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    Permítanme que les presente a don Eudaldo FormentGiralt, Catedrático de Metafísica de la facultad de Filoso-fía de la Universidad de Barcelona.

    Profesor Forment, en nombre de los miembros de la

    Mesa y en el mío propio, quiero darle la bienvenida a estaCasa y también, por supuesto, a esta Comisión Especial deEstudio sobre la Eutanasia.

    Y ya, sin más, paso a darle la palabra.

    El señor FORMENT GIRALT (Catedrático de Metafí-sica de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Bar-celona): Señora Presidenta, señorías, deseo expresarles, enprimer lugar, mi gratitud por su invitación, que me honra,y, en segundo lugar, mi intento de aportar una mayor clari-dad en el debate sobre la eutanasia, tremendamente com-plejo, para que ello les pueda ser útil en la responsabilidadque se les ha confiado.

    Lo intentaré desde la Filosofía, entendida en su concep-ción clásica de saber sapiencial, de búsqueda del sentidoúltimo y global de la vida y, más concretamente, lo voy ahacer desde la dimensión metafísica, que procura realizarel paso del fenómeno o lo superficial al fundamento, a loque Kant llamaba lo nouménico, y también lo intentaré ha-cer desde la dimensión antropológica, fundada en la pri-mera, en cuanto que justifica el concepto de dignidad de lapersona, en definitiva, lo que nuestro Séneca sintetizó en elaforismo moral «homo rex sacra homini», «el hombre esalgo sagrado para el hombre».

    Es innegable que en la discusión actual sobre la eutana-

    sia hay una gran confusión y creo que uno de los principa-les motivos es porque las palabras que se utilizan no se em-plean siempre en el mismo sentido.

    Por esto, con el fin de ser más claro en mi intervención,propongo un significado preciso, en el que creo que po-drían coincidir todos, tanto los partidarios, como los nopartidarios. Sería el siguiente: la eutanasia es causar lamuerte de otro para evitar sufrimientos considerados inso-portables, a petición de esa persona, o bien por considerarque su vida no es digna.

    Según esta definición, para que se dé la eutanasia se re-quieren tres elementos esenciales.

    En primer lugar, la intención de dar muerte. No es euta-

    nasia una muerte por imprudencia o por accidente. Tam-poco lo es aplicar un tratamiento necesario para aliviar eldolor pero que acorta la vida, que es un efecto secundario,como después explicaré. No es eutanasia tampoco la re-nuncia a una terapia desproporcionada, que es lo que sellama el encarnizamiento terapéutico, y a veces, a estosdos actos médicos a los que me he referido se les llama eu-tanasia pasiva. En mi opinión, ésto crea confusión porque,aunque sean prácticas corrientes de los médicos, no se lespuede denominar así puesto que precisamente no existe laintención de dar muerte y, entonces, la confusión está enque parece que haya eutanasias morales o permitidas.

    El segundo elemento de la eutanasia es buscar la muerte

    del otro. No hay propiamente una eutanasia autónoma, laautoeutanasia, es decir, el suicidio. Sí, en cambio, es euta-nasia ayudar o cooperar al suicidio que se pide por estosmotivos de sufrimiento, de dolor.

    Y el tercer elemento es que exista precisamente el sen-timiento subjetivo de eliminar el dolor, un sentimiento quees de compasión. Si falta este elemento, si se da muerte aotro pero no por compasión, entonces diríamos que es una

    forma de homicidio, lo que revela que la eutanasia es unaforma de homicidio que se podría llamar homicidio porcompasión. La eutanasia es siempre una forma de homici-dio porque un hombre da muerte a otro por un acto posi-tivo o por omisión y, por tanto, se viola le ley moral de nomatar. No obstante, sus defensores no utilizan por lo gene-ral esta expresión, sino otras más aceptables, de una ma-nera consciente o inconsciente, como proporcionar unamuerte dulce, una muerte digna. Pero lo cierto es que la eu-tanasia implica algo que considero que no es esencial: unser humano mata o da muerte a otro, consciente y delibe-radamente, aunque la intención sea buena y los mediossean poco llamativos.

    A veces también se discute la clasificación de los dis-tintos tipos de eutanasia, directa, indirecta, pero creo quees poco relevante, que no interesa, por lo menos en mi ex-posición, ni tampoco otros nombres afines a la eutanasia,como distanasia, ortotanasia, referidos a retrasar el adveni-miento de la muerte por todos los medios. Los aspectosterminológicos son de gran importancia, aunque el debatese refiere a algo que no es lingüístico, sino esencial, que esla dignidad del ser humano y sus derechos. Por tanto, elproblema no es una cuestión religiosa o ideológica quepertenezca a la íntima conciencia individual y que, porconsiguiente, mientras no sea obligatoria, puede aceptarse

    en una sociedad democrática, que admite el pluralismo,porque es un problema que afecta, según dicen, simple-mente a la conciencia de cada uno. Mi tesis es que no esasí, sino que afecta a la dignidad de la persona, y esto esalgo que debe ser asumido por la sociedad y por sus auto-ridades.

    Se advierte que alcanza la concepción de la dignidadpersonal porque la principal razón que se aduce para legi-timar la eutanasia es que se tiene derecho a una muertedigna, expresamente querida por quien padece sufrimien-tos atroces, y ante estas agonías interminables se deberíapermitir que el enfermo decidiera voluntaria y librementeque no se aumentase ya más su sufrimiento, que se le ayu-

    dase a morir, a tener una muerte digna, que así sería la ex-presión final de una muerte digna.En este argumento que hemos leído y oído todos mu-

    chas veces hay una grave confusión entre la dignidad de lavida y la dignidad de la persona. La dignidad del hombreno está en el modo de vivir, sino en su ser personal. La per-sona tiene siempre la misma dignidad desde su iniciohasta su fin, esté en las condiciones que esté, de salud, deenfermedad, de riqueza, de raza, de pensamiento. La dig-nidad personal no se fundamenta nunca en aspectos bioló-gicos, éticos o de otro tipo. Podría dar una profunda expli-cación metafísica siguiendo la definición clásica de unpensador romano, Boecio, que después asumió San Agus-

    tín y Santo Tomás —no voy a hacerlo ahora por falta detiempo y porque no creo que sea el momento—, pero sim-plemente les voy a decir que desde una metafísica del ser,desde una metafísica de lo más profundo de la realidad, del

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    último sentido de las cosas, la persona, a diferencia de todolo demás, expresa directamente este núcleo esencial, esteacto que explica racionalmente la realidad, por cierto,misterioso, y que este ser propio de cada persona es el que

    le da su carácter permanente. Siempre se es persona actual,nunca se es persona en potencia, siempre en acto, ademássiempre se es persona en el mismo grado. Si colocáramosel constitutivo formal de la persona en alguna propiedadesencial, por ejemplo, la salud, el hombre no sería siemprepersona, porque cambia y no siempre tenemos salud. Ade-más, habría categorías de personas: desde las que tienenmás salud hasta las que tienen menos salud. La dignidadpersonal, esta realidad misteriosa, se encuentra en todoslos hombres. Un enfermo, un moribundo, es tan personacomo alguien que esté sano. Por esta realidad personal to-dos los hombres son iguales entre sí en cuanto personas; encuanto naturalezas, en cuanto propiedades, son diferentes:

    unos tienen más inteligencia, otros menos, otros son másaltos o más bajos, pero en cuanto personas los hombres so-mos absolutamente iguales.

    Por otra parte, tenemos la máxima dignidad real, onto-lógica, metafísica, y creo que es muy conveniente que to-dos recordemos esto, porque hoy en día parece que se va-lore sólo la persona por su capacidad de hacer y producir.La persona hay que valorarla por su ser. Decía Santo To-más, este autor medieval, mediterráneo, que la personasignifica lo más perfecto que hay en toda la naturaleza. Lapersona es lo más importante, una persona, un hombre, esmás importante que Madrid, que Barcelona, o que cual-

    quier ciudad europea. La persona es lo más importante detodo. Por ello, los derechos humanos se fundamentan enesta dignidad personal y el más importante es el derecho ala vida, que es un derecho primordial, básico, y a él se re-fiere la salud.

