig. 5. Grafías de ciervo datado de manera indirecta porTL en la cueva de Pondra (González Sainz y San MiguelLlamosas 2001).

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3.2.2. El análisis por series de Uranio

Las dataciones por series de Uranio tambiénson indirectas puesto que el elemento datado es lacostra estalagmítica en relación espacial con lagrafía, ofreciendo así una fecha ante quem o postquem, es decir, relativa. De la misma manera,aquellos casos en los que los espeleotemas cubrany, a su vez, estén cubiertos por la grafía serán losque permitan una aproximación más ajustada,siempre dentro de unos parámetros muy amplios.

• En Covalanas se ha datado por series deUranio un espeleotema superpuesto al bóvidoCov/B.IV.18 en 2.760+/–390 años –circa 2.400BP de radiocarbono– que solamente permite ase-gurar la cronología prehistórica de la misma (Bis-choff et al. 2003: 148).

• En La Garma la misma colada que se super-pone a una de las cabras ha sido datada por seriesde Uranio en tres ocasiones arrojando las cifrascomo media circa 22.500 BP de radiocarbono(González Sainz 2003: 214; 2005: 50-51). Es de-cir, las pinturas rojas punteadas (cabras y uro) se-rían anteriores o contemporáneas al Gravetiense.

4. PROPUESTA CRONOLÓGICAY CUADRO EVOLUTIVO

Los datos presentados ofrecen una idea distin-ta sobre la ordenación cronológica de las cavida-des decoradas con las pinturas animales puntea-

das, en comparación con la mantenida tradicio-nalmente. La profundidad cronológica mostradapor la estratigrafía parietal combinada con los sis-temas radiométricos de datación (TL y Uh/Th),junto a la variabilidad estilística introducida porlos últimos descubrimientos de cuevas decoradascon aplicación de dicha técnica, apunta hacia unatradición técnica más que hacia un horizonte ar-tístico concreto.

El recurso al arte mueble como actividad para-lela a la estudiada –aunque no convergente–, noresulta satisfactorio en el presente caso. Los moti-vos figurativos pre-Magdalenienses son práctica-mente inexistentes en la cornisa cantábrica. Parael Paleolítico Superior inicial casi todas las mues-tras son controvertidas como la pata y vientre delnivel 18b del Castillo –atribuida por algunosautores a procesos naturales–, la cabra pintada so-bre hueso Auriñaciense de El Salitre –en parade-ro desconocido– y la plaqueta con los cuartos tra-seros de un caballo de Hornos de la Peñaasociada al Auriñaciense tardío –pero con seriosproblemas estratigráficos–. Sin duda, la muestramás interesante es un prótomo de cierva sobrecanto, con la cabeza triangular y las orejas en“V”, siguiendo de manera precisa el esquema delas ciervas punteadas rojas, proveniente de latransición estratigráfica entre el Auriñacienseevolucionado y el Gravetiense de la cueva deAntoliña (Aguirre Ruiz de Gopegui com. per.).Para el Gravetiense la única representación figu-rativa mueble es el canto con el felino grabado dela cueva del Castillo y el posible antropomorfo deMorín, mientras que en el Solutrense superior elarte mueble figurativo se reduce a dos representa-ciones de caballo en una plaquita de El Buxu yuna diáfisis de Las Caldas.

Por otro lado, resulta muy complicado estable-cer una relación entre el arte parietal paleolítico yla información ofrecida por los yacimientos deocupación. El Gravetiense del cantábrico orientales especialmente significativo, tanto en cantidadde yacimientos (Amalda, Antoliña, Alkerdi, Aitz-bitarte III, Bolinkoba, etc.) como en sus fechasantiguas (entre 27.000 y 23.000 BP), donde inex-plicablemente el arte parietal pre-Magdaleniensees prácticamente inexistente. Por el contrario, elGravetiense del sector centro-occidental ofrecefechas sensiblemente más tardías (entre 22.000 y20.000 BP) y una densidad de yacimientos másdiscreta y mal conocida, si bien las dataciones ra-diocarbónicas y la sedimentación de gelifractos

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Fig. 6. Grafías granates y grabados superpuestos a la se-rie roja de la zona IV de la cueva de La Garma (GonzálezSainz 2003).

