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2 5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 65 Un coeur simple de Gustave Flaubert [texte établi par Peter Michael Wetherill] ??? I Pendant un demi-siècle, les bour- geoises de Pont-l’Evêque envièrent à Madame Aubain sa servante Félicité. Pour cent francs par an, elle fai- sait la cuisine et le ménage, cou- sait, lavait, repassait, savait brider un cheval, engraisser les volailles, battre le beurre, et resta fidèle à sa maîtresse qui n’était pas cependant une personne agréable. Elle avait épousé un beau garçon sans fortune, mort au commence- ment de 1809, en lui laissant deux enfants très jeunes avec une quantité de dettes. Alors, elle vendit ses im- meubles, sauf la ferme de Toucques et la ferme de Geffosses dont les rentes montaient à cinq mille francs tout au plus, et elle quitta sa maison de Saint-Melaine pour en habiter une autre moins dispendieuse ayant appartenu à ses ancêtres et placée derrière les Halles. Cette maison, revêtue d’ardoises, se trouvait entre un passage et une ruelle aboutissant à la rivière. Elle avait intérieurement des différences de niveau qui faisaient trébucher. Un vestibule étroit séparait la cuisine de la salle où Madame Aubain se tenait tout le long du jour, assise près de la croisée dans un fauteuil de paille. Contre le lambris peint en blanc, s’alignaient huit chaises d’acajou. Un vieux piano supportait sous un baromètre un tas pyramidal de boîtes et de cartons, Deux bergères de tapisserie flanquaient la cheminée en marbre jaune et de style Louis XV. La pendule, au milieu, représentait un temple de Vesta; et tout l’appartement sentait un peu le moisi, car le plancher était plus bas que le jardin. Au premier étage, il y avait d’abord la chambre de «Madame» très grande, tendue d’un papier à fleurs pâles, et contenant le portrait de «Monsieur» en costume de muscadin. Elle communiquait avec une cham- bre plus petite, où l’on voyait deux couchettes d’enfants, sans matelas. Puis venait le salon toujours fermé, et rempli de meubles recouverts d’un drap. Ensuite un corridor menait à un cabinet d’étude; des livres et des paperasses Pont-l’Évêque :chef-lieu du Calvados, en Normandie. La mère de Flaubert y était née. brider: mettre la bride, fixer cette partie du harnais à la tête d’un cheval pour le conduire. battre le beurre : battre, agiter de la crème dans une baratte pour en faire du beurre. Toucques et Geffosses : Toucques, ou Touques est un village’au nord de Pont-l’Évêque; Geffosses est le nom d’une ferme appartenant à Mme Flaubert et dont le frère de Gustave hérita en 187 Les immeubles sont les biens immobiliers. rentes : revenus réguliers que l’on tire d’une propriété ou d’un capital. Saint-Melaine : église et faubourg de Pont-l’Évêque. dispendieuse: coûteuse à entretenir. salle: en Normandie, pièce où l’on vit et où l’on reçoit. L’italique signale l’usage local du terme. croisée : châssis ou armature de bois servant à clore une fenêtre. lambris: panneau de bois qui recouvre un mur. acajou: arbre tropical, de couleur brun-rouge. bergères: fauteuils larges, profonds et capitonnés. temple de Vesta: édifice consacré au culte de Vesta, déesse du feu chez les Romains. Le mobilier est désuet (desusado), à la mode de la fin du xviiie siècle et du début du xixe siècle. muscadin: sous la Révolution, jeune homme royaliste d’une élégance recherchée et parfumé Un corazón simple de Gustave Flaubert tr. de Mauro Armiño Alianza, Madrid, 1998 [21] 1. Durante medio siglo, las burguesas de Pont-l’Évêque envidiaron a la se- ñora Aubain su criada Félicité (1). Por cien francos al año, cocinaba y hacía la casa, cosía, lavaba, plan- chaba, sabía poner las bridas a un caballo, engordar las aves de corral, batir la mantequilla, y siempre fue fiel a su ama, que no era persona agradable sin embargo. Ésta se había casado con un gua- po mozo sin fortuna, que murió a principios de 1809 dejándole dos hijos muy pequeños y bastantes deu- das. Vendió entonces sus inmuebles, [22] menos la finca de Toucques y la finca de Geffosses (2) cuyas rentas ascendían a lo sumo a 5.000 francos, y abandonó su casa de Saint-Melaine (3) para vivir en otra menos dispendiosa que había per- tenecido a sus mayores y estaba si- tuada a espaldas del mercado. Esa casa, revestida de pizarras, se hallaba entre un pasadizo y una calleja que daba al río. Dentro ha- bía diferencias de nivel que pro- vocaban tropezones. Un estrecho vestíbulo separaba la cocina de la sala donde la señora Aubain pasa- ba el día entero, sentada junto al ventanal en un sillón de paja. Contra el entablado, pintado de blan- co, se alineaban ocho sillas de caoba. Un viejo piano soportaba, bajo un barómetro, una pila piramidal de cajas y cartapacios. Dos poltronas de tapicería flanqueaban la chimenea de mármol amarillo y estilo Luis XV. El péndulo, en el centro, representa- ba un templo de Vesta; y todo el aposento olía un poco a humedad, porque el suelo estaba más bajo que la huerta. En el primer piso se hallaba, en primer lugar, la habitación de la «señora», muy grande, tapizada en papel de flores pálidas, y con el retrato del «señor» en traje de muscadin (4). Comunicaba con otra habitación más pequeña, en la que se veían dos literas de niño, sin colchones. Des- pués venía el salón, siempre cerrado y atestado de muebles cubiertos con sába- nas. Luego un pasillo conducía a un ga- binete de estudio; libros y papelotes Un corazón sencillo* de Gustave Flaubert tr. de Germán Palacios Cátedra, Madrid 1999 Durante medio siglo, las burguesas de Pont-l’Évêque (1) tuvieron envidia a la Sra. Aubain de su criada Félicité. Por cien francos al año, atendía a la cocina y al cuidado de la casa, cosía, lavaba, planchaba, sabía aparejar un caballo, cebar las aves, ba tir la manteca , y permaneció fiel a su ama, que, sin embargo, no era persona agradable. La señora se había casado con un buen mozo, sin fortuna, que fa- lleció a comienzos de 1809, deján- dole dos niños muy pequeños y gran cantidad de deudas. Entonces vendió sus propiedades, menos la granja de Toucques y la de Gef fosses (2), cuyas rentas ascendían a 5.000 francos a lo sumo, y dejó su casa de Saint-Melaine para vi- vir en otra menos cara, que había sido de sus antepasados y estaba situada detrás del mercado. Esta casa, cubierta de pizarras, se encontraba entre un pasaje y una callejuela que llegaba al río. Había en ella diferencias de nivel que hacían tropezar. Un vestíbulo estrecho separaba la cocina de la «sala» donde la Sra. Aubain permane- cía durante todo el día, sentada cer- ca de la ventana en un sillón de paja. [25] Junto al revestimiento de la pared, blan- queada, se alineaban ocho sillas de caoba. Un viejo piano soportaba, bajo un barómetro, un montón piramidal de cajas de metal y de cartón. Dos butacas tapizadas flanqueaban la chime- nea de mármol amarillo de estilo Luis XV En el medio, el reloj de pared representaba un templo de Vesta. Y todo el apartamen- to olía un poco a moho, pues el piso esta- ba más bajo que el jardín. En la planta baja, estaba primero la habitación de la «señora», muy grande, tapizada con un papel de flores pálidas, con el retrato del «señor» en traje de petimetre*. Comunicaba con una habitación más pequeña, donde se veían dos cami- tas de niño, sin colchón. Después venía el salón, siempre cerrado, y lle- no de muebles tapados con una sábana. Luego un pasillo conducía a un despacho; libros y papelotes 1. La geografía física y humana de este relato perte- nece al mundo vivido por Flaubert; en Pont-l’Évéque tenía sus orígenes la madre del escritor, que había nacido en esa población; para la señora Aubain le sirvió como original una de sus parientes; el de Félicité -también tiene ese nombre la criada de Emma Bovary- fue, al parecer, el de una madre soltera que desem- peñaba en Trouville trabajos de criada en casa de su amigo el capitán retirado Pierre Barbey. En abril de 1876, Flaubert viajó a esos lugares -Pont-l’Évêque, Trouville, Honfleur, Dauvillecargados de resonancias familiares, para reavivar sus recuerdos y la experien- cia directa que de ellos tenía. 2. Esas dos fincas, con los mismos nombres, pertenecieron a la madre de Flaubert, quien a su muerte heredó la primera; el escritor la ven- dió en 1875 por 200.000 francos. Como la seño- ra Aubain, Flaubert cambió entonces su piso parisiense por otro menos lujoso, compartido con su sobrina Caroline. (4). Tipo de dandi de la época. 3. En las afueras de Pont-l’Évêque. 1 Ciudad natal de la madre de Flaubert, subprefectura de Calvados, en Normandía. 2 Estas dos fincas habían pertenecido a la madre de Flaubert. Gustave heredó la de Toucques, que hubo de vender para evitar la quiebra de su cuñado Commanville. simple : Qui agit selon ses sentiments, avec une honnêteté naturelle et une droiture spontanée. - Bon * DRAE 10. Hablando de personas, natural, es- pontáneo, que obra con llaneza X simple : DRAE 5. Sencillo, sin complicaciones ni dificultades. 7. fig. Desabrido, falto de sazón y de sabor. 8. fig. Manso, apacible e incauto. * petrimetre: Del fr. petit maître, pequeño se- ñor, señorito. 1. m. y f. Lechuguino, persona que se pre- ocupa mucho de su compostura y de seguir las modas CLORE 1. Vx ou littér. Boucher ce qui est ouvert pour empêcher l'accès. 2. (Fin XIIe). Vieilli. Entourer d'une enceinte. 3. Fig. et littér. Mettre un terme à (qqch.). - CLOS, CLOSE p. p. adj. (V. 1130). 1. Fermé. 2. Achevé, terminé.

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Flaubert's Un coeur tr. de Mauro Armiño tr. de Germán Palacios

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Un coeur simplede

Gustave Flaubert

[texte établi par Peter MichaelWetherill] ???

I

Pendant un demi-siècle, les bour-geoises de Pont-l’Evêque envièrent àMadame Aubain sa servante Félicité.

Pour cent francs par an, elle fai-sait la cuisine et le ménage, cou-sait, lavait, repassait, savait briderun cheval, engraisser les volailles,battre le beurre, et resta fidèle à samaîtresse qui n’était pas cependantune personne agréable.

Elle avait épousé un beau garçonsans fortune, mort au commence-ment de 1809, en lui laissant deuxenfants très jeunes avec une quantitéde dettes. Alors, elle vendit ses im-meubles, sauf la ferme de Toucqueset la ferme de Geffosses dont lesrentes montaient à cinq mille francstout au plus, et elle quitta sa maisonde Saint-Melaine pour en habiterune autre moins dispendieuse ayantappartenu à ses ancêtres et placéederrière les Halles.

Cette maison, revêtue d’ardoises,se trouvait entre un passage et uneruelle aboutissant à la rivière. Elleavait intérieurement des différencesde niveau qui faisaient trébucher. Unvestibule étroit séparait la cuisine dela salle où Madame Aubain se tenaittout le long du jour, assise près de lacroisée dans un fauteuil de paille.Contre le lambris peint en blanc,s’alignaient huit chaises d’acajou. Unvieux p i a n o s u p p o r t a i t s o u s u nb a r o m è t r e u n t a s p y r a m i d a ld e b o î t e s e t d e c a r t o n s, Deuxbergères de tapisserie flanquaient lacheminée en marbre jaune et de style LouisXV. La pendule, au milieu, représentait untemple de Vesta; et tout l’appartementsentait un peu le moisi, car le plancherétait plus bas que le jardin.

Au premier étage, i l y avaitd’abord la chambre de «Madame»très grande, tendue d’un papier àfleurs pâles, et contenant le portrait de«Monsieur» en costume de muscadin.Elle communiquait avec une cham-bre plus petite, où l’on voyait deuxcouchettes d’enfants, sans matelas. Puisvenait le salon toujours fermé, et remplide meubles recouverts d’un drap. Ensuiteun corridor menait à un cabinetd’étude; des livres et des paperasses

Pont-l’Évêque :chef-lieu du Calvados, enNormandie. La mère de Flaubert yétait née.

brider: mettre la bride, fixer cette partiedu harnais à la tête d’un cheval pourle conduire.

battre le beurre : battre, agiter de lacrème dans une baratte pour en fairedu beurre.

Toucques et Geffosses : Toucques, ouTouques est un village’au nord dePont-l’Évêque; Geffosses est le nomd’une ferme appartenant à MmeFlaubert et dont le frère de Gustavehérita en 187 Les immeubles sontles biens immobiliers.

rentes : revenus réguliers que l’on tired’une propriété ou d’un capital.

Saint-Melaine : église et faubourg dePont-l’Évêque.

dispendieuse: coûteuse à entretenir.

salle: en Normandie, pièce où l’on vit etoù l ’on reçoi t . L’ i ta l ique signalel’usage local du terme.

croisée : châssis ou armature de boisservant à clore une fenêtre.

lambris: panneau de bois qui recouvreun mur.

acajou: arbre t rop ica l , de cou leurbrun-rouge.

bergères : fauteuils larges, profonds etcapitonnés.

temple de Vesta : édifice consacré auculte de Vesta, déesse du feu chezles Romains. Le mobilier est désuet(desusado), à la mode de la fin duxvii ie siècle et du début du xixesiècle.

muscadin : sous la Révolution, jeunehomme royal iste d’une élégancerecherchée et parfumé

Un corazón simplede

Gustave Flaubert

tr. de Mauro ArmiñoAlianza, Madrid, 1998

[21]1.

Durante medio siglo, las burguesasde Pont-l’Évêque envidiaron a la se-ñora Aubain su criada Félicité (1).

Por cien francos al año, cocinabay hacía la casa, cosía, lavaba, plan-chaba, sabía poner las bridas a uncaballo, engordar las aves de corral,batir la mantequilla, y siempre fuefiel a su ama, que no era personaagradable sin embargo.

Ésta se había casado con un gua-po mozo sin fortuna, que murió aprincipios de 1809 dejándole doshijos muy pequeños y bastantes deu-das. Vendió entonces sus inmuebles,[22] menos la finca de Toucques yla finca de Geffosses (2) cuyasrentas ascendían a lo sumo a 5.000francos, y abandonó su casa deSaint-Melaine (3) para vivir en otramenos dispendiosa que había per-tenecido a sus mayores y estaba si-tuada a espaldas del mercado.

Esa casa, revestida de pizarras,se hallaba entre un pasadizo y unacalleja que daba al río. Dentro ha-bía diferencias de nivel que pro-vocaban tropezones. Un estrechovestíbulo separaba la cocina de lasala donde la señora Aubain pasa-ba el día entero, sentada junto alventanal en un sillón de p a j a .Contra el entablado, pintado de blan-co, se alineaban ocho sillas de caoba.Un viejo piano soportaba, bajo unbarómetro , una p i l a p i r amida ld e c a j a s y c a r t a p a c i o s . Dospoltronas de tapicería flanqueaban lachimenea de mármol amarillo y estilo LuisXV. El péndulo, en el centro, representa-ba un templo de Vesta; y todo el aposentoolía un poco a humedad, porque el sueloestaba más bajo que la huerta.

En el primer piso se hallaba, enprimer lugar, la habitación de la«señora», muy grande, tapizada enpapel de flores pálidas, y con el retratodel «señor» en traje de muscadin (4).Comunicaba con otra habitaciónmás pequeña, en la que se veían dosliteras de niño, sin colchones. Des-pués venía el salón, siempre cerrado yatestado de muebles cubiertos con sába-nas. Luego un pasillo conducía a un ga-binete de estudio; libros y papelotes

Un corazón sencillo*de

Gustave Flaubert

tr. de Germán PalaciosCátedra, Madrid 1999

Durante medio siglo, las burguesasde Pont-l’Évêque (1) tuvieron envidiaa la Sra. Aubain de su criada Félicité.

Por cien francos al año, atendía a lacocina y al cuidado de la casa, cosía,lavaba, planchaba, sabía aparejarun caba l lo , c e b a r l a s a v e s ,batir la manteca , y permaneciófiel a su ama, que, sin embargo,no era persona agradable.

La señora se había casado conun buen mozo, sin fortuna, que fa-lleció a comienzos de 1809, deján-dole dos niños muy pequeños ygran cantidad de deudas. Entoncesvendió sus propiedades, menos lagranja de Toucques y la de Geffosses (2), cuyas rentas ascendíana 5.000 francos a lo sumo, y dejósu casa de Saint-Melaine para vi-vir en otra menos cara, que habíasido de sus antepasados y estabasituada detrás del mercado.

Esta casa, cubierta de pizarras,se encontraba entre un pasaje yuna callejuela que llegaba al río.Había en ella diferencias de nivelque hacían tropezar. Un vestíbuloestrecho separaba la cocina de la«sala» donde la Sra. Aubain permane-cía durante todo el día, sentada cer-ca de la ventana en un sillón de paja.[25] Junto al revestimiento de la pared, blan-queada, se alineaban ocho sillas de caoba.Un v i e j o p i a n o s o p o r t a b a , bajo unba rómet ro , un mon tón p i r amida lde ca jas de metal y de car tón. Dosbutacas tapizadas flanqueaban la chime-nea de mármol amarillo de estilo Luis XVEn el medio, el reloj de pared representabaun templo de Vesta. Y todo el apartamen-to olía un poco a moho, pues el piso esta-ba más bajo que el jardín.

En la planta baja, estaba primerola habitación de la «señora», muygrande, tapizada con un papel deflores pálidas, con el retrato del«señor» en traje de petimetre*.Comunicaba con una habitación máspequeña, donde se veían dos cami-tas de niño, sin colchón. Despuésvenía el salón, siempre cerrado, y lle-no de muebles tapados con una sábana.Luego un pasillo c o n d u c í a a u nd e s p a c h o ; l ibros y papelotes

1. La geografía física y humana de este relato perte-nece al mundo vivido por Flaubert; en Pont-l’Évéquetenía sus orígenes la madre del escritor, que habíanacido en esa población; para la señora Aubain lesirvió como original una de sus parientes; el de Félicité-también tiene ese nombre la criada de Emma Bovary-fue, al parecer, el de una madre soltera que desem-peñaba en Trouville trabajos de criada en casa de suamigo el capitán retirado Pierre Barbey. En abril de1876, Flaubert viajó a esos lugares -Pont-l’Évêque,Trouville, Honfleur, Dauvillecargados de resonanciasfamiliares, para reavivar sus recuerdos y la experien-cia directa que de ellos tenía.

2. Esas dos fincas, con los mismos nombres,pertenecieron a la madre de Flaubert, quien asu muerte heredó la primera; el escritor la ven-dió en 1875 por 200.000 francos. Como la seño-ra Aubain, Flaubert cambió entonces su pisoparisiense por otro menos lujoso, compartido consu sobrina Caroline.

(4). Tipo de dandi de la época.

3. En las afueras de Pont-l’Évêque.

1 Ciudad natal de la madre de Flaubert, subprefectura de Calvados, en Normandía.2 Estas dos fincas habían pertenecido a la madre de Flaubert. Gustave heredó la deToucques, que hubo de vender para evitar la quiebra de su cuñado Commanville.

simple : Qui agit selon ses sentiments, avecune honnêteté naturelle et une droiturespontanée. - Bon* DRAE 10. Hablando de personas, natural, es-pontáneo, que obra con llaneza

X

simple : DRAE 5. Sencillo, sin complicaciones ni dificultades. 7. fig.Desabrido, falto de sazón y de sabor. 8. fig. Manso, apacible e incauto.

* petrimetre: Del fr. petit maître, pequeño se-ñor, señorito.1. m. y f. Lechuguino, persona que se pre-ocupa mucho de su compostura y de seguirlas modas

CLORE 1. Vx ou littér. Boucher ce qui est ouvert pourempêcher l'accès. 2. (Fin XIIe). Vieilli. Entourer d'uneenceinte. 3. Fig. et littér. Mettre un terme à (qqch.). -CLOS, CLOSE p. p. adj. (V. 1130). 1. Fermé. 2.Achevé, terminé.

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tr. de Consuelo Berges tr. de M. Badiola Dorronsoro Project Gutenberg

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Un corazón sencillode

Gustave Flaubert

trad. Marea Badiola DorronsoroValdemar, 2000

I

Durante medio siglo las burguesasde Pont-l’Évêque (1) envidiaron a laseñora Aubain su sirvienta, Félicité.

Por cien francos al año cocina-ba y l impiaba la casa, cosía, la-vaba, planchaba, sabía cepillarun caballo, cebar a las gallinas,batir la mantequilla; y se mantuvofiel a su ama, que, sin embargo, no erauna persona nada agradable.

Ésta se había casado con un apues-to joven sin fortuna, que murió a prin-cipios de 1809 dejándole dos hijosmuy pequeños y una gran cantidad dedeudas. Entonces ella vendió todas suspropiedades salvo la granja deToucques y la de Geffosses (2), cuyasrentas ascendían como máximo a5.000 francos, y abandonó su casa deSaint-Melaine para irse a vivir a otrade [23] menores gastos que había per-tenecido a sus antepasados y estaba si-tuada detrás del mercado.

Esta casa, cubierta de pizarra, seencontraba entre un pasadizo y un ca-llejón que desembocaba en el río. Pordentro, tenía unos desniveles que cau-saban no pocos tropiezos. Un estre-cho vestíbulo separaba la cocina de lasala, en la que la señora Aubain sepasaba el día entero sentada cerca dela ventana en una butaca de paja. Con-tra el entablado, pintado de blanco, sealineaban ocho sillas de caoba. Un vie-jo piano, colocado bajo un baróme-t r o , s o p o r t a b a u n m o n t ó npiramidal de cajas y cartones. Dospoltronas tapizadas flanqueabanla chimenea, de mármol amarillo y es-tilo Luis XV. El reloj del centro representa-ba un templo vestal; y en toda la casa olía unpoco a moho, pues el nivel del suelo eramás bajo que el del jardín.

En el primer piso estaban, en pri-mer lugar, la habitación de «la señora»,muy grande, forrada de un papel de flo-res pálidas y con el retrato «del señor»en traje de petimetre. Se comunicabacon una habitación más pequeña en laque se dist inguían dos l i teras in-fantiles, sin colchón. Después venía el sa-lón, siempre cerrado y lleno de mueblescubiertos con una sábana. A continua-ción, un pasillo conducía a un gabinetede estudio; los libros y diversos papelajos

A Simple Soulby

Gustave Flaubert

Project GutenbergMarch, 1997 Etext #1253

CHAPTER I

For half a century the housewivesof Pont-l’Eveque had envied MadameAubain her servant Felicite.

For a hundred francs a year, shecooked and did the housework,washed, ironed, mended, harnessedthe horse, fattened the poultry,made the butter and remained faithfulto her mistress—although the latterwas by no means an agreeable person.

Madame Aubain had married acomely youth without any money,who died in the beginning of 1809,leaving her with two young childrenand a number of debts. She sold allher property excepting the farm ofToucques and the farm of Geffosses,the income of which barely amountedto 5,000 francs; then she left herhouse in Saint-Melaine, and movedinto a less pretentious one which hadbelonged to her ancestors and stoodback of the market-place.

This house, with its slate-coveredroof, was built between a passage-way and a narrow street that led tothe river. The interior was so un-evenly graded that it caused peopleto stumble. A narrow hall separatedthe kitchen from the parlour, whereMadame Aubain sat all day in astraw armchair near the window .Eight mahogany chairs stood in arow against the white wainscoting.An old piano, standing beneath a ba-rometer, was covered with a pyramid ofold books and boxes. On either side ofthe yellow marble mantelpiece, in LouisXV style, stood a tapestry armchair.The clock represented a temple ofVesta; and the whole room smelledmusty, as it was on a lower levelthan the garden.

On the first floor was Madame’sbed-chamber, a large room paperedin a flowered design and contain-ing t he po r t r a i t o f Mons i eu rdressed in the costume of a dandy. Itcommunicated with a smaller room, inwhich there were two little cribs, with-out any mattresses. Next, came thepar lour (a lways c losed) , f i l ledwith furniture covered with sheets.Then a hall, which led to the study,where books and papers we r e

(2) Estas dos granjas pertenecieron a la ma-dre de Flaubert.

(1) Subprefectura de Calvados, enNormandía. Ciudad natal de la madre deFlaubert.

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UN ALMA DE DIOSde

Gustave Flaubert

en Tres cuentos. Diccionario de Tópicos,trad. de Consuelo Berges

Seix Barral, Barcelona, 1973.

I

A lo largo de medio siglo, las bur-guesas de Pont-l’Évêque le envidiarona madame Aubain su criada Felicidad.

Por cien francos al año, guisaba yhacía el arreglo de la casa, cosía, lava-ba, planchaba, sabía embridar un ca-ballo, engordar las aves de corral,mazar la manteca, y fue siempre fiel asu ama, que sin embargo no siempre erauna persona agradable.

Madame Aubain se había casadocon un mozo guapo y pobre, que mu-rió a principios de 1809, dejándoledos hijos muy pequeños y algunasdeudas. Entonces madame Aubainvendió sus inmuebles, menos la fin-ca de Toucques y la de Greffosses,que rentaban a lo sumo cinco milf rancos , y de jó l a casa deSaint-Melaine para vivir en otramenos dispendiosa que había per-tenecido a sus antepasados y estabadetrás del mercado.

Esta casa, revestida de pizarra, seencontraba entre una travesía y unacallecita que iba a parar al río. En elinterior había desigualdades de ni-vel que hacían tropezar. Un peque-ño vestíbulo separaba la cocina dela sala donde madame Aubain sepasaba el día entero, sentada juntoa la ventana en un sillón de paja.Alineadas contra la pared, pinta-das de blanco, ocho sillas de caoba.Un piano viejo soportaba, bajo unbarómetro, una pirámide de cajasy de carpetas. A uno y otro lado de lachimenea, de mármol amarillo y de esti-lo Luis XV, dos butacas tapizadas. Elreloj, en el centro, representaba un tem-plo de Vesta. Y todo el aposento olía unpoco a humedad, pues el suelo estabamás bajo que la huerta.

En el primer piso, en primer lugar,el cuarto de Madame, muy grande,empapelado de un papel de flores pá-lidas y, presidiendo, el retrato deMonsieur en atavío de petimetre. Estasala comunicaba con otra habitaciónmás pequeña, en la que había dos cu-nas sin colchones. Después venía el sa-lón, siempre cerrado, y abarrotado demuebles cubiertos con fundas de algo-dón. Seguía un pasillo que conducía aun gabinete de estudio; libros y papeles

natural, plain

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Flaubert's Un coeur tr. de Mauro Armiño tr. de Germán Palacios

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garnissaient les rayons d’une bi-bliothèque entourant de ses troiscôtés un large bureau de bois noir.Les deux panneaux en retour disparais-saient sous des dessins à la plume, despaysages à la gouache et des gravu-re s d ’Audran , souven i rs d’untemps meilleur et d’un luxe évanoui.Une lucarne, au second étage, éclai-rait la chambre de Félicité, ayant vuesur les prairies.

Elle se levait dès l’aube pour nepas manquer l a messe , e t t r a -vaillait jusqu’au soir sans inter-ruption; puis le dîner étant fini, lavaisselle en ordre et la porte bienclose, elle enfouissait la bûchesous les cendres et s’endormait de-vant l’âtre, son rosaire à la main.Personne dans les marchandages,ne montrait plus d’entêtement .Quant à la propreté, le poli deses casseroles faisai t le déses-poir des autres servantes. Eco-nome, e l le mangeai t avec len-teur, et recueil lai t du doigt surla table les miettes de son pain,u n p a i n d e d o u z e l i v r e s , c u i te x p r è s p o u r e l l e , e t q u i d u r a i tv i n g t j o u r s .

En toute saison elle portait unmouchoir d’indienne fixé dans ledos par une épingle, un bonnet lui ca-chant les cheveux, des bas gris, un ju-pon rouge - et par-dessus sa camisoleun tablier à bavette, comme les in-firmières d’hôpital.

Son visage était maigre et sa voixaiguë. A vingt-cinq ans, on lui en don-nait quarante; dès la cinquantaine, ellene marqua plus aucun âge; - et, tou-jours silencieuse, la taille droite et lesgestes mesurés, semblait une femmeen bois, fonctionnant d’une manièreautomatique.

gouache : technique de peinture utilisantdes couleurs délayées dans l’eau.

Audran : famille d’artistes et de graveurs françaisdes xviie et xviiie siècles. II s’agit probablementici de Gérard II Audran (1640-1703).

rosaire : grand chapelet, comprenantquinze dizaines d’Ave (ye vous salueMar ie) précédées chacune d’unPater (Notre Père).

indienne: étoffe de coton imprimée oupeinte, à l ’or ig ine importée desIndes.

camisole: vêtement court à manches seportant sur la chemise.

tablier à bavette: qui couvre la poitrine.

guarnecían los estantes de una libre-ría que rodeaba por tres de sus lados auna amplia mesa de [23] escritorio demadera negra. Los dos paneles de lapuerta desaparecían bajo dibujos a plu-ma, paisajes a la gouache y grabados deAudrans (5), recuerdos de un tiempomejor y de un lujo desvanecido. Unalucera* proporcionaba claridad, en elsegundo piso, al cuarto de Félicité, quedaba a los prados.

Ella se levantaba con el alba,para no faltar a misa, y trabaja-ba hasta la noche sin interrup-ción; luego, una vez acabada lacena, ordenada la vajilla y biencerrada la puerta, hundía el leñobajo las cenizas y se dormía de-lante de la chimenea con el rosa-rio en la mano. En los regateosnadie mostraba más terquedad .En cuanto a limpieza, el bruñi-do de sus cacero las causabadesesperación en las otras cria-das. Ahorrativa, comía despacioy recogía de la mesa con el dedolas migas de su pan, un pan dedoce l i b r a s , coc ido exp re sa -m e n t e p a r a e l l a , q u e d u r a b avein te d ías .

En cualquier estación llevaba unpañuelo de indiana prendido por unimperdible a la espalda, un sombre-ro que le ocultaba el pelo, mediasgrises, una falda roja, y, encima dela blusa, un delantal con peto, comolas enfermeras de hospital.

Su rostro era enjuto y aguda suvoz. A los veinticinco años aparen-taba cuarenta. A partir de los cin-cuenta, no reveló ya ninguna edad;y, siempre silenciosa, de talle rectoy gestos mesurados, parecía unamujer de madera que funcionara demanera automática.

5. Gérard II Audran (1640-1703), de familia de gra-badores y pintores, que cultivó el estilo Luis XIV

llenaban los estantes de una biblio-teca que rodeaba por sus tres ladosa una amplia mesa de madera ne-gra. Los dos paneles en ángulo des-aparecían bajo dibujos a pluma,paisajes a la acuarela y grabadosde Audran (3), recuerdos de tiemposmejores y de un lujo desaparecido.Un tragaluz* en el segundo piso ilu-minaba la habitación de Felicité, quedaba a los prados.

La criada se levantaba al ama-necer, para no perder la misa, ytrabajaba sin descanso hasta la no-che; luego, terminada la cena, conla vajilla en orden y la puerta biencerrada, cubría e l f u e g o c o nl a s c e n i z a s y s e d o r m í a a n t ee l f o g ón , c o n e l r o s a r i o e nl a m a n o . N a d i e m á s p o r f i a d aq u e e l l a r e g a t e a n d o . E nc u a n t o a l i m p i e z a , e l b r u ñ i -d o de sus cacerolas desespe-r a b a a l a s o t r a s s i r v i e n t a s .Para ahorrar, comía despacio ,y con los dedos recogía de lamesa l a s migajas de pan, unpan de doce l ibras, cocido ex-presamente para ella, y que leduraba veinte días.

En todo tiempo llevaba un pañue-lo de indiana prendido a la espaldapor un alfiler, un gorro cubriéndoleel pelo, medias grises, un refajo rojo,y por encima de la blusa un delantalcon babero, como las enfermeras delhospital.

Tenía una cara flaca y una voz agu-da. A los veinticinco años le echa-rían cuarenta [26]. Desde los cin-cuenta, no representó ninguna edad;y, siempre callada, el talle erguido ylos gestos mesurados, parecía unamujer de madera, funcionando comouna autómata.

3 Gérard Audran, célebre grabador del siglo xvii.

* Ventana o claraboya abierta en la parte alta de losedificios

* Ventana abierta en un techo o en la parte superior deuna pared, generalmente con derrame hacia adentro.

lucarne - 1. Petite fenêtre, pratiquée au toitd'un bâtiment pour donner du jour, de l'air àl'espace qui est sous le comble*.“- 2. (1813).Petite ouverture pratiquée dans un mur, unecloison, une paroi.“- 3. (1965, in Petiot).Football. Chacun des deux angles supérieursformés par les poteaux des buts

bûche : Morceau de bois* de chauffage, degrosseur variable

enfouir 1. Mettre en terre, sous terre, aprèsavoir creusé ou labouré le sol. 2. (1636).Par ext. Enfoncer*, mettre dans un lieurecouvert et caché

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ocupaban los estantes de una bibliote-ca que rodeaba por los tres lados un am-plio despacho de madera [24] negra. Lasdos paredes en ángulo desaparecían bajounos dibujos a plumilla, unos paisajesa la aguada y unos grabados de Audran(3), recuerdos de un tiempo mejor y deun lujo evaporado. En el segundo piso,un tragaluz iluminaba la habitación deFélicité, que tenía vistas hacia las pra-deras.

Ésta se levantaba en cuanto amanecía,para no perderse la misa, y trabajaba has-ta la noche sin interrupción; luego, unavez que había terminado con la cena, re-cogidos los cacharros y bien cerrada lapuerta, enterraba unos troncos bajolas cenizas y se dormía delante delfuego, con el rosario en la mano. Alhacer la compra, nadie mostrabauna terquedad mayor. En cuanto ala limpieza, el resplandor de suscazuelas desesperaba a las demáscriadas. Su espíritu ahorrativo ha-cía que comiera despacio y, pasan-do el dedo por la mesa, iba reco-giendo las miguitas de pan: un pande doce libras, cocido expresamen-te para ella y que duraba veintedías.

Durante todo el año llevaba puestoel mismo pañuelo de india sujeto a laespalda con un alfiler, un gorro que letapaba el pelo, medias grises, enaguasrojas y, por encima de la blusa, un de-lantal de peto, como las enfermerasen los hospitales.

Tenía una cara flaca y voz aguda.A los veinticinco [25] años, le echa-ban cuarenta. A partir de lacincuentena, ya no mostró ningunaedad; siempre silenciosa, con el talleerguido y gestos comedidos, parecíauna mujer de madera que funcionarade forma automática.

pi led on the shelves of a book-case tha t enc losed three quar -te rs of the b ig b lack desk . Twopanels were ent i re ly h idden un-d e r p e n - a n d - i n k s k e t c h e s ,Gouache landscapes and Audranengravings, relics of better timesand vanished luxury. On the secondfloor, a garret-window lightedFelicite’s room, which looked outupon the meadows.

She arose at daybreak, in order toattend mass, and she worked withoutinterruption until night; then, when din-ner was over, the dishes cleared awayand the door securely locked, shewould bury the log under the ashesand fa l l as leep in f ront of thehearth with a rosary in her hand .N o b o d y c o u l d b a r g a i n w i t hg r e a t e r obst inacy , and as forcleanliness, the lustre on her brasssauce-pans was the envy and despair ofother servants. She was most economical,and when she ate she would gather upcrumbs with the tip of her finger, so thatnothing should be wasted of the loaf ofbread weighing twelve pounds which wasbaked especially for her and lasted threeweeks.

Summer and winter she worea dimi ty ke rch ie f f a s t ened inthe back with a pin, a cap whichconcea led her ha i r, a red sk i r t ,g r e y s t o c k i n g s , a n d a n a p r o nwi th a bib l ike those worn byhospi ta l nurses .

H e r f a c e w a s t h i n a n d h e rv o i c e s h r i l l . W h e n s h e w a stwenty- f ive , she looked fo r ty.After she had p a s s e d f i f t y, n o -b o d y c o u l d t e l l h e r a g e ;e rect ___ _____ ____ and s i lent a l -ways, she resembled a woodenfigure working automatical ly.

(3) Gérard Audran, famoso grabador delsiglo XVII

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guarnecían los estantes de una biblio-teca de tres cuerpos que circundabauna gran mesa escritorio de maderanegra; los dos paneles en esconce des-aparecían bajo dibujos a pluma, paisa-jes a la guache y grabados de Audran,recuerdos de un tiempo mejor y de unlujo que se había esfumado. En el se-gundo piso, una claraboya* ilumina-ba el cuarto de Felicidad, que daba alos prados.

Felicidad se levantaba al ama-necer, para no perder la misa, y tra-bajaba hasta la noche sin interrup-ción; después, terminada la cena,en orden la vajilla y bien cerradala puerta, tapaba los tizones conla cen iza y se dormía a n t e l al u m b r e c o n e l r o s a r i o e n l am a n o . N a d i e m á s t e n a z q u ee l l a e n e l r e g a t e o . E n c u a n t oa l a l i m p i e z a , s u s r e l u c i e n t escacerolas eran la desesperaciónde las demás criadas. Ahorrativa,comía despac io , y recogía conel dedo las migajas de l pan ca í -das sob re l a mesa , un pan dedoce l ibras cocido expresamentepara ella y que le duraba veinted ías .

En toda estación llevaba un pa-ñuelo de indiana sujeto en la espal-da con un imperdible, un gorro quele cubría el pelo, medias grises, re-fajo encarnado, y encima de la blu-sa un delantal con peto, como lasenfermeras del hospital.

Tenía la cara enjuta y la voz chi-llona. A los veinticinco años, le echa-ban cuarenta. Desde los cincuenta, yano representó ninguna edad. Y, siem-pre silenciosa, erguido el talle ymesurados los ademanes, parecíauna mujer de madera que funciona-ra automáticamente.

* Ventana abierta en el techo o en la parte alta de lasparedes

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II

Elle avait eu, comme un autre, sonhistoire d’amour!

Son père, un maçon, s’était tuéen tombant d ’un échafaudage .Puis sa mère mourut, ses soeurs sedispersèrent , un fermier la re-cueillit, et l’employa toute petite àgarder les vaches dans la campagne.Elle grelottait sous des haillons, bu-vait à plat ventre l’eau des mares,couchait sur la paille, servait les do-mestiques, à propos de rien était bat-tue, et finalement fut chassée pour unvol de trente sols, qu’elle n’avait pas com-mis. Elle entra dans une autre ferme, -y devint fille de basse-cour , et,comme elle plaisait aux patrons, sescamarades la jalousaient.

Un soir du mois d’août (elle avaitalors dix-huit ans), ils l’entraînèrentà l’assemblée de Colleville. Tout desuite, elle fut étourdie, stupéfaite parle tapage des ménétriers, les lumiè-res dans les arbres, la bigarrure descostumes, les dentelles, les croix d’or,cette masse de monde sautant à lafois ; e t e l le se tenai t à l ’éca rtmodestement , quand un jeunehomme d’apparence cossue et quifumait sa pipe les deux coudes surle timon d’un banneau, vint l’invi-ter à la danse. Il lui paya du cidre,du café, de la galette, un foulard ets’imaginant qu’elle le devinait, of-frit de la reconduire. Au bord d’unchamp d’avoine, il la renversa bru-talement. Elle eut peur et se mit àcrier. Il s’éloigna.

Un autre soir, sur la route de Beau-mont, elle voulut dépasser un grandchariot de foin qui avançait lentement;et en frôlant les roues elle reconnutThéodore.

Il l’aborda d’un air tranquille,disant qu’il fallait tout pardonner,puisque c’é ta i t « la faute de laboisson».

Elle ne sut que répondre et avaitenvie de s’enfuir*.

Aussitôt il parla des récoltes etdes notables de la commune, carson père avait abandonné Collevillepour la ferme des Ecots, - de sorteque maintenant ils se trouvaientvoisins. - «Ah!» dit-elle. Il ajoutaqu’on désirait l’établir. Du resteil n’était pas pressé, et a t t e n -d a i t u n e f e m m e à s o ng o û t ; el le baissa la tê te . Alorsi l lu i demanda si el le pensait aumariage. Elle reprit , en souriant,

Rien: le mot a ici le même sens que dansl’expression: e à propos d’un rien »,« pour un rien *.

Fille, de basse-cour: servante chargéedes volailles.

assemblée. fête locale.Colleville : il semble que ce nom ait été

inventé par Flaubert.ménétriers: violonistes qui font danser

(«sauter») dans les fêtes de villageou lors des noces.

bigarrure : mélange d ispara te decouleurs et de formes.

Cro ix d ’or : b i joux des paysannes,également appelés «jeannettes».

Cossue: aisée, riche.

timon d’un banneau : pièce de bois quipermet d’atteler des animaux à unpetit tombereau ou chariot.

Qu’elle le devinait: qu’elle devinait sesintentions.

l’étâblir : le marier et lui donner unesituation stable.

2.

Había tenido, como cualquiera, suhistoria de amor.

Su padre, albañil, se había matadoal caerse de un andamio. Luego[24] murió su madre, sus hermanasse dispersaron, y a ella la recogióun granjero que, muy niña, la pusoa guardar las vacas en el campo.Tiritaba bajo los harapos , be-bía tumbada boca abajo el agua de las char-cas , __________________ _____________ _____ le pegaban por nada,y finalmente la echaron por un robode treinta sous que no había come-tido. Entró en otra granja, se con-virtió en ella en moza de corral y,c o m o a g r a d a b a a l o s a m o s , suscompañeros le tenían envidia.

Una tarde del mes de agosto (teníaentonces dieciocho años), la arrastra-ron a la fiesta de Colleville. Quedóinmediatamente aturdida, pasmada porel ruido de los rascatripas, las lucesen los árboles, el abigarramiento delas ropas, los encajes, las cruces deoro, toda aquella masa de gente sal-tando a un tiempo. Se manteníaapartada con modestia cuando unjoven de apariencia acomodada yque fumaba en pipa acodado sobrela lanza de una carreta, se acercó parainvitarla a bailar. La convidó a sidra, acafé, a galletas, le compró una pañoletae, imaginando que ella le adivinaba, seofreció para acompañarla. En la lindede un campo de avena la derribó bru-talmente. Ella sintió miedo y se pusoa gritar. Él echó a correr.

Otra noche, en la carretera deBeaumont, intentó adelantar a unagran carreta de heno que avanzabadespacio, y al rozar las ruedas reco-noció a Théodore.

Él la abordó con aire t ranqui-lo, diciendo que debía perdonar-le todo porque era «culpa de labebida».

No supo qué responderle y sintióganas de huir.

Luego él habló de las cosechas yde los notables del municipio, por-que su padre hab ía de jadoColleville para irse a la finca deÉcots, de modo que ahora eran ve-cinos. «¡Ah!», dijo ella. Él añadióque querían casarle. Pero no teníaprisa y esperaba a una mujer quefuera de su gusto. Ella agachó la ca-beza. Entonces él le preguntó sipensaba [25] en el matrimonio.Sonriendo, ella contestó que esta-

II

Había tenido, como cualquierotra, su historia de amor.

Su padre, albañil, había muertoal caer de un andamio. Despuésmurió su madre, sus hermanas sedispersaron, un granjero la re-cogió y la puso muy pequeñitaa guardar vacas en el campo.Tiritaba de frío bajo sus harapos,bebía boca abajo el agua de losc h a r c o s , ____ ______ ___ ____________ le pegaban por nada, yfinalmente la echaron por un robode treinta sueldos, que no había co-metido. Entró en otra granja y lle-gó a moza de corral, y, como gus-taba a los patronos, sus compañe-ros tenían celos de ella.

Una noche del mes de agosto (teníaentonces dieciocho años) la llevaron ala verbena de Coleville. Enseguida sequedó embobada, pasmada por el albo-roto de los violinistas de pueblo, las lucesen los árboles, las ropas abigarradas, losencajes, las cruces de oro, aquellacantidad de gente saltando a la vez.Ella se mantenía apartada modesta-mente cuando un joven, que’ pare-cía acomodado y que fumaba supipa, con los codos apoyados sobreel timón de una carreta, vino a in-vitarla a bailar, le pagó una sidra,café, torta, un pañuelo, e, imaginán-dose que ella lo adivinaba, le pro-puso acompañarla. A la orilla de uncampo de avena, la tiró brutalmen-te. Ella tuvo miedo y empezó a gri-tar. Él se alejó.

Otra tarde, en la carretera deBeaumont, quiso adelantar a unagran carreta de heno que avanzabalentamente, y rozando las ruedas,reconoció a Teodoro.

Él la abordó con aire tranquilo,diciéndole que había que perdonar-le todo, pues lo que había hecho eraefecto de la bebida.

Ella no supo qué responderle ytenía ganas de escapar.

Enseguida, él habló de las cose-chas y de los notables del munici-pio, pues su padre había abandona-do Colleville por la granja de losÉcots, de suerte que ahora eran ve-cinos. «¡Ah!», dijo ella. Añadió quedeseaban casarlo . Por lo demás,él no [27] tenía prisa y espera-ría una mujer a su gusto. Ellabajó la cabeza. Entonces él lepreguntó si pensaba en el matri-monio. Ella respondió que esta-

haillon 1. Vieux lambeau d'étoffe servantde vêtement

frôler 1. (1670). Toucher légèrement englissant, en passant. 2. (1877, Flaubert). Parext. Passer très près de, en touchant presque

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Como cualquier otra, había tenidosu historia de amor.

S u p a d r e , a l b a ñ i l , s e h a b í amatado al caer de un andamio.Luego murió su madre, sus herma-nas se dispersaron, a ella la recogióun granjero, y la empleó desde muypequeña cuidando las vacas en el cam-po. Ella tiritaba bajo unos harapos,bebía tumbada en el suelo el aguade las charcas , le pegaban porcualquier nadería , y al final laecharon por un robo de t re in tacéntimos que no había cometido.E n tró en ot ra granja , la hicieronencargada del corral y, como lesgustaba a los patrones, sus com-pañeros la envidiaban.

Una noche del mes de agosto (en-tonces tenía dieciocho años) la lleva-ron a la feria de Colleville. De pron-to se sintió confundida, estupefactapor el ruido de los violines, las lucesen los árboles, lo recargado de los tra-jes, las lentejuelas, las cruces de oro,toda aquella cantidad de gente saltan-do a la vez. Ella estaba un poco aleja-da, modestamente, cuando un joven de[26] apariencia acomodada que fuma-ba en pipa con los codos apoyados enel volante de un volquete la invitó abailar. La invitó a sidra, a café, abizcocho, le compró un pañuelo, e ima-ginándose que ella se lo esperaba, seofreció a llevarla a casa. En el bordede un campo de avena, la derribó conbrutalidad. Ella tuvo miedo y se pusoa gritar. Él se alejó.

Otra noche, en el camino deBeaumont, quiso adelantar a un grancarro de heno que avanzaba con lenti-tud y al rozarle las ruedas, reconocióa Théodore.

Él se dirigió a ella tranquila-mente, diciendo que tenía que per-donárselo, ya que era «culpa de labebida».

Ella no supo qué contestar y sin-tió ganas de huir.

Luego él habló de las cosechas yde los notables del municipio, puessu padre había dejado Colleville porla granja de los Écots, de maneraque ahora resultaban ser vecinos.«¡Ah!», dijo ella. Él añadió quequerían que se estableciera. Aun-que él no tenía ninguna prisa, y es-peraba hasta encontrar a una mujerde su gusto. Ella bajó la cabeza. En-tonces le preguntó si ella pensabaen el matrimonio. Ella respondió

CHAPTER II

Like every other woman, she hadhad an affair of the heart.

Her father, who was a mason, waskilled by falling from a scaffolding. Thenher mother died and her sisters wenttheir different ways; a farmer tookher in, and while she was quitesmall, let her keep cows in the fields.She was clad in miserable rags,b e a t e n f o r t h e s l i g h t e s to f f e n c e a n d f i n a l l yd i s m i s s e d f o r a t h e f to f t h i r t y s o u s w h i c h s h e d i dn o t c o m m i t . She took se rv iceo n a n o t h e r f a r m w h e r e s h etended the poul try ; and as shewas well thought of by her master, herfellow-workers soon grew jealous.

One evening in August (she was theneighteen years old), they persuaded herto accompany them to the fair atColleville. She was immediately dazzledby the noise ______ ______, the lightsin the trees, the brightness of thedresses, the laces and gold crosses,and the crowd of people all hoppingat the same time. She was standingmodestly at a distance, when presentlya young man of well-to-do appear-ance, who had been leaning on thepole of a wagon and smoking his pipe, ap-proached her, and asked her for a dance. Hetreated her to cider and cake, bought her a silkshawl, and then, thinking she had guessedhis purpose, offered to see her home. Whenthey came to the end of a field _____ hethrew her down brutally. But she grew fright-ened and screamed, and he walked off.

One evening, on the road lead-ing to Beaumont, she came upon awagon loaded with hay, and when sheovertook it _______, she recognisedTheodore.

He greeted her calmly, and asked herto forget what had happened betweenthem, as it “was all the fault of thedrink.”

She did not know what to reply andwished to run away.

Presently he began to speak of theharvest and of the notables of thevillage; his father had left Collevilleand bought the farm of Les Ecots, sothat now they would be neighbours.“Ah!” she exclaimed. He then added that hisparents were looking around for a wife for him,but that he, himself, was not so anxious andpreferred to wait for a girl who suitedhim. She hung her head. He then askedher whether she had ever thought ofmarrying. She replied, smilingly, that it

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Había tenido, como cualquierotra, su historia de amor.

Su padre, un albañil, se habíamatado al caer de un andamio.Luego murió su madre, sus herma-nas se dispersaron, la recogió unlabrador y la puso de muy peque-ña a guardar las vacas en el cam-po. Tiritaba vestida de harapos ,beb ía , tumbada boca aba jo , e lagua de los charcos, le pegabanpor la menor cosa y acabaronechándola por un robo de treintasueldos que no había cometido.Entró en otra alquería, llegó enella a moza de corral y, comodaba gusto a los amos, los com-pañeros de faena le tenían envidia.

Una tarde del mes de agosto (te-nía entonces dieciocho años) la lle-varon a la romería de Colleville. Sequedó pasmada, estupefacta por elestruendo de los rascatripas, las lucesen los árboles, la variedad abigarrada delos trajes, los encajes, las crucesde oro, aquella masa de gente sal-tando todos a la vez. Se manteníaapartada modestamente, cuandoun mozo muy atildado, y que fu-maba en pipa apoyado de codos enla barra de un toldo, se acercó a in-vitarla a bailar. La convidó a sidra, acafé, a galletas, le regaló un pañuelo, y,creyendo que la moza le correspondía,se ofreció a acompañarla. A la orilla deun campo de avena, la tumbó brutalmen-te. Felicidad se asustó y empezó a gritar.El mozo escapó.

Otra tarde, en la carretera deBeaumont, Felicidad quiso adelantara un gran carro de hierba que iba muydespacio, y, ya rozando las ruedas, re-conoció a Teodoro.

El mozo la abordó tranquila-mente, diciendo que tenía que per-donarle, porque era «culpa de labebida».

Felicidad no supo qué contestar yestuvo por echar a correr.

En seguida, Teodoro habló delas cosechas y de los notables delmunicipio, pues su padre se habíaido de Colleville a la finca de LesÉcots, de modo que ahora eran ve-cinos. «¡Ah!», exclamó la mucha-cha. El mozo añadió que deseabancasarle. Pero él no tenía prisa yesperaba una mujer que le gustara.Felicidad bajó la cabeza. Teodorole preguntó si pensaba casarse.Respondió ella, sonriendo, que es-

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que c’était mal - de se moquer.«Mais non, je vous jure!» et du brasgauche il lui entoura la taille. Ellemarchait soutenue par son étreinte;i ls se ralentirent . Le vent étai tm o u , l e s é t o i l e s b r i l l a i e n t ,l ’énorme charretée de foin os-cillait devant eux, et les quatrechevaux, en traînant leurs pas,soulevaient de la poussière. Puis,sans commandement, ils tournèrentà droite. Il l’embrasse encore une fois;elle disparut dans l’ombre.

Théodore, la semaine suivante, enobtint des rendez-vous.

Ils se rencontraient au fond descours, derrière un mur, sous un arbreisolé. Elle n’était pas innocente à lamanière des demoiselles, les animauxl’avaient instruite. Mais la raison etl’instinct de l’honneur l’empêchè-rent de faillir. C e t t e r é s i s t a n c ee x a s p é r a l ’ a m o u r d e T h é o -d o r e , s i b i e n q u e p o u r l e s a -t i s f a i r e ( o u n a ï v e m e n t p e u t -ê t r e ) i l p r o p o s a d e l ’ é p o u s e r.E l l e h é s i t a i t à l e c r o i r e . I l f i td e g r a n d s s e r m e n t s .

Bientôt il avoua quelque chosede fâcheux. Ses parents, l’annéedernière, lui avaient acheté unhomme. Mais d’un jour à l ’au t reon pouvai t l e reprendre ; l ’ idéed e s e r v i r l ’ e f f r a y a i t ; c e t t ecouardise fut pour Félicité unepreuve de tendresse. La sienne enredoubla. Elle s’échappait la nuit,et parvenue au rendez-vous, Théo-dore la torturait avec ses inquié-tudes et ses instances.

Enf in , i l annonça qu’ i l i ra i tlui-même à la Préfecture prendredes informations, et les apporte-r a i t d imanche p rocha in , en t r eonze heures et minuit.

Le moment arrivé, elle courut versl’amoureux.

A sa place, elle trouva un de sesamis.

Il lui apprit qu’elle ne devait plusle revoir. Pour se garantir de la cons-cription, Théodore avait épousé unevieille femme très riche, MmeLehoussais, de Toucques.

Ce fut un chagrin désordonné. Ellese jeta par terre, poussa des cris, ap-pela le Bon Dieu et gémit toute seuledans la campagne jusqu’au soleil le-vant. Puis, elle revint à la ferme, dé-clara son intention d’en partir; - et, aubout du mois, ayant reçu ses comp-

faillir: céder.

exaspéra: rendit plus vif.

lui avaient acheté un homme: avaientpayé un remplaçant poûr le servicemil i taire. C e t t e p ra t i que é ta i tcourante.

couardise : lâcheté.

instances : d e m a n d e s i n s i s t a n t e s ,pressantes.

ba mal burlarse. «¡No, no me bur-lo, se lo juro! », y con el brazo iz-quierdo le rodeó la cintura. Ellacaminaba sostenida por aquel abra-zo; moderaron el paso. La brisa erablanda, las estrellas brillaban y de-lante de ellos oscilaba la enormecarretada de heno; al arrastrar suspasos, los cuatro caballos levanta-ban polvo. Luego, s i n q u e s e l om a n d a r a n , t o r c i e r o n a l ad erecha. Él la besó una vez más;ella desapareció en la sombra.

Desde la semana siguiente,Théodore obtuvo citas.

Se encontraban al fondo de lospatios, detrás de una tapia, bajo unárbol solitario. Ella no era inocen-te como lo son las señoritas, losanimales la habían enseñado, perola razón y el instinto del honor leimpidieron caer . Esa res i s tenc iaexaspe ró e l amor de Théodore ,has t a e l pun to de que , pa ra s a -t i s f ace r lo (o t a l vez ingenua -m e n t e ) , l e p r o p u s o c a s a r s e .El la dudaba en creer le . Él hizograndes juramentos .

No tardó en confesar una cosad e s a g r a d a b l e : e l a ñ o a n t e r i o rsus padres le habían compradoun sustituto (6); pero cualquierdía podrían l lamarle; la idea delservic io lo espantaba. Aquel lacobardía fue para Fél ic i té unaprueba de ternura; la suya au-mentó. Se escapaba por la nochey, l legada a la c i ta , Théodore lator turaba con sus inquietudes ysu instancias .

Terminó anunciándole que él mis-mo iría a la Prefectura para enterarsede las gestiones que debía hacer, y aldomingo siguiente, entre las once y lasdoce de la noche, se lo contaría.[26]

Llegado el momento, ella voló ha-cia el enamorado.

En su lugar, encontró a uno de susamigos.

Éste le hizo saber que no iba a vol-ver a verle. Para librarse del servi-cio, Théodore se había casado con unavieja muy rica, la señora Lehoussais,de Toucques.

Fue un dolor desordenado. Setiró al suelo, gritó, invocó a Diosy gimió completamente sola en elcampo hasta el amanecer. Luegoregresó a la granja, anunció su in-tención de marcharse y, al cabo deun mes, tras recibir su cuenta, me-

6. La leva de reclutas se hacía principalmentepor sorteo y sólo cumplían el servicio militarlos que sacaban «mal número». Pero po-dían pagarse un sustituto. Este sistema derecluta desapareció en Francia en 1905.

ba mal burlarse de ella.«¡Que no, se lo juro!», y le ciñó lacintura con el brazo derecho;________ ________________ _________ acortaron el paso. El vien-to era suave, br i l laban las estre-l las, la enorme carreta de heno os-ci laba delante de el los; y los cua-t ro cabal los , ar ras t rando sus pa-t a s , l evan taban po lvo . Después ,s in mandarlo , se volv ieron a lad e r e c h a . É l l a a b r a z ó o t r a v e z .El la desapareció en la sombra.

La semana siguiente, Teodoroconsiguió citarse con ella.

Se encontraban en el fondo de loscorrales, detrás de una pared, bajoun árbol aislado. Ella no era inocen-te como las señoritas —los anima-les la habían instruido—; pero larazón y el instinto del honor leimpedían ceder . Esta resistenciaavivó el amor de Teodoro, demodo que para satisfacerlo (oingenuamente tal vez) le propu-so matr imonio. El la ponía enduda su p romesa . E l l e h izograndes juramentos.

P r o n t o c o n f e s ó a l g o e n o -j o s o : e l a ñ o p a s a d o , s u s p a -d r e s , l e h a b í a n p a g a d o u nsustituto (4) para hacer el servicio mili-tar; pero de un día para otro podrían volvera llamarlo; la idea de servir le daba miedo.Esta cobardía fue para Félicité unaprueba de ternura; la de él aumen-tó. Ella se escapaba de noche, y,al llegar a la cita, Teodoro la tor-turaba con sus preocupaciones ysus insistencias .

Por fin, anunció que él mismo iríaa la Prefectura a pedir informacióny la traería el domingo siguiente,entre las once y las doce de la no-che.

Llegada la hora, ella corrió enbusca de su enamorado.

En su lugar, encontró a uno de susamigos.

Le dijo que ella no debía volver averlo. Para librarse del servicio,Teodoro se había casado con una vie-ja mujer muy rica, la Sra.Lehoussais, de Toucques.

Ella tuvo un gran disgusto. Setiró al suelo, dio gritos, invocó aDios, y estuvo lamentándose sola enel campo hasta el amanecer. Des-pués volvió a la granja, declaró su in-tención de [28] marcharse de allí; y,al cabo del mes, después de recibir

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4 En la época, los reclutas que no querían hacer el servicio militarpodían buscarse un sustituto, al que pagaban una suma conveni-da. Los casados estaban exentos del servicio militar.

DÉSORDONNÉ 1. (1538). Qui est en désordre; où ily a du désordre*. 2. (XIVe, attestation isolée; fin XIXe).Cour. Qui manque d'ordre, ne range pas ses affaires.3. Littér. Qui n'est pas conforme à la règle, à la morale,au bon ordre (tel qu'il est défini par le groupe social àun moment donné).

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que estaba mal burlarse de la gen-te. « ¡No, se lo juro!» Y con el bra-zo izquierdo le rodeó la cintura; ellacaminaba sujeta por su abrazo; em-pezaron a caminar más despacio. So-plaba un viento ligero, las estrellas bri-llaban, la enorme carreta de henooscilaba ante ellos; y los cuatro ca-ballos, arrastrando los pasos, ibanlevantando polvo. [27] Luego, sinrumbo, giraron a la derecha. Él labesó otra vez. Ella desapareció enla sombra.

La semana siguiente, Théodore con-siguió citarse con ella varias veces.

Se encontraban al fondo de los pa-tios, tras un muro, bajo un árbol ais-lado. Ella no era inocente a la mane-ra de las señoritas: los animales lahabían instruido; pero la razón y elinstinto del honor impidieron quesucumbiera. Aquella resistenciaexasperó el amor de Théodore hastatal punto que, para satisfacerlo (o deun modo ingenuo, quizá), le hizo unaproposición de matrimonio. Ella du-daba en creérselo. Él le hizo unosjuramentos tremendos.

Pronto confesó algo que resul-taba molesto: sus padres, el añoanterior, le habían comprado unhombreo (4); pero de un momento aotro podían volver a quitárselo; la ideade tener que servir le asustaba. Aquellamuestra de cobardía fue, para Félicité,una prueba de cariño: el suyo por él semultiplicó. Se escapaba de noche y, unavez en el lugar de la cita, Théodore latorturaba con sus preocupaciones y susinsistentes peticiones.

Por fin anunció que él mismo iríaa la Prefectura a [28] informarse y lecontaría el resultado de sus pesquisasel domingo siguiente, entre las once ylas doce de la noche.

Cuando llegó el momento, ella co-rrió hacia su enamorado.

En su lugar se encontró a uno desus amigos.

Éste le dijo que no______ volve-ría a verle. Para asegurarse de no serreclutado, Théodore se había casadocon una anciana muy rica, la señoraLehoussais, de Toucques.

Aquello supuso para ella una pena incontrolable.S e e c h ó a l s u e l o , e m p e z ó ag r i t a r , a p e l ó a D i o s , y g i m i ós o l a e n e l c a m p o h a s t a e la m a n e c e r. Luego volvió a la gran-ja, declaró su intención de partir; y, alcabo de un mes, después de haber re-

was wrong of him to make fun of her.“Oh! no, I am in earnest,” he said, andput his left arm around her waist_____ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _whi le they sauntered a long. Theair was soft, the stars were bright,an d t h e h u g e l o a d o f h a yo s cillated in front of them, drawnby four horses whose ponderoushoofs raised clouds of dust. Withouta word from their driver they turnedto the right. He kissed her again andshe went home _______ .

The fo l lowing week , Theodoreob ta ined mee t ings .

T h e y m e t i n y a r d s , b e h i n dwalls or under isolated trees. Shewas not ignorant, as girls of well-to-do families are—for the ani-mals had instructed her;—but herreason and her instinct of honourkept her from falling . Her resis-t a n c e e x a s p e r a t e d T h e o d o r e ’slove and so in order to satisfy it(or perchance ingenuously), heoffered to marry her. She wouldnot bel ieve him at f i rs t , so hemade solemn promises .