    Por consiguiente, desde esta doctrina se puede decirque el derecho a la vida que deriva de la dignidad de la per-sona es un derecho que tiene todo hombre por ser personao, si quieren ustedes, en un lenguaje menos metafísico, porpertenecer a la especie humana. La enfermedad no afecta aeste derecho, no se puede hacer depender el derecho a lavida a la calidad de ésta, a una mala calidad de vida. El do-lor y la muerte no sirven para medir la dignidad humana,

    no son controles de calidad. La vida humana es siemprevida personal y goza de la dignidad de la persona. Esto esun convencimiento básico de la humanidad, que ha idoprogresando moral y jurídicamente en todos los hombres yen todas las naciones y, por supuesto, afirmado y protegidopor todas las sociedades.

    Una muerte digna no implica ausencia de dolor. No esun criterio apto para medir la dignidad humana. Hay igualdignidad en una muerte que se acepta, en la que el dolorque se afronta con sus consecuencias, con un gran ánimo,que una muerte en la que se solicita que no haya dolor yque, por consiguiente, pueda indirectamente retrasarse. Elser humano siempre es digno y en el umbral de la muerte

    conserva su misma dignidad, sufra o no sufra. Por tanto, laeutanasia no es un signo de civilización, no es un signo deprogreso. Puede dar esta falsa apariencia porque pareceque sea una forma más de luchar contra el dolor, en lo que,

    por cierto, la medicina ha adelantado muchísimo. Lo queocurre es que no se puede fundamentar la dignidad hu-mana en la ausencia de dolor. Lo indigno es basar la digni-dad del hombre en el hecho de que no sufra. La dignidad

    humana, repito, se fundamenta en la dignidad personal.Aquí hay también un problema filosófico, y es que ennuestra época, por muchos motivos que ahora no vienen alcaso, hay una gran difusión del hedonismo y no se com-prende ya lo que es el dolor. Los antiguos, por ejemplo, losgriegos, daban una gran importancia al dolor, piensen us-tedes en la tragedia y en todos los héroes. El héroe sabíaasumir el dolor, el héroe o el hombre en general se educabacon el sufrimiento. Decía un pensador catalán de princi-pios de siglo, Torras i Bages, que el sufrimiento es algo ne-cesario en la vida, es un ingrediente de la vida, y que si al-guien no tuviera dolor, la vida se volvería asquerosa. Aña-día: piensen ustedes en un hombre que no tuviese nunca

    dolor de cabeza, ninguna contrariedad, que todo le ocu-rriese a su placer, que nadie le contradijese, que todo elmundo le diese la razón, que todo el mundo le obsequiase;este hombre viviría en una atmósfera en la que se ahogaría,la vida sería insoportable. El dolor sirve para humanizar, eldolor educa, el dolor no destruye al hombre, sino que lepermite engrandecer. Por esto, el dolor proporciona la sa-biduría. Decía también Torras i Bages que el dolor ha he-cho más sabios que las universidades o las ciencias, porqueel dolor te enseña a ver lo que es la vida, la limitación hu-mana, las dos caras que tiene, siempre que hay luz haytambién sombra. Por consiguiente, es un bien aceptar elhecho cierto e inevitable del dolor, aunque también esbueno, y muy bueno, intentar luchar para mitigarlo. Ade-más, el dolor implica otra virtud o cualidad, y es que puedetransformarse en amor. Quien no sabe lo que es el dolor nosabe amar. Porque en todo amor hay dolor. En definitiva, elamor es dárse a los demás, y para darse a los demás tene-mos que vencer nuestro egoísmo, y el egoísmo se vencecon dolor.

    Por supuesto que el dolor humano hay que combatirlocon cuidados integrales. A la persona que sufre hay queayudarla en este sentido, pero también hay que respetarla,con una actitud de humildad, de paciencia, de misericor-dia. En realidad, el que sufre nos está haciendo un bien,

    porque nos está demandando con su dolor un servicio y unrespeto amoroso.No quiero insistir más en esta cuestión. El dolor, como

    la persona, es como el amor, como todas las cosas impor-tantes en la vida, es un misterio y el hombre tiene que acep-tarlo y respetarlo. Con esto quiero decir que jamás ningunapersona es inútil; tampoco lo es la persona que sufre,incluso puede decirse que la persona que sufre es más útilporque, al afrontarlo valientemente y asumirlo íntegra-mente, sin perder la esperanza, alcanza una expresión muyalta de la naturaleza humana, es un ejemplo para los demás.

    En la actitud eutanásica parece descubrirse un intentode servicio, porque hay algo bueno, que es el sentimiento

    de compasión, de piedad ante el que sufre. Pero la sensibi-lidad subjetiva nunca puede ser fuente de moralidad de losactos. Si fuese así, no tendría ningún sentido todo el orde-namiento jurídico. Los sentimientos puede que quiten res-

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    ponsabilidad, incluso que la anulen —es una circunstan-cia—, pero no cambian la moralidad del acto; un senti-miento no puede hacer que lo que sea malo se convierta enbueno o a la inversa. Insisto en que un fin o un motivo sub-

     jetivo, por muy loable que sea, no justifica un medio malo.La verdadera piedad y compasión no consiste en quitar lavida al que sufre, sino en ayudarle. Lo humano no es matara los disminuidos, a los enfermos, a los moribundos, sinoestar junto a ellos.

    Decía uno de los grandes especialistas sobre el tema dela muerte, el francés Philippe Ariés, que en nuestra épocala muerte se esconde. Parece que el hombre no quiereafrontar la muerte; no está en nuestra sociedad y que estoes negativo porque la muerte forma parte de la vida; esnuestra vida, nacemos y morimos, y esto se nota incluso enque la muerte está escondida, oculta, no hay signos, no hayluto, no hay todo lo que hasta ahora había en nuestra civi-

    lización.También el psiquiatra Viktor Frankl decía que la

    muerte, el dolor y el sufrimiento son una triada trágica delhombre y que lo que hay que enseñar al hombre para no te-ner depresiones, para no tener enfermedades psíquicas, esa afrontar, a encontrar un sentido en el dolor, un sentido enla muerte, un sentido en todo sufrimiento; de esta manera,el hombre satisface este afán de sentido, que es necesariopara la salud psíquica. A pesar de ello, es muy natural quese tenga miedo a morir, y sobre todo a hacerlo de un mododoloroso. Muchas veces los médicos nos explican que elenfermo que sufre, cuando pide que lo maten —puede pa-

    sar alguna vez aunque no es frecuente—, lo que está pi-diendo es que le alivien el padecimiento, que le alivien lasoledad, que le comprendan, que le den afecto, y si se leatiende en este sentido deja de solicitar la muerte.

    Hay que reconocer que el moribundo tiene derecho auna muerte auténticamente digna, pero esta dignidad, en lacual hay que incluir el derecho que tiene a conocer su ver-dadera situación, el derecho a decidir sobre las interven-ciones a las que se le ha de someter, el derecho a no sufririnútilmente, se refiere también al derecho a recibir con-suelo y esperanza que alivien su sufrimiento moral.

    En realidad esto siempre lo han hecho los médicos. Re-cuerden aquel aforismo que dice: si el médico no puede

    curar tiene que aliviar y, si tampoco puede aliviar, lo quetiene que hacer es consolar. Lo que ocurre es que, hoy endía, la medicina paliativa, que es ya una especialidad mé-dica, ha progresado en la creación de unidades de cuida-dos paliativos, formados por equipos de especialistas enlos cuales se atiende al enfermo y se le ayuda en este sen-tido a morir; no se le mata, sino que se le ayuda en eltrance de la muerte, porque ayudar a morir no es lo mismoque matar.