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indican la existencia de una actividad artística pa-rietal intensa (Peña Candamo, La Viña, El Conde,Calero II, etc.). Además, en la Fuente del Salín,Llonín y, posiblemente en Altamira, dichas se-cuencias de ocupación datadas alrededor de22.000 BP se pueden poner en relación con laproducción gráfica parietal. El Solutrense cantá-brico conocido se asocia a momentos avanzadosdel tecno-complejo (entre el 19.000 y el 17.000BP) y ofrece una alta densidad de yacimientosque se distribuye de manera uniforme por la cor-nisa cantábrica, aunque con algunas diferenciasen el registro material. Por el contrario, práctica-mente no se dispone de dataciones radiocarbóni-cas para el arte parietal de la misma cronología, sibien no debemos olvidar que la cantidad total demotivos datados por radiocarbono es mínima.

Por lo tanto, no resulta sencillo establecer elinicio de dicha tradición técnica. El yacimientode ocupación a pie de las pinturas de Cofresnedo–31.500 BP– o del trazo rojo de Pondra –antequem circa 30.700 BP– no son en absoluto deter-minantes pero abren la posibilidad a un origenAuriñaciense, al menos, para la pintura roja y lashileras de puntos. La mencionada cierva de Anto-liña es, sin duda alguna, un dato más que suge-rente que permite apuntalar la tendencia ofrecidapor las siempre controvertidas dataciones radio-métricas.

Durante el Gravetiense, aumenta la informa-ción disponible con algunos elementos que apun-tan hacia un incremento progresivo de la pinturaroja de temática animal variada, vinculada a lí-neas de puntos, series de trazos y, en menor medi-da, a los signos rectangulares. Son pequeños dis-positivos con una distribución más o menosdispersa como las cuevas de Peña Candamo, Cas-tillo, Llonín, Pondra, La Garma, Tito Bustillo,Pondra, Altamira y quizás La Pasiega B y C, paralos que contamos con elementos de datación rela-tiva –estratigrafía parietal, TL y Ur/Th– que lossitúan en una cronología pre-Solutrense sin ma-yor precisión aunque, aparentemente, cerrada alAuriñaciense en los dos primeros casos por lasseries amarillas infrapuestas y por el yacimientode ocupación en el tercero. Además, en las cue-vas de Arco A y Arco B existen diversos indiciosque también apuntan a una cronología Gravetien-se para sus dispositivos gráficos, como la cabragrabada de la primera o el mamut de la segundapara las que se enumeran paralelos nítidos enFrancia durante el Gravetiense y Solutrense anti-

guo (García Díez 2002; González Sainz y SanMiguel Llamosas 2001: 159). El colgante líticodecorado encontrado en superficie en el vestíbulode la segunda apunta hacia una cronológica simi-lar (González Sainz et al. 2001: 159).

Otras cavidades con pintura en trazo punteadomantienen unas características estilísticas todavíamás recurrentes y previsibles que las anteriores.Las hileras de puntos se sustituyen por agrupacio-nes aisladas de puntos –poco habituales–, los sig-nos rectangulares se perfilan como los únicos decarácter complejo y la iconografía animal es mo-notemática centrada de manera especial en lacierva estrictamente punteada y organizada en pa-rejas dispuestas en uno o dos planos, acompañadaocasionalmente por caballos, bisontes, uros, cier-vos y cabras. Las principales cuevas se localizanen el centro-este de la cornisa cantábrica y sonCovalanas, Pendo, Arenaza y determinados sec-tores de La Pasiega –no entraremos a valorar lacomplejidad interna de esta cavidad que requieretodo un estudio completo–. Lamentablemente, laausencia de datos cronológicos es prácticamentetotal. Solamente podemos citar la existencia desendos yacimientos solutrenses en las bocas B yC de La Pasiega junto a las pinturas de las zonasmás exteriores de la cavidad.

La excesiva homogeneidad interna de estascuevas impide una vinculación con otras repre-sentaciones de cronología más segura pero, de to-das maneras, el tamaño de los conjuntos, la orga-nización de los paneles, la iconografía, la técnicay los motivos asociados presentan diferencias conrespecto a los anteriores de época gravetiense.

El problema radica en discernir si se trata deuna diferencia de índole estrictamente estilísticao también cronológica. Es decir, si esos conjun-tos conviven con los primeros en un horizontecronológico más o menos restringido y sensible-mente más antiguo que el valorado hasta el mo-mento –Gravetiense– a pesar de que su cohesióngrafica las distingue, o si son posteriores comoresultado de una evolución del fenómeno pictó-rico dentro de una cronología dilatada grave-to-solutrense.