But, in a short time he mentioneda difficulty; the previous yea r,h i s p a r e n t s h a d p u r c h a s e d asubstitute for him; but any day hemight be drafted and the prospectof serving in the army alarmed himgreatly. To Felicite his cowardiceappeared a proof of his love forher, and her devotion to him grewstronger. When she met him, hewould torture her with his fearsand his entreaties .

At last, he announced that he was go-ing to the prefect himself for informa-tion, and would let her know every-thing on the following Sunday, be-tween eleven o’clock and midnight.

When the time grew near, she ranto meet her lover.

But instead of Theodore, one of hisfriends was at the meeting-place.

He informed her that she would never seeher sweetheart again; for, in order to escape theconscript ion, he had married ar i c h o l d w o m a n , M a d a m eLehoussais, of Toucques.

The poor girl’s sorrow was frightful.She threw herself on the ground, shecried and called on the Lord, and wan-dered around desolately until sunrise.Then she went back to the farm, de-clared her intention of leaving, and atthe end of the month, after she had re-

(4) El sistema de reclutamiento por sor-teo se aplicó en Francia entre 1688 y1905. Los que tenían mala suerte y eranllamados a filas podían «comprar un hom-bre» que servía como «sustituto».

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[ debería ]

taba mal burlarse. «No, no, ¡te lojuro!», y con el brazo izquierdo lerodeó la cintura; la muchacha an-daba sostenida por aquel abrazo;a c o r t a r o n e l p a s o . E l v i e n t oe r a s u a v e , b r i l l a b a n l a s e s -t r e l l a s , osci laba ante e l los laenorme ca r r e t ada ; y l o s cua t rocaba l lo s , a r r a s t r ando lo s ca s -cos , l evan taban polvo. Después,s in que se lo mandaran, doblaron ala derecha. Él la besó otra vez. Ella seperdió en la oscuridad.

A la semana siguiente, Teodoro lle-gó a obtener citas.

Se encontraban en el fondo de lospatios, detrás de una pared, debajode un árbol solitario. Felicidad noera inocente como las señoritas —los animales le habían enseñado—;pero la razón y el instinto de la hon-ra le impidieron caer. Esta resisten-cia exasperó el amor de Teodoro,hasta el punto que para satisfacerlo(o quizá inocentemente) le propusocasarse con ella. Felicidad no aca-baba de creerlo. Teodoro le hizograndes juramentos.

Al poco t iempo confesó unacosa desagradable: el año ante-rior, sus padres le habían compra-do un sustituto , pero cualquierdía podrían volver a llamarle; laidea de ir al servicio le espanta-ba. Esta cobardía fue para Feli-cidad una prueba de cariño; elsuyo se duplicó. Se escapaba porla noche, y a l l legar a la c i ta ,Teodoro la torturaba con sus aca-loramientos y su porfía .

Finalmente, le anunció que iríaél mismo a la prefectura a ente-rarse y le diría el resultado el do-mingo s igu ien te , en t re once ydoce de la noche.

Llegado el momento, Felicidadcorrió al encuentro del novio.

En su lugar encontró a un ami-go de Teodoro.

El amigo le dijo que no debíavolver a verle. Para librarse delservicio, Teodoro se había casadocon una vieja muy rica, madameLehoussais, de Toucques.

Fue un dolor desmesurado . Setiró al suelo, rompió a gritar, in-vocó a Dios, y estuvo gimiendocompletamente sola en medio delcampo hasta el amanecer. Despuésvolvió a la alquería, dijo que pen-saba marcharse, y, pasado un mes,

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Flaubert's Un coeur tr. de Mauro Armiño tr. de Germán Palacios

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tes, elle enferma tout son petit bagagedans un mouchoir, et se rendit à Pont-l’Evêque.

Devant l’auberge, elle questionnaune bourgeoise en capeline de veuve,et qui précisément cherchait une cuisi-nière. La jeune fille ne savait pasgrand’chose, mais paraissait avoir tantde bonne volonté et si peu d’exigencesque Madame Aubain finit par dire :

« - Soit, je vous accepte!»

Félicité, un quart d’heure après,était installée chez elle.

D’abord, elle y vécut dans une sortede tremblement, que lui causaient «legenre de la maison» et le souvenir de«Monsieur», planant sur tout! Paul etVirginie, l’un âgé de sept an, l’autrede quatre à peine, lui semblaient for-més d’une matière précieuse; elle lesportait sur son dos comme un cheval;et Madame Aubain lui défendit de lesbaiser à chaque minute, ce qui la mor-tifia. - Cependant elle se trouvait heu-reuse. La douceur du milieu avaitfondu sa tristesses.

Tous les jeudis, des habitués ve-naient faire une partie de boston .Félicité préparait d’avance, les car-tes et les chaufferettes. Ils arri-vaient à huit heures bien juste, et se re-tiraient avant le coup de onze.

C h a q u e l u n d i m a t i n , l ebrocanteur qui logeait sous l’al-l é e é t a l a i t p a r t e r r e s e s f e r -ra i l les . Puis la v i l le se rempl is-s a i t d ’ u n b o u r d o n n e m e n t d ev o i x , o ù s e m ê l a i e n t d e sh ennissements de chevaux, desbêlements d’agneaux , des gro-gnements de cochon, avec le bruitsec des carrioles d a n s l a r u e .Vers midi au plus fort du marché,on voyait paraître sur le seuil unvieux paysan de haute taille, la cas-quette en arrière, le nez crochu, etqui étai t Robelin le fermier deGeffosses. Peu de temps après, c’étaitLiébard, le fermier. de Toucques,petit, rouge, obèse, portant uneveste grise et des houseaux armésd’éperons.

Tous deux offraient à leur proprié-taire des poules ou des fromages. Fé-l i c i t é i n v a r i a b l e m e n t d é j o u a i tleurs astuces ; et ils s’en allaient,pleins de considération pour elle.

A des époques indéterminéesMme Aubain recevait la visite dumarquis de Gremanville un de sesoncles, ruiné par la crapule et vi-

capeline,: chapeau de femme à largesbords.

maigri beaucoup, devenu tendre,abaissé, disminuido

boston : ancien jeu de cartes, ancêtredu bridge.

chaufferet tes : bo î tes méta l l iquesperforées où l’on mettait de la braisepour se chauffer les pieds.

houseaux : hautes guêtres de cuir.

crapule: ivrognerie, débauche.

tió todos sus pequeños enseres enuna pañoleta y se dirigió a Pont-l’Évêque.

Delante de la posada preguntó auna burguesa con capellina de viuday que precisamente buscaba una coci-nera. La joven no sabía demasiado,pero parecía tener buena voluntad yexigencias tan escasas que la señoraAubain terminó por decir:

«Bueno, la acepto».

Un cuarto de hora después Félicitése hallaba instalada en la casa.

Al principio, vivió en ella con unaespecie de temblor, causado por «laclase de la casa» y el recuerdo del «se-ñor» planeando sobre todo. Paul yVirginie (7), de siete años el uno yapenas cuatro la otra, le parecían he-chos de una materia preciosa; los lle-vaba a horcajadas como un caballo yla señora Aubain hubo de prohibirlebesarlos a cada momento, cosa que lamortificó. Sin embargo, se sentía fe-liz. La tranquilidad del ambiente ha-bía derretido su tristeza.

Los jueves, los amigos de la casa ibana jugar una partida [27] de boston.Félicité preparaba antes las cartas ylas estufillas. Llegaban a las ocho enpunto, y se retiraban antes de dar lasonce.

Los lunes por la mañana, e lchamari lero* que v iv ía deba jod e l a a l a m e d a e x t e n d í a e n e lsue lo sus h ie r ros v ie jos . Luegoel pueblo se l lenaba de un zum-b i d o d e v o c e s , e n e l q u e s emezc laban re l inchos de caba-l los , ba l idos de corderos y gru-ñidos de cerdo al ruido seco de lasc a r r e t a s en la calle. Hacia mediodía,cuando el mercado estaba en su apogeo, seveía aparecer en el umbral a un campesinoviejo de elevada estatura, la boina echadahacia atrás, la nariz ganchuda, y que eraRobelin, el colono de Geffosses. Pocodespués llegaba Liébard, el gran j e -r o de Toucques , pequeño, colo-rado y o b e s o , c o n u n a c h a q u e -t a g r i s y p o la inas a rmadas deespue las.

A m b o s r e g a l a b a n a s u c a s e -r a g a l l i n a s o q u e s o s . F é l i c i t éd e s b a r a t a b a i n v a r i a b l e m e n t esus marrullerías, y ellos se iban lle-nos de consideración hacia Félicité.

En épocas indeterminadas la se-ñora Aubain recibía la visita delmarqués de Gremanville (8), tíosuyo arruinado por la crápula, que

7. Se acepta comúnmente que la des-cripción de la infancia de Paul y Virginie-nombres derivados del cliché románti-co de la novela de Bernardin deSaint-Pierre Paul et Virginie, lectura deEmma Bovary- sigue de cerca la propiainfancia del escritor y de su hermanaCaroline, nacida en 1824; tres años másjoven que él, moriría de parto en 1846.

8. Con el nombre apenas modificado, el re-trato que aquí hace Flaubert corresponde asu tío abuelo Charles-François Fouet deCrémanville.

su salario, recogió todo su hatillo enun pañuelo, y se dirigió a Pont-l’Évêque.

Delante de la posada interrogó auna burguesa con capellina de viu-da, que precisamente buscaba unacocinera. La joven no sabía grancosa, pero parecía tener tanta buenavoluntad y tan pocas exigencias, quela Sra. Aubain acabó diciéndole:

—¡Bien, la acepto!

Un cuarto de hora después,Félicité estaba instalada en casa dela Sra. Aubain.

Al principio vivió allí en una es-pecie de temblor causado por «el tipode casa» y el recuerdo del «señor»,que lo llenaba todo. Pablo y Virgi-nia, el uno de siete años y la otra deapenas cuatro (5), le parecían hechosde una materia preciosa; los llevabaa caballito, y la Sra. Aubain le pro-hibía besarlos a cada minuto, lo cualla mortificaba. Sin embargo, se sen-tía feliz. La tranquilidad del ambien-te había acabado con su tristeza.

Todos los jueves los contertulios ve-nían a jugar una partida de cartas.Félicité preparaba previamente lascartas y los calientapiés. Llegabana las ocho en punto, y se retirabanantes de dar las once.

Todas las mañanas de lunes, elchamarilero que se instalaba enla alameda extendía en el sue-lo su chatarra . Después la c iu-dad se l lenaba de un murmullode voces, en el que se mezcla-ban rel inchos de cabal los , ba-l idos de corderos, gruñidos decerdos, con el ruido ______ decarricoches en la calle. Hacia mediodía,en lo más fuerte del mercado, se veía apa-recer en el umbral a un viejo campesinode gran estatura, con la gorra de viseraechada hacia atrás, la nariz corva; eraRobelin, el granjero de Geffosses.Poco tiempo después llegabaLiébard, el granjero de Toucques,pequeño, rojo, obeso, que llevabauna chaqueta gris y polainas arma-das de espuelas.

A m b o s o f r e c í a n a s u a m ag a l l i n a s o q u e s o s . F é l i c i t éi n m u t a b l e d e s b a r a t a b asus astucias; y el los se iban,teniéndola en gran estima. [29]

En épocas indeterminadas, laSra. Aubain recibía la visita delmarqués de Gremanv i l l e , t í osuyo, _______________ ___ q u e5 Las edades de Pablo y Virginia coinciden conlas de Gustave y Caroline, nacidos, respectiva-mente, en 1821 y 1824.

XXcapellina 1. f. Pieza de la armadura que cu-bría la parte superior de la cabeza.2. Capucho usado por la gente del campopara resguardarse del agua y del aire frío.3. fig. Soldado de a caballo armado decapellina.

brocanter 1. V. intr. Faire commerce d'objetsanciens et de curiosités qu'on achèted'occasion pour la revente. 2. V. tr. Vendre(des objets achetés d'occasion) en tant quebrocanteurchamarilero * Persona que se dedica a com-prar y vender objetos de lance y trastos vie-jos.

carriole Petite charrette campagnarde,recouverte d'une bâche, souventgrossièrement suspendue

marrullería Astucia con que, halagando auno, se pretende alucinarlo.

crápula 1. f. Embriaguez o borrachera.2. fig. Disipación, libertinaje.3. m. Hombrede vida licenciosa.

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cibido lo que le debían, hizo un hati-llo con sus escasas pertenencias y sefue a Pont-l’Évêque.

Delante de la posada, preguntó auna burguesa con capellina de viuda,que precisamente buscaba una coci-nera. La muchacha no sabía gran cosa,pero parecía tener tanta buena volun-tad y tan pocas exigencias que la se-ñora Aubain terminó por decir:

—¡De acuerdo, la acepto!

Un cuarto de hora después, Félicitéestaba instalada en la casa.

Primero, vivió en una especie detemblor provocado por «el tipo decasa» y el recuerdo «del señor», ¡pla-neando sobre todas las cosas! Paul yVirginie, de siete y [29] casi cuatroaños respectivamente, le parecían for-mados de una materia preciosa; lesllevaba a la espalda, a caballo, y laseñora Aubain le prohibió que les be-sara a cada momento, lo que la hizosufrir muchísimo. Sin embargo, erafeliz. La dulzura del medio habíafundido su tristeza.

Todos los jueves iban los mismosinvitados a jugar una partida de boston.Félicité preparaba con antelación lascartas y los calientapiés. Llegaban alas ocho en punto, y se retiraban an-tes de dar las once.

Todos los lunes por la mañanael chamarilero que vivía en lagalería esparcía su chatarra por elsuelo. Luego la ciudad se llena-ba de un murmullo de voces enel que se mezclaban los relinchos_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ , b a l i d o s ___________ y g r u ñ i d o s d ec e r d o s c o n e l r u i d o s e c o d e l o scarricoches que pasaban por la ca-lle. Hacia el mediodía, en el punto álgidodel mercado, se veía aparecer en el umbrala un viejo campesino de alta estatura, conla gorra hacia atrás y la nariz corva:era Robelin, el granjero de Geffosses.Poco tiem p o d e s p u é s l l e g a b aL i é b a r d , e l g r a n j e r o d eToucques , ba j i t o , ro jo , obeso ,con una chaqueta gris y polainasguarnecidas de espuelas.

Los dos regalaban a su propie-taria gallinas o quesos. No habíavez que Félicité no desenmascarasesus argucias; y ellos se iban llenos deconsideración hacia ella.

En épocas indeterminadas, la seño-ra Aubain recibía [30] la visita delmarqués de Gremanville, un tío suyoarruinado por su vida de crápula, que

ceived her wages, she packed all herbelongings in a handkerchief andstarted for Pont-l’Eveque.

In front of the inn, she met a womanwearing widow’s weeds, and uponquestioning her, learned that she waslooking for a cook. The girl did notknow very much, but appeared so will-ing and so modest in her requirements,that Madame Aubain finally said:

“Very well, I will give you a trial.”

And half an hour later Felicitewas installed in her house.

At first she lived in a constant anxi-ety that was caused by “the style of thehousehold” and the memory of “Mon-sieur,” that hovered over everything.Paul and Virginia, the one aged seven,and the other barely four, seemed madeof some precious material; she carriedthem pig-a-back, and was greatly mor-tified when Madame Aubain forbadeher to kiss them every other minute.But in spite of all this, she was happy.The comfort of her new surroundingshad obliterated her sadness.

Every Thursday, friends of MadameAubain dropped in for a game of cards,and it was Felicite’s duty to preparethe table and heat the foot-warmers.They arrived at exactly eight o’clockand departed before eleven.

Every Monday morning, thedealer in second-hand goods, wholived under the alley-way, spread outhis wares on the sidewalk. Thenthe city would be fi l led with abuzzing of voices in which theneighing o f h o r s e s , t h e b l e a t -i n g of lambs, the grunting of pigs,could be distinguished, mingled withthe sharp sound of wheels on thecobble- stones. About twelve o’clock,when the market was in full swing,there appeared at the front door a tall,middle-aged peasant, with a hooked noseand a cap on the back of his head; itwas Robelin, the farmer of Geffosses.Shortly afterwards came Liebard, thefarmer of Toucques, short, rotund andruddy, wearing a grey jacket andspurred boots.

Both men brought their land-lady ei ther chickens o r cheese.Felicite would invariably thwarttheir ruses a n d t h e y h e l d h e r i ng r e a t r e s p e c t .

At various times, Madame Aubainreceived a visit from the Marquis deGremanville, one of her uncles, whowas ruined ______ ______ and lived at

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le dieron la cuenta, envolvió todosu equipaje en un pañuelo y se fuea Pont-l’Évêque.

Delante de la posada, pregun-tó a una señora con toca* de viu-da y que precisamente buscabauna cocinera . La muchacha nosabía gran cosa, pero parecía te-ner tan buena voluntad y tan po-c a s e x i g e n c i a s q u e m a d a m eAubain acabó por decir: «¡Bueno,te tomo!»

A1 cabo de un cuarto de hora,Felicidad estaba instalada en casade madame Aubain.

Al principio vivió como temblandopor la impresión que le causaban «el se-ñorío de la casa» y el recuerdo deMonsieur planeando sobre todo. Pablo yVirginia, el uno de siete años, la otra decuatro no cumplidos, le parecían hechosde una materia preciosa; los cargaba acaballo sobre su espalda, y madameAubain le prohibió besarlos a cada paso,lo que le dolió. Sin embargo, estaba con-tenta. La apacibilidad del medio habíadisipado su tristeza.

Todos los jueves iban unos ami-gos a jugar una partida de boston.Felicidad preparaba de antemanolas cartas y las rejillas. Llegaban alas ocho en punto y se marchabanantes de dar las once.

Todos los lunes por la mañana,el chamarilero que vivía debajode la avenida exponía en el sue-lo sus chatarras. Después la lo-c a l i d a d s e l l e n a b a d e u nrunruneo de voces, en el que semezc laban re l inchos de caba-l los, balidos de corderos, gruñidosde cerdos, con el traqueteo seco delos carros en la calle. A1 mediodía,en lo más animado del mercado, apa-recía en la puerta un viejo campesinode elevada estatura, la gorra echadahacia atrás, la nariz ganchuda : eraRobelin, el colono de Greffosses.A l p o c o t i e m p o l l e g a b aLiébard, el granjero de Toucques,pequeño, gordo, colorado, con cha-queta gris y polainas armadas deespuelas.

L o s d o s t r a í a n a l a m a g a -l l i n a s o q u e s o s . F e l i c i d a dd e s c u b r í a i n v a r i a b l e m e n t es u s marrullerías y el los se iban l le-nos de respeto hacia Fel ic idad.

En épocas indeterminadas ,madame Aubain recibía la visita delmarqués de Gremanville, un tío suyoarruinado por la mala vida y que vivía

Xweeds n. pl. (in full widow’s weeds) archaic deep mourning worn by a widow.* toca 1. f. Prenda de tela con que se cubría lacabeza.2. Prenda de lienzo que, ceñida al rostro, usanlas monjas para cubrir la cabeza, y la llevabanantes las viudas y algunas veces las mujerescasadas.4. Sombrero con ala pequeña, o casquete, queusan las señoras

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vant à Falaise sur le dernier lopinde ses terres. I l se présentait tou-jours à l’heure du déjeuner, avecun affreux caniche dont les pat-tes salissaient tous les meubles.Malgré ses efforts pour paraîtregen t i lhomme jusqu’à sou leverson chapeau chaque fois qu’il di-sa i t : « Feu mon père», l ’habi-tude l ’entraînant i l se versai t àboire coup sur coup e t lâchai td e s g a i l l a r d i s e s . F é l i c i t é l ep o u s s a i t d e h o r s p o l i m e n t -«Vous en avez assez, monsieur deGremanville! A une autre fois!» Etelle refermait la porte.

Elle l’ouvrait avec plaisir de-vant M. Bourais, ancien avoué. Sacravate blanche et sa calvitie, lejabot de sa chemise, son amplere d i n g o t e b r u n e , s a f a ç o n depriser en arrondissant le bras, toutson individu lui produisait ce trou-ble où nous jette le spectacle deshommes extraordinaires.

Comme il gérait les propriétés deMadame, il s’enfermait avec elle pen-dant des heures dans le cabinet de«Monsieur», et craignait toujours dese compromettre, respectait infini-ment la magistrature, avait des préten-tions au latin.

Pour instruire les enfants d’une ma-nière agréable; il leur fit cadeau d’unegéographie en estampes. Elles repré-sentaient différentes scènes du monde,des anthropophages coiffés de plu-mes, un singe enlevant une demoiselle,des Bédouins dans le désert, une ba-leine qu’on harponnait.

Paul donna l’explication de ces gra-vures à Félicité. Ce fut même touteson éducation littéraire.

Celle des enfants était faite parGuyot, un pauvre diable employé à laMairie, fameux pour sa «belle main»,et qui repassait son canif sur sabotte.

Quand le temps était clair, on s’enallait de bonne heure à la ferme deGeffosses.

La cour est en pente, la maison dansle milieu; et la mer au loin apparaîtcomme une tache grise.

Félicité retirait de son cabas destranches de viande froide, et on dé-jeunait dans un appartement faisantsuite à la laiterie. Il était le seul rested’une habitation de plaisance main-tenant disparue. Le papier de la mu-raille en lambeaux tremblait aux

Falaise: ville du Calvados au sud de Caen.

gaillardises: propos libres, plaisanteriesun peu osées.

avoué: homme de loi.

jabot: ornement de dentelle ou de mousse-l ine sur le devant, de la chemise.

priser : renifler une pincée de tabac.

estampes: gravures.

anthropophages: qui mangent de lachair humaine.

bédouins: nomades du désert.

sa belle main : sa belle écriture.

repassait : aiguisait.

vivía en Falaise en el último pedazode sus tierras. Siempre se presen-taba a la hora de comer, con un ho-rroroso caniche cuyas patas ensu-ciaban todos los muebles. Pese asus esfuerzos por parecer un gen-tilhombre, hasta el punto de alzarun poco el sombrero cada vez quedecía «Mi difunta madre», el há-bi to lo dominaba, se servía unvaso tras otro y soltaba palabrass o e c e s . C o n m u c h a c o r t e s í a ,Félicité lo empujaba afuera: «¡Yat iene us ted bas tan te , señor deGremanville! ¡Hasta la próxima!»Y cerraba la puerta.[28]

La abría con gusto ante el señorBourais, antiguo procurador. Sucorbata blanca y su calvicie, lachorrera de la camisa, la amplial e v i t a p a r d a , s u f o r m a d esorber rapé girando el brazo, todasu persona le producía esa turbacióna la que nos lanza el espectáculo delos hombres extraordinarios.

Como administraba las propiedadesde la señora, se encerraba con elladurante horas en el gabinete del«señor», y siempre temía comprome-terse, respetaba hasta el infinito a lamagistratura y tenía pretensionescon el latín.

Para instruir a los niños de ma-nera agradable , les regaló unageografía en láminas que representa-ban diferentes escenas del mundo,antropófagos tocados con plumas, unmono llevándose a una señorita,beduinos en el desierto, una ballenaque era arponeada...

Paul dio la explicación de esos gra-bados a Félicité. Hasta ahí llegó todasu educación literaria.

L a d e l o s n i ñ o s l a d i r i g í aG u y o t , u n p o b r e d i a b l o e m -pleado en la alcaldía, célebre porsu «buena letra», que a f i l aba e lcortaplumas en su bota.

Cuando e l t iempo era c laro ,i b a n t e m p r a n o a l a f i n c a d eGeffosses.

El patio estaba en cuesta, la casaen el medio; y a lo lejos el mar apa-recía como una mancha gris.

Fé l i c i t é s acaba de su capazou n a s l o n c h a s d e c a r n e f r í a ydesayunaban en una case t a pa -sada l a l eche r í a . E ra e l ún icores to de una casa de r ec reo yad e s a p a r e c i d a . E l pape l hechojirones de la pared temblaba con las

v ivía en Falaise, en la última parcelaque conservaba de sus tierras. Siem-pre aparecía a la hora de comer, conun espantoso caniche cuyas patasensuciaban los muebles. A pesarde los esfuerzos por parecer unhidalgo, hasta el punto de des-cubrirse c a d a v e z q u e d e c í a :«El d i fun to de mi padre» , l ac o s t u m b r e l e a r r a s t r a b a , s es ervía un vaso tras otro y solta-ba palabrotas. Entonces Félicité leempujaba finamente afuera: «¡Yatiene usted bastante, Sr. deGremanville! ¡Hasta otra vez!» Yvolvía a cerrar la puerta.

Se la abría con gusto al Sr.Bourais, antiguo procurador. Sucorbata blanca y su calvicie, lapechera de la camisa, su amplialev i t a m a r r ó n , s u m a n e ra detomar rapé curvando el brazo, toda supersona le producía ese desconciertoen que nos sume el espectáculo de loshombres extraordinarios.

Como era el que administrabalas propiedades de la «señora», seencerraba con ella durante horas enel despacho del «señor», y temíasiempre comprometerse, respetabainfinitamente la magistratura, y pre-sumía de saber latín.

Para instruir a los niños demodo agradable, les regaló unageografía en láminas. Represen-taban distintas escenas del mundo,antropófagos tocados de plumas, unmono raptando a una señorita,beduinos en el desierto, una ballenaa la que arponaban, etc.

Pablo le daba explicaciones de estos gra-bados a Félicité, quien, por otra parte, no tuvootra educación literaria.

La de los niños estaba a car-go de Guyot, un pobre diablo em-pleado en el Ayuntamiento, famo-so por su buena letra, y que afilabael cortaplumas en su bota.

Cuando el tiempo estaba claro, seiban temprano a la granja deGeffosses.

El patio está en cuesta, la casa enel medio; y a lo lejos, el mar aparececomo una mancha gris.

Félicité sacaba de su capachotajadas de carne fría, y comían enuna habitación contigua a la leche-ría. Era lo único que quedaba de unahabitación de recreo, ahora desapa-recida. El empapelado de la pared,hecho trizas, temblaba con las co-

gérer 1. (1671). Dr. Administrer (les intérêts,les affaires d'un autre). 2. (1764, Voltaire).Cour. Administrer (ses propres affaires)

canif 1. Petit couteau de poche à une ouplusieurs lames *(cit. 4) qui se replientdans le manche

lambeau 1. (1480). Morceau* d'une étoffedéchirée. 2. Par anal. Morceau (de chair, depapier...) arraché*. 3. Fragment, partiedétachée (d'un tout)

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vivía en Falaise, en la última parcelade tierra que le quedaba. Se presen-taba siempre a la hora de comer, conun caniche espantoso que, con laspatas, iba manchando todos losmuebles. Pese a sus esfuerzos porparecer noble (hasta el punto dequitarse el sombrero cada vez quedecía: «Mi difunto padre») , ven-c ido por la cos tumbre , se ser -v ía bebida s in parar y so l tabaocurrencias demasiado atrevidas. Félicitéle echaba fuera con mucha corrección.«¡Ya t iene suficiente, señor deGremanville! ¡Hasta la próxima!» Ycerraba la puerta.

La abría con gusto ante el señorBourais, un antiguo procurador. Sucorbata blanca y su calvicie , l achorrera de su camisa, su amplialevita marrón, su forma de tomarrapé redondeando el brazo, toda supersona le producía esa confusión enla que nos sume el espectáculo de loshombres extraordinarios.

Como dirigía las propiedades de«la señora», se encerraba con ella du-rante horas en el gabinete «del señor»,y siempre tenía miedo a comprome-terse; respetaba infinitamente la ma-gistratura, y se las daba de gran cono-cedor del latín.

Para instruir a los niños de una for-ma agradable les regaló un manual degeografía en estampas. Éstas repre-sentaban distintas escenas del mundo,antropófagos adornados con plumas,un mono raptando a [31] una damise-la, beduinos en el desierto, una balle-na mientras era arponeada, etcétera.

Paul le explicó a Félicité aquellos gra-bados. En eso consistió, por otra parte,toda la educación literaria de ésta.

D e l a de los niños se encarga-ba Guyot, un pobre diablo emplea-do en el Ayuntamiento, famoso porsu buena caligrafía y que afilaba elcuchillo en la bota.

Cuando hacía buen tiempo, sa-lían temprano hacia la granja deGeffosses.

El patio está en pendiente, la casa,en el centro; y el mar, a lo lejos, apa-rece como una mancha gris.

Félicité sacaba de su capazo unaslonchas de carne fría y comían en unadependencia que había a continuaciónde la lechería. Era lo único que que-daba de una casa de recreo ahora des-aparecida. El papel de la pared, hechojirones, temblaba con las corrientes

Falaise on the remainder of his estates.He always came at dinner-t imeand brought an ugly poodle withhim, whose paws soiled their fur-niture. In spite of his efforts toappear a man o f b reed ing (heeven went so far as to raise hishat every time he said “My de-ceased father”), his habits got thebetter of him, and he would fillhis glass a little too often and re-late broad stories. Felicite wouldshow him out very politely and say:“You have had enough for this time, Mon-sieur de Gremanville! Hoping to see youagain!” and would close the door.

She opened it gladly for Mon-sieur Bourais, a retired lawyer.His bald head and white cravat, theruffling of his shirt, his flowing browncoat , the manner in which he tooksnuff, his whole person, in fact,produced in her the kind of awewhich we feel when we see ex-traordinary persons.

As he managed Madame’s es -tates, he spent hours with her inMonsieur ’s study; he was in con-stant fear of being compromised,had a great regard for the magis-t racy and some pre tens ions tolearning.

In o rder to fac i l i t a te thechildren’s studies, he presentedthem with an engraved geographywhich represented various scenes ofthe world; cannibals with featherhead-dresses, a gorilla kidnappinga young girl, Arabs in the desert, awhale being harpooned, etc.

Paul explained the pictures toFelicite. And, in fact, this was heronly literary education.

The children’s studies were un-der the direction of a poor devil em-ployed at the town-hall, [and was famousfor his penmanship] w h o s h a r p e n e dh i s p o c k e t -k n i f e on his boots [].

W h e n t h e w e a t h e r w a s f i n e ,t h e y w e n t __________ t oG e f f o s s e s .

The house was built in the centre ofthe sloping yard; and the sea lookedlike a grey spot in the distance.

Felicite would take slices of coldmeat from the lunch basket andthey would sit down and eat in aroom next to the dairy. This roomwas all that remained of a cottagethat had been torn down. The di-lapidated wall-paper trembled in the

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en Falaise del último pedazo de tierraque le quedaba. Se presentabasiempre a la hora de comer, con unhorrible caniche que ensuciabacon las patas todos los muebles.A pesar de sus esfuerzos por pa-recer un caballero, hasta al puntode llevarse la mano al sombrerocada vez que decía: «Mi difuntopadre», la costumbre le podía, seservía de beber vaso tras vaso ysoltaba desvergüenzas. Felicidadle empujaba afuera, no sin miramien-to: «¡Ya ha bebido bastante, monsieurde Gremanville! ¡Hasta otra vez!» Ycerraba la puerta.

Se la abría con gusto a monsieurBourais, antiguo procurador . Sucorbata blanca y su calvic ie , l achorrera de la camisa, la am-plia levita parda, la manera desorber el rapé doblando el brazo,toda su persona le producía ese pas-mo que nos causa el espectáculo delos hombres extraordinarios.

Como administraba las propie-dades de Madame, se encerraba conella durante horas en el gabinete deMonsieur, y siempre tenía miedo decomprometerse; respetaba muchísi-mo a la magistratura, tenía sus pre-tensiones de saber latín.

Para enseñar a los niños de mane-ra agradable, les regaló una geogra-fía en estampas que representabandiferentes escenas del mundo, de losantropófagos con plumas en la cabeza,un mono que se llevaba a una doncella,beduinos en el desierto, pescadores cla-vando el arpón a una ballena, etc.

Pablo dio a Fel icidad la expl icaciónde las estampas. Y hasta fue ésta su úni-ca instrucción l i terar ia .

La de los niños corría a cargode Gullot, un pobre diablo em-pleado del ayuntamiento, famosopor su buena letra y que afilabael cortaplumas en la bota.

Cuando hacía buen tiempo ibant e m p r a n o a l a f i n c a d eGreffosses.

El patio estaba en cuesta, la casaen el centro, y a lo lejos se veía elmar como una mancha gris.

Felicidad sacaba de su capa-cho lonchas de carne fría, y al-morzaban en una estancia conti-gua a la lechería . Era el únicoresto de una casa de recreo, ya des-aparecida. El papel de la pared, enjirones que temblaban con las corrien-

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courants d’air. Mme Aubain pen-chait son front, accablée de souve-nirs, les enfants n’osaient plus par-l e r. - « M a i s j o u e z d o n c ! »d i s a i t - e l l e e t b i e n v i t e , i l sd é c a m p a i e n t .

Paul montait dans la grange, attra-pait des oiseaux, faisait des ricochetssur la mare, ou tapait avec un bâtonles énormes futailles qui résonnaientcomme des tambours.

Virginie donnait à manger aux lapins,se précipitait pour cueillir des bluets,et la vitesse de ses jambes découvraitses petits pantalons brodés.

Un soir d’automne, on s’en re-tourna par les herbages.

La lune à son premier quartieréclairait une partie du ciel, et unbrouillard flottait comme une écharpesur les sinuosités de la Toucques.Des boeufs, étendus au milieu dugazon, regardaient tranquillement cesquatre personnes passer. Dans la troi-sième pâture, quelques-uns se levè-rent, puis se mirent en rond devantelles. - «Ne craignez rien!» dit Féli-cité. - et, murmurant une sorte decomplainte, elle flatta* sur l’échine,celui qui se trouvait le plus près; ilfit volte-face, les autres l’imitèrent.Mais quand l’herbage suivant fut tra-versé, un beuglement formidables’éleva. C’était un taureau que ca-chait le brouillard. Il avança vers lesdeux femmes. Mme Aubain allaitcourir. - «Non! non! moins vite!» El-les pressaient le pas, cependant, etentendaient par-derrière un soufflesonore qui se rapprochait. Ses sabots,comme des marteaux, battaientl’herbe de la prairie. Voilà qu’il galo-pait maintenant! Félicité se retournaet elle arrachait à deux mains des pla-ques de terre qu’elle lui jetait dans lesyeux. Il baissait le mufle, secouait lescornes et tremblait de fureur en beuglanthorriblement. Mme Aubain, au boutde l’herbage avec ses deux petits,cherchait éperdue comment franchirle haut-bord*. Félicité reculait tou-jours devant le taureau, et continuel-lement lançait des mottes de gazonqui l’aveuglaient, tandis qu’elle criait- «dépêchez-vous! dépêchez-vous!»

Mme Aubain descendit le fossé,poussa Virg in ie , Pau l ensu i te ,tomba plusieurs fois en tâchantde gravir le talus ; et à force decourage y parvint.

Le taureau avait acculé Félicitécontre une claire-voie; sa bave lui re-jaillissait à la figure, une seconde de

futailles: tonneaux.

bluets : ou bleuets, fleurs bleues deschamps.

la Toucques : le petit fleuve qui passenotamment à Toucques. Lessinuosités sont des méandres.

pâture: prairie, herbage. Ici, elle estlimitée par un haut bord,caractéristique de la Normandie: untalus, précédé d’un fossé.

* flatta : acariciar cuado se trata deanimales

corrientes de aire. La señora Aubainbajaba la frente, abrumada por re-cuerdos, los niños no se atrevíansiquiera a hablar. «Venga, idos ajugar», decía el la , y enseguidaechaban a correr .

Paul subía al granero, atrapabapájaros, hacía cabri l las* en lacharca o golpeaba con un palo losenormes toneles que resonabancomo tambores.[29]

Virginie daba de comer a los cone-jos, se precipitaba a coger acianos yla velocidad de sus piernas dejaba versus pantaloncitos bordados.

Una tarde de otoño regresaron a tra-vés de los pastos.

En cuar to crec iente , la lunaclareaba una par te de l c ie lo yuna niebla flotaba como un chalsobre las sinuosidades del Toucques.Unos bueyes, tumbados en medio dela hierba, miraban pasar tranquilosa las cuatro personas. En el tercerpastizal, algunos se levantaron yluego se pusieron a la redonda delan-te de ellas. «¡No tengáis miedo!», dijoFélicité, y, murmurando una especiede endecha, acarició el espinazo delque estaba más cerca, que se dio lavuelta; los otros le imitaron. Perocuando hubieron atravesado el pasti-zal siguiente, se alzó un bramido for-midable. Era un toro, que la nieblaocultaba. Avanzó hacia las dos muje-res. La señora Aubain iba a echar acorrer. «¡No, no, no tan deprisa!»Apretaban, sin embargo, el paso, ytras ellas oían un soplido sonoroque se acercaba. Sus pezuñas gol-peaban como martillos la hierbadel prado. ¡Y ahora ga lopaba!Félicité se volvió y con las dos ma-nos arrancaba terrones que le tira-ba a los ojos. Bajaba él los morros,sacudía los cuernos y temblaba defuria mugiendo de manera horrible.La señora Aubain, en la linde delpastizal con sus dos pequeños, bus-caba enloquecida la forma de fran-quear el alto talud. Félicité seguía re-trocediendo ante el toro, y continua-mente lanzaba matojos de césped quel o c e g a b a n , m i e n t r a s g r i t a b a :«¡Deprisa, deprisa!»

La señora Aubain bajó a la zanja,empujó a Virginie y después a Paul,se cayó varias veces tratando de esca-lar el talud; y a fuerza de coraje lologró.

El toro había acorralado a Félicitécontra una empalizada; las babas lesaltaban a la cara; un segundo más y

rrientes de aire. La Sra. Aubain in-clinaba su frente, abrumada [30]de r e c u e r d o s : l o s n i ñ o s y an o s e a t r e v í a n a h a b l a r l e .« ¡ P e r o j u g a d ! » , l e s d e c í a ;e llos se largaban.

Pablo subía al granero, cogía pá-jaros, hacía cabrillas sobre la char-ca o golpeaba con una vara losgrandes toneles que resonabancomo tambores.

Virginia daba de comer a los co-nejos, corría a coger acianos, y larapidez de sus piernas descubría suspantaloncitos bordados.

Una tarde de otoño regresaron porlos pastizales.

La luna, en su primer cuarto, ilumi-naba una parte del cielo, y sobre lasondulaciones del Toucques flota-ba como una franja de niebla.Unos bueyes, tendidos en medio dela hierba, miraban tranquilamentepasar a aquellas cuatro personas. Enla tercera dehesa algunos se levan-taron, después se pusieron alrededorde ellas. «¡No temáis nada!», dijoFélicité, y, susurrando una especie deendecha, acarició sobre el espinazoal que tenía más cerca; el buey diomedia vuelta, los otros lo imitaron.Pero, cuando atravesaron el pastosiguiente, surgió un mugido formi-dable. Era un toro escondido en laniebla. Se acercó a las dos mujeres.La Sra. Aubain iba a echarse a co-rrer. «¡No!, ¡no!, ¡más despacio!»Sin embargo, ellas apresuraban elpaso, y oían detrás un fuerte resue-llo que se acercaba. Sus pezuñas,como martillos, golpeaban la hierbade la pradera: ¡ahora ya galopaba!Félicité se volvió y arrancó con susmanos puñados de tierra que le tira-ba a los ojos. El animal bajaba elmorro, sacudía los cuernos y tembla-ba de furor bramando horriblemen-te. La Sra. Aubain, en la esquina delprado con sus dos niños, buscabacomo loca la manera de franquearel alto seto . Félicité seguíareculando ante el toro y continua-mente lanzaba terrones que le cega-ban, mientras gritaba: «¡Dénse pri-sa!, ¡dénse prisa!»

La Sra. Aubain bajó la zanja, em-pujó a Virginia, después a Pablo,cayó varias veces, intentando subirel talud, y a fuerza de ánimo lo con-siguió.

El toro había arrinconado aFélicité contra una empalizada,su baba le saltaba a la cara, un

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décamper 1. Vx ou par plais. Lever le camp.2. S'en aller précipitamment

écharpe 1. (1306). Large bande d'étoffe servantd'insigne, passée obliquement autour du corps,de l'épaule droite à la hanche gauche, ou nouéeautour de la taille.

volte-face 1. Action de se retourner pour faireface. 2. (1742, in D.D.L.). Fig. Changementbrusque et total d'opinion, d'attitude

claire-voie 1. Clôture = Ce qui sert àobstruer le passage, à enclore un espace

talus 1. Vx ou techn. Pente, inclinaison*. 2.Terrain en pente très inclinée, aménagé pardes travaux de terrassement. 3. Terrain à fortepente

RICOCHET 1. Rebond d'un objet plat lancéobliquement sur la surface de l'eau, ou d'un projectilerenvoyé par le sol ou un corps dur quelconque. 2.(1709). Fig. Un ricochet de... : une suite, une succession(d'événements provoqués les uns par les autres).

* 4. Juego de muchachos, que consiste en tirar piedras planas sobre lasuperficie del agua y de modo que corran largo trecho rebotando

COMPLAINTE 1. Vx. Plainte accompagnée delamentations. 2. (1880). Chanson populaire d'un tonplaintif, dont le sujet est en général tragique ou pieux.

* alto talud de la zanja

eperdue1. Qui a l'esprit profondémenttroublé par une émotion violente

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de aire. La señora Aubain inclina-ba la cabeza, agobiada por losrec u e r d o s ; l o s n i ñ o s y a no seatrevían a hablar. «¡ I d a j u g a r d eu n a v e z ! » , l e s d e c í a ; e l l o sl e v a n t a b a n e l c a m p o .

Paul subía al granero, cazabapá ja ros , hac ía cabr i l las en l acharca o golpeaba con un palo losgruesos toneles, que resonabancomo tambores.

Virginie daba de comer a los cone-jos, corría para recoger acianos, y larapidez de sus piernas descubría suspantaloncitos bordados.

Una tarde de otoño, volvieron porlos pastizales. [32]

La luna, en cuarto creciente, ilumi-naba una parte del cielo, y la nieblaflotaba como una bufanda sobre lassinuosidades del Toucques. Unosbueyes, tumbados en medio del cés-ped, miraban tranquilamente cómoiban pasando aquellas cuatro personas.En la tercera dehesa, algunos se levan-taron, luego se pusieron en círculo anteellos. «¡No tengan miedo!», les dijoFélicité; y, murmurando una especie delamento, le acarició e l e s p i n a z oa l q u e e s t a b a m á s c e r c a ; é s tedio media vuelta, los demás le imi-taron. Pero después de cruzar el siguien-te pastizal, se oyó un bramido impre-sionante. Era un toro que estabaoculto por la niebla. Avanzó hacialas dos mujeres. La señora Aubainiba a echar a correr. «¡No! ¡No! ¡Notan rápido!» Pero apresuraban el paso,y oían por detrás un sonoro jadeo quese les acercaba. Sus zuecos, comomartillos, iban golpeando la hierba dela pradera; ¡ahora parecía que galopa-ba! Félicité se volvió y empezó aarrancar a dos manos montones de tie-rra que luego le tiraba a los ojos. Élbajaba el hocico, sacudía los cuernos ytemblaba de ira, lanzando unos bramidosterribles. La señora Aubain, en el extre-mo del pastizal con sus dos niños, trata-ba desesperadamente de encontrar el modode franquear el alto talud. Félicité se-guía retrocediendo ante el toro, y con-tinuamente lanzaba motas de céspedque le cegaban, mientras gritaba:«¡Dése prisa! ¡Vamos, dése prisa!»[33]

La señora Aubain bajó la zanja,empujó a Virginie, luego a Paul, secayó muchas veces al intentar es-calar el terraplén y, a fuerza deecharle valor, lo consiguió.

El toro había acorralado a Félicitécontra una empalizada; sus babas lesaltaban a la cara; un segundo más y

d r a f t s . M a d a m e A u b a i n ,overwhelmed by recollections, wouldhang her head, while the children were afraidto open their mouths. Then, “Why don’t yougo and play?” their mother would say; and theywould scamper off.

Paul would go to the old barn, catchbirds, throw stones into the pond, orpound the trunks of the trees witha st ick t i l l they resounded l ikedrums.

Virginia would feed the rabbits and runto pick the wild flowers in the fields,and her flying legs would disclose herlittle embroidered pantalettes.

One autumn evening, they struck outfor home through the meadows.

T h e n e w m o o n i l l u m i n e d p a r to f t h e s k y a n d a m i s t h o v -e r e d l i k e a v e i l o v e r t h es i n u o s i t i e s o f t h e r i v e r . Oxen,l y i n g i n t h e p a s t u r e s , g a z e dmildly ____ at the passing _______ _______ _____ persons. In thethird field , however, several ofthem got up and surrounded them.“Don’t be afraid,” cried Felicite;and murmuring a sort of lamentshe passed her hand over the backo f t h e n e a r e s t o x ; h eturned away and the others followed.But when they came to the next pas-ture, they heard frightful bellowing. It wasa bull which was hidden from them bythe fog. He advanced towards the twowomen, and Madame Aubain preparedto flee for her life. “No, no! not sofast,” warned Felicite. Still theyhurried on, for they could hearthe noisy breathing of the bull be-hind them. His hoofs pounded thegrass like hammers, and presentlyh e b e g a n t o g a l l o p ! F e l i c i t et u r n e d a r o u n d a n d t h r e wp a t c h e s o f g r a s s i n h i se y e s . He hung his head, shookh i s h o r n s a n d b e l l ow e d w i t hfu ry. Madame Auba in and thechi ldren , huddled a t the end ofthe f ie ld , were t ry ing to jumpover the ditch . Felicite continuedto back before the bull, blindinghim with dirt _________, while sheshouted to them to make haste. _______ _____ ____ ___ ______

Madame Aubain finally slid into the ditch,after shoving first Virginia and then Paulinto it, and though she stumbled severaltimes she managed _____, by dint ofcourage, to climb the other side of it.

The bull had driven Felicite up againsta fence; the foam from his muzzle flewin her face and in another minute he

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tes de aire. Madame Auba in i nc l i -n a b a l a f r e n t e , a b r u m a d a d er e c u e r d o s ; l o s n i ñ o s n o s ea t r e v í a n a h a b l a r . ¡ P e r oi r o s a j u g a r ! , l e s d e c í a ; ye s c a p a b a n .

Pablo subía al granero, atrapabapájaros, hacía remolinos en la charca ogolpeaba con un palo los grandest o n e l e s , q u e r e s o n a b a n c o m otambores.

Virginia daba de comer a los cone-jos, se precipitaba para coger azulinas,y al correr descubría sus panta-loncitos bordados.

Una tarde de otoño volvieronpor los prados.

La luna, en cuarto creciente,alumbraba una parte del cielo, y so-bre las sinuosidades del Toucquesflotaba como una niebla . Unosbueyes, echados en medio del pra-do, miraban tranquilamente pasara aquellas cuatro personas. En eltercer pastizal se levantaron algu-nos y las rodearon. «¡No tenganmiedo!», dijo Felicidad; y, murmu-rando una especie de romance, lepasó la mano por el espinazo al queestaba más cerca; el animal dio me-dia vuelta y los otros le imitaron.Pero, ya atravesado el pastizal si-guiente, oyeron un bramido formi-dable. Era un toro que, por la niebla,no habían visto. Avanzó hacia las dosmujeres. Madame Aubain iba a echara correr. «¡No, no, no vayáis tan deprisa!» Sin embargo aceleraban elpaso y oían detrás de ellas un reso-plar sonoro que se iba acercando. Laspezuñas golpeaban como martillos lahierba de la pradera; ¡ahora galopa-ba! Felicidad se volvió y, con ambasmanos, se puso a arrancar terrones ya tirárselos al toro a los ojos. El torobajaba el morro, sacudía los cuernosy temblaba de furia bramando ho-rriblemente. Madame Aubain, en lalinde del prado con sus dos peque-ños, alteradísima, buscaba la mane-ra de franquear el resalto. Felicidadseguía andando hacia atrás ante eltoro y tirándole terrones de céspedque le cegaban, a la vez que gritaba:« ¡Corran, corran! »

Madame Aubain bajó a la zan-ja, empujó a Virginia, después aPablo, se cayó varias veces intentan-do escalar el talud, y a fuerza devalor lo consiguió.

El toro había arrinconado a Feli-cidad contra una empalizada; subaba le saltaba a la cara; un segundo

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plus il l’éventrait. Elle eut le tempsde se couler entre deux barreaux -e t l a g r o s s e b ê t e , t o u t es u r p r i s e , s ’ a r r ê t a .

Cet événement pendant bien desannées fut un sujet de conversation àPont-l’Evêque. Félicité n’en tiraaucun orgueil, ne se doutant même pasqu’elle eût rien fait d’héroïque.

Virginie l’occupait exclusivement, carelle eut, à la suite de son effroi, une affec-tion nerveuse, et M. Poupart le docteur con-seilla les bains de mer de Trouville.

Dans ce temps-là, ils n’étaientpas fréquentés. Mme Aubain pritde s r ense ignemen t s , consu l t aBourais, fit des préparatifs, commepour un long voyage.

Ses col is par t i rent la vei l le ,dans la charrette de Liébard; lelendemain, i l amena deux che-vaux dont l’un avait une selle defemme, munie d’un dossier develours, et sur la croupe du se-cond un manteau roulé formaitu n e m a n i è r e d e s i è g e . M m eAubain y monta, derrière lui. -Félicité se chargea de Virginie, etP a u l e n f o u r c h a l ’ â n e d e M .Lechaptois, prêté sous la condi-tion d’en avoir grand soin.

La route était si mauvaise que seshuit kilomètres exigèrent deux heures.Les chevaux enfonçaient jusqu’auxpaturons dans la boue, et faisaient pouren sortir de brusques mouvements deshanches, ou bien ils butaient contre lesornières; d’autre fois, il leur fallait sau-ter. La jument de Liébard, à de certainsendroits, s’arrêtait tout à coup. Il atten-dait patiemment qu’elle se remît enmarche; et il parlait des personnesdont les propriétés bordaient laroute, ajoutant à leur histoire desréflexions morales. Ainsi, au mi-lieu de Toucques, comme on pas-sait sous des fenêtres entourées decapucines, il dit, avec un hausse-ment d’épaules:

- «En voilà une, Mme Lehoussais,qui au lieu de prendre un jeunehomme..» Félicité n’entendit pasle reste; les chevaux trottaient,l’âne galopait, tous enfilèrent unsentier, une barrière tourna, deuxgarçons parurent, et l’on descen-dit devant le purin, sur le seuilmême de la porte.

La mère Liébard, en apercevant samaîtresse prodigua les démonstra-tions de joie. Elle lui servit un dé-jeuner, où il y avait un aloyau, des

Trouville : port de pêche devenu stationbalnéaire à l’embouchure de la Toucques.

paturons par t ie des membres d ’uncheval audessus du sabot.

aloyau: pièce de boeuf coupée le longdes reins, comprenant le filet.

la [30] habría destripado. Tuvo tiem-po de colarse entre dos estacas, y elgrueso animal, completamente sor-prendido, se detuvo.

Durante muchos años este sucesofue tema de conversación enPont-l’Évéque. No se enorgullecióFélicité por ello, sin sospechar siquie-ra que hubiera hecho algo heroico.

Sólo Virginie la preocupaba, porquetuvo, como secuela de su espanto, una afec-ción nerviosa, y el señor Poupart recomen-dó los baños de mar de Trouville (9).

E n e s a é p o c a n o e r a n f r e -c u e n t a d o s . L a s e ñ o r a A u b a i ns e i n f o r m ó , c o n s u l t ó c o nBoura i s , e h i zo los preparativos,como para un largo viaje.

Los bultos partieron la víspera,en la carreta de Liébard; al día si-guiente, éste trajo dos caballos, unocon silla de mujer, provista de unrespaldo de terciopelo; sobre lagrupa del segundo una capa enro-llada formaba una especie de asien-to. La señora Aubain montó en éste,detrás de Liébard. Félicité se encar-gó de Virginie, y Paul montó a hor-ca jadas e l bur ro de l señorLechaptois, prestado a condición deque lo cuidarían mucho.

La carretera era tan mala que susocho kilómetros exigieron dos horas.Los caballos se hundían hasta lascuartillas en el barro, y para sa-l i r hacían bruscos movimientosde ancas, o bien tropezaban con-t ra las rodadas ; otras veces teníanque saltar. En ciertos lugares, la ye-gua de Liébard se paraba en seco. Élesperaba pacientemente a que de nue-vo se pusiera en marcha; y hablabade las personas cuyas propiedadesbordeaban la carretera, añadiendo asu historia reflexiones morales. Así,en medio de Toucques, cuando pasa-ban bajo unas ventanas rodeadas decapuchinas, dijo encogiéndose dehombros:

[31]-Ahí hay una, la señora Lehoussais,

que en vez de casarse con un joven...Félicité no oyó el resto; los ca-

ballos trotaban, el burro galopa-ba, todos enfi laron un camino,giró un portillo, aparecieron dosmuchachos y se apearon delantede las aguas del estiércol, en elumbral mismo de la puerta.

Al ver a su ama, la tía Liébardprodigó manifestaciones de ale-gría. Le sirvió una comida en laque había solomillo , callos, mor-

9. Población a 11 kilómetros de Pont-l’Évéque, con estación balnearia.

segundo más y la destripaba. Le diotiempo a colarse entre dos barrotes,y el gran animal, todo sorprendi-do, se paró.

Este acontecimiento fue, durante mu-chos años, tema de conversación enPont-l’Évêque. [31] Félicité nunca seenorgulleció de ello, dudando inclusohaber realizado una heroicidad.

Virginia la ocupaba totalmente; pues, acausa de su terror, tuvo una afección ner-viosa, y el doctor, Sr. Poupart, le aconsejólos baños de mar de Trouville.

E n a q u e l t i e m p o n o e r a nf recuen tados . La S ra . Auba ins e i n f o r m ó , c o n s u l t ó aB o u r a i s e h i z o p r e p a r a t i v o scomo pa ra un l a rgo v ia j e .

Sus bultos salieron la víspera, enla carreta de Liébard. El día si-guiente llevó dos caballos, uno delos cuales tenía una silla de mujerprovista de un respaldo de tercio-pelo; y a la grupa del segundo unamanta enrollada formaba una espe-cie de silla. La Sra. Aubain montódetrás de él. Félicité se encargó deVirginia, y Pablo montó a horcaja-das el asno del Sr. Lechaptois, quelo había prestado con la condiciónde que lo cuidasen bien.

La carretera estaba tan mala quesus ocho kilómetros exigieron doshoras. Las caballerías se hundían enel barro hasta las cuartillas, _____________________________ ________ ______________ ______ ________ ___ ___ otras veces tenían quesaltar. La yegua de Liébard, en de-terminados sitios, se paraba de pronto.Él esperaba pacientemente a quereemprendiese la marcha; y hablabade las personas cuyas fincas bordea-ban la carretera, añadiendo a su his-toria reflexiones morales. Así, en elcentro de Toucques, cuando pasa-ban bajo las ventanas adornadasde capuchinas, encogiéndose dehombros:

«Ahí queda una, la Sra. Lehoussais,que, en lugar de tomar un hombre jo-ven...» Félicité no oyó el resto; loscaballos trotaban, el asno galopaba;todos enfilaron un sendero, giró unabarrera, aparecieron dos muchachos,y bajaron delante del depósito depurín del estercolero, en el umbralmismo de la puerta.

La Sra. Liébard, viendo a su ama,prodigó las muestras de alegría. Lesirvió una comida en la que habíaun solomillo, callos, morcilla, po-

Xornière 1. Trace plus ou moins profonde queles roues des voitures creusent (cit. 14) dansles chemins, les voies de terre

purin Partie liquide du fumier*, constituée parles déjections animales liquides (urines) et parla décomposition des parties solides.“

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la despanzurraría. Pero tuvo tiem-po para colarse entre dos postes yla bestia, muy sorprendida, se de-tuvo.

Durante muchos años aquel suce-so fue un tema de conversación enPont-l’Évêque. Félicité no se sintió or-gullosa de ello, y ni imaginó siquieraque hubiera hecho algo heroico.

Virginie la ocupaba en exclusiva; pues,como consecuencia del susto, sufrió una afec-ción nerviosa, y el señor Poupart, el doctor,aconsejó los baños de mar de Trouville.

En aquellos tiempos no esta-ban nada frecuentados. La seño-ra Aubain se informó, consultó aBourais, hizo preparativos comopara un largo viaje.

Sus paquetes salieron la víspera,en la carreta de Liébard. Al día si-guiente éste llevó dos caballos, unode los cuales tenía una silla de mu-jer provista de un respaldo de ter-ciopelo; y sobre la grupa del segun-do, una capa enrollada formaba unaespecie de asiento. Allí montó laseñora Aubain, detrás de él. Félicitése encargó de Virginie, y Paul mon-tó en el asno del señor Lechaptois,prestado con la condición de que locuidaran mucho. [34]

El camino era tan malo que susocho kilómetros exigieron dos horas.Los caballos se hundían en el barrohasta las cuartillas, y hacían brus-cos movimientos con las caderaspara salir; o bien tropezaban con-tra las rodadas; otras veces, teníanque dar un salto. La yegua de Liébard,en algunos puntos, de repente se de-tenía. Él esperaba pacientemente a quese volviera a poner en marcha; y ha-blaba de las personas cuyas propieda-des lindaban con el camino, añadien-do algunas reflexiones morales a suhistoria. Así, en medio de Toucques,cuando pasaban bajo unas ventanasrodeadas de capuchinas, dijo, subien-do los hombros:

«Ahí hay una, la señora Lehoussais,que en vez de cogerse a un hombrejoven...» Félicité no oyó el resto; loscaballos trotaban, el asno galopaba;todos se metieron por un sendero,una barrera giró, aparecieron dosmuchachos, y se bajaron delante delas aguas de estiércol, justo en elumbral de la puerta.

L a t í a L i é b a r d , a l v e r a s uama , p rod igó l a s mues t r a s dealeg r í a . Le s i rv ió una comidae n l a q u e había un solomil lo ,

would have disembowelled her. Shehad just time to slip between two barsand the huge animal, thwarted,paused.

For years, this occurrence was atopic of conversat ion in Pont-l’Eveque. But Felicite took no creditto herself, and probably never knewthat she had been heroic.

Virginia occupied her thoughts solely, forthe shock she had sustained gave her a nervousaffection, and the physician, M. Poupart, pre-scribed the salt-water bathing at Trouville.

In those days, Trouville was notgreatly patronised. Madame Aubaingathered information, consultedBourais, and made preparations as if theywere going on an extended trip.

The baggage was sent the day be-fore on Liebard’s cart. On the follow-ing morning, he brought around twohorses, one of which had a woman’ssaddle with a velveteen back to it,while on the crupper of the other wasa rolled shawl that was to be used for aseat. Madame Aubain mounted the sec-ond horse, behind Liebard. Felicite tookcharge of the little girl, and Paul rodeM. Lechaptois’ donkey, which had beenlent for the occasion on the conditionthat they should be careful of it.

T h e r o a d w a s s o b a d t h a ti t t o o k t w o h o u r s t o c o v e rt h e e i g h t m i l e s . T h e t w oh o r s e s s a n k k n e e - d e e pi n t o t h e m u d a n d s t u m b l e di n t o ditches ; sometimes they hadto jump over them. In ce r ta inplaces, Liebard’s mare stoppedabruptly . He waited patiently tillshe started again, and talked of thepeople whose estates bordered theroad, adding his own moral reflec-tions to the outline of their histo-ries. Thus, when they were pass-ing through Toucques, and cameto some windows draped wi thnasturt iums , he sh rugged h i sshoulders and said:

“There’s a woman, MadameLehoussais, who, instead of taking ayoung man—” Felicite could not catchwhat followed; the horses began to trot,the donkey to gallop, and they turnedinto a lane; then a gate swung open, twofarm-hands appeared and they all dis-mounted __________ at the verythreshold of the farm-house.

Mother Liebard, when she caughtsight of her mistress, was lavish with joy-ful demonstrations. She got up a lunchwhich comprised a leg of mutton, tripe,

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más y la destripaba. A F e l i c i d a d l e d i ot i e m p o a c o l a r s e e n t r e d o s e s t a c a s ,y e l e n o r m e a n i m a l , m u y s o r p r e n d i -d o , s e d e t u v o .

Este trance fue, durante muchos años,tema de conversación en Pontl’Évêque.Felicidad no se envaneció nada de suhazaña, sin ocurrírsele siquiera que ha-bía hecho algo heroico.

Su única afección era Virginia, puesle quedó del susto una afección nervio-sa, y monsieur Poupart, el doctor, acon-sejó los baños de mar de Trouville.

E n a q u e l t i e m p o n o e r a nf r e c u e n t a d o s . M a d a m e A u b a i ns e i n f o r m ó , c o n s u l t ó aB o u r a i s , h i z o p r e p a r a t i v o sc o m o p a r a u n l a rg o v i a j e .

El equipaje salió la víspera, enel carro de Liébard. A1 día si-guiente trajo dos caballos, uno deellos con una silla de mujer provis-ta de un respaldo de terciopelo; yen la grupa del segundo, una espe-cie de asiento formado por una capaenrollada. Madame Aubain montóen él, detrás de Liébard. Felicidadse encargó de Virginia, y Pablo mon-tó el asno de monsieur Lechaptois,prestado con la condición de que locuidaran mucho.

La carretera era tan mala que tar-daron dos horas en recorrer los ochokilómetros. Los caballos se hundíanen el barro hasta las cuartillas, ypara salir hacían bruscos movi-mientos de ancas; o bien tropeza-ban en los baches; otras veces te-nían que saltar. En ciertos lugares, la ye-gua de Liébard se paraba de pronto .El hombre esperaba pacientementeque echara a andar de nuevo; y ha-blaba de las personas cuyas propie-dades bordeaban el camino, aña-diendo a su historia reflexionesmora les . As í , en e l cen t ro deToucques, al pasar bajo las venta-nas rodeadas de capuchinas, dijoencogiéndose de hombros:

«Ahí tenemos una, madameLehoussais, que en vez de tomar unmozo...» Felicidad no oyó el resto.Los caballos trotaban, el burro ga-lopaba; tomaron todos por un sen-dero, se abrió una portilla, aparecie-ron dos muchachos, y los viajeros seaperaron delante del estiércol, en elumbral de la puerta.