    La eutanasia no es solamente inmoral, como he ex-puesto hasta ahora, sino que es también irracional porque,si se piensa bien, el homicidio por compasión ante el dolores algo absurdo, ya que en nuestra época la medicina ha

    progresado tanto en el tratamiento de los enfermos termi-nales que hoy en día es posible aliviar el dolor casi en sutotalidad —no voy a decir si al 90 ó 95 por ciento—, e in-cluso el dolor no adelanta tampoco la muerte.

    Quiero decir una cosa —voy terminando—, y es que lamedicina paliativa —a veces es un error que se difunde—,no es una alternativa a la eutanasia, porque la medicina pa-liativa es un acto médico, es algo propio del médico; la eu-

    tanasia no es un acto médico, no es algo propio de la me-dicina, porque lo que tiene que hacer el médico es curar, yfíjense que no pertenecen a la misma especie: el colorblanco y el color negro son opuestos porque están en lamisma especie del color; pero la eutanasia es un acto ho-micida, y lo que hace el médico, al ayudar con los cuidadospaliativos, es un acto médico en el cual se respeta la digni-dad humana. Los cuidados paliativos son opuestos al en-carnizamiento terapéutico, que sería mejor que lo llamáse-mos obstinación terapéutica. Muchas veces los médicoscontinúan el tratamiento sin esperanza de vida por un celoexcesivo, porque están acostumbrados, habituados a lu-char contra la muerte.

    El paciente puede renunciar a este tratamiento inde-bido; a veces no, en ocasiones puede haber un enfermo quepor un acto generoso, por bien de la humanidad permiteque experimenten con él algún tratamiento, pero tiene in-cluso también el derecho a interrumpirlo. Ahora bien, laobstinación terapéutica, este encarnizamiento o ensaña-miento —como le llaman algunos— es incorrecto si no sehace por el bien del enfermo, sino simplemente utilizán-dole como si fuera una cosa. Sería totalmente inmoral. Hayque recordar que la persona, como decía Kant, es un fin ensí misma; o como decía un profesor de la Universidad deBarcelona, Bofill, «la persona es un ser capaz de amar y deser amado con amor de donación». A las cosas se lasquiere con amor de posesión; las cosas son para mí, parautilizarlas, y en el fondo el amor a las cosas no es amor aellas, sino que es amor a mí mismo. Si cuido mi coche noes para que el coche sea feliz, sino para que lo sea yo. Encambio, a las personas no hay que tratarlas nunca como co-sas, hay que tratarlas como seres capaces de recibir y dedar amor y siendo un fin en sí mismas, en el cual yo medoy.

    Ésta es una tesis muy importante porque, como decíatambién Santo Tomás al empezar un libro de metafísica, el«Comentario a la metafísica, de Aristóteles»: todas lasciencias y las artes tienen un solo fin, se ordenan a una sola

    cosa: a la perfección del hombre que es su felicidad. Todoestá para el hombre; la medicina está para servir al hom-bre, para ayudarle. Por lo tanto, cuando cambia este fin, esinmoral, es incorrecto.

    No obstante, debemos reconocer que hay casos concre-tos en que la distinción entre lo que es obstinación tera-péutica y lo que son cuidados solícitos y constantes, queson obligatorios para el médico, es difícil de determinar. Elcriterio moral es que hay que dejar de emplear tratamien-tos extraordinarios o desproporcionados, como se dice hoyen día, y que las decisiones deben ser siempre tomadas porel paciente o bien por los que poseen derechos legales ysiempre que no haya una voluntad suicida. En realidad, es

    un problema de intención. Lo importante es la intención yésta sólo la puede medir el médico.

    La obstinación terapéutica —lo he señalado al principioe insisto otra vez— no es eutanasia pasiva, porque aquí no

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    se busca la muerte, sino que se permite que venga natural-mente. Algo parecido ocurre también cuando se empleananalgésicos para evitar el dolor y, como consecuencia, seadelanta la muerte. En los dos casos lo importante siempre

    es la intención. El hombre, el médico, tiene que seguir eldictamen de su conciencia y tiene que saber distinguir yformar su conciencia o pedir consejo. No es una situacióntan rara. A un juez le pasa exactamente lo mismo. Tieneque aplicar la ley y, a veces, tiene que decidir en un casoconcreto, y con dudas. Yo mismo, como profesor, aunquesé que tengo que hacer justicia, a veces tengo mis dudasentre un aprobado y un suspenso. Esto mismo le ocurre almédico.

    Pero aquí el problema esencial es el de la intención.Cuando no hay intención de matar, no hay eutanasia. Es loque se llama el voluntario indirecto. Decía la moral clá-sica, y a mí me parece muy verdadero, que un acto volun-

    tario indirecto es un acto en el cual surge no solamente unefecto bueno, que es la obligación que tiene el hombresiempre de hacer el bien, sino también uno malo. Es decir,que el mal se intenta indirectamente. La regla moral es queno es lícito realizar acciones malas, incluso para alcanzarfines buenos, pero se permite este voluntario indirectosiempre que se cumplan estas condiciones: en primer lu-gar, que la acción tiene que ser buena en sí misma. En se-gundo lugar, que el efecto inmediato sea siempre el actobueno y no el malo. Por ejemplo, una persona que quisierarobar para dárselo a los pobres sería inmoral, porque pri-mero utiliza algo malo para un fin bueno. En tercer lugar,

    debe intentarse únicamente el efecto bueno y permitir elmalo, tolerarlo, y además, tal y como hace el médico, condisgusto, con desagrado. En cuarto lugar, que exista unaproporción entre el bien que se quiere lograr y el mal quese permite. En los dos casos extremos en que se encuentrael médico y que les he citado, el mal es que se puede ade-lantar la muerte o se puede no causarla directamente, sinoindirectamente.

    Termino —porque no me quiero pasar del tiempo quese me ha concedido, y creo que ya lo he hecho— diciendoque la cesación de los cuidados inútiles y la suministraciónde analgésicos no dan nunca al médico el poder de realizarel acto positivo de provocar la muerte. La Humanidad ha

    progresado muchísimo retirando a los gobernantes y a los jueces el poder de decretar la muerte, y ahora sería muy ex-traño que se lo otorgasen a los médicos o a otras personasy que los médicos se convirtiesen en verdugos.

    Tampoco tiene este poder el individuo. No se tiene de-recho al suicidio. Nadie tiene derecho a matarse, e inclusoes un delito ayudar a otra persona a suicidarse.

    Por otra parte, en casi todos los países existe el debermoral, incluso legal, de prestar ayuda a alguien que está enpeligro de muerte, y también es un delito el no hacerlo,porque la persona tiene derecho a que los demás la ayudencuando está en peligro.

    En los argumentos sobre la eutanasia se emplea a veces

    la expresión, muy importante, de que mi vida es sólo mía,que puedo hacer con ella lo que quiera, que nadie puededecirme lo que tengo que hacer con mi vida, que tengo de-recho a vivir, etcétera. Esto no es cierto, porque la vida es

    mía sólo relativamente. Yo soy responsable de ella, y no esun bien absoluto. No es una propiedad privada de la cualyo pueda usar y abusar. La vida es algo anterior a mí, y esindisponible, es un patrimonio recibido que yo administro.

    Si yo lo administro mal y practico el suicidio, quedan per- judicados mis familiares y la misma Humanidad. De ma-nera que el que se suicida, no solamente decide sobre supropia vida, sino también sobre la de los demás. Por esto seha interpretado siempre que la sociedad tiene derecho aalimentar forzosamente o a dar tratamientos normales, queno implican riesgos, a quien se niega a comer o a recibir-los. El suicidio es ilícito.

    El derecho a la vida, además de indisponible, es irre-nunciable. La vida es un bien irrenunciable. No se puedenegociar con nadie, ni siquiera con nosotros mismos. Esintocable. Nos es extraño. También lo son la libertad o, porejemplo, la educación. A alguien que no quiera ser edu-

    cado se le obliga a educarse. Lo mismo sucede con las con-diciones dignas del trabajo. Por ello, el Estado debe respe-tar y hacer respetar los derechos fundamentales de la per-sona, sobre todo los que se consideran irrenunciables, ydebe hacerlo porque es la base de la dignidad humana y dela convivencia.