El hecho es que, como hemos observado, elprimer grupo además de elementos cronológicosque apuntan hacia una datación pre-Solutrense,presentan vínculos claros con motivos de las eta-pas más antiguas del arte parietal paleolíticocomo su asociación a grabados profundos –ArcoA, Arco B y Pondra–, a antropomorfos –Llonín,

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Tito Bustillo y La Pasiega C–, a manos –Altamiray La Pasiega B– o a hileras y nubes de puntos–Arco A, Castillo, Altamira, Pasiega C, Llonín,Peña Candamo–. En cambio, ninguno de estosestá presente en el segundo grupo –Arenaza, Co-valanas, Pendo, sectores de la galería A de La Pa-

siega– y, a pesar de que su cronología pre-Mag-daleniense está totalmente aceptada –y corrobora-da por las superposiciones de las galería A y C deLa Pasiega, de Castillo o de Llonín–, no dispone-mos de ningún tipo de indicio cronológico quenos permitan retrotraerlas excesivamente en el

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Fig. 7. Ejemplos de organización en parejas. Cuevas de Arenaza, Covalanas, La Pasiega, Pondra y Llonín (Gárate 2006).

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tiempo –más allá del Solutrense–. Por otro lado,la “fase estriada”, bien datada en el Magdalenien-se inferior cantábrico, quizás con una ligera pro-longación en la versión parietal, presenta una se-rie de elementos de continuidad que enlazaríancon dicha propuesta. La temática especialmentecentrada en las ciervas, los tipos de rellenos inte-riores en el pecho o la organización en parejas endeterminados casos otorgan un aire muy similar alos últimos conjuntos punteados y a los estriados,inmediatamente posteriores como hemos argu-mentado con anterioridad. Se trataría de la últimaprolongación de un arte parietal paleolítico ge-nuinamente cantábrico que, a partir de dicho mo-mento, entraría de lleno en una escala a nivel in-terregional con una iconografía compartida parala cornisa cantábrica, cordillera pirenaica e inclu-so la Dordoña.

5. IMPLICACIONESEN LA ORDENACIÓN CRONOLÓGICADEL ARTE PARIETAL PALEOLÍTICO

La comprensión de la ordenación cronológicade las grafías representadas y de las cavidades de-coradas ha sido el principal objetivo de la disci-plina desde los primeros descubrimientos hasta laactualidad y es que “la difficulté majeure est cellede la mesure du temps. En effet, pour que les pro-

ductions graphiques permettent de reconnaîtrel’existence de liens entre groupes voisins, il fautêtre sûr qu’elles sont contemporaines. Or, les la-cunes de la chronologie ne permettent que rare-ment d’atteindre un degré de confiance satisfai-sant” (Fortea et al. 2004).

La variabilidad y el cambio en la expresióngráfica se ha interpretado tradicionalmente en tér-minos estrictamente cronológicos y en un sentidounívoco y, por lo tanto, con un desarrollo unili-neal, transfiriendo de manera injustificada losprincipios darvinianos de evolucionismo biológi-co (Apellániz 2004), de las formas más simples alas más complejas.

La reciente irrupción de los sistemas directospara la datación del arte parietal paleolítico(C14-AMS, TL, Ur/Th) lejos de resolver la orde-nación cronológica del fenómeno, ha introducidomás confusión debido a las notables diferenciascon respecto a los postulados clásicos y a las in-coherencias derivadas de errores en la metodolo-gía del análisis radiométrico, todavía en fase ex-perimental. De todas maneras, aquellos casos enlos que se ha aplicado con garantías más o menosaceptables (por ejemplo las cuevas de Chauvet,Cosquer, Cougnac, Pech-Merle, Gargas, Le Por-tel, Niaux, Grande d’Arcy-sur-Cure, Mayen-ne-Sciences, Aldène, Calero II, Fuente del Salín,Pondra, Venta de la Perra, La Garma, Altamira,Castillo, La Pasiega, Monedas, Chimeneas, Co-

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Fase inicial Fase final

Dispositivo gráfico Pequeño y disperso Medio-grande y concentrado

Iconografía animal Variada Dominio absoluto de la cierva

Formato Variado Completo

Tipometría Adaptada al espacio en Arco B y Altamira Homogénea sin adaptación al espacio

Detalles Presencia recurrente de rellenos Presencia recurrente de bandas y rellenos

Soporte Presencia recurrente de lienzos delimitados Presencia recurrente de lienzos delimitados

Procedimientos técnicos Aplicación combinada del trazo lineal ypunteado de manera jerarquizada

Aplicación jerárquica del punteado median-te un patrón específico en cada cavidad

Organización Variado pero destacando las parejas Presencia recurrente de parejas

Distribución Más o menos expuestas excepto Altamira yArco B

Acceso restringido menos Pendo

Tabla 1. Comparativa de las dos fases decorativas.

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vaciella, La Pileta), han dejado patente la imposi-bilidad de mantener una interpretación cíclica ounilineal para todo el arte paleolítico europeo enfases sucesivas de evolución (Gárate Maidagan2001).