La tía Liébard, al ver a su ama,se desh i zo en demos t r ac ionesd e a l e g r í a . L e s s i r v i ó d e a l -m u e r z o u n s o l o m i l l o , ca l los ,

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tripes, du boudin, une fricassée depoulet, du cidre mousseux, une tarteaux compotes et des prunes à l’eau-de-vie accompagnant le tout de poli-tesses à Madame qui paraissait enmeilleure santé, à Mademoiselle de-venue «magnifique», à M. Paul sin-gulièrement «forci» sans oublier leursgrands-parents défunts, que lesLiébard avaient connus, étant au ser-vice de la famille depuis plusieursgénérations. - La ferme avait, commeeux, un caractère d’ancienneté. - Lespoutrelles du plafond étaient ver-moulues, les murailles noires de fu-mée, les carreaux gris de poussière.Un dressoir en chêne supportait tou-tes sortes d’ustensiles, des brocs, desassiettes, des écuelles d’étain, des piè-ges à loup, des forces pour les mou-tons. Une seringue énorme fit rire lesenfants. Pas un arbre des trois cours quin’eût des champignons à sa base, oudans ses rameaux une touffe de gui.Le vent en avait jeté bas plusieurs.- Ils avaient repris par le mi l i eu ;e t t o u s f l é c h i s s a i e n t s o u s l aquan t i t é de l eu r s pommes . Lesto i t s de pa i l l e , pare i l s à du ve-lours brun e t inégaux d’épa is -seur, rés is ta ient aux plus for tesb o u r r a s q u e s . C e p e n d a n t l acharreter ie tombai t en ru ines .Mme Aubain dit qu’elle aviseraitet commanda de reharnacher les bêtes.

On fut encore une demi-heureavant d’atteindre Trouville. La pe-tite caravane mit pied à terre pourpasser les Ecores; c’était une falaisesurplombant des bateaux*; et troisminutes plus tard, au bout du quai,on entra dans la cour de l’Agneaud’or, chez la mère David.

Vi rg i n i e , d è s l e s p r e m i e r sjours, se sentit moins faible, ré-sultat du changement d’air et del’action des bains. Elle les pre-nai t en chemise, à défaut d’uncostume et sa bonne la rhabillaitdans une cabane de douanier, quiservait aux baigneurs.

L’après-midi, on s’en allait avecl’âne au-delà des Roches-Noires, ducôté d’Hennequeville. Le sentier,d’abord montait entre des terrainsvallonnés comme la pelouse d’unparc, puis arrivait sur un Plateau oùalternaient des pâturages et deschamps en labour. A la lisière du che-min, dans le fouillis des ronces ,des houx se dressaient. Cà et là,un grand arbre mort faisait surl’air bleu des zigzags avec sesbranches.

Presque toujours on se reposait

dressoir : buffet à étagères où l ’onexpose la vaisselle.

forces : gros ciseaux (tijeras) utiliséspour la tonte (esquilar).

seringue énorme: ou clystère, pour leslavements.

charreterie : grange où sont remiséesles charrettes.

reharnacher : atteler(uncir, enganchar)de nouveau.

Hennequeville : petite localité à l’est deTrouville.

cilla, una pepitoria de gallina, si-dra espumosa, una tarta de compo-ta y ciruelas en aguardiente, todoello acompañado de atenciones a laseñora que parecía estar con bue-na salud, a la señorita que estaba«magnífica», al señor Paul, sin-gularmente «rollizo», sin olvidar asus difuntos abuelos, a quienes losLiébard habían conocido, por estaral servicio de la familia hacía variasgeneraciones. Como ellos, la granjatenía un carácter de ancianidad. Lasviguetas del techo estaban carco-m i d a s , l a s pa r edes neg ra s dehumo, los cristales grises de pol-vo. Un aparador de roble sopor-t aba t oda c l a se de u t ens i l i o s ,picheles, platos, escudillas de es-taño, trampas para lobos, fórcepspara las ovejas. Una jeringa enor-me hizo reír a los niños. Ni un soloárbol de los tres patios dejaba de tenersetas en su base o una manta de muér-dago en sus ramas. El viento habíad e r r i b a d o a l g u n o s . H a b í a nretoñado por el medio y todos sedoblaban bajo la cantidad de fru-tas. Los techos de paja, parecidosal terciopelo pardo y desigualesde espesor, resistían las borras-cas más fuertes. Sin embargo, lacarretería se caía en ruinas. La se-ñora Aubain dijo que pensaría en ello, ymandó enjaezar de nuevo los animales.

Tardaron media hora todavíaen llegar a Trouville. La pequeñacaravana echó pie a t ierra parapasar Les Écores (10); era un acanti-lado suspendido sobre los barcos; ytres minutos después, al final del mue-lle, entraron en el patio de «L’Agneaud’or», en casa de la tía David.

D e s d e l o s p r i m e r o s d í a s ,Virginie se sint ió menos débil ,resultado del cambio de aire y dela acción de los baños. Los toma-ba en camisa, por falta de baña-dor, y su criada volvía a vestirlaen una caseta de aduanero, queutilizaban los bañistas.

Por la tarde, iban con el burro pa-sadas Roches-Noires , haciaHennequeville. El camino ascen-día al principio entre unos terre-nos ondulados como el césped deun parque, luego llegaba a una llanadaen la que alternaban pastizales y cam-pos labrantíos. En las lindes del cami-no, entre el revoltijo de los zarzales,se a l z a b a n l o s a c e b o s . A c á ya l l á , u n g r a n á rbo l mue r tozigzagueaba con sus ramas sobreel aire azul.

Descansaban casi s iempre en

10. Desde el acantilado de Les Écores sedominaba en aquella época el río Toucques,luego desviado de su curso hacia el oeste.En cuanto a la [32] posada, Flaubert, que laconoció bien -en ella entabló relación con unajoven inglesa apellidada Collier; nunca olvi-daría los sentimientos que le inspiró-, cita elnombre real de la posadera.

llo en pepitoria, sidra espumosa,una tarta de frutas y ciruelas enaguardiente, todo ello acompaña-do de cumplidos a la señora, queparecía mejor de salud, a la seño-rita, que se había puesto guapísima,al señor Pablo especialmente cre-cido, sin olvidar a sus difuntosabuelos, que los Liébard habíanconocido, pues habían servido a lafamilia desde hacía varias genera-ciones. La granja tenía, como ellos,un carácter de antigüedad. Lasviguetas del techo estaban carco-midas; [32] las paredes, negras dehumo; las baldosas, grises de polvo.En un aparador de roble había todaclase de utensilios, jarros, platos, es-cudillas de estaño, cepos para ellobo, grandes tijeras para esquilar loscorderos; una jeringa enorme hizo reíra los niños (6). Ni un solo árbol de lostres corrales que no tuviese hongos ensu base o una mata de muérdago ensus ramas. El viento había derriba-do varios. Habían retoñado por elmedio y todos se inclinaban bajo elpeso de sus manzanas. Los tejadosde paja, semejantes a terciopelomarrón y de un grosor desigual, re-sistían las más fuertes borrascas.Entretanto, la carretería se caía apedazos. La Sra. Aubain dijo quelo pensaría y mandó que volviesena aparejar las caballerías.

Todavía tardaron media horaen llegar a Trouville. La pequeñacaravana se apeó para pasar las«Ecores»; era un acantilado col-gado sobre los barcos; y tres mi-nutos después, entraron en el pa-tio del «Agneau d’Or», en casa dela Sra. David.

Desde los primeros días Vir-g in ia ya se s in t ió mejor, porefecto del cambio de aires y delos baños. Los tomaba en cami-són por falta de traje de baño ysu criada la volvía a vestir en unacabaña de aduaneros que servíapara los bañistas.

Por la tarde iban en burro másal lá de Roches Noires, por laparte de Hennequeville. Al prin-cipio, el sendero subía entre terre-nos ondulados como el césped deun parque, después llegaba a unaplanicie en la que alternaban pastoscon tierras de labor. A la orilla del ca-mino, entre la maraña de zarzales,se a l z a b a n a c e b o s ; a q u í ya l l á , u n g r a n á r b o l c a í d ozigzagueba con sus ramas ene l c ie lo azul .

Casi siempre descansaban en un

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6 La jeringa enorme era la de las lavativas.

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poutrelle Petite poutre =1. Grosse piècede bois équarrie [escuadrada] servantde support (dans une construction,notamment pour la charpente* d'unemaison, d'un pont, etc.).“

touffe 1. Assemblage naturel de plantesrapprochées par la base

* bateaux :abaissement, vado3. [a] Géol.Courbure concave de dimension réduite. [c]Dépression de la bordure d'un trottoir,aménagée pour permettre le passage desvéhicules, devant une porte cochère, uneporte de garage.“

surplomber 1. V. intr. Techn. Dépasser par lesommet la ligne de l'aplomb. 2. V. tr. (1783).Cour. Dominer* en se trouvant au-dessus eten surplomb; faire saillie au-dessus de..

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callos, morcilla, pollo en pepitoria,sidra espumosa, una tarta de compotay ciruelas al aguardiente, acompañán-dolo todo de muestras de cortesía a laseñora, que parecía gozar de mejorsalud, a la señorita, que estaba «mag-nífica», al señorito Paul, especialmen-te «mejorado», sin olvidar a sus abue-los difuntos, a quienes los Liébardhabían conocido, ya que estaban [35]al servicio de la familia desde hacíamuchas generaciones. La granja tenía,como ellos, cierto carácter antiguo.Las viguetas del techo estaban car-comidas ; los muros, negros dehumo; los cristales, grises de polvo.Un aparador de roble soportaba todaclase de utensilios, jarros, platos, es-cudillas de estaño , t rampas paralobos, fórceps para las ovejas; unajeringa enorme hizo reír a los niños(5). En los tres patios no había árbolque no tuviera champiñones en subase, o una mata de muérdago en susramas. El viento había echado abajomuchos de ellos. Habían vuelto a bro-tar esparcidos por ahí en medio; y to-dos se doblaban con el peso de susmanzanas. Los tejados de paja, comode terciopelo marrón y de espesor des-igual, resistían las borrascas más fuer-tes. Sin embargo, la carretería secaía a pedazos. La señora Aubaind i j o qu e l o c o n s i d e r a r í a , yencargó nuevos arneses para los animales.

Pasó todavía media hora antes deque llegaran a Trouville. La pequeñacaravana descabalgó para pasar LesÉcores, que era un acantilado suspen-dido sobre los barcos; y tres minutosmás tarde, al final del muelle, entra-ron en el patio de l’Agneau d’Or, lacasa de la tía David.

D e s d e l o s p r i m e r o s d í a sVirginie se sint ió menos débil ,resultado del cambio de aires y dela acción de [36] los baños. Lostomaba en camisón, a falta de untraje; y su niñera la volvía a ves-tir en una cabaña de aduanero queservía a los bañistas.

Por la tarde se iban con el burromás allá de las Rocas Negras, dellado de Hennequeville. Al princi-pio el sendero ascendía entre terre-nos ondulados como las parcelas de cés-ped de un parque, luego llegaba a una alti-planicie en la que alternaban los pastizalesy los campos de labranza. En la linde delcamino, entre el revoltijo de zarzas , s ea l zaban unos a c e b o s ; d e c u a n -d o e n c u a n d o u n g r a n á r b o lm u e r t o zigzagueaba con sus ramas porel aire azul.

Casi siempre descansaban en un

sausages, a chicken fricassee, sweet ci-der, a fruit tart and some preservedprunes; then to all this the goodwoman added polite remarks aboutMadame, who appeared to be in bet-ter health, Mademoiselle, who hadgrown to be “superb,” and Paul, whohad become singularly sturdy; she spokealso of their deceased grandparents,whom the Liebards had known, for theyhad been in the service of the familyfor several generations. Like its own-ers, the farm had an ancient appear-ance. The beams of the ceiling weremouldy, the walls black with smokeand the windows grey with dust. Theoak sideboard was filled with all sortsof utensils, plates, pitcher s , t i nb o w l s , w o l f - t r a p s _ _ _ _ _ _ _____ ______ . The children laughedwhen they saw a huge syringe. Therewas not a tree in the yard that did nothave mushrooms growing around itsfoot, or a bunch of mistletoe hang-ing in its branches. Several of the treeshad been blown down, but they hadstarted to grow in the middle and allwere laden with quantities of apples.The thatched roofs, which were ofunequal thickness, looked like brownvelvet and could resist the fiercestgales. But the wagon-shed was fastcrumbling to ruins. Madame Aubainsaid that she would attend to it, and thengave orders to have the horses saddled.

It took another thirty minutes toreach Trouville. The little caravandismounted in order to pass LesEcores, a cliff that overhangs thebay, and a few minutes later, at theend of the dock, they entered theyard of the Golden Lamb, an innkept by Mother David.

During the first few days, Virginiafelt stronger, owing to the change ofair and the action of the sea-baths. Shetook them in her little chemise, as shehad no bathing suit, and afterwards hernurse dressed her in the cabin of acustoms officer, which was used forthat purpose by other bathers.

In the afternoon, they would takethe donkey and go to the Roches-Noires, near Hennequevi l l e . T h ep a t h l e d a t f i r s t t h r o u g hundulating grounds , and thencet o a p l a t e a u , w h e r e p a s t u r e sand t i l l ed f i e ld s a l t e rna t ed . A tthe edge o f t he road , m i n g l i n gw i t h t h e b r a m b l e s , g r e wh o l l y b u s h e s , and he re an d t h e r es t o o d l a r g e d e a d t r e e s w h o s eb r a n c h e s t r a c e d z i g z a g s u p o n t h eb l u e s k y.

Ordinarily, they rested in a field

(5) La jeringa enorme era la de las lavativas.

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morcilla, pepitoria de gallina, sidraespumosa, una tarta de frutas y ci-ruelas en aguardiente, todo elloacompañado de cumplidos a la se-ñora, que parecía mejor de salud; ala señorita, que se había puesto her-mosa; al señorito Pablo, que habíaengordado mucho; sin olvidar a losdifuntos abuelos, a los que losLiébard habían conocido, pues es-taban al servicio de la familia des-de varias generaciones. La granjatenía, como ellos, un carácter deancianidad. Las vigas del techo estabancarcomidas; las paredes, negras dehumo; los cristales, grises de polvo.En un aparador de roble había todaclase de utensilios: jarras, platos, es-cudillas de estaño, trampas de cazarlobos, fórceps para las ovejas; unajeringa enorme hizo reír a los niños.No había en los tres patios un soloárbol que no tuviera setas al pie deltronco o una mata de muérdago enlas ramas. El viento había derriba-do varios. Habían retoñado por elcentro; y todos se doblaban bajo elpeso de las manzanas. Las techum-bres de paja, que parecían de ter-ciopelo pardo y de desigual espe-sor, resistían a las más fuertes bo-rrascas. Pero la carretería estabaen ruinas. Madame Aubain dijoque se iba a ocupar de esto, y man-dó renovar la guarnicionería.

Tardaron todavía media hora enllegar a Trouville. La pequeña cara-vana se apeó para pasar Les Écores;era un acantilado al pie del cual seveían los barcos; y, pasados tresminutos, al final del muelle, entra-ron en el patio de L’Agneau d’or, encasa de la tía David.

Desde los primeros días, Virgi-nia se sintió menos débil, resulta-do del cambio de aires y de la ac-ción de los baños. A falta de ba-ñador, los tomaba en camisa, y sumuchacha la vestía después en unagarita de aduanero que utilizabanlos bañistas.

Después de comer iban con elburro más allá de Roches-Noires,por la parte de Hennequeville. Alprincipio, el sendero subía entreunos terrenos ondulados como elcésped de un parque. Luego llegabaa un alto donde alternaban los pra-dos y las tierras labrantías. En lasorillas del camino, entre los zarza-les, sobresalían los acebos ; acá yallá, un gran árbol muerto traza-ba sobre el aire azul el zigzag desus ramas.

Casi siempre descansaban en un

X bay 1 n. 1a broad inlet of the sea where the landcurves inwards. 2a recess in a mountain range.

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dans un pré, ayant Deauville à gau-che, Le Havre à droite, et en facela pleine mer. Elle était bril lantede soleil , l isse comme un miroir,tel lement douce qu’on entendaità peine son murmure; des moi-n e a u x c a c hés pépia ient , e t l avoûte immense du ciel recouvraittout cela. Mme Aubain, assise, tra-vaillait à son ouvrage de couture;Virginie près d’elle tressait desjoncs; Félicité sarclait des fleurs delavande. Paul, qui s’ennuyait, vou-lait partir.

D’autres fois, ayant passé laToucques en bateau, ils cherchaient descoquilles. La marée basse laissait à dé-couvert des oursins, des godefiches,des méduses; et les enfants cou-ra ient , pour sa is i r des f loconsd’écume que le vent emportait. Lesflots, comme endormis, en tombantsur le sable se déroulaient le longde la grève; elle s’étendait à pertede vue, mais du côté de la terreavait pour limite les dunes la sépa-rant du Marais, large prairie enforme d’hippodrome. Quand ils re-venaient par là, Trouville, au fondsur la pente du coteau, à chaque pasgrandissait, et avec toutes ses mai-sons inégales semblait s’épanouitdans un désordre gai.

Les jours qu’il faisait trop chaud ilsne sortaient pas de leur chambre.L’éblouissante clarté du dehors plaquaitdes barres de lumière entre les lamesdes jalousies. Aucun bruit dansle vil lage. En bas, sur le trottoir,personne. Ce silence épandu aug-mentait la tranquillité des choses. Auloin, les marteaux des calfats tam-ponnaient des carènes, et une brise lourdeapportait la senteur du goudron.

Le principal divertissement était leretour des barques. Dès qu’ellesavaient franchi les balises, elles com-mençaient à louvoyer. Leurs voilesdescendaient aux deux tiers des mâts,et, la misaine gonflée comme un bal-lon, elles avançaient, glissaient dansle clapotement des vagues, jusqu’aumilieu du port, - où l’ancre tout à couptombait. Le bateau se plaçait contrele quai. Les matelots jetaient par-des-sus le bordage des poissons palpitants,une file de charrettes les attendait, etdes femmes en bonnet de coton s’élan-çaient pour prendre les corbeilles etembrasser leurs hommes.

Une d’elles un jour aborda Fé-licité, qui peu de temps après en-tra dans la chambre, toute joyeuse.Elle avait trouvé une soeur - etNastasie Barette, femme Leroux,

Deauville, Le Havre: Deauville est unestation balnéaire située en face duHavre, grand port sur la Manche, àl’embouchure de la Seine.

sarclait: enlevait les mauvaises herbes.

godefiches : coquilles Saint-Jacques(de l’anglais god fish).

jalousies : persiennes.

calfats : ouvriers qui calfatent, qui bouchentles fentes, les joints de la coque.

carènes : partie de la coque située endessous de la ligne de flottaison.

louvoyer: naviguer en zigzag contre levent.

misaine: voile fixée à l’avant au mât demisaine, entre la proue et le grandmât.

un prado, con Deauvi l le a la iz-quierda, Le Havre a la derechay enf rente e l a l to mar. Es tabab r i l l a n t e d e s o l , l i s o c o m o u ne s p e j o , t a n s u a v e q u e a p e n a ss e o í a s u m u r m u l lo; unos go-rr iones escondidos piaban , y labóveda inmensa del cielo lo cu-b r í a t o d o . L a s e ñ o r a A u b a i n ,sentada, t rabajaba en su labor;junto a e l la , Virgin ie t renzabajuncos; Fél ic i té escardaba f lo-res de lavanda. Paul, que se abu-rr ía , quería i rse .

O t r a s v e c e s , t r a s p a s a r e lTo u c q u e s e n b a r c a , b u s c a b a nconchas. La marea baja dejabaa l descubier to e r izos , vie iras ,medusas; y los niños corrían paracoger copos de espuma que lleva bael viento. Las olas, como adormeci-das, se desenrollaban al caer sobre laarena a lo largo de la playa, que se ex-tendía hasta perderse de vista; pero dellado de tierra [33] tenía por límite las du-nas que l a s e p a r a n d e l M a rais ,vasta pradera en forma de hipó-dromo. Cuando regresaban por ahí,Trouville crecía a cada paso al fon-do, en la pendiente de la ladera ,y con todas sus casas desigua-les parecía di la tarse en un des-orden alegre .

Los días que hacía demasiado ca-lor no salían de su cuarto. La deslum-brante claridad del exterior poníabar ras de luz en t re las ho jas delas celosí a s . N i n g ú n r u i d o e ne l p u e b l o . N a d i e a b a j o , e n l aa c e r a . __________ ____________ ______ A l o l e j o s , l o sm a r t i l l o s d e l o s c a l a f a t e staponaban las carenas*, y una brisapesada traía el olor del alquitrán.

El principal entretenimiento erael regreso de las barcas. Nada máspasar las bal izas, empezaban abordear . Sus velas descendían ados tercios de los mástiles y, conla mesana inflada como un globo,avanzaban, se deslizaban entre elchapoteo de las olas hasta la mitaddel puerto, donde de pronto caía elancla. La barca se pegaba contra elmuelle. Los marineros lanzaban porencima de la borda peces palpitantesque una hilera de carretas esperaba,y mujeres con gorros de algodón seabalanzaban para coger las cestas ybesar a sus hombres.

Una de ellas abordó cierto día aFélicité, que poco después entraba enla habitación muy contenta. Habíaencontrado a una hermana, y apare-ció Nastasie Barette (11), señora

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11. Personaje real, cuyo verdadero nom-bre fue el de Barbette.

prado, teniendo Deauville a la iz-quierda, Le Havre a la derecha yen frente el ancho mar, brillan-do al sol, terso como un espejo,tan tranquilo que apenas se oíaun murmullo . Unos gorr ionesescondidos piaban y la inmen-sa bóveda del cielo cubría todoaquello. La Sra. Aubain, senta-da, trabajaba en su labor; Virgi-nia a su lado trenzaba juncos;Félicité limpiaba de malas hierbas lasflores de lavanda; Pablo, que seaburría, quería marcharse.

Otras veces, después de atrave-sar el Toucques, buscaban conchas.La marea baja dejaba al descubier-to erizos de mar, [33] vieiras,medusas, y los niños corrían acoger copos de espuma que elviento llevaba. Las olas adorme-cidas, al caer en la arena, se pro-longaban a lo largo de la playa;ésta se extendía hasta perderse devista, limitada por las dunas quela separan del «Marais», ampliapradera en forma de hipódromo.Cuando vo lv í an po r a l l í ,Trouville, al fondo, en la falda dela colina, crecía a cada paso, ycon todas sus casas desiguales,parecía desplegarse en un alegredesorden.

Los días de mucho calor no salíande su habitación. La deslumbranteclaridad de fuera estampaba placasde luz entre los barrotes de las celo-sías. Ningún ruido en el pueblo.Abajo, en la acera, nadie. Aquel si-lencio generalizado aumentaba latranquilidad de las cosas. A lo lejosse oían los martillos de los calafatesque reparaban los barcos, y una brisa pe-sada traía el olor a brea.

La principal diversión era el re-greso de las barcas. Una vez pa-sadas las balizas, comenzaban abordear. Sus velas bajaban a losdos tercios en los mástiles; y conla mesana inflada como un globo,se deslizaban en el chapoteo de lasolas hasta el medio del puerto,donde inmediatamente caía el an-cla. Después el barco se acostabaal muelle. Los marineros tirabanpor la borda peces palpitantes; unafila de carretas los esperaba ymujeres con gorros de algodón seabalanzaban a coger las cestas y aabrazar a sus hombres.

Un día, una de ellas abordó aFélicité, que poco después volvióa su habitación toda contenta. Ha-bía encontrado a una hermana; yNastas ie Baret te , casada con

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* DRAE 1. f. obra viva, parte normalmentesumergida de la nave. 2. Mar. Reparo y com-postura que se hace en el casco de la navepara hacerlo estanco. 3. carenado, revesti-miento

PLAQUER [plake] v. tr. I. 1. Appliquer (une feuille, une plaquemince). 2. (1505). Mettre (qqch.) à plat. 3. Plaquer (qqn) contre,sur qqch., l 'y appuyer avec force. 4. (Av. 1564). Fam.Abandonner brusquement (qqn; qqch.). II. Couvrir, recouvrir(qqch.) d'une feuille, d'une couche plate (de métal, etc.). PLA-QUÉ, ÉE I. P. p. adj. (voir à l'article). II. N. m. 1. (1798). Métal,alliage en plaque, en lame, recouvert d'une feuille de métalprécieux soudé ou laminé à chaud. 2. (1949). Matériau constituéde bois ordinaire, recouvert d'une feuille de bois d'ébénisterie.

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tr. de Consuelo Berges tr. de M. Badiola Dorronsoro Project Gutenberg

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prado, con Deauville a la izquier-da, Le Havre a la derecha y, enfren-te, el mar abierto. Éste brillababajo el sol y estaba liso como unespejo, y tan suave que apenas sise oía su murmullo. Algunos go-rriones escondidos piaban y la in-mensa bóveda del cielo lo recubríatodo. La señora Aubain, sentada, tra-bajaba en su labor de costura;Virginie, cerca de ella, trenzabajuncos; Félicité escardaba floresde lavanda; Paul, que se aburría,quería irse.

Otras veces, después de atravesarel Toucques en barco, buscaban con-chas. La marea baja dejaba al des-cubierto erizos de mar, vieiras, me-dusas; y los niños corrían para cogerlos copos de espuma que se llevabael viento. Las aguas dormidas, al caersobre la arena, se desperezaban a lolargo de la playa; ésta se extendía[37] hasta donde alcanzaba la vista,pero del lado de tierra tenía como lí-mite las dunas que la separaban de laMarisma, una ancha pradera en for-ma de hipódromo. Cuando regresa-ban por allí, Trouville, al fondo, so-bre la pendiente del collado, crecíaa cada paso y, con todas sus casasdesiguales, parecía dilatarse en unalegre desorden.

Los días en que hacía demasiadocalor no salían de su habitación. Ladeslumbrante claridad del exterior co-locaba barras de luz entre las hojasde las celosías. Ningún ruido en elpueblo. Abajo, en la acera, nadie.Aquel amplio silencio aumentaba latranquilidad de las cosas. A lo le-jos, los martillos de los calafatesreparaban los barcos, y una brisa pe-sada traía el olor del alquitrán.

La principal diversión era el re-greso de las barcas. En cuanto ha-bían pasado de las balizas, empeza-ban a bordear. Sus velas descendíanun tercio de los mástiles; y, con eltrinquete hinchado como un globo,avanzaban, se deslizaban en el cha-poteo de las olas hasta el centro delpuerto, donde, de repente, caía elancla. Luego el barco se colocabajunto al muelle. Los marineros tira-ban por la borda peces palpitantes;los esperaba una hilera de carretas,y unas mujeres con gorro de algo-dón se precipitaban a coger las ces-tas y a abrazar a sus hombres.

Una de ellas, un día, abordó aFélicité, quien poco [38] después en-tró en la habitación muy contenta. Sehabía encontrado con una hermana; yapareció Nastasie Barette, señora de

facing the ocean, with Deauville ontheir left, and Havre on their right.The sea glittered brightly in the sunand was as smooth as a mirror, andso calm that they could scarcely dis-t inguish i ts murmur; sparrowschirped joyfully and the immensecanopy of heaven spread over i tall. Madame Aubain brought outher sewing, and Virginia amusedherself by braiding reeds; Felicitewove lavender blossoms, whilePaul was bored and wished to gohome.

Sometimes they crossed theToucques in a boat, and started to huntfor sea-shells. The outgoing tide ex-posed star-fish ________ and sea-ur-chins, and the children tried to catchthe flakes of foam which the windblew away. The sleepy waves lap-ping the sand unfurled themselvesalong the shore that extended as faras the eye could see, but where landbegan, it was limited by the downswhich sepa ra t ed i t f rom t h e“Swamp,” a large meadow shaped likea hippodrome. When they went homethat way, Trouville, on the slope of ahill below, grew larger and larger as they ad-vanced, and, with all its houses of unequalheight, seemed to spread out before them ina sort of giddy confusion.

When the hea t was t oo op -p r e s s i v e , t h e y r e m a i n e d i nthe i r rooms . The dazz l ing sun -l igh t cast bars of l igh t be tweenthe shutters. Not a sound in the vil-l age , no t a sou l on the s idewalk .This silence intensified the tranquil-i ty of everything. In the dis tance,t h e h a m m e r s o f s o m e c a l k e r spounded the hull of a ship, and the sultrybreeze brought them an odour of tar.

The principal diversion consisted inwatching the return of the fishing-smacks. Assoon as they passed the beacons, they began toply to windward. The sails were loweredto one third of the masts, and withtheir fore-sails swelled up like bal-loons they glided over the wavesand anchored in the middle of theh a r b o u r. T h e n t h e y c r e p t u pa longs ide of the dock and thesailors threw the quivering fishover the side of the boat; a lineof carts was waiting for them, andwomen with white caps sprangforward to receive the basketsand embrace their men-folk.

One day, one of them spoke toFelicite, who, after a little while, re-turned to the house gleefully. She hadfound one of her sisters, and presentlyNastasie Barette, wife of Leroux,

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prado, con Deauville a la izquier-da, Le Havre a la derecha y en-frente el mar abierto. Estaba relu-ciente de sol, liso como un espe-jo, tan manso que apenas se oía sumurmullo; piaban , escondidos,los gorriones, y todo esto bajo lai n m e n s a c ú p u l a d e l c i e l o .Madame Aubain, sentada, trabaja-ba en su labor de costura; Virgi-nia, junto a ella, trenzaba juncos;Felicidad escardaba flores de es-pliego; Pablo se aburría y queríamarcharse.

O t r a s v e c e s p a s a b a n e lToucques en barca y buscabanconchas. La marea baja dejaba aldescubierto erizos, moluscos, me-dusas; y los niños corrían para co-ger copos de espuma que llevaba elviento. Las olas dormidas, al caeren la arena, se extendían a lo largode la playa; era tan larga que se per-día de vista, pero por la parte de tie-rra tenía por límite las dunas, quela separaban del Marais, una exten-sa pradera en forma de hipódromo.Cuando volvían por allí, a cadapaso se iba agrandando Trouville,al pie de la ladera del otero, yc o n t o d a s s u s c a s a s d e s i g u a -l e s p a r e c í a d i s p e r s a r s e e na l e g r e d e s o r d e n .

Los días de mucho calor no sa-lían de su cuarto. La deslumbran-te claridad de afuera trazaba ba-rras de luz entre las hojas de lascelosías. Ningún ruido en el pue-blo. Abajo, en la acera, nadie.Este dilatado silencio acentuaba latranquilidad de las cosas. A lo le-jos, los martillos de los calafatestaponaban carenas , y una brisa pegajo-sa traía el olor del alquitrán.

La principal diversión era laarribada de los barcos. En cuantopasaban las balizas, empezaron azigzaguear. Arriaban las velas has-ta los dos tercios de los mástiles; y,con la mesana inflada como un glo-bo, avanzaban, se deslizaban en elchapoteo de las olas hasta el mediodel puerto, donde echaban de repenteel ancla. En seguida el barco se arri-maba al muelle. Los marineros des-cargaban por la borda montones de pe-ces palpitantes; los esperaba una filade carros, y unas mujeres con gorrode algodón se precipitaban a coger loscestos y a besar a sus hombres.

Un día, una de ellas abordó a Fe-licidad, y al poco rato entró ésta muycontenta en la habitación. Había en-contrado a una hermana; y aparecióAnastas ia Baret te , casada con

ply 1 a : to use or wield diligently <busily plying his pen> b : topractice or perform diligently <ply a trade> 2 : to keepfurnishing or supplying something to <plied us with liquor>3 a : to make a practice of rowing or sailing over or on <theboat plies the river> b : to go or travel regularly over, on, orthrough <jets plying the skies>

1 : to apply oneself steadily 2 : to go or travel regularlyply 1 [+ needle, tool] manejar; emplear [+ oars] emplear [+

river, route] navegar por to ply one’s trade ejercer su pro-fesión 2 to ply somebody with questions acosar a alguiencon preguntas

to ply somebody with drink no parar de ofrecer de beber aalguien

to ply between ir y venir de

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apparut, tenant un nourrisson à sapoitrine, de la main droite un autreen fan t . A sa gauche un pe t i tmousse les poings sur les hancheset le béret sur l’oreille.

Au bout d’un quart d’heure,Mme Auba in l a congédia . O nl e s r e n c o n t r a i t t o u j o u r s a u xa b o r d s d e l a c u i s i n e , o u d a n sl e s promenades que l’on faisait .Le mari ne se montrait pas.

Félicité se prit d’affection pour eux.Elle leur acheta une couverture, deschemises, un fourneau. Evidemment ilsl’exploitaient. Cette faiblesse agaçaitMme Aubain , qu i d ’ a i l l e u r sn’aimait pas les famil iar i tés duneveu - car i l tu toyai t son fils; -et, comme Virginie toussait et quela saison n’était plus bonne, ellerevint à Pont-l’Evêque.

M . B o u r a i s l ’ é c l a i r a s u r l ec h o i x d ’ u n c o l l è g e . C e l u i d eCaën passa i t pour le mei l leur.Paul y fut envoyé; et f i t brave-ment ses adieux, satisfait d’allerv i v r e d a n s u n e m a i s o n o ù i laurait des camarades.

M m e A u b a i n s e r é s i g n a àl ’é lo ignement de son f i l s parcequ’i l é ta i t indispensable . Virgi-n i e y s o n g e a d e m o i n s e nm o i n s . F é l i c i t é r e g r e t t a i t s o nt a p a g e . M a i s u n e o c c u p a t i o nv i n t l a d i s t r a i r e . A p a r t i r d eNoël, elle mena tous les jours lapeti te f i l le au catéchisme.

Leroux, sosteniendo un bebé alpecho y llevando de la mano dere-cha otro niño. De la izquierda, un pe-queño grumete con los puños en lascaderas y la gorra sobre la oreja.

Al cabo de un cuarto de hora,la señora Aubain la despidió .

S iempre se los encontraba enl o s a c c e s o s a l a c o c i n a , o e nlos paseos que daban . E l mar i -do no apa rec í a .[34]

Félicité les tomó cariño. Lescompró una manta, camisas, unhornillo. Evidentemente, la ex-plotaban. Esa debilidad irritaba ala señora Aubain, a quien des-agradaban además las familiari-dades del sobrino, porque tutea-ba a su hijo; y como Virginie to-sía y la estación no era buena, re-gresó a Pont-l’Évêque.

El señor Bourais la instruyósobre la elección de un colegio.El de Caén pasaba por ser el me-jor. A él fue enviado Paul; y éstese despidió sin vacilar, satisfe-cho de ir a vivir a un lugar don-de tendría camaradas.

La señora Aubain se res ignóal alejamiento de su hi jo porquer e s u l t a b a i n d i s p e n s a b l e .Virg in ie pensó en é l cada vezmenos. Fél ic i té echaba en fal tasu alboroto . Pero una ocupaciónvino a dis t raer la . Desde Navi-dad , l l evó todos los d ías a l aniñi ta a l catecismo.

Leroux, apareció con un niño depecho, otro niño de la mano dere-cha, y a la izquierda un pequeñogrumete, con los puños en la ca-dera y la gorra sobre la oreja.

A1 cabo de un cuarto de hora laSra. Aubain la despidió.

S i e m p r e l o s e n c o n t r a b a nc e r c a d e l a c o c i n a o e n l o sp a s e o s q u e d a b a n . E l m a -r i d o n o a p a r e c í a .

Félicité les tomó afecto. Lescompró una manta, un hornillo;evidentemente la explo taban.Esta debilidad irritaba a la Sra.Aubain, a quien por lo demás nogustaban las familiaridades delsobrino, pues tuteaba a su hijo; y,como Virginia tosía y el tiempono estaba bueno, se volvió a Pont-l’Évêque. [34]

El Sr. Bourais la informó so-bre la elección de colegio. El deCaen pasaba por ser el mejor. Allímandaron a Pablo, que se despi-dió valientemente, satisfecho deirse a vivir a una casa donde ten-dría compañeros.

La Sra . Aubain se res ignó ala separac ión de su h i jo , por -que era indispensable . Virgi-n ia pensó en é l cada vez me-nos. Fél ici té echaba en falta sualboroto . Pero una ocupaciónvino a d i s t raer la ; a par t i r deNavidad, l levó todos los días ala niña al catecismo.

mousse 1. Mar. Jeune garçon de moins deseize ans qui fait sur un navire de commercel'apprentissage du métier de marin.grumete 1. m. Muchacho que aprende el ofi-cio de marinero ayudando a la tripulación ensus faenas.

tapage 1. Bruit* violent et confus, désordonné(fait par un groupe de personnes). 2. (1695).Vieilli ou littér. Bruit (fig.), désordre, éclat,esclandre, pet, scandale. 3. (1764, Voltaire).Littér. Éclat, contraste violent (de couleurs,etc.)

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Leroux, sosteniendo a un bebé en elregazo, a otro niño de la mano dere-cha y, a su izquierda, a un pequeñogrumete con las manos en jarras y lagorra sobre las orejas.

Al cabo de un cuar to de hora,la señora Aubain la despidió . Seles veía s iempre en las inmedia-ciones de la cocina, o en los pa-seos que hac ían . E l mar ido nose mos t raba .

Félicité se encariñó con ellos.Les compró una manta, camisas, unhornillo; evidentemente, la explo-taban. Aquella debilidad molestabaa la señora Aubain, a quien, por otraparte, no agradaban las familiarida-des del sobrino (pues tuteaba a suhijo); y, como Virginie tosía y laestación había dejado de ser agra-dable, regresó a Pont-l’Évêque.

El señor Bourais la ilustró en lo re-ferente a la elección de un colegio. Elde Caen tenía fama de ser el mejor.Allí fue enviado Paul, que se despi-dió con valentía, satisfecho de irse avivir a una casa en la que tendría com-pañeros.

La señora Aubain se res ignóal a le jamiento de su hi jo , por-q u e n o h a b í a m á s r e m e d i o .Virginie pensó en e l lo cada vezmenos . Félicité echaba en falta sualboroto . P e r o u n a o c u p a c i ó nvino a distraerla: a part ir de Na-vidad, l levó todos los días a laniña al catecismo. [39]

made her appearance, holding an in-fant in her arms, another child by thehand, while on her left was a littlecabin-boy with his hands in his pock-ets and his cap on his ear.

At the end of fifteen minutes, Ma-dame Aubain bade her go. They alwayshung around the kitchen, or approachedFelicite when she and the children were outwalking. The husband, however, did notshow himself.

Felicite developed a great fondnessfor them; she bought them a stove,some shirts and a blanket; it was evi-dent that they exploited her. Her fool-ishness annoyed Madame Aubain,who, moreover did not like thenephew’s familiarity, for he called herson “thou”;—and, as Virginia beganto cough and the season was over, shedecided to return to Pont-l’Eveque.

Monsieur Bourais assisted her inthe choice of a college. The one atCaen was considered the best. So Paulwas sent away and bravely said good-bye to them all, for he was glad to goto live in a house where he would haveboy companions.

Madame Aubain resigned her-self to the separat ion from herson because it was unavoidable.Virginia brooded less and lessove r i t . Fe l i c i t e r eg re t t ed thenoise he made, but soon a new occupa-tion diverted her mind; beginning fromChristmas, she accompanied the little girlto her catechism lesson every day.

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Leroux, llevando a un niño de tetaen brazos , de la mano derecha aot ro n iño, y a su izquierda ungrumetillo con los puños en las ca-deras y la boina sobre la oreja.

A l c u a r t o d e h o r a ,m a d a m e A u b a i n l a d e s p i d i ó .L o s e n c o n t r a b a n s i e m p r ec e r c a d e l a c o c i n a , o e n l o sp a s e o s q u e d a b a n . A l m a r i d on o s e l e v e í a .

Felicidad les tomó cariño. Lescompró una manta, camisas, un hor-nillo; era evidente que la explota-ban . Es ta f l aqueza i r r i t aba amadame Aubain, a la que ademásno le gustaban las familiaridadesdel sobrino —pues tuteaba a suhijo—; y como Virginia tosía y laestación no era buena, madameAubain volvió a Pont-l’Evêque.

Monsieur Bourais la aconsejósobre la elección de un colegio. Elde Caen tenía fama de ser el me-jor. Mandaron a él a Pablo; se des-pidió valiente, satisfecho de ir avivir en una casa donde habríachicos como él.

M a d a m e A u b a i n s e r e s i g n óa s e p a r a r s e d e s u h i j o , p o r -q u e e r a n e c e s a r i o . Vi r g i n i ap e n s a b a e n é l c a d a v e z m e -n o s . Felicidad echaba en falta labul la que met ía . Pe ro v ino adistraerla una ocupación; a par-t ir de Navidad, l levaba todos losdías a la niña al catecismo.

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III

Quand elle avait fait à la porte unegénuflexion, elle s’avançait sous lahaute nef, entre la double ligne deschaises, ouvrait le banc de MmeAubain, s’asseyait, et promenait sesyeux autour d’elle.

Les garçons à droite; les filles àgauche emplissaient les stalles duchoeur; le Curé se tenait deboutprès du lutrin; sur un vitrail del’abside, le Saint-Esprit dominaitla Vierge. Un autre la montrait àgenoux devant l’Enfant Jésus - etderrière le tabernacle, un groupeen bois représentait saint Michelterrassant le Dragon.

Le prêtre fit d’abord un abrégé del’Histoire Sainte. Elle croyait voir leparadis, le déluge, la tour de Babel,des villes tout en flammes, des peu-ples qui mouraient, des idoles ren-versées ; . - et el le garda de cetéblouissement le respect du Très-Haut et la crainte de sa colère. - Puiselle pleura en écoutant la Passion.Pourquoi l’avaient-ils crucifié, luiqui chérissait les enfants, nourrissaitles foules, guérissait les aveugles, etavait voulu, par douceur, naître aumilieu des pauvres sur le fumierd’une étable? Les semailles , lesmoissons, les pressoirs, toutes ceschoses familières dont parle l’Evan-gile se trouvaient dans sa vie; le pas-sage de Dieu les avait sanctifiées; etel le aima plus tendrement lesagneaux par amour de l’Agneau, lescolombes à cause du Saint-Esprit.

Elle avait peine à imaginer sa per-sonne. Car il n’était pas seulementoiseau, mais encore un feu, etd’autres fois un souffle. C’est peut-être sa lumière qui voltige la nuit auxbords des marécages, son haleine quipousse les nuées, sa voix qui rend lescloches harmonieuses, et elle demeu-rait dans une adoration, jouissant dela fraîcheur des murs et de la tran-quillité de l’église.

Quant aux dogmes, elle n’y com-prenait rien, ne tâcha même pas decomprendre. Le Curé discourait, lesenfants récitaient, elle finissait pars’endormir; et se réveillait tout à coup,quand ils faisaient en s’en allant cla-quer leurs sabots sur les dalles.

Ce fut de cette manière, à force del’entendre, qu’elle apprit le Caté-chisme, son éducation religieuse ayantété négligée dans sa jeunesse - et dès

le banc de Mme Aubain : le bancréservé à Mme Aubain. Entre lesrangées de piliers, la nef est la partiecentrale de l’église qui va du portailjusqu’à l’autel.

stalles : sièges de bois fixes, rangés surles côtés du chaaur.

lutrin : pupitre sur lequel on pose leslivres de chants liturgiques.

abside : par t ie semi -c i rcu la i re del’église, derrière le choeur.

tabernacle: petite armoire située surl ’autel et renfermant les host iesconsacrées.

tour de Babel: allusion à un épisode de laB ib le . À Babe l (nom hébreu deBabylone), les fils de Noé édifièrent unetour pour atteindre le ciel et Dieu les enpunit par la confusion des langues.

idoles renversées : statues des fauxdieux renversées par les croyants.

Passion : récit des souffrances et de lamort du Christ.

pressoirs : machines servant à presserle raisin, les pommes, ‘etc.

l’Agneau, les colombes : l’Agneau estle symbole du Christ; le Saint-Espritest généralement représenté sous laforme d’une colombe.

dogmes : articles de foi.

3.

Después de hacer en la puertauna genuflexión, avanzaba bajo laalta nave, entre la doble hilera desillas, abría el banco de la señoraAubain, se sentaba y paseaba enderredor sus ojos.

Los niños a la derecha y las niñas ala izquierda llenaban las sillas delcoro; e l pár roco es taba de p ieante el atril ; en una vidriera delábside, el Espíritu Santo señoreabaa la Virgen; otra la mostraba de ro-dillas ante el Niño Je sús , y de t rásdel tabernáculo un grupo de ma-dera representaba a san Miguelderribando al Dragón (12).

[35]El cura hizo primero un resumen de

la Historia Sagrada. Ella creía ver elparaíso, el diluvio, la torre de Babel,ciudades completamente en llamas,pueblos que morían, ídolos derriba-dos; y de ese deslumbramiento con-servó el respeto al Altísimo y el te-mor a su cólera. Luego lloró al es-cuchar la Pasión. ¿Por qué le ha-bían crucificado a él, que amaba alos niños, alimentaba a las muche-dumbres, sanaba a los ciegos y pordulzura había querido nacer entrelos pobres sobre el estiércol de unestablo? Las sementeras, las cose-chas, los lagares, todas aquellas co-sas familiares de que habla el Evan-gelio se hallaban también en su vida;el paso de Dios las había santificado;y ella amó con más ternura a los cor-deros por amor al Cordero, y a laspalomas por el Espíritu Santo.

Le cos taba imaginar su per -sona . Porque no era só lo pá ja -ro , s ino también fuego, y o t rasveces soplo . Acaso es su luz laque f lota de noche a or i l l as delos pantanos, su aliento lo que em-puja las nubes, su voz lo que vuelvearmoniosas las campanas, y perma-necía en adoración, gozando delfrescor de los muros y de la tranqui-lidad de la iglesia.

En cuanto a los dogmas, ni com-prendía nada ni trató siquiera de com-prender. El párroco hablaba, los niñosrecitaban y ella terminaba adorme-ciéndose y se despertaba de golpe,cuando, al irse, golpeaban con suszuecos sobre las losas.

Fue de ese modo, a fuerza de oírlo,como aprendió el catecismo, pues sueducación religiosa quedó desatendi-da en su juventud; desde entonces

12. Descripción de la iglesia de estilo flamí-gero de San Miguel de Pont-l’Évéque, quesigue existiendo aunque sus vidrieras fuerondestruidas en 1944.

III

Después de hacer la genuflexiónen la puerta, caminaba bajo la altanave, entre la doble fila de las si-l las, abría el banco de la Sra.Aubain, se sentaba y echaba un vis-tazo a su alrededor.

Los niños a la derecha, las niñasa la izquierda, llenaban las sillas delcoro; el cura estaba de pie delantedel atril; en una vidriera del ábsi-de, el Espíritu Santo destacaba so-bre la Virgen; otra la mostraba arro-dillada ante el Niño Jesús, y, detrásdel sagrario, un grupo escultóricode madera representaba a San Mi-guel derribando el dragón.

El cura comenzó haciendo un re-sumen de la Historia Sagrada. Ellacreía ver el paraíso, el diluvio, latorre de Babel, ciudades todas en lla-mas, pueblos que morían, ídolos de-rribados; y conservó de este des-lumbramiento el respeto al Altísimoy el temor a su cólera. Después lloróal escuchar la Pasión. ¿Por qué lohabían crucificado, a él que amaba alos niños, alimentaba a las muche-dumbres, curaba a los ciegos y ha-bía querido por humildad nacer en-tre los pobres, sobre el estiércol deun establo? Las siembras, las cose-chas, los lagares, todas esas cosasfamiliares de que habla el Evange-lio se encontraban en su vida, el pasode Dios las había santificado,_________________________________________________________________________________

_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________ y perma-necía en adoración, gozando delfrescor de las paredes y de la tran-quilidad de la iglesia.

En cuanto a los dogmas no enten-día nada, ni siquiera intentó compren-der. El cura continuaba su discurso,los niños recitaban, ella acababa pordormirse; y se despertaba de pronto [35]cuando, al marcharse, hacían sonar suszuecos sobre las baldosas.

Así, a fuerza de escuchar, fue comoaprendió el catecismo, pues su edu-cación religiosa había sido descuida-da en su juventud; y desde entonces

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semaille 1. (1549). Travail qui consiste à semer,à ensemencer (Ensemencement, semis);période de l'année où l'on fait ce travail.

4. Tiempo a propósito para sembrar.

dalle 1. Tablette peu épaisse (de pierre dure,de marbre...) destinée au pavement du sol,au revêtement. 2. Géol. Grande plaque deroche lisse

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III

Después de hacer una genu-flexión en la puerta, avanzaba porla alta nave, entre la doble hilera desillas, abría el banco de la señoraAubain, se sentaba, y paseaba lamirada a su alrededor.

Los niños a la derecha, las niñasa la izquierda, llenaban las sillasdel coro; el párroco se quedaba depie cerca del atril; sobre una vidrie-ra del ábside, el Espíritu Santo des-tacaba sobre la Virgen; otra lo mos-traba de rodillas ante el Niño Jesúsy, detrás del sagrario, un grupo demadera representaba a san Miguelderribando al dragón.

El sacerdote hizo primero un resu-men de la Historia Sagrada. A ella leparecía ver el paraíso, el diluvio, latorre de Babel, ciudades en llamas,pueblos que morían, ídolos derriba-dos; y de aquel deslumbramiento con-servó el respeto por el Altísimo y eltemor a su ira. Luego lloró al oír laPasión. ¿Por qué le habían crucifica-do, a él, que quería a los niños, ali-mentaba a las multitudes y curaba alos ciegos, y que había querido, porpura bondad, nacer en medio de lospobres, sobre el estiércol de un esta-blo? Las semillas, las cosechas, loslagares, todas esas cosas familiares delas que habla el Evangelio se encon-traban en su vida; el paso de Dios lashabía santificado; y quiso con más[40] ardor a los corderos por amor alCordero, y a las palomas a causa delEspíritu Santo.

Le costaba imaginar su persona;pues no sólo era pájaro, sino tam-bién una hoguera, y otras vecesun hálito. Quizá sea su luz la querevolotea de noche por las riberas delas ciénagas, su aliento el que empu-ja las nubes, su voz, la que hace ar-moniosas las campanas; y se quedabaen actitud de adoración, disfrutan-do del frescor de las paredes y de latranquilidad de la iglesia.

En cuanto a los dogmas, no enten-día nada, ni siquiera trató de enten-der. El párroco hablaba, los niños re-citaban, ella terminaba por dormirse;y se despertaba de repente, en el mo-mento de la salida, con el taconeo desus zuecos sobre las baldosas.

Así fue como, a fuerza de oírlo,aprendió el catecismo, pues su edu-cación religiosa había sido descuida-da en su juventud; y desde entonces

CHAPTER III

After she had made a curtseyat the threshold, she would walkup the a is le between the doublel ines o f cha i r s , open MadameAubain’s pew, si t down and lookaround.

Girls and boys, the former on the right, the latteron the left-hand side of the church, filled the stallsof the choir; the priest stood beside thereading-desk; on one stained window ofthe side-aisle the Holy Ghost hovered overth e Vi rg in ; on ano ther one , Maryknelt befo re the Chi ld Jesus , andb e h i n d t h e a l t e r , a w o o d e ng r o u p r e p r e s e nted Saint Michaelfell ing the dragon.

The priest first read a condensedlesson of sacred history. Feliciteevoked Paradise, the Flood, theTower of Babel, the blazing cities,the dying nations, the shatteredidols; and out of this she developeda great respect for the Almighty anda great fear of His wrath. Then, whenshe had listened to the Passion, shewept. Why had they crucified Himwho loved little children, nourishedthe people, made the blind see, andwho, out of humility, had wished tobe born among the poor, in a stable?The sowings, the harvests, the wine-presses, all those familiar thingswhich the Scriptures mention, formeda part of her life; the word of Godsanctified them; and she loved thelambs with increased tenderness forthe sake of the Lamb, and the dovesbecause of the Holy Ghost.

She found it hard, however, tothink of the latter as a person, forwas i t not a bird, a f lame, andsometimes only a breath? Perhapsit is its light that at night hoversover swamps, its breath that pro-pels the clouds, its voice that ren-ders church-bells harmonious. AndFe l i c i t e worsh ipped devou t ly,while enjoying the coolness andthe stillness of the church.

As for the dogma, she could notunderstand it and did not even try. Thepriest discoursed, the children recited,and she went to sleep, only to awakenwith a start when they were leavingthe church and their wooden shoesclattered on the stone pavement.

In this way, she learned her cat-echism, her religious educationhav ing been neg l ec t ed i n he ryouth; and thenceforth she imi-

III

Hacía en la puerta una genu-f lex ión , avanzaba ba jo l a a l t anave entre la doble fila de sillas,a b r í a e l b a n c o d e m a d a m eAubain, se sentaba y echaba unamirada en torno suyo.

Los niños a la derecha, las niñas ala izquierda, ocupaban los asientosdel coro; el cura permanecía de piejunto al atril; en una vidriera delábside, el Espíritu Santo domina-ba a la Virgen; en otra estaba de ro-dillas ante el Niño Jesús, y, detrásdel tabernáculo, un grupo talladoen madera representaba a San Mi-guel abatiendo al dragón.

El cura empezó por resumir la his-toria sagrada. Felicidad creía estarviendo el paraíso, el Diluvio, la Torrede Babel, las ciudades envueltas en lla-mas, pueblos que morían, ídolos de-rribados. Y de este deslumbramientoconservó el respeto al Altísimo y eltemor a su cólera. Después lloró escu-chando la pasión. ¿Por qué le habíancrucificado, a Él que amaba a los niños,alimentaba a las multitudes, curaba a losciegos y había querido, por bondad, na-cer en medio de los pobres, sobre el es-tiércol de un establo? En su vida seencontraban las sementeras , lascosechas, los lagares, todas esascosas familiares de que habla elEvangelio; el paso de Dios las ha-bía santificado; y amó más tier-namente a los corderos por amordel Cordero, a las palomas por elEspíritu Santo.

Le costaba trabajo imaginar supersona; pues no era sólo pájaro,sino también una llama, y otras ve-ces un hálito. Acaso es su luz lo querevolotea por la noche en las orillasde las charcas, su aliento lo queempuja a las nubes, su voz lo quehace armoniosas las campanas; ypermanecía en adoración, gozandodel frescor de las paredes y de la cal-ma de la iglesia.

En cuanto a los dogmas, no enten-día nada, ni siquiera intentó enten-der. El cura hablaba, los niños reci-taban, Felicidad acababa por dormir-se; y se despertaba de pronto, cuan-do los niños se iban repiqueteandocon los zuecos sobre las losas.

De esta manera, a fuerza de oír-lo, aprendió el catecismo, pues nohabía tenido en la niñez una instruc-ción religiosa; y desde entonces imi-

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lors elle imita toutes les pratiques deVirginie, jeûnait comme elle, se con-fessait avec elle. A la Fête-Dieu, el-les firent ensemble un reposoir.

La Première Communion la tour-mentait d’avance. Elle s’agita pour lessouliers, pour le chapelet, pour le li-vre, pour les gants! Avec quel tremble-ment elle aida sa mère à l’habiller.

Pendant toute la messe, e l leéprouva une angoisse. M. Bourais luicachait un côté du choeur. Mais justeen face le troupeau des vierges por-tant des couronnes blanches par-des-sus leurs voiles abaissés formaitcomme un champ de neige; et elle re-connaissait de loin la chère petite àson cou plus mignon et son attituderecueillie. La cloche tinta, les têtesse courbèrent; il y eut un silence. Auxéclats de l’orgue, les chantres et lafoule entonnèrent l’Agnus Dei; puisle défilé des garçons commença; et,après eux, les filles se levèrent. Pasà pas et les mains jointes elles al-laient vers l’autel tout illuminé,s’agenouillaient sur la premièremarche, recevaient l’hostie suc-cessivement, et dans le même or-dre revenaient à leurs prie-Dieu .Quand ce fut le tour de Virginie,Félicité se pencha pour la voir; etavec l’imagination que donnent lesvraies tendresses; i l lui semblaqu’elle était elle-même cette enfant,sa figure devenait la sienne, sa robel’habillait, son coeur lui battait dansla poitrine; au moment d’ouvrir labouche, en fermant les paupières,elle manqua s’évanouir.

Le lendemain, de bonne heure, ellese présenta dans la sacristie, pour queM. le Curé lui donnât la communion.Elle la reçut dévotement, mais n’ygoûta pas les mêmes délices.

Mme Aubain voulait faire de sa filleune personne accomplie - et commeGuyot ne pouvait lui montrer ni l’anglais ni lamusique, elle résolut de la mettre en pension chezles Ursulines d’Honfleur.

L’enfant n’objecta rien; Féli-cité soupirait , trouvant Madameinsensible. Puis elle songea quesa maîtresse, peut-être, avait rai-son. Ces choses dépassaient sacompétence.

E n f i n , u n j o u r , u n e v i e i l l etapissière s’arrêta devant la porte; etil en descendit une religieuse qui venaitchercher Mademoiselle. Félicité montales bagages sur l’impériale, fit des re-commandations au cocher, et plaçadans le coffre six pots de confitures

reposoir : autel dressé sur le parcoursd’une procession sur lequel on poseune statue ou un objet saints. LaFête-Dieu es t la fê te duSaint-Sacrement, et elle a lieu undimanche de juin.

chantres : chanteurs qu i chantentpendant un office religieux.

Agnus Dei: un des chants de la messe.Le titre signifie Agneau de Dieu (~(Agneau de Dieu qui enlèves lespéchés du monde, prends pitié denous, donne-nous la paix a)

host ie : pa in azyme (sans levure)consacré par le prêtre au cours dela messe.

prie-Dieu: chaise basse sur laquelle ons’agenouille.

sacristie : l ieu où le prêtre revêt seshabits sacerdotaux.

Ursulines d’Honfleur: religieuses del’ordre de sainte Ursule. Honfleur estun port du Calvados, non loin dePont-l’Évêque.

tapissière: voiture à cheval, légère etmunie d’un toit.

impér ia le: étage supér ieur d ’unvéhicule.

imitó todas las prácticas de Virginie,ayunaba como ella, se confesabacon ella. El día del Corpus hicieronjuntas un monumento.

La primera comunión la atormen-taba de antemano. ¡Se desvivió por loszapatos, por el rosario, por el libro,por los guantes! ¡Con qué temblorayudó a su madre a vestirla!

Durante toda la misa sintió an-gustia. El señor Bourais le tapa-ba un lado del coro. Pero, justoenfrente, el rebaño de [36] vírge-nes con sus coronas blancas en-cima de los velos echados forma-ba como un campo de nieve; y delejos reconocía a la pequeña porsu cuello más gracioso y su porterecogido. Sonó la campanilla y lascabezas se inclinaron. Al fragor del ór-gano, los chantres y la muchedum-bre entonaron el Agnus Dei; luegocomenzó el desfile de los chicos; y,tras ellos, las chicas se levantaron.Paso a paso, con las manos juntas,ellas iban hacia el altar completa-mente iluminado, se arrodillaban enel primer escalón, recibían la hos-tia una tras otra, y en el mismo or-den regresaban a su reclinatorio.Cuando le llegó la vez a Virginie,Félicité se inclinó para verla; y, conla imaginación que da la verdaderaternura, le pareció que ella misma eraaquella niña, que su cara se volvía lade ella, que su vestido la vestía y queera su corazón el que le latía en el pe-cho; en el momento de abrir la bocacerrando los párpados, estuvo a pun-to de desvanecerse.

Al día siguiente, muy temprano, sepresentó en la sacristía para que el se-ñor párroco le diera la comunión. Larecibió devotamente, pero no saboreólas mismas delicias.

La señora Aubain quería hacer desu hija toda una persona, y comoGuyot no podía enseñarle ni inglés nimúsica, decidió meterla interna en lasursulinas de Honfleur.

La niña no puso ninguna obje-ción; Félicité suspiraba, la seño-ra le parecía insensible. Luegopensó que tal vez su ama tuvieserazón. Aquellas cosas superabansu competencia.

Por fin, cierto día, se detuvo ante lapuerta una vieja jardinera; y de ellase apeó una religiosa que venía a bus-car a la señorita. Félicité subió losequipajes a la imperial, hizo reco-mendaciones al cochero y puso en elbaúl seis tarros de confituras y una

imitó todas las prácticas de Virginia,ayunaba como ella, iban juntas aconfesarse. En la fiesta de Corpusprepararon juntas un altar.

La primera comunión la atormen-taba por adelantado. Se preocupó porlos zapatos, por el rosario, por el li-bro, por los guantes. ¡Con qué emo-ción ayudó a su madre a vestirla!

Durante toda la misa sintió an-gustia. El Sr. Bourais le tapaba unlado del coro; pero justo en fren-te, el grupo de vírgenes, tocadascon coronas blancas por encimade sus velos bajados, formaba uncampo de nieve; y de lejos reco-nocía a la querida pequeña por sufino cuello y su actitud recogi-da. Sonó la campana. Las cabezas seinclinaron, hubo silencio. A los acor-des del órgano los cantores y los fielesentonaron el «Agnus Dei»; despuésc omenzó el desfile de los niños; y de-trás de ellos se levantaron las niñas.Paso a paso y con las manos juntas,se encaminaban hacia el altar, todoiluminado, s e a r r o d i l l a b a n e n______ ________ _____ __ ____ _ ______ _______ ___ ______ ___ __ _ _ _____ _____ ___ sus r e c l i n a t o r i o s .C uando l e t o c ó a Vi r g i n i a ,Félicité se inclinó para verla, y,con la imaginación que dan las ver-daderas ternuras, le pareció verse así misma en aquella niña; su caraera la suya, su vestido la cubría, sucorazón le latía en el pecho; en elmomento de abrir la boca, entornan-do los ojos, Félicité estuvo a puntode desmayarse.

Al día siguiente, temprano, se pre-sentó en la sacristía a que el señorcura le diese la comunión. La reci-bió devotamente, pero no gozó de lasmismas delicias.

La Sra. Aubain quería hacer de suhja una persona cabal; y, comoGuyot no podía enseñarle ni inglésni música, resolvió internarla en lasursulinas de Honfleur.

La niña no puso ninguna objeción.Félicité suspiraba, comprobando lainsensibilidad de la señora. Despuéspensó que tal vez su ama tenía ra-zón. Estas cosas sobrepasaban sucapacidad.