    La negación de la licitud del suicidio no implica unaviolación del derecho a la libertad, porque ésta no es el po-der para hacer cualquier cosa, sino que tiene que estar alservicio del bien de la misma persona. La libertad es parahacer el bien.

    En conclusión, creo que como filósofo, con solemni-dad, serenidad y ecuanimidad —cosa difícil en estetema—, y sin prejuicios, desde un tratamiento exclusiva-mente racional tengo que decir que la vida es un bien quesupera el poder tanto del individuo como del Estado, y porello la eutanasia es moralmente inaceptable, aunque algu-nas personas la defiendan—y con muy buena fe—, porquees un homicidio que hay que rechazar y excluir como cri-terio ético y legal, por ser contrario a la dignidad del serhumano y peligroso para la convivencia social y la regula-ción de las relaciones entre los ciudadanos.

    La decisión que tendrán que tomar sus señorías implica,por tanto, una gran responsabilidad personal.

    Muchas gracias.

    La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, profesorForment.

    Abrimos turno de portavoces.

    En ausencia de los representantes de los grupos Mixto yde Senadores Nacionalistas Vascos, tiene la palabra, ennombre del Grupo Parlamentario Catalán en el Senado deConvergència i Unió, el Senador Capdevila.

    El señor CAPDEVILA I BAS: Gracias, señora Presi-denta.

    En primer lugar, deseo agradecer la presencia del señor

    Forment y la exposición que ha efectuado. También la-mento haber llegado un poco tarde debido a problemas delpuente aéreo. Por consiguiente, sólo he podido escuchar lafase final de su intervención.

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    Usted ha dicho que la eutanasia no es una consecuenciadel progreso. Yo diría que sí porque, en cierto modo el pro-greso alarga la vida de una persona que está en fase termi-nal. Por tanto, la eutanasia sí tendría cierta relación con el

    progreso.Ha manifestado que el dolor sirve para humanizar y, dealguna manera, es una fase previa a la sabiduría. Más queel dolor yo diría que es el esfuerzo o el sacrificio lo queproduce esta fase emblemática de la persona.

    Las encuestas que se han llevado a cabo en diversospaíses —las tengo aquí— demuestran una gran tendenciade las personas en favor de la aplicación de la eutanasia.Me gustaría saber qué opina usted sobre estas encuestas,en el caso de que las haya estudiado.

    Respecto a que hay que aplicar la ley, hay países pione-ros, como por ejemplo Holanda, o en Estados Unidos elEstado de Oregón, e incluso en Alemania, en los que, no es

    que despenalicen la eutanasia —la criminalizan,— pero sí despenalizan la pena con ciertos ingredientes, bajo ciertascircunstancias. También me gustaría saber su opinión so-bre el particular.

    Muchas gracias, señora Presidenta.

    La señora PRESIDENTA: Gracias, Senador Capdevila.En nombre del Grupo Parlamentario Socialista, tiene la

    palabra la Senadora Martínez.

    La señora MARTÍNEZ GARCÍA: Gracias, señora Pre-sidenta.

    En primer lugar, doy la bienvenida al doctor Forment y,en nombre del Grupo Parlamentario Socialista, le agra-dezco su presencia aquí.

    Nos parece relevante y muy respetable la opinión quenos ha expuesto sobre una cuestión que, como él mismo hadicho, es muy compleja. Quiero que le conste que en elGrupo Parlamentario Socialista tenemos en cuenta su opi-nión, y así lo haremos cuando valoremos el trabajo total dela Comisión, sin ningún tipo de prejuicio. Todos los gruposvenimos a esta Comisión con una mentalidad abierta paraabordar sin prejuicios, pero también sin complejos, unasunto de tanta complejidad y que sabemos que están si-guiendo con mucho interés ciudadanos que no tienen una

    opinión formada —creo que casi como la propia Comi-sión— sobre el tema.Permítame que, partiendo de este principio, le exponga

    alguna consideración sobre lo siguiente, pidiéndole queme dé su opinión si lo tiene a bien.

    Pienso que todos estamos de acuerdo en que la vida esun don precioso, y que en mayor o menor medida ha sidosacralizado a lo largo de la Historia, y hoy sigue estándolo.Pero la vida ha tenido por encima de ella misma valores alos que se ha supeditado. Siendo un don tan precioso, lavida ha sido ofrecida por la persona, algunas veces deforma voluntaria y otras de forma casi impuesta, en pos dela consecución de otros valores que se entienden tan im-

    portantes como la propia vida: llámese libertad, llámesedemocracia. Y repito que algunas veces de forma volunta-ria, otras forzada por los mismos Estados. Por ejemplo,una guerra siempre tiene como base ofrecer la vida por un

    fin cuya consecución se considera algo beneficioso para lapropia vida.

    Hay que partir de la base de que las personas no siem-pre han sido consideradas como tales, sino que a lo largo

    de la Historia también han sido tratadas como cosas —enese sentido, creo que el hecho de ser persona no atribuye aésta todo su valor, sino que la dignidad de la persona, quese ha reconocido de forma más completa con la Declara-ción de los Derechos Humanos, ha conferido a la vida unvalor determinado—, e incluso hasta el siglo XIX ha exis-tido una esclavitud reconocida y amparada por los Esta-dos, por lo que hablar de la persona y de la dignidad de lavida no ha sido siempre lo mismo.

    Pero, atendiendo a conceptos modernos, actuales, se-gún los cuales ser persona es vivir la vida con dignidad,quisiera que hiciera una reflexión sobre el valor que tienela libertad para medir la dignidad con que se quiere vivir y

    como elemento determinante de hasta qué punto se puedecompartir la dignidad de la vida con el dolor, con el sufri-miento.

    En su exposición casi ha hecho un canto al dolor comoparte integrante de la vida que me atrevo a decir que esmuy difícil de asumir desde una concepción socialista, se-gún la cual entendemos la vida como una búsqueda de lafelicidad en la que también se incluye el intento de dismi-nuir o de hacer desaparecer el dolor. En este sentido, el tra-tamiento debido del dolor ya está siendo atendido en lamedida en que se puede por los poderes públicos, y creoque una de las conclusiones a las que hasta ahora ha lle-gado la Comisión en su conjunto es la necesidad de de-mandar de los poderes públicos una mayor asistencia res-pecto del tratamiento integral del dolor. Sin embargo, he demostrar mis reservas en cuanto a que el dolor sea parteconsustancial de la vida y que haya que vivir ésta con do-lor.

    A lo largo de los trabajos que llevamos realizados enComisión y de muchas de las comparecencias, se ha de-mostrado que el dolor físico es un factor importante a lahora de contemplar un hecho eutanásico, pero no el único,entendiendo por dolor, no sólo el físico, sino el sufrimientoen sentido amplio que una persona está dispuesta a sopor-tar y que ese grado de sufrimiento sea determinante, junto

    con su libertad, para poner fin a su vida dignamente. Aunasí, en alguna ocasión hemos dicho que hablar de la muertedigna no deja de ser un eufemismo, porque creo que lamuerte nunca lo es.

    Por tanto, nos gustaría que hiciera una reflexión sobrela dignidad de la persona y el papel que en ella juega la li-bertad. Asimismo, entendiendo que la libertad influya paradecidir poner fin a una vida que se considera indigna o queno es vivida en condiciones soportables, nos gustaría queestableciera alguna diferencia desde el punto de vista me-tafísico entre el homicidio, el suicidio y un acto eutaná-sico, porque, por lo que llevamos aprendido hasta ahora enesta Comisión, creo que no se trata de lo mismo.

    Sólo me queda reiterarle nuestro agradecimiento por supresencia. Muchas gracias.

    La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría.

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    Por el Grupo Popular, tiene la palabra el Senador Castell.

    El señor CASTELL CAMPESINO: Muchas gracias,señora Presidenta.

