Infraganti Mariana Enriquez

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 13 Mariana Enríquez Ángel de la guarda La estaban matando entre los dos. Marisa se quedaba despierta toda la noche, esperan- do, hasta que los escuchaba. Inés abría la puerta de su cuarto y lo dejaba pasar, cuando pensaban que mamá ya estaba dormida. Pero mamá dormía menos que Marisa, porque no podía descansar: tenía los pulmones cargados de fluidos, el corazón pesado, la pierna que le queda-  ba deformada por la hinchazón, la que le habían ampu- tado todavía presente con su dolor fantasma. Obesa, mamá se quedaba sentada en la cama y los escuchaba coger toda la noche, aunque ellos se esforzaban por ser silenciosos. Cuando Marisa le llevaba el desayuno a la cama todas las mañanas y la veía llorar, sabía que su mamá había escuchado todo, cada gemido y cada gruñi- do, las corridas en puntas de pie, las risas ahogadas. Y que se callaba porque estaba demasiado horrorizada y enferma y asqueada. A lo mejor también sabía, como Marisa, que no tenían la culpa. Era ese diablo del techo, pensaba Marisa. Había bro- tado de una mancha del revoque. Papá siempre estaba por terminar de arreglar las grietas del cielo raso, y subi- do a una escalera las iba tapando con mezcla. Uno de los arreglos quedaba justo sobre la cama de Marisa, y ella había visto clarísimo cómo se transformaba: primero In fraganti 10/26/07 4:48 PM Página 13

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    Mariana Enrquez

    ngel de la guarda

    La estaban matando entre los dos. Marisa se quedaba despierta toda la noche, esperan-

    do, hasta que los escuchaba. Ins abra la puerta de sucuarto y lo dejaba pasar, cuando pensaban que mam yaestaba dormida. Pero mam dorma menos que Marisa,porque no poda descansar: tena los pulmones cargadosde fluidos, el corazn pesado, la pierna que le queda-ba deformada por la hinchazn, la que le haban ampu-tado todava presente con su dolor fantasma. Obesa,mam se quedaba sentada en la cama y los escuchabacoger toda la noche, aunque ellos se esforzaban por sersilenciosos. Cuando Marisa le llevaba el desayuno a lacama todas las maanas y la vea llorar, saba que sumam haba escuchado todo, cada gemido y cada grui-do, las corridas en puntas de pie, las risas ahogadas. Yque se callaba porque estaba demasiado horrorizada yenferma y asqueada. A lo mejor tambin saba, comoMarisa, que no tenan la culpa.

    Era ese diablo del techo, pensaba Marisa. Haba bro-tado de una mancha del revoque. Pap siempre estabapor terminar de arreglar las grietas del cielo raso, y subi-do a una escalera las iba tapando con mezcla. Uno de losarreglos quedaba justo sobre la cama de Marisa, y ellahaba visto clarsimo cmo se transformaba: primero

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    pareca un pjaro con las alas extendidas, despus fuecambiando hasta que las alas se transformaron en cuer-nos y las patitas se unieron en una nariz, y el cuerpoform la cara del diablo. Haca mucho de eso; y cuantoms se pareca la mancha al diablo, ms gorda se ponasu mam. Tanto que hubo que dejarla sola en la cama:pap ya no poda dormir con ella, que ocupaba toda lacama; adems la molestaba. Se mud a la habitacin allado de la de Ins, la de los cachivaches. Y cuando a lamancha le salieron cuernos, pap empez a ir todas lasnoches a la pieza de Ins.

    Pero no son malos, se deca Marisa y rezaba debajode las sbanas porque el diablo la miraba desde el revo-que. Mi hermana no es mala, mi pap no es malo. Es eldiablo.