P o r f i n , u n d í a u n a v i e j ajardinera se paró ante la puerta; ybajó de él una religiosa que venía abuscar a la señorita. Félicité subiólos equipajes a la imperial, hizo re-comendaciones [36] al cochero, y co-locó en el portaequipajes seis tarros

imagination 1. Faculté que possède l'espritde se représenter des images (II., 1.),d'imaginer (I. 1.). 2. (XVIe, Montaigne).Faculté d'évoquer les images des objetsqu'on a déjà perçus (loc. didact. imaginationreproductrice). 3. (XVIe). Faculté de formerdes images d'objets qui n'ont pas été perçusou de faire des combinaisons nouvellesd'images (imagination créatrice).

imperial 4. f. Tejadillo o cobertura de las ca-rrozas. 5. Sitio con asientos que algunos ca-rruajes tienen encima de la cubierta.

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imitó todas las prácticas de Virginie:ayunaba como ella, se confesaba conella. El día del Corpus, hicieron jun-tas una estación.

La Primera Comunión la ator-mentaba de antemano. Se preocu-paba por los zapatos, el rosario, ellibro, los guantes. ¡Cómo temblabaal ayudar a su madre a vestirla!

Durante toda la misa estuvo an-gustiada. El señor Bourais le tapa-ba un lado del coro; pero justo en-frente, el rebaño de vírgenes concoronas blancas por encima de susvelos bajados formaba como uncampo de [41] nieve; y reconocíadesde lejos a su querida pequeñapor su cuello más bonito y su acti-tud recogida. Sonó la campana. Las ca-bezas se inclinaron; se hizo el silencio. Conel fragor del órgano, los chantres y lamultitud entonaron el Agnus Dei; luegoempezó el desfile de muchachos; y, des-pués de ellos, se levantaron las niñas.Paso a paso, con las manos unidas, seacercaban al altar, totalmente ilumi-nado, se arrodillaban en el primer es-calón, recibían la hostia unas detrásde otras, y en el mismo orden volvíana sus reclinatorios. Cuando le llegó elturno a Virginie, Félicité se inclinóhacia adelante para verla; y, con eltransporte que producen los verda-deros afectos, le pareció que aque-lla niña era ella; aquel rostro se con-vertía en el suyo, el mismo vestidola cubría, el corazón le latía en elpecho; en el momento de abrir laboca, cerrando los párpados, estuvoa punto de desmayarse.

A la mañana siguiente se presentómuy temprano en la sacristía para queel señor párroco le diera la Comunión.La recibió con devoción, pero nogozó de la misma manera.

La señora Aubain quería hacer desu hija una persona muy completa; y,como Guyot no podía enseñarle ni in-glés ni música, decidió meterla inter-na en las ursulinas de Honfleur.

La niña no puso ninguna objeción.Félicité suspiraba, la señora Aubainle parecía insensible. Luego [42] pen-só que quizá su ama tuviera razón.Había cosas que estaban más allá desu competencia.

Por fin, un día se detuvo ante lapuerta un viejo coche de mudanzas;y de él bajó una religiosa que venía abuscar a la señorita. Félicité subió lasmaletas en la imperial, hizo unas ad-vertencias al cochero y colocó en elbaúl seis botes de mermelada y una

tated all Virginia’s religious practices,fasted when she did, and went to confessionwith her. At the Corpus-Christi Day they bothdecorated an altar.

She worried in advance overVirginia’s first communion. She fussedabout the shoes, the rosary, the book andthe gloves. With what nervousness shehelped the mother dress the child!

During the entire ceremony, shefelt anguished. Monsieur Bourais hidpart of the choir from view, but di-rectly in front of her, the flock ofmaidens, wearing white wreaths overtheir lowered veils, formed a snow-white field, and she recognised herdarling by the slenderness of herneck and her devout attitude. Thebell tinkled. All the heads bent andthere was a silence. Then, at the pealsof the organ the singers and the wor-shippers struck up the Agnes Dei; theboys’ process ion began; behindt h e m c a m e t h e g i r l s . W i t hc l a sped hands , t hey advancedstep by s tep to the l ighted al tar,knel t a t the f i rs t s tep, receivedo n e b y o n e t h e H o s t , a n d r e -turned to their seats in the sameo r d e r . W h e n Vi r g i n i a ’s t u r ncame, Felicite leaned forward tow a t c h h e r , a n d t h r o u g h t h a timagination which springs fromtrue affection, she at once becamethe child, whose face and dressbecame hers, whose heart beat inher bosom, and when Virg in iaopened her mouth and closed herlids, she did likewise and camevery near fainting.

The following day, she presented her-self early at the church so as to receivecommunion from the cure. She took it withthe proper feeling, but did not experiencethe same delight as on the previous day.

Madame Aubain wished to makean accomplished girl of her daughter;and as Guyot could not teach Englishor music, she decided to send her tothe Ursulines at Honfleur.

The child made no objection,but Felicite sighed and thoughtMadame was heartless. Then, shethought that perhaps her mistresswas right, as these things were be-yond her sphere.

F i n a l l y , o n e d a y , a n o l df iacre s topped in f ron t o f thed o o r a n d a n u n s t e p p e d o u t .Fe l ic i te pu t Virg in ia ’s luggageon top of the car r iage , gave thec o a c h m a n s o m e i n s t r u c t i o n s ,and smuggled s ix ja rs of jam, a

tó todas las prácticas de Virginia,ayunando como ella, confesándosecuando ella. Para el día del Corpushicieron un monumento.

La primera comunión la atormen-taba de antemano. Se azacaneó paralos zapatos, para el rosario, para ellibro, para los guantes. ¡Con qué tem-blor ayudó a la madre a vestirla!

Durante toda la misa sintió una espe-cie de angustia. Monsieur Bourais le im-pedía ver una parte del coro; pero, justa-mente enfrente, el rebaño de las vírgenescon sus coronas blancas encima de losvelos echados sobre la cara formaba comoun campo de nieve. Y Felicidad recono-cía de lejos a su querida pequeña por elcuello más bonito y el continente más re-cogido. Sonó la campanilla. Se inclinaronlas cabezas; y hubo un silencio. Cuando elórgano rompió a tocar, los chantres yla multitud entonaron el Agnus Dei;luego comenzó el desfile de los niños;y, después de ellos, se levantaron lasniñas. Paso a paso, juntas las manos,se dirigían al altar todo iluminado, searrodillaban en el primer escalón, re-cibían la hostia sucesivamente, y en elmismo orden volvían a susreclinatorios. Cuando le llegó el tur-no a Virginia, Felicidad se inclinópara verla; y, con la imaginaciónque dan los verdaderos amores, lepareció que ella misma era aquellaniña; su cara era la de ella, su ves-tido la vestía a ella, su corazón la-tía en su propio pecho; en el mo-mento en que la niña abrió la boca, ce-rrando los párpados, Felicidad estuvoa punto de desmayarse.

Al día siguiente, temprano, sepresentó en la sacristía para que elseñor cura le diera la comunión. Larecibió devotamente, pero no gustólas mismas delicias.

Madame Aubain quería que su hijafuera una señorita muy cumplida; ycomo Gullot no podía enseñarle inglésni música, decidió ponerla interna enlas ursulinas de Honfleur.

La niña se avino con dificul-tad. Felicidad suspiraba, encon-t r ando insens ib le a l a señora .Después pensó que acaso su amatenía razón. Estas cosas rebasa-ban sus luces.

Por fin, un día paró a la puertaun carruaje y se bajó de él unamonja que iba a buscar a la seño-rita. Felicidad subió el equipajea la imperial, hizo recomendacio-nes al cochero y puso en el baúl seistarros de mermelada y una docena

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et une douzaine de poires, avec unbouquet de violettes.

Virginie, au dernier moment, futprise d’un grand sanglot. Elle embras-sait sa mère qui la baisait au front, enrépétant. - «Allons! du courage! ducourage!» Le marchepied se releva, lavoiture partit.

A l o r s M m e A u b a i n e u t u n ed é f a i l l a n c e ; - e t l e s o i r t o u ss e s a m i s , l e m é n a g e L o r m e a u ,M a d a m e L e c h a p t o i s , ces de-moise l les Rochefeu i l le , M. deHouppevil le et Bourais se pré-sentèrent pour la consoler.

La privation de sa fille lui futd’abord très douloureuse. Mais troisfois la semaine elle en recevait unelettre, les autres jours lui écrivait, sepromenait dans son jardin, lisait unpeu, et de cette façon comblait le videdes heures.

Le matin, par habitude, Félicitéentrait dans la chambre de Virginie,et regardait les murailles. Elle s’en-nuyait de n’avoir plus à peigner sescheveux, à lui lacer ses bottines, à laborder dans son lit, et de ne plus voircontinuellement sa gentille figure, de neplus la tenir par la main, quand elles sor-taient ensemble. Dans son désoeuvrementelle essaya de faire de la dentelle.Ses doigts trop lourds cassaient lesfils, elle n’entendait à rien, avaitperdu le sommeil, suivant son mot,était «minée».

Pour «se diss iper», e l le de-manda la permission de recevoirson neveu Victor.

Il arrivait le dimanche après laMesse, les joues roses, la poitrinenue et sentant l’odeur de la campa-gne qu’il avait traversée. Tout desuite, elle dressait son couvert. Ilsdéjeunaient l’un en face de l’autre;et, mangeant elle-même le moinspossible pour épargner la dépense,elle le bourrait tellement de nourri-ture qu’il finissait par s’endormir.Au premier coup des vêpres elle leréveillait, brossait son pantalon,nouait sa cravate, et se rendait àl’église, appuyée sur son bras dansun orgueil maternel.

Ses parents le chargeaient tou-jours d’en t irer quelque chose,soit un paquet de cassonade , dusavon, de l ’eau-de-vie , parfoismême de l ’argent . I l appor ta i tses nippes à raccommoder - e te l l e a c c e p t a i t c e t t e b e s o g n e ,heureuse d’une occasion qui le

ces: la mise en italique signale une mar-que de respect.

elle n’entendait à rien : elle ne savaitplus rien faire, n’était plus bonne àrien.

vê p r e s : o f f i c e r e l i g i e u x d u s o i ra u t r e f o i s , a u j o u r d ’ h u i d el’après-midi.

cassonade : sucre raffiné une seule fois.

nippes: vêtements usagés.

docena de peras, junto con un rami-llete de violetas.

En el último momento, de Virginiese apoderaron las lágrimas. Abrazabaa su madre, que la besaba en la frente[37] repitiendo: «¡Vamos, valor!¡Valor!» Se alzó el estribo y elcoche partió.

Entonces la señora Aubain tuvo un desfalle-cimiento; y aquella tarde se presentaron paraconsolarla todos sus amigos, el matrimonioLormeau, la señora Lechaptois, aquellass e ñ o r i t a s R o c h e f e u i l l e , e ls e ñ o r d e H o u p p e v i l l e yB o u r a i s .

Al principio, la privación de suhija le resultó muy dolorosa. Perorecibía tres veces por semana unacarta suya; los demás días le escri-bía, paseaba por el jardín, leía unpoco y de este modo llenaba el vacíode las horas.

Por la mañana, Félicité entrabapor hábito en el cuarto de Virginie ymiraba las paredes. Echaba de me-nos no tener ya que peinarle el pelo,atarle los cordones de las botinas,arroparla en la cama y no ver con-tinuamente su bonita cara, no l l e -va r l a de l a mano cuando sa l í anj u n t a s . E n s u desocu p a c i ó n ,i n t e n t ó h a c e r g a n c h i l l o . Susdedos demasiado torpes rompían loshilos, no se ocupaba en nada, habíaperdido el sueño, estaba, según de-cía, «minada».

Con el f in de «disiparse», pi-d ió pe rmiso pa ra r ec ib i r a susobrino Victor (13).

Llegaba los domingos despuésde misa, con las mejillas colora-das, el pecho desnudo y oliendo alcampo que había atravesado. Ellapreparaba enseguida la mesa. Al-morzaban el uno frente al otro; ycomiendo ella lo menos posiblepara ahorrar gasto, le atiborrabatanto de comida que él terminabaadormeciéndose. Lo despertaba alprimer toque de vísperas, le ce-pillaba el pantalón, le anudaba lacorbata y se encaminaba a la igle-sia, apoyándose en su brazo conun orgullo materno.[38]

Sus padres s iempre le encar-gaban que le sacase algo, un pa-que te de azúcar terc iado (14),j a b ó n , a g u a r d i e n t e , a v e c e sd i n e r o i n c l u s o . É l l e t r a í as us ropas viejas para que las re-mendara, y ella aceptaba esa tarea,f e l i z p o r q u e e s o l e o b l i -

13. El personaje de Victor deriva de las his-torias que el antiguo capitán marino PierreBarbey contaba a Flaubert; ya las había uti-lizado el novelista en La educación senti-mental.

14. Azúcar mal refinado, el más corrientede la época.

de mermelada y una docena de pe-ras con un ramo de violetas.

Virginia, en el último instante, fuepresa de un gran sollozo; abrazaba asu madre, que la besaba en la frente,repitiendo: «¡Vamos! ¡Ánimo!, ¡áni-mo!» Se levantó el estribo, el cochepartió.

Entonces la Sra. Aubain tuvo undesmayo; y por la tarde todos susamigos, el matrimonio Lormeau, laSra. Lechaptois, aquellas señoritasR o c h e f e u i l l e , e l S r. d eHouppeville y Bourais se perso-naron a consolarla.

La separación de su hija le resul-tó al principio muy dolorosa, perotres veces por semana recibía unacarta de ella, los otros días le escri-bía, se paseaba por el jardín, leía unpoco y de esta manera llenaba el va-cío de sus horas.

Por la mañana, como de costum-bre, Félicité entraba en la habitaciónde Virginia y miraba las paredes. Seaburría de ya no tener que peinar-le sus cabellos, atarle las botinas,taparla en la cama. ______________ ________ ____ ________ ______ ___ ___________ _______ ___ ______ __ ____ Para entretenerse en algotrató de hacer ganchillo. Sus dedosdemasiado gordos rompían los hi-los; no entendía ni jota, había per-dido el sueño, según decía, estabaconsumida.

P a r a d i s t r a e r s e , p i d i óp e r m i s o p a r a r e c i b i r a s u s o -b r i n o V í c t o r .

Él llegaba los domingos des-pués de misa, las mejillas rosadas,el pecho descubierto, y oliendo alcampo que había recorrido. Inme-diatamente ella ponía el cubierto,comían frente a frente; y comien-do ella misma lo menos posiblepara ahorrar gasto, lo atiborrabade tal manera que él acababa pordormirse. A1 primer toque de vís-peras, ella lo despertaba, le cepi-llaba el pantalón, le hacía el nudode la corbata y se encaminaba a laiglesia, apoyada en su brazo conun orgullo de madre.

Sus padres siempre le encar-gaban que sacase algo, ya unpaquete de azúcar________ _,j abón, aguardiente , inc luso aveces dinero. Él le l levaba a re-mendar su ropa ______* y ellaaceptaba esta tarea, feliz de en-contrar una ocasión para que él

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* Una pena que se pierdan tantos matices

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docena de peras, junto con un ramode violetas.

Virginie, en el último momento,estalló en sollozos; abrazaba a sumadre, que la besaba en la frente,repitiendo: «¡Vamos, vamos! ¡Tenvalor!» El estribo se retiró, el co-che partió.

Entonces la señora Aubain sufrióun desvanecimiento; y por la nochetodos sus amigos, el matrimonioLormeau, la señora Lechaptois, lasbuenas de las señoritas Rochefeuille,el señor de Houppeville y Bourais sepresentaron allí para consolarla.

Al principio, el verse privada desu hija le resultó muy doloroso.Pero tres veces a la semana reci-bía carta de ella, los demás días leescribía, paseaba por el jardín, leíaun poco y de este modo llenaba elvacío de las horas.

Por la mañana, llevada por la cos-tumbre, Félicité entraba en la habita-ción de Virginie y miraba las paredes.Se abur r í a a l no t ene r ya quep e i n a r l a , a t a r l e l o s b o t i n e s ,arroparla en la cama, y al no verya su dulce rostro continuamente,y no llevarla de la mano cuando sa-lían juntas. En su aburrimiento,trató de hacer [43] encaje. Sus de-dos, demasiado torpes, rompían loshilos; no se enteraba de nada, ha-bía perdido el sueño, según decíaella, estaba «consumida».

Para «distraerse», pidió per-miso para recibi r a su sobr inoVictor.

Éste llegaba el domingo despuésde la misa, con las mejillas rosadas,el pecho desnudo y oliendo al cam-po que había atravesado. Enseguidaella le ponía su cubierto. Comíanuno frente al otro; y, mientras queella comía lo menos posible para nohacer gasto, a él le atiborraba de co-mida hasta el punto de que termina-ba por dormirse. A la primera cam-panada de las vísperas le desperta-ba, le cepillaba el pantalón, le hacíael nudo de la corbata y se dirigía ala iglesia, apoyada en su brazo conun orgullo maternal.

Los padres del chico siempre lemandaban que les llevara algo, yafuera un paquete de azúcar moreno,o jabón, o aguardiente; a veces,incluso, dinero. Él se traía sustrapos para que el la se los re-mendara; y ella aceptaba aquellatarea, contenta de que tuviera un

dozen pears and a bunch of vio-le t s under the sea t .

At the last minute, Virginia had a fitof sobbing; she embraced her motheragain and again, while the latter kissedher on the forehead, and said: “Now, bebrave, be brave!” The step was pulled upand the fiacre rumbled off.

Then Madame Aubain had a faint-ing spell, and that evening all herfriends, including the two Lormeaus,Madame Lechaptois, the ladiesRochefeuille, Messieurs deHouppeville and Bourais, called on herand tendered their sympathy.

At first the separation proved verypainful to her. But her daughter wroteher three times a week and the otherdays she, herself, wrote to Virginia.Then she walked in the garden, read alittle, and in this way managed to fillout the emptiness of the hours.

E a c h m o r n i n g , o u t o f h a b i t ,F e l i c i t e e n t e r e d V i r g i n i a ’ sr o o m a n d g a z e d a t t h e w a l l s .S h e m i s s e d c o m b i n g h e rh a i r , l a c i n g h e r s h o e s ,t u c k i n g her in her bed , and thebright face and l i t t le hand whenthey used to go out for a walk.In order to occupy herself shet r i e d t o m a k e l a c e . B u t h e rclumsy fingers broke the threads;she had no heart for anything ,l o s t h e r s l e e p a n d“wasted away,” as she put it.

In order to have some distraction,she asked leave to receive the visitsof her nephew Victor.

He would come on Sunday, afterchurch, with ruddy cheeks andbared chest, bringing with him thescent of the country. She would setthe table and they would sit downopposite each other, and eat theirdinner; she ate as little as possible,herself, to avoid any extra expense,but would stuff him so with foodthat he would finally go to sleep.At the first stroke of vespers, shewould wake him up, brush his trou-sers, t ie his cravat and walk tochurch with him, leaning on his armwith maternal pride.

Hi s pa ren t s a lways to ld h imto get something out of her, e i -ther a package of brown sugar ,o r s o a p , o r b r a n d y, a n d s o m e -t i m e s e v e n m o n e y. H e b r o u g h th e r h i s c l o t h e s t o m e n d , a n ds h e a c c e p t e d t h e t a s k g l a d l y,b e c a u s e i t m e a n t a n o t h e r v i s i t

de peras, junto con un ramillete devioletas.

En el último momento, Virginia seechó a llorar a lágrima viva; se abraza-ba a su madre, que la besaba en la fren-te repitiendo: « ¡Vamos, sé valiente, sévaliente!» Levantóse el estribo y el co-che se puso en marcha.

Entonces la entereza de madameAubain flaqueó; y aquella noche sepresentaron para consolarla todossus amigos : e l mat r imonioLormeau, madame Lechaptois, lasniñas Rochefeuille, monsieur deHouppevi l le y Bourais .

A1 principio, la privación de suhija le fue muy penosa. Pero tresveces por semana recibía carta suya,los otros días le escribía ella, pasea-ba por el jardín, leía un poco, y deeste modo llenaba el vacío de lashoras.

Por la mañana, Felicidad entrabapor costumbre en el cuarto de Virgi-nia y contemplaba las paredes. Ledaba pena no tener ya que peinarla,atarle los cordones de las botas,arroparla en la cama. Y no estarviendo siempre su linda cara, nollevarla de la mano cuando salíanjuntas. Probó a llenar el tiempohaciendo encaje. Sus dedos, de-masiado torpes, rompían los hi-los; no entendía nada, había perdi-do el sueño, estaba —tal era su pa-labra— «minada».

Por «distraerse», pidió per-miso para recibi r a su sobr inoVíctor.

Llegaba los domingos después demisa, colorados los carrillos, desnu-do el pecho, y oliendo al campo quehabía atravesado. Felicidad se apre-suraba a ponerle la mesa. Almorza-ban uno frente a otro, y, comiendoella lo menos posible por ahorrargasto, le atiborraba tanto de comidaque el muchacho acababa por dor-mirse. A la primera campanada deltoque a vísperas le despertaba, le ce-pillaba el pantalón, le hacía el lazode la corbata y se iba a la iglesia apo-yada en el brazo del sobrino con unorgullo maternal.

Los padres le encargaban siempreque se llevara algo, un paquete deazúcar terciada , a g u a r d i e n t e , av e c e s h a s t a d i n e r o . L e l l e -v a b a s u s p i n t o s a l a t í a p a r aq u e s e l o s r e m e n d a r a , y F e l i -c i d a d a c e p t a b a e s t a t a r e a c o n -ten ta porque aque l lo l e ob l iga -

tender 2 1 tr. a offer, present (one’s services, apologies, resignation, etc.). b offer (money etc.) as payment.2 intr. (often foll. by for) make a tender for the supply of a thing or the execution of work.

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forçai t à revenir.

Au mois d’août, son père l’emmenaau cabotage.

C’é t a i t l ’ époque des vacan -c e s . L’ a r r i v é e d e s e n f a n t s l ac o n s o l a . M a i s P a u l d e v e n a i tcap r i c i eux e t Vi rg in i e n ’ava i tp l u s l ’ â g e d ’ ê t r e t u t o y é e , c equ i me t t a i t une gêne , une ba r -r i è r e en t r e e l l e s .

Victor alla successivement à Mor-laix, à Dunkerque et à Brighton; auretour de chaque voyage, il lui offraitun cadeau. La première fois, ce fut uneboîte en coquilles; la seconde, unetasse à café; la troisième, un grandbonhomme en pain d’épice - et il em-bellissait, avait la taille bien prise, unpeu de moustache, de bons yeuxfrancs, et un petit chapeau de cuir,placé en arrière comme un pilote. Ill’amusait, en lui racontant des histoi-res mêlées de termes marins.

Un lundi - (14 juillet 1819 ellen’oublia pas la date), Victor annonçaqu’il était engagé au long cours, etdans la nuit du surlendemain, par le paque-bot de Honfleur, irait rejoindre sa goélette quidevait démarrer du Havre prochai-nement. Il serait, peut-être, deuxans parti .

La perspective d’une telle ab-sence désola Félicité; et pour luid i re encore adieu, le mercredisoir, après le dîner de Madame,elle chaussa des galoches, et avalales qua t re l i eues qui séparen tPont-l’Evêque de Honfleur.

Quand elle fut devant le Cal-vaire, au lieu de prendre à gauche,elle prit à droite, se perdit dansdes chantiers, revint sur ses pas;des gens qu’elle accosta l’engagè-rent à se hâter. Elle fit le tour dubassin rempli de navires, se heur-tait contre des amarres. Puis leterra in s’abaissa , des lumièress’entrecroisèrent, et elle se crutfolle, en apercevant des chevauxdans le ciel.

Au bord du quai, d’autres hen-nissaient, effrayés par la mer. Unpalan qui les enlevait les descen-dait dans un bateau, où des voya-geurs se bousculaient entre lesbarriques de cidre, les paniers defromage, les sacs de grain; on en-tendait chanter des poules, le ca-pitaine jurait; - et un mousse res-tait accoudé sur le bossoir , indif-férent à tout cela. Félicité, qu i nel ’ a v a i t p a s r e c o n n u , c r i a i t

cabotage: navigation près des côtes.

Morlaix, Dunkerque, Brighton : portsde Bre tagne, des F landres e td’Angleterre.

pilote : ici pilote de bateau.

au long cours : pour une longuetraversée.

goélette : navire à deux mâts.

galoches: sabots ou chaussures àsemelle de bois.

lieues : la l ieue fai t environ quatrekilomètres.

palan: appareil de levage à poulies.

bossoir : pièce de charpente pour lamanoeuvre d ’une ancre ouarc-boutant servant à suspendre uneembarcation.

g a b a a v o l v e r .

En el mes de agosto, su padre se lollevó de cabotaje.

Era la época de vacac iones .La l legada de los n iños la con-soló . Pero Paul se volv ía capr i -c h o s o y Vi rg i n i e n o t e n í a y aedad de ser tu teada , lo cua l po-n ía una incomodidad , una ba-r re ra en t re e l las .

Victor fue sucesivamente aMorlaix, a Dunquerque y a Brighton;al regreso de cada viaje, le traía unregalo. La primera vez fue una cajade conchas; la segunda, una taza decafé; la tercera, un muñeco grandede alajú; se iba volviendo guapo,con el talle muy ceñido , algo debigote, unos buenos ojos francos yun sombrero pequeño de cuero,echado hacia atrás como un piloto.La entretenía, le contaba historiasllenas de términos marineros.

Un lunes, el 14 de julio de 1819 (ella noolvidó la fecha), Victor anunció que se habíaenrolado para una larga travesía, y que dos díasdespués iría por la noche, en el barco de líneade Honfleur, a embarcase en su goleta, q u ep r o n t o z a r p a r í a d e L e H a v r e .Ta l v e z s e m a r c h a b a p o r d o sa ñ o s .

La perspectiva de semejante ausen-cia afligió a Félicité; y para despedir-se otra vez de él, el miércoles por la no-che, después de la cena de la señora, sepuso los zuecos y se t ragó lasc u a t r o l e g u a s q u e s e p a r a nPont-l’Évêque de Honfleur.

Cuando llegó al Calvario, en lu-gar de dirigirse a la izquierda, fue ala derecha, se perdió en unos asti-lleros y volvió sobre sus pasos; per-sonas a las que abordó le aconseja-ron [39] que se diera prisa. Bordeóla dársena llena de navíos, trope-zaba contra las amarras. Luego elterreno descendió, se cruzaronunas luces y creyó haber enloque-cido al vislumbrar unos caballosen el cielo.

En la or i l l a de l muel le o t rosr e l i n c h a b a n , a s u s t a d o s p o r e lmar. Un aparejo que los izabalos bajaba a un barco, donde losv ia je ros se atropel laban en t reb a r r i c a s d e s i d r a , c e s t o s d equeso y sacas de grano; se o íacacarear a unas gallinas, el capitán lan-zaba juramentos; y un grumete per-manecía acodado en la serviola , in-diferente a todo. Félicité, que nol e h a b í a r e c o n o c i d o , g r i t a b a :

volviese.

En el mes de agosto su padre loenroló en un barco mercante.

Era la época de las vacacio-nes. La llegada de los niños laconsoló. Pero Pablo se volvíacaprichoso, y Virginia ya no te-nía [37] edad para que la tutea-sen, lo cual ponía un obstáculo,una barrera entre ellas.

Víctor fue sucesivamente aMorlaix, a Dunkerque, a Brighton;al regreso de cada viaje le traía unregalo. La primera vez fue una cajade conchas; la segunda, una taza decafé; la tercera, un gran muñeco dealajú. Se iba poniendo más guapo,con el talle proporcionado, un bi-gote que asomaba, hermosa miradafranca y un sombrerito de cuero in-clinado hacia atrás como un piloto.La entretenía contándole historiasmezcladas de términos marinos.

Un lunes, 14 de julio de 1819 (ella noolvidó la fecha), Víctor anunció que es-taba enrolado para navegación de alturay dos noches después, en el paquebotede Honfleur, iría a alcanzar su goleta,que debía partir del Havre próxima-mente. Quizás estaría navegando dosaños.

La perspectiva de la ausencia afli-gió a Félicité; y para despedirlo denuevo el miércoles por la tarde, des-pués de la cena de la señora, se cal-zó unos zuecos y se tragó las cuatroleguas que separan Pont-l’Évêque deHonfleur.

Al llegar al Calvario, en vezde tomar a la izquierda, siguió ala derecha , se perd ió en t re lasobras , vo lv ió a t r á s ; l a gen tea l a q u e a b o r d ó l e aconsejóque se diese prisa. Dio la vueltaa la dársena__________, t rope-zó con amarras ; después e l te -r r eno ba jó , s e en t r ec ruza ronluces , y c r eyó vo lve r se l ocav i e n d o c a b a l l o s p o r e la i r e .

A la orilla del muelle, otros re-linchaban, atemorizados por el mar.Un polipasto que los subía losbajaba a un barco, donde los via-jeros se atropellaban entre lasbarricas de sidra, los cestos dequesos, los sacos de grano; seoía cantar a las gallinas, el capi-tán renegaba; y un grumete perma-necía acodado sobre la serviola,indiferente a todo aquello. Félicité,que no lo había reconocido, gri-

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motivo para volver.

En el mes de agosto, su padre lellevó al cabotaje.

Era la época de las vacaciones. Lallegada de los niños la consoló. PeroPaul se estaba volviendo caprichoso,y Virginie ya no estaba en edad de quela tutearan, lo que suponía cierta in-comodidad y establecía una barreraentre ellas. [44]

Victor se fue sucesivamente aMorlaix, a Dunkerque y a Brighton; ala vuelta de cada viaje le traía un re-galo. La primera vez, un estuche cu-bierto de conchas; la segunda, una tazade café; la tercera, un muñecote de pande especias. Se estaba poniendo muyguapo, con un talle esbelto, un ligerobigote, unos preciosos ojos de miradafranca y un sombrerito de cuero, echa-do hacia atrás como un piloto. Ella sedivertía oyéndole contar historias lle-nas de términos marinos.

Un lunes, 14 de julio de 1819 (noolvidó la fecha), Victor anunció quese enrolaba de altura y que, dosnoches después, en el transatlántico deHonfleur, iría al encuentro de su goleta,que debía zarpar de Le Havre en unbreve espacio de tiempo. Quizá estu-viera dos años fuera.

Félicité se desesperó ante la pers-pectiva de semejante ausencia; y, paradespedirle por última vez, el miérco-les por la tarde, después de la cena dela señora, se calzó sus zuecos e hizolas cuatro leguas que separanPont-l’Évêque de Honfleur.

Cuando estuvo ante el Calvaire,en lugar de girar a la izquierda, giróa la derecha, se perdió por los asti-lleros, volvió sobre sus pasos; unaspersonas a las que abordó le acon-sejaron que se diera prisa. Rodeó ladársena llena de barcos, chocandocontra las amarras; luego el terreno sehizo más bajo, algunas luces parecían[45] entrecruzarse, y ella creyó que sehabía vuelto loca cuando divisó unoscaballos en el cielo.

Al borde del muelle, otrospiafaban, asustados por el mar. Unaparejo que los subía por los aires losestaba bajando a un barco en el quelos viajeros se atropellaban unos aotros entre las barricas de sidra, loscestos de queso, los sacos de grano;se oía cantar a unas gallinas, el capi-tán echaba juramentos; y un grumeteestaba apoyado en el pescante, indi-ferente a todo aquello. Félicité, que nole había reconocido, gritaba:

f r o m h i m .

In August, his father took him on acoasting-vessel.

It was vacation time and the ar-r iva l o f the ch i ld ren conso ledFelicite. But Paul was capricious,and Virginia was growing too oldto be thee-and-thou’d, a fact whichseemed to produce a sort of embar-rassment in their relations.

Victor went successively toMorlaix, to Dunkirk, and to Brighton;whenever he returned from a trip hewould bring her a present. The firsttime it was a box of shells; the sec-ond, a coffee-cup; the third, a big dollof ginger-bread. He was growinghandsome, had a good figure, a tinymoustache, kind eyes, and a littleleather cap that sat jauntily on theback of his head ________. Heamused his aunt by telling her storiesmingled with nautical expressions.

One Monday, the 14th of July, 1819 (shenever forgot the date), Victor announced thathe had been engaged on a merchant-vessel andthat in two days he would take thesteamer at Honfleur and join hissailer, which was going to start fromHavre very soon. Perhaps he might beaway two years.

The prospect of his departurefilled Felicite with despair, and inorder to bid him farewel l , onWednesday night, after Madame’sdinner, she put on her pattens andtrudged the four miles that separatedPont-l’Eveque from Honfleur.

When she reached the Calvary, in-stead of turning to the right, she turnedto the left and lost herself in coal-yards; she had to retrace her steps;some people she spoke to advised herto hasten. She walked helplessly aroundthe harbour filled with vessels, andknocked against hawsers. Presently theground sloped abruptly, lights flitted toand fro, and she thought all at once thatshe had gone mad when she saw somehorses in the sky.

Others, on the edge of the dock,neighed at the sight of the ocean. Aderrick pulled them up in the air,and dumped them in to a boa t ,where passengers were bustlingabout among barrels of cider, bas-kets of cheese and bags of meal;ch ickens cackled , t he cap ta inswore and a cabin-boy rested onthe railing, apparently indifferentto his surroundings. Felicite, whodid not recognise him, kept shouting:

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b a a v o l v e r.

Era agosto, el padre le embarcóen el cabotaje.

Era tiempo de vacaciones. La lle-gada de los niños la consoló. PeroPablo se estaba volviendo capricho-so y Virginia ya no tenía edad paratutearla, lo que determinaba una si-tuación violenta, una barrera entreellas.

Víctor navegó sucesivamente aMor l a ix , a Dunke rque y aBrighton; de cada viaje le traía unregalo. La primera vez fue una cajade conchas; la segunda, una taza deca fé ; l a t e rce ra , un g ran pa ind’épice en forma de hombre. Ibasiendo un guapo mozo, buen tipo ,un poco de bigote, bonitos ojosfrancos, y una gorra de cuero echa-da hacia atrás como un piloto. Laentretenía contándole historias contérminos marineros.

Un lunes, 14 de julio de 1819 (Felicidadno olvidó la fecha), Víctor le dijo que se ha-bía enrolado para travesías largas, y, a losdos días, se iría en el barco de línea paraHonfleur, para embarcar en su goleta,que z a r p a r í a p r o n t o d e L eHavre . Quizá ta rdar ía dos añosen vo lver.

La perspectiva de tan larga ausen-cia puso muy triste a Felicidad; y paradespedirse de él otra vez, el miérco-les por la noche, después de cenar conla señora, calzó los zuecos y se tragólas cuatro leguas que separan Pont-l’Évêque de Honfleur.

Cuando llegó al Calvario, envez de tomar a la izquierda tomóa la derecha, se perdió en unasobras , volvió sobre sus pasos ;unas personas a quienes pregun-tó le dijeron que se diera prisa.Bordeó la dársena llena de barcos,tropezaba con las amarras; despuésel ter reno fue bajando, seentrecruzaron luces, y Felicidad secreyó loca porque veía caballosen el cielo.

En el borde del muelle relincha-ban otros, asustados por el mar.Un polipasto los levantaba delmuelle y los bajaba a un barco,donde se tropezaban unos viaje-ros entre barriles de sidra, cestosde quesos, sacos de cereales; seoía cacarear gallinas, el capitánjuraba, y un grumete permanecíade codos en la serviola, indiferentea todo aquello. Felicidad, que no lehabía reconocido, gr i taba:

jaunt a short excursion for enjoyment.

jaunty adj. 1 cheerful and self-confident. 2 sprightly. garboso, ai-roso, alegre, confiado, satisfecho

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«Victor!»; i l leva la tête, - el les ’ é l a n ç a i t , q u a n d o n r e t i r al’échelle tout à coup.

Le paquebot, que des femmes halaienten chantan t , sor t i t du por t . Samembrure c raquai t , les vaguespesan tes foue t ta ien t sa p roue .La voi le avai t tourné . On ne v i tp lus personne - e t , sur la merargentée par la lune , i l fa i sa i tune tache noi re qu i s ’enfonça ,d isparu t .

Félicité, en passant près du Cal-vaire, voulut recommander à Dieuce qu’elle chérissait le plus - etelle pria pendant longtemps, de-bout, la face baignée de pleurs, lesyeux vers les nuages. La ville dor-mai t , des douaniers se prome-naient, et de l’eau tombait sans dis-continuer par les trous de l’écluse,avec un bruit de torrent .

Deux heures sonnèrent. Le parloirn’ouvrirait pas avant le jour. Un retardbien sûr contrarierait Madame, - et mal-gré son désir d’embrasser l’autre en-fant, elle s’en retourna. Les filles del’auberge s’éveillaient, comme elleentrait dans Pont-l’Evêque.

Le gamin durant des mois allaitdonc rouler sur les flots. Ses précé-dents voyages ne l’avaient pas ef-frayée. De l’Angleterre et de la Bre-tagne on revenait. Mais l’Amérique,les Colonies, les Iles, cela était perdudans une région incertaine, à l’autrebout du monde.

Dès lors Félicité pensa exclusi-vement à son neveu. Les jours desoleil, elle se tourmentait de la soifquand il faisait de l’orage craignaitpour lu i la foudre . L’hiver, enécoutant le vent qui grondait dansla cheminée et emportait les ar-doises, elle le voyait battu par cettemême tempête, au sommet d’unmât fracassé, tout le corps en ar-rière, sous une nappe d’écume, - oubien, (souvenir de la géographie enestampes) il était mangé par lessauvages, pris dans un bois par dessinges, se mourait le long d’uneplage déserte. Et jamais, elle neparlait de ces inquiétudes.

Mme Aubain en avait d’autressur sa fille.

Les Bonnes Soeurs trouvaientqu’elle était affectueuse, mais déli-cate. La moindre émotion l’énervait.Il fallut abandonner le piano.

Sa mère exigeait du Couventune correspondance réglée . Un

halaient: tiraient avec des cordages.

membrure: charpente d’un navire.

* ¿posada?

«¡Victor!»; él alzó la cabeza, yella echaba a correr cuando degolpe retiraron la escala .

El paquebote, que unas mujerucas halabanca n t a n d o , s a l i ó d e l p u e r t o .S u a r m a z ó n c r u j í a , f u e r -t e s o l a s a z o t a b a n s u p r o a .La v e l a h a b í a g i r a d o . Ya no seve ía a n a d i e y , e n l a m a rargentada por la luna, el barco forma-ba una mancha negra que se hundió,desapareció.

Al pasar cerca del Calvario,Félicité quiso encomendar a Dioslo que más quería, y rezó durantemucho tiempo, de pie, con el ros-tro bañado en lágrimas y los ojosvueltos hacia las nubes. La ciu-dad dormía , los aduaneros pa-seaban y por los agujeros de laesclusa, con un ruido de torrente,caía s in cesar e l agua.

Sonaron las dos. El locutorio noabría antes del amanecer. Su retrasoenfadaría a buen seguro a la señora,y, pese a su deseo de abrazar a la otraniña, regresó . Las mozas de lafonda desper taban cuando e l laentró en Pont-l’Évêque.

¡Así pues, el chiquillo iba a rodarsobre las olas durante meses!

Sus anteriores viajes no la habíanasustado. De Inglaterra y de Bretañase volvía. Pero América, las Colonias,las islas, todo eso se hallaba perdidoen una región incierta, en el otro cabodel mundo.[40]

D e s d e e n t o n c e s F é l i c i t és ó l o p e n s ó e n s u s o b r i n o . L o sd í a s d e s o l s u f r í a d e s e d ;c u a n d o h a b í a t e m p e s t a d t e m í ap o r é l a l r a y o . En invierno, aloír el viento que bramaba en lachimenea y se l levaba las tejas,lo veía azotado por esa mismatormenta, en la punta de un más-ti l roto, con todo el cuerpo ha-cia atrás bajo un manto de espu-ma, o bien (recuerdo de la geogra-fía en láminas) era comido por lossalvajes, era cazado en un bosquepor unos monos, o moría en unaplaya desierta. Y nunca hablabaella de estas preocupaciones .

La señora Aubain sentía otras porsu hija.

A las buenas monjas les parecíaque era afectuosa, pero de salud deli-cada. La menor emoción la abatía.Hubo de abandonar el piano.

Su madre exigía del conventouna correspondencia regular. Una

taba: «¡Víctor!» Él levantó la ca-beza, ella se abalanzaba, cuandode pronto retiraron la escala.

El paquebote, halado por mu-jeres cantando, salió del puerto.Su armazón crujía, las fuertesolas azotaban su proa. La velahabía cambiado, ya no se vio a na-die; y sobre el mar plateado por laluna se extendía una mancha negraque seguía debilitándose, se hundió,desapareció. [38]

Félicité, al pasar cerca del Cal-vario, quiso encomendar a Dios loque ella más quería; y rezó largotiempo, de pie, con la cara bañadaen lágrimas, y los ojos mirando alcielo. La ciudad dormía, se pasea-ban unos aduaneros; y caía aguasin cesar por los agujeros de la es-clusa, con un ruido de torrente.

Dieron las dos. El locutorio no abríahasta que fuese de día. Una tardanzaque, por supuesto, no gustaría a la se-ñora; y a pesar del deseo de abrazar alotro niño, se volvió. Las mozas de laposada se despertaban cuando ella en-traba en Pont-l’Évêque.

¡El pobre chico iba, pues, a na-vegar unos meses! Sus anterioresviajes no la habían atemorizado. DeInglaterra y de Bretaña se regresa-ba; pero América, las colonias, lasislas, eso estaba perdido en una re-gión indeterminada, en el otro extre-mo del mundo.

Desde entonces, Félicité sólopensó en su sobrino. Los días desol se atormentaba con la sed,cuando había tormenta temía queel rayo lo matase. Escuchando elviento que bramaba en la chimeneay se llevaba las pizarras, ella loveía golpeado por aquella mismatempestad, en lo alto de un mástilroto, todo el cuerpo echado haciaatrás, bajo una capa de espuma; obien —recuerdos de la geografía enláminas—, era comido por loss a l v a j es,__________ ________________ ___ se moría a lo largo de unaplaya desierta. Y nunca hablabade sus preocupaciones.

La Sra. Aubain tenía otras con suhija.

Las hermanitas la encontrabanafectuosa, pero delicada. La menoremoción la ponía nerviosa. Tuvo quedejar el piano.

Su madre exigía del conventouna correspondencia regular .

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«¡Victor!» Él levantó la cabeza; ellase lanzaba ya hacia él cuando, de re-pente, quitaron la escalera.

El barco, que unas mujeres halabanentre cánticos, salió del puerto.Le crujía el armazón, las olas pe-sadas azotaban la proa. La velahabía virado, ya no se vio a nadie;y, sobre el mar plateado por la luna,el barco formó una mancha negra cadavez más pálida, se fue hundiendo,desapareció.

Félici té, al pasar cerca delCalvaire, quiso encomendar a Diossu bien más preciado; rezó durantemucho tiempo, de pie, con el rostrobañado de lágrimas y los ojos vuel-tos hacia las nubes. La ciudad dor-mía, unos aduaneros estaban pasean-do; y caía agua sin parar por los agu-jeros de la esclusa, con un ruidotorrencial. Sonaron las dos.

La sala de visitas no abriría antesdel amanecer. Desde luego, un retra-so molestaría a la señora; y, pese[46] a su deseo de abrazar a su otraniña, se volvió. Las muchachas dela pensión* estaban despertándosecuando ella entró en Pont-l’Évêque.

¡Así que aquel pobre chico iba adeslizarse por las aguas durante me-ses! Sus anteriores viajes no la habíanasustado. De Inglaterra y de Bretaña,uno regresaba; pero América, las Co-lonias, las Islas, todo aquello estabaperdido en una región incierta, en elotro extremo del mundo.

A partir de entonces, Félicitépensó exclusivamente en su sobri-no. Los días de sol, la atormentabaque pudiera tener sed; cuando ha-bía tormenta, temía que le alcanza-ra un rayo. Al oír el viento que ru-gía en la chimenea y se llevaba lastejas, le veía azotado por aquellamisma tempestad, en lo alto de unmástil roto, con todo el cuerpo ha-cia atrás, bajo un manto de espu-ma; o bien (recuerdos de la geogra-fía en estampas) se lo comían lossalvajes, unos monos le apresabanen el bosque, se moría tirado en unaplaya desierta. Y Félicité nunca ha-blaba de sus miedos.

La señora Aubain tenía otros res-pecto a su hija.

A las hermanas les parecía queera cariñosa, pero delicada. Lamenor emoción la t ras tornaba.Tuvo que dejar el piano.

Su madre exigía del conventouna correspondencia regular. Una

“Victor!” He suddenly raised his eyes, butwhile she was preparing to rush up to him,they withdrew the gangplank.

The packe t , towed by s ing ingwomen, glided out of the harbour. Herhull squeaked and the heavy wavesbeat up against her sides. The sail hadturned and nobody was visible;—andon the ocean, silvered by the light ofthe moon, the vessel formed a blackspot that grew dimmer and dimmer, andfinally disappeared.

When Felicite passed the Calvaryagain, she felt as if she must entrustthat which was dearest to her to theLord; and for a long while sheprayed, with uplifted eyes and aface wet with tears. The city wassleeping; some customs officialswere taking the air; and the waterkept pouring through the holes of thedam with a deafening roar.

The town clock struck two. Theparlour of the convent would not open un-til morning, and surely a delay would an-noy Madame, so, in spite of her desire tosee the other child, she went home. Themaids of the inn were just arising whenshe reached Pont-l’Eveque.

So the poor boy would be on theocean for months! His previous tripshad not alarmed her. One can comeback from England and Br i t t any ;bu t Amer i ca , t he co lon ie s , t hei s l ands , were a l l l o s t i n an un -ce r t a in r eg ion a t t he ve ry endof the wor ld .

From that time on, Felicite thoughtsolely of her nephew. On warm days shefeared he would suffer from thirst, andwhen it stormed, she was afraid he wouldbe struck by lightning. When she harkenedto the wind that rattled in the chimney anddislodged the tiles on the roof, sheimagined that he was being buffeted bythe same storm, perched on top of ashattered mast, with his whole bodybend backward and covered with sea-foam; or,—these were recollections ofthe engraved geography —he wasbeing devoured by savages, or capturedin a forest by apes, or dying on somelonely coast. She never mentioned heranxieties, however.

Madame Aubain worried about herdaughter.

The sisters thought that Virginiawas affectionate but delicate. Theslightest emotion enervated her. Shehad to give up her piano lessons.

H e r m o t h e r i n s i s t e d u p onregular letters from the convent.

«¡Víctor!»; el grumete levantó la cabe-za; cuando Felicidad se lanzaba haciaél, retiraron de pronto la pasarela.

El barco, que unas mujeresremolcaban cantando, salió del puer-to. Crujían las cuadernas, lentasolas le azotaban la proa. La vela ha-bía girado, ya no se veía a nadie; yponía sobre el mar plateado por laluna una mancha negra que iba pali-deciendo, hasta que se hundió en elhorizonte.

Al pasar por el Calvario, Fe-licidad quiso encomendar a Diosa lo que más quería; y rezó mu-cho t iempo, de pie, l lena de lá-grimas la cara, los ojos mirandoa las nubes. La ciudad dormía,rondaban unos aduaneros; y porlas bocas de la esclusa caía sinparar el agua, con un ruido detorrente. Dieron las dos.

El locutorio no se abría antes deamanecer. Seguro que si volvía tar-de se enfadaría la señora; y, a pesarde su deseo de dar un beso a la otraniña, Felicidad no esperó. Cuandoentraba en Pont-l’Évêque, se desper-taban las mozas de la fonda.

¡De modo que el pobre chiquilloiba a pasar meses corriendo por elmundo sobre las olas! Sus anterioresviajes no la habían asustado. De In-glaterra y de Bretaña se volvía; peroAmérica, las Colonias, las Islas, todoeso estaba allá perdido Dios sabedónde, en el fin del mundo.

Y Fe l i c idad ya no pensó másque en su sob r ino . Los d í a s des o l , l a a t o r m e n t a b a l a s e d ;cuando hab ía t o rmen ta , t emíapor é l a l r ayo . A l o í r e l v i en toque zumbaba en l a ch imenea yse llevaba las pizarras, le veía azo-tado por aquella misma tempestad, enla punta de un mástil partido, todo elcuerpo hacia atrás, bajo una sábanade espuma; o bien —recuerdo de lageografía en estampas— se lo comíanlos salvajes, se lo llevaban los mo-nos a un bosque, se moría caminan-do a través de una playa desierta. YFelicidad no hablaba nunca de suspreocupaciones.

Madame Auba in t en ía o t r a spor su hi ja .

Las buenas de las monjas decíanque era cariñosa, pero delicaducha.La menor emoción la perturbaba.Hubo que abandonar el piano.

Su madre exigía al conventouna correspondencia f i ja . Una

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matin, que le facteur n’était pasvenu, elle s’impatienta, - et ellemarchait dans la salle, de son fau-teuil à la fenêtre - c’était vraimentex t r ao rd ina i r e ! Depu i s qua t r ejours, pas de nouvelles!

Pour qu’elle se consolât par sonexemple, Félicité lui dit.

- «Moi, Madame, voilà six moisque je n’en ai reçu!...»

- «De qui donc?...»

La servante répliqua doucement:

- «Mais... de mon neveu!»

- » A h ! v o t r e n e v e u ! » e t ,h a u s s a n t l e s é p a u l e s , M m eA u b a i n r e p r i s s a p r o m e n a d e ,c e q u i v o u l a i t d i r e : « J e n ’ yp e n s a i s p a s ! A u s u r p l u s , j em ’ e n m o q u e ! u n m o u s s e , u ng u e u x , b e l l e a f f a i r e ! . . . t a n -d i s q u e m a f i l l e . . . S o n g e zd o n c ! »

Félicité, bien que nourrie dansla rudesse, fut indignée contreMadame, puis oublia.

Il lui paraissait tout simple de per-dre la tête à l’occasion de la petite.Les deux enfants avaient une impor-tance égale. Un lien de son coeur lesunissait, et leurs destinées devaientêtre la même.

Le pharmacien lui apprit que le ba-teau de Victor était arrivé à la Havane;il avait lu, ce renseignement dans unegazette.

A cause des cigares, elle imagi-nait la Havane un pays où l’on nefait pas autre chose que de fumer,et Victor circulait parmi des nègresdans un nuage de tabac. Pouvait-on«en cas de besoin» s’en retournerpar terre? A quelle distance était-ce de Pont-l’Evêque? Pour le savoir,elle interrogea M. Bourais.

I l a t t e i g n i t s o n a t l a s , p u i sc o m m e n ç a d e s e x p l i c a t i o n ss u r l e s l o n g i t u d e s . e t i l a v a i tu n b e a u s o u r i r e d e c u i s t r e d e -v a n t l’ahurissement de Félicité.Enfin, avec son porte-crayon, il in-diqua, dans les découpures d’unetache ovale, un point noir, impercep-tible, en ajoutant «Voici!» Elle sepencha sur la carte; ce réseau de li-gnes coloriées fatiguait sa vue, sanslui rien apprendre; et Bourais l’in-vitant à dire ce qui l’embarrassaitelle le pria de lui montrer la maison

la Havane : ville portuaire, capitale deCuba.

gazette : journal.

cuistre: sot, pédant, prétentieux.

mañana en que el cartero no habíallegado, se impacientó y se puso apasear arriba y abajo por el salón,del sillón a la ventana. ¡Era real-mente extraordinario! ¡Cuatro díassin noticias!

Para que se consolara con suejemplo, Félicité le dijo:

-Pues yo, señora, hace seis mesesque no las tengo...

-¿De quién?

La criada contestó suavemente:

-Pues... de mi sobrino.

- ¡Ah , su sob r ino ! -y, enco -g iéndose de hombros , la seño-ra Aubain cont inuó su paseo; locual quería decir : «¡Ni me acor-daba de é l ! Además , me impor-t a u n b l e d o . U n g r u m e t e , u np o r d i o s e r o , ¡ b o n i t a c o s a ! . . . ,m ien t r a s que mi h i j a . . . ¡Vayaocurrencia!»

Aunque criada en la aspereza,Félicité se indignó contra la seño-ra, luego olvidó.

Le parecía muy fácil perder la ca-beza tratándose de la pequeña. [41]Los dos niños tenían la misma im-portancia. Un lazo de su corazónlos unía, y sus destinos debían seriguales.

El boticario le informó que elbarco de Victor había llegado a LaHabana; había leído ese dato en unperiódico.

Debido a los cigarros puros, ellaimaginaba La Habana como un lugaren el que no se hacía otra cosa quefumar y en el que Victor circulabaentre negros en una nube de tabaco.¿Se podía, «en caso necesario», regre-sar por tierra? ¿A qué distancia esta-ba de Pont-l’Évêque? Para saberlo,preguntó al señor Bourais.

Él alcanzó su atlas, y luego co-menzó a e x p l i c a r s e s o b r e l a slongi tudes ; ponía una hermosas o n r i s a d e p e d a n t e a n t e e lasombro de Félicité. Finalmente,con su portalápiz, señaló, en losfestones de una mancha oval, un pun-to negro, imperceptible, añadiendo:«¡Aquí es!» Ella se inclinó sobre elmapa; aquella red de líneas coloreadascansaba su vista, sin enseñarle nada; ycuando Bourais la invitó a decir quéera lo que la turbaba, ella le rogó quele señalara la casa donde vivía Victor.

Una mañana en que no había ve-nido el cartero, se impacientó; ycaminaba por la sala, de su sillóna la ventana. ¡Esto era verdade-ramente raro! ¡Cuatro días sinnoticias!

Para que se consolase con suejemplo, le dijo Félicité:

—¡Yo, señora, hace un mes queno tengo!...

—¿De quién?

—¡Pues... de mi sobrino!

—¡Ah!, ¡su sobrino!

Y, e n c o g i é n d o s e d e h o m -b r o s , l a S r a . A u b a i n s i g u i óp a s e á n d o s e , l o c u a l s i g n i f i -c a b a : « ¡ N o p e n s a b a e ne l l o ! . . . ¡ A d e m á s , [ 3 9 ] m et r a e s i n c u i d a d o ! ¡ U n g r u m e -t e , un mend igo , l i nda cosa ! . . .m i e n t r a s q u e m i h i j a . . . ¡ d é s eu s t e d c u e n t a ! . . . »

Félicité, aunque criada en la as-pereza, se indignó con la señora,después olvidó.

Le parecía totalmente natural per-der la cabeza por la niña.

Los dos niños tenían la mismaimportancia: un lazo de su corazónlos unía, y su destino debía ser elmismo.

El farmacéutico le informó de queel barco de Víctor había llegado aLa Habana. Había leído esta noticiaen un periódico.

A causa de los cigarros, ella seimaginaba La Habana como un paísdonde no se hace más que fumar, yVíctor circulaba entre los negros enuna nube de tabaco. ¿En caso de ne-cesidad se podía «regresar por tie-rra»? ¿.A qué distancia estaba dePont-l’Évêque? Para saberlo, pre-guntó al Sr. Bourais.

Él alcanzó su atlas, despuéscomenzó a dar explicaciones so-bre l as longi tudes ; y sonre íacomo un gran pedante ante elasombro de Félicité. Por fin, consu portalápices, indicó en los re-cortes de una mancha oval un pun-to negro, imperceptible, añadiendo:«Aquí está.» Ella se inclinó sobre elmapa; aquella red de líneas de colo-res le cansaba la vista, sin enseñarlenada; e, invitándola Bourais a que ledijese lo que le preocupaba, ella lerogó que le mostrara la casa donde

ahurir 1. Jeter (qqn) dans le trouble, dans lastupéfaction. 2. Faire perdre la tête à (qqn)

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mañana que no vino el cartero, seimpacientó; caminaba por el sa-lón, de su butaca a la [47] venta-na. ¡Realmente, era algo extraor-dinario! ¡Cuatro días sin ningunanoticia!

Para que se consolara con su ejem-plo, Félicité le dijo :

—Pues yo, señora, ¡ya hace seis me-ses que no he recibido ninguna!

—¿Pero de quién?

La sirvienta replicó suavemente:

—Pues... de mi sobrino.

—¡Ah! ¡Su sobrino!Y, subiendo los hombros, la señora Aubain

volvió a sus paseos, lo que quería decir:— ¡ N i l o h a b í a p e n s a d o ! Y,

e n c u a l q u i e r c a s o , ¡ m e i m -p o r t a u n c o m i n o ! ¡ U n m a r i -n e r o , u n p o r d i o s e r o , m e n u d ac o s a ! M i e n t r a s q u e m i h i j a . . .¡ D e s e c u e n t a !

Félicité, a pesar de haber sido cria-da en la rudeza, se sintió indignadacontra la señora; luego lo olvidó.

L e p a r e c í a m u y n a t u r a l p e r -d e r l a c a b e z a p o r l a p e q u e ñ a .L o s d o s n i ñ o s t e n í a n l a m i s -m a i m p o r t a n c i a ; u n l a z o l e su n í a e n s u c o r a z ó n , y s u d e s -t i n o d e b í a s e r e l m i s m o .

El farmacéutico le dijo que el bar-co de Víctor había llegado a La Haba-na. Había leído la información en unagaceta.

Por los cigarros, ella se imaginabaque La Habana era un país donde nose hace otra cosa que fumar, y [48]Víctor circulaba entre los negros enuna nube de tabaco. «En caso de ne-cesidad», ¿se podía volver de allí portierra? ¿A qué distancia estaba dePont-l’Évéque? Para saberlo, interro-gó al señor Bourais.

Éste cogió su atlas, luego empe-zó a dar explicaciones sobre suslongitudes; y mostraba una gransonrisa llena de pedantería ante laestupefacción de Félicité. Por fin,con su portaminas, en las hendidurasde una mancha oval señaló un puntonegro, imperceptible, y añadió:«Aquí está». Ella se inclinó sobre elmapa; aquella red de lineas colorea-das le cansaba la vista, sin informar-le de nada; y, cuando Bourais le pidióque le dijera qué ocurría, ella le rogóque le enseñara la casa en la que estaba

One morning, when the postmanfailed to come, she grew impatientand began to pace to and fro, fromher chair to the window. It was re-ally extraordinary! No news sincefour days!

In order to console her mistress byher own example, Felicite said:

“Why, Madame, I haven’t had anynews since six months!—”

“From whom?—”

The servant replied gently:

“Why—from my nephew.”

“ O h , y e s , y o u r n e p h e w ! ”A n d s h r u g g i n g h e r s h o u l d e r s ,M a d a m e A u b a i n c o n t i n u e d t op a c e t h e f l o o r a s i f t o s a y : “ Id i d n o t t h i n k o f i t . — B e s i d e s ,I d o n o t c a r e , a c a b i n - b o y , ap a u p e r ! — b u t m y d a u g h t e r —w h a t a d i f f e r e n c e ! j u s t t h i n ko f i t ! — ”

Felicite, although she had beenreared roughly, was very indignant.Then she forgot about it.

It appeared quite natural to her thatone should lose one’s head about Vir-ginia. The two children were ofe q u a l i m p o r t a n c e ; t h e y w e r eunited in her heart and their fatewas to be the same.

The chemist informed her thatVictor’s vessel had reached Havana.He had read the information in anewspaper.

Felicite imagined that Havana wasa place where people did nothing butsmoke, and that Victor walked aroundamong negroes in a cloud of tobacco.Could a person, in case of need, re-turn by land? How far was it fromPont-l’Eveque? In order to learn thesethings, she questioned MonsieurBourais.

H e r e a c h e d f o r h i s m a p a n db e g a n s o m e e x p l a n a t i o n sc o n c e r n i n g l o n g i t u d e s , a n ds m i l e d w i t h sup e r i o r i t y a tF e l i c i t e ’s b e w i l d e r m e n t . Atlast, he took a pencil and pointed outan imperceptible black point in thescallops of an oval blotch, adding:“There it is.” She bent over the map;the maze of coloured lines hurt hereyes without enlightening her; andwhen Bourais asked her whatpuzzled her, she requested him toshow her the house Victor lived in.

mañana que el cartero no llegaba,madame Aubain se impacientó; sepaseaba por la sala, de la butaca ala ventana. ¡Era verdaderamenteextraordinario! ¡Cuatro días sinnoticias!

Para que se consolara con suejemplo, Felicidad le dijo:

—Pues yo, señora, hace seis me-ses que no tengo carta...

—¿De quién?

La criada contestó despacio:

—Pues... de mi sobrino.

— ¡ A h , t u s o b r i n o ! — ymadame Aubain , encogiéndosede hombros, reanudó su paseo,l o q u e q u e r í a d e c i r : « ¡ N i m eacordaba de él! . . . Además, a míqué me importa. Un grumete, unzar rampl ín , ¡vaya una cosa! . . .M i e n t r a s q u e m i h i j a . . . ¡ q u éocurrencia!»

Fe l i c idad , aunque de c r i an -za rús t i ca , se ind ignó con t ra l aseñora , l uego o lv idó .

Le parecía muy natural perder lacabeza por causa de la pequeña.

Los dos niños tenían la mismaimportancia; los unía un lazo de sucorazón, y su destino tenía que serel mismo.

El boticario le dijo que el bar-co de Víctor había llegado a LaHabana. Él lo había leído en unperiódico.

Por los cigarros puros, Felicidad sefiguraba que La Habana era un paísdonde no se hacía otra cosa que fu-mar, y que Víctor circulaba entre ne-gros en una nube de humo de tabaco.¿Se podía «en caso de apuro» regre-sar por tierra? ¿A qué distancia esta-ba de Pont-l’Évêque? Para saberlo,preguntó a monsieur Bourais.

El hombre alcanzó su atlas, des-pués se metió en explicaciones so-bre las longitudes; y tenía una son-risa bondadosa, de maestro, ante elpasmo de Felicidad. Por último, consu lapicero, señaló en los picos deuna mancha ovalada un punto negro,imperceptible, añadiendo: «Aquíestá.» Felicidad se inclinó sobre elmapa; aquella red de líneas de colo-res le cansaba la vista y no le decíanada; y como Bourais la invitara adecir cuál era su perplejidad, Feli-cidad le pidió que le señalara la casa

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où demeurait Victor. Bourais leva lesbras, il éternua, rit énormément, unecandeur pareille e x c i t a i t s a j o i e ;e t F é l i c i t é n ’ e n c o m p r e n a i tp a s l e m o t i f , e l l e q u i s ’ a t t e n -d a i t p e u t - ê t r e à v o i r j u s q u ’ a upo r t r a i t de son neveu , t an t soni n t e l l i g e n c e é t a i t b o r n é e !

Ce fut quinze jours après queLiébard, à l’heure du marché commed’habitude, entra dans la cuisine; etlui remit une lettre qu’envoyait sonbeau-frère. Ne sachant lire aucun desdeux, elle eut recours à sa maîtresse.