Asimismo, ha permitido entender la existenciade ritmos distintos en los cambios y transforma-ciones del arte que antes se interpretaban en pro-gresión aritmética acorde con el supuesto aumen-to de la complejidad gráfica. Ya no se trata detiempos cíclicos o lineales sino que se admite laexistencia de tiempos plurales en los que las ex-presiones artísticas pueden evolucionar indepen-dientemente con un ritmo y dirección propios (Pi-geaud 2005).

Es el caso, por ejemplo, de la cueva de Cos-quer, que a pesar de la dilatada “vida” del santua-rio, parece que los códigos gráficos se mantienenen un status quo. Así apuntan dos bisontes sepa-rados por casi 10.000 años y dos caballos realiza-dos con una diferencia de 6.000, que presentanunas características estilísticas excepcionalmentesimilares, lo que evidenciaría la perduración deun mismo estilo durante un amplísimo espaciotemporal, situación inexplicable a través de siste-mas crono-estilísticos tradicionales. En concretose trata del bisonte n.º2 datado en 27.350+/–430BP y en 26.250+/–350 BP, del bisonte n.º1 datadoen 18.530+/–190 BP y en 18.010+/–200 BP, del ca-ballo n.º5 datado en 24.730+/–300 BP y el caballon.º1 datado en 18.940+/–250 BP y en 18.820+/–310BP (Clottes et al. 2005: 57). Aunque en un primermomento se optó por entender que se trataba defiguras contemporáneas para las que se utilizócarbón de distinta época (Clottes 1998), una vezestudiada la cavidad, se considera que ni el estadode conservación, ni los temas elegidos, ni las con-venciones utilizadas permiten distinguir entre dosestilos distintos para los animales de las dos fasesde decoración (Clottes et al. 2005: 234). Inclusose detecta otra práctica de larga duración compro-bada para las dos fases de decoración de la cuevade Cosquer y que consiste en la extracción demondmilch y fragmentos de calcita de la pared(Clottes et al. 2005: 231).

Pero no parece probable que la perduracióncronológica de los esquemas gráficos sea una rea-lidad limitada a algún caso aislado como el co-mentado. Tampoco se puede reducir a temas ico-nográficos específicos como el “ciervo herido”especialmente representado en el Magdaleniensecantábrico pero con ejemplos graveto-solutrenses

al menos en la cueva del Rincón y de La PasiegaB (González Sainz y Gárate Maidagan 2006). Nia convenciones artísticas como el despiece en“M” característico del Magdaleniense pero yapresente en al menos un caballo de Cosquer decirca 19.000 años (Clottes et al. 2005).

Quizás la cueva de Parpalló sea el caso para-digmático en lo que se refiere a la profundidadcronológica y la perduración de las convencionesgráficas. No cabe duda de que los problemas dedatación inherentes al estudio del arte paleolíticohan condicionado su puesta en valor e incluso hasido expresamente minusvalorada por su difícilencaje en la concepción evolucionista de los esti-los. En ella, la actividad gráfica sobre soportemueble se dilata desde el Gravetiense hasta elMagdaleniense, es decir, durante unos 10.000años sin solución de continuidad. Una de las prin-cipales consecuencias de su estudio estilístico esla ausencia de rupturas y la inexistencia de ele-mentos estilísticos de valor cronológico reducido(Villaverde Bonilla 2002), en contradicción conlos esquemas evolutivos habituales dirigidos ha-cia un mayor realismo de las representaciones.

En la Dordoña también se ha puesto de mani-fiesto la existencia de una serie de caracteres grá-ficos que se prolongan durante un período dilata-do de tiempo sin una evolución precisa y lineal.Al parecer, “todas técnicas gráficas (grabado finoy profundo, escultura en bajorrelieve y bulto re-dondo, pintura en trazo y tinta plana) son conoci-das desde el Auriñaciense, pero se utilizan de for-ma diversa: la pintura se emplea más en lascuevas que en los abrigos; el grabado profundo y,desde el Gravetiense la escultura en bajorrelieve,conocen una distribución inversa. Pero esta distri-bución puede deberse a la duración de la ejecu-ción de las esculturas y a la pobra conservaciónde las pinturas al aire libre: el examen de las pla-quetas procedentes de desconchados de la bóvedade abrigos auriñacienses prueba que la mayoríade ellos estaban pintados” (Delluc y Delluc1999).

En la cornisa cantábrica, la homogeneidad es-tilística de varios grupos de cuevas premagdale-nienses parece responder, en función de los últi-mos datos, a tradiciones gráficas dilatadas en eltiempo, más que a horizontes limitados. Es elcaso de grabado exterior profundo o de la pinturapunteada en rojo.