    En primer lugar, he de decirle, profesor Forment, quehe tardado diez minutos en llegar porque creía que la se-sión se iba a celebrar en la sala habitual. En cualquier caso,le agradezco su muy clara exposición; por lo menos, desdeel punto de vista del catedrático de metafísica que es ustedy no en función de lo que opina sobre el tema en sí. Si noes así, espero que me corrija.

    En cuanto a esa loa al dolor —que, ciertamente, es con-sustancial con la vida; dicen que tanto en el hecho de nacercomo en el de morir es en lo único en lo que nos parecemostodos— y a la dignidad de la propia muerte, creo que el do-lor no entiende de colores. Y casi he retrocedido veinteaños, porque, ciertamente, entonces en la facultad se ha-

    blaba en términos de filosofía pura y dura respecto de lavida, la muerte, etcétera.

    Por tanto, sólo le pido que me aclare la duda sobre si suexposición se ha realizado desde el punto de vista puro yduro de la metafísica, o también ha vertido en ella algo desu experiencia particular, o incluso su opinión personal,más que la profesional.

    Muchas gracias.

    La señora PRESIDENTA: Gracias, señoría.Tiene la palabra el profesor Forment.

    El señor FORMENT GIRALT (Catedrático de Metafí-sica de la Facultad de Filosofía de la Universidad Centralde Barcelona): Gracias, señora Presidenta.

    Señorías, les agradezco que me hayan escuchado, así como sus interesantes preguntas, las cuales creo que se di-rigen a lo esencial de este tema. Espero no olvidar ningunay contestar todas.

    Se ha dicho que la eutanasia servía para alargar la vida,o al menos así lo he entendido. En este sentido, he definidola eutanasia de una manera muy precisa o exacta porqueexiste confusión al respecto —y eso aumenta la compleji-dad del tema—, ya que no hablamos el mismo lenguaje alutilizar esa palabra. Por eso he dicho que iba a definir la

    eutanasia —que para mí es lo esencial, y lo que histórica-mente ha significado cuando no tenía tanta relevanciacomo hoy en día— como el hecho de causar la muerte deotro para evitarle el sufrimiento, bien porque esa personalo pida, bien porque se considere que su vida no es digna,no tiene calidad, etcétera; es decir, según el valor que se déa la vida.

    Por tanto, alargar la vida no es un acto eutanásico, sinouna práctica médica normal. Lo que ocurre es que tan maloes procurar la muerte, como retrasar ésta de una manera in-debida, porque hay unos límites. ¿Y cuáles son éstos? Losde la dignidad humana; es decir, no se puede tratar a la per-sona como una cosa, sino como un fin en sí mimo, y no se

    puede dejar que la naturaleza y los adelantos de la medi-cina actual permitan que se la trate como un objeto.

    Lo que ocurre es que en este caso interviene la concien-cia individual del médico, por la cual tiene que regirse.

    Pero la conciencia no es creadora de valores, sino que tieneun valor de juez: juzga y es testigo, de acuerdo con unanorma. Si la conciencia fuera creativa no tendríamos quepenar, por ejemplo, a un violador, porque éste en concien-

    cia puede pensar que se puede violar a las mujeres, aunqueeso esté mal. Por tanto, en cuanto a entender la eutanasiacomo un progreso, contestaré de manera muy simple: ma-tar nunca es un progreso, y progresaremos realmentecuando se puedan evitar incluso las guerras justas. La leymoral es muy clara: no matar.

    Respecto de las encuestas, he leído algunas, pero nome interesan mucho porque, aparte de su posible mani-pulación, su resultado depende en gran medida de cómose formulen las preguntas. Como en los términos emple-ados se utilizan muchos eufemismos —fíjense en que elque defiende la eutanasia normalmente no habla de ma-tar, sino de quitar la vida, proporcionar una muerte

    digna, dejar que las cosas sigan su curso, etcétera—, se-gún cómo se realicen las encuestas se pueden manipulare incluso llegar a ser falsas. Y les pondré un ejemplo.Personalmente no me gusta conducir con el cinturón deseguridad puesto, y creo que si se hiciera una encuesta lamayoría de los conductores respondería que hay que su-primirlo. Pero el Estado me obliga a llevarlo, y si no lohago incluso me multa. ¿Por qué? Porque el Estado con-sidera que esa norma está por encima de mi libertad. Perono se trata de totalitarismo, sino de que mi vida no essólo mía, sino también un bien social. Y el Estado, que esun patrimonio de la humanidad —por tanto, también dela nación española—, tiene que velar por mi propia vida.Y con la eutanasia sucede lo mismo. Si una encuestadiera como resultado que la gente prefiere la eutanasia,eso no procuraría su licitud moral ni impediría el deberdel Estado de proteger la vida de todos los ciudadanos ysus derechos.

    En cuanto a Holanda, al haberse permitido la eutanasia—por las noticias que tengo— se han producido conse-cuencias que no he tratado aquí y que son muy graves. Losmoribundos no se fían del médico, pierden la confianza enél porque piensan que en cualquier momento puede juzgarque merecen morir. Hay, además, un efecto de inducción.Si un vecino mío voluntariamente —un vecino mío que es

    muy mayor y que es una carga para el Estado, y ahí estánlos argumentos económicos que son tristísimos—, quiereque le apliquen la eutanasia, el que no la pide tiene malaconciencia. Los demás le miran mal. Dicen: mira éste queegoísta es. Lo correcto es pedir la eutanasia y tú no la haspedido. Esto es lo que está pasando en Holanda. Se estácreando un problema muy grave. Los ancianos son sereshumanos que no se lo merecen.

    Hay otro problema en Holanda —esto está publicadoaparte de las encuestas; el dato que tengo es que en el año1995 se practicaron casi 19.000 o 20.000 eutanasias, de lascuales sólo 6.000 fueron pedidas y las otras fueron deci-sión del médico o de sus representantes legales—, y es que

    se destruye el valor familiar porque el anciano tiene miedode que sus hijos procuren la eutanasia por problemas eco-nómicos o familiares. Por la experiencia que tienen estospaíses se puede decir que la eutanasia ha destruido o ha

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    afectado —si quieren ustedes— parte de la convivenciasocial.

    Por consiguiente, las encuestas —me han gustado mu-cho sus preguntas— revelan que se manipulan las pala-

    bras, que se utilizan una serie de eufemismos. En realidad,la palabra eutanasia quiere decir buena muerte, pero buenamuerte no es eliminar al enfermo, sino ayudarle en estetrance que es natural.

    Me ha gustado mucho la pregunta que hacía referenciaa que la vida no es el valor supremo. Estoy totalmente deacuerdo con usted. Hay otros valores por encima de lavida. Esto nos lo ha enseñado, por ejemplo la mujer. Haymadres que pierden prácticamente su vida por un hijo en-fermo, pues se levantan cada noche y lo cuidan. El valor dela maternidad está por encima del valor de la vida. Haymuchos otros valores, por supuesto: luchar por la libertado luchar por un motivo religioso. Los mártires por cual-

    quier causa o por motivos religiosos serían suicidas y no esasí. Lo que ocurre es que cuando se ofrece la vida por otrosvalores no se busca —es el problema del voluntario indi-recto— inmediatamente la muerte. El soldado que de-fiende a su patria está defendiendo a su patria. Está defen-diendo, en definitiva, la tierra de sus padres. Está defen-diendo su tradición, su manera de ser, porque se le ha agre-dido injustamente —aquí surge el problema de la objeciónde conciencia—, pero no busca morir. Ningún soldadoquiere morir ni es suicida. La vida es un valor básico, irre-nunciable, que se puede ofrecer por valores superiores, porla ciencia, por el arte, por valores con los que estoy total-

    mente de acuerdo. Pero en la eutanasia la vida no se ofrecepor un valor superior, simplemente porque no se quiere su-frir, porque es un problema relacionado con el placer.