Mme Aubain, qui comptait lesmailles d’un tricot, le posa prèsd’elle, décacheta la lettre, tres-sa i l l i t , - e t , d ’une voix basse ,avec un regard profond.

- «C’est un malheur... qu’on vousannonce. Votre neveu...»

Il était mort. - On n’en disait pasdavantage.

Félicité tomba sur une chaise, ens’appuyant la tête à la cloison, etferma ses paupières, qui devinrentroses tout à coup. Puis, le frontbaissé, les mains pendantes, l’oeilfixe, elle répétait par intervalles -«Pauvre petit gars! pauvre petit gars!»

Liébard la considérait en exhalant dessoupirs. Mme Aubain tremblait un peu.

Elle lui proposa d’aller voir sasoeur, à Trouville.

Félicite répondit par un gestequ’elle n’en avait pas besoin.

Il y eut un silence. Le bonhommeLiébard jugea convenable de se reti-rer. Alors elle dit:

- «Ça ne leur fait rien, à eux!»

Sa tête retomba; et machinale-ment, elle soulevait de temps àautre, les longues aiguilles sur latable à ouvrage.

Des femmes passèrent dans lac o u r a v e c u n b a r d d ’ o ùdégouttelait du linge.

En les apercevant par les car-reaux, el le se rappela sa lessive ;l ’ayant coulée la vei l le , i l fa l -la i t aujourd’hui la r incer ; - e te l le sor t i t de l ’appartement .

Sa planche* et son tonneau étaientau bord de la Toucques. Elle jetasur la berge un tas de chemises,retroussa ses manches, prit son battoir;

candeur: simplicité, ignorance.

bard: brancard (camilla) pour porter desfardeaux.

coulée: bouillie, ou trempée dans l’eau chaudesavonneuse.

* (puesto arremojo en javón)

CD 2

Bou rais levantó los brazos, estor-nudó y se rió mucho: semejantecandor exc i t aba su a legr ía ; yFélicité no comprendía el motivo;¡ s u i n t e l i g e n c i a e r a t a nl i m i t a d a q u e t a l v e z e s -p e r a b a v e r h a s t a u n r e -t r a t o d e s u s o b r i n o !

Fue quince días después cuandoLiébard entró en la cocina a la horadel mercado, como de costumbre; yle entregó una carta que enviaba sucuñado. Como ninguno de los dos sa-bía leer, hubo de recurrir a su ama.

La señora Aubain, que estaba contandolos puntos de un jersey, lo dejó aun lado, abrió la carta, se estre-meció y dijo en voz baja y conuna mirada profunda:

-Es una desgracia... lo que anun-cian. Su sobrino...

H a b í a m u e r t o . N o s e d e c í am á s .

Félicité se derrumbó en una silla,apoyando la cabeza en el tabique, ycerró los párpados que de pronto sepusieron [42] rosas. Luego, con lafrente caída, las manos colgando yla mirada fija, repetía a intervalos:«¡Pobre chiquillo! ¡Pobre chiquillo!»

Liébard la contemplaba exhalando suspi-ros. La señora Aubain temblaba un poco.

L e p r o p u s o i r a v e r a s uh e r m a n a , a Tr o u v i l l e .

Con un gesto, Félicité respondióque no lo necesitaba.

Hubo un silencio. El bueno deLiébard juzgó conveniente retirarse.Entonces ella dijo:

-¡A ellos no les importa nada!

Su cabeza volvió a caer; y devez en cuando levantaba maqui-nalmente las largas agujas sobreel costurero .

Unas muje res pasa ron a l pa -t io con unas andas de l a s quego teaba l a ropa .

A l v e r l a s p o r l o s c r i s t a -l e s , s e a c o r d ó d e s u c o l a d a ;l a h a b í a h e c h o * l a v í s p e r a yh o y t e n í a q u e a c l a r a r l a ; p o re s o s a l i ó d e l a c a s a .

Su tabla y su tonel estaban enla ori l la del Toucques. Tiró a lar ibera un montón de camisas ,se arremangó y cogió la paleta; y los

vivía Víctor. Bourais levantó los bra-zos, estornudó, se rió enormemente; se-mejante candor e x c i t a b a s ua l e g r í a ; y Félicité no compren-día el motivo, e l l a q u e e s p e r a -b a v e r i n c l u s o e l r e t r a t o d es u s o b r i n o , ¡ t a n l i m i t a d ae r a s u i n t e l i g e n c i a !

Fue quince días después cuandoLiébard, a la hora del mercado comode costumbre, entró en la cocina, yle entregó una carta que enviaba sucuñado. Como ninguno de los dossabía leer, ella recurrió a su ama.

La Sra. Aubain, que estaba con-tando las mallas* de un jersey, lodejó a su lado, abrió la carta, se es-tremeció, y, en voz baja, con profun-da pena:

—Es una desgracia... lo que lecomunican. Su sobrino...

Había muerto. No decían nadamás.

Félicité se desplomó en una silla,apoyando la cabeza sobre el tabique, ycerró sus párpados, que al instante sevolvieron [40] de color rosa. Después,con la frente baja, las manos colgando,la mirada fija, repetía a intervalos:

—¡Pobre chiquillo!, ¡pobre chiquillo!

Liébard la contemplaba suspirando.La Sra. Aubain temblaba un poco.

Ella le propuso que fuese a ver asu hermana, a Trouville.

Félicité respondió con un gestoque no tenía necesidad.

Hubo un silencio. El bueno deLiébard creyó conveniente retirarse..

Entonces ella dijo:

—¡A ellos no les importa nada eso!

La cabeza le volvió a caer; y ma-quinalmente levantaba de vez encuando las largas agujas sobre lamesa de labor.

Pasaron por el patio unas muje-res con ropa goteando de unas gran-des parihuelas.

Al ver las pasar por las ba l -dosas , se acordó de su colada ;l a h a b í a p u e s t o l a v í s p e r a ,hoy tocaba ac l a ra r l a , y sa l ióde l a hab i t ac ión .

Su lavadero y su t ina esta-ban a orillas del Toucques. Tiróal l í u n m o n t ó n d e c a m i s a s,se remangó, cogió su pala; y los

* mallas es para una red y puntos para untejido

* Pièce de bois* plane, plus longue que largeet généralement peu épaisse

lessive 2. (1926). Substance alcaline (enpoudre...) destinée à être dissoute dans l'eaupour le lavage du linge.“-II. (1465). 1. Actionde lessiver, de laver* le linge

1. BERGE 1. Bord* exhaussé (d'un cours d'eau).2. Route, chemin qui suit un cours d'eau. 3. Par anal.Bord relevé (d'un chemin, d'un fossé).RETROUSSER 1. Ramener l'extrémité de, repliervers le haut et vers l'extérieur

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Víctor. Bourais levantó los brazos, es-tornudó, se rió muchísimo; semejan-te candor ex c i t a b a s u a l e g r í a ;y F é l i c i t é n o e n t e n d í a e l m o -t i v o , p u e s e l l a e s p e r a b a q u i -z á v e r h a s t a e l r e t r a t o d e s us o b r i n o , ¡ a s í d e l i m i t a d a e r as u i n t e l i g e n c i a !

Quince días después fue cuandoLiébard, a la hora del mercado, comode costumbre, entró en la cocina y leentregó una carta que le enviaba su cu-ñado. Como ninguno de los dos sabíaleer, ella recurrió a su ama.

La señora Aubain, que estabacontando los puntos de un jersey,lo dejó a su lado, abrió la carta,se estremeció y, en voz baja, conuna mirada profunda, dijo:

—Se trata de una desgracia... Aquíse lo dicen. Su sobrino... [49]

Había muerto. No decían nadamás.

Félicité cayó sobre una silla, apo-yando la cabeza en el tabique, y cerrólos párpados, que se volvieron de co-lor rosa de repente. Luego, con la fren-te inclinada, las manos colgando, lamirada fija, repetía, a intervalos:

—¡Pobre chico! ¡Pobre chico!

Liébard la miraba, exhalando suspiros.La señora Aubain temblaba un poco.

Le sugirió que fuera a ver a su her-mana, en Trouville.

Félicité contestó, con un gesto, queno era necesario.

Siguió un silencio. El bueno deLiébard juzgó conveniente retirarse.

Entonces ella dijo:

—¡Y a ellos les importa un comino!

Se le volvió a caer la cabeza;y, maqu ina lmen te , cog ía cadacierto tiempo las largas agujas dela mesa de labor.

Por el patio pasaron unas muje-res con unas angarillas de las quechorreaba la ropa.

Al divisarlas a través de loscristales, se acordó de su colada;la había metido en agua la vís-pera, hoy tenía que aclararla; ysalió de la habitación.

Su mesa y su tina estaban en laorilla del Toucques. Tiró sobre laribera un montón de camisas ,escurrió las mangas, cogió su paleta; y

Bourais threw up his hands, sneezed,and then laughed uproariously; suchi gnorance delighted his soul; butFelicite failed to understand the causeof his mirth, she whose in te l l i -gence was so l imi ted tha t sheperhaps expected to see even thepicture of her nephew!

I t was two weeks l a te r tha tLiebard came into the kitchen atmarket- time, and handed her aletter from her brother-in-law. Asneither of them could read, shecalled upon her mistress.

Madame Aubain, who was count-ing the stitches of her knitting, laidher work down beside her, openedthe letter, started, and in a low toneand with a searching look said:“They tell you of a—misfortune. Yournephew—”

He had died. The letter told noth-ing more.

Fel ic i te dropped on a chai r,leaned her head against the back,and closed her lids; presently theygrew pink. Then, with droopinghead, inert hands and staring eyesshe repeated at intervals:

“Poor little chap! poor little chap!”

Liebard watched her and sighed.Madame Aubain was trembling.

She proposed to the girl to go tosee her sister in Trouville.

With a single motion, Felicite re-plied that it was not necessary.

There was a silence. Old Liebard thoughtit about time for him to take leave.

Then Felicite uttered:

“They have no sympathy, they do not care!”

Her head fell forward again, andfrom time to time, mechanically, shetoyed with the long knitting-needleson the work-table.

Some women passed th rought h e y a r d w i t h a b a s k e t o fw e t c l o t h e s .

When she saw them through the window,she suddenly remembered her own wash;as she had soaked it the day before, shemust go and rinse it now. So she aroseand left the room.

Her tub and her board were on thebank of the Toucques. She threw aheap of clothes on the ground ,rolled up her sleeves and grasped her bat;

donde estaba Víctor. Bourais levan-tó los brazos, estornudó, se rió mu-chísimo; semejante candor suscita-ba su jovialidad; y Felicidad no en-tendía el motivo, ella que esperabaquizá ver hasta el retrato de su so-brino, pues así de limitada era suinteligencia.

Pasados quince días, a la hora delmercado, como de costumbre entróLiébard en la cocina y le entregó unacarta que mandaba el cuñado. Comoninguno de los dos sabía leer, Feli-cidad recurrió a su señora.

Madame Aubain, que estaba con-tando los puntos de una labor deaguja, la posó a su lado, abrió la car-ta, se estremeció y, en voz baja, conuna mirada profunda:

—Es una desgracia... que te co-munican. Tu sobrino...

Había muerto. La carta no decíamás.

Felicidad se derrumbó sobre una si-lla, apoyando la cabeza en la pared, ycerró los párpados, que se le pusieronde pronto color de rosa. Después, in-clinada la frente, las manos colgando,fijos los ojos, repetía a intervalos:

—¡Pobre chiquillo! ¡Pobre chiquillo!

Liébard la contemplaba suspirando.Madame Aubain temblaba un poco.

Le propuso ir a Trouville a vera su hermana.

Felicidad contestó, con un gesto,que para qué.

Hubo un silencio. El bueno deLiébard juzgó conveniente retirarse.

Entonces Felicidad dijo:

—¡A ellos qué les importa!

Volvió a bajar la cabeza y devez en cuando, maquinalmente,levantaba las largas agujas sobreel costurero.

Pasaron el patio unas mujeres con unasangarillas de las que goteaba un montónde ropa que acababan de lavar.

Felicidad, al verlas a través de loscristales, se acordó de su cola d a ;l a h a b í a h e c h o l a v í s p e r a ,p e r o h a b í a q u e a c l a r a r l a ; ys a l i ó d e c a s a .

Su tabla y su t ina es taban enl a o r i l l a d e l To u c q u e s ; e c h ójunto a ella un montón de camisas,se remangó, empuñó la pala ; y los

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et les coups forts qu’elle donnait s’en-tendaient dans les autres jardins àcôté. Les prairies étaient vides, le ventagitait la rivière; au fond, de grandesherbes s’y penchaient, comme deschevelures de cadavres flottant dansl’eau. Elle retenait sa douleur, jus-qu’au soir fut très brave. Mais à peinedans sa chambre, elle s’y abandonna*,à plat ventre sur son matelas, le vi-sage dans l’oreiller, et les deux poingscontre les tempes.

Beaucoup plus tard, par le ca-pi taine de Victor lui-même, el leconnut les c i rconstances de saf i n . O n l ’ a v a i t t r o p s a i g n é àl ’hôpi ta l , pour la f ièvre jaune .Quatre médecins le tenaient à lafo i s . I l é t a i t mor t immédia te -m e n t - e t l e c h e f a v a i t d i t : -«Bon! encore un!»

Ses parents l’avaient toujourstraité avec barbarie. Elle aima mieuxne pas les revoir - et ils ne firentaucune avance, par oubli, ou endur-cissement de misérables.

Virginie s’affaiblissait.

Des oppressions, de la toux, unefièvre continuelle et des marbruresaux pommettes décelaient quel-q u e a f f e c t i o n p r o f o n d e . M .Poupart avait conseillé un séjouren Provence. M m e A u b a i n s ’ yd é c i d a , e t e û t t o u t d es u i t e r e p r i s s a f i l l e à l am a i s o n , s a n s l e c l i m a t d eP o n t - l ’ E v ê q u e .

Elle fit un arrangement avec unloueur de voitures, qui la menait aucouvent chaque mardi. Il y a dansle jardin une terrasse d’où l’on dé-couvre la Seine. Virginie s’y pro-menait à son bras, sur les feuillesde pampre tombées. Quelquefois,le soleil, traversant les nuages, laforçait à cl igner ses paupières,pendant qu’elle regardait les voi-les au loin et tout l’horizon, depuisle châ teau de Tancarv i l l e jus -qu’aux phares du Havre. Ensuiteon se reposait sous la tonnelle. Samère s’était procuré un petit fûtd’excellent vin de Malaga, et, riantà l’idée d’être grise , elle en buvaitdeux doigts, pas davantage .

S e s f o r c e s r e p a r u r e n t .L’automne s’écoula doucement .Fél ic i té rassurai t Mme Aubain.Mais , un soir qu’el le avai t é téaux environs fa i re une course ,el le rencontra devant la porte lecabr io le t de M. Poupar t ; e t i lé ta i t dans le vest ibule . Madame

*cejó en ello, no pudo más y

f ièvre jaune : ma lad ie t rop ica letransmise par les moustiques.

misérables: habitués à la misère.

marbrures: taches rappelant les veinesdu marbre.

pampre: vigne

fuertes golpes que daba se oían enlas otras huertas cercanas. Esta-ban vacíos los prados, el vientoagitaba el río; al fondo, las altashierbas se mecían como cabelle-ras de cadáveres flotando en elagua. Contenía su dolor, hasta lanoche fue muy valiente. Pero, yaen su cuarto, perdió el ánimo ,boca abajo sobre el colchón, conla cara en la almohada y los dospuños contra las sienes.

Mucho más ta rde , de lab iosdel capitán mismo de Victor, co-noció las circunstancias de su fin.Le habían sangrado demasiado enel hospital, por la fiebre amarilla.Cuatro médicos lo sujetaban a lavez . Hab ía muer to inmed ia ta -m e n t e , y e l j e f e h a b í a d i c h o :«¡Bueno, otro más! »

Sus padres siempre lo habían tra-tado con brutalidad. Ella prefirió novolver a verlos, y ellos tampoco die-ron ningún [43] paso, por olvido, o porendurecimiento de miserables.

Virginie se debilitaba.

Opre s iones , t o s , una f i eb recontinua y manchas amoratadasen los pómulos reve laban a lgu-na a fecc ión p ro funda . E l s eñorPoupar t hab ía aconse jado unatemporada en P rovenza . La se -ñ o r a A u b a i n s e d e c i d i ó , y d en o s e r p o r e l c l i m a d ePon t - l ’Évéque a l pun to hab r í at r a ído a su h i j a a ca sa .

Llegó a un arreglo con un arren-dador de coches, que la llevaba alconvento todos los martes. En el jar-dín hay una terraza desde donde sedivisa el Sena. Virginie paseaba porella cogida de su brazo, sobre lashojas de pámpano caídas. A vecesel sol, atravesando las nubes, laobligaba a entornar los párpadosmientras miraba las velas a lo le-jos y todo el horizonte, desde elcastillo de Tancarville hasta losfaros de Le Havre. Luego descan-saban bajo el cenador. Su madrehabía conseguido un barrilito deexcelente vino de Málaga, y, rien-do con la idea de emborracharse,bebía dos dedos, no más.

Las fuerzas volvieron. El otoñotranscurrió dulcemente. Félicitétranquilizaba a la señora Aubain.Pero una tarde en que había estadopor los alrededores haciendo un re-cado, encontró delante de la puertael cabriolé del señor Poupart, queestaba en el vestíbulo. La señora

golpes fuertes que daba se oían enlas huertas de al lado. Las prade-ras estaban vacías, el viento agi-taba el río; en el fondo colgabangrandes hierbas como cabellerasde cadáveres flotando en el agua.Ella guardaba su dolor; hasta latarde estuvo muy valiente; peroen su habitación, se desahogó,tendida boca abajo sobre el col-chón, la cara en la almohada y losdos puños en las sienes.

Mucho después, por el propiocapitán de Víctor, conoció lascircunstancias de su fin. Lo ha-bían sangrado demasiado en elhospital, por la fiebre amarilla.Cuatro médicos lo atendían a lavez. Se había muerto inmediata-mente, y el jefe había dicho:

—¡Bueno!, ¡otro más!

Sus padres siempre lo habíantratado con dureza. Ella prefirióno verlos más; y ellos no dieronun paso, por olvido, o por endu-recimiento de miserables.

Virginia se debilitaba.

Opresiones , tos , una f iebrecontinua, y manchas amoratadasen las mejillas revelaban algu-na afección profunda. El [41]Sr. Poupar t había aconse jadouna estancia en Provenza (7). LaSra. Aubain se decidió y hubie-se traído inmediatamente a suhija para casa, si no fuera por elclima de Pont-l’Évêque.

Concertó con un coche de alqui-ler que la llevase al internado to-dos los martes. En el jardín hay unaterraza desde donde se descubre elSena. Virginia se paseaba del bra-zo de su madre sobre las hojas caí-das de los pámpanos. A veces elsol, atravesando las nubes, la obli-gaba a entornar los párpados,mientras miraba las velas a lo le-jos y todo el horizonte, desde elcastillo de Tancarville hasta losfaros del Havre. Después descan-saban bajo el cenador. Su madre sehabía procurado una pequeña pipade excelente vino de Málaga (8); y,riéndose ante la idea de achisparse,bebía dos dedos, nada más.

Recobró las fuerzas. El otoñose pasó sin problemas. Félicitétranquilizaba a la Sra. Aubain.Pero, una tarde que había ido alos alrededores a hacer unas com-pras, encontró delante de la puer-ta el cabriolé del Sr. Poupart; yél estaba en el vestíbulo. La Sra. 8 El vino de Málaga, apreciado en Francia, aparececitado por Flaubert en Bouvard y Pécuchet.

tonnelle 1. Petite construction circulaireà sommet arrondi, faite de lattes de boisen treillis soutenues par des cerceauxmétalliques, sur laquelle on fait grimperdes plantes, et dans laquelle on est àl'abri du soleil. 2. (Déb. XVe). Chasse.Filet à oiseaux que l'on traîne au sol, pourla chasse aux perdrix. 3. (1899). Archéol.Partie de l'armure* (cit. 4) du cheval quirecouvrait la croupe

pampre 1. Branche de vigne* avec sesfeuilles (et généralement ses grappes). 2.(XVIIIe). Poét. Le raisin, la vigne (1. Boire,cit. 24). 3. (1694). Archit. Ornementreprésentant un rameau de vigne avec sesfeuilles et ses fruitspámpano 1. m. Sarmiento verde, tiernoy delgado, o pimpollo de la vid.

7 Los médicos de la época recomendaban curade reposo en la Costa Azul a los tuberculosos.

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los fuertes golpes que daba se oíanen los demás jardines cercanos. Losprados estaban vacíos, el viento agi-taba el río; al [50] fondo, se inclina-ban sobre él unas hierbas altas, comocabelleras de cadáveres flotando so-bre las aguas. Ella contenía su dolor,hasta el anochecer fue muy valiente;pero, en su habitación, se abandonó,tumbada boca abajo en su colchón,con la cara en la almohada y los pu-ños contra las sienes.

Mucho más tarde, por medio delpropio capitán de Victor, conoció lascircunstancias del final de éste. Lehabían sangrado demasiado en el hos-pital, por la fiebre amarilla. Cuatromédicos le trataban al mismo tiempo.Había muerto de inmediato, y el jefehabía dicho:

—¡Bueno! ¡Otro más!

Los padres del chico siempre la ha-bían tratado con rudeza: prefirió novolver a verles; y ellos no hicieronnada, por olvido, o por el endureci-miento propio de los miserables.

Virginie se estaba debilitando.

La sensación de opresión, la tos, una fie-bre continua y unas manchas amoratadas enlos pómulos r eve laban a lgunag r a v e a f e c c i ó n . E l s e ñ o rPoupar t hab ía aconse jado unaes tanc ia en Provenza . La s eño -ra Aubain se decidió a hacerlo, y sehabría llevado a casa a su hija de in-mediato si no llega a ser por el cli-ma de Pont-l’Évêque.

Se arregló con un comerciante quealquilaba coches para que la llevaraal convento todos los martes. [51] Enel jardín hay una terraza desde dondese divisa el Sena. Virginie paseaba porallí de su brazo, sobre las hojas depámpano caídas por el suelo. A ve-ces el sol atravesaba las nubes y laobligaba a cerrar los ojos, mientrasmiraba las velas a lo lejos y todo elhor izonte , desde e l cas t i l lo deTancarville hasta los faros de LeHavre. Luego descansaban bajo elcenador. Su madre se había procu-rado una pequeña pipa de excelen-te vino de Málaga; y, bromeandocon la idea de emborracharse, be-bía dos deditos, no más.

Le volvieron las fuerzas. El otoñotranscurrió con normalidad. Félicité seencargaba de tranquilizar a la señoraAubain. Pero una noche en que la pri-mera había salido a hacer un recado,al volver encontró ante la puerta elcoche del señor Poupart; éste estabaen el vestíbulo. La señora Aubain se

and her loud pounding could be heardin the neighbouring gardens. Themeadows were empty, the breezewrinkled the stream, at the bottom ofwhich were long grasses that lookedlike the hair of corpses floating in thewater. She restrained her sorrow andwas very brave until night; but, whenshe had gone to her own room, she gave way to it,burying her face in the pi l lowa n d p r e s s i n g h e r t w o f i s t sagainst her temples .

A long while afterward, she learnedthrough Victor’s captain, the circum-stances which surrounded his death.At the hospital they had bled him toomuch, treating him for yellow fever.Four doctors held him at one time. Hedied almost instantly, and the chiefsurgeon had said:

“Here goes another one!”

His parents had always treated himbarbarously; she preferred not to seethem again, and they made no ad-vances, either from forgetfulness orout of innate hardness _________.

Virginia was growing weaker.

A c o u g h , c o n t i n u a l f e v e r ,oppress ive brea th ing and sp o t so n h e r c h e e k s i n d i c a t e d s omes e r i o u s t r o u b l e . M o n s i e u rPopart had advised a sojourn inProvence. Madame Aubain decidedthat they would go, and she wouldhave had her daughter come home atonce, had it not been for the climateof Pont-l’Eveque.

She made an arrangement with a liv-ery-stable man who drove her over to theconvent every Tuesday. In the gardenthere was a terrace, from which the viewextends to the Seine. Virginia walked init, leaning on her mother’s arm and tread-ing the dead vine leaves. Sometimes thes u n , s h i n i n g t h r o u g h t h e c l o u d s ,made her bl ink her l ids, when shegazed at the sai ls in the dis tance,and let her eyes roam over the hori-zon from the chateau of Tancarvilleto the l ighthouses of Havre. Thent h e y r e s t e d o n t h e a r b o u r . H e rmother had bought a little cask of fineMalaga wine, and Virginia, laughing at theidea of becoming intoxicated, would drinka few drops of it, but never more.

Her strength returned. Autumnpassed. Felicite began to reassureMadame Aubain. But, one evening,when she returned home after anerrand, she met M. Boupart’s coachin front of the door; M. Bouparthimself was standing in the vesti-bule and Madame Aubain was ty-

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fuertes golpes que daba llegabana las huertas de al lado. Los pra-dos estaban desiertos, el vientoagitaba el río; al fondo se incli-naban grandes hierbas, como cabe-lleras de cadáveres flotando en elagua. Felicidad contenía su pena, es-tuvo hasta la noche muy valiente;pero, ya en su cuarto, se entregó ,boca aba jo sob re e l co l chón , l aca ra en l a a lmohada y lo s pu -ños en l a s s i enes .

Pasado mucho t i empo, supopor el propio capitán de Víctorlas circunstancias de su fin. Lehabían sangrado demasiado en elhospital , por la fiebre amarilla .L e s u j e t a b a n c u a t r o m é d i -c o s a l a v e z . M u r i ó i n m e -d i a t a m e n t e , y e l j e f e d i j o :« ¡ B u e n o , u n o m á s ! »

Los padres le habían tratado siem-pre brutalmente. Felicidad prefirió noverlos nunca más; y ellos tampoco sepreocuparon de ella, por olvido o porel endurecimiento que da la miseria.

Virginia se iba debilitando.

Opresión en el pecho, tos, unafiebre continua y unas rosetas enl o s p ó m u l o s d e n o t a b a n u n aa f e c c i ó n p r o f u n d a . M o n s i e u rPoupar t hab ía aconse jado unat e m p o r a d a e n P r o v e n z a .Madame Aubam se decidió y, den o s e r p o r e l c l i m a d ePont- l ’Évêque , se habr ía t ra ídoen seguida a su h i ja a casa .

Concertó un arreglo con un hom-bre que alquilaba coches; la llevabaal convento los martes. En el jardínhay una terraza desde la cual se veel Sena. Virginia paseaba por ella delbrazo de su madre, sobre las hojasde parra caídas. A veces, mirandolas velas en la lejanía y todo el ho-r i z o n t e , d e s d e e l c a s t i l l o d eTancarville hasta los faros de LeHavre, el sol, atravesando las nu-bes, la obligaba a entornar los pár-pados. Después descansaban en elcenador. La madre se había procu-rado un pequeño barril de excelentevino de Málaga; y, riendo ante laidea de emborracharse, la niña be-bía dos dedos, nada más.

Recuperó las fuerzas. Transcurrióel otoño apaciblemente. Felicidadtranquilizaba a madame Aubain. Perouna noche en que había ido a llevarun recado a las cercanías encontróante la puerta el cabriolé de monsieurPoupart; monsieur Poupart estaba enel vestíbulo. Madame Aubain se es-

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Flaubert's Un coeur tr. de Mauro Armiño tr. de Germán Palacios

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Aubain nouai t son chapeau.-»Donnez-moi ma chaufferette,

ma bourse, mes gants! Plus vitedonc!»

Virginie avait une fluxion de poi-trine; c’était peut-être désespéré.

-«Pas encore» dit le Médecin; ettous deux montèrent dans la voiture,sous des flocons de neige qui tour-billonnaient. La nuit allait venir. Ilfaisait très froid.

Félicité se précipita dans l’église,pour allumer un cierge. Puis, ellecourut après le cabriolet, qu’elle re-joignit une heure plus tard, sauta lé-gèrement par derrière, où elle se te-nait aux torsades, quand une ré-flexion lui vint: La cour n’était pasfermée! si des voleurs s’introdui-saient? Et elle descendit.

Le lendemain, dès l’aube, ellese présenta chez le Docteur. I létait rentré, et reparti à la campa-g n e . P u i s e l l e r e s t a d a n sl’auberge, croyant que des incon-nus apporteraient une lettre. En-fin, au petit jour, elle prit la dili-gence de Lisieux.

L e c o u v e n t s e t r o u v a i t a ufond d’une ruelle escarpée. Versle mil ieu, e l le entendi t des sonsé t r a n g e s , u n g l a s d e m o r t .«C’est pour d’autres» pensa- t -el le ; Fél ici té t i ra violemment lemarteau .

Au bout de plusieurs minutes,d e s s a v a t e s s e t r a î n è r e n t , l aporte s’entrebâil la, et une reli-gieuse parut.

La Bonne-Soeur avec un air decomponction dit qu’«elle venait depasser». En même temps, le glasde Saint-Léonard redoublait.

Félicité parvint au second étage.

Dès le seuil de la chambre, elleaperçut Virginie étalée sur le dos,l e s m a i n s j o i n t e s ; l a b o u c h eouverte et la tête en arrière sousune croix noire s’inclinant verselle, entre les rideaux immobiles,moins pâles que sa figure. MmeAuba in , au p i ed de l a couchequ’elle tenait dans ses bras, pous-sait des hoquets d’agonie. La Su-périeure étai t debout , à droi te .Trois chandeliers sur la commodefaisaient des taches rouges et lebrouillard blanchissait les fenê-tres. Des religieuses emportèrentMme Aubain.

f luxion de poitr ine: congest ionp u l m o n a i r e , p n e u m o n i e .

glas : sonnerie de cloches annonçantun décès.

marteau: heurtoir de la porte.

componction: gravité recueillie.

Aubain se anudaba el sombrero.- ¡ D e m e e l c a l i e n t a p i é s , e l

bo lso , los guantes! ¡Más depr i -sa !

Virginie tenía una fluxión de pe-cho; era tal vez desesperado.

-¡Todavía no! -dijo el médico; yambos montaron en el coche bajocopos de nieve que formaban re-molinos. La noche iba a caer. Ha-cía mucho frío.

Félicité se precipitó a la iglesia,para encender un cirio. Luego co-rrió detrás del cabriolé, que alcan-zó una hora más [44] tarde, saltócon agilidad a la trasera, donde seagarró de las varas cuando le asal-tó un pensamiento: el patio se ha-bía quedado sin cerrar; ¿y si se me-tían ladrones? Y se apeó.

Al día siguiente, de madrugada,se presentó en casa del doctor. Éstehabía regresado y de nuevo se habíamarchado al campo. Luego ella sequedó en la fonda, creyendo queunos desconocidos traerían una car-ta. Por fin, con el alba, tomó la dili-gencia de Lisieux.

E l c o n v e n t o s e h a l l a b a a lf o n d o d e u n a c a l l e j a e s c a r p a -d a . H a c i a l a m i t ad , oyó unossones extraños, un toque a muerto.« E s p o r o t r o » , p e n s ó ;F é l i c i t é g o l p e ó v i o l e n t am e n t el a a l d a b a .

Al cabo de unos minutos, searras t raron unas zapat i l las , lapuer ta se ent rabr ió y aparec ióuna religiosa.

Con aire compungido la hermanadijo que «acababa de pasar a mejorvida». En ese momento doblaba a muer-to la campana de Saint-Léonard.

Félicité llegó al segundo piso.

Desde e l umbra l de l cua r todivisó a Virginie tendida de es-paldas , con las manos juntas , laboca abier ta y la cabeza haciaatrás bajo una cruz negra incl i -nada hacia e l la , entre las inmó-v i l e s c o r t i n a s , m e n o s p á l i d a sque su cara . La señora Aubain,al pie de la cama, que abrazaba,sol taba hipos de agonía . La su-per iora es taba de pie , a la dere-cha. Tres candelabros sobre lacómoda formaban unas manchasrojas y la bruma blanqueaba lasventanas. Unas monjas se l leva-ron a la señora Aubain.

Aubain se estaba atando el sombrero.—¡Déme el calientapiés , el

bolso, los guantes! ¡Venga, rá-pido!

Virginia tenía una pleuresía, qui-zás no había esperanza.

—¡Todavía no! —dijo el médi-co; y los dos subieron al coche,bajo copos de nieve que se arremo-linaban. Se acercaba la noche. Ha-cía mucho frío.

Félicité se precipitó a la igle-sia para encender una vela. Des-pués corrió detrás del cabriolé,que alcanzó una hora después,saltó ligera por detrás: agarrán-dose a los adornos, cuando se leocurrió una reflexión: «¡El pationo estaba cerrado! ¿Si entraranladrones?» Y bajó.

A1 día siguiente, al amanecer, sepresentó en casa del doctor. Él ha-bía regresado y vuelto a salir alcampo. Después ella se quedó enla posada, creyendo que unos des-conocidos traerían una carta. Porfin, al amanecer, tomó la diligen-cia de Lisieux. [42]

El convento se hallaba al fon-do de una callejuela escarpada.Hacia la mitad oyó unos sonidosex t raños , un tañ ido fúnebre .« E s p o r o t r o s » , p e n s ó ; yFél ic i té golpeó con fuerza e lmarti l lo .

A1 cabo de unos minutos, searrastraron chancletas , se en-t reabrió la puerta , y aparecióuna religiosa.

L a h e r m a n i t a , c o n a i r e d ecompunción, dijo que «acababa de fa-llecer». En aquel momento, doblaba amuerto la campana de San Leonardo.

Félicité llegó al segundo piso.

Desde el umbral de la puerta,percibió a Virginia, tendida de es-palda, con las manos juntas, laboca abierta, y la cabeza echadahacia atrás bajo una cruz negrainclinada hacia ella, entre las cor-tinas inmóviles, menos pálidasque su cara. La Sra. Aubain, alpie de la cama, a la que estabaabrazada, exhalaba suspiros deagonía. La superiora estaba depie, a la derecha. Tres candelerossobre la cómoda producían man-chas rojas, y la niebla blanquea-ba las ventanas. Unas religiosasse llevaron a la Sra. Aubain.

componction 1. Relig. Sentiment detristesse, éprouvé devant notre indignité àl'égard de Dieu. 2. Cour. Gravité recueillieet affectéecompunción 1. f. Sentimiento o dolor dehaber cometido un pecado. 2. Sentimientoque causa el dolor ajeno.compungido Atribulado, dolorido

aflicción : efecto de afligir o afligirse =1. tr. Causar molestia o sufrimiento físico.2. Causar tristeza o angustia moral.3. Preocupar, inquietar. Ú. t. c. prnl.4. prnl. Sentir sufrimiento físico o pesadum-bre moral.

rejilla : DRAE 4. rejuela, braserillo

TORSADE 1. (1823). Rouleau de fils, cordons tordusen hélice, en spirale, pour servir d'ornement. 2. Archit.Motif ornemental imitant une frange torse. 3. Par ext.En torsade : en hélice.

REINAL 1. m. Cuerdecita muy fuerte de cáñamo com-puesta de dos ramales retorcidos.GUITA Cuerda delgada de cáñamo.PLEITA 1. f. Faja o tira de esparto trenzado en variosramales, o de pita, palma, etc., que cosida con otrassirve para hacer esteras, sombreros, petacas y otrascosas.

SAVATE 1. Vieille chaussure ou vieille pantoufle(Ébouriffer, cit. 2). 2. (1656). Fig., fam. Terme dedérision, injure à l'adresse d'une personnemaladroite. 3. (1828, savatte, Vidocq; v. 1824,selon Petiot). Combat où l'on porte des coupsde pied* à l'adversaire (comparable à la boxefrançaise).

HOQUET 1. Cour. Contraction spasmodique dudiaphragme produisant un appel d'air assez fortpour faire vibrer les cordes vocales; bruit qui enrésulte.

SOLLOZOS, GEMIDOS, ESTERTORES

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estaba atando el sombrero.—Deme mi calientapiés, mi bol-

so, mis guantes; ¡vamos, más apri-sa!

Virginie tenía pleuresía; quizá setratara de una situación desesperada.

—¡Aún no! —dijo el médico; ymontaron los dos en el coche, bajo loscopos de nieve que formaban remoli-nos. Iba a caer la noche. Hacía muchofrío.

Félicité se precipitó hacia la igle-sia para encender una vela. Luego co-rrió tras el coche, al que alcanzó unahora más tarde, y al saltar con ligere-za a su parte trasera y, al agarrarse alas espirales, le vino una idea a [52]la cabeza: «¡El patio no estaba cerra-do! ¿Y si se metiera algún ladrón?» Ybajó del coche.

Al día siguiente, con el alba, se pre-sentó en casa del doctor. Éste habíaregresado y se había vuelto a marcharal campo. Después, ella se quedó enla pensión, creyendo que algún des-conocido le traería una carta. Por fin,al amanecer, cogió la diligencia deLisieux.

El convento se encontraba al fon-do de una callejuela escarpada. Cuan-do iba por la mitad, Félicité oyó unosruidos extraños, un tañido fúnebre.« E s p o r a l g ú n o t r o » ,p e n s ó ; y t o c ó l a a l d a b ac o n v i o l e n c i a .

Al cabo de bastantes minutos se oyócómo se arrastraban unas chanclas; seentreabrió la puerta y apareció unareligiosa.

Aquella pobre hermana de aspectocompungido dijo que «acababa deirse». Al mismo tiempo tocaron a muer-to las campanas de San Leonardo.

Félicité llegó al segundo piso.

Desde el umbral de la habitacióndivisó a Virginie acostada boca arri-ba, con las manos unidas, la bocaabierta, y la cabeza hacia atrás bajouna cruz negra que se inclinaba sobreella, entre unas cortinas inmóviles,menos pálidas que su rostro. La seño-ra Aubain, a los pies del tálamo, quesujetaba con los brazos, emitía unoshipidos agónicos. La superiora esta-ba en pie, a la derecha. Tres candela-bros que estaban sobre la cómoda ibanformando unas manchas rojas, y laniebla [53] blanqueaba las ventanas.Unas religiosas se llevaron a la seño-ra Aubain.

ing the s t r ings o f he r bonne t .“Give me my foot-warmer, my purseand my gloves; and be quick about it,”she said.

Virginia had congestion of thelungs; perhaps it was desperate.

“Not yet,” said the physician,and both got into the carr iage,w h i l e t h e s n o w f e l l i n t h i c kflakes. It was almost night andvery cold.

Felicite rushed to the churchto l ight a candle. Then she ranafter the coach which she over-t o o k a f t e r a n h o u r ’s c h a s e ,sprang up behind and held on tothe straps. But suddenly a thought crossedher mind: “The yard had been left open;suppos ing tha t bu r g la r s go t in !” Anddown she jumped.

T h e n e x t m o r n i n g , a t d a y -break, she called at the doctor ’s.He had been home, but had leftaga in . Then she wai ted a t thei n n , t h i n k i n g t h a t s t r a n g e r smight bring her a letter. At last ,at daylight she took the diligencefor Lisieux.

The convent was at the end of asteep and narrow street. When she ar-rived about at the middle of it, sheheard strange noises, a funeral knell.“It must be for some one else,”thought she; and she pulled theknocker violently.

A f t e r s e v e r a l m i n u t e s h a de l a p s e d , s h e h e a r d foo t s t eps ,the door was ha l f opened and anun appeared .

The good sister, with an air ofcompunction, told her that “she had justpassed away.” And at the same time thetolling of Saint-Leonard’s increased.

Felicite reached the second floor.

Already at the threshold, she caughtsight of Virginia lying on her back,with clasped hands, her mouth openand her head thrown back, beneatha black crucifix inclined toward her,and stiff curtains which were lesswhite than her face. Madame Aubainlay at the foot of the couch, clasp-ing it with her arms and utteringgroans of agony. The Mother Supe-rior was standing on the right sideof the bed. The three candles on thebureau made red blurs, and the win-dows were dimmed by the fog out-side. The nuns carried MadameAubain from the room.

taba atando el sombrero.— D a m e l a r e j i l l a , l a

b o l s a , l o s g u a n t e s . ¡ M á sd e p r i s a !

Virginia tenía un fluxión de pe-cho; era quizás caso desesperado.

—¡Todavía no! —dijo el médico;y subieron los dos al coche, bajo loscopos de nieve que caían en torbe-llino. Estaba anocheciendo. Hacíamucho frío.

Felicidad se precipitó a la igle-sia para encender una vela. Des-pués corrió detrás del cabriolé y loalcanzó al cabo de una hora, saltóligeramente por la trasera y, soste-nida en las espirales, se acordó deuna cosa: «¡No habían cerrado elpatio! ¡Mira que si entran ladro-nes!» Y se bajó.

A1 amanecer del día siguiente sepresentó en casa del médico: habíavuelto y se había marchado de nuevoal campo. Después Felicidad se que-dó en la fonda, creyendo que unosdesconocidos traerían una carta. Porfin, al apuntar el alba, tomó la dili-gencia de Lisieux.

E l c o n v e n t o e s t a b a a l f i n a ld e u n a c a l l e c i t a e s c a r p a d a . Am i t a d d e l a c u e s t a l e l l e g a -r o n u n o s s o n e s e x t r a ñ o s , u nt o q u e a m u e r t o . « E s p o ro t r o » , p e n s ó ; y t i r ó f u e r t e -m e n t e d e l a a l d a b a .

A lo s pocos minu tos a r r a s -t r a ron unas chanc le tas , s e en -t r eab r ió una pue r t a y apa rec ióuna monja .

La buena de la hermana dijo, con airecompungido, que «acababa de pasar a me-jor vida». Al mismo tiempo tocaban a muer-to las campanas de Saint-Léonard.

Felicidad llegó al segundo piso.

Desde el umbral divisó a Vir-ginia tendida de espaldas, las ma-nos juntas, la boca abierta y lacabeza echada hacia atrás bajouna cruz negra incl inada sobreella, entre las cortinas inmóviles,m e n o s b l a n c a s q u e s u c a r a .M a d a m e A u b a i n , a l p i e d e l acama, abrazada a ella, hipaba conestertores de agonía. A la dere-cha estaba, de pie, la superiora.Tres candeleros sobre la cómodaproyectaban unas manchas rojas,y la niebla blanqueaba las venta-nas. Unas monjas se l levaron amadame Aubain.

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compunction 1the pricking of the conscience. Reparo,repudio,

2a slight regret; a scruple (without compunction; haveno compunction in refusing him). Remordimiento

compunción 1. f. Sentimiento o dolor de haber cometidoun pecado.

2. Sentimiento que causa el dolor ajeno.

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Pendant deux nuits, Félicité nequitta pas la morte. Elle répétait lesmêmes prières, jetait de l’eau bé-nite sur les draps, revenait s’as-seoir, et la contemplait.

A la fin de la première veille, elleremarqua que la figure avait jauni, leslèvres bleuirent, le nez se pinçait, lesyeux s’enfonçaient. Elle les baisa plu-sieurs fois, et n’eût pas éprouvé un im-mense étonnement si Virginie les eûtrouverts: pour de pareilles âmes lesurnaturel est tout simple. Elle fit satoilette, l’enveloppa de son linceul, ladescendit dans sa bière, lui posa unecouronne, étala ses cheveux. Ilsétaient blonds - et extraordinaires delongueur à son âge. Félicité en coupaune grosse mèche, dont elle glissa lamoitié dans sa poitrine, résolue à nejamais s’en dessaisir.

Le corps fut ramené à Pont-l’Evê-que, suivant les intentions de MmeAubain, - qui suivait le corbillard,dans une voiture fermée.

Après la messe, il fallut encoretrois quarts d’heure pour atteindrele cimetière. Paul marchait en tête,et sanglotait. M. Bourais était der-rière, ensuite les principaux habi-tants, les femmes, couvertes demantes noires, et Félicité! Elle son-geait à son neveu, et n’ayant pu luirendre ces honneurs, avait un sur-croî t de t r is tesse comme s i onl’eût enterrée avec l’autre.

Le désespoir de Mme Aubain futillimité.

D’abord elle se révolta contreDieu, le trouvant injuste de lui avoirpris sa fille elle, qui n’avait jamaisfait le mal, et dont la conscienceétait si pure! - mais non! elle auraitdû l ’empor te r dans le Midi .D’autres docteurs l’auraient sau-vée! Elle s’accusait, voulait la re-joindre, criait en détresse au milieude ses rêves! Un, surtout, l’obsé-dait. Son mari, comme un mate-lot, revenait d’un long voyage, etlui disait en pleurant qu’il avaitreçu l’ordre d’emmener Virginie.Alors ils se concertaient pour décou-vrir une cachette, quelque part.

Une fois, elle rentra du jardin, bou-leversée. Tout à l’heure (elle montraitl’endroit), le père et la fille lui étaientapparus l’un auprès de l’autre, et ilsne faisaient rien, ils la regardaient.

Pendant plusieurs mois, elle restadans sa chambre, inerte. Félicité la

le surnaturel est tout simple : il va desoi.

bière: cercueil .

mantes: manteaux sans manches.

Félicité no abandonó a la muer-ta durante dos noches. Repetía lasmismas oraciones, echaba aguabendita sobre las sábanas, volvíaa sentarse y la contemplaba.

Al final de la primera vela, observó quela cara había amarillecido, que los labiosazuleaban, que la nariz se aguzaba ylos ojos se sumían. Los besó variasveces, y no habría sentido un asom-bro [45] inmenso si Virginie los hu-biera vuelto a abrir; para almas asílo sobrenatural es totalmente sen-cillo. La lavó, la envolvió en su suda-rio, la bajó al ataúd, le puso una co-rona y extendió sus cabellos. Eranrubios, y de extraordinaria longitudpara su edad. Félicité le cortó ungrueso mechón y se metió la mitaden el pecho, decidida a no despren-derse nunca de él.

El cuerpo fue llevado a Pont-l’Évêque, siguiendo los deseos de laseñora Aubain, que iba detrás de la ca-rroza fúnebre en un coche cerrado.

Después de la misa, se necesita-ron todavía tres cuartos de horapara llegar al cementerio. Paul ibaal frente, y sollozaba. El señorBourais caminaba detrás, luego laspersonas principales, las mujerescubiertas con mantos negros, ¡yFélicité! Pensaba en su sobrino, y,por no haber podido rendirle aque-llos honores, su tristeza era mayor,como si lo enterrara con la otra.

La desesperación de la señoraAubain fue ilimitada.

Primero se revolvió contra Dios,encontrándolo injusto por haberlequitado a su hija, que nunca habíahecho mal y cuya conciencia era tanpura. ¡Pero no, ella habría debidollevarla al Sur! ¡Otros doctores lahubieran salvado! Se acusaba a símisma, quería reunirse con ella, gri-taba angustiada en medio de sussueños. Uno sobre todo la obsesio-naba. Su marido, de marinero, vol-vía de un largo viaje, y le decía llo-rando que había recibido la ordende l levarse a Virginie. Entoncesse concertaban para descubrir unescondite en alguna parte.

Una vez regresó de la huerta altera-da. Acababan de, aparecérsele (y se-ña laba e l lugar ) e l p a d r e y l ah i j a u n o t r a s o t r o , y n o h a -c í a n n a d a , l a m i r a b a n .

Permaneció inerte varios mesesen su cua r to . Fé l i c i t é l a

Durante dos noches, Félicité no seseparó de la difunta. Repetía las mis-mas oraciones, echaba agua benditasobre las sábanas, volvía a sentarsey se quedaba contemplándola.

Al final de la primera noche de vela, notóque la cara se le había puesto amarilla, loslabios azules, la nariz se afinaba, los ojosse hundían. Ella se los besó varias veces yno se habría extrañado lo más mínimo deque Virginia los hubiese abierto de nue-vo: para almas semejantes lo sobrenaturales totalmente sencillo. Ella la aseó, la en-volvió en su sudario, la colocó en suataúd, le puso una corona, exten-dió sus cabellos. Eran rubios yextraordinariamente largos parasu edad. Félicité le cortó un granmechón, cuya mitad guardó en supecho, resuelta a nunca más se-pararse de ellos.

El cuerpo fue trasladado aPont-l’Évêque, según las intencionesde la Sra. Aubain, que seguía la carro-za fúnebre en un coche cerrado.

Después de la misa, aún queda-ban tres cuartos de hora para llegaral cementerio. Pablo caminaba encabeza sollozando. Detrás iba el Sr.Bourais, después los principalesvecinos, las mujeres cubiertas demantos negros, y Félicité. Ella pen-saba [43] en su sobrino, y, no habien-do podido rendirle estos honores, au-mentaba su tristeza, como si lo hu-biesen enterrado con la otra.

La desesperación de la Sra.Aubain no tuvo límites.

Primero se rebeló contra Dios, en-contrándolo injusto por haberle lle-vado a su hija, ¡a ella que nunca ha-bía hecho mal y cuya conciencia eratan pura! ¡Pero no!, ¡ella tenía quehaberla llevado al Mediodía! ¡Otrosdoctores la habrían salvado! Se acu-saba a sí misma, quería irse con ella,mostraba su desamparo en medio desus sueños. Uno, sobre todo, la obse-sionaba. Su marido, vestido de mari-nero, regresaba de un largo viaje, yle decía llorando que tenía orden dellevarse a Virginia.

Entonces se concertaban para des-cubrir un escondite en algún sitio.

Una vez, volvió del jardín descom-puesta. Hacía un momento (mostrabael lugar) el padre y la hija se le habíanaparecido uno detrás de la otra, y nohacían nada; la miraban.

Durante varios meses permanecióen su habitación, inerte. Félicité la

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Durante dos noches Félicité noabandonó a la muerta. Repetía lasmismas plegarias, derramaba aguabendita sobre las sábanas, volvía asentarse, y la contemplaba.

Al final de la primera vigilia advirtióque su rostro se había puesto amarillo;los labios, azules; la nariz se afilaba; losojos se iban hundiendo. Los besó mu-chas veces; y no se habría asombradoexcesivamente si Virginie hubieravuelto a abrirlos: para almas así, losobrenatural resulta de lo más sencillo.La arregló, la envolvió en el sudario,la bajó al ataúd, le puso una coro-na, le esparció el cabello. Era ru-bio, y de una longitud extraordina-ria para su edad. Félicité cortó ungrueso mechón y se metió la mitaden el pecho, resuelta a no desha-cerse nunca de él.

Llevaron el cuerpo a Pont-l’Évêque, siguiendo la voluntad de laseñora Aubain, que iba tras el cochefúnebre, en un coche cerrado.

Después de la misa, tardaronotros tres cuartos de hora en llegaral cementerio. Paul iba a la cabeza,sollozando. Detrás iba el señorBourais, luego los ciudadanos másnotables, las mujeres, cubiertas conmantos negros, y Félicité. Ésta pensabaen su sobrino y, como no había podidohacerle aquellos honores, tenía un exce-dente de tristeza, como si le hubieran en-terrado con la otra. [54]

La desesperación de la señoraAubain fue ilimitada.

Primero se rebeló contra Dios, en-contrándole injusto por haberle qui-tado a su hija; ¡a ella, que nunca ha-bía hecho nada malo, y que tenía unaconciencia tan pura! ¡No! Tenía quehaberla llevado al sur. ¡Otro doctoresla habrían salvado! Se acusaba, que-ría reunir se con ella, gritaba de an-gustia en medio de sus sueños Uno,sobre todo, la obsesionaba. Su mari-do, ataviado como un marinero, vol-vía de un largo viaje y le decía lloran-do, que había recibido orden de lle-varse a Virginie. Entonces ellos seponían de acuerdo para descubrir unescondite en alguna parte.

Una vez, volvió del jardín trastor-nada. Hacía un momento se le habíanaparecido allí (señalaba el sitio el pa-dre y la hija, uno al lado del otro, sinhacer nada sólo la miraban.

Durante muchos meses se quedó ensu habitación inerte. Félicité la

For two nights, Felicite never leftthe corpse. She would repeat the sameprayers, sprinkle holy water over thesheets, get up, come back to the bedand contemplate the body.

At the end of the first vigil, she noticed thatthe face had taken on a yellow tinge, thelips grew blue, the nose grew pinched, theeyes were sunken. She kissed themseveral times and would not havebeen greatly astonished had Virginiaopened them; to souls like this thesupernatural is always quite simple. Shewashed her, wrapped her in a shroud, puther into the casket, laid a wreath offlowers on her head and arranged hercurls. They were blond and of an ex-traordinary length for her age.Felicite cut off a big lock and puthalf of it into her bosom, resolvingnever to part with it.

The body was taken to Pont-l’Eveque, according to MadameAubain’s wishes; she followed thehearse in a closed carriage.

After the ceremony it took threequarters of an hour to reach the cem-etery. Paul, sobbing, headed the pro-cession; Monsieur Bourais followed,and then came the principle inhabitants ofthe town, the women covered with blackcapes , and Felicite. The memory of hernephew, and the thought that she had not beenable to render him these honours, made herdoubly unhappy, and she felt as if he werebeing buried with Virginia.

Madame Aubain’s grief was uncon-trollable.

At first she rebelled against God, think-ing that he was unjust to have taken awayher child —she who had never done any-thing wrong, and whose conscience wasso pure! But no! she ought to have takenher South. Other doctors would havesaved her. She accused herself, prayedto be able to join her child, and cried inthe midst of her dreams. Of the latter,one more especially haunted her. Herhusband, dressed like a sailor, had comeback from a long voyage, and with tearsin his eyes told her that he had receivedt h e o r d e r t o t a k e Vi r g i n i a a w a y.Then they both consul ted about ahiding-place _______.

Once she came in from the garden,all upset. A moment before (and sheshowed the place), the father and daugh-ter had appeared to her, one after theother; they did nothing but look at her.

During several months she re-mained inert in her room. Felicite

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Felicidad se quedó dos noches allado de la muerta. Repetía las mis-mas oraciones, echaba agua benditasobre las sábanas, volvía a sentarse,la contemplaba.

Al final de la primera vela observó quela cara se había puesto amarilla, loslabios azulencos, la nariz afilada, losojos hundidos. Se los besó variasveces; y no se habría asombradomucho si Virginia los hubiera abier-to; para estas almas, lo sobrenatu-ral es completamente natural. Lalavó, la envolvió en el sudario, labajó al ataúd, le puso una corona,le extendió el pelo. Era rubio y ex-traordinariamente largo para suedad. Felicidad cortó un gran me-chón y guardó la mitad en el pe-cho, decidida a no desprendersenunca de él.

El cadáver fue trasladado aPont-l’Évêque, porque así lo dispusomadame Aubain, que seguía al carrua-je fúnebre en un coche cerrado.

Después de la misa tardarontres cuartos de hora más en lle-gar al cementerio. Pablo iba enc a b e z a y l l o r a n d o . D e t r á smonsieur Bourais, luego los prin-cipales habitantes, las mujeres,con mantones negros, y Felicidad.Pensaba en su sobrino y, como a élno había podido rendirle aquelloshonores, era una tristeza doble,como si le enterraran con la otra.

La desesperación de madameAubain rebasó todo límite.

Empezó por rebelarse contraDios, acusándole de injusto por ha-berle quitado a su hija —¡a su hija,que nunca había hecho mal y teníala conciencia tan pura! ¡Pero no!:ella debía haberla llevado al Midi.¡Otros médicos la habrían salva-do!—. Se acusaba, quería irse conella, gritaba de angustia en medio desus pesadillas. La obsesionaba sobretodo una. Su marido, vestido de ma-rinero, volvía de un largo viaje y ledecía llorando que había recibidoorden de llevarse a Virginia. Enton-ces se concertaban para buscar unescondrijo en algún sitio.

Una vez volvió de la huerta comoenloquecida . Acababan deaparecérsele (señalaba el lugar) elpadre y la hija uno tras otro, y nohacían nada; la miraban.

Pasó varios meses en su cuarto,inerte. Felicidad la sermoneaba bon-

pinch 1 tr. a grip (esp. the skin of part of the body or ofanother person) tightly, esp. between finger and thumb(pinched my finger in the door; stop pinching me). b(often absol.) (of a shoe, garment, etc.) confine,squeeze, press, constrict (toes, the flesh) painfully(because of lack of space). 2 tr. (of cold, hunger, etc.)grip (a person) painfully (she was pinched with cold).3 tr. sl. a steal; take without permission. b arrest (aperson) (pinched him for loitering). 4 (as pinched adj.)(of the features) drawn, as with cold, hunger, worry,etc. 5 a tr. (usu. foll. by in, of, for, etc.) stint (a person).b intr. be niggardly (meager, scanty) with money, food,etc. 6 tr. (usu. foll. by out, back, down) Hort. remove(leaves, buds, etc.) to encourage bushy growth. 7 intr.sail very close to the wind.

1 the act or an instance of pinching etc. the flesh. 2 anamount that can be taken up with fingers and thumb(a pinch of snuff). 3 the stress or pain caused by poverty,cold, hunger, etc.

4sl. a an arrest. b a theft. at (or in) a pinch in an emergency; if necessary. feel the pinch experience the effects of poverty. pinch-hitter US 1 a baseball player who bats instead of

another in an emergency. 2 a person acting as asubstitute.

de estrechez, apretar, economizar, tincar, mangar

stint v tr escatimar tostint oneself, privar-se [of, de] v intr tostint on sthg, esca-timar algo

n 1 periodo, tempo-rada, jornada 2 tur-no: she didn’t do herstint, no hizo su par-te 3 frml withoutstint, sin restriccio-nes

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sermonnait doucement. Il fallait seconserver pour son fils - et pourl’autre, - en souvenir «d’elle».

- «Elle» reprenait Mme Aubain,comme se réveillant. «Ah! oui!...oui!... Vous ne l’oublier pas!» Allu-sion au cimetière, qu’on lui avaitscrupuleusement défendu.

Félicité tous les jours s’y rendait.

A quatre heures précises, elle pas-sait au bord des maisons, montait lacôte, ouvrait la barrière, et arrivaitdevant la tombe de Virginie. C’étaitune petite colonne de marbre rose,avec une dalle dans le bas, et des chaî-nes autour enfermant un jardinet.Les plates-bandes disparaissaientsous une couverture de fleurs. Ellearrosait leurs feuilles, renouvelaitle sable, se mettait à genoux pourmieux labourer l a t e r re . MmeAubain, quand elle put y venir, enéprouva un soulagement, une espècede consolation.

Puis des années s’écoulèrent,toutes pareilles, et sans autres épi-sodes que le retour des grandes Fê-tes, Pâques, l’Assomption, la Tous-saint. Des événements intérieursfaisaient une date, où l’on se repor-tait plus tard. Ainsi, en 1825 deuxvitriers badigeonnèrent le vesti-bule; en 1827, une portion du toit,tombant dans la cour, faillit tuer unhomme. L’été de 1828, ce fut à Ma-dame d ’o ff r i r l e pa in bén i t ;Bourais, vers cette époque, s’absentamystérieusement; - et les anciennesconnaissances peu à peu s’en allèrentG u y o t , L i é b a r d , M m eL e c h a p t o i s , R o b e l i n , l ’ o n c l eG r e m a n v i l l e , p a r a l y s é d e p u i slong temps .

Une nuit, le conducteur de lamalle-poste annonça dans Pont-l’Evêque la Révolution de juillet. Unsous-préfet nouveau, peu de joursaprès , fut nommé, le baron deLarsonnière, ex-consul en Améri-que, et qui avait chez lui, outre safemme, sa belle-soeur avec trois«Demoiselles», assez grandes, déjà.On les apercevait sur leur gazon,habillées de blouses; elles possé-daient un nègre et un perroquet.Mme Aubain eut leur visite, et nemanqua pas de la rendre; du plusloin qu’elles paraissaient Félicité ac-courait pour la prévenir. Mais unechose était seule capable de l’émou-voir, les lettres de son fils.

Il ne pouvait suivre aucune carrière,étant absorbé dans les estaminets. Elle

scrupuleusement: absolument .

événements intérieurs: liés à la vie do-mestique.

s’en allèrent: moururent .

malle-poste: voiture postale.

estaminets: cafés.

sermoneaba dulcemente. Tenía queseguir viva para su hij o, y para laotra, en recuerdo «de ella».[46]

-El la -exclamaba la señoraAubain, como despertándose-. ¡Ah,sí, sí!... ¡Usted no la olvida! -Alu-sión al cementerio, que le habíanprohibido escrupulosamente.

A él iba Félicité todos los días.

A las cuatro en punto, bordeabalas casas, subía la cuesta, abría lacancela y llegaba ante la tumba deVirginie. Era una pequeña colum-na de mármol rosa, con una losa enla parte inferior, y unas cadenas al-rededor cerrando un jardincillo.L o s a r r i a t e s d e s a p a r e c í a nb a j o u n m a n t o d e f l o r e s . R e -g a b a s u s h o j a s , r e n o v a b a l aa r e n a , s e a r r o d i l l a b a p a r a l e -v a n t a r m e j o r l a t i e r r a . C u a n -d o l a s e ñ o r a A u b a i n p u d o i r a lc e m e n t e r i o , s i n t i ó a l i v i o , u n ae s p e c i e d e c o n s u e l o .

Luego pasaron los años, todossemejantes, y sin más episodios quela llegada de las Fiestas mayores,la Pascua, la Asunción, Todos losSantos. Unos sucesos domésticosmarcaban una fecha, a la que se re-mitían más tarde. Así, en 1825, dosvidrieros enlucieron el vestíbulo; en1827, una parte del tejado a punto es-tuvo de matar a un hombre cuando secayó al patio. El verano de 1828 letocó a la señora ofrecer el pan bendi-to; por esa época Bourais se ausentómisteriosamente; y las antiguas amis-tades se fueron yendo poco a poco:Guyot , L iébard , l a señoraLechapto i s , Robe l in , e l t íoG r e m a n v i l l e , p a r a l í t i c o h acíamucho tiempo.

Una noche, el conductor delcoche correo anunció en Pont-l’Évêque la Revolución de julio.Pocos días más tarde se nombróun prefecto nuevo, el barón deLarsonnière, excónsul en Améri-ca, y que tenía en su casa, ademásde su mujer, a su cuñada con tres«señoritas» ya bastante crecidas.Se las divisaba en el césped de sujardín, vestidas con blusas; po-seían un negro y un loro. La seño-ra Aubain recibió su visita y nodejó de devolvérsela; por más le-jos que aparecieran, Félicité co-rría a prevenirla. Pero sólo unacosa era capaz de emocionarla, lascartas de su hijo.[47]

P e r d i d o p o r l o s c a f é s ,n o p o d í a s e g u i r n i n g u n a

reprendía suavemente, había queconservarse para su hijo, y para laotra, en recuerdo «de ella».