    Empez a trabar la puerta, por si a pap se le ocurravisitarla. Saba que, si la tocaba, le iba a pasar el diablo.Ella ya se daba cuenta cuando su pap no era su pap.Los ojos se volvan de mueco, como si fueran de plsti-co, con los prpados rgidos que se cerraban con un cliccuando mova la cabeza; hasta las pestaas parecan arti-ficiales. Ella no le hablaba cuando tena al mueco aden-tro. Slo lo abrazaba y lo besaba cuando era normal, paraver con todo su amor si lograba que el diablo se fuera.Con Ins no se atreva. Ella estaba demasiado atacada. Sepeinaba el pelo con Coca-Cola y se iba al centro todos losfines de semana con el 45. Los vecinos decan que sequedaba toda la noche all, levantando tipos. Eran rde-nes del diablo, Marisa estaba segura, y empez a rezarsobre la cama de su hermana, arrodillada, aunque ella sele burlaba, le gritaba chupacirios y tomaba cocana sobrela mesa de luz.

    Una noche empezaron los martillazos en la pieza demam. Siempre eran tres, y sonaban cuando pap entra-ba a la habitacin de Ins. Yo no s por qu a los veci-

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    nos se les da por clavar cosas a esta hora, se quejabamam aunque no insista, porque despus de todo erannada ms que tres golpes. Marisa quiso averiguar; cuan-do le pregunt amablemente al vecino, l le asegur quea esa hora en su casa ya estaban todos dormidos. Marisale crey, pero se call la boca. Ay, si ella supiera cmoayudarlos, pero solamente poda rezarle a Dios. Y sumam estaba peor desde los martillazos. La pierna fan-tasma le dola ms que nunca. Hubo que llamar a laambulancia varias noches, porque el corazn le fallaba.Cuando la internaban y no estaba en casa, los golpesparaban. Desaparecieron del todo cuando muri en elhospital, despus de dos semanas de martillazos. Marisasupo antes que los dems que mam haba muerto. Papestaba en Capital, trabajando en la buhonera: no podatomarse das libres ni siquiera para cuidar a su mujer,porque la plata no sobraba. Ins atenda el kiosco del quese haba ocupado mam antes de quedar postrada. Mari-sa haba vuelto a la casa para buscar ropa limpia. Y cuan-do estaba armando el bolso, escuch ruidos en el living;primero slo un batir de alas, despus un rumor y des-pus un estruendo que la oblig a taparse los odos y gri-tar. Tuvo tanto miedo que sali corriendo de lahabitacin. Y en el living vio cientos de gorriones, unanube marrn y negra, los pjaros que se estrellaban con-tra los vidrios de las ventanas y las paredes y el televisor,algunos caan muertos sobre el silln, y gritaban. El dia-blo con alas, el diablo que haba sido pjaro. Marisa searrodill y trab las manos en cruz padre nuestro queests en los cielos, y de pronto, como si nunca hubieranestado all, los gorriones desaparecieron. No huyeron,porque no haba ninguna ventana abierta, era plenoinvierno. Desaparecieron como si jams hubieran estadoah. Pero no estoy loca, para nada, pens Marisa, y tem-blando busc debajo de las sillas y de la biblioteca hasta

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    que encontr un gorrin muerto, esta es la prueba, y loescondi en el cajn de su mesa de luz. Despus deshizoel bolso, ya no le iba a hacer falta a su mam.

    Pap trat de contenerla. Deca cosas como mamita yano sufre ms, pero Marisa no lo escuchaba. Le rasgula cara de mueco, y despus se tir sobre Ins, brujabruja, vos la mataste, los dos la mataron. Pap le dio unapastilla y la mand a dormir. Cuando se despert, Ins sehaba ido. Pap le prometi que ahora todo iba a ser dis-tinto. Y le anunci que se mudaban a la Capital, paraempezar una nueva vida. La casa tena demasiadosrecuerdos, le dijo llorando. Marisa se puso contenta y lobes en la cara, en el cuello. El mueco se haba ido:pap estaba igual que antes, igual que cuando ella erachica y la iba a buscar a la escuela o haca leche choco-latada para sus amigas. Gordito y hermoso papito.