Es posible que los primeros ejemplos del gru-po de cavidades de grabado exterior profundo –e

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interior y pintados en menor medida– correspon-dan a momentos iniciales del Paleolítico Superiorsi consideramos la profundidad cronológica delCastillo, la datación por TL y contexto arqueoló-gico para Venta de la Perra y Homos de la Peña y,principalmente, los datos aportados por los trazosverticales de La Viña y del Conde. Por otro lado,el horizonte figurativo de La Viña corresponderíaa algún momento indeterminado pero no poste-rior al Gravetiense considerando el campo ma-nual de ejecución con respecto al suelo de ocupa-ción y los bloques desprendidos que aparecen enlos niveles correspondientes a dicha época. Porúltimo, La Lluera I dominada por ciervas trilinea-les presenta un yacimiento de ocupación Solu-trense –antiguo probablemente–. No tenemos da-tos suficientemente determinantes para las cuevasde Santo Adriano ni Chufín y lamentablemente,el resto de cavidades asignables al grupo del gra-bado exterior profundo como Los Murciélagos,Las Mestas, Godulfo, Los Torneiros, Entrefoces yLa Luz carecen de elementos firmes para su data-ción cronológica.

Para la pintura roja punteada hemos expresadocon detalle los argumentos que nos permiten abo-gar por una cronología dilatada, en parte paralelacon la anterior. Lo mismo se puede decir –tradi-ciones dilatadas en el tiempo– de las manos ennegativo que, si bien se concentran especialmenteen el Gravetiense, algunos conjuntos han sido da-tados por C14 y Ur/Th en momentos inmediata-mente anteriores y posteriores (La Garma y Fuen-te del Salín).

En definitiva, la interpretación del punteadocomo una tradición gráfica dilatada en el tiempono sería un caso excepcional sino que sería uncomportamiento común en distintos soportes, pe-ríodos y regiones, coincidiendo con la vieja ideade que varios estilos pudieron coexistir en cadauna y en todas las culturas del Paleolítico Supe-rior, quizás utilizados para distintos fines y fun-ciones (Ucko y Rosenfeld 1967).

6. CONCLUSIONES

La diversidad gráfica explicada en sentidocronológico, se ha integrado tradicionalmente enun sistema de evolución del arte parietal paleolí-tico basado en la sustitución de “horizontes” ho-mogéneos en una sucesión lineal de influenciaglobal, rechazando una posible contemporanei-

dad en la diversidad gráfica. La presentepropuesta rechaza dicho planteamiento perotampoco admite un desarrollo cronológico “to-talmente imprevisible”. Es decir, aceptamos laexistencia de tiempos plurales en los que varias“tradiciones” gráficas se desarrollan de manera,más o menos paralela, con tendencias propiasen distintos aspectos e incluso con un mismohilo conductor para determinadas regiones yatributos.

En el caso que nos ocupa, se plantea un pro-gresivo control de los códigos gráficos –cada vezmás riguroso y recurrente– que culmina en épocaSolutrense, aunque sin olvidar que los elementosde datación disponibles en la actualidad son su-mamente frágiles. De ser así, la del trazo puntea-do sería una tradición que fue definiéndose en eltiempo, llegando a una exclusividad técnica endeterminados conjuntos premagdalenienses tar-díos. Tal proceso de polarización técnica sería pa-ralelo e interdependiente con respecto a una pola-rización iconográfica en torno a las ciervasrepresentadas mediante un patrón muy definido yacotado. En cualquier caso, su prolongación du-rante un período especialmente dilatado de tiem-po –del Gravetiense al Solutrense–, implica laexistencia de un mismo sustrato social estable,con unos lazos culturales bien enraizados y unacapacidad desarrollada de transmisión de los có-digos gráficos establecidos por la comunidad, apesar de posibles movimientos de grupos huma-nos como los que se pudieron dar en los momen-tos de máximo frío. Todo esto parece desapareceren el Magdaleniense reciente con la implantaciónde nuevas fórmulas iconográficas que se abren auna vinculación interregional, sobre todo con losgrupos pirenaicos. Sería necesario, por tanto, ex-plicar los condicionantes sociales que provocaronuna tendencia progresiva hacia una recurrencia enlos códigos gráficos, prácticamente obsesiva alre-dedor de las ciervas en las cuevas del Pendo, Co-valanas, Arenaza o La Pasiega Por el momento,los escasos datos disponibles no permiten afron-tar dicho planteamiento con garantías.

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Las pinturas zoomorfas punteadas del Paleolítico Superior cantábrico: hacia una cronología dilatada... 47