«¿Ella?», contestaba la Sra.Aubain, como despertándose.«¡Ah!... ¡sí!... ¡sí!... ¡Usted no la ol-vida!» Se refería al cementerio, querigurosamente le habían prohibido.

Félicité lo visitaba todos los días.

A las cuatro en punto, bordea-ba las casas, subía la cuesta, abríala barrera, y llegaba ante la tum-ba de Virginia. Era una pequeñacolumna de mármol rosa, con unalosa abajo, y cadenas alred e d o r ,f o r m a n d o u n j a r d i n c i t o .L o s a r r i a t e s d e s a p a r e c í a nba jo una capa de f lo res . E l l aregaba sus ho ja s , r enovaba l aa rena , se a r rod i l l aba para me-jo r cava r l a t i e r r a . Cuando l aSra . Auba in pudo i r a l l í , s in -t ió un a l iv io , una e spec ie deconsue lo .

Después pasaron años, todosiguales, sin más episodios que elretorno de las grandes fiestas: Pas-cua, la Asunción, Todos los San-tos. Acontecimientos íntimosmarcaban una fecha, a la que sereferían después. Así, en 1825, dosvidrieros encalaron el vestíbulo;en 1827, una parte del tejado, al caeren el patio, estuvo a punto de matara un hombre. El verano [44] de 1828,le tocó a la señora ofrecer el pan ben-dito (9); Bourais, por aquella época, se au-sentó misteriosamente, y los antiguos cono-cidos se fueron marchando poco a poco:Guy o t , L i é b a r d , l a S r a .L e c h a p t o i s , R o b e l i n , e l t í oGremanvi l le , paral í t ico desdehacía mucho tiempo.

Una noche, el conductor delcoche correo anunció en Pont-l’Évêque la Revolución de Julio.Pocos días después fue nombradoun nuevo subprefecto: el barón deLarsonniére, ex cónsul en Améri-ca, y que tenía en su casa, ademásde a su mujer, a su cuñada con tresseñoritas, ya bastante creciditas.Se les veía sobre su césped, vesti-das con blusas vaporosas; teníanun negro y un loro (10). La Sra.Aubain recibió su visita y se ladevolvió. En cuanto aparecían alo lejos, Félicité se apresuraba aavisarla. Pero una sola cosa eracapaz de emocionarla, las cartasde su hijo.

Siempre metido en los cafetines,no era capaz de seguir una carrera.

9 Ceremonia que se celebraba en la misa, en laque se repartía pan bendito entre los Cíeles.

badigeonner 1. [a] Enduire de badigeon (=1.Couleur en détrempe à base de lait de chaux,dont on peint les murailles, l'intérieur deséglises, etc).“[b] Enduire (une partie du corps)d'une substance qui s'étale.“

10 Durante la redacción de este cuento Flaubertmantuvo sobre su mesa de trabajo un loro disecadoque le había prestado el Museo de Rouen.

ESTAMINET 1. Cabaret où l'on buvait et fumait(d'abord en parlant de la Flandre, puis del'Allemagne, de la Hollande...); assemblée quis'y tenait. 2. (1909). Régional et vieilli. Petit cafépopulaire, dans le Nord de la France, enBelgique (mais le mot n'y est plus usuel).

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sermoneaba con suavidad; tenía queseguir adelante por su hijo, y por laotra, por el recuerdo de «ella».

—«¿Ella?» —contestaba la señoraAubain, como despertando—. ¡Ah, sí!¡Claro...! ¡Usted no la olvida! —alu-sión al cementerio, que le habían pro-hibido escrupulocamente—.

Félicité iba todos los días.

A las cuatro en punto pasaba juntoa las casas, subía la pendiente, abríala barrera y llegaba ante la [55] tum-ba de Virginie. Ésta consistía en unacolumnita de mármol rosa con unabaldosa en la parte baja y, alrededor,unas cadenas que envolvían un peque-ño jardín. Los arriates desapare-cían bajo un manto de flores. Ellaregaba las hojas, renovaba la are-na, se ponía de rodillas para traba-j a r me jo r l a t i e r r a . La señoraAubain, cuando pudo acudir, sin-tió un gran alivio, una especie deconsuelo.

Fueron pasando los años, todosiguales y sin más episodios que elretorno de las fiestas: Pascua, laAsunción, Todos los Santos. Ciertosacontecimientos internos fijaban al-guna fecha, que más tarde servía dereferencia. Así, en 1825, dos vidrie-ros enjalbegaron el vestíbulo; en1827, un pedazo de techo, al caer alpatio, estuvo a punto de matar a unhombre. En el verano de 1828 le tocóa la señora hacer la ofrenda del panbendito; Bourais, hacia esa época, seausentó misteriosamente; y poco apoco fueron desapareciendo los an-tiguos conocidos: Guyot, Liébard, laseñora Lechaptois, Robelin, el tíoGremanville, paralizado desde hacíatiempo.

Una noche , e l conduc to r delcoche correo anunció en Pont-l’Évêque la Revolución de Julio.Pocos días después fue nombradoun nuevo subprefecto, el barón deLarsonniére, ex-cónsul en América,que tenía en su casa, aparte de asu mujer, a su cuñada con tres se-ñoritas bastante mayores. Se lasveía en su jardín, vestidas [56]con blusas flotantes; tenían un ne-gro y un loro. La señora Aubain re-cibió su visita, y no dejó de devol-verla. Desde que las divisaba a lolejos, Félicité corría a advertirle desu llegada. Pero a la señora sólohabía una cosa capaz de conmover-la: las cartas de su hijo.

Éste no podía seguir carrera alguna,pues estaba cautivado por los cafetines.

scolded her gently; she must keepup for her son and also for theother one, for “her memory.”

“Her memory!” replied MadameAubain, as if she were just awakening,“Oh! yes, yes, you do not forget her!” Thiswas an allusion to the cemetery where shehad been expressly forbidden to go

But Felicite went there every day.

At four o’clock exactly, she wouldgo through the town, climb the hill,open the ga te and a r r ive a tVirginia’s tomb. It was a small col-umn of pink marble with a flat stoneat its base, and it was surroundedby a little plot enclosed by chains.The flower-beds were bright withblossoms. Felicite watered theirleaves, renewed the gravel, and knelton the ground in order to till theear th proper ly. When MadameAubain was able to visit the cem-etery she felt very much relieved andconsoled.

Ye ar s pa s sed , a l l a l i ke andmarked by no other events than thereturn of the great church holidays:Easter, Assumption, All Saints’ Day.Household happenings constitutedthe only data to which in later yearsthey often referred. Thus, in 1825,workmen painted the vestibule; in1827, a portion of the roof almostkilled a man by falling into the yard.In the summer of 1828, i t wasMadame’s turn to offer the hal-l o w e d b r e a d ; a t t h a t t i m e ,Boura i s disappeared mys te r i -ously; and the old acquaintances,G u y o t , L i e b a r d , M a d a m eLechaptois, Robelin, old Gremanville,paralysed since a long time, passedaway one by one.

O n e n i g h t , t h e d r i v e r o f t h email in Pont-l’Eveque announcedthe Revolu t ion of Ju ly. A fewdays afterward a new sub-prefectw a s n o m i n a t e d , the Baron deLarsonniere, ex-consul in America,who, besides his wife, had his sis-ter- in-law and her three growndaughters with him. They were of-ten seen on their lawn, dressed inloose blouses, and they had a parrotand a negro servant . MadameAubain received a call, which she re-turned promptly. As soon as shecaught sight of them, Felicite wouldrun and notify her mistress. But onlyone thing was capable of arousingher: a letter from her son.

He could not follow any profes-sion as he was absorbed in drinking.

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dadosamente; tenía que vivir para suhijo, y para la otra, en recuerdo «deella».

—¿Ella? —exclamaba madameAubain como despertándose—. ¡Ah,sí!... ¡Sí!... ¡Tú no la olvidas! —alu-sión al cementerio, que a ella le habíasido escrupulosamente vedado.

Felicidad iba todos los días.

A las cuatro en punto sa l ía ,bordeaba las casas, subía la cues-ta, abría la verja y llegaba a latumba de Virginia. Era una pe-queña columna de mármol rosa,con una losa al pie y unas cade-n a s e n t o r n o c e r r a n d o u njardincillo. Los arriates desapa-recían bajo una alfombra de flo-res. Felicidad regaba las hojas,cambiaba la arena, se arrodillabap a r a r e m o v e r m e j o r l a t i e r r a .Cuando madame Aubain pudo iral cementerio, sintió un alivio,una especie de consuelo.

Y pasaron los años, todos igualesy sin más episodios que la repeticiónde las fiestas mayores: las Pascuas,la Asunción, Todos los Santos. Al-gunos acontecimientos domésticosmarcaban una fecha, a la que se refe-rían pasado el tiempo. Por ejemplo, en1825, dos vidrieros embadurnaron elvestíbulo; en 1827 cayó al patiouna parte del tejado y estuvo a pun-to de matar a un hombre. En elverano de 1828 le tocó a la señoraofrecer el pan bendito; por esta mis-ma época se ausentó Bourais miste-riosamente; y poco a poco se fueron yen-do los viejos amigos: Gullot, Liébard,madame Lechaptois, Robellin, el tíoGremanville, paralítico desde hacíatiempo.

Una noche, el conductor del co-che correo llevó a Pont-l’Évêque lanoticia de la Revolución de julio. Alos pocos días l legó un nuevosubprefecto: e l ba rón deLarsonnière, ex cónsul en Améri-ca, y que tenía en su casa, ademásde su mujer, a su cuñada con treshijas, ya bastante mayorcitas. Selas veía en el jardín, vestidas conunas batas flotantes; tenían un negroy un loro. Madame Aubain recibió suvisita y no dejó de devolvérsela. Encuanto Felicidad las veía aparecer, pormuy lejos que fuera, corría a avisar asu señora. Pero sólo una cosa era ca-paz de impresionar a madame Aubain:las cartas de su hijo.

D i s i p a d o e n l o s c a f é s , n op o d í a s e g u i r n i n g u n a c a r r e -

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lui payai t ses det tes ; i l en fa i -sai t d’autres e t les soupirs quepoussai t Mme Aubain, en t r ico-t a n t p r è s d e l a f e n ê t r e , a r r i -va ien t à Fé l i c i t é , qu i tourna i tson rouet* dans la cuisine.

Elles se promenaient ensemblele long de l’espalier - et causaienttoujours de Virginie; se demandantsi telle chose lui aurait plu, en telleoccasion ce qu’elle eût dit, proba-blement.

Toutes ses peti tes affaires oc-c u p a i e n t u n p l a c a r d d a n s l ac h a m b r e à d e u x l i t s - M m eAubain les inspec ta i t l e moinss o u v e n t p o s s i b l e . U n j o u rd’é té , e l le se rés igna ; - e t despapillons s’envolèrent de l’armoire.

Ses robes étaient en ligne sousune planche où il y avait trois pou-pées, des cerceaux, un ménage, lacuvette qui lui servait. Elles retirè-rent également les jupons, les bas,les mouchoirs, et les étendirent surles deux couches, avant de les re-plier. - Le soleil éclairait ces pau-vres objets en faisait voir les taches,et des plis, formés par les mouve-ments du corps. L’air était chaud etbleu. Un merle gazouillait, toutsemblait vivre dans une douceur pro-fonde. Puis elles retrouvèrent un petitchapeau de peluche, à longs poils,couleur marron. Mais il était toutmangé de vermine. Félicité le réclamapour elle-même. Leurs yeux se fixè-rent l’une sur l’autre, s’emplirent delarmes; enfin la maîtresse ouvrit sesbras, la servante s’y jeta, et elless’étreignirent, - satisfaisant leur dou-leur dans un baiser qui les égalisait.

C’était la première fois de leurvie, Mme Aubain n’étant pas d’unenature expansive. Félicité lui en futreconnaissante comme d’un bien-fait, - et désormais la chérit avec undévouement bestial et une vénéra-tion religieuse.

La bonté de son coeur se déve-loppa.

Quand elle entendait dans la rue lestambours d’un régiment en marche,elle se mettait devant la porte avec unecruche de cidre, et offrait à boire auxsoldats. Elle soigna des cholériques.Elle protégeait les Polonais, et même ily en eut un qui déclarait la vouloir épou-ser. Mais ils se fâchèrent; - car un matin,en rentrant de l’angélus, e l l e l et r o u v a d a n s s a c u i s i n e , o ù i ls ’ é t a i t i n t r o d u i t , e t a c c o m -m o d é u n e v i n a i g r e t t e q u ’ i l

rouet: machine à roue pour filer la laine.* huso o rueca

espal ie r : mur le l ong duque l son trangés des arbres f ru i t iers auxbranches étendues et fixées, ou larangée constituée par ces arbres.

bestial: sans limite, comme celui d’une bête.

cholér iques : malades a t te in ts ducholéra.

polonais: réfugiés installés en Franceaprès l’écra--------

angélus: prière du matin, du midi et du soir.

vinaigrette: morceau de viande à la sau-ce vinaigrette.

c a r r e r a . Ella le pagaba las deudas;él contraía otras y los suspiros quela señora Aubain lanzaba, mientrashacía punto junto a la ventana, lle-gaban hasta Félicité, que hacía gi-rar su torno en la cocina.

Paseaban juntas a lo largo dela espaldera , y siempre hablabande Virginie, preguntándose si talcosa la habría gustado, qué hu-biera dicho probablemente en talo cual ocasión.

To d a s s u s p e q u e ñ a s c o s a so c u p a b a n u n a r m a r i o e n l a h a -b i t a c i ó n d e d o s c a m a s . L a s e -ñ o r a A u b a i n l a s i n s p e c c i o n a -ba lo menos pos ib l e . Un d ía dev e r a n o s e r e s i g n ó ; y d e l a r m a -r i o v o l a r o n m a r i p o s a s .

Sus vestidos estaban en hilerabajo una tabla donde había tres mu-ñecas, unos aros, un juego de coci-na, la palangana que empleaba.También sacaron las faldas, las me-dias, los pañuelos, y los extendieronsobre las dos camas antes de volvera doblarlos. El sol iluminaba aque-llos pobres objetos, y dejaba ver lasmanchas y los pliegues formados porlos movimientos del cuerpo. El aireera cál ido y azul . Un mir logorjeaba, todo parecía vivir en unadulzura profunda. Luego encontra-ron un sombrerito de felpa, de pelolargo, color marrón. Pero estabatodo comido de polilla. Félicité lopidió para ella misma. Se mirarondirectamente a los ojos, se echarona llorar; por último el ama abrió losbrazos, la criada se arrojó a ellos, yse abrazaron, satisfaciendo su do-lor en un beso que las igualaba.

Fue la primera vez en su vida,dado que la señora Aubain no erade natural expansivo. Félicité selo agradeció como un favor, ydesde entonces la quiso con unaresignación animal y una vene-ración religiosa.

La bondad de su corazón se desa-rrolló.

Cuando oía en la calle los tambo-res de un regimiento en marcha, seponía delante de la puerta con unacántara de [48] sidra y ofrecía de be-ber a los soldados. Cuidó a enfermosdel cólera. Protegía a los polacos(15), y hubo uno incluso que decla-raba querer casarse con ella. Perose enfadaron; porque una mañana,al volver del ángelus, lo encontróen su cocina, donde se había meti-do y preparado una vinagreta que

15. Tras ser aplastado el levantamiento dePolonia contra la dominación rusa, muchospolacos se refugiaron en Francia durante ladécada de 1830; con la colonia polaca deRuán mantuvo Flaubert contactos en su ju-ventud por medio del músico Orlowski, pro-fesor de su hermana Caroline.

Ella le pagaba las deudas; él volvía aendeudarse y los suspiros que exha-laba la Sra. Aubain, calcetando allado de la ve n t a n a , a l c a n z a b a na F e l i c i t é , q u e h a c í a g i ra r sudevanadera* en la cocina.

Se paseaban juntas a lo largode la espaldera , y siempre ha-blaban de Virginia, preguntándo-se si tal cosa le habría gustado,qué habría dicho probablementeen tal ocasión.

Todas sus cositas ocupaban unarmario empotrado en la habita-ción de dos camas. La Sra. Aubainlas inspeccionaba lo menos posi-ble. Un día de verano resolvió ha-cerlo; y del armario se echaron avolar unas mariposas.

Sus vestidos estaban colocadosbajo una tabla donde había tresmuñecas, tres aros, un ajuar, lapalangana que usaba. Tambiénretiraron los refajos, las medias, lospañuelos, y los extendieron sobrelas dos camas antes de doblarlos. Elsol iluminaba aquellos pobres ob-jetos, dejando ver las manchas y lospliegues formados por los movi-mientos del cuerpo. El aire era cá-lido y azul, un mirlo gorjeaba, todoparecía vivir en una [45] profundacalma. Encontraron un sombreri-to de felpa, de pelo largo, colormarrón; pero estaba todo comidode insectos. Félicité lo reclamópara sí. Sus ojos se cruzaron mu-tuamente y se les llenaron de lá-grimas; por fin el ama abrió sus bra-zos, la sirvienta se echó en ellos; yse estrecharon, calmando su dolor enun beso que las igualaba.

Era la primera vez en su vida,pues la Sra. Aubain no era denaturaleza expansiva. Félicité selo reconoció como un favor, ydesde entonces la quiso con unaentrega animal y una venera-ción religiosa.

S u g r a n c o r a z ó n s e e n s a n -c h ó .

Cuando veía por la calle des-filar un regimiento, se ponía de-lante de la puerta con un jarro desidra e invitaba a los soldados. Cui-daba a los enfermos de cólera».(11) Protegía a los polacos; e in-cluso hubo uno que le prometiómatrimonio. Pero se enfadaron;pues una mañana, al regreso delángelus, se lo encontró en la co-cina, donde se había metido apreparar una vinagreta que esta-11 En 1832 se extendió en Francia una gran epide-mia de cólera.

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* «mariposas» por sí mismas puede adquirir unsignificado simbólico de Psyque, alma, que po-niendo «de polilla» se perdería. Cuando Plateromuere también una mariposas suben al cielo,etc..

BESTIAL 1. adj. Brutal o irracional. Deseo, ape-tito BESTIAL. 2. fig. y fam. De grandeza des-mesurada, extraordinario.

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DÉVOUEMENT“1. Vx (déb. XVIe). Action dedévouer, de sacrifier (qqn, qqch.) à une puissancesurnaturelle. 2. (1690). Mod. Action de sacrifier savie, ses intérêts (à une personne, à unecommunauté, à une cause). 3. (1690). Dispositionà servir, à se dévouer avec abnégation.

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Ella le pagaba sus deudas; él volvíaa contraer otras nuevas; y los suspi-ros que exhalaba la señora Aubainmientras tricotaba cerca de la venta-na le llegaban a Félicité, que hacíagirar el torno en la cocina.

Paseaban las dos juntas a lo lar-go del emparrado; y siempre ha-blaban de Virginie, preguntándosesi tal cosa le habría gustado, qué ha-bría dicho en tal ocasión, con todaprobabilidad.

Todas sus cosas se encontraban enel armario empotrado de la habita-ción de dos camas. La señora Aubainlas inspeccionaba con la menor fre-cuencia posible. Un día de verano,se resignó; y del armario salieron vo-lando unas mariposas.

Sus vestidos estaban alineadosbajo una balda en la que había tresmuñecas, unos aros , un ajuar , lajofaina que utilizaba. Sacaron tam-bién las enaguas, las medias, los pa-ñuelos, y los extendieron sobre lascamas antes de volver a doblarlos. Elsol iluminaba aquellos pobres objetosdejando ver las manchas y unos plie-gues formados por los movimientosdel cuerpo. El aire era cálido y azul,un mirlo gorjeaba, [57] todo pare-cía vivir en una dulzura profunda.Encontraron un sombrerito de fel-pa, de pelo largo, de color marrón;pero estaba carcomido por los pa-rásitos. Félicité quiso quedarsecon él. Las dos se miraron a losojos, que se llenaron de lágrimas;por fin, la señora abrió los bra-zos, la sirvienta se echó en ellos;y se abrazaron, aplacando su do-lor en un beso que las igualaba.

Era la primera vez en toda suvida, pues la señora Aubain no te-n ía una na tu ra leza expans iva .Félicité se lo agradeció como unabendición, y en adelante la quisocon abnegación bestial y venera-ción religiosa.

La bondad de su corazón se desa-rrolló.

Cuando oía por la calle los tamboresde un regimiento en marcha, se poníaante la puerta con un botijo de sidra ydaba de beber a los soldados. Cuidó aunos enfermos de cólera (6). Protegíaa los polacos (7), e incluso hubo unoque afirmaba que quería casarse conella. Pero se enfadaron; pues una ma-ñana, al volver del ángelus, ella se loencontró en la cocina, donde se había[58] metido y se había preparado unacarne a la vinagreta que se estaba co-

His mother pa id h is debts andh e m a d e f r e s h o n e s ; a n d t h es ighs tha t she heaved whi le shekni t ted a t the window reachedt h e e a r s o f F e l i c i t e w h o w a sspinning in the ki tchen.

T h e y w a l k e d i n t h e g a r d e nt o g e t h e r , a l w a y s s p e a k ing ofVirginia, and asking each other if suchand such a thing would have pleased her,and what she would probably have saidon this or that occasion.

All her little belongings were putaway in a closet of the room whichheld the two little beds. But MadameAubain looked them over as little aspossible. One summer day, however, she re-signed herself to the task and when she openedthe closet the moths flew out.

Virginia’s frocks were hung un-der a shelf where there were threedolls, some hoops, a doll-house,and a basic which she had used. Feliciteand Madame Aubain also took out theskirts, the handkerchiefs, and the stock-ings and spread them on the beds, beforeputting them away again. The sun fell onthe piteous things, disclosing their spotsand the creases formed by the motionsof the body. The atmosphere was warmand blue, and a blackbird trilled in thegarden ; e v e r y t h i n g s e e m e d t ol ive in happiness . They found al i t t le ha t of sof t brown plush ,but i t was ent i re ly moth-eaten.Fel ic i te asked for i t . Their eyesmet and f i l led with tears; a t lastt he mi s t r e s s opened he r a rmsand the se rvan t t h rew her s e l fa g a i n s t h e r b r e a s t a n d t h e yhugged each other and giving vent to their griefin a kiss which equalised them for a moment.

It was the first time that this hadever happened, for Madame Aubainwas not of an expansive nature.Felicite was as grateful for it as if ithad been some favour, and thenceforthloved her with animal-like devotionand a religious veneration.

Her k ind-hear tedness devel -oped.

When she heard the drums of a march-ing regiment passing through thestreet, she would stand in the doorwaywith a jug of cider and give the soldiers a drink.She nursed cholera victims. She protectedPolish refugees, and one of them even de-clared that he wished to marry her. But theyquarrelled, for one morning when shereturned from the Angelus shefound him in the kitchen ____________ __________ ___cool lyeating a dish which he had prepared

(7) En 1830, una vez aplastada la insurreccióncontra la opresión rusa, se instaló en Francia unaimportante colonia de refugiados polacos.Flaubert había conocido personalmente a los po-lacos de Ruán a través del músico Orlowski, pro-fesor de piano de su hermana Caroline.

(6) En 1832 una epidemia de cólera provocó nu-merosas víctimas por toda Francia.

r a . L a m a d r e l e p a g a b a l a sd e u d a s , é l c o n t r a í a o t r a s ; yl o s suspiros que lanzaba madameAubain haciendo punto junto a laventana llegaban hasta Felicidad,que hilaba en la cocina.

Se paseaban juntas a lo largo delemparrado; y hablaban siempre deVirginia, preguntándose si esto oaquello le habría gustado, qué ha-bría dicho probablemente en esta oaquella ocasión.

To d a s s u s c o s a s o c u p a b a nu n a r m a r i o e n l a h a b i t a c i ó n d ed o s c a m a s . M a d a m e A u b a i nl a s r e v i s a b a d e t a r d e e n t a r d e .U n d í a d e v e r a n o s e r e s ig n ó ;y v o l a r o n d e l a r m a r i o l a smariposas de la po l i l l a*.

Los vestidos estaban colocadosbajo una tabla donde había tres mu-ñecas, unos aros, un juego de coci-na, la palangana que ella usaba. Sa-caron también las falditas, las me-dias, los pañuelos, y lo extendierontodo sobre las dos camas antes devolver a doblarlo. El sol iluminabaaquellas pobres prendas, destacan-do las manchas y las arrugas forma-das por los movimientos del cuer-po. El aire era caliente y azu l ,gorjeaba un mirlo, todo parecíavivir en una profunda dulzura. En-contraron un sombrerito de felpa,de pelo largo, color marrón; esta-ba todo apolillado. Felicidad lopidió para ella. Se miraron fija-mente, se les llenaron de lágrimaslos ojos; la señora acabó por abrir losbrazos, la criada se arrojó en ellos; yse abrazaron, uniendo su dolor enun beso que las igualaba.

Era la primera vez en su vida,pues madame Aubain no tenía uncarácter expansivo. Felicidad selo agradeció como una donación,y desde entonces la quiso conuna lealtad animal y una vene-ración religiosa.

La bondad de su corazón fue de-sarrollándose.

Cuando oía en la calle los tambo-res de un regimiento en marcha salíaa la puerta con un cántaro de sidra yofrecía de beber a los soldados. Asis-tió a los enfermos de cólera. Prote-gía a los polacos; y hasta hubo unoque le propuso casarse con él. Perose enfadaron; pues una mañana, alvolver Felicidad del Ángelus, le en-contró en la cocina, donde se habíaintroducido y se había preparado unavinagreta que estaba comiendo tran-

* 1. f. Armazón de cañas o de listones de maderacruzados, que gira alrededor de un eje vertical y fijoen un pie, para que, colocadas en aquel las madejasdel hilado, puedan devanarse con facilidad.2. Instrumento sobre el que se mueve un bastidorpintado por los dos lados para hacer mutaciones rá-pidas en los teatros.

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m a n g e a i t t r a n q u i l l e m e n t .

Après les Polonais, ce fut le pèreColmiche, un vieillard passant pouravoir fait des horreurs en 93. Il vi-vait au bord de la rivière, dans lesdécombres d’une porcherie. Les ga-mins le regardaient par les fentes dumur, et lui jetaient des cailloux, quitombaient sur son grabat, où il gi-sait, continuellement secoué par uncatarrhe ; avec des cheveux trèslongs, les paupières enflammées etau bras, une tumeur plus grosse quesa tête. Elle lui procura du linge, tâ-cha de nettoyer son bouge, rêvait àl’établ ir dans le fournil , s a n sq u’ i l g ê n â t M a d a m e ! Q u a n dle cancer eut crevé, elle le pansa tousles jours, lui apportait de la galette, leplaçait au soleil sur une botte de paille- et le pauvre vieux, en bavant et entremblant, la remerciait de sa voixéteinte, craignait de la perdre; allon-geait les mains dès qu’il la voyaits’éloigner. Il mourut; elle fit dire unemesse pour le repos de son âme.

Ce jour-là, il lui advint un grandbonheur, - au moment du dîner, le nè-gre de Mme de Larsonnière se pré-senta, tenant le perroquet dans sa cage,avec le bâton, la chaîne et le cadenas.Un bil let de la Baronne annon-çait à Mme Aubain que, son mariétant élevé à une préfecture, i lspartaient le soir, et el le la priaitd’accepter cet oiseau comme unsouvenir et en témoignage de sesrespects.

I l occupai t depuis longtempsl ’ imagina t ion de Fé l ic i té - cari l vena i t d ’Amér ique e t ce motl u i r a p p e l a i t Vi c t o r , s i b i e nq u ’ e l l e s ’ e n i n f o r m a i t a u p r è sdu nèg re : une fo i s même e l l eava i t d i t - «C’es t Madame quisera i t heureuse de l ’avoi r !» Lenègre ava i t red i t l e propos à sam a î t r e s s e , q u i , n e p o u v a n tl’emmener, s’en débarrassai t dece t te façon .

catarrhe: affect ion des muqueusesnasales ou des bronches provoquantune sécrétion abondante.

bouge : taudis.

fournil: endroit de la maison où l’on cuitle pain.

cancer: abcès.

comía tranquilamente (16).

Después de los polacos fue el tíoColmiche, un viejo que pasaba porhaber cometido horrores en el 93.Vivía orillas del río, en las ruinasde una cochiquera. Los chiquilloslo miraban por las grietas de la ta-pia, y le tiraban piedras que caíansobre el camastro en que yacía,continuamente sacudido por uncatarro, con unos pelos muy lar-gos, los párpados inflamados y unbulto más grueso que su cabeza enel brazo. Le consiguió ropa, tratóde limpiar su cuchitril , y pensabaalo jar lo en e l h o r n o , s i n q u emolestara a la señora. Cuando elchancro reventó, le vendó a diario,le llevaba bizc|ocho, le ponía al solsobre un haz de paja, y el pobre vie-jo, babeando y tembloroso, le dabalas gracias con su voz apagada, te-nía miedo a perderla, estiraba lasmanos cuando la veía alejarse. Mu-rió, y ella mandó decir una misa porel descanso de su alma.

Ese día se llevó una gran alegría:cuando iban a comer, el negro de laseñora de Larsonnière se presentócon el loro en su jaula, con la per-cha, la cadena y el candado. Un bi-llete de la baronesa anunciaba a laseñora Aubain que, habiendo sidoascendido su marido a una prefec-tura, se marchaban [49] por la tar-de, y le rogaba aceptar aquel pájarocomo un recuerdo y en testimonio desus respetos.

Hacía t iempo que ocupaba laimag inac ión de Fé l i c i t é , puesvenía de Amér ica ; y es ta pa la -b r a l e r e c o r d a b a a Vi c t o r, d em o d o q u e h a c í a p r e g u n t a s a lnegro sobre el loro. Incluso unavez había d icho: «¡La señora sesen t i r ía fe l iz de tener lo!»

E l n e g r o h a b í a r e p e t i d o l af r a s e a s u a m a , q u i e n , n o p u -d i e n d o l l e v á r s e l o , s e d e s h a c í aa s í d e é l .

ba comiendo tranquilamente.

Después de los polacos (12) fueel tío Colmiche, un viejo que pasa-ba por haber cometido horrores enel 93. Vivía a orilla del río en losescombros de una pocilga. Los chi-quillos lo miraban por las rendijasde la pared, y le tiraban piedrasque caían sobre su catre, dondeyacía, continuamente agitado porun catarro, con un pelo muy largo,los párpados inflamados, y en el bra-zo un tumor más grueso que su cabe-za. Ella le procuró ropa, trató de lim-piarle el tugurio, soñaba con insta-larlo en el amasadero, sin que mo-lestara a la señora. Cuando se le de-claró el cáncer, lo curó todos los días,algunas veces le llevaba torta, loponía al sol sobre un haz de paja; yel pobre viejo, babeando y temblan-do, le daba las gracias con su voztenue, temiendo perderla, alargabalas manos cuando la veía alejarse. Élmurió; ella mandó decir una misa porel descanso de su alma.

Aquel día tuvo una gran dicha: ala hora de la cena, se presentó el ne-gro de la Sra. de Larsonnière, con elloro en una [46] jaula, con el palo,la cadena y el candado. Una notade la baronesa anunciaba a la Sra.Aubain que, como su marido ha-bía sido promovido a una prefec-tura, marchaban por la tarde; y lepedía que aceptase este pájaro,como recuerdo y en testimonio desus respetos.

Desde hac ía mucho t iempoocupaba l a imag inac ión deFélicité, pues venía de América,y es ta palabra le recordaba aVíctor, al extremo de que habla-ba de él con el negro. Una vezincluso le dijo ella: «¡Es la señorala que se alegrará de tenerlo!»

El negro había repetido estaspalabras a su ama, quien, no pu-diendo llevárselo, se deshizo de élde esta manera.

12 En 1830 se instaló en Francia una gran colonia derefugiados polacos, que huían de la opresión rusa.

16. Plato popular, hecho por regla general abase de carne de buey; iba acompañado deuna salsa vinagreta.

1. BOTTE 1. Assemblage de végétaux de mêmenature dont les tiges sont liées ensemble.HAZ 1. m. Porción atada de mieses, lino, hier-bas, leña u otras cosas semejantes.

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miendo con la mayor tranquilidad.

Después de los polacos le tocó alpadre Colmiche, un anciano que, se-gún decían, había cometido horroresen el 93. Vivía en la ribera del río,entre los restos de una pocilga. Loschavales le miraban a través de lasranuras del muro y le tiraban piedrasque iban cayendo sobre el jergón enel que se echaba, sacudido continua-mente por un catarro, con el pelo muylargo, los párpados inflamados y, enel brazo, un tumor más grande que lacabeza. Ella le procuró ropa blanca,trató de limpiarle el tugurio, soñabacon trasladarle al amasadero, dondeno molestaría a la señora. Cuando elcáncer reventó, ella le curó a diario; aveces le llevaba un poco de torta, leponía al sol bajo una gavilla de paja;y el pobre viejo, babeando y temblan-do, le daba las gracias con su voz apa-gada, tenía miedo de perderla, estira-ba las manos en cuanto la veía alejar-se. Murió; ella mandó decir una misapor el descanso de su alma.

Aquel día le sucedió una cosa estu-penda: en el momento de la cena se pre-sentó el negro de la señora deLarsonniére llevando al loro en su jau-la, con el palo, la cadena y el candado.Una nota de la baronesa anunciabaa la señora Aubain que como a sumarido le habían ascendido a unaprefectura, se iban al anochecer; yle rogaba que aceptara aquel pájarocomo un recuerdo, y como muestrade su respeto. [59]

Desde hacía tiempo éste ocupabala imaginación de Félicité, pues pro-cedía de América y aquel nombre lerecordaba a Victor, y había llegado alpunto de preguntar al negro por él.Una vez llegó incluso a decir:

— ¡ A l a s e ñ o r a s í q u e l eg u s t a r í a t e n e r l o !

El negro le había contado la con-versación a su señora, que, al nopodérselo llevar, de aquella forma selibraba de él.

for himself during her absence.

After the Polish refugees, cameColmiche, an old man who wascredited with having committedfrightful misdeeds in ’93. He livednear the river in the ruins of a pig-sty. The urchins peeped at himthrough the cracks in the walls andthrew stones that fell on his mis-erable bed, where he lay gaspingwith catarrh, with long hair, in-flamed eyelids, and a tumour asbig as his head on one arm. Shegot him some linen, tried to clean hishovel and dreamed of installing himin the bake-house without his beingin Madame’s way. When the cancerbroke, she dressed it every day; some-times she brought him some cake andplaced him in the sun on a bundle of hay;and the poor old creature, tremblingand drooling, would thank her in hisbroken voice, and put out his handswhenever she left him. Finally hedied; and she had a mass said for therepose of his soul.

That day a great joy came toher: at dinner-time, Madame deLarsonniere’s servant called withthe parrot, the cage, and the perchand chain and lock. A note fromthe baroness told Madame Aubainthat as her husband had been pro-moted to a prefecture, they werel e a v i n g t h a t n i g h t , a n d s h ebegged her to accept the bird asa remembrance and a token of heresteem.

Since a long time the parrot hadbeen on Felicite’s mind, because hecame from America, which remindedher of Victor, and she had approachedthe negro on the subject.

Once even, she had said:“ H o w g l a d M a d a m e w o u l d

b e t o h a v e h i m ! ”The man had repeated this remark

to his mistress who, not being able tokeep the bird, took this means of get-ting rid of it.

quilamente.

Después de los polacos, fue el tíoColmiche, un viejo que tenía famade haber hecho horrores el 93. Vi-vía a la orilla del río, en los escom-bros de una cochiquera . Loschicuelos le miraban por las grietasde la pared y le tiraban piedras quecaían en el camastro donde yacía,continuamente sacudido por uncatarro, con el pelo muy largo, infla-mados los párpados y en el brazo untumor más grande que su cabeza. Fe-licidad le procuró ropa interior, tratóde limpiar su tugurio, maquinabatrasladarle al amasadero de la casa,sin que molestara a la señora. Cuandoreventó el cáncer, le vendaba todos losdías, a veces le llevaba bizcocho, leponía al sol sobre una brazada de paja;y el pobre viejo, babeando y temblan-do, se lo agradecía con voz apagada;tenía miedo de perderla, extendía lasmanos en cuanto la veía alejarse. Mu-rió; Felicidad mandó decir una misapor el descanso de su alma.

Aquel día recibió una gran ale-gría: a la hora de comer se presentóel negro de madame de Larsonnièrellevando el loro en su jaula, con supercha, la cadena y el candado. Labaronesa le decía en una esquela amadame Aubain que habían ascen-dido a su marido a una prefectura yse marchaban aquella noche; y lerogaba que aceptase aquel pájaro,como recuerdo y en testimonio desus respetos.

El loro ocupaba desde hacíamucho tiempo la imaginación deFelicidad, porque venía de Amé-rica, y esta palabra le recordabaa Víctor, tanto que le hacía pre-guntas al negro. Una vez l legó adecir: «¡Cuánto le gustaría a laseñora tenerlo!»

E l n e g r o s e l o c o n t ó a s ua m a , y é s t a , n o p u d i e n d o l l e -v a r l o , s e d e s h a c í a d e é l d ea q u e l l a m a n e r a .

X

hovel n. 1 a small miserable dwelling. 2 a conicalbuilding enclosing a kiln (horno). 3 an open shedor outhouse (retrete).

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IV

Il s’appelait Loulou et son corpsétait vert, le bout de ses ailes rose, sonfront bleu et sa gorge dorée.

Mais il avait la fatigante maniede mordre son bâton s’arrachaitles plumes, éparpillait ses ordures,répandait l’eau de sa baignoire -Mme Aubain qu’i l ennuyait , ledonna pour toujours à Félicité.

Elle entreprit de l’instruire; Bientôtil répéta «Charmant garçon! Serviteur,monsieur! Je vous salue, Marie!» Il étaittoujours auprès de la porte, dans l’an-gle du perron; plusieurs s’étonnaientqu’il ne répondît pas au nom de Jacot,puisque tous les perroquets s’ap-pellent Jacot. On le comparait àune dinde , à une bûche! - autantde coups de poignard pour Féli-cité! - étrange obstination de Lou-lou, ne parlant plus du momentqu’on le regardait!

Néanmoins il recherchait la com-pagnie; car le dimanche, pendant queces demoiselles Rochefeuille, M. deHouppeville et de nouveaux habi-tués: Onfroy l’apothicaire, M. Varinet le capitaine Mathieu, faisaientleur partie de cartes, il cognait lesvitres avec ses ailes, - et se déme-nait si furieusement. qu’il était im-possible de s’entendre.

La figure de Bourais, sans doute luiparaissait très drôle. Dès qu’il l’aper-cevait, il commençait à rire, à rire detoutes ses forces. Les éclats de sa voixbondissaient dans la cour, l’écho lesrépétait, les voisins se mettaient àleurs fenêtres, riaient aussi; - et, pourn’être pas vu du perroquet, M. Bouraisse coulait le long du mur, en dissimu-lant son profil avec son chapeau, at-teignait la rivière puis entrait par laporte du jardin, et les regards qu’ilenvoyait à l’oiseau manquaient de ten-dresse.

Loulou avait reçu du garçon bou-cher une chiquenaude, s’étant per-mis d’enfoncer la tête dans sa cor-beille, et depuis lors il tâchait, tou-jours de le pincer à travers sa che-mise. Fabu menaçait de lui tordrele col, bien qu’il ne fût pas cruelmalgré le tatouage de ses bras, etses gros favoris . Au contraire! ilavait plutôt du penchant pour leperroquet, jusqu’à vouloir, par hu-meur joviale, lui apprendre des ju-rons. Félicité, que ces manières ef-frayaient, le plaça dans la cuisine.Sa chaînette fut retirée, et il circu-

ángulos de la escalinata(perron) del porche

se coulait : se faisait tout petit.

chiquenaude: pichenette, petit coup dedoigt.

4.

Se llamaba Lulú (17); y su cuerpoera verde, rosa el extremo de las alas,azul la frente y dorado el cuello.

Pero tenía la fatigosa manía demorder su percha, se arrancaba lasplumas, esparcía sus excrementos yderramaba el agua de su baño; la se-ñora Aubain, que se aburría con él, selo dio para siempre a Félicité (18).

Se dedicó a instruirle. Pronto el lororepitió: «¡Niño encantador! ¡Servidor,señor! ¡Dios te salve María!» Siempreestaba junto a la puerta, en el ángulode la escalinata; muchos se sorpren-dían de que no respondiese al nombrede [50] Jacot, dado que todos los lorosse llaman Jacot. ¡Lo comparabancon una pava , con un tarugo !¡Eran otras tantas puñaladas paraFélicité! ¡Extraña obstinación deLulú la de no hablar en el momen-to en que le miraban!

Sin embargo, el loro buscaba lacompañía; porque el domingo, mien-tras aquellas señoritas Rochefeuille,el señor de Houpeville y nuevasamistades, el boticario Onfroy, elseñor Varin y el capitán Mathieu,jugaban su partida de cartas, golpea-ba los cristales con sus alas y se agi-taba con tanta furia que resultaba im-posible entenderse.

La cara de Bourais debía de pa-recerle muy graciosa. En cuanto loveía, empezaba a reírse, a reír contodas sus fuerzas. Sus gritos salta-ban al patio, el eco los repetía, losvecinos se asomaban a las venta-nas y también se reían; para que elloro no le viese, el señor Bouraisse deslizaba pegado a las paredes,disimulando su perfil con el som-brero, llegaba al río y luego entra-ba por la puerta del huerto; en lasmiradas que enviaba al pájaro nohabía ternura.

Lulú había recibido del chico dela carnicería un papirotazo por ha-berse permitido hundir la cabeza ensu cesta, y desde entonces siempretrataba de picotearlo a través de lacamisa. Fabu amenazaba con retor-cerle el cuello, aunque no fuesecruel pese al tatuaje de sus brazosy sus grandes patillas. ¡Al contra-rio!, sentía más bien inclinación porel loro, hasta el punto de intentarenseñarle, como humorada, a sol-tar palabrotas. Félicité, asustadapor esos modales, lo puso en la co-cina, le quitaron la cadena, y él an-

17. Flaubert contempló por primera vez un loroauténtico en casa de su amigo Pierre Barbey.Para «Un corazón simple» se documentó, lle-gando a pedir en préstamo un loro disecadoal Museo de Historia Natural de Ruán.

18. En los borradores y proyectos de «Un co-razón simple», Flaubert anota sobre el per-sonaje de Félicité: «No podía reír. Cuandoquería reír, tosía. El loro es la primera cosaque la hace reír. En el IV: su tipo de ensoña-ción, o más bien de meditaciones: ideas des-hilvanadas y profundas, manera de pensarcomo en sueño. Sus ideas más inconexasse suceden, o queda boquiabierta ante la mis-ma sin profundizar en ella. Pintarla así en sucocina mientras la señora Aubain está en lasala, sentada a la ventana.»

IV

Se llamaba Loulou. Su cuerpo eraverde; la punta de sus alas, rosa: sufrente, azul, y su garganta, dorada.

Pero tenía la pesada manía demorder su palo, se arrancaba las plu-mas, desparramaba sus basuras,derramaba el agua de su bañera; laSra. Aubain, aburrida de él, se lo re-galó para siempre a Félicité.

Ella se propuso instruirlo; pronto re-pitió: «Chico encantador! ¡Servidor, Se-ñor! ¡Dios te salve, María!» Estaba co-l o c a d o j u n t o a l a p u e r t a ________________ , y algunos se extrañabande que no contestase al nombre deJacquot, ya que todos los loros sellaman Jacquot. Lo comparabancon una pava, con un palo: ¡otrastantas puñaladas para Félicité!¡Extraña obstinación de Loulou,que dejaba de hablar en cuanto lemiraban!

Sin embargo, él buscaba compa-ñía; pues los domingos, mientras que«aquellas» Srtas. Rochefeuille, elSr. HouppeviIle y nuevos conter-tulios: Onfroy el boticario, el Sr.Varin y el capitán Mathieu, juga-ban su partida de cartas, él golpea-ba los cristales con las alas, y sedebatía tan furiosamente que eraimposible oírse.

La cara de Bourais, sin duda, leparecía muy rara. Tan pronto apare-cía, el loro empezaba a reírse, a reír-se con todas sus fuerzas. Las vocesque daba saltaban al patio, el eco lasrepetía, los vecinos asomados a lasventanas, también reían; y, por [47]miedo a ser visto por el loro, el Sr.Bourais se deslizaba a lo largo de lapared, disimulando su perfil con susombrero, alcanzaba el río, luegoentraba por la puerta del jardín; y lasmiradas que echaba al pájaro no eranprecisamente de ternura.

Loulou había recibido del mozode la carnicería un capirotazo, porhaberse permitido meter la cabeza ensu cesta, y desde entonces tratabasiempre de pellizcarlo a través de sucamisa. Fabu amenazaba con retor-cerle el cuello, aunque no era cruel,a pesar del tatuaje de sus brazos ysus grandes bigo t e s . ¡ A l c o n t r a -r i o ! , s e n t í a d e b i l i d a d p o r e ll o ro , ha s t a que re r, po r humorj o v i a l , e n s e ñ a r l e t a c o s .Fé l ic i t é , a sus tada por sus ma-ne ras , l o puso en l a c o c i n a ,l e r e t i r ó l a c a d e n a y e l l o r o

X

XPERRON 1. Petit escalier extérieur se terminantpar une plate-forme de plain-pied avec l'entréeprincipale d'une habitation, d'un monument.“

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tr. de Consuelo Berges tr. de M. Badiola Dorronsoro Project Gutenberg

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IV

Se llamaba Lulú. Tenía el cuerpoverde, la punta de las alas rosa, la fren-te azul y el pecho dorado.

Pero tenía la pesada manía demorder su palo, se arrancaba lasplumas, esparcía sus porquerías,salpicaba con el agua de su bañera; laseñora Aubain, sintiéndose molesta,se lo dio para siempre a Félicité.

Ésta se encargó de instruirle; pron-to repitió: «¡Niño encantador! ¡Servi-dor, señor! ¡Dios te salve, María!» Secolocaba junto a la puer ta _____________ , y a muchos les extrañabaque no respondiera al nombre deJacquot, dado que todos los lorosse llaman Jacquot (8). Lo compara-ban con [60] un pavo, con un leño:¡qué puñaladas para Félicité! ¡Yqué extraña obstinación la de Lulú,que dejaba de hablar desde el mo-mento en que era observado!

No obstante, buscaba compañía;pues los domingos, mientras aque-llas señoritas Rochefeuille, el señorde Houppeville y otros nuevos ha-bituales (el boticario Onfroy, el se-ñor Varin y el capitán Mathieu) ju-gaban su partida de cartas, él gol-peaba los cristales con las alas y seagitaba de tal manera que era impo-sible entenderse.

Sin duda la cara de Bourais le pa-recía curiosísima. En cuanto leveía, empezaba a reírse, y se reíacon todas sus fuerzas. Sus carcaja-das saltaban al patio, el eco las re-petía, los vecinos salían a la venta-na, se reían también; y, para no servisto por el loro, el señor Bouraisse pegaba a la pared, disimulandosu perfil con su sombrero hasta lle-gar al río; luego entraba por la puer-ta del jardín; y las miradas que di-rigía al pájaro no reflejaban dema-siada ternura.

L u l ú h a b í a r e c i b i d o u npapirotazo del mozo de la carnicería,tras haberse permitido hundir la ca-beza en su cesto; y desde entoncessiempre intentaba picarle a través dela camisa. Fabu amenazaba con retor-cerle el pescuezo, aunque no era especial-mente cruel, a pesar del tatuaje de sus bra-zos y de sus gruesas patillas. ¡Al con-trario! Más bien sentía cierta inclina-ción por el loro, hasta el punto de que-rer, por su humor jovial, [61] enseñar-le algunos tacos. Félicité, asustada poraquellos modales, se lo llevó a la cocina.Se le quitó la cadena, y circulaba

CHAPTER IV

He was called Loulou. His body wasgreen, his head blue, the tips of his wingswere pink and his breast was golden.

But he had the tiresome tricksof bit ing his perch, pulling hisfeathers out, scattering refuse andspilling the water of his bath. MadameAubain grew tired of him and gavehim to Felicite for good.

She undertook his education, and soonhe was able to repeat: “Pretty boy! Yourservant, sir! I salute you, Marie!” Hisperch was placed near the door_______ ____ and several personswere astonished that he did not an-swer to the name of “Jacquot,” forevery parrot is called Jacquot. Theycalled him a goose and a log, andthese taunts were like so many dag-ger thrusts to Felicite. Strange stub-bornness of the bird which would nottalk when people watched him!

Never the l e s s , he sough t so -c i e ty ; fo r on Sunday, when the la-dies Rochefeuille, Monsieur deHouppeville and the new habitues,Onfroy, the chemist, Monsieur Varinand Captain Mathieu, dropped infor their game of cards, he struckthe window-panes with his wingsand made such a racket that it wasimpossible to talk.

Bourais’ face must have ap-peared very funny to Loulou. Assoon as he saw him he would beginto roar. His voice re-echoed in theyard, and the neighbours wouldcome to the windows and begin tolaugh, too; and in order that the parrotmight not see him, Monsieur Bouraisedged along the wall , pushed hish a t o v e r h i s e y e s t o h i d eh i s p r o f i l e , a n d e n t e r e d b yt h e g a r d e n d o o r , a n d t h el o o k s h e g a v e t h e b i r dl a c k e d a f f e c t i o n .

Loulou, having thrust his head into thebutcher-boy’s basket, received a s lap ,a n d f r o m t h a t t i m eh e a l w a y s t r i e d t on i p h i s e n e m y. F a b u t h r e a t -e n e d t o r i n g h i s n e c k , a l -t h o u g h h e w a s n o t c r u e l l y i n -c l i n e d , n o t w i t h s t a n d i n g h i sb i g w h i s k e r s a n d t a t t o o i n g s .O n t h e c o n t r a r y , h e r a t h e rl iked the b i rd , and , ou t o f dev-i l r y, t r i e d t o t e a c h h i m o a ths.F e l i c i t e , whom h i s manne ralarmed, put Loulou in the kitchen,took off his chain a n d l e t h i m

(8) En francés, «Jacquot», diminutivo de«Jacques» (Santiaguito), es el apodo fa-miliar generalizado para todos los lorosy papagayos.

IV

El loro se llamaba Lulú. Tenía elcuerpo verde, rosa la punta de las alas,la frente azul y el buche dorado.

Pero se empeñaba en la molestamanía de morder la percha, se arranca-ba las plumas, esparcía su excremento,derramaba el agua del recipiente donde se ba-ñaba; a madame Aubain la importunaba, y selo dio para siempre a Felicidad.

Felicidad se dedicó a enseñarle; el loro notardó en repetir: «¡Niño bonito! ¡Servidor, ca-ballero! ¡Dios te salve, María!» Le había hechoun sitio detrás de la puerta ___________________, y a a lgunos les ex-t r a ñ a b a q u e n o c o n t e s t a r a a lnombre de Pe r i co , pues todoslos lo ros se l l aman Per ico . De-cían que era un pavo, un leño: estoera para Felicidad como una pu-ñalada. ¡Qué manía la de Lulú dede j a r d e h a b l a r e n c u a n t o l em i r a b a n !

Sin embargo, el loro buscaba lacompañía, pues los domingos, mien-tras las señori tas Rochefeuil le,monsieur de Houppeville y nuevosvisitantes —Onfroy el boticario,monsieur Varin y e l capi tánMathieu— jugaban su partida decartas, Lulú pegaba en los cristalescon las alas y armaba tal zambra queera imposible entenderse.

La cara de Bourais debía de ha-cerle mucha gracia. En cuanto leveía, empezaba a reír, a reír con to-das sus fuerzas. El estrépito de suvoz saltaba al patio, el eco lo repe-tía, los vecinos se asomaban a lasventanas , se re ían también; ymonsieur Bourais, para que el lorono le viera, andaba pegado a la pa-red, disimulando su perfil con elsombrero, llegaba al río y entrabapor la puerta de la huerta; y las mi-radas que le echaba al pájaro no eranprecisamente cariñosas.

El chico de la carnicería le habíadado a Lulú un papirotazo, porque sehabía permitido meter la cabeza en sucesta; y desde entonces el loro tratabasiempre de darle picotazos a travésde la camisa. Fabu amenazaba con re-torcerle el pescuezo, y eso que no eracruel, a pesar del tatuaje que tenía enlos brazos y de las grandes patillas.A1 contrario, al loro le tenía másbien simpatía, y hasta quiso diver-tirse enseñándole palabrotas. A Fe-licidad la asustaban estas cosas ylo puso en la cocina. Le quitó lacadena y el loro andaba suelto por

XXX

nip 1 1 tr. pinch, squeeze, or bite sharply. 2 tr.(often foll. by off) remove by pinching etc. 3tr. (of the cold, frost, etc.) cause pain or harmto. 4 intr. (foll. by in, out, etc.) Brit. colloq. gonimbly or quickly. 5 tr. US sl. steal, snatch.

1 a a pinch, a sharp squeeze. b a bite. 2 a bitingcold. b a check to vegetation caused by this.

nip and tuck US neck and neck. nip in the bud suppress or destroy (esp. an idea)

at an early stage.nip 2 a small quantity of spirits. drink spirits.

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lait dans la maison.

Quand il descendait l’escalier, ilappuyait sur les marches la courbé deson bec, levait la patte droite, puis lagauche, et elle avait peur qu’une tellegymnastique ne lui causât des étour-dissements, Il devint malade, ne pou-vait plus parler; ni manger. C’étaitsous sa langue une épaisseur, commeen ont les poules quelquefois, elle leguérit, en arrachant cette pelliculeavec ses ongles. M. Paul un jour, eutl’imprudence de lui souffler aux nari-nes la fumée d’un cigare. Une autrefois que Mme Lormeau l’agaçait dubout de son ombrelle, il en happa lavirole. Enfin, il se perdit.

Elle l’avait posé sur l’herbe pourle rafraîchir, s’absenta une minuteet, quand elle revint, plus de perro-quet! D’abord, elle le chercha dansles buissons, au bord de l’eau et surles toits, sans écouter sa maîtressequi lui criait «Prenez donc garde!vous êtes folle» Ensuite, elle ins-pecta tous les jardins de Pont-l’Evê-que et elle arrêtait les passants. «Vousn’auriez pas vu, quelquefois, par,hasard, mon perroquet?» A ceux quine connaissaient pas le perroquet,elle en faisait la description. Tout àcoup, elle crut distinguer derrière lesmoulins, au bas de la côte, une choseverte qui voltigeait. Mais au haut dela côte, rien! Un porte-balle lui af-firma qu’il l’avait rencontré tout àl’heure à Saint-Melaine, dans laboutique de la mère Simon. Elle ycourut. On ne savait pas ce qu’ellevoulait dire. Enfin elle rentra épui-sée, les savates en lambeaux, lamort dans l’âme; - et, assise au mi-lieu du banc, près de Madame, elleracontait toutes ses démarches,quand un poids léger lui tomba surl’épaule. Loulou! Que diable avait-il fait? Peut-être qu’il s’était pro-mené aux environs!

Elle eut du mal à s’en remettre, ouplutôt ne s’en remit jamais.

Par suite d’un refroidissement,il. lui vint une angine, peu de tempsaprès, un mal d ‘oreilles - trois ansplus tard, elle était sourde; et elleparlait très haut, même à l’église. -Bien que ses péchés auraient pusans déshonneur pour elle, ni incon-vénient pour le monde se répandreà tous les coins du diocèse, M. leCuré jugea convenable de ne plusrecevoir sa confession que dans lasacristie.

Des bourdonnements illusoiresachevaient de la troubler. Souvent, sa

épaisseur : la pépie, petite peau quipousse sur la langue et empêchel’oiseau de manger et de boire.

virole: petit anneau de métal. Contera

porte-bal le : co lpor teur, merc ie rambulant.

diocèse : région placée sous l’autoritéd’un évêque.

daba por la casa.

Cuando bajaba la escalera, apoya-ba en los escalones la curva del pico,alzaba la pata derecha, luego la iz-quierda, y ella temía que esa gimna-sia le causara mareos. Se puso malo,ya no podía hablar; ni comer. Eraun bulto debajo de la lengua, comolos que a veces tienen las gallinas;ella lo curó, arrancándole aquellapelícula con las uñas. Cierto día [51]el señor Paul cometió la imprudenciade echarle en las narices el humo de unpuro. En otra ocasión en que la señoraLormeau le fastidiaba con la punta desu sombrilla, él le atrapó bruscamentela contera. Por último, se perdió.

Ella lo había puesto sobre lahierba para refrescarle, se ausen-tó un momento y, cuando regresó,¡adiós loro! Primero lo buscó enlos matorrales, a orillas del agua,y en los tejados, sin escuchar a suama que le gritaba: «¡Tenga cui-dado! ¡Está usted loca!» Luego re-v i s ó t o d a s l a s h u e r t a s d ePont - l ’Évêque; y paraba a lostranseúntes. «Por casualidad, ¿nohabrá visto mi loro?» Y a quienesno conocían al loro, se lo descri-bía. De pronto, creyó distinguirdetrás de los molinos, desde el piede la cuesta, una cosa verde querevoloteaba. Pero en lo alto de lacuesta, ¡nada! Un buhonero le ase-gur ó q u e a c a b a b a d e v e r l o e nS a i n t - M e l a i n e , e n l a t i e n d a d el a t í a S i m on. Corrió hasta allí. Nosabían de qué estaba hablando. Re-gresó, por fin, agotada, con laschanclas deshechas y la muerte enel alma; y, sentada en medio delbanco, junto a la señora, estaba con-tando todas sus andanzas cuando unpeso ligero cayó sobre su hombro.¡Lulú! ¿Qué diablos había hecho?¡Tal vez había salido a pasear porlos alrededores!

Le costó trabajo reponerse del disgus-to, o más bien no se repuso nunca.

A consecuencia de un enfria-miento le vinieron unas anginas, ypoco después, un dolor de oídos;tres años más tarde, estaba sorda; yhablaba muy alto, incluso en la igle-sia. Aunque sus pecados habrían po-dido difundirse, sin deshonra paraella ni inconveniente para el mundo,a todos los rincones de la diócesis,e l s e ñ o r p á r r o c o c o n s i d e r óopor tuno confesar la só lo en lasacr i s t ía .

Unos zumbidos ilusorios acaba-ban de trastornarla. Su señora le de-

c i r c u l a b a p o r l a c a s a .

Cuando bajaba la escalera, apo-yaba en los peldaños la curva desu pico, levantaba la pata derecha,después la izquierda; y ella temíaque tal gimnasia le causase mareos.Enfermó, ya no podía hablar nicomer. Tenía un gran bulto bajo lalengua como tienen a veces las ga-llinas. Ella se lo curó arrancándo-le aquella película con las uñas. ElSr. Paul, un día, cometió la impruden-cia de soplarle en las narices el humode un cigarro. Otra vez que la Sra.Lormeau lo provocaba con la conterade su sombrilla le atrapó_______ suanillo; por fin desapareció.

Ella lo había puesto al fresco so-bre la hierba, se ausentó un minu-to, y cuando volvió, ¡ya no habíaloro! Primero lo buscó entre losmatorrales, a orilla del agua y so-bre los tejados, sin escuchar a suama que le gritaba: «¡Tenga cuida-do! ¡Usted está loca!» Después ins-peccionó todas las huertas de Pont-l’’Évêque, y preguntaba a los tran-seúntes: «¿No habrá visto usted,po r c a sua l i dad , m i l o ro?» Aquienes no lo conocían se lo des-cribía. De pronto creyó distin-guir detrás de los molinos, al piede la cuesta, una cosa verde que revo-loteaba. Pero en lo alto de la cuesta,¡nada! Un vendedor ambulante leaseguró que lo había visto hacíapoco en Saint-Mélaine, en la tien-da de la tía Simon. Se fue allí co-rriendo. No sabían lo que queríadecir. Por fin, regresó, agotada, laschancletas en pedazos, la muerteen el alma; y sentada en medio delbanco, cerca de la señora, contabatodos sus pasos, cuando sintió unaligera palmadita en el hombro:«¡Loulou!» ¿Qué demonios habíahecho? ¡Quizás se había paseadopor los alrededores! [48]

Félicité tardó en reponerse, o másbien no se repuso jamás_

A consecuencia de un resfriado lesobrevino una angina; poco tiempodespués, un dolor de oídos. Al cabode tres años, estaba sorda; y hablabamuy alto, incluso en la iglesia. Aun-que sus pecados hubieran podido, sindeshonor para ella, ni inconvenien-te para la gente, difundirse por to-dos los rincones de la diócesis, elseñor cura juzgó conveniente no es-cucharla en confesión más que en lasacristía.

Unos zumbidos ilusorios aca-baban de trastornarla. Con fre-

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HAPPER 1. V. tr. (Fin XIIe). Saisir, attraperbrusquement et avec violence (qqn, qqch.). 2. (FinXIIe). Le sujet désigne un animal. Attraper, prendrebrusquement dans la gueule, le bec. 3. Fig.S'emparer de (qqch.) avec avidité; saisir rapidement,au passage. 4. Adhérer* fortement.

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por la casa.

Cuando bajaba la escalera apoya-ba en los peldaños la curva del cue-llo, levantaba la pata derecha, luegola izquierda; y a ella le daba miedoque semejante ejercicio le causaramareos. El loro se puso enfermo, yano podía hablar ni comer. Tenía unbulto bajo la lengua, como les ocurrea veces a las gallinas. Ella le curó,arrancando aquella costra con lasuñas. Un día, el señorito Paul come-tió la imprudencia de soplarle de fren-te el humo de un cigarro; otra vez enque la señora Lormeau le provocabacon la punta de su sombrilla, pescó lasífilis; por último, se perdió.

Ella lo había dejado en la hierbapara que se refrescara, y se ausentó unminuto; cuando volvió, ¡el loro se ha-bía esfumado! Primero lo buscó entrelos arbustos, en la orilla del agua ysobre los tejados, sin hacer caso a suama, que le gritaba: «¡Pero tenga cui-dado! ¿Está usted loca?» Después ins-peccionó todos los jardines dePont-l’Évêque; iba parando a los tran-seúntes: «¿No habrá visto usted algu-na vez, por casualidad, a mi loro?» Alos que no conocían al loro, les hacíauna descripción.De repente , t ras los molinos, en la par-te baja de la colina, creyó distinguir una cosaverde que daba volteretas. Pero en lo alto dela colina, ¡nada! Un buhonero le asegu-ró que se lo había encontrado hacíaun [62] momento en Saint-Melaine, enla tienda de la tía Simon. Ella corrióhacia allí. No sabían de qué estaba ha-blando. Por fin, volvió, agotada, conlas chanclas hechas jirones y el almaapagada; y, sentada en medio delbanco, cerca de la señora, le estabacontando todas sus andanzas cuan-do le cayó en el hombro un peso li-gero: ¡Lulú! ¿Qué diablos había he-cho? ¡Tal vez había estado pasean-do por los alrededores!