    Lo peor fue desarmar la pieza de mam, que apesta-ba a remedios y orn, el colchn hundido por el peso delcuerpo enorme, la pierna ortopdica que no haba alcan-zado a usar. Los vecinos ayudaron con la mudanza: todoslos queran mucho en el barrio, y nadie quera que sefueran, especialmente don Kiselevsky, el polaco que lealquilaba el kiosco a su mam. Una mujer tan buena, lapucha, deca. l ayud a sacar el ropero de la pieza dela enferma. Y detrs del mueble, en la pared, Marisa lovio. Una figura de mujer gorda, una silueta trazada concarbn, que tena un clavo hundido a la altura del cora-zn. Abri la boca y grit; don Kiselevsky fue a buscar asu padre, qu pasa, qu pasa, esta chica est muy mal,pobrecita, no puede hacerse a la idea de lo de la mam,y Marisa sealaba la pared, pero el polaco no entenda,no vea nada. Pap le sac las manos de la cara, porque

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    Marisa se araaba, se clavaba las uas en las mejillas. Yano era pap: tena los ojos de plstico del mueco. Ah,ah, la mataron, gritaba Marisa, y los prpados rgidos depap se abran y se cerraban y le decan hijita es unamancha de humedad, no hay nada no hay nada, pero eseno era pap.

    La casa nueva quedaba en Saavedra, tan lejos de Lomasde Zamora. Sin embargo, a Marisa le gust. Tena dospisos, y aunque quedaba en el fondo de un pasillo, el soldaba en el patio y en las habitaciones de arriba. Sobretodo le gust porque no haba diablos en el techo, nisiluetas pintadas en las paredes. Adems, Ins no iba avivir con ellos. A lo mejor Ins se haba llevado al mue-co, o a lo mejor todo eso se haba quedado en la casavieja. Su pap pareca otra vez el de siempre. Ella lo vigi-laba. Lo iba a buscar todos los das al trabajo, y l le pre-sentaba a sus compaeros, orgulloso porque Marisa sehaba anotado en Derecho. Cuando rindi con ocho lasprimeras dos materias, pap la llev a comer a un restau-rante muy caro de Barrio Norte. Todas las noches Marisale rezaba a Dios y le agradeca, aunque a veces tambinse enojaba: por qu mam haba tenido que sufrir as?Por qu el diablo la haba elegido para castigarlos? A lomejor era una prueba. Se compr un rosario, y decidique nunca iba a sacrselo del cuello, por si volvan lospjaros.

    Nunca volvieron. La que volvi fue Ins. Pap se loavis antes, mientras cenaban. Le dijo que tenan querecomponer la familia. Que Ins tambin haba sufridomucho, que era rebelde, y que tena que entenderla. Quepor fin Ins tena un trabajo y adems estudiaba, pero nole alcanzaba para el alquiler, y l no pensaba dejar a su

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    hija en la calle. Que ellas tenan que perdonarse y que-rerse, porque eran hermanas, y que as lo hubiera queri-do mam. Marisa vomit toda la noche, y rez. Cuandosu hermana lleg al da siguiente con las valijas, igual larecibi con un abrazo. A lo mejor pap tena razn. No lehaba hablado con ojos de mueco.

    Hubo peleas las primeras semanas, eso s, perosobre todo porque Ins quera escuchar Metallica, y aMarisa le gustaba Ricky Martin. Pap, rindose, dijo queiba a comprar otro equipo de msica, haya paz, seori-tas. Tres das despus, pap la fue a buscar a la facultad,y le dijo que tena una sorpresa. En el asiento de atrshaba una caja de cartn y, adentro, el equipo prometi-do. Pero la sorpresa fue otra: tena los ojos de mueco.Marisa se contuvo: no tena que llorar, ni pegar; notenan que darse cuenta. A ella le tocaba actuar. Por algoel diablo no la buscaba. Estaba pura. Nunca haba tenidoun novio. Nadie la haba tocado. Tena que salvar a sufamilia, aunque no haba podido salvar a su mam. Se lodeba a ella, pobrecita, que se haba muerto con un clavoen el corazn.