    Históricamente —estoy también de acuerdo con ello—ha habido un progreso. Se ha suprimido la esclavitud. Seha ido tratando mejor a la mujer, etcétera. Pero, precisa-mente por ello, volver ahora con el tema de la eutanasia se-ría como volver a las civilizaciones primitivas. Sería vol-ver a la época de Roma o de Grecia en la que se mataba.Sería volver, en definitiva, a algo que sucedió ya en nues-tro siglo, a algo que parecía un progreso y que algunos lotomaban como tal, a algo que se dio en el pueblo más cultoy más científico de la tierra que es el pueblo alemán.

    Cuando Hitler subió al poder —que, por cierto, subió de-mocráticamente—, empezó a tomar las decisiones quetomó porque una madre le pidió que se aplicara la eutana-sia a un hijo suyo que no tenía brazos —no recuerdo ahoraexactamente la causa concreta— y el Fuhrer lo permitió. Apartir de ahí se empezó a hablar del valor de las vidas sinvalor vital, a aplicar y a realizar todas las barbaridades queconocemos. Se empieza por una cosa y se termina por ésta.Esto no puede considerarse un progreso. Los nazis no pro-gresaron. Fue un atraso tremendo e inconcebible en unpueblo tan culto y que había llegado a este grado de civili-zación. ¿Por qué ocurre esto? Si me permiten una refle-xión, les diré que cada época es muy consciente de los

    errores de la anterior, pero no de los propios.Una cosa que, por ejemplo, escandaliza a mis alumnos

    es Platón. ¿Cómo puede ser que Platón, que ha hablado dela dignidad del ser humano, o que Aristóteles, que son los

    padres de la democracia y que la defendieron, sobre todoAristóteles —los griegos en general—, no se dieran cuentade que tenían esclavos que eran personas y que estaban tra-tando como cosas? No lo veían. En nuestra época podría

    parecer también que somos muy sensibles a la ecología,que no hay que hacer sufrir a los animales, que no hay quematarlos, que hay que respetar las plantas, pero, en cam-bio, olvidamos —si me lo permiten— lo que algunos lla-man la ecología humana, que hay que respetar al hombre,que no hay que matarlo.

    Usted ha hablado de la Declaración de los DerechosHumanos y me parece muy bien. En la Declaración de losDerechos Humanos —como usted sabe— se pidió que underecho humano fuera el suicidio, incluso, por compasión,por el motivo que fuera. No se aceptó el derecho al suici-dio. El derecho a la eutanasia no está incluido en la Decla-ración de los Derechos Humanos.

    Estoy también de acuerdo con usted en que ser personaes vivir con dignidad, pero esta dignidad no me la da el Es-tado, no me la da la raza. Yo no soy más digno por ser ca-talán o por ser castellano. La dignidad está en mí mismo,en mi ser, en toda mi profundidad. Esto no es objeto detrato y lo que hay que hacer es respetarlo. No se tendría yaque discutir. Ahora bien, hay una dignidad añadida. Porejemplo, una persona que hace una acción heroica es másdigna, pero digna en el plano moral y no en el plano meta-físico, real. Persona digna se es siempre. Una persona quehace el mal, un criminal o un terrorista, es una mala per-sona, pero es una persona y, por eso tiene su dignidad y susderechos. El Estado vigila por los derechos, incluso, de lapersona más criminal. Esto ha sido un adelanto. Ha sido unprogreso.

    Cuando hace una semana me dijeron que preparara eltema —que tenía ya muy estudiado— me puse a escribir yno he dicho todo lo que tenía preparado. Me he explicadomal porque he insistido mucho en el dolor y no es la argu-mentación central. Lo principal era explicar la filosofíaque está detrás de la mentalidad eutanásica. No la filosofíadel dolor, sino todo lo contrario. Nuestra sociedad es tre-mendamente hedonista. La vida que vale la pena vivir esaquella que se disfruta, que da placer. Como la salud es unacondición del placer, si no se tiene salud ya no se tiene una

    vida digna. Nuestra sociedad es tremendamente hedonista.Nuestra sociedad, aparte del escepticismo, tiene dos defec-tos, que tenemos que luchar para eliminar, por supuesto.Para esto está la educación. Todos estamos para ayudarnosunos a otros a ser mejores hombres. Es una sociedad tre-mendamente hedonista e individualista. Por eso, he insis-tido —no sé si se han dado cuenta— en el valor social dela vida humana que no es mía, igual que no hay una pro-piedad privada absoluta. Éste es un concepto burgués. En-tonces aplicamos el concepto burgués a la propia vida.Esto no se puede hacer. La eutanasia es un valor antisocial.Es un contravalor en todo caso. Va contra un valor social yno solamente contra un valor moral.

    He insistido en el dolor. Naturalmente que tenemos queluchar contra el dolor. Precisamente el que está muriendolucha para no morirse. El hombre no quiere ni sufrir ni mo-rir, pero es inevitable, algún tipo de dolor habrá. Usted ha

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    dicho —estoy muy de acuerdo— que hay que distinguirentre dolor y sufrimiento. El sufrimiento es más psicoló-gico, es más moral. A veces, hay gentes que no tienen do-lores y sufren. Hay que luchar contra eso. Hay que ayudar

    a los otros a que no tengan dolor, pero no hay que ponerlocomo un valor último. Lo ideal es no tener ningún dolor,pero hay muchísimas cosas que se consiguen con dolor,con esfuerzo. Hay que esforzarse y hay que educar —lahumanidad siempre lo ha entendido así— al hombre paraque luche contra el dolor, pero que lo acepte. Lo que no sepuede hacer es lo que hace la mentalidad eutanásica, queno es luchar contra el dolor, sino huir del dolor. Como eldolor es una cosa insoportable, elimino a la persona queestá sufriendo el dolor. Esto no es eliminar el dolor, sinoeliminar a la persona. Lo que hace el médico es luchar con-tra el dolor y no contra el enfermo.

    Todo lo que he dicho respecto al dolor es para contra-

    rrestar la mentalidad hedonista que ha hecho posible queen nuestro mundo se vuelva a plantear el debate de la euta-nasia y que no tendría que plantearse —se lo digo con todasinceridad si me lo permiten—. En el siglo I en Roma o enAtenas estaría muy bien, pero vamos a entrar en el sigloXXI, en el tercer milenio, y el no matar es el no matar.¿Que ha habido abusos en la humanidad? Por supuesto,pero para esto el hombre actual intenta —con muchas difi-cultades porque tiene que vérselas con el egoísmo, con lasconfusiones— luchar contra ello.

    La muerte puede ser digna. Todo lo que hace el hombrelo puede hacer dignamente, siempre que se comporte de

    una manera humana. Todo lo que hace el hombre se puedehacer de una manera digna. La muerte digna la tiene elhombre que no se desespera, que la afronta, que la miraserenamente. Y para esto hay que ayudarle. El médicoayuda a que el hombre pueda morir como hombre, condignidad.

    Ya saben que en la cultura mejicana está muy presentela muerte por lo que les voy a contar una anécdota que su-pongo que conocen ustedes. Me contaron —aunque yo nolo he vivido— que el día 1 de noviembre, el día de los di-funtos, los mejicanos se comen su calavera. Hacen unascalaveritas de azúcar, y todo el mundo se come la suya, yaque en la frente de la calavera escriben el nombre de cada

    uno; por tanto, la muerte es una cosa habitual, incluso lagente cada domingo va a visitar a los difuntos. En MéjicoD. C. se incinera a los difuntos y se les entierra en la mismaiglesia, y cuando van a misa las familias, visitan a los fa-miliares muertos; consideran a la muerte como una cosacotidiana.

    Hoy día, por esta modalidad hedonista, queremos huirde la muerte; no la aceptamos. La muerte puede ser digna,porque es natural. Los animales mueren de una manera na-tural, la aceptan; para el animal la muerte no es un pro-blema, en cambio para el hombre la muerte es problemá-tica, porque tiene que buscarle un sentido, y el ser humanopuede desesperarse. Los animales diríamos que lo aceptan

    plácidamente, aunque huyen de la muerte, al igual que elhombre. No quiero darles una clase, porque no es mi mi-sión, pero sólo les citaré el tema de la muerte de Unamuno,y toda la problemática que conlleva.