Le costó mucho sobreponerse o,más bien, no se sobrepuso nunca.

Como consecuencia de un enfria-miento, cogió una angina; poco des-pués, una enfermedad en los oídos.Tres años más tarde ya estaba sorda;hablaba muy fuerte, incluso en la igle-sia. Aunque sus pecados habrían po-dido expandirse por todos los rinco-nes de la diócesis sin desdoro para ellani inconveniencia alguna para el mun-do, el señor párroco juzgó convenien-te, en adelante, recibirla en confesiónsólo en la sacristía.

Unos zumbidos ilusorios termina-ron de confundirla. A menudo su ama

w a l k a l l o v e r t h e h o u s e .

When he went downstairs, herested his beak on the steps, lifted hisright foot and then his left one; buthis mistress feared that such featswould give him vertigo. He becameill and was unable _______ _________ to eat. There was a smallgrowth under his tongue like thosechickens are sometimes afflicted with.Felicite pulled it off with her nails andcured him. One day, Paul was impru-dent enough to blow the smoke of hiscigar in his face; another time, MadameLormeau was teasing him with the tipof her umbrella and he swallowed thetip. Finally he got lost.

She had put him on the grass to coolhim and went away only for a second;when she returned, she found no par-rot! She hunted among the bushes, onthe bank of the river, and on the roofs,without paying any attention to Ma-dame Aubain who screamed at her:“Take care! you must be insane!” Thenshe searched every garden in Pont-l’Eveque and stopped the passers-by toinquire of them: “Haven’t you perhapsseen my parrot?” To those who hadnever seen the parrot, she describedhim minutely.Suddenly she thought she saw something greenfluttering behind the mills at the foot of the hill.But when she was at the top of the hill shecould not see it. A hod-carrier told her thathe had just seen the bird in Saint-Melaine, in Mother Simon’s store. Sherushed to the place. The people did notknow what she was talking about. Atlast she came home, exhausted, withher slippers worn to shreds, and de-spair in her heart. She sat down on thebench near Madame and was telling ofher search when presently a lightweight dropped on her shoulder—Loulou! What the deuce had he beendoing? Perhaps he had just taken a littlewalk around the town!

She did not easily forget her scare;in fact, she never got over it.

In consequence of a co ld , shecaught a sore throat; and some timelater she had an earache. Threeyears later she was stone deaf, andspoke in a very loud voice even inchurch. Although her sins mighthave been proclaimed throughoutthe diocese without any shame toherself, or ill effects to the com-munity, the cure thought it advis-able to receive her confession inthe vestry-room.

Imaginary buzzings also addedto her bewilderment. Her mistress

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la casa.

Cuando bajaba la escalera apoya-ba en los peldaños la curva del pico,levantaba la pata derecha, luego la iz-quierda; y Felicidad tenía miedo deque esta gimnasia le mareara. Se pusomalo, no podía hablar ni comer. Eraun bultito que tenía debajo de la len-gua, como lo tienen a veces las galli-nas. Felicidad le curó, quitándoleaquella costra con las uñas. Un día, elseñorito Pablo cometió la impruden-cia de soplarle en las narices el humo deun cigarro; otra vez que madame Lormeause puso a hacerle rabiar con su sombri-lla, le agarró ________ con el pico lacontera; por último se perdió.

Felicidad le había posado en lahierba para refrescarle y se alejó unmomento; cuando volvió, el lorohabía desaparecido. Primero le bus-có en los bardales, a la orilla delagua y en los tejados, sin escuchar asu señora, que le gritaba:

—¡Ten cuidado! ¡Estás loca!Después se puso a busca r le

p o r t o d o s l o s j a r d i n e s d eP o n t - l ’ É v ê q u e ; p a r a b a a l o stranseúntes. «¿Ha visto usted porcasualidad a mi loro?» A los queno le conocían se lo describía.

De pronto creyó distinguir detrásde los molinos, al pie de la cuesta,una cosa verde que revoloteaba.¡Pero nada! Un buhonero le asegu-ró que le había visto hacía un mo-mento en Saint-Melaine, en la tien-da de la tía Simon. Allá se fue co-rriendo. No sabían lo que quería de-cir. Por fin volvió, cansadísima, conlas chancletas todas rotas, muerta depena; y, sentada en medio del banco,junto a la señora, le estaba contandotodas sus diligencias, cuando le cayósobre el hombro un ligero peso:¡Lulú! ¿Qué diablos había estadohaciendo? ¡A lo mejor había ido depaseo por los alrededores!

Le costó trabajo reponerse del sus-to, o más bien no se repuso nunca.

C o g i ó u n e n f r i a m i e n t o y l evino una angina; al poco t i e m -p o , u n d o l o r d e o í d o s ; al cabode tres años, estaba sorda; hablabam u y a l to , has ta en l a i g l e s i a .Aunque sus pecados pod ían di-fundirse por todos los puntos dela diócesis sin deshonor para ellani escándalo para el mundo, e ls e ñ o r c u r a j u z g ó o p o r t u n o n oc o n f e s a r l a m á s q u e e n l as a c r i s t í a .

U n o s z u m b i d o s i l u s o r i o sacababan de t rastornarla . Su se-

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maîtresse lui disait: «Mon Dieu!comme vous êtes bête!»; elle répli-quait «Oui, Madame; en cherchantquelque chose autour d’elle.

Le petit cercle de ses idées se ré-trécit encore, et le carillon des cloches,le mugissement des boeufs n’exis-taient plus! Tous les êtres fonction-naient avec le silence des fantômes.Un seul bruit arrivait maintenant à sesoreilles, la voix du perroquet.

Comme pour la distraire, il repro-duisait le tic-tac du tournebroche,l’appel aigu d’un vendeur de pois-son, la scie du menuisier qui logeaiten face; et, aux coups de la sonnette,imitait Mme Aubain - «Félicité! laporte, la porte!»

Ils avaient des dialogues, lui débi-tant à satiété les trois phrases de sonrépertoire, et elle y répondant par desmots sans plus de suite, mais où soncoeur s’épanchait. Loulou, dans sonisolement était presque un fils, unamoureux. Il escaladait ses doigts,mordillait ses lèvres, se cramponnaità son fichu et comme elle penchaitson front, en branlant la tête à lamanière des nourrices, les grandesailes du bonnet et les ailes de l’oiseaufrémissaient ensemble.

Quand des nuages s’amoncelaientet que le tonnerre grondait, il pous-sait des cris, se rappelant peut-être lesondées de ses forêts natales. Le ruis-sellement de l’eau que crachaient lesgouttières, excitait son délire, il vole-tait éperdu, montait au plafond, ren-versait tout - et par la fenêtre al-l a i t b a r b o t e r d a n s l e j a r d i n .Mais r evena i t v i t e su r un deschenets, - et sautillant pour sécher sesplumes montrait tantôt sa queue, tan-tôt son bec.

Un matin du terrible hiver de1837, qu’elle l’avait mis devant lacheminée, à cause du froid, elle letrouva mort au milieu de sa cage,la tête en bas, et les ongles dans lesfils de fer. Une congestion l’avaittué, sans doute. Elle crut à un em-poisonnement par le persil et, mal-gré l’absence de toute preuve, sessoupçons portèrent sur Fabu.

Elle pleura tellement que sa maî-tresse lui dit - «Eh bien! faites-leempailler!»

Alors elle demanda conseil au pharmacienqui avait toujours été bon pour le perroquet.Il écrivit au Havre. Un certain Fellacherse chargea de cette besogne. Mais,comme la diligence égarait parfois les

tournebroche: broche à rôtir entraînéepar un mécanisme.

à satiété: sans relâche.

chenets : supports méta l l iques surlesquels reposent les bûches dansune cheminée.

cía con frecuencia: «¡Dios mío!¡Qué tonta [52] eres! »; ella repli-caba: «Sí, señora», mientras busca-ba algo a su alrededor.

El pequeño círculo de sus ideas seestrechó más todavía, y el carillón delas campanas y el mugido de los bue-yes ya no existían. Todos los seres fun-cionaban con el silencio de los fan-tasmas. Un solo ruido llegaba ahora asus oídos, la voz del loro.

Como para distraerla, él repro-ducía el tic-tac del asador (19), lallamada aguda de un vendedor de pes-cado, la sierra del carpintero que vivíaenfrente; y, al ruido de la campanilla,imitaba ala señora Aubain: «¡Félicité,la puerta, la puerta!»

Tenían diálogos, repitiendo élhasta la saciedad las tres frases desu repertorio, y ella respondiéndo-le con palabras sin ilación, pero enlas que su corazón se abría. En suaislamiento, Lulú era casi un hijo,un enamorado. Trepaba por sus de-dos, mordisqueaba sus labios, se leaferraba al chal y cuando ella in-clinaba la frente, meneando la ca-beza como las nodrizas, las gran-des alas del gorro y las alas delpájaro temblaban juntas.

Cuando se amontonaban las nu-bes y el rayo retumbaba, él soltabagritos, por recordar tal vez las olasy sus bosques nativos. La arroyadadel agua que escupían los canalo-nes excitaba su delirio, revolotea-ba enloquecido, se subía al techo,lo tiraba todo y por la ventana seiba a chapotear en la huerta. Peropronto volvía sobre uno de losmorillos, y, dando saltitos para secarselas plumas, mostraba unas veces la cola,otras el pico.

Una mañana del terrible invierno de1837, en que ella lo había puesto de-lante de la chimenea por el frío, lo en-contró muerto en el centro de su jaula,cabeza abajo y con las uñas en losalambres. Una congestión lo habíamatado, sin duda. Ella [53] creyó enun envenenamiento con perejil y, pesea la ausencia de cualquier prueba, sussospechas se dirigieron a Fabu.

L l o r ó t a n t o q u e s u a m al e d i j o : « ¡ B u e n o , m a n d ad i s e c a r l o ! »

Entonces pidió consejo al boticario,que siempre había sido bueno con el loro.

Él escribió a Le Havre. Un talFellacher se encargó de la tarea. Perocomo la diligencia extraviaba a veces

19. Espetón de asar movido por un movi-miento de relojería.

cuencia su ama le decía: «¡Diosmío, qué tonta es!»; ella replica-ba: «¡Sí, señora!», buscando algoa su alrededor.

El pequeño círculo de sus ideas seestrechó más, y el carillón de las cam-panas y el mugido de los bueyes yano existían para ella. Todos los seresfuncionaban con el silencio de losfantasmas. Un solo ruido llegaba aho-ra a sus oídos, la voz del loro.

Como para distraerla, reproducíael tic tac del asador, la llamada agu-da de un pescadero, la sierra de uncarpintero que vivía en frente; ycuando sonaba la campanilla, imita-ba a la Sra. Aubain: «¡Félicité!, ¡lapuerta!, ¡la puerta!»

Tenían diálogos, él repitiendohasta la saciedad las tres frases desu repertorio, y ella, respondiéndolecon palabras sin orden, pero en lasque se desahogaba su corazón.Loulou, en su aislamiento, era casiun hijo, un enamorado, trepaba porsus dedos, le mordía los labios, seenganchaba en su toquilla; y, comoella inclinaba su frente meneando lacabeza como las nodrizas, las gran-des alas del gorro y las alas del pá-jaro temblaban al mismo tiempo.

Cuando se amontonaban lasnubes y retumbaba el trueno, éllanzaba gri tos, recordando talvez los aguaceros de sus selvasnatales. El chorreo del agua ex-ci taba su del i r io; revoloteabaloco, subía al techo, trastocabatodo , y po r l a ven tana iba achapotear en e l j a rd ín , perov o l v í a p r o n t o a u n o d e l o smoril los, y, dando saltos parasecarse las plumas, mostraba yala cola, ya el pico.

Una mañana del terrible invierno de1837, en que ella lo había puesto de-lante de la chimenea a causa del frío,lo encontró muerto en medio de su jau-la, la cabeza abajo, y las uñas en losalambres. ¿Habría muerto de una con-gestión, sin [49] duda? Ella pensó enun envenenamiento por perejil; y a pe-sar de la ausencia de toda prueba, sussospechas recayeron en Fabu.

L lo ró t an to que su ama l ed i j o : « ¡ B u e n o ! , ¡ q u e s e l oembalsamen !»

Pidió consejo al farmacéutico, que siem-pre se había portado bien con el loro.

Escribió al Havre. Un talFellacher se hizo cargo del trabajo.Pero, como la diligencia extraviaba

ÉPANCHER 1. (1669). Vx ou poét. Faire couler(un liquide). 2. Fig. et cour. Communiquer*librement, avec confiance et sincérité.S'ÉPANCHER v. pron. 1. Vx ou poét. Couler, sedéverser. 2. (1668, in D.D.L.). Fig. et cour.Exprimer, communiquer librement sessentiments, ses opinions, ce que l'on cachait.ÉPANCHÉ, ÉE p. p. adj. Sang épanché.EXPLAYARSE1. tr. Ensanchar, extender. Ú. t. c. prnl. 2. prnl.fig. Difundirse, dilatarse, extenderse. EXPLAYAR-SE en un discurso. 3. fig. Esparcirse, divertirse.4. fig. Confiarse a una persona, comunicán-dole algún secreto o intimidad, para desaho-gar el ánimo.

SACIEDAD 1. f. Hartura producida por satisfa-cer con exceso el deseo de una cosa.Hasta la saciedad : Hasta no poder más, plena-mente.

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BRANLER Remuer en balançant, en faisantosciller.

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le decía: «¡Dios mío! ¡Pero cómo pue-de ser usted tan tonta!» Ella contesta-ba: «Sí, señora», mientras buscaba al-guna cosa a su alrededor.

Su pequeño círculo de ideas se en-cogió aún más, y el repicar de las cam-panas, el mugido de los bueyes deja-ron de existir. Todos los seres funcio-naban con el silencio de los fantasmas.Un único ruido le llegaba ahora a susoídos: la voz del loro. [63]

Éste, como para distraerla, re-producía el tictac del asador, la lla-mada aguda de un vendedor de pes-cado, la sierra del carpintero que vi-vía enfrente; y al oír el timbre imi-taba a la señora Aubain: «¡Félicité!¡La puerta! ¡La puerta!»

Mantenían sus diálogos: él, recitandohasta la saciedad las tres frases desu repertorio; y ella, respondiendo conpalabras inconsecuentes, pero en lasque dejaba expandirse su corazón.En su aislamiento, Lulú era casi unhijo, un enamorado. Escalaba por susdedos, le mordisqueaba los labios, sele enganchaba en el pañuelo; y, cuan-do ella inclinaba la frente meneandola cabeza a la manera de las nodrizas,las grandes alas del bonete y las alasdel pájaro temblaban juntas.

Cuando se amontonaban lasnubes y rugía e l t rueno, é l dabagr i to s , r eco rdando , qu izá , l o saguaceros de sus bosques nata-les. El ruido de la corriente del aguaexcitaba su delirio; revoloteabacomo un loco, se subía al techo, lotiraba todo, y por la ventana seiba a chapotear al jardín; perop r o n t o v o l v í a a u n o d e l o smorillos y, dando saltitos para secar-se las plumas, mostraba ora la cola,ora el cuello.

Una mañana del terrible invierno de1837 en la que ella le había dejado de-lante de la chimenea debido al frío, se loencontró muerto en el medio de la jaula,con la cabeza caída y las uñas en los ba-rrotes. Sin duda una congestión le habíamatado. Ella creyó que le [64] habíanenvenenado con perejil; y a pesar de laausencia de cualquier prueba, sus sospe-chas recayeron sobre Fabu.

L l o r ó t a n t o q u e s u a m a l ed i jo : «Bueno, pues haga que lodisequen!»

Pidió consejo al farmacéutico,sido bueno con el loro. Éste es-cribió a Le Havre. Se le encargóel trabajo a un tal Fellacher. Perocomo la dil igencia a veces per-

often said to her: “My goodness,how s tup id you a re !” and shewould answer: “Yes, Madame,”and look for something.

The narrow circle of her ideas grewmore restricted than it already was; thebellowing of the oxen, the chime ofthe bells no longer reached her intel-ligence. All things moved silently, likeghosts. Only one noise penetrated herears; the parrot’s voice.

As if to divert her mind, he reproducedfor her the tick-tack of the spit in thekitchen, the shrill cry of the fish-vendors,the saw of the carpenter who had a shopopposite, and when the door-bell rang,he would imitate Madame Aubain:“Felicite! go to the front door.”

They held conversations together, Loulourepeating the three phrases of his repertoryover and over, Felicite replying by wordsthat had no greater meaning, but inwhich she poured out her feelings.In her isolation, the parrot was al-most a son, a love. He climbed uponher f ingers , pecked at her l ips ,c lung to he r shawl , and whenshe rocked her head to and frol ike a nurse , the b ig wings ofher cap and the wings of the birdflapped in unison.

When clouds gathered on the horizonand the thunder rumbled, Loulouwould scream, perhaps because heremembered the storms in his nativeforests. The dripping of the rain wouldexcite him to frenzy; he flappedaround, struck the ceiling with hiswings, upset everything, and wouldfinally fly into the garden to play.Then he would come back into theroom, light on one of the andirons,and h o p a r o u n d i n o r d e r t o g e td r y.

One morning during the terriblewinter of 1837, when she had put himin front of the fire-place on accountof the cold, she found him dead inhis cage, hanging to the wire barswith his head down. He had probablydied of congestion. But she believedthat he had been poisoned, and al-though she had no proofs whatever,her suspicion rested on Fabu.

She wept so sorely that her mistresssaid: “Why don’t you have himstuffed?”

She asked the advice of the chemist,who had always been kind to the bird. Hewrote to Havre for her. A certain mannamed Fellacher consented to do the work.But, as the diligence driver often lost par-

ñora so l ía dec i r le : « ¡Dios mío ,qué ton ta e res !» , y e l la contes -t a b a : « S í , s e ñ o r a » , b u s c a n d oalgo en torno suyo.

El pequeño círculo de sus ideas seredujo más aún, y ya no existían paraella el carillón de las campanas, el mu-gido de las vacas. Todos los seres fun-cionaban con el silencio de los fan-tasmas. Ahora ya sólo un ruido llega-ba a sus oídos, la voz del loro.

Como para distraerla, reproducíael tictac del asador, el agudo pre-gón de un pescadero, la sierra delcarpintero de enfrente; y cuando so-naba la campanilla, remedaba amadame Aubain: «¡Felicidad, lapuerta, la puerta!»

Sostenían diálogos, él repitiendohasta la saciedad las tres frases desu repertorio, y ella contestando conpalabras que ya no tenían sentido,pero en las que le rebosaba el cora-zón. En su aislamiento, Lulú era casiun hijo, un novio. Le subía por losdedos, le mordisqueaba los labios,se le agarraba al chal; y cuando Feli-cidad bajaba la frente balanceandola cabeza como las nodrizas, lasgrandes alas del gorro y las alas delpájaro se estremecían juntas.

Cuando se amontonaban las nu-bes y retumbaba el trueno, Lulú seponía a gritar, recordando quizá losaguaceros de sus selvas natales. Elcorrer del agua le producía una es-pecie de delirio; revoloteaba comoloco, se subía al techo, lo tirabatodo, y se iba por la ventana parachapotear en la huerta; pero volvíaen seguida a posarse en uno de losmorillos, y, dando saltitos para se-carse las plumas, tan pronto mostra-ba la cola como el pico.

Una mañana del terrible inviernode 1837, Felicidad, que le habíapuesto frente a la chimenea por elfrío, le encontró muerto en medio dela jaula, cabeza abajo y agarrado conlas uñas a los alambres. Debió dematarle una congestión. Felicidadcreyó que le habían envenenado conperejil, y, aunque no tenía ningunaprueba, sospechó de Fabu.

L l o r ó t a n t o q u e s u a m al e d i j o :

—¡Bueno, manda disecarlo!

Pidió consejo al boticario, quesiempre había sido bueno para elloro. El boticario escribió a Le Havre.Un tal Fellacher se encargó de esta tarea.Pero, como las diligencias extraviaban a

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colis, elle résolut de le porter elle-même, jusqu’à Honfleur.

Les pommiers sans feuilles sesuccédaient aux bords de la route.De la glace couvrait les fossés. Deschiens aboyaient autour des fermes,et les mains sous son mantelet, avecses petits sabots noirs, et son cabas,elle marchait prestement, sur le mi-lieu du pavé.

Elle traversa la forêt, dépassa le Haut-Chêne, atteignit Saint-Gatien.

Derrière elle, dans un nuage depoussière et emportée par la descente,une malle-poste au grand galop seprécipitait comme une trombe. Envoyant cette femme qui ne se déran-geait pas, le conducteur se dressapardessus la capote, et le postilloncriait aussi pendant que ses quatrechevaux, qu’il ne pouvait retenir, ac-céléraient leur train, les deux pre-miers la frôlaient; d’une secousse deses guides il les jeta dans le débord,mais furieux releva le bras, et à pleinevolée avec son grand fouet lui cingladu ventre au chignon, un tel coupqu’elle tomba sur le dos.

Son premier geste, quand elle re-prit connaissance, fut d’ouvrir sonpanier. Loulou n’avait rien, heureu-sement. Elle sentit une brûlure à lajoue droite. Ses mains qu’elle yporta étaient rouges. Le sang cou-lait. Elle s’assit sur un mètre decailloux, se tamponna le visage avecson mouchoir puis elle mangea unecroûte de pain, mise dans son panierpar précaution; et se consolait de sablessure en regardant l’oiseau.

Arrivée au sommetd’Ecquemauville, elle aperçut les lu-mières de Honfleur qui scintillaientdans la nuit, comme une quantitéd’étoiles, la mer, plus loin, s’étalaitconfusément. Alors, une faiblessel’arrêta - et la misère de son enfance,la déception du premier amour, le dé-part de son neveu, la mort de Virgi-nie, comme les flots d’une marée -revinrent à la fois et, lui montant à lagorge, l’étouffaient.

Puis , el le voulut parler au ca-pi ta ine du bateau - e t sans direce qu’e l le envoyai t lu i f i t desrecommandat ions.

Fellacher garda longtemps le per-roquet. Il le promettait toujours pourla semaine prochaine, au bout de sixmois, il annonça le départ d’unecaisse, et il n’en fut plus question.C’était à croire que jamais Loulou

postillon : conducteur monté sur un deschevaux.

débord : bas-côté.

Ecquemauville : bourgade proche deHonfleur.

los paquetes, decidió llevarlo ella mis-ma hasta Honfleur.

Los manzanos sin hojas se sucedíana orillas de la carretera. El hielo cu-bría las cunetas. Alrededor de las ca-sas de labranza aullaban los perros, ycon las manos bajo su manteleta, consus pequeños zuecos negros y su ca-pazo, ella caminaba deprisa por elcentro del empedrado.

Cruzó el bosque, pasó Haut-Chêney llegó a Saint-Gatien.

Tras ella se precipitaba como unatromba un coche correo a todo galo-pe, envuelto en una nube de polvo ydesbocado por la cuesta abajo. Al vera aquella mujer que no se apartaba,el conductor se irguió por encima dela capota y también el postillón gri-taba mientras sus cuatro caba-llos, que no podía contener, ace-leraban la marcha y los dos pri-meros la rozaban; con un tirón desus bridas los lanzó hacia un lado,pero, furioso, levantó el brazo y conel vuelo de su gran látigo le cruzó talgolpe desde el vientre hasta el moñoque ella cayó de espaldas.

Cuando recobró el conocimien-to, su primer gesto fue abrir la ces-ta. Por suerte Lulú no tenía nada.Sintió una quemazón en la mejilladerecha. Las manos que llevó hastaellas estaban rojas. Sangraba.

Se sentó sobre un metro de piedras(20), se restañó la cara con su pañue-lo y luego se comió un mendrugo depan, que [54] por precaución habíametido en el capazo; y se consolabade su herida mirando el pájaro.

L legada a l a l to deEcquemauville, divisó las luces deHonfleur que centelleaban en lanoche como estrellas; más lejos elmar se extendía en confuso. Enton-ces un desfallecimiento la detuvo -yla miseria de su infancia, la decep-ción de su primer amor, la partidade su sobrino y la muerte de Virginievolvieron a la vez, como las olas deuna marea,y, subiendo a su gargan-ta, la ahogaban.

D e s p u é s q u i s o h a b l a rc o n e l c a p i t á n d e l b a r c o ys i n d e c i r l o q u e e n v i a b a l ee n c a r e c i ó s u c u i d a d o .

Fellacher se quedó mucho tiem-po con el loro. Siempre lo prome-tía para la semana siguiente; alcabo de seis meses anunció la par-tida de una caja y no se supo más.Era como para creer que Lulú no

20. Montones de guijarros que se deja-ban de trecho en trecho en los caminos ocarreteras empedradas para su manteni-miento; los montones se disponían pormetros cúbicos de modo que las canti-dades facturadas por los proveedores depiedra resultaran fáciles de controlar.

a veces los paquetes, resolvió llevar-lo ella misma hasta Honfleur.

A lo largo de la carretera se su-cedían los manzanos sin hojas. Lascunetas estaban cubiertas de hielo. La-draban los perros alrededor de las gran-jas y con las manos bajo la esclavina, suspequeños zuecos negros y su capa-cho, caminaba ligera, por el medio dela calzada .

Atravesó el bosque, sobrepasó elHaut-Chêne, llegó a Saint-Gratien.

Tras ella, envuelto en una nubede polvo y disparado cuesta abajo,un coche correo al galope se pre-cipitaba como una tromba. Viendoa aquella mujer que no se alteraba,el cochero se levantó por encimade la capota, y el postillón tam-bién gritaba, mientras que suscuatro caballos desbocados acele-raban su marcha; los dos primerosla rozaban; con una sacudida de susriendas, les echó a la cuneta, pero fu-rioso levantó el brazo, y en pleno vue-lo, con su gran látigo, le cimbró des-de el vientre al moño tal latigazoque la derribó de espaldas.

Su primer gesto, cuando recobró elconocimiento, fue abrir su cesto.Loulou no tenía nada afortunadamen-te. Ella sintió una quemadura en lamejilla derecha; las manos que llevóallí estaban rojas. Corría la sangre.

Se sentó sobre un metro de guija-rros (13), se limpió la cara con su pa-ñuelo, después se comió un mendru-go de pan, que había puesto por pre-caución en el cesto, y se consoló de suherida, mirando el pájaro. [50]

Llegada a lo alto deEcquemauville, percibió las luces deHonfleur que brillaban en la nochecomo una gran cantidad de estrellas;más lejos, el mar se extendía confusa-mente. Entonces una debilidad la de-tuvo; y la miseria de su niñez, la de-cepción del primer amor, la marchade su sobrino, la muerte de Virginia,como las olas de una marea, acudie-ron a la vez, y, subiéndole a la gar-ganta, la ahogaban.

D e s p u é s q u i s o h a b l a r l e a lc a p i t á n d e l b a r c o ; y s i n d e -c i r l o q u e m a n d a b a , l e h i z or e c o m e n d a c i o n e s .

Fellacher se quedó mucho tiem-po con el loro. Siempre se lo prome-tía para la semana próxima; al cabode seis meses, anunció la salida deuna caja; y ya no se habló más delasunto. Era para creer que Loulou no

13 Montones, de un metro cúbico, de piedra machacada,dispuestos al borde de la carretera para reparar la calzada.

cingler 1. (Sujet n. de personne). Frapperfort (qqn, un animal, une partie du corps...)avec un objet mince et flexible.CIMBRAR O CIMBREAR 1. tr. Mover unavara larga u otra cosa flexible, asiéndola porun extremo y vibrándola. Ú. t. c. prnl. 2. fig. yfam. Dar a alguien con una vara o palo, demodo que le haga doblar el cuerpo.

mètre de cailloux: tas de cailloux d’un mètrecube disposés régulièrement le long desroutes pour leur entretien.

MANTELETA 1. f. Especie de esclavina grande,con puntas largas por delante, a manera de chal,que usan las mujeres para abrigo o como ador-no. Las hay de otras varias hechuras.MANTELETE 1. m. Vestidura con dos abertu-ras para sacar los brazos, que llevan los obis-pos y prelados encima del roquete, y llega unpalmo más abajo de las rodillas.

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MANTELET 1. (1680). Anciennt. Grand manteau*sans manches des prélats, fendu (abierto) pardevant, descendant jusqu'aux genoux et laissantpasser les bras par deux ouvertures latérales.

CAPISAYO 1. m. Vestidura corta a manera decapotillo (capotillo: prenda a manera de capote ocapa, que llegaba hasta la cintura) abierto, quesirve de capa y sayo. 2. Vestidura común de losobispos.

detuvo la hemorragia

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día los paquetes, ella decidió lle-varlo en persona hasta Honfleur.

Los manzanos sin hojas se sucedíanen los bordes del camino. Había hielocubriendo las zanjas. Unos perros la-draban alrededor de las granjas; conlas manos bajo la esclavina, sus pe-queños zuecos negros y su capazo, ellaiba caminando con presteza por elcentro del empedrado.

Atravesó el bosque, pasó elHaur-Chêne, llegó a Saint-Gatien.

Tras ella, en una nube de polvo,arrastrado por el descenso, un correoal galope se precipitaba como unatromba. Al ver a que siempre habíaaquella mujer que ni se inmutaba, elconductor se irguió por encima de lacapota, y el postillón empezó a gritartambién, mientras sus cuatro caballos,a los que no podía contener, acele-raban el paso; los dos primeros laestaban rozando; de una sacudida delas bridas, los sacó del camino, pero,[65] furioso, levantó el brazo y, al vue-lo, con su gran látigo, le cimbró desdeel vientre hasta el moño semejante gol-pe, que ella se cayó de espaldas.

Su primer gesto al recuperar el co-nocimiento fue el de abrir el cesto.Afortunadamente, a Lulú no le habíapasado nada. Sintió una quemazón enla mejilla derecha; sus manos, despuésde tocarla, quedaron rojas. Le corríala sangre. Se sentó sobre un metro deguijarros (9), se limpió la cara con unpañuelo, luego se comió una cortezade pan que había metido en el cestopor precaución, y se consoló de suherida mirando al pájaro.

Una vez que llegó a la cima deEcquemauville divisó las luces deHonfleur, que resplandecían en la no-che como una gran cantidad de estre-llas; el mar, a lo lejos, se extendía con-fuso. Entonces tuvo un acceso de de-bilidad; y la miseria de su infancia, ladecepción del primer amor, la partidade su sobrino, la muerte de Virginie,así como las aguas de una marea, levolvieron a la vez y, subiéndosele porla garganta, la asfixiaban.

Después quiso hablar con el capi-tán del barco; y, sin decirle qué era loque enviaba, se lo encomendó de unamanera muy especial. [66]

Fellacher se quedó mucho tiem-po con el loro. Siempre lo prometíapara la semana siguiente; al cabo deseis meses, anunció la salida de unacaja; y ahí terminó la cosa. Era comopara creer que Lulú no iba a volver

cels entrusted to him, Felicite resolved totake her pet to Honfleur herself.

L e a f l e s s a p p l e - t r e e s l i n e dt h e e d g e s o f t h e r o a d . T h editches were covered with ice. The dogs onthe neighbouring farms barked; and Felicite,with her hands beneath her cape, her l i t t l eb lack sabots and her basket , t ro t -ted a long nimbly in the middle ofthe sidewalk.

She crossed the forest, passed by theHaut-Chene, and reached Saint- Gatien.

Behind her, in a cloud of dust and im-pelled by the steep incline, a mail-coachdrawn by galloping horses advanced like awhirlwind. When he saw a woman in themiddle of the road, who did not get out ofthe way, the driver stood up in his seat andshouted to her and so did the postilion,while the four horses, which hecould not hold back, acceleratedtheir pace; the two leaders were al-most upon her; with a jerk of thereins he threw them to one side,but , furious at the incident, helifted his big whip and lashed herfrom her head to her feet with such violencethat she fell to the ground unconscious.

Her first thought, when she re-covered her senses, was to openthe basket. Loulou was unharmed.She felt a sting on her right cheek;when she took her hand away itwas red, for the blood was flow-ing . She sat down on a pi l e o fs tones , and sopped he r cheekwith her handkerchief; then sheate a crust of bread she had putin her basket, and consoled her-self by looking at the bird.

Arr iv ing a t the top ofEcquemanville, she saw the lightsof Honfleur shining in the distancelike so many stars; further on, theocean spread out in a confusedmass. Then a weakness came overher; the misery of her childhood, thedisappointment of her first love, thedeparture of her nephew, the death ofVirginia; all these things came back to herat once, and, rising like a swelling tide inher throat, almost choked her.

Then she wished to speak to thecaptain of the vessel, and without stat-ing what she was sending, she gavehim some instructions.

Fellacher kept the parrot a long time.He always promised that it would beready for the following week; after sixmonths he announced the shipment ofa case, and that was the end of it. Re-ally, it seemed as if Loulou would never

(9) Montones de piedra machacada, deun volumen de un metro cúbico, que sedisponían al borde del camino para repa-rar la calzada.

veces los paquetes, Felicidad decidió lle-varlo ella misma hasta Honfleur.

En las orillas de la carretera des-filaban los manzanos sin hojas. Lascunetas estaban cubiertas de hielo. Aullaban losperros en torno a las casas de labranza; y Felicidad,con las manos metidas debajo de la toquilla, consus pequeños zuecos negros y su capa-cho, caminaba de prisa por el medio dela carretera.

Atravesó e l bosque, pasóHaut-Chêne, llegó a Saint-Gatien.

Detrás de ella, un coche correo en-vuelto en una nube de polvo, y acelera-do cuesta abajo a galope tendido, se pre-cipitaba como una tromba. Viendo queaquella mujer no se apartaba, el conduc-tor se asomó por encima de la capota yel post i l l ón se puso t ambién a g r i -t a r, mien t ra s que los cua t ro caba -l lo s , que no pod ía su je t a r , ace l e -raba n la marcha; los dos pr imerosla rozaba n ya; el conductor, de un tirón delas bridas, los echó al borde, pero, furioso, le-vantó el brazo y volteándolo a todo lo que daba,le cruzó a Felicidad el cuerpo con la fusta des-de el vientre hasta el moño, y el golpe fue tanfuerte que la tumbó de espaldas.

Cuando recobró el conocimiento,lo primero que hizo fue abrir la ces-ta. Por suerte, Lulú no tenía nada.Sintió una quemadura en la mejilladerecha; se llevó a ella las manos yse le pusieron rojas. Sangraba.

Se sentó en un montón de grava,se taponó la cara con el pañuelo,después comió un mendrugo de panque había puesto en la cesta por pre-caución. Y se consolaba de su heri-da mirando al pájaro.

A l l l e g a r a l a l t o d eEcquemauville vio las luces deHonfleur, que centelleaban en lanoche como estrellas; más lejos,se extendía confusamente el mar.Un desfallecimiento la hizo dete-nerse; y volvieron en tropel, comolas olas de una marea, apretándo-le la garganta, la miseria de su in-fancia, la decepción del primeramor, la partida de su sobrino, lamuerte de Virginia.

Después quiso hablar con el ca-pitán del barco; y, sin decir lo queiba en el paquete, le pidió que locuidara bien.

Fellacher tardó mucho en devol-ver el loro. Prometía siempre man-darlo la semana siguiente; al cabo deseis meses anunció que salía unacaja; y no se habló más del asunto.Era cosa de creer que Lulú no vol-

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misery: miseria, pobreza pero también desdicha,angustia, pena, triateza, sufrimiento

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ne reviendrait - «Ils me l’aurontvolé» pensait-elle.

Enfin, i l arriva, - et splendidedro i t su r une b ranche d ’a rb req u i s e v i s s a i t d a n s u n s o c l ed’acajou, une pat te en l ’a i r, lat ê t e o b l i q u e , e t m o r d a n t u n enoix, que l’empailleur par amourdu grandiose avai t dorée.

Elle l’enferma dans sa chambre.

Cet endroit, où elle admettait peude monde, avait l’air tout à la foisd’une chapelle et d’un bazar, tant ilcontenait d’objets religieux et de cho-ses hétéroclites.

U n e g r a n d e a r m o i r e g ê n a i tpour ouvrir la porte. En face dela fenêtre surplombant le jardinun oeil-de-boeuf regardait la cour.Une table près du lit de sangle, sup-portait un pot à l’eau, deux peignes,et un cube de savon bleu dans uneassiette ébréchée. On voyait contreles murs: des chapelets, des mé-dailles, plusieurs Bonnes Vierges, unbénitier en noix de coco; sur la com-mode, couverte d’un drap comme unautel, la boîte en coquillages que luiavait donnée Victor puis un arrosoiret un ballon, des cahiers d’écriture,la géographie en es tampes, unepaire de bottines, et au clou du mi-roir, accroché par ses rubans, lepetit chapeau de peluche. Félicitépoussait même ce genre de respectsi loin qu’elle conservait une desredingotes de Monsieur! Toutes lesvieilleries dont ne voulait plus MmeAubain, elle les prenait pour sachambre. C’est ainsi qu’il y avait desfleurs artificielles au bord de la com-mode et le visage du comte d’Artoisdans l’enfoncement de la lucarne.

Au moyen d’une planchette, Lou-lou fut établi sur un corps de chemi-née qui avançait dans l’appartement.Chaque matin, en s’éveillant, ellel’apercevait à la clarté de l’aube, - etse rappelait alors les jours disparus,et d’insignifiantes actions jusqu’enleurs moindres détails, - sans douleur,pleine de tranquillité.

Ne communiquant avec personne,elle vivait dans une torpeur de som-nambule. Les processions de la Fête-Dieu la ranimaient. Elle allait quêterchez les voisines, des flambeaux etdes paillassons, afin d’embellir le re-posoir que l’on dressait dans la rue.

A l’église, elle contemplait tou-jours le Saint-Esprit, et observa qu’ilavait quelque chose du perroquet. Sa

oeil-de-boeuf : petite fenêtre ovale.

comte d’Artois : frère de Louis XVI etde Louis XVIII, qui régna de 1824à 1830 sous le nom de Charles X.

volvería nunca. «¡Me lo habránrobado!», pensaba ella.

Por fin llegó, espléndido, ergui-do sobre una rama de árbol atorni-llada en una peana de caoba, conuna pata en el aire, la cabeza in-clinada y mordiendo una nuez, queel disecador, por amor a lo gran-dioso, había dorado.

Ella lo encerró en su cuarto.

Este lugar, en el que admitía a muypocos, parecía a un tiempo una capi-lla y un bazar por la cantidad de ob-jetos religiosos y cosas heteróclitasque contenía.

U n g r a n a r m a r i o i m p e d í aab r i r b i en l a pue r t a . Enf ren tede l a ven tana , sob re e l hue r to ,un ojo de buey contemplaba elpatio. Junto al catre de tijera habíauna mesa, con un jarro de agua, dospeines y un trozo de jabón azul en unplato desportillado. Sobre las pare-des se veían rosarios, medallas, va-rias vírgenes, una pila de agua ben-dita hecha de un [55] coco; sobre lacómoda, cubierta con un paño comoun altar, la caja de conchas que le ha-bía dado Victor además de una re-gadera y un globo, cuadernos de es-critura, la geografía en láminas, unpar de botinas, y en el clavo del es-pejo, prendido por sus cintas, elsombreri to de felpa. ¡ L l e v a b aFél ic i té tan le jos es ta c lase derespe to que conservaba una delas levitas del señor! Todas lasantiguallas que ya no quería laseñora Aubain, las recogía parasu cuarto. Y así había flores ar-tificiales en el borde de la cómo-da y la cara del conde de Artoisen el vano de la lucera .

Mediante una tablilla, Lulú que-dó colocado sobre un cuerpo de chi-menea que avanzaba hacia el cuarto.Cada mañana, al despertarse, loveía a la claridad del alba, y en-tonces recordaba los días idos einsignificantes acciones hasta ensus menores detalles, sin dolor,llena de sosiego.

Como no t ra taba con nadie ,v i v í a e n u n t o r p o r d esonámbula. Las procesiones delCorpus la reanimaban. Iba a pe-d i r a l a s v e c i n a s a n t o r c h a s ypajotes para embellecer el monu-mento que levantaban en la calle.

E n l a i g l e s i a , c o n t e m p l a b asiempre el Espíritu Santo, y obser-vó que tenía algo del loro. Su pa-

volvería más. «¡Me lo habrán roba-do!», pensaba ella.

Por fin llegó —y espléndido, de-recho sobre una rama de árbol, quese atornillaba en un zócalo de caoba,una pata en el aire, la cabeza torci-da, y mordiendo una nuez, que elembalsamador había dorado, por afi-ción a lo grandioso.

Ella lo guardó en su habitación.

Aquel lugar, donde ella admitía apoca gente, parecía a la vez una ca-pilla y un bazar por la cantidad deobjetos religiosos y de cosas extra-vagantes.

Un gran a rmar io es torbabapara abr i r la puer ta . Frente ala ventana que daba a l ja rd ín ,un tragaluz miraba al patio; sobreuna mesa, cerca del catre de tijera,había un jarro de agua, dos peinesy una pastilla de jabón azul en unplato desportillado. Sobre la pa-red se veían rosarios, medallas,varias vírgenes, una pila de aguabendita hecha de coco; encima dela cómoda, cubierta de un pañocomo un altar, la caja de conchasque le había regalado Víctor; des-pués una regadera y un globo, cua-dernos de escritura, la geografía enimágenes, un par de botinas; y enel clavo del espejo, sujeto por suscintas, ¡el sombrerito de felpa!Félici té l levaba tan lejos inclusoeste tipo de respeto, que conservabauna de las levitas del señor. Todaslas antiguallas que ya no quería laSra. Aubain, se las llevaba ella parasu habitación. Así que había floresartificiales al lado de la cómoda, yel retrato del conde de Artois en elhueco de la buhardilla.

Mediante una tablilla, Loulou fueinstalado sobre un cuerpo de la chi-menea que sobresalía en la habitación.Cada mañana, [51] al despertar, loveía a la claridad del amanecer, yrecordaba entonces los días pasados,e insignificantes acciones hasta ensus menores detalles, sin pena, com-pletamente tranquila.

Como no se comunicaba connadie, vivía en un entorpecimien-to de sonámbula. Las procesionesde Corpus la reanimaban. Iba apedi r a l as vec inas hachas yesterillas, para adornar el altarque levantaban en la calle.

En la iglesia seguía contem-plando al Espíritu Santo, y obser-vó que tenía algo del loro. Su se-

SOCLE 1. Base (pie), le plus souventquadrangulaire, sur laquelle repose un édifice,une colonne, ou qui sert de support à unestatue, piédestal de une pendule, une lampe,un vase, etc.2. Plate-forme, soubassementgéologique.

ZÓCALO 1. m. Arq. Cuerpo inferior de un edi-ficio u obra, que sirve para elevar los basa-mentos a un mismo nivel. 2. Arq. friso o franjaque se pinta o coloca en la parte inferior deuna pared. 3. Arq. Miembro inferior del pe-destal, debajo del neto. 4. Arq. Especie depedestal.

ÉBRÉCHER 1. Endommager en faisant desbrèches, des entailles sur le bord(Endommager; écorner, entamer). -S'ÉBRÉCHER v. pron. 1. être ébréché. 2. Fig.Se dégrader. ÉBRÉCHÉ, ÉE p. p. adj. 1. Quiprésente des brèches sur le bord. 2. Abstrait.Dégradé, diminué.

REDINGOTE 1. Anciennt. Vêtementd'homme, longue veste croisée, à basques*.2. (1786). Mod. Manteau de femme serré àla taille ou de forme ajustée.REDINGOTE 1. m. Capote de poco vue-lo y con mangas ajustadas.

ENFONCEMENT 1. (1690). Partieenfoncée, creuse (de qqch.). 2. (XVe). Partieen retrait*, située vers le fond(horizontalement). 3. Méd. Fractureincomplète (en particulier du crâne, descôtes, du bassin).VANO Parte del muro o fábrica en que nohay sustentáculo o apoyo para el techo obóveda; como son los huecos de ventanaso puertas y los intercolumnios

LUCARNE 1. Petite fenêtre, pratiquée autoit d'un bâtiment pour donner du jour, del'air à l'espace qui est sous le comble*. 2.(1813). Petite ouverture pratiquée dans unmur, une cloison, une paroi.LUCERA1. f. Ventana o claraboya abiertaen la parte alta de los edificios.LUCERNA 1. f. Araña grande para alum-brar. 2. Abertura alta de una habitación paradar ventilación y luz.CLARABOYA 1. f. Ventana abierta en eltecho o en la parte alta de las paredes.TRAGALUZ 1. m. Ventana abierta en untecho o en la parte superior de una pared,generalmente con derrame (sego o corteoblicuo) hacia adentro.

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nunca. «¡Seguro que me lo han ro-bado!», pensaba ella.

Al fin llegó; y espléndido, ade-más, tieso sobre una rama de un ár-bol que se atornillaba en un zócalode caoba, con una pata en el aire,la cabeza oblicua, y mordiendo unanuez que el disecador, amante de lograndioso, había dorado.

Ella lo guardó en su habitación.

Aquel lugar, en el que admitía apoca gente, tenía el aspecto a un tiem-po de capilla y de bazar, de la grancantidad de objetos religiosos y cosasheteróclitas que contenía.

Un enorme armario impedía abrirbien la puerta. Frente a la ventana,desde la que se divisaba el jardín, untragaluz miraba hacia el patio; unamesa que estaba junto al catre de ti-jera, sostenía un orinal, dos peines yun cubo de jabón azul en un platodesportillado. Apoyados en la paredse veían: rosarios, medallas, muchasvirgencitas, una pila de agua benditade nuez de coco; sobre la cómoda,cubierta con una sábana como un al-tar, la caja de conchas que le habíaregalado Victor; además, una regade-ra y un globo, cuadernos para escri-bir, la geografía en estampas, un parde botines; y, [67] en el clavo del es-pejo, sujeto con sus cintas, ¡el som-brerito de felpa! Félicité llevabaaquella especie de respeto tan lejosque incluso conservaba una de laslevitas del señor. Todas las antigua-llas que la señora Aubain no queríavolver a ver, se las llevaba a su habi-tación. De ahí que hubiera flores ar-tificiales en el borde de la cómoda, yel retrato del conde de Artois en elhueco del tragaluz.

Por medio de una tablilla, Lulú fuecolocado sobre un cuerpo de chime-nea que se adentraba en la habitación.Todas las mañanas, al despertarse, ellalo distinguía con la claridad del alba,y entonces recordaba los días pasados,y muchas acciones insignificantes,hasta en sus mínimos detalles, sindolor, llena de tranquilidad.

Al no comunicarse con nadie,vivía en un sopor de sonámbu-lo. Las procesiones del Corpusla rean imaban . Iba a buscar acasa de los vecinos antorchas yesterillas, con el fin de embellecerel altar que erigían en la calle.

En la iglesia, siempre contempla-ba al Espíritu Santo, y observó quetenía cierto parecido con el loro. Su

come back to his home. “They have sto-len him,” thought Felicite.

Finally he arrived, sitting boldupright on a branch which could bescrewed into a mahogany pedestal,with his foot in the air, his head onone side, and in his beak a nutwhich the naturalist, from love ofthe sumptuous, had gilded.

She put him in her room.

This place, to which only a chosenfew were admitted, looked like achapel and a second-hand shop, sofilled was it with devotional and het-erogeneous things.

The door could not be opened easily onaccount of the presence of a large ward-robe. Opposite the window that lookedout into the garden, a bull’s-eye openedon the yard; a table was placed bythe cot and held a wash-basin , twocombs, and a piece of blue soap ina broken saucer. On the walls wererosaries, medals, a number of HolyVirgins, and a holy-water basinmade out of a cocoanut; on the bu-reau, which was covered with anapkin like an altar, stood the boxof shells that Victor had given her;also a watering-can and a balloon,writing-books, the engraved geog-raphy and a pair of shoes; on thenail which held the mirror, hungVirginia’s little plush hat! Felicitecarried this sort of respect so fartha t she even kep t one ofMonsieur’s old coats. All the thingswhich Madame Aubain discarded,Felicite begged for her own room.Thus, she had artificial flowers onthe edge of the bureau, and the pic-ture of the Comte d’Artois in therecess of the window.

By means of a board, Loulou wasset on a portion of the chimneywhich advanced into the room.Every morning when she awoke,she saw him in the dim light ofdawn and recalled bygone daysand the smallest details of insig-nificant actions, without any senseof bitterness or grief.

As she was unable to communicate withpeople, she lived in a sort of somnambu-listic torpor. The processions of Corpus-Christi Day seemed to wake her up.She visited the neighbours to beg forcandlesticks and mats so as to adornthe temporary altars in the street.

In church, she always gazed at theHoly Ghost, and noticed that there wassomething about it that resembled a

vería nunca. «¡Me lo habrán roba-do!», pensaba Felicidad.

Por fin llegó, y llegó espléndido,muy erguido en una rama de árbolatornillada en una peana de caoba,una pata en el aire, la cabeza entor-nada, y mordiendo una nuez, que eldisecador, por amor a lo grandioso,había pintado de purpurina.

Felicidad lo puso en su cuarto.

Este lugar, donde dejaba entrar apoca gente, parecía una mezcla decapilla y bazar, tan lleno como esta-ba de objetos religiosos y de cosasheteróclitas.

Había un gran armario que estor-baba para abrir la puerta. Enfrentede la ventana, dando a la huerta, unojo de buey mirando al patio; jun-to al catre de tijera, una mesa conun jarro de agua, dos peines y unpedazo de jabón azul en un platodesportillado. En las paredes seveían rosarios, medallas, varias vír-genes, una pila de agua bendita he-cha de una cáscara de coco; sobrela cómoda, cubierta con un pañocomo un altar, la caja de conchasque le había regalado Víctor; ade-más una regadera y un globo, cua-dernos de caligrafía, la geografía enestampas, un par de botinas; y, enel clavo del espejo, el sombreritode felpa colgado por las cintas. Fe-licidad llevaba tan lejos esta clasede respeto que hasta conservaba unalevita del señor. Todas las antigua-l las que ya no quer ía madameAubain las cogía ella para su cuar-to. Así es que había flores artificia-les en el borde de la cómoda, y elretrato del conde de Artois en elhueco de la claraboya.

Lulú quedó acomodado sobre una tablillac l a v a d a e n u n s a l i e n -t e d e l a c h i m e n e a . Porlas mañanas, al despertarse, Felicidadlo veía a la luz del alba, y entonces seacordaba de los días desaparecidos, yde cosas insignificantes, hasta en losmenores detalles, y se acordaba sindolor, plena de tranquilidad.

Como no t ra taba con nadie ,v i v í a e n u n t o r p o r d esonámbula . Las procesiones delCorpus la reanimaban. Iba a pe-d i r a l o s v e c i n o s a n t o r c h a s yesteras para adornar el al tar quelevantaban en la calle.

En la iglesia se quedaba siemprecontemplando al Espíritu Santo, yobservó que tenía algo del loro. Su

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ressemblance lui parut encore plusmanifeste sur une image d’Epinal, re-présentant le baptême de Notre-Sei-gneur. Avec ses ailes de pourpre et soncorps d’émeraude c’était vraiment leportrait de Loulou.

L’ayant acheté, elle le suspen-dit à la place du comte d’Artoi, desorte que, du même coup d’oeil,elle les voyait ensemble. Ils s’as-socièrent dans sa pensée le perro-quet se trouvant sanctifié par cerapport avec le Saint-Esprit, quidevenait plus vivant à ses yeux etintelligible. Le Père, pour s’énon-cer, n’avai t pu choisir une co-lombe puisque ces bêtes-là n’ontpas de voix mais plutôt un des an-cêtres de Loulou - et Félicité priaiten r ega rdan t l ’ image ma i s detemps à autre, se tournait un peuvers l’oiseau.

Elle eut envie de se mettre dans lesdemoiselles de la Vierge. MmeAubain l’en dissuada.

Un événemen t cons idé rab l esurgit: le mariage de Paul.

Après avoir été, d’abord clerc denotaire, puis dans le commerce, dansla Douane, dans les Contributions, etmême avoir commencé des démar-ches pour les Eaux et Forêts , àtrente-six ans, tout à coup, par uneinspiration du ciel, il avait décou-vert sa voie: l’Enregistrement! et ymontrait de si hautes facultés qu’unvérificateur lui avait offert sa fille,en lui promettant sa protection.

Paul, devenu sérieux, l’amenachez sa mère.

E l l e d é n i g r a l e s u s a g e s d eP o n t - l ’ E v ê q u e , f i t l a p r i n -c e s s e , b l e s s a F é l i c i t é ; e t M m eA u b a i n à s o n d é p a r t s e n t i t u na l l é g e m e n t .

La semaine suivante, on appritla mort de M. Bourais, en BasseBretagne, dans une auberge. La ru-meur d’un suicide se confirma. Desdoutes s’élevèrent sur sa probité.Mme Aubain étudia ses comptes, etne tarda pas à connaître la kyriellede ses noirceurs: détournementsd’arrérages, ventes de bois dissi-mulées, fausses quittances, etc! Deplus, il avait un enfant naturel, et«des relations avec une personne deDozulé».

Ces turpitudes l ’a ff l igèrentbeaucoup. - Au mois de mars 1853,elle fut prise d’une douleur dans la

intelligible : qui sait se faire comprendre.Père:, Dieu le Père.

enregistrement : admin is t ra t ion qu ienregistre les actes juridiques.

vérificateur: contrôleur en charge d’unarrondissement.

kyrielle : longue liste, grand nombre.

arrérages: versements pér iod iquesd ’une ren te , r embou rsemen trégulier d’une dette, etc.

recido le resultó más evidente enuna imagen de Épinal que repre-sentaba el bautismo de NuestroSeñor. Con sus alas de púrpura ysu cuerpo de esmeralda era real-mente el retrato de Lulú.

Después de comprarla, la col-g ó e n e l l u g a r d e l c o n d e d eArtois, de suerte que, con la mis-ma ojeada, los veía juntos . Sea soc i a ron en su pensamien to ,santificado el loro por esa re la-ción con el Espír i tu Santo, quea sus ojos se volvía más vivo einteligible. El Padre, para expre-sarse, no había podido escogeruna paloma porque estos animalesno tienen voz, sino más bien unode los antepasados de Lulú -yFélicité rezaba mirando la imagen,pero de vez en cuando se volvíaun poco hacia el pájaro.[56]

Tu v o d e s e o s d e h a c e r s e d ela s h i j a s de Mar ía . La señoraAubain la d i suadió .

O c u r r i ó u n a c o n t e c i m i e n t onotab le : l a boda de Paul .

Después de haber sido al principiopasante de notario, y de trabajar lue-go en el comercio, en la Aduana, enContribuciones, e incluso haber hechogestiones para entrar en Ríos y Bos-ques, a los treinta y seis años, de pron-to, por una inspiración del cielo, habíadescubierto su camino: ¡el registro! Ydemostraba facultades tan altas que uninspector le había ofrecido su hija, pro-metiéndole protección.

Paul, vuelto serio, la llevó a casade su madre.

Ella denigró las costumbres dePont- l ’Évêque, se dio a i res deprincesa, hirió a Félicité; y, cuan-do se marchó, la señora Aubainsintió alivio.

La semana siguiente se supo lamuerte del señor Bourais, en BajaBretaña, en una posada. El rumorde un suicidio se confirmó. Surgie-ron dudas sobre su probidad. Laseñora Aubain estudió sus cuentas,y no tardó en conocer la sarta des u s p e r f i d i a s : d e s f a l c o s d eatrasos , ven tas de madera en-cub ie r t a s , f a l sos r ec ibos , e t c .Además , ten ía un h i jo na tura l y«re lac iones con una persona deDozulé».

Esas bajezas la afligieron mu-cho. En el mes de marzo de 1835tuvo un dolor en el pecho, su len-

mejanza le pareció todavía másclara en un cromo, que represen-taba el bautismo de Nuestro Se-ñor. Con sus alas de púrpura y sucuerpo de esmeralda, era el ver-dadero retrato de Loulou.

Lo compró y lo colgó en susti-tución del retrato del conde deArtois, de suerte que, con una mis-ma ojeada, los veía juntos. Se aso-ciaron en su pensamiento, encon-trándose santificado el loro poresta relación con el Espíritu San-to, que se hacía más vivo a sus ojosy más inteligible. El Padre, paramanifestarse, no había podido esco-ger una paloma, puesto que estosanimales no tienen voz, sino másbien a uno de los antepasados deLoulou. Y Félicité rezaba mirandoel cromo, pero de vez en cuando sevolvía un poco hacia el pájaro.

Q u i s o i n g r e s a r e n l a s H i -j a s d e M a r í a . L a S r a .A u b a i n l a d i s u a d i ó .

Ocurr ió un hecho importan-te: la boda de Pablo.

Después de haber estado de pasantede notario, luego trabajando en el comer-cio, en la aduana, en las contribuciones,e incluso de haber hecho gestiones paraentrar en el servicio de Aguas y Bosques,a los treinta y seis años, de pronto, poruna inspiración del cielo, había descu-bierto su camino: ¡el registro!; y mostra-ba tan altas facultades para ello que unregistrador le había ofrecido a su hija,prometiéndole protegerle.

Pablo, que se había formalizado,se la presentó a su madre.

E l l a d e n i g r ó l o s u s o s d ePon t - l ’Évêque , se l a s d io dep r incesa , o f end ió a Fé l i c i t é .Cuando marchó, la Sra. Aubainse sintió aliviada.

La semana siguiente se enteraronde la muerte del Sr. Bourais, en laBaja Bretaña, en una posada. Se con-firmó el rumor [52] de un suicidio, sur-gieron dudas acerca de su probidad.La Sra. Aubain revisó sus cuentas, yno tardó en conocer la retahíla des u s f e c h o r í a s : d e s f a l c o deatrasos , ventas s imuladas dem a d e r a , r e c i b o s f a l s o s , e t c .Además, tenía un hijo natural,y «relaciones con una personade Dozulé».

Estas bajezas la af l ig ieronmucho. En mayo de 1853, le ata-có un dolor en el pecho; su len-

Probidad, Honradez 1. f. Rectitud de ánimo,integridad en el obrar.probity n. uprightness, honesty.

turpitude : Qui a une certaine laideur morale,depravación; meanness, baseness,depravity, wickedness, infamia, vileza, torpe-za

turpid: rare; foul, disgraceful.turpitud: que manifiesta torpeza, meanness,

baseness, depravity, wickedness, infamia, vi-leza, torpeza

TURPITUD o TORPEZA 1. f. Calidad de torpe.2. Acción o dicho torpe, desmañado, falto dehabilidad y destreza, rudo, tardo en compren-der, deshonesto, impúdico, lascivo, ignomi-nioso, indecoroso, infame, feo, tosco, falto deornato.

turpid: rare; foul, disgraceful, torpeza moral.

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turpitude : meanness, baseness, depravity, wickedness, infamia, vileza, torpeza

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semejanza le resultó aún más mani-fiesta en una imagen de Épinal querepresentaba el bautismo de NuestroSeñor. Con sus alas de púrpura y sucuerpo de esmeralda, era verdadera-mente el retrato de Lulú. [68]

Lo compró, y luego lo colgó enlugar del conde de Artois; de ma-nera que, de un solo vistazo, lostenía a los dos. Se asociaron en sup e n s a m i e n t o , d e m o d o q u e e lloro se encontró santificado poraquella relación con el Espíri tuSanto, que así se hacía más vivoe inteligible . El Padre , paraenunciarse, no había podido elegiruna paloma, puesto que esos anima-les no tienen voz, sino más bien a unode los ancestros de Lulú. Y Félicitérezaba mirando la imagen, pero decuando en cuando se volvía un pocohacia el pájaro.

Le entraron ganas de meterseen las Damas de la Virgen. Laseñora Aubain la disuadió.

Se produjo un acontecimiento de cier-ta consideración: la boda de Paul.

Después de trabajar primero comopasante de notario, luego en el comer-cio, en la aduana, en las contribucio-nes, e incluso de iniciar trámites paraentrar en Ríos y Bosques, a los treintay seis años, de repente, por una inspi-ración del cielo, había descubiertosu camino: ¡el registro! Y mostrabaunas facultades tan elevadas que uninspector le había ofrecido a su hija,prometiéndole su protección.

Paul, transformado en una personaseria, la llevó a casa de su madre.

Ella denigró las costumbres dePont-l’Évêque, quiso parecer unaprincesa, hirió a Félicité. La señoraAubain, a su partida, sintió un granalivio. [69]

La siguiente semana se enteraron dela muerte del señor Bourais, en la bajaBretaña, en una posada. El rumor de unsuicidio se confirmó: se levantaron sos-pechas en lo concerniente a su probidad.La señora Aubain estudió sus cuen-tas, y no tardó en descubrir la sartade maldades: malversaciones deatrasos, ventas de madera disi-muladas, recibos falsos, etc. Ade-más, tenía un hijo natural, y «re-l a c i o n e s c o n u n a p e r s o n a d eDozulé».

Aquellas infamias la tuvieronmuy afligida. En el mes de marzode 1853 sintió un dolor en el pe-

parrot. The likenesses appeared evenmore striking on a coloured picture byEspinal, representing the baptism ofour Saviour. With his scarlet wingsand emerald body, it was really theimage of Loulou.

Having bought the picture, she hungit near the one of the Comte d’Artoisso that she could take them in at oneglance. They associated in her mind,the parrot becoming sanctified throughthe neighbourhood of the Holy Ghost,and the la t ter becoming m o r el i f e l i k e i n h e r e y e s , a n d m o recomprehensible. In all probability the Fatherhad never chosen as messenger adove, as the latter has no voice, butrather one of Loulou’s ancestors.And Felicite said her prayers in frontof the coloured picture, though fromtime to time she turned slightly to-wards the bird.

She desired very much to enter in the ranksof the “Daughters of the Virgin.” But MadameAubain dissuaded her from it.

A mos t impor tan t event oc-curred: Paul’s marr iage.

After being first a notary’s clerk,then in business, then in the customs,and a tax collector, and having evenapplied for a position in the admin-istration of woods and forests, he hadat last, when he was thirty-six yearsold, by a divine inspiration, foundhis vocation: registrature! and hedisplayed such a high ability that aninspector had offered him his daugh-ter and his influence.