    Ins se mud a la habitacin de su pap porque,deca, en la suya se escuchaban ruidos. Marisa tambinlos escuchaba. Corridas en la escalera, los martillazosotra vez. Y los gemidos de pap por la noche, pendeja sostan divina, y despus Ins, papito comeme toda, come-me la conchita, as. Aunque Marisa se tapara los odos,los segua escuchando. Hasta distingua el chapotear delos besos y las lenguas, los rugidos de pap un rato des-pus de que deca, en voz baja, chupmela, hijita, chup-mela. Qu poda hacer? Sugerir, a lo mejor. Durante eldesayuno, por ejemplo.

    Pap, vos escuchs los ruidos que dice Ins?S, and a saber, hay muchos departamentos ac,

    viste cmo es la gente

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    Pero, escuchs los pasos en la escalera?Ah bueno, ese es el Rocky, pobre perro, descubri

    la escalera y juega de noche.No era el Rocky. Hasta Ins lo saba. Su hermana ya

    no tena el diablo adentro todo el tiempo. Marisa lo nota-ba. Pap le pasaba el mueco cuando se le meta en lapieza. De da estaba normal.

    Maru, vamos a preguntarle al dueo a ver quonda.

    Fueron las dos. Pap se haca el divertido, pero esta-ba un poco incmodo. Ya te voy a ayudar, papito queri-do, pens Marisa. Le preguntaron al dueo, que viva enel departamento de adelante, si se haba muerto alguienen la casa. l les dijo que no, por lo menos desde que lla haba comprado. Ins se qued tranquila hasta que,una semana despus, se empez a pudrir la comida.Hasta la que estaba guardada en el freezer. No podancocinar. Tenan que comprar comida hecha en el super-mercado, y comer rpido, porque hasta en el plato empe-zaba a apestar. Pap insista con que era la heladera demierda, sin conviccin, tmidamente, por decir algo.Cuando no tena al mueco en los ojos, pareca asustado.Marisa lo convenci de rezar. Dale papi, recemos, pasancosas raras a veces, y tambin podemos rezar por mam.Los tres arrodillados en la habitacin, con el rosario deMarisa, todas las noches. Pero los ruidos seguan. Y aveces, incluso despus de rezar, pap se volva a meteren la cama de Ins.

    Ayudarlos, ayudarlos. A la maana, pap miraba aMarisa con los ojos verdaderos, que parecan rogarle. Lohaba visto llorar en un rincn del living, diciendo en vozbaja qu nos pasa Dios mo. Para ayudarlos, Marisa setom un colectivo hasta el centro. Buscaba la direccinde un Centro de Angeologa. El folleto, que haba encon-trado pegado en una pared de la facultad, deca que ah

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    ayudaban a expulsar demonios, a encontrar el ngel dela Guarda, a cortar daos y encontrarse con La Luz Divi-na. Se inscribi sin pensarlo cuando vio el lugar, lleno develas blancas, silencioso, lleno de paz. Tambin anot aIns, sin decirle nada. Ms adelante lo iba a hacer, si elcurso serva.