    Respecto a la libertad, me ha parecido muy interesantecómo han abordado el tema. La libertad es otro de los tér-minos en que hay mucha confusión. Es un derecho, y hoyen día entendemos que la libertad consiste en un poder ra-

    dicado en la razón y que es de la voluntad, que consiste enhacer o no hacer; en hacer esto o aquello. Estrictamenteesto es la libertad —Aristóteles decía que libre es el que escausa de sí—, pero ésta es una libertad de indiferencia, noes propiamente la libertad humana, porque en virtud deesta libertad se puede hacer cualquier cosa, buena o mala,y nadie puede apelar a esta libertad. Una persona que matao que viola puede decir: yo soy libre y puedo hacer lo quequiera. Usted es libre, pero usted también es responsable;la libertad tiene que ser también para el bien; la libertadimplica elección y usted puede elegir entre el bien y el mal.Por tanto, la auténtica libertad es un medio para la perfec-ción del hombre; la libertad está a mi servicio, precisa-

    mente al servicio de la persona. Tengo que hacer las cosasque me perfeccionan, que son un bien para mí y, al mismotiempo, son un bien para los demás, si no, tendré que res-ponder ante la sociedad, que me castigará. Pero no puedodecir que el derecho a la libertad es simplemente hacer loque se desee, porque entonces se acaba la convivencia ypropiamente la vida humana. La libertad humana es quererun bien elegido.

    Yo reconozco —y aquí está el problema que discutimoslos filósofos— que lo difícil es saber cuál es ese bien. Elproblema es la objetividad del bien, pero en principio la li-bertad no es tal como se entiende hoy en día: una creativi-dad total, sino que es una elección entre el bien y el mal, almenos eso entiendo yo como libertad humana.

    Se me ha preguntado la diferencia entre homicidio, sui-cidio y eutanasia. El homicidio —y supongo que estará de-finido en nuestro ordenamiento jurídico— es matar a otrapersona; si este crimen se hace por un motivo equis se lellama asesinato; si es muy grave se le llama crimen;cuando se mata a un niño se le llama infanticidio; cuandose mata a un familiar se le llama parricidio. Homicidio esmatar y hay distintas formas que la ley juzga y que tienepresente.

    El suicidio es matarse a sí mismo. El suicidio es inmo-ral, lo que ocurre es que en nuestro ordenamiento jurídico

    no es delito, por una razón obvia: ¿cómo vas a castigar auna persona que se ha matado? Pero, si es un intento desuicidio, ¿por qué no se le lleva a la cárcel o se le castiga?Porque le va a deprimir más y va a hacer que esta personaintente suicidarse con más ahínco; después del problemaque tiene, lo que hay que hacer es ayudarle a que intentesuperarlo, haciéndole ver que la vida es un valor, y es unvalor porque sirve para conseguir otros valores. Por tanto,el suicidio es una forma de homicidio, es un autohomici-dio.

    En cuanto a la eutanasia, está claro que es matar a otrapersona, es quitarle la vida, y déjense de dulce o no dulce:es quitar la vida a otra persona; el médico quita la vida a

    otra persona, lo curioso es que como el enfermo no puedevalerse por sí mismo para matarse, pide al médico que lohaga, ante lo que los médicos tendrían que protestar, por-que el médico está siempre para salvar la vida, no para co-

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    laborar en un suicidio que por cierto está penado. En con-secuencia, la eutanasia es una forma de homicidio porcompasión, ahora bien, los jueces determinarán si estacompasión ha sido motivada por unas circunstancias muy

    fuertes y pueden dejar de castigar a una persona que hayahecho una eutanasia. A esto yo no me opongo, ni muchí-simo menos; ahora bien, lo que no puede hacerse es que uncriterio subjetivo se imponga como ley general. La socie-dad tiene que decir que esto está mal hecho, y que no sepuede hacer, aunque se tengan en cuenta las circunstan-cias.

    También quiero comentar algo que es muy complejo,más que por el tema en sí mismo, por todo lo que le en-vuelve, porque si se abandonan los principios, la idea dedignidad humana y la idea de matar, es muy fácil perderse.Por ejemplo, da la sensación, sobre todo estando aquí yviéndoles a ustedes, que la opinión pública esté recla-

    mando la eutanasia. Yo creo que no es verdad; hay una mi-noría, lo que ocurre es que a veces se presenta un caso lí-mite por quienes la defienden, dentro de su buena inten-ción, que no se la niego, un caso en que parece que se estácometiendo una injusticia y que se esté negando a esta po-bre persona, que está sufriendo tanto, el derecho a morir.No se tiene derecho a morir, lo que habría que hacer es cui-dar a esa persona para que no pidiera, como he dicho antes,la muerte. Si se les cuida bien no la piden.

    Me han pedido antes que explicara una experiencia par-ticular. Todo lo que les he dicho en parte lo he aprendidoen la tradición, en la sana filosofía. La filosofía va progre-

    sando, aprendiendo de lo que han dicho los demás hom-bres. Nosotros vemos muy poquito, pero si nos subimos alos hombros de otros grandes hombres que han pensadomuchísimo sobre el ser humano, y lo han defendido, ve-mos un poco más. Ésa es mi experiencia. ¿Experiencia dedolor? Todos sufrimos, pero les voy a explicar una expe-riencia personal mía, ya que me lo han pedido, aunque nome pongo como ejemplo, ni muchísimo menos.

    En la universidad española, como saben, existen las fa-mosas pruebas de selectividad, en las cuales colaborodesde hace muchos años, y colaboro en un tribunal espe-cial, que se llama tribunal de incidencias, que supongo quetambién existirá en la Universidad Complutense de Ma-

    drid. Este tribunal de incidencias es un eufemismo; a estetribunal van tetrapléjicos, gente disminuida, sordos, cie-gos, jóvenes que no pueden hacer un examen en las mis-mas condiciones que los demás y la universidad les ayuda,y les ayuda muy bien; hay una protección estupenda haciaestas personas, tanta que si alguno no puede hacer el exa-men, el tribunal se traslada a su casa; lo hemos hecho unavez, y le hacemos el examen en la cama. La universidadgasta el dinero que sea necesario, porque es para el bien deuna persona, y para eso está el dinero y para eso está el Es-tado: para proteger y para defender a las personas.

    Pues bien, yo llevo muchos años en ese tribunal, al quese accede de forma voluntaria, porque hay gente que huye

    del dolor; concretamente hay compañeros míos que se de-primen si van a una clase y ven a gente en sillas de ruedas,o ven a ciegos que, por cierto, la ONCE les ayuda admira-blemente, porque les proporciona unos ordenadores espe-

    ciales y ya no necesitan el sistema Braille. Es decir, queson unas experiencias muy bonitas.

    La experiencia que tengo es que he ido voluntaria-mente, somos un tribunal que nos conocemos desde hace

    mucho tiempo y que hemos aprendido a tratar a estas per-sonas. Pues bien, ir cada año en junio y en septiembre a vera estas personas y ayudarlas a hacer el examen —algunasveces ellas nos lo dictan— a mí también me ayuda, por esohe hablado tanto del dolor.

    Les podría estar hablando horas de las experiencias do-lorosas que nos cuentan estas personas —en este tribunalde incidencias hemos tenido toda clase de situaciones,hasta bosnios que están en nuestro país—, pero todas tie-nen el ánimo de luchar. Estudian más que los otros, es in-creíble cómo quieren aprender, cómo quieren hacer perio-dismo, informática, etcétera y no he visto a ninguna triste;a pesar del dolor la mayoría de estas personas no piden la

    eutanasia y están muy contentos. Yo no sé si por aquí hapasado alguien de alguna asociación de estas personas,pero también habría que escucharlas.

    La señora PRESIDENTA: Vendrán.

    El señor FORMENT GIRALT (Catedrático de Metafí-sica de la Facultad de Filosofía de la Universidad Centralde Barcelona): Pues verán ustedes que no les van a pedir laeutanasia, lo que les piden es ayuda.