Paul, who had become quite settled,brought his bride to visit his mother.

But she looked down upon thecustoms of Pont-l’Eveque, put onairs, and hurt Felicite’s feelings.Madame Aubain felt relieved whenshe left.

The following week they learnedof Monsieur Bourais’ death in aninn. There were rumours of suicide,which were conf i rmed; doub t sconcerning his integrity arose.Madame Aubain looked over her accountsand soon discovered his numerousembezzlements; ________ ___________ __ sales of wood which hadbeen concealed from her, false receipts,etc. Furthermore, he had an illegitimatechild, and entertained a friendship for“a person in Dozule.”

These base actions affected hervery much. In March, 1853, she de-veloped a pain in her chest; her tongue

semejanza le pareció más manifies-ta aún en una imagen de Épinal querepresentaba el bautismo de Nues-tro Señor. Con sus alas de púrpura ysu cuerpo de esmeralda, era el vivoretrato de Lulú.

Compró esta estampa y la col-g ó e n e l l u g a r d e l c o n d e d eArtois; de suerte que, de una mis-ma ojeada, los veía juntos . Seunieron en su pensamiento, san-tificado el loro por aquella rela-ción con el Espíritu Santo, queasí resultaba para ella más viva ymás inteligible. El Padre, para ex-presarse, no había podido elegiruna paloma, porque estos anima-les no tienen voz, sino más bien unantepasado de Lulú. Y Felicidad re-zaba mirando la imagen, pero devez en cuando se volvía un pocohacia el pájaro.

Le dieron ganas de hacerse del a s h i j a s d e M a r í a . M a d a m eAubain la disuadió.

Surgió un acontecimiento impor-tante: la boda de Pablo.

Después de haber sido pasantede notario, de trabajar en el comer-cio, en la aduana, en las contribu-ciones, y hasta de haber dado lospasos para ríos y bosques, de pron-to, a los treinta y seis años, porinspiración del cielo, descubrió sucamino: ¡el registro! Y demostróen esto tan altas facultades, que uninspector le ofreció su hija, prome-tiéndole su protección.

Pablo, convertido en hombre se-rio, la llevó a casa de su madre.

La nuera denigró las costumbresde Pont-l’Évêque, se dio humos deprincesa, trató con desprecio a Feli-cidad. Cuando se marchó, madameAubain sintió un alivio.

A la semana siguiente se supo quemonsieur Bourais había muerto enuna fonda de la baja Bretaña. El ru-mor de un suicidio se confirmó; sur-gieron dudas sobre su probidad .Madame Aubain estudió sus cuentas,y no tardó en conocer la retahíla d es u s f e c h o r í a s : d e s f a l c o s d ea t r a s o s , v e n t a s d e m a d e r a e s -c a m o t e a d a s , r e c i b o s f a l s o s ,e t c . A d e m á s , t e n í a u n h i j o n a -t u r a l y « r e l a c i o n e s c o n u n a d eD o z u l é » .

Estas truhanerías la disgusta-ron mucho. En marzo de 1853 ledio un dolor en el pecho; tenía la

PROBITÉ n. f. Vertu qui consiste à observer scrupuleusement les règles de la moralesociale, les devoirs imposés par l'honnêteté et la justice. - Droiture (cit. 2), honnêteté,intégrité (cit. 7), justice, loyauté.

probidad honradez; rectitud de ánimo, integridad en el obrarprobity n. uprightness, honesty; complete and confirmed integrity

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poitrine, sa langue paraissait cou-verte de fumée, les sangsues ne cal-mèrent pas l’oppression; - et le neu-vième soir elle expira ayant justesoixante-douze ans.

On la croyait plus jeune, à cause deses cheveux bruns, dont les bandeauxentouraient sa figure blême, marquéede petite vérole. Peu d’amis la regret-tèrent, ses façons étant d’une hauteurqui éloignait.

Félicité la pleura, comme on nepleure pas les maîtres. Que Madamemourût avant elle, cela troublait sesidées, lui semblait contraire à l’or-dre des choses, inadmissible, etmonstrueux.

Dix jours après (le temps d’ac-courir de Besançon), les héritierssurvinrent. La bru fouilla les ti-roirs, choisit des meubles, venditles autres, puis i ls regagnèrentl’enregistrement.

Le fauteuil de Madame, son gué-ridon, sa chaufferette, les huit chai-ses, étaient partis. La place des gra-vures se dessinait en carrés jaunes aumilieu des cloisons. Ils avaient em-porté les deux couchettes, avec leursmatelas - et dans le placard on nevoyait plus rien de toutes les affairesde Virginie. Félicité remonta les éta-ges, ivre de tristesse.

Le lendemain il y avait sur laporte une affiche; l’apothicaire luicria dans l’oreille que la maisonétait à vendre.

Elle chancela, et fut obligée des’asseoir.

Ce qui la désolait principalement,c’était d’abandonner sa chambre, sicommode pour le pauvre Loulou!

En l’enveloppant d’un regard d’an-goisse, elle implorait le Saint-Esprit, etcontracta l’habitude idolâtre de dire sesoraisons, agenouillée devant le Perroquet.Quelquefois, le soleil entrant par lalucarne frappait son oeil de verre, eten faisait jaillir un grand rayon lumi-neux qui la mettait en extase.

Elle avait une rente de 380 francs,léguée par sa maîtresse. Le jardin luifournissait des légumes. Quant auxhabits, elle possédait de quoi se vê-tir jusqu’à la fin de ses jours, et épar-gnait l’éclairage en se couchant dèsle crépuscule.

Elle ne sortait guère, afin d’évi-ter la boutique du brocanteur , où

bru : belle-fille.

apothicaire: pharmacien.

oraisons : prières, ici idolâtres car elless’adressent à une idole.

gua parecía cubierta de humo, lassanguijuelas no calmaron la opre-sión; y a la novena noche expirócon se ten ta y dos años rec iéncumplidos.

La creían más joven por su pelocastaño, cuyos bandós* rodeabansu cara pálida*, marcada por laviruela. Pocos amigos la lloraron,sus modales eran de una altivezque distanciaba.

Félicité la lloró como no se llo-ra a los amos. Que la señora mu-riese antes que ella alteraba susideas, le parecía [57] contrario alorden de las cosas, inadmisible ymonstruoso.

Diez días después (el t iempopara acudir desde Besançon), llega-ron los herederos. La nuera hurgólos cajones, escogió algunos mue-bles, vendió los demás y luego vol-vieron al registro.

El sillón de la señora, su velador,su calientapiés y las ocho sillas des-aparecieron. El lugar de los grabadosse perfilaba en cuadrados amarillos enmedio de los tabiques. Se habían lle-vado las dos literas, con sus colcho-nes, y en el aparador ya no se veía.ninguno de los enseres de Virginie.Félicité volvió a subir los pisos, em-briagada de tristeza.

Al día siguiente había sobre lapuerta un cartel; el boticario legritó al oído que la casa estabaen venta.

Se tambaleó y se vio obligada asentarse.

Lo que sobre todo la a f l ig íae ra abandona r su cua r to , ¡ t ancómodo para e l pobre Lulú!

Al envolverlo en una mirada de an-gustia, imploraba al Espíritu Santo,y contrajo la costumbre idólatra dedecir sus oraciones arrodillada de-lante del loro. A veces, entrando porla lucera, el sol daba en su ojo de cris-tal y hacía brotar de él un gran rayoluminoso que la ponía en éxtasis.

Tenía una renta de trescientosochenta francos, legada por su ama.La huerta le proporcionaba hortali-zas. En cuanto a la ropa, tenía conqué vestirse hasta el fin de sus días,y ahorraba alumbrado acostándosecon el crepúsculo.

Apenas salía, a fin de evitar latienda del chamarilero, donde se

gua parecía cubierta de humo;las sanguijuelas no calmaron laopresión; y a los nueve días ex-piró, justo al cumplir setenta ydos años.

La creían menos vieja, por supelo oscuro, cuyos bandós rodea-ban su cara pálida, picada de virue-la. Pocos amigos la sintieron, puessus modales eran de una arroganciaque marcaba distancias.

Félicité la lloró, como no sellora a los amos. Que la Señoramuriese antes que ella trastorna-ba sus ideas, le parecía contrarioal orden de las cosas, inadmisi-ble y monstruoso.

Diez días después (lo que tarda-ron en acudir de Besançon) se pre-sentaron los herederos. La nuera re-gistró los cajones, escogió muebles,vendió los demás, después volvie-ron al registro.

¡El sillón de la señora, su velador,su calientapiés, las ocho sillas se ha-bían ido! El sitio de los grabados se di-bujaba en cuadrados amarillos en me-dio de los tabiques. Se habían llevadolas dos camitas, con sus colchones, yen el armario empotrado ya no se veíanada de todas las cosas de Virginia.Félicité volvió a subir a los pisos llenade una profunda tristeza.

Al día siguiente había en lapuerta un anuncio; el boticariole contó al oído que la casa esta-ba en venta.

Ella se tambaleó y tuvo quesentarse.

Lo que principalmente la desconso-laba era abandonar su habitación —tancómoda para el pobre Loulou.

Envolviéndolo con una mirada de an-gustia, imploraba al Espíritu Santo, ycontrajo la costumbre idólatra de rezarsus oraciones de rodillas ante el loro.Algunas veces, el sol que entraba porla claraboya daba sobre su ojo de cris-tal, y hacía reflejar un gran rayo lumi-noso, que la ponía en éxtasis.

Tenía una renta de trescientosochenta francos, que le había lega-do su ama. El huerto le proporcio-naba hortalizas. En cuanto a ropa,tenía con qué vestirse hasta el fin desus días y ahorraba luz acostándoseal anochecer. [53]

Apenas salía, para evitar latienda del chamarilero , donde

BANDEAU [bädo] n. m. 1. Bande* qui sert à ceindrele front, la tête. 2. Morceau d'étoffe qu'on met sur lesyeux de quelqu'un pour l'empêcher de voir. 3. Archit.Plate-bande unie, autour d'une baie de porte ou defenêtre.

* no en DRAEBLêME [blem] adj. 1. Extrêmement pâle; d'uneblancheur maladive (en parlant du visage). 2. Parmétaphore (ci-dessous, cit. 5) ou fig. D'une couleur pâleet déplaisante (choses, lumières).

* muy pálida

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BROCANTER 1 V. intr. Faire commerce d'objetsanciens et de curiosités qu'on achète d'occasion pourla revente.2. V. tr. Vendre (des objets achetésd'occasion) en tant que brocanteur.CHAMARILERO 1. m. y f. Persona que se dedica acomprar y vender objetos de lance y trastos viejos.

LUCARNE 1. Petite fenêtre, pratiquée au toit d'unbâtiment pour donner du jour, de l'air à l'espace quiest sous le comble*. 2. (1813). Petite ouverturepratiquée dans un mur, une cloison, une paroi.LUCERA1. f. Ventana o claraboya abierta en la partealta de los edificios.LUCERNA 1. f. Araña grande para alumbrar. 2.Abertura alta de una habitación para dar ventila-ción y luz.CLARABOYA 1. f. Ventana abierta en el techo o enla parte alta de las paredes.TRAGALUZ 1. m. Ventana abierta en un techo o enla parte superior de una pared, generalmente conderrame (sego o corte oblicuo) hacia adentro.

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cho; su lengua parecía cubierta dehumo; las sanguijuelas no calma-ron su opresión; y a la novena no-che expiró, a la edad precisa desetenta y dos años.

La creían menos vieja por su cabe-llo marrón, con sus bandós enmarcándolesu rostro descolorido, picado de vi-ruelas. Pocos amigos la echaron demenos, pues la altivez de sus mane-ras producía alejamiento.

Félicité la lloró como no se llo-ra a los amos. El que la señora semuriera antes que ella le confun-día las ideas, le parecía contrarioal orden de las cosas, inadmisibley monstruoso.

Diez días más tarde (el tiempo ne-cesario para acudir desde Besançon)aparecieron los herederos. La nuerarevolvió los cajones, escogió unosmuebles, vendió los demás, y luegose volvieron al registro.

La butaca de la señora, su velador,su calientapiés, las ocho sillas, ¡se ha-bían ido! Unos cuadrados amarillos[70] marcaban el lugar de los graba-dos en medio de los tabiques. Se ha-bían llevado las dos literas, con suscolchones, ¡y en el armario ya no seveía ninguna de las cosas de Virginie!Félicité empezó a subir los pisos, em-briagada de tristeza.

Al día s iguiente apareció uncartel en la puerta; el boticariole gritó al oído que la casa esta-ba en venta.

Ella se tambaleó, y se vio obligadaa sentarse.

Lo que le producía mayor desespe-ración era abandonar su habitación,tan cómoda para el pobre Lulú.

Cubriéndolo con una mirada de angus-tia, imploraba al Espíritu Santo, y con-trajo la costumbre idólatra de decir susoraciones arrodillada ante el loro. Al-gunas veces el sol que entraba por eltragaluz le daba en su ojo de cristal,y hacía brotar de él un gran rayo lu-minoso que la ponía en trance.

Tenía una renta de trescientosochenta francos que le había dejadosu ama. El jardín la abastecía de ver-duras. En cuanto a la ropa, tenía lasuficiente para vestirse hasta el fin desus días, y ahorraba luz acostándosecon el crepúsculo.

Apenas salía, con el fin de evitarla tienda del chamarilero, donde se

looked as if it were coated withsmoke, and the leeches they applieddid not relieve her oppression; and onthe ninth evening she died, being justseventy-two years old.

People thought that she was younger, be-cause her hair, which she wore in bands fram-ing her pale face, was brown. Fewfriends regretted her loss, for hermanner was so haughty that shedid not attract them.

Felicite mourned for her as servants sel-dom mourn for their masters. The fact thatMadame should die before herself per-plexed her mind and seemed contrary tothe order of things, and absolutely mon-strous and inadmissible.

Ten days later (the time to journeyfrom Besancon), the heirs arrived. Herdaughter-in-law ransacked the draw-ers, kept some of the furniture, andsold the rest; then they went back totheir own home.

M a d a m e ’s a r m c h a i r, f o o t -warmer, work- t ab le , the e igh tchairs, everything was gone! Theplaces occupied by the picturesfo rmed ye l low squares on thewal ls . They had taken the twolittle beds, and the wardrobe hadbeen emptied of Virginia’s be-longings! Felicite went upstairs,overcome with grief.

The following day a sign wasposted on the door; the chemistscreamed in her ear that the housewas for sale.

For a moment she tottered, and hadto sit down.

W h a t h u r t h e r m o s t w a st o g i v e u p h e r r o o m , — s on i c e f o r p o o r L o u l o u !

She looked at him in despair and im-plored the Holy Ghost, and it was thisway that she contracted the idolatroushabit of saying her prayers kneelingin front of the bird. Sometimes thesun fell through the window on hisglass eye, and lighted a spark in itwhich sent Felicite into ecstasy.

Her mistress had left her an incomeof three hundred and eighty francs.The garden supplied her with veg-etables. As for clothes, she hadenough to last her till the end of herdays, and she economised on the lightby going to bed at dusk.

She rarely went out, in order to avoid pass-ing in front of the second- hand dealer’s

lengua como cubierta de humo,las sanguijuelas no calmaron laopresión; y a los nueve días ex-piró, a los setenta y dos años re-cién cumplidos.

La creían menos vieja, por elpelo castaño, que ________ le ro-deaba el rostro pálido, picado de vi-ruelas. Pocos amigos la lloraron,pues sus maneras eran de una alti-vez que distanciaba a la gente.

Felicidad la lloró como no se llo-ra a los amos. Que la señora murie-ra antes que ella no le cabía en lacabeza, le parecía contrario al or-den de las cosas, inadmisible ymonstruoso.

A los diez días (el tiempo nece-sario para acudir desde Besangon)llegaron los herederos. La nuera re-gistró los cajones, eligió algunosmuebles, vendió otros, después sevolvieron al registro.

¡Se fueron la butaca de la señora, suvelador, su rejilla, las ocho sillas! Enel lugar donde estuvieron los graba-dos se destacaban ahora unos cuadra-dos amarillos en medio de las pare-des. Se habían llevado las dos cunas,con sus colchones, y en el armarioya no quedaba nada de todos los en-seres de Virginia. Felicidad subió lasescaleras, muerta de tristeza.

Al día s iguiente había un anun-cio en la puerta; e l bot i car io leg r i t ó a l o í d o q u e l a c a s a e s t a -b a e n v e n t a .

Felicidad se tambaleó, tuvo quesentarse.

Lo que más pena le daba eraabandonar su cuarto, tan cómodopara la pobre Lulú.

Envolviéndole en una mirada de an-gustia, imploraba al Espíritu Santo, ycontrajo la costumbre idólatra de rezarsus orac iones a r rod i l l ada an te e llo ro . A ve ce s e n t r a b a e l s o l p o rl a claraboya y daba en el ojo de vidrio deLulú, haciendo salir de él un gran rayo lumino-so que ponía en éxtasis a Felicidad.

Tenía una renta de trescientosochenta francos que le había lega-do su señora. La huerta la abaste-cía de verduras. En cuanto a laropa, tenía para vestirse hasta elfin de sus días, y economizaba laluz acostándose al anochecer.

Apenas salía, por evitar la tiendadel chamarilero, donde estaban ex-

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s’étalaient quelques-uns des an-ciens meubles. Depuis son étour-dissement, elle traînait une jambe;et, ses forces diminuant, la mèreSimon ruinée dans l’épicerie ve-nait tous les matins fendre sonbois et pomper de l’eau.

Ses yeux s’affaiblirent. Les per-siennes n’ouvraient plus. Bien desannées se passèrent. Et la maison nese louait pas, et ne se vendait pas.

Dans la crainte qu’on ne la ren-voyât, Félicité ne demandait aucuneréparation. Les lattes du toit pour-rissaient; pendant tout un hiver sontraversin fut mouillé. Après Pâ-ques, elle cracha du sang.

Alors la mère Simon eut recours àun docteur. Félicité voulut savoir cequ’elle avait. Mais, trop sourde pourentendre, un seul mot lui parvint:«pneumonie».

Il lui était connu, et elle répli-qua doucement - «Ah comme Ma-dame!» trouvant naturel de suivresa maîtresse.

Le moment des reposoirs appro-chait.

Le premier était toujours au basde la côte, le second devant laPoste, le troisième vers le milieude la rue. Il y eut des rivalités àpropos de celui-là, et les parois-siennes choisirent finalement lacour de Mme Aubain.

Les oppressions et la fièvre aug-mentaient. Félicité se chagrinait dene rien faire pour le reposoir. Aumoins, si elle avait pu y mettrequelque chose! - Alors elle songeaau perroquet. Ce n’était pas con-venable, objectèrent les voisines.Mais le Curé accorda cette per-mission - et elle en fut tellementheureuse qu’elle le pria d’accep-ter, quand elle serait morte, Lou-lou sa seule richesse.

Du mardi au samedi, veille de laFête-Dieu, elle toussa fréquemment.Le soir son visage était grippé, ses lè-vres se collaient à ses gencives, lesvomissements parurent, - et le lende-main, au petit jour, se sentant très bas,elle fit appeler un prêtre.

Trois bonnes femmes l’entou-raient pendant l’extrême-onction.Puis elle déclara qu’elle avait besoinde parler à Fabu.

Il arriva en toilette des diman-

grippé: contracté par la douleur.

extrême-onct ion : sacrement desmourants.

exponían algunos de sus antiguosmuebles. Desde su desvanecimien-to, arrastraba una pierna; y, al dis-minuir sus fuerzas, la tía Simon,arruinada en la tienda de ultramari-nos, acudía todas las mañanas a par-tirle la leña y sacarle el agua.[58]

Sus ojos fueron debi l i tándo-se. Las pers ianas ya no abrían.Pasaron muchos años. Y la casano se a lqui laba, ni se vendía .

Por miedo a que la despidieran,Félicité no pedía ninguna repara-ción. Las traviesas del tejado sepudrían; durante todo un inviernocayó el agua sobre su cabezal. Des-pués de Pascua, escupió sangre.

Entonces la tía Simon recurrió aun médico. Félicité quiso saber loque tenía. Pero, demasiado sordapara oír, oyó una sola palabra:«Neumonía».

Le resultaba conocida y contestódulcemente: «¡Ah, como la seño-ra! » , pareciéndole natural seguira su ama.

Se acercaba el tiempo de los mo-numentos.

El pr imero estaba s iempre alpie de la cuesta , e l segundo de-lante de la Posta , e l tercero ha-cia la mitad de la calle. Hubo ri-validades por éste, y las fel igre-sas terminaron el igiendo el pa-t io de la señora Aubain.

Las opres iones y las f iebresaumentaron . Fé l ic i té se apena-b a p o r n o h a c e r n a d a p a r a e lmonumento . ¡S i a l menos hu-b iera podido poner a lgo en é l !Entonces pensó en e l lo ro . Noera adecuado, ob je ta ron las ve-c inas . Pero e l párroco concedióe l permiso , y e l la se s in t ió tandichosa que le rogó que acep-ta ra , cuando es tuviera muer ta ,a Lulú , su ún ica r iqueza .

Del martes al sábado, víspera delCorpus, tosió con frecuencia. Por lanoche su cara estaba contraída, suslabios se pegaban a las encías, apare-cieron los vómitos, y al día siguiente,con el alba, sintiéndose muy decaída,mandó llamar a un cura.

Tres buenas mujeres la rodea-ban durante la extremaunción .Luego declaró que necesitaba ha-blar con Fabu.

Éste llegó con el traje de los do-

se exhibían algunos de los anti-guos muebles. Desde su ataque,arrastraba una pierna; y comoperd ía fuerzas , l a t í a S imon,arruinada en su t ienda, veníatodas las mañanas a partirle leñay sacarle agua con la bomba.

Sus ojos se debili taron. Laspersianas ya no abrían. Pasaronmuchos años. Y la casa no sealquilaba ni se vendía.

Temiendo que la despidiesen,Félicité no pedía ninguna repara-ción. Las traviesas del tejado sepudrían; durante todo un inviernosu almohada estuvo mojada. Des-pués de Pascua escupió sangre.

Entonces la tía Simon llamó a undoctor. Félicité quería saber lo quetenía. Pero, demasiado sorda paraoír, sólo percibió una palabra:«Neumonía.»

La conoc ía , y rep l icó suave-mente: «¡Ah!, como la señora»,encontrando natural seguir a suama.

Se acercaba el momento de las es-taciones de la procesión de Corpus.

La primera era siempre al co-mienzo de la cuesta; la segundadelante del correo; la tercera ha-cia la mitad de la calle. Hubo ri-validades a propósito de ésta; y lasfeligresas escogieron finalmenteel patio de la Sra. Aubain.

Las opres iones y l a f i eb reaumentaban . Fé l i c i t é se ape-naba por no hacer nada para laes tac ión . ¡S i a l menos pudie-r a pone r a l l í a l go ! En toncespensó en e l lo ro . No era con-ven ien te , ob je ta ron l as vec i -nas . Pero e l c u r a c o n c e d i ó e lp e r m i s o ; e l l a f u e t a n f e l i zque le p idió aceptase aquel te-soro , a Loulou, cuando mur ie-ra ____ _____ _____ _.

Desde el martes al sábado, víspe-ra de Corpus, tosió con más frecuencia.Por la noche tenía la cara griposa, loslabios se le pegaban a las encías,aparecieron vómitos; y al día si-guiente, temprano, hizo llamar a uncura.

Tres buenas mujeres la acompaña-ban durante la extremaunción.Después declaró que necesitaba ha-blar con Fabu.

L l e g ó e n t r a j e d e d o m i n -

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LATTE [lat] n. f. A. 1. Longue pièce de charpenteen bois, mince, étroite et plate; par ext., toute piècede bois de forme semblable.

LISTONES 3. Carp. Pedazo de tabla angosto quesirve para hacer marcos y para otros usos.TRAVIESA 4. Cada uno de los maderos que seatraviesan en una vía férrea para asentar sobreellos los rieles. 5. Cada una de las piezas queunen los largueros del bastidor sobre los que semontan o asientan los vagones de los ferrocarri-les.VIGUETA 1. f. d. de viga. 2. Madero que en elmarco de Madrid tiene 9 pulgadas de ancho, 6 degrueso y 22 pies de largo. 3. Barra de hierro lami-nado, destinada a la edificación.

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REPOSOIR 1. Vx. Lieu où l'on peut se reposer.2. Miséricorde de stalle. 3. (1680). Liturgiecathol. Support en forme d'autel*, drességénéralement en plein air et orné de fleurs, defeuillages, etc., sur lequel le prêtre dépose leSaint-Sacrement pendant une halte, au coursd'une procession. 4. Argot. Les reposoirs : lespieds.

COLUMBARIOS 1. m. Arqueol. Conjunto denichos, en los cementerios de los antiguos ro-manos, donde colocaban las urnas cinerarias.

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exponían algunos de los viejos mue-bles. Desde su desmayo arrastrabauna pierna; y como sus fuerzas dis-minuían, la tía Simon, arruinada enla tienda de comestibles, venía to-das las mañanas a partirle la leña ybombear el agua. [71]

Sus ojos se debilitaron. Sus persia-nas ya no se abrían. Pasaron muchosaños. Y la casa no se alquilaba, ni tam-poco se vendía.

Por temor a que la despidieran,Félicité no pedía que le hicieran ningu-na reparación. Las traviesas del tejadose iban pudriendo; durante todo un in-vierno tuvo mojado el cabezal. PasadaSemana Santa, escupió sangre.

Entonces la tía Simon recurrió a undoctor. Félicité quiso saber lo que te-nía. Pero como estaba demasiado sor-da para oírlo, sólo le llegó una pala-bra: «Neumonía».

Le resultaba conocido, y contestósuavemente: «¡Ah! Como la seño-ra», encontrando natural seguir asu ama.

Se acercaba el momento de las es-taciones.

La primera se colocaba siempre enla parte baja de la pendiente; la segun-da, ante la oficina de correos; la ter-cera, hacia la mitad de la calle. Huborivalidades a propósito de aquélla; yal final los parroquianos escogieron elpatio de la señora Aubain.

La sensación de opresión y la fie-bre aumentaban. A Félicité le entris-tecía no poder hacer nada por la esta-ción. ¡Si por lo menos hubiera podi-do poner ella alguna cosa! Entoncespensó en el loro. No estaba acorde conlas conveniencias, objetaron las veci-nas. Pero el párroco concedió el per-miso; aquello la hizo tan feliz que lerogó que, cuando ella muriera, acep-tara quedarse con Lulú, su única ri-queza. [72]

De martes a sábado, víspera del Cor-pus, tosió con mayor frecuencia. Por lanoche tenía el rostro agarrotado, los la-bios se le pegaban a las encías, vomitóvarias veces; y al día siguiente, al ama-necer, como se sentía extenuada, man-dó llamar a un sacerdote.

T r e s m u j e r e s l a r o d e a b a nd u r a n t e l a e x t r e m a u n c i ó n .Luego manifestó que tenía quehablar con Fabu.

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shop where there was some of the old fur-niture. Since her fainting spell, shedragged her leg, and as her strength wasfailing rapidly, old Mother Simon, whohad lost her money in the grocery busi-ness, came very morning to chop the woodand pump the water.

Her eyesight grew dim. She did notopen the shutters after that. Manyyears passed. But the house did notsell or rent.

Fearing that she would be put out,Felicite did not ask for repairs.The laths of the roof were rottingaway, and during one whole win-ter her bolster was wet . AfterEaster she spit blood.

Then Mother Simon went for a doc-tor. Felicite wished to know what hercomplaint was. But, being too deaf tohear, she caught only one word:“Pneumonia.”

She was familiar with it and gentlyanswered:—”Ah! like Madame,”thinking it quite natural that sheshould follow her mistress.

The time for the altars in the streetdrew near.

The first one was always erected atthe foot of the hill, the second in frontof the post-office, and the third in themiddle of the street. This position oc-casioned some rivalry among thewomen and they finally decided uponMadame Aubain’s yard.

Fel ic i te’s fever grew worse .She was sorry that she could notdo anything for the altar. If shecould, at least, have contributedsomething towards it! Then shet h o u g h t o f t h e p a r r o t . H e rneighbours objected that it wouldnot be proper. But the cure gavehis consent and she was so grate-ful for it that she begged him toaccept after her death, her onlytreasure, Loulou.

From Tuesday until Saturday, the day beforethe event, she coughed more frequently. Inthe evening her face was contracted, herlips stuck to her gums and she be-gan to vomit; and on the follow-ing day, she felt so low that shecalled for a priest.

Three neighbours surrounded her when thedominie administered the Extreme Unction .Afterwards she said that she wishedto speak to Fabu.

H e a r r i v e d i n h i s S u n d a yX

puestos algunos de los antiguos mue-bles. Desde que le dio el mareo, arras-traba una pierna; y como sus fuerzasiban disminuyendo, la tía Simon,arruinada en la tienda de comestibles,iba todas las mañanas a partirle la leñay a bombearle el agua.

Fue perdiendo vista. Ya no seabrían las persianas. Pasaron mu-chos años. Y la casa no se alqui-laba y no se vendía.

Felicidad, por miedo de que laecharan, no pedía ninguna reparación.Las viguetas del techo se iban pu-driendo. Pasó todo un invierno cayén-dole una gotera en la almohada. Des-pués de Pascuas, escupió sangre.

La tía Simon llamó a un médi-co. Felicidad quiso saber lo quetenía. Pero, como estaba muy sor-da, sólo oyó una palabra: «Neu-monía.»

Aquello le era conocido, y contes-tó apaciblemente: «¡Ah, como laseñora!», pareciéndole muy natu-ral seguir a su ama.

Se acercaba el momento de losaltares del Corpus.

El primero estaba siempre alpie de la cuesta, el segundo delan-te de la posta, el tercero hacia elmedio de la calle. A propósito deéste hubo rivalidades, y las feli-gresas acabaron por elegir el pa-tio de madame Aubain.

Aumentaron las opresiones dela f iebre . Fel ic idad estaba muytr is te por no hacer nada para e la l tar. ¡Si s iquiera hubiera podi-do poner a lgo en é l ! Entoncespensó en el loro. Eso no estababien, objetaron las vecinas. Peroel cura d io permiso; Fel ic idadse puso tan contenta que le pi-dió que, cuando el la se murie-ra , aceptara a Lulú, su única ha-cienda.

Del martes al sábado, víspera delCorpus, tosió más. Por la noche sele contrajo el rostro, se le pegaronlos labios a las encías, sobrevinie-ron vómitos. Y al día siguiente, alamanecer, sintiéndose muy mal,mandó llamar a un sacerdote.

Tres buenas mujeres la rodea-ban durante la ext remaunción .Después dijo que tenía que hablarcon Fabu.

Llegó vestido de domingo, muy

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ches, mal à son aise dans cette at-mosphère lugubre.

- «Pardonnez-moi» dit-elle, avec uneffort pour étendre le bras, «je croyaisque c’était vous qui l’aviez tué!»

Que signifiaient des potins pa-reils? L’avoir soupçonné d’un meur-tre! un homme comme lui! et il s’in-dignait, allait faire du tapage! -«Elle n’a plus sa tête, vous voyezbien!»

Félicite de temps à autre parlait àdes ombres. Les bonnes femmes s’enallèrent. La Simonne déjeuna.

Un peu plus tard, elle prit Lou-lou, et, l’approchant de Félicité: -«Allons! dites-lui adieu!»

Bien qu’i l ne fût pas un cadavre,les vers le dévoraient ; une de sesai les étai t cassée. L’étoupe lui sor-ta i t du ventre . Mais aveugle àprésent, elle le baisa au front, etl e g a r d a i t c o n t r e s a j o u e . L aSimonne le reprit pour le mettresur le reposoir.

étoupe : rembourrage.

mingos, incómodo en aquella atmós-fera lúgubre.[59]

-Perdóneme -dijo ella, haciendo unesfuerzo para extender el brazo-, ¡creíaque fue usted quien lo mató!

Qué significaban aquelloscotilleos? ¡Hacerle sospechoso de unasesinato! ¡Un hombre como él! ¡Y seindignaba, quería montar un escándalo!-«¡Ya no está en sus cabales, comopuede ver! »

De vez en cuando Félicité habla-ba a sombras. Las buenas mujeresse fueron. La Simona almorzó.

A l g o m á s t a r d e , c o g i ó aLu lú y, ace rcándo lo a Fé l i c i t é :«¡Vamos, despídase de él!»

Aunque no fuera un cadáver, lo de-voraban los gusanos; una de sus alas es-taba rota. Del vientre le salía la estopa.Pe r o , c i e g a a h o r a , l o b e s ó e nl a f r e n t e , y l o a p r e t a b a c o n -t r a s u m e j i l l a . L a S i m o n a s el o q u i t ó p a r a p o n e r l o e n e lm o n u m e n t o .

g o , m o l e s t o e n a q u e l a m -b i e n t e l ú g u b r e .

—Perdóneme, dijo ella esforzándo-se por extender el brazo, ¡creía que erausted quien lo había matado!

¿Qué significaban semejanteschismes? ¡Considerarlo sospechoso[54] de asesinato a un hombre comoél! y se indignaba, iba a armar jaleo.

—Ya no sabe lo que dice, bien love usted.

De vez en cuando, Félicité hablabaa las sombras. Las buenas mujeres sealejaron. La tía Simon almorzó.

Un poco después, cogió a Loulouy se lo acercó a Félicité:

—¡Vamos!, ¡dile adiós!

Aunque no era un cadáver,los gusanos lo devoraban; te -n ía un a la ro ta ; la estopa se lesa l ía de l v ien t re . Pero , ahorac iega , lo besó en la f ren te , ylo ten ía pegado a su mej i l la .La Simon se lo cogió para po-ner lo en la estación .reposoir 3. (1680). Liturgie cathol. Support

en forme d'autel*, dressé généralement enplein air et orné de fleurs, de feuillages, etc.,sur lequel le prêtre dépose le Saint-Sacrement pendant une halte, au coursd'une procession.“

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—Perdóneme —dijo, haciendo un es-fuerzo por estirar el brazo—; ¡yo creíaque era usted el que le había matado!

¿Qué significaban aquellos chismes?¡Haber sospechado de él en un asesina-to! ¡De un hombre como él! Y se indig-naba, iba a dar mucho que hablar.

—¡Ha perdido la cabeza, ya loven!

Félicité, de cuando en cuando, ha-blaba a unas sombras. Las mujeres sealejaron. La Simona comió.

Algo más tarde, cogió a Lulú y,acercándose a Félicité, dijo:

—¡Vamos! ¡Dígale adiós!

Aunque no fuera un cadáver,los gusanos lo iban devorando;tenía rota un ala, la estopa se lesalía del vientre. Pero, ahora yaciega, ella lo besó en la frente, ylo apretaba contra su mejilla. LaSimona lo volvió a coger para po-nerlo en la estación . [73]

clothes, very ill at ease among thefunereal surroundings.

“Forgive me,” she said, making aneffort to extend her arm, “I believedit was you who killed him!”

What did such accusations mean?Suspect a man like him of murder!And Fabu became excited and wasabout to make trouble.

“Don’t you see she is not in herright mind?”

From time to time Felicite spoke toshadows. The women left her andMother Simon sat down to breakfast.

A little later, she took Loulou andholding him up to Felicite:

“Say good-bye to him, now!” she commanded.

Although he was not a corpse, he waseaten up by worms; one of his wings wasbroken and the wadding was coming outof his body. But Felicite was blindnow, and she took him and laid himagainst her cheek. Then MotherSimon removed him in order to sethim on the altar.

mal a gusto en aquella atmósferalúgubre.

—¡Perdóneme —le dijo haciendo unesfuerzo por extender el brazo—, penséque había sido usted quien le mató!

¿Qué chismes eran aquéllos?¡Sospechar que había cometido unasesinato, un hombre como él! Yse indignaba, iba a armar un escán-dalo. «¡Ya se ve que ha perdido lacabeza!»

De vez en cuando Felicidad habla-ba a unas sombras. Las buenas muje-res se fueron. La Simon almorzó.

Luego cogió a Lulú y, acercán-doselo a Felicidad:

—¡Ande, despídase de él!

Aunque no era un cadáver, ledevoraban los gusanos; tenía unala rota, se le salía la estopa de lv ien t re . Pero Fe l ic idad , ya c ie -ga , l e besó en l a f r en te y lo su -je taba cont ra su cara . La Simonse lo qui tó para volver a poner-lo en e l a l tar .

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V

Les herbages envoyaient l’odeurde l’été. Des mouches bourdonnaient;le Soleil faisait luire la rivière, chauf-fait les ardoises. La mère Simon re-venue dans la chambre, s’endormaitdoucement.

Des coups de cloche la réveillè-rent. On sortait des vêpres. Le dé-lire de Félicité tomba; en songeantà la Procession, elle la voyait commesi elle l’eût suivie.

Tous les enfants des écoles, leschantres et les pompiers marchaientsur les trottoirs, - tandis qu’au milieude la rue s’avançaient premièrementle Suisse armé de sa hallebarde, leBedeau avec une grande croix,l’Instituteur surveillant les gamins,la Religieuse inquiète de ses peti-tes filles. Trois des plus mignonnesfrisées comme des anges jetaient dansl’air des pétales de roses; le Diacre lesbras écartés modérait la musique -et deux encenseurs se retournaient àchaque pas vers le Saint-Sacrement,que portait , sous un dais de ve-lours ponceau tenu par qua t refabriciens , M. le Curé, dans sab e l l e c h a s u b l e ; - u n f l o t d emonde se poussait derrière entreles nappes blanches couvrant lemur des maisons et l’on arriva aubas de la côte .

Une sueur froide mouillait lestempes de Félicité. La S imonnel ’ épongea i t avec un l i nge , ense d i san t qu ’un jou r i l l u i f au -d ra i t pas se r pa r l à .

Le murmure de la foule gros-s i t , f u t u n m o m e n t t r è s f o r t ,s ’é lo ignai t .

Une fusillade ébranla les car-reaux. C’étaient les postillons sa-luant l’ostensoir. Félicité roula sesprunelles - et elle dit, le moins basqu’elle put.

«- Est-il bien!» tourmentée du per-roquet.

Son agonie commença. Un râle,de plus en plus précipité, lui soule-vait les côtes. Des bouillons d’écumevenaient aux coins de sa bouche. Soncorps tremblait.

Bientôt on distingua le ronflementdes ophicléidées, les voix claires desenfants, la voix profonde des hommes.Tout se taisait par intervalles - et lebattement des pas, que des fleurs

Le suisse armé de sa hallebarde :homme en uniforme chargé de lagarde de l’église qui marche en têtede la procession, avec une hache àlongue hampe (manche).

Bedeau : employé de l’église.

Diacre: assistant du prête qui a reçu unordre inférieur.

Encenseurs: porteurs d’encensoirs.

Fabriciens : membres du conseil de fabri-que d’une paroisse, qui administre lesbiens de l’église. Ils portent l’hostieconsacrée qui contient le corps, l’âme etla divinité du Christ (le Saint-Sacrement),sur un baldaquin portatif (le dais), decouleur ponceau, c’est-à-dire rouge vif.

Chasuble: vêtement de culte richementorné.

ostensoir : support d’or ou d’argentservant à exposer le Sa in t -Sacrement.

ophicléides: instruments de musique encuivre. À noter que leur bruit fait suite àla c fusillade » des postillons, c’est-à-direle claquement de leurs fouets.

5.

Los pastizales exhalaban el olordel verano. Zumbaban las moscas;el sol hacía relumbrar el río, calen-taba las tejas. La tía Simon, que ha-bía vuelto al cuarto, se adormilabadulcemente.

Unas campanadas la desperta-ron. Salían de vísperas. El deliriode Félicité decayó; pensando en laProcesión, la veía como si estu-viera siguiéndola.

Todos los niños de las escuelas,los chantres y los bomberos cami-naban por las aceras, mientras por elcentro de la calle iban en primera filael suizo armado con su alabarda, elsacristán con su gran cruz, el maes-tro vigilando a los chiquillos, la mon-ja inquieta por sus niñitas. Tres de lasmás graciosas, rizadas como ángeles,lanzaban al aire pétalos de rosas; conlos brazos abiertos el diácono mode-raba la [60] música , y dosturiferarios se volvían a cada pasohacia el Santo Sacramento, que por-taba, bajo un palio de terciopelo co-lor punzó sostenido por cuatrofabriqueros (21), el señor cura, re-vestido con su hermosa casulla; unaoleada de gente se apiñaba detrás,entre las colgaduras blancas que cu-brían la pared de las casas, y llega-ron al pie de la cuesta.

Un sudor f r ío mojaba las s ie-nes de Fé l ic i t é . La S imona loenjugaba con un paño, d ic ién-dose que un d ía tendr ía que pa-sar por aquel lo .

El murmullo de la muchedumbrecreció; fue muy fuerte un momento,se alejaba.

Una descarga sacudió los cris-tales. Eran los postillones salu-dando a la custodia . Félicité mo-vió las pupilas y dijo lo menosbajo que pudo:

«¿Está bien?», atormentada por elloro.

Empezó su agonía. Un estertorcada vez más precipitado le levanta-ba las costillas. Borbotones de espu-ma subían hasta las comisuras de suboca. Su cuerpo temblaba.

Pronto oyeron el ronquido de losoficleides, las voces claras de los ni-ños, la voz profunda de los hombres.A intervalos todo callaba, y elgolpeteo de los pasos, que las flores

21. Miembros del consejo de administración de laparroquia, que se cuidaban especialmente dela custodia y «la inversión de los fondos dedi-cados a los edificios y a los utensilios y pañosdel culto» (Dicc. Acad.).

V

Los pastizales olían a verano;zumbaban las moscas; el sol ha-cía brillar el río, calentaba las pi-zarras. La tía Simon, que habíavuelto de la habitación, se dormíatranquilamente.

La despertaron los sones de lacampana; salían de vísperas. El de-lirio de Félicité decayó. Pensando enla procesión, la veía como si partici-pase en ella.

Todos los niños de las escuelas, loscantores y los bomberos iban por lasaceras, mientras que por el medio de lacalle se acercaban, primeramente: elpertiguero armado con su alabarda, elsacristán con una gran cruz, el maes-tro vigilando a los chiquillos, la re-ligiosa, preocupada por sus niñas;tres de las más bonitas, rizadas comoángeles, echaban al aire pétalosde rosas; el diácono, abriendolos brazos, dirigía e l canto , ydos incensarios se volvían a cadapaso hacia el Santísimo Sacramen-to, que llevaba, bajo un palio deterciopelo amapola portado porcuatro fabriqueros, el señor cura,revestido de su bella casulla. Unamuchedumbre de gente seguía de-trás, entre las sábanas blancas quecubrían las paredes de las casas; yllegaron al fondo de la cuesta.

Las sienes de Félicité estabanbañadas de un sudor f r ío . LaSimon la secaba con un lienzo,diciéndose que un día ella tendríaque pasar por eso. [55]

El murmullo de la muchedumbrefue en aumento, hubo un instante muyfuerte, se iba apagando.

Una descarga de fusilería sacudiólas baldosas. Eran los postillones quesaludaban __________ . Félicité girósus pupilas, y dijo, lo más suave quepudo:

—¿Está bien? —preocupada porel loro.

Empezó su agonía. Un estertor,cada vez más precipitado, le agitabalas costillas. Borbotones de espumaacudían a las comisuras de la boca,y todo su cuerpo temblaba.

Pronto se escuchó el ronquido delos figles, las voces claras de los ni-ños, la voz profunda de los hombres.Todo se callaba a intervalos, y elgolpear de las pisadas, amortiguado

X

CHANTRE 1. m. Dignidad de las iglesias cate-drales, a cuyo cargo estaba antiguamente elgobierno del canto en el coro.

2. RÂLE 1. Bruit rauque de la respiration chezcertains moribonds. 2. (1845). Pathol. Altérationdu murmure respiratoire provoqué par ledéplacement des sécrétions bronchiques etalvéolaires au passage de l'air, symptomatiqued'une affection pulmonaire et perçue àl'auscultation (médiate ou immédiate).ESTERTOR 1. m. Respiración anhelosa, gene-ralmente ronca o silbante, propia de la agonía ydel coma. 2. Med. Ruido de burbuja que se pro-duce en ciertas enfermedades del aparato res-piratorio y se percibe por la auscultación.

FIGLE 1. m. Instrumento musical de viento, queconsiste en un tubo largo de latón, doblado por lamitad, de diámetro gradualmente mayor desde laembocadura hasta el pabellón, y con llaves o pisto-nes que abren o cierran el paso al aire.

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V

Los prados expandían el olor al ve-rano; zumbaban las moscas; el sol ha-cía resplandecer el río y calentaba laspizarras. La tía Simona, de vuelta enla habitación, se estaba durmiendoapaciblemente.

A Félicité la despertaron unascampanadas: estaban saliendo de lasvísperas. Su delirio amainó. Al pen-sar en la procesión, la veía como sifuera siguiéndola.

Todos los niños de las escuelas, loschantres y los bomberos caminabanpor las aceras, mientras que por el me-dio de la calle iban, en primer lugar,el suizo armado con su alabarda, elsacristán, con su gran cruz, el maes-tro, vigilando a sus chavales, la reli-giosa, nerviosa por sus niñas; tres delas más graciosas, con el cabello riza-do como ángeles, iban lanzando al airepétalos de rosa; el diácono, con losbrazos separados, moderaba la músi-ca; y dos turiferarios se volvían a cadapaso hacia el Santísimo Sacramento,que era transportado bajo un palio deterciopelo punzó sostenido por cuatrofabriqueros, por el señor párroco, quevestía su hermosa casulla. Detrás seapelotonaba una gran multitud, entrelos paños blancos que cubrían la fa-chada de las casas; y así llegaron a laparte baja de la pendiente. [74]

Un sudor frío le mojaba las sie-nes a Félicité. La Simona la lim-piaba con un trapito, diciéndoseque un día también ella tendríaque pasar por aquello.

Aumentó el murmullo de la multi-tud; durante un momento fue muyfuerte, luego se alejó.

Una descarga de fusilería sacudiólos cristales. Eran los postillones sa-ludando a la custodia. Félicité vol-vió la mirada y dijo, lo más alto quepudo:

—¿Está bien? —muy preocupadapor el loro.

Empezó su agonía. Un estertorcada vez más precipitado le levanta-ba las costillas. Las comisuras de laboca se le llenaban de espuma, y letemblaba todo el cuerpo.

Pronto se oyó el ronquido de losfigles, las voces claras de los niños,la voz profunda de los hombres.Todo se callaba a intervalos, y elredoble de los pasos, amortiguado

CHAPTER V

The grass exhaled an odour of sum-mer; flies buzzed in the air, the sunshone on the river and warmed theslated roof. Old Mother Simon hadreturned to Felicite and was peacefullyfalling asleep.

The ringing of bells woke her; thepeople were coming out of church.Felicite’s delirium subsided. By think-ing of the procession, she was able tosee it as if she had taken part in it.

All the school- children, the singersand the firemen walked on the side-walks, while in the middle of thestreet came first the custodian of thechurch with his halberd, then thebeadle with a large cross, the teacherin charge of the boys and a sister es-corting the little girls; three of thesmallest ones, with curly heads,threw rose leaves into the air; thedeacon with outstretched arms con-ducted the music; and two incense-bearers turned with each step theytook toward the Holy Sacrament,which was carried by M. le Cure, at-tired in his handsome chasuble andwalking under a canopy of red vel-vet supported by four men. A crowdof people followed, jammed betweenthe walls of the houses hung withwhite sheets; at last the processionarrived at the foot of the hill.

A cold sweat broke out on Felicite’sforehead. Mother Simon wiped it awaywith a cloth, saying inwardly thatsome day she would have to gothrough the same thing herself.

The murmur of the crowd grewlouder, was very distinct for a momentand then died away.

A volley of musketry shook the win-dow-panes. It was the postilions sa-luting the Sacrament. Felicite rolledher eyes, and said as loudly as shecould:

“Is he all right?” meaning the par-rot.

Her death agony began. A rattlethat grew more and more rapid shookher body. Froth appeared at the cor-ners of her mouth, and her wholeframe trembled.

In a little while could be heard themusic of the bass horns , the clearvoices of the chi ldren and themen’s deeper notes. At intervalsa l l w a s s t i l l , a n d t h e i r s h o e s

V

Los prados despedían un olor averano; zumbaban las moscas; elsol hacía resplandecer el río, reca-lentaba las pizarras. La tía Simon,de nuevo en el cuarto de Felicidad,se dormía apaciblemente.

La despertaron unas campana-das; la gente salía de las víspe-ras . Fe l ic idad de jó de de l i ra r.Pensando en la procesión, la veíacomo si la siguiera.

Por las aceras iban todos los ni-ños de las escuelas, los chantres ylos bomberos, mientras que por lamitad de la calle iban en primer lu-gar: el suizo armado con su alabarda, elsacristán con una gran cruz, elmaestro vigilando a los chiquillos,la monja preocupada por sus ni-ñas; tres de las más monas, riza-das como angelitos, echaban al airepétalos de rosas; el diácono, con los brazosabiertos, moderaba la música; y dos mona-guillos con los incensarios se volvían a cada pasohacia el Santo Sacramento, que llevaba el señor cura,vistiendo su preciosa casulla, bajo un paliorojo carmesí sostenido por cuatrofabriqueros . D e t r á s s e e m -p u j a b a e l g e n t í o , e n t r el a s c o l g a d u r a s b l a n c a sq u e c u b r í a n l a p a r e d d el a s c a s a s ; y l l e g a r o n a l p i ed e l a c u e sta.

A Felicidad le mojaba las sie-nes un sudor frío. La Simon se loenjugaba con un paño blanco, di-ciéndose que ella también pasaríaalgún día por aquel trance.

El murmullo de la multitud fuesubiendo; por un momento llegóa ser muy fuerte; se alejó.

Una descarga hizo trepidar loscristales. Eran los postillones sa-ludando a la custodia . Felicidadabrió los ojos y, lo menos bajo quepudo, dijo:

—¿Está b ien? —preocupadapor el loro.

Empezó la agonía. Un estertor,cada vez más preciepitado, le levanta-ba las costillas. Le salían espumarajospor las comisuras de la boca, y le tem-blaba todo el cuerpo.

No tardó en distinguirse el ronqui-do de los fieles, las claras voces delos niños, la voz profunda de los hom-bres. De vez en cuando callaba todo,y el golpear de los pasos, amortigua-

¿?

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Flaubert's Un coeur tr. de Mauro Armiño tr. de Germán Palacios

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amortissaient, faisait le bruit d’untroupeau sur du gazon.

Le clergé parut dans la cour. LaSimonne grimpa sur une chaise pouratteindre à l’oeil-de-boeuf; - et decette manière dominait le reposoir.

Des guirlandes vertes pendaientsur l’autel, orné d’un falbalas enpoint d’Angleterre. Il y avait au mi-lieu, un petit cadre enfermant desreliques, deux orangers dans les an-gles, et tout le long: des flambeauxd’argent, et des vases en porcelaine, d’oùs’élançaient des tournesols, des lis, despivoines, des digitales, des touffesd’hortensias; ce monceau de couleurséclatantes descendait obliquement, dupremier étage jusqu’au tapis secontinuant sur les pavés; et deschoses rares tiraient les yeux. Unsucrier de vermeil avait une couronnede violettes, des pendeloques en pierresd’Alençon b r i l l a i e n t s u r d e l am o u s s e , d e u x é c r a n s c h i n o i sm o n t r a i e n t l e u r s p a y s a g e s .L o u l o u , c a c h é s o u s d e s r o s e s ,n e l a i s s a i t v o i r q u e s o n f r o n tb l e u , - p a r e i l à u n e p l a q u e d el a p i s .

Les fabriciens, les chantres et lesenfants se rangèrent sur les trois cô-tés de la cour. Le prêtre gravit lente-ment les marches et posa sur la den-telle son grand soleil d’or qui rayon-nait. Tous s’agenouillèrent. Il se fit ungrand silence. Et les encensoirs, allantà pleine volée, glissaient sur leurschaînettes.

Une vapeur d’azur monta dans lachambre de Félicité. Elle avança lesnarines, en la humant avec une sen-sualité mystique; puis ferma lespaupières. Ses lèvres souriaient.Les mouvements du coeur se ralen-tirent - un à un - plus vagues cha-que fois, plus doux: - comme unefontaine s’épuise, comme un échodisparaît; - et, quand elle exhala sondernier souffle, elle crut voir, dansles cieux entrouverts, - un perroquetgigantesque planant au-dessus desa tête.

falbala en point d’Angleterre : volantp l i ssé servant d ’o rnement enbroderie.

reliques : objets de piété, comme lesfragments du corps d’un saint.

vermeil : argent doré.

pendeloques en pierres d’Alençon:cristaux taillés qui se portent suspendusà un collier ou à des boucles d’oreille.

écrans: panneaux décorés.

lapis: pierre azur, bleu pâle, de lacouleur du lapis-lazuli.

son grand soleil d’or: l’ostensoir.

amortiguaban, hacía el ruido de unrebaño sobre la hierba.

En el patio apareció el clérigo. LaSimona se encaramó a una silla paraalcanzar la claraboya; y de estemodo dominaba el monumento.

Guirnaldas verdes pendían sobreel altar, adornado con un volante depunto de Inglaterra. En el centro ha-bía un pequeño cuadro conteniendoreliquias, en los extremos dos [61]naranjos y a todo lo largo cande-leros de plata y jarrones de por-celana de los que salían girasoles,lirios, peonías, dedaleras y matas dehortensias; este montón de coloresbrillantes descendía al sesgo desdeel primer piso hasta la alfombra,continuando sobre los adoquines; yunas cosas raras atraían la vista. Unazucarero de corladura tenía unacorona de violetas, colgantes de pie-dras de Alençon (22) brillaban so-bre el musgo, dos abanicos ch i -n o s m o s t r a b a n s u s p a i s a j e s .Lulú , ocul tado ba jo unas rosas ,só lo de j aba ve r su f r en te azu l ,semejan te a una p laca de lap is -l ázu l i .

Los fabriqueros, los chantres y losniños se colocaron en fila en los treslados del patio. El sacerdote subiólentamente los escalones y puso so-bre el encaje su gran sol de oro queirradiaba. Todos se arrodillaron. Sehizo un gran silencio. Y los incen-sarios, con vuelo pleno, se desliza-ban sobre sus cadenetas.

Un vapor de azur ascendió alcuarto de Félicité. Adelantó la na-riz, husmeándolo con una sensua-lidad mística. Luego, cerró los pár-pados. Sus labios sonreían. Losmovimientos del corazón se hicie-ron más lentos, uno a uno, másvagos cada vez, más suaves; comoun manantial se agota, como uneco desaparece; y cuando exhalósu último soplo, creyó ver, en loscielos entreabiertos, un loro gigan-tesco planeando por encima de sucabeza.

22. Piedras transparentes talladas en esalocalidad.

por las flores, hacía el ruido de unrebaño sobre el césped.

E l c l e ro apa rec ió en e l pa -t io . La S imon se sub ió a unas i l l a pa ra l l ega r a l a c l a rabo-ya y a s í dominar e l a l t a r.

Guirnaldas verdes colgaban sobreel altar, adornado con un volante depunto inglés. En el centro había unpequeño cuadro que encerraba reli-quias, en las esquinas dos naranjos,y, a todo lo largo, candelabros deplata y jarrones de porcelana, delos que salían girasoles, azucenas,peonías, digitales, manojos dehortensias. Este amontonamiento decolores brillantes bajaba oblicuo des-de el primer piso hasta la alfombra,prolongándose sobre el pavimento;y cosas raras llamaban la atención.Un azucarero de plata con un co-rona de violetas, colgantes de pie-dras de Alençon (14) brillaban so-bre el musgo, dos abanicos chi-n o s m o s t r a b a n s u s p a i s a j e s .Loulou, tapado por unas rosas,no asomaba más que su frenteazul , parecida a una lámina delapis lázul i .

Los fabriqueros, los cantores, losniños se colocaron a los tres ladosdel patio. El cura subió lentamentelas gradas y depositó sobre el man-tel su gran sol de oro, que resplan-decía. Todos se arrodillaron. Huboun gran silencio. Y los incensariosque iban a pleno vuelo resbalabansobre sus cadenitas.

Un vapor de azul subió hasta lahabitación de Félicité. Ella acercó lasaletas de su nariz aspirándolo conuna sensualidad [56] mística, des-pués cerró los párpados. Sus labiossonreían. Los latidos de su corazónfueron disminuyendo uno a uno,cada vez más flojos, más suaves,como una fuente que se agota, comoun eco que se aleja; y cuando exha-ló el último suspiro, creyó ver enlos cielos entreabiertos un loro gi-gantesco volando por encima de sucabeza.

FINX

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por las flores, hacía el ruido de unrebaño sobre la hierba.

El clero hizo su aparición en el pa-tio. La Simona se encaramó a una si-lla para alcanzar el tragaluz, y de esemodo veía toda la estación.

Unas guirnaldas verdes colgaban so-bre el altar, adornado con un volantede punto inglés. En el centro habíaun pequeño marco que conteníaunas reliquias, dos naranjos en losángulos y, a lo largo, antorchas deplata y cántaros de porcelana, de dondesurgían girasoles, azucenas, peonías,dedaleras, matas de hortensias. [75] Aquelmontón de colores espléndidos descendíaen una forma oblicua desde el primerpiso hasta la alfombra, prolongándoseluego hacia el empedrado ; y las co-sas más raras atraían la mirada. Unazucarero de corladura*, una corona de vio-letas, unos colgantes de piedras de Alençonb r i l l a b a n s o b r e e l m u s g o ,d o s pant a l l a s c h i n a s m o s -t r a b a n s u s p a i s a j e s . L u l ú ,o c u l t o b a j o u n a s r o s a s ,s ó l o d e j a b a v e r s u f r e n t ea z u l s e m e j a n t e a u n a l á m i -n a d e l a p i s l á z u l i .

Los fabriqueros, los chantres, losniños se ordenaron rodeando tres la-dos del patio. El sacerdote subió len-tamente los escalones y colocó sobrela puntilla su gran sol de oro relu-ciente. Todos se arrodillaron. Se hizoun gran silencio. Y los inciensarios,volando de lado a lado, se desliza-ban por sus cadenas.

Un vapor azul celeste subió has-ta la habitación de Félicité. Ellaabrió bien la nariz, aspirándolo conuna sensualidad mística; luego ce-rró los párpados. Sus labios son-reían. Los movimientos de su cora-zón se fueron haciendo más lentos,cada vez más vagos, más suaves,igual que se agota una fuente, igualque desaparece un eco; y cuandoexhaló su úl t imo suspiro creyóver en el c ielo entreabier to unloro gigantesco planeando sobre sucabeza. [76]

sounded like a herd of cattle pass-ing over the grass.

The clergy appeared in the yard.Mother Simon climbed on a chairto reach the bull’s-eye, and in thismanner could see the altar.

It was covered with a lace clothand draped with green wreaths. Inthe middle stood a little frame con-taining relics; at the corners weretwo l i t t le orange-trees, and al lalong the edge were silver candle-sticks, porcelain vases containingsun-flowers, lilies, peonies, andtufts of hydrangeas. This mount ofbright colours descended diago-na l ly f rom the f i r s t f loor to thec a r p e t t h a t c o v e r e d t h es i d e w a l k . R a r e o b j e c t sa r r e s t e d o n e ’ s e y e . Ag o l d e n sugar-bowl was crownedwith violets, earrings set with Alenconstones were displayed on green moss,and two C h i n e s e s c re e n s w i t htheir bright landscapes were nearb y . L o u l o u , h i d d e n b e n e a t hroses , showed noth ing but h i sblue head which looked l ike apiece of lapis-lazuli .

The singers, the canopy-bearersand the children lined up againstthe sides of the yard. Slowly thep r i e s t a scended the s t eps andplaced his shining sun o n t h el a c e c l o t h . E v e r y b o d y k n e l t .T h e r e w a s d e e p s i l e n c e ; a n dt h e c e n s e r s s l i p p i n g o n t h e i rchains were swung high in the air.

A b l u e v a p o u r r o s e i nF e l i c i t e ’ s r o o m . S h e o p e n e dhe r nos t r i l s and inha led wi th amys t i c s ensuousness ; t hen shec l o s e d h e r l i d s . H e r l i p ssmi l ed . The bea t s o f he r hea r tg r e w f a i n t e r a n d f a i n t e r, a n dvaguer , l i ke a foun ta in g iv ingo u t , l i k e a n e c h o d y i n gaway ;—and when she exha ledhe r l a s t b rea th , she thought shesaw in the half-opened heavens agigantic parrot hover ing aboveher head .

* corladura: barniz que, dado sobre unapeaza plateada y bruñida, la hace pare-cer dorada.

do por las flores, era como el ruido deun rebaño pisando sobre la hierba.

Apareció el clero en el patio.La Simon se encaramó a una si-lla para alcanzar la claraboya, yasí dominaba el altar.

Guirnaldas verdes pendían sobreél, adornado con un volante de pun-to de Inglaterra. En el centro, uncuadrito que contenía reliquias, enlos extremos dos naranjos, y, a todolo largo, candeleros de plata y flo-reros de porcelana con girasoles,lirios, peonías, digitales, ramas dehortensias. Este montón de coloresesp lendorosos descendíaoblicuamente desde el primer pisohasta la alfombra, prolongándosepor el pavimento; y l lamaban laatención algunas cosas raras. Unazucarero de plata dorada tenía una co-rona de violetas, relucían en el musgo col-gantes de piedras de Alençon, mo s -t r a b a n s u s p a i s a j e s d o s a b a n i c o sc h i n o s . A L u l ú , e s c o n d i d ob a j o l a s r o s a s , n o s e l ev e í a m á s q u e l a f r e n t e ,a z u l c o m o u n a p l a c a d el a p i s l á z u l i .

Los fabriqueros, los chantres,los niños se alinearon en los treslados del patio. El sacerdote subiólentamente los escalones y posósobre el encaje su gran sol de orore luc iente . Todos se ar rodi l la -ron. Se hizo un gran si lencio, ylos incensarios, pendientes de suscadenas, giraban a todo vuelo.

Un vapor de azur ascendió alcuarto de Felicidad. Adelantó lanariz aspirándolo con una sensua-lidad mística; luego cerró los ojos.Sus labios sonreían. Los latidos desu corazón se fueron amortiguan-do uno a uno, más tenues cada vez,más espaciados, como un manan-tial que se va agotando, como uneco que se va ext inguiendo; ycuando exhaló el último suspirocreyó ver en el cielo entreabiertoun loro gigantesco planeando so-bre su cabeza.