    En la primera clase, el profesor dijo que cada perso-na era un ser de luz, y que todos eran capaces de expul-sar la oscuridad. Marisa tom apuntes. Era posible ayudara quienes transitaban las tinieblas, sea por un dao omaleficio, porque el diablo acechaba en todas partes.Escuch historias maravillosas de gente que haba sufridotanto tanto, y ahora era libre, por la gracia de Dios. Lo fun-damental era invocar y encontrar al ngel. Todos tene-mos uno que nos acompaa en silencio, y se puedeaprender a hablarle. El profesor dijo que incluso podaver a unos cuantos, flotando sobre los hombros de losalumnos. Marisa le pregunt si vea al de ella. El profesorle dijo que todava no, pero que con unas indicacionesque l iba a darle, pronto lo conocera. Tambin quisosaber cmo se haca para llegar a la luz. El profesor leentreg personalmente, en mano, un librito, apenas foto-copias dobladas, que contena el mtodo de purificacin.Con fe y la ayuda del ngel, siempre funciona, y leapret el hombro con verdadero afecto. Marisa volvi acasa con su libro y sus instrucciones apretadas contra elpecho; no se atreva a leerlas en el colectivo.

    Subi corriendo las escaleras y se puso a leer senta-da sobre la cama. Haba tantos ngeles para contactar!Eso no se lo esperaba. Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel,Chamuel, Jofiel, Zadkiel. Tena que elegir uno. Primerodecidi tomar nota del rito de purificacin. Lo copientero en su anotador, para recordarlo, como haca conlos textos de la facultad. As los memorizaba mejor. Lellam la atencin que, al final, la explicacin del rito dije-

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    ra: A veces da miedo. Ella tena mucho miedo. Perotena que ayudarlos, ayudarlos.

    Antes de dormir, invoc a Zadkiel.

    Que el espritu maligno sea definitivamente aniquilado y que el amor reine entre nosotros

    as como Tu amor se nos manifiesta pleno e inagotable. Amn.

    Se lo encontr a la maana, a los pies de la cama. Notena el aspecto que esperaba. Ni manto ni alas ni juven-tud. Pareca de unos cuarenta aos, con el cabello oscu-ro y engominado, traje azul oscuro y camisa blanca.

    Zadkiel? dijo Marisa, y se dej caer de la camaal piso. Ah, arrodillada, rez.

    Querida, hace aos que esperaba tu llamado. Depie, por favor. O sentate en la cama, da igual.

    Zadkiel?No, l est ocupado. Yo soy Nicols. Que tu amorGracias, querida, no hace falta tanta ceremonia.El ngel resopl. Tena ojos verdes y la frente

    amplia. Mir alrededor mientras esperaba que Marisadejara de llorar y se sentara en la cama.

    Ay Lucifer, Estrella de la Maana, ests obsesiona-do con este barrio, no es verdad? Sos tan obvio! Es claroque tu pecado fue la soberbia. Existe una regin fronte-riza donde la urbe y el desierto se juntan en un abrazocombativo, tal dos gigantes empeados en singular bata-lla. Saavedra es el nombre que los cartgrafos asignan aesa regin misteriosa, tal vez para eludir su nombre ver-dadero, que no debe ser proferido. La geografa ha cam-biado un poco, la verdad. No es que te importe, lo s.

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    Marisa lo miraba embelesada, aterrada.Perdn por la digresin, querida ma. Pero a quin

    se le ocurre vivir en Saavedra, me pregunto. En fin, altrabajo. Cuntos aos tens?

    Veintiuno.La vida por delante. Bien. Lucifer Estrella de la

    Maana se ha encarnizado con tu familia, verdad? Necesitamos tu ayuda, amado ZadkielNicols. Claro que la necesitan y a m no me queda

    otra. El ngel se par. Era muy alto, y delgado. No irradia-

    ba luz. Va a ser duro, Marisa. Muy difcil. Lamentable-

    mente, han quedado en medio de la batalla de los nge-les y los demonios que se disputan el alma Bien, altrabajo. Soy Nicols, el Purificador. Y debemos actuarjuntos hasta el final. Atencin: tu padre y tu hermanaestn poblando la ciudad de ncubos y scubos con sulujuria. Desde hace mucho tiempo. Ni siquiera lo saben.Yo voy a guiarte, en cada paso.