    Yo tengo problemas, sufrimientos y dolores como todoel mundo, pero el ver a estos jóvenes cómo luchan, cómoles atienden sus madres, a mí me ayuda. Muchas veces ha-blamos contra la juventud, pero yo he visto cómo compa-ñeros suyos están todo el día con esa persona, porque hayque ir con ella al servicio, a comer etcétera; gente volunta-ria, compañeros de clase, chicas de COU, de 18-19 años,que acompañan a otra y que han sido un ejemplo para mí.Algunos casos son realmente especiales, como el de unachica de la convocatoria de junio que había sufrido un ac-cidente de circulación y que no tenía ni brazos ni piernas;ella tenía una especie de cinta con un punzón en la cabezacon el que iba picando todas las teclas del ordenador e ibasaliendo el examen. No estaba deprimida, estaba luchando,y lo que tenemos que hacer es ayudar a estas personas.

    Me parece muy bien que la universidad española hagaesto y que la sociedad española ayude a estas personas,pues es una forma de decirles: a pesar de tu disminución, lavida tiene sentido y estamos aquí para ayudarte; vosotrasno estorbáis, nos ayudáis. A mí todos los problemas perso-nales se me disipan, porque me digo: esto sí es un verda-dero problema, y me dan una lección personal. Están lu-chando con alegría, ves a los familiares que están a su ladoe incluso —y no es que yo defienda que haya que tener unhijo así— los mismos padres me han dicho que les ha ayu-dado a que la familia esté más cohesionada, más unida;ahora todos, hermanos y padres, luchan para sacar adelantea aquel niño.

    Es cierto que en este caso también se podría decir —poruna especie de egoísmo que no pueden tener ni la universi-dad ni la sociedad— para qué vamos a gastar tanto dinero,para qué vamos a crear un tribunal especial, porque fíjense

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    —y en este caso lo digo para defender a la institución, a laque en estos momentos represento— que cuando un invi-dente o una persona con estas discapacidades estudia, launiversidad da una beca a otro estudiante si se compro-

    mete a estar siempre a su lado y acompañarle. Es decir, a launiversidad le cuesta dinero, pero hay estudiantes quequieren hacerlo y no sólo por el dinero, sino porque, comohe dicho antes, les ayuda. En definitiva, en toda circuns-tancia —de dolor, de sufrimiento, de muerte— una per-sona puede demostrar lo que somos: seres humanos, seresdignos, y podemos demostrar nuestra propia humanidad.Creo —y con esto termino, perdonen que me haya exten-dido tanto pero las preguntas han sido nucleares y muy in-teresantes— que para las personas que tratamos este temaes un deber clarificarlo, como he dicho al principio. Que lagente lo piense, que lo decida, pero hay que presentarleslos términos y el problema con una gran claridad.

    Nada más. Gracias.

    La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, profesorForment.

    Le puedo asegurar que estamos encantados de que sehaya extendido. ¿Alguna de sus señorías desea intervenirpara formular alguna otra pregunta al compareciente?(Pausa.)

    Sin más, muchísimas gracias nuevamente por su intere-santísima exposición. Ha sido un placer que la filosofíairrumpa en las salas de este Palacio.

    Señorías, suspendemos la sesión hasta las doce y me-

    dia, que vendrá el próximo compareciente(Pausa.)

    — DE DON JOSEP LLUÍS LAFARGA I TRAVER, DI-RECTOR DEL ÁREA JURÍDICA DEL SERVICIOCATALÁN DE SALUD Y VICEPRESIDENTE DE LACOMISIÓN ASESORA DE BIOÉTICA (713/000812.)

    La señora PRESIDENTA: Señorías, continuamos la se-sión una vez que el señor Lafarga ha solventado sus pro-blemas de tráfico, tanto aéreo como rodado, y se encuentraentre nosotros.

    Señor Lafarga, en nombre de los miembros de la Mesa

    y en el mío propio le doy la bienvenida al Senado y a estaComisión Especial de estudio sobre la Eutanasia, y le agra-dezco su comparecencia, que sin duda será de gran utilidadpara los trabajos y el informe final que la Comisión tieneque realizar.

    Sin más preámbulos, tiene usted la palabra.

    El señor LAFARGA I TRAVER (Director del Área Ju-rídica del Servicio Catalán de Salud y Vicepresidente de laComisión Asesora de Bioética): Muchas gracias, señoraPresidenta.

    Ante todo, quiero agradecer a sus señorías la confianzaque han depositado en mí al invitarme a colaborar en los

    trabajos de esta Comisión, así como su gentileza al excusarmi ausencia en la sesión del pasado día 20 de septiembre,fecha en la que inicialmente estaba prevista esta compare-cencia y a la que no pude acudir por hallarme indispuesto.

    Asimismo, les agradezco su benevolencia para conmigopor estos minutos de espera a la que se han visto sometidospor problemas, como decía la señora Presidenta, de tráficoaéreo y tráfico rodado. Ésta es, pues, una comparecencia

    un tanto accidentada, y espero que me disculpen por ello.A nadie se le escapa que los avances espectaculares ha-bidos en el campo de la tecnología médica y de la medicinaen general a lo largo de los últimos años están permitiendoen determinadas situaciones prolongar la vida del enfermohasta límites impensable hasta hace poco tiempo. Contodo, no podemos ignorar que ello conlleva la necesidad dehacer frente a una serie de situaciones y problemas nove-dosos y acuciantes de indudable trascendencia social, éticay jurídica.

    Los distintos comparecientes ante esta Comisión hantenido, y tendrán, ocasión de exponer sus reflexionesdesde diferentes perspectivas sobre los aspectos más des-

    tacados que se esconden tras la compleja realidad de laatención a los enfermos terminales o a aquellos cuyos pa-decimientos físicos o psíquicos les hagan desear seria einequívocamente la muerte, en el marco de un debate, queatañe a la sociedad en su conjunto, sobre los límites de lamedicina en conflicto con el derecho del enfermo a decidirsobre su propia existencia.

    Desde mi condición de jurista, en una primera fase demi intervención me referiré brevemente al marco jurídicoen el que ha de moverse este debate, por cuanto no pode-mos ignorar que las decisiones que deban o puedan tomar,tanto los médicos, como los pacientes y sus familiares eneste ámbito, vendrán sin duda condicionadas por el orde-namiento jurídico en vigor y por las facultades y obliga-ciones que éste confiere a unos y otros. En una segundafase intentaré exponerles algunas reflexiones y propuestasen relación con la problemática que nos ocupa al albur delas actuaciones administrativas e iniciativas parlamenta-rias impulsadas desde Cataluña.

    Desde esta perspectiva, y adentrándonos en la primerafase de mi exposición, es obligado referirse en primer lu-gar a aquellos preceptos de la Constitución Española querecogen los principios fundamentales en relación con laprotección jurídica de la vida, la dignidad humana y la li-bertad individual. En este sentido, el propio artículo 1.1. de

    la Constitución establece que la libertad y la dignidad hu-mana son valores superiores de nuestro ordenamiento jurí-dico. A su vez, el artículo 10.1. de la Norma Fundamentaldice textualmente que la dignidad de la persona, los dere-chos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollode la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos delos demás son el fundamento del orden político y de la pazsocial. Asimismo, el artículo 15 de nuestra Carta Magnaprotege el derecho a la vida y a la integridad física y moral,y el artículo 16 garantiza la libertad ideológica, religiosa yde culto de los individuos y las comunidades sin más limi-tación, en sus manifestaciones, que la necesaria para elmantenimiento del orden público protegido por la ley.

    Por tanto, podemos afirmar que el derecho a la vida, ala libertad y a la dignidad de la persona son objeto de plenoreconocimiento y protección en nuestro texto constitucio-nal; máxime, si tenemos en cuenta que, aparte del hecho de

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    SENADO-COMISIÓN   26 DE OCTUBRE DE 1999 NÚM. 502