    Marisa lloraba a gritos, de miedo y agradecimiento.Tanto lloraba que pronto comenzaron los golpes en lapuerta. Hija ests bien, qu pasa hija, deca pap. Marisamir al ngel, que se encogi de hombros.

    Que pase le dijo. No puede verme. Soy tu n-gel de la guarda. Invisible para los dems.

    Marisa abri y, temblando, comprob que el ngeldeca la verdad. All estaba todava, sentado en la cama;su padre se sent a su lado, y no not su presencia enabsoluto.

    Qu pasa, hija?Tena los ojos del mueco. Marisa mir al ngel, que

    asinti.Papito, tenemos que rezar.Hija, basta con eso. Basta! y se levant enojado,

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    con los prpados rgidos. Marisa lo sigui, dejame en pazhija, voy al bao, y Marisa lo sigui. Cuando entr, vioreflejado en el espejo al mueco verdadero, al que antesslo haba visto en la cara del padre, sonriendo. Ah est,ah est el diablo, grit, y pap, enojado, le dio un pue-tazo al espejo, que se rompi. Entonces apareci Ins,semidesnuda, y Marisa empez a gritar y llamar a Nico-ls. Pap hablaba de psiclogos y tranquilizantes; Insmurmur loca de mierda, y se fue.

    El ngel flot sobre Marisa, que gritaba acostada enel piso del bao.

    A la cama le dijo, y por primera vez su voz sonpoderosa, llen el mundo, hizo temblar el espejo rotoen el piso y aullar a Rocky, que suba y bajaba la esca-lera. A la cama. Maana ser el da.

    Nicols le dijo que l se encargara de que ninguno de losdos se resistiera. Llev a pap y a Ins al cuarto que com-partan a la medianoche. Pareca haberles quitado lavoluntad. Con un gesto los oblig a arrodillarse y rezar, yellos lo hicieron. Despus mand a Marisa a hablar conel dueo de la casa. No tenemos que ser interrumpidos,le explic. Ella ensay la excusa: Con mi familia empe-zamos a ir a un centro religioso y vamos a hacer algunasoraciones.

    Doce horas, dijo Nicols, hasta la Purificacin final.Le indic que cerrara todas las puertas y ventanas, y queabriera todas las canillas de la casa: haca falta muchaagua, fluir, fluir, le dijo. Y rezar. Los tres tomados de lamano, desnudos en la habitacin, los colchones en elpiso, de la mano. Marisa senta la fuerza y vea los piesde Nicols, suspendidos a la altura de sus ojos. Ahorairradiaba una luz negra, una sombra que delineaba su

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    cuerpo, como la del trazo de carbn que haba matado amam. l mismo encendi velas en todas las habitacio-nes del piso de arriba y en la planta baja. Hablaba, peroMarisa no le entenda, salvo cuando le daba rdenessecas. Los salmos, ordenaba. Y Marisa y su hermana y supadre oraban, con la Biblia abierta.

    Como escorias hiciste consumir a todos los impos de la tierra;

    Por tanto, yo he amado tus testimonios.Mi carne se ha estremecido por temor de ti,Y de tus juicios tengo miedo.Juicio y justicia he hecho.

    Justicia para mam, fuera Satans, gritaba Marisa ylloraba cuando vea que su padre se excitaba aunquecada vez que quera acercarse a Ins reciba un punta-pi del ngel que flotaba envuelto en luz negra. La carade pap, la del mueco, ahora empezaba a desfigurarsepor los golpes, el ngel insista querida, esto no es real,cuando termine tendrs a tu familia de vuelta, como antes,como debe ser. Rezaron de la mano hasta que el ngel losdetuvo y volvi a tomar a pap y a Ins en sus brazos:tena tanta fuerza, poda cargarlos a los dos. Ellos esta-ban como muertos, tan relajados que de entre sus pier-nas chorreaban excrementos y orina, y todo el pasilloapest enseguida, a pesar de las velas y las hierbas aro-mticas.

    Voy a sostenerlo de pie, dijo el ngel. Y Marisa supo que tena que ser valiente.Ins slo observaba, aunque no pareca ver.Marisa fue hasta la cocina, y trajo un cuchillo, el pri-

    mero que encontr, uno pequeo, mango de madera, defilo serrucho. Mir al ngel, que tena los ojos cerrados. Yle clav el cuchillo en la cara al mueco. Una vez, otra vez.

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    Saldr por el pecho, dijo el ngel, aunque no movilos labios.

    Papito perdn dijo Marisa y traz un crculo sobre elpecho de piel flccida con el cuchillo.

    Y ahora el cuello, orden el ngel, y dej caer a pap,y Marisa recibi el chorro de sangre en la cara y patinen la sangre del piso. Sinti cmo el lquido caliente leempapaba la entrepierna, y tambin sinti un escalofrodesconocido. Esto es lo que siente Ins, pens, cuandopap es el mueco.

    Otra vez la cara, para que el mueco se fuera. Losprpados fijos pens, y los arranc. Pap tena la bocaabierta. Estara gritando? Ella slo poda escuchar alngel que ahora estaba al lado de Ins, sostenindola.Su hermana pareca despierta. No importaba. El ngella solt. Ins cay sobre la sangre y se revolc. Serea.

    Lucifer en la cara, dijo el ngel. Vamos! Y Marisa searrodill y mordi al mueco, para arrancarlo de unavez, de una vez. Volvi a sentir la humedad clida entrelas piernas. Es la sangre, es la sangre, pens, y escupicarne, mejilla, labios. Se dio vuelta, con los dientes apre-tados. Y vio al mueco en la cara de Ins, que se pasabala sangre por los pechos, tan sucia, tan impura, puta, ase-sina de mam, puta.

    Entonces el ngel abri los ojos y la sombra que lorodeaba rugi. Intrusos, supo Marisa. Cmo habanpodido abrir la puerta?

    Vyanse! Esto no es real! grit el ngel. Y cuan-do los intrusos intentaron detener a Marisa, se interpu-so, y con un golpe de su mano los hizo volar hasta el otroextremo de la habitacin, una y otra vez. Ella segua conel cuchillo en alto.

    Soy el Purificador! grit el ngel. Esto no pue-de detenerse!

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    Marisa sinti que se le aflojaban las rodillas. Intentresistirse a los intrusos que queran atarle las manos a laespalda; intent dar un salto y clavar el cuchillo en lacara de Ins, que era la del mueco, ahora el muecoestaba en su hermana pero tambin estaba en todas par-tes, y gritaba algo imposible de comprender, algo quehaca desaparecer la luz negra de alrededor del ngel, elngel que ya no flotaba, que tocaba el suelo con los pies,cabizbajo, y le deca estpida, dbil, sin furia, resignado.Marisa mir a los intrusos, y dijo:

    El diablo estaba en pap. Mamita, mamita, ahorapapito va a volver bueno.

    Los intrusos la empujaron a la calle. Grit el nombredel ngel, pero no tuvo respuesta. Lo ltimo que vio,antes de que la taparan con una frazada, antes de que laencandilara el sol del medioda, fue el techo lleno de san-gre, y los ojos del mueco, risueos, en los ojos de suhermana.

    MARIANA ENRQUEZ naci en 1973 en Buenos Aires. Es licenciada en Periodis-mo y Comunicacin Social y trabaja como periodista. Public dos novelas,Bajar es lo peor (1995) y Cmo desaparecer completamente (2004) ycuentos en las antologas La joven guardia (2005), Una terraza propia(2006) y En celo (Reservoir Books, 2007). En su faceta criminal, hace aos rob un hueso humano de las Catacumbasde Pars. Dicho Tesoro Nacional de Francia est en su poder en una locacinsecreta. Jams admitir pblicamente el hurto. El hueso responde al nombrede Franois y ha demostrado habilidades relacionadas con lo Oculto.

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